Análisis Ernst Lubitsch

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  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

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    Vertigo. Revista de cine(Ateneo da Corua)

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    Entidades colaboradoras:

    Reserva de todos los derechos (NO CC)

    http://hdl.handle.net/10251/43054

    Anlisis fotogramtico de cuatro films mudos de Ernst Lubitsch

    Moreno Cantero, R. (1998). Anlisis fotogramtico de cuatro films mudos de Ernst

    Lubitsch. Vrtigo. Revista de cine. (13):18-27.

    Moreno Cantero, Ramn

  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

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    18

    V

    VERTIGO

    Travesas

    1

    l trayecto.h i

    a

    m rg

    c a

    de

    e

    Ramn Moreno

    Cantero

    Una

    centuria

    de cine es algo

    ms que

    una etapa, es

    un perodo

    histrico y por tanto, un momento privilegiado para la refexin;

    sta puede tomar

    muy

    diversos caminos, especialmente si

    tie

    ne

    por

    objeto todo el caudal esttico provocado

    por

    el cinema

    tgrafo y la conmocin psicolgico-sensitiva

    que

    le acompa.

    El relato audiovisual

    no

    slo ha transformado la dimensin m

    tica humana expresada antao

    por

    medios literarios y plsti

    cos, sino

    que

    la ha usurpado; y en

    esa

    usurpacin

    -ms

    universal

    y homogeneizada (satelizada) que

    nunca-

    ha tenido mucho que

    ver

    la

    construccin

    de

    un

    cdigo

    flmico,

    cuyo crecimiento

    has

    ta

    la categora

    de

    modo

    de

    representacin merece

    nuestro

    par

    ticular instante reflexivo. Pero no nos engaemos: esgrimimos

    los cien como otra excusa para

    indagar

    en ese

    espejo aejo

    y si

    lente que contina devolvindonos mucha ms luz que sombra.

    1-

    EN EL INTERIR DE UN FOTOGRAMA

    La pertinencia del M0delo dominante definido

    por Noel Burch est fuera de duda: se trata de un

    instrumento que ha conseguid0 diseccionar un

    complejo mecanismo lingstico para volve r a

    montarlo asignndole

    un

    lugar al receptor de to

    do el discurso, de toda la representacin; en s

    ta, la mirada encuentra asidero siempre, y cuan

    do no

    lo

    encuentra, es por alguna razn concreta

    y por poco tiempo. Esa ubicacin espacial y psi

    colgi

    l::a

    conforma tal grado de digesis que, pa

    ra la inmensa mayora de espectadores en todo el

    mundo, el modelo es e l nico adecado para la

    transmisin icnica narrativa, recibiendo por ello

    el acertado sobrenombre de

    i

    nstitucional l

    Aunque opinamos que ese modelo

    ha

    sido un

    punto de gravedad demasiado estricto para las

    modernas tcnicas analticas, no recono

    ce

    r que

    existe todo u planeta flmico institucional que

    funda su per

    so

    nalidad esttica en el cdigo do-

    minante sera sufrir un ataque de ceguera absur

    do; para rendir cuentas del aqul proponemos un

    reajuste del mecanismo analtico para adaptarlo

    a las exigencias

    ema

    nadas de la propia

    image

    n,

    ya que sta -desde el co

    nt

    acto directo e

    ntim

    o

    que funda

    el

    re

    lato-

    impele a

    una

    mayor

    com

    pr

    e

    nsin

    del aspecto icnico del

    cdigo,

    y no

    nicamente

    de

    su armazn nalTatolgico, el cual

    nunca

    debe ser obviado; ste ltimo

    ha

    sido

    ju

    s

    tamente destacado y

    de

    smontado en n

    um

    erosos

    trabajos a los cuales t

    an

    slo tratamos

    de

    aportar

    una reflex

    in

    fot

    og

    r

    am

    tica, en el sentido bart

    hesiano de la expresin

    .2

    Ocupmonos pues de visualizar tal cdigo, y

    ha

    gmo

    slo sobre

    una ser

    ie

    de

    films que podran

    ser comparados con

    cr

    i

    at

    uras cuyo nac

    imi

    ento es

    nico, rem

    en

    dadas en el inmenso laboratorio ci

    nematogrfico mundial que fue la dca

    da

    de

    lo

    s

    diez. Son obras s tas que cabalgan sobre el ya

    imparab

    le tren d

    el mo

    delo institudo , pero que

    an arras tran vagones procedentes del lenguaje

    1) Burch, N.: l tragaluz del In-

    fin ito (Madrid, Ctedr

    a,

    1987).

    (2)

    No podemos extendernos so-

    br

    e

    es

    te crucial pun to de pati

    da en el mbi to pr

    esent

    e; bas

    te decir que

    prof

    und iza en la

    d imensin fotogramtica prac-

    ticada por Ro l

    and

    Barthes en

    '

    1

    EI tercer sen t ido , incluido en

    Contribucciones

    al

    anlisisse-

    miolgico del film

    (Valencia, Fer-

    nando Torres. 1976). Remitimos

    tambin a Mo reno Cantero, R. :

    Imgenes

    abiert

    as

    pli

    caciones

    del anlisis textual fotogram-

    tico

    (Memoria de Diplomatura ,

    Univ

    . Val la

    do lid

    ,

    1995, indi

    -

    ta .

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    VERTIGO

    ravesas

    primitivo, aunque s

    lo

    en su faz formal, des

    po

    jados ya del ambiente festivo y carnavalesco ex

    terior

    que

    arropaba el modo primitivo; compro

    baremos en su gnesis lo que pronto alcanzarn

    rango de convenciones dominantes, por contras

    te con las convenciones supervivientes

    de

    un mo

    delo agonizante, pero an presente en su estela

    fragmentaria incluso

    en fecha

    s tan avanzadas

    como las

    que

    vamos a manejar.

