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1 Diagnóstico de los trastornos mentales y el reconocimiento del sujeto Leidy Johana López C. Asesora: Leonor Cecilia Pinto Artículo presentado como trabajo de grado para optar el título de Psicólogo Universidad De San Buenaventura Cali Facultad de Psicología Santiago de Cali 2014

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Diagnóstico de los trastornos mentales y el reconocimiento

del sujeto

Leidy Johana López C.

Asesora: Leonor Cecilia Pinto

Artículo presentado como trabajo de grado para optar el título de Psicólogo

Universidad De San Buenaventura Cali

Facultad de Psicología

Santiago de Cali

2014

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Diagnóstico de los trastornos mentales y el reconocimiento del

sujeto

“… Si seguimos así, sustituyendo realidades por conceptos, podemos enseñorearnos de todo pero ese todo

carecerá de…. Realidad”

María Zambrano

Resumen

El presente artículo expone, a partir de un estudio de caso, la implicación que tiene en

diagnóstico que se le asigna al “otro” denominado loco, anormal, diferente; en el reconocimiento

como sujeto; en la sociedad de la cual hace parte y en particular de quienes se suponen portan el

conocimiento y el discurso científico. En este sentido, contribuye a develar que la relación que se

establece con el “otro” señalado como enfermo mental no es en la alteridad y que ésta deviene no

precisamente de la objetividad de la ciencia, sino del modelo educativo en el que nos formamos

para y con la sociedad. Por último el estudio de caso permite un acercamiento y un

reconocimiento del sujeto a través de su discurso, pero no con la finalidad de categorizar y

diagnosticar, sino de comprender qué es realmente lo que vive una persona en condición de lo

que se ha establecido como enfermedad mental.

Palabras clave: diagnóstico, enfermedad mental, alteridad.

Abstract

The present article exposes, from a study of case, the implication that has in diagnosis that

madman assigns to "other one" named, abnormal, differently; in the recognition like subject; in

the company of which it does part and especially of whom they are supposed they carry the

knowledge and the scientific speech. In this respect, he contributes to develar that the relation

that is established by "other one" indicated as mental patient is not in the alteridad and that this

one develops not precisely of the objectivity of the science, but of the educational model in that

we are formed for and with the company. Finally the study of case allows an approximation and

a recognition of the subject across his speech, but not with the purpose of categorizing and

diagnosing, but of understanding what is really through what a person lives in condition of what

has been established as mental illness.

Words fix: diagnosis, mental illness, alteridad.

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Introducción

La psicología y la psiquiatría son disciplinas dedicadas a la salud mental, por lo tanto, ambas

se ocupan del bienestar de la persona a nivel mental; cada una tiene su objeto de estudio y por

ende su propia metodología que determina el abordaje que se lleva a cabo con cada sujeto.

A partir de esta premisa, cabe preguntarse qué tipo de vínculo se forja en una relación que de

entrada supone a otro en condición de desigualdad, de inestabilidad y que ignora lo que le

sucede. ¿Cómo es concebido el “otro” a quien se le asigna un diagnóstico en el campo de la

psiquiatría? ¿Se le reconoce como otro diferente, a partir de la enfermedad que se ha

determinado que porta?, o ¿cómo una condición singular como cualquier otra? y ¿y de qué

manera la persona percibe y da cuenta de la propia condición?

Es quizás aquella condición, lo que lleva a ubicarlo en la cultura como el “loco”, “anormal”;

categorías que se han construido a lo largo de la historia y que aún preexisten, aunque en

algunos momentos tanto históricos como geográficos surjan algunas variaciones.

En ese lugar qué aparentemente se le ha asignado a ese “otro” en condición de enfermedad

mental, ¿qué impacto tiene el diagnóstico que se emite por parte de los profesionales en salud

mental para la persona ¿Cómo saber sí el conocimiento que imparte la ciencia es suficiente para

comprender la condición de cada sujeto diagnosticado con algún trastorno mental? ¿Cómo

alcanzar está comprensión si se lo ubica en el plano del “otro”, del enfermo mental y no en una

persona con una condición particular en su existencia?

Es entonces preciso cuestionarse, si conocer la patología, es suficiente para comprender a la

persona que se encuentra detrás de ese diagnóstico. ¿La aproximación que se hace, es a la

enfermedad, al diagnóstico o la persona?, ¿Por qué enfatizar en una enfermedad que es

presentada como incurable? ¿Es necesario el control sobre ella? ¿Por qué? y ¿para quién?, ¿De

qué manera existe el “otro”, como persona o como un otro equiparable a manifestación de signos

y síntomas?.

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La invitación aquí, consiste en detenerse a repensar, sí el “otro” en condición de enfermedad

mental tiene algo que decir sobre su vida, de cómo la vive y la incluye en la trama de su vida,

¿Conocer de qué manera quiere o desea ser escuchado?, ¿Por qué, no preguntarse si tiene algo

que contar, que para sí mismo este dotado de sentido?, entender las necesidades que tienen, a

partir de ellos mismos, como “otro” igual a nosotros que tienen una voz y es escuchada. ¿Por qué

no vincular su conocimiento, su saber, su sentir, para saber de qué manera asumen su existencia

y así posibilitar que su lugar sea del “otro” igual a “nosotros”, dando paso a un conocimiento y

comprensión de la persona más que un diagnóstico?.

En esta línea, resulta para la psicología importante este estudio, ya que como disciplina de las

ciencias humanas, es importante razonar acerca del lugar del “otro”, esa relación de alteridad que

en el área de la salud mental no deviene sola, sino de un componente social que se legitima y

entra implícitamente en la relación médico-paciente. Desde esta perspectiva podría pensarse que

el lugar del “otro”, como otredad, es esencial para comprender y buscar alternativas para la crisis

que atraviesa la humanidad en todas las esferas sociales, aunque este estudio se centre

específicamente en el área de la salud mental, es decir, en el reconocimiento del sujeto

diagnosticado con algún trastorno mental que finalmente se concibe como enfermo mental. En

este sentido, Eskliar (2008) refiere:

¿Qué otra cosa podríamos hacer sino poner en cuestión los modos de relación que habitamos y

nos habitan? ¿No será qué vivir consiste en bien-decir y mal-decir aquello que nos pasa con los

demás, entre los demás? ¿Y cómo hacer para responder a esta cuestión si lo primero que sentimos

es ese inhóspito espacio de cotidiana in-comunión, la amargura extrema por la indiferencia y,

también, la insistencia de una comunión tan forzada como forzosa?. (p.1)

En el marco de lo que anuncia este autor, se reconoce la importancia que tiene el detenerse a

pensar en la “relación” que opera en la época, la cual se circunscribe en la indiferencia, en la

enajenación y como el mismo lo infiere pareciera normal que uno contase solo con uno mismo.

Es de esta manera como se impone el individualismo como valor contemporáneo, dejando de

lado lo comunitario, la solidaridad, y el bien común, sin importar la condición o situación del

sujeto, denominado: enfermo mental, discapacitado, desplazado, etc.

Entrar a repensar este asunto con relación al “otro” enfermo mental, conlleva a cuestionarse

en qué momento la diferencia se instituyó como problema, y como elemento central para

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determinar su subalternidad, ¿De qué manera se legitimó? y ¿Cómo nosotros hemos contribuido

a su permanencia? y hasta qué punto seremos indiferentes con esta cuestión que nos atañe a

todos, como sociedad: padres, hijos, esposos, educadores, profesionales.

A nivel profesional y personal, es relevante para quien y para qué se trabaja en salud mental,

reconocer que está implícito en ese lugar que se le asigna a ese “otro” y en la relación que se

establece de alteridad, en donde finalmente de ese “otro” diferente no se reconoce, pues su

posición no lo permite, más allá de un diagnóstico, además posibilita un acercamiento al origen

de esta relación, dejando visible un camino que seguir, para trabajar en ello de manera crítica

donde el objetivo sea el bien común.

El interés particular que se tiene sobre este estudio, es develar el discurso del otro, en su

condición de “enfermo mental”, pero trascendiendo dicho diagnóstico, para efectuar una

aproximación a su condición subjetiva. Se procura abordar aquello de lo cual poco se habla, y

que al parecer carece de sentido; es intentar comprender y saber qué piensa, qué cree, qué

sugiere, para sí misma y para personas que se encuentran en circunstancias iguales, es decir,

diagnosticadas con algún trastorno mental. Se trata entonces de un acercamiento, no a la

enfermedad mental, sino a la persona, es escuchar y a su vez recuperar la voz de ese “otro” de

manera distinta a la convencional, es reconocerlo como “otro” pero en la alteridad, en dónde la

diferencia no se constituye como problema sino como elemento constitutivo de la condición

humana.

Para tal efecto se realizó un estudio de caso, que pretende ahondar en la vida de un sujeto a

través de su discurso. En este sentido, se retoman sus relatos autobiográficos (Larrosa, citado por

Gutiérrez 2010): La experiencia es lo que nos pasa, y el relato es uno de los modos privilegiados

como tratamos de dar un sentido narrativo a eso que nos pasa, y el sujeto de la experiencia,

convertido en sujeto del relato, es el autor, el narrador y el personaje principal de esa trama de

sentido o de sin sentido que construimos con nuestra vida y que, al mismo tiempo, nos construye.

Gutiérrez (2010) afirma:

Relato personal oral o escrito es un recurso idóneo para encontrarse consigo mismo, conocerse y

comprenderse, para poner en juego un proyecto de desarrollo personal que involucra no sólo la

propia vida, sino la de los demás. En esa asociación memoria-escritura-oralidad, la autobiografía

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representa una forma de re-construir la identidad a partir de las reflexiones que realiza el narrador

sobre su vida, como sujeto que interactúa en una determinada cultura. (p.365)1

En esta medida, se consideró pertinente para este estudio, que tiene como fin un

reconocimiento de la persona en condición de “enfermedad mental”, es decir, develar su

condición como persona más que como objeto de estudio para la comprensión de la misma. Es

reconocer a ese otro en su alteridad, y para ello se hizo necesario darle un lugar, a partir de sí

mismo, como ser y no como manifestación de síntomas.

Esta pretensión deja en evidencia el cuestionamiento que se hace en la actualidad a las

prácticas que se llevan a cabo en el campo de la salud mental, y que ponen en discusión a favor

de qué y de quién opera la ciencia, y quienes la encarnan. De esta manera se alcanza a entrever

como se anula el “otro” como sujeto debido a su condición o denominación. Razón por la cual se

abandona el discurso científico que presenta al “otro” enfermo mental, como si este, no tuviese

que decir algo en relación así mismo, sobre su condición y todo aquello que le acontece. Desde

esta perspectiva se busca cerrar la brecha entre los “otros” y “nosotros” reconociéndoles como

sujetos, estableciendo así una relación con el “otro” en la alteridad.

