Contratiempo Magazine63

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Contratiempo Magazine is a monthly spanish publication. Literature, Poetry and Arts made by latinamerican people. Art Director: Esmeralda Morales. Cover by: Esmeralda Morales

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mirada

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marzo 2009número 63Directiva

Beatriz Badikian, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Félix Masud-Piloto, Moira Pujols, Helen Valdez

Directora ejecutiva

Moira Pujols

Director editorial

Gerardo Cárdenas

Consejo editorial

Gerardo Cárdenas, Raúl Dorantes, Jorge García, Rafael Franco, Catalina María Johnson, Esmeralda Morales, Julio Rangel, Febronio Zatarain

Jefe de redacción

Febronio Zatarain

Directora de arte

Esmeralda Morales

contrafoto

Santiago Weksler

Correctores de estilo

Jorge García y Laura Pujols

Portada

Esmeralda Morales

Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro.

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Para envío de colaboraciones:

Gerardo Cárdenas

[email protected]

Raúl Dorantes

[email protected] tiempo

desobra

3. Editorial

4. La fe posmoderna: Fernando Savater conversa. Jochy Herrera

6. Navegando por los meandros de la fe. Luis Tomás Oviedo

7. La movilidad de la fe en Estados Unidos. Gerardo Cárdenas

8. Nada te turbe: La fe desde el liderazgo femenino. Magdalena I. García

10. Vivienda y Crédito Hipotecario. Martha A. Martínez

11. Poemas de Jorge Frisancho

14. La obra monumental de Nicola López. Víctor Espinosa

19. No hay jaque mate con dos caballos. El club de ajedrez de Pilsen. Raúl Dorantes

20. Doscientos años de soledad. Elbio Rodríguez Barilari

22.La comunión del jazz y el landó:. La música de Gabriel Alegría. Catalina María Johnson

23. Un guardaespaldas para Juan Rulfo. Sandra María Benedett

24. La condición humana de Hannah Arendt. Manuel Zataráin

25. Cada día es lunes en el Teatro Aguijón. Fernando Olszanski

25. God Bless America. Bernardo Navia

26. El otro desierto. Marco Escalante

26. Contrafoto. Santiago Weksler

27. Intrusiones para dar cuerda al reloj. René Rodríguez Soriano

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Nietzsche, maestro de la sospecha, sacudió la filosofía del siglo XIX

cuando decretó que Dios había muerto; anunciaba así el principio de la

muerte del pasado y la entrada al mundo de los nuevos individuos quien

a su parecer, definiría el camino a seguir por la civilización. La fe, virtud

fundamental para la existencia de Dios, a pesar de tal decreto, hoy incur-

siona junto a él y lo divino en todas las esferas del ejercicio humano de la

sociedad occidental. La fe, creencia sin necesidad de confirmación, es el

tema del presente número de contratiempo donde se intenta abordarla en

su sentido más puro; como conjunto de convicciones y no necesariamente

en relación a una religión particular.

¿Necesitan de la fe hoy en día las personas? ¿Saben éstas en qué creer

y por qué creer? Estas dudas nos inquietan a tal grado que día a día surgen

cientos de sectas, grupos y asociaciones religiosas persiguiendo adeptos

sedientos de fe. Entendemos que desde los inicios de la civilización ella fue

combustible para que la raza escalara los riscos de su desarrollo físico y

espiritual; pero no olvidemos también que en nombre de la fe se vivieron los

más negros períodos de muchas civilizaciones.

La razón, la moral y lo emocional, componentes fundamentales de

dicha virtud, son justamente los instrumentos con que cuenta la humanidad

de hoy para enfrentar la crisis de la posmodernidad: la necesidad del ser

humano de aferrarse a algo. El filósofo español Fernando Savater, quien ha

proclamado con preocupación el resurgimiento de las religiones, afirma que

ellas “lo invaden todo, lo político, lo social y el terrorismo”. En entrevista

exclusiva, Savater nos da a conocer su preferencia por “una sociedad de

ciudadanos y no de feligreses”, advirtiendo de esta forma la necesidad

de respeto al credo particular y su exclusión del ejercicio social de la

colectividad.

Científicos en el campo de la medicina, preocupados por sanar a pesar

de poseer las más sofisticadas técnicas y medicamentos, recurren a la

fe como instrumento curativo; los presidentes, de aquél y de este lado,

abrazan discursos mesiánicos para invadir, acusar, y ¿por qué no?, engañar

a pueblos enteros que parecerían no saber en quién creer. El Estado –nuevo

tótem de la fe moderna– reaparece como la última esperanza ante la

bancarrota financiera de una sociedad que hasta hace poco se jactaba de

no necesitarle en nombre de lo privado. Estas últimas son precisamente las

principales características de la fe del siglo XXI.

En lo que respecta al ejercicio de la fe religiosa entre los latinoame-

ricanos residentes en este país, vale la pena citar un reciente estudio del

Pew Forum on Religion and Public Life; en él notamos cómo la fe entre los

hispanohablantes posee una “movilidad” entre generación y generación:

mientras los latinos que dominan el español continúan afiliándose a la reli-

gión católica, aquellos cuya lengua predominante es el inglés no lo hacen

así ya que su aculturación no ha sido únicamente lingüística.

En Estados Unidos, país autodefinido como netamente creyente y de

carácter laico, notamos además que los últimos gobiernos han participado o

generado debates de orden religioso tanto en lo científico (el uso de células

madre); en lo educativo (la enseñanza de la ciencia evolucionista en las

escuelas públicas); y hasta en lo referente a las preferencias sexuales (como

es el caso de la iglesia episcopal (anglicana) enfrascada en una crisis interna

tras la nominación de un obispo homosexual).

Si juzgamos la satisfacción de la persona contemporánea respecto de

sus creencias y su sentido de éxito en el logro de metas, cualesquiera que

éstas sean,

–es decir, si nos cuestionamos de cuánta fe dispone el individuo–,

notamos un exorbitante incremento en las ofertas de esperanza y fe:

prestidigitadores en la web; loterías por doquier; financial advisors de todo

precio; asociaciones religiosas de todo tipo, incluyendo las llamadas “sin

denominación”; en fin, parecería que hoy podemos escoger creer en lo que

se nos antoje, tal como hacemos en nuestro supermercado favorito.

Mas es nuestro firme deseo que entendamos que …no es solamente

una buena fe, sino una buena razón lo que de veras nos hace hoy falta.

Editorial

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divino. La fe, que al parecer de algunos sociólogos tiene una semblanza de mercado (si le definimos como la existencia de un consumidor con intención de consumo y con opción de consumo ‒oferta y demanda‒), y por supuesto Dios, están de moda. A juicio de Nieves Fuenzalida este hecho es el producto de una cultura que “ha elevado una creencia en ausencia de toda evidencia, al lugar más alto en la jerarquía de las virtudes humanas”. Se hace necesario entonces intentar adjudicar a lo religioso, a lo místico y lo esperanzador del hombre de hoy un lugar apropiado en una sociedad que parece preguntarse a viva voz si hay que creer, en qué creer y en quién creer.

El cerebro y DiosLos neurocientíficos analizan el comportamiento del sistema nervioso

humano en lo que respecta a las funciones cerebrales complejas. A través de los poderosos escanes de resonancia magnética han logrado observar dicho órgano durante la actividad religiosa y ver cómo durante la oración los lóbulos parietales y frontales son activados; han descubierto que indi-viduos que han sido fieles rezadores poseen lóbulos frontales de mayor

grosor lo cual les provee una mejor memoria; y basados en estas imágenes ya saben que el hogar de la fe es el lóbulo parietal.

Esta relación entre fe y medicina es el tema central del último número de la revista TIME que analiza el debate

fe y salud y en donde entre otras cosas, nos ente-ramos de que hay más de seis mil estudios médicos

publicados hasta la fecha en lo referente al papel “saneador” de la fe.

Dean Hamerd, especialista en trasmisores cere-brales (sustancias a cargo de la coordinación de las

acciones de éste órgano), ha anunciado el descubri-miento de la variante de un gen llamado VMAT

‒bautizado como el gen de Dios‒ encargado de regular las monoaminas transmisoras. En otras

palabras, las vivencias místicas, los atributos del alma, parecerían ser el resultado de procesos

cerebrales tan simples como la bioquímica, un concepto ya enunciado en el siglo XVIII por el filósofo francés Julien Offray de la

Mettrie en el tratado L’homme machine. En un artículo aparecido en la revista The New

England Journal of Medicine, el profesor Solomon Snyder describe un sinnúmero de reportajes que dan cuenta del estado actual de la neurociencia y “los esfuerzos en pos de la localización de Dios en el cerebro”. El autor enumera una bibliografía ilus-trativa del tema y comenta sobre Francis Collins, quien en The language of God ha propuesto la exis-

tencia de un “dios personal” a partir de la idea de que a través de la historia y en todas las civilizaciones el hombre ha

buscado a Dios; que la estructura cerebral “necesita de Dios” y que Dios mismo nos implantó tal necesidad ya que los hombres, por natu-

raleza, “gozamos de un sentido intuitivo de lo correcto y lo incorrecto”. Collins cita al pensador David Linden al indicar que la religión es un artefacto de la evolución, que al igual que los sentimientos de amor, los sueños y la memoria, es la resultante del predominio de áreas cerebrales más complejas que “vencen” a otras regiones más primitivas usualmente encargadas de regular los instintos. No sorprende entonces cómo muchos de estos planteamientos han servido de apoyo a la filosofía postdarwinista neoevolucionista que cada vez gana más adeptos en Estados Unidos.

La fe posmoderna: Fernando Savater conversaTexto y entrevista de Jochy Herrera

En 1688 Christophorus Cellarius dividió la historia en la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, hoy hablamos además de la Edad contemporánea; tales divisiones arbi-trarias estuvieron conformadas por hechos de índole económico-político, geográficos, sociales e ideológicos. Es precisamente esta última categoría del quehacer humano la que facilitó a Jean Francois Lyotard definir el actual período que vive el mundo occidental en su famoso ensayo La Condition postmoderne: la posmodernidad, la incredulidad del hombre frente a los metarelatos, el fin de las utopías.

En esta poca postutópica los medios, los discursos, los neurocientíficos y hasta los gurús de la bolsa de valores están imbuidos por la idea

de la fe, Dios y lo

El mercado de la feEl diario USA Today, en su edición del 7

de octubre del 2008 reportó que en el 2007 los habitantes de este país donaron más de 35 mil millones de dólares a organizaciones religiosas, una ofrenda de proporciones inimaginables si se tiene en cuenta que esta cifra equivale al presupuesto anual de muchos países latinoa-mericanos. Aceptamos como válido el derecho de cada ciudadano de disponer de sus dineros como le plazca, mas hay que preguntarse ¿hacia dónde va ese dinero? ¿Tiene un precio la fe?

México es la nación latinoamericana de mayor población creyente; a pesar de un creciente ateísmo en años recientes, de acuerdo al periodista Francisco Michavila “nunca como ahora se identifican tantas iglesias, sectas o comunidades religiosas en busca de fieles en México”. En un artículo aparecido en el diario Poder Michavila argumenta que la compe-tencia en el mercado de la fe es cada vez mayor y la gente, consciente de la diversificación de credos busca otras opciones para satisfacer sus necesidades espirituales. Así, en América Latina y sobre todo en Estados Unidos encon-tramos iglesias u organizaciones de múltiples denominaciones, con mandatos y reglas de todos los tipos, algunas inclusive “sin denomi-nación”: sitios donde se asiste para cultivar la fe en algo.

El Vaticano es uno de los estados más ricos y además de poseer inversiones en todos los rubros del mercado mundial, es propietario de tesoros históricos de incalculable valor; de hecho la Santa Sede posee tiendas en su perí-metro donde el turista no sólo compra rosarios e imágenes divinas, sino también perfumes Chanel y joyas Cartier. El Vaticano también ha incursionado recientemente en el negocio del turismo religioso en alianza con la aerolínea Alitalia; pero según expertos, es la iglesia de la cienciología con sede en California, la que ha demostrado la mayor sofisticación en el proceso de oferta y demanda espiritual. Esta organización dispone de una universidad de los negocios, The World Institute of Sciento-logy Enterprises, donde el creyente aprende los trucos de mercadotecnia y economía necesa-rios para el trabajo religioso.

The Politics of God“Nosotros, en occidente, encontramos incom-

prensible que las ideas teológicas aún inflamen la mente humana y que despierten pasiones mesiánicas capaces de arruinar una sociedad; habíamos asumido que tal cosa no era ya posible, que los humanos habíamos aprendido a separar las preguntas religiosas de las políticas,

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que la teología polí-tica había muerto en la Europa del siglo XVI. Estamos equivocados. Somos nosotros la frágil excepción.” La cita es de Mark Lilla, quien describe en el New York Times el paradigma de la política occi-dental contemporánea: su reconciliación con la ideología y fe islámicas. Con educada habilidad ensayística, Lilla describe cómo a partir del siglo XVI y las revoluciones fran-cesa y estadounidense, la política en Occidente estuvo basada en asuntos de índole estricta-mente político; a partir de la Primera Guerra Mundial el ejercicio de ésta sufrió un vuelco hacia una teología apocalíptica, ejemplarizada según el autor por el nazismo, el socialismo y el fascismo, y pasando en décadas posteriores de una teología política centrada en la figura de Dios, a una centrada en el hombre.

Coincido con Lilla en que hasta las más exitosas democracias han sido vulnerables al mesianismo político y su justificación teoló-gica; y que hoy, tal vez más que nunca, el mundo enfrenta el desafío del deber divino y el dogmatismo religioso abrazado por líderes y presidentes. Bastaría fijarse en la lista de los actuales conflictos bélicos de basamento reli-gioso responsables de millares de muertes: Sudán, Cachemira, Palestina, Las Balcanes, Irlanda del Norte, Nigeria, Etiopía, Sri Lanka, Pakistán e India.

Sin embargo, a mi parecer, Lilla se equi-voca al afirmar que nosotros, Occidente, somos la excepción a tales pasiones inflamatorias. El autor sostiene su argumento a partir de las declaraciones del presidente iraní, líder de la más poderosa teocracia en lo que va de siglo; mas ignora que los discursos de Bush de alguna manera fueron también mesiánicos: citando a Dios en sus acciones, creando círculos demo-níacos y de países demoníacos de acuerdo con su propia fe y utilizando el lenguaje divino en acciones concretas, como fue el caso de la guerra de Irak.

La vida eternaEs el título del excelente libro del filósofo

español Fernando Savater publicado hace un año; en él, con un tono crítico y en un lenguaje fresco y práctico el autor repasa los asuntos de la fe, la globalización de Dios, la relación entre sociedad y religión, la inmortalidad y la política de los profetas; todo ello apoyado en el legado de Kant, Unamuno y Nietzsche, caldo de cultivo

para enfocar temas tan diversos. Savater, recién ganador de la 57a. edición del Premio Planeta de novela, aboga por una sociedad de ciudadanos y no de feligreses, donde las iglesias tengan el derecho de definir el pecado pero no hacerlo un delito. A su parecer, Dios está de moda porque el hombre moderno está lleno de miedos: miedo

a la muerte, al futuro y a los demás; y como han muerto las utopías hay que afianzarse a algo.

A través de la electrónica el prestigioso ensayista ha conversado conmigo sobre la fe posmoderna, he aquí sus respuestas.

¿Cuál es el rasgo más distintivo de la fe (pos) moderna?En la era posmoderna hay dos tipos de fe: la de quienes la adoptan

por razones más estéticas que otra cosa (la fe como cubito que da sabor al caldo de la existencia, en palabras de Paolo Flores d’Arcais) y la de los integrismos que la utilizan como escudo contra las incertidumbres de la modernidad…y a veces como fundamento para ideologías políticas antidemocráticas.

