Decisión humana en Edith Stein y los aportes d ela fenomenología a la mística

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La decisión humana en Edith Stein Dr. Fernando González Vega Lección Inaugural curso 2005-2006 CITeS- Avila 1 La decisión humana en Edith Stein y los aportes de la fenomenología a la mística. Dr. Fernando González Vega. Universidad Autónoma de Querétaro. “Podemos afirmar sin titubeos: una decisión real y auténtica no es posible, en definitiva, sino desde el hondón del alma. Porque nadie está por sí en situación de abarcar con su mirada todos los motivos y contramotivos que hacen oir su voz en una decisión. Cada cual sólo es capaz de decidirse, como mejor puede,…pero el creyente sabe que Uno (Dios), cuya mirada no está limitada a ningún horizonte, abarca en realidad todo y todo lo penetra”. Edith Stein, Ciencia de la Cruz. 1 Deseo, en primer término, agradecer a los directivos del Cites la invitación que me hicieron para estar con ustedes el día de hoy, día importante por el inicio de actividades académicas para este nuevo ciclo escolar. Me siento muy honrado de estar aquí, pues soy un admirador de la labor de este Centro que forma y transforma, que da cabida a la vida y la reflexión, a través de difundir y estudiar la experiencia mística de los santos del Carmelo. Podrá parecerles un poco extraño que un maestro universitario de México venga a la cuna de la mística española para comentar sobre las aportaciones fenomenológicas de Edith Stein, que nos permiten comprender inquietudes del hombre contemporáneo, como es el caso de las decisiones vitales y, por ellas, su experiencia de lo finito y lo trascendente. Mi propósito es presentar a su consideración algunas reflexiones sobre las posibilidades que nos ofrece el tema de las decisiones humanas en la doctrina filosófica steiniana, partiendo de la experiencia de vivirlas, los elementos humanos que intervienen y cómo éstas contribuyen a definir la vida y desarrollo de cada persona. Me detendré en aclarar el papel que juegan los sentimientos y valores, las intenciones y sentidos, dentro de una perspectiva de libertad, creatividad y compromiso. Por último, haré algunas referencias cómo el método fenomenológico steiniano nos posibilita describir y analizar la experiencia mística, como vivencia de la interioridad humana abierta a la trascendencia divina. 1 Stein, Edith. La ciencia de la cruz, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2000, p. 211

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La decisión humana en Edith Stein Dr. Fernando González Vega

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La decisión humana en Edith Stein y los aportes de la fenomenología a la mística. Dr. Fernando González Vega. Universidad Autónoma de Querétaro.

“Podemos afirmar sin titubeos: una decisión real y auténtica no es

posible, en definitiva, sino desde el hondón del alma. Porque nadie

está por sí en situación de abarcar con su mirada todos los motivos y

contramotivos que hacen oir su voz en una decisión. Cada cual sólo

es capaz de decidirse, como mejor puede,…pero el creyente sabe

que Uno (Dios), cuya mirada no está limitada a ningún horizonte,

abarca en realidad todo y todo lo penetra”. Edith Stein, Ciencia de la Cruz.1

Deseo, en primer término, agradecer a los directivos del Cites la invitación que me

hicieron para estar con ustedes el día de hoy, día importante por el inicio de actividades

académicas para este nuevo ciclo escolar. Me siento muy honrado de estar aquí, pues

soy un admirador de la labor de este Centro que forma y transforma, que da cabida a la

vida y la reflexión, a través de difundir y estudiar la experiencia mística de los santos del

Carmelo.

Podrá parecerles un poco extraño que un maestro universitario de México venga a la cuna

de la mística española para comentar sobre las aportaciones fenomenológicas de Edith

Stein, que nos permiten comprender inquietudes del hombre contemporáneo, como es el

caso de las decisiones vitales y, por ellas, su experiencia de lo finito y lo trascendente.

Mi propósito es presentar a su consideración algunas reflexiones sobre las posibilidades

que nos ofrece el tema de las decisiones humanas en la doctrina filosófica steiniana,

partiendo de la experiencia de vivirlas, los elementos humanos que intervienen y cómo

éstas contribuyen a definir la vida y desarrollo de cada persona. Me detendré en aclarar el

papel que juegan los sentimientos y valores, las intenciones y sentidos, dentro de una

perspectiva de libertad, creatividad y compromiso. Por último, haré algunas referencias

cómo el método fenomenológico steiniano nos posibilita describir y analizar la experiencia

mística, como vivencia de la interioridad humana abierta a la trascendencia divina. 1 Stein, Edith. La ciencia de la cruz, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2000, p. 211

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El tema de la decisión humana ha sido y sigue siendo para mí un reto y un compromiso

con la existencia misma; es una vivencia cotidiana, individual y colectiva que es ineludible,

nos envuelve en su dinamismo y llena de sorpresas e interrogantes, tales como: ¿a qué

se debe que tomamos decisiones en función de motivos que no responden

necesariamente a lo que pensamos o realmente queremos? ¿Cómo intervienen los

sentimientos, la intuición, la voluntad y la razón en las decisiones para definir el curso de

la vida y su sentido? ¿Cómo se experimentan y desde dónde emergen las decisiones que

nos hacen más libres como personas? ¿Cómo validar la sensación espiritual que nos

empuja intuitivamente a decidir y actuar con libertad, paz y compromiso?

Estas interrogantes fueron incentivo y acicate para la búsqueda y la reflexión. Revisé

autores, analicé experiencias, cuestioné explicaciones y me sorprendí de su profundidad y

misterio. Fue ahí donde me encontré con la fenomenología de Edmund Husserl y las

aportaciones de su mejor discípula, Edith Stein.

