Dos Breves Tratadosdef

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Universidad de Chile Facultad de Filosofía y Humanidades Departamento de Filosofía Dos Breves Tratados Ético-religiosos Søren Kierkegaard Prólogo de Enrique Sáez R. Traducción de Matías Tapia W. PUBLICACIONES ESPECIALES DEPTO. DE FILOSOFÍA N° 125 SERIE TRADUCCIONES 2012

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K.

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  • Universidad de Chile Facultad de Filosofa y Humanidades Departamento de Filosofa

    Dos Breves Tratados tico-religiosos Sren Kierkegaard

    Prlogo de Enrique Sez R. Traduccin de Matas Tapia W. PUBLICACIONES ESPECIALES DEPTO. DE FILOSOFA N 125 SERIE TRADUCCIONES 2012

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    NDICE

    Prlogo .................................................................................................................................. 2

    Notas a la traduccin........................................................................................................... 5

    Comentario a la edicin alemana........................................................................................ 8

    Dos breves tratados tico-religiosos ................................................................................. 14

    Tiene un hombre el derecho a dejarse matar por la verdad?...................................... 15

    Acerca de la diferencia entre un genio y un apstol....................................................... 48

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    Prlogo

    La traduccin que hoy presentamos por vez primera en castellano de los Dos breves

    tratados tico-religiosos, por H.H., escritos en 1849, corresponde a la labor dedicada

    y que profundiza en el pensar de Kierkegaard de un verdadero estudioso como lo es

    Matas Tapia. El traductor no slo se limita a dar cuenta de estos tratados del escritor

    religioso, sino que adems acompaa a su tarea unas notas preliminares a su trabajo,

    como tambin un comentario a la edicin alemana de las obras del pensador.

    Los lectores podrn darse cuenta del rigor empleado por el seor Matas Tapia

    en este su primer gran trabajo como alumno del Pregrado del Departamento de

    Filosofa. Encontrarn, a mi parecer, una necesaria profusin de notas que acompaan

    el texto, claridad en la exposicin de las ideas y una cercana indiscutible con el autor

    dans.

    Las reflexiones de Sren Kierkegaard no son simples de entender ni tampoco

    clasificables a la primera oportunidad. Kierkegaard representa el espritu ms puro

    del creador en el ms amplio sentido, ya se trate del mbito de la literatura y la

    poesa, ya sea en el dominio de esas migajas filosficas o en el amplio universo de lo

    religioso tal como fuera concebido por su autor.

    Tradicionalmente algunos comentaristas tienen la tendencia a vincular la

    filosofa de Hegel y el pensamiento de Kierkegaard como sucede en parte con los

    neo-hegelianos y con la Escuela de Francfort, pero el lector de este escritor de ironas

    y paradojas concordar con nosotros que esa tarea es imposible. La filosofa de

    Hegel tiene su punto culmine en la Idea o en el Espritu Absoluto, todo ello

    enmarcado en un sistema dialctico, acumulativo y cuantitativo.

    Kierkegaard, en cambio, rescata ya en su tiempo la completa subjetividad del

    individuo y tiene entre manos uno de los problemas que ha preocupado a los hombres

    de diversas pocas y culturas, esto es Dios mismo. Y, por cierto, a partir de Dios la

    figura de Cristo en el mundo.

    En la primera traduccin, que lleva por ttulo: Tiene un hombre el derecho a

    dejarse matar por la verdad?, se pone en evidencia con toda claridad la

    interpretacin que Kierkegaard tiene de Cristo. No se trata aqu del Cristo de las

    religiones o de la cristiandad, de la religin positiva o establecida. Es Cristo como

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    ejemplo de vida a seguir. Es el hombre concreto y no una imagen confesional. Si

    Cristo es la verdad y la vida, debe terminar su existencia en la cruz?

    En el segundo escrito, titulado Acerca de la diferencia entre un genio y un

    apstol, de 1847, se establecen las diferencias cualitativas entre el genio y el apstol;

    se fundamenta con claridad el verdadero sentido de la autoridad y la diferencia eterna

    entre Dios y el hombre, lo cual afirma el pensamiento religioso del autor en relacin a

    otras formulaciones filosficas.

    Al concluir su escrito Kierkegaard manifiesta textualmente lo siguiente:

    ningn genio tiene un para que; el apstol tiene, absoluta y paradjicamente, un

    para que.

    Sirvan estas breves palabras para invitar a la lectura seria del escritor dans,

    para ingresar a la aventura insospechada y que puede conducir a perplejidades

    respecto de nuestros propios pensamientos, de las concepciones del mundo que cada

    cual tiene y que, sin dudas, posibilitar un ajuste con lo que nos parece fijo y

    determinado por siempre. Corresponde tambin agradecer al traductor por poner ante

    nuestros ojos nobles escritos que desafan a la mentada razn y a nuestros dolos.

    Enrique Sez Ramdohr

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    Notas a la traduccin

    Se presenta a continuacin un texto de Sren Kierkegaard que no haba tenido hasta

    ahora traduccin castellana alguna. La lectura de estos Dos breves tratados tico-

    religiosos (Tvende ethisk-religieuse Smaa-Afhandlinger, 1847) es de suma

    importancia para comprender a cabalidad la concepcin religiosa que desarrolla

    Kierkegaard en su etapa de madurez creativa. l mismo seala en su Diario1: ()

    este pequeo libro es de mucha importancia (se refiere a Tiene un hombre el

    derecho a dejarse matar por la verdad? [Har et Menneske Lov til at lade sig

    ihjelslaae for Sandheden?]), pues contiene la clave de la ms alta posibilidad de mi

    entera actividad como escritor () Y el otro tratado (Acerca de la diferencia entre un

    genio y un apstol [Om Forskjellen mellem et Geni og en Apostel]) contiene el ms

    importante de todos los conceptos tico-religiosos (). Se refiere aqu Kierkegaard

    al concepto de autoridad (Myndighed), que desarrolla a cabalidad a lo largo de toda su

    obra mediante la diferenciacin entre la comunicacin directa y la comunicacin

    indirecta: el genio no tiene autoridad para hablarle directamente a otro hombre en lo

    que concierne a la subjetividad; el apstol, por el contrario, s la tiene. Con miras a lo

    anterior, Kierkegaard se reconoce a s mismo como un genio, mas no como un

    apstol2.

    El valor ulterior de estos tratados refiere, por una parte, al despliegue ntegro de

    la visin kierkegaardiana de la imagen de Cristo y de su legado y, por otra, al ataque a

    la cristiandad que emprendi Kierkegaard con una fuerza inusitada y de manera

    radical los ltimos aos de su vida. Los rasgos fundamentales que se dejan apreciar

    en estos pequeos escritos tienen que ver con el temple de escritor religioso que

    quiso encarnar este autor a partir de su revolucionaria concepcin de lo cristiano y de

    la discordancia entre esta visin y la vida de aquellos que se hacan llamar cristianos.

    En esta disonancia se encuentra su ataque a la Iglesia establecida en Dinamarca,

    profundizando en el primer tratado lo que ya haba echado a andar en Temor y

    1 Pap., X, 1 A, 551. 2 Pap., IX, A, 302.

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    Temblor3, en 1844, a saber, la discusin en cuanto a una supuesta suspensin

    teleolgica de la tica frente a la fe. En el segundo texto se presenta, entre lo ya

    sealado, una crtica a la imagen del sacerdote y de todo aquel que predica el Nuevo

    Testamento de manera blasfema, esto es, con una supuesta autoridad y reflexin.

    El lector encontrar en estos tratados algunas nociones fundamentales de este

    autor dans expresadas de manera tajante y clara, sin tener que aludir al acervo

    kierkegaardiano en su totalidad. Es por lo mismo que pueden ser estos textos los que

    configuren de mejor manera una correcta introduccin al estudio de Kierkegaard.

    En cuanto a nuestra traduccin, es preciso aclarar que las fuentes son indirectas,

    es decir, se ha traducido desde dos ediciones alemanas. La primera de ellas es la

    siguiente: Sren Kierkegaards gesammelte Werke, traduccin de A. Dorner y Chr.

    Schrempf, volumen 10, Eugen Diedrichs Verlag, Jena, 1922, pp. 101 156; esta

    edicin corresponde a la primera publicacin de las Obras Completas de Kierkegaard

    en Alemania. La segunda fuente utilizada fue: Zwei kurze ethisch-religise

    Abhandlungen, traduccin de Walter Rest, Deutscher Taschenbuch Verlag, Munich,

    2005, pp. 268 315; sta corresponde a una compilacin muy reciente de las

    principales obras kierkegaardianas. Ambas ediciones germanas fueron

    constantemente comparadas con la ltima edicin de las Obras Completas de

    Kierkegaard en dans: Sren Kierkegaards Skrifter (SKS), volumen 11, Copenhague,

    2006, pp. 51 1114. Con dicho cotejo se hizo evidente que la primera traduccin

    alemana que citbamos era algo ms interpretativa que la segunda. En vistas de lo

    anterior, hemos conservado el carcter interpretativo cuando el sentido en castellano

    se vea alterado por la transliteracin textual. Asimismo se dejaron entre parntesis

    cuadrado algunos agregados de la primera traduccin alemana, cuyo objetivo era

    3 SKS, 4, pp. 97 211. 4 Esta nueva versin de las Obras Completas de Kierkegaard difiere con las tres ediciones anteriores, que llevaban por nombre: Sren Kierkegaards samlede Vaerker (SV), agrupadas en 25 volmenes. Las referencias que se harn posteriormente a obras de Kierkegaard llevarn la sigla SV antepuesta, luego en nmeros romanos el tomo y en numeracin arbiga la pgina. Lo mismo ocurrir con los Papirer. Las ediciones anteriores a la ms reciente, nombrada anteriormente, conservan la catalogacin del primer editor que tuvo acceso a los papales que Kierkegaard usaba tanto para su diario de vida (entradas catalogadas con la letra A), como para comentarios a sus propias obras (referencias hechas con la letra B) y para sus apuntes de lectura y clases (designados con la letra C). Por tanto, para hablar de los Papirer, la cita ir antecedida por la abreviatura Pap., luego el nmero de ordenacin, despus la letra correspondiente y, finalmente, la pgina.

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    aclarar algunas porciones oscuras del texto. Las notas apuntadas con un asterisco son

    de autora del propio Kierkegaard, mientras que las sealadas en nmeros arbigos

    corresponden a las notas hechas por el traductor alemn de la segunda fuente

    mencionada, a menos que se seale lo contrario. Finalmente, la paginacin del

    original fue incluida tambin entre parntesis cuadrado.