¿A qué atribuye usted que hoy día la fe sea un hecho tan público, tan de todos, tan poco íntimo?

Si no me equivoco, la fe siempre ha sido un hecho público. Las reli-giones siempre han pretendido ser elementos de vertebración social o de establecimiento de lazos comunitarios. Ninguna fe ama el secreto o la absoluta privacidad…

Un profesor alemán, Ulrich Beck, comentaba hace unos meses que como resultado de la crisis financiera, Occidente luce estar en una encrucijada: ...de la fe en el mercado a la fe en el Estado...; ¿es el Estado entonces el nuevo tótem de la fe moderna?

Como otros dioses, el Estado es una divinidad de culto intermitente: cuando las cosas van viento en popa, se procura minimizar o negar su influencia, incluso se exige su desaparición; cuando acucian problemas sociales o económicos de apariencia insoluble, se recurre a él con golpes de pecho y aspavientos de arrepentimiento.

Siempre he dudado o sentido confusión ante la relación fe-falsedad-mentira; es decir, si la fe depende de la creencia en algo que no necesita corroboración o confirmación, y en ese proceso está implícita o explí-cita la duda, y si la duda, querámoslo o no, trae consigo la posibilidad de la falsedad o de la mentira...y si la relación de lo que se cree se torna “jerárquica” o sea, ordenada o dictada por alguien... ¿no lleva entonces la fe la mentira en sí misma?

Sólo podemos tener fe en lo improbable, en lo que no cuenta con argumentos decisivos: nadie tiene fe en las matemáticas ni siquiera en la ciencia, porque asumimos que la ciencia es siempre demostrativa o no es ciencia. La fe es lo que salta por encima de lo que sabemos y nos concede sin más lo que queremos, por inverosímil que sea.

Como usted claramente establece en La vida eterna, lo divino, Dios, está por doquier y sobre todo en la esfera política. La contro-versia desatada tras las declaraciones del obispo Richard Williamson y el perdón papal a él y tres de sus seguidores negadores del Holocausto, es una fehaciente muestra de aquello al punto de que en Argentina es tema principal de los medios y una preocu-pación gubernamental de tal grado, que han expulsado a Williamson del país. ¿Están la sociedad y los ciuda-danos a la merced de esta invasión divina en nuestras vidas? ¿A qué mecanismos tendremos que apelar

para evitar convertirnos en una sociedad de feligreses?

El único instrumento, indispensable para la democracia es el establecimiento de un orden cívico laico, que no es contrario nece-sariamente a la fe –o al menos a algunas- pero funciona al margen de ella, según su propia lógica racionalista. Las religiones, aunque tengan derecho a manifestarse públicamente, siempre deben hacerlo a título privado: son un derecho de cualquiera, no el deber de todos ni mucho menos de las instituciones sociales.

¿Qué puede decirnos del mercado de la fe? México, el país más creyente de América Latina ya cuenta con más de 7 mil asocia-ciones religiosas con miles de locales; estas religiones compiten en busca de creyentes, y los creyentes, a su vez, buscan diferentes ofertas religiosas. Alguien ha dicho que esto es lo más parecido al mercado, a un mercado cuyo tope es nada más ni nada menos que el cielo.

Como se ve en los telepredicadores americanos y en tantos otros cultos, las igle-sias optan muchas veces por estrategias de competencia comercial (como los partidos políticos, por otra parte). La sociedad de consumo generalizado abre también espacio para un supermercado de remedios trascen-dentes. Yo confío en una educación pública y verdaderamente laica para evitar males mayores…

ColofónPodríamos estar en desacuerdo con los

planteamientos de los no religiosos, sean ellos anónimos o famosos como Fernando Savater; en lo que sí deberíamos coincidir como sujetos de buena fe, es en la necesidad urgente del humanismo; en el rescate de la verdad, perdida hoy frente a sus múltiples y deformadas vertientes. A juicio de Savater ‒la verdad parecería ya no ser importante, está en decadencia y en crisis; y la “auten-ticidad”, es decir el reflejo de lo que se nos antoje creer o expresar, sea ello cierto o falso, parecería ir ganando. Pero como el recono-

cido autor ha indicado, no es solamente buena fe, sino una buena razón lo que de veras nos hace hoy falta.

Jochy Herrera, escritor dominicano, es miembro de la Mesa Directiva de contratiempo.

...Un especialista en trasmisores cerebrales (sustancias a cargo de la coordinación de las acciones

de éste órgano), ha anunciado el descubrimiento de la variante de

un gen llamado VMAT ‒bautizado como el gen de Dios‒ encargado

de regular las monoaminas transmisoras.

“Como otros dioses, el Estado es una divinidad de culto intermitente: cuando las

cosas van viento en popa, se procura minimizar o negar

su influencia, incluso se exige su desaparición; cuando

acucian problemas sociales o económicos de apariencia insoluble, se recurre a él con

golpes de pecho y aspavientos de arrepentimiento.”

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Desde los tiempos primigenios de la especie, la fe ha sido el combustible indispensable para que lo que fuera un proyecto de ser humano escalara los riscos de su desarrollo, tanto físico como espiritual, hasta llegar a lo que hoy somos, más para bien que para mal.

Con un portafolio de referencias aún escasas, el hombre no encontraba respuestas a muchas de las interrogantes que le planteaba el medio hostil en el que discurría su vida. Fenó-menos como los relámpagos, truenos y rayos eran espectros aterradores y maravillosos para su entendimiento, al igual que el inefable fenó-meno de la muerte. En el fondo de su encan-tadora inocencia, e incapaz de reproducir esos fenómenos que no entendía, creó un ser supe-rior a él, lo hizo todopoderoso, intangible, y lo ubicó en cada una de las cosas que generaban los fenómenos incomprensibles. Así nace el animismo. Pero entonces, el hallazgo de la solución a esos problemas lo enfrentó a otro: ¿Cómo explicarse racionalmente el ser creado, ese ser multianímico que se escondía detrás de la realidad fenomenológica, que él intuía miles de miles de años antes de que Hegel o Husserl vinieran al mundo? Así nació la fe, ese efluvio existencial irrebatible e irrefutable, donde terminan todas las discusiones racionales, porque de sus entrañas nace el dogma.

El hombre evolucionó. Se irguió aún más sobre sus pies y en la práctica de usar sus manos despertó su cerebro, creó utensilios y descubrió que de sí mismo podía emanar arte, que no es más que la imitación imperfecta de la natu-raleza. Surgen civilizaciones como la greco-romana, la egipcia, la asirio-babilónica, en fin, las más avanzadas agrupaciones humanas de la antigüedad. Pero, paradójicamente, a pesar de ese violento despegue de la evolución humana, la fe no evolucionó, en esencia se conservó igual. Solo se diversificó.

Entonces el hombre encontró otras formas de fe, que no eran ya solo la fe en lo mítico-religioso, empleó esa fuerza increíble que había desarrollado aplicándola a sus dioses en otras esferas de su vida, proyectándola hacia sí y fuera de sí. Empezó a confiar en sí mismo, a desarrollar esa especie de “Yes, I can” que lo independizó de los designios de los oráculos, a creer en otras cosas, en fin creó el libre albe-drío. Porque la creencia es un elemento de la fe, y la convicción es un elemento de la fe, y el compromiso es un elemento de la fe.

Los grandes pensadores -descubridores e inventores- del renacimiento fueron hombres de profunda fe. Muchas veces, siguiendo el sendero de su fe terminaron muriendo en esce-narios a veces opuestos; unos en la hoguera, por afirmar conceptos astronómicos, físicos o anatómicos que hoy son verdades que pocos cuestionan y otros en la selva, por predicar

evangelios, es decir “buenas nuevas”, también sustentadas en la fe.

Cristianismo e IslamA lo largo de la existencia humana, hemos

visto cómo las profesiones de fe, si bien no han movido montañas, sí han movido la historia. Así, la fe hizo que el hijo de un humilde carpintero de Nazaret se expusiera a los peli-gros que suponía predicar su doctrina en una tierra ocupada por el imperio más poderoso que existía. Considerándose ungido y movido por la fe en un dios de bondad, de perdón, que no era en modo alguno el dios de los hebreos, atrajo contra sí la ira del Sanedrín, que lo acusó de blasfemo, por su convenci-miento de que era –al igual que todos sus prójimos- el hijo de Dios. La persistencia de su cruzada –y de su fe- hizo que terminara en la cruz del Monte de la Calavera, colocado entre dos ladrones, como si la crucifixión de por sí no fuera escarnio suficiente. Pero la semilla que sembró con su fe germinó y sus frutos se desparramaron por toda la faz de la tierra.

Pocos años después, Saulo (judío-romano, nacido en Tarso, la actual Turquía), perse-guidor implacable de los primeros cristianos, corresponsable de la ejecución del primer mártir del cristianismo, San Esteban (llamado por ello protomártir), mientras andaba en lo suyo por las proximidades de Damasco, sufrió una caída (la leyenda dice que de un caballo, lo cual no se confirma en la Biblia) a cuya resultas escuchó la voz divina preguntarle por qué le perseguía. Tras ese episodio, que en nuestros días hubiera sido indicación de un escan de resonancia magnética cerebral, Pablo (que era su nombre romano) se hizo bautizar. Pablo propagó el naciente cristianismo con el mismo activismo con que una vez lo persiguió, al punto que muchos teólogos lo consideran su figura más importante del cristianismo, después de Jesucristo y -sin duda alguna- el fundador de la Iglesia Católica, junto a San Pedro, dando cabida a los gentiles en esa reli-gión, al afirmar que los seguidores de Jesús no estaban sometidos a las leyes judías. Estaba con ello universalizando su fe.

Algo más de quinientos años después de la muerte de Saulo de Tarso, nació otro hombre de fe, se llamó Abu l-Qasim Muhammad ibn ‘Abd Allāh al-Hashimi al-Qurash, cuyo nombre castellanizado es Mahoma, el último de los profetas, llamado a completar las profe-cías de Abraham (Ibrahim), Moisés (Musa) y Jesús (Isa ibn Maryam).

Este insigne analfabeto, criado entre los beduinos y más tarde rico mercader tras un

matrimonio ventajoso, desarrolló una fe inquebrantable en que “no hay más dios que Alá”, por lo que sufrió el repudio de su propia tribu (la Qurayshí), que ante el empuje con que se desarrollaba la nueva religión se sintió temerosa de perder su primacía, basada en su condición de guardiana de la Kaaba, recinto sagrado del politeísmo árabe en La Meca. La Kaaba era un lugar de peregrinaje, y fuente indirecta de la riqueza de La Meca, por eso su propia tribu lo persiguió a él y a sus cada vez más numerosos seguidores, quienes predi-cando un monoteísmo a ultranza, atentaban contra el próspero estado de la ciudad.

La fe de Mahoma le hizo romper lazos tribales y fami-liares, y lo llevó a buscar un lugar en donde poder profesarla con menos riesgos. Es así como en el AH

“cero” musulmán, salió huyendo de La Meca hacia Medina (la Hégira), en donde ya contaba con algunos seguidores del Islam y en donde murió, a la edad de 63 años.

¿Con qué vara humana puede medirse la fe de los seguidores de una doctrina que dura dos milenios y de otra que lleva casi milenio y medio, tiempo en que ha permeado a mucho más de la mitad de la humanidad?

Los caminos de la fePero la fe, como se ha dicho, no solo ha

movido al hombre por el sendero religioso, pues hombres imbuidos de una fe casi ciega en su destino, en su proyecto, han escrito páginas estelares en la historia. El mejor ejemplo es el de aquél italiano quien, entrando en la madurez (41 años), realizó la hazaña de vencer la idea de la Finisterra, y guiado por su fe de encontrar la ruta occidental de las especias, tropezó con “la tierra más bella que ojos humanos vieren”.

Solo la fe de ese navegante, su fe inque-brantable, pudo hacerle soportar el desdén y hasta la burla de las cortes de Londres, Lisboa y Sevilla, pudo darle fuerzas y habilidad para convencer a los monjes de La Rábida, confe-sores de la reina, de la viabilidad y rentabilidad de su proyecto y pudo darle valor para cruzar aquél océano proceloso, respetable.

Hombres de fe fueron los primeros pobla-dores de ese inmenso subcontinente que luego se llamaría Estados Unidos de América. Es la fe lo que explica la dosis de coraje que necesitaron los puritanos para zarpar en el Mayflower hacia tierras desconocidas, en busca de libertad política y religiosa. Hombres de fe también fueron sus descendientes inme-diatos, los “settlers”, que avanzaron como una lengua de fuego hacia el oeste, arrasando a su paso con otra cultura, de hombres simples, de

Navegando por los meandros de la feLuis Tomás Oviedo

simple fe, que antes de su llegada vivían felices e indocumentados.

Y enarbolando esa fe, se expolió a aquellos moradores de tierras tan feraces.

Porque también en nombre de la fe se han colocado crespones en distintos períodos de la historia.

Por la fe se mataron miles de fieles e infieles (que muchas veces intercambiaban roles) en las cruzadas. Por la fe murieron miles en las piras y ergástulas de la inquisición. Y por la fe –por otro tipo de fe- fueron muertos más de un cuarto de millón de seres humanos en Hiros-hima y Nagasaki.

Hay corrientes de pensamiento que partiendo del axioma de que solo existe lo que es, afirman que el presente es lo único que existe, ya que el pasado fue y el futuro aún no es. Solo la fe me hace creer en el futuro, un futuro de paz y armonía: de convivencia pacífica entre los hombres y de armonía con la naturaleza.

Yo soy un hombre de fe. Soy ateo por sospecha legítima y humanista por convicción, y es esta última condición la que alimenta mi fe, mi fe en la humanidad, mi fe en el futuro de este maltratado planeta, que pacientemente espera que sus pobladores tomen conciencia del legado que han recibido y que habrán de dejar como herencia. Solo la fe aleja de mí el fantasma del holocausto nuclear, o ecológico. Solo esa fe me permite despertar, cada mañana, y sonreír.

Luis Tomás Oviedo es médico, residente en la Republica Dominicana y autor de Yo, Judas Iscariote.

Así nació la fe, ese efluvio existencial irrebatible e irrefutable, donde terminan todas las discusiones racionales, porque de sus entrañas nace el dogma.

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Elemento central en el nacimiento de Estados Unidos como nación, la fe –entendida como un sentido neto de trascendencia– orientó a los líderes del joven país, y le dio un carácter especial a la nueva nación. Ya habían sido las Trece Colonias un punto de refugio para quienes escapaban de la persecución religiosa en Europa– ahora el surgimiento de Estados Unidos habilitaba a sus pobladores a ejercer una libertad de credos, aunque siempre bajo un común denominador cristiano.

Esa libertad llevó a Estados Unidos a ser el punto focal de denominaciones cristianas como las iglesias bautista, la metodista y la mormona. No todas surgieron en estas tierras, pero sí se consolidaron en ella durante los movimientos de renovación religiosa del siglo XIX.

Y, en el siglo XX, la ya evidente diversidad religiosa estadounidense fue la cuna y punto de partida para los movimientos evangélicos, “renacidos”, carismáticos, y no denominativos que se han desplazado también con fuerza inusual hacia América Latina, África y Asia.

A un nivel “micro” el fenómeno es evidente. Si alguien nace en América Latina, es altamente probable que sea católico, crezca católico, y muera católico, aunque a lo largo de la vida pierda entusiasmo y termine no asistiendo a la iglesia más que en ocasiones muy espe-ciales. Aún si alguien se llega a proclamar ateo, musulmán o budista, lo más probable es que la gente ignore ese hecho y considere a esa persona como católica “descarriada”. Quinientos años de historia son muchos.