Historia de la locura

El término de enfermedad mental, utilizado para categorizar a quienes parecen no estar dentro

de los parámetros que establecen la normalidad; supone inmediatamente la existencia de un

conocimiento que ampara dicho calificativo para denominar al “otro” como enfermo mental. La

historia de la psiquiatría, da a conocer que este conocimiento se ha asentado en los saberes

propios de cada cultura, de cada época, en nombre de la religión y la ciencia. La enfermedad

mental estaba asociada a la concepción animista y mágica, consideraban que eran producidas por

espíritus, o por seres sobrenaturales que robaban el alma, se concebía los demonios como los

1 Gutiérrez, M. (2010) Relato autobiográfico y subjetividad: una construcción narrativa de la identidad personal.

Educere. Investigación arbitraria, (49), 361-370

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causantes de los delirios y las alucinaciones que a su vez eran los signos de hechizamiento,

brujería o posesión diabólica, el cual era tratado por la autoridad civil y religiosa.

Desde esta representación, se planteaba el tratamiento, este consistía en rituales, y curación a

través de médicos brujos o chamanes. La separación enfermedad mental-religión surge a partir

de los aportes realizados por Hipócrates (460-355 A.C) con sus descubrimientos sobre la teoría

de los humores (sangre, bilis negra, bilis amarilla), en una época en que la denominada

enfermedad mental era concebida de manera diversa.

Cabe preguntarse qué tan misteriosa es la mente, y como la búsqueda del ser humano en

comprenderla y definirla ha suscitado varios caminos y controversias, que finalmente ha

conducido al “otro” denominado enfermo mental a condiciones no propias de lo humano a causa

de una manera particular de existir, trayendo como consecuencias prácticas inhumanas como la

muerte de miles de enfermos mentales en la hoguera, y el encierro en hospitales que eran

bodegas para guardar los “locos” y a veces encadenarlos y castigarlos (Gonzáles, 2010)2.

Es a partir de ese momento que se denomina enfermedad mental a la condición de aquellos

que no son iguales a los otros, los “normales” a quienes hasta ese momento eran considerados

perturbadores del orden. ¿Es necesario categorizar la condición de lo humano, incluso como

enfermedad, para legitimarlo dentro de lo que asentamos como normal?.

A través de la historia pareciera encontrarse un panorama poco favorable, para quienes se

consideran “están enfermos de la mente”, pues, los diferentes saberes en relación a lo que se ha

designado enfermedad mental, a través de la religión, las diferentes culturas, y la ciencia misma,

ha determinado una representación del “otro” que ha conllevado finalmente a la exclusión, y a

prácticas inhumanas, rehusando a pensar que dicha condición puede ser la manera en que el

sujeto ha configurado su existencia, en tanto ser único e histórico, remitiéndolo a lo meramente

biológico, como si esa manera particular de ser y existir, le despojara de su condición humana.

2 Gonzales, A. (2010). Historia de la psiquiatría. En Toro, Yepes & Palacio (Ed.), Fundamentos

de medicina – psiquiatría (pp 1-7). Medellín: Corporación para investigaciones biológicas.

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Crítica a la nominación de enfermedad mental

La ratificación de la enfermedad mental a partir del conocimiento que imparten las ciencias

que delimitan su objeto de estudio, ha separado el cuerpo y la mente y, esto conduce a objetar

¿Qué significa o qué debería comprender la división entre la salud mental y la salud física?

¿Cuáles han sido las dificultades en la distinción entre lo mental y lo físico?

En torno a esto Foucault (1984) afirma: “Pero podemos preguntarnos si acaso la dificultad

proviene del hecho de que damos el mismo sentido a las nociones de enfermedad, síntoma y

etiología en patología mental y en patología orgánica” (p.9)3.

En esta línea Foucault (1984) afirma:

Si ha habido, pues, paralelismo entre la patología mental y la patología orgánica no es solo en

función de cierta idea de la unidad humana y del paralelismo psicofisiológico, sino también por

la presencia en ambas de esos dos postulados concernientes a la naturaleza de la enfermedad. Si

definimos la enfermedad mental con los mismos, métodos conceptuales que la enfermedad

orgánica, si aislamos y si reunimos los síntomas psicológicos del mismo modo que los síntomas

fisiológicos, es ante todo porque consideramos la enfermedad mental u orgánica como una

esencia natural manifestada en síntomas específicos. (p.15)

El paralelismo al que hace referencia Foucault entre enfermedad mental y enfermedad

orgánica ha derivado en un modo particular de abordaje que se encuentra ceñido a la medicina

tradicional que se utiliza para las enfermedades físicas, del cuerpo; cuyo objetivo es curar,

aliviar, y estabilizar, en el peor de los casos. Enfatizar en el carácter de la enfermedad, es

posiblemente uno de los elementos que ha suscitado la denominación del “otro” - enfermo

mental en loco, anormal, entre otros. Szasz (1970) afirma:

La noción de enfermedad mental deriva su principal fundamento de fenómenos como la sífilis

cerebral o estados delirantes —intoxicaciones, por ejemplo— en que las personas pueden

3 Foucault, M. (1984). Enfermedad mental y personalidad. Barcelona, España: Paidós.

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manifestar determinados trastornos de pensamiento y de conducta. Hablando con precisión, sin

embargo, estas son enfermedades del cerebro, no de la mente. (p.23)4

Desde esta perspectiva se cuestionaría aquello que se ha denominado como enfermedad

mental, pues, siendo así, no sería equiparable con lo que científicamente se ha definido como

enfermedad orgánica. Pero al mismo tiempo plantea los efectos que tiene, el hecho de que sea

concebida como enfermedad de la mente, que la psiquiatría como ciencia establece.

La moderna ideología psiquiátrica es una adaptación para una era científica— de la ideología

tradicional de la teología cristiana. En lugar de nacer pecador, el hombre nace enfermo. En lugar

de ser la vida un valle de lágrimas, es un valle de enfermedades. Y así como en su trayectoria

desde la cuna hasta la tumba el hombre era antes guiado por el sacerdote, ahora es guiado por el

médico. En síntesis: mientras que en la Era de la Fe la ideología era cristiana, la tecnología era

clerical y el experto era un sacerdote, en la Era de la Locura nos encontramos con que la ideología

es médica, la tecnología es clínica y el experto es un psiquiatra. (Sazsz, 1970, p.15)

Aflora la locura, asociada a la condición humana “La locura no se encuentra unida al mundo y

a sus fuerzas subterráneas, sino más bien al hombre, a sus debilidades, a sus sueños y a sus

ilusiones” (Foucault, 1967, p.22). En este sentido, para Foucault aquello que se ha definido en

términos de locura, estriba al sujeto, a su esencia, se podría decir a su existencia, al significado y

sentido que da a sus experiencias.

En relación a este planteamiento Sazsz (1970) afirma:

¿De qué manera enfrenta el psiquiatra al denominado «paciente» o a aquellos que han sido

incriminados como enfermos mentales? ¿Cómo responde a sus reclamos y a los de aquellos que,

por tener alguna relación con el paciente, se interesan por su estado? El psiquiatra se comporta

ostensiblemente tal como se supone que debe comportarse el médico y científico que dice ser:

permaneciendo «neutral» y «desapasionado» con respecto a las «enfermedades mentales» que él

«diagnostica» y trata de «curar». ¿Pero qué sucede si estas «enfermedades» son en gran medida,

como yo sostengo, conflictos humanos y sus productos? ¿Cómo puede un experto ayudar a su

prójimo conflictuado permaneciendo fuera del conflicto? La respuesta es que no puede. (p.16)

4 Szasz, T. (1970). Ideología y enfermedad mental. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores

S.A.

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Al parecer, tanto Foucault y Sazsz convergen en que las llamadas enfermedades mentales

entraman algo que va más allá de lo biológico del ser humano. Así, podría pensarse que no todas

las enfermedades mentales devienen de causas biológicas; pero aun así todas están nominadas, o

se encuentran en la misma categoría “enfermedades de la mente”.

En este sentido, pareciera que la manera en que se ha definido conceptualmente la existencia

del otro, en términos de enfermedad y lo que se entiende por salud mental ha incidido en su

concepción y abordaje. Esto se pone en evidencia en lo que se entiende o más bien se define por

salud mental. La OMS (2007) afirma:

La salud mental no es solo la ausencia de trastornos mentales. Se define como un estado de

bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las

tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer

una contribución a su comunidad.

En relación a esta definición Botero (2014)5 refiere que hacer referencia al individuo genera

ya un problema, cuando se define que la promoción en salud mental no va dirigida a individuos,

sino a grupos, por otro lado, acentuar en el desarrollo de habilidades – enfrentar tensiones

normales y ser capaz de contribuir a la comunidad, son verbos que infieren acciones, obviando

lo que está relacionado con el pensamiento, las emociones.

Esto deja en evidencia que el sujeto no es concebido como un ser integral, pero también como

se desdibuja su concepción y comprensión en lo conceptual. En esta vía podría preguntarse

¿Dónde radica la dificultad para definir la salud mental? ¿Enfermedad mental? ¿Acaso se asocia

al hecho de ser la mente un objeto de estudio intangible?.

Criterios de diagnóstico y tratamiento

Los manuales de diagnóstico y clasificación como compendio descriptivo o de síntomas

aspira a trazar el sendero para clasificar y con ello explicar y controlar, pues, estos permiten

5 Botero, E. (2014, 20,10). Vinculación del psicoanálisis a la promoción de la salud mental. Recuperado de

http://eduardoboterotoro.com/vinculacion-del-psicoanalisis-a-la-promocion-de-la-salud-mental/

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definir que presenta una persona y sus posibles causas, determinando una solución que no está

necesariamente ligada o asociada a la cura sino al control de aquella conducta que se desvía de lo

que la sociedad y la cultura conciben normal. De esta manera, es como la ciencia derriba el viejo

paradigma que hacía alusión a lo demoniaco y la hechicería y establece que estos

comportamientos se originan por disfuncio- namiento biológico y orgánico, originando la

explicación de los mismos a nivel fisiológico.

La diferencia entre estas nociones y la “anormalidad” radica en que no existía categoría, ni

subcategorías; con la llegada de la ciencia se encuentra nombre propio a todo aquello que el

hombre encuentra en su existencia y es de ahí, donde surge nominación para cada

comportamiento expresado en trastornos, como la esquizofrenia que viene del griego skhizeink

que significa separar y phren, aludiendo a la mente-razonamiento, determinada en 1908 como

una patología caracterizada por alteración de la percepción y de la realidad. Así mismo, se

originó la psicosis y otros diagnósticos más como subcategorías de la locura, dependiendo del

área del cerebro afectada. Cada diagnóstico recoge sintomatología y es entonces a través de los

signos y síntomas, que se concreta el mismo.

Por lo tanto, surge la necesidad de la elaboración de un instrumento objetivo que permitiese

identificar y diferenciar un trastorno de otro, con un lenguaje universal para la comunicación

entre los expertos de la salud mental. Así nace el manual diagnóstico, que se utiliza como

herramienta psiquiátrica en el ámbito clínico, para determinar qué trastorno mental porta cada

sujeto.

Por otro lado, pareciera que existe y persiste una necesidad de seguir clasificando la conducta

humana, hasta el punto que la condición de lo humano no tuviese más lugar, que el de la

patología, y ello se evidencia con la elaboración de Manuales de diagnóstico y de clasificación

que cada vez abarcan más conductas.

