Caminopropio Nº 20
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Corriente Causa Popular En la senda de Manuel Ugarte, Arturo Jauretche,
Jorge Abelardo Ramos y Juan Domingo Perón
mbre de 2009
Edición Digital
Sumario:
Biografía del descubridor del oro negro en Malvinas
Por Federico Bernal
De Afganistán a Malvinas
Por Enrique Lacolla
Cuando un Pinedo entregó las Islas Malvinas a un marino inglés de 23 años
Por Roberto Bardini
El Movimiento Obrero y el modelo sindical argentino
Por Carlos “Chino” Fernández
La auténtica beata Laura Vicuña Pino
Por Pedro Godoy
Caminopropio por La Patria Grande
No alcanzaremos nunca a pagar nuestra deuda con Haití
Por Víctor Ramos
Cuando Argentina violó el territorio de Haití
Por Florencia Pagni y Fernando Cesaretti
Noticias en Caminopropio: Quinta a fondo. Actos en Lobería y Miramar
Comunicado de prensa de la CCP sobre Malvinas
Carta Abierta a la Presidenta de la Nación – Reunión de la Corriente
Causa Popular con el Secretario Gral. de la Presidencia Dr. Oscar Parrilli
CORRIENTE CAUSA POPULAR En la senda de Manuel Ugarte, Arturo Jauretche,
Jorge Abelardo Ramos y Juan Domingo Perón
Caminopropio Nº 20
Marzo de 2010
Biografía del descubridor del oro negro en Malvinas Por Federico Bernal
Colin Phipps fundó la empresa que explotará el petró-
leo malvinense. Con ese fin había explorado las Islas
en 1975.
Es esta una muy sucinta biografía de un Indiana Jones de origen inglés
que, por Arca Perdida y Santo Grial, prefirió hacer de su botín la más va-liosa y auténtica de las riquezas, por cierto muy abundante en la periferia
atrasada: el petróleo. Si el Indiana cinematográfico (al momento se filma-ron cuatro series) fue contratado por un empresario estadounidense para
encontrar y arrebatar el Santo Grial, allá por 1935 y en la ex República de Hatay (hoy Turquía); si un año
después fue contratado por el go-bierno estadounidense para descu-
brir el Arca Perdida en algún lugar de Egipto, hurtarla y llevársela a
Estados Unidos, nuestro Indiana inglés y ficción aparte, fue contra-
tado por el gobierno británico en
1975 para investigar la supuesta presencia de petróleo en las Islas
Malvinas. No obstante y a diferencia de Indy (apodo del personaje ficticio represen-
tado por Harrison Ford), el de carne y hueso no esperó ser contratado por ningún empresario para embarcarse en su próxima aventura. Como buen
súbdito de la Corona, la empresa la creó él en 1996, justamente para hacerse del petróleo malvinense que él mismo había detectado un par de
décadas atrás en su viaje de 1975. El resultado fue Desire Petroleum, una de las ocho operadoras que en la actualidad exploran (y en breve explo-
tarán) un mínimo de 6.475 millones de barriles de petróleo de reservas probadas en el off-shore malvinense. Para que el lector se haga una idea
de la significación de estos volúmenes (según estiman las operadoras in-volucradas), el petróleo en Malvinas más que triplica las reservas certifi-
cadas de nuestro país (1.987 millones de barriles a diciembre de 2008
según la Secretaría de Energía de la Nación). Regresemos ahora al prota-gonista de esta historia, al Indy real, al Indy inglés.
Colin Phipps nació en 1936 y falleció en 2009. Se recibió de geólogo y con
honores en la University College of London, en 1955. Gracias a una beca otorgada por Shell, se doctoró en la Universidad de Birmingham, especia-
lizándose en hidrocarburos. Desde el año de su desaparición física, el por-
tal oficial de Desire Petroleum le dedica un jugoso obituario. Repasemos las líneas más reveladoras: “Si bien Colin será recordado por muchas co-
sas, ninguna lo destacará más que el hecho de haber sido pionero en la conformación de un sector petrolero independiente para el Reino Unido.
En 1957 ingresó a Shell como geólogo, donde estuvo cerca de siete años trabajando en Holanda, Estados Unidos y Venezuela. En 1964 dejó la
compañía y se dedicó a la actividad privada como consultor. En 1972 fundó Phipps Oil y en 1973 Clyde Petroleum, esta última, pieza estratégi-
ca para el desarrollo petrolero en el Mar del Norte. Un año más tarde in-gresó como parlamentario por Dudley West, un condado del centro de In-
glaterra. A mediados de la década del setenta, participó de una seguidilla de delegaciones parlamentarias enviadas a las Islas Malvinas. Pero Colin
regresó siempre al Reino Unido, donde siguió trabajando en sus empresas y consultora.
Sin embargo, su instinto petrolero le confirmó el potencial hidrocarburífe-
ro del off-shore malvinense. Al llamado a licitación para la exploración pe-trolera en el mar alrededor de las islas [rondas convocadas por los kelpers
en 1995, N.A.], Colin respondió fundando Desire Petroleum. Gracias a ella se hizo acreedor de un número importante de licencias, en 1997. Un año
después, las primeras perforaciones [Shell y Amerada Hess, N.A.] arroja-ron esperanzadores signos de petróleo y gas natural aunque no en canti-
dades comerciales. Con la debacle de la industria internacional del petró-leo entre 1998 y 2004, la mayoría de las compañías exploradoras aban-
donaron las islas. Pero Colin continuó creyendo apasionadamente en el potencial del área y su determinación de mantener Desire a flote. Cuando
las oportunidades para incorporar inversores repuntó, Colin juntó dinero para avanzar con las tareas de prospectiva primero y perforación des-
pués. Desafortunadamente, no vivió para ver realizado su sueño de en-contrar hidrocarburos en cantidades comerciales en las Malvinas”. Hasta
aquí el obituario. En adelante, una ayuda memoria que este indignado ar-
gentino dedica al autor del obituario en cuestión, y por supuesto, al señor Phipps.
Con la caída del precio internacional de la lana entre 1974 y 1980, el PBI
de las islas cayó un 25% (The Falklands/Malvinas Case. Robert Laver, 2001). A la crisis económica se le sumó una de tipo social, producto del
aislamiento, lo reducido de la colonia y el abandono político por parte de Londres. En uno de sus reportes sobre Malvinas, Phipps describe esta
problemática como una “realidad de una inacabable dieta de cordero, cer-veza y rum, con entretenimientos ampliamente limitados a la borrachera
y al adulterio, condimentados con ocasionales incestos”. O Gran Bretaña se movía para salvar a las islas y sus habitantes, o no habría más reme-
dio que ceder a los reclamos argentinos. Fue así que el gobierno británico decidió enviar una seguidilla de misiones a Malvinas con el objetivo de
relevar y comprobar la presencia de recursos naturales comercialmente
explotables, reemplazando así y progresivamente a la lana como medio
fundamental. Como se mencionó, una de estas misiones estuvo integrada
por Colin Phipps. Ya de regreso a la Pérfida Albión en 1977, el Indy inglés presentó un informe con los resultados de sus muchos viajes titulado:
Prospecto sobre el desarrollo de hidrocarburos. Allí señaló que si bien no pudieron comprobar la existencia de petróleo, sí lograron establecer la
presencia en el mar de un número de cuencas sedimentarias con alto po-tencial. Pero no fue esto lo más destacable. También explicó que la zona
investigada brinda el “tipo de posibilidades que la industria del petróleo, dificultades políticas aparte, desearía explorar en la década del ochenta.
