Huella mnemica Psicoanálisis

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LA HUELLA MNÉMICA: Es el registro corporal de las vivencias, modifica nuestro cerebro continuamente sumándose a la red y conectándose con las huellas preexistentes. Es el término psicoanalítico utilizado para designar la forma en que se inscriben los acontecimientos en la memoria. A nivel psicopatológico se confirma continuamente lo que ya se sabía a nivel popular: que las experiencias emocionales condicionan desde el inicio de la vida y a lo largo de la primera infancia el desarrollo y la maduración de la personalidad. Esta tempranísima influencia de los factores emocionales sólo parece posible si se acepta que las experiencias presimbólicas y preverbales quedan grabadas o imprimen una huella en la mentalidad incipiente de quien las vive, una huella que influye y condiciona la conducta presente y futura (se extraen de la memoria no las cosas mismas, ya que pasaron, sino las palabras concebidas a partir de las imágenes suyas que se grabaron, como huella en la mente, al pasar por los sentidos). Rubinfine (1961) nos recuerda un texto del capítulo VII de La Interpretación de los Sueños: “Un componente esencial de esta experiencia de satisfacción es una determinada percepción (la del amamantamiento, por ejemplo), la imagen mnémica de la cual permanece asociada a partir de entonces con la traza (huella, rodera) mnémica de la excitación producida por la necesidad. Como resultado de este vínculo así establecido, en la próxima ocasión en que surja esta

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LA HUELLA MNÉMICA: Es el registro corporal de las vivencias, modifica nuestro

cerebro continuamente sumándose a la red y conectándose con las huellas

preexistentes. Es el término psicoanalítico utilizado para designar la forma en que

se inscriben los acontecimientos en la memoria.

A nivel psicopatológico se confirma continuamente lo que ya se sabía a

nivel popular: que las experiencias emocionales condicionan desde el inicio de la

vida y a lo largo de la primera infancia el desarrollo y la maduración de la

personalidad. Esta tempranísima influencia de los factores emocionales sólo

parece posible si se acepta que las experiencias presimbólicas y preverbales

quedan grabadas o imprimen una huella en la mentalidad incipiente de quien las

vive, una huella que influye y condiciona la conducta presente y futura (se extraen

de la memoria no las cosas mismas, ya que pasaron, sino las palabras

concebidas a partir de las imágenes suyas que se grabaron, como huella en la

mente, al pasar por los sentidos).

Rubinfine (1961) nos recuerda un texto del capítulo VII de La Interpretación

de los Sueños: “Un componente esencial de esta experiencia de satisfacción es

una determinada percepción (la del amamantamiento, por ejemplo), la imagen

mnémica de la cual permanece asociada a partir de entonces con la traza (huella,

rodera) mnémica de la excitación producida por la necesidad. Como resultado de

este vínculo así establecido, en la próxima ocasión en que surja esta necesidad

se producirá inmediatamente un impulso psíquico que buscará reinvestir la

imagen mnémica de la percepción y revocar la percepción en sí misma, es decir,

restablecer la situación de la satisfacción original”. La lectura actual de este texto

y otros parecidos nos llevaría a pensar que la huella mnémica es un concepto

fronterizo entre lo que podríamos llamar la inscripción neurobiológica de la

experiencia sensorial y la búsqueda intencional (psicológica) de la experiencia

original o, dicho de otra manera, entre la excitación sensorial primaria (huella

mnémica) y el deseo excitante del reencuentro (deseo). Esa compleja experiencia

constituye un proceso circular entre la experiencia primitiva de la huella mnémica,

la experiencia actual y el deseo, que es una verdadera memoria dinámica en que

la imagen del pasado, la actual y la futura (el deseo introduce claramente la

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noción de tiempo en sus tres dimensiones), que está muy de acuerdo con los

progresos de la neurociencia en el terreno que nos ocupa (Solms, 2000).

Las huellas mnémicas, sin posibilidad de ser concienciadas, condicionan

significativamente la conducta relacional y emocional del individuo. Estarán

presentes desde la infancia estructuras psicológicas dotadas ya de

potencialidades psicopatológicas importantes y relativamente específicas

relacionadas con la experiencia biográfica personal, incluso a niveles tan

preverbales e inconscientes (sin posibilidades de concienciación pero sí de influir

en la conciencia y en la acción) como la huella mnémica.