Es entonces, el diagnóstico que determina “eso que tiene” la persona, se recogen así los signos

y síntomas que presenta el sujeto en el momento de la evaluación por parte del clínico, de

acuerdo a los criterios que el manual plantea. La utilización de un manual diagnóstico parece

aspirar a una comunicación “objetiva” entre los profesionales de la salud, independientemente de

los contextos y las personas.

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Así es como se llega al diagnóstico; mediante el manual diagnóstico que hace una distinción

entre trastorno físico y trastorno mental. Aquí el sujeto no se concibe como un ser único, pues, si

fuese así esta herramienta sería parte o elemento para emitir un diagnóstico que permita una

comunicación con los profesionales de la salud mental, pero aquí se utiliza para determinar

según los signos -síntomas en que categoría se encuentra el sujeto.

Según el manual se diagnostica un sujeto con esquizofrenia si presenta dos o más de los

síntomas característicos, en un periodo mínimo de 1 mes, los cuales están contenidos en A-B-C-

D-E, F. Cada nivel corresponde a una categoría específica de los síntomas que genera la

esquizofrenia y a partir de la detección de ellos, se llega a un diagnóstico de este trastorno

mental. En la categoría A son: ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje desorganizado, es decir

que presenta una frecuente incoherencia, comportamiento catatónico o desorganizado, síntomas

negativos (aplanamiento afectivo, alogia, abulia). B: disfunción laboral y social, en la áreas de

actividad más importantes, como el trabajo, las relaciones interpersonales y el cuidado sobre sí

mismo; cabe aclarar que no sucede de igual manera, cuando el inicio de este trastorno es en la

infancia o adolescencia, debido a que el desarrollo de estas actividades fracasan el nivel

esperable en una persona que no padezca esta enfermedad. C: Duración, persisten los síntomas

por lo menos durante 6 meses, debe incluir como mínimo un mes, que cumpla el criterio A. D:

exclusión de los trastornos esquizoafectivo y del estado de ánimo, este trastorno con síntomas

psicóticos se ha descartado debido a que no ha existido ningún episodio depresivo mayor,

maniaco o mixto concurrente con los síntomas de la fase activa, y también si los episodios de

alteración han aparecido durante la fase activa de los síntomas y su duración ha sido breve. E:

exclusión de consumo de sustancias y enfermedad médica, es decir que el trastorno no se ha

originado a partir de efectos fisiológicos causados por alguna sustancia. F: si hay antecedentes de

un trastorno autista o de un trastorno del desarrollo. El diagnóstico adicional de esquizofrenia

solo se podrá hacer, si presenta los síntomas (ideas delirantes, alucinaciones) durante 1 mes.

Y es así, como se derivan los subtipos de esquizofrenia y se clasifican de acuerdo a la

sintomatología que presenta la persona en el momento en que se ha evaluado, se procede con

otros “trastornos mentales”.

Desde la perspectiva psiquiátrica acerca de la noción de enfermedad mental, los tratamientos

psiquiátricos se asientan a nivel fisiológico. Entre los tratamientos se encuentran los

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psicofármacos, la manico- mialización, que pretenden el equilibrio en el sujeto y la regulación de

su comportamiento. Esta premisa se instala a partir del supuesto que existe con respecto a que el

“desequilibrio” proviene por una predisposición genética, alteraciones precoces del desarrollo

del cerebro, alteraciones en las sustancias del cerebro e infecciones en el embarazo o

complicaciones en el parto.

En el marco de estos planteamientos, se revela como la “diferencia” del otro, denominado

enfermo mental, cobra sentido, en tanto se preestablecen sus posibles causas, como también las

consecuencias a nivel social y político, a las que deben hacer frente, por una condición que

pareciera deviene sola. Gonzáles (2009) afirma:

Utilizamos la palabra estigma en su significado de marca o señal infamante. Impuesta con hierro

candente es signo de esclavitud. La etiqueta diagnóstica, la estancia prolongada o reiterada en

instituciones o servicios psiquiátricos y, en los últimos años las consecuencias corporales y

conductuales de la medicación (obesidad, sialorrea, envaramiento, etc.) son las marcas que

señalan el carácter diferente, distinto, otro, de las personas afectadas, diferencia indeseable que

les excluye socialmente. (p.471)6

Ello evoca a pensarse la situación de los sujetos diagnosticados con trastorno mental o

enfermedad mental, en relación a ¿Quiénes protegen y defienden sus derechos como ciudadanos

y sujetos de derecho? ¿Qué legislación los protege en nuestro país?. Pues, esta condición en

últimas configura la anulación del sujeto, puesto que la representación que se tiene del “otro” no

va más allá del loco, anormal, demente, que no tiene voz, quedando así en las manos de quienes

se suponen tienen el conocimiento de aquello que se ha determinado que tienen; conllevando a la

exclusión social, en donde el sujeto diagnosticado pareciera contar solo consigo mismo.

De este modo parece que la condición de enfermo mental se superpone a su condición

humana. (De acuerdo con Bercovttz, citado por Gonzáles 2009): El enfermo mental es, en primer

lugar, un ciudadano, segundo lugar un ciudadano enfermo, y en tercer lugar un ciudadano

afectado por un tipo de enfermedad peculiar. Con base a esta inferencia, queda claro que el

asunto no es determinar si es o no su condición o estado una enfermedad, sino el “otro” como

sujeto independiente de su condición o situación. (Espinosa citado por Gonzáles 2009): Vale la

6 Gonzáles, O. (2009). Enfermedad mental, estigma y legislación. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq.

XXIX (104), 471-478. Recuperado de http://www.revistaaen.es/index.php/aen/article/view/16165/16022

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pena recordar que la integración de la psiquiatría en la sanidad supone abandonar de una vez su

papel histórico de orden para pasar a ser un modesto agente de salud. Es necesario señalar que

este punto es primordial, para reconocer el “otro” en la alteridad, pues, su fundamento no se

asentaría en regular y ordenar aquello que se escapa de lo que socialmente se ha designado

normal, sino en la atención del sujeto, cuya posición en el mundo se ha configurado de manera

diferente.

Reconocimiento del otro en la alteridad

Enunciar el reconocimiento del otro enfermo mental como sujeto, implica cuestionarse de qué

manera se le ha concebido por su condición y cuáles son las consecuencias que suscitan en la

relación que se establece con aquel u aquellos sujetos denominados locos, anormales; en últimas

enfermos mentales.

El concepto de sujeto resulta esencial para establecer que de esa obligatoria experiencia de

relación con el otro, la existencia humana no es otra cosa que la asistencia a la imposibilidad de

existir por fuera de la relación con ese otro. (Botero, 2008, p.3)7

La condición del otro como enfermo mental, independiente de la procedencia de ese estado,

ya sea biológico, o de su propia existencia, anula el reconocimiento del sujeto, dejando en

evidencia una relación de subalternidad, en donde el “otro” no es reconocido en la alteridad. En

este marco Levinas (2002) refiere:

La relación con el Otro no anula la separación. No surge en el seno de una totalidad y no la

instaura al integrar en ella al Yo y al Otro. La situación del cara-a-cara no presupone además la

existencia de verdades universales en las que la subjetividad pueda absorberse y que sería

suficiente contemplar para que el Yo y el Otro entren en una relación de comunión. Es necesario,

sobre este último punto, sostener la tesis inversa: la relación entre el Yo y el Otro comienza en la

desigualdad de términos, trascendentes el uno con relación al otro, en donde la alteridad no

determina al otro formalmente como la alteridad de B con relación a A que resulta simplemente

7 Botero, E. Sierra, B. (2005) Del olvido deliberado o deliberación del olvido. Cali, Colombia:

Editorial Universitaria Universidad libre.

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de la identidad de B, distinta de la identidad de A. La alteridad del Otro, aquí no resulta de su

identidad, sino que la constituye: lo Otro es el Otro. El Otro que en tanto que otro se sitúa en una

dimensión de altura y de abatimiento -glorioso abatimiento- tiene la cara del pobre, del extranjero,

de la viuda y del huérfano y, a la vez, del señor llamado a investir y a justificar mi libertad.

(p.262)8

En este sentido, el otro devela y evoca a un encuentro en la alteridad que le concierne en tanto

ser humano, Ricoeur, al hablar de alteridad plantea que no se puede separar el sí mismo del otro

ya que se es un sí mismo en cuanto…otro. (Ricoeur, 1996, p.XIV)9. Aunque se evidencia como

en la historia esa relación de alteridad se desdibuja a través de conceptos como la igualdad, no

reconociendo al otro en la diferencia, en su particularidad. Con relación a ello Skliar (2008)

refiere:

El “descuido del otro” amenazante, violento y simulador que transforma al otro en un mero

espectro de lo mismo y/o en una fabricación para la propia satisfacción del nosotros y/o en una

invención que devora y mata al otro, simbólica y materialmente. Así, el “descuido del otro” es, al

fin y al cabo, la pérdida del otro, la masacre del otro, la desaparición del otro. Y, como

consecuencia, la alienación de uno mismo, esto es, la intuición de que hoy por hoy el ser alienado

es, justamente, aquel ser desprovisto de alteridad, desprovisto de relaciones de alteridad,

incapacitado para ir al encuentro de los otros. El desafío inicial para el “cuidado del otro” supone,

entonces, la deconstrucción de esa imagen determinada y prefijada del otro, de ese supuesto saber

acerca del otro, de esos dispositivos racionales y técnicos que describen y etiquetan al otro. Y el

desafío inicial tiene que ver, también, con entender cómo la mirada del otro cambia nuestra propia

mirada, cómo la palabra del otro cambia nuestra propia palabra y cómo, finalmente, el rostro del

otro nos obliga a sentirnos responsables éticamente. (p.18)10

Desde está perspectiva, se reconoce entonces que el “otro” denominado enfermo mental, ha

sido invisibilizado, excluido, y pareciera que todo ello deviene de esa mirada e imagen que se ha

construido alrededor de lo que es la enfermedad mental, pues, solo se asume aquello que es

planteado por los expertos en relación al sujeto diagnosticado, en otras palabras se conoce al

8 Levinas, E. (2002). Totalidad e infinito: ensayo sobre la exterioridad. Salamanca: Ediciones

Sígueme S.A. 9 Ricoeur, P. (1996). Sí mismo como otro. España: Siglo XXI Editores.

10 Skliar, C. (2008). El cuidado del otro. Recuperado de

file:///C:/Users/wilson/Desktop/LEIDY%20%20UNIVERSIDAD/PDF%20AJUSTES%20FINALES%20TRABAJO

%20DE%20GRADO%202014/SKLIAR/EL000780.pdf

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16

“otro” a partir del conocimiento científico y no por sí mismos, es así como se ha cosificado y se

ha concebido solo a nivel biológico, olvidando que detrás de cada diagnóstico coexiste un ser,

que se ha estructurado de manera singular de acuerdo a sus experiencias y al sentido que ha dado

a las mismas.

