La Aventura de Los Romanos en Hispania - Juan Antonio Cebrian

7/30/2019 La Aventura de Los Romanos en Hispania - Juan Antonio Cebrian

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Annotation

Ao 218 3.C.: dos legiones romanas bajo e

mando de Cneo Escipin desembarcan poorpresa en la pennsula Ibrica. Tienen comobjetivo cortar las vas de suministro de locartagineses, una estrategia ms en el transcursde la segunda guerra pnica que enfrent a Rom

y a Cartago por el control del Mediterrneoccidental. Ser el primer movimiento en uargusimo proceso que culminar con la invasi

y la colonizacin de Hispania, uno de lo

erritorios ms codiciados por Roma y uno dos ltimos en someterse totalmente a spoder.Fueron necesarios dos largusimos siglode lucha sin cuartel para doblegar el nimbelicoso e inquebrantable de beros, celtberousitanos, cntabros... En ese tiempo, la potenciatina utiliz el suelo hispano como escenario dus guerras civiles y como fuente inagotable decursos naturales y humanos para el Imperio

Debido a ello, la Pennsula fue completament


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omanizada y la impronta latina terminara podefinir el carcter de los habitantes de estaierras.En La aventura de los romanos e

Hispania nos encontramos con la epopeya y suhroes legendarios, como el estratega Anbaguerreros como Viriato, el carismtico ldeEscipin, el incomparable genio militar de JuliCsar, y las figuras de dos andaluces, Trajano

Sneca, emperador y maestro de emperadores.Y tambin con acontecimientos que ocupan uugar ineludible en los anales de la histori

universal, como la violenta conquista de Sagunt

ras ocho meses de asedio, la travesa de loelefantes de Anbal hacia la metrpoli romana, lheroica resistencia y el sacrificio de Numanciaa Pax Romana que alcanz todas las orillas de

Mediterrneo gracias a Octavio Augusto...JuaAntonio Cebrin, autor de notables xitos comLa aventura de los godosy La cruzada del sur, nomuestra cmo Hispania particip en una de lagestas ms asombrosas del mundo antiguo, la d

a grandeza y cada del imperio de Roma.


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JUAN ANTONIO CEBRINLA AVENTURA DE LOS

ROMANOS EN HISPANIA


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Este libro est dedicado a mi hij

lejandro, futuro guerrero de la paz y

defensor de la tolerancia y armona entre lo

ueblos. El y los de su generacin sern lo

depositarios de los mejores valores humano

que nos harn avanzar a pesar de todo po

este brumoso siglo XXI. Esa es mi esperanza.


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AGRADECIMIENTOS

Este libro de divulgacin histrica sobre lconquista romana de la pennsula Ibrica nhubiese sido posible sin obras maravillosaescritas por los historiadores de la Antigedad

por ello deseo agradecer con sincera emocios trabajos de Tito Livio, Polibio dMegalpolis, Estrabn, Amiano MarcelinoApiano de Alejandra, Plutarco, Valerio MximoDin Cassio, Diodoro, Floro, Frontino, PolienoEutropio, Orosio, Zonaras o Marcial. Por ltimquiero expresar un agradecimiento especial aalemn Adolf Schulten que, si bien no es de mimpata, no deja de ser uno de los mayore

expertos mundiales en tribus autctonas de lpennsula Ibrica.

Debo confesarles que, leyendo los trabajode los anteriormente citados e intentand

raducirlos a un lenguaje moderno y asequible


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agot todas las reservas de aspirinas. Cranmque mereci la pena.


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INTRODUCCIN

La historia de Espaa es una de las epopeyams interesantes de la cronologa humanaespecialmente el perodo que se refiere a la EdaAntigua en la pennsula Ibrica. En ell

encontramos aspectos tan interesantes y picoque despiertan la curiosidad de numerosonvestigadores.

En mi caso particular, confieso, sin tapujosque este captulo de nuestro periplo histrico euno de mis favoritos. Siempre quise saber quinti Anbal ante su ejrcito posicionado en lalanuras de Cartago Nova en los instantes previo

a marchar sobre Roma atravesando los Pirineo

Alpes y Apeninos en una aventura sin parangn eu poca. En aquellas filas cartaginesas

mercenarias se integraban gentes de distintoorgenes, predominando beros y celtberos de l

pennsula Ibrica. Fue, desde luego, un moment


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nico para el mundo, y esa gesta naci en estopagos.

Tambin me hubiese gustado vivir lensacin que experiment Cneo Escipi

cuando, en 218 a.C., puso pie en Iberia al frentde dos legiones dispuesto a cortar las vas duministro cartaginesas y, de paso, cambiar e

antiguo nombre griego de la Pennsula por e

omano de Hispania.Batallas, alianzas con las tribus aborgene

deserciones en masa de los mercenarios antes dos combates decisivos, ofensiva

contraofensivas, enfermedades, hambrunauchas enconadas por el control de los frtilevalles fluviales; se fue, en definitiva, edesarrollo de los acontecimientos iniciales en entento romano por invadir y, posteriormente

colonizar nuestra tierra.La expansin por el oriente levantino y la

zonas meridionales de la pennsula Ibrica; echoque brutal con las tribus celtberas en u

infn de largas, crueles y agotadoras guerras; l


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bravura de los guerrilleros hispanos frente a ldemoledora maquinaria blica romana, y lesistencia de astures y cntabros convirtiendus castros, montaas y bosques en el campo d

batalla final por su libertad. Todo esto hiznecesario el empleo de muchas legiones pardoblegar el espritu de independencia albergadpor aquellos guerreros aferrados a sus tierra

creencias y tradiciones. Un claro ejemplo lconstituye la defensa a ultranza que loautctonos realizaron en algunas de sus ciudadesSagunto, Numancia, Calagurris...

Les invito a descubrir nuestro deslumbrantrnsito por el mundo antiguo, donde encontrarpersonajes como el genial Anbal, quien llev a lodopoderosa Repblica romana a una guerra eu propio territorio; la familia Escipin, quntervino decisivamente en los asuntos d

Hispania y protagoniz alguno de los episodiode imperecedero recuerdo, como el asedio oma de Numancia; la visita de algunos ilustre

omanos, como fueron Catn el Viejo


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Sempronio Graco, Quinto Sertorio, Pompeyoulio Csar o el primer emperador, Octavi

Augusto. Ellos se impregnaron de la magihispnica hasta el punto de considerar estprovincia que tanta sangre y esfuerzo le habcostado a Roma la perla ms preciadaprimero, de la Repblica y, posteriormente, demperio.

Conoceremos a los hroes de la resistenciribal al invasor: hombres como Indbil y su

feroces ilergetas, Viriato y sus bravoguerrilleros lusitanos, o el indomable jef

cntabro Corocota, que consiguieron con suhazaas atravesar los siglos.Hispania supuso una fuente constante d

ecursos humanos y materiales para la potenciatina. Materias primas como trigo, aceite, vino alazones; productos mineros extrados dmportantes yacimientos peninsulares y tropas e

origen mercenarias y, ms tarde, auxiliares de laegiones, propiciaron un acercamient

progresivo y real a la ms absoluta romanizacin


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En efecto, la Hispania imperial se sientplenamente romana; aporta intelectuales comSneca, Lucano, Marcial Quintiliano, emperadores de acreditada vala como TrajanoAdriano o Teodosio; a cambio recibe luminosidad del Imperio ms grande que vieroos tiempos: su idioma, su derecho legislativo, s

forma de entender el urbanismo, l

administracin y, finalmente, el camin comde la religin. En resumen, Roma forj la raz dnuestra idiosincrasia.

En este libro encontrarn los momento

apasionantes que jalonaron dos siglos de durconquista. Djense llevar por la imaginacin participen en los principales escenarios daquellas tan emocionantes centurias. Seaestigos privilegiados de batallas decisivarascendentales alianzas y mestizajes inevitable

entre romanos e hispanos.Mi nico propsito es que ustedes siga

disfrutando con mis obras divulgativas. Est

rabajo sigue la lnea de mis anteriores escrito


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a aventura de los godos y La cruzada del suraunque en verdad, Hispania supone el primero da saga. Slo me resta desearles bueno

momentos histricos al calor de lo que cuenta mnuevo libro. Como siempre dije, acercarnos a lhistoria es tomar contacto con la autnticealidad de nosotros mismos.


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I. El sueo de Iberia

Durante ms de un siglo, cartagineses romanos pugnaron por el control de

Mediterrneo occidental, librando tres guerra

que atemorizaron al mundo conocido. L

rincipal batalla entre las dos potencias tuvcomo escenario la pennsula Ibrica.


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El fulgor de Cartago

Ao 218 a. C: tras nueve meses dmplacable asedio, las tropas cartaginesas dAnbal Barca se disponan a asestar el golpdefinitivo a la angustiada ciudad de SaguntoHaban sido semanas de incertidumbre en las qu

a mejor maquinaria blica de la poca se emplea fondo con el fin de doblegar la heroicesistencia de los saguntinos, fieles aliados deecular enemigo romano.

El genial estratega pnico quera acabar duna vez por todas con aquel obstculo tancmodo para sus objetivos. Torres de asalto

catapultas y los mejores soldados reclutados eos territorios norteafricanos e ibricos s

disponan a entregarle una gran victoria. Por sparte, los defensores de la plaza no estabadispuestos a sufrir una rendicin tan pochonrosa para su forma de entender la vida. Rom

no enviaba los ansiados refuerzos, pero poc


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mportaba ya: Sagunto mantendra su palabrHasta el final. Y ahora, ese momento hablegado.

