EL RESPETO A LA VIDA HUMANA EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA · Magisterio de la Iglesia nos da luces...

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EL VALOR DE LA VIDA HUMANA EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA Profesor: Marco Antonio Labarca B 1 . El presente artículo, nace como inquietud por reflexionar más detalladamente acerca del “valor de la vida humana”. Sin embargo, antes de proseguir es necesario aclarar y tener presente que el precepto del valor de la vida, tiene como zócalo de sustento en las raíces mismas de la Sagrada Escritura. En sus escritos se apoya el Magisterio de la Iglesia y se complementa con la Tradición Eclesial. Para dicho fin, no debemos olvidar que la Sagrada Escritura fuente de la revelación, es la que muestra al Dios de un pueblo (judeo-cristiano), manifestándose por Amor como el Dios de la vida a toda la humanidad. Luego de haber descrito las bases sobre las cuales se sostiene nuestro ensayo, intentaremos dar una fundamentación más explícita acerca del valor, derecho y el respeto a la vida humana a través del Magisterio de la Iglesia. Para este propósito nos remitiremos al Concilio Vaticano II (1962-1965) con su Constitución Pastoral Gaudium et Spes, a lo propuesto por el Papa Pablo VI en su Encíclica Humanae Vitae, a lo planteado por su sucesor y actual pontífice Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium Vitae y a lo señalado en la Instrucción Donum Vitae sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Todos estos documentos basados y enriquecidos por la tradición de la Iglesia y de los escritos de los anteriores pontífices como Pío XII (en sus alocuciones), Juan XXIII 1 Profesor de Estado (Universidad de Santiago de Chile), Profesor de Religión y Moral (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación), Magister en Ética Social y Desarrollo Humano (Ilades- Universidad Alberto Hurtado). 1

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EL VALOR DE LA VIDA HUMANA EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Profesor: Marco Antonio Labarca B1.

El presente artículo, nace como inquietud por reflexionar más detalladamente

acerca del “valor de la vida humana”. Sin embargo, antes de proseguir es necesario

aclarar y tener presente que el precepto del valor de la vida, tiene como zócalo de

sustento en las raíces mismas de la Sagrada Escritura. En sus escritos se apoya el

Magisterio de la Iglesia y se complementa con la Tradición Eclesial. Para dicho fin, no

debemos olvidar que la Sagrada Escritura fuente de la revelación, es la que muestra al

Dios de un pueblo (judeo-cristiano), manifestándose por Amor como el Dios de la vida

a toda la humanidad.

Luego de haber descrito las bases sobre las cuales se sostiene nuestro ensayo,

intentaremos dar una fundamentación más explícita acerca del valor, derecho y el

respeto a la vida humana a través del Magisterio de la Iglesia. Para este propósito nos

remitiremos al Concilio Vaticano II (1962-1965) con su Constitución Pastoral Gaudium

et Spes, a lo propuesto por el Papa Pablo VI en su Encíclica Humanae Vitae, a lo

planteado por su sucesor y actual pontífice Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium

Vitae y a lo señalado en la Instrucción Donum Vitae sobre el respeto de la vida humana

naciente y la dignidad de la procreación de la Sagrada Congregación para la Doctrina de

la Fe. Todos estos documentos basados y enriquecidos por la tradición de la Iglesia y de

los escritos de los anteriores pontífices como Pío XII (en sus alocuciones), Juan XXIII

1Profesor de Estado (Universidad de Santiago de Chile), Profesor de Religión y Moral (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación), Magister en Ética Social y Desarrollo Humano (Ilades-Universidad Alberto Hurtado).

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en sus Encíclicas Mater et Magistra y Pacem in Terris (sólo por nombrar algunas),

forman parte del cuerpo doctrinal de la Iglesia en la materia que estudiamos.

Mucho se habla del valor o derecho “a la vida” y del valor o derecho “de la

vida” en todos los ámbitos del quehacer humano, ya sea en el plano biológico,

psicológico, filosófico, social, político, civil, legal u otros. No obstante, el tema nos

parece relevante, y su adecuada pertinencia se explica con la necesidad de entroncar su

estudio dentro de un conjunto de coordenadas en las que el ámbito humano se

desenvuelve, es decir, entre la vida (su concepción, su desarrollo, etc.) y finalmente su

muerte. Por lo tanto, hablar del valor de la vida humana implica remitirse al respeto de

ésta.

Estamos ciertos que este camino nos introducirá en un conjunto de complejas

situaciones, las cuales en no pocas ocasiones nos llevan a un camino sin salida para

el mundo secular. Y es precisamente frente a este escenario que la iluminación del

Magisterio de la Iglesia nos da luces y bases de sustento para que a la vez podamos

intentar comprender e introducirnos en el misterio de la vida humana.