    Con respecto al ttulo de la obra en general: Tvende ethisk-religieuse Smaa-

    Afhandlinger, hemos preferido por una cuestin estilstica, sin alterar el sentido, la

    traduccin de la segunda edicin alemana: Zwei kurze etisch-religise Abhandlungen,

    en vez de Zwei kleine etisch-religise Abhandlungen, que hemos transcrito por: Dos

    breves tratados tico-religiosos. En cuanto a los tratados en particular, en el ttulo del

    primero: Har et Menneske Lov til at lade sig ihjelslaae for Sandheden?, nos hemos

    inclinado por la primera edicin alemana citada: Hat ein Mensch das Recht, sich fr

    die Wahrheit totschlagen zu lassen?, dejando de lado: Darf ein Mensch sich fr die

    Wahrheit totschlagen lassen? Hemos traducido: Tiene un hombre el derecho a

    dejarse matar por la verdad? En alemn, el verbo drfen tiene implcita la

    connotacin de estar en posesin de un determinado permiso para realizar tal o cual

    accin, pero la literalidad pesa ms en este caso. Con respecto al segundo tratado no

    hay diferencia alguna en ambas traducciones.

    Junto con la traduccin se presenta el comentario hecho a la segunda edicin

    alemana aludida, que remarca muchos puntos de inters en lo tocante a la

    circunstancia que rode la aparicin de estos breves, pero polmicos tratados de

    Kierkegaard.

    Matas Tapia Wende

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    Comentario a la edicin alemana*

    El primer tratado: Tiene un hombre el derecho a dejarse matar por la verdad? fue

    escrito hacia finales de 1847. El segundo tratado: Acerca de la diferencia entre un

    genio y un apstol coincide casi completamente con un apartado de El libro de

    Adler1.

    Dos cosas son especialmente dignas de notar. En primer lugar, el seudnimo H.

    H., que tena como tarea esconder de manera total al autor y que slo fue utilizado en

    esta ocasin. En segundo lugar, que Kierkegaard se busc otro editor para este libro.

    Habitualmente sus obras aparecan en Reitzel, pero sta se public en Gyldendal (el

    19 de mayo de 1849) y fue impreso en Louis Klein, mientras que su usual imprenta

    era Bianco Luno, donde nunca tuvo inconvenientes. Evidentemente su cambio de

    editorial deba camuflar an ms su autora.

    Acerca del primer tratado, hace Kierkegaard las siguientes interesantes

    acotaciones2: Este libro debe ser ledo de manera cuidadosa y a fondo desde la copia

    en limpio, pues he tenido la suerte de poder escribirlo en un lapso de algo as como de

    ocho horas. La gratitud exige ser tanto ms cuidadoso en el verdadero trabajo duro.

    Comprese aqu con la observacin en Punto de vista para mi actividad como

    escritor3: Es dicho por el poeta que llama a la musa para recibir ideas. ste no fue

    nunca el caso conmigo, mi individualidad me niega incluso entenderlo. Por el

    contrario, he necesitado cada da de Dios para defenderme de la abundancia de ideas.

    Si das a un hombre tal capacidad productiva y al mismo tiempo una salud tan dbil,

    con seguridad aprender a rezar. En aquel tiempo poda hacer este malabar - y an

    puedo hacerlo: podra sentarme y, sin parar, escribir da y noche, y nuevamente un da

    y una noche, pues la abundancia es suficiente. Pero si lo hiciera, me quebrara. Oh,

    slo el ms pequeo descuido diettico y ya estoy en riesgo vital. Mas si soy

    obediente, si hago el trabajo como un deber, si tomo firmemente el portaplumas, si

    * Zwei kurze ethisch-religise Abhandlungen, traduccin de Walter Rest, Deutscher Taschenbuch Verlag, Munich, 2005, pp. 534 539. 1 Pap. VII, 2 B, p. 137 ss. 2 Pap. VIII, 2 B, pp. 134 ss. 3 SV XIII 598.

  • 9

    escribo cuidadosamente cada letra, entonces todo da resultado. En verdad le tom

    poco tiempo a Kierkegaard escribir este tratado, pero el problema que lo haba

    ocupado por aos viene ya desde su Diario. Lo trat vagamente por primera vez en

    una anotacin sin fecha exacta del ao 1847: Muy rara vez se hace el intento de

    entender realmente cmo se dio que Cristo (cuya vida no pudo pasar de modo alguno

    por encima de nadie, ya que no tena un propsito terrenal) terminara en la cruz.

    Quizs se tiene miedo de caer en la cuenta de la prueba de la maldad del mundo

    que radica en este hecho. Se hace como si Cristo y la decisin de Dios hubieran sido

    los causantes de la crucifixin. (De esto se puede aprender lo que significa todo el

    sinsentido de que no se deba uno aventurar en decisiones, sino que se deba esperar

    que ellos lleguen a una pues lo primero significa probar a Dios. Y si la vida de

    Cristo fue intento de probar a Dios?). No obstante, aqu se trata de las dos cosas al

    mismo tiempo. Que Cristo estaba dispuesto a sacrificar su vida no significa que

    buscaba la muerte o que presionaba a los judos a matarlo. La disposicin de Cristo a

    sacrificar su vida encierra solamente una concepcin del mundo: que es tan malvado

    que lo Sagrado debi morir irremediablemente si tan slo l no hubiera tratado de

    volverse un pecador o un hombre promedio para probar su suerte en el mundo! La

    muerte de Cristo es el resultado de dos factores: tanto de la culpa de los judos, como

    de la maldad en esencia del mundo; ambas ya constatadas. En tanto que Cristo era el

    Dios-Hombre, su crucifixin no puede significar que los judos en aquella poca

    estaban casualmente desmoralizados y que Cristo, por tanto, si tengo derecho a

    decirlo vino en un momento desafortunado. No, el destino de Cristo es eterno e

    indica especficamente el peso de la humanidad, por lo que le hubiera ocurrido lo

    mismo en cualquier poca. Cristo no puede expresar nunca algo casual4. Ms

    tarde, en el mismo ao, tenemos otra anotacin: Este nuevo libro debe llamarse:

    Cmo ocurri que Cristo pudiera ser crucificado? o Tiene un hombre el derecho de

    sacrificar su vida por la verdad?

    La cosa es que la Dogmtica ha llevado simplemente al olvido el hecho mismo,

    en aras de la muerte reconciliadora de Cristo.

    Su muerte es una muerte reconciliadora, quiere conducir a un sacrificio.

    4 Pap. VIII, I A 145.

  • 10

    Correcto. Mas l es no culpable de ser enjuiciado a muerte. Aqu est lo dialctico: l

    quiere salvar al mundo a travs de su muerte, de otra manera no puede salvarlos

    pero l mismo no es culpable de ser perseguido y asesinado.

    En general, se habla slo de la pureza y de la inocencia de Cristo; sin embargo,

    hay aqu un problema pasado por alto. Se puede anunciar de tal manera lo bueno y lo

    verdadero que se incite a los hombres a perseguir a alguien Se puede tener un

    conocimiento tal del mundo y de los hombres de modo que, justamente haciendo lo

    bueno y lo verdadero, se pueda decir con claridad: "quiero ser perseguido"; no es eso

    ser muy duro con los hombres? Haciendo esto se puede casi cargar un asesinato sobre

    sus espaldas. No significa ser muy duro con los hombres el que alguien cia su

    propia vida a una escala descomunal y, entonces, aferrndose impertrritamente ella,

    presione a los dems hombres a ejecutarlo, en una penosa forma de defensa propia?

    Puedo decir aqu, como en Temor y temblor: la mayora no entiende absolutamente

    nada de lo que hablo. Es el deber de un hombre o sacrificar algo de la verdad, para

    atraer a los hombres hacia s, o presionarlos a perseguirlo, para que la responsabilidad

    caiga sobre ellos; es su deber hacer lo primero o lo ltimo5. Un poco ms

    adelante, en el Diario del mismo ao, 1847, se encuentra un bosquejo para el libro y

    una importante acotacin: El libro permanece seudnimo6. En el ao 1848 escribe

    en el Diario: Instrucciones. Primero, se debe publicar un tomo de tratados. Para eso

    se utilizar el libro sobre Adler, tal como aclar antes. Despus se debe agregar uno

    nuevo: Cmo fue posible que Jesucristo haya sido despojado de su vida. Este tratado

    debe publicarse y, especialmente, aqul que trata de la coincidencia entre lo general y

    lo particular, y aqul sobre la relacin entre un genio y un apstol, antes de que

    empiece con la Doctrina del pecado7. En los Papirer8 estn consignados los

    manuscritos de las versiones preliminares de este tratado y el proyecto de

    Kierkegaard para el ttulo. El primer proyecto de ttulo era: Tiene un hombre el

    derecho a dejarse matar por la verdad? Legado de un hombre solitario, ed. por H. H..

    Sobre el manuscrito de imprenta estaba anotado que el tiraje estaba fijado en 525

    5 Pap. VIII, I A 271, A 274. 6 Pap. VIII, I A 469. 7 Pap. VIII, I A 562. 8 VIII, 2 B 133 139.

  • 11

    ejemplares normales y 6 en papel de pergamino. Las palabras Ensayo potico

    fueron recin agregadas despus, pero ms tarde fueron tachadas de nuevo.

    En la pequea explicacin Sobre mi actividad como escritor, que Kierkegaard

    mismo public el 7 de agosto de 1851, dice: El significado de este pequeo libro

    (que no se halla en gran medida en el mbito literario, como para que se relacione con

    l como un todo y, por este motivo, tambin fue annimo, para poder ser mantenido

    completamente fuera) no es fcil de clasificar sin entrar en el todo. Es como un faro,

    segn el cual se conduce el timn, entendiendo bien que el timonel comprende que

    justamente debe mantenerse a una distancia determinada de l para poder verlo.

    Esto define los lmites de la actividad de escritor. La diferencia entre un genio y un

    apstol (Tratado no. 2) es: El genio no tiene autoridad. Sin embargo, justamente

    porque el genio, en cuanto tal, no tiene autoridad, no tiene tampoco en s mismo la

    concentracin ulterior que da la fuerza y la razn para denotar algo en la forma de

    Dejarse matar por la verdad (Tratado no. 1). El genio como tal permanece en la

    reflexin. sta, por el contrario, es la forma de toda mi accin literaria: llamar la

    atencin sobre lo religioso, sobre lo cristiano - mas sin autoridad!. La nota est

    acotada en octubre de 18499.

    Kierkegaard no pudo disfrutar de la acogida de estos dos breves tratados.

    Ambos fueron reseados en la nica revista danesa acadmica-teolgica de aquella

    poca: Nyt Theologisk Tidsskrift (Nueva Revista Teolgica), publicada por C. E.

    Scharling y C. T. Engelstoft, tomo I, 1850. p. 384, de manera tal que uno sabe si debe

    rer o llorar. Este autor desconocido se muestra como discpulo e imitador del

    Magster Kierkegaard y ha abordado en el primer tratado la pregunta de si un hombre

    tiene derecho a dejarse matar por la verdad, pregunta que reformula segn prolijas

    locuciones en una forma excelsa: de si un hombre tiene el derecho de ensuciar a sus

    contemporneos con el asesinato de un testigo de la verdad un casus conscientiae,

    cuya decisin depende mucho ms de cosas concretas que de que l pueda actuar, de

    cierto horrorosamente, de manera pura y abstracta. El texto, con todo, da testimonio

    de reflexin y de agudeza lgica, y slo se podra desear que estas capacidades fueran

    utilizadas sobre objetos ms importantes y con mtodos ms esenciales.

