Historias recuperadas de ATE

Daniel Parcero

Fascículo 4Rosalía Figueredo de Méndez. Delegada Hospitalaria de ATE

ISSN ES 2469-0546

Marzo de 2017. Asociación Trabajadores del Estado. CDNBelgrano 2527. CABA. Tel.: 4122-5700

secgeneral@ateargentina.org.arparcerodaniel@gmail.com

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Y Rosalía no desertó a pesar de los hostigamientosque sufría en Gualeguaychú trabajando en el

Hospital Centenario. Tampoco lo hizo una vez quesuperada en parte esta situación –gracias a su

traslado al Hospital Salaberry de Victoria–, pudorehacer su vida y desarrollar una intensa y solidaria

actividad como enfermera en esta ciudad.

Siempre afirmamos nuestra consigna "ATE somostodos"; pero hoy podemos decir con satisfacción, que

ATE también somos aquellos a cuyo encuentro vamos yde quienes tomamos su legado.

Es un orgullo para ATE Victoria saber que por lospasillos del Hospital Salaberry que diariamente

transitan nuestros afiliados, Rosalía fuereivindicada en silencio protectivo, y que nuestra

ciudad le ofreció la posibilidad de rehacer su vida ydesarrollar sus conocimientos profesionales con

espíritu solidario, de manera humanista y cristiana.

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Rosalía de Méndez y la memoria

Hay hombres que luchan un día,y son buenos.

Hay otros que luchan un año,y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años,y son muy buenos.

Pero hay los que luchan toda la vida:esos son los imprescindibles!

Bertolt Brecht

Para la Dirección de este Hospital es un honor y unacto de justicia con la memoria, reconocer a la señoraRosalía Figueredo de Méndez, con cuyo nombre sereconocerá, a partir de hoy, a nuestro Salón de UsosMúltiples.

Al referirme a “la memoria” hablo de la historia denuestra Institución y de nuestro pueblo. De la memoriacomo herramienta de los oprimidos, para llegar a serlibres. Y la Enfermera Rosalía Méndez no sólo es partede nuestra historia institucional, por haber trabajadoaquí, sino que es parte de la historia de lucha de nues-tro pueblo. Es –me cuesta decir “fue”– una de esas per-sonas imprescindibles que se mencionan en esaconocida cita de Bertolt Brecht. Rosalía era una enfer-mera comprometida, solidaria, peronista, delegada re-presentante de las trabajadoras y los trabajadores delHospital Centenario de Gualeguaychú, que en el año1955 fue brutalmente perseguida por esa condición. Su

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intransigente servicio comunitario como enfermera y surebeldía ante las injusticias, hicieron que su militanciapopular continúe por aquí, en la ciudad de Victoria. Yesto seguramente se verá muy bien reflejado en el rela-to y la letra del investigador Daniel Parcero.

Por último, quiero destacar que no es casual que estehomenaje se realice en vísperas de un nuevo aniversa-rio del “Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y laJusticia”, esa triste fecha de marzo, en la que cada añovolvemos a pasar por el corazón la memoria de nuestros30.000 compañeros detenidos, torturados y desapareci-dos por el terrorismo de Estado, implementado sistemá-ticamente por la dictadura cívico-militar mássangrienta de toda la historia de nuestro país.

¡¡Bienvenidos!!

Y ahora pasen a conocer nuestro “SUM EnfermeraRosalía Figueredo de Méndez”.

Dr. Edgardo GarcíaDirector Hospital Dr. Fermín V. Salaberry

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Rosalía, desde el Salaberryllegó a nutrir nuestro caucePor Horacio Rizzi Poma Secretario General Seccional Victoria de la ATE

Cuando recuperamos la Asociación Trabajadores delEstado a manos de los trabajadores para poder decidiren asambleas cada uno de nuestros pasos a seguir parareconstruir la Nación, corría 1984, noviembre. Hacíacasi siete años que un reducido número de compañe-ros, había decidido desalojar de la organización a unaconducción burocrática en connivencia con la dictadu-ra, y para eso, sabían, debían también organizarse yliderar junto a las mejores tradiciones de nuestro sindi-calismo, la lucha por la recuperación de la democracia.La decisión estuvo tomada: dar pasos hacia adelante,firmes, en unidad y solidaridad.

