Gealittera nº 10 espejos

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL

Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir.

Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos.

[email protected]

http://revistagealittera.blogspot.com.es/

IBSN: 14-08-2014-55

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INDICE Cecilia Ortiz 7

Carmen Membrilla Olea 9

POESÍA

Emilia Marcano Quijada Rombos y arabescos 11

Anamaría Mayol Espejo 13

Cecilia Ortiz La que escribe 15

Tomás Sánchez Rubio Espejo 17

Gloria Marecos Rodas La identidad en el espejo 20

Tomás Soler Borja 22

Isabel Pérez Aranda Amaterasu 24

Carmen Membrilla Olea Vacío en los espejos 26

Ana Maritza Aguirre Schwarlz El espejo 28

Isabel Pisani Espejos 30

Marita Ragozza Espejos 32

Lazara Nancy Díaz Los espejos 34

Isabel San José El espejo 36

Virginia Quiroga Magia 38

Alicia Corrado Mélin Escondite 40

Alicia de León Epp Aún así 42

Adri Delfini Somos espejos 45

María Elena Espinosa Mata Abismos 47

Daniel R. Jaime Reflejos de amor 49

Mar de Fondo La luz de los espejos 51

Julián Gómez de Maya El otro 53

Elisabet Cincotta El espejo 55

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Mariel Monente Cayendo en espiral 57

Custodio Tejada Un destello 59

Araceli García Martín Ante el espejo 61

Mía Pemán El claror de un espejo 65

Javier Andrés Molina Rodríguez Desnúdate frente al espejo 67

Isabel Rezmo Perversa contienda 71

Sara Brussa De los espejos 73

Silvia Aída Catalán Terso amor 75

Miriam Álvarez Atrás del espejo 77

Aleqs Garrigóz Espejo de decepciones 79

Ana Lucía Montoya Rendón Lentos, reflejos y reloj 80

Ivana Szac Mujer que duele 82

Pura Fernández Segura Cruzar del otro lado 84

Mabel Coronel Cuenca El espejo 86

Inma Ferrero Reloj sin sonido 88

Alejandro Rivadeneyra Pasquel 90

Säo Gonçalves Reflejos 93

Asunción Caballero El espejo que no sabía mentir 95

Roxana Rosado A través del espejo 97

Gema Bocardo Mi imagen en el espejo 99

José Javier Ramos Alcocer Reflejos de una vida 101

FOTO-POEMAS

Esneyder Álvarez El espejo 104

RELATO

Margarita Polo Viamontes Frente al espejo 106

Marianela Puebla El espejo 109

M. José Riazuelo Espejos, reflejos 116

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Rodolfo Torres Rodríguez La imagen de Esther 117

Patxi Aldazabal López El espejo 124

Carlos Caposio La casa del espejo 127

J. Javier Terán Una segunda oportunidad 130

Enrique A. Meitín Cuando me veo en el espejo 135

Jorge e Rueda 147

Mariena Padilla Los espejos inútiles 148

Mayte Álvarez El reflejo del alma 151

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EDITORIAL

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Imagen: Duma Arantes

El sabor del día refleja en el agua. Espejo. El agua abre los párpados y la luz resbala sobre la piel del tiempo. El día se derrama por el agua tendida. Espejo. Y leo lo que ocurre en el cielo.

Del amarillo al verde, de la vigilia a la copa de un árbol.

El día se fragmenta en palabras, como espejos rotos que no se unirán. Como lluvia sobre el suelo, el mundo se distorsiona y parecen joyas sus destellos.

Y vuelvo a leer en la luz que corre y no regresa.

El pasado y el futuro se confunden, escriben nombres en un andar de viento.

Nuestra tierra abre puertas y las horas se hacen espejos. Las palabras se hacen espejos.

Una gota sobre el pétalo me muestra un mundo diminuto y la nueva aventura entre espejos, sigue la marcha del lenguaje.

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El mío, el de ustedes, el de todos.

A mirar este, nuestro mundo, amigos.

Gracias por acompañarnos. Siempre.

Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina

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Imagen: Tommy Inberg

El poeta desdoblado en otro se mira desde lejos sin querer profundizar demasiado, no quiere conocerse más, no desea recordar los detalles que contiene su soledad. Observa atento un rostro difuminado con el que ha esbozado sonrisas, con el que ha derramado lágrimas, con el que ha pronunciado tantas palabras como para construir una vida. Un destino. Un sueño que ha sido escrito día a día. En sus ojos quedan restos de ese brillo especial; el que le emana de dentro, el brillo de mil sentimientos que explotan en palabras abstractas, en conceptos intangibles, en realidades lejanas. No huye de sí mismo. Le es grata su compañía. No puede evitar quedarse a solas con él frente al espejo, marcando la distancia, asumiendo las diferencias, aceptando el hecho de que ese reflejo es inseparable de todo aquello que espera. Y que siente. Y que puede. Y que quiere. Y que le falta. Sobre él pesan las mil aristas de un mundo que a veces no comprende. Y....cuando casi todo se le escapa, cuando sólo escucha ruido, cuando se siente un extraño, cuando pasea por aceras eternas, cuando el misterio se ausenta. Entonces.... avanza hacia su propio destierro y construye un extranjero a su medida......Más allá del espejo.

Carmen Membrilla Olea. Guadix. Granada. España

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POESÍA

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EMILIA MARCANO QUIJADA

ROMBOS Y ARABESCOS

Imagen: Duma Arantes

Hay frente a mí

un revelado de fotografía,

una superficie amable y cuneiforme,

piélago adornado de sismo

y sombras.

La pared que lo sostiene

al borde del precipicio, muestra

–como una condecoración–

un diminuto clavo que detiene su caída.

Rombos y arabescos, marco antiguo,

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patina ocre como recordatorio

del oro altivo de otros días.

Yo lo miro, él también me observa

con detenimiento,

él me recuerda otras edades,

yo me disculpo por muchos meses

sin salón de belleza.

Una cornea ensancha las mejillas

colándose entre la luz,

se asoma una involuntaria mueca

de los labios, de los dientes.

Siento su análisis, guardo silencio,

y tomo la crema dental,

–la única–

que me hace sonreír

todas las mañanas.

Emilia Marcano Quijada, Isla De Margarita, Venezuela.

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ANAMARÍA MAYOL ESPEJO

Imagen: Duma Arantes

Quizás del otro lado del espejo me miren las imágenes copias de algún cuerpo imaginado la sonrisa extendida como mueca la niña descubriéndose mujer o la mujer que sarcástica baila en el desnudo descarnado tiempo

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Quizás del otro lado del espejo se abra el umbral hacia la noche extensa sobre la piel con el hambre en los labios las manos estén cautivos los sueños que soñamos la sospecha detrás del antifaz

el verdadero rostro

de la muerte.

Anamaría Mayol ( pampeana -patagónica)

San Martín de los Andes. Argentina

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CECILIA ORTIZ

LA QUE ESCRIBE

Imagen: Duma Arantes

Hay días incompletos

si mis alas no pueden

contradecir el frenesí

de un vuelo

o

mi palabra no regresa

del exilio de historias

quebradas por la brisa.

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Hay días incompletos

salgo con hambre viajo a solas

voy a conversar con los espejos

y regreso al mismo sitio

al mismo tiempo

al mismo espacio

Hay días

que

no descubro mi rostro reflejado

no recuerdo mis calladas cicatrices

ni puedo rescatar al sol cautivo

y

soy la misma la que escribe

puñados de palabras.

© Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina

Zona de fuego

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TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO ESPEJO

Imagen: Bill Mack Esculturas

Humilde y desnudo me presento ante ti

cada día, como si no me recordaras de ayer

y el mañana no fuera a repetirse.

A veces te miro con la sensación de haber despertado

cubierto de escombros,

víctima cotidiana de una guerra

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que durara más de lo necesario.

Coloco las puntas de mis dedos

en tus dedos, intentando engañar a ese otro yo

que se asoma a la transparente nada.

Ventana abierta al patio interior de mi alma,

contemplo en ti todo mi universo, lo que sé

y lo que va quedando de mí.

En ocasiones, viejo amigo, no me creo que seas tú.

Sin embargo, yo sigo siendo aquel que conociste

de pequeño viviendo

mitad en el cielo y mitad en la tierra,

espantado ahora, cada vez más, por el paso de los días.

Me sorprendiste vestido de azul comunión a los nueve años

y el día de mi boda a los veinticinco.

Me mirabas de reojo, avergonzado, aquella mañana de resaca

tras una noche tenebrosa en que me dio por creer

que el alcohol sería capaz de ahogar algo más

que una charla entre amigos.

Fuiste confidente después de graduarme

en el primer amor y de ver la luz

entre los primeros versos ajenos

–aquellos que hablaban de sentimientos

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que uno no podía nombrar fácilmente-.

Absorto y enamorado de las pequeñas cosas de la vida

–como debe ser-, supongo que me encontrarás

cuando a mi puerta llame quien,

ya sin aplausos, música ni pies en el suelo,

me haga cruzar al otro lado de tus aguas.

Tomás Sánchez Rubio

Sevilla (España)

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GLORIA MARECOS RODAS

LA IDENTIDAD EN EL ESPEJO

Imagen: Duma Arantes

¿De quién el rostro sin nombre

que emerge desnudo

desde los confines

de mi introvertido espejo?

Y me mira.

Y lo miro.

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¿De quién los extraños ojos

que rastrean huellas

en la hondura sin fin

de mi íntimo cristal?

Y me miran.

Y los miro.

Desconocida imagen,

refracción de mi contorno conocido,

espiándome desde el espejo

de mi propia sombra.

Y nos miramos.

Gloria Marecos – Lambaré - Paraguay

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TOMÁS SOLER BORJA

Imagen: David Keochkerian

Mis ojos se ofenden

ante lo que les devuelven

los espejos

porque mi mirada no envejece.

Dentro de mí

sigue vivo el niño

que nace cada poco

al asombro.

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El escepticismo apenas

si araña

el cristal de las aguas mansas

donde habitan las sombras.

Tras éstas, la mar

como siempre

sigue golpeando de lleno.

Mientras la vida me ofenda

como lo hace

y no humille yo la mirada

la muerte silenciosa

del conformismo

seguirá pasando de largo

por mis días de sol

y lluvia.

Tomás Soler Borja- Águilas- Murcia- España

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ISABEL PÉREZ ARANDA AMATERASU

Imagen: David Keochkerian

Se destapa el reparto de cielos, noches y océanos, que traerá odio, odio que abarca el infinito de ignorancia y confusión. Y en los campos de arroz arrasados, espejos de agua. Mancilladas doncellas del telar se astillan en furia de envidias. Amaterasu se oculta y el astro sol declina su virtud. Oscuridad. Divina dulzura se encierra con su luz de diosa solar, cubierta de roca se oculta en la cueva celestial perdida de vergüenza arrastra este mundo al hielo perpetuo.

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Luna espejo del sol y reflejo de una sola realidad. Acude el bullicio a la gruta, para recobrar al plano celestial las llanuras del cielo, y absorta en la imagen de belleza de su propio reflejo, sorprendida! exclama!!! Quién es? pregunta al divino espejo que no conocía, eres tú! Amaterasu, la luz del mundo. Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm - España

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CARMEN MEMBRILLA OLEA VACÍO EN LOS ESPEJOS

Imagen: Emma Hack

Me siento capaz de meditar junto a los muebles de casa, bajo esta luz de Septiembre, donde son posibles las cartas de amor y los labios y los gestos y los hombros desnudos y las sábanas blancas que se despliegan hasta una eternidad de nácar en esta versión de la noche. Noche donde el paso de las horas enciende manos y abrazos a la espera de un otoño cómplice de mí. Árboles desnudos, sábados que llegan demasiado pronto, estampas de hojas cayendo, jardines donde ya no recibo tus besos... Vigilando relojes invisibles y luces de lunas confusas...evitando el hueco del miedo. Rapidez impertinente, calendarios y acuarelas de color. Nostalgia pulida a través de un tiempo doméstico que repite su ritmo natural...Dudas mecánicas y meses inquietos. Perfección de una mesa ovalada, armarios cuadrados, espejos vacíos, camas perfectas y kilómetros sin sueño...Un sofá que permitía tardes contigo.

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Solo huellas primitivas que ya no tienen valor, recibos de mobiliario que caen por los balcones, habitaciones de una casa con jardín, trabajo lento, caída provocada por el temblor de todas las plazas. Para mañana: huecos y distancias. Cae el telón. Meditar. Una mirada parece comprender. "Llamaré mañana"... "Llegaré pronto"... "Conduciré con cuidado" ... Frases hechas, parejas en rebajas, ¿cuándo se detuvo la fuerza de la memoria? Ahora compro y pago vacíos e infinitos en la tienda que hay junto al río. Ayer envejecí Por eso la luz del sol ya no me alcanza Estaciones que guardan secretos Felicidad en venta Estatuas imperfectas; sin estatura y...delante, un mapa impreso; el que jamás me conducirá de nuevo hacia ti.

Carmen Membrilla Olea. Guadix. Granada. España

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ANA MARITZA AGUIRRE SCHWARZL

EL ESPEJO

Imagen: B.w. Tyler

Mi cuerpo ante el espejo,

vestido de frescas lilas,

detrás tu amorosa sombra,

me envuelve y me abriga.

Tú y yo,

enredados en uno,

y en silencio el espejo

desde sus cristales mira.

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Su luminosidad es cómplice,

avanzamos, nos perdemos

en un tiempo de vida.

Hoy sin tu presencia,

el espejo no es el mismo,

es almacén de recuerdos.

Ana Maritza Aguirre Schwarzl- Alemania

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ISABEL PISANI

ESPEJO

Imagen: Mikhail Batrak

No existe, Señor, en mi espejo

imagen de los muchos que han partido

o se ausentan sin aviso.

No existe, Señor, en mi reclamo

la presencia ni el culto lisonjero,

sino olvido antojadizo.

Existe, Señor, sólo la duda

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que embriaga las auroras en espera:

tu blanco pie huidizo.

Isabel Pisani -Buenos Aires- Argentina © Todos los derechos reservados

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MARITA RAGOZZA

ESPEJOS

Imagen: Simon Siwak

Todo acontece y nada se recuerda en esos gabinetes cristalinos… JORGE LUIS BORGES

Espejos quebrados

en recortadas noches

reflejos intimidantes

mágicos raptores magnéticos

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seducen

atraen y repelen.

Copio mensajes cifrados

en lenguaje de amor

espejo espejito espejismo

¿qué hay del otro lado?

Marita Ragozza- Pehuajó - Argentina

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LAZARA NANCY DÍAZ

LOS ESPEJOS

Imagen: Mikhail Batrak Fotografía

Píntame de luna los espejos

donde la noche oculte mis secretos

¡no es verdad que fui nombrada!

ni siquiera me recuerdan sus reflejos

ni los de aquel amor multiplicado

que llenaba de luz el universo.

Píntame de lluvia los espejos

para lavar las pupilas de sus lunas

-miradas de otros tiempos-

para borrar la nostalgia

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-el carmín de antiguos besos-

Píntame de rojo los espejos

como fuego que consume imágenes

…y quema los recuerdos.

¡No es verdad que fui nombrada!

ni siquiera aparezco en sus reflejos

frente a él , todo es mentira

-el silencio es un misterio-

Como rosa de extrema blancura

palidezco ante mí -en la coqueta-

donde una sombra placida reposa

ante mi pupila inquieta.

Píntame de poesía los espejos

un rosario en la pared

y en cada cuenta mis versos

que aunque me niego a quererlo

soy yo la que más lo quiero.

Píntame todos los espejos

Yo seguiré siendo hermosa

¡ellos se pondrán tan viejos!

