Contrahistorias, nº 10, marzo-agosto 2008

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    l[rnnrargror i;-!$ Mhurmdl ii

    Imgenes del Mundo, Wehanschduung, Concepciones del Mun-do, Cosmouisiones, Visiones del Mundo, Percepciones del (Jni-uerso, MAneras de Wr y Entender la Realidad... En esta sec-cin, queremos rnultiplicar todo el tiempo las distintasmiradas que admite el anlisis de los problemas realmenteimPortdntes y fundamentales que hoy enfrentan la historiogra-fla mundial en generat, y las histoiiograflaslatinoamericana y mexicana en particuldr, pero tambin lahistoria y la sociedad en Mxico, en Amrica Latina, y en elMundo entero. Recoger siemltre las miradas crticas, abrir nue-uas entradas a los problemas, explordr incesantemente explica-ciones nuevas inditas de uiejos temdt a la uez que ensancha-mos todo el tiempo la nueua agenda de los asuntos que hacefalta debatir en el plano historiogrfico, pero tambin en losrnbitos sociales, polticos y de todo orden en general.Porque una 'fmagen del Mundo', cuAndo es realmente crtica,heurstica ! compleja, slo puede serlo a connacorriente de loslugaru cornunes dominantes, ! por ello slo como cmplice obli-gada de las miles de Contrahistorias que cada da tocan con

    ms fuerza a la puerta del presente, para liberarradicalmente los futuros de emancipacin que esds mismasContrahistorias enciercan-

    ll rnnrarlg'ror ffi MtrurrnLdt I

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    fontrahistoriaC.______ffi_Jchoacn, Yucarn, Colima, Campeche yChiapas. De acuerdo a la ProcuraduraAgraria, un gran nmero de los procesosde controversia y conflicto agrarios se con-centran en dichas comunidades, en la ma-yora de los casos por el manejo o uso delos recursos. Lo mismo sucede con los re-cursos foresrales, agua y tierras.Entre 1994 y 2005, el 22o/o de los con-flictos agrarios del pas se enfrentaron encontra de las siguientes figuras que usa elcapitalismo: Inmobiliarias, Hoteles, Cen-tros Recreativos, Centros Tursticos, Desa-rrollos Gubernamentales (expropiaciones),Desarrollos Privados, Industrias, Explota-cin de recursos naturales y Centros Co-merciales.Pero el PROCEDE y el PROCECOMno llegaron solos, sino acompaando altatado de Libre Comercio de Amrica delNorte (TLC). Como consecuencia delTLC, ks imltortaciones de mazprouenien-te de Estados Unidos se muhltlicaron por15 desde la entrada en vigor del TLCAN.A la avasalladora competencia estadouni-dense se ha sumado una "poltica ms libe-ral" del gobierno mexicano que, en el casodel ma2, ha liberalizado el mercado msall de lo requerido por el propio acuerdoy ha permitido el ingreso de rnaz transg-nico. Para Mxico, el TLCAN signific elderrumbe del agro mexicano. Ahora, nues-tro pas sobrevive con los ms de 20 milmillones de dlares que los migrantes en-van a sus familiares. La migracin, la des-igualdad, la concentracin de la riqueza enunas cuantas manos y un cada vez msacentuado desequilibrio en el comercioagrcola internacional con la agresiva aper-tura de los mercados, son sus resultados msevidentes.Pero no slo los campesinos han sufridolos efectos de esta guerra de conquista. Elcapitalismo tambin destruye y conramina

    la natualeza. Se calcula que los daos porcontaminacin de la ltima dcada alcan-zaron en nuesrro pas los 36 mil millonesde dlares. La actual rasa de deforestacines de 631 mil hectreas al ao. Tenemos elnada honroso primer lugar mundial en des-truccin de bosques. Y cada vez son menosIos manantiales de agua pura y ms losmantos acuferos conraminados. Adems,los cambios al artculo 27 posibllitan a par-ticulares no arriesgar nada, ya que no ne-cesariamente tienen que comprar la tierra,ahora pueden tener acceso a ella por orasmodalidades. El PROCEDE y PROCE-COM han abierto esta posibilidad. Ahorase pueden obtener derechos corrompiendoautoridades municipales o a representan-tes para usar tierras comunales o ejidales.Los principales grupos que han recibidodenuncias penales por afectacin a ejidos ycomunidades son: clubes de golf, parques re-mticos y cenrros tursticos. Las empresashoteleras con mayores denuncias son HotelesFiesta Americana, Sheraton, Hoteles Hihon,Holiday Inn, Hoteles Radisson Flamingos,Hyan, Presidente Intercontinental, y stastambin han recibido gran nmero de in-conformidades y quejas frente a la Profecopor discriminacin y uso de reas federa-les. En esta guerra de conquista ningunode arriba se quiere quedar atrs. Al igualque empresas especializadas en construc-cin de vivienda, las grandes empresas in-mobiliarias, buscan rerrenos para negocios.El ejemplo ms claro es la expansin de Gru-po GEO, la cual ha triplicado sus ingresoscomprando teffenos a $10 pesos el metrocuadrado y vendindolo en 9300 o hasta$400 pesos. Si antes el Estado era el aval dela produccin nacional de los campesinos,ahora se abre un gran mercado para la accindel capital en sus diferenres formas: desde elindustrial, el financiero, el comercial, el ban-cario, el inmobiliario, etc.

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    El resultado de todo este proceso es laconcentracin de tierras, primero en peque-os y medianos poseedores, posteriormen-te la tendencia indica que la tierra de me-jor aprovechamiento (recursos naturales yde explotacin turstica), se concentrar enlatifundios, empresas, corporativos y hastatransnacionales de capital nacional y decapital internacional o de ligas, fusiones,asociaciones o convenios entre ambos. Aslque, en el campo mexicano. tenemos undespoblamiento (migracin a las ciudadesy el extranjero, principalmente a EstadosUnidos) y repoblacin (traslado de traba-jadores agrcolas, principalmente de ind-genas que fueron despojados de sus tierras,a los nuevos latifundios y agroindustrias);y una destruccin (de la naturaleza, tierra,bosques, aire, agua, fauna; y de las relacio-nes comunitarias) y reconstruccin (sobrecampos antes agrcolas se erigen campos degolf, centros comerciales, hoteles y parquesde diversin).Todo bajo un nuevo orden: el del mer-cado mundial capitalista. Si no me equivo-co, eso es precisamente lo que hace unaguerra de conquista. Es decir, conquista,destruye, despuebla, reconstruye, repuebla,reordena.Hemos hablado del campo en nuestropas, en Mxico, pero estamos viendo, es-cuchando y aprendiendo que lo mismo estocurriendo en los 5 continentes. Lo que nospermite afirmar que se trata de una guerrade conquista en todo el planeta, una gue-rra mundial, la IV Guerra Mundial. Sea queen el anlisis se elija mirar "el rbol" o "elbosque", la conclusin es la misma. Perohay algo, segn nosotros los zapatistas, quehace de esta guerra algo especial. Y es quelos efectos que est produciendo en la tie-rra y el territorio, es decir, en la naturaleza,son definitivos e irreversibles. Es decir queel planeta entero est siendo destruido y no

    J[rnnLargo,;..,; Mlurndl ii

    tenemos otro lugar para vivir, as que la es-pecie humana entera es la vctima de estaguerra. Por eso decimos que es una guerracontra la humanidad.tA RESISTENCIA Y tA DEfENSA

    En la segunda parte de esta pltica, que serealizar en San Cristbal de Las Casas,Chiapas, hablarn algunos de nuestros je-fes indgenas zapatistas, y en el Encuentrode los Pueblos Zapatistas con los Pueblosdel Mundo, se escuchar la palabra de las ylos indgenas zapatistas bases de apoyo delEZLN. Ellas y ellos contarn mejor cmoresistimos y defendemos tierra y territorioen las zonas donde vivimos y luchamos, enlas montaas del sureste mexicano. Por aho-ra, slo adelantar lo siguiente:1. Para nosotros, zapatistas, pueblos indiosde Mxico, de Amrica y del Mundo, la tie-rra es la madre, la vida, la memoria y el re-poso de nuestros anteriores, la casa de nues-tra cultura y nuestro modo. La tierra esnuestra identidad. En ella, por ella y pataella somos. Sin ella morimos, aunque viva-mos todava.2. La tierra para nosotros no es slo el sue-lo que pisamos, sembramos y sobre el cualcrecen nuestros descendientes. La tierra estambin el aire que, hecho viento, b^J^ ysube por nuestras montaas; el agua quelos manantiales, rlos, lagunas y lluvias, vidase hacen en nuestras siembras; los rboles ybosques que fruto y sombra nacen; los p-jaros que bailan en el viento y en las ramascantan; los animales que con nosotros cre-cen, viven y alimentan. La tierra es todo loque vivimos y morimos.

