La Práctica de La Humildad

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    LA PRCTICADE LA HUMILDAD

    GIOACCHINO PECCI(Luego Len XIII)

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    LA PRCTICA DE LA HUMILDAD

    Es una verdad incontrovertible que no habrmisericordia para los soberbios, que para ellospermanecern cerradas las puertas de loscielos, y que el Seor slo las abrir a loshumildes. Para convencerse, basta abrir lasSagradas Escrituras, que continuamente nosensean que Dios resiste a los orgullosos, quehumilla a los que se ensalzan, que hay quehacerse semejantes a los nios para entrar ensu gloria, que quien a ellos no se asemejeser excluido, y, por ltimo, que Dios slootorga su gracia a los humildes.Nunca estaremos bastante convencidos de loimportante que es para los cristianos, yespecialmente para los que han emprendido

    la carrera eclesistica, el esforzarse enpracticar la humildad y el arrojar del espritutoda presuncin, toda vanidad, todo orgullo.

    No hay que ahorrar esfuerzo ni fatiga parasalir airosos en una empresa tan santa; ycomo es cosa que no se puede lograr sin lagracia de Dios, hay que pedirlo

    insistentemente, sin cansarse nunca. Todocristiano ha contrado en el bautismo laobligacin de seguir las huellas de Jesucristo,que es el modelo al que debemos conformarnuestra vida. Ahora bien, este divino Salvadorha vivido la humildad hasta el extremo dehacerse el oprobio de la tierra, para abajar lo

    ms elevado y curar la llaga de nuestro

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    orgullo, ensendonos con su ejemplo elnico camino que lleva al cielo.

    Esta es, para hablar con propiedad, la leccinms importante del Salvador: T, pues, ohdiscpulo de este divino Maestro, si quieresadquirir esta perla preciosa, que es la prendams segura de santidad y la seal ms ciertade predestinacin, recibe dcilmente losavisos que te voy a dar y ponlos fielmente enprctica.

    Abre los ojos de tu alma, y consideraque no tienes nada tuyo de que gloriarte. Tuyoslo tienes el pecado, la debilidad y la miseria;y en cuanto a los dones de naturaleza y degracia que hay en t, solamente a Dios, de

    quien los has recibido como principio de tuser, pertenece la gloria.

    Concibe un profundo sentimiento de tunada y hazlo crecer continuamente en tucorazn a despecho del orgullo que tedomina. Persudete en lo ms ntimo de timismo que no hay en el mundo cosa msvana y ridcula que querer ser estimado pordotes que has recibido en prstamo de lagratuita liberalidad del Creador; puesto que,como dice el Apstol, si las has recibido, Porqu te gloras como si no las hubiesesrecibido?

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    Piensa a menudo en tu debilidad, en tuceguera, en tu bajeza, en tu dureza de

    corazn, en tu sensualidad, en lainsensibilidad por Dios, en tu apego a lascriaturas y en tantas otras inclinacionesviciosas que nacen en tu naturalezacorrompida; y que esto te lleve a abismarte decontinuo en tu nada y a ser muy pequeo ymuy bajo a tus ojos.

    Imprime en tu espritu el recuerdo delos pecados de tu vida pasada; persudete deque el pecado de soberbia es un mal tanabominable, que cualquier otro en la tierra yen el infierno es muy pequeo encomparacin con l; este pecado fue el quehizo prevaricar a los ngeles en el cielo y los

    precipit a los abismos; el que corrompi atodo el gnero humano y desencaden sobrela tierra la multitud infinita de males quedurarn lo que dure el mundo, lo que dure laeternidad. Por otra parte, un alma cargada depecados es slo digna de odio, de desprecio,de tormento; mira, pues, qu estima puedestener de t mismo, despus de tantos pecadosde que te has hecho culpable.

    Considera, adems, que no hay delito.Por enorme y detestable que sea, al que no seincline tu malvada naturaleza y del que nopuedas hacerte reo; y que slo por lamisericordia de Dios y por el auxilio de su

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    gracia te has librado hasta el presente decometerlo (segn aquella sentencia de San

    Agustn, que no hay pecado en el mundo queel hombre no pueda cometer si la mano quehizo al hombre dejara de sostenerlo). Lamentainteriormente un estado tan deplorable yresuelve firmemente reputarte entre los msindignos pecadores.

    Piensa a menudo que ms pronto oms tarde has de morir, y que tu cuerpo sepudrir en la sepultura; ten siempre ante losojos el tribunal inexorable de Jesucristo, anteel cual todos necesariamente hemos decomparecer; medita en los eternos doloresque esperan a los malos en el infierno, yespecialmente a los imitadores de Satans,

    que son los soberbios. Considera seriamenteque el velo impenetrable que esconde al ojomortal los juicios divinos te impide saber sisers o no del nmero de los rprobos, que encompaa de los demonios sern arrojadoseternamente a aquel lugar de tormentos paraser vctima eterna de un fuego encendido porel soplo de la ira divina. Esta incertidumbre teservir para mantenerte en una extremahumildad y para inspirarte un saludable temor.

    No creas que vas a adquirir la humildadsin las prcticas que le son propias, como sonlos actos de mansedumbre, de paciencia, deobediencia, de mortificacin, de odio a t

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    mismo, de renuncia a tu propio juicio, a tusopiniones, de arrepentimiento de tus pecados

    y de tantos otros; porque stas son las armasque destruirn en ti mismo el reino del amorpropio, ese terreno abominable dondegerminan todos los vicios y donde se alinean ycrecen a placer tu orgullo y presuncin.

    Mientras te sea posible, mantente ensilencio y recogimiento; ms que esto no seacon perjuicio del prjimo, y cuando tengas quehablar hazlo con contencin, con modestia ycon sencillez. Y si sucediera que no teescuchan, por desprecio o por otra causa, nodes muestras de disgusto; acepta estahumillacin y sfrela con resignacin y connimo tranquilo.

    Evita con todo cuidado las palabrasaltaneras, orgullosas o que indiquenpretensiones de superioridad; evita tambinlas frases estudiadas y las palabras irnicas;calla todo lo que pueda darte fama de personagraciosa y digna de estimacin. En unapalabra, no hables nunca sin justo motivo de tmismo y evita todo aquello que puedacosecharte honras y alabanzas.

    En las conversaciones no te mofes nizahieras a los dems con palabras ysarcasmos; huye de todo lo que huela aespritu del mundo. De las cosas espirituales

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    no hables como un maestro que da lecciones,a no ser que tu cargo o la caridad te lo

    impongan; contntate con preguntar apersona avisada que pueda aconsejarte;porque el querer drselas de maestro sinnecesidad es echar lea al fuego de nuestraalma, que se consume ya en humo desoberbia.

    Reprime con todas tus fuerzas lacuriosidad vana e intil; por eso, no te afanesdemasiado por ver esas cosas que losmundanos tienen por bellas, raras yextraordinarias; esfurzate, en cambio, porsaber cul es tu deber y lo que puedeaprovecharte para tu salvacin.

    Muestra siempre un gran respeto yreverencia a tus superiores, una gran estima ycortesa a tus iguales y una gran caridad a losinferiores; persudete que el obrar de otramanera slo puede ser efecto de un espritudominado por la soberbia.

    Conforme a la mxima del Evangelio,busca siempre el lugar ms bajo, en la sincerapersuasin de que precisamente por serlo esel que ms te conviene. Asimismo, en lasnecesidades de la vida, no apuntesdemasiado alto en tus deseos y en tuspreocupaciones; contntate con cosas

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    sencillas y modestas, que son las que ms secompadecen con tu poquedad.

    Si te faltan los consuelos temporales yDios te quita los espirituales, piensa que hastenido siempre ms de los que merecas;contntate con lo que el Seor te enva.

    Cultiva siempre en tu interior la santa

    costumbre de acusarte, reprenderte ycondenarte. S juez severo de todas tusacciones, que van siempre acompaadas demil defectos y de las continuas pretensionesdel amor propio. Concibe a menudo un justodesprecio por t mismo al verte en tusacciones tan falto de prudencia, de sencillez yde pureza de corazn.

