Cuentos para la oración - Fundación Escolapias Montal · EL SUEÑO 68. LAS TRES REJAS . 5" " ......

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1 FUNDACIÓN ESCOLAPIAS MONTAL 127 CUENTOS PARA LA ORACIÓN DE LA MAÑANA ESO y BACHILLERATO

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FUNDACIÓN ESCOLAPIAS MONTAL

127 CUENTOS PARA LA ORACIÓN DE LA MAÑANA

ESO y BACHILLERATO

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INDICE

1. LOS DOS LOBOS

2. BURROS, MÁS QUE BURROS

3. LA MUÑECA DE SAL

4. EL REY Y LOS REGALOS

5. LOS MIL PERRITOS

6. ALFABETO

7. EL MUCHACHO Y EL VIEJO

8. MAMÁ, DIOS NO ES DIOS

9. LOS HOMBRES QUE VIERON A DIOS

10. RANAS Y HUMANOS

11. EL FABRICANTE DE LÁPICES

12. EL SALMÓN

13. EL RASTRO DEL CARACOL

14. A, B, C, D

15. NO SE VENDEN FRUTOS

16. EL PINCELITO

17. LA BOTELLA

18. EL COMETA QUE DESCUBRIÓ LA LUZ

19. PERDONAR Y AGRADECER

20. EL CUENCO DE LECHE

21. EL CONVIDADO DE NAVIDAD

22. EL BUSCADOR

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23. EL ECO

24. CUANDO LA FRUTA NO ALCANCE

25. UN REGALO A TRAVÉS DEL TIEMPO

26. LOS TRES CANTEROS

27. SACÚDETE Y SUBE

28. LA SED DE UNOS NÁUFRAGOS

29. NO HAY OTRO PLAN

30. LA PEQUEÑA VELA

31. EL VIEJO LOBO

32. EL LOBO Y LA RATA

33. LOS DOS ERMITAÑOS

34. DESIERTO ANCHO, MENTE ESTRECHA, CORAZÓN MEZQUINO

35. LA HISTORIA DE LA FAMILIA QUE DISCUTÍA

36. EL VIENTO Y EL SOL

37. LA ARAÑA LABORIOSA

38. CAMINO DEL MERCADO

39. EL PROSCRITO

40. UN GRANITO DE TRIGO

41. LA GALLINA INSOLIDARIA

42. HUELLAS SOBRE LA ARENA

43. HIGOS POR REMOLACHAS

44. EL PERRO Y LOS PERRITOS

45. LAS RAZONES DE LOS MAGOS

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46. EL MOSQUITO Y LA LUCIÉRNAGA

47. EL SECRETO DE LA FELICIDAD

48. EL BARCO EN LA BOTELLA

49. LA FÁBULA DEL PELÍCANO Y EL LEÓN

50. QUIERO EL SECRETO

51. EL PAPEL Y LA TINTA

52. LA DECEPCIÓN DEL GATO

53. LA GOLONDRINA Y LA PALOMA

54. EL OTRO YO

55. PIEDRAS

56. EL SECRETO DEL AMOR

57. EL MENDIGO

58. LOS TRES ÁRBOLES

59. LA ESCALERA

60. CICATRICES DE AMOR

61. UNA ESTRELLA DE MAR

62. UNA COMPETICIÓN DE SAPOS

63. LOS TRES VIEJECITOS

64. EL NIÑO Y LOS CLAVOS

65. UN HOMBRE, SU CABALLO, SU PERRO Y EL CIELO

66. LA MITAD DE UNA MANTA

67. EL SUEÑO

68. LAS TRES REJAS

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69. CRUZANDO EL RÍO

70. EL PARADIGMA DE LA RIQUEZA

71. LA ISLA DE LOS SENTIMIENTOS

72. EL CABALLO

73. ESCUCHAR LO QUE NO SE OYE

74. LA CUARTA VELA

75. EL BUSCADOR INCANSABLE DE LA FELICIDAD

76. EL PESCADOR SATISFECHO

77. EL PARTO

78. HE ESTADO CON DIOS

79. LA JARRA DE VINO

80. LOS DOS AMIGOS

81. EL PODER DEL AMOR

82. SEMBRADOR DE NOGALES

83. EN LA FÁBRICA DE JUGUETES

84. REGAR EL ROSAL

85. FIESTA EN EL CASTILLO

86. EL LÁPIZ, LA GOMA Y EL SACAPUNTAS

87. NO DEJES MORIR EL AMOR

88. EL ABUELO Y EL NIETO

89. PARÁBOLA DE LA RIQUEZA

90. EL SECRETO PARA SER FELIZ

91. TIEMPO DE ADVIENTO

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92. PARÁBOLA DEL HOMBRE CON LAS MANOS ATADAS

93. EL HEREDERO

94. LA PERLA

95. SÉ COMO UN MUERTO

96. EL TESORO DEL CAMPESINO

97. LOS DOS JILGUEROS

98. LA HERIDA QUE NO CURA

99. ENCONTRAR A DIOS

100. LAS COSAS SON COMO SON

101. LAS TRES PIPAS

102. ¿PORQUÉ NO HICISTE NADA

103. EL ROSTRO DE DIOS

104. LOS TRES CIEGOS

105. LOS DOS HERMANOS

106. HABÍA UNA VEZ

107. LA VENDEDORA DE MANZANAS

108. DIOS Y EL BARBERO

109. PARA QUÉ SIRVE EL SILENCIO

110. ¡Y SE ATREVIERON A SER LIBRES!

111. SÓLO EMPUJA

112. LA LUCIÉRNAGA Y LA SERPIENTE

113. RUMORES

114. UN POSADERO Y SU PERRO

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115. EL DIGNO SUCESOR DEL EMPERADOR

116. EL DIAMANTE

117. AMAR LO QUE SOMOS

118. GRABADO EN PIEDRA

119. LA CEBOLLA

120. LOS VERDADEROS MILAGROS

121. SANTO Y PECADOR

122. CORTAR LA CRUZ

123. EL JOVEN, LAS ESTRELLAS Y EL MAR

124. FRUTOS Y SEMILLAS

125. LA MALA COSTUMBRE DE MENTIR

126. EL HACHERO

127. LA PARED DESNUDA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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LOS DOS LOBOS

Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. El anciano dijo: “Hijo mío, la batalla es entre dos lobos que están dentro de todos nosotros. Uno es Malvado. Es ira, envidia, celos, tristeza, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y egoísmo. El otro es Bueno. Es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, generosidad, verdad, compasión, esfuerzo y amistad. El nieto estuvo pensando en lo que dijo su abuelo y luego le preguntó: ¿Y, al final, cuál de los dos lobos es el que gana? El viejo Cherokee respondió: Aquél al que tú alimentes. CIERRE: (1 ‘ aprox)

Señor, que no me deje llevar por la envidia, los rencores, los resentimientos. Que escuche siempre a lo bueno que hay en mí. Que no venza lo negativo para no tener que arrepentirme y sufrir innecesariamente. Señor, dame tu paz y serenidad. Ilumíname con tu inmenso Amor.

BURROS, MÁS QUE BURROS

Dos burros estaban atados entre sí. A uno y otro lado, a cinco metros aproximadamente, su dueño había puesto dos montones de verde y rica alfalfa. Torpes, como burros que eran, acuciados por el hambre, se empeñaron en comer cada uno del montón que tenían más cerca. Tantas eran las ansias por comer, tanto el esfuerzo al tirar cada uno por su lado, tanta la obcecación y la cabezonería y tanto su egoísmo, que se agotaron sin probar bocado. A punto estuvieron, cada uno por su lado, de tocar con su hocico la hierba de enfrente pero no lo lograron. Eso aumentó más su sufrimiento, su angustia y su esfuerzo inútil. Pasaron así una hora, hasta que, extenuados por el hambre, el trabajo y la rabia, cayeron al suelo a dos dedos (¡a dos dedos tan sólo!) de la alfalfa. Dos vacas que pasaban por allí, en maravillosa camaradería, se pararon y, con parsimonia inteligente, liquidaron uno de los montones y, después, con idéntico entendimiento, acabaron con el segundo. ¿Qué enseñanza extraes de este cuento? ¿Qué verdades pone de manifiesto?

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CIERRE: (1 ‘ aprox)

Este cuento pone de manifiesto una gran verdad, bueno quizás dos: • La primera gran verdad es el tiempo y energías que gastamos en

peleas y conflictos que no nos llevan a ningún lado. Tanto no nos llevan a ningún lado que perdemos lo esencial de la vida mientras estamos sometidos a estos conflictos. Que si mujeres y hombres, que si izquierdas o derechas, que si blancos o negros… guerras absolutamente innecesarias e irrelevantes.

• Y, lo segundo: ¿cuándo vamos a interiorizar que unidos a otros los objetivos serán más fácil de ser cumplidos? ¿por qué nos empeñamos en entender que el otro es una amenaza y no una oportunidad?

LA MUÑECA DE SAL

Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme hasta que, por fin, llegó al mar. quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces. “¿quién eres tú?”, le preguntó al mar la muñeca de sal. con una sonrisa, el mar respondió: “entra y compruébalo tú misma”.

Y la muñeca se metió en el mar. pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: “¡ ahora ya sé quién soy !”.

• Siempre, o casi siempre, estamos empeñados en reivindicar nuestro propia identidad. nos avergüenza que nos confundan con otros. Queremos ser nosotros mismos. es una necesidad vital: ser yo.

• Pero ¿quiénes somos? ¿cuál es nuestra identidad? ¿cómo y dónde podemos descubrirla?

• Quizás el camino sea, no siempre separarnos del mundo, sino a veces identificarnos con todo aquello que me recuerda quién soy. mi familia, mis amigos, mi dios… estar indisolublemente unidos a ellos me permitirán ser yo en la más auténtica verdad.

• ¿Con qué personas te sientes más tú? • ¿En qué situaciones te sientes más tú?

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• ¿En la relación con Dios sientes que tu identidad se expande?

CIERRE: (1 ‘ aprox)

Ayúdame Señor a tender puentes entre las personas que me rodean. A ser yo puente para el acercamiento de unos con otros y para el acercamiento de los demás con Dios.

EL REY Y LOS REGALOS

Una vez un maharajá, que tenía fama de ser muy sabio, cumplió 100 años. El acontecimiento fue recibido con gran alegría, ya que todos querían mucho al gobernante. En el palacio se organizó una gran fiesta para esa noche y fueron invitados poderosos señores del reino y de otros países. El día llegó y una montaña de regalos se amontonó en la entrada del salón, donde el maharajá iba a saludar a sus invitados. Durante la cena, el maharajá pidió a sus sirvientes que separaran los regalos en dos grupos: los que tenían remitente y los que no se sabía quién los había enviado. A los postres, el rey mandó traer todos los regalos en dos montones. Uno, de cientos de grandes y costosos regalos, y otro más pequeño, con sólo una decena de presentes. El maharajá empezó a abrir los regalos del primer montón y fue llamando a quien se los había enviado. A cada uno le hacía subir al trono y le decía: Te agradezco tu regalo, te lo devuelvo y estamos como antes. Y dicho esto, le devolvía el regalo, sin importar qué fuera. Cuando terminó con el primer montón y devolvió todos los regalos, se acercó a la segunda montaña y dijo: Estos regalos sí me los quedaré. Estos son los que no tienen remitente y por ello no me obligan a nada. A mi edad, ya no es bueno contraer deudas. ¿Transformar el dar en una deuda? Mejor no dar nada. Si eres capaz de dar y recibir sin contraer obligaciones, puedes dar o no, recibir o no. Nunca nadie dejará de pagarte lo que te debe, porque jamás nadie te deberá nada. Un bonito cuento. ¿Una bonita realidad?... ¿Qué mensaje nos transmite este cuento?

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LOS MIL PERRITOS Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semiabierta; lentamente se adentró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto habían 1000 perritos más observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los 1000 perritos hicieron lo mismo. Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él ! Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: ¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir mas seguido a visitarlo!¨ Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y se encontró entrando al mismo cuarto. Pero a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se sintió amenazado ya que lo estaban viendo de una manera agresiva. Posteriormente empezó a gruñir; obviamente vio como los 1000 perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros 1000 perritos le ladraron también a él. Cuando este perrito salió del cuarto pensó: "Que lugar tan horrible es este!! Nunca más volveré a entrar allí!" En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: "La Casa de los 1000 Espejos". TODOS LOS ROSTROS DEL MUNDO SON ESPEJOS. NO ERES RESPONSABLE DE LA CARA QUE TIENES, ERES RESPONSABLE DE LA CARA QUE PONES.

¿Qué consecuencias extraes y qué enseñanza de este cuento para tu vida?

CIERRE: (1 ‘ aprox)

Señor, que sea de los que bendicen, de los que piropean, de los que reconocen el mérito de los otros aunque éstos no sean precisamente mis amigos. Que no censure a los otros solo porque no sean de mi grupo de amigos o porque no me caigan bien o porque haya tenido algún problema con ellos. Que sea justo siempre Señor con los que me rodean.

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ALFABETO Un pobre campesino que regresaba del mercado a altas horas de la noche descubrió de pronto que no llevaba consigo su libro de oraciones. Se hallaba en medio del bosque y se le había salido una rueda de la carreta y el pobre hombre estaba muy afligido pensando que aquel día no iba a poder recitar sus oraciones. Entonces se le ocurrió orar del siguiente modo: “He cometido una verdadera estupidez, Señor: he salido de casa esta mañana sin mi libro de oraciones y tengo tan poca memoria que no soy capaz de recitar sin él ni una sola oración. De manera que voy a hacer una cosa: voy a recitar cinco veces el alfabeto muy despacio, y Tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y formar esas oraciones que yo soy incapaz de recordar”. Y el Señor dijo a sus ángeles: “De todas las oraciones que he escuchado hoy, ésta ha sido, sin duda alguna, la mejor, porque ha brotado de un corazón sencillo y sincero”.

¿Qué te ha transmitido este pequeño cuento?

CIERRE: (1 ‘ aprox)

Señor, dame humildad y sencillez. Que en la oración te pida ayuda como este hombre para aprender a orar y a rezar. Seguro que si entro a la oración con humildad, tú me ayudarás y pondrás tu palabra en mis labios y en mis oídos.

También la humildad tiene que ver con la valoración y el agradecimiento. Sobre todo si lo agradeces sinceramente y de corazón después de que alguien haya hecho algo por ti. Cuando pones en valor lo que el otro hace por ti, cuando te das cuenta del bien que te ha hecho o te ha aportado y se lo agradeces, estás siendo también humilde. Por eso es humilde ante Dios quien sabe agradecerle todo lo que la vida le aporta o le ha aportado. Cuando pensamos que nos lo merecemos todo, cuando todo nos parece un derecho y no valoramos lo que tenemos, nos estamos enalteciendo. Traemos hoy a la oración un pequeño cuento de Leon Tolstoi que tiene que ver con ese agradecimiento.

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EL MUCHACHO Y EL VIEJO

"Un muchacho se quejaba un día a Dios y le decía: Señor, tú has hecho ricos a todos los demás, mientras que a mí no me has dado nada. Un viejo, que escuchaba sus quejas, le dijo ¿Eres tan pobre como crees? ¿No te ha dado Dios juventud y salud? Sí, es verdad, y me siento orgulloso de ello, dijo el muchacho. Entonces el viejo le tomó de la mano y le dijo: Si te diese cien mil euros, ¿te dejarías cortar la mano derecha? ¡Ni hablar! ¿Y la izquierda? ¡Tampoco! ¿Y si te diese un millón, te dejarías quedarte sin vista? ¿No lo permita Dios! Ni por una fortuna daría uno de mis ojos Entonces, ¿de qué te quejas?, le dijo el viejo. ¿No ves la inmensa fortuna que Dios te ha regalado? Pues vete, y no seas desagradecido. León Tolstoi ¿Te cuesta dar las gracias? ¿A quién tienes que dar gracias? Hoy te pido un pequeño gesto, dirígete a algún compañero/a de la clase a quien le tengas que agradecer algo y preséntale tu agradecimiento.

“Mamá, Dios no es Dios”

-“Mamá, Dios no es Dios” . “¿Por qué hija?” “Porque le pido que me convierta en caballo y no lo hace. ¡Mira!” decía Ester, de cuatro años, cerrando fuertemente los ojos y esperando, al abrirlos, ser su animal preferido (y a la vez, en una espera inconsciente, ser satisfecha por ese Dios que le han dicho que todo lo puede). Y al día siguiente intentaba lo mismo pero con un león, aumentando su enfado y su decepción…

La cuestión es cómo hablamos de Dios, qué enseñamos de Dios y cómo es nuestra forma de relacionarnos con Él. ¿En qué Dios creo yo? ¿En un Dios que tiene que resolverme el problema cada vez que aparece? Sabemos que no, pero con frecuencia nos encontramos en nuestro interior pidiéndole: dame esto o aquello… ¿En qué Dios creo entonces? ¿En un Dios que hace que las situaciones incómodas o injustas desaparezcan por arte de magia? ¡Por supuesto que tampoco! Pero muchas veces lo estamos deseando…

La mamá que escuchaba atenta aquella conversación le dijo a su hija: “No le digas a Dios que te convierta en un caballo, pero sí dile

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que te dé su fuerza, ni que te convierta en un león, pero sí dile que te de su valentía…”

Y Dios sonrió.

¿Qué enseñanza crees que nos transmite este cuento? CIERRE: (1 ‘ aprox)

Señor, que no sea yo de los que se quedan mirando al cielo y sin darme cuenta de que Tú actúas y estás cerca de mi vida. Que mis cinco sentidos estén vivos para descubrirte. Que sepa verte en los acontecimientos que vivo y descubrirte en ellos. Que tenga abiertos los ojos para verte, los oídos para escucharte en tu Palabra o en la boca de los que me quieren, que sepa tocarte en el pobre, el enfermo, el que lo necesita. Que te huela en los acontecimientos para intuir allí tu presencia y que te saboree en la oración, los sacramentos y momentos preparados por ti y para mí a lo largo del curso.

Los hombres que vieron a Dios

En una aldea vivían dos hombres que continuamente se peleaban y no podía vivir sin ofenderse el uno al otro. A cada rato, por cualquier motivo, surgía una pelea. La vida se hacía insoportable para los dos, pero también para todo el barrio. Un día, algunos ancianos le dijeron a uno de los dos: "La única solución es que tú vayas a encontrarte con Dios". "De acuerdo,- contestó el hombre- pero ¿dónde?. "Basta que tú subas allá arriba, a la cumbre de la montaña, para encontrarte con Dios.

Después de algunos días de camino difícil y fatigoso, aquel hombre llegó a la cumbre de la montaña. Dios lo estaba esperando allá, arriba. El hombre cuando vio a Dios no quería creer. Se frotó los ojos para ver mejor. Pero, no había alguna duda. Dios tenía el rostro de su vecino tan antipático e intratable. Lo que Dios le dijo, nadie lo sabe, Pero cuando volvió a su pueblo ya no era el mismo hombre que antes.

Sin embargo, no obstante su amabilidad y deseo de reconciliación, todo seguía casi como antes porque el vecino inventaba continuamente nuevos pretextos para discutir y pelear. Los ancianos se dijeron entonces: "Es necesario que también el otro vaya a ver a Dios" Lograron convencerlo y también el vecino partió por la montaña para ver a Dios. Y allá arriba

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también él descubrió que Dios tenía el rostro de su, tan odiado, vecino. Desde aquel día todo ha cambiado y la paz reinó en aquel barrio...

¿Cuál te parece la enseñanza más importante de este cuento?

CIERRE: (1 ‘ aprox)

Es en verdad un gran acto de fe creer de veras que nuestros hermanos, también los más difíciles, son imagen del mismo Dios. Pero bastaría creer esto para que el mundo caminara en paz. Hay que creer sin ver y creer aún cuando el rostro de Dios esté cubierto de barro y de lodo mal oliente. Si hubiéramos tirado un puñado de piedras preciosas en un charco de barro y los hubiéramos pisado y cubiertas de fango, no por eso dejarían de ser perlas preciosas.. Así es el rostro de nuestros hermanos que, aunque ensuciados por sus debilidades, son siempre imagen y semejanza de Dios. Hay que creer que detrás de unas apariencias feas y antipáticas está escondido el mismo rostro del Hijo de Dios. Y eso es lo que Calasanz vio también en esos gamberretes del TRastévere.

RANAS Y HUMANOS Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuan hondo era, le dijeron a las dos ranas que estaban en el fondo que para efectos prácticos se debían dar por muertas, que no lograrían salir. Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus “amigas” y siguieron saltando, tratando de salir fuera del hoyo, con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo en que sus esfuerzos eran inútiles. Finalmente, una de ellas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Se desplomó y murió. La otra rana continuaba saltando cada vez más y más fuerte, tanto como le era posible. Una vez más, las ranas desde arriba, le gritaban y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir; le decían que ya no tenía sentido seguir luchando. Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió, las otras ranas le dijeron: “nos da gusto que hayas logrado salir a pesar de lo que te gritábamos”. La rana les explicó que era un poco sorda, y que pensó que la estaban animando a esforzarse más y a salir del hoyo.

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Moraleja: La palabra tiene poder de vida y de muerte. Una palabra de aliento compartida con alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y a finalizar bien el día. Una palabra destructiva dicha a quien se encuentre mal y desanimado puede ser la que lo termine de destruir. ¡Tengamos cuidado con lo que decimos! Una persona especial es la que se da tiempo para animar a los demás...Dispongámonos a ser “alguien especial” para los demás. Una referencia relacionada con esto: En los EE.UU. de Norteamérica, en la NASA, hay un póster de una abeja que dice así: “Aerodinámicamente el cuerpo de una abeja no está en absoluto hecho para volar, lo bueno es que la abeja no lo sabe”.

¿Qué enseñanza te trae este cuento?

EL FABRICANTE DE LAPICES Un fabricante de lápices tomó un lápiz justo antes de meterlo en su caja, y le dio unos consejos. -Le dijo: Hay 5 cosas que debes saber antes que seas enviado al mundo. Siempre recuérdalas y serás el mejor lápiz del mundo. Las 5 cosas son las siguientes: 1- Siempre harás cosas grandiosas, pero solo si te dejas sostener en la mano de alguien más. 2- Experimentarás el dolor en algunas ocasiones en que te saquen punta, pero puede ser necesario para que seas cada vez un mejor lápiz. 3- Tendrás errores, pero tendrás un borrador para corregirlos todos. 4- La parte más importante de ti es la que llevas dentro. 5- En cualquier superficie que seas usado, tendrás que dejar tu marca. No importan las circunstancias o las condiciones, deberás continuar escribiendo. El lápiz entró en su caja prometiendo recordar estas 5 cosas y con un propósito en su corazón de ser útil.

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¿Qué ideas destacarías de la narración?

¿Quién puede ser para ti la mano que sostiene?

¿A qué borrador se refiere la narración?

Comenta la frase:”..tendrás que dejar tu marca…”

LECTURA: “EL SALMÓN”

Aquel salmón llevaba tanto tiempo en el océano, se había adaptado tanto a las distintas corrientes marinas, que casi había olvidado sus orígenes. No sabía muy bien si era pez de río o pez de mar.

Un día nadaba sin rumbo fijo y en su cabeza comenzó a sonar el nombre de un río. Era el río de sus principios. En él había nacido a la vida como salmón y a él tenía que regresar si quería ser un salmón auténtico y maduro. El salmón no sabía qué hacer. Se estaba demasiado bien en el mar. Todo era fácil para él. Pero no se sentía a gusto. Quizás le faltaba algo. ¿Regresar a sus principios?

Como no podía seguir así, comenzó a preguntar a otros salmones. La mayor parte de ellos había olvidado el río de sus principios o no querían oír hablar de él. Les parecía extraño que aquel salmón, que podía disfrutar del mar a sus anchas, quisiera complicarse la vida con esas cosas. Pero él seguía preguntando.

Hasta que un día, al amanecer, cerca de un estuario, se encontró con otros salmones. Entre ellos reconoció a algunos y les preguntó hacia donde se dirigían. Los salmones le contestaron que iban a redescubrir sus orígenes. Iban a remontar el río. El salmón les siguió, aunque dudaba. Sobre todo cuando oyó hablar del gran esfuerzo que suponía, de las dificultades y de los peligros que acechaban en las orillas. Tenían que nadar a contracorriente, superar cascadas y saltos de agua, protegerse de los osos y de las águilas, y esquivar a pescadores.

A pesar de ello, el salmón se armó de valor y logró remontar el río. Redescubrió sus orígenes y, con ellos, sus principios. Y cuando regresó de nuevo al mar se dio cuenta de que había sido fiel a su vida de salmón, una vida fecunda que tenía un sentido: tenía un principio y una meta que a punto

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había estado de no alcanzar por haberse dejado mecer despreocupadamente por las aguas del mar.

Ahora sabía que era un pez de río, aunque tenía que nadar y convivir con otros peces en el mar.

¿Qué ideas destacarías de la lectura del cuento?

¿Qué significado tiene la idea de regresar a los principios?

¿Tiene la vida para ti un principio y una meta?

LECTURA: “EL RASTRO DEL CARACOL”

- ¿Adónde vas, caracol? – Preguntó la lombriz al caracol. Voy a construir un mundo mejor. ¿Y este rastro que dejas? Lo dejo por si alguien quiere seguirme. ¿Tú quieres seguirme? La lombriz lo pensó unos instantes; después, contestó: Yo estoy bien aquí: éste es mi mundo mejor.

El caracol se despidió de la lombriz y siguió caminando. Al pasar bajo la sombra de un avellano, el caracol se encontró con una cigarra.

La cigarra preguntó al caracol: ¿Adónde vas, caracol?

El caracol respondió: Voy a construir un mundo mejor. ¿Y qué llevas en esa concha? El caracol hizo un gesto de fatiga y contestó: Llevo el dolor del mundo. ¿Quieres ayudarme a desterrarlo? No,-dijo la cigarra.-. Me encuentro muy bien aquí comiendo y cantando. El caracol bajó la cabeza apenado y siguió caminando. En la tapia de un huerto se le acercó otro caracol y le preguntó: ¿Adónde vas, caracol hermano?

- Voy a construir un mundo mejor. ¿Quieres seguirme? Sí, te sigo: te estaba esperando. Los dos caracoles siguieron caminando. Iban dejando un rastro cada vez más marcado. A ellos se fueron uniendo otros caracoles que siguieron su rastro. Ahora están llamando a tu puerta. Tú abres y preguntas: ¿Adónde vas, caracol? Los caracoles al unísono te responden: Vamos a construir un mundo mejor. Llevamos en nuestras conchas el dolor del mundo. ¿Quieres ayudarnos a desterrarlo? Si te decides, ¡sigue nuestro rastro!