En la constitución Gaudium et Spes se explicita que:

“.... el Concilio inculca el respeto al hombre, de forma que cada uno, sin

excepción de nadie, debe considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar

de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente, no sea que imitemos a

aquel rico que se despreocupó por completo del pobre Lázaro”2.

2Cf. GS N°27

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Este carácter de respeto es entregado al hombre por iniciativa del mismo Dios,

quién a través de la Escritura (como se enunció al inicio) hace al ser humano señor de

la creación, dueño de sí mismo y en cierto sentido de la vida, pero no como un rey para

ser servido, sino que al contrario como un rey servidor pleno de sabiduría y amor. El

mismo hombre es en alguna medida administrador de la vida. Así, en palabras de Juan

Pablo II leemos que:

“ La vida se confía al hombre como un tesoro que no debe malgastar, como un

talento a negociar. El hombre debe rendir cuentas a su Señor”3.

Por lo tanto, el hombre y más aún la Iglesia tienen la vocación divina (que se

traduce en un imperativo ético y moral) que a su vez es el hilo conductor de su misión,

de promover la Cultura de la Vida en desmedro de la Cultura (anti-cultura) de la

Muerte4 tan introducida en nuestro diario vivir.

En relación con este tema encontramos apoyo en la Exhortación Apostólica

Familiaris Consortio (1981) de Juan Pablo II, en la que establece:

"La Iglesia está llamada a manifestar nuevamente a todos, con un

convencimiento claro y firme, su voluntad de promover con todo medio y defender

contra toda insidia la vida humana, en cualquier condición o fase de desarrollo en que se

encuentre"5

Para desarrollar dicho análisis en los textos magisteriales, intentaremos llevarlo

a cabo en dos partes. La primera en la cual se expondrá una suerte de elaboración

3 Cf. EV N° 524 Cf. EV capítulo IV “A mí me lo hicisteis”, Por una nueva cultura de la vida humana. 5 Cf. FC N° 30

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teórica para comprender el problema del valor de la vida, expresada en tres claves de

discernimiento (las cuales tienen solo un fin pedagógico), y una segunda parte en la cual

se expondrán algunas propuestas concretas que atentan contra el derecho a la vida en el

transcurso que ésta se desarrolla.

CLAVE ANTROPOLÓGICA DEL VALOR Y EL RESPETO DE LA

VIDA HUMANA

La vida humana es sagrada, tiene un carácter inviolable. En ella se encuentra la

impronta y huella digital de Dios, en ella el Creador se hace presente con amor solícito

demostrando que él se proclama como Señor absoluto de la vida del hombre6.

Sin embargo, dichas premisas se desarrollan al interior de una concepción de

hombre integral, en donde, podemos sintetizar que su carácter antropológico se puede

comprender en tres ámbitos de su naturaleza:

• el primero corresponde al Ámbito Existencial, es decir, el hombre es una

creatura hecha a imagen y semejanza de Dios;

• el segundo se entiende en su Ámbito Diferencial, el cual comprende su

interacción con el resto de los seres vivos;

• y el tercer tópico corresponde al Ámbito Relacional, expresado en su

capacidad de formar parte de una comunidad en equilibrio con la

naturaleza.

6 Cf. EV N°53, 57, 61, 68

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Ahora bien para poder comprender mejor esta dimensión o carácter

antropológico propuesto, se debe explicitar que la vida del hombre sólo se entiende en

su relación exclusiva con Dios (con lo trascendente); consigo mismo (con su cuerpo, su

conciencia, su inteligencia, su voluntad, etc.); con los demás (lo inmanente, la familia,

la comunidad GS N°24, 25, 47) y con la naturaleza (como co-creador y administrador

de ella).

El sentido de co-creador que adquiere el ser humano es gracias al don divino de

la vida7. Comprende necesariamente la aplicación práctica y resolutiva de la

conjugación de los valores de la libertad y responsabilidad, ambos entendidos en la

perspectiva de servicio como amor gratuito por el don de la vida regalada en forma

desinteresada por el propio Dios desde los inicios de la creación.

El hombre por vocación pertenece a la comunidad y a la familia. Dentro de ésta

se encuentra la relación conyugal, cuyo vínculo establece sus lazos de sustento en el

Amor, el cual progresa y madura ordenadamente a lo largo de todo su desarrollo,

situación que fomenta el respeto a la vida humana8. Es importante tener en claro que

dentro del amor conyugal, los valores de la libertad y responsabilidad son inherentes a

esta relación. Es en ella que estos valores (como también otros), se desarrollan y llevan

a cabo gracias a la acción del Espíritu Santo y la sabiduría que se adquiere a lo largo de

la vida.

El desarrollo y bienestar de la familia dentro de la sociedad es fundamental, ella

es el garante de la vida y de la base valórica en el plano cultural, la cual a semejanza de

7 Cf. Gn 1-38 Cf. GS N° 47.

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la familia de Dios, utiliza el plural “hagamos” 9 para realizar su acción salvadora ya

manifestada en el primer relato de la creación y a lo largo de toda la historia del pueblo

de Israel.

