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Luis Marcelo Martino “Traduciendo al héroe ...” Praesentia 15, 2014, p. 1 /19 Traduciendo al héroe. Eneas en el Río de la Plata 1 (Translating the hero. Aeneas in the Río de la Plata) Luis Marcelo Martino CONICET – Universidad Nacional de Tucumán ([email protected]) Recibido: 30/09/2014 Evaluado: 06/10/2014 Aceptado: 13/10/2104 Resumen Hacia 1829 Juan Cruz Varela comienza su traducción de la Eneida de Virgilio. Lo impulsa en esta tarea, si creemos en las palabras que le escribe a su amigo Juan María Gutiérrez varios años después, el anhelo de proporcionar a los lectores en lengua española “una traducción que merezca la pena leerse”, no existente a su juicio hasta el momento. El proyecto inconcluso se publicará posteriormente, en 1874, de manera póstuma, en la Revista del Río de la Plata. El objetivo de nuestra ponencia es reconstruir el trayecto de la traducción de Varela y establecer sus implicaciones ideológicas. Palabras clave: Eneida, Traducción, Clasicismo, Juan Cruz Varela, Literatura argentina Abstract About 1829 Juan Cruz Varela beginns to translate Virgil’s Aeneid. He had the desire to provide to readers in Spanish, in his own words, “a translation worth reading”, that didn’t exist at the time, according to him. The unfinished project was published posthumously in 1874 in Revista del Río de la Plata. The purpose of our work is to reconstruct the process of translation by Varela and to identify their ideological implications. 1 El germen de este trabajo es una ponencia leída en las XI Jornadas Nacionales de Literatura Comparada (Buenos Aires, 16 al 18 de julio de 2014).

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Luis Marcelo Martino “Traduciendo al héroe ...”

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Traduciendo  al  héroe.  Eneas  en  el  Río  de  la  Plata1  

(Translating the hero. Aeneas in the Río de la Plata)

Luis Marcelo Martino

CONICET – Universidad Nacional de Tucumán ([email protected])

Recibido: 30/09/2014 Evaluado: 06/10/2014 Aceptado: 13/10/2104

Resumen

Hacia 1829 Juan Cruz Varela comienza su traducción de la Eneida de Virgilio. Lo impulsa

en esta tarea, si creemos en las palabras que le escribe a su amigo Juan María Gutiérrez

varios años después, el anhelo de proporcionar a los lectores en lengua española “una

traducción que merezca la pena leerse”, no existente a su juicio hasta el momento. El

proyecto inconcluso se publicará posteriormente, en 1874, de manera póstuma, en la

Revista del Río de la Plata. El objetivo de nuestra ponencia es reconstruir el trayecto de la

traducción de Varela y establecer sus implicaciones ideológicas.

Palabras clave: Eneida, Traducción, Clasicismo, Juan Cruz Varela, Literatura argentina

Abstract

About 1829 Juan Cruz Varela beginns to translate Virgil’s Aeneid. He had the desire to

provide to readers in Spanish, in his own words, “a translation worth reading”, that didn’t

exist at the time, according to him. The unfinished project was published posthumously in

1874 in Revista del Río de la Plata. The purpose of our work is to reconstruct the process

of translation by Varela and to identify their ideological implications.

                                                                                                                         1 El germen de este trabajo es una ponencia leída en las XI Jornadas Nacionales de Literatura Comparada (Buenos Aires, 16 al 18 de julio de 2014).

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Key words: Aeneid, Translation, Classicism, Juan Cruz Varela, Argentine literature

“El traductor entra con la llave de los idiomas en la

mente ajena y trae al caudal de su patrimonio nuevas

riquezas, como la abeja a su colmena la miel en que solo

ella sabe transformar el polen de las plantas”

Juan María Gutiérrez

TRADUCTOR PERO NO TRAIDOR

La historiografía literaria recuerda a Juan Cruz Varela como el representante por

excelencia del neoclasicismo rioplatense, autor de innumerables versos patrióticos y de las

tragedias Dido y Argia, y como un periodista defensor de la gestión de Bernardino

Rivadavia y crítico de la tendencia federal. Su labor como traductor constituye una faceta

que ha merecido la atención, entre otros, de Juan María Gutiérrez, quien la concibe como

funcional con respecto a la producción de Juan Cruz como dramaturgo. Según Gutiérrez,

en sus traducciones de piezas dramáticas del francés y del italiano,2 Varela,

aspirando a poseer prácticamente el manejo de los resortes escénicos, y el estilo del

drama, tomándoles en los mejores modelos de su fe literaria, quiso, como discípulo

concienzudo, seguir de cerca y con la exactitud del traductor, los contornos de las

figuras calzadas del coturno por los maestros de su simpatía.3

Gutiérrez se hace eco aquí de una concepción de la traducción, por una parte, como una

tarea vinculada íntimamente a la producción propia, como una suerte de antesala e

instancia preparatoria; por la otra, como un homenaje y una muestra de admiración: se

traduce a aquellos autores a los que se respeta y por los que se siente “simpatía”. En otra

                                                                                                                         2 Gutiérrez menciona la traducción de Virginia, de Vittorio Alfieri, por entonces inédita (J. M. Gutiérrez, Estudio sobre las obras y la persona del literato y publicista argentino D. Juan de la Cruz Varela, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, 1871, p. 75). 3J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 75.

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parte de su estudio, el crítico manifiesta que “la mayor prueba que un hombre capaz de

producir por sí mismo dá de admiración y simpatía hacia un autor, es la de imitarle o

traducirle”.4 Ambos aspectos de esta concepción, vinculados estrechamente, se

corresponden con una imagen y un estado de la traducción como una actividad que aún no

reviste la categoría de profesional.