Comenzaron así a transitar un cauce al que sesumaron miles de trabajadores en cuyos corazoneslatía la misma esperanza. Y los resultados fueron satis-factorios. Ya contábamos con el gremio en manos desus legítimos “dueños”, que no son sus dirigentes sinosus trabajadores; ahora restaba recuperar nuestramemoria. Volver a un pasado que nos era desconocido,para fortalecer un presente y planificar correctamenteel futuro. ¿Quiénes habían sido nuestros pioneros?,¿qué habíamos querido ser?, ¿cuál había sido nuestraidentidad de origen?, ¿qué nos unía entonces?, ¿quéhabíamos podido construir? Si el país, para ser laNación que soñaron San Martín, Mariano Moreno,

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Manuel Belgrano y Artigas; Enrique Mosconi, DomingoMercante, Manuel Savio y Juan Perón; Scalabrini Ortiz,Hernández Arreghi y Arturo Jauretche, aún no se habíarealizado, ¿qué cosas quedaron pendientes y por qué?¿Quiénes fueron aquellos trabajadores que desde elEstado, que como afirma nuestro investigador de cabe-cera, Daniel Parcero, es el corazón de la Patria, no des-mayaron en hacerlo latir?, y ¿a quiénes, desde lospoderes dominantes trataron de asfixiar, para sostener-nos como colonia “próspera” del imperio?

Hacia toda esa profundidad, por fuera de la historiaoficial del sindicalismo argentino, fue Daniel para resca-tar no solo las realizaciones, los sueños, esperanzas ycompromisos con los trabajadores –o con los poderes deturno–, de quienes a lo largo de noventa y dos años devida estuvieran al frente de nuestra organización, sinoque además fue al reencuentro testimonial y documentalde las bases y de nuestros cuadros intermedios. Si laorganización no es de quienes la conducen, sino de sustrabajadores, la historia de esa organización tampocopodía ser únicamente la del protagonismo de sus diri-gentes. “La historia no son solamente los sucesos, dondeemergen determinados protagonistas, sino los procesosque protagonizan miles de militantes”, sostiene Daniel.

Así pudimos reencontrarnos con Rosalía Figueredo,a quien hoy reivindicamos como militante representati-va de los trabajadores del Estado, como mujer y madreejemplar. Estos reencuentros fortalecen la identidad enel cauce que decidimos transitar. Son latidos que sesuman a los nuestros, para fortalecer el Estado yagrandar la Nación. Perseguida y desprotegida en susreclamos sectoriales y personales por una dictaduraque contó con la “bendición” de jerarquías católicas,

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Rosalía fue más tarde “rescatada” por las autoridadesdel Hospital Salaberry de nuestra ciudad, desde dondepudo reconstruir su vida.

Rosalía Figueredo de Méndez seguirá siendo la enfer-mera peronista y católica militante que, en el tiempo,volverá a sentirse más peronista y católica al encontrar-se con el padre Elías Musse, ese cura de los sacerdotesdel Tercer Mundo, que tras ser liberado de la cárcel dic-tatorial también encontrará en Victoria un lugar dondeservir pastoralmente, en la misma parroquia barrial ala que Rosalía acostumbraba asistir. No es casual quelos directivos del Hospital Salaberry, en conocimientode la historia de esta trabajadora del Estado, hayandecidido homenajearla. Porque también sus autorida-des son, no solo representan, el latir del Estado.

Rosalía Figueredo, delegada del sector Salud Pública por la FederaciónGualeguaychú de la ATE, junto a dos compañeras del Hospital Centenario.

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Plantel de enfermeras en el ingreso del Hospital Centenario, antes de parti-cipar en el desfile de una fecha patria. La primera, a la izquierda de la segun-da fila es Rosalía Méndez.

