Ernst Jünger - La emboscadura

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    Ernst Jnger

    La emboscadura

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    1) Las preguntas que se nos hacen van simplificndose y exacerbndose.

    Irse al bosque, emboscarse - lo que se esconde detrs de esas expresiones no es unaactividad idlica. Antes al contrario, el lector de este escrito habr de disponerse a emprender unaexcursin que da que pensar; una caminata que conducir no slo ms all de los senderos

    trillados, sino tambin ms all de los lmites de este libro.La cuestin que aqu se trata es una cuestin medular de nuestro tiempo, es decir, una cuestinque en todo caso entraa peligros amenazadores. Al igual que lo hicieron en su momentonuestros padres y nuestros abuelos, tambin nosotros hablamos mucho de cuestiones. Deentonces hasta ahora, eso que se denomina en este sentido una cuestin ha sufrido ciertamentecambios significativos. Hemos llegado a cobrar conciencia de esto en grado suficiente?

    No quedan tan lejos de nosotros los tiempos en que tales cuestiones eran vistas como grandesenigmas como el enigma del mundo, por ejemplo y abordadas con optimismo; con unoptimismo que se crea capaz de hallarles solucin. Las otras cuestiones, diferentes de stas, eran

    consideradas ms bien como problemas prcticos; as, la cuestin femenina o la cuestin socialen general. Tambin de estos problemas se pensaba que eran solucionables, aunque la solucinno se esperaba tanto de la investigacin como de la evolucin de la sociedad hacia unos rdenesnuevos.

    Entretanto la cuestin social ha quedado resuelta en vastas zonas de nuestro planeta. La sociedadsin clases ha hecho evolucionar de tal manera esa cuestin, que sta ha pasado a convertirse msbien en una parte de la poltica exterior. Esto no quiere decir, naturalmente, que estndesapareciendo sin ms las cuestiones, como se crey en los primeros momentos de euforia por el contrario, afloran a la superficie otras cuestiones; unas cuestiones distintas de lasanteriores y ms candentes que ellas. De una de estas cuestiones vamos a ocuparnos aqu.

    2) Llevan a disyuntivas, como lo muestran las elecciones.

    El lector habr hecho ya en s mismo la experiencia de que la esencia de las cuestiones hasufrido cambios. Vivimos en unos tiempos en que continuamente estn acercndose a nosotrospoderes que vienen a hacernos preguntas; a plantearnos cuestiones. Y esos poderes no estnllenos nicamente de un afn ideal de saber. Al aproximarse a nosotros con sus cuestiones, loque de nosotros esperan no es que aportemos una contribucin a la verdad objetiva; ms an: nisiquiera esperan que contribuyamos a la solucin de los problemas. A lo que esos poderesconceden valor no es a nuestra solucin, sino a nuestra respuesta a las preguntas que nos hacen.

    Esta diferencia es importante. Aproxima la cuestin al cuestionario, el interrogante alinterrogatorio. Eso puede estudiarse bien en la evolucin que nos lleva de la papeleta del voto alfolio del cuestionario. La papeleta de voto tiene como objetivo verificar unas relacionesnumricas y evaluarlas. Pretende averiguar qu es lo que el votante quiere, y el proceso electoralse orienta a que esa voluntad del votante pueda expresarse con limpieza, sin sujecin ainfluencias ajenas. De ah que la votacin vaya acompaada tambin de un sentimiento deseguridad y aun de un sentimiento de poder, tal como corresponde a un acto libre de la voluntadejecutado en el mbito del derecho.

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    El hombre de nuestros das que se ve precisado a responder a un cuestionario est muy lejos desentir tal seguridad. Las respuestas que da se hallan cargadas de graves consecuencias; de lascontestaciones que ese hombre d depende a menudo su propia suerte. Vemos cmo el serhumano est llegando a una situacin en la cual se le exige que l mismo genere unosdocumentos que estn calculados para provocar su ruina. Y son a menudo cosas tan irrelevantes

    las que hoy en da provocan la ruina...Es evidente que lo que empieza a manifestarse en este cambio del modo de hacer preguntas es unorden de cosas enteramente diferente del que encontrbamos a comienzos de este siglo [1]. Eneste nuevo orden no existe ya la antigua seguridad, y nuestro pensamiento se ve forzado aacomodarse a ello. Las preguntas arremeten contra nosotros con un rigor y una urgencia cada vezmayores, y nuestro modo de contestar adquiere un significado cada vez ms grave. Aqu espreciso tener en cuenta que tambin el callar es una respuesta. Nos preguntarn entonces por quhemos callado en tal momento y en tal lugar y nos pasarn la factura. Tales son las disyuntivasde nuestro tiempo, a las que nadie escapa.

    Es notable el modo en que, estando as las cosas, todo se convierte en una respuesta, tal comoaqu la entendemos, con lo cual todo se convierte tambin en materia de responsabilidad. Tal vezno se vea todava con claridad suficiente, ni siquiera hoy, en qu medida la papeleta de voto, porponer un ejemplo, se ha transformado en folio de cuestionario. Pero eso lo tiene desde luego bienclaro, en la medida en que acta, todo ser humano que no posea realmente la suerte de vivir enun parque natural protegido. Son nuestras actuaciones, ms que las teoras que hacemos, las quehacen que estemos a tono con los peligros que nos amenazan. Ahora bien, no adquiriremos unaseguridad nueva si no recapacitamos sobre esto.

    El votante en que aqu estamos pensando se acercar, pues, a la urna con unos sentimientosenteramente distintos de aquellos que experimentaban su padre o su abuelo. Desde luego que

    hubiera preferido, con mucho, mantenerse alejado de la urna. Ahora bien, en ese alejamiento sehubiera expresado una respuesta inequvoca. Pero tambin aparece peligrosa la participacin,puesto que no debe olvidarse que existe la dactiloscopia, la ciencia de las huellas digitales, ytambin unos mtodos estadsticos muy sutiles. Por qu, pues, votar, es decir, elegir, en unasituacin en la que ya no queda eleccin?

    La respuesta que a esta pregunta se da es que, al ofrecerle a nuestro votante la papeleta de voto,se le ofrece la ocasin de participar en un acto de aclamacin. No a todo el mundo se loconsidera digno de semejante ventaja as, en las listas faltarn, sin ningn gnero de duda, losnombres de los innumerables desconocidos de los que se reclutan los nuevos ejrcitos deesclavos. De ah que el votante acostumbre a saber qu es lo que de l se aguarda.

    Hasta aqu las cosas estn claras. A medida que van desarrollndose las dictaduras, se vanreemplazando tambin las elecciones libres por plebiscitos. Pero el mbito abarcado por stos esmayor que el que, con anterioridad a ellos, ocupaban las elecciones. Lo que ocurre es, ms bien,que la eleccin misma se convierte ahora en una de las modalidades del plebiscito.

    ste puede tener un carcter pblico, lo cual ocurre en los sitios donde se exponen a la vista loscaudillos o los smbolos del Estado. El espectculo de grandes masas movidas por las pasiones es

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    uno de los ms importantes signos indicativos de que hemos entrado en una edad nueva. En lossitios donde se ejerce tal fascinacin, domina, si no la unidad de nimo, s la unidad de voces,pues si aqu se alzase una voz diferente se formaran a su alrededor remolinos que aniquilaran aquien la profiriese. De ah que la persona singular que quiere hacerse notar de esa manera puedatambin decidirse en el acto a cometer un atentado: en sus consecuencias aboca a lo mismo.

    Pero en los sitios donde el plebiscito se disfraza con la modalidad de las elecciones libres seconceder valor a mantener secreto su carcter de plebiscito. La dictadura pretende de ese modoaducir una demostracin no solamente de que se apoya en la mayora, sino que el aplauso de statiene al mismo tiempo sus races en la libre voluntad de cada cual. El arte del caudillaje noconsiste slo en plantear bien la pregunta, sino, a la vez, en escenificarla bien en su puesta enescena y sta es un monopolio. La puesta en escena tiene la misin de presentar el procesocomo un coro avasallador que mueve a terror y admiracin.

    Hasta aqu las cosas parecen clarsimas, aunque a un espectador de determinada edad le resultandesde luego novedosas. El votante se ve confrontado a una pregunta tal que resulta recomendable

    contestarla en el sentido deseado por quien la hizo, y ello por motivos aplastantes. Pero laverdadera dificultad est en que al mismo tiempo debe conservarse la ilusin de la libertad. Conello la cuestin desemboca en la estadstica, como que en ella desembocan todos los procesosmorales que se dan en estos mbitos. Vamos a ocuparnos en sus detalles con cierto detenimiento.Sern los que nos conduzcan a nuestro tema.

    3) La libertad de decir no es restringida sistemticamente

    Unas votaciones en las cuales el cien por cien de los votos concuerde con lo deseado es una cosaque casi no plantea ninguna dificultad desde el punto de vista tcnico. Ya ha habido casos en quese ha alcanzado esa cifra; incluso se han dado casos en que se la ha sobrepasado. Al aparecer

    hubo en algunos distritos electorales un nmero de votos mayor que de votantes. Lo que talesincidentes ponen de manifiesto son fallos en la direccin escnica; fallos que no todas laspoblaciones estn dispuestas a consentir. En los sitios en que operan propagandistas ms sagaces,las cosas se presentan ms o menos de la manera siguiente: el cien por cien; una cifra ideal y,como todos los ideales, algo que nunca puede alcanzarse. Pero es posible acercarse a esa cifra de modo muy similar a como en los deportes cabe acercarse en fracciones de segundo o de metroa ciertos records que tambin son inalcanzables. Una enorme cantidad de clculos complicadoses lo que a su vez determina en qu grado cabe acercarse al ideal.

    En aquellos sitios donde las dictaduras estn ya firmemente asentadas, un noventa por ciento deses sera algo que se apartara demasiado del ideal. No cabe confiar en que a las masas se lesocurrir la idea de que en todo diez por ciento se oculta un enemigo secreto. En cambio, una cifrade votos nulos y de noes que se moviese en torno al dos por ciento sera no slo soportable,sino tambin favorable. Pero nosotros no vamos a considerar ese dos por ciento como algoresidual ni a dejarlo, por tanto, de lado. Ese dos por ciento merece que le dediquemos un estudiodetallado. Precisamente en los residuos es donde hoy en da se encuentran las cosasinsospechadas.

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    El provecho que de ese dos por ciento saca el organizador de las elecciones es doble: por unlado, ese dos por ciento otorga curso legal al restante noventa y ocho por ciento de los votos,pues testifica que cada uno de los que votaron de este ltimo modo podra haber votado en elmismo sentido en que lo hizo aquel dos por ciento. Con ello adquieren valor los ses. Seconvierten en algo autntico y que tiene completa validez. Para las dictaduras es importante

    demostrar que en ellas no est extinguida la libertad de decir no. Este es uno de los mximoscumplidos que cabe rendir a la libertad.

