Alfonso Reyes - Cuestiones estéticas, 1911
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ALFONSO REYES is?
Cuestiones
Estéticas
^LIBRERÍA P. OLLENDORFF
: PARÍS
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PAO
212
LINEA DICK
18 lo confieso, aún ha-
ce burlas etc.
215
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DICE
10 rabí sano,
7 lírico en
DEBE DECIR
á verso [aun cuan-
do suceda
rabí santo,
lírico innato en
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CUESTIONES ESTÉTICAS
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IFM&l'^ c
ALFONSO REYES
Cuestiones
Estéticas
Sociedad de Ediciones literarias y artísticas
IvIBRBRlA PAUI. OIvIyENDORFF50, CHAUSSÉE D'ANTIN, 50
PARÍS
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PROLOGO
Este es un prólogo espontáneo, el anuncio de
una hermosa epifanía. No me lo ha pedido el au-
tor al confiarme la publicación de su libro : me
obliga á escribirlo una simpatía imperiosa.Alfonso Reyes es un efebo mexicano : apenas
tiene veinte años. Só o el entusiasmo traduce en
este libro su edad. No son dones de toda juven-
tud su madurez erudita y su crítica penetrante.
Tiene cultura vastísima de literaturas antiguas
y modernas, analiza con vigor precoz y estudia
múltiples asuntos con la ondulante curiosidad
del humanista. Opiniones, intenciones, deno-
mina su libro, como Osear Wilde : son ¡nativos
líricos; libres decires, dulces arcaísmos. Ama la
claridad griega y el simbolismo obscuro de Ma-liarme; sabe del inquieto Nietzsche y del olímpico
Goethe; comenta á Bernard Shaw y al viejo
Esquilo. No es el vagar perezoso del diletante,
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2 PROLOGO
sino las etapas progresivas de un artista crítico,
si estas calidades reunidas no son una paradoja.
Penetra con el análisis, pero no olvida la intui-
ción vencedora del misterio. Es magistral, entre
todos los artículos de Reyes, su estudio de las
tres Electras, de delicada psicología y erudición
amena. Su prosa es artística y á la vez delicada
y harmoniosa. Ni lenta, como en sabios comenta-
dores, ni nerviosa, como en el arte del periodista.
De noble cuño español, de eficaz precisión, de
elegante curso, como corresponde á mi pensa-
miento delicado y sinuoso.
Pertenece Alfonso Reyes á un simpático grupode escritores, pequeña academia mexicana, de
libres discusiones platónicas. En la majestuosa
ciudad del Anáhuac, severa, imperial, discuten
gravemente estos mancebos apasionados. Pedro
Henríquez Ureña, hijo de Salomé Ureña, la
admirable poetisa dominicana, es el Sócrates de
este grupo fraternal, me escribe Reyes. Será una
de las glorias más ciertas del pensamiento ameri-
cano. Crítico, filósofo, alma evangélica de protes-
tante liberal, inquietada por grandes problemas,
profundo erudito en letras castellanas, sajonas,
italianas, renueva los asuntos que estudia.
Cuando escribe sobre Nietzsche y el pragmatismo,
se adelanta al filósofo francés Rene Berthelot;
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PROLOGO 3
cuando analiza el verso endecasílabo, completa
á Menéndez Pelayo. Junto á Henríquez Ureña
y Alfonso Reyes están Antonio Caso, filósofo que
ha estudiado robustamente á Nietzsche y Augusto
Comte, enflaquecido por las meditaciones, elo-
cuente, creador de bellas síntesis; Jesús T. Ace-
vedo, arquitecto pródigo en ideas, distante y
melancólico, perdido en la contemplación de sus
visiones; Max Henríquez Ureña, hermano de
Pedro, artista, periodista, brillante crítico de
ideas musicales; Alfonso Cravioto, crítico de
ideas pictóricas; otros varios, en fin, cuyas
aficiones de noble idealismo se harmonizan, dentrode la más rica variedad de especialidades cien-
tíficas.
Comentan estos jóvenes libremente todas las
ideas, un día las Memorias de Goethe, otro la
arquitectura gótica, después la música de Straus.
Preside á sus escarceos, perdurable sugestión, el
ideal griego . Conocen la Grecia artística y filosó-
fica, y algo del espíritu platónico llega á la vieja
ciudad colonial donde un grupo ardiente escucha
la música de ideales esferas y desempeña un
magisterio harmonioso.
Alfonso Reyes es entre ellos el Benjamín. Enél se cumplen las leyes de la herencia. Su padre
eS el general Bernardo Reyes, gobernador ate-
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4 PROI^OGO
Iliense de un estado mexicano, rival de Porfirio
Díaz, el presidente imperator. Anciano de noble
perfil quijotesco, de larga actividad política ymoral, protegió siempre las letras y 'publicó, en
nueva edición, el evangelio laico del gran critico
uruguayo. Alfonso Reyes es también paladín
del « arielismo » en América. Defiende el idealespañol, la harmonía griega, el legado latino, en
un país amenazado por turbias plutocracias.
Saludemos al efebo 7nexicano que trae acentos
castizos, un ideal y una esperanza.
Francisco García Cai^derón.
París, 1911.
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OPINIONES
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LAS TRES « ELEGIRÁS «
DEL TEATRO ATENIENSE
Para Pedro Henriques Ureña.
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LAS TRES « ELEGTRAS «
DEL TEATRO ATENIENSE
^^^A grave culpa de Tántalo, prolongando á
W^ través del tiempo su influjo pernicioso, y^^^. como en virtud de una ley de compen-
sación, fué contaminando con su maldad é hiriendo
con su castigo á los numerosos tantálidas, hasta
qué el último de ellos, Orestes, libertó, con la
expiaciónfinal,
á su raza, del fatalismo:
pues niel tormento del agua y los frutos vedados, ni el
de la roca amenazante, bastaron á calmar la cólera
de las potencias subterráneas; y sucedió que la
semilla de maldición, atraída por Tántalo, germi-
nara, ruinosamente, en el campo doméstico. Ydesenrolló la fatalidad su curso, proyectándose
sobre los hijos de la raza; y ellos desfilaron,
espectrales, esterilizando la tierra con los pies.
1.
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10 CUESTIONES ESTÉTICAS
Pélope, hijo del Titán, heredó la maldición para
trasmitirla á la raza. Y el designio de Zeus se cumplía
pavorosamente, en tanto que Tiestes y Atreo, los
dos Pelópidas, divididos por querella fraternal, se
disputaban el cetro pesado. Y, en convite criminal,
Tiestes, engañado por Atreo, devoraba á sus propios
hijos y, advertido de la abominación, desfallecíavomitando los despojos horrendos.
Tiestes había engendrado á Egisto, y Atreo á la
Fuerza de Agamemnón y al blondo Menelao. Y fué
por Helena, hija del cisne y esposa de Menelao, por
quien la llanura del Bscamandro se pobló de gue-
rreros muertos; y por Clitemnestra la Tindárida, —
que vino á ser, trágicamente, esposa de Agamem-
nón, — por quien nuevos dolores ensombrecieron
la raza.
En tanto que Menelao y Agamemnón asediaban
á los troyanos, para la reconquista de Helena,
Clitemnestra, aconsejada por Egisto su amante,
prevenía el puñal. Y al puñal y á la astucia sucum-
bió Agamemnón, victorioso y de vuelta al lugar
nativo, arrastrando tras sí, como por contagio de
fatalidad, á la deHrante Casandra. — Así Clitem-
nestra regocijó á Egisto su amante, acreciendo las
voluptuosidades del lecho.
Pero soñó, con sueño augural (dice Esquilo), quedragón nacido de sus propias entrañas y amaman-
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CUESTIONES ESTÉTICAS II
tado á su mismo seno sacaba del pezón materno,
mezcladas, la sangre y la leclie. Soñó, — dice Sófo-
cles, — que Agamemnón, resucitado, plantaba en
la tierra, orgullosamente, el antiguo cetro de Tán-
talo, y que el cetro soltaba ramas, y, trocado en
árbol floreciente, asombraba á toda Micenas.
Y vino Orestes, hijo de Agamemnón:
vino áéL
destierro á desgarrar el vientre materno, en ven-
ganza de su padre y atendiendo á los mandatos de
Apolo. Y por eUo sufrió persecución de las gentes yde las Brinas de la Madre
; y ya, reñido con Menelao,
se disponía á clavar su espada en el flanco de Helena,
sino que ésta escapó hacia el éter, convertida en
astro.
Perseguido por las Erinas y siempre acompañado
del fiel Pílades, huyó Orestes abandonando á Klectra
su hermana. Y cuenta Esquilo que, perdonado en
la tierra de Palas, por el consejo de los ancianos,
ante el cual los propios dioses comparecieron como
partícipes en las acciones del héroe, halló Orestes
fin á sus fatigas, — y así terminó la expiación de la
raza de Tántalo. Eurípides cuenta que, de aventura
en aventura, Orestes dio, por fin, en tierra de
Tauros, adonde, para alcanzar perdón, debía robar
del templo la estatua de la diosa Artemis, y que
ahí encontró á Ifigenia, su otra hermana, oficiando
como sacerdotisa del templo : — á Ifigenia, á quien
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12 CUESTIONES ESTÉTICAS
SU padre Agamemnón, constreñido por los oráculos,
y para que sus naves caminasen con fortuna hacia
Ilion, había creído sacrificar, en Áulide, á la propia
Artemis, pero que, salvada por la diosa en el
momento del sacrificio, cumplía hoy, como en una
segunda vida, los ritos sangrientos de la divinidad,
recordando, á veces, por la visión del sueño, su vidaanterior, y no sabiendo qué hacer de su existencia.
Orestes huyó de Táurida con la anhelada estatua,
y, llevando consigo á Ifigenia, navegó hacia Atenas.
Esta es, según Eurípides, la suerte de la raza de
Tántalo.
Tántalo insolente y punido; Tiestes vomitando
á sus hijos; y toda la caterva ilustre de los Aqueos
de bellas némides y de cascos lucientes, cuyas almas
fueron precipitadas al reino sombrío, y á quienes
Agamemnón gobernada con la lanza temida; y
[xILoaA^Í-í toda la caterva ilustre de los troyanos dirigidt)s- por'j
Héctor Matador de Hombres; y Agamemnón,
vencido á mansalva, en el baño y entre caricias; yEgisto regocijado y cobarde; y Clitemnestra, « la
hembra matadora del macho », apuñaleada por su
hijo; y Orestes que asesina y padece; é Ifigenia,
víctima y virgen; y Menelao, egoísta, y casi indife-
rente en el teatro, si batallador en la epopeya; y el
propio Pílades (tan imperatorio y lacónico que, enEsquilo, apenas habla para recordar las consignas
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CUESTIONES ESTÉTICAS I3
del Oráculo y desvanecer el titubeo del cuchillo de
Orestes ante el seno de la Tindárida; bien que
pierda, con Sófocles, y en una de las tragedias de
Eurípides, su dignidad terrible, y sólo se conserve
como personaje mudo, y por mucho que Eurípides,
en otra de sus tragedias, lo cambie en fiel amigo de
Orestes y de sus mismos años, elocuente, confiden-
cial, — desvaneciéndose así, en ambos trágicos, el
simbolismo del personaje legendario), — el propio
Pílades, que parece la propia voz de los Destinos,
y Casandra inspirada, y Helena irresponsable, —los tres afluyendo á la gran fatalidad común de la
raza de Tántalo, — todos, todosellos
completanel cuadro espléndidamente doloroso. Y sola una
sombra blanca, la de Electra, discurre, azorada, por
la escena trágica, á manera de casta luz.
Con la verdadera indecisión trágica, y sufriendo
el conflicto interno que nace de la sumisión natural
de las vírgenes y los frenos del pudor, en pugna con
las injusticias que la someten, y contra las cuales
todos, sino ella, se rebelarían, la Electra de Esquilo
es una seductora y delicada figura, cuya misma
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14 CUESTIONES ESTÉTICAS
tenuidad conviene á prestarle más color patético,
convirtiéndola en noble representación del dolor
humano, liberado por la inconsciencia y el ensueño.
Paradójica en tal razón, ella posee ese temple de las
almas sensitivas por extremo, adonde el engaño
del mundo impide, compasivamente, á la amargura,
ejercitarse en todo su rigor:
es como si un sentidooculto y previsor y trascendental de su naturaleza,
la armase de particular tolerancia ante la aberra-
ción de los crímenes en que vive (al punto que éstos
resultan suavizados si acontece que ella los relate)
y no parece sino que la vida, por desapacible que
sea con los otros, cuida de llegar hasta Electra
en sus más dulces expresiones y con sus más pia-
dosos engaños.
Quien haya leído y releído aquel deleitable trozo
en que Electra, acompañada de las Coéforas, párase,
perpleja, ante la tumba de su padre, no sabiendo
qué voto hacer ni en qué nombre vaciar el vaso
libatorio, y descubre, á poco, la llegada de su her-
mano Orestcs con sola una trenza de cabellos
depositada sobre el sepulcro y unas señales de haber
pisado por ahí un caminante (escena de la anagno-
risis en la nomenclatura de Aristóteles); quien tal
ha5''a leído repetidas veces, si tiene la virtud de
sorprender el nuevo matiz de impresión que á cadanueva presencia provocan las cosas conocidas de
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CUESTIONES ESTÉTICAS 15
antes, ya habrá advertido cómo, al finalizar la lectu-
ra, se queda, unas veces, con real emoción dramática,
otras, con ansia de Uorar, y otras aún, con grata
placidez risueña, como inspirada por un vago yperdido concierto de arpas. Esta sugestión múltiple,
este poder trinitario de la emoción sugerida, ya
tremenda, ya melancólica ó bien jovial, es el máshondo secreto de la belleza inefable de Blectra; yEsquilo, que más se define en lo sustancial y sen-
tencioso, y que es tan abstracto cuanto lo requiere la
pureza del teatro helénico, acertó aquí con una emo-
ción, — abstracta por indefinida, — que viene á
caracterizar la esencia de ima personalidad y escomo el cuadro de las fuerzas afectivas que, nece-
sitadas de acción y obrando por su pura actividad
espontánea, se derraman, sin objeto especial que
las solicite, sobre todos los objetos posibles.Y así
Electra es un dechado de su respectivo carácter (un
paradigma en la nomenclatura clásica), una entidad :
la virgen, provista de im fondo decorativo, el
pesimismo trágico : — éste hace externarse todos
los atributos de aquella, y determina las manifes-
taciones de su existir.
En el mundo de la tragedia helénica la Electra
no es una anomalía : nada tiene de irresoluble, ni
posee ese sinnúmero de motivos sentimentales quecaracteriza á la mujer. Electra no está copiada de la
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realidad : no es enigmática, sino sencilla y de factura
cabal; y si sufre un conflicto interno, no exige éste
caracteres algunos de personalidad concreta, sino
que es el que necesariamente, psicológicamente,
resulta de su condición de virgen. Y basta esta
condición, y que se encuentre Electra ante los acon-
tecimientos con que la asedia la vida, para que el
conflicto se produzca. Blectra no es un ser, sino un
contorno de ser, en el cual, si á teñirlo fuéramos con
los colores de la vida, cabrían una infinidad de seres
particulares. Podéis concebir que, por una sucesión
de abstracciones, se despojase un ser, como de otras
tantas cortezas, de aquellos atributos que más
lo individualizan, hasta quedar convertido en lo que
tiene de puramente formal, hasta quedar reducido
á un molde, á tm nexo de fuerzas psíquicas sabia-
mente ordenadas por una virtud esencial; podéis
imaginar que, en un vitral de iglesia gótica, las
figuras fuesen perdiendo su tinte especial y, al cabo
de siglos, quedasen reducidas á un vago diseño
proyectado sobre el descolor y la trasparencia del
vidrio : podéis así concebir é imaginar la Electra
de Esquilo.
Y mejor será si á la virgen del teatro antiguo se la
compara con la virgen del teatro moderno : con
Ofelia. Esta sí que tiene color personaHsimo y queno es, como la otra, un contorno de ser, sino un ser
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CUESTIONES ESTÉTICAS I7
compacto. Mientras cruza, por la transparencia de
aquella, el destino, como un haz de luz á través de un
cristal, — sin tropiezo y apenas refractándose en la
conciencia, — hállase en ésta parado por un obstá-
culo macizo (aunque parece dócil), por un ser provisto
de tanta individualidad, que no puede menos de
oponerse al aniquilamiento del libre albedrío en lo
fatal, y que tiene toda la complicación admirable ypeculiar de las cosas del mundo cuando se las mira,
no en su conjunto, sino en su integración detallada;
y tanto es así, que siendo Ofelia la virgen, « cuyo
carácter,— decía Coleridge,—consiste precisamente
en estar libre de los defectos de su sexo )), críticos
hay que creen adivinar, en lo más íntimo de este
espíritu, un sedimento impuro y sensual que sube
á flote con la locura. Kn tanto que Electra va hacia
el túmulo de Agamemnón, indecisa y mansa, yalterna su trémula voz con los gritos pávidos del
coro de esclavas; ó en tanto que compara con sus
propios rizos el que halla sobre la piedra tumbal ytrata de ajustar los candidos pies á las huellas ami-
gas que descubre en el suelo, — reconociendo por
los signos á Orestes, y desconociéndolo por su
presencia, — en tanto que dialoga con él bajo el
techo maldito, adonde vuela la tropa de hermanas,
de Erinas, que, como en las palabras de Casandra,« á tma voz candan desapacible y temerosa canción
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l8 CUESTIONES ESTÉTICAS
de maldiciones »; en tanto que dialoga con él entierno dialogar que á poco se torna iracundo ysagrado ,— mágicamente camina Ofelia, con sus
fantásticas guirnaldas, adornada con su locura, con
sus canciones inesperadas, junto al sauce, junto al
río, siguiendo las rosas que se van con el agua. I^a
virgen robusta
yla virgen loca, la sencilla
yla enig-
mática; la que guarda calor en potencia y la que
se mustia en asfixia; la que espera sazón de mujer,
la que se consume en ansias prematuras; la virgen
antigua y la virgen moderna : Electra y Ofelia, se
diría, según es la savia animadora que recibieron
de sus creadores, que se las mira, con su encanto de
promesas perennes, sentadas al Convite de las Diez
Vírgenes de San Metodio, proclamar, en inocentes
discursos, como la mayor perfección humana, las
excelencias de la virginidad
Pero en la virgen Klectra, aparte de aquella
abstracción que dijimos serle peculiar (y que conven-
dremos en Uamar la transparencia de los personajes
del teatro antiguo), cualidad general, — hay lo
característico de ella, que resulta de su condición
de virgen : hay algo de lo que se ha llamado ensueño
apolíneo. Acompaña todos sus ademanes y sus
decires tal delectación estética y tal conformidad
con el mundo, que no hayduda
en afirmar : Electra
no tiene cabal noción de su infortunio. Es tan
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CUESTIONES ESTÉTICAS I9
esfumada, es tan tenue, que hasta la conciencia en
ella (única cosa verdaderamente viva en todas las
figuras de la tragedia) se ha perdido un tanto. I/O
que cuadra con justicia á su ademán de virgen.
De ahí el prestigio de la Electra de Esquilo, que
lleva, como regalo de las Gracias, una mirada
atónita en los ojos concertada con lui esbozo desonrisa en los labios.
Mas no creáis que todo ha de ser vacilacióny dolor
irresoluto. I^a llegada de Orestes, el hermano « que
ocupa cuatro partes en el corazón de Hlectra »,
determina en ella la mayor exaltación heroica. Yse produce entonces aquella plegaria incomparable
en que ambos hermanos invocan los manes del
padre muerto. (Dice Orestes : — ¡ Yo te invoco,
padre ; Padre, sé con los que te amaron — Dice
Electra : « ; Yo también te llamo con mis lágrimas ),
en que uno completa las palabras del otro. (Dice
Orestes : «iNo te cogieron con grillos de cobre,
padre » — Dice Electra : « Sino en vergonzosa y
traidora envoltura )>), en que un mismo sentimiento
nivela sus almas en la más solemne altitud, en que el
dolor se transforma en rabia y en que Electra, al
fin, por solo seguir á quien la ampara, que no por
decisión espontánea, se rebela, terrible, y exclama
ante Orestes, que es el ejecutor :
—¡ Oh dioses, sea
vuestra sentencia cumplida
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20 CUESTIONES ESTÉTICAS
El momento de exaltación de los espíritus tímidos,
es de lo más patético que hay en la tragedia de la
vida. I/OS motivos emocionales se han ido acumu-
lando, y la rabia ruge adentro contenida por la
timidez natural. Hombres hay en quienes, de suyo,
la sorda energía sofrenada estalla al fin, y los liberta
de su debilidad propia, y hastasuele darles,
parael
resto de su existencia, cierto tinte de atrevimiento
que antes les era extraño. Los hay también que se
llevan su furor á la tumba. Los hay también, — y
así es la Electra de Esquilo, — que, abandonados
á su natural, mmca echarán de sí ese sedimento
rabioso, hasta que la audacia de un ser simpático,
obrando como talismán, suscita en ellos una germi-
nación subitánea, que se extinguiera acaso sin la
presencia de quien la provoca.
El momento de exaltación de Electra es su mo-
mento trágico. Hay más tragedia ahí que en el mismo
Orestes. Y no porque á éste deba considerársele
como la decisión sin conflicto, como la fuerza que novacila, como el Destino irreprochable, — puesto
que la mano le tiembla ante el seno maternal y es
fuerza que Pílades suelte al fin la escondida voz para
recordar la sentencia que dictó Apolo desde el
Ombhgo de la Tierra. — Sino que la tragedia de
Orestes, según Esquilo la presenta,carece
deese
encanto espiritual de la de Electra. Y esta es ocasión
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CUESTIONES ESTÉTICAS 21
de acudir á las palabras doctas de Henri Weil :
«La psicología vendrá más tarde; está aún reempla-
zada, ó si se quiere, envuelta por la mitología; lo
que pasa en el corazón del hombre es proyectado
hacia afuera; los conflictos interiores toman cuerpo
y figura, aparecen bajo la forma de un drama
visible. » Y es, en verdad, tal exteriorización lo quedesvirtúa la tragedia de Orestes. Además, Orestes
sabe que ha de matar; su mano vacila, pero su
inteligencia no; por eso se alienta á sí mismo con
discursos de ira. Orestes se mueve según la línea de
un claro Destino. Electra no, que vacila, como en un
conflicto de Destinos, con la verdadera indecisión
trágica. Electra no, que no va por línea resuelta, ycuyo tormento interior es un lamentarse en silencio,
y desesperarse á solas y no atreverse á desear
venganza. L,a solución de su conflicto es atreverse
á desear venganza; la solución de su conflicto no se
proyecta sobre el mundo en expresiones ó en actos
su tragedia no remata, como la de Orestes, en la punta
de la daga sedienta; su tragedia, tan íntima y tan si-
lenciosa como en la Deméter de Gnido, silenciosa-
mente se apacigua, como un apagarse de las turbulen-
cias del ánimo. Otro se alterara deseando el crimen :
ella se aquieta con desearlo. Y una piedad provi-
dencial, como una reacción de la naturaleza, conlas propias lágrimas que llora le empaña los ojos.
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22 CUESTIONES ESTÉTICAS
porque no mire la sangre vertida, y los acontecimien-
tos fatales, encarnados en Orestes, cuidan de
cumplir la venganza que eUa no podía anhelar
siquiera.
Virginal, sojuzgada, mansa, responde á la iniqui-
dad con una sublevación interna, — igual que,
sumisas al pie que las dobla, sueltan su jugo eficaz
las yerbas de virtud.
II
Distingue á Sófocles la afición á crear parejas
virginales, complaciéndose con oponer, en bellas
antitesis, al empuje casi marcial de unas vírgenes
el encanto pudoroso de otras. Cuadran, á aquellas,
el potro y los dardos de las amazonas, y á éstas la
rueca pacientemente manejada en el silencio del
gineceo. IvO que es, en la Electra de Esquilo, la
verdadera indecisión trágica y el conflicto interno,
Sófocles lo fracciona en tma pareja virginal (Criso-
temis y Electra) ; en una virgen que cede, sumisa, y
otra que se rebela, heroica. Y las concierta por tal
manera y aviene y aprovecha tanto la oposición de
una con la otra, que, por mucho que simplifique así
la tragedia intima, externándola y haciéndola orna-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 23
mental, y por mucho que aquel desenfreno heroico
disgustase á Aristóteles como nada harmónico ni con-
sonante con la virginidad,— antes cualidad másenla
y de las que piden más esfuerzo viril,— Electra y su
hermana Crisotemis, Antígona y suhermana Ismena,
nos deleitarán siempre con sus diálogos, alternados
en trágico paralelismo, y como el viejo Edipo que,
en Colona, nos aparece conducido por sus dos hijas,
ha de aparecemos Sófocles acompañado de su pareja
virginal.
Ya no es la Electra, en Sófocles, virgen sojuzgada
y mansa que responde á la iniquidad con una suble-
vación interna, sino virgen francamente rebelde,tenaz y despótica, — como la misma Antígona
sofoclea, — sin conflicto interior, y tan fácil en su
problema trágico, que basta seguir sus discursos
para poder representársela.
Con sólo cuidarse de distinguir lo que es en las
figuras teatrales prestigio mitológico independiente
del poeta (quien se encuentra ya á los héroes ador-
nados por fábulas más ó menos brillantes y suges-
tivas), de lo que es en ellos valor dramático añadido
por la interpretación poética, fácilmente se adver-
tirá que los personajes de Sófocles se caracterizan
por una tendencia superior é inalterable, viniendo
así las demás cualidades formativas á aparentar nomás la vestidura de aquella cuaHdad central.
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24 CUESTIONES ESTÉTICAS
Sófocles crea las figuras de su teatro, más para la
ornamentación general de la tragedia que para la
riqueza interior. I^os seres que él imagina no son
sino fuerzas elementales acondicionadas para la vida
por medio de un ropaje de atributos secundarios,
lya aparente complicación de Edipo resulta de los
acontecimientosde
afueramás que de motivos
espirituales. Para tales conflictos externos, tiene
hasta modelos prefijados. Aprovecha, por ejemplo,
con gran frecuencia, la desazón que se experimenta
cuando á busca de afortunadas vías se cae en el
peor sendero. Acordaos de la Deyanira. Y acordaos,
no está por demás, de la Yocasta, que tiene con
aquella su vaga semejanza en aquel silencioso
desaparecer de la escena antes del suicidio, que es
una noble insinuación trágica. — Filoctetes parece
naufragar entre vacilaciones, mas no tiene mayor
secreto espiritual, sino que la acción es de conflictos
tan tramados, sí, pero tan externos y tan extraños
á su voluntad que, á no ser por la oportuna apari-
ción de Heracles, nada se resolvería. Estos persona-
jes, — vistos en las tragedias de Sófocles y sólo en lo
que éste añadió á su legendaria naturaleza, — son
siempre unidades de alma y fuerzas elementales que
el poeta escogía y vestía convenientemente para
disponerlas al choque dramático. Éste esel
modo decrear seres que usa Sófocles ; ésta es su psicotecnia.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 25
La Electra de Sófocles es de estos personajes
surgidos por la abstracción de una cualidad aislada
y aparejados débilmente con otros signos secunda-
rios que quitan á la figura todo aspecto de cosa
escueta. La tendencia única para que fué creada
domina en ella sobre cualquier manifestación
diversa de su vida, subordinándolo todo y entrete-
jiendo la trama de todos los instantes psicológicos
como mi ley-moiivo nmsical. La Electra de Sófocles
nació para la rebeldía, y el curso de su destino es
inquebrantable y elocuente. Oíd cómo habla ante
la ira de Clitemnestra su madre :
— Si hemos de matar al que mata, que muerastú según la pena merecida... Mira que más
pareces nuestra ama que no nuestra madre... Como
ello te plazca, ya puedes ir diciendo á las gentes que
soy mala ó que soy injuriosa, ó, si quieres, llena de
impudor. Yo también diré que, culpable de tanto
vicio, no he degenerado de ti ni te voy en zaga.
Y, como prosiga Clitemnestra :
— Y ¿á qué cuidarse de quien habla á su madre en
tan injuriosa manera y á los pocos años que tiene ?
¿ No es cierto que osará los mayores crímenes
quien se desvistió del pudor?...
Electra responde con estas palabras que la
definen :
— En verdad, sábelo pues, me avergüenzo de ello,
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26 CUESTIONES ESTÉTICAS
por mucho que tú no lo creas. Sé que tales cosas
no convienen á mis pocos años ni á quien yo soy;
pero á eso me oriUan tu odio y tus acciones, porque
el mal enseña el mal )>.
Iva tragedia sigue desarrollándose. El Pedagogo,
según lo convenido con Orestes, trae la falsa noticia
de que éste murió, arrastrado por los caballos de sucarro, en el estadio, en los juegos deíficos.
Para deleite vuestro y curiosidad, quiero que
oigáis la descripción de su muerte, no como la
presenta Sófocles, sino en la adaptación castellana
que, con el nombre de La venganza de Agamenón.
hizo de esta tragedia antigua, — y por primera vez
en nuestra habla, — el Maestro Hernán Pérez de
OHva, cuyo estilo, fruto del siglo XVI, cuando se
escribió el mejor castellano, encanta por la perfec-
ción delicada. El Pedagogo, que allí, castellanamente,
se llama el Ayo, habla así
« Sé que los mancebos ilustres como él ordenaron
imas fiestas, dó en presencia de muchas gentes apro-
basen sus personas. En eUas ordenaron ejercicios
en que claro pudiesen mostrar todas sus destrezas.
Hombres hubo de ellos que en fuerzas y en armas
y en ligereza hicieron grandes cosas : más Orestes de
todos hubo victoria. Y puesto en medio del espacio,
en la lindeza de su cuerpo y hermosura de su cara,
parecía que la naturaleza le hizo Príncipe de todos.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 27
En él solo estaban puestos los ojos de cuantos había
en aquellas fiestas. Los mancebos alababan su
esfuerzo : los viejos su tiento : y las mujeres su
mesura y gentileza, juzgándolo todos digno de gran
señorío y deseándole lo mismo. Luego Orestes yaquellos nobles subieron á caballo; y partidos en
dos representaban batalla. Aquí el caballo de Ores-tes muy aquejado, según la fuerza y presteza del
que lo regía, cayó en tierra sobre Orestes; y el
caballo se levantó luego, mas Orestes quedó muerto
tendido. Parece que quiso aquel día la fortuna en
presencia de tanta gente mostrar su poderío : que
á quien poco antes lo había puesto en la cumbre del
placer de esta vida, en un momento le abajó con la
muerte. Luego por todo aquel espacio había una
lluvia de lágrimas, con que la fiesta tornó tal cuales
suelen ser los días que claros amanecen y anochecen
con tempestad... »
Electra se mira sin apoyo. CHtemnestra, aHviada
de un presentimiento, dice sus más graves palabras :
—¡ Ay triste, que solo salvo mi vida á costa de
mis propias desgracias
Egisto y su amante reinarán en paz. Crisotemis
está sometida, pero no la insumisa Electra. Ésta,
en Esquilo, persistiría llorosa en llevar á la tumba
del padre muerto su piedad y sus dones fúnebres.
Pero la de Sófocles, de condición heroica y belígera.
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28 CUESTIONES ESTÉTICAS
llama á Crisotemis y le propone luchar con armasen contra de Egisto y Clitemnestra.
— Ivas acciones más justas dañan á veces, — dice
Crisotemis.
— Y yo, responde Electra, no quiero vivir según
esa ley.
Viene, á seguidas, la escena de la anagnorisis, el
encuentro de Electra y de Orestes. lylega él, ocul-
tando su nombre, y con la urna cineraria en que dice
llevar sus propios restos. Electra le mira y le habla
sin conocerle. Al cabo se descubre él; ella, entonces,
pasa del mayor dolor á la alegría más inesperada, —y éste contraste de emoción constituye la belleza
de la anagnorisis.
Pero no hay, como en la anagnorisis de Esquilo,
aquella magia sutil que brota de las pisadas de
Orestes y de la trenza depositada en la tamba ; no
hay aquel conocer á Orestes por sus huellas ydesconocerlo por su presencia, que suscita la emoción
simbólica sin ser un verdadero símbolo; sino que
hay la antítesis brusca, la agitación del ánimo, el
paso del dolor que grita á la alegría que grita, la
mayor ondulación trágica, el patitos delirante reco-
rrido en toda su riquísima escala.
El Orestes de Sófocles no vacila un punto ni es
fuerza que Pílades lo aliente porque no le turbela presencia de su madre : es un instrumento divino,
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CUESTIONES ESTÉTICAS 29
sin conciencia, sin complicación interior . Y una vez
reconocido por Klectra, está valiente y ansioso de
venganza. — De la Electra de Esquilo dije que su
tragedia era mayor que la de Orestes. En Sófocles
hay mayor razón para afirmado. Manifiestamente
hizo de la Electra el núcleo de su tragedia inmortal
manifiestamente hizo á Orestes venir á menos para
que no empañase, como en Esquilo, el esplendor de
la verdadera criatura trágica, que es Electra. Dice
Weil que el Orestes de Sófocles <( no hace sino ejecu-
tar el oráculo de Apolo ; es un instnmiento del dios;
es un justiciero cuya acción queda cubierta
por una autoridad superior. Así, sólo es unpersonaje secundario en el drama, y la muerte
de Clitemnestra no es, en justicia, el verdadero
asunto : la vieja fábula no sirve sino de cuadro y de
pretexto á una acción diversa por completo de ella».
— Y bien; aquí Orestes no va á suscitar en el espí-
ritu de Electra aquella germinación refleja de odio
y de venganza, antes la encuentra ya decidida, la
previene para que oculte lo que sabe, y ella se dispo-
ne á cumplir sus órdenes, regocijada y sangrienta.
La tragedia se cumple al fin. Orestes desaparece
de la escena. Se oye un grito de CHtemnestra. El
coro y Electra se interrogan. Se oye nuevamente
un grito y crecen la ansiedad de Electra y el espanto
del coro. Y sigue Clitemnestra gritando;grita des-
2.
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30 CUESTIONES ESTÉTICAS
garradoramente y llena de dolor. Y en medio del
espanto del coro, en cuya turbación se hace presente
la escena invisible del matricidio, — « Hiere, grita
Electra, hiere nuevamente si puedes. » Y el coro
clama espantado. — No es menor el espanto con
que Egisto, creyendo descubrir el cadáver de Orestes
descubre, al alzar el velo, el palpitante de Clitem-
nestra : — Aquí también la antítesis emocional,
aquí también el paso de la alegría intensa al dolor
y al horror. Aquí, como en la anagnorisis, como en
el fraccionamiento de Electra en una \ irgen sumisa
y otra rebelde, como en la oposición de Antígona
é Ismena, la afición al choque, el anhelo de cansarel ánimo por el ejercicio brusco del sentimiento, que
dominan y que iluminan las construcciones de las
tragedias sofocleas.
III
Y cuadra ya observar que en Esquilo, como en
Sófocles, el coro se halla presente sin cesar á las más
secretas confidencias de los actores y que siempre es
fiel á la voluntad del protagonista, al punto que
podría caracterizarse á éste como el personaje
simpático al coro. (Lo que no significa que el coro
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CUESTIONES ESTÉTICAS 3
aplauda en toda ocasión los actos de éste, pues no es
el héroe trágico un modelo para imitado, sino un
ejemplo, una lección). Y ésto es general en la tra-
gedia griega : no hay coro traidor como no lo hay
que no pueda ser iniciado en los mayores secretos
de los héroes trágicos.
Ciertamente que la principal razón de tales cosas
proviene de lo complicado que era hacer salir yentrar al coro á la escena; pero de este motivo,
extraño al arte, resultó que el coro participase en
los sentimientos del héroe.
Del coro ha dicho August Wilhelm Schlegel que
es el « espectador ideal )>.
La critica de esta teoríase halla condensada en las palabras de Nietzsche :
« Nosotros, (dice), habíamos pensado siempre que
el verdadero espectador, sea quien fuere, debería
estar cierto de tener ante sí una obra artística y no
una reahdad empírica; y el coro trágico de los
griegos, está, por cierto, obhgado á reconocer como
existencias corpóreas las figuras escénicas. » — (Bn
el prólogo de Los Cautivos de Planto, se dice, — yes oportuno citarlo aquí, — : « los acontecimientos
de esta pieza serán reales para nosotros; mas para
vosotros, espectadores, ésto no pasará de ser una
comedia. » )— Además, continúa Nietzsche, dado
que el origen de la tragedia es el coro aislado,
menester sería admitir que hay espectador antes que
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32 CUESTIONES ESTÉTICAS
haya espectáculo, lo que es un contrasentido ». Ypropone, como única interpretación admisible de la
teoría del espectador ideal : « el coro es el espectador
ideal, por cuanto es el único que mira, el que mira
el mundo de las visiones escénicas ». Solo que esto
no nos aprovecha para explicar la razón existencia
del coro, porque se contrae á solo explicar el papel
que este desempeña en la tragedia.
Hegel define el coro como « el suelo fecundo sobre
el cual únicamente crecen y se desarrollan los
personajes, como las flores y los árboles que sola-
mente prosperan en su terreno propio y natural ».
« Es, dice, la escena espiritual del teatro antiguo ».
Para Shiller, es un muro que aisla la acción trágica
de la realidad, con lo cual gana la harmonía artística.
Y Hegel y ShiUer dicen verdad en parte;pero aún
hay más.
De dos maneras funciona el coro : ó dialogando con
los actores é interviniendo en la acción trágica (y
por eso decía Aristóteles que el coro es imo de los
personajes y por eso la teoría del espectador ideal es
inadmisible en todo caso) ó cantando sus estrofas,
sus antistrofas, sus epodos, en esos entreactos líricos
que hacen decir á los helenistas que el coro es el
principio lírico y superviviente de la tragedia pri-
mitiva, fundido con el principio épico, á que repre-
sentan los actores; que el coro es la supervivencia
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CUESTIONES ESTÉTICAS 33
de las danzas de sátiros en rededor de Dionisos ; algo
en suma, extraño á la tragedia posterior, ageuo á su
desarrollo, estorboso á veces, que sirve pai a que el
público descanse de los episodios. — Cierto que estos
entreactos líricos parecen remedar la conciencia
concentrada á reflexionar 5' á juzgar y, según esta
interpretación, en el coro residiría la verdaderatragedia, puesto que, como dice Otfried Müller, « el
interés de la tragedia clásica no se halla nunca en el
hecho material. El drama que la sirve de base yfondo es un drama interior, moral ». Es decir, que la
cavilación, la reflexión sobre los designios de la
Moira, constituye la verdadera tragedia. Y ahí
queda, para la narración de los hechos, el aliento
de la epopeya. — Pero se olvida, en todo ésto, que
el coro no sólo reflexiona y cavila, sino que obra,
siente y se desahoga.
Volvamos á Nietzsche : él razona así : el coi o, ele-
mento dionisíaco de la tragedia, es lo único original.
La alucinación del coro produce una apariencia
apoHnea y aparece el dios, aparece Dionisos : el
primer actor. Los demás actores, los hipócriies,
«los que responden», son una mtiltiplicación de este
primer personaje. Está, pues, el coro, ante el dios,
y de esta conjunción resulta el drama en el sentido
extricto del término. Y concluye así, Nietzsche, surazonamiento : « hemos de entender la tragedia
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Vi-
34 CUESTIONES ESTÉTICAS
griega, como el coro dionisíaco que se descarga,
constantemente, en un mimdo apolíneo de imá-
genes ». Es decir, que el coro sirve para explicar
la existencia de los actores, porque el coro los ha
creado para si con su ensueño apolíneo. Hay, pues,
en el coro, lo que se llama, en el modernísimo lenguaje
^f^JlX^de Jules de Qairtier.
sentido espectacular. Y ésto,
explica el origen de la tragedia.
Mas, una vez nacido el drama (esa resultante de lo
que se ha llamado respectivamente, y con términos
que aislados no se corresponden, pero que unidos,
aunque difieran en profundidad filosófica significan
aparentemente lo mismo, la unión de lo dionisíaco
y lo apolíneo, la unión del principio lírico y del
principio épico) una vez nacido el drama, que es un
desprendimiento diverso, en conjunto, de lo lírico
y de lo épico, — el coro ¿subsistirá tan solo para
explicar el nacimiento, la existencia del drama?