© Copyright Lazara Nancy Díaz García- Cuba/ Nueva York- U.S.A. “Archivo de sueños”

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ISABEL SAN JOSÉ

EL ESPEJO

Imagen: Duma Arantes

Aquí estoy otra vez

con el alma desnuda,

buscando la causa

que dejó mi vida muda.

¿Habrá una razón

para este olvido

que sin saber por qué,

llegó sin ser elegido?

Posada frente al espejo,

haciéndome preguntas

y no veo en ese reflejo

respuesta a mis dudas.

Noches de luna velada

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buscando motivos,

para pedirle a la nada

la razón de los olvidos.

Aquí estoy otra vez,

indagando en los silencios,

encontrando solo desdén,

mentiras y desprecios.

No volveré jamás

a mirarme en el espejo,

para no preguntar más

si de tu amor queda un bosquejo.

Solo me volveré a mirar

para vestir mi mirada,

de un sublime despertar,

al despuntar cada alborada.

Isabel San José Mellado

Derechos de Autor - España

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VIRGINIA QUIROGA

MAGIA

Imagen: Monika Serkowska Ilustraciones

Atravesar el espejo-me decía-

que allí estaba la verdad

yo creí en un delirio

que lo atrapaba cuando

su alma atormentaba.

Hasta que una mañana

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la luna del espejo me devolvió

una silueta borrosa...

entonces ¡sí!, me encontré

con sus ojos de cielo.

Virginia Quiroga- Buenos Aires- Argentina

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ALICIA CORRADO MÉLIN

ESCONDITE

Imagen: Monika Serkowska Ilustraciones

Mi voz quieta

en el espejo enjaulado

donde el silencio queda azabache.

Llego vedada para tu andar grafitti

soy melodía trunca hasta tu mueca payaso.

Así me ahuyento

con pájaros ebrios

revoloteando sobre mi sombrero de cardos.

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Mancha congelada, patio de druidas,

en una baldosa tu poema dormido.

Me voy mar tibio

guarida para olvidar.

Dos extraños

una piedra

y unos cuantos adioses.

Alicia Corrado Mélin. Mar del Plata-Bs As-Argentina

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ALICIA DE LEÓN EPP

AÚN ASÍ

Imagen: Monika Serkowska Ilustraciones

Fugitivas imágenes

en espejos quebrados

fragmentos del pasado

en el mosaico de hoy

y en un lugar sin nombre

combate la que he sido

hiriéndole las alas

a ésta que hoy soy.

Y el corazón oscila

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Sobre velos tendidos

y sufro si me quedo

y expiro si me voy.

Fugitivas imágenes

en espejos quebrados

mariposas nocturnas

que eclipsan el albor

bajo el dosel del tiempo

duerme un sueño extraviado

que aún guarda en sus bolsillos

tres monedas de amor.

Palabras polvorientas

fantasmas enlutados

fugitivas imágenes

añicos del ayer

pero aún así en las grietas

de ésta vida prestada

nace una florecilla

con anhelo de ser.

Fugitivas imágenes

en espejos quebrados

fragmentos del pasado

en el mosaico de hoy.

Y en un lugar sin nombre

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expira la que he sido

y el espejo libera

a esta que hoy soy.

Alicia De León Epp- Uruguay/ Canadá

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ADRI DELFINI

SOMOS ESPEJOS

Imagen: Monika Serkowska Ilustraciones

Reflejo de ti, de mí de todos

imágenes soñadas compartidas

sólo realizamos el viaje de ida

vamos al mismo lugar…de todos modos.

Almas y más almas…nacimientos

seres de luz, hacen grandes momentos

historias bien contadas y realizadas

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compartiendo retornan en eventos.

Emociones que divulgan lo profundo

y somos espejos…

superando el mismo rumbo

cuando el amor sincero, nos abarca

como tatuaje va filtrando su marca.

Adri Delfini- Buenos Aires- Argentina

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MARÍA ELENA ESPINOSA MATA

ABISMOS

Imagen: Duy Huynh

Negra humedad,

abismo disolvente,

superficie de limo contraído.

Más allá del cristal

los ojos trazan sendas de locura.

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Piélagos insondables atraviesa

aquel que cruza, del azogue, el lago.

Torna a la soledad como pájaro insomne,

esquiva sombra en el brillo angular de los espejos.

María Elena Espinosa Mata.-

San Nicolás de los Garza, Nuevo León. México

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DANIEL R. JAIME

REFLEJOS DE AMOR

Imagen: Duy Huynh

Hoy mi alma se desnuda,

palabras de mi interior desbordan,

emociones, sentimientos afloran,

cada vez que el brillo de tus ojos, en mi se poza.

Tu presencia todo lo ilumina,

la paz nos invade y reina la alegría,

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la luna refleja en el mar su sonrisa,

el arco iris brilla de noche como de día.

Tu sonrisa me colma de vida,

tus caricias me aquietan y calman,

tus brazos el cálido abrigo,

para este corazón, que sueña contigo.

Parado frente al espejo,

mi vida transcurre de un pantallazo,

en él, te veo a ti marchando a mi lado

unidos por un estado…. el estar enamorados.

Daniel R. Jaime - La Banda - Santiago del Estero - Argentina

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MAR DE FONDO LA LUZ DE LOS ESPEJOS

Imagen: Helen Vardenikova

La luz de los espejos ciega, entorno mis ojos, diviso figuras en movimiento. No, esta vez no he bebido: los espejos revuelan ante mí. Son señales de un viaje interrumpido, aquél que me traslada hasta tus besos, a los intentos fallidos de tu boca. Siempre me interesó lo oculto, el misterio de los fracasos…; y amarte lo fue. Recuerdo tu planeta inhabitable, tus jardines de lujuria y de deseo. Era

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tan hermoso habitarte... Se acercan los espejos, te me acercan: incapaz de salir de tus órbitas, retorno a tus palabras de amor. Y vuelo en la luz de los espejos.

Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia. España

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JULIÁN GÓMEZ DE MAYA EL OTRO

Imagen: Elena Prudnikova

Fijamente mirándome a los ojos, inquieto ante el enigma que depara confrontarme conmigo en lid tan rara, se sublevan mis miedos, mis enojos. Pues ¿reconozco acaso ni aun despojos clavando la mirada cara a cara cuando rendir el ánimo es mi tara, y turbarme, temerme, mis abrojos? Me dejo poseer por el espejo, penetro mi pupila en mi pupila y en tanto más me busco, más me alejo.

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Maldigo mi razón, que así vacila frente al desconocido, infiel reflejo, que es otro…, no sé quién…, y me vigila. Julián Gómez de Maya. Cehegín, Murcia, España.

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ELISABET CINCOTTA

EL ESPEJO

Imagen: Helen Vadernikova

Esa imagen que circunda la silueta del espejo

carcome los días con desconcierto.

No reconoce ese rostro como suyo.

Esos contornos oscurecen el presente.

Es tarde para salir gloriosa de cualquier batalla.

Cruel devolución ofrece.

Ella llora adioses,

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el reflejo del pasado ríe

-borrosa imagen-

se destiñe.

Elisabet Cincotta

Hudson-Argentina

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MARIEL MONENTE

CAYENDO EN ESPIRAL

Imagen: Helen Vadernikova

Cayendo en espiral

camino de regreso

al atardecer de niña

al fingido sueño nocturno

a la lágrima en el lienzo

al palpitar florido. El espejo

entre los nardos volvía

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Una y otra vez

cayendo.

Mariel Monente-

“Cordel”

Ediciones El Mono Armado

Buenos Aires

Argentina

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CUSTODIO TEJADA

UN DESTELLO

Imagen: Alexkatana Fotografías

Un espejo donde la noche refleja

sus anhelos.

Eso es la luna.

Una mar en calma a la luz

de una hoguera encendida

en la playa.

Eso es un espejo.

Una habitación con las ventanas

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abiertas por donde se cuela la alondra

de madrugada y se refleja

en el espejo.

Eso es la vida.

Un desierto hecho de mercurio

al que se enfrentan

los dromedarios de la luna llena.

Eso es nuestro reflejo

en el tiempo: Un destello.

Custodio Tejada. GUADIX- GRANADA-ESPAÑA

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ARACELI GARCÍA MARTÍN

ANTE EL ESPEJO

Imagen seleccionada por la autora

Al ponerme la ropa, me miro al espejo

te veo a ti, soy yo, aquí otro día más

sin sonrisa, sin rictus, sin color en las mejillas

como el cuerpo del día algo nublada y fría.

Como humana

vienes con todos tus antepasados

a bailar desenfadada con mi corazón

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a decirme de nuevo quien soy yo

a recordarme la vida que tengo

y el rastro que aquí voy dejando.

Sigues haciéndome culpable

no sé porqué razón

delante del espejo, me desnudas

soltando con furia el mantón

sin sonido de castañuelas, ni de tacón.

Dejando mi garganta muda, por el viento frio

que por la ventana intruso se ha metido.

Tú, mi alter ego de comedía

mi conciencia sola contigo,

conmigo misma.

No te conozco ya,

veo que has cambiado

que hasta piensas diferente

observo arrugas en tu frene.

Me retas de nuevo

a hacerme ver que soy así

cómo cualquier ser humano

con algo bueno y algo malo.

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Me repites ante el espejo

una y otra vez para creerlo.

Nunca serás la peor

tampoco la mejor

porque ya hay muchas como tu,

muchas personas más

con mucho bueno y mucho malo.

Y así, como en la tierra existen

verdes praderas desiertos áridos,

Sigo aquí deseando ser ese río

que refresque la hierba del rocío.

Pero al mismo tiempo

maldigo, y contradigo

mirando mi ombligo.

Porque ambas realidades son mías.

según como se mire

soy buena y soy mala

soy negra y soy blanca

soy dulce y amarga

soy dura y entera

lenta y ligera

como la enredadera

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o altar del cielo

como mi nombre manda.

Solo sintiéndome propietaria

de lo uno y de lo otro

de lo bueno y de lo malo

de ti de mí

podré ser responsable

de todo lo que soy

al otro lado del espejo

ý aquí.

Araceli García Martín - Granada - España

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MÍA PEMÁN EL CLAROR DE UN ESPEJO

Imagen: Duma Arantes Siseando palabras que del amor son, al rocío de mi interior se le añadirá tu sentir, el cual vivirá ese momento como una realidad singular. Me volveré transparente cuando me desmaquille, ese día que se alcancen las ababoles amarillas,

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ya no estarán se habrán cambiado sus pétalos que irán con garbo, posándose en las bambalinas a la intemperie del crepúsculo, se vestirán con transparencias semejando una ilusión a escondidas. Y, al estar sin nada que nos cubra, nos volveremos cristal por el que mirarnos. Al saltar las vibraciones, serán los signos del existir temprano y del más profundo, la hora habrá llegado en ese inmediato momento. Mi perfume se volverá halo, así ese renacer buscará su realidad. Mis labios se querrán perder con ese aire nuevo, las campanillas dejarán de sonar al volverse muselinas, entre luces de bohemia siendo la esencia al iluminar ese amor, cual mariposa de primavera sabiendo guardar su lugar como el claror de un espejo. ®Mía Pemán – Palencia – España.

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JAVIER ANDRÉS MOLINA RODRÍGUEZ

DESNÚDATE FRENTE AL ESPEJO

Imagen: Helen Vadernikova

Desnúdate frente al espejo

Y encuentra en ti mismo

Lo que en la cotidianidad es inalcanzable.

Ríe hasta que salgan lágrimas si es posible

Ten en cuenta que esa y muchas otras cosas

Son inaplazables.

Ama tus cosas

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Ama a personas

Amate a ti mismo

Pero hazlo con moderación

De lo contrario

Esa mujer tan proditoria

A la que debes combatir

Te ganará la lid.

Llora lo que debas llorar

Y nunca le sonrías al dolor

Ni a la contrición

Aunque ambas puede que signifiquen lo mismo

Pero llora incluso hasta que brote sangre de tus ojos

Y tus lacrimales se agoten.

Se podría decir que al llorar así

Harás lo mismo que cuando rías

Bien…

Haz entonces la proeza de una alegría llorada

Y de una tristeza aún más llorada aún

Como la ansiedad es una lid

De emociones, de sentimientos

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¡Adelante!

¡Que suene el clarín de la victoria!

Y gana la batalla

Aún por cuanto sea de la forma más extraña

Pero gánala

Gánala…

Gánala…

Antes que ella te gane a ti

Gánala

Antes que sean solo un recuerdo

Tus facultades de hablar a través del papel

De escribir con la voz

De llorar con ambos

De verte y sentirte con el tacto.

Y cuando encuentres la victoria

Siéntate a respirar

Sobre tu sombra,

Sobre tu cuerpo

Sobre tu mente

Pero respira…

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Mira que hay que guardar energías

Para la única lid interminable de la vida.

Javier Andrés Molina Rodríguez, Barquisimeto, Venezuela.

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ISABEL REZMO

PERVERSA CONTIENDA

Imagen: Sean Yoro

Me miras.

Me muerdes.

No hay amarres.

Como el cristal de un espejo

que guarda latidos.

Guarda perfume.

La luna.

El cordón de las diferencias.

Un estribo entre las piernas.

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Muslo de una idea llamada

perversa contienda.

En los andenes.

En las fisuras.

Esnifa dolor en las maneras.

En esa raya que dibuja fantasía.

En la marquesina.

Azul entre témperas.

Radiales de los coches.

El retrovisor que no espera.

Como el cristal de un espejo

que guarda latidos.

Perversa contienda.

Isabel Rezmo- Úbeda- España

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SARA BRUSSA

DE LOS ESPEJOS

Imagen: Sean Yoro

Tienen los espejos calladas curvaturas.

Desmayados desvelos, gritos inconclusos y la nave...

La nave del olvido, tu ceguera.

Tienen los espejos ese no se qué, que aterroriza.

Son fríos y patéticos...develando misterios.

Me asomo en las líneas de los bordes.

No me apego, no quiero.

Entonces digo no.

Niego y Niego... los signos de la vida.

No hay error.

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Silencia el alma, en algún lugar.

Pensé que la noche era de largas agonías,

de inconclusos designios mortales.

Entonces recé.

Sara Brussa . Santa Fe- Argentina

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SILVIA AÍDA CATALÁN

TERSO AMOR

Imagen: Duma Arantes

El amor nos hace

no sé cómo, ni sé cuándo.

Uno es engendro del otro,

ambos:

resucitando.

Situaste el dibujo del beso

en aquel espejo triste,

quizá vetusto

Era “Mi - Yo” (por las noches)

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orfandad de bocas y ojos,

cuerdas silenciadas:

la guitarra

y

el ímpetu vital:

herido para siempre.

Vista el agua sanadora,

sumergí vida en tu estuario,

me hallé al fin acallada

dado el cuerpo (a sus virtudes)

beso al viento,

vientre orilla,

pienso y siento,

descubierta (en altitud)

tu intimidad generosa

en la tibia tersura de las hojas.

Silvia Aída Catalán- Buenos Aires- Argentina

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MIRIAM ÁLVAREZ

ATRÁS DEL ESPEJO

Imagen: Duy Huynh

Atrás del espejo

la realidad

no existe.

En los golpes secos

del viento

el amor

da brazadas

huérfanas.

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Nadie

lo llama

por su nombre.

Sólo plancho

los dobleces

del silencio

en un pozo

profundo

donde

no hay

pájaros.

Miriam Álvarez (Clorinda – Formosa - Argentina)

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ALEQS GARRIGÓZ ESPEJO DE DECEPCIONES

Imagen: Tommy Inberg

El espejo es un cinescopio que proyecta

diarias fotografías de mutilaciones,

angustias y ansiedades rutinarias,

sueños impedidos, máscaras de horror,

ternuras y felicidades frustradas,

gestos crispados y duros,

gélidos ademanes de estatua,

ojos abiertos como insomnes,

labios de piedra que no dicen nada,

manos grises que se alargan…

para apresar el aire que falta.

