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MONS. FERNANDO ARÊAS RIFAN Obispo y Administrador Apostólico Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia Orientación pastoral Instrucción y orientación dirigida a los sacerdotes y fieles de la Administración Apostólica personal de San Juan María Vianney y a los demás católicos vinculados con la liturgia tradicional a los cuales pueda resultar útil Traductor BRUNO MORENO RAMOS Fundación GRATIS DATE Apartado 2154 - 31080 Pamplona, España ISBN 84-87903-86-X, DL NA 822-2012 Gráficas Lizarra, S.L., Ctra. de Tafalla km. 1 - 31132 Villatuerta, Navarra

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MONS. FERNANDO ARÊAS RIFANObispo y Administrador Apostólico

Tradición yMagisterio vivo de la Iglesia

Orientación pastoralInstrucción y orientación dirigida a los sacerdotes y fieles

de la Administración Apostólica personal de San Juan María Vianneyy a los demás católicos vinculados con la liturgia tradicional

a los cuales pueda resultar útil

TraductorBRUNO MORENO RAMOS

Fundación GRATIS DATEApartado 2154 - 31080 Pamplona, España

ISBN 84-87903-86-X, DL NA 822-2012Gráficas Lizarra, S.L., Ctra. de Tafalla km. 1 - 31132 Villatuerta, Navarra

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2 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

Presentación de la edición española

La presente obra, Tradición y Magis-terio de la Iglesia, tiene por autor alExcmo. Sr. Don Fernando Arêas Rifan,Obispo de la Administración Apostóli-ca Personal San Juan María Vianney, deCampos (estado Río de Janeiro, Brasil).

La Administración Apostólica es unacircunscripción eclesiástica que se equi-para a una Diócesis (CIC c. 368); unaporción del pueblo de Dios, cuyo cui-dado pastoral es confiado a un Admi-nistrador Apostólico, que gobierna enel nombre del Sumo Pontífice (c.371 §2).

La Congregación para los Obispos,por el Decreto Animarum bonum (18-I-2002), creó la Administración Apostó-lica San Juan María Vianney, estable-ciendo jurídicamente la voluntad delPapa Juan Pablo II, expresada en su car-ta autógrafa Ecclesia unitas (25-XII-2001), escrita para guardar en la uni-dad eclesial a los sacerdotes y fieles vin-culados a las anteriores formas litúrgi-cas y disciplinares del Rito Romano (Li-turgia de San Pío V).

Dom Fernando Arêas Rifan, nacidoen São Fidélis (Estado Río de Janeiro),entró en el Seminario Diocesano a los12 años de edad, y fue ordenado sacer-dote a los 24 años (8-XII-1974) en laCatedral-Basílica del Santísimo Salva-dor, en Campos, por el Excmo. Sr. Obis-po, Don Antônio de Castro Mayer, que

fue el Obispo diocesano durante 33 años(1948-1981). Este Obispo fue el forma-dor de la mayoría de los sacerdotes quehoy componen la Administración Apos-tólica. Siempre muy fiel al Magisteriode la Iglesia, Don Antônio conservótambién en la diócesis la Misa en la for-ma extraordinaria del Rito Romano.

Mons. Arêas Rifan fue secretario par-ticular del Obispo diocesano, Directordiocesano de la Enseñanza Religiosa,profesor de filosofía en el Seminario,miembro del Consejo presbiteral y delColegio de Consultores, y párroco dela Parroquia de Nuestra Señora del Ro-sario, de la ciudad de Campos de Goyta-cazes.

Acogiendo la petición del Papa JuanPablo II, con el fin de resolver el pro-blema de la división de los católicos enla Diócesis de Campos, Mons. Arêas Ri-fan fue enviado a Roma como portavozde los sacerdotes de la Unión Sacerdo-tal San Juan María Vianney. En las con-versaciones con la Santa Sede esta mi-sión, gracias a Dios, llegó a buen térmi-no, y el Santo Padre creó la Adminis-tración Apostólica Personal San JuanMaría Vianney.

El primer Obispo de esta Administra-ción Apostólica fue Dom Licínio Ran-gel, cuyo reconocimiento canónico co-incidió con la creación de la misma Ad-ministración Apostólica (18-I-2002). ElPapa Beato Juan Pablo II eligió comoObispo coadjutor al Excmo. Sr. DonFernando Arêas Rifan, actual Obispo dela Administración al fallecimiento deDom Licinio (16-XII-2002). Don Fer-nando recibió la ordenación episcopalde manos del Sr. Cardenal Darío Cas-trillón Hoyos, prefecto de la Congrega-ción del Clero (18-VIII-2002), y fue

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nombrado Obispo Administrador Apos-tólico de la misma Administración, vi-niendo a formar parte de la Conferen-cia Nacional de Obispos del Brasil(CNBB).

El título original de la obra que ahorapresentamos es Orientação pastoral –O Magistério vivo da Igreja (2005). Ensu edición francesa se titula Tradition etMagistère vivant (Éditions Sainte-Ma-deleine, Monastère du Barroux, France,2007). La traducción española de Bru-no Moreno, que ha utilizado la ediciónoriginal portuguesa y su versión en fran-cés, ha sido aprobada por el Autor.

Creemos que es ésta una de las obrasmás valiosas para promover una inter-pretación católica del Concilio Vatica-no II y para rechazar la falsa interpreta-ción de los modernistas, que en ciertomodo coincide con la que hacen los tra-dicionalistas extremos, según la cual enno pocas graves cuestiones el VaticanoII habría establecido una ruptura con elMagisterio anterior de la Iglesia.

Agradecemos mucho a Mons. ArêasRifan la autorización que nos ha conce-dido para publicar su obra. Quiera Diosque preste una gran ayuda espiritual alos lectores de habla hispana.

Fundación GRATIS DATE

Siglas–CIC: Codex Iuris Canonici–CEC: Catechismus Catholicæ Ecclesiæ–DzSch: Enchiridion Symbolorum Defi-

nitionum et declarationum de rebus fidei etmorum, Heinrich Denzinger - Adolf Schön-metzer, edit. Herder.

Prefacio del Autor a la edición española

He escrito esta sencilla Orientaciónpastoral sobre el Magisterio vivo de laIglesia* para los sacerdotes y fieles denuestra Administración Apostólica, perocreo que será útil también para los sa-cerdotes y fieles de otros países, espe-cialmente los de lengua española. Al-gunos de estos últimos me han pedidouna versión en español y mis amigos dela Fundación Gratis date generosamen-te me ofrecieron realizar la traducción,lo que les agradezco mucho, así comoel excelente trabajo de traducción deBruno Moreno Ramos.

Os ruego que la recibáis y la leáis conun sincero espíritu de la fidelidad a laSanta Iglesia y con amor por la verdad(ni siquiera sería necesario recordarlo,porque conozco vuestro espíritu católi-co).

He intentado basarme en el Magiste-rio de la Iglesia, defendiéndolo de mu-chas ideas extrañas, que por desgraciason muy comunes hoy en día en losámbitos católicos.

Prefacio

_____________* La presente Orientación pastoral con-

tinúa y complementa lo expuesto en mi Ins-trucción pastoral sobre el papa y el Magis-terio de la Iglesia, acompañada de un cate-cismo sobre el mismo tema, con fecha del24-IV-2005, con ocasión de la inauguracióndel pontificado del papa Benedicto XVI.

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4 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

San Pío X nos enseña: «el primer yprincipal criterio de la fe, la regla su-prema e inquebrantable de la ortodoxiaes la obediencia al magisterio siemprevivo e infalible de la Iglesia, estableci-do por Cristo como columna et firma-mentum veritatis, columna y fundamen-to de la verdad» (alocución Con verasoddisfazione, 10/05/1909).

Leed, por favor, esta Orientación concalma y reflexión, sobretodo la primeraparte, recordando que las otras dos par-tes, que versan sobre las consecuenciasprácticas y la aplicación de los princi-pios, deben leerse a la luz de la primeraparte, que es de tipo teórico. Se trata deun tema doctrinal muy grave, que afec-ta a los principios dogmáticos de la fecatólica.

Como digo en el texto, hemos toma-do únicamente como guías y como luza la doctrina de la Santa Iglesia, trans-mitida por su Magisterio asistido siem-pre por el divino Espíritu Santo, y alcompromiso de nuestra conciencia paracon Dios, Nuestro Señor, la Santa Igle-sia y las almas, sin dejarnos llevar porconsideraciones y juicios humanos.

Vuestro amor por la Iglesia y vuestrodeseo de ser fieles a su doctrina os haráentender todas las explicaciones conte-nidas en este escrito. Creemos que es-tas explicaciones, aunque incompletas,serán suficientes para que los católicosentiendan el problema y acepten la guíade la Iglesia, aunque somos conscien-tes de que, para aquellos con buen espí-ritu y especialmente aquellos con unbuen criterio católico, no hacen falta

muchas explicaciones, mientras que,para aquellos que no los tienen, por des-gracia, ninguna explicación será sufi-ciente.

Afortunadamente, después de la pu-blicación de esta Orientación pastoral,tuvimos la satisfacción de recibir congratitud la carta apostólica del SantoPadre, el Papa Benedicto XVI, en for-ma de Motu Proprio Summorum Ponti-ficum, en el que, en un gesto de bondady generosidad, «abriendo de par en parsu corazón», como él mismo dijo, ybuscando «la reconciliación interna enel seno de la Iglesia», liberó para todoel mundo, como forma extraordinaria,el uso de la forma antigua del único ritoromano, junto a su forma ordinaria, laMisa según el rito de Pablo VI, actual-mente en vigor en la Iglesia.

Y, para hablar en términos de recon-ciliación y convivencia, recordemos quela nueva forma (ordinaria) de la Misabusca conseguir una mayor participa-ción, mientras que la forma antigua (ex-traordinaria) expresa mejor la sacralidady la reverencia debida al misterio eu-carístico. Por esta razón, el Papa afir-ma que «las dos formas de uso del Ritoromano pueden enriquecerse mutua-mente». Por lo tanto, así como el anti-guo misal se enriquecerá con nuevossantos y nuevos prefacios, «en la cele-bración de la Misa según el Misal dePablo VI, se podrá manifestar, con másfuerza de lo que a menudo se ha conse-guido hasta ahora, aquella sacralidadque atrae a muchos hacia el rito anti-guo»**.

_____________**Benedicto XVI, Carta a los Obispos, que acompaña el Motu Proprio Summorum

Pontificum (7-VII-2007).

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Nuestra Administración Apostólica,que ya tenía este privilegio concedidopor la Santa Sede, aplaude calurosamen-te esta iniciativa del Santo Padre, tanbeneficiosa para toda la Iglesia, y ex-presa su agradecimiento.

La publicación en español de estaOrientación Pastoral coincide con el 50ºaniversario de la apertura del ConcilioVaticano II, ocasión, por lo tanto, muyoportuna para reflexionar sobre el mis-mo, al cual dedicamos la tercera partede este opúsculo.

Por parte de los católicos más afectosa la Tradición, existe una tendenciaequivocada a afirmar que es posible re-chazar sus documentos, los cuales noserían obligatorios, al no ser infalibleso definitivos, olvidando que son ense-ñanzas oficiales del Magisterio –verda-des del tercer apartado de la Profesiónde Fe (cf. Ad tuendam fidem – can. 752,1371, § 1), que forman parte del Ma-gisterio auténtico– a las cuales debemosprestar nuestro asentimiento religioso,interno y externo, de la voluntad y de lainteligencia.

El Catecismo de la Iglesia Católicanos enseña:

«La asistencia divina es también conce-dida a los sucesores de los apóstoles, cuan-do enseñan en comunión con el sucesor dePedro (y, de una manera particular, al obis-po de Roma, Pastor de toda la Iglesia), aun-que, sin llegar a una definición infalible ysin pronunciarse de una “manera definiti-va”, proponen, en el ejercicio del magiste-rio ordinario, una enseñanza que conduce auna mejor inteligencia de la Revelación enmateria de fe y de costumbres. A esta ense-ñanza ordinaria, los fieles deben “adherirsecon espíritu de obediencia religiosa” (LG25) que, aunque distinto del asentimiento

de la fe, es una prolongación de él» (CEC892).

En nuestra Orientación Pastoral, re-cordamos la distinción que debemosrealizar entre las discusiones pastoralesy el texto de la promulgación oficial delos documentos, que son los únicos queexigen nuestro asentimiento.

También recordamos que, en la rela-ción entre el Magisterio y la Tradición,debemos considerar que, aunque la Tra-dición y la Sagrada Escritura constitu-yen el fundamento de cualquier afirma-ción del Magisterio, en el orden del co-nocimiento es del Magisterio de quienrecibimos esa afirmación.

Es el Magisterio quien me hace co-nocer lo que pertenece o no a la Tradi-ción apostólica; no soy yo quien debejuzgar al Magisterio en función de loque puedo comprender de la Tradición.Si bien el Magisterio no está por enci-ma de la Tradición ni de la Sagrada Es-critura, sí que está por encima de todasnuestras interpretaciones de la Tradi-ción y de la Sagrada Escritura.

Esto es lo que explicó claramente elBeato Juan Pablo II al entonces carde-nal Joseph Ratzinger:

«...no es lo antiguo como tal ni lo nuevoen sí mismo lo que corresponde al concep-to exacto de la Tradición en la vida de laIglesia. Este concepto designa, en efecto,la fidelidad duradera de la Iglesia a la ver-dad recibida de Dios a través de los aconte-cimientos mutables de la historia. La Igle-sia, como el padre de familia del Evange-lio, saca con sabiduría «de su tesoro lo vie-jo y lo nuevo» (cf. Mt 13,52), mantenién-dose en la obediencia absoluta al Espíritude la Verdad que Cristo entregó a su Iglesiacomo guía divino. Esta delicada tarea de dis-

Prefacio

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cernimiento la lleva a cabo la Iglesia pormedio de su Magisterio auténtico (cf. LG25)»***

Gracias a Dios, después del ConcilioVaticano II, el Magisterio de la Iglesianos ha dado muchos documentos queesclarecen su verdadero sentido y nosmuestran el camino de la verdad católi-ca.

Así, recibimos con gran alegría el do-cumento en forma didáctica del 10 dejulio 2007: las Respuestas a las pregun-tas acerca de ciertos aspectos de ladoctrina sobre la Iglesia de la Congre-gación para la Doctrina de la Fe, ratifi-cadas y confirmadas por el mismo San-to Padre, que ha ordenado su publica-ción, velando una vez más para ofrecer,en contra de la interpretación modernis-ta, la interpretación católica oficial delos textos del Concilio Vaticano II.

Estos documentos confirman la ense-ñanza que damos en nuestra presenteOrientación pastoral sobre el ma-gisterio vivo de la Iglesia, lo cual nosproporciona un gran consuelo, porquesabemos que estamos en perfecta ar-monía con las enseñanzas del SantoPadre y del Magisterio de la Iglesiaen las circunstancias actuales.

En relación con esta OrientaciónPastoral, recibí una carta de la Con-gregación para la Doctrina de la Fedel 28 de abril de 2008, que presentael siguiente dictamen:

«La respuesta y los argumentos conte-nidos en la obra de Su Excelencia DomFernando Rifan son doctrinalmente váli-das y acordes con el Magisterio de la Igle-

sia... La obra también parece adecuada paralos fieles que la lean sin prejuicios».

El cardenal Darío Castrillón Hoyos,en su discurso ante la Asamblea de la VConferencia del CELAM, en Apareci-da, el 16 de mayo de 2007, en referen-cia a nuestra Administración Apostóli-ca y a su influencia en la decisión delPapa, influencia que se debió a las bue-nas relaciones entre la diócesis de Cam-pos y nosotros, recuerda los buenos fru-tos que estas relaciones han producido,después de nuestro reconocimiento ca-nónico. Éstas son las palabras del car-denal:

«...los fieles que se han inscrito en la Ad-ministración Apostólica están contentos depoder vivir en paz en sus comunidadesparroquiales. Y lo que es más, algunas dió-cesis del Brasil han establecido contactoscon la Administración apostólica de Cam-pos, la cual ha puesto a su disposición sa-cerdotes para la atención pastoral de los

_____________*** Carta In questo periodo al cardenal Ratzinger (04-VIII-1988: AAS, 1988, pgs. 1121-

1125).

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fieles tradicionalistas de sus iglesias loca-les. El proyecto del Santo Padre ya ha sidoparcialmente experimentado en Campos,donde la coexistencia pacífica de las dosformas del único rito romano de la Iglesiaes una hermosa realidad. Esperamos queeste modelo también produzca buenos fru-tos en otros lugares de la Iglesia, en los queconviven fieles católicos con diferentes sen-sibilidades litúrgicas. Y esperamos tambiénque esta convivencia atraiga también a aque-llos tradicionalistas que todavía están lejos».

La crisis actual es, en realidad, unacrisis de fe. Reavivemos, pues, nuestrafe en la Santa Iglesia y en la asistenciaperenne del divino Espíritu Santo, fru-to de la promesa de su divino Funda-dor.

La oración diaria, la devoción a laSantísima Virgen, Madre de la Iglesia,la Sagrada Eucaristía, sacrificio y sa-cramento, serán la garantía de nuestrafidelidad y nuestra perseverancia.

A todos los lectores, con mis humil-des oraciones, mi cordial bendiciónepiscopal.

En Jesús y María,

† Fernando Arêas RifanObispo titular de Cedamusa,

Administrador Apostólico

Campos (Brasil), a 8 de abril de 2012

I.– Objetivo de estaOrientación pastoral

La crisis actual que atraviesa la SantaIglesia, al igual que todas los demás desu historia, es una prueba para nuestrafe y puede convertirse en una tentacióny una ocasión de caída para muchos ca-tólicos. Por desgracia, ha causado víc-timas tanto entre los llamados «progre-sistas» como entre los denominados «tra-dicionalistas», produciendo heridas doc-trinales a muchos católicos de todos losámbitos.

Escribo para los sacerdotes y fieles denuestra Administración Apostólica, estaporción del pueblo de Dios, equivalen-te a una diócesis, cuyo cuidado pasto-ral me fue confiado por el Papa, en cuyonombre la gobierno 1. Me dirijo, por tan-to, a los católicos de tendencia más bienconservadora. Por ello, el propósito deesta Orientación no consiste esencial-mente en abordar los numerosos abu-sos y errores que pueden encontrarse enel ala progresista de la Iglesia, sino quemás bien consiste, además de en con-fortar y animar a los que luchan por latradición doctrinal, litúrgica y discipli-naria católica, en advertirles al mismotiempo de los errores que se infiltran enlas tendencias más conservadoras, y estoa fin de que la posición de estos fielescatólicos esté en perfecta armonía con

____________1 cf. Código de Derecho Canónico (Codex Iuris Canonici = CIC), cánones 368 y 371 § 2.

I.-Objetivo de esta Orientación pastoral

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la teología católica. El que quiere arre-glar el mundo debe empezar por sí mis-mo, dice el proverbio brasileño.

Por lo tanto, para que seamos instru-mentos útiles para la Iglesia en la crisisactual, primero tenemos que observar ycorregir nuestros propios errores y fa-llos.

Uno de los principales errores queafectan a los dos grupos mencionadosy de manera especial a los tradiciona-listas se refiere al Magisterio vivo de laIglesia. Existe un peligro de protestan-tización en ambos grupos. Si, por unlado, nos quejamos de la protestanti-zación litúrgica en el ala más progre-sista, también lamentamos profunda-mente la infiltración del principio pro-testante del «libre examen» entre los tra-dicionalistas. Muchos hacen caso omi-so de los documentos del Magisterioactual y ni siquiera los leen. Muchos seerigen absurdamente en jueces del Ma-gisterio o incluso en jueces en lugar delMagisterio.

Nuestro objetivo es, quiero repetirlo,purificar nuestro «tradicionalismo» ycorregir sus distorsiones, imprecisionese incluso sus desviaciones doctrinales,de manera que, una vez purificados,realmente podamos prestar un servicioa la jerarquía de la Iglesia combatiendoeficazmente, junto a ella y bajo su au-toridad, la «autodestrucción» de la Igle-sia, de la que se quejaba el Papa PabloVI (disc. en el Seminario de Lombardía,7-XII-1968). De esta forma, salvaremosmuchas almas, especialmente las nues-tras. El «humo de Satanás» denunciadopor el Papa y que entró en el templo deDios (Pablo VI, hom. 29-VI-1972) hadañado los ojos de muchos católicos,progresistas y conservadores. Mi traba-

jo como obispo es alertar y dar la alar-ma como centinela colocado por Diospara proteger a su rebaño, mostrándoleel camino recto en estos tiempos de cri-sis. Espero que el rebaño me escuche,cada uno por el bien de su alma.

«Yo te he puesto como centinela de la casade Israel... si hace caso de la alarma, habrásalvado su vida... Si tú, en cambio, advier-tes al malvado para que se convierta de sumala conducta, y él no se convierte, él mo-rirá por su culpa, pero tú habrás salvado tuvida» (cf. Ez 33,1-9).

II.– Introduccióny comparaciones

Cierto día, un grupo de turistas visi-taba un jardín botánico, lleno de sende-ros y caminos, con muchas señales indi-cadoras. Ellos seguían las señales, peroaun así, debido a que algunas señalesno siempre estaban claras, comenzarona dudar, tomaron un camino equivoca-do y se perdieron. Afortunadamente,apareció un guía que les pidió que losiguieran y los llevó con seguridadadonde querían ir.

¿Por qué estos paseantes tenían du-das y se perdieron aunque miraban lasseñales escritas? Porque las señales noestán vivas. No caminan con nosotros.Hay ciertas circunstancias en las que,incluso teniendo señales, dudamos y co-rremos el riesgo de perdernos. Surgen

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entonces diferentes interpretaciones y,en consecuencia, aparecen las divisio-nes y los peligros. Es necesario que unguía vivo y seguro camine con nosotrospara resolver las dudas que puedan sur-gir durante la marcha; un guía con ga-rantías de seguridad, que interprete lasseñales.

Otra comparación. Las leyes de cir-culación dicen que, cuando hay un po-licía dirigiendo el tráfico, sus órdenestendrán prioridad sobre las demás indi-caciones. De hecho, puede haber unacircunstancia en la que se precise nece-sariamente una orientación del agenteque sea diferente a lo que indica literal-mente la señal.

Sería absurdo y muy arriesgado queun turista o un automovilista, alegandolo indicado por las señales o los semáfo-ros, rechazasen las indicaciones del guíao del policía, siendo así que estos últi-mos conocen a menudo circunstanciasque los viajeros ignoran y están ahí pre-cisamente para guiarnos e indicarnos elmejor camino.

III.– La institucióndel Magisterio vivo

En el camino del bien y de la verdad,no puede haber errores o engaños, yaque está en juego nuestra salvación eter-na. Por esta razón, nuestro Señor, consu sabiduría divina, para conducirnoscon seguridad, no sólo nos dejó la Re-velación (su Palabra, transmitida en laTradición Apostólica y en la SagradaEscritura), sino también guías vivos quenos puedan orientar sobre ella, sobre suautenticidad, veracidad e interpretación.Guías vivos para acompañar el caminode la Iglesia hasta la consumación delos siglos. «Y he aquí que yo estoy convosotros todos los días hasta el fin delmundo» (Mt 28,20). «El que a vosotrosos escucha, a mí me escucha, el que osrechaza, a mí me rechaza, y el que merechaza a mí, rechaza al que me ha en-viado» (Lc 10,16).

El Papa Pío XII nos enseña: «La nor-ma próxima y universal de la verdad»es el «Magisterio de la Iglesia», «ya quea él ha confiado nuestro Señor Jesucris-to la custodia, la defensa y la interpre-tación del todo el depósito de la fe, osea, las Sagradas Escrituras y la Tradi-ción divina» (enc. Humani generis 12,12-VIII-1950). «El Salvador, en efecto,no confió la explicación de las doctri-nas contenidas en el depósito de la feal juicio privado, sino al Magisterio de

II.-Introducción – III.-Magisterio vivo

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la Iglesia» (Cta. Sto. Oficio al Arzob.de Boston, 8-VIII-1949, DzSch 3866).

Por esta razón, San Agustín escribió:«Yo no creería en el Evangelio, si nome llevase a ello la autoridad de la Igle-sia Católica» 2.

El libre examen o, en otras palabras,la interpretación privada que cada unohaga de la Revelación, sea de la Sagra-da Escritura, sea de la Tradición, seríauna fuente aún mayor de división: «tan-tas cabezas como opiniones» (LeónXIII, enc. Satis cognitum 13, 29-VI-1896).

Martín Lutero, con su principio dellibre examen y la «sola Scriptura», ci-taba la Epístola a los Romanos en con-tra de la doctrina católica: la Biblia sinel Magisterio y en contra del Magiste-rio: «¡Cristo, sí! ¡La Iglesia, no!» 3. Asícreó el protestantismo, que se divide ennumerosas sectas, cada día más nume-rosas, todas con la Biblia en la mano.Además, los protestantes actuales citana San Bernardo y a Santo Tomás deAquino en contra de la doctrina de laIglesia sobre la Inmaculada Concepciónde Nuestra Señora: es la Tradición sinel Magisterio y contra el Magisterio.

Lamentablemente, el principio protes-tante del «libre examen» ha penetradoen los ámbitos católicos vinculados ala tradición. Dom Antônio de CastroMayer nos advertía contra este princi-

pio, al escribir: «Nadie tiene derecho ajuzgar a la palabra del Papa, rechazán-dola si no está de acuerdo con ella»(Veritas, III-V, 1980, pg. 8).

Al contrario, de acuerdo con el pro-pio Magisterio, «el oficio de interpre-tar auténticamente la palabra de Diosescrita o transmitida ha sido confiadoúnicamente al Magisterio vivo de laIglesia, cuya autoridad se ejerce en elnombre de Jesucristo» 4.

«La santa Tradición, la Sagrada Escritu-ra y el Magisterio de la Iglesia, por una sa-bia disposición de Dios, están tan unidos yvinculados entre ellos que ninguno puedesubsistir sin los otros, y todos juntos, cadauno a su modo, bajo la acción del EspírituSanto, contribuyen eficazmente a la salva-ción de las almas» (Dei Verbum 10).

Santo Tomás de Aquino enseñaba: «La que posee la autoridad en el más alto

grado es la costumbre de la Iglesia. Siem-pre es a la Iglesia a la que hay que seguir entodas las cosas. En efecto, la enseñanzamisma de los Doctores católicos deriva suautoridad de la Iglesia. Por lo tanto, debe-mos apoyarnos más en la autoridad de laIglesia que en la de Agustín, Jerónimo ocualquier otro Doctor» (Summa TheologiæII-II, q.10, a.12).

De ahí la reflexión de Dom Antôniode Castro Mayer:

«No entendemos cómo se puede formar alos católicos ignorando por completo lafuente más próxima de la verdad revelada,

____________2 «Ego vero Evangelio non crederem, nisi me catholicæ Ecclesiæ commoveret aucto-

ritas» - Contra epistulam Manichæi quam vocant fundamenti, 5,6 : PL 42,176; cf. Cate-cismo de la Iglesia Católica (Catechismus Catholicæ Ecclesiæ = CEC) n° 119.

3 Pío XII, disc. Nel contemplare, 13,12-X-1952, a la Asociación Masculina de la AcciónCatólica Italiana.

4 CEC 85, citando el Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum10, y resumido en CEC 100.

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que es el Magisterio vivo. Sólo por esta ac-titud, los autores de un nuevo cristianismose hacen sospechosos» 5.

De esta manera, el Magisterio queCristo instituyó es un Magisterio vivo,formado por personas vivas, destinadasa guiarnos perpetuamente en todo mo-mento, a acompañarnos en el camino, ainterpretar los principios perennes yaplicarlos en diferentes las circunstan-cias que se puedan presentar.

El Papa León XIII enseñó:«Es evidente [...] que Jesucristo instituyó

en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico,y, además, perpetuo, al cual confirió su pro-pia autoridad, revistió con el Espíritu de laverdad y confirmó mediante milagros. Élquiso y ordenó con gran severidad que lasenseñanzas doctrinales de ese magisteriofueran recibidos como las suyas propias»(enc. Satis cognitum 20, 29-VI-1896).

IV.– ¿Qué es el Magisterio vivo?

«Un magisterio vivo, es decir, ejerci-do continuamente en la Iglesia por lacomunicación de la doctrina revelada.Este magisterio está vivo, en contrapo-sición al magisterio que todavía ejer-cen en la Iglesia hombres que ya handesaparecido, pero cuyas obras han so-brevivido. Los protestantes admiten quelos Apóstoles siguen ejerciendo en laactualidad un magisterio en la Iglesia,pero sólo por la influencia de sus escri-tos: no admiten más que un magisteriopóstumo, por así decirlo» 6.

«Magisterio [...] vivo, es decir, quepermanece siempre en maestros vivosy se expresa a través de su boca, y noese Magisterio, sin duda divino, peromuerto, que los protestantes buscan enlas Escrituras» 7.

«Normalmente, se divide el Magiste-rio en escrito y vivo. El magisterio pu-ramente escrito es aquel ejercido porcualquier autor mediante sus escritos,incluso después de su muerte. Es el____________

5 Cta. pastoral sobre la conservación de la fe y de las buenas costumbres, 2-II-1967,parágrafo El Magisterio no infalible.

6 H. Pérennès, art. Tradición y Magisterio, § III, 3, 1, en el Diccionario de Apologéticade la Fe Católica (DAFC) IV (1922), col. 1786-1787.

7 Auguste-Alexis Goupil, S.J., La Règle de la Foi, t. I, Laval, Goupil, 1953, 3ª ed., pg.20.

IV.-¿Qué es el Magisterio vivo?

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caso, por ejemplo, del magisterio queejerce actualmente Aristóteles a travésde sus obras. Se llama magisterio vivoal ejercido mediante actos vitales yconscientes, sin importar si el maestroutiliza o no textos escritos» 8.

