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1 Índice de Ilustraciones Prólogo 11 Escuela Modelo 12 Piedras Negras, Coahuila. 1898 Archivo Histórico SEPC Introducción 19 «Día de campo» 20 Terce, grado de la Escuela Modelo Monclova, Coahuila. 23 de junio de 1907 Archivo Histórico SEPC Preludio 29 Alumnos y maestro de la escuela «Benito Juárez» 30 Bajan, Coahuila. 24 de abril de 1908 Archivo Histórico SEPC Juntas protectoras de educación 69 Escuela Oficial Benito Juárez 70 Allende, 1900 Archivo Histórico SEPC La ley Viesca 105 Andrés Saturnino Viesca 106 (1827-1908) Óleo de Antonio Costilla. 1901

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Índice de Ilustraciones

Prólogo 11

Escuela Modelo 12

Piedras Negras, Coahuila. 1898

Archivo Histórico SEPC

Introducción 19

«Día de campo» 20

Terce, grado de la Escuela Modelo

Monclova, Coahuila. 23 de junio de 1907

Archivo Histórico SEPC

Preludio 29

Alumnos y maestro de la escuela «Benito Juárez» 30

Bajan, Coahuila. 24 de abril de 1908

Archivo Histórico SEPC

Juntas protectoras de educación 69

Escuela Oficial Benito Juárez 70

Allende, 1900

Archivo Histórico SEPC

La ley Viesca 105

Andrés Saturnino Viesca 106

(1827-1908)

Óleo de Antonio Costilla. 1901

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Fotografía del Archivo Municipal de Saltillo

La nueva escuela coahuilense 137

Profesor José Rodríguez González 138

Inspector de Escuelas del Centro. 1902.

Archivo Histórico SEPC

Los días del cambio

Don Andrés Osuna 'acompañado del personal de la Dirección General de Instrucción Primaria Saltillo, año escolar 1906-1907 168

Archivo Histórico SEPC

Apéndices, bibliografía y documentos

Las escuelas organizadas y controladas por la Dirección General de Instrucción Primaria no llevaban nombres de ilustres personajes históricos se distinguían con un simple guarismo.

Escuela Oficial No. 2 para Niñas. Saltillo 1908

Archivo Histórico SEPC

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La nueva escuela coahuilense:

El principio (1787-1909)

Primera edición, septiembre de 1999

Secretaria de Educación Pública de Coahuila

Victoria # 216

Tels. (84) 4145563 Y 4145579 25000

Saltillo, Coahuila.

© Andrés Mendoza Salas

D.R. Secretaria de Educación Pública de Coahuila

Sección 5 del SNTE

Sección 38 del SNTE

Tipografía: Martha Alicia Dávila

Diseño de la portada: Falcongarza

Diseño de la colección: Adolfo Falcón

Cuidado de la edición: Carlos Manuel Valdés

ISBN 970-18-3238-8

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A Lupita, Lili y Andrés

mi razón fundamental

ÍNDICE

Prólogo 11

Introducción 19

Preludio 29

Juntas protectoras de educación 69

La ley Viesca 105

La nueva escuela coahuilense 137

Los días del cambio 167

Apéndices, bibliografía y documentos 201

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Contenido 

Índice de Ilustraciones ..................................................................................................................... 1 

PRÓLOGO ......................................................................................................................................... 6 

PRELUDIO ...................................................................................................................................... 15 

JUNTAS PROTECTORAS DE EDUCACIÓN ............................................................................ 41 

LA LEY VIESCA ............................................................................................................................. 62 

LA NUEVA ESCUELA COAHUILENSE ...................................................................................... 80 

LOS DÍAS DE CAMBIO ................................................................................................................. 98 

APÉNDICES, BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTOS .................................................................. 119 

 

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Andrés Mendoza sabe de lo que habla, y lo hace con la aparente sencillez que se alcanza sólo con ese conocimiento profundo del tema, sumado a un excelente oficio de escritor fundamentado en el cabal entendimiento de la ciencia del idioma y el arte del lenguaje. Esta no es la primera obra que publica. Ya en las anteriores dedicadas a asuntos muy diversos, pero todas referidas al tema único de la educación, el autor ha probado que es mucho más que una promesa en el campo de la escritura. Ahora, madura su experiencia con el diario ejercicio, nos ofrece una obra que viene a llenar un espacio en la bibliografía educativa de Coahuila.

Este Principio de La Educación en Coahuila abre a finales del siglo XVIII, con el primer reglamento de educación redactado por don Pedro José Quintín de Arizpe para Pedro José de Hoyos, primer maestro contratado por el Ayuntamiento de Saltillo en 1787, y finaliza con la crisis política de 1909, que derrumbó al gobierno de don Miguel Cárdenas y causó la salida de don Andrés Osuna de la Dirección de la Escuela Normal de Profesores y la Dirección de Educación en Coahuila que el mismo Osuna había organizado.

De acuerdo con la realidad, Andrés Mendoza nos presenta la historia de los inicios de la educación en Coahuila de la mano de la historia de México y del propio estado. El ejercicio monopólico de los gremios de maestros durante la Colonia; la influencia de la educación europea católica y monástica, episcopal o presbiteriana; las juntas protectoras de educación pública integradas por el jefe de la policía, el párroco y un vecino de la ciudad, formadas en 1833, el mismo año en que el presidente Valentín Gómez Farías promulgó las primeras Leyes y reglamentos para la educación pública en el Distrito Federal.

Con el fracaso de la Junta Directora de Estudios nombrada por Santa Anna en 1842, la rectoría de la educación en Coahuila volvió al Estado a través de una Junta" Directiva; pero la situación era muy mala. En Saltillo sólo existían dos escuelas «de primeras letras» pagadas por el Ayuntamiento, y otras dos en manos de particulares. Entonces el ejército "de Estados Unidos invadió a México y las cosas empeoraron.

Después de firmados los tratados que le costaron a nuestro país la mitad de su territorio, la situación no mejoró mucho. Para 1852, había en Coahuila 19 escuelas pagadas por el gobierno del Estado y los ayuntamientos, y 10 particulares, donde se enseñaba lectura, escritura, aritmética, gramática y catecismo. En febrero de 1856, el gobernador de Nuevo León Santiago Vidaurri decretó la anexión de Coahuila a ese estado.

La Constitución de 1857 estipulaba la enseñanza libre en el artículo 3° para eliminar el monopolio de la Iglesia Católica. En e161, Juárez encargó al Ministerio de Justicia de la «instrucción pública». Concluida la intervención francesa con el fusilamiento de Maximiliano, don Andrés S. Viesca inició la reconstrucción del

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Estado, y promulgó la ley básica para la integración de un sistema moderno de educación.

La Ley Viesca sentó los principios de gratitud y obligatoriedad de la educación, deslindó con claridad el laicismo, y organizó la educación en el Estado. La educación primaria quedó a cargo de los ayuntamientos, y la secundaria -impartida en el Ateneo Fuente- era pagada por el Estado. En 1880 se nombró una Junta Directiva de Instrucción Pública estatal y seis años más tarde se crearon la Inspección General de Instrucción y varias subinspecciones.

Con el porfirismo vino la crítica de la educación pagada por los ayuntamientos. Cualquiera podía abrir una escuela, con tal que mantuviera" una conducta ética «adecuada». En Coahuila, el gobernador Evaristo Madero expidió una Ley de Instrucción Pública en 1881, que confirmaba en su primer artículo el carácter laico, gratuito y obligatorio de la educación. Para el 83, 11 mil 861 alumnos eran atendidos en las 231 escuelas del Estado, y el Ateneo Fuente era la única institución de educación preparatoria y profesional, en la que se podían estudiar las carreras de Farmacia, Abogacía y de Escribano Público.

Pero la calidad de los servicios educativos decayó. En Saltillo, el Colegio de San Juan era una difícil competencia para el Ateneo. Y luego, en el 84, se fundó el Instituto Madero que, como ya lo hacían dos escuelas particulares protestantes, se dedicó a la formación de profesoras. Después de un intento fallido del gobierno de Garza Galán en 1889, el gobernador interino Francisco Arizpe y Ramos firmó el decreto que autorizaba la fundación de la Escuela Normal y su Primaria Anexa, que iniciaron sus trabajos el4 de mayo de 1994.

Durante el gobierno de don Miguel Cárdenas -1897-1909- la Escuela Normal de Profesores se consolidó como la institución básica de la educación en Coahuila. Don Andrés Osuna, designado director a su regreso de Boston, donde  había acompañado durante dos años a un grupo distinguido de recién graduados comisionados para hacer cursos de especialización, fue el arquitecto de la estructura educativa que llevó a Coahuila a ocupar uno de los primeros sitios en el país en la materia. La Dirección de Educación ideada por Osuna organizó por primera vez la educación en el Estado unificando políticas, planes y programas en un solo proyecto efectivo y funcional. La actual Secretaría de Educación del Estado es el producto de la evolución de la Dirección organizada por Osuna.

Esta es a grandes rasgos la ruta de la educación en Coahuila durante algo más de los dos últimos siglos, seguida paso a paso con solicitud y diligencia por Andrés Mendoza en las páginas de este libro. Aquí está, para satisfacción de historiadores y maestros, y de todos aquéllos que se interesan y se preocupan por el proceso evolutivo de esta actividad, fundamental para la integración de la personalidad humana y, en consecuencia, para el progreso real de las naciones.

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Vaya mi felicitación más cordial y veraz para Andrés Mendoza Salas, con quien me une una larga y profunda relación de afecto y de respeto. Esperamos la aparición del resto de esta obra, fundamental para el conocimiento de los orígenes de esa impresionante estructura que es ahora la educación en Coahuila.

Lucía Tessier de Galindo

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INTRODUCCIÓN

Día de Campo Grupo de tercer grado de la Escuela Modelo Monclova, 23 de junio de 1907 Archivo Histórico de la SEPC La Secretaria de Educación Pública de Coahuila tiene su origen en la Dirección General de Instrucción Primaria, creada por iniciativa del gobernador Miguel Cárdenas en septiembre de 1899. Este organismo fue el primero en su género en Coahuila, en virtud de que el servicio educativo estaba controlado por las autoridades estatales y municipales, auxiliadas por juntas educativas, con la supervisión de inspectores departamentales y ocasionalmente, por algún inspector general.

El proceso de creación de la Dirección y su desarrollo inicial, fueron compatibles con la política centralista del régimen porfirista. A pesar de esto, el proyecto educativo de Coahuila tuvo personalidad propia; una personalidad que le permitió obtener resultados de calidad y largo alcance, a diferencia del sistema educativo que prodigaba el gobierno central, y el de algunos estados que buscaban parecérsele. Al analizar los resultados de la educación porfirista, Francisco Bulnes, miembro prominente de los «científicos», señaló con acritud: «Haciendo esfuerzos colosales para la farsa de la instrucción pública en México, los estados llegaron a reunir de cinco a seis millones de pesos anuales, que repartidos en sesenta mil escuelas imaginarias..., debían proporcionar a cada una para todo gasto ochenta

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pesos por año. Se llegaron a establecer once mil, con presupuesto medio de quinientos sesenta pesos anuales. La mayoría de los profesores ganaba de ocho a veinticinco pesos mensuales. Todo iba perfectamente, porque ni los maestros enseñaban, ni  los discípulos aprendían; había concurrencia de alumnos en las escuelas solamente los días que las visitaba el inspector de instrucción pública o un jefe político no complaciente.»1

Fundamentado en el evolucionismo de Charles Darwin y el organicismo de Herbert Spencer, el porfiriato reconvirtió el sentido del positivismo importado por Gabino Barreda y se lanzó a la tarea de justificar el federalismo centralista, como fórmula para alcanzar el progreso. De acuerdo con la teoría en boga, la presencia de un «hombre fuerte», centro irradiador de energía, daría al organismo, que es la nación: paz, estabilidad económica e ilustración, para entrar al campo de la modernidad y codearse con los países del «primer mundo». Sin embargo, la teoría sirvió no sólo de sustento, también de justificación al estado de cosas, por lo que los dirigentes implantaron a la fuerza, mecanismos para lograr la uniformidad social y alcanzar la meta del régimen: disfrutar los frutos de la paz social creativa, obra y gracia de un gobierno fuerte y magnánimo, no siempre comprendido. A tono con este propósito, declaró el gobernador Miguel Cárdenas en 1899, con motivo de la lectura de su Informe de gestión: « ...Puedo aseguraros que no habrá vacilación ni desmayo alguno en mis propósitos, porque como gobernante, tendré que esforzarme con legítimo estímulo, porque el Estado de Coahuila demuestre, por su cultura y por su progreso, que ha sabido apreciar y aprovecharse de los altísimos beneficios de la paz y de la marcha segura y bien orientada que ha impreso al país la sabia y laboriosa Administración del egregio Jefe de la República General Porfirio Díaz.»2

En el terreno educativo, los líderes del porfiriato, hombres formados en los más prestigiados centros culturales, promovieron la uniformidad del servicio educativo, porque así convenía al nuevo proyecto de globalización del mercado nacional; y, desde luego, para tal efecto, se requería controlar los hilos de la conciencia del mexicano, y lograr así los altos fines que el «Egregio repúblico» tenía reservados para la nación. La tarea la asumió Joaquín Baranda, ministro del ramo, quien convocó al Primer Congreso Nacional de Instrucción Pública, que se inició el 10 de diciembre de 1889. En su discurso inaugural, con singular pasión señaló: « ...el Ejecutivo de la Unión convocó este Congreso que inicia hoy sus trabajos trascendentales, y que bien podemos llamar el Congreso constituyente de la enseñanza nacional. Aquí está representada la acción común, potente y vigorosa, indispensable para el impulso uniforme que se necesita. Tiempo es ya de que los esfuerzos aislados, nunca bastante activos y homogéneos, se confundan en un                                                             

1  Mílada  Bazant,  Debate  pedagógico  durante  el  porfiriato,  México,  Consejo  Nacional  de  Fomento Educativo/SEP, 1985, p. 157  2 Miguel Cárdenas, «Informe de Gobierno», en: Periódico Oficial, Saltillo, 15 de noviembre de 1899.   

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solo y unánime esfuerzo, y de que los diversos programas de enseñanza, que tanto perjudican a la juventud, se sustituyan con un programa general adoptado en toda la República.»3 Y, asunto de ideología motivadora, remachó: «Hacer de la instrucción el factor originario de la unidad nacional que los constituyentes de 57 estimaban como base de toda prosperidad y de todo engrandecimiento. He aquí el trabajo principal del Congreso... ».4 Ya eran un hecho los principios de gratuidad, laicismo y obligatoriedad de la enseñanza, no así la uniformidad, tan ansiadamente buscada desde la época de la Colonia. La educación estaba bajo el control de los ayuntamientos y desde luego, salvo excepciones, el desorden era asunto común.

El estado de Veracruz, por su condición de puerto, se convirtió en punto de enlace con Europa y Estados Unidos, por lo que tuvo la posibilidad de emprender acciones de gran alcance en todos los órdenes. En la cultura y la educación fue definitiva su influencia en el resto del país. Entre sus proyectos escolares destacaba la Escuela Primaria Modelo, fundada en Orizaba por el gobernador Apolinar Castillo, el 5 de febrero de 1883. Bajo la dirección del profesor alemán Enrique Laubscher, discípulo de Federico Fröebel, la escuela se convirtió en un auténtico laboratorio donde se aplicaron novedosos procedimientos, como la enseñanza objetiva, a través de cuadros o dibujos, y en su caso, al natural; el fonetismo, sustituto del deletreo, en la enseñanza de la lectura; y el sistema rítmico, para la escritura.

A la escuela Modelo agregaron un organismo responsable de la formación de docentes, la Academia Normal, que conformó con la Primaria un todo teórico práctico. Laubscher contrató al maestro suizo Enrique C. Rébsamen que se integró al proyecto y le imprimió un sentido nacionalista a la enseñanza objetiva, ya definida teóricamente por José Manuel Guillé. Gracias al trabajo de estas instituciones tomó cuerpo y definición la formación de maestros y la metodología venida de ultramar.

Sin embargo, los problemas políticos no se hicieron esperar: sobrevino un cambio de gobierno en el estado, en condiciones típicas de la época; el nuevo gobernador, Juan Enríquez, trasladó los poderes de Orizaba a Jalapa y aunque mantuvo el proyecto, no le otorgó la suficiente atención. Laubscher, amigo de Castillo y ya en franca enemistad con Rébsamen, -Laubscher impidió a Rébsamen el acceso a la dirección de la escuela Normal- tuvo que emigrar a la capital mexicana, donde ocupó el cargo de director de la Escuela Primaria Anexa a la Normal, creada en esa ciudad en 1887. En tanto, la escuela Modelo, condenada a la extinción, desapareció en 1889.

                                                            

3 Mílada Bazant, op. cit., pp. 17 Y 18.  4 Idem, p. 18.  

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Rébsamen se trasladó a Jalapa y en 1886 logró su ambición al ser nombrado director de la nueva institución Normal, surgida de la de Orizaba. Colaboró intensamente con Baranda y en particular con Ignacio Manuel Altamirano en el diseño de la Normal de la ciudad de México; pero además, recorrió varios estados, fundó revistas pedagógicas y mantuvo sus principios de la pedagogía concreta como factor de unidad nacional y, desde luego, las técnicas pedagógicas fundamentadas en Johann Pestalozzi, para realizar la enseñanza objetiva. Su principio fundamental consistía en que la educación debía partir del conocimiento de la naturaleza del niño; aunque en la práctica, su dinamismo se agotó en el proceso.

Fue precisamente Rébsamen quien recomendó a Luis A. Beauregard, uno de sus discípulos, para que iniciara el proyecto educativo de Coahuila: la fundación de la Escuela Normal de Profesores y su Primaria Práctica Anexa, en 1894. Este hecho constituyó el antecedente inmediato de la creación y fuente de inspiración y sustento de la Dirección General de Instrucción Primaria, origen de la hoy Secretaría de Educación Pública de Coahuila. La razón es evidente, de esa, escuela, dimanó toda una corriente de dinamismo educativo, con objetivos precisos y políticas innovadoras que transformaron la administración y la práctica pedagógica del hasta entonces incierto servicio educativo. Este impulso se hizo realidad gracias a la intervención de un grupo de educadores que aplicaron principios elementales: capacidad, determinación, trabajo, organización y creatividad. Le imprimieron fondo y forma, casi siempre con anticipación a las inspiraciones mesiánicas del gobierno central. El proyecto, bien puede denominarse «La nueva escuela coahuilense», por todo lo que de eficacia y renovación aportó a la educación pública de principios de siglo.

Sin embargo, la modernización del servicio educativo no fue producto de una circunstancia histórica determinada. Por lo mismo, es importante rescatar algunas acciones que los gobiernos del estado realizaron para homogeneizar y mejorar el servicio educativo, durante el caótico siglo XIX. No fue fácil; el legado colonial español, siempre a la zaga de los avances culturales y científicos, dejó sumida en el desconcierto a la población novohispánica. Pero, aunque faltaban recursos de toda índole, sobraba voluntad que impulsó, a pesar de todo, una serie de iniciativas que ampliaron paulatinamente las posibilidades de la educación. Algunas de esas iniciativas son ejemplo de creatividad e ingenio.

El análisis del periodo que comprende el origen y desarrollo de la escuela Normal y la Dirección General de Instrucción Primaria, motivo central del presente texto, parte de los últimos años de la vida Colonial de Coahuila y concluye al finalizar el período de gobierno de Miguel Cárdenas, en 1909. Este año delimita la primera fase del proyecto renovador, apenas iniciado en 1899; fue además un año amargo para el «brillante» gobernador, pues sufrió en carne propia el efecto de los signos inequívocos de la crisis del sistema, precisamente por ser amigo personal de Bernardo Reyes. Con él, acusados de confabularse con Reyes para una eventual

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asonada en contra del presidente Díaz, el entonces senador Venustiano Carranza y Andrés Osuna, Director General de Instrucción y de la Escuela Normal, son despojados de sus aspiraciones y cargos. No obstante, el proyecto no fue cancelado y al paso de los años fortaleció su filosofía de calidad, con el sello distintivo de los coahuilenses.

Con el propósito de obtener una visión panorámica del desarrollo de las instituciones en el ramo educativo, complementan el texto una serie de apéndices en los que se consignan en orden cronológico, los organismos y personajes que dirigieron la educación en el estado, hasta la creación del organismo directivo, llamado originalmente Dirección General de Instrucción Primaria.

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PRELUDIO

 

Alumnos y maestro de la escuela Benito Juárez Baján, 24 de abril de 1908 Archivo Histórico de la SEPC

«Sólo la maldita pobreza me pudo haber metido a escuelero; ya no tengo vida con tanto muchacho condenado;

iQué traviesos son y qué tontos! Por más que hago, no puedo ver a uno aprovechado

i Ah, fucha en el oficio tan maldito! Sobre que ser maestro de escuela

es la última droga que nos puede hacer el diablo! ... » El Periquillo Sarniento

Coahuila, en la época de la Colonia, carecía de un sistema homogéneo de instrucción y al igual que las demás provincias, de un proceso de formación de docentes. No contaba ni siquiera con organizaciones de gremios, que a pesar de las acusaciones en su contra, operaron el sistema de instrucción elemental que funcionaba en España y sus colonias. Los gremios de maestros surgieron en España en 1601, mediante el decreto «Ordenanzas de los Maestros del Nobilísimo Arte de Enseñar a leer, escribir y contar». Originalmente constituían organizaciones comunes como las de

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artesanos y en consideración al tipo de trabajo que desempeñaban, se les dio carácter legal y una serie de atribuciones que les permitieron adquirir cierto poder, dadas sus relaciones con las autoridades. Se les conocía despectivamente como la Congregación de San Casiano, ya que era éste su santo protector. Durante la época colonial fueron los responsables de organizar y vigilar el ejercicio de la educación en los municipios. Como la educación dependía en todos los sentidos de los ayuntamientos, los gremios realizaban su función bajo la dependencia de estas autoridades. Con ellas compartían algunas tareas técnicas que resultaban lucrativas. Los regidores y el alcalde constituían el grupo responsable de aplicar exámenes y dictaminar sobre los solicitantes a incorporarse a un gremio. Este grupo selecto recibía el nombre de Jueces de Informaciones de Maestros, quienes lo mismo autorizaban la creación de una escuela que extendían un título. En la mayoría de los casos, los jefes de gremio sustituían en su cargo a los regidores y se convertían en Jueces. Bajo la dirección de éstos estaba la educación elemental. Regidores, alcaldes o gremios, se caracterizaron por aferrarse a formas caducas de enseñar, con obsoletos programas de trabajo y empantanados en un serio deterioro moral. Con el tiempo, muchas de las agrupaciones se desprendieron del control de las autoridades y ya solos, controlaban las plazas y negociaban la creación de escuelas, además de determinar el tipo de plan y programas de estudio que se aplicaba en las instituciones regidas. por ellos. Mantenían a su conveniencia la prerrogativa de otorgar títulos de maestro a quien demostrara «limpieza de sangre y buenas costumbres», elegante forma de justificar las canonjías a sus amigos y familiares, o al mejor postor. Presumir de «limpieza de sangre» resultaba sencillo. La persona que lo requería, debía poseer copias de documentos legalizadas por un Tribunal competente y avalados por los llamados «Justicia de los Pueblos» que demostraban su «hidalguía». En caso de no lograr lo anterior, bastaba una certificación del ayuntamiento, que la expedía con las firmas de todos sus integrantes, desde el síndico hasta el último vocal. En caso de que ni este documento se pudiese lograr, el testimonio de un juez que diera fe de «los actos positivos de nobleza» del solicitante y su ascendencia, era suficiente. La limpieza de sangre jamás determinó su capacidad moral ni profesional. Los jefes de gremio transmitían los poderes a sus familiares, como una herencia. Constituían grupos cerrados y aunque regidos por normas generales, a discreción hacían lo que les daba su gana; tanto, que fueron considerados <<un mal necesario». A pesar de ubicar a la educación como la palanca milagrosa, la profesión magisterial y los asuntos educativos estuvieron siempre relegados. Sin embargo, y a pesar de la escasez de escuelas, cualesquiera que fuera su factura constituían una esperanza de avance. Por su parte, el Imperio siempre pretendió ejercer control social, y la escuela era un mecanismo para lograrlo. Pero, o estaba en los templos o en casas de preceptores que mal sabían leer y escribir; con un sueldo ínfimo y desprestigiados socialmente. Sin formación profesional, aislados e incomprendidos, elegían la profesión porque no conseguían otro trabajo más estable, remunerado y reconocido. En la Iglesia o en la casa daba lo mismo, pues no había más sistema de enseñanza que el que a algunos se les antojaba, y los

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que trabajaban con más orden, no hacían sino repetir lo que los sacerdotes dictaminaban. La educación se regía por los principios de una mal entendida escolástica. Lo anterior no era privativo de España y sus colonias. Durante siglos, en la misma Europa, la Iglesia había ejercido el control de la educación. Una vez que el sistema escolar de la época grecolatina desapareció entre los siglos V y VII, la: Iglesia cristiana adquirió un poder ilimitado y poco a poco, unido a sus rituales, creó un sistema escolar que de los templos salió a la calle. Con el auge del cristianismo, se produjo el encuentro entre el saber y la virtud, con lo que la educación adquirió la categoría de «forma de vida», ya que mediante ella se podría llegar a Dios. La unidad entre la cultura grecolatina y las creencias religiosas, se dio formalmente en los institutos creados por Orígenes y San Clemente. Las artes liberales fueron ubicadas por San Agustín, como el acceso al estudio de las doctrinas de la Iglesia. Las escuelas episcopales, presbiterales y monásticas o monacales fueron tal vez las primeras instituciones formales. Creadas a iniciativa de los Concilios de Toledo en 527 y de Vaison en 529, para formar sacerdotes o monjes, instituyeron programas de estudio con base en el trivium que incluía gramática, retórica, y dialéctica y el quadrivium, integrado por aritmética, geometría, astronomía Y Música. De hecho, estas materias fueron las que inevitablemente se impartieron durante todo el Medievo. La rigidez de las normas escolares, característica de sobra conocida, provenía del fatalismo del Antiguo Testamento. Esta situación perduró, pues San Agustín las reafirmó como prioritarias para alcanzar la verdadera plenitud cristiana. El cambio se presentó a medida que los sacerdotes descubrieron en los Evangelios la importancia de educar y cuidar a los niños y jóvenes. Pero sostenían su enseñanza bajo el principio de que los alumnos debían recibir con absoluta confianza lo que sus maestros les enseñaran. Carlomagno, entre los años 786 a 800, dispuso que los sacerdotes debían enseñar, al paralelo del latín, las bellas letras, y lo que de acuerdo a la capacidad de los discípulos, pudieran aprender. Es en este periodo que surgen las escuelas para los hijos de los nobles, llamadas palatinas, y a paralelo, las parroquiales y catedralicias. Los concilios de Letrán III y Letrán IV, en 1179 y 1215, respectivamente, concluyeron que era necesario que la Iglesia diera a los indigentes alimento material y espiritual, lo que significaba abrir escuelas y formar a los sacerdotes para que estuvieran en posibilidad de educar a niños y jóvenes. Para el efecto, contrataron maestros a los que asignaron una retribución económica. A la apertura de estas escuelas se sumaron las instituciones gremiales surgidas de las industrias, gracias al despegue comercial que vivieron algunos países europeos. Estas escuelas impartían además de las materias propias para el comercio, lectura, escritura y cálculo. Las escuelas episcopales, lo mismo monacales y catedralicias, adquirieron cierta independencia, y dieron origen a las universidades, entre los siglos XII y XIII. El plan de estudios que aplicaron recibía el nombre de studium y estaba integrado por el trivium, y el quadrivium.

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Con la escolástica volvió el método aristotélico y se reafirmó la consideración de que la filosofía era el centro irradiador de todas las ciencias, capaz de explicarlas y someterlas a juicio. Se dio vigencia a los viejos principios de que el saber científico constituía un escalón para llegar al saber teológico sobrenatural por el que se accede a Dios. Lo anterior, no era mas que el sustento que dio Santo Tomás a la escolástica. Los procedimientos de enseñanza en boga consistían en la lectio o disputatio. Los niveles por los que tenía que pasar un alumno, iniciaban desde los ocho años de edad, en secundarla, donde se enseñaban las primeras letras, para después pasar a la facultad en Artes; el nivel superior lo preparaba en medicina, derecho o teología. Los grados académicos fueron transformándose en licencia, bachillerato y doctorado. Con el Renacimiento, las escuelas se desprendieron en gran medida de la tutela clerical, y se fortalecieron con un nuevo enfoque filosófico, sustentado en la certeza de que el hombre posee cualidades y potencialidades que deben despertarse con la educación. Sus ideales se enfocaron hacia la educación integral y el saber universal, que engloba los intereses humanos. Desde los siglos XIV y XV, los maestros pugnaron porque la escuela no fuera únicamente para formar sacerdotes. Al poco tiempo surgieron así las «escuelas alemanas para la enseñanza de la lectura y escritura», origen de las escuelas primarias. Sin embargo, en ellas se aplicaba el trivium; afortunadamente, el quadrivium, por el tipo de materias que integraba, siguió la ruta de la investigación. En 1563 la enseñanza .primaria o elemental se puso bajo la responsabilidad de los obispos, por disposición del Concilio de Trento. Cuatro años después, fue de control exclusivo de las Cofradías de la Doctrina Cristiana, de las que hubo varias en España. En 1607 el papa Paulo V impulsó la reorganización de las cofradías, creando varias de ellas y ampliando sus funciones, vía un sistema por el que todas ellas dependían de una archicofradía. Fue en el siglo XVI cuando Martín Lutero, además de crear el primer catecismo religioso con fines educativos, propuso que el Estado controlara la educación. Con ello, se podría garantizar una adecuada formación intelectual y moral. La propuesta buscaba preservar los principios de la nueva vertiente religiosa. Al menos en las regiones donde ejercía influencia, impuso la obligación para los padres de educar a sus hijos. Los jesuitas se encargarían de revitalizar los ideales católicos, mediante un serio trabajo educativo que integró filosofía, teología y cultura clásica. Esta labor trajo consigo la eclosión de instituciones de educación secundarla y superior. Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, en primera instancia instituyó escuelas catequísticas, exclusivas para formar a sus sacerdotes. En 1608 la Compañía de Jesús abrió los primeros colegios para los hijos de nobles; poco después, escuelas elementales y colegios de educación secundarla y superior. La observación y la experimentación de los hechos de la naturaleza como condiciones para construir el «verdadero» conocimiento, calaron hondo en la cultura de su tiempo. Francis Bacon y John Locke en el siglo XVII, iniciaron una influencia de largo alcance en todos los campos del saber, al darle al razonamiento un lugar privilegiado en esos procesos empiristas de acceder al conocimiento. En el terreno pedagógico, Juan Amós Comenio destacó la experiencia sensorial como recurso para la enseñanza e impulsó el uso de

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ilustraciones en el proceso enseñanza-aprendizaje. El acercamiento a la naturaleza fue un hecho con las afirmaciones de Juan Jacobo Rousseau. El enfoque hacia las necesidades psicológicas del niño aportó una enorme riqueza a la pedagogía. De él Pestalozzi y Fróebel, aportaron la enseñanza activa del niño para lograr una educación integral. En términos generales y en forma sucinta este fue el camino que siguió la educación en Europa. La cerrazón de España en todos los órdenes, prodigó a sus colonias, peculiaridades que veremos a continuación. En la Nueva España, la educación aunque diferente en sus procesos, en lo esencial siguió el mismo camino. Lorenzo de Zavala nos legó una descripción clara del estado que guardaba la educación en este periodo: «La dependencia del pueblo era una especie de esclavitud, consecuencia necesaria de este estado de cosas, de la ignorancia en que se le mantenía, del terror que inspiraban las autoridades con sus tropas, su despotismo y su orgullo, y más que todo, de la Inquisición, sostenida por la fuerza militar y religiosa superstición de clérigos y frailes fanáticos, sin ningún género de instrucción. La enseñanza primaria era muy rara en las pequeñas poblaciones, y las escuelas que se establecían en las grandes capitales, estaban dirigidas por los frailes y clérigos en sus propios principios e intereses, o por legos ignorantes que enseñaban a mal leer y escribir, y algunos principios de aritmética para llevar la cuenta en los almacenes de comercio. El catecismo del padre Ripalda, en que están consignadas las máximas de una obediencia ciega al papa y al rey, era toda la base de su religión. Los niños aprendían de memoria estos elementos de esclavitud; y los padres, los sacerdotes y los maestros, los inculcaban constantemente>5 En todas las instituciones el procedimiento común era la memorización. La repetición en coro constituía un recurso idóneo, si acaso algunos maestros por iniciativa personal, se daban a la tarea de explicar algunos temas difíciles. Sin embargo, lo común era el monótono recitar de fórmulas conceptuales que nada decían a los alumnos. Otro procedimiento era el catequístico y tal vez resultaba interesante cuando las preguntas provocaban respuestas no inscritas en las pizarras e inculcadas por el preceptor. Para el efecto era ideal el Catecismo del padre Ripalda. Este catecismo llevaba por título «La Doctrina Cristiana con una exposición breve»; su autor el «Maestro Hieronymo Ripalda» pertenecía a la Compañía de Jesús quien lo editó en Burgos, España, el año de 1591. El librito llegó a México hacia el siglo XVII y a partir de ese año ejerció considerable influencia en la formación religiosa de los novohispanos, lo mismo en los templos, que en las escuelas. Su influjo fue más allá de los mismos contenidos, pues sirvió de sustento metodológico a las formas en que se impartía cotidianamente la lección. Inicia con el Principio de la Vida Cristiana, en el que se explican a manera de verso, fáciles de memorizar, las obligaciones de todo cristiano, para luego reafirmarse con una serie de preguntas bajo el título: «Sobre el Principio»:                                                             

5 Lorenzo de Zavala, «Ensayo histórico de las revoluciones en México desde 1808 hasta 1830», en: Andrés Lira, Espejo de discordias, México, Secretaría de Educación Pública, 1984, p. 48. 

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P. Decid niño, ¿Cómo os llaman? R. N. Pedro, Juan o Francisco. P. ¿Sois Cristiano? P. Sí, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. P. ¿Qué quiere decir Cristiano? R. Hombre que tiene la fe de Cristo, que profesó en el bautismo. P. ¿Quién es Cristo? R. Dios y hombre verdadero.6

Así seguía con las letanías que una vez memorizadas el alumno procedía a escribir. El Catecismo logró sobrevivir a todas las fuertes corrientes pedagógicas del siglo XIX. Todavía en 1919, monseñor Valverde y Téllez diría del Catecismo: «informó la familia y la sociedad mexicana, y se vulgarizó de tal manera que vive, o más bien es la vida del espíritu, palpita en el fondo y forma de las costumbres privadas y públicas»7 Los catecismos constituyeron la base para divulgar en forma sistemática y dúctil los principios de la religión. En Europa, el año de 1529, Martín Lutero escribió el primero que se conoce y lógicamente estaba dirigido a informar y formalizar las enseñanzas del protestantismo. Le siguieron los escritos por católicos como el del jesuita Pedro Canisio en 1555, y el de los reformistas, escrito por Juan Calvino. En el mundo cristiano los más populares fueron los de Edmond Audged, Diego Ledezma, Roberto Belarmino y el de Claude Fleury. El mismo Concilio de Trento publicó uno como versión oficial en 1563. En México al menos, nadie igualó al de Ripalda. En las escuelas el concepto de disciplina se remitía a mantener silencio y ser dócil; no cuestionar, menos contradecir. La imagen del erudito monástico encerrado entre cuatro paredes, escrutando el mundo, significaba un ideal que representaba al sabio e instruido hombre que se esperaba formase la educación. Las actividades al aire libre, recreativas o deportivas casi no se ejecutaban. Los ordenamientos en cuanto a castigos, se representaban con un infame instrumento que por muchos años fue el temor de los alumnos: la palmeta. Se daban, eso sí, otras formas de corrección, sujetas a la creatividad de algunos lúgubres maestros. El fin del siglo XVIII marcó el nacimiento de una nueva tendencia cuya pretensión era sustituir al escolasticismo. Así sucedió en Europa, no totalmente en América hispánica. Fue la Ilustración que como el amanecer de un nuevo día, dejaba atrás la noche medieval. En particular en México esa noche se prolongó, a pesar de las revoluciones intelectuales ocurridas en el mundo; revoluciones que hasta muy avanzado el siglo XIX llegaron a nuestro país para apenas convivir con la escolástica, sin lograr destronarla de la conciencia ciudadana. Con ella, la educación como instrumento de transformación, vivió un lento proceso de incorporación de las nuevas prácticas que implicaba la tendencia. Si bien en el siglo XIX se dieron muchas filosofías con un sentido crítico y científico, fueron asimiladas en piezas aisladas e inconexas que no conformaban una definición clara de lo que los hombres buscaban como nación, ni mucho menos cómo lo lograrían.                                                             

6 Jerónimo Ripalda, S.J. Catecismo de la doctrina cristiana, México, Editorial Tradición, 1983, p. 8.  7 ldem, p. 1. 

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La Ilustración, con su cauda de buenas intenciones y afanes reformistas, no provocó una reacción inmediata, ya que el mismo Imperio se encargó de anular lo que no convenía. Los grandes reformistas, los jesuitas, fueron expulsados del país por razones baladíes; así, la gran reforma hubo de esperar algunos años para ponerse en práctica. En esencia, la Ilustración significaba la vuelta a la razón para resolver los problemas cotidianos y mejorar en lo material yen lo espiritual. La explicación de los fenómenos de la realidad ya no provenía de un ser infinito, omnipotente y omnisciente, sino del hombre mismo. Literalmente, se daba un viraje del cielo a la tierra, en la que el hombre era el hacedor. Paralelamente se cuestionó el origen divino de los reyes y surgió la necesidad de la presencia "del Estado como un organismo humano; organizador de la sociedad y promotor del bien común, dadas las condiciones de desigualdad en lo cultural, político y económico imperantes. La tarea implicaba integrar y homogeneizar a los diferentes grupos sociales en tomo a una sola concepción del mundo y la vida. Pero lo inmediato consistía en generar actividades productivas en la industria, el comercio y la agricultura. De un presente medieval se transitó a un nuevo modo de vida, más práctico, pero sin dejar su médula religiosa. El ascenso de Carlos III al reinado de España en 1759 produjo en las colonias españolas dinamismo administrativo y económico. Con una formación plena de ideas propias de la Ilustración Francesa, se impuso la tarea de reformar administrativa y económicamente al Imperio, ya que acusaba un deterioro en todas sus áreas que provocó retraso económico y dispersión territorial, propicio para eventuales insurrecciones o intromisiones de otros imperios. La Reforma exigía la formación de una nueva cultura que garantizara el crecimiento sostenido de la economía. Todo gravitaba en tomo a un nuevo valor: el que corresponde al trabajo del hombre. Por ello, inició el mejoramiento de la administración con una descentralización y modernización de fondo, ya que reorganizó el territorio colonial; dio más autoridad a las intendencias; abrió el intercambio comercial; eliminó las restricciones impuestas a los criollos y creó más puertos para el comercio. Pero no fue suficiente, nuevas crisis afectarían a España y sus colonias que precipitarían el desenlace de la insurrección. Con el propósito de centralizar la educación en el nuevo Estado Ilustrado, y de paso frenar los abusos de los gremios de maestros, en 1780, Carlos III, decretó su desaparición y en su lugar instituyó el Colegio Académico del Noble Arte de Primeras Letras, como una instancia de formación y actualización. No funcionó, pues los miembros de los gremios se integraron al Colegio y todo siguió igual. El decreto, como muchos más que se expidieron, no cumplió su cometido, La corrupción, aunada a la indolencia de las autoridades, mantuvo la caótica situación e inmovilizó el avance educativo sustentado en la Escolástica y teorías afines, cuando el mundo se abría a nuevas posibilidades. Los gremios de maestros, al menos formalmente, desaparecieron con el decreto de septiembre de 1820, en el que el emperador Fernando VII ratificó la libertad de oficios. Sin embargo, su persistencia duraría en el incierto despertar de la nueva nación, coexistiendo en las diversas formas de ofrecer el servicio educativo, que podríamos ubicar en Escuelas Particulares, Escuelas Pías, Escuelas de

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Parcialidades de Indios, Escuelas de Amigas, Escuelas Municipales y las de Enseñanza Mutua. Casi todas se parecían en lo que corresponde a las formas de enseñar y a sus esquemas de comportamiento de los maestros.