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¿Qué ideas destacarías de la lectura y de la oración?

¿Qué ideas destacarías de la lectura del rastro del caracol?

¿Qué significado tiene la idea de llevar en las conchas el dolor del mundo?

Lectura del cuento de Paulo Coelho: A, B, C, D…

- Siempre está viva la fe en el corazón de los hombres, dijo el sacerdote al ver la iglesia llena. Eran obreros del barrio más pobre de Río de Janeiro, reunidos en la noche con un solo objetivo común: la misa de Navidad. Se sintió muy confortado. Con paso digno llegó al centro del altar. - a, b, c, d…

Era, al parecer, un niño el que perturbaba la solemnidad del oficio. Los asistentes se volvieron hacia atrás algo molestos.

- a, b, c, d…

- ¡Para!, dijo el cura. El niño pareció despertarse de un trance. Lanzó una mirada temerosa a su alrededor y su rostro enrojeció de vergüenza.

- ¿Qué haces? ¿No ves que perturbas nuestras oraciones?

El niño bajó la cabeza y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

- ¿Dónde está tu madre?, insistió el cura. ¿No te ha enseñado a seguir la misa?

Con la cabeza baja el niño respondió:

-Perdóneme, padre, pero yo no he aprendido a rezar. He crecido en la calle sin padre ni madre. Hoy como es Navidad tenía necesidad de conversar con Dios. Pero no sé cuál es la lengua que Él comprende, por eso digo sólo las letras que yo sé. He pensado que allá arriba Él podrá tomar esas letras y formar las palabras y frases que le gusten.

El niño se levantó.

- Me voy, dijo, no quiero molestar a las personas que saben tan bien comunicarse con Dios.

- Ven conmigo, le respondió el sacerdote.

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Tomó al niño por la mano y lo condujo al altar. Después se dirigió a los fieles:

- Esta noche antes de la misa vamos a rezar una plegaria especial. Vamos a dejar que Dios escriba lo que Él desea oír. Cada letra corresponderá a un momento del año, en el que lograremos hacer una acción, luchar con coraje para realizar un sueño o decir una oración sin palabras. Y le pediremos que ponga en orden las letras de nuestra vida. Vamos a pedir en nuestro corazón que esas letras le permitan crear las palabras y frases que a Él le agraden.

Con los ojos cerrados, el cura se puso a recitar el alfabeto. Y, a su vez, toda la iglesia repitió: a, b, c, d…

¿Qué ideas destacarías del cuento?

Si dejáramos a Dios escribir lo que El desea oír de cada uno de nosotros ¿qué oración compondría?

¿Qué sentimientos profundos emanarían de su corazón?

LECTURA: “No se venden frutos”

Anoche tuve un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una tienda nueva. El rótulo decía: "Regalos de Dios". Entré: Un ángel atendía a los clientes. Yo, asombrado, le pregunté: - ¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor? - Vendo cualquier don de Dios. - ¿Cobras muy caro? - No, los dones de Dios son gratis. Miré los grandes estantes; estaban llenos de ánforas de amor, frascos de fe, bultos de esperanza, cajas de salvación y muchas cosas más. Yo tenía gran necesidad de todas aquellas cosas. Cobré valor y le dije al ángel: - Dame, por favor, bastante amor; dame perdón; un bulto de esperanza, un frasco de fe y una caja de salvación. Mucho me sorprendí cuando vi que el ángel, de todo lo que yo le había pedido, me había hecho un solo paquete; y el paquete allí estaba en el mostrador, un paquete tan pequeño como el tamaño de mi corazón. - ¿Será posible? - pregunté - ¿Esto es todo?

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El ángel me explicó: - Es todo, Dios nunca da frutos maduros; El sólo da pequeñas semillas, que cada quien debe cultivar.

¿Qué ideas destacarías del cuento?

¿Qué significado tiene la idea de que Dios nunca da frutos maduros; El sólo da pequeñas semillas, que cada quien debe cultivar?

Lectura del cuento: EL PINCELITO

"Había una vez un pincel que era la admiración de todos los demás lápices, pinceles y crayones, puesto que con él habían sido pintados los cuadros más hermosos que habían salido de ese taller. Cuando el pintor tenía que realizar una obra de calidad o un trabajo muy importante, siempre acudía a él, puesto que sus suaves cerdas eran las que más finos y delicados trazos imprimían sobre el lienzo, y le daban un toque especial a cada detalle de la obra. Esto llenaba de orgullo a nuestro amiguito, que solía pasearse orondo por el taller, mirando por encima del hombro a los demás elementos de dibujo, puesto que sabía que él era el mejor. Todas las fibras y acuarelas del taller suspiraban por el galán.

Cierto día, un viejo plumín de tinta china, envidioso porque nuestro amiguito era el centro de la atención femenina del taller, sembró en él una inquietante cizañita. Le dijo: "¿Tú te crees muy bueno? Pues lamento informarte que tú solo no vales nada. Jamás decides tú qué es lo que pintarás, o qué colores utilizarás, sino que eres un miserable esclavo del pintor que es quien te usa como a él se le da la gana". Esto inquietó al pincelito. ¿Sería verdad lo que el plumín había dicho? ¡No! El pintor era bueno... Pero... si era así, ¿qué derecho tenía el pintor de hacer con él lo que quisiera? ¡El pincelito era el que se ensuciaba y el que se desgastaba al raspar contra el lienzo. ¿Por qué había de llevarse los laureles el pintor?

La sombra de esta incomodidad quedó flotando en el ánimo del pincelito... Al día siguiente, cuando el pintor lo tomó en sus manos, decidió que sería él quien dictaría los trazos. Así cuando el pintor quería realizar una línea, el pincelito hacía fuerza para pintarla en otra dirección. Cuando el pintor quería sopar el pincel en un color, él apuntaba hacia otro tarrito de pintura. El pintor no entendía qué estaba sucediendo, puesto que en el lienzo tan solo aparecieron manchones deformes e improlijos. Luego de varios intentos

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fallidos, simplemente dejó al pincelito de lado y tomó otro para recomenzar su obra.

Esto puso aún más furioso a nuestro amiguito. ¿Quién se creía ese pintor que era para cambiarlo a él, al mejor, por un pincel cualquiera? ¡Ahora mismo se pondría él solo a pintar sin necesidad de que ese estúpido pintor lo manosease con sus manos sucias de pintura! Y así lo hizo. Se ubicó frente a un lienzo y con varios potes de pintura junto a él y comenzó a pintar. Todos observaban absortos al pincelito, incluso el pintor, que había dejado su trabajo, y al ver la satisfacción del plumín, comenzó a sospechar qué estaba ocurriendo. De más está decir, que tan solo una masa informe de colores superpuestos apareció sobre el lienzo. Y todos se rieron de él...

Nuestro amiguito, avergonzado, deprimido y frustrado se retiró a llorar lágrimas de pintura en su vaso. Había hecho el ridículo. Todos se habían reído de él. Todos... menos el pintor, que lo tomó dulcemente en sus manos y le dijo: "Querido amiguito, yo sé que tú eres el mejor, pero eres el mejor en mis manos. No eres un esclavo en mis manos, sino que juntos, los dos, pintamos. Así como yo te necesito a tí, tú me necesitas a mí. Sólo dejándote conducir por mis manos podemos crear juntos la belleza. El que sea yo quien dirige tus movimientos no te quita mérito, no, sino que por el contrario te enaltece, porque yo te elijo a ti entre todos los otros pinceles. ¿Nunca lo habías pensado así? Yo te amo, y te elijo a ti, entre muchos otros, cada vez que te utilizo. Y ahora sécate esas lágrimas, y vamos a seguir pintando".

Y el pincelito comprendió que en su naturaleza de pincel estaba el dejarse conducir por las manos del pintor, que sólo así podía ser lo que él era: un pincel."

Pequeño comentario con los alumnos en clase de este cuento: se plantean las siguientes cuestiones:

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

¿Quién es el pintor y quiénes los pinceles?

Lectura del cuento: “La botella”

Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo. El

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hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: "Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar". El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo atrás?

Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia... Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: "Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente".

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

¿Aprovechas las oportunidades que se te presentan? ¿Nos falta confianza y capacidad de riesgo?

Hay muchas lecciones que podemos extraer de esta historia. Muchas veces tenemos miedo de iniciar un nuevo proyecto porque demandará una gran

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inversión de tiempo, recursos, preparación y conocimiento. Muchos se quedan parados satisfaciéndose con los resultados mediocres, cuando podrían lograr grandes victorias. Muchas veces tenemos grandes oportunidades que se nos presentan en la vida y que pueden ayudarnos a ser mejores personas o pueden abrirnos puertas nuevas que nos conducen a un mundo mejor... pero tememos... no confiamos. La vida es un desafío, ¿por qué no nos arriesgamos?, ¿por qué no creemos? El tren pasa algunas veces por nuestra vida cargado de cosas... podemos arriesgarnos y subir... o dejarlo pasar... ¿Y si no vuelve? ¿Y si esa oportunidad que hoy dejamos pasar no se repite?

Lectura del cuento: “El cometa que descubrió la luz”

Miles de personas contemplaban admiradas la estela que iba dejando el cometa. Hasta los astrónomos se habían quedado cortos en sus cálculos acerca de su luminosidad y magnitud. Sin embargo, lo que hoy era portada de todos los periódicos muy bien pudo no ocurrir. Todo comenzó unos días antes. El cometa cansado y exhausto de vagar por el cosmos, se rendía con un "no quiero seguir". Instantes antes de su posible desaparición repasó su vida hallando, tan sólo en ella, oscuridad. Sus recuerdos siempre desembocaban en la imagen que los demás tenían de él: "un ser funesto y terrorífico, portador de desgracias y catástrofes allá por donde iba". Sus ayes llegaron hasta la estrella que, preocupada por la situación, corrió en su ayuda.

El cometa se desahogó desgranando uno por uno todos sus sentimientos mientras, la estrella escuchaba. Después vino el silencio y la negrura del cosmos. Cometa y estrella no iluminaban más que un pabilo vacilante. Pasado un tiempo, el cometa arrancó un desgarrador "no puedo" que sirvió de pretexto a la estrella para iniciar un tímido diálogo.

Sólo ves una imagen de ti mismo, afirmó la estrella. El cometa se quedó perplejo. Esa imagen negativa tuya no se corresponde con la realidad. Lo que para ti es vagar por el firmamento es, en realidad, poner vida donde todo es quietud. El cometa se quedó pensativo. La estrella prosiguió desmontando

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todas esas leyendas y patrañas que le acusaban de maleficios. Quizás "puedo intentarlo", musitó el cometa.

¡Claro que sí puedes!. Imagina todo lo que te queda por ver, por disfrutar, por hacer. Tu ser quedará grabado para siempre en la mirada limpia de los niños, sellará muchas promesas de amor y recordará a las personas su dimensión trascendental... ¡Ah! y no olvides que eres portador de luz y la luz es vida. Esa es una de tus riquezas.

-Ayúdame... "¡Tengo que conseguirlo¡". E incorporándose, cometa y estrella volvieron a brillar. El cometa inició de nuevo su trayectoria. Ahora, más luminoso qué nunca. Aceleró y cuando ya parecía perderse, se detuvo. Miró a la estrella y gritó: - ¡Lo he logrado! Quién sabe si ese cometa será el encargado de anunciar la culminación del Reino querido por Dios al igual que antaño otro astro lo hiciera en Belén.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

¿Qué significa para nosotros ser portadores de luz y de vida? ¿Hasta qué punto nuestras imágenes negativas condicionan nuestro actuar?

“Perdonar y agradecer”

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: "Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro". Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, y le salvó su amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: "Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, el amigo preguntó: "¿Por qué después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio escribes en una piedra?". Sonriendo, el otro amigo respondió: "Cuando un amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo. Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento podrá borrarlo".

Pequeño comentario con los alumnos en clase de este cuento: se plantean las siguientes cuestiones:

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¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

¿Qué haces para agradecer y valorar lo que hacen por tí?

¿Qué podemos hacer para olvidar las ofensas?

EL CUENCO DE LECHE (Antony de Mello)

Había una vez un hombre que tenía la fama de ser el más santo de su pueblo, puesto que se pasaba el día leyendo la Biblia y rezando. Un día se atrevió a preguntarle a Dios si, efectivamente, era él el más santo de ese pueblo, como la gente decía. Y Dios le respondió que no; que había un hombre que era más santo que él, y le indicó quién era y dónde vivía. Nuestro buen hombre, movido por la curiosidad, se dirigió hasta el lugar que Dios le había indicado, una cabaña en las afueras del pueblo, y decidió observar de lejos a este gran hombre que según Dios, era más santo que él. El hombre en cuestión era un pobre leñador, con esposa y cuatro hijos que mantener. La observación no resultó muy entretenida, puesto que el hombre se pasó todo el día cortando leña sin parar, excepto para comer algo a media mañana, a la hora del almuerzo y a media tarde, previamente dando gracias a Dios por el trabajo y la comida que le daba. La otra pausa que hizo, fue para ayudar a otro campesino que pasando por ahí, rompió una rueda de su carreta. Eso fue todo lo que pudo observar.

De regreso a su casa le reclamó a Dios : "¿Cómo puede ser, Señor, que digas que ese hombre es más santo que yo? Si es un pobre ignorante, que apuesto que jamás leyó la Biblia porque hasta analfabeto es. ¡Y lo único que hizo es pasarse el día cortando leña!". Dios lo hizo callar, y le ordenó que para probar su fidelidad, llenase un plato con leche, y recorriese las calles del pueblo sin derramar nada. Nuestro hombre, deseoso de demostrar su fidelidad, obedeció al instante. Los habitantes del pueblo lo miraban con curiosidad y más de uno dejó escapar una carcajada al ver a nuestro amigo en tan extraña labor, pero él iba tan absorto en su tarea que podría haberle pasado un camión por encima y no se iba a dar cuenta. Al terminar su recorrido, orgulloso de no haber derramado ni una sola gota, esperó con satisfacción un reconocimiento divino, pero Dios sin decir más nada le preguntó: "Dime, ¿cuántas veces te acordaste de mí mientras caminabas?" . Y el hombre respondió: "¿Cómo iba a tener tiempo de pensar en algo? Estuve todo el tiempo tan concentrado cuidando de no derramar ni una gota de leche que no podía distraerme en otra cosa".

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"¿Y así quieres ser el más santo del mundo? Ese pobre campesino tuvo que trabajar todo el día para alimentar a su familia, pero sin embargo tuvo tiempo de acordarse tres veces de mí, y de ayudar a otro a reparar su carreta. En cambio tú, en todo el tiempo que llevaste ese plato de leche, no te acordaste ni una vez de mí, y ni siquiera viste a ese niño que te pidió una moneda ni a la anciana que tropezó en la calle y te necesitaba para que la ayudases a levantarse. Si de veras quieres ser santo, debes aprender a cumplir con tus obligaciones diarias, sin dejarte absorber por ellas, dándote tiempo para acordarte de mí y prestar atención a los que te rodean y necesitan de ti."

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

¿De qué tiene que ir acompañada la oración?

¿En qué se diferencia una verdadera oración de la que no lo es?

El convidado de Navidad

El hombre estaba feliz porque Dios le había dicho que comería con él en Navidad. Le estaba esperando cuando vio en la calle nevada a un pobre hombre con los zapatos rotos. Conmovido, salió a decirle: Mira, tengo para tus pies unos zapatos que te pueden ir bien..

Agradecido se marchó el mendigo, mientras se preguntaba cuándo llegaría el Señor. En esto llamaron a la puerta. Era una abuela de negro mantón que llevaba a cuestas un haz de leña y pedía sitio para descansar.

¡Permítame pasar, quiero sentir el calor de la Navidad!

El hombre la invitó a la mesa y sirvió la comida preparada para Dios. Después de cenar la anciana se marchó contenta, y el hombre viendo que Dios no llegaba pensó que quizá le entendiera mal. En esto, un ruego rasgó el silencio:

¡Ando perdida, ¿alguien me puede ayudar?

El hombre acudió en ayuda de la niña. La llevó al Ayuntamiento, y junto al policía municipal, que estaba de guardia, solucionaron el problema llamando

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por teléfono a los padres. De regreso a casa a las tantas de la noche, el hombre oró así:

Tú me dijiste que cenarías conmigo en Navidad, ¿porqué no llegaste, Señor?!Si supieras las ganas que tenía de estar contigo¡

Y en la quietud de la noche se oyó una voz:

Estuve contigo tres veces. Tres veces pasé por tu umbral sombrío. Yo era el mendigo de los pies fríos, la mujer anciana a quien diste de comer y la niña perdida de la ciudad.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

¿Qué similitudes encuentras con Jesús en el mendigo, la mujer anciana y la niña?

Lectura del cuento. “El buscador”

Un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos la ciudad de Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción: ABDUL TAREG, VIVIÓ 8 AÑOS, 6 MESES, 2 SEMANAS Y 3 DÍAS. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su

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alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía: YAMIR KALIB, VIVIÓ 5 AÑOS, 8 MESES, Y 3 SEMANAS. El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años. Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le pregunto:

¿Porqué el llanto buen hombre? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente?; ¿Que los ha obligado a construir un cementerio de chicos?!!

- El anciano se sonrió y dijo: Puede Ud. serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré... Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es la tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta inmensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado a la derecha, cuanto tiempo duró el gozo. Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró la pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿Una semana?, ¿Dos? ¿Tres?; ¿Tres semanas y media? Y después... el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró? .¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo.? ¿Y el matrimonio de los amigos?, ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?. ¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?...¿horas?, ¿Días?... Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos, cada momento. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

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Lectura del cuento: “El eco”

Un hijo y su padre, estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cae, se lastima y grita: Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh! Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: - Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh! Con curiosidad el niño grita: ¿Quién está ahí? Recibe una respuesta: ¿Quién está ahí? Enojado con la respuesta, el niño grita: Cobarde Y recibe de respuesta: Cobarde El niño mira a su padre y le pregunta: ¿Qué sucede? El padre, sonríe y le dice: Hijo mío, presta atención Y entonces el padre grita a la montaña: Te admiro Y la voz responde: Te admiro De nuevo, el hombre grita: Eres un campeón Y la voz le responde: Eres un campeón El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego, el padre le explica: La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestra acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean. Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa al alma de los que conoces. Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso. exactamente aquello que tu le haz dado.Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti. Alguien dijo: Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa muy bien lo que estás dando...

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

Lectura del cuento: “Cuando la fruta no alcance”

Una vez un grupo de tres hombres se perdieron en la montaña, y había solamente una fruta para alimentarlos a los tres, quienes casi desfallecían de hambre. Se les apareció entonces Dios y les dijo que probaría su

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sabiduría y que dependiendo de lo que mostraran les salvaría. Les preguntó entonces Dios qué podían pedirle para arreglar aquel problema y que todos se alimentaran. El primero dijo: "Pues que aparezca mas comida", Dios contestó que era una respuesta sin sabiduría, pues no se debe pedir a Dios que aparezca mágicamente la solución a los problemas sino trabajar con lo que se tiene. Dijo el segundo entonces: "Entonces haz que la fruta crezca para que sea suficiente", a lo que Dios contestó que No, pues la solución no es pedir siempre multiplicación de lo que se tiene para arreglar el problema, pues el ser humano nunca queda satisfecho y por ende nunca sería suficiente.

El tercero dijo entonces: "Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta nos alcance". Dios dijo: "Has contestado bien, pues cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece delante de mis ojos, verá la prosperidad". Y es que pensamos siempre que otros arreglen los problemas o buscamos la salida fácil, siempre pidiendo a Dios que arregle todo sin nosotros cambiar o sacrificar nada. Por eso muchas veces parece que Dios no nos escucha pues pedimos sin dejar nada de lado y queriendo siempre salir ganando.

Muchas veces somos egoístas y siempre queremos de todo para nosotros. Seremos felices el día que aprendamos que la forma de pedir a Dios es reconocernos débiles, y ser humildes dejando de lado nuestro orgullo. Y veremos que al empequeñecernos en lujos y ser mansos de corazón veremos la prosperidad de Dios y la forma como El SI escucha. Pídele a Dios que te haga pequeño...Haz la prueba!!!!

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

Lectura del cuento: “Un regalo a través del tiempo”

Un muchacho estaba a punto de terminar el Bachillerato, hacía muchos meses que admiraba un hermoso coche deportivo en un concesionario. Sabiendo que su padre podría comprárselo, le dijo que ese coche era todo lo que quería. Así como se acercaba el día de su graduación, el joven esperaba ver alguna señal de que su padre hubiese comprado el coche. Finalmente en la mañana del día de la graduación, su padre lo llama a que fuera a su despacho. Le dijo lo orgulloso que se sentía por

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tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba. El padre tenia en sus manos una hermosa caja de regalo, curioso y de algún modo decepcionado, el joven abrió la caja y lo que encontró fue una hermosa Biblia con cubierta de piel, con su nombre escrito en letras de oro. Enojado le gritó a su padre diciendo:

-...con todo el dinero que tienes, y ¿lo único que me das es esta Biblia??? - y salió de la casa.

Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenia una hermosa casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre que ya era anciano estaba muy enfermo , pensó en visitarlo. No lo había vuelto a ver desde el día de su graduación. Antes que pudiera partir para verlo, recibió un telegrama, decía que su padre había muerto, y le había heredado todas sus posesiones, por lo cual necesitaba urgentemente, ir a la casa de su padre para arreglar todos los trámites de inmediato.

Cuando llegó a la casa de su padre, una tristeza y arrepentimiento llenó su corazón de pronto. Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión su padre le había dado. Con lágrimas, la abrió y comenzó a hojear sus páginas.

Su padre había subrayado un verso Mateo 7.11. "Y vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, cuanto más nuestro Padre Celestial dará a sus hijos aquello que le pida." Mientras leía esas palabras , unas llaves de coche cayeron de la Biblia. Tenia una tarjeta del concesionario donde había visto ese coche deportivo que había deseado tanto. En la tarjeta estaba la fecha del día de su Graduación y las palabras TOTALMENTE PAGADO.

Moraleja: Cuantas veces hemos rechazado y perdido las Bendiciones de DIOS porque no vienen envueltas en paquetes lujosos y costosos como nosotros esperamos.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

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Los tres canteros.

Se dice que, una vez, se pidió a tres canteros que describieran el trabajo que realizaban. -Yo estoy tallando la piedra -contestó el primero. Poco tiempo después, respondió su otro compañero: "Yo levanto paredes". Pero el tercero, después de pensárselo, dijo, a continuación, con orgullo: -Yo estoy contribuyendo a erigir catedrales para gloria de Dios. Tres hombres. Tres respuestas singulares. Tres formas distintas de entender la vida.

¿Qué te sugiere la lectura de esta narración?

Lectura del cuento: “¡ SACÚDETE Y SUBE!.”

Se cuenta de cierto campesino que tenía una mula ya vieja. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal , y corrió para ver lo que ocurría. Le dio pena ver a su fiel servidora en esa condición, pero después de analizar cuidadosamente la situación creyó que no había modo de salvar al pobre animal, y que mas valía sepultarla en el mismo pozo.

El campesino llamó a sus vecinos y les contó lo que estaba ocurriendo y los enlistó para que le ayudaran a enterrar la mula en el pozo para que no continuara sufriendo. Al principio, la mula se puso histérica, pero a medida que el campesino y sus vecinos continuaban paleando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. A la mula se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre su lomo. ¡ELLA DEBÍA SACUDIRSE Y SUBIR SOBRE LA TIERRA!. Esto hizo la mula palazo tras palazo. ¡¡SACÚDETE Y SUBE, sacúdete y sube, sacúdete y sube!!. Repetía la mula para alentarse a sí misma.

No importa cuan dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo, o lo tormentoso de la situación, la mula luchó contra el pánico, y continuó SACUDIÉNDOSE Y SUBIENDO. A sus pies se fue elevando de nivel el piso. Los hombres sorprendidos captaron la estrategia de la mula, y eso los alentó a continuar paleando. Poco a poco se pudo llegar hasta el punto en que la mula cansada y abatida pudo salir

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de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que parecía que la enterraría, se convirtió en su bendición, todo por la manera en la que ella enfrentó la adversidad.

¡ASÍ ES LA VIDA!

¡Si enfrentamos nuestros problemas y respondemos positivamente, y rehusamos dar lugar al pánico, a la amargura, y las lamentaciones de nuestra baja autoestima, las adversidades, que vienen a nuestra vida a tratar de enfermarnos, nos darán el potencial para poder salir beneficiados y bendecidos!.

AUTOR DESCONOCIDO.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

La sed de unos náufragos

Para no vivir en Él sin enterarse

«Veo que sois un pueblo extremadamente religioso, pues visitando vuestros monumentos, he hallado un altar con esta inscripción: Al Dios desconocido...A Aquel a quien honráis sin conocer vengo yo a anunciaros...tanto más cuanto que no está lejos de nosotros, pues en Él nos movemos, existimos y somos, como han dicho también algunos de los vuestros»(He 17,22-28).

El humilde pesquero había naufragado en medio de la negra noche borrascosa. Muchas horas a la deriva habían alejado cualquier señal de un faro y toda esperanza de rescate. Finalmente, un despiadado golpe de la mar arbolada dejó el barco casi desguazado. Sus cinco tripulantes decidieron abandonarlo y aferrarse al pequeño bote salvavidas para luchar sólo por su supervivencia. Al amanecer había regresado la calma. Exhaustos y sobrecogidos el grupito de náufragos oteaban inútilmente el horizonte para descubrir una línea de montañas, alguna embarcación, cualquier otro signo de salvación posible. Podían remar para hacer avanzar su pequeño bote, pero ¿en qué dirección? ¿No sería mejor

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conservar las pocas fuerzas y dejar que las corrientes les condujeran al azar?

Dos días navegaron al capricho del mar. Hambrientos, casi desfallecidos, pero sobre todo acuciados por una horrible sed. Al tercer día de su incierta aventura avistaron tierra. Remaron enfebrecidamente al borde de la inconsciencia. Hasta que por fin divisaron algo de contorno impreciso. No era un espejismo fruto de su desesperado deseo. Era una ancha y apacible playa que les acogía milagrosamente. Sus ojos, casi ciegos, pudieron distinguir, sin embargo, a otros pescadores que preparaban sus aparejos. Tambaleándose, los náufragos se precipitaron hacia ellos:

Agua, agua, por piedad, compañeros... Nos morimos de sed... Salvadnos...