V.– Magisterio continuo,sin interrupción

«Id y enseñad a todos los pueblos...»(Mt 28,20). «Quién os escucha, a mí meescucha» (Lc 10,16). «El Espíritu de laVerdad permanecerá con vosotros parasiempre» – «El Espíritu Santo os ense-ñará todas las cosas» (Jn 14,16.26).

Para guiarnos, Jesús instituyó el co-legio apostólico, con San Pedro comocabeza, y a sus sucesores, como guíasvivos y perpetuos, hasta el fin del mun-do: «...Ut iisdem rectoribus gubernetur,quos operis tui vicarios eidem contulistipræesse pastores». (A fin de que [turebaño] sea gobernado por los mismosresponsables que tú has colocado a sucabeza para gobernarlo como tus vica-rios en tu obra) (Misal Romano, pref.Apóstoles).

Por lo tanto, como guía para la Igle-sia universal, tenemos al Papa, sucesor

de San Pedro. Como guía de las Igle-sias particulares (diócesis, prelaturas,administraciones apostólicas, ordinaria-tos, etc.), tenemos a los obispos, suce-sores de los Apóstoles.

Es un error pensar, por lo tanto, quela asistencia del divino Espíritu Santo ala Iglesia pueda ser intermitente, es de-cir, que pueda estar ausente durante unperíodo cualquiera de su historia.

El Concilio Vaticano I, en la Consti-tución Dogmática Pastor Aeternus, nosenseña que «San Pedro, hasta nuestrosdías y para siempre, vive, gobierna yjuzga en sus sucesores» (DzSch 3056).

Y el Catecismo de la Iglesia Católicaprecisa:

«El Romano Pontífice y los obispos como«maestros auténticos por estar dotados dela autoridad de Cristo [...] predican al pue-blo que tienen confiado la fe que hay quecreer y que hay que llevar a la práctica» (Lu-men gentium 25). El magisterio ordinarioy universal del Papa y de los obispos en co-munión con él enseña a los fieles la verdadque han de creer, la caridad que han de prac-ticar, la bienaventuranza que han de espe-rar» (CEC 2034).

_______________8 Sacræ Theologiae Summa, B. A. C., tomo I, ed. 5, Madrid 1962, De Ecclesia Christi,

por I. Salaverri S.J., pg. 656.

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VI.– Garantía de la asistenciadivina contra el error

El Espíritu Santo Dios, que asiste con-tinuamente y sin interrupción a la Igle-sia, como prometió y cumplió NuestroSeñor, no permite que los papas inven-ten nuevas doctrinas o dejen de conser-var correctamente el depósito de la fe.Ésta es la enseñanza de la ConstituciónDogmática Pastor Aeternus del Conci-lio Vaticano I:

«En efecto, el Espíritu Santo no fue pro-metido a los sucesores de Pedro para quediesen a conocer por su revelación una doc-trina nueva, sino para que, con su asisten-cia, pudieran conservar santamente y ense-ñar fielmente la Revelación transmitida porlos Apóstoles, es decir, el depósito de la fe.Su doctrina apostólica fue abrazada por to-dos los Santos Padres y fue venerada y se-guida por los Santos Doctores de recta doc-trina, sabiendo perfectamente que esta Sedede Pedro, se mantiene siempre pura de cual-quier error, según la promesa divina denuestro Señor y Salvador al Príncipe de susApóstoles: “He rogado por ti, para que tufe no desfallezca y, cuando te recuperes,confirma a tus hermanos” (Lc 22,32)»(DzSch 3070).

El Catecismo de la Iglesia Católicaseñala lo mismo, al decir:

«El grado supremo de la participación enla autoridad de Cristo está asegurado por elcarisma de la infalibilidad. Esta se extien-de a todo el depósito de la revelación divi-

na (cf. LG 25); se extiende también a todoslos elementos de doctrina, comprendida lamoral, sin los cuales las verdades salvíficasde la fe no pueden ser salvaguardadas, ex-puestas u observadas» (CEC 2035).

Esta garantía de infalibilidad asiste alPapa y al episcopado universal en unióncon él. Un obispo de forma aislada, oincluso varios obispos o todo el episco-pado de una nación, pueden equivocar-se, también en cuestiones de fe. En esoscasos, el criterio para resolver las du-das será siempre el Magisterio de laIglesia, de acuerdo con lo que nos en-seña Pío XII, que ya hemos citado másarriba: «La norma próxima y universalde la verdad es el Magisterio de la Igle-sia» (enc. Humani generis, 18-XII-1950).

Sin embargo, el episcopado de la Igle-sia unido al Papa no puede caer por en-tero en el error. La crisis actual en laIglesia, a pesar de ser grande, tiene suslímites, puestos por Dios. Esto es lo quedice Santo Tomás:

«Si tenemos en cuenta la Providencia di-vina que dirige a su Iglesia por medio delEspíritu Santo para que no yerre, como élmismo lo prometió, diciendo que cuandoviniese el Espíritu “enseñaría toda la ver-dad” (Jn 14,26), es decir, en lo relativo alas cosas necesarias para la salvación, cier-tamente es imposible que el juicio de la Igle-sia universal se equivoque sobre las cosasrelativas a la fe» (Quodl. IX, q. 8, a. 1).

Lo mismo afirma San Roberto Belar-mino:

«Si todos los obispos se equivocasen, todala Iglesia se equivocaría, ya que el pueblodebe seguir a sus Pastores, como dijo Jesúsen Lc 10,16: “Quien os escucha, me escu-cha a mí” y en Mt 23,3 : “Haced lo que osdigan”» (De Ecclesia militante, cap. XIV).

Dom Antônio de Castro Mayer saca-ba esta conclusión:

V.-Magisterio continuo – VI.-Garantía de la asistencia divina contra el error

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«Si toda la jerarquía errase, sería la pa-labra de Jesucristo la que habría errado, yaque el Divino Salvador confió a la jerar-quía el gobierno y la dirección de la Iglesiahasta el fin de los tiempo y, además, pro-metió su asistencia para que no errase» (Mo-nitor Campista, 26-I-1086).

Pío VI declaró solemnemente:«La proposición que afirma: “En estos úl-

timos tiempos se ha desencadenado un os-curecimiento total (sparsam esse generalemobscurationem) sobre las verdades de ma-yor gravedad e importancia con respecto ala religión que forman la base de la Fe y dela Moral de la doctrina de Jesucristo” esherética» 9.

VII.– Asentimientoal Magisterio,

también al no infalible

Incluso fuera del ámbito de la infali-bilidad, debemos seguir el Magisteriovivo y a los pastores colocados porNuestro Señor para guiarnos.

Las situaciones en las que el guía vivono es infalible, como es el caso del pa-dre de familia o del sacerdote unido asu obispo, no significan que no deba-mos seguirlo. Sólo en el caso hipotéti-co de una oposición frontal a la Ley de

Dios, deberíamos negarle nuestra sumi-sión.

La Constitución Dogmática Pastor Ae-ternus del Concilio Vaticano I proclama:

«Por ello enseñamos y declaramos que laIglesia Romana, por disposición del Señor,posee el principado de potestad ordinariasobre todas las otras, y que esta potestad dejurisdicción del Romano Pontífice, que esverdaderamente episcopal, es inmediata. Aella están obligados, los pastores y los fie-les, de cualquier rito y dignidad, tanto sin-gular como colectivamente, por deber desubordinación jerárquica y verdadera obe-diencia, y esto no sólo en materia de fe ycostumbres, sino también en lo que concier-ne a la disciplina y régimen de la Iglesiadifundida por todo el orbe; de modo que,guardada la unidad con el Romano Pontífi-ce, tanto de comunión como de profesiónde la misma fe, la Iglesia de Cristo sea unsólo rebaño bajo un único Supremo Pastor(cf. Jn 10,16). Esta es la doctrina de la ver-dad católica, de la cual nadie puede apar-tarse de ella sin menoscabo de su fe y susalvación» (DzSch 3060).

Más recientemente, el Catecismo dela Iglesia Católica explica:

«El magisterio de los pastores de la Igle-sia en materia moral se ejerce ordinariamen-te en la catequesis y en la predicación, conla ayuda de las obras de los teólogos y delos autores espirituales. Así se ha transmiti-do de generación en generación, bajo la di-rección y vigilancia de los pastores, el “de-pósito” de la moral cristiana, compuesto deun conjunto característico de normas, demandamientos y de virtudes que procedende la fe en Cristo y están vivificados por lacaridad. Esta catequesis ha tomado tradi-cionalmente como base, junto al Credo y elPadre Nuestro, el Decálogo que enuncia los

__________ 9 Primera proposición condenada del Sínodo jansenista de Pistoia: Pío VI, Const.

Auctorem fidei, 28-VIII-1794, DzSch 2601.

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principios de la vida moral válidos para to-dos los hombres» (CEC 2033).

Además, según la teología:«Puesto que la enseñanza no infalible de

la Iglesia, aunque no de forma absoluta, tam-bién recibe la asistencia del Espíritu Santo,mucho se equivocaría quien pensase queello nos deja completamente libres paraasentir o rechazar la misma. No obligar bajopena de herejía está muy lejos de equivalera no obligar en absoluto, como enseña elConcilio Vaticano I: “No basta evitar la con-taminación de la herejía, a no ser que seeviten cuidadosamente también aquelloserrores que se le acercan en mayor o menorgrado” (DzSch 3045). San Pío X condenó aaquellos que pretendían eximir de toda cul-pa moral a los que no tenían en cuenta lascensuras decretadas por las Congregacio-nes Romanas (DzSch 3408). Correspondea la Iglesia no sólo proponer la verdad re-velada, sino también mostrar aquello que,directa o indirectamente, conduce a ella ose aparta de la misma. No es suficiente aco-ger esta enseñanza con un respetuoso silen-cio; es necesario un asentimiento intelec-tual (Clemente XI, DzSch 2390, San Pío X,DzSch 3407)» 10.

Escuchemos una vez más a Dom An-tônio de Castro Mayer:

«Es cierto que el Concilio Vaticano I de-finió que el Magisterio del Romano Pontí-fice es infalible en determinadas condicio-nes... Sin embargo, sería absurdo concluirde ello que el Papa siempre se equivocacuando no hace uso de su prerrogativa deinfalibilidad. Al contrario, debemos supo-ner que tiene razón, ya que normalmenteactúa con prudencia y no emite su dictamen

antes de sopesar bien los asuntos. Por nohablar de las gracias especiales con las quele asiste el Espíritu Santo» 11.

Pío XII afirmó:«No debemos considerar que las enseñan-

zas de las encíclicas no exijan, de por sí, elasentimiento, alegando que los sumos pon-tífices no ejercen en ellas el poder supremode su magisterio. Estas enseñanzas provie-nen del magisterio ordinario, al cual tam-bién se aplican aquellas palabras: “Quiénos escucha, me escucha a mí” (Lc 10,16)»(enc. Humani generis, 20, 12-VIII-1950).

La Congregación para la Doctrina dela Fe recordaba, en este sentido, lo si-guiente:

«La voluntad de asentimiento leal a estaenseñanza del Magisterio en materia de porsí no irreformable debe constituir la norma...En este ámbito de las intervenciones de or-den prudencial, ha podido suceder que al-gunos documentos magisteriales no estuvie-ran exentos de carencias. Los pastores nosiempre han percibido de inmediato todoslos aspectos o toda la complejidad de unproblema. Pero sería algo contrario a la ver-dad si, a partir de algunos determinadoscasos, se concluyera que el Magisterio dela Iglesia se puede engañar habitualmenteen sus juicios prudenciales, o no goza de laasistencia divina en el ejercicio integral desu misión» 12.

_________10 M. Teixeira-Leite Penido, O Mistério da Igreja, VII: O poder do Magistério pg. 294.11 Carta pastoral sobre la conservación de la fe y de las buenas costumbres, V; 2-II-

1967.12 Instr. Donum veritatis, sobre la vocación eclesial del teólogo, 24; 24-V-1990.

VI.-Asentimiento al Magisterio, también al no infalible

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16 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

VIII.– El guía orientaen las diversas circunstancias

Por lo tanto, según hemos explicado,Jesús instituyó un Magisterio vivo yguías vivos para nuestras almas. Unaguía vivo aplica los principios eternosa las circunstancias actuales. Interpretalas leyes y principios, aplicándolos acada ocasión.

Así, San Pablo, sin dejar de defenderel principio proclamado en el Conciliode Jerusalén, el cual había abolido lacircuncisión (Hch 15,1-29; 1Cor 7,18.24) y al resistirse por esta razón SanPedro (Gal 2,11 -14), aconsejó a Timo-teo que se circuncidara. Es más, él mis-mo circuncidó a Timoteo, «en conside-ración a los Judíos» (Hch 16,3). Losmismos principios, pero circunstanciasdiferentes. Así juzgó y actuó San Pa-blo, Apóstol y guía vivo. Alguien conmal espíritu podría querer enfrentar aSan Pablo contra el propio San Pablo,acusándolo de oportunismo. San Gre-

gorio, sin embargo, elogia la discreciónde San Pablo:

«Generalmente, la virtud se pierde cuan-do actúa indiscretamente y se conservacuando actúa discretamente» (Moralia, li-bro 28, cap. VI).

San Juan Crisóstomo, explicando elcaso de la decisión de San Pablo de ha-cer que Timoteo se circuncidara, atri-buye tantas conversiones (que se des-criben en el versículo 5 del mismo ca-pítulo) a los esfuerzos de San Pablo porlograr la concordia (Cornelius a Lapi-de, comentario a ese pasaje).

Aunque no lo hiciera ejerciendo la in-falibilidad, San Pío X autorizó el usode la medalla para sustituir al escapula-rio carmelita de lana. No sería propiode buen espíritu católico citar en su con-tra a San Simón Stock o al Papa JuanXXII, que recibieron las apariciones deNuestra Señora, hablando sólo del es-capulario de lana 13.

Otro ejemplo es la sugerencia delPapa Juan Pablo II de añadir al rosariolos misterios luminosos, como enrique-cimiento de la meditación, completan-do así la vida de Jesucristo.

Del mismo modo, no sería propio debuen espíritu católico, por ejemplo, ci-tar únicamente a los Papas anteriores,como si fueran el Papa actual. O solo alos obispos anteriores, como si fueranel obispo actual. Sería una negación delMagisterio vivo y el establecimiento deun Magisterio póstumo, al estilo pro-testante.

______________13 Algo similar ocurrió cuando, según consta, un Papa posterior pidió que se evitase la

expresión utilizada por San Pío X de «Virgen Sacerdote», para no provocar equívocos. Nosería propio de buen sentido católico contestar a ese Papa citando a San Pío X.

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IX.– El peligro del«Magisterio» paralelo

El Magisterio de la Iglesia, la Iglesiadocente, está formado por el Papa y losobispos en comunión con él. Los sim-ples sacerdotes y seglares pertenecen ala Iglesia discente y no son parte del Ma-gisterio de la Iglesia.

En tiempos de crisis, siempre existeel peligro de recurrir a la dirección delos seglares como orientadores de la or-todoxia, apartándose del Magisterio vi-vo de la Iglesia, con el pretexto de queel Magisterio de la Iglesia habría falla-do. Sobre este tema, Don Antônio deCastro Mayer advertía:

«Constituye una subversión herética, pordesconfianza de la jerarquía, el seguir ha-bitualmente a alguien que no sea miembrode la jerarquía como portavoz y árbitro dela ortodoxia».

Esta advertencia coincide exactamen-te con las enseñanzas del Papa Pío XII:

«No sin un motivo grave hemos queridodaros, Venerables Hermanos, estas adver-tencias. Desgraciadamente, sucede que al-gunos profesores no dan importancia a launidad con el Magisterio vivo de la Iglesia

[...] Recientemente, ha surgido en algunoslugares y ha comenzado a extenderse lo quese ha llamado una teología laica y hemosvisto nacer una categoría de teólogos lai-cos que se declaran autónomos. Esta teolo-gía imparte cursos, imprime escritos y dis-pone de círculos, cátedras y profesores.Constituyen un magisterio a parte y se opo-nen en cierto modo al Magisterio públicode la Iglesia [...]. Contra estas ideas, debe-mos mantener que nunca hubo, que no hayy que nunca habrá en la Iglesia un magis-terio legítimo de los laicos que haya sidosustraído por Dios a la autoridad, la guíay la vigilancia del Magisterio sagrado; esmás, el propio rechazo a someterse propor-ciona un argumento convincente y un crite-rio seguro: los laicos que hablan y actúande esta manera no están guiados por el Es-píritu de Dios y de Cristo» (Alocución a loscardenales y obispos, 31-V-1954).

VIII.-El guía orienta. IX.-El peligro del «Magisterio» paralelo

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18 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

Primera consecuencia

Aplicación de estosprincipios teológicos:la cuestión de la Misa

1. La unidad de culto, la variedad de los ritos y el poder de la Iglesia

La unidad de la Iglesia Católica es unade sus notas características esenciales,con la santidad, la catolicidad y la apos-tolicidad. La Iglesia, por lo tanto, nopuede perder jamás su unidad (CEC,820), so pena de dejar de existir. Launidad de la Iglesia es triple: unidad degobierno –un solo gobierno, el del Ro-mano Pontífice y los obispos en comu-nión con él–, unidad de fe –una sola doc-trina– y unidad de culto prestado a Dios,sobre todo a través de los sacramentos,especialmente la santísima Eucaristía.

El Código de Derecho Canónico ac-tual define la santísima Eucaristía comosacramento y como sacrificio, diciendo:

«El sacramento más augusto, en el que secontiene, se ofrece y se recibe al mismoCristo Nuestro Señor, es la santísima Euca-ristía, por la que la Iglesia vive y crece con-tinuamente. El Sacrificio eucarístico, me-morial de la muerte y resurrección del Se-ñor, en el cual se perpetúa a lo largo de lossiglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen

y la fuente de todo el culto y de toda la vidacristiana, por el que se significa y realiza launidad del pueblo de Dios y se lleva a tér-mino la edificación del cuerpo de Cristo.Así pues los demás sacramentos y todas lasobras eclesiásticas de apostolado se unenestrechamente a la santísima Eucaristía y aella se ordenan» (CIC, 897).

La Eucaristía es, por decirlo así, elcentro, la característica y la identidadde la Iglesia Católica. Sin embargo, parasu celebración existen diversas formaso ritos.

«Las diversas tradiciones litúrgicas, o ri-tos, legítimamente reconocidas, por signi-ficar y comunicar el mismo Misterio deCristo, manifiestan la catolicidad de laIglesia» (CEC 1208).

La diversidad litúrgica, cuando es le-gítima, es fuente de enriquecimiento yno daña la unidad de la Iglesia (cf. CEC,1206). La Iglesia Católica cuenta condocenas de ritos diferentes, orientalesy latinos, todos los cuales son expresio-nes diferentes del mismo culto católicorendido a Dios.

La Iglesia tiene la potestad de crear ymodificar sus ritos. De esta forma,

«sobre la potestad de la Iglesia para la ad-ministración del sacramento de la Eucaris-tía», el Concilio de Trento declara expresa-mente que «en la administración de los sa-cramentos, salvando siempre su esencia, laIglesia siempre ha tenido potestad, de esta-blecer y cambiar cuanto ha considerado con-veniente para la utilidad de aquellos que losreciben o para la veneración de estos sacra-mentos, según las distintas circunstancias,tiempos y lugares» (sesión XXI, cap. 2,DzSch 1728).

El Papa Pío XII nos enseña, en su cé-lebre encíclica sobre la sagrada liturgia:

«La jerarquía eclesiástica ha ejercitadosiempre este su derecho en materia litúrgica,

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instruyendo y ordenando el culto divino yenriqueciéndolo con esplendor y decorocada vez mayor para gloria de Dios y biende los hombres. Tampoco ha vacilado, porotra parte –dejando a salvo la sustancia delsacrificio eucarístico y de los sacramentos–en cambiar lo que no estaba en consonan-cia y añadir lo que parecía contribuir másal honor de Jesucristo y de la augusta Trini-dad y a la instrucción y saludable estímulodel pueblo cristiano.

«Efectivamente, la sagrada liturgia cons-ta de elementos humanos y divinos: éstos,evidentemente, no pueden ser alterados porlos hombres, ya que han sido instituidos porel divino Redentor; aquéllos, en cambio, conaprobación de la jerarquía eclesiástica, asis-tida por el Espíritu Santo, pueden experi-mentar modificaciones diversas, según loexijan los tiempos, las cosas y las almas.De aquí procede la magnífica diversidad delos ritos orientales y occidentales» (enc.Mediator Dei 66-67, 20-XI-1947) .

Sólo la autoridad de la Iglesia puededeclarar lo que es legítimo y lo que nolo es en la celebración de los sacramen-tos, especialmente en la celebración dela santísima Eucaristía.

El derecho canónico nos enseña quecorresponde a la autoridad de la Iglesiadeterminar lo que es válido y lícito enla celebración, administración y recep-ción de los sacramentos, puesto que sonlos mismos para toda la Iglesia y perte-necen al depósito divino:

Canon 841: «Puesto que los sacramentosson los mismos para toda la Iglesia y perte-necen al depósito divino, corresponde ex-clusivamente a la autoridad suprema de laIglesia aprobar o definir lo que se requiere

para su validez, y a ella misma o a otra au-toridad competente, de acuerdo con el c. 838§ 3 y 4, corresponde establecer lo que serefiere a su celebración, administración orecepción lícita, así como también al ritualque debe observarse en su celebración».

En cuanto a la liturgia romana tradi-cional, llamada de San Pío V, estableci-da por su Bula Quo primum tempore,que para algunos no puede ser modifi-cada, ni siquiera por un papa posterior,existe una respuesta oficial de la Con-gregación para el Culto Divino del 11de junio de 1999, que establece lo si-guiente:

«¿Puede un Papa fijar un rito para siem-pre? Resp.: No. Sobre “Ecclesiae potestascirca dispensationem sacramenti Eucha-ristiæ” [la potestad de la Iglesia para la ad-ministración del sacramento de la Eucaris-tía], el Concilio de Trento declara expresa-mente: “En la administración de los sacra-mentos, salvando siempre su esencia, laIglesia siempre ha tenido potestad, de esta-blecer y cambiar cuanto ha considerado con-veniente para la utilidad de aquellos que losreciben o para la veneración de estos sacra-mentos, según las distintas circunstancias,tiempos y lugares” (DzSch 1728). Desde elpunto de vista canónico, debe decirse que,cuando un Papa escribe “perpetuo concedi-mus” [concedemos a perpetuidad], siemprehay que entender “hasta que se disponga otracosa”. Es propio de la autoridad soberanadel Romano Pontífice no estar limitado porlas leyes puramente eclesiásticas, ni muchomenos por las disposiciones de sus prede-cesores. Sólo está vinculada a la inmutabi-lidad de las leyes divina y natural, así comoa la propia constitución de la Iglesia» 14.

_________________14 Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, 11-VI-1999.

Resp. a Mons. Gaetano Bonicelli, Arzobispo de Siena. Dom Antônio de Castro Mayer eraopuesto al argumento, para continuar la misa tradicional, fundado en la supuestainmutabilidad de la Bula Quo primum tempore de San Pío V. Y aducía la misma argumen-tación empleada por la Congregación del Culto divino en la respuesta que hemos citado.

1ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

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20 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

Las expresiones de perpetuidad y deprohibición de modificación utilizadaspor San Pío V en la Bula Quo primumtempore, mediante la cual publicó el Mi-sal, son idénticas a las que él mismoutilizó en la Bula Quod a nobis, median-te la cual publicó el Breviario Romano.A pesar de eso, San Pío X modificó esebreviario por la Bula Divino afflatu, uti-lizando a su vez las mismas expresio-nes solemnes consagradas de perpetui-dad y de prohibición de modificación,prohibición que evidentemente no al-canzó al Papa Pío XII cuando modificóel breviario por la Carta Apostólica Incotidianis precibus, ni tampoco al Bea-to Juan XXIII, que modificó las rúbri-cas del Breviario a la vez que las delMisal, por la Carta Apostólica Rubrica-rum instructum, modificaciones que hansido adoptadas por todo el mundo tra-dicionalista.

2. La reforma litúrgicaposterior al Concilio Vaticano II

El Papa actual, cuando era cardenalpre3fecto de la Congregación para laDoctrina de la Fe, declaró que «la crisisde la Iglesia que vivimos hoy reposa engran medida sobre la desintegración dela liturgia» (Mi vida. Recuerdos –1927-1977). El Papa constata, por lo tanto, laexistencia de un desmoronamiento deaquello que la Iglesia considera comosu cumbre, con influencias perjudicia-les en toda la vida católica.

De esta forma, al igual que el propioConcilio Vaticano II, la reforma litúrgicaque proviene del mismo surgió en unperíodo difícil, de una gran crisis en laIglesia, y sirvió de ocasión y pretextopara amplios abusos y errores, cometi-dos y propagados en su nombre.

Personas autorizadas, entre las cua-les se cuentan diversos teólogos yliturgistas, como por ejemplo el Carde-nal Ratzinger 15, nuestro actual Papa,el Cardenal Fernando Antonelli 16, que

____________________15 Hablando de la liturgia como fruto de un desarrollo, el Cardenal Joseph Ratzinger

escribió: «Lo sucedido después del Concilio significa algo muy diferente: en el lugar deuna liturgia fruto de un desarrollo continuo, se ha colocado una liturgia fabricada. Se hapasado del proceso vivo de crecimiento y de progreso a una fabricación». Hablando de losabusos posteriores, se quejaba en estos términos: «La liturgia degenera en un show, en elque se intenta hacer que la religión resulte interesante con ayuda de las tonterías de moda…con éxitos momentáneos en el grupo de los fabricantes litúrgicos» (Introducción al librode Mons. Klaus Gamber, ¡Vueltos hacia el Señor!, Ed. Renovación, Madrid 1996).

16 Sobre el «Consilium» escribió: «No me entusiasman sus trabajos. La forma en la quese modificó la Comisión me desagrada: un grupo de personas, en muchos casos incompe-tentes, pero muy avanzados en la línea de las novedades». Y también: «Tengo la impresiónde que se ha concedido mucho, sobre todo en materia de sacramentos, a la mentalidad pro-testante… [El P. Annibale Bugnini] introdujo en el trabajo gente hábil, pero de tendenciasteológicas progresistas» (Nicola Giampietro, O.F.M. CAP., Il Card. Ferdinando Antonellie gli sviluppi della riforma liturgica dal 1948 al 1970; Studia Anselmiana, Roma, pgs.228 y 264).

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fue secretario de la Comisión Conciliarpara la Liturgia, y el Cardenal EduardoGagnon 17, presidente del Comité Pon-tificio para los Congresos EucarísticosInternacionales, mostraron reservas ycríticas sobre el modo en que fue reali-zada la reforma litúrgica posterior al Va-ticano II, especialmente en cuanto a suaplicación práctica.

En esta misma línea, el Santo PadreJuan Pablo II escribía:

«Quiero pedir perdón –en mi nombre yen el de todos vosotros, venerados y queri-dos Hermanos en el Episcopado– por todolo que, por el motivo que sea y por cual-quiera debilidad humana, impaciencia, ne-gligencia, en virtud también de la aplica-ción a veces parcial, unilateral y errónea delas normas del Concilio Vaticano II, puedahaber causado escándalo y malestar acercade la interpretación de la doctrina y la ve-neración debida a este gran Sacramento. Ypido al Señor Jesús para que en el futuro seevite, en nuestro modo de tratar este sagra-do Misterio, lo que puede, de alguna mane-ra, debilitar o desorientar el sentido de re-verencia y amor en nuestros fieles» (Cta.Dominicæ cenæ, 12, 24-II-1980).

El recientemente nombrado Secreta-rio de la Congregación para el Culto Di-vino, Mons. Albert Malcolm RanjithPatabendige Don, ha hablado hace pocosobre las desviaciones en materia litúr-gica en el seno de la Iglesia. Analizando

el aggiornamento querido por el Conci-lio Vaticano II, y ha declarado que

«desgraciadamente, después del Concilio,se han llevado a cabo ciertos cambios pocomeditados, al actuar con rapidez, entusias-mo y rechazo de ciertas exageraciones delpasado. Esto ha llevado a una situaciónopuesta a la que se deseaba». Y daba ejem-plos: «Podemos ver que la liturgia ha toma-do direcciones erróneas, como el abandonode lo sagrado y de la mística o la confusiónentre el sacerdocio común y el sacerdocioconsagrado de modo especial, es decir, laconfusión de los papeles de los seglares ylos sacerdotes. Lo mismo sucede con la vi-sión del concepto de Eucaristía como unbanquete común, en lugar de poner el acen-to en la memoria del sacrificio de Cristo enel Calvario y en la eficacia sacramental parala salvación o también en ciertos cambios,como el vaciamiento de las iglesias en lalínea protestante… Estos cambios de men-talidad han debilitado el papel de la liturgiaen lugar de reforzarlo. […] Esto ha provo-cado otros resultados negativos para la vidade la Iglesia. En efecto, para enfrentarnosal avance del secularismo en el mundo, noera preciso volvernos secularistas nosotrostambién, sino profundizar aún más, ya queel mundo siempre tiene más necesidad delEspíritu, de la interioridad. […] Se puedever, en los jóvenes de hoy, incluidos los jóve-nes sacerdotes, una nostalgia del pasado, unanostalgia de ciertos aspectos perdidos. EnEuropa, hay un despertar muy positivo» 18.

_______________17 «No se puede, sin embargo, ignorar que la reforma [litúrgica] dio origen a muchos

abusos y llevó, en cierta medida, a la desaparición del respeto debido a lo sagrado. Esehecho debe ser desgraciadamente admitido y excusa a un buen número de esas personasque se alejaron de nuestra Iglesia o de su antigua comunidad parroquial […]» (Integrismoe conservatismo, entrevista con el Cardenal Édouard Gagnon, Offerten Zeitung Römisches,nov.-dic. 1993, pg. 35).

