Gealittera. nº2. octubre 2014

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL

Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita

para escribir.

Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen

Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir

voces literarias pertenecientes a países y continentes

distintos.

[email protected]

IBSN: 14-08-2014-55

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SUMARIO Editorial

Cecilia Ortiz Esa laboriosa tarea que es escribir pag. 7

Carmen Membrilla Olea Contemplando lluvias y silencios pag. 8

Poesía

Carmen Sampedro Frutos Mar de otoño pag. 12

Daniel Montoly Tres tópicos para entender una canción

de otoño pag. 14

Meditación sobre el otoño pag. 16

Alba Estrella Gutiérrez pag. 18

Ma. Cristina González

(Victoria Asís) A un poeta pag. 20

Boca pag. 22

Cecilia Ortiz pag. 24

Mía Pemán Testimonios otoñales pag. 26

Fernando Sarría pag. 29

pag. 30

Victoria Falcón Águila Otoño pag. 31

Pedro Pablo Pérez Santiesteban Soy de otoño pag. 33

Dolores Pombo Hojas pag. 37

Aleqs Garrigóz Otoño pag. 39

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María Julia Druille Camino interno pag. 42

Isabel Rezmo I Pérez Calma pag. 44

Gabriela Rivero Parecidas pag. 45

Inmaculada Jiménez Gamero El otoño pag. 46

Miriam Álvarez Abril en Capricornio pag. 48

Inma J. Ferrero El afán de tus recuerdos pag. 50

Alicia de León Epp Melodía de otoño pag. 52

Adri Delfini De repente pag. 55

Alicia Corrado Mélin Berretín pag. 57

En la playa pag. 59

Mar de Fondo Hojas en mi pelo pag. 61

Otoño en flor pag. 63

Esneyder Álvarez Maldito otoño pag. 66

Roxana Rosado Hoy quiero estar conmigo pag. 68

Mariette Mounier Solo vive la lluvia pag. 70

Hasta Venus pag. 72

Amelia Arellano Revelaciones en otoño pag. 74

Hilda Díaz Bordes pag. 76

Chía Giraldez Tinoco Revelaciones en otoño pag. 78

Lázara Nancy Díaz Si pudiera pag. 80

Elisabett Cincotta Este otoño pag. 82

Julián Gómez Maya Soledad pag. 84

Marisa Bermúdez Malagón pag. 87

Araceli García Martín Otoño pag. 89

Isabel Llorca Bosco El fin en el destierro pag. 92

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Foto- Poemas

Milagro Haack IX pag. 95

X pag. 96

Carmen Membrilla Olea pag. 97

Relatos

José A. Gentili Casiopea pag. 99

Rita Bedia Lizcano El muelle de los olivos pag.101

Enrique Meitin Gracias que llegó el otoño pag.103

Graciela Amalfi Pan caliente pag.108

Amanda Espejo Reminiscencias pag. 110

Edgardo Benítez El columpio pag.113

Roxana Rosado El escondite pag. 115

Andrea Zeballos Historia de una hoja pag.119

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EDITORIAL

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ESA LABORIOSA TAREA QUE ES

ESCRIBIR.

Imagen: Meghan Howland

El diálogo entre el papel y las letras, apenas quiebra la armonía de esta

tarde. Por fuera el viento aleja las nubes oscuras y deja ver las coloreadas

por el sol. El jardín guarda secretos. Lo sé. Cuando llueve se revelan

aquellas conversaciones que guarecidas en los rincones, buscan la alegría

del agua. Una declaración de amor, la primera palabra de un bebé, el

llanto entrecortado de un niño, un poema dicho casi en susurro, varias

conversaciones entre vecinas, y algunas palabras repetidas cientos de

veces.

Y aquí estoy, a la espera de otras revelaciones que lleguen desde otros

jardines, o desde otro papel susurrando con las letras. Frases encadenadas

que han superado la etapa del borrador, aunque nada es definitivo en la

escritura.

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El lector, al posar su mirada sobre el texto, ignora ese universo en blanco

antes del instante de la creación. Y cree en el balcón que dialoga con las

plantas trepadoras, en las gaviotas que vuelan en medio de la tormenta

sintiéndose en el paraíso, en las hojas de los árboles que caen, como si

cumplieran un mandato ineludible, para luego convertirse en flores

aterciopeladas y deshojarse una vez más; en todas la voces que se

encuentran dentro del texto que revela esa laboriosa tarea que es escribir.

Aguardo esos textos nacidos en la intimidad de una habitación, en el

bullicio de un bar, en el trayecto de un viaje; esos textos que recorrieron

un largo camino hasta llegar a nuestro refugio. Esta tierra de letras, de

ustedes y del mundo.

Cecilia Ortiz.

9

CONTEMPLANDO LLUVIAS Y

SILENCIOS

Imagen: Duy Huynh

En esta tierra de letras… existen días en los que son propicios los secretos y la fuerza de un misterio cobra todo su sentido; el poeta se viste con su traje de lino blanco y sonriente emprende su camino hacia la búsqueda de la verdad. Deja escapar sus versos más íntimos y sin saber muy bien por qué se emociona hasta las lágrimas. Las palabras se alejan y dejan a su paso huecos que llenará con nuevas palabras.

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Volverán sobre sus pasos los términos que se refieren al amor, la tristeza y la soledad. Encontrará sinónimos que remitirá nuevamente al mundo exterior, como esos mensajes en una botella, perdidos, a la deriva en la inmensidad del mar azul; hasta que alguien los lee y es entonces cuando estalla la magia del encuentro. Él lo sabe y hay algo que inspira paz en todo esto. Detrás de su ventana espera pacientemente que alguien lea sus poemas inacabados porque siempre podría volver a escribirlos, porque es incapaz de hallar el último con el que cerrar la serie, porque los sentimientos de los que habla también son eternos, porque la sombra y la luz siempre serán opuestos, porque el odio y el amor son los ejes del mundo, porque sus versos buscan la eternidad del momento más breve, porque su voz no terminará nunca. Desde su cálida habitación espera que miles de ojos infinitos entiendan el sentido de su verdad. La verdad que canta, la verdad que cuenta, la verdad que ahoga, la verdad que nunca deja de recomponer. Y mientras espera... desea que su vida sea siempre así; un día de lluvia tras la ventana, sentado en su vieja mecedora, contando gotas de agua sobre el cristal...Y sobre la mesa cuartillas de papel a medio escribir. Un trabajo por terminar, un café caliente, una emoción en el alma...y continuar así siempre como si fuera reinara el silencio absoluto, como si las horas pudieran pasar en balde, como si todo dependiera de esas frases poéticas que él compone para afirmar con ellas su condición humana, para informar al mundo de que no sabe hacer otra cosa; para que todos entiendan la gran contradicción que supone el hecho de que sólo hablando de la tristeza se siente feliz. Se levanta y enciende la luz. Mira a su alrededor. Ya ha dejado de llover. El olor a tierra húmeda es un olor simbólico e inspirador. No va a leer nada. No va a escribir nada. Cenará algo ligero y mirará la luna velada por las brumas de este octubre mojado. La sensación es infinita y absoluta.

Carmen Membrilla Olea.

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POESÍA

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CARMEN SAMPEDRO FRUTOS

MAR DE OTOÑO

Imagen: Marta Orlowska

En el inmenso mar de otoño,

las hojas son piedras que levantan

agravios al viento. La luz juega al escondite

y cierra la tarde con llaves de mármol.

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En la orilla, una mujer parte los sueños como ramas secas,

como madera vieja que aguarda la hoguera,

el olvido, la burla del tiempo.

Las últimas moscas se posan en sus manos azuladas,

sin que nadie las espante, para volver de nuevo,

a lamer esa piel que sabe a desdicha.

En el inmenso mar de otoño,

las hojas abren zanjas de hielo y sangre

que el viento entierra en ataúdes ajados.

La muerte balancea entre sus brazos, con sigilo,

el amargo llanto del abatido mar de otoño.

Carmen Sampedro Frutos.

Linares. Jaén. España.

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DANIEL MONTOLY

TRES TÓPICOS PARA ENTENDER UNA CANCIÓN DE OTOÑO

Imagen: Marta Orlowska

1 El viento juega a desenmascarar los árboles de sus máscaras de árboles. Los troncos resisten, como espartanos,

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al acoso. Tocará a la luz hacer de garante entre ellos. 2 Los pájaros no logran camuflaje de sus cuerpos con el espectáculo de las hojas, la fatiga del otoño delata el fauvismo entusiasta de las plumas. Los depredadores de la noche acechan, esperan a que la música los atraiga al epicentro de las hojas. 3 El otoño es otro invierno anaranjado. Daniel Montoly. La música que surge al pisar sobre hojas, sobrecogía a los espíritus, que desertaron al infierno de la metrópolis, o al holocausto del mecanismo del reloj. Al amanecer, otra humedad los despierta. Daniel Montoly. Montecristi. República Dominicana.