El hombre al tener en su mismidad la huella digital de Dios, presenta en su

ontología un conjunto de características que le son propias y las cuales debe desarrollar

para beneficio personal y de los demás. En cada uno de sus ámbitos el hombre va

dimensionando su carácter de ser privilegiado, condición que se expresa en una doble

extensión, es decir, la de pertenecer a la vez al Reino de Dios que se hace presente en el

día a día y al mundo en el cual vive.

Este carácter de hijo de Dios se manifiesta en la vocación del ser humano de

estar abierto a encontrar en el Creador las respuestas a todas sus inquietudes (vida,

dolor, sufrimiento, muerte, etc), implica estar dispuesto a acoger el plan de salvación en

forma gratuita y desinteresada, no como un ser errático, sino que por el contrario, de

manera activa, creativa y participativa, llevando al máximo la capacidad de abandono y

de pertenencia a la familia humana.

CLAVE AXIOLÓGICA DEL VALOR Y EL RESPETO DE LA VIDA

HUMANA

El respeto a la vida humana implica desarrollar y poner en práctica toda la

dimensión axiológica que el hombre posee, tanto en el ámbito de los derechos y de los

deberes fundamentales, los cuales son universables e inviolables10 y que cada ser

9 Cf. Gn 1,1 ss.10 Cf. GS N°26

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humano se encuentra llamado a cumplir a lo largo de su vida. En esta misma línea es

que la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI (25 de Julio 1968) en su número 18,

explicita que la Iglesia es la garantía de los auténticos valores humanos los cuales se

desenvuelven a lo largo de toda la vida.

La búsqueda del desarrollo de los valores humanos se encuentra supeditada a la

búsqueda incesante del bien común de los derechos y obligaciones de todo el género

humano11, situación que se comprende en la medida en que el hombre se sienta parte de

la comunidad. El ser humano por su vocación es una creatura social, es decir, está

llamada a vivir su vida en grupo, y no cualquier vida, sino que una vida buena. Por lo

tanto, es deber de la comunidad facilitar al hombre todos los medios necesarios para

vivir una vida verdaderamente humana12.

Ahora bien en cuanto a la idea de respetar, valorar y defender la vida,

lamentablemente se ha producido una suerte de reducción del problema, es decir, en no

pocas ocasiones nos referimos al respeto y al valor de la vida sola y exclusivamente al

nacer, en su concepción, lo que implica dejar de lado un sin número de variables

concretas, las cuales dejan de entenderse como promoción por el derecho y respeto a la

vida. Tocamos explícitamente aquí, las condiciones estructurales, políticas, sociales,

económicas, culturales, religiosas u otras, que atentan con el desarrollo normal de la

vida, es lo que en palabras del Magisterio corresponde a las llamadas “estructuras de

pecado contra la vida humana”13, las cuales son la manifestación explícita del mal

expresadas a través del egoísmo, la envidia, la soledad e individualismo del ser humano.

11 Cf. Idem12 Cf. Idem13 Cf. EV N°59

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En palabras de los padres conciliares encontramos que:

"Cuanto atenta contra la vida -homicidios de cualquier clase, genocidio, aborto,

eutanasia y el mismo suicidio deliberado-... todas estas prácticas y otras parecidas son,

en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, degradan más a sus autores

que a sus víctimas y son totalmente contrarías al honor debido al Creador"14.

Es preciso hacer mención y explicitar en relación a éste texto, que algunas de las

causas que potencian las mencionadas situaciones en contra del valor de la vida, se debe

al aumento de sucesos marcados por la injusticia social y la pobreza, los cuales afectan a

un número significativo de seres humanos en todo el planeta, así por ejemplo, “de un

total de 6.000 millones de habitantes, 2.800 millones –casi la mitad- viven con menos

de US$2 diarios, y 1.200 millones –una quinta parte- con menos de US$1 al día; el

44% de este grupo se encuentra en Asia Meridional”15.

Tal como lo expresó el Papa Pablo VI, la vocación intrínseca del hombre es

buscar a través de todos los medios la posibilidad de construir la “civilización del amor”

(Navidad de 1975, clausura año Santo) y este imperativo no es tan sólo una misión de

los cristianos y aún más de los católicos, sino que, este desafío es para que “todas

aquellas personas de buena voluntad” (frase hecha celebre por Juan XXIII en su carta

Encíclica Pacem in Terris), se comprometan sinceramente en la promoción del respeto

por la vida humana, sin importar la raza, nación, religión, etnia, posición política o

económica.