Considero que la fenomenología es un movimiento filosófico que aporta elementos

metodológicos y teóricos para abordar adecuadamente esta temática, ya que su enfoque

vital permite superar dualismos antropológicos, integrar la experiencia y la reflexión,

asumir la persona como un ser corporal, animado y espiritual, a través de sus vivencias

intencionales, los valores, el poder y la libertad, con sus diversos significados y sentidos.

Desde la búsqueda de la verdad en la universidad, hasta su entrega por su fe y su

pueblo, Edith Stein ha fincado su sentido de vida en las decisiones que le permiten ser

auténtica con su persona y su destino. La fenomenología fue su camino y método.

Edith Stein, filósofa de la finitud y la trascendencia.

He querido calificar a Stein como filósofa. Sus estudios, obras y planteamientos propios

me permiten afirmar esta aseveración. Su filosofar retoma como base su experiencia y

reflexión sobre los problemas humanos y su formación científica en psicología, historia,

arte y lenguas antiguas y modernas. Lo mismo que su maestro Husserl, Stein se convirtió

a la filosofía como vocación a la verdad, y fue la fenomenología la que le permitió integrar

su experiencia a sus inquietudes intelectuales y abrirse de nuevo a la fe. El problema del

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conocimiento, de la constitución de la persona y el sentido del ser están asentados en las

vivencias y reflexión sobre la finitud humana y su apertura a la trascendencia.

La finitud y la trascendencia se manifiestan a lo largo de la vida de la santa, como

inquietudes existenciales que constantemente surgen de su interioridad y ‘aparecen’ ante

las situaciones significativas de su vida, que van, por un lado, desde el ansia por vivir

apasionadamente la naturaleza, la investigación, la educación, la amistad sincera y la

vivencia mística de un amor personalizado en el crucificado y la eucaristía; y por el otro, la

experiencia de muerte de sus familiares, el sufrimiento de la guerra, la injusticia por

razones de género, raza, ideología política y creencia religiosa, y el compromiso con el

pueblo judío y su fe cristiana que culmina también con su propio holocausto.

El binomio e integración de la finitud y la trascendencia fue surgiendo desde niña al

enfrentarse constantemente a situaciones que exigían de ella una autonomía y acciones

con un rumbo propio a seguir, todo ello, manifestado en decisiones impulsadas desde su

interior: “No podía actuar mientras no tuviera un impulso interior. Las decisiones que yo he

tomado, siempre procedieron de una hondura que yo misma desconocía. Una vez que

algo subía a la clara luz de la conciencia y tomaba forma racional, nada podía detenerme.

Ciertamente experimentaba una especie de placer deportivo en emprender lo

aparentemente imposible”2.

La fenomenología es el método y la filosofía que impregna la obra steiniana, aún cuando

incorpora después el tomismo y la mística. No le interesa explicar tanto el método

fenomenológico, como prefiere ponerlo en práctica para comprenderlo mejor. El acceso

que propone Stein para conocer el mundo y a la persona es la experiencia. Considera que

lo que no está sujeto a ninguna duda es la experiencia misma: ‘yo’ estoy en la experiencia

y sólo en ella, tan indubitable e irreductible como ella misma. Así, en la experiencia

encuentra Edith el lugar natural que tienen los diversos modos intencionales del vivir, al

decir que “El fenómeno de un individuo psicofísico […] se da como un cuerpo vivo,

sensible al que pertenece un yo, un yo que siente, que piensa, que experimenta, que

quiere…”3.

2 Stein, Edith. Estrellas amarillas, Ed. Ede, Madrid, 1992, p. 139 3 Stein, Edith. Sobre el problema de la empatía, Universidad Iberoamericana, México, 1995, p. 24

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La experiencia del sentir, del pensar o el actuar tiene siempre sentido intencional, es

decir, las acciones humanas apuntan hacia algo y se comprenden al cumplirse. Las

vivencias intencionales son las que permiten convertir la experiencia en reflexión, por la

intuición que las hace significativas e inteligibles. Las decisiones vitales, pues, poseen

intencionalidad y sentido.*

En las vivencias personales se nos muestra a la conciencia el alma como unidad y estrato

básico del flujo vital y ‘soporte’ de sí mismo. La unidad y estructura anímica se manifiesta

en las vivencias propias, donde existe una correlación entre la estructura del alma y el

contenido de sus vivencias.

La santa ubica a la decisión humana en el flujo de la conciencia, donde se puede captar

lo íntimo de la persona humana: “Hay un contacto íntimo con el yo, nunca lo captamos

meramente desde fuera, sino que miramos dentro de él y, en cierto sentido nos

entendemos con él”4.

Otro constitutivo humano que se relaciona con las decisiones es el cuerpo, nos

menciona. El cuerpo vivo nunca está separado del alma y permite el acceso a la

conciencia. Pero, ¿cómo sucede esto? El cuerpo siempre está aquí, mientras que las

demás cosas están allí. La conciencia de la unión con el cuerpo se da por la vivencia

interna de mi cuerpo vivo, a través de las sensaciones, tanto físicas, como emocionales y

espirituales.

El camino, pues, para llegar a este tipo de conciencia son las vivencias de las

sensaciones: la vivencia de las sensaciones incluyen aspectos orgánicos, emocionales y

espirituales, ligados a los actos de la percepción, el juicio y la voluntad. En la sensación el

sujeto no está separado ni del objeto, ni de sí mismo. Hay un lugar interno de

convergencia y unificación de las sensaciones en la unidad de mi cuerpo vivo: “las

sensaciones son constitutivos reales de la esencia (humana) y como tales, pertenecientes

al yo”5. *

4 Stein, Edith. La estructura de la persona, Ed. BAC, Madrid, 1998, p. 52 5Stein, Edith, Sobre el problema de la empatía, o.c., p. 86 (lo citado como cursiva es por mí).

