Alfonso Reyes. Muestrario de Ensayos Periodísticos

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  • MAL DE LIBROS

    HAY MAL de libros como hay mal de amores. Quien se en-trega a ellos olvida el ejercicio de la caza y la administracinde su hacienda. Las noches, leyendo, se le pasan de claroen claro y los das de turbio en turbio. Al fin, se le seca elcerebro.

    Y menos mal si da en realizar sus lecturas, y el roman-ticismo acumulado por ellas lo descarga sobre la vida. Perofalta componer el otro Quijote: la Historia del ingenioso hi-dalgo que de tanto leer discurri escribir. Leer y escribirse corresponden como el cncavo y el convexo; el leer llamaal escribir, y ste es el mayor y verdadero mal que causanlos libros.

    Montaigne se quejaba de que haya pocos autores: la ma-yora no son sino glosadores de lo ajeno. Schopenhauer la-menta que sean tan escasos los que piensan sobre las cosasmismas: los ms piensan en los libros de otros; al esribir,hacen reproducciones; otros, a su vez, reproducen lo queaqullos han hecho, de modo que en la ltima copia ya nopueden reconocerse los rasgos del bello Antnoo.

    Tales autores, a imitacin de la deidad antigua, no pisanel suelo: andan sobre las cabezas de los hombres; que sito-caran la tierra, aprenderan a hablar.

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  • 3. LOS LIBROS DE NOTAS *

    DECA Samuel Butier que el verdadero escritor anda en to-das partes tomando notas, como el verdadero pintor en todaspartes se pone a sacar diseos. Y es fama que Butler, du-rante ios ltimos once aos de su vida, gastaba una horadiaria en copiar en limpio sus notas. Un hombre as acabapor ser un peligro pblico, igual que un turista armado dela Kodak: No vaya uno a parecer pintoresco! No vayauno a parar en la galera de curiosidades! La Lozana An-daluza no quera invitar al Autor a sus jolgorios, por-que no sacase dechados (es decir: retratos).

    Entre los escritores que han usado del libro de notascomo de un compaero --el ms complaciente de todoshay que recordar siempre a Flaubert, que gast su fecun-didad en apuntes y refundiciones de sus obras; hay que re-cordar al joven Stevenson que dice l nunca sala decasa sin dos libros: uno para leer, otro para escribir. OliverWendell Holmes, en las pginas que preceden al Autocratof the breakfast table, nos aconseja apuntar todas las cosasfelices que se nos ocurran en la conversacin.

    En la literatura contempornea, el principio ha progre-sado de un modo alarmante. Rmy de Gourmont sola pu-blicar sus libros de notas bajo el nombre griego de Eplo-gos. Chesterton llama su cuaderno de notas a la pginaque publica en un semanario ilustrado de Londres. Ya nohay quien no escriba para el pblico artculos de dos o treslneas. En esttica, micro-realismo, y en estilo, monosila-bismo. As va el mundo. Y a juzgar por el aceleramientode la vida, as como se ha dicho que la revista matar allibro, puede asegurarse que la nota matar al artculo. Nose ve, antes de aventurarse en una lectura, si el asunto nosinteresa, si la firma nos merece confianza: se ve si ocupams de tres pginas. Los libros de notas pulso febril del

    * Ver Obras Completas, tomo 1, apndice bibliogrfico, n 16.

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  • tiempo sern la literatura de maana, y ya casi son la dehoy. Tambin los tratados de filosofa sistemtica se vantransformando en ensayos, palabra del escepticismo. Dicebien el viejo maestro griego: el mundo es como un juegode nios en la arena.

    Esta tarea de ir apuntando cada uno de nuestros fuga-ces pensamientos ofrece el riesgo de todos los narcisis-mos, conduce a la desesperacin y a la muerte. Quien atoda hora escribe lo que dice o lo que piensa decir, acabapor considerar la nota como el objetivo supremo de suvida, y por enamorarse de todas sus idecas. Ya no piensa,no habla, no escribe, sino en vista de su libro de notas. Ymenos mal si se trata de una mente desordenada, que seregocija en su desorden. Pero si ayudada de un tempe-ramento metdico, que los hay para todo la actividad deanotar evoluciona integrndose por diferenciaciones suce-sivas, como dira Spencer; si la actividad de anotar sus-cita la de clasificar las notas, y si, en materia de simetrasmentales, el anotador resulta un nuevo Bentham (no s sialguien ha reparado en esta condicin de Bentham), enton-ces ya es seguro que nuestro hombre se convertir en la mspesada carga para sus amigos y su familia, en el peor delos necios y el ms angustiado de los mortales; en un ver-dadero Prometeo de la mente, acosado, a una, por los bui-tres de la derecha y por los buitres de la izquierda. Elmundo se le desmenuzar en papelitos llenos de escrituraabreviada. Olvidar el comer y el dormir. Ay del queclasifica palabras! (Y figuraos que, en cierto modo, la hu-manidad nunca ha hecho otra cosa.)