Según los acuerdos internacionales comunes un país tiene derecho a con-siderar el área hasta un límite de doscientas millas de su costa como pro-
pia área de interés económico.[...] En defecto de un acuerdo, las islas Malvinas (si fuesen británicas) [sic], podrían otorgar licencias sobre áreas
fuera de la disputa” (Petróleo, Estado y Soberanía. Federico Bernal, 2005). Promediando el final, Phipps recomienda que “ningún paso sea
adoptado para explotar el petróleo hasta que el problema argentino sea
resuelto” (Bernal, Obra Citada).
En la actualidad, con las Islas bajo dominio británico y honrando lo visio-nario y pionero de su presidente póstumo, Desire Petroleum se apresta a
explorar la Cuenca Norte, la más promisoria de todas, con el 60 por cien-to, unos 3.900 millones de barriles, de las reservas probadas contenidas
en el off-shore malvinense. El Indy inglés, o más apropiado aún, el pirata Phipps dispone de sus licencias, sabe de la rica presencia de petróleo y
avanza con la última fase exploratoria. Su hijo Stephen, principal accio-nista de Desire, invita a futuros inversores y recluta al nuevo y necesario
personal en estos términos: “Las Islas Malvinas cuentan con una pobla-ción de 2.900 habitantes; se ubican a 480 kilómetros del punto más cer-
cano de América del Sur. Fueron descubiertas en 1592 por el HMS Desire [navío de la armada británica, N.A.]; presentan un clima similar a la loca-
lidad de Aberdeen en el noreste de Escocia pero es más soleado que en
Londres; la situación fiscal en la Cuenca Norte es excelente: 9 por ciento de regalías y 26 por ciento de impuestos”. ¿Será esta la quinta serie ci-
nematográfica de Indiana Jones? Imposible de saber. Por lo pronto vaya este humilde aporte a un futuro guión.
El artículo fue publicado en el semanario Miradas al Sur del 14-02-2010
De Afganistán a Malvinas Por Enrique Lacolla
El dinamismo de la política imperialista no da seña-les de aquietarse. Es inevitable que así sea pues,
como sucede con un hombre que monta en bicicle-ta, el movimiento es la única garantía que tiene
para conservar el equilibrio.
A poco más de un año de la asunción de Barack Obama como presidente de Estados Unidos la realidad ha confirmado lo
que preveían los observadores más escépticos del irresistible ascenso del carismático líder negro, primer hombre de color en empinarse a tan alto
cargo. Esto es, que el nuevo presidente no iba a cambiar o no podría cambiar nada. Más que nunca, por lo tanto, quienes vivimos bajo la férula
–directa o indirecta- del sistema mundial capitaneado por Washington, debemos hacer nuestras propias cuentas y visualizar nuestras propias op-
ciones para escapar del torno que nos oprime.
El momento es de riesgo para América latina. Los problemas de Estados
Unidos para sostenerse en la cúspide como única superpotencia mundial no son pocos. Lejos de disuadirlo, ello tiende a exacerbar su agresividad
en las áreas que estima claves para conservar los recursos esenciales pa-ra mantener la supremacía. En el Asia central y el Medio Oriente ese acti-
vismo norteamericano es más que notorio. El resultado de los emprendi-mientos militares que sostiene en Afganistán o Irak es vidrioso y no es
improbable que se sellen en sendos fracasos a largo plazo. Pero de mo-mento están en auge. Y sirven asimismo para reconfirmar el enfeuda-
miento de los países de la Otan al programa norteamericano de expansión hacia el Este. El 4 y el 5 de febrero se reunieron en Estambul los 28 mi-
nistros de Defensa de los países pertenecientes al pacto. Esa reunión se-guía a otra mantenida en Bruselas que juntó a 63 altos jefes militares,
más sus equivalentes de Israel y Pakistán. La primera de las reuniones
mencionadas fue presidida por el comandante de los 150.000 soldados estadounidenses estacionados en Afganistán, el general Stanley McChrys-
tal, mientras que la otra contó con la dirección del Secretario de Defensa del gobierno de Obama, el señor Robert Gates. El temario estuvo centra-
do en la guerra afgana y en el nuevo concepto estratégico de la alianza, que incluye el despliegue de varios “escudos antimisiles” en la frontera o
en las proximidades de las fronteras rusas.1 Rumania se ha añadido a Po-lonia y a la República Checa en la disposición de albergar esos sistemas
de armas, claramente dirigidos a inhabilitar la capacidad de respuesta ru-sa a una eventualidad militar que la amenace. La fractura del sistema de
disuasión nuclear se haría así inevitable y la potencial respuesta del Kremlin o al menos la adopción de contramedidas estratégicas dirigidas a
contrabatir el acoso a que se verá sometido, tensará aun más la situa-
ción.
Todo esto engendra peligros de una magnitud difícil de valorar, pero en cualquier caso indica que el mundo está ingresando a una época volátil.
Esto no es nuevo; no bien se derrumbó el “socialismo real” la agresividad estadounidense se instaló por sus fueros; pero en ese momento la capa-
cidad de reacción del adversario global se veía reducida por el caos que siguió a la disolución de la URSS, mientras que hoy Rusia tiene un gobier-
no fuerte, que podrá disgustar a muchos pero que evidentemente está en disposición de resguardar sus intereses nacionales y de comenzar a re-
construir la zona de influencia que le es propia. En Ucrania en primer lu-gar. La primera ministra Yulia Timochenko, aleccionada por la realidad
respecto de lo que significa la presión rusa en materia de consentir la cir-culación gasífera con destino a Europa occidental, en la práctica se ha ale-
jado de sus posturas originales, orientadas a favorecer los vínculos con la
UE y la Otan. Esto dejaría a ella y al pro ruso Víctor Yanukovich frente a frente en una elección que, respecto a la relación con el Oso, no prevería
mayores sobresaltos y que, desde luego, limitaría los objetivos atlantistas a metas mucho más moderadas que las imaginadas por el geoestratega
mayor de Washington, Zbygniew Brzezinski.