Dentro de esta concepción, que no es tan puramente
nietzscheana como de ordinario se dice, la respuesta
será afirmativa. Ouvré, en las Formas lyiterarias del
Pensamiento Griego, responde que el gusto por
conservar la tradición y el deseo de impresionar
con el mucho aparato teatral son los motivos para
exphcar la supervivencia del coro. Pero considerando
la tragedia, no ya en sus fuentes (lo que servirá parareconstruir, filosóficamente explicado, el proceso
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CUESTIONES ESTÉTICAS 35
que dio origen á la verdadera tragedia), sino como
debieron considerarla los mismos griegos en la época
central del teatro ateniense, con Ksquilo : con
Sófocles : con Eurípides; la tragedia, en fin, según
aparece y no según su proceso formativo ; como el
espíritu la contempla y no como deduce, razonada-
mente, que se formó : actual, ya no históricamente,— tenemos que invertir por fuerza la proposición
discutida, y en vez de decir el coro produce á los
actores, tenemos que decir que los actores producen
el coro. La tragedia antigua sí que es el organismo
perfecto y no hay que buscarle apéndices estorbosos
ni supervivenciasinútiles : el
coro funciona rítmi-camente, como un instrumento dinámico por donde
estalla, encantos, en gritos, en ololugmoi, el sedimento,
la carga emocional precipitada en el fondo del ánimo
por los episodios de la tragedia. Y por eso es fuerza
que el coro esté presente á todos los acontecimientos
y hasta á las revelaciones secretas : para conocer
el drama y ponerse en contacto con él, para sentir,
para emocionarse, y desahogar á poco con desahogo
lírico, y cuando precisamente lo requiere el ánimo,
la emoción, el pathos acumulado por las acciones
dramáticas, la piedad, el terror. Un instrumento
oportuno y rítmico de desahogo lírico : ésto es el coro
de la tragedia helénica.
Si así pensáis del coro, os aparecerá la tragedia
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36 CUESTIONES ESTÉTICAS
como una completa representación del alma en su
dinamismo pasional : nos empeñamos en luchas,
padecemos, alcanzamos pequeños triunfos, alcan-
zamos triunfos decisivos ; ó nos doblegan las fuerzas
de afuera, ó las hacemos venir á nuestro servicio;
y, de cuando en vez, nos apartamos un punto,
medimos lo alcanzado, prevenimos lo venidero,
nos compadecemos á nosotros mismos, cantamos
nuestras propias victorias, y nos damos á la lamen-
tación, á la exclamación, al ololugmos, al desahogo
lírico, al llanto y al canto, como el coro de la tragedia
helénica.
IV
En dos tragedias (la Electra y el Oresies) presen-
tadas en el teatro ateniense la primera, según
Wilamowitz y Henri W^eil, en la primavera del año
413 A. C, y la segunda cinco años después, desa-
rrolla Eurípides su concepción de Electra, tan
humana y tan decadente que sólo por la acción del
drama recuerda á la primera Electra, la de Esquilo,
aquel contorno de ser, sombra blanca y paradigma
de la condición virginal.
Ofrece la Electra de Eurípides toda la admirablecomplicación de las cosas del mundo, y su tragedia,
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CUESTIONES ESTÉTICAS 37
enteramente exteriorizada, es lucha y actividad
agresiva contra los hombres y los acontecimientos
adversos, y á través de la acción del drama y en su
contacto con los hechos, y no en el silencio de la
conciencia, — según era el caso en la Electra de
Esquilo, — es donde hay que buscar los signos que
la definan.
Ha cambiado el escenario tradicional del drama.
Supone Eurípides que, á la muerte de Agamemnón,
desterrado Orestes y salvado de la casa lamentable
por el devoto servidor,— Egisto, triunfante y regoci-
jado, viendo cómo los ilustres Argios se disputaban
el amor de Electra, cuya virginidad ya está flore-
ciente, y porque no llegase ésta á ser esposa de
alguno de ellos (no brotase su seno algi'm hijo ven-
gador), decide, silenciosamente, matarla. Pero
Clitemnestra que, en Eurípides, humanizada, como
era de esperarse, posee verdaderos rasgos maternales
la salva, y, para que tengahijos esclavos
que noinfundan miedo ni sepan de venganzas, la dá por
esposa á un labrador de la tierra, descendiente de
Micenios. El cual, en su sabiduría sencilla, atina á
definir su lugar al lado de Electra; y más a6gido que
orgulloso, ni quiere que las manos de Electra se
ocupen en faenas humildes, ni que traigan agua del
manantial : mira con veneración á la hija de sus
reyes, y respeta, bellamente, su lecho. Gilbert
3
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38 CUESTIONES ESTÉTICAS
Murray, pensando en el labriego de Electra, ha
dicho de Eurípides : « En su desprecio por la sociedad
y el poder del Estado, su espíritu iconoclasta
hacia los semidioses homéricos admirados de todos,
su simpatía por lo silencioso y generalmente no
interpretado, encuentra heroísmo en los seres tran-
quilos, no mencionados por el mundo. »
Esta humana Electra de Eurípides nutre volup-
tuosamente su dolor, se complace excitándolo, es
mujer. Adivina acaso que ahondando la pena, ó
agota las propias fuerzas y queda insensible, ó atrae
el acabamiento liberador. Hasta se echa de menos
que no tenga Electra sudelirio
y sulocura.
Porque estos seres endolorados que viven en las tra-
gedias de Eurípides con vida humana, buscan ador-
mecer el ánimo, y se rehusan por todos medios al
dolor, desde aconsejando el amor moderado, la flecha
galante de Eros y no la flecha erótica, hasta maldi-
ciendo la amistad que hace llorar por los amigos,
hasta proponer la renuncia de la procreación para
no llorar por los hijos, hasta decir : ¡ más vale no
amar ¡ más vale no amar — Pero una vez en el
dolor, los veréis buscar con avidez trágica el mayor
ejercicio de su pena; los veréis, dionisíacos, purifi-
carse del mal con una locura benéfica, ó aconsejar
fríamente, como el coro de Hécuba : « es perdonable
renimciar á la vida cuando se lloran tales tormentos
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CUESTIONES ESTÉTICAS 39
que superen las propias fuezas para sentirlos ». —Bl delirio es en Eurípides una consecuencia y una
liberación del dolor humano : es el estallido de toda
psicología derrotada. En tanto que el delirio, en
Esquilo, es una directa influencia divina (acordaos
de lo en el Prometeo encadenado). Hay que entender
así las palabras de Maurice Croiset cuando dice que
« el delirio en Esquilo despierta más bien la idea del
poder divino » y en Eurípides la de « la enfermedad
humana », pues de otra suerte se caería en una ruin
interpretación psicopática. lyongino, en su Tratado
de lo Sublime, dice que fué Eurípides « maestro en
el amor y el furor ». Cierto es ésto y muy clara ver-
dad, porque aquel misticismo que hay en Eurípides
se resuelve en delirio, aquel fathos que hay, se
resuelve en delirio. Por eso significan tanto las
mujeres del teatro de Eurípides, porque el principio
femenino es simpático con el dios deHrante. Emile
Egger observa que las severas conveniencias de las
mujeres del teatro griego se transforman con
Eurípides en las más violentas pasiones, y lo explica
por aquella « especie de fatalidad dolorosa que pa-
recía perseguirlo en toda parte ». Y ya es sabido yaceptado que aquel maldecir de las mujeres, en que
se fundaba Aristófanes para imaginar que algunas,
reunidas en la plaza pública, deliberaban sobre
cómo despedazar á Eurípides, que aquellas cons-
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40 CUESTIONES ESTÉTICAS
tantes críticas á las mujeres, donde Croiset, con
razón, ve « menos malignidad que tristeza », no son
sino fenómenos indirectos movidos por el grande
amor que las tenía y el grave interés con que le
obligaban.— Bn Las Bacantes, Dionisos asegura su
triunfo por las mujeres. Suélese dar á esta tragedia,
la interpretación de mera palinodia y signo de con-
formidad cansada que, en la vejez del poeta, anun-
cian la paz, la reconciliación con la sabiduría popular.
Kn verdad, esta tragedia tiene más profundo sentido.
Creo firmemente que Las Bacantes expresan una
realización y no una palinodia, aimque, sin atender
á las causas y mirando desde afuera el desarrollo
espiritual de Eurípides, proj-ectado en sus obras,
pudiera muy bien justificarse la aludida opinión :
Eurípides, racionalista y sofista, culto por extremo
y revolucionario en todo terreno ¿cómo si no des-
diciendo su obra en un arrepentimiento senil, podría
ordenar por boca del coro, que se apruebey
siga lo
que el vulgo humilde aprueba y sigue?
Pero es que Eurípides posee una dialéctica tan
envenenada que acaba por destruirse á sí propia.
Ivlega, con su genio dialéctico, á todos los escepti-
cismos, y este escepticismo final es sólo la realiza-
ción, el punto á que naturalmente alcanza, sin
volverse atrás, sin desdecirse. Hay facultades cuyo
desarrollo remata en el suicidio, y en Eurípides las
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CUESTIONES ESTÉTICAS 4I
hallamos. Llega el óptimo florecimiento y sorprende
al espíritu paralizado por un escepticismo cabal.
¿Qué fuerza psíquica servirá entonces de alma
ordenadora? AUí está, nutrido por el largo silencio
y hostigado por el fracaso de la razón, todo el tesoro
de las pasiones. BUas condensarán en su rededor las
fuerzas del ser, y habrá aquel segundo nacimiento
que estudia James en los casos del misticismo. BnEurípides, con la derrota del raciocinio, se demues-
tra aquella plenitud pasional que apuntaba ya en
los cuadros de anteriores tragedias : había hecho
correr un soplo de misticismo por los bosques adonde
Hipólito ilustraba su arco; animó el venerablerostro de Ilécuba con el gesto de la desesperación
griega; dio á Ingenia la alegría dramática del mar-
tirio; y, sensible siempre á las grandes cosas, produjo
por fin Las Bacantes, — último jugo de sabiduría,
herencia y regalo de sus años, — que él reflejó con
su naturaleza elocuente todos los signos humanos
de la vida, y por eso se hallaba un día, rico de la
mejor riqueza, lanzando ante el público semi-bár-
baro de Macedonia, sin el temor del severo público
ateniense, su grito inacorde y victorioso. Y si habla
entonces de volver á la verdad popular, es porque
estaba en las ideas de la época el suponer que la
gente inculta se halla más cerca de la pasión que los
hombres sabios.
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42 CUESTIONES ESTÉTICAS
En Las Bacantes dice una verdad viej ayprofunda
algo hay más grande que la razón. I/) irracional,
antigua fuerza del mundo, grita y danza ahí en los
coros enfurecidos y hace bailar á los ancianos de
cabeza temblona. Vistense las mujeres con yerbas
y, coronándose, agitan los pies inquietos, ó echan
atrás, súbitamente, las enmarañadas cabezas, sin-
tiendo hincharse los senos desbordantes. La presen-
cia de Dionisos se anuncia por la vibración del suelo,
y los poseídos por él, sienten alas en la frente ytemblor en el alma. Brilla el cielo con más fulgor
y la tierra exalta su actividad. El aire quema, y las
arterias de los bosques del Citerón palpitan conruido. Las venas ocultas se abren, y fluyen afuera
los licores rituales : la miel, la leche, el vino. Es la
tragedia delirante en que las bestias se asocian al
furor de los hombres, porque Dionisos con la danza,
como Orfeo con el canto, las hace venir en su segui-
miento. Es la tragedia delirante, y toda locura
conviene á su carácter romántico. « Pronto la Tierra
toda bailará y cantará »; y los palacios, al presen-
tarse el dios, como el de Licurgo en la tragedia per-
dida de Esquilo, alborotan, se enfurecen y gritan.
Las Bacantes es un tipo acabado de tragedia deli-
rante, donde Eurípides no niega su labor precedente,
antes la realiza. El delirio, que influye la mayoría de
sus tragedias, estalla en esta obra final con toda su
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CUESTIONES ESTÉTICAS 43
virtud contagiosa. La luz de los ojos divinos purifica
el aire y corre, como una llama, por sobre todas las
cabezas. Es la locura simpática, palpitante, del
teatro de Eurípides ; la que hacía á las gentes salir
por las calles cantando los versos de la Andrómeda.
Es el verdadero elogio de la locura. Y en el cortejo de
seres delirantes que evoca el delirante Eurípides,falta la Electra.
Iva Electra delirant?, sin tener ni el valor ni el
significado de la antigua Electra, sería la justifi-
cación de este modo humano de concebirla, como las
Ba,cantes son, en su furor, en su dolor, en sus danzas,
simpáticas con los ritmos de la naturaleza, la obra
en que este nuevo modo de hacer tragedias se justi-
ficara y se realizara.
Iva Electra de Eurípides cultiva, voluptuosamente,
su llanto, y dice cuando aparece : « Oh negra noche,
nutriz de los astros de oro ; voy á través de tu sombra
con la urna sobre mi cabeza, voy hacia las fuentes
fluviales; y no que me vea yo reducida á tan bajas
tareas, sino á fin de mostrar á los dioses el idtraje de
Egisto y espandir por la amplitud del éter las
plegarias que hago á mi padre...«Y cuando el cultor
de la tierra la interroga sobre los cuidados que se
toma, impropios de sus manos de reina, dice :
«...Fuerza es que, aun sin ser obligada á ello, te cure
con mi trabajo haciendo todo lo que pueda á fin de
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44 CUESTIONES ESTÉTICAS
que soportes más fácilmente tus pesares. Tienesmucho que hacer afuera, menester es que yo vele
en las cosas domésticas. Cuando el labrador vuelve
á su casa, gusta de hallar orden por toda parte ».—Y tomando para si tales faenas, por sola su voluntad
y sin verse estrechada á ello, se plañe á poco de su
estado y dice: «
Apresurael
andar de tuspies,
ya estiempo ; camina, camina y vé lamentándote. ¡ Ayme
de Agamemnón he nacido, y fué la odiosa hija de
Tindaro quien me echó á la vida—, y los ciudadanos
mellamaron Hlectra.iDesdichada
¡Ay ¡ Ay por mis
duros trabajos y mi triste vida ... ¡ Anda, vé, sigue
con gemidos, gusta otra vez la voluptuosidad de las
lágrimas » — Así gusta Blectra de exacerbar sus
dolores, y se complace así con su llanto.
Mas ya Orestes, nutrido en el odio al matador de
su padre, aconsejado por Apolo y sabedor del matri-
monio de Electra, ha vuelto del destierro, y lo
acompaña Pílades, el amigo fiel, mudo aquí como
en la tragedia de Sófocles.
El encuentro de Orestes con Electra, en que aquel,
disfrazado, no se deja conocer por ella sino que
sondea antes su ánimo é inquiere sobre su matri-
monio y su nueva vida, es la revelación heroica de
Electra. Y este aspecto, que parece dominar su
psicología aunque no es sino secundario, se deja verpor la seguridad de sus palabras y su resuelto áni-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 45
mo : Así cuando pregunta Orestes, aludiendo á sí
propio y ocultándose en tercera persona : ¿Y unién-
dote á él osarías matar á tu madre?— Ciertamente,
— responde Blectra, — y con la misma haclia con
que ha perecido mi padre. — Y añade á poco terri-
blemente : Y que muera yo tras de verter la sangre
materna.Es nueva esta Electra de Eurípides, es siniestra :
« Ivas mujeres, oh extranjero, dice, aman á los
hombres, pero no á sus hijos ». — Por estas palabras
empezamos á conocerla, y la juzgamos, hasta aquí,
tan brava y tan orgullosa como la de Sófocles. Solo
que ésta no ocultaba su ira sino que la dejaba manar,
y ya vais á ver cómo la de Eurípides conoce y prac-
tica el disimulo.
Orestes, siempre dándose por mensajero de Orestes
y acompañado de Pílades, pide hospitalidad en la
casa humilde, y el humilde labrador de la tierra se
dispone para recibir á los huéspedes y, regocijada
su alma griega, oye con júbilo que aquellos extran-
jeros, los que venían á comer su pan, son emisarios
de Orestes, su señor.
Y ved ahora el rasgo senciUoque integra la Electra
de Eurípides y la llena de aliento humano : — « Des-
dichado, exclama, conoces la penuria de tu casa
¿por qué, pues, recibes en ella huéspedes de condi-
ción tan superior como sus presencias prometen ? ».
3.
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46 CUESTIONES ESTÉTICAS
Pero como insista el labriego, esta mujer, Blectra,
previsora, agenciadora, providente, le aconseja que
vaya en busca del viejo y devoto servidor de Aga-
memnón : él salvó á Orestes, niño aún, de la casa
paterna, y ahora apacienta su grey entre Argos yEsparta; que le ordene venir con algunas viandas,
que se dará el viejo por bien pagado con saber quelos huéspedes traen noticias consoladoras de su
amado Orestes... Eleclra conoce á los hombres.
lylega el viejo servidor, trayendo consigo un cor-
dero, quesos, coronas y racimos negros y olorosos de
uvas. Y esta llegada será lo que provoque la agni-
ción de la tragedia, el reconocimiento de Orestes porElectra. — La agnición se prepara así : el anciano,
de paso para la casa del labriego, acercóse á la
tumba de Agamemnón su rey, derramó libaciones
y ofrendó los ramos de mirto; pero hé aquí que
advierte despojos de sacrificio reciente, un borrego
negro cuya sangre todavía humeaba, y un bucle de
cabellos rubios. Y asombrado de que alguien hubiese
violado la ley de Egisto, y lleno de presentimientos,
trae consigo la trenza para acercarla y compararla
con los cabellos de Electra. I^a invita después,
siempre turbado, á que vaya á poner los pies sobre
las huellas del sepulcro. Claro se deja ya entender
que el anciano descubrirá á Orestes con sólo mi-
rarlo.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 47
La escena de la anagnorisis, el encuentro yreconocimiento de Orestes por Electra, aquí como
enantes sugiere observaciones curiosas.
Dije sobre la tragedia de Esquilo que aquel conocer
á Orestes por sus huellas y desconocerlo por su
presencia, sin ser un símbolo de veras, sugiere la
emoción simbólica. Dije de la anagnorisis en la
tragedia de Sófocles, que es el paso del dolor que
grita á la alegría que grita, la mayor ondulación
trágica, el pathos delirante recorrido en toda su
riquísima escala. Diré de la anagnorisis en la tragedia
de Eurípides que, teniendo de común con las otras
el que sólo Electra reciba sorpresa en el encuentro,
se diferencia de las anteriores por ser indirecta yverificarse á través de tercera persona, cual es el
anciano. No tiene el encanto sutil que en Esquilo
tanto la adorna, ni tiene la intensidad emotiva que
la distingue en Sófocles, sino que se debilita y deja
perder lo que era justamente su particular belleza,
y si nos mueven á deleite ciertos detalles, como el
de la trenza y las pisadas sobre el sepulcro, es porque
éstos son reminiscencias de Esquilo.
Mas en todos estos casos y escenas, se ha huido,
como de propósito, del encuentro intempestivo y la
sorpresa brusca. Porque en Sófocles y en Eurípides,
la sorpresa del primer encuentro se halla con muchodesvanecida por los momentos de charla que han
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48 cuESTioisrEs estétigas
pasado ya entre los dos hermanos, cuando Orestesse deja conocer al fin. Por caso de excepción, el
encuentro es brusco sólo en la tragedia de Eurípides.
Este miedo á la emoción súbita del encuentro parece
ser rasgo muy extendido en la literatura helénica.
Cuando Ulises despierta sobre la playa de Itaca, no
conoce al pronto en qué tierra está,
ycuando Atenea
le dice que han llegado al término buscado, es ya
tarde para sorpresas y arrebatos. Cuando Ulises se
presenta á Telémaco, va tan disfrazado que éste no
podría conocerlo : y como á Ulises le conviene seguir
oculto y no puede, así, dar rienda suelta á sus efu-
siones paternales, no hay sorpresa ni hay arrebatos.
Y hasta á los ojos de Penélope aparece Ulises dis-
frazado, y no parece sino que por mera afición al
engaño y al artificio Y cuando va, por fin, hacia su
padre I^aertes, todavía guarda el disfraz; y en todas
estas veces se distrae la emoción brusca y como que
se diluye durante el tiempo que tardan los suyos
en reconocerle.
Hay, en todas estas veces, algo como un pudor
que quiere velar emoción tan brusca ú opacar gritos
que serían desaliñados y torpes.
Y bieUf: la Electra de Eurípides, en el resto de la
tragedia, va á revelar el rasgo definitivo que la
impregne de intenso color humano. ReconocidoOrestes, sólo queda proceder á la venganza ordenada
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CUESTIONES ESTÉTICAS 49
por Ivoxias, y aquí es Blectra quien dirige á Orestes.
Ella previene las redes, y llena de intuiciones y de
astucia traidora, pierde aquella sencillez magnífica
de virgen rebelde con que la hace Sófocles tan alegó-
rica y tan inhumana, para ganar color de vida real
y complejidad inesperados. Discurre ardides, acon-
seja, ordena, apresura á Orestes hasta interrum-piéndole en sus plegarias, y lo encamina por donde
pueda sorprender y matar á Egisto. Y en tanto que
la venganza camina, aguarda ella con una espada,
prevenida para el suicidio. Hace después llamar á su
madre con pretexto de un alumbramiento reciente, y
la entrega, con malicia, al puñal de Orestes. Porque
sabe conocer á los hombres y prevenir sus acciones
misteriosas, y para que no le falte ni uno sólo de los
gestos humanos, participa al fin del horror de Orestes
y de su arrepentimiento; por manera que Orestes,
mirando su versatilidad, — « de nuevo tu corazón,
exclama, ha cambiado según el viento. » Mas no es
veleidad sino riqueza de virtud emotiva lo que hace
á Electra pasar por tan diversos estados. Para cada
insinuación pasional, posee una reacción inmediata,
y la invitan á sentir todos los motivos del mundo.
Y responde á la adversidad con una sublevación
viril, en que interesa por tal extremo la totalidad de
su ser, que no sólo es grito rebelde su agresión (comoen la de Sófocles) sino sabio ejercicio de astucia,
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50 CUESTIONES ESTÉTICAS
refinada malicia helénica, como aconsejada por
Atenea, como aprendida en los ejemplos de Ulises.
*
En la segunda tragedia (el Oresíes) mantieneEurípides su concepción de Electra, aunque los
acontecimientos que supone precediendo al des-
arrollo escénico, no se avengan con los de la tragedia
anterior. Pero tal acaso demuestra mejor la unidad
de concepción de Eurípides y sirve para que se
juzgue la manifestación, siempre unificada y con-gruente como en las criaturas de la vida, de un ser
ideal que prospera, de acuerdo con su propia esencia,
en los más varios terrenos á que se le vaya trasla-
dando.
La muerte de Agamemnón ha sido castigada :
Egisto y Clitemnestra han muerto. Y Orestes padece
la furia de las Erinas maternales (invisibles por pri-
mera vez, hay que notarlo), — Electra, con él,
espera el voto popular que los condene á lapidación
ó á doblar el cuello bajo las espadas argias. Helena,
oculta en el palacio, lamenta el desastre común,
asistida por los consuelos de su hija, la pequeña
Hermione. Y corre la voz de que presto llegará
Menelao.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 5
• Helena, mit^dosa de la multitud que, de verla, la
afrentaría, encomienda á Hermione las ofrendas
para la tumba del Atrida. Y también Blectra la
odia y humanamente envidia su incomparable
belleza. « ¿Visteis — dice,— que ha cortado sólo las
puntas de sus cabellos para no perder su belleza?
Ciertamente es la que fué antes. Aborrézcante los
dioses á tí que nos has perdido y que perdiste á toda
la Hélade. »
Y luego Blectra, con su fácil variedad de emoción
se dá á gemir por el mal de Orestes. Y ved el cuidado
con que impone silencio al coro porque no despierte
al hermano; y ved cómo la compasión la lleva áreprochar á lyoxias su mandato fatal, y que á nada
teme, y que nada para su compasión de mujer; y
cuan dolorosamente se plañe por su madre muerta,
— ella, que ha contribuido á matarla, — y cómo
siente el desamparo de su virginidad; y este amor,
convertido en maternal, al hermano Orestes : des-
pierta él y la llama junto á sí; ya limpia ella sobre
su boca la espuma del sueño, ora acaricia su desali-
ñada cabellera, ora lo ayuda á andar. Y mirad el
terror con que siente ella que vá á acosarlo nueva-
mente el delirio, que se acercan las Furias invisible-
mente; y notad la manera que tiene de consolarlo,
domando la propia turbación para no acrecentar
la agena, hasta que las lágrimas le brotan solas de los
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52 CUESTIONES ESTÉTICAS
ojos y SU energía se acaba... ¡ Rico espíritu ordena-
dor Electra posee todas las emociones vitales.
No hay para qué exponer más esta tragedia, en
que toca á Orestes ser protagonista y donde Blectra
no interviene principalmente. Solo notaré, que aquí
también es ella la astuta y quien aconseja apode-
rarse de la pequeña Hermione para desarmar la
cólera de Menelao. Orestes le ha dicho : « posees
corazón de hombre ». Pero Electra es en todo
femenina, aunque la oigáis cómo, espiando para que
los matadores de Helena no caigan en prisión ni en
sorpresa, exclama con rabia:—«Matad, destrozad,
degollad, herid. Hundid las espadas de doble filo... »
y aunque á la llegada de Hermione, como sabia
en disimular, antes aproveche el acaso para apri-
sionarla que no turbarse. Es, pues, idéntica á la de la
anterior tragedia y sólo dejo indicadas estas escenas,
para completar el personaje.
De valor, de emoción, de astucia y de solicitud de
mujer está formada la Electra de Eurípides. Ella
posee la admirable complicación de las cosas del
mundo. Pone sus intuiciones de mujer á servicio
de su pasión. Es sabia y pérfida y sólo parece since-
ramente heroica si no tiene armas mejores para
luchar.
lyamentable como la estrella del segundo Fausto,caída sobre la yerba del suelo, — según se la juzga
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CUESTIONES ESTÉTICAS 53
en la casa del labrador, — esta mujer, Electra, es,
en su solicitud femenina, sencilla y hermosa, cuando
ordena con los brazos desnudos, con los hacendosos
brazos, la vida doméstica. Rica en capacidades
emocionales, virgen maternal á fuer de solicita yordenadora, dotada con las virtudes del mando,
astuta, sensible á los halagos del sexo, patética ymúltiple, con su olor humano y su intensa vida, la
Electra de Eurípides mereciera, por su arte refinado
y maligno, haber tejido entre sus manos de reina,
como quien urde martirios y venganzas, los hilos
ponzoñosos de la túnica mitológica. Ella descubre
los senderos adonde la venganza camina fácil;
ella
influye fatalmente la vida de todos cuantos la
rodean; rápidamente se cumplen los destinos en que
ella interviene, como si emanara de sus manos de
reina la virtud que intensifica la vida, y llevase á la
par el luto en la cabellera segada, que envidia las
trenzas simbólicas de Helena.
V
Habéis asistido al proceso evanescente de Electra,
quien, de abstracción psicológica en Esquilo, pasa
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54 CUESTIONES ESTÉTICAS
con Sófocles á ser alegórica, y cobra al fin, con Eurí-
pides, intenso color de realidad. Diréis que de Esqui-
lo á Eurípides, va Electra iluminándose de vida,
más que desvaneciéndose. Pero es que en aquella
tragedia antigua conviene más la delicada concep-
ción de Esquilo, la Electra irreal.
Maurice Croiset dice de Eurípides, que « reducía,
sin darse cuenta cabal de ello, la violencia de las
grandes pasiones legendarias á la medida de los
desórdenes privados y de la inconducta vulgar. De
lo cual resultaba que, queriendo explicar los senti-
mientos de las mujeres trágicas, llegaba siempre
á estudiar y á juzgar los defectos de las mujeres de sutiempo. » Lo que bien cuadraría con el teatro mo-
derno, pero nunca con el antiguo.
Y de la tragedia antigua se ha dicho, con sobra
de razón, que es la más idealista, por cuanto no se
preocupa en retratar seres reales, sino que, cierta-
mente,teje
marañas deacontecimientos
que pasanrozando apenas el mundo. Nuestros dramas de hoy
son estrictamente humanos, pero no así la antigua
tragedia. Hoy, cuando la Naturaleza no participa
ya del dolor humano, cuando puede Emerson decir :
« hemos venido á perturbar el optimismo de la
Naturaleza «; hoy que el dolor humano es concen-
trado, íntimo, individual, y se acrece con el suplicio
del aislamiento y se co desesperan la indiferencia
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56 CUESTIONES ESTÉTICAS
y desdeñosamente considerada por Saintsbury,
pudo muy bien ser la finalidad consciente del
artista, ó también una explicación psicológica, pero
de ésto á la explicación metafísica hay gran distan-
cia. Todos conocéis también la explicación metafí-
sica que se da á la aparición del primer personaje
ante el coro de sátiros; y si al propio Tespis de Icaria
preguntásemos á qué venía que, en un intermedio
del coro, se adelantase á recitar sus tetrámetros
trocaicos, de seguro había de respondernos que su
intervención tenía por objeto « hacer descansar
á sus danzantes y variar el entretenimiento ». Expli-
cación bien diversa de la que sabemos por hoy,
pero que fué sin duda la finalidad consciente del
artista.
Conozco, á través de Henri Weil, la interpretación
de Bernardakis el griego, quien sostiene « que Aris-
tóteles no habla del efecto producido sobre los espec-
tadores, sino de la acción dramática en sí ». Estaexplicación, observa Weil, tiene gran semejanza
con la de Goethe. En todo caso, ella arrancaría su
carácter de explicación filosófica á la teoría aristo-
télica reduciéndola á mera regla práctica, casi á pre-
cepto ó consejo técnico para hacer tragedias.
Don MarceUno Menéndez y Pelayo, en una
interesante nota, en la que llega hasta á dudar de
que « ese famoso principio de la fatalidad » tuviera
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CUESTIONES ESTÉTICAS 57
en el teatro griego « toda la importancia que supo-
nen críticos rutinarios », nos dice que liay en la
poética de Aristóteles singulares omisiones. Ellas
se explicarían admitiendo que Aristóteles sólo se
cuidó del precepto. Pero no es inoportuno citar aquí
las palabras de Osear Wilde á propósito del mismo
tratado : « Está mal escrito, — dice. — Consiste
acaso en notas tomadas para una conferencia sobre
el arte, ó acaso en fragmentos aislados, que se desti-
naban á algún libro más importante. »
lycssing dio á la teoría aristotélica un significado
moral; Goethe un significado estético. Y hasta cree
Osear Wilde que la palabra catharsis sólo aludeal rito de la iniciación. ¿Qué mucho? Averroes, que
no entendió á Aristóteles, creía que la tragedia es
el arte de alabar y la comedia el arte de vituperar,
y así se ve obligado á creer que el aparato escénico
es la acomodación de las sentencias; hasta que por
fin, desconcertado de las consecuencias á que le va
llevando su error, confiesa que « todo ésto es propio
de los griegos y entre los árabes nada se encuentra
de semejante, ya porque estas cosas que cuenta
Aristóteles no son comunes á todas las gentes, ó
ya porque en ésto les ha acontecido á los árabes algo
sobrenatural ».
Emile Egger, interpretando á Aristóteles, dice
estas palabras profundas : « Toda pasión, según él,
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58 CUESTIONES ESTÉTICAS
existe en germen en el fondo de nuestra alma, y se
desarrollará más ó menos, según los temperamentos.
Oprimida en lo más intimo de nuestro ser, nos
agitaría como un fermento interior;pero la emoción
excitada por la música y el espectáculo, le abre una
vía y es así como purga el alma y la cura con un
placer sin peligro ».
Aristóteles dice que la tragedia opera, por la
piedad y el terror, la purificación de las pasiones de
igual naturaleza. Es decir, que opera, produciendo
piedad y terror, la purificación del sentimiento de
piedad y del sentimiento de terror. Ó más claramente,
quepurifica sentimientos
depiedad
y deterror
adormidos en nuestro espíritu, sometiéndolos á un
ejercicio intenso. Así entendida tal definición,
puede reducírsela (para emplear el mismo lenguaje
de la psicología aristotélica) á la siguiente fórmula :
la tragedia piirifica las fuerzas de piedad y de terror que
el espíritu guarda en potencia, traduciéndolas en acto.
Tal interpretación psicológica j ustifica jñutamente
la interpretación moral y la interpretación estética
de que ya tratamos. Ambos puntos de vista se
harmonizan así dentro de una síntesis general : el
espectador, sometido por el espectáculo á la corrien-
te trágica, sale de ahí con el alma desahogada y
más consciente de la realidad de su ser espiritual :
y ésta es la interpretación moral de la catharsis. —
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CUESTIONES ESTÉTICAS 59
Recordad ahora lo que ya se dijo del coro : que era
un instrumento ritmico y oportuno del desahogo
lírico. Y bien : las pasiones que fermentan en los
episodios se desahogan en los gritos del coro : yésta puede ser la interpretación estética de la calhar-
sis. Y notad que ambas se explican en función de la
misma idea que las pasiones potencíale - quedan
actualizadas por la fuerza de la tragedia
Otfried Müller, que se conforma con la interpre-
tación de I^essing, asienta de una vez que la Natura-
leza no puede ser representada por la tragedia, sino
sólo por la epopeya y la poesía lírica.
Pienso que la tragedia helénica es más universal
que humana y que sólo tiene de humano lo que
necesariamente ha de tener siendo humanos los
elementos que la integran, siendo formas humanas
los elementos de expresión de que se vale el poeta
trágico. Hasta el mecanismo de las antiguas represen-
taciones sirve á esta concepción de la tragediagriega : aquella fórmula simétrica dentro de la cual
tenía que laborar el poeta ; aquella cristalización,
aquel modo ritual con que se suceden los aconteci-
mientos, aquel ritmo con que se alternan el prólogo
de los actores, los parodoi del coro, los episodios de los
actores, los síasima del coro y los éxodos finales;
aquellos movimientos del coro tan á compás y en
tiempo fijados de una vez parasiempre; todo aquello,
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6o CUESTIONES ESTÉTICAS
en fiu, que hacía de la tragedia, objetivamente consi-
derada, algo como una escena de danza, de marchas,
de diálogos de personajes, en que hasta el momento
de hablar estaba predeterminado, en que el prota-
gonista debía colocarse con el deuteragonista á la
derecha y el tritagonista á la izquierda, en que los
actores tenían señalados sendos sitios por donde
entrar ó salir del proscenio, en que un canon inva-
riable gobernaba cada movimiento de figuras, en
que la uniformidad puede señalarse hasta en los más
sutiles detalles, — como cuando, al disputar dos
actores, invariablemente se suceden así los diálogos :
habla largamente uno de los héroes trágicos, comentael coro con rápidas frases, habla largamente el otro
héroe trágico, torna el coro á su rápido comentario;
y luego se empeña la charla apresurada, en que los
disputantes se arrebatan las palabras y se completan
mutuamente las frases truncas (como en el teatro
español), — ¿qué nos sugiere sino un universo regidopor lej-es harmoniosas mejor que un drama indivi-
dual? Ante esto, el drama individual moderno es,
sobre todo, informe, como, además, complejo y
contradictorio. Aquello, por el contrairo, es rítmico,
como una perpetua danza, como un movimiento
concertado
ymusical, — musical en las marchas
del coro, musical en la colocación de las figuras, y
en sus decires y aun en sus gestos, — que todavía
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CUESTIONES ESTÉTICAS 6l
sabe á los antiguos bailes de caprípedos en redor de
Dionisos. El propio Müller no puede menos de decir :
« Si estas formas parecen paralizar la libertad de la
fuerza creadora y oponer trabas al libre vuelo de la
imaginación, las obras del arte antiguo, por lo mismo
que han de llenar un molde prefijado, una forma
prescripta, y por poco que su inspiración corresponda
á esta forma, adquieren esa solidez característica,
merced á la cual parecen levantarse sobre las pro-
ducciones arbitrarias y accidentales del genio
humano, y semejarse á las obras de la Naturaleza
eterna : que eUas también son como una combinación
harmoniosa de las leyes más severas y del libre
instinto de belleza ».
¿Y qué decir de aquellos disfraces y aparejos, —máscaras, coturnos, piezas añadidas á las extremi-
dades, — cuyo objeto era agigantar las figuras y que
de hecho las adulteraban haciendo reír á los festivos,
como á Luciano ? Se dirá que éstas eran necesidades
impuestas por las condiciones materiales del teatro,
ó se afirmará, con Ouvré, que son reminiscencias de
costumbres salvajes;pero ello no quita que los
actores, así disfrazados, sugiriesen, según la frase
de Otfried MüUer « algo superior á la figura hu-
mana».
Es porque los poetas trágicos no sentían la nece-
sidad de imitar la realidad humana. I^os griegos
4
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62 CUESTIONES ESTÉTICAS
nunca deformaron lo que imitaron : ahí está, en
prueba de ello, su escultura. En la tragedia antigua
asistimos á la representación de un mundo mara-
villoso. Y el arte ahí, como sucede las más de las
veces cuando no hay propósito premeditado de secta
ó escuela, para nada imita la reahdad humana.
Decía Müller que el drama antiguo se apodera de
la vida humana con mayor fuerza y profundidad que
ningún otro género poético, ¡ Y parece, cuando tal
dice, que opinara sobre el drama moderno Pero nos
habla á poco de la necesidad que los griegos experi-
mentaban de expresar las fuerzas naturales. Y dice
textualmente: « El culto de Baco tenía una cualidad
que lo hacía más propio que cualquiera otro para
devenir la cuna del drama y de la tragedia en par-
ticular : la embriaguez entusiasta que lo acompañaba.
Y así, la tragedia surgió del interés apasionado por
los fenómenos de la Naturaleza en el curso de las esta-
ciones,y,
sobre todo, en la lucha que parece mante-
ner durante el invierno para estallar, á la primavera,
con nueva floración )). ¿Pensaréis aún que la trage-
dia, nacida de tales fenómenos, no va á representar
la Naturaleza ? Continúa Müller insistiendo en que
la facultad de miificarse y confundirse con la Natu-
raleza es facultad griega por excelencia(¡hasta
tomaban los danzantes disfraces de chivos )
estudia, antes que Nietzsche y con ventaja sobre él.
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GUBSTIONES ESTÉTICAS 63
el estado apolíneo y el dionisiaco, como manifesta-
ciones de la fuerza trágica ; dice cómo los gritos y las
lamentaciones del coro de sátiros, excitados por el
furor dionisiaco, acaban por condensarse en una
apariencia exterior : en Dionisos. El coro de sátiros,
pues, haido
á buscar enlas
entrañasdel
mundo sufuerza emocional; se inició en el misterio de la
germinación de la uva; vio la ascención de la sangre
de la tierra, del viniim mimdi, que se levanta desde
la raiz de la viña hasta coagularse en los racinos;
bebió delirio en el simbólico huerto, y vino de su
viaje profundo, dionisiaco, danzante, unificado con
la tierra y partícipe casi inconsciente de los ritmos
naturales y la tragedia de las estaciones, á vaciar
su fuerza delirante en una apariencia exterior, el
dios del vino, — movido por una necesidad espec-
tacular, estética, que inspira Apolo y que justifica la
existencia universal.
Iva tragedia, explica Müller, es báquica, pero
pudo haber sido encarnada en otro motivo cualquie-
ra, si otro hubiera más emocionante. Y ya se sabe
que desde el principio la sirvieron leyendas que no
eran las de Baco.
I^a tragedia, hasta este momento, nos aparece
como algo sentimental:
trata de expresar, conmedios humanos y con figuras humanas, senti-
mientos atribuidos á la Naturaleza. I^a afirmación
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64 CUESTIONES ESTÉTICAS
de que la tragedia representa el alma humana sólo
podría entenderse, desde un punto de vista á todas
luces antihelénico, suponiendo que el alma humana,
dando á las fuerzas naturales atribuciones senti-
mentales de que ellas carecen de por sí, no hace sino
revelarse á sí misma al expresar esas atribuciones
por la tragedia.
Mas la tragedia no se queda en expresar las fuerzas
físicas con elementos humanos, sino que, espirituali-
zada, habiendo pasado de sentimental á filosófica,
deja á poco las fuerzas naturales aparentes para
retratar las fuerzas metafísicas del universo. Así la
imitación humana, no sería la finalidad de la tragedia
griega ya formada, ya organizada, como en Esquilo;
así el poeta trágico, quien buscaba, para expresar
lo universal, el mejor medio de expresión, elegiría,
claro está, al hombre y tomaría de éste sólo aquello
que constituye sus cualidades expresivas, — únicas
que necesita aprovechar. Por eso dije que la tragediagriega no imita al hombre, porque sólo imita la
realidad humana, lo superfino, para adquirir ele-
mentos con que expresar lo universal. I^a imitación
de lo humano, ineludible metafísicamente, no tiene
pues su fin en sí misma, sino en lo que por ella
expresará el poeta que es lo universal. Bl poeta
trágico usa de los hombres para expresar cosas
supra-humanas, pero no se da á retratar á los hom-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 65
bres; pues de este empeño nacerá más tarde la
comedia, y no se ha dicho, al cabo, sin razón, que
Eurípides es el padre de la comedia realista, como
la de Menandro. La tragedia es transcendental, es
universal : no es humana. Aplicad las abstracciones
Destino, influencias divinas, compensación de las
energias naturales {ó sea necesidad de equilibrio),
— que son otras tantas fuerzas, — á unos pretextos
de expresión, á unos móviles (en el matemático sen-
tido de la palabra) por medio de los cuales aquellas
fuerzas se hagan patentes, y suponed que estos
móviles sean seres que cumplan ritos religiosos
poniéndose asi en comunión, en contacto con las
fuerzas que los dirigen, y cuya inteligencia sólo les
sirve para cavilar en lo inevitable de los designios
de la MoiRA, y también de conducto por donde tales
designios puedan realizarse, y tendréis la tragedia
griega en toda su pureza y desnudísima perfección.