18 Entrevistas a la agencia I.Media del 22-VI-2006 y al periódico La Croix, del 25-VI-2006 (cf. También el artículo Desviaciones en la Liturgia, de Dom Fernando Rifan, Folhada Manhã del 12-VII-2006).

1ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

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22 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

Como lo que nos interesa es el biende toda la Iglesia, apoyamos la idea de-fendida por el Papa actual de empren-der la reforma de la reforma litúrgica,corrigendo más eficazmente los abusos ycorrigiendo todo aquello que, en las nor-mas litúrgicas, pueda dar lugar a los mis-mos. El mismo secretario de la Congre-gación para el Culto Divino, Mons. AlbertMalcolm Ranjith Don, afirma: «Se puedehablar de una corrección necesaria, de unareforma en la reforma» (ibid.).

3. La conservación hoy de la Misa ensu forma tradicional

Llevados por el deseo legítimo deconservar la riqueza litúrgica del ritotradicional y conmocionados, no sinrazón, en su fe y en su piedad por losabusos, los sacrilegios y las profana-ciones a las cuales ha dado lugar la re-forma litúrgica (cf. también las notas 15,17 y 43), los católicos de la línea tradi-cional, no queriendo ver «la liturgiatransformada en un show» (cf. nota 15)y no deseando tener nada que ver conlos errores y profanaciones que veían,se apegaron legítimamente a las formastradicionales de la liturgia.

Por esta razón, todos aquellos que lu-chan por la preservación de la Liturgia

en su forma tradicional merecen todanuestra comprensión, nuestros elogiosy nuestro apoyo.

También por esta razón, aplaudimosde corazón el tan deseado Motu Propriodel Papa Benedicto XVI, que concede-rá la libertad universal de la Misa en elrito romano tradicional, lo cual benefi-ciará a toda la Iglesia. El CardenalGeorge, Arzobispo de Chicago, afirmaque la Misa de San Pío V es «una fuen-te preciosa de comprensión de la litur-gia para los demás ritos [...]. Esta litur-gia pertenece a toda la Iglesia, como elrico vehículo del espíritu que tambiéndebe brillar en la celebración de la ter-cera edición típica del Misal Romanoactual...» (véase, más abajo, la cita com-pleta en la nota 20).

Por todos estos motivos, en nuestraAdministración Apostólica, en virtud dela facultad que nos otorgó la Santa Sede,conservamos el rito de la Misa en suforma tradicional, es decir, la forma an-tigua del rito romano, al igual que mu-chas comunidades religiosas, numero-sos grupos y miles de fieles en todo elmundo. La amamos, la preferimos y laconservamos, porque es para nosotrosla mejor expresión litúrgica de los dog-mas eucarísticos y un sólido alimentoespiritual 19, por su riqueza, su belleza,_______________________

19 «No se puede considerar que el rito llamado de San Pío V se haya extinguido y laautoridad del Santo Padre ha expresado su cálida acogida a los fieles que, sin dejar dereconocer la legitimidad del rito romano renovado según las indicaciones del ConcilioVaticano II, permanecen apegados al rito anterior y encuentran en él un sólido alimentoespiritual en su camino de santificación. [...] El antiguo rito romano conserva, pues, en laIglesia, su derecho de ciudadanía, en el seno de la multiplicidad de los ritos católicos,tanto latinos como orientales [...]» (Cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Con-gregación para el Clero, en la homilía pronunciada durante la misa celebrada según el ritode San Pío V, en la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, el 24-V-2003, en acción degracias por el 25º aniversario del pontificado del Papa Juan Pablo II, en presencia de cincocardenales y miles de sacerdotes y fieles. La misa comenzó con la lectura de un mensajedel Papa, quien mostraba su agradecimiento a todos los presentes y se unía a ellos).

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su elevación, su nobleza y la solemni-dad de sus ceremonias 20, por su senti-do de lo sagrado 21 y de la reverencia 22,por su sentido de misterio 23, por su ma-yor precisión y rigor en las rúbricas, querepresentan una mayor seguridad y pro-

tección contra los abusos, al no dar es-pacio a las «ambigüedades, libertades,creatividades, adaptaciones, reduccio-nes e instrumentalizaciones» de las quese quejó el Papa Juan Pablo II 24. La San-ta Sede reconoce esta adhesión por

________________________20 «El mismo Santo Padre, hace algún tiempo, atrajo nuestra atención sobre la belleza y

la profundidad del Misal de San Pío V [...] la liturgia de 1962 es un rito autorizado de laIglesia Católica y una fuente preciosa de comprensión de la liturgia para los demás ritos[...]. Esta liturgia pertenece a toda la Iglesia, como el rico vehículo del espíritu que tam-bién debe brillar en la celebración de la tercera edición típica del Misal Romano actual...»(cardenal Francis George, arzobispo de Chicago, EE.UU., en su prólogo a La Liturgia y loSagrado, Actas del Coloquio 2002 del CIEL, Centro Internacional de Estudios Litúrgi-cos).

21 «Aunque hay muchas razones que pueden haber incitado a un gran número de fieles aencontrar refugio en la liturgia tradicional, el más importante es que en ella han encontra-do preservada la dignidad de lo sagrado» (Cardenal Joseph Ratzinger, nuestro actual Papa,discurso a los obispos de Chile, Santiago, 13-VII-1988).

22 «En el Misal Romano llamado de San Pío V [...] hay oraciones muy bellas, por mediode las cuales el sacerdote expresa el más profundo sentimiento de humildad y reverenciaen presencia de los santos misterios: estas oraciones revelan la esencia misma de cualquierliturgia» (Juan Pablo II, Mensaje del 21-IX-2001 a la Asamblea Plenaria de la Congrega-ción para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, reunida para tratar el temaHacer más profunda la vida litúrgica entre el pueblo de Dios, § 3).

23 «El antiguo rito de la Misa ayuda, precisamente, a muchas personas a mantener vivoese sentido del misterio: [...] El rito sagrado, con su sentido del misterio, nos ayuda apenetrar con nuestros sentidos en el recinto del misterio de Dios. La nobleza de un rito queha acompañado a la Iglesia durante tantos años justifica sobradamente el hecho de que unselecto grupo de fieles mantenga la apreciación de este rito, y la Iglesia, a través de la vozdel Sumo Pontífice, así lo entiende, al pedir que las puertas estén abiertas a su celebra-ción...» (Cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, enla homilía durante la misa de san Pío V celebrada por él en Chartres, el 4-VI-2001).

24 Juan Pablo II, Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 17-IV-2003, ya citada: «No hay dudade que la reforma litúrgica del Concilio ha tenido grandes ventajas [...] Desgraciadamente,junto a estas luces, no faltan sombras. [...] En diversos contextos eclesiales, [se producen]ciertos abusos que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre esteadmirable Sacramento. Se nota a veces una comprensión muy limitada del Misterioeucarístico. Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado yvalor que el de un encuentro convival fraterno. [...] La Eucaristía es un don demasiadogrande para admitir ambigüedades y reducciones» (nº 10). «Por desgracia, es de lamentarque, sobre todo a partir de los años de la reforma litúrgica postconciliar, por un malenten-dido sentido de creatividad y de adaptación, no hayan faltado abusos, que para muchoshan sido causa de malestar» (nº 52). «El Misterio eucarístico –sacrificio, presencia, ban-quete– no consiente reducciones ni instrumentalizaciones» (nº 61).

1ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

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24 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

nuestra parte como perfectamente legí-tima 25.

Por lo tanto, ya que se trata de una delas riquezas de la liturgia católica, ex-presamos a través de la Misa en su for-ma tradicional nuestro amor a la SantaIglesia y nuestra comunión con ella.

Además, no se enfría sino que conti-núa nuestra lucha contra las herejías li-túrgicas, como la negación de la pre-sencia real de Cristo en la Eucaristía, latransformación de la Misa en una sim-ple cena, la negación o el oscurecimien-to de la naturaleza sacrificial y propi-ciatoria de la Misa, la confusión entreel sacerdocio ministerial y el sacerdo-cio común de los fieles, la profanaciónde la sagrada Liturgia, la falta de reve-rencia, de adoración y de modestia enel vestir durante el culto divino, la mun-danización de la Iglesia, etc.

Seguimos resistiendo contra estoserrores, vengan de donde vengan. Ladoctrina de la resistencia sigue siendola misma: «Si nosotros mismos o unángel del cielo os anunciara un Evan-

gelio distinto del que os hemos anun-ciado, sea anatema» (Gal 1,8). Esta po-sición doctrinal ha sido y seguirá sien-do siempre la nuestra.

4. Criterios y límitesque hay que observar

Hemos hablado en los párrafos ante-riores de los motivos sanos y verdade-ros que han llevado y siguen llevando aun gran número de católicos al amor le-gítimo y a la preferencia por la riquezalitúrgica del rito tradicional y, por tan-to, a favor de su conservación.

Hay que reconocer y lamentar, sinembargo, que, a veces, en la adhesión yla resistencia, se han realizado críticas

___________________25 «Sin embargo, es necesario que todos los Pastores y los demás fieles cristianos tomen

nuevamente conciencia, no sólo de la legitimidad sino también de la riqueza que represen-ta para la Iglesia la diversidad de carismas y tradiciones de espiritualidad y de apostolado,la cual constituye también la belleza de la unidad en la diversidad: esa “sintonía” que, bajoel impulso del Espíritu Santo, eleva la Iglesia terrestre al cielo. [...] A todos esos fielescatólicos que se sienten vinculados a algunas precedentes formas litúrgicas y disciplinaresde la tradición latina, deseo también manifestar mi voluntad –a la que pido que se asocie lavoluntad de los obispos y de todos los que desarrollan el ministerio pastoral en la Iglesia–de facilitar su vuelta a la comunión eclesial a través de las medidas necesarias para garan-tizar el respeto de sus justas aspiraciones. [...] además, se habrá de respetar en todas par-tes, la sensibilidad de todos aquellos que se sienten unidos a la tradición litúrgica latina,por medio de una amplia y generosa aplicación de las normas emanadas hace algún tiempopor la Sede Apostólica, para el uso del Misal Romano según la edición típica de 1962»(Juan Pablo II, Carta Apostólica Motu Proprio Ecclesia Dei Adflicta, 2-VII-1988).

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ilegítimas de la reforma litúrgica 26 y quese han cruzado los límites permitidospor la doctrina católica 27.

A menudo, con el deseo de defenderlo correcto y bajo la presión de los ata-ques de los adversarios, incluso con rec-titud de intención, pueden cometerseerrores y exageraciones que después deun período de mayor reflexión, debe-mos rectificar y corregir. San Pío X in-dicó que, en el fragor de la batalla, esdifícil medir la precisión y el alcancede los disparos. Por ello, se producenfallos o excesos, comprensibles pero in-correctos. Uno puede entender y expli-car los errores, pero no justificarlos.Santo Tomás de Aquino nos enseña:

«No se puede justificar una acción mala,aunque haya sido realizada con buena in-tención» (De Decem præceptis... 6; cf. CEC1759).

Por esta razón, en su carta al RomanoPontífice del 15 de agosto de 2001, lossacerdotes de la antigua Unión Sacer-dotal San Juan María Vianney, ahoraconvertida por el Papa en Administra-ción Apostólica 28, escribieron:

«Y si es posible que, en el fragor de labatalla en defensa de la verdad católica, ha-yamos cometido algún error o causado al-gún dolor a Su Santidad, aunque nuestra in-tención siempre haya sido servir a la SantaIglesia, le suplicamos humildemente que nosperdone paternalmente».

____________26 Por ejemplo, la afirmación falsa de que seis teólogos protestantes participaron en la

«elaboración» de los nuevos textos litúrgicos, comprometiendo así la pureza de la doctri-na católica tradicional. La sala de prensa de la Santa Sede respondió oficialmente el 25 defebrero de 1976 que, como ciertos miembros de comunidades protestantes habían expre-sado en 1965 su deseo de acompañar los trabajos de la Comisión Pontificia para la apli-cación de la Constitución sobre la Liturgia (el Consilium, formado por 2 presidentes, 58miembros, 121 consultores y 73 consejeros, todos ellos católicos, por supuesto), en agostode 1966, seis teólogos de distintas denominaciones protestantes fueron admitidos comosimples observadores (de la misma forma que el Beato Pío IX había invitado, en 1868, atodos los cristianos cismáticos y protestantes a asistir al Concilio Vaticano I); pero esosobservadores protestantes no participaron en la elaboración de los textos del nuevo Mi-sal. Por lo tanto, no sería honrado seguir usando un argumento como ése, que no corres-ponde a la verdad.

27 Sobre las dificultades encontradas por la reforma litúrgica, el Papa Juan Pablo IIdeclaró: «[...] algunos han acogido los nuevos libros con una cierta indiferencia [...];otros, por desgracia, se han encerrado de manera unilateral y exclusiva en las formaslitúrgicas anteriores, consideradas por algunos de éstos como única garantía de seguri-dad en la fe. Otros, finalmente, han promovido innovaciones fantasiosas, alejándose delas normas dadas por la autoridad de la Sede Apostólica o por los Obispos, perturbandoasí la unidad de la Iglesia y la piedad de los fieles, en contraste, a veces, con los datos dela fe» (Carta Apostólica Vicesimus Quintus Annus, 11; 4-XII-1988).

28 «En este momento fuerte de vuestro ministerio episcopal que representa la visita adlimina, es para mí una alegría daros la bienvenida a vosotros, que tenéis la responsabilidadpastoral de la Iglesia en la región “Este 1” de Brasil, a la cual pertenecen las diócesis delEstado de Río de Janeiro y la “Unión San Juan María Vianney”, que yo quise establecer enCampos como Administración Apostólica personal» (Disc. del Santo Padre Juan Pablo IIa los obispos de la Región Este 1, en visita ad limina, 5-IX-2002).

1ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

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26 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

Es necesario ajustar siempre la prác-tica a los principios que defendemos.Si reconocemos las autoridades de laIglesia, es necesario respetarlas comotales, sin desacreditarlas nunca, cuan-do atacamos los errores. No vemos nin-gún problema en corregir cualquier po-sible error o exageración del pasado eneste aspecto.

Los principios, la adhesión a las ver-dades de nuestra fe y el rechazo de loserrores condenados por la Iglesia siguensiendo los mismos. Lo que se necesitaes evitar las generalizaciones, exagera-ciones y atribuciones indebidas e injus-tas. La justicia y la caridad, incluso encombate, son indispensables. Si huboalgún fallo también en este sentido, co-rregirlo no es un deshonor. Porque errares humano, perdonar es divino, corre-gir la propia conducta es cristiano y per-severar en el error es diabólico.

El objetivo de esta Orientación Pas-toral no es enfriar la lucha contra el mo-dernismo y otras herejías que buscan in-filtrarse en la Santa Iglesia de Dios, nimucho menos llegar a un compromisocon ningún error, sino asegurarnos deque nuestro ataque es eficaz, basado enla verdad, la justicia y la honradez. Delo contrario, serían ineficaz, perjudiciale incluso ofensivo a Dios, nuestro Se-ñor y a su Iglesia. Sólo así colaborare-mos realmente con la jerarquía de laIglesia en esta lucha contra el mal. Esoes lo que escribimos al Papa, en nuestracarta del 15 de agosto de 2001:

«Solicitamos formalmente colaborar conSu Santidad en la propagación de la Fe y ladoctrina católica, en el celo por el honor dela Santa Iglesia –«Signum levatum in na-tiones»– y en la lucha contra los errores yherejías que intentan destruir la barca de

Pedro, inútilmente, ya que “las puertas delinfierno no prevalecerán contra ella”».

El Santo Padre acogió bondadosa-mente nuestra oferta:

«Con una gran alegría pastoral, hemostomado nota de vuestro deseo de colaborarcon la Sede de Pedro en la propagación dela Fe y la doctrina católica en el compromi-so por el honor de la Santa Iglesia –que seeleva como signum in nationes (Is 11,12)–y en la lucha contra aquellos que intentandestruir la barca de Pedro, inútilmente, por-que el poder de la Muerte no prevalecerásobre ella (Mt 16,18) (Carta Ecclesiæ Uni-tas, 25-XII-2001».

Por lo tanto, no podemos utilizar laadhesión a la liturgia tradicional en unespíritu de desafío a la autoridad de laIglesia o de ruptura de la comunión. De-bemos mantener la adhesión a la tradi-ción litúrgica, sin pecar contra la sanadoctrina del Magisterio y sin cometernunca una ofensa contra la comunióneclesial. Como escribí en mi primer men-saje pastoral, el 5 de enero de 2003:

«Conservemos la Tradición y la Liturgiatradicional en unión con la Jerarquía y elMagisterio vivo de la Iglesia, no en oposi-ción a ellos».

Por su parte, el Papa Juan Pablo II se-ñaló en 1988:

«La diversidad litúrgica puede ser fuentede enriquecimiento pero, a la vez, puedeprovocar tensiones, incomprensiones recí-procas e incluso cismas. En este terreno, estáclaro que la diversidad no debe dañar launidad. Ella no puede expresarse sino en lafidelidad a la fe común, [...] y a la comu-nión jerárquica» (Cta. Apostólica Vicesi-mus Quintus Annus, 4-XII-1988).

Todas las personas autorizadas men-cionadas anteriormente, teólogos y litur-gistas, como el entonces cardenal Rat-zinger, nuestro actual Papa, el Cardenal

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Ferdinando Antonelli, que fue secreta-rio de la Comisión litúrgica conciliar, oel Cardenal Edouard Gagnon, que te-nían algunas reservas sobre la maneraen la que se llevó a cabo la reforma litúr-gica postconciliar, especialmente en suaplicación práctica, se mantuvieronsiempre dentro de los límites permiti-dos por la doctrina católica, dogmáticay canónica, y en el respeto al Magiste-rio de la Iglesia.

Estos límites, impuestos por la teolo-gía católica a las reservas y a las críti-cas, nos impiden, por ejemplo, afirmarque el Novus Ordo Missae, la Misa pro-mulgada por el Papa Pablo VI, sería he-terodoxa o no católica. Su promulga-ción 29 (su forma, en sentido filosófico)es la garantía contra cualquier irregula-ridad doctrinal que hubiera podido pro-ducirse en su creación (materia), si bienes cierto que puede mejorarse en su ex-presión litúrgica. Es su promulgaciónoficial, y no el modo de su creación, lo

que hace de ella un documento del Ma-gisterio de la Iglesia 30.

Quien considerase la Nueva Misa, ensí misma, como inválida, sacrílega, hete-rodoxa o no católica, pecaminosa y, portanto, ilegítima, lógicamente deberíasacar las consecuencias teológicas deesta posición y aplicar estos calificati-vos al Papa y a todo el episcopado delmundo, es decir, a toda la Iglesia do-cente. En otras palabras, estaría soste-niendo que la Iglesia ha promulgado ofi-cialmente, mantiene desde hace déca-das y ofrece a Dios todos los días unculto ilegítimo y pecaminoso –una po-sición condenada por el Magisterio (vernotas 44 y 45)– y que, por lo tanto, laspuertas del infierno han prevalecidocontra ella, lo cual sería una herejía. Obien estaría adoptando el principio sec-tario de que sólo él y los que piensancomo él son la Iglesia y que fuera deellos no hay salvación, lo cual sería otraherejía. Estas posiciones no pueden ser

______________________________29 «Para terminar, queremos dar fuerza legal a todo lo que hemos expuesto sobre el

nuevo Misal Romano. [...] Ordenamos que las disposiciones de esta Constitución entrenen vigor el 30 de noviembre de este año, primer domingo de Adviento. Queremos que loque hemos establecido y prescrito, sea considerado válido y eficaz, ahora y en el futuro, apesar de cualquier disposición en contrario de las Constituciones y Ordenanzas Apostóli-cas promulgadas por nuestros predecesores y las demás prescripciones, incluso las dignasde mención y derogación específicas». (Pablo VI, Constitución apostólica Missale Ro-manum, 3 de abril de 1969, por la cual se promulgó el Misal Romano, restaurado deacuerdo con el decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II, para perpetua memoria).

30 Como veremos más adelante con respecto al Concilio Vaticano II (cita del P. JulioMeinvielle, cf. Primera consecuencia, 7), el acto verdaderamente magisterial y que mere-ce la asistencia del Espíritu Santo es el texto en su plena formulación objetiva, promulga-do por el Papa, sin importar la opinión particular que puedan haber tenido Mons. AnnibaleBugnini o los miembros del Consilium. En la historia ha habido casos similares, en los queel redactor de una encíclica papal daba una opinión interpretativa de la encíclica en dis-cordancia con el texto objetivamente formulado y promulgado por el Papa, el único evi-dentemente válido como acto del magisterio, sean cuales fueren las ideas del redactor.

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aceptadas por un católico, ni en teoríani en la práctica.

De lo que hemos enseñado hasta aho-ra, resulta con toda claridad que, aun-que tenemos como rito propio de nues-tra Administración Apostólica la Misasegún el rito romano tradicional, la par-ticipación de un fiel o la concelebraciónde uno de nuestros sacerdotes o de suobispo en una Misa según el rito pro-mulgado oficialmente por la jerarquíade la Iglesia, determinado como legíti-mo y aprobado por ella, como es el casode la Misa en el rito romano actual, nopueden considerarse malas acciones nisujetas a la más mínima crítica. Esto nosignifica la pérdida de nuestra identi-dad litúrgica, sino más bien una mani-festación ocasional y oportuna de nues-tra comunión con otros obispos, sacer-dotes y fieles, a pesar de la diferenciaen el rito.

No se puede negar el hecho objetivode que en la actualidad el rito de PabloVI es el rito oficial de la Iglesia latina,celebrado por el Papa y por todo el epis-copado católico. Nadie puede ser cató-lico manteniendo una actitud de recha-zo de la comunión con el Papa y el epis-copado católico. De hecho, la Iglesia de-fine como cismático a aquel que se nie-ga a someterse al Romano Pontífice o apermanecer en comunión con los demásmiembros de la Iglesia a él sometidos(canon 751). Negarse de forma conti-nua y explícita a participar en la Misaen el rito celebrado por el Papa y portodos los obispos de la Iglesia, por juz-gar que este rito, en sí mismo, es incom-patible con la fe o pecaminoso, suponeun rechazo formal de la comunión conel Papa y con el episcopado católico.

El hecho de que, en nuestra Adminis-tración Apostólica, tengamos el rito deSan Pío V como rito propio y exclusi-vo, según nos concedió la Santa Sede,no quiere decir que no podamos parti-cipar nunca en la Misa en su forma ac-tual, considerándola, en la práctica,como si fuera inválida o ilícita, es de-cir, pecaminosa.

Por otra parte, eso no significa enmodo alguno que vayamos a aprobar losabusos y las profanaciones que se pro-ducen con cierta frecuencia en las Mi-sas celebradas según el nuevo rito. Ha-blamos del rito en latín, tal como fuepromulgado por el Papa Pablo VI yaprobado por sus sucesores. Una posi-ble participación en las misas del nue-vo rito no supone una aprobación de losabusos de los que se quejó el Papa yque pueden producirse en un sitio o enotro.

No es que vayamos a enviar simple-mente a los fieles a la nueva Misa. Sihemos luchado tanto para disfrutar dela posibilidad de poseer y conservar elrito tradicional, como nos concedió elSanto Padre con la creación de la Ad-ministración Apostólica, ha sido preci-samente para que los sacerdotes y losfieles siempre tengan acceso legítimo ytranquilo a este tesoro litúrgico de laIglesia. Además, por los motivos legíti-mos descritos aquí, es posible partici-par únicamente en la Misa tradicionaly celebrarla de forma exclusiva, comohacemos en nuestra AdministraciónApostólica, en virtud de la facultad con-cedida por la Santa Sede.

Esta Orientación Pastoral no tiene lafinalidad específica de analizar y revi-sar minuciosamente todos los aspectos

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de la reforma litúrgica actual. Más bien,intentamos defender el Magisterio y laindefectibilidad de la Iglesia, que semantiene perenne, incluso con los de-sastres actuales, a los cuales puede ha-ber dado ocasión la reforma litúrgica.

Nuestra intención es combatir aquí elerror doctrinal de los que consideranque la nueva Misa, tal como fue pro-mulgada oficialmente por la jerarquíade la Iglesia, es pecaminosa y, por lotanto, no se puede asistir a ella sin co-meter un pecado, atacando violentamen-te, como si hubieran cometido un deli-to contra Dios a aquellos que, en deter-minadas circunstancias, participan en lamisma.

Ya hemos mencionado anteriormenteque, en virtud de lo establecido por elderecho canónico, corresponde exclu-sivamente a la autoridad de la Iglesiadeterminar lo que es válido y lícito enla celebración, administración y recep-ción de los sacramentos, ya que éstosson los mismos para toda la Iglesia ypertenecen al depósito divino (cf. CIC,can. 841) 31. Por lo tanto, afirmar que laMisa según el rito romano actual es in-válida o ilícita o, como dicen algunos,no sirve para cumplir el precepto domi-nical, equivale a usurpar el lugar de laautoridad suprema de la Iglesia.

Por desgracia, hay algunos que pien-san que la única razón para celebrar oparticipar en la Misa según el rito tradi-cional es que la nueva Misa es inválida

o heterodoxa y, por tanto, ilícita. Sinembargo, las razones muy graves y se-rias que hemos dado anteriormente sonsuficientes para nuestra adhesión a laMisa tradicional, tal como nos ha con-cedido la Santa Sede, sin necesidad derecurrir a ese argumento, que, en estecaso, sería falso e injusto. Sólo la ver-dad y la justicia deben ser nuestra nor-ma en esta lucha. Sólo la verdad noshará libres (Jn 8,32). De lo contrario,estaríamos dando golpes en el vacío(1Co 9,26).

Un escritor católico de actualidad, Mi-chael Davies, gran defensor de la Misatradicional y de gran renombre en losámbitos tradicionalistas, afirmaba conrazón lo siguiente:

«Dentro del movimiento tradicionalista,algunos han argumentado que la NuevaMisa no se había promulgado apropiada-mente según las normas del derecho canó-nico, que no es una Misa oficial de la Igle-sia Católica, que asistiendo a ella no se cum-ple el precepto dominical , es mala, nefastao incluso intrínsecamente mala. Dado queel Papa Pablo VI era un verdadero papa yque el Misal de 1970 es lo que se conocecomo ley disciplinaria universal, tales acu-saciones son absolutamente indefendiblesa la luz de la doctrina de la indefectibilidadde la Iglesia. Ningún papa verdadero po-dría imponer ni autorizar para su uso uni-versal un rito litúrgico que fuese en sí mis-mo perjudicial para los fieles. Las alegacio-nes totalmente insostenibles que he mencio-nado manifiestan una actitud preocupanteque prevalece en ciertas áreas del movi-

________________________________31 Canon 841: «Puesto que los sacramentos son los mismos para toda la Iglesia y perte-

necen al depósito divino, corresponde exclusivamente a la autoridad suprema de la Iglesiaaprobar o definir lo que se requiere para su validez, y a ella misma o a otra autoridadcompetente, de acuerdo con el c. 838 §§ 3 y 4, corresponde establecer lo que se refiere asu celebración, administración y recepción lícita, así como también al ritual que debeobservarse en su celebración».

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miento tradicionalista, en las cuales atacaral Misal de 1970 [de Pablo VI] parece seruna prioridad más alta que conservar el de1570 [de San Pío V]. No hay absolutamen-te ninguna esperanza de que el Vaticano re-conozca a los sacerdotes que defienden esashipótesis insostenibles, hecho que no pare-ce molestarles. Ni tampoco parecen preocu-pados por el hecho de que estas teorías nosean defendidas por ningún teólogo com-petente fuera del movimiento tradicionalis-ta, ni porque el consenso de la opinión den-tro del movimiento tradicionalista las recha-ce. Algunos de estos sacerdotes piensan quedefinitivamente no se puede ser un verda-dero tradicionalista sin aceptar que la nue-va Misa sea mala. La siguiente documenta-ción [que se incluye en su libro] debe sersuficiente para demostrar que, en realidad,aquellos que adoptan esta posición no pue-den considerarse católicos tradicionales, yaque mantener que un rito sacramental apro-bado por el Romano Pontífice es malo estotalmente incompatible con la enseñanzatradicional de la Iglesia» 32.

5. Una advertencia muy graveHago aquí una pequeña pausa para

realizar una advertencia seria y grave.Muchos católicos creen erróneamente,tal vez con miedo a caer en el liberalis-

mo o en el progresismo, que siempre esmejor tomar la posición más dura y ra-dical, sospechando de todas las cosas yde todo el mundo. No siempre la posi-ción más dura y radical, sin embargo,es la verdadera, la mejor, la más seguray la más eficaz.

Para hacer una comparación de tipofilosófico, al estudiar Lógica se apren-de que, para combatir una proposiciónconcreta, es necesario oponerle la pro-posición contradictoria y no la proposi-ción contraria. Aparentemente, la con-traria niega más, es más radical. Sinembargo, puede ser tan falsa como laque trata de combatir, ya que niega de-masiado. En cambio, la proposicióncontradictoria, aunque parece no ser tanopuesta, es más eficaz, ya que niega sólolo que hay que negar y no más de lonecesario.

El P. Didier Bonneterre, de la Frater-nidad de San Pío X, en el prólogo de sulibro El Movimiento Litúrgico –con pre-facio de Mons. Marcel Lefebvre– haceuna grave advertencia:

«Quisiéramos también poner en guardiaa nuestros lectores contra una cierta modaintelectual que se propaga como una pesteen nuestros medios reputados como “tradi-cionalistas”: el espíritu de emulación en lamás extrema de las opiniones que hace bus-car, a cualquier precio, la posición más“dura”, como si la verdad de una proposi-ción admitiera el ser influenciada por un

__________________________32 Michael Davies, 31-V-1997, Introducción a la segunda edición de su libro I am with

you always, Longprairie (Minnesota), The Neumann Press, pgs. 15-16. –Michael Davies(1936-2004) fue el Presidente internacional de Una Voce, un movimiento en defensa de laMisa tradicional, presente en más de 40 países, siendo su Presidente efectivo de 1995 a2003 y Presidente honorario desde 2003 hasta 2004. Es autor de decenas de libros endefensa de la Tradición, especialmente de la liturgia tradicional.