Junto a un grupo de compañeras durante un brindis de fin de año. Rosalía,a la derecha, segunda de pie, levantando su copa.

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La delegada hospitalaria de la ATEPor Daniel Parcero

Se trata de Rosalía Figueredo, de la joven militanteperonista que fuera enfermera del Hospital Centenarioy delegada del sector Salud Pública por la FederaciónGualeguaychú de la ATE, a quien, una vez instalada lacontrarrevolución fusiladora del 55’, las nuevas autori-dades del establecimiento sanitario la condenaran apresiones a las que jamás cedería, en su condición derepresentante de los trabajadores. Después de largotiempo de humillaciones y severos conflictos familiares,podrá encontrar cobijo laboral en el Hospital Dr. Fer-mín Salaberry de la ciudad de Victoria, desde dondecomenzará a desplegar una ardua actividad social,recordada y reconocida aun por vecinos que la trataron,familiares de aquellos y católicos practicantes de laParroquia de Victoria que frecuentaba asiduamente.

La reivindicación de su temple, el camino de su cal-vario, su intransigente servicio comunitario en el nue-vo destino laboral, y en el ámbito de la ciudad que larecibiera como hija adoptiva, fueron expuestos en elcuarto tomo de la Historia de la Asociación de los Tra-bajadores del Estado, de mi autoría, que llegó a manosde las autoridades del Hospital de Victoria, particular-mente de su Director, Doctor Edgardo García, quien seinteresó en esta particular historia de compromiso polí-tico, sindical y comunitario.

Aparecida hace ya tres décadas la primera edición,en el primer tomo de la historia de los trabajadores del

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Estado comenzamos a redescubrir el protagonismo delos pioneros de la ATE, en su gran mayoría inmigran-tes, a quienes los unía tan solo un espíritu de rebeldíafrente a las injusticias generadas desde el EstadoPatrón. Este impacto fundamental los impulsó a orga-nizarse solidariamente. No los unía el idioma, ni unainterpretación clara sobre la valorización del Estado enun país semicolonial, porque tampoco tenían en clarocuáles eran las condiciones políticas del país elegidopara huir de los suyos.

Aquella rebeldía, con experiencias de clase prove-nientes de distintas prácticas de lucha, sirvió a aquellosdirigentes para hacer crecer la organización, al mismotiempo que en aquella diversidad de matices ideológi-cos, encontraron disidencias que los llevarían a atrave-sar una crisis divisionista. No fue aquella una crisisentre porteños y provincianos, sino entre los mismosinmigrantes. La historia oficial del sindicalismo habíaobviado todo análisis al respecto, priorizando puntuali-zar sucesos –unidades y divisiones de las organizacio-nes obreras, liderazgos y posicionamientos de loslíderes sindicales que protagonizaran aquellos episo-dios– sin profundizar en los procesos de construcciónsindical por fuera de aquel panorama.

Y en aquella fractura que atraviesa la ATE, la Fede-ración Gualeguachú militará en las filas del sector quela provocara en 1935, hasta que logra convalidarse lareunificación a mediados de 1944, con la anuencia desu secretario general, compañero Francisco Martínez.

Rosalía Méndez había ingresado al hospital del pue-blo hacía cuatro años, y cuando se afilia a la ATE, hacíacinco que el gremio se había dividido. Siendo delegada

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disfrutará y defenderá los nuevos derechos propiciadospor la flamante Secretaría de Trabajo, desde su terruñovivirá las instancias del 17 de Octubre, será parte de laprimera generación de peronistas puros –no tenía mili-tancia previa–, y amará a Evita como se ama a una ma-dre porque la sentía madre de todos los humildes y losincluidos.