Aleqs Garrigóz- Puerto Vallarta- México

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ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN LENTOS, ESPEJO Y RELOJ

Imagen: Monika Serkowska

en puntillas caminan las agujas... reloj de carne excitado tu tic tac me vela entre un espejo que me mira y la vida mohosa que triste me deambula soy esa celda donde solloza un penado acompañado de recuerdos fijos colados entre los mutismos de su historia oh espejo que miras los pliegues rugosos en mi canto no hay más luz ¡todo es tan gris oscuro!

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no hay más tic tacs ni faltan que le hacen al tiempo no hay más tiempo ni espejo que lo mire... Ana Lucía Montoya Rendón-Colombia

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IVANA SZAC MUJER QUE DUELE

Imagen: Alexkatana Fotografías

I Una mujer se enciende en cielos mentolados brota de mí como la penumbra de mis ojos una mujer se deshace en mi cuerpo y la noche duele.

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II Duele con sus colores rotos y la herida se abre feroz hay animales en mi cuerpo duelen los espejos de mis manos las mujeres que viven debajo de mi piel grito desde mi almohada donde me duelo.

Ivana Szac- Buenos Aires- Argentina

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PURA FERNÁNDEZ SEGURA

CRUZAR DEL OTRO LADO

Imagen: Imágenes interesantes y vídeos exclusivos (Facebook)

Ya fuera en la luz de sus ojos

o fuera en la quietud del agua,

débil sombra olvidada,

borrosa imagen, como un declive.

Proscrita, va buscando el espejo

en perenne fuga, para escapar

al otro lado de la luna.

Pájaro que pugna ante el cristal

obstinadamente;

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una y otra vez, cegado en el reflejo

hasta quebrar sus alas.

Fulminado cae

con el rigor de un tiro preciso;

sin vida ya, sobre el alféizar.

(Inédito)

Pura Fernández Segura. Guadix. Granada. España

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MABEL CORONEL CUENCA

EL ESPEJO

Imagen seleccionada por la autora (tomada de la red)

Los años, ¡ah! pasaron los años.

Has girado alguna vez sobre tu eje,

fijando la mirada en tus miserias

antes que en las pequeñeces ajenas.

Fácil subir a la montaña, desde

allí cualquiera se vuelve muy hábil

observador de aquellos pequeños.

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Verse al espejo con polvo empañado

permite observar tan sólo tu sombra

dejando entrever aquel fiel reflejo

de tu lado más humano e imperfecto.

Si levantareis tu simple mirada

nuevamente hacia miserias ajenas

recordad antes limpiar ese espejo.

©Mabel Coronel Cuenca- Hernandarias – Paraguay

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INMA FERRERO

RELOJ SIN SONIDO

Imagen: Duma Arantes

Cuánto frío en este espejo.

En este húmedo cristal que en vano suspira mis lágrimas.

Soy una marioneta al son de una estrella. Un recuerdo en la sombra. Un reloj sin sonido que trata de adelantar su paso.

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En la calle el gentío, una luz cálida que me sonríe. Un cielo que de azul ha cegado mis ojos.

Todo está quieto, en silencio mi corazón retumba. ¡Qué gélida celda!, ¡Qué barrotes de labios conspirando mi suerte!

Reloj sin sonido-El amanecer en este sombrío © 2014 Inma J. Ferrero Nº de Asiento Registral 16/2014/929 ISBN-13: 978-1511626248 ISBN-10: 1511626240 Copyright © Todos los Derechos Reservados

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ALEJANDRO RIVADENEYRA PASQUEL

Imagen: Duma Arantes.

Cuántos escenarios recrean tus ventanales,

tus escaparates cristalinos de entreactos solitarios

donde mágicamente te pintas a intervalos

a la tregua con el tiempo, en la quieta pausa,

la que sabe de la espera

la que imita la vida silenciosa

con tu mímica en movimiento,

con tu artística parodia que tiembla en mi mirada

cuando mides mi tristeza ocultándose en ahogos,

y te vistes grácil, con el temblor incorpóreo

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de una muchacha casta que se desnuda

y al mirarte le adivinas la convulsión en su carne,

y los flujos que navegan los causes de sus pasiones,

y las noches que nunca has de volver a ver

pero que tienen el tinte de las sombras en que vives,

y una luz amanecida idéntica al nacimiento.

En cuántas historias te has aparecido,

cuáles los ojos que más te han conquistado

o los pálpitos de una trémula boca que te ha rozado,

y si acaso has sentido recorrer alguna lágrima en tu rostro,

si has presentido el dolor que llega del estrello

los múltiples llantos mudos de la desesperanza.

¿Cuál ha sido el sabor preferido al espejo de tu estanque?

¿fue el verde sombra de los árboles?

¿o el coqueto baño de las aves que te estremecían?

¿aquella hoja seca que terminó su aliento en tu regazo?

¿sería ese sabor de luna que nutría nervioso tu desvelo?,

¿cómo pintas los colores, cómo atizas el rojo atardecido?

¿a qué te sabe la sed de los venados o el fuerte humor

de un hombre resuelto a enamorarse?.

Tenemos una vida mutua de añoranzas

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un teatro que muda las miradas, tu muda pantomima,

dos rostros actuando mascaradas

la comparsa vacía que danzamos sin tú escuchar mi Sol

ni yo sentir tu Do como un rotundo Re que me acompaña,

y cuando al tiempo, que sobre mi frente se consume

¿es tu eternidad en mi quien se descarga?, o dime quién

es la imagen y quién el tácito eco si tú eres el eterno,

cuando acaso imitas mi vejez trasiega y complaciente.

Dímelo tú que de la vida vives

dime tú qué sabes del tiempo que se acaba,

de esa edad con que la tierra nos reclama, y tú

con mi última mirada que quizás llorarás un hasta luego,

dilo con piedad sin duplicidad ni disimulo

si nos hemos de topar en ese paraíso de tu espejo.

Alejandro Rivadeneyra Pasquel. D. F. – México

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SÄO GONÇALVES

REFLEJOS

Imagen: Duma Arantes

Miré el horizonte, lejano

la inmensidad extendida

de la eternidad

sé que era una extensión

de mi alma aventurera

sin fin

sublimé mi cuerpo y el tuyo

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en un silencio deshabitado

inteligible

giré hacia dentro de mí, desnuda

frente al espejo

susurré

¡la inmortalidad embriagada de reflejos!

Säo Gonçalves- Portugal/ Luxemburgo

Traducción del portugués: Cecilia Ortiz

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ASUNCIÓN CABALLERO

EL ESPEJO QUE NO SABÍA MENTIR

Imagen: Duma Arantes

Un grito

sofocado por el aire de la boca.

Un lamento

en los requiebros de las entrañas.

Una desilusión

en la opacidad de los ojos.

Una mueca

que retuerce los labios.

Un pelele

flácido como el trapo de un muñeco.

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Y el alma perdida

entre zapatos de gamuza.

Todo ello le devuelve

los espejos de la habitación.

Y llueven ríos de lágrimas

en color sangre,

reflejados en el espejo.

Mascab (2015-06-06)

Asunción Caballero- Madrid- España

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ROXANA ROSADO

A TRAVÉS DEL ESPEJO

Imagen: Duma Arantes

Tus manos recorren mi piel

y ésta, al contacto de tus dedos

se humedece,

y quiere salir a tu encuentro

mi boca

se vuelve tuya

como una cereza entre tus dientes

y mis ojos te buscan en la oscuridad

pero no te encuentran

te siento cerca pero estás lejos,

te siento mío pero no lo eres

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te vivo dentro de mí,

pero no lo estás, nunca lo has estado,

eres un amor ficticio, un amor lejano

algo que no existe, que no es tangible

que no conozco

pero siento que te he visto en mil vidas anteriores a ésta,

te has vuelto mi necesidad, mi obsesión,

mi delirio

y sin ti no puedo funcionar,

no puedo vivir sin saber que estás ahí, esperándome,

ansío el momento en el que compruebe

que estás al pendiente

esperando, igual que yo

a verme

a través de un espejo.

Roxana Rosado- D. F. México

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GEMA BOCARDO

MI IMAGEN EN EL ESPEJO

Imagen: Duma Arantes

Algún día estaré orgullosa

de lo que represento

y no me humillará

mi imagen en el espejo.

Caerán en el vacío

vuestros inútiles consejos.

No sentiré vergüenza

de las huellas de mis dedos.

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Seguiré mis caminos

separados de los vuestros;

inventaré nuevas leyes,

religiones, dogmas, credos.

Y seré ¡libre!, por fin,

con dignidad y respeto,

y no volverá a humillarme

mi imagen en el espejo.

Gema

Bocardo-Madrid.España

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JOSÉ JAVIER RAMOS ALCOCER REFLEJOS DE UNA VIDA

Imagen: Claudia Giraudo

Tú, que has visto la vida en todas sus fases,

ahora te ves,

casi la has consumido,

puedes mirar destellos de luz,

que enmarcan tus ilusiones,

tus sentimientos, tus emociones,

tus victorias, tus grandes derrotas,

y los amores que envenenaron tu vida.

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Ya apenas queda nada,

te vuelves en el espejo y miras,

nunca se va a repetir lo mismo,

que lo que un día te acercaste para ver,

ya no volverá jamás a estar delante de ti.

Que ya no repetirás los mismos errores,

aquellos que cometiste una vez.

Que ya no te verás más,

ni serás un gran ganador,

ni un perdedor,

simplemente no serás nada.

José Javier Ramos Alcocer- Guadix- España

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103

FOTO-

POEMAS

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ESNEYDER ÁLVAREZ

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RELATO

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MARGARITA POLO VIAMONTES

FRENTE AL ESPEJO

Imagen: Duma Arantes

¡Cuánto me gustaría tener los brazos de mi ángel guardián a mí alrededor! Sonrío ante la idea, soy tonta, sería lo de siempre, yo quejándome de sus caricias y al final haciendo su santa voluntad. Igual que aquel día… ¿Cómo pudo convencerme? Me toma de la mano, me lleva frente al espejo, desnudos los cuerpos y me dice al oído, abrazándome por la espalda:

- ¡Mírate! Ahora dime ¿cuánto te conoces a ti misma? - ¿Qué quieres decir? –trato de zaparme de su abrazo y mirarle

directo a los ojos frente a frente, pero no me deja… - ¡Sí! ya sé, me quieres mirar de frente, mírame a través del espejo… - ¿Qué miro? –pregunto desconcertada - ¡Mírate! Y ahora repito la pregunta, ¿Cuánto te conoces? - ¡No sé! No entiendo a donde quieres llegar - Estas completamente desnuda… - ¡Sí! y sabes no me gusta mirarme así… - ¿Te has preguntado, por qué?

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- ¡No! Simplemente no lo sé … - Amor mío, es lo que te enseñaron… lo que le enseñaron a tu mamá

y a la madre de ella, por los siglos de los siglos… - No entiendo… - Quítate de la mente, por favor, todo eso que te enseñaron antes, y

desnúdate de ideas preconcebidas … - ¿Me estas regañando por algo que hice mal…? –le veo sonreírse

frente al espejo - ¡Eres una niña! Una niña pequeña en muchas cosas… - Soy abuela… ¿lo recuerdas? - Pero no te castigues con eso, tuviste hijos demasiado joven y tu hija

hizo lo mismo, hoy te daré unas clases importantes para ti y para mí… pues aprenderé contigo, a la vez que te enseño…

- ¿Enseñarme…? ¿Enloqueciste?... - ¡Sí! Eso lo sabes de sobra, enloquecí por ti hace tiempo… y ya que

estás consciente de ello, me seguirás en la locura de hoy… ¿Sí? –le sonrío pícara a través del espejo, y le pregunto:

- ¿Qué debo hacer? –río nerviosa y comienza a besarme el cuello… - Primero te voy a castigar por “obediente” no me gusta que seas

así… me gusta que te rebeles contra lo establecido, contra lo que traten de imponerte, que seas tú misma ante todas las cosas… esta debe ser la primera parte de la lección de hoy. No deseo que “quieras lo que yo quiero”…

- ¿Qué hago entonces? - Lo que te nazca desde dentro, no te frenes, no te cohíbas de sentir y

desear… - ¿Me suelto de tu abrazo? –le miro directo a los ojos a través del

espejo sin hacer movimiento de lo que insinué, más bien comienzo a sentir deseos de que me apriete mas fuerte contra su cuerpo.

- ¿Eso quieres? … pregúntate… - ¿Te lo digo? - ¡Sí! dímelo… - Me estoy calentando… siento una corriente por todo el cuerpo… me

vas a sofocar… - Eso espero –musita con la respiración entrecortada también… - ¿Y ahora? - Déjate llevar… no pienses –sus manos van recorriéndome desde los

muslos a los senos, y viceversa, es como un suave masaje…quiero virarme de frente, pero me abstengo, necesito saber ¿Qué hará?

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Un suave balanceo detrás de mí, siento su pecho, su sexo… cierro los ojos y sigo su compás de movimientos, me abre poco a poco las piernas con una leve tensión de su mano y me ofrezco a lo que venga, me introduce sus dedos en mi pubis… busca… me voy inclinando a medida que penetra suave… mueve en círculos concéntricos la yema de sus dedos… siento que busca un punto… aprieto su mano con la mía y le conduzco al refugio que apetezco… esto se va de control… cierro los ojos y me concentro en el punto que instala sus dedos, obedezco… pero nadie me ordena… obedezco a mis sensaciones y soy la conductora del momento… la fricción se hace más rápida y un tiempo después me desmayo sobre sus brazos… siento que mis piernas flaquean a medida que llego al orgasmo más increíble de mi vida.

(fragmento del libro Como se vive sin ti)

Margarita Polo Viamontes- Cuba/Miami- USA-

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MARIANELA PUEBLA

EL ESPEJO

Imagen: Mikhail Batrak

Ahora recuerda vagamente cómo llegó a su casa aquel espejo. Sus ojos

cansados parpadean y mira sus manos, luego hace un ruido, cual si

llamara a un gato. ¿Quién sabe? Manotea al aire al sentir el primer

chispazo en su memoria mucho más claro y trata de borrarlo de su mente

tapando su rostro. Da un pequeño grito de terror, sin embargo no puede

escapar, el reflejo de ese mal recuerdo es más fuerte que él y lo invade.

Don Agustín cubre su rostro nuevamente en un esfuerzo evanescente de

fugarse, expulsando toda realidad, al final lo visible de lo invisible lo

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agobia y al fallarle las fuerzas lo deja devorar su tranquilidad. Así, el

anciano cae en un extraño sopor entre las blancas sábanas del hospital.

Varios meses antes, don Agustín recibió un espejo como regalo de

cumpleaños.

(...)

Es hermoso, dice su nieto Francisco, lo encontré en un local de

antigüedades, tú sabes, siempre ando a la caza de algo extraordinario.

Míralo, es de cristal checoslovaco. Me gustó su forma oval y es biselado

en sus orillas. ¡Qué bello! ¿No te Parece magnífico? Ah, y lo mejor es que

su madera hace juego con tu sala. ¿Sabes?, como tiene pedestal lo podrás

cambiar de posición. Sí, por supuesto, gracias por el regalo, contesta don

Agustín, a pesar de que a mi edad he empezado a odiar los espejos, son

unos inoportunos, unos espías, declara el anciano en tono burlón.