33 El Movimiento Litúrgico, Ed. ICTION, Buenos Aires 1982, pg.13.

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prejuicio voluntarista de anti-cualquier-cosa-que-sea» 33.

A menudo, la posición radical y gene-ralizadora también es más cómoda queaquella que hace las distinciones nece-sarias. Pero no por eso se ajusta más ala verdad, la justicia y la honradez quedeben regir nuestra forma de pensar,nuestro modo de proceder y nuestra lu-cha por el bien, como hemos dicho an-teriormente.

Muchos de los que lucharon por latradición doctrinal y litúrgica de la Igle-sia, por no respetar los límites debidos,terminaron por caer en el cisma y laherejía. Muchos de los que considera-ban la nueva Misa en sí misma comoinválida o herética, sacrílega, hetero-doxa, no católica, pecaminosa y por lotanto ilegítima, terminaron por sacar laslógicas consecuencias teológicas de estapostura y la aplicaron al Papa y a todoslos obispos del mundo, es decir, a todala Iglesia docente. En otras palabras,tenían que defender que la Iglesia pro-clamó oficialmente, ha mantenido du-rante décadas y ofrece todos los días aDios un culto ilegítimo y pecaminoso.

Por lo tanto, lógicamente, llegaron ala conclusión de que la Iglesia jerárqui-ca, tal como existe hoy en día, no es laIglesia Católica, ya que ha caído oficial-mente en el error, y de que apenas sub-siste en un pequeño grupo, del que porsupuesto ellos forman parte. A partir deesta argumentación ex absurdo es de-cir, desde el absurdo al que llevan estasideas, se debe concluir lo contrario a lasmismas: la Iglesia no puede adoptar (apriori) y no ha adoptado (a posteriori)una misa inválida o herética, sacrílega,heterodoxa, no católica, pecaminosa ypor lo tanto ilegítima.

Conviene señalar que la mayoría delas críticas radicales contra el NovusOrdo provienen de personas que tien-den al sedevacantismo 34. Muchos deellos terminaron por adherirse pública-mente a esa posición, si no al cisma for-mal 35.

Yo mismo he conocido y conozco aalgunos que lucharon con nosotros yque, por haber caído en ese radicalis-mo, perdieron totalmente la fe en la Igle-sia 36, otros participaron en la elecciónde un falso papa y algunos incluso apos-

1ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

_____________________________34 El Dr. Arnaldo Vidigal Xavier da Silveira, en la introducción de su libro Considera-

ciones sobre el Ordo Missae de Pablo VI, para responder a la posible objeción de que nose puede poner en duda la ortodoxia de un acto papal como ése, presenta, como hipótesis,la posibilidad de un Papa herético o cismático y de la pérdida del pontificado, objeto de lamitad de su libro. En realidad, para muchos, el sedevacantismo termina por ser una equi-vocada tentativa de refugio, debido al callejón sin salida teológico de querer sostener laheterodoxia de la nueva Misa.

35 A modo de ejemplo, podríamos citar simplemente al P. Guérard des Lauriers, conoci-do por ser el autor principal del Breve examen crítico, presentado a Pablo VI por loscardenales Ottaviani y Bacci. Proclamó formalmente vacante la Santa Sede y se hizo con-sagrar obispo cismático.

36 Uno de ellos, algunos años antes de fallecer, me dijo literalmente: «Para mí, la IglesiaCatólica como institución ha desaparecido».

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tataron completamente de la fe católica37, cayendo en el cisma formal y en laherejía. Creen que conservan la tradición,pero fuera de la Iglesia jerárquica 38.

A los que así actúan está dirigida lasevera advertencia del Papa Pío XII:

«Se equivocan peligrosamente quienespiensan que pueden estar unidos a CristoCabeza de la Iglesia sin unirse fielmente asu Vicario en la tierra. En efecto, al supri-mir la cabeza visible y romper los vínculosvisibles de unidad, oscurecen y deformande tal manera el Cuerpo Místico del Reden-tor, que ya no puede ser reconocido ni en-contrado por los hombres que buscan elpuerto de la salvación eterna» (enc. Mysticicorporis, 29-VI-1943, n° 40).

Ningún hereje o cismático de ningu-na época ha pensado nunca que él esta-ba equivocado. Todos pensaban que erala Iglesia la que se equivocaba y elloslos que tenían razón. Se jactaban dehaber conservado la sana doctrina. Poresta razón, para que nadie se haga ilu-siones pensando tener razón por haberconservado buenos elementos tradicio-nales, pero fuera de la comunión con laIglesia jerárquica, recordemos las pala-bras de San Agustín:

«Sólo se puede encontrar la salvación enla Iglesia Católica. Fuera de la iglesia, sepuede tener todo, excepto la salvación. Sepuede tener honor, se pueden tener los sa-cramentos, se puede cantar el aleluya, se

puede responder ‘amén’, se puede tener feen el nombre del Padre y del Hijo y del Es-píritu Santo y también orar con esas pala-bras, pero no se puede encontrar la salva-ción más que en la Iglesia Católica» (Sermoad Cæsariensis Ecclesiæ plebem).

Contra este peligro tan grave y contrael riesgo de la herejía y del cisma, quie-ro advertir a todos los que luchan por latradición católica.

El Magisterio de la Iglesia nos recuer-da la necesidad de la comunión con lajerarquía para que haya una legítima ce-lebración de la santa Misa.

El Papa Juan Pablo II nos lo enseña en suencíclica Ecclesia de Eucharistia: «Sólo eneste contexto tiene lugar la celebración le-gítima de la Eucaristía y la verdadera parti-cipación en la misma» (nº 35, 17-IV-2003).San Ignacio de Antioquía dijo: «Que sólose considere como legítima la Eucaristíapresidida por el obispo o por aquel que harecibido ese encargo del obispo» (Epist. adSmyrnenses 8,1; cf. también CEC 1369).

Cito una vez más al destacado escri-tor católico tradicionalista Michael Da-vies:

«Podríamos parafrasear al Papa Pablo VIy lamentar que el humo de Satanás hayaentrado en el movimiento tradicionalistapara estrangular su defensa de la ortodoxia.Cuando recordamos que estamos lidiandocon un enemigo sobrenatural de una astu-cia e inteligencia enormes, debemos estar

______________________________37 Cuando intenté, por caridad, convencer a algunos de ellos, me respondieron: «Esta

misa es un teatro; y la Iglesia que mantiene esta misa también es un teatro, es falsa».Después, me dijeron que ya no creían en la Eucaristía ni en ningún sacramento. Perdieronla fe. Cayeron en la herejía y en el cisma.

38 ¡Acabo de recibir de uno de nuestros antiguos amigos «tradicionalistas», un librotitulado Roma: Sede del Anticristo – Una nueva falsa Iglesia Católica! En la dedicatoria,no reconoce mi episcopado. ¡Y en el libro ataca al Sr. G. Montini, al Sr. K. Wojtyla y al Sr.J. Ratzinger (sic)!

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331ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

seguros de que está dispuesto a hacer todolo posible para dividir y destruir los gruposque han sido más eficaces en oponerse a sudestrucción de la Iglesia. ¿Qué medios máseficaces podría emplear que intentar llevar-los a caer en el cisma? Fuera de la iglesia,su defensa de la Tradición se volvería in-eficaz. Una vez que estas personas han aban-donado la Iglesia, aunque al igual que to-dos los herejes y cismáticos proclamen queellos son la verdadera Iglesia, es evidenteque sólo un milagro podría hacer que com-prendieran su verdadera situación. El orgu-llo que ocasionó la ruina de Satanás es evi-dente en esto. Hay mucha satisfacción liga-da a formar parte de los elegidos, lo cual,como señala el P. Van der Ploeg en su pró-logo 39, “es siempre la característica más evi-dente de una secta”» 40.

Dom Antônio de Castro Mayer, al ha-blar de los grupos tradicionalistas, tam-bién nos previno en contra de ese espí-ritu sectario exclusivista:

«La secta es exclusivista: sus miembrosson los elegidos; ellos saben que pocos sonlos elegidos, y esos pocos son ellos... Sonlos depositarios de la Verdad. Sin ellos, nohay salvación» (Monitor Campista, 13-IV-1983 y del 22-XII-1985).

Sobre los que critican y atacan la po-sición de nuestra Administración Apos-tólica y de su obispo, el mismo MichaelDavies me escribió, el 2 de mayo de 2004:

«Es muy triste que haya tantos que dicenser tradicionalistas pero están más intere-sados en atacar a otros miembros de nues-tro movimiento que en luchar por la tradi-ción. El apostolado único y valiente de SuExcelencia es una inspiración para los ca-tólicos tradicionalistas de todo el mundo...Estoy seguro de que todos los que aman latradición le honran y le admiran, y aprecianla inmensa contribución que S.E. ha hechoa la causa que amamos... Los que difundenmalvados rumores son sólo una minoría in-significante y maliciosa que necesita másnuestras oraciones que nuestra condena».

6. Volviendo a la cuestión dela legitimidad de la nueva Misa

Así pues, ya que la nueva liturgia dela Misa fue promulgada oficial y solem-nemente por la Sede de Pedro como unaley litúrgica universal de la Iglesia y fueadoptada por los obispos de todo elmundo en comunión con el Papa durantecasi cuatro décadas 41 –y teniendo encuenta que se trata de un asunto rela-

______________________________39 Ver más abajo, en el n. 7 de la Primera consecuencia de la presente Orientación Pas-

toral, la cita de teólogos distinguidos, como el P. John P. M. Van der Ploeg, O.P.40 Michael Davies, introducción a la primera edición de su libro I am with you always,

Longprairie (Minnesota), The Neumann Press, pg. 13.41 Esta aceptación de la nueva liturgia de la Misa durante casi 40 años por toda la Iglesia

docente (el Papa y todos los Obispos en comunión con él) es también un argumento afavor de su legitimidad. Con respecto a un tema similar, San Alfonso María de Ligoriodecía que, si un Papa hubiera sido elegido de forma ilícita o fraudulenta, bastaba queposteriormente fuera aceptado por toda la Iglesia para que se convirtiera en el verdaderoPontífice (Verità della fede, en Opera vol. VIII, pg. 720, nº 9).

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cionado con la fe– 42, es imposible queesa liturgia, en sí misma, sea herética,no católica, ilícita, pecaminosa o inclu-so perjudicial para la fe. Puede serlo envirtud de circunstancias externas que,por desgracia, se dan con frecuencia 43,pero no en sí misma, tal como fue pro-mulgada.

Si se sostiene lo contrario, se incurreen la desaprobación ya dictada por elMagisterio de la Iglesia, puesto que setrata de una proposición censurada afir-mar que la Iglesia, gobernada por el Es-píritu de Dios, pueda promulgar una dis-ciplina peligrosa o nociva para las al-mas (cf. Papa Pío VI 44 y Papa Gregorio

__________________________42 «La ley de la oración establece la ley de la fe»… «La ley de la fe debe establecer la ley

de la oración» (Pío XII, enc. Mediator Dei, 20-XI-1947, n° 43).43 «Un ejemplo de esto fue una misa verdaderamente abominable, celebrada el 6 de abril

de 2003 en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en Belo Horizonte. Forma parte dela crisis eclesial denominada “autodemolición de la Iglesia”, de las sombras de la reformalitúrgica, de las que el Papa [Juan Pablo II] se quejaba en su última encíclica, “abusos quecontribuyen a oscurecer la verdadera fe y la doctrina católica”. En esta misa, ya la lecturadel Evangelio provocaba estupefacción: “¡Proclamación de la Buena Noticia según lanarración de la comunidad de Juan, 12, 20-27!” Esto revela la herejía modernista, yacondenada por el Magisterio de la Iglesia, herejía que niega la historicidad de los Evange-lios, no atribuyéndolos a los evangelistas, sino a la fe de las primeras comunidades cristia-nas. El Credo contenía palabras extrañas: “Creo en la vida, creo en la historia, en la ciuda-danía que rechaza la rutina, el sueño es construir el bienestar con paz, creo en la Iglesia, unpueblo unido en la solidaridad sin exclusiones. Salvación para todos, en un ambiente fes-tivo”. En la consagración, se cambió la fórmula, las palabras de Jesús, haciendo que lamisa no sólo fuera ilícita, sino también inválida: “Tomad y comed todos de él, este panpara compartir soy yo en mi cuerpo, con vosotros y entregado por vosotros, seré paratodos el amor del Padre”; “Tomad y bebed, éste es el cáliz de la bendición, en mi sangre dela alianza nueva y eterna, derramada por vosotros y por todos los hombres. Sentíos en-vueltos por la compasión”. ¡¿Creatividad?! ¡Cuántos sacrilegios se cometen en tu nom-bre!» (Dom Fernando Rifan, artículo en el diario Folha da Manhã, 11-VI-2003).

44 Pío VI, Constitución Auctorem fidei, del 28-VIII-1794, condenando los errores delSínodo jansenista de Pistoia: «El decreto del sínodo, [...], en el que, tras afirmar que “hayque distinguir en cada artículo lo que concierne a la fe y a la esencia de la religión y lo quees propio de la disciplina”, se agregaba que “incluso en esta última (la disciplina), hay quedistinguir aquello que es necesario o útil para mantener a los fieles en el espíritu de aquelloque es innecesario o más pesado de lo que puede soportar la libertad de los hijos de laNueva Alianza, y especialmente de aquello que es peligroso o nocivo, ya que conduce a lasuperstición o al materialismo”. Puesto que, en razón de los términos generales utilizados,incluye y somete al examen prescrito incluso la disciplina establecida y aprobada por laIglesia –como si la Iglesia, gobernada por el Espíritu de Dios, pudiera establecer unadisciplina no solamente inútil y demasiado pesada para la libertad cristiana, sino tambiénpeligrosa, nociva y conducente a la superstición y al materialismo– es falso, temerario,escandaloso, pernicioso, ofensivo a los oídos piadosos, injurioso para la Iglesia y para elEspíritu de Dios que la gobierna y, como mínimo, erróneo» (DzSch 2678).

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XVI) 45. Por el contrario, las leyes uni-versales de la Iglesia son santísimas (cf.Pío XII) 46.

La unanimidad de los teólogos (véa-se el próximo n.7 ) nos enseña la infali-bilidad o inerrancia de la Iglesia en susleyes universales, incluyendo las leyeslitúrgicas universales. Eso no quiere de-cir que no se puedan cambiar o mejo-rar. Significa que no pueden contenererrores contra la Fe o la Moral ni ir endetrimento de las almas. El Concilio deTrento, por ejemplo, proclamó la ine-rrancia de la Vulgata, la traducción dela Biblia realizada por San Jerónimo.Esto no quiere decir que fuera perfecta

o que no pueda ser corregida o me-jorada, como de hecho lo fue en variospasajes por la autoridad de la Iglesia.La declaración infalible del Concilio deTrento significa que no contiene erro-res doctrinales.

Las interpretaciones de los modernis-tas y las declaraciones hechas por losprotestantes tras el inicio de la reformalitúrgica impresionaron al mundo cató-lico y muchos pensaron que se tratabade la interpretación que había que daral nuevo ritual de la Misa. Por el con-trario, el significado de las acciones yexpresiones litúrgicas viene dado por elMagisterio de la Iglesia 47. Gracias a

_______________________________45 «Sería verdaderamente reprobable y muy lejano a la veneración con que deben reci-

birse las leyes de la Iglesia condenar, por un afán caprichoso de opiniones, la disciplinapor ella sancionada y que se refiere a la administración de las cosas sagradas, a la normade las costumbres y a los derechos de la Iglesia y sus ministros, censurarla como opuesta aciertos principios de derecho natural o presentarla como defectuosa o imperfecta y some-tida al poder civil» (Gregorio XVI, enc. Mirari Vos, 15-VIII-1832, nº 9).

46 «Sin duda, nuestra piadosa madre [la Iglesia] brilla con un resplandor sin mancha enlos sacramentos con los que ella engendra a sus hijos y los nutre, en la fe que siempreconserva al abrigo de cualquier ataque, en las leyes santísimas que impone a todos y en losconsejos evangélicos que ofrece a todos y, finalmente, en las gracias celestiales y los carismassobrenaturales mediante los cuales engendra con una incesante fecundidad legiones innu-merables de mártires, confesores y vírgenes. No hay que reprocharle a ella las debilidadesy las heridas de algunos de sus miembros, en cuyo nombre ella pide a Dios todos los días:“Perdona nuestras ofensas”, y a la salvación espiritual de los cuales se consagra sin des-canso, con toda la fuerza de su amor maternal» (enc. Mystici corporis, 29-VI-1943, nº 65).

47 Un rito o una ceremonia, en sí mismos, pueden ser ambiguos, es decir, pueden tenersignificados diferentes. Una genuflexión, por ejemplo, podría tener un significado burles-co, como en la coronación de espinas de Jesús, o podría ser un acto de verdadera adora-ción. De la misma forma, un solo Confiteor en lugar de dos podría ser un signo de laconfusión entre el sacerdocio ministerial y el de los fieles o una mera simplificación delrito, acompañada de la explicación del magisterio sobre la distinción entre el sacerdocioministerial y el sacerdocio común. Del mismo modo, una sola genuflexión en lugar de dosen la consagración de la Misa podría ser un signo de la interpretación protestante o de lainterpretación católica de la consagración. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña quela transubstanciación se produce por «el poder de las palabras del sacerdote, por la acción deCristo y por el poder del Espíritu Santo», rechazando la interpretación protestante, según lacual esto se daría por la fe de los fieles, como han dicho algunos que quisieran forzar estainterpretación del Novus Ordo (cf. CEC 1353). (sigue)

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Dios, diversas intervenciones posterio-res del Magisterio corrigieron cualquierambigüedad que pudiera existir y die-ron a los textos y a los rituales su ver-dadero sentido, el sentido católico y noel sentido modernista o protestante 48.

Alguien podría objetar que, a pesarde las numerosas aclaraciones posterio-res del Magisterio, el texto del NovusOrdo sigue siendo el mismo. Justamen-te, sin embargo, lo que hacen esas acla-raciones es precisar el sentido. Lo mis-mo sucede con las Escrituras, cuyo tex-to a menudo se presta a interpretacio-nes heréticas, pero tiene un sentido co-rrecto dado por el Magisterio sin cam-biar el propio texto. En otras palabras,se trata exactamente de la misma dife-rencia que hay entre la Biblia católica yla Biblia protestante para los mismostextos: las notas explicativas con el sig-nificado dado por el Magisterio 49.

7. Teólogos tradicionales distinguidosconfirman este punto

La doctrina sobre la infalibilidad dela disciplina litúrgica de la Iglesia esenseñada unánimemente por los teólo-gos católicos más distinguidos, sin unasola excepción.

Es bueno subrayar que el consensomoralmente unánime de los teólogossobre un punto específico representauna opinión cierta (theologice certum)y es un signo seguro de la divina Tradi-ción 50. Citemos algunos.

_________________ 47 (sigue) Asimismo, en la Misa de San Pío V, la señal de la cruz marcada en la hostia

consagrada podría significar una bendición, lo que llevaría a la negación de la presenciareal, o un signo más solemne que señala a ésta. Quien establece el significado de los ritoses el Magisterio de la Iglesia y no los herejes ni la imaginación de la gente.

48 Por ejemplo, la encíclica Ecclesia de Eucharistia (17-04-2003), en la que el SantoPadre Juan Pablo II, además de destacar los dogmas de la presencia real y de la diferenciaentre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los fieles, habla 48 veces del carácter sa-crificial de la Misa. El CEC (de 1997) enseña con claridad el carácter sacrificial de la Mi-sa (nº 1330, 1365-1367), subrayando su aspecto propiciatorio (nº 1367). Podemos recor-dar también la última precisión doctrinal sobre la traducción del «pro multis» realizadapor la Congregación para el Culto Divino el 17-X-2006. Recordemos asimismo la afirma-ción del Cardenal Ottaviani, en la que mostraba su satisfacción por las aclaraciones doctri-nales posteriores a su carta realizadas por el Papa Pablo VI (citada en n. 8 de la Primeraconsecuencia).

49 Así pues, tras todas las explicaciones y precisiones ofrecidas por el Magisterio, no sepuede decir que la Misa del rito romano actual sea exactamente la misma de 1969. Ade-más del acatamiento debido a los actos del Magisterio, la aclaración precisando el sentidocatólico constituye un progreso positivo, que requiere honradamente en contrapartida unenfoque diferente del que hubo con respecto al Novus Ordo de 1969.

50 Cf. Joaquín Salaverri, S.J., Sacræ Theologiæ Summa, t. I: Theologia fundamentalis,Tract. III: De Ecclesia Christi (BAC 061), Madrid 1962, pgs. 775-784.

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371ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

El canónigo Hervé, canónigo y rectordel Seminario Mayor de Saint-Brieuc:

La Iglesia «dejaría de ser santa» y, por lotanto, «dejaría de ser la verdadera Iglesiade Cristo», si «prescribiese a todos los fie-les, en virtud de su suprema autoridad, al-guna cosa contraria a la fe o a las buenascostumbres» (Manuale theologiæ dogma-ticæ, vol. I: De Revelatione Christiana, DeEcclesia Christi, De fontibus Revelationis,pgs. 508 y 510).

El P. Joseph Haegy, C.S.SP., liturgista:«Los actos de la liturgia tienen valor dog-

mático; son expresión del culto de Dios enla Iglesia. La manifestación externa del cultotiene una relación íntima con la fe. Para serrazonable, el culto no puede dejar de serconforme a la fe» (Manuel…, t. I, p. 2).

Los célebres canonistas Wernz y Vidal:«Los Romanos Pontífices son infalibles

cuando elaboran leyes universales sobre ladisciplina eclesiástica, de manera que nun-ca establecen nada contrario a la fe o a lasbuenas costumbres, incluso aunque no al-cancen el grado supremo de la prudencia»(Ius canonicum, t. II, pg. 410 ; ver tambiént. I, p. 278).

El P. Tanquerey, sulpiciano:«Esta infalibilidad consiste en que la Igle-

sia, mediante un juicio doctrinal, no esta-blecerá jamás una ley universal que seaopuesta a la fe, a las costumbres o a la sal-vación de las almas. [Sin embargo,] en nin-gún lugar se ha prometido a la Iglesia el gra-do supremo de la prudencia para elaborarlas mejores leyes en todos los tiempos, lu-gares y circunstancias» 51.

Hermann:«La Iglesia es infalible en su disciplina

general. Con la expresión “disciplina gene-ral” se quiere decir las leyes y prácticas re-lativas a la organización externa de toda laIglesia. Es decir, con respecto a elementoscomo el culto externo, la liturgia y las rú-bricas o la administración de los sacramen-tos […]. Si la Iglesia tuviera la capacidadde prescribir, organizar o tolerar en su dis-ciplina alguna cosa contraria a la fe o a lascostumbres o alguna cosa perjudicial parala Iglesia o nociva para los fieles, estaríafallando en su misión divina, lo cual seríaimposible» (Institutiones Theologiæ Dog-maticæ, Romæ, Della Pace, 1908, t. I, pg.258).

Finalmente, el P. Van der Ploeg, O.P.:«La doctrina de la indefectibilidad de la

Iglesia es una consecuencia de la promesade Nuestro Señor a San Pedro: “Sobre estapiedra edificaré mi Iglesia y las puertas delinfierno no prevalecerán contra ella” (Mt16,18). Algunos católicos, durante las tri-bulaciones actuales, están convencidos deque la Sede de Pedro está vacante. El “ocu-pante” de la Sede, como ellos le llaman, nocorresponde a lo que se espera de un Papa.Algunos pretenden también que la Misa ylos sacramentos han sido destruidos por los“ocupantes” más recientes de la Sede de Pe-dro. Si estas personas tuviesen razón, esoquerría decir que Nuestro Señor Jesucristoha abandonado a su Iglesia […] Pero eso esalgo que no puede suceder jamás y quecontradiría la promesa solemne de NuestroSeñor que hemos citado antes. También esimposible que Nuestro Señor abandone suIglesia, porque eso frustraría el fin mismo

__________________________51 Adolphe Tanquerey, P.S.S., Synopsis theologiæ dogmaticæ ad mentem s. Thomæ Aqui-

natis hodiernis moribus accommodata, t. I : Synopsis theologiæ dogmaticæ fundamentalis:De religione revelata in genere; de Christo Dei legato; de vera Christi Ecclesia; de Consti-tutione Ecclesiæ catholicæ; de fontibus revelationis, J. B. Bord, Parisiis - Romæ - Tornaci,Desclée, 193724, n° 932, p. 625.

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para el que se fundó la Iglesia: ser instru-mento de Dios para la salvación de nues-tras almas. Si Nuestro Señor abandonase asu Iglesia, las palabras “Quien os escucha,me escucha a mí” sólo serían verdaderaspara un grupo reducido y excepcional depersonas, que se considerarían como los ele-gidos, lo cual es siempre la característicamás evidente de una secta. Nuestro Señorno fundó una secta, sino la Iglesia Católica,es decir, universal» 52.

8. La opinión final delos Cardenales Ottaviani y Antonelli

El Cardenal Ottaviani, si bien habíapresentado al Papa sus reservas con res-pecto al nuevo Ordo Missæ, celebrabala Misa con el rito nuevo y así lo hizohasta su muerte. Lo mismo podría de-cirse de los Cardenales Ratzinger, Anto-nelli y Gagnon, citados anteriormente.

En cuanto a la intervención del Car-denal Ottaviani, tan frecuentemente ci-tada, hay que tener en cuenta que sucrítica (carta del 5 de octubre de 1969)fue realizada antes de la versión finalcorregida del nuevo rito de la Misa. Enconsideración de la carta del CardenalOtta-viani y como respuesta a la mis-

ma, el Papa Pablo VI dedicó dos audien-cias generales al nuevo rito de la Misa.Después de las mismas, el CardenalOttaviani escribió:

«Me he alegrado profundamente al leerlos discursos del Santo Padre sobre las cues-tiones del nuevo Ordo Missae y sobre todosus precisiones doctrinales contenidas en losdiscursos para las audiencias públicas del19 y el 26 de noviembre. Creo que, despuésde esto, ya nadie puede escandalizarse sin-ceramente. En lo demás, hará falta una obraprudente e inteligente de catequesis, parasolucionar algunas perplejidades legítimasque puede suscitar el texto».

En la misma carta, se quejaba:«Por mi parte, sólo siento que se haya abu-

sado de mi nombre en un sentido que yo nodeseaba, por la publicación de una carta queyo había dirigido al Santo Padre, sin auto-rizar a nadie a publicarla» 53.

Posteriormente, el Cardenal Ottavianipublicó también otra declaración intere-sante:

«La belleza de la Iglesia resplandece tam-bién en la variedad de los ritos litúrgicosque enriquecen su culto divino, cuando sonlegítimos y conformes con la fe. Es preci-samente la legitimidad de su origen la quelos protege y los guarda contra la infiltra-ción de errores […]. De esa forma, la pure-za y la unidad de la fe también son conser-vadas por el Magisterio supremo del Papay por las leyes litúrgicas» 54.

El Cardenal Antonelli, cuyas críticasa la forma en la que se elaboró la refor-

_____________________________52 John P. M. Van der Ploeg, O.P., doctor en Teología, doctor en Sagrada Escritura,

profesor emérito de la Universidad de Nimega, miembro de la Real Academia de Cienciasde los Países Bajos, en su prefacio al libro I am with you always de Michael Davies,escritor tradicionalista, que fue presidente internacional de Una Voce.

53 Carta del Cardenal Ottaviani a Dom Marie-Gérard Lafond, O.S.B., del 17-II-1970.54 Cruzado Español, 25-V-1970.

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391ª consecuencia.-Aplicación de estos principios a la cuestión de la Misa

ma litúrgica ya hemos citado anterior-mente (cf. nota 16), escribía en el mis-mo libro:

«En sustancia, mis impresiones sobrela reforma litúrgica son buenas. El nue-vo Ordo Missæ, que entró en vigor el30 de noviembre de 1969, contiene mu-chos elementos positivos. Podría per-feccionarse, como sucede con todas lascosas, pero la sustancia es buena. La Ins-titutio Generalis Missalis Romani tienemás imperfecciones. Aun así, la sustan-cia es buena. Con el tiempo, será posi-ble reequilibrar algunas disposiciones» 55.

9. Actitud y ejemplode Dom Antônio de Castro Mayer

Después del concilio, de 1965 a 1967,se introdujeron ciertas modificacionesen la liturgia de la Misa que Dom Antô-nio aceptó dócilmente y adoptó en ladiócesis, incluida la concelebración conlos sacerdotes en la Misa crismal del Jue-ves Santo.

En 1969, concediendo un periodo deadaptación, el Papa Pablo VI promulgóun nuevo Ordo Missæ, que no ha cesa-do de causar perplejidad a muchos ca-

tólicos, incluidas personalidades impor-tantes, como ciertos cardenales de la Cu-ria romana, que ya hemos citado, espe-cialmente a causa de los abusos que secometían en el ámbito litúrgico.

Movido por perplejidades similares,Dom Antônio, antes de que el NovusOrdo entrase en vigor, escribió al PapaPablo VI,

«suplicando humilde y respetuosa-mente a Su Santidad que se digne auto-rizarnos a seguir usando el Ordo Missæde San Pío V» 56.

