Köning, H., El Intervencionismo Norteamericano en Iberoamerica

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El intervencionismo norteamericano en Iberoamérica

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Intervencionismo norteamericano desde fines del siglo XIX hasta fin de siglo XX

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E l intervencionismo norteamericano en Iberoamérica

IN T R O D U C C IÓ N

E l carácter peculiar de las «daciones interamericanas es, sin duda alguna, uno c ffi los factores externos más im portantes que han determinado (tanto en el pasacLfe,, com o en el presente) el proceso histórico de los estados iberoamericanos en el s * - glo x x . E n dichas relaciones se pone de manifiesto, de una parte, la hegemonía tos Estados Unidos, y de o tra , la vigencia de conceptos de carácter positivo como tos de colaboración, vecindad y panamericanism o y de ideas com o las de A m é ric a ^ Hemisferio Occidental. L os Emidos Unidos rechazaron el colonialism o y ejercierq^j una crítica constante contra el imperialism o de las potencias europeas, pero al m o tiem po practicaron — sobre todo desde finales del siglo x ix una pfllteCT pensionista que convirtió a los estados iberoam ericanos en el cam po de acción de l^ g intereses económ icos y políticos estadounidenses y que sometió a los mismos al c n ^ ciente influjo (si bien a escala diferente dependiendo de los casos) de éstos. Des^W 1 8 9 8 , los Estados Unidos no han procedido a realizar anexión alguna de tipo c o l £ j nial (a excepción de Puerto R ico ); sin em bargo, la consecución y defensa de sus reses originó un amplio control por parte de dichp país de numerosos Estados il^ P roamericanos, control que, a su vez, provocó la subordinación política y económ i^g de éstos y, a m enudo, la enajenación de su soberanía en relación con sus necesidac^j| en el cam po económ ico y social.

La salvaguardia de los intereses estadounidenses tom a la form a de injerencias diverso tipo en los asuntos internos de los estados iberoam ericanos y en el p ro c t^ i de desarrollo de éstos. D ich a salvaguardia se lleva a cabo, en los casos extrem os^ * través de intervenciones m ilitares, ejerciendo influencias de tipo económ ico y co y, por últim o, mediante instrum entos más sutiles, com o por ejemplo, las invers^^ nes, la ayuda financiera y los préstamos. Las diferentes medidas- se encuentran a nudo tan relacionadas entre sí, que rara vez es posible caracterizar a una época p ° ^ | predom inio de un solo tipo de las mismas. L a utilización de unas u otras d epenc^ en cada caso, de los intereses en juego, de la situación presente en un m om ento y de las posibilidades de influir de una u otra forma. P o r esta razón, le panoránjjp j que a continuación se da del intervencionismo norteamericano no se e n c u e n tr a ^ fracturada atendiendo a los diferentes métodos o tipos de intervención, sino, í^ F bien, a tes m otivos que han dado lugar a ésta a lo largo de la historia.

N o hay duda alguna de que, a este respecto, desempeña un papel importanttrgr aspecto económ ico, es decir, la protección de los ciudadanos y de los bienes n o r^ P — mi TkftmamÁrirc n rvnrfsndo de forma más general, la ambición o la JA|

cesidad de expandirse económicamente. Pero al mismo tiempo no se puede pasar por alto la existencia constante de un principio dominante: la necesidad o el deseo de seguridad sentido por los Estados Unidos, su aspiración de proteger a América, al Hemisferio Occidental, del influjo de cualquier poder extracontinental, ya se en­contrase encarnado éste en otros Estados o en ideologías de naturaleza peligrosa. Para una mejor comprensión de las intervenciones estadounidenses o, por mejor de­cir, de la incardinación de éstas dentro del contexto de las relaciones interamerica­nas, se exponen en un breve capítulo introductorio los fundamentos ideológicos y económicos de las mismas.

1 F U N D A M E N T O S ID E O L Ó G IC O S Y ECONOMICOS»D E L IN T E R V E N C IO N IS M O N O R T E A M E R IC A N O

E N IB E R O A M É R IC A

Desde principios del siglo x ix , no han faltado voces en los predicasen la conveniencia efe convertir a Iberoam érica, y en e s p e d í a C e n tfo a i,^ . ca v el Caribe en un futuro dom inio norteam ericano. La anexión sj? Tejías y la gge rra co n tra México, guerra que costó a este país la pérdida de la ,ucad de su rio confirmaron tales propósitos. Sin em bargo, en aquella época jas Estados U n jfo s se encontraban ocupados todavía en'su propia construcción. S o b ® tpclo/en !» P M Í ' i-a mitad del siglo x ix , en la época de la conquista del Oeste y de ja mica se observa una cierta actitud de espera. N o obstante, l^s E s» d o s U J| k creían, al tiempo que no ocultaban su interés por elmérica en general terminarían cayendo de form a natural dentro ¿ e su § rb t (i, fluencia Creían lo mismo que el presidente Jo h n Quincy A dán,, cuando en 1| | 3, dijo refiriéndose a Cuba, que la isla acabaría cayendo com o una trwta

Aunque en el siglo x ix no se produjeron todavía las e s p e c i a r » nes que habrían de tener lugar en el siglo x x , Iberoam éricade entonces, a una zona que, debido a su evolucion política se | n p o trab ¡8 al ,^ a aue los Fstados Unidos, desvinculada del V iejo Mundo, de Europa, y, por .representaba rambién a América. D e acuerdo con esto, Iberoam ?p fgrmaba ^ del Hemisferio Occidental, el cual, merced a su posición geo^ g fic* y poético formaba una región con personalidad propia, una r e g i o , ^£ a h s monarquías de Europa. E n la declaración formulada pot el p r^ i^ n te U p » M onroe el 2 de diciembre de 1823, declaración a la que se con? |Tfe ^ p p| nom bre de doctrina M onroe, se exponían.estos conceptos, pues en el a y. nh ^ T o s c u ¿ ^ f e ^ S 5 l « intervenciones y se prohib íala confm u ac,^-del

colonialismo en el continente americano. E n la misma se afirj$íte| 3 9 c en $ f p a habiH surgido un sistema político que se diferenciaba e s e n a a l f | ^ | * y'|e».|| S o p a Por esa razón, a s íse expresaba M onroe en la tercera K * de g oncitad'T los Fstados Unidos considerarían un peligro para su pa*;r seguridad t <0 » t^nro de la^ potencias europeas de extender su caduco

” g z s s s z z

»'Sicion al erigirse cn el poder p rotector del Hemisferio Occidental. Ni que decir tiene que la proclama fue üna declaración unilateral de los Estados Unidos en la que no se consulto prcvmmente a los Estados iberoamericanos. La declaración de M onroe no preveía Ja posl&lidad^dé una relación más estrecha con dichos Estados; en esc m o­mento iba dirigida claram ente contra Europa. Fue con posterioridad cuando cum-p 10 su función legitimadora de las intervenciones estadounidenses en Iberoa­mérica. ■ -'¿i/.

Esta idea ¿je tina « flm é rftt.d istinta^ preconizada por M onroe, adquirió a lo lar­go del siglo xtó fjm a fo rm u fó c jd n jiiis agresiva. E sto se debió a que ¿ fundación de ios tstad o s Urtldös y su expansión continental habían hecho nacer o reavivado una serie de ideas cjíyo precipitado Fue una conciencia d em isión histórica específicam en­te norteí^nericaíja. A partir de ía fe en la predestinación sustentada p o r ’los prim eros' colonos ing les«} los Cuales ygíán a las comunidades nacidas en la costa de Am érica com o una n u e ^ «Israel americana», se desarrolló una conciencia de misión históri­ca, una ideología .expansionhtái que centró su atención en primer lugar en e] Qeste, región a la q u | íé veía comO .üna especie de jardín del Edén. Dicha ideología fue bautizada por_ej jperiodista Jo h n L. O ’Sullivan con el nom bre de Manifest Datan (D estin o Manifiesto); la colonización y la posesión del continente era el 'dertwTpa-' jen-.“ . j e Unidos. L á conciencia de misión histórica se alim entó también 'de la idea, sugítjda por la propíá historia, de que ei imperio müñdiaLse .ttasIadaba de Este a Oeste: Ufó andadura tjíSe, partiendo de"ChÍna y pasando por Persia, Grecia,Koma, el Sacre Jjm peíio R o^SH o G erm ánico ,'eT m ^ erio de N a p o tó íT y ir im j^ d o Briíam co, culmirtába ahöra |n J o S Estados Unidos. Con d u c e n w de este país, la

umanidad ha|| llegado a la cum bre de la civilización y de ahí se deducía la misión c caracter civilizador y dcm oqfttico del m ism o, Hasta que no finalizó la expansión acia el QesteVÍfflentrdS eituv^ abierta la «frontera» (frontín) del Oeste, la aspiración

universalista dé tes que st Sdgfén revestidos de una conciencia de misión histórica permaneció si/ fA a n ifesta rse .Jih em bargo, cuando, alrededor de 1890, concluyó la emigración h ad | | l O este, cuando, en 1893 , FredericK J . T u r n e r b S Ió ; en una con-

qUC tUV0 un S ran eco- de «,a in c lu s ió n de a cpoca de m historia norteam ericana», cuando se produjo el debate sobre el esta­

blecimiento de ím * relación, entre otras cosas, con la necesidad de

rn Tni; 1 r~ el car? í í ? r universalista de la ideología dej.D estino M anifies­to salió a \a lu z j- la s otras naciones del continente am ericanoTíeron incluidas^ñ el

f 1^ ¿ ° . n..a el. «dcstitto» norteam ericano. En caso de necesidad, se debe­ría obligar a l a j j r a s ; n a c ió n « a que compartieran la felicidad de la civilización nor-

d‘)o Jo siah Strong, el principal ideólogo del D estino M anifiesto: Dios tiene dos h á n o s . Con t í j f de ellas prepara en Estados Unidos el sello con ei

que las n a a o n e g d q u m rá n d ¿afócter de ésta y con la otra prepara a la Humanidad para este a co n t^ m ien to .» D e fsta form a, el Destino Manifiesto asumía el carácter ele una misión civilizadora y a líM sta que se habría de llevar a cabo antes para el bien de las otras nad&nés qué ßnra el provecho de los norteameníiTnos'.S ..... ‘

Al tiempo q.m de esta form a Se ponía de manifiesto el complejo transfondo ideo- ogiep que habrí|-de impulsar la;inm inente expansión por Iberoamérica y la región

del Caribe, el político estadounidense W illiam Henry Seward, un expansionista con-

Ä i 1867 ’ 1“ * • “ « « ■ > * & » * > » „ «I P « Xndrew Johnson (1861-18Ó 9); establecía las bases para llevar a la práctica la ex­

pansión americana. Según Seward, los Estados Unidos tenían que estar a salvo de posibles agresiones y debían extender su potencialidad económica por todo el conti­nente, y todo ello se debería llevar a cabo evitando complicaciones de política exte­rior. Seward fue el profeta de un imperio comercial americano de alcance mundial que habría de estimular el nuevo impulso de la industrialización. Para ello partía de las necesidades de un aparato productivo en rápido crecim iento al que dentro de poco el mercado interior se le iba a quedar pequeño. E n su opinión, era seguro que el progreso material de los Estados Unidos sería ¡limitado y_ duradero, siempre y cuando dicho país consiguiese abrir m ercados en el exterior; según él, dichos m errn- dos deberían ser protegidos mediante m étodos imperialistas. E n Fas principales rutas com erciales se deberían establecer, de acuerdo con el nivel tecnológico de la época,' puntos de apoyo para la marina m ercante y para la marina de guerra. Seward aboga- ba por un «imperio info r m a r e n el que no hubiese necesidad de establecer un colo-' nialismo a la antigua usanza. E n vez de con una costosa organización colonialista, el| expansionism o debería conseguirse a través de acuerdos, cónsules, barcos y cañone­ras. Estas últimas no existían aún y su construcción se llevó a cabo de 188Ó a 1890 * bajo la dirección del ministro de M arina Benjam ín F. Tracy y del estratega Alfredj Thayer Mahan. En el establecim iento de una política expansionista en,eLCaribe y en Iberoam érica, revistió la mayor im portancia uno de los aspectos en los que se_basaba( e¡ pensamiento de Seward: la necesidad que tenían la industria y la agricultura ameri-< cana <je ijar salida a sus productos. D esde luego, esta circunstancia ponía de mani­fiesto la potencia de la econom ía am ericana — y esa fortaleza se adució también^ com o un argumento a favor de dicha política— , pero, al mismo tiempo, se podía de-« tectar el temor de que se produjeran crisis económ icas y conflictos sociales derivados de una superproducción. D e hecho, los Estados Unidos sufrieron a finales del s¡-¡¡ glo x ix algunas depresiones económ icas graves (1 8 7 3 -1 8 7 9 , 1882-1885 , 1893-1897).^ E n parte, estas crisis tuvieron su origen en una superproducción de productos agrí­colas que hundía el precio de éstos, en una expansión industrial demasiado rápida en ! el seno de un mercado con capacidad limitada y en la caída en picado de las inversio-x nes en el sector de los ferrocarriles después de la finalización de la expansión hacia el O este, lo que produjo un efecto negativo sobre la industria pesada y las acererías.# Estas_dcpresioncs económ icas se vieron acompañadas de.graves tensiones sociales.- La explotación del mercado iberoam ericano parecía que podía contribuir a dar una® salida a esta situación. Y a al final de la crisis de 18 7 3 -1 8 7 9 , la atención de los círcu-(¡ los económ icos americanos se había dirigido de forma creciente hacia Iberoamérica. Desde diferentes sectores se alzaron voces solicitando del Congreso el que se torna-^ sen medidas para .el fom ento del com ercio con las repúblicas sudamericanas. Er|| 1879, el presidente Hayes, en su mensaje anual a dicha institución, hacía alusión a_ un incremento del com ercio con Iberoam érica, pero a! mismo tiempo expresaba 1^ esperanza de que los Estados Unidos pudiesen encontrar para sus exportaciones nuevos mercados con capacidad de expansión. A partir sobre todo de la depresión de 1882-1885 , las miradas de los norteam ericanos se fijaron, de forma renovada con más fuerza, en el gran mercado potencial del sur, com o lugar donde colocar su¡||| excedentes productivos. D icho mercado se encontraba hasta entonces poco explota­do. El inicio de la explotación del potencial económ ico mexicano por parte de algufl nos empresarios americanos se consideró com o una «conquista» del estado vecincg realizada con ayuda de los ferrocarriles estadounidenses. Jam es G . Blaine, a la sazón ¡

secretario de Estado, justificó dicha «conquista» afirmando que la misma garantizaba una posible salida a la enorme acumulación de capital americano que no podía ser u vertido en su propio país. Se tuvieron en cuenta también las p osib les consecuen-

cias y los beneficios económicos de la apertura de un canal a través del istmo cen­troamericano. Y a en 1 8 8 0 , el presidente Hayes, previsoramente, había declarado que jas dos orillas del futuro canal, habrían de form ar parte del territorio americano El '.mador Sewell llegó a decir que'el dominio americano sobre el proyectado canal se encontraba dentro de la tradición del «Destino Manifiesto». E l secretario de Estado, R cd erick T . Frelinghuysen, se esforzó por conseguir una sene de acuerdos econo- micos que posibilitaran la apertura de los mercados iberoamericanos y la vincu ación ije los m ism os con los Estados Unidos. _ .. ...

Durante estos años se desarrolló también, com o consecuencia de las necesidades; ilc la economía estadounidense, un nuevo panamericanismo al servicio de la explota­ción por parte de los americanos del mercado iberoamericano y del afianzamiento de.

1 estos en el mismo. E l nuevo interés de los Estados Unidos por Iberoam érica alcanzó, uno de sus primeros puntos álgidos con la celebración de la primera Conferencia pa­namericana en 1 8 8 9 . Y a entre los años 1881 y 1 8 8 2 , el secretario de Estado de en-

) h mees, James G . Blaine — que había redescubierto, por así decir, el panamericanis­mo, ampliando más su campo de aplicación de Iberoamérica (com o era la idea de Bolívar) a todo el continente americano— había cursado una invitación a todos los

j) Estados de este continente para que asistieran a una conferencia en W ashington con el fin de discutir los problemas de la guerra y la paz, solucionar los conflictos laten­tes interamericanos y garantizar, de esa form a, el com ercio entre dichos Estados.

Jl Desde un punto de vista oficial, el objetivo esencial de la conferencia habría de ser el mantenimiento de la paz en Iberoamérica, mas de la lectura de los papeles personalesele Blaines se desprende que la máxima prioridad se asignaba a las relaciones comer-

I dales y a la garantía de un mercado para los productos estadounidenses. E n opinión d e l ministro, la conferencia podría ser una ocasión propicia para que los americanos

? procediesen a extender su influencia y su com ercio hasta el rincón más apartado del P sur del continente, zona descuidada por ellos hasta entonces y que era un coto cerra­

d o de sus rivales comerciales europeos. La conferencia, cuya celebración estaba pre- H vista para 1 8 8 2 , no llegó a celebrarse.| Cuando en octubre de 1889, tras un largo periodo de preparación, se celebró ens Washington la primera Conferencia Panamericana, no podía existir duda alguna so-p bte los grandes objetivos e intereses económicos de los Estados Unidos. E n marzo j¡| de 1889 se había creado, com o instrumento de apoyo a la diplomacia oficial, una

institución a la que se le dio el nombre de Unión Comercial Latinoamericana; su fin §) era el fomento de las exportaciones a Iberoamérica y de la misma formaban parte b. quinientas personas, entre las que se encontraban los más importantes banqueros,* navieros y hombres de negocios dedicados al com ercio exterior con Sudamérica. ü Nueve de los diez miembros que componían la delegación americana que asistió a la ¡b. conferencia procedían de sectores relacionados directamente con la economía, y en-

t.re éstos se hallaban el rey del acero, Andrew Carnegie; e! banquero y empresario de J|l la industria textil, Thomas J . Coolidge; y Charles R . Flint, prominente exportador de ... Nueva York y miembro de la directiva de la Unión Comercial Latinoamericana.

Blaines, de nuevo secretario de Estado, en su discurso de bienvenida a los partici- |p fiantes en la conferencia, pronunciado el 2 de octubre de 1 8 8 9 , expresó su esperanza

•!

de aue en el futuro se estableciese una colaboración equitativa entre *

países; según sus

Í C S r J Í L com o objetivo generé de la misma la c o n » g c g n T u n a mayor compenetración, y cooperación económ ica y política entre los £} g rs | tes estados americanos: «Nos encontram os aquí, en la firm e creencia de q w g £ £

interamericano al servicio de la « p o r ta a o n y de l a lmP ° rtí“ ° n' " concrctig ¿ J j J * -

S ¡3 T * V T s s s í í s z w b sS S i l i«’ inform ación relativa a lo . a s u n t o , % n g

eos iberoam ericanos. pone ■

E ñ q o í t a s i d " " t a o r determinante ele 1. p o li.ie . iberoamer.cana de tarad o ,

W m r n m m m

afecrasen a sus E 1 mi- automátft'áky en t6d o l ? m ento a S * í P ° tCS“ d de ac° 8™ . * forma creyese tener ra2ohes pára suoonor n i • ^ m*“? 8’ *T cI. caso de Suc dicho país do del Héniisferió Gccicjéntal se en m n f a ' nteS r,dad territorial o política de un Esta- nental. D íd o qúe los É ifid o s ibero * * amena2ac*a P ° r un* potencia extraconti- mico c o ^ l t ó c ? S £ i ^ T 9T Cr T ; “T d?Sde un PUnto de vista econó- ría todas íquellas ventajas d e r h L h J * ° S i Estados U n‘dos, dicho país perde-

dos si u n o l u a l q u i S d f ^ ’c Í t t ?“ n8tUnÜes COn b s * « * » cita-Estados ü S L t e ¿ S t l l o T e m IÍ '° • ^ ^ T P0 “ " ™ euroP - P « ° los bernaran j sí mismos de f e r ™ a P " Vlt en que dichos Estados se go- q u e O l n “ t a “ * 12 doctri™ M° " £peculiarnifjitc americana de la m avor i “ n° ta’ aParcc ,aco m o una «doctrinalos Estadoi jUnidpé». O írtiv señnl K ™ portancia para Ja seguridad y el bienestar de pea en se q‘uL * l * 820 amer' cano» a la penetración euto­se ja n te arstu rriclo en A f|ca. V> U qUC sc ProduJe5e un reparto colonial se-

carácter p é^ bn af « k ó y W d i Í l o s ^ E ^ ^ ? f ,ll\,nantc en la siguiente observación de « t e ' c o n % e j l ^ & jg f f ° í U n,do8f e" la * * * * el soberano de ciernen, e / ^ W se d é fc ¡ S S hecho? I * ^ 60 ? s a9uelios asuntos que les con­prensión e|é los demás E ra d o s m u « f« T “ s,m Plem cntc la »mistad o la com - más, a la sWSposición ocütkda ñor el 180151 nu“ tro país: Tam poco se debe, sinpiós inm dífÉies én !ós A i f se b a s ,m 'sm o '¡om o Estado civilizado ni a los princi-Razón. 1 , l . 8CtUar: ,a. Prud“ ^ la Justicia y la« n d a l ecoifóm icó y humiírtb lo auc 8? .nuones f « « citadas, en su ilimitado po­

ten en el á f th o d e h ¿ S n vTe h . ^ * ^ ^ T “'0 lc “ nvicr-una potenclñ 'determinada b de tod-ic II " lnvulnef;abie a cualquier intervención de

No se m ¡a f o S S f f e ^ í ^ '“ l G antenbein. W - 3 4 0 y ss.).Estados Unidos, pretensiones ñor ^ precJSa las Pretens,ones hegemónicas de los m ico y político alcanzado por’ dicho ^ p 6’ fundamentadas en el poderío econó-

inidaron h¡ fale de expansióH de su infperio com erciad ^ )t>S Unidos

* 3}*i .V*

Y ítÍ -1& & & ík P SR™ * O N E S A M E R IC A N A S y E L IM P E R IO C O M E R C IA L D E LO S E S T A D O S U N ID O S

(1 8 9 8 -1 9 3 0 )

I. Cu« | | M , X . c o m ó ¿ A m p o s o . n „a m a Ó N „ „ „ 1N„ , v „ c l 0 N e s

lo 3 J - b po‘lc ,° ” ' ' - P " " - !C U » í t n ü b i M i W i - a - L S ’ “ ™ p“ I” 11" « l » t a r t B p * . de i« u ac» '„ d « ¡ , ¡ , S S ; « : ; " ° » * * Mr : d ra p » - p =4 = , i . j

guerra de iflilependencia de fes cu binoc ó nES V * ? cludadanos con m otivo de la que los espigóles hubiesen ftchazadn |ln ° T Poder co ,on ‘al español, y una vez independendí a Cuba, los Estados IJnid ° n norteam encana de conceder lafin, según d!|fi el presidenfe M cR'inl lnterv.nieron en las hostilidades con el

P dente M ckin ley en una alocución pronunciada el 11 de abril,

D cscm lw rco tic los voluntarios españoles en 1.a I Infama, 1897.

de preservar la paz en la isla y garantizar la salvaguardia de los intereses am ericanos*,: mediante una acción enérgica. Ya antes de la intervención, el cónsul americano en* ! -u m había solicitado el envío de un buque de guerra, debido a la amenaza que scgB

cernía sobre os ciudadanos am ericanos residentes en la provincia de Matanzas. E U jU ele abril, el Congreso norteam ericano, en u'na resolución aprobada por unanimi-®^ dad acordo que otro de los objet_iv_os_de la intervención habría de ser la independen-fe

: ^ lo rm a ..s im u ltá n ea , en la llamada «enmienda Teller», se afirmaba qu< 3los Estados Unidos no tenían la intención de anexionarse la isla y que éstos d ejarían^! en manos del pueblo cubano el gobierno y el control de su país. En ningún m o m c n f l ¡o sc hablo de la posibilidad de establecer un protectorado, semejante al'que se prac- 1

form ai°Sten0rmCntC’ ^ Un P™ Ínc!cPcndienl;e tan sól° desde un punto de v i s t J Í

La actitud de los americanos cam bió, tras una breve guerra de ciento trece d í a s f l A este respecto resultó sintomático el que los cubanos no participasen en las c o n v e r g í sacrones de paz que se iniciaron en París el 1 de octubre de 1898 y que, por l< á l tanto, no pudiesen exponer sus puntos de vista sobre el autogobierno de la isla. E s ta ^ j cuestión había dejado de ser prioritaria para los americanos. España, en el a r t í c u l *

.0 del tratado de paz firmado con los Estados Unidos el 10 de diciem bre de IftQ.W .i renunciaba a cualquier tipo de soberanía sobre Cuba y, a cambio, los Estados U n K * ! dos obtenían el derecho a garantizar el orden en la isla y la defensa de la misma.

pesar de que Cuba no pasaba a ser form almente una colonia am ericana v d Z l que segur, se decía, la posesión de la isla por pane de los Estados Unidos habría d f * l malizar al cabo de un cierto tiempo, lo cierto es que en el artículo 16 del tratado s f l É

poma de manifiesto el papel que éstos se habían otorgado a sí mismos. E n dicho a r ^ I

rículo los americanos se permitían regular la actuación del futuro gobierno cubano y e arrogaban el derecho de instruir al pueblo hasta que éste estuviese en condiciones

de gobernarse a sí mismo. E n virtud de lo dicho anteriorm ente, en Cuba se instaló un gobierno militar americano bajo la protección de un cierto numero de soldados - estadounidenses con el fin, según dijo el presidente M cKinley en su mensaje anual al Congreso del 5 de diciembre 1899, de velar por el orden y la paz del país y de crear las condiciones necesarias para el establecim iento de un gobierno autóctono. E n pa­labras de McKinley, los Estados Unidos habrían de desempeñar un papel muy im­portante tanto durante el proceso de maduración del pueblo cubano hacia su inde­pendencia definitiva, com o después del mismo. Con la protección de los Estados Unidos y mediante una relación muy estrecha entre los dos países, se impulsaría el desarrollo de Cuba, dado que los destinos de ambas naciones se encontraban vincu­lados entre sí. Sólo una Cuba políticam ente estable y sin rivalidades internas podría beneficiarse de sus riquezas naturales y de los tesoros dé su suelo, sin el tem or a inje­rencias extranjeras procedentes de Europa. T an jm p p rtan te es. n a p a sa r por a.ltp e significado especial que Cuba tenía para los Estados Unidos, significado que se for­mula e n "dicha declaración y que ya se había expresado con anterioridad, com o Ja im­portancia dada por dicho país a la estabilidad política de los Estados iberoamericanos para la seguridad del Hemisferio Occidental.

Para la regulación de las relaciones entre. 1.Q.S dps ..países, pronto se encontro una fórmula"mediante la cual conservaba su independencia desde un punto de vista for­mal y ios Estados Unidos asumían una inf l uenci a decisiva sobre la política y la eco- nomía de la isla. D icha fórmula fue la llamada enmienda Platt de 25 de febrero de u 1901 Se trataba de una enmienda a la declaración Teller de 20 de abril de 1898 , in­troducida por el senador Orville H. Platt, presidente de la comisión del Senado nor­teamericano para las relaciones con Cuba. E l 2 de marzo de 1901 , el Congreso apro­bó la propuesta por mayoría. E n los dos artículos primeros de la misma se limitaba la soberanía de Cuba para establecer acuerdos con otros países y contraer deudas en el extranjero. El artículo 3 .° otorgaba a los Estados Unidos, de form a oficial, el dere­cho a intervenir en Cuba con el fin de preservar su independencia — dicho en otras palabras, los americanos se comprom etían a defender el país de las injerencias de los Estados europeos— y de apoyar a un gobierno que se encontrase en condiciones de salvaguardar la vida, la libertad y las propiedades de los ciudadanos y de cumplir los compromisos asumidos por los Estados Unidos en el tratado de París. P or el artícu­lo 7.», Cuba cedía a los Estados Unidos ciertas partes de su territorio para que éstos pudiesen establecer en ellas bases navales y campamentos militares.