Carlos III muy a pesar de sus acciones renovadoras, cometió yerros inauditos, producto de su carácter voluble y disperso y su corto entendimiento, sujeto a la influencia de los cortesanos. Se dejó llevar por los ideólogos de la Ilustración, que arremetieron contra todo lo que constituía el poder del Papa, en búsqueda de] poder. Los ideólogos eran los jansenistas y algunas agrupaciones religiosas. En Portugal, el líder moral de los jansenistas era sin lugar a dudas Antonio Pereira de Figuereido que cuestionó severamente los privilegios de quienes dirigían la Iglesia con un poder omnímodo. Configuró su ataque al Papa con una obra de largo título que podemos resumir como «Tentativa Theológica... », que en esencia señalaba: « ... el papa es primado, pero no monarca de toda la iglesia. La cualidad de reina sólo compete a la iglesia universal; la cualidad de monarca, al concilio ecuménico que la representa.»8 Lo que se manifestó por escrito, parecía provocaría un serio cisma en la Iglesia; pero la institución tenía demasiada fuerza, por lo que enderezaron sus ataques contra la Compañía de Jesús. Los jesuitas, de hecho ya eran acusados de hacer el voto en reconocimiento del Papa, por encima de todas las dignidades eclesiásticas; esto, más el control que tenían sobre la educación y sus peligrosas ideas sobre la legitimidad del rey, les traería funestas consecuencias. En Portugal encontró Pereira un seguidor que aplicó con todas las consecuencias sus teorías, Sebastián José de Carvalho y Mello, Marqués de Pombal, que en su calidad de Ministro generó un largo período de terror en contra de los integrantes de la Compañía. Fue precisamente Portugal donde primero se dio la expulsión de los llamados hombres del Papa, gracias a las intrigas del Marqués. Bajo la acusación de ser los autores de un atentado al Rey, logró que el 5 de octubre de 1759 se diera el edicto por el que eran «exterminados, desnaturalizados, proscritos y expelidos.»9 Hasta borró del calendario a los santos Ignacio, Francisco Javier y Francisco de Borja.

Para el efecto, en España, Manuel de la Roda y Arieta y Pedro Rodríguez Campomanes, hicieron todo lo posible para que fueran expulsados los jesuitas; les achacaron la autoría intelectual de la inconformidad de la población y como el Rey no se decidía, urdieron una trama por demás vergonzosa. Le hicieron creer que Lorenzo Ricci, General de los jesuitas, afirmaba que nació de un adulterio entre la reina y un cardenal. Por lo que el 27 de febrero de 1767, Carlos III decretó la expulsión de todos los jesuitas de su reino. La brutal decisión le permitió subordinar a la Iglesia. Clemente XIII, el Papa, escribió a Carlos una misiva plena e amargura y desilusión «¡Tú también, hijo mío, tú, rey católico, habías de ser el que llenara el cáliz de nuestras amarguras y empujara al sepulcro nuestra                                                             

8 Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, México, Porrúa, 1987, p. 76.  9 Idem, p. 85.  

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desdichada vejez entre luto y lágrimas! ¿Ha de ser el religiosísimo y piadosísimo rey de España quien preste el apoyo de su brazo para la destrucción de una orden tan útil y tan amada por la iglesia ... ?»10

La salida de los jesuitas se tradujo en un serio atraso cultural y educativo, pues habían realizado un gran esfuerzo intelectual, rico en producciones de orden filosófico, científico, literario y pedagógico que distaba mucho de lo que a través de los gremios de maestros ofrecía el imperio. La pedagogía jesuita descansaba sobre el siguiente principio: «Amas la literatura; eso está bien si la amas por Cristo… Trata de conocer la literatura para que, ayudado por ella, disciernas más claramente a Cristo en los secretos literarios; para que ames a Cristo percibido y que ese Cristo amado y percibido lo comuniques o goces con él, trabaja en el estudio de la literatura.»11 Sus ideas en lo general distaban mucho de lo que al Imperio le convenía, con todo e Ilustración. Para damos una idea, baste, señalar a algunos destacados jesuitas como José Rafael Campoy que fue atacado por el ala conservadora de la misma Compañía, y todo porque generó nuevos métodos que aplicó a sus enseñanzas. Por su parte, Francisco Javier Alegre, fue lo suficientemente lejos en sus teorías, pues hizo afirmaciones temerarias y por demás peligrosas, al señalar que la autoridad, cualquiera que ésta sea, se funda en la naturaleza social del hombre. No conforme con lo anterior, rechazó la escolástica por obvias razones, a pesar de sus lecturas tomistas y agustinianas. Francisco Javier Clavijero realizó una labor filosófica y pedagógica invaluable que sirvió para abrir brecha a la modernidad, ya que rescató para América, a Descartes y Bacon; en el terreno pedagógico y científico introdujo reformas en planes y programas de estudios en los colegios de la Compañía, sustentadas en el principio de estudiar las ciencias naturales con su propio método, diferenciándolo del filosófico. Otro que enfrentó la Escolástica fue Andrés de Guevara y Basoazabal al señalar que los errores atribuibles a la Física son producto de la ignorancia que había procreado la Escolástica con su palabrería inútil y sin sustento científico. Con él, Benito Díaz de Gomarra ponderó la nueva forma de pensar y conceptuar la realidad.

Los jesuitas, antes de su expulsión, ejercían un monopolio sobre la educación, no sólo porque poseían una considerable cantidad de instituciones, sino porque dieron forma, normatividad y contenido a los sistemas educativos, lo mismo en Europa que en América. En todos los casos, estos pensadores de avanzada, profesaban una fe extraordinaria en la juventud y su potencial transformador, por ello, toda su labor estaba orientada a los jóvenes, con lo que reafirmaron su vocación magisterial. De haber continuado, los jesuitas hubieran provocado una revolución intelectual de alcances insospechados. Sin embargo, la revolución                                                             

10 ldem, p. 99 11 Guy Avanzini, La pedagogía desde el siglo XVIl hasta nuestros días, México, I do de Cultura Económica, 1990, p. 44.  

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iniciada en Francia hubo de esperar su tiempo, «el tiempo de América» para llegar tarde y trasnochada, y por si fuera poco, sometida a un juego de intereses entre liberalismo y conservadurismo con sus diferentes facciones que propiciarían diversas formas de ver a la Ilustración como la teoría en boga. En Coahuila, la instrucción la impartían los jesuitas y franciscanos, y uno que otro personaje que con más iniciativa que capacidad, se ganaba la vida en su escuela particular. El gobierno y los ayuntamientos de las principales ciudades, hicieron varios intentos por sufragar la educación, pero siempre faltaron recursos en virtud de que apenas iniciaba su formación .como Estado, los problemas estaban a la orden del día. Coahuila, a mediados del siglo XVIII, aún no estaba totalmente integrado, pues las jurisdicciones de Saltillo y Parras correspondían a la Nueva Vizcaya. Texas se llamaba en ese entonces Nueva Filipinas y se la consideraba como una extensión de la provincia de Nueva Extremadura o Coahuila, por lo que la responsabilidad de su gobierno recaía en una sola persona que radicaba con los poderes en Monclova. En los años 1766 y 1768 el mariscal de Campo Marqués de Rubí y Nicolás de Lafora en calidad de inspectores, visitaron varios estados, entre los que se contaban Coahuila y Texas. En su informe, además de precisar los límites del estado, señalaron que estaba compuesto por las «Villas de Santiago de la Monclova, San Fernando y San Pedro de Gigedo, dos pueblos y varias haciendas»12; agregaron 9 misiones con 382 familias, que sumadas a las 777 familias de las villas, pueblos y haciendas, daban un total aproximado de diez ó doce mil habitantes. El visitador Gálvez fue quien puso en operación el sistema administrativo denominado intendencia, que introducido en España desde el 4 de julio de 1718 y reformado en 1749, no fue aplicado hasta el4 de diciembre de 1786 por medio de la ley denominada «Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de exército y provincia en el reino de la Nueva España». Ese año la Nueva España fue dividida para su administración en doce intendencias y tres provincias. Las Intendencias eran México (General de Ejército y Provincias),San Luis Potosí, Arizpe (Sonora y Sinaloa), Durango, Guadalajara, Oaxaca, Veracruz, Valladolid, Puebla, Zacatecas, Mérida de Yucatán y Guanajuato. Las provincias, Nuevo México y la Nueva y Vieja Californias. Las llamadas Provincias Internas fueron así denominadas en 1776 y estaban formadas por San Luis Potosí, Nuevo León, Coahuila y Texas, regidas por una sola Comandancia.

                                                            

12 Vito, Alessio Robles, Coahuila y Texas en la época colonial, México, Edito Porrúa, 1938, p. 590.  

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Revilla Gigedo menciona que en 1780 existían 8,319 personas en Coahuila. Las jurisdicciones de Saltillo, Parras y Laguna de Mayrán se incorporaron el 7 de febrero de 1786, por orden que firmó Carlos III el 2l de mayo de 1785; contaban con aproximadamente 15,000 pobladores. El año de 1803, Humboldt, sin considerar a Saltillo, Parras, General Cepeda (Patos), Viesca (Santiago del Álamo) y el Bolsón de Mapimí, consigna 16,900 habitantes distribuidos en un territorio de 117,661 kilómetros cuadrados. Si bien se reestructuró el territorio y se otorgaron facultades, las autoridades distaban mucho de ser eficientes y si a esto agregamos el hecho de las distancias en que operaban los centros de decisión, el panorama no era nada cómodo. Coahuila dependía en los aspectos militar y político del comandante general que despachaba en Chihuahua; la Intendencia de San Luis Potosí y la Real Hacienda en México disponían lo conducente a los asuntos económicos; lo judicial, en caso de apelaciones, se resolvía en Guadalajara. En Coahuila, los jesuitas participaron en la creación de algunas escuelas ele-mentales y al igual que los franciscanos, se preocuparon por impartir, aunque fuera precariamente, el nivel de educación superior. Parras fue el lugar donde al inicio del siglo XVII, los jesuitas instalaron una escuela en la que enseñaban las primeras letras, rudimentos de matemáticas y desde luego, doctrina cristiana; posteriormente, y de acuerdo a la preparación de los estudiantes, les fueron impartidas materias propias del nivel superior. La expulsión de los jesuitas ordenada por Carlos III, acabó con este intento. Años después; en 1785 se reabrieron cursos en el mismo Convento, a iniciativa de los pobladores, pero ahora dirigido por un civil, José Nicolás Muñoz y Rada quien apenas duró un año en el encargo y fue sustituido por José Nicolás del Mercado. Los franciscanos fundaron un colegio en Saltillo, el año de 1774. Sin embargo funcionaba con irregularidad y sus cursos no tenían la sistematicidad del dirigido por los jesuitas en Parras. Los intentos para instaurar escuelas quedaron en buenas intenciones que no fructificaron. Uno de ellos se dio en 1776, cuando por vía de una orden transmitida desde Durango por Jossef Faini, Comandante General de la Nueva Vizcaya se establecía la obligación de las comunidades para procurar por todos los medios la creación de escuelas. La orden no estaba acompañada de recursos, por lo que poco pudieron hacer las de por sí pobres poblaciones del norte. Aquí la orden: «Por cuanto las Leyes del reino, Reales Cédulas, está prevenido que en los vecindarios todos y pueblos reducidos haya escuelas, en que los niños se

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instruyan en la doctrina cristiana, en leer yen escribir.»13 En 1792 llegó a la Provincia un documento en el que se invitaba a los ricos de estos lugares a inscribirse en el Colegio de Nobles Americanos que por disposiciones de Carlos III se abriría en la ciudad de Granada, España. La institución tenía por objeto «…dar a los jóvenes naturales de... las Indias Occidentales e Islas Filipinas una Educación Civil y literaria, que los avilite a servir... en la Iglesia, la Magistratura, la Milicia y los Empleos Políticos.» Este singular Colegio reunía «... baxo un mismo techo y de un modo que se comuniquen auxilios recíprocos, todas las artes, ciencias y profesiones; y allí se dará la salida y verdadera educación que corresponde al Eclesiástico, al Magistrado, al Militar y al Político ..., » Serían admitidos quienes tuvieran entre los doce y dieciocho años de edad, y demostraran una sólida preparación en gramática latina. Desde luego, resultaba costoso no solo el traslado, sino las colegiaturas que se tenían que pagar, si bien la larga lista de requisitos desanimaba a cualquiera. El Rey establecía la validez de los estudios realizados en el Colegio, igualándolo con las más prestigiadas universidades. La duración de los estudios sería de diez años, al cabo de los cuales se harían acreedores a los grados de Bachiller, Licenciado o Doctor. Para estimular a los alumnos, se ofrecían becas a quienes se distinguieran en sus estudios, y la seguridad de que serían tratados «con dulzura... » pero a cambio « observarían también la más exacta subordinación a sus maestros y superiores », y en caso de faltas, «serán respectivamente corregidos por los mismos Superiores ... », sin imponerles « ... castigos corporales». Lo cierto es que su contenido fue letra muerta, pues no produjo efectos verificables. Denota, eso sí, la intención de la monarquía ilustrada para controlar la educación en sus posesiones e iniciar la modernización de la educación. En ese mismo año Pedro José Quintín de Arizpe instaló en Saltillo una escuela en una casa de su propiedad. Enseñaba latinidad, letras y filosofía; tenía carácter de educación superior, por lo que adquirió la denominación de Colegio. Este esta-blecimiento concluyó su labor en 1793, en virtud de una orden girada por el Obis-po de Linares, Don Ambrosio del Llano y Valdés, ya que en Monterrey se dio la apertura del Colegio Seminario, fundado por el obispo; además, en el convento de los franciscanos se ofrecían materias similares. El Obispo, quien siempre manifestó una furibunda animadversión por la familia Ramos Arizpe, no iba a permitir la instalación de un Colegio en Saltillo. Desde 1791 el doctor Gaspar González de Cándamo, hacía hasta lo imposible porque la sede del obispado se trasladara de Monterrey a Saltillo. El doctor Cándamo, en informe rendido al Virrey con copia al Obispo, Don Ambrosio de Llanos y Valdés el

                                                            

13 Orden transmitida a los habitantes de las provincias de oriente por Don Jossef Faini Comandante General de la Nueva Vizcaya, el 21 de junio de 1776, AMS, PM, e 30/1,' 79.  

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17 de octubre de 1791, presentaba con admiración las características de la ciudad: « ... La villa del Saltillo, que antiguamente pertenecía a la Nueva Viscaya y hoy a Coahuila, situada en medio de la que llaman Sierra Madre merece ser considerada con particularidad en atención a las conocidas ventajas que proporcionan, su clima y población para el establecimiento de la Silla Episcopal..., en el Saltillo es siempre el aire fresco, y por consiguiente mucho más cómodo para la vida humana; su sanidad apenas tendrá ejemplo en toda la América. Sus aguas son abundantes y excelentes; sus campos están llenos de ganados de; todas especies y singularmente de carneros; su terreno produce mucho trigo, bastante maíz y toda clase de hortalizas y frutas sumamente delicadas, ... el número de; su población es el más considerable de todo el Obispado, de manera que su vecindario es mayor que todo el resto de la Provincia de Coahuila ... ».14 A pesar de los afanes de Cándamo, Llanos y Valdés ganó. La solicitud no fue autorizada. En Saltillo, hacia 1787 Don Matías Aguirre dejó una parte de su herencia para que se creara y mantuviera una escuela de primeras letras como su «obra pía». El buen rico se preocupó de los huérfanos y pobres para quienes, principalmente, debía destinarse la instrucción. Para el efecto, el Ayuntamiento contrató a Pedro José de Hoyos, quien tenía «Arreglada vida y costumbres, con pericia y capacidad para ejercer el ministerio.»15 Para integrar un catálogo de curiosidades, vale la pena recordar las normas que debería acatar el preceptor Pedro José de Hoyos, recién contratado. El documento lo redactó Pedro José Quintín de Arizpe, cura vicario y juez eclesiástico de Saltillo, el 8 de mayo de 1787, a petición del Ayuntamiento. El documento, sencillo e ingenuo, devela la preocupación de las autoridades por garantizar una adecuada conducción de la educación. El reglamento disponía: «1.- Que don Pedro José de Hoyos no ha de divertirse ni ocuparse en otra cosa que en la educación, instrucción y enseñanza de los niños que se pongan en la dicha escuela, particularmente a los pobres y huérfanos, como que esa fue la mente principal del bienhechor, esmerándose en cuanto empeño y eficacia le sea posible, a efecto de que aprovechen en la buena crianza, amor y temor de Dios. 2.- Que por ningún motivo ni pretexto se impida el que haya otras escuelas. Antes bien, se fomenten todos los medios para que fructifiquen otras. Pues con la                                                             

14 Regino F. Ramón, Historia general del estado de Coahuila, tomo II, R. Ayunta miento de Saltillo/Universidad Autónoma de Coahuila, 1990, p.166.  

15 AMS, PM, e 39/1, e 59.  

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emulación de maestros y discípulos se conseguirá mejor el fin principal de las escuelas. 3.-Que como sea, a ésta se le aplique el producto del rédito de la expresada obra pía.»16 La verdad sea dicha, hubo instrucción para una parte de la población, gracias al esfuerzo de los sacerdotes, aunque haya sido para multiplicar misioneros. Las familias pudientes contrataban de su propio peculio algún preceptor que acertaba llegar a Saltillo, Parras, Monclova y Patos que eran los centros urbanos un poco más desarrollados. Por ejemplo, en la hacienda de Patos, en 1806 trabajaba Don Santiago Morales como preceptor de primeras letras, con un sueldo de 190 pesos anuales. Su salario, dada la miseria en que vivía el Ayuntamiento, lo proveía el producto de la venta de una finca donada por alguna familia del lugar. Osado, solicitó la ayuda del comandante general de la Provincias Internas de Oriente para que intercediera a fin de que le fuera aumentado su raquítico pago; el apoyo del comandante se limitó a instar a las autoridades del Ayuntamiento para que vieran la forma de incrementar el sueldo. El gobierno estaba empeñado en dirigir la educación y asumía el compromiso que significaba ese objetivo. En 1809 llegó a Saltillo el presbítero Ignacio Nogueira con cartas de recomendación que lo señalaban como «Buen Maestro Examinado» lo que era garantía de su calidad. Llegó a esta ciudad originalmente contratado por familias pudientes para enseñar a sus hijos a «leer, escribir, cuentas y catecismo». El Ayuntamiento aprovechó su llegada para pedirle que abriera una escuela desti-nada a «hijos de pobres y huérfanos». El precio que puso a sus servicios fue de 500 pesos anuales; el Ayuntamiento sólo contaba para ese rubro con 150 pesos. No se arredraron y solicitaron el permiso correspondiente a la intendencia de San Luis Potosí de la que dependía, para ser uso de los fondos respectivos. El permiso les fue concedido; sin embargo no pudieron mantenerlo por mucho tiempo. Este hecho, aunque aislado, nos da la idea de la consideración de los gobernantes de ese tiempo en el valor de la educación como un instrumento cuando menos de homogeneización. Desde luego, carente de una visión clara. En la realidad, el control de la educación seguía en manos de personas que mantenían una enseñanza obsoleta, centrada en la doctrina religiosa que privilegiaba la sumisión al mandato de los reyes. La invasión francesa a España y el encarcelamiento de Fernando VII, obligó a la formación de las Cortes de Cádiz, que se reunieron a partir de 1810, con el afán de dar gobernabilidad a España y sus colonias. Finalmente lograron emitir una Constitución con tintes liberales; esta Constitución se elaboró en plena lucha independentista de la Nueva España. El conflicto no impidió su aplicación, al

                                                            

16 Gazeta del Saltillo, Año IV, No. 4, órgano del AMS, PM, e 39/1, e 59. 

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menos hasta la promulgación de la Constitución de 1824, elaborada en uno de los periodos en que los liberales controlaron el gobierno del país. Decisiva fue la participación de Miguel Ramos Arizpe en la fundamentación de los principios liberales que la caracterizaron. Arizpe asistió a las Cortes de Cádiz en representación de las Provincias Internas de Oriente, a las que pertenecía Coahuila. Ahí presentó un informe sobre el estado de la educación, al principio del que fue considerado caótico siglo XIX: « ... La situación de estas cuatro Provincias Internas de Oriente, su sistema de go-bierno interior, y en general de la Monarquía tan notoria y prolongadamente ale-targado, han influido desgraciadamente en que no se conozca en estas infelices provincias un establecimiento ordenado de educación popular. Sólo en la Villa de Saltillo, primera de la Provincia de Coahuila, y en Monterrey, Capital del Nuevo Reyno de León, hay una dotación fija para la subsistencia de un maestro de primeras letras. Los presidios y villas de más numerosa población sostienen, de los fondos de las compañías y contribuciones voluntarias de algunos padres de familia, a algunas personas ineptas o de mala conducta con el nombre de maestros, que regularmente se entretienen en mal enseñar la doctrina cristiana, siendo por lo común incapaces de enseñar principios de una regular educación pública ... ¡Desgraciada juventud americana! ¿Es posible que se intente deprimir las más bellas disposiciones de la naturaleza y mantener al hombre en una brutal ignorancia para más fácilmente esclavizarlo".»17 La Constitución de Cádiz en lo educativo, presentaba adelantos significativos en cuanto a ampliar la cobertura de escuelas gratuitas (Art. 366°); determinar la elaboración de planes y programas de estudio (Art. 368); establecer obligaciones para las diputaciones provinciales y ayuntamientos, en lo concerniente a dirigir la instrucción que se impartiría (Cap. II, Art. 12°); definir los mecanismos mediante los que se sostendrían las escuelas creadas (Cap. 1, Art.l4 ); y disponer la funda-ción de la Dirección General de Estudios (Art.369), ubicada en la capital del reino y con la función específica de «cuidar la instrucción pública». La Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada el 18 de marzo de 1812, inició prácticamente la enseñanza oficial y las acciones para controlarla. La situación de caos que vivía España, las ideas revolucionarias derivadas del enciclopedismo Francés, así como los ejemplos de liberación mostrados por las Trece Colonias y los franceses, cayeron como anillo al dedo en las colonias espa-ñolas que ya acusaban un serio deterioro económico; un avanzado e insoportable sistema de explotación de los indios, los mestizos y las castas; el desplazamiento de los criollos de los órganos de poder y riqueza y las imposiciones monopólicas y

                                                            

17 Miguel Ramos Arizpe, «Memoria presentada en las Cortes de Cádiz», en: Miguel Ramos Arizpe, Antología biográfica, 1843‐1993, Saltillo, Gobierno del Estado de Coahuila, 1993, p. 168.  

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anacrónicas de la metrópoli en diversos órdenes, propiciaron un incierto movimiento de independencia que maduró en la contienda. En México, fue a través de los conspiradores de Querétaro que se inició la rebelión comandada por Miguel Hidalgo y Costilla. Así las cosas, a Coahuila, en plena Feria de Saltillo, llegó la noticia de la insurrección de Hidalgo. El gobernador, coronel Antonio Cordero fue informado de le rebelión por el propio Félix María Calleja del Rey, el día 28 de septiembre de 1810. Con diligencia, estableció un plan para combatir a los insurrectos y evitar penetraran a estas tierras. Para el mes de octubre, día 15 para ser precisos, el obispo de Linares Primo Feliciano Marín de Porras, desde Saltillo donde pasaba unos días con motivo de la feria, lanzó una violenta amenaza de excomunión a quienes apoyaran a los belicosos insurgentes. Parco en las palabras, el Obispo de Linares dijo así: « ... Debéis desde ahora, y luego que recibáis nuestras letras o mandatos, haceros públicos pregoneros de la debida y justa obediencia a nuestro legítimo Soberano; de la sumisión de los Magistrados establecidos; del resultado infeliz y consecuencias desgraciadas que siguen inevitablemente a la rebelión; y de que quebrantadas las barreras de la subordinación, no hay templo, no hay sacerdocio; y estas felices Provincias a quienes en estos últimos tiempos quiso el Dios de las misericordias revelar su Evangelio por una portentosa encadenación de prodigios, recaerán con asombro de toda la tierra en el abismo de la infelicidad de que había sacado su brazo omnipotente ... [Intentaron levantarse los ahí presentes cuando el amable obispo remachó] ... Prohibiendo como prohibimos bajo la pena de excomunión mayor y otras a nuestro arbitrio a todos los legos, seculares, y además de esto de suspensión IPSO FACTO INCURRENDA a todos nuestros eclesiásticos, tanto domiciliarios como forasteros, seculares y regulares de nuestro Obispado que retengan u oculten o traten de ocultar dichas proclamas que nos remitirán bajo las misma penas dentro del tercer día ... reunidos y animados todos del espíritu de fidelidad que siempre los ha distinguido, hagan desaparecer de nuestras provincias la rebelión que nos amenaza ... la detestación de nuestros excesos, el clamor y los gemidos exhalados y arrojados de un corazón penetrado de la nada de todas las cosas y de la grandeza de Dios, han de ser la llave que nos ha de abrir las puertas del cielo y quebrantar el ímpetu de nuestros enemigos ... ».18 El obispo siguió, pero aquí paramos sus alentadoras palabras. Sin embargo, en tanto llegaban a la conciencia tales dicterios, el plan de defensa se puso en operación con un ejército reclutado de todas las jurisdicciones y guardias de presidios, a los que se sumaron indios tlaxcaltecas. En 1811 se notifi-có que el ejército insurgente tomó San Luis, Potosí, por lo que los realistas se

                                                            

18 Regino F. Ramón, op. cit., pp. 321‐322.  

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acantonaron en Aguanueva para esperarlos y trabar combate, lo que no sucedió pues muchos realistas se unieron al enemigo el 7 de enero de 1811. El desenlace sobrevino y Mariano Jiménez entró a Saltillo el 8 de enero, después de hacer prisionero al gobernador Cordero, en Mesillas. Otro fiel seguidor de los realistas era Manuel Royuela, Tesorero de las Cajas Reales de Saltillo, quien logró salvarse; siguió camino a Béjar y fue capturado en Río Grande con 300,000 mil pesos del dinero que los mineros de Mazapil dejaron bajo su custodia. Hidalgo llegó en marzo, ya sin el cargo de Jefe del Ejército, mismo al que fue nombrado Ignacio Allende en Saltillo , donde se ratificó la renuncia del cura Hi-dalgo, al que únicamente le dieron el título de Generalísimo. El día 17 salieron a Monclova con destino a Estados Unidos, pues Calleja se aproximaba. La traición los esperaba en Baján cerca de la capital del Estado. Emboscado, estaba Ignacio Elizondo con 342 soldados. Ignacio Elizondo, pleno de orgullo por el éxito de su plan, declaró en comunicado al Gobernador que «Al ver el honor con que V. S. ha mirado mis informes acerca del lance glorioso de Baján, que redimió a esta provincia, de los insurgentes; que en virtud de ellos se ha servido V. S. declarar el uso de las gracias concedidas por el señor comandante general a los individuos que me acompañaron y que por un efecto de mi inadvertencia, no gozan de las que legítimamente les corresponden ni el capitán que era entonces de voluntarios don Sebastián Rodríguez ni el señor Barón de Bastrop, a quienes de resultas de acuerdos que yo tuve con el señor tesorero [Royuela] despaché al Saltillo bien instruidos para que a más de darme razón de la fuerza de los rebeldes, unidos con ellos, los condujesen rectamente por el camino de Baján para que cayesen en el lazo que les tenía preparado ... » Líneas más adelante reafirma el « ... particular mérito que en la contrarrevolución de esta provincia tuvo el señor tesorero don Manuel Royuela ... » .19 La carta está fechada el 27 de junio de 1812 en Sabinas. Ignacio López Rayón y José María Liceaga habían quedado en Saltillo; de aquí se dirigieron al sur donde Morelos continuaba la lucha. En Zitácuaro, el 19 de agosto de 1811, López Rayón organizó la Suprema Junta Gubernativa de América a la que se incorporó Morelos. La Junta, de ideas moderadas y de tendencia impe-rialista, no fue obedecida por Morelos que francamente se oponía al restableci-miento de una monarquía. Fue contundente al señalar: «como es tan pública y notoria la suerte que le ha ocurrido a este grandísimo hombre [Fernando VII], es necesario excluirlo para dar al público la constitución».20 Declaró el 23 de di-ciembre de 1812: « ... ya no hay España ... ya no hay Fernando VII porque o él se quiso ir a su casa de Borbón a Francia y entonces no estamos obligados a                                                             

19 "Vito Alessio Robles, Acapulco, Saltillo y Monterrey en la historia y la leyenda, México, Editorial Porrúa, 1978, pp. 473‐474.  20 Silvio Zavala, Apuntes de historia nacional 1808‐1974, México, El Colegio Nacional/Fondo de Cultura Económica, 1990, p. 32.  

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reconocerlo por rey, o lo llevaron a la fuerza y entonces ya no existe ... ».21 Con ideas políticas y socioeconómicas más radicales, mantuvo la guerra de independencia con brillantes campañas hasta crear el Consejo Supremo Nacional, proclamar la soberanía e independencia total y dar al país un cuerpo legislativo liberal con la Constitución de Apatzingán en 1814. Su animadversión a España abarcaba en forma especial a las Cortes de Cádiz. Les reclamaba la parcialidad, egoísmo e insinceridad con que actuaron, pues declararon su independencia pero no permitieron a las colonias el mismo derecho. Prisionero en noviembre de 1815, murió fusilado el 22 de diciembre de ese año. Se llevó a la tumba el catálogo de adjetivos con los que fue satanizado por el Santo Oficio, que lo tachó de « ... hereje, materialista y deísta y traidor de lesa majestad divina y humana, y como enemigo cruel del Santo oficio».22, maldición que en la tierra les llegó a sus hijos y descendientes. La Constitución de Apatzingán tuvo como fuente de inspiración las similares de franceses y españoles, sustentadas en el modelo liberal- democrático. Planteaba el principio de la soberanía popular, lo que conducía al derecho de instalar y cambiar gobiernos, tan sólo con la voluntad del pueblo. Establecía el equilibrio de poderes de los que el órgano supremo era el Congreso, porque en él se depositaba la voluntad popular, representada por los diputados de todas las provincias. El ejercicio de gobierno se daría en forma mancomunada: en el Ejecutivo, por tres personas y en el Judicial, por cinco. La religión se proclamó como única, así como la igualdad ante las leyes Tras la muerte de Morelos, Nicolás Bravo dirigió el movimiento hasta que fue destituido por el Congreso Supremo y entonces asumió el liderazgo Manuel Mier y Terán quien a su vez disolvió el Congreso. Francisco Javier Mina, importado de la «madre patria» y Vicente Guerrero, continuaron la lucha, dándole además, sentido al movimiento en lo intelectual, al través de una imprenta, misma que por razones de amistad entre Mina y Ramos Arizpe vino a parar a Saltillo y sirvió al «Mapache» para difundir algunas de sus ideas. Para el insurgente español, Fernando VII era un traidor, ya que tras la derrota de Napoleón tomó el trono de España, pero habiendo jurado la Constitución de Cádiz, se alió a la reacción y reprimió a los liberales, olvidando su juramento. Expresaba su convicción de que la Independencia era una causa justa y la cerrazón de España había sumido en la miseria a las colonias, pues jamás permitió una política comercial de puertas abiertas. Mina fue fusilado el 11 de noviembre de 1817, después de ser capturado en El Venadito, un rancho de Guanajuato. La insurgencia era ya un movimiento de facciones, y los objetivos habían cambiado. Para 1820 aún se mantenía Guerrero en la lucha, cuando se produjo una

                                                            

21 idem, p. 37.  22 Idem, p. 32. 

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sublevación liberal en España que obligó a Fernando VII a restaurar la Constitución de Cádiz. Esta sublevación fue dirigida por Rafael del Riego, el 19 de enero, con la que proclamó la vigencia de la Constitución de 1812. Triunfó el 9 de marzo y creó una Junta Provisional Consultiva. Y, todo en día 9, pero ahora de julio, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución que aunque monárquica tenía principios liberales. Este hecho no fue del agrado de la Iglesia colonial, porque significaba la supresión de muchos privilegios. Además, a muchos peninsulares no les era conveniente porque peligraban sus intereses y motivaba una eventual rebelión del clero, por lo que decidieron organizar una serie de reuniones clandestinas dirigidas por Matías de Monteagudo, denominadas la "Conjura de la Profesa", para restablecer el estado de cosas. Los criollos europeos y los peninsulares, decidieron proclamar la independencia del país para que el nuevo gobierno liberal no les quitara sus privilegios. Iturbide era el hombre adecuado para llevar a la práctica sus propósitos. lturbide era un criollo realista que tenía una trayectoria nada recomendable, pues entre otras «travesuras», se había quedado con el dinero de un convoy comercial bajo su cuidado. Pactaron con él e inició su campaña. Se enfrentó a Guerrero, pero éste le infligió una derrota que lo hizo recapacitar. Buscó aliarse con el insurgente, convencerlo de dejar el movimiento y unificar sus ejércitos en tomo a tres garantías: religión, independencia y unión. Aquél, consciente de lo precario de su fuerza para continuar la lucha, aceptó. Pero Iturbide no tardó mucho en manifestar sus verdaderos propósitos. Proclamó en febrero de 1821 el Plan de Iguala por el que se proponía una monarquía constitucional, con lo que se propició la inconformidad de algunos, la adhesión de otros y el desconcierto generalizado. En ese tiempo, Joaquín de Arredondo fungía como Comandante General de las Provincias de Oriente y al tener información relativa a que los pobladores de Saltillo apoyaban el referido Plan, después de muchas «habladas», costumbre en él por su fatuidad e intolerancia, envió a Pedro Lemus y Nicolás del Moral con sus ejércitos a darles una lección a los Saltillenses por semejante atrevimiento. Pero sus enviados se unieron a José Marcelino González, regidor de Saltillo y cabeza visible de la adhesión a Iturbide, y juntos, con un grupo de vecinos, juraron la Independencia, en julio primero de 1821; al día siguiente lo hicieron en la Cuesta de los Muertos para que los escuchara Arredondo que se encontraba en Monterrey. La conducta del, hasta ese momento Comandante, había sido por demás contradictoria, pues inicialmente atacó a Iturbide y luego lo apoyó. No tardó mucho tiempo en ser depuesto; el 14 de agosto fue nombrado Gaspar Antonio López en su lugar. Las autoridades de Coahuila juraron su adhesión a la Independencia y nombraron una Junta Gubernativa Provisional el mes de julio, integrada por Francisco Antonio de Iturbide en la presidencia además de Juan Nepomuceno de la Peña, Pedro Lemus, Rafael Ramos, Juan Martínez, Juan González, José Ignacio de Arizpe, José María de Letona, y como secretario, José Joaquín de Arce y Rosales. Sin embargo, seguía rigiendo el sistema gubernamental ordenado por la Constitución

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de España. Ese mismo mes llegó un buen amigo de Ramos Arizpe, Juan O Donojú, en calidad de Virrey y con la difícil misión de calmar los ánimos y lograr una alianza entre la Colonia y España. En sus palabras dejó clara su posición y el objetivo de su misión: «yo no dependo de un rey tirano, de un gobierno déspota; yo no perte-nezco a un pueblo inmoral; de una vez, yo no vengo al opulento imperio mexicano a ser un rey, ni a amontonar riquezas ... »23 Firmó con Iturbide el Tratado de Córdova por el que se reconocía la soberanía e independencia de México y el establecimiento de un gobierno monárquico constitucional moderado, el 24 de agosto de 1821. El 27 de septiembre, entró el Ejército Trigarante a la ciudad de México encabezado por Iturbide; acto seguido, formaron la Junta Provisional Gubernativa y la Regencia, y se firmó el acta de Independencia del Imperio Mexicano. Tras la consumación de la Independencia, el país vivió un desconcierto explicable. Se estableció una Regencia que en dos etapas -1821 y 1822-, fue la responsable de gobernar; aunque en realidad quien mandaba era el oportuno Agustín de Iturbide, quien no tardó mucho en proclamarse emperador de la nueva nación, que adquirió el nombre de Imperio Mexicano. A la caída de lturbide, el Imperio fue sustituido por un Gobierno Provisional. Pero al triunfo de los federalistas, rigió el sistema federal desde 1823 hasta 1834, con una Constitución de por medio, la de 1824. Con ellos, nos llamamos Estados Unidos Mexicanos; con los centralistas, República Mexicana. En 1835 asumieron el poder los centralistas, por lo que tuvimos una República Central hasta 1843. Por este sistema, suprimieron las legislaturas de los estados y éstos, de acuerdo a la estructura jerárquica, recibieron el nombre de departamen-tos. Volvieron los federalistas por un breve tiempo, de 1844 a 1845; los centralis-tas los sustituyeron en 1846, mismo año en que los federalistas dominaron hasta 1853. Se instauró una dictadura, también de los centralistas, desde 1853 hasta 1855. Por fin reaparecieron los federalistas que lograron dominar de 1855, en adelante. Aunque no les fue fácil, tuvieron que compartir el poder con una Regencia en 1863-1864 y con el Imperio de Maximiliano, en los años 1864-1867. Pero volva-mos a Coahuila. En 1822 las cuatro Provincias Internas de Oriente estaban conformadas por Coahuila, Nuevo León, Nuevo Santander y Texas; las gobernaba el coronel Gaspar Antonio López que radicaba en Monterrey, por ser ésta la capital de las

                                                            

23 Idem, p. 57.  

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provincias. En medio de un desorden rampante, y una economía desastrosa, gobernaba López, pues además de no aplicar los reglamentos, no daba facultades a los gobernadores de los estados y no se coordinaba con ellos. Situación que aprovechó Miguel Ramos Arizpe para convertir a Saltillo en la capital de las provincias. El asunto, aunque parece intrascendente sí ocasionó serias disputas entre S al tillo y Monterrey. Pero también Monclova, la capital, vivía en constante perturbación por las ambiciones de Arizpe, pues también estaba decidido a que la capital del estado se trasladase a Saltillo. El mes de abril de 1822, y por influencia de Arizpe, el coronel López no tiene más remedio que establecer su cuartel general en Saltillo, con lo que de facto colocaba a esta ciudad como la capital de las Provincias Internas. A los neoloneses no gustó la decisión, así que protestaron. El 19 de julio, lo hizo Juan Bautista de Arizpe, diputado por Nuevo León; también el Ayuntamiento de Monterrey, que desde el año anterior había insistido en la conveniencia de que fuese su ciudad la depositaria de los poderes en forma definitiva. Mucho fue lo que se discutió, pero nada igualó la rabia de Fray Servando Teresa de Mier, en contra de su pariente, Arizpe. Su respuesta fue significativa: «El Chato se salió de Madre»24. En una ocasión, con motivo de las reuniones al segundo Congreso Constituyente de 1824, dijo en tono de burla: « Venga ese famoso patriota Ramos Arízpe, oráculo de mis paisanos, a intrigar para poner en el Saltillo: Audiencia, Comandancia General, Intendencia y Universidad, como todo lo consiguió en España ... »25 La llegada de Gaspar López y sus guarniciones trajo como agregada valiosa una imprenta, y con ella, a su custodio Samuel Bangs. La imprenta fue colocada en el edificio que ocupaba el Ayuntamiento, frente a la Plaza de Armas. Curiosamente, ambos, Bangs y la imprenta, acompañaron a Mina, a su llegada a México. Fue precisamente en la bahía de San Luis en Galveston, el 24 de noviembre de 1816 que imprimieron las proclamas independentistas. Aunque, desde el 25 de mayo de 1812, en Nacogdoches se imprimió la Gaceta de Texas, y en junio 19, El Mexicano. Después de las proclamas impresas por Bangs, y en su avance, Arredondo hizo prisioneros a Mier y Bangs. Bangs, con todo e imprenta fue llevado a Monterrey. De esa ciudad llega a Saltillo en ocasión del traslado del comandante López. Aquí, el 27 de mayo del mismo año, imprimió un folleto que reprodujo el manifiesto de Iturbide, de fecha 18 de mayo. El título lo dice todo: «Viva nuestro Emperador Don Agustín de Iturvide». Servando Teresa de Mier no descansaba en su afán por devolver a Monterrey lo que el cura Arizpe les había quitado; así que el 30 de abril de 1823 dirigió una

                                                            

24 Vito Alessio Robles, Acapulco, Saltillo y Monterrey ... , op.cit.,p. 199.  25 Vito Alessio Robles, Coahuila y Texas op.cit., p. 125.  