    9 SV XIII 528.

  • 12

    Ya antes haban sido reseados los tratados en el Dansk Kirketiende

    (Peridico dans de la Iglesia) de la misma manera lapidaria y prepotente. Traemos

    las reseas con su texto completo: Dos tratados tico-religiosos por H. H. deben la

    existencia de su lectura a los escritos del Magster Kierkegaard, tanto en lo que

    concierne a las ideas, como a su investidura. Abrumado por la riqueza que se ha

    acumulado frente a l, ha confiado este muy joven autor en sus capacidades

    productivas, sin comprobar nada a travs de su trabajo, salvo que cae en la cuenta de

    que toma las ideas desde otra parte. De ambos tratados, les parece como el mejor a

    los crticos el primero, que en calidad de un ensayo potico contesta la pregunta:

    Tiene un hombre el derecho de dejarse matar por la verdad? Con respecto a la

    respuesta, ve el autor un problema en si alguien puede atreverse a dejar que otros

    hombres se vuelvan culpables de tal manera que, en aras de la verdad, se manchen

    con sangre, mas aqu tambin se percibe constantemente que el autor tiene ideas de

    segunda mano10.

    Kierkegaard hizo inmediatamente sus comentarios a las reseas. Aqu se

    presenta slo el siguiente11: El ao anterior apareci un pequeo libro de H. H., que

    ha tenido un destino singular en la literatura. El autor fue tratado como una persona

    insignificante, como discpulo del M. K. (Magster Kierkegaard).

    En el Dansk Kirketiende se dice que era un hombre del todo joven.

    Posteriormente, el portavoz, primer caballero de la Asamblea, Dr. K.12, profiri con

    gran apuro un par de palabras13. Luego, vino un candidato de teologa, Hjorth, y

    cont que H. H. era un discpulo del Mag. K14. Finalmente, viene nuestro aplicado,

    honorable y alegre Prof. Scharling con un par de palabras en su revista. El primer

    10 Dansk Kirketiende, Copenhague, no. 43, v. 22, julio 1849, pp. 718-719. 11 Pap., X, 5 B 11. 12 Su hermano, Peter Michael Kierkegaard. 13 Peter Michael Kierkegaard haba sido elegido en diciembre de 1849 en el Landsting (la primera cmara del Parlamento dans, convocada en 1848/49), siendo un excelente miembro de la Asamblea eclesial. El 30 de octubre de 1849 dio un discurso en el convento parroquial en Roskilde y habl all tambin acerca de este pequeo libro, sin saber en ese momento segn la informacin que da Kierkegaard en Pap. X, 2 A 280 que haba sido escrito por su propio hermano. El discurso fue impreso en el Dansk Kirketiende, 1849, no. 219, del 16 de diciembre. 14 Cand. teo. J. M. L. Hjorth, 1824 1899, perteneca a la lnea teolgica de Mynster y Martensen, escribi en Nyt Theologisk Tidsskrift (Nueva Revista Teolgica) I, 1850, Evangelietroen og den moderne Bevidsthed ( La creencia en los evangelios y la conciencia moderna) y mencion all, p. 137, lo resaltado por Kierkegaard. El libro apareci el 4 de diciembre de 1849.

  • 13

    tratado se llama: Tiene un hombre permitido dejarse matar por la verdad? El

    crtico piensa que el autor es un discpulo del Mag. K., y anhela, no sin agudeza, que

    use sus capacidades en un objeto ms digno. Y el crtico es profesor de teologa No

    obstante, como se tiene tanta prisa en hacer del libro algo insignificante, tal vez se me

    permitir tambin a m (y quizs culpe yo tambin al autor) decir que mi juicio es

    completamente otro: yo considero el libro tan significativo que casi estoy tentado de

    envidiar al autor.

    Kierkegaard ciertamente pens en publicar estas observaciones, donde tampoco

    se reconoce como el autor real del libro. Tanto las reseas, como las observaciones

    cido-irnicas de Kierkegaard son tan peculiares que merecan ser mencionadas en la

    descripcin de la situacin adyacente a la aparicin del libro.

  • 14

    [1]DOS BREVES TRATADOS TICO-RELIGIOSOS

    POR

    H. H.

    Copenhague Publicado en Gyldendal Impreso en Louis Klein

    1849

  • 15

    [3]Prefacio

    Estos dos breves tratados sern de esencial inters slo para telogos. H. H.

    [5]Contenido

    Tiene un hombre el derecho a dejarse matar por la verdad? Acerca de la diferencia entre un genio y un apstol

  • 16

    [7]Tiene un hombre el derecho a dejarse matar por la verdad?

    Del legado de un hombre solitario

    Un ensayo potico por H.H.

    [9]Prefacio

    Este prefacio no contiene ms que una splica de que el lector, ante todo, quiera

    entrenarse en deponer una parte de su modo de razonar acostumbrado. De lo

    contrario el problema, como est aqu planteado, no existir para l en absoluto y,

    por extrao que parezca, justamente porque ya hace tiempo lo ha dado por zanjado,

    pero en un sentido inverso. Finales de 1847.

    [11]Introduccin

    rase una vez un hombre. ste desde nio haba sido fuertemente criado en la

    religin cristiana. No haba escuchado mucho sobre aquello que los nios

    normalmente escuchan, sobre el pequeo nio Jess, sobre ngeles y cosas parecidas.

    Sin embargo, se le haba mostrado cada vez con ms frecuencia al crucificado, de

    suerte que sta era la nica imagen y la nica impresin que tena del Redentor; a

    pesar de ser un nio, era ya viejo como un anciano. Esta imagen lo sigui por el resto

    de su vida, no fue nunca joven, y no se pudo librar jams de ella. Como se cuenta

    sobre un asesino, que entre la angustia de su conciencia no poda dejar de mirar la

    imagen de la vctima que lo segua, as no poda aqul, apasionado, quitar la mirada

    ni un momento de la imagen que lo atraa. De nio haba credo devotamente que el

    pecado del mundo exiga aquella vctima, de nio neciamente haba entendido que la

    impiedad de los judos en la mano de la Providencia era la exigencia para que aquello

    tan horrible pudiera ser cometido: eso crea invariablemente y eso entenda

    invariablemente.

    [12]Con todo, mientras ms y ms viejo se haca, ms poder ganaba esta imagen

    sobre l. Senta como si constantemente le exigiera algo.

  • 17

    Siempre haba encontrado impo que se osara a pintar esta imagen e igualmente

    impo el hecho de considerar artsticamente el valor de una imagen de este tipo: uno

    mismo deba transformarse en la imagen que se pareca a l! Y por ello se vio

    movido con una fuerza inexplicable a querer asemejarse a l, en la medida en que un

    hombre puede asemejrsele. De lo que estaba seguro era que no haba presuncin

    alguna en su exigencia en tanto que pudiera olvidarse por un momento, que

    presuntuosamente pudiera olvidarse de que este crucificado era Dios, el Santo y l,

    por el contrario, un pecador. No obstante, en querer sufrir, incluso hasta la muerte, no

    haba nada presuntuoso.

    As tuvo relacin con esta imagen en silencio, no le cont nunca sobre eso a

    ningn hombre. La imagen se le acercaba constantemente ms y ms, su demanda

    hacia l la senta constantemente con ms y ms insistencia. Pero hablar de eso con

    alguien era para l imposible. Y esto, en efecto, era una prueba de qu tan profundo le

    preocupaba este asunto, una prueba de que no hubiera sido imposible que alguna vez

    hubiera actuado consiguientemente con aquella imagen. La discrecin y la fuerza se

    corresponden completamente la una con la otra para actuar; la discrecin es la escala

    de la fuerza para actuar; un hombre nunca tiene ms fuerza para actuar que cuando

    tiene discrecin. Cada hombre entiende muy bien que actuar es algo ms grande que

    hablar; por eso si se est uno mismo seguro de que poder hacer algo, [13] y si ha

    decidido a hacerlo, no se habla de eso. Aquello de lo que habla un hombre en relacin

    a su actuar es justamente sobre lo que no se siente seguro. Lo que evidentemente se le

    manifiesta a un hombre que se esfuerza con ligereza al darles diez taleros a los pobres

    es que no se necesita hablar de eso: no habla nunca de eso. Ahora bien, quizs le oirs

    decir que recuerda una vez haberle dado mil taleros a los pobres Ah, los pobres con

    diez ya deben estar contentos! Una muchacha, que tiene suficiente interioridad, que

    lleva luto callada, pero profundamente por un amor desgraciado, jams hablar de

    eso. Pero, en un primer instante de dolor, quizs le oirs decir que se quiere quitar la

    vida tranquilzate, no lo har, justamente por eso habla: fue slo un pensamiento

    fatuo. La conciencia que un hombre tiene de lo que puede y quiere lo sacia de una

    manera completamente distinta a todo parloteo. Por eso slo se habla sobre cosas en

    relacin a las que falta esta confianza en s mismo. La ley es del todo simple, en

  • 18

    relacin con lo malo es as: si tienes una sospecha de que posiblemente un hombre

    que te es querido ronda en secreto con una o con otra idea terrible: entonces intenta

    hacer que se desahogue; lo hars de la mejor manera si le sonsacas su terrible secreto

    como si fuera una cosa vana, de manera tal que ni siquiera en el instante de la

    comunicacin se origine el pathos de la confidencialidad. Si t mismo ests

    amenazado de verte involucrado con una idea terrible, [14] habla con alguien sobre

    eso, pero lo mejor ser en la forma pattica de la confidencialidad; pues si te

    comunicaras con alguien de broma, podra eso ser fcilmente un truco ficticio de tu

    hermetismo, que en el peor de los casos podra repercutir sobre ti mismo. En relacin

    con lo bueno la ley es la misma. Si te va una seriedad apremiante en cuanto a una

    decisin ante todo nunca hables una palabra con ningn hombre. Esto no necesita

    en absoluto ser dicho, no ayuda tampoco a nadie que sea dicho; pues quien en la

    verdad est decidido, eo ipso tambin callado. Estar decidido no es lo nico, estar

    callado es lo otro; estar decidido significa justamente estar callado como aqul del

    que se trata aqu.

    l vivi as ao tras ao. Tena relacin slo consigo mismo, y con Dios, y con

    esa imagen ms no se entenda a s mismo. Con todo, no careca en absoluto de

    fuerza de voluntad o de 1. Por el contrario, senta un compulsivo afn por

    parecerse a aquella imagen. Mas al final creci una duda en su alma, una duda en el

    lugar donde ni l mismo se entenda: si un hombre tiene el derecho a dejarse matar

    por la verdad. Sobre esta duda medit noche y da. Sus muchas ideas son, en

    resumen, el contenido de este pequeo tratado.