Si querían evitar que se prolongase la existencia del gobierno militar, a los cuba­nos no les quedaba otro remedio que ceder a las presiones de los americanos, los cuales deseaban que la enmienda Platt figurase en un anexo de la Constitución cu a- ■. na. Tras la declaración de intenciones de la Asamblea Constituyente del 12 de jumo/ de 1901 por la que los cubanos aceptaban la enmienda Platt y tras la elección com o presidente, el 31 de diciembre de 1901, de Tom ás Estrada Palma, que representaba los intereses políticos norteam ericanos, llegó a su fin, el 20 de marzo, el dom inio mi-

; litar norteamericano sobre Cuba.' Después de firmarse, el 22 de mayo de 1903, un acuerdo entre los dos países so­

bre la base de la enmienda Platt y tras el arriendo, conform e al artículo 7.° de la mis­ma, a los Estados Unidos, a cambio de 200 dólares al año, de la zona de ( lu a n ta m a ^

no com o punto de apoyo naval, los am er.canos se encontraron en co.tdicune*¡ & abandonar la isla. Sin em bargo, éstos no se marcharon del todo, dado aue tenían la posibilidad y el derecho a intervenir en cualquier m om ento en el casa de Cjug pare­c i e s e peligrar cualquiera de los puntos de la enmienda, do que las propiedades O intc-

am ericanos se viesen amenazados o de que el gobierno cubano n9 ! e e n c p n t^ se a la altura de las circunstancias frente a una eventual situación mterpa (je ^ 8Ct“ conflictivo. La serie de intervenciones militares que se sucedieron ^ r a n t e la s siguientes décadas pone de m anifiesto la importancia que tuvo la Cnniifipda

Plíl E ntre los vínculos de carácter peculiar que unían a los dos países, ¡>? encentraba u n o que'había de servir ele ins'truménto a un tipb distinto de interveiicionisnpo, un instrúm eiñF para’^l'fom ento del bienestar de los cubanos, pero que, n o favorecía a los grandes intereses am ericanos hasta un punto tal qHc p p # ba'subordinado a éstos, y que, en gran medida, contribuyó mas rl^nria de la isla v a viciar su econom ía que a elevar dicho bienestar, U jcn q ipsiru m entó fue un acuerdo comercial que cum plió en el campo eco n o m ices) " 1 ^ 9 P £ peí que la enmienda Platt fen el político. E n el m ismo se hacían ^ carácter mutuo a modo de com pensación por la dependencia polit.cn f e I» « f c N tu almenTe la econom ía norteam ericana m ostró un gran interés p o j e] m £“ e t S k m a lo M * « O * . * « K * . * » g M g g Ssarios am ericanos con grandes intereses de tipo econom .co en la isi^, sntre lo í q S 'se encontraba Gdwin F. Atkins, portavoz del consorcio

^ S o s T u t n o s t r i s " ¿zú car'de'caña J d e s í a ^ e Q U f c

aranceles de carácter p referencia sólo eran válidos para uno y otro gafa, y los JTi k- m os al contrario de la cláusula de nación más favorecida, no podían apocados*

Como" c o n Í a c u e r d o , el com ercio entre Cuba y £ g j d » U j dos se multiplicó por cinco en el periodo comprendido entre los añ(>s 1V04 y l as exportaciones americanas a Cuba, que en 1898 habían al c a n # » u b ^ « 10 millones de dólares, se cuadriplicaron en el periodo * * J ¿ ¿ ¿1QÍ1S D e 1905 a 1915 se duplicaron, alcanzando un valor de lo rn | o n e?ap w es D u r a n tf la Prim era G uerra M undial, al desaparecer del mercado CHU n o ^

nroveedores europeos las exportaciones norteamericanas expenirísm aroq Uf» a« mentó prodigioso, alcanzando en 19 2 0 un valor de 515 millones de J J£ T c a h décima parte aproximadam ente, del com ercio americano * dirigj» a C uly L ° inversiones directas, al amparo de las garantías contemplada, pn Platt ascendieron de 50 millones de dólares en el ano 1896 a m¡u 4« 1.15 n i áe dólares, a 2 2 0 millones en el año 1913 yD ichas inversiones llegaron a representar, en esta época, el ¿ 6 , 5 -

, inversiones J E * - .ch ím ente en el sector azucarero, lo q u e produjo, a l a r g o ,p .« j ... vr¿ción en dicho s e c t o r , u n a disminución progresiva de los cultivos de hortalizas L .« „ «

¿ S n Í L t S p ,b d ? Ct0% arÍOS de prim era necesidad y «n retroceso de la agri­cultura pracf,cada p of lo* Campesinos independientes. S

a 5 erenda & ' ? ! Estados U nidos> « l ió perjudicada por el acuerdo F ! ■

S S T R S * i '“0.5 nr ÍV°uS Pr° duí° 60 ,a d' - ^ c a c i ó n de 7a . * uná división del trabajo a nivel internacional semejante i h

cuittó’ a ^ p ' - . *a i n d u s t r i a . ^ r s r ; «dos U nido«'ün * V ' í i f !m Portante «bastecedor de azúcar de caña de los Esta- t ¡ t I Í s,a se vcía en la necesidad de importar del exterior losS S Í i o Í Pr° d^ S m anufe« urados y, de form a creciente, los productos

P órtico-m ilitar de la intervención directa y del ins-

S t n S f u W - P° r d aCUCfd0 C° mCrdal- ,os Estados U n i S co-instrúrnenw H ua¿ 7 í.íen^ “ ' f I?aíS COm° Campo dc experimentación de los i n f l u e S S i f e n l ^ “0 T e habrí“ de co nvcrtir al Caribe =" una esfera de dominio , „ r , d%,esa form a tam bién el establecim iento de una zona dea fórniuhs efe * m f todos estrictam ente colonialistas y si, en cam bio,partir de e s é / f t n m ír I í i * S° ascg uraron un infIuÍ° polftico duradero. AS ej c H m ^ l Í S V i ^ r iS? r,° ° ccic!ental se convirtió, de form a paulatina,

r i C 0 ^ S ^ 2 T S á !!- ^ ;f StaClO! , UnídOS y n° SÓI° dcsdc un Punt0 de vista retó- mncfivl i j H rP unto de vlsta práctico. D e esta forma, pronto se de-m ostróquid^ra e1 dueflo le c tiv o del Hemisferio Americano. P

d ^ ^ ¿ W - ^ CICr,° m° d° ' también cl de Colom bia, representa un ;

hegemón c i itt J ’?* E ? d° S Unidos en defensa de su Posicióntar En este <*Rn " S Camp0S Político> económico y mili-nada eon la ^ ' f 0 n .eS dcnSe SC encuentra Primamente relacio-con la ImrviW^ • j - i C- ü9j£anal 'nteroceánico en Centroamerica o, mejor dicho nicas. ' a a C ISt^,° centroamericano para las comunicaciones interoceá-

í» importancia de Panamá residía en su situación « o -

,USar, CkVe Para d COmerCÍ° y ,as -m u n ica c ones. ¡ ¡ S S Í A ? “ ’ el/fcrrocarril se convirtió en el medio de transporte entre

c ü S é e l S f , ? “ * ^ ° Ca* 'OS Estatlos Unidos habían estado tratando dc pro-sultd n r ! u ' COhStrt r Canal en el istm o centroam ericano, pero no les re-

J . , p conqui-xencia Ue los intereses británicos. E n virtud del acuerdo Bid

mildn s k >% j - % . \ ^ lKjad de provincia, los Estados Unidos habían conse- f fe íc c t a ' 8“ ’S '" ÍK 1 ' " “ E” " del " ¿ v o & » d o Colombia,» (ato csi kS T t o í T E Z ? i f l ' T ™ ' “r° P“ )- d * — » L m ¡ ¿fam idó en embargo, en virtud del acuerdo Clayton-Bulwer

i T Í v I n r 105 EStad0S Un¡dOS' las act*v*dadcs de estos últi-’t a n t o k S L ^ ^ S ^ Í 115/ i o ' " " " brlt:inicos- Dich° acuerdo imposibilitaba clones h-ir, I. j - s Un,dos como la construcción de fortifica-

¡¿S T ffiJ S san la del fr ro canaL Este hech° imp¡dió ei «p* £ &■W alker en N iM n ^ « ^ “ í1" 8 “ del tristem ente celebre William_ ¡¡rL r S11 ( '8 5 5 ) v de las negociaciones llevadas a cabo por ellos mismos

cin il é í N y C3t° “ P“ r d£ ^ue Ia sociedad crcada para la construcción de un canal en Nicaragua aptem.aba cada vez más para que se Segara a un a c u e r £ 2 b „

todo a partir dc 1879 , cuando el francés Fernando de Lesseps inició la construcción ^ de un canal en Panamá, sin poner en entredicho la soberanía de Colombia sobre el í mismo.

L a aparición de una nueva situación internacional fue lo que determinó las nue­vas actividades dc los Estados Unidos en relación a la apertura de un canal en C e n -tt

( troam érica. E n julio de 1898 los am ericanos se anexionaron Hawai. E l 6 de sep tien v » bre de ese mismo año los Estados Unidos proclamaron una política de «puertas abiertas» (una especie de libre com ercio), en la que se exigía de las potencias eu ro -® peas y del Japón cl que todos los Estados interesados en com erciar con China tu v ie -^ sen un acceso libre e igualitario a dicho país. A finales de 1898, tras la derrota de los españoles en la guerra hispano-am ericana, los Estados Unidos, en virtud del tratado® de paz de París, obtuvieron la soberanía sobre importantes islas del Pacífico, en tre^ : ellas las Filipinas. Por la misma época, las «relaciones especiales» con Cuba g aran tí-® zaban a los americanos el control del Caribe. Sin embargo, sin un canal bajo el con A l trol dc los Estados Unidos, la política de «puertas abiertas» dirigida hacia Hawai y ^ j China sólo podía funcionar a medias. f lE

Tras unas negociaciones con Inglaterra, que cristalizaron en los dos acuerdo,1« Hay-Paunceforte dc 1900 y 1901 , los Estados Unidos se encontraron por fin er?~j condiciones de librarse de las restricciones a las que les sometía el acuerdo C layton® ! BuKver. A partir de entonces tenían m ano libre para construir y controlar un c a n a ^ entre el Atlántico y el Pacífico en el sitio que quisieran. A este fin renunciaron construir el canal en Nicaragua y adquirieron, por 4 0 millones de dólares, la com pa® ji ñia francesa que había iniciado ya los trabajos para la construcción de un canal e r ^ Panamá, que se encontraba en quiebra. Las negociaciones iniciadas con el gobierne^? colom biano entraron en un punto m uerto debido a que éste, aunque tenía la in te n ^ j ción de plegarse a las exigencias de los Estados U nidos, no se animaba a tomar u n jfci decisión definitiva sobre las condiciones que debían regular la concesión a los E s ta -^ dos Unidos de la construcción del canal. E n virtud del acuerdo Hay-Herrán, f ir m a ® do en W ashington el 2 2 de enero de 1 903 , los Estados Unidos obtenían una f c a n j^ de tierra de 6 millas de anchura durante noventa y nueve años, a cam bio de 10 m i-fl Nones dc dólares y de una cantidad anual, en concepto de arriendo, de 25 0 .0 0 0 d ó lsM res. En dicho acuerdo se otorgaba también a los Estados Unidos cl derecho a prcZy rrogar cl mismo. No se contem plaba, sin em bargo, la posibilidad de que C o lo m b i^ recibiese una cierta cantidad del dinero obtenido por la New Panama Canal C o m p :( jí ny. Aunque se reafirmaba la soberanía de Colom bia sobre la zona del canal, m u c h q S prominentes políticos colom bianos veían el acuerdo com o una venta del país •a Ic f f i am ericanos y, en consecuencia, se negaron a ratificarlo. E l retraso en la ra t if ic a c ic ¿ j del acuerdo perjudicaba los intereses tanto del gobierno americano y de los círculo?/! económ icos estadounidenses que habían apostado por la construcción del canal eP® Panamá, com o dc los grandes terratenientes y de la oligarquía económ ica de dicl'AÉ país, en el que, por lo demás, se habían registrado, a menudo, intentonas separatis^; tas. El 3 de noviem bre se inició una revuelta, con el apoyo de los americanos, qiHSM condujo a la separación de Colom bia de la provincia de Panamá. La administracic^hj americana de la línea del ferrocarril, junto a unidades de la marina norteam erican^^ impidió el que las tropas colombianas pudiesen evitar la secesión de dicha provinciÜW A los pocos días, cl 6 de noviem bre exactam ente, el presidente Theodore R o o s v e M que había declarado que la negativa del gobierno colombiano perjudicaba e¡ futuro

C onstrucción del canal ele Panam á, 188*}

de América, reconoció al nuevo gobierno panameño, y, al obrar así, dijo que lo h a d a ^como «representante plenipotenciario de la Civilización». . . . p '

Como compensación a la ayuda prestada, íos americanos recibieron garantías de que serían atendidas aquellas peticiones que Colom bia había rehusado concederles...A El 18 de noviembre de 1903 .'se suscribió en W ashington un tratado entre la nueva ^República de Panamá, representada por el francés Philippe Bunau-Yarilla, .antiguo iingeniero jefe en la compañía de Lesseps y hom bre clave en la fundación de la New Panama Canal Company, y los Estados Unidos, representados por su secretario de , Estado, Joh n M. Hay. E n virtud del mismo, este último país recibía la ansiada franja de tierra, esta vez de 10 millas de ancho, con los consiguientes derechos de sobera­nía y fortificación. Se le concedía también el derecho a la exención de impuestos y de aranceles aduaneros. D e esta forma, los Estados Unidos se encontraban en disposi­ción, no sólo de hacer realidad la deseada unión de los dos océanos para el fom ento de su com ercio, sino también de construir bases militares para «la defensa del canal», las cuales, en su opinión, tenían una gran importancia tanto desde un punto de vista estratégico como económico. Los Estados Unidos se ahorraban, además, el pago de los derechos de utilización que tenían que abonar en otros países por sus bases. ^

A cambio de la entrega de una parte de su territorio, Panamá obtuvo 10 m illo­nes de dólares y el derecho al cobro de 2 5 0 .0 0 0 dólares anuales. E n relación a su si- tuación política, los Estados Unidos se comprometían a garantizar la independencia del país. Panam á fue puesto bajo la protección de esta nación. E n el artículo V II del tratado se otorgaba a la misma, al igual que..en 1.a.enmienda Platt, el derecho a inter­venir en los asuntos internos de Panamá con el fin de salvaguardar la paz y el orden.

La «independiente Panamá» se convirtió en una especie de p r o t e c to r ^ «fe '<» E*i„

d° S E stop áis había ayudado a dos Estados iberoamericanos, Cuba y P a n a m á .^ c w semiir su independencia, pero al m ism o tiem po los había incorporado su influencia valiéndose de diferentes instrum entos de intervención, f e ^ dos décadas, los Estados Unidos, con el apoyo de estas experiencia* y ieg .tim íín d ^ j a sí mismos con una nueva teoría sobre la intervención, acelerarop j? escansión g , su control político y económ ico sobre los países iberoamericanos.

2. E l «derecho» a LA in terven ció n DE LOS E stados U nidos

E l presidente Theodore R oosvelt; hom bre que había desem p eña^ p?pe' SB la cuestión panameña al m bstrarse sensible a las presiones de los gnipcfc “ S ó n de un canal en dicho país, fue quien, con sus d e c la ^ to n « s O ^ JW a construcción o t ntervención de los Estados Uci'doí «1 lberfia-

“ eXt^r|l 'is^ io defiñ^b su postura con las siguientes p a la b r a * '^ « hice c o g í ; “ del canal y dejé que el C ongreso debatiera el asunto y, entre tgpto. p í l e n te f !

dCb? ^ S t m ál para justificar la i n t e ^ , « P jU - '■ ' n i(“ic F credos U nidos basándose en las conocidas tGQ((a& dffl

di ó b f a r . una nación, ¡n e ta » por I» . « r útil ,1 m»n<to q de ¡ ‘ .condiciones de serlo. Lo que significaba que había que pone £ i en | .

u n - , v el orden con el fin de que se viesen protegidas la ylfla V la fllfniedades de sus ciudadanos y también la vida y las propiedades de, tos 6lud9dan^|? f f » i ¡ ™ o , Roosvelt partía de la h * ^ « 3 », nl1. k incanacidad de un gobierno iberoam ericano le daba d e n o tó a |owrvcrur

I a necesidad de este derecho parecía a l g o ineludible teniendo en CU5DW fan je i»

e o n Ü i Ó S d e r i v a d a ^ , ! « ¡ J t a . . ? » ' » ,i i ./■% r- líi tmerríi de los Mil Días, QUC ¡fQfrcjilQ a

ba' re d cicn ^ aÍace^ lo e^ v t ó a j^ c rs^ d l*m ^ fie st^ e t^ lig ro ^ ^ ^ tó 'la s^ p O '-C P y P europ eás^ ud i«en intervenir en^beroam érica y, de esa forma, p c ¿ , ^

e T T ¿ ^ a™0^ í 'o n e s en 187 5 a 65 millones , • . 8 « no I * » - » « ? •9 0 millones de dólares, experimentaron, a principio, del ■var en el cuadro siguiente), un aum ento espectacular, alcanzando una ctfrt s u j x p

«I?1

los 130 millones de dólares. L os principales compradores de productos am ericanos eran Cuba j? ¡Vléxicü; el Corrlercio con los m ism os representaba de un 4 0 a un 50 por 100 del (fohnercio total cbh Iberoam érica. Las exportaciones a Brasil, sin em bargo, se mantuviefon estancadas..

VALOR D ti LAS EX PO R TA C IO N ES A IBEROAM ÉRICA (En millones de dólares)

AIW . iT#»l México Cuta Drnsil Otros

i 896 93 19 8 14 521898 f o 21 10 13 461 8 9 § IÔ6 25 19 . 12 . 50190Ô \Í2 35 26 12 591 9 0 2 132 40 27 10 55J9Ú 4 1S5 46 2 7 11 711906 t i l 5 8 . 48 15 105

0 9 0 8 2 4 2 56 47 19 120

l uenrc 'His/arrftÑ ^ rítistia t f ih* l/n iíe J $?a/ei. Colonia! Times i» 1970, Biccntcnnial Edición, Washington, 1975, part. 2, páp. 9 ( )Í *

Lós Esfi&fcs Unidos, tío obstante, no podían permitir que se viera atacada su nueva zona dt-influerlcia. Los débiles y caóticos gobiernos del sur del continente ne­cesitaban ténír a su ihdo Sjttn país que pusiera orden en las naciones regidas por ellos éon el fin de conjurar fe! peligro de que se pudiesen producir intervenciones de las potenciáiLJíSíiropeaji El tristem ente célebre Corolario R oosvelt, añadido a la D o c­trina M onrt^-.ín 1904 , natió con el propósito de ílevar a la práctica dicha idea, la cual, por idjHeñtiílSi Se aliméíttaba también del deseo dé proteger los intereses econó­micos de tó f & ta d o s UnidóS. D urante décadas, dicho corolario sirvió para justificar ias ¡nterveflCiohes directas llevadas a cabo por este país en Iberoam érica. E l funda­mentó en el Sqe se bí«d la pálítica iberoam ericana predicada por Roosvclt, política a la que se p ü fa t definir tarhfilén com o protective imperialism (imperialismo protector) (S. F. B em fí| fu ¿ la D octrina M onroe y, más en concreto , el concepto de Hemisfe­rio O ccid en | ^ Y a el Í de diciem bre de 1901 , R oosvelt, en su mensaje de fin de año, había reconocido que dicHó concepto era el principio rector de la política de los E s ­tados U nidók Al igual que Sucedió con la D o ctrina M onroe, que fue una declaración Unilateral d é lo s Estados l¡JñÍdos, Roosvelt no creó un instrum ento de carácter in- feram erican9,para la defensa del continente contra las intervenciones de las poten­cias febropc£j$Jtár el ctíntfarío, lo que propuso fue, una vez más, la acción unilateral ¡X )r parte dfcfScho país. N ó-ió lo no abolió, por decirlo de alguna forma, el derecho a la intervené^rt de los Bsiadbs U nidos en el Hemisferio O ccidental, sino que, ade- fnás, lo sandiBfió com o un derecho exclusivo de esa nación.

E n el rííjjíísaje de fin dft ano del 6 de diciem bre de 1904 , Roosvelt, debido a la necesidad u r e n te jqtié tenían los Estados Unidos de ejercer el papel de gendarme del Continente* ffíhnüió las ideas expuestas anteriorm ente de la form a siguiente: «la inca­pacidad perfM nente y el com portam iento erróneo, asimismo constante, de un go-

# 2 ,

bierno cuya consecuencia sea la disolución generalizada de los vínculos que fo rm a l toda sociedad civilizada, requiere, en A m erica com o en cualquier otro lugar, la int.W vención de una nación que sí posea ese carácter; el hecho de que en el ámbito « J

/ Hemisferio O ccidental, los Estados Unidos se sientan comprom etidos a ello porTS D octrina M onroe, podefa obligar a éstos, aun en contra de su voluntad, a ejercei^ jj papel de gendarme del continente en aquellos casos flagrantes de incapacidad o co ^ | portamiento irresponsable» (G antenbein, pág. 362 ). Resulta irónico el hecho de en dicho mensaje se pusiese a Cuba, país dél que se afirmaba que era una nación e J M ble y civilizada sobre la base de la enmienda P latt, com o ejemplo de intervencw -' con resultados positivos, cuando la verdad era que la obligación de intervenir c otros países no tenía otro significado que la salvaguardia de las inversiones y de * intereses americanos. Asim ism o resultaba en exceso optimista la afirmación de los Estados Unidos, al intervenir en Cuba, Venezuela y Panam á en virtud de la Do! trina M onroe, no habían obrado en defensa de sus propios intereses, sino en in tif de la Humanidad entera. *

La arrogancia y el «autobom bo» que significaba el hecho de ponerse a sí mishi comó~c¡cmpio de nación civilizada — pues el presidente, al utilizar esa expresi^ sólo podía referirse a un país: los Estados U nidos— vuelven a ponerse de manifiea en el siguiente mensaje de fin de año pronunciado el 5 de diciem bre de 1905. Ei m ismo, R oosvelt, en relación a la reacción adversa de los países iberoamericano]

. mensaje anterior, asignaba una vez más a los Estados Unidos el papel de gendarme continente. E ste país estaba obligado a intervenir con el fin de evitar que las poi* cias europms lo hiciesen com o consecuencia de la insolvencia política oeconóm de un estado iberoam ericano. Se trataba de proteger al Hemisferio Occidental y n de conquistarlo. En palabras del presidente, la D octrina M onroe y el Corol.™ Roosvelt no significaban otra cosa sino que «los Estados Unidos habían de ayu^ con recta intención, a aquellas repúblicas hermanas que lo necesitasen a re c o rre ^ ¡ cam ino que conduce a la paz y el orden». D icha ayuda había de entenderse co m ^ ft com prom iso y la tarea de carácter moral de «llevar la carga del prójimo».

E n dicho mensaje, el concepto de H em isferio O ccidental, entendido éste cotTroj una zona que se diferenciaba claramente de Europa, recibía una nueva interpi ción. D icho concepto, por lo demás, también se encontraba vigente en Ibcroarr ca. El Corolario Roosvelt, entendido com o una nueva teoría política, daba un ma nuevo a las relaciones interam cricanas, dado que en el mismo se reservaba a lo s l tados Unidos, de forma unilateral, el papel dc gendarme del Hemisferio O ccidental bien el ejercicio de dicho papel no era descrito com o un derecho o un privilegio com o un com prom iso, los Estados Unidos, a pesar de todo, conservaban el derc a intervenir y a tomar decisiones en casos de «extrem a necesidad». D e esta form: cho país no sólo se convertía en A gendarme del Hemisferio O ccidental, sino tam en su juez; dos tareas, por lo demás, incompatibles.

D el m odo com o los Estados Unidos rechazaron las propuestas de los Est: del sur del continente concernientes a la defensa de éste contra la amenaza de ir. vención por parte de las potencias europeas se desprende hasta qué punto dicho^ se arrogaba derechos en su propio interés y se com portaba como la (< errni mayon) de las repúblicas iberoamericanas. D urante la segunda crisis venezol. también se percibió por parte iberoamericana la inestabilidad de algunos Estad'^ se tom ó conciencia de! peligro que existía de que las potencias europeas intervm

n:u*!P*N

sen con el propósito de defender sus intereses o de obtener el pago de las deudas. Con este fin se buscaron fórmulas que pudiesen evitar dicha intervención. A este respecto las propuestas más interesantes las hizo el ministro argentino de Asuntos Exteriores Luis María Drago. A dichas propuestas se las conoce con el nombre de Doctrina Drago. E n una nota fechada el 29 de diciembre de 1902 , D rago propuso a , - Washington y a todos los Estados del continente que rechazasen y prohibiesen a las j naciones acreedoras el uso de la fuerza militar o de la ocupación territorial com o m e -; dios de satisfacer sus reivindicaciones de tipo económ ico frente a los países deu o-^ tes, ya que dichos medios atentaban contra su soberanía territorial. A este propósito era necesario, en primer lugar, que las mismas tratasen de que las naciones europeas reconoci esen el derecho que les asistía de defender en com ún el Hemisferio O cci en- tal v de hacer uso de forma conjunta de la D octrina M onroe.

A pesar de que en la propuesta se hacía referencia a una doctrina que era uno de los pilares de la política de los Estados Unidos, éstos no dieron su aprobación a la misma, ya que, de haberlo hecho, hubiesen visto denegado su derecho a la interven­ción. En la Tercera Conferencia Interamericana celebrada durante los meses de julio y agosto de 1906, en la que se trató de forma exclusiva la forma de resolver el pro­blema de la deuda, los Estados Unidos consiguieron que los países iberoamericanos llevasen el asunto ante el Tribunal Internacional de La Haya y ante la Segunda Con­ferencia de Paz. Elihu R oot, secretario de Estado estadounidense, dio garantías a los Estados iberoamericanos sobre el pacifismo de su país; les aseguró que éste tenía an­sias de paz, que aspiraba tan sólo a ser soberano de sí mismo y que, en su opinión, los miembros más pequeños y débiles de la gran familia de los pueblos de mun o tenían los mismos derechos, entre ellos el derecho a la independencia, que e poderoso imperio. E n la Conferencia de Paz celebrada en La Haya en octubre ce 1907 se aprobó la propuesta del delegado americano, el general Horace Porte, de . que se prohibiese el uso de la fuerza, esto es, las intervenciones, com o un medio de : reclamar el pago de las deudas, a condición de que el Estado deudor aceptase, de an- ,, tcmano, resolver el problema por medio de una sentencia emitida por un tribunal de ;

i arbitraje. D e esta forma a los Estados acreedores se les obligaba a presentar sus re­clamaciones ante un tribunal de dicho tipo, pero, al mismo tiempo, se sancionaba e derecho de los mismos a intervenir en el caso de que el Estado deudor rechazase tal

solución. , .. . ~-Durante las décadas siguientes, los Estados Uni dos siguieron basando su política

en el derecho, formulado unilateralmente en el Corolario Roosvelt, a intervenir en e _ Hemisferio Occidental. D icho país actuó de acuerdo con la máxima de T h. Koos- velt: «no hables mucho y utiliza la estaca» («ths big stick»). Al amparo del derecho a la intervención, los industriales y los bancos americanos invirtieron en Iberoamérica hasta un punto tal, que pronto algunos Estados de dicha zona se encontraron, en_ gran medida, bajo el control de los mismos. EL.poderíoeconóm ico y. militar j e com ­plementaban entre sí. Los Estados Unidos, apoyándose en una creciente supremac a en los campos económ icoy ' militar (sobre todo en barcos), alcanzaron la hegemonía

' en el Hemisferio Occidental. E n rigor, no se podía hablar de que existiese un inter- I cambio económ ico equitativo y un com portam iento fraterno tal com o se encontra­

ba recogido en la idea panamericanista predicada por los Estados Unidos. Iberoame- 1 rica, en especial las regiones caribeña y centroam ericana, se convirtió en el campo deS acción de las cañoneras y de los inversores americanos. D entro del marco de una

k V t

nolítica caracterizada por el ejercicio de la «diplomacia del dólar» y de 1» «política de la estaca», la zona de influencia de los Estados Unidos se amplio e n o rm ^ c n te h a ja 193Q, sin que dicho país se,viese en la necesidad de recurrir a una intervención co lo­

nial de carácter formal.

