Mendoza - El señor Marcin

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Ricardo Mendoza EL SEÑOR MARCIN ¿Cuándo se convirtió esto en un bulevar de sueños rotos? Lleno de bailarinas españolas, imitadores de Elvis, deudos de Cobain, ese pobre irlandés que se mató por nada, Marcin deja que sus pensamientos lo dominen una vez más. Es perentorio montar su espectáculo en el palacio amarillo ya que el arte se devalúa sin remedio. Y Rose tiene que ser la damisela en peligro, de eso no hay duda. Agitado, se detiene a conversar con el despachador de un puesto de revistas. —Nos hemos llenado de forasteros ¿no le parece? —Son épocas de desempleo. Usted comprenderá. —¿Usted cree que acá mejoraran su situación?

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Ricardo Mendoza

EL SEÑOR MARCIN

¿Cuándo se convirtió esto en un bulevar de sueños rotos? Lleno de bailarinas españolas, imitadores de Elvis, deudos de Cobain, ese pobre irlandés que se mató por nada, Marcin deja que sus pensamientos lo dominen una vez más. Es perentorio montar su espectáculo en el palacio amarillo ya que el arte se devalúa sin remedio. Y Rose tiene que ser la damisela en peligro, de eso no hay duda. Agitado, se detiene a conversar con el despachador de un puesto de revistas.

—Nos hemos llenado de forasteros ¿no le parece?

—Son épocas de desempleo. Usted comprenderá.

—¿Usted cree que acá mejoraran su situación?

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—Tal vez.

—Deberían regresar por donde vinieron...

Están acabando con la uniformidad, Marcin se toca la pelusa que adorna su brillosa calva. Anoche pasó por el palacio amarillo y Rose tampoco se presentó a trabajar. El señor Marcin soñaba con ser una gran estrella y por poco lo logra, pero ahora solo quiere demostrarle a ella que puede brillar tanto como desee.

Durante su infancia Marcin habitó, con su padre y sus 7 hermanos, una casona maltrecha en Perú. No el país, sino un poblado al norte de Indiana. El dinero escaseaba, aun así, a Marcin le quedaba algo de tiempo para fantasear con grandes escenarios. Su padre, un inmigrante polaco, quería que su primogénito fuese un hombre útil a la nación que lo había acogido y no un fantoche de vodevil.

A pesar de los disgustos del padre, se las arregló para hacerse de un nombre dentro de la cartelera de espectáculos de Perú. Tiene tanto talento como Cole Porter, comentaba la pequeña y fiel audiencia que se estremecía con

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sus sentidas interpretaciones. Perú era conocido por ser cuna de Porter y el poblado que vio llorar al mismísimo Groucho Marx cuando Marcin compartió escenario con él. Hasta que sobrevino la guerra de Corea y Marcin Wozniak no pudo evitar el llamado de la patria.

Regresó convertido en héroe de guerra y sus seguidores lo trataban con abnegado respeto. Sin embargo, los horrores de Corea no desaparecían con simples palabras de aliento. Tampoco las heridas cicatrizaban con ingentes cantidades de bourbon. Algo que creyó heredar de su padre.

Para Marcin no había remedio, pero una noche borrosa la tenue voz de Rose caló en lo más profundo de aquel descendiente de polacos. Desde entonces, no dejó de asistir al palacio amarillo en busca de eso que despertaba a su triste alma. Rose, la sublime Rose, se convertía en incómoda confidente cada noche, cuando el bourbon solo no podía arremeter contra las penurias que aplastaban al viejo Wozniak.

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Míster Marcin nunca se casó. Tuvo que lidiar con el desastre que aconteció luego de la muerte de su padre. Una propiedad hundida en hipotecas y 7 hermanos ingratos que fueron desapareciendo a medida que iban alcanzando la mayoría de edad. Entonar My Way mientras un par de latinas, entradas en carnes y vestidas como colegialas, le daban al pool dancing, era lo que quedaba para un ex combatiente de Corea y ex celebridad del vodevil en Perú.

¿Dónde estaría Rose? No era un secreto que a la joven artista la asediaban miles de pretendientes. Por si fuera poco alguien le habló de Isa, un árabe muy insistente con el que se veía a Rose beber unas copas. Marcin estaba convencido de que una muchacha como ella no tendría ningún interés por alguien inferior, pero Isa poseía una prestancia impecable y es bien sabido que la gente guapa tiende a andar junta.

Tanta era la congoja del viejo polaco que no recordaba haber pasado por su casa, sacar la vieja colt y seguir a los amantes hasta un motel cerca de la Quinta con North Hood. Irrumpir en la habitación, vaciar la 45. Primero

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sobre el árabe, después sobre Rose. La sublime Rose.

Parado en un cuarto extraño con un arma en la mano, el fuerte olor a pólvora, una pareja hermosa bañada en sangre; eran imágenes sin sentido para Marcin Wozniak. Él solo quería estar con Rose. Uno de estos días la encontraría trabajando en el palacio amarillo, entonces podría contarle acerca del musical que preparaba, en donde ella sería la damisela en peligro.