Varela traduciría, entonces, a sus admirados modelos para aprender de ellos. Sus primeros

pasos en este oficio se remontarían a sus años de colegial y no tendrían como objeto obras

en lenguas modernas sino en latín. Una elegía de las Tristia de Ovidio habría sido el primer

ensayo,5 seguido posteriormente por algunas odas de Horacio6 –“que se había atrevido a

traducir”, según palabras de Varela citadas por Gutiérrez–,7 publicadas en el periódico El

Patriota de Montevideo en 1832.8 Pocos años antes, en 1829, habría iniciado su empresa

más ambiciosa: la traducción de la Eneida de Virgilio.

No obstante, su trato con el tema y la materia virgiliana arranca, si creemos a Gutiérrez,

“desde la primera juventud” y con la desventaja de no haber contado con “la dirección de

buenos maestros” de la especialidad.9 Gutiérrez resalta el hecho de que Varela no haya

tenido como profesor “siquiera [a] aquel mismo que inspiró el gusto por las letras antiguas

a Luca, a López, a Rojas”, es decir, a Pedro Fernández.10 No obstante, más adelante, el

mismo Gutiérrez señala que “Fue su maestro de lengua latina [de Juan Cruz] el doctor don

Victorio Achega, sucesor del famoso gramático don Pedro Fernández”, y que éste

imprimió un caracter serio al estudio de las humanidades, y los maestros que le

sucedieron en la enseñanza de la lengua y la literatura romana, continuaron

                                                                                                                         4 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 151. 5 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 102. 6 Odas 1, 15 y 34 del libro primero y 5 del tercero. 7 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 103. La cursiva pertenece al original. 8 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 103. 9 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 117. 10 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 117. Gerardo Pagés señala que Vicente López y Planes había cursado sus estudios en el Colegio de San Carlos, “bajo la tutela del presbítero Pedro Fernández, maestro de latinistas”, estudios que le habían proporcionado “una seria cultura clásica”. G. H. Pagés, “Virgilio en las Letras Argentinas. De Lavardén a Juan Cruz Varela (conclusión)”, Boletín de la Academia Argentina de Letras XXVI 1000 (1961), p. 132.

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observando sus métodos e inspirando a los discípulos amor por Horacio, por Virgilio y

por Cicerón.11

Domingo Victorio de Achega, en tanto discípulo de Fernández, no habría sido entonces tan

mal maestro como parece sugerir Gutiérrez en un primer momento. Roberto Giusti, por su

parte, reproduce un testimonio de Manuel Moreno sobre Achega, que parece corroborar la

calidad de su enseñanza:

«tan severo con el régimen carolino y con su enseñanza arcaica, [Moreno] reconoce

que la gramática latina se enseñaba en él [el Colegio de San Carlos] (por su intermedio

[de De Achega]) con toda perfección, hasta entender los autores y poetas de esta

lengua, cuyas composiciones se imitaban»12

Los conocimientos de la lengua latina de Juan Cruz, según anota Pagés, habrían sido

perfeccionados en Córdoba, donde “hallaría en Virgilio solaz y esparcimiento para sus

horas de ocio”.13

Su tragedia Dido, publicada en 1823, constituye una evidencia del interés de Varela por

este autor y su célebre epopeya. Podría enmarcarse, en cierto sentido –tal vez como una

etapa previa–, en el proyecto de su traducción. En efecto, Gutiérrez percibe en esta tragedia

esa misma exactitud y fidelidad que considera propias del traductor, así como también su

admiración por el modelo:

Apasionado por Virgilio, se apasiona también por los personajes de su ficción, y no

quiere alterar en lo más mínimo el carácter de Eneas que todo lo sacrifica por obedecer

a los dioses (...).14

Dido, entonces, habría constituido “un traslado en acción y en buenos versos castellanos de

aquel episodio de la Eneida que tenía todas sus simpatías [de Varela]”,15 “un trasunto fiel

de uno de los más bellos libros de la Eneida”,16 para emplear los términos de Gutiérrez. En

                                                                                                                         11 J. M. Gutiérrez, Op. cit., pp. 340-341. 12 Citado en G. H. Pagés, Op. cit., pp. 229-230. 13 G. H. Pagés, Op. cit., p. 230. 14 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 50. 15 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 51. 16 J. M. Gutiérrez, Op. cit., pp. 116-117.

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este sentido, podríamos considerar a esta pieza un antecedente de la empresa que reclama

nuestra atención en el presente trabajo.

HISTORIA DE UNA PASIÓN ARGENTINA

A través de una serie de documentos –el ensayo de Gutiérrez, un discurso, algunas cartas–

es posible reconstruir las peripecias y vaivenes del proyecto de traducción emprendido por

Juan Cruz Varela con pasión y rigor. La empresa propiamente dicha arranca, según

Gutiérrez, a mediados de 1829, durante el exilio de Varela en Uruguay.17 Gracias a una

carta que su hermano Florencio le dirige a Gutiérrez desde Montevideo el 21 de agosto de

1835 tenemos noticia de que en ese año –es decir, seis después de su inicio– Juan Cruz ha

interrumpido su tarea debido a problemas de salud:

Juan Cruz tiene suspendidos hace tiempo sus trabajos virgilianos. Hace mes y medio

que está en cama y aunque de quince días acá está notablemente mejor y con fundadas

esperanzas de continuar mejorando, V. concibe bien que no puede, en su situación

«Componer obras que piden / estudio, tranquilidad, / robustez y el corazón / libre de

todo pesar».18

Florencio, sin embargo, asegura a su amigo que el trabajo se encuentra en estado avanzado

y le promete que pronto volverá a ponerse en marcha: “Luego que se restablezca volverá,

sin duda, a la tarea, qe. no deja de estar adelantada”.19

De manera poco consecuente con la información proporcionada por la epístola citada,

Gutiérrez informa en su estudio que en 1835 habría recibido una copia de la traducción:

sin tener la honra de conocerle personalmente [Juan Cruz Varela] nos favoreció desde

Montevideo, el año 1835, con varias cartas amistosas y entre ellas con una a la cual se

dignó acompañar una copia autógrafa y esmerada de su traducción de los primeros

                                                                                                                         17 “Tenemos motivo para creer que Varela se contrajo a traducir la Eneida en su expatriación, que tuvo lugar a mediados de 1829” (J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 117). 18 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Archivo del doctor Juan María Gutierrez. Epistolario, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación, 1979 (t. I), p. 188. Florencio cita aquí unos versos del romance “A Geroncio”, de Leandro Fernández de Moratín. 19 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Op. cit., p. 188.