Sus personajes no sonsino
conciencias que cavilanen los destinos y en quienes se tiñen de realidad y se
hacen patentes las sordas potencias universales. Latragedia griega es un reflejo humano de la tragedia
universal. Como el poeta trágico sólo ve lo universal
á través de su consciencia de hombre, tiene que
expresarse á través de tipos humanos. Los personajes
de la tragedia helénica son como pantallas que
paran y que muestran á los ojos las imágenes que el
4.
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66 CUESTIONES ESTÉTICAS
haz luminoso de la cámara oscura se llevaba, invi-
siblemente, por el aire. Los hombres de la tragedia
helénica no alientan con vida real, son contornos yson sombras de seres, conciencias que cavilan, yvolimtades que obran fatalmente. En su voluntad,
los Destinos se manifiestan; y sus conciencias
reciben esta manifestación universal.
Asi es la Electra de Esquilo, por eso se desvanece
al teñirse de realidad.
1908.
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LA «CÁRCEL DE AMOR»
DE DIEGO DE SAN PEDRO
NOVELA PERFECTA
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LA « CÁRCEL DE AMOR »
DE DIEGO DE SAN PEDRO
NOVELA PERFECTA
[o impersonal, decía Nietszche, no tiene
ningún valor sobre la tierra. La teoría de lo
impersonal ha fracasado. En moral y en
arte. Y como en moral las acciones no han de ser ya
tales que se acerquen á un tipo abstracto, vago, aco-
modable á todos los casos y los tiempos, sino precisas
é insustituibles, certerasy buenas para su ocasión; en
arte, los juicios donde el juzgador quiere ocultár-
senos van tomando el aire de engaños y de innobles
escamoteos. I/ds críticos no son ya buenos por
imparciales, porque su labor, de acuerdo con la
indestructible y eterna verdadpsicológica, es crea-
ción nueva y arte de por sí, y no receta para juzgar
lo ajeno. I^as obras más altas de la humanidad son
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70 CUESTIONES ESTÉTICAS
ya, para nosotros, las en que palpita todo un ser,
con su personalísimo aliento y su misma vida : por-
que todo es efímero, sino lo que tiende á la íntegra
manifestación, sino lo que tiende á la expresión.
Existe un género literario que tan directamente
arranca de la vida para traducirla en palabras, que
sus cultivadores, penetrados del espectáculo del
mundo, y viendo cómo las cosas y los acasos, inde-
pendientes de nosotros y obrando cual por espon-
tánea virtud, parecen ofrecernos viva imagen de la
indiferencia, del desinterés, se han empeñado en
ofrecer también espectáculos impersonales, indi-
ferentes, desinteresados. En la novela quería Flau-
bert que el autor, como en el mundo Dios, obrase
en toda parte, mas no se descubriese precisamente
en ninguna especial.
Mucho he buscado yo el impersonalismo, y en
ninguna parte lo he encontrado, y menos en la
novela, y menos en las novelas de Flaubert, —lírico y muy sentimental.
Examinad el cuadro del mimdo y notaréis que
vuestra presencia ante las cosas es como una inter-
ceptación á su dinamismo causal. Causalidad es
el mundo que miran los ojos y que utilizan nuestras
manos, y en series de causas van viviendolas
cosas.Cada instante en que las miramos, interceptamos
con el plano de nuestras conciencias los haces de
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CUESTIONES ESTÉTICAS 7I
causalidad en curso; y todo lo que consideremos
objetivamente puede llamarse efecto, es decir :
remate de causas. Así, para la ilusión, al menos,
que es esencial á nuestras conciencias, miramos el
mundo por de fuera; vemos, sobre la pantalla, las
proyecciones de la linterna, pero no percibe el sen-
tido, aim cuando la mente lo infiriese, el aparato
de lentes que trabaja en la parte opuesta, ni los
haces luminosos que se rompen sobre la pantalla.
— El novelista, en cambio, va á darnos el mundo
por de dentro y como convertido al revés : empieza
fundando las causas y las situaciones de causas de
donde arrancará la novela, es decir : la vida. Élestá en el secreto del mundo que nos va á ofrecer,
y su afectado impersonalismo contraría el natural
proceso psicológico. Él crea, al construir la novela,
las más lejanas causas, y éstas empiezan por fundar
para deducir las más cercanas (i). Inversamente al
( I ) No será inoportuno citar este trozo de George EHot : — «El hom-bre nada puede hacer sin la ficción de un comienzo. Aim la ciencia, la
estricta calculadora, se vé obligada á comenzar con ima unidad ficticia, yá escoger un punto en el viaje incesante de las estrellas, punto en el cual
su reloj sidéreo aparentemente señala el cero. De su menos cuidadosa
abuela, la Poesia, generalmente se juzga que empieza en las mitades; pero,
con poco reflexionar, veremos que su proceder no es muy diverso del de la
ciencia; pues que ésta también mira hacia atrás y hacia adelante, divide
su unidad en billones, y, colocando la aguja del reloj en cero, principia,
realmente, in medias res. Ninguna retrospección nos llevará al verdaderocomienzo de las cosas, y, sea que nuestro prólogo ocurra en el cielo ó sea
que en la tierra, no es sino una fracción del hecho que todo lo presupone,
y con el cual se abre nuestra historia ». Epígrafe inicial de Daniel Deronda
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72 CUESTIONES ESTÉTICAS
demiurgo que hizo nuestro mundo, quien nos daá saber las causas más acercadas (los efectos) para
que por ellos escalemos hasta las lejanas. No : el
impersonalismo de Flaubert podrá, en cierto modo,
realizarse en el Teatro, mas no en la Novela segura-
mente. La razón misma material, y aquí poderosa,
de ser la novela escrita para la lectura
yde signifi-
car siempre (notadlo bien) un único personaje escé-
nico que habla y relata; de ser una conversación
de un solo sujeto, lui monólogo, lo cual supone un
conversador, un monologuista, exige, como verdad
metafísica, el personalismo. No así en el teatro,
donde las escenas aparecen, como en la vida y á
través de los agentes de ésta, efectivas, materiales,
visibles y sensibles.
[\ Cierto que la teoría del impersonalismo, — y acaso
con este designio mental la proclamaba Flaubert,—puede solamente interpretarse como el contraveneno
de la manía declamatoria que consiste en disgus-
tarse con los personajes de la novela ó defenderlos
en largos discursos; pero ésto, al fin, no es perso-
nalismo, sino mal gusto; y personalismo es expre-
sar, valientemente, el mundo, como se le mira, sin
preocuparse de que la obra resulte irreal para los
muchos, y sin querer que ella responda al criterio
de ese hombre abstracto que sería menester conce-bir, en este argumento, y que sería el semejante
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CUESTIONES ESTÉTICAS
del homo economicus de la Economía Política abso-luta. Personalista es, por eso, La Educación Senti-
mental del mismo Flaubert. Quien, por otra parte,
mucho se defendía de que le llamaran realista, y por
temor, rayano en pueril, á que pensaran de él que
copiaba la realidad servilmente, en epístola á
M *^ I^eroyer de Chantepie (i8 de Marzo de 1857),
á raiz de la publicación de Madame Bovary, decía :
üMadame Bovary nada tiene de verdadera. Es una
historia totalmente inventada. » Parece que previera
las burlas que Osear Wilde hace de Daudet, cuando
escribe: «... Pero acaba de cometer un suicidio lite-
rario. Nadie podrá ya interesarse en Delobelle y en
su II faut lutter pour l'art, en Valmajour y en su
eterno decir sobre el ruiseñor, en el poeta de Jack
ni en sus mots cruels, ahora que sabemos, desde la
publicación de Veinte años de mi vida literaria¡que
el autor ha tomado sus caracteres directamente de
la vida »
Desgraciadamente para Flaubert, Mr. Huneker,en nuestros días, sin acordarse de la carta arriba
citada, — pues de juro habría aludido á ella, — ha
escrito un artículo en The Sun de New York, adonde
cuenta la historia de los seres reales que inspiraron
la Bovary, y donde recuerda, además, que Máximo
du Camp recomendada á Flaubert, enSeptiembre
de 1849, que escribiese una novela sobre el ruidoso
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74 CUESTIONES ESTÉTICAS
asunto de Lamarre. (i) Y si traigo á colación estascosas, es, desde luego, por la singularidad de que,
justamente, la Bovary (libro en que, en verdad, el
temor á decir conceptos del mundo, parece más bien
acusar cierta impericia novelística ó mucha juven-
tud aún, — lo que no acontece en La Educación,
donde se revela el retrato espiritual del autor, defi-
nido, maduro, cristalizado ya), la Bovary, digo,
había de dar pábulo al germen del realismo francés,
inspirando nada menos que á los Goncourt; 3'-,
también, porque ya habréis sentido que realismo
é impersonalismo, en la novela, ya que no idénticos,
se identifican en el suponer mía realidad exterior
abstracta, independiente de los espectadores del
mtmdo, independiente de las personas y de los cri-
terios, independiente, en fin, del cristal con que se
la mira. Realidad que podrá existir, pero que no
es, ni con mucho, la que sirve al arte, por el motivo
esencial de que es incognoscible, según Kant lo
enseñó para siempre y definitivamente. Y por eso
halláis que el impersonalista Flaubert produce obras
líricas como Las Tentaciones de San Antonio, cuyo
fuego íntimo y personal se nota ya más en la nueva
edición desenterrada por M. Bertrand, y se notará
más en la primera, — como lo venía prediciendo
(i) Por cierto que Joaime-Iíomais quedó muy satisfecho de hallarse tan
bien tratado en la novela, dice la fama.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 75
Camille Mauclair y lo ha repetido posteriormente
Remy de Gourmont, — y que el realista Zola deja,
precisamente, una obra rica de romanticismo y de
fantasía sensual.
Porque la novela es un monólogo. — De ésto,
algunos diálogos platónicos nos dan como una ale-
goría explicativa. El coro de amigos sería como el
mimdo de lectores, el público que lee ó que escucha;
y aquel de los personajes que interrumpe el diálogo
para contar, en largo monólogo, im acontecimiento,
sería como el novelista. En este sentido, los diálo-
gos platónicos suelen ser novelas, y la excelente apti-
tud que Platón hubiera tenido para escribirlas, ya
la ha señalado Walter Pater.
Igual contextura tienen algunos cuentos clásicos
italianos y los de la Reina Margarita de Navarra —donde, con frecuencia, ésto se aprovecha para lo
cómico de la situación, como aquel en que « Una
damisela, que contaba una historia de amor,hablando en tercera persona, se descubre por des-
cuido », — y hasta algunos de Guy de Maupassant.
Y bien, la misma situación de la damisela q^ie se
descubre por descuido, representan, en la literatura,
los que quieren esconderse tras de sus obras (y no
expresarse en ellas), porque, al cabo,como
en ese
cuento se dice, el pecado tiene que descubrirse
por sí.
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76 CUESTIONES ESTÉTICAS
Contemblorosa emoción
ynoble estilo,
adondese explican juntamente la influencia dantesca y la
imitación del Santo Grial, aquella por las visiones
alegóricas y ésta por la penitencia, trasladada aquí
á lo profano, el bachiller Diego de San Pedro, en
el siglo XV, tras de ensayarse con el rarísimo Tra-
tado de los amores de Amalle y Lucenda, escribió
la Cárcel de Amor, el Werther de aquellos tiempos
según alguien ha dicho. Fortuna desusada alcanzó
esta obra, aunque por la confusión entre lo divino ylo humano, en que vé don Marcelino Menéndez
y Pelayo el germen de los diálogos de lycón Hebreo,
y por aquel elogio de la mujer que se contiene hacia
al final, y que, aparentemente, no es sino un bello
y sabroso lugar común de los libros de caballerías,
como otros varios notables en la obra, algo tuvo,
por el arrebato amoroso y la irrespetuosa irrupción
de lo temporal en lo absoluto, que ofendía la orto-
doxia de los religiosos. Y por eso, tras de responder
con su libro á los imitadores del Corbacho, inspi-
rándose, — según siente el mismo sabio de quien
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CUESTIONES ESTÉTICAS 77
aprendí estas noticias, — en el Triunfo de las donas
de Juan Rodríguez del Padrón, y también en la
Fiammetta del Bocaccio; tras de proveer, con los
lamentos de la madre de I^eriano, asunto de imi-
tación al autor de la Celestina, y al mismo Cervan-
tes para sus Novelas Ejemplares, cuando ya su Ubro
se hizo breviario de los enamorados cortesanos y« andaba escondido en el cestiUo de labor de dueñas
y doncellas », anatematizado por el Santo Oficio
(y más tarde por I^uis Vives), Diego de vSan Pedro se
arrepentía, religiosamente, de haberlo escrito, (i)
<( No eran frecuentes, todavía, narraciones tan
tiernas y humanas, conducidas y desenlazadas pormedios tan sencillos, y en que una pasión verdadera
y finamente observada es el alma de todo )), dice
el mismo Menéndez y Pelayo. Y define, más ade-
lante, que aquella « anatomía del amor » es nueva
ciertamente en la literatura castellana.
Y expone la obra en estos términos : « Finge el
(i) « Aquella Cárcel d'amor
Que assi me plugo ordenar
¡Qué propia para amador
¡Qué dulce para sabor
¡Qué salsa para pecar
Y como la obra tal
No tuvo en leerse calma.
He sentido por mi mal,
Quan enemiga mortal
Fue la lengua para ell alma. ¡>
Desprecio de la fortuna. — Diego de San Pedro.
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78 CUESTIONES ESTÉTICAS
autor que yendo perdido por unos valles hondos yobscuros de Sierra Morena, ve salir á su encuentro
« un caballero assi feroz de presencia como espan-
toso de vista, cubierto todo de cabello á manera de
salvaje )>, el cual llevaba en la mano izquierda un
escudo de acero muy fuerte y en la derecha « una
imagen femenil entallada en una piedra muy clara.
El tal caballero, que no era otro que el Deseo »,
principal oficial en la casa del Amor, llevaba enca-
denado detrás de si á un cuitado amador, el cual
suplica al caminante que se apiade de él. Hácelo así
Diego de San Pedro, no sin algún sobresalto; y,
vencida una agria sierra, llega, al despuntar la
mañana, á una fortaleza de extraña arquitectura,
que es la durísima cárcel de amor, simbolizada en el
título del libro. Traspasada la puerta de hierro,
y penetrando en los más recónditos aposentos de la
casa, ve allí sentado en silla de fuego á un infeliz
cautivo, que era atormentado de muy recias y exqui-
sitas maneras. « Vi que las tres cadenas de las imá-
genes que estaban en lo alto de la torre, tenían atado
aquel triste, que siempre se quemaba y nunca se
acababa de quemar. Noté más, que dos dueñas las-
timeras, con rostros llorosos y tristes le servían yadornaban, poniéndole en la cabeza una corona de
unas puntas de hierro, sin ninguna piedad, que le
traspasaban todo el celebro. Vi más, que cuando
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CUESTIONES ESTÉTICAS 79
le truxeron de comer, le pusieron una mesa negra,
y tres servidores mucho diligentes, los cuales le
daban con grave sentimiento de comer... Y ninguna
de estas cosas pudiera ver, según la escuridad de
la torre, si no fuera por un claro resplandor que le
salía al preso del corazón, que le esclarescia todo ».
— Elprisionero, mezclando las discretas razones
con las lágrimas, declara llamarse Leriano, hijo
de un duque de Macedonia y amante desdichado
de Laureola, hija del rey Gaulo. Y tras ésto explica
el simbolismo de aquel encantado castillo, termi-
nando por pedir al visitante que Ueve de su parte
un recado á Laureola, diciéndola en qué tormentos
le ha visto. Promete el autor cumplirlo, no sin pro-
poner antes algunas dificultades fundadas en ser
persona de diferente lengua y nación, y muy dis-
tante del alto estado de la señora Laureola. Pero
al fin emprende el camino de la ciudad de Suria,
donde estaba el rey de Macedonia, y entrando en
relaciones de amistad con varios mancebos corte-
sanos, de los principales de aquella nación, logra
llegar á la presencia de la infanta Laureola y darle
la embajada de su amante. « Si como eres de España
fueras de Macedonia (contesta la doncella), tu razo-
namiento y tu vida acabaran á un tiempo ». Tal
aspereza va amansándose en sucesivas entrevistas,aunque el cambio se manifiesta menos por palabras
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8o CUESTIONES ESTÉTICAS
que por otros indicios y señales que curiosa y sagaz-
mente nota el autor. « Si lyeriano se encontraba
en su presencia, desatinaba de lo que decía, volvíase
súbito colorada y después amarilla; tornábase ronca
su voz, secábasele la boca ». Establécese, al fin,
proceso de cartas entre ambos amantes, siendo el
poeta medianero en estos tratos. Así prosigue esta
correspondencia llena de tiquismiquis amorosos
y sutiles requiebros, entreverados con algunos ras-
gos de pasión sincera, viniendo á formar todo ello
una especie de anatomía del amor, nueva cierta-
mente en la literatura castellana. Al fin Leriano
determina irse á la corte, donde logra honestos
favores de su amada. Pero allí le acechaba la envi-
dia de Persio, hijo del Señor de Gaula, quien delata
al rey sus amores, de resultas de lo cual Laureola
es encerrada en un castillo, y Persio, por mandato
del rey, reta á Leriano á campal batalla, enviándole
su cartel de desafío, « según las ordenanzas de Mace-
donia».
lyos dos adversarios se baten en campocerrado : lycriano vence á Persio, le corta la mano
derecha y le pone en trance de muerte, que el rey
evita arrojando el bastón entre los dos contendien-
tes. Pero las astucias y falsedades de Persio prosi-
guen después de su vencimiento. Soborna testigos
falsos que juren haber visto hablar á Leriano y á
lyaureola « en lugares sospechosos y en tiempos
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CUESTIONES ESTÉTICAS 8l
deshonestos ». El rey condena á muerte á su hija,
por la cual interceden en vano el cardenal de Gaula
y la reina. Leriano, resuelto á salvar á su amada,
penetra en la ciudad de Suria con quinientos hom-
bres de armas, asalta la posada de Persio y le mata.
Saca de la torre á la princesa, la deja bajo la cus-
todia de su tío Galio y corre á refugiarse en la for-
faleza de Susa, donde se defiende valerosamente
contra el ejército del rey, que le pone estrechísimo
cerco. Pero muy oportunamente viene á atajar sus
propósitos de venganza la confesión de uno de los
falsos testigos por cuyo juramento había sido con-
denada Laureola. De él y de sus compañeros se
hace presta justicia, y el rey deja libres á I^eriano
y á Laureola. — Aquí parece que la novela iba á
terminar en boda, pero el autor toma otro rumbo y se
decide á darle no feliz, sino trágico remate. Laureola,
enojada con Leriano por el peligro en que había
puesto su honra y su vida con sus amorososreque-
rimientos, le intima en una carta que no vuelva á
comparecer delante de sus ojos. Con ésto el infeliz
amante pierde el seso y determina dejarse morir
de hambre. « Y desconfiado ya de ningún bien ni
esperanza, aquejado de mortales males, no pudiendo
sostenerse ni sufrirse, hubo de venir á la cama;
donde ni quiso comer ni beber, ni ayudarse de cosa
de las que sustentan la vida, llamándose siempre
5.
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82 CUESTIONES ESTÉTICAS
bienaventurado, porque era venido á razón de hacer
servicio á I^aureola, quitándola de enojos )>. Sus
amigos y parientes hacen los mayores esfuerzos
por disuadirle de tan desesperada resolución, y uno
de ellos, llamado Teseo, pronuncia una invectiva
contra las mujeres, á la cual Leriano, no obstante
la debilidad en que se halla, contesta con im formi-
dable y metódico alegato en favor de ellas, dividido
en quince causas y veinte razones, por las cuales
los hombres son obhgados á estimarlas... — I,a
novela termina con el lento suicidio del desesperado
Leriano, que acaba bebiendo en una copa los peda-
zos de las cartas de su amada. »
Ya adivinaréis, con sola esta breve exposición,
la interna beUeza de la obra, la cual resulta justa-
mente de las cualidades que más acusan el siglo en
que se la escribió, en combinación con la desusada
profundidad j)sicológica y con cierta clásica manera
en el decir, que adquiere á veces la grandeza de un
himno. La donna angelicata, como en los inmortales
de Florencia, influye y domina el desarrollo íntegro
de la historia. La cruel castidad de la dama vigo-
riza todo romanticismo y le añade encanto de
martirio. La mortificación del caballero amoroso,
delicado en amar, salvaje todavía en la venganza,
resume todo aquel instante medioeval en que la
mujer rectifica los bajos apetitos del guerrero desor-
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84 CUESTIONES ESTÉTICAS
dor, más silenciosamente conmovedor, que oirle
decir, sin alarde, tras de narrar desgracias ajenas y
dirigiéndose á su señor Don Diego Hernández, el
alcaide de los donceles, estas sobrias palabras dic-
tadas por la misma humildad y por el mismo sen-
timiento : «Y llegada ya la ora de su fin (de Leriano),
puestos en mílos oios dixo :
acabados son mismales, y assi, quedó su muerte en testimonio de su
fe. I/O que yo senty y hize, ligero está de iuzgar;
los lloros que por él se hizieron son de tanta lástima
que me parece crueldad escrivillos. Sus onras fueron
conformes a su merecimiento, las quales acabadas
acordé de partirme. Por cierto con meior voluntad
caminara para la otra vida que para esta tierra.
Con sospiros caminé, con lagrimas party, con gemi-
dos hablé y con tales pasatienpos llegué aquí, a
Peñafiel, donde quedo besando las manos de vuestra
merced. »
El sentimiento así contenido hace temblar inte-
riormente la frase, y este trozo parece que se lo
oyéramos recitar con voz temblorosa.
¿Cómo tacharíamos de defectuoso el personalismo
de este autor que ama tan entrañablemente á sus
criaturas y no lo disfraza ? — Se presenta allí como
intermediario de las situaciones y provocador de
ellas : él cuenta que ha visto lo que narra: él cuenta
que lo ha provocado. No interviene, por cierto, en
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CUESTIONES ESTÉTICAS 85
la esencia de las criaturas, sino que sólo se presentacomo inteiviniendo en las mutuas relaciones de
éstas, — con lo que completa la ilusión de la vida.
Es como mi dios menor en el mundo de su novela :
no hace destinos, no hace seres, pero accidental-
mente los conduce. Y la ficción en que aparece
sumergida la obra toda constituye la verdad esté-
tica. El autor, efectivamente, si es sabio, ha de
permitir que prosperen, como en libertad, los carac-
teres de sus criaturas; pero puede, para la verdad
estética, introducirse en la obra como espectador
y agente de situaciones, que es su verdadero papel
al escribirla. La novela, así, es un monólogo no dis-
frazado.
Posee Diego de San Pedro arte tan especial para
las llamadas declamaciones, que nunca nos fatigan
las suyas, al paso que en los demás suelen fatigar-
nos, lo mismo que ciertas descripciones de los natu-
ralistas. Larga declamación hace en cada interme-
dio de escenas (pues los hay, verdaderamente, ensu novela, y parecen las canciones del coro trágico),
y de mí sé decir que lo veo oportuno y sincero. Larga
declamación hace también la reina, madre de Lau-
reola, de mirar cautiva su hija, y el tono admirable
alcanza la plenitud patética y conceptuosa de los
versos de Eurípides. Si la novela es, estéticamente,un monólogo ;por qué no aparentarlo así, como hizo
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86 CUESTIONES ESTÉTICAS
el bachiller Diego de San Pedro? Ello es peligroso,
ciertamente : hay allí más pendientes donde rodar :
por lo que se anuncia que es más perfecto. Acaso
ésta sea la verdadera novela y el propio arquetipo
del género; porque, para la impresión inmediata
de la conciencia, las obras en que el héroe cuenta
sus hazañas y varia ventura, no se distinguen delas memorias; y, en cuanto á la novela impersonal,
ya propuse que es irrealizable, y que aquellas en
que el autor está ausente de lo que escribe y apa-
renta no influir los personajes, tampoco van acor-
des con la verdad psicológica. — Y lo cierto es que
siempre el autor se halla en la situación en que Diego
de San Pedro con sus personajes : le aparecen, en
súbita visión, seres ya integrados y completos que
las impresiones de la vida exterior van precipi-
tando en su mente; los describe, como San Pedro al
abrir su libro; dice la inclinación que natural yespontáneamente llevan en sí; sirve tal inclina-
ción con su inventiva : es intermediario : intercede
por mi personaje delante de otro : crea las situa-
ciones y deja que obren en ellas sus criaturas de
acuerdo con su personalidad ya distinta. Ama á
unos, odia á otros; asi lo revela (como todo autor,
por mucho que trate de impedírselo y contenerse).
Y deja, por último, que la tragedia por él soñada(provocada por él, creada por su inventiva), le
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CUESTIONES ESTÉTICAS 87
invada con su sombra el espíritu, le llene de lágri-
mas los ojos; y vuelve así á la realidad de la diaria
vida, á continuar sus deberes nimios, sin querer
decir lo que sufre ni ostentarlo, y sombríamente
visitado, de tarde en tarde, por los huéspedes de
su fantasía.
Si el protagonista es simpático al autor, — seme-janza más que éste ha de tener con los coros de la
tragedia griega, — aun cuando pudiese repudiar
sus procederes, pues simpatía y aprobación no son
igual cosa, es porque tal carácter cuenta, acaso,
entre las condiciones de la novela perfecta. José
María E^a de Queiroz, que en La ciudad y las sie-
rras usó nada menos que el procedimiento perfecto,
interviniendo en la novela bajo la figura acromá-
tica, transparente, de José Fernández, por no cum-
plir con la dicha ley de simpatía, desvirtuó grande-
mente La ilustre Casa de Ramírez, empequeñe-
ciendo al protagonista al punto que éste resulta
indigno de soportar la representación ideal que se
le atribuye.
Puede la invención de la Cárcel de Amor ser tan
poco original como se quiera; puede su desarrollo
estar de antemano distribuido y señalado por los
lugares comunes de la literatura de entonces; pue-
den, los que quieran, hasta negar que hay alh mara-
villosa destreza en la psicología novelesca y magis-
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SOBRE LA ESTÉTICA
DE GÓNGORA
Conferencia leída en la sesión que
el Ateneo de la Juventud de México
dedicó á don Rafael Altamira yCrevea, el 26 de Bnero de rgio.
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92 CUESTIONES ESTÉTICAS
otros han tenido en vituperarle, no quieren mirar queante esos ataques, frutos, á veces, de mera inclinación
por Quevedo ; manifestaciones, siempre, de una de-
sastrosa manía de enmendar, intolerante y destruc-
tora de la esencia mismay particular virtud artísticas
que consisten en lo individual y personalísimo, la
crítica moderna, informada en mejor criterio
y másrespetuoso, que acepta al artista como es y descubre
en lo más irreductible la mayor cualidad estética,
nos está pidiendo y nos exige que lleguemos también
á este hacinamiento de torpes juicios, verdadera-
mente olvidado; el cual, por lo anacrónico, por lo
inhoUado hasta hoy, parece un islote que se cris-
talizase en el mismo corazón del mar, y se mantu-
viera, contra la fluidez de las olas, por no sé cual
milagro de pereza. Porque no soporta ni puede
soportar ya nuestro siglo, tropezar, cuando la crítica
se ha renovado en toda parte y en todo asimto, con
tamaña inmovilización, hija, fácilmente identifi-
cable, del prosaico espíritu del siglo xviii.
Los espejos fieles de una época literaria merecen, al
cabo, consideración especial, cuando sólo sea histó-
ricamente.Y la crítica que ha aceptado la atropellada
fecundidad de I^ope como reflejo clarísimo de la
antigua vida, porque piensa descubrir ahí el mismo
atropello y el escándalo y la aventura caracterís-ticos del siglo, ignoro por qué se rehuse á calificar el
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CUESTIONES ESTÉTICAS 93
tortuoso amaneramiento de Góngora como el tra-
simto también de aquella animación de la vida, de
aquella sobrada fuerza, gustosa siempre en pasar
y destruir obstáculos, solo que trasmutada á las
puras faenas del pensamiento pero efecto al fin de la
misma causa, y criticable en intensión cuanto la de
Lope en extensión; porque claro está que como á
Góngora exigirían de grado los críticos mayor
economía en los rebuscos de sintaxis y mayor
distribución acaso, pudieran exigir de Lope, con
justicia, mayor economía en producir y distribución
mejor de cualidades. Ks decir, que, en ambos, el
desperdicio de la fuerza, por exceso y no por defecto
(cualidad del siglo que los condicionó), el despilfarro,
la aventura intelectual, el movimiento exagerado,
la audacia, el empuje casi agresivo, están pidiendo
la más amplia justificación histórica y la aprobación
de todos los nobles espíritus adiestrados en sor-
prender los signos del tiempo y los síntomas de las
edades.
El Homero español llamaron los contemporáneos
á don lyuis de Góngora, y no les faltaba razón, á
ellos que sentían su fuerza, para aquel elogio exage-
rado;porque las verdades de los hombres (yo quiero
decirlo) se fundamentan, sobre todo, por un fenó-
meno de absoluta condición estética:
la manifesta-ción, la expresión de las apariencias del instante. Y
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94 CUESTIONES ESTÉTICAS
el consejo que los ángeles reciben de Dios en el
prólogo del Fausto, enuncia sencillamente esta
condición estética de la conciencia humana, según
la cual « fij aréis las apariencias fugaces con las normas
del pensamiento. )>. Y por eso, sin más discusión
racional, inadaptable, como todas ellas, á la vida
elástica y múltiple, los contemporáneos tienenrazón.
Me diréis, porque es ya sabido, que en aquel tiempo
cada poeta era un Júpiter con su Olimpo aparte
y ninguno vacilaba en proclamarse el primero de la
lengua (ejemplo el vanidoso Villegas, quien se dijo
greco-laíino
yotras muchas cosas); pero éste es otro
secreto de aquella edad; mirar, con ganas de exta-
siarse, todos los espectáculos; como que en tiempo
de energía es cosa acostumbrada la fe y no la malicia
con que nos regalamos por hoy. lyO que no dará
razón para dejar de sentir que el deslumbramiento
causado por Góngora, fué máximo y como de un
descubridor ó conquistador.
Tanto fué así, que cuando Góngora solicitó la
opinión del muy sabio y autorizado cronista de Su
Majestad, orientalistay helenista, Pedro de Valencia,
esclarecido varón que imperaba por el pensamiento
en aquella edad, si bien éste no le fué favorable,
tampoco le bajó un punto de primer poeta entre los
modernos, reconociendo que en su natural estaba su
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CUESTIONES ESTÉTICAS 95
fuerza y en suingenio nativo, generoso
ylozano,
yaconsejándole que por eUos se dejara guiar. Y el
propio D. Francisco de Cáscales, que había de ata-
carle, dice que siempre le « ha tenido i estimado por
el primer hombre i más eminente de España en la
poesía, sin excepción alguna, i que es el cisne que
más bien ha cantado en nuestras riveras. Assi lo
siento y assi lo digo... »
Mas la misma vena rebosante y la exuberancia le
arrastraron á malos términos; y la carencia, tal vez,
de espíritu lógico (cualidad del prosaico siglo que
inventó las reglas para el gusto y pervirtió, con
extraño injerto, el ilustre plantel del habla ver-
nácula), le impidieron ordenar sus tendencias y redu-
cirlas á sistema, y domeñar también sus muchos
y encabritados ímpetus;por lo que tratan los colec-
cionadores y antologistas de publicar no más aquellos
de sus primeros versos en que el excesivo desarrollo
de la personalidad no enturbiaba aún la acostumbra-
da transparencia, aunque cometan así el pecado dearrebatar á las cosas sus propias esencias y como
desbautizarlas.
Patrimonio es ya de todo público literario aquel
sentir según el cual se caracteriza el gongorismo por
una afectación y una artificialidad tan pasmosas
que nada, á través de él, puede conservar siquiera
su denominación corriente, sino que ésta se cambia
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96 CUESTIONES^ESTÉTICAS
en perífrasis alambicada, adonde los objetos desa-
parecen, al punto que apenas la exégesis del autor
podría devolverles á nuestro entendimiento. Otra
cosa no diré yo; que éstos son, sin que eUo pueda
revocarse á duda, los signos y los procedimientos del
gongorismo. Solo que, por esta señal, lo confundié-
ramos al pronto con el conceptismo (su rival ycontemporáneo), — confusión que el príncipe de la
crítica española se ha ocupado ya en resolver, pero
en la que me propongo insistir, no contrariándole,
antes partiendo de las bases que él establece, como
de las únicas sólidas en este argumento.
En tanto que Don Luis de Góngora seducía
yconquistaba con el rumor inimitable y los vivos
colores de su lenguaje, — muy estropeado cierta-
mente por la marañada y casi rechinante sintaxis,
muy cargado con el peso del mal helenismo de su
época y las reminiscencias paganas,— en tanto que
no escasa porción entre los ingenios exuberantes del
siglo venía á seguimiento de sus rojas banderas; á
la vez que en aquella poesía, brotada del divino He-
rrera, adoptada acaso, antes que por Góngora, si bien
con muy avara suerte, por el soldado Luis de Carrillo
y Sotomayor, y llevada á su más alto término por el
cordobés, naufragaban, como en un océano ruidoso,
todos estos genios menores que forman la carne viva
y la sustancia de las literaturas ambientes, y hasta
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CUESTIONES ESTÉTICAS 97
los mismos que venían al mundo con mensajes
propios, como el generoso Lope de Vega, — de
quien se dice en La República Literaria que la
« lección se confundió en su fertilidad y la Natura-
leza, enamorada de su misma abundancia, despreció
las sequedades y estrechezas del Arte », — y quien,
á la postre, también se contaminó de gongorismo ; á
la par que Góngora deleitaba á la Academia Matri-
tense y no menos á una mtdtitud de almas estériles
que habían de defenderlo neciamente y de apren-
derle, no más, las pesadas formas retóricas; en los
mismos días en que el gongorismo, con ser por sus
moldes y por sus tendencias patrimonio sólo deeruditos, inentendido de las gentes, atractivo para
los cultos, ganaba los pulpitos de la iglesia y las
plazas cívicas de la muchedumbre, propagándose
por inesperada manera y encontrando apologistas,
aparte de Martín Agudo y Pulgar, Pellicer y García
Salcedo Coronel, en las lejanas tierras del Perú con
Juan de Espinosa Medrano ; áspero, apartado,
esquivo, fruto directo y no lejano de la escolástica
española, grave en palabras, en intenciones y en
pensamientos tan profundo, vicioso de agudezas y de
acertijos, gran ejercicio de la mente y maravillosa
refundición del lenguaje, ya regocijado, ya estoico,
viril siempre y como nacido en el alma y entre los
labios de aquel tipo de varón perfecto que nos
6
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gS CUESTIONES ESTÉTICAS
regalaron los clásicos de nuestra habla, el concep-
tismo prosperaba valientemente, perpetua mofa
de gongorinos y culteranos, acicate de graciosos
lascivos, enemigo jurado de primores y de lindezas yamigo de lo fuerte y castizo, con Quevedo encabri-
tado y gallardo, plástico y rotundo en don Francisco
Manuel de Meló, genial y difícil con Baltasar
Gracián.
Trabajada tenían la tierra las ilustres polémicas
sobre el teatro nacional, y fácil para toda cosecha;
y en aquel ambiente de interés, claras y precisas se
destacaban las dos tendencias.
« Tarea es reservada para la historia de la lite-
ratura española, — dice don Marcelino Menéndez yPelayo, — el distinguir con claridad ambos impulsos
artísticos, y explicar el extraordinario fenómeno
de su aparición precisamente en los momen-
tos en que la cultura genuinamente española
había llegado á la cumbre. ¿lylevaba en sí estacivilización el germen de su ruina, como temera-
riamente lo pretenden algunos? ¿Puede explicarse
por circunstancias sociales, religiosas ó políticas
particulares de España el que el ingenio español,
privado (según ellos dicen) de tender sus alas en el
cielo del pensamiento, se viera rebajado á la tarea
estéril y sin gloria de artífice de palabras vanas y de
innovador en los vocablos? — Á mi entender, tal
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CUESTIONES ESTÉTICAS 99
explicación, derivada de criterios extraños al cri-
terio estético, peca de falsedad por su misma base.
Es falsa en cuanto niega la virtualidad y eficacia
del pensamiento español, precisamente en el siglo
XVI, en la edad en que se mostraron más activas yfecundas la teología y la filosofía, es decir, las dos
ciencias que especulan sobre los objetos más altos
de la actividad humana. Es falsa, además, porque
uno de esos vicios, el conceptismo, lejos de nacer de
penuria intelectual, se fundaba en el refinamiento
de la abstracción ; era una especie de escolasticismo
trasladado al arte. Y es falsa, finalmente, porque
la historia nos enseña que semejantes vicios artís-
ticos no fueron peculiares de España, sino que un
poco antes ó un poco después, y en algunas partes
al mismo tiempo, hicieron pródiga ostentación de sus
venenosas flores en todas las literaturas de Europa,
no sólo en Italia, país de reacción católica lo mismo
que España,yá la cual muy de cerca llegaba nuestra
influencia, sino en la protestante y libérrima Ingla-
terra ; en Francia, cuna del pensamiento escéptico
en Alemania, solar de la Reforma y de la indepen-
dencia metafísica. »
Asistimos, pues, á un fenómeno universal, que
más adelante el mismo Sr. Menéndez y Pelayo
explica como una reacción, siquier pedantesca yamanerada, contra el cansancio artístico que inme-
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100 CUESTIONES ESTÉTICAS
diatamente la precedió, y que asimila á « una
especie de pesadilla poética que no era clásica,
porque conservaba todos los resabios de las cortes
de amor y de las escuelas trovadorescas de la Edad
Media; pero que, fuera de la elegancia de la forma,
conseguía reunir los peores defectos de dos deca-
dencias literarias, la decadencia alejandrina y la
decadencia tolosana, la falsa antigüedad y la falsa
Edad Media )>.
Sé que es moda, cuando de la historia literaria
se trata, la de referir los fenómenos á etapas colo-
cadas arbitrariamente y al azar, acá y acullá, según
el capricho ó el acaso, y decir, verbigracia, que el
Petrarca, (ó Dante según otros quieren) es el primer
hombre moderno, figurándose haberle definido con
esta referencia extraña de todo punto á la misma
naturaleza de los fenómenos sociales. En verdad no
se halla razón con que defender esta costumbre,
como que los desarrollos literarios son correlativos
y sucesivos, y el que de una extremidad á otra se
adviertan progresos ó cambios no dá motivo para
señalar tránsitos intermedios y menos para explicar
por ellos lo más individual que existe : lo estético.
— Por reacciones ó por sumos florecimientos se
estila todavía explicar todos los sucesos literarios, y
quién nos dirá que el fenómeno en que tratamos es
mera reacción, y quién simpatizará más con expli-
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CUESTIONES ESTÉTICAS lOI
cario como sumo florecimiento, estableciendo que
las decadencias son actividades que se superan y se
vuelven contra si propias de puro excesivas ymaduras, igual que se agrian y se desprenden los
frutos cuando muy pasados.
En verdad que se antoja responder á todos con
las palabras de Nietzsche : « los juicios y las apre-
ciaciones de la vida, en pro ó en contra, no pueden
ser jamás verdaderos. El único valor que tienen, es
el de síntomas, y sólo como síntomas merecen ser
tenidos en consideración... Por lo visto hay que
alargar mucho la mano para atrapar esta sutilísima
verdad : que el valor de la vida no puede apreciarse.
No puede ser apreciado por un vivo, porque es
parte y hasta objeto del litigio, y no juez; ni puede
ser apreciado por un muerto, por otras razones )>.
Ello es que el fenómeno existía y que puede bien
estudiársele en sí, y que no hay necesidad que nos
apriete á buscarle causas, cuando éstas, vitales al
fin, han de ser sin duda tan múltiples y tan comple-
jas como la misma vida y su desarrollo causal.