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En Stein las sensaciones emotivas o sentimientos son inseparables de las

sensaciones físicas en las que la afectividad brota del yo 6. Por los sentimientos, como

actos psíquicos intencionales, la persona expresa sus necesidades y deseos, como

provenientes de lo profundo de su yo. El yo que se experimenta por el sentimiento revela

sus diversos estratos. El sentimiento es el mismo acto en cuanto que sale del yo o entra

revelando un estrato del yo 7. Los sentimientos tienen, por ello, la posibilidad de poseer y

expresar un sentido significativo, por la intencionalidad que procede del espíritu.

Los llamados sentimientos espirituales los considera Edith Stein como psíquicos y no

desligados del cuerpo ni como meramente espirituales en sí. Tampoco los concibe como

complejos de sensaciones orgánicas, donde por asociación simple y directa se relaciona

la alegría con el cambio en la respiración o el enojo con la tensión muscular. Lo que

encuentra aquí es una causalidad psicofísica y espiritual, ya que al percibirse uno a sí

mismo se descubre también una relación causal entre las vivencias, las capacidades

integradas y las características de la persona como espíritu. En el sentir intencional del

espíritu se siente lo de adentro y lo de afuera como interioridad y trascendencia. Es un

entrar dentro de sí y un salir de sí mismo. Es despertar y apertura, dice Stein

metafóricamente.

De esta manera, el espíritu se hace visible en el cuerpo vivo, en el flujo de la conciencia;

pero, nos dice la autora, donde “todavía se nos revela más sorprendentemente esto es en

el campo de la voluntad. El acto de la voluntad no tiene sólo un correlato objetivo frente a

sí –lo querido-, sino mientras libera de sí la acción, le confiere una realidad, se vuelve

creador”8. Esta parte creativa se concreta y expresa en las acciones y obras que realiza

el hombre, como expresión de su espíritu.

Las vivencias de la voluntad están ligadas al sentimiento y la creatividad. Nos ilustra esto

Edith Stein con un ejemplo: “Ahora ya he hecho la elección, he tomado una decisión:

levanto la cabeza hacia atrás y salto vivamente. Estos movimientos no son expresión de

las determinaciones de la voluntad, sino del sentimiento que resulta de la determinación…

Como el sentimiento del acto de voluntad también se libera o se motiva, así la voluntad

6 O.c., p. 87. 7 O.c., p. 157 8 O.c., p. 148

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se exterioriza en la acción. Hacer es siempre un crear algo no hecho. Al ‘fiat’ de las

decisiones de la voluntad, responde el ‘fieri’ de lo querido y el ‘facere’ del sujeto de la

voluntad en la acción9... “Todo acto creativo en el sentido propio es acción de la

voluntad”10.

Mencionaré ahora la concepción de E. Stein sobre el sujeto espiritual. En el individuo

psicofísico, como ella dice, encontramos al sujeto espiritual como un yo, cuyos actos

están relacionados de una manera significativa. El Dr. Medardo Plasencia, miembro del

Círculo Steiniano de México en sus reflexiones sobre las aportaciones de Edith Stein al

respecto comenta: “Los actos del espíritu no están el uno al lado del otro, sin ninguna

relación entre sí; al contrario existe un brotar vivido de un acto que se realiza desde otro

acto, un fluir del Yo de uno a otro acto. Este nexo significativo, o llamado también

motivación de las vivencias…, debe ser atribuido absolutamente al espíritu”11.

El espíritu se hace comprensible y presente en el mundo al tratar de clarificar significados

y desvelar sentidos. La autora asevera que “La motivación es la legalidad de la vida del

espíritu, el nexo de las vivencias de los sujetos espirituales es una totalidad de sentido

experimentada e inteligible como tal.12”

Esta inteligibilidad está en la esencia del querer. Por eso un querer que no surge de la

motivación es un absurdo, es algo impensable que una persona que quiere algo

realmente no busque alcanzarlo. “Es propio del sentido del querer tender a algo que sea

posible; racionalmente se puede querer sólo lo que es posible”13.

Ahora pasaremos a comentar cómo la persona se constituye en cuanto tal a partir de las

vivencias emotivas. La persona no es sólo inteligencia, sino sentimiento. El sentir ‘algo’ es

un acto oferente y el sentir al sí mismo toca con la constitución íntima de su yo. El sujeto

no sólo percibe y piensa, sino también siente, “porque en el sentir experimenta no sólo

objetos, sino también a sí mismo, experimenta los sentimientos como provenientes de lo

9 Ibidem, p. 97 10 Ibidem, p.99 11 Plasencia, Medardo. La empatía como comprensión de las personas espirituales en Edith Stein, Cuaderno de Filosofía No. 23, Universidad Iberoamericana, México, 1994, p. 53 12 Stein, Edith, o.c., p.154 13 Plasencia, Medardo. O.c., p. 54

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profundo de su yo”.14 “El yo que es vivido en el sentimiento tiene estratos de diversa

profundidad que se descubren mientras los sentimientos brotan de estos estratos”15, nos

afirma la santa.