En una desapacible maana de inviernmediterrneo, Anbal orden un ataque totaobre las ltimas posiciones saguntina

Previamente, la artillera ptrea haba barrido das murallas a sus escasos defensores. Cientos d

nmidas africanos se empleaban con denuedo eel derribo de esas mismas paredes. Por un sinfde grietas, los mercenarios cartagineserrumpieron con la determinacin de la victoria

as ansias por obtener el presunto botn quaumentara sus siempre menguados patrimoniosEn el interior de la ciudad, lo

upervivientes, exhaustos, tomaban la decisifinal de morir combatiendo al enemigo. En ecentro del ltimo bastin crearon una inmenspira donde fueron a parar todos los objetos dvalor. Los heridos o incapacitados para la luche suicidaron, y unas pocas decenas de guerrero

aguntinos tomaron las armas para iniciar un


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desesperada carga sobre los invasores. stoaunque sorprendidos por la bravura demostradaapenas tardaron unos pocos minutos en acabacon ellos. Sagunto haba cado y Anbacontemplaba el resultado de su victoria: murallacasas y palacios en completa ruina; cientos dcadveres, entre ellos los cuerpos de mujeres nios, sembraban las calles, el fuego lo cubr

odo y decenas de prisioneros se convirtieron eesclavos de la soldadesca. Una victoria prrica siduda alguna, pero trascendental para la historiapues, aun sin saberlo, se fue el detonante qu

abocara a Cartago a un tremendo final.Las noticias del desastre llegaron a RomaEl temor al ataque cartagins provoc uprofundo desasosiego y un largo debate entre loenadores del incipiente poder. Tras ardua

deliberaciones se tom la decisin de enviamensajeros a la metrpoli africana para pediexplicaciones sobre el hecho.

Los delegados romanos se plantaron ante e

consejo cartagins de los sufetes con do


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opciones; uno de los embajadores, cuyo nombrera Fabio, habl en estos trminos: Aqu oraemos la paz y la guerra. Elegid lo que queris.

Si Cartago elega la paz, debera entregar lacabezas de Anbal y sus oficiales por la ofenscometida contra Roma en la destruccin de saliada Sagunto. Si en cambio se optaba por lguerra, sera un momento definitivo para las do

potencias dominantes del Mediterrneoccidental. Los sufetes, que todava recordabaa humillacin de su derrota en la primera guerr

pnica, exclamaron: No nos importa lo que t

prefieras. Fue entonces cuando el romanoalarmado por lo que estaba escuchando, gritTendris guerra. A lo que los gobernantes deCartago replicaron: Lo aceptamos, y con emismo espritu lucharemos hasta el final. Desa manera tan abrupta estall la segunda guerrpnica entre romanos y cartagineses, dando pasal aos de combates que, sin lugar a dudamarcaron el destino de la pennsula Ibrica. En e

verano de ese mismo ao, Cneo Corneli


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Escipin pona pie en la antigua Iberia al mandde dos legiones romanas. Era el principio de lpresencia y dominacin de la emergente potenciatina sobre Hispania, que se prolongara 62

aos.Pero volvamos al origen de esta hermos

historia, sepamos algo ms sobre los albores da conquista romana de Hispania en un tiemp

entroncado con tradiciones paganas, luchas por lupervivencia y amor a la tierra natal.

Hace ms de tres mil aos, la pennsulbrica estaba poblada por ms de cien entidade

ribales, entre las que sobresalan grupos dceltas e beros. Cada comunidad mantena spropia forma de vida y de muerte; lo mparecido a un reino se llamaba Tartessos, unenorme y compleja sociedad estructurada eorno a las extracciones de mineral y al comerci

con los pueblos del mar.Hacia el 1100 a.C., los fenicios s

establecieron en el sur de la Pennsula fundand

Gades (Cdiz), una pequea ciudad donde ta


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lo se podan ver un puerto, un mercado algunas casas pertenecientes a los primerocolonos. En aquellos aos el intercambicomercial con las poblaciones aborgenes erncesante.

Los fenicios fueron durante siglos lograndes mercaderes del mundo antiguo; suexperimentadas naves practicaban el cabotaje po

odas las costas del Mediterrneo y aun ms allpues sabido es que afrontaron con decisin lexploracin atlntica por las latitudes europeas africanas.

Precisamente, en sus frecuentes contactocon la pennsula Ibrica dieron a sta un curiosnombre, Span o tierra de conejos. La verdad eque no eran conejos lo que venan a buscar estas tierras sino el codiciado producto extradde los riqusimos yacimientos minerales.

Tras la fundacin de su primera colonipeninsular se crearon nuevos establecimientomercantiles en diferentes puntos del sureste

Levante y Baleares.


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Entre los siglos XI y IX a.C., las relacionecomerciales de las metrpolis fenicias Tiro Sidn con sus colonias mediterrneas npudieron ser mejores. Por entonces un productbrico haca furor por todo el mundo conocido

nos referimos al garum, una especie de salsespesa de pescado que sirvi para condimentaoda suerte de gastronomas muy acostumbrada

a la contundencia de rotundos sabores. En efectoas conservas y salazones de la pennsula Ibric

cobraron merecida fama en todo el arcmediterrneo.

Los asiticos, celosos rivales de logriegos, llegaron a fantasear terribles leyendaobre dnde se encontraba el fin del mund

conocido. Se lleg a decir que superar lacolumnas de Hrcules en el estrecho de Gibraltaupondra, para los arriesgados aventureros, nad

menos que la muerte en un infierno lleno dbestias y peligros. Es curioso cmo estahistorias destinadas a salvaguardar el monopoli

comercial fenicio perduraron a lo largo de lo


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iglos en el inconsciente colectivo de lopueblos de mar. Esas tretas y la indudablhabilidad empresarial fenicia permitieron erasiego durante siglos de naves quransportaban nforas repletas de comestiblebricos, as como de vinagres, vinos, etc.

Hacia el ao 800 a.C. se fund Cartago eos territorios de la actual Tnez. Segn cuenta l

eyenda fue Dido, una hermosa princesa de Tiroa que en compaa de algunos fieles seguidoreleg a esos lares para iniciar la construccin d

una nueva ciudad, a la que llamaron Kar

adasht, que luego los griegos tradujeron poarchedon y los romanos porCartago.En el siglo IV a.C., Alejandro Magno barri

del mapa a las orgullosas capitales fenicias qued como principal depositara del monopolicomercial fenicio la cada vez ms influyentcolonia africana. Cartago fue una de las ciudadems hermosas del mundo antiguo; no era mupopulosa, tal vez contaba unos pocos miles d

habitantes que moraban tras los imponente


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muros construidos para su proteccin. En enterior se levantaban edificios de hasta 1

plantas y lujosos palacios que albergaban a unclase dominante proveniente de las antiguaurbes fenicias.

Pero sobre todo destacaba su impresionantpuerto martimo, donde se podan amarrar 22buques de variado calado y tonelaje. El centro d

a ciudad estaba a su vez protegido por tres lneade fortificaciones en las que se podan distribuihasta 20.000 soldados mercenarios con 4.00caballos y 300 elefantes adiestrados para e

combate. Como vemos, el poder de Cartago erms que evidente, y todo gracias al trabajo dunos incansables negociantes que saban sacaendimiento a cualquier cargamento por extra

que fuera.Los fenicios eran de raz semita y hablaba

un idioma muy parecido al hebreo. Segn locronistas romanos, era gente de modaleexagerados, tez cetrina y largas barbas sin bigote

Amantes de la buena mesa, se entregaban


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uergas sin fin tras haber concluido algn tratcomercial. No olvide el lector que estos datohan sido aportados fundamentalmente pohistoriadores romanos, es decir, enemigodeclarados de los cartagineses, y no es dextraar que hablaran con desprecio de aquellos os que combatan. Por desgracia, las biblioteca

de Cartago se perdieron para siempre despus d

a destruccin total que sufri la ciudad en eiglo II a.C., y eso nos priv de un mejo

conocimiento acerca de un pueblo pionero en lacomunicaciones internacionales. Quin sab

adonde llegaron las exploraciones martimafenicias. Lo cierto es que, en el siglo IV a.C., lcolonia de Cartago qued como nica herederde aquellos incansables empresarios de lantigedad.

En esos tiempos los cartagineses manejaropapel moneda con el apoyo de unas arcaestatales repletas de oro; tengamos en cuentque, adems de los beneficios comerciale

Cartago reciba el tributo de algunos reino


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vasallos.Por otra parte, floreci la agricultura

iendo el cartagins Magn el maestro que supacar un vergel de donde antes hubiera desierto

En efecto, los cultivos cartagineses de vidcereales y rboles frutales fueron los mfamosos de su poca, y todos, incluidos loomanos, aprendieron esas nuevas tcnicas d

iembra y regado que tanto mejoraron eendimiento de los campos mediterrneos.

Cartago creca casi sin oposicin. DesdCerdea a Gibraltar, sus naves mantenan u

frreo control martimo; pocos barcos osabanavegar por las zonas de influencia cartaginesao pena de ser abordados y hundidos sin qu

mediara provocacin alguna por lonvencibles quinquerremes pnicos, autntico

acorazados de la poca. No obstante, ese podeba a ser eclipsado por Roma, una flamant

potencia surgida en la pennsula Itlica y que, eel siglo III a.C., se encontraba en plena etap

epublicana.


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En ese tiempo Roma ya haba sometido odas las tribus vecinas y empezaba a pensar en s

expansin por el Mediterrneo. Ante Roma slhaba un enemigo visible, y se no era otro quCartago.

Desde finales del siglo VI a.C., laelaciones entre las dos potencias haban sid

ms o menos pacficas. Las limitacione

erritoriales romanas y la falta de ambicimperial por parte de Cartago facilitaron algunoratados de no injerencia en los asuntos propio

de cada uno. Pero en el siglo III a.C. la situaci

ba a dar un giro de 180 grados. Los cartaginesemantenan diversos intereses en la isla de Siciliadonde, adems de las consabidas coloniadisfrutaban de fructferas afianzas con algunaciudades locales. Los romanos, temerosos antel poder cartagins, decidieron construir unmagnfica flota copiando el modelo de los que yentendan como rivales a batir. Esta decisidisgust a los magnates norteafricanos, lo

cuales empezaron a recelar de aquellos romano


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aspirantes a todo, en un universo que parecdeba obedecer slo las rdenes del comercipnico.

En el ao 264 a.C. sucedi lo inevitable. Snici la primera guerra pnica, que durar

veintitrs agotadores aos, con un resultadhumillante para Cartago, que tuvo que asumiradems de la derrota militar, las prdidas d

Sicilia y Cerdea con un desorbitado pago dmpuestos por los gastos ocasionados durante l

guerra. En definitiva, esta primera contiendentre romanos y cartagineses dejaba a lo

egundos casi como tributarios de los primeroy, por si fuera poco, deban asumir su prdida dhegemona en los principales puertomediterrneos.

