De Los Animales en Alfonso Reyes

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El club de los independientes Guillermo Samperio De los animales en Alfonso Reyes I Animalia es una reunión de textos que no obedece estrictamente a la calificación de “bestiario”, título que encabeza múltiples libros de distinto tratamiento, pero que señala de forma específica fábulas y textos maravillosos. El énfasis de Animalia está puesto en los ensayos, tentativas que se acercan al transcurrir de los animales a través de una visión del artista y el conocimiento de sus costumbres. El vocablo “bestia” en este libro se aplica muy pocas veces: posiblemente porque Reyes le atribuía el tinte peyorativo que encontraba en “barbarie”, enjaretado a los árabes por los franis. Respecto de tal atribución, José Luis Martínez lo denominó Animalia, cuyo nombre aceptado por El Colegio Nacional para la edición conmemorativa, que incluye dibujos sencillos, de vieja estampa, de Juan Soriano. II Alfonso Reyes comparte la información que recoge y acerca a su gabinete desde lo hemerográfico o bibliográfico hasta lo epistolar. En ocasiones regala la cita exacta, la paráfrasis o la traducción de fragmentos. Departe con el lector sus inclinaciones, sus hallazgos y vínculos con el mundo; al tiempo que crea una red grata de múltiples procedencias: la observación misma -su experiencia-, el folclore, la mitología, la ciencia, la referencia literaria. Practica el arte de las relaciones, abre un microcosmos y señala un universo: lo que ahora podría llamarse el arte de la mezcla. En referencia a los perros y a los hombres, el texto “la casta del can” parece indicar tal sentido: “Y después de todo ¿qué es vivir sino cruzarse y mezclarse? La vida creadora de formas, la vida invencionera… ¡Buena Celestina de zurcir voluntades y juntar a éstos con aquellos!”, como la noche con las estrellas. Esta poética última de Animalia lleva a la fusión de los géneros literarios: hay ensayos que derivan en fábulas, cuentos construidos a partir del dato de un ornitólogo o poemas que rememoran vivencias del niño y el joven Reyes. La mayoría de los

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El club de los independientes

Guillermo Samperio

De los animales en Alfonso Reyes

I

Animalia es una reunión de textos que no obedece estrictamente a la calificación de “bestiario”, título que encabeza múltiples libros de distinto tratamiento, pero que señala de forma específica fábulas y textos maravillosos. El énfasis de Animalia está puesto en los ensayos, tentativas que se acercan al transcurrir de los animales a través de una visión del artista y el conocimiento de sus costumbres. El vocablo “bestia” en este libro se aplica muy pocas veces: posiblemente porque Reyes le atribuía el tinte peyorativo que encontraba en “barbarie”, enjaretado a los árabes por los franis. Respecto de tal atribución, José Luis Martínez lo denominó Animalia, cuyo nombre aceptado por El Colegio Nacional para la edición conmemorativa, que incluye dibujos sencillos, de vieja estampa, de Juan Soriano.

II

Alfonso Reyes comparte la información que recoge y acerca a su gabinete desde lo hemerográfico o bibliográfico hasta lo epistolar. En ocasiones regala la cita exacta, la paráfrasis o la traducción de fragmentos. Departe con el lector sus inclinaciones, sus hallazgos y vínculos con el mundo; al tiempo que crea una red grata de múltiples procedencias: la observación misma -su experiencia-, el folclore, la mitología, la ciencia, la referencia literaria. Practica el arte de las relaciones, abre un microcosmos y señala un universo: lo que ahora podría llamarse el arte de la mezcla. En referencia a los perros y a los hombres, el texto “la casta del can” parece indicar tal sentido: “Y después de todo ¿qué es vivir sino cruzarse y mezclarse? La vida creadora de formas, la vida invencionera… ¡Buena Celestina de zurcir voluntades y juntar a éstos con aquellos!”, como la noche con las estrellas.

Esta poética última de Animalia lleva a la fusión de los géneros literarios: hay ensayos que derivan en fábulas, cuentos construidos a partir del dato de un ornitólogo o poemas que rememoran vivencias del niño y el joven Reyes. La mayoría de los ensayos cumple las aspiraciones clásicas del género (p66) expuestas por José Luis Martínez en Antología del ensayo mexicano moderno: son breves, monotemáticos, divertidos y con afinado estilo individual. Sin embargo, el autor de Memorias de cocina y bodega, jocoso, también hace flexibles tales preceptos a favor de la frescura, la novedad y la sorpresa.

José Luis Martínez sigue los intereses éticos de Reyes y mezcla piezas de distinta procedencia –con la inclusión del fragmento como nuevo texto unitario- a fin de compartir con el lector un viaje a través de la vasta obra del homenajeado. De hecho, parece un libro preparado por el mismo Reyes, ya que resulta de una coherencia estilística y discursiva tal que difícilmente pudiera hablarse de una antología. La aventura de uno supone la del otro, andar sobre las huellas, viaje en el viaje.