Volviendo a la historia de los trabajadores del Estado,advertimos que la historia oficial del sindicalismo en elperíodo que abarca desde el fin de la Década Infame, elpre peronismo a la caída del Gobierno Nacional y Popu-lar,1 ni siquiera hace una mención a la participación dela segunda generación de dirigentes de la ATE, ni de suscuadros más exponenciales, a partir del momento en queademás de unirse para rebelarse frente a las injusticias,comenzaban a ser parte activa y sustancial del Estado deBienestar y Participación, desde un proyecto de Estadoque los incluía con derechos. A estas mujeres y hombres,los unía también el naciente sueño posible de una Na-ción libre, justa y soberana. Se había poblado la ATE delos hijos de aquellos inmigrantes que bajaron de los bar-cos para incorporarse laboralmente a los talleres de lasvías navegables, pero también de criollos y de oriundosde los pueblos originarios que ingresaban a la cultura deltrabajo iniciándose en las escuelas de aprendices consalida laboral, y otros que se incorporaban a los distin-tos sectores del Estado industrialista que comenzaba aarticularse.

El dirigente de la ATE gualeguaychense, FranciscoMartínez, y sus compañeros de la por entonces denomi-nada ATE "paralela", se encontraba entre aquellos con-1 Historia de ATE. Vol. 3. Unidad y participación. Los trabajadores del Estadoen los tiempos de Perón. (1943-1955). Daniel Parcero, CTA Ediciones, 2014.

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tinuadores y estará entre los que comienzan a darsecuenta de que ya no solamente los unía un sentimien-to de rebeldía en el ejercicio de la representación, sinoque también compartían un mismo idioma y unamisma interpretación sobre el rol que debía tener elEstado: ser el corazón de una Nación que aún tenía undestino pendiente. Y advertían además que ese corazóncuyo latir la podría hacer libre, justa y soberana, eransus propios trabajadores en el marco de un proyectoindustrialista decisivamente nacional. Había contribui-do a ello el gobierno revolucionario del General Farrel,más precisamente, un par de coroneles desde el Depar-tamento de Trabajo de la Nación –Juan Perón y Domin-go Mercante–, por directivas del primero y porintervención del segundo. Fue así que acordaron la uni-ficación fortaleciendo la organización.

A esa ATE, a ese Estado, a ese proyecto de Naciónliberada, le puso su latir Rosalía.

ATE aportó en aquellos años de plena vigencia de losderechos de los trabajadores, durante el período delEstado de Bienestar y Participación que liderara elGeneral Perón desde su gobierno, cuadros dirigentesque llegaron a los primeros niveles de decisión políticaen la central obrera nacional y en sus regionales, enmunicipios y gobernaciones, y también en el Congresode la Nación.

Siguiendo minuciosamente el proceso de desintegra-ción nacional ocurrido en el país a partir de la caída delperonismo en 1955,2 pudimos conocer que aquella diri-

2 Historia de ATE. Vol. 4. Estatales en tiempos de inestabilidad. De los “liber-tadores” a la dictadura de los monopolios (1955-1966). Daniel Parcero, CTAEdiciones, 2014.

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gencia de la ATE, silenciada por la historia oficial delsindicalismo, había sido condenada por decretos defacto, bajo el rótulo de Traidores a la Patria, sien-do encarcelados. Los hubo perseguidos y asesinados.¿¡Qué saber de los cuadros intermedios, delegados y dela suerte corrida por decenas de empleados!?

Pero varias ediciones agotadas de estos materialeshistoriográficos de la ATE, sirvieron para que los com-pañeros que accedieron a su lectura pudieran aportar ala historia nuevos hechos y personajes que enorgulle-cen al conjunto de la organización. Tal el caso de lacompañera enfermera, militante peronista y delegadadel sector Salud Pública, Rosalía Figueredo, quien noobstante finalizada la denominada Revolución Fusila-dora, aún no lograba encontrar justicia por haber sidodespojada de sus fueros, desoída en sus reclamos comotrabajadora de la salud y como mujer.

ATE había sido intervenida, la última conduccióngualeguaychense, en manos de Juan José Delmonte yRamón Rodríguez, sufrió las consecuencias de la diás-pora, provocada por las persecuciones y desatencionesdel intervencionismo militar que puso un candado enla sede nacional de la ATE, mientras sus asuntos eranatendidos en la sede de la CGT por la intervencióncomandada por el Almirante Patrón Laplacette.