    [15]A

    1. La doctrina de la muerte y sacrificio de Jesucristo ha sido desde el principio del

    cristianismo, de siglo en siglo, objeto de contemplacin y de reflexin para miles y

    miles. Mi alma descansa completamente en la fe, se entiende completamente a s

    misma en la fe. Slo una duda me ha intranquilizado hace un tiempo, una duda que

    nunca he visto presentada por alguien que duda y que no he visto contestada por un

    1 Certeza absoluta, certidumbre. Vase, por ejemplo, Hb. 6, 11.

  • 19

    creyente. Esta duda versa as: puedo ciertamente comprender que l, el que ama,

    haya querido sacrificar Su vida, pero no comprendo que l, el que ama, haya dejado

    que los hombres se volvieran culpables de matarlo, que haya podido dejar que eso

    pasara; me parece que l por amor les debera haber impedido ese acto. Sin

    embargo, he tenido ya xito en descartar esta duda; el cmo lo quiero explicar aqu en

    el transcurso de mi exposicin, ya que esto est estrechamente relacionado con la

    solucin de mi problema.

    2. Lo que dicen los filsofos de la muerte y sacrificio de Cristo no merece

    consideracin alguna. Pues los filsofos no saben nada lo s; [16] ellos hacen lo que

    no saben, y no saben lo que hacen2.

    3. Con los dogmticos la cosa es otra. Ellos emergen desde la fe. Obran bien en

    esto; pero distinto es que no hablen sobre aquello en absoluto, que no reflexionen en

    absoluto esto es, pues, lo filosfico (philosophice) en el aire. Buscan siempre

    comprender cmo estn concentrados la justicia de Dios y el pecado de los hombres:

    el misterio de la reconciliacin. Pero nada de lo que puede ser dicho sobre esto

    implica la eliminacin de esta duda ma. La dogmtica da vueltas en torno al

    significado eterno de este hecho histrico y no realza ninguna dificultad respecto a

    ningn momento en su devenir histrico.

    4. La muerte y sacrifico de Jesucristo es, en tanto dogma, una circunstancia

    histrica. Por lo que se puede preguntar: cmo ocurri, cmo demonios fue posible

    que Cristo pudiera ser crucificado? Aqu contesta entonces la teologa que fue la

    impiedad de los judos. Sin embargo sta, aunque fuera en contra de Dios y a pesar de

    que debi ser considerada como carga para los culpables, sirvi en un sentido

    profundo a la intencin de Dios, y algo que es tambin a menudo olvidado es la

    decisin libre de Cristo. Se podran echar a andar libremente una variedad de

    consideraciones a este respecto, hechas comnmente para iluminar este hecho

    histrico, para hacerlo correctamente contemporneo, o, lo que es lo mismo, para

    2 Cf. Lc. 23, 34.

  • 20

    traer a la memoria su lado humano pues lo eterno, lo divino en esto, es algo

    firmemente contemporneo. Desde luego que esto puede hacerlo cada creyente. No

    obstante, es entendible que el creyente no quiera hacerlo de buena gana, porque la

    Santa Muerte tiene un significado completamente distinto para l. Por lo mismo se

    molesta al ocuparse de ella de esta manera, [17] y prefiere creer porque debe creer,

    ms que qu sinsentido! porque lo comprende. Aquellos, por el contrario, que

    tienen un deseo vano de realzarse a s mismos contra el mundo echando a andar tales

    reflexiones, en general no pueden hacerlo.

    a. Se podra preguntar entonces: cmo fue realmente posible que Cristo

    pudiera ser crucificado? Como respuesta se podra intentar mostrar que l, en tanto lo

    absoluto, deba hacer estallar la relatividad en que viven los hombres en tanto simples

    hombres. Su muerte fue entonces, entendida al modo griego, una terrible forma de

    defensa propia de la humanidad sufriente que no lo pudo aceptar como absoluto. Esta

    respuesta es, empero, imprudente y blasfemamente desacertada, en tanto oculta que la

    relatividad en la que viven los hombres es el pecado.

    b. Se podra preguntar: cmo fue posible que Cristo pudiera ser asesinado? l,

    el que en nada, de ninguna manera busc lo propio; cmo es posible que una fuerza

    cualquiera o cualquier hombre particular pudiera atropellarlo? Respuesta:

    precisamente por eso fue asesinado, porque no buscaba lo propio. Precisamente por

    eso se ensaaron con l ricos y pobres; pues de ellos, cada uno buscaba su propio

    provecho y quera que l formara una alianza con ellos en medio del egosmo. l fue

    crucificado exactamente por eso, porque era el amor, o llevado ms all, porque no

    quera ser egosta. Por eso vivi tambin como si hubiera debido transformarse en la

    manzana de la discordia tanto para ricos como para pobres, porque no quera

    pertenecer a ninguno de los dos opuestos, [18] sino que quera ser lo que era: la

    verdad, y, ms an, la verdad del amor. Los poderosos lo odiaban porque el pueblo lo

    que quera hacer rey3, y el pueblo lo odiaba porque no quera transformarse en rey.

    c. Se podra hacer notar derechamente que el hecho que l, en primera

    instancia, pareciera aspirar al poder real fue una razn para que pudiera ser

    crucificado. Ya que, como debe haber recta pasin en la relaciones de vida, y en la

    3 Cf. Mt. 21, 9.

  • 21

    pasin fuego, as tambin debe estar el tiro. Pero el tiro es un movimiento doble, el

    entrecruzamiento de dos corrientes de aire. En cuanto los judos haban puesto su

    atencin sobre l, quisieron hacerlo rey, y l pareci inclinarse al principio, por un

    momento, en esa direccin: pero eso se transform en el aguijn en la irritacin, se

    transform en sed de sangre en el frenetismo del odio cuando ya no quiso serlo. l era

    importante en grado sumo para sus contemporneos, ellos queran antes que todo ver

    en l al Mesas, queran casi imponerlo y ponerlo a la fuerza en el cargo; mas l no

    quera eso! Cristo era el Mesas, y sin embargo fue crucificado por los judos, y lo fue

    precisamente porque era el Mesas. l era tan significativo para su tiempo y para sus

    contemporneos que no se puede dejar esta arista sin considerar; no, aqu vali esto: o

    lo uno o lo otro, o amar u odiar. Los judos estaban tan obsesionados con que l deba

    ser el Mesas, que no pudieron soportar la idea de que no quisiera aceptar toda la

    grandeza ofrecida. Es decir, he aqu el conflicto universal entre dos posturas acerca de

    lo que se debe entender con el Mesas: la del instante y la de la eternidad. [19] In

    abstracto, Cristo es para todos el Mesas, y lo es siempre. Pero ahora viene el

    conflicto. El egosta y engredo pueblo quiere aprovecharse de l para su amor

    propio: Cristo debe ser el Mesas, pero hecho a la medida para el momento. Por as

    decirlo, al aflojar por un momento, encarna l esta idea de los dems, que se hace

    evidente; y ahora, ahora se pone ms de manifiesto que l, en el sentido de la

    eternidad, es el Mesas. Su poca consider por lo mismo, tan errante como era y

    furibunda en su error, furibunda por haberse decepcionado de l, furibunda porque

    haba querido volver rey a alguien que despreci este honor, furibunda porque estaba,

    en su propio sentido, de acuerdo en cunto lo necesitaba su poca consider la vida

    de Cristo indudablemente como una enorme soberbia. Por eso para muchos, en su

    impo error, sonaron como un castigo justo estas palabras: Dios mo, Dios mo, por

    qu me has abandonado?4 Sin embargo, todo esto atendido en relacin a la culpa de

    los judos, aclarndola como impiedad, hace que aqu no pueda tratarse de un

    malentendido comn, tomando en cuenta la clase de atencin con la que ellos haban

    considerado a Cristo. Por el contrario, ellos lo haban admirado, lo haban sealado,

    queran estar orgullosos de l para burlarse ahora aun ms, profundamente y ms que

    4 Mt. 27, 46; Mc. 15, 34 (Nota del traductor espaol).

  • 22

    cualquiera, de todos los dems pueblos si tan slo l hubiera querido servir a su

    ambicin! Esto quiere decir que ellos ya haban imaginado su superioridad infinita.

    Y, no obstante, no queran humillarse ante l ni aprender de l la verdad sobre el

    Mesas; queran ambiciosamente que les sirviera, [20] que obedeciera su voluntad

    para ah idolatrarlo en una idolatra que se habra convertido entonces, en un sentido

    distinto, en una egolatra, adulando su ambicin y habiendo hecho de l un invento

    propio. Esto quiere decir que ellos ya tenan suficientes exigencias de los sacerdotes y

    haban entendido lo suficiente como para poder comprenderlo cuando hubieran

    querido, pero no quisieron entenderlo. Un cosa es cuando una poca se ha mofado y

    ha perseguido a un hombre al que literalmente no puede comprender, por lo que debe

    considerarlo como loco. As, cuando sus contemporneos se mofaban de Coln, era

    porque no podan admitir de buena gana en sus cabezas que existiera todava otra

    parte de la tierra. Otra cosa muy distinta es cuando una poca comprende la enorme

    superioridad de un hombre, de manera que est loca por l, pero quiere

    descaradamente forzarlo (incluso cuando ocurre con adulacin) a que deba ser lo que

    ella quiere que sea en vez de rendirse ante l y aprender de l.

    d. Se podra mostrar, para aclarar este hecho histrico, cmo la situacin

    histrica, humanamente hablando, debi contribuir a que los judos se sublevaran

    contra Cristo. El patritica y religiosamente orgulloso pueblo gema unido en una

    despreciable servidumbre, ms y ms locamente orgulloso; aquel orgullo era el ms

    demente, el que oscila entre la egolatra y el desprecio a s mismos. El pueblo est en

    su declive; todos los nimos estn preocupados de los asuntos de la nacin; todo es

    poltica hasta la desesperacin. Y ahora l, el que hubiera podido ayudarlos, [21] l,

    el que ellos hubieran hecho rey, l, del que ellos haban esperado todo, l, el que, por

    as decirlo, estuvo momentneamente de acuerdo con el malentendido! Y ahora, que

    en este preciso instante, que en este instante exprese, que tan terrible y

    categricamente exprese que nada, nada tiene que ver con poltica, que su Reino no

    es de este mundo!5 Los cegados contemporneos debieron divisar, humanamente

    hablando, la ms terrible traicin a su nacin. Aquello fue como si Cristo hubiera

    elegido el contraste ms agudo, el contraste ms escandaloso para mostrar

    5 Jn. 18, 36.

  • 23

    propiamente lo eterno: el Reino de Dios en contraste con lo terrenal. Pues cuando la

    miseria terrenal, la existencia de un pueblo completo, del pueblo elegido por Dios,

    est en juego, cuando se trata de existir o no existir, entonces parece humanamente

    como si esta cuestin entrara prioritariamente en consideracin. El contraste no puede

    ser ms evidente. En los tiempos de paz de una tierra feliz el contraste de lo eterno

    con lo terrenal no es tan ntido. Decirle a un hombre rico que aspire primero al Reino

    de Dios es un suave discurso en comparacin con el fuerte y humanamente

    provocativo discurso de decirle a un hambriento que aspire primero al Reino de

    Dios6. Por lo tanto, eso fue humanamente una traicin a la poca, al pueblo, a la

    situacin del pueblo. Y por ello ofendi tan profundamente esta doble indirecta del

    orgulloso romano, de Pilatos: poner sobre la cruz la inscripcin el Rey de los

    judos. Oh, el orgulloso y desesperado pueblo haba deseado eso de un rey y l

    hubiera podido serlo. Por lo que ciertamente la sentencia se aplica de dos maneras:

    sobre l, el crucificado, a quien se llamaba rey, y sobre los judos [22] pues

    llamndole Rey de los judos7, se quiso mostrar al pueblo qu tan desgraciado y

    desvalido era.