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libros de la Eneida; presente delicado que conservamos entre los objetos de nuestro

mayor aprecio.20

Otra carta de Florencio al mismo destinatario, fechada el 29 de enero de 1836, proporciona

información sobre el momento aproximado en que Juan Cruz concluye la traducción del

primer libro de la Eneida: “Hablando de poesía, acabo de recibir cartas de Juan C. en que

me avisa haber concluido el primer libro de la traducción de la Eneida; pronto espero este

trabajo, qe. no dejará de ver”.21 A comienzos de 1836, entonces, ni Florencio ni Gutiérrez

habían tenido oportunidad todavía de leer la parte del trabajo ya realizada. Gutiérrez recibe

en la carta mencionada sólo una promesa del primer libro traducido, por lo que resulta

imposible que ya en 1835 obre en su poder “una copia autógrafa y esmerada de su

traducción de los primeros libros de la Eneida”, como afirma en su escrito. Tal vez esta

afirmación sea producto de una falla de su memoria, ya que, al momento de publicar por

primera vez su ensayo (1864), han pasado casi treinta años de aquella epístola.

Podemos afirmar entonces con cierta certeza que en los primeros meses de 1836 Juan Cruz

comienza a difundir, entre un círculo reducido, la traducción del canto primero de la

Eneida. El 29 de abril de ese año el poeta le escribe desde Hervidero (Uruguay) a su amigo

Bernardino Rivadavia, por entonces exiliado en Colonia.22 Al comienzo de esta carta,23

                                                                                                                         20 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 4. 21 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Op. cit., p. 195. 22 En 1829, Rivadavia se instala en Colonia. Tras una estadía en Francia (1830-1834), regresa a esta ciudad, donde permanece hasta octubre de 1836 (K. Gallo, Bernardino Rivadavia. El primer presidente argentino, Buenos Aires, Edhasa, 2012, pp. 169-173). 23 El documento, con el título de “Carta inédita de don Juan C. Varela al Sr. don Bernardino Rivadavia sobre la manera de traducir los poetas latinos y especialmente a Virgilio”, es publicado por Gutiérrez en la Revista del Río de la Plata N° 11, tomo III (1872), sección “Literatura argentina”, págs. 403-418. En su estudio sobre Juan Cruz, Gutiérrez menciona brevemente “una detenida carta” que el poeta le habría escrito a Rivadavia “explicando y defendiendo sus procederes literarios como intérprete de la poesía Virgiliana” (J. M. Gutiérrez, Op. cit., pp. 117-118). Sin embargo, Gutiérrez fecha esta carta el 18 de setiembre de 1836, no el 29 de abril, que es la fecha indicada al publicarse en la Revista del Río de la Plata. Si bien podría tratarse de dos epístolas distintas, sospechamos que, nuevamente, Gutiérrez confunde la fecha en su estudio. Nuestra suposición se basa en la coincidencia entre ambas menciones de la carta con respecto al lugar de partida (Hervidero) y al asunto tratado en la misma. Por otra parte, al publicar el texto en la Revista, Gutiérrez afirma que “La extensión de este documento literario haría imposible su inserción íntegra en el estudio que tenemos pendiente sobre su autor” (J. C. Varela, “Carta inédita de don Juan C. Varela al Sr. don Bernardino Rivadavia sobre la manera de traducir los poetas latinos y especialmente a Virgilio”, Revista del Río de la Plata III 11 (1872), p. 418). En efecto, como vimos, en el escrito prometido Gutiérrez no transcribe la carta, sino que apenas la menciona.

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Juan Cruz brinda información valiosa para reconstruir algunos hitos del itinerario de su

traducción:

El 21 del corriente llegó a mis manos la última apreciable de usted, fecha del 3, datada

en la Colonia. Ella es contestación a la mía de 29 de febrero, que dirigí a usted por

conducto de mi hermano Florencio, acompañada del resto de mi traducción del primer

libro de la Eneida.24

A fines de febrero, entonces, la Eneida de Varela –o al menos parte de ella– viaja de

Hervidero a Colonia, en las manos de Florencio. Antes del 3 de abril, Rivadavia ya habría

leído el trabajo y estaría en condiciones de transmitirle sus impresiones a Juan Cruz. La

referencia de éste a un envío parcial –el “resto de mi traducción del primer libro”– permite

suponer que hubo un envío anterior (o varios).

En la carta, Juan Cruz se explaya, a pedido de Rivadavia, sobre sus ideas generales acerca

de la traducción, sobre el tratamiento de textos escritos en lenguas clásicas y,

fundamentalmente, sobre su propia tarea de volcar la Eneida al español. En este punto,

emite interesantes juicios sobre otras traducciones de la epopeya, tanto al español (la de

Gregorio Hernández de Velazco) como al francés (la de Delille).25

Juan Cruz da cuenta, además, de una nueva interrupción en su trabajo, provocada esta vez

por la enfermedad y el fallecimiento de su hija Corina, acerca del cual habría informado

oportunamente a Rivadavia, al enviarle su traducción (es decir, el 29 de febrero):

(...) después de escrito lo que usted acaba de leer le he agradecido el compromiso en

que usted me ha puesto de hablarle tan largamente sobre esta materia. En efecto mi

Corina me había hecho olvidar a Virgilio, y desde que llegó a mi noticia la

enfermedad que me la ha robado, mi inquietud no me dejaba contraer a un trabajo que

exige tranquilidad y mucho tesón. Figúrese usted lo que habrá sido, después que supe

su muerte! Desde entonces abandoné mi traducción y no he vivido sino para el dolor.26

El papel que juega Rivadavia en el proceso de la traducción de Varela es de gran

relevancia. A los ojos de Juan Cruz, constituye una figura dotada de autoridad a la hora de                                                                                                                          24 J. C. Varela, Op. cit., p. 403. 25 J. C. Varela, Op. cit., pp. 405-415. 26 J. C. Varela, Op. cit., p. 415.