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MEDITACIÓN SOBRE EL OTOÑO

Imagen: Marta Orlowska

1 Las hojas parecen balas que van dejando un largo rastro anaranjado en la superficie rugosa. Una Tatarian honeysuckle florece tardía entre las rendijas de dos rocas y más abajo, el arroyuelo ensimismado por el flujo de la corriente

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juega a ser destino, y dios de cuanto le rodea. 2 El viento se abate en la alborada con sigilo contra la corteza del árbol de papel; las ardillas se disputan las copas de los pinos japoneses con una manada de cuervos, estos, inmigrantes de otras tierras parecen lágrimas nocturnas cuando tocan el suelo. Inquilinos bulliciosos del otoño. 3 La brisa misma no se amilana ante el recorrido que la espera del otro lado del atardecer, sombrío como son las expresiones en los rostros que, acorralados, jamás sobreviven al holocausto vertical que los prolonga hechos cenizas de tiempo, cenizas después de la humareda en estampida. Daniel Montoly. Montecristi. República Dominicana.

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ALBA ESTRELLA GUTIÉRREZ

Imagen: Marta Orlowska

en un otoño vulnerable

ulises la contempla dormir

minotauro de sombra

le desteje la piel

convite de crepúsculo

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el prudente

el astuto

rey de ítaca

padre de telémaco

el ausente del héroe

lleva todos los mares en sus ojos

y retorna sin muelle

para fundar el nombre

de la que siempre amó

indefenso pudor

ulises llora

es un nombre de miedos que regresa

Alba Estrella Gutiérrez

Buenos Aires. Argentina.

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Mª CRISTINA GONZÁLEZ

(VICTORIA ASÍS)

A UN POETA

Imagen: María Kaminskaya

No hay tijeras que puedan cortar el flujo de la palabra que se hace poema, canto y luz. No hay quien le impida al poeta, asirse a sus musas y descifrar los misterios que le hagan saber las diferencias entre los sonidos y las nostalgias.

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Fruta madura es el lenguaje que lo envuelve y transporta hacia esa dulce quimera donde todos los signos y las formas obedecen los designios de su creatividad. Ya no hay albures, o interrogantes que se nieguen a ser develados por su pluma. Es azul la sangre que derrama en el prefacio es pasión inocultable lo que incendia su verbo arrasando tristezas y saudades. . . Mª Cristina González (Victoria Asís) Paraná. Entre Ríos. Argentina.

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BOCA

Imagen: Duy Huynh

Sólo su boca llega a mí

volando se acerca mariposa roja

incendiando mis noches

Todo el mar está en su boca, rumor, sal y espuma

Boca enmarcada para el beso

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con su lengua incitadora que logra embriagarme

con su elixir de fuego donde incinera

mentiras y verdades

Cuando calla oculta jugando con el misterio

el pecado y la inocencia

Y cuando ríe ilumina el día y me aturde

con besos de su boca ajena, equivocada. . .

Mª Cristina González. (Victoria Asís)

Paraná. Entre Ríos. Argentina.

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CECILIA ORTIZ

Imagen: Marta Orlowska

El paisaje

se abre hasta el horizonte

y por dentro de mis ojos

que

deslumbrados

no encuentran palabras

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para ofrecerle a la boca.

El paisaje

me invade con lentitud

revela secretos

conoce mi sangre

convoca la presencia

de mis silencios

convierte el rojo- lo hace transparente-

Me libera de enojos

de ausencias

desordena sin prisa.

Mi boca

-poco sabe-

de vértigo y amapolas

de revelaciones invisibles

de luciérnagas en la mañana

de adagios al caer la tarde.

El paisaje me hace palabra

(revela historias de amor y otras)

y hablo con una voz sin fin. Cecilia Ortiz. Buenos Aires. Argentina

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MÍA PEMÁN

TESTIMONIOS OTOÑALES

Imagen: Raúl Villalba

De poco en poco, nos llegan

como suspiros gráciles,

las esencias que se arriman

volteándose desde el anteayer,

son los frutos que se asoman

dejando paso al destierro,

hojas que se evaden

descaradas, algunas veces

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Caricias sensibles arriman sus razones,

quisieran decirnos

tantas y tantas cosas,

zalamerías vuelven a retomarse

entre chocolatinas ricas,

esas que del atardecer vivaracho

revivir van prescindiendo del ocaso

desde un mismo vuelo

Estampas de árboles míranse en el río,

hablan sus soplos

relatar desean, instantáneas

fáciles de modular

como peces en un río de montaña

Miles de sabores tienen sed,

en las albercas de los lagos

forman sus contornos,

sorbos se están tomando

en aguas heladas y frescas,

sabores de la montaña bajan

de lo alto a la planicie,

se juntan en sus bosques

juegan al escondite universal

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El otoño de viste de vivos colores,

ya las pasarelas han enseñado

sus nuevos tonos de la temporada,

no desdicen se van sumando los matices

al igual que una brocha fina les pincela

dando formas distintas en un cuadro,

acrílicos los más atrevidos

con las acuarelas y los óleos

al corro de los testimonios juegan

Es el Otoño que a la puerta está llamando

desea entrar de sopetón, sin avisar

el muy descarado…

ni tiempo ni espacio ni la vez coge,

adelanta su entrada sin más nada

desprevenidos estamos y nos espanta

Mía Pemán.

Palencia. España.

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FERNANDO SARRÍA

Imagen: Vivienne Gucwa

¿Cómo deshacer uno a uno los nudos de la vida?

Hay detrás de las palabras otras palabras que ensanchan la hondura

Quiebro los lamentos, mi corazón es un pájaro silencioso

Junto al fuego el otoño es la verdad absoluta.

Fernando Sarría. Zaragoza. España

Del poemario: Contemplaciones

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Imagen: Zeinab m.k

El rumor de los pájaros amaina

El océano se ha sembrado de lumbre

Un quehacer de dedos teje un tapiz de bosques

Se escucha el lamento de la piedra

En la armonía del otoño me resguardo de voces antiguas.

Fernando Sarría. Zaragoza. España.

Del poemario: Contemplaciones.

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VICTORIA FALCÓN ÁGUILA

OTOÑO

Imagen: Leyla Emektar

Sus colores son los míos

paisajes rojos bermellón

se acercan ya los fríos,

las hojas caen por millón.

Se desmenuza el viento

en madurez sin nostalgia,

brota aún el sarmiento

la felicidad se contagia.

Aromas de renovación

en una fiesta verde y rojiza

perfuman mi ser y razón.

Un viejo amor he reencontrado

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reviviendo historias de primavera;

al otoño mi corazón ha llegado,

completamente enamorado.

Mis letras he renovado

con la trama de la vida;

amo sin importar si es pecado

mi alma está desvestida.

Mis sentidos se impregnan de caoba

sopla viento fresco en mi alcoba.

Victoria Falcón Águila. México.

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PEDRO PABLO PÉREZ SANTIESTEBAN

SOY DE OTOÑO

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

Yo soy de otoño,

de donde las hojas secas

se alzan en trincheras

que llaman remolinos.

Donde la sombra

busca al viento

para besar su frente,

y el sol se despide

en un mar de estrellas

que callan en la noche.

Yo soy de otoños

porque busco el invierno

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cuando gatean mis instintos,

y cierro la mirada

para sentir la brisa

que sopla la esperanza.

Yo llevo prendido el ocre

en amarillos tenues,

sobre mi piel prematura.

He nacido cuando octubre saluda

y regocija mi cuna sobre la tibia almohada.

Soy de ese Otoño puro

que naufraga inquieto

sobre mi tierra en sepia,

esa tierra que empina colores

y derrama recuerdos sobre la tarde fría.

Busqué en mis años

el canto que provoca los deseos

y acaricié en mis cuerdas

una imagen diferente

de aquel lejano octubre.

No por ello

doy por vencido mis pasos.

Hay un arca oculta

en el fondo de mis mares.

Cuando la infancia me asaltó

de asombros

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ya llevaba sentenciada

la mirada.

Debajo de los árboles

donde los mangos

desprendían el jugo

mis ojos transformaban el paisaje.

Me incliné por los pasillos

que otros censuraban

dejando que el instinto

cobijara mis deseos.

Hubo lluvia

recorriendo mis ventanas

y un soplo de frío

paralizó la infancia.

Solo el musgo que desprendía

en las paredes

fue marcando el laberinto

del destino…

Cuando otras voces

ofendían mis oídos,

se aferraban mis manos

al crucifijo ausente.

Yo sabía que volarían palomas

y que el viento inquieto

arrastraría mis hojas.

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Hoy los gusanos

descubren mariposas,

y el retrato de antaño

ha perdido sus cristales.

Viajé,

viajé lejos del jugo

de mis mangos.