    e. Se podra mostrar, para iluminar este hecho histrico, cmo la circunstancia,

    de la que se trata todo en el transcurso de tres aos8, contribuye, humanamente

    hablando, a motivar la muerte de Cristo. Con la prisa de la primera impresin de lo

    extraordinario (querer hacer a Cristo rey) el gnero humano se vuelca repentinamente

    al extremo opuesto: matarlo, lo que significa que desde la expresin indirecta hacia lo

    extraordinario el gnero humano se vuelca a la expresin inversa. Sin embargo, en

    cierto sentido la poca est tambin ntimamente ajustada con esta generacin que es

    azuzada hacia una actitud exaltada y sobreexcitada; falta, humanamente hablando,

    6 Mt. 6, 33. 7 Mt. 27, 37. 8 El cuarto evangelista, Juan, da cuenta de cinco visitas de Jess a Jerusaln con motivo de fiestas judas: en 2. 13 Pascua; en 5,1 Pascua y Purim; en 7,2 la fiesta de los Tabernculos; en 10, 22 la Dedicacin; en 12, 1 nuevamente Pascua; y, adicionalmente, en 6, 4 una fiesta de Pascua que se celebr en Galilea. La tres o cuatro fiestas de Pascua dan como resultado un periodo de al menos dos a tres aos, mientras que los tres primeros evangelistas, los sinpticos Mateo, Marcos y Lucas hablan slo de una fiesta de Pascua, denotando presumiblemente que la aparicin pblica de Jess dur menos de un ao. En el intento de determinar la duracin de la actividad pblica de Jess, los investigadores del Nuevo Testamento solan apegarse a los datos del evangelio de Juan; Kierkegaard sigue aqu la opinin general de su poca.

  • 24

    una pausa, en la que la progenie contenga la respiracin, una pausa entre el

    malentendido de que Cristo en sentido terrenal es el Mesas, y la comprensin de que

    Cristo es espritu y verdad. Si Cristo no hubiera sido la verdad, hubiera tratado bien a

    sus contemporneos, hubiera podido calmar en algo los nimos con la ayuda del

    engao exterior, con la mencionada pausa se hubiera desentendido, hubiera

    distribuido su vida en veinte aos, en vez de compactarla en tres si hubiera sido

    hombre, hubiera estado a lo mejor por un motivo diferente en apuros , entonces,

    humanamente hablando, tal vez no hubiera sido asesinado. En esta terrible fatiga,

    donde lo divino est cada da en la palestra, en esta terrible fatiga de aguantar el

    cambio de los opuestos humanos ms grandes posibles entre alzamiento y

    degradacin, en esta terrible fatiga de ser soportados tres aos de un tirn con la

    presin ms grande posible sin la ms mnima pausa: encontramos al gnero humano,

    con todo, como fuera de s mismo [23] y grita ahora: Crucificar! Crucificar!9

    f. No obstante, todas estas reflexiones quizs desvan mi atencin de la cuestin

    central: que l dijo de s mismo que es Dios. Esto es suficiente, aqu, donde sea y

    cuando sea, vale esto absolutamente: o esto o lo otro, o caer admirando o estar a favor

    de matarlo, o ser un monstruo en el cual no hay humanidad, que no puede ser alterado

    ni siquiera cuando un hombre quiere venderse como Dios.

    Aun con todo lo anterior, no he llegado todava a mis verdaderas dudas.

    5. Yo pregunto: cmo pudo el que ama tener el coraje de dejar a los hombres

    volverse tan culpables que cargaron con su asesinato sobre sus espaldas; no hubiera

    debido, en cualquier caso, en tanto el que ama, evitarlo y, entonces, tener que preferir

    condescender en algo, l, para el que hubiera sido lo suficientemente fcil, de

    quererlo, atraerlos en todo momento a su lado? Que en la confusin de la contienda

    un hombre pelea con otros hombres tenindolos por ms fuertes, lo que ellos en

    verdad son, y que por eso no piensa en absoluto en s mismo, sino solamente en

    defenderse: esto lo entiendo. Pero un hombre simplemente, cuando tiene la verdad de

    su lado y est consciente de ello, debe sentirse de tal grado fuerte, de tal grado ms

    fuerte frente a los miles y miles, que slo pelee con ellos de manera irreal, que toda su

    9 Mt. 27, 22.

  • 25

    oposicin slo le d pena, de tal modo que su sentimiento verdadero sea de

    preocupacin por ellos, de tal modo que l, amando, [24] vele de cualquier forma por

    lo mejor para ellos. Y ahora a l, al eternamente fuerte, qu puede haberle

    significado la oposicin de todos los hombres y el ataque? Puede haber estado

    preocupado slo un momento por s mismo? No debe nicamente haber estado

    preocupado por ellos, l, el que ama? Y as tambin, en la preocupacin del amor,

    no debe haber habido una instancia para preguntar si no era demasiado duro con

    ellos llevarlos al extremo de asesinarlo o si se poda excusarlos de algo tan horrendo?

    6. Sin embargo, no encuentro en esto ninguna dificultad para mi fe. Pues l no

    era simplemente el que ama, l era la verdad. Y para l, para el Santo, este mundo

    era el extremo, el culpable, el impo. Aqu, por tanto, no puede tratarse en ningn

    caso sobre alguna complacencia, sin que eo ipso sea una falsedad. As su muerte fue

    la reconciliacin, y proporciona por lo mismo el desagravio a la culpa de crucificarlo;

    su muerte tiene fuerza retroactiva; efectivamente, en un determinado sentido se debe

    decir que nadie se libra tan fcilmente de matar a un inocente como ahora los judos;

    Oh, amor eterno, su muerte es la reconciliacin por su muerte! Finalmente, l no fue

    simplemente un individuo particular, l se relaciona totalmente con todo el gnero

    humano, su muerte es la reconciliacin para todo el gnero humano; el destino del

    gnero humano entra en juego de inmediato en la relacin entre l y los judos.

    As entiendo esto, as me entiendo en la fe. Es como una colisin que bien debe

    haber formado parte de sus dolores ms grandes. Por amor [25] quiere morir la muerte

    de la reconciliacin; pero, para que l muera, el gnero humano contemporneo debe

    volverse culpable de un asesinato que era lo que l, el que ama, de una manera

    indescriptiblemente gustosa hubiera querido evitar: mas si lo hubiera evitado, al

    mismo tiempo se hubiera vuelto la reconciliacin imposible. Oh, y con cada paso se

    acercaba ms al objetivo de su vida: sufrir la muerte, con cada paso se acerca ms lo

    terrible: que el gnero humano contemporneo deba volverse de tal grado culpable. El

    gnero humano no era ms culpable de lo que ya era porque l era la verdad; sino

    que el pueblo era tan culpable como ya era en realidad pues l era la verdad; la

    culpa del gnero humano fue slo evidente con la verdad. Sobre el gnero humano

  • 26

    contemporneo bien se pueden usar las palabras de Cristo: pensis que esos

    galileos eran ms pecadores ()?10. El gnero humano contemporneo no fue ms

    culpable que cualquier otro; es la culpa del gnero humano la que aqu se hace

    manifiesta. l quiere su muerte; ahora bien, no es culpable de su muerte, porque los

    judos efectivamente lo mataron y, no obstante, quiere morir la muerte de la

    reconciliacin, y con este propsito vino al mundo. l tuvo en cada instante en su

    poder la posibilidad de evitar su muerte, no slo divinamente (con la ayuda de treinta

    legiones de ngeles11), sino tambin humanamente: ya que los judos queran con

    todas sus fuerzas ver en l al Mesas, por lo que tuvo hasta el ltimo instante esta

    oportunidad pero l es la verdad! l quiere su muerte, mas aqu no vale lo que es

    humano, lo que sera probar a Dios. Su decisin libre, querer morir, est en

    consonancia eterna con la voluntad del Padre [26]. Si un hombre cualquiera quiere su

    muerte, eso s significa probar a Dios, porque ningn hombre tiene derecho a

    atreverse a tal arreglo con l.

    7. As me entiendo a m mismo en la fe. Ante l me he inclinado venerando,

    como un hombre o como un gorrin o como menos que nada. S bien lo que hago y

    s que nunca me he inclinado ante ningn hombre. Mas me entiendo a m mismo en

    la fe. Y si una pequea muchacha, que viera en m la esencia de toda sabidura y

    profundidad posibles, me dijera: puedes comprenderla o comprender algo de ella,

    al menos en la abstraccin?. Yo le contestara: no, no, mi nia, no ms de lo que

    puede entenderme a m un gorrin. Creer es creer lo divino y lo humano juntos en

    Cristo. Comprenderlo es comprender humanamente su vida. Pero comprender

    humanamente su vida est tanto ms alejado de creer que cuando no se cree nada de

    ella, se pierde, porque su vida es lo que es para la fe: lo divino-humano. Yo puedo

    entenderme a m mismo en la fe; puedo entenderme a m mismo en la fe, en tanto que

    puedo comprender, an en un relativo malentendido de esta vida, el lado humano:

    pero no puedo comprender la fe o comprender a Cristo; puedo, ms bien, entender

    que esto de poder comprender totalmente su vida es lo ms absoluto, pero, al mismo

    tiempo, un blasfemo malentendido. Mira, si eso dependiera de la fortaleza corporal,

    10 Lc. 13, 2. Kierkegaard corta la cita sin mencionarlo estrictamente (Nota de la presente traduccin). 11 Mt. 26, 53.

  • 27

    entonces le pedira a Dios que me la diera; pero como esto no es as, [27] quisiera

    pedirle a Dios (y tengo derecho a prometerle que ella ser perdurada para un hombre

    de buena fe), que me d fortaleza espiritual para estrellar toda la vanagloria que

    quiera supuestamente comprenderlo, estrellarla o dejarla caer en la ignorancia, all

    donde yo mismo estoy en la adoracin.