El laberinto latinoamericano
Las complicaciones crecientes en que se introduce el sistema norteameri-
cano con el objeto de imponer su propia voluntad en el esquema globali-zador capitalista no desaniman a los personeros del régimen. Por el con-
trario, parecería excitarlos a redondear sus ambiciones y a prevenir las amenazas de carácter estratégico que creen discernir en Estados que no
les son necesariamente hostiles, pero que pretenden establecer sus pro-pias coordenadas para orientar su desarrollo. América latina, tradicional-
mente considerada por la oligarquía político-económica que controla Was-hington como el “patio trasero” de Estados Unidos y, por lo tanto, como
su coto de caza, está cobrando nuevamente gran relevancia en el pla-neamiento del Pentágono. La campaña mediática contra Hugo Chávez se
mantiene con el vigor de siempre y, lo que es mucho más grave, la cues-
tión de las bases militares USA en Colombia no admite ninguna marcha atrás, mientras se agravan las tensiones entre este último país y Vene-
zuela. La probabilidad de una guerra entre ambas naciones, fogoneada y sostenida por Estados Unidos, es cualquier cosa menos remota si no
prosperan los intentos de expulsar del poder a Chávez apelando a recur-sos drásticos pero menos costosos: el asesinato o el golpe de Estado, por
ejemplo. La existencia de trece bases norteamericanas que rodean a Ve-nezuela desde Colombia, Panamá, Aruba y Curaçao, más la presencia
amenazante de la reinventada IV Flota, son indicios inequívocos de que la tormenta se cierne en el Caribe.
La razón de la agresividad norteamericana es relativamente simple; no
sólo Chávez y su revolución bolivariana representan un ejemplo y un mo-delo a imitar en otras regiones del subcontinente, a pesar de sus limita-
ciones y su incapacidad para armarse como una opción liberada de rémo-ras como las significadas por la corrupción y el arribismo que impregnaría
a muchos estamentos del partido oficialista, sino que Venezuela en sí misma representa un reservorio en materia de energía que Estados Uni-
dos codicia y que además importa a todo su planteamiento estratégico. Como apunta Federico Bernal en Le Monde diplomatique de Enero, la
Unión americana es el principal consumidor del planeta en materia de petróleo crudo y de productos derivados, con un 22,5 por ciento del con-
sumo mundial, seguido por la Unión Europea con el 17,9 por ciento y Chi-na con el 10 por ciento. Estados Unidos perdió su autosuficiencia energé-
tica poco después de la segunda guerra mundial y su producción domésti-ca de crudo está en baja desde 1985. Colombia, Ecuador y Venezuela
aportan el 14,63 por ciento del petróleo que importa Estados Unidos y, de
los tres, Venezuela es de lejos el país que contiene las reservas más im-portantes del continente. En efecto, se estima que, una vez certificadas
las reservas de la Faja del Orinoco, “el país caribeño se convertirá en la mayor reserva comprobada de crudo en el mundo, con 313.000 millones
de barriles (Arabia Saudita cuenta con 264.000 millones). En materia de gas natural, de confirmarse los volúmenes contenidos en el mega-
yacimiento gasífero recientemente descubierto, Venezuela automática-mente escalaría de la novena a la cuarta posición como mayor reservorio
mundial en este recurso”.i
No hay porqué extrañarse, por lo tanto, respecto de la movilización militar norteamericana en torno de este país y acerca de las continuas denuncias
de “armamentismo” que se lanzan contra este, a pesar de que los países de Latinoamérica que cuentan con el mayor presupuesto bélico son Brasil,
Colombia y Chile.
El caso Malvinas redivivo
Jorge Luis Borges tuvo, en ocasión del conflicto que involucró a nuestro
país con Gran Bretaña en 1982 a propósito de Malvinas, una frase tan in-
geniosa como falsa: “Es la pelea de dos calvos por un peine”. Esta bouta-de hizo su camino en el clima de desmalvinización que siguió a la derrota
argentina en la guerra. Servía como coartada para justificar el renuncio, la sumisión de los estratos dirigentes del país a concepciones tan deca-
dentes como las del “paraguas de la soberanía” y sobre todo, el de la “política de la seducción”, acuñada por el canciller del gobierno de Carlos
Menem, el desaparecido Guido di Tella, para recuperar cierta influencia en la conformación de los acontecimientos. La impotencia militar en que se
encontraba –y se encuentra- Argentina frente al hecho del despliegue de la mera fuerza bruta para resolver una cuestión que atañe a su soberanía,
era ficticiamente resuelta con el verso de que la razón y los buenos moda-
les prevalecerían al final y de que la partida no valía la apuesta. Sólo un
presunto borracho como Galtieri y un gobierno condenado como el de la dictadura militar podrían haber jugado la carta de la recuperación de unas
islas yermas para absolver sus culpas y recuperar aire frente a la opinión pública.
Ahora, sin embargo, con el lanzamiento de la prospección petrolera de
parte de Gran Bretaña, vuelve a hacerse evidente lo que estaba claro desde 1975: que las reservas energéticas submarinas del área austral son
potencialmente muy importantes y que el Reino Unido, que en ciertas cir-cunstancias podría haberse avenido a razones y negociado al menos una
soberanía compartida en las islas, no iba a soltar la presa e iba a usar a los kelpers como pretexto, a través del resguardo de su derecho a la au-
todeterminación, para mantenerse en sus trece. En 1982 numerosos in-formes científicos internacionales habían puesto de manifiesto que las re-
servas petrolíferas de la cuenca sedimentaria que rodea a las Malvinas
superarían a las existentes en el Mar del Norte. La guerra, por lo tanto, no se debió a una saturación etílica de Galtieri ni a un desarreglo hormonal
de la primera ministra Margaret Thatcher; fue la expresión de una forma de escapar al persistente impasse en que la actitud inglesa ponía a la Ar-
gentina y, a la vez, la exteriorización de la astucia y la voluntad británicas para provocar esa reacción a fin de darle un corte favorable al asunto.
Que la dictadura argentina haya caído en el lazo que le habían tendido, que una vez estallada la crisis haya demostrado una incompetencia supi-
na en el plano diplomático y que la conducción de las operaciones haya adolecido de fallas que redujeron el ya estrecho margen para obtener una
victoria circunstancial, es otro tema de análisis.
La guerra austral puso de manifiesto la solidez del pacto noratlántico y fue, en este sentido, un preludio al intervencionismo global de la Otan en
el período pos-soviético, que acaecería diez años después. El conflicto
terminó de postrar al país, ya devastado por la represión y el desguace económico lanzado por Alfredo Martínez de Hoz. Lo que vino después no
hizo sino marcar aun más esa postración. Por eso la actitud del gobierno de Cristina Fernández en el sentido de trabar la navegación de buques
que se dirijan a área Malvinas cruzando el Mar Argentino sin permiso, y de tomar represalias contra las empresas británicas que estén asociadas
al emprendimiento exploratorio en aguas australes, es justa y oportuna. No se puede ir más allá, lamentablemente, pero esa decisión representa
un cambio nada insignificante respecto de las tesituras de gobiernos ante-riores.