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misiva a Bernardino Cantú que resulta significativa. En ella dispone y aclara: «Allá envío de comandante general y jefe político a Garza que lo remediará todo y no sucumbirá a las seducciones de los saltilleros. Ya dije a Garza se lleve a Monterrey la imprenta, que es mía ... »26. La imprenta se regresó a Monterrey el 25 de junio de 1823. Bangs, ya sin imprenta viajó a Estados Unidos. En 1827, de regreso, llegó a Tamaulipas, donde radicó dos años; de ahí, a Saltillo, en 1829, donde vendió una imprenta al gobierno del Estado y con ella editó el primer periódico llamado Gazeta Constitucional de Coahuiltejas, cuya suscripción de cuatro números costaba dos reales, y se podía adquirir en la Botica de Ignacio Zendejas o en la oficina local de correos. Servando Teresa de Mier, hacia el fin de su vida, sintiendo la muerte próxima, pidió al presidente Guadalupe Victoria fuese el Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos quien le impartiera los últimos sacramentos en ceremonia por demás espectacular, con acompañamiento de soldados y música. La ceremonia, por demás extraña, fue preparada; Teresa de Mier estuvo al tanto de las invitaciones. El día fijado fue el 16 de noviembre de 1827, por la noche. Demás está decir que fue un éxito. El futuro muerto pronunció un discurso y el ministro le «aplicó los santos óleos». Mier murió hasta el3 de diciembre del año de marras. El Ministro de Negocios y Asuntos Eclesiásticos era precisamente Miguel Ramos Arizpe. Fray Servando era apasionadamente antiliberal, y para muestra, basta mencionar su famosa declaración: « ... Llámense cien hombres, no digo de los campos, ni de los pueblos, donde apenas hay quien sepa leer, y pregúnteseles que casta de animal es la república federada; aun en esas mismas galerías que nos oyen, pregúnteseles y doy mi . pescuezo, si no responden treinta mil desatinos. ¡ Y esa es la pretendida voluntad general con que se nos quiere hacer comulgar como a niños! Esa voluntad general numérica es un sofisma, un mero sofisma. »27 Con la promulgación de la Constitución de 1824, surgieron nuevos tiempos para nuestro estado, nada tranquilos por cierto. Era el «Estado de Coahuila y Texas», como parte de la Primera República con carácter federal, representativo y popular. Coahuila y Texas, como los demás estados de la federación fue declarado inde-pendiente, libre y soberano. Pero, para colmo de males, era además, el más pobre de la federación y uno de los más extensos con 800,000 kilómetros cuadrados y con una población de 70,000 habitantes, sin infraestructura de ninguna especie. Con más esperanza que certidumbre, el 15 de agosto de 1824 instalaron el Primer

                                                            

26 Idem., p. 126.  27 Carlos Alvear Acevedo, Historia de México, México, Editorial Jus, 1995, p. 232.  

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Congreso del nuevo estado, y en tanto se concluía la Constitución, nombraron un gobernador provisional que fue el coronel Rafael González. Los miembros del Congreso hicieron el siguiente juramento: «¿Juráis por Dios Nuestro Señor y por los Santos Evangelios conservar y de-fender en este Estado libre de Coahuila y Texas la religión Católica Apostólica Romana sin tolerancia de ninguna otra?- Sí juro. ¿Juráis igualmente cumplir y hacer cumplir La Acta Constitutiva y la Constitución General de los Estados U nidos Mexicanos que diere el Soberano Congreso General? - Sí juro. ¿Juráis asimismo haberos bien y fielmente en el encargo que el Estado os ha encomendado, mirando en todo por el bien y prosperidad del mismo Estado? -Sí Juro. Si así lo hicierais Dios os lo premie; y si no os lo demande».28 El 11 de mayo de 1827 se expidió la Constitución, por la que se organizó el estado en tres Departamentos: Béjar, Monclova y Saltillo. Gracias a que fue la sede del Congreso y a la tozudez de Ramos Arizpe, Saltillo fue declarada capital del estado, lo que no gustó nada a los habitantes de Monclova. En fin, emitieron la convocatoria para elegir a las nuevas autoridades. El primero de agosto de 1827 tomó posesión como gobernador José María Viesca. Más tarde, el 30 de abril de 1828, este mismo Congreso elevó a la categoría de ciudad a la Villa del Saltillo con el nombre de Leona Vicario y al pueblo aledaño (San Esteban de la Nueva Tlaxcala), con el de Villalongín. A partir de Viesca, en 1827 y hasta Gustavo Espinosa Mireles en 1920, para tener una idea del caos que vivió el estado, baste señalar que hubo más de cien gobernadores. Fue Coahuila y Texas desde 1824 hasta 1848; y Nuevo León y Coahuila de 1857 a 1864. Sufrió constantes asonadas, ataques de indios e invasiones de norteamericanos y franceses, y por si fuera poco, la mutilación de su territorio y siempre una economía precaria. Pero también vivió problemas internos entre los pobladores de sus principales ciudades, Monclova y Saltillo, por ganarse la categoría de capital del estado. El litigio lo originó Ramos Arizpe al interceder para que se cambiara la sede de la capital, de Monclova a Sal tillo. Para colmo, habría que agregar la inquina de Santa Ana, Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, quienes en su momento, le hicieron ver su suerte al maltrecho y pobre estado, y todo porque aquí sufrieron desaires y dolorosas derrotas. En los primeros años de vida independiente, el gobierno central importó un modelo educativo «innovador», para demostrar que el nuevo régimen se preocupaba por

                                                            

28 Esteban L. Portillo, Anuario coahuilense para 1886, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Gobierno del Estado de Coahuila, 1994, p. 292.  

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modernizar la enseñanza. Así, instauró el lancasterianismo o Sistema de Enseñanza Mutua, en la escuela «Filantropía» el año de 1823, en los altos del exconvento de los Betlemitas, en la capital del país. El sistema, en realidad no co-rrespondía a lo que sus propagandistas exaltaban; ni era nuevo ni eficiente. La única diferencia con los sistemas en uso, constituía su disciplina casi militar y sus exóticos utensilios para cambiar de clase. Y sí, formó maestros gracias al meca-nismo de usar a los alumnos más aventajados para que ayudaran como «monitores». Definitivamente era barato: un maestro llegó a controlar, a doscientos alumnos. La Compañía Lancasteriana y su sistema mutuo, si bien no constituía un sistema de avanzada en el resto del mundo (para cuando Joseph Lancaster y Andrew Belllo aplican con ciertas reformas ya era anacrónico por su carácter mecanicista), resolvió la impronta de una necesidad de masificación; singular, si agregamos el hecho de que paralelamente apuntalaron la formación de maestros. Sus miembros aunque respondían a toda una vertiente religiosa (Lancaster era cuáquero; Bell, anglicano) tuvieron la suficiente flexibilidad para adecuarse a las diversas ideolo-gías en tumo. Su documento fundamental era la «Cartilla Lancasteriana: Sistema de Enseñanza Mutua para Escuelas de Primeras Letras en los Estados de la República» de Agustín Buenrostro, publicada en 1824. El sistema de enseñanza mutua propuesto por la Compañía tenía eso sí, toda una estrategia de mercadotecnia que convenció a las autoridades. En su proyecto inicial, aprovechaban la disposición arquitectónica del convento de los betlemitas, ya que su nave central tenía forma de «T»; en la intersección se colocaría el maestro, desde donde controlaría a más de 1000 alumnos, gracias a los monitores que se distribuían en los diferentes niveles en que se ubicaría a los estudiantes: Aún cuando no llegó a tener en un mismo ciclo los alumnos que pretendía atender, fue una novedad. Aplicaron estrategias de trabajo que dieron actividad a los alumnos, aunque no fuera más que para moverse de un lugar a otro. La organi-zación de un grupo era en sí original. Los alumnos de nuevo ingreso iniciaban con el aprendizaje de la lectura, para, una vez dominada, proceder a escribir. La escri-tura se practicaba en una caja de arena y los de mayor nivel en pizarras. Dentro de cada nivel se dividían en grupos de diez personas que trabajaban dirigidos por un «monitor», formados en «semicírculos». Todos los niveles traba-jaban en el mismo salón de clase. Para evitar interrupciones y desorden, cada grupo de trabajo contaba con un «telégrafo», que a decir verdad cumplía cabal-mente con su cometido. Este aparato era un palo largo que en su cúspide tenía un letrero con los números del 1 al 8 y la expresión «EX»; los números correspondían a la cantidad y secuencia de los temas o actividades a realizar, y la expresión a la etapa en que los monitores revisarían el trabajo de los estudiantes; es decir, el examen. Así, el responsable del semicírculo movía el «telégrafo» para indicar el momento de trabajo en que estaba, lo que permitiría a los demás iniciar lectura

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oral o una actividad que implicara ruido. En todo momento había actividad, pues los estudiantes pasaban de un semicírculo a otro y siempre con expresiones de mando militar y sincronía ejemplar. Una vez que se terminaba la tarea, recibían la orden:

- ¡Manos a las rodillas! -¡Manos sobre la mesa! - ¡Presenten pizarras! -¡Atención!

Tenía reglamentado hasta los traslados. El movimiento se llamaba «evolución» y consistía en poner las manos sobre las rodillas; acto seguido, pasar la pierna derecha sobre la banca, luego la izquierda, ponerse de pie y marchar en fila. Los alumnos que contestaban acertadamente o realizaban un trabajo correcto, ocupaban los primeros lugares; su lugar lo perdían al momento de fallar. Los alumnos eran catalogados de acuerdo a su desempeño con letreros tales como: «aplicado», «desaplicado», «puerco», «desaplicado». Estas nominaciones reci-bían el título técnico de «divisas». Los castigos ni para qué mencionarlos. El procedimiento de enseñanza-aprendizaje era sencillo, consistía en la memo-rización y repeticiones corales. La escuela lancasteriana no fue el único proyecto presentado al Estado mexicano; hubo otros que se le opusieron, aunque sin éxito. Bajo el lema «Unificar la enseñanza de la primera edad ... » un grupo de maestros dispuestos a transformar el sistema de enseñanza, propuso una pedagogía y organización escolar eminentemente mexicanas. Este grupo formó la «Academia de Primera Enseñanza» integrada por destacados hombres de gobierno e ilustres maestros. Dirigidos por Jacobo Villaurrutia, no tuvieron más que la complacencia de las autoridades gubernamentales, no así el apoyo económico necesario. Era el año de 1827 y la época de Guadalupe Victoria como presidente de la República. Al disolverse la Academia, algunos de sus integrantes constituyen el «Colegio Académico Mejicano de Educación Primaria». Este colegio nació con mala estre-lla, además de que no recibió la bienvenida que esperaba, las autoridades lo colo-caron bajo la protección de «nuestra Señora de Guadalupe» y el «Glorioso Mártir San Casiano» que -recordamos- era el santo patrono de los gremios que coordina-ban la educación en la época de la Colonia. En cambio, La Compañía Lancasteriana adquirió poder e inició su intromisión en los asuntos educativos. La Compañía, si bien fue una agrupación civil, tuvo una participación importante en la creación de escuelas normales. En Zacatecas fundó la Escuela del Sagrado Corazón y en Oaxaca la Escuela Normal de Oaxaca, el año de 1824. Más tarde, en 1828 las de Jalisco y Chiapas. A lo anterior habría de agregarse su permanente

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labor a favor de las escuelas primarias. Pagaban buenos sueldos y cuando menos se preocupaban de generar condiciones adecuadas de trabajo y capacitación.    

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Escuela Oficial Benito Juárez 

Allende, 1900   

Archivo Histórico SEPC 

 

 

JUNTAS PROTECTORAS DE EDUCACIÓN En el estado de Coahuila y Texas se emprendieron las primeras acciones para organizar el incipiente «sistema educativo». Previa la consumación de la Indepen-dencia, el imperio español giró las últimas disposiciones para dirigir la instrucción en sus colonias. Una de ellas fue la circular fechada el 9 de octubre de 1820: «circular de la consulta hecha a S.M. sobre el plan de autores que deben adoptarse para la instrucción pública, en todas las universidades y

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establecimientos literarios de la Monarquía, mandada cumplir en ultramar por real orden ... »29 La lejanía, falta de recursos, indolencia de las autoridades y los efectos de la guerra de Independencia, condenó esta circular al archivo.

En 1824, José María Rodríguez, con fecha 16 de septiembre, se dirigió al Ayun-tamiento de Saltillo con el propósito de entregar los bienes dejados por la señora María de Loreto Sánchez del Bosque. Dichos bienes, de acuerdo al testamento, serían distribuidos entre unas sobrinas, una Obra Pía de niñas en primeras letras, otra para enseñanza pública en primeras letras, y caso curioso, una parte para recoger «mujeres de mal vivir». Las tres últimas partidas, se pusieron a disposi-ción del Ayuntamiento, para que efectuara lo que la voluntad de la señora deman-daba.

Ese mismo año, en diciembre, el síndico José María Fuentes, solicitó al pleno del Ayuntamiento que el dinero producto de las obras pías, se aplicara en la insta-lación de un Colegio de educación superior para «evitar de este modo el que an-dando los estudiantes en la Calle, se corrompan y no se consiga aprovechamien-to.»30 El dinero estaba depositado con el prebendado Rafael Ramos Arizpe. Ade-más, propuso se expidieran leyes para gravar las fanegas de maíz que se vendieran en la Villa, de tal manera que el producto de tales gravámenes fuera destinado a mantener el Colegio. Por demás esperanzado, solicitó que se invitara « ... a los Ayuntamientos del Estado a fin de que éstos exciten a los capitalistas de sus vecindades a contribuir graciosamente para la consecución de este proyecto».31 Ni se dio la «graciosa» contribución, ni se fundó Obra Pía alguna. Desconocemos si el Ayuntamiento llevó a cabo la acción de recoger las «mujeres de mal vivir».

En Leona Vicario (Saltillo) existía una escuela oficial llamada El Colegio Nacional y otra en Villalongín (San Esteban de la Nueva Tlaxcala), además de una serie de escuelas privadas que variaban en la cantidad de alumnos con diversos programas de trabajo. Casos había en los que a la par de primeras letras, instruían en costura, cocina y otras habilidades. La educación superior únicamente se daba en el Convento de San Francisco. Ahí se impartían cátedras que poco duraron. Dada la necesidad de contar con una institución de rango superior, la sociedad y el gobierno dedicaron todo su empeño en lograrlo.

El 20 de mayo de 1826, una comisión del Congreso expresó los motivos que urgían la creación de una institución de esta naturaleza, ya que « ... convencida como lo está y lo ha estado de que en Coahuila y Texas más que en otra parte, es de necesidad el que se enseñen públicamente el temor a Dios y el amor a la patria, el respeto a las leyes y la preferencia de honor a los placeres, y aún a la vida misma ... » Muchas fueron las expectativas en tomo a lo que la educación podría procurar para el bienestar social. Así, con un tono de súplica y en un estilo que quiere ser grandilocuente, expresaron en el mismo documento, que la enseñanza debía darse « ... aunque no sea más que para desalojar y hacer frente                                                             

29 Ildefonso Villarello Vélez, Breves noticias históricas sobre el desarrollo de la educación en el antiguo estado de Coahuila y Texas, Saltillo, Escuela Normal de Coahuila, 1944, p. 26.  30 Idem, p. 30.  31 Ibidem. 

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a la ignorancia que asustada y despavorida por la persecución y guerra que le hacen en todos los ángulos de la Federación corre a introducirse aquí, ayudada de los vicios de su comitiva, trabaja con empeño por levantar parapetos y fortificaciones para asegurar así su dominación sobre estos desgraciados habitantes; ... »32

No cabe duda que el Método de Enseñanza Mutua rendía ya sus frutos publici-tarios, a pocos años de haberse instaurado en la escuela de Belén, en la capital de la República. El Congreso del Estado en el citado documento señalaba:

«. .. creyó de su deber el dedicarse más seriamente a examinar esos recursos que propone el Ayuntamiento y consultar ya que no el establecimiento de un Colegio porque para esto siempre le parecieron aquellos impotentes, a lo menos el de una escuela dotada regularmente y desempeñada por un maestro capaz e instruido en el método de Lancaster tan bien acreditado y a que ha debido sus últimos y más ventajosos progresos la enseñanza de la juventud mexicana, nos proporcionase el auxilio de aquellas virtudes, únicas bases sólidas y capaces de sostener el sistema de república que hemos jurado ... »*

La verdad es que el sistema lancasteriano aún no mostraba su eficacia en lo esencial, pues aunque ya habían hecho demostraciones en ceremonias públicas, no pasaban de ser meras exhibiciones de disciplina barnizadas de marcialidad; como tampoco ofrecían un método adecuado a los avances que en esta materia se aplicaban en Europa. Pero la verdad es que no existían muchas opciones, y dadas las condiciones del país y en particular el estado, el sistema fue adoptado por seguir una moda o por su bajo costo (se daba un ahorro considerable ya que sólo requería de un maestro en cada institución). Cabe ponderar una virtud de los miembros de la Compañía: su carácter de adaptabilidad, ya que lo mismo era conservador que republicano, o acerbamente religioso, lo que permitió a esta agrupación, mantenerse por muchos años, tantos, que penetró al mismo porfiriato, con todo ,y su modernidad.

El proyecto de los saltillenses no fructificó, ya que según señalan en el mismo documento « ... los diez y seis mil pesos con que contaba el Ayuntamiento queda-ron reducidos a tres mil, cantidad insuficiente aún para el establecimiento de una escuela ... » El escrito, aunque exhaustivo no se atrevió a especificar el destino del restante dinero, pues muy a pesar de los buenos deseos de los gobiernos municipal y estatal, otras necesidades desviaban su atención, las que correspondían a la lucha permanente contra los ataques de indios y las frecuentes asonadas que parecían ser asunto común y corriente, además de los gastos que implicaba la escasa obra pública.

La creatividad de algunos preceptores suplía la falta de sistemas y modelos educativos, como fue el caso de Juan Inocente de Luna quien propuso a los tlaxcaltecas un serio y completo plan de estudios que comprendía programas gra-duales, por los que se enseñaría desde « ... leer la cartilla hasta cartas, explicar ... la doctrina cristiana, así como la Constitución. En cuentas ... las operaciones                                                             

32 Idem, pp. 37‐38. * Ibidem. 

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fundamentales, de sumar, restar, multiplicar y partir llano [dividir]; reducción de quebrados a un común denominador; a sumar, restar, multiplicar y partir dichos quebrados ... »33 El plan así continuaba, ya que explicaba los contenidos y su desarrollo, hasta prometer a los más avanzados la enseñanza de la Astronomía. Era el año de 1827.

Las autoridades, sin otra alternativa, eligieron el sistema de enseñanza mutua.En el estado, por decreto No. 92, de fecha 13 de mayo de 1829, se dispuso la creación de tres escuelas lancasterianas distribuidas en Saltillo, Monclova y Béjar. José María Viesca, cargado de buenas intenciones, expidió el decreto en el que además se estipulaba un salario de 800 pesos anuales para los preceptores.

Con seguridad, el proyecto se concretó técnicamente debido a la iniciativa de Francisco Ricardo Ramos, un preceptor que trabajaba en el Colegio Nacional de Saltillo. Don Francisco ganaba la cantidad de 365 pesos anuales. Se comprometió a enseñar con el método lancasteriano. Incluso, desde el año anterior al decreto, entregó un programa detallado con el título: «Plan para Enseñar las Primeras Le-tras por el Método Mutuo, Arreglándose en Todo por Él.»34 El documento está fechado el día 30 de octubre de 1828. Resulta por demás significativo destacar que el profesor Ramos hizo adecuaciones a la forma en que operaba el sistema. Veamos:

«Clase la Aquí habrá un instructor, que será un niño el más instruido en la materia. Este enseñará la pronunciación y el silabeo. En una mesa será operación por medio de dados en donde estarán impresas las letras del alfabeto castellano, minúsculo y mayúsculo; instruidos que sean pasarán a la

Clase 2a Aquí habrá un cartel con las sílabas de 1, 2, 3, etc., para que en los mismos términos el niño instructor haga silabar a su rueda hasta la perfección para pasar a la 3.

Clase 3. será precisamente más extensiva ésta y las demás, siguiendo en el mismo orden los elementos de Aritmética Práctica.- Se enseñará a escribir por el autor Torcuato Torio de la Riva, ... »

A continuación, el referido Ricardo Ramos explicaba los niveles por los que debían transitar los niños en su educación. En las clases 1 a y 2a describía los tecnicismos que ayudarían a los alumnos a aprender mejor y precisaba medidas de mesas, sillas e instrumentos de escritura. A través de la lectura de las clases 3, 4, 5,6, 7, Y 8 nos damos cuenta de la organización curricular que para ese tiempo constituía una novedad, adecuada a las nuevas políticas nacionales, toda vez que incluía urbanidad, moral y política. En urbanidad la guía era el catecismo del padre

                                                            

33 AMS, PM, e 18, L 9, e 31.  

 

34 Ildefonso Villarello V élez, op. cit., pp. 31‐32.  

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Santiago Delgado de Jesús María; el Catecismo de Ac Kermann, la que correspondía a moral; en política, la Constitución del Estado. Aún más, proponía doctrina con base en el catecismo del padre Ripalda, al que agregaba el de Claude Fleury.

Viesca se topó con la realidad. Por falta de recursos no pudo cristalizar su pro-yecto. Emprendedor, volvió a la carga, el13 de abril de 1830 y dispuso se abrieran escuelas públicas y días después, la impresión de libros y la elaboración de meda-llas para estimular a alumnos y maestros.

En 1831, el 2 de abril, fue derogado el decreto que impuso a Saltillo el nombre de Leona Vicario ya San Esteban de la Nueva Tlaxcala, el de Villalongín. El decreto unió las dos poblaciones bajo un sólo nombre, el de Saltillo, Esta ciudad dejó de ser capital el 9 de marzo de 1833; Monclova la sustituyó entre un pleito de pronóstico reservado; intervino el gobierno general y Saltillo volvió a ser capital de Coahuila y Texas, el 21 de mayo de 1835. El asunto no quedaría así.

Sin avances significativos, entre los siglos XVIII y XIX, la enseñanza de las primeras letras se remitía a la forma sucesiva, en la que la lectura y la escritura se daban por separado. Primero era la lectura basándose en deletreo que se superaba con la combinación de letras en sílabas que debían memorizarse con base de repetición; de esta combinación se pasaba a formar palabras, siempre por deletreo, desde luego, en forma rítmica y en coro. La escritura ya era asunto de estudios más avanzados donde importaba más la forma que el fondo, de tal manera que era un verdadero privilegio dibujar la caligrafía denominada Redondello y Bastardo, al finalizar el siglo XVIII. Ya entrado el XIX, los métodos de los españoles Francisco Xavier de Santiago Palomares y el de Torcuato Torío de la Riva se sucedían en popularidad de acuerdo a la tendencia dominante.

Es importante señalar que para ser un buen maestro, una de las habilidades destacables constituía el demostrar conocimiento de los instrumentos de la escri-tura y saber prepararlos; lo que era un difícil arte, ya que se usaban plumas de ave y tinta con una poción de vinagre y marmaja. Aprovechaban los prodigios caligráficos para practicar el deletreo y formar la conciencia en principios morales con base en la repetición coral de letreros con frases grandilocuentes, inscritas en la pizarra o carteles. Generalmente estos aspectos morales de doctrina cristiana, se sustentaban en los contenidos del Catón Cristiano o el Catecismo de Ripalda.

En 1831, Coahuila y Texas contaba con una población de 79,169 habitantes de los cuales se instruía a 3,020 alumnos en 28 escuelas de primeras letras, de las cuales 13 eran oficiales. Cada escuela era atendida por un maestro. Sólo existía una institución de educación superior y era el Colegio ubicado en el Convento de San Francisco de Saltillo, dirigido por los frailes. Aún las escuelas se remitían a enseñar a leer, escribir y contar; se mencionaban algunas leyes estatales; y todavía los puntos fundamentales del «Catecismo de Ciencias y Artes de Ac Kermann»; y desde luego, la religión católica.

Dada la miseria y dispersión territorial en que la mayoría de la población vivía, las escuelas se sostenían con fondos derivados de «obras pías» y cuotas que pagaban los alumnos pudientes. El gobierno estatal, sin embargo, se propuso la

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difícil misión de crear escuelas públicas gratuitas, otorgar premios a los alumnos destacados y distribuir uno que otro texto.

El 27 de abril de 1833 y por el decreto 229, se crearon las «Juntas protectoras de educación pública», formadas por el Jefe de Policía, el Párroco del lugar y un vecino. Las Juntas tenían como objetivo: «atender todo lo concerniente a la instrucción de la juventud». Con este decreto, expedido por el gobernador Juan Martín de Baramendi, se definieron contenidos; determinaron sueldos de maestros; precisaron número de alumnos a atender; fijaron montos de cooperación de los vecinos, estipularon estímulos a los alumnos destacados y garantizaron el sostenimiento de los planteles.

En 1833, el presidente de la República, Valentín Gómez Farías, expidió una serie de ordenamientos ya plenamente liberales. Estos ordenamientos se integraron en las «Leyes y Reglamentos para el arreglo de la instrucción pública en el D. F.», mejor conocidos como la «Reforma del 33», por las implicaciones que trajeron. La reforma suprimió la Universidad de México y creó la Dirección General de Instrucción Pública (Art. 1°); el mismo artículo especificaba que la Dirección estaría integrada por el vicepresidente de la República y seis directores. Por demás claros y determinantes, los liberales Imprimieron al organismo una serie de facultades que no dejaban lugar a duda de que actuaban en serio. Algunos de los objetivos buscaban: dar libertad al régimen interno de las escuelas, posibilitar el libre ejercicio de la profesión de maestro y eliminar el monopolio del Estado sobre el servicio educativo. La nueva Dirección tenía como misión integrar al país, apoyado en la generalización de la instrucción elemental, como opción viable para llegar a todos los mexicanos con principios semejantes. Así, su propósito se centraba en: «1° Destruir todo cuanto era inútil o perjudicial a la educación y enseñanza, 2° establecer ésta en conformidad con las necesidades determinadas por el nuevo estado social y, 3° difundir entre las masas los medios más precisos o indispensables para aprender.»>35

Con Gómez Farías, participó José María Luis Mora integrado al Comité para la Enseñanza, creado en septiembre 20 de 1833 y antecedente inmediato de la Dirección General de Instrucción. La reforma del 33 implicó la sustitución de la Universidad y sus planteles afines ya caducos, por seis escuelas que operarían bajo el control del Estado. Los profesores y directores de los nuevos establecimientos serían contratados por el gobierno. El proceso de reforma estaba orientado a eliminar la influencia de la Iglesia a través de la universidad, ya que según decía Mora: «La educación de los colegios es más bien monacal que civil», por lo que no propició «un espíritu de investigación y de duda». La educación y con ella sus procesos y contenidos dentro de la añeja universidad se limitaban al método dogmático que maniataba la mente. Así, por decreto del 21 de octubre de ese año, la universidad desapareció y en el mismo decreto se ordenó la creación de la Dirección General de Instrucción Pública.

                                                            

35 Isidro. Castillo, «Gómez Farías y la educación», en Varios, Los grandes momentos del normalismo en México, México, Dirección General de Capacitación del Magisterio, 1986, p. 81.  

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«El Vicepresidente de los Estados Unidos Megicanos en ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, usando de la facultad que le concede la Ley del Congreso Gene-ral de esta fecha, autorizándolo para arreglar la: enseñanza pública en el distrito y territorios, decreta:

ARTICULO 1° Se suprime la Universidad de Mégico y se establece una Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios de la federación.

ARTICULO 2a Esta Dirección estará a cargo del Vicepresidente de la República y seis directores nombrados por el Gobierno».

Las seis nuevas instituciones constituían centros de especialización. La primera se encargaba de los estudios preparatorios; la segunda de las humanidades y estudios ideológicos; la tercera, de ciencias físicas y matemáticas; la cuarta, de medicina; la quinta de leyes; y la sexta de ciencias eclesiásticas. A éstas agregaban la Academia de Bellas Artes de San Carlos, el Museo Nacional y la Biblioteca Pública. El objetivo consistía en ampliar la cobertura de la educación elemental para reorientar el sistema desde sus cimientos hacia el liberalismo, que fortalecería el nacionalismo y por ende, facilitaría el tránsito a la modernidad, que se consideraba como la capacidad para adecuarse a la industrialización.

El utilitarismo de Gómez Farías-Mora si bien combatió la Teología, no llegó a los excesos jacobinos, pues como posibilidad cultural de la sociedad, no fue des-cartada de planes y programas de estudio. La actualidad del pensamiento de los creadores de este proyecto es extraordinaria y debe ser envidiada por pensadores de nuestro tiempo. Establecen los principios de formación de hombres para la libre empresa, conscientes de su nacionalismo, capaces de vincular la teoría y la práctica y, proponerse como divisa el cambio y el progreso. Estos principios a todas luces constituyen el antecedente claro de lo que sería la reforma de Barreda y su positivismo a la mexicana, instaurado tímidamente en la Ley de Juárez, en diciembre de 1867 y aplicado con la pasión barrediana en la Escuela Nacional Preparatoria.

Las reformas de Farías sólo sobrevivieron hasta el regreso de Santa Ana, quien lo hizo violentamente en abril de 1834, confabulado con los sectores afectados por las decisiones del Presidente en turno. Santa Ana, sin embargo, mantuvo las reglamentaciones con adiciones, de acuerdo con los intereses de quienes lo apoyaban.

En 1834, y con motivo del «golpe de Estado» que Santa Ana infligió al presidente Valentín Gómez Farías, los coahuilenses del norte se le opusieron, y los del sur lo secundaron. Las posiciones encontradas originaron enfrentamientos nada propicios para continuar con el desarrollo educativo.

Ese mismo año se reabrieron los cursos superiores dirigidos por franciscanos precisamente en las instalaciones de su convento llamado S.S. José de Saltillo que por su propia naturaleza fue denominado Colegio Josefino. En él se impartían primeras letras y latinidad.

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Este colegio renació dentro del infortunio, pues no pudo ser apoyado por el- go-bierno, hasta el mandato del general Francisco García Conde, quien de nuevo intentó la sistematización y control de la educación.

El 30 de mayo de 1838, en la administración de García Conde se creó el Colegio Departamental, con el que se inició la educación superior de carácter oficial en el estado. Al colegio se le dotó de un plan de estudios y formas de organización y sostenimiento. A cargo de la institución se nombró una Junta Directiva. Las nece-sidades de materiales didácticos y el pago de docentes correrían a cargo del go-bierno del Estado, el Ayuntamiento y los posibles benefactores. Las materias a impartir fueron: primeras letras, elementos de aritmética, gramática castellana, gramática latina, filosofía, jurisprudencia, teología moral y escolástica. Como ve-mos el plan de estudios no dista nada de lo que en siglos anteriores impartían los sacerdotes en sus instituciones. El colegio no prosperó, sin embargo, alentó la búsqueda de nuevas alternativas en ese nivel. Posteriormente, y antes de que el gobierno central impusiera a la Junta Lancasteriana como responsable de la edu-cación nacional, la Junta Directiva del Colegio administró las escuelas públicas primarias, con la misma organización de las Juntas Protectoras de Educación.

La situación de Coahuila y Texas era permanentemente caótica. Aún estaba latente el conflicto ocasionado por los habitantes de Monclova y Saltillo en su disputa por ganar el rango de capital del Estado. Las diferencias continuaron hasta que el Congreso General decretó el30 de junio de 1838, que Saltillo sería la capi-tal, decreto que fue apoyado por el gobierno central, con lo que terminó la vieja disputa, al menos parcialmente.

Pero el problema superó la instancia legal y llegó a la lucha armada. Los primeros días de enero de 1839, los pobladores de Monclova se rebelaron al centralismo del gobierno del país, aunque en el fondo la razón era recuperar su categoría de capital. El día 21 del mismo mes atacaron Saltillo. Su fuerza, comandada por Severo Ruiz, estaba integrada por 600 hombres, a los que enfrentó el gobernador Francisco García Conde. La lucha por demás cruenta, perduró de enero a marzo y tuvo como resultado un considerable número de muertos y heridos. En marzo, los atacantes-recibieron el apoyo de Pedro Lemus que traicionó al gobierno centralista tras ser derrotado por Pedro Ampudia. Lemus se apoderó de la iglesia de San Juan y desde ahí avanzó hasta la de Santiago en poder de los defensores, donde trabaron combate. En el enfrentamiento murió Domingo Ugartechea, Jefe Militar de la región y que se había incorporado a los saltillenses. Vencidos los defensores, el gobernador Conde tuvo que salir de la ciudad. Poco tardaría; regresó reorganizado y en junio recuperó la ciudad. Saltillo se quedó como capital del Estado. De nueva cuenta los coahuilenses se dispusieron a trabajar.

Apenas iniciaba 1841, cuando murió José María Goríbar, en un enfrentamiento sostenido contra cuatrocientos indios comanches que intentaron tomar Saltillo el10 de enero. Goríbar fue gobernador del Estado y luchó al lado de Ugartechea cuando el conflicto con Monclova. Comandaba el grupo defensor, el gobernador de Coahuila Ignacio de Arizpe.

Además de los ataques de indios, el Gobernador enfrentó un serio problema con los habitantes de Parras. Éstos se quejaron amargamente en marzo de 1841, ya que «Parece demostrado que el departamento de Coahuila no puede subsistir; no

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ha podido sostener la nueva organización gubernativa ni conservarse, aunque incompleta, la justicia, tan necesaria, tan urgente en las sociedades poco civilizadas... la Junta Departamental no ha podido tampoco mantenerse, porque las rentas del Departamento han venido a la nulidad; la misma oficina del gobierno no se conserva sino en medio de apuros diarios. El espíritu público ha decaído sin que lo hubiesen podido evitar las autoridades encargadas de fomentarlo. De hecho el departamento es nulo ... »36

Es suficientemente clara la descripción de las condiciones económicas y políticas que el estado tenía en ese entonces. Pero en fin, la queja refleja el abandono y problemas concretos de desviación de fondos, ya que con el presupuesto destina-do a ellos, se construyó una escuela en Sal tillo. Disgustados, solicitaron la desaparición del Departamento de Coahuila o la separación de Parras de Coahuila y su anexión a cualesquier otro.

El amargo dictamen de los vecinos de Parras trajo el disgusto del Gobernador, quien culpó a Mariano Arista de tales problemas. En el fondo gravitaba la incon-formidad de Arizpe, no sólo por el abandono de las fuerzas militares que debían apoyarlo, sino por la conducta personal de Arista que se había enriquecido "explicablemente", delito al que había de agregarse el de sus frecuentes atrope-llos.

Un buen proyecto educativo nació en 1842, cuando el gobierno del Estado creó una Escuela Dominical para brindar atención a las personas que por su trabajo no estaban en posibilidad de asistir a una escuela regular. Don Bernardo Párraga se ofreció a dirigirlo e impartir cursos sin cobrar un sólo centavo. Los contenidos eran obviamente elementales: leer, escribir y contar. Con acierto, se procuró que tales cursos fuesen eminentemente prácticos y útiles para resolver los problemas cotidianos.

En el ir y venir de Santa Ana en el poder, en octubre 26 de 1842, se le ocurrió nombrar a la Compañía Lancasteriana en pleno, Junta Directora de Estudios y a los departamentos o estados, Subdirecciones. Por su parte, el departamento de Coahuila y Texas formó la Junta Subdirectora de Estudios. El proyecto no funcio-nó, debido principalmente a las decisiones absurdas y autoritarias de la flamante Junta Directora, pues jamás consideró las necesidades regionales para el diseño de sus programas de estudio. La relación entre la Compañía y algunos departamentos, entre los que estaba Coahuila y Texas, terminó entre agrias acusaciones de corrupción por el monopolio de la Compañía, en la elaboración y venta de textos. Finalmente, los procedimientos lancasterianos fueron duramente criticados por toda la sociedad. Años después, -1890- Rébsamen, irónico, señalaría que el Método de Enseñanza Mutua formaba niños para repetir como «cotorros», Lo indudable es que el lancasterianismo influyó en la educación mexicana, prácticamente durante todo el pasado siglo. Por fin, el 2 de diciembre de 1845, deja de existir la muy criticada Junta Directora de Estudios. La educación en Coahuila volvió a ser controlada por la Junta Directiva que surgió del Colegio Departamental.                                                             

36 Vito Alessio Robles, Coahuila y Texas desde ... op. cit., pp. 242‐243.  

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Es importante señalar que los informes realizados por la Compañía, sobre la educación en Coahuila y Texas, dejan ver un panorama desolador. En 1843, de-nunció la completa paralización de las pocas escuelas existentes y culpó a la Junta Coordinadora de Vigilancia en nuestro Estado de ésta y otras anomalías existentes. No conformes con eso, le agregó el delito de impedir la creación de una escuela militar proyectada para instaurarse ese año.

En parte las acusaciones eran ciertas. Entre otras cabe señalar la que se refiere a que el método no se llevaba de acuerdo a los preceptos que ordenaban las cartillas, lo que era verdad, pero en descargo, se debe explicar que los recursos con que contaba el estado no eran suficientes, que poca o nula información prodigaba la Junta Directora en cuanto a las normas pedagógicas del método y el autoritarismo absurdo de todos conocido, que ahogó a más de un estado. Los pleitos entre la Compañía y sus filiales eran el pan de cada día, en tanto con irrevocable decisión mantuvieron sus formas caducas, el lancasterianismo no fue capaz de ubicarse en los cambios que lentamente impulsaban en provincia. Uno de ellos fue el concerniente a participación social que resultó efectivo, pues los municipios a pesar de sus carencias controlaban los asuntos educativos desde las Juntas de Vecinos.

Las condiciones de la educación bajo el mandato del Centro, fueron explícitas en el informe que años después, miembros del Ayuntamiento de Saltillo enviaron al Gobernador: «La juventud de este suelo excelentísimo Señor, como no se le atiende, casi se le ha constreñido a que viva en un admirable atraso, sus adelantos son muy ligeros e impersceptibles, los padres de familia se exasperan y con fundada razón, al ver que sus hijos después de un largo período que se hallan inscriptos en el catálogo de educandos, se encuentran en cierto modo, y con muy poca diferencia en el propio estado que antes.»37 Las quejas son esenciales, pues abordan la carencia de útiles escolares y materiales de apoyo, a pesar de que al Ayuntamiento se le gravaba con cincuenta pesos mensuales. Llegan inclusive, en tono grave, a proponer se desengañe a los padres de familia de que no se les puede dar una educación adecuada y estén en posibilidad de ocupar a sus hijos en actividades más productivas como talleres, industrias u otras que no les hagan perder el tiempo. El tono amenazador iba más allá de la petición a la autoridad superior. Mellaron el modernismo y «eficiencia» de la Junta Lancasteriana, pues afirmaban que si bien antes el método «era penoso, y sumamente prolijo para adquirir una regular instrucción», resultaba más efectivo que el «modernísimo» lancasteriano; la razón se sustentaba en que autoridades y maestros se preocupaban por cumplir de la mejor manera posible.

El estado se debatía en una situación por demás apremiante en cuanto a educa-ción se refiere, ya que en Saltillo existían cuatro escuelas de primeras letras, dos pagadas por el Ayuntamiento y las otras controladas por particulares. En la escue-la principal, bajo el control municipal, la promesa de pago al preceptor era de mil pesos anuales lo que en la realidad se limitaba a una compensación de treinta pesos mensuales. El maestro de la otra escuela estaba peor, pues ganaba apenas veinte pesos mensuales; para colmo, gastaba tres pesos para los utensilios

                                                            

37 Ildefonso Villarello Vélez, op. cit .. p. 43.  

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escolares imprescindibles. Lo raro de esto es que el primer maestro atendía a treinta y nueve alumnos de un total de cien inscritos originalmente y que -según informó- desertaron; el segundo, aún conservaba noventa estudiantes.

El programa de estudios comprendía: lectura, escritura inglesa, aritmética y doctrina cristiana. Ninguna materia se apoyaba en texto para los estudiantes, pues, dramáticamente, los libros no existían. Los contenidos eran similares para ambas escuelas, diferenciadas únicamente por la escritura, que se fundamentaba en lo prescrito por Torcuato Torio de la Riva. Las escuelas particulares se encontraban en mejores condiciones, con treinta y cuatro y treinta y seis alumnos respectivamente, a quienes se les enseñaba la escritura con el método inglés en una, y con el español en la otra.

En esos años, apareció en el escenario la Junta Nacional Legislativa que instauró la Segunda República Centralista con Bases Orgánicas expedidas en 1843. Estas Bases Orgánicas tuvieron vigencia hasta el 22 de agosto de 1846 en que Mariano Salas restituyó la Constitución de 1824. Resulta obvio señalar que el estado de confusión y crisis se acentuó. Santa Ana ocupaba y dejaba el poder ejecutivo de acuerdo a sus estados de ánimo. En 1844 fue derrocado. Siguió José Joaquín de Herrera que sometió a juicio a Santa Ana y los miembros de su gabinete. Herrera con la designación a su favor, fue Presidente desde el 6 de diciembre de 1844, hasta el 30 de diciembre del siguiente año. En ese lapso pasó de suplente a propietario del Ejecutivo, en el que no duró mucho, pues fue depuesto por otro golpe de Paredes Arrillaga, quien ejerció como interino de enero 4 de 1846 a julio 29 del mismo año. Paredes en la presidencia con un grupo de conservadores intentó implantar una monarquía extranjera en nuestro país. Paredes tuvo que combatir una sublevación en Guadalajara y dejó en su lugar a Nicolás Bravo. Pero las desgracias no venían solas: Mariano Salas y Juan Morales secundaron a los rebeldes y desde la capital le hicieron la vida imposible a Paredes, hasta que lograron encarcelarlo.