14 Cf.GS N° 27 15 Cf. Informe PNUD 2000/2001, pág.3.

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La igualdad de todos los hombres ante Dios es una condición real y patente, es

por eso que es misión de todos desarrollar las condiciones necesarias para el

crecimiento de la civilización humana, logrando que la transmisión de la vida se

plenifique gracias al bien personal de los procreadores y de los hijos.

CLAVE TEOLÓGICA DEL VALOR Y EL RESPETO DE LA VIDA

HUMANA

En el ámbito de lo teológico y por ende bíblico, el valor de la vida humana se ha

desarrollo en relación directa con el mandamiento de “La Vida”16 en primer lugar; del

cual como manifestación opuesta encontramos el “no matarás”17 del Antiguo

Testamento, el que remite su comprensión al texto “Amarás a tu prójimo como a ti

mismo”18 del Nuevo Testamento, en donde esta correlación y perfección del significado

del mandamiento, propone una suerte de trilogía que implica el Respeto en forma

irrestricta a la vida, su Promoción y su Progreso en forma integral, lo que significa

entrar en la vida para vivirla intensamente en búsqueda de la felicidad. La Encíclica

Evangelium Vitae del Papa Juan Pablo II (25 de Marzo 1995) en su capítulo II nos

ilustra al respecto:

“El precepto “no matarás”, asumido y llevado a la plenitud de la nueva ley, es

condición irrenunciable para poder “entrar en la vida” (cf. Mt 19,16-19). En este

sentido son apremiantes las palabras del apóstol Juan: “Todo el que aborrece a su

hermano es un asesino, y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él”

(1 Jn 3,15)”19.

16 Cf. Génesis 1 ss; OOPP N°10117 Ex 20,13; Dt 5,17.18 Rm 13,9; cf. Ga 5,1419 Cf. EV N° 54

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El desarrollo del precepto “no matarás”, implica remitirse en el amplio

entendimiento del concepto, el cual se aplica a lo largo de toda la vida del ser humano,

desde su concepción hasta la muerte, hecho que adquiere gran relevancia en el momento

del comienzo de la vida humana con su posterior ataque denominado Aborto y con la

manifestación en los últimos días de vida por medio de la Eutanasia.

Al respecto el Concilio en la Constitución Gaudium et Spes nos dice:

"Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de

conservar la vida, misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre. Por

tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado. El

aborto y el infanticidio son crímenes abominables "20

Es importante tener como telón de fondo que el respeto a la vida humana se

desarrolla bajo el prisma de la igual dignidad de toda y de todas las personas, premisa

que implica realizar una comprensión integral del ser humano, pasando como se dijo

anteriormente por la valoración de sus derechos y deberes fundamentales universales e

inviolables, de sus valores de igualdad, libertad, responsabilidad y solidaridad humana,

este último comprendido y enriquecido como la preocupación de todos por cada uno,

para que todos seamos verdaderamente responsables de todos.21

Esta clave teológica se manifiesta en el Magisterio no de una manera aislada,

dejada de lado o ajena a toda actividad humana, sino que, al contrario, ella se

desarrolla en el plano del derecho y el valor de la vida, en directo diálogo con las

20 Cf. GS N° 5121 Cf. Para comprender más ampliamente el concepto de Solidaridad, se puede remitir a la encíclica social de Juan Pablo II, Solicitudo Reis Socialis, 30 de Diciembre de 1987, N°38.

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ciencias humanas las cuales gracias a su desarrollo y progreso, van dando luces en la

línea de poder cuidar y proteger la vida humana durante el proceso de desarrollo que

ésta lleva a cabo a través de sus distintos estadios de comprensión, logrando que esta

sea asumida de manera interdisciplinar promoviendo así que sea vivida en forma digna.

No obstante, es necesario tener en claro que éste desarrollo progresivo debe estar

subordinado al bien de la persona humana y despreciando todas las situaciones que

atentan contra ella22.

La clave teológica nos pone de relieve, en definitiva, a Dios como dueño de la

vida humana. Es el significado fundamental del “no matarás”, que recoge este señorío

divino sobre nuestra vida. De ahí, la síntesis clásica que ha acuñado la doctrina de la

Iglesia: Dios es el Señor de la vida y el ser humano su administrador.

PRINCIPALES ATAQUES AL VALOR DE LA VIDA HUMANA

Esta segunda parte del ensayo intentará explicitar algunas realidades

estructurales concretas que atentan contra la concepción y desarrollo normal de la vida

humana, las cuales de una o de otra manera se relacionan con el derecho a la vida. Para

22 GS N°26

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llevar a cabo dicha finalidad, estableceremos tres estadios de comprensión23, los cuales

solamente son utilizados a modo de ilustración pedagógica del lector:

1. - El valor de la vida humana desde su concepción

Este primer punto de arranque se entronca y se complementa con los dos

siguientes puntos que se desarrollarán a continuación. No obstante, el valor de la vida

es una condición “sine qua non” de la cual el ser humano no se puede desentender.

