Ensayo.EDUCACIÓN INTERCULTURAL Y SU IMPORTANCIA PARA EL DESARROLLLO HUMANO.doc
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EDUCACIÓN INTERCULTURAL Y SU IMPORTANCIA PARA EL
DESARROLLLO HUMANO
Con el auge de la globalización cobra importancia el discurso de la diversidad y la
interculturalidad. Que la cultura y sociedad sea diverso no es algo nuevo. Hoy,
más que en cualquier otra época las identidades culturales y la comunicación
intercultural es un tema que está presente en el discurso de la modernidad y
posmodernidad. El fenómeno de la globalización ha causado en forma
contingente dos fenómenos concernientes a la diversidad cultural. Por una parte
tenemos el fortalecimiento de las identidades locales, y la otra es que esas
localidades se han abierto a la identidad global. Vivimos la era de la aldea global
de la que MacLuhan hablaba. Con este boom de lo global, también se habla de
sociedad del conocimiento y de la información. “Un mundo donde la información y
los conocimientos se acumulan y circulan a través de medios tecnológicos”
(Tedesco: 2003: 67).
Es evidente que ante los nuevos requerimientos del sistema globalizado, se hace
necesario el planteamiento sobre la relación estrecha entre la Educación
Intercultural y el Desarrollo Humano. Desde la ciencia educativa, ciencia humana y
social, se afirma el interés de que el desarrollo humano sostenible y la educación
intercultural favorezcan y sirvan para emancipar a la sociedad, pues es evidente
que en la sociedad actual pregona una libertad pero condicionada al sistema
económico consumista y neoliberal. Así pues la educación intercultural se hace
indispensable como fuente de enriquecimiento personal y social que favorece el
desarrollo humano en su integridad. El desarrollo humano sostenible que se
requiera debe ofrecer a la formación del hombre actual una visión sistémica de su
persona, así como una visión holística de su ser, de la naturaleza y del universo.
Por ende la educación intercultural que se requiere debe tener como imperativo
una forma holística de relacionarse con los otros. También la nueva formación del
hombre debe considerar que culturalmente hay diferencias. Se debe partir de un
reconocimiento, respeto y una promoción de sus culturas, teniendo como
resultado educativo la adquisición de competencias interculturales. Los dos
ámbitos, la educación intercultural y el desarrollo humano sostenible tienen su
fundamento en que el centro de la formación es el ser humano. Además se
propicia la aceptación de las diferencias personales y ecológicas y en la
ampliación del conocimiento acerca de las costumbres y valores propios y de los
otros. Sólo así la vivencia y la convivencia se dará en forma humana.
Es innegable que para lograr potenciar el desarrollo humano también es necesario
nuevas políticas públicas que logren mejorar la situación de vida de pueblos y
comunidades. Esto tiene que ver con la pobreza y desarrollo. La conceptualización
de pobreza por lo general es entendida de manera relativa por un observador
externo. Para los que viven de cerca con la pobreza, es decir los pobres, el
problema se vive y se siente, pero cuando se le quiere dar una interpretación
formal la diversidad de los elementos en juego hace que se pierda su sentido
integral. Esto nos permite ver que la pobreza no solamente debe mirarse como un
dilema económico cuantitativo, es decir carencia de bienes materiales, sino
también se deben incluir en su estudio elementos de corte cualitativo, como el de
acceso para poder tener y desarrollar capacidades para desarrollar la satisfacción
plena y personal.
Sobre el concepto de desarrollo, una sociedad será desarrollada si es capaz
de satisfacer las necesidades básicas humanas de su población y permite que
cada individuo pueda alcanzar la satisfacción de sus necesidades personales
según sus prioridades, sin que estas tengan por qué ser materiales. El desarrollo
es mucho más que la industrialización y los avances tecnológicos. Si se analiza
más de cerca el concepto alternativo de desarrollo, éste y la industrialización no
tienen por qué estar relacionados del todo. Se trata de acercar la idea del
desarrollo realmente al bienestar y felicidad de las personas. Hoy en día nuestra
idea de desarrollo, proviene del concepto clásico elaborado en el marco de la
modernidad, según la cual se concluye que los que mayor satisfactor material
puedan adquirir son los más felices, y los que no la consiguen se mantienen en la
desdicha y pobreza. Hoy “el trabajo abstracto es reemplazado por un trabajo
concreto, es decir, orientado hacia los valores de usos” (Habermas: 1999: 119).