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juzgar sus escritos y opiniones, que le remite puntualmente.27 A este mecenas28 le dedica

Varela su tragedia Dido, cuya primera lectura se realiza precisamente en casa de aquel.29

El interés y los requerimientos de Rivadavia para que se exprese sobre la traducción de la

Eneida funcionan, por lo tanto, como un estímulo no sólo para que Juan Cruz retorne a su

trabajo, sino también para que reflexione sobre el mismo:

La carta de usted me ha aliviado, porque me ha puesto en la precisión de anudar de

nuevo mis ideas; y el esfuerzo que he hecho para vencer mi aflicción y escribirla me

responde de que no será muy grande el que tenga que hacer en adelante para volver a

mi tarea.30

Si bien Varela le confiesa a Rivadavia que su trabajo “empezó en mala época”, debido a su

enfermedad, y que le resulta arduo, también le manifiesta su resolución de continuarlo:

“confío en que mi amor a Virgilio, a la poesía, y a mi propia reputación, si he de decirlo,

me sostendrán en él”.31 Anticipa, además, un dato precioso sobre el progreso de la tarea:

“Por ahora he tenido una larga interrupción; sin embargo, tengo escritos 120 versos [del]

principio del 2° libro”.32

Además del rol de consejero, juez literario y apoyo emocional, Rivadavia desempeña

también una función semejante a la de un editor. Según deja entrever la carta analizada, le

habría sugerido a Juan Cruz un plan de publicación de su trabajo: “Me dice usted que

consienta en que haga que la publicación de mi traducción comience por los dos primeros                                                                                                                          27 En la carta a Rivadavia citada, tras explayarse sobre su versión de la Eneida, afirma que “Lo único que he pretendido es comunicar a usted mis ideas, para que juzgue si son, o no, acertadas” (J. C. Varela, Op. cit., pp. 411-412). En el mismo texto, deja constancia además de que espera ansioso el veredicto del ex presidente sobre su obra: “Deseo vivamente ver lo que usted ha escrito a Florencio, después de haber leído el libro primero completo. Él me ha prometido remitirme copia del juicio que usted ha formado de mi obra y creo que me la enviará en el correo que espero de hoy a mañana” (J. C. Varela, Op. cit., p. 417). 28 Tanto Pagés como Menéndez y Pelayo caracterizan a Rivadavia como mecenas de Varela (M. Menéndez y Pelayo, Edición nacional de las obras completas, vol. 28, Historia de la poesía hispanoamericana, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1948 (t. 2), p. 346; G. H. Pagés, Op. cit., p. 268). 29 G. H. Pagés, Op. cit., pp. 266-268; J. de la C. Puig, Antología de poetas argentinos, Buenos Aires, Martín Biedma e hijos, 1910 (t. III), p. 288. 30 J. C. Varela, Op. cit., p. 415. Al comienzo de la carta, Varela reconoce el interés de Rivadavia por sus escritos: “No quiere usted dispensarme el haber dejado de hablarle largamente de Virgilio en mi última carta; y yo perdono a usted fácilmente este rigor, pues él me prueba el interés con que usted mira todo lo que sale de mi pluma” (J. C. Varela, Op. cit., p. 405). 31 J. C. Varela, Op. cit., p. 415. 32 J. C. Varela, Op. cit., p. 415.

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libros, que con la introducción y explanaciones convenientes, compongan el primer

tomo”.33 Esta propuesta –que implicaría para su concreción que Juan Cruz terminara el

segundo libro de la Eneida, del cual sólo lleva traducidos 120 versos– no convence a

Varela, quien prefiere postergar un tiempo más la publicación, y aduce dos motivos para

ello: en primer lugar, considera que “una publicación tan corta de una obra tan dilatada” no

resultaría apropiada, y que “mejor sería esperar, si no a su conclusión a lo menos que

estuviera mucho más avanzada que en dos libros”.34 En segundo lugar, desea que su obra

vea la luz en Argentina, lo que presupone el cambio de las condiciones políticas –el fin del

gobierno de Juan Manuel de Rosas– y el retorno del exiliado:

Adelantado mi trabajo cuanto me sea posible, y esperando a que esté muy adelantado

para publicarle, puede querer el destino que la publicación se haga en mi patria. Quién

sabe qué combinación política puede hacer que pasando tiempo, el estado de mi

amada Buenos Aires no sea el que es hoy.35

Podríamos conjeturar que el primero de los motivos constituye en realidad una suerte de

pretexto o excusa, y que el factor de mayor peso en su decisión es el anhelo del regreso. La

esperanza del cambio político contribuiría así a imprimirle el ritmo a su tarea de

traducción, dilatando su conclusión y eventual publicación.

Pero el tiempo pasa y los aires políticos porteños no se renuevan. Aproximadamente un

año y medio más tarde, en junio de 1837, un grupo de intelectuales al que la opinión

pública y la crítica identificarían como románticos, organiza en Buenos Aires el llamado

Salón Literario. A la cabeza del emprendimiento figura Marcos Sastre, quien facilita las

instalaciones de su librería como espacio para las reuniones. La traducción de Varela es

objeto de sucinta mención en el discurso que pronuncia precisamente Sastre en ocasión de

la inauguración del Salón, probablemente el día 25 de junio,36 titulado “Ojeada filosófica

sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación argentina”. El librero esboza allí un

promisorio panorama de la literatura argentina de su época: “Ya empieza a brillar la aurora

                                                                                                                         33 J. C. Varela, Op. cit., p. 416. 34 J. C. Varela, Op. cit., p. 416. 35 J. C. Varela, Op. cit., p. 416. 36 F. Weinberg, El Salón Literario de 1837. Con escritos de M. Sastre – J. B. Alberdi – J. M. Gutiérrez – E. Echeverría, Buenos Aires, Hachette, 1977, p. 46.