Surqué otras nubes

en busca de otras lluvias.

El tiempo se hizo silencioso,

cuánto más distantes

se hacían mis otoños.

Pedro Pablo Pérez Santiesteban. Holguín. Cuba.

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DOLORES POMBO MUSAS

Imagen: Antonio Mora

La crecida lo impulsó

a traspasar la imagen de papel

una sombría góndola

en otoño

transportó su fantasía

atrás quedaron

paisajes

canciones y lamentos

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las musas lo escoltaron

transformándolo en poesía

Dolores Pombo. Buenos Aires. Argentina.

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ALEQS GARRIGÓZ

OTOÑO

Imagen: Nelleke Pieters

¡Llega el otoño al bosque!

Como las esperanzas del hombre ilusionado,

como la caspa inútil, caen ya de las altas florestas

las secas hojas, antes de aceite lustrosas.

Desnudándose al frescor de las tardes,

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ofrecerán a nuestros niños ojos

todo el memorable encanto de aquello que en círculos perece,

para, de nuevo en flor, aferrarse al mundo.

Vayamos al pardo campanario,

anunciemos a los grandes su llegada.

Los viejos caminos quedarán sepultados

de hojas amarillas tornándose cafés.

Crujirán por nuestro paso consternadas, desintegrándose.

Las tomaremos aún completas en nuestras manos

y cual simple basura las abandonaremos,

irremediablemente atrás.

¡Llega el otoño al bosque!

El panorama se mustia.

Preparados están el roble y olmo,

la ardilla nerviosa amontona piñones,

la oruga se momifica en su hilo,

dos castores organizan las últimas labores

del trabajo que los abriga.

La gran cellisca de nieve caerá sobre ellos,

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y habrá que emplear la pala y el rastrillo, en este tuyomío

vulnerable sueño de amor.

Aleqs Garrigóz. Puerto Vallarta. México.

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Mª JULIA DRUILLE

CAMINO INTERNO

Imagen: Ildiko Neer

En declive escurre el agua

por las grietas ese líquido verdín

alisa la mano que acaricia

rumia lenta la gota

acompasa la idea que cae

silenciosa de alfabeto

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sombra todavía nebulosa

tomará forma

antes solo sabor agrio

brota apenas

duele la parición hasta que

toma forma

se olfatea ese nacer

que solo fluye entre las piedras

y no hay modo

no hay cómo borrarla

una vez nacida

la idea.

Mª Julia Druille. Argentina.

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ISABEL REZMO I PÉREZ

CALMA

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

Calma...calma.

Como las celosías.

Como los sábados de otoño.

Como la sonrisa de un niño,

como las huestes de los momentos.

Calma....mucha calma,

como los abrazos.

El viento me lleva

a noviembres claros,

horizontes tiernos,

a futuros perfectos,

a múltiples pasados

que entierro como las margaritas.

Lo he dicho, sabedlo,

calma como la gaviota.

Y el murmullo de tus ojos en mi bolsillo. Isabel Rezmo. Úbeda. Jaén. España

45

GABRIELA RIVERO

PARECIDAS

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

Ya falta tan poco

para el otoño

que empieza a llegar

el aroma a mandarina

el color de tu tejido

la fugacidad de tu abrazo

mis manos

tan parecidas a las tuyas

son otro pretexto

para recordarte.

Gabriela Rivero. Argentina.

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INMACULADA JIMÉNEZ GAMERO

EL OTOÑO

Imagen: Mariana Palova

El otoño de mis tardes,

hundiéndose en los días

entre hojas ya quebradas

contempladas por el viento.

El silbido del recuerdo,

la despedida impasible,

el latido que aprieta,

el segundo que huye

sustituyéndolo todo.

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El momento más eterno

que abre la cordura dormida,

impasible,

y me revela las verdades

que se disfrazan de ilusión,

mientras voy muriendo

en el camino perdido.

Inmaculada Jiménez Gamero. Barcelona. España.

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MIRIAM ÁLVAREZ

ABRIL EN CAPRICORNIO

Imagen: Takashi Suzuki

un sol tardío

quema

los últimos aleteos

del verano

atraviesa abril

el trópico

travesía blanca

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hierba jugosa

entraña rebelada

afuera

la siesta

recupera el silencio

sólo

una rama se agita

y rueda

una fruta acartonada

el norte

de polvo gris

duerme en el verde

la blandura del ocre

no se anuda

con Capricornio

Miriam Álvarez. Argentina.

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INMA J. FERRERO

EL AFÁN DE TU RECUERDO

Imagen: Gustavo de la Fuente

Tal vez llamea tu puerta

y al escuchar

tus pasos

esconda el corazón

como un niño asustado.

¡Son tantas noches

deshojando

mis desvelos!

Preguntándome

si me amas

aunque

sólo sea un momento.

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Tal vez decida verte,

y camine

hacia tu casa,

respondiendo

una y mil veces

la misma pregunta.

Pero soy cobarde,

tu nombre

me angustia,

y llena mi coraje

de miedo

volviéndome

una sombra.

Tal vez ya sea tarde,

y tu corazón

me haya olvidado

castigándome

con la distancia.

Pero yo me muero

en el afán de tu recuerdo,

y mi voz se oscurece

como una hoja triste,

como un suspiro sin dueño.

La palabra en mi reloj manchado - Inma J Ferrero

Nº de Asiento Registral 16/2013/6760

Copyright © Todos los Derechos Reservados

Imagen: Gustavo de la Fuente

Copyright © Todos los Derechos Reservados

Madrid. España.

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ALICIA DE LEÓN EPP

Melodía de Otoño

Imagen: Antonio Mora

¡Escucha!

¿Oyes la dulce

melodía de otoño?

desciende suave

casi hasta el silencio

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cómo desciende

la endeble hoja.

Luego se eleva

temblorosa y alta…

cómo el rumor

de los delgados álamos

en brazos de la brisa

¡ Mira!

¿Ves la bella

melodía de otoño?

Ejecutada

en multicolor clave

son notas de vida

y de tristeza

de pasión y de muerte.

¡Siente!

¿Percibes la leve

melodía de otoño?

Fluye romántica

se estira tibia y lánguida

como el sol

en las tardes autumnales

acentuando sonidos

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que tan sólo

puede captar

el corazón amante.

Escucha, mira, siente,

¡Vuélvete como el otoño,

música!

Alicia de León Epp. Uruguay.

55

ADRI DELFINI

DE REPENTE

Imagen: Antonio Mora

Toda acción, tiene una reacción

aunque no la veamos

es como plantar una semilla

y luego ver crecer el árbol.

Si hoy maltratas a alguien

otro será lastimado

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y luego ese agravio

será tu propio resabio.

La gente suele tener

el pensamiento mágico dice: “de repente”…

me han dejado por otra

me echaron del trabajo

o me han engañado.

De repente, no existe

todo pasa por algo

esa acción que hicimos

en algún momento,

en algún lado,

es la que la ha generado.

Ser responsables al fin

despertar de ese letargo

dejar de sentirse víctima

para construir el presente

haciéndonos de él cargo.

Adri Delfini. Buenos Aires. Argentina.

57

ALICIA CORRADO MÉLIN

BERRETÍN

Imagen: Brenda Burke

Susurros de gurú guerrillero

tal vez se le piante un lagrimón

en esta madrugada de piel llaga.

Me llevo su desfile de máscaras

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y las momias de un brindis.

Garabeteo a solas

quizá también

se me piante un lagrimón.

Neto parafraseo de dos por cuatro

ironía del llanto otoñal.

Alicia Corrado Mélin. Argentina.

59

EN LA PLAZA

Imagen: Jeremy Mann

Alfombra ocre de abril sin despedida

escucho las hojas crujir en cada paso

avanzo.

Reafirmo mis pies

para que el sonido se eleve

y estalle en esta tarde

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donde se me antojó distancia.

Otoño con viento haragán

hasta quedarse sombrero

y así no pensarte…

Alicia Corrado Mélin. Argentina

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MAR DE FONDO

HOJAS EN MI PELO

Imagen: Arvind Kolapkard

Una alfombra se extiende sobre el sendero,

sienten los árboles frío,

convenzo al tímido sol para que asome:

sale despacio y les manda abrigo.

Las hojas caen a cada paso,

danzan en el aire, me saludan,

se enredan traviesas en mi pelo,

besan el suelo, se rinden a mis pies.

Me siento ninfa del otoño, reina de tus besos.

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El camino, si avanzo contigo, se hace música.

Bailamos sobre un tapiz de marrones y amarillos.

Te miro a los ojos, me abrazas, me sonrojo,

el otoño se tiñe de un color nuevo:

el rubí de mis labios y mejillas,

de tu sabor a frambuesa, del fuego que despides,

la tonalidad de nuestro amor.

Mar de Fondo. Argentina.