Esta situación ha generado pérdida y desorientación del hombre hacia la realidad,
porque vive su existencia haciendo algo rutinario y monótono. Su capacidad
creativa permanece aletargada y enajenada.
Después de la segunda guerra mundial el concepto de desarrollo cobra mayor
auge, pues nace la dicotomía “desarrolladas” o “subdesarrolladas”. A partir de allí
se conforma el campo del desarrollo, en el cual se articulan pugnas de
significados. Así se han recorrido concepciones, nociones y prácticas en torno al
desarrollo. El desarrollo resulta ser un concepto dinámico que recoge y sintetiza
el devenir y las aspiraciones de la sociedad actual. Sin embargo, al asumirla se le
da valor de inmutable, se corre el riesgo de conceder la iniciativa y la palabra a
ideas extrañas, surgidas de otras situaciones, bajo marcos interpretativos
incapaces de explicar las situaciones de la coyuntura presente. Este modelo de
concepto ha agudizado la brecha entre riqueza y pobreza, sobre todo en América
Latina. Pues “el modelo de dominación de la naturaleza en vista de nuestra
superioridad y de nuestra lejanía de ella, recorre los siglos. (Villoro: 2004: 141).
Hoy este mismo discurso moderno sigue ondeándose bajo el auspicio del BM y
FMI, con sus famosas propuestas de reformas estructurales. Ante esta situación
muchas personas empiezan a organizarse para una vida autónoma y
autosuficiente, y han optado por organizarse en comunidades intencionales. Es
una manera alterna de vivir dentro o fuera del entorno de la sociedad tradicional.
Por todo esto, la educación intercultural, pues, no debe reducirse a descubrir e
insistir de modo reiterativo en las diferencias culturales y en la diversidad cultural.
Desde la educación se dan por sentado las diferencias culturales y la valoración
positiva del pluralismo cultural y del reconocimiento formal de la diversidad. La
educación intercultural no entiende nada más las diferencias como signo de
pobreza, sino como un valor, como una riqueza. Son las diferencias sociales y
culturales las que generan riquezas para salir de la marginación. Las diferencias
son un estímulo más que un obstáculo. Y lo que se pretende es fomentar la
convivencia y la interrelación de los culturalmente distintos como medio para
humanizar y enriquecer la convivencia. Hoy ante tantos males sociales ya es
tiempo de revertir esas tendencias a través de una educación humanística que no
cosifique al ser humano.
Se concluye que la diversidad cultural es mucho más amplia que lo referido a los
pueblos indígenas; pues este tipo de discurso ya no es funcional hoy. Una persona
es diversa culturalmente, y al vivir en sociedad forma parte de un conglomerado
cultural, es decir, comparte su cultura con otras personas, y en la medida que la
comparte, forma una cultura. Las culturas van cambiando de manera constante, se
van abriendo al pasar de sistema cerrado a una abierta. Por lo tanto en las
escuelas se debe enseñar el respeto y la aceptación hacia cada persona por lo
que es y no por lo que tiene. Ya es hora de reivindicar a aquellos grupos que en
antaño permanecían relegadas, porque también son parte de las transformaciones
que se dan día a día.
REFERENCIAS
Habermas, J. (1999). Problema de legitimación en el capitalismo tardío. Madrid:
Amorrortu editores.
Tedesco, J. (2003). Educar en la sociedad del conocimiento. Argentina: FCE.
Villoro, L. (2004). Los linderos de la ética. Argentina: Siglo XXI editores.
Nombre: Elmer Magaña Pérez