El conceptismo por una parte, el gongorismo ó
culteranismo por la otra, se tienen dividido el campo,
y aunque forman batalla, como que buscan á expli-
carse dentro de una misma tendencia
ygeneral
inclinación. Pero el amaneramiento y el vicio les son
comunes y por eso el frecuente modo de considerar
6.
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102 CUESTIONES ESTÉTICAS
el gongorismo, como arriba lo dejé apuntado, no
acaba de caracterizarlo precisamente.
Acertó Jáuregui, que le atacaba en nombre de los
sevillanos, con que el defecto central del gongoris-
mo no estaba en la forma ni en el amaneramiento,
sino en la carencia de idea y de objeto poético; en la
falta de asunto á veces.— Cáscales, que como huma-
nista lo atacaba, si bien se perdió en discusiones
sobre la sintaxis de Góngora, manteniendo, contra
don Francisco del Villar, que era de vituperarse y no
de encomiarse, dio también con la vaciedad del fondo
á lo que, no encontrando mejor manera, llamó
atheísmo poético, en el trozo célebre que dice : « Enfin, todo ésto es un humor gruesso, que se le ha
subido á la cabeza al auctor de este Atheísmo, i á
sus sectarios, que como humor se ha de evaporar i
resolver poco á poco en nada ». — J^ope de Vega,
representante de lo más popular y español, de
varia manera lo atacó, pero al cabo no le fué enzaga. — Don Manuel de Faría y Sousa, entre una
y otra necedad, se desgañía contra Góngora por
sólo que éste no era el lusitano Camoens, — Y Don
Francisco Gómez de Ouevedo Villegas, por último,
si bien en la Aguja de navegar cultos, en La culta
latiniparla y otras partes, parecía censurar no más
la forma de los gongorinos, fácil es sentir que los
atacaba por razones temperamentales : y era, como
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CUESTIONES ESTÉTICAS 103
se ha dicho, porque los conceptistas tenían ideas
y pecaban por sutilizarlas, al paso que los gongorinos
eran ampulosos y huecos.
Y claro es que en aquellos días, y por contraste
con el conceptismo, los gongorinos habían de re-
sultar nada menos que desheredados y parias de
la inteligencia.
Mas quedarse aquí fuera definir negativamente el
gongorismo, diciendo que es mi modo de amanera-
miento y artificialidad que se distingue del otro,
del conceptismo, en la total carencia de ideas.
¿Y cómo explicaríamos entonces la boga que logró
entre muchos distinguidos ingenios? ¿Cuál virtudinterna lo animaba, independiente ya de la idea y de
la misma razón, para seducir á los mismos que
volvían sus armas contra él? ¿Por qué Valencia yCáscales, sus enemigos, y con éstos una multitud,
declaraban á Góngora el primer poeta de la edad, á
par que con raciocinios le condenaban? ¿Yqué
seducción hacía que IvOpe se empeñara vanamente
en serle grato y al cabo cayera en sus excesos, al
igual de Jáuregui, su más concienzudo contrincante
tal vez, y hasta de Tirso y Calderón, y que Cervantes
declarase al fin su afición por el Polifemo ? ¿Y cómo
Góngora, siendo la suya poesía crdta por antonoma-
sia, había de influir hasta en menores esferas que
las de letrados y eruditos? Porque su Polifemo y sus
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104 CUESTIONES ESTÉTICAS
Soledades llegaron á recitarse de coro en las escuelas
de jesuítas, como la litada en los ginmasios de
Atenas.
Paradojas son éstas que se resuelven solamente
saboreando con detenimiento el precipitado que nos
deja la lectura de Góngora : algo hay allí que no es
la pura armazón de imágenes paganas con que se
asfixian los sonetos, y que es más, mucho más que
la pura extravagancia de sintaxis, sin ser tampoco
lo estrafalario en las metáforas y comparaciones, —defecto este último en que suele sólo imitar á los con-
ceptistas, por la intelectualización enojosa de los
detalles másinsignificantes,
yel
deseo de exprimirconceptos hasta del más seco y machacado des-
pojo.
Imposible es negar que Góngora caiga frecuente-
mente en tan retorcidas comparaciones, que hasta
indispone el ánimo mejor prevenido, cual es llamar
á Felipe III « católica visagra de ambos mundos »;
error de que hizo Quevedo muy donosas burlas,
como cuando aconseja á la cidtera que si se ofreciere
decir que despavilen las velas, diga siempre :
« Suena catarro luciente, excita esplendores,
pañizuela de corte ». Pero ¿quién no recuerda al
punto aquel enojosísimo discurso en que el concep-
tista Quevedo, comentando acciones de Julio César,
quiere hacernos creer, — y recordad que no por
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CUESTIONES ESTÉTICAS 105
bufonada ni chiste, sino en vena de moi alista ypolítico, — que el sol es gran maestro de monarcas,
porque á su secretario la Luna sólo le deja lucir muylejos de él, y que los eclipses son grandes enseñanzas
políticas, y que « lecciones son éstas en traje de
meteores », y que el Sol es llano y comunicable
porque no hay lugar que desdeñe, y que Julio Césarestudió en el Sol cuando escogió á Marco Bruto por
gobernador de la Galia Cisalpina? Para mí tales
desatinos son de la misma cepa que los de los ctdte-
ranos, ó acaso los desatinos de esta especie que suelta
Góngora sean influencias inevitables del conceptismo
ó ambas escuelas,
yésto es lo probable, los partici-
paron en común.
Y también me ocurre recordar que Don Jusepe
Antonio González de Salas, seco y rarísimo erudito,
cuando hizo la edición magistral de las obras de
Quevedo, cometiendo, como dice el señor Menéndez
y Pelayo, « la docta audacia de tratarle como á un
antiguo, y de pubHcar sus desenfados y jácaras
escoltados con todo género de comentarios repletos
de erudición greco-latina, » se vio en el caso, ya no
sólo para lo ligero y burlesco, sino en las poesías
también de género serio, de comentarlo y explicarlo,
no por afición de erudito á las notas y á los esco-
lios, sino porque hubo casos en que apenas él, amigo
y compañero del poeta, pudo saber lo que éste quiso
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I06 CUESTIONES ESTÉTICAS
decir, recordando charlas ó sucesos de que tuvo
noticia. Ejemplo :
La Fortuna mis tiempos ha mordido,
Las Horas, mi locura las esconde.
Y hé aquí la nota que pone el editor al pie de la
página :« Las ambiciones han perdido parte de miedad; los devaneos, otra parte. »
Y ahora, notad el paralelismo de estos versos con
los de aquel soneto de Góngora que lleva el número
XXX en la edición que poseo y que es reproducción
inmediata y posterior sólo en un año á la segunda
publicada por Don Gonzalo de Hoces y Córdoba,natural de la ciudad de Córdoba, en 1633. (i) Los
versos aludidos son éstos :
Mal te perdonarán á ti las horas.
Las horas, que limando están los días;
Los días, que royendo están los años.
Es, pues, el amaneramiento, error de gongorinos
y de conceptistas á la par, y muy otra es la carac-
terística de Góngora.
\,i) Advierto en mi edición la singularísima ausencia del soneto :
La dulce boca que d gustar convida,
por fortuna bien conocido ya, que se halla, sin embargo, considerado en el
Índice. Esta edición, según dice don Marcelino Menéndez y Pelayo, no es
por cierto muy recomendable, como tampoco lo es la primera, pues que
triunfan ventajosamente de ambas las de los modernos.
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CUESTIONES ESTÉTICAS IO7
* *
« Assí lo siento y assí lo digo », exclamaba Cas-
cales cuando hacía, de paso, elogios de Góngora; y
en cambio, cuando se ponía á buscar finalidad ysubstancias á los versos de éste, declaraba, textual-
mente, que aquello era « pintar noches, que, aunque
pintura valiente, es desagradable, » y que aquello
era poesía inútil.
Habréis notado ya que estamos asistiendo á uno
de los máselocuentes
fenómenosdel espíritu
hu-mano, oculto bajo los disfraces de pura disidencia
de escuelas.
Rechaza el razonamiento el gongorismo, pero lo
acata y aun lo aplaude con entusiasmo el sentimiento
y cuando los graves doctores le lanzan diatribas
y lo motejan, incorpórase éste en la misma carne
y la vida populares, entusiasma á todos, y obliga
á los mismos que se le apartan á veneración sor-
prendente. — Algo hay simpático en estas canciones
de rara sonoridad; algo tienen ellas de magnético
y adherente, y de milagro que las gentes no las
recitan con gritos por las calles, como hicieron con
los delirantes versos de Eurípides.
Góngora, — que empezó por desdeñar la facultad á
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I08 CUESTIONES ESTÉTICAS
que le destinaban, para aprender la danza y la
esgrima, ^— cuando, con pena de su familia, se de-
cidió resueltamente á su gloria, supo ya mostrarse á
los hombres en versos que lo señalaron por la mayor
elegancia y más noble espíritu, y que nunca nadie
ha discutido. Pues tuvo, como dice el hispanista
Fitzmaurice-Kelly, « una conciencia artística máspura » que los otros contemporáneos, y fué siempre
más sabio que ellos en su oficio. Pero en estos pri-
meros versos donde ya luce lo único que había de
ser su cualidad perdurable : la elegancia, la pureza
artística, el anhelo de aristocrática perfección, que
hacen de cada uno de sus versos, aislados, maravillasde belleza en tantas ocasiones, y de donde había de
surgir para los poetas españoles todo deseo de
perfección aristocrática y todo odio á los lugares
comunes, — según siente el mismo Fitzmaurice-
Kelly, — en estos primeros romances, letrillas yllanos versos, tan fluidos, tan españoles, aún no
alcanzaba Góngora el término de su propio y natural
sendero. — Á Góngora le a5mdaba su pasmosa
facultad proteica, y su facilidad para cambiar
el humor de una poesía á otra : era infinito
su caudal. Su alma cordobesa le dio la prime-
ra sustancia de sus poesías, adonde ya los
ruidos y los colores del mundo, — patrimonio éste
heredado tal vez á la ardiente inspiración de los
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CUESTIONES ESTÉTICAS lOQ
árabes, — buscan sus más elocuentes formas á
través de las palabras humanas.
De estos tiempos son, precisamente, aquellos
romances reproducidos en la autorizada recopila-
ción Las cien mejores poesías {líricas) de la lengua
castellana; el que empieza :
Hermana Marica,
mañana que es fiesta...
al cual se han suprimido ahí los últimos versos; y
el que empieza :
lya más bella niña
de nuestro lugar...
y á que sirven de estribillo y remate los dos versos :
Dexadme llorar
Orillas del mar.
Pero, porque más se vean las cualidades que digo,
y por su semejanza con los anteriores, citaré otros
de 1590, á juzgar por la fecha que se les atribuye en
el manuscrito dedicado por Don Antonio Chacón
Ponce de lyéon, Señor de Polvoranca, al Conde Duque
de Olivares (1628) y del cual es poseedor M. Foulché-
Delbosc :
Lloraba la niña
(y tenía razón)
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lio CUESTIONES ESTÉTICAS
la prolixa ausencia
de su ingrato amor.
Dexóla tan niña
que apenas creyó
que tenia los anos
que ha que la dexó.
Llorando la ausencia
del galán traidorla halla la Luna
y la dexa el Sol.
Añadiendo siempre
passión á passión,
memoria á memoria,
dolor á dolor.
¡ lylorad, corazón,
que tenéis razón
Dizele su madre :
Hija, por mi amor,
que se acabe el llanto,
ó me acabe yo.
Ella le responde :
No podrá ser, no;
las causas son muchas,los ojos son dos.
Satisfagan, madre,
tanta sinrazón,
y lagrimas lloren
en esta ocasión.
Tantas, como dellos
un tiempo tiró
flechas amorosas
el Arquero Dios.
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CUESTIONES ESTÉTICAS III
Ya no canto, madre,
y si canto yo,
muy tristes endechas
mis canciones son.
Porque el que se fué,
con lo que llevó,
se dexó el silencio,
se llevó la voz:
ilylorad, cora9ón,
que tenéis razón
De 1580 son :
Vna torre laDrique
del viento en la vanidad,
mayor quela de
Nembroty de confusión igual.
Gloria llamaba á la pena,
á la cárcel, libertad,
miel dulce al amargo azíbar,
principio al fin, bien al mal...
¡ Déxame en paz, amor tirano,
déxame en paz
Y de los siguientes años son éstos, que cito des-
tacados :
I/OS delfines van nadando
por lo más alto del agua...;
aquel nobilísimo que empieza :
Amarrado al dxxro banco
de vma galera turquesca,
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112 CUESTIONES ESTÉTICAS
y que ni hay ya para qué citar; y la graciosísima
letrilla :
Manda amor en su fatiga,
que se sienta y no se diga,
pero á mi más me contenta
que se diga y no se sienta.
En la ley Vieja de Amor,
á tantas hojas se halla,
que el que más sufre y más calla,
esse librará mejor.
Mas ¡ triste del amador
q., muerto á enemigas manos,
le hallaron los gusanos
secretos en la barriga
Manda amor
Como modelo de aquellas poesías, glosas de prolo-
quios (género genuinamente español de que fué
Quevedo tan gran maestro), apenas hay que recor-
dar el que dice :
¡ Ande yo caliente
y ríase la gente
que es de los más antiguos. — De éstas, una inti-
nidad pudieran citarse y su lectura sería de provecho
por la ciencia y la soltura métricas que demuestran,
no igualadas en la poesía castellana posterior. lyos
decires vulgares encajan ahí en pie quebrado, muy
rítmica y concertadamente, y cuando son de cen-
sura parecen latigazos, hasta por el modo cómo los
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CUESTIONES ESTÉTICAS II3
arranca Góngora de los octosílabos hilvanados en
que los va glosando.
Por vía de curiosidad, y como demostración del
afán aristocrático y el castigo que Góngora ponía
en su arte, cito las siguientes palabras del manuscrito
de Estrada, que también posee M. Foulché-Delbosc :
« Fué Don Itvds de buen cuerpo, alto, robusto,
blanco i roxo, pelo negro. Assí lo dice él en su Retra-
to : de aquel tiempo se habla : Fue un tiempo cas-
taña Pero ia es morcilla. Ojos grandes, negros,
vivissimos; corva la nariz, señal de hábil, como
todo su rostro la dio; adornó el talle i el aire de sus
movimientos, los hábitos clericales. Habló en las
veras con eminencia grande, aun en prosa. En las
burlas joviales fue agudissimo picante (sin pasar de
la ropa) i, envuelto en los donaires, con que entre-
tenía, se dexaba oir sentenciosamente. Daba orejas
á las advertencias ó censuras, modesto i con gusto.
Enmendaba si avia qué, sin presumir:
tanto, quehaciendo una Nenia á la translación de los huessos
de el insigne Castellano Garci I^aso de la Vega á
nuevo i más sumptuoso sepulchro por sus descen-
dientes; una de sus Coplas comunico, i el que la oió
respondió con el silencio. Preguntóle Don Luis :
Que ¿No es buena? Replico se le: Si, pero no para de
Don Luis. Sintió lo, con decirle : Fuerte cosa, que
no basten quarenta años de approhución, para que se
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114 CUESTIONES ESTÉTICAS
me fíe? No se habló más en la materia. La noche
de éste día se volvieron a veer los dos : i lo primero
que Don lyuis dixo, fue : A, señor, Soi como el gato
de algalia, que a acotes da la olor. la está differente
la Copla. I assí fue, porque se excedió a ssi mismo
en ella . — Solia decir : El maior fiscal de mis Obras
soi io : — Otras vezes dixo : Deseo hacer algo, no
para los muchos. »
Quien estudie á Góngora con toda la humildad
de un espectador, es decir : con ánimo de obedecer,
pasivamente, las impresiones que la lectura le
comunique, notará que la tendencia gongorina de
huir hasta los nombres de los objetos y de envol-
verlos en perífrasis, — que en los conceptistas se
manifiesta en el deseo de sustituir el objeto por sus
atributos de relación con otros objetos, para hacer
así adivinanzas y enredos sumamente curiosos, —es aquí tendencia, ó mejor obsesión, por ir caminando
sobre las puras cualidades de color y de sonoridadque tienen las cosas. Los nombres de los objetos no
son elocuentes. El poeta sabe que, gastados en el
uso diario y formados por generación antiquísima
é inconsciente, no traen á las mentes de los hombres
sino la vulgar significación más simple ó más usada
y que no corresponde siempre á la insinuación que
persigue el arte. El conceptista, por eso, los susti-
tuye por los nombres de sus cualidades más conno-
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CUESTIONES ESTÉTICAS II5
tativas, las que más le sirven para formar relaciones
entre objetos y crear veredas transversales, de una
á otra corriente ideológica, por donde en zig-zag
discurra el pensamiento. Pero el gongoriño, de más
débil cerebro si queréis, sino que más sensible al
mundo exterior, afectivo, sensual, necesita ir á los
atributos de color y de ruido que desprende de los ob-
jetos. Como ruido y como color se le acerca el mundo,
y como ruido y como color lo traduce; y esta poesía
nueva, audaz y eficaz, simpática por la fuerza senso-
rial, animada con las grandes energías naturales de su
creador, inmediatamente nos gana, y vano será que
el raciocinio,ábuscas de substancia mental, la desecheluego y la rechace, porque ya se nos habrá entrado
al ánimo y enraizado ahí profundamente, puesto
que tiene las virtudes del ritmo y de la plástica, que
se prenden al propio organismo de los hombres y se
les adhieren como paite su3^a; puesto que posee la
alta virtud del lirismo que liberta el alma arran-
cándola á las durezas del raciocinio y de las dialéc-
ticas pesadas.
Nunca, por otra parte, es accidente en los poetas
el desarrollo espiritual. Clara verdad es ésta pero
que los críticos gustan mucho de poner en olvido
por tal de divertirse en adivinar las causas que
pudieron mover al poeta á pasar de uno á otro estilo,
de la primera manera á la segunda manera. De muy
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Il6 CUESTIONES ESTÉTICAS
atrás se venían ya revelando las cualidades defini-
tivas de Góngora, y como que éste las había sinte-
tizado en aquel verso :
« ¡ Goza, goza el color, la luz, el oro
Revélalas muy claramente en los siguientes
versos, que cito al azar:
En los pinares de Xúcar
vi bailar imas serranas,
al son del agua en las piedras,
y al son del viento en las ramas.
Alegres coros tejían
dándose las manos blancasde amistad, quizá temiendo
no la truequen las mudanzas...
¡Qué bien bailan las serranas,
qué bien bailan
Y los versos que siguen, bastarían solos para
definir á Góngora como maestro en el color
yen el
canto :
Ánsares de Menga
al arroio van,
ellos visten nieve,
él corre crystal.
El arroio espera
las hermosas aves,
que cisnes suavesson de su ribera;
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CUESTIONES ESTÉTICAS II7
cuia Venus era
hija de Pasqual.
Ellos visten nieve,
él corre crystal.
Pudiera la pluma
del mismo bizarro
conducir el carro
de la que fueespuma.En beldad, no en summa
lucido caudal,
ellos visten nieve,
él corre crystal.
Tren9ado el cabello
le sigue Minguilla,
en la verde orilla,
desnudo el pie bello,
grangeando en ello
marfil oriental.
Ellos visten nieve,
él corre crystal.
Iva agua apenas trata
quando dirás que
se desata el pié,
i no se desata.
Plata dando en plata,
conque, liberal,
ellos visten nieve,
él corre crystal.
Á la fuente va del olmo
la rosa de I^eganés,
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Il8 CUESTIONES ESTÉTICAS
Inesica la ortelana
ya casi al anochecer.
La luna salir quería
mas los dos soles de Inés,
le dixeron á la luna,
no tenía para qué.
Á los tres caños llegó,
i su mano, á todos tres,
correr les hÍ9o el crystal,
que ia les I1Í90 correr.
Llenaba su cantarilla
i baciábala después,
cantando, por no llorar,
la tardan9a de Miguel.
Si viniese ahora,
ahora que estoi sola?
Ola, que no llega la ola,
Ola, que no quiere llegar
Turbias van las aguas, madre,
turbias van,
mas ellas se aclararán.
Ouando los campos se visten
de roxo, blanco i azul...
Ya no soi quien ser soha,
mo9uelas de mi lugar,
que no es para cada día
morir i resucitar.
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CUESTIONES ESTÉTICAS IIQ
No de la sangre de la Diosa bellafragante ostentación haga la rosa...
Quando destruie, con nevada huella
el Hybierno las flores...
Solo el Amor entiende estos mysterios,
en el maior incendio burla el fuego,
i en la nieve se burla de la nieve.
lace aqui un cisne en flores, que batiendo
nieve por pluma, desató la nieve.
Passa el melcochero,
salen las nio9as
á los cascaveles;
nio^as golosas,
bailan unas y comen otras,
i al tabeque se llegan todas.
No son todos ruiseñores
los que cantan entre flores,
sino campanitas de plata
que tocan al alva,
sino trompeticas de oro
que hazen la salva
á los Soles que adoro.
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120 CUESTIONES ESTÉTICAS
No todas las vozes ledasson de Sirenas con plumas,
cuyas húmidas espumas
son las verdes alamedas.
Si suspendido te quedas
á los suaves clamores,
no son todos ruiseñores
los que cantan entre flores.
Lo artificioso que admira,
y lo dulze que consuela,
no es de aquel violin que vuela
ni de essotra inquieta lira :
otro instnmiento es quien tira
de los sentidos mejores;
no son todos ruiseñores
los que cantan entre flores.
Tan asaeteado estoy,
que me pueden defender
las que me tiraste ayer,
de las que me tiras hoy,
(Si ya tu aljaba no soy).
Bien á mal tus armas echas,
pues á tí te faltan flechas,
y á mi dónde quepan más,
ya no más, ceguezuelo hermano,
ya no más.
Al campo te desafía
la colmeneruelaven, Amor, si eres Dios y vuela,
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122 CUESTIONES ESTÉTICAS
que el Sol que sale en Oriente
vuelve otra vez á salir,
en la verde orilla
de Guadalquivir.
Corona un lascivo enjambre
de Cupidillos menoresla cho^a, bien como abejas
hueco tronco de alcornoque.
Desnudo el pecho anda ella;
vuela el cabello sm orden
si lo abrocha, es con claueles,
con jazmines si lo coge.
Diré cómo de raios vi tu frente
coronada, y que haze tu hermosura
cantar las aues y llorar la gente...
Sacro Pastor de pveblos, que en florida
edad, Pastor, gouiernas tu ganado,
más con el siluo qve con el cayado.
y mas que con el siluo, con la uida...
Citaré, por último, esta prodigiosa descripción
de una arboleda á orillas del Betis :
Desátanse de las cumbres
los fugitivos crystales,
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CUESTIONES ESTÉTICAS 12-
alcan9ándose a si mismos
por llegar al Betliis antes
i es tan lisonjero el sitio
de el siempre florido valle,
que quan diligentes llegan,
tan perezosos se parten.
Porque soplan quedito los aires.
i mueven las hojas de los arraihanes.I/a verde arboleda esconde
mas paxarillos suaves,
que tiene inquietas hojas,
saludando al Sol que nace.
Silvan los Zephiros dulces.
i callan las dulces aves,
aprendiendo en el silencio
los silbos que ellas no saben;
porque soplan quedito los aires,
i mueven las hojas de los arraihanes.
Brama el celestial león
i la Canícula late,
hiéndese el suelo, i el Sol
vee el abismo por mil partes.
I en la Maior inclemencia,fatigado el caminante,
halla frescos pavellones
en la sombra de los sauces,
porque soplan quedito los aires,
i mueven las hojas de los arraihanes.
Por no cansar, no sigo agrupando ejemplos que
resultarían interminables. Basten los apuntados
como prueba de que la poesía de Góngora es, emi-
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124 CUESTIONES ESTÉTICAS
nentemente, una realización de lirismo, es decir,
de música y de color, de aquellas cualidades que
más fácil y naturalmente penetran al ser y lo
impresionan como bellezas. — Kn cuanto á aquel
estilo que pasajeramente adoptó en algunas odas
heroicas {Á la armada que el Rey Felipe II, nuestro
Señor, envió contra Inglaterra, por ejemplo), nada
diré, por mucho que revele ahí más de una belleza,
pues no son sino manifestaciones de la influencia de
Herrera, no incorporada ó asimilada aún.
Pero es ya oportuno mostrar cómo los defectos del
Polifemo y las Soledades son rematey término natural
de las virtudes que ya de antes empezaban á des-
arrollarse en el poeta, y no desviación ni contradic-
ción, sino superamiento, manifestaciones de una
facultad exacerbada y ya torrencial. — En efecto :
más se individualiza un ser, más se perfecciona en sí
mismo, y más tiende á contrariar las leyes y las
homogeneidades de la especie.
Desde la dedicatoria del Polifemo al Excelentísimo
Señor Conde de Niebla, la misma elegancia, la sono-
ridad y la viveza que distinguían á Góngora, sin
descontar defectos que ya de tiempo atrás lo empo-
brecían, como jugar con los varios sentidos de un
vocablo y pretender sacar de tan ruin artificio
efectos poéticos, aparecen en grado superlativo ytan desarrollados á veces (bellezas y defectos) que
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126 CUESTIONES ESTÉTICAS
de las oscuras aguas del Letheo,
al viento, que lo peina proceloso,
vuela sin orden, pende sin aseo.
Un torrente es su barba impetuoso...
Los bueyes á su albergue reduzía,
pisando la dudosa luz del día.
... Que el tardo otoño dexa al blando seno
de la piadosa yerba encomendada...
Erizo es el ^urrón de la castaña,
y, entre el membrillo, ó verde ó datilado,
de la man9ana hipócrita que engaña
á lo pálido nó, á lo arrebolado,
y de la encina, honor de la montaña...
La selva se confunde,el
mar sealtera,
roinpe Tritón su caracol torcido,
sordo huye el baxel á vela y remo :
tal la música es de Polifemo...
Purpureas rosas sobre Calatea
la Alva entre lilios candidos desoja,
duda el amor qual mas su color sea,
o purpura neuada, o nieue roja...
En carro de cristal, campos de plata...
cal9ada plumas,
tantas flores pisó, como él espmnas...
El cuerno vierte el hortelano entero
sobre la mimbre que tegió prolija...
Arde la juuentitd, y los arados
peinan las tierras que surcaron antes,
mal conduzidos, quando no arrastrados,
de tardos bueyes, qual su dueño errantes,
Sin Pastor que los silve, los ganados
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CUESTIONES ESTÉTICAS 127
los crujidos ignoran, resonantes,
de las hondas, si en vez de Pastor pobre,
el Zéfiro no silva ó cruje el robre.
Mudó la noche el Can, el dia dormido
de cerro en cerro y sombra en sombra yaze,
vala el ganado, al misero valido
nocturno el lobo de las selvas nace.
Cébase, infierno, dexa humedecidoen sangre de vna lo que la otra pace...
Breue flor, yerna humilde y tierra poca...
En tablas diuidida rica ñaue
besó la playa miserablemente...
Y de las Soledades, censuradas con razón por la
falta de idea poética y asunto central que en ellas
se advierte, son estos versos :
Del oso, que aun besana atrauesado
la hasta de tu luziente jaualina...
Templa en sus ondas tu fatiga ardiente...
Era del año la estación florida,
en que el mentido robador de Europa
(media Luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo)
luciente honor del cielo
en campos de zafiros pace Estrellas...
Progenie tan robusta, que su manotoros doma, y de mi rubio mar de espigas
immda Hberal la tierra dxira..
Entrase el mar por un arroyo breue,que a recibille, con sediento passo,
de su roca natal se precipita...
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CUESTIONES ESTÉTICAS I29
el Maestro, rico de luz en los paisajes, plástico yágil de palabras, sabio en movimientos y animacio-
nes, no miró que la variedad de asuntos en que
trabajaba, como cadáver á quien quisiera dar de su
espíritu con un soplo, sólo desteñía sus colores, sólo
apagaba su música incomparable, y había de hacer,
finalmente, que su obra quedara no más como unconjunto de ejercicios técnicos, como ensayos de
nueva estética trabajados en el vacío. Parece que
Góngora lo sintiera cuando dijo, cerca ya de morir :
« Precisamente cuando comenzaba á leer algunas
de las primeras letras de mi alfabeto, me llama Dios
á sí. j
Hágase su voluntad »
Kl énfasis, esfuerzo de la expresión, tiende en
Góngora constantemente á harmonizar los ruidos
con los colores; porque no parece sino que soñara
en esta sublime fusión en que Osear Wilde soñaba
cuando, comentando á los griegos, decía que escri-
bieron para el oído,
yque nosotros, desde la inven-
ción de la imprenta, decimos más á los ojos que á
los oídos.
Muy española tendencia, por otra parte, es la de
Góngora; porque si en algún idioma moderno se
encuentran cualidades rítmicas por las cuales el
verso pueda hasta desdeñarse de consonantes yecos, es en el nuestro sin disputa. Típicamente espa-
ñola es la forma llamada « romance » ; y tan varias
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130 CUESTIONES ESTÉTICAS
y musicales combinaciones como se usaron en los
versos ^españoles, antes de la petrificación traída
por el romanticismo, no se han visto en ningún
idioma moderno. Parece, á veces, que los poetas
españoles sólo se guiaran por im ruido interno, por
una harmonía irresuelta que les zumba al oído ince-
santemente, hasta que la vierten y la traducen en
palabras;por un movimiento musical que les brota
en el alma y escapa á chorros por los galopantes
metros de arte menor, por los saltones metros
pequeños, como niños traviesos, que contagian
con su movimiento y que comimican su soltura.
Son ya famosas las antiguas danzas españolas conque terminaban los pasos y entremeses-, de sólo oir
el ritmo que llevan les viene á las gentes gana de
danzarías, y con razón decía Cervantes de la segui-
dilla que es «el brincar de las almas, el retozar de
la risa, el desasosiego de los cuerpos y, finalmente,
el azogue de todos los sentidos». En el claro gemido
del canto español, donde resucita toda la Arabia,
vibra y se estremece el más alto sentimiento li.ico,
y los ve sos de danza y de baile, y las jácaras y los
fandangos, agitan y turban, se nos prenden como
cascabeles al cuerpo, nos emborrachan con ruido
de panderos y de castañuelas, y orgánicamente nos
dominan aunque la razón no participe en nuestra
embriaguez. Y por eso Góngora, contra las críticas
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CUESTIONES ESTÉTICAS I3I
de los dialécticos, y aun atrayendo á sus censores,
tenia que triunfar por toda España.
¿Y qué diré de las cualidades del color? ¿Cómo
no han de ser españolas si ha heredado España
los vistosos trajes y la vida colorista de los orien-
tales? En el sólo campo de la crítica de sobra sabéis
que las teorías pictóricas ejercieron influencia sobre
España. Pero la razón en que me quiero fundar es,
mejor, de vida y de ambiente. En un Apologético
de las Comedias Españolas publicado cuando la
famosa polémica sobre el teatro nacional, y firmado
con el pseudónimo (no identificado aún) de Ricardo
del Turia, se lee esta curiosísima observación : que la
cólera española está mejor con la pintura que con la
historia. Yo la mudaría diciendo que toda historia
de la vida española puede estar en colores. Fiesta
de los ojos es cada descripción de los clásicos
españoles, adonde todos los paisajes son claros, y
las gentes llenas de galas, y vivas, y abigarradas
las ferias. Y porque era tan nacional la tendencia
colorista de Góngora, tenía que triunfar también.
lyO lírico, más directamente vital, más orgánico
que toda otra manifestación artística; más acorde
con el dinamismo del alma; por su embriaguez de
sonidos y de luces y su imitación para la danza,constituye el propio secreto de las obras del cor-
dobés, quien dejó estallar en el aire toda su fuerza
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132 CUESTIONES ESTÉTICAS
y SU muy extraña animación, ganoso al fin de mani-
festarla, ó necesitado tal vez de expresar, de arro-
jar de sí, tanta virtud lírica, producto del ser
exuberante.
Un enfático aliento lírico, muy español, ador-
nado con pasmosas agilidades de ritmo y con sor-
presas de colores, y que tendía, acaso, á fundircolores y ritmos dentro de una manifestación
superior; pero desperdiciado lamentablemente en
pura virtuosidad y ejercicio, en ociosos amanera-
mientos y en rebusques ociosos; embriaguez, al
cabo, del ánimo, y que triunfa y subyuga por los
sentidos; palpitación, al cabo, del
mismocorazón
de la tierra; energía natural, fuerza rebosante yrica sangre derramadas sobre la misma esterilidad
y sobre la aridez misma, — ésta es la obra de Gón-
gora, ingenio aristocrático, fino artífice, y creador,
si aisladamente se los considera, de los más jugosos
versos y de más sabor y elocuencia naturales que
posee el tesoro de la lengua española.
Enero. — 1910.
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SOBRE LA simetría
EN LA ESTÉTICA DE GOETHE
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SOBRE LA simetría
EN LA ESTÉTICA DE GGETHE
ADA vez que imagino, como panorámica-
mente, las criaturas de Goethe, creo
'<^^^^j niirar un jardín simétrico, distribuido
con la precisión de contornos con que nos apa-
recen las posesiones bajas del barón Eduardo,
miradas desde su castillo, ó como lo habría plan-
tado aquel extravagante que, dice Hofímann,
viajaba por el mundo á caza de bellas perspec-
tivas, y, corrigiéndolas á su capricho, hacía talar
un bosque, ó plantar nuevos árboles, ó cegar un
arroyo, ó abrir una fuente, según conviniese á la
concepción ideal, á la que, como á un arquetipo,
quería ajustar los paisajes de la tierra. Paseando en
el jardín, y con la rigurosa indumentaria de la época(cosa que no suele acontecerme con las creaciones de
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136 CUESTIONES ESTÉTICAS
otros autores, y quizás con éstas me suceda porque,
en la lectura de las Memorias de Goethe, noté que
describía siempre y recordaba, con particular
atención, los menores detalles de su vestido), creo
mirar también á Fausto y á Margarita, enamorán-
dose con juegos, y, después, á Mefistófeles y á
Marta diciéndose cosas deshonestas:
según apareceen la escena inmortal que recordaréis necesaria-
mente, Y ésto pasa en lo penumbroso del huerto.
En lo más sombrío, y mirando á las campesinas
llenar sus cántaros en los pozos, distingo á Werther,
quien hojea las páginas de Homero ó las del que
entonces era Ossían, según que esté alegre ó que se
aflija. Y, en coro agitado, la danza alternada de los
amantes y de los indiferentes, (motivo de un lied
del poeta), deja ver, por tiempos sucesivos, para
ocultarles luego tras de la verdura y la arboleda, la
pareja de los ahiantes, la pareja de los indiferentes.
— Por fin aparece todo el cuadro central de las
Afinidades electivas, que yo no concibo sino como
en danza, también, de los personajes impares :
Eduardo, Carlota, Otilia, el Capitán, el Arquitecto,
adonde cada uno, igual que en un baile conocido,
se fuera, por turno, quedando solo y sin compañía.
— Es decir, que esta vez, todo me aparece como
un ejercicio de simetría en función de la naturaleza.
En la escena del jardín de Fausto, no puede haber
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CUESTIONES ESTÉTICAS I37
más simetría:
las figuras nobles pasan hablándosede amor ; las innobles les siguen, insinuando cosas
vulgares. — Corresponde esta escena con el lied que
acabo de recordar : la pareja de amantes puede ser
la misma de Fausto y Margarita : la de indiferentes,
la podrían formar Marta y Mefistófeles.
lyOS INDIFERENTES. — Llega, hermosa mía, y ven á
danzar conmigo, pues la danza conviene á la flesta. Si
no eres aún mi tesoro, lo serás un día; y si ésto no
llega ¿qué importa?¡dancemos Llega, hermosa mía,
y ven á danzar conmigo : la danza decora las fiesta.
Los AMANTES. — Sin tí ¿ qué serían las fiestas, amada >
Sin tí, mi dulce tesoro, ¿qué sería la danza? Si no
fueras mía, yo no danzara.¡
Oh, quédate siempre ámi lado, que sólo así es fiesta la vida Sin tí, bien
amada ¿ qué serían las fiestas ? Sin tí, mi dulce tesoro,
¿qué serían las danzas?
Marta. — Llega la mala estación, y es duro arras-
trarse hacia la tirniba sin compañero.
MEFiSTÓFEivES. —¡En eso pienso yo con espanto
Marta. — Y por eso, mi digno señor, fuerza será
prevenirse cuando aún es tiempo.
Fausto. — Una mirada, una palabra tuyas, mevalen más que la sabidxuía toda del mimdo.
Margarita. — ¿ Cómo ? ¿ besasteis mi mano. Señor ?
Simetría, paralelismo hay también en los estados
sucesivos del joven Werther, que lee, cuando hay
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138 CUESTIONES ESTÉTICAS
primavera en los campos y en su corazón, los poe-
mas homéricos; y cuando el otoño llega á los campos
y á su alma, los poemas gaélicos; y en el invierno,
al fin, se suicida, recordando, noblemente, el clásico
mito de Deméter, que llora ó se alegra según que el
calor de la vida (su hija Perséfone robada por el
monarca subterráneo) se contrae al centro de la
tierra ó regresa á la superficie.
Y la simetría de las Afinidades Electivas es dema-
siado manifiesta y muy voluntariamente lograda
para que haya quien la desconozca.
El mismo Fausto, — incluyendo la segunda parte,
— es obra simétrica si bien se mira, por mucho que la
lectura resulte intrincada y áspera en razón de la
multiplicidad y el raro simbolismo de los personajes.
La simetría en las tragedias clásicas, venía á ser
como la ley moral, emanada de aquella compensa-
ción que trae siempre consigo la fatalidad castiga-
dora. En cuanto á la simetría puramente exterior,
en Sófocles la hay casi constantemente ; en Shakes-
peare suele notarse, con vaguedad y algo vacilante,
como en El Rey Lear y en El sueño de una nocht
de verano; en Ibsen suele hallársela más manifiesta,
como en Los Espectros y Juan Gabriel Borkman. En
las obras de Goethe, salvo en el Goetz de Berlichingen
y algunas otras secundarias, es fácil notar la influen-
cia de la simetría. ¿Habréis advertido ya cuántos
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CUESTIONES ESTÉTICAS I39
efectos toma á la superstición y á la magia? Pues la
simetría, no es más que una forma de superstición ó
de magia. lyos cuadros, los círculos, siempre fueron
signos de los magos. Y las coincidencias, — que
son simetrías, — siempre dieron motivo á supers-
ticiosos. I^as cualidades del número perfecto de los
pitagóricos resultan de su simetría solamente. Yque Goethe fuera supersticioso, como alemán, lo
comprobará fácilmente quien busque en sus Memo-
rias aquel trozo en que cuenta cómo, yendo á caballo
por el campo, se vio venir con rumbo opuesto,
también á caballo, y vistiendo traje de botones
dorados. Y dice que, años después, con ese traje
y con ese rumbo, cruzaba por el propio camino.
Abril. — 1910.
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SOBRE EL
PROCEDIMIENTO IDEOLÓGICO
DE STÉPHANE MALEARME
Sutiles invenciones trato, resoluciones
graves comprehendo, libros perfectos
amo .Ambrosio de Morales. — Epístola la-
tino-castellana al Serenísimo Señor
Don Juan de Austria.
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SOBRE EL
PROCEDIMIENTO IDEOLÓGICO
DE STÉPHANE MALEARME
UE nuestro lenguaje sea inferior á nuestros
P|^]| poderes de introspección psicológica, —por causas que sería difícil explicar,— es
sabido ya y lo han comentado profundamente filólo-
gos y psicólogos en varias edades;que no responde,
por su mismo ineludible carácter de precisión plás-
tica y su estabilidad de símbolo, por la misma limi-
tación de contornos que exige en los conceptos, por
su estructura de letras y de palabras, de elementos
perfectamente distintos y separables, al dinamismo
esencial de nuestras almas y á su continua y fugaz
carrera, y, sobre todo y particularmente, á su natu-
raleza (que es de pensamientos y no de palabras,
de imágenes interiores y no de ruidos expresados),
— es evidencia que se ofrece á todos los hombrespor poco que atiendan á los fenómenos de su espi-
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144 CUESTIONES ESTÉTICAS
ritu y sofoquen, voluntariamente, el hábito, yagrabado en nuestros cerebros, de pensar en pala-
bras y de imponer contornos especiales á lo despro-
visto de magnitud : los pensamientos.
El lenguaje escrito es signo del lenguaje hablado
y éste sirve para expresar nuestras percepciones
de las cosas. Y bien : las cosas son incognos-
cibles, las ideas vagas, continuamente fugaces, las
palabras estrechas é inadecuadas, y la escritura
defectuosa. Es decir : que el escritor posee solamente
un medio torpe y viciado, manifestación de vicios
anteriores, porque las ideas no son ya las cosas, las
palabras no son las ideas, y la palabra escrita no es,
ni con mucho, la palabra hablada.