    Por eso los hombres de gobierno, los administradorestambin en la literatura los hay, sos, como los viejoscapitanes que se hacan seguir del esclavo historiador, nose toman el trabajo de anotar sus hazaas o sus salidasoportunas, sino que escogen para el caso a Boswell o aEckermann.

    Expliqumonos: hay naturalezas de pelcano, romnti-cas y de sacrificio; alimentan con dolor los hijos de su es-pritu. Y hay naturalezas de guila, aves de presa del esp-ritu, poetas de alegra superior para quienes la felicidades la belleza. A stos, como al personaje de Ibsen, los ro-

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  • dean los hombres ofrecindoles el corazn arrancado a tro-zos. El Johnson de Londres, el Goethe de Weimar, tenanutilitario el sentimiento. Y Eckermann y Boswell habannacido para secretarios. Lo que hubiera sido Deleyre paraRousseau, si ste hubiera podido consentir que alguien sele acercase. El semidis siente, adivina a su adorador,se apodera de l, no le permite ya abandonarlo, lo envuelvecomo en una red mgica, y se pone a dictarle sus notas.

    Si el adorador, como en el caso de Eckermann, es casa-do, la esposa tendr que ser una vctima.

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  • 6. DE LAS CITAS

    UNA TEORA entre mil:No se debe citar para ennoblecerse con la cita, sino

    para ennoblecerla. La cita que nos ennoblece, o cita orato-ria, quiebra el eje de la atencin, opacando nuestras pro-pias palabras. El texto citado debe ser tan humilde queparezca agradecido de nuestra eleccin; y cuando ello seaposible sin incurrir en el equvoco, debe cobrar un nuevomatiz o nuevo alcance.

    Recordemos nuevamente a Cervantes: la aficin a Cer-vantes se confunde con la aficin a las letras mismas. Elprlogo del Quijote est consagrado a burlarse de ls pe-dantes. Alude disimuladamente a la pedantera de Lope,que da a la estampa libros de amena literatura con ndicealfabtico de autores citados.

    Soy naturalmente poltrn declara Cervantes, yperezoso de andarme buscando autores que digan lo que yome s decir sin ellos.

    Es sincero; los autores ms bien le estorban. Sus equi-vocaciones en esta materia son proverbiales: se ha podidoescribir sobre ellas un tratado. Pona versos de Ovidio enboca de Catn, y trocaba nombres como Sancho. Pero eramejor humanista se ha dicho con razn que si supiera~de coro las dos antigedades.

    Como la sabidura puede ser de orientacin ms bienque de contenido, as tambin la cultura. Lo importante eshablar tan slo de lo que se entiende; pasar el nombresi se olvida y saltar la fecha si se ignora slo son pecadosen obras cientficas.

    En rigor no debe citarse sino de memoria., como quie-ren las Musas; suprmanse, si es preciso, las comillas, conlo que se salva el compromiso de la cita exacta. De m dirque slo siendo indispensables las uso, .porque han comen-zado a avergonzarme: son el signo de lo no incorporado, delo yuxtapuesto, de lo que no sabemos; ellas sirven admira.blemente para exhibir el cuerpo extrao incrustado en nues-

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  • tro organismo. No puedo pasarlas: me punzan en la gar-ganta como los mosquitos en el vino de que se quejabaQuevedo.

    Citar de memoria sera prenda, al menos, de que slousamos de lo propio, de lo ya asimilado.* Cun sabiosseran los escritores declara el filsofo si supieran todolo que saben los libros que han escrito! A los ms aconte-ce lo que al torero de cierta novela que, metido a literato, sehace comprar libros por metros y, cuando oye hablar de unautor, aunque l lo ignore, se consuela dicindose: Lo hade haber en mi biblioteca.