    [28]B

    1. El cura, entendido colectivamente, predica sobre cada noble que ha ofrecido su

    vida por la verdad. En la regla, acepta de buena gana que a nadie que est en la iglesia

    se le podra ocurrir atreverse a algo as. Cuando se asegura cabalmente de eso a travs

    de su conocimiento como pastor de la parroquia, entonces recin predica; declama

    como es debido y se limpia el sudor. Si al da siguiente viniera hacia l uno de

    aquellos decididos hombres que no declaman, un callado, humilde, quizs poco

    vistoso hombre, que se presentara como alguien que el cura con su elocuencia haba

    entusiasmado, diciendo que se haba decidido a sacrificar su vida por la verdad; qu,

    entonces? Entonces de buena gana dira el cura bondadosamente: pero, Dios no lo

    quiera, cmo se le ocurre algo as?, viaje, divirtase, tmese un calmante. Y si este

    poco vistoso hombre, invariablemente callado, fijara humildemente su mirada sobre

    el cura y con esta mirada en l prendida insistiera en hablar de su decisin, mas con la

    expresin ms humilde, tal y como un hombre decidido hace: entonces el cura slo

    meditara este asunto cuando aquel hombre estuviera ya bien lejos. O, [29] en el

    caso de que fuera un cura diligente al que aquel hombre pudiera acudir, hablara ms

    bien seriamente con l, anhelara sacar a relucir a quien tiene delante y, si hallara

    sinceridad en l, entonces honrara su coraje. Pero mi problema todava no entra en

    discusin: tiene derecho un hombre a dejarse matar por la verdad? Como en un

    termmetro hay una escala de ms o menos, as tambin hay en lo dialctico una

    escala directa y una escala de la inversin. Sin embargo, rara vez o nunca se ve lo

    dialctico invertido en el pensamiento del hombre siendo usado sobre el actuar en la

    vida: no se llega al problema real. Los hombres conocen regularmente slo lo

    dialctico directo. A menudo he ledo grandes obras filosficas, he escuchado

  • 28

    lecciones de principio a fin; tambin me ha pasado, embebido en la lectura y en

    disertaciones, que se me ocurre de vez en cuando: sa es en efecto una maravillosa

    introduccin, cmo terminar el autor o el profesor? Con todo, lo que pasa despus

    es que el libro est terminado, la leccin pasada y la materia debe estar a la par

    completamente aclarada y agotada. Y yo, que crea que ahora al fin empezbamos, no

    puedo entender en lo ms mnimo lo que antes crea entender. Tambin ocurre en este

    caso. Se habla del coraje que est emparejado con sacrificar la vida en servicio a la

    verdad, se habla de todos los peligros, se deja a la mayora acobardarse ante ellos, [30]

    y slo l, el valiente, va adelante, va finalmente hacia el peligro de muerte; l ser

    admirado Amn!

    Y empiezo ahora, no con su muerte, que vendr recin despus, sino con la

    presuposicin de que, en lo que atae al coraje, todo tiene su ordenamiento y su

    veracidad. Ahora comienzo: tiene derecho un hombre a dejarse matar por la verdad?

    2. Cuando un hombre es muerto por la verdad, debe haber algunos que lo

    maten, esto est ciertamente claro. Mi presuposicin es esto no puede ser olvidado

    que l es asesinado en aras de la verdad. Puede haber en una poca un gobierno,

    uno espiritual o uno mundano, que haga eso; en otra poca, la masa. Puede pasar

    tambin segn el derecho y la ley; pero si es cierto lo que presupongo de que l fue

    muerto por la verdad, ayuda bien poco lo que tiene que ver con el derecho y la ley,

    porque qu son el derecho y la ley sin la verdad! Por tanto, aquellos que lo mataron

    cargan un asesinato sobre sus espaldas. Tengo derecho yo o tiene derecho un

    hombre a dejar a otros hacerse culpables de un asesinato por la verdad? Requiere mi

    deber con la verdad algo as o manda mi deber con mis prjimos ceder un poco?

    Qu tan lejos va mi deber con la verdad y que tan lejos va mi deber con los otros?

    La mayora no entiende absolutamente nada de lo que hablo. Ellos hablan, en

    relacin a un contemporneo, de la imprudencia que es atreverse a pelear con poderes

    que pueden matar a alguien; mas admiran sobremanera al fallecido que tuvo el coraje

    para hacerlo. Sin embargo, yo no hablo de ningn modo de eso. Supongo que est

    enteramente [31] en orden decir que lo que menos le falta a ese hombre es el coraje.

    No hablo de la imprudencia de atreverse a pelear con poderes que pueden matar a

  • 29

    alguien. Hablo de un poder completamente distinto, un poder que cuando mata, mata

    para siempre; hablo de un poder completamente distinto, con el que enfrentarse

    siempre es imprudente: hablo del poder de la responsabilidad: tiene derecho un

    hombre a ir tan lejos; tiene derecho, aun cuando tiene la razn y la verdad de su lado,

    tiene derecho a volver tan culpables a los dems; tiene derecho a cargarles a otros tal

    castigo? Es bastante fcil ver que, en el mismo instante en que ellos piensan en

    castigarlo matndolo, l los castiga horrorosamente dejndolos volverse culpables de

    su muerte. No hay casi comparacin entre el mnimo dolor de ser asesinado

    inocentemente, y entre el crimen de haber matado a un inocente que sufra por la

    verdad! la mayora piensa: para dejarse matar es necesaria fuerza, conlleva ser

    fuerte, tener el coraje pero no piensan en los asesinos. Incluso quien piensa

    considerablemente ms hondo que la mayora, un ironista, piensa con una audaz

    irona de la siguiente manera: en que me afecta ser asesinado? Esto afecta, 'en

    realidad', slo a los que me matan. Sin embargo, no hablo de esto, hablo de algo

    completamente distinto, que quizs exige ms fuerza y comprueba que alguien, con el

    coraje de dejarse matar, con la intrepidez de aquella profunda irona, se preocupa

    devotamente de los otros, quienes, cuando aqul debe ser [32] asesinado, se vuelven

    culpables matndolo. Yo hablo de esto: de poseer el coraje para dejarse matar y,

    entonces, en el temor y en el temblor estar preocupado por su responsabilidad. Es

    decir, si un hombre tiene realmente la verdad de su lado de manera categrica en

    relacin con los otros (y debe tenerla cuando se trata de dejarse matar por la verdad),

    es tambin de manera categrica el superior. Pero qu es la superioridad? Es, en el

    mismo grado en que se vuelva siempre ms grande, la ms y ms creciente

    responsabilidad. Por lo tanto, no es algo agradable ser el superior en la verdad: a eso

    no pertenece solamente ser el superior, sino tambin que se entienda que se es el

    superior. Y ambas cosas en la verdad!

    Entonces, tengo derecho yo, tiene derecho un hombre a dejarse matar por la

    verdad?

    3. Rara vez se le ocurre a un hombre ocuparse de pensar si est preparado para

    sacrificar su vida por la verdad. Por el contrario, cada uno ha escuchado y ledo

  • 30

    acerca de aquellos magnficos hombres que supuestamente sacrificaron su vida. Se

    considera, por tanto, slo lo pasado; de ah el razonamiento invertido. En general, es

    presumiblemente aceptado que todo ocurri as: un hombre ha expresado esta o

    aquella verdad, insolentemente, osadamente. No ha pensado en lo ms mnimo que

    ese discurso lo podra llevar a la muerte. Pero entonces, no se sabe cmo ocurre que

    repentinamente se encuentra al punto y es enjuiciado a muerte y muere por la

    verdad. Todo es circunstancia, mera circunstancia. Aqu no queda en absoluto espacio

    (lo que tambin corresponde con la responsabilidad) para [33] la libre colaboracin

    en la propia muerte, lo que sera un verdadero sacrificarse por la verdad. l, el

    asesinado, es slo el sufriente, mas no el que sufre voluntariamente en cada momento:

    aqul es el que desde el principio y luego paso a paso se conforma libremente con

    sufrir, a pesar de que en todo momento tiene el poder de evitarlo; aqul que tendra

    derecho incluso a sustraer o dispensar algo de la verdad, de tal modo que podra

    transformarse en objeto de admiracin. Con todo, la mayora no tiene ninguna

    representacin de lo que es la superioridad ni qu tipo de superioridad es tener la

    verdad de su lado, no tienen tampoco ninguna representacin de la libertad de la

    determinacin personal en el sufriente voluntario, a travs de la que aqul es

    colaborador en su propia muerte y le carga a otros sobre sus espaldas la culpa de

    matarlo. Se mantiene slo una relacin externa entre hombre y hombre: los otros lo

    matan. Pero nadie ha sido nunca sacrificado por la verdad. Si alguien ha sido

    sacrificado, (precisamente porque la libertad y la determinacin personal son

    inseparables del sacrificarse, y la responsabilidad es inseparable de la libertad y de la

    determinacin personal) ha entendido tambin que tena en su poder evitar su muerte

    y, por lo tanto, que llevaba la responsabilidad de hacer culpables a otros por ella.

    Aquello que absolutamente en lo ms mnimo ocupa a los hombres, es lo que

    me ocupa a m como nada: el principio del resto no me preocupo mucho, y en

    mucha menor medida de lo que simplemente se da. Slo me puedo ocupar de algo

    como contemporneo y debo, por tanto, preguntar: cmo lleg un hombre a

    comenzar con algo? Es ste el principio del que debo aprender. Slo puedo aclarar

    aquello que hizo este hombre y cmo lo hizo: [34] esto debo saberlo desde el

    comienzo; de lo que simplemente le ha pasado a un hombre no puedo saber nada.

  • 31

    Me imagino a un hombre que tiene igual cantidad de reflexin que de coraje y

    apasionamiento. Un hombre tal debe asegurarse desde el principio hacia dnde puede

    llevarlo esta capacidad. Debe entender que, cuando deba ocurrir, no ser su destino,

    sino que, si es muerto por la verdad, ser su eleccin. Debe tambin entender que

    tiene que ser un colaborador voluntario en su muerte; debe entender, en cuanto a la

    responsabilidad que lleva sobre s, dnde est incluido el cuestionamiento sobre su

    responsabilidad de hacer a otros culpables de su muerte. Y ante todo, debe haber un

    momento en su vida en el que se diga a s mismo: as llevo ya la decisin de lo

    verdadero an ms arriba, tan alto como es ella para m en la verdad, as me lleve a la

    muerte, as deba terminar esto ya con el gobierno, ya con el pueblo (en la medida que

    tenga que ver con alguno de estos dos poderes) matndome.

    He aqu el problema: tiene derecho a eso! La mayora difcilmente tendra ojos

    para ver esto. Aquellos buscaran, si se trata de un contemporneo, pelearse a muerte

    con l, ya que aguanta tan obstinado; pero si se trata de un fallecido hace ya tiempo,

    lo admiraran justamente porque aguant de forma tan tenaz. Yo pregunto: tiene l el

    derecho, tiene un hombre el derecho a dejarse matar por la verdad?

    4. l mismo es culpable de su muerte, as dicen los contemporneos de

    alguien que sacrifica su vida por la verdad. Esto es lo que me ocupa en este momento.

    [35] Un hombre ha sido asesinado, alguien ha cado de un andamiaje, etc. ms

    ninguno hasta ahora ha sacrificado su vida por la verdad sin que hubiese sido l

    mismo culpable de su muerte. Y, sin embargo, cuando ha sacrificado su vida por la

    verdad, ha sido, en el sentido ms puro, un inocente.