Tras la derrota, miles de mercenariocontratados para esa guerra regresaron a Cartagdispuestos a cobrar su paga. Al frente de esropa de fortuna viajaba Amlcar Barca, uno dos pocos militares cartagineses que hab

alvado la honra gracias a su talento y habilida


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estratgica.


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La guerra de los mercenarios

Amlcar recibi por sus mritos militares eobrenombre de Barca, que en lengua feniciignificaba rayo o fulgor. En 241 a.C., e

consejo de gobierno de Cartago se enfrentaba a ruina ms absoluta del Estado, los gasto

blicos superaban con creces cualquieexpectativa, se tena que asumir la prdida de loya siciliana y, para mayor zozobra, 40.00

mercenarios empleados en la contienda exiga

al ser desmovilizados sus pecunioatrasados de tantos aos.Los 300 senadores cartagineses asumiero

con estoicismo todas las desgracias, menos la dpagar a la soldadesca contratada. Fue un graverror, ya que de inmediato se produjo uncalamitosa sublevacin que estuvo a punto dhacer desaparecer la otrora superpotencimercantil. Tras la negativa al justo pago por lo

ervicios prestados, surgieron entre lo


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mercenarios algunos lderes, como Magn Spendio, que condujeron a los descontentos hastas mismsimas murallas de la metrpo

africana. La ciudad qued sitiada, para mayoperplejidad de sus habitantes y gobernantestos, temerosos ante la previsible hecatombeno dudaron en llamar al mejor de sus generales ypor otra parte, el nico capaz de solventar co

eficacia aquella angustiosa situacin.Amlcar dud durante das si deba asumir e

mando del ejrcito o no, pues a nadie se lescapaba que aquellos soldados que ahora exiga

us derechos ante las murallas de Cartago habaido hombres que lucharon al servicio de lciudad bajo el mando del militar que los tendrque combatir, y todo por la negligencia de unoenadores con alma de usureros.

Amlcar estaba triste. Bien saba que aquellpoda suponer el fin del poder pnico en eMediterrneo, algo inimaginable haca tan slunos meses: Cartago luchando contra sus propio

ejrcitos mercenarios, los mismos que le haba


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asegurado la hegemona en esa parte del munddurante tantos siglos.

Sin embargo, algo sucedi que termin poacelerar la difcil decisin del estrategcartagins. Una maana del ao 240 a.C., lomercenarios que sitiaban la plaza dispusierofrente a la misma a un grupo de prisionerocartagineses, unos 700 incluyendo mujeres

nios. Sin mediar palabra, los sitiadores cortarobrazos y piernas a las aterrorizadas vctimas y laempujaron a un foso que previamente habaexcavado.

Una vez aquel grupo de inocentes estuvo eel interior, los insurrectos cubrieron la zanjaenterrndolos vivos.

La escena fue contemplada por los atnitoy encendidos ojos de Amlcar, el cual disipcualquier titubeo anterior para asumir codecisin la direccin del ejrcito cartagins. Erel momento de actuar. Cartago no poda, nquera, consentir un insulto de esa envergadura

Con presteza se reclutaron todos los hombre


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disponibles para la lucha, incluso ancianos adolescentes fueron sumados a ese contingentde urgencia. Durante semanas los mexperimentados oficiales adiestraron construccin espartana a los 10.000 efectivos coos que se contaba.

En la ciudad todo el mundo era conscientde que Cartago se jugaba su ser o no ser e

aquel cruel captulo de la historia. Concluido eadiestramiento, se pas revista a las tropas. Sban a enfrentar a un ejrcito cuatro veceuperior y ms experimentado en el combate. A

pesar de la adversa circunstancia, Amlcar supnfundir valor y agresividad en sus guerreros, lenculc con maestra que la victoria era la nicalida posible para la supervivencia de su pueblo

y con ese mensaje atravesaron las murallas dCartago para combatir a los sorprendidomercenarios. Los cartagineses plantearon ufrente de combate total en el que no exista letaguardia. El avance de Amlcar fue devastador

y en pocas jornadas los rebeldes fuero


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empujados hacia un valle donde se parapetaron a espera de las oportunas negociaciones. Si

embargo, Amlcar no deseaba pactar ningunregua, limitndose a obstruir los pasos franco

de aquella geografa con la ambicin de agotapor hambre al enemigo. Durante meses lomercenarios resistieron como pudieronacabaron con los vveres, sacrificaron lo

caballos y, finalmente, vctimas de la locuraerminaron por comerse a los prisioneros y a lo

esclavos. Al cabo de casi tres aos los orgullosooldados de fortuna se vieron reducidos a u

famlico ejrcito de esqueletos. Cuandntentaron forzar su salida, los cartagineses sluvieron que rematarlos, dando a sus lderes uerrible castigo en venganza por su osada

Terminaba as la que fue calificada por Polibicomo la guerra ms despiadada y sangrienta da historia.

Con el sabor amargo de la victoria, Amlcapens en nuevos objetivos que aliviasen l

ituacin econmica de Cartago, agravada por l


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nesperada conquista romana de Cerdea. En eao 237 a.C. se deban adoptar decisionerascendentales, de lo contrario Cartagucumbira ante el imparable avance de Roma

Fue entonces cuando el inteligente Amlcaexpuso a los sufetes cartagineses la necesidad dconquistar la riqusima pennsula Ibrica. Era enico modo de mantener a flote la debilitad

nfluencia de la cada vez menos preponderantheredera fenicia. Ese mismo ao se organiz unexpedicin militar con el nimo de sojuzgar a lantigua Iberia de los griegos.


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Amlcar y la conquista de Iberia

Durante siglos, griegos y fenicios sdisputaron la autoridad sobre las riberamediterrneas de la pennsula Ibrica. A la antemencionada fundacin de Gades, los pnicoumaron otras colonias, como Sexi (Almucar

Malaka (Mlaga), Abdera (Adra), e incluslegaron a tomar el control de algunos puntos das Baleares, como Ibiza.

Por su parte, los griegos optaron por zona

ms al norte, tales fueron los casos de EmporioAmpurias), RJiode (Rosas) o HemeroskopeioDenia).Tras la irrupcin de Roma, el litigi

entre helenos y pnicos pas a un segundo planoDiferentes tratados entre la nueva potencia Cartago (506 a.C.-348 a.C.) establecieron lombitos de actuacin comercial para los docolosos mediterrneos. El estallido de la primerguerra pnica tuvo las consecuencias que y

conocemos: Cartago, desprovista de sus mejore


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colonias septentrionales, se vio abocada ntentar ejercer el mando sobre el Mediterrne

meridional, y ah se encontraba buena parte de lpennsula Ibrica.

Por causas que desconocemos, en estramo del siglo III Cartago haba perdido buen

parte de su influjo sobre Iberia, pero ahoresurga con fuerza el inters por recuperar e

dominio de esas latitudes bajo la espada dAmlcar Barca. ste, en 237 a.C., consiguiapoyo y ejrcito suficiente para emprender unconquista territorial tan ambiciosa como vita

para la supervivencia de la metrpoli africanaEse mismo ao se ultimaron los preparativos da expedicin.

Segn cuenta la leyenda, el general conduja su yerno Asdrbal y a sus hijos AnbalAsdrbal, Hannn y Magn al templo dedicado Baal-Haman, deidad suprema para locartagineses y de trgico recuerdo, pues en sboca de fuego murieron miles de nio

acrificados para aplacar su ira. En el recint


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agrado Amlcar anim a sus leoncillos, come gustaba llamarlos, para que jurasen odio etern

a la enemiga Roma, y as lo hicieron en un actque marcara sus vidas para siempre, en especiaa del primognito Anbal, un nio de tan sl

nueve aos que dara mucho que hablar.Tras las protocolarias despedidas, e

ejrcito cartagins embarc en sus nave

zarpando rumbo a Iberia. El desembarco sprodujo en Gades y pronto se vio hostigado poa belicosidad de las tribus nativas. No si

esfuerzo, Amlcar y sus hombres avanzaron po

el valle del Guadalquivir.A pesar de su evidente inferioridanumrica, los pnicos, gracias en buena parte as alianzas con algunos reyezuelos locale

pudieron superar con xito los primeros mesede ofensiva peninsular. En este tiempo lprincipal oposicin se encarn en las tribuurdetanas, apoyadas por mercenarios celtas qulegaron del bajo Tajo. Finalmente, los reye

urdetanos Indortes e Istolatio fueron vencidos


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muertos, lo que provoc que buena parte de suguerreros dejara de luchar, siguiendo antiguacostumbres ibricas. Amlcar se benefici, nin sorpresa, de esta tradicin, llamada devotio

por la cual los combatientes beros seguan a sder hasta la muerte.

La campaa militar se prolong varios aoen los que los cartagineses operaron sin el apoy

de su metrpoli. A pesar de ese inconvenienteAmlcar supo seguir adelante obteniendecursos y guerreros en una tierra cada ve

menos hostil. Fund Akra Leuka (Albufereta

Alicante),base de operaciones desde la que lanzafuturos ataques hacia el norte peninsular. Estasunto termin por inquietar a las coloniafactora griegas, las cuales vean amenazada pomomentos su propia existencia en aqueerritorio tan querido por donde discurra e

caudaloso ro Iber (Ebro).Amlcar, lejos de contenerse, sigui

consolidando su dominio por el valle del Beti

Guadalquivir), el sureste peninsular y la zona d


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Levante. La expectativa inmediata para ecartagins pasaba por lanzar nuevas expedicionehacia el interior peninsular. Mientras tanto, equ pensaba la impvida Roma? Resultaba clarque los cartagineses se estaban fortaleciendo eHispania. Aunque lo cierto es que en ese perodRoma bastante tena con afrontar sus propioproblemas de seguridad interna y externa. Au

as, atendieron la splica de sus aliados griegos enviaron en 231 a.C. una embajada con el cnsuPapirio, quien expuso sin tapujos sus temores apropio Amlcar. ste escuch la interpelacin

omana y, sin inmutarse, dijo: Estamos aqu parpoder pagar los impuestos que nos exigs, poanto Roma no debe preocuparse.