Sin embargo, al presentar al Sobera-no Pontífice su opinión sobre el nuevorito de la Misa, su fidelidad y su respe-to, característicos de su vida, por la per-sona del Santo Padre y por el Magiste-rio de la Iglesia, le hicieron precisar:

«Sería superfluo añadir que, en esta cir-cunstancia, como ya he hecho en otras si-tuaciones de mi vida, cumpliré el deber sa-grado de la obediencia, en todo lo que pres-criban las leyes de la Iglesia. Con ese espí-ritu y un corazón de hijo ardiente y devo-tísimo para con el Papa y la Santa Iglesia,acogeré cualquier palabra de Su Santidadsobre esta cuestión» 57.

El verdadero espíritu y el pensamien-to de Dom Antônio no pueden conocer-se haciendo referencia a una sola fasede su vida, a una frase suya, a un soloartículo o una carta tomados aisladamen-te, sino teniendo en cuenta el conjuntode su vida, de sus escritos, de sus pala-

_____________________________55 Citado en Nicola Giampietro, O.F.M. CAP., Il Card. Ferdinando Antonelli e gli sviluppi

della riforma liturgica dal 1948 al 1970, Studia Anselmiana, Roma, pg. 258.56 Carta del 12-IX-1969 (carta que Dom Antônio nunca quiso publicar durante su epis-

copado).57 Carta del 25-I-1974 (carta que Dom Antônio nunca quiso publicar durante su episco-

pado).

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40 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

bras y sus actitudes. De otro modo, co-rremos el riesgo de falsearlos o inter-pretarlos inadecuadamente.

De esta forma, si bien había enviadoal papa sus reservas y críticas al NovusOrdo de 1969, Dom Antônio, en su mo-do de actuar, no consideraba que la nue-va liturgia de la Misa, en sí misma, fue-se heterodoxa o pecaminosa, ya que,hasta 1981, como obispo diocesano,mantuvo en sus parroquias a los párro-cos que la celebraban, nombró párro-cos a los sacerdotes que la celebraban,visitaba cordialmente a esos sacerdotesen sus parroquias, donde incluso cele-braba la Misa versus populum, asistió ala nueva liturgia en numerosas ocasio-nes, nunca hizo ningún reproche a esossacerdotes por el hecho de celebrarla,co-rregía a los que afirmaban que no setrataba de una Misa católica e instituyómi-nistros extraordinarios de la comu-nión para que actuasen en ella.

Después de la promulgación de la nue-va misa (3 de abril de 1969), Dom An-tônio escribió una carta pastoral sobreel Sacrificio de la Misa (12 de septiem-bre de 1969), sin tratar la cuestión de lanueva Misa; prohibió criticarla públi-camente y tratar esta cuestión en pú-blico y no quiso que se publicasen suscartas al Papa sobre la nueva Misa. DomAntônio prefería el combate positivo,la conservación de la Misa tradicionaly la exaltación de sus valores, a los ata-ques contra la nueva Misa, que podíanafectar a la autoridad suprema de la Igle-sia.

Dom Antônio, que era un hombre deespíritu recto y de conciencia delicada,no habría hecho o permitido todo eso sihubiera considerado que la nueva litur-gia de la Misa, en sí misma, era ofensi-va para Dios o si hubiese creído que nose podía asistir a ella ni celebrarla enningún caso 58.

58 Conversando hace poco con el Dr. Arnaldo Vidigal Xavier da Silveira, que compartiócon Dom Antônio todo este problema y que fue el autor de un libro sobre la Misa de PabloVI supervisado por Dom Antônio, me aseguró que «Dom Antônio nunca opinó que no sepudiera asistir a la nueva Misa».

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Segunda consecuencia

Aplicación de estosprincipios teológicos

al Concilio Vaticano II

1. La grandey grave crisis postconciliar

El Concilio Vaticano II tuvo lugardurante un período difícil de gran crisisen la Iglesia y su celebración sirviócomo ocasión y pretexto para grandeserrores, propagados en su nombre 59, ge-nerando confusión entre lo que era real-mente del Concilio y lo que se difundíaen su nombre, lo cual llevó a muchaspersonas a hacer un análisis negativo delmismo. El Papa Pablo VI se lamentabaen estos términos:

«Pensábamos que el Concilio traería díassoleados para la historia de la Iglesia. Encambio, son días repletos de nubes, tempes-tades, oscuridad, búsqueda e incertidumbre»(homilía 29 de junio de 1972).

El entonces Cardenal Ratzinger, nues-tro actual Papa, en una entrevista conce-dida a L’Osservatore Romano, afirmó en1984:

«Los resultados que siguieron al Conci-lio parecen cruelmente opuestos a lo espe-rado por todos, empezando por el Papa JuanXXIII y el Papa Pablo VI... Sin lugar a du-das, la última década ha sido decididamen-te desfavorable para la Iglesia Católica». 60

El actual Papa también comentó:«El Cardenal Julius Doepfner decía que

la Iglesia postconciliar es una gran obra deconstrucción. Sin embargo, un espíritu crí-tico agregó que es una obra en la que el pro-yecto se ha perdido y cada uno sigue cons-truyendo lo que mejor le parece. El resulta-do es evidente» 60.

Añadió, sin embargo, con la mismaclaridad:

«En sus expresiones oficiales, en sus do-cumentos auténticos, el Vaticano II no pue-de ser considerado responsable de este de-sarrollo, el cual, al contrario, contradice ra-dicalmente tanto la letra como el espíritude los Padres conciliares» 61.

______________59 El Papa Pablo VI habló del «humo de Satanás» que había entrado en el Templo de

Dios (homilía del 29 de junio de 1972) y Su Santidad el Papa Juan Pablo II se quejaba enestos términos: «Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revela-da y enseñada desde siempre; se han propalado verdaderas y propias herejías, en el campodogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones, se ha manipulado incluso laliturgia» (Discurso a los participantes en el Congreso Nacional Italiano sobre el tema«Misiones populares para los años 80», 6-II-1981).

60 L’Osservatore Romano, ed. inglesa, 24-12-1984 (cf. también Card. Ratzinger, VittorioMessori, Informe sobre la Fe).

61 Card. Ratzinger, Vittorio Messori, Informe sobre la Fe.

2ª consecuencia.-Aplicación de estos principios teológicos al Concilio Vaticano II

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42 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

Este aspecto negativo se debió prin-cipalmente al notorio y pernicioso «es-píritu del Concilio», que el entoncesCardenal Ratzinger llamaba el «anti-espíritu» 62. Este «espíritu del Concilio»causó tal impresión que, hasta hoy, cuan-do se quiere explicar algo sobre el Con-cilio, algunos creen que se está hablan-do del mismo según la interpretaciónmodernista y como si uno fuera a apro-bar los errores que se derivan de esainterpretación.

El objetivo específico de esta Orien-tación Pastoral no es defender el Con-cilio, sino más bien salvar la indefec-tibilidad de la Iglesia y su Magisterio,haciendo las distinciones necesarias, eiluminar a nuestros católicos para queno se equivoquen de objetivo: al atacarlos errores, se corre el riesgo de atacara la vez a la propia Iglesia y a su Magis-terio.

__________________62 «Es el antiespíritu según el cual la historia de la Iglesia debería comenzar a partir del

Vaticano II, considerado como una especie de punto cero» ... «¡Cuántas antiguas herejíashan reaparecido estos años, presentadas como novedades!» (Card. Ratzinger, VittorioMessori, Informe sobre la Fe).

63 Juan XXIII, Bula Humanæ salutis, de convocatoria del Concilio Vaticano II (25-XII-1961, nº 18): «… después de oír el parecer de nuestros hermanos los Cardenales de laSanta Iglesia Romana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los santos apósto-les Pedro y Pablo, y nuestra, publicamos, anunciamos y convocamos, para el próximo año1962, el sagrado Concilio ecuménico y universal Vaticano II, el cual se celebrará en laPatriarcal Basílica Vaticana…».

2. Valor de los documentosdel Concilio Vaticano II

No podemos olvidar que el VaticanoII fue un verdadero concilio de la Igle-sia Católica, legítimamente convocadoy presidido por el Beato Juan XXIII 63 ycontinuado por el Papa Pablo VI, conla participación de obispos del mundoentero.

El hecho de que el Vaticano II fuerapastoral no va en detrimento de su auto-ridad magisterial, como bien explicó elPapa Pablo VI:

«Teniendo en cuenta el carácter pastoraldel concilio, el mismo evitó proclamar deforma extraordinaria dogmas que compor-tasen la nota de la infalibilidad, pero dotó asus enseñanzas de la autoridad del magiste-rio ordinario supremo; ese magisterio or-dinario y manifiestamente auténtico debeser acogido dócil y sinceramente por todoslos fieles, de acuerdo con el espíritu del Con-cilio concerniente a la naturaleza y fines decada documento» (Disc. aud. general 12-I-1966).

Como ya vimos, según la teología:«Puesto que la enseñanza no infalible de

la Iglesia, aunque no de forma absoluta, tam-

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432ª consecuencia.-Aplicación de estos principios teológicos al Concilio Vaticano II

bién recibe la asistencia del Espíritu Santo,mucho se equivocaría quien pensase que ellonos deja completamente libres para asentir orechazar la misma» (M. Teixeira-Leite Peni-do, O Mistério da Igreja, VII, O poder doMagistério, p. 294).

Con respecto a los concilios, Bossuet,y con él la teología católica, distinguenentre la historia de un concilio y su auto-ridad doctrinal 64. Su historia a menudoestá llena de discusiones y problemas.Sin embargo, una vez que las decisio-nes han sido promulgadas y aprobadaspor el Papa, se reviste de la autoridaddel Magisterio y el lado humano de suhistoria desaparece ante el valor de susdecretos.

Todos los documentos del Concilio Va-ticano II terminan con el siguiente actosolemne de promulgación:

«Todas y cada una de las cosas estableci-das en esta (Constitución dogmática o pas-toral, este decreto o declaración) han obte-nido el beneplácito de los Padres del Sa-crosanto Concilio. Y Nos, con la potestadapostólica que nos ha sido conferida por

Cristo, juntamente con los venerables Pa-dres, las aprobamos, decretamos y estatui-mos en el Espíritu Santo, y ordenamos quelo así decretado conciliarmente sea promul-gado para gloria de Dios. Roma, ... Yo, Pa-blo, Obispo de la Iglesia Católica [siguenlas firmas de los Padres conciliares]».

En su Instrucción Pastoral sobre laIglesia, tratando de los documentos delConcilio Vaticano II, Dom Antônio deCastro Mayer escribió:

«En el caso de las decisiones conciliaresaprobadas y promulgadas por el Papa Pa-blo VI, toda una serie de publicaciones ca-tólicas se atrevió a hacer restricciones encuanto a la actitud del Papa, precisamentecuando, de acuerdo con el dogma católico,aprobó las decisiones de los Padres conci-liares de la manera en que, asistido por elEspíritu Santo, juzgó que debía hacerlo» 65.

____________________64 San Francisco de Sales: «Has oído decir, Teótimo, que en los Concilios generales se

producen grandes disputas y búsquedas de la verdad, mediante discursos, razonamientos yargumentos de teología, pero, cuando se trata de un tema discutido, los Padres, es decir,los obispos y especialmente el Papa, que es el jefe de los obispos, concluyen, resuelven ydeciden, y una vez que se ha pronunciado la decisión, cada uno se detiene y da su asenti-miento pleno, no por las razones alegadas en la disputa y en la investigación anteriores,sino en virtud de la autoridad del Espíritu Santo, el cual, al presidir de forma invisible losConcilios, juzga, decide y concluye por boca de los servidores que ha establecido comopastores de los cristianos. La investigación, pues, y la disputa se llevan a cabo ante los sa-cerdotes, entre los doctores, pero la resolución y el asentimiento tienen lugar en el santua-rio, donde el Espíritu Santo que anima el cuerpo de la Iglesia habla por las bocas de susjefes, como lo prometió nuestro Señor» (Tratado del Amor de Dios, Libro II, cap. XIV).[Nota añadida por el Autor en la edición francesa].

65 Dom Antônio de Castro Mayer, Instrucción Pastoral sobre la Iglesia, cap. VI. Noestán, pues, en el camino recto aquellos que tratan al Concilio Vaticano II como un conci-liábulo, una reunión de herejes o un concilio cismático (D. M. L. en Mysterium fidei,Denoyelle, n° 33, X-XII-1976).

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3. La interpretación de los textos delConcilio Vaticano II: la modernista yla auténtica interpretación del Ma-gisterio

El Concilio debe ser entendido e in-terpretado según una hermenéutica dela continuidad y no de ruptura con elpasado, como bien ha explicado el Pa-pa Benedicto XVI 66. Esto es lo que afir-maba el Papa Juan Pablo II cuando ha-blaba de «enseñanza íntegra del Conci-lio», «entendida a la luz de toda la san-ta Tradición y sobre la base del constan-te Magisterio de la Iglesia misma» 67.

Sucede lo mismo que con la Palabrade Dios escrita, las Sagradas Escrituras,que deben leerse a la luz de la Tradi-ción y del Magisterio de la Iglesia. Na-die diría que la Biblia sea algo malo porel hecho de que necesite esta luz paraser comprendida y para evitar las inter-pretaciones de los herejes.

El actual Papa, cuando era cardenal,ya había explicado:

«En primer lugar, es imposible para uncatólico tomar postura “a favor” del Conci-lio Vaticano II y “en contra” del Conciliode Trento y el Vaticano I. Quien acepta elVaticano II, tal como el mismo se ha expre-sado y entendido claramente, afirma al mis-mo tiempo toda la tradición ininterrumpidade la Iglesia Católica, y en particular los dosconcilios anteriores. Esto se aplica al lla-mado “progresismo”, al menos en sus for-mas extremas. En segundo lugar, de la mis-ma manera, es imposible colocarse “a fa-vor” del Concilio de Trento y del VaticanoI y “contra” el Vaticano II. Todo aquel queniega el Concilio Vaticano II niega la auto-ridad que sostiene a los otros dos conciliosy, de esa forma, los separa de su fundamen-to. Esto se aplica a lo que se denomina “tra-dicionalismo”, también en sus formas ex-tremas. En este tema, cualquier opción par-cial destruye la totalidad, la historia mismade la Iglesia, que sólo puede existir comounidad indivisible» 68.

Después de haber participado en el Con-cilio Vaticano II desde 1962 hasta 1965,e incluso habiendo luchado contra la co-rriente modernista que intentaba impo-____________________

66 «Por una parte existe una interpretación que podría llamar “hermenéutica de la dis-continuidad y de la ruptura” […] Por otra parte está la “hermenéutica de la reforma”, de larenovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; esun sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo,único sujeto del pueblo de Dios en camino [...] La hermenéutica de la discontinuidad correel riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. Afirmaque los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu delConcilio. […] A la hermenéutica de la discontinuidad se opone la hermenéutica de lareforma […] “Es necesario que esta doctrina, verdadera e inmutable, a la que se debeprestar fielmente obediencia, se profundice y exponga según las exigencias de nuestrotiempo. En efecto, una cosa es el depósito de la fe, es decir, las verdades que contienenuestra venerable doctrina, y otra distinta el modo como se enuncian estas verdades, con-servando sin embargo el mismo sentido y significado” [Juan XXIII]» (Benedicto XVI,Discurso a la Curia romana, 22-XII-2005).

67 Juan Pablo II, Discurso en la inauguración de la asamblea plenaria del Sacro ColegioCardenalicio, el 5-XI-1979, nº 6.

68 Card. Ratzinger, Vittorio Messori, Informe sobre la Fe.

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ner sus tesis en el mismo, Dom Antô-nio de Castro Mayer firmó, junto conel Papa Pablo VI, al igual que Mons.Marcel Lefebvre, las actas de promul-gación de todos los documentos delConcilio, considerándolos «como doc-trina del Magisterio supremo de la Igle-sia». Él escribió, como obispo diocesa-no, tres cartas pastorales sobre la apli-cación del Concilio Vaticano II en sudiócesis, tratando de proporcionar a sa-cerdotes y fieles la interpretación legí-tima del aggiornamento deseado por elPapa Juan XXIII, advirtiendo contraaquellos que, aprovechándose del Con-cilio, intentaban hacer revivir en la Igle-sia el modernismo y su conjunto de he-rejías. Mostraba también cómo el Con-cilio puede y debe ser interpretado se-gún la Tradición, es decir, que sus do-cumentos «deben entenderse a la luz dela doctrina tradicional de la Iglesia» 69.

En su carta pastoral del 19 de marzode 1966, titulada «Consideraciones acer-ca de la aplicación de los documentospromulgados por el Concilio Ecuméni-co Vaticano II», Dom Antônio cita la ad-vertencia del «Santo Padre gloriosamen-te reinante» Pablo VI, con fecha del 18de noviembre de 1965, contra la inter-pretación modernista de los textos con-ciliares. Dom Antônio afirma:

«Estas son sus palabras: “Es el momento[dice Pablo VI] del verdadero aggiorna-mento, recomendado por nuestro veneradopredecesor, el Papa Juan XXIII, el cual noatribuía a esta palabra el significado quealgunos pretenden darle, como si fuera líci-

to considerar según los principios del relati-vismo y de la mentalidad profana todo lorelacionado con la Iglesia de Dios: dogmas,leyes, estructuras y tradiciones. Por el con-trario, con su ingenio agudo y firme, tenía[Juan XXIII] el sentido de la estabilidad dela doctrina y de la estructura de la Iglesia,de manera que convirtió esa estabilidad enel fundamento de su pensamiento y de suacción». [...] [Don Antonio continúa:] «Dé-monos cuenta, queridísimos hijos, [...] queel Santo Padre [...] llama nuestra atenciónsobre la existencia de una falsa interpreta-ción del Concilio, como si la Iglesia hubie-se renunciado a la inmutabilidad su doctri-na, de su estructura fundamental, del valorsalvífico de sus tradiciones, para embarcar-se en el proceloso mar de la evolución quehace desvariar a los hombres de hoy y con-sigue que crean que no existe nada, absolu-tamente nada, perenne y eterno que se im-ponga a la mente humana» 70.

Es en la misma línea está la adverten-cia del cardenal Ratzinger, antes cita-da, contra aquellos que buscan separarel Concilio Vaticano II de la tradición an-terior de la Iglesia.

Como hemos dicho anteriormente (IVy V), el Magisterio vivo y auténtico queexiste en la Iglesia es continuo, sin inte-rrupción, y la asistencia continua e inin-terrumpida del divino Espíritu Santo essu garantía contra todo error con res-pecto a la fe y a la moral. Esta asisten-cia divina no se interrumpió en el Con-cilio Vaticano II. El Papa Juan XXIII, enla convocatoria del Concilio, nos recor-dó esta verdad. Después de citar el pa-saje del Evangelio: «He aquí que yo es-

___________________69 Dom Antônio de Castro Mayer, Carta Pastoral sobre los documentos conciliares

relativos a la Sagrada Liturgia y a los medios de comunicación social, pg. 7.70 Dom Antônio de Castro Mayer, Carta Pastoral, cf. Por um Cristianismo Autêntico, Ed.

Vera Cruz, São Paulo, 1971, pg. 277.

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toy con vosotros todos los días hasta elfin del mundo» (Mt 28,20), añadió:

«Esta gozosa presencia de Cristo, viva yoperante en todo tiempo en la Iglesia santa,se ha advertido sobre todo en los períodosmás agitados de la humanidad» 71.

Aunque algunos padres conciliares detendencia modernista pudieran tener laintención malévola de producir en elConcilio textos que serían como unabomba de efecto retardado, como algu-nos de ellos han confesado, el EspírituSanto, que es Dios, no permitió que ta-les intenciones se expresasen en los tex-tos auténticos oficialmente promulgadospor el Magisterio. Y en lo referente alMagisterio de la Iglesia, lo que vale sonlos textos, no las supuestas intencionesde los redactores. En otras palabras,

«sin que interese la opinión particular quehayan podido sustentar los Padres concilia-res al respecto [...] el acto verdaderamenteconciliar, como acto de le Iglesia, y quemerece la asistencia del Espíritu Santo, esel texto en su plena formulación objetiva,aprobado por acto definitivo de la Asam-blea conciliar y del Soberano Pontífice» 72.

De manera análoga a lo que hemos di-cho anteriormente acerca de la Misa, lasinterpretaciones dadas por los moder-nistas impresionaron a todo el mundocatólico y muchos pensaron que ésa erala interpretación que había que dar alConcilio. Pero no es así: el significadode los textos es el proporcionado por elMagisterio de la Iglesia.

De forma similar, cuando surgieroninterpretaciones erróneas del decreto delConcilio Vaticano I sobre la jurisdiccióndel Papa y los obispos, los obispos ale-manes escribieron una carta circular,dando la interpretación correcta, y re-cibieron del Papa Pío IX una carta deaprobación de dicha interpretación pre-cisa 73. Por lo tanto, la correcta no erauna interpretación que habría podidoajustarse al texto, ni aquella que queríadarle al texto el Canciller Bismarck, si-no la que le daba el Magisterio.

Del mismo modo, el significado fielde los textos del Concilio Vaticano IIes el proporcionado por el Magisteriode la Iglesia y no por los modernistas.

4. Intervenciones oficialesde la Santa Sede sobre este tema

Inmediatamente después del ConcilioVaticano II, comenzaron a surgir inter-pretaciones modernistas. La Santa Sede,mediante la Congregación para la Doc-trina de la Fe, rechazó inmediatamenteesas falsas interpretaciones y dio la ver-dadera interpretación, en una carta a lospresidentes de las Conferencias Epis-copales, firmada por el entonces pro-prefecto de la Congregación, el Carde-nal Ottaviani, cuyos pasajes principa-les transcribimos aquí 74:____________________

71 Juan XXIII, Constitución Apostólica Humanæ salutis, de 25-XII-1961, nº 2.72 Julio Meinvielle, De Lamennais a Maritain, Apéndice II: «La declaración conciliar

sobre libertad religiosa y la doctrina tradicional», Buenos Aires, 1967.73 Declaracion colectiva de los Obispos de Alemania [enero-febrero de 1875] y Pío IX,

Carta Apostólica Mirabilis illa constantia, 4-III-1875, DzSch 3112-3117.74 Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Presidentes de las Confe-

rencias Episcopales Cum oecumenicum, 24-VII-1966.

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472ª consecuencia.-Aplicación de estos principios teológicos al Concilio Vaticano II

«Una vez que el Concilio Vaticano II,recientemente concluido, ha promulga-do documentos muy valiosos, tanto enlos aspectos doctrinales como en los dis-ciplinares, para promover de maneramás eficaz la vida de la Iglesia, el pue-blo de Dios tiene la grave obligaciónde esforzarse para llevar a la prácticatodo lo que, bajo la inspiración del Es-píritu Santo, ha sido solemnemente pro-puesto o decidido en aquella amplísi-ma asamblea de Obispos presidida porel Sumo Pontífice.

«A la jerarquía, sin embargo, corres-ponde el derecho y el deber de vigilar,de dirigir y promover el movimiento derenovación iniciado por el Concilio, demanera que los documentos y decretosdel mismo Concilio sean rectamente in-terpretados y se lleven a la práctica se-gún la importancia de cada uno de ellosy manteniendo su intención. Esta doc-trina debe ser defendida por los Obis-pos, que bajo Pedro, como cabeza, tie-nen la misión de enseñar de manera au-torizada. De hecho, muchos pastores yahan comenzado a explicar loablementela enseñanza del Concilio. Sin embar-go, hay que lamentar que de diversaspartes han llegado noticias desagrada-bles acerca de abusos cometidos en lainterpretación de la doctrina del Conci-lio, así como de opiniones extrañas yatrevidas, que aparecen aquí y allá, yque perturban no poco el espíritu de mu-chos fieles.

«Hay que alabar los esfuerzos y lasiniciativas para investigar más profun-damente la verdad, distinguiendo ade-cuadamente entre lo que debe ser creí-do y lo que es opinable. Pero a partir dedocumentos examinados por esta Sagra-da Congregación consta que en no po-

cas sentencias parece que se han tras-pasado los límites de una simple opi-nión o hipótesis y en cierto modo haquedado afectado el dogma y los fun-damentos de la fe.

«Es preciso señalar algunas de estassentencias y errores, a modo de ejem-plo, tal como consta por los informesde los expertos así como por diversaspublicaciones.

«1. Ante todo está la misma Revela-ción sagrada. Hay algunos que recurrena la Escritura dejando de lado volunta-riamente la Tradición, y además redu-cen el ámbito y la fuerza de la inspira-ción y la inerrancia, y no piensan demanera correcta acerca del valor histó-rico de los textos.

«2. Por lo que se refiere a la doctrinade la fe, se dice que las fórmulas dog-máticas están sometidas a una evoluciónhistórica, hasta el punto que su mismosentido objetivo sufre un cambio.

«3. El Magisterio ordinario de la Igle-sia, sobre todo el del Romano Pontífi-ce, a veces hasta tal punto se olvida ydesprecia, que prácticamente se relegaal ámbito de lo opinable.

«4. Algunos casi no reconocen la ver-dad objetiva, absoluta, firme e inmuta-ble, y someten todo a cierto relativismo,y esto conforme a esa razón entenebre-cida, según la cual la verdad sigue ne-cesariamente el ritmo de la evoluciónde la conciencia y de la historia.

«5. La misma adorable Persona denuestro Señor Jesucristo se ve afecta-da, pues al abordar la cristología se em-plean tales conceptos de naturaleza y depersona, que difícilmente pueden sercompatibles con las definiciones dog-máticas. Además serpentea un humanis-

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48 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

mo cristológico para el que Cristo sereduce a la condición de un simple hom-bre, que adquirió poco a poco concien-cia de su filiación divina. Su concep-ción virginal, los milagros y la mismaResurrección se conceden verbalmen-te, pero en realidad quedan reducidosal mero orden natural.

«6. Asimismo, en el tratado teológicode los sacramentos, algunos elementoso son ignorados o no son consideradosde manera suficiente, sobre todo en loreferente a la Santísima Eucaristía.Acerca de la presencia real de Cristobajo las especies de pan y de vino nofaltan los que tratan la cuestión favore-ciendo un simbolismo exagerado, comosi el pan y el vino no se convirtieranpor la transustanciación en el Cuerpoy la Sangre de nuestro Señor Jesucris-to, sino meramente pasaran a significarotra cosa. Hay también quienes, respec-to a la Misa, insisten más de la cuentaen el concepto de banquete (ágape),antes que en la idea de Sacrificio.

«7. Algunos prefieren explicar el sa-cramento de la Penitencia como el me-dio de reconciliación con la Iglesia, sinexpresar de manera suficiente la recon-ciliación con el mismo Dios ofendido.Pretenden que para celebrar este sacra-mento no es necesaria la confesión per-sonal de los pecados, sino que solo pro-curan expresar la función social de re-conciliación con la Iglesia.

«8. No faltan quienes desprecian ladoctrina del Concilio de Trento sobreel pecado original, o la explican de talmanera que la culpa original de Adán yla transmisión del pecado al menos que-dan oscurecidas.

«9. Tampoco son menores los erroresen el ámbito de la teología moral. No

pocos se atreven a rechazar la razónobjetiva de la moralidad; otros no acep-tan la ley natural, sino que afirman lalegitimidad de la denominada moral desituación. Se propagan opiniones per-niciosas acerca de la moralidad y la res-ponsabilidad en materia sexual y ma-trimonial.

«10. A todo esto hay que añadir algu-na cuestión sobre el ecumenismo. LaSede Apostólica alaba a aquellos que,conforme al espíritu del decreto conci-liar sobre el ecumenismo, promueveniniciativas para fomentar la caridad conlos hermanos separados, y atraerlos ala unidad de la Iglesia, pero lamenta quealgunos interpreten a su modo el decre-to conciliar, y se empeñen en una ac-ción ecuménica que, opuesta a la ver-dad de la fe y a la unidad de la Iglesia,favorece un peligroso irenismo e indi-ferentismo, que es completamente aje-no a la mente del Concilio (quod quidema mente Concilii omnino alienum est).

«Este tipo de errores y peligros, quevan esparciendo aquí y allá, se mues-tran como en un sumario o síntesis re-cogida en esta carta a los Ordinarios dellugar, para que cada uno, conforme asu misión y obligación, trate de solu-cionarlos o prevenirlos.

«Este Sagrado Dicasterio ruega insis-tentemente que los mismos Ordinariosde lugar, reunidos en las ConferenciasEpiscopales, traten de estas cuestionesy refieran oportunamente a la SantaSede sus determinaciones antes de lafiesta de la Navidad de nuestro SeñorJesucristo del presente año. […] Roma,24 de julio de 1966. Alfredo Card.Ottaviani».

Esta carta de la Congregación para laDoctrina de la Fe es uno de los innume-

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rables documentos de la Iglesia poste-riores al Concilio Vaticano II en los cua-les se declara el verdadero sentido delos decretos y disposiciones conciliares,contra las falsas interpretaciones queestaban naciendo.

Está firmada por un cardenal más alláde cualquier sospecha, Ottaviani, pro-prefecto de la Congregación. Su firmaaquí tiene, evidentemente, un valormucho mayor que aquella otra, tan di-fundida en los medios tradicionalistas,con respecto a la Misa de Pablo VI,cuando, según las palabras del mismocardenal, se usó indebidamente su nom-bre (cf. Nota 53).

5. Puntos controvertidos: el casodel «subsistit in» y el ecumenismo

Los modernistas, está claro, siguierondando sus falsas interpretaciones de lostextos del Concilio, como por ejemplo,el famoso pasaje de la Lumen Gentium,nº 8, sobre la Iglesia Católica:

«Ésta es la única Iglesia de Cristo, que enel Símbolo confesamos como una, santa, ca-tólica y apostólica, y que nuestro Salvador,después de su resurrección, encomendó aPedro para que la apacentara (cf. Jn 21,17),confiándole a él y a los demás Apóstoles sudifusión y gobierno (cf. Mt 28,18ss), y laerigió perpetuamente como columna y fun-damento de la verdad (cf. 1Tm 3,15). EstaIglesia, establecida y organizada en estemundo como una sociedad, subsiste en laIglesia católica, gobernada por el sucesorde Pedro y por los Obispos en comunióncon él si bien fuera de su estructura se en-cuentren muchos elementos de santidad y

verdad que, como bienes propios de la Igle-sia de Cristo, impelen hacia la unidad cató-lica».