    La segunda ventaja de ese dos por ciento que estamos estudiando consiste en que mantiene elmovimiento continuo del cual no pueden prescindir las dictaduras. se es el motivo por el questas suelen presentarse siempre como un partido, cuando en realidad eso es absurdo. Si sealcanzase el cien por cien de los votos, se alcanzara el ideal. Pero esto traera consigo lospeligros que siempre van anexos al cumplimiento pleno de algo. Tambin es posible dormirse enlos laureles de la guerra civil. En presencia de toda gran fraternizacin es preciso preguntarse:pero el enemigo dnde est? Tales inclusiones son al mismo tiempo exclusiones exclusionesde un tercero, de un tercero al que se odia, pero del que no es posible prescindir. La propaganda

    ha de recurrir a una situacin en la cual, ciertamente, al enemigo del Estado, al enemigo de laclase, al enemigo del pueblo, se le han propinado recios golpes en la cabeza y aun se lo haconvertido casi en una cosa ridcula, pero que, a pesar de ello, todava no se ha extinguido deltodo. Las dictaduras no pueden vivir de la adhesin pura, si al mismo tiempo el odio, y con l elterror, no procuran los contrapesos. Ahora bien, el terror se tornara absurdo si los votos fueranbuenos en un cien por cien. En ese caso el terror golpeara nicamente a hombres justos. Este esel segundo significado que posee el aludido dos por ciento. El es la demostracin de que losbuenos son, s, una inmensa mayora, pero no se hallan enteramente libres de peligros. Encambio, cabe suponer que, en presencia de una unidad tan convencida, solamente unacontumacia muy especial puede negarse con su comportamiento a participar de ella. Quienes asactan son saboteadores que utilizan la papeleta de voto y qu hay ms sencillo que pensarque tales individuos pasarn a otras formas de sabotaje, si se les presenta la ocasin ?

    Este es el punto en que la papeleta de voto se transforma en folio de cuestionario. Aqu no esnecesario suponer que vayan a exigirse responsabilidades individuales por la respuesta dada,pero de lo que s se puede estar seguro es de que existen relaciones numricas. Se puede estarseguro de que ese dos por ciento aparecer tambin, de acuerdo con las reglas de la contabilidadpor partida doble, en unos registros diferentes de los de la estadstica electoral. Aparecer, porejemplo, en las listas de nombres de los presidios y de los campos de trabajo, o en aquelloslugares donde es Dios el nico que cuenta las vctimas.

    Tal es la segunda funcin que esa diminuta minora desempea en relacin con la inmensamayora. La primera funcin consista, como hemos visto, en ser la minora que otorgaba valorms an: realidad a la mayora del noventa y ocho por ciento. Ms importante que esto es,empero, lo siguiente: nadie desea que lo cuenten entre ese dos por ciento. Ese dos por cientopone a la vista un insidioso tab. Al contrario, cada cual otorgar importancia a que se difundabien difundido que el voto emitido por l ha sido un voto bueno. Y si acaso el individuo encuestin formase parte del mencionado dos por ciento, ocultar eso aun a sus mejores amigos.

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    Otra ventaja del aludido tab consiste en que est dirigido tambin contra la clase de los que novotan, contra los que se abstienen. La actitud consistente en no participar en las elecciones es unade las que llenan de inquietud a Leviatn; pero quien es ajeno al asunto tiende a sobreestimar laposibilidad de la abstencin. En vista de los peligros que la amenazan, esa actitud se esfuma conrapidez. Siempre podr contarse, pues, con una participacin casi total en las elecciones, y no

    ser mucho menor el nmero de los votos emitidos en el sentido deseado por quien hizo lapregunta.

    El votante dar importancia a que lo vean emitiendo su voto. Si desea proceder con totalseguridad, tambin mostrar a algunos de sus conocidos la papeleta antes de introducirla en laurna. Lo mejor es hacer eso recprocamente; as se podr luego testificar que la cruz estabapuesta en el lugar debido. En esto hay un gran nmero de instructivas variantes. El buen europeoque no ha podido estudiar tales situaciones no puede hacerse idea de ellas ni aun en sueos. As,un personaje que siempre se repite es el buen seor que entrega su papeleta al tiempo que dice,ms o menos, esta frase:

    Pues tambin cabra depositarla abierta.A lo que el funcionario electoral responde, con una sonrisa benvola y sibilina:

    Desde luego, desde luego... Pero no debe hacerse.

    Realizar una visita a tales lugares es algo que agudiza la vista para estudiar los problemas delpoder. Uno se aproxima aqu a uno de sus centros vitales. Pero nos llevara demasiado lejos elocuparnos en los pormenores del montaje. Vamos a contentarnos con el estudio de un personajesingular, el del hombre que entra en uno de esos locales con el firme propsito de votar por no.

    4) Est destinada a dejar patente la superioridad de quien hace las preguntas ...Tal vez no sea tan singular el propsito de nuestro hombre. Es posible que muchos otroscompartan esa misma intencin; probablemente su nmero represente una cantidadsignificativamente mayor que el mencionado dos por ciento del cuerpo electoral. La puesta enescena de las elecciones se propone hacer creer a nuestro hombre, por el contrario, que seencuentra muy solo; y no slo eso la mayora debe resultar imponente no slo por su nmero,sino tambin por los signos de una superioridad moral.

    Cabe suponer que nuestro votante ha sabido resistir, gracias a su capacidad de discernimiento, ala propaganda, a una propaganda prolongada e inequvoca, que con gran habilidad ha ido

    intensificndose hasta el da mismo de las elecciones. No ha sido fcil la tarea de resistir. A loanterior se aade que la adhesin que de l se demanda se ha revestido con la modalidad de unaspreguntas sumamente respetables; se le invita a participar en unas votaciones en favor de lalibertad o en pro de la paz. Ahora bien, quin no ama la paz y la libertad? Habra que ser unmonstruo para no amarlas. Esta mera circunstancia confiere un carcter criminal al no. Elvotante que emite un voto malo se asemeja al criminal que se aproxima sigilosamente al lugardel delito.

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    En cambio, el votante que emite un voto bueno, de qu modo tan diferente se sientereconfortado por el da de las elecciones! Ya mientras estaba desayunando recibi a travs de laradio la ltima incitacin, las ltimas instrucciones. Sale luego a la calle, donde reina unambiente de jornada festiva. En todas las casas, en todas las ventanas hay banderas colgadas. Enel patio del local donde se vota lo recibe una pequea banda que est interpretando marchas

    militares. Los msicos van vestidos de uniforme; tampoco en la sala donde se vota faltan losuniformes. Como se halla entusiasmado, al elector bueno se le escapar, en cambio, que apenaspuede decirse que exista una cabina cerrada donde rellenar la papeleta.

    Es en ese detalle en lo que ante todo se fija, claro est, la atencin del elector malo. Con elbolgrafo en la mano, se ve enfrentado a un colegio electoral que va vestido de uniforme; suproximidad le produce desconcierto. Las papeletas se rellenan sobre una mesa que tal vez sehalle cubierta por los restos de un pao verde. No cabe duda de que el montaje est muy bienpensado. No es probable que pueda verse la casilla que el votante va a marcar con una cruz.Pero est enteramente excluido lo contrario? La vspera ha odo susurrar que las papeletas hansido numeradas con unas mquinas de escribir carentes de cinta. Al mismo tiempo ha de

    asegurarse de que el hombre que se encuentra a sus espaldas no est mirando por encima de suhombro lo que escribe. Desde la parte alta de la pared lo contempla, con una sonrisa helada, unretrato gigantesco del jefe del Estado, vestido asimismo de uniforme.

    La papeleta de voto, a la que ahora vuelve su atencin nuestro hombre, irradia asimismo unafuerza sugestiva. Esa papeleta es el resultado de unos clculos cuidadosos. Debajo de la fraseElecciones en favor de la libertad se ve un gran crculo: Aqu es donde debes poner tu "s".Junto a l casi desaparece un segundo crculo, un crculo pequeo, destinado al no.

    Ha llegado el gran momento: el votante se dispone a poner una marca en su papeleta.Coloqumonos mentalmente a su lado; efectivamente, ha votado no. Es cierto que ese acto

    constituye una encrucijada de ficciones, que ya investigaremos

    las elecciones, los electores,los carteles electorales, todas esas cosas son etiquetas que aluden a realidades y procesosenteramente distintos. Son un espejismo. Mientras se hallan en proceso de ascenso, la dictadurasviven en gran parte del hecho de que an no haya sido posible descifrar sus jeroglficos. Hastams tarde no encuentran su Champollion, el cual, ciertamente, no restituye la antigua libertad.Pero s ensea a dar una respuesta correcta.

    Tenemos la impresin de que nuestro hombre ha ido a caer en una trampa. Esto no hace menosadmirable su comportamiento. Es cierto que su no constituye un mero gesto ejecutado en unaposicin perdida; pero, a pesar de todo, causar efecto. Esto no se notar, desde luego, enaquellos sitios donde el viejo mundo contina bandose en los rayos del sol poniente; no senotar en las hermosas colinas, en las islas, en suma, all donde reinan climas ms templados. Encambio, el otro noventa y ocho por ciento de los votos emitidos s que causa en los citados sitiosuna impresin enorme y, como hace ya mucho tiempo que viene celebrndose de una maneracada vez ms irreflexiva el culto de la mayora, se pasa por alto el mencionado dos por ciento. Elpapel de ste consiste en hacer visible, en forma aplastante, a la mayora, pues sta dejara deserlo si se hubiera alcanzado el cien por cien de los votos.

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    Por tanto, en los pases donde an se conocen las elecciones autnticas un xito tan grande comose, la obtencin de un noventa y ocho por ciento de los votos, provocar primero asombro yrespeto, y luego envidia. Si el efecto de semejante xito se deja sentir tambin en la polticaexterior, entonces esos sentimientos pueden trocarse de repente en odio y desprecio. Perotambin en este caso se pasar por alto a los dos justos, al contrario de lo que hizo Dios en

    Sodoma. Se oir decir que en aquel pas se han conjurado todos con el mal y que se hallanmaduros para una ruina bien merecida.

    5) ... y se ha convertido en un riesgo ...

    Vamos a prescindir ahora del noventa y ocho por ciento ya fijar nuestra atencin en el dos porciento restante; son las pepitas de oro que han quedado en el cedazo. Vamos a traspasar con estefin la puerta cerrada detrs de la cual est hacindose el recuento de los votos. Al entrar allpenetramos en uno de los mbitos tab de la democracia plebiscitaria, acerca de la cual existeuna nica opinin pblica e innumerables opiniones dichas en voz baja.