Desconocemos si esta frase fue convincente parel delegado romano. Parece que s, pues regresa su ciudad exponiendo a los senadores quAmlcar no representaba por el momento ningpeligro. En consecuencia, Roma dej hacer a locartagineses a la espera de seguir cobrando lo

magnficos impuestos de guerra. Una ve


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esuelto el incidente, Amlcar prepar suprximas acciones blicas. Y en una de esabatallas perdi la vida: ocurri en la ciudad dHelik (Elche o Elche de la Sierra), cuando locartagineses esperaban confiados los refuerzoprometidos por Orissn, rey de los ore taos.

Lo que pareca un simple trmite sconvirti en una trampa mortal para cientos d

cartagineses, ya que los oretanos atacaron poorpresa a sus presuntos aliados. En la refriega

Amlcar intent vadear un ro, con tan malfortuna que cay de su caballo y falleci

ahogado.


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Asdrbal, caudillo de Iberia

Las tropas pnicas honraron los restofnebres de su querido general, se que con tantacierto los haba dirigido durante casi nuevaos.

La situacin pareca difcil para el ejrcit

expedicionario pues, una vez desprovisto de scabeza visible, quin estara capacitado parasumir el mando? La respuesta no se hizesperar, volvindose todas las miradas sobr

Asdrbal, yerno de Amlcar, un hombre muy bienpreparado para afrontar el inquietante presentePor aclamacin popular, el joven militar fuelegido como jefe del contingente colonial. Undecisin que Cartago acept, ms preocupada poeguir asegurando sus conquistas en Iberia qu

por otros motivos.Asdrbal se destap con una brillante

nusual, optando por las alianzas con las tribu

bricas antes que por la extenuante contiend


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contra las mismas. Hbilmente, se cas con unprincesa local, lo que le granje la amistad dmuchos pueblos nativos. Una vez ms, la seculadevotiopeninsular se puso en marcha y fueromiles de guerreros beros los que se sumaron a lcausa de Asdrbal, llamado el Bello por suagraciados rasgos. Fue nombrado strategautokrtor, es decir, caudillo de los ejrcito

establecidos en Iberia. Con este gesto, loautctonos peninsulares reconocan la autoridade los Barquidas, desvinculndose de cualquieervidumbre hacia Cartago.

En 227 a.C., el nuevo lder eligi lubicacin de la antigua ciudad de Mastia parevantar una urbe que le sirviera como centro d

mando y operaciones. De esa manera naci QarHadas-hat, la que los romanos conoceran comCartago Nova, enclavada en uno de los lugarems ricos y estratgicos de todo eMediterrneo.

Cartago Nova estaba rodeada de excelente

yacimientos minerales, entre los que destacaba


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os argentferos; era adems tina zonprivilegiada para los cultivos, y su baha martimno tena parangn en aquellas geografas. Desdu nueva ciudad, Asdrbal administrnteligentemente los recursos disponible

mejor el comercio de las tradicionalealazones ibricas, obtuvo una ingente cantida

de metales y gestion con eficacia la industri

del esparto. La riqueza comenz a llenar las arcacartaginesas y se acuaron monedas de plata coa efigie del propio Asdrbal.

Una vez ms, el creciente poder pnic

asust a las factoras griegas establecidas en enoreste de la pennsula Ibrica y este justificademor provoc que volvieran a solicitar l

mediacin romana. Pero los latinos no estabapara muchos dispendios, dado que por entonceos celtas cisalpinos amenazaban con unnvasin en toda regla desde el norte de la bottaliana. Roma envi embajadores para que s

entrevistasen con Asdrbal. ste, consciente d

a situacin y de las ventajas que podra obtener


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negoci con astucia una ampliacin de influencipor el Levante peninsular. Los romanos, con mprisa que pausa, firmaron el tratado del Ebro e226 a.C.

Por este documento se fijaba el ro Ebrcomo frontera entre pnicos y griegos, coalgunas clusulas, como por ejemplo la quafectaba a la poblacin de Sagunto, ciudad aliad

de Roma que deba ser respetada aunque quedarodeada por territorio afn a los cartagineses. Si

duda fue un gran acuerdo para Asdrbal, siendo lprimera victoria poltica tras el desastre de l

primera guerra pnica.Cartago Nova (Cartagena) apareca en econcierto internacional como floreciente ciudadel Mediterrneo y era el centro de laactuaciones pnicas en Iberia.

En la metrpoli, el auge de Asdrbal scontemplaba con recelo; algunos llegaron denunciar que el yerno de Amlcar se estabdesentendiendo de Cartago para pensar en l

creacin de un reino independiente. Per


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Asdrbal se mantuvo fiel a su ciudad natafortaleciendo las relaciones con frica nutriendo a la urbe gracias a los beneficios de senvidiable situacin econmica.

Por desgracia, nunca sabremos lo quhubiese pasado de vivir unos aos ms, ya que e221 a.C. Asdrbal muri asesinado de un tajo couna falcara bera. Segn cuenta la historia, u

guerrero fiel a su devotio se cobr venganza traa ejecucin de su jefe por orden de Asdrbal.

La prdida del valiente estratega cartaginembr de incertidumbre el campo pnico. N

obstante, los soldados supieron elegir un nuevcaudillo que los comandase. A pesar de suventud (tan slo tena veinticinco aos), Anba

Barca, hijo mayor de Amlcar, acept el honor diderar aquella tropa tan identificada con s

familia. Hasta entonces el muchacho habdirigido la caballera cartaginesa, dando buenamuestras de su genialidad. Haba llegado locasin para que aquel siglo se descubriera ant

uno de los mayores talentos de la epopey


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militar, slo comparable con la figura demismsimo Alejandro Magno.

Anbal, tras conseguir el mando, retom sviejo aunque no olvidadojuramento: el odieterno a Roma.


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Anbal at porta

Entre los aos 221 y 219 a.C., Anbacondujo dos expediciones punitivas por enterior de la pennsula Ibrica. Combati a lribu de los olkades para, posteriormente

devastar Helmantik (Salamanca) y Arbucal

Toro), principales ciudades de los vacceos.Seguramente no exista por parte de Anba

ninguna pretensin conquistadora sobre estoerritorios, pero s la de dejar bien claro qui

levaba el control de la Pennsula. Tras donvernadas en Cartago Nova, los pnicos sprepararon para una accin militar contrSagunto, ciudad aliada del enemigo romano.

En 219 a.C., las tropas cartaginesacercaron la plaza, sometindola a un rigurosasedio. Los saguntinos resistieron y enviaromensajeros a Roma solicitando su intervencien aquel desesperante episodio. Roma reaccion

con una prudencia impropia en otros tiempo


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Los meses fueron pasando a la par que sdebilitaba la resistencia saguntina. Anbal, mdecidido que nunca, orden el asalto total a lciudad. De hecho era un casus bellipara Roma ycomo ya hemos sealado en las primeras pginade este libro, estall con total virulencia legunda guerra pnica. La diferencia coespecto a la anterior conflagracin era que, e

esta ocasin, los cartagineses iban a llevar lguerra a las mismas puertas de Roma en unaccin sin precedentes, que hoy da se siguestudiando en todas las escuelas castrense

Protagonistas de aquel acontecimiento fueron eejrcito cartagins de Anbal y sus miles dropas auxiliares beras.

La unin de estos dos modos tan distintode entender la guerra dara unos resultados taptimos como deslumbrantes en el mundantiguo.

En la primavera de 218 a.C., Anbal Barcfue capaz de reclutar un ejrcito tan numeros

como heterogneo; 90.000 infantes, 12.00


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inetes y 37 elefantes de guerra pasaron revistante los ojos de su orgulloso jefe en una llanurcercana a Cartago Nova. La decisin del estrategcartagins era tan valiente como presuntuosanada menos que avanzar contra Roma sorteandos Pirineos, los Alpes y los Apeninos. Un

proeza inasumible para cualquier mando militapero no para un genio descollante como Anba

Con paso firme, las formaciones iniciaron lmarcha hacia el Ebro, primer obstculo naturaque no tardaron en rebasar. Ante ellos se hacanpatentes la perplejidad de las antiguas colonia

griegas y la combatividad de las diferentes tribuocales que por entonces habitaban la actuaCatalua.

Durante semanas el ejrcito cartaginestuvo limpiando de enemigos aquella regin tavital para los propsitos de la expedicinConsciente de esta importancia, Anbal segregdel grueso de su ejrcito a unos 10.000 infantey 1.000 jinetes que puso bajo el mando de s

hermano Hannn, mientras que otros 15.00


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oldados eran confiados a otro hermanoAsdrbal, para que protegieran los territorios aur del Ebro.

La misin de estas tropas era la de defendea retaguardia pnica y abastecer a la columna que diriga hacia Italia en cualquier momento d

necesidad.Anbal haca gala de una profundida

ntelectual fuera de lo comn; su visin de lo

acontecimientos venideros le haca destaca


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obre el resto de coetneos. Saba como nadimanejar a sus hombres, infundindoles el valonecesario para continuar en aquella campaa taheterodoxa como desconcertante. En su crculms prximo se encontraban oficiales de todconfianza que lucharon a su lado desde loiempos en que su padre lleg a Iberia. Anbaetomaba as el sueo de Amlcar y estab

dispuesto a homenajear a su progenitor rindiendy humillando a la odiada Roma.

El joven caudillo conoca las vicisitudes da milicia: se entrenaba, coma y pernoctaba junt

a sus guerreros. En ese sentido cabe mencionaque los historiadores de la poca relataroadmirados la austeridad del general cartagins describieron en sus obras cmo Anbal dorma eel suelo, pasaba hambre y tiritaba de fro al iguaque cualquiera de sus hombres. Todos estofactores influyeron en el espritu combativo daquel ejrcito que avanzaba hacia los Alpes. Ecierto que formaban una amalgama de diversa

nacionalidades y que muchos de ello


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participaban en la empresa, simplemente, por ebotn, pero no hay duda de que aquellos nmidaberos, celtas, cartagineses... lucharon

murieron por Anbal, un jefe al que sentan comun hermano mayor digno de ser escoltado hasta gloria. Slo eso justifica que tantos bravo

guerreros siguieran con decisin a su lderquien, por otra parte, comenzaba a infundir mied

en el pueblo romano. Sin duda este grande de lHistoria fue el extranjero ms valorado y temidpor Roma, y sus actuaciones fueron las qualertaron al futuro imperio sobre cmo s

deberan hacer las cosas si pretenda crececomo potencia mundial.Tras casi dos meses de marcha, las tropa

cartaginesas alcanzaron las primeraestribaciones pirenaicas. En ese momentoalgunas tropas auxiliares manifestaron su temoante una misin hasta entonces no desvelada poAnbal, quien, a fin de evitar cualquier motndesmoviliz a los 10.000 soldados que

presuma desleales con su causa.