A partir de ese momento, Rosalía, víctima además deun drama familiar y desprotegida sindicalmente, norenunciará a sus reclamos y muchos menos a sus con-vicciones.

La memoria es la herramienta de los pueblos oprimi-dos, para llegar a ser libres. Parafraseando al magistral

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poeta uruguayo Mario Benedetti, se me ocurre elsiguiente párrafo: Al comenzar el año el PresidenteMauricio Macri, intentó por vía de un decreto, que todanuestra conciencia de lucha contemporánea por la libe-ración nacional “se hunda en la niebla del olvido” elimi-nando del calendario el 24 de marzo, Día de laMemoria, como fecha no laborable y de reflexión histó-rica. Pero cuando por la acción de quienes sostenemosla moral del esclavo que quiere ser libre, frente a lamoral del amo que nos quiere sometidos, no dejamosque se avance, “la niebla se despeja, y el olvido, estálleno de memoria”.

Deberá Macri ver cómo se suceden sus días, con lamemoria colectiva de nuestro pueblo, nutriente de lasmasas populares, de la que seguiremos abrevandohasta avanzar en el camino correcto.

No hemos dejado que borren las consecuencias irre-parables del último genocidio sobre la voluntad popu-lar, llegado como siniestra perfección de anterioresatropellos. De haberse logrado, también con ello seocultarían anteriores tradiciones de resistencia y lucha,como las que emparentan nuestra resistencia de hoy,a aquella desplegada por Rosalía Figueredo de Méndez.

Quienes concurran desde este 24 de marzo al SUMdel Hospital Salaberry, se preguntarán ‘¿quién habrásido Rosalía Méndez?’. Y allí encontrarán presentadabrevemente su trayectoria: una enfermera rebelde antelas injusticias, solidaria, un espejo donde se identifica-ban sus compañeros, en el que debemos mirarnos yorganizarnos para crecer en el camino de nuestra inde-pendencia definitiva, aún inconclusa en este bicentena-rio de la Patria.

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Hoy Rosalía tendría 90 años. Haber podido recupe-rar su compromiso de clase y visibilizarlo, es una satis-facción personal que sirve a una revalorizacióncolectiva que debe incluirnos a todos, para que las nue-vas generaciones asuman la resistencia genuina de tra-bajadoras y trabajadores que no negociaron estabilidadmediática y financiera, por sobre sus propios derechosamenazados. Como Rosalía, que supo interpretar que elEstado es el corazón de la Patria, al que le puso su latiry su coraje con solidaridad de clase.

Rosalía Figueredo en su época de delegada en el Hospital Centenario deGualeguaychú.

Fachada del Hospital Centenario de Gualeguaychú.

Primera a la izquierda, Rosalía Méndez, junto al equipo de enfermeras delHospital Centenario, poco antes de la contrarrevolución del 55'.

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En primer lugar de la segunda fila, a la derecha, Rosalía Méndez participan-do en un desfile patrio junto a sus compañeras del Hospital Centenario deGualeguaychú.

Rosalía Méndez. Una de las pocas fotos de su juventud conservadas en elálbum familiar.

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Del Hospital Centenario al SalaberryRosalia, por su hijo Oscar Méndez

Rosalía Figueredo nace en Gualeguaychú el 1° deenero de 1927, en un hogar conformado por sus padresy seis hermanos. Su papá trabajaba en tareas de perfo-raciones para y bombas y molinos. Ella no terminarásus estudios, llegando apenas a cumplimentar el tercergrado. A partir de entonces ayudó en la casa a suspadres. En el año 1940, con 18 años recién cumplidosingresó a trabajar en el Hospital Centenario de Guale-guaychú, desarrollando sus tareas como Caba Enfer-mera hasta el año 1965, cuando consigue, tras unadécada de reclamos, su traslado al Hospital FermínSalaberry de la ciudad de Victoria.