    Con el fin de evitar la dispersin textual, es

    cojemos tres films que comparten

    la

    misma d

    cada

    (los mencionados diez), la misma naciona

    lidad alemana), el mismo sistema productivo

    (Projektons A.G./Union-Film/UFA) y el mismo

    director (Ernst Lubitsch, del cual evitaremos to

    da referencia , tanto personal como a un supues

    to estilo); dejamos para el final otro texto del

    propio Lubitsch

    que

    ofrecer un dis

    cur

    so plena

    mente

    institucional,

    aunque

    perteneciente a su

    primera fase americana, del ao

    9 5

    . El estudio

    de las obras alemanas propuestas se abordar dia

    crnicamente,

    ya que

    as rastrearemos

    con

    ma

    yor

    eficacia el aparente cdigo mixto operado

    en

    las mismas.

    2-LAS CRIATURAS

    MIXTAS DEL

    CDIGO

    Schuhpalast Pinkus 1916) es una comediaba

    nal protagonizada

    por

    el propio Lubitsch en

    la

    cual encarna a un mal estudiante llamado Sally

    Pinkus

    que

    entra a trabajaren una zapatera, has

    ta que,

    con

    el dinero

    de

    una cliente encaprichada

    con l, monta su propio y exitoso negocio. Es s

    te un film de aspecto primitivo, lastrado por una

    planificacin rgida de la cual, sin embargo, emer

    gen formaciones

    m

    s avanzadas.

    En

    efecto

    ,

    el

    relato est distribuido

    por

    una

    sucesin de cuadros muy dinmicos internamen

    te, pero exentos de movimientos de cmara; ni

    camente hay dos excepciones a la arcaica sinta

    xis del film:

    un tr velling

    al principio

    de Sa

    lly

    buscando trabajo, y una panormica breve sobre

    l

    os

    zapatos de

    la

    s modelos en

    la

    zapatera al fi

    nal. El enfoque de esos cuadros incluye adems

    la

    distancia prudencial que no personaliza y que

    instala

    la

    visin en un permanente plano gene

    ral fijo, resabio obvio del cuadro autrquico pri

    mitivo. Sin embargo, la

    con

    stitucin espacial es

    ms moderna, gozando de una clara perspectva

    area que busca la mayor profundidad de campo,

    tanto en interiores

    como

    en exteriores.

    Respecto a su

    efecto

    narrativo ,

    ste

    incluye

    ya la

    continuidad institucional,

    con

    constantes

    entradas y salidas

    de

    cuadro por medio

    de unas

    puertas cuyo uso parece herencia directa del Grif

    fith de la Biograph por su c

    on

    s

    ciente

    dominio.

    No existe la ub icuidad del espectador; el

    mon

    taje no trabaja escenas paralelas, sino tan slo esa

    continuidad

    entre

    cuadros fijos

    que

    as

    egura

    un

    flujo narrativo

    ba

    stante rpido. El punto

    de

    vis

    ta

    est

    por tanto inmovilizado , pero se desplaza

    en una ocasin: en la clase

    de

    gimnasia, Sally su

    be

    por la cuerda y la cmara adopta su punto

    de

    vista en un picado para enfocar al resto de la cla-

    se

    desde arriba; una innovacin

    que

    indaga

    -t

    midamente- la identificacin espectador-cma

    ra-personaje propia del cdigo institucional. Asi

    mismo, constatamos cortos sa

    ltos en

    el eje.

    A pesar de la rgida planificacin escal

    ar

    des

    crita,

    existen plano

    s medios, y

    en

    ellos se

    evi

    dencia el valor que se otorga ya al recorte del en

    cuadre,

    pue

    sto que se nos acerca al delito direc

    to o a una fiivola relacin sexual; es decir, la frac

    tura del lenguaje

    arca

    ico se

    opera co

    n una fun

    cin, dotndola de un valor concreto: enfocar ms

    de cerca la violacin de la Ley. Tan slo hay ocho

    planos medios (y de tres cuartos) en todo el film

    que acortan brevemente el cuadro autrquico, y

    seis

    de ellos tienen a Sally Pinkus como prota

    gonista, colocando la mirada espectatorial fren

    te

    a

    lo

    prohibido; siguiendo esos planos, se ofre

    ce

    una lectura paralela que excede

    el

    esquema

    de

    comedia incua:

    -en el primero Sally mira por una cerradura,

    recogiendo as toda una tradicin inicial del cine

    an identificable por el e spectador, el gnero de

    cerraduras,

    por

    la

    s cuales se observaba una mu

    jer desnudndose. Pero el cdigo

    ya

    comienza a

    tapar

    lo im a

    ginario : en esta ocasin no existe

    contraplano con cortinilla de cerradura mostran

    do lo mirado, a pesar de que Sally est observando

    algo inofensivo, su clase escolar.

    -en el segundo trata de seducir a la hija de su

    primer jefe, mientras

    que

    en el tercero acaricia el

    tobillo de una cliente con una cmplice mirada a

    cmara, remitiendo al

    apru e

    propio del cine ms

    primitivo

    FIG.l):

    es la primera invitacin de

    Sally para internarnos en un espacio moralmente

    transgresor. Estos dos encuadres son sin duda los

    ms primitivos, en la medida en que no asumen a

    esencial opacidad institucional frente a lo imagi

    nario, entendido como lugar transgresor de la Ley

    que al tiempo corp01iza el cuerpo deseado.

    -en el cuarto establece una rima con el ant

    e

    rior, ya que manipula (mirando a cmara) el pre

    cio de un zapato, hacindonos cmplices de su

    delito: la seleccin de un cuadro ms reducido

    Figura 1

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    Figura

    V RTIGO

    ravesas

    trata pues de atrapar la mirada de un conforta

    ble espectador en la misma violacin legal ; no

    era sta la principal motivacin del MRP, con to

    do su universo carnavalesco?.

    --en los dos ltimos est con la cliente a la que

    pretende conquistar, recibiendo por sus favores

    una cantidad de dinero (con la cual financiar su

    propio negocio) que insina una clara relacin de

    seduccin recompensada,

    por

    ms que el relato

    concluya con su matrimonio: la Ley finalmente

    restituda, aunque dejando una huella equvoca

    de su transgresin durante toda la seleccin de

    encuadres medios.