La Dra. Stein distingue entre ‘sentir’ y ‘sentimiento’. “El sentimiento es el mismo acto en

cuanto sale del yo o entra revelando un estrato del yo”16. El sentir está dirigido al objeto y

el sentimiento al sujeto. Además en los sentimientos nos vivimos a nosotros mismos no

sólo como existentes, sino como individuos hechos de éste o aquel modo; ellos nos

manifiestan las propiedades personales”17.

Las vivencias intencionales nos llevan al ‘sentir axiológico’, como una apreciación del

valor a través de un saber y sentir específicos. La alegría de una buena acción o el gozo

en el actuar valioso conllevan una correlación entre sentimientos, valores y estructura de

la persona. “Se abren aquí relaciones esenciales entre la jerarquía de valores, las

profundidades en el orden de los sentimientos de valor y el orden de los estratos

reveladores de la persona. Por lo que cada avance en el reino de los valores es

igualmente una conquista en el reino de la propia personalidad”18.

En el sentir axiológico se llega a saber de sí mismo, mediante la reflexión de los valores

que buscamos o realizamos: “El valor de la propia persona se constituye sólo a través de

la reflexión… Es un valor el captar un valor y también es un valor el realizar un valor”19. El

valor está ligado también al acto creativo del que hablaba anteriormente la autora, ya que

en el sentir axiológico hay una alegría espontánea al crear que surge del impulso que

tiende a la consecución del valor. Valor al vivirlo como fuerza creativa y potencia para

poder crear. “Uno es el valor que realizo y otro es el valor de la realización”20.

Distingue Stein lo valioso de alguna cosa, del valor de las personas. Hay sentimientos que

tienen como objeto las cosas y otros, las personas. Los valores personales proceden de la

experiencia originaria donde directamente se da la aprehensión de las personas. Stein

14 Stein, Edith. O.c., p. 157 15 Plasencia, Medardo. O.c., p. 55 16 Stein, Edith. O.c., p. 157 17 Plasencia, Medardo. O.c., p.55 18 Stein, Edith, o.c., p. 161 19 Plasencia, Medardo. O.c., p. 58 20 Ibidem.

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comenta que no amamos a una persona porque hace el bien, sino porque ella misma es

valiosa y por sí misma la amamos, como vivencia intersubjetiva.

En el sentir axiológico la decisión descubre los límites, alcances, ambigüedades y

contradicciones de la condición humana. Experimentamos una no coincidencia entre lo

que se siente, se piensa, se quiere, se expresa y actúa. Considero que el concepto

steiniano del sentir axiológico posibilita comprender y superar la ambigüedad y la

contradicción entre estos actos, pues cuando se siente algo espiritualmente como

impulso, se unifica la intencionalidad en una preferencia como valor, se comprende el

significado y se desvela su sentido. Este proceso queda formalizado como motivo para

actuar.

Por otro lado, el objeto de la voluntad es lo querido que está íntimamente referido al

poder y no poder. “…lo querido está construido en el sentir, y mientras ese sentimiento

está unido al ‘poder realizar’, en ese libre e ineludible ‘yo quiero’ está un yo puedo, con un

yo no puedo…”21.

Por ello, para que la persona se defina y actúe, los motivos requieren una determinada

‘toma de posición de la voluntad’. La toma de posición puede ser reactiva o libre,

dependiendo del grado de voluntariedad y libertad que implique. La formalización

espiritual posibilita que se de una respuesta libre y personal. El espíritu, pues, se

manifiesta en el poder ser y hacer, es decir, ser libre, convirtiéndose en un yo volente,

concepto central de Edith Stein.

El ‘yo volente’ determina la potencia del sujeto en el conocer y en su actuar. Del ‘yo

volente’ depende de la forma en que la persona conoce, valora, quiere y actúa:

Este poder tiene que ver con las posibilidades del intelecto cuando ordena, penetra,

reflexiona y abstrae. El entendimiento ‘puede’ captar el material sensible y su percepción,

‘puede’ volverse a sí y reflexionar, también, ‘puede’ abstraer.

21 Stein, Edith. O.c., p. 169

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El poder volitivo está relacionado con la disposición a abrirse a las posibilidades de la

sensibilidad y la afectividad, cuando la persona puede entregarse a una emoción que

surge en su interior, cuando se le permite que obtenga sus efectos o bien, cuando puede

reprimirse o negarse.

El poder del yo volente está íntimamente vinculado a la aprehensión de los valores y la

posibilidad de convertir los motivos en decisiones y obras.

Este poder también se concreta en la ‘toma de posición de la voluntad’ por la que

actualiza las capacidades, decidiendo cuáles de las diferentes posibilidades

prefiguradas se harán realidad.

Este poder se muestra en la libertad como un yo puedo. Como persona libre posee en

sus manos la posibilidad de ser de otra manera y cambiar. Depende para ser él mismo de

su libertad, incluso cuando quiera o no hacer uso de ella.

Por ello, concluye Edith Stein, que el hombre ‘puede y debe formarse a sí mismo’. Del

poder se deriva la posibilidad del deber, se siente llamado a hacer esto u omitir esto otro,

el yo libre puede decidir, ponerse fines y hacerlos realidad con sus actos. Poder y deber,

querer y actuar están estrechamente relacionados por la decisión y el formarse a sí

mismo.

El formarse a sí mismo que propone Stein, es un proceso formalizante por el que el ‘yo

volente’ informa con una nueva forma al sí mismo de la persona, en una perspectiva de

desarrollo. La formalización se da por el espíritu cuya mirada y acción convierten en acto,

las potencialidades de lo corporal, emocional, intelectual como objetos de su

intencionalidad volitiva. Por ello, afirma que el resultado de esa formalización sería el

hombre desarrollado, plenamente formalizado como persona. Así, poder, deber y

formarse a sí mismo constituyen un proceso vital continuo de hacerse y deshacerse. Este

proceso de formalización conforma la dimensión ética, educativa y ontológica de la

persona humana.