No se puede ir más allá, decimos. La realidad se impone y este tipo de
protesta es la única posible, dada la disparidad de fuerzas. Sin embargo, subsiste otra opción. Difícil de asumir pues este gobierno, aunque esté
mucho más allá de la oposición en materia de objetivos de carácter abar-
cador –en lo referido a la justicia social, la industrialización, la soberanía y
el empleo- está lejos todavía de poseer la voluntad que es necesaria para
adoptar política más duras frente a Gran Bretaña. Esto, por otra parte, existiese o no existiese esa voluntad, es provisoriamente inviable dada no
sólo la debilidad de nuestro país en materia militar, sino porque ni nuestra base social ni la mera sensatez aconsejaría semejante camino para una
recuperación integral de las islas. La vía para ello pasa inequívocamente por una acción coordinada con los países de América latina –
especialmente con Brasil, Venezuela y Uruguay- que permita instalar al tema como un asunto que atañe a una problemática continental, lo que
presupondría a su vez la existencia de una unidad entre nuestros países en el plano práctico de la defensa y la diplomacia. Falta bastante para es-
to, todavía.
Restan sin embargo otros caminos para hacer sentir la presencia nacional en temas como este y dentro del ámbito inobjetable y reconocido interna-
cionalmente de los límites de Argentina. La furia privatizadora del mene-
mismo dejó a los recursos mineros del país librados a los monopolios transnacionales. Repsol para el petróleo y la Barrick Gold para el oro son
los casos más ostensibles de ese saqueo. Decimos saqueo porque los be-neficios y las ganancias que arroja la explotación del subsuelo no son re-
invertidos localmente. Una renacionalización de esos recursos, el retorno al principio de la inviolabilidad del suelo asentado por Yrigoyen y Perón
serían expedientes muy idóneos y a nuestro alcance para oponerse al cur-so general de la política del bloque nórdico. Para eso haría falta, sin em-
bargo, una seriedad y una generosidad de parte de los protagonistas polí-ticos del país que brilla por su ausencia. La oposición, embrollada en una
pelea mezquina con el gobierno, no va a ser muy fácil que acuerde con éste –que por otra parte no demuestra gran voluntad de lanzarse por un
camino que lo complique aun más de lo que está- las políticas de Estado que son necesarias para proceder en ese sentido.
El comienzo de las actividades británicas de prospección en gran escala en el área Malvinas, la puntualización por The Observer en el sentido de
remilitarizar la zona, las afirmaciones de Gordon Brown acerca de la sobe-ranía británica sobre las “Falkland”, son parte del mismo envite que el
proyecto globalizador allega a zonas como el Asia central, los Balcanes y las fronteras rusas con Ucrania y las repúblicas caucásicas. Es parte de
una ofensiva general que, a pesar de la crisis que sacude a los mercados, no puede renunciar a sus objetivos, pues solo en el movimiento puede
encontrar un equilibrio. Si se detiene, el sistema se cae. Habrá que espe-rar, por lo tanto, nuevas y más inquietantes sorpresas para el futuro
próximo.
1 Fuente: Reseau Voltaire.
2 Federico Bernal: La clave está en Caracas, Le Monde Diplomatique, enero de 2010.
CUANDO UN PINEDO ENTREGÓ LAS ISLAS MALVINAS A UN MARINO INGLÉS DE 23 AÑOS
Por Roberto Bardini
Muchos detractores de Federico Pinedo, jefe del bloque de diputados del PRO, sacaron a relucir recientemente la
línea genealógica del político. No sólo la que conduce
directamente a su madre, sino también la que lleva a su bisabuelo y abuelo, dos conservadores también llamados
Federico Pinedo.
El primero fue intendente de Buenos Aires en 1893 y ministro de Justicia e Instrucción Pública en 1906. El se-
gundo, un extraño socialista pro británico, fue ministro de Economía en 1933, 1940 y 1962 bajo tres presidentes de triste recuerdo: Agustín P.
Justo, Ramón Castillo y José María Guido. El general Justo y el conserva-dor Castillo son figuras centrales de la llamada “década infame” (1930-
1943), una etapa de fraudes electorales,
corrupción política y orientaciones económi-cas del Reino Unido, que se benefició con las
exportaciones de carne argentina, la conce-sión de todo el transporte público y la crea-
ción de un Banco Central di-señado en Londres.
No obstante, sus descalificadores olvidaron mencionar a un
ancestro cuya trascendencia posiblemente supere a todos los Pinedo hasta ahora conocidos. Se trata del cauteloso
lobo de mar que en 1833 entregó las Islas Malvinas a Gran
Bretaña sin disparar un tiro.
“Nunca se rendirá a fuerzas superiores”
Fue durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Por orden del Restau-rador, el 10 de septiembre de 1832 el Ministerio de Guerra y Marina de-
signa provisoriamente como comandante civil y militar de las Malvinas al mayor de artillería Juan Esteban Mestivier. El oficial tiene dos años de ca-
sado con Gertrudis Sánchez, una porteña de 22 años, que está embara-zada.
Quince días después, la goleta de guerra Sarandí, a las órdenes del te-
niente coronel de marina José María Pinedo, de 38 años, parte hacia las
islas con Mestivier, su joven esposa y 25 soldados del Regimiento Patri-
cios al mando del teniente primero José Gomila.
Pinedo, hijo y hermano de militares, ha ingresado a la marina en marzo de 1816, a la edad de 20 años, mien-
tras el país luchaba por su independencia. Durante la guerra con Brasil, la goleta Sarandí ha sido una de las
naves más heroicas bajo el mando del almirante Gui-llermo Brown.
Las instrucciones que lleva Pinedo, firmadas por el mi-nistro de Guerra y Marina, Juan Ramón Balcarce, son
claras: “El comandante de la goleta Sarandí guardará la mayor circunspección con los buques de guerra extranjeros, no los insul-
tará jamás; mas en el caso de ser atropellado violentamente [...] deberá defenderse de cualquier superioridad de que fuere atacado con el mayor
valor, nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia […y] no podrá retirarse de las islas Malvinas mientras
no le fuera orden competente para efectuarlo”.
Dos meses más tarde, los acontecimientos demostrarán que Pinedo no
estaba a la altura de las instrucciones.
