Clase # 10. Las Adicciones

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1 Detalles del post: Acta clase # 10 - LA NOSTALGIA Y EL TRAUMATISMO 03.11.07 15:15:43, Categorías: Noticias , 1725 palabras Acta clase # 10 - LA NOSTALGIA Y EL TRAUMATISMO Seminario 2008 — 1. Facultad de Filosofía y Letras — UNAM Clase # 10, 31 de octubre de 2007 LAS a — @ — A—DICCIONES La DÉCIMA clase del seminario de la Facultad de Filosofía y Letras estuvo dedicada a continuar discutiendo el tema de las a—@ — A dicciones en el mundo contemporáneo, tema que comenzamos a tratar en la clase # 9. Lo esencial de la aportación que pudimos hacer estuvo en la integración de las primeras concepciones freudianas sobre el funcionamiento anímico en relación con las aportaciones recientes y sorprendentes de la ciencia contemporánea del cerebro. Fue necesario recordar una aportación fundamental de Lacan a la siempre incompleta, siempre en revisión, lectura de Freud. En el Seminario VII, dedicado a LA ÉTICA EN EL PSICOANÁLISIS, Lacan muestra y hace central en sus argumentaciones la importancia de una noción que hasta entonces había pasado desapercibida en el discurso freudiano: das Ding (la Cosa). Él no sólo la encuentra en Freud sino que también la importa desde el discurso filosófico en relación con la Cosa en sí kantiana, lo real imposible de representación e imagen, y las consideraciones de Heidegger en DIE FRAGE NACH DAS DING (La pregunta por la Cosa). Esa Cosa es el objeto de la nostalgia más absoluta. Es el claustro o es la madre en tanto que perdida para siempre e irrecuperable por la barrera representada por la Ley. Expresa el mito de un estado de presencia absoluta y el pasaje de la bienaventuranza (Nerval, Proust, autores ya tratados en este seminario) a un estado de desesperación irremisible por la ausencia de ese estado. De la Cosa sólo

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03.11.0715:15:43, Categorías: Noticias, 1725 palabras  

Acta clase # 10 - LA NOSTALGIA Y EL TRAUMATISMO

Seminario 2008 — 1. Facultad de Filosofía y Letras — UNAM

Clase # 10, 31 de octubre de 2007LAS a — @ — A—DICCIONES

La DÉCIMA clase del seminario de la Facultad de Filosofía y Letras estuvo dedicada a continuar discutiendo el tema de las a—@ — A dicciones en el mundo contemporáneo, tema que comenzamos a tratar en la clase # 9.

Lo esencial de la aportación que pudimos hacer estuvo en la integración de las primeras concepciones freudianas sobre el funcionamiento anímico en relación con las aportaciones recientes y sorprendentes de la ciencia contemporánea del cerebro.

Fue necesario recordar una aportación fundamental de Lacan a la siempre incompleta, siempre en revisión, lectura de Freud. En el Seminario VII, dedicado a LA ÉTICA EN EL PSICOANÁLISIS, Lacan muestra y hace central en sus argumentaciones la importancia de una noción que hasta entonces había pasado desapercibida en el discurso freudiano: das Ding (la Cosa). Él no sólo la encuentra en Freud sino que también la importa desde el discurso filosófico en relación con la Cosa en sí kantiana, lo real imposible de representación e imagen, y las consideraciones de Heidegger en DIE FRAGE NACH DAS DING (La pregunta por la Cosa). Esa Cosa es el objeto de la nostalgia más absoluta. Es el claustro o es la madre en tanto que perdida para siempre e irrecuperable por la barrera representada por la Ley. Expresa el mito de un estado de presencia absoluta y el pasaje de la bienaventuranza (Nerval, Proust, autores ya tratados en este seminario) a un estado de desesperación irremisible por la ausencia de ese estado. De la Cosa sólo se sabe por el grito, por el desamparo, por la distancia irrevocable que se ahonda para siempre entre el sujeto y el objeto primordial de su deseo. La Cosa es el modelo que orienta las búsquedas posteriores del sujeto. En tanto que el retorno a la Madre está prohibido y que es, a la vez, la meta absoluta, todos los objetos que ulteriormente se podrán encontrar estarán marcados por una diferencia con respecto a la Cosa. A esa pérdida forzada, originaria, y al estado de carencia absoluta, lindante con la muerte, sigue la experiencia de ser acogido y salvado por el otro auxiliador. Sin él no habría para el ser en ciernes posibilidad de sobrevida. Es lo que Freud llama la experiencia de satisfacción: el Otro aporta un apoyo y el sujeto realiza una acción específica que le permite pasar de la desesperación a la calma. Freud planteaba al principio tanto a la acción de nutrirse como al acto sexual como ejemplos de esa acción específica.

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De la experiencia original del desamparo, del grito, del auxilio, de la acción específica, quedan trazas mnémicas, marcas en la memoria, que orientarán la marcha del sujeto por el mundo tratando de repetir, ante cada estado de tensión, ese modelo que aporta una satisfacción. Eso es el deseo que pretende recuperar una percepción perdida, aunque nunca olvidada, que está en la base del funcionamiento inconsciente. Es la llamada por Freud identidad de percepción a la que sólo puede accederse de manera alucinatoria.