    Ahora bien, si es culpable de su propia muerte, entonces tambin tiene

    conciencia del delito que es hacer culpables a los otros y ahora pregunto: tengo

    derecho yo, tiene derecho un hombre a eso por la verdad? No es una crueldad para

    con los otros? La mayora ve con dificultad mi problema. Se habla de que sera cruel

    matarlo a l, al inocente pero yo pregunto: no fue cruel de parte de l o no es cruel

    de su parte para con los otros el dejar ir el asunto tan lejos que lo mataron o que lo

    maten?

  • 32

    5. Qu consigue un hombre siendo asesinado por la verdad o, para expresarlo a

    la manera de mi problema, dejando que los dems se vuelvan culpables de matarlo

    por la verdad? 1) Consigue, permaneciendo fiel a s mismo, cumplir con su deber

    absoluto para con la verdad. 2) Ulteriormente, consigue influir de forma inspiradora a

    travs de su muerte inocente y as ayudar a la verdad a conseguir la victoria. Es

    completamente cierto que cuando los hombres se endurecen contra la verdad no hay

    medio alguno que sea ms adecuado para volver a abrirles el camino que la creencia

    de que les est permitido matar a un testigo de la verdad! En el preciso instante en

    que la falsedad lo mata, se vuelve sta temerosa de s misma, de lo que ha hecho, [36]

    impotente por su victoria, que no es ms que su derrota. Se vuelve dbil al no poder

    enfrentarse ya ms con l, pues su mismo opositor era el que le daba fuerzas; en s

    misma no tiene poder alguno, lo que ahora se vuelve en el grado ms fuerte y ms

    irnicamente evidente, en tanto no sufri la derrota, sino que gan. As, en la victoria,

    se muestra cun impotente es la falsedad. Cuando alguien sufre una derrota, no se ve

    completamente cun dbil es, sino que se aprecia qu tan fuerte es el otro. Pero

    cuando alguien gana y, entonces, impotentemente se derrumba, se ve lo dbil que es

    y que ha sido y cun fuerte fue el otro, el que lo indujo a ganar de esa manera, el

    que se burl de aquel que gan, ya que fue aniquilado como si ninguna derrota lo

    hubiera podido aniquilar. 3) Finalmente, su muerte por la verdad quedara como un

    ejemplo inspirador para las generaciones siguientes.

    Ahora bien, para los que lo mataron o lo matan puede la muerte del testigo de

    la verdad provocar algo para borrar su culpa? Tiene la muerte del testigo de la

    verdad una fuerza retroactiva? No, aquella la tena slo la muerte de Cristo, pues l

    fue ms que un hombre, y se volvi hombre y muri por toda la humanidad. E incluso

    si la culpa de su muerte los ayudara a fijarse en la verdad: su culpa permanecera

    inalterada a pesar de eso, e inclusive aflorara con mayor seriedad. Tengo derecho a

    utilizar un medio de despertamiento tan violento, tan terrible? La mayora ve con

    dificultad el problema. Se habla de lo terrible que es utilizar la pena de muerte para

    presionar a un hombre a aceptar la verdad. Mas yo hablo de lo terrible que es dejar a

    un hombre o a una poca volverse culpable [37] de matarme, para, de esta manera,

  • 33

    inspirarlo o inspirarla a aceptar la verdad. Es esta ltima una operacin de mucha

    ms responsabilidad que la primera?

    6. Puede la verdad liberar de toda responsabilidad en relacin a la culpa de

    dejar a otros volverse culpables de matar a alguien por la verdad? S, por qu no. Sin

    embargo, (y ahora le doy a esta pregunta un uso distinto, ya que hasta ahora haba

    puesto en duda de este s), puede ser aceptado de m o de cualquier hombre, en

    relacin a los otros hombres, ser en tal grado dueo de la verdad? Ya que con Cristo

    la cosa era otra, l era la verdad12.

    Existe para un hombre, en relacin a los otros hombres en pugna , un deber

    absoluto frente a la verdad? En vez de contestar, se debe expresar la respuesta a

    travs de una nueva pregunta que, a su vez, da un nuevo giro a esta cuestin: tiene

    derecho un hombre, incluso cuando tiene la razn y la verdad de su lado, tiene

    derecho a dejar a otros volverse culpables de un asesinato (cfr. 2)? La pregunta dice:

    se puede aceptar de un hombre que est absolutamente en posesin de la verdad en

    relacin a otros hombres? Si no estoy en posesin absoluta de la verdad, llego a una

    contradiccin conmigo mismo si me creo con un deber absoluto para con la verdad.

    7. No obstante, puede el testigo de la verdad, cuando ve que ha llegado el

    momento de su muerte, callar. Tiene derecho a eso? No tiene para con la verdad el

    deber de hablar lo que tambin puede ser riesgoso? Por supuesto, la mayora

    entiende en relacin a esto lo opuesto [38] de lo que yo entiendo. Ellos entienden este

    lo que tambin puede ser riesgoso desde la disposicin de sacrificar la vida; yo

    entiendo en relacin a esto que debe ser riesgoso el dejar a los dems volverse

    culpables de un asesinato. Tiene derecho a callar? Y ahora seriamente, si se le obliga

    a hablar a pesar de que l sabe que la verdad, cuando la diga, se volver su muerte

    o, ms precisamente, provocar que los dems se vuelvan culpables de matarlo;

    tiene derecho, entonces, a decir una falsedad? Queda fuera de toda responsabilidad

    porque los otros lo obligaron a dejarlos volverse culpables de un asesinato?

    12 Jn. 14, 6.

  • 34

    8. Ahora bien, podra l, ya que tiene a los dems en su poder, hacer algo

    distinto desde el momento en que prev que su lucha debe terminar con su muerte.

    Los tiene en su poder: sta es la verdadera relacin. La mayora lo entiende de

    manera inversa, pensando a los dems como los fuertes que lo tienen en su poder;

    ahora bien, esto es un engao de los sentidos. La verdad es siempre lo ms fuerte. Y

    l los tiene justamente en su poder al ser capaz de presionarlos a matarlo: pues l, el

    libre, sabe que ellos, los presos, se encuentran de tal manera en poder de la falsedad

    que deben matarlo cuando les comunica as o as lo verdadero. Por lo tanto, podra

    hacer algo distinto, podra decirles: les pido y les imploro por todo lo que es sagrado

    que cedis. Yo no puedo hacer eso, a m me compromete la verdad, [39] me obliga la

    verdad es lo nico que me obliga. Mas veo que esto se vuelve mi muerte, veo que

    me vuelvo culpable de la culpa de matarme que hago caer sobre ustedes. Y de sta,

    mi culpa, quiero pedir, quiero encarecidamente suplicar ser libre; porque a ella le

    temo no a la muerte!. Con todo, si no le pueden entender, es irreprensible si los

    dejara volverse culpables? O podra decir: dejo sobre ustedes la responsabilidad

    por la culpa que en cierta forma recibo al dejarlos volverse culpables por mi muerte.

    No necesita arrepentirse de nada?

    9. Entonces: si no le pudieran entender. O puede un hombre decir: no

    quieren entenderme? Pues esto pudo decir Cristo. Frente a l, el Santo, la verdad,

    estaba el opuesto, la impiedad. Todava ms, l fue el dios y vio en los corazones,

    supo a la vez cun grande era su culpa, l, ante el cual nada estaba escondido, l

    supo que aquellos no lo queran entender, de tal manera que la culpa, de la que se

    hicieron evidentemente culpables, siempre correspondi justamente con la culpa en la

    que ellos ya vivan. Mas, tiene derecho un hombre en relacin a los otros hombres,

    cuando el extremo de dejarse matar est en juego, tiene derecho a decir: ellos no

    quieren entenderme, su malentendido es impiedad? Aquello no puede hacerlo de

    modo alguno ningn hombre; no obstante, no se puede saber con determinacin que

    el motivo de la oposicin de los dems es el hecho que no quieran entenderlo. Por

    tanto, tiene derecho un hombre a decir, cuando la cuestin ha llegado hasta lo ms

  • 35

    extremo que es que otros se vuelvan culpables de matarlo: ellos no me quieren

    entender? [40]

    O no es lo dialctico en la relacin entre hombre y hombre tan relativo, ya que

    ningn hombre es lo absoluto, como para que la consideracin [de los dems] mate?

    Cmo para que el peligro de ser asesinado en aras de la verdad se vuelva una

    interpelacin para el testigo de la verdad a comprobarse a s mismo que tiene la

    verdad de su lado? Los dems, los que lo quieren matar, no pueden estar en relacin

    a la verdad en tanto hombres absolutamente separados de l! No debera interrumpir

    en cualquier caso el ataque y utilizar cada medio permitido para atraer a los dems a

    la verdad? No obstante, cuando eso falla, tal como cuando la clemencia cae en

    medio del calor de la pugna cual aceite en el fuego, el intento de la redencin es lo

    que en grado sumo subleva - qu, entonces?

    Es todo error una ignorancia o hay algn error que sea pecado? Y, de ser as,

    corre tambin en la relacin entre hombre y hombre? Pues lo que es pecado en la

    relacin del hombre con Cristo es algo totalmente diferente.

    Lo falso en Scrates fue que era irnico, que no tena idea alguna

    (naturalmente!) del amor cristiano, que precisamente es reconocido en el cuidado por

    la responsabilidad, de la responsabilidad en relacin a los dems, mientras que l no

    pensaba en tener ni una sola responsabilidad por sus contemporneos, sino que slo

    por la verdad y por s mismo. Por esto era correcto que en lo socrtico el pecado fuera

    ignorancia, pues l, siendo griego, pensaba slo en la relacin entre hombre y

    hombre. Cristianamente, [41] la relacin es entre Dios y el hombre, por lo que el error

    es el pecado. No obstante, vale esto cristiano en la relacin entre hombre y hombre?

    Y si no vale, si en la relacin entre hombre y hombre todo error es ignorancia, tengo

    derecho a dejar a otro volverse culpable por matarme en aras de la verdad; no

    significa eso castigar muy duramente la ignorancia?

    10. El cristianismo ensea que el mundo es malvado; como cristiano creo eso.

    Sin embargo, no es eso demasiado elevado para aplicarlo a la relacin entre hombre

    y hombre? Ocupado con mi idea ms preciada (la de sacrificar mi vida) me he

    entregado al esfuerzo de llegar a conformar un juicio justo sobre los hombres. Mi

  • 36

    resultado es el siguiente: que todo hombre es bondadoso cuando est solo o cuando se

    tiene el permiso para hablar a solas con l. Tan pronto como se transforma en

    multitud, sobreviene el horror oh, ni el ms terrible de los tiranos ha actuado tan

    horrorosamente como la multitud, como la multitud horrorosamente alterada! Cristo,

    empero, no estaba en la relacin del hombre particular con los otros, sino que

    esencialmente con el gnero humano como un todo.

    Ahora bien, surge aqu una irregularidad en relacin a la imputacin de la culpa.