Esfuerzo poderoso para perfeccionar el tosco
lenguaje, anhelo sabio y meditado de hacer más
directa la manifestación literaria; rebeldía de una
mente original, nueva, integrada, por traer el
medio defectuoso á la obediencia de los fines y de
los modos de pensar; dehrio, en suma, de perfec-
ción; tenaz empeño de pulir todo frotamiento, de
destruir toda aspereza; obra tan vasta y de tan pas-
mosa congruencia racional que, con ser sólo de
lingüistica, supone, de por si, la solución de muchos
y más profundos problemas, y acaso la de la soñada
correspondencia cabal entre las cosasy
la voluntad
teórica : éste fué el empeño de Stéphane Hallarme
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CUESTIONES ESTÉTICAS I45
y en tan vasta obra se gastaron todos sus alientos.
Estaba dotado su espíritu de maravillosa aten-
ción y de muy raras y hermosas virtudes, de éstas
que pudiéramos llamar simpáticas, como que resul-
tan de una clara y afinada sensibilidad para todas
las simpatías del mundo y del alma : tal el sentido
de la analogía que tan acertadamente señala en él
Camille Mauclair. Y la receptividad admirable de
su espíritu, y la emoción, deprimente pero com-
pacta, que sus obras dejan en el ánimo, — al punto
que desaparece, como ser, para los lectores, y se
esparce, se diluye, se metamorfosea en las cosas que
va diciendo, — hacen que lo concibamos, no como
fuerte, no como vital ciertamente, ni \melto sobre la
vida y amenazando, túrgido y henchido, estallar
sobre ella en gritos y en canciones, sino anhelante
más bien de recibir, absorbente más que generoso,
atrayente, cóncavo, dispuesto á manera de un vaso
que ansiara por atraer los ríos, ó de un espejo mara-
villoso que se combara por acaparar todo el sol.
—Concepción á que sirv^e é ilustra aquella voluptuo-
sidad que, en L'Aprés-Midi d'un Faune, le hace
decir :
Je t'adore, courroux des vierges, ó délice
Farouche du sacre fardcau nu qui se glisse
Pour fuir ma lévre en feu buvant, comme un éclair
Tressaille, la frayeur secrete de la chair.
9
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146 CUESTIONES ESTÉTICAS
Y más adelante
Tu sais, nía passion, que, pourpre et deja mure,
Chaqtie grenade éclate et d'abeilles murmureEt notre sang épris de qui la va saisir,
Coule pour tout Tessaim étemel du désir.
Palabras todas en que se denuncia una sed más
que un impulso voluptuoso. Y ya repararíais, sin
duda, en el epíteto inesperado y elocuente :
« Ma lévre en feu huvant. »
Un sentimiento especial hay, innato en nuestros
espíritus, que prendemos, que adherimos á ciertas
formas plásticas. Á riesgo de aparecer absurdo yestrambótico, yo os propongo que ayudéis mis
explicaciones tiñendo con vuestra propia sensación
esta sensación de concavidad que me sugiere la
lectura de Hallarme. Y tened presente que, para
explicar cosas inusitadas, no es siempre eficaz acu-
dir á medios usuales, y que la intuición es, á veces,
el único modo de entender.
I/a alta disciplina estética de Stéphane Hallarme,
lo apartaba, naturalmente, de toda manifestación
de fealdad, aun en sus momentos, — que llegaron
á verdaderas orgías, — de exotismo artístico y
complicaciones lingüísticas. Tanto, que sin vacila-ción puede afirmarse que ni uno solo de sus versos
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CUESTIONES ESTÉTICAS I47
carece de peculiar belleza, si no es entre los que no
forman cuerpo con la verdadera obra central; —y, aun entre éstos, pocos desdicen de ella.
Tenía la educada afición á pensar de nuevo y por
cuenta propia todas las palabras y todos los signos
de su arte, y hasta los elementos materiales y de
industria que se relacionan con ella. Complacíase
en imponer leyes á su espíritu y se detenía á con-
siderar cuanto escollo apareciese en el camino que
se había puesto á recorrer. Hay que empezar,
para conocerle, por leer el excelente estudio de
Camille Mauclair, 3^ parar mientes en aquellos
nimios detalles á que, con razón, concede éste espe-
cial cuidado : cómo quería Mallarmé crear una nueva
forma de libros (donde, por ejemplo, cada página
contuviese una sola frase ó un solo verso) ; cómo
quería que cada verso equivaliese á una sola pala-
bra; cómo buscaba que la consonancia fuera, tam-
bién, analogía de ideas, y no puramente eco desonidos; cuan laboriosamente se detenía á estudiar
cada nueva especie de frase con que se encontraba;
cuánta importancia concedía á las innovaciones sin-
tácticas : porque su anhelo, — verdadera ley de
artista, — tendía, por encima de todo, á expresar
el alma directamente, en cuanto el lenguaje articu-
lado de los hombres lo permite; y apenas le nació
tal anhelo, detuvo la obra inconsciente, — comen-
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148 CUESTIONES ESTÉTICAS
zada ya, — dejó para más oportuna sazón las rea-
lizaciones puramente poéticas, y en preparar el
laboratorio y destilar las primeras substancias em-
pleó la vida, sin que llegara á combinar los metales
sobre el homo mágico.
Inacostumbrados como estamos á expresiones
tan audazmente inmediatas del pensamiento lite-
rario, nos asombran como reales locuras y puro
empeño de extravagancia las súbitas evocaciones
de Mallarmé, que, á veces, escaparían á la más
atenta previsión. Examinad conmigo el elegante
Don du Poeme :
Je t'apporte l'enfant d'une nuit d'Idumée
Noire, á l'aile saignante et pále, déplumée,
Par le verre brülé d'aromates et d'or,
Par les earreaux glacés, helas momes encere
L'aurore se jeta sur la lampe angéHque,
Palmes ...
Dirán loe ligeros que este grito intempestivo,
extraño á lo gramatical y á lo racional, es entera-
mente inexplicable. Pero que respondan los poetas,
y digan si no es tan intempestivamente como lle-
gan á la conciencia objetos é imágenes, en el calor
impaciente de crear. Estas irrupciones de imágenes
y pensamientos, como obedecen á una cerebración
casi inerte, y personalísima á todas luces, escapan
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CUESTIONES ESTÉTICAS I49
á la previsión racional, y en verdad, sólo se explican
dentro de la mente de quien las percibe, y por el
sólo hecho de su aparición. Nosotros, lectores, que
no tuvimos el mismo proceso interior que el poeta,
nunca sabremos á qué obedece ni de donde viene
esa sugestión intempestiva, y sólo nos toca admi-
rarla, si es oportuna. Porque ella no es racional, ómás claramente, no es raciocinal, pero es natural,
pero es imitación directa de los fenómenos de la
mente.
Leyendo los libros de MaUarmé, en muchas ocasio-
nes, es lanovedad de sintaxis lo único que nos descon-
cierta, y, en muchas también, sólo nos perturba
hallar jimtas palabras que no estamos hechos á
mirar así en francés; pues á menudo lo que juzga-
mos ininteligencia es pura falta de hábito para
pensar unidos ciertos conceptos, y, luego de impo-
ner esta unión, voltmtariamente, á nuestro espí-
ritu, la conciencia sola trabaja por casar los con-
ceptos extraños, y es fácil advertir que, cuando ya
creemos entender, no entendemos más que en el
instante primero, sino que ya no nos asombra lo
que entendemos, porque también el hábito es con-
dición en nuestra inteligencia. — Algunos estilos
ingleses ofrecen, en ocasiones, semejanzas con el
de Hallarme, y, sin embargo, no nos asombran.Me ocurre, como ejemplo, recordar ciertos trozos
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150 CUESTIONES ESTÉTICAS
del Hipólito de Walter Pater,
yla prosa de George
Meredith. Por otra parte, el poeta en cuyo análisis
me ocupo, era maestro de inglés, y tradujo á Poe,
y también la Mitología de Cox. Y acordaos de que
los ingleses gustaron inmediatamente de sus obras,
cuando los gacetilleros de Francia pretendían en-
señarle la gramática.
Y pues he emprendido enumerar, siquiera de paso,
ciertas peculiaridades de aquel pensador (pensador
en el más inmediato sentido del término), que con-
tribuyen á hacerlo inaccesible á muchos, no esta-
ría mal parar la atención en aquella originalísima
manera que tenía de concebir las cosas negativas,
lo no existente, la nada. Ésto me ha sugerido, másde una vez, el recuerdo de aquellas imágenes nega-
tivas de la vista que estudian los psicólogos. Ha-
llarme llega hasta invertir el sentido humano de
mirar y entender las cosas : un foco de luz, por
ejemplo, no es para él lo positivo, en cuyo redor se
extiende el espacio sin luz, el aire, lo negativo, sinoque es el aire lo positivo, y para él, la luz agujere
el aire :
De voir en l'air que ce feu íroue...
Pero donde con más vigor se manifiesta esta
rarísima cualidad de concebir é inteligir la Nada
como algo positivo é inteligible, es, aparte de algún
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CUESTIONES ESTÉTICAS I5I
soneto donde suele haber personalizaciones comoésta :
(Car le Maitre est alié puiser des pleurs au Styx
Avec ce seul objet dont le Néant s'honore),
en Le Nénuphar Blanc, donde se desarrolla, con
paciente rigurosidad, mi estado de ánimo del poeta,quien, esperando la llegada de una mujer descono-
cida, amiga de una amiga suya, en un sitio que
visita por vez primera, cree de pronto que la espe-
rada va á presentarse y previene su ánimo para la
aparición, pues un paseo en barca, perezoso y aban-
donado, lo ha dispuesto á las divagaciones y al des-
cuido; pero he aquí que la mujer no aparece, y el
poeta, entonces, recoge su espíritu y huye, remando,
robándose el sabor de aquella emoción fracasada,
porque quiere, como el nenúfar que mira al borde,
recoger sus hojas y formar un blanco globo hueco,
tener un sentimiento de ausencia, mejor que uno de
presencia, y escapar con él como con un tesoro escon-
dido.
Con desconcertante vigor, las imágenes de Ha-
llarme, vestidas en frases angulosas y recortadas,
— en que la elegancia de dicción alegórica contrasta,
á veces, con alguna fórmula explicativa y dialéc-
tica, prosaica, — anuncian una alta virtud lírica
á la que un diario castigo y larga premeditación
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152 CUESTIONES ESTÉTICAS
obligan á presentarse rígida, pero que amenaza,según es el palpitar de la idea, romperse y escapar
ondulando, como la culebra bíblica que vivía en
la vara de Moisés. Y es éste tm nuevo desequilibrio
que perturba, seguramente, á los lectores. — Pero
más que nada hay que señalar im hecho inconcuso :
los asuntos mismos de Hallarme son poco accesi-bles : no podrían, pues, hallar su expresión á través
del claro estilo de los lugares comunes.
Mas la tarea de Stéphane Hallarme, si algo tiene
de portentosa, no cabe sólo en tan nimias interpre-
taciones de técnica. KUa, como la alegría del nuevo
Zaratustra, quiere la eternidad, quiere la profunda
eternidad. Ni las fuerzas ni la vida de un hombre
pueden acabarla, por lo enlazada, por lo complicada
que está con los más ocultos problemas de las cien-
cias y la filosofía. Pero así como en éstas, esima con-
quista todo hallazgo de un nuevo medio, aunque
la verdad final no se vislumbre todavía, Hallarme,
dentro de sus fines, reaHzó ima conquista, abrió un
nuevo rumbo, y fuera mezquino pensar que el tiempo
mutilé su obra ó que la dejó en el proemio, aun
cuando su ideal, necesariamente, haya quedado
trunco al realizarse. Buscar nuevas formas, en arte,
tanto quiere decir como ir haciendo arte; y los ver-
sos qtie Hallarme proponía como nuevas formasartísticas son ya realización de esas formas.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 153
Ni el tiempo infinito bastaría para acabar el
intento de Mallarmé : la expresión directa. Sino que
su obra, — á haber dispuesto Mallarmé de mayores
trechos que los humanos, — fuera tm perpetuo deve-
nir, un progreso constante, sin remate posible ni
concebible; un acercamiento perenne, del cual la
obra que nos queda habría sido sólo el movimientoinicial. Afinar la percepción y verterla más directa-
mente en las palabras, y hacer, por último, que los
signos escritos correspondan con fidelidad á la ento-
nación emitida, al acento enfático (distinto en cada
nuevo caso), es tarea para agotar las fuerzas de los
hombres eternamente. — Yo lo concibo, según lagloriosa y triunfal iniciación que tuvo bajo Ma-
llarmé, como una infinita carrera, ascendente ysegura, y sin término ni acabamiento, porque arran-
ca de la raíz de lo absoluto. Impulsador primero
fué MaUarmé, y su estética en evolución desplegada
sobre el tiempo infinito, es un prodigioso trabajo
del espíritu, independientemente del éxito ni los
fracasos, porque es luia concepción mental. Diná-
micamente imagino que se desarrolla el acerca-
miento de aquellas categorías irreducibles : las cosas,
las percepciones, las expresiones, y camina hacia los
arquetipos. Bien decía Camille Mauclair que la per-
sonalidad de Mallarmé « estaba construida sobre el
absolutismo ». Reflexionad en el problema á que
9.
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154 CUESTIONES ESTÉTICAS
dedicó sus cavilaciones y, si tenéis presente el fin
estético que las orientaba, entenderéis cómo el pro-
blema del conocimiento puede ser problema de
estética, — teoría de Benedetto Croce, — y cómo
la filosofía y la psicología pueden resumirse en la
estética.
Mallarmé, — ser de inteligencia, — casi propone
una religión nueva, pero intelectual, pero estética
sobre todo : la comimión con lo Infinito, que irían
los hombres á buscar en el teatro, convertido en
templo, adonde la danza dibujaría los signos de
alguna sugestión abstracta, y la corriente anima-
dora de la música aportaría el calor de los sentimien-
tos, — genitriz de toda vitalidad, — de suerte que
por ella, á los ojos de los asistentes, y como en la
visión dionisíaca, la estatua, súbitamente, se con-
virtiera en ídolo.
Pero la estética de la expresión directa, irreali-
zable en tan absoluto concepto como la soñó Ma-
llarmé, es la quimera intelectual para todos los tra-
bajadores del arte. Y lo más admirable es que cada
vez había de llevarlo tal estética á ser más incom-
prensible y á quedar aún más incomunicado, —como arriba lo dejé entender, — porque cada vez,
abandonaría más, por seguirla, el modo convencional
de expresión, y personalizando ésta más cada vezy haciéndola, consiguientemente, más irreducti-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 155
ble, más única, más fiel á su ser y más extraña á los
modos arbitrarios de escribir, — á los modos oficia-
les, que xm cúmulo verdadero de acasos han hecho
aceptar como el patrón de las expresiones huma-
nas, — llegaría á términos en que la comunicación
con los demás hombres le fuera por completo
vedada. Porque hay que esclarecer ideas :
expre-sarse no es comunicarse, al menos según trato yo de
explicarlo aquí : la comunicación verbal, no por
el hecho de asumir también forma de vocablos ha
de confundirse con la expresión verbal. La expre-
sión es resultante de la plenitud de la vida en todos
susestados (rayo, fruto,
manantialó canción),
y tiene su fin en sí, por el desahogo que ocasiona
al ser rebosante ; al paso que la comunicación existe
sólo para fines enteramente utilitarios.
De la influencia que el hegelianismo tuvo sobre
Hallarme, — y, en general, como causa del simbo-
lismo, — dá muy clara cuenta Camille Mauclair
en el estudio ya muy citado, que es como la clave
de estos enigmas. — Pero la conciencia de Stéphane
Hallarme, siempre vivaz, penetrando, pervadiendo
las propias manifestaciones mentales hasta lo increí-
ble, lo llevó á intentar cooi cada poesía, más aún,
con cada verso, la solución de los problemas teó-
ricos de la estética hegeliana, produciéndose así
una confusión lamentable entre los procesos del
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156 CUESTIONES ESTÉTICAS
pensamiento lógico y los procesos poéticos, que son
tan düversos. Bl estético teórico busca las leyes
según las cuales sienten los hombres la belleza; pero
si el poeta quiere seguirlo, hará, invariablemente,
obra de mera ingeniosidad, cuando no de retórica.
Es ésta una de las formas de literatura tendenciosa.
Seducida por la moral de las filosofías ó la de las
gentes, seducida por la estética teórica y tratando
de resolver sus proposiciones; seducida por la ver-
dad filosófica ó por la vulgar, conviértese la lite-
ratura en tendencia y desvía su orientación esen-
cial.
Cuando Hallarme se empeñaba en aplicar imanueva forma ó dicción, igual que cuando escribía
un poema con el mero fin de mostrar que cada imo
de sus versos equivalía á una palabra, ó que las
cosas no son sino signo de tma sugestión informu-
lable (como si quisiera volver la precisión de contor-
nos propia del lenguaje á la primitiva fuente de la
conciencia, confusa, indefinible), nada en verdad
quería ya decir al corazón de los hombres, si bien
deleitaba á los psicólogos. — Nunca deja de ser
poeta, ciertamente. Su tesoro de sensaciones y de
imágenes nunca se agota. Su paisaje divisionisia
(como de analítico que era), siempre contenta los
ojos y nos hace, instintivamente, entrecerrarlos.
Cada uno de sus versos posee ima belleza especial.
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158 CUESTIONES ESTÉTICAS
de convertir las propias obras en ejemplos de unadoctrina.
Sin preocupación filosófica general, no hay obra
vividera ni consistente. I^a noble atención para las
ideas es sello de artista, pero no la puerilidad de
aplicar sistemas.
Y es verdad también que los más altos poetas
dieron por resueltos todos los problemas extraños
á su producción especial, y desde luego se entrega-
ron á crear por sola su necesidad de crear. lyo que
significa elocuentemente que no hace falta propósito
alguno premeditado para que la filosofía influya
de modo natural en nosotros. Pero un espíritu pro-
fundamente analítico tiene derecho á disgustarse
de los elementos que se encuentra y á cambiar así
su orientación, ayudado por su doctrina, hacia una
nueva belleza, enteramente intelectualizada, dis-
tinta de la concebida por los otros.
liSL rara belleza de las obras de Mallarmé tiene
otro sentido, tiene otro sabor que no es el de las
demás bellezas : se goza ahí de algo como un ha-
llazgo perpetuo en las formas, en los sonidos, en los
elementos de expresión, que empieza por descon-
certarnos y á poco nos convence ya como una ver-
dad (más como verdad que como belleza) y nos
lleva ádecir
que aquel modo de manifestaciónde un alma es, ciertamente, más directo que los
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CUESTIONES ESTÉTICAS I59
demás : lo que constituye, acaso, un placer másbien filosófico que poético.
Mas ¿qué pretendía Hallarme sino resolver un
problema de filosofía estética ?
El lenguaje humano ha nacido para las transac-
ciones diarias y no especialmente para las mani-
festaciones del arte verbal. Si todas las artes tienenelementos propios y muy ágenos para otro empleo,
no así la literatura. El lenguaje ha nacido para
expresar cosas naturales, y el arte que lo utiliza
parece, necesariamente, que tiene por fin la imita-
ción de lo natural. De sólo este error se originaron
disputas teóricas
ypueriles discusiones, y doctrinas
sobre la imitación de la naturaleza. Posteriormente,
los paradojistas, como Osear Wilde, libertaron de
la imitación el arte, llegando hasta proponer la fór-
mula invertida : la naturaleza imita al arte. Hoy
admitimos ambas tesis porque el resultado es indi-
ferente á los fines del arte : ya precede éste á lo
natural, ya lo natural le precede. Pero sí es verdad
que un puro accidente, — servirse la literatura de
medios inventados para las relaciones naturales,
— le dá, en apariencia, el carácter de imitativa, ymás aún que á las otras artes (también reducidas
á emplear elementos meramente naturales, pues los
hombres sólo conocen su naturaleza). Bergson, dice,
que el arte « desdeña de grado la imitación de la
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l60 CUESTIONES ESTÉTICAS
naturaleza, cuando encuentra medios más eficaces ».
Y es verdad : la realización literaria está dentro de la
misma literatura, y de nuevo se tropieza con el
vicio de los elementos expresivos si se busca la
causa de tantas supersticiones fundadas en la teoría
de la imitación.
Hallarme, con justo motivo, quiso, para la lite-
ratura, un elemento original y diverso del usado en
las diarias transaciones humanas, distinguiendo
así el lenguaje que llamó escrito, — el lenguaje de
la literatura, el de las expresiongs,— del que llamó
hablado,— el lenguaje de las comunicaciones huma-
nas.
Como natural consecuencia de esta introspección
poderosa, Mallarmé encontró, que el lenguaje, inerte
y sucesivo, era lento de toda lentitud para las mani-
festaciones mentales, dinámicas y simultáneas; ypues el lenguaje es signo del pensamiento, quiso
reducirlo á su más abreviada forma y, empezando
por quebrar los moldes gramaticales, — dejando las
frases incompletas ó cambiando, súbitamente, su
sentido, como lo hace el pensamiento, — vino á
reducir su expresión Hteraria á aquellos signos indis-
pensables que revelan lo que William James, en un
hermoso capítulo de su Psicología llama estados
sustantivos.
T/SL corriente de la conciencia, integrada por stis
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CUESTIONES ESTÉTICAS l6l
diversas percepciones, implica varios y sucesivos
estados que la llevan de unapercepción ala siguiente,
de un objeto á otro.
Pero el interés de estas percepciones ú objetos
(que aquí no estoy obligado á la precisión técnica
de los vocablos) también es vario para el fin actual
de la conciencia. Y para ir de un objeto interesante
á otro interesante, hay que recorrer, previamente,
un estado intermedio, ininteresante, pero necesario
para el tránsito, como los caminos para el viajero
que va de un poblado á otro poblado.
« Iva conciencia, — dice James, — vuela, como
un pájaro, y se cuelga de trecho en trecho. Esteritmo lo expresa el ritmo del lenguaje, donde cada
pensamiento se mueve dentro de una frase, y toda
frase se detiene en un punto. Estos altos del pen-
samiento están, generalmente, consagrados á algu-
nas imágenes sensoriales que tienen el privilegio de
poder estacionarse indefinidamente bajo la mirada
de la conciencia; — la cual los contempla sin alte-
rarlos, en tanto que los vuelos del pensamiento
quedan libres para ciertas relaciones, estáticas ó
dinámicas, que, en la mayoría de las veces, sirven
para ligar los objetos contemplados durante los
períodos de relativo reposo. — I^lamemos estados
sustantivos á aquellos en que el pensamiento se
detiene y, á aquellos en que el pensamiento vuela,
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102 CUESTIONES ESTÉTICAS
estados transitivos. (Huelga mayor explicación.) »
Y bieu : los estados transitivos no los apunta
Hallarme.
Por lo cual leer sus escritos es insoportable tarea
para los que leen sin voluntad : no se puede ser
pasivo en esta lectura. El lector, si obedece fielmente
álos puntos de mira que,
como detrecho
en trecho,se le ofrecen en el escrito, acaba por sentir que es
él quien está vertiendo las ideas y no quien las está
recibiendo. Así los trabajos de Hallarme recuerdan
vagamente los temas de composición para los niños,
en que éstos, tomando pie de algunas ideas inicia-
das, de algunas frases sin ilación inmediata, tienen
que llenar, con desarrollos personales, las líneas
puntuadas. Solo que aquí lo escrito sería un tema
para ejercitar procesos mentales, adonde la mente,
para no desviarse del rumbo insinuado por el autor,
hallaría, á trechos regulares, señales de contrala-
ción, como un dardo que, de suyo, prolongaría su
fueza horizontal, si una perpetua atracción del suelo
no lo hiciera declinar, constantemente, obedeciendo
á la parábola.
Porque Stéphane Hallarme salta sobre los esta-
dos transitivos del pensamiento, los suprime, y se
para sólo en los vértices de los sustantivos, em-
pleando así la elipsis ideológica además de la grama-tical; por lo cual resulta de extrema rapidez su
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CUESTIONES ESTÉTICAS 163
lenguaje (siempre más allá de lo que sería la frase
habitual). — Aún hay con frecuencia objetos é
ideas que apenas apunta, que sugiere lejanamente,
dejando sólo que el espíritu reciba un sentimiento
del objeto, pero sin que pueda percibir el objeto con
claridad, abarcarlo : es decir, que el lenguaje de
MaUarmé imita los fenómenos y la marcha de la con-
ciencia.
Unid á esta rapidez de lenguaje la simpática pecu-
liaridad de que cuanto expresa, por lo directamente
que expresa, parece siempre el enunciado de una
intuición. (MaUarmé se diría que sólo escribió sus
intuiciones¡
tan refleja é inmediatamente logróexpresar su secreto en todos los casos ) Y compren-
deréis por qué se asiste, cuando se le lee, como á la
ingenua y audaz confesión de un alma que revela
todas sus intuiciones, sin temor á lo irreducible ypersonal.
Vano sería ensayar, para cada caso, supHr con
palabras esos tránsitos suprimidos por MaUarmé.
Ni haUáramos, á veces, manera de supHrlos por
cierto, ya que no tenemos en la mente las mismas
evocaciones que él tenía, y porque no siempre son
tan claras y discernibles las vías del pensamiento
que se las pueda seguir y explicar, punto por punto,
como en el ejemplo clásico de Edgar AUan Poe. Masintentemos, al leerlo, suplir mental, si no verbal-
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104 CUESTIONES ESTÉTICAS
mente, esos tránsitos, y de fijo nos aprovechará la
lectura, y lo que era antes inquietud y sola decep-
ción, se cambiará en fiesta del entendimiento; ygustaremos la alta satisfacción de admirar una
fuerza espiritual tan pasmosa, aunque desvirtuada
en disciplinarse, que, por pasmosa justamente, nos
hará lamentarnos porque no estalló súbita, desorde-nada é informe, con el encanto de los desbordamien-
tos y las tempestades naturales. Kl misterio de l-as
energías en potencia, cuando las apaga el espíritu
voluntariamente, tiene siempre algo de doloroso.
¡Quién sabe qué fuentes rumorosas ciegan los que
se disciplinan el alma,
ycon qué dolor tan callado
Muy más libres almas fueron sin duda, las que atro-
naron el aire con los gritos de la poesía bíblica, que
todavía nos fatigan el ánimo por su empuje verdade-
ramente material.
Octubre de igog.
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SOBRE
LAS '* RIMAS BIZANTINAS
DE AUGUSTO DE ARMAS
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SOBRE LAS « RIMAS BIZANTINAS »
DE AUGUSTO DE ARMAS
|e los parnasianos, que«
cincelaban comocopas los versos », se han dicho las más
imprecisas cosas, pero que vienen á resu-
mirse en una sola definitiva : que eran limitados en su
arte. — No es éste, en verdad, un gran decir, por
cuanto acomodaría igualmente á las escuelas todas.Ytambién se ha dicho que los distingue la frialdad bus-
cadaypremeditada, pero ésto no habrá quien se aven-
ture á afirmarlo con sólo que haya paseado lavistapor
el libro de cualquiera de ellos. Aparte de que más
rígidos, más insensibles pudiera llamarse, y con más
razón, á muchos otros que ni siquiera fueron tan
expertos cinceladores. Pues los parnasianos culti-
varon particularmente la forma, y es indudable que,
en arte, el hallazgo de la forma, — aunque ella
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168 CUESTIONES ESTÉTICAS
sirva para revestir una actitud de impasibilidadinterior, — da, por lo menos, si no la emoción del
sentimiento, sí la emoción plástica, el gusto de la
harmonía lograda, del color oportuno, de la palabra
insustituible. Y nótese que éste no es puro mérito
de técnica inaccesible á los no iniciados, sino posi-
tivo mérito poético que á todos impresiona, porque
la emoción plástica es, sin duda, la primera entre las
emociones elementales; y como entra por los sentidos
é imita á la naturaleza, por poca impresionabilidad
que se tenga, se la siente y se la percibe.
Fuera más preciso decir de los parnasianos que
sustituyeron por la emoción plástica toda otra
emoción, entendiendo en lo plástico, á más de la
escena presentada, el conjunto de elementos sonoros
y de sugestiones visuales aprovechados en los versos.
Así lo entendió Rubén Darío cuando, tratando de
caracterizar á Heredia, observa que lo distingue
«la frecuencia del mármol y del metal, materiales
de su labor ». Ésto es, en verdad, más atinado queponerse á saber si es frío ó ardiente, ó, según la
curiosa calificación de cierto chusco, si húmedo ó
enjuto, jugoso ó seco.
Cierta timidez interior hizo de toda la generación
del Parnaso, poetas delicados en la forma, que ape-
nas se atrevían á presentar, de su personalidad,lo más abstracto; de su sentimiento, lo menos
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CUESTIONES ESTÉTICAS 169
personal. Aquí sí, como en las palabras de Wilde,
lo exterior, la apariencia, es lo único que los dife-
renciaba, encontrándose, en el fondo de todos ellos,
esta cosa indefinible, esta cosa uniforme : la natu-
raleza humana. — Bran una reacción justificada en
el tiempo : la literatura estaba cansaba de poetas
que indiscretamente narraban cuanto les acontecía.
Esta timidez interior de que vengo hablando, se
nota hasta en lycconte de lyisle, el maestro. Si queréis
divertiros en pensar la obra que nos hubiera dejado
á no haber sido tan ohjetivista (pues hay que dis-
tinguir que el parnasismo no entraña siempre un
objetivismo tan marcado como el de Heredia), leed
los renglones siguientes, que son de una carta de
Flaubert : « Está obstruido (lycconte) por super-
fluidades sentimentales, buenas ó malas, inútiles
para su oficio. Lo he visto indignarse contra las
obras á causa de las costumbres del autor; y anda
todavía soñando con el amor, la virtud, etc., ó, porlo menos, con la venganza. Una cosa le hace falta
particularmente : el sentido cómico. Yo desafío á
este muchacho á hacerme reír. »
lya actitud de impasibilidad interior muy fácil es
adoptarla al ponerse á la tarea, como quien se viste
con un traje de labor. Y resultaba fácil también,
cuando hubiera que decir algo interno, irlo despo-
jando de sus caracteres más personales, de los que
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170 CUESTIONES ESTÉTICAS
más retratan un ánimo individual sometido á
determinada pasión en determinado momento,
hasta convertirlo en algo muy general, muy fre-
cuente, casi vulgar, que de puro conocido nos afecta
poco, y utilizarlo como frivolo pretexto donde
bordar ilustres palabras, nobles reminiscencias
(preferentemente de las clásicas y eruditas, pero no
sólo helénicas á imitación de Chénier, como se ha
creído), y versos acompasados y medidos con sabia
regularidad.
Pues la forma de los parnasianos era simétrica;
más que ésto : era cuadrada. Por eso todo el Parnaso
se desconcertó cuando Hallarme hizo divagar á su
faimo en la siesta, con que reveló una concepción
de lo plástico más psicológica y saturada de poder
subjetivo, acomodando las palabras con una sin-
taxis que más directamente reproducía la serie
mental de impresiones, como la elástica sintaxis de
los antiguos.
Hacerse parnasiano francés, fué, para los natu-
rales de la lengua castellana, durante cierta época,
una moda tan socorrida, como lo fué, para los nove-
listas franceses, aquella inaugurada por el propio
Huysmans, pero ya descaecida é inoportuna, —
aunque hayamos tenido en México quien se empe-ñase en perpetuarla por estos días, — de convertirse,
súbitamente, á las creencias católicas. — Augusto
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CUESTIONES ESTÉTICAS 171
de Armas, descendiente de familia ilustre por el
pensamiento, como la familia dominico-cubana
de los Heredias, entró en el Parnaso de los franceses.
— Fué, sin duda, una naturaleza mediocre; pero
en él se define, con precisión y claridad agradabi-
lísimas, este tipo de poetas menores : el poeta de
escuela, que nunca inventa, que tampoco perfec-
ciona ó lo hace tan invisiblemente, en razón de su
sino avaro, que á otro sucesor de mayores vuelos
atribuirán las gentes los perfeccionamientos hallados
por él; que raras veces conmueve, aunque gusta en
la mayoría de los casos; cuyos versos, invariable-
mente, superan en aquello que sea la cuaHdadsuperior de su escuela (y sólo me refiero á la técnica):
y que nunca compromete su personalidad porque
tampoco se le discute : se le acepta como aceptamos
lo ambiente : el aire no obstruye para ver.
En Augusto de Armas, naturalmente, hay, para
que sea más justa la definición que damos de él, algoá la manera de Gautier, algo á la de I,econte de
Ivisle, de Heredia, de BanviUe, de Baudelaire muylejanamente (en la Bonté Divine, por ejemplo) yhasta de Verlaine en sus primeras poesías.
So pretexto de parnasismo, y sin alcanzar nunca
una gran fuerza plástica, se despoja de toda pasión
intensa; y, en verdad, hay instantes en que apetece-
ríais hallar en sus versos redondos y monótonos.
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algún fuerte estremecimiento vital que os librara de
tan enojosa uniformidad; oir con más insistencia « la
clarinada ardiente del deseo » que deja sonar una
sola vez, en el soneto á Armand Silvestre, ó cualquier
otra intensa que no repose, como Fondis, donde sin
duda hay muy nobles versos, sobre un sentimiento
vulgar.
En el prólogo de las Rimas Bizantinas, se mani-
fiesta temeroso de disgustar con aquellos de sus
versos en que pinta « sus momentos de fe y de
orgullo ».iComo si fuera vedado al poeta retratar
su espítriu Pero tales eran los tiempos, que hasta
se cree obligado á disculparse y á explicar éstas quele parecían audacias. Y no conforme con haber
dicho, como para disfrazarse, acobardado de ser
poeta, que sus versos « no son sino estudios sobre la
versificación francesa » añade, por rechazar más aún
todo cargo de personalismo, que él pinta lo que ha
visto en otros, que « ha pintado la conciencia deotros más que la suya ». Según afirma después, los
sentimientos expresados por él son comunes « á esta
numerosa multitud de jóvenes desconocidos que
luchan, etcétera, etcétera )). Dice después cómo, por
extranjero, no pudo aventurarse en las modernas
atrevidas metrificaciones y que así, sólo se permite
ciertas licencias ya sancionadas (y las enumera sin
perdón). Y concluye, tímidamente, casi pidiendo
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CUESTIONES ESTÉTICAS I73
benevolencia para su libro. Es decir, que pide perdón
de todo, que quiere explicarlo todo y dar las razones
de todo.
Así como observa William James que hay pensa-
dores que se pasan la vida en pedir el permiso de la
razón, en adquirir carta de racionalidad para el
mundo de la filosofía, y otros que ya nacen armados
para ello, pudiera decirse que Augusto de Armas
pierde mucho de sus fuerzas en pedir permiso á la
Poesía y en dar explicaciones. Emerson tiene razón
que le sobra : no es posible perder el tiempo en
explicaciones, y vale más escribir I^UBIE, á la
entrada de nuestro taller.
1^0 cierto es que Augusto de Armas habla mucho
de sí propio sin lograr hacerse interesante. ¿Será,
justamente, porque teme ser personal y retrata
emociones ajenas, ó por lo menos, comunes á tantos?
— En su estilo, ya lo supondréis, hay derroche de
metales de fragua y colores heráldicos. Con los coloreselementales hace bellas combinaciones al modo de
Heredia. Notaréis que ciertos poetas de vigor
plástico y sensual acuden con frecuencia á los colores
elementales : Osear Wilde tenía la obsesión del rojo,
del púrpura, del escarlata. En cuanto al color
blanco de Gautier, puede decirse que lo emplea
demasiado sistemáticamente para creer que fuese
una sincera afición de su sentido. De Thomas Grif-
10.
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174 CUESTIONES ESTÉTICAS
fitbs Wainewright, el artista envenenador, afirma
Wilde que tenía pasión por el verde, y añade : « por
el verde, que es siempre signo de sutil temperamento
artístico y denota, en los pueblos, xm relajamiento,
si no una decadencia de las costumbres ». Y don
Marcelino Menéndez y Pelayo ha notado que
Góngora hacía versos por « el solo placer de halagar
la vista con la sueva mezcla de lo blanco y de lo rojo ».
Augusto de Armas, cosa que también puede
figurar con las cualidades del estilo, habla mucho
del orgullo poético. No hay duda en que las grandes
rirtudes se sienten poco á sí mismas y, ocupadas en
su desarrollo, es difícil que se paren á contemplarse.
Sin que pretenda satisfacer la baja necesidad de la
clasificación, diré que Augusto de Armas, por lo
menos, no es un parnasiano realizado : explica
demasiado el procedimiento (véase Decorum), y ésto
choca con el arquetipo del parnasismo. Incurre,
además, en tma constante manifestación de vulga-
ridad,
— aimquehaya sido la
modade nobleza
artística en cierto momento de la Uteratura, — la
cual consiste en preocuparse é indignarse con que
el vulgo desprecie al arte ó al poeta, ó no los entienda.
I/a inatención para estas minucias, la indiferencia, la
falta de reacción, son aquí los verdaderos timbres
de la aristocracia mental.
Cae también el autor de las Rimas Bizantinas en
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CUESTIONES ESTÉTICAS 175
la debilidad, ésta sí imperdonable, de lamentarse
por su dolorosa cruz de poeta, que le impide gozar
la vida á la descuidada manera de los burgueses,
iComo si pudiera la dicha constituir el objetivo
y la única mira para im ser tan dotado del sentido
espectacular cual es el poeta I^a verdadera felicidad
del poeta es tener sobre qué escribir sus poesías, y
en su canto ha de tener su orgullo. Así se salva del
dolor. ¿Y por qué ha de aparentar necesidades
que no tiene y dolores que en verdad no sufre? Bl
verdadero artista exclama, como Flaubert pensando
en sus dolores : « yo me vengaré algún día, utilizán-
dolos en tm libro )> — Aparte de que hoy, cuando
ya se nos ha enseñado como moral de vida aquellasegún la cual la existencia implica un optimismo
fimdamental, que se afirma en el regocijo de existir,
en el placer de la fuerza, (en el espectáculo, diría
Jules de Gautier), complacida en ejercitarse,podrían
satisfacernos las quejas concretas que retratan un
qolor especial, pero no las abstractas,— y entiéndase
due hablo de poetas, — á no ser que ellas presu-
pongan una verdadera filosofía pesimista : siempre
respetable, como todas las filosofías. — No niego
el dolor á los poetas, el dolor humane, pero no creo
en el dolor de ser poeta.
En otra debilidad incurre el poeta, y de peor
gusto si se quiere : recuerda con melancolía sus días
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CUESTIONES ESTÉTICAS I77
de los hombres, por mucho que el poeta las hayatrabajado religiosamente, como artesano enamorado
agradecido de sus herramientas. — También nuestro
Manuel José Othón, aún no conocido ni admirado
suficientemente entre los Uteratos de habla española,
y en cuyas honras deberá emplearse la joven genera-
ción literaria de México, al final de su Himno de los
Bosques, — este prodigio de poesía onomatopéyica
en que el poeta, como haciendo epidermis suya
la de los montes y los campos, siente en sí todos las
sensaciones campestres de un día tropical,— hace
decaer el tono admirable comparando las horas
del día á poemas, elegías, baladas, y el ruido divino
de la tierra, á los (( versos de un divino florilegio ».
— Todos sabéis, por último, de algún soneto dedi-
cado al soneto, y yo sé también de poetas que, en
vez de hacer hermosos versos parnasianos para
pintar la belleza de una mujer, confórmanse con
dirigirle este elogio muerto :
Pasas con la belleza de un verso parnasiano »
No quiero decir que estos vicios sean nuevos ni
menos traídos por la generación de el Parnaso. Muyal contrario : á medida que se estudia y se revisa á
los parnasianos de espíritu mejor adaptado para su
escuela, se ve que, por su excelente deseo de ocultar
el procedimiento (condición vital del arte, que hace
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178 CUESTIONES ESTÉTICAS
SUS obras tan acabadas como las de la naturaleza,
y sin la cual, según el decir de Unamtmo,—muy acer-
tado en los detalles psicológicos, — parece que el
artista deja á su obra los andamios) huyen de esta
tendencia absurda. Hasta llegar á Heredia, el verda-
dero y genuino parnasiano, que no perdió el tiempo
en explicaciones ni las fuerzas en frotamientos; tan
poco amante de lo que fuera ponerse á admirar sus
propias virtudes, que en aquel café de Catulle
Mendés, adonde sin duda no se reunían para otra
cosa los parnasianos, nunca se encontraba José María
de Heredia, ocupado en pulir sonetos ó en leer
manuales de joyero del siglo XVI, que le intere-
saban más que la lectura de Los Tres Mosqueteros.