¡Vamos abuelo, si estás cada día más joven!, exclama el nieto y

luego lo abraza. Feliz día, Agustín, ya sabes vendré por ti a las 7 de la

tarde. Iremos a celebrar a un restaurante en el área de Grandville. Te va a

gustar. El anciano sonríe y agradece mientras Francisco alegremente se

marcha. ¡Nos vemos!, grita desde la puerta.

¡Qué nieto más excéntrico tengo! Miren qué ocurrencia, regalarme

un espejo, murmura, pero él va más allá de esa simple expresión. El

anciano percibe algo extraño al mirarse en el espejo y eso le disgusta. “Te

quedarás aquí en la sala, por ahora, sin embargo en última instancia te irás

al desván, declara frente al cristal. Por cierto, hasta que Francisco se

olvide de ti.”

Tres meses más tarde ya don Agustín ni se acuerda del espejo. La

sala sólo se usa cuando alguien importante viene a visitarlo y realmente

quedan escasas personas de esa categoría. Él disfruta a diario una

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pequeña sala cerca de su dormitorio, al lado sur de la casa. Tiene grandes

ventanales, mucha luz y desde ahí puede contemplar el patio trasero y su

hermoso jardín. En su mecedora se pasa las mañanas leyendo el periódico

y bebiendo lentamente un coñac, es su rutina y le gusta. Además la sala

está próxima a la cocina y a Micaela, que lo puede escuchar si la necesita.

Por las tardes hace su paseo habitual al café de los italianos en la calle

Commercial, donde juega unas partidas de póquer con otros jubilados y

discuten un poco de la política actual.

Don Agustín, el espejo de la sala tiene una mancha en el centro,

¿puedo usar ese limpia vidrios que tengo para las ventanas? ¡Ah, mujer!

Por qué no lo sacudes primero, luego usa agua con vinagre, pero sin

restregar; es muy fino, no lo vayas a dañar, dice el anciano con las gafas en

la punta de su nariz. Es que ya lo sacudí y no salió la mancha, entonces

usaré lo que usted me indica, responde Micaela y se va a la cocina. Hace la

mezcla y más tarde se dirige a la sala con los implementos de aseo.

Primero lo observa, allí está ella con una mancha justo en la cara. Ah, ¡qué

fino ni qué na’! Si no sale le pondré el limpia vidrios, piensa. Después de

unos minutos termina su tarea, se aleja algunos pasos para verlo mejor, al

principio le parece perfecto, la mancha ha desaparecido por completo, de

repente para su sorpresa nota un pequeño círculo negro. La mujer se

sobresalta. ¡Oh, no, se rayó! Pero, ¿con qué? Si sólo usé el paño mojado.

¡Qué extraño, si don Agustín ve esto es capaz de despedirme! ¿Qué

hago ahora? La mujer se acerca curiosa al espejo, lo inspecciona, luego

nota un brillo en el círculo, pone su ojo derecho muy cerca. ¿Qué es esto?

Hay una luz al otro lado. Entonces Micaela pega su ojo al cristal para

examinarlo mejor, pero al hacerlo el apoyo del cristal se desvanece y una

fuerza la hace atravesar el espacio dentro del espejo desapareciendo todo

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112

su cuerpo. En ese instante el punto negro también diluye dejando sólo el

reflejo del perfil de los muebles y un inocente silencio.

A las dos de la tarde don Agustín se da cuenta de la ausencia de

Micaela. Se supone que es hora de la merienda, piensa al escuchar las

campanadas del reloj de pared. Sobre la mesita está la campanilla de

cristal, el anciano la sacude tres veces, el agudo sonido recorre la casa, sin

embargo Micaela no viene a su llamado, en su lugar llega su gato, quien

con un miau parece preguntar por la mujer también. Ah, eres tú, minino,

tu oído es más agudo que el de Micaela, “ve a buscarla,” le dice. El gato

parece comprender porque pronto abandona la estancia, para aparecer

dos minutos más tarde, con su peculiar miau. ¿Qué pasó minino, no la

encontraste? Bien iré a buscarla.

El anciano se dirige primero a la cocina, mira hacia el patio, nada,

Micaela no se encuentra por ahí. Luego recorre la casa pieza por pieza

hasta llegar por el largo pasillo a la amplia sala que se haya con la luz

encendida. Se sorprende, al encontrarla así, y con las cortinas cerradas.

Los útiles de aseo todavía están en el suelo, pero de la mujer nada. Siente

que el espejo espía todos sus movimientos. Va hacia él y lo observa, está

impecable, sin mancha alguna. Se mira y se asombra de verse más joven,

bueno, piensa, me parece, y sonriendo le pregunta al cristal, ¿Te estás

burlando de mí, piensas que halagándome no irás a parar al desván? El

silencio fue su única respuesta, un cuerpo de palabras mudas queda

flotando en el espacio.

Enseguida se vuelve hacia la cocina. Definitivamente Micaela no

está en casa.

¿Qué extraño, habrá salido a comprar? Pero ella siempre me avisa, claro,

¿quién entiende a las mujeres, son como los espejos, muestran lo que

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ellas quieren mostrar sólo por fuera, nada más, ¿no estás de acuerdo,

minino? El gato contesta con un miau. Pobre minino, Micaela se ha

portado mal y no te sirvió tu leche. Bueno, vamos, yo te la serviré. El gato

camina sigiloso tras sus pasos.

Al día siguiente la ausencia de la criada preocupa al anciano. ¿Estará

enferma? Si no avisa qué le pasa, mañana tendré que llamar a la agencia

por otra mujer él se propone. Hoy tendré que comer en el centro. Bien,

minino, quedas al cuidado de la casa. Ajá, no hagas desorden y te duermes

en tu cojín. El gato se acerca al anciano y frota mimoso su cuerpo contra

el pantalón, éste lo acaricia. Qué bien, has entendido. Entonces me voy.

Después que el animal bebe su leche se desliza por las piezas, rara vez va

hacia la sala, la mayoría de las veces se pasa durmiendo en un cojín cerca

de la mecedora de don Agustín. Pero ahora, olfatea el aire, siente la

presencia de Micaela y silencioso llega hasta la sala. Da varias vueltas, se

encarama a los sillones, salta al suelo y se encamina con pasos rápidos

hacia el espejo, maúlla al acercase. Ve su reflejo y de pronto se engrifa

ante su propia imagen, luego se apoya con sus patas delanteras en el

umbral olfateando la madera, pero en ese instante el gato es atraído por

una fuerza extraña y atraviesa el cristal sin dejar más que las huellas de

sus patas en la luna.

Al cabo de unas dos horas regresa don Agustín, se sorprende de que

el gato no esté para recibirlo, siempre lo hace. Definitivamente Micaela

tampoco se encuentra. Piensa que el minino se ha salido por alguna

ventana, pero comprueba que todo está cerrado. Minino, ¿dónde te has

metido? ¿Quieres jugar a las escondidas? Luego va a su dormitorio, deja

allí su saco y sale a inspeccionar la casa. Al llegar a la sala un escalofrío lo

invade al sorprender su reflejo en el espejo. No me gustan los espejos,

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dice, se adueñan de todo, nunca me ha gustado el fondo ilusorio de los

espejos, parece que uno está en otra dimensión, el ayer y el hoy están

siempre mezclados en ellos y todavía se jactan de demostrar que el futuro

está a la vuelta de la esquina, y luego agrega, mañana lo sacaré. Da una

mirada a su alrededor y se detiene justo en el círculo negro en la parte

superior del espejo. Está seguro que eso no estaba ayer, lo comprobó con

sus propios ojos. Se acerca al vidrio, de súbito un sobresalto lo recorre de

pies a cabeza, un ojo lo mira con frialdad desde el fondo del círculo, sin

embargo logra controlarse piensa que lo que ha visto es el reflejo de su

propio ojo. Suspira aliviado, se aleja por un instante y respira profundo.

Luego vuelve a contemplar el círculo, lo intriga, ahora parece que está

iluminado. Ah, exclama, debe haber un agujero y la luz se filtra.

Rápidamente mira el espejo por detrás, la madera está impecable, pronto

vuelve al frente, ahora el agujero ha aumentado su diámetro. Es posible

que sea de la mancha que Micaela le habló, piensa, el maullido de un gato

le eriza la piel. ¿Minino, eres tú? ¿Dónde estás? Hay un largo silencio, el

anciano trata de estar atento para saber de dónde viene ese ruido. ¿Me

estaré volviendo loco? Estoy seguro que escuché el maullido de un gato

que venía del otro lado del espejo, pero eso no puede ser, trata de

convencerse. Gira hacia el cristal sin comprender nada, en ese momento

con horror ve que su imagen no está proyectada en él, se toca, todavía

incrédulo, pero ve que sí hay un reflejo de algunos muebles, sin embargo

no es su sala, es una pieza desconocida para él, se restriega los ojos, todo

es increíble, no lo puede entender, ¿qué está pasando en este espejo? De

repente siente voces que piden ayuda. El anciano se asusta, y toma un

candelabro, ¿quién está aquí? Pregunta, ¡conteste o llamaré a la policía!

Pero nadie responde, entonces se acerca al espejo y curioso mira a través

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del círculo, da un salto hacia a tras al ver manos que arañan el cristal.

¡Maldito espejo!¡ Estás embrujado! Una fuerza lo succiona hacia el vidrio,

siente que su cuerpo es atraído hacía allí, el anciano lucha por no dejarse

asir por aquello. ¡Maldito! ¡Maldito, no me cogerás! Grita y lanza el

candelabro que da en el marco del espejo, éste se tambalea y cae, los

cristales vuelan en miles de pedazos por la pieza y aterrizan en un

estruendo, mientras el anciano es expulsado lejos del espejo, golpeando

su cabeza al caer de espaldas sobre el brazo de un sillón.

(...)

Una voz lo despierta, Abuelo, ¿cómo te sientes? ¿Estás más

calmado? El anciano se agita, no sabe dónde está. Toma a su nieto por el

brazo con fuerza. Abuelo, cálmate. Te golpeaste al caer, pero ahora estás

bien. ¿Dónde estoy? Pregunta el anciano ¿qué me ha pasado? Ah, ¡es el

espejo, el espejo!, grita, ¡debes sacar todos los pedazos de la casa!

¡Pronto! ¡Está embrujado! Por favor abuelo, cálmate, ¿de qué espejo

hablas?, sólo te caíste, tal vez te enredaste en la alfombra, pero ahora

estás mejor, me diste un gran susto abuelo. ¡No, no me caí, es el espejo, él

me votó, y yo lo quebré! ¡Saca los pedazos, no los quiero en mi casa!

Abuelo, por favor, no te agites, el espejo no está quebrado, pero si no lo

quieres lo llevaré a mi departamento. ¡No, tíralo, está maldito! Francisco

llama al enfermero, pues no puede controlar al anciano. No se preocupe

ya le puse un calmante, debe ser por el golpe, dormirá por un buen rato.

Don Agustín siente que se le traba la mandíbula, ya no puede luchar más,

sólo mira con una muda suplica a su nieto que se desvanece lentamente.

Marianela Puebla- Valaparíaso- Chile

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M. JOSÉ RIAZUELO ESPEJOS, REFLEJOS

Imagen: M. José Riazuelo

Como Narcisos modernos andamos buscando siempre sus reflejos Lo bello, lo hermoso, lo dulce, lo apuesto, lo fuerte y seguro, lo grande y excelso. ¡Eso es lo que somos! ¡Es nuestro reflejo! Siempre rechazamos lo oscuro, lo feo, lo débil, lo absurdo, lo nunca correcto. ¡Eso, eso no es parte de nuestro concepto! Será que el espejo está sucio (decimos) no es bueno…, es deforme… Porque esa parte que tanto tememos también es nosotros, es nuestro reflejo. Es la otra cara, la que rechazamos, la que no queremos que nadie conozca La que estropea nuestro buen aspecto. ¡Eso no soy yo, es un esperpento! Y como la madrastra del infantil cuento tiramos airados el espejo al suelo. Y allí él se ríe multiplicando por cientos Todo lo que nuestra soberbia se niega a creerlo. M. José Riazuelo Huesca, España

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RODOLFO TORRES RODRÍGUEZ

LA IMAGEN DE ESTHER

Imagen: Duy Huynh

En los mustios ojos de Esther se ve la huella del llanto. La razón

de sus lágrimas empezó hace mucho: le tiran en cara la culpa de

la madre, quien no le dio belleza. El padre, tampoco. Esther se

siente acosada por su propia fealdad, cual dolor físico. Mas, el

sufrimiento no le impide ser buena y padecer por cualquiera. Su

premio es tener dos hijos educados e inteligentes y un marido

que la ama. José descubrió en su mujer lo que pocos ven en los

demás: las virtudes que no se aniquilan al paso de la juventud, el

buen corazón. Pero Esther siente mucho no ser atractiva y no

por sí misma, sino para satisfacer los ojos y las manos del

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marido. Hiciera cualquier sacrificio con tal de colmar los apetitos

de José, lo ha dicho. Lo malo es que le gusta flagelarse, usando

para ello un azote especial. Se encierra en el baño a mirarse en

el espejo y a renegar de sus padres. ¿Cómo mis hijos me salieron

tan bonitos? ¿Qué me encuentra José? Se siente avergonzada

por las preguntas y brotan más lágrimas al mirarse a través de

ellas. La imagen deformada le hace llorar más aún, por lo que le

sigue un temblor y la debilidad de siempre sentada en la tasa

sanitaria maldiciendo su existencia infeliz.

Angustiada, Esther pasa el tiempo en el baño cuando

escucha el timbre de la puerta. ¡Momento! Lava su rostro,

recoge el cabello en una cola y va a ver. Dos hombres del

servicio de expreso por carretera confirman nombre y dirección

de ella y que firme en una hoja. Luego dejan un paquete. Esther

está sorprendida: no hay remitente, tampoco tiene la menor

idea de qué pudiera haber en el alto rectángulo de cartón duro.

Parece normal. Agradece la entrega a los hombres, los despide y

decide esperar por el marido para que abra el “regalo”. Pero la

palabra FRÁGIL sobre el cartón hace que le aumente la

curiosidad.

¿Por qué no lo abro? Me lo mandan a mí. Rompe cuerdas,

zafa precintas y hala el cartón. Confirma que es contenido

sólido. Más intrigada aun, quiere desgarrar la coraza. Imposible.

Pues con un cuchillo corta de arriba abajo el largo rectángulo

recostado a la pared. Y, alegre, descubre que se trata de un

espejo. ¿Para qué me vea la cara y de cuerpo entero…? Pasa a la

amargura por ese mecanismo de asociación, pues piensa en

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119

quién pudiera ser el malvado que se lo envió. Reflexiona en que

debe de tratarse de alguien que la odia, mas no concibe

semejante idea. ¿Quién puede interesarse por mí para que me

vea completa y compruebe una vez más que soy fea?, se

pregunta lanzando el cuchillo contra el piso. El cartón está

rajado y ve una franja pulida. Hay algo raro, ¿una luz?, ¿una

ventana a otra sala igual a ésta y alguien andando allí? Miedo y

curiosidad. Con más razón desea ver todo el regalo, aunque se

redescubra la conocida fealdad. Y no sin dolor tira de la cubierta.

Ante ella, hermosa, feliz, atractiva, lasciva, hay otra Esther

mirándose a los ojos de ella. Es la misma sala pero allí brillan los

muebles, aunque sean los mismos muebles. Es uniforme el color

de las paredes y los adornos parecen ser mejores. Todo le

recuerda esas fotografías brillantes en las que lo feo adquiere

ángulos interesantes. Observa turbada cuánto rodea a la otra. El

espejo le devuelve una imagen idéntica, mas nada es igual. Ella,

Esther María, tampoco es la misma que se mira. Acá está

insípidamente seria y al otro lado, de modo perceptible, sonríe

socarrona. Enfrente de esta que se cree verdadera, la otra tiene

el cabello recogido y se le antoja lustroso, con ojos expresivos y

labios de sensualidad desconocida; el cuerpo voluptuoso le da

envidia a ella misma.