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De esta manera el ejrcito original se veeducido notablemente, al quedarse conformad

por 50.000 infantes y 9.000 jinetes.La siguiente dificultad consisti en vadea

el ro Rdano, con sus 1.200 m de anchurfluvial. El reto contemplaba asimismo lposibilidad de ser atacados por las tribus dMassalia (Marsella), poderosa colonia grieg

abada a su vez con Roma.Anbal necesit cinco das completos par

rasladar a su ejrcito de una orilla a otraiempre entorpecido por numeroso

contingentes celtas que hostigaban las filacartaginesas. Finalmente vadearon el ro inclusos 37 elefantes, trasladados en balsas cubierta

con arena para que no extraaran el suelo firme.La situacin comenzaba a ser preocupante

el otoo se apoderaba de aquella regin y an ne haban superado los pasos alpinos. Al menoas maniobras de los pnicos dieron magnficoesultados gracias al sorteo de los territorio

afines a Massalia.


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A principios de octubre la vanguardicartaginesa inici el ascenso de la cordilleralpina. En la actualidad los especialistas siguediscutiendo acerca del punto exacto por el quos hombres de Anbal superaron los Alpes

Algunos indican que fue por el paso de SaBernardo, otros aseguran que fue poMonginevro. Lo cierto es que cuando comenz l

gesta las cumbres de las montaas ya estabacubiertas por la nieve. Fueron quince das dautntica pesadilla, miles de hombres, caballoacmilas y elefantes subiendo con el mxim

esfuerzo por las pronunciadas pendientes. A uado, paredes cortantes; a otro, el abismo mabsoluto; y por encima, el obstinado asedio de ladiferentes tribus locales. Se perdi un granmero de soldados, los caballos se desbocabacayendo al vaco, pero la columna siguiavanzando. El fro congelaba sus miembromuchos murieron por esa razn. Anbal parecmperturbable ante la adversidad. Ms decidid

que nunca, orden que no se interrumpiera l


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marcha y anim a sus hombres con la promesa das grandes riquezas que les esperaban en laierras romanas.

Mientras descendan aquellas montaanfernales se encontraron con mil dificultade

que resolvieron a golpe de imaginacin piquetas, como, por ejemplo, cuando edesfiladero por el que transitaba la columna s

desmoron bruscamente debido a una avalanchde piedras. Lejos del desnimo, Anbal orden us hombres que talaran algunos rboles par

disponer sus troncos sobre una enorme roca qu

bloqueaba el camino. Una vez concluida estprimera operacin, prendieron fuego a la madery vertieron vinagre en grandes cantidades sobros rescoldos. La accin qumica del cid

permiti que los soldados destrozaran la molptrea con sus herramientas sin mayor dificultaddejando la va libre para que las tropas pudieraeguir su marcha. En estos lares Anbal acu un

frase que desde entonces haran suya todo

aquellos obstinados en lograr el xito: Si n


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encontramos un paso, lo crearemos.Finalmente la proeza se cumpli. El cost

en prdidas humanas y de material era abrumadoan slo quedaba una cuarta parte del orgullos

ejrcito que, cinco meses atrs, haba desfiladante las murallas de Cartago Nova. Esos mismoefectivos tuvieron que superar mltipledificultades orogrficas, como un penoso avanc

por las pestilentes zonas pantanosas situadas eas estribaciones alpinas. En esos lugares e

ejrcito cartagins tuvo que pagar un nuevo errible tributo en vidas. Las enfermedades s

umaron a la larga lista de problemas acumuladohasta entonces e incluso el propio Anbacontrajo un tracoma en un ojo, lo que le priv da visin mientras padeca fuertes fiebres. A

pesar de los inconvenientes, aquellos hombreingulares mantuvieron su camino hacia e

objetivo final. Seran suficientes para doblegar Roma?

En este punto surgi de nuevo el talento d

Anbal. Semanas antes de la expedicin, su


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espas sondearon la disposicin de los celtacisalpinos, siempre en guerra contra RomaAnbal saba por estos informes que los galos lprestaran un decisivo apoyo militar. Por otrparte, contaba con la sublevacin de mucharibus de la confederacin latina, aliadas po

fuerza a la dominante Roma.Por eso, a pesar de las numerosas baja

producidas en su ejrcito, pronto se pudo rehacegracias a estas adhesiones.

La incertidumbre sobre las directrices daquella campaa terrestre sobre Roma s

empezaron a disipar a favor de Anbal. La travesde los Alpes quedaba justificada al no contar eejrcito cartagins con naves suficientes qupermitieran un ataque por mar. En consecuenciaesa ofensiva terrestre poco imaginable hacunos meses se converta ahora en un golpmaestro no previsto por los generales romanoos cuales, vctimas de la falta de previsinuvieron que organizar de inmediato cuanta

egiones pudieron reunir para enfrentarse a


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peligro que se cerna sobre ellos.La declaracin de guerra acarre por part

de Roma una estrategia muy difana, que pasabpor destruir los abastecimientos cartagineses eberia y a la propia Cartago africana. Para ello s

encomend a los cnsules Sempronio Longo Publio Cornelio Escipin la direccin de doejrcitos. El primero zarpara con sus buque

hacia Sicilia, desde donde se debera atacar lmetrpoli pnica. El segundo llegara a Massaliabase aliada de la Galia, desde la que se lanzaruna ofensiva contra la pennsula Ibrica. El pla

en teora resultaba perfecto, pero, como yabemos, no se cont con la astucia sin igual dAnbal Barca, quien ahora transitaba a sus anchapor el norte de la pennsula Itlica mientras secuperaba del terrible descenso de los Alpes.

Su hazaa corri de boca en boca por todaas tribus desafectas a Roma. Miles de soldado

celtas galoparon para incorporarse al ejrcitcartagins, cuyo nmero creca da a da.

Escipin lleg tarde en sus intenciones d


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cortar el avance pnico. Tras desembarcar eMassalia supo que el enemigo se encontraba punto de atravesar los Alpes. Con prestezorden el regreso a Italia para preparar ladefensas, mientras enviaba a su hermano Cnecon dos legiones hacia la pennsula Ibrica.

A finales del verano del ao 218 a.C., loegionarios romanos tomaron contacto por ve

primera con Hispania. El lugar elegido fue lantigua colonia griega de Emporion (AmpuriasMuy pronto las tropas latinas se vieroorprendidas por la acometividad de lo

cartagineses y de sus aliados beros.A pesar de todo, los romanos se abrieropaso hasta la ciudad de Cissa (Tarraco), dondestablecieron su primer centro de operacioneEl resto de la campaa se dedicaron a sojuzgaalgunas tribus locales hasta que lleg el invierny la situacin en el frente hispano quedestabilizada a la espera de las noticias qupudieran llegar de Italia. Por el momento la

fronteras establecidas en el tratado de 226 a.C


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volvan a estar bajo control romano, a pesar dos esfuerzos de Hannn, quien no pudo recibir iempo la oportuna ayuda de Asdrbal.

Los cartagineses vean cortada la lnea duministros con el ejrcito expedicionario d

Anbal; aun as, el riesgo para Roma era ms qupalpable.

En la primavera siguiente las tropa

cartaginesas establecidas en la pennsula Ibricanzaron una feroz ofensiva sobre los romanoituados al norte del Ebro. Asdrbal dispuso do

cuerpos de ejrcito, uno que avanz por tierr

desde Cartago Nova, mientras el otro lo hizo pomar a bordo de una escuadra de refuerzproveniente de la metrpoli africana. El choque produjo en la desembocadura del Ebro, coesultado nefasto para las naves cartaginesa

Desde ese momento y a lo largo de los seis aoiguientes los romanos no cesaron en el envo defuerzos, incluido el propio Publio Corneli

Escipin, quien, en compaa de su herman

Cneo, aplic sus dotes diplomticas en ardua


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negociaciones que impulsaron las necesariaalianzas con los pueblos beros. En ese perode enmarcan unas luchas terribles por el contro

de Hispania, avances y retrocesos en los que lodos ejrcitos enemigos dejaron miles dmuertos. Parece ser que las tribus nativas fuerodesequilibrando la balanza decantndospaulatinamente hacia el bando romano.

A pesar de todo, los cartagineses, biedirigidos por Asdrbal, Magn y otros generalecomo Anbal Bomlcar o Asdrbal Giscndieron buenas muestras de su talento milita

hostigando en todo momento a los ejrcitos dRoma. Estos ltimos tuvieron que emplear poprimera vez en su historia a miles dmercenarios celtberos con el propsito de paraos certeros golpes cartagineses.

Es difcil resumir en las pocas pginas de uibro la amalgama tribal de esos tiempos: ciento

de aldeas y ciudades que se pasaban a un bando a otro segn los acuerdos, las disputas o la

venganzas.


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La tribu aliada hoy poda transformarse eenemiga maana por el asunto ms nimio. Y eese entramado poltico, social y militar quplanteaba la poblacin aborigen hispana scombati durante aos.

Finalmente, en 211 a.C., los hermanoEscipiones se vieron las caras con los hermanode Anbal, en la ciudad de Castulo (cerca d

Linares). En esta ocasin el resultado fufavorable para los cartagineses. Las argucias dAsdrbal fueron muy convincentes a la hora dnvitar a los mercenarios celtberos que servan

Roma, y stos abandonaron sin ms el campo dbatalla, dejando a su suerte a los legionarioomanos, que fueron superados por la infantera a caballera cartaginesas. Fue una crue

carnicera en la que sucumbi buena parte deejrcito romano, incluidos Publio Cornelio Cneo Escipin. Los restos de las legioneetrocedieron hasta el Ebro, acuartelndose e

zonas protegidas por sus aliados beros.