En cambio, si alguien nace en Estados Unidos, o migra a este país, con lo que se encuentra es con una amplísima variedad de opciones, y una absoluta libertad para escoger la que más le convenga. Alguien puede nacer católico, abandonar la iglesia en la adolescencia, regresar en plenitud de la vida convertido en presbiteriano, luterano o episcopal, hacerse judío durante la crisis de la edad madura, y morir Testigo de Jehová, sin que se consideren estas mutaciones como extrañas.

Desde fuera, se puede interpretar esa movi-lidad religiosa como un síntoma de debilidad de las creencias (¿cómo explicar de otra manera esa volubilidad de la fe?). Pero desde dentro se ven las cosas a través de otro prisma: está claro que la fe, y su expresión en credos religiosos determinados, juega un papel predominante en la vida de este país, y ayuda a entender su composición social, económica, y política.

Panorama multicolor

Pruebas de la movilidad y mutabilidad las ofrece el interesante estudio “Muestreo del Panorama Religioso de Estados Unidos.

La Afiliación Religiosa: Diversa y Dinámica”, completado en el 2008 por el Pew Forum on Religion and Public Life, quizás la monografía más completa que se haya hecho del tema. Uno de los hallazgos más interesantes del estudio es que, mientras una mayoría de latinos hispa-nohablantes que respondieron a su encuesta resultaron ser católicos, los números fueron muy distintos cuando la encuesta era respon-dida por latinos que no dominaban el español. Dicho de otra manera, la aculturación no sólo es lingüística – también la fe es fácilmente mutable en la comunidad hispana cuando se da la brecha entre las generaciones. Que los padres o abuelos del latino que habla inglés hayan sido católicos, poco o nada tiene que ver con su elección de denominación religiosa. De ahí la fuerte penetración de nuevas denominaciones en las comunidades mexicana, puertorriqueña, cubana o centroamericana de segunda genera-ción o más.

Estados Unidos, recalcó el estudio, es una nación cristiana puesto que esa es la fe del 78 por ciento de sus habitantes. Sin embargo, “cristiano” es un concepto muy amplio, con una gran variedad de sabores. De hecho, se está dando un curioso distanciamiento entre católicos y “cristianos”, entendiendo por estos últimos a los seguidores de denominaciones protestantes de relativo nuevo cuño, y pese a la obviedad de que los católicos son también cris-tianos (si no, no podrían ser católicos).

Hay dos tendencias a destacar en esta confusa ensalada espiritual.

Una, que según el estudio de Pew casi un tercio de adultos – el 28 por ciento – han dejado la fe en que fueron educados en favor de otra religión, o han caído en la indiferencia religiosa. Pero, cuando se examinó la mudanza entre denominaciones protestantes, entonces casi la mitad de adultos – 44 por ciento – ostenta hoy en día una fe distinta a la que les vio nacer.

Dos, y aún más fascinante, es el hecho de que Estados Unidos está dejando de ser un país protestante, para convertirse en uno “cristiano”. Y aquí volvemos a entender por cristiano al seguidor de denominaciones relativamente nuevas, en vez de las denominaciones protes-tantes históricas, es decir, aquellas surgidas de

La movilidad de la fe en

Estados Unidos

Gerardo Cárdenas

la Reforma del siglo XVI: anglicanos (o episco-pales), luteranos, calvinistas (o presbiterianos), bautistas; o de los movimientos de renovación del siglo XIX: metodistas, mormones, unitarios, etc. Según el estudio de Pew, los protestantes tradicionales ya sólo ocupan el 51 por ciento de la población cristiana, bajo una creciente presión de los “nuevos cristianos” y de los cató-licos (49 por ciento entre los dos).

Es importante hacer una anotación final a los hallazgos de este estudio: no existen razones claras que determinen la pérdida de terreno de credos tradicionales, frente al repunte de nuevas formas de cristianismo. Lo que existe es una continua movilidad entre iglesias, en un ambiente de “libre mercado”. Es decir, aún las iglesias que basan más su teología en el concepto de autoridad – católica, episcopal, luterana y judía, por poner algunas – deben depender más bien del mercadeo para ganarse adeptos.

Entre fe y cienciaLa gran movilidad religiosa estadounidense

obviamente refleja las tensiones centenarias – en el ámbito del cristianismo – entre católicos y protestantes. En pocos ámbitos es más clara esa tensión que en el continuo debate que este país vive entre fe y ciencia, y que sigue teniendo su punto de partida en la interpretación literal de algunos textos bíblicos, un elemento que define también a muchas denominaciones neo-cristianas.

No deja de ser irónico que el país que está a la vanguardia mundial en ciencia, sea el mismo país en el que una mayoría de su población cuestiona la teoría de la evolución. Otro estudio de Pew, dado a conocer en el 2006, apuntaba a que casi dos tercios de la población cree firme-mente que las especies animales, incluyendo a los humanos, siempre han tenido el aspecto que tienen ahora; y que existe un apoyo mayo-ritario para que, en las escuelas, se enseñe el creacionismo junto a la teoría de la evolución, a la que se considera como “una teoría más”.

No parece que Estados Unidos esté más cerca de resolver ese conflicto interno que en cualquier otro punto de su historia. Lo cual significa que hay un debate continuo que no

para de producir conocimientos e hipótesis que alimentan a ambos lados de la polémica.

Un ejemplo muy claro es un reciente ejem-plar de la revista Time (febrero 12, 2009) que en un ejercicio probablemente simplista busca puntos de conexión entre fe y ciencia. Esos puntos no dejan de ser interesantes: basándose en estudios científicos ya publicados, el sema-nario afirma, entre otras cosas, que cuando las personas rezan, entra en actividad el lóbulo parietal del cerebro; que la fe es responsable de un mejor estado de salud general del individuo; que en el ayuno – practicado aún por muchas denominaciones- entran en acción una serie de químicos en el cuerpo que determinan resul-tados espirituales específicos; y que la asis-tencia frecuente a un templo religioso puede prolongar la vida de una persona por dos o tres años adicionales.

Este tipo de afirmaciones pueden acep-tarse como fácticas, o tomarse con el debido escepticismo. El tema de fondo no cambia. Fe y ciencia viven existencias paralelas, aunque a veces marchen dándose la espalda. En un país concienzudamente religioso como los Estados Unidos, esa relación atraviesa por momentos de tensión, agravados por fuertes oscilaciones políticas: durante el ya concluido régimen del presidente George W. Bush la ciencia cedió espacios a la fe. El régimen de Barack Obama aún no define su postura en este debate, aunque parece inclinarse más por el lado científico. Una señal– la aproba-ción a fines de enero de las primeras pruebas en seres humanos de terapias derivadas del uso de células madre– parece confirmar esa sospecha. Pero su continuidad dependerá de qué tanto capital político decida invertir la nueva administración en enfrentarse a las críticas de los defensores más acérrimos de la fe en estado puro.

Gerardo Cárdenas es director editorial de contratiempo.

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� contratiempo marzo 2009

“Nada te turbe; nada te espante; todo se pasa;

Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”.

Son palabras que llevaba anotadas en su breviario—libro de la liturgia religiosa católica que recoge el conjunto abreviado de las obli-gaciones públicas religiosas del clero a lo largo del año—Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582), religiosa, doctora de la Iglesia Católica, mística y escritora española, y fundadora de las Carmelitas Descalzas, que también es cono-cida por el nombre de Santa Teresa de Jesús o simplemente Santa Teresa de Ávila.

Son palabras que ha hecho suyas la comu-nidad de Taizé en Francia, una fraternidad que reúne a unos cien hermanos, católicos y de diversos orígenes protestantes, proce-dentes de más de treinta naciones, y que es un signo concreto de reconciliación entre cris-tianos divididos y pueblos separados. Gracias a la musicalización del compositor litúrgico francés Jacques Berthier, simpatizantes del rito Taizé en todo el mundo entonan hoy en día esta oración, que es una especie de mantra, al ritmo de una melodía sencilla, repetitiva, que tiene un efecto relajante.

Son palabras que necesitamos hacer nues-tras las mujeres contemporáneas, independien-temente de la fe que se profese, para sobrellevar las cargas de la vida diaria y la vida religiosa. Pareciera que hay una contradicción en esto ¿Acaso no nos refugiamos en la vida reli-giosa precisamente para vencer—o al menos contrarrestar—las presiones de la vida diaria? ¿Qué estamos diciendo al hablar de cargas de la vida religiosa? Nos referimos, por supuesto, al llamado sexismo—un mal que consiste en la discriminación de las personas según su sexo, en lugar de valorarlas por sus méritos indi-viduales—, y que aflige a laicas y clérigas por igual dentro de todas las iglesias cristianas, y en la mayoría de las religiones mundiales. Como mujer y ministra cristiana, me limitaré a compartir mi experiencia hablando de lo primero.

El sexismo eclesial en nuestros días puede ser abierto y legislado—como en el caso de las iglesias que gustosamente acogen a las mujeres y se benefician de su fidelidad y sus dones, pero las excluyen de ciertos cargos—o sutil y disimulado—como en el caso de las iglesias

que supuestamente brindan aceptación plena a la mujer, pero que la siguen relegando a las peores plazas y le pagan menos que a su contra-parte masculina.

Pero no importa cómo se manifieste el sexismo, en el fondo siempre está sustentado por la creencia de que un sexo es superior al otro. ¿De dónde sacamos esta idea y cómo podemos deshacernos de ella? Pues hay que volver a las Sagradas Escrituras, la Biblia, y releer algunos de los llamados textos de terror (referidos a cuatro historias bíblicas de mujeres que fueron ultrajadas) con nuevos ojos, pues es a partir de ellos que seguimos alimentando el fantasma del sexismo.

Génesis 2: ¿De la costilla del hombre o de la mano de Dios?

De acuerdo con el segundo relato de la crea-ción (Génesis 2:18-25), como no se halló ayuda idónea para el hombre entre todos los animales creados, Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre, le extrajo una costilla y con ella formó una mujer.

A pesar de que hay quienes continúan viendo en este texto la subordinación de la mujer al hombre, la mayoría de los exegetas bíblicos contemporáneos coinciden en que este pasaje no tiene nada que ver con la supuesta superioridad masculina. Al contrario, es prueba de la unidad entre ambos sexos; los eruditos consideran que “la costilla extraída del varón es símbolo de la igualdad absoluta de los sexos”.

Además, la historia misma afirma que la mujer es “ayuda idónea” o “ayuda adecuada”. Sin embargo, como ha señalado la erudita bíblica Phyllis Tribble, estos términos son “una traducción completamente equivocada, pues la palabra ayuda sugiere una asistente, una subordinada, de hecho, una inferior, mientras que el vocablo hebreo ezer no tiene esa conno-tación. Al contrario, en las escrituras hebreas esta palabra a menudo describe a Dios como el superior que crea y salva a Israel”. Una mejor traducción de este concepto en español es “un ser semejante”.

Génesis 3: ¿Un solo o un paso doble?

Según el conocido relato de la desobe-diencia de la primera pareja, la serpiente reta a la mujer a que coma del árbol prohibido; ésta lo examinó y vio que “el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió al

Nada te turbe: La fe desde el liderazgo femeninoMagdalena I. García

igual que ella”. Como consecuencia de la desobediencia mutua, ambos—el hombre y la mujer—comparten el castigo de ser expulsados del jardín del Edén.

Al leer Génesis 3, es importante notar que el texto en sí no dice absolutamente nada en cuanto a que haya sido la mujer únicamente quien introduce el llamado “pecado original” en el mundo. Pero ésta es una interpretación tan ligada al texto que algunas personas hasta aseguran que está allí. Es también impor-tante tener en cuenta que muchos estudiosos contemporáneos creen que el interrogatorio y las distintas sanciones para la mujer y la serpiente son añadiduras de una época más tardía en la que había mayor preocupación por el orden social.

Comentaristas bíblicos como el reconocido autor Walter Brueggemann reconocen que al leer Génesis 2:4 al 3:24 es imprescindible separar el texto en sí de las múltiples capas interpretativas que se le han montado encima, y advierte que este pasaje es en realidad bastante marginal; no hay ninguna referencia a él en todo el antiguo Testamento.

Pablo: ¿Con un punto en la boca o compa-ñeras de misión?

Las cartas del Nuevo Testamento nos proveen un retrato de la iglesia primitiva, donde en ocasiones se promovieron posturas anti-femeninas. Por ejemplo, se ordena a las mujeres que “estén sujetas a sus esposos”, y que “aprendan en silencio”. No obstante, al hacer una lectura más a fondo de las epístolas y su trasfondo queda claro que, por encima de esta pizca de limitaciones específicas y aisladas impuestas a las mujeres en respuesta a proble-máticas particulares de una comunidad de fe, hay montones de advertencias generales y reiteradas sobre la necesidad de que tanto el hombre como la mujer se sometan a Jesu-cristo como su único Señor, y de que todos los creyentes se sometan unos a otros en amor y servicio.

Además, el mismo apóstol Pablo—el líder y pensador más influyente de la iglesia primi-tiva—en general trata a la mujer como su igual. Es él quien declara que “ya no hay hombre ni mujer” porque todos somos uno en Cristo Jesús. Y hay amplia evidencia de que Pablo reconoce y afirma a las mujeres que trabajan con él como sus iguales; que amonesta a las iglesias para que se sometan a todos los que colaboran y trabajan

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por el Evangelio; y que exige el respeto debido a todos los líderes sin excluir a las mujeres.

Jesús: Buenas noticias para las mujeresTeniendo como trasfondo un mundo

patriarcal—un telón lleno de prejuicios en contra de la mujer y apenas salpicado de esfuerzos por devolverle a ésta su dignidad—entra en escena Jesús, el predicador que habla con las mujeres, deja que le sigan, les enseña y las hace sus discípulas. Jesús, la Palabra de Dios Encarnada, fue un amigo y colega de las mujeres sin igual. Y es que Jesús, al anunciar el Reino de Dios, establece en el mundo un orden de cosas completamente nuevo, donde las rela-ciones humanas se transforman, dejando de ser oportunidades de sometimiento y explotación para convertirse en posibilidades de servicio y amor mutuos.

Es así como Jesús sorprende y escandaliza a las autoridades religiosas de su tiempo—e incluso a algunas contemporáneas—al poner en el centro de su ministerio a quienes hasta entonces vivían al margen de la sociedad y los círculos de poder (las mujeres, los pobres, los leprosos y los niños, entre otros), y al darle precisamente a las mujeres comunes nume-rosos privilegios. Por ejemplo, Jesús nace del vientre de una mujer humilde; presenta como declaración de misión la visión del Reino de Dios tomada tanto del profeta Isaías como de los cánticos de Ana y María; quiebra la ley por sanar a una mujer en la sinagoga en día sábado; permite que una mujer supuestamente impura lo toque; habla con las mujeres, incluso las extranjeras y las de mala reputación, y discute con ellas teología; entabla amistad íntima con algunas mujeres y afirma el derecho de éstas a estudiar las Sagradas Escrituras; permite que una mujer lo unja como un rey y en prepara-ción para la muerte; revela su identidad a al menos dos discípulas; y se aparece primero a una mujer tras su resurrección y la convierte en su testigo.

Y más allá de estas mujeres célebres y de los 12 apóstoles hombres que la tradición cristiana se encargó de oficializar, ¡Jesús tuvo muchas discípulas! El Evangelio de Lucas habla explí-citamente de “algunas mujeres” que acompa-ñaban a Jesús en su ministerio de predicación itinerante, y de “muchas otras” que le servían con sus bienes.