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de la literatura argentina en nuestro despejado horizonte intelectual”,37 anuncia

emocionado, y tras aludir a una serie de obras –documentación probatoria de lo afirmado–,

se refiere al proyecto de Juan Cruz: “Sabemos que se desempeña admirablemente por otro

poeta argentino una versión de la Eneida, que llevará mucha ventaja a las traducciones

españolas de este poema”.38

Así, breve pero significativamente, sin mencionar al responsable de la traducción, e

inmediatamente a continuación de la alusión a la inminente aparición de “La Cautiva” de

Esteban Echeverría –cuyo autor y título no se explicitan–,39 se informa al público presente

y al que leerá el discurso publicado posteriormente en los diarios40 que la traducción de

Varela está en curso. Las implicancias y resonancias ideológicas, sin embargo, trascienden

la aparente humildad de la mención. Por una parte, Sastre incorpora a la Eneida a una

incipiente tradición de la literatura argentina, en cercanía directa con el canto fundador,

aquel “Poema enteramente original, sólo debido a la inspiración de las bellezas de nuestro

suelo”, según la caracterización de Sastre.41 Por otra parte, la traducción de Varela se

vincula en este discurso a un proyecto político-cultural ajeno, en apariencia, a su autor. En

efecto, la orientación del Salón Literario es filo-rosista y el esperanzador panorama de las

letras nacionales se enmarca, como lo resalta Sastre en su discurso, en un momento en que

“el país se encuentra vigoroso; el gobierno, fuerte y sabio; reina la paz, el orden está

asegurado”.42

Este tono de panegírico resulta incompatible con la mención de la traducción de Varela.

Juan Cruz, como se desprende de los documentos analizados, desarrolla su proyecto en el

exilio, esperando anhelante el reemplazo de este gobierno “fuerte y sabio” para regresar a

su patria y darlo a la luz. Rafael Arrieta ilustra con una poderosa imagen el momento de

alusión a Varela durante la lectura del discurso:                                                                                                                          37 F. Weinberg, Op. cit., p. 130. 38 F. Weinberg, Op. cit., p. 132. 39 Rafael Arrieta, en virtud de estas alusiones veladas, se refiere a Sastre como un “expositor prudente” (R. A. Arrieta, “La odisea editorial de las poesías de Juan Cruz Varela”, Boletín de la Academia Argentina de Letras VII 27 (1939), p. 347). 40 Como señala Weinberg, “Un extracto del [discurso] pronunciado por Sastre se insertó en Diario de la Tarde, N° 1812, Bs. As., 13 de julio de 1837, pág. 1, cols. 1-2” (F. Weinberg, Op. cit., p. 60). 41 F. Weinberg, Op. cit., p. 132. 42 F. Weinberg, Op. cit., p. 133.

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Y los rivadavianos que escuchaban al orador sintieron un repentino vacío en el pecho

y cruzaron, con el pensamiento, el río de los proscritos, en busca del traductor. Ocho

años de probreza y destierro llevaba Juan Cruz Varela, el poeta áulico de don

Bernardino, y consolábase aquellos días traduciendo a Virgilio (...).43

Podríamos pensar la operación de Sastre como una hábil e interesada distorsión, como una

reorientación ideológica de la Eneida de Varela hacia un espacio de significaciones y

valores de signo opuesto. Cabe, no obstante, otra hipótesis.

Una carta que Florencio Varela dirige a Gutiérrez desde Montevideo el 1° de agosto de

1837 ofrece evidencia de un cambio de rumbo en el proyecto de Juan Cruz.44 Florencio,

tras transmitirle a Gutiérrez sus opiniones sobre el Salón Literario, le comunica las

intenciones de su hermano de publicar sus poemas en Buenos Aires.45 Según Arrieta, Juan

Cruz “tenía escogidas, puestas en limpio y ordenadas sus composiciones” desde 1831, e

incluso había escrito una advertencia a modo de prefacio el 15 de noviembre de ese mismo

año.46 Dicha edición incluiría la traducción de la epopeya de Virgilio:

Los versos de Juan C., incluso el primer libro de la Eneida (sin comprender las

tragedias), compondrían dos volúmenes en octavo, como de 400 páginas: no hay en

ellos cosas que deban contrariar a las ideas dominantes hoy en Buenos Aires; pero hay

piezas en elogio de instituciones, reformas, y medidas, debidas a hombres proscriptos,

y como el autor mismo de esas piezas lo está; quiero saber de usted si eso será

obstáculo para hacer ahí la impresión.47

                                                                                                                         43 R. A. Arrieta, Op. cit., p. 347. 44 Esta carta es recogida por Weinberg en el apéndice de su estudio sobre el Salón Literario (F. Weinberg, Op. cit., pp: 187-193). 45 “Creo que se ha determinado, al fin a dar a luz sus poesías; y, por supuesto, no quiere que las vean fuera de su país. Por encargo suyo, y conforme a lo que usted me dijo antes, pido a usted que me dé los datos necesarios para realizar este pensamiento” (F. Weinberg, Op. cit., p. 192). 46 R. A. Arrieta, Op. cit., p. 348. 47 F. Weinberg, Op. cit., p. 192. La cursiva pertenece al original. En la misma carta, Florencio le pide a Gutiérrez detalles sobre el proceso material de la publicación: “Igualmente espero que me diga usted, con conocimiento de causa, y con verdad, si se puede contar ahí con alguna suscripción, y cuáles las que usted calcula. Por último, qué facilidades, o inconvenientes, habrá por lo tocante a lo material de la impresión; y, sobre todo, se se encargaría usted u otro, de corregir las pruebas, con una escrupulosidad extremadísima. Dígame usted, en respuesta, todo lo que crea conducente al mejor acierto a este negocio, importante para Juan C., y para mí” (F. Weinberg, Op. cit., p. 192).