    Los miembros del colegio electoral con los que aqu nos encontramos irn tambin vestidos deuniforme, pero tal vez se hallen en mangas de camisa. Los invade el espritu propio de unambiente agradable y familiar. Ese colegio estar compuesto de representantes locales delpartido y, adems, de propagandistas y de policas. El estado de nimo que all reina es el quecorresponde al dueo de un negocio que va a hacer el recuento de caja. No deja de haber tensin,pues todos los all presentes son ms o menos responsables del resultado. Se procede a la lecturade los ses y de los noes los primeros son acogidos con una satisfaccin benvola; lossegundos, con una satisfaccin malvola. A los ses y a los noes se agregan los votos nulosy los votos en blanco. Cuando ms desagradable se torna el ambiente es cuando en alguna de laspapeletas aparece el epigrama escrito por un guasn; tales epigramas se han vuelto escasos,desde luego. En el mbito donde ejerce su imperio la tirana se echa de menos el humor, como se

    echan de menos tambin todas aquellas cosas que constituyen el acompaamiento de la libertad;pero el chiste ser tanto ms agudo cuando alguien arriesga su cabeza a cambio.

    Vamos a suponer que nos encontramos en un punto en que la propaganda ha avanzado yabastante en sus esfuerzos intimidatorios. En este caso circular entre la poblacin el rumor deque grandes cantidades de noes han sido transformados en ses. Lo probable es que esto noresulte necesario en absoluto. Incluso podra haberse dado el caso contrario, a saber, que quienhizo la pregunta tuviera que inventar algunos noes para llegar as a la cifra que habacalculado. Lo cierto es que es l quien dicta la ley a los votantes, y no a la inversa. Este hechopone de manifiesto el destronamiento poltico de las masas que el siglo XIX haba desarrollado.

    En estas circunstancias tendra un gran significado el mero hecho de que entre cien votosdepositados en la urna se encontrase un solo no. De quien lo emiti cabe aguardar que harsacrificios por defender su opinin y su concepto del derecho y de la libertad.

    6) ... que se asume en un sitio tcticamente equivocado.

    Tambin pudiera ser que de ese nico voto, o, ms bien, de quien lo emiti dependiera el que nose hiciese realidad el estado de termitas que siempre est amenazndonos. En este punto no

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    cuadran las cuentas, esas cuentas que al espritu le parece que han de cuadrar, aunque bien escierto que lo nico que falta es una fraccin minscula.

    Topamos aqu, por tanto, con una oposicin efectiva y real, la cual, sin embargo, no ha llegadoan a adquirir conocimiento ni de su propia fortaleza ni tampoco del modo en que ha de

    emplearse. Lo que nuestro votante ha hecho al poner una cruz en el lugar peligroso ha sido loque de l estaba aguardando su prepotente adversario. La accin aqu ejecutada es, con todaseguridad, la accin de un hombre valiente, pero es a la vez la accin de uno de los innumerablesanalfabetos en las nuevas cuestiones del poder. Es alguien al que es menester prestar ayuda.

    En la sala donde se votaba lo asalt la sensacin de estar entrando en una trampa y eso lo hizoreparar en cual era la situacin en que se hallaba. Se encontraba en un lugar donde las palabrasno concordaban con los hechos. Ante todo, como hemos visto, lo que l rellen no fue unapapeleta de voto, sino el folio de un cuestionario. Nuestro votante no se encontraba, pues, en unasituacin de libertad sino que estaba confrontado a sus gobernantes. Al ser l, el nico entrecientos, en poner no en la papeleta, lo que hizo con ello fue cooperar con una estadstica de la

    autoridad. Exponindose a unos riesgos enteramente desproporcionados, lo que hizo fue dar a suadversario las informaciones que ste deseaba. A su adversario lo hubiera desasosegado ms elalcanzar el cien por cien de los votos.

    Entonces, cul debe ser la conducta de nuestro hombre si deja de utilizar la ltima posibilidadque se le ha otorgado de exteriorizar su opinin? Al hacer esa pregunta abordamos una ciencianueva, a saber: la doctrina de la libertad del ser humano enfrentado a una violencia que se hamodificado. Esto nos lleva mucho ms all de nuestro caso particular. Por el momento vamos aemitir, sin embargo, nuestro dictamen acerca de ste.

    El votante se encuentra en el aprieto siguiente: un poder que por su lado no piensa atenerse a las

    reglas del juego lo ha invitado a tomar una decisin libre. Es el mismo poder que le exige un juramento, en tanto l mismo vive de perjurar. Lo que el votante hace es, pues, depositar unaapuesta buena en una banca fraudulenta. De ah que nadie pueda reprocharle que no entre en esosproblemas y silencie su no. Tiene derecho a hacerlo, y no slo por motivos deautoconservacin; su conducta puede ser tambin una manifestacin de desprecio a quien tiene elpoder, un desprecio que es superior incluso a un no.

    Con lo dicho no pretende afirmarse que el no de nuestro hombre vaya ahora a quedarnecesariamente perdido para el mundo exterior. Al contrario slo que ese no no debeaparecer en el lugar que para l ha escogido quien tiene el poder. Hay otros sitios donde a ste ledesagrada mucho ms ese no por ejemplo: el borde en blanco de un cartel electoral, o unagua telefnica expuesta en un lugar pblico, o el pretil de un puente por donde pasan a diariomillares de personas. Este sera un lugar mejor para una frase breve como; por ejemplo: yo hedicho "no".

    Al joven al que se aconseja que acte de ese modo habra que decirle adems otras muchas cosasque nicamente ensea la experiencia. Por ejemplo, lo siguiente: La semana pasada apareciescrita en uno de los muros de la fbrica de tractores de nuestra ciudad la palabra "hambre". Se

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    Ese fue el motivo de que fracasaran todas las numerosas tentativas de retornar a la Repblicabajo los csares. Los republicanos haban sucumbido en la guerra civil o bien haban salido deella cambiados.

    8) La "emboscadura" representa una nueva respuesta de la libertad.

    Ms difcil resulta refutar la segunda objecin ya la habr hecho una parte de los lectores:por qu ha de tener peso solamente ese nico no? Pues cabe pensar que entre los otrosnoventa y nueve se encuentren algunos emitidos por conviccin, por una conviccin total yhonesta y por motivos que son concluyentes.

    Esto es, efectivamente, algo que no puede discutirse. Hemos arribado aqu al punto donde noparece posible llegar a un entendimiento. Aun cuando slo se haya emitido un s autntico, esaobjecin es irrebatible.

    Supongamos un s ideal y un no ideal. En quienes los emitieron se pondra de manifiesto ladisensin que nuestro tiempo alberga en su seno y que tambin alza sus pros y sus contrasdentro, incluso, del pecho de cada cual. El s estara a favor de la necesidad; el no, a favorde la libertad. El proceso histrico discurre de tal manera que ambos poderes, tanto la necesidadcomo la libertad, influyen en l. Cuando en ese proceso falta uno de los dos mencionadospoderes, se degrada.

    Cual de esos dos lados es el que se ve es algo que no depende slo de la situacin sino,principalmente, del espectador. Pero el espectador no dejar nunca de sentir tambin el ladoopuesto. El espectador se ve coartado en su libertad por lo necesario, pero es l, con su libertad

    precisamente, quien otorga un estilo a lo necesario. Esto es lo que establece una diferencia entreque los hombres y los pueblos den satisfaccin a su tiempo o perezcan a causa de l.

    En el hecho de "irse al bosque", de emboscarse esto es, en lo que en adelante llamaremosemboscadura contemplamos la libertad de la persona singular dentro de este mundo.Adems de esto, es preciso describir la dificultad ms an: el mrito que hay en ser en estemundo una persona singular. No se discute que este mundo ha cambiado y sigue cambiando, yque lo hace por necesidad; pero con ello ha cambiado tambin la libertad. No ha cambiado en suesencia, desde luego, pero s en su forma. Estamos viviendo en la Edad del Trabajador. Esta esuna tesis que, desde que se formul, se habr vuelto ms clara.[2]La emboscadura crea dentrode ese orden el movimiento que lo separa de las formaciones zoolgicas. La emboscadura no esni un acto liberal ni un acto romntico, sino el espacio de juego de pequeas minoras selectas;stas saben qu es lo que viene exigido por nuestro tiempo, pero saben tambin algunas cosasms.

    9) Los hombres libres son poderosos, aunque constituyen nicamente una minora pequesima.

    El hombre que emiti aquel nico voto no es todava un emboscado. Visto histricamente esalguien que incluso camina con retraso. Esto se deja ver tambin en el hecho de que lo que l

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    hace es negar. Hasta que no tenga una visin de conjunto de la partida que se juega no podr esehombre aparecer con sus rasgos propios, que acaso sern sorprendentes.

    Para que eso ocurra, lo que ante todo ha de hacer es salirse del marco de las viejas nocionesacerca de la mayora; nociones que aun siguen operando, aunque tanto Burke como Rivarol

    dejaron ya bien claro su significado. Dentro de ese marco carecera de toda importancia unaminora del uno por ciento. Antes hemos visto que la minora sirve ms bien para corroborar a laaplastante mayora.

    Tan pronto como uno se sale de la estadstica, las cosas cambian en favor de las consideracionesvalorativas. En este aspecto, ese nico voto se diferencia de todos los dems hasta tal punto quees l incluso el que les otorga curso legal. De quien lo emiti nos est permitido pensar que sabeno slo forjarse una opinin propia, sino tambin atenerse firmemente a ella. De ah que nos sealcito conceder asimismo coraje a nuestro hombre. Si en tiempos, acaso prolongados, de puroempleo de la violencia se encuentran personas singulares que conservan el conocimiento delderecho aun a costa de sacrificios, se es el lugar donde hay que buscarlas. Aunque guarden

    silencio, siempre habr movimiento a su alrededor, como sobre escolleras invisibles. En esaspersonas singulares se pone de manifiesto que la mera superioridad del poder no es capaz decrear derecho; no es capaz de crearlo ni siquiera all donde produce tambin cambios histricos.