3. L a s CAÑONERAS Y LA SALVAGUARDIA DE LAS INVERSIONES . .

Durante la época en que los Estados Unidos ejercieron su política expans.omsta, entre los años 190 5 y 1 930 , las intervenciones de dicho país se sucedieron bajo ^ tiples pretextos. E n gran medida, éstos venían dados por los propios Esfwdo» ibctO -

S S E T » — A i » <— « r -*<• suscitaban en los mismos y que ponían en peligro a los ciudadanos J 3 las própie

A lg u n a * i » >y " S 3 s s r scombinadas con medidas de t i f » financiero , pol neo, tuvteror, c o m ,que cinco Estados se convirtieran en protectorados estadounidense* o qú

mismos viesen reafirm ado,dicho estatuto político. . respondieron conAsí los Estados U nidos, haciendo uso de la enmienda Platt, respfipdicrQn cun

v a ri^ íntervendones militares a los repetidos m otines políticos y conflictos sá la le sque tuvieron lugar en Cuba y que amenazaban con afectar «t los i n t e j í S f e ! i « n ’

se suscitaron entre liberales y conservadores en 1917, con m otl™ ^ * 9 * * del presidente M ario G arcía M enocal, provocaron, una vez mas, el etiylp a la lito & ^ ¡ J s í ^ s u M rú ^ ó s^ c u y s i'p rS e n a a (cifra«la en 200 marines) perm .t(é que el . t i n t e pudiese proteger l° * intereses estadouniden^s en e s c c t o , £ L e Estados Unidos se interesaron de form a especial. E n 1905, los p p l f u Mes y

' compañías de nacionalidad americana, en posesión tan solo de 29 m olinos <Jc ,producían un 21 por 100 de la producción total de dicho P ^ u c t o . SJp1919 la particip ación americana en dicha producción creció . . U RP -

a mayo^ parte de las inversiones directas estadounidenses se d i e r o n a U c c t ^ azucarero- en 1911 ascendieron a 50 millones de dólares lo que s 'g n ^ a U u n J M ñor 100 del m ontante tota!, y entre los años 1924 y 1925 alcanzarop fes 7 5 0 rpill<? nes, aproximadamente un 55 por 100 del valor de todas lascanas en el país. L os últimos soldados americanos se retiraron de C ut# en febrero d? 1992 ñero su puesto fue ocupado por numerosos consejeros finajCI?r05. f s to s

tre los años 1903 y 1 9 0 4 , c! derecho a intervenir en sus asuntos intCn)o$ ^ c ica *» de S f a n e c e s a r i o r i a b l e c c r el orden público o g aran tí» , la canal. F.n noviem bre de 1904 , con m otivo de un levantamiento, se füoítyo n .

vención de la í tropas americanas con el fin de proteger las vidas y las propiedades de los ciudadanos ístadounidefiSfis. E n 1 9 1 2 , las tropas americanas, a petición de los Partidos ConS6r?ador y Liberal, supervisaron las elecciones que tuvieron lugar fuera de la zona det Ctnal. L a explosión de una serie de huelgas provocó, en octubre de 1925, el desertílittrco de unos S00 soldados con la finalidad de proteger los intereses norteamericanas! '

Las intervenciones y ocijfSÍciones afectaron también a la República D om inicana. Dicho país, q ü ? fen 1865 habf¿ tratado de incorp orarse voluntariam ente a los E sta­dos Unidos, s é t ía b íí convertido, durante láTpnm M as'decadíis del siglo x x , en una especie de prp fttjíQ ni^ o^ fin ll^ ero» (lo que equivale a decir que los Estados U nidos controlaban la l finanzas dei EStado). D ich o co n tro l se produjo en contra de la vo- luntad de esa flfepúblicí.- DürñHte los años 190 3 y~19 0 4 tuvieron lugar una serie de breves" intervéfSriónés ~militar<£con el propósito de salvaguardar los intereses am eri­canos frente ¿-tinos distürbiÓKMe carácter revolucionario. E n 1905 , el hundim iento de la ¿co n o m íp ta n to ,^t¿ul;ip§ímo privada) y el desarrollo de unos acontecim ientos políticos de cá||cter tu rb u len ta provocaron una vez más la intervención de los E s ­tados U h id ó s í j^ te país,' tan v íjlu d de un tratado firmado con la República D om ini­cana, se h i z o jí f g a d e l corttrol de los ingresos aduaneros de ésta, a cam bjo_dc un préstaríK) d ? ¿w Jiuliones de 3¡5lares E ste hecho provocó el que loFE stados Unidos detentasen hasía :1 9 4 j l í soberanía «financiera» del país, cosa que llevaron a cabo en benefició de ifljpñvérsione» norteam ericanas. Al no m ejorar la situación política y económica, Idf,listados Unidos volvieron a intervenir m ilitarmente. T ras esta inter­vención, en concreta da d e 1916 hasta~T9~24, los Estados Unidos gobernaron el país con ayuda de fos m arinéis

Haití tampoco se libró dieébn vertirse en un 'protectorado ^ n g n c jsrp » . E n dicho país, el capital nertearíiericand, además de controlar el 3 5 por 100 del banco nacio­nal, tenía i n t e r é s en las refinerías dé azúcar, en la red de carreteras y en las instala­ciones p o r tu a r ia Durante los años 19 1 3 y 1 9 1 4 , las inversiones americanas superá­ro n lo s 15 milt&hes de dólares. D ebido a los disturbios políticos que padecía la na­ción y a la enófitie deuda corítfaída (en 1 9 1 4 , la deuda exterior llegó a alcanzar apro- xirñadamente j^s 4 0 ,9 millones de dólares, mientras que el presupuesto d e lE sta d o ascendió tan sSlb a Í 2 millorles), las potencias com erciales e industriales europeas y los Estados LjfjjjGSos viei^fi |ieijgtar sus intereses y, en consecuencia, rivalizaron en­tré sí por infldÍí 2 e forrria decliiva sobre los destinos de Haití. E n 191 4 , cuando al­gunas na¿ione8 jtreed q iras, eh eoncreto Francia, Alemania y la G ran Bretaña, que te­nían intereses S ilo s sectores fiancario, com ercial y de transportes, amenazaron con intervenir en Haití con el fin de controlar sus ingresos aduaneros, los m arines nor­teamericanos, adelantándoseles* ocuparon, en julio de 1915 , dicho Estado. D esde esá fecha hasta el 15 de a^sío '1derl 9 3 4 ) es decir, durante diecinueve años, Haití fue un protectorado «financiero» d? los Estados U nidos. E n virtud de un tratado suscri­to en 1 916 , eri que se afirm ab aqu e los fines del m ismo eran el saneamiento de la economía, el ift&fitenimiento dei orden, el desarrollo económ ico y el bienestar gene­ral; Haití se v is obligado no s8 lo a otorgar a los Estados Unidos el acostum brado derecho á intervenir en sus áSühtos internos, sino también a cederles una parte im­portante de sii soberanía éh á 'Campo económ ico. T u v o que aceptar la presencia de ún consejero financiero y dé uii interventor general (general receiver), nom brados por **" * * 1 r - - J U t^ n n A f r\nrtA At* lr>c in e rr^ sn s

del país en concepto de aranceles aduaneros y destinar su importe al pago de la deuflj da y de los intereses de ésta. D urante los años siguientes se establecieron otras m e d i^ d¡4 que unieron a Haití, "si cabe de form a más estrecha, a los Estados Unidos, lo que* se tradujo en una merma de su soberanía. E n 191 7 , por ejemplo, Haití recibió de lo ;i Estados Unidos un préstamo de 4 0 m illones de dólares con la condición de que és­tos habrían de administrar los_ingresos del Estado com o una form a de garantía de 1¿T devolución del mismo. E n .19 2 0 j)en virtud de un acuerdo firmado entre los dos paíd ses, el National'G tv Bank consiguió un control.-casi.complcto..de.!a$ finanzas dé Hai. tí. Los. soB ados-am ericanos estacionados- en este país_cpntribuyeron .a reprimir lo® disturbios sociales... m

N o se puede negar que la ocupación de Haití por parte de los americanos tuvoí algunos efectos positivos. Con la colaboración de la conservadora minorfantMilaa^sM consiguió l£ rnoderni.zac¡dn_patcial_deLpaís^Se construyeron edificios públicos, hos— pítales,escuelas y puentes, y se amplió la red de carreteras. No obstante, las medida™ de modernización form aban parte de_una política con la que se buscaba perpetuar la jj estructuras sociales, existentes, que apenas variaron con las intervenciones .de. los És¿3 tacfos Unidos. Sin em bargo, merced a dichas- intervenciones, j a economía- dé Haiq| pasó a-.depender por.enterojde los Estados U nidos. (É

D urante las tres primeras décadas dei sigio x x , las intervenciones militares de lo £ Estados Unidos afectaron también a Nicaragua. D ichas intervenciones no tuvie£olT com o único fin la salvaguardia de las inversiones americanas, sino también la prqi tección de la ¡Minoría privn^Tacía'deí pafe que cooperaRToori los 'Esttidos Umd&irEP proyecto ideado én~elsiglo x ix de abrir un canal en Nicaragua haBía atraído el inte? rés hacia ese Estado centroam ericano de un gran núm ero de em presas. En dicha país existía una gran cantidad de capital nmcricano invertido. que se encontrad ba a la espera de conseguir ganancias. Las Fruit C o m p a n ie » Q o r te ^ r a ^ jú jíg s e ía « 4 7 5 .0 0 0 acres de tierra dedicadas al cultivo de plátanos y otras frutas; otras cornpa ñías tenían intereses en el sector m inero; las inversiones de algunas empresas arnera canas en el sector maderero ascendían a m illones de dólares. Algunas firmas de misma nacionalidad se habían introducido también en el sector servicios, como poaejemplo en el com ercio. ---.------- ------------_

El presidente nicaragüense-losé.Santos Zelaya)se opuso a quejjiguiera-.exLaurperj’.a Jto el poder económ ico .de las empresas anriericanas. A este fin se m ostró disguestQ;j colaborar con las potencias europeas, com petidoras de los Estados-, .Un¡áe$48® L8 eventual construcción de un canal en su país. R ecibió también cuantiosos préstame® procedentes de Europa, lo que, en el caso de un posible desplome de la economía, nija caragüense, podía traer com o consecuencia-la intervención de Jas_potencias: eures^ peas. Este estado de cosas condujo a los Estados Unidos a-;'^ t e r v m ir j:r ü l^ ^ B í¿ rev u elta— o, al menos, a apoyarla’pretextando la incapaci3á3 del presidente y - protección de los ciudadanos am ericanos— de los conservadores contra el liberj _ Zelaya. La misma condujo a la dimisión de éste yTTcvó ai poder, en IgTQ.Tal ptesj| dente Juan J . Estrada. Previam ente, éste había comprado el apoyo de los Estadera Unidos, aceptando unas condiciones de carácter político y financiero que, én la:prad|j tica, significaban el abandono de los intereses nicaragüenses en m anos de ese^aM| Dichas condiciones consistían en la garantía, por parte de la propia Constitucióp^ dra los derechos de. los ..extranjeros y en la obligación, de .Nicaragua de ¿e p ím O IlQ s iiiW nos oficios de los Estados Unidos con el f in de sanear las finanzas del país convayudag

de préstamos,.nortgíi.fi)encanos. Asimismo se hipotecaban los ingresos del: Estado en concepto_de aranceles de adtiana, com o ^ rah ti'a d_e Já'de'vbjúpóri de los préstamos.

E n ' i 91 i-, cuando se.sjjpo la intención de los americanos de convertir a Nicara­gua en un protectorado «financiero», Estrada se vja_obljgado..a dimitir en beneficio del vicepresidente ,A.dolío Di'azp Éste, con el fin de mantenerse en el cargo, jgrocedió a la «liquidación» del país: se com prom etió a aceptar préstamos de bancos america- i nos, dejó a los,Estados Unidos el control d.e las aduanas, hipotecó los ingresos de és- j tas y, por último, entregó a los bancos estadounidenses el control del banco dél E s - J tado. Con el 51 por 100 de las acciones de ese banco y de la compañía de ferrocarri­les, las entidades bancadas norteamericanas, com o por ejemplo la Brow n Brothers and Company y la Seligman and Company, obtuvieron una influencia decisiva. Éstas enviaban de forma regular informes a W ashington sobre la situación económica del país. Dichos informes ponen de manifiesto el grado de sometimiento al que había llegado Nicaragua. El país se había convertido en un protectorado «financiero^ de los Estados Unidos.

El control' por parte de los americanos del banco nacional y de las aduanas (esto es, el control de las finanzas del Estado) y la presencia en Nicaragua de empresas norteamericanas hicieron que posteriorm ente los Estados Unidos se viesen envuel­tos en los asuntos internos del país. Si se producía algún tipo de disturbip y los hom­bres de negocios americanos o incluso los propios políticos nicaragüenses pedían ayuda (cosa que hizo el presidente Díaz en 1911 y 1926), los barcos norteamerica­nos aparecían ante las costas de Nicaragua y los marines intervenían.

En el verano de 1912 desembarcaron 100 marines, reforzados poco más tarde con otros contingentes de tropas, com o consecuencia de la solicitud de ayuda mi­litar hecha por la embajada americana, con motivo de las luchas que estaban desga­rrando de nuevo a la nación y que amenazaban con convertirse en una guerra civil que pusiese en peligro las vidas de los ciudadanos norteamericanos. Managua fue bombardeada y los americanos se apoderaron de Bluefields. En octubre de ese mis­mo año, dichas tropas reprimieron las revueltas revolucionarias dirigidas contra el presidente Díaz, con lo que éste pudo, una vez más, seguir en su cargo. A partir de ese mom ento, las tropas americanas, presentes de form a constante en el país, con­trolaron éste, y velaron por la paz y el orden en beneficio de las empresas y de las entidades bancadas norteamericanas. El contigente de 100 soldados no se retiró has­ta agosto de 1925.

Sin embargo, tan sólo un año después, esto es, en 1926, las tropas que se acaba­ban de retirar fueron enviadas de nuevo a Nicaragua para proteger los intereses esta­dounidenses. Durante los años siguientes se empleó un núm ero de soldados y de barcos de guerra nunca visto antes en el país. A finales de agosto de 1926, la Frei- berg Mahagony Company y la Bragmans Bluff Lum ber Company solicitaron ayuda ante los ataques de los revolucionarios contra sus empresas. Por su parte, Adolfo Díaz,'elegido de nuevo presidente en noviembre de 1 9 2 6 , 'solicitó> el envío de tropas americanas con el fin de poder dominar la oposición contra su régimen, el cual había permitido la enajenación del país en perjuicio de los nicaragüenses. Mas una revolu­ción contra Díaz significaba, com o señaló el presidente Coolidge el 10 de enero de 1927 al justificar la nueva intervención americana en Nicaragua, una amenaza para las inversiones estadounidenses en el sector maderero, en la minería, en las planta­ciones de café, en los cultivos de plátanos, en el sector naviero y en el comercio. En

Snmlmn y los niarmcj» USA ( l ‘.J26- l'J.VI) v ;

ocasiones llegó a haber 41 buques de guerra operando en las costas de Nicaragua, mientras que, hasta enero de 192 8 , el núm ero de soldados estacionados'en fierra ají tranzaba la cifra de 4 .6 0 0 . D e m anera creciente las fuerzas americana^ fueroíj utiliza»

| das en la represión de la revolución encabezada por Augusto César $andifiQ contri el control extranjero y ia ocupación estadounidense. A partir de 1929 las tropjjj americanas se fueron retirando de form a paulatina. En 1930 qu edafiflTan $0Ío~1QÚ marines para l_a .protección de los ciudadanos norteam ericanos. H astycl nuft de ene» ro del año J 933>rto concluyó la retirada de todos los soldados estadounidenses. Los Estados Unidos dejaron tras de sí no sólo estrechos vfneulpsde carái’tpr econépiicó; sino también una guarda nacional entrenada pór ellos. Esta fue fundida*gi) el.aftg 1927, y en octubre de 1930 contaba ya con 2 .5 0 0 hom bres. A las órdenes de su cft* mandante Anastasio Som oza,‘la guardia nacional veló parque tos,.revolupion?rjp$ no "pusiesen en peligro los intereses de los Estados Unidos y su supremacía en pipáis, "Som oza se convirtió en el aliado más fiel de los Estados Unidos en C^ntroarnqrTcj, 'haciendo de Nicaragua la encarnación m ism a-deLatraso^de la reaccíifcn’; de ja ppreí *sión despiadada y de la codicia, todo ello, en beneficio de un grupo reducido de pe{* sonas. *

En las regiones caribeña y centroam ericana, junto a las espectaculares interven­ciones militares reseñadas anteriorm ente, tuvieron lugar también o((as muchas ae; ciones de m enor entidad. Una mera enum eración de las mismas da icj?a del gompot* tamiento riguroso y nada fraterno seguido por los Estados Unidos a !a|ionj Rehacer triunfar sus intereses. A m anera de ejemplo, se pueden citar las intervenciones miljr

tares o las ^ e n « a s 'de intervención sufridas por Honduras en marzo de 190 3 , en marzo de 1907, en Jo s aftas 1911 y 1 9 1 2 , y en los años 1 9 2 4 y 1925. Guatem ala, on ocasiort de uños 3<stüH5ios, tuvo que soportar, en abril de 1 920 , una breve ac­

ción rnmtaírealizada co n el fin de proteger la embajada americana. Ni siquiera Méxi-

tados U n id a í * ,ntéirvent!6 n ís militares y de las expediciones de castigo de los E s-

Las in je | é to ¿ efi lös ásüntos internos de M éxico y las intervenciones militares por parte d i^lös Estados tJrtidos en dicho país se produjeron después de 191 In d u ­rante la Revolución Mexicaria, pues vieron peligrar sus intereses com o consecuencia del intento ffc los inSüígeñfes de cam biar la situación política y económ ica. Los fi-

nacionalidad norteam ericana habían invertido en ese p 2.000 millones J e dól.arss, de ellos 5 6 0 millones en los ferrocarriles y 2 5 0 m illo­nes en la mlhír/a- Maci* 1913, el 58 por 100 de la industria petrolífera estaba en ma­nos n o r t e a i f e ^ n a l Frárteiico I. M adero, a la cabeza de un nuevo gobierno, ame­nazó to n d im in u ir el p escríxcesiv o de las relaciones económ icas con los Estados

S i * Ün. - ^ Ó icnt0 de ,os vínculos con Europa. Asim ism o, las na-ao n altó acio fi« p r e v i« « Ä W a n poner en peligro las propiedades norteamericanas.

m0^ 0 . cl embajadÖr am ericano Henry L añe W ilson empezó a intrigar con- 5a Madcro, f ó / o r m i sistetri|tica. Tras el asesinato de éste, los Estados Unidos reco-

u j n0j l m an'¿ a form al’ al caudill° dc la contrarrevolución, el general Huerta, Más tárde, d itho país, y en especial el nuevo presidente W oodrow W ilson a p o y ó le tonfia creciente á [os constitucionalistas de V enustiano Carranza, y en fe­brero de 1 9 H tom ó daram énte partido por éstos al levantar el em bargo de armas qüe Pecaba ®|fere M éxico en beneficio de dicha facción

r D üranw í desarrollo posterior de la Revolución tuvieron lugar algunos episo­dios qye ,„ d j j * o n a los EStaHos Unidos a recurrir a la intervención militar o,Ppor

e jor decir J « dieron lin pretexto para recurrir a ella. E l 9 de abril de 19 1 4 fueron

a ü / d r m V l S ^ " . aP?rehÍ!* d° s marineros pertenecientes a la tripulación del bu- . ^ ados Unidos no se dieron por satisfechos con la dis-

cu pa dada ptír Huérta y, « r dbnsecuencia, el 29 de abril las tropas americanas bom - i

J r * l T rU'Z y'? Cr r p0StCrÍ0rmente la ciudad’ de la que no se retiraronaü itito tí -W í ' ! SC, m ,sm ° a ñ a D e esta form a’ los Estíldos Unidos le i

i T T T t» • pUCrt° más imP ° rtantc por donde 1c afluían las ar- mas p b c e d ^ A de Europa y los cuantiosos ingresos del m ism o en concepto de

¡á l í r Í U n Í f T r ; ? Ué.L0 s .Estados U nidos, al obrar así, no buscaban tan sólo r í K ! I ^ f ? ar’-S‘n0 tShlb,én Proteger sus intereses ante los cam bios realiza-

,r^ luclonanos- « a'go que se desprende con toda claridad de las mani- aciones d tl congresista O scar Underw ood, quien, poco antes del desem barco de

,J, T S ar" ? f rcana.i, habí* llamado la atención sobre la anarquía de la República

J ^ nía “ r’eI,grÓ la vida y las Propiedades de los ciudadanos e stad o u n id erf!£ D ,?hP Congresista había solicitado también el que se tomasen las

.medidas opotflirias que garantizasen a un am ericano el poder salir al extranjero sin córrer n csg o l '

fñilitar ¡levada a cabo por los Estados Unidos en M éxico tam­bién tuyo poM inahdad la protección de las vidas y de las propiedades de los ciuda- danos a m eric^ tís ?* P ? t ^ e>o r clccir- el castigo de los m exicanos por no protegerlas E l constitucioi.nl,sta Cárranza, a quien, tras la caída de Huerta, los Estados Unidos

habían preferido en lugar del sociai-rcvolucionario Em iliano Zapata, no había pod« do mantener la promesa de proteger las vidas y las propiedades de los ciudadano-' norteamericanos. Dicha promesa le había valido, el 19 de octubre de 1915 el m I nocimiento defacto por parte de esc país. Pancho Villa, que se había separado de rranza y estaba a avor de los cam bios de carácter revolucionario, había a s e l ' d o f principios de 1916, junto a su banda dc «bandidos sociales», a dos ingenieros de ñas americanos en Chihuahua, y en una incursión hasta Nuevo M éxico h Z mt a algunos norteam ericanos del pueblo de Columbus. Com o consecuencia de e s t r Í hechos se formo una expedición de castigo compuesta por 1 5 .000 hombres o,,* >a,cHas órdenes dc! general Pershing, persiguió a las t r o p S d c Villa h a T c ^ í ?

-d e México. Estas tropas, a las que incluso el fiel Carranza de los primeros tiemZ *í ^ í / A l f i n i l F lgroIpara. Ia sobera™ del país, no se retiraron hasta p rin c ip ió se"

• a fina*, se pudo evitar ot extrema una guerra entre los dos países y entro I -ausas de este hecTio no fue la m enos im portante la inm inente entrada de los Esta'

dos Unidos en la Prim era Guerra Mundial.

Sin embargo, resultaba fácil pronosticar que en el futuro surgirían conflictos e- re ambos países, dado que en la nueva Constitución m exicana de 1917 , en el ártica

lo 2 7 concretam ente se decía que la nación era la propietaria del agua, de la tierra ‘, V S nqU“ as naturales' A !os particulares se les podían otorgar derechos de propi

dad a condicion de que respetaran las leyes de la nación. D ichos particulares B

mn auT l " nac,? nal.ldacl extrai1Íera. P « ° a los mismos se les trataría de igual fo ". que los naturales del país. L os extranjeros debían renunciar a solicitar la prote

D enes n 3 a T c o n " >> ^ ^ ^ C° nflÍCt° aut0ridades ^ , , 'c a n ae“ a Jorma, la Constitución m exicana ponía coto a unos métodos de los que IEstados Unidos se habían valido hasta ese m om ento para socavar la soberanía dc lo."Estados iberoamericanos o m enoscabarla mediante intervenciones militares.

4 . L a « d ip l o m a c ia d e l d ó l a r » y l a s a l v a g u a r d ia d e l o s in t e r e s e sAMERICANOS

h c ^ a c Í T s f n r ’ líl <<diP lornac' ÍL del dólar» parece más inocua que la «política c la estaca>), esto es, que las intervenciones militares. Los americanos también eran ce a opmion. Durante las tres prim eras décadas del siglo x x , éstos presentaron dich'

S u d a r á 0 C° m ° ,Una PoI,'t,C!' eg ° ísta> sin° com o algo noble y altruista que h a b í ' de ayudar a los Estados iberoam ericanos a elevar su nivel de vida y su cultura polír ca y, en consecuencia, a conseguir el orden dentro de sus fronteras y la -democracia.

ue durante e mandato del presidente T aft, el sucesor de Theodore Roosvelt c u a ' do se desarrollo esta especie de política de cooperación económ ica y financiera co países mas o menos atrasados. Fue también en dicha época cuando se la b a u t S c

r F T a Ser a había de COnOCer m!is tardc- Basta echar una ojeada a i Haití n N- S * finanderas y de ios P astam os americanos en países con)

» 1 ° J S 2 £ E d “ ; r u * * * * • * p » " » -

Y a en 1906, Taft, a la sazón m inistro de la Guerra, había subrayado que el c

continente- habría de siSnificar u" a « P a s i ó n pacífica hacia el surcontinente, «desde que el presidente McKinley fue elegido por primera v e z - d i j o '

aquella ocasión— , la población de los Estados Unidos ha acumulado, com o en nin­gún otro momento de su historia, un exceso de capital que se encuentra por encima de las necesidades del desarrollo del país... La energía que nos sobra empieza a fijar su mirada más allá de nuestras fronteras y busca la ocasión de encontrar un uso pro­vechoso del capital sobrante, mercados exteriores donde colocar los productos ma­nufacturados, minas en el extranjero que explotar, etc... D e forma simultánea al cambio operado en los Estados Unidos se ha producido en 'el continente vecino, en Sudamérica, un desarrollo político que habrá de conducir a dicho continente por la senda que va del militarismo a la industrialización. A nte nosotros se abren unas magníficas perspectivas para llevar a cabo una expansión comercial e industrial de carácter pacífico hacia el sur. O tras naciones inversoras se encuentran ya presentes en esa .zona— Inglaterra,1 Francia, A lem ania, Italia y España. Pero el mercado es tan amplio, las necesidades presentes tan poderosas y el desarrollo tan rápido, que lo que las otras naciones han hecho hasta ahora no representa más que una pequeña ventaja en la carrera por conseguir todo» (W illiam s, 2, pág. 532).

La realidad fue que los am ericanos se incorporaron a la carrera, pero no de for­ma pacífica. El 3 de diciembre, el propio presidente T aft, en su cuarto discurso al Congreso, describió con las siguientes palabras los m étodos seguidos hasta entonces por la «diplomacia del dólar»:

en Centroamerica, el objetivo consistía en ayudar a países como Nicaragua o Hon­duras con el fin de que ellos se pudiesen ayudar a sí mismos. Dichos países han sido los inmediatos beneficiarios de la ayuda citada... Es importante que a los Esta­dos de esa zona [Panamá, Estados caribeños] se les proteja del peligro que se deriva de un fuerte endeudamiento exterior, del caos de las finanzas y, asimismo, de la amenaza siempre presente de que se produzcan complicaciones de carácter inter­nacional como consecuencia de desórdenes internos. Por esta razón, el gobierno de los Estados Unidos tuvo la satisfacción de animar y apoyar a aquellos barcos americanos que se encontraban dispuestos a extender su mano benefactora a esos Estados para el saneamiento de sus finanzas. Pues el saneamiento económico de los mismos, unido a la protección de sus ingresos aduaneros ante la codicia de posi­bles dictadores, eliminan de golpe la amenaza representada por la existencia de prestamistas y el peligro de i|uc se produzcan desórdenes revolucionarios.

Taft no dejó de referirse también a las ventajas que se derivaban para los Estados Unidos de esa forma de actuar, al hablar dé las enorm es riquezas naturales de las re­públicas centroamericanas y caribeñas:

Ellas — dijo refiriéndose a dichas repúblicas— tan sólo necesitan una cierta estabi­lidad y los medios precisos para un .saneamiento de su economía para entrar en una era de paz y bienestar que proporcione felicidad y beneficios económicos a las mismas y que cree, al .mismo tiempo, las condiciones necesarias que les permitan llevar a cabo un floreciente intercambio comercial con nuestro país. 1

Teniendo en cuenta la desigualdad existente entre los Estados Unidos e Iberoa­mérica, no resulta difícil deducir para quién floreció el com ercio, a quién1 benefició éste y cuáles fueron las consecuencias de la «diplomacia del dólar». Pero ante todo, con las pretensiones y la superioridad que se revelaban en las palabras de T aft y que, con anterioridad, ya había reclamado Roosvelt para su país, los Estados Unidos ha-

cían gala de una notable arrogancia. U na vez más se ponía de m anifiejiu e[ iféQctft /pretencioso y petulante del papel que los Estados Unidos creían potjgr y jfchef ¡ sempeñar en sus relaciones con sus vecinos del stir en el marco del I lírfiisfcrio O cci­dental. Podemos decir que, hasta 1920 aproximadam ente, dicho papel tuvQ cj cnrác-

'te r de una misión civilizadora,-la cual otorgaba a los Estados Unidqg e) çjçcççho 3 realizar acciones unilaterales tanto de naturaleza política com o ecQgíJiTÚca r r p u ; diendo recurrir para ello a la violencia armada si el caso lo requerjaT" Cop el fin de que las repúblicas hermanas del sur experimentasen el goce del est)|ç de yídíl nori tcamericano. D urante los prim eros años del siglo x x , el concepto de giyiltzíLdora adquirió de form a paulatina perfiles más nítidos, encontrando gji fprniulaciór) clásica en el leidísimo libro de H erbert Croly titulado 7¿e Promise q f Amcfifan L iji (1909). En el mismo, Croly explicaba que una de las tarcas de los ¡litad os Unidos consistía en prom over o en ayudar a prom over la solidaridad entrjj los diferentes países del Hemisferio en el seno de un «sistema» am ericano estable d i carácter rpulti- nacional. Dicha tarea era a largo plazo, y el éxito de la misma presupún/a l¡» gacíficq. ción, estabilización y democratización de los Estados iberoamericanas.. JnslyM> n>4* cho más tarde, en 1923 concretam ente, Charles E . Hughes, a la sazón seç^ ta o o (Je Estado en el gabinete del presidente Calvin Coolidge, expresó una aspiración spmej jante al decir que los Estados Unidos trataban de construir una suertg de «Pas ricana» ayudando a fom entar la estabilidad de aquellas repúblicas heftn jiñas que su­frían de forma especial el azote de los tum ultos internos, los cuales perjudicaban S.M propia paz y la de sus vecinos.