Los modernistas tratan de interpretareste texto así: «La Iglesia de Cristo sub-siste en la Iglesia Católica, pero tam-bién puede subsistir en otra Iglesia cris-tiana». A partir de ahí, se puede desa-rrollar un falso ecumenismo, que sitúaen el mismo plano a las Iglesias protes-tantes y a la Iglesia Católica. Eso es loque hizo el teólogo modernista Leonar-do Boff en su libro Iglesia: carisma ypoder (Ed. Sal Terrae 1982, pg. 142):

«La Iglesia católica, apostólica y roma-na, por un lado es la Iglesia de Cristo y porotro no lo es. Es la Iglesia de Cristo, porqueen esta mediación concreta aparece en elmundo. Pero no lo es, porque no puede pre-tender identificarse exclusivamente con laIglesia de Cristo, dado que ésta puede sub-sistir también en otras Iglesias cristianas. ElConcilio Vaticano II, superando una ambi-güedad teológica de anteriores eclesiolo-gías, que tendían a identificar lisa y llana-mente la Iglesia de Cristo con la Iglesia ca-tólica romana, dice con mucho acierto:“Esta Iglesia [de Cristo], constituida y or-ganizada en este mundo como una socie-dad, subsiste en la Iglesia Católica (subsistitin: tiene su forma concreta en la IglesiaCatólica)”».

Esta interpretación fue condenada porel Magisterio de la Iglesia, en un docu-mento de la Congregación para la Doc-trina de la Fe titulado Notificación so-bre el volumen del Padre Leonardo Boff,O.F.M., «Iglesia: carisma y poder. En-sayo de Eclesiología militante» (11-III-1985).

«De la famosa expresión del Concilio:“Hæc Ecclesia (sc. única Christi Eccle-sia)... subsistit in Ecclesia catholica”, él de-duce una tesis exactamente contraria al sig-nificado auténtico del texto conciliar, cuan-

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do afirma: “De hecho, ella (es decir, la úni-ca Iglesia de Cristo) puede subsistir tam-bién en otras Iglesias cristianas” (pg. 131).En cambio, el Concilio eligió la palabra“subsistit” precisamente para aclarar queexiste una sola “subsistencia” de la verda-dera Iglesia, mientras que fuera de su tra-bazón visible sólo existen “elementa Eccle-siae” que –siendo elementos de la mismaIglesia– tienden y conducen hacia la Igle-sia Católica (LG 8)».

La declaración Dominus Iesus, del 6de agosto de 2000, sobre la unicidad yla universalidad salvífica de Jesucristoy de la Iglesia, también de la Congrega-ción para la Doctrina de la Fe, reitera lainterpretación correcta que hay que daral subsistit in:

«Con la expresión “subsitit in”, el Conci-lio Vaticano II quiere armonizar dos afir-maciones doctrinales: por un lado que laIglesia de Cristo, no obstante las divisionesentre los cristianos, sigue existiendo plena-mente sólo en la Iglesia católica, y por otrolado que “fuera de su estructura visible pue-den encontrarse muchos elementos de san-tificación y de verdad”, ya sea en las Igle-sias o en las Comunidades eclesiales sepa-radas de la Iglesia católica. Sin embargo,respecto a estas últimas, es necesario afir-mar que su eficacia “deriva de la misma ple-nitud de gracia y verdad que fue confiada ala Iglesia católica”. Existe, por lo tanto, unaúnica Iglesia de Cristo, que subsiste en laIglesia católica, gobernada por el Sucesorde Pedro y por los Obispos en comunióncon él» (nn. 16-17).

Durante la presentación de esta decla-ración Dominus Iesus a la prensa, el 5de septiembre de 2000, el Cardenal Jo-seph Ratzinger, nuestro actual Papa, diola interpretación del Magisterio concer-niente a las realidades buenas que seencuentran en otras religiones, realida-des consideradas por los Santos Padrescomo una preparación para el Evange-

lio. De esta forma, dio también la ex-plicación correcta del pasaje análogo deldecreto Unitatis redintegratio (nº 3),sobre el ecumenismo, donde, hablandode las Iglesias separadas, se dice que, apesar de sus defectos, «el Espíritu deCristo no ha rehusado servirse de ellascomo medios de salvación, cuya virtudderiva de la misma plenitud de la gra-cia y de la verdad que se confió a la Igle-sia». El cardenal comentaba así este tex-to:

«Por lo tanto, no todo lo que hay en lasreligiones debe ser considerado præparatioevangelica, sino sólo “lo que el Espírituobra” en ellas. De esto se desprende unaconsecuencia muy importante: el camino dela salvación es el bien que está presente enlas religiones, como obra del Espíritu deCristo, pero no las religiones en cuanto ta-les. Esto, además, es confirmado por la mis-ma doctrina del Concilio Vaticano II acercade las semillas de la verdad y de bondadpresentes en otras religiones y culturas, ex-puesta en la Declaración conciliar NostraAetate: “La Iglesia católica no rechaza nadade lo que en estas religiones hay de santo yverdadero. Considera con sincero respetolos modos de obrar y de vivir, los preceptosy doctrinas que, por más que discrepen enmucho de lo que ella profesa y enseña, nopocas veces reflejan un destello de aquellaVerdad que ilumina a todos los hombres”(NA 2). Todo lo que hay de verdadero ybueno en las religiones no debe perderse,sino que debe ser reconocido y valorado.El bien y la verdad, dondequiera que se en-cuentren, vienen del Padre y son obra delEspíritu; las semillas del Logos están espar-cidas por todas partes. Sin embargo, no po-demos cerrar los ojos ante los errores y en-gaños aún presentes en las religiones. Lamisma Constitución Dogmática LumenGentium del Concilio Vaticano II dice:“Pero con mucha frecuencia los hombres,engañados por el Maligno, se envilecieroncon sus fantasías y trocaron la verdad de

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Dios en mentira, sirviendo a la criatura másbien que al Creador” (LG 16)».

Además, el propio texto de la decla-ración Dominus Iesus afirma:

«Queda claro que sería contrario a la fecatólica considerar la Iglesia como un ca-mino de salvación al lado de aquellos cons-tituidos por las otras religiones. Éstas se-rían complementarias a la Iglesia, o inclusosubstancialmente equivalentes a ella, aun-que en convergencia con ella en pos delReino escatológico de Dios.

«Ciertamente, las diferentes tradicionesreligiosas contienen y ofrecen elementos dereligiosidad que proceden de Dios [...] Dehecho algunas oraciones y ritos pueden asu-mir un papel de preparación evangélica, encuanto son ocasiones o pedagogías en lascuales los corazones de los hombres son es-timulados a abrirse a la acción de Dios. Aellas, sin embargo no se les puede atribuirun origen divino ni una eficacia salvífica exopere operato, que es propia de los sacra-mentos cristianos. Por otro lado, no se pue-de ignorar que otros ritos no cristianos, encuanto dependen de supersticiones o deotros errores (cf. 1Co 10,20-21), constitu-yen más bien un obstáculo para la salva-ción (cf. Juan Pablo II, Redemptoris missio,55).

«Con la venida de Jesucristo Salvador,Dios ha establecido la Iglesia para la salva-ción de todos los hombres (cf. Hch 17,30-31) (cf. Juan Pablo II, Encíclica Redempto-ris missio, 11). Esta verdad de fe no quitanada al hecho de que la Iglesia consideralas religiones del mundo con sincero respe-to, pero al mismo tiempo excluye esa men-talidad indiferentista “marcada por unrelativismo religioso que termina por pen-sar que ‘una religión es tan buena comootra’”(Juan Pablo II, Redemptoris Missio,36). Si bien es cierto que los no cristianospueden recibir la gracia divina, también escierto que objetivamente se hallan en unasituación gravemente deficitaria si se com-para con la de aquellos que, en la Iglesia,

tienen la plenitud de los medios salvíficos(cf. Pío XII, encíclica Mystici corporis:DzSch 3821)» (Dominus Iesus 21-22).

Después de que el teólogo JacquesDupuis, S.J., presentase su libro Haciauna teología cristiana del pluralismoreligioso (2000), la Congregación parala Doctrina de la Fe emitió una Notifi-cación con fecha del 24 de enero de2001, en cuyo preámbulo se recordabala verdadera doctrina del Magisteriosobre el valor y la función salvífica delas tradiciones religiosas:

«Según la doctrina católica, se debe con-siderar que “todo lo que el Espíritu obra enlos hombres y en la historia de los pueblos,así como en las culturas y religiones, tieneun papel de preparación evangélica” (cf.Constitución Dogmática Lumen gentium, nº16). Por lo tanto, es legítimo sostener queel Espíritu Santo actúa la salvación en losno cristianos también mediante aquellos ele-mentos de verdad y bondad presentes en lasdistintas religiones; mas no tiene ningúnfundamento en la teología católica consi-derar estas religiones, en cuanto tales, comovías de salvación, porque además en ellashay lagunas, insuficiencias y errores acercade las verdades fundamentales sobre Dios,el hombre y el mundo».

Don Antonio de Castro Mayer, en laInstrucción Pastoral en la que comen-taba, a la luz de la Tradición, los docu-mentos del Concilio, especialmente so-bre la Iglesia (Lumen Gentium) y el ecu-menismo (Unitatis redintegratio), dabaexactamente esta interpretación correctadel Magisterio, distinta de la interpre-tación modernista:

«La Tradición considera como prepara-ción para el Evangelio los restos de verdady de bien que perviven en las religiones pa-ganas. El Espíritu Santo se sirve de ellospara despertar en los corazones de estospueblos los deseos de poseer toda la ver-

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dad y todo el bien, que solo se encuentranen la Revelación. Sucede algo similar en lasreligiones llamadas cristianas, que se for-maron como resultado del abandono de lacasa paterna. También en ellas la misericor-dia de Dios mantiene riquezas dispersas –como los sacramentos, la sucesión apostó-lica o la Sagrada Escritura– que pertenecena la verdadera Iglesia de Dios y deben ser-vir como punto de partida para un retornoal seno de la familia» (Instrucción Pastoralsobre la Iglesia, 2-III-1965, pg. 25).

6. La colegialidadCitemos de nuevo a Dom Antônio de

Castro Mayer, que fue uno de los Pa-dres del Concilio Vaticano II y, por lotanto, testigo ocular de lo que allí suce-dió:

«Uno de los problemas que más agitaronlos debates conciliares fue el tema de la“colegialidad episcopal”. La prensa de es-píritu modernista se esforzó por crear pre-sión de la opinión pública en la direcciónde una modificación por parte del Conciliode la estructura de la Iglesia, pasando demonárquica, ya que está construido sobreuna sola persona, Pedro –uni, Petro–, a co-legial, es decir, gobernada conjuntamentepor el episcopado, compuesto por los obis-pos del mundo entero, que tendían en Romaun senado, como su representante, paracompartir con el Papa el gobierno eclesiás-tico. Después de muchas enmiendas, el es-quema conciliar sobre la Iglesia se modifi-có, para conservar la línea trazada dogmáti-camente por el Concilio Vaticano I. Así, sesuprimieron las expresiones que pudieranindicar una sujeción de San Pedro al Cole-gio de los Apóstoles. Por ejemplo, dondese hablaba sobre el poder concedido a SanPedro, como primero de los Apóstoles y jefedel Colegio Apostólico, se eliminaron lostérminos “como” y “jefe del Colegio Apos-tólico”, para decir simplemente que el po-der se le concedió a San Pedro, sin estar

sujeto a ninguna condición del propio Co-legio Apostólico, y, por tanto, sin ningúntipo de dependencia con respecto a esteColegio. Ofrecemos este ejemplo para mos-trar cómo realmente se realizaron cambiosen el esquema, para eliminar del mismo lashuellas del modernismo que podían encon-trarse en él. No obstante, estas modifica-ciones no parecieron suficientes a la “Au-toridad superior” (para usar las palabras delSecretario General del Concilio), que, eneste caso era el Papa –única autoridad su-perior a los Padres del Concilio allí reuni-dos. El Santo Padre hizo añadir una notaexplicativa que daba el sentido de la doc-trina del esquema con respecto al ColegioEpiscopal. En esa nota, con claridad e in-cluso con cierta superabundancia, se mar-caba el significado preciso de la “colegia-lidad” episcopal y se explicaba que no pue-de tomarse en sentido estricto, es decir, enel de un cuerpo formado por muchos miem-bros iguales, y que el Colegio Episcopal ju-rídicamente sólo tiene poder en la Iglesiauniversal en unión con el Papa, cuando hasido convocado por el mismo y bajo su com-pleta dependencia. En su versión final, conla nota aclaratoria que disipaba cualquierduda, el esquema conciliar consiguió unaunanimidad impresionante: sólo cinco Pa-dres Conciliares votaron en contra en la se-sión de clausura. Así pues, estamos ante undocumento de la Iglesia docente que debe-ría ser acatado con aceptación plena y cor-dial por toda la Iglesia» (ib. pgs. 51-52).

El resultado es, por lo tanto, una cla-ra distinción entre la interpretaciónmodernista de la colegialidad y la co-rrecta interpretación de la misma dadapor el Magisterio de la Iglesia docente.

7. La libertad religiosaLa Declaración conciliar Dignitatis

humanæ sobre la libertad religiosa fueuno de los textos más utilizados por los

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modernistas para propagar sus ideas.Muchos lo entendieron como una apro-bación de la indiferencia religiosa, dellaicismo, del relativismo doctrinal y dela libertad moral para hacer cualquiercosa, doctrinas ya condenadas por elMagisterio anterior.

La parte del texto que resulta más po-lémica es el número 2 de la Declara-ción:

«Este Concilio Vaticano declara que lapersona humana tiene derecho a la libertadreligiosa. Esta libertad consiste en que to-dos los hombres han de estar inmunes decoacción, tanto por parte de individuoscomo de grupos sociales y de cualquier po-testad humana, y esto de tal manera que, enmateria religiosa, ni se obligue a nadie aobrar contra su conciencia, ni se le impidaque actúe conforme a ella en privado y enpúblico, sólo o asociado con otros, dentrode los límites debidos. Declara, además, queel derecho a la libertad religiosa está real-mente fundado en la dignidad misma de lapersona humana, tal como se la conoce porla palabra revelada de Dios y por la mismarazón natural 75. Este derecho de la personahumana a la libertad religiosa ha de ser re-conocido en el ordenamiento jurídico de lasociedad, de tal manera que llegue a con-vertirse en un derecho civil.

«Todos los hombres, conforme a su dig-nidad, por ser personas, es decir, dotados

de razón y de voluntad libre, y enriqueci-dos por tanto con una responsabilidad per-sonal, están impulsados por su misma natu-raleza y están obligados además moralmen-te a buscar la verdad, sobre todo la que serefiere a la religión. Están obligados, asi-mismo, a aceptar la verdad conocida y adisponer toda su vida según sus exigencias.Pero los hombres no pueden satisfacer estaobligación de forma adecuada a su propianaturaleza, si no gozan de libertad psicoló-gica al mismo tiempo que de inmunidad decoacción externa. Por consiguiente, el de-recho a la libertad religiosa no se funda enla disposición subjetiva de la persona, sinoen su misma naturaleza. Por lo cual, el de-recho a esta inmunidad permanece tambiénen aquellos que no cumplen la obligaciónde buscar la verdad y de adherirse a ella, ysu ejercicio, con tal de que se guarde el jus-to orden público, no puede ser impedido».

Distintos teólogos tradicionalistas 76

han demostrado en varias ocasiones laausencia de contradicción entre el tex-to de la declaración conciliar Dignitatishumanæ en su formulación objetiva yla doctrina tradicional sobre el tema. ElP. Julio Meinvielle, hablando de la co-herencia interna entre una y otra doc-trina, afirma:

«Un cambio y modificación de la mismaen punto tan importante y vital, como es elhecho religioso, pondría muy seriamente en

_____________________75 Cf. Juan XXIII, enc. Pacem in terris, 11-IV-1963; Pío XII, Radiomensaje, 24-XII-

1942; Pío XI, enc. Mit brennender Sorge, 14-III-1937; León XIII, enc. Libertas præs-tantissimum, 20-VI-1888.

76 Por ejemplo: Dom Basile Valuet, O.S.B., La liberté religieuse et la Tradition catho-lique, obra en 6 volúmenes, Abadía de Santa Magdalena, Le Barroux, 1998 ; P. Louis-Marie de Blignières y P. Dominique-Marie de Saint-Laumer, Nos recherches sur la libertéreligieuse y Le droit à la liberté religieuse et la liberté de conscience, Sedes Sapientiæ,1988 ; P. Bernard Lucien, entre otras obras: Vatican II et l’herméneutique de la continuité,Sedes Sapientiæ [2006]. –El P. Bernard Lucien es sacerdote de la Archidiócesis de Vaduz,en Liechtenstein, profesor de Filosofía y Teología en diversas casas de formación sacerdo-tal tradicionalistas; el P. Julio Meinvielle, escritor, filósofo y teólogo argentino, con mu-cho prestigio en los ambientes tradicionalistas.

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cuestión la asistencia del Espíritu Santo almagisterio de la Iglesia y pondría en cues-tión asimismo la santidad de la misma Igle-sia» 77.

Ante todo, es importante entender lasrazones y circunstancias de este docu-mento, que, de hecho, se explican en elpropio documento:

«No faltan regímenes en los que [...] lasmismas autoridades públicas se empeñan enapartar a los ciudadanos de profesar la reli-gión y en hacer extremadamente difícil einsegura la vida de las comunidades reli-giosas [...] Denunciando con dolor estoshechos deplorables, el sagrado Concilio ex-horta a los católicos y ruega a todos los hom-bres que consideren con toda atención cuánnecesaria es la libertad religiosa, sobre todoen las presentes condiciones de la familiahumana» (DH 15).

En la época en la que se elaboró estaDeclaración conciliar, aproximadamen-te dos tercios de la cristiandad y unagran parte del mundo se encontrabansometidas a la esclavitud de la dictadu-ra comunista atea: la Unión Soviética ysus satélites, desde China hasta Cuba ydesde Vietnam hasta Ucrania, incluyen-do en particular países totalmente cató-licos como Polonia, Lituania o Eslova-quia, todos ellos esclavizados por el ré-gimen comunista. Se impedía a millo-nes de católicos practicar su religión,aterrorizándolos y castigándolos en lospaíses de régimen comunista. Esta si-tuación y estas circunstancias eran lasque tenían en mente el Papa y los obis-pos cuando promulgaron la Dignitatishumanæ y proclamaron que el ser hu-mano tiene derecho a la libertad reli-

giosa desde el punto de vista político,es decir, es decir, a la inmunidad de co-acción por parte del Estado en la prác-tica religiosa.

Por otra parte, el significado auténti-co y preciso del texto conciliar promul-gado por el Papa y por los Padres delConcilio, se había dado desde el princi-pio, en el Informe Oficial sobre la li-bertad religiosa, presentado por Mons.Émile De Smedt, obispo de Brujas, Bél-gica , presentado a los Padres Concilia-res, con el «nihil obstat» de la Comi-sión Teológica del Concilio, de la si-guiente manera:

«La expresión “libertad religiosa” tieneun significado bien determinado. Se crea-ría una gran confusión en nuestros debatessi algunos Padres asignasen a esta expre-sión un significado distinto del que se le daen este texto.

«Al defender la libertad religiosa,-No se sugiere que le corresponda al ser

humano considerar el problema de la reli-gión como le plazca, sin admitir ningunaobligación moral, y decidir a su gusto siabraza o no la religión (indiferentismo reli-gioso);

-No se afirma que la conciencia humanasea libre, en el sentido de no estar sujeta aninguna ley, es decir, exenta de cualquierobligación para con Dios (laicismo);

-No dice que el error deba tener los mis-mos derechos que la verdad, como si nohubiera ninguna norma objetiva de la ver-dad (relativismo doctrinal);

-Tampoco se admite que el hombre ten-ga, de alguna manera, un cierto derecho acomplacerse tranquilamente en la incerti-dumbre (pesimismo diletante).

____________________________77 Julio Meinvielle, De Lamennais a Maritain, Apéndice II: La declaración conciliar

sobre libertad religiosa y la doctrina tradicional, Buenos Aires, 1967.

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«Si alguien persiste obstinadamente enasignar uno de esos significados a la ex-presión “libertad religiosa”, daría a nues-tro texto un sentido que no admiten ni laspalabras ni nuestra intención [...]» 78.

Para evitar cualquier interpretaciónincorrecta, la Declaración se esfuerzapor ser totalmente clara en el nº 1, quedebe ser leído evidentemente antes queel nº 2, ya que lo ilumina y le da su ver-dadero alcance:

«En primer lugar, profesa el sagrado Con-cilio que Dios manifestó al género humanoel camino por el que, sirviéndole, puedenlos hombres salvarse y ser felices en Cris-to. Creemos que esta única y verdadera re-ligión subsiste en la Iglesia Católica y Apos-tólica, a la cual el Señor Jesús confió lamisión de difundirla a todos los hombres,diciendo a los Apóstoles: “Id, pues, y ense-ñad a todas las gentes, bautizándolas en elnombre del Padre y del Hijo y del EspírituSanto, enseñándoles a observar todo cuan-to yo os he mandado” (Mt 28, 19-20). Porsu parte, todos los hombres están obliga-dos a buscar la verdad, sobre todo en loque se refiere a Dios y a su Iglesia, y, unavez conocida, a abrazarla y practicarla.

«Confiesa asimismo el santo Concilio queestos deberes afectan y ligan la concienciade los hombres, y que la verdad no se im-pone de otra manera, sino por la fuerza dela misma verdad, que penetra suave y fuer-temente en las almas. Ahora bien, puestoque la libertad religiosa que exigen los hom-bres para el cumplimiento de su obligaciónde rendir culto a Dios, se refiere a la inmu-nidad de coacción en la sociedad civil, dejaíntegra la doctrina tradicional católicaacerca del deber moral de los hombres yde las sociedades para con la verdaderareligión y la única Iglesia de Cristo. Se pro-pone, además, el sagrado Concilio, al tratar

de esta verdad religiosa, desarrollar la doc-trina de los últimos Pontífices sobre los de-rechos inviolables de la persona humana ysobre el ordenamiento jurídico de la socie-dad» (DH 1).

El Concilio, por lo tanto, enseña, des-de el punto de vista natural, un derechoa no ser forzado ni impedido en materiareligiosa por el Estado, dentro de lími-tes razonables. Es decir, el Concilio afir-ma que en este campo de la conciencia,hay una falta de jurisdicción, una rela-tiva ausencia de competencia del podercivil. Esta ausencia de competencia esreal, pero no absoluta, ya que la autori-dad civil puede y debe reconocer la ver-dadera religión y a la Iglesia Católica.Ella, la no competencia, se deriva de latrascendencia de la esfera religiosa –lasrelaciones de las personas con Dios–con respecto al reino terrenal y tempo-ral, que constituyen el fin propio del Es-tado (cf. DH 3).

El Concilio, sin embargo, sólo reco-noce un derecho negativo, sin concederningún derecho afirmativo a las perso-nas con respecto a los actos que no seajusten a la verdad y a la bondad en elámbito religioso.

No existe, pues, contradicción real en-tre lo enseñado por el Beato Pío IX y laenseñanza de la Dignitatis humanæ. Enotras palabras, Pío IX, en la encíclicaQuanta Cura y en el Syllabus, condenóla libertad religiosa según la perspecti-va liberal y masónica de la RevoluciónFrancesa, que apoya el indiferentismodel Estado, la igualdad de todos los lasreligiones y la libertad moral del hom-bre para elegir la religión que quiera.

_____________________________78 Primer informe oral de Mons. Émile de Smedt, Congregación general 70ª, 19-XI-

1963.

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La Dignitatis humanæ defiende la liber-tad política, civil –a la cual se refiere«la inmunidad de coacción en la socie-dad civil»–, pero no la libertad moral.

De este modo, poniendo cada cosa ensu contexto, no hay ninguna contradic-ción real, y no podría haberla, entre es-tos documentos del mismo Magisteriode la Iglesia, asistido por el EspírituSanto de Dios.

Incluso en el nº 2, el documento con-ciliar subrayaba que todos los hombresestán «obligados además moralmente abuscar la verdad, sobre todo la que serefiere a la religión. Están obligados,asimismo, a aceptar la verdad conoci-da y a disponer toda su vida según susexigencias».

Al decir, en el nº 1, que los indivi-duos y las sociedades (los Estados) tie-nen la obligación moral enseñada porla doctrina católica tradicional con res-pecto a la verdadera religión y a la úni-ca Iglesia de Cristo, el Concilio exclu-yó el agnosticismo y el indiferentismodel Estado, que algunos creen deducirde este documento. El Concilio sostie-ne que el Estado no puede interferir enla esfera de la conciencia de las perso-nas, ni obligándolas a actuar contra suconciencia ni impidiendo que actúen se-gún su conciencia, al menos dentro dejustos límites, que deben ser determi-nados para cada situación social me-diante el uso de la prudencia política,según los requerimientos del bien co-mún, y ratificados por la autoridad ci-vil según «normas jurídicas conformes

con el orden moral objetivo» (DH 7; cf.CEC 2109).

Afirmar que la jurisdicción del Esta-do tiene límites no significa negarle eldeber de reconocer la verdadera religióny a la Iglesia Católica, de ayudarla ensu misión, de protegerla y de dar unculto público a Dios y a Cristo Rey.

Cuando el Concilio afirma que deja«íntegra la doctrina tradicional católi-ca acerca del deber moral de los hom-bres y de las sociedades para con laverdadera religión y la única Iglesia deCristo» (DH 1), está declarando quecontinúan en vigor los principios queenseñan las encíclicas Mirari Vos (Gre-gorio XVI), Quanta Cura (Pío IX),Mortalium Animos, Quas Primas (PíoXI) y la totalidad de la enseñanza tradi-cional sobre el reinado social de CristoRey.

El Concilio defiende, por lo tanto, lalaicidad del Estado, entendida en el sen-tido de la distinción entre la esfera po-lítica y la religiosa (Gaudium et spes76), la cual «es un valor adquirido y re-conocido por la Iglesia, y pertenece alpatrimonio de civilización alcanzado»79, pero no la laicidad entendida comoindependencia de la ley moral 80, ni tam-poco el laicismo o agnosticismo delEstado, que supondría una indiferenciacon respecto a la religión verdadera.

El documento conciliar dice también,excluyendo cualquier forma de indife-rentismo:

«Los fieles, en la formación de su con-ciencia, deben prestar diligente atención a

______________________________79 Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones

relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida pública, 24-XI-2002, nº 6.80 Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n° 571.

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la doctrina sagrada y cierta de la Iglesia(cf. Pío XII, Radiomensaje 23-III-1952).Pues por voluntad de Cristo la Iglesia cató-lica es la maestra de la verdad, y su misiónconsiste en anunciar y enseñar auténtica-mente la verdad, que es Cristo, y al mismotiempo declarar y confirmar con su autori-dad los principios de orden moral que flu-yen de la misma naturaleza humana. Procu-ren además los fieles cristianos, comportán-dose con sabiduría con los que no creen,difundir “en el Espíritu Santo, en caridadno fingida, en palabras de verdad” (2 Co6, 6-7) la luz de la vida, con toda confianzay fortaleza apostólica, incluso hasta el de-rramamiento de sangre» (DH 14).

El documento conciliar expone, ade-más, las raíces que tiene esta doctrinaen la Revelación divina (DH 9-12).

La Declaración conciliar fue promul-gada (y esto es lo que hace de ella undocumento del Magisterio), con las pa-labras oficiales que ya hemos mencio-nado anteriormente (cf. el 2. Valor delos documentos del Concilio VaticanoII). A continuación, están las firmas delos Padres conciliares (entre ellas las deDom Antônio de Castro Mayer y Mons.Marcel Lefebvre).

El Catecismo de la Iglesia Católica,otro acto del Magisterio, promulgadopor el Papa Juan Pablo II, «en virtud dela autoridad apostólica» por la Consti-tución Apostólica Fidei Depositum, ex-plica con claridad en qué sentido la Igle-sia comprende la libertad:

«El ejercicio de la libertad no implica elderecho a decir y hacer cualquier cosa. Esfalso concebir al hombre “sujeto de esa li-bertad como un individuo autosuficiente que

busca la satisfacción de su interés propioen el goce de los bienes terrenales” 81. [...]Al apartarse de la ley moral, el hombreatenta contra su propia libertad, se enca-dena a sí mismo, rompe la fraternidad consus semejantes y se rebela contra la verdaddivina» (CEC 1740).

«El derecho al ejercicio de la libertad,especialmente en materia religiosa y moral,es una exigencia inseparable de la dignidaddel hombre. Pero el ejercicio de la libertadno implica el pretendido derecho de deciro de hacer cualquier cosa. “Para ser libresnos libertó Cristo” (Ga 5,1)» (CEC 1747-1748).

«“Todos los hombres [...] están obligadosa buscar la verdad, sobre todo en lo que serefiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez co-nocida, a abrazarla y practicarla” (DH 1).Este deber se desprende de “su misma na-turaleza” (DH 2). No contradice al “respe-to sincero” hacia las diversas religiones, que“no pocas veces reflejan, sin embargo, [...]un destello de aquella Verdad que ilumina atodos los hombres” (NA 2), ni a la exigen-cia de la caridad que empuja a los cristia-nos “a tratar con amor, prudencia y pacien-cia a los hombres que viven en el error o enla ignorancia de la fe” (DH 14). El deber derendir a Dios un culto auténtico correspon-de al hombre individual y socialmente con-siderado. Esa es “la doctrina tradicional ca-tólica sobre el deber moral de los hombresy de las sociedades respecto a la religiónverdadera y a la única Iglesia de Cristo” (DH1). Al evangelizar sin cesar a los hombres,la Iglesia trabaja para que puedan “infor-mar con el espíritu cristiano el pensamien-to y las costumbres, las leyes y las estructu-ras de la comunidad en la que cada uno vive”(AA 13). Deber social de los cristianos esrespetar y suscitar en cada hombre el amorde la verdad y del bien. Les exige dar a

________________________81 Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis conscientia, sobre la

libertad cristiana y la liberación, 22-III-1986, nº 13.