Año Nuevo trágico
La expedición arriba a Puerto Soledad el 7 de octubre. Pinedo sale a reco-
rrer en su goleta las costas de las islas y regresa el 30 de diciembre, con
la idea de festejar el nuevo año en tierra. El oficial se encuentra con un desastre: un ex esclavo negro que revistaba en el Regimiento Patricios,
Manuel Sáenz Valiente, y seis soldados se han amotinado y asesinado al mayor Mestivier, mientras Gertrudis Sánchez daba a luz. Los insubordina-
dos también mataron a un comerciante y a su mujer, robaron caballos y huyeron al campo. El teniente prime-
ro Gomila no sólo no intervino sino que obligó a la viuda de Mestivier a convivir
con él. Con ayuda de los peones malvi-neros y la tripulación de un barco
francés, Pinedo encarcela a los insurrec-tos.
Los mortificados colonos de la isla cele-bran el Año Nuevo quizá con la espe-
ranza de un futuro de paz y prosperi-dad. Pero el drama recién comienza. El 2 de enero de 1833 llega la fraga-
ta de guerra inglesa Clio, al mando del capitán John James Onslow, de apenas 23 años de edad e hijo de un almirante de la Corona. El marino le
comunica a Pinedo que tiene orden de ocupar el archipiélago en nombre
de Gran Bretaña y le da plazo hasta el día siguiente para arriar la bandera
argentina y retirarse.
Pinedo, quien seguramente era un lobo de mar muy prudente, considera que no tiene ninguna posibilidad de enfrentarse a la Clio. Al mañana si-
guiente ordena a sus hombres que embarquen y ofrece trasladar a Bue-nos Aires a los pobladores que quieran abandonar Puerto Soledad. La ma-
yoría comienza a preparar su equipaje. Antes de abandonar ese territorio que le resulta tan hostil, el cauto hombre de armas redacta un documento
que nombra “comandante político y militar” de las Islas Malvinas al capa-taz “Juan Simón”. Se trata de Jean Simon, que, además de francés, es
analfabeto.
Una bandera “extranjera”
A las nueve de la mañana del 3 de enero de 1833, mientras el decidido Onslow ordena izar la bandera británica en medio de redoble de tambo-
res, el prudente Pinedo observa la ceremonia desde la Sarandí. Antes de
mediodía, un oficial inglés llega a la goleta con la enseña azul y blanca doblada, y un mensaje que expresa que las fuerzas de ocupación habían
encontrado “esa bandera extranjera en territorio de Su Majestad”. A las cuatro de la tarde del día siguiente, el teniente coronel de la marina de
guerra argentina ordena levar anclas y poner rumbo a Buenos Aires a to-da velocidad.
En Puerto Soledad quedan apenas 26 personas: 21 hombres, tres muje-
res y dos niños. A eso se reduce la población de lo que poco tiempo antes era un laborioso establecimiento ganadero.
El capitán Onslow parte en la fragata Clio el 14 de enero, luego de enco-mendar la custodia del pabellón inglés a William Dickson, un irlandés en-
cargado del almacén de víveres del poblado. La misión de Dickson es en-arbolar la bandera los días domingo y cuando se presenten naves extran-
jeras, incluidas las argentinas.
Indulgencia militar
Cuando la Sarandí llega a Buenos Aires y Pinedo informa al gobierno, las
autoridades ordenan una investigación y se forma un tribunal militar. Al
concluir el proceso, la sentencia se cumple el 8 de febrero de 1833. El ne-gro Sáenz Valiente, asesino de Mestivier, es fusilado en la Plaza de Marte
(actual Plaza San Martín, en Retiro) después de amputársele la mano de-recha. Sus seis cómplices también terminan acribillados contra el pa-
redón. Los siete cadáveres son colgados durante cuatro horas. Otros dos
soldados, que habían profanado el cadáver de Mestivier, fueron condena-dos a recibir cien y doscientos palos tras los muros del cuartel.
El tribunal militar es mucho más benigno con el teniente primero José
Gomila, a quien le correspondía el mando de la tropa y tenía atribuciones de vicegobernador de las Malvinas. Lo condena a dos años con media pa-
ga en algún fortín de la provincia de Buenos Aires “a su elección”.
El teniente coronel José María Pinedo declara que sus oficiales y toda la tripulación, “exceptuando uno, eran ingleses”, que sus instrucciones “le
prohibían hacer fuego a ningún buque de guerra extranjero” y que él era quien “tenía que romper el fuego con una nación en paz y amistad con la
República Argentina”.
El tribunal que lo juzga es indulgente. Lo condena a una suspensión de
cuatro meses sin goce de sueldo, le prohíbe estar al mando de buques y lo destina al Ejército de tierra. Pero en 1834, ante la falta de oficiales, es
reincorporado a la Marina y destinado a tareas de vigilancia en el Río de la Plata. Y en la Armada termina su carrera tranquilamente a pesar de sus
reiteradas conductas poco honorables. Siempre logra “zafar” gracias al prestigio de su valeroso hermano Agustín, quien en 1833 encabezó la
llamada Revolución de los Restauradores y en 1835 había sido designado ministro de Guerra por Juan Manuel de Rosas.
Pinedo fallece tranquilamente en Buenos Aires en 1885, a los 90 años. A lo largo del tiempo, los cronistas oficiales irán arreglando de a poco los
detalles de su “gesta” y justificarán su cobarde inacción en las Islas Mal-vinas. En 1890, la Marina de Guerra compra en los astilleros británicos de
Yarrow una torpedera de 39 metros de eslora y la bautiza con su nombre. Y en 1938 también rebautiza como Pinedo a un viejo barreminas adquiri-
do en Alemania.
Su hermano Agustín no tiene tanta suerte. El 3 de febrero de 1852 muere
de insolación durante la batalla de Caseros.
La Armada de la República Argentina y la Academia Nacional de Historia son exquisitamente benévolas con los “héroes” de linaje patricio. Y con
más razón cuando sus descendientes terminan emparentados por vía ma-trimonial –como es el caso de los Pinedo– con apellidos como Zuberbüh-
ler, Rodríguez Larreta, Álzaga Unzué, Del Pont, Zemborain, Miguens Ba-savilbaso, Blaquier, Lanusse…
El Movimiento Obrero y el modelo sindical argen-tino Por Carlos “Chino” Fernández
Algunos compañeros sostienen, que el movimiento
obrero argentino tiene problemas de comunica-
ción. De transmisión de ideas y de construcción de
una buena imagen hacia la sociedad, en donde los
medios de comunicación masivos ocuparían -según
sus dichos-, un lugar de privilegio.
Es posible pensar que lo dicho anteriormente es absolutamente cierto,
pero en realidad el problema es mucho más complejo para el movimiento obrero, ya sea por su pretendida proyección política y sobre todo, por su
ligazón histórica al partido peronista. ¿Está el movimiento obrero en condiciones de presentar a la socie-
dad una propuesta política que exceda las consideraciones gremiales, sa-lariales y todo lo referido a las propuestas en torno a las condiciones de
trabajo?