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    all, donde el sol viste de rojo para entraren el deseo de las sombras de la noche. Deall donde la otra Sonora prepara suelos ycielos para el gran encuentro de quienes ori-ginalmente poblaron este continente. Deall, del Valle del Yaqui, de Vicam, de So-nora, de Mxico, viene una parte de estahistoria que de dolor habla, de lucha, de ma-ana. Y de alldonde las som-bras nacen lanoche y paren elsol que da ha-b de ser en supaso. De alldonde el otroChiapas prepara la palabra para hacerlapuente con otros que de lejos llegan. Deall, de las montaas zapatistas, del su-reste mexicano, de Chiapas, de Mxico,viene la otra parte de la historia que asse completa.

    Cuentan esta historia los ms sabedoresde los guerreros Yaquis, los ms mayores,los ancianos sabios. X con otras paiabras ysimbolos, la cuentan tambin los ms pri-meros de los guerreros zapatistas, los Vigi-lantes, los que lejos ven en geografas y ca-lendarios. Y cuentan todos que el mundovivi antes el terror que hoy es actual.Que ya antes apareci el Comedor deGente. El nombrado por el Yaqui comoYebua'eme.El que los mayasllaman DzulCaxln. Que su ambicin no tena llenade-ro y qe nada respetaba el Comedor deGente. Que la gente y sus modos eran de-vorados y nadase haca para impedirlo. Quecuando el Comedor de Gente reinaba, lohaca con el General Miedo a su lado y as

    el mundo dos veces lloraba: con lgrimasde miedo sollozaba, y con lgrimas demuerte gema. Que todo era destruido ydevorado. Que se perdan as personas, pa-labras, tiempos, lugares.

    l[lnnrar,g.o ]r: r: lVluomdlii

    Y cuenta la historia que el Comedor deGente agarr entonces a una mujer y larompi y la moli. Pero cuenta tambinque, antes de morir, la mujer alcanz apa-rir a dos muchachos gemelos. Como rotofue su cuerpo de la madre, el un muchachoqued en un lado y el otro uno fue a que-dar en otro lado. En uno v otro extremo dellargo camino delsol quedaron. Eluno donde el solempieza su an-dar y el otro

    donde el sol ter-mina su jornada.Aunque lejosuno de otro, los dos fueron criados por lamadre mayor, la abuela, la tierra, la madrems primera. Grande y extendida era lanaga de la abuela y con ella arrop a losgemelos, aunque lejos estuvieran uno deotro. Y de su sangre, la abuela cre ma-nantiales y de su carne rboles y frutos.Con su voz convoc a los animales paraacompaar y alimentar a los gemelos, yencomend al venado que fuera de unoa otro lado para que viera por ei bien deambos y no se olvidaran que su memo-ria era la misma.Como guerreros crecieron los gemelos,en uno y otro lado de la extendtda nagade la tierra. Y en uno y otro lado conocie-ron la historia del Comedor de Gente, y enuno y otro lado hicieron su pensamientode luchar y vencer al que tanto mal haca.La madre ms mayor, la tierra, los juntpara que acuerdo hicieran los gemelos di-ferentes. Echaron trato los dos mismos ydistintos, y a su alta casa fueron a buscar alComedor de Gente.A retarlo fueron, a echarle bronca, apelearlo. Con bravura pelearon los geme-los, en uno y otro lado. Y vencido fue elComedor de Gente. Contenta qued la

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    fotT'oHIsToRIs

    mocracta

    .ry CARLOS A. ACUTRRE ROJAS ?Fr'iSww?restatalliberal de tales recursos, b) asentar queel ndominiou es de nlas naciones originariasasentadas en sus territorios, y ndel pueblotrabajadorr, lo que es una inreresanre mane-ra de reconsrruir y dotar de significado al tra-dicional concepro de unacino, que explci-tamente deja de ser encarnado por la estruc-tura estatal, y es reemplazado por un enun-ciado que abarca al conjunto de la sociedad,conformada de manera preponderante porsus habitantes noriginarios) y sus ntrabala-doresu, c) establecer que la decisin sobre elnusufructoo de los bienes 691sss -simportar si son entregados en concesin pri-vada, explotados por el Estado, o por algunas yi-, debe pasar por la decisin de laautoridad originaria local, la autoridad delsitio donde estn asentados tales bienes, y que

    e Resulta muy ilustrativo conrrasrar esta experiencia con, por ejemplo, la rebelin y levanta-miento zaparista de 1910, cuando la proclamacin del ;plan de^Ayala' ,. prod,r;o .o-omanifiesto de las comunidades de Morelos en rebelin, y no como expiicitacin de ieivindi-caciones "al interior" de un estrucrura de agregacin ya instituida, y coiocada de anremano enuna posicin subordinada al gobierno. Igualmente, los planes, iopu..,", y discursos, quehan sido proferidos por el zapatismo -o.r.ro, en todo -o-.na han b,r..ado consrruir supropio lugar de enunciacin, por fi,rera del orden estatal.

    L ottt irJ::i.{-!i {;'" fu oiz rtiria ir {.!i,

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    es quien conserva, en ltima instancia, lapotestad de autorizar o no las actividadesproductivas, de acuerdo a sus valoraciones ycriterios, adjudicndose facultades polticaspor encima de las del Estado central, a avsde sus distintas oficinas especializadas encuestiones tcnicas y jurdicas.Esto es, las demandas contenidas en lospuntos I a 4 deI pliego petitorio, de juniode 2001, contienen una radical propuesta dereorganizacin polltica del Estado bolivia-no, que invierte el sentido del mando tradi-cional, sujetando cualquier accin econmi-aa o proyecto poltico a la decisin de lasautoridades originarias de cada localidad, esdecir, a las autoridades ms cercanas y con-molables por el conjunto de la poblacin. Sinembargo, el proyecto poltico contenido enesta manera de formular las propuestas so-ciales, aymaras y populares, lamentablemen-te no fue colocado en el centro del debate, yqued inmerso en un marco de "negocia-cin' con el Estado y con el gobierno. As,los rasgos que establecan la voluntad colec-tiva de llevar adelante un autntico Pa-chahuti, esto es, una inversin radical delorden de las cosas, y en particular, de la ca-dena de mando y de la relacin gobernan-tes-gobernados en la sociedad boliviana,quedaron entrampados en las coordenadasde la "negociacin' sindical.Se hizo evidente, durante los siguientesmeses, que desde una estnrctura y un discur-so sindical, no se pueden "negociar" los tr-minos de la transformacin radical del or-den de las cosas. Considero pues, que pese alcataclismo social que significaron los recu-rrentes levantamientos aymaras entre 2000y2O0I, esto es, a su contundente abance prtc-tico, a partir de la capacidad colectiva deirrumpir y bloquear el rerritorio, trasrornan-

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    Fzt$! nenenrrtti* ;ilido de cabo a rabo la vida cotidiana en lasciudades, el horizonte interior de las movili-zaciones no alcanz a explicitarse con sufi-ciente claridad, pese alafuerzay radicalidadde la impugnacin cilizatoria ejercida en loshechos, mediante los bloqueos de caminos, yde productos agropecuarios a las ciudades.

    Por su parte, la derogacin de la Ley 1008,la modificacin de la Ley de OrganizacinJudicial, y la reforma sugerida a la ky delServicio Militar, tal como fueron formula-das en el pliego, apuntan en el mismo senti-do. En relacin a esta ltima, resulta suma-mente interesante cmo se aborda, en mo-mentos de fuerza social, la cuestin de laconscripcin y del servicio militar obligato-rio, no por la va de su desconocimiento orechazo, sino igualmente, por la va de bus-car controlar desde los niveles comunales lo-cales, el ingreso de los jvenes dentro del Ejr-cito. Eugenio Rojas menciona que es justa-mente en nel cuarteln, en donde los aymarasaprenden masivamente a manejar armas, locual resulta importante para las comunida-des en momentos de confrontacinl0. En elpliego entonces, lo que queda claro es quelos comunarios no buscan excluirse de unainstitucin -el Ejrcito-, en la cual apren-den cosas que consideran tiles, sino que, deacuerdo a la propia lgica comunitaria, seproponen conquistar que sus miembros j-venes no queden a merced de la decisin delos mandos militares, al menos en lo relativoa la ubicacin, sino que permanezcan cerca-nos a sus lugares de origen.En relacin al segundo gran bloque dereivindicaciones sociales, es decir, las relati-vas a la ampliacin de derechos sociales parala poblacin agrafia, es muy claro que estasno pasan necesariamente por el planteamien-to de reconstruccin de un nEstado de bien-