    Si miramos las cosas desde este ngulo, no aparece entonces tan parvo el poder de la personasingular en el seno de las masas carentes de rango. Es preciso no olvidar que esa persona singularest casi siempre rodeada de otras personas que le son prximas; de personas en las cualesinfluye y que comparten su sino cuando ella sucumbe. Esas personas prximas a la personasingular a la que aqu nos estamos refiriendose diferencian tambin tanto de los miembros dela familia burguesa como de los buenos conocidos de antao. Se trata de unos vnculos msfuertes. Lo que de aqu resulta es una oposicin; una oposicin que no es slo la de uno de cada

    cien votantes, sino la de uno de cada cien habitantes. Este clculo tiene un fallo y es que en l seincluye tambin a los nios. Pero en la guerra civil el ser humano adquiere pronto mayora deedad y asimismo adquiere pronto responsabilidad. Por otro lado, en pases que poseen una viejahistoria jurdica habr seguramente que elevar la mencionada cifra del uno por ciento. Pero aquno se trata de relaciones numricas, sino de condensaciones ontolgicas; con ello penetramos enun orden diferente, en el cual da igual que la opinin de la persona singular contradiga a laopinin de cien o a la opinin de mil. De la misma manera, su inteligencia, su voluntad, suinflujo pueden compensar los de veinte o los de mil. Si la persona singular ha decidido a salirsede la estadstica, ver entonces tanto el riesgo como tambin la insensatez que hay en cultivarla.Es una accin que queda lejos de las fuentes.

    Vamos a contentarnos con la sospecha de que en una ciudad de diez mil habitantes hay cienpersonas que estn decididas a demoler la violencia. En una ciudad de un milln de habitantesviven diez mil emboscados, si es que queremos servirnos de esa palabra, aunque todava notenemos una visin completa de su alcance. Esto representa un poder enorme. Basta para derribarincluso a tiranos muy poderosos. Pues las dictaduras no son slo peligrosas; estn a la vezexpuestas a peligros, ya que su brutal despliegue de fuerza provoca tambin un amplio repudio.En una situacin as resultar inquietante la disposicin a luchar de minoras minsculas, sobretodo si han desarrollado una tctica.

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    Esto es lo que explica el gigantesco incremento de la polica. A primera vista parecer absurdoque sta crezca hasta el punto de llegar a constituir verdaderos ejrcitos y que ello ocurra enimperios donde ha llegado a ser aplastante el aplauso. Por tanto, ese incremento de la polica es,por fuerza, un signo de que el potencial de la minora ha crecido en igual proporcin. Y eso es loque efectivamente sucede. De un hombre que vota no en unas, as llamadas, elecciones en

    favor de la paz cabr esperar que ofrecer resistencia en cualquier circunstancia y de modoespecial cuando los dueos de la violencia estn en apuros. En cambio, no existe en absoluto lamisma seguridad de que se mantenga el aplauso de los otros noventa y nueve si las cosasempiezan a tambalearse. En tales circunstancias la minora se asemeja a un virus que causa unefecto enorme, imposible de calcular, y que impregna la totalidad del Estado.

    Para averiguar dnde se hallan los puntos en que ataca ese virus, para observarlos y vigilarlos,son necesarios grandes contingentes de policas. A medida que va creciendo la adhesin de lasmasas, tambin va creciendo la desconfianza respecto de ellas. Cuanto ms se aproxima al cienpor cien la cifra de los votos buenos, tanto ms crece el nmero de los sospechosos. Pues cabesuponer que quienes portan en s la oposicin se habrn trasladado de un orden abarcable

    mediante la estadstica a aquel orden invisible que nosotros denominamos la emboscadura, elirse al bosque. Ahora es preciso vigilarlos a todos. El espionaje introduce sus tentculos encada bloque de viviendas, en cada domicilio. Intenta penetrar incluso en las familias y alcanzasus mximos triunfos en las autoinculpaciones que contemplamos en los grandes procesospblicos. En ellos vemos al individuo representar el papel de polica de s mismo; lo vemoscooperar a su propia aniquilacin. El individuo no es ya indivisible, como s lo fue en el mundoliberal. Ahora el Estado lo ha partido en dos mitades: una mitad que es culpable y otra mitad quese autoinculpa.

    Qu espectculo tan chocante es se de ver cmo unos Estados que estn fuertemente armados,cmo unos Estados que se ufanan de hallarse en posesin de todos los medios de poder, son almismo tiempo sumamente susceptibles! Los cuidados que tales Estados han de prestar a lapolica reducen su poder exterior. La polica recorta los presupuestos del ejrcito, y no slo lospresupuestos. Si las grandes masas fueran tan transparentes como asevera la propaganda, si sustomos estuvieran tan orientados en una misma direccin, entonces se precisara una cantidad depolica no mayor que el nmero de canes que necesita el pastor para cuidar de su rebao. No eseso lo que ocurre, sin embargo, pues en el seno del gris rebao se esconden lobos, es decir:personas que continan sabiendo lo que es la libertad. Y esos lobos no son slo fuertes en smismos; tambin existe el peligro de que, cuando amanezca un mal da, contagien sus atributos ala masa de modo que el rebao se convierta en horda. Tal es la pesadilla que no deja dormirtranquilos a los que tienen el poder.

    10) Nuestro tiempo es pobre en grandes hombres, pero produce figuras.

    Una de las notas caractersticas y especficas de nuestro tiempo es que en l van unidas lasescenas significativas y los actores insignificantes. Esto es algo que se pone de manifiesto sobretodo en los grandes hombres que aparecen en su escenario. Uno tiene la impresin de que todosellos son personajes de sos que pueden encontrarse, en la cantidad que se desee, tanto en loscafs de Ginebra o de Viena como en provincianas mesas de oficiales del ejrcito o incluso enoscuros caravasares. En aquellos sitios donde aparecen tambin rasgos espirituales, adems de la

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    mera fuerza de voluntad, nos est permitido sacar la conclusin de que all perdura un materialantiguo. Tal es, por ejemplo, el caso de Clemenceau, del que puede decirse que fue un hombre deuna sola pieza.

    Lo que en este espectculo resulta irritante es que en l la mediocridad va asociada a un poder

    funcional enorme. Estos son los hombres en cuya presencia se ponen a temblar millones de sereshumanos; los hombres de cuyas decisiones dependen millones de personas. Y, sin embargo, sonlos mismos hombres de los cuales es preciso decir que han sido elegidos con un zarpazo infaliblepor elZeitgeist, el Espritu del Tiempo, si es que queremos contemplar aqu a tal espritu en unode sus aspectos posibles: el de un enrgico empresario de demoliciones. Ninguna de esasexpropiaciones, socializaciones, electrificaciones, concentraciones de tierras, fraccionamientos ypulverizaciones que se llevan a cabo presupone ni cultura ni carcter; antes al contrario, esas doscualidades resultan nocivas para el automatismo. De ah que en aquellos sitios del paisaje de lostalleres, donde se puja por el poder, ste sea adjudicado a aqul en quien la insignificancia estperaltada por una fuerte voluntad . En otro lugar volveremos a abordar este tema y en especialsus implicaciones morales.

    Pero en la misma medida en que las actuaciones comienzan a perder inters desde la perspectivade la psicologa, en esa misma medida se tornan ms significativas desde la perspectiva de latipologa. El ser humano penetra en unas circunstancias que no abarca de inmediato con suconocimiento consciente y a las que mucho menos an configura. Slo con el paso del tiempo vaadquiriendo la ptica que permite comprender el espectculo. Slo entonces ser posible eldominio. Antes de poder actuar sobre un proceso es preciso haberlo comprendido.

    Con las catstrofes vemos aflorar a la superficie figuras que muestran estar a la altura de ellas yque las sobrevivirn cuando hayan quedado hace mucho tiempo olvidados los nombres casuales.Entre esas figuras se cuenta sobre todo la del Trabajador, la cual avanza con paso seguro e

    imperturbable hacia sus objetivos. Lo nico que el fuego de la catstrofe hace es realzar ms yms esa figura, tornarla cada vez ms resplandeciente. An brilla iluminada por la incierta luz delos Titanes. No barruntamos en qu ciudades regias, en qu metrpolis csmicas alzar esa figurasu trono. El mundo lleva ahora el uniforme y las armas de la figura del Trabajador y algunavez llevar tambin su traje de fiesta. Dado que por el momento esa figura se halla en losprimeros pasos de su carrera, el compararla con lo que ya ha llegado a su acabamiento no le hacejusticia.

    En el squito de la figura del Trabajador aparecen otras figuras tambin aquellas en que sesublima el sufrimiento. Entre ellas se encuentra el Soldado Desconocido, el Soldado Annimo,que precisamente por estar desprovisto de nombre se halla vivo no slo en todas las capitales,sino tambin en todas las aldeas, en todas las familias. Los lugares del combate, sus objetivostemporales, incluso los pueblos de que esos soldados desconocidos fueron representantes, todasesas cosas van difuminndose. Se enfran los incendios y lo que queda es otra cosa; algo quees comn a todos y hacia lo cual no se vuelven ya la voluntad y la pasin, sino el arte y laveneracin.

    A qu se debe que la figura del Soldado Desconocido vaya claramente asociada al recuerdo dela primera guerra mundial, pero no al de la segunda? Se debe a que en la ltima resaltan con

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    claridad las modalidades y los objetivos de la guerra civil mundial. Con ello vuelve a pasar asegundo plano lo propiamente blico, el soldado. En cambio, el Soldado Desconocido de laprimera guerra mundial contina siendo un hroe, un dominador de los mundos del fuego quetoma sobre s grandes cargas en medio de aniquilaciones mecnicas. Ello lo convierte en undescendiente legtimo de la caballera de Occidente.

    La segunda guerra mundial se diferencia de la primera no slo porque las cuestiones nacionalespasan abiertamente a formar parte de las cuestiones de la guerra civil y quedan subordinadas astas, sino, simultneamente, porque en ella se intensifica el desarrollo mecnico y de ese modola guerra se acerca, en el automatismo, a los ltimos lmites. Esto implica ataques exacerbadoscontra el nomos y contra el ethos. En este contexto se llega a batidas efectuadas por un poder quesupera en mucho el del adversario, a caceras que no dejan ninguna esperanza. La batalla demedios materiales se intensifica hasta convertirse en una batalla de asedio, para transformarse enun Cannas, al cual le falta, empero, la grandeza antigua. El sufrimiento crece hasta tal punto que,por fuerza, queda excluido lo heroico. Al igual que todas las otras modalidades de la estrategia,tambin sta nos ofrece una imagen exacta de nuestro tiempo que intenta clarificar en el fuego

    las cuestiones que le son propias. Desde hace ya mucho est preparada la cacera del ser humano,una batida que no deja escapatoria ninguna; y est preparada por teoras que aspiran a dar unaexplicacin lgica y compacta del mundo, y que corren parejas con el desarrollo tecnolgico. Aladversario se lo cerca primero en el campo de la razn y luego tambin en el campo social. Aesto se agrega, llegada la hora, su exterminio. No hay destino ms desesperanzado que el caer enun proceso como se; en un proceso en el cual el derecho se ha convertido en un arma.