¿Hasta dónde esta tarea requiere de una buena imagen televisiva? Las organizaciones sindicales no están al margen de la crisis generalizada
de orden político por la que transita la sociedad argentina, en donde los partidos políticos y el mismo Estado-nacional como fuera pensado hace
unas décadas atrás, ya no dan respuesta a las necesidades de desarrollo integral de la población.
Más que un problema de comunicación el movimiento obrero, ha su-frido las consecuencias de una crisis orgánica de conducción política, que
se expresó con mayor crudeza hacia el final del año 2001. No obstante, tantos años de ataque y de sabotajes al movimiento nacio-
nal, han surtido efecto y más allá de la resistencia y del fortalecimiento de las organizaciones gremiales en los últimos años, se ha resquebrajado en
parte la base del modelo sindical.
El modelo sindical y la situación actual Acerca de la paradoja entre fortalecimiento de los sindicatos y de-bilitamiento del modelo sindical centralizado
No cabe duda alguna que a partir de 2003, los sindicatos gracias a
las políticas del gobierno nacional se han visto favorecidos económica y
políticamente. La participación de las organizaciones gremiales en el Parlamento se
ha visto favorecida levemente a través de algunos pocos representantes recientemente sumados, y al mismo tiempo las organizaciones de los tra-
bajadores, han incrementado su participación en la definición de algunas
políticas de gobierno, a través de la incorporación de funcionarios de ex-
tracción o proximidad gremial. Pero la lectura de ciertos datos objetivos de nuestra realidad sindi-
cal nos dice que se ha producido un debilitamiento-aunque poco visible en la superficie-, en la base misma del modelo sindical de representación
unitaria, que fuera materializado por la ley 23 852 del 2 de octubre de 1945. Esta ley forma parte del entramado legal que otorga la representa-
tividad sindical a la organización gremial que por rama de la actividad económica tenga la mayor cantidad de afiliados.
¿Qué expresa esta situación, a la que definimos en principio como contra-dictoria?
Veamos… Se ha generalizado en los últimos años el reconocimiento por parte del
gobierno de sindicatos y no solamente con la obtención de la sola inscrip-ción gremial. A noviembre de 2009, tenemos unos 1.990 sindicatos reco-
nocidos legalmente por el Ministerio de Trabajo de la Nación, de los cuales
1.800 están con personería gremial y unos 1.200 con sola inscripción. Es así que tenemos que unas 30 actividades, cuentan con 2.256 sindica-
tos. A la cabeza de esta multiplicación geométrica del reconocimiento de sindicatos dentro de la misma rama de actividad tenemos al mismísimo
Estado con sus actividades públicas, como las de tipo administrativa y do-centes, con unos 1.205 sindicatos reconocidos. El área de los servicios
cuenta con 589 sindicatos y en la producción tenemos unos 462. Si bien esta información de por sí no habilita a pensar en la desaparición
del modelo sindical argentino de concepción justicialista; sí alerta para que esta situación sea abordada con mayor celeridad por parte del go-
bierno y de las organizaciones sindicales con mayores grados de organi-zación, para que en el largo plazo no sea un factor de quiebre en la pro-
yección política del movimiento sindical. Al margen de los largamente publicitados incidentes protagonizados
por las comisiones internas de sindicatos disidentes de sus organizaciones
centralizadas, como en los casos de los subtes y la alimentación, el au-mento del reconocimiento de varios sindicatos dentro de una misma rama
de actividad es un hecho generalizado por la actual administración del Es-tado
Esta es una paradoja de gran trascendencia, que invita a reflexionar acerca del modelo sindical real al margen del debate planteado por mejo-
rar las posibilidades mediáticas de nuestros dirigentes sindicales, y una buena posibilidad de pensar más allá de la falsa antinomia entre libertad
sindical y burocracia sindical que los mismos medios de comunicación se encargan de fijar.
La comunicación y el restablecimiento de las relaciones políticas La TV y la relación amigo-enemigo
Esta tarea de los medios masivos de comunicación en la política, que se ha transformado en una religión y en un paso necesario para los
dirigentes con aspiraciones públicas, es un arma de doble filo. El tema es
pensar que lo instrumental de la política no nos nuble la visión y las cues-tiones de fondo. Lo que los medios de comunicación y otros instrumentos
asociados (marketing, consultoras, encuestas, etc.) producen con fines electorales, es desplazar la construcción y la visualización de las relacio-
nes políticas esenciales, generando infinidad de antinomias falsas y oca-sionales. Con la relación amigo-enemigo, comienzan las relaciones políti-
cas. Es probable que el movimiento obrero deba mejorar la comunica-
ción de sus ideas, pero sobre la base de capitanear más que una movida electoral, una alianza de intereses nacionales al servicio del proyecto so-
berano. Fijar una posición como se empezó a efectivizar con el lanzamien-to de la CSPN en Mar del Plata el 18 de septiembre de 2009.
1. Esta información es parte del nomenclador oficial del Ministerio de Trabajo de la Nación, No-viembre de 2009 2. CNSP: Corriente Nacional Sindical Peronista, lanzada en la ciudad de Mar del Plata y formada por más de 100 sindicatos
(*) Instituto Jauretche - CGT
LA AUTENTICA BEATA LAURA VICUÑA PINO
Por Pedro Godoy
Imagen auténtica / Imagen conocida hasta ahora
Hay conmoción. Laura Vicuña no sólo posee como segundo apellido
Pino, sino también es muy distinta al retrato oficial. Este la presenta blan-
ca, de perfil caucásico, ojos celestes... El resto se lo imagina el lector: una niña "bien" que son conocidas como "pilolais" -antaño "pitucas" o "jaibo-
nas"- son retoños de la clase alta. Copan las páginas de la sección deno-
minada "vida social" de El Mercurio. Aquellas entre las cuales se reclutan
las Miss, las animadoras de TV y las modelos. Sin embargo, "salta la lie-bre" y se verifica que tales rasgos europeos que nuestro pueblo -por efec-
to de la colonización cultural- juzga "elegantes", "finos" y "bellos" por ser europeos no corresponden a lo cierto. De Junín de los Andes donde es
alumna del Colegio María Auxiliadora llegan fotografías. En ellas está nuestra América con los rasgos criollos que evidencian nuestro mestiza-
je. Labios gruesos, boca ancha, pelo retinto, ojos tirantes -"achinados"- y negros, pigmento morenoide, vestuario modesto de alumna y apenas una
niña. No olvidemos fallece a los 12 años.