2ª consecuencia.-Aplicación de estos principios teológicos al Concilio Vaticano II

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conocer el culto de la única verdadera re-ligión, que subsiste en la Iglesia católica yapostólica (cf. DH 1). Los cristianos son lla-mados a ser la luz del mundo (cf. AA 13).La Iglesia manifiesta así la realeza de Cris-to sobre toda la creación y, en particular,sobre las sociedades humanas (cf. LeónXIII, enc. Immortale Dei; Pío XI, enc. Quasprimas, sobre Cristo Rey)» (CEC 2104-2105).

«El derecho a la libertad religiosa no esni la permisión moral de adherirse al error(cf. León XIII, Carta enc. Libertas præstan-tissimum), ni un supuesto derecho al error(cf. Pío XII, discurso 6-XII-1953), sino underecho natural de la persona humana a lalibertad civil, es decir, a la inmunidad decoacción exterior, en los justos límites, enmateria religiosa por parte del poder polí-tico. Este derecho natural debe ser recono-cido en el ordenamiento jurídico de la so-ciedad de manera que constituya un dere-cho civil (cf. DH 2)» (CEC 2108).

«El derecho a la libertad religiosa no pue-de ser de suyo ni ilimitado (cf. Pío VI, bre-ve Quod aliquantum), ni limitado solamentepor un “orden público” concebido de ma-nera positivista o naturalista (cf. Pío IX,enc. Quanta cura). Los “justos límites” quele son inherentes deben ser determinadospara cada situación social por la prudenciapolítica, según las exigencias del bien co-mún, y ratificados por la autoridad civil se-gún “normas jurídicas, conforme con el or-den moral objetivo” (DH 7)» (CEC 2109).

«Toda institución se inspira, al menosimplícitamente, en una visión del hombre yde su destino, de la que saca sus referenciasde juicio, su jerarquía de valores, su líneade conducta. La mayoría de las sociedadeshan configurado sus instituciones conformea una cierta preminencia del hombre sobrelas cosas. Sólo la religión divinamente re-velada ha reconocido claramente en Dios,Creador y Redentor, el origen y el destinodel hombre. La Iglesia invita a las autori-dades civiles a juzgar y decidir a la luz de

la Verdad sobre Dios y sobre el hombre: Lassociedades que ignoran esta inspiración ola rechazan en nombre de su independenciarespecto a Dios se ven obligadas a buscaren sí mismas o a tomar de una ideología susreferencias y finalidades. Y al no admitirun criterio objetivo del bien y del mal, ejer-cen sobre el hombre y sobre su destino, unpoder totalitario, declarado o velado, comolo muestra la historia (cf. Juan Pablo II, enc.Centesimus Annus 45-46)» (CEC 2244).

«La Iglesia, que por razón de su misión yde su competencia, no se confunde en modoalguno con la comunidad política [...] es ala vez signo y salvaguardia del carácter tras-cendente de la persona humana. La Iglesia“respeta y promueve también la libertad yla responsabilidad política de los ciudada-nos” (GS 76,3)» (CEC 2245).

«Pertenece a la misión de la Iglesia “emi-tir un juicio moral incluso sobre cosas queafectan al orden político cuando lo exijanlos derechos fundamentales de la persona ola salvación de las almas, aplicando todos ysólo aquellos medios que sean conformesal Evangelio y al bien de todos según la di-versidad de tiempos y condiciones” (GS76,5)» (CEC 2246).

«La autoridad pública está obligada a res-petar los derechos fundamentales de la per-sona humana y las condiciones del ejerci-cio de su libertad» (CEC 2254).

«El deber de los ciudadanos es cooperarcon las autoridades civiles en la construc-ción de la sociedad en un espíritu de ver-dad, justicia, solidaridad y libertad» (CEC2255).

«El ciudadano está obligado en concien-cia a no seguir las prescripciones de las au-toridades civiles cuando son contrarias a lasexigencias del orden moral. “Hay que obe-decer a Dios antes que a los hombres” (Hch5,29)» (CEC 2256).

«Toda sociedad refiere sus juicios y suconducta a una visión del hombre y de sudestino. Si se prescinde de la luz del Evan-

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gelio sobre Dios y sobre el hombre, las so-ciedades se hacen fácilmente “totalitarias”»(CEC 2247).

En este sentido católico, dado por elMagisterio, es en el que aceptamos lalibertad religiosa. Cualquier otro senti-do modernista, irenista, indiferentista,laicista o relativista de la libertad reli-giosa, diferente del explicado por elMagisterio como hemos visto anterior-mente, pertenece a la «hermenéutica dela discontinuidad y la ruptura» que ca-racteriza el mal «espíritu del Concilio»estigmatizado por el Papa BenedictoXVI en su discurso a la Curia Romanadel 22 de diciembre de 2005.

Como hemos indicado anteriormen-te, el objetivo específico de la presenteOrientación Pastoral no consiste enanalizar a fondo todos los aspectos dela libertad religiosa defendida por elConcilio, ni la oportunidad o falta deella de este documento, ni su aplicaciónla práctica, ni la cuestión de saber si sepodría mejorar su formulación, ni soli-citar más precisiones de la jerarquía dela Iglesia. Sólo hemos querido mostrarla ausencia de contradicción doctrinalentre este documento y los demás delMagisterio, su autoridad como docu-mento del Magisterio supremo de laIglesia, con todo el respeto que se ledebe como tal, y la imposibilidad de quecontenga errores doctrinales, protegien-do así la indefectibilidad de la Iglesia yde su doctrina, que se deriva de la asis-tencia continua del divino Espíritu Santo.

8. Para concluirResulta evidente que aún queda mu-

cho que estudiar sobre el Concilio Va-ticano II. Sería imposible agotar el temaen la presente Orientación Pastoral.

En nuestra declaración a la Santa Sededel 18 de enero de 2002, fecha de nues-tro reconocimiento canónico y del es-tablecimiento de nuestra Administra-ción Apostólica, escribíamos sobre estetema:

«Reconocemos el Concilio Vaticano IIcomo uno de los concilios ecuménicos dela Iglesia Católica, aceptándolo a la luz dela Santa Tradición. Nos comprometemos aprofundizar en todas las cuestiones que aúnestán abiertas, teniendo en cuenta el canon212 del Código de Derecho Canónico».

Este canon reconoce el derecho y aveces incluso el deber de expresar lapropia opinión, también de forma pú-blica, en la Iglesia. El hecho de citar estecanon significa que no nos comprome-temos a ningún silencio cómplice antelos errores.

Por esta razón, deseando ser fieles alMagisterio de la Iglesia, con la graciade Dios, seguiremos combatiendo loserrores que la Santa Iglesia siempre hacondenado y combatido.

2ª consecuencia.-Aplicación de estos principios teológicos al Concilio Vaticano II

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Anexos

1. Dos cartas magisteriales del Card.Ratzinger a Mons. Lefebvre

Añadimos a esta edición dos cartasoficiales del Cardenal Ratzinger, nues-tro Papa actual, que era entonces Pre-fecto de la Congregación para la Doc-trina de la Fe, dirigidas a Mons. MarcelLefebvre los días 23 de diciembre de1982 y 20 de julio de 1983. Estos docu-mentos resumieron muy bien lo que in-tentamos decir.

La carta del 23 de diciembre de 1982Excelencia:Después de un largo período de con-

sultas, de reflexión y de oración, meencuentro actualmente en disposiciónde presentarle propuestas concretas parala regularización de su situación y la delos miembros de la Fraternidad San PíoX. Quiero precisar inmediatamente queestas propuestas han sido aprobadas porel Soberano Pontífice y que él me haordenado que se las comunique a usted.

1) El Santo Padre nombrará lo antesposible un Visitador Apostólico para laFraternidad San Pío X si usted aceptafirmar una declaración con la forma si-guiente:

1. Ego Marcellus Lefebvre, declarome religioso animi obsequio adhæreredoctrinæ Concilii Vaticani II integræ, vi-delicet doctrinæ «quatenus intelligitursub sanctæ Traditionis lumine et quate-nus ad constans Ecclesiæ ipsius magis-

terium refertur» (cf. Joannes Paulus II,Allocutio ad Sacrum Collegium, 5 nov.1979, AAS LXXI [1979/15] p. 1452).

Hoc religiosum obsequium rationemhabet illius qualificationis theologicæsingulorum documentorum, quæ ab ipsoConcilio statuta est (Notificatio data in123ª Congr. Generali, 16 nov. 1964).

2. Ego, Marcellus Lefebvre, agnoscoMissale Romanum a Summo PontificePaulo VI pro Ecclesia universali instau-ratum a legitima summa auctoritateSanctæ Sedis, cui ius legislationis litur-gicæ in Ecclesia competit, promulgatumproindeque in se legitimum et catho-licum esse. Qua de causa nec negavi necnegabo missas fideliter secundum no-vum ordinem celebratas validas esseitemque eas hæreticas seu blasphemasesse nullo modo insinuare velim nec easa catholicis vitandas esse affirmare in-tendo.

[Traducción:1. Yo, Marcel Lefebvre, declaro que

me adhiero con religioso respeto a latotalidad de la doctrina del ConcilioVaticano II, es decir, de la doctrina «enla medida en que la misma se entiendea la luz de la santa Tradición y sobre labase del constante Magisterio de la Igle-sia misma» (cf. Juan Pablo II, Discursoal Sacro Colegio, 5 de noviembre de1979, AAS LXXI [1979/15], pg. 1452).

Esta sumisión religiosa tiene en cuen-ta la calificación teológica de cada unode los documentos, establecida por elpropio Concilio (Notificación realiza-da en la 123ª Congregación General, el16 de noviembre de 1964).

2. Yo, Marcel Lefebvre, reconozcoque el Misal Romano establecido por

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el Soberano Pontífice Pablo VI para laIglesia universal ha sido promulgadopor la legítima autoridad de la Santa Se-de, a la que corresponde el derecho delegislar en materia litúrgica en la Igle-sia y, en virtud de ese mismo hecho, eslegítimo y católico. Por esta razón, nohe negado ni negaré que las misas cele-bradas fielmente según el nuevo Ordoson válidas y no querría insinuar de nin-gún modo que sean heréticas o blasfe-mas, ni tengo la intención de afirmar quedeban ser evitadas por los católicos.]

Estos dos párrafos han sido cuidado-samente estudiados por la Sede Apos-tólica y no son susceptibles de modifi-cación. En cambio, usted podría añadir,a título personal, un suplemento, cuyocontenido podría ser el siguiente:

In conscientia obligatum me sentioaddere, applicationem concretam reno-vationis liturgicæ graves ponere quæs-tiones, quæ supremæ etiam auctoritatissollicitam curam provocare debent.Quare novam revisionem librorum litur-gicorum pro futuro ab hac ipsa aucto-ritate desidero.

[Traducción:Me siento obligado en conciencia a

añadir que la aplicación concreta de lareforma litúrgica plantea graves cues-tiones, las cuales deben provocar unadiligente solicitud por parte de la auto-ridad suprema. Por ello, deseo que di-cha autoridad realice en el futuro unanueva revisión de los libros litúrgicos.]

Si lo desea, puede modificar este úl-timo párrafo, sujeto naturalmente a que

su formulación sea aceptada por el San-to Padre.

2) Si usted declara que está dispuestoa suscribir la declaración anteriormen-te citada, será posible fijar la fecha dela audiencia que le concederá el SantoPadre y que podría marcar el comienzode la Visita Apostólica.

3) La suspensión a divinis que ustedha sufrido no depende de los problemasrelativos a la aceptación del ConcilioVaticano II y de la reforma litúrgica (esdecir, de los dos puntos tratados en ladeclaración prevista), sino del hecho deque usted ha realizado ordenaciones apesar de la prohibición de la Santa Sede.Esta suspensión se levantará, por lo tan-to, cuando haya declarado su intenciónde no volver a llevar a cabo ordenacio-nes sin la autorización de la Santa Sede.Lógicamente, por lo demás, la cuestióndebería resolverse al terminar la VisitaApostólica.

4) La situación de los sacerdotes queusted ha ordenado desde junio de 1976se regulará caso por caso, si aceptan fir-mar personalmente una declaración conel mismo contenido que la suya.

Finalmente, debo añadir que, en lorelativo a la autorización de celebrar laSanta Misa según el Ordo Missæ ante-rior al de Pablo VI, el Santo Padre hadecidido que la cuestión se resolverápara la Iglesia universal y, por lo tanto,independientemente de su caso particu-lar.

[Exhortación, buenos deseos y fórmu-la final de saludo]» 82.

___________________82 Texto incluido en el libro del P. Denis Marchal, Mgr. Lefebvre, vingt ans de combat

pour le sacerdoce et la foi, 1967-1987, París, NEL, 1988, pgs. 128-130.

Anexos

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62 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

La carta del 20 de julio de 1983« Excelencia, el Santo Padre ha me-

ditado cuidadosamente ante Dios sucarta del día 5 del pasado mes de abril,a la luz de su responsabilidad como Pas-tor Supremo de la Iglesia. Después dehacerlo, me ha encargado que respon-da en su nombre, deber que cumplo conla presente carta.

I.–No le sorprenderá leer que el So-berano Pontífice se ha sentido decep-cionado y entristecido por el brusco re-chazo con el que usted responde a sugenerosa oferta de abrirle el camino dela reconciliación.

En efecto, lanza usted de nuevo acu-saciones contra los Libros litúrgicos dela Iglesia, con una severidad que sor-prende después de las conversacionesque hemos tenido. ¿Cómo puede deno-minar a los textos del nuevo misal «misaecuménica»? Sabe usted muy bien queese misal contiene el venerable CanonRomano, que las demás Plegarias euca-rísticas hablan de una manera muy cla-ra del Sacrificio y que la mayoría de lostextos provienen de antiguas tradicio-nes litúrgicas.

Para no citar más que un ejemplo,usted sabe que, después de la ofrendadel pan y del vino, este nuevo misal noshace decir, como el anterior: «sic fiatsacrificium nostrum in conspectu tuohodie… Orate, fratres, ut meum ac ves-trum sacrificium…»

Usted sabe, asimismo, que, para la in-terpretación del misal, lo esencial no eslo que digan los autores privados, sinoúnicamente los documentos oficiales dela Santa Sede. Las afirmaciones del P.

Boyer [sic, parece referirse a Bou-yer]y de Mons. Bugnini a las que usted hacealusión no son más que opiniones pri-vadas.

En cambio, me gustaría recordarle ladefinición auténtica de la intención ydel significado del misal, propuesta enel proemio de la Institución General, enparticular en el artículo 2, así como lasrazones e ideas determinantes de la re-forma, expuestas en los artículos 6 a 9.

Según estos textos oficiales, nunca seha buscado una reducción de los ele-mentos católicos de la Misa, sino alcontrario una presencia más rica de latradición de los Padres. En eso, se si-gue fielmente la norma de San Pío V,según las posibilidades de un mayorconocimiento de las tradiciones litúr-gicas.

Con el consentimiento del Santo Pa-dre, le puedo decir de nuevo que no seexcluye a priori cualquier crítica de loslibros litúrgicos y que incluso es posi-ble manifestar el deseo de una nuevarevisión, de la misma forma que el mo-vimiento litúrgico anterior al conciliopudo desear y preparar la reforma. Perotodo eso a condición de que la críticano impida ni destruya la obediencia yno ponga en discusión la legitimidad dela liturgia de la Iglesia.

Por lo tanto, le pido con insistencia yen nombre del Santo Padre que exami-ne de nuevo sus afirmaciones con todahumildad ante el Señor y teniendo encuenta su responsabilidad como obis-po, y que revise las afirmaciones irre-conciliables con la obediencia debidaal Sucesor de San Pedro.

No es admisible que hable usted deuna «misa equívoca, ambigua, cuya doc-

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trina católica ha sido difuminada», nique declare su intención de «apartar alos sacerdotes y a los fieles del uso deeste nuevo Ordo Missæ».

Realizaría usted una verdadera con-tribución a la pureza de la fe en la Igle-sia si se limitase a recordar a los sacer-dotes y a los fieles que hay que renun-ciar a la arbitrariedad, que hay que ajus-tarse cuidadosamente a los libros litúr-gicos de la Iglesia y que hay que inter-pretar y llevar a cabo la liturgia segúnla tradición de la fe católica y de acuer-do con las intenciones de los Papas. Dehecho, ahora mismo, desgraciadamen-te, a lo único a lo que anima usted es ala desobediencia.

II.–Después de las conversaciones quehemos tenido, creía personalmente queya no había obstáculos con respecto alpunto I, es decir, a la aceptación del Con-cilio Vaticano interpretado a la luz de laTradición católica y teniendo en cuentalas declaraciones del propio conciliosobre los grados de obligación de sustextos. También el Santo Padre está sor-prendido de que su aceptación del con-cilio interpretado según la Tradiciónsiga siendo ambigua, ya que usted afir-ma inmediatamente que la Tradición noes compatible con la Declaración sobrela Libertad Religiosa.

En el tercer párrafo de sus sugeren-cias, habla usted de «afirmaciones o ex-presiones del concilio que son contra-rias al Magisterio de la Iglesia». Al de-cir eso, priva de cualquier alcance a suaceptación anterior y, al enumerar trestextos conciliares incompatibles segúnusted con el Magisterio, añadiendo ade-más un «etc.», hace que su postura seaaún más radical.

En esto, al igual que con respecto alas cuestiones litúrgicas, hay que seña-lar que –en función de los diversos gra-dos de autoridad de los textos concilia-res– no se excluye la crítica de algunasde sus expresiones, realizada según lasreglas generales de adhesión al Magis-terio. Puede incluso expresar el deseode que se produzca una declaración oun desarrollo explicativo sobre un pun-to u otro.

No puede usted afirmar, sin embargo,la incompatibilidad de los textos conci-liares, que son textos magisteriales, conel Magisterio y la Tradición. Puede de-cir que, personalmente, no ve esa com-patibilidad y pedir, por lo tanto, a laSede Apostólica que la explique. Encambio, si, por el contrario, usted afir-ma la imposibilidad de dicha explica-ción, se opone profundamente a la es-tructura fundamental de la fe católica,a la obediencia y humildad de la feeclesial que afirma profesar cuando, alfinal de su carta, recuerda la fe que lefue enseñada a lo largo de su infancia yen la Ciudad Eterna.

Sobre este punto, resulta también vá-lido un comentario realizado anterior-mente sobre la liturgia: los autores pri-vados, incluso si fueron peritos del con-cilio (como el P. Congar o el P. Murray,que usted cita) no son la autoridad en-cargada de la interpretación. Sólo es au-téntica y autoritativa la interpretacióndada por el Magisterio, el cual es de esaforma el intérprete de sus propios tex-tos, ya que los textos conciliares no sonlos escritos de un experto u otro ni dequienes hayan contribuido a su desarro-llo, sino documentos del Magisterio.

III.–Antes de concluir, debo aún aña-dir una cosa: el Santo Padre no descon-

Anexos

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fía ni de su fe ni de su piedad. Él sabeque, en la Fraternidad de San Pío X,usted insiste en que se reconozca su pro-pia legitimidad y que se ha separado delos miembros de la Fraternidad que senegaban a seguirle en esta actitud. Tam-bién sabe que usted se niega a dar elpaso que constituiría verdaderamente elcomienzo de un cisma, es decir, la con-sagración de un obispo, y reconoce que,en este punto decisivo, usted se man-tiene en obediencia al Sucesor de SanPedro. A todo esto se debe la generosapaciencia con la cual el Soberano Pon-tífice sigue buscando el camino de la re-conciliación. Sin embargo, su carta del5 de abril muestra también que obedececon reservas, las cuales afectan a la sus-tancia misma de esa obediencia y abrenla puerta a una separación.

Una vez más, en nombre del PapaJuan Pablo II, le ruego con cordialidad,pero también con insistencia, que re-flexione ante el Señor sobre todo lo queacabo de escribirle. No se exige que re-nuncie usted a la totalidad de sus críti-cas al concilio y a la reforma litúrgica.Sin embargo, en virtud de su responsa-bilidad en la Iglesia, el Soberano Pontí-fice debe insistir en que ponga en prác-tica esa obediencia concreta e indispen-sable cuyo contenido se formuló en micarta del 23 de diciembre de1982. Sialguna expresión le causa dificultadesinsuperables, puede plantear esas difi-cultades: las palabras en sí mismas noson un absoluto, pero su contenido esindispensable.

El Santo Padre me ha encargado ex-presamente que le indique que puedeusted contar con sus plegarias por susintenciones. También puede contar conlas mías. Un saludo respetuoso en elSeñor» 83.

2. Nota sobre la concelebración dela Santa Misa en la forma actual delRito Romano

Algunas personas me han pregunta-do sobre la participación ocasional y laposible concelebración de algunos denuestros sacerdotes en las Misas cele-bradas según el Rito de Pablo VI, es de-cir, según la forma ordinaria actual delRito Romano.

La gran mayoría de los católicos, ha-ciendo uso del sentido común, compren-de perfectamente que, aunque en nues-tra Administración Apostólica se con-serve la liturgia romana en su uso másantiguo, resulte normal que, en ciertasocasiones, el Obispo y sus sacerdotespuedan concelebrar la santa Misa segúnsu forma actual, utilizada habitualmen-te por el Papa y por toda la Iglesia del

________________________83 Carta a Mons. Marcel Lefebvre del Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación

para la Doctrina de la Fe, con fecha del 20-VII-1983; orig. francés: Fideliter, 45 (mayo-junio de 1985), pgs. 6-20.

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rito romano. Es algo normal, correcto ybueno, porque demuestra que somoscatólicos en plena comunión con todala Iglesia.

Algunos, en cambio, insinúan que estapresencia representaría una traición a laTradición, casi una apostasía, una re-nuncia a todas las críticas que se hanhecho y que se pueden hacer a la refor-ma litúrgica y a todas sus consecuen-cias, una aprobación de todo lo que su-cede hoy en las Misas, una apertura al«progresismo» y, peor aún, que seríaparte de un «acuerdo» práctico, no doc-trinal, con la Santa Sede. Dada la mal-dad de estas sospechas, insinuacionesy falsas conclusiones, que van muchomás allá del alcance de los hechos y delas intenciones y que podrían agitar apersonas confiadas, explico ahora larazón doctrinal de nuestro proceder,según la doctrina católica, y renuevo lanota de aclaración que ya fue publica-da en otra ocasión y las explicacionesya dadas hasta la saciedad en mi Orien-tación Pastoral sobre el Magisterio vivode la Iglesia y en mi libro Considera-ciones sobre las formas del Rito Roma-no (cf. www.adapostolica.org).

En cuanto a la concelebración, elMagisterio de la Iglesia enseña:

«la concelebración, en la cual se mani-fiesta apropiadamente la unidad del sacer-docio, se ha practicado hasta ahora en laIglesia, tanto en Oriente como en Occiden-te» (Sacrosanctum Concilium 57, § 1).

El Papa Benedicto XVI, en una cartadel 16 de junio de 2009 en la que pro-clama el Año Sacerdotal, recuerda laenseñanza del Beato Juan Pablo II so-bre el hecho de que la comunión eclesialse manifiesta en la concelebración eu-carística. Repite lo mismo en la carta

del 27 de mayo de 2007 a la Iglesia enChina: la concelebración eucarística essigno de comunión en la Iglesia. Es unade las razones por las que está prohibi-do concelebrar con sacerdotes y obis-pos que no estén en comunión con laSede de Pedro (cf. Juan Pablo II, Encí-clica Ecclesia de Eucharistia, 44).

En la instrucción Eucharisticum Mys-terium (nº 47, 25-V-1967) de la Sagra-da Congregación de Ritos, emitida enlos tiempos de la Misa en la forma anti-gua, aprobada por el Papa y confirma-da por su autoridad, se explica la razóndoctrinal de la concelebración:

«Por la concelebración de la Eucaristíase expresa adecuadamente la unidad del sa-crificio y del sacerdocio... Dicho de otraforma, la concelebración simboliza y forta-lece los vínculos fraternos entre los presbí-teros, ya que en virtud de una misma mi-sión y ordenación sagradas, están unidos en-tre sí en íntima fraternidad... Conviene quelos sacerdotes celebren la Eucaristía de estemodo sublime...»

En el decreto Animarum bonum defundación de nuestra AdministraciónApostólica, del 18 de enero de 2002, enel apartado VI, § 1, se puede leer:

«Los presbíteros y diáconos que hasta estemomento pertenecían a la Unión San JuanMaría Vianney, se incardinan en la Admi-nistración Apostólica. El Presbiterio de laAdministración está compuesto por los sa-cerdotes incardinados. Los clérigos perte-necen en todos los sentidos al clero secular,de ahí la necesidad de una estrecha unióncon el presbiterio diocesano de Campos».

Esta norma, dada por la Santa Sede,fue establecida desde la creación de laAdministración Apostólica.

De acuerdo con estas enseñanzas ycon la práctica actual en la Iglesia, la

Anexos

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concelebración viene a ser un signo ha-bitual de comunión. No es obligatoria,pero rechazarla de manera sistemática,en principio, podría ser un signo de noestar en plena comunión. Por ello, elúnico signo de unidad siempre prohibi-do (canon 908) a un sacerdote orientalno católico consiste en la concele-bración con un sacerdote católico, y vi-ceversa, porque tal acto sería un signode plena comunión, no sólo sacramen-tal, sino también jerárquica, ya que setrata de comunión en el sacramento delOrden. Considerar que no existe ningu-na circunstancia en la que se puedaconcelebrar según el nuevo rito sugeri-ría que se cree que la concelebraciónen el nuevo rito es intrínsecamente pe-caminosa. Incluso en Occidente, al me-nos desde el siglo XIII, la concelebra-ción, al menos ceremonial, era un sig-no, algunas veces obligatorio, de la co-munión con el Obispo local, cuando seestaba en el mismo territorio que el mis-mo.

La Instrucción anteriormente citadaEucharisticum Mysterium (nº 43) tam-bién enseña:

«En la celebración de la Eucaristía, tam-bién los presbíteros, en virtud de un sacra-mento especial, el del Orden, son designa-dos para una función que les es propia.Ellos, “como ministros de la liturgia, en par-ticular en el Sacrificio de la Misa, repre-sentan de manera especial a la persona deCristo”. Por tanto, es conveniente que, comosigno, participen en la sagrada Eucaristíarealizando los deberes de su orden, es de-cir, celebrando o concelebrando la santaMisa y no solamente recibiendo la comu-nión, como los laicos».

Recordando la aplicación práctica deesta doctrina, el cardenal Darío Castri-llón Hoyos, presidente de la Pontificia

Comisión Ecclesia Dei, el 30 de mayode 2008, en los Estados Unidos, en elsermón de la Misa de ordenación de lossacerdotes de la Fraternidad de San Pe-dro, afirmó:

«Hermanos, mostrad un profundo respe-to por la forma ordinaria del Rito Romano,concelebrando con vuestro obispo en laMisa Crismal del Jueves Santo; este signode comunión sacerdotal es especialmenteconveniente» (La Croix, 2 de junio de2008).

En su homilía con motivo de su visitaa la parroquia de San Francisco de Paulade Toulon, Francia, los días 6 a 7 de di-ciembre de 2008, el mismo cardenalCastrillón enseña a los católicos vincu-lados a la liturgia tradicional:

«Pero los fieles también tienen un papelpersonal que desempeñar en la necesariaapertura de la liturgia tradicional. El Papano quiere que os desliguéis la vida de vues-tra diócesis, sino que estéis bien integradosen ella y que participéis, bajo la direcciónde vuestros pastores, en las principales ac-tividades de la diócesis. La concelebraciónen torno a vuestro Obispo, del cual los sa-cerdotes son los primeros colaboradores, esuno de los signos de comunión. El hechode que lo practiquéis en ciertas ocasionesno puede sino alegrar al Santo Padre. Ani-mo a vuestros sacerdotes a mantener esteauténtico espíritu de caridad eclesial».

En relación con mi propia posicióncomo obispo, aprovecho esta ocasiónpara recordar la enseñanza teológica delcarácter colegial del ministerio epis-copal:

«La unión colegial entre los Obispos estábasada, a la vez, en la Ordenación episcopaly en la comunión jerárquica; atañe por tan-to a la profundidad del ser de cada Obispoy pertenece a la estructura de la Iglesia comoCristo la ha querido. En efecto, la plenitud

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del ministerio episcopal se alcanza por laOrdenación episcopal y la comunión jerár-quica con la Cabeza del Colegio y con susmiembros, es decir, con el Colegio que estásiempre en sintonía con su Cabeza. Así seforma parte del Colegio episcopal, por locual las tres funciones recibidas en la Or-denación episcopal –santificar, enseñar ygobernar– deben ejercerse en la comuniónjerárquica, aunque, por su diferente finali-dad inmediata, de manera distinta. Esto eslo que se llama “afecto colegial”, o cole-gialidad afectiva, de la cual se deriva la so-licitud de los Obispos por las otras Iglesiasparticulares y por la Iglesia universal. [...]

«Esta índole colegial del ministerio apos-tólico ha sido querida por Cristo mismo. Elafecto colegial, por tanto, o colegialidadafectiva (collegialitas affectiva) está siem-pre vigente entre los Obispos como commu-nio episcoporum; pero sólo en algunos ac-tos se manifiesta como colegialidad efecti-va (collegialitas effectiva). [...] La unidaddel Episcopado es uno de los elementosconstitutivos de la unidad de la Iglesia»(Beato Juan Pablo II, Exhortación Apostó-lica Postsinodal Pastores Gregis, 8).