Por último, concluye la autora con una aportación contundente sobre el alcance de las

decisiones humanas en la vida de las personas. Dice textualmente: “Aquello por lo que

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me decida en un momento dado determinará no solamente la configuración de la vida en

ese momento, sino que será relevante para aquello en lo que yo, el hombre como un todo,

me convierta”22.

Los fundamentos antropológicos y ontológicos de la postura steiniana del ‘yo volente’ y la

decisión humana están soportados por la unidad e interrelación los constitutivos de la

persona: cuerpo, alma y espíritu. El cuerpo como asiento de la vitalidad, sensibilidad y el

movimiento; el alma como soporte formalizante y teleológico de las facultades, potencias

y actividades; el espíritu como impulso intencional de la formalización y desarrollo de la

persona. Pero es el espíritu, el núcleo y eje articulador de la actividad decisoria,

constitutivo y centro privilegiado para esta función. De aquí se deriva la importancia de la

interioridad humana en la obra de la santa.

La interioridad espiritual, se constituye como el centro de las decisiones y el camino

para la integración y desarrollo de la persona. La interioridad es la sede y lugar del yo

íntimo y, por ende, del yo volente. La vida interior, la vida espiritual es el centro de la

libertad, donde se percibe la conciencia y es el lugar de las libres decisiones23. Es sede

donde la persona toma las decisiones con un mayor grado de conciencia y libertad.

La interioridad también es camino para conocerse y desarrollarse. Por la interioridad la

persona se conoce a sí misma y llega a ser lo que debe ser24. Pero sobre todo, la

interioridad está relacionada con la fuerza y el sentido. El espíritu es la fuerza unitaria que

impulsa a la persona a su desarrollo, según su esencia. El sentido sería la figura final

hacia la cual se orienta la persona en su determinación esencial; la fuerza es la potencia

existencial para llegar a ser lo que debe ser cada uno. El proceso decisional, desde la

interioridad, favorece una conciencia del sentido, para la vida de la persona. Ejercer la

decisión libre conlleva al descubrimiento del sentido de la vida y del ser.

La interioridad es un concepto steiniano que permite abordar a la persona de una manera

integral y ubicarla en una perspectiva de desarrollo. Para ello, presentamos su significado

en relación con la unidad y los elementos constitutivos de la persona, la fuerza anímica y

22 Stein, Edith. La estructura de la persona, o.c., p. 149 23 O.c., pp. 386 y 446 24 O.c., p. 154

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el sentido de vida que permiten comprender las decisiones en la perspectiva de la libertad

y la formación.

Como elementos constitutivos de la persona, el análisis del cuerpo, el alma y el espíritu

sobresale en los estudios de Edith Stein. La persona posee la unidad como principio y fin,

en función de la vida y su ser. Pero esa unidad posee una especie de ‘lugar’ donde está

su centro que le da unidad y sentido.

Para Edith el alma, como realidad integrada en el cuerpo es la ‘sede’ del yo, como sí

mismo, donde puede actuar libremente hacia la realización de su persona. Stein

descubre en el alma una base y estructura interna que conecta a la persona con su

esencia, su ser mismo y la trascendencia, llamándole la vida íntima del alma. Esto

constituye su ser interior o la interioridad humana. Asimismo, es también el centro del ser

persona donde se unen conocimiento, voluntad, libertad, vida y ser. Esta interioridad no

solamente es un lugar, sino un camino para conocerse y desarrollarse.

Como lugar, la interioridad es el ‘centro’ de la persona; como camino es la forma de

conocimiento de sí mismo, de ‘tomar posición’ como ‘toma de postura’, términos que ya

los hemos relacionado anteriormente con la decisión, la cual nos conduce al ‘llegar a ser’,

como el proceso de formalización del yo como persona.

La vida espiritual, continúa la autora, es un camino de interiorización que lleva al

conocimiento de sí y a encontrar su propio ‘centro’, donde se siente en ‘casa’ y se

encuentra con su libertad. El centro del alma es el centro de la libertad, éste es el nuevo

sentido del alma. “Para el hombre, existe sólo un campo de la libertad, que no coincide

con toda la envergadura de su ser. El alma es el centro en un nuevo sentido.[…] El centro

del alma es el lugar en el que se percibe la conciencia y el lugar de las libres

decisiones”25.

El P. Francisco Javier Sancho, especialista en el pensamiento de Edith Stein sostiene que

el conocimiento de la esencia del ser humano solamente se capta y alcanza en lo más

espiritual del alma, su interioridad. El hombre está llamado a vivir desde la interioridad,

25 O.c., pp. 386 y 446. (Lo citado en cursiva es por mí)

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como centro de su ser, que es el centro de la libertad y decisiones: “Este centro del alma

es también el ‘centro de la libertad’, el lugar donde el hombre puede tomar una decisión

con un mayor grado de conciencia y libertad. Donde se siente en ‘su casa’ ”26.

El hombre interior es un hombre libre. La interioridad va de la mano de la libertad. La

libertad de la persona humana es algo específico de la personalidad y desempeña una

función fundamental en el desarrollo del hombre. Negar la libertad es negar la posibilidad

de ser, y ser persona en constante mejoramiento. Lo que se pone en juego, con el

ejercicio de la libertad es el sentido del vivir, lo que ‘decide el destino de la persona’. Es el

yo quien se decide libremente a conquistar esta aventura, la cual requiere una capacidad

de autoformación y autorrealización como proceso educativo de la voluntad: Nos dice la

santa, “La educación, como obra del alma supone la libertad y la comprensión, puesto que

se vuelve a la voluntad para indicarle una dirección para su acción, pero el hecho de

tomar esta dirección concierne a la voluntad”27.