Cuenta Oscar Méndez, su segundo hijo:3 “Ella sabíarecordar que cuando en 1952 falleció Eva Perón, erauna tristeza el hospital, y que las pacientes internadaslloraban abrazadas junto a las enfermeras. Mamá tenía25 años y aquel episodio la marcaría de por vida. Mimadre fue una persona que ayudó mucho a la gentecuando cumplía la función de enfermera del hospital deGualeguaychú. Ella me contaba que siendo enfermeradel Hospital Centenario, participa en el gremio de ATEllegando a ser electa delegada de las enfermeras. Sumilitancia trascendió de Gualeguaychú a Victoria, sien-do que cansada de los hostigamientos en su ciudad,

3 Oscar Omar Méndez hizo su ingreso a la Administración Pública en 1989,participando por entonces de la creación de la Delegación de ATE Victoria.Actualmente se desempeña como inspector de la Administración Provincial.

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consecuencia de su confesional adscripción al peronis-mo, reclamó con insistencia su traslado, hasta lograrlouna década después. Siempre peleó por lo más humil-des y ayudó a mucha gente, saliendo de madrugada aponer inyecciones en el barrio del Cementerio de Victo-ria. Ayudaba en una guardería, en la Capilla CristoObrero y en el club Gimnasia y Esgrima del mismobarrio. Participaba en política apegada a las banderasde Eva Perón y Juan Perón junto al dirigente de la ciu-dad de Victoria Don Juan Carlos Stratta”.

Oscar profundiza respecto de los motivos que impul-saran a la joven enfermera a insistir ante las autorida-des del Hospital Centenario para que accedieran aformalizar su traslado al hospital público de la vecinaciudad de Victoria. “Transcurría el año 1955 y tras lacaída del Gobierno Popular del segundo mandato delGeneral Juan Perón, el Director del Hospital Centena-rio es removido. Quien lo sustituye en el cargo mandaa perseguir a todas las delegadas de ATE del hospital.A Rosalía se le encomienda limpiar todos los días elsótano y la parte de la morgue del establecimiento asis-tencial, aunque estuviera limpia, ya que a veces no seocupaba. Todas las delegadas quedaron hacinadas enese sector durante más de un año y medio, hasta quecambió nuevamente el director del hospital. Ella siem-pre nos decía que nadie le torcería el brazo y por eso suempeño en seguir luchando desde su lugar”.

A medida que la persecución y el maltrato se suce-dían, cuestiones desafortunadas y relacionadas a suvida íntima, también son aprovechadas por las autori-dades hospitalarias al servicio del régimen de facto paratratar infructuosamente de quebrar política y sindical-mente la voluntad y el espíritu solidario de la enferme-

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ra, ya desprovista de fueros y protección gremial, con elagravante de la vigencia del Decreto Ley 4161, sanciona-do por la junta militar en usurpación del poder, el 5 demarzo de 1956, mediante el cual se prohibía cualquiertipo de afirmación ideológica o propaganda peronista.

Relata Oscar las peripecias sufridas por su madre:“El hostigamiento a su persona no cesa. Al finalizar elaño 1956, se pone de novia con un chofer de ambulan-cias con el que tiene un hijo, al que le pone de nombreLuis. Ella vivía en calle Gutember 94 de la ciudad deGualeguaychú, muy cerquita del hospital adonde iba atrabajar todos los días. Cuando aquella relación termi-na, su ex pareja y padre del niño, lo retiraba de aquellacasa los fines de semana; hasta que un día, cuandotenía apenas 2 años, no lo devuelve más. Mamá seentera por vecinos que ambos se habían mudado aBuenos Aires. Desesperada lo buscó por todos lados;pero la búsqueda era muy limitada ya que su familiaera muy humilde, y además en tiempos de la contrarre-volución fusiladora, le hacían la vida imposible porhaber sido delegada y no le permitían tomarse días enel trabajo para poder dedicarse al seguimiento y recu-peración de su hijo.