    11. La amenaza genera pequeas minoras selectas.

    Tales fenmenos han venido dndose desde siempre en la historia humana; podramos contarlosentre las atrocidades que raras veces faltan cuando se producen grandes cambios. Ms

    desasosiego causa el hecho de que la crueldad amenace con convertirse en un elementoconstitutivo, en una institucin de las nuevas formaciones de poder, as como el ver entregadainerme a ella la persona singular.

    Esto tiene varios motivos; el principal es que el pensamiento racional es cruel. Esa cualidad suyase contagia luego a los planes que se hacen. En esto desempea un papel especial la extincin dela libre competencia. Tal extincin provoca curiosas imgenes reflejas de s misma. Como supropio nombre indica, la competencia o concurrencia se asemeja a la carrera de competicin, enla cual conquistan el premio los ms hbiles. Donde desaparece la competencia se corre el riesgode que surja una especie de estirpe de rentistas mantenida a costa del Estado mientras en lapoltica exterior perdura la competencia es decir, la carrera de competicin entre losdiferentes Estados. Por esa brecha es por donde penetra el terror. Sin duda son otrascircunstancias las que lo provocan: en esto queda al descubierto uno de los motivos que hacenque subsista el terror. La velocidad generada por la carrera competitiva de los Estados entre scausa ahora necesariamente miedo. En un caso el nivel depende de las altas presiones; en el otro,del vaco. En el primer caso quien marca el ritmo es el ganador; en el segundo, aqul a quiencada vez le van peor las cosas.

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    Con esto se halla relacionado el hecho de que el Estado se ve forzado en el segundo caso asometer permanentemente una parte de su poblacin a unas intromisiones horrorosas. La vida seha vuelto gris, pero an puede parecerle soportable a quien divisa a su lado la oscuridad, al negroabsoluto. Ah, y no en el terreno de la economa, es donde residen los peligros de las grandesplanificaciones.

    No deja de ser caprichosa la seleccin de los estratos de la sociedad que son perseguidos de esemodo. Siempre se tratar de minoras que, o bien llevan por naturaleza una marca que lasdistingue de los otros, o bien han sido inventadas con ese fin. Es evidente que con ello quedanamenazados tambin todos los que sobresalen por herencia y talento. Este mismo clima secontagia al trato acordado a los vencidos en la guerra. En conexin con la recriminacin por unaculpabilidad general se llega entonces a dejar morir de hambre a la gente en los campos deconcentracin, se llega a imponer trabajos forzados, a exterminar a los seres humanos en vastosterritorios ya deportar a los sobrevivientes.

    Es comprensible que en una situacin como sa el hombre prefiera soportar las cargas ms

    pesadas antes que ser contado entre los otros. El automatismo parece quebrantar con granfacilidad, como si lo hiciera jugando, lo que queda de la voluntad libre. La persecucin se hatornado compacta y universal, como un elemento de la naturaleza. Tal vez algunos privilegiadospuedan tener abierta la puerta de la huida; pero la huida suele conducir a cosas peores. Laoposicin parece dar estmulos a los dueos de la violencia, les procura el anhelado pretexto paraintervenir. Frente a esto, la ltima esperanza que queda es que el proceso acabe devorndose a smismo, como un volcn que ha arrojado toda su lava. Pero entretanto slo puede haber dospreocupaciones para el hombre que est amenazado de ese modo: ejecutar el trabajo que leasignan y no desviarse de la norma. Esto repercute incluso en las zonas de seguridad; en ellas seapodera de los seres humanos un pnico propio de la catstrofe. En este punto surge la cuestin y lo hace no slo en la teora sino en toda existencia real de hoy en este punto surge lacuestin de si no se podra tomar todava un camino diferente. Existen, en efecto, pasos demontaa, senderos de herradura que slo se descubren despus de una prolongada ascensin. Seha llegado a una concepcin nueva del poder, se ha llegado a unas concentraciones de poderinmediatas, vigorosas. Para poder plantarles cara se necesita una concepcin nueva de la libertad,una concepcin que no puede tener nada que ver con los desvados conceptos que hoy vanasociados a esa palabra. Esto presupone, para empezar, que uno no quiera simplemente que no loesquilen, sino que est dispuesto a que lo despellejen.

    Y de hecho habr que reconocer que no han quedado extinguidos todos los movimientos en estosEstados que disponen de una masa enorme de policas y que han adquirido una ingentesuperioridad de poder. Las corazas de los nuevos Leviatanes tienen sus brechas propias, quecontinuamente estn siendo palpadas, y esa operacin tiene como premisas una prudencia y unaaudacia de una especie nunca antes conocida. As, uno se inclina a pensar que existen aquminoras selectas que estn iniciando la lucha en favor de una libertad nueva, una lucha querequiere grandes sacrificios. No es lcito dar a esa lucha una interpretacin que resulte indigna deella. Para encontrar algo parangonable con esa lucha es preciso dirigir la mirada a tiempos ylugares esforzados; por ejemplo, a los de los hugonotes o a los de las guerrillas que Goya vio ensus Desastres. Comparado con estas cosas, el asalto a La Bastilladel cual sigue alimentndose

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    todava hoy la conciencia de libertad del individuo no pasa de ser un paseo dominguero porlas afueras de la ciudad.

    En el fondo no es posible considerar por separado a la tirana y a la libertad, aunque es ciertoque, cuando se las ve temporalmente, la una releva a la otra. Desde luego puede decirse que la

    tirana deja en suspenso la libertad y la aniquila. Pero, por el otro lado, la tirana slo puedellegar a ser posible en aquellos sitios donde la libertad se ha domesticado y diluido en uninsubstancial concepto de s misma.

    El ser humano tiende a edificar sobre los aparatos o a seguir cediendo a ellos aun en los sitiosdonde le es preciso sacar el agua de fuentes que le son propias. Esto representa un defecto defantasa. El ser humano ha de saber cules son aquellos puntos donde no le es lcito traficar consu decisin soberana. Mientras marchen bien las cosas, siempre habr agua en las tuberas ycorriente elctrica en los enchufes. Cuando la vida y la propiedad estn amenazadas, un simplegrito de alarma basta para que hagan acto de presencia, como por arte de magia, los bomberos yla polica. El gran peligro est en que el hombre confe demasiado en las ayudas de otros y,

    cuando faltan aqullas, quede desvalido. Todas las comodidades hay que pagarlas. La situacinde animal domstico arrastra consigo la situacin de animal de matadero.

    Las catstrofes son una prueba que permite averiguar en qu medida siguen conservando unfundamento originario los hombres y los pueblos. Ms all de la civilizacin y las seguridadesque son procuradas por ella, la salud y las esperanzas de vida dependen de que al menos una delas races contine nutrindose directamente del reino telrico.

    Esto se pone de manifiesto en aquellos tiempos en que se atraviesan fases de amenazas muyintensas. En esas fases los aparatos no slo dejan en la estacada al ser humano, sino que lopersiguen de tal manera que no parece quedar esperanza alguna. Entonces es cuando el hombre

    ha de decidir si da por perdida la partida o si desea continuarla, apoyndose para ello en sufuerza ms ntima, en su fuerza propia. En este ltimo caso decidir irse al bosque, aemboscarse.

    12. Junto a las figuras del Trabajador y del Soldado Desconocido aparece una tercera figura, elEmboscado.

    Hemos dicho que el Trabajador y el Soldado Desconocido son dos de las grandes figuras denuestro tiempo. En el Emboscado divisamos una tercera, que va apareciendo con una claridadcada vez mayor.

    En el Trabajador el principio activo se despliega en la tentativa de imponerse al universo ydominarlo de una manera nueva; en el ensayo de alcanzar proximidades y lejanas no vistas antespor ningn ojo, impartir rdenes a unas energas que hasta este momento nadie habadesencadenado.

    El Soldado Desconocido est en la zona de sombra de las acciones, cual vctima sacrificada queporta las cargas en los grandes desiertos del fuego y que es evocada como espritu bueno y

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    unificador. Esa tarea unificadora la realiza no slo en el interior de los pueblos, sino tambinentre los pueblos.

    En cambio, llamamos Emboscado a quien, privado de patria por el gran proceso ytransformado por l en un individuo aislado, acaba vindose entregado al aniquilamiento. Este

    destino podra ser el destino de muchos y aun el de todos

    no es posible dejar de aadir, por lotanto, una precisin y sta consiste en lo siguiente: el emboscado est decidido a ofrecerresistencia y se propone llevar adelante la lucha; una lucha que acaso carezca de perspectivas. Unemboscado es, pues, quien posee una relacin originaria con la libertad. Vista en el planotemporal, esa relacin se exterioriza en el hecho de que el emboscado piensa oponerse alautomatismo y piensa no sacar la consecuencia tica de ste, a saber, el fatalismo.

    Si lo contemplamos de ese modo, no dejar de hacrsenos evidente el papel desempeado por elemboscado no slo en los pensamientos, sino tambin en la realidad de estos aos que estamosatravesando. Todos y cada uno de nosotros nos encontramos hoy en una situacin de coaccin ylos intentos de conjurarla se asemejan a experimentos audaces, a experimentos de los cuales

    depende un destino mucho mayor an que el de quienes estn decididos a correr el riesgo dellevarlos a cabo.

    Acciones arriesgadas como sas pueden tener esperanzas de xito nicamente si les prestan suayuda, y les abren nuevas vas all donde no hay salida, las tres grandes potencias: el arte, lafilosofa y la teologa. Estudiaremos esto con detenimiento. Por ahora anticipemos tan slo que eltema de la persona singular sometida a una cacera va ocupando de hecho un espacio cada vezmayor en el arte. Es natural que ese tema resalte de manera especial en la descripcin del serhumano que se dedica a crear el teatro, el cine y, ante todo, a la novela. Vemos realmente cmoest cambiando la perspectiva pues la descripcin de la sociedad que progresa o se descomponeva dejando paso a la confrontacin de la persona singular con el colectivo tecnolgico y con el

    mundo peculiar de ese colectivo. Penetrando en sus profundidades, el autor mismo se convierteen un emboscado; la palabra autora es slo otro nombre para decir independencia.

    Hay una lnea recta que lleva de estas descripciones a Edgar Allan Poe. Lo extraordinario de esteespritu est en su economa de medios. Ya antes de que se alce el teln escuchamos el motivoconductor el Leitmotiv y ya por los primeros compases nos enteramos de que elespectculo llegar a ser amenazador. Los personajes, que son sobrios, matemticos, son almismo tiempo fatdicos. En eso estriba su inaudita fascinacin. El Maelstrom es el embudo, es laresaca irresistible hacia la cual atraen el vaco y la nada. El pozo nos presenta la imagen delasedio, del cerco cada vez ms angosto; el espacio comienza a reducirse y a empujar hacia lasratas. El pndulo es el smbolo del tiempo muerto, susceptible de medicin; es la afilada guadaade Cronos, colgada de l; una guadaa que se mueve de un lado para el otro y amenaza alprisionero pero que a la vez lo libera si ste sabe servirse de ella[3].