Por el momento Cartago retomaba l


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niciativa en la pennsula Ibrica, a pesar de npoder completar la ocupacin del norestpeninsular. sta preocupaba al angustiado Anbalquien se vea obligado a seguir luchando en Italiin recibir tropas de refresco. En efecto, l

presencia de contingentes romanos en Hispanihaba sido, a la postre, definitiva para encauzar lituacin militar de la segunda guerra pnica.

En 210 a.C., el joven Publio CorneliEscipin, hijo y sobrino de los anterioredesembarcaba en Hispania al frente de un potentejrcito. La diferencia con sus parientes muerto

en la batalla de Castulo era que el futurAfricano conoca a la perfeccin a su enemigcartagins. Con decisin, los romanos fuerovenciendo a cuantas tropas se enfrentaron.

En 207 a.C., las caligae legionariaconquistaban Cartago Nova y, en 206 a.C., hacao propio con Gades. Supuso el fin de l

presencia cartaginesa en Hispania.Pero volvamos unos instantes a la pic

aventura del genial Anbal. Recordemos que l


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habamos dejado en 218 a.C., tras conquistar lopasos alpinos, y que su ejrcito se encontrabmuy mermado tras el titnico esfuerzo.

Durante el ao 217 a.C., las tropaexpedicionarias de invasin se reforzaronotablemente con la valiosa aportacin de loceltas cisalpinos. Cuando Anbal se sinti fuertvolvi a utilizar su ingenio para enfrentarse a lo

diferentes ejrcitos romanos con los que se ibencontrando. Miles de legionarios sucumbieroen las derrotas de Tesino, Trebia, Trasimeno yCannas. Esta ltima batalla, en 216 a.C., e

considerada como el ms brillante combatacaecido en la Antigedad. En ella, 86.00oldados de Roma cayeron ante la habilida

estratgica de un Anbal en su mejor momento.Cannas se convirti en una terrible pesadill

para Roma, ciudad que ahora se vea amenazadpor las tropas cartaginesas, o mejor dichomultitribales, pues en el contingente se podaver toda suerte de tribus, en especial celta

nmidas e beros. Precisamente estos ltimo


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fueron los ms fieles a su general, y entre ellodestacaron las unidades de infantera y, sobrodo, los honderos baleares, los cuales, e

nmero de 2.000, se convirtieron en un peligrmucho ms mortfero que los propios arqueros.

La puntera demostrada por estos tiradoregozaba de merecida fama desde antao. Sabido eque se adiestraban desde nios con hondas d

odos los tamaos. Se deca de ellos que supadres no les daban alimentos hasta que nconsiguieran hacer blanco en las dianas elegidaLos guerreros baleares engrosaron los ejrcito

de la Antigedad como mercenarios siempreales hasta la muerte para el reino que locontrataba. Y, en el caso de Anbal, esa lealtad sedemostr sobradamente.

Tras la victoria de Cannas, los cartaginesee encontraban en disposicin de asaltar Romao obstante, Anbal hizo gala de una exagerad

prudencia desestimando esa posibilidad acomprobar cmo las tribus pertenecientes a l

confederacin latina no terminaban de rompe


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us alianzas con Roma. La desesperacin hizmella en algunos oficiales pnicos, quieneeprocharon a su jefe la falta de decisin en es

momento crucial. Uno de ellos lo interpel desta manera: Los dioses no conceden todos sudones a una sola persona. T sabes conseguir lavictorias, pero no sabes administrarlas. Eestratega cartagins no escuch la

ecomendaciones de su Estado Mayor y s, ecambio, orden el avance hacia el sur de Italiadonde se estableci durante varios aos. Lciudad de Capua fue la principal base d

operaciones de un ejrcito cada vez mmenguado por la falta de material y de soldadode refresco.

En ese sentido cabe resaltar que el nicntento real de abastecer a las tropas de Itali

corri a cargo de los hermanos de AnbaAsdrbal emul la gesta de los Alpesatravesndolos con una columna de auxilio e207 a.C. El infortunio quiso que un mensajer

enviado para anunciarle a Anbal la llegad


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nminente de refuerzos fuese capturado por loomanos, los cuales no tuvieron ms que salir a

encuentro de las tropas pnicas llegadas desdHispania, batindolas por completo en la batallde Metauro, donde el propio Asdrbal muricombatiendo.

Por su parte, Magn intentara algo parecidunos meses ms tarde, aunque para entonces l

uerte de Anbal y de Cartago ya estaba decididaLas legiones romanas se paseaba

victoriosas por Hispania bajo el mando de otrEscipin, llamado Publio Cornelio, supervivient

de las derrotas romanas de aos anteriores y quhaba aprendido las tcnicas combativas de smayor rival. Ahora, el nimo de resarcirse y eempuje por vengar a sus parientes fallecidos lmpulsaban a tomar las riendas del frent

hispano. Una vez estabilizado ste, desembarcen frica al frente de un poderoso contingentblico, amenazando a la propia Cartago. Lurgencia de la situacin provoc que los sufete

cartagineses reclamaran la presencia de Anba


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quien se vio obligado a abandonar Italia en 20a.C. para enfrentarse a los romanos en la batallde Zama, que tuvo lugar un ao ms tarde. Edesastre para los pnicos fue total. Anbal fuderrotado y Publio Cornelio Escipin elevado a gloria con el sobrenombre de el Africano.

se fue el fin de la segunda guerra pnicaCincuenta y seis aos ms tarde Cartago ser

arrasada hasta los cimientos y cubierta de sal.En cuanto a lo que pas con Anbal tras e

desastre de Zama es fcil de explicar: vivi unoaos como sufete o senador de Cartago

esforzndose en suprimir la importantcorrupcin que carcoma a su ciudad natal. E95 a.C. fue acusado de traicin contra Roma pous envidiosos paisanos, no quedndole m

opcin que un penoso exilio en el extranjeroSirvi como general en la corte del rey Antocoel grande de Antioquia (Siria), donde intenteguir luchando contra su denostado enemigo. E

principio lo consigui, pero la derrota de su

ropas en Magnesia le aboc a un nuevo exili


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que lo llev a las islas de Chipre y Creta, parerminar en el reino de Bitinia. All intent

organizar la lucha contra Roma. Todo fue intil u destino qued a merced de los romanos, lo

cuales no cesaban en su bsqueda.En este tiempo de persecucin, cab

nscribir un encuentro personal entre los doviejos rivales de Zama; ocurri en la ciudad d

feso en 193 a.C.De la conversacin poco se sabe

nicamente que el Africano le plante estcuestin: Dime, Anbal, quines han sido lo

res mejores generales de la historia?Tras la pregunta Anbal mir con orgullosoojos a su interlocutor y, mientras pensaba en sejrcito desfilando ante l en Cartago Nova aoatrs, exclam: Alejandro Magno, Pirro y yo.En ese momento so con elefantes cruzando loAlpes, embestidas de la caballera en Trebiaavances de la infantera en Trasimeno y, sobrodo, en las maniobras sin igual de sus hombre

en Cannas. Ante esto el romano dijo: Y si m


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hubieses derrotado en Zama? El cartaginonri, exclamando: Entonces me habr

nombrado en primer lugar. A Escipin slo lequed callar y abandonar la sala dondpermaneca el veterano comandante que tantoquebraderos de cabeza haba ocasionado a lpoderosa Roma.

Diez aos despus el ilustre cartagins s

vio acorralado por los romanos en su ltimguarida. Ante su inminente apresamiento optpor el suicidio, envenenndose con un brebajeDicen que stas fueron sus ltimas palabras

Devolvamos la tranquilidad a los romanos, vistque no tienen paciencia para aguardar el fin de uviejo como yo.

Al poco falleci su admirado oponentEscipin. A ningn historiador de la poca se lescap que aquellos dos hombres sin igual suvieron mutua simpata y que slo los distanciu pertenencia a mundos tan distintos. Lo ciert

es que, en este corto perodo de la histori

humana, se tuvieron que enfrentar dos de lo


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mayores talentos militares, herederos ambos dAlejandro Magno. Unicamente Julio Csar sercapaz de emularlos dcadas ms tarde.

La eliminacin de Cartago en el conciertnternacional dejaba paso franco a los romano

en su expansin mediterrnea, con Hispanicomo autntica joya de las provinciaconquistadas por la Repblica. Tarraco s

converta as en la nueva capital provincial de lpennsula Ibrica. Los flamantes conquistadoreestablecieron en 197 a.C. dos reas dentro de lzona peninsular a las que llamaron Citerior(la d

ac) y Ulterior(la de all). Comenzaba una etapapasionante en la que las tribus beras poco nada cambiaron en su vida cotidiana, tan sldejaron de combatir al lado o frente a locartagineses para hacerlo de igual modo con loomanos.

Iberia quedaba atrs y ceda el paso Hispania, que supona una nueva concepcin de lexistencia y, sobre todo, una forma nueva d

civilizacin que dara resultados indelebles en e


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nimo y la idiosincrasia de los pueblos ibricosCmo afrontaran stos el siglo II a.C.? Desduego emociones, aventuras y guerras no iban

faltar, como veremos en el siguiente captulo.


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Cronologa


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Presencia pnica en la pennsulaIbrica

1100 a.C. Los fenicios fundan GadeCdiz) en Span (Hispania).

800 a.C. Fundacin fenicia de Cartago eos territorios de la actual Tnez.

535 a.C. Expansin cartaginesa por el reinbrico de Tartessos.

508 a.C. Primer tratado entre cartagineses omanos, por el que los ltimos se compromete

a no navegar por aguas de la pennsula Ibrica.348 a.C. Segundo tratado romano

cartagins, firmado en condiciones semejantes aanterior.

264 a.C. Estallada primera guerra pnica poel dominio de Sicilia.241 a.C. Finaliza la primera guerra pnic

con la total derrota cartaginesa. 240-237 a.CRebelin de los mercenarios pagados po


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Cartago. El general Amlcar Barca reprime emotn con extrema dureza.

237 a.C. Los cartagineses invaden IberiaAnbal realiza su juramento de odio eterno Roma.

229-228 a.C. Muerte de Amlcar Barca en lpennsula Ibrica. Su yerno Asdrbal es elegidcaudillo de los ejrcitos expedicionarios.

227 a.C. Asdrbal funda Cartago NovCartagena).