El concepto de m isión ciyilizadora sustentado por los norteamericano^ se ada[> taba muy bien a los intereses económ icos de un imperialismo expansionistn Ç)ue np quería ser agresivo, sino paternal, pero que, a pesar de todo, pcqudjçp A lüi iberoa­mericanos. El com ercio exterior y las inversiones en el extranjero ]g) lós Estadqii Unidos, que en la segunda década del siglo x x habían alcanzado nuevas CQl&s, _reçj- bieron un enorme impulso adicional con m otivo del estallido de la £rj(nçf& O neríg Mundial y del consecuente aum ento de la demanda procedente de Eurppa, Todas Ug ramas de la econom ía se beneficiaron del mismo, tanto las pertenecientes al sectsi agrario com o al sector industrial. E ste boom económ ico origino unQ| excedentes a i capital que, utilizando el instrum ento de la «diplomacia del dólar» y cgñtaodp <yn garantías dadas por ciertos políticos extranjeros, se dirigieron sobre iod o hacía lijé* roamérica. De. esta form a se estableció una floreciente exportación de capitales hacih

el sur. _ - vHasta 1914, los Estados Unidos habían invertido en Iberoam érica ÙrüÇMfiÇnli

1 .700 millones de dólares (en concepto de capital privado), 2 000 'mellones menaj¡ que la Gran Bretaña y sólo 5 0 0 millones más que Francia. La guetfa 'y 1¡> apertur«, del canal de Panamá en 1 9 1 4 originaron un aumento de las inversiones dí«C$as. mismas pasaron de 1 .700 millones de dólares en ese año a 3 .5 0 0 Hllllone? en 19^8, En 1930, las inversiones americanas en Iberoam érica alcanzaron cifra de 5.3¡ii) millones de dólares, mientras que las realizadas en Europa ascepcjfrn tan solo .i4 .900 millones. _

Dichas inversiones no hubiesen sido perjudiciales por sí mismag y hubiesen u presentado la ayuda predicada por los am ericanos, si no se hubiesen pgncerçtrado U‘< sólo en la producción de aquellos bienes cuya demanda había aum entad? durante u guerra y después de ésta, o no se hubiesen dirigido de forma tan acyíada hacia SCQtfc-

,c E s ta d a i b c r ^ m c r i i á í í ^ í l í u b ^ * ° C * “ forma- las economías ad o por la dfísis dfc los n í t i d o s VJSt° arj T adas al torbellino produ-mentado ta n g e n dctríínerinS de! s e a o r in r" ° ' m -SmaS 0 0 hubiesc au' tructural derivados de la dimisión del rn h v i ° S lr’convenlcnt« de carácter es- mediados deí ligio x ix d iv is íL i ? ? d nivcl lntet™ cional vigente desde

m 'Caí, siguid&m existiendo I se aeudwaron a ' ^ ? 'Jiatenas PrJmas en Ibcroa- pasaron a a d á * i r el pápe) ¿ j j í™ 5’ dado cIuc' los Estados Unidos

' el de f a b r i c a ^ de f e h Z l o l í ? “ producr°?> * en P=»rte tambiénamericanos cíh stru yéron fgbñtas en ?• Iberoa™er,ca- E « ° significa que losforma sé creaíbfl püesfbs de tíah-ii« n* nte. No se puede negar que de esabienestar p re e fe d o por ios rinfr^i ^ WtC ho Pucio dar visos de realidad alque I l ^ n o a ^ c a . Pero la realidad fue

■ d em aw tón düífderá cíe \oi & íse7 i ¿ Z , ' U’° Una, lnc,ust'‘¡al¡2ación o m o-frustró el dcsárfollo á e í f c u ñ í l nrn J T T * " 03’ C lnc,uso- en algunos casos

tt r 0nJ ? - ^ Clef ® ,Ó* ^ 5 & ^ T « n £ ¿ r UTO,'° CC,0nÓmÍC0 dc ca|,ácter au-’ obligados a t a f e a r en b e o ^ W J- dlferentes Palses iberoamericanos se veían“

ch o de & la « ^ » r t a d t f íd e itilteriás p r i m a r TOrteamcri« " 0 . Y el he-

CI° L CStr - 0Un ríÍe3’ co^ á 0 ejemplo la United T e n iT anos de g a n d es consor- en beneficio de los mismos q S f n provecho 1 Com Pany> adundaba más

! E n los año í 190 5 v ií>06 ^ de dichos países.

p o lítica y e c o n á ftfc , ¿ l'os r i1 * 'V *™ 2 ° ’ ,a exPansiónf '"« n .c & a rc a á ip n w p e r id a á | k ‘l b e r ó Í r ° ° D ,ch a « P a™ o n , juntoExterior «ufendifil. A d em h d í & ¡“Xrof m n ‘c^ era “ na parte esencial de la política

r * , ^ * d ^ 2 s t e s fcs r w i sdar cuarttibsos préstamos a l o s ' I b i e r n l H ’ banJCOS am cricanos empezaron a^ ^ l¿ f e s r _ 4 ,J ? d o , de « d f d i r , , . , Í ° : p21SeS de Iber°am érica. Y todo ellof f ro- ^ « i a b .H í t e t beneficios y, por

i W 'íx p a n s ió n ^ e 'u ^ * d"^Sr ^ Stad° s - s r9 ?m ® « a o s . f ° n * O c t u b r e * 19 1 7 se h a t i t im n r « ^ , T A .-Td l— - íI1(?.-clue d esd e ja Revolu­to s .sS..y¡ét|?n o B f e o s " ¿ o í ' f ^ de «deas_soaalistas, Iw Uni 1

jJ*[o *m érit:á , urt m tm áuo que & H o f ^ p- ^ « t . m . | M e . e ! ; » ^ 'p r ^ t T e n l f S váJorenm eriM H os. c l ^ E c í n í r í ’ " Cn A t e n e o “jada ¡ror grandes fcmorelimienFos de c o n c ie n c ié ? ’ P? ftlCa f m cncana se vio azo-^ atencK Jn so b r e * ! hecho de ? “ * * de la mís™ »l«marontcamericana habrfácfe co n d u cir a ím™ cn ™ j SUPremacía económ ica nor- y con F u e ^ r & o a con dictadores

gua ponen de m a rife s to la rázdn de dichas crfticas V eSpCC¡al el de Nicara'

divcrsos m é to d o std lS e la°rc^M fci6 n de ¡ri Ibcr° américa se IIgvó a cabo utilizando forados « f in a n c ie n ^ en los bue friS h versiones y el establecim iento de protec- I f n ^ e c o n b m i c i <fe.

m e t e r militar. E S d u ch os S w i í e ¿ Í S ? , Z ° f ,ntervcJncion« directas de 1 .9á0 ajjroxirhadarnPrlte, esta Dolftira rv ■ , . Igs m étodos a la vez. Hastatadós Unidos f re„ « „ 'cho: «“ ^ « d o p t . d o po, |0 !p r e , ^ , , W o o d rf* W„ S0H,

reformador e idealista a quien le m ovían m enos que a sus antecesores los interesen ectínom icos y que se m ostraba interesado en poner fin a la naturaleza injusta é infor­mal de las relaciones de su paLvcon Iberoam érica, fundamentándolas en negociado f

„ " « ^e earatter amistoso. W ils o n ^ u e ¿ e fe n d ía el derecho a la autodeterminación d «f,i tod9J_!os_pue¿lqs, . a b o r r e c i a J ^ jp J p m S S a 3 S H ^ l i q F a c ü S í T d e ^ f

mediante la misma era imposible conseguir la confianza de las repúblicas hermanas' de Iberoamérica. Abogaba por la puesta en práctica de métodos más honorables que respetasen los intereses de las dos partes del continente. Así, en una reunión de hom bres de negocios celebrada en octubre de 1913 , declaró lo siguiente en relación a Iberoam enca: «en lo que respecta a la igualdad y a la respetabilidad, debemos de­mostrarles que som os sus amigos y com pañeros. No se puede ser amigo de alguien si no es en condiciones de igualdad y respetabilidad». ^

Por un m om ento se tuvo la impresión de que la filosofía de W ilson de paz v li­bertad inauguraría una nueva era en las relaciones interamericanas. Con motivo de'

firma en 1914 de un tratado con C olom bia con el fin de compensar a este oaí¡ económ icam ente por la secesión de Panam á y su constitución en Estado, los Esfct t os Unidos se m anifestaron en un tono más com edido que en ocasiones anteriores' W ilson, en su mensa,e al Congreso del año 1 905 , habló, respecto al tratado citad " anteriorm ente, de «una relación de carácter ético para la resolución de los problemas continentales, en la que no exista la aspiración de imponer unas ideas y un lid erazJ" sino sencillamente una colaboración cabal y hono rab le».. ^

.S jíL p .b a rg o ,. el ..discurso J e WNson no j e correspondía con la terminante. rea!£ % Í ‘! e ^ , B te y C T cio n g y e r i c a n a ^ en las .que se. unía ía defensa de l o T i ñ ' t ^

■ eTc- ° . ™ c? Í E ? l i ? - a5Pl^-c ^n.de. llevar a cabo una misión civilizadora. B a jo su prer , las intervenciones en Iberoam érica :A éstas se a ñ a d i ó ^ l f e a( de m)ercnc,a asuntos internos d c T o n S ta d o s iberoamericanos c o n ,» '

^ nesarse 11 f ec0n0cer a « ¡« e llo s gobiernos que hubiesen llegado al poder p - '\ íedio de una revolución y no de unas elecciones. En realidad, se establecía una dife-

r ncia entre el reconocim iento de jure y el reconocim iento de Jacto. Sólo los gobierne e egidos constitucionalm ente merecían un conocim iento formal por parte de los " tados Unidos. W son practicó este tipo de política - c o n la que se podía p r e s iU - sobre aquellos gobiernos nuevos que aspiraban a ser reconocidos— tanto en el ca

^ J l í í í í í r n ° n COm° Cn d CaSO clcl g0bicrn° const‘tuci°nalista d e .C r rranza en 1 J 15. El no reconocim iento o el reconocim iento parcial fue un instrüm entó eficaz de caracter político en, m anos de los-Estados Unidos, el poderoso;-W° . dcsde un Punt0 de Vlsta económ ico com o militar, vecino del norte. E n cierto seS

1007 T n" T m° una p0lítica quc había « d o aplicada en Centroam érica - J JU /, los Estados centroam ericanos, en una conferencia de paz celebrada en Wv

n ' 3 ° u i a,° a f resi'cíe^cla del m inistro de Asuntos Exteriores norteam ericano E i r laf ' an ,t0mad° cl acucrdo dc no reconocer a aquellos gobiernos que hubies

llegado al poder mediante una revolución. Aún después de W ilson,. la política de cr ‘

S’SlJ' ° ’ítIÍiÍZada C° m ° Una forma discreta de intervenciónMediante la misma, los Estados U nidos se encontraban en condiciones de castiea

3 acIuellos gobiernos que se oponían a la dominación norteamericana o' " ü ' r a laS * * * * * 5 . oposición de llevar a cabo una revolución (o, lo que.esí mismo, de realizar cam bios de tin o social n im n K m M Kn io o t . i ___ : j __

se otorgaba a los Estados Unidos el derecho a negar el reconocimiento diplomá­tico a aquellos regímenes «revolucionarios» — así se decía en el tratado que hubiesen accedido al poder mediante un golpe de estado. D icho derecho fue ejercido por el presidente Hoover en 1930 en el caso de Guatemala y al año siguien­te en el caso de El Salvador. La política de «no reconocimiento» era un sutil instru­mento de intervención y el ejercicio de la misma puso de manifiesto el carácter retó­rico de la igualdad y de la colaboración preconizada por los norteamericanos. Me­diante dicha política los Estados Unidos aspiraban a ejercer el papel de «árbitro» y a decidir en qué casos un cambio de régimen merecía recibir el marchamo de legítimo y cuándo un gobierno se amoldaba a los ideales democráticos de los norteam erica­nos. Pero, ¿acaso los gobiernos o las dictaduras que habían llegado al poder median­te un fraude electoral (com o era el caso del presidente nicaragüense A dolfo Díaz) te­nían un mayor marchamo de legalidad por el simple hecho de no poner en peligro los intereses americanos?

No obstante, las múltiples intervenciones en Iberoam érica no impidieron el que ^ los políticos estadounidenses siguieran hablando de panamericanismo y el que conti­nuasen viendo en este concepto el eje de su política. E n 1927 , el presidente Coolidge ...■ afirmó que el panamericanismo era una fuerza viva que actuaba en el seno de la con­ciencia pública, y en 1928, Charles E . Hughes, a la sazón secretario de Estado, cons­tataba una relación peculiar entre los Estados Unidos y los países iberoam ericanos, merced a los intereses generados por el panamericanismo. La puesta en práctica de dicha idea exigía una colaboración especial entre todos los Estados del continente.El panamericanismo descansaba sobre una sólida realidad: la vecindad. Pero lo cier­to era que las diferentes intervenciones habían demostrado que los Estados Unidos entendían que dicha vecindad lo era entre países desiguales. E n unas declaraciones realizadas por el presidente Coolidge en 1927 con m otivo de la situación de inestabi­lidad que vivía en aquellos m om entos Centroam érica, se puede com probar clara­mente hasta qué punto difería la realidad de la retórica, al afirmar que los ciudadanos americanos y los bienes de éstos presentes en territorio extranjero serian considera-

¡ dos parte integrante de 1a riqueza nacional. N o se podía expresar con más claridad el desprecio que sentían los Estados Unidos por la soberanía de los Estados iberoame-

* ricanos. E n estas condiciones era lógico que los intereses de este país chocasen con j los de Iberoamérica.

I .I 111. P O L ÍT IC A D E B U E N A V E C IN D A D E IN T E R R U P C IO N

D E L A S IN T E R V E N C IO N E S (1 9 3 3 -1 9 4 5 )

s. 1. N e c e s id a d DE UNA POLÍTICA DE BUENA VECINDAD

H El año 1933 marcó un giro en las relaciones de los Estados Unidos con Iberoa-& rnérica o, mejor dicho, un giro en la form a de intervencionism o, dado que en dicho ^ año ese país inició una política en la que la retórica y la práctica no se encontraban

ya tan separadas al recibir los Estados iberoamericanos aJ estatus de socios políticosg, reales. Dicha política habría de durar toda una década.® ¿En qué consistía la misma? E n su discurso de toma de posesión del 4 de marzo

le 1933, el recién elegido presidente Franklin Delano Roosvelt esbozó los principios

hubiese tenido com o fondo los¡efecto*, ^ dc cóm 0 Ia d<. prc.que Roosvelt se retínese c < ' -P ‘ ' ¡ tcr¡or pero al referirle 9 ellaó ó n : E l prem íem e <i«Uco P <*° o p * » » '” 1 » ' " “ “ f " ; , P C ' j J |, m i t a

- *forma constante a los pactos susci icos. „tili/aha un cliché ya gqnocidp

puesta de Roosvelt era scm an, s despue , í ! 1 2 de abrilgeográfico de aplicación I. v f ^ T crccra Conferencia Panamericana,de 1933 concretam ente, en su discurso ante I. ^ ?Q(1 jh<.fQa.

R o o sv e lt se re fin o dc m anera en cu cn ta la situación ¡n{ern®c(o,

delJapón^w

En su famoso discurso del 12 dc abril ele buen8 v0"

v ‘v- a * -pecto Roosvelt hacía la siguiente com paración.

„ « t e * « . . ■' X S .V J S Üción de un esfuerzo de carácter construc \ q P ■ .* compr«j,*|<Jn y estrechala humanidad con el tin dc crear una atmos c ' j asuncitin'ije cornptonii»colaboración. La amistad presupone el respeto mutuo asun «fiQ P-sos recíprocos, pues sólo a través , I» < 4 un exacto cumplimiento cliJas, o i ifr ^ vercl‘aclcru hermandad Los rasgos 4 munidad internacional se pod • P ■ ' mismos uue d^tin¿ucn a una buijc

: ^ j K » = S 3 £ K S W 4 ^ • -•

* „ „ „ = 1, « refirió » v b id n .1 D « " ™

F, « te espíritu los pueblos dc: todas la,prendieron perfectamente que la Doc . nún )o eíi í(] s preservar \escrito desde hace más dc un sig o escala fe • \ ¿ndo)o hQy # prs-mantener su independencia. Su ob]et .y S“ ¡ 0 contrq|ar un? porcidi]venir que una potencia no amc™ al?* ^ . panamericano pñ I» 4« se ?bür

ítynprenden cott ftluyor claridad que la independencia de uno de ellos no debe ir ¿nmenotcabo déla independencia de los demás. Cada uno de nuestros países debe gWgreiaf por el Cfcmino dc la civilización y del bienestar social y no por el de la ^ E UI,*a KrrÍt0 fí?! Cn Pf*Íu'c‘0 un Estado vecino [...] Su panamericanismo— al Mbtar ásf, Rooivélt se dirigía de manera especial a los representantes iberoameri­canos— y £1 mfó deben formar una unidad, construida sobre la confianza mutua y «M elad S° bré tom Prensión. en el qu= sólo tenga cabida la igualdad y la fra-

la pjfiTde fcstps ntSajíis propósitos, Roosvelt no perdió la ocasión de referirse también i ios intereses de típo económ ico:

ft° s®*ros t í|1emos problemas dc carácter específico y, para decirlo ciara­i s * ! * Ca(?a Un0 nuestros Pueblos privan sobre todos los de loscftfnjs. Per8 U ittb íh ^ cierto que para cualquier Estado de este Continente tiene u ^ f jr¡1P®rtí¡)eja ^ 3 1 el 9ue l°s gobiernos americanos orienten su forma de actuar

las barreras y de las limitaciones artificiales que dificultan el esltffajecimierlto de ah saludable comercio entre los pueblos de las repúblicas ame- ricBrtas (Gínienbeirti págs. 159 y ss.).

¿B uen íW cifid ad ? <Sim|ficaba esto un cam bio fundamental en las relaciones en- a r f E r^ S c Iberoam érica o una form a más sutil de intervencionism o?1 restíyérse la Contradicción, que también se podía detectar en el discurso de Koosve t, el'réSJjetO Kacia los Estados iberoamericanos y los intereses dc los estad os UitWos? ¿Cuáles eran los m otivos que habían conducido a form ular una po- ítica dc bii|na veéindad? U n análisis de éstos permitirá destacar de form a más nítida

los perfiles d e la rfiisma.

La fortáiiiacldn en 193 3 de una política de buena vecindad no fue cn m odo al~ , guno una a ^ sid H tnonlejífiinea y casual; se trató más bien de un proceso largo tu y a sh u e llá íse püeden défcfctar ya desde 1928 , una evolución jalonada por diversos ftcontecimiéfStñs dirigida, Sfi los años siguientes, a ¿n aumento de la colaboración leal con lo* países iberoam ericanos.

¿ Y a el gé^ jerno anterior {1 9 2 9 -1 9 3 3 ), a instancias del presidente H oover y del Secretario de Estado Henry Stim son, había tratado de disminuir el evidente imperia­lismo a m e r i t o y de gartársé la amistad dc los países iberoamericanos atendiendo a justas q u e ja ld e ésto», quejift que, por lo dem ai, dañában la imagen “dé los Estados Umtlps tantff |h el interior d jm o en el exterior del país, pues las intervenciones mili­tares eontra|«j:farf el derétíhjb a la autodeterm inación predicado por el presidente

i son. A «¡jfPj: fitl se íom árSn diferentes medidas. La principal consistió en la publi­cación de urf obcum eríto en él que se decía que la D octrina M onroe iba dirigida con­tra E u r o p a jy io contra Iberoam érica. E ste docum ento, conocido con el nom bre dc Mem orándtíip-sobre lá D octrina M onroe, había sido elaborado por el subsecretario jjei P tparraftjehto de E s ta d 4 J . Reuben Clark, en diciem bre de 192 8 , pero no fue necho publlto hasta 1 9 3 0 ..D icha afirm ación equivalía a un rechazo explícito del Co- k° Íiní . -Vejt f 'fVo derecho de los Estados Unidos a intervenir en Iberoam é­rica. O tros polfticós hab/ait señalado también la incompatibilidad de la D octrina ~ M onroe coii til derecho a lá intervención. P o r ejemplo, Sum ner W elles, más tarde subsecretario en el Departartíento de Estado con el gobierno de F. D . Roosvelt y «coinspiradón» de la política de buena vecindad, que escribió un libro sobre Santo

D om ingo con el significativo título de L a Viña de Naboth. L a República DominicanA durante lo¡ años 1844-1924 (Naboth’s Vineyard. The Dominica» Repubtic, 1844-1024, Nueva Y ork , 1928). En 1928, el propio Franklin D . Roosvelt había escrito en la co­nocida revista Foreign Affairs que los Estados U nidos tenían que dejar para siempre 1 práctica dc intervenir de forma egoísta cn los asuntos internos de sus vecinos. Sin . em bargo, este rechazo del intervencionism o no afectaba para nada a la idea panamo-® ricanista sustentada por los Estados Unidos o a la solidaridad entre todos los puel blos del Hemisferio Occidental. D icho país siguió predicando ambas ideas. O tro ges­to dc buena voluntad por parte dc los Estados Unidos fue el de abandonar la políticíH dc «no reconocimiento» por la que era posible «bendecir» la fortaleza y el carácter fáctico de un gobierno iberoam ericano y no su existencia «legal». La política dc «n<^ reconocim iento» de W ilson, basada en reconocer de jure sólo a aquellos gobierno!! que hubiesen llegado al poder por m étodos dem ocráticos, fue vista com o una forma dc intervención y dc injerencia en los asuntos internos de los países iberoamerica­nos. O tra medida importante fue la retirada de los marines de Nicaragua a partir dc. año 1929; los últimos soldados presentes en dicho país se marcharon el 2 de enero de 1933 a bordo de un barco am ericano. Posteriorm ente, también se hicieron prepa® rativos para la retirada de las tropas estacionadas en Haití. Por último, tuvo un signí ficado especial el cam bio que se operó en la form a de actuar de los Estados Unido¿ en relación con sus intereses económ icos en el extranjero. A los inversores americ™ nos se les indicó que en el caso dc que tuviesen alguna reclamación que hacer agorrd ran cn primer lugar los medios legales que ponían a su disposición los Estados ibe­roamericanos, antes dc solicitar protección de carácter diplomático o militar. L c l Estados Unidos renunciaron también a exigir por métodos violentos el pago de deudas contraídas por los países iberoam ericanos con ciudadanos de ese país.

Hay que reconocer que, aunque detrás de tales medidas se escondían interese.! económ icos, algunos políticos am ericanos eran conscientes de! carácter injusto de ] política iberoamericana de los Estados Unidos, no sólo en lo concerniente a las ¡ í " tervenciones, sino también respecto a las inversiones. Sumner W ells había co n d e n édo la política que los norteam ericanos habían llevado a cabo en la República Don-u____nicana. O tro ejemplo elocuente se encuentra en una declaración realizada, el 15 ck ^ ij marzo de 1932, por el senador californiano Hiram Johnson acerca de la expansic* ’ económ ica norteamericana cn .Iberoam érica. Johnson llegaba a la siguiente concl'j sión: «A los bancos dc ámbito internacional no les ha importado nada sostener con sus empréstitos a dictadores en el poder y colaborar en la supresión de los d erech f de los ciudadanos iberoamericanos. D e hecho, en algunos casos, han contribuido ¡a cluso a borrar la libertad... Los préstamos han afluido hacia los Estados iberoameS canos para sostener a dictadores que se burlaban dc la libertad y de los derechos cii les. En ocasiones, dichos préstamos se han dado a cam bio dc concesiones con que se esperaba obtener pingües beneficios» (W illiam s, 2, pág. 716).

E ntre las razones más importantes que llevaron a formular una política de bue^ vecindad se encuentra sin duda alguna el hecho dc que las in tervenciones¡m ilitares^ la larga, se habían vuelto demasiado caras. Aunque los Estados Unidos se habían OSforzado por mantener lo más bajo posible el nivel de gastos requerido por sus intt|( __venciones en Iberoamérica y el m antenim iento de su situación privilegiada en d k h ^ ! zona, la utilización del material dc guerra y de soldados no era barata. A modo ' ejemplo podemos decir que tan sólo las intervenciones militares en Nicaragua re?j|

zadas entre mayo de 19 2 7 y abril de 1928 costaron 3 millones y medio de dólares.Por otra parte, los efectos de la crisis económica, empezando por el hundimiento

bursátil del 25 de octubre de 1929, exigían una serie de soluciones a las' que sólo se E °á,? J !? S a.í. contando con una mayor colaboración por parte de los Estados iberoa­mericanos. Aunque dicha crisis habla trastornado por completo el funcionamiento del mercado mundial, un mercado que antes de la misma se había mantenido hasta cierto punto abierto a todas las naciones, muchos países, la. mayor/a, habían tratado, mediante un proteccionismo riguroso, de sanear sus balanzas de pagos, limitando, por una parte, la salida de dinero, esto es, limitando las importaciones y, por otra, tratando de exportar lo más posible. A este' fin se arbitraron medidas concretas, como fueron, por ejemplo, la reducción e incluso la prohibición de realizar importa-/ ciones, el control de divisas, el establecimiento de monopolios comerciales estatales' y la puesta en práctica de medidas de carácter arancelario. En esta guerra comercial,, que paralizó el libre com ercio existente hasta entonces, participaron tanto los países europeos com o los Estados Unidos e Iberoamérica. E n los Estados Unidos, en vir­tud de la ley Smoot-Hawley, promulgada el 17 de junio de 1930 , los aranceles para las materias primas de carácter agrícola subieron de un 38 por 100 a un 4 9 por 100, y las de otros productos del 31 por 100 al 34 por 100. Dicha ley protegía los intere­ses norteamericanos en los sectores textil y azucarero a expensas sobre todo de Ibe­roamérica. Posteriorm ente, el Congreso también amplió la protección a las materias primas y a los productos manufacturados de todo tipo. Con estas medidas los Esta­dos Unidos trataban de paliar los efectos del descenso paulatino y generalizado del comercio mundial. E n 1929 , las exportaciones e importaciones de. dicho país alcan­zaron un valor de 10.000 millones de dólares aproximadamente y desde ese año has­ta 1933 las mismas disminuyeron hasta la cuarta parte, es decir, a 2 .0 0 0 millones y medio de dólares. E n 1929, las exportaciones norteamericanas hablan ascendido, aproximadamente, a 5 .0 0 0 mil millones de dólares, mientras que en 1933 represen­taron tan sólo un valor de 1 .700 millones. Este descenso de un 68 por 100 afectó de manera especial a algunos sectores de la economía. La exportación de automóviles descendió de 540 millones de dólares en 1929 a 90 millones en 1933; la exportación de cobre bajó en 183 millones de dólares a 25 millones de dólares; las de trigo y ha­rina, de 192 millones a apenas 19 mill®ties. Estas cifras representaban un descenso en las exportaciones de un 90 por 100, que perjudicaba de manera especial a aque­llos empresarios a los que se había tratado de proteger con la nueva política arancela­ria, esto es, a los empresarios del sector agrícola. Naturalmente, la disminución del comercio mundial influyó de form a negativa sobre la situación social del país al au­mentar la cifra de desempleados. D e producirse una segunda .crisis, el hambre y el paro amenazaban a los 10 millones de norteamericanos que trabajaban en el sector de la exportación. E n tre 1929 y 1933, los ingresos de los granjeros disminuyeron en un 58 por 100 y los sueldos de los trabajadores de la industria en un 53 por 100.

En lo que se refiere al com ercio con Iberoamérica, los Estados Unidos, después de la crisis, sufrieron grandes pérdidas com o consecuencia de las medidas proteccio- QÍ5ÍÍLs-d.e los países de aquella zona. E n 1929, los Estados Unidos habían importado de Sudamérica materias primas y, en m enor cantidad, productos manufacturados por un valor de 1.000 millones de dólares aproximadamente, y habían exportado productos industriales por un valor semejante. Cuatro años después, las importacio­nes procedentes de Iberoam érica descendieron a 212 millones de dólares, lo que tra­

jo com o consecuencia que los países iberoam ericanos comprasen produt^us a los p i ­tados Unidos por un valor de 291 millones de dólares tan sólo.

P or su parte, también los Estados iberoam ericanos habían tratado eje paliar |p3 efecto:/ cíe la crisis económ ica con ayuda de una política proteccionista. Siis balanzas de pago se habían visto afectadas en mayor medida aún, debido a que la ppntracqión de la deman_d-»...hahia hecho disminui r Jo s precios f } e j35..niaterias primas ( d élo s pro­ductos agrícolas y ganaderos. Com o consecuencia de esto, el comercip exterior, j o ( su conjunto, había disrhinuido también. Algunos Estados, com o por ejgrpplo Argen­tina, Brasil, M éxico, Chile y Colom bia, reaccionaron ante la crisis re v is a d o p (Codi­ficando la política económ ica que habían llevado a cabo hasta ese morqcntO. E n Ju­gar de orientar la misma hacia la exportación y hacia la integración en cj tp£rc<jdp ¡0" ternacional, se dio una mayor prioridad al establecim iento o al desarrqlip de. una in­dustria nacional, que, por lo demás, ya existía desde finales del siglo en si sector f de bienes de consum o de form a parcial y em brionaria. Con el proceso tic industriali­zación en marcha (con el propósito de sustituir las importaciones) y la.consiguiente ampliación del mercado interno, en dichos Estados se inició el llamacjp «desarrollo hacia dentro» con el que se' quería reemplazar el «desarrollo hacia fuero» que había' tenido lugar hasta entonces.

A pesar de las diferencias sociales y económ icas existentes entre lo ; justados ibe- roam ericanos y del diferente grado de intensidad de la industrialización, fisfíosiblc detectar rasgos com unes en la forma de reaccionar ante la crisis y en Iajj med¡cj»5 to­madas para el fom ento del sector industrial. E ntre éstas se cuentan ui)gj^pj{tica pro-, teccionista, el control del come.rcio exterio r,Ja ¡imitacióni.déJa.S im p o cjiciao eí, c} es-\ j tablecim iento de nuevas alianzas y coaliciones y, debido a la falta_de jjfi crn-|jpresariado en el sector industrial, una enérgica intervención del Estac|& ¿0 Ig gcopo-ij mía. Estas medidas influyeron sobre la política interior de los diferentjy países, pro­duciéndose una vuelta al centralism o autoritario, esto es, una vuelta % rfsgírnqrjes de carácter autoritario o dictatorial, basados, en tre jstrasco sas, en un cregjgrjte raciona­lismo; ese fue el caso, por ejemplo, de' G etulio V argi5^n_Brasjl (1 9 3 0 ), {^as iñedida; citadas influyeron también sobre la política exterior, dado que los Est^Q$~Ib£rOí!Tie- ricanos, en especial los más importantes, com o Argentina, Brasil, Chile y fyféxjcot trataron de disminuir su dependencia de los Estados Unidos y de diversificar su? re­laciones com erciales y políticas.

En este intento dichos Estados no sólo recibieron la ayuda de la CíJí*0 Bretaña, el tradicional com petidor de los Estados ürildos, sino también, de forfna crccicntc, la de Alemania, tanto durante la época en la que aún existía el Irnp£i?ÍQ ^Icrnttn, com o después con la República de W cim ar (a partir de 1929) y con el T ercer Reich (a partir de 1933). E ste último régimen im portó de Iberoamérica sobr? tockj aquellas materias primas que necesitaba para alimentar su maquinaria de guerpi 9 camhjo d exportar aquellos productos que requerían los países iBeróamericanoir, D icho ¡Otet; cam bio se realizó bajo la form a de com ercio de canje, es decir, sin necesidad de recu­rrir al tráfico de divisas.