    De entonces a esta parte ha ido llenndose de mares y pases la apretada cuadrcula que cubre elmapa de la Tierra. Se ha agregado la experiencia histrica. Ciudades cada vez ms artificiales,comunicaciones automticas, guerras entre naciones y guerras civiles, infiernos de mquinas,despotismos grises, crceles, asechanzas sutiles todas esas cosas han ido recibiendo unnombre geogrfico y ocupan da y noche al ser humano.

    http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N3http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N3http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N3http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N3
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    Como planificador y pensador audaz, vemos a este ser humano meditar sobre el avance de losprocesos y sobre el modo de encontrarles una salida. En las acciones lo vemos como conductorde mquinas, como guerrero, como prisionero, como partisano en medio de las ciudades queunas veces arden en llamas y otras se iluminan para celebrar fiestas. Vemos al ser humano en elpapel de despreciador de los valores, en el papel de fro calculador; pero tambin lo

    contemplamos sumido en la desesperacin cuando, en medio de los laberintos, la mirada buscalas estrellas.

    El proceso tiene dos polos por un lado, el polo del Todo, que progresa en configuracionescada vez mayores y a travs de todas las resistencias. Aqu est el movimiento completo, eldespliegue imperial, la seguridad total. En el otro polo vemos a la persona singular: el hombreque sufre, que se encuentra desprotegido y cuya inseguridad es tambin total. Ambos polos secondicionan mutuamente pues el gran despliegue del poder es por el miedo a lo que vive; y lacoaccin adquiere especial eficacia en aquellos sitios donde se ha intensificado la sensibilidad.

    El arte se ocupa de esta nueva situacin del ser humano; la considera su tema particular y realiza

    numerosos ensayos en ese sentido. Sin embargo, estos ensayos van ms all de la meradescripcin. Constituyen mas bien experimentos que apuntan a un objetivo supremo: el de aunara la libertad y al mundo en una armona nueva. All donde esto se hace visible en la obra de arte,no puede menos que desvanecerse el miedo acumulado, as como la niebla se desvanece alprimer rayo del Sol.

    13) El miedo ...

    El miedo es uno de los sntomas de nuestro tiempo. La consternacin causada por el miedo estanto mayor cuanto que ese miedo viene a continuacin de una poca en la cual hubo una granlibertad individual y en la que tambin se haba vuelto casi desconocida esa clase de penurias que

    nos describe, por ejemplo, Dickens.La transicin de aquella seguridad a este miedo, cmo se ha producido? Si quisiramos elegiruna fecha concreta, probablemente ninguna otra resultara ms apropiada que el da en que sehundi el Titanic. En esa fecha chocan de frente, con toda violencia, la luz y las sombras:aparecen juntos la hybris del progreso y el pnico, las mximas comodidades y la destruccin, elautomatismo y la catstrofe; esta ltima se presenta como un accidente de trfico.

    De hecho el automatismo y el miedo van estrechamente unidos, desde el momento en que el serhumano coarta sus propias decisiones en beneficio de las facilidades tecnolgicas. stasprocuran numerosas comodidades. Pero tambin aumenta, y ello de manera necesaria, la prdidade libertad. La persona singular no est ya en la sociedad como lo est un rbol en el bosque.Antes al contrario, se asemeja al pasajero de una nave que se mueve a una velocidad cada vezmayor. La nave puede llamarse Titanic o puede llamarse tambin Leviatn. Mientras el tiemposea bueno y agradables las perspectivas, el pasajero casi no reparar en la situacin a que ha idoa parar y que es una situacin en que la libertad es menor. Por el contrario, lo que surge es unoptimismo, una conciencia de poder generada por la velocidad. Pero las cosas cambian cuandoemergen en la superficie islas que escupen fuego o aparecen icebergs. No slo ocurre entoncesque la tecnologa se traslada de las confortables comodidades a otros mbitos, sino que, al mismo

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    tiempo, se hace visible la falta de libertad y eso se pone de manifiesto, ya sea en el triunfo de lasfuerzas de los elementos, ya sea en el hecho de que en ese instante quienes ejercen el poderabsoluto del mando son las personas singulares que han permanecido fuertes.

    Los detalles son conocidos y han sido descritos muchas veces; forman parte de nuestra

    experiencia ms propia. Aqu podra pensarse en la objecin siguiente: ha habido otros tiemposde miedo, de pnico apocalptico, sin que su acompaamiento su instrumentacinestuvieraconstituido por ese carcter de automatismo. No vamos a entrar en esa cuestin, pues loautomtico no se torna terrible hasta que no se revela como una de las modalidades de lafatalidad, como el estilo de esa fatalidad, tal como fue descrito de manera insuperable porJernimo Hosco. No vamos a detenernos en la cuestin de si el miedo moderno es un miedoenteramente especial o si es slo el estilo que hoy ostenta la angustia csmica que retorna. Lapregunta que vamos a hacer, y que todos llevamos en nuestro corazn, es la contraria: en tantoperdure el automatismo y en tanto, como es previsible, vaya aproximndose cada vez ms a superfeccin, es acaso posible disminuir el miedo? Sera, pues, posible permanecer en la nave yreservarse la decisin propia? Es decir: sera posible no slo conservar, sino tambin fortalecer

    las races que an siguen ligadas al fondo primordial? Esta es la verdadera cuestin de nuestraexistencia.

    Y sa es tambin la cuestin que hoy se halla detrs de todas las congojas del presente. El serhumano pregunta si no puede escapar a la aniquilacin. Durante estos aos, si uno se sienta acharlar en cualquier punto de Europa con conocidos o desconocidos ver que la conversacin sedesva pronto hacia los asuntos generales y que afloran all todas las miserias. Uno reparar enque de casi todos esos hombres y mujeres se ha apoderado un pnico que no haba vuelto aconocerse entre nosotros desde los inicios de la Edad Media. Observar que esos hombres y esasmujeres se precipitan en su miedo como si fuesen unos posesos y que subrayan con franqueza ysin rubor los sntomas de ese miedo. Uno asiste a reuniones donde los espritus discuten, en unaespecie de competicin, qu es lo mejor: si huir, si esconderse, o si suicidarse. Aunque todavadisfrutan de total libertad, meditan ya sobre los recursos y tretas con que podrn comprar el favorde los viles cuando stos lleguen a dominar y uno vislumbra, horrorizado, que no hay ningunavileza que esos espritus no acepten si se les exige que lo hagan. Uno ve all hombres robustos,sanos, con un cuerpo de atleta y se pregunta para qu practicarn los deportes.

    Ahora bien, esos mismos seres humanos no estn slo angustiados; son a la vez temibles. Suestado de nimo pasa de la angustia a un odio declarado si ven que se debilita aqul a quien hastaese mismo instante han estado temiendo. Y no slo en Europa se encuentra uno con grupos deese gnero. El pnico se har ms compacto todava en aquellos sitios donde el automatismoaumenta y est aproximndose a formas perfectas, como ocurre en Norteamrica. En esos sitioses donde encuentra el pnico su mejor alimento. Es difundido a travs de redes que compiten enrapidez con el rayo. La simple necesidad que la gente siente de absorber noticias varias veces alda es ya un signo de angustia. La imaginacin gira y gira, y de esa manera va creciendo yparalizndose. A lo que se asemejan todas esas antenas que hay en las ciudades gigantescas es alcabello erizado. Constituyen una invitacin a establecer contacto con los demonios.

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    El Este no representa ciertamente una excepcin. El Oeste tiene miedo del Este, el Este tienemiedo del Oeste. En todos los puntos del mundo est vivindose a la espera de agresioneshorribles y en muchos de esos puntos se aade a lo anterior el miedo a la guerra civil.

    El gran mecanismo poltico no es lo nico que impulsa a sentir ese miedo. Hay adems una

    cantidad innumerable de angustias particulares. Ellas traen consigo la incertidumbre y stadeposita siempre su esperanza en mdicos, en salvadores, en taumaturgos. Todo puedeconvertirse, efectivamente, en objeto de miedo y esto es uno de los signos indicadores de lacatstrofe; un indicador ms difano que todos los peligros fsicos.

    14) ... puede ser vencido por la persona singular ...

    La pregunta bsica en estos remolinos dice as: es posible librar del miedo al ser humano? Talcosa es mucho ms importante que proporcionarle armas o que proveerle medicamentos. Elpoder y la salud estn en quien no siente miedo. Por otro lado, el miedo pone cerco tambin aquienes van armados hasta los dientes es precisamente a ellos a quienes pone cerco. Y esto

    mismo puede decirse de quienes nadan en la abundancia. Ni con las armas ni con los tesoros seconjuran las amenazas; armas y riquezas son nicamente medios auxiliares.

    Es tan estrecha la conexin que hay entre el miedo y los peligros amenazadores que resulta muydifcil decir cul de esos dos poderes es el que engendra al otro. El miedo es ms importante; deah que haya que empezar por l si se quiere desatar el nudo.

    Es menester prvenirse de lo contrario, es decir, del intento de comenzar por los peligros que nosamenazan. Si tratsemos de hacernos ms peligrosos que aqullos a quienes tememos nocontribuiramos a la solucin. Es la relacin clsica que se da entre los rojos y los blancos, entrelos rojos y los rojos, y tal vez, maana, entre los blancos y los negros. El terror es semejante a un

    fuego que se dispone a devorar al mundo entero.A la vez, el miedo se multiplica . Quien pone fin al terror se legitima como llamado a ejercer eldominio. Y quien pone fin al terror es el mismo que antes ha vencido al miedo.

    Es importante, adems, saber que no es posible extirpar por completo al miedo. Tal cosatampoco nos llevara ms all del automatismo. Al contrario, llevara al miedo hacia el interiordel ser humano. Siempre que ste delibere consigo mismo continuar teniendo al miedo como sugran interlocutor en el dilogo. En esa operacin el miedo aspira al monlogo, a ser l el nicoen hablar; el miedo se reserva la ltima palabra tan slo cuando representa ese papel.

    Si, en cambio, se reconduce el miedo al dilogo, entonces tambin el ser humano puede tomar lapalabra. Con ello deja de imaginarse que est siendo cazado. Adems de la solucin delautomatismo se deja ver tambin en todo momento otra solucin que es distinta de aqulla. Esdecir, ahora hay dos caminos; o bien, dicho con otras palabras: ahora queda restablecida la libredecisin.