De repente, la Esther María de este lado se descubre feliz

como nunca lo ha sido. Danza ante el espejo. En una de las

vueltas piensa que se está mintiendo. Se detiene, se contempla

a poca distancia y avanza lentamente. La imagen se acerca a

igual ritmo. Va descubriéndose partes hermosas: los senos y las

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caderas se abultan apetecibles, no es torcida su nariz, las orejas

no sobresalen, tampoco patiflaca...

Como si observara a una extraña, Esther María se mira a

los ojos y medita en qué piensa la otra. Se echa a reír al darse

cuenta de sus pensamientos tontos. No hay ninguna otra y la

imagen no piensa. Para comprobarlo, mueve la mano izquierda

y aquélla mueve su mano derecha.

¡Soy yo!, exclama convencida. Se acerca más recordando

ese feo lunar en el pómulo derecho. Es precioso en el pómulo

izquierdo. Desea mirarlo mejor. Pega su rostro al espejo

apoyando antes la mano abierta en la superficie pulida. Y no

siente el frío cristal, sino la rarísima sensación de otra mano que

coincide con la de ella. Retira la mano, la imagen igual, abriendo

sus ojos desmesuradamente. Esther se mira sorprendida

preguntándose qué sucede. Observa recelosa sus propias

pupilas. Registra detrás del marco de madera y no hay nada. Es

un espejo, sólo eso, un espejo común y corriente, dice para sus

oídos.

Ríe para sí misma como una niña, persuadida de que sus

pensamientos no tienen lógica. Mas, parándose nerviosa ante la

superficie pulida, clava la mirada en su entrecejo. Cautelosa,

acerca la mano derecha al cristal. Siente que una mano

izquierda la toca desde el otro lado. Empuja y recibe igual

presión. Aumenta la fuerza y percibe lo mismo. Es cuando se le

ocurre decir: Yo soy Esther María y tú eres mi imagen. Lo dice

sin bajar la mano, presionando más. Y más. Y más. Por fin, la

otra disminuye el esfuerzo y ella hunde el brazo en otro mundo.

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Medita en segundos que si ha llegado hasta allí, debe seguir, y

mete la cabeza y todo el cuerpo, hasta cruzar sobre el marco de

madera. Pasa entonces a su sala o, mejor dicho, a otra sala que

es más bonita que la suya pero que no deja de ser su sala.

Esther María mira allí dentro a la imagen -que en verdad

es otra mujer aunque sea idéntica- y observa que el espejo ya no

devuelve su cuerpo repetido. Se trata ahora de una brillante

ventana a la modesta sala de su hogar. Aquélla tiene iguales

movimientos a la contraria pero muy femeninos, le parece a

ella. Va viéndole detalles atractivos. Piensa en su esposo, tan

bueno, que la quiere a pesar de su fealdad. A él debe pagarle de

alguna manera el sacrificio a su lado. Por eso, decide en un

instante entregar su imagen a José. Y ella, la Esther que se siente

legítima, ocupa el lugar de la otra. ¿Será esto una traición?

Rechaza tal idea y se dice que los hijos agradecerán el cambio,

José la amará más, los amigos lo envidiarán, ella se sentirá

orgullosa... De paso, la que se cree verdadera vivirá en un

mundo diferente, donde los zurdos de este lado son derechos

en el otro; un mundo de un colorido extraordinario, y caminará

complaciéndose de lo que ella ha hecho, sin darse cuenta, en

una doble vida que jamás imaginó pudiera existir.

Sin pensarlo más pone en práctica la idea: empuja a la que

pudiera ser su imagen hacia el espejo, obligándola a atravesarlo,

para ver cómo se hunde de espaldas en la superficie pulida

mirándose a los ojos. Contemplándose entonces, moviendo su

mano derecha para ver cómo la otra mueve la mano izquierda,

Esther se aleja del cristal. Ya está, se dice satisfecha. Piensa que

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lo correcto, ahora, es esconder el espejo para que José no lo

vea; a final de cuentas es suyo y él no tiene por qué enterarse.

Después de ocultarlo tras el escaparate, Esther limpia sus

manos del polvo. Es muy raro pues pasé el sacudidor por ese

lugar minutos atrás, se dice. Va a la cocina. Todo está en su sitio

pero, ay, la loza no reluce como la que fregó hace tres horas y ni

la comida que acaba de cocinar sabe igual aunque es la misma.

Sobresaltada, escucha que abren la puerta con violencia. José

entra dándole patadas a todo y gritando que hoy habrá

problemas si la comida está tan desabrida como la de ayer.

Maldice a Esther desde la sala por la suciedad de siempre, por

esos cartones y sogas tirados allí. A ella le extraña escuchar

palabras tan feas en la voz del marido y corre a su encuentro

para decirle que lo ama y no podría vivir sin él, su compañero

para siempre. Al verlo, siente repulsión por este otro José que es

el mismo pero en el que hay algo que le impide a ella

acercársele; son las miradas de odio, de reproches en cada

respiro, de manos que retuercen el aire y lo ejecutan... José

profiere insultos. Grita que las orejas le crecieron cuales

empanadillas grasientas, por qué ha enflaquecido tanto, de

dónde sacó las canillas y ese lunar tan feo, y además de

superficial en todo es ahora monstruosa.

¡Dime algo, coño! ¡No vuelvas a coger el cuchillo como

ayer!, exclama él y ella no entiende. Esther no ha hecho eso

jamás, es buena, José la ama, conversan de todo y él la admira

por la profundidad con que analiza cada problema.

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¿Cómo mi marido ha podido cambiar así?, se pregunta,

aterrada, cuando él se le para delante y la increpa con una

ofensa más fuerte aún:

¡Maldita seas, mujer, pues ni con la muerte se arreglará tu

vida!

Esther llora en silencio, mucho más cuando ve a los dos

niños llegar de la escuela; uno le pegó al otro, traen los

uniformes sucios y rotos.

¡Pero qué sucede, dios mío, si mis hijos son modelos y mi

marido es un santo!, intenta reflexionar angustiada. Levanta el

rostro. José tiene las manos a la cintura; detrás, los muchachos

sucios y sangrantes. La sala bonita carece de calor, del cariño

con que ella misma adornó todo. Las fotos y las figuras de yeso y

porcelana cuelgan sin vida de las paredes; hasta las flores

permanecen en el búcaro de la mesita huérfanas de amor. Al fin

se da cuenta de lo ocurrido: ¡el cambio no fue únicamente

externo, mucho menos sólo con ella! Y de golpe comprende la

tragedia: hacia el otro lado se fue una Esther atractiva y

desalmada, que tal vez golpee a sus hijos y haga horrores en la

casa. Pues aparta a José y corre llorando al cuarto, saca el espejo

y lo recuesta a la pared. Pero el marco resbala y el cristal se hace

mil pedazos.

Ciego de Avila, Cuba, 1980

Rodolfo Torres Rodríguez- Cuba/ Berlín- Alemania

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PATXI ALDAZABAL LÓPEZ

EL ESPEJO

Imagen: Monika Serkowska

Mi madre era modista y mi padre sastre, así que de jaboncillos, agujas e hilos no faltaban por toda la casa. Pincharse en los glúteos, era algo habitual, porque aunque mis padres pusieran todo el cuidado del mundo, siempre pasaba a destiempo el revoltoso de la casa. Una máquina industrial de coser de marca Alfa si no recuerdo mal, muy apreciada por lo bien que hacia los puntos de coser. Más de una vez, ella, mi madre se había atravesado el índice con la aguja grandísima aguja de la máquina, fortuitamente.

Pero,… la prenda se debía entregar en tal fecha y no había tiempo para quejarse de dolor, la máquina por último podía funcionar con un motor eléctrico o bien a pedal, con el que yo jugaba a menudo, de espaldas a un espejo, espejo ¿he dicho? Si, Era grandísimo de pies a cabeza, así fue como aprendí que el cristal estaba ligeramente trucado para que la

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imagen se viera lo más estilizada posible un biselado ayudaba a disimular el truco, durante tiempo yo dormí frente al espejo en una cama que caía del interior de un armario verticalmente, la habitación era de paso con lo que no tenía intimidad alguna.

Los espejos son muy suyos, tienen una vida interior, que no acostumbran a desvelar casi nunca, la gente no sabe que son como una caja registradora, todo lo que pasa a su alrededor queda registrado y guardado.

El arco iris se reflejaba al más mínimo haz de luz, que permitía ver las sombras de la noche que entraban y salían del espejo. Alguno se me acercaba tanto que notaba su gélido aliento en mi rostro. El terror atenazaba mis músculos, no podía moverme para taparme lo ojos, para no ver que si estaba oscuro, mis palpitaciones subían cuando escuchaba el ruido de una de las puertas de la habitación, eran la una de la noche, y pasaban las 2 y las 3, hasta que mi cuerpo de niño no soportaba más tiempo sin dormir y cerraba los ojos irremediablemente.

Primero fue una relación sorprendente podía revivir todo lo ocurrido, durante el día, yo le hablaba y él me mostraba con exactitud mis puntos fuertes y mis debilidades, era feliz porque tenía un amigo aunque solo fuera de noche. Pero pronto empezaron sus exigencias, que debía hacer durante el día, empezaron a ser cosas de niño mal educado, y se transformaron en agresiones, el espejo me dijo que hiciera una colección de revistas de la Actualidad Española, dedicadas a un tal Adolf Hitler, valiente dirigente Alemán que se enfrentó a todo el mundo, que derroche de valor, los artículos de la actualidad española, lo ponían como un ejemplo a seguir, pero eso de pegar a otros niños como yo no me gustaba, qué más da lo que piensen, son como yo pensaba. Las discrepancias fueron subiendo de tono también las amenazas del espejo, empezó por olvidarse de los puntos fuertes, solo me hablaba de mis debilidades defectos, y otras deficiencias por mi parte, provocaciones e insultos aparecieron pronto desde su interior, yo cada vez dormía peor, el espejo junto a la cama, la cogía y zarandeaba sin cesar, no fue extraño que mi rendimiento escolar bajase de forma preocupante.

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Una noche cualquiera mientras dormía se escuchó un ruido tremendo, abrí los ojos y casi no podía entender lo que sucedió, miles de espejos en el suelo, mi pie ensangrentado por fin había acabado con la tortura del espejo... Ahora sus hijos desaparecerían para siempre de mi vida.

Patxi Aldazabal López

Corbera de Llobregat - España

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CARLOS CAPOSIO

LA CASA DEL ESPEJO

Imagen: Duy Huynh

A las víctimas de las dictaduras que se

multiplicaron en Latinoamérica, para

establecer el sistema neoliberal.

Yo no me fui.

Pueden decirme lo que quieran pero no que me fui.

Aunque la noche estaba tapada de nubarrones y las luces de la calle rotas por esa costumbre nuestra de jugar tiro al blanco con los focos, yo

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me quedé en esa casa tratando de cambiar las cosas, me quedé frente a ese espejo que no mostraba nada, que no mostraba nuestra imagen.

No salí corriendo como todos, seguí buscando a Manuel, con la vela que se apagaba con el viento que entraba por los vidrios rotos, con esos fósforos húmedos que perdían la cabeza, como los apurados por el carril rápido cuando maneja lento el tío.

Y si bien tenía miedo y me temblaban las manos, yo volvía a pasar frente al espejo para ver si era cierto lo que había visto antes, o mejor dicho, lo que no había visto.

Ni les cuento cuando empezó la tormenta y la casa parecía imposible de recorrer, con esos truenos retumbando en todos los ambientes, y los relámpagos, que se colaban por el ventanal del comedor iluminando toda la casona.

Mi imagen tampoco estaba en ese espejo que había chupado a Manuel. Se los juro. Como también les juro que en uno de esos relámpagos lo vi, estaba del otro lado, me miraba aterrado.

Creo que fue en ese momento en que josecito salió corriendo con sus piernas chuecas y los cordones desatados, y saltó la ventana y se enganchó yéndose de boca al piso. Se levantó y siguió corriendo con la sangre bajo los ojos.

Y Manuel que seguía desaparecido. Que siguió desaparecido. Y hoy seguimos diciendo que desapareció. Cuando no es así, cuando todos sabemos que murió, que seguramente lo mataron esas fuerzas horrendas que habitaban nuestra casa, nuestra casa abandonada de esos tiempos.

Aunque éramos chicos ya sabíamos de códigos. No se deja tirado a un amigo. Menos ir a decirle a todo el mundo que él se lo buscó como hizo Francisco, que decía que era por meterse en cosas que no se tendría que haber metido. Menos aún cuando Francisco también había entrado en esa casa y se había comprometido.

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Y yo solo, frente a ese espejo, frente a esa lágrima de mercurio sin identidad, esperando a que Aníbal apareciera para ayudarme a buscar a Manuel.

Sí, yo me quedé.

Pueden decirme que después mamá me llevó a Europa para que me olvide de esa casa y de ese espejo.

Pueden decirme que no fui a la plaza con la madre de Manuel como hacían las otras madres y los hijos.

Pueden decirme lo que quieran pero yo me quedé ahí.

Yo subí y recorrí todas las habitaciones, llegué al altillo donde guardaban los manuales en otros tiempos, dónde estaban los muebles viejos tapados con sábanas.

Yo seguí buscando su rostro, su cuerpo. Pueden decirme lo que quieran. Pero yo me quedé. Me quedé frente a ese espejo que no mostraba nada. Que no mostraba a nadie.

Del libro: Cajita de cartón

Carlos Caposio- Buenos Aires- Argentina

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J. JAVIER TERÁN UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Imagen: Helen Vadernikova

Mónica contempló cómo cada día su espejo de cabecera a solas frente a ella y, en esta ocasión, en vez de verse a sí misma allí reflejada, advirtió el rostro de él perfilado del otro lado del cristal.

Le extrañó de pronto aquella visión y receló ante ella. Se sintió tremendamente mal por momentos. Hacía algún tiempo que había pasado ya aquel cruel y espantoso episodio; con el final que mejor pudo ser, no obstante, de una maravillosa segunda oportunidad, y no era justo ni razonable que su calvario volviese a comenzar. No, no era posible… Pero el espejo no podía mentirle… O, ¿tal vez sí?.