Desde otro ángulo a Laura se atribuyen milagros y es venerada por
la religiosidad popular igual que Ceferino Namuncurá y la Difunta Correa son símbolos de la unidad chilenoargentina. Laura nace en Chile, vive y
fallece en Argentina. Es posible que su padre sea un refugiado político que escapa de la contrarrevolución de 1891 aquella que tumba al Presidente
Balmaceda en 1891. Un deber es congratular a los sacerdotes Ciro Bruña cuya investigación permite el rescate de fotografías de la beata y efect-
úa investigación biográfica. Otro prelado, Pedro de la Noi le reconoce mérito y expresa "ahora tenemos la imagen exacta de una niña latinoa-
mericana". Se ha impuesto lo verídico por sobre ese afán europeizante. Afán que nos internaliza un Jesucristo con facha de anglosajón y una Mar-
ía blancoide. Sin embargo, es nuestra fe popular la que autoctoniza las imágenes y la Virgen de Guadalupe así como la de Andacollo son moro-
chas. Con ello se acercan al genotipo semítico que efectivamente tuvie-ron.
La guerra cultural por la liberación de nuestra América obliga no sólo a nacionalizar la economía -por ejemplo, petróleo o cobre-, no sólo
nacionalizar la política -v.gr. reducir o suprimir el influjo de las potencias hegemónicas-, sino también nacionalizar la cultura. Este frente ha sido
descuidado en parte por ignorancia y en no pequeña medida por la inca-pacidad -salvo la excepción de Haya y Ramos- de nacionalizar determina-
das teorías políticas proveniente del Viejo Mundo o generar otras con sello propio. El mundo académico -pese a los enjuiciamientos de Simón Rodrí-
guez y de José Martí- continúa siendo, porfiadamente, una estructura descastadora. Mayor perversión ejerce la TV. De allí la trascendencia
simbólica que posee el rescate de la verdadera Laura Vicuña Pino -
medularmente nacional y popular- a quien se despoja de la postiza es-tampa de adolescente euroelegante y hoy resurge, tal cual fue, una ni-
ña criolla a la cual el mundo creyente popular juzga orlada de la santidad.
LAURA VICUÑA: ANEXO PARA ARGENTINOS (*)
1º Vicuña es un apellido vasco. Corresponde, en línea, a inmigrante de esa región domiciliado aquí en el siglo XVIII. No es un linaje de la Con-
quista. Estos se originan en el XVI y XVII, sino a inmigrantes tardíos liga-
dos a lo mercantil y ajenos a la epopeya hispanizadora. El enriquecimien-
to les permite adquirir blasones y ubicarse en la cúpula de la pirámide. 2º Representantes conspicuos -entre otros- son Pedro Félix Vicuña impul-
sor del periodismo, Benjamín Vicuña Mackenna periodista, historiador y político, Claudio Vicuña que es el delfín de Balmaceda y, por ende, víctima
de persecución por quienes triunfan en Concón y Placilla. 3º Integrante de ese clan es José Domingo Vicuña, presumiblemente ofi-
cial de Ejército, que por filiación balmacedista, huye a Argentina radicán-dose en Neuquén. Cásase en Santiago con Mercedes Pino -entonces juz-
gada "plebeya" o "patipelada"- y de dicho cuestionado enlace nace Laura. 4º Vicuña no posee conexión con el camélido andino del mismo nombre.
Junto con la llama y la alpaca constituyeron la masa ganadera del Incana-to. Se ignora el por qué de esa coincidencia entre el apellido y aquel au-
quénido. 5º La beata exhibe dos apellidos lo cual no es frecuente en Argentina
donde prevalece sólo el paterno. Por otro lado, al menos en Chile, Pino no
es apellido aristocrático, sino popular, es decir, "picante", propio de vues-tros "cabecitas negras" o "grasas". Uso esas dos categorías sociológicas
trasandinas para lograr una mejor comprensión de los lectores de órgano de prensa bonaerense.
6º La sociedad chilena es estratificada. Posee un vértice superior blanco donde el componente indígena es mínimo. Tanto el faldeo como la base
de la pirámide es morenoide. Una ensanchada clase media a su vez sub-dividida en varias capas es campo de emulsionamiento de un mestizaje
aún no concluido. En la época de Balmaceda la mesocracia posee espesor mínimo. Entonces se le define como un "conglomerado de los de arriba
venidos a menos y los de abajo venidos a más". Es posible hipotetizar que Laura Vicuña Pino sea un producto de ese empalme.
7º El eurocentrismo -prolijamente estudiado por el Prof. Bauer (UN de Córdoba)- facilita la difusión de retrato de Laura como elegante "gringa"
adolescente. Se falsifica así la estampa y la edad.
8º El clasismo -tan ligado al racismo- permite durante casi un siglo omitir el apellido Pino. Obvio, Vicuña "viste" y Pino es apellido propio del "perra-
je", es decir, de la clase baja que es sólo fuerza de trabajo, masa sufra-gante y "carne de cañón" en caso de guerra. (*) Este es un apéndice a nota ya publicada en blog atingente al personaje. Se redacta a solicitud de revista del exterior.
Centro de Estudios Chilenos CEDECH
[email protected] - www.premionacionaldeeducación.blogspot.com
Caminopropio por La Patria Grande
A un mes de la tragedia en Haití
En estas dos notas, que publicamos a continuación, Víctor Ramos recuerda el
papel que jugó la joven República de esclavos libertos de Haití, gobernada por
el general Petión, en la epopeya bolivariana.
Los investigadores rosarinos Florencia Pagni y Fernando Cesaretti, creadores
del Grupo Efefe de Historia, han publicado en su blog:
http://grupoefefe.blogspot.com/2006/12/cuando-argentina-viol-el-territorio-
de.html- el siguiente artículo que relata un suceso casi olvidado de nuestra his-
toria política, pero que hace evidente y recuerda la enorme deuda de gratitud
que el pueblo argentino tiene con Haití y su gran pueblo.
Dos razones para que Argentina y Suramérica devuelvan a Haití, en esta hora
dramática, sus maravillosas actitudes de valentía y solidaridad.
NO ALCANZAREMOS NUNCA A PAGAR NUESTRA DEUDA CON HAITI
Por Víctor Ramos(*)
Si la libertad no tiene precio, no alcanzaremos a pagar
nunca nuestra deuda con Haití. El apoyo del país caribeño
a la emancipación latinoamericana tuvo un costo altísimo
para ella. Casi tan alto como el que ha pagado por su pro-
pia existencia. Un precio mucho mayor que el terremoto
que hoy la estremece.
Haití fue castigada y hundida en la mayor pobreza, casi
deliberadamente. Y fuimos cómplices.
Este año festejamos el Bicentenario de la independencia y es necesario
saber que sin el apoyo decisivo de la República de Haití, dicha indepen-
dencia no se hubiera logrado. O por lo menos no, en ese tiempo, ni en
esa forma.
Cuando José de San Martín se encontraba ante el avance realista español
y la conspiración porteña; cuando Simón Bolívar huye a Jamaica luego de
ser derrotado en las costas venezolanas; cuando la monarquía del ines-
crupuloso Fernando VII con todo su arsenal y ejército de veteranos de las
guerras napoleónicas arrasaba a sangre y fuego la América Latina, surge
del Caribe la figura luminosa del presidente de Haití, Alexander Petión.