Aquellos hombres comprendieron enseguida la situación. Uno de ellos corrió hasta el agua de la playa, llenó un cuenco hasta el borde y regresó corriendo para ofrecérsela amablemente a los náufragos. ¿Agua salada para calmar la sed? —pensaron ellos—. ¿Era esa la proverbial solidaridad de los hombres de mar? Enojados, los náufragos rechazaron lo que parecía una burla cruel. Pero el hombre insistió: Vamos, bebed con toda confianza...Otros pescadores añadieron la pertinente aclaración: Sí, bebed sin problema, el compañero tiene razón. Estamos en el delta del Gran Río. Y cuando baja la marea hay agua dulce hasta varios kilómetros mar adentro.

Los sedientos náufragos bebieron ávidamente una deliciosa agua potable recogida del mar. Entonces, ya restablecidos, lo comprendieron todo, siendo conscientes de su torpe ignorancia: Se habían movido en un mar de agua dulce habiendo estado a punto de morir de sed. «En Él vivimos, nos movemos y somos»... Lástima que tanta gente no se entere. Sólo de vez en cuando a alguien se le ocurre preguntar dónde está Dios. Como aquel pescadito que un día preguntó al viejo escualo: Pequeñín —replicó el gran pez—, al Océano no se va, porque en el Océano estamos.

El secreto consiste en hacerme consciente de que también yo soy océano. No es que el Océano sea yo, ni que su inmensidad se agote en mis capacidades limitadas. Él me desborda, me trasciende y está

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también más allá de mí siendo completamente otro en sí mismo. Pero en él me muevo, por él respiro y sin él me muero de sed.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

NO HAY OTRO PLAN

Ese día el Paraíso estaba de fiesta. Por fin, luego de 33 largos años, el Hijo del buen Dios iba a retornar para siempre con ellos. Allá abajo, en la tierra, Jesucristo daba sus últimas instrucciones a los apóstoles y se despedía de ellos. Mientras tanto, en el Cielo reinaba una gran conmoción. Todos los angelitos se habían reunido en la puerta del Paraíso, para dar la bienvenida a aquel niñito que había bajado a la tierra hace 33 años y que ahora retornaba hecho un hombre. Todos se arremolinaban alrededor de Jesucristo para abrazarlo y preguntarle cómo le había ido. No podían faltar, por supuesto las cámaras de los noticiosos más importantes del Paraíso, que venían a cubrir el gran evento. De pronto, una vocecita proveniente de la muchedumbre se hizo oír por sobre las demás: "Maestro, tengo una observación que hacerte". Era un pequeño angelito quien había hablado. Todos se quedaron en silencio ante la desfachatez del angelito. ¡Hacerle una observación al Hijo de Dios! ¿A quién se le ocurría?

"Me parece", prosiguió el angelito, "que todo lo que hiciste allá en la tierra fue muy lindo. Eso de enseñarles acerca del Reino de los Cielos, de enseñarles a amarse y a amar a tu Padre estuvo muy bien. Y ese broche de oro de salvar a la humanidad resucitando después de morir en la cruz estuvo de diez. Pero creo que te olvidaste de algo". Jesús, un tanto sorprendido pero siempre sonriente, preguntó: "¿De qué me olvidé, angelito?". Y el angelito continuó: "Durante el tiempo que estuviste allá abajo, muchos te escucharon y recibieron tu mensaje, pero ahora que Tú te viniste ¿no crees que pronto se van a olvidar? Además, no lo tomes a mal, pero fue una parte muy pequeñita del mundo la que oyó tus enseñanzas. ¿Y el resto?". Jesús, con gesto tranquilizador, contestó: "¡Por eso no te preocupes! Preparé un plan muy bueno. ¿Viste los apóstoles de los que me despedí hace un rato? Pues bien, ellos se encargarán de transmitirle a todo el mundo lo que yo les he enseñado". Todos los angelitos aplaudieron la respuesta de

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Jesús, aliviados de que no se hubiese molestado por la impertinencia del angelito.

Pero el angelito insistió: "Discúlpame que te contradiga, Señor. Pero puede que tu plan no resulte. ¿Qué tal si pasa el tiempo y se desaniman? Todo el plan se va al tacho". Nuevamente Jesús tomó la palabra: "No tienen por qué desanimarse. Estuvieron conmigo tres años compartiendo mi vida, escuchando mis enseñanzas y ayudándome en todo, y lo hicieron muy bien. Tengo confianza en ellos." Por segunda vez los angelitos prorrumpieron en vivas y aplausos. Algunos intentaron alejar al insistente angelito, en medio de los aplausos, pero este no se dio por vencido. "No es que quiera ser negativo, Señor.", volvió a la carga el angelito. "Puede que tu plan no resulte. No te olvides que ellos son humanos y Tú ya sabes cómo son los humanos. Primero se entusiasman y te prometen fidelidad hasta la muerte, pero al poco tiempo te dan la espalda. Mira si no cuántas veces se lo hicieron a tu Padre a lo largo de la historia". Jesús, armado de paciencia, contestó dulcemente: "Esta vez va a ser distinto. Yo personalmente les enseñé y yo personalmente los envié para que enseñen todo lo que aprendieron, a todo el mundo. Ellos son buenos chicos. Vas a ver que mi plan resulta". Otra vez aplausos y vivas, si bien esta vez ya eran un poco nerviosos.

"Perdona si soy insistente", prosiguió ¿adivinen quién?. "Pero mira cómo te respondieron tus buenos chicos. Para comenzar: Judas, que estaba siempre contigo, te vendió. El mismo día, sin ir más lejos, Pedro, tu hombre de confianza, te negó tres veces. ¿Y todavía confías en ellos?". Jesús, con una paciencia digna del Hijo de Dios, contestó una vez más: "Serán débiles y tendrán sus cosas, pero yo igual confío en ellos. ¡No seas pesimista! ¡Ellos son mis amigos! ¿Por qué no habría de resultar mi plan?" Y el angelito, que no se daba por vencido, remató: "Pero... ¿y si a pesar de todo no resulta?". El ambiente ya se estaba poniendo tenso. La insistencia del angelito, ya rozaba la impertinencia. Jesús se tomó unos instantes antes de contestar y, luego de pensarlo, respondió: "Bueno... mejor que resulte... porque ¡no tengo otro plan!"

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

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LA PEQUEÑA VELA

Erase una vez una pequeña vela que vivió feliz su infancia, hasta que cierto día le entró curiosidad en saber para qué servía ese hilito negro y finito que sobresalía de su cabeza. Una vela vieja le dijo que ese era su "cabo" y que servía para ser "encendida". Ser "encendida" ¿qué significaría eso?. La vela vieja también le dijo que era mejor que nunca lo supiese, porque era algo muy doloroso. Nuestra pequeña vela, aunque no entendía de qué se trataba, y aún cuando le habían advertido que era algo doloroso, comenzó a soñar con ser encendida. Pronto, este sueño se convirtió en una obsesión. Hasta que por fin un día, "la Luz verdadera que ilumina a todo hombre", llegó con su presencia contagiosa y la iluminó, la encendió. Y nuestra vela se sintió feliz por haber recibido la luz que vence a las tinieblas y le da seguridad a los corazones. Muy pronto se dio cuenta de que haber recibido la luz constituía no solo una alegría, sino también una fuerte exigencia… Sí. Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde el interior, a través de un diario derretirse, de un permanente consumirse… Entonces su alegría cobró una dimensión más profunda, pues entendió que su misión era consumirse al servicio de la luz y aceptó con fuerte conciencia su nueva vocación.

A veces pensaba que hubiera sido más cómodo no haber recibido la luz, pues en vez de un diario derretirse, su vida hubiera sido un "estar ahí", tranquilamente. Hasta tuvo la tentación de no alimentar más la llama, de dejar morir la luz para no sentirse tan molesta. También se dio cuenta de que en el mundo existen muchas corrientes de aire que buscan apagar la luz. Y a la exigencia que había aceptado de alimentar la luz desde el interior, se unió la llamada fuerte a defender la luz de ciertas corrientes de aire que circulan por el mundo.

Más aún: su luz le permitió mirar más fácilmente a su alrededor y alcanzó a darse cuenta de que existían muchas velas apagadas. Unas porque nunca habían tenido la oportunidad de recibir la luz. Otras, por miedo a derretirse. Las demás, porque no pudieron defenderse de algunas corrientes de aire. Y se preguntó muy preocupada: ¿Podré yo encender otras velas? Y, pensando, descubrió también su vocación de apóstol de la luz. Entonces se dedicó a encender velas, de todas las

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características, tamaños y edades, para que hubiera mucha luz en el mundo.

Cada día crecía su alegría y su esperanza, porque en su diario consumirse, encontraba velas por todas partes. Velas viejas, velas hombres, velas mujeres, velas jóvenes, velas recién nacidas…. Y todas bien encendidas. Cuando presentía que se acercaba el final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz, identificándose con ella, dijo con voz muy fuerte y con profunda expresión de satisfacción en su rostro: ¡Cristo está vivo en mí!

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

El viejo lobo

Un día vi un viejo lobo herido en la boca de una cueva excavada en la montaña. El pobre animal, apenas si podía moverse. Me pregunté entonces ¿Cómo haría el viejo lobo para sobrevivir si no podía salir a buscar alimento?". Y me quedé largo rato mirándolo. Pasado un rato, vi aparecer entre los matorrales a un león que traía un cabrito muerto entre sus fauces, depositarlo junto al lobo, y marcharse en silencio, tal como había llegado. Entonces me admiré de la sabiduría de Dios, que había puesto a ese león en el camino del lobo herido para que día a día lo alimentase. Y decidí yo también abandonarme a la misericordia de Dios. Me recosté entonces en la boca de una cueva, confiado en la providencia divina que no tardaría en acercarme alimento. Pero pasaron los días, y nada ocurría. ¡Paciencia!- me dije- ¡Que se haga, Señor tu voluntad! Días después, ya casi desfallecía de hambre, cuando escuché la voz de Dios que me decía: "¡Insensato! ¿Qué haces ahí tirado esperando que alguien venga a alimentarte?.Sigue el ejemplo del león y deja de imitar al viejo lobo herido"

¿Qué enseñanza extraes de este cuento?

El lobo y la rata

El lobo se metió a sermonear a la rata, diciéndole que era mal animal porque, sin ninguna vergüenza, no hacía otra cosa sino roer sacos, cajas, pan, queso, carne y todo lo que encontraba. Respondió la rata: Señor, cómo me

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sermoneas a mí, si tú eres el mayor devorador de la tierra y haces cosas cien veces peor que yo? Date cuenta de que cuando yo me como un queso, tú degüellas un cordero o más, mientras yo me pongo a roer un saco, tú te bebes la sangre de cincuenta ovejas... Mejor estarías callado, porque tú tienes un gran pecado de gula y de violencia, y yo solamente un poco de glotonería.

Se cuenta que el lobo se fue avergonzado diciendo: Si me hubiera callado, no hubiera tenido que oír mis malas fechorías. ¿Qué es mejor en la vida el hablar o el actuar? ¿Y las dos cosas a la vez?¿Te gusta dar consejos? ¿A quién?¿En qué momentos hablas demasiado? ¿Con los amigos, en casa, en clase? Busca algún refrán sobre el hablar y el callar.

Los dos ermitaños

Para adquirir el coraje de ser no violento

«Yo os digo: ‘No resistáis al mal, sino que a/que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra, ya quien te obligue a caminar con él una mil/a, acompáñale dos» (Mt 5,38-41).

Dos ermitaños vivían juntos rindiendo culto a Dios y ayudándose mutuamente. Su única posesión consistía en un plato de barro en el que compartían el escaso alimento que ellos mismos se procuraban. Hasta que cierto día un espíritu maligno se apoderó del ermitaño anciano, el cual se dirigió al más joven de este modo:

Hace demasiado tiempo que vivimos juntos. Creo que ha llegado el momento de separarnos. Por lo tanto, dividamos nuestras pertenencias, porque yo deseo abandonar este lugar. Al escuchar esto, el ermitaño joven se afligió en gran manera y dijo: Hermano mío, me entristece sobremanera pensar que decidas dejarme. Pero si es preciso que partas, que así sea para tu bien. Y tomando el plato de barro, se lo entregó a su compa ñero con estas palabras: Es imposible repartirlo, hermano, pero yo me alegraré mucho de que sea para ti. Pero el anciano anacoreta replicó:

No acepto tu limosna. No me llevaré sino lo que me corresponda en justicia. Debemos partirlo. Pero si lo rompemos —argumentó el joven sin descomponerse—, ¿de qué nos servirá a ti y a mí? Si quieres, propongo que lo echemos a suertes. Sólo aceptaré lo que en justicia me corresponde —

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insistió el anciano—. No fiaré a la suerte la justicia de mi opción. Debe partirse el plato. El ermitaño más joven, viendo que de nada valían sus razones, dijo: De acuerdo, hermano; puesto que tal es tu gusto, y no quieres aceptar el plato, rompámoslo y repartamos sus trozos. Y el otro entonces, con su rostro alterado por la ira, gritó: Ah, miserable cobarde... ¿Es que no te atreves a pelear, eh?

Es enorme la violencia interior que el no violento debe hacerse para no romper el plato en la cabeza del que le busca las vueltas. Y más todavía cuando su fortaleza se interpreta como pusilanimidad. Algunos resolvemos el problema por el procedimiento fácil de desaparecer, de eludir enfrentamientos, de evitar malos ratos. Pero entonces ¿quién pondrá en evidencia al irracional, para su propio bien y el de los demás?

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

«Desierto ancho, mente estrecha, corazón mezquino».

Aquellos dos siempre habían sido enemigos en el pueblo. Por motivos distintos ambos habían ido a parar a la cárcel. Y sin acuerdo mutuo, ambos coincidieron también en escapar de allí. Se encontraron al buscar un lugar para esconderse hasta que llegara la noche. El desierto que debían de atravesar era inmenso. Si querían sobrevivir, irremediablemente debían aliarse los dos. Aun antes de ponerse de acuerdo sobre lo que convenía hacer, habían reñido áspera y violentamente. Comenzaron la dura marcha sin decirse una sola palabra durante kilómetros y kilómetros. Se odiaban tanto como se necesitaban. Más que buscar puntos de coincidencia y de encuentro para hacer más llevadera la escapada, alimentaban cada vez más odio el uno hacia el otro. Después de muchos kilómetros, ya a mediodía del día siguiente, a uno de ellos llegó a pesarle tanto el silencio como el desierto, no pudo más y, casi temblando, se atrevió a decir: «Este calor ya se me hace insoportable». El otro, que ni siquiera se había enterado, respondió con un tono y un gesto ofensivo: «Pues anda que Tú».

¿Qué te sugiere este cuento?

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«La historia de la familia que discutía»

Cuando discutimos, lo normal es que perdamos los papeles, nos cerremos en una postura y seamos incapaces de escuchar a los demás, aunque ellos puedan ayudarnos o sacarnos de dudas. Aprendamos el valor de saber escuchar.

Una familia, que siempre estaba discutiendo, se fue al parque a pasear. Era invierno, y de repente se les vino encima una tormenta de nieve. El padre dijo: Por la derecha es el camino más corto hasta la puerta del parque. ¡Qué disparate! —dijo la madre—, tenemos que ir por la izquierda. ¡locos! —gritó la hija—. ¡la puerta está detrás de nosotros! Tenemos que volver. Pararon. Ninguno cedía. Se hizo de noche, descargó la tormenta y cada vez hacía más frío. Los tres seguían riñendo y no se daban cuenta de que se les estaban congelando los pies. Un guardia fue a cerrar la puerta del parque. Se encontró delante de él tres muñecos de nieve, y oyó que gritaban:

« ¡Derecha! ¡No, izquierda!».¡Volved! Salía de la nieve y sonaba horripilante, ahogado. El guarda se asustó tanto que se volvió, corrió a casa y dejó la puerta del parque abierta. Tuvo que tomar siete copas de aguardiente y se tranquilizó un poco. Por la mañana estaban los tres tiesos, helados. Ahora veían que la puerta estaba delante de ellos. Ninguno tenía razón. Pero sólo podían decirlo con los ojos. En ese momento volvía el guarda. Cuando vio mover los ojos a los muñecos de nieve tuvo que volver a tomarse otras siete copas de aguardiente. Después fue a buscar a la policía y a los bomberos.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

El viento y el sol

Cuenta la leyenda que una vez surgió una discusión entre el viento y el sol. Peleaban sobre cuál de los dos lograría que un caminante se quitase la capa por su causa. El Boreal, que es un viento del norte, frío y veloz, pensó que con su fuerza haría volar la capa del caminante. Y se puso a soplar con gran ímpetu desde la región de Tracia. Pero el caminante, al sentir gran frío, sujetó su capa fuertemente y se sentó reclinando su espalda sobre una roca, protegiéndose así del frío viento. El Sol, sin embargo, más astuto, comenzó

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a asomarse poco a poco. El caminante sintió alivio y el frío viento comenzó a amainar. Mas el calor lentamente fue aumentando de tal modo que el caminante, obligado por los ardientes rayos que el Sol desprendía, se quitó la capa. Y de este modo, en la disputa salió el Sol vencedor y el Viento, a pesar de su fuerza, perdedor.

¿En la vida qué consideras más útil la inteligencia o la fuerza? ¿Por qué? Piensa situaciones en las que has vencido o ganado en una discusión y cuáles han sido las reacciones.

¿En que cosas sueles ganar y perder y por qué?

La araña laboriosa

Para no enredarse entre la actividad

«Marta estaba absorbida por muchos quehaceres, y Jesús le dijo: “Marta, andas ocupada en demasiadas cosas, y una sola es necesaria. Tu hermana María ha elegido la mejor parte”» (Lc 10,38-40).«Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios»(I Cor 10,31).

En el código genético de las arañas se encuentra diseñado su invariable proyecto de trabajo: Ellas ejecutan su obra conforme a un plan que las hace deslizarse desde el techo y descender perpendicularmente sobre el vacío. Pero no caen al suelo, sino que de repente se frenan, y quedan como milagrosamente suspendidas en el aire muy cerca del ángulo en el que convergen dos paredes. Se diría que antes de comenzar su trabajo nada sujeta a las arañas. Pero no es así. Hay un hilo vertical que su vientre ha segregado desde el techo. Gracias a este sopor te casi invisible las arañas eligen el rincón y el momento apropiados para empezar a tejer radios de finísima seda. Gracias a esta especie de cinturón de seguridad las arañas guardan el equilibrio, consiguen maniobrar con libertad y dotan a sus redes de forma y efectividad.

Pero aquella arañita presuntuosa, cuando estaba a punto de terminar su trama miró hacia el techo de la habitación. Vio un hilo vertical que la unía a lo alto y lo consideró in servible. ¿Para qué lo necesitaba ya, si su red era de tal modo consistente y flexible, que podía aguantar el peso de moscas mucho

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mayores que ella misma? Tan orgullosa estaba la arañita de la perfección de su tejido, que pensó que no necesitaba para nada el hilo vertical que hasta ahora la había sostenido. Y lo cortó. Pero, ay, en ese mismo instante cayó sobre su tela, quedando presa de la misma red que había tejido. No bastaron sus desesperados esfuerzos por librarse. Ahora su trabajo era patético, descoordinado, inútil. La tela de araña era más fuerte que su autora, y esta ya no disponía de un hilo vertical por el que ascender a su liberación. Su propia obra se convirtió en su trampa mortal.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

Camino del mercado

Para actuar con libertad y sin presiones

Hace cientos de años un abuelo y su nieto viajaban a la feria de una importante ciudad. Un dócil borriquillo les acompañaba con el fin de cargar, de regreso, con la mercancía. Caminaban al lado del jumento, cuando al pasar por la primera aldea los vecinos empezaron a burlarse de ellos:

Vaya par de tontos —comentaban—. ¿Dónde se ha visto que llevando libre un animal de carga, ellos dos vayan a pie? Hijo, sube en el burro —dijo el abuelo al nieto—, que no debemos procurar gratis diversión alguna a los chismosos. De este modo siguieron adelante hasta que se cruzaron con otro grupo de gente que regresaba del mercado. Des pués de saludarse, se escuchó a alguien que en voz baja murmuraba: ¡Es intolerable! Mirad a un pobre viejo caminando a pie, y a un chico de piernas ágiles cómodamente arrellanado sobre la bestia. ¿Dónde vamos a llegar con esta juventud?

Avergonzado por aquel reproche el muchacho se dirigió al anciano: Tal vez tengan razón, abuelo. Turnémonos, y sube tú en el burro.

Y así lo hicieron, prosiguiendo su marcha hasta llegar a una segunda aldea. Pero en la misma entrada unos desocupados que se entretenían en ver pasar viajeros, escandalizados de lo que veían exclamaron: ¡Increíble! ¿Es cierto lo que vemos? Una criatura arrastra su debilidad infantil a pie, mientras una persona mayor disfruta del viaje en lo alto del burro. ¿No es para denunciarlo? Impresionado por aquel comentario, y aun temiendo que la

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gente tomara cartas en el asunto por lo que consideraban abuso de un niño, el abuelo invitó al muchacho a que subiera nuevamente al burro para que el animal cargara ahora con los dos.

Pero tampoco esta solución satisfizo a la gente; pues apenas habían recorrido así unos metros, cuando se vieron duramente increpados: !Desvergonzados! Lo que hacéis es un crimen. ¿Cómo os atrevéis a hacer sufrir de este modo a un pobre asno indefenso? En los tiempos que corren también los animales tienen sus derechos. Ante aquella reacción tan airada, nieto y abuelo pensaron que lo mejor sería bajarse del jumento y cargar el animal en sus propias espaldas. Y así llegaron a la feria, con el borrico a cuestas, exhaustos y sin respiración. Pero entonces escucharon una estruendosa y general carca jada: Nunca vimos personas tan imbéciles. Tienen un burro, y en lugar de montarlo se lo cargan al hombro.

En la última versión que leí de este sabroso cuento, el abuelo se dirigía entonces al nieto en los siguientes términos: Hijo, cierra tus oídos a la opinión ajena; que lo que digan los demás te sea indiferente, y escucha sólo la voz del corazón.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

El proscrito

Para acoger y compartir en la confianza

En sus días de tribulación... jamás me avergonzaré de proteger a un amigo» (Si 22,23-25).

En 1815 fue pregonada la cabeza de un general francés llamado Gilly. Su nombre fue proscrito por el Gobierno de la nación, y él vagaba disfrazado de aldeano a través del país. Finalmente pudo encontrar refugio en el hogar de un labrador bretón. El fugitivo ocultó su verdadera personalidad, aunque nadie le preguntó tampoco sobre ella. Sólo declaró que por causas políticas se veía precisado a esconderse. Ni siquiera esta declaración le supuso problemas. Porque en aquella familia se había practicado desde siempre el lema clásico hospes venit, Christus venit. Al cabo de diez días el hijo mayor del labrador fue a la feria de un pueblo. Allí oyó comentar que el Gobierno

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ofrecía una gran recompensa a quien presentara vivo o muerto al general Gilly. Al regresar a casa el muchacho refirió a sus padres, delante del general, lo que había escuchado. Entonces exclamó Gilly: Yo conozco a ese hombre, y sé dónde se oculta. Vamos a buscarle, y cuando le entreguemos, partiremos el importe de la recompensa.

Naturalmente, la intención del general no era delatarse a sí mismo. Su propuesta se encaminaba a probar los sentimientos del labrador. Pero este no le dejó seguir. Apenas escuchó lo que le pareció una indecente villanía, le dijo: ¡Miserable! Nos estás proponiendo una infamia, y ¿piensas que te hemos de ayudar en ella? Vete ahora mismo de nuestra casa honrada. Ante ese rasgo de generosa caballerosidad el general Gilly abrazó al labrador. Conmovido hasta el borde de las lágrimas, le descubrió su verdadero nombre. Ahora sí se consideraba completamente seguro y en buena compañía. Y cuando pasó el peligro y vinieron tiempos favorables para sus ideas políticas, empezó una amistad que duró toda su vida. Entre tanto, el eco de un clamor se pierde en el vacío del país de los corazones helados: «Lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,30).

Acoger a alguien bajo el propio techo es hacerle participar del don de la confianza. Un don así conduce a otros comportamientos delicados y atenciones complementarias. Y si la hospitalidad se ejerce no sólo con los amigos, sino también con los desconocidos y los necesitados, puede suponer, incluso, que consigamos ver el rostro de Cristo en la persona del prójimo: «Venid, benditos de mi Padre, porque era forastero y me acogisteis» (Mt 25,35).

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

Un granito de trigo

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Para dar sin esperar a cambio

«Cuando ofrezcas un banquete no invites a tus amigos ricos, sino a los que no pueden pagarte. Así recibirás tu recompensa en la resurrección de los justos» (Lc 14,14).

«Ya conocéis la generosidad de Cristo, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos» (2Cor 8,9).

El indigente recorría el polvoriento camino de la aldea e iba pidiendo de puerta en puerta. Llevaba un saquito de trigo en la mano para, al llegar la noche, hacer un pan y acostarse a esperar un nuevo día de miseria. De repente escuchó que se acercaba el rey montado en su carroza deslumbrante de pedrería y oro. Y soñó que cambiaba su suerte: Por fin han terminado —pensó— mis malos días. Si el rey es tan magnánimo como dice su fama yo le suplicaré que se apiade de mis fatigas y necesidades, y él enjugará mi pobreza con alguno de sus inmensos tesoros. La carroza del rey se divisó magnífica a lo lejos, como si el sol hubiera descendido del cielo para rodearla. Las esperanzas del pobre volaron hasta las nubes. Y cuando estuvieron frente a frente, una súplica desgarrada llegó hasta la grandeza del señor del mundo: Piedad, majestad... conmoveos de mi sufrimiento.

El rey miró al mendigo, e inesperadamente descendió de su trono. Sonrió y le tendió la mano derecha al tiempo que le decía: ¿Puedes tú darme alguna cosa? —iQué ocurrencia la de su realeza, señor! —exclamó el pobre—. ¿Cómo vos, el dueño del mundo, osáis pedirle algo a un paria que nada tiene?