Mariano Salas fue el nuevo Presidente desde el 5 de agosto al6 de diciembre de 1846. Con la vorágine de las asonadas, descontentos, descontrol presupuestarlo, intrigas y demás, Mariano Salas decretó el 22 de agosto:

«Art.1° Mientras se publica la nueva Constitución, regirá la de 1824, en todo lo que no pugne con la ejecución del plan proclamado en la Ciudadela de esta Capital…»

«Art. 2° No siendo compatible con el código fundamental citado, la existencia de las asambleas departamentales y del actual Consejo de Gobierno, cesarán desde luego en el ejercicio de sus funciones;»

«Art. 3° Continuarán no obstante los gobernadores que existan, titulándose de los 'Estados', con el ejercicio de las facultades que a éstos cometían las constitu-ciones respectivas. »38 Por estas leyes Tlaxcala y Colima volvieron a ser territo-rios, además del Distrito Federal. Texas, ilusoriamente siguió siendo considerado                                                             

38 Edmundo O''Gorman, Historia de las divisiones territoriales en México, México, Editorial Porrúa, 1948, p. 99.  

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mexicano. Hasta el 21 de mayo de 1847, el Congreso Constituyente dio vigencia a la Constitución de 1824, mediante el Acta Constitutiva y de Reformas de los Estados Unidos Mexicanos.

Sobrevino la invasión de los «amables vecinos del norte», en defensa de su nuevo territorio, Texas, que en 1836 había declarado su independencia. Los texanos aprovecharon para justificar su segregación, la supresión de la Constitución de 1824, y la puesta en vigor de la Ley que decretó el centralismo, con el que queda-ron sin efecto las legislaturas de los estados y en su lugar se instalaron Juntas Departamentales. Texas se hizo llamar República independiente y soberana. El hecho, de por sí común, no lo fue tanto, de no haber sido concertado por los Esta-dos Unidos como un primer paso a la anexión. Era un hecho que el Gobierno de ese país financiaba a los separatistas.

Los texanos formularon su petición de Independencia en Goliad el 20 de diciembre de 1835, a ella, siguieron declaraciones de Austin y Houston. Finalmente en Washington se definió todo. En una convención celebrada el día primero de marzo de 1836 se declaró la independencia de Texas. Entre los delegados en un número de 58 se encontraban Lorenzo de Zavala, Francisco Ruiz y J. Antonio Navarro, mexicanos. El paso de Texas como República independiente y soberana a «Estado de los Estados Unidos», no tardó. En 1844 el2 de diciembre, el Congreso de ese-país declaró formalmente la anexión de Texas. Acto seguido, invadieron México.

En Coahuila, Taylor ocupó Saltillo el 16 de noviembre de 1846 y nombró a W. B. Warren, gobernador del lugar. En virtud de su objetivo de mera transitoriedad en su camino a la capital, los norteamericanos no se preocuparon más que en mantener la plaza, fortificarse para repeler eventuales asonadas y pasarla bien. Y vaya que la pasaron bien: encarcelaron a las autoridades principales, cometieron diversos delitos, atacaron gente inocente y destruyeron la escuela principal.

Para enero de 1847, Santa Ana se encaminó a Saltillo con un ejército numeroso, pero sin preparación ni recursos. Taylor se ubicó en Aguanueva para recibir al ejército mexicano, pero desistió y se replegó a la Angostura, donde el 22 y 23 de febrero se realizó el combate que concluyó con la retirada de los mexicanos, la noche del 23.

Algunos saltillenses en forma voluntaria integraron una «fuerza de resistencia», al mando de la cual estaba Juan N. Arizpe. Aunque sin resultados definitivos, supieron convertirse en un dolor de cabeza para los invasores. Finalmente .éstos abandonaron la ciudad el 27 de agosto de 1847. Por cierto, dejaron en Saltillo una huella que los franceses borrarían para beneplácito de los lugareños: varios hoyancos que les sirvieron de inútiles trincheras.

Como resultado de la invasión, el país perdió más de la mitad de su territorio, y en particular, Coahuila se quedó sin Texas. Negociado el territorio con los invasores mediante los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, sólo concluyó una etapa de las ambiciones estadounidenses, ya expresadas burlonamente por Joel R. Poinsett desde 1822. Poinsett jugaría un papel determinante en la organización de muchas intrigas burocráticas. Además de introducir el rito yorkino en nuestro país, se atrevió a manifestar el objetivo de su misión extra-diplomática en México:

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«absorber toda la provincia de Texas y parte del reino de León para hacerse de puertos, embocaduras de ríos y barras en el Seno Mexicano; tomarse la mayor parte de la provincia de Coahuila, la Sonora y California Baja, toda la Alta y el Nuevo México, logrando así, hacerse de minerales ricos, de tierras feracísimas y de puertos excelentes en el mar del Sur.»39 Estos afanes fueron delatados al virrey de la Nueva España por Luis de Onís, desde 1812: «Se halla enterado ya por mi correspondencia de que este gobierno -Estados Unidos, claro- se ha propuesto nada menos fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31, y desde allí, tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomando por consiguiente las provincias de Tejas, Nuevo México, Nuevo Santander, Coahuila y parte de la Provincia de Nueva Vizcaya y la de Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de esas provincias, incluyendo por orden del gobierno también, la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esa República. »40

Para colmo, como justificación de la invasión, un tal reverendo Johnson nos endilgó en 1848, el siguiente sermón: «he oído decir que se nos ha constituido en misioneros del cielo para llevar la luz, aunque sea mediante el fuego y la espada, hasta ese país descarriado. He oído decir que hemos sido escogidos por la Divina Providencia para purificar una religión falsa y tenebrosa, sustituyéndola por la más pura y santa luz de la religión protestante; he oído decir, señor Presidente, que esta guerra se lleva a cabo con el fin de ensanchar el área de la libertad»41 ¡Mu-chas gracias reverendo! No lo sabíamos.

Se fueron los norteamericanos, y la situación de Coahuila poco varió. En cuanto a educación se refiere, en 1852, existían en el estado 19 escuelas «principales»42 que en términos actuales corresponden a las oficiales pagadas por el Estado o los municipios. Las particulares sumaban diez: 7 en Saltillo, 1 en Abasolo (llamada en ese entonces El Bajo), 1 en Candela (después llamada Romero Rubio), y 1 en Rosas. Sus programas comprendían la enseñanza de la lectura, escritura, aritméti-ca, gramática y desde luego, catecismo. En Saltillo operaban tres escuelas particulares para niñas. En lo que a enseñanza superior se refiere, en Saltillo, ese año, Victoriano Cepeda impartía clases de gramática latina a 18 alumnos.

La decisión de los distritos del norte de Coahuila de apoyar el Plan de Ayuda, proclamado el4 de marzo de 1854 por Juan Álvarez, Ignacio Comonfot y Florencio Villarreal para derrocar a Santa Ana, generó otro plan, el expansionista de-Santia-go Vidaurri, que en tanto ocurría el desconcierto en el país, se convertía en una figura prominente y temible. El 13 de mayo de 1855 redactó y dio a conocer el Plan Restaurador de La Libertad y con Juan Zuazua, Ignacio Zaragoza y otros generales liberales, tomó Monterrey y se proclamó gobernador de Nuevo León,                                                             

39 Silvio, Zavala, op. cit., p. 79.  40 Agustín Cué Cánovas, Historia social y económica de México, 1521‐1854, México, Editorial Trillas, 1961, p. 339.  41 José Fuentes Mares, «Santa Ana‐Poinsett‐génesis del expansionismo norteamericano». en: Carlos Alvear Acevedo, Historia de México, México, Editorial Jus, 1995, p. 245  42 Francisco Zarco, «Historia del Congreso», en: Edmundo O'Gorman, op. cit., p. 131.  

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donde por cierto se hizo llamar Excelentísimo y Jefe Supremo del Ejército liberta-dor. No conforme con esto, el 19 de febrero de 1856 decretó la anexión de nuestro traído y llevado maltrecho estado. A este decreto se opusieron el gobierno federal y lógicamente los distritos de Sal tillo y Parras.

El litigio lo legalizaron los Constituyentes de 1857 a favor del invasor, temerosos de su fuerza, por lo que se convirtió en el estado de Nuevo León y Coahuila. La injusta decisión se tomó a pesar de la oposición de los pobladores del sur de Coahuila y por encima de los argumentos legales expuestos por Juan Antonio de la Fuente.

De la Fuente asistió al Congreso como representante del sur del estado; lo acom-pañaba Francisco de Paula y Ramos. Fueron representantes del norte, José María Viesca y Montes, Miguel Blanco, Simón de la Garza y Simón Blanco quienes estaban de acuerdo con la anexión. El espinoso asunto fue sometido a un proceso burocrático y amañado, dirigido por Ignacio Ramírez, en complicidad con su «ca-marilla» legislativa. Los legisladores dieron su. apoyo a Vidaurri, sin embargo se disculparon ya que sobre ellos siempre gravitó, y así lo hicieron saber, «la premura del tiempo, el estado de agitación en que se encuentra la República y la falta de documentos estadísticos»:", por lo que algunas decisiones fueron eminentemente políticas y otras por ignorancia o desdén. Con un «usted perdone» resolvieron todo.

Como sea, Vidaurri logró su propósito. De hecho la anexión de nuestro estado a Nuevo León estaba dada por la fuerza de las armas desde el 25 de julio de 1855. Pero tras la resolución del Congreso, el gobernador Rodríguez renunció a su car-go. Saltillo, Ramos Arizpe y Parras jamás admitieron la anexión; es más, desde febrero de 1856 desconocieron a Vidaurri. En efecto, de un día a otro, el 22 y 23 del referido mes manifiestan su oposición al anexionista. José María Aguirre, des-de Saltillo lanzó su pronunciamiento.

Vidaurri, con pretensiones más altas, desconoció al gobierno de la República, lo que provocó la reacción lógica de combatirlo. Varias batallas se sucedieron entre el gobierno federal y los coahuilenses contra las tropas de Vidaurri: el 30 de agosto en Puntiagudo; el 30 de octubre en Cadereyta, en el río San Juan; el 2 de noviembre en Camargo. Finalmente, en noviembre 18 celebraron un pacto de paz, por el que Vidaurri reconocía al gobierno federal, pero Coahuila seguía como parte de Nuevo León. A pesar de todo, Santiago Vidaurri fue nombrado Gobernador en 1857 y para octubre ya tenía una Constitución.

La Constitución de 1857 instauró una república federal, representativa y demo-crática. El ejercicio de la democracia, según lo señalaba, se practicaría en forma representativa al través de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. De plano, dentro de la efervescencia liberal, consideraba al Legislativo como un poder su-premo; la Cámara de sólo diputados se renovaría cada dos años por elección indi-recta. El Ejecutivo estaría a cargo de una sola persona por cuatro años y en caso de alguna contingencia, sería sustituido por el presidente de la Suprema Corte de Justicia; la función del Ejecutivo, a la letra, se reducía a lo administrativo. Como integrantes de la federación, los estados organizarían su gobierno en forma simi-lar.

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Los Constituyentes de 1857, reimplantaron el federalismo, y a tono con la ideo-logía triunfante, la Constitución estipulaba en su artículo 3° que la enseñanza sería libre, con el mismo propósito de Gómez Farías en 1833: eliminar los monopolios de la Iglesia, de los gremios que 'aún persistían; ahora como asociaciones, y del mismo Estado.

Las elecciones de 1860 en el estado de Nuevo León y Coahuila le fueron favo-rables a Vidaurri. El resultado no gustó a los diputados, y lo desconocieron, asunto común en la época. Vidaurri arremetió y trató de disolver el Congreso; los integrantes de la legislatura pusieron tierra de por medio y huyeron a Galeana, Nuevo León. Los acontecimientos arrojaron como resultado la muerte de Zuazua en la Hacienda de San Gregorio, en el trayecto entre Monterrey y Saltillo. El 30 de julio de 1860, al filo de la medianoche, cayó víctima de una emboscada que le preparó a Vidaurril el Coronel Eugenio García, confabulado con Lázaro Garza Ayala. Vidaurri logró salvarse y posteriormente capturó a Garza Ayala y le decretó la pena de muerte. Fue entonces cuando el ayuntamiento de Saltillo le hizo dos peticiones por demás absurdas y que servirían a sus vengativos propósitos: perdo-nar la vida a Garza Ayala ya quienes secundaron el movimiento. Aceptó lo primero para generar la confianza de los ingenuos saltillenses; para lo segundo, impuso condiciones que sonaban lógicas: pidió la lista de los involucrados para poder perdonarlos. El Alcalde, conocedor de los involucrados preparó una lista «protectora» para los verdaderos confabulados, e incluyó a personas con malos antecedentes. Estaba por concluir el año de 1860.

Ignacio Comonfort, apenas confirmado como presidente de la república, junto con Félix María Zuloaga, lanzó el Plan de Tacubaya el 17 de diciembre de 1857. El plan desconocía la Constitución sustentado en la ilegalidad de quienes la pro-mulgaron; lógicamente mantenía a Comonfort en la presidencia, en tanto se con-vocara un congreso para elaborar una nueva constitución y se eligiera presidente con toda legalidad. La confusión no se hizo esperar; algunos ministros renuncia-ron, entre ellos Juan Antonio de la Fuente que ejercía el cargo de Ministro de Relaciones. Comonfort encarceló a Benito Juárez y a quienes no lo secundaron. Pero al poco tiempo, arrepentido, se retractó. Para colmo, Miguel Miramón y Luis G. Osollo tomaron prácticamente la capital, lo que obligó al Presidente a abando-nar el cargo y la ciudad.

En la confusión, Juárez y otros diputados lograron escapar de su prisión. Como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Benito Juárez se declaró Presidente y estableció su gobierno en Guanajuato, de donde inició su peregrina-je. En tanto, Zuloaga fue nombrado Presidente por el grupo conservador, con lo que inició la Guerra de Reforma que duraría tres años.

Zuloaga renunció a la presidencia en virtud de una serie de problemas que se dieron entre el grupo conservador. Tras la renuncia, Miguel Miramón tomó pose-sión como titular del ejecutivo en enero de 1859.

Ese mismo año, el gobierno liberal promulgó las Leyes de Reforma. Las leyes, expedidas el 12 de julio, carecían de legalidad, dadas las circunstancias en que se encontraba el país. En ellas, se decretó la nacionalización de los bienes eclesiásti-cos; el establecimiento del registro civil; la secularización de los cementerios; y la libertad de cultos.

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El conflicto se recrudecía en virtud de la intromisión de Inglaterra y Estados Unidos que habían tomado partido. Europa apoyaba a los conservadores y nuestros vecinos a los liberales. Mientras esto sucedía, el presidente conservador tomaba decisiones erráticas en lo económico que sentaron las bases para futuros problemas: la firma del tratado Mon-Almonte que comprometió al Gobierno a pagar compensaciones a los españoles víctimas de las confrontaciones en Chiconcuac y San Vicente; lo más conflictivo fue la aceptación del crédito Jecker que resultó demasiado caro posteriormente. Pero también los liberales hacían lo suyo: firmaron el Tratado Mac Lane-Ocampo que otorgaba una serie de facultades a los norteamericanos por encima de nuestra soberanía. El tratado no fue rati-ficado por el Congreso de Estados Unidos en virtud de sus conflictos internos, traducidos en la guerra civil Norte-Sur.

En diciembre de 1860, día 22, terminó la Guerra de Reforma en Calpulalpam, tras la victoria de Jesús González Ortega sobre Miramón. Entre los liberales estuvieron Victoriano Cepeda, Ildefonso Fuentes, Miguel Blanco y Teófilo Martínez, coahuilenses. Juárez entró a la capital de la república el 11 de enero de 1861. No tardaría en salir.

Los liberales mexicanos poseían ideas avanzadas, producto del ejemplo de la burguesía liberal del viejo continente, con el enciclopedismo francés y desde lue-go, la economía clásica inglesa; sin dejar de anotar la pasión de los desapasionados alemanes como Hegel, que celebró el advenimiento de la «era de la libertad» bailando alrededor de un árbol cuando Napoleón Bonaparte no se mostraba más que como la encarnación de los ideales europeos más puros.

Era del romanticismo literario, filosófico y científico, el siglo XIX representó la búsqueda de la verdad, la justicia y la equidad. Novedosos, pero fuera de ritmo histórico, los mexicanos asumieron con vehemencia las nuevas ideas, en todos los tonos. Produjeron cambios en lo político, económico y social en búsqueda de la construcción de un país donde la libertad y la justicia social fueran un hecho.

Como parte de una nación esencialmente religiosa, los cambios propuestos por el liberalismo no fueron bien vistos. Pretendían trastocar lo que en la conciencia del mexicano era sagrado e intocable, la religión, por lo que la lucha fue larga y cruenta. Infinidad de cambios en las formas de gobierno; ideologías compartidas defenestadas y vueltas a entronizar; erección de toda clase de caciques y falsos ídolos que en medio del caos propiciaron el despojo y la injusticia; en fin, procesos de ensayo y error que parecían nunca acabar.

Desde el principio, en forma urgente, los viejos liberales rompieron el cerco que por muchos años un imperio decrépito había fabricado y que por no saber comprender los cambios de su tiempo, mantuvo irracionalmente. Después, los liberales de nuevo cuño enderezaron sus ataques en contra de las instituciones por tradición veneradas y temidas: el clero y el ejército. La nacionalización de los bienes eclesiásticos y la abolición de fueros y' privilegios, fueron medidas que también perjudicaron al ejército. Estos objetivos si bien se lograron a costa de muchas vidas y dignidades, no hicieron realidad un cambio ideológico pleno; la separación entre Iglesia y Estado y la libertad de expresión, se convirtieron en meros formulismos.

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Dentro del liberalismo y el conservadurismo gravitaban diversas ideologías, la más significativa era la de quienes se aglutinaban en la logia del rito yorkino llamada así por su origen estadounidense, por lo mismo, llevaba el sello de un sentimiento antihispanista, concordante con la Doctrina Monroe, que como principio político fue declarada y tomada como bandera por el presidente de Estados Unidos, James Monroe en 1823. Esta doctrina, en términos más directos, significaba «América para los americanos», ellos, claro. Ahora bien, entre los liberales existían muchos puntos de encuentro, en lo esencial, la búsqueda de la libertad y la transformación del país; sus diferencias radicaban en la forma de lograr sus objetivos y las posturas que un determinado líder enarbolaba.

El grupo de la reacción lo formaban quienes consideraban que la solución a los problemas del país se resolverían manteniendo la estructura colonial, pertenecían a la logia escocesa, primera en llegar a la Colonia, antes de la misma lucha de independencia. Pero no estaban ajenos a las nuevas vertientes progresistas de la cultura universal, ni eran injustos ni criminales; afirmar lo contrario constituye un maniqueísmo.

Las relaciones entre liberales y conservadores presentaban características an-tagónicas no radicales y algunas, francamente de armonía. Algunos conservado-res pertenecían a la logia liberal o comulgaban con sus principios, o eran conser-vadores yorkinos o liberales escoceses; otros liberales defendían al clero y acu-dían a misa con regularidad, y se vanagloriaban de su jacobinismo. Como quiera que fue, el liberalismo, entreverado con el conservadurismo produjo una nueva cultura donde tuvo cabida toda novedad cultural y política.

El 18 de febrero de 1861, el presidente Juárez determinó fuera el ministerio de Justicia e Instrucción Pública quien se hiciera cargo de todo lo relativo a la ins-trucción pública. La dependencia perduró hasta 1905, como Ministerio; a partir de ese año se convirtió en la Secretaria de Instrucción Pública y Bellas Artes.

Los errores del pasado se hicieron presentes. Los fantasmas fueron el Tratado Mon-Almonte y el crédito Jecker. Inglaterra, España y Francia pasaron la factura . al gobierno de México; desde luego, eran reclamaciones económicas. Juárez negó el pago; aquéllos amenazaron con una invasión. Tras reiteradas solicitudes de plazo, en diciembre de 1861, los países acreedores se presentaron en las costas de México.

En enero de 1862 el gobierno juarista logró negociar la deuda mediante los Tratados de la Soledad, en los que Manuel Doblado por México realizó una exce-lente labor de conciliación. Juan Prirnm por España y Lennox Wike por Inglaterra, aceptaron los tratados. El representante francés Jurien de la Graviére también aceptó, pero fue abruptamente sustituido por Dubois de Saligny, quien rompió relaciones con México y declaró teatralmente: « ... Esta determinación ha produci-do una profunda sensación. La población francesa está unánime en su indignación contra este Gobierno, y en su deseo de ver aplicarle un castigo pronto y ejemplar. » 43 A Napoleón III no importaba tanto la deuda. Su interés esencial consistía en                                                             

43 Francisco Paula Arrangoiz, México desde J 808 hasta J 867, México, Editorial Porrúa, 1994, p. 451.  

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controlar las riquezas mineras de México; detener el avance económico de Estados Unidos a través del apoyo a los estados del sur; y conformar un bloque imperialista con Brasil, los confederados de Estados Unidos y México. Pero había otras razones aún más escabrosas. El hermanastro de Napoleón III, de apellido Morny, aliado con Jecker, recibió de éste una compensación para convencer a su medio hermano de exigir el pago del préstamo dado a Almonte. Morny propuso fuera Pierre de Saligny el representante de Francia ante el conflicto, y lo logró. Lo que explica el patriotismo del representante francés. Dicho y hecho, invadieron México.

Con el ejército francés encima, una carta recogida al general Manuel Robles Pezuela al ser capturado por el ejército de Ignacio Zaragoza, el 20 de marzo de 1862, fue la prueba irrefutable de la traición del gobernador de Nuevo León y Coahuila y «republicano» por añadidura. La carta, enviada por Vidaurri, trataba el espinoso asunto de la monarquía y su confabulación con Comonfort para apoyarla. Juárez se enteró pero los perdonó.

Dos meses después, el 5 de mayo, el ejército republicano enfrentó a los franceses en puebla; Ignacio Zaragoza les dio una desagradable recepción. Pero la guerra apenas iniciaba.

Al fin los franceses lograron tomar Puebla, una vez que vencieron a González Ortega, tras meses de resistencia ejemplar. Este hecho ocurrió el 16 de marzo de 1863. El 19 del mismo mes y año, Juárez abandonó la capital de la República y llevó consigo el Archivo de la Nación.

El 9 de enero de 1864 llegó Juárez a Saltillo. Durante su estadía, solicitó al Administrador de Aduanas los recursos económicos procedentes de la aduana fronteriza de Piedras Negras. El Administrador se negó a obedecer la orden presidencial, aduciendo órdenes del Gobernador de Nuevo León y Coahuila. Juárez, intrigado por l~ conducta de Vidaurri, viajó a Monterrey, le reclamó su proceder y por toda respuesta, fue acosado a punta de pistola, por lo que salió de la ciudad perseguido por los seguidores del traidor. Disgustado, decretó el 26 de febrero de 1864, la separación de los estados, por lo que se restituyó a Coahuila su carácter de libre y soberano. Juárez nombró a Andrés S. Viesca, gobernador interino de Coahuila. El 20 de noviembre de 1868, el Congreso de la Unión ratificó la separación e impuso al nuevo estado, el nombre de Coahuila de Zaragoza.

El 28 de mayo de 1864, a las dos de la tarde, desembarcó Maximiliano en Veracruz. Su imperio transitó con más pena que gloria, de junio 12 de 1864 a mayo 15 de 1867.

Vidaurri, ya de plano en alianza con los franceses, intentó atacar Saltillo; no lo logró y buscó un pacto con Juárez. Ante la traición Juárez no transigía, por lo que Vidaurri se vio obligado a abandonar Monterrey el 25 de marzo. En mayo de 1864 Juárez fue a esa ciudad en persecución de Vidaurri, no consiguió capturarlo pues había huido a Piedras Negras.

Nuevo León se rebeló contra Vidaurri. Se sucedieron levantamientos en Galeana, Linares, Rayones y Montemorelos hasta que, vencido Vidaurri en Lampazos, huyó a Estados Unidos, para después regresar y unirse a Leonardo Márquez, «El Tigre

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de Tacubaya». Vidaurri había dejado a Julián Quiroga como responsable de la ciudad de Monterrey, pero lo venció Victoriano Cepeda.

En 1864, 20 de agosto, llegaron los franceses a Coahuila. La estadía de los invasores en Saltillo estuvo revestida de curiosidad y confusión iníciales de los moradores, para después trocarse en rebeldía socarrona, frecuentemente ladina; simplemente, no hicieron caso a la mayoría de las disposiciones giradas por las autoridades. Así, entre la preocupación que ocasionaba el tener tan cerca a los necios republicanos y la desobediencia civil de los ciudadanos, poco pudieron hacer para que la administración de la ciudad marchara como debiera. Para empe-zar, de acuerdo al Estatuto Imperial, Coahuila era de nueva cuenta un Estado, por lo que fue necesario reorganizar la administración del ayuntamiento. Al llamado para ocupar cargos, pocos aceptaron; fue necesario reiterar los citatorios y aplicar sanciones que no se pagaban, sencillamente porque los multados declaraban no tener dinero. Las quejas se convirtieron en el pan de cada día por la falta de servicios y uno que otro pleito de cantina. Nadie quería incorporarse al ejército y se vieron obligados a realizar levas que no prosperaban. Para colmo, la tesorería estaba en quiebra: en 1864 sólo ingresaron 16,864.61 pesos y el siguiente año, 17,289.61. Para tener una idea algo precisa de la precariedad de los ingresos, baste señalar que la recepción a Maximiliano costó 115,384 pesos, que por concepto de muebles y reparaciones en el palacio de México, se gastaron 101, O 11 pesos y en Orizaba, 15, 210 pesos.

En fin, su estadía no fue grata, ni para ellos ni para los coahuilenses, porque éstos mostraron una temeraria desobediencia civil y aquéllos poco pudieron hacer en bien de las ciudades ocupadas. Prácticamente la actividad se detuvo. No faltaban preocupaciones a las fuerzas invasoras; pues tenían que construir unas fortificaciones en los lugares donde los norteamericanos dejaron pozos que les sirvieron de trincheras. Lograron, eso sí, levantar un fortín que la picardía popular bautizó como el Fortín de Carlota al sur de la ciudad. Algunos ordenamientos menores se cumplieron, tales como el de que los dueños de fincas limpiaran el frente de su casa todos los días a las 7:00 de la mañana; y sí, hubo serenatas en la plaza principal.

Y claro, los combates no cesaron; Miguel Negrete, Francisco Aguirre y Victoriano Cepeda hostilizaron a las fuerzas invasoras en forma persistente. Así, se turnaban la ocupación de la ciudad. El 6 de agosto de 1866, Victoriano Cepeda logró sacarlos definitivamente.

La lucha contra el imperialismo francés concluyó en mayo de 1867, cuando las fuerzas republicanas al mando de Mariano Escobedo lograron tomar la ciudad de Querétaro.

Ese mismo mes, Leonardo Márquez aún resistió en la capital. Todo inútil, Porfirio Díaz tomó la ciudad en la segunda quincena del mes de mayo. Márquez desapareció de nuevo; no así Santiago Vidaurri, que fue capturado el 8 de julio en una casa de baños de la calle Corazón de Jesús; y fusilado en la plaza de Santo Domingo.

En Zacatecas fue aprehendido Jesús González Ortega. Tomás Mejía, Miguel Miramón y Maximiliano murieron fusilados en el Cerro de las Campanas.

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Santa Ana ya no participaría en. la vida política del país. Condenado a ocho años en destierro en noviembre de 1867, viviría en la calle de Vergara, lejos de quienes, solícitos compartieron el poder con él. Sólo unas tres personas estuvieron hasta su muerte, ocurrida en 1876; entre ellos, Joaquín Alcalde y el coronel González Muñoz, quien aún traía el retrato del dictador en su sombrero.

Soldados coahuilenses integrados en diversas brigadas contribuyeron al triunfo de los liberales. En la batalla del Cimatario se distinguieron Victoriano Cepeda e Hipólito Charles. En esa batalla impidieron que los sitiados pudieran escapar de la ciudad de Querétaro. Para el 16 de junio de ese año regresaron la Primera Brigada de Coahuila y semanas después, el Escuadrón de Monclova y el Primer Regimiento de Coahuila. Adquirieron calidad de héroes Andrés S. Viesca, Victoriano Cepeda, Ildefonso Fuentes, Hipólito Charles y otros.

Gobernador en varias ocasiones y con diversas interrupciones, Viesca emprendió una labor de reconstrucción, definitivamente difícil por la falta de recursos. Así que legisló en diferentes aspectos para reordenar el Estado en una nueva época. En lo educativo, promulgó una ley que sentó las bases para la conformación de un moderno sistema educativo.

Juárez inició el difícil periodo en que la misión fundamental consistía en restaurar la República. La paz aún estaba muy lejos de ser realidad. Ahora enfrentaría a los triunfadores de las luchas pasadas que exigían saborear las mieles del triunfo. Fue precisamente el mes de septiembre de 1867, cuando Juárez supo del contenido de la Oración Cívica leída en Guanajuato por el doctor Gabino Barreda. Lo llamó e integró al equipo con el ministro Antonio Martínez de Castro, responsable de la reforma educativa del régimen. Barreda, fascinado ya por las teorías de Comte, introdujo los principios del positivismo en la Escuela Nacional Preparatoria. La influencia del doctor fue determinante en educación, al menos en el periodo juarista; después ya no sería igual. Tras la muerte de Juárez y el advenimiento de la enseñanza objetiva de Pestalozzi y el organicismo de Herbert Spencer, el positivismo acabó como un híbrido a la mexicana.

Barreda partía de un concepto de educación comprometida con la formación auténtica de los sentidos y el entendimiento; orientada hacia el encuentro con la verdad, la que existe a pesar nuestro, no la que queremos o creemos que sea. El estudio teórico y práctico de los fenómenos de la naturaleza es condición funda-mental para adquirir esa certeza del arribo a la verdad. El producto es la satisfac-ción, que se constituye en el tránsito seguro hacia el orden y la paz; la uniformidad de opiniones al coincidir la visión de los hechos, no permitirá contradicciones. El mundo así concebido, está armónicamente estructurado y apoyado en una visión científica y mecánica de la vida. Sus ideas las concretaba en la afirmación de que el orden intelectual es el camino más adecuado para lograr el orden social y moral.

Barreda fue director de la Escuela Nacional Preparatoria durante diez años. La institución se convertiría en su proyecto más preciado, en donde se formaron mu-chos de los que fueron sus continuadores, aunque ya con otras influencias.

Para Coahuila, después de los terribles días de la lucha, la situación mejoraba poco a poco. En 1869 Victoriano Cepeda informó de un total de ingresos por

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58,395.14 pesos y al año siguiente de 55, 532.00. Entre 1873 y 1874 Carlos Fuero reportó un ingreso de 56, 341.99 pesos, de los cuales se gastaron 55, 700.26.

En 1869 y los siguientes se instalaron algunas fábricas que incrementaron el empleo y despertaron la esperanza de una vida mejor. Federico Miller construyó en Piedras Negras un molino de trigo, después agregaría otro en Puerto del Car-men, Nadadores. En 1870 Evaristo Madero y Lorenzo González tomaron la ini-ciativa de comprar la antigua fábrica de hilados asentada en Parras; invirtieron dinero y esfuerzo, la modernizaron y aumentaron su producción; al mismo tiempo, un extranjero instaló las Bodegas de Perote y reanudó con más ímpetu la fabricación de vinos de uva. Saltillo no se quedó atrás, en 1875 Félix Salinas estableció una tenería llamada La Huilota que producía piel para calzado, lo que trajo como consecuencia la instalación de una fábrica de zapatos con el nombre de La Conquistadora de Porfirio Valdés. En la década de 1870, un recurso más productivo empezaba a generarse, la explotación de los fondos mineros de Cuatrociénegas y Sierra Mojada.

 

 

 

 

 

 

 

 

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José Saturnino Viesca  (1827‐1908) Oleo de Antonio Costilla, 1901   Fotografía del Archivo Municipal de Saltillo 

 

LA LEY VIESCA El gobernador Andrés S. Viesca, promulgó la Ley Reglamentaria de la Instrucción en el Estado, el 11 de julio de 1867. La ley, futurista para su tiempo, en su aplicación asentó los principios de gratuidad, obligatoriedad, y deslindó claramente el laicismo. De hecho, constituía un extraordinario programa de organización educativa: estableció metodología, contenidos programáticos, graduación y secuencia de ciclos escolares; mecanismos de evaluación, acreditación y certifica-ción; estímulos a maestros y alumnos; formas de financiamiento de las institucio-nes; y, por si fuera poco, creó el Ateneo Fuente. Esta Ley se adelantó en todo a la Ley de Instrucción de Juárez, expedida el 2 de diciembre del mismo año, y a la creación de la Escuela Nacional Preparatoria, en enero de 1868, pues el Ateneo Fuente inició sus actividades en noviembre del año anterior. La planta de maestros estaba integrada por el C. José María Múzquiz, que impartiría el primer curso de latinidad y estudio complementario de gramática castellana; C. Melitón Martínez. Gómez, 2° curso de latinidad; Lic. Miguel Gómez Cárdenas, historia y geografía de México; Lic. Mariano Sánchez, lógica, filosofía del lenguaje, psicología y moral universal; Lic. Antonio G. Carrillo, historia y geografía universales; Lic. Eduardo F. Arteaga, literatura; C. Francisco Morales, teneduría de libros e idioma francés; C. Victoriano Cepeda, matemáticas; C. Manuel Carrillo, dibujo natural y lineal.

Significativos fueron los conceptos de la ley en cuanto a la disciplina escolar. En el artículo 3° prohibía las penas «corporis-afectivas», y disponía se usara el medio de la emulación para mejorar la conducta del alumno. En caso de reincidencia en las faltas al reglamento, recomendaba que las penas fueran moderadas y se impusieran ligeras privaciones. Contundente, suprimió en las escuelas oficiales el use del catecismo del padre Ripalda que fue sustituido por algunos elementos de moral que a consideración de los profesores, fuesen adecuados a la edad de los alumnos. La ley ya se refería al nombre de profesor o maestro, en sustitución al de preceptor, de uso común. Sin embargo, el término siguió vigente.

Estipuló normas precisas para la sustentación de exámenes para transitar de primaria a secundaria. Éstos se realizaban cada 6 meses en sesiones públicas. Los profesores estaban obligados a presentar de 5 a diez niños como candidatos. El docente que lograba que sus alumnos aprobaran el examen, se hacía acreedor a un estímulo que la ley llamaba: premio extraordinario.

De acuerdo con la Ley Viesca: « .. .la primaria está a cargo de los ayuntamientos; la secundaria y superior de facultades se encomienda a la Junta Directiva de Estudios; una y otras estarán bajo la inspección y vigilancia del Gobierno.» En particular, a los ayuntamientos se les exigió nombraran una Comisión de Instruc-

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ción Pública, con la misión de supervisar las escuelas, informar de sus condicio-nes tanto administrativas como técnicas y proponer las alternativas de solución . más adecuadas.

La educación secundaria se impartía en el Ateneo Fuente y se dividía en cinco cursos de diez meses cada uno. En lo que respecta al nivel superior, en la misma institución inició un curso de jurisprudencia, y se propuso uno de medicina, para cuando hubiese recursos. El Ateneo, aunque siguió los pasos del positivismo en su diseño programático, no cayó en excesos, y a diferencia de la Nacional Preparatoria, incorporó contenidos humanísticos en su plan de estudios.

La referida ley, al paso de los años, sufrió modificaciones importantes. El 23 de enero de 1880, y por el decreto número 362, la Junta Directiva de Estudios, hasta ese momento responsable de la Dirección de Escuelas Superiores, se hizo cargo de todo el servicio educativo en la entidad, con el título de Junta Directiva de Instrucción Pública en el Estado. En cuanto a las Comisiones Municipales, adqui-rieron el rango de Juntas Municipales de Educación, con la facultad de controlar las escuelas en su jurisdicción. Era el período en que gobernó Hipólito Charles.

A la vez, y con el propósito de facilitar la supervisión de las escuelas, se creó el cargo de Inspector General de Instrucción, en el que se designó al profesor José María Cárdenas. Seis años más tarde, mediante decreto expedido por el goberna-dor José María Garza Galán, el3 de junio de 1886, se agregaron las Subinspecciones de Instrucción Pública, en los Distritos de Monc1ova y Río Grande, dependientes de la Inspección General. En diciembre 3 de 1890, se nombró el Subinspector de Matamoros.

En ranchos y haciendas, los responsables del servicio educativo eran los Jueces Auxiliares; en los barrios, las Comisiones de Vecinos. A las visitas de vigilancia se les agregaba a los honoríficos comisionados la nada grata tarea de recaudar fondos para el sostenimiento de los establecimientos escolares y el pago a los maestros.

El 16 diciembre de 1867, Victoriano Cepeda tomó posesión del gobierno de Coahuila. Fiel a Juárez en todo momento y circunstancia, continuó su labor. Su actividad se centró en estimular las inversiones, para hacer realidad el proyecto juarista de industrializar al país. Decretó la exención de impuestos a las industrias y eliminó las alcabalas; instituyó una Junta de Mejoras Materiales e inició un programa de mejoramiento de caminos. El31 de mayo de 1869 expidió la Consti-tución Política del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza.

Ese año informó Cepeda que en el estado en 1868 existían 25 escuelas para niños y 6 para niñas, todas de carácter municipal, además de 48 particulares, distribuidas en 25 de niños y 23 de niñas, las que en total atendían a 2890 alum-nos. Para 1869, las escuelas municipales ascendieron a 32; en tanto las particula-res descendieron a 45. Estas escuelas tenían una inscripción de 3679 alumnos. Cabe destacar que el Colegio Hermanas de la Caridad, ubicado en Saltillo era la institución que poseía el mayor número de alumnas, pues sumaban 450. Para 1873, el número de escuelas aumentó a 113 entre particulares y oficiales con una atención a 4369 estudiantes.

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Hombre de lucha, en los meses de enero y febrero de 1868, combatió a indios comanches que se dedicaban a cometer todo tipo de delitos. Aún lo esperaban más calamidades.

En 1870, los gobernadores de Michoacán, Zacatecas y San Luis Potosí se rebe-laron al gobierno juarista. Cepeda organizó a sus «Gorras Prietas» y fue hasta Michoacán a enfrentar a los rebeldes. Los venció en Tamaulipas, en un lugar co-nocido como Charco Escondido. Ese mismo año, el 15 de agosto, revestido de la solemnidad que ameritaba la inauguración de un portento científico, el presidente Juárez intercambió mensaje vía telegráfica con el gobernador Cepeda.

Victoriano Cepeda, de quien diría Sóstenes Rocha que era un «jefe algo maniático y atrabiliario pero muy valiente y entendidos»  44 tenía la peculiaridad de ser un profesor de vocación arraigada. Como gobernador expidió el 31 de enero de 1871, el decreto Ordenanzas Municipales para el Régimen y Gobierno Interior.

El Ordenamiento fue diseñado para incidir en la formación ética de las personas, más allá de la educación formal. Insistió en motivar a los ciudadanos para que tuviesen un adecuado comportamiento que fuera ejemplo para los niños y jóvenes. Por lo que el decreto en su artículo 4, establecía castigos a ebrios escandalosos, jugadores de cartas, padres que no procuraran educación para sus hijos y desde luego, a los preceptores que no cumplieran con sus obligaciones. Los castigos comprendían multas, encierro y según el delito y su incidencia, trabajos en bien de la comunidad.

Antes de que finalizara el mes de septiembre de 1871, se rebelaron en Nuevo León, Gerónimo Treviño, Francisco Naranjo, Julián Quiroga y los hermanos Pedro e Ignacio Martínez. A esta rebelión se agregó la de Porfirio Díaz, quien el 13 de noviembre, lanzó su Plan de la Noria, en contra del reeleccionismo de Juárez. Las dos rebeliones se conjuntaron; pero entre los sublevados se originó una extraña alianza que influyó en su derrota.

Gerónimo Treviño hizo gala de un peculiar sentido del honor militar, pues siempre estuvo a la zaga de cualquier batalla problemática. En un enfrentamiento entre las fuerzas del gobierno federal, comandadas por Florentino Carrillo y las de su compañero Martínez, sólo se dedicó a observar de lejos y constatar la derrota de su aliado. Ni sentía lealtad a Díaz ni a sus compañeros de campaña. Simplemente esperaba la derrota del líder para asumir el mando. Con todo, logró tomar Saltillo el4 de octubre de 1871, de donde lo sacaron hasta el 28 de octubre del mismo año. Semanas después regresó y retomó la ciudad el 5 de diciembre.

Treviño no pudo lograr sus propósitos, ya que el 30 de mayo de 1872 fue derrotado por el ejército juarista en Topo Chico. Más tarde intentó combatir a Sóstenes Rocha en Patos, pero se retiró a tiempo. Más le valió, Rocha tenía fama de imbatible.