    10 Conversacin con Eugenio Rojas, en Achacachi, Omasuyos, en marzo d,e 2006.

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    l^ontrahistoriaQv--il Jestar>, aunque pueden quedar atrapadas enel imaginario poltico heredado de la Revo-lucin de 1952. Desde mi punro de vista,tales demandas expresan, ms bien, un de-seo profundo de ampliacin de la protecciny seguridad social, sin compromererse expl-citamente con el anhelo de una forma esta-tal. Esto es, sealan el inters y ambicincoleciivos de bienestar y disfrute de derechossociales, que pueden leerse como afn demejora enlos trminos de inclusin en el Es-tado, sin demasiados cambios en su forma,dando pie a una lectura estatalista de estetipo de reivindicaciones. Pero no slo expre-san eso. Apuntan, tambin, a la posibilidadde un profundo trastocamiento de la rela-cin estatal. El problema en 2001, se centren cmo entender, comunicar y producinuevos acuerdos y consensos en torno a es-tas aspiraciones.En el tercer bloque de reivindicaciones,los puntos sobre la propiedad de la tierra, latitulacin de la propiedad, y las deudas, laposicin recogida en el Pliego Petitorio esmu;t floja, e incluso ambigua. Esto puededeberse, quiz, a que la postura de al menosuna parre de la CSUTCB sobre esros remas,consista en la elaboracin y presentacin dela Ley INDIO,Tl como cuerpo legal sustitu-to a la Ley INRA.

    Por ltimo, en lo relativo a los puntosvarios, he recogido los ms representativos,y que expresan la multiplicidad de renden-cias y ambiciones polticas existentes al inte-

    rior del movimiento, desde la clsica y leg-tima aspiracin indianista de ver consagra-dos a sus hroes como personajes naciona-les, con derecho a esrar en todas las oficinasy espacios pblicos, hasta la posrura de inte-grar y participar en los organismos electora-les oficiales de manera corporariva, etc. Elbloque de .puntos variosu, a mi parecer, ex-hibe con claridad la pluralidad de las vocesmovilizadas, y la posibilidad de la dirigenciade la CSUTCB en momentos ascendentesde la lucha social, de admitir y manrener entorno a s a esta gran gama de posturas.

    Asimismo, es importante mencionar queuna enorme debilidad para sra forma deenlace y deliberacin en movimiento, es Iadificultad que se confronta a Ia hora de in-tentar bosquejar y comunicar de manerageneral, tanto lo que la poblacin moviliza-da est haciendo, como las aspiraciones pro-fundas de la accin colectiva. Por ejemplo,al endurecerse el bloqueo de junio-julio de2001, en el Boletn de Prensa nmero 3 delComit Urbano de la CSUTCB, a la pre-gunta de nCuntos indios ms renemos quemorir, para que seamos odos y respetadospor los gobernantes?r, se argumenta nCon-uencidos dr que luchar por reconocimiento, porigualdad y democracia no es un delito, reafir-mamos que la rebelin contra el mal gobier-no se justifica...r. Es decir, el conjunto dedemandas explorado anteriormente, se con-ceptualiza como nlucha por el reconocimien-to, por igualdad y democracian, lo que es

    11 LaLey INDIO es una propuesra de reorganizacin de la tenencia de la tierra, elaboradapor los dirigentes de la csuTCB, como alternativa alaLey INRA. Hay en Bolivia, antece-dentes de la elaboracin de propuestas de ley por parte de la organizacin sindical campesina,y de la posterior presin, casi sin ningn xito, para su aprotacin. En palabras de FelipeQuispe, "la Ley Indio se opone tanto al latifundio como al minifundio, y p.oporr. formas dereorganizar la propiedad agrarii'. Declaraciones de Quispe en el Congreso Tierra Territorio,celebado en sucre, para El coneo del sur,26 de enerc de 2002. La LeIndio fue discutida encomisiones parlamentaias durante todo el to 2002, y finalmente, fire presentada al Con-greso boliviano en octube de ese ao, pero no consigui ser aprobada.

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    Brtn rt**t t* .ji:muy til para explicar lo que sucede a lapoblacin urbana, pero que al mismo tiem-po constituye la consagracin de una autoli-mitacin para la expresin de los mltiplescontenidos propios.

    Aurotomil, SoBERANA, Esnoo y puEBLosINDGENAS: RIGRISAR A UN ANTIGUO DEBAII,

    Con las ideas contenidas en el "Pliego de 45puntos de 2001" en mente, pasemos a re-flexionar, de manera ms general, sobre al-gunas dificultad.es para entender y plantearlas aspiraciones de transformacin polticadel Estado boliviano, desde Ia perspectiva delos comunarios aymaras en lucha. La radi-calidad de los bloqueos de 2001, as como lafuerza social adquirida en2003, cuando trasderrocar a un presidente "masacrador", seinstal en el debate pblico la cuestin de larecuperacin de los hidrocarburos para elpueblo boliviano, nos sita en la cuestinsobre los posibles caminos para avanzar dela resistencia a k emancipacin.Una posible va para esre rrnsito, consis-te en proponer qe necesaliamente hay queir "de la resistencia al pode".t2 Ya sea por lava electoral, o por caminos extra-institucio-nales, algunas posturas polticas sugieren yemprenden los pasos necesarios para hacer-se del aparato gubernamental, para ocuparlos principales cargos polticos pblicos, su-giriendo que hacia ahl conduce el mpetutransformador de las luchas sostenidas des-

    de abajo. A mi juicio, el problema de laemancipacin de los pueblos indgenas, re-basa con mucho Ia cuestin de la ocupacin,temporal o no, de los cargos pblicos, poralgunos representantes indgenas. Entremoscon cuidado en la discusin.Durante casi todo el siglo )O(, las cues-tiones relativas a los pueblos indgenas estu-vieron ausentes del debate poltico delaiz-quierda. Ya no digamos lo relativo a las pers-pectivas polticas de sus luchas. Ms bien,fueron los distintos Estados-nacionales losque abordaron Ia "cuestin indgena', me-diante etnocidas proyectos de inclusin su-bordinada de los pueblos indgenas en lanacin dominante, a travs de una oscilantecombinacin entre indigenismo proteccio-nista y represin. Por su parte, en el pensa-miento de izquierda clsico, predomin latemtica de la conformacin y consolidacinde los incipientes "Estados socialistas",confrontando el asunto de los diferentespueblos que habitaban en determinados te-rritorios, bajo el paraguas genrico denorni-nado "cuestin de las naciones oprimidas".El tema volvi a merecer atencin despusdel levantamiento zapatista de 1994, y lanocin fundamental que se inscribi en eldebate poltico fue la de la autonoma.Por otra parte, la pesada herencia de unsiglo plenamente estatalizante, donde la mis-ma idea de revolucin qued anclada a la"toma del poder del Estado" -si5ss-,para desde ah acometer su supuesta destruc-cin ylo desplazamiento para la construc-

    12 En el caso boliviano, sta lue la postura sostenida por el Movimiento al Socialismo (MAS),al menos desde comienzos de2002, cuando el partido cocalero se preparaba para participaren las elecciones generales de ese ao. Posteriormente, tras su exitosa llegada electoral algobierno a finales d,e 2005, el MAS y algunas otras corrienres de la izquierda tradicionallevantan la consigna "de la resistencia al poder", como idea central de la perspectiva pollticade las luchas sociales emprendidas desde los pueblos indgenas. El zapatismo, por orra parte,persevera en el empeo de abrir perspectivas polticas distintas, que no pasen por la ocupa-cin de los cargos pblicos y gubernamentales del viejo aparato de Estado.