Pero el rey insistió volviendo a sonreír:¿Puedes tú darme algo? Confuso y sin saber qué hacer el mendigo abrió su saquito de trigo y extrajo un grano que depositó en la mano del monarca. Este le dio las gracias y subió a su carroza para proseguir. Y entre tanto el pobre, sentado al borde del camino, rumiaba su desengaño, lamentaba su mala fortuna, y murmuraba acerca del duro corazón del rey. Por la tarde, retirado en el bosque vecino, vació su saquito para moler el trigo y amasar un pan. Y ¡qué sorpresa la suya cuando, entre los granos de trigo halló uno, uno sólo, que era de oro! Entonces lloró amargamente por no haber tenido generosidad para haberlo entregado todo entero. ¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

La gallina insolidaria

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Para repartir bienes... y cargas

«Llevad unos las cargas de los otros» (Gal 6,2).

La pequeña gallina roja de esta fábula escarbaba en los alrededores de un granero, cuando encontró una buena cantidad de trigo derramado entre la maleza. En lugar de comérselo enseguida, cosa que habría hecho de muy buena gana, pensó una solución mucho mejor. Regresó muy contenta a la granja, convocó a sus vecinos y les propuso su ilusionada idea: ¿Quién de vosotros me ayuda a cultivar el trigo que he encontrado? De este modo se multiplicaría, comeríamos todos, y guardaríamos reservas para futuras necesidades. Incluso fabricaríamos el riquísimo pan tierno que toman los humanos. ¿Quién me quiere ayudar a sembrarlo? Yo no —dijo la vaca. Yo no —repitió el pato. Tampoco yo —dijo la oca. Ni yo —contestó el cerdo. Entonces lo haré yo, dijo muy decidida la gallina, disponiéndose a sembrar el grano. El trigo germinó, creció y maduró. Y cuando en el verano estuvo a punto de recolección, preguntó la gallina a sus vecinos:

¿Va a ayudarme alguien a recoger el trigo? Mañana mismo empiezo mis vacaciones, informó el pato. Eso queda fuera de mis competencias, afirmó el cerdo. Perdería mi antigüedad, argumentó la vaca. Me jugaría el subsidio de paro, se excusó la oca. En ese caso, no me queda más remedio que cosecharlo yo, dijo nuestra gallina con gran resignación... Y a pesar de los rigores del verano, ella sola recogió la cosecha, se parando el grano de la paja, sin otra herramienta que su pico.

Por fin llegó el momento de fabricar el pan. Debido al complejo proceso de producción, ahora nuestra gallina quiso ser especialmente persuasiva. Dijo a sus compañeros que ya disponían de lo más necesario y difícil de obtener, cual era la materia prima; pero ahora se requerían cuatro manos especializadas en otras tantas tareas, a fin de moler, amasar, hornear y distribuir el producto. Y les preguntó:

¿Verdad que esta vez sí querréis ayudarme? En mi caso eso supondría demasiadas horas extraordinarias, dijo la vaca. A mí me expulsaron de la escuela y jamás aprendí un oficio manual, prosiguió el cerdo. Perdería los beneficios de la Seguridad Social añadió el pato. Si yo soy la única que va a ayudarte, eso sería discriminatorio, replicó la oca.

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Y los cuatro le dieron la espalda una vez más. Cualquiera podría pensar que nuestra gallina, desmoralizada, abandonaría su empresa. Pero ella era constante y puso manos a la obra. Con mucha paciencia y tiempo suficiente obtuvo un cesto llenó de sabrosos panes. Su apetitoso aroma invadió la granja, y todos acudieron a participar del festín. Pero entonces la gallina se atrevió a sugerir: Hermanos, creo que yo sola me basto para hacer el resto del trabajo. Y lo que me sobre puedo guardarlo para más adelante. ¡Beneficios excesivos!,mugió la vaca. ¡Sanguijuela insolidaria! gritó la oca.

¡Exijo igualdad de derechos! —protestó el pato. Esta vez el cerdo se limitó a gruñir. Y a continuación los cuatro agraviados hicieron una pancarta en la que se leía: «Keremos justicia». Luego organizaron un sonado tumulto en el que implicaron a los demás habitantes de la granja. El delegado de la autoridad se vio obligado a intervenir, y después de informarse, amonestó a la gallina de este modo:

Señora bípeda, es usted muy avariciosa. Según las leyes laborales del país, los trabajadores en activo deben repartir su producto con los que están en paro. Y eso es exactamente lo que procede hacer en este caso. Así se hizo, y así dicen que todos vivieron felices. Lo que no dicen es por cuánto tiempo. Durara lo que durara la felicidad de la granja, los vecinos de la pequeña gallina roja se preguntaban por qué esta nunca volvió a hacer pan.

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

Huellas sobre la arena

Para sentir que nunca me abandona

“Como un águila cubre a sus polluelos y revolotea sobre ellos, así extendió Yavé sus alas y llevó a Israel sobre sus plumas» (Dt 32,11).«No permitirá que resbale tu pie, tu Guardián no duerme, no duerme ni reposa el Guardián de Israel... Dios guarda tus entradas y salidas ahora y por siempre» (Sal 120,3.8).

Se le representó su vida en ordenadas secuencias retrospectivas, como un largo paseo a través de una playa. La marca de las huellas de sus pies, en efecto, todavía se conservaban frescas sobre la rubia arena, como si nadie

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más hubiera hallado aquella extensión virgen, y sólo le hubiese pertenecido a él. En cada paso reconocía un episodio particular de su vida, regresando a su memoria en todos los detalles.

Nuestro hombre creía que había caminado siempre solo. Jamás había dispuesto de esa persona amiga capaz de compartir su complicada intimidad, o preparada para acompañarle en lo bueno y lo malo. Él, que había surcado otras playas ayudando a los náufragos, había recorrido la suya sin más apoyo que el de sus soledades y sus pensamientos. Por eso se quedó traspasado de asombro cuando des cubrió otro par de huellas igual que las suyas, que se dibujaban paralelas a sus propios pasos. Y concluyó: Oh, sí. El Guardián de Israel no duerme. El buen Dios ha venido conmigo. No puede ser otro. No fue la vana ilusión de mi necesidad. Cuando yo caminaba sin verlo y guiado sólo por la fe, Él estaba ahí para que mis pies no resbalaran...Confortado por esta certeza, el hombre siguió repasando los pasos más significativos de su vida. Pero una sombra de tristeza le nubló la cara, al comprobar que las supuestas huellas de Dios desaparecían intermitentemente. En efecto, de vez en cuando, sobre la arena no se dibujaban dos pares de pisadas, sino sólo uno. Lo cual venía a coincidir exactamente con aquellos trances de especial aflicción por los que el hombre había pasado. Al parecer Dios no le había librado de los sufrimientos, ni había querido saber nada de ellos. Y entonces elevó este reproche: Me fallaste, Señor, cuando más falta me hacías. Si tú me hubieras acompañado entonces, se habría resuelto aquella situación. Por culpa de tu ausencia me vino la desgracia. ¿Dónde estabas tú aquel día en que hubiera preferido morirme? ¡Cuánto dolor me habría podido evitar tu providencia! Si entonces me hubieras protegido, habría comprobado que tú eres mi Padre. En cambio, ahora sé que no caminaste conmigo cuando más necesité de ti. Te equivocas —le respondió una voz—. Ese par de huellas que ves en la arena cuando faltan las otras, no son las tuyas, sino que son las mías. ¿ tuyas, Señor? ¿Y dónde estaba yo entonces? ¿Qué era de mí en esos momentos? En esos momentos —le replicó la voz— yo te llevaba en mis brazos. De lo contrario ¿cómo crees que hubieras llegado hasta aquí?

Aquel día el hombre de la playa tampoco comprendió la razón del sufrimiento. Pero sí supo de dónde le vino la fuerza para soportarlo. Y cuando regresó de la visión ya no culpó al Señor de sus desgracias. Ni

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siquiera pidió librarse del dolor. Sólo rogó unos cálidos brazos, como alas emplumadas, en donde desahogarlo.

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Higos por remolachas

Para encajar mejor los contratiempos

«Bendito sea Dios, Padre de las misericordias que nos consuela en todas las tribulaciones para que podamos consolar a los demás» (2Cor 6,4).«Nos comportamos con gran paciencia en las tribulaciones, necesidades y angustias» (2Cor 1,3-4).

Un día Nasreddín iba cargado con un pesado cesto de remolachas que acababa de cosechar. Tenía la intención de llevárselas al gran Tamerlán, soberano invasor y tiránico al que había que complacer a cada momento con regalos a fin de evitar los golpes de su ira. Antes de llegar a palacio se encontró con un vecino que salía de él: Maestro, ¿adónde vas con esa cesta? Se la llevo como presente a Tamerlán —respondió Nasreddín. Será mejor que le lleves higos —le aconsejó el vecino—. Tengo entendido que le gustan mucho.

El maestro vació su cesta de remolachas, se dirigió al mercado, y la llenó de higos que le costaron un buen puñado de monedas. Como ningún precio es alto cuando se trata de agradar al tirano, Nasreddín compareció frente al monarca muy orgulloso de su presente... Pero, ay, la información que su vecino le había dado era perversa. En realidad Tamerlán odiaba los higos. Así que cuando vio aquella cesta se dirigió a sus hombres: ¿Cómo se atreve? ¡Arrojad todos los higos a la cabeza de ese tipo insensato!

De repente, Nasreddín se encontró bajo una lluvia de blandos higos que le caían en la cabeza y se aplastaban sobre su cara. Pero a cada higo que impactaba a modo de proyectil, él replicaba: iGracias a Dios!... iGracias a Diosi... iGracias a Dios!...El fiero Tamerlán no entendía nada.

¿Cómo es ésto? —le preguntó desconcertado—. ¿Por qué le agradeces a Dios cada vez que te cae un higo encima? Sí, gracias a Dios —repitió Nasreddín—

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por haber hecho caso a mi vecino, que me aconsejó cambiar el regalo. Yo traía remolachas en vez de higos.

Lluevan higos o piedras, hay gente con un particular arte para invertir situaciones penosas en las mismas circunstancias en que otros dramatizamos demasiado. Se trata de una sabiduría que es un fruto de la madurez adquirida a base de recibir y encajar muchos golpes..

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

«El perro y los perritos»

Las personas reaccionamos según la experiencia que tenemos, si nos han tratado con cariño, reaccionaremos con cariño, pero si nos han tratado con violencia, reaccionaremos con violencia. Tratemos a las personas con amor y simpatía.

Colmillo blanco es un perro de presa, mitad perro y mitad lobo. Mientras pasaba de familia en familia, no encontró más que recelos y malos tratos; sólo le querían para las peleas. El perro desarrolló su parte agresiva, su porción de lobo: atacaba a las personas y a los animales sin distinción. Cuando por fin entró en una familia que supo tratarle con cariño, el perro «terrible» aprendió a ser cariñoso y juguetón: desarrolló su porción de perro ‘bueno y se hizo querer, como perro protector. Los perros agresivos que antes habían peleado con él y habían perdido, ahora se reían de él y lo tachaban de cobarde, de interesado, de vago. Los perros que siempre habían sido pacíficos y que le temían, no se querían juntar con él, decían que simulaba ser bueno y pacifico para matarles y devorarles mejor. Colmillo blanco andaba triste porque no le dejaban ser bueno, ninguno olvidaba su pasado y todos desconfiaban de su futuro. Una vez peleó con uno, lo pudo destrozar y no lo hizo para que vieran que ya no quería ser agresivo. Otra vez salvó a unos perritos de la boca de un lobo. E hizo muchas más cosas buenas, pero no le creían. Estuvo a punto de volver a ser malo. Sólo los perritos pequeños se juntaban con él y le querían. El les enseñaba cosas buenas. Ellos fueron los únicos que le probaron que valía la pena seguir siendo bueno aunque los demás no se fiaran.

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Las razones de los Magos

Para tener un corazón creyente

«Entonces unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿En dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en oriente y venimos a adorarlo...Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron» (Mt 2,12-21).

Al comienzo de la era de Piscis, la noche en que apareció la famosa estrella de la Navidad, en la ciudad persa de los astrólogos reinaba una gran confusión. Dedicados a escudriñar los secretos del cielo para predecir los de la tierra, los magos no se ponían de acuerdo sobre lo que veían. La hipótesis que siglos más tarde formularía Keppler, acerca de la conjunción de los planetas Júpiter y Saturno, todavía no era compartida por casi ninguno de ellos. Por eso unos sentenciaban: Se trata del rastro de un simple meteoro, al que no hay que dar más importancia. Caso archivado. Otros menos dogmáticos preferían dejar en suspenso la explicación del fenómeno, hasta disponer de datos más precisos. Finalmente, Melchor, Gaspar y Baltasar releían un libro profético de los hebreos escrito por un tal Isaías quinientos años antes. Y frente al pronóstico de unos y el escepticismo de otros, ellos sostenían:

Es la señal. Este puede ser el momento en que «en Jerusalén amanezca el Señor, y los pueblos caminen al resplandor de su estrella» (Is 60,1-6). La mañana en que los tres Magos de Oriente decidieron emprender la aventura, sólo encontraron a su alrededor oposición e incomprensiones. El sumo sacerdote de los sabios de Oriente se dirigió a Melchor para interrogarle: ¿Cómo tú, uno de los más religiosos y prudentes magos, vas a ponerte a buscar la verdad de Dios a estas alturas de tu vida? ¿Acaso Dios no es y seguirá siendo como dicen nuestras antiguas tradiciones, a saber: inmutable, insondable y celeste?

Un amigo de Gaspar intentó disuadirle aludiendo a su alta consideración científica: Harás el ridículo. Toda tu fama se habrá desacreditado cuando vuelvas con el fracaso de haber corrido tras de una quimera, a impulsos de esa vana credulidad. Por su parte, la esposa de Baltasar, que era el más

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joven de los tres, acudió al argumento sentimental y a la presión de las lágrimas: Déjate de preocupaciones metafísicas. Tienes mujer e hijos pequeños. Tienes un trabajo seguro y un salario fijo. ¿Qué va a ser de nosotros ahora si tú nos abandonas? A lo cual él siempre replicaba: Mujer, también tengo unas inquietudes que calmar y un enigma que resolver. Si es importante para mí, lo será también para toda la familia.

La tarde en que los Magos llegaron a Judea, después de sortear innumerables peligros, fueron probados por tercera vez. Primero tuvieron que demostrar más astucia que Herodes para sortear las malvadas intenciones del cruel reyezuelo... Y cuando llegaron a la pequeña casa de Belén y preguntaron por el Mesías prometido que acababa de nacer, nadie supo darles razón del fausto acontecimiento. Sólo después de invocar a la estrella lo encontraron en brazos de su madre. Pero era un simple niño que en nada se diferenciaba de los otros. Ni obraba maravillas ni estaba suspendido de luces celestiales. Gemía y tiritaba como cualquier otro bebé de una familia humilde. Entonces Melchor dijo: El corazón tiene razones para creer lo que la razón no entiende. A lo que Gaspar respondió: Lo esencial de la vida siempre permanece oculto a los sentidos. Y Baltasar añadió: Se hace camino al andar.

Y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Y siguieron caminando. Y siguieron buscando.

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NARRACIÓN: «El mosquito y la luciérnaga»

Una noche, el mosquito le decía a la luciérnaga: «Yo no creo que haya en el mundo una criatura más útil y al mismo tiempo más noble que yo. Si el hombre no fuese por naturaleza un ingrato, debería estarme eternamente agradecido. Porque mis agudas picaduras le ofrecen la posibilidad de ejercitarse en la noble virtud de la paciencia. Y con el fin de que se sacuda de su inepto sueño, de día y de noche, en cuanto se acuesta para dormir, enseguida me ocupo de picarle, ya sea en la frente, en la nariz, o en otras partes del cuerpo. También poseo en la boca una trompetilla con la cual, a

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modo de guerrero, voy tocando y proclamando mis gestas. Pero tú, luciérnaga, ¿qué bien reportas al mundo?».

Respondió la luciérnaga: «Amigo mío. Todo aquello que crees hacer en beneficio de los demás, en realidad lo haces pensando sólo en ti. Al picar a las personas chupas su sangre, la cual te ayuda a nutrir tu vientre; y tocando la trompetilla, tratas de exaltar tu acción ante tus ojos y a la vista de los otros. En realidad sólo te quieres a ti mismo. En cuanto a mí, no tengo otras cualidades fuera de esta lucecita que arde en mi corazón. Con eso procuro iluminar el camino a quien está envuelto en las tinieblas de la noche. Sé que esta lucecita mía es bien pequeña, y quisiera hacer más, pero mi naturaleza no lo permite. El poco bien que hago lo hago en silencio, sin vocearlo alrededor. ¡Que las personas juzguen quién de nosotros dos es de mayor provecho!».

Malo es que vivamos nuestra vida a costa de los demás, pero peor es que encima, en vez de ser agradecidos y humildes, pensemos que nos lo merecemos todo y que somos tan importantes que todos nos deben estar agradecidos.

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NARRACIÓN: «El secreto de la felicidad»

Elena era una niña dulce y un poco despistada a la que le gustaba pasear en el bosque que estaba detrás de su casa. En él tenía su refugio preferido. Un día, mientras caminaba, vio una mariposa atrapada entre unas zarzas. Con sumo cuidado para no romperle las alas, la liberó. La mariposa, después de volar un rato, regresó, y, de improvisto, se transformó en una preciosa hada. Elena se quedó con la boca abierta porque, hasta aquel momento, a las hadas sólo las había visto en los libros de cuentos.

“Para agradecer tu bondad, escucharé tu mayor deseo” —le dijo el hada, tal como dicen las hadas de los libros.

La niña reflexionó un instante y después respondió: —«Quiero ser feliz». Entonces el hada se inclinó sobre ella, le susurró algo al oído y desapareció. Elena se convirtió en una mujer y nadie en todo el país era más feliz que

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ella. Cuando le preguntaban el secreto de su alegría, se limitaba a sonreír y decía: »He seguido el consejo de una buena hada».

Pasaron los años y Elena se hizo vieja, pero era siempre la más dulce y feliz viejecita del país. Sus vecinos y también sus nietos temían que pudiese morir con ella el secreto de su felicidad. »Revélanos qué te dijo el hada» —le pedían.

Hasta que una vez, la deliciosa viejecita les dijo sonriendo: “Me reveló que, incluso los que aparentan seguridad, todos tienen necesidad de mí».

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NARRACIÓN: «El barco en la botella»

Había una vez un barco que vivía dentro de una botella. Aquel barco era feliz porque creía que en aquella botella estaba encerrado el mundo. El barco era hermoso y una hermosa escena estaba representada en el interior de la botella. Por eso, el dueño del barco en la botella se encariñó con él. Y terminó por hacerse coleccionista de barcos en botella. Recorrió tiendas y almacenes, mercados y mercadillos. Y compró todos los barcos que pudo encontrar. Y, cuando los tuvo a todos colocados en una repisa, nuestro barco se dio cuenta de que no todo el mundo se reducía al interior de su botella. Había otros mundos, muchos, encerrados en otras muchas botellas. Por eso, aquel día, los bar cos se decidieron a empujar con todas sus fuerzas con la proa, con la popa, con los mástiles afilados, hasta que los cristales de todas las botellas saltaron por los aires a pedazos. Entonces, todos los barcos comenzaron un lento camino entre los desagües, por las alcantarillas, por los ríos, hasta llegar al mar.

Allí los barcos se llenaron de alegría, allí todo era de verdad, las olas, el muelle, el puerto, los barcos... El mundo entero era de verdad. Había redes, peces, camisas de marineros llenas de salitre, manos trabajadoras que reparaban y preparaban nuevas co sas. Allí los barcos sabían qué era cada cosa y qué era cada uno. Y sabían que todos formaban un solo mundo. Y a partir de aquel momento en que vieron la realidad y aprendieron qué era cada uno y para qué servía cada cosa, pudieron comenzar una nueva vida, sincera y libre.

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LA FÁBULA DEL PELÍCANO Y EL LEÓN

Después de un suculento banquetazo, cuando la madre tigresa presentaba una tarde de postre, uno de los pequeños dijo que no podía comer más; el padre tigre pidió un poco de bicarbonato y la abuela sentenció: «Dádsela a los tigres pobres». A propósito de lo sucedido, comentaban un león y un pelícano: Dime tú, amigo pelícano, ¿es este el amor del que hablan los sabios y los santos?

—De ninguna manera, sabio león. Estamos de acuerdo, porque el que trata así a los hambrientos no ve en ellos más que cubos de basura, donde se tira todo lo que sobra. Y eso, sin ningún género de dudas, no es amor.

¿Estás de acuerdo con la fábula del león y el pelícano? ¿Hasta dónde llega tu amor efectivo? ¿Qué haces realmente por los demás?

NARRACIÓN: “Quiero el secreto”

Aquel caminante apenas lograba ya mantenerse en pie. El camino había sido muy largo y muy duro. Y el hambre lo había hecho desfallecer. Con los ojos medio extraviados miraba a un lugar y a otro por ver si algo o alguien podía aliviar su hambre.

Lejos divisó un monasterio. Se atrevió a llamar. ¡Qué alivio! Le dieron comida. Le dieron cama. Le dieron un excelente trato. Y le dieron hasta una bolsa de dinero para el camino.

A la mañana siguiente se marchó dando saltos de contento. Pero, al anochecer, ante el estupor de los monjes, volvió con la bolsa llena de dinero, como se la llevó, y la tiró sobre la mesa. «Quiero más —dijo—. Me habéis tratado muy bien, me habéis dado mucho, pero os guardáis lo mejor: Me he dado cuenta de que vosotros sois felices sin dinero. Sed generosos de una vez conmigo y dadme vuestro secreto de la felicidad. Me interesa más que el dinero.»

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Decía un niño de nueve años hace unos días: «Si yo sufriera un accidente que me costara la vida y no se dañaran mis órganos vitales, podría hacer felices a muchas personas que están sin esperanza en la cama de un hospital. Todos mis órganos podrían ayudar: un niño ciego, vería con mis ojos; a un niño que tiene el corazón enfermo, le donaría el mío; a un niño que tiene que estar conectado a una máquina cada dos días para limpiar su sangre, le daría mis riñones...».

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NARRACIÓN: «El papel y la tinta»

Una hoja de papel, puesta sobre un escritorio junto a otras hojas iguales a ella, se encontró un día toda cubierta de señales. Una pluma, llena de tinta negra, había trazado sobre ella muchos diseños y palabras. « ¿Porqué me has tratado así?», dijo resentida la hoja de papel a la tinta. « ¿ no podías evitarme esta humillación? ¡Estaba tan blanca y limpia! ¡Pero tú me has ensuciado con tu negro infierno, me has estropeado para siempre!»

«Espera —le respondió la tinta—. Yo no te he ensuciado, te he revestido de símbolos. Antes tú no eras más que una simple hoja de papel, ahora te has convertido en un mensaje. Tú guardas el pensamiento del hombre, eres un instrumento precioso.» De hecho, allí cerca, al ordenar el escritorio, alguien vio esas hojas y las recogió para tirarlas al fuego. Pero enseguida se dio cuenta de la hoja manchada de tinta, tiró todas las demás, dejando solamente aquella que llevaba, bien visible, el mensaje de la inteligencia.

A veces pensamos que lo que hay escrito en nuestra vida, algunas experiencias, nos manchan y nos quitan valor. ¡No! Dios nos perdona siempre, no lleva cuenta de los pecados, y nuestro pasado es una riqueza. Hasta las experiencias negativas nos pueden enseñar a ser mejores, sin emborronar nuestra historia. Pensamos, durante unos segundos, en este Dios nuestro que nos perdona y acoge siempre.

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NARRACIÓN: “La decepción del gato”

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Boby era un precioso gato persa, que vivía en una casa acomodada rodeado de mimos y de caprichos. Los dueños eran un matrimonio sin hijos y le querían de verdad, volcándose en sus necesidades. Pero Bob tenía muy mal humor y era muy arisco, y creyendo que sus dueños lo aguantaban todo por su cariño, les arañaba a menudo, saliendo corriendo cada vez que sus amos querían acariciarlo o hacerle un mimo. Una vez la mujer vio cómo el gato se hería una pata y al ir a cogerlo compadecida, Boby la mordió en la mano y se alejó cojeando, para luego acercarse de nuevo y dejarse curar.

El matrimonio decidió llevar al gato a un hogar de animales y comprar otro más cariñoso. Boby rodeado de un montón de gatos sin hogar, se lamentaba por haber sido tan orgulloso y tan egoísta, y prometió controlar más su carácter.

REFLEXIÓN

Siempre elegimos a las personas que más queremos para soltar lo peor de nuestro carácter. Pensamos que porque nos quieren lo tienen que aguantar todo. Pero puede pasar que se cansen de «aguantar solamente sin recibir de nosotros nada, pues sólo nos preocupamos de que nos quieran, no de querer.

Pienso: ¿Cómo trato a mi familia? ¿A mis amigos? ¿Cómo debería tratarlos?

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NARRACIÓN: “La golondrina y la paloma”

Una golondrina discutía, sin parar de hacer vuelos rasantes, rápidos y peligrosos, con una paloma, que caminaba resuelta por la plaza del pueblo, rebuscando las migas que los abuelos les tiraban.

La golondrina le decía: «Eres la mar de rastrera y cómoda, no sé para qué sirven tus alas. Siempre estás aprovechándote de lo que otros trabajan y comiendo sin parar. Eres la vergüenza de los pájaros».

Y la paloma le contestaba: «No tengo prisa por nada, soy vaga e indolente, pero realmente los demás pueden disfrutar de mi belleza, y permanezco siempre en los lugares en donde habito. Tú nunca paras, estás siempre viaja que te viaja, y cuando permaneces en un lugar, nadie puede contemplarte puesto que vuelas rápida y furtivamente...». Y terminó: «Más que ocuparte

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de mí, podrías pensar por qué parece que siempre estás huyendo». La golondrina se alejó pensativa.

A veces, la crítica a los demás significa simplemente que no nos aceptamos a nosotros mismos. Debemos darnos cuenta de que nos cuesta pensar en cómo somos, en nuestra vida, y sin embargo enjuiciamos fácilmente a los demás, probablemente necesitemos pararnos y cuestionarnos: ¿Por qué huimos de nosotros mismos?

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Narración: “El otro yo”

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos en la nariz, roncaba en la siesta y se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte, el Otro Yo era melancólico y, debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio, en ella estaba Mozart pero el muchacho se durmió. Al despertar, comprobó que el Otro Yo lloraba desconsoladamente y, aunque al principio no supo qué hacer, después le insultó. El Otro Yo no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado. Al principio la muerte del Otro Yo fue un duro golpe para el pobre Armando, pero después pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar y el pensamiento le reconfortó. Llevaba solamente cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Vio que se acercaban sus amigos, le llenó eso de felicidad y estalló en risotadas. Sin embargo, al pasar junto a él, ellos no notaron su presencia e incluso escuchó un comentario que hacían sobre él: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable”.