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Este sondeo de Florencio sobre la conveniencia de la publicación de las obras de su

hermano en suelo argentino, así como el encargo a Gutiérrez, revelan que se habría

producido un cambio en la resolución que manifestaba Juan Cruz a Rivadavia en la carta

de 1836 ya mencionada. Tal vez la paciencia del traductor se habría agotado, al comprobar

la lejanía e improbabilidad de un cambio de la situación política que propicie su regreso.

En este sentido, el gesto de Sastre de insertar la mención de su traducción en su elogioso

discurso soporte tal vez otra lectura. La maniobra de reorientación y distorsión ideológica

que habíamos señalado antes tal vez no deba atribuirse exclusivamente a Sastre, y se trate

en realidad de una estrategia de negociación y promoción, encargada o solicitada por el

propio Juan Cruz, para acceder a los mecanismos editoriales porteños.

Gutiérrez responde a Florencio el 23 de setiembre de 1837. En su carta48 –que deja

entrever que el hermano del poeta había reiterado su pedido el 18 de setiembre, ante la

ausencia de respuesta–49, Gutiérrez aprueba el proyecto de publicación, aunque le señala

las dificultades materiales del mismo:

La idea me parece buena (...); aunque debe perderse la esperanza de hallar una

remuneración real a los trabajos de esta especie. Nunca más que ahora, son

improductivos en Buenos Aires las publicaciones por la prensa, porque ahora la

pobreza y el desaliento reinan en los hombres. No hay inconvenientes en abrir una

suscripción, y según la opinión del librero más capaz, podrá lograrse satisfacer con

ella los gastos de la impresión.50

Por otra parte, le confirma a Florencio sus sospechas sobre los riesgos y obstáculos de la

publicación, debido al contenido ideológico comprometedor de algunas piezas: “pero creo

también que será necesario sacrificar aquellas composiciones que tengan relación con la

política de los partidos o celebrar hechos e instituciones que recuerden nombres hoy

                                                                                                                         48 Esta epístola es recogida por Gregorio F. Rodríguez en su Contribución histórica y documental, 1922, pp. 175-177 (t. III). Arrieta la cita fragmentariamente (R. A. Arrieta, Op. cit., pp. 348-349). 49 “Recibo en este instante una carta de Vd. de fecha 18 del corriente, en que me reconviene sobre mi silencio a una anterior, que leí con vivísimo interés. Esperaba tener todos los datos necesarios para contestarla en la parte que más a Vd. y a mí debían interesarnos: esto es, aquella relativa a la edición proyectada de las poesías de Don Juan Cruz” (G. F. Rodríguez, Op. cit., p. 175). 50 G. F. Rodríguez, Op. cit., pp. 175-176.

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proscriptos y aborrecidos”.51 En opinión de Arrieta, esta recomendación de Gutiérrez tuvo

una influencia decisiva para abortar el plan de publicación.52

Un año después de aquel discurso de Sastre en el Salón Literario, la traducción de Juan

Cruz continúa inconclusa e inédita. Florencio, en carta del 26 de julio de 1838, le anuncia a

Gutiérrez que, si bien el proyecto se encuentra de momento paralizado, su hermano le

envía una nueva entrega:

Él remite a V. por conducto de Mariano lo que hasta hoi tiene trabajado, idea que tenía

hace mucho tiempo porque aprecia la capacidad de V. –y que ha revivido con motivo

de su juicio sobre los versos a Mayo. Me encarga que le diga que pensó escribirle, po.

no puede hacerlo ahora; que le de V. su juicio sobre ([Virjilio]) su traducción y que

ahora no trabaja prqe. el ánimo está mui inquieto.53

Al igual que Rivadavia, Gutiérrez reviste para Juan Cruz la estatura de un juez calificado

en materia literaria. Los elogios que el crítico realiza del poema “El 25 de Mayo de 1838

en Buenos Aires”54 funcionan como aliciente para que el traductor le envíe su obra –al

menos lo que de ella tiene trabajado hasta ese momento–, aunque no resultan suficientes

para que retome su labor, como sí lo habían hecho las palabras de Rivadavia. Por otra

parte, y a diferencia de éste, Gutiérrez parece desalentar la tarea de la traducción. En la

carta citada, Florencio le informa que

No le mostré [a Juan Cruz] lo que V. decía sobre su empresa de traducir a Virjilio, por

muchas razones. De ningún modo (...) puedo convenir con V. en que hoi nadie lee a

Virjilio, al menos en que no deba leerle.55

Florencio expone también el motivo de su decisión: no “quise desanimar a Juan Cruz,

mostrándole lo que V. juzga de su ocupación actual”.56 La argumentación de Florencio a

                                                                                                                         51 G. F. Rodríguez, Op. cit., p. 176. 52 “Este consejo [de Gutiérrez] fue decisivo: el libro permaneció inédito. ¿Cómo sacrificar su mejor parte, o sea los cantos inspirados por las creaciones y reformas del ministerio de Rivadavia? ¿Y cómo borrar su nombre y eludir su recuerdo, sin traicionarlo, para halagar al déspota enemigo? Quedaron, pues, en Montevideo, con su autor, los manuscritos depurados (...)” (R. A. Arrieta, Op. cit., pp. 349-350). 53 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Op. cit., p. 211. 54 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Op. cit., p. 210. 55 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Op. cit., p. 210. 56 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Op. cit., p. 211.

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favor de la vigencia de Virgilio y su defensa de la labor realizada por su hermano –”Juan

Cruz está haciendo lo único qe. hasta ahora merecerá leerse en esa línea”-57 entroncarían

directamente con la disputa de clásicos y románticos y en ese marco deben ser analizados.