No obstante, las huellas mnémicas no deben entenderse como una

inscripción que se lee más o menos fielmente cuando se reproduce, ni como

marcas literalmente grabadas en la mente, sino como “disposiciones funcionales”.

Las primeras experiencias dejan huellas en la estructura mental, huellas

mnémicas que, sin ser memoria consciente ni declarativa, sino procedimental

para usar la nomenclatura actual, tienen potencialidades activas para las

conductas mentales y relacionales, sobre todo cuando experiencias actuales

adquieren un significado emocional (simbólico o metafórico) que las reactiva.

Podríamos decir que la estructura mental (y también la estructura neurológica en

la que aquélla se apoya o de la que deriva) queda específicamente sensibilizada a

nuevas experiencias de significación real o simbólica similar a las que marcaron

tempranamente su huella y que esta sensibilización constituye en sí misma una

“memoria” y, psicopatológicamente, una predisposición o vulnerabilidad.

La obra de Freud está salpicada de numerosos momentos teóricos sobre la

memoria, en las que el principio teórico será el concepto de huella mnémica. El

modelo neurofisiológico de la huella mnémica avanzado por Freud sirve a menudo

de aval psicoanalítico a los autores que apelan a los modelos neurobiológicos

para modernizar el modelo freudiano de la memoria y del inconsciente según el

patrón de los avances actuales de la neurobiología.

El primer aparato psíquico esbozado por Freud, es un aparato mnémico, un

acumulo de escritura memorizante, dice Freud “las percepciones que llegan hasta

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nosotros dejan en nuestro aparato psíquico una huella a la que podemos dar el

nombre de huella mnémica. La función que a ésta huella mnémica se refiere es la

que denominamos memoria.” “... la huella mnémica no puede consistir sino en

modificaciones permanentes de los elementos del sistema” (Freud, 1901: 531).

Después de Freud la huella ha sido casi olvidada, omitida por los psicoanalistas.

Quizás el significante lacaniano haya tomado el relevo. Freud, en el cap. VII de

“La interpretación de los sueños”, formuló una serie de hipótesis para comprender

cómo se estructura el psiquismo y más concretamente, cómo se originan los

pensamientos en el niño. Para Freud, el pensamiento empezaría a originarse en

la vivencia de satisfacción y su inscripción en el psiquismo como huella mnémica.

Plasticidad Neuronal e Inconsciente.- El Psicoanálisis y las Neurociencias,

ambos, han hecho una comprobación común: la experiencia deja una huella no

sólo en el campo psíquico sino, y éste es el principio de la plasticidad, en la red

neuronal. Los nuevos conocimientos impulsan a salir de una visión estática del

sistema nervioso. Las sinapsis neuronales, es decir, los procesos de transferencia

de información entre las neuronas, se remodelan permanentemente a lo largo de

la vida en función de los mecanismos de plasticidad (Neurobiología). Pero la idea

de que la experiencia deja una huella mnémica es también un principio de otra

teoría, el Psicoanálisis. Estas huellas inscritas en la red sináptica, determinarán

también la relación del sujeto con el mundo externo. F. Ansermet y P. Magistretti

van a establecer la vinculación en la pareja Neurociencias – Psicoanálisis, ya que,

a partir del descubrimiento de la plasticidad neuronal, ambos campos del saber no

podrán seguir en oposición irreconciliable. De hecho, que el Psicoanálisis se

vincula con las Neurociencias por medio del concepto de plasticidad ¿cómo se

lleva a cabo esta vinculación? No mediante reunión de estos dos órdenes

heterogéneos, sino mediante intersección, respetando al mismo tiempo la

existencia de elementos diferentes, propios de cada campo. La experiencia deja

huella en la red neuronal y modifica la organización cerebral, esto es la

plasticidad.