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El muchacho dejó de reír sintiendo al mismo tiempo a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo. (Mario Benedetti)

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PIEDRAS

Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó: ¿Cuántas piedras piensan que caben en un frasco?

Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó: ¿está lleno? Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió: ¿Está lleno? Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no. ¡Bien! Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava. ¿Está lleno? preguntó de nuevo. ¡No!, exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba. Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó. Un alumno respondió: que no importa lo llena que esté tu agenda: si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.

¡NO!, concluyó el experto: lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después.

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EL SECRETO DEL AMOR

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Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados...

Cuenta una vieja leyenda de los indios sioux que, una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu. Nos amamos - empezó el joven.- Y nos vamos a casar - dijo ella. - Y nos queremos tanto que tenemos miedo. - Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. - Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. - Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte. - Por favor - repitieron - ¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra. - Hay algo... - dijo el viejo después de una gran pausa. Pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada. - No importa - dijeron los dos. - Lo que sea - ratificó Toro Bravo. Bien - dijo el brujo, Nube Alta - ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo ATRAPAS, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?

La joven asintió en silencio. Y tú, Toro Bravo - siguió el brujo - deberás escalar la montaña del trueno cuando llegues a la cima, encontrar la más bravía de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla a mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta... Salgan ahora.- Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur.. El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda los mejores de su estirpe. -¿Volaban alto? - preguntó el brujo.

- Si, sin dudas. Como lo pediste... ¿Y ahora? - preguntó el joven -. - Hagan lo que les digo.-dijo el brujo - Tomen las aves y atenlas entre sí por las patas

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con estas tiras de cuero... Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres. El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse. Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados...

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El mendigo

Cuentan que a un pueblo lejano, un día llegó un hombre ya bien anciano. Dicen que era sabio. Unos jóvenes universitarios decidieron probarlo. Fueron hasta él y le preguntaron: "Si eres un sabio, entonces dinos quien es la mejor persona de este pueblo." Al día siguiente, se posicionó en una calle donde se dice que todos los ciudadanos pasaban continuamente. Colocó un cartel que decía "NECESITO ALGO DE USTED. POR FAVOR, DONEME ALGUNA COSA." La gran mayoría le dio dinero. Pero, cada vez que le daban dinero, él lo arrojaba a otro mendigo que se encontraba a su lado. La gente se sorprendió con su actitud. Al día siguiente, de nuevo estaba él con el mismo cartel. Esta vez, muy pocos le dieron dinero - que fue debidamente arrojado al otro mendigo – pero le trajeron comida, de la mejor y de la peor. Nuevamente, el sabio dio toda la comida recibida a otros mendigos cercanos y, al llegar la hora del almuerzo, comió de su propia comida. Nadie entendió que quería realmente el sabio. Llegó el tercer día, estaba él con el mismo cartel pero esta vez le dieron menos dinero que el día anterior y muy pocos le dieron comida y la que recibió él la distribuyó con los otros mendigos del lugar, pero, un hombre apareció se acercó al sabio, le preguntó cómo estaba, le sonrió, conversó un rato con él y después se retiró. Cuando el hombre se fue, el sabio se movió y abandonó el lugar. Dos días después, los jóvenes preguntaron sobre lo que había sucedido. "Mis jóvenes, la realidad es que

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tanto el dinero como la comida que me dieron no tenían nada de especial Simplemente cumplían con su deber, por tener algo, dando a los que no tienen. Sin embargo, la persona que se acercó, me sonrió y conversó conmigo es la mejor de todas, porque me dio la riqueza de la vida y la comida del alma

Siempre que busquen a alguien bueno, verifiquen que, junto con cualquier cosa material, esa persona dé algo de si misma."

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LOS TRES ÁRBOLES

Había una vez tres árboles pequeños en una colina del bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas para su futuro, y el primero dijo: Algún día seré un cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con labrados artísticos y tallados finos: todos verán y admirarán mi belleza". El segundo árbol dijo: " Algún día seré una poderosa embarcación. Llevaré los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza y mi poderoso casco."

Finalmente el tercer árbol dijo: " Yo quiero crecer para ser el más recto y grande de todos los árboles del bosque. La gente me verá en la cima de la colina, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Dios de los cielos y cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré el árbol más grande y la gente siempre me recordara". Después de unos años de que los árboles oraban para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde estaban los árboles. Cuando uno vio al primer árbol dijo: "Este parece un árbol fuerte, creo que podría vender su madera a un carpintero",y comenzó a cortarlo. El árbol estaba muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en un cofre para tesoros. El otro leñador dijo mientras observaba al segundo árbol: " Parece un árbol fuerte, creo que lo podré vender al carpintero del puerto". El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que estaba en camino de convertirse en una poderosa embarcación. El último leñador se acercó al tercer árbol; éste estaba muy asustado, pues

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sabía que si lo cortaban, su sueño nunca se convertiría en realidad. El leñador dijo entonces: "No necesito nada especial del árbol que corte, así que tomaré éste". Y cortó al tercer árbol. Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para animales y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era por lo que tanto había orado.- El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de pesca, ni siquiera lo suficientemente grande para navegar en el mar y fue puesto en un lago. Y vio como sus sueños de ser una gran embarcación cargando reyes habían llegado a su fin.- El tercer árbol fue cortado en largos y pesados tirantes y dejado en la oscuridad de una bodega.

Años más tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por las que tanto habían orado. Entonces un día, un hombre y una mujer llegaron al pesebre. Ella dio a luz un niño y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber podido tener una cuna para su bebe, pero éste pajar debería serlo. El árbol sintió la importancia de éste acontecimiento y supo que había contenido el más grande tesoro de la historia.

Años más tarde, un grupo de hombres subieron a la balsa en la cual habían convertido al segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua, una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres. Los hombres despertaron al que dormía, éste se levantó y dijo "Calma ,quédate quieto", y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento, el segundo árbol se dio cuenta de que llevaba al Rey de Reyes y Señor de Señores. Finalmente, un tiempo después, alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue cargado por las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta que él fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús había sido crucificado en él.

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Moraleja: Cuando parece que las cosas no van de a cuerdo tus planes, debes saber que siempre Dios tiene un plan para ti. Si pones tu confianza en El, te dará grandes regalos a su tiempo. Recuerda que cada árbol obtuvo lo que pidió, solo que no en la forma en que pensaban. No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, solo sabemos que: Sus caminos no son nuestros caminos, pero... Sus caminos siempre son los mejores.

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Lectura de una historia: “La escalera”

Un carpintero se puso un día a construir una escalera. Pasó un vecino, vio lo que estaba haciendo y le dijo:

— Si me regalas un pequeño trozo, a mí me servirá mucho, y a tu obra casi no le perjudicará; ¿podrías regalarme un tramo de tu escalera?

El carpintero se rascó la cabeza y se lo dio. El vecino se lo agradeció y se fue contento. Después vino otra persona y le explicó que, permitiéndole usar unos peldaños, trabajaría y alimentaría a sus hijos. El carpintero accedió y le regaló unos peldaños. El hombre se retiró contento y agradecido. El carpintero continuó trabajando en su obra. Pasó por allí una pobre mujer y le pidió que le regalara un pedazo de madera, ya que le era urgente arreglar una pared de su casa por la que se colaba el viento. El carpintero accedió. La mujer se alejó contenta y agradecida. Vinieron muchos más, y el carpintero seguía accediendo. El invierno era duro, la miseria muy grande, y el carpintero daba a todo el mundo trozos de su escalera, aun para quemarlos como leña. Y decía: No comprendo, mujer. Mi escalera es cada vez más chica y, sin embargo, subo por ella al cielo y cada vez estoy más cerca.

¿Con quién comparto yo mis «trozos de escalera»?

Y si la escalera fuera yo mismo... ¿a quién me regalo?

También yo necesito que otros me regalen trozos de sí mismos: ¿tengo quien lo haga?; ¿me dejo regalar?

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Lectura de un cuento: Cicatrices de amor

En un caluroso día de verano, un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró al agua y nadaba feliz. No se daba cuenta de que un cocodrilo se le acercaba. Su mamá, desde la casa, miraba por la ventana y vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndola, el niño se alarmó y giró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde.

Desde el muelle, la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernecitas. La mujer tiraba de los brazos del niño con todas sus fuerzas. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada, y su amor no la abandonaba. Un hombre que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si quería enseñarle las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo, se remangó las mangas de su camisa y, señalando hacia las cicatrices en sus brazos, le dijo: pero las que usted debe ver son éstas. Eran las marcas de las uñas de su mamá, que habían presionado con fuerza en sus brazos. Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida.

¿Cómo es mi amor a los más próximos? ¿Y a los más necesitados?

¿Son mis amores fuente de salvación para los otros?

¿Me dejo querer, aun a riesgo de llevar conmigo las cicatrices del amor?

¿Qué te sugiere la lectura de este cuento?

“Una estrella de mar”

Cierto día, caminando por la playa, reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo

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una y otra vez. Tan pronto como me aproximé, me di cuenta de que lo que el hombre agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar. Intrigado, le pregunté sobre lo que estaba haciendo, y él me respondió:

Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea es baja, y estas estrellas han quedado en la orilla; si no las arrojo al mar, morirán aquí por falta de oxígeno. Entiendo —le dije—, pero debe de haber miles de estrellas de mar sobre la playa... No puedes lanzarlas todas. Son demasiadas. Y quizá no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido? El nativo sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina; y mientras la lanzaba de vuelta al mar, me respondió: ¡Para ésta sí tiene sentido! Hacer cosas que aparentemente no producen, a mí me...¿Reconozco la dignidad intrínseca de cada «estrella» que me encuentro en la vida o quizá soy demasiado utilitarista?

Cuando no se puede conseguir todo, yo. …..

Una competición de sapos

El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre. Había en el lugar una enorme multitud de gente dispuesta a vibrar y gritar por ellos. Comenzó la competición. Pero como la multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de aquella torre, lo que más se escuchaba era:

— ¡Qué pena! Esos sapos no lo van a conseguir, no lo van a conseguir...

Los sapitos comenzaron a desistir. Pero había uno que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima. La multitud seguía gritando:

— ¡Qué pena, no lo van a conseguir!

Y los sapitos estaban ya dándose por vencidos.., salvo aquel sapito, que seguía y seguía tranquilo, y ahora cada vez más con más fuerza. Ya llegando el final de la competición, todos desistieron, menos ese sapito, que curiosamente, en contra de todos, seguía y pudo llegar a la cima con todo su esfuerzo. Los otros querían saber qué le había pasado. Un sapito fue a preguntarle cómo había conseguido concluir la prueba.

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Y descubrieron que... ¡era sordo!

Puede que también yo consiga «hacerme el sordo» cuando intentan desanimarme

Yo desanimo a otros en el deseo de alcanzar sus propósitos cuando...

¿Refuerzo lo positivo o subrayo lo negativo?

Los tres viejecitos

Al salir de su casa, una mujer vio a tres viejos de largas barbas sentados frente a su jardín. Ella no los conocía y les dijo: No creo conoceros, pero debéis de tener hambre. Por favor, entrad a mi casa para comer algo...

Ellos preguntaron: ¿Está el hombre de la casa? No —respondió ella—, no está.

Entonces no podemos entrar —dijeron ellos. Al atardecer, cuando el marido llegó, ella le contó lo sucedido. Entonces diles que ya llegué e invítalos a pasar —dijo el marido. La mujer salió a invitar a los hombres a pasar a su casa. No podemos entrar en una casa los tres juntos —explicaron los ancianos.

¿Por qué? —quiso saber ella. Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y explicó: Su nombre es Riqueza. Luego indicó hacia el otro y dijo:

Su nombre es Exito. Y yo me llamo Amor. Ahora ve adentro y decide con tu marido a cuál de nosotros tres deseáis invitar a vuestra casa. La mujer entró en su casa y le contó a su marido lo que ellos le habían dicho. El hombre se puso feliz y dijo:¡Qué bueno! ¡Así que ése es el asunto...! Entonces invitemos a Riqueza, dejemos que entre y llene nuestra casa de riqueza.

Su esposa no estuvo de acuerdo: Querido, ¿por qué no invitamos a Exito?

La hija del matrimonio estaba escuchando desde la otra esquina de la casa y vino corriendo con una idea: ¿No sería mejor invitar a Amor? Nuestro hogar entonces estaría lleno de amor. Hagamos caso del consejo de nuestra hija, dijo el esposo a su mujer. Ve afuera e invita a Amor a que sea nuestro huésped.

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La esposa salió afuera y les preguntó a los tres viejos: ¿Cuál de ustedes es Amor? Por favor, que venga para que sea nuestro invitado. Amor se puso de pie y comenzó a caminar hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y lo siguieron. Sorprendida, la dama les preguntó a Riqueza y Exito: Yo sólo invité a Amor; ¿por qué también vienen ustedes? Los viejos respondieron juntos: Si hubieras invitado a Riqueza o a Exito, los otros dos habrían permanecido afuera; pero ya que invitaste a Amor; donde quiera que él vaya, nosotros vamos con él. Donde quiera que hay amor, hay también riqueza y éxito.

— Mi escala de valores en relación con el amor, el éxito y la riqueza es...

— ¿Apuesto por el amor a costa de lo que sea? ¿Dónde pongo los límites?

— ¿Es realmente desinteresada mi manera de amar?

El niño y los clavos

Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma debía clavar un clavo en la cerca de detrás de la casa.

El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Pero poco a poco fue calmándose, porque descubrió que era mucho más fácil controlar su carácter que clavar los clavos en la cerca. Finalmente, llegó el día en que el muchacho no perdió la calma para nada y se lo dijo a su padre, y entonces éste le sugirió que por cada día que controlara su carácter debía sacar un clavo de la cerca. Los días pasaron, y el joven pudo finalmente decirle a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó de la mano a su hijo a la cerca de atrás.

— Mira, hijo, has hecho bien, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. La cerca nunca será la misma de antes. Cuando dices o haces cosas con mal genio, dejas una cicatriz, como este agujero en la cerca. Es como meterle un cuchillo a alguien: aunque lo vuelvas a sacar; la herida ya quedó hecha. No importa cuántas veces pidas perdón: la herida está allí. Y una herida física es igual de grave que una herida verbal. Los amigos son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su

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corazón abierto para recibirte. Las consecuencias de mi carácter, cuando no es el adecuado, las suelen pagar...

Quizá puedo quitar «clavos» de alguna cerca en la que los tengo puestos desde hace tiempo...

Cuando siento que soy víctima del mal carácter de otros, yo podría...

Un hombre, su caballo, su perro y el cielo

Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en un accidente. Hay veces que lleva un tiempo el que los muertos se den cuenta de su nueva condición. La caminata era muy larga, cuesta arriba, el sol era fuerte, y los tres estaban empapados en sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua. En una curva del camino, avistaron un magnífico portón de mármol que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.

Buen día, dijo el caminante. Buen día, respondió el hombre. ¿Qué lugar es éste tan lindo? —preguntó el caminante. Esto es el cielo, fue la respuesta. ¡Qué bueno que hemos llegado al cielo: estamos sedientos! —dijo el caminante. Usted puede entrar a beber agua a voluntad —dijo el guardián, indicándole la fuente.

Mi caballo y mi perro también tienen mucha sed. Lo lamento mucho —le dijo el guarda—. Aquí no se permite la entrada de animales. El hombre se sintió muy decepcionado, porque su sed era grande. Pero él no bebería, dejando a sus amigos con sed. De modo que prosiguió su camino. Después de mucho caminar cuesta arriba, con la sed y el cansancio multiplicado por dos, llegaron a un sitio cuya entrada estaba marcada por un viejo portón semiabierto. El portón daba a un camino de tierra, con árboles a ambos lados que daban sombra. A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Parecía dormir.

Buen día, dijo el caminante. Buen día, respondió el hombre. Estamos con mucha sed, yo, mi caballo y mi perro. Hay una fuente en aquellas piedras dijo el hombre indicando el lugar. Pueden beber a voluntad. El hombre, el caballo

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y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed. Muchas gracias dijo el caminante al salir. Vuelvan cuando quieran, respondió el hombre.

A propósito -dijo el caminante—, ¿cuál es el nombre de este lugar? Cielo, respondió el hombre. ¿Cielo? ¡Pero si el hombre de guardia junto al portón de mármol me dijo que allí era el cielo...! Aquello no es el cielo, aquello es el infierno. El caminante quedó perplejo. Pero entonces dijo el caminante. Esa información falsa debe de causar grandes confusiones. De ninguna manera —respondió el hombre—. En realidad, ellos nos hacen un gran favor, porque allí se quedan los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.

¿Hasta dónde entiendo que la salvación, la superación de las dificultades es «comunitaria»?

¿Qué significa para mí «entrar en el cielo»?

¿Con qué mentiras rechazo yo o impido a otros su «salvación»?

La mitad de una manta

En una humilde casa vivía un hombre con su mujer, su padre y su hijo, que todavía era un bebé. El abuelo no hacía prácticamente nada, pues estaba demasiado débil para trabajar. Se limitaba a comer y a fumar, sentado a la puerta. Entonces el hombre decidió sacarlo de la casa y abandonarlo a su suerte en las calles, como a veces se hacía, en las épocas más duras, con las bocas inútiles.

La esposa intentó interceder en favor del anciano, pero fue en vano. Como mínimo, dale una manta ,dijo ella. No. Le daré la mitad de una manta. Eso es suficiente.

La esposa le suplicó y, finalmente, consiguió convencerlo para que le diese la manta entera. De repente, en el momento en que el viejo estaba a punto de salir llorando de la casa, se oyó la voz del bebé en la cuna. Y el bebé le decía a su padre: ¡No! ¡No le des la manta entera! Dale sólo la mitad.

¿qué? preguntó el padre anonadado, acercándose a la cuna. Porque —contestó el bebé— yo necesitaré la otra mitad para dártela a ti el día en que te eche de aquí.

Siento que los mayores son considerados menos en...

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Podría aprender de los mayores si me pusiera en su lugar

Si soy mayor podría compartir mi experiencia de manera saludable con los más jóvenes...

El Sueño

Una vez, en el lugar más hermoso del universo, vivía un niño llamado Sueño, el cual anhelaba crecer y conocer otros mundos. Sueño se entretenía por allá arriba, por las nubes, jugando y jugando todo el día. Un día, Sueño se dio cuenta de que él no crecía como crecían sus amigos; además, empezó a sentirse muy débil y, poco a poco, perdió sus ganas de jugar.

De pronto, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín muy especial, el cual contenía alimentos para fortalecer y hacer crecer a Sueño. Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba con aquellos manjares. Muchos caldos de constancia con fuerza, platos muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres hechos a base de paciencia, fantásticos jugos hechos con decisión... y, lo más importante, tratándolo con mucha confianza.

Sueño creció y creció y llegó a dejar de ser Sueño para convertirse en Meta, y claro que siguió jugando, pero ya no por las nubes, sino aquí en la tierra, conociendo cada vez más mundos, como la felicidad y la satisfacción. Y un buen día Meta dejó de ser Meta y se transformó en Realidad.

Los sueños que alimento para que se conviertan en realidad son...

¿He perdido la capacidad de soñar y tener esperanza en algún ámbito de mi vida?

¿Con quién sueño y comparto los sueños para transformar el mundo?

¿Qué alimentos pueden hacer que Sueño se convierta en Realidad?

Las tres rejas

El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice a éste: Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia...¡Espera! —le interrumpe el

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filósofo—. ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme? ¿Las tres rejas? preguntó el discípulo.

Sí, la primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto? No. Lo oí comentar a unos vecinos. Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme ¿es bueno para alguien? No, en realidad no. Al contrario. ¡Ah, vaya!

La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta? A decir verdad, no. Entonces —dijo el sabio sonriendo—, si no es verdad, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

También yo me apunto a hablar mal de los demás, sobre todo...

Contribuyo con la cadena de «maledicencia» sin pasar las cosas especialmente por la reja de...

Y cuando hablan mal de mí, yo...

Cruzando el río

De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una bellísima mujer a la orilla de un río. Al igual que ellos, también ella quería cruzar el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla.

El otro monje estaba absolutamente escandalizado, y por espacio de dos horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla: ¿Había olvidado que era un monje? ¿Cómo se había atrevido a tocar a una mujer y a transportarla al otro lado del río? ¿Qué diría la gente? ¿No había desacreditado la Santa Religión?

El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló: Hermano, yo dejé a aquella mujer en el río. ¿No eres tú quien la lleva ahora?

Me obsesiona el cumplimiento de algunas normas...

Hay cosas que hago simplemente por cumplir..

Me importa más cumplir que el sentido de las normas en...

Qué puede justificar para mí saltarme las indicaciones de los valores?

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El paradigma de la riqueza

Un hombre muy rico llevó a su hijo a hacer un recorrido por sus tierras con el propósito de que el hijo, al ver lo pobre que era la gente del campo, comprendiera el valor de las cosas y lo afortunados que eran ellos. Estuvieron por espacio de todo un día y una noche en una granja de una familia campesina muy humilde.

Al concluir el viaje, y de regreso a casa, el padre le preguntó a su hijo:

¿Qué te pareció el viaje? Muy bonito, papá. ¿Viste qué pobre y necesitada puede ser la gente? Sí. ¿Y qué aprendiste? Vi que nosotros tenemos un perro en casa, y ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina de veinticinco metros, y ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta el borde de la casa, el de ellos se pierde en el horizonte. Especialmente, papá, vi que ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia. Tú y mamá tenéis que trabajar todo el tiempo, y casi nunca os veo. Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó:

¡Gracias, papá, por enseñarme lo ricos que podríamos llegar a ser!

Quizá puedo aprender todavía de los más pobres que...

Podría liberarme de algunas cosas que me esclavizan.

Mis pobrezas tienen nombre de...

La isla de los sentimientos

Érase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: La alegría, la tristeza y muchos más, incluyendo el amor. Un día se avisó a los moradores de que la isla se iba a hundir. Todos los sentimientos se apresuraron a salir de la isla, se metieron en sus barcos y se preparaban a par tir, pero el amor se quedó, porque quería quedarse un rato más con la isla que tanto amaba, antes de que se hundiese.

Cuando, por fin, estaba ya casi ahogándose, el amor comenzó a pedir ayuda. En eso venía la riqueza, y el amor le dijo: ¡Riqueza, llévame contigo!

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No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti!

Entonces le pidió ayuda a la vanidad, que también pasaba por allí. ¡Vanidad, por favor, ayúdame! No te puedo ayudar, amor. Tú estás todo mojado y vas a arruinar mi barco nuevo...Entonces el amor le pidió ayuda a la tristeza: Tristeza, ¿me dejas ir contigo?

¡Ay, amor! Estoy tan triste que prefiero ir solita. También pasó la alegría, pero ella estaba tan alegre que ni oyó al amor llamar. Desesperado, el amor comenzó a llorar. Entonces fue cuando una voz le llamó: Ven, amor, yo te llevo. Era un viejecito, pero el amor estaba tan feliz que se le olvidó preguntarle su nombre. Pero al llegar a tierra firme le preguntó a la sabiduría:

Sabiduría, ¿quién era el viejecito que me trajo aquí? La sabiduría respondió:

Era el tiempo. ¿El tiempo? Pero ¿por qué sólo el tiempo quiso traerme? La sabiduría respondió: Porque sólo el tiempo es capaz de ayudar y entender a un gran amor.

El modo en que amo se puede describir con otros sentimientos que lo acompañan...

¿Qué significa para mí que el amor sea «sabio» y «que necesita tiempo»...?

Puede que algunas veces deje o haya dejado morir el amor a causa de...

Una historia china: el caballo

Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando sus vecinos deploraron la mala suerte que había tenido al perder el caballo, él les replicó: ¿Buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe?

Una semana después, el caballo regresó trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces sus vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte, y éste les respondió: ¿Buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe? Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, se cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una

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desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: ¿Buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe?

Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte?, ¿mala suerte? ¿Quién sabe?

Suelo tender a ver las cosas en positivo, en negativo o abiertas...

Alguna «desgracia» en mi vida se ha convertido en «oportunidad»... y he aprendido...

Alguna «oportunidad» en mi vida se ha convertido en «desgracia»... y he aprendido...

Escuchar lo que no se oye

Un discípulo, antes de ser reconocido como tal por su maestro, fue enviado a la montaña para aprender a escuchar la naturaleza.

Al cabo de un tiempo, volvió para dar cuenta al maestro de lo que había percibido. He oído el piar de los pájaros, el aullido del peno, el ruido del trueno...No —le dijo el maestro—, vuelve otra vez a la montaña. Aún no estás preparado. Por segunda vez dio cuenta al maestro de lo que había percibido.

He oído el rumor de las hojas al ser mecidas por el viento, el cantar del agua en el río, el lamento de una cría sola en el nido...No —le dijo de nuevo el maestro—, aún no. Vuelve de nuevo a la naturaleza y escúchala.

Por fin, un día...He oído el bullir de la vida que irradiaba del sol, el quejido de las hojas al ser holladas, el latido de la savia que ascendía por el tallo, el temblor de los pétalos al abrirse acariciados por la luz...

Ahora sí. Ven, porque has escuchado lo que no se oye.

A escuchar se puede aprender, y yo podría.., para escuchar mejor.

Si estoy atento, puedo captar... que no me dicen, pero me comunican.

A algunos sentimientos me cuesta más prestarles atención y acogerlos...

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La cuarta vela

Cuatro velas se consumían lentamente. Se podía escuchar el diálogo que fluía entre ellas. La primera decía iYo soy la Paz! Hago esfuerzos paro que mi llama se mantenga encendida. Vivo en tensión para permanecer en pie pero me derrumbo con frecuencia. Y disminuyendo su llama se apagó totalmente.

La segunda vela decía: ¡Yo me llamo Fe! Hay muchas personas para las que no supongo nada porque no confían ni en nada ni en nadie. Al terminar sus palabras un viento se abatió sobre ella y la apagó.

En voz baja y triste lo tercera vela afirmaba: ¡Yo soy el Amor¡ No me quedan fuerzas para mantenerme encendida. Muchas personas han hecho de si mismas su única preocupación. Han cerrado su corazón y sus ojos para los demás”. Y también se debilitó su luz mortecina.