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Y es que, cuántas veces Mónica, viendo reflejada su figura sobre el espejo de su alcoba y “asistiendo” a través de la radio, su compañera de tantas y tantas horas, al relato harto pormenorizado de algún suceso de execrable violencia doméstica hacia alguna mujer, que finalizaría con un fatal desenlace, acababa llorando y marcada por la tristeza. Pensando para sus adentros que si la vida nos otorgase en estos casos una segunda oportunidad, una ocasión más para poder volver sobre nuestros pasos y encarar la situación con otros argumentos diferentes a los que se tuvieron a mano en aquel primer momento (y se colocaba ella como parte del suceso, sin que en su propio entorno se pudiese atisbar nada por el estilo), el resultado final se alejaría muchas veces del que en realidad fue. Pero no, pensaba a continuación Mónica, viéndose reflejada sobre el espejo; por lo que se ve, la vida es así de injusta en estas ocasiones y, por contra, pocas veces, por no decir prácticamente nunca, nos ofrece una segunda oportunidad. En su caso, andando el tiempo, ¡quién lo iba a decir entonces!, el desenlace en una situación igual, fue totalmente inesperado y sí tuvo acomodo esa segunda oportunidad. ¡Vaya si la tuvo…! Ella misma lo contaría luego en la radio de su ciudad, en una especie de carta manuscrita que salió rabiosa de su puño y letra, quizá un poco como desahogo y un mucho como descanso sentimental y emocional; y que decía así: “En nuestras vidas todo iba a las mil maravillas. Nuestra situación familiar era perfecta, tú lo sabes. Sólo contábamos los tres: tú, yo y nuestro hijo Daniel; pero nos bastaba. Cada tarde, Daniel y yo esperábamos tu regreso al hogar, a tu “hogar dulce hogar”, tras tu salida del trabajo. Así pasaron algunos años. Bastantes, sin duda. Y, ¡éramos tan felices...! Pero, de pronto un buen día, tu excesiva tardanza a la hora de regresar a casa fue manifiesta y significó la voz de alarma. Tú me hablabas luego, en tu descargo supongo, del trabajo a turnos, del exceso de pedidos en la fábrica, de aprovechar los tiempos abundantes y buenos, y de otras cosas por el estilo... Y así fue durante algún tiempo, siempre con disculpas mil y apareciendo al final en la puerta de casa en unas circunstancias personales

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que me advertían bastante a las claras de que, tus tan cacareadas horas extras, habían transcurrido en realidad en otro lugar harto distinto, y no con una simple y solitaria copa, como tú me querías hacer ver en tu preclara inconsciencia. La defenestración de nuestro amor del pasado fue radical. En balde fueron todos mis reiterados intentos de diálogo, con argumentos que, te recuerdo, iban desde algún posible problema en el trabajo, hasta que pensaras un poco en nuestro hijo en común y todo lo que él estaba presenciando día a día… Y fue cuando te recriminaba esto último, cuando aprecié ya un cierto grado de violencia hacia mí en tus palabras. Nuestro hijo se encerraba asustado en su cuarto cuando te sentía llegar, si en ese momento no estaba yo en la casa. Porque, de un tiempo a aquella parte, yo había tenido que buscar un trabajo de urgencia para que, en lo que era todavía nuestro hogar, no faltase lo más elemental. Luego, cuando nuestro hijo percibía que yo estaba ya en la casa, salía de su habitación y se ponía raudo a mi lado. Los dos juntos intentábamos hacernos con la situación y tratar de poner un poco de orden en aquel caos imposible en el que se habían convertido nuestras vidas. Como no podía ser por menos, he de decirte que, en vista de los acontecimientos y pensando principalmente en nuestro hijo, habíamos dado ya los primeros pasos para intentar salir de aquel terrible infierno en el que vivíamos; porque eso eran nuestras vidas. Y a punto estábamos de conseguirlo cuando, aquella noche que aún tengo grabada a fuego en mi retina, apareciste de pronto en el umbral del salón, no recuerdo la hora exacta, pero sí que era antes que de costumbre, con tu habitual facha de los últimos tiempos y farfullando no sé qué frases de ininteligible contenido; en las que, eso sí, la palabra “abandono” se repetía constantemente. Y, lo que es más grave, empuñando un arma, una pistola que dirigiste de pronto contra mí sin mediar más palabras. Nuestro hijo Daniel corrió junto a mí precipitadamente y, en su carrera, se colocó justo delante, entre tú y yo; pero yo lo separé de inmediato. Mientras, tú continuaste con los gritos y las amenazas durante unos cuantos minutos más, en los que la tragedia se mascaba de manera irreversible.

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Y, de pronto, tras un silencio de apenas unos segundos, accionaste repetidamente el gatillo de aquel arma, pensando para mí que allí había llegado el final para nosotros. Pero, para nuestra fortuna, el arma jamás te obedeció, se encasquilló providencialmente. Ante lo cual, Daniel y yo nos precipitamos sobre ti y conseguimos hacernos con la pistola, porque hasta te faltaban ya los reflejos y la fuerza de la que siempre habías presumido ante tus amigotes y ante mí, igualmente. Con lo puesto prácticamente, porque la situación así lo exigía, huimos a toda velocidad sin ningún rumbo marcado y sin ni siquiera mirar hacia atrás... Con posterioridad, una vez conseguida ya una cierta tranquilidad, vendría la correspondiente denuncia. La vida, en esta ocasión sí afortunadamente, nos había otorgado, muy generosa ella, una segunda oportunidad; que Daniel y yo estábamos dispuestos a aprovechar de todas todas. Con esta carta que, sin embargo, nunca recibirás, aunque el mensaje seguro te llegará por si intentas recomponer de facto tu situación en la vida; con esta carta, repito, quiero hacer en mi vida, borrón y cuenta nueva; sin ningún lazo que me una a ti, salvo este hijo que tuvimos en común. ¿Lo recuerdas todavía?. Voy a aprovechar de la mejor manera posible, poniendo todo el empeño del que sea capaz, esta segunda oportunidad que, inopinadamente y por una sola vez más, la vida nos ha proporcionado de pronto, a nuestro hijo Daniel y a mí conjuntamente. Con nuestro agradecimiento a la vida por ello…” Bastante tiempo después y con su vida ya encarrilada de nuevo, revolviendo aquel día entre sus cosas, el azar quiso que Mónica se topase con esta carta entre un montón de papeles perfectamente ordenados. Y dirigiendo su vista hacia el espejo de su habitación, sintió que las lágrimas le comenzaban a brotar, presa de la emoción. Muchos de aquellos recuerdos del pasado: los buenos, los menos buenos y los malos también, le acudían ahora raudos al presente; al tiempo que, entre lágrimas, releía aquellas líneas que el tiempo no había conseguido borrar, ni tan siquiera en el papel.

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Y una imagen casi fija, que el espejo pugnaba por no hacérsela visible, le comenzaba a regresar a su mente: Solos, ella y su hijo, frente a aquel hombre totalmente exaltado y fuera de sí, triste remedo de lo que fuera en un pasado no demasiado lejano aún, que ahora empuñaba firme y amenazante un arma, y cuyo perfil todavía guardaba Mónica tanto en su memoria como en su retina. Pero toda súplica fue en vano e inútil a la vez. El tiempo se precipitaba imparable y corría ya en su contra. Hasta tal punto que, solamente la irrupción en escena de un elemento nuevo, como el que en el último instante apareció, fue lo que evitó que aquello se convirtiese en un espeluznante crimen familiar. Y fue que, afortunadamente, la segunda oportunidad -¡bendita segunda oportunidad!-, sí operó en aquella ocasión, gracias a que el arma se encasquillara milagrosamente en el último instante. Pasados algunos minutos, Mónica observó cómo el espejo le devolvía su imagen real con total nitidez. ©J. Javier Terán Palencia (España).

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ENRIQUE A. MEITÍN

CUANDO ME VEO AL ESPEJO

Imagen: Google

Cuando algunos de mis amigos, o alguien en una informal

conversación me pregunta ¿Qué es ser padre? o ¿Qué se siente al

ser padre?, suelo responderle que ser padre, a mi juicio constituye

una de las tareas más difíciles que puede plantearnos la vida, pero a

cambio de ello, se aprende a descifrar cuál es el verdadero

significado del amor incondicional. A lo que siente uno como padre

les agrego, que todo lo que hace el bebé te recuerda algo, que lo

identifica contigo o con un aspecto de la madre. Lo que sin dudas

constituye su accionar y su progreso, es lo más sobresaliente y

mágico que podamos ver.

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Siempre recordaré el día en que cada una de mis hijas me

sonrío por primera vez; recuerdo haber aplaudido y haber sentido

correr lágrimas por mis mejillas cuando dieron sus primeros pasos…,

cuando su “gorgojar” se tornó en sílabas, en un papá, luego en

palabras. No hay nada, pero nada, que lo llene a uno de tanta paz,

como sentir en la comodidad de los brazos a un niño dormido,

mientras te preguntas, que algo tan tierno y al parecer insignificante

nos importe tanto. No, no hay ninguna experiencia comparable a la

de tener hijos, y a pesar de los retos a los que todo papá tiene que

enfrentarse, he terminado por creer que los hijos vienen al mundo

para la satisfacción de sorprender en todo momento a sus padres.

Al repasar los magníficos momentos al lado de mis hijas, sin

intentarlo ni sospecharlo siquiera me veo recordando con vivido

detalle a mi padre, y su imagen permanece imborrable en mi retina

y aunque tarde, salvando cualquier tipo de contradicción o

dificultad que confrontamos, que fueron bastantes le profeso una

autentica admiración por sus actos, de los que puedo hoy hablar

desapasionadamente de algunos de ellos.

Recuerdo en primer lugar como siempre le critiqué su manera

histriónica de enfocar el mundo. Para ambos ---mi hermano y yo---,

nuestro padre siempre alardeaba de sus capacidades, las tuviese o

creyese que las tenía. Creíamos incluso que se había equivocado de

carrera, y que debía haberse dedicado a la actuación, pues en casi

todo momento parecía estar actuando. En honor a la verdad ambos

continuamente lo criticábamos, aunque con mucho respeto y de

una manera correcta, tal vez constructiva. En cambio para mi padre

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esas críticas les “resbalaban”, nunca las tomaba en cuenta o mejor

dicho, las ignoraba.

Si bien mis discusiones con él por los motivos antes señalados

no dejaron de sucederse, lo cierto fue, que fueron variando de tono

y lo que antaño fue contradicción entre nosotros dos, a medida que

pasó el tiempo y fui madurando, se convirtieron simplemente en

intercambios de opiniones, de criterios compartidos o de

divergentes convicciones. Sin embargo en sus relaciones con

nosotros siempre demostró ser un gran amigo y compartimos con él

todas nuestras inquietudes, primero de niño y después de

muchacho, lo que quedaría demostrado en más de una ocasión.

Según contaba mi madre él fue el que nos enseñó a leer y

escribir. Cuando yo apenas tenía cuatro años, y quería seguir los

pasos de mi hermano y comenzar la escuela, frente al asombro del

propio director de la Escuela Pública mi padre, usando como papel

el interior de una caja de cigarros, escribió en ella algunas palabras y

puso números. Me hizo leer e identificarlos examinándome, para

que el propio director comprobara que ya conocía los números y

sabía leer. Gracias a la actuación de mi padre, me dejaron entrar en

primer grado, sin tener que pasar el kínder.

Al igual que yo, mi hermano primeramente, y años después

mis hermanas, todos aprendimos a leer y escribir con mi padre,

antes de ir a la Escuela. Él era un gran lector, siempre con la nariz

metida en un libro, se había pasado la vida leyendo sobre Historia y

biografías de hombres famosos, recogiendo datos y significados de

los acontecimientos reales. Decía que había que seguir las palabras

del apóstol, de “…ser culto para ser libres”, pero trataba de

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mantenerse al margen de la política, o mejor como él decía: “…libre

del efecto corrosivo de los hechos históricos que he vivido”. Si bien

no había intentado jamás cambiar el curso de la Historia, al menos

no se mostró nunca insensible ante los problemas que vivíamos

todos los cubanos, pero procuraba no tomar partido. En eso

siempre se equivocó, y de hecho comprendió que era imposible,

siendo por ello víctima de muchas traiciones, pero no por ello le

guardaba rencor a sus semejantes.

Eso sí, hablaba muy alto y trababa confianza a todo aquel que

conocía e incluso a veces a los que no conocía. Decía palabrotas,

contaba bromas subidas de tono, y cantaba tangos y rancheras, y lo

hacía bastante bien, ocasionalmente también se inclinaba por los

tragos, que a diferencia de cualquier cubano prefería el whisky en

vez de la cerveza. Su incansable costumbre de recitar de memoria

los poemas de Martí ---cosa que heredó mi hermano---, eran parte

de su personalidad, sin obviar que juzgaba a las personas

únicamente por su aptitud ante la vida y no por el dinero que

poseía, o la posición social que ocupara.

Cuando aún éramos muchachos, tiempo en que vivíamos

todos juntos, aunque no teníamos una buena posición, mucho

menos dinero, mi padre no consideraba a su familia una familia

pobre, pues era del criterio de que si vivía en una casa bien cuidada,

con ropa limpia y comida suficiente para los suyos eso era sinónimo

de la verdadera riqueza.

En nuestra casa reinaba la limpieza y el orden, debido a que

mamá era obsesiva compulsiva en cuanto a eso. No obstante tan

pronto nuestro padre entraba por la puerta, ambas cosas pasaban a

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un segundo plano. Se instauraba el desorden. Dejaba la camisa en

una silla, las medias y los zapatos en el trayecto de la sala al cuarto,

mientras las zapatillas que no lograba nunca encontrar ---, como era

natural no sabía dónde las había dejado la última vez que las usó,

pues mamá las había puesto en su sitio---, lo reclamaban en algún

lugar desconocido para él, para terminar desplazándose descalzo

por toda la casa, y mi madre en un grito, detrás recogiendo lo que

dejaba tirado a su paso.

Si bien no había pasado del sexto grado, poseía una mente

despierta y un doctorado en cuanto a relaciones humanas, era un

sociólogo nato, tal vez fruto de la observación y de enfrentar la

cotidianidad con seguridad y esfuerzo. Se desvivía por hacernos ver

que nadie es perfecto, que a pesar de que todos tenemos errores

no se debe juzgar a las personas con severidad, pues eso raya en la

hipocresía, y que la risa es el mejor antídoto contra el malestar y los

problemas que debemos enfrentar. Conseguía narrar con agrado y

lujo de detalles el más mínimo suceso, a la par que los

enfrentamientos más crudos que tenían lugar en la calle o entre sus

amigos o conocidos, los convertía en una animosa anécdota llena de

emoción y risas.

De hecho siempre supo disfrutar del momento, aun de los

malos sacaba provecho, supo y nos enseñó a valorar los regalos que

día a día nos da la vida para poder enfrentar cualquier reto. Sin ser

un predicador nos inculcó a mí y a mis hermanos ---sobre todo con

su ejemplo---, el no ser ajeno a los problemas de los demás, y sobre

todo a imponernos sobre el egoísmo, utilizando sobre todo el

sacrificio.

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Junto a él aprendí a amar el deporte, sobre todo el baseball,

convirtiéndose en mi promotor. Estimulado por él, jugué en la

escuela con equipos infantiles y juveniles, hasta hacer el grado con

la selección nacional juvenil a la edad de dieciséis años, lo cual de lo

debo en parte a sus señalamientos. Según él, yo podía sentar

cátedra como segunda base por mi buen fildeo, pero además él se

encargaría de que fuese un buen empujador de carreras y que

alcanzara un alto porcentaje ofensivo... si bien logré con sus

enseñanzas mantener en mis competencias una línea defensiva

aceptable, en cuanto a hacerme un buen bateador, fracasó en sus

intentos.

En realidad nunca pude entender de dónde sacaba tiempo

para “estar en todas”. Se pasaba el día trabajando y también

divirtiéndose, pero siempre tenía tiempo para nosotros. Ni en una

sola ocasión se perdió una de nuestras reuniones, actos y fiestas

escolares, mucho menos dejó de asistir a mis enfrentamientos

deportivos, para animarme, valorar mis éxitos y errores, y ayudarme

a superarlos posteriormente. Yo en cambio compartía con él,

cualquier arreglo de la casa o cuando me llevaba a algún trabajo

extra que conseguía. Era algo que habitualmente hacíamos juntos,

aunque conforme fui creciendo, fui yo quien trabajaba más, el solo

dirigía... pero sabía hacerlo, y sin imposiciones.

En lo que a su personalidad respecta, yo siempre lo tuve

como una persona algo introvertida, en cuanto a sus problemas

personales que no compartía con nadie ---salvo creo, con mamá---,

no sabía cómo hacerlo, en vez de acercarse a sus amigos, que tenía

muchos y buenos, siempre se alejaba de ellos cuando más falta tal

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vez le hacían, aunque al mismo tiempo hacía todo cuanto estuviese

a su alcance, y algo más, por satisfacer a sus semejantes. Incluso en

relación con sus sentimientos, era poco efusivo en demostrarte

cariño, quizás sabiendo que su forma de actuar podía incrementar

la distancia entre él y sus hijos. Muy pocas veces nos besaba ---

aunque de niño lo deseábamos---, solo lo hacía con nuestras

hermanas, no así con nosotros dos, pues decía que el besuqueo no

era cosa entre hombre. Prueba de su “machismo”.