Del exclusivismo al abrazo inclusivo de DiosY, sin embargo, a pesar de toda esta

evidencia, hay iglesias que continúan relegando a la mujer a un plano secundario en base a una lectura literal (en lugar de crítica) y selectiva (en lugar de colectiva) de la Biblia. Aíslan versículos y pasajes bíblicos—sin tomar en consideración su contexto escritural, su trasfondo histórico o su estilo literario—y los aplican directamente a

vivencias actuales totalmente ajenas al mundo de los textos bíblicos. No obstante, traicionan su propia metodología pues no acatan con igual pasión todas las enseñanzas bíblicas (por ejemplo, comen carne y no se les ocurriría tener esclavos). Y se contradicen al permitirles a las mujeres ciertas libertadas que van más allá de las supuestas prohibiciones bíblicas que ellos mismos invocan (por ejemplo, descubrirse la cabeza y ser maestras de escuela dominical).

Esta óptica literalista—o más bien oportu-nista—desafortunadamente se ha adueñado de muchas congregaciones, de los grupos que solemos llamar conservadores, e incluso de denominaciones completas. Es una visión que alega—contra toda razón—que no puede haber ninguna diferencia entre la Palabra de Dios escrita y la Palabra de Dios proclamada por la iglesia a través de las edades. Y lo que es peor aun, es una postura que minimiza el poder del Espíritu Santo y la función de la comunidad de fe en la interpretación de las Sagradas Escri-turas en una nueva era.

Irónicamente, ese modo de pensar y actuar—jerárquico, autoritario, elitista y exclu-sivista—fue precisamente lo que alimentó la Reforma Protestante del siglo XVI. De allí surgió, a medida de corrección, la Teología Reformada, afirmando, entre otras cosas, que es esencial que cada nueva generación de creyentes re-lea la Biblia y renueve la tradición cristiana. Y eso es precisamente lo que han comenzado a hacer las mujeres y otras comu-nidades ávidas de liberación.

De modo que, si nos valemos de todas las herramientas disponibles para leer y analizar el texto bíblico en nuestros días—por ejemplo, análisis histórico, crítica textual, formas lite-rarias, estilo de redacción, historia de la tradi-ción—no es tan difícil llegar a la conclusión de que la Biblia no es en sí un libro sexista. Los sexistas son los lectores—y las lectoras—que insisten en sacar hilitos de aquí y de allá para

sustentar y perpetuar sus prejuicios culturales, en vez de echar mano del colorido e inclu-sivo manto con el que Dios abraza a todos sus hijos e hijas a través de testimonio total de las Sagradas Escrituras.

Aunque algunos creyentes e iglesias insistan en espantarnos con falsas limitaciones que son como jarros de agua fría, al calor del manto divino ciertamente podemos rezar y cantar con Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante…”

Magdalena I. García, cubana, es ministra ordenada en la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos, y pastora de la Iglesia Presbiteriana Ravenswood, en Chicago

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A pesar de la actual crisis en la industria hipotecaria, la compra de una casa propia continúa siendo una de las

estrategias más exitosas para ayudar a la creación de un patrimonio familiar. En la economía moderna las familias requieren en la mayoría de los casos de créditos hipoteca-rios para poder obtener su propia vivienda. Si bien es cierto que la crisis en el área de bienes raíces ha detenido el aumento, y en algunos casos ha disminuido el precio de distintos tipos de vivienda, la falta de capital para el crédito hipotecario y la aplicación de estándares más estrictos para proveer crédito a las familias pone en riesgo el futuro de la población latina en los Estados Unidos.

Las solicitudes y disponibilidad de créditos hipotecarios en el área metropolitana de Chicago se han visto dramáticamente afectadas por la presente crisis. De acuerdo a información recolectada por el gobierno en la Home Mortgage Disclosure Act (HMDA), el número de solicitudes de crédito en el área metropolitana de Chicago disminuyó alrededor de un 20 por ciento en el periodo 2005-2007. Del total de solicitudes en el 2007, el 15 por ciento correspondieron a familias con un jefe de familia latino. Este porcentaje es similar al de años anteriores y significa que los latinos continúan estando sub-representados en materia de solicitudes de crédito. De acuerdo con las estimaciones del Censo en el 2006, los latinos formaban un poco más del 20 por ciento de los habitantes de la zona metropolitana de Chicago.

Es precisamente durante el período 2005-2007 que los estándares para otorgar créditos se volvieron más estrictos. Por esta razón, a pesar de que en Chicago el número de solicitudes de crédito disminuyó en forma considerable, el número de las que fueron rechazadas permaneció estable durante el mismo período. El porcentaje global de solicitudes rechazadas se incrementó del 17 al 21 por ciento en esos años. Los latinos y afroamericanos fueron los grupos afectados por los nuevos estándares. Mientras que en el 2004, el porcentaje de solicitudes de crédito a latinos que fueron rechazadas fue de sólo 19 por ciento, para el 2007 los bancos rechazaron el 31 por ciento de las solicitudes del mismo grupo. La población afroameri-cana de Chicago presentó niveles de rechazo aún más altos que los latinos, con un 28 y un 37 por ciento en el 2004 y 2007, respec-tivamente. El grupo menos afectado fue el de los autodenominados “blancos” con un 17 por ciento de solicitudes rechazadas en el 2004, y un 21 por ciento en el 2007.

Las políticas de crédito afectan la situa-ción de vivienda de la comunidad latina a través de tres mecanismos: créditos para la compra de la primera vivienda, refinan-ciamiento de créditos ya existentes, y la extensión de créditos para mejorar o ampliar la propiedad. La razón por la cual el número de embargos de viviendas ha aumentado

radicalmente en los últimos dos años fue la proliferación de créditos “subprime” y créditos “globo” que resultaron excesiva-mente caros y que, debido a políticas de otorgamiento de créditos demasiado blandas, las familias realmente no podían pagar. En particular, la presente crisis de embargos se debe al uso desmedido de créditos “globos” que promueven intereses iniciales por debajo de los niveles de mercado, pero que en un plazo entre seis meses y dos años se incrementan radicalmente. Muchos de estos créditos fueron otorgados sólo tomando en cuenta que la familia pudiera pagar las mensualidades con el porcentaje de interés inicial, sin tomar en cuenta el incremento en los pagos una vez que el interés aumentara. El Center for Responsible Lending estima que alrededor del 20 por ciento de préstamos hipotecarios (subprime y/o globo) otorgados en el año 2005 terminarán con el embargo de la propiedad en un período menor a cinco años. Esto significa que al menos 110 mil familias latinas en el país han tenido, o tendrán, embargada su casa.

Opciones disponiblesPor esta razón, el refinanciamiento

de créditos existentes es el factor más importante en Chicago o cualquier otra comunidad de los Estados Unidos. Si una familia tiene problemas para cumplir con los pagos mensuales de la hipoteca, una de sus opciones es tratar de modificar su préstamo para incrementar el número de años necesa-rios para liquidar el préstamo y/o reducir el porcentaje de interés a pagar. Cualquiera de estas dos opciones reduce el pago mensual de la hipoteca.

En el 2007, el 61 por ciento de las 120 mil solicitudes de crédito de familias latinas tenía como propósito el reestructurar una hipoteca ya existente. Este porcentaje es similar al de otros grupos étnicos. No es posible determinar con precisión si estas solicitudes tenían como objetivo evitar el incumplimiento en pagos o el embargo de una propiedad. En los Estados Unidos el refinanciamiento de créditos es una situación común, sucede cada vez que una familia vende su vivienda para comprar otra. Sin embargo, dadas las condi-ciones económicas actuales, y considerando que el número de solicitudes de crédito para comprar casa disminuyó un 44 por ciento en el 2007, mientras que las solicitudes de refinanciamiento sólo disminuyeron un 4 por ciento, es razonable suponer que muchos de estos refinanciamientos tienen como objetivo mejorar las condiciones de crédito.

Las razones documentadas por los bancos e instituciones crediticias para negar el crédito hipotecario a las familias latinas son las mismas y en proporciones similares que para otros grupos étnicos. En primer lugar, a las familias se les niega el crédito porque la proporción del pago de deudas dados los niveles de ingreso mensual sería

demasiado alta. La segunda razón más común es la presencia de lo que el banco considera un deficiente historial crediticio, que usualmente se mide en forma de puntaje. Sin embargo, la base de datos HMDA no requiere que los bancos e instituciones crediticias reporten sus estándares para un apropiado nivel de deuda o el puntaje de crédito requerido para obtener un crédito, por lo que es imposible saber si instituciones que sirven a diferentes grupos étnicos tienen distintos estándares para otorgar créditos, lo que se podría traducir en discriminación en forma indirecta.

En general, estas cifras parecen indicar que si bien los latinos no son diferentes a otros grupos étnicos en el tipo de solicitudes de crédito, su posición de desventaja económica causa que los cambios en los estándares para el otorgamiento de créditos los afecten de manera más profunda que a la mayoría anglosajona del país. Finalmente, es importante notar que los latinos entraron a esta crisis con el menor porcentaje de vivienda propia de los principales grupos étnicos, y muy por debajo de los niveles nacionales. Mientras que el porcentaje nacional de familias con casa propia alcanzó su máximo nivel en el 2005 con un 67 por ciento, solamente el 48 por ciento de familias latinas eran dueñas de su propia casa en ese mismo año. Esta desventaja inicial sólo puede incrementarse dadas las diferencias entre latinos y no-latinos en solicitudes de crédito entregadas y aprobadas.

Martha A. Martínez es catedrática en la Universidad DePaul, e investigadora afiliada al Instituto de Estudios Latinos de la Universidad de Notre-Dame.

Vivienda y Crédito HipotecarioMartha A. Martínez

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mirada cómplice

Nicola Lópezy su arte monumental

Víctor Manuel Espinosa

n septiembre del 2008, la curadora Mónica Ramírez y Kate Bonansinga, directora del Centro para las Artes Visuales de la Universidad de El Paso, Texas organizaron una exposición titulada "Reclamando Espacio," que incluyo el trabajo cinco artistas jóvenes de origen mexicano. Más allá de la necesidad de rea�irmar una “identidad mexicana” a través del arte, el trabajo de los artistas invitados respondía a las luchas cotidianas y las ventajas que implica el vivir en metrópolis que permiten estar expuestos a intensos �lujos culturales y ser testigos y participes de prácticas artísticas que rebasan identidades locales, nacionales o simplemente identidades heredadas.

Una de las artistas incluidas en esa exposición, fue Nicola López, nacida en 1975 en Nuevo México y hoy residente en Brooklyn, Nueva York, cuyo arte responde en gran parte a los estímulos que genera el vivir en estas grandes ciudades hoy llamadas globales. Su pasión por viajar, inculcada por sus padres, más su fascinación por el dinamismo, la vitalidad y el constante crecimiento de las

E ciudades, sobre todo cuando este crecimiento no es plani�icado, la llevó a sumergirse en las contradicciones de Río de Janeiro, ciudad en la que vivió por una temporada. El carácter multidimensional y expansivo que caracteriza a Río y a muchas otras grandes ciudades, son ahora dos elementos centrales en sus instalaciones y dibujos.

Nicola tiene sobre todo una especial fascinación por los monumentales puentes y autopistas que abundan en las metrópolis modernas. En su obra estos monstruos de concreto parecen redes elásticas que conectan y generan rupturas espaciales al mismo tiempo. Nicola misma ha expresado que sus autopistas no van a ningún lado porque en su obra estas crecen como organismos vivos sin ningún control, de una manera muy semejante a las raíces o los tentáculos de un pulpo.

A pesar de la fascinación que ella siente por las ciudades y el atractivo formal y visual de su obra, el arte de Nicola es en realidad una propuestas bastante crítica de la vida

urbana. El titulo de la instalación creada por Nicola para la exposición de El Paso, "Drown and Quartered," el cual se podría traducir como "Ahogado/a y Descuartizado/a," obliga sin duda a pensar en los migrantes que han muerto al intentar cruzar hacia Estados Unidos en busca de trabajo, así como en las mujeres violadas y asesinadas en Ciudad Juárez. La instalación misma sugiere una referencia visual con el puente que une/separa a los más de dos millones de habitantes de El Paso/Ciudad Juárez, una de las manchas urbanas transnacionales más grandes del mundo; hoy convertida en una zona de guerra por los carteles de la droga, la industrialización salvaje impuesta por las maquilas, la impunidad y corrupción de las autoridades mexicanas y la creciente forti�icación del lado "americano." Las piezas de su instalación parecen casi fragmentos retorcidos de un puente que ha sido bombardeado o dinamitado, lo que nos obliga a imaginar un futuro mucho peor si no se logra revertir la situación fronteriza antes descrita.

Su obra artística nos obliga además a considerar elementos as�ixiantes de la vida urbana. El grabado

incluido en la misma exposición, titulado Alcance Imposible #3, nos recuerda que en muchas ciudades, como ha sido el caso de Chicago, la construcción de autopistas ha destruido barrios de migrantes y desplazado a los habitantes más pobres. Por otra parte, discursos optimistas sobre la globalización insisten en que vivir en una ciudad global es como vivir en muchas partes del mundo al mismo tiempo. Sin embargo, la desintegración de la vida social y el sentimiento de vacío y soledad producida por una metrópolis pueden también crear la sensación de sentirse perdido o habitando en la nada. Este tipo de sentimientos tan contradictorios es posible experimentarlos cuando somos atrapados en alguno de los mapas urbanos de Nicola, en los cuales las ciudades se ven fascinantes y al mismo tiempo aterradoras.

Víctor Espinosa es fotógrafo y estudiante en sociología del arte y la migración en Northwestern University.

Instalación de Nicola López, titulada: Ahogado/a y Descuartizado/a, (Drawn and Quartered) 2008, plancha xilográ�ica en Mylar, sogas y armazones de aluminio.

Nicola López, Alcance Imposible #3, 2008, grabado y plancha xilográ�ica en papel.

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mirada cómplice

Nicola Lópezy su arte monumental

Víctor Manuel Espinosa

n septiembre del 2008, la curadora Mónica Ramírez y Kate Bonansinga, directora del Centro para las Artes Visuales de la Universidad de El Paso, Texas organizaron una exposición titulada "Reclamando Espacio," que incluyo el trabajo cinco artistas jóvenes de origen mexicano. Más allá de la necesidad de rea�irmar una “identidad mexicana” a través del arte, el trabajo de los artistas invitados respondía a las luchas cotidianas y las ventajas que implica el vivir en metrópolis que permiten estar expuestos a intensos �lujos culturales y ser testigos y participes de prácticas artísticas que rebasan identidades locales, nacionales o simplemente identidades heredadas.

Una de las artistas incluidas en esa exposición, fue Nicola López, nacida en 1975 en Nuevo México y hoy residente en Brooklyn, Nueva York, cuyo arte responde en gran parte a los estímulos que genera el vivir en estas grandes ciudades hoy llamadas globales. Su pasión por viajar, inculcada por sus padres, más su fascinación por el dinamismo, la vitalidad y el constante crecimiento de las

E ciudades, sobre todo cuando este crecimiento no es plani�icado, la llevó a sumergirse en las contradicciones de Río de Janeiro, ciudad en la que vivió por una temporada. El carácter multidimensional y expansivo que caracteriza a Río y a muchas otras grandes ciudades, son ahora dos elementos centrales en sus instalaciones y dibujos.

Nicola tiene sobre todo una especial fascinación por los monumentales puentes y autopistas que abundan en las metrópolis modernas. En su obra estos monstruos de concreto parecen redes elásticas que conectan y generan rupturas espaciales al mismo tiempo. Nicola misma ha expresado que sus autopistas no van a ningún lado porque en su obra estas crecen como organismos vivos sin ningún control, de una manera muy semejante a las raíces o los tentáculos de un pulpo.