La percepción puede dejar una huella en el sistema nervioso y volverse memoria

mediante un signo en los circuitos nerviosos que se podría identificar con el

concepto freudiano de “signo de la percepción”. El procedimiento basado en los

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mecanismos de plasticidad neuronal, estudiado en los procesos de aprendizaje y

memoria, puede involucrar cualquier experiencia vivida por la persona y

especialmente lo que las Neurociencias llaman “memoria emocional”. La

descripción detallada de la morfología de la neurona y su más importante función

para este trabajo, es decir, la sinapsis, lleva a afirmar que el cerebro posee unos

mecanismos para percibir el mundo exterior, y otros para inscribir dichas

percepciones en la red neuronal y conformar los recuerdos, siendo lo novedoso

que la función sináptica se modula y modifica en función de la experiencia vivida,

o lo que es lo mismo, se avanza respecto a la tradicional definición del

funcionamiento cerebral como un sistema binario rígido: algo ocurre o algo no

ocurre. Ahora algo ocurre, y además deja una huella que puede producir

modificaciones en la red neuronal. Mediante detallada descripción y explicación

del proceso de sinapsis y liberación de neurotransmisores, se sustenta

biológicamente el concepto de plasticidad neuronal. Concepto clave para que se

produzca el encuentro entre Psicoanálisis y Neurociencias.

El cerebro posee mecanismos para almacenar las percepciones y recordarlas

cuando las necesita (Ej. en el aprendizaje motor) Se trata de una memoria no

consciente o también llamada procedimental. Los autores señalan la importancia

de no identificar, no consciente con inconsciente. Inconsciente debe ser entendido

en el sentido freudiano, es decir: serie de huellas y asociaciones singulares que

no son accesibles a la conciencia de manera inmediata, sino a través del sueño,

lapsus, actos fallidos y otras formaciones, cuyos significado se revela mediante el

trabajo analítico.

Cuando se potencia la sinapsis se dice que está facilitada (la transmisión del

impulso es más eficaz), y la facilitación simultánea de miles de sinapsis en puntos

determinados del cerebro constituyen lo que los autores llaman la huella sináptica,

correlato fisiológico de la huella psíquica o mnémica de Freud. Cada recuerdo,

cada vivencia que el sujeto inscribe en el cerebro y puede evocar (o no, si

pertenece al inconsciente), corresponde a una huella sináptica determinada, que

cada vez que es invocada es modificada (plasticidad cerebral) y reinscrita a nivel

neuronal con una nueva cartografía o mapa de sinapsis facilitadas. De esta

manera, cuando evocamos un recuerdo lo modificamos, de forma que cuando

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volvemos a evocarlo posteriormente lo que recordamos es el recuerdo del

recuerdo, más que el recuerdo original propiamente dicho (así vamos

construyendo y deconstruyendo constantemente nuestra vida psíquica).

Si bien el inconsciente es la base sobre la cual nos convertimos en quienes

somos y en quien nos sentimos y es comparativamente más voluminoso que las

representaciones conscientes, las representaciones evocables deliberadamente

por el sujeto son las que configuran el aparato cognitivo, el conocimiento

propiamente dicho, y su mecanismo de inscripción a nivel neuronal es el de la

memoria declarativa o explícita y el aprendizaje, en los cuales el hipocampo tiene

un papel principal. En definitiva, hay tres tipos de huellas: las conscientes,

conocimiento y recuerdos conscientes, las evocables deliberadamente por la

conciencia, nivel llamado también preconsciente, y las inconscientes, que

escapan a la memoria declarativa y a la conciencia por mecanismos asociativos y

que establecen una discontinuidad entre percepción y huella.

La primera teoría del aparato psíquico, ofrece un modelo espacial compuesto por

tres sistemas: inconsciente, preconsciente y consciente, derivados de las huellas

mnémicas, Freud desde 1895 estuvo dedicado, en gran medida, al problema

teórico fundamental de la relación entre la Neurología y la Psicología. Todas sus

cavilaciones y conjeturas culminan en 1895 con el “Proyecto de una Psicología

para neurólogos”, manuscrito que arroja a un cajón, al considerarlo un esfuerzo

fallido, y queda olvidado ahí hasta resurgir unos cincuenta años más tarde.

Aunque la obra nunca quiso ser publicada por el propio Freud, sin embargo, como

señala Strachey (1950, p. 326), no está exenta de gran valor, por varias razones.

-FREUD, S. (1897). Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1950). 2ª

Edición, 1986. Obras Completas. Buenos Aires. Amorrortu. Tomo I. P. 289-292.

-FREUD, S. (1912b): Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis.

(2ª Edición, 1986; 7ª reimpresión, 1998). Obras Completas: Buenos Aires:

Amorrortu. Tomo XII. (Pp. 265-278).

-A cada cual su cerebro Plasticidad neuronal e inconsciente. François Ansermet,

Pierre Magistretti. Katz Editores. Buenos Aires 2006.