La reserva de este valor no se encuentra tan sólo en el instinto de reproducción

(Gn 1, 27-28) que tiene toda especie, sino que su obligación se encuentra en la

“transmisión de la vida humana”, la cual se encuentra asistida por Dios y el amor que se

declaran en forma libre y responsable los procreadores24.

La riqueza de la transmisión de la vida humana se entronca en la comprensión

del concepto de co-creador, (el cual fue desarrollado en la clave antropológica del

presente ensayo) que adquiere el hombre y la mujer, quienes a través de su amor son

los responsables directos de la concepción de la vida, la cual se manifiesta en la

procreación de un ser único e irrepetible, un nuevo ser humano que goza de los mismos

derechos que todos.

El zócalo de sustento de esta premisa es la dignidad de la persona humana y esta

dignidad es adquirida por ser imagen e hijo de Dios. El sentido de valorar la vida, se

23 Es efectivo que el siguiente análisis dejará afuera un conjunto de situaciones que son dignas de ser estudiadas y desarrolladas, sin embargo, nuestra finalidad es presentar un esquema general a partir de los diferentes documentos magisteriales los cuales han sido resumidos en estos tres estadios de comprensión. 24 Cf. GS N°50

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adquiere por el simple hecho de vivirla a través del pleno ejercicio del derecho y de la

libertad, situación que escapa al hecho religioso propiamente tal. Un ejemplo que

ilustra esta aseveración, lo comprende el precepto del valor y derecho a la vida que se

encuentra enunciada a nivel mundial por instituciones seculares como es el caso de la

Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas la cual establece que:

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su

persona” 25.

Sin embargo, toda esta alocución se encuentra fuertemente amenazada por un

ambiente o corriente secular que intenta hacerse partícipe en la manipulación del valor

de la vida, desde su concepción hasta el nacimiento del ser humano.

Sin lugar a dudas que en este plano, se encuentran las diferentes situaciones de

aborto, las cuales no serán desarrolladas en el presente ensayo. No obstante, este hecho

se ve fuertemente potenciado por un conjunto de factores que en la mayoría de los casos

son externos a la misma transmisión de la vida, tal es el caso de las dificultades que

encuentran los matrimonios.

La Evangelium Vitae en su número 59 nos habla acerca de las estructuras de

pecado contra la vida humana aún no nacida, refiriéndose a las condiciones sociales,

económicas, políticas, culturales u otras, que afectan a la concepción y desarrollo

normal de la vida humana, e incluso la carta Encíclica es más tajante en su postura al

retomar la idea propuesta en la Declaración sobre el aborto procurado (1974), en la cual

se establece que:

25 Declaración Universal de los Derechos Humanos, N°3, 1948.

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“Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida

que no es del padre ni de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla

por sí mismo”26.

Al tener presente esta premisa, queda claro que el origen de la vida se produce

cuando el óvulo es fecundado por el espermio y sólo en ese momento ya deja pertenecer

a la tutela del padre y de la madre. Esta situación presenta no pocos detractores al

interior del mundo científico, ya que hay algunas posturas que establecen que en este

momento (de la fecundación) no hay ninguna vida humana, sino que es una parte del

proceso que se está desarrollando27. Otra postura niega al embrión su carácter personal

durante toda la fase preimplantatoria (los primeros catorce días después de la

fecundación)28, y una tercera plantea que sólo hay vida humana cuando el huevo en el

estado de blastocisto se implanta en el útero materno, etc.

Un paso más en esta postura de la Iglesia por defender el derecho a la vida, la

establece en correspondencia con la manipulación de esta desde el seno materno,

situación que presenta sus bemoles más sobresalientes a la hora de servir como

plataforma para la experimentación desenfrenada de la ciencia en desmedro del

beneficio del embrión. Al respecto, la Instrucción Donum Vitae se manifiesta de la

siguiente manera:

“son lícitas las intervenciones sobre el embrión humano siempre que respeten la

vida y la integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que

26 Cf. EV N°6027 Vico José, “El Comienzo de la Vida Humana”, (bioética teológica), Ed. San Pablo, Santiago, 1992, pág. 113 ss.28 Organización Mundial de la Salud (1994).

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tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia

individual”29

Una situación más cercana a nuestra realidad que puede ir en la misma línea de

acción, es la famosa Píldora del día después30, cuya comercialización se ha establecido

como una abierta aceptación de ataque contra el derecho a la vida humana. Sin

embargo, lo que deseamos destacar al respecto frente a este hecho, es el trasfondo que

se encuentra como base cultural de nuestra sociedad con respecto al ejercicio de la

paternidad responsable31.

“Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de

paternidad responsable sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que

comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos legítimos y

relacionados entre sí”32

Frente a la propuesta del documento de Pablo VI y al intentar hacer un símil con

nuestro caso, podemos decir que se ha producido una ruptura entre lo que se entiende

29 Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum Vitae, sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación (1987), Introducción, 3.30 La píldora del día después es un método hormonal para evitar el embarazo, posteriormente a una relación sexual. Este fármaco contiene progestágeno en altas dosis, siendo el levonorgestrel su ingrediente activo (0,75 mg). Esta pastilla, llamada anticonceptiva de emergencia (PAE), para conseguir su efecto, tiene que ser ingerida por vía oral después de una relación sexual (con una segunda dosis a las doce horas de la primera) y no después de transcirridas setenta y dos horas del coito, cf, Informe Ethos n°14 (2001) 31 La literatura médica suele asignar tres posibles efectos para explicar su efectividad: A) el efecto anovulatorio que inhibe (previniendo o retrasando) la ovulación; B) el efecto de barrera que, al producir una mayor densidad de mucus del cuello uterino, dificultaría la migración ascendente de los espermatozoides hacia las trompas en el encuentro con el óvulo, como también obstaculizaría la motilidad del óvulo; y C) el efecto de anti implantatorio, ya que, al acelerar la maduración del endometrio uterino, dificulta la anidación del embrión en estadio de blastocisto. Todo depende del momento del ciclo femenino y de la ingestión del fármaco; por ello, no se puede saber exactamente cómo actúa en cada caso. Cf, Informe Ethos n°14 (2001). 32 Cf. HV N°10

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por sexo, desligando esta realidad de la fecundidad, llegando a hablar incluso de sexo

seguro o sexo protegido, y la sexualidad reducida al simple proceso de fecundación

biológica, lo que implica dejar de lado su condición de toda la persona humana y de

apertura hacia el otro que genera vida en todo sentido. Vida y sexualidad están

íntimamente relacionadas, porque su realización plena consiste en un amor dativo y

creativo.

2. - El valor la vida humana en la familia

Un segundo punto de anclaje en nuestro recorrido del valor de la vida humana a

través del Magisterio, es la formación de la familia como núcleo central de la sociedad y

espejo del amor conyugal.

El acto conyugal como expresión máxima del amor, se explica a sí mismo

gracias a su respeto y finalidad. Sin embargo, esta unión no se encuentra ajena a

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dificultades que pueden llegar a atacarlas y aún destruirlas. Ella misma se encuentra

supeditada en su accionar a un conjunto de factores los cuales van poniendo en juego

su estabilidad y crecimiento.

Los principales problemas que atacan a esta comunidad se deben a los

permanentes signos de muerte que la rodean, lo cual va mermando la calidad de vida de

los sujetos que la conforman. Estos signos son tan grandes, que en no pocas ocasiones,

oscurecen los signos positivos de vida que encontramos en nuestras comunidades.

Ahora bien esta realidad llevada al campo del valor de la vida, al interior de

nuestras sociedades presentan dificultades que no ayudan a los esposos a cumplir

cabalmente con su responsabilidad de padres. Es así como en su desmedro abundan las

situaciones de injusticia plasmadas a través de las estructuras políticas, económicas,

sociales y culturales, las cuales en no pocas ocasiones se ven potenciadas y fortalecidas

por el efecto de la globalización y de la interconexión en todo el planeta.

A nivel del Magisterio, la carta Encíclica Evangelium Vitae en su capítulo

primero, nos presenta un título bastante sugerente relacionado con nuestro tema, “La

sangre de tu hermano clama a mí desde el cielo”, en el cual expone las actuales

amenazas a la vida humana.

Bajo este prisma, podemos subentender que son innumerables las lesiones que

sufren las familias cuando se proponen salir adelante y ante las cuales, muchas de ellas

caen sin remedio, debido al agobio de las circunstancias en las cuales están. Es así como

en algunos lugares del mundo, aún encontramos el infanticidio como la única salida

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para enfrentar la situación de una familia numerosa, o también el caso de los Somalíes

(pueblo que sufrió la hambruna en los años 90), en donde las familias tenían una gran

cantidad de hijos porque así se aseguraban que había más posibilidad que alguno se

salvara.

Es claro y evidente que:

“La miseria, la desnutrición, el hambre, la inicua distribución de los bienes y de

la riqueza, la violencia, el odio, los intereses contrapuestos, etc, son los que llevan a los

hombres a agredirse entre sí con homicidios, guerras matanzas y genocidios”33.

Estos hechos atentan contra la persona en particular y a la comunidad en

general. Son las estructuras de pecado que mencionábamos anteriormente. Son ellas las

que ahogan el grito alegre de la vida humana, las que van en contra de la dignidad de

toda la persona integral, las que van sembrando la desesperanza en vez de la esperanza,

la tristeza en vez de la alegría, el pesimismo en vez del optimismo, la costumbre en vez

de la creatividad, el individualismo en vez de la solidaridad, la modorra en vez de la

participación activa, la muerte en vez de la vida.