    Evita como un mal gravsimo el juzgarlos hechos del prjimo; antes bien, interpretabenignamente sus dichos y hechos, buscandocon industriosa caridad razones con queexcusarlos y defenderlos. Y si fuera imposiblela defensa, por ser demasiado evidente el fallocometido, procura atenuarlo cuanto puedas,atribuyndolo a inadvertencia o a sorpresa, oa algo semejante, segn las circunstancias;por lo menos, no pienses ms en ello, a no serque tu cargo te exija que pongas remedio.

    No contradigas nunca a nadie en laconversacin cuando se trate de cosas

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    dudosas, que pueden tomarse por el s o porel no (en un sentido o en otro). En las

    discusiones no te acalores, y si tu opinin laestiman falsa o menos buena, cedemodestamente y permanece en un humildesilencio. Cede tambin y observa igualproceder en las cosas que no tienenimportancia, aun cuando ests cierto de lafalsedad de la opinin contraria. En las demsocasiones en que sea necesario defender laverdad, acta con energa, pero sin furor nidespecho, y est seguro de que obtendrsms xito con la dulzura que con el mpetu ycon el desdn.

    No ocasiones molestias a nadie, pornfimo que sea, ni de palabra, ni de obra, ni

    con tu comportamiento, a no ser que te loexijan el deber, la obediencia o la caridad.

    Si alguien te fastidia con frecuencia y temortifica de intento en muchas ocasiones coninjurias y con ultrajes, no te aires, considraloms bien como un instrumento del que sesirve para tu bien la misericordia de Dios, quequiere curar de este modo la llaga inveteradade tu orgullo.

    La ira es un vicio aborrecible en todaclase de personas, y mxime en lasespirituales, que debe su violencia al orgulloque las sustenta; esfurzate, pues, en

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    acumular un caudal de dulzura, para quecuando te ultrajen, por honda que sea la

    herida de la injuria, seas capaz de conservarla calma. En esas ocasiones no alimentes niguardes en tu corazn sentimientos deaversin o de venganza para quien te ofendi;antes bien, perdnale de corazn, convencidode que no hay mejor disposicin que sta paraalcanzar de Dios el perdn de las injurias quele has hecho. Este humilde sufrimiento tecosechar muchos mritos para el cielo.

    Sufre con paciencia los defectos y lafragilidad de los otros, teniendo siempre antelos ojos tu propia miseria, por la que has deser t tambin compadecido de los dems.

    Mustrate manso y humilde con todos,ms an con aquellos hacia los que sientesuna cierta repugnancia y aversin; no digascomo algunos: "Dios me libre de sentir odiohacia aquella persona, pero no quiero verla ami lado, ni tener tratos con ella". Estarepugnancia tiene su origen en la soberbia yen no haber vencido con las armas de lagracia la orgullosa naturaleza y el amorpropio; porque si se abandonaran a lasmociones de la gracia, sentiran esfumarse aimpulsos de una verdadera humildad todas lasdificultades que encuentran y soportaran conpaciencia an las naturalezas ms duras ysalvajes.

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    Si te sobreviene alguna contradiccin,

    bendice al Seor, que dispone las cosas delmejor de los modos; piensa que la hasmerecido, que mereceras ms todava, y queeres indigno de todo consuelo; podrs pedircon toda simplicidad al Seor que te libre deella, si as le place; pdele que te d fuerzaspara sacar mritos de esa contrariedad. En lascruces no busques los consuelos exteriores,especialmente si te das cuenta que Dios te lasmanda para humillarte y para debilitar tuorgullo y presuncin. En medio de ellas debesdecir con el Rey Profeta: Cun bueno ha sidopara m Seor, que me hayas humillado,porque as he aprendido tus mandatos!

    En la comida no debes sentir disgustocuando los alimentos no sean de tu agrado;haz, ms bien, como los pobrecitos deJesucristo, que comen de buen grado lo queles dan, y dan las gracias a la Providencia.

    Si alguien, por error, te reprende y tedice malas palabras, o si censura tu conductauno que es inferior a ti o ms merecedor quet de reprensin, y que debera ms bienocuparse de sus cosas, no desprecies susindicaciones, ni rechaces los consejos que teda, ni dejes de examinar con calma y a la luzde Dios tu conducta, y todo ello con la ntima

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    persuasin de que caeras a cada paso si lagracia de Dios no te preservara.

    Nunca anheles ser amado de manerasingular. Puesto que el amor depende de lavoluntad, y la voluntad est inclinada hacia elbien por naturaleza, ser amado, y ser amadocomo bueno, es una misma cosa; ahora bien,el afn de ser estimado por encima de losdems es inconciliable con una sincerahumildad. Qu gran fruto obtendrs si obrasas! Tu alma, no mendigando ya el amor delas criaturas, se refugiar en las sagradasllagas del Salvador; all, en el Coraznadorable de Jess, experimentars lasindecibles dulzuras divinas, y habiendorenunciado generosamente por l al amor de

    los hombres, podrs gustar en abundancia lamiel de los consuelos divinos, que le serannegados si hubiese sido presa del dulzor falsoy mentiroso de los consuelos terrenos; porquelos consuelos divinos son tan puros ysinceros, que no pueden ser mezclados conlos consuelos de aqu abajo, y somosinundados por aqullos en la medida en quenos vaciamos de stos. Por otra parte, tu almapodr volverse libremente hacia Dios yreposar en l con el pensamiento de supresencia y de sus perfecciones infinitas.

    Por ltimo, no habiendo cosa ms dulceque amar y ser amado, si te privas de este

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    placer por amor de Dios, y Dios se posesionade tu corazn, no dividido por el amor de otra

    criatura, ofrecers un sacrificio muy acepto aDios, y no temas que obrando as se vaya aenfriar tu amor al prjimo pues no le amarspor inters, por seguir tu inclinacin, sino tanslo por dar gusto a Dios, haciendo lo quesabes le agrada.

    Haz todas las cosas, por pequeas quesean, con mucha atencin y con el mximoesmero y diligencia; porque el hacer las cosascon ligereza y precipitacin es seal depresuncin; el verdadero humilde estsiempre en guardia para no fallar aun en lascosas ms insignificantes. Por la misma razn,practica siempre los ejercicios de piedad ms

    corrientes y huye de las cosas extraordinariasque te sugiere tu naturaleza; porque as comoel orgulloso quiere singularizarse siempre, asel humilde se complace en las cosascorrientes y ordinarias.

    Convncete de que no eres buen

    consejero de ti mismo, y por eso, teme ydesconfa de tus opiniones, que tienen unaraz mala y corrompida. Con esta persuasin,aconsjate, en lo posible, de hombres sabiosy de buena conciencia, y prefiere sergobernado por uno que sea mejor que t aseguir tu propio parecer.

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    Por alto que sea el grado de gracia y devirtud a que hayas llegado, por grande que

    sea el don de oracin que Dios te hayaconcedido, aunque hayas vivido durante milaos en la inocencia y en el fervor de ladevocin, debes caminar siempre con temor ydesconfiar de ti mismo, especialmente enmateria de castidad: no olvides que llevasdentro de ti un fomes inextinguible y unafuente inagotable de pecados, y piensa queeres todo debilidad, inconstancia, infidelidad.

    Est siempre en guardia sobre timismo; cierra los ojos para no ver ni sentir loque podra manchar tu alma; huye siempre delas ocasiones peligrosas; evita todas lasconversaciones intiles con personas del otro

    sexo, y en las necesarias mantente en la msescrupulosa modestia y contencin;finalmente, puesto que sin la gracia de Diosno puedes hacer nada bueno, pdelecontinuamente que tenga misericordia de ti yque no te deje solo en ningn momento.

    Has recibido de Dios grandestalentos? O eres, por ventura, un grande delmundo? Esfurzate en conocerte tal y comoeres y procura convencerte de tu debilidad, detu incapacidad y de tu nada; debes hacertems pequeo que un nio; no andes tras lasalabanzas de los hombres, ni ambiciones loshonores; antes bien rechaza aqullas y stos.