Aparentemente, la maniobra de ocultamiento protector de Florencio habría resultado

efectiva. El 7 de setiembre de 1838 Juan Cruz todavía espera el juicio de Gutiérrez sobre

su traducción. Así se lo hace saber, en una carta fechada ese día –que transcribe en su

ensayo el propio Gutiérrez–,58 al tiempo que le envía una copia con los avances de su tarea

y le informa brevemente de los motivos que lo impulsan:

«Como presente de amistad, remito a usted una copia autógrafa de la parte de la

Eneida que he traducido hasta ahora. En estos momentos escribo de prisa y no tengo

tiempo para manifestar a usted las muchas razones que me impulsaron a emprender el

ímprobo trabajo de esta traducción. (...) Por ahora me limitaré a decirle que, cuando

todas las naciones cultas tienen traducciones más o menos célebres de la Eneida, en

sus respectivas idiomas [sic]; (...) solo los españoles no tienen de aquel poema una

traducción que merezca leerse. (...) Yo no dudo que usted convendrá en la exactitud de

estas observaciones; (...) No sé el juicio que usted haya formado sobre mi obra; ni

tampoco si usted aprueba que la haya emprendido. Usted no se ha dignado

comunicarme su modo de pensar a este respecto; y yo a la verdad desearía saberlo

francamente y sin el menor disfraz, bien seguro de que lo que menos hay en mí es

orgullo ni preocupaciones de secta literaria.»...59

La postura de Varela frente a las traducciones españolas de la Eneida es susceptible de ser

interpretada en clave ideológica. Al poeta le interesa dotar a la literatura argentina de una

traducción propia. Su propósito entronca directamente con el anuncio, realizado por Sastre

en el discurso citado más arriba, del surgimiento de una literatura nacional, que incluiría en

su corpus no sólo textos literarios originales –como las Rimas de Echeverría– sino también

traducciones realizadas por escritores argentinos.

                                                                                                                         57 R. J. Moglia, M. O. García (eds.), Op. cit., p. 211. 58 Si bien Gutiérrez aclara que reproduce íntegra la carta (J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 118), hay indicios que hacen suponer que no es así: la transcripción se interrumpe bruscamente y faltan además las fórmulas epistolares usuales. 59 J. M. Gutiérrez, Op. cit., pp. 119-120.

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Con respecto al requerimiento y reproche que Juan Cruz dirige a Gutiérrez, podríamos

conjeturar que la opinión desfavorable que éste transmitiera a Florencio había llegado a los

oídos de su hermano. Precisamente por ello, ofrecería una justificación de su labor,

justificación que promete ampliar, y exigiría del crítico, manteniendo las formas de la

cortesía y la discreción, una opinión franca y “sin el menor disfraz.” En el caso de que Juan

Cruz hubiera estado en conocimiento del juicio de Gutiérrez, esta situación, como resulta

evidente, no habría provocado el abandono de su tarea.

El proyecto, de todos modos, nunca llega a su término. Juan Cruz fallece en 1839 y el

mismo Gutiérrez tiene dudas sobre el estado en que habría quedado el trabajo. Sólo le

consta que Juan Cruz habría traducido hasta el verso 273 del libro segundo de la Eneida –

es decir, 153 versos desde fines de abril de 1836–, material que tiene en su poder, remitido

tal vez por el propio Juan Cruz o por algún intermediario.60

Los planes de edición de las poesías de Varela –que deberían incluir los fragmentos del

poema épico traducidos– fracasan uno tras otro. Florencio no puede cumplir con su

propósito, renovado tras la muerte de su hermano, de publicar las obras de éste, según le

anuncia a Gutiérrez en carta del 27 de enero de 1839.61 En octubre de 1858, según

Gutiérrez, se habría anunciado en la prensa62 la publicación de las poesías de Juan Cruz,

“teniendo presente la colección original ordenada por el autor”, publicación que finalmente

no tiene lugar.63 En julio de ese mismo año se había frustrado un proyecto similar de

Alejandro Magariños Cervantes, tras la negativa de Daniel J. Posse de cederle las

                                                                                                                         60 “Creemos haber dicho ya que no poseemos de la traducción del señor Varela más que una parte del canto 2° (hasta el verso 273 del original) (...). Estaba más adelantado o no este trabajo a la muerte de su autor? No lo sabemos. Investigadores más afortunados que nosotros hallarán tal vez algún día su continuación, o cuando menos los estudios y ensayos que deben haber precedido a esta labor meritoria, por parte de un hombre tan amigo de la exactitud y tan descontentadizo con respecto a las anteriores traducciones de la Eneida en verso castellano” (J. M. Gutiérrez, Op. cit., pp. 141-142). 61 J. M. Gutiérrez, Op. cit., pp. 334-338; R. A. Arrieta, Op. cit., pp. 349-350. En la carta –que Gutiérrez publica íntegra en su estudio sobre la vida y obra de Juan Cruz–, Florencio promete una compilación de los poemas al regresar del destierro: “He recogido junto con Thompson, todos sus manuscritos; apenas pise el suelo de la patria, objeto casi exclusivo de los cantos del poeta, haré una edición de sus obras, dedicada a su hija y para ella (...)” (J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 335). Dicha promesa se reitera en la autobiografía de Florencio (J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 338). 62 Gutiérrez no brinda mayores precisiones sobre este anuncio. 63 J. M. Gutiérrez, Op. cit., p. 339.

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composiciones de Juan Cruz.64 Finalmente, en 1879 se editan las Poesías de Juan Cruz,65

acompañadas del prefacio que éste había compuesto en 1831, pero sin incluir su versión de

la Eneida.66

La publicación completa del primer libro del poema épico se concreta recién en 1874, en la

Revista del Río de la Plata. Periódico semanal de historia y literatura de América, dirigida

por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Gutiérrez.67 Unos años antes, en 1869, aparecen

en la Revista de Buenos Aires68 los versos 1 al 185 del libro segundo,69 mientras que en

1871, Gutiérrez –a pesar de su juicio desfavorable sobre la oportunidad de la tarea de

traducción– transcribe una selección de fragmentos destacados en su ensayo sobre Juan

Cruz, acompañada de un análisis crítico. Calixto Oyuela, por su parte, publica en la Revista

Científica y Literaria,70 en 1883, la traducción de los versos 1 al 273 del segundo canto,

tomados de un manuscrito de Varela que Oyuela había recibido de Andrés Lamas.71

Algunos años más tarde, en 1888, se publica una edición parcial de la epopeya, en un

volumen que contiene las traducciones al castellano de Varela y de Vélez Sársfield. Adolfo