Gracias a Dios, luego de unos años conoce a quienserá mi papá, y se va a vivir a la ciudad de Victoria,donde él trabajaba y concurría al Club Gimnasia yEsgrima en sus tiempos libres, en el que tiempo des-pués mi mamá desarrolló tareas sociales militantes.Insistiendo en su pedido de traslado al Hospital de Vic-toria, finalmente lo logra.

Cuando por fin es nombrada en el Hospital Sala-berry, se muda formalizando pareja con mi padre y

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queda embarazada de mí. Crecí sin saber de mi herma-no, y él sin saber más de su madre. Recién por 1987,aquel niño, ya hombre, volvió por Victoria en búsquedade sus raíces cuando mamá tenía 60 años.

Mamá falleció el 2 de junio de 1999 a la edad de 72años. Como era tan querida por todo el barrio, sus res-tos fueron velados en la Capilla del Barrio de CristoObrero, adonde una gran cantidad de gente se acercó adespedir sus restos. Mi hermano viajó desde BuenosAires para acompañarla en su partida.

También resulta una curiosidad que mi hermanotrabaje en el Ministerio de Trabajo de la Provincia deBuenos Aires, –actualmente es juez en lo laboral enLanús–, y mi hermana menor sea docente en unaescuela de la ciudad de Victoria. Yo vivo en Concepcióndel Uruguay junto a mi esposa que también trabaja enel Ministerio de Trabajo y es delegada de ATE de esesector. Esta organización sindical a la que pertenece-mos, es parte del legado dejado por nuestra madre. EnEvita, como llama de aquella revolución nacional ypopular, mamá se sintió identificada, y en su templan-za supo aferrarse en tiempos nada fáciles, siendomujer, y con un drama a cuestas. En la ATE de losmemorables tiempos del Estado de Bienestar y Partici-pación, se sintió representada y supo trasmitirlo a suscompañeras y compañeros. ¡Cómo no estar orgulloso delas ideas de mi madre, de la representación sindical ele-gida por ella, de la acción solidaria que supo emprendera partir de su retiro del Hospital Salaberry y de que hoysu organización reivindique su memoria!

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Fachada del Hospital Fermín Salaberry de Victoria, al que Rosalía Figueredode Méndez consigue su traslado tras su desafuero y persecución enGualeguaychú.

Rosalía de Méndez, suesposo y su hijo Oscaren el festejo de suprimer cumpleaños.

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Rosalía junto a su segundo hijo, Oscar Méndez, actualmente delegado porATE de la Secretaría de Trabajo de la Provincia de Entre Ríos, al momento deculminar sus estudios secundarios.

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Doña Rosalía Figueredo de MéndezPor Oscar “Cachi” Vergara

Cuando recorremos el camino de nuestra infanciajunto a mis amigos de entonces, Tico, Rosita, Lili Pie-drabuena, Marcelo Castaño, Luis Weber, Liliana Busta-mante, Gladys Larrosa, Cachito Gómez y otros tantos,además de mis diez hermanos, no podemos excluir a unser maravilloso que marcó, acompañó e inculcó con sualma de “mamá grande” nuestros años de infancia, gra-cias a su cariño y la buena voluntad de hacernos feli-ces con sus andanzas de mujer comprometida con lainclusión de los niños.

Ella supo entender más que nadie, que el amor quese da no pide nada a cambio porque ese es el verdade-ro amor. Y Rosalía lo tenía incorporado en su ser comoalgo innato, llevando a la práctica aquel lema que diceacorde a su ideología: “Mejor que decir es hacer; mejorque prometer es realizar”.

Nuestra infancia tiene el sello de Doña Rosalía, quesin haber obtenido el título de maestra logró enseñar-nos las buenas costumbres y, sobre todo, a crecer comoniños sanos y felices, llevándonos a la escuela, a lacapilla, su capilla “Cristo Obrero”, que tanto amó ycuidó, a los carnavales de nuestro barrio con instru-mentos caseros hechos con tarros de aluminio y otroscon latas de dulce de batata… juntando y entusiasman-do a decenas de niños del barrio del cementerio.