A pesar de la fascinación que ella siente por las ciudades y el atractivo formal y visual de su obra, el arte de Nicola es en realidad una propuestas bastante crítica de la vida

urbana. El titulo de la instalación creada por Nicola para la exposición de El Paso, "Drown and Quartered," el cual se podría traducir como "Ahogado/a y Descuartizado/a," obliga sin duda a pensar en los migrantes que han muerto al intentar cruzar hacia Estados Unidos en busca de trabajo, así como en las mujeres violadas y asesinadas en Ciudad Juárez. La instalación misma sugiere una referencia visual con el puente que une/separa a los más de dos millones de habitantes de El Paso/Ciudad Juárez, una de las manchas urbanas transnacionales más grandes del mundo; hoy convertida en una zona de guerra por los carteles de la droga, la industrialización salvaje impuesta por las maquilas, la impunidad y corrupción de las autoridades mexicanas y la creciente forti�icación del lado "americano." Las piezas de su instalación parecen casi fragmentos retorcidos de un puente que ha sido bombardeado o dinamitado, lo que nos obliga a imaginar un futuro mucho peor si no se logra revertir la situación fronteriza antes descrita.

Su obra artística nos obliga además a considerar elementos as�ixiantes de la vida urbana. El grabado

incluido en la misma exposición, titulado Alcance Imposible #3, nos recuerda que en muchas ciudades, como ha sido el caso de Chicago, la construcción de autopistas ha destruido barrios de migrantes y desplazado a los habitantes más pobres. Por otra parte, discursos optimistas sobre la globalización insisten en que vivir en una ciudad global es como vivir en muchas partes del mundo al mismo tiempo. Sin embargo, la desintegración de la vida social y el sentimiento de vacío y soledad producida por una metrópolis pueden también crear la sensación de sentirse perdido o habitando en la nada. Este tipo de sentimientos tan contradictorios es posible experimentarlos cuando somos atrapados en alguno de los mapas urbanos de Nicola, en los cuales las ciudades se ven fascinantes y al mismo tiempo aterradoras.

Víctor Espinosa es fotógrafo y estudiante en sociología del arte y la migración en Northwestern University.

Instalación de Nicola López, titulada: Ahogado/a y Descuartizado/a, (Drawn and Quartered) 2008, plancha xilográ�ica en Mylar, sogas y armazones de aluminio.

Nicola López, Alcance Imposible #3, 2008, grabado y plancha xilográ�ica en papel.

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tiempoextra

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Afuera el frío parece dejar la Dieciocho con pocos autos y una docena de personas caminado. La biblio-teca es el espacio más a la mano para calentarse. Con prisa cruzo la primera puerta, la segunda. Ahí luego

miro varias mesas con tableros. Doy tres pasos. A la izquierda un homeless hojea revistas quizás deseando que no llegue la hora de volver a la calle. A la derecha un grupo de niños hace la tarea. Mi visita tiene como fin hablar sobre el club de ajedrez. Y apenas me quito los guantes, Juan Pablo Avalos empieza a decirme que en los torneos se puede caer el mundo sin que él llegue a darse cuenta. Lo único que existe es el ajedrez. Y de inmediato sus palabras me remiten al poema de Borges:

En su grave rincón, los jugadoresrigen las lentas piezas. El tablerolos demora hasta el alba en su severoámbito en que se odian los colores.

Juan Pablo cuenta que en 2004, durante un torneo realizado en la Biblioteca Rudy Lozano, los que iban de líderes empezaron a discutir y estaban a punto de llegar a los puños. “Ese día sí que me distraje”, me dice en oraciones tan bien articuladas que hacen pensar que se crio en San Luis Potosí, la tierra de sus padres. “Hubo arrastres de sillas, y me acuerdo que alguien quiso llamar a la policía”. El incidente no pasó a mayores y Juan Pablo volvió a dirigir sus ojos al tablero. Por fortuna su partida ya estaba casi ganada.

Hasta el día de hoy el destino de Juan Pablo ha estado unido al de esa biblioteca. Nació el 2 de marzo de 1988 y la Rudy Lozano se vino a inaugurar dieciocho meses después. Ya durante su niñez, en un tiempo en que en el barrio aún prevalecía la violencia, Juan Pablo hacía su tarea, entre los estantes, con la ayuda de algún bibliotecario. Sus padres siempre trabajaban. Por eso, de los siete a los diez años primero doña Licha y luego Paty lo recogían de la escuela y lo llevaban a su casa o directamente a la biblioteca. Y si no hubiera sido por esas babysitters, seguramente habría seguido el destino de otros niños que en ese entonces crecían en el barrio: las pandillas. “En la calle siempre tenía la sensación de que alguien se iba a pelear”.

Héctor Hernández ha sido director de esa biblioteca desde la primavera de 1989. A unos días de la inauguración de la biblio-teca, él mismo fundó el club de ajedrez. Me dice que ya son más de 100 niños y jóvenes que se han formado como ajedrecistas en el club. Casi todos se han graduado de la high school y han seguido sus estudios universitarios. “En el primer grupo había seis o siete chamacos: los hermanos Montoya, Miguel Camargo, Jorge Luis Reyes, Iván Ochoa, Isidro Simental… Ahora ya andarán por los treinta años. A varios de ellos les dio por las matemáticas”. Le preguntó si hay una conexión entre la prác-tica del ajedrez y las llamadas ciencias exactas. El me responde con una frase: “el jugar bien ajedrez no garantiza que alguien sea buen matemático. Sólo garantiza que va a saber cómo mover con efectividad las piezas, que, por ejemplo, no puede hacer jaque mate con dos caballos”.

De sus discípulos, acaso por ninguno guarde más admiración que por José Antonio Rodríguez. “A los seis años fue campeón nacional en su categoría. Repitió tres años consecutivos. Y a los 11

llegó a ganar en la de menores de 15 años”. José Antonio actual-mente estudia Biogenética y Economía en Cornell University.

Juan Pablo Avalos es de una generación muy posterior. Aprendió a mover las piezas a mediados de los noventa, pero el hacer la tarea y los libros de historietas pudieron más. El ajedrez realmente lo vino a atrapar hasta que en el 2002 terminó la primaria. “Ya había pasado los exámenes de octavo grado. No tenía qué estudiar y me sentía aburrido. Esa tarde estaba viendo Los Simpson… Eran puros fragmentos repetidos. Apagué la tele y fui a hablar con Héctor”. A pesar de que ya sabía mover las piezas, entró como principiante; ya en los días siguientes se puso a repasar libros de partidas famosas: Chess Fundamentals, del cubano José Raúl Capablanca y Bobby Fischer: Complete games of the American World Chess Champion, de Lou Hays.

Respecto a los ajedrecistas de talla mundial, me dice Juan Pablo que Bobby Fischer ha sido el más grande. “Toda su vida se preparó para ser campeón, y una vez que lo logró no supo qué hacer”. Califica de tragedia la vida del estadounidense, pues “pudo haber dado mucho más al ajedrez”. Y si Fischer fue el más grande, según Juan Pablo, el de mayor talento ha sido Capablanca. “Le venía natural. No tuvo que estudiar tanto para sentarse con los grandes y llegar a ser campeón mundial”. De paso me aclara que él es más como Fischer: “tengo que trabajar y trabajar”. Ya en un plano más cercano, Juan Pablo guarda admiración por Alfonso Almeida, considerado como uno de los mejores ajedre-cistas de México. Almeida radica en Brownsville; su grado de maestro le ha permitido vivir de la impartición de cursos o de su participación en los torneos. “Yo me la paso con él cada vez que viene a Chicago”. Un lugar aparte ocupa obviamente Héctor Hernández, quien por partida doble ha llegado a ganarse el grado de maestro: enseñando el ajedrez a los niños durante casi veinte años y llegando él mismo a la categoría de Chess Master en 1993 al conseguir los 2167 puntos, esto de acuerdo a los records de la United States Chess Federation (USCF).

Me toca preguntarle a Juan Pablo qué lugar ocupa en el esca-lafón de la USCF. Y es en parte por el talento, que ya le viene de nación −y en parte por su persistencia fischeriana−, que en 2005 pasó a la categoría C. Ya en 2006 ascendió a la categoría B. El día de hoy sólo se mantiene en la categoría A, que es una de las más altas, cuando se trata de torneos ping-pong (o blitz, en inglés), en los que el reloj va acotando los tiempos de las tiradas. Cada partida de tipo ping-pong dura entre tres y cinco minutos. Le pregunto si tiene un método. “Como dice Capablanca, yo sólo estudio las partidas que pierdo”. Actualmente Juan Pablo tiene un trabajo part-time en la misma biblioteca y estudia la carrera de Administración de Empresas en la Northwestern Business College.

Faltan quince para las seis. Afuera sigue bajando la tempera-tura hasta colocar al invierno entre los diez más fríos de todos los tiempos. A través de la ventana, observo la Dieciocho: hay menos carros y menos gente. Acá, Héctor me recuerda que cada martes en punto de seis se reúnen los del club. Y sí, pronto comienzan a llegar algunos niños cuyas edades van de los seis a los diez años. Vienen solos o con sus padres. De inmediato se quitan los gorros, las bufandas, el par de guantes. Prestos ocupan un lado de la hilera de tableros. El que ya tiene contrincante, rápido muestra los dos puños para ver a quién le tocan las piezas blancas. Sale

el Peón Cuatro Rey dos casillas y las negras contestan de igual manera. Las piezas blancas continúan con Caballo Tres Alfil Rey y las negras contestan sacando su Caballo Dama… Entre los jugadores el mundo parece detenerse. Recuerdo entonces a Ricardo Reis, quien refiriéndose a una de las tantas guerras de Persia escribió un poema:

Ardían casas, saqueadas eran las arcas y las paredes,violadas, las mujeres eran puestas contra los muros caídos,traspasados de lanzas, los niños eran sangre en las calles...Pero en donde estaban, cerca de la ciudad, y lejos de su ruido,los jugadores de ajedrez jugaban el juego del ajedrez.

Raúl Dorantes: Miembro del Consejo editorial de contratiempo.

No hay jaque mate con dos caballos

El club de ajedrez de PilsenRaúl Dorantes

Juan Pablo Avalos enseñando en un curso de verano de la Biblioteca Rudy Lozano

Lupe Martínez, Juan Pablo Avalos y Francisco Torres, en un torneo de ajedrez en Navy Pier.

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En los ocho año que fui editor del semanario La Raza, y en los diez que llevo en Chicago, nunca un alto funcio-nario del Departamento de Estado se había transpor-tado hasta las gélidas orillas del lago Michigan para

ahondar públicamente en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina.

Este inusual acontecimiento podría obedecer a dos razones fundamentales:

1) comenzar a mostrar una cara diferente hacia la comunidad “hispana” y hacia Latinoamérica por parte de la nueva adminis-tración (elegida con nuestros votos).

2)constituir parte de la campaña del embajador Charles Shapiro por convertirse en cabeza de la diplomacia de EE.UU. hacia América Latina, cargo para el que su nombre suena con fuerza junto al del chileno-americano Arturo Valenzuela. Hay que decir que Valenzuela ya fue Deputy Assistant Secretary for Inter-American Affairs durante el gobierno de Clinton.

Ambas posibilidades, juntas o por separado, exhiben una nueva y bienvenida transparencia.

Sea como fuere, y de manera acorde a esta inusual oportu-nidad, una nutrida concurrencia se hizo presente en el Centro Cultural Latino de la UIC (University of Illinois at Chicago).

La única ausencia notoria fue la de la prensa, tanto “hispana” como “anglo”, que, con su habitual interés en la cosas de América Latina y su proverbial “olfato”, decidió esquivar el evento unánimemente.

La sede del Centro Cultural Latino de la UIC, con sus murales banderísticos donde aparecen desde Zapata hasta el Che Guevara y desde Pancho Villa a Jorge Albizu Campos es –francamente- un entorno que debe haber llamado la atención al distinguido visitante.

Con una dilatada carrera en el Departamento de Estado, el embajador Shapiro ocupa un cargo que sobrelleva una no menos prolongada denominación: Senior Coordinator, Western Hemis-phere FTA Task Force Bureau of Western Hemisphere Affairs. Allí su función se relaciona con los acuerdos de libre comercio con Perú, Colombia y Panamá.

El embajador Shapiro se enroló en el Departamento de Estado en 1977. Fue embajador en Venezuela. También ha ocupado destinos diplomáticos en Chile, Trinidad y Tobago, El Salvador y Dinamarca. Habla perfecto español con un acento difícil de ubicar y con modismos de diversas procedencias. En un

momento, a manera de énfasis y cambiando de idioma dentro de la misma frase, dijo “ni modo”, en mexicano.

Con un estilo muy ameno, sonriente, como de buen profesor universitario, el embajador Shapiro centró su charla en los desa-fíos y prioridades de una nueva política de EE.UU. hacia América Latina.

Pobreza y “populismo radical”En su preámbulo mencionó que las esperanzas que no sola-

mente en Estados Unidos sino en el resto del mundo ha desper-tado el presidente Obama ofrecen una excelente oportunidad.

También, y con una sinceridad nada frecuente en un diplo-mático (de ningún país) dijo que desde América Latina “normal-mente oímos dos tipos de quejas: los que dicen que la ignoramos y los que dicen que intervenimos en sus asuntos internos”.

“Quizás sea bueno para América Latina no estar en el centro de atención, como Irak, o como Gaza. América Latina tiene democracia y en los últimos años ha tenido un sostenido creci-miento económico. Las amenazas en Latinoamérica no son de tipo político, la principal amenaza en América Latina es la pobreza”.

En la evaluación del embajador Shapiro, la política de EE.UU. hacia América Latina tiene que tener como prioridad la lucha contra la pobreza. Y considera que lo que llama “el populismo radical” de Chávez, Morales y Correa es una conse-cuencia de la pobreza y de la exclusión sufrida por millones de latinoamericanos.

En otra categoría coloca a los gobiernos de “izquierda mode-rada”, como Chile, Brasil y Uruguay.

PrioridadesEntre las prioridades, Shapiro incluye:-Emigración. En toda América Latina el tema migratorio

ha dejado de ser un tema de la política interna de los EE.UU. para pasar ser un tema de política exterior. “Nos dicen: los inmi-grantes no son delincuentes, son gente que quiere un futuro mejor, ustedes no los pueden tratar como delincuentes. Este es un tema de la mayor importancia”.

-Droga. La cocaína se consume en todo el mundo, pero sólo tres países la producen, Bolivia, Perú y Colombia. EE.UU., como primer consumidor del mundo, tiene también una gran respon-sabilidad. Y agrega, para sorpresa de muchos, que el segundo consumidor mundial de coca es Brasil.

-Pandillas. En Brasil también hay pandillas, pero no tienen una conexión internacional con las pandillas en Estados Unidos. Pero sí esta ocurriendo con las “maras”, las pandillas de América Central, otorgándole a este tema una dimensión diferente.

-Crisis financiera global. La crisis financiera estadounidense está arrastrando al resto del mundo. El crecimiento económico sostenido que venia experimentando América Latina en los diez últimos años se verá afectado. Para el 2009 se proyecta para todo el continente un crecimiento combinado de tan solo 0.5%. La crisis determinará que haya menos ayuda internacional, que es absolutamente clave en casos como el de Haití, la economía más frágil de todo el hemisferio occidental.

-México y Canadá. Inevitablemente EE.UU. tendrá que prestar más atención a sus dos vecinos continentales. Y por eso las dos primeras reuniones de Obama serán con los respectivos presidentes. No sólo los temas migratorios y de frontera, sino temas ecológicos y de recursos naturales como petróleo y agua figuran de manera prominente en esta agenda.