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    Si te hacen alguna injuria o te

    ocasionan algn grave disgusto, en vez deindignarte con quin te ha ofendido, alza losojos al cielo y mira al Seor, que con suinfinita y amable providencia lo ha dispuestoas para hacerte expiar tus pecados, o paradestruir en ti el espritu de soberbia,obligndote a hacer actos de paciencia y de

    humildad.

    Cuando se te presente la ocasin deprestar algn servicio bajo y abyecto alprjimo, hazlo con alegra y con la humildadcon que lo haras si fueras el siervo de todos.De esta prctica sacars tesoros inmensos devirtud y de gracia.

    No te preocupes por aquellas cosasque no estn a tu cuidado y de las que notienes que rendir cuenta ni a Dios ni a loshombres; porque el ocuparse en ellas es signode secreta soberbia y de vana presuncin des mismo, alimenta y hace crecer la vanidad y

    es causa de mil preocupaciones, inquietudes ydistracciones. Por el contrario, si atiendes sloa ti mismo y a tu deber, hallars un manantialde paz y de tranquilidad, segn las palabrasde la Imitacin de Cristo: No te entrometas enlo que no te han encomendado; as podr serque pocas veces o muy de tarde en tarde teturbes.

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    Si haces alguna mortificacin

    extraordinaria, procura preservarte del venenode la vanagloria, que destruye a menudo todosu mrito; hazla tan slo porque desdecira deun pecador que viviera segn su propiocapricho, y tambin por tantas deudas comotienes que saldar ante la justicia divina. Piensaque los actos de penitencia te son tan

    necesarios para detener la violencia de laspasiones y mantenerte dentro de los lmitesdel deber, como la brida y el freno para domarun impetuoso caballo.

    Cuando sientas el aguijn de laimpaciencia y seas presa de la tristeza en tustribulaciones y humillaciones, resistefuertemente esa tentacin, acordndote detantos pecados, por los que has merecidocastigos mucho ms duros de los que estssufriendo. Adora la justicia infinita de Dios yrecibe respetuosamente sus golpes, que sonpara ti fuentes de misericordia y de gracia. Sipudieses comprender cuan saludable es ser

    herido en esta miserable vida por la mano deun Padre tan dulce como es Dios, teabandonaras por completo en sus manos.Repite a menudo con San Agustn: Quema yarranca de m en esta vida todo lo quequieras, no perdones nada ni me ahorresningn sufrimiento, como tal que me perdonesy me los ahorres todos en la eternidad.

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    Rehusar las tribulaciones es rebelarse contrala saludable justicia de nuestro Dios, es

    rechazar el cliz que misericordiosamente nosbrinda, y en el que el mismo Jesucristo,aunque inocente, ha querido beber el primero.

    Si cometes alguna falta que es motivopara que te desprecie quien la presenci,siente un vivo dolor de haber ofendido a Dios

    y de haber dado un mal ejemplo al prjimo, yacepta la deshonra como un medio que Dioste enva para hacerte expiar tu pecado y parahacerte ms humilde y virtuoso. Si, por elcontrario, el verte deshonrado te atormenta yte contrista, es que no eres verdaderamentehumilde y que ests todava envenenado porla soberbia. Pide entonces al Seor con

    mucha insistencia que te cure y te libre de eseveneno, porque si Dios no se apiada de ticaers en otros abismos.

    Si entre los que te rodean hay algunoque te parece despreciable, obrars sabia yprudentemente si en vez de publicar y

    censurar sus defectos te fijas en las buenascualidades naturales y sobrenaturales de queDios le ha dotado, y que le hacen digno derespeto y honor. Al menos, ve siempre en l auna criatura de Dios, formada a su imagen ysemejanza, rescatada con la sangre preciosade Jesucristo, un cristiano marcado con la luzdel rostro de Dios, un alma capaz de verle y

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    poseerle por toda la eternidad, y quiz unpredestinado por el consejo secreto de su

    adorable providencia. Sabes t, acaso, lasgracias que el Seor ha derramado sobre l, olas que va a derramar? Pero sin entrar en msaveriguaciones, quiz lo mejor sera rechazarinmediatamente todos esos pensamientos dedesprecio como venenosas inspiraciones deltentador.

    Cuando te alaben, en vez de llenarte devanagloria, piensa si aquellas alabanzas nosern la recompensa de lo poco bueno quehas hecho. Evoca interiormente tu miseriamerecedora del desprecio de los dems, yprocura cortar la conversacin, no paracosechar ms alabanzas, como los soberbios

    que fingen ser humildes, sino con tal tacto ydiscrecin, que no se vuelvan a acordar de ti.Y si no lo consigues, refiere a Dios todo elhonor y toda la gloria, diciendo con Baruch yDaniel: A ti, Seor, toda honra y gloria y anosotros, la vergenza y el oprobio.

    En la misma proporcin en que debencausarte disgusto las alabanzas a tidispensadas, debes experimentar alegra porlos elogios y honores a los dems y, por tuparte, debes contribuir a honrarles en lamedida en que la franqueza y la verdad te lopermitan. Los envidiosos no saben soportarlas glorias del prjimo, porque estiman que

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    van en disminucin de las propias;precisamente por esto deslizan hbilmente en

    las conversaciones ciertas palabras ambiguaso frases de doble sentido, dirigidas a menguaro a hacer dudosos los mritos que, conresentimiento por su parte, adornan a losdems. T no debes obrar as porquealabando a tu prjimo, alabassimultneamente al Seor y le agradeces losdones que distribuye y los beneficios que sepueden obtener para Su servicio.

    Cuando oigas que difaman a tu prjimo,siente un verdadero dolor, y busca una excusapara el maledicente; pero tienes que salir endefensa de la persona que es blanco de lamurmuracin, y con tal destreza, que tu

    defensa no se convierta en una segundaacusacin; as, ora insinuars sus cualidades,ora pondrs de relieve la estima que merece alos otros y a ti mismo, ora cambiarshbilmente de conversacin o harsostensible tu desagrado. Obrando de estamanera, hars un gran bien a ti mismo, almaledicente, a los oyentes y a aquel de quiense habla. Mas si t, sin hacerte la ms mnimaviolencia, te complaces en ver a tu prjimohumillado y te disgustas cuando lo ensalzan,cunto te falta todava para alcanzar el tesoroincomparable de la humildad!

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    No habiendo cosa ms provechosapara el progreso espiritual que el ser advertido

    de los propios defectos, es muy conveniente ynecesario que los que te hayan hecho algunavez esta caridad se sientan estimulados por ta hacrtela en cualquier ocasin. Luego quehayas recibido con muestras de alegra y dereconocimiento sus advertencias, impontecomo un deber el seguirlas, no slo por elbeneficio que reporta el corregirse, sinotambin para hacerles ver que no han sidovanos sus desvelos y que tienes en mucho subenevolencia. El soberbio, aunque se corrija,no quiere aparentar que ha seguido losconsejos que le han dado, antes bien losdesprecia; el verdadero humilde tiene a honrasometerse a todos por amor de Dios, y

    observa los sabios consejos que recibe comovenidos de Dios mismo, cualquiera que sea elinstrumento de que l se haya servido.

    Abandnate por completo en las manosde Dios y sigue las disposiciones de suamable Providencia, como un hijo carioso se

    abandona en los brazos de su amado padre.Djale hacer lo que l quiera, sin turbarte einquietarte por lo que pueda suceder; aceptacon alegra, con confianza y con respeto todolo que de l venga. Obrar de otro modo serauna ingratitud hacia la bondad de su corazn,sera desconfiar de l. La humildad nosabisma de manera infinita bajo el ser infinito

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    de Dios; pero al mismo tiempo nos enseaque en Dios est toda nuestra fortaleza y todo

    nuestro consuelo.

    Es evidente que sin Dios no puedeshacer nada bueno, que sin l caeras a cadapaso, y la mnima tentacin te vencera;reconoce tu debilidad e impotencia parapracticar el bien, y no olvides que en todas tusacciones necesitas siempre del concursodivino. Que la consideracin de estasverdades te mantenga inseparablementeunido a l, como un nio que no conociendootro refugio se aprieta contra el seno de sumadre. Repite con el Profeta: Si el Seor nome hubiera ayudado, mi alma habitara en la

    regin del silencio , y: mrame y apidate dem, porque estoy solo y desvalido ; oh Dios,ven en mi auxilio, apresrate a ayudarme Nodejes nunca de dar gracias a Dios con todo tucorazn, y dale gracias, sobre todo, por loscuidados de que te rodea, y pdele en todomomento que no te falte la ayuda que slo lte puede dar.

