Emma Harrison - Serie Embrujadas - Algo Mágico

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Embrujadas. **Algo Mágico**

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Embrujadas. **Algo Mágico**

eeuunniiooss,, HHeerrmmaannaass WWiiccccaa.. PPoorr nnuueessttrrooss ppooddeerreess eessttaammooss uunniiddaass.. MMaannoo ccoonn mmaannoo yy ccoorraazzóónn ccoonn ccoorraazzóónn,, ¡¡hhaaggaammooss

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RR

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Para Lisa.

Feliz cumpleaños para mi amiga embrujada.

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— ¡Viva Las Vegas! ¡Viva... viva... Las Vegas! — Paige Matthews cantaba para sí

mientras aparcaba su pequeño VW Escarabajo de color verde delante de la mansión

Halliwell un bonito atardecer de jueves.

El sol empezaba a ponerse, tiñendo el cielo de San Francisco de brillantes reflejos rosas,

púrpuras y amarillos. Era la hora favorita de Paige, cuando se había terminado el trabajo

y el mundo entero parecía suspirar con alivio. Pero aquel jueves en particular había

estado cantando y tarareando desde primeras horas de la tarde. Por desgracia, había

estado cantando las mismas tres palabras una y otra y otra vez porque eran las únicas

que se sabía de esa canción clásica. Pero a Paige no le importaba. No podría haber

dejado de cantar aunque por arte de magia se le hubieran grapado los labios. Estaba

demasiado emocionada.

Agarró su bolso de punto, salió del coche, y subió de dos en dos los escalones de la

puerta principal de la mansión Halliwell. Siempre había querido ir a Las Vegas, para ver

con sus ojos el Strip, la avenida principal, y todas sus luces y vistas y sonidos. Quizá

incluso ganar un premio gordo. ¡Y ahora iba a ir de verdad! Dentro de una semana

estaría allí, jugando a las tragaperras, recorriendo los casinos, ganando algo de dinero...

Si podía convencer a sus hermanas para que la acompañaran.

Las dos hermanas mayores de Paige, Piper y Phoebe Halliwell, habían estado muy poco

sociables últimamente, con tanto combatir contra demonios durante las últimas

semanas. Pero eso va incluido en el lote cuando se es una de las Embrujadas: las tres

brujas blancas destinadas a proteger a los inocentes de las fuerzas del mal. Quizá las

cosas habían sido algo más diabólicas últimamente, pero en realidad eso podía ayudarla.

Se mostraría positiva, y esperaba que su emoción fuese contagiosa. Sus hermanas

querían tomarse unas vacaciones. Necesitaban unas vacaciones. Sencillamente, no lo

sabían todavía.

— ¡¿Piper?! ¡¿Phoebe?! ¿Chicas, estáis encasa? — gritó al entrar precipitadamente por

la puerta principal. Sacó una hoja impresa por ordenador de su bolso mientras esperaba

alguna respuesta. El sonido de unos pasos apresurados le dio la bienvenida, y momentos

después Phoebe bajaba las escaleras a toda prisa, mientras Piper venía corriendo desde

la cocina. Las dos parecían tensas y preocupadas.

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—¿Qué pasa? — Preguntó Piper, remangándose las mangas de su blusa de estilo

campesino—. ¿Qué ha ocurrido?

— ¡Nada! — dijo Paige con una gran sonrisa—. Tranquilas. No he venido a anunciar

ningún enfrentamiento con la muerte, ni nada relacionado con demonios o cosas de

esas. Aunque un tío se me ha cruzado en la autopista, y me ha faltado poco para hacerlo

orbitar hasta Alcatraz.

Piper y Phoebe intercambiaron una mirada preocupada, y Paige puso los ojos en blanco.

— No lo haría nunca, vamos, chicas —dijo, burlándose, era cierto. Paige sabía que no

debía usar sus poderes como válvula de escape de sus enfados por el tráfico, ni para

descargar cualquier otra emoción, en realidad. Las Embrujadas no tenían permiso para

usar los poderes para su beneficio personal. Si lo intentaban, los poderes fallaban. Pero

en el Libro de las sombras no había nada que dijera que no podían soñar despiertas.

— Está bien, Paige, entonces, ¿qué pasa? — preguntó Phoebe, mientras terminaba de

bajar los últimos escalones y se sentaba en el rellano. Con un movimiento de cabeza, se

echó la cola de pelo castaño oscuro a la espalda y miró a su hermana pequeña —. ¿Qué

son todos estos gritos?

—Son gritos buenos —dijo Paige, dejando el bolso en el suelo junto a las escaleras —.

De los mejores. ¿Veis? —Le tendió la hoja impresa a Piper y sonrió —. ¡Nos vamos de

vacaciones!

— ¿Nos vamos? —preguntó Phoebe, levantando sus perfectas cejas. Parecía

entusiasmada con la propuesta, y Paige sintió que un pequeño destello de esperanza

nacía en su pecho. Puede que la cosa fuera fácil. Por supuesto, todavía no había llegado

a la parte que la preocupaba. La parte que probablemente les costaría tragar a sus

hermanas.

—No, no vamos —dijo Piper rotundamente. Adiós al destello de esperanza. Piper le

entregó la página a Phoebe, que le echó rápido un vistazo por encima, y luego sonrió

con aire de suficiencia.

— ¿Me estás tomando el pelo, verdad? —dijo, tendiéndole el papel a Paige.

— ¿Tengo pinta de estar bromeando? —preguntó Paige. Volvió a coger el papel con

cautela y lo miró malhumorada. ¿Qué les pasaba? ¿No veían lo bien que podían

pasarlo? ¿La posibilidad de una experiencia enriquecedora? ¿De ganar grandes

premios?

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— ¿Quieres que vayamos a un «encuentro de aquelarres»? — preguntó Piper en un tono

desdeñoso que normalmente reservaba para hablar de los alborotadores y los borrachos

que a veces tenía que echar de su club nocturno, el P3.

Cuando las hermanas no luchaban contra demonios, tenían sus trabajos cotidianos. Piper

dirigía el club nocturno más popular de la ciudad, Phoebe escribía una columna de

consejos en uno de los periódicos de la zona, y Paige era asistenta social. Otra razón que

justificaba que se tomaran unas vacaciones. ¡Técnicamente cada una de ellas tenía dos

empleos!

— ¡Sí! —dijo Paige, con los ojos muy abiertos —. ¿Qué hay de inverosímil en que

vayamos a un encuentro? Somos brujas, ¿sabéis? Somos las brujas.

— Exactamente. Y sospecho que el noventa por ciento de la gente que asiste a estas

cosas no sabe nada sobre el tipo de mal con el que tenemos que enfrentarnos a diario —

dijo Phoebe, poniéndose de pie en el último escalón. Se metió una mano en el bolsillo

de su falda vaquera y apoyó la otra sobre el reluciente pasamano de madera.

— ¿Y? No sabemos demasiado sobre la religión o la cultura wicca — argumentó

Paige—. Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo derrotando demonios. ¿No quieres

saber más sobre el arte que hay detrás de lo que hacemos?

— Paige, conocemos el Arte — dijo Piper—. ¿O acaso ya has olvidado las horas que

pasamos estudiando pócimas cuando te mudaste aquí?

Paige gimió. ¿Cómo podía olvidar las sesiones de estudio más insoportables de toda su

vida? Piper se había portado como un sargento instructor cuando Paige llegó a la

mansión, le enseñó todo sobre los cristales y las hierbas y las distintas partes del cuerpo

de un reptil que se utilizaban en hechizos y pócimas. No hacía demasiado tiempo que

Paige había conocido a sus hermanas, de manera que tenía que aprender muchas cosas

para ponerse a su mismo nivel. ¡Pero Paige quería saber muchas más cosas! Puede que

sus hermanas y ella fueran profesionales en lanzar hechizos para derrotar a demonios y

en conjurar cristales de protección, pero eso no significaba que su conocimiento sobre la

magia tuviera que terminar allí.

— ¿De todas maneras, cómo te has enterado de esto? —preguntó Piper, cruzando los

brazos.

—Había poco trabajo esta tarde y empecé a navegar por internet — dijo Paige

encogiéndose de hombros. Su estado de ánimo empezaba a decaer con cada segundo

que pasaba—. No os imagináis la de aquelarres que tienen su propio sitio Web.

Piper y Phoebe se rieron, y Paige notó que se sonrojaba.

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— No digo que tengamos que estar en la red — dijo, frustrada—. Pero suena muy bien.

El encuentro va a ser para el solsticio de verano, y hay un montón de rituales para

honrar a la Diosa...Paige miró a Phoebe, esperando por lo menos encontrar a una aliada

en su hermana mediana. Phoebe siempre había sido más propensa al lado espiritual,

romántico y místico de las cosas que Piper, que tenía un espíritu mucho más práctico.

Pero Phoebe seguía mirando a Paige con una expresión escéptica en sus grandes ojos

marrones.

— ¡Además, chicas, es en Las Vegas! —dijo Paige, que no estaba dispuesta a rendirse

tan pronto —. ¡Podríamos divertirnos mucho!

— Eso solo lo hace más estrafalario —dijo Phoebe—. Si van allí para ser espirituales y

estar en comunión con los demás, ¿por qué precisamente escogen la ciudad del pecado?

Estoy imaginándome a unas chicas con sombrero negro fumando y jugando a los dados.

Incluso Paige no tuvo más remedio que sonreír un poco ante esa imagen mental, pero la

borró inmediatamente.

— Piper...

—Lo siento, Paige, sencillamente no le veo el sentido — dijo Piper, pasándose las

manos por su pelo castaño claro—. Es decir, estamos allí fuera luchando contra el mal

cada día. ¿Qué tenemos en común con un puñado de gente cuya idea de ser una bruja es

dibujar círculos mágicos y bendecir a sus gatos?

— Eres muy crítica — refunfuñó Paige, apartando la mirada. No comprendía muy bien

por qué le molestaba tanto que rebatieran su propuesta, cuando durante todo el camino

había sospechado que así iba a ser. Hacía el tiempo suficiente que conocía a Piper y

Phoebe para saber que iban a mostrarse escépticas sobre el encuentro. Pero no podía

evitarlo. No soportaba que sus hermanas ni siquiera se molestaran en considerar su plan.

Seguro que veían lo emocionada que estaba. ¿Qué se suponía que tenía que hacer, ir

sola a esta cosa? Imposible. Era un encuentro de aquelarres, no un encuentro de brujas

fracasadas y solitarias.

— Lo que pasa es que no coincide con mi idea de vacaciones, cariño—añadió Piper a

modo de disculpa.

Paige se devanó los sesos buscando un argumento bueno y convincente, pero no pudo

encontrar ninguno. Por lo menos no uno que pudiera hacer cambiar de opinión a las

testarudas. Así es como iba a llamar a sus hermanas a partir de entonces: las testarudas.

—Además —añadió Phoebe—, Cole y yo nos acabamos de prometer. No sé si quiero

dejarlo aquí mientras nos vamos a bailar bajo la luna llena con un puñado de farsantes.

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Sobre todo teniendo en cuenta todos los demonios que han aparecido últimamente por la

mansión. Ahora Cole es humano, y no podría defenderse.

— Bueno, Leo estará aquí — argumentó Paige. El marido de Piper, Leo, era una Luz

Blanca, una especie de ángel guardián que protegía a las Embrujadas y que acudía

siempre que necesitaban ayuda.

—Pero no puede estar aquí todo el tiempo, y no puede hacer mucho para enfrentarse él

solo a los demonios —señalo Piper.

—Si hace falta puedo hacernos orbitar de vuelta — dijo Paige.

—No lo sé... —dijo Phoebe, mirando al suelo—. Simplemente, no creo que sea una

buena idea.

Paige respiró profundamente y se echó el pelo oscuro hacia atrás, tratando de no parecer

tan decepcionada como estaba. Normalmente, cuando a Paige se le metía una idea como

aquella en la cabeza, no se daba por vencida hasta que se salía con la suya. Pero sabía

que no iba a conseguir nada con esa discusión y, de todas formas, estaba claro que Piper

y Phoebe creían que ya había terminado.

—Vale, de acuerdo —dijo Paige, arrugando la página con una mano —. Solo era una

idea.

Recogió su bolso y empezó a subir las escaleras, rozando a Phoebe al pasar. Sabía que

probablemente Piper y Phoebe empezarían a cuchichear sobre ella al cabo de

aproximadamente cinco segundos. Se preguntarían si estaba disgustada de verdad y si

habían manejado bien la situación. Fue lo que hicieron. Y, en realidad, a Paige no le

importaba. Había estado en el otro lado muchas veces. Sencillamente, no quería oír

ninguna palabra de lo que decían.

En cuanto llegó a su dormitorio, cerró la puerta y puso el estéreo a tope. Se quitó las

sandalias de tacón de un puntapié mientras se sentaba en la cama, y luego lanzó su

arrugado proyecto de vacaciones a la papelera. Falló por un metro y cayó al suelo.

Frustrada, Paige extendió la mano.

—Papel —dijo entre dientes. La bola de papel desapareció en un remolino de luz blanca

azulada, para aparecer a continuación en su mano. Lo tiró otra vez a la papelera, esta

vez ejecutando un lanzamiento perfecto. Luego se dejó caer sobre la cama y se quedó

mirando el techo.

—Se acabó lo de «viva Las Vegas» — murmuró.

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— Me siento un poco mal — dijo Phoebe en voz baja mientras atravesaba la sala de

estar siguiendo a Piper hasta la cocina—. Estaba tan contenta...Se sentó sobre uno de los

taburetes de la encimera central y apoyó los codos sobre la superficie fría. Una parte de

ella

quería decir que sí a la propuesta de Paige porque era evidente que su hermana pequeña

se moría de ganas de ir, pero no era capaz de compartir su excitación. Últimamente

pasaban muchas cosas en la vida de Phoebe, y aprender a ser una bruja wicca mejor no

era una de sus prioridades. Primero tenía que ayudar a su futuro marido a encontrar un

trabajo, escribir su columna para el periódico, y rechazar los ataques de los demonios.

— Lo sé — dijo Piper con un suspiro —. Pero, ¿ir a Las Vegas con un puñado de

aspirantes a bruja? No, gracias. Sirvió dos tazas de café y empujó una de ellas hacia

Phoebe sobre la encimera alicatada.

—Mm, pero ¿a dónde irías si te fueras de vacaciones? —le preguntó Phoebe, cogiendo

la taza con ambas manos y juntando los brazos mientras sorbía un poco de café

caliente—. Es decir, si pudieras ir a cualquier parte del mundo — añadió, sonriendo

mientras empezaba a soñar despierta. —Ahora mismo sin duda iría a alguna isla — dijo

Piper, ladeando la cabeza y cerrando los ojos—. La calidez del sol, ropa vaporosa...,

refrescos de frutas con sombrilla.

— Y Leo, por supuesto — dijo Phoebe con una sonrisa de complicidad.

— Por supuesto — dijo Piper, abriendo los ojos de repente —. Leo se da por sentado.

— Sorbió un poco de café y miró a Phoebe—. Lo reconozco, se me cae la baba. ¿Dónde

está mi marido cuando lo necesito para que me lleve a las Bahamas?

De repente apareció un enorme remolino de luz en el centro de la cocina, y cuando

desapareció, Leo estaba de pie allí, sonriendo y con una flor tropical en la mano.

— ¿Me llamabas? — dijo, mientras se aproximaba a Piper.

—Esto de la Luz Blanca a veces es muy práctico — dijo Piper, poniéndose de puntillas

para besar a su marido. Como Luz Blanca, Leo era capaz de ir de un lugar a otro y

siempre podía oír a Piper y a sus hermanas cuando le pedían ayuda. Paige era medio

Luz Blanca, medio bruja, de manera que no solamente podía orbitarse a sí misma, sino

también a otros objetos. Piper cogió la gran flor de color rosa de la mano de Leo y la

hizo girar entre los dedos.

— ¿Qué te parecería un fin de semana en la playa? —le preguntó.

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— Me parecería que hace tiempo que está pendiente —contestó Leo, con sus ojos

azules centelleando,

—Vale, estáis haciendo que eche de menos a mi hombre — dijo Phoebe, moviéndose en

su asiento.

— ¿Por cierto, dónde está Cole? —preguntó Leo.

—Buscando trabajo —dijo Phoebe con una mueca—. Esperemos que traiga buenas

noticias cuando vuelva a casa.

Justo en ese momento Phoebe oyó que se abría la puerta principal, dejó la taza de café y

se dio la vuelta sobre el taburete, esperando ver a Cole entrando por la puerta a grandes

zancadas. Pero en lugar de él, entró su amigo Daryl Morris, con la frente fruncida de

preocupación y la corbata aflojada de manera impropia de él.

— Bien, estáis aquí — dijo, frotándose las manos mientras su mirada pasaba de Phoebe

a Piper y volvía de nuevo a Phoebe. Literalmente irradiaba inquietud —. ¿Dónde está

Paige?

—Arriba —respondió Phoebe mientras Daryl se quitaba la chaqueta y respiraba

hondo—. Daryl, ¿qué ocurre? — añadió —. Me estás asustando.

— Os lo contaré en cuanto baje Paige — dijo él, volviendo por donde había venido.

Mientras llamaba a Paige por las escaleras, Phoebe lanzó una mirada alarmada a Piper y

Leo. Daryl era detective del departamento de policía de San Francisco y el único civil

que conocía los poderes de las hermanas. No venía a verlas en un estado alterado a no

ser que quisiera avisarlas de algún mal grave o advertirles que alguien empezaba a

sospechar de ellas. Phoebe sintió que se le hacía un nudo en el estómago, y cuando

Daryl regresó con Paige, se había imaginado un centenar de situaciones espantosas.

— ¿Qué ocurre, Daryl? —preguntó, mirando sus rasgos oscuros y atractivos —.

Suéltalo ya.

—No os va a gustar —empezó, provocando que los pelillos de la nuca de Phoebe se

pusieran de punta—. Parece que alguien ha estado secuestrando a gente aficionada a la

magia wicca.

— ¿Aquí en San Francisco? —preguntó Paige.

—Por todo el país —contestó Daryl, con tono serio.

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—Estás bromeando — dijo Piper, lanzando una mirada de preocupación a sus

hermanas.

—Ojalá —contestó Daryl. Empezó a pasearse por la habitación, como hacía a menudo

cuando tenía que descargar su energía contenida. Sus lustrosos zapatos chirriaban sobre

los azulejos del suelo mientras caminaba, y Phoebe casi se mareó observándolo.

— Estaba investigando una desaparición esta mañana y estuve hablando con una de las

amigas de la chica desaparecida — explicó Daryl —. Me dijo que la chica, Clarissa, era

miembro de un aquelarre, y que ella y sus hermanas brujas tenían miedo de que pudiera

suceder algo así. Al parecer la prima de esta chica forma parte de un aquelarre en la

costa este, y ha habido una ola de desapariciones por allí durante las dos últimas

semanas.

— ¿Qué se entiende por una ola? —preguntó Piper.

—Por lo menos dieciséis, por lo que yo sé. Quizá más. — Daryl dejó de caminar un

momento y sacó un trozo de papel doblado del bolsillo de la camisa. Lo alisó sobre la

encimera, y Phoebe, Paige, Leo y Piper se inclinaron para leerlo.

— «Atención wiccas» —leyó Phoebe en voz alta—. «Por favor, ¡estad alerta! Nos están

secuestrando. Sabemos que ocho aquelarres se han visto afectados en los últimos días

desde Boston a Nueva York y Virginia e incluso en el sur, en Florida. Normalmente, los

secuestros se producen en mitad de la noche mientras la víctima duerme. Por favor,

vigilad vuestro entorno, cerrad con llave durante la noche, poned una alarma. ¡Lo que

sea necesario para protegeros! Informadnos de cualquier otro incidente preocupante del

que tengáis noticias. Tenemos que protegernos mutuamente. ¡Vuestras hermanas y

hermanos necesitan vuestra ayuda!».

Phoebe sintió un escalofrío en la espalda al mirar a sus hermanas.

— ¿Por qué no habíamos oído nada sobre esto? —preguntó Piper.

—Sí. ¿De dónde lo has sacado, Daryl? —preguntó Paige, acercándose el papel.

—Me lo dio la chica con la que estuve hablando esta mañana — respondió Daryl —.

Parece ser que lo han enviado por correo electrónico, a todos los aquelarres que hay en

la red.

— Y vosotras no queréis que estemos en la red — dijo Paige, lanzando una mirada a

Piper.

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— Dijiste dieciséis. Aquí dice ocho —señaló Piper, sin hacer caso del comentario de

Paige.

—Investigué un poco y encontré algunos más —explicó Daryl, pasándose la mano por

su corto y oscuro pelo —. Muchos de los departamentos de policía ni siquiera habían

detectado la conexión wicca, pero ha sucedido en Tejas, Chicago, Wisconsin... Es muy

probable que los responsables estén avanzando hacia el oeste.

—Y ahora están aquí — dijo Phoebe, con la voz un poco temblorosa.

—Ya ha habido tres secuestros en la bahía de San Francisco — dijo Daryl. Se puso las

manos en las caderas y dejó escapar un suspiro—. Pensé que teníais que saberlo, chicas.

Me refiero a que siendo quienes sois...

— Sin duda podríais ser las siguientes — añadió Leo, diciendo en voz alta lo que todos

estaban pensando.

— ¿Sabes algo sobre el secuestrador? —preguntó Piper.

— Desgraciadamente, no —respondió Daryl—. Todas las víctimas fueron secuestradas

en mitad de la noche, como dice el mensaje, pero aparte de eso y del asunto wicca, no

hay pruebas que conecten los crímenes. Quienquiera que lo haga lo está haciendo

limpiamente.

— Voy a ir a hablar de esto con los ancianos — dijo Leo, apartándose un paso de

Piper—. Tienen que estar preocupados si han desaparecido tantos aficionados a la

magia.

— Cuéntanos lo que descubras — dijo Piper. —Por supuesto —respondió Leo, con una

sonrisa tranquilizadora. Orbitó, y dejó la cocina sumida en un extraño estado de

silencio. Phoebe miró el mensaje de advertencia, y sintió otro escalofrío premonitorio.

No podía imaginar lo que debía ser para aquellos pobres inocentes ser secuestrados de

sus casas en mitad de la noche. Debían de haber pasado mucho miedo.

—Daryl, ¿podemos hacer algo? —preguntó Phoebe, mientras su cuerpo empezaba a

bombear adrenalina.

—En realidad, esperaba que os ofrecierais — respondió Daryl—. No quiero poneros en

peligro, chicas, pero si pudierais hablar con algunos de los aquelarres de la zona... No lo

sé, quizá con vosotras se abrirán más fácilmente. Quizá saben algo y ni siquiera se dan

cuenta.

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—Por supuesto —dijo Paige, apretándole el brazo —. Estaremos encantadas de ayudar.

—Haremos todo lo que podamos —añadió Piper. Phoebe cogió el folio con el mensaje

y lo miró con atención. Algunas de las palabras parecían saltar a la vista:

«secuestrando», «protegeros», «alerta», «ayuda»...

— Tenemos que descubrir quién está secuestrando a esta gente — dijo Phoebe con

severidad, dirigiéndose a Paige, Piper y Daryl con una mirada decidida—. Y tenemos

que hacerlo antes de que le toque sufrir a alguien más.

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iper se sentó en el borde de un sofá mullido situado en medio de la sala de estar de

Missy Stark, embargada por la sensación de que en aquel lugar llamaba la atención.

No sabía muy bien qué era lo que le causaba esa incomodidad, pero tenía la

impresión de que se encontraba fuera de lugar. Missy la había invitado a pasar

cuando Piper dijo que la había enviado la policía, pero no conseguía sentirse

cómoda. Las paredes de la habitación estaban cubiertas de papel pintado azul oscuro

con medialunas doradas estampadas por todas partes. En cada ventana colgaban unas

diez cortinas finas de colores muy vivos, y había velas a medio quemar en casi todas las

superficies.

Missy estaba en la cocina preparando té, y Piper oía el traqueteo de platos. Miró la mesa

que tenía enfrente y se dio cuenta de que estaba llena de libros sobre brujería. El año

wicca; Día a día; Guía de los cristales y el poder del color; Tu aquelarre y tú. Piper

sonrió con suficiencia y cayó en la cuenta. Se sentía incómoda porque Missy Stark era

exactamente el tipo de persona que ella intentaba evitar: una madre sentimental del país

de la brujería barata. Exactamente el tipo de persona que había impedido que aceptara el

viaje a Las Vegas de Paige.

Missy volvió a entrar en la sala, y la luz del sol que entraba por la ventana más cercana

se reflejó en sus tirabuzones rojos mientras intentaba sonreír. A Piper se le hizo un nudo

en el estómago al advertir que Missy tenía rastros de lágrimas secas en la cara. Aquí

estaba ella, juzgando precipitadamente a Missy, que acababa de perder a una de sus

amigas íntimas. Era hora de que se concentrara en el propósito que la había llevado

hasta allí.

—Gracias —dijo Piper cuando Missy dejó la bandeja con las tazas de té y las pastas de

mantequilla sobre los libros de la mesa. Se incorporó hacia el borde de su asiento y

cruzó las piernas—. Iba a contarme algo más sobre Clarissa.

— ¡Oh! ¡Permítame que busque una foto! — dijo Missy, levantándose de nuevo antes

de tocar la silla del otro lado de la mesa. Parecía un manojo de nervios mientras se

movía por la sala, mirando fotos enmarcadas sobre mesas y alféizares —. ¡Aquí hay

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una! — dijo finalmente, cogiendo un marco plateado decorado con cristales de color

rosa y púrpura.

Su vaporoso vestido florido se hinchó por detrás mientras volvía hacia el sofá y le

entregaba el marco a Piper. Dio algunos pasos hacia atrás, cruzando las manos y

observando la reacción de Piper, casi como si fuese una madre orgullosa.

— ¿Es bonita, verdad? —Preguntó Missy—. Todos los que la conocen hablan de su

pelo.

Piper sostuvo el marco con cautela sobre las yemas de los dedos. El primer pensamiento

que le vino a la cabeza cuando miró la cara de Clarissa fue la palabra «ángel». Clarissa

tenía una piel pálida, casi luminosa. El pelo rubio más claro que Piper hubiera visto

nunca parecía flotar alrededor de su cara, y sus ojos azules brillantes parecían felices y

apenados a la vez.

— Es bonita — dijo, devolviéndole la foto. Missy volvió a colocar el marco sobre la

mesa donde lo había encontrado, y finalmente se sentó al otro lado de la mesita, frente a

Piper—. Según le dijo a la policía, desapareció en mitad de la noche, ¿es cierto? —le

preguntó Piper.

—Sí —dijo Missy, inclinándose hacia delante y sirviendo dos tazas de té de una tetera

floreada—. Hablé con ella justo antes de que se fuera a la cama, sobre las once. A la

mañana siguiente teníamos que encontrarnos pronto para desayunar, pero no abrió la

puerta cuando llegué allí. Sé dónde guarda la llave, de manera que fui a entrar, pero

habían forzado la cerradura. Sé que tendría que haber llamado a la policía en ese

momento, pero tenía que saber si estaba bien, de manera que entré. Su dormitorio estaba

revuelto, y había un rastro de cosas rotas por las escaleras, que llegaba hasta el exterior

de la casa... como si hubiera habido un forcejeo.

Missy paró repentinamente y Piper contuvo la respiración, esperando que la mujer no se

pusiera a llorar. Se sentía mal por ella y no sabía lo que podía decir si Missy perdía el

control de sus emociones. ¿Qué todo iba a salir bien? ¿Cómo podía decirle eso cuando

no tenían la menor idea de lo que le había pasado a Clarissa? Pero Missy se controló. Le

ofreció a Piper una taza de té y se acomodó en su silla, poniendo en equilibrio su taza

sobre el platillo.

Una cerradura forzada, pensó Piper. Eso parece algo propio de un humano.

Normalmente los demonios podían entrar en una casa sin recurrir a tácticas tan

rudimentarias. Aun así, podía ser que un demonio intentara despistarlos. Algunos de

ellos eran lo suficientemente listos para revolver el escenario de sus crímenes con ese

objetivo.

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—No lo entiendo —dijo Missy—. No tenía enemigos, su familia la apoyaba mucho...

Todos la querían.

— Puede que alguien la quisiera demasiado — sugirió Piper antes de dar un sorbo al té

—. ¿Algún ex novio? Missy pareció sorprendida por la pregunta, como si fuese

inconcebible.

—No. Bueno..., sí. Rompió con Theo hará un año, pero fue una separación totalmente

amistosa. Además, ahora mismo está viajando por Europa. El otro día recibió una postal

suya. Dejémoslo, pensó Piper. De todas formas había apuntado muy alto. No era

probable que el ex de Clarissa estuviera secuestrando falsas brujas por todas partes.

— ¿Qué me dice de su aquelarre? — preguntó—. ¿Alguna envidia? ¿Luchas de poder?

— Bueno, Clarissa es nuestra suma sacerdotisa, así que evidentemente está en una

posición de poder —dijo Missy con una sonrisa relajada. Bebió un largo sorbo de té,

luego dejó la taza y el platillo sobre la mesa—. Pero nuestro aquelarre es pacífico. Nos

llevamos bien todos, y la ascensión de Clarissa a ese puesto contó con un apoyo

unánime. La Diosa es fuerte en ella. Piper tuvo que concentrarse para no poner los ojos

en blanco.

— ¿A qué se refiere con eso? —preguntó, tratando de contener el sarcasmo de su voz.

Lo dijo con voz totalmente neutra.

—Va a creer que estoy loca —dijo Missy, burlándose y apartando la mirada. Se llevó el

pulgar a los labios y se lo mordió por un lado, mirando a Piper con el rabillo del ojo.

— Puede confiar en mí — dijo Piper, inclinándose un poco hacia delante—. Le podría

contar muchas cosas que probablemente le harían creer a usted que la loca soy yo.

Missy respiró profundamente. Su pecho se movía lentamente mientras examinaba a

Piper.

— Está bien, quizá le sirva de algo. Pero se lo he advertido — dijo finalmente. Entonces

se mordió el labio y cerró los ojos con fuerza—. Clarissa puede ver cosas.

Piper vio que se levantaba una pequeña bandera roja en su imaginación. Puede que

Clarissa y sus amigas no fueran wiccas normales y corrientes. Missy abrió un ojo como

si tuviera miedo de ver la reacción de Piper.

— ¿Qué tipo de cosas? —le preguntó Piper a quemarropa.

— Cuando toca un objeto... cualquier objeto..., puede ver la última persona que lo tocó.

Casi como una premonición o una visión —explicó Missy, con un atisbo de excitación

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Embrujadas. **Algo Mágico**

en la voz—. Incluso puede decir qué sentían cuando sostenían ese objeto, y a veces

puede decir lo siguiente que hicieron... después de dejarlo.

— Vaya, eso sí que es poder — dijo Piper, aclarándose la garganta mientras dejaba la

taza.

— Clarissa siempre ha sido capaz de notar emociones al tocar objetos, pero tuvo su

primera premonición real hace algunas semanas — dijo Missy con una sonrisa

nostálgica—. Estaba en un banco y cogió el bolígrafo de la ventanilla después de que

una mujer con dos niños pequeños lo hubiera utilizado. Dijo que la mujer se sentía feliz

y en paz cuando utilizó el bolígrafo, pero entonces tuvo una visión de la mujer

atropellada por un coche después de salir del banco. Ni siquiera sabía si era verdad o si

estaba loca, pero detuvo a la mujer y la entretuvo haciéndole preguntas sobre la escuela

de sus hijos. Unos instantes más tarde un coche perdió el control y chocó contra un

poste justo delante del banco. Fue tal como lo que había visto Clarissa en su visión,

salvo que a la mujer no le había pasado nada.

— Es asombroso —dijo Piper, acordándose de Phoebe y de su poder de premonición.

Se alegró al oír que Clarissa también usaba sus premoniciones para ayudar a otra gente.

A veces, la gente con un poder de ese tipo no sabía cómo controlarlo y terminaban

usándolo en su propio beneficio. O sencillamente para hacer el mal a escala doméstica.

— En nuestro aquelarre nadie más tiene un don así, ni de lejos — dijo Missy.

Quizá alguien no quería que lo usara con él, pensó Piper, mientras en su frente brotaba

una pequeña línea de sudor. Quizá alguien quería silenciar su poder. Sintió que el

corazón empezaba a palpitarle con fuerza, y de repente la invadió la necesidad de salir

de allí y encontrar a sus hermanas. Tenía que asegurarse de que estaban bien.

— ¿Cuántas personas conocen el poder de Clarissa? — preguntó Piper, frotándose las

manos contra los pantalones.

—Solo el aquelarre —contestó Missy—. Como puede imaginar, ella no quería que se

conociera. Si lo descubrían las personas no indicadas...

A Missy se le cortó la voz, y Piper y ella intercambiaron una mirada. Ambas sabían

exactamente qué podía pasar si las personas no indicadas lo descubrían. Ya había

pasado.

— Bueno, gracias por su tiempo — dijo Piper, levantándose del sofá.

— ¿Cree que hay alguna posibilidad de encontrarla? —preguntó Missy, prácticamente

saltando de su asiento para seguir a Piper hasta la puerta.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

—Haremos todo lo posible, se lo prometo — dijo Piper para consolarla—. Alguien la

mantendrá al corriente.

Se volvió y se dirigió hacia su todo terreno, acelerando a cada paso que daba. Lo único

que quería hacer era encontrar a Daryl, a Paige, y a Phoebe y contarles lo que sabía;

tenía un posible motivo. Y si no se equivocaba, las Embrujadas estaban sin duda en

peligro.

— Esta casa es enorme —dijo Paige a Elijah Baker mientras la conducía de una sala a

otra. Sus botas de tacón alto golpeaban ruidosamente contra el suelo de mármol recién

pulido—. La hipoteca debe de ser exorbitante.

Elijah era miembro de un aquelarre de aficionados a la magia, tanto hombres como

mujeres, que había perdido a uno de sus miembros la semana anterior. Vivía en una casa

antigua de estilo Victoriano clásico pero decorada con estilos modernos: mucho cuero

negro y cromo. Era la clase de lugar que hacía sentir a Paige demasiado intimidada

como para tocar algo y hacía que se apretara la chaqueta de cuero contra el cuerpo para

no golpear nada. Era bonita, pero no exactamente acogedora.

—Bueno, no vivo aquí solo — dijo Elijah mientras caminaba hacia una enorme

chimenea de pizarra. Cogió una gran fotografía con un marco plateado brillante de una

docena de personas de encima de la chimenea—. La mayoría de los miembros del

aquelarre también viven aquí. Es una especie de... fraternidad mística, si lo quiere

llamar así. Salvo que aquí también viven algunas mujeres.

—Oh, bien, eso es genial — dijo Paige, sin saber qué decir. Normalmente a Paige no le

costaba nada hablar con alguien, pero Elijah y lo que la rodeaba tenían algo que la

desconcertaba. Le entregó la fotografía y mientras Paige le echaba un vistazo, un

pequeño escalofrío le recorrió la piel. Todos los hombres y mujeres de la foto tenían un

aspecto muy severo y rígido. Ni uno de ellos sonreía. Por lo que parecía esta gente se

tomaba su aquelarre muy en serio.

—El del centro es Samson — dijo Elijah, cruzando los brazos.

Paige miró al wicca desaparecido y se sorprendió a sí misma sonriendo de repente.

Samson era un negro fornido y atractivo, de cabeza afeitada y ojos marrón claro.

Aunque tenía los labios rectos como todos los demás, podía asegurar que sus ojos

sonreían. El instinto le dijo que Samson era una persona agradable, alguien capaz de

retroceder y relajarse incluso en medio de toda la gente rígida que parecía rodearlo.

De repente Elijah le quitó el marco de las manos, lo colocó de nuevo con cuidado sobre

la repisa de la chimenea, y no paró hasta que estuvo perfectamente recto y centrado.

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—Vayamos a la cocina —dijo, mientras se volvía rápidamente. Paige se ruborizó ante

su tono frío y cortante, y se preguntaba si había hecho algo que lo hubiera ofendido.

Elijah era poco atractivo, alto, y desgarbado, de pelo castaño claro y ojos marrones, y su

actitud era indiferente y casi desagradable. No era lo que ella esperaba de un wicca.

Siempre se imaginaba que los demás brujos eran espirituales, gente que amaba a todo el

mundo, paciente y amable. Por supuesto, esa valoración precipitada era igual de

sentenciosa como la idea que tenía Piper de que todos los wiccas eran unos farsantes

sentimentaloides. Además, tenía que ser comprensiva con él. Acababa de perder a uno

de sus amigos. Paige lo siguió hasta la habitación contigua, donde él se sentó a la

cabeza de una mesa de cromo larga de cocina rodeada de ocho sillas negras de respaldo

alto. Se sentó en la silla de la esquina opuesta a Elijah. Era dura como una piedra, así

que se sentó un poco hacia delante tratando de estar más cómoda. Miró a Elijah, y él le

devolvió la mirada con los ojos entornados, como si la estuviera evaluando.