Conjugo aventura y viaje porque Animalia presenta la mirada errante de un humanista que conoce perfectamente el tratamiento literario del mundo animal. Maneja con soltura una

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tradición que atraviesa textos clásicos y originarios, desde los de procedencia mística y religiosa – como los relatos sufíes o la poética judeocristiana- hasta la mitológica y compendiosa obra de griegos, latinos y sus tratados de las cosas naturales. El viaje a través de la naturaleza, realizado desde el humanismo, profundiza la visión del viajero, quien regresa con una comprensión amplia de sí mismo y preparado para contar su aventura. Esta práctica del escritor se ha ido perdiendo en la medida en que las ciudades han ganado el centro de interés de los hombres, que poco a poco van dándole la espalda a la naturaleza. Reyes presintió muy bien este destino fatal.

III

La escritura de Animalia se basa en la curiosidad por las formas del ser de ciertos animales y las maneras de nombrarlos. Se trata de una curiosidad musical, poética y filosófica que busca las esencias y las enseñanzas. Este último carácter pedagógico convierte al libro en un texto apropiado para el amplio público – especialmente joven-, ya que además se acompaña de los dibujos justos de Juan Soriano, que permiten coincidir línea y letra.

En varios lugares, Reyes explicita su curiosidad para brindarnos una serie de datos, entre picarescos y amargos, que nos mueven a reflexión. Podemos encontrarnos con el gallo que come ratones, el pollo que introduce un moderno cambio a su canto, la gallina que enloquece a causa de una esquizofrenia ornitológica, la hiena domada que entabla una complicidad sentimental con su domesticador; o la Constantinopla que organiza la ciudad de los perros a la manera de las sociedades de los hombres. La vaca filósofa, la garza domesticada, los insectos llamados “cupines” que abandonan sus cuatro alas a la entrada de la casa y mueren de desesperación. El papel decisivo del arenque en la aparición de la era moderna, el árbol que da tortas o panes; el amor (p67) frustrado del albatros y un investigador, el poeta Maximiliano, la deificación del caballo de Cortés. El oso de Alfonso Reyes, el hombre que muere en la ciudad de México a causa del pisotón de una elefanta, el perro sofista, el caballo asesino. De cómo Lope se adelantó a Pavlov, las garzas grises que duermen en pleno vuelo, los gatos suicidas de Europa. Y cómo el mundo animal establece la lucha por el amor y no la lucha por la vida, como presumía Darwin.

Reyes nos introduce en estos recodos extraños y festivos al tiempo que arregla cuentas con ciertas creencias de prestigio: las palomas son seres crueles, las cobras no hipnotizan. Despoja, de este modo, la intencionalidad humana que se les otorga a los animales. Los prestigiados gorriones llevan una vida rastrera y anfibia. La serpiente del paraíso aconseja el amor, no la maldad.

En el árbol de Animalia, el caballo tiene un lugar especial y consagrado a múltiples referencias. Quizá no sólo por resultar el animal más bello, sino también porque durante la infancia y primera juventud de don Alfonso fue el de sus preferencias. Reyes reconoce asimismo la importancia del caballo en la historia de las guerras y conquistas, donde tuvo un papel mucho más significativo que el de camellos y elefantes. Por otro lado, también la garza y el pavo ocupan un lugar de cariño en sus inclinaciones. Sin embargo, los gatos y los perros no cuentan con el beneplácito de Reyes, siempre pendiente de las voces de los animales y de las que los nombran. Le fascinaban el canto y ciertos nombres que de por sí, poseen fuerza musical de invocación: maribondo, borrochudo, irerés, cupín, cambará, bacurí, galán de noche, jazmín del cielo, alfaneques, petreles, zarcetas, oropéndolas.

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Confiesa que platicaba con los pavos. Esta fascinación con el mundo animal resulta propia de su plenitud cultural y sensible; se sabía parte de la misma comarca. Como hijo privilegiado de ella, tenía la responsabilidad inevitable de nombrarla. Atraído y habitado por las voces y su musicalidad, ejecutaba la música del verso y la prosa; era semejante al pavo y a la cigarra, al pelícano y al oso. Le agradaba sentirse la otra mitad del caballo.

Como todo miembro de la comarca que posea el don de la palabra y se sepa perteneciente a ella, exhala un sutil lamento por el destino de la animalia. Hacia el final del libro, sugiere que no puede hablarse del animal puro; el que desconocemos, sentencia, probablemente se oculta de nosotros.

Esta edición de El Colegio Nacional, de pasta dura y gran formato, muy bien podría adoptarse por alguna editorial que tenga colecciones para adolescentes y jóvenes, como los libros del Rincón y los que publica el Fondo de Cultura Económica en “A la orilla del viento…”. Los jóvenes se acercarían a la fábula a través de la pluma que cultiva el mejor español escrito en México.(p68)