    Acude a la oracin persuadido de tuindignidad y bajeza y lleno de un temorsagrado por la presencia de la supremaMajestad, cuya proteccin te atreves aimplorar. Hablar a mi Seor yo que soypolvo y ceniza? Si recibes

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    algn favor extraordinario, jzgate indigno del, y piensa que Dios te lo ha concedido por su

    largueza y misericordia.

    No te complazcas vanamenteatribuyndolo a tus mritos. Si no recibesningn don sealado, no te muestresdescontento; considera que te queda muchopor hacer para merecerlo, y que Dios tieneharta bondad y paciencia permitiendo queests a sus pies; como el mendigo quepermanece durante horas enteras a la puertadel rico para alcanzar una pequea limosnaque remedie su miseria.

    Da gloria a Dios por el feliz xito de losasuntos que te han sido encomendados, y no

    te atribuyas a t mismo ms que los fallos quehaya habido; slo stos te pertenecen: todo lobueno es de Dios y a l se debe la gloria ygratitud. Graba con tal fuerza en tu esprituesta verdad, que nunca ms se borre de l;piensa que cualquier otro que hubiera tenidola gracia que t tuviste lo hubiera hechomucho mejor y no habra cometido tantasimperfecciones.

    Rechaza las alabanzas que te haganpor el xito obtenido, porque no se deben a unvil instrumento como t, sino a l, soberano

    Artfice, que, si as lo quiere; puede servirsede una vara para hacer brotar el agua de una

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    roca, o de un poco de tierra para devolver lavista a los ciegos y operar infinidad de

    milagros.

    Si, en cambio, van mal los asuntosconfiados a tu cuidado, harto es de temer queel infeliz resultado haya de atribuirse a tuineptitud y negligencia. Tu amor propio y tusoberbia, enemigas acrrimas de cualquier

    humillacin, querran echar la culpa a losdems, y si no lo consiguen, intentarnatenuarla. Mas t no secundes sus viciosasinclinaciones, examina tu conducta, enconciencia, y temiendo haber fallado en algo,clpate ante Dios y acepta la humillacincomo un castigo merecido. Si tu conciencia note acusa de culpa alguna, adora tambin en

    este caso las disposiciones divinas, y piensaque quiz tus faltas anteriores y tu excesivapresuncin han alejado de t las bendicionesdel cielo.

    Si en la Comunin tu corazn estinflamado de amor divino, tu espritu debe

    estar penetrado de sentimientos de verdaderahumildad. Cmo no asombrarte al considerarque un Dios infinitamente puro e infinitamentesanto llegue a esos extremos de amor por unamiserable criatura como t, y se te d a Smismo en alimento? Absmate en lasprofundidades de tu indignidad; acrcate a laadorable santidad de Dios con suma

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    reverencia, y cuando a este amable Seor,que es todo caridad, le plazca acariciarte,

    hacindote partcipe de sus inefables dulzurasno disminuyas en nada el respeto debido a suinfinita Majestad, no salgas nunca del lugarque te corresponde, y que es la sumisin, laabyeccin y la nada; pero que el sentimientode tu pobreza y de tu miseria no te lleve acerrar tu corazn y a menguar en nada esasanta confianza que debes tener en tancelestial banquete; antes, por el contrario,debe hacerte crecer en amor a tu Dios que sehumilla hasta convertirse en alimento de tualma.

    Ten con tu prjimo vsceras de caridady un manantial perenne de afabilidad y

    dulzura; busca con santa avidez la manera deayudarle en todo; pero hazlo siempre por dargusto al Seor; examina bien los motivos quete impulsan a obrar para descubrir lasemboscadas de la vanidad y del amor propio;slo a Dios debes referir todo el bien quehagas, porque has de saber que es una granganancia mantener oculta y secreta una obrabuena de modo que slo Dios la conozca; sipor descuido tuyo viene a ser conocida de loshombres, pierde casi todo su valor, como unhermoso fruto que los pjaros han empezadoa picotear.

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    Ese saludable temor de desagradar aDios que debes tener ir siempre

    acompaado de una continua splica paraque no te deje caer e impida con su infinitamisericordia tan gran desastre. Este es elsanto gemir del corazn, recomendado por lossantos, que lleva a estar en guardia en todasnuestras acciones, a meditar en las verdadesdivinas y a despreciar las cosas temporales, apracticar la oracin interior y a mantenersealejado de todo lo que no sea Dios. En unapalabra, la fuente de la verdadera humildad ypobreza de espritu; no la abandones nunca y,en lo posible, pdela sin interrupcin.

    Un enfermo que desea vivamente lacuracin procura evitar todo lo que pueda

    retrasarla; toma con temor aun los alimentosms inofensivos y casi a cada bocado se paraa pensar si le sentarn bien; tambin t, sideseas de corazn curarte de la funestaenfermedad de la soberbia, si verdaderamenteanhelas adquirir esta preciosa virtud, has deestar siempre en guardia para no decir ohacer lo que pueda impedrtelo; por esto, esbueno que pienses siempre si lo que vas ahacer te lleva o no a la humildad, para hacerloinmediatamente o para rechazarlo con todastus fuerzas.

    Otro motivo poderoso que debeimpulsarte a practicar la hermosa virtud de la

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    humildad es el ejemplo de nuestro divinoSalvador, al cual debes conformar toda tu

    vida. l ha dicho en el santo Evangelio:Aprended de m, que soy manso y humilde decorazn Y, como nota San Bernardo, quorgullo hay tan obstinado que no pueda serabatido por la humildad de este divinoMaestro? Se puede decir con toda verdad queslo l se ha humillado realmente y se haabajado; nosotros no nos abajamos, noscolocamos en el lugar que nos corresponde;porque siendo ruines criaturas, culpables demil delitos, slo tenemos derecho a la nada yal castigo; pero nuestro Salvador Jesucristo seha colocado por debajo del lugar que lecorresponde. l es el Dios omnipotente, el Serinfinito e inmortal, el rbitro supremo de todo;

    sin embargo, se ha hecho hombre, dbil ypasible, mortal y obediente hasta la muerte.Se ha rebajado hasta lo ms nfimo de lascosas. Aquel que es en el cielo la gloria ybienaventuranza de los ngeles y de losSantos ha querido hacerse varn de dolores yha tomado sobre s las miserias de laHumanidad; la Sabidura increada y el

    principio de toda sabidura ha cargado con lavergenza y los oprobios del insensato; elSanto de los Santos y la Santidad por esenciaha querido pasar por un criminal y unmalhechor; Aquel a quien adoran en el cielolos innumerables ejrcitos de losbienaventurados ha deseado morir sobre una

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    cruz; el Sumo Bien por naturaleza ha sufridotoda suerte de miserias temporales. Y

    despus de este ejemplo de humildad, qudeberemos hacer nosotros, polvo y cenizas?Podr parecernos dura alguna humillacin anosotros, miserables pecadores

    Considera tambin los ejemplos quenos han dejado los santos de la antigua ynueva Alianza. Isaas, aquel profeta tanvirtuoso y observante, se crea impuro delantede Dios, y confesaba que toda su justicia, esdecir, sus buenas obras, eran como un paolleno de suciedad. Daniel, a quien el mismoDios llam santo, capaz de detener con suoracin la clera divina, hablaba a Dios comoun pecador que est lleno de vergenza y

    confusin. Santo Domingo, milagro deinocencia y santidad, haba llegado a tal gradode desprecio por s mismo, que crea atraer lamaldicin del cielo sobre las ciudades por lasque pasaba. Y por eso, antes de entrar encualquiera de ellas, se postraba con el rostroen tierra y deca llorando: Yo os conjuro,Seor, por vuestra amabilsima misericordia,que no miris a mis pecados; para que estaciudad que me va aservir de refugio no deba sufrir los efectos devuestra justsima venganza. San Francisco,que, por la pureza de su vida, mereci serimagen de Jess Crucificado, se tena por elms perverso pecador de la tierra, y este

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    pensamiento estaba tan grabado en sucorazn, que nadie se lo hubiera podido

    quitar, y argumentaba diciendo que si Dios lehubiese concedido aquellas gracias al ltimode los hombres, habra usado mejor que l yno le habra pagado con tanta ingratitud.