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    {^ontrahistoria(.v___I_scin de "oo" Estado, ahora sociaLista, sbs-cureci profundamente la nocin de ernan-cipacin, relegando, adem's, a la periferiadel debate terico, la idea de autonoma. Enese contexto, la polmica contemporneasobre las perspectivas polticas de transfor-macin estatal, desde los pueblos indlgenasde nuestro continente" se vio atrapa.da, des-de sus comienzos, en una dicotoma aparen-temente insalvable y excluyente: la diagra-mada entre autodeterminacin -lelda enclave nacional-, o indusin en el Estado-nacin ya existente.13

    En relacin a la primera posibilidad lacuesdn de la autodeterminacin --{e lospueblos y/o naciones indgenas-, al ser le-da en clave estatal-nacional, compromete aquienes la sustentan a buscar la conforma-cin de nuevas naciones, escindindose delEstado al que anteriormente pertenecan,pues bajo el conjunto de premisas admiti-das implcitamente, slo las naciones tienenel derecho a la autodeterminacin, ylo ejer-cen a travs de "Estados", que son los titula-res nicos de la "soberana nacional".ra Porsu parte, la segunda posibilidad, que versasobre los trminos d inclusin de los pue-blos indgenas en el Estado existente, sta seha conducido a lo largo de la ltima dcada

    por dos cauces distintos: o bin se promue-ve una vaca poltica de reconodmiento I con-sagracin formal d derechos en los mltiplescuerpos normativos del Estado, sin prestaratencin alguna a la posibilidad real de ejer-cicio de tales prerrogativas, supuestamenteconsagradas legalmente, o bien se avanza porel carnino de la autonomta de hecho, madiantela cual, los pueblos indgenas recupen partede sus prerrogativas polticas sobre los asun-tos locaes ms importantes, en dura con-froruacin con el Estado.La mayor dificultad para esta segundaopcru s que el ejercicio de la autonomade hech'o, por lo general y a la corta o a Ialarga, oloca a los pueblos indgenas ante lanocesidad de ransformar el conjunto de laestrucfujra e$tatal, de ampliar sus propios es-fuerzos a.uroemancipadores. Y es ah, justa-mente, donde una lecturadela aspirarin dza.utonomdy eutodcterminacin d.e hs paeblnsindgenas, por fuera y m all de los marcosde comprensi.n nacional-estatales, permitevolver a pensar lo relativo tanto a la emanci'pacin, como a los caminos de transforma-cin poltica de la relacin estatal.Segn lpez Brcenas,r5 la autodeterrni-nacin polticay material de los pueblos in-dgenas no necesariamente requiere ser le-

    rr En Bolivia, desde finales del siglo XIX, cuando ocurri el levantamiento de Zare \X4llka.en.d contexto de la llamada Guerra Federal, y a 1o largo de todo el siglo )O(, o bien se hanimplementado polticas parciales de etnocidio inclulente, como las tmidx polticas indigeniras de los aos treinta, o los esfirerz os de inclusin subordinada posreriores a la Revolucin de1952, o bien se produjeron rebeliones indianistas contra la inclusin subordinada en el Esta-do naiional-colonial, tendienres, justamente, a romper el colonialismo inrerno. Dejando, sinernbargo en el centro del problema, la cuestin de la creacin de un Estado propio para lasnadones y pueblos indlgenas originarios.ra En el:erso de las luchas aymaras, a lo largo de 2001, se implement un contradictorioproycto, q-re al mismo tiempo, empujaba la construccin de un partido polltico legal paraparticipar sn elecciones -----el MIP-, y alavez produca un discurso radical, reivindicando ah "nacin almrara", y defendiendo su derecho a fundar su propio Estado, el Qullasuyu.'5 'lcrz Brcenas, Fancisco, Autonomas indgenas en Amrica Ldtina, COAPI-MC Edito-reo, Mxico, 2007.

    "t loc '

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    da en clave estatal-nacional. Es decir, hablarde autodeterminacin no remire, obligada-mente, a algn tipo de autodeterminacinnacional encarnada en un Estado. Segn 1,es posible que los sujetos de la autodetermi-nacin sean los pueblos indgenas, que ejer-cen, de facto y tendencialm enre tambin dejure, su autonoma. Esta postura tiene unavigorosa potencialidad para la transforma-cin de los Estados, por ejemplo, en mareriaagraria o de recuperacin de los recursosnaturales, tal como se hizo evidente en lasprimeras pginas de este trabajo, aJ, analizarel "Pliego de los 45 punros".Esto es, que si para pensar la autodeter-minacin de los pueblos indgenas, se aban-dona la perspectiva nacional-estatal, y se asu-me la postura del derecho a la autonoma delos pueblos indgenas, por ejemplo, en ma-teria de propiedad, gestin y usufructo de latierra, del agua o de los derns recursos na-turales de propiedad y uso comn, entoncesel principal camino para emprender la recu-peracin colectiaa delo anteriormenre expro-piado, saqueado, estatalizado o privatizado,no consiste; ni nica ni principalmente, enpromover la promulgacin de una nuevareforma agraria a nivel nacional, esratalmenredirigida, sino que ms bien, el asunto de fon-do se traslada hacia el nuevo titular real de Iaautodeterminacin, los pueblos indgenas,que en ejercicio de su autonomla, definensus variados modos de acceso, uso y disfrutede todo aquello ofrecido gratuitamente porla Pachamama.En este senrido, la autonoma no consis-te ni nica ni principalmente en no tener

    memoabllj* i n ,i

    relacin con el Estado, sino en impugnar demanera sistemtica las decisiones tomadasdesde ah que vayan en conrra del interscolectivo, y en escapar, inclaudicablemente,de sus cauces normativos y de sus formatosinstitucionales. Slo as se puede, por lo de-ms, vislumbrar maneras que permican re-definir los posibles trminos de inclusin deIos pueblos indgenas y de otros grupos, seg-mentos y clases sociales en el Estado. Sloequilibrando los derechos individuales conlos derechos colectivos de los pueblos, estoes, defendiendo los derechos de las perso-nas, y regulando/limitando los derechos sur-gidos de la propiedad de las cosas, la posturade la autonoma puede abandonar las varia-das y crecientes trampas de la economa delreconocimiento formal de derechos, que he-mos conocido en el ltimo periodo liberal.Y esto, para centrar la arencin en el ejercicioconcreto ! particular de tales derechos y atri-buciones econmicas, sociales y polticas delos propios pueblos, los cuales, slo poste-riormerrte, van encontrando maneras de co-dificacin legal.La cuestin central de todo el razona-miento anterior, est en la subversin de losmarcos conceptuales modernos, estatalizan-tes, liberales, en los que por lo general hansido planteadas las cuestiones polticas: eltitular, el sujeto de la autodeterminacin nonecesariamente ha de ser algn tipo de Esta-do-nacin, y el reconocimiento de derechosciudadanos no puede comprometrnos conla defensa de los "derechos propietarios". Oms bien, con la "propiedad sin obliga-cin",te tal como se expresa esta crtica en la

    i, ,riJi,

    16 La vida productiva de las comunidades andinas ms vigorosas, se organiza en torno alconjunto de obligaciones con y anre la comunidad que cada unidad domstica riene, y cuyocumplimiento garantiza la permanencia del derecho a cultivar la tierra y a usufructuar losbienes colectivos. La "propiedad", o ms bien, el derecho a poseer y usufrucrua! es derivadodel cumplimiento de cierras obligaciones ante los dems. No al revs. En este sentido, unaformulacin que los comunarios utilizan para criticar el sistema econmico y poltico moder-la *t njrvti,- ,Jr r,J," "fT;:;? i otrt nltzlt ir itiirt

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    ContrahistoriaQ-E_Jregin andina. Si el Estado ha de transfor_marse, slo los pueblos indgenas, en ejerci-cio de su autonoma poltica y material, pue-den ser los legtimos sujetos de la autodeter_minacin, y slo esos mismos pueblos, demanera colectiva, pueden regular las obliga_ciones que emergen de la propiedad de lascosas. A partir de esta inversin, que ena_a una profunda ambicin de transforma-cin estatal, que bien podemos llamar eman-cipativa, las perspectivas polticas cambiande lugar, y se abren nuevas posibilidades, enmedio de la tensin creciente entre anhelosemancipativos desde los pueblos indgenasy formatos de gobernabilidad, progresista oreaccionaria, en marcha.Si dejamos de ver al Estado como un con-junto de instituciones, en y con las cualesgestionar nuevos trminos de inclusin in_dividual, para poner atencin a la relacinentre el gobierno y la sociedad, esro es, enrreel_conjunto de personas que ejercen rempo-ralmenre el mando poltico en un pals, y elconjunto de los habitanres que viven, pro_ducen y luchan en 1, la perspectiva de la au-tonoma poltica y material de los pueblosindgenas abre nuevas venranas, y sealamltiples vas emanciparivasrT. La aurono_ma poltica y material de los pueblos ind-

    genas, se convierte en una especie de bisagraentre el mando poltico y la sociedad llana,codifica los trminos de una relacin no su-bordinada, para realizar, paulatina y caure-losamente, el desmantelamiento del ordennormativo e institucional heredado, y el pre-dominio econmico y poltico de los pro-pietarios, el capital y las corporaciones ans-nacionales.A rruEne DE coNclustN