La interioridad que propone Stein, pues, se encuentra en la línea de la tradición teresiana,

pues desde que leyó el libro de la Vida, definió con más contundencia el objetivo de su

búsqueda de la verdad y su conversión. Por ello, la interioridad como centro del alma, no

es sólo un lugar, sino también es un camino para avanzar en la vida espiritual y el

desarrollo del hombre. Teresa de Avila describe su experiencia personal, diríamos ahora,

fenomenológicamente, en sus obras del Camino de Perfección y Las Moradas. Edith Stein

comparte, con la fundadora del Carmelo, el interés por encontrar los caminos que hagan

posible la entrada al centro del alma, así como poder identificar las señales para entender

las llamadas para entrar en sí. Edith encuentra que la entrada en sí misma son los actos

de libertad y voluntad personal.

Fuerza, alimento, vida, fuente, sentido y ser son conceptos que aplica la autora a la

interioridad. En ella se capta la esencia, el yo vive el fundamento del ser, experimenta su

fuerza integradora, alimenta la vida dándole un sentido de plenitud. Este lugar y camino

le permiten al hombre descubrirse y ser persona disponiendo la fuerza anímica

libremente, para estar viviendo el sentido de lo que acontece con gran significación e

26 Sancho, Francisco Javier. Una espiritualidad para hoy según Edith Stein. Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1998, p. 138 y 139 (la palabra en cursiva es mía) 27 Stein, Edith, o.c., pp. 441 y 442

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importancia: “El yo personal se encuentra enteramente en él en la interioridad más

profunda del alma. […] Cuando vive en esa interioridad dispone de la fuerza total del alma

y puede utilizarla libremente. Además está entonces lo más cerca posible del sentido de

todo lo que le sucede […] puede apreciar mejor su significación e importancia”28.

Los caminos o puertas de acceso y encuentro con la interioridad que sugiere Edith Stein

son los siguientes:

- Por la experiencia de uno mismo: La experiencia de los procesos de vida de la

persona, desde la infancia hasta su madurez es una oportunidad genuina y un

sano anhelo para conocerse, suscitado por el descubrimiento del sí mismo, a

través de los cambios internos expresados en sus vivencias: “Las sensibles

transformaciones interiores impulsan por sí mismas la auto-observación”29. La

experiencia puede ser aprovechada por el contacto y descripción de lo vivido desde

las sensaciones y sentimientos propios, al descubrir los motivos y valores que han

dado significado y sentido a las decisiones y actos realizados. Al vivir en la

experiencia, el presente nos abre la oportunidad de conocernos a nosotros mismos

en lo que decidimos y vamos construyendo, como un camino de formación y

desarrollo. Este proceso personal, para aprovecharse, requiere comunicarse y

compartirse.

- A través del trato con los otros. La experiencia cotidiana de relación con los demás

es también una oportunidad de incursionar en la interioridad, pues nos proporciona

“una imagen de ello (el trato) y nos dice que también ellos tienen una imagen de

nosotros. Y así llegamos, en cierto modo, a vernos nosotros desde fuera”30. El

descubrimiento de la empatía como método de conocimiento por parte de la autora,

se convierte también en acceso privilegiado para conocer la propia interioridad de

sí mismo y del otro. La empatía, es una aprehensión de la persona ‘aquí y ahora’,

que puede establecer vivencias de contacto del yo en el otro, que son expresadas

y compartidas para descubrir aquellas intencionalidades centradas en valores y

deseos que dan sentido a la existencia.

28Stein, Edith. Obras Selectas, Burgos, 1997, p. 451 y 453 29 O.c., p. 440 30 Ibidem.

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- Por la investigación científica y filosófica. La autora está convencida que las

aportaciones de las ciencias, que reflejan de uno u otro modo la estructura anímica

y espiritual de la persona, pueden facilitar el acceso a este núcleo. Por su

experiencia personal y la de sus compañeros del círculo fenomenológico, Stein

coincide, en que gracias a esta ‘filosofía’, se ha abierto un mundo

inconmensurable que culmina con la fe y Cristo. Este primer nivel de interioridad

todavía posee alguna nebulosidad, la cual solamente “Dios, con una ‘sacudida

interior’, nos quita de los ojos la venda que a todo hombre le esconde, en gran

parte su propio mundo interior”31.

- Por la experiencia de lo divino. La interioridad está íntimamente vinculada con la

posibilidad de trascender, de descubrir y experimentar a Dios. Sólo desde aquí es

posible un encuentro auténtico con el Ser Infinito. Edith encuentra varias razones:

según Santa Teresa, es porque Dios mora en el alma; sólo desde la interioridad el

hombre es más libre, más abierto a la trascendencia y a su unión. Por ello, el

centro de la libertad, como lugar de encuentro con la trascendencia también

posibilita la unión con El, como experiencia mística de amor. Así, la autora nos

menciona que la unión y la donación al Dios Trascendente posibilita la realización

de la persona en una relación de amor, cuya sustancia es el acto más libre de que

es capaz el ser humano: “el amor es lo más libre que hay”32. La oración, por ello, es

el ejercicio donde esta experiencia se acrisola.