    Otros Santos se consideraban indignosdel alimento que coman, del aire querespiraban y de los vestidos con que secubran; otros tenan por un gran milagro elque la misericordia divina los soportase sobrela tierra y no los precipitara en el infierno;otros se maravillaban de que los hombres lostolerasen y que las criaturas no losexterminaran y aniquilaran. Todos los santoshan abominado las dignidades, las alabanzas

    y los honores, y, por el gran desprecio quesentan por s mismos, no deseaban sino lashumillaciones y los oprobios. Eres t quizms santo que ellos? Por qu, siguiendo suejemplo, no te tienes por algo despreciable atus ojos? Por qu no buscas, como ellos, lasdelicias de la santa humildad?

    Para crecer ms en esta virtud y paraendulzar y familiarizarte con las humillacioneste sera muy provechoso que te representarasa menudo en la imaginacin las afrentas quete pueden sobrevenir y te esforzaras enaceptarlas, aun a costa de la naturalezarecalcitrante, como prenda segura del amor

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    que Dios te tiene y como medio seguro desantificacin. Quiz para ello tendrs que

    sostener muchos combates; pero s valiente yesforzado en la pelea hasta que te sientasfirme y decidido a sufrirlo todo con alegra poramor de Jesucristo.

    Que no pase un solo da sin que tehagas los reproches que te podran dirigir tusenemigos, no slo para endulzrtelos poranticipado, sino para humillarte y paradespreciarte a ti mismo. Si luego, en medio dela tempestad de alguna violenta tentacin, teimpacientas y te lamentas interiormente al vercmo te prueba Dios, reprime en seguida esosmovimientos y di contigo mismo: podrquejarse un ruin y miserable pecador como yo

    de esta tribulacin? Por ventura no hemerecido castigos infinitamente ms duros?No sabes, alma ma, que las humillaciones ylos sufrimientos son el pan con que te hasocorrido el Seor a fin de que te levantasesde una vez de tu miseria e indigencia? Si lorehsas, te haces indigna de l y rechazas unrico tesoro, que quiz te ser quitado paradrselo a otros que hagan mejor uso de l. ElSeor quiere hacerte del nmero de susamigos y discpulos del Calvario, y t, porcobarda, vas a huir el combate? Cmoquieres ser coronado sin haber peleado?Cmo pretendes el premio sin habersostenido el peso del da y del calor? Estas y

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    otras consideraciones semejantes encenderntu fervor y excitarn en ti el deseo de llevar

    una vida de sufrimiento y de humillacin comola de nuestro Salvador Jesucristo.

    Aunque en medio de los desprecios yde las contradicciones conserves la paz y laalegra, no creas por esto haber alcanzado lahumildad, porque, a menudo, la soberbia noest sino adormecida, y basta con que sedespierte para que comience a hacerestragos. Sean tus armas, de las que nuncadebes separarte, el conocimiento de ti mismo,la huida de las alabanzas y el amor a lashumillaciones. Cuando hayas adquirido estarica heredad no temas perderla ya, porque elhumillarse es el medio ms seguro para

    conservar el don precioso de la humildad.

    Si quieres que Dios te conceda msfcilmente ese beneficio, toma por abogada yprotectora a la Santsima Virgen. SanBernardo dice que Mara se ha humilladocomo ninguna otra criatura, y que siendo la

    ms grande de todas, se ha hecho la mspequea en el abismo profundsimo de suhumildad. Gracias a esto, Mara ha recibido laplenitud de la gracia y se ha hecho digna deser Madre de Dios. Mara es, al mismo tiempouna madre de misericordia y de ternura, a laque nadie ha recurrido en vano; abandnatelleno de confianza en su seno materno; pdele

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    que te alcance esa virtud que Ella tantoapreci; no tengas miedo de no ser atendido,

    Mara la pedir para ti de ese Dios queensalza a los humildes y reduce a la nada alos soberbios; y como Mara es omnipotentecerca de su Hijo, ser con toda seguridadoda. Recurre a Ella en todas tus cruces, entodas tus necesidades, en todas lastentaciones. Sea Mara tu sostn, sea Mara tuconsuelo; pero la principal gracia que debespedirle es la santa humildad; no te canses depedrsela hasta que te la conceda, y no tengasmiedo de importunara; cunto le gusta aMara que la importunes por la salud de tualma y para ser ms agradable a su divinoHijo! Pdele, por ltimo, que te sea propicia.Se lo pedirs por su humildad, que fue la

    causa de que fuese elevada a la dignidad deMadre de Dios, y por su Maternidad, que fueel fruto inefable de su humildad.

    Asimismo, acude a aquellos santos quems han destacado en esta virtud. A SanMiguel, que fue el primer humilde, comoLucifer fue el primer soberbio; a San JuanBautista, que, aunque lleg a tan alto grado desantidad, que le tomaron por el Mesas, tenatan bajo concepto de s mismo; que se

    juzgaba indigno de desatar la correa de suszapatos; a San Pablo, el Apstol privilegiado,que fue arrebatado al tercer cielo, y que,despus de haber escuchado los arcanos de

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    la divinidad, se tena por el ltimo de losapstoles, hasta el punto de no merecer ni

    siquiera ese nombre ; a San Gregorio Papa,que, por escapar al Sumo Pontificado de laIglesia, se esforz ms que los ambiciosos porconseguir los mayores honores; a San

    Agustn, que, en la cima de la gloria quereciba de todos como Santo Obispo y Doctorde la Iglesia catlica. dej en su libroadmirable de las Confesiones y en el de lasRetractaciones un monumento inmortal de suhumildad; a San Alejo, que, en la casapaterna, prefiri los desprecios y los ultrajesde sus servidores a los honores y dignidadesque fcilmente hubiera podido cosechar; aSan Luis Gonzaga, que siendo seor de unrico marquesado renunci a l con alegra y

    cambi las grandezas del siglo por una vidahumilde y mortificada; en fin, recurrirs atantos y tantos santos que resplandecen conluz muy viva por su humildad en lasfestividades de la Iglesia. Todos estoshumildes siervos de Dios intercedern en elcielo por ti, para que te cuentes en el nmerode los imitadores de su virtud.

    La frecuencia en la Confesin y enComunin te proporcionar la ayuda mseficaz para perseverar en la prctica de lahumildad. La Confesin, por la que revelamosa uno que es semejante a nosotros lasmiserias ms secretas y vergonzosas de

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    nuestra alma, es el acto ms sublime dehumildad que Jesucristo ha mandado a sus

    discpulos. La Santa Comunin, por la querecibimos en nuestro pecho a Dios hechohombre y anonadado por amor nuestro, esuna maravillosa escuela de humildad y unmedio muy poderoso para adquirirla. Cmopodrs dudar que tu amable Jess no te lavaya a comunicar cuando su SagradoCorazn, tan manso y humilde, horno de amory de caridad, repose sobre tu corazn, que sela pide con todo el fervor del alma? Acrcatecon la mayor frecuencia que puedas a recibirese adorable Sacramento, y si lo haces conlas disposiciones necesarias, encontrarssiempre el man escondido, reservado a losque de veras le buscan.