    Durante las luchas bolivianas entre 2000 y2005, tres fueron los torrentes ms vigoro-sos de movilizacin y levantamiento indge-na y popular, que hicieron colapsar el ordendel mando poltico, y abrieron la discusinsobre las vas para la recuperacin social delos bienes comunes: la insurgencia aymara,desde el entramado comunitario andino dela regin occidental del pas; la insurreccinurbana y rural de Cochabamba, conocidacomo Guerra del Agua, que produjo unanovedosa forma organizativa denominada"Coordinadora de Defensa del Agua y de laVida"; y la perseverante lucha de resistenciacocalera, sostenida por un denso tejido sin-dical, en defensa del derecho a sembrar y

    no.y liberal, es que se basa en la "propiedad sin obligacin". una reflexin ms detallada sobretodo esto, la he realizado en mi texro, Gutirrez, Rquer, "Forma comunar y f..;; riu.ra .poltica' en Pluriuerso. Teora poltica Boluiana, Ed. bomuna, Lapaz,200l.17 Leyendo el contenido de las luchas aymaras de esta manera, encuentro similitudes importan-tes -pese a las profundas diferencias de cada experiencia-, con la manera.n q.r. .r, ir4ri.olas comunidades insure*as de chiapas, er EZL, y el conjunto de pueblos indgenas articura-dos en el congreso Nacional Indgena, plantearon t'".r.o lo. debares e san Adrs como la LeyIndrg.ena. El nudo jurdico de dicha fropuesta consista en instituir, en el cuerpo legar delEstado mexicano, el reconocimiento de los pueblos indlgenas ..como instituciones de derechopblico". En conrrasre con ello, en la contrarefo.-" Iidlg..r" de 200r, a los pueblos se lesconsider "como entidades de inters pblico", expropindolas, por le de la caliad de sujetoslegales titulares de autodeterminaci'y autonoma. ob.. .rto puede revisarse, Gmez, Mag-da, "La autonoma en la atesala: la paz inconclusa (el caso mexicano, 1995_2003)" en Esc_zaga, Fabiola y Gutirez, kSy* !:r.r?::to indgena en Arnhica Latino, ,rri,trnria 7 prol,rrtoabernatiu o, UAM-UACM-BUAP-CEAM-GDF-I; pablos, Mxico, 2005. +t:a t;!.'.2;: ;* :.-i+ "fffi'j" i ..ry r,:iz;i; i.i.ilt

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    ';];i1: m*m+re*iri*

    comerciar la hoja de coca, derecho agredidopor sistemticos araques policiales y milita-res, en el marco de la llamada "Guerra con-tra las drogas".A lo largo de todos esos aos de lucha fuenotoria la tensin, permanente y creciente,entre una perspectiva'(comunitaria-popular",y otra ms bien ceida a un horizonte "na-cional-popular". Desdoblar y distinguir loscontenidos pollticos generados, precisados yexpuestos en las recurrentes oleadas de lu-chas, puede resultar til, en general, para pen-

    sar las posibilidades de transformacin polti-c desde la lucha social, indgena, comunitariay popular, en contra y ms all del Estado.Para reflexionar sobre la perspectiva "co-munitaria-popular" de la lucha social boli-viana, contrasto lo postulado desde los levan-tamientos, cabildos y bloqueos aymaras, conalgunos de los hilos con los que Ren Zava-letars caracteriz lo "nacional-popular" enBolivia, como horizonte de las luchas socia-les hasta principios de los aos ochenta. Eleje de Ia idea de ZavaLeta, segn la lectura deLuis Thpia,te consiste en poner arencin a laforma y calidad del vnculo entre el Estado yla sociedad, y a los mltiples modos en quecada uno se presenta frente y contra el/la otro.En contraste con ello, considero que loms importante de la propuesra comunita-ria-popular, es la reformulacin de la rela-cin entre el gobierno y la sociedad, reconfi-gurando y renegociando los mbitos de au-tonoma y la desconcentracin del poder,como estrategia fundamental para reorgani-zar la rekcin estatal, entendida como pacto

    de convivencia admisible. Con esta idea ge-neral como nocin bsica, considero que enlos tres torrentes de las luchas bolivinas re-cientes, es posible enconrrar elementos nti-dos -en los objetivos explcitos de las ac-ciones colectivas en ciertas ocasiones, en lasformas de lucha empleadas para conseguir-los, en las prcticas asociativas ensayadas eny m:s all de las luchas, en las modalidadesorganizativas y deliberativas inauguradas-,que desbordan ampliamente la perspectiva"nacional-popular", como horizonte polticode los esfuerzos de movilizacin comunes.Entonces, si en cierta medida el horizontenacional-popular consiste en la re-definicindel vnculo entre el Estado y la sociedad ci-vil -con toda la heterogeneidad conexa alcaso boliviano-, instaurando una serie demediaciones, a fin de establecer modos m-nimamente satisfactorios de inclusin eco-nmica y poltica de la heterogeneidad so-cial, en una toralizacin poltica abarcativay tendencialmente igualitaria, esto es, si elhorizonte nacional-popular puede entender-se como la aspiracin social generalizada dedotarse dr y representarse colectiuamente en unEstado nacional incluyente y democrtico,las luchas bolivianas del 2000 al 2005 reba-saron dicho horizonte, y ambicionaron yensayaron la conformacin de enlaces y sin-tonas polticas distintas, autorregulativas,novedosas, no exentas de dificultades, I so-bre todo, carentes de formas de expresin ycomunicacin comprensibles y claras, msall de consignas negativas de gran radicali-dad ("guerra civil", "refundacin del Qulla-

    18 Zavaleta, Ren, Za nacional-popahr en Boliuia, Ed. Siglo XXI, Mxico, 1986.te Luis Thpia presenra el "programa de investigacin ' de zavaleta, sealando que "la esrrate-gia de explicacin (. ..) consiste en estudiar las relaciones de articulacin entre el Estado y lasociedad civil, no de manera esttica, sino en trminos de proceso", Thpia, Luis, La produc-cin dl conocimiento local. Historia I poltica en la obra de Ren Zaualeta, Ed. Muela delDiablo Editores , La Paz, 2002, pg. 336.1$Hsoii iilr,r :;iiili"i: it i.!i,: '| rc97 tr, ".a *lrti .1t, .)it

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    ContIi istoria$suyu", "reapropiacin social de los bienescomuns", "Asamblea constituyente sin in-termediacin partidaria", etc.).En este sentido, la expresin ms pulidade la perspectiva comunitaria-popular detransformacin de la relacin estaral, enren-dida como pao de conuiuencia a ser renego-ciado, en medio de una era de pachakuti, seexpres en el Pliego Petitorio del pacto In-tersindical durante los bloqueos de 200 I . Endicho documento, se presentaron formula-ciones que impugnaban y 'volteaban desdeadentro y abajo, hacia afuera' el orden pol-tico dominanre, pues lo que se pretendla, erasujetar las decisiones de los de arriba, en re-lacin a los recursos comunes, a las conside-raciones y aprobacin de las autoridades co-munitarias locales. Este ambicioso progra-ma, de por un lado impugnacin del carc-ter privado y/o esratal de la propiedad, comonicas opciones posibles, colocando en elcentro de la discusin poltica lo relativo a la'propiedad colectiva", y por orro, de radicalinversin de los trminos del ejercicio delmando polltico, vaciando al llamado .podercentral" de toda posibilidad de imposicin,consdruye la formulacin rrs lograda delhorizonte utpico comunirario-popula ci-mentado en la exhibicin orgullosa de lapropia fuerza, y en la defensa intransigentede la autonoma local.

    Adems, estas formulaciones se sintoni-zaron, enrre 2000 y 2002, de manera bas-tante fluida, con la perspectiva ms moder-na y urbana, popular-comunitaria, de laCoordinadora del Agua y sus esfuerzos porinverti de manera variada y polifnica, larelacin de obediencia entre gobernados ygobernantes. Poniendo en el centro de ladiscusin y disputa poltica la cuestin so-bre quin finalmente decide sobre las cues-tiones que a todos incumben, la Coordina-dora abri una va de entendimienro -noxenro de dificultades-, con las perspecti-vas comunirarias de las luchas altiplnicas.Sin embargo, las posibilidades expresivasy transformadoras de la perspecriva comu-nitaria-popular, en virrud tambin de suspropias dificultades e inconsistencias inter-nas, van quedando tendencialmente captu_radas, al menos por ahora, dentro del ho-rizonte nacional-popular, sobre todo trasla llegada de Evo Morales a la presidenciade la Repblica. El dilema boliviano en laactualidad, con todo su dramatismo, vuel-ve ms exigente que antes, la reflexin so-bre las posibilidades de emancipacin ytransformacin poltica de la relacin es-tatal, desde los saberes y prcticas de lospueblos indgenas.

    Ciudad de Mxico, diciembre de 2007.