En esta línea, se hace ineludible mostrar que la relación que se ha constituido con el “otro”

denominado enfermo mental, en términos de subalternidad o de descuido del otro, no es nueva,

y la misma historia da cuenta de ello. En la época moderna, en Bulgaria, Francia es considerada

como época de la conciencia sobre la existencia de los otros, para ello surge la etnología, la cual

tiene como premisa que la mirada desde afuera es mucho más clara que la del autóctono. La

diferencia entre etnología y las ciencias sociales no está en el objeto, está en el sujeto observante

y se empieza a llamar barbarie a todo aquello que no pertenece a sus propias costumbres. El siglo

XIX cree en las virtudes del progreso y en las ventajas de la civilización.

Todorov (1991)11

refiere que aunque no se verbalice, se sobreentiende que cada sociedad

considera su civilización como única y preponderante y cada una se asume como la civilización,

y que no hay más que una; no ser como nosotros es no ser civilizado, es no ser. En este sentido,

es precisamente lo que pasa con el denominado enfermo mental, pues, al no ser como la mayoría:

los normales, no es sujeto y por ello queda resumido en objeto de estudio de aquellos que poseen

el conocimiento, de aquel sujeto observante que determina su estado.

Con respecto al pueblo “búlgaro”, existe un gran desconocimiento, una falta de interés en él, y

se empiezan a reconocer por características que son necesarias y comunes de todos los pueblos y

de una sociedad en su proceso de evolución (Todorov, 1991). De esta manera, se percibe en la

historia un desconocimiento o más bien un no reconocimiento del otro. En relación al enfermo

mental, cabe cuestionarnos a partir de que parámetros empiezan a ser reconocidos y si realmente

existe un interés en conocerlos, comprenderlos.

De acuerdo a los criterios que empiezan a ser utilizados para categorizar a los denominados

enfermos mentales Sazsz afirma:

La conquista de la existencia humana, o del fenómeno de la vida, por parte de las profesiones

relacionadas con la salud mental comenzó con la identificación y clasificación de las llamadas

11

Todorov, T. (1993). Los morales de la historia. Barcelona. Editorial Paidós Ibérica, S.A.

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17

enfermedades mentales y culminó en nuestros días con la afirmación de que la vida toda es un

«problema psiquiátrico» que la ciencia de la conducta debe «resolver». (p 13)12

Suscitando a la exclusión del otro, como causa de su no reconocimiento como sujeto Pérez

refiere “Lo social estalla en cuatro figuras (extranjero, delincuente, marginado, individualista) en

otras palabras lo social adopta en las cuatro figuras la forma del “otro”, en donde se constituye

como hombre anónimo, atravesado por el poder”.

Esta representación del otro que subyace en la condición humana, es un avizor a repensarse el

lugar del otro, es entonces, emprender el camino hacia la inclusión que tiene como objetivo crear

una forma de pensar el otro que afiance este pensamiento a través de la educación. En este

sentido, se hablaría de una alteridad cultural y educativa, y para ello se debe pensar la alteridad

como la base, para organizar la sociedad, de esta manera la alteridad significara que siempre

habrá otra cosa distinta a lo mismo. Desde la familia y la escuela hemos reproducido la cultura

de lo mismo (Quiceno & Peñalosa, 2011)13

.

Es por eso que se ha de evitar en los ámbitos educativos la negación de la otredad alejando el

afianzamiento de la mismidad. Esta acción dentro del contexto educativo hará mejores relaciones

entre los actores del proceso. En fin, ir fundamentando un nuevo modelo educativo basado en la

pedagogía de la alteridad. (Silva, 2008, p.68)14

En esta misma línea Skliar (2005) afirma:

De hecho, el problema no está en qué son las diferencias, sino en cómo inventamos y

reinventamos, cotidianamente a los “diferentes”. Por ello hay que separar rigurosamente la

cuestión del otro -que es un problema filosófico desde siempre, relativo a la ética y a la

responsabilidad por toda figura de alteridad— de la obsesión por el otro. Y me parece que la

escuela no se preocupa con la cuestión del otro, sino que se ha vuelto obsesiva frente a todo

resquicio de alteridad, ante cada fragmento de diferencia en relación con la mismidad. (p.16)15

12 Szasz, T. (1970). Ideología y enfermedad mental. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores S.A. 13 Peñaloza, M. & Quiceno, H. (2011). La cultura del otro y la escuela inclusiva. Cali, Colombia.

Feriva S.A. 14

Gonzáles. F. (2008). Educación y alteridad: una postura para un nuevo metarrelato. Revista educación en valores, 2 (10), 56-72. 15

Skliar, C. (2005). Poner en tela de juicio la normalidad, no la anormalidad. Políticas y falta de políticas en relación con las diferencias en educación. Revista Educación y Pedagogía, XVII (41), 11-22.

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18

Todo ello apuntala que la escuela, o el ámbito educativo es esencial en la relación que se

establece en la alteridad con el otro – los otros diferentes; el cual deja en evidencia su fracaso

con un modelo de sociedad cimentado en la mismidad, que suscita a la indiferencia, enajenación

y rechazo, conllevando a diversos modos de exclusión.

Tratar de ahondar sobre este flagelo que compete a la humanidad, implica pensarse en qué se

ha centrado la educación y si acaso el foco ha sido el conocimiento científico y la reproducción

del mismo, desatendido el ser, y los valores que son fundamentales en la configuración de

relaciones humanas, es decir en el reconocimiento del otro como sujeto.

Diagnóstico y Tratamientos Mentales

El diagnóstico como se mencionó en líneas anteriores se hace bajo los criterios que determina

el DSMIV, y recientemente el DSMV, herramienta que es utilizada por los expertos en el campo

de la salud mental para establecer que diagnostico porta un sujeto, y con base a ese saber-

conocimiento, se delimita su tratamiento. Los más utilizados son los fármacos, aunque la historia

data que el electrochok, ahorna llamada terapia electro-convulsiva era también uno de los

métodos más usuales para tratar las nominadas enfermedades mentales.

Ahora bien, cabe cuestionarse la repercusión que tiene el diagnóstico y los tratamientos que se

emplean para lo que científicamente se ha denominado enfermedad mental. Por un lado, el

diagnóstico hace las veces de un sello, una marca, que de entrada ubica al sujeto diagnosticado

como “loco”; una de las razones a considerar es que la enfermedad mental, pareciera asociarse a

un “no sujeto” pensante, con sentimientos y emociones, sino a un ente orgánico que carece de

todas la cualidades de un sujeto “normal”. Pensarse este asunto conlleva a plantear que los

tratamientos en salud mental han asistido de manera significativa, ya sea, de manera directa o

indirecta, pues, están señalando que la “enfermedad mental” se debe tratar a nivel biológico,

despojando así al sujeto, y por consiguiente a un no reconocimiento en la otredad, es decir como

una persona que piensa, siente, y que al igual que los otros denominados “normales” significan

de manera particular su experiencias de vida.

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19

En este sentido, se devela como a partir de la misma ciencia y de los intelectuales que

encarnan el conocimiento en el área de la salud mental, mediante el diagnóstico-tratamiento,

contribuyen al no reconocimiento del “otro” denominado enfermo mental en la otredad, pues, su

lugar como sujeto pareciera que se queda reducido en el momento en que este es diagnosticado;

muestra de ello es que se invalida su voz, pues, se cree que no tienen nada que decir acerca de sí

mismos. Por otra parte, los sujetos diagnosticados quedan sometidos a los tratamientos que

estipulan los expertos, quitándole toda posibilidad de elegir y decidir sobre aquello que les

concierne.

Estudio de caso: diagnóstico multifactorial

X es una mujer de 41 años, es de la ciudad de Cali- Colombia; sus primeros años de vida los

pasó junto a su madre y sus dos hermanos, conoció a su padre a la edad de 16. Es madre de tres

hijos, actualmente se encuentra casada y radicada en la ciudad de Barcelona – España. X ha

recibido múltiples diagnósticos acerca de su salud mental por médicos de su país de origen

como de residencia. Entre estos: (depresión, psicosis, trastorno bipolar). Es una mujer elegante,

alegre, quien se refiere enfrentarse a la vida con metas u objetivos independientemente de su

estado de salud. Así mismo, explica aquello que le sucede, remitiéndose a las consecuencias de

la vida que ella describe “tan difícil” que ella considera le ha tocado vivir. Aunque en principio

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20

los médicos diagnostican a X con depresión, este diagnóstico ha ido variando con el paso de los

años a los diagnósticos ya mencionados.

Cuando se intenta hablar con X acerca de su vida, se encuentran claros recuerdos en su

memoria. Antes de mencionar palabra alguna empieza a llorar y trae inmediatamente a colación

que no sabe, sí es una persona a quien le falta afecto y agrega sentirse muy alagada cuando le

están enamorando. Esto lo enfatiza con su expresión física, dejando al descubierto las emociones

de agrado que le produce. Al respecto X dice así:

“Jajaja a veces yo por lo menos soy una persona, no sé si seguramente es eso lo que me ha faltado

o no lo sé, pero a mí me encanta, no sé pero esa parte, por lo menos que cuando un hombre me

manda cosas, que poemas o si me dice lo importante que yo soy para él, así sea de pronto

mentiras, pero eso me hace sentir bien, me hace sentir querida, amada y me sube la autoestima,

me la sube pero bastante, me gusta eso”.

De alguna manera X deja en evidencia una variable que para ella parece importante en su

primer relato y es el afecto. ¿Pero a qué clase de afecto puede estar refiriéndose X?

Para comprender de qué clase de afecto, se trata de tener un acercamiento a través de su

relato a aquella vida que en algún momento es nombrada como difícil. Inicia hablando de su

infancia, de aquellos recuerdos o más bien interpretaciones de aquellos sucesos que conserva X

refiere:

Pues hasta los cinco años estuve con mi madre y de ahí ella me mandó al Cauca donde mis

abuelos a mi hermana y a mí y allá estuvimos hasta que teníamos más o menos unos 11 años, por

lo menos yo, y de ahí pues acá donde mi mamá, tíos, en donde diferente personas, y pero siempre

aquí en este barrio. Cuando vivimos con mi mamá más o menos así me acuerdo que mi mamá

lavaba y aplanchaba y nos dejaba pues así encerradas en una habitación con la bacinilla dentro y

comida que nos dejaba y mi hermano también, los tres estábamos dentro y hasta que ella llegaba

y nos sacaba de ahí, ¡pero vea!, termina expresando X como sí a pesar de todo aquello que vivió y

sufrió, continuo su vida.

El relato de X está cargado de recuerdos y sus sentimientos sobre ellos salen a relucir en el

momento en que le pregunta por la escuela.

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21

En el Cauca, fue una vida muy triste porque vivíamos descalzas, no nos compraba nadie ropa, nos

pegaban, sobre todo a mí, porque yo me orinaba en la cama, entonces me pegaban, bueno Omaira

también me pegaba porque hasta los seis años más o menos me oriné o más y pues allá si casi nos

violan los tíos de nosotras. Sí, nos insultaban, nos regañaban, nos decían que éramos regaladas y

siempre nos mandaban a coger leña, bueno como a las 3:00 de la mañana, por lo menos yo, no me

acuerdo de mi hermana, pero me acuerdo de lo mío, y había que levantarse al trapiche ese donde

sacaban y a las 3:00 am yo ya estaba parada ayudando o si no ya sabía que me pegaban y me

mandaban a dar comida a los trabajadores, bueno a hacer cosas de una persona grande y nos

humillaban, nos trataban muy mal. Bueno, recuerdos buenos de mi infancia en realidad no tengo

ninguno, prácticamente ninguno, todos fueron muy tristes, mucha soledad, mucha amargura,

mucho, estar ahí como no tener un hogar, sino, no sé, como hoy estar aquí y mañana en otra parte

y así, pero es muy duro y triste eso y ya.