Por todo esto, por ser un obispo cató-lico en situación canónica regular,miembro del Episcopado católico, encomunión con el Santo Padre el Papa,debo demonstrar en la práctica esa ple-na comunión, especialmente en ciertasocasiones, en la celebración de la santaMisa. Nuestra participación y concele-bración, por tanto, se debe a principiosdoctrinales y no simplemente a la di-plomacia o a la buena convivencia, nimucho menos a la connivencia con elerror.

En nuestra Administración Apostóli-ca, como hemos dicho, en virtud de lafacultad otorgada por la Santa Sede,conservamos el rito de la Misa en laforma antigua o forma extraordinariadel Rito Romano. Por otra parte, tam-bién lo conservan y utilizan muchascongregaciones religiosas, grupos ymiles de fieles en todo el mundo, con ladiferencia de que nosotros no somos ungrupo ni una congregación religiosa,sino una Administración Apostólica, esdecir, una circunscripción eclesiásticacreada por la Santa Sede y equivalentea una diócesis (canon 368), una porcióndel pueblo de Dios, cuyo cuidado pas-toral se encomienda a un Obispo Ad-ministrador Apostólico, que la gobier-na en nombre del Papa (canon 371 § 2).El Papa viene a ser, por lo tanto, el ver-dadero pastor de esa porción del reba-ño de Cristo que es la AdministraciónApostólica.

Nosotros amamos, preferimos y con-servamos la liturgia romana en su for-ma más antigua por ser, para nosotros,una mejor expresión litúrgica de losdogmas eucarísticos y un sólido alimen-to espiritual, por su riqueza, belleza,elevación y nobleza, por la solemnidadde sus ceremonias, por su sentido de losagrado 84 y de la reverencia, por su sen-tido del misterio, por su mayor preci-sión y rigor en las rúbricas, proporcio-nando así mayor seguridad y proteccióncontra los abusos, sin dar espacio a las«ambigüedades, libertades, creativida-des, adaptaciones, reducciones e instru-

Anexos

__________________________84 «Si bien hay numerosos motivos que pueden haber llevado a un gran número de fieles

a buscar refugio en la liturgia tradicional, el más importante de los mismos es que en ellaencuentran preservada la dignidad de lo sagrado» (cardenal Ratzinger, nuestro actualPapa, Conferencia a los obispos chileno, Santiago, 13-VII-1988.

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mentalizaciones» que lamentaba el Bea-to Juan Pablo II (encíclica Eccle-sia deEucharistia, 10, 52 y 61). Por ser unade las riquezas litúrgicas católicas, ex-presamos a través de la Misa en su for-ma ritual romana más antigua nuestroamor por la santa Iglesia y nuestra co-munión con ella. Conservamos el ritovenerable de San Pío V, pero cum Petroet sub Petro, en plena comunión. LaSanta Sede reconoce que nuestra adhe-sión es perfectamente legítima, conce-diéndonos esa liturgia como propia denuestra Administración Apostólica. Así,gracias a Dios y a la Santa Sede, nues-tros sacerdotes y fieles pueden unirse ala Iglesia y celebrar el culto divino coneste tesoro litúrgico de la Iglesia, quees la forma ritual antigua del Rito Ro-mano.

Hay que conservar, sin embargo, laadhesión a la tradición litúrgica sin pe-car contra la sana doctrina del Magiste-rio y sin ofender nunca a la comunióneclesial. Como escribí en mi primermensaje pastoral, el 5 de enero de 2003:«Conservemos la Tradición y la Litur-gia tradicional en unión con la jerarquíay el Magisterio vivo de la Iglesia, no enoposición a ellos». No se puede utilizarnunca la adhesión a la Liturgia tradi-cional con un espíritu de desafío a laautoridad de la Iglesia o de ruptura dela comunión.

El bienaventurado Juan Pablo II nosenseña:

«la diversidad litúrgica puede ser fuentede enriquecimiento pero, a la vez, puedeprovocar tensiones, incomprensiones recí-procas e incluso cismas. En este terreno, estáclaro que la diversidad no debe dañar la

unidad. Ella no puede expresarse sino en lafidelidad a la fe común [...] y a la comuniónjerárquica» 85.

No sería válido ni correcto, como úni-ca razón para celebrar o participar en laMisa según el rito más antiguo, el he-cho de considerar la nueva Misa, es de-cir, el Novus Ordo Missae, la Misa pro-mulgada por el Papa Pablo VI, comoinválida o ilegítima, heterodoxa y, porlo tanto, ilícita. Los serios y gravesmotivos doctrinales y prácticos que he-mos ofrecido anteriormente son sufi-cientes para nuestra adhesión a la Misatradicional, como admitió la Santa Sede,sin tener que recurrir a ese argumento,el cual, por cierto, sería falso e injusto.Y sólo la verdad y la justicia deben sernuestra norma en esta lucha. Sólo laverdad nos hará libres (cf. Jn 8,32).

El hecho de que, en nuestra Adminis-tración Apostólica, tengamos la liturgiade San Pío V como forma ritual propia,según nos ha concedido la Santa Sede,no significa que no se pueda asistir nun-ca a la Misa en su forma actual, consi-derándola, en la práctica, como si fuerainválida, ilegítima o ilícita, es decir,como pecaminosa.

Muchos teólogos y liturgistas, delmismo modo que nosotros, han realiza-do críticas y han mantenido reservas conrespecto a la reforma litúrgica, perosiempre dentro de los límites permiti-dos por la doctrina católica, tanto dog-mática como canónica, y en el respetoal Magisterio de la Iglesia. Estos lími-tes, impuestos por la teología católica alas reservas y las críticas, nos impiden,pues, decir que la Nueva Misa sea hete-rodoxa, ilegítima o no católica._______________________

85 Carta apostólica Vigesimus quintus annus, 4-XII-1988, nº 16.

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En efecto, si en teoría o en la prácticaconsiderásemos la Nueva Misa en símisma como inválida, sacrílega, hetero-doxa o no católica, pecaminosa y, porlo tanto, ilegítima, deberíamos sacar lasconsecuencias lógicas de esta posiciónteológica y aplicarla al Papa y a todoslos obispos del mundo, es decir, a todala Iglesia docente. Sostener que la Igle-sia de manera oficial pueda promulgar,ha promulgado, conserva durante déca-das y ofrece a Dios todos los días unculto ilegítimo y pecaminoso –una po-sición rechazada por el Magisterio– yque, por lo tanto, las puertas del infier-no han prevalecido contra ella, sería unaherejía. Si así lo hiciéramos, estaríamosadoptando el principio sectario de quesólo nosotros y los que piensan comonosotros somos la Iglesia y fuera denosotros no hay salvación, lo cual seríaotra herejía. Estas posiciones no pue-den ser aceptadas por un católico, ni enteoría ni en la práctica. Para la teologíacatólica, la Iglesia, por su infalibilidade indefectibilidad, no puede promulgaroficial y universalmente un rito no ca-tólico o perjudicial para las almas y, poreso mismo, de hecho no lo hizo.

Además, una participación en la Misacelebrada según la forma ordinaria nosignifica en absoluto que aprobemos los

abusos y profanaciones que se produ-cen con cierta frecuencia en las misascelebradas según el nuevo rito, las «de-formaciones de la Liturgia», según laexpresión del Papa, «en el límite de losoportable» 86, lamentadas tanto por élcomo por nosotros.

Continúa y no se ha enfriado nuestrocombate contra herejías litúrgicas comola negación de la presencia real de Cris-to en la Eucaristía, la transformación dela Misa en una simple cena, la negacióno el ocultamiento del carácter sacrificialy propiciatorio de la santa Misa, la con-fusión entre el sacerdocio ministerial yel sacerdocio común de los fieles, la de-sacralización de la sagrada Liturgia, lafalta de reverencia, adoración y modes-tia en el vestir en el culto divino, la mun-danización de la Iglesia, etc.

No es nuestra intención aquí haceruna apología de la reforma litúrgica, nianalizar o cuestionar todos sus aspec-tos, sino defender el Magisterio y laindefectibilidad de la Iglesia, que con-tinúa perenne, incluso con los actualesdesastres a los que pueda haber dadolugar la reforma litúrgica. Nuestra in-tención es combatir aquí el error doc-trinal de los que consideran que la nue-va Misa, tal como fue promulgada ofi-cialmente por la jerarquía de la Iglesia,

Anexos

____________________________86 «Muchas personas que aceptaban claramente el carácter vinculante del Concilio Vati-

cano II y que eran fieles al Papa y a los Obispos, deseaban no obstante reencontrar laforma [anterior], querida para ellos, de la sagrada Liturgia. Esto sucedió sobre todo por-que en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevoMisal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obliga-ción a la creatividad, lo cual llevó a menudo a deformaciones de la Liturgia al límite de losoportable. Hablo por experiencia porque he vivido también yo aquel periodo con todassus expectativas y confusiones. Y he visto hasta qué punto han sido profundamente heri-das por las deformaciones arbitrarias de la Liturgia personas que estaban totalmente radi-cadas en la fe de la Iglesia» (Benedicto XVI, Carta a los obispos que acompaña al MotuProprio Summorum Pontificum).

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es pecaminosa y, por lo tanto, no se pue-de asistir a ella sin cometer un pecado,y el consiguiente error práctico de losque atacan a aquellos que, en determi-nadas circunstancias, por deber de ofi-cio o para manifestar la comunión, par-ticipan o concelebran en ella, como siestuviesen cometiendo una ofensa con-tra Dios.

La Misa de Pablo VI –la llamada Nue-va Misa– es hoy la forma ritual oficialde la Iglesia latina, celebrada por el Papay por todos los obispos católicos. ElSanto Padre Benedicto XVI afirmó:

«Al respecto, es necesario afirmar en pri-mer lugar que el Misal, publicado por Pa-blo VI y reeditado después en dos edicio-nes sucesivas por Juan Pablo II, obviamen-te es y permanece la Forma normal –la For-ma ordinaria– de la Liturgia Eucarística»de la Liturgia romana de la Iglesia Católica(Carta a los obispos que acompaña al MotuProprio Summorum Pontificum).

La Iglesia tiene la potestad de crear ymodificar sus ritos. De esta forma, «so-bre la potestad de la Iglesia para la ad-ministración del sacramento de la Eu-caristía», el Concilio de Trento declaraexpresamente que

«en la administración de los sacramentos,salvando siempre su esencia, la Iglesia siem-pre ha tenido potestad, de establecer y cam-biar cuanto ha considerado conveniente parala utilidad de aquellos que los reciben o para

la veneración de estos sacramentos, segúnlas distintas circunstancias, tiempos y luga-res» (sesión XXI, cap. 2, DzSch 1728).

Es dogma de fe, definido por el Con-cilio Ecuménico Vaticano I, que «estaSede de Pedro, se mantiene siemprepura de cualquier error, según la pro-mesa divina de nuestro Señor y Salva-dor al Príncipe de sus Apóstoles: “Herogado por ti, para que tu fe no desfa-llezca y, cuando te recuperes, confirmaa tus hermanos”(Lc 22,32)» 87. El mis-mo Concilio Ecuménico Vaticano I de-fine que «este carisma de la verdad yde la fe, que nunca falta, fue conferi-do a Pedro y a sus sucesores en estacátedra...» 88

Según establece el Derecho Canóni-co, corresponde exclusivamente a laautoridad de la Iglesia determinar lo quees válido y lícito en la celebración, ad-ministración y recepción de los Sacra-mentos, ya que son los mismos para todala Iglesia y pertenecen al depósito divi-no (cf. C.I.C. canon 841) 89. Sería, porlo tanto, usurpar el lugar de la supremaautoridad de la Iglesia afirmar que laMisa según el rito romano actual es in-válida o ilícita o, como algunos dicen,no sirve para cumplir el precepto domi-nical.

El Santo Padre Benedicto XVI, en suCarta a los obispos que acompaña al

______________________87 Concilio Ecuménico Vaticano I, Const. Dog. Pastor Aeternus sobre la Iglesia de Cris-

to, DenzSch 3070 e 3071.88 Idem, ibidem.89 Canon 841: «Puesto que los sacramentos son los mismos para toda la Iglesia y perte-

necen al depósito divino, corresponde exclusivamente a la autoridad suprema de la Iglesiaaprobar o definir lo que se requiere para su validez, y a ella misma o a otra autoridadcompetente, de acuerdo con el c. 838 § § 3 y 4, corresponde establecer lo que se refiere asu celebración, administración y recepción lícita, así como también al ritual que debeobservarse en su celebración».

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Motu Proprio Summorum Pontificum,afirma expresamente lo siguiente, comoalgo evidente:

«Obviamente para vivir la plena comu-nión tampoco los sacerdotes de las Comu-nidades que siguen el uso antiguo pueden,en principio, excluir la celebración segúnlos libros nuevos. En efecto, no sería cohe-rente con el reconocimiento del valor y dela santidad del nuevo rito la exclusión to-tal del mismo».

Las palabras del Papa muestran cla-ramente que debe reconocerse el valory la santidad de la nueva liturgia, y, enconsecuencia, no excluirla totalmente.Así pues, el Santo Padre Benedicto XVIclarifica que, aunque tengamos comoforma ritual propia de nuestra Adminis-tración Apostólica la Misa según la for-ma antigua del rito romano, la partici-pación de los fieles o la concelebraciónde algunos de nuestros sacerdotes y desu obispo en una Misa según una formaritual promulgada oficialmente por lajerarquía de la Iglesia, determinada porella como legítima y aprobada por ella,como la Misa celebrada según la formaactual del Rito Romano, no puede con-siderarse como algo malo o censurable.Y esto no significa la pérdida de nues-tra identidad litúrgica, sino más bien unamanifestación de comunión con los de-más obispos, sacerdotes y fieles, a pe-sar de la diferencia en la forma ritual.

No se puede ser católico mantenien-do una actitud de rechazo de la comu-nión con el Papa y el episcopado cató-lico. La Iglesia define como cismáticoa quien rechaza someterse al RomanoPontífice o permanecer en comunióncon los demás miembros de la Iglesia aél sometidos (canon 751). Y negarsecategórica y permanentemente a parti-cipar la Misa en el rito celebrado por el

Papa y todos los obispos de la Iglesia,por considerar que este rito, en sí mismo,es incompatible con la fe o pecaminoso,representa un rechazo formal de la co-munión con el Papa y el episcopado cató-lico.

La reciente instrucción Universæ Eccle-siæ, de la Pontificia Comisión EcclesiaDei, publicada con aprobación y pormandato del Papa Benedicto XVI, es-tablece explícitamente lo siguiente:

«Los fieles que piden la celebración en laforma extraordinaria no deben sostener opertenecer de ninguna manera a grupos quese manifiesten contrarios a la validez o le-gitimidad de la Santa Misa o de los sacra-mentos celebrados en la forma ordinaria oal Romano Pontífice como Pastor Supremode la Iglesia universal».

El criterio de verdad, ortodoxia y pro-cedimiento que rige nuestra Adminis-tración Apostólica, como debe ser paratodo católico, es el Magisterio vivo dela Iglesia, como nos enseña San Pío X:

«el primer y mayor criterio de la fe, laregla suprema e inquebrantable de la orto-doxia es la obediencia al Magisterio siem-pre vivo e infalible de la Iglesia, estableci-do por Cristo como columna et firmamen-tum veritatis, columna y fundamento de laverdad» (Aloc. Con vera soddisfazione, 10-V-1909.

El venerable Pío XII también enseña que«la norma próxima y universal de la ver-dad» es «el Magisterio de la Iglesia» (enc.Humani generis, 18), explicando la razón:«Porque Nuestro Salvador no confió la ex-plicación de las cosas que están contenidasen el depósito de la fe al juicio privado, sinoal Magisterio eclesiástico» (Cta. del Sto.Oficio al Arzobispo de Boston, DenzSch3866).

Así pues, lo que aquí enseñamos sebasa en el Magisterio vivo de la Iglesia,

Anexos

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nuestra seguridad y nuestro criterio deverdad.

Los principios que siempre hemosdefendido, en consonancia con el Ma-gisterio de la Iglesia, la adhesión a lasverdades de nuestra fe y el rechazo delos errores condenados por la Iglesiasiguen siendo los mismos. Hubo, sinembargo, en otras circunstancias y enotro contexto, incluso por nuestra par-te, comportamientos y declaracionesdiscrepantes de las normas y la ense-ñanza de la Iglesia. Es preciso exami-narlos y rectificarlos a la luz del Ma-gisterio perenne y vivo de la Iglesia,que, una vez más, es el criterio de ver-dad y comportamiento para un católi-co. Algunos podrían pensar equivoca-damente que lo que se hizo, se dijo o sevivió en un período de excepción y deirregularidad es lo ideal y lo normal paraun católico. ¡No! Lo normal para todocatólico es vivir de acuerdo con el Ma-gisterio vivo de la Iglesia y unido y so-metido a su jerarquía. No se puede ape-lar a los antiguos comportamientos oafirmaciones que no están en sintoníacon el Magisterio, con el argumento deque es algo que ya se ha hecho antes,como si este tipo de acciones o declara-ciones fuesen los únicos criterios deverdad, infalibles y nunca susceptiblede corrección o de una mejor expresión.¡Cuántos santos, incluso los doctores dela Iglesia, han cometido errores de doc-trina o de conducta! Por eso nos enseñaSanto Tomás de Aquino que «debemosapoyarnos más bien en la autoridad dela Iglesia que en la de Agustín, Jeróni-mo o cualquier otro Doctor» (SummaTheologica II-II, q. 10, a. 12).

En el período más intenso de la cri-sis, muchos errores de juicio fueron cau-sados por afirmaciones y acciones erró-

neas, que veíamos generalizadas y difu-ndidas por casi toda la Iglesia y muchosde esos errores, por desgracia, siguenocurriendo. Gracias a Dios, despuéshemos ido recibiendo muchas explica-ciones magisteriales. A la luz de estasexplicaciones, podemos examinar sihubo algún error o exageración en elpasado con respecto a las cuestionesantes mencionadas, los cuales, una vezdescubiertos, deben ser humildementecorregidos. Si hubo alguna falta de con-ducta o en las expresiones, corregirseno es ningún desdoro. Después de todo,errar es humano, perdonar es divino,corregirse es cristiano y perseverar enel error es diabólico. Los errores pue-den ser comprendidos y explicados pormalentendidos, errores de juicio, in-fluencias, circunstancias o debilidadeshumanas, pero no pueden ser justifica-dos. Santo Tomás de Aquino enseña:«No se puede justificar una acción mala,aunque se haya cometido con buena in-tención» (Decem præc. 6; apud CIC1759).

Hace poco, a finales del pasado mesde septiembre, realicé la visita ad limi-na, es decir, mi visita oficial como obis-po al Papa para «confirmar mi evange-lio con Pedro» (Gal 1,18; 2,2), y pudeescuchar el elogio y el apoyo del PapaBenedicto XVI a nuestra Administra-ción Apostólica y a nuestra forma deactuar y de comportarnos. En una au-diencia privada personal con el SantoPadre, recordé con él que aquí conser-vamos la Misa en la forma antigua delrito romano, pero que yo, a veces, con-celebro con los demás obispos, porejemplo en aquella misma visita ad limi-na. El Papa se mostró muy contento deque reinase la paz entre la Administra-ción Apostólica, la Diócesis y los de-

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más obispos. Y yo le dije: «Santo Pa-dre, la paz y la comunión», a lo que élrespondió: «¡Eso es muy importante!».

Eso es lo que nos importa: nuestra for-ma de pensar y actuar confirmada conPedro y apoyada por él. Y eso es lo quenos consuela, entre muchos ataques eincomprensiones. Afortunadamente,además del Papa, tenemos muchos ami-gos, católicos auténticos y seguidoresde la verdadera Tradición, que nos com-prenden y apoyan.

Así pues, esperamos haber esclareci-do este asunto para los católicos de bue-na voluntad, especialmente a aquellosque nos han sido confiados y quierenrealmente seguir a la Iglesia cum Petroet sub Petro.

Campos dos Goytacazes29 de junio de 2011

Fiesta de San Pedro y San PabloDía del Papa

Conclusión general

El Catecismo nos enseña que debeexistir «entre los cristianos un verda-dero espíritu filial con respecto a laIglesia» (CEC 2040).

Ése es el camino de los santos, comolo demuestran los siguientes textos:

Del Padre Pío:«Santo Padre, sé que su corazón sufre

mucho estos días por el destino de la Igle-sia, pero de forma especial por la falta deobediencia al Magisterio, que Su Santidadejerce con la asistencia del Espíritu Santoen nombre de Dios. Le ofrezco mi oracióny mis sufrimientos como pequeña pero sin-cera contribución del último de sus hijos,para que el Señor, con su gracia, le consue-le y pueda continuar por el camino recto yfatigoso de la defensa de la Verdad eterna,que no varía a pesar de los cambios de lostiempos» 90.

De San Pedro Julián Eymard«Lejos de la Iglesia, esos pobres viajeros

vagan sin guía en pleno desierto. ¿Quiénesson esos marinos en un navío sin timón nipiloto? ¡Ay de ellos! Hijos desafortunados,abandonados en la vía pública, sin madreque los quiera y alimente […]. Cuando Je-sucristo nos dio la Santa Iglesia como ma-dre y maestra en la fe, nos dio la mayor gra-cia que podía darnos. Por lo tanto, no haymayor caridad para con el prójimo quemostrarle la verdadera Iglesia. ¿Pero cuáles esa Iglesia de Jesucristo? ¿Dónde está?

_________________90 Carta del 6-IX-1968 a Pablo VI, en la que San Pío de Pietrelcina, poco antes de morir,

ofrecía su vida por el Papa.

Conclusión

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74 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

¿Cómo descubrirla? ¿Cómo conocerla? LaIglesia de Jesucristo es la Iglesia Romana,personificada en el Papa, sucesor de Pedro,Vicario de Jesucristo en la Tierra […].«Donde está Pedro, dice San Ambrosio, allíestá la Iglesia» […]. El Papa es Jesucristoque enseña, Jesucristo que santifica y Jesu-cristo que gobierna su Iglesia. Sin el Papa,por lo tanto, no hay Iglesia; lejos del Papa,sólo hay cisma y esterilidad; contra el Papa,herejía y escándalo […], el crimen que lla-ma sobre el responsable todas las vengan-zas divinas y todos los infortunios reserva-dos a los sacrílegos. La Iglesia es tambiénel obispo, representante del Papa 91, con po-der y gracia, dice San Pablo, «para regir laIglesia de Dios» (Hch 20,28). La Iglesia esel sacerdote, que representa al obispo en laparroquia […]. ¿Pero cómo sabré yo si unobispo o un sacerdote son verdaderamentelos representantes del Soberano Pontífice ylos depositarios de la autoridad católica?Simplemente, preguntando al obispo: ¿Hasido nombrado por el Papa? ¿Está unido alPapa? ¿Trabaja con el Papa? Si la respues-ta es afirmativa, él será para mí el Papa queenseña, santifica y gobierna la Iglesia, serála propia Iglesia. Preguntando al sacerdote:¿Ha sido nombrado por el obispo? ¿Traba-ja con él? Si la respuesta es afirmativa, enton-ces es el pastor legítimo, que tiene la fe de laIglesia y la gracia de Jesucristo […]» 92.

Como afirmaba Dom Antônio de Cas-tro Mayer:

«Como fieles católicos, en nuestras rela-ciones con el Papa debemos comportarnoscon un vivo espíritu de fe. Siempre debe-mos ver en el Papa al Vicario de Cristo enla tierra, cuyas palabras, en el ejercicio desu misión, deben tomarse como palabras del

propio Señor. Por esta razón, al Papa le de-bemos respeto, veneración y dócil obedien-cia, evitando cualquier espíritu de críticadestructiva. Es necesario que nuestra con-ducta refleje la convicción de nuestra fe, lacual nos muestra en el Papa al Vicario delmismo Jesucristo» 93.

«Os recomendamos vivamente la humil-dad, la mortificación, el espíritu de peni-tencia. No os fiéis de vuestros propios jui-cios. Nuestro Señor nos ha dado la inteli-gencia para conocer la verdad que ha que-rido revelarnos, pero Él mismo nos ha he-cho comprender que se trata de misteriosque superan la capacidad de nuestro enten-dimiento. Por esta razón, si queremos evi-tar las desviaciones del error, debemos se-guir dócilmente las enseñanzas de los Pas-tores que nos ha dado para mantenernos enla integridad de su Palabra y en la purezade sus preceptos. Recordad siempre las nor-mas que da San Ignacio de Loyola para sen-tire cum Ecclesia, especialmente válidaspara los tiempos difíciles de racionalismoen los que vivimos: “Dejando todo juiciopropio, debemos tener el ánimo listo y pron-to para obedecer en todo a la verdadera es-posa de Cristo nuestro Señor, que es nues-tra Santa Madre Iglesia jerárquica” (Librode los ejercicios espirituales, Reglas parasentir con la Iglesia, primera regla). Paraexpresar mejor el contenido de esta prime-ra regla, añade en la décimotercera: “Paraacertar en todo, siempre debemos creer quees negro lo que yo veo blanco, si la IglesiaJerárquica así lo determina, creyendo queentre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Igle-sia su esposa, es el mismo Espíritu que nosgobierna y rige para la salvación de nues-tras almas, porque por el mismo Espíritu y

_____________________________________91 Nota del Editor.– El magisterio posterior ha precisado que los obispos no son propia-

mente representantes del Papa, sino representantes del mismo Cristo.92 San Pedro Julián Eymard, La Divina Eucaristía, vol. 5, parte III: De la devoción a la

Santa Iglesia.93 Dom Antônio de Castro Mayer, Veritas, abril-mayo de 1980.

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Señor nuestro, que dio los diez Mandamien-tos, es regida y gobernada nuestra SantaMadre Iglesia”. En la actitud recomendadapor el Santo, hay un acto de fe más aún queun acto de humildad. La Iglesia es un mis-terio de Dios, que sólo los pequeños que seconfían a ella en el abandono más absolutopueden saborear (cf. Mt 11,25). Así, queri-dos hijos míos, tenemos que vivir, para dargloria a Dios en este mundo, y gozar eter-namente de él en el otro» 94.

Estimados sacerdotes y fieles de nues-tra Administración Apostólica:

He intentado dejar muy clara, en estaOrientación Pastoral, la postura doc-trinal católica sobre el Magisterio de laIglesia, sobre la Santa Misa y sobre elConcilio Vaticano II, postura adoptadapor mí, como obispo de la Santa Igle-sia, y por nuestra Administración Apos-tólica personal de San Juan María Vian-

ney, que me ha sido confiada por el San-to Padre. Nosotros no nos regimos porla diplomacia, ni por el deseo de agra-dar a nadie ni de recibir aplausos, sinopor el Magisterio de la Iglesia y por lateología católica, por la verdad y conconciencia sincera ante Dios, nuestroJuez supremo y Padre misericordioso.Sólo buscamos la gloria de Dios, la de-fensa de la Santa Iglesia y el bien y lasalvación de las almas. De esta forma,intentamos ser fieles a la vocación y alcarisma que nos fueron indicados porel Santo Padre al crear nuestra Admi-nistración Apostólica: fidelidad a la Tra-dición litúrgica, doctrinal y disciplinarde la Santa Iglesia, en plena comunióncon su jerarquía: cum Petro et sub Petro.

Que Nuestra Señora, Madre de la Igle-sia, Virgen fiel, nos proteja y nos guar-de a todos en su Corazón Inmaculado,al cual nos consagramos por entero.

_________________94 Dom Antônio de Castro Mayer, Instrucción Pastoral sobre la Iglesia, 2-III-1965.

Conclusión

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76 Mons. Fernando Arêas Rifan – Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia

Índice

Presentación de la edición española, 2.Prefacio del Autor a la edición espa-

ñola, 3.

–Principios teológicosI. Objetivo de esta Orientación pas-

toral, 7.II. Introducción y comparaciones, 8.III. La institución del Magisterio vivo,

9.IV. ¿Qué es el Magisterio vivo?, 11.V. Magisterio continuo, sin interrup-

ción, 12.VI. Garantía de la asistencia divina

contra el error, 13.VII. Asentimiento al Magisterio, tam-

bién al no infalible, 14.VIII. El guía orienta en las diversas

circunstancias, 16.IX. El peligro del «Magisterio» para-

lelo, 17.

–Primera consecuenciaAplicación de estos principios teo-

lógicos a la cuestión de la Misa1. La unidad de culto, la variedad de

los ritos y el poder de la Iglesia, 18.2. La reforma litúrgica posterior al

Concilio Vaticano II, 20.3. La conservación hoy de la Misa en

su forma tradicional, 22.4. Criterios y límites que hay que ob-

servar, 24.

5. Una advertencia muy grave, 30.6. Volviendo a la cuestión de la legiti-

midad de la nueva Misa, 33.7. Teólogos tradicionales distinguidos

confirman este punto, 36.8. La opinión final de los Cardenales

Ottaviani y Antonelli, 38.9. Actitud y ejemplo de Dom Antônio

de Castro Mayer, 39.

–Segunda consecuenciaAplicación de estos principios teoló-

gicos al Concilio Vaticano II1. La grande y grave crisis post-con-

ciliar, 41.2. Valor de los documentos del Con-

cilio Vaticano II, 42.3. La interpretación de los textos del

Concilio Vaticano II: la modernista y laauténtica interpretación del Magisterio,44.

4. Intervenciones oficiales de la San-ta Sede sobre este tema, 46.

5. Puntos controvertidos: el caso del«subsistit in» y el ecumenismo, 49.

6. La colegialidad, 52.7. La libertad religiosa, 52.8. Para concluir, 59.

–Anexos1.-Dos cartas magisteriales del Car-

denal Ratzinger a Mons. Lefebvre, 60.2.-Nota sobre la concelebración de la

Santa Misa en la forma actual del RitoRomano, 64.

–Conclusión general, 73.

Índice, 76