Saldías, en el prefacio a la traducción de Juan Cruz –que comprende el primer libro y los

primeros 117 versos del segundo–, sostiene que éste llegó a traducir cuatro cantos, los

cuales hizo “copiar cuidadosamente, con la intención de proseguir hasta el libro sexto

inclusive”.72 Se excusa, no obstante, por no haberlos incluido en su edición, debido a la

                                                                                                                         64 A. Magariños Cervantes, “El editor”, Domínguez, Luis L. (colecc.), Escritos políticos, económicos y literarios, del doctor D. Florencio Varela, Buenos Aires, Imprenta del Orden, 1859, p. 5; R. A. Arrieta, Op. cit., p. 350. 65 Poesias de Juan Cruz Varela y las Tragedias Dido y Argia del mismo autor, Buenos Aires, Imprenta de La Tribuna, 1879. 66 R. A. Arrieta, Op. cit., p. 351. 67 Se publica en el N° 34, tomo IX, págs. 192-234, con el título “La Eneida. Traducción del primer libro de la Eneida de Virgilio, por el Señor Doctor Don Juan Cruz Varela. (Inédita)”. 68 Año VII, N° 75, pp. 403-409. 69 G. H. Pagés, Op. cit., pp. 290-291; G. L. Guitarte, “Cartas desconocidas de Miguel Antonio Caro, Juan María Gutiérrez y Ezequiel Uricoechea”, Boletín del Instituto Caro y Cuervo XVII (1962), p. 258. 70 N° I, pp. 71-81. 71 G. H. Pagés, Op. cit., p. 290; G. L. Guitarte, Op. cit., p. 258. 72 A. Saldías, “Don Juan Cruz Varela”, La Eneida en la República Argentina. Traducción de los señores Dr. D. Vélez Sársfield y J. C. Varela, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1888, p. 337.

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imposibilidad de conseguir los manuscritos, y manifiesta su esperanza de que salgan a la

luz en el futuro.73

Pagés, apoyándose en el estudio de Gutiérrez sobre Varela y en otros documentos, afirma

que “parece poco seguro que Varela hubiese alcanzado a sobrepasar el segundo canto”.74

Desconfía entonces de las afirmaciones de Saldías, quien –a su jucio– “anduvo

descaminado buscando lo que no existía”.75 Guillermo Guitarte, no obstante conocer las

objeciones de Pagés, no descarta la hipótesis de Saldías, que estaría respaldada por el

testimonio de Carlos M. Urien, quien afirma en su Apunte sobre la vida y las obras del

doctor Juan María Gutiérrez (1909) haber tenido acceso a “los cantos I, II, III y parte del

IV, mutilado”.76 Urien manifiesta, sin embargo, su desconocimiento del destino de estos

manuscritos, obsequiados por un profesor de anatomía, quien a su vez “los hubo de unos

parientes del cantor de Ituzaingó, creo que de los Posse o Irigoyen”.77 Guitarte, por otra

parte, considera que se debe tener en cuenta el “criterio selectivo” de Varela para abordar

la cuestión del estado de su traducción de la Eneida. Los versos que había recibido

Gutiérrez, supone Guitarte, constituirian sólo el fragmento que el poeta “consideraba

terminado y digno de someterse al juicio de los entendidos”.78 Por lo tanto, cabría la

posibilidad de que Varela hubiera traducido otros fragmentos más allá de los conocidos,

sin que le hubiese alcanzado el tiempo y la salud para pulirlos y corregirlos.79

CONCLUSIONES

La traducción de la Eneida llevada a cabo por Varela constituye una empresa accidentada,

que se va concretando en etapas y que recorre un camino atravesado por interrupciones

varias, por desvíos y cambios de rumbo. Se trata de un proyecto inconcluso, que no

                                                                                                                         73 “De mi parte he hecho humanamente lo posible para recabar ese trabajo de la persona que posee los manuscritos de D. Juan Cruz. Esa persona nos ha respondido que no se encuentran en su colección. Pienso, sin embargo, que tales cosas rara vez se pierden realmente; y abrigo la esperanza de que por el empeño de otro más feliz, se podrá apreciar después todo el trabajo Virgiliano de nuestro eximio D. Juan Cruz Varela” (A. Saldías, Op. cit., p. 338). 74 G. H. Pagés, Op. cit., pp. 288-289. 75 G. H. Pagés, Op. cit., p. 290. 76 G. L. Guitarte, Op. cit., p. 259. 77 Citado en G. L. Guitarte, Op. cit., p. 259. 78 G. L. Guitarte, Op. cit., pp. 259-260. 79 G. L. Guitarte, Op. cit., pp. 259-260.

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alcanza a concretarse en los términos que lo había soñado su autor. En el proceso de su

elaboración y difusión se percibe esa tensión que define a todo proyecto creador –

problematizada por P. Bourdieu– entre lo anhelado y planificado (las “necesidades

intrínsecas”) y las presiones que imponen las circunstancias sociales en las que el proyecto

necesariamente estaría anclado.80 La tarea de Varela, percibida como original y necesaria

en cuanto vendría a cubrir un vacío en el campo literario argentino, encuentra en su camino

defensores y detractores –roles confundidos a veces en un mismo individuo–, críticos,

jueces y agentes literarios que aconsejan, que alientan o desalientan y que preparan el

terreno de su concreción material. Que contribuyen, en definitiva, a configurar y

reconfigurar un proyecto que no puede ser caracterizado sino como colectivo, y que

permite que Eneas pueda, al menos fugaz y parcialmente, avizorar las costas rioplatenses.

BIBLIOGRAFÍA

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                                                                                                                         80 P. Bourdieu, “Campo intelectual y proyecto creador”, N. Araujo y T. Delgado (selecc.), Textos de teorías y crítica literarias (Del formalismo a los estudios postcoloniales), México, UAM-I/Universidad de La Habana, 2003, p. 251.

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