    Aun en el supuesto de la peor de las catstrofes, siempre subsiste una diferencia, como la que seda entre la luz y las tinieblas. En el primer caso, el de la luz, el camino va ascendiendo hacia

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    reinos que estn en las alturas, hacia la muerte por el sacrificio o hacia el destino de quiensucumbe con las armas en la mano. En el segundo caso, el de las tinieblas, el camino desciendehacia las profundidades de los campos de esclavos y los mataderos donde unos hombresprimitivos se asocian criminalmente con la tecnologa. En este ltimo caso no hay destino; lonico que hay son nmeros. O bien poseer un destino propio o bien equivaler a un nmero: sa

    es la disyuntiva que hoy nos viene impuesta

    ciertamente por la fuerza

    a todos y a cada unode nosotros. Pero el decidirse por lo uno o por lo otro es algo que cada cual ha de hacer por ssolo. La persona singular es hoy exactamente igual de soberana que en cualquier otro perodo dela historia y aun es probable que sea ms fuerte que nunca. Pues a medida que van ganandoterreno los grandes poderes colectivos el ser humano va tambin quedando aislado de sus viejasasociaciones, de aquellas asociaciones que haban crecido de una manera espontnea. De lonico de que el hombre sale garante ahora es de s mismo. Y es ahora cuando se convierte en elantagonista del Leviatn; ms an: en su dominador, en su vencedor .

    Retornemos a la imagen de las elecciones. Como vimos, el proceso electoral se ha transformadoen un concierto automtico que viene dictaminado por quienes lo organizan. La persona singular

    puede ser forzada

    ser forzada

    a participar en l. Lo que esta persona ha de saber es quetodas las posiciones que pueda llegar a ocupar dentro de ese terreno son igualmente vanas. Daigual que la caza se mueva por este o por aquel sitio, con tal de que la haga entre los filopos,entre las redes que la encaminan a un sitio determinado.

    El lugar de la libertad es completamente distinto de la mera oposicin; tambin es diferente dellugar que puede brindar la huida. Bosque es el nombre que le hemos dado al lugar de lalibertad. En l hay otros medios, unos medios diferentes del no que uno escribe en el crculopredispuesto para ello en la papeleta del voto. Desde luego, hemos visto que, dada la situacin aque se ha llegado, tal vez tan slo uno entre cien est capacitado para " irse al bosque", para la"emboscadura". Pero de lo que aqu se trata no es de relaciones numricas. Cuando se incendiaun teatro basta una cabeza clara, basta un corazn enrgico para contener el pnico de millaresde personas que amenazan con aplastarse unas a otras y que se entregan a una angustia propia deanimales.

    Cuando aqu hablamos de la persona singular estamos refirindonos al ser humano, alhombre tal cual, pero desprovisto del regusto aadido que esa palabra ha ido adquiriendo en eltranscurso de los dos ltimos siglos. Estamos refirindonos a la persona libre, tal como fuecreada por Dios. Ese hombre no representa una excepcin, no es una minora selecta. Antes alcontrario, se halla oculto en el interior de todos y cada uno de nosotros. Las diferencias que aquaparecen son nicamente el resultado de la diferencia de grado en que el ser humano haya sidocapaz de hacer realidad la libertad que le ha sido otorgada. Para eso es preciso prestarle ayuda con el pensamiento, con el conocimiento, con la amistad, con el amor.

    Tambin cabe decir que en el bosque el ser humano duerme. El orden queda restablecido en elinstante mismo en que, al despertarse, repara en el poder que tiene. Es posible darle al ritmosuperior de la historia la siguiente interpretacin: el ser humano se redescubre a s mismoperidicamente. Siempre hay poderes que intentan colocarle sus mscaras propias; poderes queunas veces son totmicos, otras mgicos, y otras tecnolgicos. Entonces aumenta la rigidez; y alaumentar la rigidez, crece tambin el miedo. Las artes se petrifican, el dogma se absolutiza. Pero

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    desde los tiempos ms remotos viene repitindose una y otra vez el mismo espectculo: elhombre se quita la mscara y a ese acto sigue la jovialidad, que es el reflejo luminoso de lalibertad.

    Sometidos como estamos a la fascinacin de potentes ilusiones pticas, nos hemos habituado a

    ver en el ser humano un simple grano de arena cuando se lo compara con sus mquinas y con susaparatos. Ahora bien, los aparatos son, y no dejarn de ser, decorados de teatro colocados por laimaginacin inferior. El ser humano es quien ha fabricado tales decorados y l es quien puededesmontarlos o bien darles un sentido nuevo. Es posible hacer saltar las cadenas de la tecnologay el que puede hacerlo es la persona singular .

    15) .... si sta adquiere conocimiento de su poder.

    Aqu hemos de sealar todava una posibilidad de error: estamos aludiendo a la confianzadepositada en la imaginacin pura. Desde luego, lo concedemos, esa imaginacin lleva a lavictoria espiritual. Pero lo que no puede ser es que eso conduzca a la fundacin de escuelas de

    yoga. Y, sin embargo, en eso es en lo que piensan no slo numerosas sectas, sino tambin unaespecie de nihilismo cristiano que se toma las cosas muy a la ligera. No podemos limitarnos aconocer en el piso de arriba la verdad y la bondad mientras en el stano estn arrancando la piela otros seres humanos como nosotros. Eso es algo que no puede hacerse ni aunque uno seencuentre en una posicin no slo bien asegurada, sino tambin superior; y no puede hacerseporque el sufrimiento inaudito de millones de seres humanos esclavizados es algo que clama alcielo. Todava permanece en la atmsfera el vaho de los desolladeros. Con meras palabreras nose eluden esas cosas. De ah que no nos est concedido quedarnos en la imaginacin, a pesar deque es ella la que otorga su fuerza bsica a las acciones. Nivelar las imgenes y derribarlas esalgo que precede a la lucha por el poder. Por este motivo no podemos prescindir de los poetas.Ellos son los que introducen la subversin y los que inician tambin el derrocamiento de los

    Titanes. La imaginacin

    y con ella el canto

    forman parte de la emboscadura.Volvamos ahora a la segunda de las imgenes que hemos utilizado. El mundo histrico en quenos hallamos se asemeja a una embarcacin que se desplaza con un movimiento rpido y queunas veces exhibe rasgos de comodidad confortable y otras veces muestra signos de terror. Unasveces es el Titanic y otras veces es el Leviatn. Lo que se mueve sirve de seuelo a los ojos y porello a la mayora de los pasajeros de la nave les queda oculto que en forma simultnea habitan enun mundo diferente en el cual reina una quietud total. Es tan superior el segundo de estos reinosal primero, que parece contener a ste dentro de s como un juguete. Es tan superior a l como loes una de esas innumerables epifanas que acontecen. El segundo de esos reinos es puerto, espatria, es paz y seguridad, cosas que todos nosotros llevamos dentro. A esto es a lo que damos elnombre de bosque.

    Travesa martima y bosque tal vez parezca difcil aunar en una sola imagen cosas tandispares. Pero al mito le resulta familiar ese gnero de contrastes. As, el Dioniso raptado porunos marineros tirrenos hizo que en torno a los remos se enroscasen pmpanos y mirto y quecrecieran hasta envolver el mstil. De aquella espesura surgi luego el tigre que despedaz a lospiratas.

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    El mito no es historia ocurrida en un tiempo anterior; es realidad intemporal que se reitera en lahistoria. El hecho de que nuestro siglo vuelva a encontrar sentido en los mitos es uno de losindicadores favorables. Tambin hoy existen poderes fuertes que llevan a alta mar al ser humano,que lo conducen al interior de los desiertos y a su mundo de mscaras. Un viaje as perder sucondicin amenazadora si el ser humano vuelve en s y recuerda la fuerza divina que posee.

    16) La emboscadura, en cuanto conducta libre en la catstrofe ...

    Si queremos salir de la coaccin que viene representada por la mera jugada aislada y deseamosllegar a tener una visin de conjunto de la partida, dos son los hechos que hemos de conocer yreconocer.

    En primer lugar hemos de saber lo que ya hemos visto en el ejemplo de las elecciones: que slouna pequea fraccin de las grandes masas humanas est capacitada para hacer frente a laspoderosas ficciones de nuestro tiempo y a las amenazas que irradian de ellas. Es verdad que esapequea fraccin puede asumir la representacin de la totalidad.

    En segundo lugar hemos de saber lo que hemos visto en el ejemplo de la nave: que los poderesdel presente no bastan para resistir a las mencionadas ficciones.

    Estos dos descubrimientos no encierran en s novedad alguna. Estn en el orden normal de lascosas y volvern a imponerse siempre que se anuncian catstrofes. La actuacin pasar entoncesa manos de minoras selectas que prefieren el peligro a la esclavitud y las acciones habrn idoprecedidas siempre de una reflexin. Por un lado esta reflexin se expresa en la crtica de laactualidad, es decir: en el conocimiento de que ya no bastan los valores vigentes. Por otro lado seexpresa en el recuerdo. Este puede orientarse hacia los padres y hacia los rdenes que les fueronpropios; padres y rdenes que estn ms prximos al origen que nosotros. Entonces el recuerdo

    tendr como objetivo unas restauraciones conservadoras. En los grandes peligros se buscar losalvador a mayor profundidad, se lo buscar en las Madres; al contacto con stas se liberanfuerzas primordiales a las que no pueden hacer frente los puros poderes temporales.

    Dos son, pues, las cualidades que se presuponen en el emboscado. En primer lugar, elemboscado no le permite a ningn poder, por muy superior que sea, que le prescriba la ley; nipor la propaganda ni por la violencia. Y, en segundo lugar, el emboscado se propone defenderse.Para ello no slo utiliza los medios y las ideas propias de su tiempo, sino que a la vez mantieneabierto el acceso a unos poderes que son superiores a los temporales y que nunca podrn serdiluidos en puro movimiento. Uno puede correr el riesgo de la emboscadura, puede osaremboscarse, si se cumplen esas dos condiciones.

    La cuestin que ahora se plantea es la siguiente: cul es el propsito perseguido por talesesfuerzos? Ya hemos apuntado que ese propsito no puede limitarse a la conquista de purosreinos interiores. Despus de las derrotas sa es una de las ideas que suelen difundirse.Igualmente insuficiente sera el limitarse a objetivos reales; por ejemplo, a la conduccin de lalucha para recuperar la libertad nacional. Antes al contrario, veremos que los esfuerzos de losque estamos hablando son coronados tambin por la libertad nacional, pero sta es aqu algoaadido. Pues la catstrofe en que nos vemos envueltos no es simplemente una catstrofe

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    nacional; es una catstrofe mundial. Y con respecto a ella resulta muy difcil decir, y mucho msdifcil an profetizar, quines son propiamente los vencedores y quines son propiamente losvencidos.