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    lz ottt ttituit d.e {.)it 'fil? L {.rtrtl $irrr} r/, i:io

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    f) Penrna Crmrrrnrun S,CURnpo LA INDIArevisa su istora cofwiaf

    mem.tn,)riz . " @LEI siguimte artculo fue pubtricedo m espaol, por el diario Le MondeDiplomatique. Edicin Colorrhia, en su nmero defebrcro e 2006,en Ias pginas 32 y j3, en 4 *aducchn realizada por LucaVaa.Ahora Contrahistorias Ie racata ?ara sus bctores, en el nimo dcolaborar en k ms anptria dW" de aquellos trabajos d k conimtehind d los historiadores suhalternos, qe no han sucunbida a htenible y kmentabe drfu posmoderna que una parte de estaimltortante corriente bistariogrfca ha suf,ido desde hace ya uarioslastros. Pues pensalltos qae aab k pena acercarse con rns cuidado alestud.io d esta corriente, pero estando siempre alertas para sE)arar susobras y sus tesis ntieas e innoaadoras, dz aqrclks otras limimdmenteposmodernas, y por enc inacionalistas y banalrs. Lat notas rettantes, sonfu k ediein original m espaol recim mmcionada.

    n junio de 2005, durante la visitade Shri Lal a Paquistn, KrishnaAdvani, presidente del partido hind dederecha -el Bharatiya Janata (BJP)- y l-der de la oposicin en el Parlamento indio,pretendi que el padre fundador de Paquis-tn, Muhammad Ali Jinnah (1876-1948),se habra manifestado algunos das antes dela independencia de ese pas, en agosto de1947, a favor de la igualdad de derechos c-

    vicos y religiosos para todos los paquista-nes, musulmanes, hindes o cristianos.Para Advani, ese discurso probara que Jin-nah era partidario del laicismo. Esta ob-servacin suscit un verdadero terremo-to dentro del BJB que siempre le imput aJinnah la responsabilidad principal por la di-visin del subcontinente segn fronteras religiosas. Por su audacia, Advani acaba de per-der la direccin de su partido.r

    * Profeso del cente for Studies in Social sciences, de calcuta. Autor de communi4r Gendaandwolence,subalternstudiesXl,columbiauniversitypress,200l;yde witting2onsototttAsian History and Society, Subaltern Studies VII, Oxford Universiry press, Delhi, 1994.tA fin de diciembre de2o05, Advai renunci a sus funciones como presidente del BJp porla presin del sector de los ultraconservadores.

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    l^ontrahistoriaC.v il JAlgunos das ms tarde, al recibir el ttu-lo de Doctor Honoris Causa en Oxford, elprimer ministro Manmohan Sing declarque aunque el reinado colonial britnico enIndia haba dado lugar a una explotacin in-tensa, tambin haba aportado algunos be-neficios: las instituciones del Estado de de-recho, un cuerpo profesional de funciona-rios, una prensa libre, universidades y labo-ratorios de investigacin modernos.2 Estediscurso desencaden a su vez un fuerte de-bate. Para unos, el Primer Ministro ensucila memoria de los mrtires de la indepen-dencia, mientras otros vean en sus afirma-

    ciones un signo de la nueva confianza en smisma de la nacin india, capaz de exami-nar, sin falsa vergenza, el verddero balan-ce de su pasado colonial.Pero esto no es todo. La reivindicacinque hace el Consejo de administracin delos lugares de culto sunitas, de un derechode propiedad sobre el clebre Tj Mahal deAgra, monumento del paffimonio confiadoa la Autoridad Arqueolgica de India, susci-t una tercera polmica. La organizacnsunita afirma que en su origen, bajo el Im-perio Mongol, la tumba revesta un carcreroficialmente religioso y que, desde su cons-truccin en el siglo XWII, all se rezan ple-garias todos los viernes. No se tratarla, en-tonces, de un monumento histrico, sino deuna mezquita. Esta reivindicacin ha sidocuestionada por varios historiadores que es-tudian los archivos del Imperio Mongol. fu,es posible que la controversia en torno a lalegitimidad del derecho de propiedad del Es-

    tado sobre los lugares de culto de importan-cia histrica dure bastante tiempo.Pero el debate ms incendiario de estosltimos aos se produjo acerca de los ante-cedentes histricos de la mezquita de Ayod-hya, una pequea ciudad del norte de In-dia,3 donde han estallado muchos inciden-tes violentos entre hindes y musulmanesqug causaron miles de muertos, y en dondeuna sucesin ininterrumpida de batallas po-lticas y jurdicas ha provocado la cada devarios gobiernos. A todo ello se agregan in-numerables debates, de alcance regional o na-cional, relativos a los manuales escolares, losmonumentos, las pelculas y novelas hist-ricas, los festivales, los ritos, la bandera y elhimno nacional... En resumen, la vida p-blica india est inmersa en controversias his-tricas. El trabajo de los historiadores estahora inevitablemente influenciado por estapresencia de tales problemas en los mediosde comunicacin, y por ello no hay nada desorprendente en que las diferentes corrien-tes polticas se apropien de estos debates.

    tA HISIORIA'SUBALIERNA"Hace treinta aos existan en India dos gran-des escuelas de historiografia moderna. Una,principalmente integrada por investigadorescon base en Cambridge, vean en el nacio-nalismo indio el esfuerzo de un puado dehombres provenientes de las elites autco-nas para aduearse del poder, apoyados enlos vnculos tradicionales de casta y de co-

    2 Sobre la revisin de la historia colonial en el Reino Unido, vase Seumas Milne, "Rehabili-tation du colonialisme", Le Monde diplomatique, Pars, mayo de 2005.3 Vase Christophe Jaffrelot , "Llnde enrre les mains du nationalisme hindouo, y TeestaSetalvad, ol-es nationalistes hindous, menace pour la dmocratie,, Le Monde diplomatique,Pars, junio de 1998 y julio de 1997, respectivamente.

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    munidad, con el fin de sublevar a las masascontra el colonizador britnico. Opuestos aesta tesis, los historiadores nacionalistas in-dios sostenan que las condiciones materia-les de la explotacin colonial haban prepa-rado el terreno para una alianzaentre las di-ferentes clases. El papel de los lderes habrasido entonces el de organizar la lucha comnpor la Independencia.En los aos ochenta del siglo veinte, apa-reci una tercera corriente de pensamiento,con la creacin del grupo denominado de los'estudios subalternos', de inspiracin "pos-colonial".a Basndose en los trabajos del mar-xista italiano Antonio Gramsci, estos histo-riadores criticaron tanto a la escuela de Cam-bridge, como tambin a la escuela naciona-lista, acusando a la primera de elitismo colo-nial, y a la segunda de elitismo nacionalista.sEllo a partir de afirmar que ambas corrienteshabran reducido el movimiento anticoloniala las acciones de una elite, sin dar luga niuna ni otra, a las acciones polticas autno-mas iniciadas por las clases "subalternas".

    Desde entonces, las interpretaciones de lahistoria moderna de India han estado ins-critas en el marco de esos tres enfoques con-tradictorios. ljn tema de debate esencial hasido el papel de las masas campesinas den-

    tro del movimiento nacionalista. Para los his-toriadores de los estudios subalternos, lasclases dominadas, como los campesinos y losobreros, se incorporaron en muchos casosdentro de los mbitos del espacio pollticonacionalista. Sin embargo, tambin es ver-dad que, en muchos otros casos, se negarona participar dentro de estos espacios o se re-tiraron despus de haber aportado un apo-yo inicial, a pesar de todos los esfuerzos delos dirigentes nacionalistas. En resumen, losobjetivos, las estrategias y los mtodos pol-ticos de las capas sociales "subalternas" erandiferentes de las que tenan las elites. Y el na-cionalismo de las elites no era igual al de lascapas "subalternas".La primera fase del trabajo de los estu-dios subalternos estuvo dominada por eltema de las revueltas campesinas, estudiadasen diferentes regiones del sur de Asia y endiferentes periodos, a partir de las propiasfuentes campesinas.G Pero stas eran muyescasas. De todas maneras, al releer desde elpunto de vista de los campesinos rebeladoslos documentos oficiales -los infbrmes re-dactados por los funcionarios-, los histo-riadores "subalternistas" revelaron que estosdocumentos podan arrojar una nueva luzsobre la conciencia de los rebeldes.

    a Los estudios "poscoloniales" estn dirigidos a una reevaluacin de la historia de los pases quefireron alguna vez colonizados, rewaluacin realizada fuera de los macos conceptuales que hansido heredados de las respectivas naciones colonizadoras. Los 'estudios subalternos' indios seinscribieron en esta tendencia, privilegiando el estudio de lo vivido por la llamada "gente sinimportancia" (Nota de la Redaccin de Le Mond Diphmatique. Edicin Colombia)5 Ente las doce recopilaciones de ensayos publicados hasta ahora, puede rnencionarse: Rana-.jit Guha (ed.), Subabern Studies I-VI (Oxford Universiry Press, Delhi, t982-89); David A-nold y David Hadiman (eds.), Subabern Sndies WII, (Oxford University Press, Delhi, 1992);Shahid Amin y Dipesh Chakrabarty (eds.), Subaltern Studies IX (Oxford Universiry Press,Delhi, 1996); Shail Mayaram, M. S. S. Pandian yAjay Skaria (eds.), Subahern Stadies XII(Permanent Black, Delhi, 2005).6 La obra emblemtica de estos estudios es Ranajit Guha, Elementary Aspecx of Peasant Insur-gency in Colonial India, Oxford Universiry Press, Delhi, 1983.