    Escritores hay a quienes la ciencia les pasa por los de-dos, del libro de apuntes al libro definitivo; y as se tras-mite un lastre de conocimientos que todos ignoran. El ni-co medio de sacarlos de manos muertas, de movilizarlos, esaprenderlos de memoria (no la memoria literal, ya se en-tiende, mas tanto mejor si ello es posible), y lo que la me-moria rechaza, dejarlo que se pierda, que ya fructificaren otra cabeza. Con esto viviramos nosotros y no nuestroscuadernos de notas; pensaramos nosotros por nuestra cuen-ta, y no, por nosotros, nuestro book of reference.

    Pero citar de memoria es ms frecuente de lo que pa-rece. De memoria cit Schopenhauer el verso de Voltaire:

    Le .secret dennuyer est celui de tout dire.

    Que l transformaba as:Le secret d&re ennuyeux cest de tout dire.

    En tiempos del buen vino y de la buena memoria, Eras-mo, aprovechando cierto viaje que lo condena al ocio, ypara hurtarse a las conversaciones de compaeros enojo.sos, escribi, al correr del coche, un libro atestado de citas:el Elogio de la locura. Naturalmente que en alguna citahaba de equivocarse. He podido advertir, en efecto, queErasmo pone en boca de Scrates la teora de los dos amo-res que puso Platn en boca de Pausanias (El banquete),y que, adems, la confunde con otras sobre la bifurcacin

    * Carlyle lo aplica hasta a la historia. 1954.

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  • de los seres que, en el mismo dilogo, desarrolla Aris-tfanes.

    Oscar Wilde el caso es curioso por tratarse de equi-vocacin en obra propia, Oscar Wilde, encarcelado, re-cuerda uno de sus poemas en prosa: el del artista que, conel bronce de la estatua del Dolor que dura por siempre,construy la estatua del Placer que dura un instante; perorecuerda al revs los trminos de su cuento. Vase el DeProfundis.

    Todos estos casos, como veremos, son otros tantos casosde amiotismo.

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  • III. TEORA DE LOS MONSTRUOSYA SE sabe que Goya pint monstruos y que antes los habapintado Velzquez. Este hombre de fuerte razn se confor-m con las monstruosidades anmalas (si vale el pleonasmo),de esas que se ven de tarde en tarde, y las retrat tan aconciencia como si fueran dechados de belleza. El otro,calenturiento, descubri la monstruosidad cotidiana y la tra-t a golpes nerviosos, como a verdadera aberracin. Mien-tras para Velzquez resultaba un juego de la naturaleza, elabsurdo fue para Goya el procedimiento constante, ms omenos disimulado, de la naturaleza.

    En efecto, este gnero de humorismo blasfemo y crueles tardo: no viene del Renacimiento. Entre un pintor y otropintor hay todo un latido filosfico.

    El paseante de los barrios bajos tropieza, acaso, con unateora de deformes. Comienza por contemplar, a lo Velz-quez, con aristocrtica atencin, un monstruo, dos monstruos,tres. Ve pasar enanos, hombres con brazos diminutos o conpiernas abstractas, caras que recuerdan pajarracos y pupi-las color de nube. Al cabo, la frecuencia de la impresinse dilata en estado de nimo. Ya no cree haber visto algu-nos monstruos, sino una vida monstruosa. Ahonda de Ve-lzquez hacia Goya. La existencia misma va cobrando enton-ces aspecto de fracaso, la lnea recta gesticula, el mundo estmal acabado. Y nace as un pesimismo hueco y sin dogma:un pesimismo de los ojos, del tacto, de todo el sentidomuscular.

    Hay pueblos que tienen fortaleza de Rey: ren de losdeformes y les hacen representar escenas de travesura. Pa.san junto al mal sin~dolerse. Sienten la herida y la equivo-can por cosquilleo. Cualidad infantil es sta; porque elamor de lo absurdo forma parte del apetito destructor, ytodos los nios son como Goethe nio, que arroja por el bal-cn de su casa toda una alfarera de cocina. Despedazar eljuguete y rer de la negacin, he aqu la conciencia infantil.

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  • Ni la roja sensacin del infierno despierta esos perezosossentidos. La mula de Rabelais destroza al monje que la ca-balga, y re el pueblo como prncipe que ignora el dolor.Los yangeses aporrean al hidalgo... Oh Guignol, Guignol!Nadie quiere tomar en serio a Polichinela.