Fue entonces cuando apareció una niña pequeña. Al ver las tres velas apagadas, buscó cómo encenderlas... Entonces escuchó lo voz de una cuarta vela que permanecía encendida en un rincón de la estancia. Mientras yo esté encendida puedes encender a mis compañeras’

La niña tomó la vela que así había hablado y encendió con ella las llamas de la paz, de la fe y del amor Al depositar la vela con la que había dado vida a las demás, le preguntó: “ ¿tú cómo te llamas?”. La cuarta vela respondió con una sonrisa: “Me llaman Esperanza”.

¿Qué importancia tiene para ti la esperanza? ¿qué piensas de este cuento?

El buscador incansable de la felicidad

Cuentan que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel instante comenzó a buscarla. Primero lo hizo en el placer y lo sensual, luego en el poder y la riqueza, después en la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.

En un recodo del camino vio un letrero que decía: “Le quedan dos meses de vida”. Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo:

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“Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tenga de experiencia, de saber y de vida can las personas que me rodean”. Y ese buscador infatigable de la felicidad, solo al final de sus días, encontró que el tesoro que tanto había deseado estaba en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo...

Comprendió que para ser feliz se necesita amar, disfrutar de lo pequeño y de lo grande, conocerse o sí mismo, sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar, tener razones para vivir y esperar, así como razones paro morir y descansar.

Finalmente descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad y que solo Dios es la fuente suprema de la alegría, por ser El: amor, bondad, reconciliación, perdón y donación total.

Y en su mente recordó aquella sentencia que dice: “Cuánto gozamos con la poco que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos”

Haz una lista de cosas que te hacen sentir bien y feliz.

• ¿Cuáles coinciden con las que hacían feliz al buscador” del relato anterior?

El pescador satisfecho

El rico industrial del Norte se horrorizó cuando vio a un pescador del Sur tranquilamente recostado contra su barca y fumando una pipa. ¿Porqué no has salido a pescar? —le preguntó el industrial. Porque ya he pescado bastante por hoy—respondió el pescador.

¿Y porqué no pescas más de lo que necesitas? —insistió el industrial. ¿Y qué iba a hacer con ello? —preguntó a su vez el pescador. Ganarás más dinero —fue la respuesta—. De ese modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nailon, con las que obtendrías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas... y hasta una verdadera flota. Entonces serás rico, como yo.

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¿Y qué haría entonces? —preguntó de nuevo el pescador. Podrías sentarte y disfrutar de la vida —respondió el industrial. ¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento —respondió satisfecho el pescador?.

Es más acertado conservar intacta la capacidad de disfrutar que ganar un montón de dinero.

¿Qué te enseña este relato sobre la felicidad?

El parto

Tres días de parto y el hijo no salía:

—Tá trancado. El negrito tá trancado —dijo el hombre. Él venía de un rancho perdido en los campos. Y el médico fue. Maletín en mano, bajo el sol de mediodía, el médico anduvo la lejanía, hacia la soledad, donde todo parece cosa del jodido destino; y llegó y vio. Después se lo contó a Gloria Galván:

—La mujer estaba en las últimas, pero todavía jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy abiertos. A mí me faltaba experiencia en cosas así. Y temblaba, estaba sin un criterio. Y en eso, cuando corrí la cobija, vi un brazo chiquitito asomando entre las piernas abiertas de la mujer. El médico se dio cuenta de que el hombre había estado tirando. El bracito estaba despellejado y sin vida, un colgajo sucio de sangre seca, y el médico pensó: “No hay nada que hacer”.

Y sin embargo, quién sabe porqué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa inerte y, al llegar a la manita, súbitamente la manita se cerró y le apretó el dedo con alma y vida. Entonces el médico pidió que le hirvieran agua y se arremangó la camisa. Respira, siente, piensa

La vida es muy fuerte

Deja solo que el momento en el que manita del niño agarra el dedo del médico penetre en tu corazón...

* Si fueras el niño, ¿a qué o a quién te agarrarías?

* Si, como el médico, una manita así te agarrara el dedo, ¿qué harías?

* ¿No hay mucha gente indefensa que lucha, como el niño, por sobrevivir? Y tú, ¿qué haces?

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He estado con Dios

Había una vez un niño que quería conocer a Dios. Sabía que había que hacer un viaje muy largo para llegar donde Dios vivía. Así que preparó su mochila con bocadillos y botellas de leche y comenzó su viaje. Cuando había andado un tiempo, se encontró con una viejecita que estaba sentada en un parque observando a unas palomas. El niño se sentó a su lado y abrió su mochila. Estaba a punto de tomar un trago de leche cuando notó que la viejecita parecía hambrienta, así que le ofreció un bocadillo. Ella, agradecida, lo aceptó y le sonrió.

Su sonrisa era tan hermosa que el niño quiso verla otra vez; así que le ofreció leche. Una vez más, ella le sonrió. El niño estaba encantado.

Permanecieron sentados allí toda la tarde. Cuando oscurecía, el niño se levantó para marcharse. Después de dar unos pasos, se dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo. Ella le ofreció su sonrisa, aún más amplia. Cuando el niño volvió a su casa, a su madre le sorprendió la alegría de su rostro. Le preguntó: ¿Qué has hecho para estar tan contento? El respondió: Comí con Dios.

Pero antes de que su madre pudiese decir nada, él añadió: ¿Sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que jamás he visto! Mientras tanto, la viejecita regresó a su casa también radiante de dicha. Su vecina estaba impresionada con el reflejo de paz que resaltaba en su rostro y le preguntó: ¿Qué has hecho para estar tan contenta? Ella respondió: Comí un bocadillo con Dios en el parque. Y antes de que su vecina comentara nada, añadió: ¿Sabes? Es mucho más joven de lo que imaginaba.

Respira, siente, piensa..

Cierra los ojos, respira suavemente... Rememora la escena en el parque: el niño y la anciana... Su mano pequeña que ofrece el bocadillo que sabe a patio de recreo... La sonrisa que reluce entre las arrugas de la vida... El abrazo de cariño entre los dos... ¡Y Dios estaba allí!

¿Dónde buscas a Dios?

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La jarra de vino

Erase una vez un monarca de un pequeño país repleto de viñedos. Con la exportación a otros países, las quince mil familias que lo habitaban ganaban suficiente dinero para vivir bastante bien. Por eso el rey decidió abolir los impuestos. Como única contribución para los gastos del estado, el rey pediría a cada uno de sus súbditos que, una vez al año, aportaran una jarra de su mejor vino. La noticia corrió por el reino a través de bandos y carteles en las principales calles de la ciudad. La alegría de la gente fue indescriptible.

Entonces llegó el día de la contribución. Desde temprano, empezaron a llegar de todo el reino las familias con su jarra devino. Uno por uno, vaciaban su jarra y el tesorero del reino colocaba un sello en la solapa de cada uno. A media tarde, cuando el último de los campesinos vació su jarra, se supo que nadie había fallado. El enorme barril de quince mil litros estaba lleno. El rey estaba orgulloso y satisfecho.

Uno de los sirvientes acercó uña copa al rey para que lo probara. Pero la sorpresa deshizo el encanto: el barril estaba completamente lleno de un líquido completamente incoloro, inodoro e insípido. La conclusión fue unánime: el tonel estaba lleno de agua purísima. El monarca mandó reunir a su consejo: ¿Qué hechizo había sucedido para que esa mezcla de vinos se transformara en agua?

El más anciano de los ministros del gobierno se acercó y le dijo al oído:

—Nada de eso, señor, nada de eso. Vuestros súbditos son humanos, majestad. Eso es todo. Esta mañana, cuando preparaban la jarra, se les pasó una idea por la cabeza: ¿Y si ponían agua en lugar de vino? ¿Quién podría notar la diferencia? Una sola jarra de agua en quince mil litros de vino: ¡Nadie notaría la diferencial Y nadie lo hubiera notado, salvo por un detalle, majestad. ¡Todos pensaron lo mismo!

El total es lo que cuenta

Imagina que eres el rey, satisfecho con tu pueblo, hasta que alza la copa llena de agua... Si confías en los demás y te fallan, ¿cómo te sientes? Imagina ahora que eres cualquiera de sus súbditos. ¿Qué te lleva a elegir poner agua? ¿Cómo te sentirías cuando se descubre que todos han puesto

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agua? ¿Cómo te has sentido cuando has hecho algo a escondidas y te han descubierto?

Los dos amigos

El mayor se llamaba Frank y tenía veinte años. Y el pequeño era Tedy que tenía dieciocho. Estaban siempre juntos y eran muy amigos desde los primeros cursos de Primaria. Juntos decidieron enrolarse como voluntarios en el ejército. Y al marchar prometieron ante sus padres que se cuidarían y apoyarían el uno al otro. Tuvieron suerte y los dos fueron destinados al mismo cuartel y al mismo batallón. Aquel batallón fue destinado a la guerra. Una guerra terrible entre las arenas ardientes del desierto. Al principio y durante unas semanas Frank y Ted se quedaron acampados en la retaguardia y protegidos de los bombardeos. Pero una tarde llegó la orden de avanzar en el territorio enemigo. Los soldados avanzaron durante toda la noche, amenazados por un fuego infernal. Al amanecer el batallón se replegó en una aldea. Pero Ted no estaba. Frank lo buscó por todas partes, entre los heridos, entre los muertos. Al fin encontró su nombre en la lista de los desaparecidos. Se presentó al comandante. Vengo a solicitarle permiso para ir a buscar a mi amigo –le dijo. Es demasiado peligroso –respondió el comandante. Hemos perdido ya a tu amigo. Te perderíamos también a ti. Fuera siguen disparando. Frank, sin embargo, partió. Tras unas horas de búsqueda angustiosa, encontró a Ted herido mortalmente. Agonizaba. Lo cargó sobre sus hombros. Pero un cascote de metralla lo alcanzó. Siguió arrastrándose hasta el campamento. ¿Crees que valía la pena arriesgarse a morir por salvar a un muerto? –le gritó el comandante. Sí –murmuró-, porque antes de morir, Ted me dijo: “Frank, sabía que vendrías”.

Gómez Palacios

¿A qué llamas amistad?

¿en qué detalles se notan a los verdaderos amigos?

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El poder del amor...

Él nadaba en el mar sin imaginar que, repentinamente, vendría un viento tan fuerte que al remover las aguas, lo arrastrarían entre una turbulenta revuelta de agua y arena; su vida pasó por su cabeza en solo unos cuantos segundos; una gran oscuridad...un gran silencio...Y repentinamente despertó... Arena blanca, un ambiente cálido, un cielo azul violáceo, y a su alrededor, un paisaje casi indescriptible ante la belleza de la vegetación...¿Acaso era el Paraíso?

Caminó por horas sin ver a nadie e irremediablemente, sintió una gran soledad. Y ahí, sobre una roca, había una especie de cofre iluminado por un rayo de luz. Sobre la tapa aparecía una inscripción y al tocarla, se movió casi de una manera mágica y pudo leer: "El poder del amor". Abrió la caja y dentro había 4 piedras preciosas, colores brillantes y sumamente atractivos, tomó la primera de color rojo como un granate y la contempló, la colocó nuevamente dentro y observó que debajo de su sitio decía Eros. Tomó la segunda, ésta de color blanco translúcido, y la observó con gran fascinación, y al colocarla observó que su nombre era Storgé. La tercera, de un azul intenso, se llamaba Filia, pero la cuarta le despertó un inexplicable interés especial, su color de un morado diferente le proporcionó paz, al mismo tiempo que una gran sensación de necesidad de mostrarla a su familia y a su gente; y al mirar nuevamente dentro del cofre, supo que el nombre de esta piedra era Ágape.

Trató de extraer las cuatro piedras a la vez y descubrió que esto no era posible. Dudó por unos instantes, pero definitivamente tomó la piedra Ágape, la observó por horas casi hasta la puesta de sol y de una manera imperceptible, se acomodó para dormir una siesta abrazado a la piedra morada. Despertó con un sobresalto y se sintió sorprendido al mirar al anciano. ¿Estoy muerto?

Podrías estarlo pero... has elegido bien - respondió el anciano. - No comprendo. - Has elegido la piedra precisa. Ágape es amor incondicional, mucho más allá del deseo sexual, más allá de un simple afecto, más allá de lo fraterno. Ágape es amar deliberadamente, más allá del amor de la emoción.

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Ágape es el amor del compromiso, el que comprende que ahí eres requerido para continuar, contribuyendo más allá de tu deseo primario.

El amor como Ágape es paciente, afable, no jactancioso, ni engreído, no es grosero, ni busca tan solo lo suyo, no lleva cuentas del mal regocijándose en la injusticia, sino en la verdad. Si sufre, soporta. El amor nunca falla. Pero hay que tomarlo con fuerza. ¡Como un verdadero Líder! Toma esa piedra, esa poderosa piedra de Ágape, reflexiona con ella, colócala con fuerza cerca de tu corazón y regresa al mar, vuelve a los tuyos y como Ágape comprueba "El poder del Amor..."

¿Conocías las diferencias entre los tipos de amor?

¿Qué ves de especial en el amor Ágape?

SEMBRADOR DE NOGALES

Un día caminaba por el campo, cuando vi a un hombre bastante anciano, que estaba cavando un pozo. Intrigado, me acerqué a él para preguntarle qué estaba haciendo. "A mí siempre me gustaron las nueces", me contestó. "Hoy llegaron a mis manos las nueces más exquisitas que probé en mi vida, así que decidí plantar una de ellas".

Me entristecí al pensar que ese pobre hombre, a tan avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces. "Disculpe, amigo", le dije. "Para que un nogal dé frutos deben pasar muchísimos años, y dada su edad, es muy probable que cuando este arbolito de sus primeras nueces, usted ya haya muerto hace mucho. ¿No ha pensado que tal vez sería más provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos que usted sí podrá saborear?".

El hombre me miró un instante en silencio, durante el cual, no supe si sentirme muy sagaz por mi observación o muy estúpido. Tras unos segundos que me parecieron horas, finalmente me contestó: "Toda mi vida me deleité saboreando nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores probablemente jamás llegaron a probar. Cuando de nueces se trata, no le corresponde a quien siembra el ver los frutos. Por eso, como yo pude comer nueces gracias a personas generosas que pensaron en mí al plantarlas, yo

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también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o no sus frutos. Sé que estas nueces no serán para mí, pero tal vez tus hijos o mis nietos las saborearán algún día." Y entonces me sentí muy pequeñito y egoísta por pensar sólo en mí. Desde ese día, me dediqué a plantar nogales.

¿Qué conclusiones sacas tras la lectura de este cuento?

EN LA FÁBRICA DE JUGUETES

"Trabajaba yo en una fábrica de juguetes, cuando se nos anunció la visita del dueño de una importante cadena de jugueterías, que estaba a punto de realizar una operación bastante grande. Obviamente, apenas entró el hombre a nuestra oficina, todos nos desvivimos por atenderlo lo mejor posible, sabiendo lo importante que era esta operación para la fábrica. Había venido con su pequeño hijo de tres años, y al entrar al despacho del gerente, nos pidió que cuidásemos al niño mientras ellos hablaban.

Apenas quedamos solos, el niño empezó a llorar con grandes alaridos. Preocupados porque esto pudiera afectar el resultado de la negociación, nos dispusimos a hacer lo que fuera necesario para calmar al pequeño. Uno de mis compañeros salió corriendo y volvió al instante con una gran pelota de plástico y se la ofreció. Contrariamente a lo esperado, esto aumentó algunos decibelios el llanto del niño. Inmediatamente, otro desapareció rápidamente y volvió trayendo una voluminosa camioneta a pilas con control remoto, y la hizo funcionar. Nada. El llanto continuaba su rítmica melodía in crescendo. Un tercer comedido trajo una bicicleta con bocina y todo y se la ofreció, logrando tan sólo que a los alaridos agregase pataleo y manotazos descontrolados al aire. Un cuarto llamó a los cuatro payasos que hacían la promoción de los juguetes de la fábrica, los que vinieron con globos y caramelos para hacer jugar a la criatura. ¡Para qué! El niño se asustó con tanto movimiento de gente y comenzó a correr por todos lados y a gritar. Ya estábamos todos con los nervios de punta cuando una de las chicas se levantó tranquilamente de su silla, se acercó al niño, lo alzó, le dio un beso en la mejilla y lo sentó en su regazo. Inmediatamente el niño cesó de llorar y se durmió en sus brazos". (Miguel Angel López Mena)

¿Qué consecuencias sacas tras la lectura de este cuento?

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REGAR EL ROSAL

Juan debía salir de viaje por un largo tiempo, así que le encargó a José que cuidase el rosal de su jardín. Le advirtió que tan solo necesitaba un poco de agua cada día, y con eso sería suficiente. Justo cuando Juan partió, se desató en toda la región una terrible sequía, así que José debía hacer grandes sacrificios para conseguir el agua para el rosal. Cada mañana, debía levantarse temprano y recorrer bajo el sol rajante, el largo camino hacia el río para recoger un balde de agua fresca para el rosal. Pero jamás faltó a la cita. Cada día, llegaba José a la casa de su amigo con el balde de agua para el rosal.

Pasaron los meses, y un día se presentó Juan furioso en la casa de su amigo José y lo increpó: "¿No te pedí acaso que te ocupases de conseguir agua para mi rosal?". A lo que José le respondió: "Por supuesto que sí.. No sabes con cuánto amor y sacrificio me levanté fielmente cada mañana y bajo el rayo del sol caminé hacia el río para llenar un balde con agua para llevar a tu casa. No entiendo por qué me reclamas, si puse todo mi empeño en no permitir que jamás le faltara el balde de agua diario." Juan, fuera de sus casillas le gritó: ¿Pero no sabías, estúpido, que tenías que echarle el agua al rosal? ¿De qué sirvió que llevases el balde de agua día tras día si lo dejabas junto a la puerta?"

Solía decir Don Bosco: "No basta amar. Es preciso que el otro se dé cuenta de que es amado". Y es cierto. No sirve de nada que yo interiormente me deshaga sintiendo cariño por otra persona si ella no se entera de esto. Es importantísimo demostrar el cariño con gestos concretos, ya sea una mirada, una sonrisa, un abrazo, una palmadita...

(Miguel Angel López Mena)

¿Demuestro el cariño con gestos concretos?

¿Me pasa de alguna manera lo que dice el cuento?

Fiesta en el castillo

El pueblo que rodeaba la colina del castillo se despertó al oír al mensajero del marqués que leía un bando en medio de la plaza. “Se hace saber a todos que nuestro bienamado señor marqués invita a todos sus buenos y fieles súbditos a

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participar en la fiesta de su cumpleaños. Cada uno de los que asistan recibirá una agradable sorpresa. Pide a todos un pequeño favor: cada uno de los participantes a la fiesta tenga la cortesía de llevar un poco de agua para llenar el depósito del castillo que está vacío…El mensajero repitió varias veces la proclama, luego dio marcha atrás y escoltado por los guardias volvió al castillo. En el pueblo se levantaron los comentarios más diversos. ¡Bah! El tirano de siempre. Le sobran criados para hacerse llenar el depósito… Le llevaré un vaso de agua y ¡basta! ¡Qué va! ¡Siempre ha sido bueno y generoso! Yo le llevaré un barril. Yo… un dedal y ¡sobra¡ Yo un tonel. Llegó el día de la fiesta. Aquella mañana un extraño cortejo subía la colina hacia el castillo. Algunos llevaban al hombro pesados toneles o jadeaban en la cuesta cargados con grandes cubos llenos de agua. Otros mofándose de sus compañeros, llevaban pequeñas garrafas, botellines o incluso un vaso en una bandeja. La procesión entró en el patio del castillo. Cada uno vaciaba el propio recipiente en el gran depósito. Lo dejaba en un rincón y, luego, se dirigía contento hacia la sala del banquete. Asados y vino, frutas y tartas, bailes y cantos se sucedieron hasta bien entrada la tarde. Al anochecer el señor del castillo dio las gracias a todos y se retiró a sus habitaciones ¿Y la sorpresa prometida? –rezongaron algunos, contrariados y desilusionados. Otros se mostraban alegres y satisfechos: El señor marqués nos ha obsequiado con una fiesta estupenda. Cada uno, antes de marchar, pasó a recoger sus vasijas. Estallaron, entonces, gritos cada vez más fuertes. Gritos de júbilo y de rabia. ¡Las vasijas habían sido colmadas hasta el borde de monedas de oro¡ ¡Ay, si hubiera traído un poco más de agua…! Popular medieval

¿Qué conclusiones sacas de la lectura de este cuento medieval?

¿Qué aplicaciones le ves para tu vida?

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EL LÁPIZ, LA GOMA Y EL SACAPUNTAS Erase una vez un lápiz precioso que vivía en una librería muy bonita.

Había allí también otros lápices. Todos deseaban ser vendidos y soñaban con el niño o la niña que sería su amo. Todos, menos nuestro lápiz que, aunque era tan precioso, no quería ser vendido. Un día entró un niño. Iba con su padre. Pidió un lápiz y nuestro amigo intentó escabullirse, como siempre, pero el niño dijo: Papá, quiero este lápiz. La señora de la tienda dijo: Ahora te lo doy. Y el lápiz se vio cogido por el cuello. Y pensó: ¿Qué será de mí?

El niño lo puso en el estuche con la goma y el sacapuntas y se fue al colegio. Por el camino, el lápiz iba muy serio. La goma se dio cuenta y le dijo: No te pega estar tan serio. Es que no quiero estar aquí dentro. Estaba mucho más tranquilo en la tienda. Estarás bien, serás una gran ayuda para este niño; contigo escribirá y dibujará. ¡Qué cosas me dices! Si escribe y me utiliza, me gastaré. No tengo ninguna gana de cansarme y de gastarme.

El sacapuntas dijo: No pienses así. Eres un buen lápiz y tienes que ayudar, gastarte, siendo el que eres. Y cuando se me gaste la punta, ¿tú me la alijarás? Y cuando el niño escriba y se equivoque, tú, goma ¿me borrarás? A pesar de todo, no quiero ser un buen lápiz! ¡Quiero volver a la tienda!

Hablando, hablando, llegaron al colegio. El niño sacó el lápiz del estuche y empezó a copiar lo que el profesor de matemáticas había escrito en la pizarra. Sonó el timbre del recreo y el niño se fue a jugar al patio con sus amigos. El lápiz se aburría. Muy pronto tendrían que afilarlo, pues se le acababa la punta. No pienses que voy a dejarme afilar, le dijo al sacapuntas, que le miraba. Tendrás que hacerlo. Sí te gastas con amor te será más fácil estar contento. Quizás ése es el secreto de la felicidad. La goma, que estaba muy atenta, dijo: Mira, yo también me gasto de tanto borrar y borrar... Pero lo hago con amor porque sé que, gracias a mí, nuestro amigo puede terminar bien sus trabajos. Y me gasto. Pero me gusta hacerlo porque le quiero mucho a nuestro amigo. No recibo nada a cambio, pero tengo bastante con verle feliz. El lápiz estaba cada vez más aterrado. El sacapuntas le dijo: Pensándolo bien, es bueno que te afile la punta. La letra de nuestro amigo será más fina. El recreo se había terminado. Llegó el niño. Cogió el sacapuntas con una mano y el lápiz con la otra y se fue hacia la papelera. El lápiz pensó: Ha llegado mi hora. La punta había salido perfecta y

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el niño volvió satisfecho a su sitio. La goma preguntó al lápiz: ¿Te ha hecho mucho daño? Apenas me he dado cuenta. He pensado que así hago feliz a este niño, aunque cada día me haga más pequeño.

Aquel día el lápiz dio lo mejor de sí mismo al niño. Eso le hacía feliz. También la goma de borrar se iba gastando. Llegó un día en que se gastaron del todo. El sacapuntas, triste y alegre al mismo tiempo, oyó que el niño decía:

- ¡Ha sido el lápiz y la goma mejores que he tenido!

¿Qué conclusiones sacas de la lectura de este cuento?

No dejes morir el amor

Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el Odio que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos ellos... Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito... Cuando estuvieron todos, habló el Odio y dijo: "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien"... Los asistentes no se extrañaron mucho, pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quería matar a alguien; sin embargo todos se preguntaban entre si quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos...

"Quiero que maten al Amor"... dijo. Muchos sonrieron malévolamente, pues más de uno le tenía ganas... El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará"... Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter, quedaron tan decepcionados... Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante...

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Fue entonces cuando muy diligente se ofreció la Ambición, desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". Y empezó la ambición el ataque hacia su victima... quien efectivamente cayó herida pero después de luchar por salir adelante renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo... Año tras Año, el Odio siguió con su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad, y a muchos otros que fracasaron siempre.... De pronto de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido que vestía todo de negro con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver... ...Su aspecto era fúnebre como el de la Muerte... "Yo mataré al Amor"... dijo con seguridad. Todos se preguntaron que quien era ese que pretendía hacer solo lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo" Tan sólo había pasado un tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarle después de mucho esperar por fin... EL AMOR HABIA MUERTO.......

Todos estaban felices pero sorprendidos... Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí les entrego al Amor totalmente muerto y destrozado" y sin decir más se marchó... Espera, dijo el Odio... en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir... Quien eres??? El sentimiento levanto por primera vez su horrible rostro y dijo: "Soy la RUTINA"...

¿Qué significa la rutina? ¿Porqué crees que puede llegar a vencer al amor?

El abuelo y el nieto Había una vez un pobre muy viejo que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando estaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aún algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo hijo estaban muy disgustados con él,

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hasta que, por último, le dejaron en un rincón de un cuarto, donde le llevaban su escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con frecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa. Un día se cayó al suelo, y se le rompió la escudilla que apenas podía sostener en sus temblorosas manos. Su nuera le llenó de improperios a los que no se atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Le compraron entonces un cuenco de madera, en la que se le dio de comer de allí en adelante. Algunos días después, su hijo y su nuera vieron a su niño, que tenía algunos años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de madera que había en el suelo. "¿Qué haces?", preguntó su padre. "Un cuenco, contestó, para dar de comer a papá y a mamá cuando sean viejos." El marido y la mujer se miraron por un momento sin decirse una palabra. Después se echaron a llorar, volvieron a poner al abuelo a la mesa; y comió siempre con ellos, siendo tratado con la mayor amabilidad. Hermanos Grimm

¿Qué conclusiones sacas tras la lectura de este cuento?

¿Crees que a veces tratamos a los mayores injustamente?

PARÁBOLA DE LA RIQUEZA

Todos vivimos en casas. Unas son pequeñas y otras son grandes. Pero estas casas, grandes y pequeñas viven dentro de una gran casa que es el mundo. Un mundo que cuando fue creado era para que todos fuéramos felices.