X se describe en este tiempo como una niña rebelde, grosera, contestona, y con ello se explica

las razones por las cuales le pegaban.

Pero yo creo que esa rebeldía, de pronto era por lo mismo que pasaba, entonces ya nos trajeron

aquí, a mi hermana se la llevaron a unas personas y yo pues estuve aquí en este barrio, estudie

aquí en esta escuelita y ya pues venia, iba y así y sentada por ahí, hasta que Omaira llegara.

Estuve hasta los 13 años con un tío, y de ahí como veía que T (madre) llegaba y si se le daba

alguna queja ella no hablaba sino que quebraba los palos y lo que tuviera encima. Y un día decidí

irme a Armenia-Calarcá y por allá comencé a ir haciendo mi vida, pero bueno, sí que la he pasado

mal, muy mal.

Al tratar de ahondar sobre lo que X manifiesta al decir “y por allá comencé a ir haciendo mi

vida” da a conocer que vivió en la casa de una señora que conoció y a la que le ayudaba a

cambio de una vivienda y comida, pero tiempo después conoció a otra que finalmente se

convirtió en su suegra, en la madre de su primer pareja:

Pero desde un principio también era un hombre muy mujeriego, muy malo y así, entonces ya yo

trabajaba y los ayudaba a ellos mucho y vivía ahí, pero bueno no sé, pero en realidad

completamente feliz no fui y hasta que él se fue. Se lo llevaron a pagar servicio, si yo me fui

aislando de esa casa y entonces ahí conocí a otra persona y quede embarazada de Y, (hijo mayor)

ah y entonces me vine otra vez a donde mi mamá, y como siempre ella no cambiaba y me

humillaba, yo llore mucho en ese embarazo.

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22

X finalmente decidió salir de la casa de su madre junto con su hijo. Al principio recibió el

apoyo del padre de su hijo pero por circunstancias de la vida se distanciaron y quedó X con su

hijo. Tiempo después sostuvo otras relaciones dieron como fruto el nacimiento de sus otros dos

hijos. La irresponsabilidad del padre de su hija menor y el sufrimiento que le causaba la situación

que estaba enfrentando la condujo a tomar decisiones de las que hoy infiere así:

Aguante muchísimo, muchísimo lo aguante, muchas irresponsabilidades, pero bueno, pues un día

ya no podía más y me aleje de él y la pase muy mal, y entonces de ver que yo no podía, mis dos

hijos en una parte y yo en otra, y mi hija por acá, entonces llegó un momento en que ya no podía

más, y entonces me metí en la prostitución, porque pues claro, mis hijos ya no los podía tener más

así, yo no conseguía trabajo, yo no sabía qué hacer y me metí y la verdad fue una historia mala,

porque llegar hasta esos extremos es triste, pero de ahí, pues por lo menos comenzó a mis hijos a

ya no pasar necesidades y yo la pasaba mal, pero pues todo por ellos, para que al menos ellos

estuvieran bien y no les faltara un bocado de comida y año después conocí a D (esposo) y él me

conoció allí (prostíbulo) y la verdad él no me gustaba, ni siquiera, ni nada, pero, pues vi que mis

hijos al menos iban a tener un bocado de comida y todo eso. Él me dijo que si yo era capaz de

irme a vivir con él y pues yo le dije que sí y ahí ya llevo 22 años con él. X cobra Estabilidad en lo

que respecta a la seguridad alimentaria básica y al hábitat.

En este punto de la historia que relata respecto a su vida, termina aquella vida cargada de

sufrimiento y dolor por no poder tener junto a ella, sus tres hijos y el tener que trabajar en algo

que parecía no agradarle, pero que asumía por el bienestar de sus hijos. Y empieza otra vida,

pues, deja de lado aquello que le generaba malestar, era como si empezará de nuevo. Esto parece

asociarse a un cambio de estado, que va más allá de la tristeza, la nostalgia de lo que hasta ese

momento había sido su vida. Pero los profesionales de la salud mental tratantes, quienes

encarnan el conocimiento científico, lo nombrarían de diversas maneras.

Para adentrarse y comprender esa transición de sujeto a objeto en el caso de X se hizo

necesario ahondar sobre sus primeros síntomas, aquellos que constituyeron parte fundamental

para cada uno de los profesionales de la salud mental que emitieron los diagnósticos y que dieron

por sentado que estaba enferma:

Todo sucedió más o menos cuando mi hijo tenía 12 años y yo pues, siempre vendía mis cosas y

todo y él me robaba, pero entonces Y, el mayor, entonces yo siempre me callaba porque con la

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persona que vivo no hay dialogo, sino peleas, entonces yo todo eso me lo callaba y no le decía

nunca nada a él, pero claro dentro de mí había una tristeza muy grande porque no podía

entenderlo cómo llega a hacer un hijo eso con su mamá que lo único que le ha dado es buenos

ejemplos porque yo he tenido errores, pero ellos nunca me han visto o borracha o otras cosas, yo

siempre he hecho lo mejor y entonces ahí fui cayendo en eso y así…, se me fue acumulando ya ir

al psiquiatra.

En el relato de X aparece nuevamente la tristeza que le genera la situación que vivió con su

hijo, emoción que también manifiesta al hablar de su infancia y de la no existencia de recuerdos

gratos en esta etapa de su vida, pero al mismo tiempo de una acumulación de acontecimientos

que pareciera son los que finalmente le hacen ir al psiquiatra en busca de ayuda.

Todo aquello que X ha nombrado en términos de tristeza, falta de afecto e incluso la vida

difícil que ha tenido, empieza a ser nombrado en términos científicos a partir de los síntomas que

refiere cuando va en busca de ayuda y que a su vez son los que determinan su estado mental:

Si comencé a ir al médico porque pues sentía muchas cosas, ganas de morirme, no quería

pararme, lloraba mucho y no me hacía ilusión absolutamente nada, nada, nada, nada, es que ni

siquiera ducharme, nada, nada y claro aunque entre en eso, muy dentro de mí, también había algo

en que yo no podía estar así y cuando ya me fui sintiendo así, pues que yo misma me iba tirar por

el balcón, de ver pues que tengo una persona al lado que siempre me acusa y así y entonces eso

me hizo poner muy mal y a pesar de todo pues, si fui al médico y entonces he hablado con varios

psiquiatras y nada pues me medican para yo estar un poquito así con el ánimo un poquito alto y

ya.

Al indagar por lo referido por los psiquiatras X, dice:

Ellos dicen pues que he vivido muchas cosas de las cuales las mayorías pues no han sido buenas,

pues mi vida la verdad desde pequeña no ha sido buena, entonces que llega un momento en que

todas esas cosas se van acumulando y en vez de ir sacando cosas, antes cada día pues van

llegando nuevas cosas a mi vida y entonces dicen ellos que tengo mucho estrés que no la he

pasado en realidad bien y que toda esa depresión se debe a todas las cosas que he vivido y a parte

de lo del día a día con lo que me tengo que enfrentar y pues que hay gente muy, como que todo lo

supera, pero hay otras como que somos más débiles y pero si, si o por lo menos llegue a estar

hasta que yo no podía ni coger un sartén porque me daba miedo.

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Cabe cuestionarse por qué sí su situación da cuenta de su historia de vida, optan por

medicarle. Pareciera que reconocen de donde deviene aquella tristeza que X manifiesta pero a su

vez tal reconocimiento no trasciende, porque se trata de responder con un tecnicismo a un asunto

que requiere una “solución empírica y eficaz”, porque se asume al sujeto desde su funcionalidad

y no desde su alteridad, ya que el único modo que emplean para tratarle es la medicación para

“subir el ánimo”. Galende (2008) afirma:

La psiquiatría nunca fue más allá de la nosografía clínica, si hay psiquiatras entre ustedes deberán

darse cuenta de que toda la clínica psiquiátrica desde Kraepelin en adelante–separemos la

psicopatología fenomenológica que empieza a fundar criterios diferentes en el Siglo XX– pero

toda la psiquiatría no es más que la exploración y descripción clínica, una semiología que define

los síntomas y la construcción de categorías como entidades al modo del modelo médico.

(p.406)16

En relación al modelo médico que Galende hace referencia; Michael Foucoult (1984) afirma:

Si ha habido, pues, paralelismo entre la patología mental y la patología orgánica no es solo en

función de cierta idea de la unidad humana y del paralelismo psicofisiológico, sino también por

la presencia en ambas de esos dos postulados concernientes a la naturaleza de la enfermedad. Si

definimos la enfermedad mental con los mismos, métodos conceptuales que la enfermedad

orgánica, si aislamos y si reunimos los síntomas psicológicos del mismo modo que los síntomas

fisiológicos, es ante todo porque consideramos la enfermedad mental u orgánica como una

esencia natural manifestada en síntomas específicos. (p.15)

En este sentido, ha tomado la forma de enfermedad mental, de patología en el campo de la

medicina y la psiquiatría, moldeando los tratamientos a nivel fisiológico psicofármacos, terapias

electro- convulsivas, como se hace con las enfermedades orgánicas en busca de una regulación

del comportamiento; en últimas del síntoma que aparece y que resulta ser más molesto para los

que se encuentran por fuera del mismo, que él mismo sujeto que lo porta y lo vive.

Se hace necesario objetar cuál es el servicio de la ciencia y del conocimiento por parte de los

profesionales que la encarnan, acaso será postular verdades que rijan el comportamiento y las

relaciones humanas, aun cuando estas carezcan de sentido para su propio beneficio. ¿Por qué la

16

Galende, E. (2008). "Desmanicomialización institucional y subjetiva.". (Spanish). Psicoanalisis:

Revista De La Asociacion Psicoanalitica De Buenos Aires, 30(2/3), 395-427.

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necesidad de equiparar la salud mental a la salud física u orgánica como lo refiere Foucault?

¿Qué hace que este modelo persista?

Con relación a estos planteamientos, se revela como problema el no concebir al sujeto como

un ser único e integral, pues, por un lado, se cuestiona el querer igualar la salud mental con la

salud orgánica y por otro, se apuntala a una separación entre estas dos entidades, como si no

convergieran entre ellas, situándose como constante en la historia, la división del sujeto entre lo

mental (psicológico) y orgánico (físico). En este sentido, es necesario interrogarse de donde

deviene esta noción de sujeto dividido-fragmentado.

Hacer hincapié en esta situación que se suscita, inevitablemente conduce a pensarse que hay

detrás de ese no poder reconocer a ese otro en la diferencia, porque insistir en la búsqueda de la

normalidad aunque sea mediante el parecer, el aparentar ser. Será que el regular la conducta a

través de la contención de los síntomas en las personas denominadas enfermas mentales o

diagnosticadas con algún trastorno mental es tratar de omitir la diferencia como constituyente de

la condición humana.