Heredia ne vient jamáis. II est trop chic.
Porque los otros parnasianos, ó no se realizaron
por motivos imposibles de analizar, ó tenían, como
alguno de ellos muy generalmente leído, espíritu
demasiado vulgar. Y Heredia, ciertamente, comoel héroe que propone Gracian, logró, con sus medios
de arte y su silencio interior, practicar « incompre-
hensibihdades de caudal », no dejarse sondear el
fondo y provocarnos la curiosidad de sus escondidos
tesoros. —Ya se sabe que los tesoros ocultos siempre
se imaginan fabulosos.
Pero Augusto de Armas no practicó inagotabiH-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 179
dades de caudal, porque nos descubre, á pesar suyo,
ima personalidad poco sustanciosa, si bien una fina
cultura á veces y una buena elegancia en la mayoría
de los casos. Algunas de sus poesías, sin embargo,
pasman por el mal gusto con que están hedías. BnPresseníiment hay versos como éstos, cuando el poeta,
buscando en el cajón de sus recuerdos, exclama :
Pas de lettre qu'un rayón dore,
Débordant d'im pudique émoi,
Commen9ant par un : Je t'adore,
Finissant par un : Aime-moi.
Rien que billets de quelque aífairs
Traitant en termes désolants,
Quittances dont je n'ai que faire,
Contrats, récépissés, bilans
Y asombraos de que este mismo sea el poeta tan
indignado ante el vulgo y que insiste en hablar de su
orgullo de artista. — En la propia poesía, poco más
adelante, dice, como Víctor Hugo en cierta ocasión,
que aún no cumple veinte años de vivir. Másextraño aparece entonces el sentimiento de la poesía.
Antes de los veinte años ¿quién se pone á registrar
viejos cajones? ¿ni quién, sobre todo, se siente ya
cenobita y solterón como se presenta ahí el adoles-
cente poeta? Yo, al igual de Paul Verlaine, prefiero
L'amour vainqueur et la vie opportune.
Y ésto último, particularmente.
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l80 CUESTIONES ESTÉTICAS
El poeta que voy estudiando, elige á veces ingra-
tísimos temas, como el amor entre primos, para
discurrir sobre la voluptuosidad de un amor en que
se es juntamente hermano y amante. Á veces, como
en Amour supréme, por medio de una importuna
intelectualización de cosas desagradables al espíritu
y al sentido humanos, no logra inspirarnos el amorá una muerta, sino disgustarnos con la infantilidad
de sus paradojas.
Su técnica del alejandrino, sin ser de una gran
variedad, llega hasta lo que se ha llamado de tres
heinistiqídos. Y los Versos Blancos, endecasílabos á
la manera española, son, en verdad, una bella reali-
zación técnica.
Y es que como virtuoso Augusto de Armas satis-
face y deja complacido. Es, casi siempre, maestro
de sus formas.
El veintiséis de Julio de 1853, Amiel, en su Diario
Intimo, — que tiene más ideas y menos emociones
de lo que se acostumbra decir, — escribía :
« ¿Por qué hago mejor y más fácilmente los versos
cortos que los grandes, las cosas difíciles que las fáci-
les? Yo no oso moverme sin trabas, ni mostrarme
sin velos, ni obrar por mi cuenta, creer en mí
mismo y afirmarme; en tanto que un simple juego,
distrayendo la atención de mi ser propio hacia el
objeto, del sentimiento hacia la habilidad, me hace
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CUESTIONES ESTÉTICAS l8l
sentirme á gusto. En suma:
mi defecto es la timi-dez.—Y hay también para ésto otra causa : temo ser
grande, pero no ser ingenioso; poco seguro de mi
talento y de mi instrumento, rae consuelo entre-
gándome al virtuosismo; asi sucede que todos mis
ensayos literarios hasta hoy pubHcados no son sino
estudios, tanteos para probarme ante mí mismo.
Dedicóme á hacer gamas, á registrar mi instrumento
á hacerme la mano, y á asegurarme de la posibilidad
en que estoy para ejecutar; pero la obra nunca llega.
Y mi esfuerzo expira, satisfecho de su poder, sin
llegar jamás á querer. vSiempre estoy -preparando ynunca realizo ».
Asi pensaba de si mismo este hombre prodigioso
que se libró de su esterilidad describiéndola en el
Diario íntimo.
Acaso por mucho la psicología de Augusto de
Armas corresponda á tal psicología; pero aminorada
en vista de la muy diversa calidad de espíritus y
la diferencia que va de uno á otro. Hacer un paraleloentre ambos, fuera torpeza. Sino que las palabras
de Amiel citadas sirven para resolver el problema
de muchos. Aunque sea para orientar en la resolr.-
cion. — Augusto de Armas no es sin duda tan
complicado. Sus ideas maestras son elementalí-
simas : orgullo de artista, tristeza de ser poeta y no
burgués, indignación de artista contra el vulgo. Y11
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l82 CUESTIONES ESTÉTICAS
algunas otras fórmulas poco elocuentes, que no
hacen pro á la inteligencia del poeta. — Augusto
de Armas, si no lo hubiera restringido un tanto el
parnasismo, habría entrado de lleno en estos modos
de poesía actual que pueden ser denominados de
lirismo ó subjetivismo abstracto, — ellos son otra
consecuencia de la escuela romántica.
Cuando se vivía románticamente, vagaba la
existencia entre aventuras y fatigas que la tornaban
rica, inagotable caudal para el poeta; ó ya los
mismos acontecimientos vulgares se vistiesen, —coa fantásticas interpretaciones, — de un interés
y de un fulgor casi legendarios; ó ya de veras los
acontecimientos, imitando al arte exaltado, partici-pasen del estremecimiento romántico que poblaba el
aire.—En medio á la agitada vida de los hombres, el
poeta, exacerbado el sentimiento de su personalidad
por el choque con las energías de afuera, no hallaba
mejores motivos para su labor que el tesoro de sus
acciones y de sus pensamientos, — los cuales,
envueltos en la interpretación artística, brotaban,
como en raudales de luz maravillosa, adornados con
divinas mentiras. I^amartine se copiaba en su
Rafael; se confesaba, en el Rene, Chateaubriand; yMme de Staél se sentía vivir en su Corina.
Hasta es lícito pensar que algunos poníanse al
influjo de ciertas experiencias de la vida sólo para
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CUESTIONES ESTÉTICAS 183
tenersugestiones
dearte.
Yase
ha dicho que elamor de Musset y de George Sand no era sino una
continuada pose que proveía preciosas situaciones
para versos románticos.
La aventura romántica, que tiene de caracterís-
tico, — contrariamente á la vulgar opinión, — el
ser una ruda prueba vital adornada con armas, con
letras y con amores, agitaba entonces sus alas de
llamas ante los ojos de los poetas, influyendo la vida
hasta trocarla en escenario de ensueños ó de leyendas
épicas, y trayendo los fantaseos de la imaginación
á la reahdad más inesperada. La vida parecía de
capricho, y una como alteración de su ritmo
solemne purificaba sus fuerzas entumidas. Y, tras-
mutado en reaHdades el sueño y vestidos los hechos
diarios con ropaje de arte, claro era que hasta las
discusiones eruditas tomarían aspecto de hazaña
y que la supuesta imposibíHdad de la travesía de
Leandro entre Sestos y Abidos quedaría resuelta
por Byron, en hazaña de nadador digna de unelogio pindárico. Por Byron, quien, aparte de las
portentosas acciones que todos conocéis, y á no
haber muerto, sin duda, — dice Edmund Gosse, —se hubiera hecho coronar rey de alguna isla griega.
Todas las cosas del mundo merecían entonces un
interés inusitado; y añadid á ésto, ya en el puro
campo del arte, el anhelo juvenil de unirse, de se-
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184 CUESTIONES ESTÉTICAS
cundar la nueva escuela: asistir á las representacio-
nes de Hernani, no menos que tener acceso al
cenáculo de Víctor Hugo, era para los jóvenes de
París, — aquellos jóvenes que se entristecían de no
ser pálidos, — algo ardientemente apetecido, que
todos guardaban como íntima aspiración, y que los
ponía á temblar de regocijo cuando Gérard de
Nerval, corriendo por las calles y por las casas
donde vive la juventud, los abordaba con una invi-
tación del Maestro. Y hacia éste acudían todos,
turbados, anhelantes, como los mancebos cuando
visten por primera vez la toga pretexta.
¿Y aquel chaleco rojo de Théophile Gautier, con
que asistió á la primera representación de Hernani,
escándalo de las gentes y deleite de los burlones, cuyo
vivo color debía grabarse en los ojos de los hombres
tan firmemente como im « signo del tiempo » ysímbolo del romanticismo francés? Ved ahí el más
insignificante detalle cambiado en bandera de pro-
testa contra una civilización que, según la frase del
propio Gautier, no era colorista.
¿Y Víctor Hugo, apartado en mía isla lejana á
« contemplar el mar » [regarder Vocean)?
Pero ¿qué mejor signo de los tiempos que los
suicidios provocados por Werther ? Goethe, mezclando
datos de su vida
yde la del joven Jerusalém, hizo,
según su decir, arte con materia de la vida, y se
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CUESTIONES ESTÉTICAS 185
libertó de la obsesión del suicidio (que era ambiente)
mas aquellos de sus amigos á quienes la lectura del
libro arrastró á la muerte, hicieron vida con materia
del arte, y se contaminaron con el virus que el
poeta había echado de sí por medio de la expresión
literaria.
Pero vino, posteriormente, el modo burgués de
vivir, y quienes no reaccionaron con el parnasismo,
quedáronse, á seguidas del simbolismo, con el hábito
de hablar de sí propios. Mas hé aquí que ya, por ley
general, nada acontece á los hombres de extraor-
dinario y particularmente á los poetas, y que éstos
se han refugiado en un concepto abstracto de la
personalidad. De ellos, — como de los filósofos, dice
Walter Pater que son « poco más que abstracciones
intelectuales », — puede afirmarse que son <( poco
más que abstracciones sentimentales ».
Quien no se sienta vivir, que no hable de su vida
ó caerá en el concepto abstracto de la propia perso-nalidad. Bl cual se resuelve hoy en versos donde « la
propia sabiduría» y la «propia alma» y algunas otras
abstracciones, en que más bien cuenta el poeta la
formación de lo que pudiera llamarse categorías del
sentimiento, que no la historia de sus sentimientos
y su formación individual, distinta, concreta, dan
como el marco de lo que podría ser vm poema román-
tico, rico de acciones y de sentimientos directos, y
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INTENCIONES
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TRES DIÁLOGOS
11.
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TRES DIÁLOGOS
El Demonio de la Biblioteca
¡ESPUÉs de largo silencio, Valdés, tras de
suspirar desahogadamente, se acomoda en
el sillón, mira por la ventana al jardín, yempieza :
— Oigo, poeta, la voz de mi demonio interior, yvoy á charlarte. ¿Afirmas que de contemplar tu
diligencia ganaré afición de escribir? ¿que me has
sorprendido improvisando con facilidad versosde burla, y que me traes á tu taller porque viéndote
en la obra me persuada á hacer fecunda mi vida? Ybien : me has hecho sentarme á tu lado á que te
contemple laborar. I^argo tiempo hace que gesticu-
las sobre el papel, ó ya moviendo la mano nerviosa,
armada con la pluma, como á la cadencia de los
versos que te miro alinear, ó ya pronunciando con
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192 CUESTIONES ESTÉTICAS
insistencia palabras aisladas, sílabas incoherentes,
empeñado sin duda en apreciar, por múltiples
ensayos, la correspondencia del ruido con el pensa-
miento. Yo nada hice entretanto : yo te miraba yremiraba, hasta que, cansado de la monotonía de tus
gestos, convertí la vista á tus libros y á tus estantes,
y, paseándola por todos los títulos, fui, en síntesis,
recordando todos los asuntos, — que yo también
he leído ya los libros todos. Y ¿cuál provecho dirás
que traje de mi imaginado paseo? ¿consejos de
labor? ¿alientos y entusiasmos por fin? No, sino
la más completa negación al espíritu. Quédeseme
el ánimo vacío, porqueyo ibacomo prendiendo á cada
libro las emociones que solicitaba de mí y, — conse-
cuencia de mi esterilidad incurable, — en vez de
que algo naciera de súbito, cual una reacción, quedó
mi espíritu desplegado, como tenue velo flotante,
esparcido por el espacio de tu biblioteca, y yo mesentí disuelto, disgregado, despersonalizado; tanto,
que para cobrar mi concienciay
encontrarme,
torné á mirarte, pues de seguro la chocante
imagen del hombre-que-trahaja habría de hacer
reaccionar mi espíritu, como sucedió en esta
vez, plegando hasta mí el esparcido enjambre de
mis pensamientos alados, que flotaban sobre tus
libros y que tornaron al encierro de mi ser como
entraban á la cabeza del Pater Seraphicus los que-
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CUESTIONES ESTÉTICAS I93
rubines del poema. ¿ Qué has ganado? ¿qué heganado? Nada, sino aumentar instantes de ocio á
los muchos que ya cuento en mis años.
Castro. — Por mucho que no me convenzan tus
sutilezas de introspección, he de confesarlo : yo
también perdí en el ensayo;pues, cuidando de lo que
hicieras, malogré los versos que escribía; los cuales
proyectaba mostrarte luego de acabados, Pero no
negarás que intentaste ponerte á la tarea : que yo te
vi mover la mano, armada con la phima, y de juro
intentaste algo ó escribiste un título siquiera.
Vai^dés. — Uno escribí, sugestivo por extremo
y digno de ingenio menos estéril. He pensado cedér-
tele porque lo aproveches tú que laboras. Dice así :
Molestias del trato de poetas.¡Qué ¿Te turbas? ¿ni
un título acertó á formular mi esterilidad?
Castro. — ¿No he de turbarme, no he de inquie-
tarme?jQue sólo discurras, cuando discurres, temas
de destrucción y negaciones é ironías ¿Y voy yo á
escribir argumentos contra los míos y contra mí ? ¿ódesde cuándo ha de negar al artista quien se consagra
al arte ?
Valdés. — Creí que entendías el arte con exclu-
sión de sectarismos. ¡ lyos tuyos ¿No has renegado
de los otros poetas ? ¿Formas falange ? Aún pensaba
yo de tí mejores cosas. ¿Y se puede, si se es poeta
devoto y nada más, aceptar otros versos que los
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CUESTIONES ESTÉTICAS I95
Castro. — Si para tales cosas supiera yo que mehabías interrumpido, hubiera continuado en mi
menester cerrado la atención á tis necedades;
pues ésta e5 también facultad de poetas.
VAI.DÉS. — No hables en vano. Nada lograrías
en continuar alineando vers s. Confesaste, hace
breve tiempo, que á ningún provecho te iba llevando
tu tarea. Además ¿los poetas pueden cerrar la
atención á las cosas inoportunas ? No lo creo. Goethe
cuenta que se veía obligado á escribir con lápiz
porque el sólo ruido de la pluma bastaba á turbar
la disposición poética de su espíritu. Los poetas son
profesionalmente inquietos. lyos conozco 3'o que
emprenden verdaderos ataques contra algún insecto
que revolotea en redor de su lámpara solitaria en
tanto que escriben.
Castro. — ¡ Y bien Ya podías haber escrito todo
eso, pues para otrasproducciones no sabes orientarte
Vai^dés. — Ni para ésta sabría. Los espírituscomo
el mío no están hechos para desarrollar los temas,sino únicamente para inventar los títulos. Nada
de lo que yo dijera á propósito de tan hermoso
asunto, valdría su sencilla enunciación : ¡ Molestias
del trato de poetas ¡Qué sugestivo ¡ cuan rico y
jugoso título Ahora me alegro de que lo hayas
tú rechazado
yte voy á decir por qué : vosotros, los
que escribís por hábito, tenéis una desastrosa manía;
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196 CUESTIONES ESTÉTICAS
pensáis que los asuntos admiten desarrollo¡ Grave
error — lyos latinos especialmente son culpables
en ésto. No; lo que admite desarrollo, nunca es un
tema, nunca es una idea, sino que el desarrollo lo
finge un fluir constante de evocaciones, de ideas
varias, ó es una enojosa repetición del mismo con-
cepto en varias formas, de las cuales sólo una es
perfecta y las demás ociosas : á esa llamo yo el
iíiulo. Prosigo : si te pusieras á ercribir sobre el tema
propuesto, desde la primera línea, necesariamente.
lo darías por abandonado, á menos que volvieses
á escribir las mismas palabras; y correrías á tratar
otras ideas : las que aquella inicial te sugiriese por
simpatía. I^os lectores que anotan sus libros sabenque cada idea que señalan, queda resumida en una
sola frase de las escritas por el autor: frecuente-
mente, en una sola palabra : un verbo, por ejemplo:
un artículo, un régimen ¿ por qué no ? — lyO demás
es ima masa de palabras imprecisas que han sido
escritas como en vista de un lector que no tuviese
el cerebro acondicionado según el cerebro de los
hombres. lyos hombres no necesitan leer todo mi
libro, sino algunas frases : aquellas justamente que
expresan los temas, los asuntos, los títulos. Bien lo
saben los negociantes, y han adquirido ya una espe-
cie de sentido nuevo, una orientación natural que
luego les lleva á advertir, con solo un vistazo, entre
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CUESTIONES ESTÉTICAS I97
los muchos oficios, cartas y circulares que reciben,
las dos ó tres únicas frases que son para leídas. ¿Qué
más? Si hasta los sistemas filosóficos se reducen á
ima sola frase. Schopenhauer lo entendió asi.
Castro. — Según tu extraño entender ¿qué seria
un libro ? ¿qué cosa debe ser ?
Valdés. — Un hermoso título y nada más. Hayfrases que valen por sí todo el libro. Ésto lo admite
todo el mundo ¿no es cierto? Pues bien, esa frase
que vale por el libro todo es la única que debió
estamparse.
Castro.— ¡ Y qué ¿valdrían muchas veces estas
frases, estos títulos como tú los llamas, independien-tes del cuerpo de frases en que toman vida, inde-
pendientemente del libro, en suma?
Vai,dés. — Si son perfectos, sí. No, si son imper-
fectos : en ésto, como en todo, hay una enorme
escala de gradación, — Veo sobre tu mesa un libro
de Francis Jammes. Busca en el índice : hallarás un
artículo denominado El Gato. I^ee ahora lo que éste
contiene.
Castro {leyendo).— (( Kl gato, este perro de los
pobres... » ¿Cómo, Valdés? ¡ aquí no dice más
Vat^dés. — Ni hace falta : es un título perfecto.
Francis Jammes no quiso echarlo á perder con un
enojoso desarrollo. No admitía, por cierto, mejor
enunciación esa idea, que una corta frase, trunca,
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ig8 CUESTIONES ESTÉTICAS
suspendida. Á ésto llamo yo saber escribir. I^a
raayoría se expresan mejor cuando hablan que
cuando escriben, pues en cuanto se ponen á ésto, ya
los tienes usando formas inexpresivas, impersonales,
y, lo que es peor, creyendo que, por faltar la mímica
y la presencia humana á la emisión de ideas, requie-
ren éstas más desarrollo y explicación cuando escri-
tas que cuando habladas. El grado de inteUgencia
de los hombres podría medirse, tras del mal hábito
mental que nos han traído los desarrollos, por la
mayor ó menor faciUdad para encontrar los títulos,
estas islas perdidas en el océano de las páginas.
«I/C secret d'étre ennuyeux
c'estde tout
diré»,
sentía Voltaire ; lo cual no le impidió ser autor de
la Henriada. Si vosotros escribierais por títulos, la
humanidad entera aprovecharía mucho en ello,
pues la daríais una gimnasia interior que no
podría sino ser en bien de la inteligencia. Yo adoro
por eso á los hombres frivolos que se enamoran
de las bellas frases : son los inconscientes seducidos
por la buena doctrina. Vosotros sois ya demasiado
conscientes para ésto : escribís como los romanos,
procedéis por deducciones, por sorites intermina-
bles : sois escolásticos. Ivlenáis vuestros estilos de
fórmulas de lógica, de argumentos. ¡ Y todo es
manía de desarrollo ¿Cómo la llaman en latín?
iFacundia, es verdad, facundia Y bien : la factmdia
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CUESTIONES ESTÉTICAS I99
y la escolástica os han perdido Á vosotros parti-
cularmente, los que escribís en castellano. ¡ Oh, si
los hombres no desarrollaran sus temas, cuan inteli-
gentes harían á los hombres I^os autores que
desarrollan mucho son insoportables y hacen torpes
á los lectores : por tal razón, debiera prohibirse en
nuestros institutos de enseñanza la lectura de Spen-
cer, que tan lamentables efectos produce en las
mentes juveniles. Los mismos profesores deberían
perorar menos : si fuere posible, que hablasen
como los antiguos oráculos : es decir, por títulos.
¡ Oh, si los hombres escribieran por títulos — Kn
cuanto á mí, es muy cierto, que envidio á aquel Er-nest Reyer cuya única gloria fué dejar un hermoso
título : De la influencia de las colas de los peces en
las ondulaciones del mar. Y, en cuanto á WHiistler, aun
cuando no me haya ocupado en leer su libro, estoy
firme en que no ha de valer lo que vale el título.
Dice así : El noble arte de hacerse enemigos.
Castro. — He aquí las consecuencias del ocio
mental, ¿á dónde has llegado? ¡ Mira de dónde vie-
nes, mira dónde vas á parar ¿No te detiene el
respeto de la inteligencia humana ni de sus obras
admirables? ¡ Y que no me dejes siquiera averiguar
si son de veras ó en burla tus palabras ; Y que cul-
pes á los latinos de lo que es manifestación de las
leyes del pensamiento
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200 CUESTIONES ESTÉTICAS
Vaedés. — Pues ¿he de culpar á los griegos? No,
que ellos al menos no ocultaron el subterfugio.
Ellos no procedían por silogismos. Frecuentemente
hasta suprimían la cadena intermediaria de título
á título. Por manera que sus escritos nos impre-
sionan como una serie de antorchas luminosísimas,
plantadas entre la noche y de trecho en trecho. —Afortunadamente posees Teócrito. Voy á leer un
trozo del Hylas :
« Y el mancebo acercó el ánfora honda para su-
mergirla en el agua, cuando las ninfas asiéronle por
la mano y se prendieron á ella, pues Eros se había
adueñado desus corazones,
turbados porla
pre-sencia del niño argio. Y éste cayó, en medio de las
aguas profundas ; — tal la estrella que rueda desde
el Uranos hacia el mar, al hora en que el marino
dice á sus compañeros : ¡ muchachos, descoged las
velas, el tiempo va á sernos propicio — Y las nin-
fas, colocando sobre sus rodillas al niño, consolá-
ronlo con suaves palabras. »
Observa aquí la atrevida manera de escapar, por
medio de la imagen, de la estrella errante. Observa
cómo el poeta no oculta, no disfraza que el des-
arrollo es una mentira : la imagen del niño blanco que
cae le despierta, por simpatía, la imagen de la
estrella blanca que cae ; y tras ésta se va, hacia el
mar; y el mar lo hace hablar de los marinos; y así,
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CUESTIONES ESTÉTICAS 201
con las frescas palabras del piloto, remata una serie
de asociaciones de ideas que poco ó nada tienen de
común entre si para el objeto lógico del discurso,
pues á veces son meras asociaciones verbales. Lo
lógico sería detenerse á describir las angdstias del
que se cree en peligro de muerte, el agua agitada
que se cierra sobreel caído, los
temblorososcírculos
concéntricos de las ondas; ó sea, describir lo que Ovi-
dio hubi .a descrito ¡latino al fin ) con su acos-
tumbrada lentitud. Pero Teócrito, después, tras
de llevarnos tan lejos, hasta e barco de los mari-
n ros, súbitamente, sin encadenar, sin hacer silogis-
mo? ni desarrollos, nos trae de nuevo al primer
asunto : « y las ninfas, colocando sobre sus rodillas
al niño, consoláronlo son suaves palabras ». — Este
arte ( también es el de Píndaro), consiste en seguir
un desarrollo ciertamente (si le quieres llamar así),
pero bien distinto del desarrollo lógico; antes ca-
prichoso, inesperado; que no sirve para explicar,
lo cual sería ocioso, sino para distraer, para que la
mente del lector pasee y divague, en amplios ro-
deos mientras va de título á título.
Castro. — ¿De título á título? ¡ Ah, es verdad
Olvidaba la significación especial que estamos dan-
do ahora á esta palabra.
Valdés. — A falta de mejor nombre, usemos deese. 1/5 que yo entiendo por un titulo es, no lo que
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202 CUESTIONES ESTÉTICAS
comunmente se entiende, sino toda frase ó proposi-ción insustituible, insuprimible, que envuelve ycompendia en si todo lo que el llamado desarrollo
no hace sino diluir ó repetir por modo pleonás-
tico.
Castro.— Asi, pues ¿mantienes que el desarrollo
lógico, cuando no es ima pura sarta de ideas varias
unidas so pretexto de discurso, es una. repetición de
lo dicho en el titulo ?
Vaedés. — Ciertamente. Has precisado mis con-
ceptos.
Castro.— Es decir : que el desarrollo en deduc-
ción, cuando se vá de ideas más generales á las
comprendidas en ellas es ocioso y es sólo petición
de principio ?
Valdés. — Me felicito de que tu hábito de escri-
tor, ó sea de escolástico, te haya permitido reducir
á la forma técnica, al tíhilo, lo que yo no había he-
cho sino desarrollar en mi charla.
Castro. — También me felicito yo, que no hasido üoja tarea. — Entonces, caes en la vieja dis-
cusión : el silogismo es petición de principio.
Valdés. — Es verdad.
Castro.— Tengo, pues, los medios para comba-
tirte. Dime : ¿tu espíritu conocerá claramente las
connotaciones ysugestiones
queencierra
unapro-
posición general, un título ?
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CUESTIONES ESTÉTICAS 203
Valdés. — Podrá ser que conozca más ó menosde las que los otros conocerían.
Castro.—Y de todas estas sugestiones ¿cuál ele-
girá?
Vai,dés. — Ante todo, paseará por las que le
sean familiares, y elegirá, después, la que más acor-
deesté con mi ser completo, la que más simpática
me sea.
Castro. —¡Qué imprecisión Ya ves que así,
con mis títulos, no te comunicaría yo mi pensamien-
to, sino que movería solamente el tuyo
Vai^dés. — ¡ Pues si ésto es precisamente lo que
yo deseo Así es como debiera escribirse. I^os hom-
bres seríamos así más dueños de nuestro caudal in-
terior, y lo acrecentaríamos notablemente con el
ejercicio. Además ¿qué otra cosa es hablar? ¿Ó
piensas tú comunicarme justamente tus ideas con
tus palabras? No, mi inocente poeta. Cada palabra
tiene para mí una riqueza de significaciones, y hasta
un repercusión en todos aquellos agentes de misensibilidad que intervienen para escucharla ó para
emitirla, que no tiene para tí sin disputa; porque
yo soy un hombre y tú otro, y porque tiene, pues,
tu vida otras experiencias que las mías y otros
recuerdos, y otras adivinaciones.
Castro. — Posees infinitos recursos, como quepartes de la base de no detenerte ante respeto nin-
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204 CUESTIONES ESTÉTICAS
guno. Igualmente fuera yo capaz de afirmar cuales-quiera cosa, si me resolviera en partir de este fun-
damento : el absurdo debería ser lo concebible, lo no
existente debería existir en vez de lo existente.
VaIvDÉs. — El caso es, mi inocente poeta, que tú
no serías capaz de partir de tales principios. Por lo
que no debes juzgarte capaz de afirmar cualquiera
paradoja. Concedes mucho á tu razón. Tu ser y tu
razón no son igual cosa : que aquella conciba un
acto, no da á éste facultad para emprenderlo.
Castro. — Pero, Valdés ¿me dejarás al fin que
prosiga? ¿Y tú, ha poco, me estabas tachando de
escolástico? Déjame, que pues por ahí no eres ata-
cable toda vez que niegas sus fueros á la razón,
déjame te recuerde algo que dijiste. Decías que el
desarrollo puede también ser una serie de ideas
asociadas, de las cuales, si bien te entiendo, cada
una se comprende en título aparte?
Valdés. — Así es.
Castro. — ¿En tal caso admitirías que un libro
constase de varios títulos?
Valdés.— lyo admitiré yo de buena gana porque
ya veo cómo quieres reducirme á afirmar que, pues
toda idea se comprende en otra más general, y asi
ascensionalmente hasta llegar á alguna que lo sin-
tetice todo, sólo un libro puede escribirse y bajo este
título insustituible : ¡ Universo — Pero llevas
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CUESTIONES ESTÉTICAS 205
demasiado lejos tus conclusiones y yo hice mal en
dejarme arrastrar de esta suerte. Tu manía de demos-
tración te ha perdido aquí y me ha perdido. Quédate
en lo que fundamentalmente he afirmado y no lo
extremes hasta los absurdos : que un bello título,
sería, en resumen, un conjunto de palabras insus-
tituibles {¿ no tienes devoción por Flaubert ?).
Y que tales títulos hay que, por perfec tos, no admi-
ten desarrollo ni comentario. Así el propuesto :
Molestias del trato de poetas.
Castro. — Harto se ha ganado con reducirte á
tales términos...
Valdés. — Voy á concluir :... que la tendencia
al desarrollo ha inficionado la prosa con deducciones,
distingos, rectificaciones, paradojas, antítesis, 3-
una infinidad de fórmulas escolásticas; por lo cual,
y particularmente el estilo castellano cuyo apogeo
es hijo de la educación escolástica que, después de
su florecimiento y bajo los ataques de Raimundo
I/ull y de lyuis Vives, perduró en la enseñanza y
saturó todas las mentes, el estilo castellano se ha
acumulado de barreras y estorbos, de relativos, de
condicionales, que turban la transparencia de los
párrafos y su impulso lírico y amplio, que esconden
entre espinas las flores sangrientas de los místicos,
alargan enojosamente los discursos de todos,
quiebran las frases con fastidio del ánimo y con pena
12
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206 CUESTIONES ESTÉTICAS
de las orejas, y dan su postrero y refinado fruto en
los acertijos de don Francisco Gómez de Quevedo
Villegas y en las agudezas de Baltasar Gracian, Yésto sin contar con la castiza tendencia á la prosa
casera y á los chistes largos, tan largos que de camino
pierden su particular encanto (pues el ritmo de los
donaires ha de ser rápido y ligero).
Castro. — Aunque ésto último que has dicho
es ya tma nueva teoría, he de dejarte correr hasta
que pares el impulso, pues no hay medio humano
de sofrenarte.
Valdés. — He terminado ya : voy á pasear al
jardín. Kn el ambiente de tu taller azota el aburri-miento con sus alas de plomo y los sueños de cabeza
pesada asoman por los rincones del salón y tras de
los libros.
Castro. — ¿Qué haré yo entretanto?
Valdés.— Un hermoso títtdo te dejo : Molestias
del trato de poetas : trabaja en ello.
Castro.— No ; es ese un título perfecto ; lástima
daría malearlo con un desarrollo escolástico... Voy
contigo al jardín.
1909.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 207
II
El- Duende de i.a Casa.
Valdés. — No ha sido menester que yo añadiese
á mis consejos los muchos formulados por autores
de tu devoción, sobre las ventajas del ocio. En pocos
días he logrado traerte á mi doctrina;pero nunca te
miré alegre después que cerraste la puerta de tu
taller y arrojaste la Uave al estanque del jardín.
Diré, sin embargo, que no te temo arrepentido, ni te
busco indeciso. ¿Cuál tristeza te hará sufrir?
Castro. — Oye, pues, mi Sócrates, que prefiero
entregarte el alma á que me la tomes por violencia.
Pero antes habrás de explicarme, á tu vez ¿por qué
huíste la afición á la dramática que te conocí de muyjoven? Pues no me niegues que entiempo quisiste ser
hombre de labor, ni te avergüences, como el Sigalión
del crítico francés, de confesar, cuando mueras :—
iPerdón he escrito durante mi vida algunas líneas :
he producido algo
Vaídés.
—Para mí,
comopara el lyord Henry
de Osear Wilde, nada hay más interesante que mi
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208 CUESTIONES ESTÉTICAS
propia alma y las pasiones de los amigos. Así, para
merecer tu confesión, voy á hacerte la mía.
Castro. — Y en tanto, Valdés, 3-0 apuraré á
sorbos mi café.
Valdés. — Ciertamente, mi interés por los pro-
blemas del ánimo inclinóme, durante algunos años,
á la literatura dramática. Pero sabe que poseo unarma interior tan emponzoñada, que luego se volvió
en contra mía: los hombres la llaman el análisis.
Castro. — ¿Y los dioses?
Valdés. — Los dioses, si no me engaño, la Uaman
Pandora. Pues bien : el gusto por el drama y por los
problemas de la escena ¿adonde me había de condu-
cir sino á desarrollar poderosamente mi tendencia
analítica? — Esto pasaba en los primeros años de
mi juventud, edad para todos de regocijos sintéticos
para mí, de inquietudes analíticas. Al principio, á
todos diveitía con mi humorismo y con mis charlas.
¿Lo recuerdas tú?
Castro. — Muy claramente. En ese momento
te conocí : eras gallardo y tu cabeza era de oro
brillante. Adonde quiera que ibas te seguían amigos,
3' tú marchabas por las calles orgulloso de tu séquito
juvenil.
Valdés. — Castro, en verdad las horas de la juven-
tud son todas de oro. Yo también te encontrabaentonces gallardo como nunca más te miré.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 209
Castro. — ¿Quieres tomar el café commigo ?
Valdés. — Que me place, poeta. Así recordare-
mos jimtos los tiempos en que pasábamos largas
noches alistándonos para los exámenes de la escuela
y discutiendo las especies de nuestros estudios.
Castro. — Y nuestra charla será como una loa
dialogada, como una oración en los amebeos de las
églogas antiguas, como un ánfora de dos asas que
llevemos, por manos de ambos, hasta el altar de
nuestros recuerdos.
Valdés. — Poeta estás... Continúo : en fuerza de
salir al paso y atajar todos los procesos de mi mente;
de tanto atribuir significaciones subjetivas á los másleves, á los más fugaces signos de las fisonomías
;por
mucho buscar explicaciones á través de nimios
efectos, mi arma, el análisis, hízose inquietante,
brava, agresiva. Con ella disgusté de mi compañía
á los amigos, pues les resultaba enojoso que los
detuviera yo, al paso, por las calles y en toda parte,
para explicarles con intención metafísica la mirada
de algún paseante, el ademán de alguien; y que
cortase sus charlas, como solía yo hacerlo, para
estudiar el oculto movimiento de su ánimo. Pues has-
ta llegué á pretender, cierto día, que mi interlocutor
se inmovilizase en una actitud que había tomado,
por lo muy elocuente y gráfica que me pareció.
Huelga decirte que ésto me atrajo una disputa
12.
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210 CUESTIONES ESTÉTICAS
vulgar. No lo esperaba yo, en verdad : para mí todo
era espectáculo, y perdí el sentimiento de las consi-
deraciones sociales.
Castro. — ¿Qué más ? ¡ Si una vez te empeñaste
en comentarme mis actos y mi vida al punto que yo
eludí tu presencia, y durante un mes sistemática-
mente me escondía yo, de verte, por todos los escon-
dites
Valdés. — Es curioso... No lo advertí nunca...
Prosigo : llevado á tal extremo y cuando todos me
creían armado para mi afición dramatúrgica y rico
de observaciones, y dueño de mi psicotecnia, yo
sabía, en mi corazón, que había emponzoñado missemillas. Escribí : no recuerdo sobre cuál asunto. Era
un drama quieto, interior, acaso una comedia.
Escribí como para convencerme más de mi impo-
tencia.
No quise mostrar á los amigos lo que había
escrito: el
fenómeno de miespíritu produjo su
inevitable manifestación : mis personajes no sentían,
se analizaban; no charlaban, sutilizaban; no se
mostraban ante el espectador como seres humanos,
en su aspecto exterior y sensible, sino invertidos,
con el espíritu por de fuera, y disgregados en sus
elementos anímicos : mi teatro era un teatro vuelto
de revés. Mis dramas eran ricas telas de tapicería,
vueltas de revés.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 211
Castro. —Y ¿por qué no ensayaste corregir tal
defecto ?
VaIvDÉs. — Me dolía, Castro, me dolía despren-
derme de mis vicios. Yo amaba ya mi análisis como
un vicio. Quise cultivarlo á riesgo de todo. No escribí
más. Desde entonces se me vio siempre entre los
hombres, en las fiestas públicas, en las academias,analizándolo todo. Pero ya fui avaro : á nadie
comuniqué más mis observaciones. lylegué á ver
á los hombres, — como imagino que los anato-
mistas los miran, á través de la piel, en su constitu-
ción muscular y nerviosa, — á través del cuerpo, en
su constituciónespiritual.
— Un díaleí
un cuentoalemán : era un hombre perseguido por un duende-
cilio diminuto, por im koboldo. Kl duendecillo, con
quitarse la caperuza tradicional, se hacía visible,
y, con ponérsela de nuevo, desaparecía. Bl duen-
decillo dio en inquietar al hombre : este hombre era
un sabio. Y cada vez que hojeaba sus hbrotes, des-
cansados en toscos atriles, he allí al duende que apa-
recía por sobre el hbro, asomaba el rostro diminuto
y gesticulaba. Agitábase el sabio, daba paseos por la
estancia. El duendecillo saltaba delante de los pies
del sabio, haciendo ceremonias con la caperuza en
la mano. Apresurábase el hombre, como á aplastar
con el pie al travieso. Y el duendecillo apresuraba sus
saltos, y se iba como rebotando sobre el suelo, ante
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212 CUESTIONES ESTÉTICAS
los pies que le perseguían; y, apenas se veía cerrado
y preso contra los muros del salón, calábase el gorro
y desaparecía. Kl hombre acudió á los encantadores
(pues su ciencia no bastaba para este conjuro),
acudió á los físicos : todos le aconsejaron que no
pensara. — Vuestra enfermedad, le decían, es
preocupación del espíritu y mal de cansancio :
fuerza es que dejéis de pensar. — Impresionóme el
cuento, y di en llamar mi análisis al duendeciUo, ó, si
prefieres, duendeciUo á mi análisis. Que también,
como el duendeciUo, me asaltaba mi análisis apenas
emprendía yo una lectura. De tal modo reaccionaba
yo contra mis impresiones, por analizarlas, que ajpe-
nas las dejaba llegar á mi alma, y por hacer la crítica
de lo que leía, apenas me paraba en ello. De esta
embriaguez, ¿qué vino á sacarme?
El tiempo, los años queme trajeron cansancio. Pero
lo confieso, aún hace burlas el duendeciUo incorre-
gible.
(Quedan en silencio. Valdés contempla á Castro
con mirada insinuante. Castro le esquiva los ojos.
Va á responder y no haUa qué : vacila... No responde
al fin.)
Valdés (que lo ha entendido iodo). — ¿Ybien, mi silencioso catecúmeno?
Castro. — Valdés, he escuchado el canto de las
sirenas y de grado le seguiría escuchando sin fin. ¿El
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2l6 CUESTIONES ESTÉTICAS
Valdés. — ¿Y crees que lo voy yo á permitir?
iSi ahora voy á partearte el alma
Castro : (con hruialidad, con frialdad que choca
con el engreimiento de su amigo). — Dices eso,
porque ignoras que estoy resuelto á cerrarte para
siempre mi casa y mi corazón. Ya me invadiste
demasiado.
Valdés. (Se asombra extremadamente ; piensa,
con ingenuidad, que andar analizando almas ajenas
es cuestión más resbaladiza de lo que creía, y, para
reponerse y equilibrar la escena dice :) — A los
duendes no se les arroja. — ¿ Nos cambiamos?,
preguntaba un koboldo, al ver que un hombre aban-donaba su casa por huirle.
Castro. (Con firmeza contenida, y sin mirar de
frente) : No, Valdés, no me conviene ya tu presen-
cia : me invadiste la biblioteca, me hiciste aban-
donártela y echar la llave al estanque de mi
jardín. Cuando vuelva á ella tendré que llegar por
los balcones, como un enemigo. Hoy me invades
ya mi salón. Y, según veo, pronto tendré que aban-
donarte la casa entera, al paso que te vas entrando
en mi espíritu. — ¡ Pero ya no te percibo casi,
que ha anochecido, y te me pierdes en la sombra del
cuarto Encenderé luces. Pues si te oigo moverte y
no te veo, voy á juzgar que eres efectivamente unkoboldo, ó bien que no existes en el exterior sino que
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2l8 CUESTIONES ESTÉTICAS
Mi puerta está hoy cerrada para los huéspedes y he
quitado de sobre mi puerta las palmas hospitalarias.