— ¿Samson vive aquí? —preguntó Paige, intentando enderezar su postura y adoptar un

aire oficial ante la fija mirada vigilante de Elijah. Siempre había odiado hacerse pasar

por alguien que trabajaba para el departamento de policía... Lo de hacer de persona

estirada no estaba hecho para ella.

—Sí. Lo secuestraron aquí —contestó Elijah. Apoyó los codos sobre los brazos de la

silla y cruzó las manos encima del pecho. Paige se fijó en que movía los músculos de la

mandíbula como si estuviera enfadado o pensara en algo que no le gustaba recordar.

— ¿Se encuentra bien? —preguntó Paige.

—Estoy bien — respondió Elijah, mirándola con movimientos rápidos de los ojos—. Lo

único que pasa es que dormía justo al otro lado del pasillo de donde dormíamos media

docena de hermanos. No entiendo por qué no oímos nada. Supongo que esta gente sabía

lo que hacía.

Paige se compadeció de Elijah. Aunque fuese de trato frío, no había duda de que estaba

pasándolo mal.

— No es culpa suya —le dijo, resistiéndose al impulso de tocarle el brazo. Tuvo la

sensación de que Elijah no era de esos a quienes les gusta que los toque un desconocido.

Respiró profundamente y fijó la mirada en el gran cuenco de cristal vacío que estaba en

el centro de la mesa. Hubo unos momentos de silencio tenso, y, de hecho, Paige pensó

en levantarse para marcharse. El tipo no era muy hablador. Pero apenas había

descubierto nada; desde luego nada interesante que contar a Daryl y a sus hermanas. Así

que simplemente se quedó sentada y esperó, con la esperanza de que Elijah se decidiera

a contar algo más.

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— No sé qué vamos a hacer sin él —dijo Elijah finalmente, en voz tan baja que Paige

no supo con seguridad si lo había oído bien.

— ¿Lo echa de menos, no? — preguntó, moviéndose en su asiento. Sus pantalones de

vinilo emitieron un agudo crujido al rozar contra el asiento, y se ruborizó —. Lo siento.

— No pasa nada — dijo Elijah—. Pasa siempre. — De hecho le sonrió, tenso, y Paige

sintió que se le relajaban los músculos de los hombros—. Sí, echo de menos a Samson.

Para mí es como un hermano. Pero no es solo eso — dijo. Hizo una pausa, y Paige notó

que iba a necesitar un pequeño empujón para continuar.

— ¿Qué es? —preguntó suavemente—. ¿Su sumo sacerdote?

Sintió cierto orgullo simplemente por conocer esta terminología. Por lo menos, las horas

que había pasado navegando por los sitios Web wicca le habían servido para algo.

—Sí, era nuestro sumo sacerdote —respondió Elijah, apoyando el peso sobre el brazo

izquierdo —. O lo es — se corrigió, aclarándose la garganta. Sin duda no estaba

preparado para pensar en Samson en pasado —. Inspira a todo el mundo. Tiene un

poder... —levantó

la mirada hacia Paige como si quisiera ver cómo reaccionaría ante la palabra «poder»,

pero Paige se limitó a devolverle la mirada sin apartar los ojos marrones de él —. Puede

ver las auras con bastante claridad, y estaba perfeccionando la capacidad de limpiarlas.

Me hizo una limpieza después de que falleciera mi madre, y fue increíblemente útil. Me

ayudó a dejar el pasado atrás y seguir adelante...A Elijah se le cortó la voz y apretó la

mandíbula, visiblemente incómodo por el giro personal que había permitido que tomara

la conversación. Dejó escapar un suspiro, un pequeño estallido de frustración, y volvió a

mirar a Paige.

— ¿Hay alguien más en su aquelarre que tenga ese poder? — preguntó Paige con

delicadeza.

—No —dijo Elijah—. Tenemos poder cuando actuamos juntos, por supuesto, pero

Samson es el más dotado de nuestro círculo. Ha ayudado a mucha gente.

— Parece un buen tipo — dijo Paige. Al instante comprendió que sus palabras

probablemente le habían parecido típicas a Elijah, pero sentía la necesidad de decir algo.

—Por favor, encuéntrenlo — dijo Elijah con firmeza—. Sinceramente, no sé qué

haremos aquí sin él. Paige tragó saliva y empujó la silla hacia atrás, notando que le

habían dado pie para marcharse.

—Lo intentaremos —dijo con una leve sonrisa—. Gracias por su tiempo.

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— La acompaño a la puerta — dijo Elijah, mientras hacía ademán de levantarse.

— No, por favor —dijo Paige, tendiéndole la mano —. No hace falta.

Se volvió y salió hacia el salón principal, antes de mirar por encima del hombro. Le

había prestado su coche a Phoebe, y Piper tenía el todoterreno, de manera que se había

orbitado hasta la calle de Elijah y tendría que volver a orbitar de vuelta a la mansión. En

ese momento se alegró de tener ese medio de transporte con la velocidad del relámpago.

Ver a Elijah tan hundido por la desaparición de Samson le había creado una necesidad

enfermiza de ver a sus hermanas. No era capaz de imaginarse qué haría si su propio

«aquelarre» sufría una pérdida como el de Elijah. Paige cerró los ojos y orbitó de vuelta

a casa.

— Muy bien, a ver si lo entiendo — dijo Phoebe, de pie en medio de la sala de estar en

la mansión Halliwell, con una mano temblorosa en la frente. Piper estaba apoyada

contra la repisa de la chimenea a su derecha, y Daryl y Paíge estaban sentados en el

sofá, mirándola con expectación—. ¿Tanto Samson como Clarissa eran los wiccas más

poderosos de sus aquelarres? ¿Ambos tenían poderes reales?

— Eso parece — dijo Paige, cruzando las manos sobre una rodilla y reclinándose en el

sofá.

— Bueno, eso es preocupante —dijo Phoebe, frotándose la frente y dejando caer otra

vez la mano —. Keisha también era la suma sacerdotisa de su aquelarre. Al parecer

tenía el poder de ver a través de los objetos sólidos.

— ¿Una supermujer wicca? —preguntó Piper sin rastro de ironía.

—Algo así —respondió Phoebe. Caminó hasta su silla favorita y se apoyó sobre el

respaldo. Tenía el corazón en un puño y le palpitaba con fuerza. Las piezas del

rompecabezas empezaban a encajar, y no le gustaba la imagen que se formaba ante ella.

—Alguien intenta silenciar un montón de poder — dijo Piper, poniéndose los dedos

entre el pelo y apoyando el codo sobre la repisa. Se apartó el pelo de la cara y miró

fijamente los marcos de fotos que tenía delante.

— O reunir un montón de poder — dijo Phoebe. Piper levantó la cabeza y Paige se

inclinó hacia delante. Por sus expresiones, Phoebe pudo adivinar que ninguna de las dos

había pensado en esa posibilidad, pero para ella estaba muy claro. Si los otros wiccas

que habían sido secuestrados estaban tan dotados como los tres sobre los que habían

investigado aquel día, entonces alguien estaba acumulando un arsenal de poder místico.

Quién sabe para qué quería usar el secuestrador a los wiccas.

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— Espera un momento — dijo Daryl, incorporándose en el sofá—. ¿Estás diciendo que

alguien intenta reunir un ejército?

— Algo parecido —dijo Phoebe—. Pero podría ser peor. Todos esos wiccas parecen

buena gente, de manera que no sería fácil volverlos malos, pero si nos encontramos ante

un hechicero...

Phoebe hizo una pausa y miró a Piper, conteniendo la respiración.

— Hechiceros... Vale. Refrescadme la memoria — pidió Daryl, moviendo la mirada de

Phoebe a Piper, y otra vez a Phoebe—. ¿Qué pasa con los hechiceros?

— Cuando un hechicero mata a un brujo o a una bruja real, absorbe su poder y es capaz

de usarlo — le explicó Phoebe, irguiéndose y metiéndose las manos en los bolsillos

traseros de los pantalones —. Si nos encontramos frente a un hechicero o a otro

demonio capaz de absorber poder...

— Entonces alguien podría tener ahora todos estos poderes — dijo Paige, con voz

temerosa.

—Y supongo que no está planeando usarlo para nada bueno — añadió Piper mientras se

apartaba de la pared.

—Oíd, esto no me gusta nada —dijo Daryl, apoyando las manos sobre los muslos y

levantándose —. Chicas, creo que tenéis que marcharos de aquí... ahora mismo.

— Daryl, ¿de qué hablas? —preguntó Paige, frunciendo la cara.

— Digo que tendríais que salir de aquí y marcharos a un refugio o lo que sea —

respondió Daryl seriamente—. Si esta gente está reuniendo brujas poderosas, solo es

cuestión de tiempo que se presenten en vuestra puerta.

—Se llevan solo a la más poderosa de cada aquelarre — señaló Paige—. Me pregunto a

quién se llevarían de nosotras tres — dijo, echando una mirada a Phoebe, con las cejas

levantadas.

— Voto por Piper — dijo Phoebe con una mueca pensativa.

— ¡Por favor! —Contestó Piper, sacudiendo la cabeza—. Aquí la número uno es

Phoebe. ¡Pero si hasta puedes volar!

—Pero no pases por alto a Paige —añadió Phoebe, levantando el dedo índice—. Lo de

desaparecer se le da bastante bien.

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— ¡Gracias! —dijo Paige, levantando las manos —. Empezaba a sentirme ignorada.

— ¡Señoras! — exclamó Daryl, frustrado. Phoebe y sus hermanas se echaron a reír,

pero cuando Daryl le lanzó su mirada de «hablo en serio», Phoebe se tapó la boca y se

puso seria.

— Lo siento — dijo —. Era para rebajar la tensión.

— Bueno, no estoy de humor — dijo Daryl —. Me sorprende que esa gente, o esas

criaturas, o hechiceros, o lo que sean, no hayan venido ya a buscaros a vosotras tres.

— Bueno, no vamos a salir corriendo. No lo hemos hecho nunca, y no vamos a empezar

ahora — dijo Piper, dando la vuelta al sofá y sentándose junto a Paige. Pasó el brazo por

encima de los hombros de Paige y miró a Daryl—. Sabemos cuidarnos. Solo tendremos

que tener los ojos bien abiertos.

— Exacto — dijo Phoebe, sintiéndose cautelosa y decidida a la vez—. La pregunta es...

¿ante qué?

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aige sacó su sudadera holgada favorita de la cómoda y se la puso con un suspiro de

satisfacción mientras la tela rizada se acomodaba sobre su piel. Después de un día

como aquel, lo único en lo que podía pensar era en cambiarse y ponerse ropa

cómoda. Si tenía que venir algún chalado para llevársela de su propia casa, por lo menos

quería estar cómoda para la ocasión. Además, sería mejor tener facilidad de

movimiento; por si necesitaba darle alguna patada a alguien.

En el piso de abajo, Daryl, Piper, y Phoebe todavía hablaban, y el sonido amortiguado

de sus voces que llegaba a través de las tablas del suelo también le resultaba

reconfortante a Paige. Tener a la familia cerca la llenaba de una sensación de calidez y

serenidad. Como si no hubiera nada de lo que no fuese capaz. Sus hermanas y ella

habían pasado muchas cosas juntas y siempre habían salido bien de todo. Siempre que

las tuviera allí, sabía que no podía pasar nada malo.

Bueno, podía pasar algo malo, pero no sería el fin del mundo. Era lo más probable.

Paige se volvió y estaba a punto de volver a bajar cuando algo le llamó la atención por

el rabillo del ojo: una bola de papel muy arrugada en el fondo de su papelera. De

repente la cara de Paige se iluminó. Se le estaba formando rápidamente una idea en la

cabeza. No, no solo una idea, ¡sino un plan! Agarró la bola de papel y salió corriendo de

su habitación, casi temblando de emoción.

¡Aquí estoy para salvar la situación!, pensó Paige mientras bajaba las escaleras a saltos

y entraba en la cocina, adonde los otros habían trasladado su conversación.

— ¡Chicos, chicos, chicos! ¡Ya lo tengo! —dijo Paige, deslizándose descalza a través de

la habitación sobre los calcetines. Piper, Phoebe y Daryl estaban sentados alrededor de

la mesa de la cocina, y Daryl apartó su silla cuando vio claro que Paige iba a chocar

contra su respaldo si no lo hacía.

— ¿Qué es lo que tienes? —preguntó Piper, frunciendo la frente mientras Paige

desarrugaba el papel.

— Quién es el secuestrador —dijo Paige, ruborizada por el triunfo —. O, mejor dicho,

qué.

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— Vale, no entiendo por qué me vuelves a enseñar esto — dijo Phoebe, mirando el

papel impreso.

— ¡Tenemos que ir al encuentro! —exclamó Paige, tirando el papel sobre la mesa

delante de ellos.

—Otra vez esto no — dijo Piper, dejándose caer sobre el respaldo de su silla.

— ¿Qué es un encuentro? —preguntó Daryl. Miró cautelosamente el papel, siguiendo el

ejemplo de las expresiones nada entusiasmadas de Piper y Phoebe.

— ¡Es un encuentro de aquelarres! —exclamó Paige, sin inmutarse. Esta vez sabía que

tenía razón, y no podían oponerse a su plan—. ¡Wiccas de todo el país van a reunirse en

Las Vegas la próxima semana!

— ¿Y? — preguntó Daryl.

Phoebe se irguió en su asiento, con cara de empezarlo a comprender.

—Y si el secuestrador quiere a más wiccas...—Y si es un poco inteligente... —añadió

Piper lentamente.

— ¡Entonces, seguro que va a estar allí! — dijo Paige triunfante, cruzando los brazos.

Observó que Phoebe y Piper intercambiaban una mirada, y supo que las había

convencido. ¡Ja! ¡Por una vez la hermana pequeña había pensado un plan maestro! —.

¡¿Por qué molestarse en viajar por todo el país buscando wiccas cuando puedes ir a Las

Vegas y tener un buffet libre wicca?

Phoebe ladeó la cabeza y apretó los labios, impresionada.

— La chica es buena.

— Le hemos enseñado bien —dijo Piper inexpresivamente.

— ¿Qué me estoy perdiendo? — les preguntó Daryl —. No me estaréis diciendo que

queréis ir a esta cosa.

—Si usas la palabra «querer» con mucha libertad — dijo Piper entre dientes, echándose

su largo pelo a la espalda y acercándose el papel arrugado.

—Esperad un minuto, esperad un minuto — dijo Daryl. Extendió los brazos sobre la

mesa—. Aquí es donde voy a trazar la línea. Estoy de acuerdo con vosotras. Creo que el

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secuestrador sería idiota si no buscara a su próxima víctima en ese encuentro. Pero por

eso mismo tendríais que estar lo más lejos posible de allí.

Paige se rió y se metió las manos en las mangas de la sudadera.

— Venga, Daryl —dijo, apoyándose sobre la encimera central.

—Hablo en serio, Paige —dijo él, volviéndose del todo sobre su asiento para mirarla —.

¿Para qué exponeros a que os secuestren?

—¿Qué otra cosa podemos hacer? —preguntó Phoebe—. ¿Quedarnos aquí sentadas y

esperar a que este tío venga a por nosotras? Esa no es la idea que yo tengo de un plan.

Paige sonrió abiertamente a su hermana. Exactamente lo que pienso yo. Las Embrujadas

no tenían por costumbre ser presas fáciles. Ahí afuera había algo extremadamente malo,

y ellas tenían la oportunidad perfecta para encontrarlo antes de que causara más daño.

No podían olvidarse así sin más. Tenían que estar a la ofensiva, no a la defensiva.

—Paige y Phoebe tienen razón —dijo Piper, doblando con mucho cuidado el trozo de

papel con la información sobre el encuentro, teniendo en cuenta el mal estado en el que

estaba. Se levantó y se inclinó sobre la mesa para devolvérselo a Paige—. Yo digo que

atraigamos a esta cosa y nos encarguemos de ella. Y terminemos con todo esto. Paige,

encárgate de las reservas. Yo tengo que hacer algunas llamadas para ver quién me puede

sustituir en el P3.

Phoebe golpeó la mesa con las palmas y se levantó.

— Y yo voy a tener una bonita y larga discusión con mi jefe — dijo.

Daryl soltó un suspiro profundo y bajó la cabeza, pero no dijo nada más. El pobre sabía

que le superaban en número y en poder. Cuando Paige vio que se había resignado ante

lo inevitable, levantó los puños en señal de triunfo. ¡Encuentro de aquelarres, allá

vamos!

— ¡Nos vamos a Las Vegas!

Piper estaba de pie delante de su armario y miraba fijamente a los estantes con su ropa,

paralizada. A sus espaldas, sobre la cama había una maleta abierta que estaba

completamente vacía salvo por algo de ropa interior. Aparte del problema de hacer la

maleta para un viaje que no quería hacer, estaba el problema de irse a Las Vegas a mitad

de junio.

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— No tengo suficientes camisetas de tirantes — se dijo Piper.

Entró en el vestidor con valentía, encendió la luz, y eligió arbitrariamente algunas

camisetas que estaban en sus perchas. No es que tuviera que impresionar a todo el

mundo en este viaje. ¿A quién le importaba lo que llevara? Cuando volvió a salir, Leo

estaba de pie justo en mitad de la habitación. Piper dejó caer sus camisas, y levantó las

manos instintivamente al ver a un visitante sorpresa, pero se detuvo justo a tiempo antes

de usar sus poderes. Al mismo tiempo, Leo se tiró al suelo.

—No hagas eso — dijo Piper, con todo el cuerpo en tensión—. Casi te hago pedazos.

— Lo siento —dijo Leo, levantándose y sacudiéndose el polvo de la parte delantera de

su camisa azul a cuadros — . Intentaré hacer más ruido la próxima vez que orbite.

—Gracias —dijo ella. Se agachó para recoger las camisetas, que se habían esparcido

por el suelo, y las tiró dentro de la maleta. No recordaba la última vez que se había

sentido tan poco entusiasmada haciendo las maletas para un viaje. Se deprimía solo de

ver la maleta.

—Veo que estás haciendo la maleta — dijo Leo, observando el desorden enredado de

ropa sobre su cama.

—Sí, nos vamos a Las Vegas —dijo Piper, sin siquiera intentar ocultar su desdén

mientras abría el cajón de los calcetines—. ¿Qué temperaturas crees que debe hacer allí

en esta época del año, ocho mil millones de grados?

—Eso es un poco exagerado — dijo Leo —. Probablemente más bien sean unos siete

mil millones.

Piper se rió entre dientes, recogió un montón de calcetines con los brazos, y se acercó a

la cama, donde los dejó caer dentro de la maleta. Mientras volvía a dirigirse al vestidor,

Leo la abrazó y la sujetó desde detrás.

—Vale, deja de moverte. Me estás poniendo nervioso —dijo, apoyando la barbilla sobre

su hombro —. ¿Por qué no me cuentas qué pasa? Solo con sentir sus brazos alrededor,

Piper se calmó un poco. Se apartó un paso y se volvió para mirarlo a la cara, apoyando

las manos en su pecho.

— Paige ha descubierto un encuentro de aquelarres en Las Vegas para el solsticio de

verano, y nos imaginamos que si este secuestrador quiere más wiccas, va a estar allí —

le explicó, quitándole un poco de pelusa de la camisa.

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— Así que vais a ir a encontrarlo y a solucionar el problema —dijo Leo pensativamente

con el ceño fruncido—. Es un buen plan. No me gusta porque os pone directamente en

la línea de fuego, pero es un buen plan.

—Lo sé —dijo Piper, apartándose de él y sentándose en el borde del colchón—.

Simplemente, es que no quería ir al encuentro. —Encogió los hombros en un gesto de

« ¿qué le voy a hacer?» y levantó la mirada hacia él—. ¿Qué dicen los Mayores?

—Por desgracia, no mucho —respondió Leo, sentándose a su lado. Entrelazó sus dedos

con los de ella y acercó su mano hacia él—. Están preocupados, evidentemente, pero

por lo que saben, no se ha escapado ningún demonio del Infierno que sea especialmente

poderoso, así que...

— Pero tiene que ser un demonio —dijo Piper —. O si no, un hechicero. Llegamos a la

conclusión de que los wiccas que fueron secuestrados son poderosos en su mayoría.

Phoebe cree que alguien está intentando reunir una gran cantidad de poder místico.

— Un hechicero, eso tiene sentido —dijo él, entornando los ojos—. Cuando regrese

arriba, se lo sugeriré.

— ¿Pero todavía no, verdad? — dijo Piper, apretándole la mano—. Todavía no te

vuelves arriba.

Leo sonrió y la rodeó con sus fuertes brazos.

—No. Creo que me quedaré aquí contigo un ratito —respondió, inclinándose para darle

un beso en la frente—. Ya sabes, para ayudarte a hacer la maleta para un viaje que no

quieres hacer.

—Gracias —dijo Piper con un suspiro y una sonrisa. Se levantó y fue de nuevo hacia el

vestidor. Se detuvo delante de los estantes del fondo, mirando melancólicamente a sus

bañadores, y durante medio segundo deseó estar haciendo la maleta para un viaje a las

islas con Leo en lugar de aquella misión loca. Pero su destino de Embrujada iba

primero. Sacudió la cabeza para olvidarse de ese sueño y agarró todos los pantalones

chinos y vaqueros que pudo con un brazo. Esta vez, cuando salió del armario, Cole y

Phoebe estaban de pie en medio de la habitación.

—Muy bien, ya sé. Os voy a poner cascabeles a todos — dijo con voz sarcástica,

mientras dejaba caer la ropa sobre la cama.

—Lo siento —dijo Phoebe disculpándose con una sonrisa—. Estábamos pensando que

deberíamos llevar algunos cristales de protección o algo, por si acaso.

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—No me gusta la idea de que vayáis las tres allí sin nadie que os cubra las espaldas —

añadió Cole con firmeza.

Piper miró a su futuro cuñado, y pensó, no por primera vez, que por alguna razón era un

abogado tan bueno. Cuando un tipo tan grande, tan robusto, moreno, y serio, decía algo,

te lo creías. Llevaba unos pantalones de vestir grises y una camisa azul oscuro con las

mangas remangadas. Tenía el pelo casi negro todavía engominado hacia atrás después

de un día de entrevistas, y estaba claro por su expresión preocupada que Phoebe lo

acababa de poner al corriente de los acontecimientos del día.

—No sé si debemos tomarnos la molestia, chicos —dijo Piper, doblando un par de

pantalones chinos sobre su brazo—. Quiero decir, ni que no pudiéramos ocuparnos

nosotras mismas de un demonio o de un hechicero. Creo que lo que tiene que

preocuparnos de verdad son las aspirantes a brujas.

De repente, Piper se imaginó a una pandilla de hippies como Missy Stark bailando

desnudas alrededor de una hoguera. No era una imagen agradable, y esperaba que su

imaginación estuviera muy lejos de la verdad. No iba a quitarse la ropa por nada del

mundo. Sobre todo si había un hechicero que podía atacar en cualquier momento. Eso

sería la comidilla del Infierno.

— Tienen razón, cariño —dijo Leo, interrumpiendo los ridículos pensamientos de

Piper—. Mejor a salvo que arrepentidas, ¿no te parece?

— Te podemos llamar si te necesitamos — le dijo Piper, añadiendo sus pantalones

chinos al desorden de ropa de la bolsa—. No te preocupes por eso.

—Piper, no lo entiendo —dijo Phoebe, con la voz cada vez más nerviosa—. Han

desaparecido dieciséis brujas sin dejar rastro. ¿Cómo puedes tomártelo tan a la ligera?

—Son wiccas, no brujas — corrigió Piper severamente —. Y no me lo tomo a la ligera.

Solo estoy... segura de mí misma. — Dejó caer un par de pantalones cortos en la bolsa y

se echó el pelo por encima del hombro con actitud indiferente —. Sé que, sea quien sea

el responsable, seremos capaces de encargarnos de él.

—Me alegro de que estés tan segura de ti misma, Piper, pero por lo que me ha contado

Phoebe, esa gente no es un puñado de farsantes —la interrumpió Cole con vehemencia

— Si tienen los poderes que sus amigos dicen que tienen, entonces son brujas y wiccas,

y sin embargo no han podido protegerse a sí mismos.

— Cole, cálmate — dijo Piper, extendiendo los dedos hacia delante—. Todo va a salir

bien. Nadie va a resultar herido. Se volvió hacia el vestidor otra vez, creyendo que la

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Embrujadas. **Algo Mágico**

conversación ya se había terminado, pero nadie más se movió. Piper notó un hilo de

tensión que le recorría la espalda, y se volvió lentamente para mirarlos.

—Por lo menos, nadie va a resultar herido si me dejáis sola y permitís que haga la

maleta — dijo entre dientes.

— Está bien — dijo Phoebe, poniendo los ojos en blanco. Cole y ella salieron de la

habitación, dejando a Piper y a Leo solos otra vez.

— ¿Estás bien? — preguntó Leo, preocupado.

— Estoy genial —dijo Piper—. Solo creo que con tanto hablar de vacaciones me he

dado cuenta de que necesito unas.

— Bien, vas a tener algo parecido — sugirió Leo, amablemente. Piper simplemente

resopló mientras cerraba de un golpe la maleta a medio hacer. —Sí —dijo

sarcásticamente—. Ojalá.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— ¿No os parece increíble este lugar? — preguntó Phoebe, con los ojos muy abiertos,

maravillada, mientras Paige conducía a sus dos hermanas por el Strip, la avenida

principal de Las Vegas. Era una noche muy oscura, pero las luces brillantes de la

avenida Strip eran casi cegadoras. Paige podía ver todo lo que las rodeaba con total

detalle. Era casi más brillante que la luz del día.

—Sí, la verdad es que sí —respondió Piper, desde el asiento trasero del bonito

descapotable que las hermanas habían alquilado en el aeropuerto de Las Vegas. Se puso

el cárdigan mientras la brisa le levantaba el pelo. El aire era un poco fresco, lo que

ninguna de ellas había esperado. Al parecer, las noches del desierto no eran tan calientes

como los días del desierto —. Quiero decir que hemos visto bastantes cosas raras a lo

largo de nuestras vidas... —prosiguió Piper, mirando fijamente hacia el exterior del

coche.

Observó a un par de coristas que paseaban por la acera con unos bikinis de lamé dorado

y con largas plumas turquesa que salían de sus casquetes. Llevaban tacones de diez

centímetros y sobresalían por encima del hombre que caminaba entre ellas, mordiendo

un cigarro y devolviendo un fajo de billetes al bolsillo de su traje. Un par de chicas

vestidas de Dorothy de El Mago de Oz paseaban fumando, y un grupo de hombres con

camisas hawaianas las hicieron parar para intentar ligar con ellas.

—A mí me parece genial —protestó Paige, apoyando el brazo sobre la puerta e

inspirando profundamente el aire fresco y seco.

Era una noche clara, perfecta, y los turistas salían en tropel, caminaban de un casino a

otro en grupos, con pequeños vasos de plástico con sus ganancias. La gente se iba

parando y señalaba diferentes lugares de interés a sus amigos: el enorme barco pirata

frente a la Isla del Tesoro, las enormes columnas que rodeaban al César. Cada casino

era más ostentoso que el anterior. Paige había visto fotos y películas de aquel lugar

durante toda su vida, pero ninguna le había hecho justicia a la ciudad.

Para empezar, Las Vegas estaba inmaculadamente limpia. No se veía nada de basura en

la calle. Ni grafittis. Era como si acabara de pasar alguien limpiando al vapor todo el

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lugar. Y las luces, si bien era verdad que eran muy, muy exageradas, en realidad tenían

su encanto. De una manera muy espectacular.

— ¡Oh! ¡Mirad eso! —exclamó Phoebe, agarrando el brazo de Paige—. ¡Cafetería de

todo lo que puedas comer por un dólar noventa y nueve!

— Me tomas el pelo — dijo Paige, apartando los ojos de la calzada el tiempo suficiente

para leer el enorme letrero de neón. Luego vio otro: ¡TODO LO QUE-PUEDAS-

COMER MAR Y MONTAÑA! ¡2,99$! Y otro: ¡COMIDA SIN PARAR! ¡1,99 $! Paige

empezó a salivar detrás del volante. La minúscula comida que les habían dado en el

avión no había sido suficiente.

—Puede ser que tengamos que compramos ropa más ancha mientras estemos aquí —

dijo Piper irónicamente. Paige y Phoebe se rieron mientras Paige se detenía en un

semáforo en rojo situado ente los cuatro casinos más grandes de la avenida. El MGM

Grand estaba delante de ellas, a la izquierda, enorme y verde y resplandeciente como

una ciudad esmeralda. A la derecha estaba el Excalibur, que sin duda era el preferido de

Paige. Era un gran castillo blanco con torres de colores muy vivos y un mago

(probablemente Merlín) que miraba desde una de las ventanas más altas. Puede que

fuese por la antigua obsesión de Paige por los cuentos de hadas, pero realmente le

habría encantado hospedarse en el Excalibur.

—Paige, tengo que admitir que haber alquilado un descapotable ha sido una gran idea

— dijo Piper, reclinándose y estirando los brazos de lado a lado del asiento trasero.

Levantó la cara hacia el cielo—. Hace semanas que no había estado tan relajada, incluso

sabiendo que hay un demonio secuestra-brujas suelto por ahí.

—Me alegro, Piper —dijo Paige, mirando a través del retrovisor con una sonrisa. Se

mordió la lengua para no soltar un «ya te lo había dicho». En lugar de eso, mandó un

silencioso «gracias» a los poderes responsables de que finalmente sus hermanas

estuvieran entrando en el espíritu de las cosas. Especialmente Piper. Había estado tan

malhumorada antes de marcharse, que Paige se había estado replanteando la inteligencia

de su plan. Se veía a sí misma oyendo solo los comentarios mordaces de Piper durante

los próximos días y por un momento se planteó orbitarse a Alaska y olvidarse de todo.

— ¡Chicas! ¡Mirad! — exclamó Phoebe mientras Paige volvía a arrancar. Pasaban

frente al horizonte en miniatura que formaba el casino New York, New York. Una

réplica del puente de Brooklyn servía de paso elevado, e incluso había una Estatua de la

Libertad y un Empire State Building en miniatura. Una montaña rusa se acercaba

rugiendo, dando la vuelta alrededor del casino, con los pasajeros gritando y riéndose—.

Decidido. Me vengo a vivir aquí —añadió Phoebe—. ¡No tenía ni idea de que este lugar

iba a ser tan genial!

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Embrujadas. **Algo Mágico**

—Me pregunto en qué casino nos vamos a alojar — dijo Piper, sacándose el folio de

información del encuentro de aquelarres del bolsillo interior de su chaqueta —. Dice

«alojamiento de cuatro estrellas». ¿Creéis que tendrán masajista?

— Probablemente —dijo Paige alegremente, echando un vistazo a las indicaciones que

tenía sobre las rodillas —. ¡Quizá incluso tendremos un jacuzzi en nuestra habitación!

—Os lo digo —dijo Phoebe, bajando la visera del coche—. Esta gente wicca sabe cómo

montárselo de verdad.

Sacó una barra de labios de su bolso y empezó a retocarse el maquillaje mientras Paige

giraba hacia una calle lateral, dejando atrás la avenida principal. Paige volvió a mirar las

indicaciones, asegurándose de que no se equivocaba. Todos los grandes casinos estaban

en la avenida, ¿verdad? Así pues, ¿hacia dónde la llevaban estas indicaciones

exactamente? Mirando por el retrovisor otra vez, vio que Piper descansaba con los ojos

cerrados una vez más. Probablemente eso era bueno. Si Piper veía hacia donde iban,

seguramente empezaría a ponerse nerviosa.

Y sin razón, se dijo Paige, girando otra vez. Tiene que haber un hotel enorme aquí

detrás, u otro casino que está apartado de la avenida Strip. Dice «alojamiento de cuatro

estrellas».

—Eh, está muy oscuro — dijo Phoebe, apartando la vista del espejo un momento. Se le

marcaron pequeñas arrugas de preocupación en la nariz mientras miraba alrededor — .

Paige, ¿adónde vamos? ¿Dónde está la ciudad?

— Mmm... no lo sé —dijo Paige vacilante—. Me limito a seguir los carteles.

— ¿Estás segura? —le preguntó Piper. De repente su cara apareció entre la de Paige y

Phoebe incorporándose desde el asiento de atrás —. Aquí no hay nada.

Paige se mordió el labio inferior e intentó no preocuparse demasiado. Pero Piper tenía

razón.

Definitivamente estaban fuera de los límites de la ciudad, y ni siquiera había demasiadas

farolas que iluminaran el camino. ¿Qué tipo de hotel de cuatro estrellas podía estar en

medio del desierto?

—Esto no me gusta — dijo Phoebe, volviendo la mirada hacia la ciudad brillante—. Me

da mala espina.

—Quizá deberíamos dar media vuelta —dijo Piper—. Ya sabes..., volver a empezar.

— Chicas, sé orientarme —dijo Paige, con la cara un poco acalorada.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— Bueno, tienes que haber hecho algo mal — dijo Piper—. Estamos en medio de la

nada. Incluso irritada como estaba, Paige estaba a punto de admitir que era posible que

sus hermanas tuvieran razón y dar media vuelta con el coche, cuando vio la sombra de

algo a un lado de la carretera un poco más adelante.

— ¡Esperad! — exclamó Paige—. ¡Creo que veo un letrero allí arriba! Sí. Creo que aquí

es donde giramos por última vez. Paige llegó junto al gran letrero, que se encontraba al

final de un camino de tierra, y detuvo el coche. No estaba demasiado bien iluminado, así

que Paige encendió las luces largas del coche para que sus hermanas y ella pudieran

leer. Cuando vio las palabras pintadas en el letrero de madera desvencijado, se le

revolvió el estómago y tragó saliva, temiendo el cataclismo que iba a ocurrir.

— «Bienvenidos al camping Tumbleweed» — leyó Phoebe lentamente, como si ella

misma no se creyera lo que decía—. «El único camping de cuatro estrellas de Las

Vegas». Había un trozo de papel más bien pequeño clavado en la parte inferior del

letrero, agitado por la brisa, que decía «¡BIENVENIDOS AL ENCUENTRO DE LOS

AQUELARRES!». Quien lo había escrito se había quedado sin sitio y tuvo que apretar

la palabra «aquelarres» escribiendo las letras cada vez más y más pequeñas. Desde

luego, no era el letrero de un acontecimiento bien organizado.

— ¿Vamos a alojarnos en un camping? — preguntó Piper incrédula. Paige se volvió

para mirar a sus hermanas, intentando ignorar los puñales que les salían de los ojos. De

repente estuvo contenta de que ninguna de las dos tuviese el poder de lanzar miradas

mortales.

— Bueno... tiene sentido cuando lo piensas — dijo con una sonrisa optimista—. Sabéis,

una parte de ser wicca consiste en estar en comunión con la naturaleza, y... francamente,

eso es algo que no hacemos a menudo.

— Buena excusa, Paige — dijo Phoebe, dejándose caer en su asiento—. Será mejor que

tengan lavabos en este lugar, o llamaré a Leo para que me haga orbitar directamente a

casa.

—Adiós a la masajista —dijo Piper. Se reclinó en el asiento otra vez, y Paige arrancó el

coche y empezó a avanzar por el largo camino de tierra sinuoso hacia el camping.

Durante los siguientes minutos no intercambiaron ni una palabra. Al parecer, la parte de

pensamiento positivo de aquellas vacaciones se había acabado oficialmente.

Phoebe arrastraba su maleta con ruedas por el sendero de tierra lleno de baches detrás

de Piper, Paige, y Marcia Fariña, la coordinadora del encuentro de los aquelarres. Cada

vez que la maleta golpeaba contra una piedra, volcaba, y Phoebe tenía que pararse,

darse la vuelta, y volver a ponerla derecha otra vez. Mientras pasaban por delante de

enormes tiendas de campaña caquis y grupos pequeños de wiccas, Phoebe intentaba

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Embrujadas. **Algo Mágico**

sonreír educadamente, pero no podía evitar sentirse totalmente fuera de lugar. Lo que

resultaba interesante, si tenemos en cuenta que sus hermanas y ella podían muy bien ser

las únicas brujas verdaderas que había allí. Lo único que hubiese deseado es que la

hubieran avisado que este iba a estar en un camping. Habría traído pantalones cargo y

zapatillas de deporte en lugar de una falda larga de colores vivos y sandalias de tacón.

Y, desde luego, habría traído una mochila.

— ¡Me alegro mucho de que hayáis venido, chicas! —dijo Marcia con una sonrisa

enorme que parecía bastante forzada. El viento del desierto le revolvía su pelo corto y

negro, pero ella no parecía darse cuenta. Sujetaba una carpeta sujetapapeles contra el

pecho de su blusa púrpura brillante y prácticamente iba saltando. Para ser una mujer de

mediana edad, Marcia era bastante hiperactiva. Normalmente Phoebe hubiese pensado

que su energía era dulce e inspiradora, pero en este caso parecía nacer del nerviosismo.