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También fue la colaborada sin descanso de nuestroclub Gimnasia y Esgrima, el lobo, del que somos hin-chas, alentando con sus cánticos “rosalianos”, porqueera única y auténtica, expresaba lo que sentía y todo losuyo era festejado con alegría. Siempre tenía preparadoel “refrigerio”, como se decía en esos tiempos, con algu-nas tortas fritas hechas por las manos de sus compa-ñeras fieles como Doña Mary Vergara e Irma López,vecinas del barrio, para darles a esos chicos humildesque jugaban a la pelota con escasez de vestimenta yzapatillas en la pista del club, en esas noches con pocaluz artificial sobre la pista de mosaicos del “Mensana”,en los recordados baby fútbol.

Nada era impedimento ni obstáculo para este sermaravilloso que a Dios gracias supimos tener en nues-tra barriada, sin dar nunca muestra de desgano, deenojo, de malestar. Porque a cualquier hora del día losvecinos recurrían a la casa de Rosalía, quien se calza-ba el hábito de enfermera vecinal para poner inyeccio-nes a los atacados del hígado después de tomarse ycomerse todo sin límite, o para dar indicaciones de unmedicamento casero que aliviara los dolores de muela,de oído, en fin… toda la fe puesta en ella.

Doña Rosalía era muy generosa, tenía un ángel espe-cial, sobre todo con el prójimo, ya que a sus hijos les fuepredicando con su ejemplo la solidaridad, el respeto y lahonestidad, siendo exigente a la hora del estudio, por-que siempre quiso que Tico y Rosita estudiaran para unmejor futuro, ya que ella no tuvo esa posibilidad.

La obra de Doña Rosalía perdura en el tiempo, susandanzas y anécdotas se van transmitiendo de genera-ción en generación entre los vecinos del Tercer Cuartel,

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lugar donde vivió desde que llegó desde su ciudad natalGualeguaychú.

Siempre actuó sin prejuicios, con amabilidad, visi-tando todas las casas y charlando con la gente que leabría las puertas con simpatía. Porque era extrovertiday su forma de ser inspiraba tanta confianza que le acer-caban una silla con mate de por medio para manteneresa charla tan amena, sin egoísmo, sobre la vida, losproblemas y las necesidades del barrio. También fuemuy bondadosa a la hora de su recreación de fin desemana, jugando al chinchón con ingenuidad, dejándo-se ganar muchas veces por sus rivales de juego, porquelo tomaba así, como un pasatiempo de la vida, fumán-dose un “Jokey Club” o un “Commander” que disfruta-ba con placer.

Cuántas cosas lindas se pueden decir de Rosalía,para orgullo de sus hijos que hoy aún la siguen extra-ñando como todos nosotros. Las personas de bien debe-rían vivir mucho tiempo, pero ella lamentablementepartió con tan sólo 72 años, para convertirse en eseángel blanco y puro que Dios necesitaba a su lado, yaque ella perteneció a la fe católica no sólo por creencia,sino por su vida comprometida con la religión.

Fuiste ángel en la tierra.Fuiste hada madrinade los humildes gurisesque jugaban en las esquinas.Cómo quisiera que hoyexistiera esa guíacon ese sello de madrellamada Doña Rosalía.

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Rosalía, ya retirada del Hospital y dedicada al trabajo social.

Rosalía junto a su esposo y su primer nieto varón, Omar Jeremías, hijo deOscar.

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Frente de la Unidad Básica que se emplazaba en la calle Corrientes yGüemes de Victoria. A pedido de un candidato peronista local, en el año desu fallecimiento se denominó Rosalía Figueredo de Méndez en su homenaje.Puede observarse su nombre pintado en la parte superior del edificio.

Rosalía Méndez en Victoria, junto a Luis Méndez –su esposo y padre de susdos últimos hijos– y sus nietos Omar, Luisina, Guadalupe y Mateo.