E n cierto sentido, e[ nuevo rumbo tornado por las relaciones económicas forta. leció jaJ.ps. Estados iberoam ericanos e hizo que fuesen más conscientes de SU prppio ¡ valor, l is ta circunstancia provocó el que los Estados Unidos se diesen cuenta de quo | tenían que ganarse su confianza, antes de que éstos se apartaran de eflps p yolyie-> , ran en su contra. ! '»■*•

bía m a n i¿ S d !? ,í í 9 ° nfercncla Panamericana celebrada en L a Habana, se ha-

al exigir éiftfe » ]os E s S n T may° r c° ? cicn.cia de los Países iberoamericanos ran a u ní g o líti« d í t r S ,1U" C,UC s,n 6 a to ci^ m Cnte, e! que se adhirie-in“ D íc h o P.aís se sig“ ¡° — vando el derecho ainocente J i.t^ i/ife r b o s i A ñ / ' SUStltU' r ' tcrrnlno to m le™ ”‘ (intervenir) por el másUnidos se v i e r o r l ^ k n S S d T k- V,Sía d e . la " ucva situación, los Estadosroamericirifií JL i ■ f d de Camb,ar de act,tud- »"tes de que los países ibe-

■ con las t x > ^ c Í M d f e « COntKl f ,7 eventualmente estrechasen sus relacioneslogia expaflsionista v r e t ó b n '3’ T ^ ' 51 c Italia’. Países cuya existencia, ideo-ameftaza pSrf j “ f í a l e s eran sentidas por aquéllos com o unaNSDAPíPsrtifínM • ° C0ntJnenCc- Además, el hecho de que el

da ñ n v a - d ? | , ^ S , 3 S " " 0f J 'd “ ,P“ id») h*~r in r i , su i „ L „ -gentíria Chltí v ale? ana en Iberoamérica (presente sobre todo en A r-

a¡ f o r t n u l a r ^ r i f r ’ ,0S^ ad0S UnÍd° S (° ’ m cjor dich° ’ eI S ° bierno dc Roosvelt), una virtud IvecmJJad> hicieron de una necesidad coyunturalfensor de J i ’ “ • ■ se.cretario dc Estad° . fuese un celoso de-dád É ste l í f 'tv M •• •j internacional, no fue seguramente una casuali-

* * * dC deSCmP£ñar Un ^ ^ « « v o en la puesta enPero hál

" J ® S 2 t ék q“ ' ' T ” los inT “ 0in t iA n c e Am erica y de una creciente solidaridad en elFn 10-19 j f & É ^ S0J ° ejemplo bastará para ilustrar lo que queremos decir

erí realidad * f ^ * r de entonces la política de buena vecindad? ¿Existid

& resolvió ,a “ ón “ ia ^

2 . La c o l a u S K a c ió n m l M ¿ X y l a d e f e n s a d e l c o n t i n e n t e

^iWTi?!mnVH*r - ^ ^ ^ l ^ 5 ---X iÍeJ ?2J!Sc?vcnaón-cn los asuntos, tanto ex -

S S f f i S I ^ de a«itud se f H ^ nE n e l Verano de 1934, los E sta d o fü n id ^

finanzas de dicte fija d o b‘Cn n° abandonaron e) control de las.1 “ “ * ■ » * • * > h soberanía de

rnñ Hirhñ ^ t* "* , . tíla^pTde 19347firm andose un nuevo acuerdo comercial3 p S n S l f l 1 & n « 0 * 1 9 3 6 , se llegó , . ” í

U m d o s-iT n re S -n 'i,!” tf ¿ ¡ f e * ? í ? ‘ " A ” * * • « * « . * k » & > -d o s lr tUera de ,0S límltes de la zona del canal. En dicho acuerdo se fi­

jaron también unas tarifas más elevadas por el arriendo del mismo. Por otra parte los Estados Unidos aceptaron las reformas sociales, y económicas llevadasa cabo por algunos países iberoamericanos iln n ñ tery S S V de form a inmediata. E so fue lo que ocurno en 1935, « a n d o el gobierno m cxicanofrp licó , en toda su amplitud, el artícu­

l o 2 7 de la Constitución de 1 9 1 7 y nacionalizó las .riquezas naturales del país, en es­pecial el petróleo, o cuando el presidente L iS íro C á r d e T ^ o n fis c ó , en marzo d , i " 8' ls>s P «> P ;aW cstdc las compañías pettSlBeras americanas porque éstas no ha­bían atendido las justas reclamaciones de carácter social de los trabajadores mexica-

U Sí yÍ T ^ ‘,en Pa° rí f trataba,n dc desestabiIi^ t finanzas del país valiéndose de la ,caída del dólar. A diferencia dc lo que había ocurrido en otras ocasiones, el gobierno de ]°s Estados Unidos hizo oídos sordos a las llam adas'de ayuda de las compañías petrolíferas. I as diferencias entre los Estados Unidos y M éxico se saldaron durante los anos 194 ! y 1942 mediante una indcm njzación.,clcLgobierno m w ican o/ 29 13 millones de dolares aproximadamente) a lasj:om pañías.afectadas. E n términos gene­r a l« , la actitud de los Estados Unidos hacia sus inversores en el extranjero cambió de forma notab e, después de tantos años en los que las intervenciones militares ha- bian seguido a las inversiones con el fin de proteger a éstas. Y a en 1935,- Sumner

e es había declarado que el capital norteam ericano presente en el extranjero ha- b n a de someterse, tanto desde un punto de vista teórico com o práctico, a la autori- ciad del país en el que se encontrase invertido.

. í; " / 1 ambit0 P0lític,0 ' Ia " ueva actitud de los Estados Unidos se puso de mani-lesto de forma especial en .diferentes conferencias panamericanas. E n la Séptima

Conferencia Panamericana, celebrada en M QoicyJdeo en diciembre de 1933 'confe­rencia a la que asistió Cordell Hull, los Estados U nidos, tras años de esfuerzo^ inúti­les y a raíz de los violentos ataques dirigidos por los países il>croamer¡canos, acepta-

i ? " P-0?:..?.11 ^ .g P - g ^ lS i lg ja n o .^ t ervención. D ich o país se vio obligado, asímuSS-

la, f eC arn? ? n f!nal VOtada de fo r™ unánime. La aceptación por parte denn í l í r ' r de la n0 ¡ " t e n c i ó n en los asuntos internos 0 ex-

ternos de otro Estado (algo a lo que dicho país se había negado de forma rotunda

t S n C-H °mC,r '■- " 7a ' er ei ° P ti^ i? ^ 9 .en Il^roam érica. No obstante, los Es-

ra ^ a y y B o liv ir r0" a * d,is m la Suerra dcl Ch:lco (1 9 3 2 -1 9 3 5 ) entre Pa-

Hasta 1925, el sistema intcram cricano tuvo que enfrentarse con problemas máso menos graves, pero no se suscitaron conflictos de intereses entre los Estados Un ? ' dos e Iberoamérica. Pero en cuanto empeoró la situación internacional como consé-

^“ e n a a d d ¡acenso imparay.c_del.n3CwruÜ5QCÍafem oj(ixreci(5..cl[p3 "^ ^ d c7m a liu ? '''hieran d ’ qUC ta" ^ . i ° S ^os Unidos com o Iberoam érica querían evitar, se h¿--.

grandes, si bien esta vez de

ci^mhr, d , 10 ^ > Y PGy niC,atlVa de Roosvclt> se celebró en Buenos Airesjen d¡:. le E l ob tti 1 í ’ r v >n rcn” ?.internacional para preservar la p^VaeTcíntrnen- íle « t e & ' í mlSma C° nS,j fía-en C-Cr<:char ,as rc,^ ion cs entre'Ta¡ dos ^ s : . R n n , v i r amení a proce^ te d t Europa. A la conferencia asistió eí'pro'So h M i L ' C’ CV n df UT Pr0nuncíaaoel 1 * diciembre en el que abogó p V j i Cntre os Pa*fcs de' N uevo Mundo, dijo las siguientes palabras dirigién-'

un r e ^ ^ de V * * c s tí llevando a faboun A h Z g r r S ,ran “ dim ensiones [...] Sabem os que inevitablemente llegará un día en que los Estados culpables de esta locura se verán precisados a emplear sus .

Hhs

armas mortíferas contra sus vecinos con el fin de evitar que sus economías enfermas se vengan abajo com o un castillo de naipes.»-Según el presidente norteam ericano, era necesario establecer un sistema de seguridad interamericano para enfrentarse a dicha amenaza. j

Decididos a vivir ¿n paz — contin-uó diciendo Roosvelt— , afirmamos desde aquí, desde América, que todos unidos nos mantendremos firmes en nuestra decisión. Es necesario que aquellos que nos ataquen movidos por. sus ambiciones de con­quista y su locura bélica se encuentren con que todos los países del Continente es-, tan dispuestos a colaborar para la defensa de sus intereses y para la preservación de su seguridad. Repito una vez más lo que dije,ante el Congreso y el Senado brasi­leños: cada uno de nosotros ha sentido la gloria de la independencia. Experim en­temos ahora la gloria de la interdependencia.

En el mismo discurso.,. Roosvelt habló de la necesidad de defender la «democra­cia representativa», expresando su creencia de que esta forma de gobierno era el me­jor instrumento para asegurar el desarrollo social, económ ico y cultural de los pue­blos en el seno de un mundo justo y en paz. Esta referencia a la democracia tuvo su importancia, dado que, a partir de entonces y de conformidad con los acuerdos to­mados en la conferencia de Buenos Aires, se prestó una gran atención a la defensa' del sistema democrático contra el fascismo. D esde el principio de la -misma, R oos­velt y Hulí subrayaron la necesidad de establecer un sistema de defensa contra posi­bles ataques venidos desde el exterior. Hull llegó a proponer la form ación, con ca­rácter permanente, de una com isión consul.tiya^_interamericana. Argentina rechazó la propuesta argumentando que de esa form a Am érica se pbndría af margen ifefla So­ciedad de Naciones y que com o consecuencia de ello dicha organización se debilita­ría. La política de neutralidad preconizada por los Estados Unidos también fue aco­gida con recelos. Al final, sin embargo, tras la ratificación. uo#L.Y,ez.más.,, desform a unánime y sin reservas, del principio de no intervención, se firrnó.un„pacto en.el que se preveía la evacuación de consultas, entre^los-difaentes. Estados del continente en el caso de que uno cualquiera de ellos o todos sufriesen una amenaza exterior que hi­ciese peligrar la paz. Aunque nunca se llevó a la práctica el mecanismo de consulta propuesto, y los Estados Unidos renunciaron a la postre a su idea acerca del estable- cimiento de un pacto de defensa mutuo, e]_acujyxio_a]que.seJta constituyó el, inicio de unas nuevas relaciones entre ios Estados.Unidps, ie iJberoarné- rica, pues en él se aceptaba por..primera vez la posÍbÍljdad_de..una acción , rjíw/jv;//í7 frente a una eventural amenaza exterior.

Dos años después, esta Tínea de «colaboración» se manifestó de form a aún más clara en la Octava Conferencia de Estados Americanos celebrada en Lim a entre el 9 y el 27 de diciembre •de 1938. E n 1938 , la guerra estaba a la vuelta de la esguina^. Las víctimas del nacionalsocialismo aumentaban de día en día (anexión de Austria,

‘ ocupación de Checoslovaquia) y el Tratado de Munich aumentaba el peligro de que se produjese una guerra en lugar de aminorarlo. E n Asia, China era víctim a de la agresión japonesa. Com o consecuencia de esta serie de acontecim ientos, R oosvelt) propuso a los Estados americanos la creación de una alianza defensiva contra las ameñazas^ehidás"dérexterior.

Esta propuesta de los Estados Unidos suscitó los recelos y la reserva de los paí­

ses iberoam ericanos, en especial de A rgentina, Chile y M éxico. A p esaid kqu g tpdos eran conscientes de! creciente peligro representado por el nacionnlgoqbiltsmD, los países iberoamericanos temían que un pacto defensivo con los Estado? Unidos cjtcse a éstos una base para inm iscuirse librem ente y de form a constante en fóUOtpg ÍO* ternas. Una cosa.así significaría la aceptación por su_parte^d^_y_ugo_n^r^^meyjcano. A rgentina sobre todo, dcbí3o a sus estrechas relaciones con A l e m a n i ^ . c tros.-; tró'suTÍeservas y se negó a aprobar la propuesta. Los otros 20 Estados apjpbíjron una declaración en la que se afirmaba la solidaridad entre todos lo Espejos ajvicrjca- nos y el propósito de clefeñdcrla. Se institucionalizó también, con carápttjr periódico, la celebración de consultas entre los m inistros de Asuntos lixteriorcs, 1-^rQ, .de./pr-; ma simultánea y en vista de los recelos expresados por diferentes Est^|Q&, Se ¡ftfifmó el derecho de los gobjerno.$...de..fej a obrar de form a jn^epetvdiente en ejercicio de su soberanía. E n térm inos generales, la llamada Declaración, de Lima confirm ó una vez más el nuevo rumjx> que habían tomado .las rgijji£ÍpO$$ eírtre los Estados Unidos e Iberoam érica: en la misma se admitía el caiacter ]|ícuoc¡e Ig jn -

ítervención de cualquier Estado en jos asuntos internos o externos de otro, se recono­c í a la necesidad de arreglar todos los conflictos internacionales de form a pacífica y se > expresaba el rechazo de la violencia com o un instrum ento de política exterior o inte*

kri° r* . c if La Conferencia de L im a también fue importante por otros motivas, pi) la rpis-^ma se puso de manifiesto la preocupación de los Estados Unidos por ei inminente* estallido de una guerra y la confianza de éstos de que, en el caso de qtjs §C produjesey un conflicto de tal naturaleza o, m ejor dicho, una agresión al continente, podfíítfi[contar con la ayuda de los países iberoam ericanos. Aunque la D octrm alilonrae, una

vez más, sé SncOíitrSb'a ¿ti Ir base de dicha actitud, se había producido un cam bio decisivo en fé cotìcefrilettfe i los actores implicados: esta vez se tom aba en cuenta los iberoarrléricaiios. Corft9 íl,,o Sum ner W elles de form a certera: «Lo que ha s u c e ­do no ha sitio tanto un càmbio de política com o un cam bio en el acento de esta. Hoy en día el a ce tt» se pode eh k acción com ún y no en la acción de un solo país »

La intehtlórt de defenderse de form a conjunta habría de hacerse realidad más | tarde. Apenas iniciada, la g & rra con la invasión alemana de Polonia en septiem br de 1939 , s í « le b r ó íá prihìÈra reunión consultiva de m inistros de A suntos Hxter - { res el 2 3 d i Septiembre d i 1 9 3 9 en P a n a m i E l estallido de la guerra dio ocasión para que la «usina « v ie se ftig a r . L o s m inistros de Asuntos E xtenores de los diferen­tes países aftttrícaitóS* jüHftí a declaraciones de tipo general relativas a la colabora­ción económ ica, la r iéü trjlíd ad y el m antenim iento de la paz, tom aron una decisión concreta a f f á p t i í 9 * uHirlimidad la propuesta del subsccretar.o de Estado Sum ner W elles de ¿ t e la r á U a Seglaridad una franja de 3 0 0 millas a lo largo de las costas del continíífíiÉ ám erh án d D iez m eses después, el 21 de julio de 1940 concretarne te, una ven irne las trópaS álemanas habían invadido los Países Bajos, gica y u- xem burgo jp se habían i t e r a d o de una gran parte de Francia, se celebro en Habána la segu nd a reunión consultiva de ministros de Asuntos Exteriores. E n la misma se aprobó una declaración en la que se decía que el ataque de un Estado ex- tracontmefltál contra la integridad o inviolabilidad territorial de un E sta o amer no <3 co n tía j u so b era n ía « independencia política sería considerado por los países firmantes forno ün ataqué à todos ellos. L os Estados signatarios decidirían de forma conjunta 1 medidas que habrían de tom arse si se p r o d u c e dicha circunstancia. Además, d icha ¿ u n ió n , los países iberoam ericanos ratificaron un viejo principio cohtÉn.dq lá D cctr ín á M onroe por e l que se prohibía la enajenación de una zona cualquiera territorio árftericano en beneficio de un Estado europeo.

E n un Krimer m óm erito los países iberoam ericanos se limitaron a aprobar decla­raciones d i Syuda mutua', pues temían que la firm a de un pacto formal de caracter defensivo ¿a a ie ra poner erf peligro su seguridad y soberanía. E l miedo a que los ñor-1 tearrifcricatpSi pudiesen regit sus destinos retuvo a dichos países de dar pasos de una. maytír trascendencia. A sí, S los Estados Unidos sólo se les permitió la utilización de ¡ b a s á milIW fts radicadas t t í sucio iberoam ericano, ya fuesen de caracter naval o e - ; rrestre, cò ti la condición dfe que el personal estadounidense presente en as mismas^ estuviese com puesto nada ínas que por civiles o técnicos sin armas. Incluso en la ter­cera reunfótt consultiva Celebrada por las repúblicas americanas el 15 de enero de 1 9 4 2 en RÍ’h 'd e Ján eiro , iina ve2 que los Estados Unidos habían entrado en la gue­rra, él 7 d i c i e m b r e dé 1&41, tras el ataque japonés a Pearl H arbour y después de que, él 12 ríe diciem bre dé ¿se m ism o año, nueve Estados caribeños y centroam erica­nos (C o sti R ica, Cuba, la R epública D om inicana, Guatemala, Haití, Honduras, Ni­caragua, P & W V el Salvador) habían declarado la guerra al jap ó n y a las potencias del E je en Solidaridad con ios Estados Unidos, y de que M exico, Colom bia y V ene­zuela habfoi roto sus relaciones diplomáticas con dichas potencias, el resto de los E s­tados ibef& hiericanos, en «special Chile y Argentina, se pusieron de parte de los bs- tados U n i á s con g a n d e s reservas. A sí y todo, los m inistros de Asuntos Exteriores rècòm endlròn la hipturà ile relaciones con Alemania, Italia y el Japón , recom en a- ciórí que ¿iimplieron todos los Estados, incluidos Chile y Argentina. Sin embargo,

tKpmíim^nrnnns fardaron en Dro-

k k Q

ucirse: M éxico y Brasil lo hicieron en mayo y agosto de 1942, Bolivia y C olom b ia, n 1943, Chile no rompió sus relaciones diplomáticas con las potencias djl__Eje hasta 9^3 y Argentina sólo lo hizo a partir de 1944. Tuvo, que llegar el a ñ ó ¿ 94^ 5ra

i i t-_._ _i.-_ :i__ .______ ______.. V'irfn 1ü ínierra a las DOtencias JV Argciunui swiu iu a v.w . » • •• —• - - , ........ .. .

¡ue to d o sjo s Estaclos .ibcroamericanps_hubiesen declarado la guerra a las potencias

Én dicha reunión se tom ó la im portante decisión de crear un Com ité de Defensa j/futua (Inter-Á m erican D efense BoardX que. celebró su primera reunión el 30 de narzo de 1942 cn.W ashingtoñ] C om o consecuencia de la formación de este comité,:l equipamiento de los ejércitos de los países iberoamericanos pasó a depender con nás fuerza de los Estados U nidos. Hasta ese mom ento, dichos países habían recurri- lo casi siempre a Europa para el entrenam iento y equipamiento de sus fuerzas arma- las. E n 1945, dicho com ité, creado en un principio para cumplir unos objetivos de- ensivos de carácter urgente, se convirtió en una organización estable. Además de ( os esfuerzos dirigidos para lograr la solidaridad entre todos los países del continente i una defensa com ún de éste, los E stad o sJJn id o s , tras su entrada en la guerra, esta-1 Mecieron acuerdos bilaterales de defcnM cond iferentes países de Iberoam érica. Ey_o es facilitó el poder constrü iFbases en dichos países y el aumentar su presencia mili- lar. Lá situación histórico-política creada a raíz del año 1933 o, m ejor aún, a partir ( le 1939 , trajo consigo el que los estados iberoam ericanos fuesen tratados en pie de gualdad y, en ocasiones, hasta con mimo. Sin em bargo, no se debe pasar por alto iuc la guerra fortaleció los intereses norteam ericanos en Iberoam érica y al mismo < liempo vinculó a esta zona,-de form a más estrecha, a los Estados Unidos. En el cam­po económ ico acaeció un proceso semejante.

3. Com ercio e n t r e «socios» d esigu a les

Con el fin de superar la depresión económ ica continuada de los Estados Unidos producida a consecuencia de la contracción de los mercados mundiales y de la apli­cación de políticas com erciales proteccionistas — cosa a la que, por lo demás, los ( propios Estados Unidos habían contribuido con la Ley Haley-Smoot , la economía norteamericana necesitaba m ercados en el exterior. Al: igual de lo que había venido ocurriendo desde finales del siglo x ix , el interés de jo s Estados Unidos se dirigió ha­cia el mercado mundial, pero de m a n e r a . especia] también hacia el mercado_iberoa- m ericano, com o lugar propicio donde colocar sus productos agrícolas (productos lácteos, ¿te...) y sus productos industriales (automóviles, maquinaria agrícola, etc...). Una recuperación de las exportaciones presuponía, sin embargo, 1?. elim inación de las restricciones de carácter com ercial vigentes tanto en los países iberoam ericanos (

com o en los propios Estados Unidos.Los esfuerzos del gobierno R oosvelt, y en especial del secretario de Estado Cor-

"dcll í luli, por abrir el m ercado iberoam ericano a los productos estadounidenses y | por restablecer el libre com ercio tanto entre las repúblicas iberoamericanas com o en­tre éstas y los Estados Unidos, no tuvieron éxito alguno. De la Séptim a Conferencia Interamericana celebrada en M ontevideo en diciembre de 1933.!salió tan S.qJq la re-( comendación de disminuir los aranceles aduaneros existentes mediante la conclusión de tratados com erciales de carácter bilateral y multilateral. D e esta form a los Estados Unidos, con el fin de loerar la apertura de los diferentes mercados, se vieron qbliga-j

dos a neirociaf J& ierdos pbr Separado con cada uno de.los.países iberoam ericano . ------A ^ r e s T O T U a a u a S r ó n de los Estados Unidos se fundamento en e l R eci­proca! Trade á'greemerit Program (Program a de A cu e rd o sX o m cta a k s), 4 i?uíl pese a la bposÉfJÓÍi de los proteccionistas, entró en vigor el 12 de junio de 9 3 4 jun­io a la Trade yCi&emfcnt Act (l.ey de Acuerdos Comerciales). E n dicha ley se autori­zaba a los preíid intes norteam ericanos, sin necesidad de recabar la aprobación e CongresS, a firmar acuerdos Comerciales con otros Estados, siempre y cuando la re­ducción de aranceles contemplados en éstos no superase el 50 por 100 del valor esti­pulado pói la Ley Srfiook-i laülcy y de que la otra parte, naturalmente, hiciese tam- b¡éh c o I e s io R S . E l carácter ¡je reciprocidad de los acuerdos comerciales firmados en aquella ¿péffepodrta llevar 5 pensar que era cierto lo dicho por Sum ner W elle: cuándo íííirm JS S e el prbgrarinst citado facilitaba la puesta en práctica de una politic! de buenC vecidlíá. D e hecho; el com ercio exterior de cada uno de los países que fir­maron ácuerd®» comerciales to n los Estados Unidos experimentó un aumente com o ed hsecu t# ¡a de lá d im inu ción de los aranceles aplicados a los producto: aerícolasí L óáfíth en te , los países iberoamericanos estaban interesados en aumenta su cóm etóo á S r i o r . Desde OÜ punto de vista cuantitativo Iberoam érica m e a r o s , posición fen e l$ é rca d o h&rteáfHericano. A este respecto podemos decir que entre lo años 1955 y i |36 las exportacibnes de los Estados Unidos hacia Iberoam érica cre­cieron d i un 16jB por 100 a uft 18,2 por 100 , m ientras que las importaciones de este país proéedcrtWs tie ésa región aumentaron de un 2 3 ,6 por 100 a un 24 ,8 por 100. Por otro iadot íÉI im portaciones de Iberoam érica procedentes de los Estados Unidos pasaron* en ef -ífiismb j^ riod iJ ’de tiempo, de un 3 2 ,2 por 100 a un 35,1 por 0 , mientras que Exportaciones de Iberoam érica hacia los Estados Unidos crecieron de un 3 2 ,9 p il'JO O á un 3 3 , l ^ o r 100. (Todos los porcentajes, naturalmente, se re­fieren a llo ta l íS i to rh ertio extfctior de las partes implicadas.)

No óbstaífüé, si se mira ctiñ más atención los productos que constituían el grueso de las e íb o rtíé io h es y de las importaciones entre Iberoamérica y los Estados U ni­dos, se llega i fft conclusión dé que los acuerdos comerciales de carácter reciproco — térm ino e s t f it in el qué se ‘quería aludir a la «igualdad» de las partes contratantes beneficiaron M í a este país fcúfe a sus vecinos iberoamericanos. Además, las estruc­turas ecO nóm taá'de éste» se Rieron viciadas al quedar b l o q u e a d o el desarro lo ce una iridüitria|S|lonál. Pues, Mientras que las concesiones de los Estad os Unidos en materia de aáíigeles afectaba« sobre todo a aquellos productos agrícolas que no competían cofi jo s del país (pfSductos tropicales com o el café, el cacao, el azúcar y los plátanos) y i-m aterias prim ls tales com o el petróleo, el cobre, el cinc, los nitra­tos, etc.í e l lo ís .í cam bió, récifeían concesiones del mismo tipo para sus productos manufa¿turadá*j(automóvíléS, M áquinas,'m otores eléctricos, frigoríficos, aparatos de radio, etc.) e ítítluso para algütíbs de sus productos del sector primario com o los ce­reales, la harifiSi^l pescado, las Conservas de frutas, etc... .

El primer»' 'de estos acuerdéis de carácter recíproco fue el que se firm ó c o a .Cuba el 24 de aeost$ de 193 4 . En «íftud del m ismo, los Estados Unidos concedían a ese Estado lina cé^tlCcióñ ¿ t un,2 0 por 100 en sus aranceles aduaneros para productos cómo el a z ú cá íf el tabaco. En Contrapartida, el país ca rib e ñ o — país que había recu­perado su soBítánía política feóh la supresión de la enmienda Platt, pero que aun era débil— disminuía sus aranceles, entre un 20 y un 40 por 100 en beneficio de los prqr. ductos norteamericanos. É ste provocó una expansión comercial hacia Cuba de enor-

p n , p o ~varios "políticos norteam ericanos del país. Pos­costa de la industria cubana o por m qor c • ^ d£ )a misma naturaleza conterioritíente, los Z sn doy Unidos susc ^ CQn C oiombia (septiembreBrasil (febrero de 1935), con a ( ‘ con Nicaragua (marzo de 1936), con de 1935), con Honduras (diciem bre de ). , j 1939-1 con E l Salvador

‘ Guatem ala (abril de 1936), con C o s t a 1 “ ^ j ' ^ S ) con Venezuela (noviembre (febrero'* de' 1 9 3 7 )T c 6 n E cuad or (agosto dc l9 4 2 ) , con Uruguay

Unifa. ^° E n 1, « » » » * » <k « = « c a ;1,valer su supremacía industrial a h o n contribuyó a . a u m ® ^ ú n j S 2í > ;ron una red D Ícho aumento se produjo ,dependencia i c o n ó m i c ^ e l o T E ^ £ s j D e r o _ ^ 0T Ico n c£ H tra r siiresftjerzosív i d escam in os. P or ¿n a parte . d e f i n o d e.d ios, cosa,en la producción y_e.xi^rí‘l.?l.P - ] ■ ^'~i;ñro dado que en ocasiones dicho pro-

>)•

País

E l SalvadorVenezuelaHondurasPanam áCubaBoliviaGuatemalaHaitíRepública D om inicanaColombiaCosta R ica

Producir)

CaféPetróleo crudoPlátanosPlátanosAzúcarCincCaféCaféAzúcarCaféCafé

Porcentaje respecto al rocal de lasexportaciones

8 9 .2 8 9 ,08 2 .37 3 .672 .771 .4 7 0 ,2

-62,159.85 8 .4 .57,5

Bchrendt, * * * ^m Pttíí'

P o r otra parte, la masiva i m ^ ^ ^ 4 ^ ¿ 2 ^ “^ S f f v f s t o forzados a los Estados U nidos, a los que los P ™ ^ . ^ desarr0n0 de una industria iberoamen-otorgar concesiones arancelarias, _ ...... -"en can os ' n o "estaban en condiciones decana autóctona. Los D c « acom petir con los m étodos utilizados p da a ,a n orteam ericana en un grado

£ “ „ o c X Z a c n " r ¿ , P“ S a .e p e n d e , J e ,a , - * • -

hington o en W all Street.

Con la entrada en vigor, dentro del m arco de una política de buena vecindad de los acuerdos comerciales de carácter recíproco, los Estados Unidos dejaron de ínter venir en Iberoamérica de forma directa. Sin em bargo,'la naturaleza de las rclacuon s.

das al amparo de los mismos y el fortalecim iento de las resultante de éstas, significó en el fondo una intcrvenc.on indirecta y en defin«

•un perjuicio para la economía iberoam ericana. Las relaciones y las estructuras eco■ nómicás siguieron siendo, después de los acuerdos, las m.smas de antes esto =s t e correspondientes a «socios» desiguales: por un lado estaba el e . p o r t a d o r de p oduc tos manufacturados y ^ d otro los proveedores de ™ ten as pr.mas. Eso es o que se desprende de la comparación entre los bienes intercambiados tn tre Ibcroam enc.

y los Estados Unidos (véase el cuadro siguiente).