                                                            

44 Sóstenes Rocha, «Apuntes históricos sobre el sitio de Querétaro», en: Daniel Moreno, El Sitio de Querétaro, según protagonistas y testigos, México, Editorial Porrúa, 1982, p. 8.  

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La muerte sorprendió a Juárez el 18 de julio de 1872. Sebastián Lerdo de Tejada se hizo cargo de la presidencia. Intentó una labor de pacificación mediante una ley de amnistía a la que rápidamente se acogió Treviño, mediante un telegrama enviado desde Parras y fechado el 29 de julio.

Regresó Victoriano Cepeda a reasumir el cargo de gobernador, el 2 de agosto de 1872. Juarista reconocido, recibiría la inquina de Lerdo, que no lo dejó en paz hasta deponerlo.

El nuevo presidente inició un proceso de «limpia» de funcionarios juaristas. Entre ellos estaba Cepeda; así que el héroe de la intervención, fue «desconocido» por el diputado Serapio Fragoso y unos cuantos más. Protegidos en Monclova se rebelaron y nombraron a Ismael Salas nuevo gobernador, en septiembre de 1873. Estratégicamente, desde Candela, Salas hizo su propia revolución. Obvio, había una acusación que justificaba tal acción: malversación de fondos y violación a la Constitución.

Cepeda emprendió su enésima campaña guerrera y trabó combate con los sublevados. Con la celeridad del caso, el gobierno federal envió un numeroso ejército al mando de Carlos Fuero quien se hizo cargo de la situación el 9 de diciembre. Demás es decir que pierde Cepeda. Al año siguiente, el 5 de julio, el enviado presidencial «reconoce» el movimiento de los diputados y nombra a Sa-las, gobernador. Las acusaciones en contra de Cepeda, no fueron comprobados; apeló a la Suprema Corte de Justicia que se declaró incompetente y no le resolvió. Desalentado, se retiró a Patos y se dedicó al comercio. El nombramiento de Salas, era en calidad de mientras, ya que la silla gubernamental estaba reservada para Antonio García Carrillo.

Carlos Fuero informaría en 1874 que en Coahuila «la Instrucción pública se halla en una notable decadencia. La falta completa de profesores y de buenos libros de texto hace que la educación de los jóvenes no sea tan buena como se deseara y que este ramo no adelante á pesar de haber escuelas en todos los municipios y en muchas haciendas y ranchos.» Pero eso no era todo, agregó que «el Ateneo Fuente, único plantel de instrucción secundaria, se halla en una situación deplorable debido a la escasez de fondos y á la insuficiencia de la ley de estudios vigente, para llenar las exigencias de la época.»45 En 1875, Lerdo se reeligió sin convencer a muchos y entre ellos a Díaz, su rival en las elecciones. Así que éste lanzó su Plan de Tuxtepec por el que desconocía al Presidente. El 27 de marzo de 1876, se dieron enfrentamientos entre los pronunciados y el gobierno federal. De nueva cuenta participaron Treviño y Naranjo, pero esta vez en calidad de triunfa-dores.

El 16 de noviembre de 1876, el ejército de Díaz al mando de Manuel González venció al de Lerdo en Tecoac, Tlaxcala. En Acatlán, el triunfador celebró un acuerdo con José María Iglesias, por el que reconocía a éste como Presidente.

                                                            

45 Coahuila, reseña geográfica y estadística, México, México/París, Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1909, pp. 31, 32.  

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Pero mientras esto sucedía, Díaz fue a México, asumió el mando del ejército de Lerdo y regresó para atacar a Iglesias que, vencido, abandonó el país.

Ello de diciembre de ese año, entró Gerónimo Treviño a Saltillo con una fuerza múltiple integrada por los generales Hipólito Charles, Andrés S. Viesca, Francisco Naranjo y Anacleto Falcón, con lo que Coahuila entró en la «Paz porfiriana». Pero los problemas no se acabaron.

En 1876, el profesor José María Cárdenas trabajaba en la Escuela No 2 de niños y recibió con sorpresa un incremento en los gastos escolares: de 2.50 a 4.00 pesos, en virtud de que atendía ese año a 140 alumnos.

Un caso curioso es el que protagonizó en 1877, el director del Ateneo Fuente, Jesús María Gil. Este profesionista adquirió una fama nada agradable de chambista, pues no sólo era director de esa casa de estudios, además, se desempeñaba como médico legista y claro está, atendía su consultorio particular. Pero, no conforme, en febrero del mencionado año solicitó el cargo de Supervisor de Puestos del Mercado. Sin embargo, para evitar las malas lenguas, renunció a su sueldo como director del Ateneo.

En el país, Porfirio Díaz inició un largo período presidencial que con breves interrupciones, se extendió desde 1876 hasta 1911. Globalmente, estos años pue-den caracterizarse como los períodos de la pacificación, (1877-1884); el apogeo, (1885-1905); y la crisis, (1906-1911).

Con un Estado liberal que emergía de un proceso difícil y debatido, se conformó una nación sustentada en los principios de la Ilustración y el Liberalismo, que inexorablemente marchaba hacia un mejor destino, según decían los panegiristas del sistema. Los signos del progreso, bajo la dirección del nuevo régimen, se mos-traban claros. Sin embargo, el liberalismo fue transformado, por lo que de popular pasó a individual y desproporcionado en su concepto de equidad; las instituciones se convirtieron en meras corporaciones; la economía no encontró otro camino que la globalización dependiente, que produjo un boom económico ficticio, con el que la distancia entre pobres y ricos se tomó abismal.

En el terreno educativo, José Manuel Guillé, en octubre de 1876, publicó un artículo en un periódico de la capital, en el que lanzó severas críticas a la educa-ción nacional. Señalaba la necesidad de mejorar los métodos de enseñanza; de ser preciso, aceptar cualquiera, siempre que fuera congruente con el objetivo que se perseguía y las condiciones en que se desenvolvía el alumno. Explicaba la dife-rencia entre el kindergarten y la escuela primaria y propuso al gobierno instalara este nivel escolar que tanta falta hacía para la formación del niño. Guillé publicó un año después su libro La Enseñanza Elemental, en el que ya aparecía la ense-ñanza objetiva y una propuesta de ejercicios escolares de carácter intuitivo.

Desde los primeros años del porfiriato se inició la crítica hacia la educación que controlaban los ayuntamientos, y como despegaba el régimen hacia la conso-lidación del sistema federal, según los críticos, nada bueno tenía la educación municipal. Se aclamó con exageración y demasiada tinta la eficiencia de las es-cuelas manejadas por el gobierno federal, frente al desorden y atraso de las muni-cipales. El sistema requería controlar el servicio educativo todo, vía la uniformidad,

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único camino para lograr la modernidad, entendida como eficiencia para la industrialización de la nueva nación que se estaba construyendo. Reestructurar escuelas desde sus cimientos implicaba instaurar nuevos objetivos, formación de docentes más efectiva, prometedoras fuentes de financiamiento y claro, nuevo control. La modernidad, según ellos, era uniformidad que en términos más claros constituía la centralización anhelada.

En 1879 el gobierno federal creó la Academia de Instrucción Primaria con el propósito de nivelar a los maestros en los métodos y prácticas pedagógicas que se consideraban como adecuadas. De hecho, la obsesión era imponer a los docentes las formas y procedimientos que el gobierno quería; los nuevos organismos serían el principio. Se dispuso erigieran academias que se organizaron bajo la supervisión y vigilancia del cuerpo directivo existente, quienes integraban una mesa directiva, que determinaba los temas a tratar y designaba a quienes los impartirían. Las academias estaban obligadas a realizar sesiones de trabajo cuando menos dos veces al mes.

Los afanes por encontrar mecanismos que permitieran el control de la educación, produjeron la revisión del artículo tercero de la Constitución de 1857, que a la fecha aún estaba sin reglamentación. Fue un año después, en 1880 que se pro-mulgó la reglamentación respectiva. La reglamentación reafirmaba la idea de que cualquiera puede enseñar y abrir escuelas siempre y cuando mantuviera una con-ducta ética adecuada; así, sin más. Exigía además, que los docentes que trabajaran en escuelas oficiales, deberían ser titulados, no así los que se desempeñan en escuelas privadas.

Si algún libro ejerció considerable influencia en la educación durante el periodo porfirista, éste fue Teoría y Práctica de la Educación y la Enseñanza, del español Pedro de Alcántara García. El libro, desarrollado en siete volúmenes, comprendía muchos aspectos de la educación, tanto teóricos como prácticos. Incluía como novedad el estudio de la antropología y la antropología pedagógica, en cuanto subrayaba la necesidad de conocer al sujeto de la educación. Con amplitud, trata-ba la educación física, la intelectual y la de los sentidos. Su concepción de educa-ción adecuada, implicaba los principios típicos: cíclica, armónica, gradual, pro-gresiva, etc. Establecía con singular acierto la unidad del método y los procedi-mientos como la inducción, deducción, análisis y síntesis; las formas de la ense-ñanza, hasta características de las preguntas y cualidades de las respuestas. La intuición, teoría de moda, constituía el soporte de todos los procedimientos. Los pedagogos por excelencia estaban presentes: Comenio, Rousseau, Pestalozzi, Fröbel

En los primeros años del porfiriato, los que mandaban en Coahuila se la pasaron haciendo experimentos. Desde Ismael Salas, a quien siguió García Carrillo y hasta el término del periodo de Evaristo Madero el 13 de diciembre de 1882, hubo seis gobernadores. Luego, desde esta fecha y hasta Julio M. Cervantes que terminó el 15 de febrero de 1886, transitaron ocho personas.

Vale destacar que Evaristo Madero expidió el 25 de octubre de 1881, una Ley Orgánica de Instrucción Pública y el siguiente año, el mes de noviembre, la Cons-titución Reformada del Estado de Coahuila de Zaragoza. Aunque sin grandes no-vedades, es meritorio lo que estipulaba en su artículo 195: «la instrucción pública

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primaria será laica, general, gratuita y obligatoria.» Y eso que todavía no se reali-zaba el Congreso Nacional que promovería Joaquín Baranda. Por esta Ley se estipulaba que el servicio educativo debería ser sostenido con fondos públicos de las municipalidades y en caso de ser necesario, por el Estado. Serían precisamente los ayuntamientos los responsables de la vigilancia directa de la instrucción, bajo la supervisión del Ejecutivo estatal.

Mención especial merece el hecho de que mediante el artículo 197 se declaró que el ejercicio de la profesión de preceptor de instrucción primaria, sería consideraba como meritorio. La consideración, aunque suficiente para el tiempo que se vivía, resultaba sólo una buena intención que no calmaba el hambre de los sufridos preceptores.

Una estadística de 1883 en el ramo educativo señala que Coahuila contaba con 42 escuelas urbanas para niños y 33 para niñas, en las que eran atendidos 5,046 alumnos. Las escuelas rurales sumaban 156, donde recibían instrucción 6,815 es-tudiantes. En cifras totales se atendía a 11, 861 alumnos en 231 escuelas.

El Ateneo Fuente funcionaba como institución preparatoria y profesional y contaba con un internado. Los estudios de nivel preparatoria tenían una duración de cinco años; las carreras profesionales que ofrecía eran tres: Farmacia, Escribano Público y Abogacía. En buenos propósitos quedó la iniciativa de instalar una es-cuela preparatoria en cada cabecera de Distrito.

La carrera de Leyes fue reformada varias veces, en 1871 y 1874. Pero un cambio sustancial ocurrió en 1884, durante el gobierno de Julio M. Cervantes, quien estableció la carrera con una duración de seis años con metodologías y contenidos más adecuados. El Ateneo Fuente fue clausurado el4 de enero de 1894 y pudo reabrir sus cursos hasta agosto de 1902, para suspender su funcionamiento por causa de la revolución, en 1914.

Los sueldos de los preceptores por esos años eran muy dispares, su única cons-tante era lo raquítico. Los subinspectores ganaban 80 pesos mensuales; un preceptor encargado de la dirección de una escuela, percibía, dependiendo del municipio, entre 40 y 50 pesos. Para el rubro de gastos escolares, por ejemplo en Saltillo, la Escuela Número 1 para Niños, recibía 4 pesos mensuales. Las cifras así vistas nos dicen poco, salvo si las comparamos, con lo que ganaba el jefe de una Acordada, cuya misión era matar con permiso de la autoridad; el tipo percibía 300 pesos mensuales.

Si un preceptor solicitaba incremento salarial, no le quedaba otra que seguir el camino «fácil»: giraba oficio con la petición justificada a la Junta Municipal de

Instrucción Pública; ésta se la turnaba a la Junta Directiva de Instrucción que estaba en la capital del estado; acto seguido, la petición se trasladaba al goberna-dor del Estado, que la pasaba al Congreso, donde era asignada a las comisiones de Hacienda e Instrucción Pública, quienes deliberaban y argumentaban los pros y contras de la petición y la factibilidad de resolverse. La resolución regresaba por los mismos conductos al interesado, quien seguramente la recibía cuando había terminado el ciclo escolar. Vale decir en descargo de la ineficacia del sistema, que

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algunas peticiones fueron resueltas favorablemente con aumentos de 5 y 10 pesos.

Mención especial merece el hecho de que el 2 de febrero de 1883, llegó a Coahuila el Ferrocarril Internacional Mexicano; le siguieron, en marzo de 1888, el Ferrocarril Nacional de México y el Ferrocarril Central Mexicano. Este hecho posibilitó el desarrollo de las regiones Lagunera, Centro y Carbonífera.

Asumió el poder estatal José María Garza Galán en sustitución de Julio M. Cervantes, el 16 de febrero de 1886, y como él, recomendado por un poderoso del Centro; en este caso, del suegro del Presidente y ni más ni menos que de Gerónimo Treviño, lo que repercutiría en los acontecimientos de 1909. Garza Galán a la postre se convertiría en la víctima del grupo reyista que gobernaría desde 1894 hasta 1909.

En los años finales del siglo XIX, surgió la Escuela Modelo de Orizaba, Veracruz, como el gran proyecto educativo del que manaría la modernización del sistema. Las escuelas normales ya constituían la punta de lanza de la gran reforma. Seis de ellas funcionaban: la de San Luis Potosí fundada en 1844; la de Puebla, en 1879; las de Guadalajara y Nuevo León, en 1881; la de Jalapa, en 1886; y la de México en 1887. Salvo la de Jalapa y México, las demás aún aplicaban los viejos y gastados procedimientos escolásticos entreverados con el lancasterianismo.

Desde 1885 las críticas hacia la educación en manos de los municipios arrecia-ban: la instrucción que prodigan los ayuntamientos es inadecuada por su incom-petencia, --diría Ignacio Manuel Altamirano--, por lo que sería sano que fuesen regidas por instituciones más preparadas y capaces; las del centro, claro. Altamirano pertenecía al grupo de Joaquín Baranda; fue quien con el apoyo de Cervantez Imaz, Laubscher y Rébsamen, dirigió el diseño de la Normal de la ciudad de México. La institución seria el modelo a imitar por los estados, con lo que se consolidaría el proyecto de centralizar el servicio educativo nacional.

En marzo de 1889, Joaquín Baranda inició el Primer Congreso Nacional de Instrucción Primaria. El Congreso se programó con el afán de reorganizar la edu-cación nacional, en virtud de que le faltaban reglas fijas, métodos y principios administrativos y desde luego, recursos económicos. La verdad pronto se develaría: para los dirigentes del ramo todo indicaba, exigía, unificar y reordenar el anacrónico servicio educativo bajo la égida del Centro. Por otro lado, razones humanas guiaban el proyecto: la unificación satisfaría a quien mandaba y proyectaría. a Baranda, cuando menos a la vicepresidencia de la República.

Al Congreso asistieron un total de 33 delegados y 16 directores de escuelas en calidad de observadores, sin derecho a voto. Del total de delegados sólo cinco eran maestros, los demás, profesionistas y políticos que tenían influencia en sus localidades.

Fungían como presidente honorario Joaquín Baranda; como presidente, Justo Sierra; y como Vicepresidente, Enrique C. Rébsamen, quien también encabezó las comisiones de Enseñanza Elemental Obligatoria y de Escuelas Normales. Por cierto, en esas comisiones se encontraba Miguel F. Martínez, maestro de Andrés Osuna.

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El Congreso produjo propuestas planteadas como recomendaciones, que algunos estados instituyeron. En el fondo, influyó en la búsqueda de nuevas formas de mejorar la educación, pues los principios centralistas que lo animaron, debieron esperar. Lo cierto es que sirvió al régimen para iniciar una influencia ideológica de largo alcance, aunque el proyecto en lo operativo se redujo a la capital de la República.

Muchos fueron los elementos tratados en el Congreso que vale la pena rescatar. La idea de un sistema nacional de educación popular ganó terreno; con él, se deslindaron los conceptos de «educación» frente a' «instrucción», y «popular» como factor de equidad. Motivados por la necesidad, estructuraron programas de estudio para los diferentes niveles. Propusieron agregar dos años de estudio a la Primaria Elemental, lo que configuraba el nivel llamado Primaria Superior, que cumpliría la función de preparar al alumno para acceder a Preparatoria.

En el terreno metodológico establecieron los principios de Comenio como los más adecuados para la enseñanza. Prácticos, señalaban que en las clases no habría memorización y se aplicaría el método socrático; las contestaciones en coro, muy comunes en la época, debían cancelarse para ceder su lugar a la participación individual. El procedimiento que recomendaron fue el de Pestalozzi, llamado intuitivo o de enseñanza objetiva, .con todas sus formas: presentación del objeto, uso de modelos para su representación, manejo de estampas, diseño de diagramas y la realización de descripciones animadas. Significativo resultó el hecho de que unánimemente proscribieron la enseñanza lancasteriana.

A partir de la conclusión de los trabajos y el advenimiento del Segundo Congreso que inició ello de diciembre de 1890 y concluyó el 28 de febrero del siguiente año, el gobierno federal expidió la Ley reglamentaria de instrucción obligatoria en el Distrito Federal y Territorios de Tepic y Baja California, el 21 de marzo de 1891, y el Reglamento Interior, en mayo del año referido. Con esta Ley se reafirmaron los principios de la instrucción elemental: uniforme, obligatoria, laica y gratuita.

El 7 de mayo de 1891, Baranda envió circulares a todos los estados, invitándolos a unirse a la tarea de uniformar la instrucción para que fuera un « ... elemento nacional de fuerza, de paz y de progreso. »46 No todos hicieron caso.

En el desarrollo del Congreso ocurrieron algunos incidentes dignos de tomarse en cuenta, como fueron la oposición de Francisco G. Cosmes a las propuestas de Baranda, en relación a la implantación de un sistema único; y el provocado por Emilio Baz, de la delegación coahuilense, que socarrón e irónico, comentó de Rébsamen: « Yo hubiera deseado que el H. representante de Veracruz, ese pozo de ciencia, saliera del pozo y nos ilustrara con su ciencia, porque, en verdad, ya se va despertando en mí la duda a ese respecto».47 Con Baz, integraban la delegación José María Múzquiz y Dionisio García Fuentes, quienes, por cierto, no

                                                            

46 Ernesto Meneses Morales, Tendencias educativas oficiales en México. 1821‐1911, México, Editorial Porrúa, 1983, p. 417.  

47 Idem, p. 329.  

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dirigieron ninguna comisión, privilegio reservado a los miembros del grupo de Baranda

En Coahuila, el servicio educativo agonizaba. Aunque el gobernador Garza Galán hacía esfuerzos desesperados por mejorarlo, nada parecía funcionar. Ya existía en Saltillo el Colegio de S~ Juan Nepomuceno, fundado por jesuitas en 1878, y que constituía un difícil competidor del Ateneo Fuente, pues mientras aquél todavía aplicaba anacrónicos procedimientos y textos, como por ejemplo, el Catecismo de Ripalda, proscrito por la «Ley Viesca», éste, inicialmente dinámico, caía en la decrepitud. La razón era sencilla, no tenía recursos para el pago de los maestros y los ayuntamientos no enviaban alumnos, pues no tenían dinero para otorgarles una beca que les permitiera sostenerse en la capital del Estado. El Colegio por su parte, recibía a una buena cantidad de alumnos pudientes.

El Colegio ofrecía la Escuela Elemental, un Curso de Literatura que se podía desarrollar en tres o cuatro años y otro de Filosofía, en dos o tres años; además, otras materias extraordinarias o de ornato, tales como dibujo, música y los idiomas alemán e italiano.

Dolido por la situación, el director del Ateneo al dar su informe de actividades, expresó con singular pasión: «Este instituto es el único foco de luz para la juven-tud estudiosa de Coahuila, es el único plantel de educación laica; quitadlo y habréis dado incremento al plantel de educación clerical fundado en esta ciudad hace algunos años ... »48 Líneas más adelante ponderó el carácter científico, repu-blicano y actualizado de la institución que dirigía, en comparación con la enseñan-za escolástica y elitista del Colegio.

En 1884 nació el Instituto Madero, destinado a « ... proporcionar á la juventud femenil una educación completa y esmeradas, »49 según afirmaba el cartel publici-tario que anunciaba la apertura de cursos, el 3 de diciembre de 1885. La Junta Directiva del plantel estaba integrada por Evaristo Madero, José María Cárdenas, que era además el director, y Guillermo Powell. Este instituto ofertaba un Curso Primario y otro Académico; este último, con una variedad de materias que se debían cursar en tres años y que formaban en una diversidad de especialidades. Complementaban el plan, como cursos accesorios: francés, latín, teneduría de li-bros, medicina, música y dibujo.

Poner en vigor el decreto de fecha 14 de julio de 1877, por el que se exigía a quien quisiera trabajar como docente, fuera titulado en una escuela Normal, trajo consigo la fundación de algunas escuelas particulares dispuestas a ofrecer esta formación. Así, surgen la bautista en 1886, luego la metodista y en 1890, la presbiteriana. El Instituto Madero también se dedicó a la formación de profesoras. En 1890, Modesta F arias y Aurelia de la Cruz presentaron su examen profesional para obtener el título de Profesoras de Instrucción Primaria en esa institución.                                                             

48 Esteban L. Portillo, op.cit. p. 309.  49 Idem. Apéndice.  

 

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El gobernador José María Garza Galán estableció por decreto administrativo de fecha 18 de febrero de 1889, la primera Escuela Normal de Profesores depen-diente del Gobierno. La escuela, en realidad un anexo del Ateneo Fuente, funcionó por breve tiempo.

Garza Galán se atrajo una serie de problemas por su afán reeleccionista y la animadversión del nuevo «cacique del norte», Bernardo Reyes. Entre Garza Galán y Reyes existía de hecho un distanciamiento, pues el gobernador de Coahuila había llegado al poder recomendado por Gerónimo Treviño y el suegro del presi-dente Díaz.

Con muchas ganas y poco presupuesto logró instalar el alumbrado eléctrico en Saltillo; el alumbrado de petróleo en Monclova y Piedras Negras en 1885 y 1886; construyó la penitenciaria de Parras y realizó diversas obras de ornato. Pero le fue mal en los litigios territoriales con Durango y Nuevo León. La intervención del Presidente escudado en un laudo arbitral, obligó al Gobernador a ceder a Durango una porción de terreno entre Torreón y Mapimí, y a Nuevo León, una franja que les permitiera tener contacto con la frontera estadounidense. Para colmo, el Congreso local tuvo que agradecerle a Díaz la benevolencia tenida con Coahuila. A pesar de que construyó un puente en Saltillo, con el nombre de Puente del 2 de Abril, como un homenaje, los problemas del Gobernador no terminaron.

Con afán, luchó por atraer la industria al estado, pero el egoísmo de Reyes no se lo permitió. La Cervecería Cuahtémoc y la Fundidora de Fierro y Acero, a pesar de su intención de instalarse en Coahuila, recibieron mejores ofertas de Monterrey.

La afición de Garza Galán por las orgías que organizaba en la llamada «Casa Pinta», después convertida en el Asilo H. Mass, fue aprovechada por sus enemi-gos. Para colmo, se le ocurrió decretar que el titular del ejecutivo podría intervenir en la organización de los ayuntamientos en tanto se realizaran elecciones. Esto lo hizo el 18 de marzo de 1886.

Así, al querer reelegirse por segunda ocasión para el cargo de gobernador de Coahuila, apoyado en su amistad con el suegro de Porfirio Díaz, el mes de agosto de 1893, se dieron brotes de rebelión en Cuatrociénegas, Monclova, Nadadores y

San Buenaventura, comandadas por Jesús, Emilio y Venustiano Carranza. Los rebeldes tomaron como bandera el respeto a los principios de la Constitución de 1857 y se hacían llamar «catarinistas».

No sólo en Cuatrociénegas la inconformidad gestó movimientos en contra del Gobernador: en Saltillo, José García Rodríguez, Francisco Arizpe y Ramos y To-más. Berlanga preparaban diversas acciones, en la casa de Carolina Rodríguez, conocida como «la bella conspiradora».

En los días de la rebelión, una comisión de coahuilenses se entrevistó con el presidente Díaz para pedirle destituyera a Garza Galán. Esa comisión, producto de una «puntada de estudiantes» involucró a un grupo de coahuilenses prominentes. Los estudiantes eran: José María Rodríguez, Antonio Pérez de Yarto, Me1chor Cadena; los empresarios: Dámaso Rodríguez, Amado Cavazos y otros. El Presidente, durante la entrevista, pasó de la cordialidad al disgusto, pues

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justo en esos momentos recibió un telegrama en el que se le informaba de la rebelión comandada por Emilio Carranza. Con severidad dio por terminado el diálogo: «¡ Qué manera tienen Uds. de arreglar los asuntos, por un lado vienen a hacerme caravanas y por detrás me tienen una carabina en la espalda! ¡ Ya sabré yo en qué forma arreglar estas cosas, pueden Uds. retirarse, señores !»50 La tarea de pacificación fue encomendada a Bernardo Reyes. Los rumores, con gran dosis de verdad, atribuían a Reyes haber prefabricado la rebelión. Fácilmente sofocado el movimiento, Garza Galán se vio obligado a renunciar a sus intenciones, el 9 de septiembre de 1893. Ese año, Francisco I. Madero llegó a San Pedro de las Colonias.

En medio de una maraña política en que desfilaron gobernadores interinos, entre los que estuvieron José María Múzquiz, Miguel Cárdenas y Francisco Arizpe y Ramos, en las elecciones realizadas ello de octubre, fue electo para el siguiente período José María Múzquiz. Reyes, desde Monterrey quería gobernar Coahuila, e intentó imponer su criterio al Gobernador, a través de su amigo, el diputado Miguel Cárdenas. La intromisión de Reyes no gustó a Múzquiz que, finalmente se retiró vía una licencia, el 15 de febrero de 1894. Desde luego, su sustituto fue Miguel Cárdenas.

En el breve tiempo que gobernó Múzquiz, puso en vigor la «Ley Orgánica de Academias de Profesores», con el afán de resolver el grave problema de los maestros no titulados, a quienes era necesario capacitar.

La decisión del presidente Lerdo de Tejada de motivar la llegada de emisarios de la religión protestante para contrarrestar la influencia de la religión católica, aunada a los afanes internacionalistas de Porfirio Díaz, aunque un poco tarde, se hicieron sentir en Coahuila. Por el mes de abril de 1893 los saltillenses vieron con malos ojos el arribo de Leila Roberts, norteamericana y protestante. El disgusto se acrecentó al constatar los beneficios que le otorgó el Gobierno yel engaño de que fueron objeto por parte de la citada extranjera. Leila compró un terreno en el cen-tro de la ciudad, según ella para construir una escuela que tanta falta hacía; el edificio acabó funcionando también como templo que llevaba el nombre de Iglesia Metodista Episcopal del Sur. Para colmo, la dueña se confabuló con un tal Mister Grimes y convenció a las autoridades para no pagar impuestos.

A Francisco Arizpe y Ramos se debe la concreción de las gestiones iniciadas en 1893 para fundar una escuela Normal. Una de esas medidas, fue la dictaminada mediante el decreto número 567, expedido el 5 de enero de 1894, por el que se clausuraron las escuelas profesionales dependientes del Estado, con el propósito de destinar todos los recursos posibles a la nueva Institución.

La existencia legal de la Escuela Normal de Profesores y su Escuela Primaria Práctica Anexa, se determinó por el decreto número 618, de julio 6 de 1894, aun-que inició sus cursos el 4 de mayo de ese año. Su primer director fue el discípulo de Rébsamen, Luis A. Beauregard, quien desde luego, implantó el mismo esque-ma de la Normal veracruzana en el que se formó.                                                             

50 José María Rodríguez, Memoria, México, 1950, p. 78.  

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El decreto de creación en su artículo 1°, determinaba que el sostenimiento y régimen de la escuela Normal sería responsabilidad del gobierno del Estado. Su objetivo implicaba dos tareas importantes: «formar profesores de instrucción pri-maria elemental y superior.» (Artículo 2°, fracción 1ª ) y «La organización de la instrucción primaria en el estado, según las últimas doctrinas y enseñanzas peda-gógicas.» (Artículo 2°, fracción 11ª ). Las autoridades buscaban afanosamente im-poner orden, por lo que los referidos artículos ratificaban al Gobierno como el responsable de la conducción de la educación. Esto era necesario, ya que los ayuntamientos hacían lo que les venía en gana. Bajo sus propias «reglas»: efectuaban la contratación del personal docente, nombraban las comisiones de educación, otorgaban ascensos, etc. Los inspectores generales, sin recursos ni capacitación, poco podían hacer.

Las escuelas particulares abrían cursos de formación de docentes y otras carreras, sin que nadie impusiera criterios. Habría que detener esta avalancha de anarquía, lo que explica el espíritu del artículo 3°: «Desde la promulgación de esta Ley, sólo la escuela Normal de Profesores, tendrá autorización para examinar y aprobar a los que aspiren a obtener el título de profesores de instrucción primaria elemental y superior». Desde luego, el artículo 4° especificaba que prácticamente sólo serán contratados para una plaza de maestro en escuelas oficiales, quienes egresaran de la escuela Normal.

Pretendían lograr la actualización y capacitación de los maestros, vía la instau-ración de la Academia de Profesores y Profesoras, ubicada en Saltillo, y Escuelas Modelos en las cabeceras de Distrito, según lo estipulaba el artículo 7°. Quien serviría de modelo a seguir, era la Escuela Práctica Anexa a la Normal, a la que la misma Ley da vida por el artículo So.

En esencia, la Ley fue producto de la experiencia escolar veracruzana. Las Academias constituyeron el origen de la escuela Normal de Jalapa, a partir de la escuela Modelo de Orizaba. Sin duda, la asesoría de Rébsamen estaba detrás del proyecto.

Andrés Osuna, originario de Tamaulipas, formado como maestro en la Normal de Nuevo León y recién llegado de Monterrey, en octubre de 1892 instaló en Saltillo una escuela particular con el nombre de Victoriano Cepeda. En 1893, y con motivo de la rebelión de los Carranza, Bernardo Reyes vivió transitoriamente en una casa situada justo enfrente de la escuela de Osuna, lo que éste aprovechó para entrevistarse con el «cacique del norte»; pudo hacerlo, gracias a la intermediación de Miguel F. Martínez, su maestro en Monterrey. Bernardo Reyes lo recomendó personalmente con José María Múzquiz. El gobernador de Coahuila le ofreció la Dirección de una escuela, cargo que rechazó el joven maestro. Sin embargo, entabló una relación de estrecha amistad con Reyes.

Beauregard, en los primeros meses de 1894 se dedicó a la tarea de preparar lo conducente para que la nueva institución fuera una realidad. Integró al primer personal docente con maestros de Veracruz y de Coahuila. Los maestros fundado-res fueron, además de Beauregard, Canuto H. Domínguez, Alfonso Rodríguez, Antonio Farga, Herminio Ayala, Eduardo Gariel, José María Cárdenas, Gabriel M. Barba. Todos ellos para impartir clases en la escuela Normal; la Anexa estaba

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dirigida por Canuto H. Domínguez, en calidad de subdirector, y Andrés Osuna como ayudante.

La escuela Normal inició sus actividades en la S3 calle de Hidalgo, en la casa marcada con el número 4. Fue necesario acondicionarla y dotarla de mobiliario. Las inscripciones iniciaron el 23 de abril. Al clausurarse el Ateneo Fuente, los alumnos fueron invitados a inscribirse en la nueva institución; algunos aceptaron.

Finalmente se incorporaron a la escuela Normal 16 estudiantes, todos varones; en la Práctica Anexa, 72 niños. Luis A. Beauregard tenía veintiún años cuando se hizo cargo de la escuela Normal, y apenas dos de experiencia docente.

El acto inaugural se realizó la noche del 4 de mayo de 1894. Revestido de una singular solemnidad, el programa integró números musicales de corte clásico con Verdi, Adam, Donizetti y discursos en los que compartieron el uso de la palabra Luis A. Beauregard, Manuel Garza Aldape, Alfredo Rodríguez y Melchor Cadena.

En 1895, la institución adquirió carácter mixto, por lo que se inscribieron 25 alumnas, además 19 hombres, para un total de 44 alumnos en el primer curso. La matrícula total del plantel para 1896, alcanzó la cifra de 86. En los años 1897, 1898 y 1899, decreció a 79, 63 '1 63 alumnos respectivamente. Pero a partir de 1900, logró incrementos considerables. Ese año tuvo 80; en 1901, 101; en 1902, 116; en 1903, 127, hasta llegar a 208 alumnos en 1909. Beauregard inició la publi-cación de la revista Magisterio, de poca duración.

En 1896 Osuna acompañó a cinco alumnos de la primera generación de profe-sores a Bridgewater, Massachussets, con el propósito de realizar estudios de especialización. Lo curioso de la situación es que la decisión la tomó el Gobierno directamente con Osuna y los alumnos de tercer grado, pues tanto éstos, como las autoridades, guardaron silencio hasta que fue necesario adelantar los exámenes para que los alumnos pudieran titularse. Seleccionados los cinco que irían, se les prometió que a su regreso serían incorporados como catedráticos de la Normal ya Osuna, como director. Con ellos iniciaría la formación de un equipo de trabajo que ayudó a crear la Nueva Escuela Coahuilense. El grupo lo formaban: Apolonio M. Avilés, Rubén Moreira Cobos, Leopoldo Villarreal Cárdenas, Anastacio Gaona Durán y Gabriel Calzada.

El 15 de diciembre de 1897, después de gobernar el estado en calidad de interino, Miguel Cárdenas inició al amparo de Reyes, un largo período gubernamental que concluiría en 1909. Su amistad con el gobernador de Nuevo León, le costó algo más que el hiriente apodo de «el canana».

El período de Cárdenas coincidió con la época del apogeo del porfiriato; con él se produjo el despegue económico de Coahuila. Las razones son obvias, el gobierno federal otorgó facilidades a los inversionistas nacionales y extranjeros, con lo que el crecimiento de la industria, la agricultura, el transporte, las comunicaciones y el comercio fueron un hecho, no siempre de beneficio para la mayoría de la población.

Las tierras de la Laguna, beneficiadas por los ríos Aguanaval y Nazas, propiciaron la siembra y cosecha de grandes cantidades de algodón, lo que trajo un

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extraordinario movimiento industrial y desde luego, poblacional. Consecuente-mente, se creó Torreón en 1893, (San Pedro de las Colonias nació en 1869). La sociedad se transformó y se escindió en los grandes propietarios y la mayoritaria masa de desposeídos, vestidos ahora de obreros industriales y trabajadores agrícolas.

Como región de injuria para el señor Presidente, el gobierno federal tasó los terrenos en venta a precios de risa: los de primera costaban 0.75 pesos; los de segunda, 0.50; y los de tercera, 0.30. Lo que permitió ampliar la cantidad de lati-fundistas, que en números conservadores se podían ubicar en 16, los que poseían la mayor cantidad de hectáreas. Entre ellos estaba al gobernador Miguel Cárdenas y la familia Madero, además de extranjeros. Muchos de ellos aprovecharon el bajo costo de las tierras desérticas que se convirtieron en paraísos, pues en ellas iniciaron la explotación de yacimientos de carbón y otros metales. Ejemplo de ellas fueron Sierra Mojada, Boquillas del Carmen, Esperanzas y La Rosa.

Aunado a todo, Cárdenas implantó toda una gama de políticas por las que hizo significativas concesiones e importantes reducciones impositivas a los «amigos de Coahuila», que le permitieron incrementar el-hasta ese momento-- raquítico presupuesto. Además, ayudó a los municipios a equilibrar sus finanzas y a realizar obra pública.

El Gobierno de Cárdenas inició bajo los mejores auspicios. Su amistad con Bernardo Reyes constituía una garantía de que todo marcharía bien. Reyes era el mimado de Díaz, al menos por el momento.

El porfiriato demostraba una fuerza inquebrantable. Su poder radicaba en una figura presidencial fuerte, sostenida por jefes políticos y gobernadores. Si uno fallaba, estaba el otro para hacer volver al redil al perturbado. Contaba además, con un ejército de poco más de 40,000 efectivos que hacía labor policiaca, distri-buido en 10 zonas militares, tres comandancias y catorce jefaturas. Habría que agregar a los cuerpos de rurales, tanto del orden federal como estatal, que perci-bían sueldos excelentes y contaban con equipo moderno y cabalgaduras; y sin descartar a la temible Acordada que era una policía secreta al servicio de cada estado. Para destacar la importancia de su labor, en Coahuila, el jefe de la Acordada llegó a percibir un salario de 300 pesos al mes.

Cárdenas logró dirigir el gobierno de Coahuila por cerca de 15 años. Pero no era el único ni el de más años en el poder; además de Díaz, le ganaban Próspero Cahuantzi, gobernador de Tlaxcala con 30 años en el poder; Aristeo Mercado, Teodoro Dehesa y Bernardo Reyes de Michoacán, Veracruz y Nuevo León, res-pectivamente, con 25 años; Luis Terrazas, de Chihuahua, con más de 20 años.

En Coahuila, existían cinco jefaturas políticas distribuidas en el Distrito del Centro, Parras, Monclova, Río Grande y Torreón. Investidos de un poder superior al de los alcaldes, estaban al servicio del Gobernador, para facilitarle el control político, y callar a eventuales revoltosos.

Regía en Coahuila la Constitución estatal de 31 de mayo de 1869 en la que se señalaba su carácter republicano, representativo y popular, dividido en tres pode-res: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. El Ejecutivo tenía una duración en funciones

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de cuatro años. La distribución territorial estaba organizada en distritos y municipalidades. Existían cinco distritos: Distrito del Centro, integrado por los municipios de Saltillo, Arteaga, Ramos Arizpe y General Cepeda; Distrito de Pa-rras, por Parras de la Fuente y San Pedro de las Colonias; Distrito de Viesca, por Torreón, Matamoros de la Laguna y Viesca; Distrito de Monclova, por Monclova, Romero Rubio, San Buenaventura, Nadadores, Cuatrociénegas, Ocampo, Sierra Mojada, Progreso, Sacramento, Abasolo, Abasolo Nuevo y San Juan de Sabinas; Distrito de Río Grande, por Porfirio Díaz, Morelos, Zaragoza, Guerrero, Allende, Rosales, Jiménez, Gigedo, Hidalgo y Nava.

Beauregard renunció a su cargo de director de la escuela Normal en febrero de 1897 y regresó a su tierra, Cosamaloapan, Veracruz, donde se dedicó a adminis-trar una hacienda de su propiedad. Abandonó esta actividad para colaborar con Rébsamen como Inspector General de Instrucción Pública hasta 1909. Luego diri-gió la Escuela Modelo de Mérida, cargo que dejó en 1911. De nuevo a su tierra, de donde salió para tener una breve participación en el primer Congreso Pedagógico Veracruzano. En 1916 se instaló en Veracruz y ocupó una Jefatura Educativa, en la recién creada Secretaría de Educación Popular, a la que renunció apenas al inicio de 1917. El 11 de febrero de ese año, regresó a Coahuila con motivo de la realización de la segunda reunión del Congreso Higiénico Pedagógico Coahuilense. Murió el 25 de julio de 1918.

El nuevo porfirismo, como teoría decía apoyarse en el empirismo y parte en el positivismo de Comte. Pero en realidad se sustentaba en el evolucionismo de Darwin y el organicismo de Herbert Spencer, aún cuando con las primeras se explicitan hechos relacionados con los principios de orden y progreso y la centralización del poder en un hombre fuerte. La verdad, para el círculo de científicos porfiristas, las tendencias justificadoras del estado de cosas comprendían a México como un organismo; en él, radicaba el cerebro que controlaba todos los movimientos que dan vida al cuerpo; la acelerada creación de vías de comunicación, actuarían como las venas y arterias que trasladan los elementos vitales para el desarrollo, pero todo se debía al «cerebro» u hombre fuerte. Complejo, el porfiriato integraba jirones de cultura nacional y formas de vida europeizante con hombres letrados formados allá: Justo Sierra y Baranda desde el sector educativo; en lo económico Limantour y en la cultura Riva Palacio, Emilio Rabasa, López Portillo y Rojas.