Marcia evidentemente estaba asustada por algo — . Este año se han cancelado tantos

aquelarres que no estaba segura de si íbamos a poder seguir con el acontecimiento.

— ¿Por qué los cancelaron? — preguntó Phoebe, a pesar de que estaba bastante segura

de saber la respuesta. Tiró de su maleta para hacerla pasar por encima de un terrón del

camino. Esperaba que estuvieran cerca de la tienda que iba a ser su alojamiento durante

los próximos días.

—Oh... los secuestros —dijo Marcia con un movimiento de la mano, como si no

quisiera pensar en ello —. Pensaron que el encuentro iba a ser una atracción perfecta

para el secuestrador. Habéis oído hablar de los secuestros, supongo.

—Sí, algo hemos oído —dijo Piper con calma, apartándose el pelo hacia detrás de la

oreja y ajustándose el asa de su pesada bolsa.

— ¿Y no estáis preocupadas? —preguntó Marcia. Phoebe miró a sus hermanas antes de

elegir con cuidado sus palabras.

— Bueno... sabemos cuidarnos —dijo finalmente. Marcia se rió.

— Ese es el espíritu. Chicas, me alegro de que vosotras no os sintáis intimidadas. Si os

dejáis intimidar, entonces los malos ya han ganado, ¿no os parece?.Se detuvo y las miró

esperando su aprobación, y Phoebe sonrió.

— Exacto —dijo.

— Bueno, este es el comedor —explicó Marcia, cambiando rápidamente de tema.

Señaló una cabaña larga y baja situada detrás de ella — . Las horas de las comidas están

indicadas en los itinerarios que os di cuando llegasteis. Gracias a Dios, pensó Phoebe,

contenta al saber que no tendría que cocinarse su propia comida sobre un fuego en el

suelo.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

—Sigamos —dijo Marcia. Salió disparada, y Phoebe tiró de su maleta detrás de ella.

Marcia también señaló algunas cabañas que servían de baños, y Phoebe empezó a

relajarse un poco. Quizá, al fin y al cabo, aquello no estaría tan mal. No era un casino

grande y llamativo, pero por lo menos tenía algo parecido a unas instalaciones de

fontanería.

— Bueno, ¡ya hemos llegado! ¡Tienda número treinta y dos! —Dijo Marcia con voz

afectada, parándose delante de una gran tienda de campaña de color verde militar. Tenía

una estructura de madera sólida, y la lona que la cubría estaba bien amarrada al suelo en

todo su perímetro. Parecía bastante resistente. Phoebe miró a Piper y a Paige.

— Bueno, entremos — dijo.

— Creo que Paige tendría que entrar primero — dijo Piper con una sonrisa sardónica.

— ¡Creo que sí! — dijo Paige alegremente. Apartó bruscamente el faldón de la puerta y

entró. Phoebe oyó que buscaba algo a tientas y un «¡ay!» amortiguado, pero al cabo de

un momento emanó luz del interior de la tienda. Phoebe y Piper intercambiaron una

mirada. La luz era algo bueno.

— ¡Eh! ¡Esto está bastante bien! — gritó Paige, y parecía sinceramente impresionada.

Phoebe entró y descubrió con sorpresa que la tienda era muy espaciosa y limpia. El

suelo era de tierra sólida y compacta, y había una cama contra cada una de las tres

paredes, cubierta de almohadas y con impecables sábanas blancas. Paige había

encendido una lámpara que estaba sobre una mesita al fondo de la tienda, idéntica a

otras dos que había en los rincones. Phoebe fue hasta la cama más cercana, levantó la

maleta y la dejó encima. La cama chirrió estrepitosamente y se hundió por el centro,

pero eso era de esperar. Phoebe había hecho la maleta para unas brevísimas vacaciones

en un casino y para dar su merecido a un demonio. Era difícil reducir el equipaje con

dos misiones tan diferentes en la cabeza.

— Bueno, gracias de nuevo por haber venido — dijo Marcia, sujetando el faldón de la

puerta—. Si tenéis alguna pregunta, os podéis dirigir a mí o a Ryan Treetop. Es el dueño

del camping, y comparto con él la oficina mientras estoy aquí. Os veré en la reunión de

presentación de esta noche.

— Se disponía a marcharse, pero entonces se detuvo y volvió a asomar la cabeza en la

tienda—. ¡Oh! Y no lo olvidéis, tenéis que decirme si queréis que diga algo especial en

la ceremonia de re dedicación.

Phoebe miró a sus hermanas, pero las dos parecían estar tan perdidas como ella. Incluso

Paige tenía una expresión atónita.

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—¿Ceremonia de re dedicación? —preguntó Piper. Marcia se detuvo de nuevo y las

miró, sin entender. Paige cerró los ojos con fuerza, avergonzada, y Phoebe se dio cuenta

de que se suponía que cualquiera que asistiera a aquel encuentro debía de saber qué era

una ceremonia de re dedicación.

—Mmm... ¿qué quiere decir con «algo especial»? —preguntó Phoebe.

Marcia volvió a entrar del todo en la tienda y se irguió, apretando la carpeta contra el

pecho.

—Lo siento, creía que conocíais la tradición — dijo, haciendo que Phoebe se sintiera

como una niña que acababa de equivocarse al contestar en clase—. Cada año en el

encuentro, todos los aquelarres se reúnen la noche del solsticio de verano y se dedican al

arte wicca, a la Diosa y al Dios Cornudo. A Piper se le escapó un resoplido, y Phoebe y

Paige le dirigieron una mirada feroz. Lo último que quería Phoebe era que aquella mujer

pensara que se estaban riendo de ella. Para no desentonar tenían que fingir que eran un

aquelarre que estaba metido de verdad en el tema. Disimulando rápidamente, Piper

empezó a toser y le dio la espalda a Marcia, rebuscó en el bolso y sacó una botella de

agua.

—Lo siento —dijo después de beber un buen trago de agua—. El aire seco me afecta.

Marcia no pareció creérselo, pero al parecer estaba dispuesta a dejarlo pasar.

—Como decía, normalmente cada aquelarre presenta un pasaje para leer en la

ceremonia — dijo, dirigiendo sus comentarios a Phoebe—. Hace que sea más personal.

—Entiendo — dijo Phoebe con una sonrisa. Estaba segura de que Piper estaba haciendo

todo lo posible para evitar partirse de risa, por lo que agarró a su hermana

de la muñeca intentando calmarla—. Escribiré algo en cuanto pueda.

—Gracias —dijo Marcia con una sonrisa. Luego lanzó una mirada reprobatoria a Piper

y desapareció por la puerta. En cuanto Phoebe soltó a Piper, esta se echó a reír.

— Creo que me acabo de ganar la antipatía de Marcia — dijo, sentándose en la cama.

—Bueno, has sido muy grosera, Piper —dijo Paige, llevándose las manos a las caderas.

— No me digas —dijo Piper, solo medio en serio—. Me refiero a que, ¿el Dios

Cornudo? Paige, ¿dónde nos has metido? Paige se limitó a encogerse de hombros y

arrugó la cara a modo de disculpa.

— He leído un poco sobre el tema, pero supongo que no he llegado hasta el Dios

Cornudo— dijo.

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—Eh, recordad que estamos aquí por una razón — dijo Phoebe —. Puede que no

estemos en medio de la marcha de Las Vegas, pero quizá eso sea algo bueno. No tener

distracciones significa que podemos concentrarnos en encontrar al secuestrador.

—Buena observación —dijo Piper.

—Gracias — dijo Phoebe, abriendo la cremallera de su maleta — Ahora, será mejor que

nos cambiemos y vayamos a eso de la presentación. A ver qué podemos descubrir.

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— ¿Estáis listas? —preguntó Phoebe, mientras se ponía su jersey largo de color rosa

intenso sobre la camiseta de tirantes. Piper se recogió el pelo en una cola y se lo ató con

una goma, y Paige se puso un par de zapatillas de deporte ahogando un bostezo.

—Ese vuelo me ha dejado rendida. ¿Y quién organiza una reunión de presentación a

media noche, por cierto? — preguntó Paige, estirando los brazos por encima de la

cabeza.

—Eh, tú eras la que quería aprender más sobre el mundo wicca —dijo Piper mientras se

dirigía hacia la puerta —. Presta atención, son gente nocturna.

—Ja, ja — dijo Paige con una sonrisa forzada. Se escabulló por la puerta mientras Piper

sujetaba el faldón, y Phoebe la siguió.

— ¿Cómo sabemos hacia donde tenemos que...?

La pregunta de Phoebe murió en su garganta en cuanto el aire fresco le dio en la cara.

Docenas de personas salían en masa de las tiendas y se dirigían hacia una luz

increíblemente brillante situada en el centro del área de camping. El humo y las brasas

se levantaban hacia el cielo nocturno, e incluso desde aquella distancia Phoebe podía oír

el crujido de una hoguera enorme. El olor dulce y almizclado de la madera que se

quemaba llenaba el aire. — No importa — dijo.

Piper iba delante siguiendo el camino que serpenteaba entre las tiendas. Mientras

caminaban Phoebe observó a algunos de los otros wiccas. Todos parecían estar con sus

propios aquelarres. Era extraña la facilidad con la que podía decir quién estaba con

quién. Había un grupo de mujeres que llevaban vestidos blancos de gasa y el pelo

adornado con flores. Detrás de ellas venía un puñado de hippies ruidosos, todos ellos

vestidos con pantalones cargo o vaqueros y cantaban algo que tenía que ver con la luna

y las estrellas.

Phoebe y sus hermanas tenían un parecido familiar, pero no iban exactamente de

uniforme. Piper llevaba una cómoda camiseta con cuello de pico y vaqueros, Paige

llevaba unos modernos pantalones de chándal de nailon plateado y una camiseta de

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color rojo brillante, y Phoebe vestía una camiseta de tirantes por encima del ombligo

debajo de su cárdigan, junto con unos pantalones piratas de flores.

— Quizá deberíamos habernos inventado alguna especie de indumentaria — dijo

Phoebe entre dientes.

—Sí. Camisetas estampadas que dijeran «las Embrujadas» en grandes letras de neón —

respondió Piper con una carcajada. Justo cuando Phoebe y sus hermanas estaban a

punto de llegar junto a la hoguera, un grupo enorme de mujeres jóvenes, vestidas de

negro de pies a cabeza, salieron en tropel de un sendero de su derecha, cortándoles el

paso. Cada una parecía un poco más irritada que la anterior.

— Ni siquiera tenemos sitio para colgar la ropa — refunfuñó una chica con el pelo

púrpura y un lápiz de ojos muy negro. Paige puso los ojos en blanco, pero Phoebe

apartó la mirada para que su hermana no le pudiera leer la cara. Esa también era su

única queja sobre la tienda.

Una vez que hubieron desfilado todas las chicas góticas, Piper caminó hasta la apertura

que había entre las dos últimas tiendas y se detuvo. Paige y Phoebe la siguieron, y

Phoebe se puso de puntillas para mirar por encima del hombro de su hermana. Al

momento abrió la boca, asombrada. El fuego era incluso mayor de lo que había

esperado. Enormes troncos del tamaño de un árbol formaban una pirámide monstruosa,

y las llamas subían con tanta fuerza por el aire que casi parecía un volcán. El calor que

llegaba del centro del claro era tremendo.

— Mirad toda esta gente — dijo Paige, echando un vistazo a los grupos reunidos

alrededor del fuego, charlando y riendo — Creía que había dicho que muchos aquelarres

habían cancelado el viaje.

—Sí, bueno, ahora está de moda lo de ser una wicca. Supongo que todo el mundo lo es

—dijo Piper, cruzando los brazos.

—Vamos, Piper, anímate —dijo Phoebe, dándole un codazo cuando vio la reacción

sonrojada de Paige ante el comentario de Piper.

—Lo siento — dijo Piper, con una sonrisa forzada —. ¿Y si nos separamos? De esa

manera podremos cubrir más terreno.

—Me parece bien — dijo Phoebe, dando palmadas—. Yo me voy por aquí. —Señaló

hacia la derecha. En ese momento se alegraba de verdad de alejarse de sus hermanas

para no verse atrapada en medio de más discusiones —.

¡Suerte, chicas!

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Phoebe empezó a caminar entre la multitud, zigzagueando entre los aquelarres y

buscando algún grupo al que unirse. No podía creer que aquellos grupos se encerraran

tanto en sí mismos. ¡Se suponía que aquello era una reunión para conocerse! ¿Y no era

el objetivo estar en comunión unos con otros, aprender unos de otros, ganar fuerzas

unos de otros? Por lo menos, eso es lo que decía el folleto de la Web que Paige había

impreso después de inscribirse.

—Esta gente realmente necesita aprender a relacionarse —dijo Phoebe en voz baja.

Un silbido atravesó el estrépito de las conversaciones, y Phoebe se detuvo, al darse

cuenta de que iba dirigido a ella. Al parecer, alguien la observaba. Apretó los dientes y

se dijo a sí misma que no contestara bruscamente. Por lo menos, ahora podía romper el

hielo. Inspiró profundamente, se volvió lentamente, y se encontró ante un grupo

numeroso de chicos, en su mayoría atractivos, todos vestidos de forma más apropiada

para un bar de moda de Nueva York que para un encuentro de aquelarres. Abundaban

las camisas con cuellos con los botones apretados, los pantalones de sport grises, y los

zapatos bien lustrados. Un tipo como un dios griego, alto, robusto y rubio se apartó de

los demás y la miró de arriba abajo atentamente. Phoebe puso los ojos en blanco.

— ¿Me has silbado a mí? — le preguntó.

— A ti y solo a ti, cariño — le contestó el tipo. Repulsivo, pensó Phoebe. Pero no lo

dijo.

— ¿Funciona alguna vez? — preguntó.

— Bueno, te has parado — dijo él con una sonrisa de chulo.

—Sí, pero solo porque tenía curiosidad de ver cuántas neuronas tenías realmente —

contestó con una falsa dulzura y pestañeando.

Todos los amigos del tipo hicieron muecas de dolor al tiempo que se reían y gritaban

alborozados. Uno de ellos le dio una palmada en la espalda alegremente. Bajó la cara,

pero solo un momento.

— ¿Cómo te llamas? — le preguntó.

— Phoebe — le respondió, acercándose un poco más al grupo-. ¿Y tú eres...?

— Craig — respondió —. Soy el sumo sacerdote de este aquelarre.

— Ah, eso lo explica — dijo Phoebe con complicidad.

— ¿Explica qué? —preguntó.

— El complejo de tu ego —respondió con una sonrisa de suficiencia.

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— Touché —dijo Craig, ladeando la cabeza ligeramente —. Vamos, Phoebe, quédate

con nosotros.

Phoebe echó un vistazo a los chicos, la mayoría de los cuales la observaba

atentamente/y estuvo a punto de marcharse. Al fin y al cabo, hablar con esta gente podía

resultar ser la experiencia más fastidiosa de su vida. Pero se suponía que tenía que

conseguir información, de manera que en lugar de salir del apuro, decidió tirarse de

cabeza y acabar con eso antes de que empezaran a abordarla sucesivamente.

— ¿Bueno, chicos, habéis oído lo de los secuestros? —preguntó—. ¿Bastante raro, no?

— Sí, no nos preocupa —dijo un tipo afroamericano achaparrado, mientras se subía las

mangas de su jersey de cuello alto—. Déjale que intente enfrentarse a nosotros.

—Sí, por si no te has fijado, somos muchos — añadió otro tipo con pelo largo castaño.

Sus ojos azules prácticamente atravesaban a Phoebe mientras hablaba—. Y somos

bastante poderosos. Hemos consagrado nuestras vidas al Dios Cornudo. Él nos

mantendrá fuertes.

— Bueno... eso está bien —respondió Phoebe, sin saber qué otra cosa podía decir. No

podía decirles que si el secuestrador era realmente un brujo o un demonio, rendir

homenaje al Dios Cornudo, fuese quien fuese, no iba a servirles de mucho.

—Olvídate del secuestrador — dijo Craig, acercándose demasiado a ella. Notó su

aliento caliente en la cara, y olía a alcohol—. Hablemos de lo realmente importante. Por

ejemplo, adonde podemos ir tú y yo para estar solos.

Phoebe se imaginó brevemente la cara que pondría aquel pesado si lo agarrara y lo

lanzara por encima de la hoguera, pero reprimió el impulso. En lugar de hacerlo, levantó

la mano izquierda y movió el dedo anular, y el anillo de compromiso delante de su cara.

— Lo siento, Craig — dijo —. Llegas tarde.

— ¿Y? —respondió al momento, acercándose incluso un poco más —. Todo el mundo

sabe que en estos encuentros puede pasar cualquier cosa.

— Está bien, ya estoy harta — dijo Phoebe, dando un paso atrás—. Con suerte, chicos,

no os volveré a ver.

Dio media vuelta y se marchó deprisa, sintiendo de repente la necesidad de darse una

larga ducha. Ese pequeño encuentro no había tenido absolutamente ningún sentido y le

había provocado un caso grave de escalofríos. De verdad, esperaba que los demás

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chicos del encuentro no estuvieran tan salidos como aquel, porque si era así, las mujeres

lo iban a tener muy difícil.

— ¡Phoebe! ¡Phoebe! ¡Espera!

Un chico venía corriendo detrás de ella, pero Phoebe no dejó de caminar. Tenía la

sensación de que era Craig, y no se quería hacer responsable de sus acciones si se le

volvía a insinuar. Cerró la mano derecha sobre su anillo de compromiso,

deseando que Cole estuviese allí entonces, y advirtió a Graig en silencio para que

desistiera.

— ¡Phoebe!

El chico la alcanzó y se puso delante de ella, haciendo que Phoebe tuviera que pararse

en seco. Pero cuando levantó la mirada, no era Craig quién le bloqueaba el camino, sino

un tipo atractivo con el pelo corto y oscuro y unos ojos azules llenos de simpatía. A

juzgar por las ropas de moda que llevaba adivinó que formaba parte del aquelarre del

«tipo malo», pero el instinto le decía que Craig y él no eran exactamente amigos del

alma.

— Escucha, de verdad, siento mucho el comportamiento de esos chicos — dijo,

jadeando un poco —. Solo quería que supieras que no somos todos así.

—Está bien —dijo Phoebe, metiéndose las manos en las mangas de su jersey —. Pero

también para que lo sepas, no me he marchado porque me hubieran intimidado. Me he

marchado para no dar su merecido a ese Craig.

— Lo entiendo — dijo con una carcajada —. A veces yo también tengo que hacerlo.

Casi preferiría que lo hubieras puesto en su sitio. — Le tendió la mano y sonrió—. Soy

Christian. Se puede decir que Craig y yo compartimos las obligaciones del sumo

sacerdote. Algo así como el wicca bueno, wicca malo, si quieres.

Phoebe sonrió ampliamente y le dio la mano.

— Encantada de conocerte, Christian. Gracias por venir.

—De nada —dijo. Empezó a caminar para regresar a su aquelarre—. Bueno, supongo

que ya te veré. Phoebe se volvió mientras Christian se alejaba, y su consciencia volvió a

tomar el control. Si Christian y Craig eran los sumos sacerdotes de su aquelarre, eran

posibles objetivos del secuestrador. Sobre todo, si el aquelarre era tan poderoso como

había dicho el tío de los ojos penetrantes.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— ¡Christian! —gritó antes de que se alejara demasiado. Él se volvió y la miró, con

ojos interrogantes. Phoebe se acercó a él y se aclaró la garganta para ganar tiempo

mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas—. Escucha... deberías ir con

cuidado — dijo finalmente sin levantar la voz, mientras por su lado pasaban miembros

de otros aquelarres en todas direcciones —. Al parecer, este secuestrador se lleva al

miembro más poderoso de cada aquelarre, así que tú y Craig probablemente estéis en

los primeros puestos de su lista.

A Christian se le nubló el rostro, y cruzó los brazos.

— ¿De verdad? ¿Al miembro más poderoso? — preguntó —. Es interesante.

—Sí, bueno, solo quería que lo supieras —dijo Phoebe con una sonrisa fugaz. Se volvió

para marcharse antes de que Christian pudiera hacerle alguna pregunta. Por ejemplo,

cómo había llegado a enterarse de lo del poder. No tenía ganas de explicar su relación

con la policía para que todo el mundo se enterara. Paige, Piper y ella tenían que intentar

pasar desapercibidas.

— ¡Gracias por la advertencia, Phoebe! — le gritó Christian. Phoebe levantó la mano

sin mirar atrás, y se perdió entre la multitud.

— Eres genial, Paige — dijo Jasmine Black, pasándole a Paige una petaca de la que

bebían a tragos ella y las otras chicas de su aquelarre—. Me alegro de que vinieras hacia

aquí.

— Eh... yo, también —dijo Paige, mientras le entregaba el frasco a la chica con el pelo

púrpura que estaba a su lado sin acercárselo a los labios. No iba a consumir nada que le

pudiera hacer perder ni siquiera el más mínimo control. Al menos mientras hubiera un

secuestrador chalado suelto por ahí.

— No eres como los otros perdedores de este lugar — dijo la chica con el pelo púrpura

antes de echar un buen trago. El resto del aquelarre se rió, algunas de ellas con

auténticos graznidos, y Paige no pudo evitar sonreír. Por lo menos, Jasmine y sus

amigas eran entretenidas.

Cuando Paige había empezado a caminar alrededor del fuego, se había sentido un poco

fuera de lugar. Había pasado junto a un grupo de mujeres que estaban haciendo una

especie de sesión de espiritismo, y junto a otro montón de marginados renacentistas que

bailaban alrededor de un hombre que tocaba el laúd. Era como si las peores pesadillas

de Piper se hubieran convertido en realidad, y Paige empezaba a preguntarse si su

hermana había tenido razón desde el principio. Quizá no había nada que pudiera

aprender de esta gente. Entonces, había oído las fuertes risas que llegaban del grupo de

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Embrujadas. **Algo Mágico**

chicas góticas y sintió que había encontrado su lugar. Le recordaron a sus amigos del

instituto: descontentos, inadaptados y alborotadores.

— ¿Y dónde está tu aquelarre? —preguntó Jasmine, apartándose sus rizos negros de la

cara. Llevaba un aro en la nariz con una piedra púrpura y tenía una piel muy pálida.

Paige no estaba segura de si era su color natural o si se había cubierto con polvos

blancos para conseguir ese efecto casi mortecino. Era difícil concentrarse en algo con la

luz misteriosa y las sombras extrañas que creaba la hoguera.

—Oh, decidimos separarnos para conocer a gente — dijo Paige con indiferencia.

—Bueno, has venido al lugar indicado. No sé por qué querríais conocer a ninguno de

estos otros farsantes —dijo Jasmine sarcásticamente—. Este lugar está lleno de

marginados. Este encuentro no se parece en nada a lo que esperaba. Aquí nadie tiene

poderes reales.

Paige apretó los labios, preguntándose qué pensaría Jasmine si orbitara en aquel

momento o Piper levantara algo o Phoebe hiciera algún movimiento ninja. Ella podía

enseñarles a aquellas chicas lo que eran los poderes reales. Por supuesto, ¿quién sabía lo

que Jasmine y sus amigas podían hacer?

— ¿Vosotras sois... quiero decir, tenéis...?

— ¿Poderes? —preguntó Jasmine, levantando sus delgadas cejas negras —. Oh, sí. Casi

nos da miedo mostrar a esta gente de lo que somos capaces.

— No queremos dejar alucinados a los aspirantes — dijo la pelo púrpura, mientras daba

un fuerte codazo en la espalda a Paige y soltaba otra carcajada detestable. Algunas de

sus amigas se le unieron ruidosamente.

—En serio — dijo la muchacha que estaba a la izquierda de Jasmine, que se llamaba

Sarah y tenía el pelo castaño más largo que Paige había visto nunca—. Apuesto lo que

sea a que la mayoría de la gente que está aquí no sabe siquiera hacer un círculo mágico.

—O qué velas de colores hay que usar en una ceremonia de purificación —añadió

Jasmine.

—O dónde conseguir buenos tréboles de agua — añadió la pelo púrpura con un

resoplido — Probablemente, ni siquiera sepan qué es un trébol de agua.

Las otras chicas rieron con complicidad, y Paige tuvo que esforzarse para no reírse de

ellas. No podía creer lo elitistas que eran. Qué ganas tenía de hacer orbitar algo...

Se oyó un fuerte grito procedente de la multitud, detrás de ellas, y Paige y Jasmine se

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volvieron hacia allí. Eran los hippies, que se reían y abucheaban algo que acababa de

decir un chico con una barba larga. Una mujer estaba sentada en el suelo tocando la

guitarra para unos pocos espectadores con aspecto aturdido cerca del grupo, y el tipo

barbudo de repente empezó a bailar como un loco.

— ¡Ugh! ¡Míralos! —dijo Jasmine, con una mueca. Con un movimiento rápido se quitó

de la manga un poco de ceniza de la hoguera con una uña púrpura oscuro muy bien

limada—. ¡Son tan predecibles! Paige miró a Jasmine con el rabillo del ojo para ver si

lo decía en serio, pero parecía que sí. Era bastante increíble que la chica creyera que

podía meterse con cualquiera, teniendo en cuenta que Jasmine y sus amigas también

eran bastante predecibles. La ropa negra, los piercings, y los tatuajes de pentagramas

abundaban en el gran círculo. Parecía que hubiesen salido de una liquidación de Brujas.

— ¿Chicas, vosotras habéis oído hablar de este secuestrador? — les preguntó Paige,

lanzando una mirada alrededor del círculo.

—Sí, qué anormal, ¿verdad? —dijo Jasmine, con la mirada fija en la hoguera al otro

lado del círculo.

— Un anormal listo — dijo Paige, abrazándose a sí misma—. Se ha llevado a unas

dieciséis personas sin que lo hayan atrapado.

—Pareces preocupada —dijo Jasmine, arrugando la frente mientras miraba a Paige.

— ¿Tú no lo estás? — preguntó Paige, incrédula.

— No, en realidad no —respondió Jasmine encogiendo los hombros rápidamente—. Si

acaso, tendrías que estar preocupada por esos locos hippies de ahí detrás. Como ya te he

dicho, nosotras tenemos poderes reales. Podemos cuidarnos. Eso es lo que me preocupa,

pensó Paige. Si aquellas chicas tenían realmente poderes reales, era muy probable que el

secuestrador fuera a por ellas, no a por los aspirantes hippies locos.

— Escucha, voy a buscar a mis her... o sea, a mi aquelarre —le dijo Paige a Jasmine—.

Vosotras... estad atentas a cualquier cosa rara, ¿vale?

—Gracias por el consejo — dijo Jasmine con un rastro de sarcasmo —. No te preocupes

por eso. Probablemente solo es un chalado fetichista. Los polis lo resolverán.

—Sí... más tarde — dijo Paige mientras se alejaba, tropezando con el cuerpo boca abajo

de uno de los hippies que, o bien estaba completamente borracho o solo dormía

profundamente. Esperaba que Jasmine tuviera razón. Sería genial estar ante un simple

secuestrador en serie humano. Desgraciadamente, tenía la sensación de que aquello se

alejaba mucho de la verdad.

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— ¡Qué aura tan bella que tienes!

Piper se detuvo al ver a una mujer grande con pelo largo y gris que se acercaba

corriendo hacía ella, con los ojos azules abiertos en éxtasis mientras miraba el aire

alrededor de la cabeza de Piper. Llevaba una corona de flores sobre el pelo, y una túnica

de gasa de color rosa y blanco. Corrió hacia Piper tan deprisa que por un momento Piper

creyó que iba a tener que congelar a la mujer para evitar que la tirara al suelo. Pero, en

lugar de eso, se detuvo a solo unos centímetros de su cara y miró fijamente todo el aire

de su alrededor de una manera que hizo sentir a Piper como si ella no estuviera allí en

realidad.

— ¡Está llena de colores pacíficos! —dijo la mujer, tendiendo las puntas de los dedos

como si tocara con cautela el aire junto a la mejilla de Piper.

—Genial —dijo Piper, moviéndose para pasar por delante de la mujer—. Muchas

gracias por su tiempo.

Qué bicho raro, pensó.

—Oh, pero también hay rabia —dijo la mujer, con voz repentinamente seria. Tendió los

brazos y agarró a Piper antes de que esta pudiera alejarse—. ¡Tienes algunos remolinos

negros aquí y allá! Eso significa rabia.

—Aja —dijo Piper. Como si realmente fuese difícil decir que entonces estaba

enfadada. Se preguntó si la mujer podía ver que la ira estaba dirigida contra ella.

—De verdad que tendrías que hacer algo para limpiarla — dijo la mujer—. Tenemos

algunas hierbas en nuestra tienda si quieres...

—No, gracias, de verdad —dijo Piper—. Creo que, en realidad, tener cierto nivel de

remolinos negros es bastante saludable.

La mujer frunció el ceño, confundida, y Piper aprovechó su pausa para huir

rápidamente. Atravesó la muchedumbre hasta llegar a los alrededores, donde había algo

más de aire. Hasta entonces había estado abriéndose paso entre pequeños grupos de

aquelarres durante media hora, y no había conseguido nada. Empezaba a pensar que en

todo el encuentro no había nadie cuerdo, y no digamos accesible.

Piper caminó por el borde exterior de la muchedumbre, intentando encontrar a alguien,

a cualquiera, con quien se sintiera cómoda hablando. Pasaron algunas personas dando

vueltas en una especie de conga espiritual, y Piper se apartó de su camino. Quizá fuera

hora de dejarlo y volver a la tienda. Por encima de todo, empezaba a sentir molestias en

la piel a causa del fuego.

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Se volvió y regresó hacia el sendero que llevaba hasta la tienda 32, soñando despierta

con crema hidratante, y un agradable y largo sueño. Pero justo cuando iba a escabullirse

se fijó en dos muchachas, las dos con el pelo rubio y corto, que estaban juntas una

contra la otra conversando intensamente. Ambas llevaban vaqueros y botas y camisetas

de algodón corriente. Piper sintió que la recorría una fuerte ola de alivio. Quizá no

estaba sola en esto. ¡A lo mejor sí que había otra gente normal por allí!

Piper dio un paso hacia las chicas, pero se detuvo, incómoda, cuando oyó que una de

ellas lloraba. No quería interrumpir una conversación privada, sobre todo si una de las

chicas estaba disgustada. Quizá al día siguiente sería un momento mejor. Miró en su

dirección mientras pasaba de largo, dirigiéndose de nuevo a la tienda, y la chica más

alta levantó la vista y se cruzó con la mirada de Piper. Esta le sonrió rápidamente, y la

muchacha le devolvió la sonrisa. Eso era lo único que necesitaba Piper para romper el

hielo.

—Hola —dijo Piper, levantando la mano—. ¿Va todo bien?

—Sí —respondió la chica, sujetándose los codos y lanzando una mirada a la otra chica,

que miraba al suelo.

—Eso no suena demasiado convincente —dijo Piper, dando un paso hacia ellas—.

Soy Piper Halliwell — dijo, tendiéndoles la mano.

La más alta de las dos chicas le dio la mano y sonrió. Tenía el pelo un poco más liso, y

algo más largo que la otra muchacha, pero las dos tenían unos ojos azules muy claros.

—Soy Tessa Conners —dijo, apartándose el flequillo liso de la cara—. Esta es mi

hermana Taryn —añadió.

Taryn se volvió y también dio la mano a Piper. Piper no pudo por menos que notar que

Taryn tenía la mano fría y que le apretó la mano con poca fuerza. Por su aspecto parecía

no haberse lavado ni peinado su pelo rubio enmarañado desde hacía un tiempo. Cuando

Piper miró a los ojos de la chica, el corazón le dio un vuelco.

Estaban llenos de pena.

— ¿Va todo bien? — les volvió a preguntar Piper, mientras un escalofrío de

presentimiento le recorría la piel.

—Bueno, supongo que te lo podemos contar — dijo Tessa, mirando a su hermana para

que diera su aprobación. Taryn asintió lentamente con la cabeza y levantó un hombro—.

¿Has oído hablar de los secuestros? —prosiguió Tessa —. Bueno, nuestra hermana

pequeña, Tina, fue una de las víctimas.

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—Oh, Dios mío —dijo Piper, llevándose la mano al corazón—. Lo siento muchísimo.

—Está bien — dijo Taryn en voz baja —. Bueno, quiero decir, no es que esté bien,

pero...Tessa rodeó los hombros de su hermana con el brazo y le dio un apretón.

— Es una de esas situaciones en las que no sabes qué decir, ¿sabes?

— Lo entiendo — dijo Piper. Echó un vistazo a su alrededor y vio un pequeño banco de

madera en la parte exterior de una de las tiendas —. Bueno. ¿Por qué no nos sentamos?

— sugirió.

Taryn y Tessa la siguieron hasta el banco, y Taryn se sentó con cuidado sobre el asiento.

No había duda de que estaba muy afectada por la desaparición de su hermana. Era

delgada y frágil, y Piper se sorprendió a sí misma preguntándose cuándo debía haber

comido por última vez aquella chica. No es que la culpara. Estaba segura de que si

Phoebe o Paige desaparecieran sin dejar rastro, ella también tendría problemas para

comer.

—Así pues... ¿cuánto tiempo hace que desapareció? —preguntó Piper—. Si no os

importa hablar de ello.

— Casi tres semanas —respondió Tessa, sujetando la mano de Taryn—. Solo vinimos a

este encuentro porque Tina tenía muchísimas ganas de venir. —Miró la gente que se

divertía a su alrededor y el rugido del fuego y suspiró—. Supongo que no nos dimos

cuenta de lo duro que sería estar aquí.

— ¿Se la llevaron en plena noche como a los otros? —preguntó Piper.

—Sin dejar rastro — respondió Taryn, mirando fijamente a la hoguera—. La policía no

pudo hacer nada. Los secuestradores no dejaron ninguna pista.

— Eso he oído — dijo Piper, moviéndose en su asiento. Había pasado por eso y sabía lo

que debían sentir estas chicas: que su hermana estaba allí fuera en alguna parte,

desamparada. O peor... que tal vez ya estuviese muerta.

— Esto le habría encantado — dijo Taryn, mirando a Tessa.

— Tina es quien nos introdujo en el arte — explicó Tessa, inclinándose hacia delante

para ver mejor a Piper. La luz que llegaba del fuego le iluminaba un lado de la cara y le

daba una especie de resplandor etéreo —. Se dedicaba a él más que nosotras. Siempre

quiso que fuésemos más devotas...

—Habría querido que estuviéramos aquí — añadió Taryn—. Y, además, en casa nos

estábamos volviendo locas esperando noticias. Piper asintió: Sentía que el corazón se le

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partía al ver a las hermanas. Una vez más parecía que el secuestrador había elegido a la

más poderosa del aquelarre, pero esta vez también había roto una familia.

Piper miró hacia el claro, rápidamente divisó a Paige que hablaba con una de las chicas

de los vestidos blancos. En ese momento decidió dejar de meterse con Paige por querer

venir. Paige era su hermana y la quería. Lo último que quería era que creyera otra cosa.

Y también decidió hacer todo lo que pudiera para ayudar a Taryn y a Tessa a descubrir

qué le había pasado a su hermana pequeña.

- La encontraremos -dijo Piper en voz baja-Aunque sea lo último que hagamos.

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la mañana siguiente, Piper recorrió con dificultad el camino hacia el comedor con

una necesidad desesperada de una taza de café. Cuando se había levantado, media

hora antes, las camas de Phoebe y Paige estaban perfectamente hechas y no se

veía a ninguna de las dos. No tenía ni idea de por qué no la habían despertado, pero

ahora llegaba tarde, estaba gruñona, y sentía una gran necesidad de cafeína. Por

desgracia, incluso a esas horas, en el exterior la temperatura parecía ser de cien grados.

Ya tenía el pelo pegado al cuello, y sospechaba que el café helado no iba a ser una

opción en el camping Tumbleweed.

Piper tiró de la pesada puerta del comedor y salió una ráfaga bendita de aire

acondicionado. En la enorme sala había filas de mesas largas de estilo familiar, y todas

estaban abarrotadas de gente. El nivel de ruido no era muy diferente al del de un

concierto de rock. Piper inspiró profundamente y comprobó su itinerario, en el que se

indicaba el número de una mesa para todas las comidas.

— ¿En qué mesa está, señorita? Piper dio un respingo ante el sonido de una voz fuerte y

resonante justo a su lado. Un hombre alto de pelo oscuro con los dientes más rectos y

más blancos que había visto nunca estaba allí, sonriéndole. Llevaba una camisa a

cuadros, vaqueros, y botas camperas y estiraba el cuello por encima de su hombro para

intentar leer.

— ¿Eh, quién eres? —le preguntó Piper. Sus habilidades sociales no estaban en su

mejor forma a esas horas de la mañana.

—Lo siento. ¿Dónde están mis modales? —respondió—. Soy Ryan Treetop, dueño de

este establecimiento. —Le tendió una mano enorme, y Piper se la estrechó brevemente.

— Encantada de conocerle. Soy Piper Halliwell — dijo Piper, apartándose un poco de

él.