LiSTRUCTURA DLi LAS RIÍI.AGONÜ.S C O M l * a A ^ C i N T R Ü U S E S T A IX S m > t* *i; ib l -r o a m i i R ic a (i9 .w )

a) Productos

Pruductos más importantes importados por los U.st:ulos Unidos ilc Iberoamérica

(en millones ilc dólares)

Café Azúcar Cobre Plátanos Petróleo •Pieles y curtidosSemillas de linoLanaCacaoNitratos

Productos más im ponanlcs exportado* lisiados Unidos a Iberoamérica

(en m illones tic titilares)

CochesProductos férreos y acerosMáquinasTextilesProductos químicos Arroz, harina Máquinas eléctricas Petróleo crudo y refinado

I-actoria para la elaboración tic ra ic a r tic cañ a, Rcpúbli- ca D om inicana

W f e

b) Tipos de mercancías

T ip o de mercancías

iterias primas oductos agrícolas y i refinaroductos alimenticios oductos semiacabados oductos acabados

Importaciones tic lo» listados Unidos de Iberoamérica

36 ,2%

4 3 ,9 %. 4 ,5%

14,5%0 ,9 %

KxporutcMW» (te k» li'taij,.» Unid.. I Ibcroarocrku .

2,8%0 ,8%3,4%

l#.W ;76 ,?%

eme Richard I1. Bcbremk. Mv-Amriom f . <*•

h expansión del S í ’ '„ o ¿ * ¡ = , t e e U prinop*! " * P ~„ g o . con e « A d o de I. ¿ i a d . ¡p ,,o

“ o s ,c „ concluyó

s c s s u k * - x s s S & á f c

r ' n los É stid os iberoamcricanos en el d y c^ b 'rilip n to y §fpJot

mente medidas de carácter econom ico y afianzar el bienestar ^ .

ca Central y de Sudamérica. D icho bienestar debería conseguirse en el marco de una política de cooperación e interdependencia. A este fin se creó, en 1940, un nuevo organismo para la salvaguardia de ios intereses económ icos estadounidenses en el continente, que recibió el nom be de O ffice o f 'the Coordinator o f Inter-Am erican Affairs (O IA A ) (Oficina del Coordinador de los Asuntos Inter-Americanos), y que estuvo la mayor parte del tiempo bajo las órdenes de Nelson A. Rockfeller. E n m ar­zo de 1942 se creó otro organismo dependiente del anterior: el Institute o f Inter- American Affairs (IIA A ) (Instituto de Asuntos Inter-A m ericanos), cuyo objetivo era el de proporcionar ayuda técnica a los países iberoam ericanos y el de fom entar el de­sarrollo de la sanidad pública en los mismos. ^

Durante los años que duró la guerra se produjo una cooperación económ ica real entre los Estados Unidos e Iberoam érica y nació, asimismo, una interdependencia de la rtiisma naturaleza entre las dos partes. Los Estados Unidos necesitaban im portar- materias primas de interés bélico, com o por ejemplo manganeso, cobre, cinc y w ol­framio. Sin embargo, en esa interdependencia, los países iberoamericanos se llevaron la peor parte, ya que, en el sector industrial, se concentraron en la producción de di­chas materias y en el sector agrícola se vieron obligados a producir semillas oleagi­nosas en lugar de productos alimenticios. E sto interrum pió el proceso de diversifica­ción económica, al mismo tiempo que aumentó la dependencia de dichos países res­pecto de los Estados Unidos. E n 1945, el com ercio de Iberoam érica con los Estados Unidos representó la mitad del total de su com ercio exterior, mientras que antes de la guerra había significado tan sólo una tercera parte.

E l periodo comprendido entre los años 1933 y 194 5 , en el que las relaciones entre los Estados Unidos e Iberoam érica se vieron determinadas por la crisis económica y los efectos de la guerra, se puede caracterizar resumidamente de la forma siguiente. Hasta el final de los años 30 la relación entre las dos partes, en gran medida, asumió un carácter económ ico y político, si bien eran los intereses económ i­cos los que primaban. La amenaza del nacionalsocialism o introdujo un elemento nuevo. D e pronto la defensa adquirió la m áxima prioridad, y a partir de ese m om ento, los objetivos esenciales de la política de los Estados Unidos con respecto a Iberoa­mérica consistieron en conjurar la amenaza del peligro nazi, en explotar el potencial de Iberpamérica con fines defensivos, en contar con el beneplácito de los países ibe­roamericanos hacia su política y en asegurarse un acceso a las fuentes de materias primas existentes en los mismos.

El ejercicio de una política de buena vecindad exigía el reconocim iento de la igualdad de los países iberoamericanos con los Estados U nidos, y eso fue lo que su­cedió en la realidad. Las circunstancias externas surgidas antes de estallar la guerra dieron un peso mayor a dichos países en sus relaciones con su vecino del norte. D es­de este punto de vista se puede decir que existió una igualdad entre ambas partes. No obstante, esas mismas circunstancias condujeron, en el orden defensivo, a una vinculación aún mayor de los países iberoam ericanos con los Estados Unidos y, en el orden económico, a la perduración del enviciam iento de las economías de dichos países, dado que las mismas, com o consecuencia de los intereses económ icos de los Estados Unidos y de las condiciones inherentes a una econom ía de guerra, se vieron orientadas a la exportación de materias primas y a la importación de productos ma­nufacturados. L a cooperación política y económ ica entre ambas partes condujo, por lo tanto, a una dependencia aún mayor del socio más débil. E l rasgo característico y

el objetivo principal de la política de buena vecindad, tal com o hat-i)4 Sic|o form ulóla en 1933, consistía en la no intervención. Los Estados Unidos llevaron a la pracngfi dicho objetivo con el Fin de disipar el tem or de los iberoamericanos a que se produje­sen injerencias en sus asuntos internos; al final de la Segunda G uetfa Mundial, lá jri- tcrvención, ya fuese política o militar, de los Estados Unidos en Iberoamérica p ís f '? ser un tema secundario. Sin em bargo, la política de buena vecindad (\iv q tam tíkí1 una „vertiente económica. Los objetivos principales de las activjdftdej del ExpQti- Im port Bank y de las medidas contempladas en el Program a de Acuerdos Comcrti¡8* les habían consistido en suprim ir los efectos negativos de la crisij écoo^micn sf^pe el com ercio norteam ericano, en explotar los m ercados extranjc(<^$; en bcpcficig dc los.productos estadounidenses y en ampliar el com ercio exterior d g lo s Estados Uni­dos. Aunque indirectamente Iberoam érica se benefició también, ¡¡Im cnos en lo tú(i- cernicnte al aumento de su com ercio exterior, de la puesta en pntctjca de dicho pío- grama, lo cierto es que los intereses económ icos norteam ericanos fyerof» un obst"á¡;-y- lo a la hora de hacer, realidad las laudables intenciones contenidas en ja ppl(ti@f $je buena vecindad. Dicha política no fue capaz de superar la contrngjicctón CXjsUqte entre la defensa de los intereses noftéam érícanos y la aceptación dg ÍÓS países ih$rfiia- ■mericanos com o socios políticos de pleno derecho. V * V '

IV . IN T E R V E N C IÓ N Y A N T IC O M U N ISM ü (D E S D E 1 9 4 5 H A STA N U E S T R O S D ÍA S ) '

1. L a O E A y l a A l i a n z a p a r a e l P r o g r e s o c o m o i n s t r u m e n t aDE INTERVENCIÓN v’" '

E n 1 9 4 5 , al finalizar la Segunda G uerra Mundial, los Estados Unidos habían al­canzado una nueva posición en el mundo. A partir de ese momeníQ pasaron a g<;i; la principal potencia de O ccidente en los conflictos Este-O este, coqHiccqs cjue, p£tt;o tiempo después, se habrían de convertir en una lucha a b ie r ta jx jf id supremaefa mundial entre dos sistemas políticos de distinto signo (la llamada, guerra fría)¿- {¿os Estados Unidas se creyeron en la obligación de defender contra eioorminismo valo­res tales com o la democracia, el capitalismo y la economía de mercado, l.os cuajp , según ellos, eran superiores a los sustentados por dicha ideología É sta ,e n sur opi­nión, se hallaba en plena expansión bajo el liderazgo de la UnióivÉavÍgt¡c&. Lqíi pls-

, rados Unidos se fijaron com o fin de su política la contención dej ^omupisirio iptfr- ' nacional dentro de las fronteras alcanzadas por éste hasta ese m om ento e inclúsy el j repliegue del mismo. La m isión civilizadora contenida en el Destiñ¿> fvfanifiejtp e$(\ti- [nuaba vigente. , V

L os Estados iberoamericanos, con los que los Estados Unicjps- dcsd$ fpedífttJos de la década de ios años 30 , habían firmado acuerdos para la defensa del Hemisferio Occidental contra posibles amenazas (com o, por ejemplo, la representada por fl: na­cionalsocialism o), se vieron implicados también erólas nuevas tensiones internacio­nales. Y no sólo porque siguieron suministrando a dicho país {¿s rpatfrias prjfPas que necesitaba (petróleo, cinc, plom o, etc.) y continuaron siendo yn tnercadqjfiara sus productos, sino también porque se vieron obligados a apoyajío ¡en su lucha ¿en ­tra el comunism o. •

Aünqud lpS países .iberoamericanos también se encontraban interesados en la de- fensa.cqm $r¿del cóntinertle frente a agresiones venidas de fuera y en la construc­ción de u n ^ íü a n a T tK jíí^ g tc r interestatal que sirviera de m ecanism o de protección contra inceÍftncipnÍ| üfS{!Íérales, sus esfuerzos a este respecto, com o los realizados, por ejempl&^tfuranté la cbhferencia interam ericana inaugurada en Chapultepec en- febrero d e f 9 4 5 , habíanresültado fallidos. D ichos esfuerzos, en razón de la agudiza­ción de la g^ferra. frfa f de Ja situación de crisis social y económ ica que se empezaba a detectar erHos Estados ¡fcroam ericanos, alcanzaron su objetivo con los acuerdos a los que se llegó en la C orífettncia de R ío de Janeiro , celebrada en dicfia ciudad a par-* tir de agosffi de J 9 4 7 ^ ccjn la fundación, en marzo de 1948,\de la Organización de" Estados AiVufticiuto£ S é T m -(^ n ferC T ^ a B e 'S jó ,* lo s É sta d ó fÜ n id o s firmaron c o n - los países Ibferoaiíietícaríds Un Tratado de A sistencia Recíproca. E n el artículo 2.® del m ismo ü rtreab an los m ecanism os necesarios para ef arreglo am istoso de los con­flictos surgftlés: entre paféés pertenecientes al continente am ericano y en el artícu­lo 3 •a se BArmaba qüe -cí ataque contra un Estado am ericano sería considera­do uh ataque-contra lodos- los demás, postulándose, en esc caso, la necesidad d e : prestarle ayuda. A esfS fiiíj tla ro está, se creaba un órgano de seguridad de carácter ■ regional pirfa la regulación ’de la defensa de! continente frente a ataques venidos des- ; de el. exterfSh--Sin1 erfibargtJ, al m ismo tiem po, el artículo 6 .° del tratado dejaba la i puertá abierta para una posible intervención militar realizada desde el interior del , continente;-fin el mismo sé recogía una disposición, incluida a instancias de los dele­gados nortíStmericanOí, qué decía lo siguiente; «En el caso de que un Estado ameri­cano vea violada sus froritétás, atacada su integridad territorial o amenazada su sobe­ranía 5 incfefíendehcia política, debido a una agresión sin armas, a un conflicto extra- contifjental tt W rácotttinefital o por cualquier otra situación o circunstancia que pue­da poner erS peligro ta paz á e Am érica, el órgano consultivo debe reunirse de form a inmediata .fin de dar Su consejo sobre las medidas a tomara (Readings in Ameri­ta Foreign Ptlfá, págs. ‘2 0 9 -2 1 3 ). Según el artículo 8 .<?, dichas medidas podían ir des­de el establecimiento' de sinfeiones de tipo económido o político hasta el uso de la fuerza arm9ps£ Tairto en Uh ia s o com o en otro , se necesitaba, com o m ínim o, el voto afirmativo ciü las dos tercérds partes de los Estados (catorce en concreto),i.- N o obsfsftte. a pesar a é q u e en todas las disposiciones del tratado se garantizaba la soberanía d i los diferentes Estados, convenientem ente interpretadas, podían con­tribuir a socávar ésta, pueá, de acuerdo con ellas, las decisiones soberanas de un E s­tado p de uiim ovlm ierit& de liberación respecto a la conveniencia de realizar refor­mas spcialef _eh su país habrían de someterse al voto de los otros Estados, o sea, al $oto de la rHtfción dom inante, C om o se puso de m anifiesto durante el proceso histó­rico posteribí, el Tratado de R ío sirvió pata legitimar las intervenciones norteam eri­canas en Iberoam érica (desde la de Guatemala en 1954 hasta la de Granada en 1983),

Las dispésiciones contenidas en el Tratado de R ío alcanzaron una mayor concre­ción en la N flíena Conferencia Panam ericana iniciada en Bogotá en marzo de 1948. D urante la Celebración dé U misma se elaboró la .C arta de B ogotá, un documentó que, hasta cierto punto, habría de convertirse en una especie de Carta.Magpa._de todo el contiHfcnte. Se creó también un importante conjunto de instituciones englo­badas en lot IjUe sé cortoce. CÓn el nom bre de Organización de Estados Americanos (O E A ). Aslfríismo sé tom ó üh gran número de decisiones de tipo político, económ i-

■ i ÍS 4 . -

co y cultural relativas a la igualdad entre Estados, al reconocim iento diplomático ba^_j sado en el D erecho Internacional, a la inviolabilidad territorial, a la cooperación eco™ nóm ica y a la solidaridad frente a las agresiones. E n este m om ento no vamos a en^j fcrar a describir de forma porm enorizada la naturaleza de las mismas (véase el capítij lo X X X del documento). L os E s ta d o s , iberoam ericanos consiguieron que en el ar™ tículo 15 de la Carta de la~Cfe'A~se p ro fc b ijse .fo form a definitiva el derecho a in te r^ j venir en los asu ntosde otro Estado. É n dicho artículo se dice lo siguiente «por nin­gún m otivo, un Estado o un grupo de Estados tiene el derecho a intervenir, ya sea d3^ form a directa o indirecta, en los asuntos internos o externos de otro Estado» (G an A tenbein, pág. 858). Además, en el artículo 16 concretam ente, se prohibía ejercer s o ^ bre otro Estado presiones de carácter político o económ ico que fuesen en m enosca® bo de su soberanía y en beneficio propio. M

E l beneplácito d e jo s E stados Unidos a dichas, réselucioo.es, equivalíai a una re^l nuncia a la política de las cañoneras de épocas anteriores y a una promesa de no s e 9 guir utilizando la D octrina M onroe com o legitimadora de las intervenciones, de c^gy rácter unilateral. N o obstante, dichas declaraciones de principios eneraron .en c p l S sión con la resolución X X II I , aprobada a instancias de ios norteamericrinos, rciíuiv^^ a la «Preservación y defensa de la,d.gmocracia en..Áméric!u>. É n la misma se condena« ba por primera vez públicamente «al com unism o internacional», fundamentando d r^ cha condena en la necesidad de defender la democracia. «La situación mundial en > m om ento presente — así se decía en la resolución citada requiere que se tomen k medidas oportunas que posibiliten el conjurar la amenaza que se cierne sobre el con tinente americano.» Pues-, «debido a su naturaleza antidem ocrática y a su tendenel intervencionista, las actividades políticas del com unism o internacional, al igual q u g las de cualquier otra ideología totalitaria, son incompatibles con el concepto de liber^ tad sustentado en América» (G antenbein, págs. 8 3 8 y ss.). (¡„

Los Estados iberoam ericanos aprobaron dicha resolución de form a más o .m e t nos voluntaria,-por una parte por el propio anticomunismo de j¡us gobiernqs_y, .psS!

-otra, con la esperanza de recibir a cam bio de su asentim iento contraprestaciones ec^H nómicas de los Estados Unidos. D e ésta form a, dichos Estados, bajo la dirección los Estados Unidos, aceptaron com o obligatorio el que todos los países del continenfr^ Jse ajustasen a un modelo de dem ocracia cuyos fundamentos eran diferentes de aqu f líos sobre los que se sustentaba su propia cultura política. E n un artículo aparecicjc en el Washington Post el 28 de diciem bre de 1948, Sum ner W elles, un experto en f relaciones interamericanas y, él m ismo, protagonista en otro tiempo de éstas, expua con toda claridad el peligro que se derivaba para las mismas de esa pretensión de inH poner a todos los países iberoam ericanos un m odelo de democracia, esto es, un term inado sistema político, de características fundamentalmente anglonorteam ejl

canas: V

¿qué razones existen — así se expresaba en el artículo citado que nos permita pensar que una forma de democracia que se ha desarrollado, hasta cierto punn lentamente, en los países de habla inglesa, se adecúe a las necesidades de onflL pueblos con antecedentes, tradiciones y culturas absolutamente diferentes de ijy nuestras? Si intentamos cercenarles a los pueblos de Iberoamérica el derecho^ apoyar o derribar a sus propios gobiernos, contribuiremos a eliminar una forma actuar sobre la que se ha basado la existencia del Nuevo Mundo.

t e

A pesar de todo, junto a las disposiciones incluidas en el Tratado de R ío , la reso­lución X X X I I relativa a la defensa de la «democracia americana» volvió a poner so ­bre el tapete el derecho a la intervención recientemente abolido, si bien, esta vez, adoptó un carácter multilateral.

E n la Décim a Conferencia Internacional de Estados Americanos, celebrada en Caracas en marzo de 1954 , acontecim iento del que los Estados Unidos se aprove­charon, alarmados por las reformas sociales que; habían tenido lugar en Guatem ala, para obligar a los demás países a adoptar una serie de medidas conducentes a impe­dir la penetración en el continente del comunism o internacional, se le dio un peso aún mayor, a propuesta de Foster D ulles, abogado durante muchos años de la .U ni­ted Fruit Company, al imperativo de defenderse contra el comunismo. E n la práctica esto habría de significar un torpedeamiento del principio de no intervención. Tras una serie de enconados debates se adoptó la resolución C X II. El título de la misma rezaba así: «Declaración de solidaridad para el mantenimiento de la integridad políti­ca de los Estados americanos contra la intervención del comunism o internacional», y en ella se afirmaba que «el dom inio o control de las instituciones políticas de un E s ­tado por parte del movimiento comunista internacional, m ovim iento que sirve para extender el sistema político de una potencia extracontinental, representaría una ame­naza para la soberanía y la independencia política de todos los Estados am ericanos pues pondría en peligro la paz de América». Si se produjese tal eventualidad se con­vocaría una reunión de carácter consultivo a fin de tom ar las medidas oportuna: (Schlesinger, págs. 26®»y ss.). . . .

E l hecho de que dictadores com o Trujillo (República Dom inicana), Batista (Cuba), A . Somoza (Nicaragua) o Pérez Jim énez (Venezuela) se encontrasen en co n­diciones de aprobar tal resolución, personas todas ellas que se hallaban a la cabeza de gobiernos antidemocráticos que no manifestaban respeto alguno por los derechos humanos (gobiernos, por lo demás, a los que no se condenaba públicamente), pone en evidencia que la tan cacareada defensa de la «democracia representativa» no era más que una fórmula vacía, un instrum ento ideológico al servicio de la defensa exte­rior de los Estados Unidos. E l cam bio, necesario por otra parte, de las estructuras in­ternas de los Estados iberoam ericanos y el establecimiento de democracias que susti­tuyesen a las dictaduras existentes, no era el objetivo prioritario. -

E n la época que siguió a la aprobación de las r ^ l u c i o n ^ t o n ^ ^ d u ® lt £ .| o s añoT TM T y 1948 y “en el año 1 9 5 4 ,el 'intènto''de"un gobierno o de un m ovim iento d ¿ó p p 5.i,ción..o . liberación. Iberoam ericano de .poner fin a las injusticias_ políticas o económicas mediante una revolución o a través de. la adopción de reformas sociales, suscitaba, de forma inmediata, las advertencias de los políticos acerca del peligro «comunista». Tem erosos de que los comunistas se hiciesen con el control de los cambios estructurales o de las reformas sociales, creían que cualquier revolución, au­tomáticamente, pondría en peligro los intereses de los Estados Unidos. Y , tachando a los cambios sociales, aun en aquellos casos en que parecían justos y moderados, de estar inspirados en el com unism o, se arrogaban de nuevo el derecho a recurrir a toda la panoplia intervencionista (intervención militar, económ ica, etc...). Después de 1945, al quedar unidos los intereses de los Estados Unidos en Iberoam érica, en los sectores de la exportación, de las materias primas y de las inversiones, a los inte­reses de tipo estratégico, cualquier reforma social, por moderada que fuese, que afec­tase de forma automática a los intereses económicos de las empresas o de los inver-

sores estadounidenses com o consecuencia de la puesta en p r fc t lg t e nac10^ ^ nes o de la adopción de medidas de reform a agrana, era suscept.^q ^ ser considera da, invocando el fantasma d e l «com unism o i n t t ^ n ^ c o n ^ M ^ seguridad de los Estados U nidos y de los países i|?etQaqwncano¡. *•d ones contenidas en el Tratado de R ío relativas g líis c ^ o ¿ ^ r e s o l u c i o n e s de la O E A , o f r e c i e r a I » lidad de servirse de esta institución para el logro sus fine cn^ *

¡S ¡ r < r 6m ^ f c t o — un beneplácito, ciertam ente, cada vez p f e d jf ld de obt^>er ,

de sus fue la plataforma Qrg|ni*3?iva.y ta ip b ie n .p r^ n

los principios de dicha institución, la^lataform a ^Unidos habrían de fundamentar su sjn tcryp ncipji^ 1*. A U a tu a -p ^ e l .^rogíSj!¡-J&- el mecanismo del "quelé sirvió”esepaís para integjguf ffilfeca y o n o T O C a .^ e a

Ffin de c o n t r a t t e s - f f i l a l n ^ ^ : ^ ! ^ “ . f : í g í S S ? ¡ n t £estabilizar los re^ím encs.políticos.de estos frente * J a aR JSn»» ^ * or“ , tr_b¿ C)

/naciónái. D e los múltiplas aspectos de la Aliangi p a r^ e j frogfj$£>, ^ ■sólo nos referirem os al expuesto en el párrafo anterior. - , ,

Esta iniciativa, acometida con g r a n j i h í i K ° ^ l ] ^ ^ inspi7ada“ en él Plan M aTshaÍrqí¿'se había

l0gro de un cam bio social controlado. E ^ m " . “ ^ K e n S Í l ide nrriba» con el propósito de abortar las «revefuc.oofsí o n T L m S h V d ic h o plan alarmado ante la Revolución C ^ . r « p m ó 1nuestas del presidente Eisenhow er cojiteñidas ftft ej “S^ r° h „c ¡.So con el nom bre de «Operación Panamérica» E o p ro p e sta s ,?e hacía t0 :ronero de nuevo a una polffica ¿le colaboración y buena y e jm d M • j -

P m l l ^ l c a b o E reformas citadas se ' E n mayo d e jÍ9 6 Í ) K ennedy firm ó una ley.de avuclaj lú s r o a n ^ c a , , R

" veía la e n c r e ^ 6 0 r a í o n e s a los países g S

había sido fundado, tras muchos intentos, en , í Í P Jil

S s r S S T S H S r i ^ n t o , de unos 3 9 4 m ^ s d e d ó l a r « | E n ag osto ,^ d u fg v

la Conferencia Social y s e ^ h i r i e n * * !

blos He America» (e n la que se fijaban los objetivps de ja A ianz? y ¿ p u(1.encontraba fa democratización de los países i hfroam e?.canos) j ^ a « a r t a , ^ta de Este» (en la que se contenían los m étod os p o r los que se habría & reg.r

P f0 s T S >gnaron 100.000 millones de dólares para la ejecucfcn, a lo larg> d ^ e ?

aflbSj dé tln primer plan de reformas. Se pensaba que con este dinero, del que los E s­t á i s Untóos aportarían la quinta parte y cuya entrega se repetiría cada diez años, se podrían nacer realidad los objetivos propuestos. D e esta form a, el gobierno nortea- WetfcarTÓSe comprometía a entregar cuatro veces más (esto es, unos 2 .0 0 0 millones d í adiares} de lo que había dado hasta entonces a los países iberoamericanos en con- eeptb dé foruda económica (pues entre los años 1946 y 1961 , ésta había ascendido tari sbloa-335 millones anuales).- Lá Alianza para el Progreso se perfilaba com o el m ayor programa de ayuda al

extt'ailjcítt? ijue hubiese existido nunca y, por este m otivo, parecía infundado el tem or d e jo s fíaRts iberoamericanos a que dicho programa no fuese más que la continua- tló it dc fa política hegemónica de los Estados Unidos por otros medios y de que este país pudiera socavar, valiéndose del instrum ento de la ayuda económ ica, una parte dfe sii so feian ía y de su autonom ía nacionales. D urante el primer año de aplicación det.nñishña, el dinero afluyó.m ás o m enos, com o estaba previsto. Los países iberoa- fríerjcárlóí, íecibieron 8.000 millones de dólares, de ellos 1.000 millones procedentes de 1ÓS ÉSfáíJos Unidos y 700 millones procedentes de Europa y de'diversas institu- éiories dS carácter internacional. Pero después la ayuda económ ica de los Estados UiiidSs á§Creció, debido, entre otras cosas, a los gastos de la guerra del Vietnam . Éntre los íftos 1961 y 1971 , los Estados Unidos entregaron a Iberoam érica tan sólo 9*400 mii.Kíhes de los 20.000 millones de dólares previstos inicialmente. _■ A p esíf de todo, esta suma de dinero hubiera podido resultar una ayuda valiosa

para log íáf kl deseado desarrollo, si los países iberoam ericanos hubiesen podido uti- tfenrld ¿óh\entera libertad; Y a en 1964,. el flujo de dinero llegado a dichos países

pOf. lo . demás seguían desempeñando el papel de simples proveedores del materias prihnas— no bastó para equilibrar sus pérdidas nacidas del deterioro de lasí cotldlcioriéS de intercam bio com ercial. Los Estados U nidos, por su parte, no hicie-f, fOñ liada jS jr remediar esta situación. A pesar de sus repetidas afirmaciones de quT deseábnrl.e! progreso de Iberoam érica, continuaron alzando barreras a la entrada de productos iberoam ericanos en el país, lo cual no sólo dificultaba el acceso de los mistíKJs alitiercado norteam ericano, sino que amenazaba también con fortalecer aun triás la vieja estructura comercial (materias primas frente a productos manufatu- radosj.

Adcmiji; el significado de la ayuda económ ica proporcionada por los Estados Unidos t i Ví?a mermado por sus condiciones de entrega. A modo de ejemplo, pode­mos decir Cjiie la mayor parte del dinero entregado tenía que ser utilizado obligato- riarrtírtte ífl la compra de productos norteam ericanos. E l 80 por 100 de la ayuda es­tadounidense sirvió para la financiación de tales com pras. E ste requisito no fue abo­lido hasta 1969, a instancias del presidente N ixon. D ado que los precios de los pro- ductos ameriéanos podían ser, en ocasiones, superiores en un 50 por 100 a los del mercado lílMrnacional, un dólar dé la Alianza valía en realidad 50 céntim os. A esto” sC aftádía él hecho de que los E stad & sJJn id o s vendían a Iberoam érica aquellos ar­tículos que por haberse quedado obsoletosjapenas tenían salida en el m ercado ño r-, teañierieano, Los países iberoamencSnoS^ si querían seguir recibiendo créditos del Exiril Bank ó del B ID , se veían obligados, la mayoría de las veces, a transportar las mercancías.compradas en los Estados Unidos en barcos norteam ericanos y asegurar­las en compañías de seguros de la misma nacionalidad. D e esta form a se ponía de manifiesto de nuevo el viejo modelo de relaciones com erciales; Iberoam érica no era

más que un mercado donde los nortearofirícaao.s„Bodían colocar sus productos, a 1 postre, la Alianza para el Progreso, concebida y dirigida porTós"Estados Unidos, fa-' vpreció más el desarrollo de este país que ci cle los listados iberoamericanos y, as. mismo- tiempo, representó una form a indirecta de intervención en los asuntos inter^j nos de éstos en los campos social y económ ico.