Retornando a los síntomas de X se intentó profundizar en los mismos, desde otra perspectiva

en donde el objetivo estaba encauzado a ir más allá de la clasificación y denominación que se

hace a través del manual psiquiátrico de aquello que le precedía para aquel momento. Se trata de

entender y comprender a través de su relato a lo que ella ha nombrado en términos de miedo, X

refiere:

Si como que se me iba a soltar, como que me iba a quemar o llegué un momento que no podía ni

caminar, ni siquiera, porque el caminar me daba hasta miedo, me daba miedo caminar, ah

bueno… he estado, a veces he tenido unas crisis muy fuertes y he tenido que pues bajarme del

sexto piso, ahora estoy en un segundo, después ya empecé a escuchar voces a ver como gente así

me hablaba, sombras o animales que veía, los perros ladrar y cosas así.

¿Es posible controlar el miedo solo con medicación e ignorar lo que puede estar

encubriendo?. Nombrarlo en términos de enfermedad tiene implicaciones en la concepción y

abordaje de lo que le acontece a X y a todas aquellas personas que pasan por una situación

similar. Es anular y desconocer lo que entraña la condición de lo humano. Y el equiparar aquello

que se ha denominado como enfermedad mental con la enfermedad orgánica, sin reconocer que

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ambas están íntimamente relacionadas entre sí, es una de las formas más evidentes que traslucen

dicha realidad, la cual suscita una relación de indiferencia, de enajenación, imposibilitando el

reconocimiento del otro en la alteridad, en el cual la diferencia le constituye como sujeto único y

singular.

En esta línea, la diferencia parece ser constituyente del desconocimiento del otro denominado

enfermo mental, y que se construye en la cotidianidad. Sin embargo se ha justificado dicha

diferencia en sinónimo de enfermedad, es decir el otro está enfermo de la mente, por eso es

diferente, más que reconocer que la condición de lo humano avoca a la misma, es decir a la

singularidad, pues cada uno es único e irrepetible.

De esta manera se han tratado de explicar funcionalmente los diferentes cuadros sintomáticos,

ello ha permitido la construcción de categorizaciones que alientan la ilusión de diagnósticos cada

vez más precisos, pero apuntalada en una mirada definitivamente universalisante de los sujetos y

de sus sufrimientos psíquicos y particulares. (Cobo, Parra & Perdomo, 2012, p.78)17

Es de este modo, como se reduce al sujeto diagnosticado a partir de la diferencia que lo

constituye, pero que implícitamente no es aceptada y es llamada a ser nombrada y tratada de

alguna manera, es decir a ser controlada por quienes creen tener la verdad absoluta sobre lo que

acontece en las mentes de aquellos que han configurado su existencia de manera particular.

García (1997) afirma:

El otro como problema es momento de un proceso: En efecto del otro se fabrica. Esculpimos al

otro rasgo a rasgo, en un proceso social y cotidiano: sobre la base de la locura, construimos día a

día al loco; sobre la diferencia del color fabricamos al negro, sobre la diferencia de sexos,

hacemos de la mujer la costilla complementaria del hombre; sobre la diferencia de origen

geográfico, convertimos al foráneo-ese que no habiendo podido faltar durante siglos de la fiesta

popular, inmortalizaron los artesanos aragoneses en forma de cabezudo-, lo convertimos, digo,

en extranjero…Y, así, de cada uno de ellos hacemos un extraño. Y lo hacemos, he dicho,

mediante un proceso social y cotidiano, institucional en definitiva: la familia, la escuela, la

fábrica y el paro, la ideología al uso y al abuso que atraviesan nuestras ciencias y nuestras

técnicas, las instrucciones administrativas (la legislativas y las organizativas en los diversos

17

Cobo, C. Parra, M. & Perdomo, J. (2012). Las otras voces: contextos, narraciones subalternizadas y rutas

vitales en ciudadanos diagnosticados con alguna forma de psicosis. Bogotá. Editorial Bonaventuriana.

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sectores de la vida pública), las prácticas del poder político y las construcciones intelectuales-

económicas, educativas, sociológicas, etc. (p.21)

Razonar acerca del otro y del lugar que ocupa como sujeto para los expertos en salud mental y

la sociedad en general, transfiere reparar y reflexionar, no solo como un asunto de la psiquiatría

sino como una cuestión social y cultural. En el marco de estas inferencias, afloran señales de

cambio en lo que hasta hoy se ha demarcado en salud mental, a través de movimientos, cuya

perspectiva va más allá del sujeto como objeto de estudio es su dimensión biológica.

La salud colectiva parte de reconocer que existe una relación dialéctica entre individuo y sociedad

la cual marca el desarrollo humano de todos los sujetos, es decir, que no es posible pensar la

existencia de un hombre fuera de un contexto geográfico, histórico y socio-cultural. En otras

palabras, defiende que las relaciones del sujeto con su cuerpo, con los otros, con las cosas, con las

instituciones y con las prácticas sociales, son mediadas tanto por el trabajo, las relaciones sociales

y el lenguaje, como por los códigos culturales establecidos en una tradición histórica y lingüística

Y es éste el hecho que evidencia la necesidad de repensar el modelo naturalista de la medicina. En

resumen, el campo teórico de la salud colectiva representa una ruptura con el concepto de salud

pública, al negar que los discursos biológicos tengan el monopolio del campo de la salud. (Cruz,

2005, p.94)18

Ello pone en evidencia, el declive de lo que conceptualmente se ha denominado como

enfermedad mental y de las practicas a las que han incurrido en nombre de la ciencia,

reconociendo que el sujeto no está solo en relación así mismo, y que se constituye a partir de la

relación con un otro y su entorno, incidiendo así en la forma en cómo se posiciona en el mundo.

Psiquiátricos, penitenciarios, manicomios, instituciones totalitarias en general…. Lugares de

encierro y exclusión que, con incapacitación o sin ella, terminan de convertir al loco en otro, a la

manera en que según nos recuerda E. Santamaría, en un interesante artículo, lo definía Draï: “ese

alguien a quien no se habla como un sujeto sino del que simplemente se habla”. (García, 1997,

p.39)19

18

Cruz, I. (2005). La salud colectiva y la inclusión social de las personas con discapacidad. Investigación y

Educación en Enfermería, XXIII (1), 92-100. 19

García, R. (1997). A propósito del otro: la locura. En Larrosa & Lara. (Ed.), Imágenes del otro (pp. 21-40).

Barcelona: Virus editorial.

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Ha conllevado a un reconocimiento sólo a partir de la enfermedad que se le ha atribuido a

través de lo que el conocimiento científico establece mediante los manuales diagnósticos. No

solo para la comunidad científica sino para la sociedad, dejando de lado su condición de sujeto.

En esta vía Pérez (citado por García, 1997)20

expone que lo esencial del planteamiento

antipsiquiátrico y comunitario es dejar de trabajar con el enfermo para trabajar con la persona.

Por otro lado, X dice:

Las voces cuando me han hablado, me dicen hola, me saludan o a veces escucho la voz de mi hija

que me llama, pero yo sé que ella no está ahí o que los perros que ladran pero tampoco, mi hijo

que habla, bueno y otras veces voces de gente que yo no sé quiénes son. Si cuando estoy sola por

ahí así, por ahí cuando estoy sola escucho sobretodo un hombre que me dice hola y ya y u o a

veces que estoy por ahí pero veo como se suben por las paredes animales, pero y vuelvo y miro

porque yo muy dentro de mí sé que no está pasando nada que simplemente es seguramente de los

nervios que me ponen así. He visto así como cucarachas, como hormigas, como cosas así raras o

como sombras, como cosas así de ratas. En hilera, en hilera van y sombras así, pero no me da

miedo eso, sino que no sé porque me pasa eso o otras veces por lo menos estoy, estoy bien así,

pero otros días amanezco que no quiero que me hable nadie, que no me hable nadie porque me da

rabia y no puedo que me hagan dar rabia, porque me pongo muy mal, histérica, me pongo

histérica, me pongo a gritar como loca y así.

Las alucinaciones verbales y auditivas de X parecen ser otro síntoma que respaldan los

diagnósticos, siendo fundamental para el mismo y su abordaje. Es como si atendiendo el

síntoma, se atendiera al llamado que el sujeto en esa condición realmente requiere o necesita

suponiendo que así sea. X dice:

No yo iba andando pero luego muchas veces que no podía, tenía que prenderme de algo y si iba

por la calle como irme arrinconada en la pared porque me daba miedo, irme arrinconada a las

paredes porque me daba miedo, no sé, cómo que no podía, no sabía caminar, no sé, una cosa rara,

no sabía caminar, no podía caminar, me temblaban las piernas y otras veces también me tiemblan

mucho las piernas para caminar. A los días ya, no sé, seguramente, cuando ya iba al médico o me

tomaba bien las pastillas, a veces no me las tomo bien por mi trabajo porque me da sueño o a

20

García, R. (1997). A propósito del otro: la locura. En Larrosa & Lara. (Ed.), Imágenes del otro (pp. 21-40).

Barcelona: Virus editorial.

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veces no me las tomo, pero también cuando tengo muchos problemas; pienso a veces… un día me

tome cinco pastillas porque quería dormirme y no despertarme nunca más.

Se hace entonces necesario reconocer al sujeto diagnosticado en condición de enfermo mental

desde otra perspectiva que permita tener una dimensión integral del mismo, y no solo biológica.

Para dar pasó a otros modos de representación diferente al del “loco”, “anormal” entre otros, que

finalmente lo posiciona en un plano de inferioridad y de sumisión, que marca una diferencia

entre “los otros” y “nosotros”. Así se daría inicio a un acercamiento al sujeto más que a la

enfermedad, que permita una comprensión de aquella realidad. Algunos trabajos que van en esta

línea, suscitan al reconocimiento del otro denominado enfermo mental en la alteridad, a partir de

escuchar su voz, es decir que dotan de significado y sentido aquello refieren sobre su propia

experiencia con relación a lo que sobrevino en algún momento de sus vidas y que se le conoce

como enfermedad mental. Radio Nikosia21

entre otros, le apuntalan a dicho reconocimiento.

Desde ahí se promueve una praxis que beneficie al sujeto en condición de enfermedad mental,

en su condición de sujeto, es decir en su reconocimiento en la alteridad. Es entonces, la apertura

a mirar más allá del diagnóstico y empezar a entender y comprender que independientemente de

su condición o situación, hay un ser que cohabita y que requiere más que una medicación para

estar controlado, dando por hecho en que así sea y se dé un control; pues finalmente ninguno de

nosotros sabemos con certeza qué se siente, ya que estamos por fuera de esa realidad, de la que

intentamos razonar. Por otro lado, se hace necesario acentuar que dicho reconocimiento del otro,

requiere de algo que va más allá de una simple intención. Ricoeur (citado por Marcondes, 2006)

señala que:

El juego del mismo y del otro señala pues una disimetría originaria entre el yo y el otro, que

puede ser superada por una ética primordial, en la cual el amor, bajo la forma de don, de

responsabilidad, une los dos polos —el yo y el otro— reconociéndolos como personas.