Una situación muy parecida es la que se vive con la violación de los derechos

humanos, situación que a nuestro juicio ha reducido su comprensión integral del

problema34, en donde, atentados a las personas, como las torturas corporales y mentales,

33 Cf. EV N°1034 La fundamentación planteada corresponde a la debilidad, poca profundización, poca sistematización y poca claridad, respecto al tema de la enseñanza de los derechos humanos a través de la educación formal. La presente superficialidad según a mi parecer se debe exclusivamente a la poca consistencia y desarrollo de una cultura de los derechos humanos, la cual en no pocas ocasiones nos queda como situaciones o preguntas personales no respondidas por un lado y por otro se debe a la reducción de su comprensión a términos solamente jurídico/políticos/históricos (declaración de 1948), dejando afuera de ésta comprensión todo el ámbito correspondiente al desarrollo práctico/moral (término acuñado por Pablo

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la implantación de condiciones infrahumanas de vida (bajos salarios, pésimas

condiciones de acceso a la salud, irrisorias pensiones asistenciales, etc.), las detenciones

arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas, la

corrupción de menores y las ciertas condiciones ignominiosas de trabajo, van

mermando la capacidad de desarrollar una mejor calidad de vida, la que afecta

directamente al valor, derecho, cuidado y respeto a la vida.

Otro punto de no menor importancia que los anteriores, es aquel que tiene

relación con el desarrollo y el progreso35 de los pueblos y de la sociedad, el cual a

través del subdesarrollo, con el desenfrenado control demográfico en ciertos países del

mundo, el incremento en el comercio de armas, la corrupción, los abismantes

desequilibrios ecológicos36, la implantación del narcotráfico y el lavado de dinero, van

generando una nueva escala de valores en las cuales el valor al derecho de la vida y su

posterior respeto, van posesionándose de los últimos escalafones37.

Salvat en “Derechos humanos, Democracia, y desarrollo en América latina: notas para una agenda latinoamericana, Ilades, Marzo 1995.) lugar en el cual, el desarrollo histórico de los derechos humanos durante el proceso de su defensa, debiera formar parte a modo de piedra angular dentro de la creación de una pedagogía de la memoria, en donde la comprensión, la dimensión integral y no parcial y su educación basada en la realidad vivida por nuestro país, sea proyectada en la imperiosa necesidad de construir y validar una memoria histórica que entregue elementos de discernimiento, para las actuales y futuras generaciones con respecto al tema de los derechos humanos.Frente a éste pequeño diagnóstico, se plantea que la educación en los derechos humanos (realizada en la educación formal) sesga en alguna medida la comprensión integral de su dimensión real, quedando relegado todo su ámbito social, ético, cultural, afectivo; criterios que a mi parecer, implican el desarrollo de “una visión integradora de derechos humanos, capaz de articular los distintos momentos históricos de reivindicación de derechos: los derechos de libertad, los de igualdad, los de solidaridad”, es decir, la articulación, la complementación e interdependencia de las así llamadas tres generaciones de derechos humanos. Cf, Labarca, Marco Antonio, “Análisis crítico y propositivo de la enseñanza de los derechos humanos en la educación formal en Chile”, en [email protected], julio 2000.35 Al respecto se puede complementar con la lectura de la Encíclica de Pablo VI, Populorum Progressio (1967), y de Juan XXIII, Mater et Magistra (1961). 36 Es interesante incluir en este apartado lo que Juan Pablo II denomina como la “Ecología Humana”, la cual comprende que el ser humano debe ser respetado en su estructura natural y moral en la que ha sido dotado, e incluso el Papa es más enérgico al argumentar que “la primera estructura fundamental a favor de la ecología humana es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primera nociones sobre la verdad y el bien; aprende que quiere decir, amar y ser amado y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona”. Cf. Juan Pablo II, Encíclica Centecimus Annus, N° 38-39, 1991.37 Cf. EV N°10

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3. - El valor de la vida humana en relación con la muerte

El tercer y último punto de aterrizaje de nuestra reflexión acerca del valor de la

vida a través del Magisterio, es la relativa al ocaso de la vida, es decir, el encuentro con

el misterio de la muerte.

Sin embargo, antes de proseguir con nuestro análisis, debemos tener en claro que

la muerte es una parte de la vida. Ahora bien, que nosotros la miremos como un hecho

doloroso, dificultoso y no deseado, remite su exclusividad a la forma de entender y

comprender este proceso, el cual se circunscribe al interior de una realidad y una cultura

que escapa a toda naturaleza viva.

Para la doctrina de la fe de los cristianos y más aun de los católicos, la muerte

corresponde al triunfo de la vida sobre la muerte en Jesucristo. Es el Paso, la Pascua, el

Pesah (Judío) que busca y encuentra la vida eterna38.