—Su energía era algo excesiva para ella antes de tomarse su primer café—. Estoy en la

mesa tres.

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—Muy bien —dijo — Está hacia la parte delantera de la sala a la izquierda. Espero que

disfrute del desayuno.

—Gracias —dijo Piper, marchándose rápidamente. Atravesó la sala por el pasillo

central entre las mesas. Pero cuando llegó a la mesa 3, se encontró con cuatro chicos

con aspecto tequie, ataviados todos con camisetas azules relucientes y gafas de sol

oscuras negras.

—Saludos, bella wicca —dijo uno de los chicos, con cara inexpresiva y voz monótona.

Piper no estaba segura de que hubiera movido los labios.

—Hola - dijo Piper con cautela—. ¿Habéis visto a dos chicas morenas que se parecen a

mí?

—Están en la mesa de los condimentos —contestó otro de los chicos, con la misma

rotundidad -. Se sentaron antes en el otro extremo de la mesa. -Gracias –dijo Piper. Se

escabulló rápidamente, inspeccionando las fuentes y los cuencos de la mesa mientras se

acercaba. Había una ensalada de frutas enorme, un cesto lleno de varias clases de pan,

algunos cuencos de mermelada y mantequilla, y una fuente más grande de huevos

revueltos. Pero no había café. ¿Dónde estaba el café? Piper dejó caer ruidosamente un

plato vacío en el otro extremo de la mesa. Enfrente había dos platos más, llenos de fruta

y magdalenas, y entre ellos un libro enorme titulado El manual wicca. Piper hizo lo que

pudo para no gruñir. Lo último que quería era abandonar su propósito de ser amable con

Paige antes incluso de tener tiempo de mantenerlo. Pero ahora necesitaba un café, o su

lado gruñón iba a tomar el control. Por fin vio a Phoebe y a Paige que se acercaban

desde el otro lado de la sala, y casi gritó de alegría. Paige traía tres tazones humeantes.

¿Qué haría sin sus hermanas?

— ¡Buenos días, guapa! — dijo Paige, colocando uno de los tazones enfrente de ella-.

Pensé que necesitarías un tónico.

— Gracias, gracias, gracias —dijo Piper, inhalando el reconfortante aroma de la

cafeína. Se inclinó hacia la mesa y alcanzó el azucarero, antes de dejarse caer de

nuevo en su asiento —. Por cierto, ¿por qué no me habéis despertado? —les preguntó

mientras se servía una cucharada colmada de azúcar.

Phoebe y Paige intercambiaron una mirada mientras se sentaban enfrente de ella.

— Bueno... lo intentamos — dijo Paige—. ¿No lo recuerdas?

— ¿De qué hablas? —preguntó Piper mientras removía el café—. No, no lo hicisteis.

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—Piper, nos amenazaste con hacernos volar por los aires, así que pensamos que era

mejor dejarte en paz — dijo Phoebe tranquilamente.

— ¡No es verdad! — dijo Piper con una carcajada.

— Bueno, supongo que eso significa que estabas dormida, lo que probablemente sea

bueno — dijo Paige, sonriendo —. Eso significa que el que hablaba era solo tu

subconsciente y que en realidad no nos quieres matar. Desde luego, no sé qué hace Leo

para soportar eso cada mañana. Phoebe soltó una risita y se metió una uva en la boca

mientras abría el libro wicca. Piper la observó con curiosidad. Se había imaginado que

el libro era de Paige. ¿Qué sucedía allí? ¿También Phoebe se estaba pasando al lado

oscuro?

— Phoebe, ¿qué haces? —preguntó Piper.

— Oh, tengo que escribir lo de la ceremonia de re dedicación, así que estoy intentando

hacerme una idea de qué va todo esto — dijo Phoebe, con la nariz metida en el libro

— En realidad es bastante interesante. Piper vio que Paige le lanzaba una mirada

recelosa, esperando claramente que empezara otra vez con todo eso de que los wiccas

eran unos impostores. En cambio, Piper se mordió la lengua y se entretuvo sirviéndose

algo de fruta en el plato. Pero odiaba guardarse una opinión cuando sabía que tenía

razón. ¿Por qué molestarse en perder el tiempo escribiendo algo para una ceremonia que

no significaba nada? Nada de esto tenía que ver con el mal al que se enfrentaban sus

hermanas y ella cada día arriesgando sus vidas.

— Bueno, la buena noticia es que anoche no pasó nada sospechoso —dijo Paige

mientras untaba con mantequilla una magdalena—. Por lo menos, nadie ha informado

de nada. Posiblemente eso se deba a que el secuestrador es lo suficientemente listo para

saber que nadie que asista a esta cosa tiene poderes reales, pensó Piper. Probablemente

no se ha molestado. Después de ver a todos los chalados que había alrededor de la

fogata la noche anterior, y de oír lo que sus hermanas le habían contado sobre los

farsantes egocéntricos que habían conocido, empezaba a pensar que todo el plan iba a

resultar ser un fracaso total.

— ¿Piper? ¿Estás bien? — preguntó Paige, arrugando la frente mientras le daba un

mordisco a una magdalena de arándano—. Pareces un poco tensa. ¡No lo digas! ¡No lo

digas!, se dijo Piper a sí misma. Pero parecía que no podía evitar abrir la boca. Estaba a

punto de soltarlo todo, cuando vio que Taryn y Tessa se acercaban a la mesa y

consiguió detenerse. Por los pelos.

— ¡Eh, Piper! —dijo Tessa con una sonrisa—. ¿También estás en la mesa tres?

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— ¡Hola, chicas! — dijo Piper, aliviada al tener algo con lo que distraerse—. Supongo

que es donde han puesto a los grupos más pequeños. Taryn y Tessa, estas son mis

hermanas, Phoebe y Paige. Todas se saludaron, y Piper y sus hermanas se echaron a un

lado para dejar sitio a Taryn y Tessa, que tenían mejor aspecto aquella mañana. Taryn

todavía estaba un poco pálida, pero llevaba el pelo corto peinado hacia atrás con una

cinta para el pelo, y tenía un aspecto más descansado que la noche anterior. Piper

también se alegró al ver que, por lo menos, había recuperado el apetito. Se sirvió un

montón de fruta, y Tessa se marchó a buscar un poco de té para las dos. Phoebe dejó a

un lado el libro wicca, y Piper empezó a relajarse.

— Taryn, sentimos mucho oír lo que le ocurrió a tu hermana — dijo Phoebe, cruzando

las manos sobre la mesa —. Piper nos puso al corriente anoche.

—Gracias —dijo Taryn sonriendo un poco—. La echamos mucho de menos.

— ¿No oísteis nada la noche que desapareció? —preguntó Paige —. ¿Nada en absoluto?

—No — contestó Taryn, clavando los ojos en su hermana, que en aquel momento

regresaba a la mesa—. En realidad, si no os importa, preferiría no hablar de eso.

Piper sintió como si se le formara una roca en la boca del estómago, y Paige le lanzó

una mirada de culpabilidad.

—Por supuesto, cariño. Lo entendemos —dijo Piper, tendiendo la mano a través de la

mesa para tocar la mano de Taryn. Esta miró a Piper y sonrió de verdad por primera vez

desde que se conocían. El corazón de Piper estaba con ella otra vez.

— ¿Va todo bien? —preguntó Tessa, dudando junto a la esquina de la mesa. Antes de

que alguien pudiera contestar, las puertas de doble hoja de la entrada del comedor se

abrieron de golpe con tanta fuerza que chocaron contra las paredes, causando un

estrépito terrorífico. Un tipo afro americano bajo pero musculoso entró corriendo en la

sala, con ojos de loco. — ¡Craigha desaparecido! —exclamó, mirando hacia una mesa

llena de chicos que a Piper le parecieron un montón de corredores de bolsa más que

wiccas. Debían de ser miembros del aquelarre del que Phoebe les había hablado anoche.

La mesa quedó en silencio, y Piper sintió que la tensión y el miedo llenaban la

habitación. El tipo miró a su alrededor, trasladó su mirada hacia Tessa, que era la única

persona que estaba de pie, y la dejó caer en Phoebe, momento en el que

inexplicablemente se endureció.

— ¿Dónde está? —preguntó el tipo.

—No tengo ni idea —dijo Phoebe, poniéndose de pie—. Pero lo encontraremos.

—Está bien, está bien, calmaos todos —dijo Ryan Treetop, acercándose al chico que

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había dado la noticia—. Lo que necesitamos ahora es un plan. En ese momento, un

chico alto con pelo castaño se levantó de la mesa de los corredores de bolsa y miró a

Phoebe, con expresión asustada pero segura al mismo tiempo.

— Todo el mundo a buscarlo. Si Craig está en alguna parte de este camping, quiero que

lo encontréis. Los sonidos de sillas que se arrastraban y susurros de inquietud tomaron

posesión de la habitación mientras todos los que estaban allí empezaron a salir en fila.

Piper vio que Ryan caminaba hacia la parte delantera de la sala para interceptar a

Marcia Fariña antes de que se fuera. Tenía la cara roja y sin duda no tenía un aspecto

feliz mientras la apartaba a un lado para hablar con ella. Piper tuvo la impresión de que

estaba un poco preocupado por las consecuencias que podía tener la noticia de un

secuestro en su propiedad sobre su negocio.

—Oh, Dios mío —dijo Taryn, levantando la mirada hacia su hermana con lágrimas en

los ojos—. ¡Ha vuelto a ocurrir!

— Vosotras dos quedaos aquí — les dijo Piper, poniendo la mano en la espalda de

Tessa mientras se levantaba— Ya hay suficiente gente buscando, y no tenéis que pasar

por esto. Agarró a Phoebe y a Paige y salió a empujones del comedor a través de una de

las puertas traseras, donde había menos gente. Cuando estuvieron fuera, se reunieron al

lado de la pared.

— ¿De qué iba todo esto? —preguntó Piper a Phoebe —. ¿Por qué te miraba ese tío de

esa manera?

— Ese tal Craig es el que intentó ligar conmigo anoche delante de todos sus amigos —

respondió Phoebe, frotándose la frente -. No lo sé, supongo que solo pensaba en eso.

Pero, chicas, Craig es el sumo sacerdote de ese aquelarre —añadió, con los ojos

abiertos de miedo -. Si el secuestrador lo sabía...

—Entonces era un objetivo prioritario —dijo Paige—. Vamos. Vayamos a su tienda a

ver qué podemos descubrir. Fueron hacia las tiendas con Paige delante, pero el caos en

el camping no facilitaba su avance. Los miembros del aquelarre de Craig gritaban

órdenes a otros wiccas y estaban inspeccionando todas las tiendas. La desesperación y el

miedo del ambiente estaban empezando a poner nerviosa a la gente. Piper no pudo

evitar pensar en las cazas de brujas sobre las que había leído tanto desde que había

descubierto hacía algunos años que sus hermanas y ella eran brujas. Pero esta vez eran

brujas las que perseguían a otras brujas.

—Esto no va bien - dijo Piper al ver que uno de los hermanos de Craig tiraba ropa y

sábanas fuera de una de las tiendas —. Tenemos que detenerlo. — ¡Allí! — dijo

Phoebe, señalando a una tienda frente a la que había dos tipos de pie, que al parecer

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hacían de guardianes—. Tiene que ser esa. Las tres hermanas caminaron hacia los

centinelas, y Phoebe dio un paso adelante.

—Hola, nos gustaría echar un vistazo en el interior —le dijo al más alto de los dos.

Tenía el pelo largo y los ojos azules con una grave expresión malhumorada.

—Imposible —dijo con firmeza—. Christian dijo que no puede entrar nadie hasta que

encontremos a Craig.

—Bueno, vale —dijo Paige, tirando a Phoebe del brazo—. Vamos... a encontrar a

Craig. — Ladeó la cabeza para indicar a Piper y a Phoebe que la siguieran, entonces las

llevó hasta la parte trasera de la tienda—. Está bien — dijo, cogiéndolas de las manos—

. Vamos a entrar. Antes incluso de que Piper pudiera protestar, ya estaba envuelta en la

luz blanca de Paige y reapareció con sus hermanas en el interior de la tienda.

— ¡Paige! —exclamó Piper—. Si alguien te viera...

— No te preocupes. No había nadie allí detrás —dijo Paige, echando un vistazo a su

alrededor—. ¡Eh! ¿Por qué tiene su propia tienda? —susurró con indignación.

Efectivamente, en esta tienda solo había una cama, pero estaba prácticamente

destrozada. Tenía una pata rota, las sábanas y las mantas estaban hechas trizas y

esparcidas por toda la habitación, y parecía que alguien había clavado un machete en la

almohada.

—Anoche estaba intentando ligar —les recordó Phoebe—. Quizá pagó más para poder

tener algo de intimidad y atraer a las señoras hacia su guarida.

— ¿Qué es esto? — preguntó Piper, acercándose unos pasos hacia la cama. El colchón

estaba cubierto de salpicaduras de una sustancia negra brillante, e incluso había algunas

en la pared de lona del lado de la cama. Piper tocó una de las marcas con la punta del

dedo y lo frotó con el pulgar—. Tiene la consistencia del aceite —dijo, frunciendo la

nariz. Olió los dedos, y el fuerte olor agrio le revolvió el estómago.

— ¡Ugh! Pero no huele como el aceite —añadió —. No tengo ni idea de qué es. — Se

limpió las manos con las sábanas y se apartó de la cama.

—Fuese lo que fuese quien hizo esto, debía tener unas buenas garras — dijo Phoebe

Esto es muy extraño, ¿no os parece? Quiero decir, en los otros secuestros no había

ninguna pista, y ahora tenemos esto.

—Y tampoco recuerdo ninguna mención a que la ropa de la cama estuviera hecha

trizas— dijo Paige, sujetando una tira de sábana rasgada con dos dedos. De repente se

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Embrujadas. **Algo Mágico**

oyeron unas fuertes voces masculinas en el exterior de la tienda, y Phoebe agarró los

brazos de sus hermanas.

— Es Christian — dijo —. Será mejor que salgamos de aquí. Paige orbitó afuera de la

tienda y de regreso a la suya propia para que nadie las viera. En cuanto estuvieron allí,

Piper cogió su móvil y empezó a marcar.

— ¿A quién llamas? —preguntó Paige.

— A Daryl — dijo Piper, agarrando el teléfono. Le había prometido que lo mantendría

informado si pasaba cualquier cosa, y esta nueva prueba no era precisamente

insignificante.

— Detective Morris — bramó la voz de Daryl al otro lado de la línea.

— Daryl, soy Piper. Ha habido un secuestro — dijo Piper, sentándose sobre su cama

inestable —. ¿En los casos de las otras víctimas aparecieron unas marcas grasientas y

negras?

— No. No había nada parecido — dijo Daryl—. ¿Me estás diciendo que este tipo por

fin ha dejado pistas? Quizá se está volviendo descuidado.

— Cada vez estoy más convencida de que es más un eso que un él — le dijo Piper,

levantando la mirada hacia sus hermanas —. Voy a llamar a Leo.

— Está bien — dijo Daryl —. Pero házmelo saber si descubrís algo más, y, por favor,

tened cuidado.

— Lo tendremos — dijo Piper. Colgó el teléfono —. ¡Leo! — gritó a pleno pulmón,

gastando algo de la tensión reprimida y sobresaltando a Paige y a Phoebe. Leo orbitó al

instante hasta la tienda y miró a las hermanas.

— Eso sí es un grito —dijo—. ¿Qué pasa?

— Otro secuestro —respondió Paige, abrazándose a sí misma—. Tiene mala pinta.

Piper se puso de pie y dejó caer el teléfono sobre la cama. Estaba tan tensa que ni

siquiera se sentía reconfortada al ver a su marido.

— ¿Puedes mirar el Libro de las sombras a ver si encuentras algo que pueda secuestrar

brujas y dejar marcas grasientas negras? — le preguntó.

— Claro —respondió Leo, con la frente fruncida—. Pero podría tardar un poco. Los

Ancianos nos tienen bastante ocupados. Ya sabes, con todos los secuestros...

—Haz lo que puedas, ¿vale? —le pidió Piper.

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—Lo haré — dijo Leo. Le dio un abrazo corto y un beso en la frente, y desapareció.

—Todo va a salir bien —dijo Phoebe, acercándose y abrazando a Piper —. Gracias a

esas marcas negras, estamos muchos más cerca de encontrar a esta cosa. Paige se unió

al abrazo de grupo, y Piper cerró los ojos, intentando borrar de su mente las imágenes de

las sábanas rasgadas, de todas esas marcas. Intentando borrar la imagen de la hermana

pequeña de Taryn y Tessa en manos de lo que fuera que fuese esa cosa. Intentando

borrar de su mente el pensamiento de que una de las Embrujadas podía ser la próxima.

Aquella noche Phoebe estaba delante de la tienda, observando el éxodo masivo que

parecía tener lugar. Craig no había aparecido, y cada minuto que pasaba sin aparecer

parecía volver un poco más loca de preocupación a la población del encuentro. El

aquelarre hippie que se alojaba en las tiendas contiguas se marchaba. Habían aparcado

sus dos furgonetas marcha atrás, tocando a las puertas de las tiendas, y estaban lanzando

las cosas adentro de cualquier manera. Marcia estaba delante de una tienda, un poco

más abajo, discutiendo con uno de los trekkie de la mesa de Phoebe en el comedor.

—Mira, creo que nos merecemos un reembolso total — dijo el chico, sin usar la voz

monótona y fingida de aquella mañana—. ¡Ni siquiera sabes lo que le ha pasado a ese

tío! ¡Ni siquiera tienes servicio de seguridad!

—Estoy colaborando con la policía, y van a enviar a algunos agentes aquí — dijo

Marcia con desesperación—. Por favor, estoy segura de que no habrá más incidentes.

—Ya ha habido uno de más —dijo el chico firmemente—. Nos vamos, y si no me

devuelves el dinero cuando me pare en la oficina de Treetop dentro de diez minutos,

entonces vosotros dos os tendréis que entender con mi abogado. Phoebe suspiró cuando

el chico regresó al interior de su tienda y Marcia se fue a toda prisa, agotada y

disgustada. No estaba resultando ser el encuentro pacífico que todos esperaban. Marcia

no tenía culpa del secuestro de Craig, pero Phoebe no podía por menos que estar de

acuerdo con el trekkie. Un incidente ya era demasiado. Algunos otros aquelarres ya se

habían marchado más temprano esa tarde. Los que aguantaban estaban ocupados usando

incienso y cristales para hacer círculos de protección alrededor de sus tiendas. La

atmósfera estaba más apagada de lo que había estado aquella mañana, pero también era

lúgubre. Como si todos hubieran llegado a la conclusión de que iba a pasar de nuevo.

Phoebe inspiró profundamente y volvió a entrar a la tienda. Paige estaba tumbada en su

cama leyendo el manual, y Piper estaba volviendo a doblar su ropa.

— ¿Qué es ese olor? — preguntó Piper, mirando a Phoebe.

— Incienso —respondió Phoebe, cruzando la tienda hasta su cama y sacando la bolsa de

debajo. Abrió la cremallera del bolsillo exterior y sacó cinco cristales que había

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empaquetado en el último minuto. Tintinearon en su palma, y su superficie fría y suave

hizo que se sintiera un poco mejor.

— ¿Qué haces? — preguntó Piper mientras Paige se sentaba en la cama.

— Creo que deberíamos hacer un círculo de protección — dijo Phoebe, saliendo por la

puerta de la tienda. Colocó un cristal en el suelo justo enfrente, luego caminó alrededor

de la tienda, colocando los otros cristales en un círculo. Piper y Paige salieron y la

observaron mientras trabajaba.

— ¿De verdad piensas que esto es necesario? — preguntó Piper, cruzando los brazos.

— Por supuesto que sí — dijo Phoebe, su respiración empezaba a ser rápida y

superficial—Piper, tú estabas igual de alterada que todos esta mañana, si no más.

— Lo sé — dijo Piper —. Pero Phoebe, tenemos protecciones que esta otra gente no

tiene. Si algo con enormes garras irrumpe en nuestra tienda, simplemente lo haré saltar

por los aires.

—Dijo las últimas palabras en voz baja para que los hippies que estaban haciendo las

maletas no la oyeran—. Además, estas cosas tienen defectos. Si existiera un hechizo de

protección infalible, tendríamos uno en casa y no estarían amenazándonos cada cinco

minutos.

— Es mejor que nada — dijo Phoebe con seguridad.

—Bueno, yo estoy con Phoebe —dijo Paige, alargando la mano para coger la de

Phoebe

— Preferiría que la cosa con garras no consiguiera nunca entrar en la tienda.

— Está bien — dijo Piper, poniendo los ojos en blanco y dándole la mano a Paige—.

Hagámoslo rápido antes de que alguien se fije. — Recitaron las palabras de un sencillo

hechizo de protección las tres a la vez: A través de este círculo que las Embrujadas

hacemos, que no pase nadie en quién no confiemos. Un rayo de luz púrpura iluminó el

círculo que delimitaban los cristales, y luego desapareció. Phoebe miró a su alrededor

para ver si alguien se había fijado, pero los otros aquelarres estaban demasiado

ocupados con sus propios hechizos. Ni siquiera había alguien mirando en su dirección.

—Gracias, chicas —dijo Phoebe, dejando escapar un leve suspiro de alivio—. Ya me

siento mejor.

— Bien —dijo Piper, frotándole la espalda a Phoebe—. Supongo que lo mejor será

hacer todo lo que podamos.

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—Vale, yo digo que es hora de ir al Stryp — dijo Paige, soltando la mano de Phoebe. Se

metió en la tienda a través del faldón de la puerta, y Phoebe y Piper la siguieron. Paige

cogió su lápiz de labios y un espejo y se dio una nueva capa rápidamente, luego apretó

los labios uno contra el otro —. Antes vi a Taryn y a Tessa, y dijeron que querían

alejarse de todo este caos, así que... ¿qué os parece?

—A mí me gusta la idea — dijo Phoebe con una gran sonrisa—. Me podría tomar unas

vacaciones de estas vacaciones. —Ella y Paige miraron a Piper —. ¿Te apuntas?

— Del todo — dijo Piper, cogiendo su bolso — ¡Vámonos!, Paige cruzó el casino con

paso seguro, con un cubo de plástico vacío en la mano, apartando con la mano las nubes

de humo de los cigarrillos y los puros. Ese lugar era como un laberinto de luces

parpadeantes, tragaperras que giraban, y camareras con una ropa absurdamente

minúscula. Cada vez que doblaba una esquina, estaba segura de que iba por el pasillo de

máquinas tragaperras donde había visto a sus hermanas por última vez, y cada vez se

encontraba con la mirada de otros diez o veinte desconocidos cansados y enfadados. Si

todo el mundo se estaba divirtiendo tan poco, entonces, ¿por qué parecía que tuvieran el

trasero permanentemente pegado a esas pequeñas sillas de terciopelo?

—Vale, me rindo —dijo Paige en voz alta, levantando los brazos.

— ¿De qué te rindes? —preguntó la voz de Phoebe. Paige se volvió para ver a sus

hermanas, que miraban por encima de la siguiente fila de tragaperras de puntillas. Paige

soltó un suspiro de alivio, fue hacia ellas y tiró su cubo vacío entre dos máquinas.

—No entiendo qué es lo que todo el mundo piensa que es tan genial de este lugar —

dijo, cruzando los brazos y sentándose en la silla vacía junto a Phoebe—. Hace unos

cinco minutos que esto dejó de ser divertido.

— ¿Qué pasó hace cinco minutos? — le preguntó Piper, levantando una ceja. Tuvo que

inclinarse hacia delante para ver a Paige al otro lado de Phoebe.

— Perdí mis últimos veinte dólares —respondió Paige malhumorada. Se sentía muy

idiota. Sabía que lo tenía que haber dejado antes de tirar esos últimos veinte en la

máquina, pero era como si estuviera poseída. No podía dejar de intentarlo solo una vez

más... ¡Y ahora ya no le quedaba nada!

— Bueno, yo me lo estoy pasando genial — dijo Phoebe riendo, sujetando su cubo de

premios, que estaba casi lleno de monedas de veinticinco céntimos. Paige abrió mucho

los ojos. Allí tenía que haber por lo menos unos cien dólares.

— ¿De dónde has sacado todo eso? — preguntó Paige.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— ¡Esta es mi máquina de la suerte! —dijo Phoebe alegremente. Dio unas palmaditas a

la Mp mágico máquina tragaperras que tenía delante cariñosamente, como si fuese su

perro. Paige se inclinó y cogió una moneda del cubo de Phoebe, luego la metió en la

ranura de la máquina que tenía delante. Tiró de la palanca, cerró los ojos, y dijo una

breve oración. Solo quería ganar algo aquella noche. Aunque solo fuesen cincuenta

centavos. Cuando volvió a abrir los ojos, la máquina se estaba parando: cereza,

cereza...Paige miró a sus hermanas, conteniendo la respiración. ¡Una cereza más y sería

rica! O por lo menos saldría sin ganar ni perder. La última rueda dejó de rodar, y la línea

estaba justo entre una cereza y un lingote. A Paige se le cayó el alma a los pies.

—Genial —dijo, dejándose caer hacia atrás en la silla—. ¿No podemos usar un poco de

magia para que pueda recuperar mi dinero? La única respuesta que obtuvo fueron dos

severas miradas.

—Está bien — dijo Paige, poniendo los ojos en blanco. En ese momento sonó una

fuerte aclamación de por lo menos una docena de voces en alguna parte del casino.

Paige oyó el sonido de palmadas y de risa floja. De repente sintió una envidia intensa

porque alguien ganara en este lugar. Sacudió la cabeza, incapaz de creer el efecto que el

casino producía sobre ella. Se estaba volviendo una psicópata avara, y solo llevaban una

hora allí.

— ¿Qué les ha pasado a Tessa y Taryn? —preguntó Paige mientras Phoebe volvía a

tirar de la palanca de su máquina.

—Estaban cansadas, y regresaron al camping — dijo Piper—. En realidad, creo que yo

también me iré pronto.

—Me parece buena idea — dijo Paige—. Estoy muerta de aburrimiento. Phoebe soltó

un chillido, y empezó a sonar fuerte una campana. La luz de la parte superior de su

máquina parpadeaba como loca, y de no se sabe dónde empezó a caer dinero en la

bandeja metálica. Paige no podía creerlo. ¡Su hermana acababa de conseguir tres

cerezas!

— ¡Oh, Dios mío! ¡Phoebe! —dijo Paige, con una gran sonrisa.

— ¡Mil monedas de veinticinco! — gritó Phoebe, dando palmadas — ¿Cuánto es eso?

— ¡Son doscientos cincuenta dólares! —exclamó Piper mientras se levantaba y apretaba

los hombros de Phoebe—. Si sigues así nos vas a pagar estas vacaciones.

Se oyó otra fuerte ovación desde la parte central del casino, y Paige miró por encima

de las cabezas de sus hermanas para ver si podía divisar donde estaba la acción. La

máquina de Phoebe todavía seguía escupiendo monedas lentamente, y Phoebe y Piper

empezaron a sacarlas en tazas.

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—Me parece, chicas, que os vais a quedar por aquí un buen rato — dijo Paige —. Voy a

ver qué pasa.

— ¡Vale! — dijo Phoebe—. ¡Pero date prisa! ¡Puede ser que necesitemos ayuda para

llevar todo esto! Paige sonrió y se fue hacia los gritos. Llegó al centro del casino, donde

estaban todas las mesas de blackjack y de dados. Se oyó otra aclamación, y Paige vio a

Jasmine y a todas sus amigas abrazándose y saltando junto a una de las mesas de la

ruleta. Se las veía totalmente fuera de lugar con su vestimenta completamente negra, y

un par de hombres mayores con camisas color pastel las observaron con recelo al pasar

junto a ellas. Paige llegó justo cuando el crupier pagaba un montón de fichas a la chica

de pelo púrpura.

— ¿Qué pasa? —preguntó Paige, deslizándose hasta el lado de Jasmine.

—Somos las diosas de la ruleta, eso es lo que pasa — dijo Jasmine, con los ojos

brillantes. Bajo la luz del casino se veía claramente que el color de su piel era, de hecho,

más que blanco—. Compruébalo. —Levantó un montón de fichas, y Paige calculó

rápidamente. Jasmine tenía más de mil dólares delante de ella.

— Increíble. ¿Chicas, tenéis un sistema o algo? — les preguntó Paige mientras las

demás chicas colocaban sus apuestas para la siguiente tirada. Jasmine se inclinó hacia el

oído de Paige.

—Sí. Se llama magia —le dijo. A Paige se le revolvió el estómago cuando Jasmine se

apartó, con chispas de malicia en sus ojos oscuros. ¿Lo decía en serio? ¿De verdad

usaban un hechizo o algo para controlar la ruleta?, Parece que estas chicas nunca han

oído hablar de los peligros de los beneficios personales, pensó Paige. El crupier movió

la mano sobre el tablero de la ruleta, indicando que no aceptaría más apuestas, luego

tendió la mano para hacer rodar la ruleta. En ese mismo momento, Jasmine y sus amigas

se dieron las manos y cerraron los ojos. Paige vio que todas murmuraban algo al

unísono, pero apenas movían los labios. El crupier estaba pálido y un poco sudoroso y

nervioso. Miraba por encima de su hombro como si planeara una manera de escaparse.

La ruleta se detuvo y la bola rebotó, parándose finalmente en el quince negro. Jasmine y

sus amigas se soltaron las manos, abrieron los ojos, y gritaron de alegría.

—Quince negro. Tenemos un ganador — dijo el crupier sin pizca de entusiasmo. Pagó a

una chica del final de la mesa que tenía un montón considerable de fichas.

— ¿Chicas, qué estáis haciendo? —le susurró Paige a Jasmine al oído.

—Es un simple hechizo de manipulación —respondió Jasmine en un susurro—. Con

tantas wiccas haciendo el mismo conjuro, no fallará nunca. Nos estamos turnando para

ganar, eso es todo.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— ¿Eso no es hacer trampas? — preguntó Paige, que se estaba acalorando,

—Dios, Paige —dijo Jasmine burlándose—. ¿Quién iba a decir que eras tan

escrupulosa? En ese momento un hombre con aspecto oficial con el pelo canoso se puso

detrás del crupier y le susurró algo al oído. El crupier pareció aliviado, y lanzó una

mirada triunfante a Jasmine y sus amigas antes de apartarse para que el hombre con

traje ocupara su lugar en la mesa.

—Lo siento, pero voy a tener que interrumpirlas, chicas — dijo el hombre, apretando la

punta de los dedos contra la superficie de fieltro de la mesa—. Felicidades por sus

ganancias, señoras, pero han dejado esta mesa sin blanca. — No sonrió ni una sola vez.

— ¡Eh! ¡No puedes decirnos cuando tenemos que dejar de apostar! —gritó la chica del

pelo púrpura.

—No, no, está bien — dijo Jasmine, recogiendo sus fichas —. De todas formas íbamos

a ir a ese local, ¿verdad, chicas? Todas amontonaron sus ganancias y se alejaron de la

mesa. Paige estaba a punto de despedirse e ir a buscar a sus hermanas otra vez. Tenía

que decirles lo que acababa de ver. Si el aquelarre de Jasmine era capaz de controlar la

rueda de la ruleta con un cántico, entonces evidentemente tenían algún poder. Podían

ser las siguientes en la lista del secuestrador. Pero cuando se dio la vuelta, Piper y

Phoebe ya se acercaban, cargadas con los cubos de premios llenos.

— ¡Oh, eh! — dijo Jasmine, apartándose los rizos por encima de los hombros—.

¡Parece que no fuimos las únicas ganadoras esta noche! Paige se rió, evitando cuestionar

el uso que Jasmine hacía de la palabra «ganadoras» después de que ella y sus amigas

hubieran hecho trampas de manera evidente.

—Piper, Phoebe, esta es Jasmine — dijo Paige—. Ella y sus amigas se volvieron un

poco locas en la ruleta.

—Yo me volví un poco loca en las tragaperras — dijo Phoebe orgullosamente.

— Genial. ¿Queréis venir a gastarlo con nosotras? Vamos a ese local nuevo del Strip.

Se supone que es genial — dijo Jasmine. El resto de su aquelarre se había reunido en la

punta de la mesa de la ruleta esperándola, y Paige juró haber oído que una de ellas

refunfuñaba desaprobando la invitación que les había hecho Jasmine. Probablemente la

chica pelo púrpura.

— Bueno, me apunto — dijo Paige—. Estoy cansada del casino, pero estoy demasiado

excitada para dormir. Miró a sus hermanas, esperanzada. A Paige no le importaba la

idea de salir con Jasmine y sus amigas. Le daba la impresión que serían muy divertidas

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en una discoteca, ya que parecían estar en el lado salvaje, pero sabía que se lo iba a

pasar mejor si también iban Phoebe y Piper.

— ¿Qué os parece? —dijo Paige, moviendo las cejas—. Podemos fortalecer nuestros

lazos de unión como hermanas en la pista de baile.

—No lo sé — dijo Piper, rascándose la frente—. Yo preferiría ir a casa y llamar a Leo.

—Sí, yo también —dijo Phoebe —. Llamar a Cole, quiero decir.

— ¡Vamos, chicas! ¡Estamos de vacaciones! — protestó Paige—. ¡No seáis tan

clásicas!

—Lo siento, Paige — dijo Piper—. Pero si eso es lo que soy, tengo que aceptarlo.

—Está bien —dijo Paige riéndose un poco —. Pero yo voy a ir Phoebe lanzó una

mirada a Piper.

—Paige, ¿puedo hablar contigo un segundo aquí? — preguntó, ladeando la cabeza,

porque no tenía ninguna de las dos manos libres.

—Vuelvo ahora mismo — le dijo Paige a Jasmine.

— Está bien, pero date prisa. Las chicas se están impacientando — dijo Jasmine,

reuniéndose con sus amigas.

Paige siguió a Piper y a Phoebe hasta una máquina de cambio estropeada. Phoebe se

colocó los cubos en los brazos y miró a Paige. De repente, esta tuvo la sensación de

que iba a recibir un sermón.

— No me parece que separarse sea demasiado buena idea con ese psicópata suelto —

dijo Phoebe en voz baja.

—Phoebe, vamos —respondió Paige —. Estaré con amigas. Se tragó la ola de miedo

que le había provocado las palabras de Phoebe. Al fin y al cabo, ella había llegado a la

conclusión de que Jasmine podía ser un objetivo del secuestrador. Pero no se la iba a

llevar en medio de un local en ebullición, de manera que, de momento, no había

ninguna razón para contarles sus sospechas a sus hermanas. No cuando sabía que

perderían el control y la arrastrarían de vuelta al camping.

—Sí, estará bien —dijo Piper.

— ¡Piper! ¡Creía que estabas de mi lado en esto! —exclamó Phoebe.

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— Bueno, por una vez no voy a ser Piper la responsable —respondió, apartándose el

pelo hacia detrás de las orejas —. Creo que Paige debería salir y divertirse. Además, va

a estar rodeada de gente. Estará bien.

— ¡Gracias! — dijo Paige, dando un saltito de alegría—. ¡Saludad a Cole y a Leo de

mi parte! Entonces, antes de que Phoebe pudiera volver a protestar, Paige se volvió y se

fue corriendo hacia Jasmine. ¡Era hora de divertirse un poco en estas vacaciones!

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— Oh, Dios. ¿Qué ocurre? — preguntó Phoebe, se le revolvió el estómago mientras

Piper conducía el descapotable hacia la entrada del camping. Había dos coches de

policía aparcados junto al letrero del camping Tumbleweed, con las luces encendidas.

Una pareja de agentes de policía uniformados estaban de pie al lado de sus coches,

hablando con las cabezas muy juntas, las alas de sus enormes sombreros se tocaban.

— ¿Crees que ha desaparecido alguien más? — añadió Phoebe.

—Supongo que lo vamos a saber — dijo Piper cuando uno de los agentes de policía

enfocó una linterna extremadamente brillante hacia su coche. Levantó una mano para

indicarles que se pararan, y Piper disminuyó la velocidad, deteniéndose justo a su lado.

—Buenas, señoras —dijo el poli, apagando la linterna—. Expliquen que hacen aquí, por

favor.

—Nos alojamos aquí para el... S.S... la convención —dijo Piper, lanzando una mirada a

Phoebe. Phoebe sabía que su hermana evitaba la palabra «encuentro» porque tenía

miedo de parecer una loca.

—Bueno, tenemos algunos agentes en el lugar ocupándose de una situación —dijo el

agente, dando un paso atrás —. Si fueran directamente a su tienda, se lo agradeceríamos

mucho.

— ¿Una situación? — dijo Phoebe —. ¿Ha desaparecido alguien más?

— Lo siento, señora —respondió —. No estoy autorizado a dar información. Solo siga

hasta su tienda. Phoebe y Piper intercambiaron una mirada de preocupación cuando el

agente se apartó e hizo un gesto con la mano para que Piper avanzara. Arrancó el coche

y siguió por el camino de tierra y condujo con cuidado por el camino a través de la

oscuridad.