Surgieron unas personas que comenzaron a ser egoístas: sólo pensaban en sí mismas y en cómo se podrían hacer ricos. Tener dinero, pantalones, camisas y zapatillas de marca era muy importante para ellos. Poco a poco este mundo que era sólo uno se dividió en dos: el mundo de la abundancia y el mundo de la miseria. El mundo de la abundancia era pequeño comparado al mundo de la miseria. En el mundo de la abundancia la gente tenía de todo: casas con habitaciones para los niños y los adultos, televisión, electricidad, agua potable. Los niños y los mayores podían divertirse: Iban al cine, tenían juguetes, hacían excursiones e incluso tenían vacaciones. Y comida tenían muchísimo. Algunos niños y adultos de tanto que tenían incluso tiraban la

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comida a la basura. La gente de este mundo podía ir a la escuela, al colegio y a la universidad. Así se preparaban para tener un buen trabajo. Aunque estas personas tenían de todo sentían que les faltaba algo. Decían que eran felices, pero se sentían vacíos. Había algo que no estaba bien.

Una persona del país de la abundancia, descubrió un libro muy antiguo en una casa muy grande. Este libro había sido escrito por Dios. Dios decía a través del libro que para ser feliz de verdad habría que hacer unos cambios importantes dentro de las personas que vivían en el mundo de la abundancia para que no existiera el mundo de la miseria, sino solamente un mundo, como lo fue desde el principio de la creación.

El hombre se decidió hacer unos cambios. A todas la personas que se encontraba, les animaba a cambiar y les leía lo que Dios decía en el libro que había encontrado: “Convertíos a mí de todo corazón, rasgad los corazones y comenzad a cambiar el mundo de la miseria en un mundo diferente”. Les decía que Dios pedía que cada año, durante cuarenta días se dispusieran en hacer un cambio, para cambiar el mundo de la miseria y el mundo de la abundancia en un sólo mundo. Muchos niños y adultos comenzaron a hacer estos cambios. El hombre entonces, decidió ir a conocer el mundo de la miseria. Pero necesitaba llevarles algo. El no sabía que llevar.

¿Vosotros me podrías decir qué cosas podría llevar al mundo de la miseria para ir cambiándolo?.

El secreto para ser feliz

Hace muchísimos años, vivía un hombre al que se le consideraba el hombre más feliz del mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarlo para obtener un cofre, donde supuestamente guardaba el secreto para ser feliz, pero todo era en vano. Mientras más lo intentaban, mas infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir.

Así pasaban los años y el sabio era cada día más feliz. Un día se le presentó un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú, también quiero ser inmensamente

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feliz. "Por qué no me enseñas...? que debo hacer para conseguirlo"? - El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "A ti te enseñare el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención.

En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son: MI MENTE Y MI CORAZON. - El gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida": "EL PRIMER PASO, es sentir la presencia de Dios en todo lo que te rodea, y por lo tanto, debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienes." "EL SEGUNDO PASO, es quererte a ti mismo, y todos los días, al levantarte y al acostarte, debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mi, no hay obstáculo que no pueda vencer: Este paso se llama autoestima alta."

"EL TERCER PASO, es poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación." EL CUARTO PASO, es no envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tu las tuyas."

"EL QUINTO PASO, es no albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te deja ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tu perdona y olvida." "EL SEXTO PASO, es no tomar las cosas que no te pertenecen. Recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor." "EL SEPTIMO PASO, es no maltratar a nadie. Todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera." "Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dales también a ellos el secreto para ser

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triunfador y que de esta manera, puedan ser felices..." - "Aplica estos pasos y verás qué fácil es ser feliz."

¿Estás de acuerdo con estos pasos para ser feliz?

¿Cuál de ellos crees que puede costar más trabajo?

Tiempo de adviento

Antes de partir para aquel lugar lejano, y hacia aquel tiempo indefinido, el esposo le había dicho: Te encomiendo los chicos. En esa frase ella había intuido todo el programa para ese tiempo de espera, que alimentaría el anhelo del retorno. Los intereses de su esposo ausente, serían para ella ahora sus propios intereses.

Muchas veces en su historia de compromiso y de amor había vivido la ausencia de su esposo. Y muchas veces había tenido que alimentar la espera, y había tenido la experiencia de la fidelidad del retorno. Pero nunca la ausencia había sido como esta. Nunca lo había sentido tan lejos. Ni había sido tan larga la espera. Poco a poco sus cartas se habían hecho menos frecuentes. Los amigos que venían trayendo noticias de él eran raros y hablaban sólo de datos lejanos y como si fuera de oídas. Y fue entonces que muchas otras voces y comentarios comenzaron a llegarle cada vez con más insistencia.

Se decía de él, que ya no volvería, que se había olvidado de sus promesas. Le decían que la había olvidado, que su corazón ya no estaba con ella, que tenía sus intereses en otra parte. Esa ausencia tan prolongada; ese silencio tan espeso: ¿no eran acaso una prueba de que tal vez los comentarios tuvieran razón? Y entonces la fidelidad comenzó a hacerse difícil.

Fue entonces que los demás empezaron a notar en ella una actitud nueva. 0 al menos, que ellos sintieron como nueva. Por las noches comenzaron a ver que se encerraba en la intimidad de su alcoba, y que allí en el silencio de la noche su lámpara permanecía encendida. Y sin embargo, había un detalle misterioso en esa actitud. Y era que ella salía de esas largas rumias de intimidad, más animosa. Salía de esas noches con una alegría serena, y una fuerza nueva que le permitía una profunda fidelidad a las exigencias de cada

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detalle de su vida de espera y de dedicación a los intereses de él. Volvía para encender en cada hijo el cariño por el padre ausente y a alimentar en todos la vigilante espera por su próximo retorno.

Lo que nadie sabía, era que en esa intimidad había un tesoro que sólo ella conocía. Porque esa mujer tenía un corazón profundamente femenino. Un corazón con capacidad de conservar todo lo que había recibido de vida. Y allí en el silencio de espera de sus noches solitarias, volvía a releer y meditar aquellas antiguas cartas de amor que había recibido de él. Allí volvía a encontrarse con el corazón de él; volvía a sentirlo latir. Lo reconocía y no podía negarle de nuevo su sí. En la lectura de esas cartas, y en la rumia de esos acontecimientos, ella volvía a reencontrar todo el sentido de su espera y la fuerza para vivir su adviento. Mamerto Menapace

¿Qué actitudes destacarías en la espera de la esposa?

¿Qué tiene esto que ver con el tiempo de Adviento?

Parábola del hombre con las manos atadas

“Erase un hombre como todos los demás. Un hombre normal. Tenía cualidades positivas y negativas. No era diferente. Una vez llamaron repentinamente a su puerta. Cuando salió se encontró a sus amigos. Eran varios y habían venido juntos. Sus amigos le ataron las manos. Después le dijeron que así era mejor, que así, con sus manos atadas, no podría hacer nada malo (se olvidaron de decirle que tampoco podía hacer nada bueno). Y se fueron dejando un guardián a la puerta para que nadie pudiera desatarle.

Al principio se desesperó y trató de romper las ataduras. Cuando se convenció de lo inútil de sus esfuerzos, intentó poco a poco acomodarse a su nueva situación Poco a poco consiguió valerse para seguir subsistiendo con las manos atadas. Inicialmente le costaba hasta quitarse los zapatos. Hubo un día en que consiguió liar y encender un cigarrillo. Y empezó a olvidarse de que antes tenía las manos libres.

Pasaron muchos años. El hombre llegó a acostumbrarse a sus manos atadas. Mientras tanto su guardián le comunicaba día tras día las cosas malas que hacían en el exterior los hombres con las manos libres

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(se olvidaba decir las cosas buenas que hacían en el exterior los hombres con las manos libres). Siguieron pasando los años. El hombre llegó a acostumbrarse a sus manos atadas. Y cuando su guardián le señalaba que gracias a aquella noche en que entraron a atarle, él, el hombre de las manos atadas, no podía hacer nada malo (no le señalaba que tampoco podía hacer nada bueno), el hombre comenzó a creer que era mejor vivir con las manos atadas. Además, estaba tan acostumbrado a las ligaduras… Pasaron muchos, muchísimos años… Un día sus amigos sorprendieron al guardián, entraron en la casa y rompieron las ligaduras que ataban las manos del hombre. “Ya eres libre”, le dijeron. Pero habían llegado demasiado tarde. Las manos del hombre estaban totalmente atrofiadas.

¿Qué consecuencias sacas de esta parábola?

El heredero

Erase una vez que había un rey que vivía bien su fe cristiana y que no tenía hijos. Por ello, envió a sus heraldos a colocar un anuncio en todos los pueblos diciendo que cualquier joven que reuniera los requisitos para aspirar a ser el sucesor al trono, debería entrevistarse con el Rey. Pero debía cumplir dos requisitos: Amar a Dios y a su prójimo. En una aldea lejana, un joven huérfano leyó el anuncio real. Su abuelo, que lo conocía bien, no dudó en animarlo a presentarse, pues sabía que cumplía los requisitos, pues amaba a Dios y a todos en la aldea. Pero era tan pobre que no contaba ni con vestimentas dignas, ni con el dinero para las provisiones de tan largo viaje. Su abuelo lo animó a trabajar y el joven así lo hizo. Ahorró al máximo sus gastos y cuando tuvo una cantidad suficiente, vendió todas sus escasas pertenencias, compró ropas finas, algunas joyas y emprendió el viaje. Al final del viaje, casi sin dinero, se le acercó un pobre limosnero. Tiritando de frío, vestido de harapos, imploraba: “Estoy hambriento y tengo frío, por favor ayúdeme...” El joven, conmovido, de inmediato se deshizo de sus ropas nuevas y abrigadas y se puso los harapos del limosnero. Sin pensarlo dos veces le dio también parte de las provisiones que llevaba. Cruzando los umbrales de la ciudad, una mujer con dos niños tan sucios como ella, le

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suplicó: “¡Mis niños tienen hambre y yo no tengo trabajo!” Sin pensarlo dos veces, le dio su anillo y su cadena de oro, junto con el resto de las provisiones. Entonces, en forma titubeante, llegó al castillo vestido con harapos y sin de provisiones para el regreso. Un asistente del Rey lo llevó a un grande y lujoso salón donde estaba el rey. Cuál no sería su sorpresa cuando alzó los ojos y se encontró con los del Rey. Atónito dijo: “¡Usted... usted! ¡Usted es el limosnero que estaba a la vera del camino!” En ese instante entró una criada y dos niños trayéndole agua, para que se lavara y saciara su sed. Su sorpresa fue también mayúscula: - “¡Ustedes también! ¡Ustedes estaban en la puerta de la ciudad!” El Soberano sonriendo dijo: “Sí, yo era ese limosnero, y mi criada y sus niños también estuvieron allí”. El joven tartamudeó: “Pero... pe... pero... ¡usted es el Rey! ¿Por qué me hizo eso?” El monarca contestó: “Porque necesitaba descubrir si tus intenciones eran auténticas frente a tu amor a Dios y a tu prójimo. Sabía que si me acercaba a ti como Rey, podrías fingir y no sabría realmente lo que hay en tu corazón. Como limosnero, no sólo descubrí que de verdad amas a Dios y a tu prójimo, sino que eres el único en haber pasado la prueba. ¡Tú serás mi heredero! --sentenció el Rey-- ¡Tú heredaras mi reino!”.

La perla

“Dijo una ostra a su vecina: siento un gran dolor en mis entrañas. Es como un peso dentro de mí que me está dejando completamente exhausta. Contestó la otra con presunción y regodeo: Gracias al cielo y al mar, yo no siento dolores. Estoy bien y me siento sana por dentro y por fuera. Pasaba en aquel momento por allí un cangrejo y oyó la conversación de las dos ostras. Y dijo a la que se sentía bien y sana por dentro y por fuera: Sí. tú estás bien y te sientes sana por dentro y por fuera. Pero el dolor que tu amiga lleva dentro de sí es una perla de belleza extraordinaria”.

Dice el autor Graham Green que “la perla es el fruto del sufrimiento, es la lágrima de la carne. Las ostras cuando son heridas transforman su carne en nácar y el producto de ello es la perla y concluye que con las personas sucede lo mismo, son las heridas superadas, cubiertas de nácar, lo que origina la grandeza de las personas”

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¿Qué conclusiones sacarías del cuento y la reflexión de Green?

Sé como un muerto

Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó: Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos. El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro. ¿Qué te respondieron los muertos? preguntó el maestro. Nada dijeron. En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos. El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante: ¿Qué te han respondido los muertos? De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo. Y el maestro concluyó: Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.

El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros. (Cuento oriental)

¿Qué moraleja sacas tras la lectura de este cuento?

El tesoro del campesino

Había una vez un campesino, amante de la tierra y de su trabajo. Ya era anciano. No era rico, pero trabajando duro había logrado comprar una hermosa viña que le proporcionaba lo suficiente para vivir holgadamente con su familia. Con mucho esfuerzo había criado tres hijos sanos y robustos. Pero precisamente aquí estaba su tormento: los tres muchachos no

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mostraban, de ningún modo, compartir la pasión del padre por el trabajo del campo.

Un día el campesino sintió que estaba por llegar su última hora. Por lo tanto, llamó a sus muchachos y les dijo: "Hijos, debo revelaros un secreto: en la viña está escondido un tesoro que bastará para que viváis felices y tranquilos cuando yo haya muerto. Buscad este tesoro, y divididlo entre vosotros como buenos hermanos" Dicho esto, expiró.

Al día siguiente los tres hijos bajaron a la viña con azadones, palas y rastrillos, y empezaron a remover profundamente la tierra. Buscaron por días y días, porque la viña era grande y no se sabía dónde el padre habría escondido el tesoro del que les había hablado. Al final, se dieron cuenta de haber labrado toda la tierra, sin haber encontrado algún tesoro.

Quedaron muy desilusionados. Sin embargo, después de algún tiempo, comprendieron el significado, de las palabras del padre: de hecho aquel año la viña dio una cantidad enorme de espléndidas uvas, porque había estado bien cuidada y trabajada. Vendieron la uva y obtuvieron muchos rublos de oro, que después dividieron fraternalmente, según la recomendación del padre. Y desde aquel día comprendieron que el más grande tesoro para la persona es el fruto de su trabajo. (León Tolstoi)

¿Eres consciente del valor del trabajo para tu vida? ¿Qué es lo que falla en tu trabajo?

Los dos jilgueros

Dos jilgueros estaban muy alegres tomando el fresco sobre el mismo árbol. Éste era un chopo. Uno se había posado arriba, en lo más alto de la copa del chopo; el otro, abajo en la bifurcación de dos ramas. Después de un rato, el jilguero que estaba arriba, por romper el silencio, dijo: ¡Hay que ver! ¡Qué bonito es el verde de estas hojas! El jilguero que estaba abajo lo tomó como una provocación. Le respondió secamente: ¡Tú estás ciego! ¿No ves que son blancas? Y el que estaba arriba, todo picado: ¡Tú sí que estás ciego! ¡Son verdes! Y el otro desde abajo, volviendo el pico

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amenazador hacia arriba: Te juego las plumas de la cola a que las hojas son blancas. Tú no entiendes ni gorda. ¡Eres tonto! El jilguero de la copa del chopo sintió que le hervía la sangre. Sin pensarlo dos veces se precipitó sobre su adversario para darle una lección. El otro no se movió. Cuando estaban juntos, el uno frente al otro, con las plumas del cuello alborotadas de ira, por pura casualidad se volvieron los dos a mirar hacia arriba, en la misma dirección.

El jilguero que venía de lo alto de la copa del chopo emitió un “¡Oh!” de sorpresa. Pues llevas razón: ¡Son blancas! Pero, en tono conciliador, el dijo a su amigo: Ven, por favor, a la copa donde yo estaba antes. Volvieron al a rama más alta del chopo y dijeron los dos a coro: Pues sí que son verdes. (Gómez Palacios)

¿Qué conclusiones para tu vida sacarías tras la lectura de este cuento?

La herida que no cura

Un exprisionero de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia. De tanto en tanto solían encontrarse para comentar aquel tiempo terrible de horror y crueldad. Tras saludarse como hermanos, la conversación recayó sobre el tiempo pasado y los recuerdos que afloraban a sus mentes. En un momento de la conversación el visitante preguntó a su amigo: ¿Has olvidado ya a los nazis? Pues no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma. Entonces -le dijo apaciblemente su amigo-, aún siguen teniéndote prisionero.

(Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos). Anthony de Mello

¿Qué conclusiones sacas de la lectura de este cuento?

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Encontrar a Dios

Un ermitaño estaba meditando junto a un río, cuando un joven le interrumpió. "Maestro, deseo convertirme en su discípulo," dijo el hombre. "¿Por qué?" replicó el ermitaño. El joven pensó por un momento. "Porque quiero encontrar a Dios." El maestro se levantó, lo agarró por el pescuezo, lo arrastró hasta el río, y le metió la cabeza bajo el agua. Luego de haberlo mantenido allí durante un minuto, con él, dando patadas y luchando por liberarse a sí mismo, el maestro finalmente le dejó volver a la superficie. Cuando finalmente se calmó, el maestro hablaba. "Dime, ¿qué cosa habías deseado más mientras estabas debajo del agua?." "El Aire" contestó el hombre. "Muy bien", dijo el maestro. "Si deseas a Dios de la misma manera, lo encontrarás, pero si no tienes esta sed ardiente, de nada te servirán tus esfuerzos, tus libros y mis enseñanzas. No podrás encontrar la fe, si no la deseas como el aire para respirar"

¿Qué experiencias tienes de encuentro con Dios?

¿Te falta esa sed ardiente de la que habla el relato de la oración de hoy?

Las cosas son como son

Cuenta una vieja narración árabe que el viejo sufí Bayacid decía a sus discípulos: "Cuando yo era joven era revolucionario y mi oración consistía en decirle a Dios: "Dame fuerzas para cambiar el mundo". Pero más tarde, a medida que me fui haciendo adulto, me di cuenta de que no había cambiando ni una sola alma. Entonces mi oración empezó a ser: "Señor, dame la gracia de transformar a los que estén en contacto conmigo, aunque sólo sea a mi familia". Y ahora, que soy viejo, empiezo a entender lo estúpido que he sido. Y mi única oración es ésta: "Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo". Y pienso que si hubiera orado así desde el principio, no habría malgastado mi vida".

¿Qué conclusiones sacas tras la lectura de este cuento?

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Las tres pipas

Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente. ¡Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad! El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero, antes de hacerlo, llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa.

Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que, ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando. Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad, pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre medio molesto pero ya mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca.

Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo: “Pensándolo mejor, veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho”. El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciendo “Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tu mismo”.

Hoy vamos a hacer un gesto de amistad. Si tienes que recuperar la amistad perdida de alguien, tienes una oportunidad. Si no tienes que

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recuperar ninguna amistad, llévale un gesto de amistad a alguien de la clase que no sea amiga/o tuyo.

¿POR QUÉ NO HICISTE NADA?

Se hallaba un sacerdote sentado en su escritorio junto a la ventana, preparando un sermón sobre la providencia. De pronto oyó algo como una explosión, y a continuación vio cómo la gente corría enloquecida de un lado para otro, y supo que había reventado una presa, que el río se había desbordado y que la gente estaba siendo evacuada.

El sacerdote comprobó que el agua había alcanzado ya la calle en la que él vivía y tuvo cierta dificultad en no dejarse dominar por el pánico. Pero consiguió decirse a sí mismo: "Aquí estoy yo, preparando un sermón sobre la Providencia y se me ofrece la oportunidad de practicar lo que predico. No debo huir como los demás, sino quedarme aquí y confiar en que la providencia de Dios me ha de salvar."

Cuando el agua llegaba ya a la altura de su ventana, pasó por allí una lancha llena de gente: "Suba Padre", le gritaron. "No, hijos míos", respondió el sacerdote lleno de confianza, "yo confío en que me salve la providencia de Dios."

El sacerdote subió al tejado y, cuando el agua llegó hasta allí, pasó otra lancha que volvió a insistirle en que subiera, pero él volvió a negarse. Entonces se subió a lo alto del campanario, y cuando el agua le llegaba ya a las rodillas, llegó un helicóptero y ofreció llevarlo. "Muchas gracias", contestó el sacerdote sonriendo tranquilamente, "pero yo confío en que Dios en su infinita providencia me salvará."

Cuando el sacerdote se ahogó y fue al cielo, lo primero que hizo fue reclamarle a Dios: "Yo confiaba en ti. ¿Por qué no hiciste nada para salvarme?". "Bueno", le contestó Dios, "la verdad es que te mandé dos lanchas y un helicóptero. ¿no lo recuerdas?".

¿cómo relacionas este cuento con la labor misionera?

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EL ROSTRO DE DIOS

No hubo nada que hacer. Por más que los médicos hicieron todo lo posible y hasta lo imposible, el corazón de Francisco dejó de funcionar. Francisco sintió cómo la sala de emergencias del hospital quedaba allá abajo, y él comenzaba a subir y a subir. Allá abajo quedaba la ciudad, que ahora se veía como una manchita más sobre la superficie de la tierra. ¡Qué emoción! ¡Al fin estaba por llegar el gran momento! Afortunadamente, Francisco era un hombre creyente, y siempre había tenido la esperanza de una vida más allá de la muerte. ¡Cómo le gustaría que algunos de sus escépticos amigos estuvieran allí para poderles demostrar lo que ahora él estaba comprobando: que efectivamente, después de la muerte, el alma seguía viviendo.

Durante muchos años se había preguntado cómo sería el rostro de Dios, y ahora estaba a punto de encontrar respuesta a su inquietud. ¡El rostro de Dios! La emoción lo embargaba y lo hacía estremecerse de pies a cabeza. Sentía que el pecho le iba a estallar de la ansiedad. Por fin, allá a lo lejos divisó una figura refulgente que lo esperaba con los brazos abiertos. "¿Eres tú, Dios?", gritó. La luz cegadora le impedía ver con claridad. No tuvo respuesta, pero en su interior supo que, efectivamente, ese era Dios. Instantes después, al fin estuvo frente a Dios. Sin atreverse a levantar la vista, intentaba imaginar el rostro de Dios, adivinándolo a través de esa voz tan suave y tan dulce a la vez. "¿Por qué no me mirás? Aquí estoy. ¡Este soy yo!". La calidez de la voz lo hizo perder todo temor y, lentamente, alzó su mirada.

¡Horror! ¡Ese no era Dios! ¡Era ese compañero de trabajo tan desagradable que siempre le hacía la vida imposible! ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa? Confundido se frotó los ojos con los puños y al volver a mirar, comprobó que en realidad se trataba de aquella mujer que había golpeado a su puerta hace unos días y él le había dado unas frutas. ¡No! ¡Era el hombre que lo había insultado la semana pasada cuando casi chocan en una esquina! Una a una fueron pasando por la cara de Dios mil caras.

"¿Te acuerdas de aquello que dije hace dos mil años: Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y no me visitaste, estuve desnudo y me vestiste, tuve sed y no me diste de beber? ¿Entiendes ahora a qué me refería?". "Ahora entiendo", respondió Francisco, "Aunque no sé si ya es demasiado tarde..."

¡Qué conclusiones sacas tras la lectura del cuento?

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Los tres ciegos

Había una vez tres sabios. Y eran muy sabios. Aunque los tres eran ciegos. Como no podían ver, se habían acostumbrado a conocer las cosas con solo tocarlas. Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían los tres sabios que eran ciegos. Entre las cosas maravillosas que llegaron con el circo, venía un gran elefante blanco. Y era tan extraordinario este animal que toda la gente no hacía más que hablar de él.

Los tres sabios que eran ciegos quisieron también ellos conocer al elefante. Se hicieron conducir hasta el lugar donde estaba y pidieron permiso para poder tocarlo. Como el animal era muy manso, no hubo ningún inconveniente para que lo hicieran.

El primero de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las enormes orejas y luego los dos tremendos colmillos de marfil que sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan admirado de lo que había conocido que inmediatamente fue a contarles a los otros dos lo que había aprendido. Les dijo:

- El elefante es como un tronco, cubierto a ambos lados por dos frazadas, y del cual salen dos grandes lanzas frías y duras.

Pero resulta que cuando le tocó el turno al segundo sabio, sus manos tocaron al animal en la panza. Trataron de rodear su cuerpo, pero éste era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar, decidió también él contar lo que había aprendido. Les dijo:

- El elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro gruesas patas, y está forrado de cuero con pelo para afuera.

Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal justo por la cola. Se colgó de ella y comenzó a hamacarse como hacen los chicos con una soga. Como esto le gustaba a la bestia, estuvo largo rato divirtiéndose en medio de la risa de todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que sabía. También él dijo:

- Yo sé muy bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel en la punta. Sirve para hamacarse.

Resulta que cuando volvieron a casa y comenzaron a charlar entre ellos lo que habían descubierto sobre el elefante no se podían poner de acuerdo.

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Cada uno estaba plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la certeza de que sólo había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo mismo. Pero lo que decían parecía imposible de concordar. Tanto charlaron y discutieron que casi se pelearon.

Pero al fin de cuentas, como eran los tres muy sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron a preguntar a otro sabio que había tenido la oportunidad de ver al elefante con sus propios ojos. Y entonces descubrieron que cada uno de ellos tenía razón. Una parte de la razón. Pero que conocían del elefante solamente la parte que habían tocado. Y le creyeron al que lo había visto y les hablaba del elefante entero.

¿Escuchamos a los demás, sus opiniones, sus ideas?

¿Creemos tener siempre la "razón", y que los otros están equivocados?

¿Qué nos enseña este cuento sobre la verdad de las cosas?

Los dos hermanos

Dos hermanos, uno soltero y otro casado, poseían una granja cuyo fértil suelo producía abundante grano, que ellos se repartían a partes iguales. Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un momento en que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado todas las noches, pensando: "No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que en mi ancianidad tendré todo cuanto necesite. ¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo?, Necesita ahorrar para el futuro más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es evidentemente, mayor que la mía. Entonces se levantaba de la cama, acudía sigilosamente adonde su hermano y vertía en el granero de éste un saco de grano. También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo: "Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. Pero yo no tengo que mantener a nadie más que a mí

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mismo. Es justo, acaso, que mi pobre hermano cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo?. "Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero del hermano. Un día, se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano en la espalda. Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se divulgó. Y cuando los ciudadanos decidieron erigir un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquél.

¿Te preocupas de las necesidades de los demás tanto o más que de las tuyas?