Pero con respecto a la situación de X, pareciera que su ser ha terminado perdiéndose en una

vasta relación de diagnósticos. Retornando los diagnósticos que se le han emitido, X refiere:

21

Es una de las primeras emisoras realizadas por personas que han sido diagnosticadas de problemas de salud

mental. Es una experiencia que intenta una mirada lateral sobre la locura y busca vías alternativas -y alterativas- en

el área para deconstruir el estigma. Son más de 40 personas que se reúnen para darle forma a ese intento de hablar de

la locura desde la voz que la sufre.

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Pues a mí me han diagnosticado con fibromialgia, tengo artrosis múltiple en múltiples partes del

cuerpo, tengo gastritis crónica, tengo mucha migraña, me tomaron un examen en la cabeza y me

salió que tengo malformación en el cerebro, pero que como no me ha llegado a cinco entonces no

me operan, no sé, si por eso será que me duele tanto la cabeza, pero últimamente ya me está

pasando que se me olvidan las cosas, llegar el momento que no iba a trabajar o me sentaba, no iba

a las casas y me llamaban ¿no has ido? Y yo no sabía por qué, no había ido a las casas, no me

acordaba que tenía que ir a esa casa y eso pues claro me va afectando más. Yo digo Dios bendito

a donde voy a llegar, ya que hasta se me olvidan las cosas, pero pase con una neuróloga y la

neuróloga dice que no que pues, que no, que ella no cree que tenga problemas de memoria, sino

de concentración porque tengo mucha depresión que arraso, que es una depresión muy mala y

entonces por eso no me concentro, se me olvida, se me van las cosas de un momento a otro, no sé

y ya ahora pues a la espera a ver qué pasa con todas las citas que tengo en el médico.

Se alcanza a distinguir además de los diagnósticos sobre enfermedades físicas u orgánicas, las

cuales podrían presentarse como efectos colaterales de los tratamientos farmacológicos que

recibe en su condición de enferma mental, el diagnóstico de depresión que corresponde a un

trastorno mental, es decir una enfermedad mental. Con respecto a los diagnósticos X refiere;

Una vez, no me acuerdo, fui a un médico, allá a la mutua22

porque he estado muchas veces de

baja, y entonces el de la mutua me dijo que qué diagnóstico me había diagnosticado el psiquiatra,

entonces yo fui a donde la Doctora, la psiquiatra y la psiquiatra me dijo que yo tenía algo como,

ah es que no me acuerdo de la palabra como es que es psicosis, psicose, como una cosa así toda

rara y entonces pues me vio una psiquiatra de la mutua y la psiquiatra de la mutua mando el

informe a la mutua donde me veían, me mandaron a una psiquiatra en no sé dónde y entonces esa

psiquiatra mando un informe el cual lo leí yo, diciendo ella que yo tenía muchas, que yo tenía

depresión.

En el relato de X el diagnóstico acerca de depresión es confirmado por la psiquiatra, pero

además de ello, se le asigna un nuevo rotulo a quien X denomina psicose, psicosis. Y establece lo

que es más pertinente para X.

22

Se consideran Mutuas de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social las

asociaciones de empresarios que, debidamente autorizadas por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social y con tal

denominación, se constituyan con el objeto de colaborar, bajo la dirección y tutela de dicho Ministerio, en la gestión

de las contingencias de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales del personal a su servicio, sin ánimo de

lucro y con la responsabilidad mancomunada de sus miembros.

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Esa psiquiatra entonces me dijo, puso en el acta de trabajo, porque ella le dice al médico, pues, le

manda a decir que como yo tengo esto de ehh de suicidios, entonces que lo mejor es que den de

alta para que yo trabaje y este ocupada en otras cosas y no porque ella cree que si yo estoy sin

pensar y sin trabajar puedo pensar cosas malas, entonces por eso ella cree que lo mejor que puedo

hacer es trabajar para que así este distraída y por eso me dieron el alta otra vez para que

comenzará a trabajar y entonces ella dice que ella no habla nada ahí de otras dolencias que tengo

porque eso es con otros médicos, pero en la parte psiquiátrica lo que debo hacer es, tengo que

estar ocupada la mente mía porque comienzo a pensar cosas que no tenga que pensar, eso es lo

que dice la carta.

Pensarse ocupar la mente de X para evitar posibles suicidios que han reconocido los expertos

en salud mental, parece no develar que hay detrás de ese no existir más, de aquello que resulta

tan intolerable que el no existir pareciera la única alternativa. Y desconoce que el sujeto es un

ser, que es producto de la sociedad, pero que a la vez es productora de la misma; el sujeto puede

tener una historia pero puede romper con ella. Leontiev (citado por González 2010), infiere:

El sentido subjetivo se orienta a presentar el sentido como momento constituido y constituyente

de la subjetividad, como aspecto definidor de ésta, en cuanto es capaz de integrar diferentes

formas de registro (social, biológico, ecológico, semiótico, etc.) en una organización subjetiva

que se define por la articulación compleja de emociones, procesos simbólicos y significados, que

toma formas variables y que es susceptible de aparecer en cada momento con una determinada

forma de organización dominante. (p.251)23

Así mismo X infiere sobre los otros diagnósticos y dice:

Ahh si un médico que si yo tenía algún trastorno bipolar, y pues, yo le dije mire yo no sé qué

tengo, pero lo único, que sí se decirle es que hay cosas que me afectan y me estreso, no sé y un

día pues a veces estoy así bien y otro día lloro y otro día pues me da mucha rabia y no me hallo y

entonces me dijo ahh será un trastorno bipolar y yo veía como apuntaba pero mmm ni idea de

verdad.

Hasta el momento pareciera que los diagnósticos emitidos por los expertos psiquiatras en el

área de la salud mental no coinciden, aun cuando se preestablecen criterios objetivos a través de

la ciencia mediante herramientas como el DSMIV. En relación a esa forma de calificar aquello

23

González, F. (2010) Las categorías de sentido, sentido personal y sentido subjetivo en una perspectiva histórico-

cultural: un camino hacia una nueva definición de subjetividad. Redalyc, 9 (1), 241-253.

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que acontece a la condición de lo humano en términos de enfermedad mental. Szasz (1970)

refiere el concepto de enfermedad mental es innecesario y equivoco; pues, en la práctica médica

hablar de trastornos orgánicos, se refiere a signos, ej. la fiebre y síntomas el dolor, pero hablar de

síntomas psíquicos es referirse a las comunicaciones del paciente acerca de sí mismo, de los

demás y del mundo que lo rodea, y cuestiona, si la práctica psiquiátrica esta para servir al

individuo u el estado. Por otro lado manifiesta que la ideología psiquiátrica es una adaptación a

la era científica y hace un paralelo entre la teología tradicional y la teología cristiana, en donde el

hombre nace enfermo en lugar de pecador, la vida se convierte en el valle de enfermedades en

lugar de un valle de lágrimas, el hombre está guiado por el médico, ya no por el sacerdote.

Se hace necesario mencionar que en busca de dicha objetividad se pretende la unanimidad en

los diagnósticos emitidos por parte de los médicos psiquiatras de las diferentes instituciones a las

que pertenecen y que tiene como objetivo evaluar a X para determinar en últimas si puede

continuar ejecutando su trabajo X infiere:

La mutua es por decir algo, estas en el seguro y entonces ellos te mandan a otro médico

especialista que no sea de la mutua para ver qué opinan sobre ese caso de esa paciente. No sé la

verdad cuando yo vi eso me dio mucha rabia porque yo dije esa señora lo primero que tenía que

hacer era escucharme y no haber, porque es que me pareció que no fue profesional porque ni

siquiera me miro a la cara, simplemente me dijo que te pasa y yo como soy de llorar mucho, pues

yo comencé a llorar y a contarle, y haber, sobre todo pues a decirle yo a ella que a pesar de mis

nervios y todo, pero que tengo también estos problemas de los huesos y de la fibromialgia que es

duro en el día tener que levantarme a irme a mi trabajo porque tengo que levantarme, acostarme

irme enferma como sea a trabajar y pues eso yo no lo quiero para mí, y pues, también digo le

conté, seguro le contaría lo de esos suicidios y cosas así y entonces, pero bueno seguro tenía

razón al decir que lo que tenía yo era tener que estar ocupada no sé.

Al intentar comprender a X sobre aquella reflexión que hacia acerca del psiquiatra que la

atendió, quien entrevista le pregunta ¿por qué no te pareció profesional? X dice:

No me pareció profesional porque aunque yo no soy médico ni mucho menos, un médico lo que

tiene que hacer es al menos mirar de vez en cuando a la cara al paciente a ver cuáles son sus

gestos o no, simplemente yo vi a esa señora que tenía más cara de loca que yo y yo lo que vi era

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una persona así reacida24

como malgeniada como toda esta y ella no hacía sino apuntar, si estuvo

conmigo diez minutos fue mucho. Y así me dio diagnóstico en los diez minutos, ella, ya supo que

tenía yo, yo creo que no es así, no sé.

El discurso de X deja en evidencia de manera explícita lo anunciado o más bien denunciado

en relación al reconocimiento del otro en la alteridad con respecto al sujeto diagnosticado como

enfermo mental. No se le reconoce como sujeto pensante, que sufre y que siente, su voz no es

tenida en cuenta, se sobreentiende que su malestar es de origen biológico y requiere ser llamado

de alguna manera. Para X este suceso no pasa desapercibido, por el contrario le parece arbitrario

y lo pone en cuestión, cuando hace referencia al tiempo en que le atendió y determino que tenía;

a la actitud de indiferencia, pues no le miro, para saber quién era, ni en qué condiciones se

encontraba. Cobo et al. (2012) afirma:

Es el punto cero, el punto que permite al intelectual suponer que su investidura científica le

permite dar cuenta de verdades totalizantes en relación con aquello que anuncia. Así, se anula las

polifonía y las voces diversas que la componen se subalternizan. (p.61)

Respecto a lo planteado por X se alcanza a entrever en el recorrido histórico que hace

Todorov cuando expone que la ideología encarnada en el capitalismo ha sido un obstáculo para

el progreso del conocimiento, ya que la ciencia avanza en la medida en que se rige por sus

propias reglas, la observación empírica y el razonamiento lógico, desplazando la verdad

preestablecida o la doctrinal. El objetivo del conocimiento se convierte en verdad no en el bien,

dejando por fuera la ciencia de la moral y de las costumbres de las otras ciencias. Bloch (citado

por Todorov 1991) considera que el verdadero rival de la historia es la manía de enjuiciar y

estima que en el momento en que el sabio ha observado y explicado, su misión se ha terminado.

En este sentido, se encuentra que el centro del universo no es el ser humano, ni gira en

beneficio de él, sino alrededor de la ciencia que se aparta del bien y el mal, que tiene como único

fin ir en búsqueda de la verdad. Se hace inevitable cuestionarse si el ser humano ha sido

desplazado de su lugar y posición en el mundo, por aquello que conocemos como ciencia. Pero

también si aquel denominado como sabio tiene como función observar y explicar, en relación al

enfermo mental; se podría decir que los intelectuales, entre ellos, médicos, psiquiatras,

amparados en lo que la ciencia como ciencia plantea, deben limitarse a observar el otro enfermo 24

Hace referencia a una persona poco amable, cordial, con la que no hay empatía.