—No vamos de verdad a nuestra tienda, ¿no? — preguntó Piper, agarrando el volante.

—Como si lo tuvieras que preguntar —dijo Phoebe inexpresiva. Les pareció que el

camino hasta el camping duraba una eternidad mientras Phoebe intentaba evitar pensar

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lo peor. Cuando llegaron, había grupitos de gente de pie delante de las tiendas y

sentados en bancos, hablando en voz baja y mirando por encima de sus hombros hacia

la oscuridad. En el ambiente se notaba una sensación de tensión densa, casi palpable.

Piper condujo justo hasta la oficina de Treetop, donde estaban aparcados dos coches de

policía más, y paró el motor.

—Si alguien puede saber lo que pasa, tiene que ser Marcia — dijo Piper, mientras

cerraba el coche de un portazo y daba la vuelta por delante.

— ¿Qué vas a hacer? ¿Entrar sin más cuando están en medio de una investigación?

—Le preguntó Phoebe, corriendo para atraparla. Piper respondió haciendo precisamente

eso. Phoebe la siguió, pero en cuanto entró en la minúscula cabaña de la oficina, un

agente de policía con poco pelo la agarró por los brazos.

—No podéis entrar aquí, chicas — dijo, lanzando a Piper una mirada casi

amenazadora—. ¿Por qué no esperáis fuera? Phoebe echó un vistazo rápido a la oficina.

Había dos agentes más en el rincón cerca de un televisor y un vídeo, mientras otro

hablaba con Marcia y Ryan Treetop detrás del escritorio. Marcia tenía la piel muy

pálida y el pelo revuelto, como si no se hubiese mirado a un espejo en todo el día, y

Ryan tenía la frente fruncida por la preocupación.

— ¿Marcia? ¿Va todo bien? — preguntó Phoebe, con el policía agarrándole los brazos

todavía. Marcia levantó la mirada, con los ojos pesados, y tardó un momento en

concentrarse en ella.

—Sí, querida. La policía solo ha confiscado una cinta de vigilancia. El poli soltó a

Phoebe, y esta se llevó las manos instintivamente hacia los bíceps para zonas doloridas

por donde la habían sujetado. Observó a Piper, sabía que su hermana pensaba lo mismo

que ella. ¿Una cinta de vigilancia? Si quien se había llevado a Craig estaba en esa

grabación y conseguían echarle un vistazo, entonces encontrar al demonio en el Libro

de las sombras sería mucho más fácil. Siempre era un punto a favor tener una foto del

capullo sobrenatural del momento.

—Señora Fariña, le dije que la información no se podía hacer pública — dijo el agente

de policía con expresión grave.

— Lo siento —respondió Marcia, apretándose las manos —. Es que ha sido un día

bastante duro.

— ¿Podemos ver la cinta? — preguntó Piper, mirando el vídeo, que parecía estar

detenido en medio de una imagen en blanco y negro de uno de los numerosos senderos

que atravesaban el camping.

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—No, no pueden —dijo el agente de policía con condescendencia, montando en

cólera—. Son asuntos de la policía, y esta cinta es una prueba oficial. Ahora, si fuesen

tan amables de marcharse...

—Muy bien, pues —dijo Piper. Levantó las manos y con un movimiento rápido de las

muñecas congeló la habitación. El agente de policía se paró con la boca medio abierta y

los ojos medio cerrados, y Marcia se quedó congelada a medio llorar. Pero lo más

importante era que los dos polis de la esquina se habían apartado lo suficiente del

televisor para que Piper y Phoebe accedieran a él.

—De acuerdo, vamos —dijo Piper, corriendo hacia el vídeo. Pulsó «play», y Phoebe y

ella retrocedieron para mirarla escena parpadeó y se puso en marcha en blanco y negro

granulado. Se veía en un ángulo desde arriba sobre un camino que discurría entre tres

tiendas. El temporizador de la parte inferior izquierda decía 2:43 a.m. Phoebe contuvo la

respiración esperando que pasara algo, pero transcurrieron un par de minutos y no

vieron nada. Solo era una imagen de un camino vacío.

—Voy a pasar hacia delante — dijo, apretando el botón—. No tenemos tiempo

suficiente para ver una hora de nada. La cinta avanzó sin mostrar mucho más que líneas

blancas que pasaban por la pantalla. Entonces, de repente, Phoebe vio un movimiento en

la parte superior izquierda de la pantalla. Se abalanzó hacia el vídeo y apretó el botón

«play».El temporizador decía ahora 2:59 AM. Tres figuras, inhumanamente altas y

vestidas con túnicas negras largas, salieron desde la parte superior de la pantalla hacia el

camino. Phoebe sintió que su corazón latía fuerte con premonición. Las criaturas se

movían lento, cautelosamente, con la cabeza agachada. Algo en su manera de moverse,

casi como si flotaran, y en el roce de los vestidos al moverse hacia delante y hacia atrás

como un suspiro, le provocó un escalofrío en la espalda.

— ¿Qué son? — murmuró, entornando los ojos. —No tengo ni idea —respondió Piper

— Podrían ser humanos. Monstruosamente grandes, humanos candidatos para la NBA.

Entonces una de las criaturas levantó la cara, y Phoebe le agarró el brazo a Piper de

un manotazo.Tenía una cabeza de chacal enorme y brillante, con un hocico largo y ojos

sin expresión que miraban fijamente. Cuando volvió a bajar la cabeza, alargó la mano

para cubrirse mejor con la capucha, y Phoebe pudo ver con total claridad que tenía unas

garras negras enormes.

—Vale, esto es raro —dijo Phoebe, temblando y soltando el brazo de Piper mientras las

criaturas cruzaban toda la imagen.

— Lo que es raro es que esas cosas estuvieran paseándose por aquí anoche mientras

dormíamos — dijo Piper con un escalofrío —. Vale, rápido, rebobina la cinta. Por lo

menos ahora sabemos qué aspecto tienen.

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— ¿Vamos a dejarla aquí? — preguntó Phoebe, mientras apretaba el botón de

rebobinar.

—Tenemos que hacerlo. La acababan de poner en el vídeo. Si nos la llevamos, será

demasiado sospechoso — dijo Piper, mientras volvía a colocarse donde estaba antes de

que hubiese congelado a todo el mundo —. Además, pensarán que se trata de gente

disfrazada. Nadie aparte de nosotras se va a dar cuenta de que esas cosas son reales.

— Vale —dijo Phoebe. Paró la cinta, pulsó el botón «play», y volvió a dejarla en pausa.

Luego se apresuró a colocarse en su posición junto a Piper—. Hazlo —dijo.

Piper levantó las manos, y en ese momento la puerta de la oficina se abrió de repente.

Phoebe tuvo el tiempo justo de ver entrar a Taryn, a Tessa, y a Christian antes de que

Piper descongelara la escena. A Tessa y a Christian casi se les salían los ojos de las

órbitas, y Taryn tuvo que agarrarse a la jamba de la puerta para no caer. Phoebe quería

desaparecer. Todos ellos habían presenciado el poder de Piper.

—...de la oficina ahora — dijo el poli, terminando la frase que había empezado antes

de quedarse helado. Entonces miró a los tres nuevos visitantes que habían aparecido

detrás de ellas y se le congestionó la cara—. ¿De dónde demonios habéis salido

vosotros tres? —les soltó.

—Vamos —dijo Piper, agarrando a Taryn y a Tessa del brazo —. Ya nos íbamos.

Las arrastró hacia afuera, y Phoebe se aseguró de que Christian saliera delante de ella

para que no pudiera hacer ninguna pregunta sobre la gente del interior de la oficina. En

cuanto estuvieron de nuevo en el camino, sin embargo, Christian empezó a hacer

montones de preguntas.

— ¿Qué era eso? — preguntó frenético —. ¿Qué era lo que acabamos de ver ahí?

—Nada —dijo Piper automáticamente—. Yo no vi nada raro, ¿y tú, Phoebe?

— Buen intento — dijo Christian, cruzando los brazos—. Le habéis hecho algo a esa

gente, y si no me decís qué está pasando ahora mismo, voy a entrar ahí dentro y les voy

a contar a esos polis lo que acabo de ver. Phoebe miró a Piper, y Piper se limitó a asentir

con la cabeza, dando una patada en el suelo con su bota y con pinta de estar muy

concentrada en su pie. Phoebe abrió la boca para hablar, pero no salió nada. No sabía

qué podía decir para salvar la situación.

—Bueno, pues voy —dijo Christian, empezando a moverse hacia la puerta de la cabaña

de Treetop.

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— ¡Espera! —dijo Tessa, tocándole el brazo y deteniéndolo. Se volvió lentamente hacia

Piper y Phoebe e inspiró hondo —. Chicas, tenéis que contarnos qué está pasando —

dijo — ¿Quién tiene unos poderes así?

Cuando Piper levantó la cara una vez más, Phoebe y ella se intercambiaron una mirada

de resignación sombría. De repente, Phoebe se sorprendió a sí misma deseando que

Piper y ella hubieran optado por salir con Paige. En ese momento comprendió que iba a

ser una noche muy larga.

Paige se miró en el sucio espejo del lavabo del club al que Jasmine y sus amigas la

habían llevado, y se preguntó por qué no se había ido a casa con sus hermanas. Aunque

solo estuvieran charlando con sus hombres, se lo tenían que estar pasando mejor que

ella. El ritmo potente de la música dance retumbaba a través de las paredes, provocando

que la instalación de la tenue luz temblara, y se clavaba en las sienes de Paige con cada

tono grave. Al parecer ya no era capaz de salir de fiesta como antes.

—Mm, ¿perdona? ¿Vas a acaparar ese espejo toda la noche?, Paige se miró en el espejo

y vio a una chica demasiado maquillada de unos veintiún años que estaba de pie detrás

de ella con una camiseta de tirantes plateada brillante que le dejaba toda la espalda al

aire y unas botas que prácticamente le llegaban al obligo. Otra odiosa chica más que se

creía que el mundo giraba a su alrededor y que por lo tanto tenía que conseguir un

espejo cuando lo necesitaba. El club entero estaba atestado de ellas. Una parte de Paige

quería poner a la chica en su lugar, pero una parte todavía mayor estaba demasiado

cansada para hacérselo. Se apartó de las pilas, salió empujando las puertas y se reunió

de nuevo con la multitud que vibraba en la pista de baile.

Casi inmediatamente, dos chicas que corrían hacia el baño chocaron contra Paige, y

estuvieron a punto de tirarla al suelo. Ninguna de las dos se paró para disculparse, y

a juzgar por cómo seguían riéndose tontamente y hablando, Paige hubiese jurado que ni

siquiera se habían dado cuenta. Había un grupo de chicos con ropa oscura y

ultramoderna junto a la pared, bebiendo cerveza en botellas de cuello largo. Se fijaron

en Paige atentamente, y ella apartó la mirada. Tenía que perderse en medio de la pista

de baile antes de que uno de ellos intentara ligar con ella.

Paige contuvo la respiración y se sumergió en la masa de cuerpos en movimiento,

intentando atravesar la pista de madera dura hacia la barra, donde había visto por

última vez a Jasmine y las otras. Estaba lista para marcharse, pero quería decirles que se

iba. No es que fueran a darse cuenta de su ausencia, o les fuera a importar, pero una

parte de ella todavía quería que alguien supiera dónde estaba y dónde no estaba. Por lo

que parecía, el sentido de la responsabilidad de sus hermanas mayores se le estaba

contagiando. Finalmente logró salir por el otro lado de la pista de baile, solo un poco

magullada, y respiró profundamente. Mirando alrededor, vio a la chica pelo púrpura,

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Embrujadas. **Algo Mágico**

que se llamaba Chloe, hablando con Annie la del pelo largo y con Jesse, que era

menuda, callada, y que parecía admirar a las otras chicas como si fuesen sus heroínas.

Estaban de pie junto a la barra, y todas se reían tontamente de algo. Paige fue hacia ellas

y se metió en un pequeño hueco entre la espalda de Chloe y una pareja que se estaba

dando el lote como si estuvieran en su propia habitación y no en un lugar público.

— ¡Eh! Chicas, ¿habéis visto a Jasmine? — gritó Paige a pleno pulmón para que la

oyeran por encima del potente ritmo dance.

— ¡Paige! ¡No te vas a creer lo que acabo de hacer! — dijo Chloe, volviéndose y dando

un largo sorbo a su martini—. ¿Ves a aquel chico junto a la pared? ¿El que lleva esa

camisa negra y gris espantosa? —Señaló a un chico al otro lado de la pista con pinta de

cretino y una camiseta retro y pantalones negros que estaba inspeccionando la pista de

baile. Llevaba el pelo recogido atrás en una cola, y un pendiente largo en la oreja.

—Sí, ¿qué le pasa? — preguntó Paige, intentando ignorar la sensación de premonición

de su pecho.

—Bueno, quería ligar con Jesse y no la dejaba en paz, así que lo marqué — dijo Chloe,

sonriendo de satisfacción maliciosamente antes de tomar otro sorbo de su bebida.

— ¿Lo marcaste? —repitió Paige. No tenía ni idea de qué significaba marcar a alguien,

pero no parecía nada bueno.

—Sí. Llevo esta poción en el bolso por si la necesito — dijo Chloe, sacando una

ampolla de su delgado bolso negro—. Lo único que tienes que hacer es ponerte un poco

en la punta del dedo y frotarlo en la nuca de otra persona. Son como unas gafas de

cerveza instantáneas. — Miró por encima del hombro de Paige y se rió—. ¡Mira!

¡Compruébalo!

El cretino estaba intentando ligar insistentemente con una chica con sobrepeso vestida

con una camiseta extremadamente ceñida. La tenía arrinconada contra la pared y le

acariciaba la mejilla con un dedo, cariñosamente. La chica parecía totalmente incómoda

y después de unos momentos consiguió zafarse del tipo. A Paige se le revolvió el

estómago. No podía creer que Chloe hubiese lanzado un hechizo contra aquel pobre

chico. Y tampoco era lo que se dice justo con la población femenina del club.

Probablemente iba a intentar ligar con todas las chicas presentes allí antes de que

terminara la noche.

—Eso no tiene gracia, Chloe —dijo Paige. Empezaba a sentirse como si estuviera

tratando con niñas de parvulario. La cara de Chloe se ensombreció, y Paige supo que

estaban a punto de discutir, pero antes de que ocurriera, regresó Jasmine, riendo y

chillando nerviosa.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— ¡Lo conseguí! ¡Conseguí un trozo de su pelo! — dijo Jasmine, mostrando dos dedos

apretados.

— ¡Perfecto! — exclamó Chloe. Volvió a meter la ampolla de poción en su bolso y sacó

una pequeña muñeca de vudú blanca—. ¡Ven! Dámelo.

—Esto te va encantar, Paige — dijo Annie, apoyando los codos en la barra.

Chloe enrolló un trozo largo de pelo rubio casi blanco en el cuello de la muñeca hasta

que estuvo tenso. Luego sujetó la muñeca con ambas manos y recitó rápidamente: «con

mis palabras esta muñeca se convierte en mi instrumento. Dame el poder para usar mi

magia sobre aquella cuyo pelo tengo aquí». Chloe sonrió ampliamente a Paige, que

empezó a retorcerse incómodamente, y luego colocó la muñeca sobre la barra—.

— ¿Preparadas, chicas? — preguntó Chloe con complicidad. Annie, Jesse, Chloe y

Jasmine colocaron cada una un dedo sobre la muñeca y miraron a través de la sala hacia

el baño. Paige echó un vistazo a su alrededor, pero no parecía que nadie prestara

atención a lo que sucedía. Había demasiado caos en la sala como para fijarse en eso.

Además, incluso si alguien veía a Jasmine y a sus amigas haciendo vudú,

probablemente no le diera demasiada importancia. Aquella ciudad estaba llena de gente

más estrafalaria que la de San Francisco.

— ¿Para quién es este hechizo? — preguntó Paige con una voz lo más baja posible sin

que la tapara la música.

—Ya lo verás —respondió Jasmine con una sonrisa de satisfacción. La chica

maleducada del baño salió hacia la multitud, y Paige supo de repente que era la

víctima. Tenía una cabellera blanca que le caía por la espalda, idéntica al pelo que

Chloe había usado.

— ¡Tropieza! — dijeron las cuatro chicas al unísono. Al instante la chica tropezó con

sus propios pies y se agarró a una columna para no caerse. Paige abrió los ojos de par en

par, alarmada.

— ¿Qué os ha hecho esa chica? —preguntó, mirando a Jasmine.

—Antes ha sido muy grosera en la pista de baile. No dejaba de darme codazos. Es decir,

vamos. Este es mi espacio de baile, este es tu espacio de baile, ¿vale? ¿Qué hay de

difícil en eso? —Jasmine miró a sus amigas, y luego todas miraron otra vez a la chica.

Se deslizaba hacia un chico atractivo y alto con todo el estilo de una seductora.

— ¡Estornuda! —dijeron las cuatro chicas. De repente la chica rubia soltó un estornudo

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Embrujadas. **Algo Mágico**

enorme sobre el chico al que intentaba impresionar. Él hizo una mueca y se limpió la

mano en los pantalones, antes de alejarse. La chica rubia parecía avergonzada mientras

Jasmine y sus amigas se reían de ella.

— Chicas, parad — dijo Paige, sintiéndose fatal.

—No seas mojigata — le contestó Chloe bruscamente—. Una más, chicas. La chica

rubia se dirigía hacia la pista de baile, al parecer con la esperanza de perderse entre la

multitud. Justo al llegar al centro de la pista y junto a un grupo numeroso de chicos y

chicas fanfarrones, Jasmine y sus amigas volvieron a atacar.

— ¡Cáete! — dijeron todas juntas. La chica rubia tropezó y cayó de cara en el centro del

grupo. A Paige le pareció bastante doloroso, pero todos los que estaban a un radio de

diez metros se partieron de risa. La chica se levantó y se fue corriendo del club,

empujando a grupos de gente para abrirse paso. Estaba a punto de llorar.

—Ya basta, yo me largo de aquí —dijo Paige, totalmente indignada. No le importaba lo

grosera que hubiese sido la chica con ella o con Jasmine. Los poderes no se usaban para

lastimar a gente inocente. Ni siquiera a la no tan inocente. Paige agarró su bolso, y

haciendo caso omiso de las protestas de Jasmine, se abrió camino a través de la multitud

y salió por la puerta lateral. Lo último que quería era encontrarse con la chica llorando

afuera, sabiendo que ella podría haberlo evitado. En ese momento, la única idea que

tenía en la cabeza era regresar al camping y olvidar que aquel día hubiese existido

alguna vez.

Al salir, se encontró en un callejón. Miró a su alrededor, desorientada, y finalmente

vio que pasaban varios coches al otro lado del callejón situado a su derecha. Decidió

que tenía que ser la avenida Strip, y se encaminó hacia allí. Pero no había dado un

paso cuando oyó un fuerte alarido detrás de ella. Un fuerte alarido humano. Paige se

volvió y vio dos figuras que luchaban en el otro extremo del callejón. Corrió hacia ellas,

y mientras se acercaba vio el destello de algo metálico. A Paige se le hizo un nudo en la

garganta al entender de repente lo que ocurría. Un hombre sujetaba a una chica por

detrás y le ponía una navaja en el cuello mientras intentaba soltarle el bolso del hombro.

Sin pensarlo dos veces, Paige extendió la mano enérgicamente y dijo:

— ¡Navaja!—

El arma desapareció en un remolino de luz blanca y reapareció en la mano de Paige.

Atónito, el asaltante soltó a la chica, y la víctima aprovechó la oportunidad para

darle un codazo en la tripa. El atracador se retorció mientras la chica salía corriendo

hacia el Strip.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

Ni siquiera pareció reparar en Paige, que estaba allí de pie, lo que probablemente fuera

una suerte. De esa manera no habría preguntas. Cuando el atracador recuperó la

respiración, levantó la mirada hacia Paige, parpadeó una vez, y luego salió gateando por

el otro lado del callejón.

—Bueno, por lo menos la noche no ha sido un fracaso total — se dijo Paige a sí misma.

Tiró la navaja en un contenedor cercano y se sacudió las manos, orgullosa por un

trabajo bien hecho. Entonces se volvió y vio a Jasmine de pie en la puerta lateral, con la

boca abierta, maravillada. Paige se quedó helada.

— ¿Qué demonios ha sido eso? —preguntó Jasmine.

— ¿Hay alguna posibilidad de que creas que fue una ilusión óptica? —le preguntó

Paige con una sonrisa suplicante. Jasmine cambió el peso de una pierna a la otra y cruzó

los brazos, esperando. Incluso arqueó una ceja, un gesto que Paige llevaba años

intentando perfeccionar.

—Ya veo —dijo Paige. Ella estaba destrozada, pero, y esto era incluso peor, sus

hermanas la iban a matar.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— Esto es una pesadilla —dijo Phoebe taciturnamente mientras Piper, Paige y ella

arrastraban los pies por el camino desierto hacia el comedor la mañana siguiente.

Después de lo que les había pasado a cada una de ellas la noche anterior, ninguna de

ellas tenía ninguna prisa por ser vista en público. Por suerte el camping estaba tan

muerto que apenas parecía un lugar público. No solo mucha gente había abandonado el

establecimiento, sino que las hermanas habían salido tarde de su tienda adrede para no

encontrarse con Christian o Jasmine cuando fueran a desayunar. Tendrían que ver a

Tessa y a Taryn en la mesa, pero habían decidido que era mejor enfrentarse a un wicca

alucinado cada vez.

Phoebe intentaba mantenerse fresca, pero le fue imposible con aquel calor seco. No eran

ni las diez, y ya se acercaban a los treinta y dos grados. Sudaba por el calor y por la

ansiedad, y tenía que secarse constantemente la cara con un pañuelo de papel.

— Todo va a salir bien. De verdad, creo que saldrá todo bien — dijo Paige, jugueteando

con la punta de uno de sus dos cortas trenzas. Aparte de moverse nerviosamente, parecía

calmada y serena, y Phoebe pensaba que ojalá también ella se hubiera recogido el pelo.

— ¿Cómo? —preguntó Piper, volviéndose hacia ellas dos mientras se detenía en el

exterior del comedor—. ¿Cómo puede salir bien? Hubo un momento de silencio, y

luego Paige suspiró.

— No tengo ni idea — respondió —. ¡¿Tal vez si todas orbitamos a Alaska?!

— ¡Oooh! ¡Me gusta ese plan! — dijo Phoebe con una gran sonrisa de esperanza.

Piper gruñó y cerró los ojos un momento, con la mano en el pomo de la puerta. Todas

sabían que escapar no era una opción viable.

— Lo que no entiendo es cómo pudisteis ser las dos tan estúpidas para que os atraparan

usando nuestros poderes en la misma noche —le dijo a Paige.

—Sí. Sois un par de idiotas —dijo Phoebe, balanceando los brazos hacia delante y

dando una palmada. Sus hermanas le lanzaron la mirada enfurecida patentada por las

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Embrujadas —. Lo siento. Solo intentaba quitarle hierro a la situación. —Se aclaró la

garganta, se subió la cintura de sus floreados pantalones pirata, y se puso junto a Piper.

—Voy a entrar. Cubridme — dijo teatralmente. Luego entró en el comedor, con la

cabeza bien alta, aunque preferiría pegarse a la pared. Todos los que estaban en la sala

levantaron la mirada cuando llegaron las Embrujadas, y Phoebe se quedó helada,

esperando las preguntas, las acusaciones, el respeto y el miedo. Pero parecía que solo

habían levantado la mirada por simple curiosidad, porque al instante volvieron a

concentrarse en la comida. Cosa que fue un alivio. Significaba que Jasmine, Christian,

Tessa y Taryn no habían estado corriendo por el camping la noche anterior, difundiendo

la noticia de unos bichos raros con absurdos poderes. Phoebe se quedó impresionada de

verdad.

La atmósfera del comedor era completamente diferente de lo que había sido el día

anterior. La risa había desaparecido, así como la conversación en voz alta y estridente, y

el estrépito digno de un partido de la Super Bowl. La mitad de las mesas estaban vacías,

y la otra mitad estaban ocupadas por grupos de personas que susurraban inclinándose

sobre sus platos. Ninguno de los aquelarres miraba a nadie que no estuviera en su propia

mesa, y el aire estaba tan cargado de paranoia que Phoebe prácticamente podía tocarla.

Phoebe se tragó los nervios, dirigió la mirada hacia la mesa 3, y vio que Tessa y Taryn

las estaban esperando expectantes, junto con Christian y Jasmine. Se intercambiaron

miradas entre ellos después de que Phoebe los viera, y quedó claro que Jasmine había

estado hablando con los otros. Sabían que tanto Piper como Paige tenían poderes, y

probablemente se imaginaban que Phoebe también los tenía, por asociación.

—Parece que tenemos un par de tránsfugas en nuestra mesa — dijo Phoebe en voz baja,

pasándose la mano por la nuca.

— ¿Por qué no orbito a un McDonald's, compro algo para desayunar, y me reúno con

vosotras en nuestra tienda? —sugirió Paige, balanceándose sobre los talones —. O

todavía mejor, ¿qué me decís de aquellas cafeterías que vimos al llegar? Todo lo que

puedas comer —les ofreció, moviendo las cejas.

— Vamos, Paige, vamos a tener que enfrentarnos a ellos alguna vez — dijo Piper,

cogiendo a su hermana del brazo y empezando a caminar por el pasillo central —.

Recuerda lo que hablamos anoche. Solo diremos lo indispensable. Phoebe siguió los

pasos de Piper y Paige mientras se acercaban a la mesa 3. Cuando llegaron al final de la

mesa, cuatro pares de ojos se levantaron para mirarlas expectantes. Parecían niños

pequeños esperando un cuento. Phoebe les ofreció su mejor sonrisa.

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— ¡Hola a todos! —dijo —. ¡Oh, qué bien! ¡Crepés! Se deslizó entre Christian y

Jasmine, se sentó, y empezó a ponerse comida en el plato. Piper y Paige siguieron el

ejemplo de Phoebe e hicieron lo mismo. Phoebe no pensó ni por un minuto que los otros

wiccas iban a dejarlas marchar sin decir nada, pero esperaba posponerlo lo máximo

posible. Después de un par de minutos de silencio, sin embargo, Phoebe no pudo

soportar más la sensación de que todos la miraran. Finalmente miró a Taryn que estaba

enfrente de ella en la mesa.

—Bueno, ¿qué sois, chicas? —preguntó Taryn sin rodeos. Phoebe ni siquiera sabía que

la chica fuese capaz de decir algo de una manera tan directa, sin el menor atisbo de

modales y con voz casi hostil. Pero sin duda a Taryn le había costado hacer la pregunta.

Tenía la cara sonrosada por el esfuerzo, como si hubiese estado reuniendo el coraje para

decirlo durante mucho tiempo.

— ¡Taryn! — dijo Tessa con un grito ahogado, tocando el brazo de su hermana—. ¿Qué

clase de pregunta es esa?

—Una legítima, diría yo —añadió Christian, volviéndose hacia Phoebe con sus grandes

ojos marrones—. ¿Os importaría contestarla?

—Bueno, somos wiccas, igual que vosotros, chicos—dijo Phoebe, despreocupadamente.

Se concentró en empapar las crepés con sirope.

—Sí, igual que nosotros — dijo Jasmine, sus rizos negros se balanceaban mientras

asentía sarcástica-mente—. Ni siquiera yo tengo poderes como los vuestros, y he estado

practicando desde, digamos, el día en que nací. Mi madre fue una wicca muy poderosa

—explicó a los otros con naturalidad.

— ¿Te importaría no gritar tanto? —le pidió Piper entre dientes, inclinándose sobre la

mesa—. Lo últimos que necesitamos es que alguien os oiga por casualidad hablando

sobre nuestros poderes — susurró.

— ¿Por qué? —preguntó Christian. Se irguió, apoyando los codos sobre la mesa, y

observó a Piper con recelo. Phoebe no pudo evitar darse cuenta de que estaba

flexionando sus impresionantes bíceps debajo de su camiseta, intentando parecer

amenazador—. ¿Por qué no querríais que todos supieran lo que podéis hacer? —

añadió.

—Porque preferiríamos no tener a todo el mundo de este lugar sentado en nuestra mesa

mañana por la mañana mirándonos como lo hacéis vosotros ahora mismo — respondió

Piper rápidamente. Los demás se callaron un momento, y todos bajaron la mirada hacia

los olvidados desayunos. Phoebe se devanó los sesos tratando de encontrar algo que

decir que pudiera explicar lo que esta gente había presenciado, pero no eran estúpidos.

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Sabían que la habilidad de congelar de Piper y la habilidad de orbitar de Paige no eran

poderes wiccas normales. Las proezas que podían realizar las Embrujadas iban mucho

más allá de los trucos con muñecas de vudú que Paige había observado que Jasmine y

sus amigas hacían contra una chica la noche pasada.

—Mirad, chicos — dijo Paige finalmente. Phoebe contuvo la respiración, esperando

que su hermana pequeña no estuviese a punto de irse de la lengua. Quería mucho a

Paige, pero la chica tenía un pequeño problema con eso de hablar antes de pensar.

—Digamos que hemos perfeccionado nuestro poder un poco más, ¿vale? —dijo

Paige—. Estamos muy dedicadas a nuestro arte. Prácticamente es lo único que hacemos.

Todos parecieron asimilarlo, y por un momento Phoebe pensó que iban a aceptarlo sin

más. Un punto para Paige. Pero entonces todos hablaron a la vez.

— Pero congelar el tiempo no es exactamente poca...

— Lo siento, pero no me puedo creer que lo que vi fuese...

— No podéis meteros con la gente así... Phoebe estaba a punto de golpear la mesa con

la cabeza de pura desesperación, cuando de repente una fuerte voz masculina cortó la

conversación, y todos los que estaban en el comedor se quedaron en silencio. En

silencio absoluto.

— ¡Escuchadme todos! Hemos encontrado a Craig. Era Damon, el chico afroamericano

que había hecho el anuncio la mañana anterior. Pero hoy no tenía unos ojos tan salvajes.

Hoy tenía un aspecto absolutamente taciturno. Y nadie lo había oído entrar. Christian se

puso de pie en cuanto las palabras salieron de la boca de Damon.

— Está muerto, Christian —dijo Damon, mirándolo directamente a los ojos a través de

la sala—. Craig está muerto.

—No lo puedo creer — dijo Piper, mirando a su alrededor en el sótano en el que se

habían reunido ella y la mitad de los habitantes del camping—. Toda esta gente no

debería estar aquí.

—No podíamos detenerlos — dijo Paige—. Tienen derecho a saber qué pasa.

—Sí, pero están comprometiendo la escena del crimen —dijo Piper entre dientes.

—Alguien ha pasado demasiado tiempo con Daryl — bromeó Phoebe.

Todo el mundo merodeaba por delante de la puerta del almacén en el que habían

encontrado el cuerpo de Craig (todos los que no habían salido corriendo al conocer el

descubrimiento de un cadáver real). Marcia Fariña estaba histérica en el rincón opuesto,

y unas cuantas mujeres que al parecer asistían al encuentro cada año intentaban

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consolarla. Ryan Treetop se apoyó contra la pared junto a ella, cabizbajo, mirando en

dirección contraria a donde estaban Piper y sus hermanas.

Al parecer, Treetop se había acordado por la mañana de aquel antiguo almacén, situado

en el sótano de debajo de su oficina. Dijo que nadie había estado allí abajo desde hacía

años, una historia respaldada por el hecho que había casi un dedo de polvo y mugre

sobre todo cuanto contenía la habitación. No creía que nadie más supiera siquiera que

existía. Aquella mañana, Marcia y él habían ido a mirar, por si acaso, esperando y

asumiendo que no iban a encontrar nada. Minutos más tarde Treetop había llegado a la

entrada de la tienda de Damon, con un aspecto tan lúgubre como la misma muerte.

Piper levantó la mirada cuando Christian salió de la habitación. Tenía un aspecto frágil,

como si apenas pudiera sostenerse, y sus emotivos ojos se habían quedado sin vida.

Piper se agarró los codos. Fuese lo que fuese lo que había visto allí dentro lo había

dejado muy abatido. Pasó junto a sus hermanas y ella sin siquiera verlas.

— Christian —susurró Piper. Se volvió lentamente e intentó concentrarse en ella. Su

piel tenía un tono verdoso bajo la débil luz del sótano—. ¿Podemos inspeccionar el

cuerpo antes de que llegue la policía?

— Claro — dijo él, medio aturdido, levantando la mano hacia la puerta —. No sé si

queréis... —casi se desplomó en los brazos de dos de sus hermanos mientras se

marchaba, y ellas lo ayudaron a subir las desvencijadas escaleras. El corazón de Piper

estaba con él, pero no quería perder tiempo. Sus hermanas y ella dieron media vuelta y

se escabulleron hacia el interior del almacén.

—Oh, Dios mío —dijo Phoebe mientras Paige cerraba la puerta. Piper se cubrió la nariz

y la boca para contener las arcadas. El cuerpo de Craig, iluminado por una única

bombilla que se balanceaba por encima de sus cabezas, estaba vestido con unos

calzoncillos y una camiseta. Estaba apoyado contra la pared, sentado, pero tenía todos

los miembros flácidos, más de lo natural. La piel le colgaba de los huesos, y su cuerpo

no tenía absolutamente ningún color. Estaba completamente blanco, como si se hubiera

congelado. O se hubiese vuelto loco de miedo. O...

— Creo que algo le quitó toda la sangre — dijo Paige, poniéndose en cuclillas junto al

cuerpo sobre el suelo de cemento cubierto de mugre, pero teniendo cuidado de no tocar

a Craig—. ¿Un vampiro? —preguntó, levantando la mirada hacia sus hermanas.

—No lo creo — dijo Piper, agachándose frente a Paige. Señaló la herida de un horrible

pinchazo en el brazo de Craig, justo en la parte interior del codo.

Paige miró al brazo de su lado y encontró otra. — Eeeehh — dijo, frunciendo la nariz.

—Chicas, tiene dos más en las rodillas —añadió Phoebe, arrodillándose junto a Paige.

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—No fue un vampiro, entonces —dijo Piper, levantándose y sacudiéndose las manos

sucias una con otra—. Tradicionalmente chupan por el cuello. No sacan la sangre

sistemáticamente a través de las venas principales como si fueran médicos.

Phoebe empezó a levantarse, perdió el equilibrio, y tendió la mano para no caerse. En

lugar de apoyarse en el suelo, golpeó con la mano la pierna de Craig, y se quedó helada,

cerrando los ojos con fuerza. Primero, Piper pensó que simplemente le daba asco haber

tocado un cadáver, pero luego se dio cuenta de que su hermana estaba teniendo una

visión. Paige se levantó y dio un paso hacia Piper. Las dos observaron a Phoebe y

esperaron.

— ¡Ugh! — dijo Phoebe de repente, levantándose de un salto y apartándose del cuerpo.

Se limpió las manos en los muslos y miró a sus hermanas, temblando.

— ¿Qué has visto? —preguntó Piper, aunque casi le daba miedo saberlo.

— Le sacaron la sangre con una agujas largas — dijo Phoebe, tragando saliva—. No

hay duda de que fueron esa especie de chacales. Y vi que regresaban a alguna especie

de sala ritual, pero chicas... esto es realmente raro... juraría que estaban en un ascensor.

— ¿Se alojan en un hotel? —preguntó Paige.

— En el ático, creo — dijo Phoebe con escepticismo —. En el ascensor estaba

iluminado el botón A.

—Bueno, si yo dirigiera un hotel, allí es donde pondría a los demonios chupasangre. En

el ático — dijo Piper lacónicamente.

—Sé que suena raro, ¿pero cuándo fue la última vez que mis visiones se equivocaron?

—dijo Phoebe.

—Digamos que nunca —respondió Paige—. Tenemos que hablar con Leo. Volvamos a

la tienda y llamémosle. Las hermanas salieron del almacén y se encontraron con que la

mayoría de los otros wiccas ya se habían marchado. Mientras subían por las escaleras la

policía bajaba, preguntando si alguien había tocado el cuerpo o había comprometido la

escena. Piper, Paige y Phoebe se escabulleron rápidamente y se apresuraron a regresar a

su tienda. En cuanto llegaron, las tres gritaron a la vez: -¡Leo! Leo, apareció al

momento, con Cole a su lado. —Ahora mismo veníamos a veros — dijo Leo—. Según

creo, puede que Cole haya encontrado a vuestros demonios en el Libro de las sombras.

Phoebe corrió hacia Cole, lo abrazó, y cerró los ojos con felicidad. Llevaba un traje azul

oscuro con una camisa azul más clara y una corbata debajo, como si acabara de llegar

de una entrevista, y parecía algo agotado. Sin embargo, su expresión se alegró

considerablemente al encontrarse a Phoebe en sus brazos.

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— No te esperaba — le dijo ella con una sincera sonrisa.

— Quería ver cómo estabas — dijo, besándole la frente. Le sujetó la mano con ambas

manos y le echó la cabeza hacia atrás para que lo mirara—. ¿Todo bien?