    Ciertamente se ve como si la multitud, este fantasma, esto abstracto, pudiera

    volverse culpable de aquello de lo que no era culpable ninguno de los individuos de

    los que estaba compuesta esta multitud. Pero atribuirle algo a la multitud es

    una ridiculez, como si se quisiera declarar culpable al viento. Por eso no me ayudara

    en nada pensar a la multitud como culpable y a los individuos como inocentes,

    entendiendo que yo, si bien soy humano, [42] tendra derecho a decir que la

    multitud pec contra m, pero no los individuos, porque ellos simplemente estaban

    confundidos. ste no es el caso en relacin a Cristo, pues cada individuo en la

    multitud que pec contra l; cada individuo contra l.

    Tengo derecho yo, un hombre que pertenece a este mundo malvado, a decir

    que el mundo en relacin a m es pernicioso, es decir, que yo soy puro y santo? Si no,

    entonces esto es as lo hubiera dicho una ilusin ridcula. Con todo, ms

    correctamente dicho, es una blasfemia llegar tan lejos como para dejarse matar por la

    verdad.

    11. O quizs la cosa se desarrolla as: cada vez que un hombre es asesinado por

    la verdad, significa que la verdad se ha vuelto dialctica. Esto quiero investigar ahora;

    adems quiero cuidarme de no ser majadero, de no hablar de aquello que ya est

    pasado y visto, sino que de lo presente. Por tanto, aquellos que lo matan o (de forma

    futura) que deban matarlo, siguen su concepto de verdad y tienen en este sentido

    razn de matarlo. Pero cuando tienen derecho a matarlo, no es un asesinato por el

    cual se hacen culpables, no cargan con un asesinato sobre sus espaldas. Por otro lado,

    aquel que es muerto por la verdad debe poseer realmente la verdad, puesto que la

    verdad es el prerrequisito por el que se es asesinado. Qu significa esto? Que se

  • 37

    vuelve la verdad misma un algo indeterminado, suspendido, cuando no consta ni una

    vez que sea un asesinato matar a un inocente, sino que hay casos donde no es as, [43]

    donde matar a un inocente con premeditacin y deliberacin no es un asesinato, casos

    donde el asesinado por la verdad es asesinado, estando los asesinos no en la falsedad,

    sino que tambin en la verdad.

    Y si esto fuera as, mi problema permanecera igual: tengo derecho a dejarme

    matar por la verdad, es decir, tengo derecho, dado el caso que los otros no cargaran

    con ningn asesinato sobre sus espaldas, tengo derecho (lo que ciertamente se infiere

    de esta suposicin) a suponer que en relacin a la verdad estoy tan alejado de los

    otros hombres, tan alto sobre ellos, tan adelantado de ellos, que casi ningn

    parentesco queda entre nosotros? Pues la expresin para el parentesco es: que ellos

    cargan con un asesinato sobre sus espaldas; la otra explicacin los hace ms cercanos

    a aquello que representan los nios en relacin a los adultos.

    12. Pero incluso cuando los contemporneos pudieran matar a un hombre por la

    verdad sin cargar con un asesinato sobre sus espaldas en virtud de su ignorancia:

    aqul, el asesinado, debe, a pesar de eso, considerarlo como un asesinato. Incluso si

    sus contemporneos son absueltos en el tribunal de la eternidad por el mismo motivo

    de la ignorancia: de todas formas debe aqul, segn su percepcin de la verdad,

    considerar lo que le hicieron como un asesinato. Pero, no obstante todo esto,

    permanece para l la responsabilidad, pues su responsabilidad se determina a travs

    de su percepcin de la verdad. En poco lo pueden ayudar en su preocupacin por su

    responsabilidad aquellos que, segn su percepcin, son culpables de un asesinato,

    pero que se tienen a s mismos por inocentes atendiendo a su propia percepcin, a

    pesar [44] de haberlo matado. En su responsabilidad, segn su comprensin, l tiene

    que rendirle cuentas a Dios por dejar a otros volverse culpables de un hecho que l

    mismo considera como un asesinato.

    Esto quiere decir: si vuelve inocentes a los culpables el hecho de que no

    pudieron entender al asesinado de la mejor manera, de tal forma que agrava la

    responsabilidad de ste por dejarlos volverse culpables de un asesinato, parece como

    si la nica salida para evitar la colisin fuera la del suicidio. No sera cruel a ms no

  • 38

    poder dejar que necios hombres se volvieran culpables de matar a alguien porque no

    lo pudieron entender, por algo en lo que incluso pensaban tener razn?

    Y si sucedi todo porque no quisieron entenderlo? Esto ya me lo contest una

    vez: tiene derecho un hombre en relacin con otros hombres a sentirse tan puro que

    tenga licencia para llamarlos pecadores en relacin a l, en vez de que l, al igual

    ellos, sea un pecador delante de Dios? No tiene derecho, por lo que no tiene derecho

    tampoco a dejar que ellos se vuelvan culpables de matarlo por la verdad.

    Entonces, tiene derecho un hombre a dejarse matar por la verdad?

    [45]C

    1. Entre las muchas ridiculeces en estos tiempos insensatos es esta expresin quizs

    de lo ms ridculo: que en toda la profunda sabidura circundante se anuncie con

    seriedad y se oiga con admiracin que en nuestra poca nadie se puede volver mrtir,

    ya que nuestra poca no tiene la fuerza suficiente para convertir a alguien en mrtir.

    Se equivocan! No es la poca la que debe tener la fuerza para matar a alguien o para

    hacerlo mrtir; es el mrtir, el futuro mrtir, el que debe tener la fuerza para darle a la

    poca la pasin (la pasin de la irritacin) para matarlo. As es el asunto. Sin esta

    superioridad nadie se vuelve propia y esencialmente mrtir, aun cuando sacrifica su

    vida, ni incluso cuando pelea y pierde. La verdadera superioridad tiene siempre dos

    labores: provocar la oposicin apasionada y no dejarse amedrentar por la pasin que

    uno mismo ha provocado. Cuando un predicador debe ser asesinado, no es la poca la

    que lo mata a travs de su propia fuerza, sino que es l mismo, golpeando punitiva y

    enrgicamente, quien da a la poca la pasin para devolver el golpe. Digamos que la

    poca est adormilada: un tipo as la volver rpidamente apasionada [46]. Sin

    embargo, tal predicador sera desde luego una rareza en una poca donde todos son

    iguales. Como cuando un estudiante que debe recibir un castigo, y sin que el profesor

    se d cuenta, se pone una toalla dentro del jubn, de manera tal que no siente la

    azotaina: as es un predicador hoy en da y por una buena razn secunda a la

    comunidad, para sustituir al personaje que es castigado para edificacin, para

    satisfaccin y para gusto de la comunidad. Por una buena razn; pues en aquel caso

  • 39

    del estudiante, no hay ningn peligro unido a ser el profesor que lo golpea. No

    obstante, ser en verdad un predicador (ciertamente aqu el concepto se trasmuta!)

    significa no tanto golpear como ser golpeado, o golpear, de tal manera que se sea

    siempre golpeado de vuelta; mientras ms golpes reciba el predicador, tanto ms

    excelente es. Por eso nadie se atreve a ser un verdadero predicador o por eso no se

    atreve el que se hace llamar tal a golpear de manera efectiva, porque sabe con

    precisin y comprende muy bien que no son nios los que tiene delante, sino que los

    que debe golpear son por mucho ms fuertes, y son los que realmente devuelven el

    golpe, y los que quizs lo lleguen a matar; por lo tanto, ser un gran predicador

    significa ser asesinado. Un as llamado predicador, por el contrario, slo golpea sobre

    el plpito y manotea en el aire, lo que evidentemente no le da la pasin a la poca

    para matarlo. De esta manera alcanza su ridcula meta de ser el ms ridculo de todos

    los monstruos: un predicador que es honorado y considerado, y que es saludado con

    aclamacin.

    [47]2. Si un hombre tiene talento psicolgico y tiene el coraje para utilizar el

    medio correcto, nada es ms fcil para l que dar a algn otro hombre las fuerzas, al

    menos las de la irritacin. Para cuntos entre los contemporneos de Scrates era

    comn que, segn l cuenta, podan irritarse tanto que de firme lo queran morder

    cada vez que los haca quedar como tontos13. Incluso a la mujer ms boba se le

    pueden dar las fuerzas de la irritacin, de manera tal que mate a alguien. Si ser mrtir

    slo consistiera en ser asesinado, se podra uno volver mrtir en cualquier poca: en

    cierto sentido nada es ms fcil; todo este asunto se deja ordenar muy bien de manera

    sistemtica. Ahora bien, aqul que debe morir tiene que poder entregar a su poca la

    fuerza de la irritacin. Por lo tanto, si viera a un hombre que hasta este momento es

    completamente desconocido para su poca, que se precipita diciendo de que quiere

    sacrificar su vida, que quiere dejarse matar: estara tranquilo (pues estoy

    acostumbrado a tratar con tales pensadores, de tal manera que nunca estoy ms

    tranquilo que cuando estoy con ellos), tranquilo como un cambista que serenamente

    13Platn, Teeteto, 151 C. Cf. SV, IV, 214, donde Kierkegaard hace la misma referencia en Migajas filosficas.

  • 40

    contempla la estampilla sobre un billete de banco, para ver si es verdadera as yo lo

    pesquisara tranquilamente. Un hombre tal no provocara nunca el ser asesinado por

    su poca, incluso si tuviera realmente el coraje y estuviera dispuesto a morir. No

    conoce el secreto; piensa abiertamente que la poca, en tanto ms fuerte, es la que

    debe llevar todo a cabo, en vez de que l se ponga de tal grado por sobre la poca que

    no deje que ella, apasionadamente, haga todo por s misma ni se acerque a pedirle que

    le conceda el martirio, sino que, libremente, la presione a matarlo. Los juristas [48]

    cuidan no usar la pena de muerte cuando alguien, debido al hasto de vivir, desea la

    muerte14; y siempre es as de inteligente una poca; qu clase de gusto podra sentir

    al matarlo!

    3. Consiguientemente, un hombre as no presiona a su poca a matarlo. No, si

    quieres eso, debes comportarte de manera distinta. Primero conoce bien a tu poca, en

    especial sus errores, su pasin, sus aspiraciones, lo que ella realmente querra si

    tuviera que preocuparse por s misma. Si ests correctamente instruido en este

    sentido, entonces expresa lo oscuro que acecha en la poca, entusiasmadamente,

    prestamente, arrebatadamente, fervorosamente. Para eso debes tener las fuerzas y las

    condiciones previas. Lo que pasa es del todo sencillo: lo que pasa es que la poca se

    enamorar de tus expresiones te transformars en la admiracin de la poca. ste es

    el primer paso para ser asesinado; ahora es preciso cambiar la orientacin, tan

    categricamente como un repelente, y vers que la poca contrae la pasin, que

    pronto estar en llamas. Si alguien debe volverse mrtir, debe, primero que todo,

    haber sido la admiracin de su poca, de otra manera no rompera con ella; debe

    haber estado de tal forma puesto que haya tenido en su poder el