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OTOÑO EN FLOR

Imagen: Jeannette Guichard-Bunel

Veo caer las hojas,

pero el otoño viene florido:

junto a mí florece el amor,

una vida en el camino.

Los árboles dorados

se reflejan en las aguas,

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van vestidos sus colores

y desnudas van sus almas.

Veo que no estoy sola,

el otoño ya no es otoño.

Veo que no estoy sola:

el otoño ya no es otoño…

Afuera

siguen cayendo las hojas,

pero no, ya no es otoño…

Viendo caer las hojas,

pienso que acaso habrá de tratarse

de algún espejismo mientras

primavera en mí renace.

Oigo anunciar los fríos,

me dicen que ya refresca,

cuando toda soy ardores,

ímpetus de savia nueva.

Cruje a mi paso el bosque

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del marrón al amarillo,

mas mi corazón revive

verdeante y florecido.

Veo que no estoy sola,

el otoño ya no es otoño.

Veo que no estoy sola:

el otoño ya no es otoño:

junto a mí florece el amor,

junto a mí florece,

palpita en mi corazón,

junto a mí florece…,

y junto a mí florece el amor,

junto a mí florece,

palpita en mi corazón,

todo reverdece…

Mar de Fondo. Argentina

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ESNEYDER ÁLVAREZ

MALDITO OTOÑO

Imagen: Valeriy Kot

La playa,

El mar,

La sensualidad del verano me permitió conocerte,

Permitió que te abrazara,

Permitió que te besara,

Permitió que contigo fornicara.

Con la llegada del otoño,

El tiempo cambió,

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Tú te marchaste,

Las hojas comenzaron a caer sobre la sombra que dejaba en mi camino la

soledad,

Y en mi cama solo el frio de mis lágrimas habitaba.

El verano me regaló un sueño,

El maldito otoño me escrituró mi realidad.

Esneyder Álvarez. Medellín. Colombia.

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ROXANA ROSADO

HOY QUIERO ESTAR CONMIGO

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

Hoy quiero estar conmigo

así, sin visitas, sin compañía humana

quiero verme en el espejo

recorrer con la yema de mis dedos

cada una de mis arrugas,

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dejar que la crema se esparza en mi rostro

arreglar mi cabello

sentarme en el sofá

mientras bebo una taza de té de menta

o una copa de licor de whisky

, encender un cigarrillo sin culpa

o probar tal vez un poco de marihuana

prender el televisor, escuchar un disco de jazz

mientras veo a mi mascota de reojo

mirarme mientras me acompaña,

relajarme, cerrar los ojos sin pensar en nada

escribir, borrar, corregir,

y después quedarme quieta

disfrutándome en silencio

platicando con la noche

antes de quedarme dormida.

Hoy quiero estar a solas

tiene mucho tiempo que no lo hago

necesito este diálogo con mi espíritu

para encontrarlo,

para encontrarme para estar conmigo.

Roxana Rosado. México

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MARIETTE MOUNIER

SOLO VIVE LA LLUVIA

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

La noche

es más noche que nunca

y en su húmeda quietud

se duerme mi jardín

con su savia de esperanza

Sólo vive la lluvia,

71

persiste

con el eco y la calma

de ojos ausentes.

Las calles se hermanaron

en un mismo y desolado sentido.

Mi nostalgia de lodo

se define en sed y soledad

ante el gris uniforme del silencio.

Sólo vive la lluvia.

Bebo el cristal de las horas

y te nombro

con sílabas de oro.

Mariette Mounier. Mendoza. Argentina.

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HASTA VENUS

Imagen: Christian Schloe Digital Artwoks

Amor,

sabiendo de tu palpitar y tus vuelos

no calculé las distancias.

Sabiendo de principios eternos

no totalicé los misterios.

Sabiendo que tu esencia renace

redimiendo las causas

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no me alerté a los efectos.

Ah, los brazos del por qué

me atraparon con sus destellos,

nuevas notas me perforan los sentidos

y hechiceros vaivenes

despiertan mis coyunturas,

sueños dorados de ternura

me enlazan con su figura

y es su estatura ritmada

la que vibra en mis venas.

Ay, amor,

sabiendo de tu caudal

no reparé en los asombros.

En este otoño que venero

no imaginé danzar con mis desvelos

en un paréntesis que cantará

el roce de su aletear,

que en ecos de la verdad

me transportó a Venus !

Mariette Mounier. Mendoza. Argentina.

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AMELIA ARELLANO

REVELACIONES EN OTOÑO

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

Es tu recuerdo que vuelve en hojarasca y nieve.

Cubre esta soledad que maldigo y beso.

Es la inasible tempestad que regresa en antiguos retratos.

Una revelación que me precede y late.

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Nada que evada mi destierro.

No hay sortilegios. Magias. Solo tumbas socavadas.

Imposible evadir el misterio de las pupilas de la lluvia.

Sal en tu piel, almíbar en tu boca.

No puedo olvidar que he nacido fronda.

Ramaje. Selva oscura, Ojos negros.

Un lapacho rosado me regresa a la calle vagabunda.

Esta revelación es el testimonio de tu ausencia.

Es la renunciación de aquella lucha estéril.

De lentas primaveras ciñendo mis penumbras.

Es la batalla del deseo. Ser raíz y greda, al mismo tiempo.

Es el otoño con sus ranas doradas. Sus manzanas maduras.

Me fagocita. Me traga. Me despierta…muy lejos de tus manos.

De tus manos, muy lejos.

Amelia Arellano. San Luis. Argentina.

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HILDA DÍAZ

BORDES

Imagen: Amandine Van Ray

fui ese lado

del espejo en que canta la serpiente.

Julio Cortázar

camino sobre el borde del mar

el borde del mundo

de los cielos claros del agua

camino sobre tus ojos

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en tu mirada de hiel

hacia el fondo de tu cuerpo

buceo en tus entrañas

nada arde / nada queda vivo

hay plumas deshechas

tu borde

yo ví palomas no serpientes

ahora me atrapan

de este lado del espejo

yo ví palomas /ahora

soy yo la que estoy

sin su vuelo

soy yo / la que perdí

sus alas

sobre el papel

Hilda Díaz. Buenos Aires. Argentina.

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CHÍA GIRÁLDEZ TINOCO

REVELACIONES EN OTOÑO

Imagen: Benoit Courti

Quiero que esta estación

me traiga ganas de llamar,

no cansancio, ni naturaleza muerta.

Ver construir milagros

de vendedores de flores

en este mar de hojas inmenso.

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Lo quiero como me prometiste

con héroes en mi cielo,

porque estoy últimamente sola.

Que en la caída de pétalos suenen violines

y en cada sorbo de café

se sienta la fugacidad de la pena.

Quiero trasmutar todo lo inservible

como hojas amarillentas de nostalgia,

sobrevivir… y no sé a qué.

Chía Giráldez Tinoco. Punta Umbría. Huelva.

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LÁZARA NANCY DÍAZ GARCÍA

SI PUDIERA

Imagen: Janek Sedian

Si pudiera…

amaría los destellos

de tu sombra

El reposo de tu voz

sobre el destino.

Volvería de la luz de los pantanos,

del fuego de tu sangre ,del camino

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donde yace el tiempo repartido

entre sales,

vida ,

amor y suerte.

Si pudiera desvestir la muerte

convertir en mayos los eneros.

Si pudiera hacer de tu alma

una trinchera

cultivarte de rosas

¡ si pudiera!

Con mis besos en tu cuerpo

-Amor-

Sembraría la primavera.

Lazara Nancy Diaz Garcia. Cuba.EU.

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ELISABET CINCOTTA

ESTE OTOÑO

Imagen: Benjamin Von Wong

este otoño que dobla mi espalda

anuncia cambios de ropaje

mientras tanto la desnudez del árbol

pregona un tiempo nuevo

entonces amanezco abril

con sonrisa café

y alguna pausa

para jugar con mis manos la palabra

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sigo alerta

retomo un poema olvidado

surge la tibieza

crujiente vereda

pasajera sin retorno

me dispongo a soñar

en los ojos de mis nietas

Elisabet Cincotta. Berazategui. Buenos Aires. Argentina.

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JULIÁN GÓMEZ DE MAYA

SOLEDAD

Imagen: Kasia Derwinska

Soledad de septiembre,

abrasándote en réplicas que al viento

de un deseo bimembre

me quitan todo aliento,

codiciada y temida, te presiento.

Septiembre en el escaque

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previsto, rutinario, ciego, sordo

del sabido almanaque,

varado en mi transbordo

a la enseña que al cabo jamás bordo.

Soledad a comienzos

del otoño, fractal como en sordina,

amortiguado en lienzos

que el vértigo declina,

soledad autumnal y septembrina…

Solitaria otoñada,

cómo al verte venir me mediatizo,

me anticipo la helada,

copado en lo postizo,

por siempre criptomnésico, otoñizo…

Soledad por el borde

del calendario, madrigal en clave

de qué inmisericorde

—dentro de lo que cabe—

idilio, más febril cuanto más suave.