—No exactamente — respondió Phoebe con un suspiro —. Acabamos de descubrir que

nuestros demonios son del tipo chupasangre.

—Pero no son vampiros —añadió Paige —. Phoebe ha tenido una visión, y usaban

agujas.

— Y han pasado de secuestrar a matar — dijo Piper, sujetándose la frente con la mano

— Aunque supongo que eso significa que todas la otras víctimas probablemente están

muertas...Piper sintió que se le revolvía el estómago al pensar en Tessa y en Taryn, y

por lo que debían estar pasando ahora que se había encontrado muerta a una de las

víctimas. Quería llorar por ellas, pero no podía. No tenía tiempo. Tenía que encontrar a

los demonios que habían hecho aquello y hacérselo pagar.

—Todavía no puedes darlo por hecho — le dijo Leo, colocándole con suavidad el largo

pelo detrás del hombro.

— Bueno, ¿qué descubristeis? —preguntó Phoebe, claramente preparada para ponerse a

trabajar, igual que Piper.

—Lo de chupar la sangre encaja en nuestra teoría, así que creo que tenemos a vuestros

hombres, por llamarlos de algún modo — dijo Leo—. Paige, quizá tendrías que hacer

orbitar el libro aquí, solo un par de minutos, para que podáis leer lo que encontramos.

Paige miró a sus hermanas dudando. Había aprendido en sus primeros días de

Embrujada que el Libro de las sombras no tenía que abandonar la casa. Pero Piper

asintió con la cabeza en señal de aprobación.

—No pasa nada — dijo —. Lo necesitamos ahora mismo. Cerrando los ojos, Paige

tendió las manos, se concentró un momento, y dijo: — Libro de las sombras.

Una luz blanca deslumbrante se arremolinó en sus manos, y el enorme tomo familiar

apareció, abierto por la página en cuestión. Piper, Phoebe, Cole y Leo se reunieron

alrededor de Paige, leyendo por encima de sus hombros. Piper reconoció al instante el

dibujo. Tenía un enorme parecido con la criatura con cara de chacal del vídeo que

Phoebe y ella habían visto la noche anterior. Un escalofrío de miedo le recorrió la

espalda, echó los hombros hacia atrás, haciéndolo desaparecer. Fuese lo que fuese, sus

hermanas y ella se enfrentarían a eso y lo vencerían.

— «Anubi» — leyó Piper en la parte superior de la página. Tomó el enorme libro de las

manos de Paige, y el lomo crujió mientras se sentaba en su cama. Leo se sentó junto a

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ella, y Paige gateó sobre el colchón hasta colocarse detrás de ellos, mientras Phoebe y

Cole esperaban en el centro de la habitación.

— «Los primeros antecedentes de los anubi se originaron en el antiguo Egipto en el

delta del Nilo» — leyó Piper en voz alta—. «Eran semidioses, seguidores del dios

Anubis, que decidía el destino del alma después de la muerte. Después de traicionar a

Anubis, los anubi fueron expulsados para vivir una vida mortal y morir una muerte

mortal».Piper hizo una pausa y miró a Cole.

— ¿Entonces, si se convirtieron en mortales hace miles de años, por qué se estaban

paseando por Las Vegas del siglo XXI hace un par de noches? ¿No tendrían que ser

montones de polvo a estas horas?

—Sigue leyendo —le ordenó Cole, tirando del nudo de su corbata. Se liberó de ella y la

tiró sobre la cama de Phoebe, luego se desabrochó el primer botón.

Piper respiró profundamente y volvió a mirar el libro.

— «Décadas después de su destierro, cuando los anubi empezaron a debilitarse, fueron

a ver a una bruja para pedirle un hechizo que los volviera a convertir en semidioses

antes de su muerte inminente. Como la bruja no pudo ayudarlos, la mataron

y se bebieron su sangre. Fue así como descubrieron que ganaban fuerza con la sangre de

las brujas. Que podían, de hecho, vivir para siempre con su sangre.»

—Vale, esto empieza a tener más sentido — dijo Paige, reclinándose—. Un sentido

asqueroso, pero un sentido. Piper leyó por encima el resto de la página.

— Dice que roban la sangre y la guardan en botes para almacenarla y usarla más tarde.

Solo necesitan beber un poco cada vez, pero al parecer son demonios previsores.

— ¿Existe algún hechizo para derrotarlos? — preguntó Phoebe, caminando por la

habitación—. Solo dime que hay un hechizo para derrotarlos para que podamos

aniquilar a estas cosas. Piper dio la vuelta a la página.

— ¡Bingo, niña! — dijo, dando un golpe al libro con el dorso de la mano — Dice que

pueden derrotarse con un sencillo hechizo del Poder de Tres.

— ¡ Ah! Eso es lo que me gusta oír — dijo Phoebe con una sonrisa—. Ahora lo único

que tenemos que hacer es descubrir en qué hotel se alojan y encontrar a esos chupones.

—Frunció la cara disculpándose —. Mm, no quería hacer ninguna broma. Lo siento.

— Espera un momento, ¿se alojan en un hotel? — preguntó Cole.

—Según mi visión, sí —respondió Phoebe. Piper cerró el libro y se lo entregó a Leo.

—Vale, eres un demonio egipcio realmente antiguo, vienes a Las Vegas...

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Embrujadas. **Algo Mágico**

—Que seguramente les encanta, teniendo en cuenta el clima de esta zona — dijo

Phoebe, recogiéndose el pelo del cuello y abanicándose con la mano.

—Para ellos es como estar en casa —asintió Cole, quitándose la chaqueta con un

movimiento de hombros, como si quisiera remarcarlo.

—Así pues, han venido aquí para jugar un poco, hacer un poco de comedia, y derramar

un poco de sangre —continuó Paige—. ¿Dónde se instalan?

— ¡Oh, Dios mío, chicas! ¡Lo tengo! —exclamó Phoebe—. ¿No hay un casino con

forma de pirámide? Ya sabéis. ¡¿Ese con el enorme rayo de luz que sale por la punta?!

— ¡El Luxor! — dijo Paige, y los ojos se le encendieron mientras se levantaba de la

cama. Cogió su mapa turístico de la avenida Strip del bolsillo lateral de su bolso, y lo

tendió sobre la mesa—. Está aquí al final — dijo, señalando el hotel—. Ya sabéis, los

anubi probablemente sacan parte de su fuerza de todo eso del poder de las pirámides. Y

apuesto lo que sea a que pueden pasearse por el vestíbulo sin llamar demasiado la

atención. Posiblemente la gente cree que son parte de la ambientación. ¿Por qué no

pensamos en eso antes?

—Bueno, lo hemos pensado ahora — dijo Piper, cogiendo el mapa. Ya le estaba

subiendo la adrenalina, y no podía esperar para encontrar a aquellas criaturas y terminar

con todo aquel calvario —. Venga. Vamos a derrotar a unos cuantos demonios. El

sirviente entró en la habitación de su amo, con una túnica negra que crujía al caminar.

Las paredes estaban repletas de velas negras, que parpadearon y bailaron cuando pasó

por delante. El Grande estaba arrodillado delante de un altar manchado de sangre, con

los ojos cerrados, y las palmas hacia arriba en un gesto de súplica. El sirviente se quedó

de pie detrás de su amo en un silencio paciente, como le habían enseñado a hacer.

— ¿Vienes a perturbar mi meditación con malas noticias? —preguntó el Grande, con el

cuerpo rígido.

— Nunca, Excelencia —respondió el sirviente con una reverencia—. Solo a traeros

noticias de júbilo. El Grande bajó las manos, se puso de pie lentamente y se apartó la

capucha de la cara mientras se daba la vuelta. Tenía unos ojos llenos de auténtica

maldad en estado puro. Ladeó la cabeza, intrigado.

—Habla —le ordenó.

—Está confirmado, oh, Grande. —El sirviente hizo otra reverencia, juntando las

manos—. Existen. Y están aquí.

—Las Embrujadas —dijo en voz baja. Otra reverencia. El sirviente prosiguió.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

—Su poder es todavía mayor de lo que imaginábamos, Excelencia. Si podemos

capturarlas, nuestro círculo estará completo. Nuestra ascensión al poder será definitiva.

Su sangre es pura y fuerte. Es lo único que necesitamos para terminar esto. Para

convertirnos en lo que teníamos que ser.

—Has pronunciado la palabra sí. ¿Tienes alguna razón para creer que no venceremos a

estas... muchachas? — preguntó el Grande con una sonrisa sarcástica.

— No, Excelencia — contestó el sirviente rápidamente, notando que no podía dar otra

respuesta sin provocar una reacción violenta—. Sí, son poderosas, pero en este

momento están distraídas. Son demasiado confiadas, demasiado... inocentes.

—Entonces, nos será fácil atraparlas —dijo el Grande, mientras volvía a ponerse la

capucha. Se dio la vuelta y se arrodilló ante el altar otra vez, levantando las manos y la

cabeza hacia el cielo—. Será tan sencillo como contar uno... dos... tres...

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Embrujadas. **Algo Mágico**

iper iba delante cuando salieron de la tienda y se dirigieron al aparcamiento situado

cerca de la parte delantera del camping. En lo único en lo que podía pensar era en

llegar al Luxor y en lo que iban a hacer una vez estuvieran allí. No podían ir a

recepción y preguntar si se alojaba allí un puñado de demonios. Si los anubi estaban

escondidos en alguna parte del hotel, la gente que trabajaba allí probablemente no lo

supiera. De no ser así, probablemente a estas horas ya se habrían puesto en contacto con

el National Enquirer.

— ¡Piper! —la llamó Leo, mientras corría para alcanzarla—. ¿A dónde vamos—

preguntó. Ya había hecho orbitar el Libro de las sombras de vuelta a casa pero había

decidido regresar y ayudarlas por si se metían en problemas en el Luxor. Llegó hasta su

lado y la agarró por la parte superior del brazo, forzándola a detenerse. Piper se volvió,

exhausta por la carrera que se había dado con aquel calor. Su pelo voló mientras giraba,

provocando una ligera brisa placentera que la refrescó durante unos dos segundos.

— Voy al coche, Leo, ¿adónde crees que voy? — dijo.

— ¿Por qué no orbitamos simplemente hasta allí? Quiero decir, no tenemos tiempo que

perder —sugirió Leo, mirando alrededor para asegurarse de que no había nadie que

pudiera oír lo que decía, justo cuando Paige llegaba para unirse a ellos. Phoebe y Cole

cerraban la marcha, y Phoebe estaba ya tomando notas en su libreta.

—Sí, Piper — dijo Paige—. También podríamos usar lo que tenemos.

— Chicos, no sabemos en qué parte del hotel están los anubi, ni si están allí — dijo

Piper pacientemente —. No podemos hacer que nos orbitéis hasta la habitación de algún

turista o en medio del casino. Además, Phoebe necesita tiempo para preparar el hechizo.

Puede hacerlo en el coche.

— Oh —dijo Leo, mirando avergonzado a Paige—. Buena razón.

— Para algo es la mayor —dijo Paige con un pequeño deje de sarcasmo.

— Vamos — dijo Piper, revolviendo su bolso en busca de las llaves del descapotable.

En aquel momento, el aparcamiento antes repleto estaba casi vacío. Era deprimente ver

el lugar tan desierto. Por mucho que Piper se hubiera burlado de la gente que había

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Embrujadas. **Algo Mágico**

estado allí, la atmósfera de fiesta de celebración del amor le había gustado bastante.

Ahora los wiccas habían huido en tropel. Piper solo esperaba que dentro de poco

ninguno de ellos tuviese que temer nada más.

Abrió el coche y tiró su bolso en el suelo. Phoebe, Cole y Paige subieron al asiento

trasero, y Leo estaba abriendo la puerta del lado del acompañante cuando Piper oyó

unos pasos que crujían sobre la tierra y la gravilla. Se volvió y vio a Christian y Jasmine

que corrían hacia ellos, jadeando.

—Genial — dijo Piper entre dientes —. Justo lo que necesitamos.

— ¿Adonde vais, chicas? — preguntó Jasmine, con una mano sobre el estómago

mientras recuperaba despacio el aliento. Llevaba una camiseta negra, una falda negra,

medias negras, y unas botas negras enormes. Piper no tenía ni idea de cómo era capaz

de soportar el calor con esa indumentaria, pero al parecer era una chica esas para las que

el estilo estaba antes que la comodidad.

— ¿Vais a una misión o algo así? —añadió Jasmine, demasiado interesada para el gusto

de Piper—. ¿Vais a volver a usar vuestros poderes? Piper miró a sus hermanas, y ellas

le devolvieron la mirada inexpresivamente, lo mismo que Cole. Leo se aclaró la

garganta y apartó la mirada, como si repentinamente sintiese gran interés por la ausencia

de puntos de referencia del horizonte del desierto. Al parecer, ahora le tocaba a Piper

inventarse una tapadera. Tendría que comprobar los turnos.

—En realidad, solo vamos a... ¡ver a los tigres! — dijo Piper animadamente—. ¡Así

que, hasta luego!

— ¿Los tigres? — preguntó Christian escéptico, con las manos en las caderas. Parecía

haber reunido fuerzas desde la última vez que lo vio. Piper casi prefería al Christian

aturdido y sin preguntas—. ¿Primero queréis ver el cuerpo de Craig, y ahora vais a ver a

los tigres? Piper se dejó caer detrás del volante, se volvió, y lanzó una mirada suplicante

a Paige.

—Sí, ya sabéis, ¡en el Miraje! —dijo Paige—. Los animales salvajes me calman mucho

los nervios. Os diríamos que vinierais con nosotros, pero no queda sitio en el coche.

—Parpadeó inocentemente, y Piper esperó que hubiera suerte.

—Mirad, chicas, si tenéis alguna pista sobre quién mató a Craig, quiero ir con vosotras

— dijo Christian, inclinándose sobre la parte trasera del coche—. No podéis dejarme

fuera sin más.

— Christian... —empezó a decir Piper. Pero antes de que pudiera siquiera formular una

frase, Jasmine se puso junto a Leo y le puso la mano en el brazo, mirándolo

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atentamente. Leo le lanzó una mirada casi asustada mientras Jasmine le apretaba los

bíceps.

— ¿De dónde has salido? —preguntó Jasmine, levantando las cejas mientras sacudía

sus rizos con coquetería—. ¿También tienes poderes especiales? — Está bien, ya basta

— dijo Piper—. Leo, siéntate. Se sentó rápidamente en el asiento del acompañante y

cerró la puerta. Entonces, antes de que Christian y Jasmine pudieran siquiera respirar,

los congeló allí mismo.

—No tenías que hacerlo, Piper —la amonestó Paige.

—Oh, sí que tenía que hacerlo —dijo Piper. Puso en marcha el coche y arrancó. Justo

antes de llegar al camino de entrada, movió la mano en dirección a Jasmine y Christian,

descongelándolos para que nadie los encontrara inmóviles en medio de un movimiento.

— ¡Eh! —gritó Jasmine segundos más tarde, una vez recuperada —. ¡No nos puedes

hacer eso! ¡Vuelve aquí!, Piper intentó no reírse. Eso es lo que consigues por meterte

con mi hombre. Y, por supuesto, por estorbar el trabajo de las Embrujadas.

Cuando Piper entró en el Luxor, quedó impresionada con una sensación de maravilla

sobrecogedora. ¡El lugar era enorme! Esperaba que Phoebe tuviera razón sobre que los

anubi estaban en el ático, porque si se estaban escondiendo en alguna otra parte de este

edificio monstruoso, iban a tardar una eternidad en encontrarlos. Y Piper no tenía una

eternidad. Algunas de las víctimas de los secuestros podían estar vivas todavía, pero

cuanto más tiempo tardaran sus hermanas y ella en encontrarlos, menos posibilidades

tendrían los wiccas desaparecidos.

—¿Dónde demonios están los ascensores? — dijo Phoebe, de pie junto a Piper,

observando los alrededores con los ojos muy abiertos. Había gente en todas partes, de

pie en recepción, entreteniéndose en el vestíbulo, cruzando en dirección al casino, que

estaba a pocos pasos de donde se encontraba Piper. Los habituales ruidos de un casino

(campanillas que sonaban, hombres aplaudiendo, el cambio que caía en las bandejas)

llenaban el aire. El propio decorado del hotel contribuía al ajetreo. Mirara donde mirara,

Piper encontraba otra esfinge o una estatua dorada, y se podría haber vuelto bizca con

los dibujos laberínticos de las alfombras y el papel de la pared.

— ¡Chicos! ¡Allí! —dijo Paige, señalando un minúsculo letrero dorado con una flecha

que señalaba hacia los ascensores—. Deben de estar al otro lado del vestíbulo.

— Vale. Vayamos — dijo Piper. Mientras se dirigían hacia los ascensores hubiese

jurado que oía que alguien decía su nombre. Decidió que debía de ser un error. Con

todos los ruidos que había en este lugar, probablemente su cabeza estuviera jugándole

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malas pasadas. Entonces, sin embargo, notó una mano en la espalda y se dio la vuelta.

El corazón le dio un vuelco al instante. Taryn y Tessa estaban allí delante de ella.

— Eh — dijo Tessa, cogiendo aire—. Perdona si te he asustado. El pelo corto de Tessa

estaba peinado hacia atrás con una cinta, y tanto ella como Taryn iban vestidas de negro

de pies a cabeza. Parecían ladronas o supermodelos, con sus cortes de pelo modernos,

rubias y con su ropa elegante. Por supuesto, Piper se dio cuenta de que seguramente su

intención no era ir elegantes. Probablemente vestían de negro como señal de luto, ahora

que sabían que su hermana seguramente se hubiese ido para siempre.

— ¿Qué hacéis aquí, chicas? —les preguntó Piper, colocándose el pelo detrás de la

oreja.

—Bueno, os seguimos — dijo Tessa, disculpándose con una sonrisa—. Sabemos que

Christian os dejó ver el cuerpo, y nos imaginamos que quizá habíais descubierto algo

sobre, bueno, lo que le pudo pasar a Tina. A Piper se le encogió el corazón

dolorosamente, y miró a sus hermanas. ¿Cómo se suponía que tenía que darle a aquellas

chicas la noticia de que su hermana seguramente había muerto de manera dolorosa y

atroz, que un puñado de demonios la había dejado seca? ¿Acaso eso era

algo que pudieran asimilar sus cerebros, la existencia de demonios reales?

— Mira, Piper — dijo Taryn. Piper centró bruscamente la atención en el sorprendente

sonido de la voz de Taryn—. Nos damos cuenta de que Tina probablemente esté muerta,

y tenemos que hacernos a la idea. Pero si estáis siguiendo a su asesino, queremos ir.

Quiero ver a la persona que le hizo eso. Que nos hizo eso. La expresión de sus ojos

azules de acero era tan decidida que Piper ni siquiera pudo plantearse la posibilidad de

decirles que no. Miró a sus hermanas y supo que pensaban lo mismo que ella. Era hora

de contarles a Tessa y a Taryn algunos pequeños secretos. Pero revelar esos secretos iba

a llevarles mucho tiempo.

— De acuerdo, pero os tengo que advertir, puede que en realidad no nos enfrentemos a

una persona — dijo Piper con calma, conduciendo al grupo hacia la pared más cercana.

— ¿Cómo? —preguntó Tessa, levantando las cejas.

— Es difícil de explicar, pero básicamente, existen los demonios, y creemos que

algunos de ellos son los responsables de los secuestros —dijo Phoebe —. Y de la

muerte de Craig.

— Los demonios son reales —repitió Taryn rotundamente. Piper contuvo la respiración

mientras Taryn y Tessa se miraban con escepticismo. Entonces Taryn miró a Piper

directamente a los ojos, con expresión decidida y la mandíbula segura—. Está bien,

entonces. Vamos a encontrar a estos demonios. Piper casi sonrió, impresionada por la

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Embrujadas. **Algo Mágico**

facilidad con la que habían aceptado la breve explicación de Phoebe. Eso requería cierto

grado de amplitud de miras con el que casi nunca se encontraban. Pero al mismo tiempo

su mente protestaba insistentemente. No podían conducir a estas inocentes a una batalla.

No podían poner en peligro a más gente solo porque quisieran ir. Pero tampoco podía

ignorar su súplica. Sabía que si algo se hubiese llevado a Paige o a Phoebe, querría

enfrentarse a ello en persona. Sabía que nada podría evitar que lo hiciera.

—Está bien —les dijo Piper al fin, volviéndose y dirigiéndose hacia los ascensores

dorados—. Pero tenéis que quedaros atrás una vez hayamos encontrado a esas criaturas.

No sabemos qué va a pasar.

—De acuerdo —dijo Tessa, conformándose—.Ningún problema. Piper apretó el botón

de subida del ascensor y dio un paso atrás par a esperar, evitando la mirada tanto de Leo

como de Cole. Sabía que no aprobaban que permitiera que Tessa y Taryn los

acompañaran, pero ya era demasiado tarde.

—No creo que sea tan buena idea —dijo Cole con calma, acercándose a Piper delante

de las puertas de los ascensores—. ¿Cómo os vais a concentrar en derrotar a estas cosas

mientras tenéis que proteger a estas dos?

—Cole, para ellas es importante — dijo Piper en voz baja. Levantó la mirada hacia

Leo—. Si las cosas se ponen mal allí arriba, quiero que las cojas y las hagas orbitar

fuera de allí, ¿de acuerdo?

—Vale —dijo Leo a regañadientes. Sonó el timbre estridente del ascensor y las puertas

se abrieron. Piper y los otros entraron, Phoebe apretando con la mano su hechizo para

derrotarlos.

—Bueno —dijo Piper, apretando el botón del ático—. Allá vamos.

—Tiene que ser aquí —dijo Phoebe cuando salió del ascensor en el piso superior. Solo

había dos puertas en el corto pasillo, una a la izquierda marcada como Al y otra en la

derecha marcada A2—. Está todo demasiado tranquilo aquí arriba. Y hace demasiado

calor. Piper se tragó la ansiedad mientras avanzaba por el pasillo detrás de su hermana.

Las lámparas colocadas a lo largo de las paredes tenían la luz atenuada y habían

apagado el aire acondicionado de la planta, haciendo que el aire fuese casi insoportable.

Piper se obligó respirar más superficialmente mientras se movían lentamente por la

alfombra de felpa.

— Espera un segundo —susurró Paige, deteniéndose—. ¿Chicos, oís eso?

Todos se quedaron inmóviles, y Piper pegó el oído a la puerta de su izquierda. Tardó

algunos segundos, pero entonces lo oyó. Un grave murmullo ritual. La profundidad de

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las voces le causó escalofríos hasta en la punta de los dedos de los pies. Era como si las

voces le retumbaran en el corazón y los pulmones.

— Tiene que ser aquí —susurró, notando la misma subida repentina de adrenalina que

experimentaba cuando sus hermanas y ella estaban a punto de entrar en batalla. Miró a

Tessa y a Taryn, que estaban blancas como fantasmas —. Quedaos detrás de nosotras,

¿entendido? Ambas asintieron con la cabeza. Piper no era capaz de decir si todavía

respiraban. Se habían quedado claramente petrificadas, y por enésima vez en los últimos

dos minutos reconsideró su decisión de permitir que las acompañaran. Pero ya no había

vuelta atrás.

—Vale, cuando cuente hasta tres —dijo Piper, con la mano en el pomo de la puerta—.

Uno... dos... ¡tres! Abrió la puerta de repente, con la intención de congelar la habitación

para tener un momento para valorar la situación, pero en cuanto vio a los anubi, se

quedó helada de terror. Había tres, igual que en el vídeo, pero cada uno medía por lo

menos tres metros. Se erguían amenazadores por encima de ella, llenando prácticamente

la habitación. En el suelo habían pintado una pirámide dentro de un círculo, y los anubi

estaban de pie alrededor del símbolo. Habían apartado todos los muebles hacia las

paredes, y habían quitado los cuadros y los habían reemplazado por máscaras de dioses

egipcios. En cuanto Piper abrió la puerta, las tres enormes caras monstruosas de chacal

se volvieron para mirar a los intrusos, enfurecidas.

— ¿Quién se atreve a entrar aquí? — gruñó uno de los anubi con una voz retumbante y

sobrenatural. Sus ojos rojos brillaban, y tendió el brazo como un arma. Piper se preparó

para una explosión, pero antes de que el monstruo pudiera desatar sus poderes, Phoebe

se lanzó hacia el aire, quedándose suspendida un momento antes de dar una poderosa

patada en el hocico del anubi. La cabeza del demonio se movió hacia un lado, pero por

lo demás, apenas se movió.

Phoebe puso los pies en el suelo de nuevo, y se sujetó el pie con dolor.

— ¡Phoebe! —grito Cole, corriendo hacia su lado.

—Vale, tienen la cara dura —dijo Phoebe, mirando a sus hermanas desde el otro lado de

la habitación-. Caras realmente duras.

— ¡Así que eso es lo que puedes hacer! — exclamó Tessa maravillada, como si por un

momento hubiese olvidado que todos se encontraban en grave peligro—. Puedes volar.

—No exactamente, pero ahora mismo tenemos cosas más importantes en que pensar—

dijo Paige mientras los anubi empezaban a avanzar hacia ellas—. ¡Phoebe! ¡El hechizo!

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Cole ayudó a Phoebe a levantarse, y esta se dirigió hacia Piper y Paige, pero de repente

uno de los anubi le dio un revés en la cara que la lanzó hacia un rincón. Se desplomó

sobre el suelo, sin fuerzas, y una de las máscaras de oro que decoraban las paredes se le

cayó encima. Cole soltó un gruñido gutural y le dio un puñetazo al anubi, pero también

lo rechazó. El primer instinto de Piper fue correr hacia Phoebe y Cole, pero el anubi le

bloqueó el paso. De reojo, vio que Leo empujaba a Taryn y Tessa hacia el rincón

contrario y se ponía delante de ellas, protegiéndolas de lo que pudiera pasar. Mientras

tanto, Cole gateó hasta Phoebe e intentó despertarla.

De repente, uno de los anubi se volvió hacia Paige y levantó la palma. Apareció una

bola de energía naranja brillante suspendida en el aire delante de su mano. La criatura la

lanzó en dirección a Paige, y la esfera voló hacia su cabeza. Paige chilló y al instante se

envolvió en su luz blanca. La bola de energía atravesó limpiamente el espacio que había

ocupado y explotó contra la pared, haciendo añicos un espejo y dejando un agujero en el

papel pintado quemado. Piper oyó chillar a Tessa y vio que Taryn, Leo y ella habían

sido alcanzados por los cristales que habían salido despedidos. Tenían pequeños cortes

y arañazos en la cara y las manos.

— Leo — dijo Piper—. Esto se ha puesto demasiado peligroso.

—Entendido —respondió. Orbitó a las hermanas fuera de la habitación, a pesar de que

Taryn y Tessa protestaban porque querían quedarse. Piper admiró su determinación. En

aquel momento, ella habría sido la primera en salir de allí si pudiera. Por lo menos,

ahora Tessa y Taryn estaban a salvo. Leo les curaría los cortes y las mantendría fuera de

peligro. De repente, Paige reapareció en el otro lado de la habitación, y los anubi se

abalanzaron sobre ella, con los ojos ardiendo poderosamente en las caras malvadas.

— ¡Bruja! — exclamaron a la vez, con voces que retumbaron en la habitación.

—Perfecto, ahora parecen nerviosos —dijo Paige, aterrada. Uno de los anubi se sacó

una aguja larga y afilada de debajo de la ropa y avanzó hacia Paige. Otro extrajo un bote

de oro reluciente. A Piper se le encogió el corazón al comprender las intenciones que

tenían. Paige gimió y retrocedió hacia la pared justo cuando Phoebe abrió los ojos,

volviendo en sí lentamente en brazos de Cole.

— ¡Piper! — gritó Phoebe—. ¡Haz algo! Piper hizo lo único que podía hacer. Lanzó las

manos en dirección del anubi amenazador, y al instante explotó y desapareció en un

destello de luz ardiente. Paige gritó y se cubrió la cara para protegerse del calor y la

intensa luz de la explosión. Pero desapareció en un instante, dejando únicamente un olor

de chamuscado en el aire. Durante un momento no se movió nadie en la habitación.

Entonces, los otros dos anubi miraron a Piper, evidentemente aturdidos.

—Pagarás por eso, bruja —dijo uno de ellos.

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—No lo creo —respondió Piper, excitada—. Parece que al final no vamos a necesitar el

hechizo para derrotarlos —. Volvió a tender las manos y destruyó al segundo anubi,

causando que el tercero soltara un alarido atroz de volumen increíble. Piper estaba a

punto de destruir al tercer demonio, cuando Phoebe se levantó del suelo y agarró del

brazo a Piper.

— No. A este lo necesitamos para interrogarlo — dijo Phoebe. La puerta de detrás de

Piper se abrió de golpe, y Leo, Tessa y Taryn entraron, mirando como locos la

habitación.

— ¿Qué fue eso? — preguntó Leo.

—Fue el sonido de un demonio que se dio cuenta de que estaba completamente solo en

el mundo —respondió Piper.

— Reza, bruja —le dijo el tercer anubi a Piper. —A estos chicos les encantan estas

frases hechas — dijo Paige en voz baja. El anubi echó el brazo hacia atrás, y en su mano

apareció una bola de energía. Paige gritó:

— ¡Bola de energía! —y de repente la esfera abrasadora estaba en su mano. El anubi

volvió a chillar, mirando a su alrededor sin entender, y Phoebe aprovechó el momento

de sorpresa para dar una fuerte patada en la tripa del anubi. Hizo una mueca de dolor

cuando aterrizó, pero el anubi se dobló. Entonces Piper observó sorprendida cuando

Phoebe se precipitó contra la criatura con todas sus fuerzas y lo inmovilizó contra el

suelo.

—Buen placaje —dijo Piper.

—Fue lo único que se me ocurrió —respondió Phoebe, luchando por mantener inmóvil

a la cosa—. ¿Chicos? —dijo, mirando a Cole y a Leo para pedirles ayuda. Ambos se

apresuraron y entre los tres consiguieron sujetar al anubi contra el suelo. Pataleaba y se

retorcía, pero Paige se puso encima y sujetó su propia bola de fuego sobre su cara,

amenazándolo. —Oh, no. No te vas a ninguna parte —le dijo Paige—. No hasta que nos

digas qué habéis hecho con todas las brujas que os habéis llevado.

El anubi soltó una risa amenazadora y grave, y un escalofrío recorrió la espalda de

Piper.

—Están todas muertas — les dijo —. Pero todavía tenemos su sangre, si os interesa.

Piper contuvo la respiración mientras el anubi volvía su enorme cabeza hacia una fila de

más de veinte botes que estaban sobre el alféizar. Si cada uno guardaba la sangre de una

bruja diferente, entonces había incluso más víctimas de las que creían. De repente, Piper

sintió que todo su cuerpo se paralizaba. Se volvió y miró a Tessa y a Taryn, que estaban

acurrucadas junto a la puerta. —Eso significa que Tina está... Tina en realidad está... —

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Taryn dio un paso alejándose de su hermana y se desmayó, su cuerpo cayó sin fuerzas

sobre el suelo. Tessa se derrumbó junto a ella, apoyando la cara sobre el brazo de su

hermana, y empezó a sollozar.

Con el corazón retorciéndosele de dolor, Piper se volvió lentamente hacia el anubi,

levantó las manos, y justo cuando Phoebe, Cole y Leo se habían puesto fuera de peligro,

lo hizo estallar en pedazos.

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ientras Piper pasaba junto a los coches de policía aparcados al borde del camino

del camping se fijó en que los dos policías hablaban frenéticamente por sus

radios.

—Ahora les están dando la noticia — dijo Piper, apoyando el codo en la parte superior

de la puerta y la cabeza en la mano.

—Por lo menos esto se ha terminado — respondió Paige. Piper suspiró con tristeza

mientras conducía el coche hasta el aparcamiento. Leo ya se había orbitado a sí mismo y

a Cole de vuelta a casa para echar un vistazo antes de dar las noticias de la derrota a los

Mayores. Mientras Piper aparcaba y se levantaba de su asiento se sorprendió a sí misma

deseando que Leo no se hubiera marchado tan rápidamente. Ahora mismo le iría muy

bien un buen abrazo reconfortante.

Phoebe y Paige bajaron del coche, pero Tessa y Taryn no hicieron ninguna serial de

moverse. Tessa abrazaba la pequeña figura de Taryn, y ambas tenían los ojos cerrados.

Piper compartió una mirada de compasión con sus hermanas. No le costaba nada

imaginarse el dolor que Tessa y Taryn sentían en ese momento.

— Chicas... ya hemos llegado —dijo con calma—. Os podéis quedar aquí si queréis...

—No, está bien — dijo Tessa, incorporándose y sorbiéndose las lágrimas—. Algún día

tendremos que salir de vuestro coche. Se levantó del asiento y bajó del coche

temblorosa, luego se volvió para ayudar a salir a su hermana. Taryn se movían como si

tuviera el cuerpo hecho de arena. Cada movimiento parecía requerir un gran esfuerzo, y

sus miembros colgaban como un peso muerto. Piper se preguntaba si la pobre chica

volvería a ser ella misma algún día.

—Oh. Este lugar está desierto—dijo Tessa, entornando ligeramente sus ojos enrojecidos

e hinchados mientras miraba alrededor. Ahora solo quedaba un puñado de coches en el

aparcamiento, y el cielo se empezaba a nublar. El viento soplaba más fuerte, pero ya

había perdido la sensación de densidad y calor. Incluso hacía un poco de fresco.

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—Bueno, también podemos ir a ver quién queda y contarles las buenas noticias —dijo

Paige. Luego miró a Tessa y a Taryn, y un rubor de vergüenza le oscureció la cara—.

Quiero decir que no habrá más secuestros —añadió rápidamente—. No que...

—Sabemos lo que querías decir, Paige — le dijo Tessa, rodeando con un brazo los

hombros de Taryn—. No pasa nada. Paige sonrió disculpándose, y Piper rodeó con los

brazos la espalda de su hermana.

—En realidad, creo que será mejor que dejemos que se lo diga la policía — dijo Piper,

frotando la espalda de Paige—. Si lo hacemos nosotras, nos van a hacer demasiadas

preguntas.

— Tienes razón — dijo Paige.

— Hablando de eso —empezó a decir lentamente Phoebe, mirando a Tessa y a Taryn—

chicas, sería mejor si no contarais a nadie lo que habéis visto hoy. Nunca.

—Vuestro secreto está a salvo con nosotras — dijo Tessa mientras Taryn apoyaba la

cabeza en el hombro de su hermana —. Si no fuese por vosotras, chicas, quizá nunca

habríamos descubierto lo que ocurrió con Tina. Ahora que lo sabemos, quizá podamos

empezar a mirar adelante. Piper tendió la mano y le apretó la mano a Tessa, y el

pequeño grupo caminó hacia el comedor. Desde que se había encontrado a Craig esa

mañana, el edificio se había convertido en la Central de Crisis. Los aquelarres se habían

reunido allí buscando una mezcla de protección y apoyo, no querían estar solos en sus

tiendas. Cuando Phoebe abrió la puerta, unas treinta caras se volvieron para mirarla,

sorprendidas. El aquelarre de Jasmine estaba sentado en la mesa más cercana,

jugueteando con cartas de tarot; el aquelarre de Christian estaba sentado unas mesas

más abajo; y las mujeres que habían llevado los vestidos blancos para la presentación

también estaban allí. Marcia Fariña estaba sentada con ellas, sorbiendo algo de una taza

humeante y con un aspecto bastante pálido. Piper los condujo a todos hasta la mesa más

cercana y se sentó. Phoebe y Paige se sentaron en las dos sillas que había junto a ella, y

Tessa y Taryn se dejaron caer en las sillas de enfrente. Ninguna de ellas se sorprendió

cuando Christian y Jasmine fueron directamente hacia su mesa atravesando la sala. Pero

cuando todavía estaban a medio camino, la puerta se abrió de nuevo.

Un agente de policía joven y delgado entró y se aclaró la garganta, vacilante. Todos los

que estaban presentes en la sala dejaron lo que estaban haciendo y se volvieron para

mirarlo. El ambiente se llenó con una mezcla de miedo y esperanza.

— Bueno, parece que hemos encontrado a los secuestradores — dijo, moviendo

rápidamente los ojos por la habitación sin detenerlos en ninguna persona más de medio

segundo—. Recibimos una pista anónima, y cuando los investigadores fueron al lugar

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Embrujadas. **Algo Mágico**

indicado, encontraron dos cuerpos más. Al decir esto miró a Christian, que estaba de pie

en el pasillo central, con Jasmine solo unos pasos por delante.

— Al parecer estaban en el mismo estado que tu amigo — dijo el agente.

— ¿Atraparon a los tipos que lo hicieron? — preguntó Christian.

—Tienen razones para creer que los culpables están muertos —contestó el agente,

dando un paso atrás hacia la puerta—. Esa es toda la información que les puedo dar en

este momento.