    El valor testimonial de Schuhpalast Pinkus es

    el de ofrece r un cdigo mixto que an instru

    mentaliza la mirada del espectador en el mismo

    encuadre, mientras que la Institucin encargar

    la conduccin de esa mirada al montaje casi con

    exclusividad: as eclosionar en Los ojos de la

    momia

    Die Augen

    der

    Mum

    ie

    Ma,

    1918 . Pero

    antes vamos a rendir cuentas de ese curioso ex

    perimento que es

    La

    mwieca

    La mueca (Die Puppe, 1919 escenifica un

    peculiarcuento medievalista de trazos burlescos:

    el barn de un pueblo imaginario obliga a su

    sobrino Lancelot (Hemrnnn Thimig) a casarse a

    cambio de una importante

    ca

    ntidad de d

    in

    ero,

    idea que le horroriza; aconsejado por los monjes

    del monasterio (verdaderamente obsesionados

    co

    n la comida), decide fingir matrimonio con

    un autmata (una mueca) fabricada por el fa

    moso inven tor Hilarius (Vctor Hanson) , rp li

    ca exacta de su hija Ossi (Ossi Oswalda); sin em

    bargo el aprendiz de

    i u s

    estropea la mue

    ca y Ossi decide hace

    rs

    e pasar por la misma. Tras

    una serie de peripecias ocasionadas por la per

    plejidad de Lancelot ante las reacciones de lo que

    l considera un juguete mecnico, ambos final

    mente contraern matrimonio cuando Ossi des

    cubre su identidad human

    a.

    An estando inmersa en una fase totalmente

    institucional de Lubitsch -pinsese que La mu-

    eca fue dirigida despus de obras tan codifica

    das como

    Los ojos de la momia, Carmen 1918

    o

    Mad

    ame Du Barry 1919 - este divertimento

    construye un autntico monstruo, desde el punto

    de vista esttico: se trata de una obra que utiliza

    todos l

    os

    recursos sintcticos instituidos, pero al

    servicio de una puesta en escena premeditada

    mente primi tiva. No se tra ta pues de la pervi

    vencia de rasgos propios del modelo primitivo,

    sino de la consciente resurreccin de algunos de

    ellos, utilizando el lenguaje moderno -ya domi

    nante en 1919- como corriente vivificadora. El

    resultado es una continua dialctica discursi va

    tan tremendamente atractiva como fugaz: desco

    samos los pedazos del monstruo pues, identifi

    cndolos segn procedan del cadver

    e

    l cdigo

    primitivo) o del donante (el cdigo ins

    ti

    tuido).

    La apertura del relato la efecta el propio Lu

    bitsch, el cual, a la manera de un mago saca de

    un

    a caja

    un

    escenario infantil y lo monta: del mis

    mo surgen los personajes, tan acartonados como

    el mismo decorado (FIG.2). Lubitsch acta co

    mo un mago, pero no lo representa: simplemen

    te ensambla el espacio del relato sobre un fondo

    oscuro, y lo hace mecnicamente, sin el ritual de

    la representacin espectacular (ni siquiera salu

    da); se limita a dejar constancia de la artificiosi

    dad de lo que es tan slo un sofisticado mecanis

    mo de la mentira. Semejante transdigesis slo

    tiene una explicacin: eliminar cualquier posible

    efecto de verosimilitud en La

    1eca.

    Por qu

    ?;

    tal vez porque

    esta

    historia de mujeres

    que

    si

    mulan no serlo, de sueos fantasmales sobre cue

    r

    pos femeninos, de carreras alocadas, de trans

    formaciones y de lunas con cara est demasiado

    cerca de

    lo

    imaginario, y ms concretamente del

    fantstico universo de Mlies: lo mejor para des

    pojar de fuerza la explosin imaginaria es dejar

    al descubierto los vericuetos constructores de

    su fingimiento; sa es la principal coordenada ins

    titucional de la cinta.

    Y

    ese

    fi

    ngimiento de lo imaginario es cla

    ro en los decorados pintados, planos, pero in

    sertados

    en

    espacios dotados de perspectiva: en

    la primera secuenci

    a,

    Lancelot atraviesa todo el

    escenario (pintado con un estilo infantiloide) des

    de el fondo hasta que cae en un pozo cuadrado,

    ev

    id

    enciando una profundidad que destierra la

    platitud del cuadro primitivo, por ms que los de

    corados lo sean. a cocina de Hilarius es quiz

    el ms primitivo en ese sentido, mientras otros

    gozan de una profundidad exagerada, como el te

    atro que tiene para hacer demostrac iones a los

    clientes interesados en sus autmatas.

    Una

    con

    tradiccin escnica muy parecida a la de El Ga-

    binete del

    Dr

    . Caligari Das Kabinett des Dr. Ca-

    ligari, Robert Wiene, 1919 pero con una funcin

    humorstica: cuadros aparentemente frontales por

    los telones pintados del fondo, pero que utilizan

    recursos insti tucionales en su profundidad. Por

    estos espacios dibuj ados que conforman un in

    menso

    te

    atro de marionetas, los caballos son hom

    bres di sfrazados, la luna guia un

    oj

    o, gatos y ga

    llos de cartn se mueven e Hilarius sufre un e

    n

    canecimiento instantneo

    por

    medio de la tcni

    ca

    que

    hi

    zo famoso a Segundo de Chomn.

    Existen otros recursos primitivos; por ejem

    plo el uso de cortinillas que asla la idea esencial

    de una escena, seccionando el cuadro o subdivi

    dindolo: as ocurre cuando un primer plano del

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    (3) El or igen remoto de es-

    te plano podra encontrar-

    se en un ttulo de Bamforth

    de

    1898,

    A joke

    on

    the Gar-

    dener

    descrito

    por

    Noe l

    Burch como una pe rsecu-

    cin encerrada en el inte -

    rior del encua

    dr

    e, hacien-

    do que se desarrolle alre-

    dedor de un r

    bol

    (Burch,

    N.:

    op.

    cit.

    p. 158). Cuan-

    do el f ilm de persecucin

    se desarrolle en

    eJ

    mbito

    narr

    at ivo por

    med

    io d el

    mon taje ubicuitario, nace-

    r

    par

    te

    del cd

    igo domi

    -

    nante.