Quizás, sobre el aroma

de la nostalgia —en fin, tan insalubre—,

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sólo es que se desploma,

entre agosto y octubre,

la pátina irreal que me recubre…

Julián Gómez de Maya. Cehegín. España.

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MARISA BERMÚDEZ MALAGÓN

Imagen: Kasia Derwinska

No quiero tu otoño, Amor No quiero llorar por ti ni por las penas que traes. No quiero que me programes entre una caída de hojas y una cita con las nubes, ni llegar tarde a las citas o llegar con adelanto… Tampoco quiero sorpresas en mis ausencias mudas,

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ni que me soples tu mundo hostil; … Menos tus silencios perforando mi tímpano y atronando mi interior… No quiero tu regalo, unas zapatillas rojas dañándome los pies, porque tú no sabes bien, el número que calzo. No quedaré atrapada en la vorágine de “pasos en falso” por tu vida… ¡Ni quiero tus brazos reteniendo mis alas, por si acaso vuelo! … Finalmente, no quiero volver a los momentos impares de “la vida a dos”. Por eso, ¡me voy de tu otoño, Amor! Marisa Bermúdez Malagón. Sabariego. Andalucía. España

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ARACELI GARCÍA MARTÍN OTOÑO

Imagen: Amandine Loboda Pinturas

Una vez más llegó septiembre

quien no tenga ropa, que tiemble.

Abre la ventana y sus ojos descubren

un cielo de rojizos morados, azul

vuelos de golondrinas, hacía el sur

aroma a boniatos castañas asadas

caquis, nueces, avellanas

acerolas, gamboas, membrillos

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cerrad ventanas y pestillos

ya se durmieron los grillos.

San Miguel, sus romerías

compartiendo la paz de estos días

campo prado bello que deshojas

tus árboles y flores ocres y rojas.

Oh agua fría ya, que mojas

con tu cristal estremecido el viento.

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,

en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,

el otoño, poco a poco

va dejando ruido de armadura

en esos cuerpos que se resisten

las hojas crepitan al andar

en el banco descansar

se quedará quieta,

pensando, sintiendo

casi sin respirar,

el pasar del tiempo

viendo como el viento

cubre su piel de hojarasca

y la lluvia fresca repentina le prenderá.

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Entonces su corazón le revelará

¡que aún está viva!

Araceli García Martín. Granada. España.

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ISABEL LLORCA BOSCO

EL FIN EN EL DESTIERRO

Imagen: Benjamín Von Wong

Va la hoja tenazmente agujereada

traspasando el espacio

y cada vez se aleja más

del gesto de ternura con que la tierra la despide,

Exhausta, se sumerge en el delirio

como un pez en un frasco de agua,

y choca con la perpetua presión de la intemperie.

Allá va, a lo largo del viento.

Cruje como la hoguera de un hogar cada vez más distante.

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La hoja –echada y desechada– enloquece de otoño

Y juega al simulacro de estar viva.

Una ráfaga la sube a la picota medieval,

Y queda arriba, abierta a la vergüenza

Y demorada en el destierro.

Allá va, fuera de sus dominios,

al inestable asiento de las voces,

con los flancos golpeados por adversarios invisibles.

Seca, extenuada, nadando en su torpeza

Y al fin a salvo a bordo de los aires

Rosa amarilla o partícula de sol,

es destello en el viento o el agua.

Llega el consuelo de haber sido la respiración de las plantas

y la íntima conocedora del cortejo y la erótica floral, que no revela.

Pero sí lo deja traslucir su talle y esa danza que ya es estilizada y

desbordante de gracia.

Todo se cubre para otra estación. Todo se transforma

Por las puertas del aire pasa a ser

esa flecha tirante y dolorida que no encuentra su centro,

esa estría de oro que se resbala por los charcos.

Eso que cae ahora bajo la lluvia glacial de una mirada.

El trabajo de Sísifo y su ladera imperturbable.

La hoja de papel que acaban de tirar

sin haberla leído.

Isabel Llorca Bosco. Argentina.

94

FOTO-

POEMAS

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MILAGRO HAACK IX

Milagro Haack. Venezuela.

96

X

Milagro Haack. Venezuela.

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CARMEN MEMBRILLA OLEA

Guadix. Granada. España.

98

RELATO

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JOSE A. GENTILI CASIOPEA

Imagen: Marta Orlowska

Hay días que me siento en la mecedora a observarla. Sobre todo los días nublados o lluviosos, en los que Casiopea hace lo mismo, lo de sentarse a observar digo, pero junto a la ventana. Mira quién sabe qué; estoy convencido que ve algo más que nosotros los humanos. Quizás otras

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almas u otras fuerzas extrañas, no lo sé, pero algo más seguro ve. A veces juego a imaginar que ya no está, que se fue, así, de repente, sin avisar, y no sé qué haría sin ella, sin su compañía. Quizás ella añore Qulten, el lugar de donde vino y allá vuelva en sueños. Cierta vez Casiopea me contó que Qulten es el reino de los gatos, de allí provienen ellos y allí se van sus almas.

Qulten es un reino donde conviven gatos, humanos y otras especies de animales, y aunque hoy, está gobernado por los gatos, Qulten alguna vez fue un reino gobernado por los humanos. Pero ellos perdieron ese privilegio hace muchos años, por su avaricia y por esa necesidad humana de vengarse, y de someter al hombre por el hombre mismo.

Sí. Sé que se habrán asombrado por lo que digo, pero es cierto Casiopea y yo hablamos. No siempre, solo, en las ocasiones en que ella entra en trance y se sienta junto a la ventana. Se comunica telepáticamente, pues dice que aquí ellos no pueden hablar como lo hacen en Qulten. Allá todos hablan, los humanos, los gatos, y el resto de sus habitantes.

Mañana comenzará a contarme la historia de Qulten. La verdadera historia, desde el principio, o sea, desde que gobernaban los humanos. Eso sí, me pidió que la escriba y la de a conocer. Ante mi pregunta que porque quería que dé a conocer la historia de un mundo que los humanos no conocemos, me contestó: Para que nosotros, los nuevos humanos, no cometamos los mismos errores que nuestros antepasados que quedaron viviendo en Qulten.

Jose A. Gentili

Burzaco. Buenos Aires. Argentina

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RITA BEDIA LIZCANO

EL MUELLE DE LOS OLIVOS

Imagen: Cecilia Ortiz. Muelle de pescadores del puerto de Olivos.

La tarde cae cuando el sol se despide al oeste. El cielo se tiñe de grises y

azules que se reflejan en el agua. Se avecina una tormenta. El río se turba

por el viento y levanta pequeñas olas que chocan contra el espigón. Se

humedecen las rocas y los tablones de la superficie. Es invierno y el muelle

de los olivos está libre de pescadores.

La escollera sur, recibe a deportistas gustosos de la caña, que por la noche

esperan pacientemente que pique una boga, sábalo u otro pez. Algunos

corren con suerte y se llevan un bagre amarillo o un dorado, por supuesto

para consumirse fileteado, vuelta y vuelta en harina y a la sartén.

Recuerdo en cierta ocasión, un otoño, mi padre atrapó un dorado llamado

también el Tigre de los Ríos, pues es un gran predador de otros peces y

pesó 50 kg. A corta edad y ver a la bestia creí que me arrancaría una

mano. Papá me dio un tirón tan fuerte antes de que sucediera, que

choqué contra los tablones del otro lado del muelle; mis lágrimas brotaron

sin que pudiera detenerlas; antes que girara mi padre hacia mí me había

limpiado, mientras él movía la cabeza a un lado a otro. Sin decirme nada

102

encerró al pez en la hielera, se levantó y me tendió la mano. Así

caminamos lentamente hasta adentrarnos al río sin mojarnos. Al menos

ese día, ya que esta tarde no es así. El agua salpica al que se aventure hoy,

hasta congelar sus huesos gracias a las bajas temperaturas. Por otro lado,

se disfruta la pasividad del puerto y se admira la grandeza del Río de la

Plata. Aquella tarde la melancolía abrazaba a mi padre. Por la mañana

dimos sepultura al abuelo y comprendí que los hombres también

podemos llorar, sólo que nos hacemos los valientes ante las mujeres y

¿quién no? Llegamos al extremo del desembarcadero; amurallado por la

barda caliza donde existe una pequeña plazoleta y en su centro se levanta

el viejo faro, obsoleto hoy en día. Pero sirve a los turistas y lugareños para

tomar fotografías al río. Se puede subir al balcón pintado en blanco,

naranja y desde ahí, conseguir la mejor postal. Tres legendarios olivos

resguardan el faro. No sé qué edad tengan, pero sí sé que existen desde

que era pequeño. Creo que alcanzan una altura de entre ocho y diez

metros. De tronco grueso, retorcido y corto con una corteza finamente

agrietada, en color gris. Su copa ancha es hogar de golondrinas, gorriones,

torcazas y otros pájaros. Hoy están aparentemente secos, faltos de hojas,

pero reverdecerán al llegar la primavera y las aves encumbrarán sus nidos.