    Mantente siempre firme a pesar de lasdificultades que encuentres en las prcticasque hasta aqu te he enseado, a pesar de laoposicin que encuentres en ti mismo. Nodigas como los discpulos del Evangelio: duraes esta doctrina, quin podr practicarla?Porque yo te aseguro que todas lasamarguras que experimentes al principio seconvertirn bien pronto en dulzuras inefables yen consuelos celestiales. La perseverancia enestos ejercicios te librar de mil angustias delespritu e infundir en tu corazn una paz y unsosiego que te harn gustar por adelantadodel goce preparado por el Seor en el cielo a

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    sus fieles servidores. Si por pereza dejas deponer los medios necesarios para alcanzar la

    humildad, te sentirs pesaroso, inquieto,descontento y hars la vida imposible a timismo y quiz tambin a los dems, y, lo quems importa, corrers gran peligro de perderteeternamente; al menos se te cerrar la puertade la perfeccin, ya que fuera de la humildadno hay otra puerta por la que se pueda entrar.

    rmate, pues, de un santo atrevimiento paraque nadie te pueda abatir; alza los ojos y miraall arriba a Jess Crucificado, que, cargadocon su cruz, te ensea el camino de lahumildad y de la paciencia, que han recorridoya muchos santos que reinan con El en elcielo; mira cmo te anima a seguir su caminoy el de los verdaderos imitadores de su virtud.

    Mira a los santos ngeles cmo ansan tusalvacin, mira cmo te animan a que tomesla senda angosta, la nica segura, la nicaque conduce al cielo y que nos hace ocuparesos lugares del paraso que dej vacos lasoberbia de los ngeles rebeldes. No oyescmo los bienaventurados proclaman por todoel paraso que la nica va que les ha

    permitido gozar de esa gloria inmensa es la delas humillaciones y sufrimientos? Contemplacmo gozan y se alegran contigo por esosprimeros deseos que has concebido deimitarlos; mira cmo te animan a no perder elnimo. rmate, pues, de fuerza y de: valorpara comenzar sin tardanza esa gran obra.

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    Acurdate de los sacrosantos juramentos quehas hecho en el Bautismo, y tiembla ante el

    solo pensamiento de violar la santidad de laspromesas que hiciste a Dios en ese da. Sonpalabras de Cristo que el reino de los cielossufre violencia. Bienaventurado mil y mil vecessi estando convencido de ello, te resuelvesverdaderamente a practicar la humildad que temerecer la eterna grandeza del paraso.

    Piensa, por ltimo, que nuestro divinoMaestro aconsejaba a sus discpulos que setuviesen por siervos intiles aun despus dehaber hecho todo lo que les haba sidomandado. De la misma manera, t, cuandohayas observado con la mxima exactitudestos consejos, debes tenerte por siervo intil;

    convncete que lo debes no a tus fuerzas ymritos, sino a la bondad y a la infinitamisericordia de Dios; dale gracias por tan granbeneficio de todo corazn. Finalmente pdeletodos los das que te conserve este tesorohasta el momento en que tu alma, desligadade los vnculos que la tenan atada a lascriaturas, vuele libremente hacia el seno de suCreador para gozar all eternamente de lagloria que est reservada a los humildes.

    SERMN DE SAN AGUSTN SOBRE ELTEMOR DE DIOS Y LA VERDADERAHUMILDAD David, profeta y salmista, que,

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    como atestigua la Escritura, fue elegido segnel corazn de Dios, y que hizo siempre y en

    todo su voluntad, nos muestra en un lugar loque desea y ama nuestro Creador, diciendo:Quin es semejante al Seor, Dios nuestro,que habita en las alturas, y tiene cuidado delas cosas humildes en el cielo y en la tierra?Y en verdad, si el Altsimo Seor de infinitaexcelencia y grandeza, en todas sus criaturas,tanto en las ms elevadas como en las mspequeas, es decir, en los ngeles y en loshombres, tiene en mu che y premia lahumildad, cmo no va a mirar continuamentepor nuestra humildad y a conservrnoslasiempre y en todo, por agradar a nuestroCreador? La grandeza de esta virtud sededuce fcilmente de las palabras del Seor,

    que, para condenar la soberbia de losfariseos, dice: El que se exalta serhumillado, y el que se humilla ser exaltado.Slo a pasos de humildad se sube a lo alto delos cielos; porque all arriba, al Dios excelso,no se llega con la soberbia, sino con lahumildad.

    Est escrito que Dios resiste a los soberbios ya los humildes da su gracia; y en los Salmosse dice: Excelso es el Seor, que cuida delas cosas humildes y conoce desde lejos laselevadas Aqu las cosas elevadas son lossoberbios; cuida de los humildes paraexaltarlos, y conoce las cosas elevadas, es

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    decir, a los soberbios, para abatirlos.Aprendamos la humildad, que nos acerca a

    Dios, como El mismo dice en el Evangelio:Aprended de m, que soy manso y humildede corazn, y hallaris el descanso paravuestras almas. Por la soberbia la admirablecriatura anglica fue arrojada del cielo, y por lahumildad de Dios la frgil naturaleza humanalo conquist, como dice Salomn: "Donde haysoberbia, hay discordia; donde hay humildad,hay sabidura. Otro sabio dice tambin:Cuanto ms grande seas, humllale ms yhallars gracia ante Dios; y el mismo Diosdice: Mis miradas se posan sobre loshumildes y sobre los de contrito corazn quetemen mis palabras. En el que no es humildey manso no puede habitar la gracia del

    Espritu Santo. Dios se ha hecho humilde parasalvarnos, avergncese el hombre de sersoberbio. Cuanto ms se abaja el corazn porla humildad, ms se levanta hacia laperfeccin; porque el humilde ser exaltadoen la gloria. El primer grado de la humildad esescuchar humildemente las palabras de laverdad, grabarlas en la memoria y ponerlas

    por obra. Es cierto que la verdad huyesiempre de las mentes que no son humildes.

    Cuanto ms humilde sea el hombre ante smismo, ms grande ser ante Dios; elsoberbio, cuanto ms glorioso aparece antelos hombres, ms abyecto es delante de Dios.

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    El que rene todas las dems virtudes y notiene caridad es como el que transporta el

    polvo contra el viento. Adems, la Escrituradice: De qu te ensoberbeces, polvo ycenizas, si el viento de la soberbia disuelve ydispersa cuanto has reunido con ayunos ylimosnas? No te glores por tus virtudes,porque no sers t tu juez, sino otro, ante elcual procura humillarte en tu corazn, a fin deque El te exalte en el tiempo de la retribucin.Baja si quieres subir, humllate si quieres serexaltado, para que cuando seas exaltado novengas a ser humillado, porque el que esdeforme a sus propios ojos es hermosodelante de Dios; el que se disgusta a s mismoagrada a Dios; s, pues, pequeo a tus ojospara que seas grande a los de Dios; porque

    sers tanto ms precioso a los ojos de Dioscuanto ms bajo seas ante ti mismo. En elsumo honor, ten suma humildad; la alabanzadel honor es la virtud de la humildad.

    Pero nadie puede alcanzar la virtud de lahumildad sin la del temor de Dios; porque launa no puede existir sin la otra. Escuchad,

    hijos mos, cules son los efectos del temor deDios: el temor de Dios es el principio de lasabidura; el temer de la presencia de Dios esel gran medio para evitar el pecado; quienteme a Dios con todas sus fuerzas se guardade pecar; a quin teme a Dios le ir bien en

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    sus postrimeras y el da de su fin hallargracia.

    Quien se avergenza de pecar delante de loshombres, cunto mejor hara si seavergonzara de hacer el mal en presencia deDios, que ve no slo las obras sino tambinlos corazones. Quien teme a Dios santamenteprocura hacer su beneplcito. Distinto es eltemor del siervo: el siervo teme por miedo a lapena; el hijo, por amor al padre. Si somoshijos de Dios temmosle por la dulzura de lacaridad, no por la amargura del temor. Elhombre sabio obra siempre con temor deDios, porque sabe que es imposible huir de supresencia; como dice a Dios el Salmista:Dnde podra alejarme de tu espritu? A

    dnde huir de tu presencia?? y en otro lugaraade que ni en Oriente ni en Occidentepodr nadie esconderse de Dios. Quien temeal Seor recibe su doctrina, y quien es celosoen observar sus mandamientos hallar labendicin sempiterna. Dichosa el alma dequin teme a Dios, est fuerte contra lastentaciones del diablo: Bienaventurado el

    hombre que persevera en el temor y a quienle ha sido dado tener siempre ante los ojos eltemor de Dios. Quien teme al Seor se apartadel mal camino y dirige sus pasos por lasenda de la virtud; el temor de Dios hace alhombre precavido y vigilante para no pecar.Donde no hay temor de Dios reina la vida

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    disoluta; el que no teme a Dios en laprosperidad, tmalo al menos en la

    adversidad y refgiese en el que azota y sana.Bienaventurado el hombre que teme al Seor,y que se deleita en gran manera en susmandamientos, el temor de Dios repele eltemor del infierno, porque hace que el hombrehuya del pecado y multiplique sus buenasobras. Tras lo cual llegar a aquel temor quese llama santo, y permanece para siempre?-porque est fundado en el amor. As,hermanos mos, debemos temer a Dios, paraque lleguemos a amar; porque la perfectacaridad echa fuera el temor servil, y de esemodo podemos tener firme seguridad yplenitud de todo bien. Por esto dice el Profeta:"Temed al Seor, vosotros sus santos, pues

    nada falta los que le temen; se empobrecenlos ricos y en la penuria pasan hambre, peronunca faltar nada a los que buscan alSeor.