    Ocurre ms bien que quien ha captado la situacin mejor que todos los gobiernos y que todos los

    teorizantes es el hombre sencillo, el hombre de la calle, la persona con la que nos encontramostodos los das y en todos los sitios. Esto se debe a que continan estando vivos en ese hombrevestigios de un saber que llegan ms hondo que los lugares comunes de la actualidad. De ah queen congresos y en conferencias se adopten unas resoluciones cuya estupidez y cuya peligrosidadson mucho mayores que las que tendra la sentencia dictada por una persona cualquiera sacadadel primer tranva que pase ante nosotros.

    La persona singular contina teniendo rganos en los que est viva una cantidad mayor desabidura que la disponible en toda la organizacin en su conjunto. Esto es algo que se pone demanifiesto incluso en el desconcierto, en el miedo de la persona singular. Cuando sta se torturaintentando averiguar dnde hay una salida, un camino para huir, se comporta de una manera que

    toma en consideracin la inminencia y la magnitud de la amenaza. Cuando desconfa del papelmoneda y se atiene a los objetos reales, la persona singular se comporta como alguien quetodava sabe distinguir el oro de la tinta de imprenta. Cuando en pases que son ricos y se hallanen paz esta persona se despierta aterrorizada por las noches, el hecho es algo tan natural como elsentir vrtigo del abismo. Tratar de persuadirla de lo contrario, de la inexistencia del abismo, esalgo que no tiene sentido. Adems, cuando alguien delibera consigo mismo es bueno que lo hagaal borde del abismo.

    Cmo se comporta el ser humano en presencia de la catstrofe y en medio de ella? se es eltema que se plantea con una urgencia cada vez mayor. En esa cuestin, que es la ms importante,se incluyen todas las dems. Tambin en el interior de los pueblos que parecen estar planificando

    un ataque mutuo, tambin en el interior de ellos la gente medita, en el fondo, sobre las mismasamenazas.

    Mirar cara a cara a la catstrofe y enfrentarse al modo en que uno puede verse envuelto en ella esalgo til en todos los casos. Equivale a maniobras militares en el campo del espritu, a unosejercicios espirituales. El miedo disminuir si abordamos este asunto como es debido; y esorepresenta ya un primer paso hacia la seguridad, un paso importante. Tiene no slo efectoscurativos, sino tambin efectos preventivos sobre la persona. Pues en la misma medida en que elmiedo disminuye en las personas singulares, en esa misma medida decrece la probabilidad de lacatstrofe.

    17) .... es independiente de las fachadas poltico-tcnicas y de sus agrupaciones.

    La nave significa el ser temporal; el bosque, el ser supra-temporal. En esta poca nuestra, que esuna poca nihilista, se acrecienta la ilusin ptica que parece multiplicar las cosas que semueven, en menoscabo de las cosas que estn quietas. En realidad, todos los poderestecnolgicos que hoy se estn desplegando son un brillo fugaz que viene de los recintos queguardan los tesoros del Ser. El hombre adquirir seguridad si logra penetrar, aunque slo sea por

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    brevsimos instantes, en tales recintos. No slo perdern entonces su cariz amenazador las cosastemporales, sino que producirn la impresin de estar llenas de sentido.

    Vamos a llamar emboscadura a ese giro favorable y emboscado a quien lo ejecuta. De modosemejante a lo que ocurre con la palabra trabajador, tambin la palabra emboscado designa

    una escala muy amplia, pues se refiere no slo a campos y a modalidades muy diversas, sinotambin a los diferentes grados de un modo de comportarse. El hecho que esa palabra tenga yauna historia anterior es una de las viejas palabras islandesas no puede ser perjudicial.Aunque aqu, ciertamente, vamos a entender esa palabra en un sentido ms amplio. El irse albosque, la emboscadura, era un acto que segua a la proscripcin. Mediante la emboscadura elhombre proclamaba su voluntad de depender de su propia fuerza y a afirmarse tan slo en ella.Hacer eso se consideraba honroso; y tambin hoy contina sindolo, digan lo que digan todos loslugares comunes que por ah corren.

    A la proscripcin haba precedido casi siempre de un homicidio. Hoy, en cambio, la proscripcingolpea al ser humano de manera automtica, al girar de la ruleta. Nadie sabe si maana no lo

    contarn en un grupo que se encuentra fuera de la ley. El barniz civilizado de la vida sufre,entonces, un cambio pues desaparecen los decorados confortables y se truecan en signos deaniquilamiento. El vapor de lujo se transforma en un buque de guerra o bien en un navo en elque se izan las banderas negras de los piratas o las banderas rojas de los verdugos.

    En los tiempos de nuestros remotos antepasados el hombre que sufra la proscripcin era alguienhabituado a pensar por s mismo, a llevar una vida dura y a actuar de manera autocrtica. Entiempos posteriores tal vez se senta an lo bastante fuerte como para tomar en consideracin laexcomunin y para ser por sus propios medios no slo un guerrero, un mdico y un juez, sinotambin un sacerdote. Hoy no ocurren esas cosas. Los seres humanos estn tan insertos encolectivos y en constructivos que se tornan muy indefensos. Casi no se dan cuenta de la fuerza

    tan especial que en estos ilustrados tiempos nuestros han ido adquiriendo los prejuicios. A esto seagrega que el modo de vivir depende de enchufes elctricos, de alimentos conservados, detuberas que conducen el agua; es decir: depende de coordinaciones, de repeticiones. No sepercibe lo mtico, sino que volvemos a encontrarnos con l recin cuando el tiempo se tambaleaen sus estructuras y estamos sometidos al imperio de un peligro mximo.

    La emboscadura tampoco significa: o bien el viedo o bien la nave. Significa: la via y la nave.Es creciente el nmero de las personas que desean abandonar la nave y entre ellas se cuentantambin mentes agudas y espritus buenos. Pero en el fondo esto equivale a querer desembarcaren alta mar. Hacen entonces su aparicin el hambre, el canibalismo y los tiburones, en suma,todos aquellos horrores que se nos han contado de la balsa de la Medusa. De ah que en todo casosea aconsejable permanecer a bordo y en cubierta, aunque uno mismo corra el riesgo de volar porlos aires junto con la nave.

    Esta objecin no va dirigida contra el poeta. Tanto con su obra como con su existencia el poetapone de manifiesto la inmensa superioridad del mundo de las Musas sobre el mundo de laTcnica. El poeta ayuda al ser humano a encontrar el camino de vuelta a s mismo: es unemboscado.

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    No menos peligroso sera restringir el significado de la palabra emboscadura haciendo quedesigne la lucha por la libertad de Alemania. La situacin en que la catstrofe ha colocado aAlemania condiciona un reordenamiento de sus fuerzas armadas. No ha habido unareorganizacin de ellas desde la derrota de 1806 pues, aunque es cierto que han cambiadomucho, tanto en cuanto a sus efectivos como en lo que se refiere a su tcnica ya su tctica, la

    verdad es que las fuerzas armadas continan basndose, al igual que todas nuestras institucionespolticas, en el pensamiento fundamental de la Revolucin francesa. Una autnticareorganizacin de las fuerzas armadas alemanas no consiste en integrarlas a una estrategia areao atmica. Antes al contrario, de lo que se trata es de que adquiera poder y figura una idea nuevade la libertad, tal como ocurri despus de 1789 en los ejrcitos de la Revolucin y tal comoaconteci despus de 1806 en el ejrcito prusiano. En este aspecto son posibles, desde luego,tambin hoy unos despliegues de poder que se alimenten de principios diferentes a los de laMovilizacin Total. [4]Pero esos principios no van asociados con las naciones; habrn de seraplicados en todos los sitios donde se despierte la libertad. Vistas las cosas tcnicamente hemosllegado a una situacin en la que ya tan slo dos potencias son del todo autrquicas, es decir: enla que ya slo dos potencias tienen la capacidad de adoptar un comportamiento estratgico-

    poltico que, apoyndose en los grandes medios de combate, est a la altura de objetivos a escalaplanetaria[5]. La emboscadura ser posible, en cambio, en todos los puntos de la Tierra.

    Con ello ha quedado dicho tambin que esta palabra no encierra un propsito hostil al Este. Elmiedo que hoy recorre nuestro planeta viene inspirado en gran medida por el Este. Ese miedo seexterioriza en los ingentes preparativos que se efectan tanto en el mbito material como en elespiritual. Esto llama mucho la atencin, pero no constituye, sin embargo, un motivofundamental; es una simple secuela de la situacin mundial. Los rusos se encuentran metidos enel mismo atolladero que todos los dems; incluso es posible que estn pasando ms apuros quelos otros, si es que queremos usar al miedo como criterio. Pero las armas son incapaces de hacerque decrezca el miedo. El miedo slo podr disminuir si se encuentra un nuevo acceso a lalibertad. En este aspecto son muchas las cosas que los rusos y los alemanes habrn de decirsetodava; disponen de las mismas experiencias. Tambin para los rusos la emboscadura constituyeun problema medular. El ruso, en la medida en que es un bolchevique, se encuentra en la nave;en la medida en que es un ruso, en el bosque. Esta situacin define tanto los peligros que loamenazan como la seguridad de la que goza.

    El propsito de la emboscadura no se orienta en general ni a las simples fachadas polticas nitampoco a sus agrupaciones. Esas cosas pasan, son fugaces, mientras que las amenazaspermanecen y aun regresan con mayor rapidez y ms fuerza que antes. Los adversarios llegan ahacerse tan semejantes que puede adivinarse sin ninguna dificultad que son meros disfraces deun solo y nico poder. No se trata de forzar las apariencias en este o en aquel lugar, sino dedominar el tiempo. Esto requiere soberana. Y el lugar donde hoy se encontrar la soberana noser tanto en las grandes decisiones como en el ser humano que en su interior abjura del miedo.Los monstruosos preparativos antes mencionados se dirigen nicamente contra el hombre y, sinembargo, en ltima instancia estn destinados a su triunfo. Este conocimiento hace libre al serhumano y con ello las dictaduras se hunden en el polvo. Aqu es donde se hallan las reservasapenas explotadas todava de nuestro tiempo, y no slo del nuestro. Esa libertad es el tema de lahistoria como tal y es lo que la deslinda, por un lado frente a los reinos de los demonios y, por elotro, frente al acontecer meramente zoolgico. Esto se halla prefigurado en el mito y en las

    http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N4http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N4http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N4http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N5http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N5http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N5http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/Junger_DerWaldgaenger_01.htm#N4
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    religiones y es algo que retorna siempre: los Gigantes y los Titanes aparecen siempre con lamisma prepotencia. Y, sin embargo, ya ha habido casos en los cuales ha