Traíamos dos sillas, de esas plegables y nos sentamos. Él rompió el silencio

y me contó que el muelle fue construido en cemento, rodeado con arena

artificial y piedras. Poco antes de dar las ocho, papá me abrazó, me dijo:

—Te amo, sos un valiente, los chicos también lloran.

Sentí el pesado cuerpo de mi padre caer encima; por poco pierdo el

equilibrio de mi silla y, cada uno bajo de ella, nos colocamos de rodillas y

él descargó su tristeza en mi hombro. Lo único que hice aquel otoño fue

echar los brazos fuertemente a la espalda del viejo, dar palmaditas, como

lo hacía mamá:

—Te amo, viejo.

Así quedamos, hasta agotarnos. Ya era de noche, nos levantamos, vimos al

cielo y admiramos el tintinear de las estrellas al sostenernos desde el

barandal de acero en color plata del muelle de los olivos.

Rita Bedia Lizcano. México

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ENRIQUE A. MEITIN

GRACIAS QUE LLEGÓ EL OTOÑO

Imagen: Mariana Palova

Termina el verano, y empieza el otoño, y con ellas las realidades del verano

se transforman…, al igual que el clima, o tal vez se mantienen de la misma

manera, un poco menos calientes. Pues allá en Cuba, a pesar de que tenemos

solo dos estaciones Verano e Invierno, o como quieran llamarla: la de la lluvia

y la estación de la seca, solo existe una realidad…, que no voy a hablar de ella,

pues parece eterna, y no cambia para nosotros los cubanos, o tal vez más aún

para las cubanas, para ser más específicos se adaptan a ella…, y para

“aguantar” la triste realidad arrastran a su hombre y demás familiares, en

aras de sobrevivir la eterna crisis en que se vive. Tal es el caso de mi amiga

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Justina, quien para sobrevivir y “resolver” como se dice allá…, por no tener

marido a quien mantener, arrastró a la hija y participó con ella en la nueva

realidad. Realidad que le permitió hacer algún “dinerito”…, e incluso más del

que esperaba. Les cuento.

Si antes Justina iba por la vida, como una defensora de las causas perdidas

sintonizando con todas las fragilidades humanas de sus vecinas, pero sin

poder hacer nada por aliviar sus penurias. Apoyando a aquella “gorda” que

cuando la gente habla con ella recomendándole algún método para

adelgazar, deseosa de mostrarse agradecida asiente con su cabeza, sabiendo

que en secreto todos rechazan su obesidad; o con la anciana que espera la

“guagua” arrastrando su vejez, sin tener a nadie que la ayuda a subir al

mismo. En ocasiones justificaba a aquella “palestina” de mediana edad que

recorría La Habana en busca de una “barbacoa” de alojamiento, y tiene que

pagar la estadía con su cuerpo; o a aquella “santa” que atiende pedidos de

almas y es rechazada por la gente ante la ineficiencia de sus “conjuros”. Tras

todo aquello que era su vida cotidiana, Justina llegó a darse cuenta que ella

no era una Teresa de Calcuta ni mucho menos... ya era hora de que algo le

permitiera salir de la crisis del verano y enfrentar el otoño con nuevos bríos, y

para ello aprovecharía cualquier ocasión que el tiempo le brindara.

A sabiendas de que en Cuba no hay nada pero hay de todo, comenzó Justina

confeccionando “chambelonas”, una especie de caramelo al que se ensarta

un palito, por donde se sostiene para chupar y es de gran demanda para los

infantes…, pero no hay en el mercado. Primero apareció el azúcar, la de su

cuota y la de su hija ---una adolescente---, a las que sumó algunas libras más

que obtuvo “cambiándolas” por los cigarros que le daban por la “libreta”...,

ella no fumaba. No faltó la amiga de la farmacia que le “resolvió” los palitos,

esos de “toques” para la garganta, mucho menos la que trabajaba en la

panadería donde confeccionan “cake” o “tortas”, como quieran llamarla, y

que gentilmente le facilitó el colorante para los tonos de la confitura. Hasta

ahí ¡Magistral! Todo gratis, después alguna inversión... la mínima.

Luego apareció quien le “resolvió” el celofán para envolverlas, que se llevaba

de la Papelera en que trabajaba y aquel empleado de una fundición que le

confeccionó las planchas para “fundir” el caramelo ---cada uno de los moldes

era para seis “chambelonas”. La primera la obtuvo “cambiada”, por una cena,

105

al no permitir Justina que en fundidor en una visita que le hizo, se fuese de su

humilde casa sin compartir su comida con ella, obligándolo a aceptarla.

Después compraría las planchas necesarias según aumentara en negocio, o

las “cambiaria” por algún otro favor. Pero no crean que con su cuerpo, pues

estaba muy vieja para eso.

Finalmente los recipientes para hacer el caramelo y el calor del fogón lo

pondría ella... Flash, “chambelonas” caseras comenzaron a aparecer en los

hogares habaneros facilitado por la escases junto a la ineficiencia del

gobierno para suplir esa falta tan demandada por los niños de la ciudad. Pero

sobre todo debido a la visión, dedicación, el esfuerzo y a la cara dura de ella,

quien empezó a venderla en cuanto sitio o lugar pudieran ustedes imaginarse

a riesgo de que las autoridades, por aquello de no tener licencia de

vendedora, la detuvieran.

Comenzaba a irle bien en los primeros días de septiembre, y temía que con el

otoño decayera la venta del “faltante” caramelo de los niños, pero no era

para que se preocupara, pues caramelos comen los niños todo el año,

además la realidad lo demostraría, pues al poco tiempo de creada la fábrica

casera de “chambelonas” de la Habana Vieja, su producción se extendía a los

veintiocho barrios de la ciudad y Playas adyacentes. Ya ni ella ni la hija, ---esta

última voluntariamente había hecho suya la fabricación de las confituras

mientras ella corría con las ventas---, no daban abasto a la demanda

necesitando de más producción. Por ende más de todo, pero nunca pararon,

crecieron junto a la expansión de su mercado.

Que no hizo Justina, apoyada en sus famosas “chambelonas” para lograr el

éxito como “cambista”. Podía hacerse un listado de todo aquello que llegó a

intercambiar y a “resolver” a partir de su triunfo como “empresaria” y del

nivel de relaciones que obtuvo con la venta de las mismas. Y como era de

esperarse por el inventario de clientes que hubo de confeccionar como parte

del “negocio”. Prácticamente nadie dejó de conocer de las habilidades de esa

mujer para “resolverles” a sus clientes y de intercambiar con ella... mucho

menos de comprarle “chambelonas”...

Para que el querido lector pueda tener una idea de cómo esa mujer de

decisiones y acciones “extremas” pudo lograr enfrentar la realidad que se le

106

presentaba en los albores del otoño y proyectarse hasta finales de año,

podemos señalar a manera de colofón el de llegar a cambiar unos zapatos de

niño porque le instalaran el gas en la casa a uno de sus vecinos; los cuarenta

huevos para hacer un “cake” “obtenidos” de una empleada de una bodega

por una reservación en la playa, para pasarla con su joven amante; una

habitación en un Hotel que podía resolver el ascensorista del mismo por una

ampolla de anestesia para sacarse una muela que necesitaba y no había

anestesia en el Policlínico o una caja de cerveza de las que daban para la

fiesta de Quince de su hija por una cama en el Hospital para un abuelo

enfermo en fase terminal. Así como un turno para cualquier restaurant para

celebrar con su esposa, por hacerle la guardia del Comité un vecino a otro.

Y hasta un ataúd por un llavín nuevo; o un pito de marihuana porque el cura

de la Iglesia fuera a celebrar una Boda fuera de la misma, o “resolverle” al

propio cura el agua “mineral” para el bautismo del hijo de otra de sus clientas

sin pasar por la sacristía, fueron entre otros los casos “extremos” que llego a

resolver esta afanada mujer. No obstante mientras a nivel local se dedicaba a

sus actividades y todos continuábamos oyendo que en Cuba no había nada

que intercambiar vean lo que ocurría al más alto nivel.

Nuestro gobierno a tono con la profesión de “cambista”, pero a nivel

internacional o de Gobiernos, cambiaba o cedía tierras para instalar cohetes

de mediano alcance por petróleo; plasma sanguíneo por cemento mexicano;

fuerzas armadas cubanas para ser utilizadas en África por becas para

ciudadanos jóvenes africanos para cursar estudios universitarios en Cuba o en

la Unión Soviética; compromisos de campañas de alfabetización a algún

Partido Socialista en Latinoamérica parar asegurarle su triunfo electoral.