Ivuciano dice que hay hombres cuyo encuentro es
comparable con un dia funesto : él lo dijo por un
gramático : yo lo recuerdo hoy por tm psicólogo.
VaIvDÉs. — ¡ Alegría, poeta, alegría He tenido
un sueño de buen agüero.
Castro. — Pero dime ¿qué hiciste anoche y cómo
escapaste ?
Vai^dés. — Escucha; antes te narraré mi sueño :
soñé que soñaba un alcázar de maravillosa construc-
ción, de varios y confimdidos estilos, rico de vitrales
historiados. Figuras entecas de santos y largosrostros de mujeres se miraban, por transparencia,
en las vidrieras; pues la luz interior del alcázar era
más intensa que la exterior.
Castro.— Espera, espera ¿olvidaste, por ventura
tus hábitos de caballero ? ¿Es éste modo de empezar
una charla tras de lo acontecido ? ¿No es de rigor que
hagamos antes algo á modo de proemio, para nuestra
charla?
VAI.DÉS. — Escucha : al alcázar maravilloso,
rodeaba un árido pedregal como antiguo cauce de
río; y la misma construcción del alcázar parecía
prever crecientes de agua probables y periódicas.
Yo era un loco y andaba por el pedregal, junto al
alcázar. I,os vidrios historiados me martirizaban los
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CUESTIONES ESTÉTICAS 2ig
ojos, y me vino la idea de destruirlos todos. Particu-
larmente me ofendía ver santos en un alcázar.
Castro. — ¡ Para, para Has de explicarme antes
muchas cosas. Me parece indiscreto tu modo de
abordarme sin algtma previa explicación.
Valdés.— Prosigo : hostigado por mi insaniamen-
tal, quise apedrear al alcázar. Y di con piedras sobrelas vidrieras de colores...
iQué regocijo ver desapa-
recer, entre un estallar de luces y de ruidos, santos
entecos de caras mustias y largos rostros de mujeres
Y el vano de las ventanas, vacío de vidriera como
desnudo de máscara, echaba sobre mí su luz clara ynatural, consolándome de mi obsesión.
Ámis tiros,
respondía el alegre ruido de los cristales rotos, ruido
largo y difuso, como si los cristales cayeran, reso-
nando, desde una altura inconmensurable. Á cada
piedra caía otro nuevo y cantaba, desprendiéndose,
con un campanilleo festivo. Mi locura se complacía
en el rumor. Multipliqué mis ataques : ya todo el
alcázar parecía una enorme campana ó más bien una
iglesia con todas las campanas á vuelo, ó acaso una
enorme caja de música, ó jaula de pájaros de cristal.
Tan frecuente era el caer de los vidrios, que se
confimdian los ecos y se ensartaban los rumores
en un hilo continuo de sonoridad. Y el alcázar
parecía ima enorme cabeza de cien ojos que, imotras otro, abriesen los párpados transparentes.
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220 CUESTIONES ESTÉTICAS
Castro. — Sigue, pues, soñador de augurios, que
ya me interesó tu relato.
Valdés. — Tanto ruido obligóme, en sueños, á
despertar de mi sueño. Y pasé á mi sueño inmediato,
vigilia del sueño anterior; á mi sueño fundamental.
Y soñé que de mi boca, como en las figuras de la
Biblia, salían agudos cuchillos á clavarse sobre el
corazón de otro hombre. Y que el herido corazón
soltaba pesadas gotas purpúreas que sonaban, sobre
el pavimento lustroso, como los cristales del alcázar. .
Castro. —iValdés
Vaedés. — Y hubo más. Porque aquel hombre,
angustiado bajo mis cuchillos, súbitamente (soñé) se
arrancó del pecho su desgarrado corazón y lo lanzó
en el aire metamorfoseado en paloma. Desperté al
cabo definitivamente y oí que temblaba el aire con
el canto de las campanas. — Hoy es fiesta de la
iglesia ¿no es verdad ?
Castro.
— Teencuentro desde ayer inspirado
para hablar en parábolas.
Valdés. — ¿Por qué desde ayer?
Castro. — Aj-er inventaste la del cuento alemán.
Valdés.— Ciertamente. Ahora lo recuerdo. ¿ Fué,
según creo, tma parábola... verificada? Y bien, amigo.
¿No piensas como yo que mi sueño entraña un sen-
tido misterioso y que es im augurio feliz?
Castro. — En verdad, yo no sé descifrar parábo-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 221
las. Diré, sin embargo, qae ahora comprendo las
palabras griegas : el sueño viene de Zeus. En verdad
tu sueño merece haber llegado á través de las
puertas de marfil que nos describen los antiguos.
Pero, repito, yo no sé descifrar parábolas.
Valdés, — Más vale asi. Los parabolistas son
gente insoportable y vulgar y yo no acierto á llevar-
los con paciencia.
Castro. — ¿Por ti mismo lo dices?
Vaedés. — ¿Por qué no, si puedo con ello com-
placerte ?
Castro. — ¿Y por qué maldices de los parabo-
listas?
VAI.DÉS. — Porque no considero el placer que
resulta de las parábolas como un placer estético,
sino como placer científico : quizás matemático.
Sabio fué llamarlas parábolas. El gusto ruin por la
semejanza y la correspondencia perfectas entre la
alegoría y su aplicación, no es placer artístico. —Este desahogo, casi fisiológico, que experimenta
quien lee parábolas al apreciar el paralelismo de
movimiento entre el símbolo y lo significado por él,
cuando, creyéndose perdido en terreno extraño va,
poco á poco, estimando la analogía del ejemplo con
lo ejemplificado, hasta que, convencido y seguro,
descansa, al finalizar la lectura, tiene gran seme-
janza con el placer matemático de la demostración
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CUESTIONES ESTÉTICAS
y sólo ciertos temperamentos (los vulgares, los que
experimentan admiración sentimental por la ciencia
como cierto género de positivistas), podrán pagarse
de parábolas y satisfacerse con ellas. Por eso la
parábola es eficaz para la oratoria y para los ser-
mones del pulpito y de la montaña : porque á los
deleites matemáticos de la demostración, al desahogo
casi fisiológico del problema resuelto, son accesibles
todas las mentes populares. La Ciencia (y la Mate-
mática en particular) es algo esencialmente demo-
crático : el espacio, el infinito espacio, la pluralidad
de los mundos y su probable habitabilidad, los
anillos de Saturno, el otro hemisferio de la Luna, la
cuadratura del circulo, el telescopio, los aeroplanos,
son cosas que eternamente van á preocupar á los
tontos. Porque la Física (entendiéndose que do3
al término su más ampha y clásica connotación y no
la limitada de los colegios), la Física, esta manifes-
tación reglamentada y clasificada del pensamientohumano, no puede menos de constituir la finahdad
de esa metafísica á que llámanos sentido común, y
que constituye el triunfo positivo y perfecto de la
demociacia, el modo oficial de pensar, propio de los
ciudadanos. — Pero concluyo : lo que toma, en arte,
caracteres científicos, pierde la aristocracia
ylas
particulares excelencias de la entidad estética.
Castro. — ¡ Nimca te encontré tan locuaz
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CUESTIONES ESTÉTICAS 223
Valdés. — Poeta, ¿no adviertes la razón de mi
locuacidad? No cuadra en un amante de las musas
la ignorancia de semejante cosa. ¿Qué mucho si me
encuentras locuaz? ¿No estoy respirando el aire de
tu jardín? ¿No me halaga la vista el verde, grato
siempre á mi temperamento nervioso ? Tu jardín ¿no
huele á perfumes y á humedad ? Pues hay en él aguaabundosa que, con su ruido y con su clara presencia,
bastarla á confortar el ánimo de Andrea Navagero,
aquel puHdo bibliotecario de San Marcos, compa-
ñero del Bembo y del Ramusio, humanista y natu-
ralista, que todos los años quemaba un ejemplar
de los epigramas de Marcial para propiciar los manesde Cátulo, diplomático en España, escritor de sus
viajes y de sus visitas á Granada, refinado amante de
los jardines y grande amigo del agua, y á quien
nunca se le iba de los labios ni del corazón el elogio
del agua de Píndaro divino.
Castro.— Me haces pensar, con tu fresca alegría
y tu inspiración para los discursos, en aquellas
cigarras que cantaban mientras Sócrates dialogaba
con Fedro.
VaIvDÉs. — Bn verdad. Castro : las oigo cantar
dentro de mi alma.
Castro. — Y ellas te reprocharán, como las
divinidades del río reprocharon al viejo Sócrates
sus discursos contra el amor, te reprocharán, digo.
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224 CUESTIONES ESTÉTICAS
tus palabras contra los parabolistas y contra los
sabios que, como Platón, hablan en metáforas.
Decídete pues á cantar tu palinodia, antes que los
dioses de mi jardín te reclamen tal desacato.
Valdés. —iPero yo no dije mal de los sabios
<iue hablan en metáforas Sólo he criticado el proce-
dimiento de los parabolistas como poco estético.
Castro.— Valdés, no te me escabullas. Metáfora,
imagen, todo es uno, si sólo se atiende al procedi-
miento mental. Y, según entiendo por tu censura, no
has leído con detenimiento el Tratado de lo Sublime
(ó de la Sublimidad, como quieren otros) ese monu-
mento de la crítica antigua (ya sea de lyongino, el
consejero de la Reina Zenobia, ó ya de otro). Allí
habrías aprendido que esa suspensión del ánimo
que acompaña á la parábola no resuelta, es grande
mérito de elocuencia, por que pone miedo al oyente,
quien teme que la oración va á quebrarse y participa
así del peligro en que parece está el orador. Y cuandoéste cierra al fin, inopinadamente, el pensamiento que
ha largo tiempo esperaba el oyente, lo deja atronado
con el salto audaz de este hipérbaton ideológico yemocionado con el peligro á que se expuso, y al
fin, consolado con la resolución repentina. En cierto
sentido, grande y muy estética es la emoción de los
problemas mismos de la Matemática.—Tú, por otra
parte, indirectamente has censurado á Platón, quien.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 225
como todo el mundo lo sabe, hablaba eu parábolas.
Pues recordarás fácilmente la de Pluto y Penia,
padres de Eros, en el Simposio. ¿Ó vas á decirme tú
también, como hizo una vez cierto amigo, que Platón
no es filosofo porque, para expresarse, usa del proce-
dimiento infantil de la mefafora?
Valdés. — No afirmaré yo tal, sino que, en tu
caso, tendría razones en cantidad con que responder
á tu insensato amigo.
Castro. — Pues te ruego que me las expongas,
ya que yo, de pronto, turbado con vSU irrespeto, no
encontré cosa que responderle.
Vaedés. — Bien veo que te portas como Fedroy quieres sacar discursos de mi boca interminable-
mente, como esos saltabancos que sacan cintas de
las bocas de los espectadores. Mas yo no soy tan
dócil como piensas y no hablaré : no hay para qué
perder el tiempo en necedades de quienes no han
leído á Platón. Esas son ideas que se dejan caer en
la charla, negligentemente, pero nc para discutidas
con seriedad. Cierto que las metáforas suelen dañar
los pensamientos, pero mmca en los escritos de los
antiguos. Perjudican, en los libros de Spencer, por
ejemplo (acuérdate, si no, del organicismo en la
sociología), pero no en Platón, no en los filósofos de
la antigüedad, en quienes la metáfora sirve nadamenos que para alcanzar, con la filosofía, el verda-
13.
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226 CUESTIONES ESTÉTICAS
dero corazón del mundo, la verdadera ley de la vida,
verificable en todos los instantes y sobre todas las
cosas. Ésta es la fuerza de la antigua filosofía : que
ha tomado el ritmo de la vida y se desarrolla á su
lado y paralelamente y no mata su dinamismo ; al
paso que las teorías de los modernos son con fre-
cuencia sólo realizables en el pensamiento y de
un modo lógico ó formal. La vieja metáfora creó
las bases de todas las filosofías respetables pensadas
por los hombres, y la nueva metáfora nos trae preocu-
padísimos en averiguar cuáles son las arterias ó
cuáles los nervios de las ciudades. — Por parábolas
y usándolas incesantemente, es como Platón, segúnfrase de Walter Pater, ha llegado á ser, en cierto
modo, im testimonio vivido de lo invisible y de lo
trascendental, pues así es como se logra asir más
directamente la vida, según Bergson lo deja entender
con claridad. Taine, por otra parte, ha dicho : « las
cosas son divinas; he aquí por qué es menester
concebir divinidades que las expresen... Cualquier
otro idioma es abstracto, cualquier otra interpreta-
ción desintegra y mata la naturaleza viva. )) — Ypues me has hecho hablar para regalarte, compén-
same tú con una confesión prometida, que por ella
vine.
Castro. — Tú reclamas promesas como los aman-
tes agraviados, mas es justo satisfacerte y paso á
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CUESTIONES ESTÉTICAS 227
hacerlo de muy buen grado, cuando sólo fuere por la
discreción con que has sabido disipar mi disgusto
de ayer. Pero, en verdad, no hallo qué más cosas
decirte, y asi, sólo pienso completar lo que llevo dicho
con algo que ayer se me quedó por decir : — Preo-
cupado tú en admirar tus grandes poderes sobre mí,
ó sea, en admirarte solo, no supiste observarme conel detenimiento debido. Porque lo que hacías, mejor
que observarme, era proyectar sobre mí tu propia
imagen, y admirarla. Y debajo de este disfraz, no
veías mi alma que, de suyo y por su tendencia
propia, y sin necesitar de tus menguados consejos
de ocio, se anegaba en escepticismo. Descuido muyfrecuente, por otra parte, es el que te acuso : yo sé de
alguien que en las representaciones teatrales, tanto
se para á contemplar las emociones de su ánimo, que
se queda ayimo de las piezas representadas. — Ybien : en otros años, cuando yo leía los poetas de la
antigüedad, anhelé verter como ellos toda mi vida
en los versos, y de todas las épocas y entre todos los
escritores, siempre escogía para mi más íntimo
deleite á aquellos que saben traer á la obra estética
el caudal de todas las horas y la belleza de los
diarios sucesos. Á Quevedo, de quien tantas burlas
hiciste, por eso lo leía yo con agrado : porque él, —¡ humanista al fin
— supo traer á sus libros el
agitado espectáculo de la vida popular, las charlas
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228 CUESTIONES ESTÉTICAS
de la feria, los gritos y las canciones del vxilgo, los
rumores de las ciudades... óyelo, si no, cuando
describe el poeta de los picaros, éste tipo tan de color
literario y nacional; y si lamento que su vena sea tan
particularmente democrática y aun plebeya en oca-
siones, lo disculpo en razón del tiempo y de las
modas que lo influyeron. De propósito he citado á
un moderno. ¿Qué habré de decir de los antiguos?,
tanto como yo los conoces y sabes lo sinceros que
son en arte y cuan fácilmente traían la vida á los
versos y á los poemas. Pues nadie ha sabido, tanto
como ellos, dignificar, para la poesía, los usos diarios
de las casas y de la ciudad.
VaIvDÉs. —iY llegaban hasta lo increíble Castro,
tienes razón. Quien tratase hoy de ser clásico en ese
vigoroso sentido, es decir, aprovechando la vida yla civilización actuales, n podría sino despecharse,
no podría alcanzarlo.
Castro.
—¿No es verdad, Valdés, que no podría
sino despecharse? Pues lo propio me ha acontecido.
Yo lo intenté y lo deseaba; ya me ves á lo que he
venido : ya me ves cuan decepcionado estoy.
VaIvDÉs. — ¿Y es ésta tu tristeza? Muy claro no
la veo; juzgo que no te entiendo. Ó diré mejor que te
entiendo mejor que no te entiendes tú solo; porque
estoy hecho á escuchar lamentaciones de poetas,
y seque á éstos les entran portemporadas el desalien-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 229
to y el entusiasmo. Sé que todos os ponéis insen-
satos para juzgaros. ¿Á qué buscáis finalidades
conscientes? Abandonaos á vuestra locura y vuestras
inspiraciones. ¿No sois seres leves y alados ? Pero
ahora entiendo vuestros yerros, que sois todos unos
inconscientes y nunca os daréis cuenta clara de los
motivos que os impelen,como ya os lo dijo el Sócratesde la ^/)o/ogíú[. Pero ¿á qué he de turbarte más de lo
turbado qu andas? Un medio hay de dignificar la
vida para el arte y es probar la vida muy amplia-
mente. En una ó en otra forma, la vida, cuando
rebosa, se abre paso por la expresi n artística, yel arte, así, se integra como elemento de la vida :
fo ma parte de ella, no la contraría, ora la imite,
ora la sirva de modelo y patrón; pues es siempre
una surgente, un manantial que brota con la riqueza
y la mucha plétora vital. (Atiende bien ; que sólo
me contraigo á la vida y nada dije de la naturaleza).
— Tú, pues hablas de los escritores y de los filósofos
griegos ¿con qué espíritu imaginas que escribían
sus libros ?
Castro.—Amigo, los escritores antiguos,hombres
eran como lo somos nosotros y escribirían, á lo que
juzgo, para los propios fines de los contemporáneos,
es decir : para vaciar en sus escritos todos sus pensa-
mientos y, como hayan sabido expresarse cabal-mente, todo su ser.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 23 T
anti-inieleciualismo, ó, más precisamente, del poli-
gnosiicismo.
Castro. — Y bien, atiende á lo que era nuestro
asunto. Me has preguntado que cuál era mi concep-
to sobre los escritores antiguos. Ya te respondía
¿qué más pretendes? Advierto que divagas y dejas
correr tu mente por cuantos caminos hallas al paso.
Valdés. — ¿No lo entenderás? Recuerda que
hoy cantan las cigarras dentro de mi alma. Pero
escáchame : has dicho, en suma, que el fin de los
escritores antiguos era vaciar en sus libros sus
pensamientos y su ser entero, ya que lo pudieran.
¿Bs decir que escogían como dedicación centralla dedicación de escribir ? Pues oye lo que te respon-
do : que escribir era para ellos nada más que una
de las muchas formas de actividad vital en que
se empleaban : que no orientaban su vida hacia la
literatura como hacia rumbo diverso y aun opuesto
de las demás, según hoy queremos entenderlo
los bárbaros (nuestra civilización es hija de las
invasiones de bárbaros, no me lo discutas) : que
su literatura y su gusto por escribir nacían de
suyo, no forzada sino naturalmente, no con pena
de tarea ó menester, sino con delicia de desahogo
espontáneo, como una consecuencia de estar vivien-
do ó de haber vivido mucho, ya para recordar
los muchos viajes y las muchas experiencias huma-
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232 CUESTIONES ESTÉTICAS
ñas, ya para apacentar un sobrante de energíanatural no saturada aún por las otras dedicaciones
políticas ó privadas. Tú sin duda conoces bien los
diálogos de Platón, pues tratas en él y lo discutes.
Volvamos al Fedro sobre que hablábamos hace unos
instantes. Allí dice Sócrates, cómo los libros no pue-
den defenderse solos, porque se están fijos, mientras
duren, repitiendo la misma cosa, — pensamiento
anquilosado, estabilizado, incapaz de buscar nuevos
argmnentos contra los ataques posteriores, bloque
de conciencia paralizado por una manifestación
material de signos escritos. — Si recuerdas ésto,
tendrás presentes las palabras aquellas : — « Los
hombres, — dice Sócrates, — que se dan por entero
en sus libros, los que entregan á los libros todo su
saber, dan á luz hijos indefensos y son insensatos;
pero el sabio, cuyas palabras y cuyos discursos
superan siempre lo que escribe, ese da á luz hijos á
quienes podrá socorrer en todo evento, porque
escribir es, para el sabio, un modo de diversión
durante la vida : el más alto sin disputa. El sabio,
distrayendo así sus vagares, sembrará sus conoci-
mientos en el jardín de la escritura, y almacenando
el tesoro de sus recuerdos, para sí mismo y para
todos los que envejezcan á su lado, se regocijará,
cuando Ueguen los años en que todo se va olvidando,
de ver medrar sus tiernas plantas ». Pero el torpe,
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CUESTIONES ESTÉTICAS 233
en cambio, el que orienta su vida para escribir
libros, sin esperar á que su mismo ser, prosperando,
reclame expresiones literarias, ese « tras de depositar
sus semillas en un agua negra, irá á sembrarlas con
la pluma en palabras incapaces de defenderse por
sí, incapaces de enseñar suficientemente la verdad ».
Yo juzgo, ya que hoy tantos artistas se han dedicadoá no vivir, que son motivos artísticos los que debie-
ran reducirlos á no traicionar tanto la vida. La
expresión literaria forma también parte de la vida
y es como una compensación. En ésto no queréis
reparar vosotros : decís que vivir es efímero en
tanto que escribir es eterno : pensad que esa eter-
nidad no viene de otra cosa sino de progresos
industriales de imprenta. Hay una eternidad de
intensidad diversa de la eternidad en duración,
y aquella es la que hay que buscar : la vida y
la literatura valen lo mismo para ella. Goethe,
por otra parte, os lo ha dicho ya en forma
compendiosa : « el hombre está hecho sólo para
obrar en y sobre el tiempo presente, y escribir es
abuso de la expresión ».
Cuando se acabó el vivir romántico y ya no hubo
tanta agitación exterior, nacieron escuelas en que
la necesidad de hacer se tradujo, pa^a la literatura,
en complicación de formas : éste es el secreto del
decadentismo. Los hombres hallan la razón de su vida
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234 CUESTIONES ESTÉTICAS
en realizar fines, ó, en otra forma menos moral pero
más psicológica, en destruir obstáculos. Ó se corre
una aventura riesgosa, ó, si ya la vida es monótona,
se inventa, para compensar, una audacia en litera-
tura : un soneto á las vocales, im soneto sin puntua-
ción, un soneto sin ilación. Y la belleza viene á
trasmudarse en acertijo. I^a literatura y, en general,
la expresión artística, caben dentro de la ley psico-
lógica que funda la higiene de ser (penétrate bien
del sentido de mis palabras), en los desahogos, en
las salidas, porque éstos movilizan los sedimentos
morbosos, ó los gérmenes excesivos, ya materiales,
ya sentimentales, que el sabor del mundo y sucontacto van depositando en nosotros. I^a literatura
considerada como fuerza compensadora en el
espíritu y en la vida, es cosa aceptada ya por los
psicólogos modernos. El ejemplo de Goethe, que se
libra, escribiendo el Werther, de la obsesión del
suicidio, es ya conocidísimo.Y todos sus Lieder, según
resulta de sus memorias, nacían de la necesidad
compensadora de convertir en imágenes y en can-
ciones todo lo que causa pena ó placer : « Nadie
más que yo, — dice, — podría necesitar tal disposi-
ción, pues mi natural me empujaba incesantemente
de un extremo á otro, y así mis obras no deben
ser consideradas sino como otros tantos fragmentos
de una confesión general )). ¿Ves la necesidad de
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CUESTIONES ESTÉTICAS 235
equilibrio satisfaciéndose por la expresión literaria ?
Pues hay otro ejemplo, y Nietzsche, en quien tus
recientes palabras me hacen pensar, nos lo ofrece
en el ECCE HOMO : « Los años, dice, en que mi
vitalidad descendió á su mínimum, fueron precisa-
mente los años en que yo dejé de ser pesimista... De
suerte que de mi voluntad de gozar buena salud,de mi vohmtad de vivir, hice mi filosofía ». ¿Qué más
clara demostración de lo que te vengo demostrando ?
Pues he aquí otro ejemplo : para destruir los depó-
sitos de sentimentalidad inerte que los conciertos
musicales producen en « gentes que ni son virtuosos
ni tan finos aficionados que gusten con la música un
placer intelectual puro )>, propone William Jammes :
« mmca os permitáis en los conciertos la menor
emoción sin expresarla al punto por medio de una
acción cualquiera, así fuere insignificante : decid
algo amable á vuestra abuela, ceded vuestro
asiento en el coche... » ¿Ya ves qué psicólogo lo dice ?
Pues bien : en esta higiene de la expresión, á mi
entender, es donde la literatura se aviene con la
vida y la sirve, y la perfecciona equiUbrándola. —Inversamente, creo también que la vida condiciona
y equilibra las manifestaciones literarias; por lo cual
estimo, igual que tú, que no es arte sino el arte
clásico, entendiendo por ésto el amplio conceptoque tú expusiste. Pues quieres asuntos para tus
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236 CUESTIONES ESTÉTICAS
versos, dignifica tu vida y enriquécela : no seas
literato. De los pequeños placeres sin gloria brotan
manantiales de poesía y todas las horas tienen valor
para los poetas. Pero enséñate á recibir la vida y las
solicitaciones del mundo; aprende, según la clara
y sobria fórmula de Wordsworth, > á contemplar el
espectáculo de la vida con emociones adecuadas ».
vSola surgirá la poesía sin que tú la llames con artifi-
ciosas excitaciones ni con inquietudes estériles. Que
el centro orientador de tu vida sea la misma vida.
Deja que los frutos se vayan desprendiendo solos, yaguarda, sin festinarte, que las semillas se calienten
bajo los surcos.
Octubre de igog
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SOBRE UN DECIR
DE BERNARD SHAW
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SOBRE UN DECIR
DE BERNARD SHAW
'o hace un mes ya, Bernard Shaw, en el
Club de Poetas de I^ondres, afirmaba quepara entender los versos nada vale como
ponerles música y que así había logrado él aclarar
el sentido de los de Browning, éste confuso para
cuyos libros se han fundado varias sociedades de
exégetas.
— Dichosa humorada, me diréis, con que Bernard
Shaw, burlón discreto, quería poner contentos á los
amigos del concurso.
Pero esta humorada merece una interpretación
menos ligera, pues, armque vestida con este disfraz
de donaire, nace de muy graves razones. Recordad
si no que la poesía y la música andaban siempre
juntas cuando recién nacidas. De juro que habréis
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240 CUESTIONES ESTÉTICAS
imaginado, si románticos, ser de aquellos trovadoresanónimos que iban de castillo en castillo cantando
baladas al son de arpas, y, si clásicos, de aquellos
aedos que, por las villas de mármol, recitaban al
son de liras.
Dice Théodore de Banville, en su Peíii Traite
de Poésie Frangaise, que los versos están destinados
para el canto y que sólo existirán cuando satisfagan
tal condición. Flaubert, en el prólogo que escribió
para el libro de su amigo Bouilliet, exige de la prosa
que resista á la prueba de la lectura en voz alta, que
tenga el ritmo del corazón, que esté acondicionada
para la vida. Y es, sin duda, porque la palabra escrita
es signo de la palabra hablada y que sólo se escribe
para guardar, como en un cofre de sonidos, lo que ha
de ser hablado. Confundir los medios con el fin
fuera escribir lo que sea imposible recitar : quedarse
á media jomada seria estampar voces que no han
de volverse á prommciar. Y porque los versos nacie-
ron para el canto, cuando bien no se canten ya,
exigiremos de ellos que resistan á la prueba de ser
cantados.
Si cantáramos los versos no habríamos caído, por
ventura, en el estancamiento de los metros castella-
nos que tanto lamentan los poetas actuales. Pues
acaso la razón porque sólo los autores de zarzuela
havan hecho e^'olucionar las formas métricas, —
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CUESTIOISTES ESTÉTICAS 24I
según sutil y atinada observación de Rubén Darío,
— sea, ante todo, que, como escriben sus versos
para el canto, piensan, al escribirlos, en la música
que llevarán ó la repiten interiormente. Huidos de
su elemento natural, del canto, los ritmos versales
tienden á una fijeza deplorable, como carentes que
quedan de la corriente animadora de la música.Si los poetas aplicaran siempre á sus versos una
ley musical, por cierto que hasta los enemigos de las
metrificaciones libres se asombrarían de lo poco que
importa contar las sílabas y de lo mucho que apro-
vecha atender al movimiento de los acentos. Yo sé
de poetas que sólo gustan de los versos -paralelos
y dudan que pueda prosperar más allá de lo que
viven las modas abortadas, esta tendencia á hacer
versos libres. Como si temieran que el tiempo, á
modo de ejército que asuela á los soldados dispersos
y choca vanamente contra las hileras compactas,
sólo respetase, en su carrera, las columnas de
exámetros en que se parapeta la gloria de Homero,
los bien alineados escuadrones de alejandrinos en
que los trágicos franceses se refugian contra los que
buscan más intensas representaciones de la vida ymás acelerada pulsación de la arteria trágica. —Pero de Grecia no sólo queda Homero, ni son cier-
tamente exámetros los únicos versos que escribieron
los helenos, como todo el mundo lo sabe. Y todavía
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242 CUESTIONES ESTÉTICAS
resultan escasas las metrificaciones libres que en-
sayan los modernos si se las compara con aquella
confusión de los metros griegos, sólo sujetos al rit-
mo del aire regional que servía para acompañarlos
ó cantarlos.
El gusto de formas tan simétricas, tan numéricas,
ha hecho que se sustituya el cadencioso Lied, la
Chanson (libre y ondulante como la rápida emoción
que sugiere), por el ortodoxo, incorruptible é inque-
brantable soneto, sustituyendo así la delicada
insinuación sentimental nada menos que por un
silogismo con premisas y conclusión. Comparad, si
queréis, un ejemplo de éste fenómeno, aimque no seaprecisamente entre un lied y im soneto y sólo porque
veáis el modo como un grito lírico se transforma en
dialéctica; el grito lírico de San Juan de la Cruz :
¡Amada en el Amado transformada
con el dialéctico soneto de I^uis de Camoens que
empieza
Transfórmase o amador na cousa amada
Por virtude de muito imaginar
y en que hay versos como éste :
« Oue como o accidente em seu sogeito »
Acaso también si cantáramos los versos estaría-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 243
mos más cerca de entender la antigua metrificación
de los griegos. Porque,según las últimas teorías de los
sabios, nada significaban, para la medición de los
versos, los acentos prosódicos, donde no únicamente
nosotros, que somos extraños, sino hasta los moder-
nos naturales de la lengua, hacen caer el vigor de la
pronunciación: la arsis, el
acento, la fuerza del pierítmico, no coincidía con el acento ortográfico, pues
así se cambiarían y aun deformarían las palabras,
como enseña Benloew. Quien además nos dice que
los acentos eran verdaderas « notas musicales que
tenían sin duda, para una raza joven aún, un
encanto que difícilmente adivinaríamos hoy ». — El
idus ó arsis caía, indudablemente, sobre otras
sílabas no indicadas por signos ortográficos. Y tal
vez la misión del instrumento de música con que los
rapsodas se acompañaban era facilitar, por medio de
una guía matemática perfecta (recordad que aquella
música obedecía á ima relación matemática perfecta)
las inflexiones cantadas de la voz que correspondían
á los acentos ortográficos, apoyar la fuerza del idus,
y ayudar los oídos del público, por medio de aquella
pauta que daba la explicación sonora de la metri-
ficación.
El descuido de las leyes musicales hace que hoy,
so pretexto de metrificación libre, se escriban ver-sos de varias medidas, sin más cualidad de suce-
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244 CUESTIONES ESTÉTICAS
sión que el estar escritos unos debajo de otros, pero
sin la misma base rítmica. Y ya se sabe que el res-
peto á la base rítmica es la explicación y la justi-
ficación de los metros libres. Mas algunos sublevados,
de puro rebeldes, hacen versos en prosa porque no se
diga que están sujetos á canon alguno de retórica,—bien como el chusco Robespierre que Rivarol nospresenta, el cual, de puro libertario, reclamaba a el
derecho de burlarse de las reglas del lenguaje... yde responder libremente á todos los esclavos que
proclaman la imposibilidad de vivir sin gobierno ó
de escribir sin estilo y sin ideas ». — Y también los
hay, por último, que escriben la prosa en versos,
cuidándose sólo de ordenarlos unos á seguidas de
otros; porque no parece sino que la moda tipográ-
fica hubiera cambiado.
Pero en más profundo sentido puede ser interpre-
tado el decir de Bernard Shaw : él quiere que cantéis
los versos para entenderlos. Mejor aún : no es fuerza
entender los versos; comunicaros líricamente con
ellos por medio del canto.
Crítico de buena fama asegura, naturalmente en
lo privado, que él raras veces entendía los versos,¡ y
eso que sabía interpretar el alma de los poetas —
Imagino que por un impulso lírico lograba ponerse
al imísono con la vibración rítmica del verso;
imagino que no á la razón, no á la conciencia, pero
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24<3 CUESTIONES ESTÉTICAS
medios líricos y no por dialécticas ni silogismos.
Una disposición musical del espíritu, im « senti-
miento lírico, » como aquel que Schiller experimen-
taba cuando los versos surgían de él, debe también
acompañar la lectura de los poetas : ¡oh Plutarco ,
asi hay que aconsejarlo á la juventud.
El canto es la llave de los secretos del verso.
Dice ó sugiere el helenista Ouvré que el canto es una
danza del aliento. El verso es ima danza de ruidos.Y
pienso que Platón no se burlaría de nosotros si
añadiésemos que á la compenetración poética se
llega también por la danza.— otra manifestación
dionisíaca. (¿Esperabais, sin duda, que, tarde ó
temprano, apareciera el nombre de Dionisos aquí?)
Música de las ideas era la antigua poesía hebraica,
donde iguales motivos se repetían bajo diversas
formas, en los cantos de aquellos primitivos poetas.
Y no hay duda en que Carducci tuvo parecido
concepto de la poesía, cuando dice que « el haber
adoptado esta forma recitativa ó descriptiva sin
estrofas, con rimas á voluntad, prueba que se ha
perdido toda noción de la verdadera poesía lírica ».
Esta fijeza de forma que pedía, era para él algo como
la ley musical.
Concebid la poesía como algo cuya esencia es un
ritmo de música, aplicad á ella la teoría flaubertiana
de la palpitación acorde con la palpitación de la
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CUESTIONES ESTÉTICAS 247
vida, y sabréis mejor por qué no son bellas ciertaspoesías que « pudieron haberlo sido » : porque
son inacordes, porque van á contra-tiempo ó, al
menos, á descompás con el ritmo vital, y así no
están acondicionadas para existir. También se os
alcanzará entonces la razón por qué ciertos espíiitus
ricos no se realizan : porque van á descompás con la
vida y pasan por ella como fantasmas, como seres
de otro universo.
El arte se rige por una ley rítmica como muyclaramente lo vieron los antiguos. Música era para
ellos todo arte, y á Sócrates, su demonio familiar
incesantemente le decía : «¡oh, Sócrates, haz
Música »
1909.
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LAS
CANCIONES DEL MOMENTO
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LAS CANCIONES DEL MOMENTO
3PUÉS de atribuir al poeta las más varias yaun contradictorias misiones sobre la tierra,
-proféticas, religiosas, morales yhasta po-
líticas,—hemos caído en aquella concepción sencilla,
la más inmediata de todas, de que es poeta quien
traduce en versos, y despojándolas de lo accesorio
para sólo ofrecer lo que tienen de universaly humano,sus emociones de todos los días. I^os instantes llegan
á él vestidos con significaciones eternas, por cuanto
dejan en su alma un sabor de emoción cualquiera, que
caracteriza su temperamento especial y lo distingué
de los otros. Pero el sabor del instante ha de suscitar
en su ánimouna germinación, no sólo emocional, sino
también verbal, por lo que puede decirse que es el
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252 CUESTIONES ESTÉTICAS
poeta un ser eminentemente expresivo. Que ésta seala concepción más acorde con el espíritu clásico,
claramente lo demuestran (dejando aparte aquella
cuasi alegoría de Platón, quien dice que el poeta es
una cosa leve y alada), los consejos tan conocidos de
Anacreonte, de Horacio, también del persa Ornar
iQiayyám, todos dirigidosápredicar el carpe diem,
tan glosado por las literaturas posteriores. A tal
pimto, que difícilmente hallaréis im poeta que, ima
vez al menos, no haya insistido en la prédica tradi-
cional ; á no ser aquellos que premeditada y cons-
cientementeeliminan y apartan,deun modo material,
todo lo que en los libros pudiera dar reflejos de su
luz interior; pues los mismos á quienes sólo conoce-
mos por epopeyas y poemas, dicen iguales cosas en
sus momentos de confesión, ó las hacen decir á sus
héroes, con ese tono inequívoco con que se dicen las
verdades propias, — tono que todos los hombres
sabemos, instintivamente, reconocer. Pero si siempre
fué sintomática de las mentes poéticas la afición
horacíana á recoger el día (á coger el día, dice Gar-
cilaso) á guardar el fruto del momento en una
representación literaria, nunca como en los siglos
clásicos se vio tan claro el sentimiento de que todas
las horas tienen un provecho insustituible y de que
la vida, compacta y cargada de sugestiones, no essino una serie de ricos instantes, en la que ni uno
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CUESTIONES ESTÉTICAS 253
siquiera carece de valor peculiar. Y como ésto es 3'a
afirmar que los antiguos, enamorados de su vivir ysatisfechos cada noche con el espectáculo de sus días,
iban habituándose á ver con ojos contentos las varias
escenas cotidianas y á vestirlas con esplendores
poéticos, no será exagerado decir también, que ésto
mismo fué parte principalísima para que dieran de
su existencia y á través de su literatura, como nos
dieron á todas las generaciones posteriores, la más
bella y la más noble idea; por manera que cuanto
dejaron escrito nos impresiona como una narración
sublime, himno y elogio juntamente, de sus tierras
y de su cielo, de su clima y de sus ciudades, de sus
amenas costumbres y de sus almas harmonio-
sas.
Bl secreto del espíritu clásico es el amor al
momento presente, secreto que implica una alta
convicción moral : la de que no hay más digna
manera de vivir que realizando todos los instantes
de la vida, sin correr, como lo han llegado á aconsejar
morales posteriores, atropellando y mutilando lo
actual en sacrificio á un mañana que, si con lógica
rigurosa se le busca, hasta agotar las consecuencias
de tal doctrina, sólo puede estar más allá de la
muerte, como la promesa de las religiones.
El anónimo sevillano del siglo xvi, cuando, enEspaña, las verdades filosóficas parecen haberse
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254 CUESTIONES ESTÉTICAS
refugiado más bien en las almas de los poetas,enunciaba sencillamente :
Iguala con la vida el pensamiento,
¡ la única ley moral Y que puede ser interpretada
como el último enunciado del consejo antiguo, según
el
cual hemos detraer el
pensamiento á la prácticade todas las horas y hemos de recibir en el alma la
imagen también de todas las horas realizadas, logra-
das, conforme á la voluntad interior. Porque cuando
todavía las nuevas metafísicas no habían partido
en dos mitades el universo, era más fácü pasar del
espíritu á la materia, de la teoría á la práctica.
Para los clásicos era cosa tan fácil llevar á sus
versos, no sólo los sentimientos, sino hasta las
escenas de la vida diaria, — y ésto aun en los más
graves géneros literarios,— como difícil sería para
nosotros. Contados son los poetas modernos que se
resuelven á llamar por su nombre al poeta ó héroe
á quien saluden ó lloran en sus versos.Y muchos hay,
particularmente entre los afectos al artificialismo de
alguna escuela contemporánea, á quienes « todos
los hombres del Rey y todos los caballos del Rey »
no resolverían á citar el verdadero nombre del sitio
que les inspiró algunos versos. Digan sino la extraña
impresión que reciben al leer, por ejemplo, aquellaincomparable poesía en que Fray Luis de I^eón
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CUESTIONES ESTÉTICAS 255
llama á un músico por su verdadero y cristianísimo
nombre :
El aire se serena
Y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
I^a música extremada
Por vuestra sabia mano gobernada.
lyO cierto es que hoy, todos, ante la necesidad de
usar un nombre propio en la poesía (nombre de
alguien que exista y que no sea tan decorativo que
por ello se salve, nombre de algún amigo á quien
vearnos día á día por las calles, nombre, en fin, en las
mismas condiciones en que lo usarían los griegos)
nos sentimos inclinados á exclamar, como Matthew
Amold : No, en las márgenes del lliso, no había
mujeres que se llamaran Wragg.
Mas el aludido consejo clásico ha sido frecuente-
mente interpretado,— y con razón, puesto que los lí-
ricos antiguos no acostumbraban á explicar directa-
mente su espíritu,— mejor como un consejo de sabi-
duría de vivir, que no como tma moral de poetas;que
á verdadera moral de poetas equivale el consejo de
aprovechar las emociones de cada instante con el
fin de sacar de ellas enseñanzas para el espíritu,
ejercicio del sentimiento, y, sobre todo, expresión.
El aludido consejo clásico se encuentra ya, en estasignificación más vital que intelectual, entre las
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256 CUESTION-ES ESTÉTICAS
muchas verdades del sentir común, y, desde tal
punto de vista, lo que hayan dicho los poetas á este
propósito podría muy acertadamente clasificarse
en el grupo que, por oposición al folk-lore (la sabi-
duría popular) se ha dado en llamar poet-lore (la
sabiduría, la sagesse, de los poetas). Villon, en una
balada á su amigo, le aconseja:
« Or beuvez fort, tant que ru peult courir.