— ¡Eso es una tontería! — gritó Christian, con las venas de la frente hinchadas—. ¿Qué

significa «razones para creer»? —repitió sarcásticamente-te—. Quiero saber...

— ¡Christian! — dijo Phoebe en voz alta y firme, interrumpiéndolo — . Cálmate. —Lo

miró significativamente, y él pareció entender que tenía algo que contarle. Bajó la

cabeza y respiró hondo.

—Lo siento, agente — dijo Christian—. Supongo que estoy algo nervioso.

—No se preocupe. Es comprensible —respondió el agente, al ver aliviado que se había

desvanecido la perspectiva de un enfrentamiento —. Pero el jefe me pidió que les dijera

que cree que están fuera de peligro. Un suspiro colectivo recorrió la habitación, y Piper

vio que Marcia apoyaba la cabeza sobre los brazos, agotada.

—¿Lo veis? Ahora nos podemos relajar todos— dijo Ryan Treetop desde su lugar

habitual en el rincón—. Todo el mundo se puede relajar y pasárselo bien. En cuanto el

agente hubo salido por la puerta, Christian y Jasmine llegaron a la punta de la mesa.

—Antes que nada, no podéis congelar a la gente de esa manera y quedaros tan

tranquilas — dijo Jasmine entre dientes.

—Olvídate de eso —le dijo Christian, todavía furioso. ¿Chicas, qué hicisteis cuando os

marchasteis de aquí?

—Nos ocupamos de los asesinos — contestó Piper sin rodeos—. Ahora nos podéis dar

las gracias. — Apoyó las manos sobre la mesa y se levantó, con la intención de

marcharse. La última cosa a la que quería enfrentarse ahora mismo era a una gran

investigación. Sus hermanas y ella acababan de derrotar una vez más a un grupo de

demonios, haciendo que el mundo fuese un lugar seguro para los wiccas, y aquel tío

quería agobiarla por eso.

— Bueno, ¿quién fue? —preguntó Christian, plantándose delante de Piper y

bloqueándole el camino. Phoebe y Paige se pusieron de pie detrás de ella. Piper se

alegró de tener su fuerza a sus espaldas.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— Mira, si te decimos la verdad, no nos vas a creer, así que ¿por qué no aceptas

simplemente el hecho de que los tipos que mataron a Craig y a un montón más de gente

están muertos, y te olvidas? - preguntó Piper.

— Así que... todas las otras víctimas secuestradas..., ¿están todas muertas? — preguntó

Jasmine, frunciendo la cara con vacilación. De repente, Piper cobró una consciencia

extrema de la presencia de las dos hermanas que estaban al otro lado de la mesa y que,

sin que ella supiera cómo, por algún milagro, se mantenían impasibles delante de estos

dos idiotas sin tacto.

— Eso parece — dijo Piper en voz baja. Entonces probó su mejor mirada de odio con

Christian—. Ahora, nos encantaría volver a nuestra tienda, si fueses tan amable de salir

de en medio.

—No hasta que vosotras...

— Christian, vamos, todos hemos tenido un día muy largo —le dijo Tessa de repente,

con voz exhausta—. Ya hablaremos más tarde. Todos se volvieron para mirarla,

sorprendidos de que sintiera la necesidad de involucrarse en esto, con todo por lo que

estaba pasando. Pero su súplica pareció surtir efecto en Christian. Dejó escapar un

soplido por la nariz y se apartó a un lado a regañadientes, dejando que Piper, Phoebe y

Paige pasaran y se dirigieran a la puerta. Piper lanzó una mirada agradecida a Tessa por

encima de su hombro, pero Tessa estaba ocupada susurrándole algo a Taryn,

acariciándole el pelo con la mano a su hermana para reconfortarla.

—Vaya. Adelante, Tessa —dijo Paige cuando hubieron salido del comedor.

—Probablemente se ha dado cuenta de lo estúpido que estaba siendo, cuando Tessa y

Taryn acaban de descubrir que su hermana está muerta — dijo Phoebe, cruzando los

brazos. Ahora hacía tanto viento allí fuera que el largo pelo de Piper le azotaba la cara,

haciéndole cosquillas en la piel mientras ella, Phoebe y Paige acurrucadas se

apresuraban por los senderos de tierra hacia su tienda. Cuando se metieron dentro, Piper

se dejó caer sobre la cama y soltó un fuerte suspiro.

— Bueno, por lo menos se ha terminado — dijo, apartándose el cabello enredado hacia

la espalda. Se inclinó hacia delante y sacó la maleta de debajo de la cama, empujándola

con los pies y dejándola en el centro de la tienda. Abrió la tapa y empezó a organizar la

ropa arrugada del interior, haciendo sitio para el resto de sus cosas.

— ¿Qué haces? —le preguntó Phoebe, con la frente fruncida.

—Hago la maleta —le respondió Piper, doblando una camiseta sobre el brazo —.

Hicimos lo que habíamos venido a hacer aquí. Ahora nos podemos ir a casa. Vio que

Paige y Phoebe se miraban sin decir nada, pero fingió que no se daba cuenta. En lugar

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de eso, empezó a coger ropa que había terminado colgada de los distintos muebles de la

habitación, y a doblarla. No iba a permitir de ninguna manera que sus hermanas

pequeñas la convencieran para quedarse. Dé ninguna manera.

—Piper, vamos — dijo Paige, acercándose a ella y quitándole a Piper una camiseta de

las manos—. Ahora que nos hemos librado de los secuestradores, ¡podemos tomarnos

una vacaciones de verdad!

— ¡Paige, esto no son vacaciones! — dijo Piper—. ¡Esto es una casa de locos! Además,

la mayor parte de los locos ya se han marchado. ¡Ya no quedan wiccas con quien estar

en comunión!

— Apuesto lo que quieras a que algunos de ellos regresarán ahora que hemos derrotado

a los anubi — dijo Phoebe —. Las noticias vuelan, ¿no es así? Y no van a querer

perderse la ceremonia de re dedicación. Es un gran acontecimiento. Piper miró

fijamente a su hermana.

— Quieres decir que ellos creen que es un gran acontecimiento, ¿verdad? —le preguntó.

Phoebe apartó la mirada y se mordió el labio inferior.

— ¡Oh, vamos, Phoebe! ¡Dime que no te gusta esto! —exclamó Piper, metiendo unos

vaqueros en la maleta.

— ¡Eh! He perdido mucho tiempo y energía en ese fragmento para la ceremonia de re

dedicación — se quejó Phoebe—. ¡No me quiero marchar antes de que lo lean!

—Somos dos contra una, Piper —dijo Paige, poniéndose de pie junto a Phoebe y

cruzando los brazos sobre su blusa fruncida—. ¿Qué dices? Piper apretó los labios y

movió la mirada de Paige a Phoebe, esperando que alguna de las dos mostrara algún

signo de debilidad. Un pequeño indicio de inseguridad. Pero no. Ambas estaban

claramente decididas a quedarse en este Encuentro de los aquelarres hasta el final.

—Está bien, de acuerdo, pero para nuestras próximas vacaciones vamos a Aruba o algo

así — dijo con firmeza. Dio una patada a la maleta escondiéndola de nuevo debajo de la

cama y se tumbó mientras Phoebe y Paige empezaban a pensar en qué iban a ponerse

para la ceremonia. ¡Por favor!, pensó Piper. Si consigo pasar esta noche sin morirme de

risa, será un milagro. Sentada en círculo alrededor de la hoguera con el resto de los

aquelarres esa noche, Paige sintió una sensación abrumadora de alegría y de paz. Las

nubes habían desaparecido y el cielo oscuro estaba lleno con un millón de estrellas

parpadeantes. El viento todavía soplaba, haciendo volar las flores que decoraban el altar

y el círculo por todas partes, pero a nadie parecía importarle demasiado. Algunos de los

aquelarres que habían huido anteriormente durante la semana habían regresado, y todos

se habían vestido para la ocasión. La mayoría de mujeres llevaba flores en el pelo, y

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algunos de los hombres llevaban cascos con cuernos. Incluso el aquelarre de Jasmine se

había puesto un poco más colorido siguiendo el espíritu del solsticio de verano, y

llevaban bufandas púrpura y rojas y joyas de cristal. Paige también se había puesto una

camiseta ancha de estilo rural de color púrpura y llevaba flores amarillas y blancas en su

trenza francesa. Phoebe había hecho lo mismo con su pelo, e incluso Piper, después de

mucho insistir, había accedido a llevar algunas flores, aunque había insistido en llevar

vaqueros.

— Esto es genial — dijo Paige, inclinándose hacia el oído de Piper.

—Sí. ¿Cuál dijiste que era el objetivo? —preguntó Piper en un susurro. Paige puso los

ojos en blanco.

— Nos estamos dedicando al camino espiritual de wicca y a la Diosa — respondió—. Y

si te ríes, te voy a dar una patada en el culo. Piper simplemente sonrió y se volvió a

sentar erguida, devolviendo la atención a Marcia. Marcia leía el Rito de Re dedicación

en el altar, que estaba decorado con una tela blanca y velas amarillas. Cada aquelarre

había contribuido con su propio fragmento, pero fluía como si fuese una única pieza.

Marcia, por primera vez desde que Paige la había conocido, tenía un aspecto calmado,

aunque algo cansado. Llevaba una corona en la cabeza, con lazos que le caían sobre la

espalda, y un vestido blanco con los hombros al aire. Su voz sonaba segura y

reconfortante al mismo tiempo. Paige no se podía haber sentido más feliz de que sus

hermanas y ella se hubieran quedado para esto. Tenía la sensación de que era una noche

que iba a recordar el resto de su vida.

—Me estoy cansando — dijo Piper con un gran bostezo, mirando el reloj—. ¿Crees que

ya se termina?

— ¡Piper! —silbó Phoebe, golpeando con fuerza el brazo de su hermana—. Creo que

casi llegamos a mi fragmento.

—Además, después de esto nos dan pastel y cerveza —añadió Paige, levantando las

cejas.

— ¿Pastel y cerveza, eh? —dijo Piper frunciendo el ceño impresionada —. Está bien.

Me quedaré. Paige sonrió ampliamente, y justo cuando devolvía la atención a Marcia,

Phoebe alargó la mano por delante de Piper para darle un golpecito en la rodilla.

— ¡Es esto! ¡Esta es mi parte! —dijo alegremente.

— Bendita señora, en esta noche os damos las gracias «Por todos aquellos que han

entrado en nuestras vidas a través de vuestro amor.»Por todos aquellos que comparten

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Embrujadas. **Algo Mágico**

con nosotros vuestra sabiduría y vuestra luz.»Por todos los frutos de vuestra fuerza y

poder. Y por la promesa de vuestros dones todavía por llegar.

«Os agradecemos humildemente que nos ofrezcáis paz en esta noche. Paz exterior y paz

interior...»

— ¡Era eso! —anunció Phoebe en un susurro con una gran sonrisa, mientras Marcia

seguía con la lectura.

— ¡Phoebe, estoy impresionada! —respondió Piper cuando Marcia hubo terminado —.

Tienes un don para estas cosas.

— Muchas gracias —respondió Phoebe sonrojándose complacida.

— Cuántas cosas sobre la paz — dijo Paige, sonriendo—. ¿Sabías que íbamos a atrapar

a los malos antes de esta noche, verdad?

—Más bien lo esperaba —dijo Phoebe humildemente. Marcia salió de detrás del altar y

levantó las palmas hacia el cielo. Levantó la mirada hacia las estrellas, y al fin cerró los

ojos.

—Señora y señor, aceptad nuestras palabras de devoción en esta noche bendita — dijo

—. Os damos gracias por nuestra fe y dedicamos nuestras vidas una vez más a vuestro

buen nombre. Dejad que vuestro poder viva en nuestro interior durante la estación y

durante el año.

— ¡Qué así sea! — exclamó Paige al unísono con la multitud, levantándose de un salto

al mismo tiempo que todos los aquelarres. Piper y Phoebe se rieron cuando todo el

mundo se levantó, se abrazó y empezó a bailar. Una pequeña banda de músicos del

aquelarre hippie, que había regresado ese atardecer, empezó a tocar música

trovadoresca, y el baile se volvió más loco. Piper y Phoebe se pusieron de pie, y Paige

las agarró de las manos, haciéndolas girar en un círculo. Phoebe se rió, e incluso Piper

no pudo contenerse y al cabo de unos instantes se echó a reír.

— ¡Pastel y cerveza! — gritó alguien. Paige se dio la vuelta y vio que Christian y el

resto de su aquelarre estaban haciendo girar mesas llenas de fruta y panes y pasteles con

un aspecto exquisito. Alguien empezó a distribuir vasos, y enseguida corrió el vino.

— Es como una versión más bonita de una fiesta universitaria —dijo Phoebe, mientras

cogía un vaso de vino.

—No hay nada malo en eso —dijo Piper, llenando un plato de comida.

—Piper, no he visto a Tessa ni a Taryn esta noche —dijo Paige.

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—Sí, se fueron hace un par de horas — respondió Piper con un suspiro —. Tessa dijo

que estaban rendidas y que querían volver a casa.

—Espero que estén bien —añadió Phoebe—. Me sentí tan mal por ellas esta tarde. Creí

que Taryn no iba a poder superarlo cuando oyó que todas las brujas estaban muertas.

— Lo sé, pero al final estarán bien. Solo necesitan algo de tiempo —dijo Piper—. De

momento creo que deberíamos intentar pasárnoslo bien esta noche. Creo que es lo que

querrían que hiciéramos.

— ¡Eh, chicas! —gritó una voz entre la multitud. Paige se volvió y vio que Jasmine se

dirigía hacia ellas, con su pelo rizado volando al viento. Se había maquillado la cara con

una capa de purpurina plateada y se había dibujado una estrella minúscula junto al ojo

derecho. Paige nunca la había visto tan guapa.

— ¡Eh! — dijo Paige —. Deberías dejar el estilo de luto riguroso más a menudo.

—Oh... gracias — dijo Jasmine, con un brillo en los ojos. Les mostró un plato lleno de

comida—. ¿Ya habéis probado este pan de pasas? Es impresionante.

—Todavía no —dijo Paige. Miró alrededor buscando a sus hermanas, pensando en la

mejor manera de escaparse de aquella conversación rápidamente y con elegancia, pero

Piper y Phoebe se habían alejado hacia la hoguera. Paige esperaba que Jasmine no

quisiera hablar otra vez sobre sus poderes, y que no estuviese enfadada todavía porque

Piper la hubiera paralizado horas antes. Lo último que necesitaban era que se airearan

en público sus trapos mágicos.

— ¿Te ha gustado la ceremonia? —preguntó Jasmine, dando un mordisco a su trozo de

pan.

—Sí, ha estado muy bien —respondió Paige—. ¿Qué os ha parecido? Seguro que

vosotras lo habéis hecho mejor en el pasado, ¿no?

— ¡No! ¡Realmente me gustó mucho! —dijo Jasmine asintiendo con la cabeza mientras

echaba un vistazo a la muchedumbre—. Tengo que decir que estoy impresionada. Creía

que iba a ser muy cutre y cursi, pero Marcia sabe lo que hace. Es decir, yo me tomo

muy en serio estos rituales, así que es difícil impresionarme.

—Ah — dijo Paige con una pequeña sonrisa. A veces el ego de Jasmine era demasiado

predominante. Pero por lo menos hablaba de otra cosa y no de lo que había sucedido

aquella tarde.

— Bueno, sé que no ibais a ver a los tigres esta tarde — dijo Jasmine, con una sonrisa

de complicidad en los ojos. Paige se dio una patada mental a sí misma. Sabía que en el

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momento en que se sintiera cómoda, Jasmine sacaría el tema. ¿Qué le pasaba a esa

chica?

— ¿Qué te contaron Tessa y Taryn? —le preguntó Paige, apartándose algunos pasos de

la multitud para evitar que las oyeran.

— No mucho. Solo que vosotras encontrasteis a los secuestradores y os ocupasteis de

ellos — dijo Jasmine encogiéndose de hombros —. No te preocupes, P., vuestro secreto

está a salvo. También tengo poderes, ya sabes. Cuando los tienes, te gusta usarlos. Paige

asintió pensativamente. Allí volvía a estar Jasmine, aludiendo a su poder. Estaba

hablando solamente de los trucos de salón que ella y sus amigas habían hecho la otra

noche, ¿o tenía algo escondido en la manga?

—¿Qué tipo de poderes, exactamente? — le preguntó Paige con indiferencia—. ¿Algo

interesante?

—Oh, nada parecido a lo que podéis hacer vosotras, chicas, evidentemente — dijo

Jasmine, mirando por encima de su hombro en dirección a Piper y Phoebe, que habían

empezado a bailar con algunos de los hippies—. No, vosotras tres sois especiales...

A Paige le sorprendieron las palabras de Jasmine. Era la primera cosa casi humilde que

había dicho desde que se conocían.

— Te lo enseñaría, pero no quiero dejar alucinados a estos aspirantes —añadió Jasmine,

volviéndose hacia Paige otra vez, haciendo volar sus rizos. Dio un sorbo de su bebida y

sonrió con complicidad —. Ya me entiendes — dijo.

—Por supuesto — respondió Paige, intentando no sonreír con satisfacción.

— De todas maneras, no te preocupes. Ahora mismo estoy perfeccionando mis poderes,

pero ya te enseñaré lo que puedo hacer — dijo Jasmine, llevándose la taza hacia los

labios otra vez — cuando llegue el momento. Por alguna razón Paige sintió un

escalofrío en los brazos al oír estas últimas palabras. ¿Qué quería decir exactamente

Jasmine cuando decía que estaba «perfeccionando» sus poderes? Quizá era más

poderosa de lo que Paige había creído en un primer momento. Paige miró a Jasmine a

los ojos, y se dio cuenta de que su sonrisa se había ensombrecido un poco. Pero

entonces parpadeó y la sombra desapareció. Paige se aclaró la garganta y apartó la

mirada. ¿Se lo habría imaginado?

— Bueno, tengo que ir a salvar a Chloe — dijo Jasmine—. La chica se mete en líos

cuando hay cerveza cerca. Es muy embarazoso. Y tenemos una reputación que

mantener.

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— ¿Qué reputación es esa? — preguntó Phoebe.

— Nos tomamos en serio nuestra magia — respondió Jasmine con firmeza —. Nuestro

aquelarre es uno de los aquelarres de élite de la costa este, y todavía no he permitido que

las tendencias alcohólicas de Chloe se interpongan en nuestro camino. De repente, se

oyó un fuerte grito de alegría desde el otro lado de la hoguera, y Paige levantó la mirada

y vio que uno de los hermanos de Christian levantaba a pelo púrpura del suelo.

— Entonces, será mejor que vayas — dijo Paige.

Jasmine se puso pálida, ofreció su plato y su taza a Paige, y luego se marchó en

dirección a Chloe. Cuando Jasmine se marchó, Paige se rió y, dejando de lado su

inquietud, se despidió con los pocos dedos que le quedaban libres. Jasmine era solo

Jasmine, por muchos poderes que tuviera. Lo único que le interesaba a ella era ser la

chica más genial del baile..., o la wicca más genial del encuentro, en este caso.

— ¡Paige, vamos! — gritó Phoebe desde en medio del número cada vez mayor de

wiccas que bailaban—. ¡Piper está brincando! Esto tenía que verlo con sus propios ojos.

Corrió para unirse a sus hermanas junto a la banda, olvidándose de la oscuridad

momentánea de Jasmine. Habían derrotado a los secuestradores y ahora estaba aquí

oficialmente por placer, no por trabajo. ¡Era hora de soltarse la melena wicca!.Aquella

noche Piper se despertó de una sacudida, aterrada, repentinamente incapaz de respirar.

El miedo se apoderó de su corazón antes incluso de que estuviera completamente

despierta; antes incluso de que pudiera abrir los ojos. Notó la mano sobre su boca justo

antes de que le agarraran las manos hacia atrás y se las ataran con un trozo de cuerda

que le quemaba la piel. Piper se agitó violentamente, intentando ver a sus asaltantes,

pero estaban detrás de ella, atándola, amordazándola con alguna especie de tela.

Gruñendo lo más fuerte posible, Piper miró a sus hermanas, que dormían

profundamente mientras ella se resistía. ¿Cómo podía ser que no lo oyeran? ¿Cómo

podía ser que no se despertaran? Solo el sonido de su pulso bramando en sus oídos

hubiese bastado para despertar a los muertos. Daba patadas, intentando tirar algo o

golpear algo con fuerza, pero en la tienda no había demasiadas cosas para romper, y sus

poderes no le servían de nada con las manos atadas. ¡No puede ser que suceda esto! ¡No

puede ser!, pensó Piper con la mente desbocada, mientras seguía luchando — . ¡Os

derrotamos! ¡Estáis muertos! ¡Los secuestradores están muertos!

El corazón de Piper latía furiosamente mientras la arrastraban hacia la parte de atrás de

la tienda. Daba patadas y se revolvía en vano.

— Despertaos— ¡Por favor, despertaos, aunque solo sea una de vosotras! —gritó Piper

silenciosamente. Phoebe y Paige no movieron ni un músculo. Piper miró fijamente a sus

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hermanas, indefensa, con los ojos llenos de lágrimas, hasta que el faldón de la tienda se

cerró delante y se interpuso entre ellas. Todo ocurrió tan rápido, que ni siquiera estaba

segura de que hubiesen tenido tiempo de reaccionar de haber despertado. Cuando los

secuestradores tuvieron a Piper fuera de la tienda, usó toda la fuerza que le quedaba para

soltarse, girando en círculos por la fuerza de sus propios movimientos. Con las manos

atadas y la boca amordazada, se apartó el pelo de la cara y consiguió ver a sus captores.

— Oh, Dios mío —dijo Piper a través de la mordaza. No puede ser...Entonces, todo se

volvió negro.

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— ¡Paige! ¡Paige, despierta!

— ¿Phoebe? —murmuró Paige, poniéndose el antebrazo sobre la cara para protegerse

los ojos mientras los abría. En la tienda ya se colaba la fuerte luz del sol, pero a Paige le

parecía que solo había dormido un par de horas. Sudando como una loca, apartó las

mantas de una patada.

— ¿Qué pasa? — preguntó, aturdida, mientras se sentaba. A juzgar por el tono aterrado

de Phoebe era evidente que había pasado algo, pero Paige todavía estaba medio

dormida, y en cuanto se sentó, un intenso dolor le atravesó la frente—. Ah... demasiada

cerveza —gruñó.

— Olvídate de la cerveza —le dijo Phoebe con dureza—. ¡Paige, Piper ha desaparecido!

— ¡¿Qué?! — Paige abrió totalmente los ojos por primera vez y miró la cama de Piper

al otro lado de la tienda. Al instante, empezaron a llorarle los ojos a causa de la luz

directa del sol, pero Paige pudo ver que las sábanas de Piper estaban enredadas y

revueltas. La sábana de encima estaba tirada en el suelo, y su almohada estaba a los pies

de la cama.

— Bueno, puede que se haya levantado con prisa —dijo Paige, levantándose y

caminando hasta la cama de su hermana, sin hacer caso de los latidos de su cabeza—.

Es decir, es imposible que se la hayan llevado, ¿verdad? Derrotamos a los anubi.

— No lo sé, Paige. Esto me da muy mala espina— dijo Phoebe, retorciéndose las manos

—. Realmente no es el estilo de Piper dejar ese desorden. Y solo son las siete de la

mañana. ¿Cuándo fue la última vez que se levantó antes de las siete?

— Vale, mantén la calma. Analicémoslo bien— dijo Paige. El corazón empezaba a

palpitarle con fuerza y se llevó ambas manos a la frente para apretársela. Aquello no

podía estar pasando. No era posible que se hubieran llevado a Piper. ¡Ya habían resuelto

todo el asunto!

—Si se resistió, ¿por qué no nos despertamos?

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— preguntó Paige, agarrándose a un clavo ardiendo—. ¿Por qué no usó sus poderes

para hacer estallar algo> o hacer volar a lo que fuese que se la llevara?

—Quizá no pudo, no lo sé — dijo Phoebe, sentándose en el borde de su cama—. Pero

los compañeros de aquelarre de los secuestrados dijeron que no habían oído nada. Y

anoche nos tomamos algunas copas de vino, de manera que probablemente estábamos

totalmente fuera de combate. — Hizo una pausa e inspiró profundamente, pensando —.

Paige, ¿y si los anubi no se llevaron a todos esos otros wiccas ? ¿Qué pasa si el

secuestrador todavía está allí fuera y ahora tiene a Piper?

— ¡Pero si hicimos un hechizo de protección para la tienda! — gritó Paige, empezando

a desesperarse—. Nadie podría haberlo atravesado...Paige se interrumpió y una

sospecha empezó a tomar forma en su mente. El miedo le oprimió el estómago como un

tornillo de banco y se sentó en la cama de Piper, casi incapaz de respirar. Agarró la fría

almohada de Piper, intentando controlar su mente acelerada.

—¿Qué es? —preguntó Phoebe, frunciendo el ceño—. ¿Qué ocurre?

—Jasmine —dijo Paige, con un susurro de voz —. Me dijo algo anoche... oh, Dios mío,

esto no es bueno.

—¿Qué? — gimió Phoebe, poniéndose de pie—. ¡Paige, cuéntamelo!—Dijo que estaba

perfeccionando sus poderes y que me los mostraría cuando llegara el momento — soltó

Paige—. En ese momento sonó muy amenazador, pero luego pensé que solo era

Jasmine haciendo de Jasmine...

— Así que quizá esto es lo que quiso decir con lo de mostrártelo — dijo Phoebe —.

Quizá se llevó a Piper.

—Y dijo eso la otra noche, lo de que Craig recibiera lo que se merecía... — Paige cerró

los ojos con fuerza, confusa por un revoltijo de pensamientos —. No lo sé, quizá

ayudaba a los anubi o algo.

—Y podría haber atravesado nuestro hechizo anoche porque confiábamos en ella —

añadió Phoebe—. O sea, es pesada pero fuimos amables con ella. Paige se levantó,

temblando de pies a cabeza.

— Phoebe, podría haberlo evitado. Tendría que haberos contado lo que dijo anoche.

—Paige, no es culpa tuya —dijo Phoebe, alargando la mano para coger la de Paige—.

Nadie habría podido adivinar que era la secuestradora. Creíamos que habíamos matado

a los secuestradores.

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—Pero Piper quería volver a casa ayer por la noche, y yo protesté hasta que dijo que se

quedaría — continuó Paige, con los ojos llenos de lágrimas—. Si nos hubiéramos

marchado a casa...

— Yo también puse de mi parte para que nos quedáramos — dijo Phoebe. Le apretó la

mano a Paige y la miró a los ojos —. No podíamos haber hecho nada para evitarlo, pero

hay algo que podemos hacer ahora. Vamos a buscar a Jasmine. Paige cruzó la

habitación, metió los pies en las sandalias, y luego Phoebe y ella salieron y atravesaron

el camping, vestidas todavía con el pijama. El camping se estaba empezando a

despertar, pero Paige apenas vio a nadie más por allí. Solo esperaba y rezaba que

Jasmine todavía no se hubiera marchado. Esa chica les tenía que explicar unas cuantas

cosas seriamente.

El lado del camping de Jasmine estaba completamente quieto y silencioso. Muchos de

los aquelarres que se habían marchado de aquella zona del camping no habían regresado

para el festival. Phoebe apartó el faldón de la puerta de la tienda de Jasmine, y Paige

entró directamente. Se detuvo un momento en el interior de la tienda, aturdida. La

tienda era un desastre total. Había un círculo de velas fundidas justo en el centro de la

habitación. La cera de colores se había mezclado y endurecido, formando un charco

arremolinado justo a los pies de Paige. Había ropa y bufandas y abalorios esparcidos por

todas partes, y el suelo estaba cubierto de restos de tazas de la celebración. Chloe estaba

dormida con la cabeza en los pies de la cama, roncando ruidosamente. Annie estaba en

una cama en el lado derecho de la habitación, vuelta hacia la pared. Paige miró hacia la

cama de la izquierda, le echó un vistazo al pelo rizado de Jasmine, y se dirigió

directamente hacia ella. La chica llevaba una máscara para los ojos de satén negro, y

tenía los rizos perfectamente extendidos sobre la almohada.

— ¡Jasmine! — dijo Paige gritando, sin importarle si despertaba a todo el camping—.

¡Despierta, tenemos que hablar contigo! Chloe, todavía dormida, rezongó en la cama del

centro, se dio la vuelta, y tiró de la manta para taparse la cabeza. Probablemente tenía

una resaca importante.

— ¡Jasmine! — volvió a gritar Paige, abalanzándose sobre la cama de la chica.

Esta vez Jasmine se sentó tan rápido que Paige tuvo que apartarse de un salto. Jasmine

se sacó la máscara de la cara y parpadeó por la luz del sol.

—¿Qué pasa? — preguntó, mirando con furia a Phoebe y Paige—. ¿Qué demonios

hacéis en mi tienda?

—¿Qué demonios hacías tú en nuestra tienda anoche? —le contestó Paige bruscamente.

Annie se despertó e inspeccionó al trío, confusa.

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—¿Qué pasa? —preguntó, apartándose el pelo liso de la cara mientras levantaba la

cabeza de la almohada.

—Solo queremos hacerle algunas preguntas a Jasmine sobre sus poderes —respondió

Phoebe, cruzando los brazos. A Paige le maravillaba que su hermana pudiese parecer

amenazadora incluso con unos pantalones azul cielo y una minúscula camiseta de

tirantes blanca.

—¿Mis poderes? —preguntó Jasmine, entornando los ojos indignada—. ¿Me habéis

despertado a esta hora intempestiva para preguntarme por mis poderes?

—Sí, ¿es uno de ellos la habilidad de secuestrar sigilosamente a gente inocente en mitad

de la noche? —le exigió Paige.

—¿Ha desaparecido alguien más? —preguntó Jasmine. El miedo le encendió los ojos

mientras se llevaba la mano al pecho. Paige miró a Phoebe. Parecía una emoción muy

sincera. Pero, aun así, podía ser que la chica simplemente fuera una buena actriz.

— Buen intento — dijo Paige—. Será mejor que nos enseñes qué puedes hacer ahora

mismo, o vamos a ir directamente a la policía.

— ¿A la policía? —repitió Jasmine.

— O puede que nos ocupemos de ti a nuestra manera — añadió Phoebe, clavando la

mirada en Jasmine. Paige sabía que Phoebe nunca haría daño a Jasmine a menos que no

tuviera otra opción, pero la amenaza fingida pareció funcionar.

Jasmine se levantó de la cama. El dobladillo de su largo camisón cayó al suelo, y

levantó la cabeza.

—Por favor, ¿puedo hablar con vosotras fuera? — preguntó. Entonces pasó con aire

majestuoso por delante de Phoebe y Paige y salió por la puerta de la tienda. Paige no

podía creer que la chica tuviera el descaro de darles órdenes en un momento como

aquel. ¿No comprendía cuándo estaba en apuros? Cuando Paige y Phoebe salieron,

Jasmine se volvió hacia ellas con una expresión completamente nueva en la cara.

Habían desaparecido el engreimiento y la seguridad, reemplazados por el miedo y la

desesperación. Alargó la mano y tiró de Phoebe y Paige por la muñeca hasta que las tres

estuvieron a cierta distancia de su tienda. Entonces echó un vistazo rápido por encima

del hombro, explorando el desierto camping. Cuando miró a Paige de nuevo, bajó la

cabeza, de manera que el pelo le cayó sobre la cara.

— No tengo poderes — dijo en una voz tan baja que Paige apenas pudo oírla.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— ¿Qué? —preguntó Paige, con los ojos muy abiertos —. ¿Y qué eran todas esas

tonterías que dijiste anoche sobre perfeccionar y... y no querer asustar a los aspirantes?

Jasmine soltó un chillido de indignación patético e inclinó la cabeza hacia atrás.

—Solo estaba... no lo sé. Solo... —Querías que pensáramos que tenías poderes para que

creyéramos que eras fantástica —dijo Phoebe sin rodeos.

— Como si a mí me importara que vosotras creáis que soy genial —soltó Jasmine.

Phoebe levantó una ceja y la miró fijamente hasta que se vino abajo.

—Vale, si quieres decirlo así... — dijo Jasmine, sacudiendo la cabeza y poniendo los

ojos en blanco como si Phoebe solo la acabara de acusar de algo que no hacía—. Pero

todos los de mi aquelarre creen que sí tengo poderes, así que no se lo digáis a nadie, ¿de

acuerdo?

—Pero, entonces, ¿qué era lo que dijiste la otra noche sobre que Craig recibiera su

merecido? —le preguntó Paige desesperada, ignorando la súplica de Jasmine. Una parte

de ella quería que Jasmine fuese la culpable. Por lo menos, la tenían de pie delante de

ellas y era algo a lo que se podían enfrentar. Si Jasmine no se había llevado a Piper,

entonces iban a estar completamente desorientadas.

— ¿Creéis que yo tuve algo que ver con la muerte de Craig? —soltó Jasmine,

asustada—. ¿No le sacaron toda la sangre? ¡Vamos! Paige y Phoebe intercambiaron una

mirada. Aquella chica era demasiado.

—Solo lo dije porque Craig intentó ligar conmigo la primera noche que estuvimos aquí

— continuó Jasmine —. Fue absolutamente asqueroso.

—No puedo decir que no esté de acuerdo en eso — dijo Phoebe en voz baja —. Aunque

obviamente no se merecía que lo mataran por ser un cerdo.

—No me lo creo —dijo Paige, lanzando las manos al aire. Unas lágrimas de frustración

amenazaban con desbordarse, y le dio la espalda a Jasmine para que no lo viera y

empezara a hacer un millón de preguntas. Paige no tenía tiempo para un millón de

preguntas de la mayor de todas las farsantes. Tenía que encontrar a su hermana.

—Venga, Paige, vámonos —dijo Phoebe, envolviendo la espalda de Paige con los

brazos y apartándose de la tienda de Jasmine.

— Chicas, ¿no se lo diréis a nadie, verdad? — les gritó Jasmine —. Lo de mis...

poderes.

— Como quieras — dijo Paige. La reputación de Jasmine era en lo último en lo que

pensaba en aquel momento. Un único pensamiento dominaba su cerebro mientras

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Embrujadas. **Algo Mágico**

Phoebe y ella recorrían el camino de regreso hacia su tienda. Si Jasmine no se había

llevado a Piper, entonces, ¿quién lo había hecho?

—Vale, no sé qué hacer. No tengo ni idea de quién es el responsable — dijo Phoebe

mientras entraba en la tienda detrás de Paige. Echó un vistazo a la cama de Piper e

inmediatamente se dio la vuelta. Se ponía enferma con solo mirarla. Prácticamente

podía ver a Piper luchando, podía ver el miedo en sus ojos. Solo hacía que Phoebe

quisiera sentarse y llorar, o pegar a alguien muy fuerte. Pero en aquel momento ninguna

de esas opciones iba a ayudarlas.

— Tenemos que llamar a Leo — dijo Paige, cogiendo la almohada de Piper.

—Va a volverse loco — dijo Phoebe, con el corazón latiéndole con fuerza súbitamente

en el pecho. Ni siquiera podía pensar en cómo reaccionaría Leo cuando oyera la noticia.

Al pensarlo le dolía el pecho incluso más quedantes. Contra su voluntad, Phoebe miró la

cama de Piper otra vez, y algo se rompió dentro de ella. Se acercó a la cama y le

arrebató a Paige la almohada de Piper de las manos, con la intención de arreglar la cama

para no ver más la prueba de la lucha. Pero en cuanto tocó la almohada de Piper, una

intensa visión se apoderó de ella. Piper estaba de rodillas, con las manos atadas a la

espalda, y la boca amordazada con un trozo largo de tela roja. Estaba en el centro de un

círculo de gente igualmente atada y amordazada, todos ellos consumidos por el miedo.

El miedo era tan grande que Phoebe prácticamente podía tocarlo. Alguien estaba

preparando un altar en un extremo de la enorme habitación, con velas negras, una

especie de cuenco, y retales de gasa púrpura y negra. De repente, Piper abrió los ojos

aterrada, y Phoebe vio que una figura se acercaba a su hermana con un gran cuchillo

centelleante...

— Oh, Dios mío — dijo, saliendo bruscamente de su visión. Se agarró del brazo de

Paige para sujetarse antes de que le fallaran las piernas. La cabeza le daba vueltas, y

durante medio segundo creyó que iba a desmayarse, pero aguantó. Tenía que

mantenerse centrada. Si no lo hacía, Piper iba a morir.

— ¿Qué has visto? —le preguntó Paige, ayudando a Phoebe a sentarse en la cama de

Piper. Phoebe se sentó, temblando, agarrando todavía la almohada de Piper con una

mano.

—Una especie de ritual — dijo Phoebe—. Había muchas brujas y alguien con un

cuchillo enorme. —Miró a Paige, y le apretó con fuerza el brazo—. Va a matar a Piper

— dijo.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

—Está bien, ya basta — dijo Paige —. ¡Leo! ¡Leo! Si no apareces...Antes de que

pudiera terminar de despotricar, Leo apareció delante de ellas en un torbellino de

destellos blancos y azules.