-Brasil. Esta potencia sudamericana es la octava economía del mundo, tiene 190 millones de habitantes, es uno de los prin-cipales socios comerciales de EE.UU. y está buscando un sillón en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

-Colombia. Según Shapiro “en ese país se han producido extraordinarios cambios en los últimos años”. Y es un fuerte socio comercial (y político) de EE.UU. La revisión de los tratados comerciales con Colombia es, según el visitante, uno de los temas cruciales.

-Cuba. “Un día Fidel Castro se va a morir. Según las últimas noticias que tengo, es un ser humano mortal, como todos noso-tros”, dice Shapiro. Y agrega que hay que estar preparados para ese momento, deseando que sean los propios cubanos los que resuelvan su destino. Sobre el bloqueo dice que “todo el mundo en América Latina odia el bloqueo de EE.UU. a Cuba, eso está claro”. Y dice que hay que prepararse para generar nuevas políticas.

-Populismo radical. Este tema es recurrente en la exposición de Shapiro que establece algunas fechas críticas:

a) febrero 15, referéndum en Venezuela, donde Chávez aspira a perpetuarse en el poder. “Habrá que ver cómo reaccionamos”, dice Shapiro.

b) marzo 15, elecciones en El Salvador, donde el izquierdista Frente Farabundo Martí lidera en las encuestas. “Habrá que ver cómo reaccionamos” dice, otra vez, Shapiro.

Doscientos años de soledadLas luces y sombras de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina en encuentro con el Embajador Charles Shapiro.Elbio Rodríguez Barilari .

Shapiro en Venezuela: Dimes y diretes

La estadía de Charles Shapiro como embajador en Venezuela coincidió con el golpe de estado intentado contra Hugo Chávez. Lo cual motivó un escabroso momento en las relaciones bilaterales, acusaciones mutuas por parte de Caracas y de Washington y toda una campaña en contra del emba-jador Shapiro por parte del chavismo, cuyos polémicos ecos todavía resuenan, acusándolo de intervenir en los asuntos internos del país “bolivariano”.

Durante su charla en UIC el diplo-mático visitante tuvo la ocasión de negar terminantemente que el Depar-tamento de Estado haya apoyado a los golpistas de manera alguna. Y dijo, que, por el contrario, siempre que se pudo se desalentó la interrup-ción del orden democrático. Recordó que la investigación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado no encontró ninguna prueba de que

Washington hubiera estado envuelto en esa instancia.

También dijo que mirando retrospec-tivamente algunas de las declaraciones del presidente de entonces (sin nombrar a Bush), no habían sido sabias del todo y podían haber alentado una mala inter-pretación del papel de EE.UU. en esa coyuntura. Que, sinceramente, es más de lo que este cronista esperaba en este contexto.

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c) abril 17, cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago

-Proteccionismo económico. Le preocupa la natural pero a su juicio peligrosa tendencia a que, como respuesta a la crisis, EE.UU. se cierre en políticas de proteccionismo económico que podrían ser contraproducentes.

Algunas preguntas y algunas respuestasComo en todo foro abierto, hubo preguntas

y preguntas… algunas de las cuales no podían ser respondidas por el visitante. Unas por ser muy generales, como todas las referidas a las políticas migratorias (donde el Departamento de Estado no tiene vela), o por ser demasiado concretas, como qué va pasar con la próxima ronda del Grupo de Doha, que acuerda en materia de comercio internacional…

Por extraña coincidencia, había un crecido número de colombianos. A través de sus preguntas se denotó una fuerte polarización pro y contra Alvaro Uribe. El Embajador Shapiro se vio pronto superado por una anda-

nada de preguntas sobre efectos de las polí-ticas de EE.UU. en la economía regional de Bucaramanga, los alcances del tratado de libre comercio en la industria de las rosas y las inten-ciones reeleccionistas de Uribe.

Sintomáticamente, y así se lo hice notar, frente a la posibilidad de la reelección de Uribe (no prevista en la constitución) dijo termi-nantemente: “Ese es un tema interno de los colombianos sobre el cual el Departamento de Estado no tiene posición”. Antes, referente a la reelección infinita buscada por Chávez o al posible triunfo del Frente Farabundo Martí había dicho, en ambos casos “Habrá que ver cómo reaccionamos”.

No logré que el embajador Shapiro elabo-rara sobre estas diferencias en su lenguaje.

Hubo múltiples preguntas –no sólo las mías- sintomáticas de la histórica desconfianza que impera en América Latina en relación a la política exterior de EE.UU.

Si estuviéramos hablando de boxeo diríamos que el embajador Shapiro absorbió

Shapiro en Chile: Leyenda negra desacreditadaQuien se moleste en googlear el nombre de Charles Shapiro, entre otras cosas, podría llegar a creer que el mismo fue Secretario de la Embajada de EE.UU. en Chile cuando el golpe de Pinochet contra el presidente Allende. El dato se repite en mútliples sitios web, y no solamente en Wikipedia, como dijo el Sr. Shapiro, advirtiendo a los presentes que nunca creyéramos en esa particular enciclopedia de la red.Pues bien, Wikipedia o no Wikipedia, el dato es falso, como se ocupó de aclarar -ante mi pregunta- el diplomático visitante. En ese entonces él era todavía un estudiante graduado en la universidad, dijo.Contactos en el Departamento de Estado sugirieron, extra-oficialmente, que el infundio se habría originado en círculos chavistas en la época que Shapiro era embajador en Venezuela.Últimamente, el gobierno chileno que preside la socialista Michelle Bachelet entregó al embajador Shapiro una de sus más altas condecoraciones. Que por supuesto no le hubieran dado a alguien involucrado en el golpe del 73.

bien el castigo. Y hasta contraatacó con algunas verdades, como que en América Latina hay gente que piensa que todos los problemas empiezan o terminan en Washington.

Se defendió eficazmente en el tema Vene-zuela, donde, al fin y al cabo, lo único que tenemos es la palabra del histriónico Chávez contra la palabra del Departamento de Estado, siempre desconfiable.

También aguantó a pie firme la enumera-ción, por mi parte, de lo que pasó con Puerto Rico y Cuba luego de ser “liberados” de España por EE.UU; el caso del Canal de Panamá; la intervención en Nicaragua contra Sandino; en Guatemala contra Jacobo Arbenz; en la Domi-nicana contra Juan Bosch; Bahía de Cochinos; Chile 1973, el respaldo a las dictaduras mili-tares en América Latina y el “crazy” bloqueo a Cuba… Todo ello para fundamentar mi pregunta: ¿cómo se supera la básica e histó-rica desconfianza, estos doscientos años de soledad?

Su respuesta final, irreprochablemente prag-mática fue: “Se supera trabajando día a día con cada gobierno en temas comunes. ¿Responde eso a su pregunta?”.

“Parcialmente”, le respondo.“¡Parcialmente…!”, dice con un dejo de

ironía.“Sí, parcialmente. Porque para saber si

su respuesta es correcta necesitaríamos dejar pasar otros doscientos años de historia”.

Una vez terminado este coloquio, el embajador Shapiro, sonriente como siempre, procedió a sacarse algunas fotos con inte-grantes del público.

[email protected] http://www.elbiobarilari.com

Elbio Rodríguez Barilari: Músico y escritor uruguayo, reside en Chicago desde 1998. Durante ocho años fue Editor del semanario La Raza. Actualmente es Director Artístico del Latino Music Festival

Dónde: 1702 S Halsted Street, Chicago, IL 60608

Cuándo:dos domingos por mes a la 1 pm

Cuánto: gratuito

Información: [email protected] o 312 666 7466Ta

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El embajador Charles Shapiro

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Ritmos de la esclavitudcontra amarguras y penas.Al compás de las cadenasRitmos negros del Perú.

Nicomedes Santa Cruz

En días recientes viajé a Rockford acompañada de Nicomedes Santa Cruz, poeta, folklorista y periodista afroperuano. Aclaro: con el Ipod

tocaba grabaciones de programas de radio que realizó con la radio pública española, ya que Nicomedes falleció en 1992. Las millas de la carretera desaparecían ante el tejido de su voz que recitaba décimas y comentaba los orígenes de los cantares de las Américas.

Todo esto sucedió a raíz de una búsqueda en la que yo intentaba descifrar los orígenes de la cajita rítmica peruana. No había logrado encontrar demasiada información, a pesar de que el año pasado el Instituto Nacional de Cultura en Lima declaró que era patrimonio nacional y que constituía un aporte de las poblaciones afrodescendientes a la música y a la cultura del Perú.

El pequeño instrumento es una caja de madera encolada que se cuelga en el cuello, tiene una tapa unida por un lado y se abre y se cierra con una mano a la vez que se golpea con un palito de madera con la otra; con el sonido del abrir y cerrar de la cajita y el del golpe del palito, se crea una percusión sincopada de sonido nítido y cautivante. Mi curiosidad sobre sus orígenes despertó cuando una noche de febrero ante el escenario de Old Town School of Folk Music —en el concierto de Gabriel Alegría y su sexteto de jazz afroperuano— el maestro Freddie “Huevito” Lobatón (quien con el trompetista Alegría y los otros cuatro músicos formaron el grupo hace cinco años) embelesó al público al intercalar los sonidos de la cajita y el cajón dentro de la improvisación jazzística del grupo. Tocaron ritmos afrope-ruanos tales como el festejo y el landó.

El sexteto tejió un ambiente sonoro que era cien por ciento peruano y a la vez cien por ciento jazz. Por ejemplo, en la versión de “Summertime”, composición de Gershwin, se mezclaron los acordes familiares de la melodía con el ritmo afroperuano del landó. Hubo matices de anhelo y triste dulzura. A su vez, el landó alcanzó una expresión sublime cuando se liberan sus notas en la yuxtaposición con el jazz. La fusión sorprende por su frescura, y

cerrada, abierta, subiendo y bajando la tapa con fuerza…

Gabriel Alegría comenta que a nivel técnico se explica el intercambio fluido y orgánico entre los ritmos afroperuanos y el jazz por el hecho de que al prescindir de la clave, la música afroperuana no se encuentra obligada a mantener patrones rítmicos permanentes; y al igual que el jazz, da mucho lugar para impro-visar, variar e interpretar esos patrones. Como ejemplo, Alegría habla del platillo, instrumento de primordial importancia en el jazz, que crea un ritmo que no es absolutamente constante; se reinterpreta, se va variando y va dejando espa-cios. Lo mismo, afirma, ocurre con la música afroperuana, cuyos patrones rítmicos guían la música pero no la reglamentan. Los instru-mentos de percusión: cajón, quijada de burro y cajita, tocan, callan, dejan espacios, y por lo tanto “…hay mucho espacio para conversar, musicalmente hablando… Con esto se crea la posibilidad de un diálogo de contrastes de volúmenes, atmósferas, colores.” Sin embargo, es la intangible afinidad entre el jazz y lo afrope-ruano, que, según Alegría, sostiene y enriquece la conversación; afinidad que se da en parte por los temas y la intención de algunos cantos afropueruanos y una química que funciona, o por tonalidad o letra o momento histórico —conexiones que él denomina “espirituales”.

Es un diálogo nuevo, sin duda alguna: es el reencuentro afortunado de los ritmos negros del Perú que surgieron hace siglos entre cadenas y que llevan el recuerdo y la esperanza de la libertad.

Para mayor información sobre la música mencionada:http://www.gabrielalegria.com/http://www.nicomedessantacruz.comhttp://www.facebook.com/video/video. php?v=62562887027&oid=2382923855

Catalina María Johnson, Ph.D. es conductora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. Para mayor información: www.beat-latino.com

La comunión del jazz y el landó: La música de Gabriel AlegríaCatalina María Johnson

porque en muchos sentidos dista de lo que se denomina normalmente “latin jazz”.

El jazz latino evoluciona entre Nueva Orleans, Nueva York, La Habana y San Juan. Del lado del jazz, su fuente principal la propor-ciona el ritmo de libertad que surge cuando de Cuba parten los antiguos esclavos a Nueva Orleans y, con ellos, la contradanza habanera, que le aporta raíces al ragtime y al dixieland (El famoso “Spanish Tinge” de Jelly Roll Morton y Dizzy Gillespie). Décadas más tarde, en los años 1940-1950, el jazz ya arraigado en Nueva York, se retroalimenta con otras emigraciones, como la puertorriqueña, dando inicios a lo que se llamaría “latin jazz”. En su apego a la clave (el ritmito “tac tac/tac tac tac” que fundamenta también, por ejemplo, la salsa) el jazz latino da evidencia de sus múltiples fuentes caribeñas.

En contraste, la música del sexteto de Alegría, se nutre de ritmos afroperuanos tales como el festejo y el landó, cuyos orígenes se dan simultáneamente en el movimiento y en la música, remontándose al siglo XVI. Se han perdido los detalles exactos de sus inicios, pero el landó parece haber surgido primero. “Landó” viene del “lundu”, palabra kikongo que deno-mina un ritmo que proviene de Angola y llega al Perú con los esclavos Bantú, fundamentando muchas de las danzas afroperuanas. El festejo se documenta en Lima ya en el siglo XVII, y su carácter festivo se expresa en los bailes de las cofradías y en procesiones, siendo ejem-plar el festejo del “Son de los Diablos”, que se baila en las procesiones de Corpus Cristi. De 1780, el grabado número 145 del obispo, compositor y cronista, Baltásar Martínez y Compañon muestra uno de los participantes en la procesión tocando precisamente, la cajita. Se considera que la cajita —que a dife-rencia del cajón, está diseñada para poder ser llevada en un desfile mientras se toca— al principio se utilizaba para juntar los aportes voluntarios o las limosnas que solicitaban los músicos y danzantes después de entretener al público. Se desconoce el momento en qué el encargado de llevar la cajita, quizás contagiado por el ritmo, o a la mejor motivado por querer aumentar las contribuciones del público, empezó a golpearla, por encima, por el lado,

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Guardaespaldas? ¿Quién necesita guardaespaldas? Jefes de estado, disidentes políticos, empresarios, celebridades… En los Estados Unidos, el guarda-espaldas se asocia con frecuencia con la cultura

popular urbana. El guardaespaldas de P. Diddy estaba a su lado cuando el rapero fue acusado de haber hecho disparos en el interior de un centro nocturno de Manhattan; Tupac viajaba rodeado de sus guardaespaldas; el guardaespaldas de Britney evitó la caída de su bebé cuando éste se le resbalaba de entre los brazos; se dice que en marzo del año pasado J-Lo contrató a seis hombres para proteger a sus gemelos recién nacidos. En México, donde el crimen ha alcanzado el ámbito artístico, los guardaes-paldas de los famosos se han convertido en una necesidad; por lo menos quince artistas han sido asesinados en los últimos dos años, uno de los más conocidos fue Sergio Gómez, vocalista del grupo K-Paz de la Sierra.

Aunque es necesario mantener la seguridad en el mundo de las artes, como lo comprueba la existencia de PEN, una orga-nización que protege la libertad de expresión, por lo general la relación entre el guardaespaldas y la celebridad siempre me ha parecido producto de la comercialización de la cultura, una maniobra para generar publicidad. Pero reconozco que hay ocasiones en que pongo en duda mis opiniones. ¿Qué papel juega el dinero? ¿Hasta qué grado los guardaespaldas realmente estiman a sus clientes o respetan su arte?