    Por lo cual os exhorto, amadsimos, a tenersiempre ante los ojos de vuestra mente eltemor de Dios y a no olvidar nunca sus

    preceptos, y a considerar que quienmenosprecia y rechaza sus mandamientos iral dolor eterno; os suplico que tengisinteriormente en vuestro corazn la verdaderahumildad y que la inculquis en vuestrosprjimos con normas no fingidas, de tal modoque tambin ellos, edificados por vuestros

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    buenos ejemplos, den gloria a Dios y seesfuercen, en unin con vosotros, en recibir

    en el cielo la eterna recompensa con la ayuday con la gracia de nuestro Seor Jesucristo,que vive y reina por todos los siglos de lossiglos. As sea.

    EXHORTACIONES A LA HUMILDAD

    Sepan los humildes que nuestroRedentor se humill a s mismo, hacindoseobediente al Padre hasta la muerte, sepan lossoberbios que de su capitn est escrito: El esel rey de todos los hijos de la soberbia. Portanto, la soberbia del diablo fue la causa denuestra ruina, y el fundamento de nuestra

    redencin fue la humildad de Dios. Puesnuestro enemigo, criatura como las otras,quiso mostrarse ms soberbio que todas; encambio, nuestro Redentor, el mayor entretodas las cosas, se dign hacerse el mspequeo de todos. Dgase, pues, a loshumildes que, al par que ellos se abajan,aumenta su semejanza con Dios; y dgase a

    los soberbios que, al par que ellos se engren,descienden, a imitacin del ngel apstata. Y,en verdad, qu cosa hay ms baja que lasoberbia, que cuanto ms se levanta, ms sealeja de la cima de la verdadera elevacin?Y qu hay ms sublime que la humildad, que

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    cuanto ms se abaja ms se allega a suAutor, que mora en lo ms alto?

    Estas dos virtudes, es decir, lahumildad y la caridad, son tan indivisibles ytan inseparables, que el que se establece enuna de ellas de la otra forzosamente seaduea, porque as como la humildad es unaparte de la caridad, as la caridad es una partede la humildad. Y as, si nos paramos a mirarlas cosas que el Apstol llam estriles sin elbien de la caridad, observamos que esasmismas son tambin infructuosas si falta laverdadera humildad. Y en verdad, qu frutopuede dar la ciencia con la soberbia, o la fecon la gloria humana, o la ostentacin por lalimosna, el martirio con el orgullo? Por lo cual,

    ya que lo mismo la humildad que la caridadtienden a derribar a la soberbia, valga de launa lo que sera dicho de la otra.

    Con la humildad se conserva la caridad,ya que no hay cosa que ms pronto la violeque la soberbia. Por esto, el Seor no dijo:

    "Tomad mi yugo y aprended de m, que heresucitado cadveres de cuatro das y expulsode los hombres los demonios, curo lasenfermedades y hago otras maravillassemejantes", sino que dijo: Tomad mi yugo yaprended de m, que soy manso y humilde decorazn, porque esos milagros son signos de

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    cosas espirituales, mientras que el ser mansoy humilde es la custodia de la caridad.

    El que sabe que es ceniza y tierra, yque se convertir muy pronto en polvo, nopuede jams ensoberbecerse. Y quien,despus de haber considerado la eternidad deDios, reflexione sobre este breve intervalo casi un punto en el espacio, que es la vidahumana, tendr siempre ante los ojos lamuerte y ser humilde y sumiso.Porque este cuerpo corruptible pesa sobre elalma, y nuestro espritu, vuelto a muchascosas, se ve oprimido por este habitculoterreno. Por lo cual, digamos con todahumildad: Seor, no se ensoberbece micorazn, ni son altaneros mis ojos, ni corro

    tras de grandezas ni de casas demasiadoaltas para m. La humildad no debe estar tantoen las palabras como en la mente; debemosestar convencidos en nuestro interior quesomos nada y que nada valemos.

    Hijo mo, atiende a la humildad, que es lavirtud ms sublime y la escalera para subir ala cima de la perfeccin; porque los propsitosslo se cumplen por humildad, y las fatigas demuchos aos por la soberbia quedanreducidas a nada. El hombre humilde essemejante a Dios, y lo lleva consigo en eltemplo de su pecho; el soberbio es odioso aDios, y se asemeja al demonio. El humilde,

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    aunque externamente parezca ruin ydespreciable, resplandece por sus virtudes, y

    el soberbio, aunque parezca hermoso ydifano a los ojos de los que le contemplan,sin embargo sus obras proclaman suinsignificancia, y la soberbia se le nota en lamanera de andar o en cualquiera de susmovimientos, y su ligereza la denuncia bien alas claras su conversacin. Anda siempremendigando las alabanzas de los hombres, y,siendo pobre en toda suerte de virtudes,pretende aparentar que las tiene enabundancia.

    No puede estar sujeto a nadie, aspira siemprea ser el primero, y hace todo lo que est en sumano para elevarse a mayor altura; lo que no

    puede obtener por sus mritos lo usurpa consu ambicin. Est siempre lleno de aire comoun odre, y en cualquiera de sus acciones estan voluble, que parece una nave sin pilotoque es juego de las olas. El humilde, por elcontrario, se mantiene alejado de los honoresterrenos y se tiene por el ltimo de loshombres; aunque exteriormente parezca poca

    cosa, es de gran valor ante Dios. Y cuando hahecho todo lo que el Seor le ha maridado,afirma no haber hecho nada, y anda solcitopor esconder todas las virtudes de su alma.Pero el Seor divulga y descubre sus obras,da a conocer sus maravillosos hechos, le

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    exalta y le concede todo lo que le pide en suoracin.

    El pobre de espritu es humilde decorazn; es pobre de espritu el que se tieneen poco; en cambio, es rico de espritu el quese estima en mucho y no cumple el mandatode Cristo que dice: Si no os hacis como estenio, no entraris en el reino de los cielos.Porque el que se ha hecho ya nio es pobrede espritu. Y, aunque segn el testimonio deCristo y el del Apstol, la plenitud de la ley esel amor, sin embargo, la raz del amor es lahumildad y la madre del odio es la soberbia.

    As, pues, el principio de todo bien es lahumildad y el de todo mal es la soberbia.

    He aqu cul es el fundamento de lahumildad: tenerse por un pecador y creerseincapaz de hacer nada bueno delante de Dios.He aqu cual es la prctica de la humildad: elamor al silencio, no medirse con nadie, nocontradecir, estar sujeto...tener ante los ojos lamuerte, aborrecer la mentira, huir del hablarvano y soberbio, no oponerse a los mayores,no ser obstinado en los propios juicios, sufrirlas injurias, odiar el vicio, no rehuir los trabajosy estar siempre con nimo vigilante. Hermanomo, procura observar diligentemente estospreceptos si no quieres que tu alma seconvierta en cubil de las ms viciosasaficiones: esfurzate en cumplir cada uno de

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    ellos para que no se convierta en algo vaco yestril el breve curso de tu vida.

    La verdadera humildad de los fieles essta: no ensoberbecerse de nada, nomurmurar de nadie, no ser desagradecido, nolamentarse ni quejarse. Siempre y en todo dadgracias a Dios por todo lo que os suceda.