También se le hicieron llegar armas a grupos guerrilleros de Centro o Sur

América a cambio de préstamos o libre mercado en algún país

centroamericano para algunos de nuestros productos, o maestros y médicos

por lo que quisieran ofrecer a cambio...en fin piense en cualquier cambio por

“extremo” que pudiera ser para usted y le aseguro que se quedará corto.

Ante estos “mega” cambios

¿Qué coño podía ser ella? Nada… si era solo un simple eslabón, tal vez el más

débil en una cadena de cambio a todos los niveles de la “suciedad” cubana.

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Una simple mujer emprendedora a nivel local, en busca de éxito, que se

dedicaba solamente a satisfacer las necesidades de la comunidad. Sin

embargo no se detuvo hasta terminar ¡Óiganlo bien! Cambiando su fábrica,

que tanto bienestar le había proporcionado; su “formula”; sus moldes... y

sobre todo su clientela... nada menos que por un apartamento ---por

supuesto en su Habana Vieja, pues no saldría de ella ni muerta.

Enrique A. Meitin. Cuba.

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GRACIELA AMALFI

PAN CALIENTE

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

El olor a pan caliente me lleva al pueblo de mi infancia y a sus madrugadas

de otoño.

Todos los días mi tío y dos o tres de sus empleados: se levantaban a eso

de las tres y media de la madrugada.

Debían hacer la mezcla de la harina, con sabor a mañana aún dormida, y la

levadura ácida, el agua y la sal que parecían oler a espuma de mar.

A esa mezcla la ponían en una máquina enorme (para mis siete años), que

estaba en una pieza cálida y húmeda.

Esperar…ésa era la consigna. Esperar el tiempo exacto para que la masa

leude.

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De a poco, el ambiente olía a pan incipiente: alquimia de olor a masa

cruda y levadura. Neutro, perceptible.

A unos pocos metros, estaba el horno que abrigaba leña quemada a fuego

lento.

Mientras la levadura hacia su trabajo en su masa, alguien aparecía con un

jarro de mate cocido.

Mate cocido de pueblo. Un aroma inconfundible. Irremplazable.

La parte más linda y divertida era esta: cortar cada trocito de masa, para

que cada uno de ellos fuera, en pocos minutos, un pan cocido crujiente.

Así, la vida de la panadería pueblerina crecía entre bolsas de harina, trozos

de levadura, leña, horno, pan cocido, y por supuesto madrugones.

Poco a poco iba llegando el momento del horneado.

Y lo mejor, el pan caliente recién hecho.

Olorcito inquebrantable, capaz de subyugar hasta al más cruel de los

sentidos. Nadie se resistía a ese aroma. Era como disfrutar de una cálida

embriaguez.

Esa embriaguez hecha de pan, mate cocido caliente y calor de horno de

panadería.

Rara embriaguez para los que no la conocen.

Para nosotros era, “la embriaguez nuestra de cada día.”

P/d: Para mis tíos Poroto y Tota, en donde quiera que estén, porque con

ellos pude compartir tantas masas leudadas y panes recién sacados del

horno.

Graciela Amalfi. Buenos Aires. Argentina.

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AMANDA ESPEJO

REMINISCENCIAS

Imagen: Tomasz Alen Kopera

Llueve. Lento. Dulce e intermitente. Imposible es no recordarte...

También llovía la tarde de aquél viernes del otoño pasado. Llovía frío, con

olor a invierno.

Olía a invierno... llovía frío y golpeado. Lo suficiente para amortiguar el

ritmo de mis pasos y el girar de tu puerta.

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Llovía frío afuera, pero, no en tu cuarto. Los vidrios de tu ventana estaban

empañados en contraste con lo de afuera. El frío estaba afuera. Una ola de

calor viciado me envolvió al abrir la puerta.

Allí estabas. Te veías tan pequeño... tan dramáticamente inofensivo

insertado a pelo entre las ancas morenas. Tan desvalido en tu gesto y tu

actuar... tus dos manos agarradas de unos hombros despreciativos,

indiferentes, y tus caderas guerreras embistiendo una y otra vez el

enorme trasero negro. Tu vientre (mi vientre amado), refregándose a

destajo: de arriba abajo, de un lado al otro, en semicírculos extraviados

por la urgencia de no perder tu erección (eso, lo adivinaba), y de atinar de

una vez por todas en la cavidad precisa.

Te veías tan pequeño... tan frágil así, de bruces sobre las imponentes

nalgas movedizas que, hasta sentí pena. Verte así, ante mi asombro

desgarrado, sentirte así, con todos mis sentidos erizados: hozando,

gruñendo como un cerdo encelado, gimiendo, retorciéndote de ganas por

llegar a... no sé adonde. Sólo de ver tu desesperación chocando contra la

pasividad de su entrega, supe que no había por dónde. Todo no era más

que un cuadro de contrastes: tu cuerpo albo subrayando una piel canela.

El rítmico frenesí de tu vientre, contra la inercia indolente. Tus

monosílabos apremiantes contra el desprecio tácito. Y tú, mi macho

altanero, el que extraía en un dos por tres y sin esfuerzo, un orgasmo tras

otro de entre mis piernas... ¿qué pasaba contigo? Estabas allí... jadeante,

sudado, vencido, estrellado contra la indiferencia que provocan las

diferencias.

Y... es que te veías tan pequeño ensartado (tú, el ensartador) entre uno y

otro montículo de la gran puta negra, que... (lo juro) hasta me dio pena, y

despacio, cerré la puerta.

Olía a invierno aquella tarde del último otoño. La lluvia estaba fría y poco a

poco, arrasó con toda la tibieza de mis lágrimas, con el temblor de mi

pecho y con el vómito de amor atragantado en mi garganta.

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Olía a invierno por dentro y fuera, y caminé sola hasta la esquina mientras

la lluvia fría congelaba cada centímetro de mi esmirriado y deprimente

cuerpo blanco.

Amanda Espejo. Quilicura. Chile.

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EDGARDO BENÍTEZ

EL COLUMPIO

Imagen: Autumn Skye Morrison

Las tardes de otoño junto a mamá eran mi momento esperado. Salir

al parque a caminar entre los setos de claveles, deslumbrarme con el sol

que cruzaba las ramas de los árboles y retozar entre la hojarasca, era

parte de mi diversión diaria. Recuerdo como me encantaba perseguir las

aves que se deslizaban por los vientos frescos buscando el alpiste que les

lanzábamos por el piso y mi madre se divertía, y mi madre sonreía, y mi

madre era feliz.

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También veía saltar a los niños en la pila de arena mientras los otros

empujaban el columpio que crujía.

No sé si ese día era mi cumpleaños número cinco, aunque creo que

era el número seis, no lo recuerdo bien.

El día que, sin previo aviso, cayó sobre mi esa manta que me

asfixiaba y que tan solo permitía escuchar el crujir del columpio que se

perdía a lo lejos; y a mi madre no la veía por ningún lado, nunca la vi por

ningún lado, y ella no estuvo ya.

Y yo me acostumbré a vivir con grilletes y soportar el agobio de este

encierro junto a tanto chiquillo.

Edgardo Benítez. El Salvador.

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ROXANA ROSADO

EL ESCONDITE

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

Yacía sobre su espalda, con los ojos entrecerrados. Aún podía sentir el sudor en su piel, un sudor pegajoso y dulce como la miel, que traspasaba las sábanas e inundaba el aire con su aroma. Pero también había otro perfume. El perfume de su sexo. Sonrió al aspirar con sus fosas nasales el olor que parecía emanar de las paredes, de la alfombra, de ella misma. Había sido una noche de placer dando rienda suelta a sus deseos más callados, más negados, más… Más. Eso había dicho no una sino mil veces sintiendo que la respiración de su acompañante se agitaba cada vez que el