Las experiencias de interioridad, para consolidarse y aprovecharse, deben ser

revivenciadas y compartidas, diríamos con Edith Stein, fenomenológicamente. Al

recurrir a un ejemplo, menciona que Santa Teresa “nos describe con sencillez e

ingenuidad lo que ella ha experimentado… el alma tiene la certidumbre de que ella

estuvo en Dios y Dios en ella. Esta certidumbre le ha quedado de la vivencia de su

unión con Dios. Al reconstruir y describir ésta, sólo después de pasado el

fenómeno, adquiere conciencia del mismo”33.

31 O.c., p. 439 32 O.c., p. 459 33 Stein, Edith. La ciencia de la cruz, o.c., p. 219

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Ya el P. Rómulo Cuartas, en su obra Experiencia Trinitaria de Santa Teresa de

Jesús, reconoce especialmente en la experiencia mística “la fuente a la que debe

acercarse continuamente la reflexión teológica para beber y purificarse”34, pero

para ello, hay que avanzar en la comprensión y vivencia de la revelación mostrando

los caminos de personas con experiencia profunda de fe. En Teresa de Avila nos

comunica su experiencia de Dios por la narración. Teresa es “narradora narrada”,

señala el P. Cuartas. Por ello, considero que el método fenomenológico, como lo

entiende y aplicó Edith Stein, es una aportación indiscutible para el estudio

vivencial de las experiencias de interioridad, especialmente las de carácter místico.

La dimensión espiritual de las personas posee un rango amplio de acción e impacto:

incluye desde lo corporal hasta lo trascendente en un mismo haz de luz y operación. La

espiritualidad humana tiene características propias tanto de constitución, como de vida:

puede incorporar lo inferior y lo superior como parte de sí mismo. No es ni ángel ni animal,

sino persona. Estos límites y rangos que tiene el espíritu humano también los posee su

característica esencial: la libertad.

La vida espiritual es el campo propio de la libertad, pues la persona puede realmente

generar acciones y productos a partir de sí mismo, como algo auténtico. Por ello, cuando

se vive cualquier actividad humana a partir del espíritu los rangos de la libertad pueden

concentrarse y ejercerse en cada una de ellas, sea cual sea su naturaleza. En este

sentido, Edith Stein considera que las acciones libres y las decisiones poseen estas

mismas características: “Lo que llamamos acciones libres: una decisión, la realización

voluntaria de una acción, la aceptación querida de un pensamiento espontáneo, la ruptura

consciente de un pensamiento, una petición, una oración, un consentimiento, una

promesa, una orden, una sumisión; todo esto constituyen acciones del yo, múltiples en su

sentido y en su estructura interior, pero todas con uniformidad”35.

Por las acciones libres el yo personal proporciona un contenido y una dirección a su ser y

engendra, de cierta manera, su propia vida, mediante el compromiso de seguir esa

dirección y de vivir esos contenidos. Esto quiere decir que las decisiones humanas se

encuentran inmersas en una constante llamada y donación, entrega y aceptación. Esta es

34 Cuartas, Rómulo. Experiencia Trinitaria de Santa Teresa de Jesús, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2004, p. 55 35 Stein, Edith. La estructura de la persona, o.c., p. 186.

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la dimensión del compromiso consigo mismo, entendido como no cerrado a la propia

persona, sino abierto a los demás y lo trascendente. Es el compromiso el que refleja lo

propio de la persona. Por ello, afirma la autora: “los actos libres guardan como

particularidad el compromiso consigo mismo, que es la forma más particular de la vida

personal”36. Decidirse, pues, es una acción doble de escuchar y dar, responder y aceptar,

entregarse a recibir. Esta visión de la decisión, según Stein, incorpora su experiencia y

vivencia de la fe en los actos humanos, rebasando los humanismos con predominio en la

suficiencia, la fuerza y la autonomía humana, como perspectiva de realización.

Sentido y vida, menciona Edith Stein, también están relacionados con el concepto de

fuerza, entendido a partir de la manera en que el espíritu impulsa a la persona a su

desarrollo, según su esencia. Las diversas acciones que el ser humano va realizando

hacia su desarrollo, son resultado de fuerzas específicas que tienen unidad en una fuerza

única de la persona, emanada de su espíritu. Stein incorpora, en varias partes de sus

obras, el concepto de fuerza, pues le permite describir y explicar cómo es posible que

puedan consumirse, focalizarse o dispersarse los esfuerzos humanos dirigidos a diversos

propósitos. La fuerza, también, permite diferenciar eventos humanos, según la intensidad

y grado de desarrollo que posean.

La autora relaciona el concepto de ‘fuerza’ con el alma, que la posee de una manera

limitada y de acuerdo a la dirección que asuma. Esto se aplica a las fuerzas como

impulsos espirituales. En la esencia de cada individuo deben diferenciarse y entenderse el

sentido y la fuerza de cada uno. Edith considera que “el sentido es la figura final hacia la

cual el alma está orientada mediante su determinación esencial; la fuerza o potencia

existencial le ha sido dada para llegar a ser lo que debe ser”37.

Estas fuerzas no están presentes totalmente desde el principio de la existencia, sino que

a lo largo de la vida se van adquiriendo, gracias a las aportaciones que provienen de los

demás, el entorno y el propio mundo del yo, según se reciban como fuerzas

dispensadoras de vida, es decir, con un sentido determinado. Por ejemplo, la autora

menciona que las fuerzas pueden recibirse por la vivencia ante un paisaje de la

naturaleza, por la risa alegre de un niño o una palabra alentadora de otra persona. Esto

36 Ibidem. 37 Stein, Edith. Ser finito y ser eterno, o.c., p. 447. (Lo citado en cursiva es mío).

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revela una conexión entre sentido y fuerza. Cuando el sentido está en los productos

creados por el espíritu, también está cargado de fuerza o energía potencial que recarga

de nuevo a la persona espiritual, como experiencia significativa. Por ello, nos dice, “esa

acción se realiza en el interior del alma donde se elaboran los contenidos significativos

que ella ha recibido”38.