No obstante, este hecho se desarrolla al interior de un conjunto de variables las

cuales en no pocas ocasiones intentamos manejar a nuestro agrado, para negar el costo

económico, el sufrimiento, etc. A este respecto el Magisterio nos dice:

“En el otro extremo de la existencia, el hombre se encuentra ante el misterio de

la muerte. Hoy, debido a los progresos de la medicina y en un contexto cultural con

38 Al respecto el beato chileno Alberto Hurtado SJ, tenía una forma muy particular de referirse a la vida y a la muerte. Él decía: “La vida es el camino para buscar a Dios, la muerte es el lugar para encontrar a Dios y la vida eterna es el lugar para poseer a Dios”

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frecuencia cerrado a la trascendencia, la experiencia de la muerte se presenta con

algunas características nuevas. En efecto, cuando prevalece la tendencia a apreciar la

vida, sólo en la medida en que da placer y bienestar, el sufrimiento aparece como una

amenaza insoportable, de la que es preciso librarse a toda costa”39.

En forma paralela y al interior de nuestras sociedades, se han desarrollado

situaciones y circunstancias que bajo ciertos tópicos de comprensión avalan la muerte

como un mecanismo ya sea de castigo (Pena de Muerte, EV N°56-57) o de descanso,

(Eutanasia). Para quienes se enfrentan a ellas, ambas situaciones atentan directamente

contra el valor de la vida, las que en la actualidad tratan de exigir su legitimación

jurídica a través de la opinión de la sociedad civil y de ser observadas como un estado

de derecho40. Por otro lado, el desarrollo de las ciencias biomédicas han generado un

poderoso conjunto de recursos para mantener de modo indefinido la vida de una persona

que padece de una enfermedad terminal41, lo cual merma la capacidad de entender la

muerte como un proceso que se asume de forma consciente para el cual uno se prepara.

Dentro de estas coordenadas se inscriben el suicidio y el homicidio, dos

situaciones que atentan directamente al valor de la vida humana. Sin embargo, la

Encíclica Evangelium Vitae también nos ilumina frente a esta realidad, la cual en no

pocas ocasiones ha sido mal entendida:

“Ahora bien, el suicidio es siempre moralmente inaceptable, al igual que el

homicidio. La tradición de la Iglesia siempre lo ha rechazado como decisión gravemente

39 Cf. EV N° 6440 Cf. EV N°6841 Cf. EV N° 15; 65

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mala. Aunque determinados condicionamientos psicológicos, culturales y sociales

puedan llevar a realizar un gesto que contradice tan radicalmente la inclinación innata

de cada uno a la vida, atenuando o anulando la responsabilidad subjetiva, el suicidio,

bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque comporta el

rechazo del amor a sí mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad para con

el prójimo, para con las distintas comunidades de las que se forma parte y para la

sociedad en general”42.

Si bien es cierto que intentar comprender el misterio de la muerte es imposible

para la naturaleza humana, ella adquiere sentido a través del camino del Amor y de la

piedad verdadera43, a la cual nos lleva la fe en Cristo muerto y resucitado manifestada

en la esperanza de la resurrección prometida, la cual se traduce en tres medios de

acción:

• luchar por la vida,

• humanizar la experiencia de dolor y

• respetar la voluntad del enfermo o la de su familia.

Con la articulación ponderada de éstas tres coordenadas, se puede lograr la

respuesta adecuada a algunas situaciones complejas en relación con la muerte.

A modo de conclusión

42 Cf. EV N°6643 Cf. EV N°67

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Al desarrollar el análisis del valor de la vida de esta manera, apoyados en

primera instancia por las claves de discernimiento y en segundo lugar por estos tres

estadios de comprensión, intentamos dar respuesta o explicitar algunos elementos (de

una manera muy simple), que nos ayuden a reflexionar frente al hecho que la vida se ha

vuelto un desenfrenado paradigma de vivir (o sobrevivir) para tener, para poder y para

saber. Situación que nos lleva al ejercicio continuo del individualismo

Frente a esta premisa la postura del Magisterio, se presenta como una

iluminación integral del quehacer humano, en donde se hace evidente que el re-

descubrimiento del valor de la persona, se enriquece cuando se hace a la luz de la fe. Sin

embargo, queda como desafío y como tarea el seguir desarrollando y creando acciones

concretas que nos ayuden a comprender al hombre en una clave de:

• Reconciliación (consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con

Dios),

• Solidaridad (creativo y responsable del bien común),

• Profundidad (contemplativo, religioso, en discernimiento a la luz del

Espíritu),

• Apertura (acogedor, participativo, con vínculo de pertenencia)

• Respeto (tolerante, propositivo, valorar la diversidad)

• Reciprocidad (abandono en las manos de Dios, consciente, buscador del

diálogo) y

• Comunicación (sincero, democrático, desprendido, libre de expresar su

propia opinión).

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BIBLIOGRAFÍA

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• Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae (1995)

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