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eco de su voz resonaba en el viento, levantando los ánimos y provocando una erección casi instantánea. Sin embargo, la noche aún no había terminado. Gustaba de esconderse tras la cortina para mirar a las parejas que llegaban a esa habitación, o a alguna otra. Podía estar en cada una. Nadie conocía el pasadizo mejor que ella. Cuando percibía la luz en otro cuarto, salía del suyo y corría a paso veloz hasta llegar a la mirilla que se escondía en el tapiz. Ahí, respirando muy despacio, tratando de recuperar el aliento, contemplaba como cada pareja iniciaba el juego y el encuentro. Algunos parecía que llevaban prisa. Se despojaban de su ropa sin preámbulos, besándose presurosos. Ella mostraba sus senos y él parecía devorarlos. Se engullían mutuamente. Algunos ni siquiera tocaban la cama. Otros se tiraban en ella como si lo hicieran desde un trampolín, revolcándose entre las olas de sábanas que su caída provocaba, hundiéndose entre gemidos y lamentos ahogados con besos. Otros parecían temerosos. Se veían brevemente, se besaban y apagaban la luz. Esos no le gustaban porque con la iluminación a medias que provenía de la ventana, era poco lo que podía ver, aunque su imaginación le contaba todo basándose en el sonido que llenaba la habitación. Después, se vestían rápidamente, encendían la luz para verificar que no olvidaban nada y salían cabizbajos, como si afuera les estuviera esperando su madre con un sartén para asestar un buen golpe en sus cráneos. Había una pareja que le gustaba más que todas. Ellos visitaban el lugar todos los viernes. No fallaban. Lloviera, hiciera calor, inclusive cuando no había luz en la colonia de todos modos acudían a su cita. Entraban contentos tomándose de la mano. Se veían a los ojos mientras acariciaban sus rostros suavemente, apartando algún mechón de cabello de sus frentes. Juguetonamente besaban sus orejas, el cuello, los hombros, las manos, sus dedos. Mientras lo hacían, se buscaban para acariciarse. Se despojaban muy lentamente de sus ropas y se acariciaban durante largo tiempo. Poco a poco el calor inundaba el lugar. Se decían palabras amorosas al oído y de vez en vez una carcajada salía de sus labios. Luego, se unían. El la penetraba suavemente y quedaban juntos, muy juntos durante casi el mismo tiempo que habían tardado en encender sus hogueras. Acababan cansados y se quedaban dormidos, siempre abrazados. Nunca se iban del lugar antes del alba. Al día siguiente se daban un baño, se vestían y acicalaban e igual, tomados de la mano y felices, se retiraban. Ella los acompañaba durante toda su visita, desde que llegaban hasta que se iban. Eran la personificación del amor que cualquier mujer u hombre sueña tener. Ternura, erotismo, seducción, complacencia, todo parecía rondar a esa pareja. También había días en los

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que solo acudían seres acompañados de una maleta y una cartera vacía, únicamente para pernoctar. Esos eran los más aburridos. Se desnudaban, se lavaban los dientes y terminaban eyaculando cuando la película porno que veían en la televisión apenas empezaba. Luego, dormidos, lanzaban unos ronquidos que parecían más bien gruñidos. Pero de igual forma los veía. Prefería eso a no hacer nada. Una noche llegó un chico con una maleta, pagó la habitación y subió al segundo piso. Cerró la puerta tras de sí, corrió las cortinas y se desvistió. Tomó una ducha, se puso el pijama y sacó un libro de su portafolio. Recostado y con la lámpara de buró apenas alumbrando su rostro, comenzó la lectura. Ella lo veía callada. Era un huésped nuevo. Jamás había visitado antes el lugar. Era imposible no recordarlo. Joven, bien parecido, con presencia distinguida. Movió la cabeza asintiendo. –Es nuevo. Lo recordaría sin lugar a dudas-. Decidió que no visitaría ninguna habitación más que al chico. La misma escena se repitió a la noche siguiente, y a la que le siguió después, y durante otras más. Los deseos de acariciar esa piel aperlada, de beber esas gotitas de sudor que bajaban desde su cabello hasta su cuello cada vez eran más fuertes. Una noche no aguantó. Decidió salir de su escondite para disfrutar de ese cuerpo nuevo y joven que tenía tantas promesas que darle. Sigilosamente se metió entre las sábanas y se recostó de costado. Sus senos desnudos rozaron el brazo del joven. Parecieron despertar al contacto de la piel llena de vellos. Estiró su brazo y tocó suavemente sus labios. El joven pareció despertar por un momento, moviendo la cabeza como en señal de rechazo. Pero ella no cejó en su intento de seducirlo. Al contrario. Suavemente se levantó y se subió a horcajadas en él, metiendo sus manos por debajo de su pijama, tocando su piel, su pecho, su vientre, su sexo, acariciándolo todo mientras sus labios húmedos y su lengua rozaban los labios de ese hombre nuevo. El, aunque dormido, respondió a los estímulos abrazándola e hincando sus dedos en la piel de su espalda, lamiendo sus pezones y balanceando su cuerpo cuando sintió la piel ardiente de ese ensueño entrar en contacto con la suya. La respiración de ambos se agitó convulsivamente y sus cuerpos sintieron –como si fuese su primera vez- el placer del éxtasis completo. El jamás abrió los ojos, y ella no se lo pidió. No había necesidad. Tal vez si se vieran se acabaría la magia. Era mejor así, casi a oscuras, sintiéndose mutuamente y dejándose envolver por ese olor a sexo, sudor y miel. La escena se repitió un par de noches más. El chico parecía aturdido al despertar. Tenía puesto su pijama y las sábanas estaban en el suelo. Sentía la piel cálida y los resabios que dejaba una noche de placer. Pero no tenía idea cómo entraba esa dama o quién era. Le preguntó al encargado pero él lo miró con cara de

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interrogación. –Aquí no entran esa clase de damas- le dijo muy serio. El chico se encogió de hombros seguro de que el encargado estaba mintiendo. O tal vez era la chica de la limpieza. O un sueño. ¡Qué más daba! De todos modos, el se iría pronto y quizás jamás la vería de nuevo. Ella lo sabía. Sabía que él se iría y no podía hacer nada al respecto. La última noche disfrutó del cuerpo como ninguna otra. Bebió cada gota de sudor, lamió cada temblor de su piel, acarició cada curva y todos los abismos que él tenía para ella, sumiéndolo en un placer indescriptible. Se despidió de él con un beso profundo, tan profundo que casi le quitó el aliento. Se levantó de la cama antes del alba, lo miró dormido -por última vez- y regresó a su escondite. El chico se fue del lugar sin saber quién era ella. Pero sea lo que fuere jamás la olvidaría. Al día siguiente la mucama entró a limpiar la habitación. Abrió las cortinas y la ventana para que entrase un poco de luz y aire fresco. –Estos cuartos siempre huelen a sexo. Me gustaría trabajar en una cafetería. Ahí olería el café y las galletas- dijo moviendo la cabeza en señal de negación. Antes de salir acomodó el cuadro en la pared. Lo miró durante un rato. Era una pintura que se repetía en todas las habitaciones, aunque cambiaban los colores, las formas y algunos muebles. En ella, una dama joven y muy blanca, completamente desnuda, yacía recostada en un diván con los ojos apenas cerrados, mostrando sus pechos erectos y su piel brillante, como si estuviera cubierta de sudor. Pensó que nunca le había prestado atención a la pintura y se dió cuenta que la dama en cuestión era la misma en todos los cuartos. Movió los hombros. Quizás nadie se había fijado nunca en ella. Cerró la puerta de la habitación, ya limpia y ordenada en espera del próximo huésped La dama del cuadro abrió sus ojos lentamente, disfrutando del placer que la envolvía. La puerta se abrió en la habitación contigua. Sonrió suavemente, levantándose del diván. Quizás esta vez podría ver los ojos del huésped.

Roxana Rosado. México.

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ANDREA ZEBALLOS

HISTORIA DE UNA HOJA

Imagen: Mahai Cristi

Ella despertó al mundo vestida con un hermoso traje verde, luminoso y

tierno, sujeta a ese árbol como estaría el resto de su vida.

Una cálida mañana se abrió a la vida sorprendida con los colores que del

rosa al azul bañaban el cielo, sé conmovió con los gorjeos de los pájaros y

la brisa que la acariciaba dulcemente, se emocionó con las formas de

todas las cosas nuevas y lejanas, los olores de la tierra y el aire.

Con el correr del tiempo aprendió a amar y maravillarse de todo y por

todo; aunque, mientras crecía observaba que su traje se tornaba rugoso y

cambiaba poco a poco del verde al ocre y luego al dorado.

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Un buen día, al caer la última tarde del otoño, sintió que su padre árbol le

soltaba la mano y comenzó a volar lento y suave, la brisa que siempre la

acariciaba la llevo lejos, lejos..., tanto, que sus arrugados pliegues

temblaron de miedo y de asombro, al observar que su vida se debatía

entre el viento y la lluvia que humedecía el paisaje.

De pronto, el viento comenzó a soplar con más fuerza, elevándola sobre

el tejado de una casa, donde una ráfaga traviesa la arremolinó junto a un

grupo de otras hojas y ramitas secas; cuando cesó la locura, cayó en un

arroyito, que de milagro la arrastró hasta los pies de su amado padre

árbol, para morir ahogada, aferrada a sus raíces.

Mientras en el horizonte una bandada de patos surcaba el cielo rumbo al

sur buscando la primavera.

Andrea Zeballos. Argentina.

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PRÓXIMO NÚMERO

LOCURA

NÚMERO 3

NOVIEMBRE 2014

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