Congruente con la cultura prestada, la modernización del país en todas las áreas ameritaba monumentalidad; como respuesta, producen grandes obras arquitectó-nicas y ornamentales. Al paralelo, el legado de Juárez seguía vigente; el positivis-mo, una doctrina que Barreda importó de Francia aún llenaba los salones de con-ferencias y los círculos culturales. Tema de conversación forzosa para «estar a la moda» y como las galletitas, acompañar el café. El positivismo ya no era ni som-bra de lo que fue con el francés que la quiso convertir en religión de la humanidad. Sus seguidores veneraban la certeza científica que proporcionaba esta doctrina y atacaban con ironía la otra filosofía: «La psicología enseña que el 'yo' es un ser, que el 'ser' es 'esencia', y que la 'esencia' es una. Esta determinación del 'yo' no puede dar a ninguna contestación si se entiende por 'ser' una cosa, un objeto cual-quiera; por 'esencia' lo que el ser es o el conjunto de sus propiedades, y si se designa por unidad que la esencia del 'yo' es pura y simplemente la esencia del 'yo' y no otra cosa, ¿cómo se manifiesta esta unidad de la esencia del 'yo'? Por dos atributos nuevos y coordinados; en tanto que él es uno, el 'yo' es el mismo, es

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lo que es, y es todo lo que es; ... »51 Leído por Justo Sierra en un salón plagado de positivistas, el fragmento, lleno de galimatías de una obra de Tiberghien, arrancó las más sonoras carcajadas. El libro en cuestión era el que se implantaría en la Escuela Nacional Preparatoria, en lugar del creado por John Stuart Mill.

Pero los positivistas «no cantaban mallas rancheras». Las razones saltan a la vista; razones de exceso. Baste leer lo que parecía convertirían en un credo:

«Creo en nuestra augusta Madre la Humanidad que ama, obra y piensa para nuestro bien; creo en su constante Providencia que sin ser omnipotente, no ha cesado de mejorar el mundo en provecho nuestro. Creo en la Filosofía positiva, su legítima hija, Señora y Redentora nuestra, que fue concebida por obra de la Observación y la experiencia, y nació de la fecunda Inducción. Padeció bajo el poder de la Metafísica; fue perseguida, oprimida y menospreciada por el régimen universitario. Descendió a los infiernos de la Anarquía y de la Duda, y en el pasado siglo se levantó gloriosa de entre los ontologistas. Subió a las Escuelas positivas, y se halla sentada a la diestra del saber demostrable, el único poderoso. Desde allí está juzgando a los vivos y a los muertos. Creo en el espíritu científico, en la Unificación de criterios, en la ciencia educadora, en la comunión de Ideas y Sentimientos. Creo en el altruismo humano, en la glorificación de los dignos Servidores del Orden y del Progreso, en la Inmortalidad subjetiva. Creo en el Dogma demostrado y en su verdad perdurable. Amén.»52 El credo es gracioso y motivo de risa de no mediar la seriedad con la que fue escrito. Pero sus contemporáneos se encargaron de ridiculizarlo; en el periódico La República se insertó otro credo: «Creo en la onza de oro todopoderosa, creadora de todo lo bueno y todo lo malo, y en el billete de banco, su único hijo, señor nuestro, que fue concebido por obra y gracia del espíritu de la necesidad, descendió hasta los suelos y sacó de apuros las almas de los infelices pobres que estaban esperando su santo advenimiento; subió hasta las nubes y está sentado a la diestra de la onza todopoderosa. Desde allí ha de bajar otra vez a halagar a los pillos y a los cuerdos. Creo en el billete chico, la antigua peseta, la comunión de los especuladores, el perdón de los pecados en el cambio, y la negociación perdurable. Amén.»>53 El sarcasmo denota la posición de privilegio de los positivistas en el régimen, mismo que defendieron con denuedo con la doctrina importada y que tanto gustó a Juárez.

La realidad era otra. En tanto duraba el sueño modernizador, hacia finales del caó-tico siglo XIX, México se volvió cada vez más dependiente en economía por un brutal decrecimiento de la demanda externa, incremento del desempleo, baja en los salarios, aumento a los impuestos, limitación de créditos externos, cambio de la paridad del peso frente al dolar, a dos y, para colmo, la crisis de Wall Street de 1907. Pero eso no era todo; Díaz empezó a coquetear con los ingleses, lo que no gustó a los vecinos ricos ya que veían en peligro su mercado y propiedades; en lo

                                                            

51 Moisés González Navarro, Sociedad y cultura en el porfiriato, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994, p. 183  52 Gabino Barreda, La educación positivista en México, México, Editorial Porrúa, 1987, p. XVI.  53 Idem, p. 18l.  

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interno, la división y pleitos entre su grupo por ganarse el afecto de don Porfirio o doña Carmencita, para suceder al ya envejecido dictador.

La paz porfiriana ocultaba una serie de levantamientos sofocados durante un tiem-po. Pero el desgaste natural de la credibilidad, el juego de intereses movidos por la infidelidad de los hombres en el poder, el distanciamiento de los hombres del gobierno de la realidad y, principalmente de Díaz, incrementaron las asonadas, levantamientos y huelgas de campesinos, hacendados y obreros. A éstos acompañó el ritmo acelerado y virulento de la crítica periodística que no pudieron callar como al Imparcial.

Pero volvamos a Coahuila. Concluidas las elecciones de 1897, Cárdenas toma po-sesión como gobernador de Coahuila, dejando su calidad de interino. Fue apoyado por el Círculo Central Político de Coahuila, integrado, principalmente por Encamación Dávila, José María Rodríguez y Manuel Garza Aldape. En el Congreso se incluyó a Venustiano Carranza como diputado por Monclova. No tardaría en convertirse en senador.

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Profesor José Rodríguez González  Inspector de Escuelas del Centro. 1902   Archivo Histórico SEPC 

 

LA NUEVA ESCUELA COAHUILENSE « ... primero, al entrar a estudio, nervioso y

entusiasta, sólo vi la vida ardiente de la idea; pero después, desalentado, triste y bajo el dominio de un

nuevo orden de cosas, se me figuró el salón como el escenario donde se desarrollaba el primer acto de un

drama del suicidio que se desenlazaría en las generaciones futuras. "5454

Felipe Ángeles                                                             

54 Odile Guilpain Peuliard, Felipe Angeles y los destinos de la Revolución, México, FCE, 1991, p. 117. 

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Osuna regresó a Coahuila en 1898, cuando Eduardo Gariel ocupaba el cargo de Director de la Escuela Normal en calidad de interino, desde marzo de 1897. El 22 de agosto de 1898 fue nombrado director de esa institución e inició la reorganización y modernización del sistema educativo. EL nombramiento estipulaba un sueldo de 150 pesos mensuales y para los catedráticos, de 80.

Como director de la Normal, distribuyó las clases más importantes entre los nuevos maestros y contrató a los que a su juicio eran más capaces. Los de Veracruz se habían marchado ya. Sólo se quedaron quienes impartían algunas materias especiales de las que no se contaba con especialista en la ciudad.

Los planes y programas de estudio fueron reformados e introducidos a partir del primer grado. Con ellos, además, aplicaron la innovadora «planeación detallada» que exigía una calendarización rigurosa. Los nuevos programas estaban dise-ñados para motivar la creatividad de los alumnos. En los grados subsecuentes modificaron la metodología; elaboraron reglamentos y dispusieron mecanismos de trabajo para aprovechar el tiempo disponible. Se hizo habitual que el Director de la escuela, dialogara todos los días con los alumnos durante 25 minutos antes de iniciar las clases.

Paralelamente, el nuevo equipo de trabajo, inició un programa de capacitación y actualización a los docentes en activo. Este programa consistía en una serie de cursos nocturnos, en los que analizaban las nuevas vertientes del pensamiento pedagógico. Complementaba este proceso, un programa de trabajo práctico en el que los maestros de la escuela Anexa desarrollaban clases modelo que eran punto de partida para la discusión y elaboración de conceptos y teorías. Estas prácticas docentes se realizaban los sábados por la tarde. Todo preparaba el advenimiento del proyecto educativo del régimen, y de la institución que lo dirigiría.

Previo al proceso de creación de la Dirección General, ya proyectada, Osuna realizó visitas a escuelas en prácticamente todos los municipios, lo que le permitió precisar necesidades y definir un programa de trabajo.

Todas las acciones tenían un propósito específico: implantar una reforma centrada en la enseñanza activa. A diferencia de Beauregard que introdujo un proceso educativo en el que a pesar de su dinamismo, el alumno era un sujeto pasivo, los nuevos dirigentes rescataron el papel del alumno como sujeto activo del conoci-miento; lo indujeron a pensar por sí mismo y descubrir la verdad de hechos y fenómenos. Este fue el principio fundamental del que partieron hacia la unificación del sistema en lo técnico-pedagógico; la administración exigía cambios de fondo, por lo que reestructuraron las zonas escolares y emprendieron una amplia labor legislativa y editorial.

E19 de agosto de 1899, el Congreso del Estado decretó: «Artículo único» Para cubrir el sueldo de los empleados de la sección de Instrucción Pública cuya crea-ción ha iniciado el Ejecutivo, se aumenta con $ 6,000 la partida Núm. 66 de la Sección X del presupuesto de Egresos vigente.»55 Con fecha 31 de agosto, Miguel                                                             

55 Periódico Oficial, Saltillo, 9 de agosto de 1899.  

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Cárdenas expidió el nombramiento de Director General de Instrucción Primaria en favor de Andrés Osuna Hinojosa y a la vez, lo ratificó como Director de la Escuela Normal de Profesores. Sin ceremonia especial el primer titular del ramo inició su trabajo en el mismo edificio que albergaba a la escuela Normal.

El 15 de noviembre de 1899, en la lectura de su Informe de Gobierno, Miguel Cárdenas, en lo que corresponde a la instrucción pública, señaló con orgullo: «Para mejorar el ramo, ha sido creada una Dirección general de Instrucción Pública Primaria con sus respectivas inspecciones distritales, cuya Jefatura ha sido confiada al Señor Director de la Escuela Normal, Profesor Andrés Osuna, que sin duda alguna dará el mejor resultado apetecible, dado que con ello se le crea un órgano exclusivo cuyo funcionamiento será cada día más perfecto y eficaz.»56

Respecto a la fecha de fundación, el mismo Miguel Cárdenas puntualizó en su Informe, dado a conocer el 15 de noviembre de 1903: «Según la estadística levan-tada en el mes de septiembre del año de 1899, fecha en que se creó la Dirección General de Instrucción Primaria con sus Inspecciones correspondientes, había en el Estado 96 escuelas oficiales, servidas por 215 maestros, á las que asistían 11,372 niños,…»57

La Dirección General de Instrucción Primaria, originalmente contaba, además del director, con un secretario, un escribiente e inspectores escolares, distribuidos de la siguiente manera: en el Distrito del Centro, Parras y Viesca, Gregorio Osuna; en el de Monclova, Federico Chapoy y en el de Río Grande, Elías Gómez,

Apenas unos días después de iniciar sus funciones, el Director general recibió un oficio de la presidencia municipal de Múzquiz, en el que le solicitaban autorizara el sostenimiento de una escuela particular y la asignación de un ayudante para la Escuela número 1 para Niñas. Osuna no se dejó sorprender en lo que a todas luces era una trampa. En oficio fechado el 8 de septiembre de 1899, respondió: « ... sólo por un caso absolutamente necesario se podrá admitir que se subven-cionen Escuelas Particulares, y esto sería siempre que no fuera posible la creación de una escuela oficial, lo que sería preferible.»58 A la petición de un ayudante, aclaró que se buscaría en Monterrey, en virtud de que no había maestros que pudieran cubrir tal vacante.

El nuevo equipo inició los trabajos de la Dirección con una modernización de los procesos administrativos escolares. Aún cuando ya existían los inspectores escolares, éstos se limitaban a realizar visitas esporádicas sin orden ni finalidad. Por lo que las nuevas autoridades definieron con claridad la función de supervi-sión. Realizaron una distribución geográfica distrital e instruyeron debidamente a los titulares. La supervisión implicaba que los inspectores debían programar las visitas a las escuelas bajo su jurisdicción; establecer contacto con las autoridades locales y formular programas de trabajo con ellas; observar el desempeño de cada maestro y vía una acta, asentar los aciertos y errores del docente, así como                                                             

56 Miguel Cárdenas, «Informe de Gobierno», Periódico Oficial, Saltillo, noviembre de 1899,  57 Idem, noviembre 15 de 1903.  58 Andrés Osuna Hinojosa, Correspondencia, Archivo Histórico SEPC, 8 de septiembre de 1899.  

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precisar las recomendaciones para mejorar el trabajo; lo mismo se hacía con los directores. Con los resultados obtenidos el supervisor tenía la obligación de conservar el documento y elaborar otro pormenorizado para enviarlo a la Dirección, donde era analizado. De acuerdo a los informes, se programaban los cursos de capacitación docente, se catalogaban necesidades administrativas o técnicas y se expedían notas de reconocimiento o demérito.

A los directores de escuela se les impuso el manejo de los siguientes documentos: Libro de matrícula, inventario general, libro de calificaciones y libro de actas y exámenes; a los maestros o «ayudantes», el registro de faltas y asistencia, el inventario particular del departamento (salón asignado) y el libro de preparación de clases. Todos estos documentos tenían un formato diseñado por la Dirección General. Diseñados para ejercer un mejor control, no fueron recibidos con beneplácito.

La Dirección General quedó legalmente establecida el 30 de noviembre de 1902 con la promulgación de la Ley de Instrucción Pública Primaria; su Reglamento se expidió el 3 de enero de 1903. La Ley, en su Capítulo VI, denominado, De la dirección y vigilancia general de la Instrucción Primaria, señalaba en su artículo 47: «Queda establecida, dependiente del Gobierno, la Dirección General de Instrucción Primaria que tendrá á su cargo la administración, vigilancia y dirección técnica de las Escuelas Oficiales y particulares que se sujeten a esta ley». En los artículos 48 y 49 especificaba la organización y características de la nueva dependencia; y en el 50, aclaraba: «El Director de la Instrucción Primaria será el mismo de la Escuela Normal del Estado.» 'En relación al servicio educativo, el artículo 1° puntualizaba: «la Instrucción Primaria en el Estado es obligatoria, laica y gratuita en los establecimientos sostenidos enteramente por fondos públicos del Estado, los Municipios». En el artículo 5°: «La Enseñanza Primaria se dividirá en Elemental y Superior; la primera se desarrollará en 4 años y será obligatoria para los niño de 6 a 14 años y la segunda, en dos años y sólo será obligatoria para los niños que pretendan ingresar a las Escuelas Secundarias.» En el artículo 7° exponía el objetivo: «El objeto de la escuela primaria es la preparación más adecuada del niño para la vida social, por lo que se cuidará que la enseñanza que se imparta, promueva el desenvolvimiento natural y armónico de todas las potencias del educando y que constituya un caudal de conocimientos de aplicación práctica.»

Las escuelas primarias se organizaron en «escuelas primarias de organización completa y de organización económica». Las primeras contaban con un maestro para cada grado escolar y las segundas, con un maestro para cada dos grados. Dentro de ellas, se catalogaban como de primera, segunda y tercera clase. Las de primera tenían un director y dos ayudantes; las de segunda, un director y un ayu-dante; y las de tercera, un maestro. Las de primera clase impartían la instrucción primaria elemental y superior; las de segunda, la enseñanza primaria elemental; y las de tercera, sólo las principales materias de la primaria elemental.

Diseñaron un calendario escolar con su respectiva distribución de tiempo, de acuerdo al nivel de los alumnos y tipo de materias. El calendario fue precisado para comprender diez meses de trabajo que cumplirían las escuelas de primera y segunda clase; las de tercera clase trabajarían un mínimo de siete meses, por razones fácilmente explicables, dada su ubicación en zonas marginadas urbanas y

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rurales. El ciclo escolar lo dividían en dos periodos: el primero del 7 de septiembre al31 de enero; y el segundo, del 10 de febrero al 7 de julio. Lo anterior, exceptuando los domingos, días de fiesta nacional y ocho días que otorgaba el ejecutivo estatal a discreción. Las vacaciones iniciaban el 8 de julio y terminaban el 6 de septiembre. Las escuelas primarias trabajaban cinco días a la semana, con seis horas diarias como máximo. La duración de cada clase se estableció de acuerdo al grado: primer grado, 15 minutos; segundo grado, 20; tercer grado, 25; cuarto, quinto y sexto grados, 30. El recreo comprendía 15 minutos en la mañana y de igual manera, en la tarde.

En todo el estado fue necesario reactivar la participación social que comprendía la difícil tarea de motivar a los padres de familia a colaborar con las instituciones de una manera organizada. Para el efecto, se revitalizaron las Comisiones de Instrucción Pública, integradas por personas nombradas por cada Ayuntamiento. La Comisión tenía bajo su responsabilidad. dos funciones nada fáciles: « ... cuidar de la buena administración de los planteles en lo que atañe que los Profesores produzcan la cantidad de trabajo que la ley determina y se manejen de una manera que esté de acuerdo con la dignidad de su profesión, y procurar que las necesidades materiales de la enseñanza se atiendan oportuna y completamente ... » 59

Las actividades de la Dirección se caracterizaron por una turbulencia de conflictos provocados por los dueños de escuelas particulares, directores de escuelas y personal docente que veían peligrar sus privilegios generados por el desorden de tantos años de abandono; y de la opinión pública, porque Osuna, el joven maestro de 27 años, además de no ser coahuilense, tenía el ribete de protestante y masón. Extremadamente formal en el vestir, amante de los rigores de la disciplina, parecía que su única pasión era el trabajo. Por su carácter un tanto hosco y poco afecto a las reuniones sociales y a los halagos, fácilmente se ganó enemistades que inútil-mente buscaron una debilidad que achacarle, salvo su empecinamiento en la con-secución de sus propósitos.

El nuevo orden de cosas no fue del agrado de todos. El servicio educativo en sus aspectos académico-administrativo estaba ahora bajo el control real del Estado, sin considerar el financiamiento, ya que éste correspondía a los municipios. El cambio de autoridades; la nueva organización; las exigencias técnicas y adminis-trativas a los docentes; la febril actividad de un organismo al que no estaban acos-tumbrados, ... Todo provocó una serie de problemas que se manifestaron todavía en 1907. En el informe del año, las autoridades denunciaban: « ... Sucede que algunos Municipios, muy pocos por cierto, se permiten gestionar la planta de Profesores que deben servir las Escuelas Oficiales de sus respectivas jurisdicciones» 60" Hubo noticias ciertas que algunos maestros contratados por simple recomendación, no reunían ni el mínimo de preparación para impartir clases, ni una adecuada conducta «moral». Líneas adelante se lamentaban de la situación y aclaraban: « ... Tal nos inclina a creer que esto obedece a la exigua confianza que se abriga a respecto al tino de esta Dirección para escoger, según

                                                            

59 Andrés Osuna Hinojosa, Memoria de la Instrucción Primaria 1906‐1907, México, Gobierno del Estado de Coahuila, 1909, p. 14, la cursiva es nuestra.  60 Idem, p. 13. 

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previene la ley, el personal encargado de atender el servicio de la enseñanza primaria, cuando que, á decir verdad, está mejor capacitada, por su posición, por su experiencia y por su conocimiento de los elementos que maneja ... »61 En general parece que la resistencia de quienes dirigían escuelas oficiales fue poco a poco vencida, sin embargo, directores de escuelas particulares se negaban a obedecer. Algunos de ellos no enviaban la estadística de fin de curso, a pesar de las reiteradas solicitudes de los inspectores, ya que no sólo se permitían « ... desatender las recomendaciones atentas de esta Oficina, sino hasta burlar reiteradas veces las disposiciones de las Autoridades Municipales; y aunque si bien es cierto que todas las evasivas que ponen en práctica no les dan resultado alguno, en cambio originan muchas dificultades y moratorias que entorpecen marcadamente las labores de esta Oficina ... »62 Por lo que la Dirección se vio precisada a aumentar el tono de sus peticiones: « ... Sólo resta añadir, ... que la Ley de Instrucción y el Reglamento de la misma previenen que ninguno de estos establecimientos, no importa su categoría, se exima de arreglar debidamente las noticias de fin de año, dentro del plazo fijado por la ley, so pena de sufrir una multa al no hacerlo, y por tanto, se permite la Dirección de mi cargo recomendar desde estas líneas la consideración de este asunto á las Hon. Autoridades, encareciéndoles se sirvan tomar medidas enérgicas, si preciso fuere, á fin de corregir este mal.;.» 63

Quienes estuvieron con Osuna en Estados Unidos, tanto en la Normal de Bridgewater, como en la de Cook County, tuvieron la oportunidad de estar en contacto con las nuevas vertientes del pensamiento pedagógico; sobre todo en la última institución con el maestro coronel Francis William Parker, discípulo de John Dewey y seguidor de la «Escuela Progresiva». El grupo de jóvenes maestros recibieron además el practicismo norteamericano con el que elaboraron una síntesis ajustada a la idiosincracia y necesidades educativas de la población coahuilense.

Algunos de los principios pedagógicos que guiaron la orientación y desarrollo de la escuela coahuilense, los podemos encontrar en John Dewey, que incluso, trabajó como maestro en la Universidad de Chicago. Dewey fundamentaba su pensamiento en Darwin, Hegel y el fundador del Pragmatismo, Charles Peirce. La escuela iniciada por el coronel Parker llevó a la práctica el principio darwiniano de aprender haciendo; además, difundió las teorías de Rousseau, Pestalozzi, Fröbel y Herbart, integradas al evolucionismo spenceriano. Dewey afirmaba que preparar al niño para el futuro, « ... significa hacerlo dueño de sí, significa educarlo de modo que consiga el gobierno completo y rápido de todas sus capacidades; que su ojo, su oído y su mano puedan ser instrumentos de mando siempre listos; que su juicio sea capaz de aferrar las condiciones en las cuales debe trabajar y las fuerzas que debe poner en movimiento para poder actuar económica y eficazmente. Alcanzar esta adaptación es imposible si no se tienen constantemente en cuenta las facultades, los gustos y los intereses propios del individuo, es decir, si la

                                                            

61 Ibidem. 

62 ldem, p. 15 63 Ibidem. 

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educación no se convierte constantemente en términos psicológicos»64 Sin embargo, los principios todos estaban encaminados a imponer a las acciones, conceptos precisos de una moral práctica que determinara las relaciones de un individuo con otro. La disciplina y el altruismo debían aplicarse a la vida cotidiana sin importar niveles sociales o condiciones económicas. Para lograrlo, era necesario dar a cada individuo una responsabilidad, porque el sentido de la vida es individual; entraña un compromiso personal consigo y con los demás. La vida «correcta» y «adecuada» se logra mediante la educación del carácter, para que la vida sea sana y simple.

Rousseau es fácilmente identificable en muchas de las acciones de la escuela coahuilense. Afirmaba que moralidad y socialidad son dos conceptos distintos pero que se complementan. En virtud de que la relación del hombre consigo y con los demás, es una obligación, se hace indispensable que la educación se oriente a formar su espíritu y corazón para que sea altruista.

Con Pestalozzi, la búsqueda de una sociedad nueva exigía crear y mantener un sistema cohesionado y armónico, con reglas precisas e interacción dinámica. La cohesión y dinamismo del sistema, vinculado a la unidad social debía formar al hombre para amar al prójimo, y evitar a toda costa lo que lesione su libertad, como la violencia o el autoritarismo. Sustentada en el amor al prójimo, la unidad social se concretaría en el trabajo en todas sus formas, de tal manera que se fortalecieran cuerpo y espíritu.

La importancia que daban al lenguaje radicaba en el hecho de la necesidad personal de expresar con precisión lo que observa de la vida cotidiana. Con el dominio de la escritura, decía Comenio, se concreta una condición para manifestar el conocimiento. Como producto social el lenguaje es un sistema cultural que refleja lo que la sociedad es. La educación está orientada a formar a los hombres en el marco de una ética intelectual para que sean capaces de fabricar la armonía social que es en suma la instauración de la verdad, el orden y la belleza.

Imbuidos del practicismo norteamericano y de una vena profundamente religiosa en la que coincidieron con pedagogos europeos, los maestros coahuilenses integraron y adecuaron toda una nueva vertiente que supieron aplicar con más éxito que el mismo Rébsamen. Las características que imprimieron al sistema lograron mantenerse porque a cada paso, dieron creatividad, rigor disciplinario y determinación.

La forma de enseñanza para el proceso metodológico, que introdujo Beauregard del modelo veracruzano, consistía en que el maestro daba a sus alumnos una plá-tica relacionada con el tema de estudio; acto seguido, éstos repetían los contenidos fundamentales, guiados por preguntas del docente; después, elaboraban una composición sobre el tema tratado. El proceso, más dinámico que el utilizado tradicionalmente, de corte escolástico, si bien constituía un significativo avance, no propiciaba la actividad del niño, en cuanto a la adquisición del conocimiento. Rébsamein fundamentaba algunos de sus conceptos en Compayre,                                                             

64 Abbagnano y A., Visalberghi, Historia de la pedagogía, México, Fondo de Cu tura Económica, 1964, p. 641.  

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Jacotot y Pestalozzi. Con el primero, destacaba la consideración del maestro como artífice del método, y por lo mismo, responsable de su eficacia; de Jacotot, asumía que el método analítico de la lectura era el mejor, pues iniciaba con la palabra, seguía con las letras, luego la gramática, y hasta entonces daba lugar al significado, para concluir con el párrafo. Resulta ilustrativo señalar que Rébsamen prefería la forma dogmática frente a la socrática para la enseñanza de la historia. Lo anterior, en razón de que la historia se refiere a hechos ya concluidos que no dan oportunidad a que el alumno pueda crear, razón suficiente para que por la forma dogmática, el maestro permita la vivencia de esos acontecimientos, gracias a los matices de su voz. En este sentido, la enseñanza de la historia serviría para que los discípulos no sólo aprendieran nombres y fechas, sino que vivieran los ejemplos de heroísmo de los personajes. Ante un grupo de maestros, Rébsamen dio un ejemplo muy pasional de la eficacia de la forma dogmática, al reseñar el proceso por el que una abuelita cuenta a sus nietos una historia y ellos la escuchan con emoción. Con vehemencia les dice: « ... Pues id en paz maestros, nada puedo enseñaros; allí tenéis el verdadero método.» 65

El procedimiento en boga era el intuitivo. Sustentado en las teorías empiristas, reverenciaba la aplicación de los sentidos para la adquisición del conocimiento de los objetos. Bajo estos principios, la alumna de la Escuela Normal de profesores Refugio C. Cadena en su examen sustentado el 5 de julio de 1898, escribió: « la intuición no es otra cosa quela simple presencia de los objetos exteriores ante los sentidos ... » Sin embargo, líneas más adelante aclaraba « ... La intuición no es meramente de los sentidos o sensible, los filósofos la emplean como el conocimiento súbito é indubitable que se forma, según dice Locke, á la primera y simple mirada del espíritu;" el conocimiento espontáneo producido de las verdades inmateriales de los principios de la razón.» Convencida, expuso: « ... en Pedagogía su significado filosófico, no se limita á la mera percepción externa, ni, por lo tanto; á ejercitar los sentidos, sino que su esfera de acción se extiende además á las facultades intelectuales, así como a las morales ... »6666 Los conceptos vertidos eran ya comunes, la teoría, sin embargo, poco tenía que ver con la práctica, aunque ya se acercaba a un proceso más dinámico.

Sustentados en gran parte en este intuicionismo y la Escuela progresiva, las nuevas autoridades introdujeron un proceso cuya característica consistía en otorgar al alumno oportunidades para que realizara el proceso de indagación, hasta conocer cabalmente el objeto de estudio. De hecho, no cometieron el error veracruzano que mantuvo las formas de la educación tradicional en que el alumno tenía por obligación «satisfacer las exigencias particulares del maestro ... descu-brir qué quiere el maestro, qué podrá satisfacerlo ... »67 El proceso coahuilense fue diseñado en su parte práctica por Apolonio M. Avilés. En esencia, el maestro debía iniciar la enseñanza a partir del todo que es el objeto (deducción); después, avanzar hacia el análisis de las partes, para, de aquí, recomponer el todo

                                                            

65 Mílada Bazant, Debate pedagógico durante el porfiriato , México, CONAFE SEP, 1985, p. 110.  66 Refugio C. Cadena, Examen sustentado el 5 de julio de 1898, Archivo Histórico de la Benemérita Escuela Normal de Coahuila.  67 Abagnano y Visalberghi, op. cit., p. 643.  

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(síntesis), que constituye la elaboración del conocimiento, con lo que se está en posibilidad de concluir con su aplicación.

De hecho, tomaron lo mejor del intuicionismo. La intuición, de acuerdo a Pestalozzi, era una sensación activa. Para el intuicionismo, el sujeto era capaz de tener una visión global del objeto, pues más allá de sus partes inconexas, las integra y asocia. Para ello, suma experiencias a partir de los elementos de forma, número y nombre. Estos elementos son los que el sujeto identifica de un objeto y que al vincularse se accede paulatinamente de intuiciones oscuras a conceptos evidentes. Comenio, en su tiempo, ya establecía la certeza de la capacidad del niño para captar el objeto como un todo. El principio se vinculaba indudablemente con la teoría del conocimiento definido por Kant.

John Dewey planteaba que el proceso de investigación se originaba a partir del enfrentamiento con un problema, y que a su solución se llegaría en un tránsito que implicaba cinco pasos o momentos. La presencia del problema constituye en sí, el primer paso, aún con la situación de conflicto que puede provocar; en el segundo paso se razonan las posibles respuestas o soluciones al problema; observar y experimentar las soluciones que se plantearon en el nivel de razonamiento, es el tercer paso; en el cuarto paso, en 'un ejercicio de replanteamiento, vuelve 'la intelectualización de los experimentado u observado, para verificar la congruencia de las respuestas. Del proceso necesariamente surgen ideas nuevas que se so-meten a una nueva verificación para lograr su integración a un sistema, lo que de hecho, es momento final. Esto, por sus antecedentes hegelianos.

Herbert Spencer se sustentó en el «saber más útil», por lo que pretendía preparar al niño para que adquiriera una vida completa. En este sentido, la utilidad será prioritaria, pues lo primero que aportará será la satisfacción de las necesidades materiales, personales y las de quienes integran la familia, lo que le permitirá colaborar con mayor eficiencia en la sociedad. El saber más útil es la ciencia, por lo que la pedagogía deberá tomarla como modelo de actividad intelectual y objeto de estudio. El saber ya constituido poco aporta a la formación; resulta preferible asumir el que se tiene que construir por medio de la investigación. La ciencia como disciplina intelectual contribuye a fortalecer la formación moral, es decir, una seria y auténtica responsabilidad personal.

Todos los elementos teóricos fueron asumidos con precisión, desde la normatividad, hasta los procesos de supervisión escolar. El Capítulo III del Regla-mento de la Ley respectiva, disponía en su artículo 29 que el método aplicable en la enseñanza sería el analítico-socrático.con la recomendación de que se limitara a casos excepcionales el uso de otros. El 30, establecía una serie de prescripcio-nes: la la necesidad de que la instrucción que se imparta sea eminentemente prác-tica, capaz de incidir en la «educación completa del niño»; 2a en relación «al orden y enlace de los conocimientos», definían la marcha analítica (análisis e inducción), y la marcha sintética (síntesis y deducción); 3a «en cuanto a la forma», prescribían fuera la socrática, limitando la expositiva; 4a como procedimientos, admitían los que fuesen congruentes « ... con los principios fundamentales de la educación y con los preceptos generales de la Metodología, Disciplina é Higiene, haciendo uso preferentemente del procedimiento intuitivo.»

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De acuerdo a lo estipulado por fa Ley de Educación, en su capítulo XI, artículo 79, y con el objeto de «dar a los maestros el verdadero concepto y nociones de Pedagogía moderna, haciéndolos tomar parte activa en los progresos de esta ciencia, estimulándolos al estudio de los diferentes problemas de la enseñanza para su mejor resolución y perfeccionarlos lo más posible en el ejercicio del magisterio», crearon, a partir de los cursos sabatinos y nocturnos, la Academia de Maestros, un ambicioso programa de capacitación, actualización y en su caso nivelación que se efectuaba a través de conferencias integradas al programa de actividades de la Normal. Al menos en Saltillo, los docentes acudían a las clases Modelo dirigidas por docentes de la escuela Primaria Anexa. En su momento este sistema se extendió a todas las municipalidades. Este tipo de actividades iniciaba la segunda quincena de septiembre y duraba todo el ciclo escolar. Constituía una obligación ineludible el que los maestros asistieran a las conferencias

La asistencia, la puntualidad y en general la disciplina fueron objeto de revisión y actualización. El Reglamento era claro al señalar: « ... procurará el maestro inspi-rar á sus educandos amor al trabajo, á la verdad, á la justicia, á sus semejantes y á la Patria; procurará igualmente formar y fortalecer el carácter de sus alumnos, haciendo hasta donde sea posible que los niños experimenten por sí mismos las consecuencias naturales de sus actos y que aprendan á distinguir lo bueno de lo malo». Todo un programa de vertebración educativa, en lenguaje claro y profun-didad conceptual. En todo bajo la influencia de Rousseau, Pestalozzi y Dewey.

Las nuevas autoridades educativas encontraron que las condiciones de las es-cuelas eran deprimentes. Tan sólo la que se suponía mejor escuela, la Oficial Nú-mero 1, de Saltillo, presentaba carencia de todo. Los niños se sentaban en un tablón sostenido con adobes, pues no teman sillas ni mesas; del inmueble ni se diga, el edificio era un desastre; faltaban normas para la presentación de los alum-nos y lo que sí abundaba era la suciedad y el desorden. El problema no era sólo de recursos, faltaba voluntad para hacer de las escuelas centros adecuados para su misión. Decidieron crear una institución que a la par de la Anexa constituyera un ejemplo a seguir. Así, surgió la idea de establecer una Escuela Modelo para Niñas. Para lograr su propósito rentaron una casona que acondicionaron: ampliaron sus ventanas, instalaron sanitarios y lavabos, diseñaron y mandaron construir pupitres y mesas acordes a la edad de los alumnos. Al mismo tiempo, seleccionaron tres maestras de las que habían demostrado los mejores resultados con sus grupos. Impusieron reglas precisas para quienes aspiraban ingresar: limpieza rigurosa, asistencia, puntualidad, disciplina y cumplimiento en las tareas. Del total de aspirantes sólo aceptaron a 60, dispuestos a seguir las reglas. Una vez en funciones, periódicamente se invitaba a padres de familia y profesores de otras escuelas a observar el sistema de trabajo, lo que provocó que varias instituciones siguieran su ejemplo. La institución, al poco tiempo, y en virtud de sus resultados, creció hasta requerir organización completa, pues era mucha la demanda. Para 1907 fundaron otras similares en las cabeceras de los distritos de Parras, Monc1ova y Ciudad Porfirio Díaz.

La elaboración de libros de texto vivió una etapa muy productiva; cualquier texto que se propusiera, y hubo varios, era sometido a revisión por una Comisión Dictaminadora, integrada por docentes nombrados por la Junta Académica de la Escuela Normal.

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La información y actualización de los aspectos más relevantes de la cultura pedagógica y la ciencia, fueron difundidos a través del Boletín de las Escuelas Oficiales del Estado que se editó en forma periódica de 1903 a 1909. Aunque es importante señalar que tuvo serios problemas: «Nuestra publicación ha ido deca-yendo con el transcurso del año, hasta el punto de obligar á esta oficina á 'servir el canje y las suscripciones con desesperante y notoria tardanza. Si el próximo pasa-do período escolar tropezamos con numerosos obstáculos que impidieron su opor-tuna edición, hoy nos hemos encontrado con dificultades al parecer insuperables, desgraciadamente de la misma naturaleza que las anteriores: dificultades de im-presión, no de redacción ... »68

Nada dejó de preverse. La educación rural, ya establecida por la Ley de Viesca, encontró nuevo impulso. La Ley de 1902, en su Capítulo V, denominado: Del establecimiento y vigilancia de las escuelas, disponía:

«Art. 34. - Es deber de los Ayuntamientos, establecer, sostener y vigilar las escuelas primarias que se necesiten en cada Municipio.»

« Art. 35. -Para el establecimiento de las escuelas se tendrán presentes las si-guientes prescripciones:

I.- En las cabeceras de Municipalidad, habrá cuando menos una escuela de niños y otra de niñas.

II.- En las Congregaciones, Haciendas o Ranchos que tengan más de 500 habi-tantes, habrá cuando menos una escuela de niños y otra de niñas.

III.- En las Congregaciones, Haciendas o Ranchos que tengan menos de 500 habitantes y que disten más de 3 Kilómetros de algún centro escolar, se establecerá una escuela mixta.»

Fueron también objeto de previsión, la creación de las escuelas para adultos y la innovadora escuela de párvulos, señaladas en el artículo 18 de la Ley. Aunque en primera instancia sólo funcionaron escuelas para adultos, lo hicieron con éxito. Las escuelas de párvulos habrían de esperar, pues el plan para inaugurar la primera de ellas en septiembre de 1909, fue truncado por la salida de Osuna de la Direc-ción - ya contaban con local, mobiliario adecuado y materiales didácticos-- El 4 de marzo de 1916, se fundó el Jardín de Niños Luis A. Beauregard, dirigido por Micaela Pérez, maestra egresada de la Escuela Normal. En la capital del país, se crearon los primeros jardines de niños en 1904, dirigidos por Rosaura Zapata y Estefanía Castañeda.

Con el propósito de « ... imponer el precepto de la instrucción obligatoria y regularizar la asistencia diaria»69 , las nuevas autoridades introdujeron la policía                                                             

68 Andrés Osuna Hinojosa, Memoria de la Instrucción Primaria1906‐1907, Saltillo, Gobierno del estado de Coahuila, 1909, p. 14.  

69 Idem., p.11 

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escolar, a pesar del alud de comentarios lo mismo de desaprobación que de burla. A nadie escapaba que esta «novedad» provenía de la organización escolar estadounidense. La verdad es que muchos padres de familia no estaban convencidos de los beneficios de la instrucción, y les resultaba más productivo que sus hijos trabajaran, por lo que en estos casos resultaba de cierto beneficio.

En los primeros años del siglo XX el gobierno federal instaló en todo el país una red meteorológica a la que se unió el estado, a través de 16 estaciones pluviométricas, establecidas en las cabeceras municipales. Para su manejo y con-trol fueron designados profesores a los que se les asignó la misión de instruir a maestros y alumnos en este avance científico, además de mantener informados a los pobladores sobre incidencias climáticas.

La Escuela Normal fue también reestructurada. La misión que le fue encomendada por el decreto que le dio vida, establecía en su artículo 2° que debía «Formar Profesores de instrucción primaria elemental y superior» y participar en «la orga-nización de la instrucción primaria en el Estado, según las últimas doctrinas y enseñanzas pedagógicas». Ambas misiones despertaron el interés de autoridades y maestros de las escuelas oficiales. A las numerosas peticiones de asesoría de los maestros de las escuelas oficiales, durante el período de Beauregard, poco se hizo, y sin sistema. Eduardo Gariel estaba más preocupado por resolver los problemas internos de la institución, por lo que poco tiempo tuvo para apoyar la labor de los docentes de las escuelas oficiales. En su informe de gestión correspondiente al período 1897-1898, Eduardo Gariel dio a conocer faltas graves de indisciplina cometidas por varios alumnos. Señaló que al aplicar el reglamento, se produjo» ... disgusto en algunos alumnos, ... que se tradujo en manifestaciones hostiles que vinieron a resolverse en la expulsión penosa pero necesaria, decretada por la Junta Académica y aprobada por el Gobierno, de dos alumnos normalistas, uno de I año y otro de II año.»70 Por ello, el arribo de Osuna y su equipo de trabajo, resultó significativo, pues iniciaron un proceso dinámico de reestructuración, disciplina y organización escolar en todos los aspectos y desde luego, tomaron muy en serio lo prescrito por el artículo 20 del referido decreto.

A cuatro años de creada, la Escuela Normal de Profesores fue sometida a un proceso de adecuación. Además de dotarla de nuevos planes y programas de estudio, rediseñaron la carrera con una duración de cuatro años de teoría y uno práctica, realizada en forma total dentro de una escuela. Reorientaron la formación académica para preparar profesores dé instrucción primaria, con lo que dejaron atrás la inicial formación de profesores de instrucción elemental y superior, ya obsoleta. Por el decreto de fecha 18 de octubre de 190 I introdujeron el nuevo plan de estudios estructurado en dos: uno preparatorio y otro profesional. El primero comprendía:

• Español: lectura superior y ejercicios de recitación; gramática castellana y ejercicios de composición, raíces griegas y latinas, y literatura.