Se movía en múltiples contradicciones, políticas y sociales.

Odiaba a los gobiernos dictatoriales y se incorporó a la Revolución

en su comienzo, para abandonarla años después. Nosotros, sus

hijos, resultamos ser analíticos y “gusanos” y él se comportaba

como pragmático y partidista; amaba a los Estados Unidos ---había

jugado allí football universitario--, y cuando regresó de allá como

“repatriado” se quedó en Cuba hasta su muerte, añorando la vida

en el Norte.

No obstante sus contradicciones, estoy convencido que por

su ejemplo, me hizo mejor persona de lo que hubiera sido sin él.

Fue quien me enseñó a esperar el nuevo amanecer para saludarlo

con una sonrisa, para después levantarme con el firme propósito de

seguir adelante; a ser agradecido por lo que pasaba cada día, y

sobre todo a creer que podía ser cualquier cosa que quisiera,

siempre que me esforzara por lograrlo; a buscar en cada persona, lo

mejor de ellos...

...La vida es simplemente experiencia. Eran sus palabras... y

por motivos que no sabemos, poseemos el instinto de seguir

adelante, por muchos obstáculos que se nos presenten…

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Pero como todos los niños, nosotros también cuando

éramos pequeños, teníamos cierto temor a papá, ya que siempre

las madres de entonces ---y la nuestra no era ninguna excepción---,

cuando hacíamos algo malo, según la tradición, le contaba a papá lo

ocurrido para que nos disciplinara, en raras ocasiones nos pegaba,

pero en la mayoría nos castigaba a ambos, y sobre todo, nos

“sermoneaba”. Esto era ---al menos a mí---, lo que más me “jodía”…

pero por supuesto la vida está cargada de excepciones… les cuento

una de ellas.

Mi madre continuamente se quejaba ante mi padre de que

yo me tiraba de rodillas en el suelo a jugar, sin tener en cuenta si el

pantalón era nuevo o no y la mayoría los tenía rotos, cosidos por

ella, o molidos por esa parte. Pero debido a la “cabrona” manía de

hablar que tenía mi madre, donde al nombrar siempre pluralizaba.

Decía los muchachos, en vez de señalar al único responsable de la

falta. En cierta ocasión mi hermano fue objeto de una fatal

confusión que lo hizo dormir boca abajo por varios días.

Llegado mi padre del trabajo, de mal humor por algo que le

había pasado, y tras dejar todo en desorden como era su

costumbre, observó que mi hermano estaba jugando en el piso de

rodillas, y al acordarse de las reiteradas quejas de mi madre la

emprendió con él. Lo levantó por los tobillos ---era muy fuerte y mi

hermano delgadito---, y ante el asombro de ella, que trató

inútilmente de detenerlo diciéndole que no había sido él, sino yo, le

dio unas cuantas nalgadas, a pesar que raramente nos pegaba.

Cuando terminó y al percatarse de lo hecho… confuso y enfadado

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consigo mismo, pero por no dar su brazo a torcer, ante su

equivocación, solo atinó a decir…

---Eso es para que aprendan.

Y mi pobre hermano, que no hacía nunca nada malo, se

quedó con la “tunda”..., y yo con el ejemplo. Por supuesto que no lo

hice más. Lo maravilloso de mi padre fue, que después se disculpó

con él,. mientras que dirigiéndose a mí me dijo, que le debía una...

Había escuchado decir reiteradamente, que mi padre estuvo

vinculado a la lucha clandestina contra Batista... aunque supe más

adelante, que no todo lo que se decía sobre su “participación” era

verdad. Según el mismo me confesara solo se preocupaba de

trabajar y llevar el sustento a la casa. No se reunía con nadie, salvo

con contados y leales amistades, mientras apoyaba a mi madre que

si estaba en eso de la “conspiradera” incluso se quedaba

cuidándonos a nosotros a la llegada del trabajo y no salía hasta que

mi madre regresaba de su actividad clandestina. Se llegó a decir que

junto a mi madre y a otros compañeros fundó una “célula” del

“Movimiento 26 de Julio”, e incluso de cómo en un acto de

heroísmo consiguió la primera pistola con que conto dicho grupo.

La Historia ----según mi propio padre--- había sido distinta a

como narraba la gente, y ante ante mis preguntas sobre su

participación, me relató...

---Cierto día estando tomándome unos tragos con un grupo

de amigos, un policía que se reunía también allí habitualmente,

entabló conversación con uno que estaba sentado a mi lado, en la

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barra... comenzó a hablar mal de una mujer, que era amiga mía,

con la que había "estado", y vanagloriándose de sus dotes

“machistas” comentó con lujo de detalles, lo que había hecho con

ella...

---Recuerdo. Continuó explicando mi padre. Me encabroné,

pues a mí me "jode" mucho, aquellos que se dicen hombres y

hablan mal de una mujer, aunque sea una cualquiera, y le “fui'pa”

arriba... si bien recuerdo que alguien trató de separarnos cuando

nos enredamos a piñazos... fue en ese momento cuando se le cayó

su pistola…, la que desapareció, “como un merengue en la puerta de

un Colegio” Después la gente, Ustedes saben cómo somos nosotros

los cubanos de inventores y exagerados, empezaron a decir, que yo

la había hecho desaparecer. Por su parte el "cabrón" del policía,

como no le convenía, nunca contó lo que realmente sucedió con su

famosa pistola. Fue tan cobarde que cuando me veía venir por una

acera de la calle, cruzaba y tomaba la otra. Esa es la verdadera

historia y no lo que han dicho algunos come mierdas, sobre aquel

acto de heroísmo.

No siempre se hablaba de política en casa. En honor a la

verdad, la mayor parte del tiempo charlábamos de cosas sin

importancia, o de cómo nos iba la vida, o de la familia, o de los

amigos, pero en otras ocasiones eran conversaciones más

profundas, en las que ambos hacíamos reflexiones sobre la vida

pasada, y en su caso pensando tal vez que su final estaba cerca, se

abría ante mis preguntas y señalamientos. Nunca lo sentí tan

sincero en sus respuestas. Hablaba abiertamente, con sinceridad y

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sin ponerse a la defensiva, motivos estos que ayudaron a que

ambos hiciéramos las paces, y ambos también nos

comprendiéramos como cuando yo era un niño... cuando más

juntos estuvimos. Fue entonces, que aprovechando el momento me

decidí a preguntarle...

---Dime papá, ¿Creíste en realidad alguna vez en este

sistema? Su respuesta fue tajante y convincente...

---Mira “mi’jo”, digan lo que digan, casi todos los de mi

generación creímos al principio en Fidel, él presentaba las cosas

muy bonitas, nos hacía oír lo que queríamos y siempre le echaba la

culpa de nuestros males a otros... a su enemigo de siempre el

“imperialismo yanqui”, a pesar que los verdaderos culpables de

nuestras incapacidades y deficiencias, fuimos, somos y seremos

nosotros mismos. Al final nos dimos cuenta de que no funcionaba, y

muchos terminaron por salir “echando”. Aunque sé que es muy

duro, llegar a otras tierras con tanta angustia y tanto amargura...

...por otra parte, te educan de una manera en que no puedes

establecer comparación con nada. Continuó diciendo. Pues no

sabes de lo que ocurre en otros lugares. Tienes la versión que el

gobierno te brinda a través de los medios de comunicación también

controlados. Recuerda que la ideología es el sostén del sistema. Nos

someten a una permanente propaganda a su favor para controlar tu

mente y así también tu comportamiento. En fin, te manejan como

ellos quieren en función de su ideología...

Hablaba con esa sinceridad que tienen los ancianos, como

jamás había hecho antes, mientras yo observaba como la vejez

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marcaba inexorablemente profundas arrugas alrededor de su boca,

mientras sus ojos, ayer brillantes y con una mirada firme, ahora se

veían apagados y perdidos, solo su escaso cabello conservaba algo

de la vitalidad de antaño, aunque su blancura contrastaba con el

tono cetrino de su cutis...

---Mira “mi‟jo”. Me gustaba que se dirigiera a mí de esa

manera. Sin confianza en el futuro no podrás nunca encontrar un

descanso tranquilo para la mente. Pero no hay descanso hijo. No

existe verdadera paz si no tienes confianza, y si no confías, no hay

fe. Búscalas dentro de ti. Ahí se encuentra la razón de todo, y actúa

consecuente con tu pensamiento interior.

De hecho sabía que tarde o temprano yo abandonaría el

país, tal vez estaba convencido que después de su muerte lo haría.

---Cuando hayas cultivado un sentido profundo de la fe en

tus posibilidades. Continuó. Y un espíritu indomable, nada puede

impedir que triunfes en lo que te propongas y que vivas con

grandes recompensas. El poder no es la verdad de la vida, el amor

por el poder es el amor a la muerte. Lo que está por ocurrir, ocurre

independientemente de nosotros. No existe tiempo para los

milagros. Además, como debes saber, el tiempo es indefinido…

Me dije entonces. Si tal vez él hubiera podido mirar a la vida

con el mismo valor y sentido del honor con el que se enfrentaba la

muerte habría sido un hombre notable.. Hoy pienso en él, en mi

vida después de salir de Cuba ---dos años después de su muerte---, y

veo que el único legado perdurable es la presencia de mi padre en

mí. Hoy cuándo me veo al espejo soy él...él es yo, que más. Lo

demás es efímero. Enrique A. Meitín- Cuba/ Georgia. U.S.A.

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JORGE e RUEDA

Imagen: Vincent Van Gogh

Frente al espejo, el bastón sostiene el encorvado cuerpo de piel ajada y cabellos grises que le dejan ver cómo ha pasado el tiempo. A través de la piel de las manos observa el entramado azul de sus venas, indicándole que la sangre va a paso lento tanto como su corazón cansado.

Cerrando los ojos vio reflejadas las imágenes de sus pensamientos y, aunque dolido de sí y despidiéndose del Universo, se dio las gracias por soportarse tanto tiempo.

Jorge e Rueda. U.S.A.

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MARIENA PADILLA

LOS ESPEJOS INÚTILES

Imagen: Duy Huynh

Que los ojos de los desaparecidos les sigan a donde vayan

y el llanto de sus madres no los dejen dormir.

Letty Hidalgo

FUNDENL

Traspasar la puerta es adentrarse en el vacío, pero eso tú aún no lo sabes.

Lo conociste al atravesar la plaza un domingo en la mañana; su mirada

triste habló primero, luego su voz contó una historia.

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Para saber más es que estás cruzando el estrecho jardín poblado de

geranios al final del cual haces sonar una campana. Esperas un minuto o

más. Algo parecido al respeto te impide jalar el cordón para llamar de

nuevo.

Te abren. Una luz violácea domina la estancia, pareciera que entra

no por la puerta sino a través de ventanas de cortinas recogidas. La poca

claridad te impide ver quién está de aquel lado. Por el gesto, asumes que

te franquea la entrada. Eres conducida por un pasillo en penumbra; en el

muro de la derecha, sobre un estante con flores hay un retrato ¿o espejo?

No puedes precisar, pero te inclinas por la suposición de que es un retrato,

en casos así los espejos están de más, no son objetos fidedignos: los

habitantes, cuando se asoman a ellos, no se reconocen.

Te recibe en un espacio amplio con sillas de duros respaldos. Solo le

ves a él, pero sientes la presencia de alguien más. Agradece tu interés.

Repite su relato, ampliado ahora con multitud de detalles y vínculos con

más historias. Su voz, que percibes lejana como si llegara a través de una

pared de agua, habla del estupor del primer día, la búsqueda inicial tras la

preocupación por una ausencia inexplicable, la similitud con otros casos, la

infructuosa lucha por encontrarle, la ominosa negligencia de quienes

podrían salvarles de la angustia que los hace bordear la locura.

Desde el jardín una enorme enredadera introduce su sombra en el

salón y hace crecer tu desasosiego. Te parece que el ambiente de tinieblas

se hace casi total; el aire, irrespirable. Pero quizá la neblina solo resida en

tus ojos y la opresión en el pecho sea el grito que reprimes. Te levantas y

acercas a la ventana. Una fuente que se ha vuelto verde de musgo en la

mitad del patio enfatiza la sensación de abandono.

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Fuiste ahí conducida por tu necesidad de saber, de hacer algo.

Ahora te agobia conocer la gravedad de lo que ocurre. Ante su dolor

inacabable, lo abrazas en silencio, no hay palabras que ayuden. El nudo en

tus entrañas es una pequeña aproximación a su desdicha, y resulta

insuficiente: haría falta llorar sus lágrimas para sentir cabalmente la

desolación que se encierra en hogares como ese.

Comprendes que no serás la misma. Si en algún momento creíste

no haber escuchado con claridad, ahora te das cuenta que oíste con la

piel, el cerebro, las vísceras. El sentido de pérdida te ha sido transmitido.

Cuando sales, hay sombras que se van contigo. Nunca más estarás sola en

el espejo.

Mariena Padilla. Monterrey, Nuevo León, México.

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MAYTE ÁLVAREZ

EL REFLEJO DEL ALMA

Imagen: Tommy Inberg

Wilmer (ese no era su verdadero nombre) se acicalaba el uniforme, porque lo suyo sí que era acicalamiento, esmerado, pulcro, pausado. Solo furtivamente veía su propia mirada en el espejo que tenía frente a él, una mirada que denotaba abiertamente su orgullo henchido por portar aquel uniforme militar, que primero fue meta y que ahora era su barrera y su podio.

Sin embargo, un pensamiento le vino a aparcar su soberbia ritualizada en el acto de uniformarse, no era ese el rostro de quien iba a ver a su moribundo padre, no era esa la actitud de quien se reencontraría pronto con su familia, con su clan, con su tribu. No. Wilmer sabía que había esperado el momento de su permiso para lucirse ante su tribu, que su uniforme significaba que uno de ellos se había integrado en el mundo del progreso. Y sabía que esa ropa militar marcaría la diferencia entre sentirse

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orgulloso de sí mismo frente a todos ellos o haber sido otro más. Pero… no sentía deseos de volver, salvo para ser visto y despedirse de su padre, no, no le apetecía lo más mínimo rememorar su origen. Su uniforme le recordaba día a día el largo trecho recorrido, pese a su juventud y su escasa graduación militar.

Mientras acababa, una mirada que sí que sostuvo, le alertó, vio odio, hacia su propio rostro. Sus primeros puestos en variadas pruebas militares equilibraban la balanza de su ego frente a su imagen en el espejo, que delataba, en sus facciones, sus orígenes nativos.

¿Odiaba su rostro?- pensó.

Al llegar a su poblado natal nadie le trató con más relevancia por ser militar, ni rastro de envidia, nadie puso en lugar preferente su persona, al contrario, urgía que viera a su padre, ya que el hombre se había propuesto no morirse hasta que pudiera despedirse de su hijo ausente, y de momento, lo estaba logrando.

Cuando el moribundo vio a su hijo, un soplo de energía le llenó haciendo que aguantara tres días más todavía. Tres días en que la cercanía física fue constante, lo contrario al entendimiento; fueron tres jornadas de diálogo entre un iceberg y un volcán. Wilmer había nacido con una diferencia marcada, que le creaba un abismo entre el mundo al que él mismo pertenecía. Su rasgo definitorio, su aguda competitividad, que le había llevado a alistarse en el ejército y obtener excelentes resultados en las pruebas físicas, destacando entre sus compañeros, asimismo, le creó una infancia peculiar dentro de un entorno feliz, estable, sano, en un lugar paradisíaco, donde él era el raro.