— ¿Qué pasa? — preguntó tranquilamente, mirando a su alrededor—. ¿Va todo bien?

—No, Leo, no todo va bien —le dijo Paige, intentando parecer tranquila—. Quizá

tendrías que sentarte.

— ¿Por qué? — preguntó Leo, quedándose inmóvil. Entonces la comprensión apareció

en sus ojos azules —. ¿Le ha ocurrido algo a Piper? ¿Dónde está?

—La han secuestrado en mitad de la noche, Leo— dijo Phoebe, apretándose las manos

contra los muslos —. Lo siento. No oímos nada.

—Espera un minuto, ¿que la han secuestrado?— soltó Leo impulsivamente—. Pero si

vosotras derrotasteis a esos...

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Embrujadas. **Algo Mágico**

n el momento en que Phoebe puso los pies en el suelo^ ensanchó la postura y

levantó los brazos, preparada para apartar a cualquiera que se interpusiera en su

camino. La adrenalina estimulada por el miedo le corría por las venas. Pero

cuando echó un vistazo a su alrededor, sus músculos tensos se relajaron un poco. Paige,

Leo y ella estaban en un estrecho pasillo, rodeados de enormes estanterías pesadas

llenas de cajas de madera. Las estanterías subían hasta el techo, que parecía estar a

kilómetros por encima de sus cabezas, y el olor a serrín enrarecía el aire. No se veía ni

un alma.

—¿Dónde estamos? —preguntó Paige, confusa, mientras examinaba las cajas. Pasó por

delante de Phoebe, recorriendo los estantes de acero con los dedos, que terminaron con

una gruesa capa de polvo —. Buaj — gruñó, restregándose las manos para limpiárselas

—. Sea lo que sea, hace tiempo que no lo han limpiado.

— Es una especie de almacén — dijo Leo. Tocó ligeramente la áspera superficie de la

caja más cercana y miró a Phoebe—. Y, ¿dónde están todos?

— No puede ser esto — dijo Phoebe, echando la cabeza hacia atrás —. El almacén que

vi era enorme y estaba vacío. No recuerdo nada de todo esto. De repente, Phoebe oyó

una voz que apenas era un susurro, y se le encogió el corazón. Levantó un dedo para

decir a los otros que se quedaran en silencio y escuchó atentamente. No tardó mucho en

oírse de nuevo. Una voz baja pero poderosa. Parecía venir del otro lado de las cajas de

su izquierda.

—Seguidme —susurró. Las zapatillas de deporte que se había puesto aquella mañana no

hacían ningún ruido mientras avanzaba lentamente a lo largo del pasillo. Phoebe bajó la

mirada hacia el suelo y se dio cuenta de que tanto ella como Paige todavía iban en

pijama... No era precisamente la ropa más amenazadora, ni la más práctica para luchar,

pero tendrían que conformarse. Se detuvo al llegar al extremo de la estantería.

Moviéndose con la mayor lentitud posible, miró al otro lado de las cajas. Observó que

detrás de las estanterías la habitación se abría, pero todavía no pudo ver nada.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

La voz, sin embargo, sonaba más fuerte ahora. Se estaban acercando. Phoebe apretó la

espalda contra las cajas del extremo del estante. Leo y Paige hicieron lo mismo, y luego

avanzaron poco a poco hasta llegar a la esquina. A Phoebe le sudaban las palmas

mientras las apretaba contra la caja llena de astillas que tenía detrás.

—Vale, que no se mueva nadie — susurró. Phoebe miró a hurtadillas al otro lado de

esta última fila de cajas y se quedó helada. Habían despejado un área enorme del

almacén y la habían preparado para el ritual que había presenciado en su visión. Pero

había un detalle añadido que no había visto: Christian estaba de pie contra la pared del

extremo izquierdo, con las manos en la espalda. Llevaba una camiseta negra ajustada y

vigilaba la habitación con una expresión que Phoebe nunca hubiera pensado que fuera

posible en su cara normalmente dulce. Tenía un aspecto amenazador, incluso malvado.

Parecía estar al mando. El resto de su aquelarre bordeaba las paredes, todos en la misma

posición que Christian, cada uno a cierta distancia del siguiente. Tenían rostros

inexpresivos como piedras mientras miraban con furia el círculo de wiccas atados que

tenían delante.

—Es Christian — susurró Phoebe, alargando la mano para agarrar la de Paige—. Debe

de ser el que está organizando todo esto.

— ¿Christian? ¿Cómo es posible? — dijo Paige.

— No tengo ni idea — respondió Phoebe, con la mente acelerada. Christian había

parecido muy sorprendido cuando le contó todo lo referente al poder wicca de los

secuestros. Había parecido preocupado. ¿Era simplemente un actor muy bueno? ¿Y qué

tenían que ver la muerte de Craig y los anubi con todo aquello? Era demasiado para

aceptarlo.

— ¿Ves a Piper? —preguntó Leo.

—Todavía no —respondió Phoebe. Había dieciséis brujas formando en un gran círculo,

cada uno o una de rodillas y todos amordazados, igual que había visto Phoebe en su

premonición. Tenían las manos fuertemente atadas a la espalda con gruesos trozos de

cuerda. No tenían los ojos tapados, así que la mayoría miraba a su alrededor

frenéticamente, como si anticiparan algo terrible. Una chica pelirroja que estaba más

cerca de Phoebe lloraba en silencio. Tenía un aspecto pálido y débil, y Phoebe se

preguntó si era una de los primeros wiccas secuestrados. ¿Cuánto tiempo hacía que

Christian y sus amigos la retenían? No veía a Piper, pero sí a Keisha de rodillas en el

lado opuesto del círculo. Su piel oscura brillaba por la transpiración, y parecía estar

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Embrujadas. **Algo Mágico**

mirando directamente hacia Phoebe. De repente Phoebe se acordó que Keisha podía ver

a través de objetos sólidos, y sacudió la cabeza ligeramente, intentando decirle a la chica

que no los delatara. Keisha bajó la mirada inmediatamente hacia el suelo de hormigón,

pero no antes de que Phoebe viera un destello de esperanza en sus ojos.

Había una vela negra entre cada bruja, en el suelo, y habían pintado un pentagrama rojo

en el centro del círculo. El altar que Phoebe había visto estaba en el otro extremo de la

habitación, decorado con telas de color púrpura y negro. Había dos personas de pie a

cada lado del altar con capas y capuchas negras, dando la espalda al círculo y a Phoebe.

— Trae el sacrificio final —dijo Christian de repente, con la voz clara y fuerte.

Un grupo de gente salió de las sombras de detrás del altar. Cuando llegaron a la luz que

arrojaban las velas, Phoebe vio que eran dos de los hermanos de Christian y que

arrastraban a Piper. Cuantas más patadas daba y más intentaba soltarse, más fuerte

parecían agarrarle los brazos, hasta que al fin se le desencajó la cara de dolor.

—Oh, Dios mío — Phoebe soltó un grito ahogado, pegándose más a Paige. Leo salió

inmediatamente de su escondite para verla, pero Paige lo retuvo. Phoebe contuvo la

respiración mientras su hermana se resistía durante todo el camino hasta el centro del

círculo, intentando librarse de la mordaza y forcejeando con las manos. Tenía los ojos

húmedos, pero no dejó escapar ni una lágrima. La forzaron a ponerse de rodillas en el

centro del pentagrama, y se apartó el pelo de la cara con un gesto desafiante de la

cabeza, mirando con odio a la gente que estaba junto al altar. Quizá lo he entendido mal.

Quizá son esos los que están al mando, pensó Phoebe, centrando su atención en las

figuras encapuchadas. ¿Había más miembros del aquelarre de Christian?

—Tenemos que ayudarla — dijo Leo, esforzándose por mantener la calma. Antes de

que Phoebe pudiera contestar, una poderosa voz de mujer llenó la habitación, e infundió

el aire con su timbre. Phoebe miró a Paige, sorprendida. Creía que el aquelarre de

Christian estaba compuesto únicamente por hombres.

— Nos hemos reunido aquí con un gran objetivo —empezó a decir la voz—. Nuestra

ascensión significará el fin de los eones de enfrentamientos, de luchas, de disputas.

Traeremos el orden a la tierra. Traeremos el orden del Infierno. Un escalofrío recorrió la

piel de Phoebe y le llegó al corazón. Las dos figuras encapuchadas se dieron la vuelta y,

cuando se apartaron las capuchas de la cara, Phoebe estuvo a punto de caer de rodillas.

Eran Tessa y Taryn. Su piel pálida, cubierta de rocío, parecía brillar a la luz de las velas

mientras miraban fijamente al frente como si estuvieran embrujadas. Taryn estaba de

pie, orgullosa, con la cabeza alta, con aspecto fuerte y saludable. Parecía una persona

completamente diferente.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

—Paige... — dijo Phoebe, con una voz que parecía un chillido. Paige estiró el cuello y

miró al otro lado por primera vez. Justo cuando lo hacía la persona que hablaba salió de

las sombras y se dirigió hacia el altar. Iba vestida con un vestido vaporoso de color

negro y púrpura, y el pelo rubio, largo y liso le caía sobre los hombros como un manto

brillante. Tenía los ojos de exactamente el mismo azul penetrante que Tessa y Taryn.

Phoebe no dudó ni un momento de que estaba viendo a su hermana pequeña, Tina. La

que supuestamente había desaparecido.

— ¿Christian, Tessa y Taryn? —dijo Paige guturalmente—. ¿Pero cómo puede ser?

—Queremos agradeceros a vosotros, hermanos y hermanas wiccas, que hagáis el

sacrificio final —bramó Tina, con una luz espeluznantemente reverente en los ojos

mientras miraba a los de cada una de sus víctimas — .Ya Piper Halliwell, nuestra

Embrujada — dijo Tina, mirando fijamente a Piper. Salió de detrás del altar, con las

manos cruzadas delante—. Parece que ya no estás sola. Antes de que sus palabras

hubieran penetrado en la mente de Phoebe, Tina levantó la mirada, y la dirigió hacia los

ojos de Phoebe. Su primer instinto fue echarse hacia atrás, pero era demasiado tarde.

Tina los había visto. Paige y Leo salieron de su escondite, y los tres se plantaron allí,

desafiantes.

—Tus hermanas han venido a buscarte, justo como había predicho —prosiguió Tina,

con una expresión desdeñosa que se le formaba en los labios — . ¡Y tú marido también!

Qué dulce. — Piper volvió la cabeza y miró a Phoebe, con una expresión que mezclaba

alivio y enojo. Alivio porque la habían encontrado. Enojo porque se habían puesto en

peligro.

—Nos alegramos de que lo consiguierais, chicas — dijo Tina, abriendo los brazos—.

Cuando hayamos terminado con Piper, seréis las siguientes. Miró a Christian e hizo un

ademán indiferente en dirección a Phoebe.

— Detenedlas —dijo con indiferencia. Luego sonrió ampliamente y dio una palmada

con las manos —. ¡Siempre había querido decir eso!

— ¡Qué chalada! —dijo Paige en voz baja, poniendo los ojos en blanco, mientras

algunos de los miembros del aquelarre de Christian avanzaban hacia Phoebe, Leo y ella.

— Cuéntamelo —respondió Phoebe.

—No queremos haceros daño... todavía —dijo uno de los atacantes, acercándose a

Phoebe lentamente.

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Embrujadas. **Algo Mágico**

— Bueno, por suerte no tengo el mismo problema — dijo Phoebe. Justo cuando él y

otro tipo más flaco arremetieron contra Phoebe, ella dio un salto en el aire, ejecutó una

voltereta sobre sus cabezas, y cayó de pie detrás de ellos. Antes de que tuvieran tiempo

de volverse, le dio una patada en la región lumbar al primero, y lo lanzó contra el más

flaco. De repente, Damon arremetió contra Leo, y este le propinó un puñetazo en la

mandíbula al más bajo, que cayó tambaleándose hacia atrás. Pero poco después algunos

de sus amigos fueron en su ayuda. Mientras un tipo con tripa cervecera agarraba a Paige

por detrás, sujetándole los brazos, otros tres consiguieron hacer lo mismo con Leo.

Paige miró a Leo, y levantó la cabeza hacia el altar.

—Entendido —dijo Leo. Los dos desaparecieron en sus remolinos de luz y

reaparecieron en el otro extremo de la habitación en esquinas opuestas. Tessa, Taryn y

Tina se dieron la vuelta para enfrentarse a ellos, y Paige vio que Damon, el chico de la

tripa cervecera, y sus amigos estaban todos de pie cerca de la estantería, sin entender.

Mientras tanto, Phoebe dio un cabezazo a un chico que había conseguido agarrarla por

detrás, antes de dar un salto y derribar a Damon, tripa de cerveza, y a otros dos hombres

que intentaron sujetarla. Por el momento el aquelarre de Christian no estaba resultando

tan poderoso como sus amigos habían presumido en un principio.

— ¡Detenedlos! — gritó Tina, señalando a Leo y a Paige. Christian y otros amigos

suyos se dirigieron hacia ellos, y Paige miró a Leo.

— ¡Ve con Piper! — le dijo —. Estaré bien. Leo orbitó otra vez y reapareció en el

centro del círculo, donde ayudo a Piper a levantarse. Estaba desatando la cuerda que le

sujetaba las manos cuando Christian y un miembro fornido del aquelarre le bloquearon

la visión a Paige. Christian le agarró el brazo y se lo torció detrás de la espalda, lo que le

provocó un dolor punzante en el hombro, pero Paige se resistió a mostrar el dolor en la

cara.

— Lo siento, chicos — dijo —. ¡Nos vemos! Entonces orbitó otra vez y reapareció

junto a Phoebe, que estaba luchando cuerpo a cuerpo con dos hombres que estaban

teniendo graves problemas con ella. La habitación empezó a dar vueltas ante los ojos de

Paige, y apoyó una mano contra las estanterías, mareada. No estaba acostumbrada a

orbitar tanto en un espacio tan corto de tiempo, y eso le pasaba factura. Cerró los ojos

con fuerza, inspiró profundamente, y al abrirlos de nuevo se encontró con que tripa de

cerveza volvía a avanzar hacia ella.

— Esta vez no, amigo — dijo Paige. Empujó con fuerza la palma directamente contra

su nariz y oyó un gratificante chasquido. Esa clase de autodefensa a la que fui en la

universidad valió la pena.

— ¡Me has roto la nariz! — gritó él, agarrándose la cara mientras caía de espaldas.

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—Niño —dijo Paige en voz baja. Entonces Phoebe lanzó a uno de sus asaltantes por

encima de su espalda, y aterrizó a los pies de Paige, inconsciente.

—Muy bien — dijo Paige—. ¿Necesitas ayuda?

— Claro, ¿por qué no? — respondió Phoebe, sin aliento. Miró por encima de su

hombro, se volvió, y le dio con la izquierda en la mandíbula a uno de los tipos, que

retrocedió algunos pasos tambaleándose. Paige no era la luchadora más experimentada

del mundo, pero se había fijado en Phoebe lo suficiente para saber lo que funcionaba.

Cuando uno de los chicos se volvió hacia ella, Paige le dio una patada directa en la tripa

con toda su fuerza, y cuando se dobló, le propinó un rodillazo en la cara. Justo cuando

se caía hacia atrás, aturdido, a Paige la agarraron desde atrás.

— No más actos de desaparición —le gruñó Christian al oído.

— Lo siento, Chris — dijo —. Puedo hacerlo todo el día. Paige volvió a orbitar hasta el

altar, preparada para luchar, pero en cuanto tocó el suelo, de repente se levantó y se alzó

por el aire. Todo el aire se le escapó de los pulmones mientras volaba a través del

almacén, moviéndose inútilmente. Ni siquiera tuvo tiempo de pensar en orbitar antes de

chocar contra la pared y perder el aliento. El dolor se extendió por cada centímetro de su

cuerpo. Paige abrió los brazos para parar la caída mientras chocaba contra el suelo,

tosiendo incontrolablemente.

— ¿Qué demonios ha sido eso? — farfulló cuando recuperó la respiración. Mientras se

levantaba apoyándose en las manos, y repasaba mentalmente su cuerpo por si tenía

huesos rotos, sintió que alguien la miraba fijamente. Levantó la mirada y vio que Tina le

sonreía con satisfacción desde el otro lado de la habitación. La chica se volvió hacia el

círculo, donde Leo y Piper estaban desatando a los otros wiccas, e hizo un movimiento

rápido e indiferente con la muñeca. De repente Leo salió volando por los aires como si

acabara de alcanzarlo una bala de cañón invisible. Pero por lo menos tuvo el instinto de

orbitar antes de quedar gravemente herido. Reapareció cerca de Phoebe, y luego Paige

vio algo que no podía creer.

Alguien echó hacia atrás los brazos de Phoebe y se los sujetó, pero allí no había nadie.

Phoebe se resistió y se soltó, pero cuando se dio la vuelta, su mandíbula se echó

bruscamente hacia atrás como si hubiera recibido un puñetazo. Entonces las piernas se

le levantaron del suelo y cayó de lado, con fuerza. Paige se levantó, haciendo caso

omiso de las protestas de sus numerosas magulladuras. ¿Qué estaba pasando allí? Miró

a Tina y a Taryn, que se reían mientras miraban cómo Phoebe intentaba ponerse de pie.

Phoebe estaba aplastada contra el suelo y, al parecer, algo la sujetaba. Cada vez que

intentaba levantarse, volvía a empujarla.

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— ¿Qué le estáis haciendo? —gritó Piper. —No me mires a mí — dijo Tina con júbilo

—. Es Tessa. Le gusta mucho este truco. De repente, Tessa apareció encima de Phoebe,

con el pie en medio de su espalda, sujetándola contra el suelo. Paige tragó saliva. ¿Tessa

tenía el poder de volverse invisible? ¿Y Tina podía lanzarlas al otro lado de la

habitación con solo mover la muñeca? ¿Cómo era posible?

Piper corrió hacia Phoebe, y Leo saltó sobre Tessa, haciéndole un placaje contra las

estanterías llenas de cajas. Sin embargo, al instante Tessa desapareció, y entonces Taryn

atravesó corriendo el círculo, que ahora estaba medio disuelto, y saltó por el aire, en

dirección a Piper. Desafió la gravedad con la misma facilidad que había demostrado

Phoebe siempre.

— ¡Piper, cuidado! —gritó Paige. Piper se agachó, apretándose sobre Phoebe y dejando

que Taryn pasara de largo y chocara contra las cajas. Se desplomó contra el suelo junto

a Phoebe y Piper, aturdida. Tina miró furiosamente a Paige y levantó la muñeca, pero

antes de que volviera a lanzarla, Paige orbitó hasta donde estaban Leo y sus hermanas.

— ¿Dónde está Tessa? —preguntó, volviéndose hacia Leo, que se estaba levantando en

ese momento.

—No tengo ni idea —respondió.

— ¿Qué pasa aquí? —preguntó Piper, levantándose del suelo y apartándose el pelo de la

cara—. ¿Qué es todo este poder?

—No lo sé — contestó Phoebe mientras se sacudía la ropa—. Pero me parece que esto

no va a ser tan fácil como derrotar a los anubi. De repente Tessa reapareció junto a Tina,

y los miembros del aquelarre de Christian que todavía no habían quedado inconscientes

se reunieron a su alrededor. Paige sintió que el corazón le latía con fuerza en el pecho.

El enfrentamiento iba a ser un infierno.

—Voy a liberar al resto de los inocentes — dijo Leo —. Vosotras encargaos de vuestras

gemelas malvadas. ¿Os parece bien?

— A mí me parece bien —dijo Taryn estridentemente. Paige se volvió lentamente para

ver que Taryn se levantaba del suelo y se quedaba suspendida en el aire por encima de

sus hermanas y ella, con los brazos extendidos, y los ojos ardiendo de odio.

—Vale —dijo Paige— esto no es nada bueno.

— ¡Taryn, me aburro! —gritó Tina con voz de niña contrariada—. ¿Puedes ocuparte de

ellas, de una vez, para que podamos seguir con esto?,Piper miró a sus hermanas y

entornó los ojos.

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— No me cae nada bien.

—Únete al club — le dijo Phoebe. Se levantó en el aire hasta el mismo nivel que Taryn

y cerró los puños — ¿Quieres pelea? —dijo con indiferencia—. Entonces, empecemos.

Taryn estiró el brazo, y Phoebe paró su golpe con facilidad, y respondió propinándole

un puñetazo en el estómago. Mientras luchaban, Piper y Paige se volvieron hacia el

pentagrama y vieron que Leo había conseguido liberar a la mayor parte de los cautivos,

que ahora luchaban contra los hermanos de Christian. El lugar se convirtió en un caos

total al estallar una batalla general.

—Sabéis, chicas, realmente me estáis fastidiando los planes —dijo Tina, dando algunos

pasos hacia la pelea, que de alguna manera se desarrollaba a su alrededor sin dañarla o

siquiera tocarla. Se apartó el pelo del hombro y se miró las uñas como si se estuviera

inspeccionando la manicura —. Odio que pase esto. Levantó la mano hacia Paige, y

Paige chilló y orbitó, reapareciendo justo detrás de Tina. Antes de que ninguna de las

dos hermanas pudiera reaccionar, Paige tendió la mano y gritó:

— ¡Cuerda!—Uno de los trozos de cuerda con la que habían atado a Piper desapareció

en un remolino de luz y reapareció en la mano de Paige. Pero justo cuando Paige estaba

a punto de agarrarle las muñecas a Tina para atárselas, Tina se volvió hacia ella y le

quitó la cuerda de la mano a Paige con sus poderes.

— ¿De verdad creías que podrías salirte con la tuya con eso? —le preguntó, divertida.

Entonces Piper observó cómo Tessa agarraba a Paige por detrás, igual que a Phoebe. No

lo soportaba más. ¿Cómo se suponía que tenían que luchar contra alguien a quien ni

siquiera podían ver? De repente Taryn voló por encima de sus cabezas y aterrizó con un

ruido sordo a los pies de Tina, inconsciente. Tina se quedó boquiabierta al ver a su

hermana boca abajo, y Phoebe se acercó a Piper.

—Una menos —dijo, dando una palmada. —No tenías que haberlo hecho —dijo Tina.

Hizo un movimiento rápido con la muñeca e hizo volar a Phoebe contra la pared del

otro lado. Un instante después, la invisible Tessa soltó a Paige repentinamente, y

segundos más tarde sujetaba a Piper contra el suelo, justo en el centro del pentagrama,

con la cara aplastada contra la pintura roja.

— ¿Por qué os estáis resistiendo tanto? —les preguntó Tina, acercándose a Piper y

mirándola serenamente. Piper consiguió volver la cabeza y mirar a Leo, que estaba de

pie cerca de la pared de la izquierda. Los otros wiccas habían juntado a los hombres de

Christian en un grupo y estaban de pie a su alrededor, vigilándolos. Leo, Paige y Phoebe

dieron un paso hacia Piper, pero Tina levantó la mano para detenerlos—. No os

molestéis — dijo —. Os seguiré rechazando. Piper miró a Paige y a Phoebe, y vio que

intercambiaban una mirada y se quedaban donde estaban. Leo también se detuvo. Piper

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se alegró. Lo último que necesitaba era que sus hermanas y su marido acabaran

machacados para salvarla.

— Lo único que queremos es reunir vuestros poderes y los de estas otras brujas —

prosiguió Tina, caminando en círculos alrededor de Piper. Piper intentaba soltarse las

manos, pero Tessa las tenía fuertemente sujetas, y por lo que podía notar Piper, las

rodillas de la chica se le estaban clavando en la espalda —. Sabíamos que una vez que

hiciéramos eso... y os matáramos, por supuesto... podríamos ocupar vuestro lugar.

Podríamos ser las hermanas Embrujadas. —Hizo una pausa y, al arrodillarse e inclinarse

sobre Piper, su pelo largo rozó la mejilla de esta. Un escalofrío de repugnancia y miedo

le recorrió la espalda y luchó en vano para librarse de Tessa—. Por supuesto, no

perderemos nuestro tiempo salvando a inocentes que de todas formas no significan nada

para nosotras. Usaremos nuestros poderes para lo que estaban destinados: para que toda

la humanidad se incline ante nosotras y atienda a nuestros caprichos. ¿Quién sabe? —

dijo, volviéndose a levantar—. Quizá también nos apoderaremos del Infierno.

Tina se acercó al cuerpo tendido de Taryn, se arrodilló junto a ella, y le levantó el

torso, dejando que la cabeza de Taryn colgara hacia atrás.

—Taryn, cariño, despierta —dijo Tina, abofeteando la cara de su hermana con tanta

fuerza que hizo que Piper hiciera una mueca de dolor—. Es hora de matar, y tienes que

estar despierta para eso. Vale, si no hago pedazos a esta chica, la enviaré directamente al

manicomio, pensó Piper. Tras un par de bofetadas más, Taryn se despertó por fin y

abrió los ojos.

—Es hora — dijo Tina, mientras ayudaba aTaryn a levantarse. Tina caminó

tranquilamente hacia Piper al tiempo que Taryn caminaba temblorosa hacia el altar.

Cogió un cuchillo enorme de encima del altar y se lo llevó a Tina, sosteniéndolo sobre

las palmas como si fuese una especie de espada bendita. Después de entregar el arma a

su hermana, hizo una ligera reverencia y retrocedió unos pasos.

—Bueno, no tiene todas las velas y círculos y todo lo demás, como yo quería, pero el

ritual todavía funcionará — dijo Tina, dándole la vuelta al cuchillo para inspeccionarlo

y para dejar que la hoja brillara, amenazadora, a la luz de las velas. Piper contuvo la

respiración y cerró los ojos mientras Tina se arrodillaba delante de ella otra vez. No

podía moverse, y sus hermanas no podían hacer nada para salvarla. Lo único que Piper

podía hacer en ese momento era esperar que su muerte fuese rápida y que Phoebe y

Paige consiguieran escapar.

— ¡Piper! —gritó Phoebe—. ¡No! De repente Piper sintió que Tessa se acobardaba. Fue

solo medio segundo, pero se liberó de su control. Una oleada de fuerza recorrió su

cuerpo, y abrió los ojos de golpe. Con toda la energía que le quedaba, rodó sobre su

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espalda, e hizo volar a Tessa. De repente, Tessa reapareció y gateó hacia sus hermanas

mientras Piper se levantaba. Paige y Phoebe corrieron hacia Piper, y las seis se quedaron

allí de pie, frente a frente. Tina se dio la vuelta lentamente y volvió a colocar el cuchillo

en el altar.

—No podéis ganar —les dijo, volviendo a mirarlas. Tendió las manos a sus hermanas,

que se las cogieron con firmeza—. Hay más de una manera de despellejar a las

Embrujadas. Las hermanas empezaron a recitar un hechizo, y Phoebe puso los ojos en

blanco, mirando a Piper.

— No puedo creer que te gustaran estas chicas — dijo, sacudiendo la cabeza.

— Sí, bueno, ya no me gustan —respondió Piper. Levantó las manos y Tina entornó los

ojos.

— ¿Qué hace? —preguntó, interrumpiendo el hechizo.

—Eh, no puedes inmovilizarnos siempre — dijo Tessa—. Tarde o temprano vamos a

completar el hechizo. Piper miró a Phoebe.

— ¿Qué?, ¿no saben qué más puedo hacer con mis manos? — preguntó.

—No, creo que estaban fingiendo llorar y desmayarse durante tu exhibición — dijo

Phoebe.

—Ah. Bueno, mentir no os llevará a ninguna parte — dijo Piper. Con un poderoso

movimiento hizo estallar a las tres brujas malvadas en la atmósfera, interrumpiendo sus

gritos de sorpresa.

—Bien hecho —dijo Paige, apoyándose en el brazo de Piper.

—No me lo puedo creer —dijo Phoebe con incredulidad—. Hicieron todo ese trabajo, y

consiguieron pasar por alto el detalle más importante: nuestro Poder del Fuego.

—Rodeó los hombros de Piper con el brazo y le dio un apretón—. ¿Ves? Tú eres la más

poderosa.

— Sí, bueno, eso no evitó que me secuestraran — dijo Piper, frotándose las muñecas

irritadas. Flexionó las manos y movió los dedos —. Es una sensación agradable haber

recuperado mis manos. Durante todo el día en lo único que he pensado es en enviar a

esas brujas a donde pertenecen. De repente Piper se encontró envuelta en los brazos de

Leo, y ella apretó la cara contra su camisa, inspirando su aroma fresco y limpio e

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intentando no pensar en que hacía muy poco había tenido miedo de no volver a verlo

nunca más.

—Se ha terminado — le susurró al oído —. Ahora todos están a salvo.

—No gracias a mí —dijo Piper, volviendo la cara para poder hablar, y apoyando la

mejilla en él—. Fue una buena idea, chicas, que hicierais que nos quedáramos, o nunca

habríamos descubierto que había dos grupos de secuestradores — les dijo a Phoebe y a

Paige.

—Supongo que nuestro lloriqueo sirve para algo - dijo Paige con una sonrisa de oreja a

oreja Piper sonrió satisfecha.

—Esta vez, pero no lo conviertas en un hábito.

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eo salió a buscar un teléfono y llamar a la policía, y Piper y sus hermanas

vigilaron mientras los wiccas secuestrados ataban a sus captores. Christian soltó

un gruñido de indignación cuando Samson, a quien desde que lo habían

secuestrado le había crecido algo de pelusa en su cabeza habitualmente afeitada,

le ataba las manos. Por desgracia para él, su gruñido solo consiguió que Samson

apretara más la cuerda.

—¿Estáis todos bien? — preguntó Piper, reuniéndose con las víctimas junto a la

pared donde se estaban ocupando del aquelarre de Christian—.

—¿Alguien necesita algo?—

—Yo solo quiero hacer algunas llamadas de teléfono — dijo Clarissa con una sonrisa.

Se acercó a Piper y le dio un fuerte abrazo—. Muchísimas gracias por salvarnos. Estaba

empezando a perder la esperanza.

— Nos alegramos de haberos podido ayudar — dijo Piper cuando Clarissa la soltó.

Caminó hacia donde estaba Samson y levantó los ojos hacia él. Su impresionante

constitución la hacía parecer pequeña—. ¿Te importa si hablo con Christian un

segundo? —le preguntó, frotándose la nuca.

—Adelante —dijo Samson. Dio la vuelta a Christian y lo empujó hacia atrás hasta que

estuvo tocando a la pared, y luego se marchó.

— ¿Qué quieres? — soltó Christian bruscamente, mientras Phoebe y Paige se unían a

ella.

—Solo quiero saber en qué pensabas —dijo Piper sin rodeos—. ¿Qué ganabas con esto?

Christian hizo rechinar los dientes y miró a las hermanas con furia.

—¿Por qué debería decíroslo? — Bueno, de todas maneras se lo tendrás que contar a la

policía dentro de algunos minutos — dijo Phoebe, apoyando el codo contra la pared —.

—También podríamos oír tu historia directamente. Supongo que Craig te metió en esto,

¿me equivoco?—

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—Sí, y ahora ni siquiera está aquí para recibir el golpe — dijo Christian entre dientes.

Piper intentó ignorar que, básicamente, lo que estaba diciendo era que Craig lo había

dejado colgado al sufrir una muerte horrible. Si quería que siguiera hablando, no era

conveniente regañar al chico por ser un auténtico imbécil.

—Así pues ¿qué?, ¿Tina os ofreció algo a cambio de ayudarla a secuestrar gente?—le

preguntó. Christian respiró profundamente y luego levantó la cabeza.

— Craig y Tina salían juntos. Ella le dijo que si la ayudábamos, seríamos

recompensados cuando sus hermanas y ella consiguieran el poder.

— Así que no sabíais nada sobre los anubi — dijo Phoebe.

— ¿Los qué? — preguntó Christian.

— Las cosas que mataron a Craig —le aclaró Paige.

— ¡No! Por eso estábamos todos tan asustados cuando desapareció —respondió

Christian—. Tina nos aseguró que estábamos a salvo, así que cuando Craig fue

secuestrado, no sabíamos qué ocurría. A Piper se le revolvió el estómago al mirar a sus

hermanas. Todo ese tiempo había creído que los responsables de todos los secuestros

tenían que ser demonios, pero se equivocaba. Eran tres chicas que estaban llevando a

cabo el crimen perfecto.

—Bueno, gracias por tu tiempo —dijo Piper, dándole la espalda.

— ¡Espera! ¿Le dirás a la policía que no fue idea mía, verdad? —le gritó — ¿Me

apoyaréis?

—Veremos qué podemos hacer —dijo Piper mientras se alejaba, seguida por Paige y

Phoebe. Ni siquiera se volvió a mirarlo. No podía. Verlo y pensar en todo lo que Tessa,

Taryn, Tina y él habían hecho, la ponía enferma.

—Así pues, los secuestros de los anubi y los otros secuestros no tenían ningún tipo de

relación — dijo Paige mientras se dirigían hacia el otro lado de la habitación—. Por

eso la cama de Craig tenía todas esas marcas negras, que no estaban en ninguna de las

otras escenas del crimen.

— Eso parece — dijo Piper, suspirando. Se sentó en el suelo y se reclinó contra la

fresca pared de ladrillos de escoria. No se había dado cuenta de lo cansada que estaba

hasta ese preciso momento. Al relajarse, tuvo la sensación de que le dolía todo el

cuerpo.

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—Los anubi debieron de haber ido allí solo para encontrar alimento en la convención —

dijo Phoebe, sentándose junto a Piper—. Pero a Tina y sus hermanas les vino muy bien,

porque apartó de ellas cualquier sospecha.

—Sí, con los anubi derrotados, podían hacer cualquier cosa que quisieran — dijo Paige

— Dios, incluso dijimos a todo el mundo que era seguro regresar al camping, y mientras

tanto, nosotras pasábamos el rato con los secuestradores psicóticos a la hora de comer.

— Todavía no me puedo creer que fueran ellas —dijo Piper, pasándose las manos por el

pelo —. Fueron Christian y Tessa los que se me llevaron anoche. Me sorprendí tanto

cuando los vi que probablemente me habría desmayado aunque no me hubieran dado un

porrazo en la cabeza. Hizo una mueca de dolor al pasar la mano por el chichón que se le

había formado donde Christian la había golpeado la noche anterior.

— ¡Ah! ¿Estás bien? —preguntó Phoebe, alargando la mano con cuidado hacia allí.

—Sí, ¡pero no me lo toques! —exclamó Piper, retrocediendo. Phoebe apartó la mano y

frunció el ceño a modo de disculpa—. Supongo que me lo merezco, de todas formas —

dijo Piper—. Estaba aquí diciendo tonterías sobre lo poco poderosos que eran todos

estos wiccas perdedores y creyendo que los criminales eran en realidad las víctimas. —

Bajó la mirada hacia el suelo de cemento arenoso.

— ¡Por favor! — dijo Paige, dejándose caer finalmente sobre el suelo al otro lado de

Piper—. Tessa y Taryn se acercaron a ti con esa historia lacrimógena sobre su hermana

pequeña, y tú las creíste porque querías ayudar. No hay nada de malo en eso.

—Podría habernos pasado a cualquiera de nosotras — asintió Phoebe, acariciándole

el brazo a Piper —. Su historia encajaba con las de todos los demás, y a mí también me

parecieron unas víctimas. En ese momento se abrió la puerta del extremo opuesto de la

habitación, y entraron corriendo por lo menos veinte agentes de policía armados,

seguidos de Leo. Mientras los agentes separaban a las víctimas de los secuestradores,

Leo se acercó a Piper y a sus hermanas. Piper observó mientras algunos de los policías

ofrecían mantas y comida a las víctimas, que se mostraron increíblemente agradecidas.

Clarissa incluso soltó un chillido cuando uno de los agentes le tendió un móvil. Todos

empezaron a llamar a casa para hacer saber a los amigos y a la familia que estaban bien.

Piper sintió que se le empezaba a dibujar una sonrisa en los labios al ver que Keisha

daba un abrazo a uno de los policías.

—¿Ves? —dijo Phoebe, pasando el brazo por encima de los hombros de Piper—.

Hemos

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encontrado a los secuestrados y están todos bien, y hemos derrotado a los anubi, de

manera que no matarán a más brujas.

—Eso fue como una bonificación extra—añadió Paige.

—Vale, tenéis razón —dijo Piper, mirando a sus hermanas —. El resultado final fue

bueno. Le cogió la mano a Paige y le dio un pequeño apretón.

—Solo quiero pediros un pequeño favor — dijo Piper.

— ¿Qué es? —preguntó Paige, apoyando la cabeza sobre el hombro de Piper. Esta

esbozó una sonrisa satisfecha.

—No quiero más vacaciones familiares durante mucho tiempo.

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Sobre la autora

Emma Harrison es una correctora reconvertida en escritora que ha

trabajado muchas series, incluida Sweet Valley High Senior Year, Roswell

High y Fearless. Nunca se pierde un episodio de Embrujadas.