• Matemáticas: aritmética, álgebra, geometría plana y del espacio, trigonometría y nociones de agrimensura.

                                                            

70 Eduardo Gariel, «Informe de Gestión», Periódico Oficial, Saltillo, 6 de agosto de 1898.  

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• Ciencias físicas y naturales; zoología, botánica, mineralogía, geología, física y química.

• Geografía: descriptiva, nacional y universal; la geografía física incluía climatología y meteorología.

• Historia nacional y universal. • Lógica, francés, inglés, teneduría de libros, caligrafía, dibujo, música vocal

ejercicios físicos, nociones de agricultura y trabajos manuales.

El plan profesional integraba las siguientes materias:

• Anatomía, fisiología e higiene. • Psicología pedagógica. • Pedagogía: pedagogía general, metodología general y aplicada a la escuela

primaria, historia de la pedagogía, disciplina, organización y legislación escolar

Al plan total agregaban conferencias sobre moral, urbanidad, instrucción cívica y economía política.71

En contraposición, la Normal establecida en la capital del país, sufría los ataques de la prensa y especialistas por su excesiva teorización y la carencia de espacios curriculares destinados a una práctica sistematizada.

El plan de reformas aplicado a la institución formadora dio resultados a corto plazo. Una estimación presupuestal en el costo por alumno entre las escuelas nor-males de Jalapa, del Distrito Federal y de Coahuila, daba como resultado que esta última invertía 1,895.00 pesos por alumno; en tanto la veracruzana, 3,898; y la de México, 25,180. La de Coahuila, con 10 años de vida había egresado para 1904, un total de l5~ docentes; la de Veracruz, con 19 años, 285; y la de México, con 18, sólo mostraba un egreso de 79 profesores. La institución más costosa para el Estado era la Normal de la capital de la República, ya que se invertían 110,291.45 pesos por año; en la veracruzana, 58, 484 y en la de Coahuila, 28,000. Para 1904~ la escuela Normal de México tenía una matrícula de 116 alumnos, la de Veracruz, 80 y la de Coahuila, 128.

Con denuedo, Osuna dirigió una campaña para construir edificio propio y ade-cuado a la institución. Inicialmente recorrió el estado y motivó a maestros y padres de familia para que con sus aportaciones hicieran realidad el proyecto. Acudió al gobernador Cárdenas y éste autorizó el pago total del inmueble, con un costo total de 350,000 pesos. Osuna regresó el total de las aportaciones recibidas con una carta de agradecimiento persona por persona. Finalmente, el edificio fue inaugurado en febrero de 1909; para esos años fue considerado en Estados Unidos como el más adecuado y moderno.

Los planes de crecimiento de la Escuela Normal superaban el orientado a formar decentes. En septiembre de 1908, instauraron la Escuela Comercial para Se-ñoritas, con un plan de estudios de tres años. El programa para el primer curso                                                             

71 ndrés Osuna Hinojosa, Memoria de la Escuela Normal de Profesores, 1894‐19 Saltillo, Gobierno del Estado de Coahuila, 1909.  

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comprendía: lengua nacional, inglés, aritmética comercial, taquigrafía, geografía comercial, caligrafía, escritura a máquina. Inició sus cursos con 10 alumnas.

Desde su creación la Escuela Normal matriculaba alumnos de escasos recursos económicos en calidad de pensionados, a los que se les otorgaba una ayuda económica para sostener sus estudios. Para mejorar este servicio, en 1906, se instituyó el Internado para alumnas de la Escuela Normal. Dirigido inicialmente por la profesora Luisa Lorenz, empezó a funcionar en la calle de Aldama, muy cerca de la institución. Años más tarde, el 5 de mayo de 1916, se inauguró el actual edificio, ubicado en la calle de Xicoténcatl que fue donado por Venustiano Carranza.

El Ateneo Fuente, clausurado en 1894 para dar paso a la Escuela Normal, al poco tiempo fue convertido en el Instituto Comercial y Tecnológico Juan Antonio de la Fuente. En 1897 se modificó su plan y programas de estudio y ofreció educación secundaria y preparatoria. El 17 de julio de 1902 fue reactivado como institución preparatoria y adecuados sus planes y programas a los de la Escuela Nacional Preparatoria.

En lo que atañe a la cobertura educativa, la administración tuvo avances impre-sionantes. En 1899 existían 50 escuelas de niños y 46 de niñas, con una población de 11,372 alumnos, atendida por 284 docentes, de los cuales 129 eran directores y 155 ayudantes. En estas instituciones se invertía un total de 103,028.81 pesos, de los que 93,192 pesos correspondían a salarios y 9,836.81 a gastos escolares.

Las cifras citadas se incrementaron para 1907: 79 escuelas de niños, 70 de niñas, 75 mixtas y 2 de adultos que sumaban un total de 226 escuelas; el número de alumnos aumentó a 24,056. El número de maestros ascendía a 499, de los que 225 fungían como directores y 274 como ayudantes, además de 40 empleados no docentes. El total de la inversión educativa sumaba 351,658 pesos, distribuidos de la siguiente manera: 245,465.50 pesos en salarios, y 106, 192.50 pesos en gastos escolares.

En lo que a escuelas particulares se refiere, en 1907 existían 57 escuelas prima-rias, distribuidas en 40 elementales, 13 superiores y 4 para adultos. Estas escuelas eran atendidas por 153 docentes y 48 empleados no docentes. Tenían una inscripción de 3,634 alumnos.

La eficiencia terminal era fundamental. Rigurosos al extremo, los funcionarios sustentaban su trabajo en la competitividad, que funcionaba con principios claros: disciplina, responsabilidad, trabajo, orden, resultados. Así, con singular esmero y honestidad motivadora, expusieron que en S altillo , de 2,362 alumnos sujetos a examen, sólo aprobaron 1,897, y 469 no; y, asunto de reflexión: 942 estudiantes causaron baja.

Instituyeron nuevas fórmulas para los exámenes públicos de los alumnos de todos los niveles. Los exámenes se convirtieron en verdaderos maratones de trabajo en los que los alumnos exponían sus avances en las diferentes materias. El público, no sólo de padres de familia, vivía intensamente las largas jornadas y establecían elementos de comparación entre las instituciones.

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Los salarios de los maestros, siempre un problema para autoridades tanto esta-tales como municipales, se regularizó al menos en su periodicidad. Desde luego, quienes ganaban más eran los que demostraban preparación académica realizada en una escuela Normal. Las asignaciones salariales eran diversas: en Saltillo, el año de 1907, el director de la Escuela Oficial Número 1 para niños, percibía la cantidad de 70 pesos, en tanto la directora de la Número 2 para Niñas, 55 pesos; en San Pedro, el director de la Número 1 para Niños, Ladislao Covantes, ganaba 125 pesos. Los ayudantes o maestros recibían salarios que oscilaban entre 30 y 75 pesos. Los más olvidados eran los profesores rurales: María de la C. Espinosa que se desempeñaba en la Escuela oficial Mixta de «Las Cuatas», sólo ganaba 5 pesos.

En lo que se refiere a prestaciones sociales de los trabajadores del sistema, crearon un mecanismo por el que se otorgaban recompensas a quienes se distin-guían en el desempeño de su labor, y pensiones vitalicias, en ocasión de su retiro: "Art. 59. Los profesores que después de servir veinte años en las Escuelas Oficiales, deseen retirarse del magisterio, tendrán derecho á ser jubilados con la mitad del sueldo que disfruten al hacerse la jubilación."

El proyecto educativo del régimen cardenista logró la mayoría de los propósitos que lo guiaron. La nueva escuela coahuilense nació enmedio de una vorágine política que todo lo devoraba. Si bien los artífices del proyecto gozaron del apoyo gubernamental, este apoyo se convirtió en un problema. Los grupos políticos de-rivados del galanismo derrocado en 1893, reaparecieron fortalecidos en virtud de su insospechada alianza con los «científicos», dispuestos a eliminar a Bernardo Reyes y con él, a quienes lo seguían. Osuna y los maestros que con él construye-ron la llueva escuela coahuilense, sufrirían los efectos de la lucha por el poder. En tanto la nueva escuela coahuilense aplicaba su propio proyecto educativo, en el país surgían nuevas formas de pensar que penetrarían el ámbito educativo en los años venideros.

En 1908 se empieza a gestar una corriente de pensamiento que tendría su espa-cio y su tiempo a partir de los años veinte. Un grupo de jóvenes motivados y patrocinados por Justo Sierra se reunían bajo la denominación de Sociedad de Conferencias, con propósitos simples: leer, comentar y compartir textos de los autores de actualidad. Poco se puede agregar en sostener el argumento de «reuniones puramente académicas». Como quiera que fue, la Sociedad al siguiente año adquirió un nombre con reminiscencias clásicas: El Ateneo de la Juventud. Gravitaba el propósito del ministro para dotar a la nueva Universidad Nacional, que iniciaría sus actividades en 1910, de un plan de estudios que integrara los estudios filosóficos y la rehabilitación de la metafísica, defenestada por las corrientes mecanicistas desde la aparición del positivismo. A esa tarea se encaminaron los miembros del Ateneo; formaron un frente común desde la diversidad de sus actividades: filósofos, pintores, lingüistas, literatos, etcétera. Abrevaron en el pensamiento francés e inglés, principalmente, pero en general poco les fue extraño.

Pretendían destruir el esquematismo frío de la ciencia y liberar la parte espiritual del hombre y la sociedad, para integrarlas en todo armónico capaz de construir la libertad. Con ella, el desarrollo humano no tendría los obstáculos que imponen los dogmas y las formas únicas de pensar y actuar. La ciencia comtiana -afirmaban -

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se convirtió en una religión cerrada que encadenó al hombre. El espíritu libre es capaz de permitir el arribo de todas las formas de pensamiento, sin sectarismos que esclavizan.

En el grupo estaban Antonio Caso, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Diego Rivera, Alfonso Cravioto, Pedro Henriquez Ureña y otros. Caso sostenía la idea de que el pensamiento mexicano debía nutrirse con la integración de diversos sistemas, pasados por el tamiz de la enseñanza científica; ajenos a posiciones dogmáticas que sostienen verdades eternas y por lo mismo mentirosas y enajenantes. Vasconcelos quiso justificar el espiritualismo sin abandonar la parte necesaria de la ciencia en la interpretación de la realidad. La pasión de los ateneístas parecía desbordarse en defensa de lo que consideraban la necesidad del nuevo milenio en materia de pensamiento y acción. El movimiento, aunque retardado por los acontecimientos, nutrió la educación que vendría después de la larga y sangrienta jornada de la revolución mexicana.

El asunto de la teoría vasconceliana, lo definiría el propio Vasconcelos el 9 de julio de 1922, con motivo de la inauguración del edificio de la nueva Secretaría de Educación Pública. En el acto, presidido por Álvaro Obregón, presidente de México, Vasconcelos en su discurso, después de la crítica de rigor al carrancismo, delineó la política educativa del régimen, que en el fondo era su propia doctrina:

« ... En cuatro siglos de encogimiento y de mutismo, la raza se ha hecho triste de tanto refrenarse y de tanto cavilar, y ahora se suelta a las empresas locas de la acción que es dolor o contento, victoria o yerro, pero siempre gloria. Hay un ritmo de danza en el tiempo, como si la era del baile se anunciara; la humanidad pugna por ser libre, tan libre y feliz como es el alma ... »72 Necesitamos -decía- « salas muy amplias para discurrir libremente y-techos muy altos para que las ideas pudieran expandirse sin estorbos».73 Su divisa, nada sencilla, consistía en rescatar el pensamiento americano de la nueva raza. Señalaba con pasión: «hay que limpiar, sobre todo, las conciencias». Así inició su tarea que lo llevó a organizar una extensa campaña de alfabetización, lo mismo en el medio urbano como en el rural; creó escuelas en los sectores marginados; estableció una amplia red de bibliotecas; editó libros en una masificación sin precedentes. Todo lo necesario para abatir el analfabetismo que a esa fecha alcanzaba niveles alarmantes, Pero la acción transformadora no sólo comprendía estos aspectos, implicaba, además la promoción de las artes, para integrar armónicamente cuerpo y alma. El concepto de cultura abarcó todos los niveles y matices: desde lo académico, hasta lo popular. La campaña editorial, la más criticada, curiosamente respondía a criterios derivados de las doctrinas socialistas y no espiritualistas como lo señalaban los críticos el mismo Vasconcelos se burlaría de sus detractores y lo aseveraría en su momento.

Sustentado en la «razón vital» afirmaba que el bien -virtud- es bello y por lo mismo el cultivo de la mente y el cuerpo darán certeza a nuestra conciencia para contrarrestar la irrupción del aparato cultural de los Estados Unidos. Apoyado en sus ideas filosóficas y movido por la pasión personal que delataba un vivo amor

                                                            

72 Alfonso Taracena, José Vasconcelos, México, Editorial Porrúa, 1990, p. 38. 73 Idem., p. 37. 

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por la libertad, fue capaz de organizar grandes demostraciones de danza y deportes con miles de niños y jóvenes en un estadio repleto que debió impresionar vivamente al presidente Álvaro Obregón. El corporativismo empezaba a mostrar sus bondades.

En 1909, fue fusilado en España Francisco Ferrer Guardia, el creador de la escuela racionalista que en México se convertiría en socialista y entroncaría con la escuela rural mexicana, en una insospechada relación con el pensamiento de los ateneístas. La Escuela Racionalista era un cuerpo de doctrinas pedagógicas sus-tentadas en el monismo determinista que enfrentó al dualismo escolástico, que a pesar del embate de los cientificistas del porfiriato, aún imperaba a principios del siglo XX. El dualismo, según los racionalistas, rompe la unidad del ser humano, ya que lo concibe como dotado de cuerpo y alma, ambas diferentes y que ameritan un tratamiento también diferente; el alma está destinada a la enajenación y es factor de explotación. En tanto el monismo ubica al hombre como unidad acorde con la realidad que puede ser transformado por la vía del trabajo, orientado por una conciencia de solidaridad.

Sustentada en las categorías marxistas, la Escuela Racionalista, más tarde entroncó con la escuela rural mexicana y se convirtió en factor de emancipación. Su origen en México se debe al grupo anarquista La Luz, surgido en 1912, y paralelamente a la Casa del Obrero Mundial en septiembre de ese año. Como proyecto educativo, abarcó en sus inicios los estados de Yucatán, Tabasco y Veracruz, en pleno periodo revolucionario, hasta su consolidación dentro de afa-nes partidistas como escuela socialista en el cardenismo. Diría el profesor Jesús Mena, que puso en práctica el proyecto racionalista: « ... por eso la Escuela Racio-nalista es una escuela por el trabajo, que forma hombres libres y fuertes que llevan como norma de economía, la ciencia y una moral solidarista como guía de socialización que es la que privará en el porvenir en una colectividad mundial única, sin amos, salarios y fronteras; pero eso sí, no cualquier escuela por el trabajo es racional; es necesario que tenga como principio básico la libertad, que es lo único y lo más grande que tiene el hombre y debe cultivarla con un supremo ardor y cuidado desde su infancia, para conceptuarse un ser racional.» 74

                                                            

74 José de la Luz Mena, «Segunda conferencia preparatoria para la redacción del libro de las tablillas de lodo a las ecuaciones de primer grado», en: Carlos Martínez Assad, Los lunes rojos. la educación racionalista en México, México, S EP/Ediciones El Caballito, 1986, p.59.  

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Don Andrés Osuna acompañado del personal De la Dirección General de Instrucción Primaria Saltillo, año escolar 1906‐1907 Archivo Histórico SEPC 

 

LOS DÍAS DE CAMBIO

La amistad de Miguel Cárdenas, Andrés Osuna y Venustiano Carranza con Bernardo Reyes, les trajo serias consecuencias, provenientes del grupo de los científicos que veían en el Cacique del Norte un serio rival para suceder al presidente. No estaban equivocados; el partido reyista, comandado por José López Portillo y Rojas lanzó la candidatura de Reyes como vicepresidente, aliado de Díaz, bajo los principios de autodeterminación y práctica real de la libertad. Verdad o mentira prefabricada por los científicos, desde Estados Unidos surgió la noticia de que Reyes preparaba una rebelión en contra de Díaz, con lo que sobrevino el rompimiento con el gobierno central. Lógicamente, todo se tomó difícil para Cárdenas y sus amigos. Los días del cambio; días de tormenta política y anticipación del fin del porfiriato se manifestaron en 1909.

Claros síntomas de los desajustes del sistema se produjeron en Monterrey el 2 de abril de 1903. A los integrantes de la Convención Electoral Neolonesa se les ocurrió enfrentar a Bernardo Reyes en las elecciones para gobernador; propusieron a Francisco E. Reyes como el contendiente para sustituirlo. Así las cosas, organizaron un mitin de protesta en la Plaza Zaragoza en contra de Bernard Reyes. «Casualmente», el mismo día, hora y lugar, los seguidores del Gobernador efectuaron una marcha en su apoyo. La respuesta no se hizo esperar:

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el encuentro se produjo; surgidos de la nada, varios francotiradores masacraron a los antirreyistas.

Este hecho sacudió la conciencia de Francisco I. Madero, según confesó: «Hasta aquella época permanecí casi indiferente á la marcha de los asuntos políticos, y casi casi á la campaña política que sostenían los neoloneses, cuando me llegaron noticias del infame atentado de que fueron víctimas los oposicionistas al verificar una demostración pacífica que resultó grandiosa por el inmenso concurso de gen-te y que tuvo un fin trágico debido a la emboscada en que cayó»75

La tranquilidad de que hacían alarde los panegiristas porfirianos en tanto cons-truían un México moderno, poco duraría. El gobernador de Coahuila, año con año, leía su informe de gobierno con el mismo formato. Los presentes sabían de memoria las expresiones de satisfacción sobre la seguridad pública, casi inviola-ble. Pero el Informe de 1903, tuvo que ser diferente. Declaró que autorizó a las empresas para que algunos de sus' empleados realizaran la función de agentes de seguridad. Su decisión, tomada «con la debida prudencian»76 la sustentó en razones oficiosas: «Dada la extensión del Estado, y el aumento de los negocios... »77 . La verdad es que los acontecimientos ocurridos en Monterrey el 2 de abril pesaron como una amenaza de posibles revueltas, a la que habría de agregarse las elecciones municipales que se realizarían el siguiente año.

Madero, siempre contra la corriente, en 1904 apoyó a Francisco Rivas como candidato a la presidencia municipal de San Pedro, en contra de Mariano Viesca y Arizpe, candidato del Gobierno. Resultado previsto: a pesar de la buena cantidad de votos que logró Rivas, el triunfador fue el candidato de Cárdenas. El pueblo ganó un alcalde con experiencia, pues Viesca y Arizpe ya tenía varios años osten-tando el cargo.

Las elecciones para elegir gobernador de Coahuila que fungiera el periodo 1905-1909, se esperaban reñidas, ya que la animadversión en contra de Cárdenas se incrementó considerablemente. Su fracaso significaba algo más que una gubernatura ganada al grupo en el poder. El grupo defeccionado en 1893, tras la renuncia de Garza Galán, encontró nuevos aliados, aún cuando no comulgaran con los mismos ideales. Fue el momento en que la lucha electoral adquirió más fuerza. Así, a los clubes Independiente de Torreón, y Democrático Benito Juárez de San Pedro, se unió el Club Político Independiente de Saltillo, organizado en la capital de Coahuila, el 16 de julio de 1905, en la casa número 11 de la Quinta calle de Juárez. En este último figuraban los nombres de Eulalio Gutiérrez y su hermano Luis Ildefonso Ríos, Francisco Coss, Abraham Cepeda, Francisco Martínez Ortiz, Urbano González y otros.

Las elecciones para gobernador del Estado se programaron para el día 17 de septiembre. En mayo los partidos independientes realizaron una convención en el                                                             

75 Francisco I. Madero, La sucesión presidencial en 1910, Saltillo, Gobierno del Estado de Coahuila, 1985, p. 11.  76 Miguel Cárdenas, Informe de Gobierno, Saltillo, "Imprenta del Gobierno, 1903, p. 6 77 Idem, p. 6.  

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Tívoli del Eliseo, de la ciudad de México, con el propósito de elegir su candidato. Los propuestos fueron Frumencio Fuentes y Dionisio García Fuentes. Ganó el primero, a pesar y tal vez por su filiación corralista, que equivalía a ser «gobiernista». Aún más, muchos de los miembros del Club Central Independiente de Torreón se destacaban por su «corralismo», y consecuentemente, enemigos de Bernardo Reyes. Como dato curioso, cabe destacar que en la citada convención se presentó Pragedis de la Peña, con la representación del Club Independiente de Saltillo, aún no formado.

Madero, José María Rodríguez y otros entre los que se encontraba Andrés Garza Galán -los apellidos lo dicen todo--, realizaron una intensa actividad en favor de Frumencio Fuentes y en contra de Cárdenas para evitar su reelección. Quienes apoyaban a Fuentes enfrentaban los problemas derivados de ser oposición, y los que el candidato aportaba, ya que era «corralista» reconocido. Con todo el miedo encima para no provocar disgusto del gobierno federal, inició su campaña política. Intempestivamente, Fuentes realizó un viaje a la capital de la República; a su regreso renunció a la campaña, pero los dirigentes de los clubes no se lo permitie-ron. Realizadas las elecciones, resultó obvio el triunfo de Cárdenas, a pesar de la copiosa votación a favor del independiente. Madero explicó la razón de la derrota de su candidato: « ... llegado el día de las elecciones, nos encontramos con todas las casillas ya instaladas por el elemento oficial, y sostenidas con gente armada y con fuerza de policía. Esto no constituyó un obstáculo para que nuestro triunfo fuera completo en algunos pueblos; pero este esfuerzo fue nulificado en las juntas de escrutinio por las chicanas oficiales.»78

Madero no cejaba en su intento. En octubre de 1905, promovió la integración de fuerzas políticas en un organismo que aglutinara a todos los clubes. Lo hizo a través de una carta abierta a todos los ciudadanos. El objetivo: contender con éxito en las elecciones para gobernador, que se realizarían en 1909. Poco se pudo hacer.

El movimiento maderista ya estaba muy publicitado. Su relación con los grupos anarquistas de Ricardo Flores Magón era evidente. En ocasión de celebrarse la convención del Club Liberal Ponciano Arriaga, en San Luis Potosí, el año de 1901, Luis Lajous representó al grupo de Madero. Además, Madero financió algunas campañas de ese grupo para que hicieran sus incursiones en la Laguna y Sabinas. El 9 de marzo de 1905, Ricardo Flores Magón, en carta dirigida a Madero le dijo: «A no ser por usted hubiéramos marchado, dada nuestra difícil situación en San Antonio, al desastre, a la derrota, a la anulación completa de nuestros trabajos.»79 Su relación con Francisco Naranjo, el sedicioso que había dirigido una asonada en Lampazos, apenas unos días después de concluido el Congreso, era ya motivo suficiente para considerársele enemigo. Naranjo, siempre molesto al gobierno, dirigía los grupos liberales en Nuevo León.

                                                            

78 Francisco I. Madero, op.cit., p. 14 79 Alfonso Taracena, Francisco I. Madero, México, Editorial Porrúa, 1985, p. 33.   

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Al iniciar 1906, sobrevinieron varios acontecimientos relevantes para la transformación que esperaban los grupos opositores a Díaz. Para empezar, nació la Liga de Ferrocarrileros Mexicanos con varias filiales. La de Monterrey, curándose en salud, nombró como miembro honorario al gobernador Reyes. La Liga se extendió a los estados del procónsul, por lo que pronto surgió la de Coahuila. No tardaron mucho tiempo sus enemigos. En julio y desde Estados Unidos, algunos periódicos propalaron la versión de que la organización sindical preparaba UI gran huelga. Los líderes desmintieron las imputaciones. Pero el día 27 del mismo mes estalló la huelga promovida por la Unión Mexicana de Mecánicos de Chihuahua, a la que siguió la de los mecánicos del Ferrocarril Central de Monterrey.' La huelga terminó el 10 de agosto con ayuda de esquiroles y "negociaciones” secretas. Demás está decir que tal movimiento se le achacó a Reyes.

Otra gran huelga sofocada al estilo porfirista inició ello de junio de ese mismo año en Cananea, Sonora. Los trabajadores, dirigidos por Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón, ante la explotación de que eran objeto, se declararon en huelga contra la empresa The Cananea Consolidated Coper Company. El gobernador Rafael Izábal autorizó la entrada de 275 soldados estadounidenses, a los que unió su ejército para amedrentar a los obreros. Después de la refriega, los huelguistas, derrotados, volvieron a su trabajo, no así los dirigentes, condenados a prisión en San Juan de Ulúa.

En Coahuila, el 26 de septiembre de 1906, un grupo de 30 personas dirigidas por Juan José Arredondo, del Partido Liberal Mexicano, tomaron Jiménez. A pesar de que fueron fácilmente dominados, el clima de violencia se desató e inquietó a las autoridades.

Los obreros de Puebla, Veracruz, Jalisco, Querétaro, Oaxaca y el Distrito Federal, desataron huelgas que inquietaron al gobierno. El Presidente emitió un laudo definitivamente patronal y en términos llanos amenazador. Ordenaba que el 7 de enero de 1907 se reintegraran a su trabajo los huelguistas. Ese día, los obreros de Río Blanco no acataron la orden. El enfrentamiento sobrevino tras la muerte de un trabajador. En señal de protesta, los obreros con sus familias marcharon a Orizaba; en el camino fueron despiadadamente acribillados por el ejército que comandaba Rosalino Martínez. El resultado: doscientas víctimas, entre muertos y heridos; los líderes, fusilados.

En Coahuila, para colmo, el 17 de febrero de 1907, ocurrió una explosión en la mina La Esperanza, con saldo de un considerable número de muertos y heridos, lo que puso en evidencia las condiciones de inseguridad en que laboraban los mine-ros. La mina era propiedad de la Mexican Coal And Company.

En junio de ese año los caldereros del Ferrocarril Central realizaron una huelga de serias repercusiones, pues pararon las actividades en los principales centros ferroviarios de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Ésta, desde luego, se le achacó a Reyes.

Las declaraciones del presidente de la República, vertidas en la famosa entrevista Creelman-Díaz y publicadas en marzo de 1908, renovaron la esperanza de los tiradores a la presidencia. Pero el grupo de los científicos no iba a permitir la

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intromisión de otros grupos. Su verdadero objetivo era sustituir al Presidente, sin él, tal vez perderían; aunque sólo fuera como símbolo, el líder tendría que seguir.

La verdad era que el grupo en el poder estaba escindido. Dentro del mismo gabinete había quien recibía con enfado la noticia del retiro de Díaz; pero también quien sintió satisfacción y renovó sus esperanzas para acceder al poder. Los no privilegiados por el dictador sabían que en el fondo la tarea implicaba eliminar a los científicos y ofrecer a los votantes de 1910, una personalidad que reuniera las cualidades que distinguían al Presidente. Esa personalidad correspondía a Bernar-do Reyes.

En el grupo de los miembros del gabinete federal destacaba Bernardo Reyes, que tenía en su haber una exitosa trayectoria como gobernador de Nuevo León y jefe militar de la región. Era un hecho que mantenía magníficas relaciones con la alta jerarquía militar, y los ya poderosos grupos empresariales de su estado. Con los obreros también supo compaginar, pues estableció la Ley de Accidentes de Trabajo y la de anticipo a los jornaleros y desde 1906 apoyó y fomentó la organización obrera de mecánicos y ferrocarrileros. Su popularidad crecía y con ella la animadversión de los científicos. Con un tinte de verdad, corrió la versión de que el 31 de marzo de 1908 se había proclamado candidato presidencial en oposición a Díaz. Buen político, en agosto declaró que no quería sustituir a Díaz, pero sí a Ramón Corral. La declaración incrementó los ataques.

El 24 de junio de 1908, grupos floresmagonistas iniciaron brotes de rebelión en Viesca y las Vacas (hoy Ciudad Acuña). El grupo que atacó Viesca estaba dirigido por José Lugo y León Ibarra. Lograron asaltar la sucursal del Banco de Nuevo León y la casa del jefe 'político. Después de huir, fueron capturados. La represión contra los sublevados fue terrible: Lugo recibió pena de muerte y los demás, cárcel hasta por veinte años. Al frente del grupo que atacó las Vacas estaban Benjamín Canales, Calixto Guerrero y Guillermo Adam. No corrieron con mejor suerte: varios de ellos murieron en el ataque.

A Francisco I. Madero los científicos le achacaron el financiamiento a los revoltosos floresmagonistas, lo que era cierto. Sin embargo, después de los acontecimientos de Viesca y Las Vacas, Madero se alejó del grupo, ya que no coincidía con ellos en los métodos anarquistas que consideraban su estrategia de lucha.

Para el presidente las cosas no marchaban como antes. Cárdenas ya no garantizaba la paz social, tan necesaria en esos momentos, dada la inminencia de las elecciones estatales y federales; para colmo, le llegaron noticias de que el gobernador quería mantenerse en el cargo por otro periodo más. Por lo que tuvo que actuar con celeridad y poner orden. En octubre de 1908, Cárdenas viajó a la capital de la República, sin una razón aparente. A su regreso cambió de opinión: no participaría en las elecciones del siguiente año. Trascendió el acuerdo de que era el senador Venustiano Carranza, el elegido por Díaz. Por cierto, simple entrenamiento, durante la ausencia del gobernador, Carranza lo sustituyó. La prensa gastó sus mejores adjetivos en la ponderación de su breve gestión.

En los días en que gobernó Carranza, Andrés Osuna sostuvo varias entrevistas con él. En ellas pudo desmentir algunos infundios en su contra, propalados por el

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secretario de Gobierno y por un grupo de sacerdotes jesuitas, dueños de un cole-gio. Éstos por cierto, no se detuvieron en rumores, aliados con algunas prominen-tes familias, solicitaron a Carranza la destitución del director. No pasó a mayores; el Gobernador brindó su apoyo a Osuna. En esta relación, afirmaron su amistad y establecieron una alianza que perduraría hasta la muerte de Carranza.

En la capital del país, grupos porfiristas de varias facciones se preparaban para el nuevo acto teatral de elecciones para elegir presidente. Ahora con una 'diferencia, el dictador ya estaba viejo; era el momento propicio para relevarlo, y en caso contrario, acompañarlo en el patriótico camino del poder. Grupo de amargados, decían sus enemigos. La razón era evidente: la mayoría de sus integrantes, aunque tenía algún cargo dentro del Gobierno, no habían sido suficientemente valorados. Heriberto Barrón, Francisco P. Sentíes y Juan Sánchez Azcona motivaron reuniones de «democráticos», desde diciembre de 1908. Formaron el Club Organizador del Partido Democrático con propósitos que ellos mismos no podrían cumplir, por su filiación gobiernista, según diría Madero. El grupo nació con mala estrella; a pesar de la capacidad y prestigio de los hombres que lo formaban, los científicos se encargaron de propalar el rumor que los ubicaba como títeres de Bernardo Reyes.

Al amanecer del año de 1909, apareció el libro de Madero, La Sucesión Presidencial en 1910. Con maligna intención o inocente motivación el autor envió al Presidente un ejemplar, con dedicatoria y rúbrica. En vano esperó la respuesta; decidió reclamarle su falta de tacto y le escribió una larga carta, en letra pequeña en dos pliegos de extensión, de la que obviamente tampoco obtuvo contestación.

Los primeros meses de 1909, fueron de fatales vaticinios para el gobierno estatal. Todo anunciaba que el principio del fin para Cárdenas era un hecho. En febrero de 1909, esgrimió como disculpa la muerte de su amigo Guillermo Purcell y no acudió a los festejos de inauguración del nuevo edificio de la Escuela Normal, una obra de su régimen. Los eventos de inauguración se programaron para los días 5, 6, 7 y 8; éstos comprendían conferencias, clases modelo, actividades artísticas y deportivas. Con mesura, los organizadores justificaron: «El programa ... se hubiera desarrollado en todas sus partes si no hubiera ocurrido contratiempo alguno; pero habiendo muerto el Sr. Guillermo Purcell, persona muy estimada por esta sociedad y miembro prominente de la Banca, en señal de condolencia fueron suprimidas algunas partes del programa general, ... »80 Sin embargo, Cárdenas no tuvo tales consideraciones. Al no asistir a la ceremonia inaugural, el día 5, envió un mensaje que leyó el licenciado Alfredo E. Rodríguez. En él, Cárdenas hizo saber a los presentes que se retiraba de la lucha electoral y les solicitó «propagaran» a «quienes se interesen por los asuntos públicos del Estado, a fin de que todos puedan orientar sus trabajos políticos para explorar la opinión pública y designar así a la personalidad que satisfaga las justas aspiraciones del pueblo, en el desempeño de la Jefatura Suprema de la Entidad.»81 La misión de los ahí presentes consistía en motivar a la población para « ... señalar, entre los

                                                            

80 Andrés Osuna Hinojosa, Memoria de la Escuela Normal de Profesores 1894‐1909, Saltillo, Gobierno del Estado de Coahuila, 1909, p. 37.  81 Ildefonso Villarello Vélez, Historia de la Revolución Mexicana en Coahuila, Saltillo, Universidad Autónoma de Coahuila, 1983, p. 120.  

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ciudadanos capaces por sus luces, su probidad y su entereza, de ponerse al frente de los destinos del estado, la personalidad altamente simpática de un coahuilense que estamos seguros sabrá dar lustrea su gobierno, mediante una administración recta y progresista-»82 Nadie ignoraba que Cárdenas se refería al senador Venustiano Carranza. El día 27 de ese mes, Carranza, el dueño de «la personalidad altamente simpática», lanzó su candidatura, inusitadamente propuesto por el partido político de Madero. Osuna, afiliado al grupo de Cárdenas y Reyes, se unió al candidato.

Carranza fue apoyado por la convención democrática del incipiente Partido Antirreeleccionista reunido en Saltillo. Aunque parezca increíble así fue. José María Rodríguez lo propuso y fue aceptado, precisamente por su filiación gobiernista; razón a la que se agregaba la decisión de Cárdenas de retirarse una vez efectuadas las elecciones. Todo parecía resuelto. El problema, consistía en saber si Carranza asumiría los principios del partido. Madero aceptó no muy convencido, ya que su candidato era Dionisio García Fuentes, pero tuvo que ceder ante la decisión de la mayoría de los delegados. La elección tampoco le gustó a Andrés Garza Galán, ya que la familia de Carranza fue el instrumento para defenestar a su hermano, el exgobernador José María. Ya llegaría el momento de cobrarse la afrenta.

A Madero, Rafael Cepeda y José María Rodríguez correspondió la comisión de trasladarse a Cuatrociénegas para hablar con Carranza y ofrecerle la candidatura. Madero, durante todo el trayecto insistió en pedir al candidato el compromiso de asumir un programa radical de gobierno. Ya conocería realmente al senador.

Los primeros días de la campaña fueron miel sobre hojuelas, pues el gobierno estatal dejó de obstaculizarlos. Pero de los halagos periodísticos al candidato, rá-pidamente se le atacó y le llamaron «El futuro sátrapa de Coahuila». Esto ocurrió poco después de los siguientes acontecimientos.

Venustiano Carranza aún tenía la representación del estado e intercedía con ese carácter en el litigio sobre el reparto de las aguas del río N azas. Pues bien, el 25 de marzo envió una carta al presidente Díaz donde le expuso con satisfacción sus logros, ya que, dice Carranza:« ... he arreglado con el sindicato de ribereños se retire la representación que con él tiene el señor Francisco 1. Madero, quien pudiera aprovechar esta circunstancia para agregar un nuevo elemento en la campaña que contra el gobierno de usted tiene emprendida y que se ha hecho pública por su libro La Sucesión Presidencial. Espero que esta labor será de la respetable aprobación de usted, a la vez que servirá de prueba de. mi invariable adhesión a la buena marcha de su gobierno, hoy criticada por persona de ninguna significación política.»83 Madero confiaba poco en Carranza. Declarado candidato, Carranza recibió una carta de ciudadanos de Zaragoza, Coahuila, en la que le preguntaban tajantemente, si en caso de ganar la gubernatura, sería capaz de respetar la decisión de los votantes para elegir libremente a los integrantes del                                                             

82 Idem, p. 120. 

83 Alfonso Taracena, La verdadera Revolución Mexicana, 1901‐1911, México, Edito rial Porrúa, 1991, p. 191,  

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ayuntamiento. La respuesta afirmativa comprometería al futuro gobernador, ya que en caso de no hacerlo, estaría la carta-respuesta como prueba de sus promesas de campaña. La misiva fue promovida por Madero.

A pesar de sus declaraciones a Creelman, en el sentido de dejar el poder y permitir elecciones libres, el presidente Díaz se proclamó de nueva cuenta candidato a dirigir el país. El 2 de abril de 1909, La Convención Reeleccionista lo manifestó; en la fórmula, lo acompañaba Ramón Corral como vicepresidente. El evento se realizó en el Teatro Fábregas. El manifiesto fue firmado por los miembros del Comité Permanente Electoral del Partido, integrado por representantes de los estados. Por Coahuila estaba Rafael Arizpe Ramos. La presencia de Venustiano Carranza, en representación de los grupos reyistas del estado, seguramente causó una mala impresión a sus seguidores. Sin embargo, las actividades proselitistas en su favor continuaron.

A la Convención siguió un mitin en el que estuvo Antonio Caso, y pronunció Su discurso en favor de la reelección, al igual que los más reputados porfiristas como Miguel Lanz Duret, Nemesio García Naranjo y José Castellot. Caso, incluso, ya tenía cargo en el partido, pues dirigiría el periódico La Reelección, responsable de la campaña ideológica de los principios que enarbolaban los porfiristas. Sí, era el mismo que en 1910 defendería con pasión la libertad. Raro asunto, su compañero en el Ateneo de la Juventud, José Vasconcelos al poco tiempo se uniría a Madero, aunque con su veleidad característica.

La decisión de Díaz, con todas sus implicaciones, fue tomada porque adquirió fuerza de verdad el hecho de que Reyes se preparaba para ser candidato a la presidencia, de ser posible vía una asonada; lo anterior, a pesar de que en reiteradas ocasiones proclamó su fidelidad al gobierno. Los golpes a los necios norteños se intensificaron. Todo estaba dirigido para destruir la oposición que significaba la alianza de los reyistas con Madero, al apoyar éstos a Carranza. Agravada la situación con la eventual asonada de Reyes para asumir la presidencia.

El mismo mes, el Partido Democrático, fiel a Reyes, publicó un manifiesto cauteloso, pues aunque hablaba de antirreeleccionismo, no lo hacía abiertamente. Era lógico, estaba integrado por miembros destacados del gobierno y el Congreso Nacional. Benito Juárez Maza, Manuel Calero, Jesús Urueta, Diódoro Batalla, Rafael Zubarán Capmany y Manuel Garza Aldape. Las principales ideas del ma-nifiesto se atribuyeron a Reyes. La campaña en su favor iba en serio, pues hasta distintivo usaban sus partidarios: un clavel rojo.

Sin embargo el 21 de mayo, Reyes escribió a Ramón Corral: « .. cualquier cosa que se le ofrezca a usted decirme sobre chismes de prensa, en que ande mi nom-bre enredado en la candidatura a la vicepresidencia, le estimaré me lo manifieste, pues ya conoce usted mi propósito en esto y en todo, de seguir la política del señor presidente.»84 Lo que complicaba aún más la maraña política de dimes y

                                                            

84 Alfonso Taracena, Francisco 1. Madero, .. op. cit. p. 91.  

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diretes en tomo a la traición de Reyes y su evidente control del Partido Democrático.

Desde las frustradas y amargas elecciones de 1905 para sustituir a Cárdenas, se habían formado diversos clubes que de nueva cuenta revivían con otra denominación y con miras más altas. El objetivo de conformar un organismo político que conjuntara a todos los partidos afines se hizo realidad. El 22 de mayo, los miembros del Club Democrático Benito Juárez, fundado por Madero en San Pedro integraron con hombres de diferente filiación política, el Club Central Antirreleccionista de México. El acto se realizó en la casa de Alfredo Robles Domínguez, en la ciudad de México. El propósito de Madero era denominar democrático al partido, sin embargo los hombres de Reyes se le adelantaron. Emilio Vázquez Gómez fue electo presidente del Club, Madero y Filomeno Mata, secretarios.

En la convención, Madero habló de la necesidad de consolidar la nacionalidad vía la participación del pueblo en la determinación de su propio destino. Esto se lograría en cuanto existiera en nuestro país, la oportunidad de ejercer el sufragio universal y efectivo que impidiera la permanencia de los funcionarios en el ejercicio de sus funciones. De aquí, la importancia de crear un grupo que tuviera como principio la no reelección. Madero fue escuchado por los 89 asistentes entre los que se encontraban Filomeno Mata, Luis Cabrera, Paulino Martínez, Roque Estrada, Félix F. Palavicini, Eduardo Hay, José Vasconcelos, Manuel Urquidi, Emilio Vázquez.