    (4) Th om pson, K.: Los l-

    mitesde la esperirnentacin

    en

    Ho

    llywood en

    rchi-

    vos de la Fmoteca

    n 14,

    junio 1993 , pp. 28 y 29. La

    autora incluye La lucirna-

    g

    en un

    gru

    po de

    film

    s

    con siderados corn o

    van-

    guardistas por la cr tica y

    la indu str ia en el Hollywo-

    od de losaos ve in te.

    VERTIGO

    ravesas

    abad engullendo un ave nos lo muestra orlado de

    jando

    el resto del

    encuadre

    en negro, y

    la

    orla

    se amplia a ambos lados para desvelar a otros dos

    hermanos tragando con idntica fruicin. Poco

    despus el cuadro se di

    vi

    dir en dos, dejando la

    parte superi

    or

    oscura, mientras

    la

    inferior cen

    tra las piernas de Lancelot temblando por el mie

    do que le produce la persecucin de que es obje

    to por parte de cuarenta mujeres: sin embargo,

    esa seccin responde a la mirada del abad, es de

    cir, que el resabio propio del

    MRP

    de la cortini

    lla est englobado en un dilogo propio del MRI,

    el del plano-contraplano, que adems abunda en

    todo el film. Y ms adelante, el bla-bla de los fa

    miliares del barn, a la caza de su herencia, que

    da reducido a doce bocas encerradas en doce cr

    culos (FIG.3).

    En esa misma secuencia se da una asuncin

    primitiva del cuadro dentro del cuadro: el barn

    aparece en su cama apesadumbrado con

    el mar

    gen superior del encuadre co

    rt

    ado diagonalmen

    te

    en negro; sbitamente,

    en

    esa parte surgen sus

    familiares cotilleando, como un globo de su pen

    samiento (un recurso autnticamente mliesco)

    (FIG.4). Las dos imgenes son autnomas - es

    pacial y narrativamente- pero co mparten

    el

    mis

    mo encuadre hasta que el cdigo dominante nor

    maliza

    ambos lu

    ga

    r

    es

    fundi endo las dos

    esce

    nas en un plano general de la habitacin. De nue

    vo , el sistema de lo imaginario claudica ante un

    sistema mucho ms racionalista; qui

    z

    el nico

    momento totalmente irracional sea aqul en el

    cual Lancelot suea con Ossi, cuyo cuerpo dese

    ado invade, a modo de fantasmagora primitiva

    y transparente, parte del cuadro: una unin del

    sujeto y del objeto de su deseo claramente anti

    institucional.

    A la simultaneidad de acciones que salpican

    el relato se oponen ra

    sg

    os arcaicos c

    omo

    la mi

    rada a cmara con efecto cmico (el aprendi z

    de Hilarius pre gunta al especta

    dor

    si debe

    de

    volver una bofetada que acaba de recibir: la com-

    plicidad del aparte propio de la experiencia pri

    mitiva). Aunque hay una secuencia determinada

    que

    plantea

    la oposicin domin ante en toda la

    obra; en la plaza del pueblo - perfectamente cons

    truda bajo cnones escnicos verosmiles- tiene

    lugar una persecucin propia del modelo primi

    tivo: cuarenta mujeres persiguen a Lancelot va

    rias veces describiendo diversos recorridos sin

    corte alguno, resolvindose la persecucin en un

    nico y cmico plano; sin embargo, en la misma

    ya hay un uso lingstico, si no propio, s cerca

    no, al cdigo institucional, y es el valor del fue

    ra de campo, ya que todo el grupo - aceleradsi

    mo- sale y entra del encuadre prcticamente por

    todos sus lmites. Desde luego la funcin lin

    ea

    lizadora del montilje no se utiliza en esta ocasin,

    pero ms por una cuest in de eleccin qu e de

    imposibilidad)

    Podemos establecer una hip tesis de urgen

    cia a la luz del anlisis textual de La uu e

    ca:

    da

    la impres in de que, ya en 1919, la nica forma

    de entrar en el terreno fantstico o en el de l cuen-

    ' "' ;.. \

    : , . I'

    ~ / ' . ,'I

    >

    ~

    to imposible es a travs de la conexin con fr

    mulas -especialmente escnicas- del modelo pri

    mitivo; algo constata ble

    por

    la descripcin que

    Kristin Thompson hace de una cinta americana

    que parece tener semejanzas con

    La mwi eca

    por

    su tratamiento

    de

    los decorados, especialmente:

    nos referimos a

    La lu

    ci

    rnaga Beggar on Ho

    seback, James Cruze, 1925)

    .i

    .

    En esta cinta tam-

    bin se ancla la expe

    ri

    enc ia imaginar

    ia

    antes de

    su explosin: si en el film alemn Lubitsch en

    samblaba el relato ante nuestros ojos. en e l ame

    ricano el protagonista t iene un sueo febril en

    el cual se desarrolla toda la accin: la excusa del

    sueo para incluir imgenes del imaginaiio pron

    to se convertir en recurso propio del c

    di

    go in s

    tituido

    3-LA CO

    DIFICACION DE

    LA

    MIRADA

    Los ojos de la

    momia

    (Die Augen der

    Mumie

    Ma, 1918 es un texto plenamente diegetizado

    por el institucional; de hecho, ofrece una

    excelen te oportunid

    ad

    analtica: la de explo

    rar

    las constantes del cdigo cas i en su misma la

    tencia fundadora, ya que la mayora de sus se-

    ~ . :

    Fgura 3

    Figu

    ra

    4

    2

    V

  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

    6/11

    Figura

    Figura 6

    V RTIGO

    ravesas

    cuencias son paradigmticas en la utilizacin de

    esos recursos, siendo de especial relevancia el in

    serto de la mirada interna en el texto

    como ge

    neradora del relato. En el mismo argumento se

    revela el

    poder

    de

    la

    mirada: Albert

    Wendland

    Harry Liedtke), un afamado pintor, encuentra en

    su viaje por Egipto a una bella nativa llamada

    Ma

    Pola Negri), esclavizada

    por

    un desaprensivo fa

    ntico de hipntica mirada, Rad Emil Jannings);

    s

    te

    la

    obliga a engaar a los turistas occidenta

    les prestando sus ojos a los

    de

    un relieve trucado

    que representa el rostro de una antigua reina egip

    cia enterrada en una semiderruida

    tumba

    , colo

    cndose para

    ello tras la

    pared

    y

    abriendo

    los

    ojos para simular el despertar de la pintura. Al

    bert descubre el engao,

    la

    rescata y la trasla

    da

    a

    Europa, donde triunfa por sus exticos bailes; s

    in

    embargo Rad

    -que jura

    vengarse de e

    ll

    a- tam

    bin

    ll

    ega a la misma ciu

    da

    d c

    omo

    criado de un

    noble amigo de la

    par

    e

    ja

    .