    Yo soy la flor del campo y el lirio de losvalles... El justo florecer como el lirio. Yquin puede ser justo sin ser humilde?Cuando el Seor se inclin bajo las manos deSan Juan Bautista, que no era sino su siervo,y ste, con veneracin a tan soberanaMajestad, se resista a bautizarle, le dijo:Djame obrar ahora, que as conviene que

    cumplamos toda justicia', fundando, sin duda,la consumacin de la justicia en la humildad.El justo, pues, es humilde; el justo es el valle.Y nosotros, si somos hallados humildes,germinaremos tambin como el lirio yfloreceremos eternamente en la casa delSeor. No mostrar El que es

    verdaderamente lirio cuando transforme elcuerpo de nuestra humildad y lo hagasemejante al suyo glorioso? No dice nuestrocuerpo, sino el cuerpo de nuestra humildad,significando que solamente los humildes sernesclarecidos y revestidos de la blancuramaravillosa del lirio. Y basta lo dicho parainteligencia de palabras del Esposo en que

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    dice ser El la flor del campo y el lirio de losvalles.

    La verdadera humildad no muestra quelo es, ni anda diciendo palabras humildes,porque no slo desea ocultar las otrasvirtudes, sino principalmente ocultarse a smisma, y si le fuese lcito mentir, fingir oescandalizar al prjimo, prorrumpira en

    acciones arrogantes y altivas, para encubrirsecon ellas y vivir enteramente desconocida yoculta. Por tanto, mi sentir es que, o nodigamos palabras humildes, o las digamos detodo corazn, pensando interiormente lomismo que exteriormente pronunciamos: nobajemos los ojos sin humillar el corazn almismo tiempo, no demos a entender que

    queremos el ltimo lugar sin quererloverdaderamente... El verdadero humilde msquiere que otro diga que es miserable, que esnada, que nada vale, que no decirlo ! mismo;o por lo menos, cuando sabe que lo dicen as,no lo contradice, sino que de buena gana seconforma; porque como lo cree firmemente, sealegra de que sigan su opinin.

    Si recibes alguna afrenta, sfrela conpaciencia, a fin de que te sirva para aumentartu amor por quien te menosprecia. Esta es lapiedra de toque para saber si una persona eshumilde y santa. Si se rebela, aunque hiciesemilagros sera como una caa movediza.

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    Deca el P. Baltasar lvarez que cuandollegan las humillaciones es el momento de

    ganar preciosos tesoros. Ganars ms sirecibes con paz un desprecio que con diezayunos a pan y agua. Son buenas lashumillaciones con que probamos a los dems,pero mucho mejor es aceptar lashumillaciones que nos hacen, porque en stashay menos nuestro y ms de Dios; de aquque nos reporten mayores beneficies si lassabemos sufrir. Porque qu sabe hacer uncristiano si no sabe sufrir un desprecio porDios? Cuntos desprecios sufri Jesucristopor nosotros: bofetadas, burlas, azotes,salivazos! Si amsemos a Jesucristo no nosquejaramos de las afrentas, sino que nosgloriaramos en ellas por amor de Jesucristo.

    La verdadera humildad no muestra quelo es, ni anda diciendo palabras humildes,porque no slo desea ocultar las otrasvirtudes, sino principalmente ocultarse a smisma, y si le fuese lcito mentir, fingir oescandalizar al prjimo, prorrumpira enacciones arrogantes y altivas, para encubrirsecon ellas y vivir enteramente desconocida yoculta. Por tanto, mi sentir es que, o nodigamos palabras humildes, o las digamos detodo corazn, pensando interiormente lomismo que exteriormente pronunciamos: nobajemos los ojos sin humillar el corazn almismo tiempo, no demos a entender que

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    queremos el ltimo lugar sin quererloverdaderamente... El verdadero humilde ms

    quiere que otro diga que es miserable, que esnada, que nada vale, que no decirlo ! mismo;o por lo menos, cuando sabe que lo dicen as,no lo contradice, sino que de buena gana seconforma; porque como lo cree firmemente, sealegra de que sigan su opinin.

    Si recibes alguna afrenta, sfrela conpaciencia, a fin de que te sirva para aumentartu amor por quien te menosprecia. Esta es lapiedra de toque para saber si una persona eshumilde y santa. Si se rebela, aunque hiciesemilagros sera como una caa movediza.Deca el P. Baltasar lvarez que cuandollegan las humillaciones es el momento de

    ganar preciosos tesoros. Ganars ms sirecibes con paz un desprecio que con diezayunos a pan y agua. Son buenas lashumillaciones con que probamos a los dems,pero mucho mejor es aceptar lashumillaciones que nos hacen, porque en stashay menos nuestro y ms de Dios; de aquque nos reporten mayores beneficies si lassabemos sufrir. Porque qu sabe hacer uncristiano si no sabe sufrir un desprecio porDios? Cuntos desprecios sufri Jesucristopor nosotros: bofetadas, burlas, azotes,salivazos! Si amsemos a Jesucristo no nosquejaramos de las afrentas, sino que nosgloriaramos en ellas por amor de Jesucristo.

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    Ayuda mucho a vivir con mayor

    humildad, que otros conozcan nuestrosdefectos y los reprendan. Cuando un hombrese humilla por sus defectos, fcilmente aplacaa los dems y con poca dificultad satisface alos que estn irritados contra l. Dios defiendey saca libre al humilde, lo ama y le consuela,se inclina hacia l, le concede abundantesgracias y despus de su abatimiento lelevanta a gran honra. Le descubre sussecretos, le atrae dulcemente hacia S y leconvida. El humilde, recibida la afrenta, esten paz, porque descansa en Dios y no en elmundo. No pienses haber aprovechado algo sino te estimas por el ms pequeo de todos.

    Es comn sentir de los telogos quetendr ms el que tenga mayor caridad. Estagloria slo se dar a los humildes de corazn,ya que la verdadera caridad se adapta a lascosas humildes para ascender a las elevadas.Pero por qu te ensoberbeces en medio delfasto mundano t que eres polvo y ceniza,

    masa de podredumbre, pasto de gusanos?Concete muy bien a ti mismo si quieresavergonzarte y llenarte de confusin. De todoslos males, la raz es la soberbia; de todos losbienes, la raz es la caridad; pero sta no lapodrs plantar si no has arrancado aqulla.Para desarraigarla srvete de la caridad, quees la nica que te puede ensear cmo resistir

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    al espritu de soberbia. Podrs hacer frente ala soberbia si ocultas tus virtudes y pones de

    manifiesto tus defectos. Pon mucho cuidadoen esto; que la soberbia est precisamente enno poder sufrir que otro te diga lo que t debuen grado diras de ti mismo.

    Si alguno eres, ser algo, se engaa a smismo. Si se entendiesen bien estas palabra

    que el Apstol propone a tu consideracin, lavanagloria habra desaparecido del mundo.Por qu ser que la gente se ensoberbececada vez ms? Porque la ceguera les impideconocerse a s mismos. Creen que son algo yno son nada. Y esas palabras van dirigidas atodos. Si alguno, el que sea, si alguno creeser algo, no dice algo grande, sino

    simplemente algo; si alguno cree ser algo, seengaa a s mismo, pues es nada. Esta es,pues, la gran verdad de que te has deconvencer: que t por ti mismo no eres nada.Y por qu? Porque t de ti mismo no tienesnada, a excepcin del pecado, que es el peormal. Todo lo que posees fuera del pecado esde Dios. Para conseguir la verdaderahumildad hay que abismarse en esteconocimiento. Porque, aunque la esencia dela humildad est en la voluntad que se abajamodestamente, sin embargo, la voluntad seabaja siguiendo la direccin y en la medidaque le seala el entendimiento.

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    Cuando alguien te alabe y te honre,nete a los desprecios, a las burlas, a las

    afrentas que sufri el Hijo de Dios. Ten porcierto que un alma verdaderamente humildehalla ocasin de humillarse tanto en losdesprecios como en las alabanzas, y hacecomo la abeja que va elaborando su miel nodel roco cado sobre el ajenjo, sino del que habaado a la rosa.

    GIOACCHINO PECCI(Luego Len XIII