Los temas de la plenitud y del sentido son de los preferidos por Stein cuando aborda al

ser humano en su proceso de desarrollo como formalización hacia el sentido pleno de la

vida: “El espíritu es sentido y vida –en plena realidad: una vida llena de sentido”39.

El espíritu es sentido y vida, concebidos bajo una perspectiva material y formal: “El

sentido tiene que ver, formalmente con las intencionalidades de los contenidos

vivenciales que experimenta la persona; y la materia es la vida misma manifestada en las

vivencias originarias e intencionales. Señala Edith Stein que la vida está llamada a estar

llena de sentido en su capacidad de desbordarse saliendo de sí, para sí mismo y los

demás, como la esencia surgida de la forma propia de lo espiritual: la vida llena de sentido

“es una vida desbordante e irradiante: tiene la forma del ser que llamamos espiritual”40.

El espíritu se proyecta como sentido y vida. El sentido proporciona a la vida una

determinación. La vida está llamada a ‘estar llena de sentido’ al salir de sí el espíritu,

como esencia y forma renovada, en los actos decididos.

La interioridad también apunta al sentido del ser. Nos permite conocernos como seres

finitos y abrirnos al Ser Infinito. Al descubrir la persona su esencia finita, aparece el

sentido hacia la plenitud del ser. La conciencia de la finitud se vive como angustia

existencial que carece de la plenitud del sentido, que para alcanzarlo necesita

abandonarse al Absoluto. Al tocar la finitud del ser, se toca también lo vano del ser y su

apertura a la plenitud del ser.

El yo, está en relación con el ser eterno y los demás seres, experimentando, por un lado

limitaciones, angustia y tensión; y por otro, las posibilidades y sentidos nuevos para vivir.

38 O.c., p. 449 39 Stein, Edith. Ser finito y Ser eterno, o.c., p. 394 (lo señalado por mí en cursiva es para mostrar lo relevante de la cita para todo el trabajo). 40 Ibidem.

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La manera de afrontar y superar esta relación de finitud existencial es la decisión libre de

abandonarse de y en Dios como experiencia trascendente. La vivencia intencional del

abandono posibilita la experiencia de sentirse sostenido y confiado, en actitud pasiva y

activa. La condición pasiva consiste en sentirse abandonado de los demás y del Absoluto,

perdiendo el sentido; lo activo es el sentido-acción, como respuesta de la persona a

abandonarse a los otros y a Dios, confiando y amando. En la cruz encuentra Stein el

sentido de la vida como entrega y unión con la plenitud del ser. Esto es el conocimiento y

la sabiduría de la ciencia de la cruz, obra póstuma de la autora.

Para terminar solamente subrayaré que con las aportaciones de la Dra. Stein, la

fenomenología alcanza un nivel profundo de aprehensión de la experiencia humana,

través del ejercicio decisorio, como vivencia de lo trascendente, como encuentro místico

de la unión con lo divino. ¿Cuáles son, pues, las posibilidades de la fenomenología

steiniana para la comprensión de la vida mística?

Primero. La fenomenología es aplicada por la santa a las experiencias humanas, sin

limitar las características vivenciales propias de cada persona, así como también sin

limitarse a la vivencia de lo infinito y la plenitud del sentido del ser, en Dios.

Segundo. Es posible abordar, describir, analizar y validar la experiencia mística como una

vivencia intencional integral e integradora de la estructura de la persona, tanto en sus

facultades como en sus constitutivos corporales, anímicos y espirituales. Asimismo, con el

método fenomenológico se revalora el conocimiento vivencial, intuitivo, emocional y

volitivo, soportado por lo intelectual y axiológico.

Tercero. La fenomenología es un método que se finca en la sensibilidad y espiritualidad

humanas, promueve la apertura irrestricta a la verdad y elabora una filosofía del sentido

pleno de la vida, desde el ser finito en la perspectiva del ser eterno.

Cuarto. Experiencia mística y fenomenología se exigen una a la otra. La vivencia mística

requiere ser aceptada, revalorada y compartida empáticamente; la descripción y reflexión

fenomenológica permiten recuperar, valorar y aprovechar lo vivido. La fenomenología

encuentra en la experiencia mística la vivencia privilegiada que integra a la persona, la

posiciona en su profundo centro, une contemplación y acción, potencia la sensibilidad, el

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conocimiento, la libertad y la creación en un compromiso de entrega al otro como su

sentido de trascendencia.

Quinto. Es importante describir y compartir las experiencias espirituales para tener

conciencia de sí por la obra de Dios en cada persona. Por ello, es importante orientar la

conciencia en las experiencias sobre las decisiones vitales, sean ya ejercidas o por tomar,

vivenciar, valorar y asumir lo que se siente espiritualmente, identificar la fuerza como

poder y el sentido como mensaje. El sentido invita al diálogo afectivo, a la acción creativa,

la entrega comprometida y al disfrute agradecido de quien se siente amado por un Dios

personal.

BIBLIOGRAFÍA.

Stein, Edith.

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La estructura de la persona, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1998.

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Cuartas, Rómulo. Experiencia trinitaria de Santa Teresa de Jesús. Ed. Monte Carmelo,

Burgos, 2004.

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Edith Stein, Cuaderno de Filosofía No. 23, Universidad Iberoamericana, México, 1994.

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