    Tra

    s varios encuentros

    que aterroriz

    an

    a Ma, sta es finalmente captura

    da

    por Rad, provocndole un mortal ataque al

    corazn tan slo con su presencia.

    Todo

    , pues, g

    ira alr

    ede

    dor

    de

    un a poderosa

    mirada

    que organiza el artificio uti lizando otra

    mirada sometida, y cuyo

    fin

    es engaar miradas

    inocentes, pero el engao

    es

    desvelado por un a

    tercera mirada experta, la del pintor: un juego ca

    cofnico cuyo punto lgido

    concluye

    el relato,

    cuando la primera mirada ajusta

    la

    s cuentas a la

    segunda,

    matndola

    sin

    agresi

    n fsica, y

    vo

    l

    viendo a instaurar su reinado. Sobre todas estas

    trayectorias visuales el montaje organiza la ubi

    cacin institucional de personajes y espectador

    en casi todas las escenas aunque no en todas, co

    mo veremos), pero evidencia casi sin ambages

    la pulsin escpica derivada de

    una

    re tina insta

    lada en la pasin incontrolada, una mirada que el

    cdigo

    se

    encargar

    de

    cegar, pero

    no

    en este

    caso.

    Sin embargo,

    la

    codificacin instituida alcanza

    total normalizacin

    en

    la primera secuencia mis

    ma, cuyo des glose acometemos para comprobar

    cmo las miradas puestas en escena organ izan to

    da su

    planificacin.

    Tras

    un rtulo que nos

    in

    forma del nombre,

    la

    ocupacin y el lugar del re

    lato, ste arranca.

    Prime

    r c

    uadro Albert baja por una duna enor

    me

    , pero sin correspondencia paisajstica poste

    rior; el personaje queda as disminuido en el es

    pacio, pero no abrumado ,

    ya

    que toda la imagen

    conserva

    su

    escala

    humana,

    an dent

    ro

    de una

    enorme desolacin: dos enormes dunas contras

    tan en sus masas con

    un

    cielo cegadoramente blan

    co; de alguna forma, se percibe una ausencia de

    densidad visual no tan slo humana) en lo que

    es - no se olvide- la

    im

    agen inaugural del r

    ela

    to.

    Albert cruza el espacio y se detiene, mirando

    al

    go situado fuera de campo.

    Segundo cuadro

    e l montaj e

    resp

    ond

    e a la

    llamada de su mirada, y un sbi to contracampo

    nos muestra a una mujer sacando agua de un po

    zo, centrada en un plano general menos des ola

    do que el anterior: unas fonnaciones rocosas y un

    par

    de palmeras bajas cubren

    co

    n su asper

    eza

    el

    espacio.

    Tercer c

    uadro

    un raccord

    en

    el movimiento

    de la mu

    jer

    acota el cuadro anterior a un plano

    americano

    de ella

    , mostrndonos toda su belleza

    oriental al incorporarse y cargar un pequesimo

    cantara

    so

    bre el hombro, que apenas disimula su

    papel de excusa para permitir el despli

    eg

    ue de un

    cuerpo femenino ahora muy

    cercano

    a la

    mira

    da

    espectatorial gracias a ese raccord); un

    cu

    er

    po adems vaco de explicacin nada sabemos

    de

    ella) aunque an simbolizada espacialmente:

    alrededor la retina todava puede desviar

    su

    aten

    cin en

    el rocoso suelo fuertemente iluminado;

    esa

    retina

    ha

    sido provoc ada, pe

    ro

    no atrapada

    FIG.5).

    Cuart

    o cuadro: e l cuerpo r

    eclam

    a

    una

    res

    pues

    ta

    de idntid

    as

    prop

    orcione

    s; esto es,

    otro

    plano americano en el mismo eje visual, del cual

    emane

    otra

    mirada deseante, y as es: el cuarto

    cuadro es un contraplano de Albert s

    uj

    etando su

    propio

    objeto

    -

    smbolo una

    fus

    ta

    n

    ada

    meno s)

    mi

    ra

    ndo a la desconocida en un perf

    ec

    to alin

    ea

    miento visual. Que

    da fi

    jada as una di nmica

    pa

    -

  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

    7/11

    V RTIGO

    ravesas

    radigmtica, fundadora de tantos relatos: pero es

    te enfrentamiento corporal an debe reducir su

    escala ms (FIG.6).

    Quinto cuadro contraplano de ella, ahora en

    primer plano, sujetando la pequea jarra; enfo

    que que permite apreciar el detalle de su tez os

    cura y una mirada extraordinariamente fija. La

    acotacin espacial avanza as hacia el rostro del

    objeto deseado, centrando el ncleo del discurso

    puesto en marcha. Con esta reduccin,

    la

    mirada

    espectatorial est casi atrapada en una imagen

    imaginaria que apela a toda la mentalidad euro

    peizada sobre la belleza extica (con reminis

    cencias sexuales claras): el nexo de unin es la

    propia mirada de la mujer (FIG.7).