Llegó el mes de junio y aún Bernardo Reyes no daba la cara. Las muestras de adhesión a su candidatura aumentaban considerablemente. Sus fieles partidarios trabajaban intensamente. El día 6 iniciaron una gira proselitista en el estado de Veracruz, donde apoyaron la candidatura de Díaz. Pero atacaron a los científicos, señalando que era necesario que la vicepresidencia no fuera para un miembro de ese grupo, por lo que apoyaban a Reyes. El día 11, apareció en un periódico capitalino una nota firmada simplemente «partidarios de Reyes», sin nombre alguno. El mensaje por demás claro, le pedía que ya se manifestara, pues existía un gran consenso a su favor. Reyes, impasible, recorría su estado para continuar con su labor como gobernador. A los pocos días renunciaría a la candidatura que le ofrecían. Diría Madero: « ... no creo que él pueda ayudamos para enfrentársele al Gral. Díaz. Él, menos que nadie, es capaz de hacerlo, como lo ha demostrado en la carta que publicó, en la cual se exhibe simple y sencillamente como un cobarde ... Además, Reyes, visto de lejos es grande; visto de cerca es un tirano vulgar.»85 Con determinación y como respuesta a la candidatura de Díaz, el Partido Antirreelecionista, el 15 de junio de 1909 hizo público su programa con el lema de Sufragio Efectivo, no Reelección, y Un manifiesto, en el que acusó al gobierno federal.de parcialidad en la aplicación de la justicia e inequidad en los beneficios sociales, además de otras irregularidades. Días antes, el 6, apareció el primer número del órgano periodístico El Antirreeleccionista, dirigido por el inestable José Vasconcelos que a los pocos meses renunciaría, como varias veces lo hizo en épocas posteriores.

                                                            

85 Alfonso Taracena, La verdadera Revolución Mexicana ... op. cit. p. 208.  

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Madero, después de lanzado su manifiesto en contra del gobierno de Díaz, viajó con afanes proselitistas por toda la costa del Golfo. Visitó Veracruz, Progreso, Mérida, Campeche, Tampico y Monterrey, para, finalmente, en octubre, retomar a su tierra. Lo acompañaron su esposa y Félix F. Palavicini. El viaje le permitiría publicitar el programa del partido; Conocer la situación en otros estados; y claro, de paso, ganarse adeptos. La campaña electoral de Carranza no parecía presentar problemas, pues estaba bajo el manto protector del gobernador y la aceptación del gran elector; hasta ese momento. Madero prácticamente se alejó de Carranza, por lo que no presenció los acontecimientos del mes de agosto, ni el proceso electoral.

Los miembros del Partido Democrático intensificaron su actividad electoral. En Coahuila realizaron diversos mítines, bajo la observación de Ios vigilantes de los científicos. En el realizado el día 8 de julio, en la Plaza de Armas de Saltillo a Andrés Osuna se le ocurrió leer las bases del Partido. Los democráticos dejaron atrás toda precaución; la reunión se convirtió sin lugar a dudas, en una abierta y temeraria manifestación en contra de Díaz. Lo único. que lograron fue que los enemigos de Reyes atacaran sin piedad y enderezaran toda la furia presidencial en contra de los seguidores del aspirante a presidente.

Ante el clima de zozobra que vivía el estado, el gobierno federal pidió al Gobernador se trasladara de nuevo a la capital, lo que hace el 7 de agosto. Tras la entrevista de rigor, regresó el 12, para esa fecha todavía tenía el poder. El motivo y resultado de la entrevista, pronto se sabrían.

Díaz nombró a Gerónimo Treviño, Jefe de la 3a Zona Militar, en los primeros días de agosto. El Presidente sabía golpear, pues Treviño, además de ser terrateniente en Coahuila, era enemigo de Reyes. Al cargo, le agregó la misión de convencer a Cárdenas de renunciar y entregar el gobierno al diputado Pragedis de la Peña. Cumplidor, Treviño se trasladó a Monterrey a tomar posesión de su cargo, pero antes, llegó a SaltilIo con gran manifestación de fuerza militar, integrada por diez mil efectivos; se entrevistó con el Gobernador y le exigió su dimisión. Pero Cárdenas no se intimidó; en acto de rebeldía, entregó su renuncia al Congreso del Estado. El 16 de agosto emitió el oficio final:

« ... En virtud de la renuncia del cargo de Gobernador constitucional del Estado que me fue admitida por la H. Legislatura del mismo, hoy con las formalidades debidas he hecho entrega del Poder Ejecutivo al C. Lic. Pragedis de la Peña, nombrado para sustituirme por el tiempo que falta del actual período. constitucional.

Libertad y Constitución. Saltillo, 16 de agosto de 1909.»86 Los legisladores en primera instancia nombraron a Encarnación Dávila. Poco tardarían en darse cuenta de su error, por lo que cambiaron su decisión en favor de Pragedis de la Peña.                                                             

86 Miguel Cárdenas, Periódico Oficial, Saltillo, 16 de agosto de 1909.  

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El texto de la renuncia se atiene a un mero formulismo, nada revelador de lo que pasaba. Resulta por demás significativo remitimos al oficio original de renuncia en el que se dirige al pueblo coahuilense. Ahí expone que el gobierno de Díaz ha cambiado de parecer en cuanto a la forma en que él ha dirigido el Estado, lo que vaticina reformas sustanciales que afectarán a la política local. Así que presenta su renuncia ya que, afirma: « ... yo no puedo decorosamente contribuir á la realiza-ción de tales propósitos, ni tampoco debo obstruir en forma alguna la política del Señor Presidente de la República ... »87 La presente está fechada el 15 de agosto; era domingo.

El gobernador interino, en acto inusitado de honestidad, renunció al sueldo e inició una cacería de brujas. Eliminó los sueldos y canonjías de Manuel José Othón y Carlos Pereira, además de las compensaciones a periódicos como El Siglo XX y El 2 de Abril. Pero además, destituyó a casi todos los funcionarios, incluyendo jefes políticos y presidentes municipales, adictos a Cárdenas. Así, en Río Grande, ubicó a Manuel Amaya como Jefe Político; en Monclova a Andrés Garza Galán, obvio enemigo de Cárdenas y los Carranza; y en Viesca, a Luis García Letona. Todos, amigos de De Valle, el candidato del nuevo gobierno, y antiguo galanista. El presidente municipal de Saltillo Juan Cabello y Siller, renunció, y su lugar lo ocupó Francisco Narro Acuña.

De la Peña concedió nombramientos a jueces, escribientes, conserjes, jefes de guardia; todos con la misma letanía realizada en formato emitido por Gabriel Valerio, otrora amigo del grupo cardenista y ahora Secretario General de Gobier-no.

Carranza continuó su campaña política con la animadversión de los científicos, que lograron revertir en su contra a las personas que en un tiempo lo secundaron. Negros nubarrones ensombrecieron la campaña. En los primeros días de agosto, el gobierno central exigió al candidato renunciara a sus propósitos. Carranza empecinado continuó, lo que propició que treinta días antes de los comicios, llegaran tropas federales al estado para dar el paso definitivo y acabar con los necios coahuilenses.

El día 18, los miembros del Club Electoral Benito Juárez de San Juan de Sabinas, inducidos por « ... Manuel Amaya, comisionado nombrado para uniformar la opinión pública en estos rumbos ... » renegaron de Carranza, ya que aceptaron su Candidatura « .. .ignorando que dicho señor estuviese ligado con el reyismo ... » y aclararon que ya no lo seguirían sosteniendo, dado que « ... conceptuamos al reyismo como un elemento altamente peligroso para la paz de la nación y como enemigo entreabierto de la augusta personalidad de nuestro glorioso Presidente, el heroico general don Porfirio Díaz y su más digno colaborador, el honorable patriota seño don Ramón Corral.;» A Jesús de Valle también le tocó recibir el alud de adjetivos, ya que de repente, lo conocían por su «honorabilidad, carácter,

                                                            

87 Idem, 15 de agosto de 1909.   

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patriotismo energía y demás virtudes cívicas que caracterizan al distinguido coahuilense ... » 88

El día 19 de agosto, y todavía en funciones de Director General de Instrucción y de la escuela Normal, pues no se le aceptó su renuncia a los cargos, Osuna contestó oficio donde se le informaba que Gabriel Valerio fue designado Secretario de Gobierno; de igual manera, el engorroso cuestionario enviado por el Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Ezequiel A. Chávez, que le solicitaba información sobre las condiciones higiénicas de las escuelas, ya que se realizaría en París, Francia, el Tercer Congreso Internacional de Higiene Escolar. Lo hizo en dos páginas, apresurado, para cumplir un formulismo, pues los informes de los inspectores llegaron hasta septiembre. Al día siguiente expediría sus últimas disposiciones.

Ante la evidente presión de Treviño para obligar la renuncia del gobernador Cárdenas, Osuna calificó la acción ordenada por el gobierno federal, de «Ultraje a la soberanía del Estado», lo que le costaría dejar sus cargos de Director General de Instrucción Primaria y de la Escuela Normal; no muy tarde, antes de que finalizara el mes.

Solicitó permiso para trasladarse a la ciudad de México a arreglar asuntos familiares. Su viaje causó un efecto lógico: algún oficioso informó al Gobernador interino que el Director gestionaba otro tipo de asuntos. No se equivocó. Osuna, gracias a la intermediación de Miguel F. Martínez logró entrevistarse con Justo Sierra a quien expuso la situación del estado. El ministro de Instrucción le ofreció interceder ante el Presidente para que no fuera destituido, pero Osuna no aceptó.

Sus temores se hicieron realidad. Vía telegráfica, Pompeyo Mier, el Secretario de la Dirección General de Instrucción Primaria, le informó que fue cesado en sus funciones, y se le exigía hiciera entrega de la Institución al nuevo titular, por lo' que era necesario le diera instrucciones al respecto. Osuna le pidió a Mier hiciera entrega de las oficinas al nuevo director.

Intervino Díaz, vía Justo Sierra, y le informó que podía regresar y ocupar su puesto. Osuna rechazó el ofrecimiento y salió de México. Al llegar a Saltillo el día 31 de agosto, y ya en la noche, -vía un mensajero-- recibió la petición de José García Rodríguez para que le hiciera entrega de los cargos, y lo citaba para el día siguiente a las diez de la mañana. Osuna respondió que no tenía noticia oficial del nombramiento del nuevo titular y por lo tanto, sería el secretario Mier, quien lo haría. La respuesta no se hizo esperar, al día siguiente, a las 11:30 de la mañana Osuna recibió oficio del Gobierno en el que se le informaba de su destitución y del nombramiento de García Rodríguez; se le exigía procediera a entregar las ofici-nas. Impertérrito, respondió que ya para esa hora, Mier había entregado la Direc-ción, por lo que no había motivo para obedecer las órdenes del Gobernador."89

                                                            

88 Ildefonso Villarello Vé1ez, Historia de la Revolución Mexicana en Coahuila, Saltillo Universidad Autónoma de Coahui1a, 1983, pp. 135‐136.  

89 Osuna consigna que fue el día último del mes de agosto, en que el nuevo director le hizo  

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Desde los últimos días de agosto ya despachaba como director de Instrucción Primaria y de la Escuela Normal, José García Rodríguez, extraordinario escritor, hijo de Antonio García Carrillo, pariente de Dionisio García Fuentes. El nuevo director formó parte de la conspiración que con los hermanos Carranza logró la renuncia de Garza Galán en 1893. Esos días, fungía como director del Ateneo Fuente, cargo en el que fue sustituido por García Fuentes.

El día 26 de agosto giró uno de sus primeros oficios como Director General de Instrucción Primaria. En el documento señalaba, respetuoso, que se daba por enterado del nombramiento de Gabriel Valerio como Secretario de Gobierno. El día 31 del citado mes, envió oficio al Secretario de Gobierno en el que le informaba: «Tengo la honra de comunicar á usted, suplicándole atentamente se sirva elevarlo al superior conocimiento del C. Gobernador, que con esta fecha he tomado posesión del cargo de Director General de Instrucción Primaria que bondadosamente me fué conferido por el mismo alto funcionario.

Aprovecho la oportunidad para ofrecer á Usted las seguridades de mi alta consideración personal muy respetuosa.

LIBERTAD y CONSTITUCIÓN, Saltillo, á 31 de agosto de 1909. José García Rodríguez»90

Los días finales del cambio, los maestros de Saltillo organizaron una bienvenida para Osuna, a pesar de la amenaza gubernamental de destituir a quien asistiera. A pesar de todo, el evento se realizó con éxito por la asistencia multitudinaria, por lo que el gobierno no pudo cumplir su disposición; igual ocurrió con su despedida.

Antes de abandonar la ciudad, un amigo le informó que el nuevo gobierno preparaba una acusación de malversación de fondos. Disgustado, envió a inspec-tores y directores de todo el estado, una carta fechada el 15 de septiembre. La carta informaba de su retiro: «Habiendo cesado en mis funciones de Director General de Instrucción Primaria y de la Escuela Normal de Coahuila, desde el día 31 de agosto último, deseo expresarle a Ud. mi gratitud personal ... » pero además, en previsión de la campaña de desprestigio que se preparaba en su contra, afirmaba « ... me retiro hoy satisfecho de mi honrosa labor, llevando mi conciencia tranquila y mi frente muy alta por haber cumplido con mi deber, ... » y siempre como maestro, pedía que continuaran con entusiasmo « .. .la tarea gloriosa de educar a la niñez coahuilense .... (para) ... que lleguen a ser hijos modelos, mexicanos virtuosos y coahuilenses distinguidos.» Su despedida fue por demás reveladora: « ¡Adiós, y que la escuela coahuilense sea siempre la primera de la República!»91

Ya Osuna fuera del país, las autoridades de Gobierno acudieron a la ceremonia de apertura de cursos de la Escuela, Normal, para el periodo 1909-1910. Todos reunidos en el Salón de Actos, destacaba la presencia del gobernador Pragedis de la Peña, del Secretario de Gobierno y desde luego, -acto de propaganda-, Jesús                                                             

la petición, pero el oficio de notificación de García Rodríguez está fechado el día 31.  90 José García Rodríguez, Correspondencia, Archivo Histórico SEPC, agosto de 1909. 91 Andrés Osuna Hinojosa, Por la escuela y por la patria, México, Casa Unida de Publicaciones, 1943, p. 112.  

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de Valle. El programa, preparado con esmero, se integró con diversos números artísticos y uno que otro discurso que no presentaba problema. El alumno Aureliano Esquivel, en su participación habló de las vacaciones y la emoción del reencuentro con sus compañeros y maestros. Todo marchaba adecuadamente, de no ser porque se le ocurrió, ya para concluir, recordar a Andrés Osuna. Fatalidad, el público presente irrumpió en aplausos; el Gobernador, visiblemente molesto, suspendió el evento y salió con todo y su séquito. Aureliano Esquivel se salvó de la expulsión gracias a la intervención de García Rodríguez.

No había error en la advertencia sobre una maquinación del Gobierno para someter a Osuna a un juicio penal por desvío de fondos. Sin embargo, sin elemen-tos para una acusación formal, a Pragedis de la Peña, sólo le quedó informar el 15 de noviembre, que la anterior administración dejó la instrucción pública en un completo desorden; sin aclarar ni precisar. Para dar fuerza a su intención dijo categórico: «en completo desbarajuste». En franca alusión a los informes elaborados por Andrés Osuna, aclaró, « ... no obstante las aseveraciones impresas en contrario ... »92. Además, dijo con gravedad, que tuvo que corregir las irregularidades cometidas en el rubro de pensiones concedidas a algunos trabajadores, ya que se asignaron injustamente a quienes no. lo merecían; y en otros casos se retuvieron a quienes legítimamente les correspondía. En fin, la nueva administración emitiría un nuevo reglamento para evitar tales irregularidades.

Pero no era todo. De la Peña, tocó un asunto fundamental, el orgullo del régimen cardenista, el edificio de la Escuela Normal. Con pena que nadie creyó, se lamentó de tener que cambiar su opinión en relación a la calidad del edificio. Éste apenas inaugurado en febrero de 1909, ya daba señales de su pésima construcción pues las goteras inundaban los salones. Esto fue provocado porque en lugar de un material adecuado para el techo, se le puso cartón impermeable que no resultó serlo. Lo que « ... ha hecho que se goteen las azoteas, dañando las paredes y poniendo en peligro no solo los instrumentales de los gabinetes sino el edificio mismo ... »93 Con disgusto, afirmó que el Gobierno, por reparaciones, tuvo que invertir cerca de 30,000 pesos. Además, de este gasto, se tuvo que erogar otra fuerte cantidad de dinero en la compra de pupitres y gabinetes nuevos para los. alumnos de la escuela Normal, el Ateneo y escuelas primarias.

A todos constaba que el gobierno de Cárdenas dotó a la escuela Normal de mobiliario especial para todas las áreas, así como aparatos científicos y material pedagógico; todo, en suficiente cantidad para maestros y alumnos. El costo total del edificio fue de 300,000pesos; cantidad a la que habría de agregarse el menaje total que ascendió a 50,000 pesos. Para todos resultaba evidente que de la Peña hablaba sin fundamento; el edificio no requería mobiliario.

Curiosamente, el recién nombrado Director General de Instrucción Pública en su calidad de director del Ateneo, había expuesto en su informe de gestión, el 30 de junio de ese año que, « ... desde 1902 en que tuve la honra de ser designado para dirigirla, el Superior Gobierno del Estado ha promovido constantemente el ade-

                                                            

92 Pragedis de la Peña, «Informe de Gobierno», Periódico Oficial, Saltillo, 15 de noviembre de 1915.  93 Ibidem. 

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lanto de esta escuela ... »94 Agregó con satisfacción que el presupuesto para su sostenimiento se incrementó de 12,000 pesos a 23,000; a esta cantidad habría que sumar la correspondiente a los gastos extraordinarios que llegaban a la cifra de 10,000 pesos. Dio una descripción de la dotación de mobiliario, utensilios, libros y ejemplares científicos en beneficio de la institución. Aclaró: « No pudiendo hoy por hoy, debido á circunstancias adversas, llevarse a ejecución el magnífico plano hecho por acuerdo superior para la reconstrucción de la Escuela, ésta ha sido notablemente mejorada; y aunque tales mejoras revisten un carácter provisional, ha adquirido con ellas las condiciones indispensables para su objeto.»95 En fin, cuestión de tiempos políticos.

Apenas al inicio del mes de septiembre, Jesús de Valle se proclamó candidato opositor a Carranza. Las elecciones se realizarían el 24 de octubre, sin embargo, la «simpatía popular» estaba del lado del candidato del gobierno. La verdad es que, muchos de los que estuvieron con los Carranza, en contra de Garza Galán, se afiliaron a de Valle, como Tomás Berlanga, Jacobo M. Aguirre, Julio Martínez y desde luego, Gabriel Valerio.

A Carranza le criticaron su reyismo, y su relación con el «agitador» Madero. En su calidad de candidato del pueblo, no tenía un programa de gobierno, sólo el que promulgó el partido que lo cobijó, con el que no coincidía cabalmente. Sus opositores publicaron «Un Programa Patriótico» que contenía las acciones que el gobierno de De Valle se comprometía seguir puntualmente. En lo esencial, prometía: no reelección; pagar la deuda pública del estado y ya no más créditos; reducir los gastos públicos a lo indispensable; equilibrar los presupuestos del Estado y los municipios con el gasto público; reducir los impuestos, así como distribuir equitativamente las contribuciones y vigilar su aplicación; aplicar la justicia con honradez y hacer efectiva la responsabilidad de los funcionarios públicos; perfeccionar y desarrollar la instrucción pública; y desde luego, otorgar libertad de prensa, de sufragio y de opinión.

Carranza, el «viejo pachorrudo» -como le decía Madero--, en una convención de su partido realizada en Monclova el 5 de septiembre, con todo en su contra, diría: «Mientras exista el voto de algún ciudadano coahuilense que ampare mi candidatura, estoy dispuesto a la lucha»96. A pesar de que recibió mucho más que un voto, Carranza no pudo ungirse como Gobernador; la maquinaria gobiernista lo impidió: « ... se repitió lo que había sucedido cuatro años antes, que los dirigentes de todos los clubs políticos del Estado, fueron a parar con sus huesos a la cárcel y el día de las elecciones, fuertes escoltas en las casillas electorales impedían a los que iban a votar por Don Venustiano Carranza, pasar del marco de la puerta para adentro, siendo rechazados a golpes por los soldados de la escolta.»97

Carranza, después de las elecciones, mantuvo su cargo de Senador. Corrió la versión en el sentido de que había hecho un pacto con Díaz, pues los días de                                                             

94 José García Rodríguez, «Informe», Periódico Oficial, Saltillo, 30 de junio de 1909.  95 Ibidem. 96 Ildefonso Villarello Vélez, La Revolución Mexicana en Coahuila, Saltillo, Universidad Autónoma de Coahuila, 1983, p. 138.  97 José María Rodríguez, op. cit., p.19.  

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elecciones, realizó un largo viaje a la capital de la República. Aceptó su derrota sin protesta de ninguna especie.

Las elecciones se efectuaron con tranquilidad que las autoridades calificaron de perfecta; en un ámbito de libertad y «sin coacción de ninguna especie», ya que como tenía que ser, puntualizó el gobernador interino: «se debió esencialmente á la política prudente, conciliadora, legal y exenta de abusos y persecuciones, ini-ciada por mi Gobierno... »98 Los resultados «oficiales» le otorgaron a de Valle 61,769 votos y a Carranza, un magro total de 604.

La administración de Pragedis de la Peña se caracterizó por sus virulentos ata-ques al cardenismo. Cárdenas resultó un derrochador sin escrúpulos, nepotista, inepto y títere de Reyes, entre otras características. En su Informe de Gobierno, de la Peña acusó a Cárdenas de dejar el Erario «en un estado lamentable y desconsolador». Lo peor fue, agregó: «aparte de haberse agotado... muchas de las partidas establecidas en el Presupuesto para satisfacer las necesidades del todo el año fiscal, no obstante de no haber transcurrido para el 16 de agosto en que me encargué del Poder Ejecutivo sino un mes quince días de tal año, no había en las cajas del Tesoro, ni la existencia suficiente para el pago de la lista civil en la primera quincena de mi Gobierno... ». El dispendio se debió a que se hicieron gastos indebidos. Hasta las deudas municipales se las cargaron a Cárdenas, pues, « ... fueron contraídas con las garantías de las rentas del Gobierno, lo que unido á las deudas propias de éste, dá una medida exacta de la dificilísima situación en que la Administración anterior colocó al Erario Público y al nuevo Gobierno ... »99

Concluyó su interinato Pragedis de la Peña. Un periodo de apenas tres meses, en el que su tarea fundamental consistió en echar abajo lo construido por el gobierno de Cárdenas y allanar el camino para el sucesor oficial. Jesús de Valle asumió el cargo de gobernador el 15 de diciembre de ese fatídico año. En su mensaje, como mandan los cánones, alabó a Díaz con nuevos adjetivos: lo llamó «gloriosísimo jefe del Gobierno General» que es poseedor de una «inmaculada rectitud», y a su antecesor, por su «conducta ejemplar y patriótica»; a Cárdenas, con lenguaje por demás claro, a pesar del doble sentido, lo dejó en la silla de los acusados. Con el compromiso de no tomar represalias, afirmó que sus enemigos serían « ... los enemigos de la ley, los enemigos de la paz, para quienes sí seré inflexible»100 Compromiso que no cumplió, pues le hizo ver su suerte a los cardenistas, a los reyistas de nuevo cuño y a los maderistas.

Cumplida su misión en Coahuila, el nuevo Jefe Militar de la Zona, Gerónimo Treviño, atacó Monterrey y prácticamente derrocó al gobierno local y a los de los municipios. Ya en funciones de gobernador «provisional» y no conforme con des-mantelar el poder en que se sustentaba Reyes, impuso multas en dólares -para que doliera-- a los que se sabía tenían sociedad financiera con el todavía Ejecutivo estatal.                                                             

98 Pragedis de la Peña, «Informe de Gobierno», Periódico Oficial, Saltillo, 15 de noviembre de 1909.  

99 Ibídem.  100 Jesús De Valle, «El Nuevo Periodo Constitucional», Periódico Oficial, Saltillo, 18 de diciembre de 1909.  

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Reyes, días antes había abandonado toda actividad política; para hacerlo más evidente se recluyó voluntariamente en su finca campestre. Hasta ahí fue Gerónimo Treviño y lo sitió, lo hizo prisionero y lo obligó a renunciar a su cargo de gobernador de Nuevo León. Un día antes de las elecciones coahuilenses, Bernardo Reyes fue despojado del gobierno de Nuevo León y se le comisionó a Alemania a estudiar armamento, «por si no sabía», el militar de carrera que logró modernizar al anacrónico ejército porfirista.

Aplacada la furia presidencial contra quienes se atrevieron a confrontarlo, sus efectos se presentaron casi de inmediato. Aún no terminaba 1909, cuando el Par-tido Democrático y muchos reyistas, declararon una reorganización total en su estructura y objetivos. Serían antirreeleccionistas.

En San Pedro, Madero se enteró del resultado de las elecciones en que se pro-clamó triunfador Jesús de Valle, pero además, de la expulsión de Bernardo Reyes.

Tiempo al tiempo, poco tardaría en unir a su causa al bloque reyista, ya fracturado por los científicos. Persistente, siguió su campaña antireeleccionista. Buscaba afanosamente adeptos y mantener a quienes se comprometieron y mostraban debilidad. Uno de ellos era Vasconcelos, quien con motivo de que las autoridades clausuraron el periódico El Antirreeleccionista, el 23 de septiembre, presentó su renuncia desde su escondite en San Luis Potosí. Madero lo buscó infructuosamen-te en México, por lo que se vio obligado a escribirle desde Tehuacán, el 18 de noviembre de 1909. Con dureza, le dijo: « ... Si usted, que es lo que yo creo, su-cumbe al desaliento o cedió a las amenazas que le hizo su jefe de desocuparlo, entonces obró con poco tacto, pues debe comprender que son raras las oportunidades que se le presentan a un hombre para demostrar su valor, su entereza y su constancia al servicio de una causa noble.»101 Vasconcelos transitó durante todo el periodo revolucionario con fama de voluble en sus motivaciones. En 1923 renunciaría y no -asunto de redacción- a su cargo de Secretario de Educación Pública en protesta por la falta de recursos y el hostigamiento de los funcionarios obregonistas.

El 22 de noviembre, y ante la terquedad de Madero, su abuelo Evaristo le escribió una carta donde le pedía que en lugar de creer que podía derrocar al presidente, se dedicara a colaborar con su padre ya que tenía serios problemas con un litigio que parecía no terminar. Contundente, le dijo que lo único que estaba haciendo era «echarle mocos al atole», pues su lucha no era más que «el desafio de un microbio a un elefante» 102

Pero Madero poco caso hizo. Con más determinación que nunca, preparó con sus seguidores una junta que llamaron revolucionaria, en la que reafirmaron el espíritu de lucha y definieron la estrategia a seguir. Dispuestos a todo, formaron comisiones para ganar adeptos en el estado y el país. En la junta, realizada en Torreón, estuvieron, además de Madero y el fiel de siempre, José María                                                             

101 Alfonso Taracena, Francisco I. Madero, op. cit., pp. 93‐94 102 Idem., p. 100.   

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Rodríguez Catarino Benavides, Indalecio de la Peña, Sixto Ugalde, Mariano López Ortiz Manuel Oviedo, Emiliano Laing, Matías García y Leopoldo Cepeda Morales.

El Tívoli de la capital de México fue el escenario donde el 10 de diciembre d 1909, se realizó la junta nacional de los antirreeleccionistas. A partir de ella, Madero reinició la campaña que lo llevaría a visitar los estados de la República con el mensaje de «sufragio efectivo no reelección».

Al amanecer de 1910, los reyistas sufrieron las consecuencias de su obstinación para enfrentar al sistema. Los miembros de la junta ejecutiva del Partido Nacional democrático, con el secretario Samuel Espinosa de los Monteros a la cabeza, fueron apresados bajo el cargo de sedición. Su destino fue la cárcel de Belén. La mayoría perdió su trabajo; José López Portillo y Rojas, fue expulsado del país.

Madero fue postulado como candidato a la presidencia en contra de Díaz; en la fórmula, lo acompañaba Francisco Vásquez Gómez como vicepresidente. La convención del Partido Antirreeleccionista se inició el 15 de abril de 1910. Concluida la convención y ya ungido como candidato, recorrió de nueva cuenta el país. A la capital de Coahuila llegaría el 4 de junio. Prepararon su campaña en Saltillo, Francisco Martínez Ortíz, Adolfo Huerta Vargas, Serapio Aguirre y Benigno Ramos Fuentes. Previa invitación, una multitud de saltillenses se congregó en la recepción a Madero. El mitin se realizó frente al Hotel Coahuila, en las calles Allende y Victoria, desde donde el candidato y Roque Estrada arengaron a los presentes a quitarse el yugo de la opresión porfirista. Acudió la policía con el propósito de disolver la reunión; hubo gritos de oposición, empujones y los policías golpearon a varias personas. Madero, con fuerza increpó a los atacantes: «¡A] usted, le hablo a usted, hijo de la patria y responsable de su destino como todos los aquí reunidos!»103 Y Madero continuó para sorpresa de los agentes que se replegaron

En los difíciles días de 1909, Andrés Osuna Hinojosa abandonó Coahuila y marchó a Estados Unidos, donde trabajó como traductor en la Casa Editora de Publicaciones Metodistas, en Nashville, Tennesse, ya la vez estudió en la Univer-sidad de Vanderbilt, el Bachillerato en Ciencias, hasta su graduación como Doctor en Ciencias y Artes. Allá se integró a organizaciones revolucionarias en el exilio, en favor de Carranza.

En 1915, y tras el triunfo del Constitucionalismo, Carranza 10 nombró Director General de Educación Pública en el Distrito Federal. Durante su gestión, estable-ció las Inspecciones Escolares y la Junta de Inspectores; reorganizó la Escuela Normal para Maestros y reformó la Escuela Nacional Preparatoria; inició la Edu-cación Secundaria y el servicio higiénico escolar; realizó una modernización de la administración de la Dirección, lo que incluyó una severa depuración del personal docente, que le costó agrias críticas.

En mayo de 1918, asumió el cargo de Gobernador provisional de Tamaulipas, con la difícil misión de calmar los ánimos, excitados por problemas electorales. En ese                                                             

103 Ignacio Solares, «Madero, el otro», en: Gazeta del Saltillo órgano del AMS, núm. 13, año VII.  

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estado, Luis Caballero contendió contra César López de Lara por la gubernatura; establecidas las facciones de uno y otro candidato, Caballero se rebeló, y es el momento en que llega Osuna. La rebelión del frustrado candidato no era la única, también estaban los «cedillistas» y partidas de «carrancistas» inconformes. En primera instancia, Osuna organizó fuerzas militares para repeler ataques y al tiempo, decretó una Ley de Amnistía que dividió a los rebeldes. Logró su objetivo: pacificar la región. Consciente. de su papel como elemento de transición, organizó elecciones, y al saber que su sobrino Carlos Osuna se inscribió como candidato, renunció a su cargo.

Regresó a México en los momentos en que la sucesión presidencial se convirtió en un problema para Carranza. Fiel a su amigo, tomó partido a favor de Ignacio Bonillas. Cuando la hecatombe provocada por el Plan de Agua Prieta sobrevino, acompañó al Presidente en su viaje a Veracruz; llegó a Aljibes y tras la muerte de Carranza, fue confinado en la Prisión de Santiago Tlatelolco. Se le liberó, gracias a la intervención de Amulfo González, futuro gobernador de Coahuila

Al crearse la Secretaría de Educación Pública, colaboró con José Vasconcelos como Inspector Misionero. En 1926, realizó gestiones diplomáticas en Estados Unidos, en virtud de los problemas originados por la legislación mexicana que afectaba los intereses de inversionistas de ese país.

En 1927, Aarón Sáenz, gobernador de Nuevo León, lo nombró Director General de Instrucción Pública en ese estado. Reformó la educación Normal; mejoró los servicios de inspección escolar; organizó consejos técnicos; estableció cursos de capacitación para maestros; y de nueva cuenta, incrementó la cobertura educativa. Al concluir la gestión de Aarón Sáenz en 1931, Osuna continuó en su cargo, pero ocho meses después, renunció. En balance estadístico, se puede señalar que logró incrementar en un 46% el número de escuelas, en 47% el de alumnos y en 116 % el gasto educativo

En mayo de 1944 regresó a Saltillo en calidad de Presidente Honorario del Comité Organizador del Primer Congreso Nacional de Educación Normal, realizado en esta ciudad con motivo del cincuentenario de fundación de la Escuela Normal de Profesores. Pronunció un discurso que se constituyó en una vehemente defensa de Miguel Cárdenas. El motivo era suficiente, ese día se le impuso el nombre del exgobernador al Salón de Actos de la Escuela Normal. Con pasión señaló Osuna: « ... Así que al consagrar este Salón de Actos con su nombre, no hacemos otra cosa que un acto de estricta justicia al hombre que consagró su vida y sus más nobles esfuerzos a la educación pública ... » 104 Años más tarde, fungió como miembro organizador del ingenio El Mante, y gerente de una compañía constructora. Su muerte sobrevino en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1957.

De su bibliografía podemos señalar: Por la escuela y por la patria, Libros de lectura, Elementos de psicología pedagógica y El alcoholismo.

                                                            

104 Andrés Osuna Hinojosa, discurso pronunciado el 3 de mayo de 1944, en el Salón d Actos de la escuela Normal de Profesores, Memoria, Cincuenta Aniversario de la Es cuela Normal de Coahuila.  

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El ideario de Osuna puede sintetizarse en la siguiente afirmación: «Sigo creyendo y lo creeré, que la escuela bien entendida es la única palanca que levantará a nuestras clases populares, al plano que les corresponde en el concurso univer-sal.» 105

El 29 de mayo de 1911, Carranza ocupó interinamente el gobierno de Coahuila, emitida la convocatoria para elegir gobernador constitucional, el 8 de julio, Carranza renunció a su cargo y preparó su campaña, los clubes que lo apoyaron fueron el Club Central del Partido Liberal Democrático de Coahuila y el Club Liberal Coahuilense. Ganó las elecciones y el 22 de noviembre rindió la protesta como nuevo gobernador de Coahuila. En lo que a educación se refiere, emitió una Ley de Instrucción Pública, que en esencia, transformó a la Dirección General de Instrucción Primaria en una dependencia de supervisión técnica, pues devolvió a los ayuntamientos sus facultades para dirigir la educación.

En la capital del país, Joaquín Baranda, el promotor del corporativismo educativo, tuvo que renunciar al Ministerio de Justicia e Instrucción Pública el 6 de febrero de 1901, agobiado por los problemas con Yves Limantour, después de permanecer en el cargo, desde el 15 de septiembre de 1882, con el Gobierno de Manuel González, y a partir del 10 de diciembre de 1884, con Porfirio Díaz.

Baranda, fue sustituido por Justino Fernández que ostentó el cargo, de febrero 6 de 1901 a junio 30 de 1905.

El año de 1909, el titular de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes era Justo Sierra, que inició su gestión ello de julio de 1905, año en que el organismo dejó de ser Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Sierra se sostuvo hasta marzo de 1911.

José García Rodríguez duró en su encargo hasta el 20 de mayo de 1914, en que por las difíciles circunstancias impuestas por la lucha revolucionaria, se paralizaron prácticamente todas las instituciones educativas y desde luego, la Dirección. Resulta significativo señalar que trabajó con diez gobernadores, entre provisionales y constitucionales; entre ellos estuvo Carranza.

En Coahuila, los villistas reactivaron el servicio educativo, el 9 de febrero de 1915 y nombraron a Leopoldo Villarreal Cárdenas, nuevo titular de la Dirección General de Instrucción Primaria.

El tránsito de la Dirección General de Instrucción Primaria a Secretaría de Educación Pública de Coahuila, está Íntimamente ligado con los acontecimientos relevantes que dieron a la nación la configuración que hoy presenta. Su estudio merece un texto específico y más detallado.

                                                            

105 AndrésOsuna Hinojosa, Por la escuela y por la patria, México, Casa Unida de Publicaciones, 1943, Introducción.  

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              Las escuelas organizadas y controladas por la Dirección General de Instrucción Primaria No llevaban nombres de ilustres personajes históricos Se distinguían con un simple guarismo Escuela Oficial No. 2 para niñas, Saltillo 1908 Archivo Histórico SEPC 

APÉNDICES, BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTOS APÉNDICE 1

Organismos responsables de la educación pública en Coahuila, de 1833 a

1899. Juntas Protectoras de Educación Pública. 27 de abril de 1833 Gobernador: Martín de Baramendi Junta Directiva del Colegio Departamental 30 de mayo de 1838 Al poco tiempo de creada se encargó de dirigir la educación elemental del estado hasta el 26 de octubre de 1842. Gobernador: Francisco García Conde Dirección General de Instrucción Pública Bajo la titularidad de la Compañía Lancasteriana. El Departamento de Coahuila se convierte en Subdirección de Instrucción Pública. 26 de octubre de 1842. Titular: Junta Departamental de Coahuila. Gobernador: Francisco Mejía Junta Directiva de Instrucción Pública. 2 de diciembre de 1845. Gobernador: Santiago Rodríguez. Comisión de Instrucción Pública 11 de julio de 1867 Responsable de la educación en los Ayuntamientos Gobernador: Andrés S. Viesca.

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Junta Directiva de Instrucción Pública en el Estado Juntas Municipales de Educación Inspección General de Instrucción 23 de enero de 1880 Gobernador: Jesús Valdés Mejía Subinspecciones de Instrucción Pública Se crean en los distritos de Monclova y Río Grande, dependientes de la Inspección General. Jueces Auxiliares y Comisiones de Vecinos Se responsabilizan de la educación en ranchos y barrios. 3 de junio de 1886. Gobernador: José María Garza Galán

APÉNDICE 2

Dirección General de Instrucción Primaria de 1899 a 1938

Fundada por: el gobernador del Estado, Miguel Cárdenas el T" de septiembre de 1899

Directores Generales de Instrucción Primaria: Andrés Osuna Hinojosa 1° de septiembre de 1899 al 21 de agosto de 1909 Gobernador: Miguel Cárdenas. 15 de diciembre de 1897 al 16 de agosto de 1909 José García Rodríguez 26 de agosto de 1909 al 12 de abril de 1914 Gobernadores: Pragedis de la Peña (Interino) 16 de agosto al 15 de diciembre de 1909. Jesús de Valle (Constitucional) 15 de diciembre de 1909 al 29 de mayo de 1911 Venustiano Carranza (Interino) 29 de mayo all o de agosto de 1911 Reginaldo Cepeda (Interino) 10 de agosto al 22 de noviembre de 1911 Venustiano Carranza (Constitucional) 22 de noviembre de 1911 al 4 de marzo de 1913 Manuel M. Blásquez. (Provisional) 8 al 19 de marzo de 1913 Ignacio Alcocer (Provisional) 20 de octubre al 10 de noviembre de 1913 Joaquín Mass (Provisional) 10 al18 de noviembre de 1913 José Refugio Velasco (Provisional) 18 al 21 de noviembre de 1913 Pragedis de la Peña (Provisional) 21 de noviembre de 1913 al 2 de febrero de 1914

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Joaquín Mass (Provisional) 2 de febrero al 20 de mayo de 1914.

La Dirección General de Instrucción Primaria se suprime el 20 de mayo de 1914 como consecuencia de la Revolución Mexicana.

El gobierno villista la restituye el 9 de febrero de 1915.

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-Estudios de la Comisión Nacional para la Celebración del 175 Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, especialmente:

Número 44, Abraham González, Número 35, Felipe Ángeles.

-Gazeta del Saltillo, Años 111, IV, V, VI, VII, que comprenden desde 1724 a 1915. Órgano oficial del Archivo Municipal de Saltillo.

- Tiempo de México, de junio de 1911 a noviembre de 1964, Revistas históricas, segunda época, SEP.

-Informes de Gobierno.

ARCHIVOS · Archivo Histórico de la Secretaria de Educación Pública de Coahuila. · Archivo Histórico de la Benemérita Escuela Normal de Coahuila. · Archivo Municipal de Saltillo. · Instituto Estatal de Documentación

Se terminó de imprimir este libro el día 10 de septiembre de 1999 en la ciudad de Saltillo, Coahuila. Se tiraron 1000 ejemplares y fue impreso por Salvador Impresor S.A. de C.V.