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mental y explicar su enfermedad porque son ellos los que portan el conocimiento, más que

comprender y favorecer al sujeto que requiere y va en busca de ayuda profesional.

Para culminar se trató de conocer a partir del relato de X si los diagnósticos emitidos por los

profesionales en salud mental le favorecían en algo, ella refiere:

No, no, no a mí no me sirven para nada, a mí no me sirven para nada, porque yo no, lo único que

yo sí, se es que pues, seguro tengo una depresión así como dicen los médicos y que tengo, este

como de tristeza, de triste que muchas veces puedo estar bien, pero que al rato o al otro día no se

sabe cómo me levante, pero en realidad de que me sirvan, no me sirven para nada, me sirven será

pa más hundirme como lo que me dijo el médico general, o el otro que fue por allá con ese

aparatico, pero jajaja que me saco, ay Dios mío santísimo.

Pareciera que la ciencia se ha centrado más en nombrar aquello que acontece a la condición de

lo humano mediante diversos términos y ha dejado de lado lo verdaderamente importante, el

hacer como intervenir con estos sujetos en condición de enfermedad mental de manera integral y

no solo biológico, como lo demuestran los tratamientos actuales. Aunque haya surgido

movimiento antipsiquiátrico y opten por otra perspectiva de sujeto, el recorrido que falta, se hace

necesario asumirlo con responsabilidad y ética frente aquellos sujetos excluidos de todas las

esferas sociales por su condición. El asunto no es la enfermedad, ni su condición de enfermo, es

su lugar como sujeto, es el reconocimiento en la alteridad. Y como el conocimiento contribuye a

su condición de sujeto particular, singular en una vida digna a la que todo ser humano tiene

derecho.

Para la entrevistadora se hace oportuno a la luz de lo planteado revelar finalmente la situación

que X relata fue el motivo de ir en búsqueda de ayuda profesional X dice:

Todo sucedió más o menos cuando mi hijo tenía 12 años y yo pues, siempre vendía mis cosas y

todo y el me robaba, A (hijo mayor) el mayor, entonces yo pues, siempre me callaba por la

persona que vivo, no hay dialogo, sino peleas, entonces yo todo eso me lo callaba y no le decía

nunca nada a él, pero claro yo dentro de mí había una tristeza muy grande porque no podía

entenderlo como llega a hacer un hijo eso con su mamá que lo único que le ha dado es pues

buenos ejemplos, porque yo he tenido errores yo, pero ellos nunca me han visto o borracha o

otras cosas, yo siempre he hecho lo mejor y entonces ahí fui cayendo en eso y así, se me fue

acumulando ya a ir al psiquiatra.

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En el relato de X se alcanza a vislumbrar la tristeza como fuente de sufrimiento pero no solo

en este suceso, sino cuando relata su infancia; pareciera que esa emoción o sentimiento que ha

permeado su vida, quizás de manera más profunda que a otras por como lo ha significado, es lo

que en definitiva la ha conllevado a recibir o portar los diferentes diagnósticos depresión,

psicosis, trastorno bipolar. Pero lo más extraordinario es que X en sus adentros reconoce que

aquello que le acontece pareciera estar relacionado con aquello que ella misma no ha logrado

superar X refiere:

A veces uno no supera, de pronto pues he tenido una niñez así tan horrible, tan triste, eh voz no

haber podido tener un hogar con tu marido y el padre de tus hijos, sino que tener que pasar por

muchas cosas, aguantar muchas cosas para tener que criar a tus hijos, y son muchas cosas que uno

así, como uno a veces dice porque la mamá de uno no fue berraca como uno y saco sus hijos

adelante, porque permitiría una madre que su hijo tenga que pasar por tantas cosas, mal o bien

pero se llevan, y se llevan para toda la vida porque no hay manera de que se le vayan a uno de la

mente y así muchas cosas, o por qué habrá hombres tan malos, tan mujeriegos, por qué cuando

uno se enamora a veces uno no es correspondido o por qué uno no es feliz, simplemente.

En esta vía, pareciera que se desconoce que somos seres históricos y que cada sujeto trae

consigo una historia que lo constituye y que significa de manera única, posicionándolo de modo

particular en el mundo. Más allá de un diagnóstico y una medicación en el caso de X es como

resignifica su existencia. Pero también es necesario cuestionarse como una condición de lo

humano, sentir tristeza conlleva a ser nombrado como enfermedad mental mediante diferentes

diagnósticos.

Esto avoca a razonar sobre dos aspectos: ¿por qué denominar los avatares de la condición de

lo humano en términos de enfermedad?, y por otro lado, ¿por qué enfatizar en controlar o curar a

través de la medicación?, y no intentar comprender a ese sujeto, para así posibilitar que su

existencia sea de manera digna y llevadera, pues ya es suficiente el malestar-sufrimiento que

ellos mismos anuncian, para que además de ello tenga que recaer sobre sí la indiferencia, la

enajenación que en últimas se materializa en la exclusión.

Con relación a lo planteado por Gonzáles (2010) (véase pág. 31) Los sentidos subjetivos están

ligados a la historia del individuo, la cultura, el contexto, las experiencias, el significado, es decir

que esta enlazado con las emociones propias de cada individuo.

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Desde esta perspectiva resulta de gran importancia lo que plantea el autor, ya que es apertura

a una perspectiva diferente del sujeto en condición de enfermedad mental. Es pensarse como la

imposibilidad de no construir nuevos sentidos subjetivos de algo, sobre su vida misma, se

convierte en un generador de daño, de malestar, que le impide al sujeto, reescribir una historia

diferente como sujeto activo, convirtiéndose en una patología, que en últimas es tratada a nivel

biológico.

Pero a su vez es un interrogante a la psicología como disciplina, de qué manera contribuye o

contribuirá en esa línea, a la construcción de estos sentidos subjetivos que aporten al bienestar

mental del sujeto.

Discusión y Conclusiones

En este estudio, cuyo objetivo era reconocer el otro denominado enfermo mental en la

alteridad, se encuentra que más allá de un diagnóstico, existe un sujeto, un sujeto de discurso,

una voz, que tiene algo que contar, una historia que narrar, en la que aquella enfermedad mental

con la que se ha diagnosticado, es significada y vinculada a la trama de su vida, es entonces una

evidencia de que además de una manifestación de síntomas, coexiste un sujeto al que se le ha

desconocido, rechazado, y ha sido excluido; al punto en que solo se trata lo que se ha establecido

por enfermedad mental, ya que la persona pareciera que desaparece una vez aparece la

enfermedad mental y su diagnóstico.

Con relación al sujeto-paciente se pone en evidencia a partir de su discurso que más allá de las

representaciones, imaginarios con respecto a la enfermedad mental y los diagnósticos que porta,

existe un ser histórico que da cuenta de su historia de vida y de cómo ha significado la misma,

aquella que se ha señalado como enfermedad, a causa de una tristeza que manifiesta trae consigo

por su infancia y la vida tan triste que le ha tocado vivir, trayendo a su vez consecuencias a nivel

físico por los tratamientos que recibe una vez esa tristeza es nombrada en términos de

enfermedad. También deja entrever ese reclamo de escucha, de ser escuchada por aquel experto

que pareciera tiene como único fin el diagnóstico, sin adentrarse a comprender aquel sujeto en

tanto es un ser de emociones, de pensamientos, reduciéndolo a lo bilógico-orgánico.

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En esta vía queda desde luego entre dicho la objetividad de la que ostenta la ciencia y los

manuales diagnósticos, pues, los tres diagnósticos que recibe depresión, psicosis y trastorno

bipolar en su país natal y de residencia ponen en cuestión el lenguaje universal y los criterios

para determinar que tiene una persona cuya condición de ser y estar en el mundo es diferente, en

este sentido, cabe cuestionarse si esa forma de existir-coexistir es aquello que se ha señalado

como enfermedad mental; pero también inquieta por qué la necesidad de fragmentar al sujeto

entre lo mental y lo orgánico, será acaso ese uno de los elementos que asiste a desdibujar el

sujeto como ser integral; sin lugar a dudas confluyen diversos aspectos en el no reconocimiento

del otro en la alteridad, por su situación o condición: enfermo mental, discapacitado, desplazado,

entre otros.

En el marco de estos hallazgos, se hace un llamado a repensar como la condición de lo

humano empieza a ser nombrado en términos científicos con verdades totalizantes, deviniendo

así modos de relación, en donde el reconocimiento del otro en la alteridad se desvanece. Por otro

lado, se revela como propósito el control o la cura sobre una condición que va más allá de la

noción de enfermedad, pues hace parte de lo que el sujeto ha configurado a través de su historia

de vida, en este sentido, porque no apostarle a contribuir, cooperar a que su existencia sea grata,

más llevadera.

En este acercamiento tanto a la teoría como a la práctica, permite replantearse que el tipo de

relación que se establece con el otro, más aun cuando se encuentra en condiciones desfavorables,

es de tal enajenación a la que se ha llegado, que ya no produce más que reacciones frente a un

cuerpo. Cabe preguntarse de qué lado queda la subjetividad, el sufrimiento y la garantía de una

vida digna, cuando ni siquiera son reconocidos, ni tienen el acceso a la Salud, aquellos servicios

que por ley tienen derechos y son limitados porque el mismo Estado que es quien debe

garantizarlos no es capaz.

De este modo, se revela que como sociedad somos responsables de las relaciones que se han

implantado como normal o natural: el no reconocimiento del “otro”, las cuales deviene de

aquellas relaciones que se construyen desde la familia, la escuela, donde empieza a cobrar

sentido el otro para los otros y nosotros. Es aquí donde se reclama la función de la escuela, pues,

centrarse en la reproducción de conocimientos y renunciar o desistir a los valores y el amor que

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son constituyentes de la humanidad, es consecuencia de la relación que predomina y se mantiene

en la actualidad: la exclusión.

Por otro lado, es necesario considerar las consecuencias que suscita a nivel ético, político y

social, el modelo de sociedad que se forja en la mismidad, en donde la diferencia se rechaza

como condición de lo humano. En este sentido se vislumbra cual es nuestro trabajo en una

sociedad en donde el otro pierde sentido, por el no reconocimiento como sujeto, y se considera

que aquí es donde radica el trabajo, empezar a sembrar ese sentido del cual carece el “otro” para

los otros en nuestra época.

Para terminar es preciso preguntarse de qué manera el conocimiento se pone al servicio del

bienestar humano y si el conocimiento del “otro” permite un desarrollo como sociedad, pero

también es preciso reflexionar acerca de cómo se ha reproducido y justificado la indiferencia, la

enajenación, la exclusión que parecen caracterizar las relaciones sociales y que finalmente

encubren y desconocen al “otro” como sujeto, y lo ubican en la condición de un otro extraño y

subalterno y de qué manera la psicología puede trascender esa mirada que reduce al consultante a

un conjunto de síntomas, para reconocer a la persona que sufre en toda su dimensión,

escuchando su propia voz, en una relación directa en la que el Psicólogo y el consultante,

alternen el Yo y el Tú y no en una relación en tercera persona donde se le juzgue como “El Otro”

en nombre de la ciencia.

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