    Sexto cuadro el contracampo lgico sera un

    primer plano de l, sin embargo Albert contina

    congelado en el mismo plano americano del cuar

    to cuadro. El relato as ha optado por la joven so

    litaria sin nombre, en lugar de por el personaje

    cuyo conocimiento

    se

    nos ha adelantado en el pri

    mer interttulo: no intere

    sa

    el detalle

    de

    l, sino

    el

    de

    ella, esto es, el del cuerpo que focalizar

    el deseo especular cuya transmisin va a asegu

    rar el intercambio simblico instituido.

    titucin. La Ley vence esta lucha, y Albert pe

    netra en la cmara de Ma por una puerta que de

    be forzar; pero mientras hace esto ltimo, surge

    un inserto

    de Ma

    agazap

    ada

    en un rincn

    ate-

    rrorizada- cerca

    da

    por una orla negra que no res

    ponde a la mirada de nadie: un cuadro de factu-

    Sptimo cuad

    ro

    se repite

    el

    cuadro segundo

    (plano general), pero ella da la espalda a la c

    mara y se apresura a saJir de la imagen.

    ra primitiva por su transdigesis

    y

    enfatizada por

    Figu

    r

    Octavo cuadro

    se repite el cuadro primero

    (plano general), con

    un

    Albert sorprendido por la

    fugaz aparicin, ms hurfano an

    en

    medio de

    ese vaco paisaje; entonces avanza y

    sa

    le tambin

    del encuadre; en sucesivos cuadros la buscar in

    fructuosamente merodeando los alrededores: la

    visin ha desaparecido.

    La segmentacin descrita dimensiona extra

    ordinariamente la capacidad transmisora de las

    miradas, enlazando el que observa con el universo

    observado, e introduciendo en esa lnea al propio

    ojo del sujeto espectador, asegurado as. Sin em

    bargo, una secuencia posterior cuestiona - sin al

    terar la normativa codificada ese valor transmi

    sor-consolidador. Albert acude al sepulcro

    y

    des

    cubre Ja superchera descrita an tes; una suce

    sin de primeros planos de Rad (FIG.8), Albert

    y

    el

    relieve de la reina con los ojos de Ma abrin

    dose (su rostro enmascarado: su mirada no) en

    laza otra vez un grupo de miradas: la de Rad y

    Ma convergen en la de Albert, que al mirar a uno

    y otro lado, acta de gozne al tiempo que puerta

    de este trptico fragmentado por raccords. Ese

    nuevo

    juego

    de p rimeros planos alinea tres reti

    nas s imbolizadas: del delito (el criminal), de la

    Ley (el pintor reconocido por todos)

    y

    del obje

    to del deseo cuya presencia (reducida signifi ca

    tivamente a sus ojos) provoca Ja ruptura del or

    den y la

    lu

    cha por recuperarlo.

    Y en efec

    to

    , la violenc ia estalla cuando A l

    bert trata de acceder a la habitacin donde

    se

    ocul

    ta Ma, y Rad se lo intenta impedir: la pelea es

    t tremulamente iluminada por la agitada

    lu

    z de

    una antorcha cada, dificultando su visin y por

    tanto ocu ltndol a en cierta medida, como co

    rresponde a una accin no enfocable por la Ins-

    el marco circular (FIG.9 ). En realidad, tan slo

    consuela la expectacin del espectador, pero la

    receptora de esa mirada la encaja con miedo: y

    es que el objeto del deseo

    se

    convie1te as en pun-

    to

    ele

    mira de tres retinas, estando la del espec-

    tador circulando entre las de los dos personajes

    antagnicos.

    A

    pa

    rtir

    de

    aqu la accin se tras lada a Eu

    ropa, donde Rad pondr en marcha su podero

    sa mirada para intimidar a Ma, en la actuacin de

    sta como bailarina ( siente su mirada sin ver

    lo) y en la visita a la casa del

    no

    ble a cuyo servi

    cio est el musulm

    n;

    Ma ve aRad reflejado en

    un espejo, y que

    da

    enganchada en un estado de

    pnico; ella es la nica que lo percibe, en

    un

    cua

    dro que inc luye dos por tanto:

    Ma y

    sus acom

    paantes. y Rad en el espejo, refle

    jando

    el con-

    Figur 8

    V

  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

    8/11

    Figura 9

    Figura y

    V RTIGO

    ravesas

    tracampo. Y es aqu cuando Ma cae enfe1ma: por

    que est siendo objeto de demasiadas miradas,

    todas concentradas en la del personaje que en

    carna

    la

    pulsin escpica, amplificada en ese es

    pejo que escupe un reflejo destructivo apenas en-

    cauzado por el cdigo. En la ltima escena, Ma

    fallece bajo

    esa

    mirada que se

    ha

    ido

    ca

    rgando

    durante todo el metraje, y Albert busca sentido

    en un ges

    to

    teatral pero lgico: mira hacia arriba

    y ha

    cia

    un lado, hacia el vaco en suma, sobre

    el cadver.

    Por ltimo, resaltamos brevemente una esce

    na anterior: durante la visita de Albert y

    Ma

    en

    la

    suntuosa casa

    de

    su amigo, los tres se sienten

    interesados largo rato por algo una obra de arte)

    jamas identificada ni vista, ya que el contracam

    po no se muestra; parece como si lo nico que in

    teresa es su mirada fascinada:

    el

    acto de mirar.

    Fue durante la dcada de los veinte cuando el

    cdigo instituido se ensambl en un cuerpo ma

    yor formando el Modo de Representacin domi

    nante: en esos aos la experiencia flmica se hi

    zo autenticamente masiva y comenz a impreg

    nar conductas y mentalidades, gracias a una die

    getizacin que no se completara del todo hasta

    la llegada de la revolucin sonora. Esto nos ha

    ce diferenciar entre la fase institucional muda del

    cdigo y su fase sonora: es evidente que los r

    e-

    cursos sintc ticos e icnicos de los tex tos silen

    tes no son los mismos que se operan sobre aque

    llos que cuentan con palabra y sonidos sincr

    nicos. Y para indagar con propiedad en los ve

    ricuetos instrumentales de la Institucin muda,

    proponemos un texto plenamente configurado en

    sus parmetros, llevando sus posibilidades

    agra-

    dos de sofisticacin casi insuperables.

    El abanico de Lady Windermere (Lady

    Windermere s fan, 1925)

    es un lujoso destila

    do del cdigo dominante: es coherente tambin

    que sea el hermano norteamericano de este art

    culo, ya que buscamos una obra plenamente ins

    titucional, y no hay

    duda

    sobre cual fue el pas

    que adopt el modelo con

    ma

    yor eficacia.