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    -*Tambin, mosrraron que loj historia_dores elitistas, aun cuando tuviesen sim-pata por la causa de la Independencia ode esas luchas campesinas, ignoraron loselementos ms poderosos y significativos

    de la conciencia "subalterna',, iehusndo-se a tomar en cuenra lo que haba, desdesu punro de vista, de mtico, de ilusorio,de milenarista o de utpico dentro de lasmismas acciones de los rebeldes, o en orrocaso, intentando buscar en ellas una ex_plicacin "racional" y finalmente reducto_ra de todos estos elementos. La consecuen_cia, a veces involunraria, fue la integracinforzada de los rasgos heterodoxol de lalucha de las clases subalternas dentro delmarco de anlisis racionalista correspon_diente a la conciencia de la elite. La hlsto_ria autnoma, o ms bien los rasgos dis_tintivos de la accin subalterna sobre lahistoria, fue de este modo compleramenteocultada por esra historiografia.Los anlisis realizados por los estud.iossubalternos, sobre la resistencia campesi_na en la India colonizada, consrit,lrr..o.,as un reclamo amargo .., .ortr" da l"poltica nacionalista burguesa. El Estado-Nacin poscolonial, haba incorporadoefectivamente a las capas subalrernas den_tro del espacio imaginario de la nacin,pero las haba mantenido separadas delespacio poltico real del poder del Estado.En su primer periodo, este trabajo crtico fuecomparado con frecuencia con el de los his_toriadores marxistas britnicos, que propug-naban una "historia desde abajo,l com"oChristopher Hill, E. p. Thompson o Eric

    ? G_af2trl CfafavorV Spivak, "subaltern Studies: Deconstructing Historiography',, en Ra-najit Guha (ed'), Subahern studies IV (oxford u,riu..rif press, elhi, tgtSrl,'i.'2,-is-ez,;G' c' Spivak' "can rhe subairern Speak?". .n crry iron y Lawrence crossberg (eds.),Marxism and the Intetpretation of cutnre (u";u.rrif 'orltti.,oi, p."rr, urbana, Illinois, 19Bg).i;: *tt ti;,zy! !.{tiit: .fil"j" i ein t:i:i,z :it ..i1,.,

    ContrahistoriaC.----r

    A partir del quinto y sexro volumen de lacoleccin titulada Subaltern Studies, Estu_dio^s_Subalternos, publicados en 19g7 y1989, naci una nueva orientacin. Secomenzaba a admitir, de manera muchoms seria que anres, que las historias de la"subalrernidad" eran fragmenrarias. dis-persas e incompletas, y que la conciencia

    Hobsbawm, o tambin otros investigadoresdel grupo de los History \T/orbshops.T-Pero los historiadores .,subalternistas,' senegaban a adherir a la ortodoxia histori_cista, segn la cual, todo lo que haba pa_sado en Occidente se reproduci." n...-sariamente en India. Rechazaban el mar_co de la "modernizacin" como argumen_to explicativo obligatorio de la hisioria delos pases que haban sido colonizados. Lasdoxa establecidas, incluidas tambin la delas historiografas liberales-nacionalistas yla de ciertas visiones marxistas, les inspi_raban el mayor escepricismo. Sus trabajosacusaban de falsedad a aquella ,..r,".r,de escribir -y por lo tanto tambin de6s5ui- la historia de la India moder_na como una simple concrecin de la mo_dernidad, tal y como la haban imaginadolos grandes tericos del mundo oc-.id.n_tal. Esta resisrencia, visible desde los co-mienzos de los estudios subalternos, roma_r ms tarde la forma de una defensa delas "modernidades diferenres,'.

    TEIOS DE [A MODERNTDADOCCIDENTAT

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    t. ' 1l srzffiqrttllia

    "subalterna" estaba dividida, compuesta deelementos extrados tanto de las vivenciasde las clases dominantes como de las do-minadas. De la misma manera que los sig-nos de autonoma manifestados por laspersonas comunes en los momentos derebelin, las formas de la conciencia "sub-alterna", sometidas al rgimen cotidianode la subordinacin, se volvieron un obje-to de estudio. Pero una vez inscritas estascuestiones en el orden del da, la historia"subalternista" ya no poda limitarse al es-tudio de las revueltas campesinas. La cues-tinya no era "cul es la forma autnticade la 'subalternidad'?", sino "cmo estrepresentada?", tanto en el sentido de "re-presentada" como de "figurada'. A conse-cuencia de lo cual, se produjo una modi-ficacin de los objetos y de los mtodosde investigacin.(Jna vez sealada la cuestin de la "re-presentacin de lo 'subalterno"', se abritodo el campo de la difusin de los cono-cimientos modernos en la India colonial.Problemticas como la gobernabilidad co-lonial, el sistema de educacin ingls, losmovimientos de reforma religiosa y social,y el auge del nacionalismo fueron someti-dos a nuevos cuestionamientos. Las inves-tigaciones se centraron en el Estado mo-derno y en las instituciones pblicas, gra-cias a las cuales las ideas de racionalidad yde ciencia, as como el rgimen modernodel poder, fueron difundidos en la Indiacolonial y poscolonial. Dicho de otra ma-nera, instituciones como la escuela y launiversidad, los diarios y las editoriales,los hospitales, los mdicos, los sistemas desalud, el censo, los procesos de produccinindustrial, las instituciones cientficas y losmuseos se convirtieron en objetos de es-tudio de la escuela crtica.lJna tesis importante, que apareci du-rante el ltimo periodo en y alrededor de

    los estudios subalternos, es la de las mo-dernidades alternativas o hbridas. Estatesis parte de la difusin de las ideas, delas prcticas y de las instituciones de lamodernidad occidental durante la coloni-zacin. En el marco de la teora clsica dela modernizacin, la historia de la moder-nidad en los pases colonizados es invaria-blemente percibida en trminos de retra-so o de recuperacin. Segn la clebre fra-se del historiador Dipesh Chakrabartestas sociedades parecen haber sido asig-nadas, de una vez para todas, "a Ia sala deespera de la historia'.Ahora bien, la pretensin universaliza-dora de la modernidad occidental ocultael hecho de que, como toda historia, es elfruto de condiciones locales. taspuesta aotras pocas y lugares, ser necesariamen-te modificada por las diferentes condicio-nes locales. Qu ocurre cuando los ele-mentos de la modernidad occidental seadoptan en otros lugares? Toman formasdiferentes y nuevas, que ya no pertenecenal original? Y en caso afirmativo, debe-mos ver en esos cambios otras tantas alte-raciones? Otras tantas brechas con rela-cin a un tipo ideal? O bien sern, por elcontrario, ejemplos legtimos de una mo-dernidad diferente?Defender esta ltima posicin equivaleal mismo tiempo a "provincializar Euro-pi', y a afirmar Ia identidad de otras cul-turas, en el mismo momento en que stasparticipan en la supuesta universalidad dela modernidad. Dipesh Chakrabarry GyanPrakash y Gayatri Chakravorty Spivak, porejemplo, han explorado diversos aspectosde este proceso de "traduccin" de los co-nocimientos, de las tecnologas y de lasinstituciones, esforzndose por mostrarque el encuentro entre formas occidenta-les de la modernidad y culturas no occi-dentales colonizadas, no ha sido la simple

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    ContrahistoriaC.__6_Jsuperposicin de una sobre las orras, y noha terminado en formas corrompidas odefectuosas de la modernidad.s podra,ms bien, haber dado nacimiento a for_mas de modernidad en las cuales la marcade su diferencia sigue siendo todava hoyobjeto de luchas de poder.Las intervenciones de los historiadoresposcoloniales han aportado nuevas pers-pectivas sobre las controversias contempo-rneas en India, por ejemplo sobre el sis_tema de castas, la posicin social de lasmujeres, o la cuestin de los lugares deculto. En este ltimo mbito, el debate haestado tradicionalmente polarizado entrelos hinduistas chauvinistas, por un lado, ylos sosrenedores del laicismo por el otro.Pero las investigaciones poscoloniales de-mostraron que la oposicin entre laicidady comunalismo no equivala a una oposi_cin entre modernidad y rerraso, ya queambas posiciones polticas estn firme-mente enraizadas en el campo estatal y po-ltico moderno.