Años después, el fundador del psicoanálisis descubre la sexualidad infantil y las condiciones por las que las experiencias y fantasías relacionadas con ella sufren el destino de la represión de sus representantes psíquicos y quedan localizadas en el inconsciente. Por su parte, las acciones y las fantasías relacionadas con la función nutricia no participan de ese carácter inconsciente. De allí la división de las pulsiones, la primera, entre pulsiones de autoconservación y pulsiones sexuales, siendo sólo éstas las que interesan al psicoanálisis.Luego vendrá la segunda teoría pulsional, pulsiones de vida y de muerte, que suplantará a la anterior.

¿Cómo se articulan estas consideraciones con el tema de la adicción y en particular la adicción a drogas?

Freud creó el mito, que tiene todas las apariencias de responder a una realidad fundamental, de los orígenes de la vida y la inscripción inicial indeleble de una experiencia de placer absoluto que se inscribe en la memoria y se transforma en un modelo y en un camino para la búsqueda de todas las satisfacciones ulteriores. Que el año en que escribe este texto que quedará depositado en los cajones del escritorio de su amigo Fliess sea también el año en que abandona el uso de la cocaína no es quizás una mera coincidencia. La construcción de la experiencia de satisfacción como el placer que orienta las acciones del organismo por encima de todas las demás opciones es sorprendentemente similar a lo que nos describen los investigadores del cerebro: las sustancias adictivas, en particular la cocaína y las amfetaminas, producen un cambio en los circuitos neuronales del cerebro y particularmente inciden sobre los modos de registro de la memoria porque liberan un cierto neurotransmisor, la dopamina, que sale de ciertas neuronas y se queda en la sinapsis por un tiempo mucho más largo que lo que se puede conseguir en las experiencias espontáneas del organismo. Sucede que la liberación de esa dopamina en el nucleus accumbens que conecta la corteza prefrontal con la amígdala y con el hipotálamo se acompaña de una sensación subjetiva de placer que es proporcional a la dopamina liberada y al tiempo que el neurotransmisor perdura en las sinapsis antes de ser recapturado por las neuronas.

Los organismos quedan prendados de las experiencias que provocan placer (o que evitan el displacer) y tienden a repetir el proceso que los llevó a conquistar esas experiencias hedonistas incomparables con las que ofrece la vida cotidiana.

¿Reduccionismo biologista? De ningún modo. Los ratones no encuentran ni cocaína ni amfetaminas para preferirlas a cualquier otra recompensa como

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sucede cuando unos humanos interesados en estudiarlos les suministran esas sustancias. Que los ratones se hagan dependientes de las drogas (no “adictos”, porque ellos nada dicen) es un efecto perverso del lenguaje en el que están instalados los investigadores. Por lo que sucede a los ratones así pervertidos es que podemos entender que esta oportunidad de la droga que permite escapar al matrimonio con el pipí (Lacan) sea atractiva para millares de nuestros contemporáneos en el tiempo en que son condenados a la a—A—@ dicción.

Freud hablaba de la “distribución de la libido” que generaba un sistema de ecuaciones y de preferencias, y hablaba también de “fijación” y de “regresión” pulsional en función del principio del placer al que consideraba soberano hasta que descubrió que existía un “goce” más allá del principio del placer que hacía al sujeto preferir lo no conveniente y hasta lo doloroso. (Cf. “El problema económico del masoquismo”. Pudo vislumbrar también que el alcohol y ciertas sustancias químicas podían procurar al sujeto una relación de satisfacción perfecta en la medida en que la botella es para el alcohólico una manera de escapar a las demandas del Otro y también del ideal del yo. Fue Simmel en 1930 quien dijo por primera vez esa humorada de que el superyó es la instancia de la personalidad que es soluble en alcohol.

Si la drogadicción consiste en ese “secuestro” de los sistemas de recompensa que funcionan en cada individuo y si sus mecanismos son los de la memoria que aspiran a retrotraer al sujeto a un estado anterior, comprendemos la relación que existe entre estos avances científicos y las tesis analíticas.

Se plantearon también en la clase otros temas: a) la adicción es la pérdida de la libertad para prescindir de una sustancia o de una actividad que resulta dañina según la percepción del propio sujeto que querría librarse de ella; b) es misteriosa todavía la razón por la cual la sustancia más mortífera de cuantas usa el ser humano, la nicotina, no va ligada a liberación de dopamina ni a sensaciones de placer particularmente intensas; c) lo que lleva a reconocer que hay un placer, el único que verdaderamente mueve al adicto (no al consumidor ocasional) que es el de evitar el displacer, la desesperación, la agonía de verse privado de la sustancia de la que depende; d) que la producción artificial de estos “paraísos” que ofrece la química, es decir, la ciencia, y que es promovida por la industria farmacéutica tanto como por el crimen organizado, terminará por producir sustancias cada vez más eficientes, cada vez más potentes, en el cumplimiento de la función de apartar al ser que habla del mundo del discurso; e) recordamos un caso clínico (no psicoanalítico), el de William S. Burroughs jr., el hijo del gran escritor y drogadicto del mismo nombre que fue autor de YONQUI (Anagrama) y de ALMUERZO DESNUDO (Corgi). El chico, que llegó a escribir dos novelas autobiográficas, tuvo una trágica vida y un ominoso y prematuro final que no puede desligarse en ningún momento de cuanto sabemos de la vida de su padre, y f) adelantamos el tema de nuestra próxima clase: la SUBLIMACIÓN como forma que puede serlo también de la a—dicción y que consiste, según la definición de Lacan, en “elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”.

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Esa clase será dictada el día 14 de noviembre pues, debido al Congreso de Filosofía de Mazatlán, el día 7 de noviembre no habrá clase.