    Creemos que basta con sintetizar

    la

    conocida

    obra teatral de Osear Wilde para guiamos por su

    adaptacin flmica; Lord y Lady Windennere Bert

    Lytell y May Mac Avoy) viven felizmente casa

    dos en la Inglaterra victoriana hasta que dos per

    sonas se cruzan en su vida social Lord Darling

    ton Ronald Colman), un popular jven que aco

    sa a la esposa siendo rechazado), y Mrs. Erlyn

    ne Irene Rich), madura mujer de liber tina vida

    que constituye e l ltimo escndalo de la aristo

    cracia londinense; Mrs. Erlynne debe confesar a

    Lord Windermere

    p

    orque necesita dinero- que

    su esposa es en realidad hija suya, aunque ella

    se cree hurfana; las clandestinas citas entre los

    dos personajes son malinterpretadas por Lady Win

    dermere, que accede a las pretensiones de Dar

    lington, colndose en su casa sin que ste se aper

    ciba para esperarlo; sin embargo

    no

    aparece s

    lo, sino acompaapo por un grupo de amigos, in

    cluyendo

    Lo

    rd Windem1ere, que repara en el aba

    nico de su esposa; Mr

    s. Erlynne, sabedora del pe

    ligro que corre la honra de su hija, simula ser la

    amante de Darlington frente a todos para salvar su

    honor, aunque suponga otra mancha en el suyo,

    y se aleja para siempre. En la pelcula de Lubitsch

    ese Londres aristocrtico

    y

    refinado es contempo-

  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

    9/11

    5) No

    es

    d

    if

    icil conectar con

    la gran espacialidad

    de

    la

    pintura anecdtica pro

    ducida a finales del siglo

    XIX, repleta de grandes

    sa-

    lones en los cual

    es

    los aris

    tcratas

    deambul

    an ex

    presando con sus posturas

    ambiguos p

    ro

    blemas do-

    msticos; Gom

    bri

    ch

    da

    cuenta de la ritualizacin

    gestual escenifi cada en es-

    tos cuadros en Accin y ex

    pres

    in en el art e occiden

    tal , en a im gen

    y

    l ojo

    (Madr id, Al ianza, 1982).

    p.96.

    6) Escu rioso constatar que

    el mob i liario

    de

    la casa es

    de

    estilo Imperio, lo cual

    supo

    ne

    un

    anacronismo,

    ya

    que la accin se sita en los

    aos veinte del presente si-

    glo, y dicho estilo decora

    t ivo se prctico durante la

    segunda mitad del XIX (pre

    cisamente cu

    ando

    Osear

    Wilde escribi su obra en

    1892). Anacron ismo an

    mayor si tenemos en cuen

    ta la

    ju

    ventud

    de

    los

    pro

    tagonist as, que

    no

    se

    ro

    dean

    de

    l Art -Dec (o mo-

    dernismo al menos) propio

    del Londres de 1

    925;

    lo mis

    mo sucede con el vestua

    rio . Una

    mor

    al

    anticuada

    merece una ambientacin

    anticuada.

    V RTIGO

    ravesas

    raneizado a los aos veinte de nuestro siglo.

    Todo

    el film descansa sobre s

    obr

    e un doble

    lenguaje que

    con

    la misma elegancia de sus per

    sonajes se alterna suavemente: nos referirnos a

    los lenguajes espacial, planteando el do

    ble tringulo wilderiano con el marido com

    partiendo un vrtice de ambos por medio de un

    despliegue lings

    ti

    co totalmente institucional del

    cual se destierra el dilogo (los interttulos son

    muy escasos a pesar del origen teatral) .

    La primera secuencia encierra la mayora de

    la

    s claves significantes del relato, desplegadas

    con todas las posibilidades del cdigo; L'ldy Win

    dermere est ocupada en decidir cmo

    co

    locar

    a sus invitados

    en

    la mesa de una

    pr

    xima re

    cepcin: esa accin inaugural adelanta que toda

    la representacin girar

    en

    torno a la isposi-

    cin en especial a la disposicin moral- de Lady

    Windermere, cuyo trnsito por los diferent

    es

    lu

    gares del relato definir su posicin como espo

    sa y mujer, es decir, su mscara social, violen

    tada en un momento dado. Y renuncia colocar

    se

    al

    lado de Lord Darlington, como si fuese una

    fruta atrayente pero prohibida, sensacin consta

    tada por un primer plano que reduce el cuadro

    inicial, general , por medio de un raccord de en

    trada; sorprende la enormidad del saln en el cual

    transcurre esta escena ntima pero as son todas

    las habitaciones por las que se mueven

    un

    os per

    sonajes que necesitan ese espacio para trazar las

    amplias coreografas del deseo que protagoniza

    rn.s

    Una de ellas comenzar al llegar Lord Dar-

    lington, artic

    ul

    ando el encuentro por un a suce

    sin de planos-contraplanos rota por un in serto

    de sus manos estrechndose un segundo ms de

    lo que la mera cortesa exige, inicindose

    un

    jue

    go de seduccin por parte de l suavemente re

    chazado por ella. El montaje funde sus opera

    ciones con la puesta en escena: los primeros pla

    nos opuestos de e llos mantienen un fondo casi

    neutro, a excepcin de unas molduras

    co

    rres

    pondientes a los caseton

    es

    de la pared flanque

    ndolo a l (FIG.10) y a unas cortinas hacindo

    lo mismo

    co

    n e

    ll

    a (FIG.11 ); esos elementos de

    corativos e

    nm

    arcan sus rostros corno si fu esen

    pintura

    s

    convirtindolos en retratos vivos: retrato

    de esposa fiel pero deseante y retrato de amante

    frustrado pero respetuoso con la

    co

    nvencin so

    cial. Unos motivos (coincidentes paralelamente

    en ambos encuadres, algo imposible segn nor

    mas de es tricta verosimilitud) que actan ico

    nogrficamente aislando a ambos sujetos en un

    deseo sol itario, aparte, transmutndolos en sm

    bolos icnico-caracteriales .