226 a.C. Tratado del Ebro entre cartaginesey romanos, por el que se fija el ro Iber com

frontera natural entre pnicos y helenoestablecidos en la Pennsula.221 a.C. Asdrbal muere asesinado por u

oldado bero. Anbal es el nuevo caudillo de locartagineses.

219-218 a.C. Asedio y toma de Sagunto. Ucasus bellipara Roma, que declara la segundguerra pnica.

218 a.C. Anbal inicia la invasin de Itali

ras superar los Alpes. Cneo Escipi


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desembarca en Emporion (Ampurias) al mandde dos legiones.

217 a.C. Llegada a Hispania de PubliCornelio Escipin. Se producen dursimocombates entre romanos y cartagineses por econtrol de la Pennsula.

216 a.C. Anbal y su ejrcito derrotan a loomanos en la batalla de Cannas. Roma, e

peligro.212 a.C. Los romanos arrebatan Sagunto

os cartagineses.211 a.C. Publio y Cneo Escipin fallece

unto a buena parte de sus ejrcitos en las batallade Castulo (provincia de Jan) e Ilorci (Lorca).210 a.C. Publio Cornelio Escipin, hijo

obrino de los anteriores, llega a Hispania con unuevo ejrcito.

209 a.C. Los romanos conquistan Cartagova a los cartagineses.

207 a.C. Muerte de Asdrbal cuando iba eayuda de su hermano Anbal.

206-205 a.C. Tras la batalla de Hipa lo


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omanos conquistan Gades. Fin de la presencicartaginesa en Hispania. Escipin organiza comhomenaje a su padre y to la primera lucha dgladiadores que se celebra en la pennsulbrica.

204-203 a.C. Los romanos atacan CartagoAnbal regresa a su ciudad natal para defenderla.

202 a.C. Los cartagineses son derrotados e

a batalla de Zama. Fin de la segunda guerrpnica.

197 a.C. Divisin romana de Hispania edos provincias: Ulterior y Citerior.

194 a.C. Expansin romana por el este y eur de la pennsula Ibrica.183 a.C. Anbal se suicida antes de se

entregado a los romanos.146 a.C. Fin de la tercera y ltima guerr

pnica. Cartago es destruida hasta los cimientoy cubierta de sal.


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II. Los romanos llegan aHispania

En el ao 218 a.C., dos legiones dirigidapor Cneo Escipin desembarcan en la pennsulbrica con la intencin de atacar la retaguardi

de Anbal. Es el primer contacto oficial de Romcon Hispania; de ese modo se iniciaron doiglos de luchas sin cuartel hasta la complet

anexin del territorio hispano.


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El reto de los Escipiones

El nombre Escipin va unidnexorablemente al inicio de la presencia romanen la pennsula Ibrica. En pocos aos, desde 21a.C. a 133 a.C., fueron destacados integrantes deste clan patricio romano quienes participaron e

as diferentes acciones blicas que se libraropor el control y dominio de Hispania.

Sin duda, el llamado Africano es el mnfluyente y carismtico de todos ellos. S

biografa es tan apasionante como original, y nme resisto a ofrecer algunos apuntes aadidos os que ya hemos expuesto.

Nacido en 236-235 a.C., el joven Publiform parte de la vida social romana tal comcorresponda a su rango. Precisamente, lfortaleza adquirida por la repblica se estructurentorno a estas familias aristcratas que conotable acierto supieron transmitir de padres

hijos un patriotismo excepcional, que a la postr


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fue definitivo para el levantamiento del ImperioEl Senado, autntica clave del xito, suparticular en este tiempo las medidas ms certerapara el impulso de la expansin colonial. De esmodo, la primigenia ciudad-Estado sojuzg a suvecinas y, sin dilacin, a los reinos fronterizosodo gracias a la excelente direccin de uno

cnsules perfectamente adoctrinados en e

ejercicio de engrandecer a una Roma cada vems poderosa.

Los Escipiones pertenecan a una de lafamilias ms antiguas de la ciudad. E

consecuencia, participaban desde primera lneen la intensa actividad poltica de una urbe quoaba con la ambicin de gobernar el mund

conocido.Publio Cornelio obtiene su primera gra

misin en 218 a.C., tras el ataque de Anbal a lpennsula italiana. En esos meses su padre, ddntico nombre, asume el mando de las legione

para enfrentarse a los invasores cartagineses e

a batalla de Tesino. El joven Publio tiene ta


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lo diecisiete aos. No obstante, su exquisitformacin castrense le permite encabezar lcaballera del ejrcito dirigido por su progenitorComo sabemos, la victoria se decant por ebando pnico, y el viejo Publio quedcomprometido al ser rodeado por una nube dinetes cartagineses. Cuando todo haca ver qu

el general romano iba a encontrarse cabalgand

al lado de los dioses, su hijo, en decisiheroica, reuni cuantos efectivos pudo parntentar salvarlo.

Sus hombres, temerosos ante l

uperioridad enemiga, vacilaron ante la peticiuicida del imberbe adolescente. Este, cegadpor la rabia, comenz a galopar en solitario hastel lugar donde su padre se defenda a duras penade los mandobles cartagineses.

Los jinetes romanos, avergonzados por leccin guerrera de su jefe, lo siguieron com

uno solo y lograron rescatar al maltrechgeneral. Ms tarde, el viejo Publio, en compa

de su hermano Cneo, marchara al frente hispano


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all batallaron contra las tropas pnicas hasta eao 211 a.C., fecha en la que murierocombatiendo en Castulo.

La situacin en Hispania empeoraba pomomentos, y es entonces cuando vuelve aparecer la figura del hroe romano, tambiuperviviente de la mtica batalla de Cannas.

En 210 a.C., Publio Cornelio Escipin tien

veinticuatro aos y el cargo pblico de edipuesto que haba obtenido en los comiciopopulares acompaando a su hermano mayorLucio. Segn cuenta la historia, las posibilidade

de los hermanos Escipiones eran bastantendebles a la hora de obtener ese cargntermedio. Sin embargo, Publio, siempr

entusiasta, informa a su madre acerca de doueos premonitorios que ha tenido en nocheecientes. En esas ensoaciones el futur

Africano vea con claridad a su madre llorandde alegra por el triunfo obtenido en lavotaciones. Con sonrisa optimista el muchach

pidi a su progenitora que le entregase una tog


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blanca, como la que vestan los candidatos a ediLa esperanzada patricia, conmovida por el interde su hijo, le ofreci todo su apoyo y la prendolicitada. Al poco, los dos hermanos resultaro

elegidos contra todo pronstico y accedieron us flamantes ocupaciones funcionariales. Fu

entonces cuando se empez a propagar el rumoobre las dotes adivinatorias de Escipin. A deci

verdad, este notable romano siempre estuvacompaado por la fortuna, dejando correhbilmente las murmuraciones en cuanto a lutela que los dioses pudieran ejercer sobre

Era bien parecido y profundamente religioso; nomaba ninguna decisin sin consultar loorculos. Todo esto cre una leyenda en torno l y, como es obvio, le acarre tambinumerosas enemistades que lo acompaaran eesto de su vida.


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El fin de la guerra

La contienda entre cartagineses y romanouvo dos teatros de operaciones principales: unotalia, escenario por el que se desenvolvan laropas de Anbal Barca, y otro, no menomportante, Hispania, un frente vital para e

desarrollo de la guerra.De los diecisis aos que dur el conflicto

prcticamente doce se estuvo combatiendo en lpennsula Ibrica. Este tiempo qued dividido e

dos perodos claramente diferenciados: uprimer tramo que ira desde 218 a.C. hasta 21a.C., en el que los contendientes pugnaron por econtrol del territorio con iniciativa romana ecasi todo momento, y un segundo, de 210 a.C. 206 a.C., en el cual la ofensiva romana fumparable, hasta llegar a la completa expulsin das tropas cartaginesas acantonadas en l

Pennsula.

Sin duda, el protagonista de la victori


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omana fue Publio Cornelio Escipin. Su arrojy talento se manifestaron decisivos para asumias riendas de aquella hazaa, que algunos, dada l

condicin del joven procnsul, tacharon dobrenatural. Ya de por s result extrao su

nombramiento para la misin. Con tan slveinticuatro aos y sin casi ninguna experiencipoltica, nicamente le avalaba el hecho de se

miembro de una familia tan prestigiosa como lde los Escipiones, familia que incluso lleg generar una exclusiva forma ideolgica parlevar los asuntos de Roma, con una clar

nfluencia helenstica que dominaba por entonceen las lites patricias.Escipin demostr un coraje inusitad

ncluso en las derrotas frente a los pnicos; trael desastre de Cannas, regres a Roma dispuesta organizar una resistencia hasta el fin de lpropia ciudad. Este ardoroso gesto fue muvalorado por la ciudadana, que vio en aquehombre un modelo a imitar, factor que sumado

u presunta tutela divina hizo que una aureol


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mstica cubriera la figura del llamado a ser unde los personajes ms recordados de la historiomana.

El Senado no permaneca ajeno a lpopularidad creciente de Escipin yconsiderando que su padre y su to haban muertcombatiendo en la Pennsula, no fue difcil hacea vista gorda en cuanto a las leyes que regan e

escrupuloso nombramiento de autoridades y lconcedieron razn impuesta debido a lurgencia del momento el cargo de procnsuen Hispania. Todo un sueo para un joven d

veinticuatro aos.No obstante, para mantener las formaegales se le asign un asesor de reglamento, e

propretor M.Julio Silano.En otoo de 210 a.C., Escipi

desembarcaba en Emporion (Ampurias) al mandde dos legiones de nuevo cuo. En su almanidaba un sentimiento de venganza por lamuertes de su padre y su to un ao antes. Co

us reclutas avanz hasta contactar con los resto


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de otras dos legiones que permanecaacuarteladas en Tarraco bajo la direccin dClaudio Nern, hombre enviado por Roma parostener la situacin despus de la desapariciangrienta de los anteriores Escipiones.