¿Qué enseñanza sacas de este cuento?

Había una vez...

Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.

La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice: ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde: Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...

No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella. Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

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¿Soy coherente con lo que pienso y con lo que hago o actúo como todos por no señalarme?

¿Me doy cuenta de que mi actuar puede ayudar a otros?

La vendedora de manzanas

En una vieja historia se habla de una vendedora de manzanas. La buena mujer acudía cada mañana al mercado a vender su mercancía. Pero pasadas las horas apenas lograba vender algún kilo. Con el paso del tiempo el poco éxito de sus ventas hizo que la mujer se fuera desanimando. Una mañana se acercó un joven a su puesto. Al verla triste y desanimada le preguntó qué le pasaba. “Ya ves –respondió la mujer– cada mañana acudo a este mercado a vender mis manzanas pero cuando la tarde cae apenas he logrado vender algún kilo. Mis manzanas no deben ser buenas”. De repente y sin que nadie se lo pidiera el joven comenzó a gritar: “Compren, compren las mejores manzanas de la huerta. Recién recogidas para llevarlas a su mesa... compren”. Al sonido de los gritos se fueron formando corros de personas alrededor de la vendedora y muchas personas pedían ansiosamente algunos kilos de manzanas. Al cabo de pocas horas la mujer había vendido toda su mercancía. “¿Cómo lo has hecho?” –preguntó la mujer– “Durante muchas semanas he acudido a este mercado y no he logrado vender mi mercancía y tú en solo un par de horas has logrado vender más de lo que yo he vendido a lo largo de todo ese tiempo”. “Ha sido muy fácil” –respondió el joven– tus manzanas eran muy buenas, pero ni tu ni ellos lo sabían. Alguien tenía que decírselo. ¿Qué destacarías tras la lectura de esta pequeña historia? ¿Tendemos a resaltar las cualidades o los defectos de los demás ?

Dios y el barbero

Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello, y entabló una conversación con la persona que le atendió. De pronto, tocaron el tema de Dios. El barbero dijo: Yo no creo que Dios exista, como usted dice. ¿Porqué dice usted eso? pregunto el cliente..

Es muy fácil, al salir a la calle se da cuenta de que Dios no existe. O...dígame, acaso si Dios existiera, ¿habría tantos enfermos? ¿Habría

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niños abandonados? Si Dios existiera, no habría sufrimiento, ni tanto dolor para la humanidad. No puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas. El cliente se quedó pensando, y no quiso responder para evitar una discusión.

Al terminar de cortarse el cabello, el cliente salió del negocio vio a un hombre con la barba y el cabello largo. Entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero. ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen. ¿Cómo? Si aquí estoy yo. ¡ No...! dijo el cliente, no existen si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre.

Los barberos sí existen, es que esas personas no vienen hacia mí. ¡ Exacto...! dijo el cliente. Ese es el punto. Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia Él y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria. Y el barbero se quedó pensando...

Si tu crees que Dios existe...BÚSCALO Y PONTE EN SUS MANOS.

¿Has sentido en alguna ocasión la presencia cercana de Dios en tu vida?

¿Cómo puedo saber que esa presencia es Dios?

Para qué sirve el silencio

El joven monje se acercó a su maestro y, después de armarse de valor, se atrevió a preguntarle:

-“¿Para qué sirve estar tantos ratos en silencio como tú me recomiendas? Son una pérdida de tiempo. Me aburro, me canso, me distraigo...” El maestro, comprendiendo las dudas del novicio, le pidió que le acompañara al pozo que había en el centro del patio. Allí sacó agua con un cubo y le pidió a su joven discípulo que se asomara al brocal y mirara hacia abajo.

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“¿Qué ves?”.-preguntó el maestro. -“No veo nada”. –contestó el discípulo, mirando sin entender las ondas del agua. “Espera un rato tranquilo”. –le recomendó el sabio. Al cabo de unos minutos, el maestro se dirigió otra vez al joven:“Vuelve a mirar al fondo del pozo y dime: ¿qué ves ahora?” “Veo mi propio rostro reflejado en el agua”. – señaló, sorprendido, el monje joven. “Ahora has descubierto el tesoro que encierran la calma y el silencio”. –señaló el maestro.

¿Tienes alguna experiencia de hacer silencio, de estar en soledad?

¿Qué te aportó y qué descubriste?

¡Y se atrevieron a ser libres…!

Por atreverse a proponer una vida distinta, la aislaron, la dejaron sola, la tacharon de loca y la desterraron. Juan Salvador, la pequeña gaviota, aceptó la soledad del aprender de nuevo, la soledad de la búsqueda de mares nuevos, nuevos cielos, nuevos horizontes. En lo profundo de su corazón adolorido, sentía que sus alas habían nacido para abrirse a la inmensidad de lo desconocido. Y se arriesgó. Tras muchos intentos fallidos, un día se encontró surcando los altos cielos, azules, maravillosos, inmensos, con un halo de eternidad. Y ese día entendió por qué y para qué había nacido gaviota. Y se entregó apasionadamente a ser ella misma, sin ataduras ni temores.

Pero Juan Salvador Gaviota seguía amando a los suyos a pesar de que lo habían desterrado. Y decidió volver a la bandada para enseñarles que la vida podía ser algo más interesante que comer y disputarse los desperdicios de los barcos. Estaba seguro de que su empresa no iba a ser nada fácil, que de nuevo lo aislarían, lo ofenderían, porque no estaban dispuestos a cambiar ni a escuchar tranquilamente que alguien les hablara de la necesidad de cambio. No importaba que no lo comprendieran: con que una sola gaviota se atreviera a soñar y aprender un nuevo vuelo, se justificaba su aventura. En el fondo de su corazón, Juan Salvador Gaviota adivinaba que era imposible vivir intensamente su libertad sin intentar liberar a otros, que la plenitud

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implicaba el servicio. Amor por los suyos, el respeto merecido y el perdón, eran tan importantes para él, como su ansiada libertad… Juan Salvador Gaviota comprendió que el espíritu no puede ser realmente libre sin la capacidad de perdonar…

Esa capacidad de perdón fue un imperativo necesario para elevarse a un plano superior …Y volvió sin prédicas ni alardes… Solo trataba de ser una auténtica gaviota nacida para volar. Poco a poco algunas gaviotas jóvenes se fueron acercando a presenciar su vuelo vigoroso. Y le pidieron que les enseñara a volar, experimentar otra vida, atreverse a ser libres. Y se abrieron los cielos …Juan Salvador disfrutaba del inmenso gozo que produce el ayudar a otros…este gran paso lo convirtió en un verdadero maestro.

¿Qué enseñanza extraes de esta historia?

SÓLO EMPUJA

Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios. El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas. El hombre hizo lo que el Señor le pidió. Por muchos años, día a día, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas…y ésta no se movía. Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano. Como el hombre empezó a sentirse frustrado, Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: “Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido” Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso.

Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión. Satanás le dijo: “¿Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Sólo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente” “Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni

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un milímetro, ¿qué pasa? ¿por qué he fracasado? ”El Señor le respondió con compasión y ternura:

“Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tú aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho, nunca dije que esperaba que la movieras, tu tarea era empujar. Ahora vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero, ¿en realidad fracasaste? mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras a pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era empujar y confiar en mí. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca”

¿Ante las dificultades EMPUJAS o te vienes abajo?

¿Cómo es tu confianza en el Señor?

La luciérnaga y la serpiente

Cuenta la leyenda que una vez una serpiente comenzó a perseguir a una luciérnaga. Esta huía rápido con miedo de la feroz depredadora y la serpiente no pensaba desistir. Huyó un día y ella no desistía; dos días y nada…Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente:

- ¿Puedo hacerte tres preguntas? - No acostumbro a dar este precedente a nadie, pero como te voy a

devorar, puedes preguntar… - ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? - No. - ¿Yo te hice algún mal? - No. - Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo? - Porque no soporto verte brillar.

¿ Cómo defines la envidia?

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¿Qué consecuencias acarrea la envidia en la vida de las personas y en sus relaciones humanas?

RUMORES

Se cuenta que el discípulo de un sabio filósofo llegó a casa y le dijo: Querido maestro, se ve que un amigo tuyo ha estado hablando mal de ti. ¡Espera! Lo interrumpió el filósofo, ¿has hecho pasar por los tres filtros lo que ahora me vas a explicar? ¿Los tres filtros? Dijo el discípulo. Sí, el primer filtro es la verdad, ¿estás seguro de que lo que me vas a decir es absolutamente cierto? Bien, no lo sé directamente. Me lo han dicho unos vecinos.

Por lo menos, dijo el sabio, lo habrás pasado por el segundo filtro, que es la bondad. A ver, ¿esto que me vas a decir es bueno para alguien? No, realmente no. Más bien al contrario. Ah…entonces miremos el último filtro. El último filtro es la necesidad ¿Crees que es realmente necesario hacerme saber esto que tanto te inquieta?

De hecho, no. Entonces, dijo el sabio, sonriente, si no es verdad, ni es bueno ni es necesario, mejor lo enterramos en el olvido.

¿TE afecta lo que otras personas puedan pensar o decir de ti? ¿TE parecen suficientes los tres filtros para no prestar atención a los comentarios?

Un posadero y su perro

Un posadero estaba muy molesto una noche por el continuo ladrar de su perro. Se levantó de la cama, regañó y castigó al animal y se volvió a la habitación. A los pocos segundos, el perro ladraba con mayor fuerza. Irritado y exasperado al máximo, el posadero se levantó otra vez y exclamó:

Paz y tranquilidad a cualquier precio.

Agarró su escopeta y disparó sobre el perro silenciándolo para siempre.

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Ahora dormiré tranquilo le dijo a su mujer mientras se metía en la cama otra vez. Pero aquella paz le costó la vida.

Unos asesinos y ladrones estaban forzando la puerta de la posada; cuando lo lograron, entraron y mataron al matrimonio. El fiel animal había estado desesperadamente tratando de avisarles del peligro.

Muchas tragedias suceden en esta vida a hombres y mujeres porque no escuchan las voces que les avisan de peligros.

¿Consideras que la prevención y la prudencia son valores importantes para la seguridad de las personas? Explícalo con algún ejemplo.

“El digno sucesor del Emperador”

Hace mucho tiempo vivió en la China un niño llamado Ping que amaba tiernamente las flores. Todo lo que sembraba crecía como por encanto. Un día, el Emperador, que era muy viejo, decidió buscar a su sucesor. ¿Quién podría ser? ¿Cómo podría escogerlo? Decidió que iba a dejar que las flores lo escogieran. Al día siguiente salió un bando: todos los niños deberían venir a la gran plaza para recibir de manos del Emperador semillas de flores. "Quien en el plazo de un año me pueda mostrar el mejor resultado", dijo, "me sucederá en el trono". Esta noticia causó gran revuelo. Los niños de todos los rincones acudieron para recibir sus semillas. Los papás querían que su hijo fuera escogido como Emperador y los niños soñaban con ser escogidos. Cuando Ping recibió sus semillas se sintió el más feliz de todos los niños. Estaba totalmente seguro que podría cultivar las flores más hermosas. Ping llenó una matera con tierra y plantó la semilla. La rociaba todos los días. Los días pasaron pero nada germinaba en la matera. Ping estaba muy triste. Entonces tomó una matera más grande y echó en ella la mejor tierra y tomó la semilla y la plantó. Esperó dos meses más y no pasó nada. Poco a poco paso un año entero. Llegó la primavera y los niños vistieron sus más preciosos trajes para agradar al Emperador. Se dirigieron a la plaza con sus hermosísimas flores, esperando cada uno que sería el escogido. Ping se sentía avergonzado con su matera vacía. Pensó que los demás niños se burlarían de él. Sin embargo, fue a la plaza. El Emperador observaba

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detenidamente todas las flores. ¡Qué flores tan hermosas! Pero el Emperador no decía ni una palabra. Finalmente, se acercó a Ping, quien agachó su cabeza lleno de vergüenza esperando que sería castigado. El Emperador le preguntó: "¿Por qué trajiste una matera vacía?" Ping comenzó a llorar y respondió: "Planté la semilla que usted me dio, la rocié cada día, pero no germinó. La sembré en una matera más grande, le puse una tierra mejor y tampoco germinó. Esperé un año entero pero nada creció. Por esta razón hoy vengo ante su presencia con una matera vacía. Hice lo mejor que pude".

Cuando el Emperador escuchó estas palabras, se dibujó en su rostro una sonrisa y puso su mano sobre el hombro de Ping. Luego exclamo: "¡Lo encontré! ¡Encontré a la única persona digna de ser Emperador! No sé de dónde sacaron las semillas que ustedes cultivaron. Porque las semillas que yo les di, habían sido cocinadas. Por lo tanto, era imposible que pudieran germinar. Admiro a Ping por el valor que ha tenido para venir delante de mi con su vacía verdad. Por lo tanto, ahora lo premio con el reino y lo nombro mi sucesor.

¿Qué destacarías tras la lectura de esta historia? ¿Qué enseñanza sacas?

EL DIAMANTE El sannyasi había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo: “¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa!”

“¿Qué piedra?”, preguntó el sannyasi. “La otra noche se me apareció en sueños el Señor Shiva”, dijo el aldeano, “y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un sannyasi que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre”. El sannyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra. “Probablemente se refería a ésta”, dijo mientras entregaba la piedra al aldeano. “La encontré en un sendero del bosque hace unos seis días. Por supuesto que puedes quedarte con ella.”

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El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre. Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al sannyasi y le dijo: “Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante”.

¿Eres capaz de desprenderte de tus tesoros y bienes personales para darlos a los demás?

¿En qué cosas muestras más egoísmo y te cuesta desprenderte?

AMAR LO QUE SOMOS Los animales del bosque se dieron cuenta un día de que ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban; la liebre era una estupenda corredora, pero no podía volar ni sabía nadar... Y así todos los demás.

¿No habría una manera de establecer una academia para mejorar la raza animal? Dicho y hecho. En la primera clase de carrera, el conejo fue una maravilla, y todos le dieron sobresaliente; pero en la clase de vuelo subieron al conejo a la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, conejo!”. El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos patas y fracasó también en el examen final de carrera.

El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se lastimó las alas y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar; con lo que ni aprobó la prueba de excavación ni llegó al aprobadillo en la de vuelo.

Convenzámonos: un pez debe ser pez, un estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por qué ser pájaro. Un hombre inteligente debe sacarle punta a su inteligencia y no empeñarse en triunfar en deportes, en mecánica y en arte a la vez. Una persona fea difícilmente llegará a

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ser bonita, pero puede ser simpática, buena y una persona maravillosa... porque sólo cuando aprendamos a amar en serio lo que somos, seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla.

¿Qué es lo que más te cuesta aceptar de ti mismo/a? ¿Qué más valoras de ti mismo/a?

GRABADO EN PIEDRA

Cuenta una historia que dos amigos iban caminando por el desierto. En algún punto del viaje comenzaron a discutir y un amigo le dio una bofetada al otro. Lastimado, pero sin decir nada, escribió en la arena: MI MEJOR AMIGO, ME DIO HOY UNA BOFETADA. Siguieron caminando hasta que encontraron un oasis, donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, pero su amigo lo salvó. Después de recuperarse, escribió en una piedra: MI MEJOR AMIGO HOY SALVÓ MI VIDA.

El que había abofeteado y salvado a su mejor amigo preguntó: Cuando te lastimé escribiste en la arena y ahora lo haces en una piedra. ¿Porqué? El otro amigo le respondió: Cuando alguien nos lastima debemos escribirlo en la arena donde los vientos del perdón puedan borrarlo. Pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, debemos grabarlo en piedra donde ningún viento pueda borrarlo.

¿Qué enseñanza sacas de este cuento?

LA CEBOLLA “Había una vez una vieja muy mala y murió. La mujer no había realizado en su vida ni una sola acción buena y la echaron en el lago de fuego. Pero el ángel de la guarda que estaba allí pensó: “¿Qué buena acción podría recordar para decírselo a Dios?” Entonces recordó algo y se lo manifestó: Una vez arrancó de su huertecillo una cebolla y se la dio a un pobre. Y Dios le respondió complacido: “Toma tú mismo esa cebolla y échasela al lago de forma que pueda agarrarse a ella. Si puedes lograr sacarla del

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fuego, irá al paraíso, pero si la cebolla se rompe tendrá que quedarse donde está”.

El ángel corrió hasta donde estaba la mujer y le alargó la cebolla: “Toma, mujer, agárrate fuerte, vamos a ver si te puedo sacar”. Y comenzó a tirar con cuidado. Cuando ya casi la había sacado del todo, los demás pecadores que estaban en el lago de fuego se dieron cuenta y empezaron todos a agarrarse a ella para poder también salir de allí. Pero la mujer era mala, muy mala, y les daba patadas diciendo: “Me van a sacar sólo a mí, no a vosotros: es mi cebolla, no la vuestra”. Pero apenas había pronunciado estas palabras, cuando la cebolla se rompió en dos y la mujer volvió a caer en el lago de fuego. Allí arde hasta el día de hoy. El ángel se echó a llorar y se fue”.

¿Qué mensaje central nos trae este cuento?

LOS VERDADEROS MILAGROS

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante alumno del sabio. Comentaba el terrateniente: "me han dicho en el pueblo que eres una persona muy sabia y poderosa, inclusive puedes hacer milagros".

El sabio respondió: "soy una persona vieja y cansada... ¿como crees que yo podría hacer milagros?". Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos..... esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso". Tu lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo solo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo".

El terrateniente comentó: "yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tu haces..... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios". Esta mañana ¿volvió a salir el sol?. Si, claro que sí,

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"pues ahí tienes un milagro..... el milagro de la luz". El terrateniente le respondió: "No, yo quiero ver un VERDADERO milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra....

¿Quieres un verdadero milagro?, ¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?". Sí, fue varón y es mi primogénito. Ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida. Sabio, tu no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro....Creo que no me he explicado, lo que yo quiero...." (el sabio lo interrumpe)

Te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti..... Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba.

El joven que había observado todo comentó: "maestro: te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿porqué te negaste a mostrarle uno al caballero?. Comentó el sabio: “lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo. Le mostré TRES milagros y no pudo verlos.... no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tu se los hayas pedido".

¿A qué reflexión te lleva este cuento? ¿En qué te hace pensar?

SANTO Y PECADOR

El maestro le pide al discípulo: “Encuéntrame un santo. Recorre toda la tierra y sus continentes, busca en rincones y cuevas si es necesario; tómate todo el tiempo que haga falta, pero al final trae a un verdadero santo a mi presencia”. El discípulo parte, busca, tarda en volver y, al fin, regresa solo. Y explica: “No lo encontré. Vi a grandes ascetas, pero me parecían cerrados en sí mismos; observé a quienes servían heroicamente al prójimo, pero percibí una sombra de vanidad en sus acciones; admiré

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oraciones encendidas, pero noté que el fervor no duraba en su firmeza. Ninguno me satisfizo del todo”.

El Maestro cambia su mandato: “Búscame un pecador y tráelo a mi presencia”. El discípulo parte... y regresa nuevamente solo: “No encontré a un verdadero pecador. Unos hacían el mal, pero era por debilidad, no por maldad; otros no sabían lo que hacían; y otros hacían el mal creyendo que hacían el bien”.

El Maestro concluye: “Y tú, ¿qué eres?” Hay tanto de bueno en el peor y tanto de malo en el mejor que es absurdo condenar a nadie.

¿Qué moraleja sacas tras la lectura de este cuento?

CORTAR LA CRUZ

Una antigua leyenda cuenta que un grupo de hombres iba de camino. Cada uno marchaba cargado con una cruz. Caminaban rendidos bajo el enorme peso. Uno de ellos se convenció de que la suya era demasiado larga y pesada. Ni corto ni perezoso cortó un buen trozo. Así logró caminar un poco más ligero. Tras mucho caminar llegaron a una sima. No había puentes para pasar al país que prometía la alegría eterna y la presencia inmediata de Dios. Tras una breve vacilación todos tendieron las cruces sobre la sima. Y todas llegaban de parte a parte, permitiéndoles pasar sobre ellas como en un puente. Solamente el que había cortado su cruz se encontró en una situación desesperada.

¿Qué enseñanza obtienes de esta pequeña leyenda?

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El joven, las estrellas y el mar

Atanasio era un hombre entrado en años, inteligente, culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida. Solía ir a la cabaña de su playa, donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para sus libros de filosofía. Tenía la costumbre de caminar antes de comenzar su trabajo. Un amanecer, mientras paseaba junto al mar, observó a lo lejos una figura humana que se movía como un bailarín. Se sonrió al pensar en alguien bailando para saludar el día. Apresuró el paso, se acercó y vio que se trataba de un joven. Comprobó que no bailaba, sino que se agachaba para recoger algo y, suavemente, lanzarlo al mar. A medida que se iba acercando, saludó: Buen día, Joven! ¿Qué está haciendo? El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió: Arrojo estrellas de mar al océano. ¿Porqué arrojas estrellas de mar al océano? dijo el sabio. El joven respondió: Hay sol y la marea está bajando; si no las arrojo al mar, morirán. Pero joven-replicó el sabio- ¿No se da cuenta de que hay cientos de kilómetros de playa y miles de estrellas de mar? Nunca tendrá tiempo de salvarlas a todas! ¿Realmente piensa que con su esfuerzo tiene sentido? El joven los escuchó respetuosamente, luego se agachó, recogió otra estrella de mar, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó: Para aquella... Sí, tuvo sentido!

La respuesta desconcertó a Atanasio, quien no podía explicarse una conducta así. Se sintió molesto, no supo que contestar y regresó a su cabaña a escribir. Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y por la noche no durmió bien; soñaba con aquel joven y las estrellas de mar por encima de las olas... Intentó ignorarlo, pero no pudo. La mañana siguiente, cuando el sol nuevamente lamía el mar y una bruma suave envolvía el ambiente, descubrió la silueta de dos hombres, uno joven y otro viejo, que se veían juntas, a lo lejos como si bailaran en la arena...

¿Qué conclusiones sacas tras la lectura de este cuento?

¿Cuáles son las estrellas concretas que se cruzan hoy en nuestro camino?

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Frutos y semillas

Un joven soñó que entraba en un supermercado recién inaugurado y, para su sorpresa, descubrió que Jesucristo se encontraba atrás del mostrador.

¿Qué vendes aquí? - le preguntó. Todo lo que tu corazón desee - respondió Jesucristo.

Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, el joven emocionado se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría desear: Quiero tener amor, felicidad, sabiduría, paz de espíritu y ausencia de todo temor - dijo el joven-. Deseo que en el mundo se acaben las guerras, el terrorismo, el narcotráfico, las injusticias sociales, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos.

Cuando el joven terminó de hablar, Jesucristo le dice: “Amigo, creo que no me has entendido. Aquí no vendemos frutos; solamente vendemos semillas. Convierte en frutos las semillas que hay en ti". ¡Cultívalas!

¿qué semillas necesito comprar para mí en la tienda de los dones y de los valores?

¿Qué semillas está necesitando nuestro grupo-clase?

La mala costumbre de mentir

Se cuenta de un general que tenía fama de ser muy mentiroso. Lo exageraba todo. Tenía la costumbre también de que siempre que relataba algo a sus amigos, le decía a su ayudante: ¿verdad que sí, teniente?

Y este le respondía: Sí, mi general.

Por fin, el teniente se cansó de decir siempre sí a lo que el general decía. En una ocasión, el general estaba contando a sus amigos de armas que él había salido a cazar al monte y que, de un solo disparo, había matado a cien palomas.

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¿Verdad que sí, teniente? Le dijo a este. A lo cual el teniente contestó: Sí, mi general, cien palomas y un loro. ¡Cómo! Yo no vi ese loro, replicó el general. Y el teniente le respondió: Ni yo tampoco vi las cien palomas, mi general.

¿Porqué consideras que la gente miente?

¿En qué situaciones has mentido? ¿porqué lo hiciste?

“El HACHERO”

Había una vez un hachero que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún y así el hachero se decidió a hacer un buen papel. El primer día se presentó el capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona. El hombre entusiasmado salió al bosque a talar. En un solo día cortó 18 árboles. Te felicito -dijo el capataz- sigue así. Animado por las palabras del capataz, el hachero se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente, así que esa noche se acostó bien temprano. A la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño no consiguió cortar más que quince árboles. Me debo haber cansado- pensó y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó decidió batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo al día siguiente no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete , luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear el segundo árbol. Inquieto por el pensamiento del capataz, el hachero se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba la límite de desfallecer. El capataz le preguntó: ¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez? ¿Afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles. (A. Beauregard)

¿Cuál es el hacha de tu vida que no estás afilando?

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¿Cuáles son las cosas que nos ayudan a tener afilada el hacha de nuestra vida? Enumerarlas.

“La pared desnuda”

Esta es una historia que sucedió en un hospital. Dos hombres, ambos enfermos de gravedad, compartían el mismo cuarto. A Arturo se le permitía sentarse durante una hora en la tarde, para drenar el líquido de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana de la habitación. Siempre estaba de buen humor y agradecía a Dios por la vida que poseía.

Anselmo, en cambio, era envidioso y de corazón enroscado, con actitud constante de amargado. Por su enfermedad, tenía que permanecer todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas y hablaban de su vida. Y cada tarde, cuando Arturo podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana: Anselmo, ¡Hay unos chicos jugando a la pelota..! ¡Hoy vino una pareja de enamorados…!, ¡la plaza está llena de palomas que se divierten con los niños…! Y así, Arturo iba poblando las tardes de Anselmo con los detalles de todo lo que sucedía en el mundo exterior; trayendo, con sus relatos, los colores y perfumes de la plaza.

Anselmo, aun cuando disfrutaba de los relatos de Arturo, se sentía en el fondo un desdichado. Estaba enojado con Dios porque a él siempre le tocaba la peor parte y envidiaba a Arturo por todo lo que podía ver desde la ventana.

Pasaron días y semanas hasta que Arturo falleció e inmediatamente, Anselmo exigió que lo trasladaran cerca de la única ventana. Las enfermeras acordaron pasarlo a la mañana siguiente y esa noche no pudo ni dormir por los nervios. A la mañana siguiente, ya junto a la ventana, lentamente y con dificultad, Anselmo se irguió sobre el codo. Al asomarse, ¡con sorpresa y horror descubrió que, delante de él, a un par de metros de distancia, había una pared triste, gris y fría!

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¿Qué conclusiones sacas para tu vida tras la lectura de esta historia?

¿Qué diferenciaba a Anselmo de Arturo?