    A partir de aqu, el cdigo instituido y el len

    guaje gestual van a perseguirse, tanto como los

    dos nobles: cuando Lady Windermere sale del

    marco, ste no permanece vaco ni un segundo,

    ya que un rapidsimo raccord en el movimiento

    de e

    ll

    a la sita en el sof, sentndose de espaldas

    a Lord Darlington, que se coloca lentamente a su

    lado; para ell

    a el montaje actuar cortante, eco

    nomizndo sus trayectos m s para l no: sus des-

    plazamientos sern perfectamente

    co

    nstatables,

    y por

    un

    a razn comprensible en una escena pos

    terior. Sigamos con el anli sis cronolgico del

    film; mientras esto ocurre en el saln, Lord Win

    dermere lee una carta en el despacho, lugar del

    cua l vemos slo una porcin de gran densidad

    iconogrfica; nuevo retrato, ahora del marido:

    ocupa un poderoso s illn de brazos retorcidos

    frente a una mesa estilo Impe

    rio6

    que lo reducen

    fisicamente (FIG.12); esos dos grandes muebles

    de despacho actuan por el propio Lord, dn

    dole su categora iconogrfica al tiempo que re

    ducen su categora como personaje diferenciado;

    el interior de la habitac in contrasta, por la acu

    mulacin de objetos y su penumbra, con el es

    pacioso y bien iluminado saln de la escena an

    terior. Por tanto, Lord Windermere no tiene es

    pacio de maniobra, est limitado por el decora-

    do , la luz y el propio encuadre; y

    co

    herente

    ment

    e

    cuando su esposa entra, se pasa a plano

    general, descubriendo que ese despacho es tam

    bin muy amplio

    y

    recibe abundante luz solar,

    que no era tan oscuro como pareca en el cua

    dro anterior, donde slo estaba el marido.

    Figura 12

    Fig

    ur

    a 14

  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

    10/11

    Figura 3

    Figura

    5

    VERTIGO

    Travesas

    Banquillo

    11

    ->

    vimien tos FIG. 13 ):

    -al quedarse solos, Lady Windermere atra

    viesa el despacho desde la mesa hacia un silln

    para sentarse primer movimiento); l no la sigue.

    sino que se desplaza al fondo, sentndose en un

    banco de la biblioteca, a varios metros de dis

    tancia segundo movm nto ); esas trayectorias

    han fornrndo un ngulo de

    90

    grados que exclu

    ye ... precisamente la gran mesa del esposo: se

    acota pues una

    co

    marca dentro del gran despa

    cho donde Ja ausencia de Lord Windermere es to

    tal , incluso Ja de sus atributos iconogrficos

    FIG.14).

    Biblioteca

    I

    J /

    ,

    ~ 1

    I

    I

    I

    u

    I

    ~ , ~ f - - - ~ - ~ - ~

    J

    1

    espacho

    esposo

    - sin embargo, a ese ngulo le falta un lado

    para conve rtirse en la figura definitoria del rela

    to, el tringulo: Lady Windermere, respondien

    do a una misteriosa llamada de Lord Darling

    to

    n

    desde la biblioteca, se le

    vanta

    desde su plano

    medio y se sienta

    jun to

    a l en el mismo banqui-

    Ahora este va a ser el nuevo territorio de la

    seduccin, despus de la marcha del Lord, de

    jando a la esposa y al seductor solos; la planifi

    cacin se esfuerza

    en

    mos-

    trarnos una profundsima

    perspectiva:

    el

    despacho co

    munica, por medio de puer

    tas abiertas, con la gran bi

    blioteca al fondo; una vez

    desaparece el esposo, el es

    pacio crece, se ensancha, en

    un proceso escalar inverso

    al que nos present a Lady

    Windermere en la primera

    escena.

    Como

    nuevo

    dueo

    usurpador)

    del

    espacio

    marital

    Lord

    Darlington trazar un

    territorio

    de la

    seduccin bien visible,

    usando el despacho,

    hurfano

    de la Ley

    desde

    la

    marcha

    del

    marido como

    tablero

    para

    u

    juego.

    llo tercer vimiento); pe

    ro

    este desplazam iento es

    escamoteado

    por

    un rac

    cord en

    el

    eje, igual que ya

    sucediera anterionnente, y

    es que -lo repetimos- ella

    no

    puede delimitar el te

    rreno de la seduccin,

    si

    no l, algo que el cdigo

    asume por medio de estos

    raccords elpticos que la eli

    minan del campo. El trin

    gu

    lo se ha const itudo

    -aunque no seamos cons

    cientes de su clausura por

    ese raccord- y en su inte

    rior slo e

    ll

    os dos tienen

    cabida. Lord Darlington le

    Como nuevo dueo

    (us

    urpador) del espacio ma

    rital, Lord Darlington tra

    zar un territorio de la se

    duccin bien visible, usan

    do

    el

    de

    spacho, hunano de

    la Ley desde la marcha del

    marido, como tablero para su

    juego.

    Sigamos

    sus pasos, y los de la esposa, en sus cuatro mo-

    declara escuetamente su

    amor corto interttulo) en un plano medio que

    los reune en el banquillo FIG.15 ), y se regresa

  • 7/25/2019 Anlisis Ernst Lubitsch

    11/11

    V RTIGO

    ravesas

    al plano general que inauguraba la escena para

    mostrar como l recorre el c mino que ella aca

    ba de trazar pero que no hemos visto, sentndo

    se

    en

    el silln que ocupaba

    cuarto movimiento

    :

    ahora s ha sido visualizado e l tercer lado del

    tringulo

    por

    aqul a quien le corresponde ha

    cerlo FIG.16).

    Ambos permanecen sentados inmersos en la

    soledad de esa figura, que, s in embargo, les per

    tenece : sep rados por el desierto del despacho

    metaforizando la sociedad defi nida por una es-

    tricta Ley moral) aunque con un espacio privado

    en

    el cual nad debe pasar: ellos jams caminan

    juntos; no han trazado el tringulo juntos, s ino

    por separado,

    y

    hasta el montaje se ha encargado

    de dejarlo claro.

    El resto del relato organiza idnticas perse

    cuciones entre personajes recorriendo escenarios

    con

    un

    valor actante; sirva el anlisis efectuado

    como paradigma de una forma de instrument

    -

    lizar los recursos del cdigo, perdida desde la lle

    gada del verbo sincroniza

    do

    .

    Figu r 6