    ESTADO Y AUTONOMACon estrategias diferentes, ambos grupospersiguen en realidad el mismo objetivo,que es la consolidacin del Estado-Nacinmoderno. Las dos estrategias siguen sien_do elitistas, pero recurren a dos modosdiferentes de representacin y de apropia_cin de la "subalternidad". Frente ".rro,bjetivos elitistas rivales, los grupos sub_

    alternos de India preparan, cada uno a sumanera, estrategias independientes.Esto tambin es cierto en lo que hace alas casras. La poltica referida a ellas se hamodificado desde los aos noventa del si-glo pasado. El fundamento "religioso,' deIas divisiones en casras ha desaparecido to-talmente del debate pblico. En la actua-lidad, los conflictos esrn cenrrados casiexclusivamente en las posiciones elativasocupadas por cada una de ellas frente alEstado. El debate para saber si la perte-nencia de casra debe ser reconocida comocriterio de discriminacin positiva reflep,tambin en esre caso, dos estrategias elitistasde represenracin y de apropiacin de losubalterno: una que privilegia la igualdad deoportunidades y la meritoc racia, y orra quepreconiza un periodo de discriminacin po-sitiva para compensar los siglos de privacinsufridos por las castas inferiores.Los propios grupos subalternos, en susluchas por la justicia social y el reconoci-mienro, elaboran diversas estrategias diri-gidas al mismo tiempo a garantizar su au-tonoma, mientras aprovechan las posibi-lidades ofrecidas por el Estado.e Alianzasestrargicas entre las castas medias e infe_riores y otros grupos oprimidos, como porejemplo las minoras religiosas o tribales,han dado lugar a victorias electorales sig-nificativas. Pero con la emergenci" d. nul-vas elites polticas entre las capas ,,subal_ternas", la cuestin de saber "quin repre_senta a quin" y "con qu propsito" seplantea con nueva agudeza.

    8 Gyan Prakash, Another Reason, princeton universiry press, princeton, 1 999; Gayatri chakra-f".ttf fl1ak, A critique of postcolonial Reason, Harard, Universiry ir..rr, r_.iag ,- rggS,Dipesh chakrabarry, prouinciahzing Europe: postcoronir rhough; nn nrrorii-Blfrrrorr,Princeton Universiry press, 2000.e Shail Mayaram, M. S.S. pandian y Ajay Skaria (eds.), Subabern Studies XII, op. cit.i *;:; ,tlz:Lr * C!i; "fil"j" Lz qta ttr;:ia:lt {.1o

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    ffi1*mere**wi* ffiLa tercera cuestin gira en rorno a laposicin social de las mujeres. En un sen-tido, todas las mujeres que viven en unasociedad patriarcal ocupan una posicin

    "subalterna". Y sin embargo, la mujer po-see tambin una identidad de clase, de"razi', de casta y de comunidad. Por lotanto, de la misma manera que es legti-mo analizar la subordinacin de las muje-res en una sociedad regida por los hom-bres, tambin es necesario detectar la ma-nera en que la construccin de las relacio-nes sociales de gnero se hace ms com-pleja por la interaccin entre las identida-des de clase, de "taza", de casta y de co-munidad. Los debates recientes se han cen-trado en los movimienros de reforma so-cial del siglo XIX, y sobre todo, en los des-tinados a garanrizar mejor los derechos delas mujeres en un contexto regido por lapoltica del Estado colonialista y por lasfuerzas nacionalistas. Los escritos feminis-tas que vienen de la esfera de influencia"subalternista", han cuesrionado la perti-

    nencia de un programa de reformas jur-dicas decididas en la cumbre, sin tomar encuenta la necesidad de reformar las estruc-turas efectivas del poder patriarcal, quesiguen prosperando dentro de las comu-nidades locales, despreciando las leyes.r0A causa de sus ramificaciones, los es-critos recientes de los historiadores indios"subalternistas" han alimentado la histo-riografta de la modernidad en otras regio-nes del mundo, tambin colonizadas en sumomento, con debates sobre el naciona-lismo y las relaciones sociales de gneroen Medio Oriente, por ejemplo, o sobrelas luchas polticas de los campesinos y delas poblaciones indgenas de Amrica La-tina. Habiendo emigrado de Italia a In-dia, la idea de una historia de lo "subalter-no" produjo un enfoque crtico de la his-toriografa moderna, que puede llegar a serun instrumento frtil para volver a con-ceptualizar, en todas partes, viejas ideasmodernistas como "nacin", "ciudadana'o "democracia".

    10 Nivedita Menon (ed.) Gendr and Politics in India, oxford university press, Delhi, 1999;Flavia Agnes, Law and Gender Inequality: The Politics of Vomen! Righx in India, Oxforduniversity Press, Delhi, 2001; Nivedita Menon, Reeouering subuersion: Feminist politics Be-yond the Law,Petmanent Black, Delhi, 2004.

    la otra mircrl r/, ctr, "fi;;? Lt atr niya de (.[!o

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    Ha sido publlcada recientemente la tracluccin al espaol dellibro cle lmmanuel Wallerstein, Universalismo Europeo. EI dis-curso del poder, por la Ecltorial Siglo XXI cle Mxico. Invitamosa nuestros lectores a buscar y leer esta interesante obra del crea-dor cle la perspectiva del 'anlisis de los sistemas-mundo'.El libro de Carlos Antonlo Aguirre Roias, Chiapas, Planeta Tie-rra, ha sido reeditaclo en Argentina, por parte de la Eclitorial Pro-historia, cle la ciuclacl de Rosario. Tambin fue reeditaclo en Co-lombia, por parte cle las Ecliciones Desde Abajo, cle la ciudad cleBogot, e igualmente en Venezuela, por la Funclacin Eclitorial ElPerro y la Rana, de la ciuclacl de Caracas. Con estas tres edicio-nes, este Iibro llega ya a su quinta edicin en espaol. Invitamosentonces a nuestros amigos argentinos, colombianos y venezo-lanos, a adentrarse tambin en la lectura cle esta interesante obra.

    las Edlclones Desde Abaio, de Colombia, han publicaclo el li-bro de lmmanuel Wallerstein, La crisis estructural del capitalis-rno, inicialmente eclitaclo por nuestra Eclitorial Contrahistorias, yque ahora se encuentra completamente agotado en Mxico. Noscongratulamos cle esta reeclicin, que permitir una ms ampliactifusin de este libro tambin en Colombia.

    J$Hlsi,: ,ttt; ;;szd,

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    A finales de cliciembre cle 2OO7 y prin-cipios de enero cle 20O8, se celebr enChiapas el Tercer Encuentro cle los pue-blos Zapatistas con los Pueblos clel Mun-do, ahora declicaclo a la experiencia clelas mujeres neozapatistas. All fue posi-ble clescubrir las propuestas cle un Femi-nismo realmente inteligente y anticapi-talista. Las ponencias ya estn clisponi-bles en el sitio cle 'Enlace Zapatista'.

    Nuestra Eclitorlal Contrahistorlas pu-blic el libro de Carlos Antonio AguirreRojas, Mancfar Obedeciendo. Las leccio-nes polticas del neozapatismo mexica-no. La primera eclicin, cle 1OOO ejem-plares, se agot en slo dos meses, yahora est circulando Ia primera reim-presin, la que nuestros lectores pue-clen encontrar en las libreras habituales,o con la cacla cla ms extensa red cleamigos de Confrahistorias.

    La red de amigos de Contrahistorlassigue creciendo, tanto en la ciuclacl deMxico y en la provincia mexicana,

    nuestras publicaciones, Vivianne y Lauraen Francia, Fabio Venancio en Brasil, Eu-genia en EI Salvador, Jos Antonio enCosta Rica, Maciej y Joanna en Polonia yDavicl en Austria. A toclos ellos, y a to-dos los ms antiguos miembros cle la reclcle amigos cle Confahstorlas, nuestroms protunclo agraclecimiento. lgual-mente, expresamos nuestro agradeci,miento especial a Toms por el apoyoque nos ha daclo en la construccin ymantenimiento del sitio en lnternet cleContrahistoras, as como en Ia elabo-racin cle distintos posters de los even-tos que hemos organizaclo o coorgani-zado en los ltimos clos aos.

    La situacin que se vive hoy cla en Chia-pas, es cada vez ms preocupante. Esten marcha una clara ofensiva guberna-mental, de los gobiernos Fecleral, estataly municipales, en contra cle las clignascomuniclacles indgenas neozapatistas.La total ausencia cle declaraciones cleFelipe Calclern respecto clel problemachiapaneco, junto al trabajo sucio cle losiclelogos de Nexos, para clesresponsa-bilizar al gobierno mexicano por el cri-