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  • EL CAOS DOMSTICONo hay cosa en todos nuestros cuerpos queno haya sido otra cosa y no tenga historia

    Qur.v~o

    LA CASA, la casa entendida al modo clsico, la casa comoorganismo perfecto, la casa como administracin de la vidacotidiana requiere, cual todo organismo, un desahogo, unasalida, es decir: un sitio reglamentado y admitido d des-organizacin. Como la razn es una de las maneras de la sin-razn, as lo ordenado, lo metdico, es una de las formas delcaos. En el fondo del universo hay el caos. En el principiofue el Caos dice Hesodo. La casa, nexo organizado deexistencias, tiene su caos: su centro de vrtigo y de confu-sin; su centro original desde donde se despliega la vidadomstica, y que es, al mismo tiempo, el sumidero de esavida. Es el Ombligo de la Casa, es el Caos Domstico.

    La existencia, en su funcin inmediata, es una invisiblecorriente que desgasta las formas: las caras se arrugan, losdientes se caen; quibranse los muebles; arrunanse los edi-ficios, scanse las plantas; se mueren los pjaros y desapare-cen los amigos... ; ay!

    Las torres que desprecio al aire fuerona su gran pesadumbre se rindieron...

    Y cada minuto es el cadver del minuto anterior, y lavida se desenvuelve en una degradacin de muertes: surgede la muerte y torna a la muerte: del polvo, y al polvo.

    Esos trozos desmenuzados de vida producto a la vezque origen de la vida, sillas sin patas, frascos vacos, mu-ecos rotos y criadas viejas conservadas por caridad, tienensu natural recinto en el caos domstico.

    El caos domstico es, en su aspecto objetivo, un cuartodonde se amontonan, en informe masa, los testimonios fra-casados de la ingratitud. Porque toda actividad es ingrata:su smbolo es el ave de presa, que come la carne de la vc-314

  • tima y arroja despus el plumn. Esos objetos excremencia-les, que han rendido ya su provecho, tienen, en la casaperfecta, su cuarto, su templo. Ah yacen las fuerzas origi-nales, la simiente de las metamorfosis que engendrarn nue-vas vidas: las mitades de muebles que se juntarn para for-mar otro completo, las cortinas que se convertirn en colchas,el mantel que se abreviar en servilleta; la ropilla que pri-mero fue gregescos, nieta de una capa y bisnieta de uncapuz. Ah yace la casa en potezicia. De ese sitio brota, ase vuelve, en una evolucin circular.

    Pero, subjetivamente y en el ms sutil de sus aspectos, elcaos domstico es una invisible fuerza que solicita constan-temente los objetos y trata de absorberlos. Como las trombasy remolinos del mar, espa, acecha, atrae y anonada. Nota-ris que desaparece un paraguas, que desaparece un som-brero... A nadie culpis. Antes considerad la prdida conun silencioso respeto: es que el caos domstico los ha absor-bido hacia su ombligo vertiginoso. Pasados seis meses, pa-sado un ao, en el cuarto a donde el caos domstico tiene susantuario encontramos el puo del paraguas, el ala del som-brero. No preguntis quin los ha destrudo; es la invisiblepotencia que funde y refunde constantemente las formas dela casa: su centro vivo, su alma, su cuna y su sepulcro.

    Y en el santuario del caos domstico quin ha de presi-dir sino el Fwzdidor del drama ibseniano? Me explicar:

    El Fundidor: T que conoces el oficio, ya sabes que losmoldes no dan siempre el resultado apetecido. Por ejemplo:cuando te salan los botones sin atadero qu hacas de ellos?

    Peer Gynt: Los arrojaba a la basura.El Fundidor: Bueno que tu padre Juan Gynt, famoso de-

    rrochador, lo hiciera; pero el Maestro ten entendido que esmuy econmico. Cuida de conservar sus riquezas y procurano despreciar el trabajo defectuoso mientras le pueda servirde materia prima. T, que estabas destinado a lucir comobotn en la levita universal, saliste del molde sin atadero. Deconsiguiente no queda otro remedio que echarte al cajn de losbotones averiados y confundirte en la masa.

    Peer Gynt: De modo que para obtener nuevos productosme fundirs con Pedro y Juan?

    El Fundidor: Claro est. Y no eres el primero. Figrate315

  • que en la casa de moneda hacen lo mismo con el dinero debusto borroso.

    Y quin ha de ser aqu el Fundidor sino el Ama, elmonstrum horrendum, el dios bestial que reina a cuatropatas sobre las existencias mutiladas y las existencias en ger-minacin del cuarto de los desperdicios?

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