A los mecanismos de intervención de carácter financiero y económico,, ya de po» sí negativos para los países iberoam ericanos, se les unió otro de carácter político que. desvirtuó aún más la ayuda nortCíii^£*-ÍGan-a--conccdidadcntro d eljm uco de la Alian­za. N os estamos refiriendo a..ljTenrnicnda H ickcnloopeT*cfel añc<fl962.piativa a la le^ de ayuda a países extranicro.s. ~cn la que se afirmaba cjuc se debía sn.spcncici' T ayuda económ ica a aquellos gobiernos cju e atacasen ya fuese mediante nacionalizaciones0 expropiaciones— las.propiedades. eje J.o&.fiiudadanos norisamericanps. De esta ma^nera, dicha ayuda se convertía en un. instrum ento mediante el cual se podía influir dc form a indirecta sobre los Estados iberoam ericanos e inmiscuirse en sus asuntos in*t tem os. Aquellos gobiernos que se preocupaban por crear un clima favorable a las in,| versiones — que solían ser gobiernos militares o dictaduras que podían ofrecer pafseí en paz y en orden— tenían la seguridad de recibir créditos y prebendas. A .aquellos! otros que se identificaban en m enor grado con los intereses norteamericanos y qu|j defendían con más ahínco los intereses de sus propios países se les retiraba, tempi> ralmente o para siempre, la ayuda económ ica, ya que, a pesar del carácter multilat<í| ral de la Alianza, los Estados Unidos disponían de medios suficientes para influir scjg bre los demás países y, de esa forma,, im poner unilateralmente sus puntos de vista. Entre dichos medios se encontraba, por ejemplo, el derecho al voto con el que cor$¡ taban en el Banco ele Desarrollo. Interam ericano. Además, la Agencia para el Des;|g rrollo Internacional (A ID ), organism o que se hallaba bajo el control de los Estado? Unidos y que se encargaba de distribuir la mayor parte del dinero de la Alianza, s(¡ encontraba en condiciones de lim itar la soberanía de los países receptores, condicic^ nando la entrega del mismo a la aceptación por parte de éstos de unas determinadas condiciones (com prom iso de com prar productos, americanos, garantía de defendí^ los intereses americanos frente a posibles tumultos de carácter social, etc...). »1 Un tales circunstancias era imposible que_sc consumara el ansiado cam bio^ociS V_po¡ítico y que se rea lizara is tan cacareada TTemocratización. Resultaba irnposib^ armonizar los intereses cíe los listad os” U ñid os còri lbs~tTe fKeroamerica. Los .mecK nismos de. intervención siguieron en pie, aun íesp ué^ lcn .a dcsapanción AliaiH

\za (1 9 7 0 / Í9 7 4 ). A partir'cíe ese m om ento, los'Estados Unidos sólo se preocupare^ ¡’de defender sus' inversiones, de asegurarse el envío de materias primas, de afianz^ tsu posición en el mercado iberoam ericano y — con el fin de poner coto a la expai| jsión del-com unism o^- de mantener, en el -serto de' los países iberoamericanos, uiá ¡situación política estable que favoreciera la salvaguardia de sus intereses. Dentro da ]m arco de uria organización internacional com o la O E A , formas más sutiles de intefl i vención directa continuaron garantizando la. existencia de una p a x americana!"en -íj

.¡'Hemisferio Occidental.

2. In t e r v e n c io n e s m il it a r e s

E l hecho más notable de la política anticomunista de los Estados Unidos tuvo lugar en el año 1954, merced a la intervención,.de_ese país, o m ejor dicho, a la parti­cipación del mismo en la intervención en Guatem ala aprobada por la O E A . Los E s ­tados Unidos tratarían de repetir el éxito de la misma con la invasión de Cuba. ¿Cuá­les fueron las causas de dicha intervención? ¿Cómo se llevó a cabo la misma?. ..D e 1931 a 1944, Guatemala había.vivido, bajo,Ja dictadura del general Jo rg e

' L'bicü. Durante este periodo, la Unjted_Fruit Company de Bostor,, compañía que se encontraba presente en el país desde hacía décadas, habííi logrado apoderarse —■-gracias a los acuerdos firmados en 1936 entre los Estados Unidos y Guatemala, acuerdos, por lo demás, elaborados por Jo h n F. D ulles, abogado de dicha compañía y más tarde secretario de Estado— no sólo de un gran número de tierras para sus plantaciones de plátanos, sino también del control de. una gran parte de la infraes­tructura del país. La compañía recibió las tierras libres de impuestos y no tuvo que pagar indemnizaciones por el disfrute de las mismas. L a United Fruit Company construyó ferrocarriles, carreteras, centrales eléctricas y puertos con el fin de poder desarrollar cómodamente sil,negocio de plantación y exportación de plátanos.

En diciembre .de 1944, ¿ras una huelga de grandes proporciones y el paso del país por un periodo de transición caracterizado por la aparición de brotes revolucio­narios, se celebraron, por vez primera en la historia de G u atem ala, unas e la c io n e s relativamente libres. D e las mismas, salió elegido presidente 'luán José Arévafe, que trató de cambiar aquello que era posible en un país dominado por la United Fruit Company. Como consecuencia de la subida constante del precio del café, inició su tarea distribuyendo de una form a mas justa la riqueza del país. Prom ovió la creación de sindicatos, promulgó leyes de carácter social favorables a los trabajadores y co­menzó la reforma del sistema educativo. Al mismo tiem po trató de diversificar la agricultura y de recuperar el tiempo perdido en el cam ino de una industrialización inexistente hasta entonces. Su objetivo político era claramente el de establecer y for­talecer unas instituciones democráticas, cuya aparición se había demorado durante muchos años en un país que hasta el m om ento sólo había conocido dictaduras. No obstante, estos tímidos intentos de reforma c h o c a r o n con la desconfianza de los E s ­tados Unidos y, casi de forma inmediata, las relaciones entre los dos países empeora­ron. Esto se debió, por una parte, a que la aparición de los sindicatos y la promulga­ción de leyes de carácter social ocasionaron conflictos laborales en la United Fruit Company y en otras empresas norteam ericanas y, por otra, a que Arévalo no supo contrarrestar a tiempo la naciente influencia de los grupos comunistas en dichos sin­

dicatos. -En 1951 el gobierno de Guatem ala pasó a manos del coronel Jacob o AroenZ)

„Guzmáni hombre, sin duda alguna, más vinculado que Arévalo. a los grupos ‘de iz­quierda agrupados en torno del recién creado Partido C o m u n i s t a . NQ_obstante, su programa de gobierno y las medidas que tom ó de carácter económ|ce^no¿se pueden calificar de «comunistas». Su objetivo principal consistía en que el desarrollo de Gua­temala fuese más rápido y, sobre todo, más independiente desde un punto e vista económico. Sin embargo, el_gobiern.o de..los Estados-U nidos y la U nited Fruit Com ­pany, al ver afectados sus intereses por dichas medidas, las tacharon de «comunis­

tas». En concreto, Arbenz quería constru ir una carretera desde e| ¡[jterjpr fiel pí|l> hasta la costa atlántica con el fin de elim inar el m onopolio del tprjfpQ fle por ruta, detentado por el ferrocarril propiedad de dicha compañía. neo/Í.a construcción de un puerto que hiciera la com petencia a P u ^ tfí ^^|r!9». irSJ|.r lación portuaria perteneciente, asim ism o, a la United Fruit Company, P ^ j : t p t||M? bien la construcción de una central eléctrica de carácter estatal cof) $1 fin de quitóle a la compañía norteam ericana el m onopolio en dicho sector.

No obstante,'Ia; medida que el gobierno estadounidense y la United Fruit pany consideraron com o más peligrosa para sus propiedades y su |pjunifed y d ecid ieren gran medida, la intervención, fue la reforma agraria i n i p d a j^ í en 1 9 5 2 . En la misma se preveía ía expropiación de las tierras no c^ tivp dasy " f j p latifundios cuya extensión fuera superior a las 9 0 hectáreas, a canrrt»í{>.dc ¡ndcmiip||, a sus antiguos propietarios con la entrega de obligaciones del Estadp am p rtiw b l« CR veinte años. Desde 1952 hasta 1954 se expropiaron un total de un -millón ¥ mfiJiP de hectáreas, de las que 1 6 9 .0 0 0 , aproxim adam ente, eran tierras ng Cultivadas gífcr piedad de la United Fruit Company. E n el conjunto de las tierra^ expropiadas Jf Mr aquellas otras propiedad del g ob ierno puestas por éste a disposición de Ips campesi­nos, se asentaron unas 100.000 familias. - ,

Las reformas sociales emprendidas por A rbenz, tanto el pioycqto de infraestruc­tura com o la reforma agraria — medidas que el gobierno guatemalteco totpó, haeiv.fi do uso de su soberanía y con el fin de elim inar el poder económ ico extranjero elj Jg- neficio de los campesinos y agricultores— iban en contra de los ir)l?res« de la yríi- ted Fruit Company. E n consecuencia, la C IA , con el fin de contrarrestar 1,1 «ám en la

- comunista», in terv in o ; colaborando, jen 1954 , en el. derrocamiento*del go^ern|.

La acción estuvo bien preparada, tanto desde un punto d e y is tíj diplomálltC com o político. E n la D écim a Conferencia Interamericana celebrada Ér>marzo de 1954 , el secretario de Estado norteam ericano, John F D ulles, aprobación de una resolución, la C X II concretam ente, en la que se Otorgaba ¡M fe Estados Unidos el derecho a intervenir en los asuntos internos de Q fp s pflfSP* c§ !í fin de conjurar la amenaza del «com unism o internacional» en el «WUjncnte a m b i­cano. D e forma simultánea, su herm ano Alian D ulles, a la sazón djtfQtOj' de la preparaba la intervención m ilitar con el conocim iento del gobierpo rtortca¡nqri«^p En Nicaragua y Honduras se procedió al entrenamiento .de tro ja s de pagadas y equipadas:R o .r ja M i La intervención militar se inició Cfl mayo de W M , cuand oT coñrñot iyo de la .entrega de armas. aLgqbierno guatemalteco j jm paflg ¿c Checoslovaquia, parecía m ^ ^ d e n t e . la.penetración.com unista. K^rticnpa ae d u r a s , el coronei Carlos Castillo A m ias invadió Guatemala con dpsSienlPS m e t a la ­rios y con el apoyo d'c la "aviación norteam ericana. Después de uqg breve lucha v ser abañ3 oñado por su strop as, e l^■pr.esideñterA'rbcnz.cenRncio a su cargp el 2 / nio A rm as, tras convertirse en presidente de Guatemala, siguió y o » política € r#li¡ ** gob ierno-d fíos Estados U nidos, a la C ÍA y a la United Fruí!, Comóany. Se p e ta d lo

, de Fo7 rna- sisTemAtica a ¡as personas de ideología izquierdista y la yCform? agrar^ fut ! anulada. Los intereses extranjeros vencieron en toda la línea. A sí fjje com o f»cM £ e.

intento, rechazado por «comunista», de poner en marcha, mediapte la reformas sociales y económ icas, un desarrollo autóctono no m edjaiiíada de?de y gx

ccrior.

2. In t e r v e n c io n e s m il it a r e s

El hecho más notable de la política anticom unista de los Estados Unidos tuvo lugar en el año 1954, merced a la in tervencion,.de .ese país, o mejor dicho, a la parti­cipación del mismo en la intervención en Guatem ala aprobada por la O E A . L os Es- tados Unidos tratarían de repetir el éxito de la misma con la invasión de Cuba. ¿Cuá­les fueron las causas de dicha intervención? ¿Cómo se llevó a cabo la misma?. ..D e 1931 a 1944, Guatemala había vivido bajo la dictadura del general Jorge

vUbico. Durante este periodo, la Unixe_d_Fruit Company de Bpstóir, compañía que se encontraba presente en el país desde hacía décadas, había logrado_ apoderarse —-gracias a los acuerdos firmados en 1936 entre los Estados Unidos y Guatemala, acuerdos,, por lo demás, elaborados por Jo h n F. D ulles, abogado de dicha compañía y más tarde secretario de Estado— no sólo de un gran núm ero de tierras para sus plantaciones de plátanos, sino también del control _de_ una gran parte de la infraes­tructura del país. La compañía recibió las tierras libres de impuestos y no tuvo que pagar indemnizaciones por el disfrute de las mismas. L a United Fruit Company construyó ferrocarriles, carreteras, centrales eléctricas y puertos con el fin de poder desarrollar cómodamente sii.negocio de plantación y exportación de plátanos.

En diciembre-de 1944 , tras una huelga de grandes proporciones y el paso del país por un periodo de transición caracterizado por la aparición de brotes revolucio­narios, se celebraron, por vez primera en la historia de Guatem ala, unas elecciones- relativamente libres. D e las mismas, salió elegido pr¿sMCTtri.iM J o » ^ '^ ñ ^ aj.9, que trató de cambiar aquello que era posible en un país dominado por la United Fruit Company. Como consecuencia de la sjubida constante del precio del café, inició su tarea distribuyendo de una form a mas justa la riqueza del país. Prom ovió la creación de sindicatos, promulgó leyes .dq carácter s o c i a l , favorables a los trabajadores y co­menzó la reforma del., sistema educativo. A l mismo, tiem po trató de- diversificar la agricultura y de recuperar el tiem po perdido en el cam ino de una indust rial ilación inexistente hasta entonces. Su objetivo político era- claramente el de establecer y for­talecer unas instituciones democráticas, cuya aparición se había demorado durante muchos años en un país que hasta el m om ento sólo había conocido dictaduras. No obstante, estos tímidos intentos de reforma c h o c a r o n con ja desconfianza de los E s­tados Unidos y, casi de forma inmediata, las relaciones entre los dos países empeora­ron! Esto se debió, por una parte, a que la aparición de los sindicatos y la promulga­ción de leyes de carácter social ocasionaron conflictos laborales en la United Fruit Company y en otras empresas norteam ericanas y, por otra, a que Arévalo no supo contrarrestar a tiempo la naciente influencia de los grupos comunistas en dichos sin­

dicatos. - 1 1 1 4 1En 1951 el gobierno de Guatem ala pasó a manos del coronel Jacobo ArbenZ)

„Guzmáni hombre, sin duda alguna, más vinculado que Arévalo. a los grupos d e jz - quiérda agrupados en torno del recién creado Partido Comunista. N o.obstante, su programa de gobierno y las medidas que tom ó de carácter económicp^nciwe pueden calificar de «comunistas». Su objetivo principal consistía en que el desarrollo de Gua­temala fuese~más rápido y, sobre todo, más independiente desde un punto de vista económico. Sin embargo, ej.gpbiern.o dé los Estados. Unidos y la United Fruit Com ­pany, al ver afectados sus intereses por dichas medidas, las tacharon de «comunis­

tas» En concreto, Arbenz quería constru ir una carretera desde c| interior del pife hasta la costa atlántica con el fin de elim inar el m onopolio del t a p a r t e por ruta detentado por el ferrocarril propiedad de dicha compañía. Posteriormente p jr neó/l.a construcción de un puerto que hiciera la com petencia a Puerto BftrriOS, lación portuaria perteneciente, asim ism o, a la United Fruit Company, Proyecto bien la construcción de una central eléctrica de carácter estatal coq ql fin d? quitólea la compañía norteamericana el m onopolio en dicho sector.

N o obstante,' la’medida que el gobierno estadounidense y la U p jtfd rruit U*.ti pany consideraron com o más peligrosa para sus propiedades y su »cjuricjad » » f f i e decidió, en gran medida, la intervención, fue la reform a agraria im p ed í por Arb<M* en i 952 . E n la misma se preveía ía expropiación "dé las tierras no gui_tiy»Q3S y latifundios cuya extensión fuera superior a las 90 hectáreas, a carnbie efe (iWCmnM^ a sus antiguos propietarios con la entrega de obligaciones del E staco pmpftwabl*,£F. veinte años. Desde 1952 hasta 1954 se expropiaron un total de up millón y de hectáreas, de las que 1 6 9 .0 0 0 , aproxim adam ente, eran tierras np C u ita d a s piedad de la United Frúit Company. E n el conjunto de las tierra* a p r o p ia d « je tic aquellas otras propiedad del gobierno puestas por éste a disposición de lps c a m p a ­nos, se asentaron unas 100.000 familias. '

Las reformas sociales emprendidas por A rbenz, tanto el p ro y ^ to de Infraestruc­tura com o la reforma agraria — medidas que el gobierno guatem ajt^ o tqrpo, napsfl- do uso de su soberanía y con el fin de elim inar el poder económ ico extranjero e f b f neficio de los campesinos y agricultores— iban en contra de los le g r e s « d f la y r jj- ted Fruit Company. E n consecuencia', la C IA , con el fin de c o n t r a c t a ? lí) «apnen^i comunista», intervino," colaborando, ¡en 1954 , en el derrocamiento"del gpt?jcrn£*¿e

A r^LaZacción estuvo bien preparada, tanto desde un punto de vista diplomátitfC com o político. E n la D écim a C onferencia Interam ericana c e l e b r a Caracas fP marzo de 1954 , el secretario de Estado norteam ericano, Joh n F. Dulles, e<jn?ig4fei |a aprobación de una resolución, la C X II concretam ente, en la que otorgaba í¡ los Estados Unidos el derecho a intervenir en los asuntos internos d$ Qfros pafscs cgy p fin de conjurar la amenaza del «com unism o internacional» en q) continente^ am stl • cano. D e forma simultánea, su herm ano Alian D ulles, a la sazón directQf de la preparaba la intervención m ilitar con el conocim iento del gobierpo fiorteairieri^ p E n Nicaragua y Honduras se procedió al entrenam iento,de tropM «fe « « « » S Jg g » pasadas y equipadas por í * t l A . La intervención militar se m ick} mayo de cuando, con-rfiotivo dé la entrega de armas. aLgpbierno guatem ^t?co *> £ P M & Checoslovaquia, parecía m ¿s evidente, la,penetración,com unista. E^nienpa ae JJuP- d u r a s , el coronel Carlos Castillo Arm as inyadió.Guatemala con dgssienlPí m e rtp a - rios y con et apoyo cíe la aviación" norteam ericana. Después de uqg fcceys lu f j» V ser abaTd^ñíídop^Fsüs frop ai, erpresÍdente:A'rbenz..tenun.ció a su « r w ?1 *7 g f P ¡ nio A rm as, tras convertirse en presidente deG uatem ala, siguió g o a poujUS*.gr3ri| ^ e o b ie r r f ó “d é l o s Estados U nidos, a la C IA y a to United Fruit, C o p óan y , Se p e r n i o

, deToTmTsi’sT ^ á rica a las personas de ideología izquierdista y la ^ fo r m ? agrar^\ anulada. Los intereses extranjeros vencieron en toda la línea. A sí f^e com o fracaíd .

intento, rechazado por «comunista», de poner en marcha, mediante la «a lB acig íj de reform as sociales y económ icas, un desarrollo autóctono no m cdiatijado defde gx-

tenor.

E n C u f^ lo a Estados Unidos utilizaron tam bién, al igual que en Guatem ala, un; forma sola^kda de. Ifttervehéión m ilitar, com plem entada con una serie de medidas di boicot y bfótjüeó econófuife. E l caso de Cuba, por lo tanto, constituye un ejemplc de intervelítián miíitár y ertin ó m ica al m ism o tiempo. Su finalidad consistió en eli­minar el foéd revólucioriirib surgido en Cuba, en el centro mismo de la esfera de in­fluencia d¿- Jos Estados U nidos o , por m ejor decir, en castigar a ese país por la radi calización de úna revbluciáh que había s¡do algo más que un simple cam bio violente de gbbierrtfi

É n en e fa : deí 1959 iá s -fc la c io n cs entre. Cu ha y-los EstadQ S_ün.Ídos_eauaran-er un period¿ 'á e jr ie s ta 6 ilidad , después~de_qM e.-Eidel-Castro-iiubieseJQ gradQ.JlleYaii..;buen térrrfpo su sjiffinfflO htcnto por derribar el jrégimen de Batista —4 iecho esti que tío vánms"a tratar aqdlde form a j»rm eñ ¿ru «d 5— j „ 3 e q u é A m pTOP» junjaj sus camaríÉaS del KÍovirríljSnto 2 6 de julio (llamado así porque ei primer levanta rriieri'tQ c ó p r l Tiatistá, e í qué hafería 3 e dar inicio a la revolución, había tenido luga: el 26 d e j u ^ d e 19 5 3 ), tiiticedicse a hacer realidad los objetivas de la Revolución et toda su arfíÉlitud. No obsfinte, a pesar del~3etenoro de las relaciones entre ambo: países, Fi3 ellfcastro c'mpfüftdió la tare^ de liberar a la « la .d e J» .Je p ^ d C 0PW-.d<ÜQ! Estados 0 |idos 6 , dicho líe otra forma, de eliminar, mediante reformas de tip_o_sp cial y ecoKCmlco , el estáíüto colonial (existente, de forma más o menos solapada desde ! 89l|Jjque hacía defjDaís uña- ¿óToma~3 e los norteamericanos. D e esa forma Fidei CastfSTtrataGa también de iniciar un proceso 3 e.djS8attQlta.cle C M áctera u tó c to ho. E l detbhánte del conflicto, de la guerra'econóniiaut.CMasÍJt>ÍljBtfi.fijc.fa primen ley de refoím a ¿graná^prc^uFgada el 17 de mayo de 1 9 5 9 . Aunque en la ley sólo si

Entrada tÍ6 Pkld Castro en el (mínelo presidencial de Ha Habana

preveía la expropiación de los latifundios que tuviesen mas de 400 hecta eas fc mis-g ma reducía las posesiones de las c o m p a r t í a s ’ norteam ericanas, sobre todo las de a q u e ^ £ que poseían^latifundios y las que se dedicaban a la producción de d u c á , T ras_u ^ ( ¿ in flic to debido a la im portación por parte d cC u b a de petroleo soviético, F ^ l O i s - g tro se atrevió en junio de -1960, a nacionalizar las‘r iS S T S f ia T . 'T exaco ^ E s so ;, £ r o y o c a n d o , n s L u n a s e n c . . d e acciones,y ja S S íS a g ^ d j

^ ^ ¡ ^ S w d e , los F^tatta^^Inidos susi^ntlicron^sus in ^ r ^ ! .Q n s ¿ d s ^ ú e ¿ para Cuba; de . .« « fo r m a c l . g o b i e r n ^ ^ « ) f

£ lO O ^ d e s ^ c x ^ r ta c io n e r to ta le ^ E n ^ u U ^ d e ^ y r o ^ l '^ á s I^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ™

1960 I V r e d S o ^ S d T r a Í t e j prim er t r i ^ J ^ 'd e ^1% ^ H i d ¿ ^ . E 2£ i ^te ent e agosto y octubre de 1960,¿ » b f e r c E l i s ^ ^

v ^ i r u a S ñ B o v l é t i S l e h ^ m o s u a d o70 0 0Ó0'toneladas d e i * $ c u que se habían negado a adquirir.Jbs_ E sta d o s-U m d o S

^ E n co n tr^ ^ rtid C ¿I ^ B ie r n o estadounidense prohibió la exportacon a C u b a - r f a n lq u íer producto n o rte a m e rica n o s excepción dé los. artículos alimenticios no s u t í j vcncionados y de los m edicam entos, com enzando de esta forma un b lo q u e o -eco n ,* m k o que h a l i de durar t e t a 19 7 5 y al que se adheneron la m ayona de los; p a ,s |

- o obasnre, t e Estados Unidos « I . s o b r io |adopción de medidas de castigo de tipo económ ico. En febi Cr0’ ^

intensificó el emba.rgo.-Corne.rcial .contraJa_i_sja. E n virtud de otro d e a * . tS-éTrníK argo se amplió a todas las m ercancías cubanas, inc uidas mater as. p n m JJ n ie s c o m o el níquel. E n octubre d < l % 2 > ! embargo se amplio también a tran sp on

te I S o los barcos .. con los llstado7 Unidp.s. liste país retiró su ayuda economica a los que no pro h ib ía*

t sus barroreíTransporte de m ercancías a Cuba. .Una vez acotadas las sanciones dc_tii20^ con óm icq ,Jos J s ia d o s , .y ^ o j_ to m a r p l

^*eA • Q Q M 3 5 ^ ^ ^ ^ ~ p o ^ ^ l S 3 s I ! jÍ ^ L i i - S f e 6 L j jn íL Í S S S £ ~ > n ^1 Á evitar que" otros países pusiesen en práctica el g n n a g ;o d ^ r o d « e ^ y w a |

<‘eS¿’ se^ n , ^ s , E s t a d o - d o n , ^M r l S r c o i ^ s ^ r e ^ ' « ^ ? ' # K íosciS , esa «punta.de lanza delternacional».. En..agosto de 1 9 6 0 ,J u r a n t e la reunión consultiva celebrada e n J a ilosé de P u erto Ricé- p o r los m in istro s de A su ntos E x terio res de los países p 1cientes a l a . C ® los Estados Unidos se habían m ostrado favorables a la a d o p q jde medidas enérgicas contra el com unism o y h ^ a n _ c o n s e g m ^ ^declaración en la que se afirmaba que una eventual intervención de u n a potencia e ltiran jefa e h 'e T S ñ tíS íin te arn«icancT amenazaría la .seguridad de e s i e j ^ e an |O E A comprom etida a defenderlo), que dicha organización era incompu^le^ c |cualquier tipo de totálitarism ó y, por último, que todos los miembros de ést,metíania los principios de la misma. L os Estados Unidos, mas tarde,ticipar-de forma indirecta en- los preparativos militares para la m v aslon ^ e la »s|

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proporcionando entrenamiento a los exiliados cubanos y_ a los m ercenarios que se dis- ponían a llevarla a cabo. E l 16 de abril d e ¡1 9 6 1 tu v o lugar la tristemente Famosa in­vasión de Bahía Cochinos, mediante la cual" 1 .500 «patriotas» intentaron liberar. Cuba. La invasión fracasó debido a que los Estados Unidos no les proporcionaron el apoyo aéreo y marítimo necesario, después de que, el día antes, varios aparatos.B26 de nacionalidad norteam ericana habían bombardeado, varias ciudades cubanas sin advertencia previa y_sc había hecho demasiado evidente el apoyo de ese país a la mis­ma. Los Estados Unidos,.tras.un intento inicial d enegar su.participación en la inva­sión, se vieron obligados a reconocer que habían ayudado a jos agresores económica^ y militarmente. No obstante, Kennedy declaró que el principio de no injerencia no habría de ser nunca un pretexto para cruzarse de brazos en el caso de que los otros E s ­tados no cumpliesen con su obligación de contrarrestar la penetración comunista.^ Según el presidente, los Estados Unidos cumplirían el com prom iso que habían asu­mido de defender_su_propia seguridad. Hacia este fin apuntaba también la decisión tomada por el Congreso en septiembre de 1962 , por la que se otorgaba aljjresiden te el derecho a intervenir en Cuba en el caso de que desde ésta se amenazase la seguri­dad de los Estados Unidos. Esta decisión fue un espaldarazo a la D octrina Kennedy (doctrina que, a su vez, era un com plem ento de la D octrina M o n ro^ , según la cual la'penetración en Cuba de una potencia extranjera con intenciones bélicas habría de considerarse como una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos y de A m e­rica y, en consecuencia, debía ser evitada. A este respecto, no se puede negar que e motivo concreto de la decisión del Congreso norteam ericano, esto es, la creciente vinculación de Cuba con los países comunistas, en especial tras el fracaso de la inva­sión, afectaba a la seguridad de los Estados Unidos. E n octubre de 1,962, la instala­ción en Cuba de misiles soviético^ de alcance medio agudizó aún más la situación. Este hecho provoco efqüel'ós"Estados Unidos impusiesen un bloqueo_naval--alrede- dor de toda la isla, lo que condujo al mundo al borde de la Tercera Guerra M undia La crisis planteada sólo se solucionó con el desmantelamiento de los misiles-. D es­pués, no obstante, la política de los Estados Unidos hacia Cuba continuó siendo la misma de antes, una política, en definitiva, no consistente tan sólo en medidas y ac­ciones de carácter unilateral, sino dirigida, asimismo, a recabar cada vez mas el apoyo de los Estados miembros de la O E A .

Con la Declaración de San Jo sé en agosto de 1960, ya se había dado un apoyo ideológico a la misma. E n enero de 1962 , durante la reunión consultiva que celebra­ron los ministros de A suntos Exteriores de la O E A en Punta del Este, Cuba fue ex­pulsada de dicha organización, a instancias de los Estados Unidos, aduciéndose que un régimen marxista-leninista era incompatible con ésta. Hay que decir, sin em bar­go, que la propuesta apenas consiguió la necesaria mayoría de los dos tercios de los

' votos. Al parecer, catorce de éstos, entre ellos el de Haití, fueron obtenidos a cam ­bio de concesiones de tipo económico. Cuba votó en contra de la resolución, en tan­to que Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y Ecuador se abstuvieron. D os años despues

. los Estados Unidos volvieron a presionar para que se tomaran medidas contra Cuto y, en concreto, para que los miembros de la O E A se incorporasen a oqueo econ mico que ellos mismos habían decretado contra dicho país. Durante la novena reu­nión consultiva celebrada en W ashington en julio de 1964, los ministros de Asunto!