Mas considerad, por ejemplo, EIv TESTMIENTOde Goethe y poned atención á estas palabras : <( Que
tu gozo sea moderado en la abundancia y la bendi-
ción; que la razón esté siempre alerta cuando la
vida goza de la vida; es así como el pasado cesa de
ser efímero; así el porvenir está de antemano en
nosotros; así el momento presente es la eternidad. »
Aquí, de la sabiduría vital, se asciende y se llega
derechamente á un sentimiento por completo
intelectualizado de los instantes vividos; aquí el
poeta, sin disfrazar su consejo interior bajo símbolos
externos, ha expresado de modo directo el amor
intelectual hacia el momento presente : secreto de
espíritu clásico. Y mucho antes de escribir estos
versos, que él mismo consideraba como el frtito de
su larga experiencia de pensador, Goethe, siempre
respetuoso para los instantes y buscando su inspira-
ción en los fáciles acontecimientos que cruzan por
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CUESTIONES ESTÉTICAS 257
ellos, daba, en conversaciones, estas enseñanzas,
verdaderos preceptos ó reglas, en que la atención
del novicio no puede menos de interesarse profun-
damente : « Ante todo, deseo poneros en guardia
contra las grandes invenciones sacadas de vuestra
propia mente, pues para ellas es preciso exponer
puntos de vista de las cosas, y, cuando se es joven
estos puntos de vista difícilmente resultarán justos.
Aún es, entonces, muy temprano para tales ejer-
cicios. Aparte de que el poeta, con los caracteres que
inventa y las ideas que desarrolla, pierde una
porción de su propio ser, y más tarde, en las otras
producciones, no tendrá la misma abundancia porhaberse despojado de sí mismo... Desconfiad de los
grandes asuntos. La afición á ellos es error de los
mejores espíritus, de aquellos justamente en quienes
se halla más talento y más nobles fuerzas; error
que también ha sido el mío y cuyos perjuicios hoy
reconozco... El presente tiene también sus derechos :
los pensamientos, los sentimientos que surgen á
diario en el alma del poeta, quieren y deben ser
expresados; pero si traemos en la mente la pre-
ocupación de una gran obra, ella anonadará en nos-
otros todo lo que no sea ella. Y todos los pensamien-
tos extraños serán alejados y hasta las comodidades
mismas de la vida se perderán por mucho tiempo,
\Qué gasto y cuál tensión de fuerzas intelectuales no
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258 CUESTIONES ESTÉTICAS
se requiere para ordenar dentro de sí propio yorganizar un gran conjunto ¡ Y cuántas fuerzas yqué tranquila y no turbada existencia son necesarias
para proceder á la obra, para fundirlo todo en im
chorro único de expresiones justas y verdaderas
Y como os hayáis engañado en el dibujo del con-
jimto, íntegra la obra se ha perdido ; y si en un vasto
asunto no sois siempre completamente dueños de
las ideas que tratáis, entonces, de cuando en vez,
habrá manchas en vuestra obra y por ellas recibi-
réis vituperio. Así el poeta, con tantas fatigas, con
tantos sacrificios, ni hallará gozos, ni hallará recom-
pensas, sino aburrimientos que matan toda energía.Pero cuando el poeta, por el contrario, lleva cada
día su pensamiento sobre el presente, si trata
inmediatamente y cuando la impresión está aún
viva los asuntos que de suyo se le vinieren á ofrecer,
entonces será bueno cuanto haga; y si por ventura
no acierta á veces, tampoco se habrá perdido
mucho. »
Salvo esto último de llegar á la obra aún vibrante
por la emoción recibida, — como aquellas pastoras
de los idiHos que, por tal de aprender más presto
la música, arrebataban á los labios de sus amantes
pastores las flautas todavía temblorosas con el
soplo de éstos, — salvo esta teoría que por muchos
ejemplos y elocuentísimos podrían algunos des-
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CUESTIONES ESTÉTICAS 259
mentir, todos convendrán con los consejos de
Goethe, (i)
lyos asuntos de todos los días, se ha dicho, — yla vuelta contra el realismo ha exacerbado seme-
jante opinión, — los asuntos de todos los días no
sirven para los poetas. I,as diáfanas alas de la poesía
con tan materiales fardos á cuestas, quedaran inmó-viles, como las mariposas crucificadas en las cajas
del naturalista; las alas diáfanas de la poesía se
mueven hacia rumbos ideales, y ni de la verdad ni
de la mentira se alimenta el arte, sino de sus propias
visiones.
Pero no es imitar las escenas ó los momentos
de la vida lo que hoy propongo : no es la vieja teoría
de la mimesis, — que antiguos retóricos, por otra
parte, supieron resolver dentro del más cabal
idealismo (¿Á qué tornar á la discusión fatigosa?)
no ; basta partir de la misma y de las cosas actuales
y presentes, — pues entre ellas alentamos, — sin
que sea menester describirlas ni detenerse entre sus
redes materiales; antes volar de ahí para más
altura; alzar siempre el vuelo de sobre la tierra, jharmoniosamente desarrollar, en la ascensión, la
(i) Es curioso notar que Nietzsche, en el Ecce Homo ó como se deviene
lo que se es) (obra cuya edición francesa prepara ya el Mercure), dice
que sólo podia escribir sus teorías cuando había empezado á no creer emellas y, frecuentemente, cuando ya su pensamiento estaba ocupado eanuevas y aun opuestas meditaciones.
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26o CUESTIONES ESTÉTICAS
cinta del canto, para que de nuevo encadenemos la
tierra á las manos de los dioses imaginados, y otra
vez construyan los hombres la ley superior que fluye
de los discursos de Diótima, y á virtud de la cual las
bellezas particulares de las cosas se ftmden y exhalan
por el torbellino de la mente, hasta la Belleza
Esencial.« Pero si tú mismo no te encuentras antes hermoso
en vano buscarás la belleza, porque su conocimiento
no es más que una reminiscencia ». — Estas son
palabras de Plotino.
Julio igog.
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LA
NOCHE DEL 15 DE SEPTIEMBRE
Y LA
NOVELÍSTICA NACIONAL
t Esa vieja hora de media nocheque destella todavía sobre nos-
otros, con su brillo rubicundo.á través de los siglos ». — Car-
lyle.
15.
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LA NOCHE DEL i5 DE SEPTIEMBRE
Y LA NOVELÍSTICA NACIONAL
' RETENDE cierto crítico que, en verdad, estas
entidades abstractas : la ciudad, la gente, no
existen para el espíritu sino en concepción,
ya que la vida de cada quien, por el simple hecho de
su afluencia con la vida de otro, transforma á éste en
personaje activo, singular, y lo arranca del montón
anónimo; y ya que el medio en general, considerado
como una influencia sumada y colectiva de varios
agentes, obra sin duda sobre nosotros ,pero no ante
los ojos de la conciencia, pues ésta sólo recibedatos
de las cosas individuales. Y ésto,— que se decía para
aplicarlo á algún novelista incipiente cuyo primer
libro no dejaba impresión de la vida de la ciudad,
— no es mero subterfugio para defender torpezas
técnicas. Sin duda que el joven novelista no hacía,
al desdeñarse de producir el efecto de la gente, de
la colectividad humana, de la ciudad, sino obedecerá la ley del menor esfuerzo, y de fijo que no se había
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264 CUESTIONES ESTÉTICAS
puesto á definir especialmente la razón de sabjeti-
vismo ó idealismo con que el crítico los disculpa
(quien, por otra parte, está muy en su papel al
interpretar la tendencia subconsciente del autor);
pero ésto no quita que el procedimiento discutido
sea, de veras, un procedimiento de novelar tan
conforme con las modernas tendencias, que todos
sentimos tener sobra de razones para defenderlo.
Cierto que Georges Rodenbach ha hecho la novela
de Brujas persiguiendo incansablemente la impre-
sión de la ciudad en el ánimo y en el destino de un
hombre, de modo sistemático en Bruges-La-Morie,
y con tm sistematismo más diluido, menos escueto,
más elegante si se quiere, en Le Carillonneur. Pero,
en verdad ¿es la ciudad la que influye en los per-
sonajes de Rodenbach ó son ellos quienes prestan
á la ciudad sus atributos y sus bellezas interiores?
La estética de los modernos se resuelve por lo se-
gundo. Y hasta el proloquio vulgar que dice de
alguien, por ejemplo, que estuvo en París pero que
París no estuvo en él, claramente muestra cómo en
la convicción popular ha enraizado ya la idea de
que todos van por el mimdo á cuestas con su
psicología y de que no hay París ni bellezas de París
donde no hay ojos que lo vean ó sensiblidad que
las perciba.
— En« los seis libros inmortales de
Jane Austen », hallaréis que los personajes cambian
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CUESTIONES ESTÉTICAS 265
de ciudad y residencia sin que á la autora le ocurra
describir impresiones ó panoramas de los nuevos
sitios. lyos personajes siguen, para su problema
interior y en sus manifestaciones externas (ó, al
menos, en aquellas que merecen consideración
dentro de un arte que no es de realismo servil),
iguales á lo que antes eran, idénticos á sí mismos.Frecuentemente, en aras del color local los nove-
listas sacrifican el arte. Lo que no pasara si, conven-
cidos de que la Vida y la Naturaleza imitan al arte,
según afirma Osear Wilde, no se empeñasen en
invertir el sentido de la imitación. Los artistas
debieran, poreso,
imaginarbellas cosas,
auninexis-
tentes, para que los antiguos intermediarios de las
filosofías indostánicas, ó los demiurgos del neo-
platonismo alejandrino, ó bien los modernos agentes
de las Ideas-Fuerzas de M. Fouillée, se ocupasen
en darles vida corporal.
En nuestra literatura nacional, — particular-
mente me contraigo aquí á la novela, — el color
local y la imitación de la vida han producido un
resultado funesto á todas luces : no hallaréis, ó la
hallaréis difícilmente, novela nacional en que no se
describa esta festividad, la más vulgar de todas, la
menos sugestiva de todas : un 15 de septiembre
en la noche.
Nosotros, como los atenienses, tenemos orgullo
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266 CUESTIONES ESTÉTICAS
en celebrar con discursos y poesías, año por año, los
aniversarios de las hazañas patrióticas; para lo
cual, dicho sea de paso, contamos con un inago-
table caudal de oradores y poetas, que, como forza-
dos á quienes por turno va tocando la prueba, no
pueden menos de considerar la fiesta nacional como
un compromiso amargo, cosa que, al tiempo queenvenena el civismo, llena de retórica nuestras tri-
bunas patrióticas, adonde los tristes designados
hinchan poesías y oraciones como hinchaba perros
el loco de que habla Cervantes. — Nosotros, digo,
año por año celebramos los aniversarios de las haza-
ñas patrióticas:
¿Y era posible que devotos delcolor local dejaran sin describir este rasgo tan carac-
terístico, que parece dar á los libros carta de ciuda-
danía y pasaporte ? Y entre todas las fiestas cívicas
¿cómo no habían de elegir la de más bulto, la de
mayores dimensiones, la que se celebra en la plaza
más ampHa, aquella en que se grita más y más á
deshora ? — Don Federico Gamboa nos ha dado
un 15 de septiembre.
Hasta Carlos González Peña, este joven de quien
esperamos bellos frutos así que se libre de la influen-
cia un tanto exclusiva de su maestro Zola, y de
quien esperamos con agrado una prometida nueva
novela; hasta él, que por venir en generación másreciente podría haber roto tales tradicionalismos
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CUESTIONES ESTÉTICAS 267
plebeyos, se ha creído obligado, en méritos de la
verdad (no de la verdad artística por cierto), á
describirnos la desabrida escena¡ Como si el arte
requiriese de estas patrañas para cumplir con sus
altos fines ¡ Como si la verdad artística no supusiera
una realización completamente interior ¡ Como si
el placer estético consistiera en el « frío placer que,— dice Ivcssing, — resulta de percibir la semejanza
de la imitación y de apreciar la habilidad del artí-
fice »
Este respeto de la verdad popular (más que la
verdad exterior), es todavía una forma de literatura
tendenciosa,
yes un fin moral.
—Más acertados
andaban, hace siglos, los escolásticos : pues ya el
propio Sto. Tomás de Aquino y su muy ilustre ylejano discípulo Fray Juan de Sto. Tomás, habían
definido la teoría de el arte por el arte, de que nos
pagamos tanto los contemporáneos, al decir que
el arte no puede ser intrínsecamente malo, por
cuanto toca sin remedio en la virtud (el bien del
intelecto), ya que su bondad consiste en ajustar la
idea á la intención.
Tales rápidas observaciones me sugería el co-
rriente rumor de que este año ya no se celebrará, con
festividad pública y grito desde los balcones del Pala-
cio Nacional, la fecha del 15 de Septiembre. Ypensaba si con ésto descansarían los lectores de
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268 CUESTIONES ESTÉTICAS
literatura, ohñdados los novelistas de tan enojosa
descripción. Mas ello es difícü : porque es tan cierto
que el arte no imita lo existente y que se aprove-
cliaría, si le fuera dable, de cosas de otros mimdos
y aun de otros universos, que apenas las cosas dejan
de existir y se convierten en recuerdos ó en leyendas
(en algo menos imitable directamente que las
existencias actuales, notadlo bien), cuando 5 a se las
apropia como con derecho mayor, y más ahincada-
mente se trabaja con ellas. Asi, no bien habrá desa-
parecido la fiesta tradicional, cuando 3-a veréis, no
sólo en las novelas, hasta en los artículos de los
diarios, que no faltará quien todos los años se acuerdede los buenos tiempos del 15 de Septienibre, con el
aspa\ñento de afirmar esto tan grato siempre para
quien lo dice : « yo existí en tiempos en que existia
algo que ho}- no existe 3-a )>. Y la Noche memorable,
convertida también en arma de los que siempre
maldicen de lo nue\-o por exaltar lo \ñejo, vendrá
á ?er, acaso, enseña para los descontentos de todo
género. Y como se refugiaban los últimos gentiles
á celebrar los ritos hereditarios, — 3-a ridículos yadulterados, — habrá quienes todos los años se
refugien, la Noche del 15 de Septiembre, no sé en
qué aquelarre, no s en cuál catacumba, á tañer
una campana y á lanzar iin grito.
Agosto de igog.
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HORAS ÁTICAS DE LA CIUDAD(PRÓLOGO DE UN LIBRO)
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HORAS ÁTICAS DE LA CIUDAD
(PRÓI^OGO DE UN LIBRO)
lOY compongo el prólogo de un libro que
de juro no he de ver publicado.
Cuando, una vez, me propuso cierto ami-
go que hiciera yo la crítica de mis propias obras,
respóndale que sólo esperaba á escribirlas y á publi-
carlas; y él me aconsejó que escribiera la crítica
de lo que tenía pensado escribir, porque ya había
dado, seguramente, en mi defecto, que es comentartodo sin cesar. Hoy ofrezco á la lectura un comen-
tario de lo que no pienso publicar.
Iva obra menor, este género deleitoso del cual pasa-
dos los tiempos, sólo tienen noticia los eruditos, pero
que tan bien retrata la palpitante é interesantísima
vida cotidiana : que ni siquiera tiene que ser sustan-
cioso ú original, — pues que puede conformarse con
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272 CUESTIONES ESTÉTICAS
ser redundancia de la misma vida; — que apenas
requiere buen humor para apuntar todos los días
las pequeñas cosas que inventamos; que es descanso
para el ingenio y como baño de agua clara adonde
dejamos la rigidez que nos viene de cuidar estilos
y sutilizar pensamientos; la obra menor que suele
ser la más humana y sincera manifestación de las
almas, y que divierte sin asombiar, interesa sin
fatigar; y sana en suma el espíritu, curándolo de
posturas difíciles, — no puede satisfacer á públicos
inquietos y Uenos de literatura en el pedantesco
sentido que Verlaine daba á esta palabra.
Distingüese la obra menor, no por ser menor encalidad propia, pues que puede, en su género, ser tan
perfecta como las principales, sino porque supone la
elección de fáciles asuntos, de temas sin trascen-
dencia, y el estilo llano y despejado, por oposición
á las obras en que los autores claramente dejan
apuntados los pensamientos más altos de su vida.Y así, no puede decirse que los que tratan mal sus
asuntos y escriben mal hagan solamente obras
menores, porque éstas tienen también su excelencia
propia, y lo que las caracteriza de modo más in-
equívoco es la maestría y la holgura con que las tra-
bajan los autores; donde se deja sentir que tienen
potenciaHdad para asimtos de más grande valor
y están adiestrados en ellos, sino que han querido
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CUESTIONES ESTÉTICAS 273
descansar en cosas más breves y fáciles, seguros
de que, al cabo, los lectores reconocerán la buena
cepa de su ingenio, aunque no por las nobles cuali-
dades de otros escritos, sí seguramente por la fran-
queza de la pluma, por la originalidad que apunta,
inesperada, en medio del tema más trivial, por lo
airoso de la narración y el desembarazo, en fin, de
quien trae ya consigo cierta dosis de perfección
latente y la va regando en toda parte. Asi no es
paradoja decir que ha habido, en los mejores ins-
tantes de la Humanidad, autores que sólo escri-
bieron de estas obraa, ó por natural tendencia á lo
ligero, ó por la pereza de la pluma, ó por la estrechezde los menesteres diarios que, no dejándoles vagar
para dedicarse á escritores (aunque lo fuesen conna-
turalmente), apenas les proporcionaron espacio para
decir humoradas y apuntar muy breves narraciones.
Es la facecia, el cuento breve como los de Juan
Aragonés ó los de Bebelius, un arquetipo de lo que yo
quiero entender por ohra menor, aunque muchos otros
géneros pudieran clasificarse aquí — Pienso que ya
os pa^an por la mente 1 s nomb es de Bocaccio y de
Margarita de Navarra, y que recordáis decamerones
y hepiamerone . de aquellos que, en siglos incompa-
rabl s, solazaron los ocios y divirtieron á mo-
narcas y á Cc rdenales, y á los que el pueblo florentino
exaltado por la palabra de Savonarola y de Fray Do-
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274 CUESTIONES ESTÉTICAS
menico de Pescia, daba al fuego en hoguera pública.
Y os acordaréis también de Erasmo y toda la litera-
tura paremiológica ó de proverbios, los Dias Geniales
ó Lúdicros (sobre los juegos de los muchachos), de
Rodrigo Caro, la Philosophia Vulgar de Juan de Mal-
Lara,Los yípotegmas de Juan Rufo, ytodos losmuchos
y entretenidos libros del folk-lore. Hasta los títulos
bajo los cuales se agrupan los viejos relatos indican
cómo fueron escritos para desahogo del ánimo ycontentamiento. Juan de Timoneda, el afamado
librero valenciano á quien debe la literatura la
recopilación del teatro de Lope de Rueda, — que sin
él de fijo quedaría perdido, pues que éste componía
sus piezas en la memoria y sin escribirlas, — llama
á sus cuentos El Sobremesa y Alivio de Caminantes,
dejando clara su intención de que se les narre á la
hora del reposo, mirando los caminos de la venta ybebiendo vino
;que sus cuentos, como él mismo dice,
son <( para recreación de la vida humana », « para
saberlos contar en esta buena vida ». — Y notad que,
en muchos casos, fueron los que se dedicaban á
género tan agradable y tan frivolo, varones doctos
por extremo y capaces de mantener las tesis de Pico
el florentino, quienes, muchas veces, hasta escri-
bieron sus cuentos en latín.
Los ingenios cultos ó los sencillos, los distin-
guidos ó ios plenamente humanos, los eruditos y el
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CUESTIONES ESTÉTICAS 275
pueblo, siempre gustarán de estos libros : unos por su
propia virtud mental, otros, tan sólo, porque tales
libros son entretenidos y graciosos y que no desde-
ñan epigrama ni donaire alguno, por audaces que
éstos aparezcan.
Pero quienes propiamente forman el público para
nuestros libros, — clase intermedia, artificial ensentimientos y en pensamientos, angustiada por
prejuicios y reglas para obrar y pensar, anhelante
hoy de clasificar autores en intelectuales y no-inte-
lectuales,— nunca podrán apreciar sabiamente las
obras menores y creerá que no son géneros literarios
ni las han escrito Hteratos.
El público nuestro, como que detesta la sana
alegría que eUas procuran.
Mas el temor de la algazara que habrían de provo-
car mis facecias no me detiene un pimto en publi-
carlas, sino la consideración de que por eUas desfilan
graves personajes que empiezan ya, con su vida, á
estorbar la Historia, y que eUas ponen á contribu-
ción para la risa, serias y aun muy vivas cuestiones.
He querido recoger las fábulas que sobre aquellos
y sobre éstas andan por la ciudad. Creo, firmemente,
que toda villa es Atenas por poco que gustemos
de admirarla y de no renegar de ella. Y siempre
he juzgado que el caudal que la vida ofrece á los
escritores es, á través del tiempo, igual de valioso y
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276 CUESTIONES ESTÉTICAS
sugestivo, aunque las modas intelectuales y las
tendencias de cada quien vayan estrechándonos á
considerar sólo limitados aspectos, distintos en las
épocas y en los individuos. Imagino que un griego,
resucitado á nuestro siglo, nos diría, de nuestro
vivir, muy nobles é insospechadas cosas. Hasta en
mi ciudad y en mi tiempo se me antoja oir correr,
por bocas de gentes y en las calles, chistes y gracias
verdaderamente dignos de Atenas, porque concedo
al pueblo de hoy la misma inspiración feliz para la
risa que el antiguo nos demuestra en las comedias yen otras partes. — I^a política, al cabo, es casi la
única inspiradora de e tos afortunados embustes, —igual que en Atenas, — y ellos sirven, muy más que
disertaciones largas y mejor aún que las críticas
esbozadas, como aquellas coplas de Mingo Revulgo
donde tan encubiertamente se censuró el gobierno
de Enrique IV de Castilla, — para copiar la disposi-
ción espiritual, el instante histórico, y darlos á las
generaciones después, como herencia de regocijo
que se perpetúa en los labios de los hombres, ani-
ma y enriquece las charlas, y es inagotable maná
de proverbios populares, en forma de cuentos y dis-
creteos deliciosamente malévolos
ItO más granado y florido de la buena charla
popular, pero no lo de mera imaginación, sino lo queretrata situaciones púbUcas y opiniones de la ciudad.
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CUESTIONES ESTÉTICAS 277
si bien con mayor recato que en aquellas Coplas del
Provincial que los eruditos esconden á porfía quiero
yo guardarlo en un libro. Tienen un alma las ciudades
y se revela por sus maledicencias ingeniosas. Yo
quiero guardarlas para deleite de muy pocos, escri-
biendo con diligencia las que por ventura me lleguen,
ó enviando amigos alegres y discretos, á modo de
mensajeros, á que me las busquen por las calles; yjurando muy firmemente no entremezclarlas con
invenciones propias. Porque en la primitiva y ruda
pureza de estas ficciones se encuentra su particular
virtud. Son como gritos del espíritu colectivo; son
instantes de la vida social, — Y, como las mozasdel partido, cuando nos tropiezan por la ciudad, nos
llaman, nos guiñan, nos dicen cosas deshonestas, ynos hacen de reír gratamente.— Vale.
Febrero igio.
16
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DE LOS PROVERBIOS
Y SENTENCIAS VULGARES
{ « El refrán corre por todo el mundo de bo
ca en boca: según moneda que va de manoen mano gran distancia de leguas, y de allá
vuelve con la misma ligereza por la circun-
ferencia del mundo, dejando impresa la se-
ñal de su doctrina... Son como piedras pre-
ciosas salteadas por ropas de gran precio,
que arrebatan los ojos con sus limibres ».
— Juan de Mal-I<ara, Philosophia vulgar,)
(«porque hay algunos tan presurosos del
cuento ó dicho que saben, que en oyéndolo
comenzar á otro, se le adelantan ó le van
ayudando á versos como si fuera salmo; lo
cual me parece notable yerro, porque puesto
que le parezca á uno que contará aquello
mismo que oye con más gracia y mejor tér-
mino, no se ha de fiar de si ni sobre esa
certeza querer mejorarse del que lo cuenta,
antes oirle
yfestejarle
conel
mismoaplauso
como si fuera la primera vez que lo, oye
se.„ » — Corte na aldea e noites de invernó-
Francisco Rodríguez I<obo. Trad.de JuanBautista Morales, cit, por jM. Menéndez yPelayo.)
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DE LOS PROVERBIOS
Y SENTENCIAS VULGARES
|AY manifestaciones eminentemente popu-
lares que alcanzan la gloria de que sólo las
^consideren las literaturas distinguidas. Al-
guna virtud existe en lo que es tan extremadamente
sincero, en todo aquello que asume aspectos de espon-
taneidad, cuando asi se le dedican las más lentas,
las más laboriosas, las más delicadas de entre las
especulaciones literarias. Esa literatura media yabundante escrita para los públicos prejuiciados ; la
que sacia las necesidades mentales de las mayorías
semi-ilustradas y toma por signo de distinción un
artificialismo cualquiera (el que esté de moda), con lo
que consigue, propiamente, revestir los caracteres
del aliteratamiento, — con ser término intermediario
es lo más alejado que pueda darse de los dos extre-
16.
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282 CUESTIONES ESTÉTICAS
mos:
lo popular y lo erudito ; al paso que éstos,
como en el adagio, se tocan y se comiuiican, y al
fin se entienden humanamente y con delicia.
Porque ¿quiénes sino los varones más literarios
se han empleado en el estudio de los refranes, de los
adagios, los decires y los proloquios de todo género
que, cuándo sentenciosos
ycuándo burlescos, andan
sazonando la diaria conversación de las gentes?
Cuidanse los literatos menores de huir todo lo
popular (aun cuando ello adquiera, como siempre
sucede en castellano, extraordinarios signos de
belleza), é incurren con ésto en el mayor de los
filisieismos, en fuerza de parecer exquisitos, el
filisieísmo literario ;y en tanto los eruditos y mayores
artistas, desde el Alighieri en su libro De Vulgari
Eloquio, como el Marqués de SantiUana, como
Brasmo, Juan de Mal-Lara, Sebastián de Horozco,
Juan de limoneda, Juan Rufo, Melchor de Santa
Cruz, Cervantes, Quevedo y muchos más, caen con
amorosa ansiedad sobre esta literatura profunda yhumanísima de los que no saben leer; acopian
proverbios y escriben cuentos donde los agrupan de
intención, se deleitan con ellos y los estudian, sin
temor ala burdeza de algunos (porque las naturalezas
fuertes siempre han amado las palabras precisas), y
quieren sentir, tras de su cadencia y sus mahciosasinsinuaciones, algo como un testimonio vivido de la
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CUESTIONES ESTÉTICAS 283
fácil bondad humana, del rico aliento de las genera-ciones cuajado en deliciosas sentencias. Donde el
grande espíritu del pueblo español (para contraerme
á nuestro caso),—cuya burla difiere tanto de la refi-
nada y fría de los franceses cuanto va de la acojedora
carcajada de Cervantes al agrio gesto y al latigazo
de Flaubert, — se derrama y vierte en la más franca
de las alegrías y en la más sabia y más benigna de
todas las sabidurías de vivir.
Un estilista de aquellos para quienes el gay decir
consiste en restarse elementos de belleza y de harmo-
nía; para quienes un verso bueno no ha de llevar
sinalefas ni asonancias (aun cuando suceda que un
ritmo feliz explique más que muchas palabras);
imo de éstos que borran de su pensamiento y de su
corazón aquella mitad del universo que sólo podemos
expresar por medio de voces asonantes, bien está
que haya declarado cierta vez que no había de traer
refranes á su estilo porque tanto era como matar
la particular excelencia de sus discursos ¡ Ya se echade ver que éste no entendía su idioma — Pero
quienes busquen prestar á sus arquitecturas de
ruidos los gallardetes, los festones, las cabriolas, las
galas vivas y vistosas que es capaz de proporcio-
narnos el libro natural', quien quiera comunicar á su
estilo un temblor humano, una de esaspalpitaciones
que anuncian la potente vida interior, ese, estro-
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284 CUESTIONES ESTÉTICAS
peando los prejuicios del menguado artificialismo
con una afirmación vital, sacará á puñados del arca
profunda de los proloquios y los refranes, agitán-
dolos como cascabeles junto á los oídos del sordo
y lanzándolos como cohetes de luces, aun á riesgo
de que ya la moda no quiera llamarle literato.
El pueblo que ha sabido crear el romance viejo, ese
género de belleza incomparable y superior, al menos
para mi preferencia, tuvo todavía fuerzas para
enriquecer la charla de sus hijos con amenidades ysazones que son como joyas naturales, con un pre-
cioso caudal de retráeres y brocárdicos, mejores en
nuestra lengua, según ya se ha dicho, que en todas
las otras.
Muchos adagios, ciertamente, ammcian ya una
positiva cultura (como los de griegos y latinos, carác-
ter por el que Juan de Valdés los distingue de los
castellanos); pero los legítimos, los primeros, los
que figuran en la recopilación que Iñigo López de
Mendoza, Marqués de Santillana, compuso á ruegosdel rey Don Juan, más bien dan señales de haber
sido improvisados por viejos repentistas y de buen
humor á quienes el mucho trato humano había hecho
oportimos, y son, según explica el propio Marqués,
los {( que dicen las viejas tras el fuego ». Juan de
Valdés, en el Diálogo de la Lengua, donde más de
una vez se inspiró en la citada colección del famoso
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CUESTIONES ESTÉTICAS 285
señor de Hita y de Buitrago, dice de los refranes
castellanos, que « son tomados de dichos vulgares,
los más de ellos nacidos y criados entre viejas tras
del fuego, hilando sus ruecas ».
Yo diré de mí que prefiero, á los que anuncian ya
una ciencia que no es la humana (como el muy cono-
cido de salirse por la tangente), aquellos sanos yvulgares que dicen :
Á chica cama, échate en medio,
Aun non ensillades é ya cavalgades,
¡ Con quién lo avades quaresma con quien non vos
Dueña que mucho mira, poco fila, [ayunará
En luengo camino é en cama angosta se conocen los
El pan ajeno hace al hijo bueno, etc. etc. [amigos.
Aunque, ciertamente, los que revelan un conoci-
miento especial y lo ilustran, como los refranes de
agricultura de los romanos, suelen ser agradabi-
lísimos :
Mal agricultor será, quien compra lo que la tierra le dá;Peor quien trabaja bajo techado, si el día está sereno
[y el campo olvidado
E)s de buena economía dejar á la noche lo que estorba
[en el día.
El presbítero Sbarbi, en su monografía premiada
por la Biblioteca Nacional de Madrid en 1871,señala como fuentes de los refranes, ó deja entender
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286 CUESTIONES ESTÉTICAS
que lo son, sucesivamente, los libros sagrados (quien
abrojos siembra, espinas coge, de San Mateo); los
Padres de la Iglesia {Todo lo vence el amor, de San
Jerónimo) ; el propio Catecismo de las escuelas {iQué
quiere decir cristiano}); los dichos de los sabios {Di
mentira, sacarás verdad, de Quinto Curcio); las
divisas de caballería {Ni del Papa beneficio, ni del
Rey oficio : armas de Medina del Campo) ; los poetas
{Con lo que Sancho sana Domingo adolece. Rabí DomSem Tob, llamado el rabí sano, ó rabí don Santo);
las fábulas {el parto de los montes; están verdes, dijo
la zorra); las anécdotas históricas {envaine Ud.seor
Carranza) ; los cuentos populares, fabliellas ó conte-
cillos {con la intención basta ; son modelo los rondalles
de Timoneda, atmque éste tiende á inventar por su
cuenta el origen de cada refrán) ; las animosidades de
terruños {nihombre cordobés, ni cuchillopamplonés,etc.,
que corresponde á nuestro : mono, perico y poblano,
no lo toques con la mano) ; el amor al lugar natal {qui
non ha visto Sevilla, non ha visto maravilla; qui nonha visto Lisboa non ha visto cosa boa, que se hallan,
en esta lección distinta de la que trae Sbarbi, sobre
los grabados de una vieja Cosmographia latina del
P. Merulo, auctor damnatus, á juzgar por ima
inscripción manuscrita que lleva la portada de mi
ejemplar);los
dichos de otras lenguas {cuando labarba de tu vecino veas pelar, echa la tuya á remojar,
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CUESTIONES ESTÉTICAS 287
del árabe); el trato social {al que quiera saber,
mentiras en él; Dios me dé contienda con quien me
entienda); la filosofía vulgar y la higiene {quien oye
consejo llega á viejo; come poco, cena 7nás, duerme en
alto y vivirás); el arte cisoria y la culinaria {en la
mesa se conoce la educación ; especia cocida especia
perdida); y, por último, cierto gusto alambicado por
la aliteración y el sonsonete, en que ya después
insistiré.
Mas quiero desde luego notar que los refranes no
son siempre tan cristianos como anhelaran los puris-
tas y que en ellos, más que en parte alguna, se mani-
fiesta cuan poco entiende el vulgo de catolicismo.
¿Pues no es él quien ha dicho que la pobreza es
escala para el infierno} pues, y los proverbios que
rezan piensa mal y acertarás, entre santa y santo
pared de cal y canto, y otras malicias ? También sale
en ellos á flote el espíritu de rebeldía tan caracte-
rístico del pueblo que ha cantado á Fernán González,
á Bernardo del Carpió y al Cid (todos levantiscos).
Kjemplo : para los desgraciados se hizo la horca.
Quieren muchos decir que tienen los proverbios,
los pequeños evangelios, grandísima utilidad práctica,
y que sirven para orientar la conducta de la gente
sin ley; pero yo mejor los entiendo como manifes-
taciones desinteresadas, independientes de móvilesde acción, que nacen por una necesidad estética
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de reducir á fórmulas la experiencia (ciertamente),pero no para usar de ellos en los casos de la vida, sino
para explicar y resumir situaciones ya acontecidas.
Una necesidad puramente teórica de generalizar,
ha originado la mayoría de esas breves sentencias
ó consejos, y por eso casi todos son inmorales, ó
mejor amorales; aparte de que quieren más retratar
el mundo como es, que no proponer otro como debiera
ser. En tal concepto, son comparables á las máximas
de la Rochefoucauld y los moralistas de su género,
que sirven para conocer mejor el alma de los hom-
bres, pero no para orientar la acción inmediata;
que tienen carácter teórico, y no de utilización
vital. — lyos refranes ni los proverbios han servido
nunca para regir la conducta de nadie. Se empeña
el ya citado Sbarbi en que un joven fogoso, se
recatará en cuanto recuerde que quien ama el peligro
en él perece. No lo creo, ni habrá quien lo crea.
Cuando mucho sucederá que sus amigos, lamentando
alguna catástrofe, recuerden el dicho refrán, comopara resumir ó explicar lo ya acontecido. No sé quien
ha dicho que la experencia de la vida es inútil porque
llega después del momento en que hubiera sido
provechosa, y porque cada nueva situación es incom-
parable con las anteriores. Y la misión de los refra-
nes es, en verdad, abreviar rodeosy
explicaciones
imprecisas, que ahorrarán á todos, dándoles los
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CUESTIONES ESTÉTICAS 289
pensamientos ya formulados, la tarea de pensar de
nuevo sobre situaciones ya resueltas, pero una vez
que esas situaciones han acontecido ó se han realizado.
Decir que los refranes rigen la conducta ó pueden
regirla es cosa pueril, y yo mantengo que sólo sirven
para narrar, para explicar, para discutir. El refrán
no tiene más fin que servir á las conversaciones é
ilustrarlas ¡ Ivástima da que se empeñen en buscarle
otra justificación Hasta aquella tendencia á gene-
ralizar lo individual (que ya apunté arriba como
motivo de inmoralidad) le ayuda en tan sabrosa
misión. lyos refranes son manifestaciones estéticas.
Ni podría ser moral, por otra parte (aun cuandosea psicología y de la mejor, de la indiscutible, de la
axiomática), la sincera declaración de los casos del
mundo, que nunca se han podido ajustar bajo
sistema finalista alguno. Y, cuando ésto no bastara,
ese anonimato, esa inconsciencia con que germinan
los refranes, como si fueran una condensación delvaho de los hombres, nos pone en desconfianza
respecto de su rigidez moral. — Además, los refranes
destruyen por sí solos y echan á rodar toda esperanza
que se abrigue en cuanto á su utilización ética,
cuando también dicen : nadie escarmienta en cabe-
za ajena. Pues si ésto es verdad, no anduvo el sevi-
llano Juan de Mal-I^ara muy perdido en llamarles
philosophia vulgar (y no éíhica vulgar) porque lo
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Único que sí realizan á maravilla es declarar el
concepto del mundo que tiene el pueblo.Y ni Sancho,
el hombre de más dichos que puede imaginar la
fantasía, usó nunca de su destreza más que para
disculparse, pero nunca para decidirse.
Interviene, por último, en la formación de los
proverbios un sentimiento lírico en el espíritu
popular y que hace que todos prefieran hablar en
verso y no en prosa. El aire de canción de algimos
proverbios (y ésto ya es sabido), es la única expH-
cación de su existencia. Ya es el puro ritmo lo que
los hace pegadizos, ó ya una aliteración, una tras-
lación de sentido, un equívoco de vocablos, que, enel fondo, deslumhran siempre á los sencillos. Ejem-
plos : Horozco, no te conozco', ser el pagano.
En los juegos de los muchachos se perpetúan de
estos dichos en cantitad, acompañados con cierta
tonada monótona, á compás de la cual giran todos
dándose las manos:
Á estira y afloja perdí mi caudal,
á estira y afloja lo vuelvo á encontrar.
Para penetrarse bien de lo que afirmo, fuerza es
distinguir, en la literatura paremiológica, dos espe-
cies : una de ellas es de la que he tratado y está ya
bastante definida para mi propósito ; la otra son los
proverbios que no tienen de los populares sino la
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forma, pues que los escriben con propósitoscongruen-
tes, los escritores y los poetas. Para mejor distinguir,
bastaría comparar la recopilación del Marqués de
Santillana, á que ya h'ce mención, con sus Prover-
bios de gloriosa doctrina é fructuosa enseñanga, donde
la congruencia moral es evidente, hasta por ser,
como son, consejos de un padre á su hijo :
Fijo mió mucho amado,
para mientes,
é non contrastes las gentes,
mal su grado :
Ama é serás amado,
é podrás
fager lo que non farás
desamado.
Como ilustración y curiosidad, contaré lo que
aconteció, ha poco, en mi ciudad natal : al lado de
Monterrey y sobre el potrero de las lomas del Sur,
estaba situado un depósito de pólvora, un polvorín,
muy cerca del cual vivía, con su familia y su pequeña
hacienda (caballos, cerdos, gallinas y perros), el
encargado de cuidarlo. Un día aconteció, por no se
sabe qué abandono, que estallara toda aquella
pólvora; con lo que, naturalmente, desaparecieron
el polvorín, la casa del encargado, éste y toda su
familia y sus animales. Como el estallido fuera tal
que conmovió hasta la misma ciudad, luego acudie-
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ron á saber lo que sucedía. Y lo que sucedió fué
que sólo hallaron, único resto de aquella colonia,
¡ un gallo desplumado, aporreado y descaecido,
pero, salvo estos accidentes exteriores, enteramente
ileso. Los diarios de la ciudad comentaron el caso
jocosamente; y desde entonces, siempre que en
Monterrey se trata de ponderar las astucias ó la
impenetrabilidad de los que salen incólumes del
peligro ó sobreviven á las catástrofes, se dice : éste es
como el gallo del polvorín.
En todo ]\Iéxico tenemos sobrados ejemplos de
fenómenos como éste y como todos los apuntados.
Si mi ventura me lo concede, otra vez he de tratar
en ello con estudio y mayor aliento.
Jimio de igio.
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índice
OPINIONES.
Las tres « Electras « del Teatro ateniense 8
La Cárcel de Amor de Diego de San Pedro, novela
perfecta 67
Sobre la estética de Góngora 89
Sobre la simetría en la estética de Ga3the 133
Sobre el Procedimiento Ideológico de Stépliane
Hallarme 141
Sobre las Rimas Bizantinas de Augusto de Armas 165
INTENCIONES
Tres diái^ogos : I. — E)l Demonio de la Biblio-
teca 191
II — El duende de la Casa 207
III — Las Cigarras del J ardín 217Sobre un decir de Bernard Shaw 237
Las Canciones del momento 249
La Noche del 1 5 de vSeptiembre y la Novelística
Nacional 261
Horas áticas de la Ciudad, prólogo de un libro . 269
De los Proverbios y sentencias vulgares 279
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CHARTRES. — IMPRENTA ED. GARNIER. — 28-10-10.
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