Ahí radicaba su diferencia con los suyos. Sin embargo, su padre le acertaba a ver, tanto en su mirada, como enhebrado en sus respuestas, connotaciones de vergüenza hacia sus orígenes, cultura y ancestros. Por eso, el tercer día hubo un regalo para él, en un hatillo.

Cuando, tras abrirlo, tuvo a su alcance el contenido, lanzó una pregunta, sorprendido, clavándole la mirada a su progenitor.

- ¿Para qué me regalas esto?

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Su padre sacó el viejo y pequeño espejo de tocador que había acompañado a Wilmer en su infancia y que tanto estimaba, pero que no se llevó al alistarse, y se lo puso frente a él, para que viera su propio rostro.

- Para que no te olvides de tus orígenes y seas capaz, algún día, de borrar esa mirada, de vergüenza y de odio.

Wilmer se quedó estupefacto, pero no dijo absolutamente nada.

- Quiero una promesa, me voy a morir ya.

Su hijo asintió con la cabeza y bajó la mirada.

- Naciste con el solsticio de la primavera, quiero que cada año te vistas como lo han hecho generaciones de antepasados nuestros. Vístete y píntate con las pinturas de guerra, pues en guerra estás, contigo mismo, y solo viendo el reflejo de tu verdadera alma te salvarás, cuando la cures. Pon este espejo en el hatillo y llévatelo todo, cumple tu promesa, todos los años, hijo mío. Quiero irme pensando que un día sanarás tu alma. Solo lo conseguirás cuando entiendas, de verdad, que tu madre es la Tierra y tu padre el Sol.

Tres horas después, Gota de Sol, verdadero nombre de Wilmer, perdía a su padre, Pluma de Quetzal.

Pasado el funeral, se despidió de todos sin compartir su verdadera intención, la de no volver jamás.

Días antes del siguiente solsticio de primavera, la inquietud se apoderaba de él gradualmente, conforme se acercaba su cumpleaños. Vivía los síntomas: nerviosismo, irascibilidad, falta de apetito, insomnio, sudores… pero no abarcaba a desglosar esa inquietud en lo que realmente era, un amalgama de rabia, aversión, desarraigo, vergüenza, frustración; y mucho menos sabía que la causa radicaba en la distorsión de su propia percepción, que se alimentó de admiración hacia la vida en el progreso de las ciudades, lo que llamaban civilización.

Gota de Sol era el garbanzo negro de una pequeña tribu de indígenas del Amazonas, cuya nacionalidad había sido impuesta por el hombre blanco.

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Cuando fue su cumpleaños, se tomó un tiempo fuera de la vista de los demás para cumplir su promesa. Se vistió como sus antepasados y se pintó con los colores de guerra, tomó el espejo y se miró, hondamente. Y, sí, eso vio en el reflejo de su mirada, vergüenza y odio, lo que le dijo Pluma de Quetzal antes de morir. No obstante, aparcó de su mente ese momento, hasta el año siguiente, viviendo y prosperando en su carrera militar mientras repetía anualmente lo que ya se estaba convirtiendo en un ritual y tradición propia, secreta, automática e impersonal.

Él no lo notaba, pero cada año, la cronicidad del sentir de su alma, a la par se agudizaba. Solo se percató de ello en su segundo ascenso, ocho años tras la muerte de Pluma de Quetzal, en su octavo ritual de aniversario natalicio. Casi se le hiela la sangre al ver en aquella reliquia de espejo su propia mirada, ya no quedaba rastro de vergüenza, el odio se la comió.

Con los galones le llegó el ejercicio del mando, y… últimamente el ejército era enviado para aplacar o contener, justamente, a los indígenas que se enfrentaban en defensa de sus tierras. Al norte, la construcción de la hidroeléctrica que les iba a dejar sin agua, como ya había ocurrido en otras zonas, dejando sequía y muerte. Al sur, la selva era arrasada por la industria maderera y se reconvertía en cultivo de soja. Mientras, él se comportó, en todo momento, como Wilmer, tanto siendo cabo como ahora de sargento. Ni siquiera en su ritual anual volvió a ver, ni de asomo, a Gota de Sol.

Nueva misión, ésta vez tan cerca de los territorios de su etnia que el estremecimiento sentido le hizo ver que aún podía afectarle, y lo hizo, pero de una forma que ni supo ni relacionó con su acción, una cruel represión contra los que ahora él también llamaba salvajes. Y se volvió de la misión, impasible, como si aquello no hubiera ocurrido nunca; dejando atrás siete muertos e innumerables heridos.

Su gusto por la sangre fue el canal de su ira, y tras la primera vez (que no fue difícil) las siguientes fueron sistemáticas.

Pese a su desapego hacia su yo en busca de otro creado, nunca faltó al ritual prometido a su difunto padre, en el fondo tenía miedo a incumplirlo,

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en el fondo, muy en el fondo, seguía siendo Gota de Sol, aunque de él solo quedara una imperceptible gota.

En el noveno ritual, habiendo ya anulado esas arcadas y malestares precedentes, se miró al espejo y sostuvo la mirada, se recreó viendo dentro de su alma su completo odio, el que le alejaba de la meta abstracta que su padre le indicó y a la que nunca quiso llegar. Era ya el que siempre quiso ser. O eso creía él.

Tanta represión a los indígenas, tanta expoliación a la tierra… derivó en una gran concentración. Bloqueado el acceso a los medios de comunicación y a Amnistía Internacional, entró el ejército sin contemplaciones en un combate sin paridad de defensa. Se hirió a ancianos, a mujeres, y la peor parte fue para los varones, que fueron perseguidos hasta el río. Wilmer corrió tras uno de ellos que escapaba y que, tropezando, se hundió de bruces en el agua, por la cabellera lo asió y del tirón tuvo que girar mostrándose frente a frente el uno al otro. Capturando sus miradas quedaron, quietos ambos, y el tiempo se paró. Wilmer vio repentinamente su alma reflejada en los ojos de ese indígena que tanto se le parecía en los rasgos, vio lo que cada año le quedaba de su esencia, un hombre de la selva con las pinturas de guerra con mirada de profundo odio. Contradicción. Entonces se oyó un tiro, que le entró por las costillas de la parte izquierda a ese hombre. Petrificado asistió a su muerte (en cámara lenta en su mente). Primero perdió la mirada, pese a que se la sostuvo hasta casi el último momento, a continuación comenzó a brollarle sangre por la boca al tiempo que le cedieron las rodillas, quedando clavado y con la mirada perdida hundida en los ojos de Wilmer. La dirección de la corriente del río empujó su cuerpo hacia atrás quedando cara al sol; mientras moría, entre espumarajos de sangre y el fluir del agua que intentaba entrar por la comisura de su boca, dijo dos palabras en su idioma natal, que Wilmer entendía: padre, madre.

Su siguiente recuerdo le llevaba al sanatorio mental donde entre murmullos solo diferenció una frase: “Ha perdido la razón”.

Nada recordaba desde el momento en que alguien lo sacó del río hasta haber parado en aquel lugar, tras haber pasado por el hospital militar.

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Todo ese tiempo permaneció con la mirada al cielo, sin decir palabra y sin enterarse de lo que ocurría a su alrededor.

Tampoco percibió el transcurrir del tiempo en el sanatorio, en estado catatónico permanente. Tuvo que ser un pajarillo quien lo “despertara”, sentado en el jardín, se posó el ave en su rodilla y le llegó un recuerdo de la infancia. Visualizó a su padre y madre, junto a él, ella le decía que todos los seres tienen el mismo padre y la misma madre, la tierra y el sol. Como en aquel instante, con cinco años de edad, miró al cielo y tocó la tierra, con las palmas de las manos abiertas. Al recoger a los internos del jardín, alguien se percató del cambio habido en Wilmer.

- Tiene la sonrisa puesta- dijo.

Esa noche, como todas las noches, se metió la medicación en la boca, pero… no se la tragó ésta vez. Cuando todos dormían, se levantó de la cama y se acercó a la taquilla, allí estaba su uniforme militar. Para su sorpresa, también estaba el hatillo que le regaló su padre y otras pertenencias.

Ya nunca más lo vieron en el sanatorio, al día siguiente solo encontraron su uniforme, fue lo único que dejó.

Cuando apareció en su poblado, el recibimiento fue gélido, ya que en su misma etnia y familia había habido bajas. Escuchó todos los reproches sin responder a ninguno, atendió la larga charla del anciano que le relató el recrudecimiento del ataque contra la supervivencia de los indígenas, de cómo los monopolios extranjeros arrasaban inmensas zonas de su territorio, en el que creció, para plantar una soja que les iba a llenar de dinero a esos amos extranjeros y a ellos a matar de hambre, mientras la flora y la fauna desaparecía por completo, y les haría desaparecer a ellos. Le habló de la locura de los dirigentes destruyendo cuanto alcanza la vista, y le dijo que, puesto que él, por voluntad propia, eligió ese mundo de locos, ya no era uno de ellos, menos habiendo manchado sus manos con la sangre de sus hermanos. Solo será bienvenido tu espíritu el día que quiera venir- fue lo último que le dijo.

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Marchó vagando unas semanas él solo por la selva, tuvo que sufrir y llorar el espanto de la desolación creado por lo que él antes admiraba, la civilización, el progreso. Todos los alrededores, en jornadas de marcha a pie estaban cubiertos de campos de soja; no habían árboles, ni animales. ¿Lo habían destruido todo? La respuesta era afirmativa.

No siendo de ningún sitio detuvo su camino en una pequeña población, donde pidió trabajo y se lo dieron, allí dijo llamarse Paulo, y se instaló, sin saber muy bien porqué, ya que se le había despertado el hambre de sabiduría, y él, más que nadie, sabía que la sabiduría te la enseñaba la naturaleza, pero como desde que salió del sanatorio mental hacía lo que su instinto le decía, sabía que ese era un paso acertado, pero ¿Cuál? Si la rutina diaria está lejos de la sabiduría- pensó. Y, de inmediato, su instinto le respondió, percibiendo que aquella calma en un lugar que ni era selva ni era urbe, suponía una pizarra en blanco donde poder reescribir su historia, pero… seguía pensando en la sabiduría… cuando su instinto, de nuevo, le respondió. No necesitaba comprender la naturaleza, ya la entendía, necesitaba saber, obviamente, lo que no conocía. ¿Por qué se había transformado la selva en campos de soja? ¿Por qué les quitaban el agua para construir hidroeléctricas y llevarse la energía fuera? ¿Quiénes eran los que tenían el poder de destruir la vida de todo ser viviente en espacios tan grandes? ¿Para qué lo hacían?

Fue el único momento en que se alegró de haber estado entre los “civilizados” tanto tiempo, conocía su mundo y sabía algo de informática; en los programas de la televisión poco o nada se hablaba del genocidio de los nativos, los animales y los árboles, por consiguiente… Internet, le quedaba Internet.

Y asumió su tarea y su destino. De día era el carpintero que tildaban de excelente, por su esmero. Por la tarde-noche, buscaba y buscaba y buscaba información en la red en el ordenador personal que se compró, tampoco le importaba el tiempo, ni lo contó. Así pasaron años, porque mucho le costó llegar a conclusiones en la telaraña de información y desinformación de la red, sin embargo, tantas horas, tantos apuntes, y vividos los dos enfoques, le llevaron al más sesudo, exhaustivo, riguroso y detallado informe de lo que ocurría no solo en la Amazonía, había

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alcanzado a elaborar un estudio de visión global, del planeta bajo el sistema económico que era, en sí mismo, el portador de muerte. Él, un carpintero indígena, sabía que sería exterminado en caso de ser asociado con su informe, y que, como individuo, no tenía suficiente poder de difusión, ni de hacer que su documento no desapareciera en el tiempo, por tanto, realizó dos copias, para el primer fin la envió a la Embajada de Ecuador en Londres, a la atención del señor Julian Assange, la segunda, con destino al consejo de las doce abuelas sabias, las que guardan la sabiduría para los herederos de la tierra. En ambos envíos, la misma nota.

“Nací hombre y libre, entre personas libres y tan sabias que comprenden que nuestra madre es la tierra y nuestro padre el sol, por eso respetan tanto al río como a sus hijos, tanto al pájaro como al árbol. Creyendo yo que eso era incultura busqué en la civilización mi crecimiento, pero encontré horror, un horror que ocurre por la misma ignorancia del hombre que se llama a sí mismo civilizado y que está destruyendo el planeta entero, pero que no sabe que para ellos beban leche de soja nos matan a nosotros y hacen desaparecer la selva, y con ella el pulmón del planeta; como tampoco saben que si beben leche de vaca alimentan una industria donde los animales, sin respeto hacia sus almas ni sus vidas, permanecen toda la vida en jaulas; ni saben que para alimentar mascotas se arrasan los mares para hacer puré de vida y se muelen los pollos machos vivos; ni se imaginan que para que los campos sean abonados y coman fruta y verdura se vacía el desierto, que para hacer negocio de armas se crean guerras… y tantas otras cosas. No saben que los dirigentes no dirigen, que sobre ellos mandan unos pocos, que lo tienen todo, y que todas las instituciones creadas para cuidar la alimentación y la salud, son las mismas y hacen lo contrario, envenenar y matar. Solo lo saben unos pocos, que consumiendo ya alimentan el sistema, y no tienen escape. Lo desconocen casi todo.

Ya que he llegado hasta el fondo, al consejo de las doce ancianas sabias les pido que lo guarden, igual que han guardado la cultura verdadera durante siglos. Al señor Assange, que por revelar secretos es perseguido, convirtiéndose con sus acciones en el guardián revelador de la verdad, le pido que trate mi información como la demás, mostrándola.

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Y ahora que encontrado el verdadero reflejo de mi alma, regreso con mis antepasados, dejándoles mi legado.”

Hizo tres envíos, los dos dossieres y un tercero a nombre de un antiguo compañero militar que le debía un gran favor y al que, en una breve nota, le pedía que hiciera regresar su espíritu a su poblado, ahora que él marchaba. Luego fue a su hogar, abrió el hatillo y se vistió, después se pintó, con los colores de la guerra, por último se miró en un gran espejo, directamente, a los ojos. Había cambiado, no había rastro de odio, tan solo felicidad, curiosamente, más que nunca. Y vida. Entonces… se le cruzó una idea. No, no se iba a inmolar sin sacar, por última vez, al guerrero que llevaba dentro, porque ahora sí que era un gran guerrero.

Pocos días después encontraron su cadáver molido a palos, tras la noche en que los silos de la soja ardieron, uno tras otro, tras la noche en que la hidroeléctrica fue saboteada, y también ardió, tras la noche en que varias granjas industriales sufrieron serios desperfectos y los animales liberados, tras la noche en que varias villas de hacendados millonarios, pese a la protección, fuesen también incendiadas.

A partir de aquellas noches de fuego los militares hicieron fuerte presencia en la zona, a partir de aquellas noches de fuego, los indígenas crearon un frente que, de noche, guerreaba para destruir los intereses extranjeros, igual que ellos les destruían su entorno.

Cuando llegó al poblado de Gota de Sol el pequeño paquete, lo abrieron en presencia de todos. En el interior un solo objeto, nada más, suficiente para que todos comenzaran los honores del funeral de los grandes guerreros.

- Bienvenido sea tu espíritu, Gota de Sol. Ya siempre estarás con nosotros – dijo el anciano sosteniendo el pequeño y viejo espejo de tocador de Gota de Sol.

Mayte Álvarez. Meliana. Valencia.

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