Medité sobre esto una noche mientras releía la obra de uno de mis escritores más queridos, el mexicano Juan Rulfo. Es cierto que estimo a Rulfo, al igual que muchos de mi generación, ¿pero podría yo protegerlo como lo hace un guardaespaldas? Mientras cavilaba, recordé que casi tres décadas atrás tuve la oportunidad de conocer a Juan Rulfo, o por lo menos de estar cerca de él (a tres cuerpos de distancia, para ser exacta). Fue a principios de los años ochenta. En esa época, yo era estudiante de postgrado en la universidad Stanford. Fernando Alegría, escritor, empresario y profesor de español en la universidad, había invitado a Rulfo a participar en una clase del cuento latinoamericano. Leíamos El

llano en llamas (1953), una de las dos grandes obras que escribió Juan Rulfo; la otra es Pedro Páramo (1955), una novela. El texto en discusión era Talpa, una historia que habla de cómo afecta el sentimiento de culpa a una pareja involucrada en una rela-ción extramarital. El relato describe el trayecto de la pareja desde su pueblo de Zenzontla hasta Talpa, un santuario religioso. El marido moribundo de la mujer, y también hermano del amante, les pide que realicen este peregrinaje porque cree que la Virgen de Talpa lo va a curar. Durante el trayecto, que los lleva por frío y polvoroso terreno, el marido de la mujer se arre-piente y pide que lo trasladen de regreso a su pueblo, pero ellos se niegan, pues saben que no sobrevivirá el viaje de regreso.

Durante nuestra discusión en la clase, se le pidió a Rulfo que explicara la omnipresencia del polvo en el relato: …a todas horas estaba aquel polvo por encima y debajo de nosotros. Y arriba de esta tierra estaba el cielo vacío, sin nubes, solo el polvo; pero el polvo no da ninguna sombra. Rulfo titubeó para responder. El profesor Alegría se colocó muy cerca, como para sostener el cuerpo de nuestro invitado. No pude evitar notar el aspecto físico de Rulfo. Su cara era lánguida y triste, los carrillos flácidos. Vestía un traje arrugado de color arena que le quedaba flojo. Mientras lo observaba, me acordé de que en una ocasión había sido empleado de la fábrica de llantas Goodrich, definitivamente una profesión nada romántica, y corría el rumor de que bebía demasiado. Me había enterado de que él leía idiosincráticamente y de que prefería escuchar música. Tenía una sonrisa leve y un poco retorcida. ¿Por qué se sonríe? Pensé. ¿Se estará burlando de nosotros?

Continuamos haciendo el análisis. Interpretamos el polvo como sufrimiento y culpa. Y también hablamos del abismo en el que se encontraba México. (En esa época América Latina se definía en términos de un subdesarrollo monolítico, a diferencia de la más compleja e híbrida forma de desarrollo disparejo adop-tada en años más recientes). Mientras vinculábamos el polvo y el sufrimiento, no aparté la vista de esa sonrisa suya casi imper-ceptible y decidí tomarla como un desafío. Recuerdo que en esos años no era yo muy buena estudiante pero sí muy atrevida; así que dije lo que pensaba:

–Este cuento es chistoso –dije. –¿Chistoso? –dijo Rulfo irguiendo su cuerpo. –Sí, chistoso –repetí. –¿Por qué? –preguntó Rulfo.

Entonces procedí a leer del pasaje exagerando un acento popular mexicano: “Lo llevamos a Talpa para que se muriera. Y se murió.” (Añadí, entre dientes el hijo de la chingada.) Rulfo se lanzó hacia mí, su brazo extendido, lleno de energía. Inme-diatamente el profesor Alegría lo retuvo. Todos lo notamos, pero nadie dijo nada. Sin embargo, ese simple gesto me bastó para establecer un lazo con el autor y empecé a imaginarme que (me apena admitirlo) mi impulsiva lectura del texto conduciría a una productiva discusión, fomentada por el alcohol, entre el profesor Alegría y Rulfo. Algunos días después de su visita a la clase, Rulfo se presentó ante una audiencia mucho más nume-rosa. Llevaba el mismo traje arrugado y lucía el mismo aspecto incómodo. Una vez más, el profesor Alegría estaba a su lado. Rulfo mencionó vagamente uno de sus proyectos actuales. Una profesora comentó a mis espaldas “ya está otra vez haciendo promesas, ¿cuándo iremos a ver ese trabajo?” ¡Me horroricé! ¿Cómo es posible que alguien pudiera decir eso de mi adorado Rulfo? Me pareció intolerable y no pude contenerme, le respondí algo que yo le había escuchado decir al profesor Alegría: “Rulfo dijo lo que tenía que decir, y con eso basta”.

Era verdad, Rulfo escribió poco. Pero a diferencia de otros, su trabajo tuvo un efecto profundo en el curso de la literatura mexicana y posiblemente latinoamericana. En la década de los años cincuenta se vivió la transición para los escritores latinoa-mericanos. La obra de Rulfo hizo poesía de la narración; imbuyó de política la poesía; combinó lo nacional con lo universal; se sumergió en las profundidades del bien y del mal; hizo una parodia y al mismo tiempo una reverencia al sufrimiento humano; engendró el Realismo Mágico. Gabriel García Márquez recuerda la impresión que le causó la obra de Rulfo cuando la leyó por primera vez: “Aquella noche sólo pude dormir cuando terminé la segunda lectura de Pedro Páramo. Nunca, desde la noche tremenda en que leí la Metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá — casi diez años atrás— había sufrido una conmoción semejante.” (http://conse-josdeescritores.blogspot.com)

Sí; Juan Rulfo hizo lo que tenía que hacer, cuando tuvo que hacerlo, todo con esa sonrisa torcida de él. Mi querido Rulfo, estoy segura de que yo hubiera sido tu mejor guardaespaldas.

Sandra María Benedett: Profesora de la Universidad Roosevelt.Traducción: Teresa Rosainz

Un guardaespaldas para Juan RulfoSandra María Benedett

El autor de Pedro Páramo

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24 contratiempo marzo 2009

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En un texto ya clásico y muy controversial, cuyo título es La condición humana, Hannah Arendt teje un discurso teórico en el que despliega su imaginación creadora. Ahí desarrolla y problematiza conceptos como los

siguientes: esfera privada y esfera pública, labor, trabajo, acción, vida común, mundanidad, natalidad, política, modernidad, etc. Marx es un interlocutor de primer orden en el entramado conceptual que ella construye.

Arendt aborda el asunto de la familia bajo la óptica de lo que considera “esfera pública y esfera privada”, y el mundo antiguo de los griegos constituye para ella un paradigma privilegiado de cómo habría que procesar la vida humana en términos privados y públicos. Para ella, y de acuerdo con el pensamiento clásico de los griegos, la actitud e inteligencia de los hombres que son capaces para la organización política o para vivir en la polis, o sea, ese mundo que estaba constituído espacialmente por la ciudad-Estado griega, no sólo es diferente “sino que se halla en directa oposición a la asociación natural cuyo centro es el hogar y la familia”.

La línea que separa a la familia o lo privado de lo político o de la esfera de lo público, ha quedado borrada, tristemente para ella, en la modernidad; pues dice que sobreviene una especie de “administración doméstica colectiva”. La nación o la sociedad en la modernidad son un conjunto de familias. Arendt se descon-suela por este hecho que diagnostica y dibuja con vehemencia y claridad expositiva.

El mundo de lo privado y la familia es el mundo de la natu-raleza o de lo biológico, porque ahí se produce y reproduce la vida bajo el “reino de la necesidad”. Y el tipo de actividad que exige, en la perspectiva de Arendt, el funcionamiento del hogar y la familia —en el tiempo de la antigua Grecia y nuestro tiempo— es una que se identifica con “la labor” o “lo prepolítico” y que es distante del trabajo propiamente humano. En este sentido, hablar de familia antigua o familia actual es irrelevante para ella, porque toda familia en todo tiempo y lugar desplegará funciones muy vinculadas a la animalidad o a la barbarie.

¿Es posible, en términos estrictamente humanos, justificar la esclavitud de unos hombres por otros para que unos pocos se realicen como tales?

Al parecer, ésta es la idea que Arendt desarrolla para todo tiempo y lugar y que se apoya en la aparición histórica del mundo político y libertario de los griegos, que embonaba adecuada-mente —en su opinión— con el sistema de la esclavitud. Según la autora, es la relación con los otros y las cosas las que nos hacen humanos; sin esas dos condiciones, no seríamos lo que somos. Sin esta naturaleza, que se hace presente en la familia y el trabajo esclavo, tampoco seríamos lo que somos, pero ni la familia ni cualquier tipo de trabajo son suficientes para humanizar la vida.

Ni la labor ni el trabajo ni lo social, producen “mundanidad” o humanidad. Ser mundano, para Arendt, es estar en el mundo de la acción. Lo social no es un elemento que distinga a los hombres de los animales, “por el contrario, era algo que la vida humana tenía en común con el animal”.

Arendt es contestaria de los discursos modernos que reivin-dican los mundos del trabajo y de lo social, como los de Marx y Durkheim.Pero es especialmente contra Marx que dirige su crítica. Según Marx y Durkheim, con sus diferencias, las esferas de la familia y el trabajo, por más elemental que lo fuera, sí están ligadas a la dignidad y el desarrollo humanos. Incluso, en Hegel, el antecedente teórico de estos autores, se encontrará explícita-mente que la modernidad no será sino la eclosión universal del trabajo y de la conciencia de los esclavos frente a sus amos, cuya manifestación más concreta la observará en la Revolución Fran-cesa y su secuela napoleónica.

En Marx, si el trabajo no fuera “enajenado” o “heterónomo”, sí habría plena realización humana. Para Durkheim el trabajo asalariado en la industria moderna permite que se desarrolle la especialización y que los hombres se obliguen más a la coope-ración, a la solidaridad y al intercambio de ideas. Esto dignifica la vida humana. Para Arendt, cuando los hombres y mujeres laboran son “animal laborans”; cuando trabajan son “animal faber”; cuando se socializan son una especie de “animal social”; pero en ningún caso son “homo faber”, más que cuando actúan totalmente libres y sin interferencias con los otros.

De alguna manera los discursos de Marx y Durkheim sugieren que “lo social” es un elemento que dignifica a la vida humana. En Durkheim lo social es importante, porque por ello simplemente hemos supervivido y porque en la modernidad ha adquirido una connotación casi sagrada: a la sociedad se le da reverencia directamente sin la mediación de la religión o la magia. Y si los animales en alguna forma son seres sociales, son infinitamente menos sociales que nosotros; por más religiosa o mágica que sea la vida de un hombre primitivo o por más que su vida estuviera vaciada en “la labor”, o sea, en el trabajo nece-sario que le permitiera su existencia biológica, su vida es una vida humana; se pensará a sí mismo y como grupo social de cierta manera. No es banal la frase famosa de Marx: el hombre es un ser fundamentalmente gregario. Y este fundamento humano no es naturaleza humana, es una construcción social, imaginaria, que los animales que no son el hombre no han podido ser otra cosa que naturaleza.

Aunque los hombres y mujeres hubieran estado esclavizados y sumidos en la labor del trabajo esclavo y en la esfera privada de lo familiar, siempre habrá esa diferencia radical entre “munda-nidad” y necesidad. La poesía y la filosofía en el mundo griego, no sólo eran atributos de Sófocles, Homero, Platón, Aristóteles o Sócrates; también lo eran de los hombres esclavos y de las mujeres en las familias. Sin embargo, Arendt disiente de esta formulación.

Arendt se erige en una fuerte y decidida crítica de la moder-nidad y atribuye a Marx el hecho equívoco de que la sociedad moderna hubiera podido soñar de que a partir de la labor y el trabajo los hombres y mujeres se podrían emancipar como especie y vivir una vida más digna y más igualitaria.

La idea de Marx de que “todo el laborar sea productivo y humanizante”, se adueña del espíritu de toda la época moderna en la perspectiva de Arendt. Más allá de las diferencias ideoló-gicas y políticas que uno pudiera tener con ella, su diagnóstico es contundente y conmovedor; entraña una revelación muy fina e inteligente porque está sutentada en un soporte teórico y empí-rico muy sólido, amplio y erudito; y es una revelación porque hoy se sigue pensando, en la perspectiva del gran público y de

muchos lectores ilustrados, que Marx es una persona ajena a los valores de la humanidad occidental.

Es sumamente curioso, paradójico y tal vez dramático, que Hannah Arendt siendo mujer se identifique con el mundo de la patriarcalidad y la masculinidad, atributos sobresalientes de la polis griega y del régimen esclavista de la antigüedad. En su inteligente léxico no caben las palabras propias de la matriar-calidad: solidaridad, piedad, generosidad, amor por los demás, todos educados, todos emancipados. Pero sí están los valores de la patriarcalidad: excelencia, señorío, aristocrático, lo grandioso, la valentía, dueño de sí mismo, lo epopéyico, lo racional. Sin embargo, todo el trayecto de la modernidad —incluida nuestra actualidad— se verá penetrada por estos dos órdenes de prin-cipios y la vida humana se volverá una incesante dialéctica en donde la última palabra tal vez nunca sea dicha.

Pero por más controversial y polémico que resulte este texto de Arendt, su contribución al desarrollo de una mejor inte-ligencia es inobjetable y su perfil de ser una gran pensadora es decididamente incuestionable.

Manuel Zataráin: Maestro de tiempo completo del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara, México.

La condición humana de Hannah ArendtManuel Zataráin

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El teatro Aguijón se prepara a ofrecer una nueva producción: El lunes de León Rodríguez. La pieza escrita por Raúl Dorantes y dirigida por

Marcela Muñoz, está basada en la obra de Arthur Miller La muerte de un viajante. Sin ser una adaptación, la obra mantiene la crudeza y la frescura de la original, llevada a la actua-lidad de Chicago y a los momentos históricos que nos tocan vivir. Una familia con presiones económicas y grandes problemas de comuni-cación, interactúa en una relación de espacio y tiempo: “Es que me acabo de dar cuenta que el tiempo pasa y que hemos vivido extraviados, reclamándonos por tonterías del pasado y angustiándonos con un futuro que no sabremos si será. Esa ha sido nuestra vida… Se nos olvidó que el tiempo pasaba por la calle, que llenaba nuestra casa y que salía por las ventanas. Nos olvidamos de vivir”. Eso dice Linda, la esposa de León Rodríguez casi como un ruego, lo que nos acerca a los desafíos que los personajes deberán confrontar durante el transcurso de los ochenta minutos que dura la obra.

El texto recorre varias instancias de la vida de León Rodríguez, lo que obliga a los perso-najes a revivir secuelas de su pasado y sus consecuencias en el presente. El verdadero desafío para la dirección de la obra, es llevar al espectador a distintos momentos de la vida

de los protagonistas sin desarmar el sentido del presente; y con el aprovechamiento integral de los espacios del escenario, los silencios y los contrastes, la directora Marcela Muñoz lo logra de manera efectiva y contundente. La puesta en escena es sobria, no hay referencias materiales más que los desniveles del escenario que se perciben como estados de ánimo y de tiempo. Lo que me gusta de esta obra, nos dice Marcela Muñoz, es que se puede ver nuestra actualidad, y cómo esa actualidad afecta al individuo, en este caso a León Rodríguez, un hombre aislado de su propia familia por la incomunicación, que lo llevan a divagar en medio de recuerdos de su vida y la interacción con los otros personajes. Y

Cada día es lunes en el Teatro AguijónFernando Olszanski

Siempre será tema de inmensa controversia el argu-mentar razones religiosas cuando se trata de definir nuestras creencias y convicciones políticas, morales, sociales y/o filosóficas. Los seres humanos somos cria-

turas con una tendencia natural a considerar muy seriamente estas razones; de modo que la religión es parte integral de nuestro existir. Tendencia ésta que ha dado pie al surgimiento de toda una estratificación, explicación y custodia sistematizada de estas apreciaciones del espíritu humano.

Al margen de la pregunta baladí acerca de cuál religión posee la verdad o cuál religión es la más popular y/o la ‘más benefi-ciosa’, no se puede (no se debe) ignorar el hecho histórico de que ha sido la religión una de las causas (si no, en el fondo, la única causa) de las interminables situaciones bélicas en las que se ha visto envuelto el género humano. Desde que existe conciencia histórica, social e individual la religión ha desempeñado un papel fundamental en el devenir de la existencia humana.