Con decisin, los romanos lanzaron uneficaz ofensiva sobre Cartago Nova en febrero d209 a.C. Fue una operacin de guerra relmpag

que se concret en apenas doce das, con egrueso de las tropas romanas frente a la ciudaque era smbolo de los cartagineses en HispaniaLa sorpresa fue total para los pnicos, los cuale

uvieron que rendir la plaza sin presentar ningipo de oposicin, dado que la guarniciestablecida en la urbe se encontraba en absolutnferioridad numrica. La maniobra romana s

haba extendido por tierra y mar y, ahora, laegiones y sus barcos se pertrechaban a costa dos vencidos.

Los hombres de Escipin capturaron ucuantioso botn compuesto por abundante plat

principal recurso cartagins a la hora de paga


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a sus mercenarios ibricos, adems de unenorme cantidad de material blico, incluidos 1buques de la flota pnica. La suerte se ali otrvez con el procnsul al ser encontrados, en enterior de un recinto amurallado, ms de 30ehenes que los cartagineses haban tomado dus tribus aliadas con el propsito de impedir seraicionados en sus acuerdos militares. Publi

orden la liberacin de estos prisioneros, gestque le granje la amistad de las correspondienteribus nativas.

La toma sin esfuerzo de Cartago Nova es e

primer gran acontecimiento militar en la carrerfulgurante de Escipin. Como es obvio, la buennueva tard muy poco en llegar a Roma. Coalborozo, senadores y plebe elogiaron emagnfico comportamiento de su bravo generaquien por otra parte vea crecer su leyenda dproteccin divina. Valga como ejemplo estancdota registrada en los instantes previos aasalto romano de la futura Cartagena. Segn s

dice, exista una zona pantanosa en la


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nmediaciones de la plaza pnica. Si los romanoqueran tomarla deberan pasar obligatoriamentatravesando esas difciles aguas. La pesadmpedimenta de los legionarios hac

prcticamente imposible que stos pudieraransitar por all. Sin embargo, Escipin se plant

ante sus hombres para decirles que el mismsimeptuno se le haba aparecido explicndole e

ueos cmo se deba superar aquel lodazapestilente. Los curtidos soldados se miraroentre s algo incrdulos, aunque saban que sefe tena fama de adivino y protegido de lo

dioses. Publio, sin decir ms, empez a correpor las aguas del otrora profundo pantano. Loegionarios, con ojos de asombro, comenzaron

vitorear a su jefe mientras lo seguan en salocada carrera. En pocos minutos, todo econtingente atraves el hasta entonces imposiblpantano. Fue un milagro de Neptuno? ErEscipin un mimado del cielo? Lo cierto es quno sabemos responder a estas preguntas. S, e

cambio, conocemos que unos das antes Escipi


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haba mantenido algunas conversaciones con lopescadores de Tarraco, los mismos que lensearon cmo eran las mareas de aquellacostas, y su periodicidad. Por tanto, el inteligentPublio estaba sobre la pista del comportamientde aquel traicionero pantano, mientras que suhombres, en su mayora agricultoredesconocan por completo el dato que su lder s

guardaba bajo el peto acorazado. Tras cumplicon este captulo, la moral del ejrcito romanubi como la espuma, pensando que sin dud

Publio Cornelio Escipin luchaba bajo el mant

protector de Neptuno, Jpiter y toda la cohortcelestial.Tras conquistar la capital cartaginesa de l

pennsula Ibrica, las legiones de Escipicontinuaron avanzando hacia el sur por la costhasta llegar, posiblemente, a la zona almeriensecon la intencin de controlar los inagotableecursos mineros que ofrecan aquellos pago

Con el fin del verano, el procnsul opt po

eplegarse a Tarraco, su cuartel general, mientra


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ordenaba el levantamiento de fortificacionedefensivas en Cartago Nova a la espera de unhipottica contraofensiva cartaginesa.

En ese tiempo los ejrcitos pnicos sencontraban repartidos en tres grandes cuerpode combate que se esparcan por el sur, oeste centro peninsulares. Esta tctica puede parecealgo incoherente tal y como estaban las cosas e

209 a.C., pero no olvidemos que Cartagcimentaba su poder blico en la fuerza de sumercenarios. Por tanto, que el ejrcito cartaginen Hispania se distribuyera de ese modo bie

pudiera obedecer al intento de reclutar nuevaropas en la Celtiberia con el objetivo primordiade socorrer, finalmente, al necesitado Anbal.

Las actuaciones de Escipin estaban siendmuy certeras, lo que permita innumerableratados diplomticos con los nativos bero

Tales fueron los pactos con Edecn, rey de loedetanos, tribu establecida en los mrgenes deo Jcar; o de los poderosos Indbil y Mandonio

efes de los ilergetas, una tribu numerosa y mu


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combativa asentada en las tierras de la actuaLrida, que estuvo durante aos guerreando favor o en contra de los contendientes en aquefrente. A stos y a otros muchos reyezuelobricos se sum el magnfico apoyo del re

nmida Sifax, quien envi a la Pennsula algunocontingentes de su famosa caballera ligera. Lonmidas fueron fundamentales en las guerras d

aquel perodo. Raramente entraban en combate e limitaban a cabalgar hasta donde se encontrab

el enemigo, incordindolo con sus afiladaabalinas y escapando con destreza sin igual e

unos pocos segundos.Estos jinetes africanos ayudaron fielmental ejrcito de Anbal en sus victorias italianas, agual que sirvieron con eficacia a Escipin en su

victorias hispanas y en la definitiva batalla dZama.

La campaa de 208 a.C. se desarroll por evalle del Guadalquivir. En esta ocasin loomanos trataban de seguir empujando a lo

cartagineses hacia el sur, mientras evitaban l


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confluencia de los tres ejrcitos pnicoAsdrbal, que por entonces se encontraboperando cerca de Castulo, trat de plantear unbatalla decisiva en Baecula (Bailen), con lesperanza de recibir los refuerzos de su hermanMagn y del general Giscn. Sin embargo, eataque romano fue devastador y Escipin vencia los cartagineses, que abandonaron el campo d

batalla dejando 8.000 muertos y 10.00prisioneros. Asdrbal escap hacia el norte coos restos de su ejrcito, atravesando l

Celtiberia y los Pirineos occidentales par

uperar los pasos alpinos en 207 a.C., ao en eque fue derrotado y muerto en la batalla dMetauro sin poder auxiliar a su hermano.

La batalla de Baecula se convirti edecisiva: los cartagineses, desorganizados y siel liderazgo de Asdrbal, se vieron forzados etroceder para defender Gades, su ltimeducto de importancia en la pennsula Ibrica.

Escipin manej a la perfeccin sus dote

de estratega. Con la ayuda de su hermano Lucio


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de su amigo el propretor Silano avanz por eGuadalquivir, sofocando rebeliones tribales educiendo a los ltimos ncleos de resistenci

pnica. Por fin, los cartagineses se reagruparopara un ltimo combate, que se produjo en HipAlcal del Ro), con una nueva derrota para looldados de Cartago. Era, de facto, el fin de lesistencia cartaginesa en Hispania. Las tropa

egionarias tomaron Gades en 206 a.C. y PubliCornelio Escipin pudo cumplir el sueo dvengar las muertes de su padre y de su to, asuntque celebr con multitudinarias luchas d

gladiadores.Por su parte, Magn escap a las Balearedonde invern tratando de reunir lo que pudo parviajar al encuentro de su hermano Anbal. Sabasteci en las islas de Ibiza y Menorca, siconseguir el apoyo de los mallorquineMenguado de efectivos, se traslad a la pennsultaliana, desembarcando en las costas de Liguria

Sin embargo, el fracaso golpe una vez ms a

nuevo ejrcito de refresco y se perdi cualquie


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posibilidad de socorrer al contingente pnico etalia.

La segunda guerra pnica estaba al borde dubricar su eplogo con un Anbal aislado y si

esperanza de recibir refuerzo alguno.Por su parte, Escipin viaj al continent

africano para obtener un tratado de alianza con eey nmida Sifax, acuerdo que a la larga l

facilitara la victoria absoluta sobre AnbaDespus regres a la Pennsula para sojuzgar as tribus aborgenes que se haban sublevado a

norte del Ebro; sta fue su ltima accin e

Hispania. De regreso a Roma fue aclamado por lplebe, aumentando las envidias que hacia mantenan muchos senadores y patricios. En 20a.C. obtuvo el sobrenombre de el Africano trau resonante victoria en Zama.

l mismo impuso los protocolos que ponafin a diecisis aos de guerra, en los que habamuerto ms de 3Q0.000 soldados romanos. Apesar de todo, la paz no fue humillante par

Cartago, a la que se dej margen suficiente par


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ehacerse como potencia comercial, aunque tuvque renunciar a la expansin colonial y a uejrcito poderoso donde ya no podraadiestrarse ms elefantes de batalla. En el planeconmico, la metrpoli norteafricana tuvo quasumir el pago de 10.000 talentos de oro durantcincuenta aos; a cambio, se le permitecuperar sus viejas posesiones africanas. E

definitiva, Escipin fue magnnimo con lovencidos, lo que engrandeci su imagen dperfecto romano influido por las corrientes dpensamiento helensticas: orgulloso sin se

altanero, ambicioso slo para la grandeza de spatria. En resumen, nos encontramos ante uno dos mejores comandantes de la historia, u

hombre que supo ver con intuicin casi divina enminente nacimiento del Imperio. No en vano salento hizo posible la derrota de Cartago y l

expansin romana por todo el Mediterrneoccidental.

Pero lejos de pretender algo ms que e

econocimiento pblico, se retir a la vid


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privada durante un tiempo, aunque en 194 a.C. svitola de hroe le permiti ser elegido cnsupor segunda vez. Este cargo le posibilit seguiacosando a su enemigo ntimo, Anbal, con quieleg a entrevistarse, como hemos visto.

En 184 a.C., una conjura promovida poCatn el Viejo lo forz a un injustificadexilio, y falleci al ao siguiente en Liternum

cuando contaba 53 aos de edad. Aos ms tardeun heredero suyo, Publio Cornelio EscipiEmiliano, entr en nuestra historia antiguhacindose clebre por la destruccin total d

Cartago y de su patrimonio cultural en la tercery definitiva guerra pnica, librada entre 149 46 a.C.

l fue el encargado de cubrir los territoriocartagineses con una densa capa de sal qumpidiera crecer cualquier sig

La Aventura de Los Romanos en Hispania - Juan Antonio Cebrian

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