■ Exteriores de los países pertenecientes a la O E A tom aron la decisión de recomenda. : a los Estados signatarios del Tratado de R ío la aplicación de las siguientes sanciones

dfU

tre éstos se encontraba M éxico, país que ya había resistido con ! S £siones de los Estados U nidos.p ara^uajrom p.ese sus relaciones Y « ,' . n i r rlr 1975~~aon ocasion de la rcuniófi plcnarfa de '•!

era cada vez m enordebido a las iniciativas dei gob erno de AHendc., A m om ento los miem bros de la O E A e r a n libres dé reanudar o <¡»S a l e s con dicho país. E n julio de 1975 , en San Jo sé de Costa R ica, la Q E A d *rrrtó "de forma oficial el levantam iento del bloqueo. r» » r*u

n te m A r q u e los países iberoam ericanos han empezado a resta b lecer sus reU- ciones'co'n Cuba, los Estados Unidos h a n . seguido.empeñados en ai g j m hjjeolítica de confrontación, en ocasiones más moderada, com o en e ca¿Q

„ m o fe n d » » *a la ayuda militar que Cuba' sum inistró a los •sandmistas., creyeron que ?S palj-aDOvaba las agresiones comunistas en Centroam érica. ,

P E l aislamiento iniciado por los Estados Unidos y ^lo r iF A ha dañado mucho a Cuba, dado que ha perjudicado enorm em ente 105 ¿Xitel

mi-te de los Estados Unidos que una invasión, real, la República Dom inicana h u jx jj de sufrir en ^ 9 6 5 ) una intervención directa seguida.de u n a jn te n s ,

C‘ Pt n 'Í 9 6 1 '4 por primera vez en su historia, la República D o m in a n »

ad.cTtHHTpor os b s ta d « U m d « a « ™ « ^ ^ ^

vividas p o i y päiis* ¿u partido, el P a r t id o -Revolucionario D om inicano (del que se conocían süg afinidades con los partidos populistas de Iberoam érica), pareció ser el instrumenté .adecuado' paia Acometer las reformas que el país necesitaba. La Consti­tución liberi}! promulgada hör B o sch — constitución en la que Lyndon B . Joh n son , a la sazón vicepresidente de los Estados U nidos, intentó que se incluyeran una serie de garantías p&a -las invjersiÓrtSi norteam ericanas— y la legalización de los partidos po­líticos, in c lu io s loí d í ideología com unista, suscitaron, no obstante, las críticas de los Estados-ÚnidoS y -del; basta ese m o m en to , influyente ejército dom inicano. L a . adopción dg-eytas medidas-p ro v ocó eí que el pres id e n te -^ ciujrieraJajgBHÌSgÓO-^dè ser corñunisíaj e Incluso, áeS er un segundo Castro.' ~ E T sep fiíftilire d e T 963 j ’despíiés_de haber ejercido su cargo durante tan sólo sie­te meses, el |>f*sidente fue derrocado y los militares se hicieron con el póder.Sin éfnbargSj»éste hecho tío produjo la estabilización del país. Sg j¿o jió_la_C onstitu- ción cle B oáéft se In ició ifflvBeriod o j e violentas-represiones y la eoonom fa empeoixS d ebitó la qi^ò^EstàdO Tij^idp^suspcndierQ n.de^fQ rm aJransltoria Ja jy u d a econó- mica de ía m íanza, La cÖfiljecuencia de todo esto fue el -estallido de desórdenes de carácter socíih Én estas circunstancias séTorm ó un m ovim iento presénte también en algunos lectores del ejercito—- para la vuelta del país a una situación constitucio­nal Oj. por mfejbr decií,- parit !a vuelta al país del presidente Bosch, quien, desde el exi­lio, había «Sfido trabajando en la form ación de una alianza de todos aquellos sectores cori CUyo ápoyo éspétabá E stab lecer la democracia, un objetivo, por lo demás, que era ùria de,,!äS razoíiés de Já .ex isten cia de la O E A y de la Alianza para el Progreso. E l 2 4 de afeíi’l estallaron ìfrtà serie de m otines que condujeron al derrocam iento de la junfa'gobefdjBite. Et-125 d é íb r i l , los grupos políticos que apoyaban la Constitución se hicierori^áfl el ¡» d e s a p o y a d o s por una gran parte de la población de Santo D o- rningo. Se restableció la C onstitución de 196 3 y Rafael Molina asumió la presidencia interinamefiEíthaíta la vdelta del presidente Bosch. Sin embar go, a lQ S .C Q O g ti tu _ d o n a -

listasjés falál)H t< ^ y & aSejjbrar m ilitarm ente el poderrecién obtenido.Üh ese ffióm eiúo fue ÈtìSndo intervinieron los Estados Uñidos en los asuntos in­

ternos dé tS;ítepúblieá Ö ojßiniCana. E n prim er lugar, para proteger, com o de cos­tum bre, lal ^läas y tas posésíones de los extranjeros presentes en la isla, entre los que se e n co n trä w i u nos 1.30Ö norteam ericanos, pero también para evitar la vuelta del presidente in s t i tu c io n a l B òsch y para oponerse a «là infiltración co munista». E l'' 28 ijé a b rifá fe l 96 S, el presfdente Lyndon B . Johnson ordenó el envío de marines con él fin de qtia jßarticipafari eri las luchas que vivía el país. E n un principio, el contin­gente m ilitp iu e tan sólo de unos 4 0 0 hom bres, pero paulatinamente el núm ero de estosrfue aíSnéritátidb háStit el punto de que la fuerza de la invasión a la que Jo ­hnson se époízaBá por liSrílftr «fuerza de paz»— alcanzó, a principios de mayo, una cifra iie u n # 3 0 .0 0 0 soldados.

É sta mVSsión Sba en cohtra del principio de no intervención y de la tantas veces citada derTWctatìzàciófi dft lös países iberoamericanos.. Para justificar su acción, los ¡Estados U rtiájjs forrnularofi una nueva doctrina, en virtud de la cual, al igual de lo que Había Stícédido décadaS antes, ese país se otorgaba el derecho a actuar, al menos en sil esferf .de influéncia, com o un gendarme. U na vez más, dicho derecho se basa­ba en la nélisid ad dé defenderse frente a una amenaza exterior, en este caso el co­m unismo. El hecho de que los Estados Unidos viesen detrás de las reformas políti­cas y sociales planeadas Èri la R epública D om inicana la mano del com unism o y de

que, en consecuencia, las considerase com o una amenaza para su seguridad, Hevó a | J presidente Johnson a afirmar, en mayo de 1 9 6 5 , que los Estados del continente am e^jl ricano no permitirían el establecim iento de otro régimen comunista en el HémisfericJH Q)pcidental.. Según él, una revolución era ciertam ente algo que competía ex clu siv a*! m ente al Estado afectado por la misma, pero se convertía en un asunto en.el que s e g podía intervenir, si su objetivo consistía en el establecimiento de una dictadura c o ff l munista. E n virtud de la llamada D octrina Joh n so n , los Estados Unidos se arrogaba ban el derecho a intervenir en un m om ento dado — empleando incluso la fuerza-mi™ litar— allí donde, en su opinión, existiera el peligro de que surgiera un régimen co ^ jj munista. D e esta form a, se limitaba una vez más la soberanía de los Estados ib e r o a ^ m ericanos a la. hora de tom ar decisiones de carácter político o económ ico. T o d a S ! aquellas reformas dirigidas al logro de cam bios estructurales de naturaleza política «MI económ ica iban en contra de los intereses de los Estados Unidos. La intervención e r g la República D om inicana puso en evidencia que dicho país confiaba más en las-d iJH taduras militares que garantizaban la paz y el orden que en los gobiernos elegidosm ocráticam ente. ; ' - _ - " - í ¡3

Com o la intervención contravenía el artículo 15 de la Carta de la O E A , los. Esca^jH | dos Unidos, con el fin de eliminar la impresión de que se había producido una violíyjd

ción de la ley, intentaron legitimar la m ism a, m ediante la form ación de una -fuerza, derl invasión interamericana, lo que sólo consiguió de form a parcial. E n Ja Décim a R etiM nión Consultiva de la O E A , celebrada en W ashington en mayo de 1965, algunos^ países iberoam ericanos, en especial Chile, M éxico y Venezuela, protestaron-contra 1SS form a de proceder norteamericana. Brinconsccucnciíi, ios...íistfidos.. Unidos., no..! fue posible reunir una fuerza interam ericana en la_ í e-R ® £0,tadQs. t o 3dos los Fitácíos de'ía Ó EA .' "A Ío largo d jt o d q el tienipo que.duró Ja:invasi.ón,..con1®| c lu í a r c R T r a e f f láy orN ic ; ^ los ünicoÉ|países que enviaron contingentes de tropas ji la República DonVinicjinri^ D e cstíi for^^

W ia la Ó E Á perciíó,una,gtan.patte.de.su..c.r.edibjjidad. . . .Tras las eÍecciones..celcbradas después de la invasión, en las que salió «elegido^S

prps i den te Joaqu ín Bal aguerffel candidato favorito de los Estados .IJ nidos), la ^ e p ú 3 bTica D^ni iltictnn - se convirtió de nuevo en un <<prr t(XMJ^.dcm.J3.Q.flMgiencáho. Lcwl| listados U nidos, al contar con la presencia de numerosos consejeros en todos IqJB sectores de la vida política y económ ica (consejeros que formaban una suerte de g c ^ bierno paralelo), asumieron el control del desarrollo del país. La promulgación d l í unas generosas leyes fiscales creó un clima propicio para las inversiones estadounjH densos. Los Estados Unidos habían logrado el objetivo de salvaguardar sus intereses! económ icos y políticos. _ .

Z - Por el m om ento, la últinriá ¡ntervencióñi3-ixeci:á''dé c~a c tg .L m Íl 'í jL r l le v ^ 5 a ^ M por los Estados Unidos — si exceptuamos la ayuda proporcionada, de forma más m m enor encubierta, a los «contras» nicaragüenses o a los grupos derechistas p re sen t® en Centroamérica— ■ fue la invasión, ocurrida el 25_de octubre de 1.98 3 ¿ jle ^ ra n a d | | una pequeña isla del Caribe. ^ é s ^ J ó ^ i B ^ ^ l E s t a d p í T O ¿SrAtt las medidas previstas e n e¡ Tratado de R ío de 1947 (tratado_cuya fin a lg jB I era ÍiT3 ffetiisa3 ef'con tinente americano frente a agresiones venidas desde con- el propósito cíe justificar una intervención (levada a cáláo d ^ je c ! d e-ég j^ Los Estados Unidos_vieron en G ranada,.a n t i g ^ a a ^ n i a jm i ^ iá i ^ ^ do ialñdependencia en Í9 7 4 , un peligro para su. «seguridad nacional». En este casál

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E l ejercito' sandinista en comísate

ocedía tanto deLgatyerno socialista de Maurice Bishop com o de la un nuevo áeropuertgirealizada con ayuda de técnicos cubanos. Su

Je incorporar a "Rusia a las corrientes del turismo internacional. Los ; se sintieron amenazados debido a que desde ese aeropuerto se po- as rutas marítimas por las que le llegaba a los Estados Unidos la pe., óleo importado por ese país, por lo que pusieron el grito en el

:ropuerto podía ser controlado por los comunistas. E l estallido, en i, de una serie de conflictos en la isla, en los que los Estados Unidos de la Unión Soviética y de Cuba, le dieron'"el pretexto (consistente, la protección de los ciudadanos norteamericanos) para inyadi.r,.Grar

asn era una amenaza exterior, los norteamericanos, una vez más, in- os asuntos internos de un Estado del Hemisferio Occidental con el vaguardar sus intereses estratégicos y económicos.

ES E C O N O M IC A S C O M O F O R M A D E IN T E R V E N C IO N

X'iivi los Estados Unidos administraban y destinaban la ayuda eco- da dentro del m arco de la Alianza'para, el Progreso y, más en concre- pucsto a Cuba, habían puesto de manifiesto hasta qué punto ese país ) a utilizar su supremacía económica frente a los Estados iberoam eri- rnedio de controlar, desde el exterior, su desarrollo político y social,

luba, ni el intervencionismo económ ico ni el intervencionismo mili- ido el éxito esperado. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con Boliv ia

kG%

y Chile, países donde los Estados U nidos, merced al establecimiento de sanciones económicas o de boicots, consiguieron abortar, en un caso, una revolución y, en otro, derribarun gobierno socialista.

'•ErkBolivia,')en abril de 1952, el M N R (M ovim iento Nacionalista Revoluciona­rio) llcvcTatttbo una revolución que no se limitó a ser un simple golpe de estado. La misma, con la colaboración de los cam pesinos indios y de los sindicatos, puso en marcha una transform ación en profundidad de la estructura JU ttl. del pafsF-Sxi5gca~4r. racterísticás hacen'de ella una ele las revoluciones más atípicas de todas las vividas por Iberoamérica. E n tre los puntos más importantes de la política revolucionaria del MNR se encontraban los siguientes: la incorporación de los indios a la sociedad, merced al reconocim iento de sus derechos civiles; el desarrollo de una reforma agra­ria que había de servir de instrum ento para el reparto de las grandes propiedades ru­rales; la nacionalización de las com pañías que se dedicaban a la explotación de las minas de cinc, pertenecientes en su m ayor parte a.eres consorcios en los que existía una mayoría de capital ;norteam ericano (Patino, Aramayo y Mochschild) y la reunión de las mismas en una Sociedad m inera estatal, la C O M 1BO L (Corporación Minera de Bolivia), en la que los'trabajadores y los sindicatos podrían dejar oír su voz; y, fi­nalmente, la supresión del ejercito y su sustitución por milicias.

D e 1952 a 1964, los sucesivos gobiernos del M N R no supieron llevar a la prác­tica del modo adecuado las reformas que habrían de impulsar el proceso de transfor­mación de la sociedad boliviana. Las dificultades económ icas con las que se tuvo que enfrentar la minería del cinc, sector :del que se esperaba obtener los beneficios nece­sarios para llevar a cabo las. inversiones exigidas por las reformas, condujeron a un cstrangulamiento de la econom ía del país. Esta circunstancia obligó al gobierno a pedir ayuda del exterior, dado que,; com o consecuencia de la revolución, se había producido una enorm e evasión ele capitales y un rápido deterioro de la situación m o­netaria. Aunque no se puede negar la incompetencia y las debilidades de los líderes de la revolución, tam poco se puede pasar por alto que la presión ejercida por ..Esta­dos Unidos, país que en junio de 19 5 2 había reconocido al gobierno revoluciona­rio debido al carácter no com unista del m ismo, contribuyó al fracaso de la revo­lución.

Ya en 1953, los Estados Unidos habían entregado a Bolivia una ayuda económ i­ca de 11 millones de dólares (ayuda que, durante cada uno de los dos años siguien­tes, habría de alcanzar los 20 m illones) con el fin, entre otras cosas, de capacitar a di­cho país para enfrentarse al com unism o. Bolivia recibió, por lo tanto, ayuda finan­ciera de los Estados Unidos, pero su estrecha vinculación con este país — la ayuda se extendió a todos los- sectores de la econom ía— limitó al mismo tiempo su libertad de acción. De esta form a se perdió la posibilidad de lograr un desarrollo autóctono. Así, en 1955, por ejemplo, se em prendió un plan de estabilización, elaborado por el enviado especial del gobierno de los Estados Unidos, G eorge Jackson Eder, que iba en contra de los objetivos sociales perseguidos por la revolución, pues en el mismo se preveía la congelación o la dism inución de los salarios y la retirada de las subven­ciones a los productos alim enticios. Asim ismo, en dicho plan la inflación era consi­derada com o un problem a exclusivamente monetario. E n octubre de 1.955 se pro­mulgó una ley sobre el petróleo redactada por expertos estadounidenses, en virtud de la cual se suprimía el m onopolio estatal existente desde 1937 y se favorecía a las inversiones extranjeras, en especial a las norteamericanas. La compañía G ulf Oil de

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Pittsburg ráH&ió una serie de concesiones para la explotación de los yacimientos pe­trolíferos dq'LSs MonOS y tf¿ Agua Salada.

A finaleS„del año 1960 , el presidente Paz E stensoro recibió una oferta de la Unión Soviética relativa a la Concesión de unos créditos por valor de 150 millones de dólares «SSri.el fin de modernizar la minería del cinc, de crear una com pañía pe­trolífera de jJÍapiedad estatal y de llevar a cabo reform as en la infraestructura del país. Sin eriiDafgo, loS Estados Unidos y los bancos internacionales presionaron so­bre Paz Estéfist>ro -r*-quien i é encontraba interesado en el saneamiento de la C O M I- 130L, Hebid8 ;á que era la fuente más importante de divisas con la que contaba el f*8*5 ' para rechazara í i oferta. E llos, por su parte, presentaron en 1961 un plan de finjjintjudSo, el llamado^plan triangular, com o respuesta a la oferta soviética. Merced a esllp lan, lleVádo a ta b o por el gobierno norteam ericano, por el B anco In- téram ericano ífe Desarrolló.^ por la República Federal de Alemania, Boliv ia recibió iftás de 3 7 (Afilones de dólares en concepto de ayuda económ ica, pero, a cam bio, el país se vio vifítiúladó (^brtíSmicamente de una form a más estrecha a los Estados Uni­dos, p isó a d||iendéií de la jbííena voluntad de esa nación y, por añadidura, hubo de sufrir ténsioH ií de i&ftrSBccfj)8 iítico.

E l jnflu jíS¿reciente de Ids'.Estados Unidos y de la Alianza para el Progreso, cuya forma de actíiaf se pretendfk 'cjue fuese seguida por Boliv ia, y los planes de estabiliza­ción que ibañjBn contra de| cün junto de la población, ocasionaron disensiones entre los diversos,|&tores del riiStfi m iento revolucionario y, finalmente, condujeron a la rupturk entre á ala d e íe c h í del M N R y el m ovim iento obrero liderado por los sindi­catos. D e esÉ| form a el M N S perdió la base social sobre la que se había sustentado la revolución dí\|952. E í gobierno se vio obligado, para seguir en el poder, a recurrir al ejército, qdjl {había sido reconstruido con ayuda de ios norteam ericanos — la ayuda nlilitar auméfftíj de 1 tnillórí de dólares en 1958 a 3 ,2 millones en 1964 . E n 1964, uií golpe de pitado llevado i Cabo por el ejército puso punto final a la revolución.. k&íenui'iéiíi, por parte d i algunos sectores bolivianos a seguir poniendo en prác­

tica iniciativ!í| ,de cárácter révolucionario y el crecidnte influjo económ ico y político de los Estado^., Unidos y de los bancos internacionales, merced a la concesión de ayudas ecoraíljijcas, condujéfoh a una involución de la revolución.

El ttlzamifytto militar qué; tuvo lugar en Chile el 11 de septiembre de 1973 , que costó lá vida #1 presidente Allende y dio origen a una dictadura militar, ha puesto de manifiesto ld.tliFfcil cjue resulta realizar en Iberoam érica las necesarias reform as es­tructurales ¡^f,,fnétodos defiiclcráticos. N o se pueder ocultar la fragilidad del experi­mento de Altende de alcanzar el socialism o por una vía pacífica. Un ejemplo de lo dicho puede Sér el de Ifl política económ ica, cuando se creyó que la imprescindible tííinsformacitJfi, social y económ ica habría de conducir de form a automática al dcsa- rfpllo del pafy y lo qué se produjo en realidad fue una crisis general de la econom ía. N o obstante, fcsfácil darse fcUÉnta de que los enem igos, tanto de afuera com o de den­tro, del experíftientó del presidente Allende pusieron todos los medios para hacerlo fracasar. íy , .

. E n tre esw í enemigos se encontraba también los Estados Unidos, quienes esta­ban interesadas en Chile nó sólo por el valor estratégico de este país com o avanzadi­lla del Hemisferio Occidental, sino también desde un punto de vista económ ico. Las cuantiosas inmersiones norteamericanas, sobre todo en la m inería del cobre, que en 1907 habían Slcanzado la cifra de unos 1 .100 millones de dólares, son una prueba de

M ína ilc cnbrc <!c Chuijuicnmntn, < ‘hile

lo dicho anteriorm ente. D os compañías estadounidenses, la Braden / Kennecott y Anaconda, habían obtenido en 1905 los derechos de explotación de varios yacimie tos de cobre. Las minas en poder de los norteam ericanos, la llamada «Gran Mine ría», tenían un peso cada vez mayor en la producción de cobre, sobre todo en coir paración de la «Pequeña Minería» que se encontraba en manos chilenas. La minen- en general, y en particular la del cobre, tenía una gran importancia en el conjunt del com ercio exterior chileno. En 19 4 4 había representado el 76 ,2 por 100 de tod. las exportaciones y en 1969 había significado el 88 por 100. D e forma'paralela, en m ism o periodo de tiempo, el porcentaje del cobre respecto al total de las exportad nes de productos m ineros había pasado de un 5 4 ,4 por 100 a un 79,1 por 100 y dependencia de Chile de un único bien exportable, cuyos precios se encontraban s metidos a continuas oscilaciones en el mercado mundial, se había agudizado. La d pendencia era mayor aún, si se tiene en cuenta que la experiencia y los conocimie* tos relativos a la m inería del cobre se encontraban en posesión de las compañír norteamericanas y que las decisiones acerca del volumen de producción de cobre, c la prospección de nuevos yacimientos cupríferos, de las inversiones y de la com cialización se tomaban en el extranjero. Las compañías citadas obtenían en,C hi pingües ganancias. E n 1969, la Anaconda, que tenía invertido en ese paí sólo el por 100 de todo su capital, obtuvo en el mismo más de! 80 por 100 de todos sus- neficios en el extranjero.

Cuando Allende emprendió la tarea de nacionalizar todo el sector minero — d pués de que, bajo el gobierno anterior del presidente Frei, se hubiesen dado ya al nos tímidos pasos en el sentido de una nacionalización negociada, merced a la cua Chile había obtenido el control del 51 por 100 de las acciones de las compañías q operaban en dicho sector— la reacción de los Estados Unidos no se hizo esper" E n cierta manera, la intervención de los Estados Unidos se había iniciado ya duran? la campaña electoral del año 1964, cuando apoyó de form a masiva al cristianodei crata Eduardo Frei en detrim ento del socialista Salvador Allende. Frei recibió un

20 millones de dólares procedentes de fuentes norteamericanas. E n conjunto, los Estados Unidos, durante el periodo comprendido entre los años 1961 y 1979, entre­garon a Chile 1 .300 millones de dólares en concepto de ayuda económica. A partir de 1964, dicha ayuda sirvió para apoyar las reformas de carácter moderado em pren­didas por Frei. Chile fue uno de los principales receptores de los fondos procedentes de la Alianza para el Progreso. No obstante, esta ayuda significó un enorm e endeu­damiento exterior, el cual habría de pesar com o .una losa sobre el gobierno de~Allén- de al alcanzar éste el poder en 1970.

Cuando el gobierno de Allende llegó al poder en octubre de 1970 , los créditos y la ayuda proporcionada por los Estados Unidos — que continuaban siendo muy im­portantes para la economía chilena— dejaron de fluir hacia el país, debido a que és­tos veían como un peligro para el mundo libre y para la econom ía de mercado el programa de reformas preconizado por Allende y, asimismo, veían amenazada su se­guridad por el posible efecto que el experimento socialista chileno podía tener sobrelos países vecinos — la llamada teoría del dominó. D e hecho, dicho programa conte­nía algunos puntos que iban en contra de los intereses de los Estados Unidos: con­clusión de la reforma agraria iniciada en tiempos de Frei; nacionalización tota! de las compañías mineras norteamericanas, de los bancos, de la industria textil, química y del cemento, de la energía y de los transportes; y establecimiento de relaciones diplo­máticas con la República Popular de China, con Corea, con Vietnam , cón la Repú-

1 blica Dem ocrática Alemana y con Cuba — país que, com o se recordará, había sidoi expulsado de la O E A .

La sensación de que las propiedades norteamericanas estaban en peligro llevó a1 unirse al gobierno norteam ericano, a la CIA y a la compañía multinacional IT T (In­

ternational Telephone and Telegraph Corporation) en una «coalición» de intereses. Su plan consistía en plantear dificultades económicas al impopular gobierno socialis-

) ta con el fin de que se produjeran tensiones sociales derivadas de un aumento del( paro y, al mismo tiempo, apoyar económicam ente a los grupos de oposición hasta? que un nuevo gabinete, o los militares, se encontrase en condiciones de sustituir al| arruinado gobierno de Allende.* El gobierno de los Estados Unidos suspendió la entrega de créditos a Chile. Du-

rante el gobierno de Allende, el Exim -Bank, que en el año 1967 había puesto a dis- | posición del país andino 238 millones de dólares, redujo el volumen de sus créditos

a una cantidad insignificante. El Banco Mundial interrumpió la concesión de crédi- » . tos y el Banco Interam ericano de Desarrollo redujo también su ayuda financiera de| forma drástica (véase el cuadro adjunto).J '. Además, los Estados Unidos se negaron a iniciar conversaciones para negociar fr., la enorme deuda exterior acumulada por Chile, que, por lo demás, ya existía en los| tiempos de Frei. E sto provocó el que Chile tuviese grandes dificultades para conse­

guir nuevos créditos. E l boicot financiero impuesto por los Estados Unidos a raíz de % la nacionalización de las minas de cobre — boicot que dificultó de manera directa oÉ indirecta la entrega de empréstitos por parte de las instituciones internacionales. dañó la imagen de Chile en el mundo de las finanzas y ocasionó dificultades cada vezP • mayores a la balanza de pagos del país. Los modestos créditos procedentes de los|& i países socialistas no bastaban para equilibrar las pérdidas. Con el boicot financiero,l ; la población empezó a sufrir de forma creciente la escasez de diferentes productos,9 debido a que el gobierno de Allende tenía mermada su capacidad de realizar corn­

il."

a y u d a f i n a n c i a r a n o r t e a m e r i c a n a k , n t , ; ™ “ n a 1 - a C! ! ! ! f - (en imíIIomc» «le «Wfcm» y por nAns prenuput»«™»)

, I%,| l%5 l%6 !¡)í>7 ''"t“

, ) Ayuda norteam ericana al conjunto 2 38 ,1 Md e la e c o n o m ía - ■ 9 9 10>2 4|2 n |

b ) A l q é r c i t o • 4 4 2 ,7 6 0 ,Q U .4

Banco Mundial— * “6’6 4,9 6 2 ,2 | | | ? l¡|DID ' _rf.

1970 1971 \'>?l |l*'P

a) Ayuda norteam ericana al conjunto g . 9 0 3,gde la econom ía *■ >' , £ 3 j s jjb) Al ejército l * ^Banco Mundial ^ 3,4 5 ¿

pág. 264.

1 • ^ iP n trc n n ío los créditos norteam ericanos a| cjárcuo chilena

L ~ i r r ^ i í o " ¿ : , « — , * « ?

añ° p 9 7 f flo í9 7 2 a) bloqueo económ ico se unió el intento de la ^ tp p a ñ ís K en o }.

X . * . . p . o a - . n *

k s t ü z U o p » «i 1» “ *

Las sanciones f 'na “ f í

8ó n i» d » por lo , ’„ p m * . <“ * * * g ®¿ I . 1 0 7 ? — v e n ú lt im o té r m in o , c o n d u je ro n al g o lp e m ilita r d e t 11 d e sep ile n *

b 1 7 ? Un' experim ento socialista que! al parecer, no se^ 9 ^

s r í r a s ¡ r o * » “ * * * ». militar.

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V . R E S U M E N

En las o d te décadas transcurridas del siglo x x , los Estados Unld° s ^ " sc^ d° frente a los pífses iberoamífifcanos una política mt=rvc nc,0 a,sta que se ha b a sa d o y aún se sigue í p n d o , de forftii más o menos intensa, d e p e " * ^ d e ^ f c r e « s épocas,.en el ífÓHvericimiertter de que están obligados a desempeña P P dor (tal tom o preconizaba h ideología del Desc.no Manifiesto), en la aspiración a lo

■ grarel p r e d o S iio eéofidmlíB sobre todo el continente (cosa que o ~ « ° d e m a n e r . fspeciaU priiUtpios de síg ld M espü és de la Prim era Guerra e nun fue«e d « * o de se g S riá d que les ha llevado a rechazar, a com o p revea la D octrina M K p oe, la* Injéiwtóas, reales o imaginarias, ven'dM d ísd ect « te n o r .

Además d ije s casos d esertas en el presente traba,o, sedos los Estad.éS'ibetóíUtierl&áHos han sufrido de una manera u ot a las m t^ e n a o ^ nel de lós E síM |s Uhidos, han consistido d e p e n d id o de: la siones m ilitaré« fcn Injerencias tie carácter diplomático, en d e.sectores áe lai&Snomía (en o í^ o n e s , dicho control se haros bajo J a foflfS dé p r a M á d o ) y, por último, en el ejercicio de políticas desesta

bilizadoías defíferáctéjr finandeit) o econom ico. „ „ « ir-in d o esteHasta el tri6 taento p r e s t e , los Estados Unidos han venido practicando este

tipo de i» líti< á Í6 n tos p a f s e S iberoamericanos y la mayoría de las veces para su¡ p - pí¿ ^ h o ^ e d a aürt por * r si los Estados Unidos con sus intentos de d e e sta ­b i l i z ó « , p o| S h contener «^ .cam bios políticos y sociales q u e . í s t a n f en Nicaragua p d e et aho 19-79. Pero el hecho de que a estas alturas delEstados jünidóif traten de castigar al gobierno sandm.sta s u s p e n d .e n d o la c o n ^ o n de créditos y tóbyahdo fecoridmicamente a los «contras», y todo ello porque, en s

opintón, ¿I i a f e t í * a « * « » ~ » d ° I » ' «>to que dicha riíelttn no ba aprendido nada resp ecto * la forma como debe compo

tarse frente a íuáf vecinos. . , ¡ ¡ rFrtnrEn lá a c t u a d , al igual <üe antes, la «segundad nacional» es el

de los Estado* tjflidos,’ tanto ¿tí sus relaciones con Iberoamérica, com o a la hora d ejercer eí p r e te n d o «derech^R de intervención, bn las intervenciones descritas en este trabajo, Id* BstadoS UhiddS, al tiempo que perseguían e llo g ro de^us olb )etv^ políticos y ecotféfiiicos, nunca perdieron de vista el ejercicio de c s e P‘ p que ellos rmsrrtós se habían asignado. Junto a ello, han tratado de e v . t a r s .e m p r e con ?a éolaboracióft He ciertos sectores sociales de los ,países ,1 «oamericanc intentos de lle v « a cabo ert éstds cambios sociales de carácter ^ 'ó c to n o por cons,. derárlos incorri&afibles con et «sistema» americano, y han llegado a aceptar dic ras Siempre y & d o estuviese’ Fuera de toda duda su anncomunismo y su pr°am en- S f f i Lo’ » I d o . . * > .C han v a » honrado, con-on « o *igualdad en aquetas ¿pocás en Ms que ha existido una grave amenaza

¿Existe alá W l fórmula para evitar el intervencionismo o para luchar contra e . La única, al parfter, es la de qué los Estados Unidos respeten, e indusc. apoyen, los procesos de désáí tollo propiamente iberoamericanos, aun en aquellos casos q

intervenir Sólo fk d íá sersuperáda, si la potencia hegemomea trata en pie de gu

dad a todos loS tíernás Estados tfel continente.

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C a p í tu l o V I

Los radicalismos