Islam, cristianismo, budismo, animismo, judaísmo o hinduismo; las grandes religiones del mundo moderno (con todos sus credos, creencias y ramificaciones particulares) no pueden (ni podrán) contestar la pregunta formulada más arriba. “Mira Tita, la mera verdad”, dijo uno de los personajes en la versión para el cine de la novela de Esquivel Como agua para chocolate, “es que la verdad no existe”. Comparto plenamente esa aseveración. ¿Qué es real, verdadero? ¿Son las creencias

eso es lo que pasa con el hombre de hoy: cada vez se vuelve más solitario, más dependiente de la tecnología y menos dispuesto a relacionarse con otros seres humanos.

Es la segunda vez que se repite la fórmula de trabajo entre Dorantes y Muñoz; la anterior había sido durante la producción de la obra que se presentó en el teatro Goodman durante el marco del Festival Latino de Teatro del 2008, cuando se presentó la pieza titulada Hasta los gorriones dejan su nido.

El lunes de León Rodríguez es una pieza que se permite reflexionar sobre el presente que nos toca vivir, y cómo ese presente nos condiciona y afecta de manera drástica y a veces irreversible.

del mundo occidental más válidas que las del mundo oriental? ¿Somos capaces de invertir tiempo y energía para conocer, al menos, los principios básicos de religiones que no son las que nos identifican? ¿Qué nos hace creer en lo que creemos? ¿Por qué nuestra vida (tanto a nivel colectivo como particular) se rige, fundamentalmente, por alguna creencia religiosa? Ante la incer-tidumbre de lo que ocurre con nosotros al momento de morir (y no me refiero, claro está, únicamente a la descomposición física), una creencia religiosa específica ¿nos garantiza la mate-rialización de alguna esperanza que podamos tener? Si “Dios es amor” o, para el caso, cualquier concepto que de Él se tenga, ¿por qué se actúa con tanto rencor, prejuicio, rechazo, e incluso odio muchas veces hacia quienes no comparten nuestras creencias? Y no me refiero a las atrocidades en Gaza únicamente. ¿Qué hay de, por ejemplo, los cementerios para católicos únicamente? Los fallecidos no católicos, ¿van irremisiblemente al infierno o, con suerte, al purgatorio? ¿Existen realmente éstos? ¿Por qué el Dios de los protestantes es tan diferente al de los católicos? ¿Por qué o para qué anhelamos encontrar en la religión, de forma conciente o no, alguna respuesta de Dios? ¿Existe Él?

Es inútil pretender respuestas concretas. No las hay. Lo que sí existe con seguridad (lo vemos cada día) son las diferencias abismales entre las religiones y toda su compaña de dogmas y entredichos. Diferencias que han mantenido al planeta entero en un permanente round boxístico desde casi los albores de la civili-

God Bless AmericaBernardo Navia

zación. Pero por otra parte, lo que también existe con seguridad es la conciencia colectiva por la vida y por el derecho a vivir en paz como seres humanos, no importa nuestras creencias. Éstas debieran ser reguladoras de orden, paz, respeto y progreso; no motivo de prejuicio, odio y muerte. Otra vez, no importando cuál sea la religión que practiquemos, ni dónde vivamos si creemos que Dios (o cualquiera sea su nombre) es el dador de la vida, ¿quién nos ha otorgado a los humanos el derecho a matar, rechazar, odiar o discriminar en su nombre? ¿Es la religiosidad de este país un modelo a seguir? ¿Nos garantiza ésta la tranqui-lidad y la prosperidad? ¿Somos mejores? God Bless America, ¿a nadie más? Como sociedad, ¿qué tenemos nosotros que nos haría más merecedores de las bendiciones de Dios que el resto del planeta?

Sé que cuando mis hijos me hagan estas preguntas me veré en serios aprietos para responderlas. Creo que mejor les hablaré de lo que tiendo a imaginar: “si Dios existe”, les diré, “seguro que no practica ninguna religión; además seguro que nos mira, se toma la cabeza a dos manos y se pregunta: ‘¿En qué estaba yo pensando cuando creé a éstos?”

Bernardo Navia, poeta chileno profesor en DePaul University.

El elenco está compuesto por Elio Leturia, Alba Guerra, Carlos Díaz, Nydia Castillo y Oliver Aldape. El lunes de León Rodríguez se estrena el viernes 6 de marzo y cierra el 19 de abril. Se presentará los viernes a las 8 de la noche, los sábados a las 4 y 8 pm, y los domingos a las 5.

Fernando Olszanski, es autor de la novela Rezos de marihuana.

Elio Leturia y Nydia Castillo en la nueva obra de Aguijón Theater

Alba Guerra, Carlos Rogelio Diaz y Oliver Aldape

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26 contratiempo marzo 2009

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contrafotopor Santiago Weksler

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Aislado en un monasterio de Calabria, San Bruno escribe a su modo una epístola moral dirigida a su amigo Raúl Le Verd. “Aquí en este convento, lejos del mundo y sus conflictos, sin ambiciones de gloria

o de fortuna, llevo una vida tranquila, dedicada a la contempla-ción reflexiva. Yo diría que el mío es un descanso ocupado, una inmovilidad activa que marcha firme hacia Dios. Es verdad que los contemplativos siempre son mucho menos que los hombres de acción; pero aún así son los hijos favoritos del señor”.

Con estas simples palabras comienza una historia silenciosa y oscura, que marcha paralela a las grandes tragedias que asolaron a Europa en el siglo XIV: la guerra de los cien años, la hambruna en los estados florentinos, la masacre de judíos en Mainz y Estras-burgo, la plaga de la peste, la escisión de la iglesia, las revueltas campesinas en el sur de Francia. Tomando en cuenta la dimen-sión cataclísmica de los mencionados acontecimientos, ¿qué cronista se hubiera interesado por la gesta humilde de los discí-pulos de San Bruno, que crearon la secta de los cartujos soñando con un desierto infinito donde encontrarse con Dios?

Esa gesta humilde, sin embargo, revela a plenitud esa parte velada del corazón del hombre, donde se asilan la esperanza y la piedad. Algo inaudito en un tiempo en que reinaban la codicia, la explotación, el crimen y la intolerancia, no solamente entre la aristocracia y el clero opulento de Aviñón, sino también entre las masas campesinas, que adheridas al delirio de los flagelantes exterminaron judíos por doquier. La bondad y la mesura, en esos tiempos, eran un verdadero milagro.

Los cartujos diseñaron para sí una vida tranquila y sencilla. A los abrigos de armiño de Clemente VI, a las mitras de oro de los obispos regentes de la nueva Babilonia, opusieron una rigurosa austeridad, acorde con el espíritu de Cristo. Y al trajín de la corte, a los avatares de la política, al caos de la ciudad en permanente estado de sitio, opusieron su desierto de reflexión y entrega a lo divino. Establecieron así, a lo largo de dos siglos, una gran cantidad de monasterios, siendo uno de los más notables el convento de Montrieux.

Allí fue a parar Gherardo di Parenzo, luego de batallar por un tiempo con un dilema moral que también torturaba a su hermano, el divino Petrarca: ¿Cómo conciliar los bienes mundanos, las prerrogativas concedidas por los nobles, con la austeridad que reclama el espíritu verdaderamente cristiano? ¿Cómo llevar una vida casta, cuando el pecado es la norma e incluso en el seno de la iglesia hace estragos la concupiscencia? Gherardo halla respuesta en el desierto infinito de San Bruno, se hace cartujo y se entrega a la soledad reflexiva enclaustrándose en Montrieux.

En 1347, la peste arriba al puerto de Messina y en apenas tres meses extiende el horror desde Sicilia hasta el norte de Africa, dejando a su paso una estela de horror que comienza a cubrir toda Francia. Ante la presencia cotidiana de la muerte, madres abandonan a sus hijos moribundos, doctores se esconden para evadir el contagio, sacerdotes se niegan a brindar el sacramento de la extremaunción a los agonizantes. Los entierros son masivos y no hay lágrimas sobre las fosas comunes. Es una época en que, según Bocaccio, se enfría el corazón humano.

Hubieron, claro está, unos cuantos heroicos doctores que imitaron con siglos de anticipación a un personaje ficticio: el Xenon de Opus Nigrum; y sin temer al contagio, socorrieron a las víctimas de la peste buscando inútilmente un remedio. Ni los sangrados ni las purgas ni las cauterizaciones de bubas lograron detener el paso seguro de la muerte negra. Y aquellos doctores, tarde o temprano, sucumbieron a la enfermedad y acabaron, como sus pacientes, en la tumba.

Pero un alma que no buscaba cura alguna, un alma resignada y entregada a los designios de Dios, encontró la paz en medio de la apocalíptica tragedia. Una melancólica paz que sigue al dolor infinito, una paz que surge del convencimiento de que el alma sobrevive al cuerpo y accede por su virtud a lo eterno. Tal fue el alma de Gherardo di Parenzo, que en el convento de Montrieux enterró uno a uno a los 34 monjes con quienes compartía su vida y al final se quedó solo, con su perro, mirando al vacío. Sintió entonces, por primera vez, que el cielo era distante; y que a unos

pasos apenas, en el cementerio improvisado en que antes culti-vaba flores, la vida enseñaba una verdad que hasta entonces le era ajena.

¿Cómo algo que era considerado como un misterio indesci-frable y sagrado, algo que la religión concebía incluso como algo benévolo y agradecible por cuanto transportaba a sus elegidos al reino de los cielos, podía asumir una forma tan pedestre, tan cotidianamente monstruosa? Durante el asedio de la plaga, la muerte perdió todo su prestigio, se transformó en cosa de todos los días, y la gente se acostumbró a los cadáveres apilados en las calles, a las cenas y fiestas comunales entre festines de ratas, a la pestilencia que emanaban los cementerios improvisados donde yacían cientos de cuerpos descubiertos.

Gherardo di Parenzo sintió el acoso del tedio. El tedio de sobrevivir a los otros. Y entonces contempló en frente suyo ese otro desierto, totalmente opuesto al desierto de la reflexión con que soñaba San Bruno. El desierto del aburrimiento, de la melan-colía incurable, de la súbita conciencia de que el hombre, tanto como alma es carne, y que su condición perecedera es también un infinito insondable. En este desierto las lágrimas sustituyen a las oraciones, y al tiempo que se implora a Dios se le maldice. Es el desierto del hombre, en el que tienen su lugar todos nues-tros miedos, nuestras limitadas virtudes y nuestros cuantiosos defectos; un desierto que nos aleja de Dios, pero que nos acerca, por el calvario que significa vivir, a su hijo, el crucificado.

Marco Escalante, escritor peruano.

El otro desiertoMarco Escalante

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No se arriesguen a mirar sus relojes a esta hora, vaya a ser que, sin quererlo, convoquen al maestro de los duendes, y se

desate entonces una tormenta bufa y reto-zona, de pronósticos reservados. Mejor es que juguemos sin freno, que nos dejemos ir por ahí, inocuos y vacíos, a inventariar territorios desusados y mudos. Así es que, propongo que sigamos a esa chica, le inventemos un nombre: Marión, ojos de miel, aceitunada tez, desgarbada y locuaz. Crucemos un zaguán de mediodía con sus floreros sordos; deshojemos geranios y jacintos, no nos está dado el milagro de las voces ni del tacto; sigamos solamente a la muchacha. Conjuguemos un parque con niños, buhoneros, muchachas de servicio, guardianes y un bestiario infinito de libélulas tenues que alborotan el tiempo, las frituras… y aquel señor, medio miope, absorto en su periódico de torcidas columnas o el patisuelto tajalán que duerme a la bartola, inmerso en sus asuntos, austeros y afanosos. Ojo, el sujeto en cuestión, encargado del parque y perversiones varias, se despabila de un tirón y nos advierte en vilo; nos mira sin reparos a nuestra chica

sabatina de esta fecha; se relame de gusto y, sin transición alguna, paciencia en ristre, entramos a otra zona del presagio: la hora del almuerzo, la oficina, Manuel que se aposenta en una esquina, desenrosca cantinas, pañoletas, desple-gables y—héroe de mil batallas—, el viejo corta-plumas de su abuelo se retuerce y sonríe con su insigne y desdentado tenedor al aire; mientras, la cuchara, cansada, soñolienta y pecosa, en la otra punta, se desgonza y se niega a asumirse a sí misma. Es un poema Daniela, tratando de dorar sus espaguetis; Tricia, que se deshace en maldiciones por el ajo, la cebolla y el orégano que han invadido sus minutas y sus senos filosos, petulantes. Ni se diga David, maldi-ciendo, rondando la estufita, con unos puerros mustios, en su bolsita a rayas del colmado, rallando uno y tres fósforos de madera que se encienden y se apagan de pronto, antes de llegar al mechero, preciso instante en que, como manga de viento, entra lo esperado: Lorensito y… “lo de siempre”, piensa Mónica. “Lo paró un policía”, se lleva Manuel, junto a un bocado, su angustiado pensamiento a sus adentros; y un “no hay gas” o “me caí del motor”, traspone con nosotros indigestos las paredes magenta

del olvido, trasegando canciones, sotanas y manías, porque Marión se ha ido, ya no está o regresó. Dejó de ser ella, la chica desgarbada tan sensible y manuable que deja sin aliento al sábado y sus alrededores. Sucede que hace un rato, austera y atorrante, ha trasuntado en genio, analista al dedillo de temas y renglones, conocedora indómito, fatua y contradic-torio de sí misma. Total, obviemos a esa tipo —dicen todas—, tan lerda y tan tortuoso. Salgámonos del sábado, no sigamos a nadie, no escuchemos a nadie croar con sus graz-nidos eruditos y vacuas. Abandonemos de una vez por todas la muchacho. Echemos un pie, salgamos ya. Nada de incienso, nada. Necrolo-gías, ¡zafa! Sonémonos con garbo, con pañuelo o con kleenex, circunspectos, distantes, pongá-monos la cara más cara de estos fines. Que se empine cabizbaja y dolida nuestra más sufrida y abnegada condición de oficiantes del dolor y de la pena en suplementos, novenarios y plenas. Desgarremos algo. Pongámonos a tiro del llanto, prestos a desempeñar con elegancia el papel de afligidos deudores. Pero… ¿Qué diablos hacemos aquí, tan pánfilos y lelos? ¿Qué razón nos convoca en esta casa? Bien, no me lo digan. No osen mencionar su nombre,

Intrusiones para dar cuerda al relojHan transcurrido 25 años desde la muerte de Julio Cortázar, para algunos “un trasgresor del hecho literario total”; sus famas aún andan por ahí, como

mariposas sin cartón donde clavarse. Estos párrafos son un tierno reencuentro con El lobo, a deshoras ‒como su partida (Jochy Herrera).

Por René Rodríguez Soriano

no lo nombremos. Lo queremos tanto, amamos sus diabluras, sus devaneos. Lo conocemos tanto, sabemos que anda cerca y no se ha ido; ha de estar cabriolando, descalzo y en mangas de camisa, con la más sonora de sus carca-jadas en los peldaños y pasillos más diáfanos e intemporales del absurdo y de la lluvia. Mofán-dose de nosotros, inventariándonos las poses, maquinando jugarnos cualquier trastada. No lo duden. No miren calendarios ni relojes, se lo ruego; no miren esa puerta, han tomado la casa y no hay nada que hacer afuera. Hemos convo-cado la tormenta y no es juego. Tan fresco como la primera o la última golondrina del primer día, aquí está él:

Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.Para Julio Cortázar, in cronopian

René Rodríguez Soriano es poeta y escritor dominicano.

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