Haití fue el primer país independiente de las Américas en erradicar la es-
clavitud, y así se constituyó en la primera república democrática america-
na en establecer plenamente los derechos del hombre.
Luego de vencer al ejército de Napoleón, al de Inglaterra y al de España,
el Haití de Alexander Petión se convirtió en refugio de muchos los patrio-
tas latinoamericanos que debían asilarse, producto de sus ideas liberta-
rias. Recibieron cálido hospedaje entre otros, Francisco de Miranda,
Simón Bolívar y hasta de nuestro Manuel Dorrego.
En 1815 el líder haitiano convoca a Bolívar, que se encontraba refugiado
en Jamaica, deprimido y al borde del suicidio. Petión le ofrece al futuro
libertador armas, barcos y soldados para retomar la lucha por la indepen-
dencia americana.
El haitiano planteó a Bolívar -y así se lo hizo firmar- que a cambio de éste
apoyo los revolucionarios sudamericanos debían decretar la abolición de
la esclavitud en América. Bolívar asumió el compromiso y partió al conti-
nente con soldados seleccionados por el propio Petión. Ya triunfante, y
antes del encuentro con San Martín dijo:
“Perdida Venezuela y la Nueva Granada, la isla de Haití me recibió con
hospitalidad: el magnánimo Presidente Alexander Petión me prestó su
protección y bajo sus auspicios formé una expedición de 300 hombres
comparables en valor, patriotismo y virtud a los compañeros de Leóni-
das...”.
Sólo la colonización cultural explica que desconozcamos esta epopeya.
Los guerreros haitianos regaron generosamente su sangre en toda Améri-
ca del Sur... sólo por nuestra libertad.
Petión no sólo le dio a nuestros emancipadores los pertrechos y los
soldados, le dio algo mucho más importante: un fundamento político más
amplio y abarcador para la independencia americana. Muchos de nuestros
patriotas eran esclavistas; el propio Bolívar integraba la clase “mantuana”
caraqueña. Finalmente Bolívar se referiría siempre a Alexander Petión
como “el Autor de nuestra libertad”.
Desde ese instante España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos
bloquearon a la República de Haití de toda relación internacional. El presi-
dente norteamericano, Thomas Jefferson dijo que “Haití es un mal ejem-
plo”. Los dueños de esclavos no toleraban la existencia de un país inde-
pendiente gobernado por hombres negros. Finalmente Estados Unidos
llegó a poner orden e intervino militarmente el país en 1915. Haití, el pio-
nero de la emancipación americana y los derechos del hombre, se convir-
tió en la nación más pobre del planeta.
Hay que decirlo con bochorno: nuestros países no hicieron nada
significativo por Haití: sólo observaron desde lejos como se consumaba un
lento, silencioso genocidio. En ese sentido, fue brutalmente franco un hai-
tiano que dijo en estos días que el terremoto era, quizás, "lo mejor que
nos podía pasar a los haitianos". Quizás hayan hecho falta el trueno y el
temblor de la tierra para despertarnos de la pasividad cómplice. Quizás
Haití reciba ahora, ante el drama que clama al cielo, algo de la ayuda que
le mezquinamos durante años.
Llego el momento de actuar no solo por el pueblo haitiano, sino por
nuestra dignidad.
(*) Víctor Ramos es Presidente de SOS Discriminación Internacional
www.discriminacion.org
Cuando Argentina violó el territorio de Haití
Por Florencia Pagni y Fernando Cesaretti(*)
Crónica de un bochornoso episodio ocurrido en 1956,
en el que la impune cobardía de las fuerzas argentinas
que ocasionaron el mismo contrastó en inversa pro-
porcionalidad ética con la heroica valentía de un ma-
trimonio de diplomáticos haitianos
“Los pequeños países deben ser respetados mas escrupulo-
samente por ser pequeños. Para que el derecho sea un im-
perativo moral y no de fuerza. “
Jean Brierre
El asilo diplomático, una peculiaridad latinoamericana
El asilo diplomático es casi una peculiaridad de los estados latinoamericanos,
dado que en otras latitudes se lo ha aplicado ocasionalmente. El asilo diplomáti-
co es aquel que se concede en la sede de las legaciones y
en naves de guerra estacionadas en puertos extranjeros a
perseguidos políticos cuya vida o libertad se halla en inmi-
nente peligro. Algunos países sin reconocer esta institución
han otorgado no obstante, refugio temporal a individuos
por motivos políticos. No es procedente de acuerdo a dere-
cho conceder asilo en tiempos normales a los inculpados
de delitos comunes.
La misión diplomática que ha concedido asilo debe infor-
mar de ello al gobierno local y solicitarle salvoconducto
para que el refugiado abandone el país. El gobierno local
debe otorgar el salvoconducto, a menos que considere que el asilo no es proce-
dente en el caso que en particular se trate, ya sea porque el asilado es culpable
de delitos comunes o por otra razón.
El Derecho de Asilo Diplomático latinoamericano fue siendo normado en virtud
de los tratados que las jóvenes naciones fueron firmando entre finales del siglo
XIX y mediados del XX.
Así el Tratado de Derecho Penal Internacional, suscrito en Montevideo en 1889;
en su artículo 17 reconoce el derecho de conceder asilo en legaciones o buques
de guerra, surtos en aguas territoriales de otros estados contratantes, a los per-
seguidos por delitos políticos.
En 1928 la Convención de La Habana reglamentó la práctica del asilo diplomático
reconociendo nuevamente el derecho de otorgar asilo a perseguidos políticos. No
obstante esa Convención nada normó en referencia a la calificación de la figura
de asilado, lo que ha sido materia de frecuentes controversias entre los estados
asilantes y los estados territoriales, pese a que un lustro después la Convención
de Montevideo, introduce una pequeña innovación, la que afirma que la califica-
ción del carácter político o no, de los móviles que llevan a un individuo a buscar
refugio corresponde al estado que presta el asilo. Pese a esto, la nebulosa jurídi-
ca continúa por esos años.
Consecuencia directa de esta imprecisión fue la larga controversia entre Perú y
Colombia en relación al caso del líder aprista Víctor Raúl Haya de La Torre, que
tras el triunfante cuartelazo del general Manuel Odría en 1948, se asiló en la
embajada colombiana en Lima, en cuyo edificio debió permanecer seis años. Re-
cién en 1954 pudo salir del país rumbo al exilio, en este caso al siempre acoge-
dor México heredero de la impronta libérrima del general Lázaro Cárdenas, ese
Tata hijo de la chingada que abrió generosamente las puertas de su país a un
variopinto escenario de refugiados, desde un notorio Trotski a miles de anónimos
republicanos españoles.
Fue precisamente en 1954 cuando la Convención de Caracas actualizó los puntos
esenciales del derecho de asilo, reafirmando la facultad del estado asilante de
calificar la naturaleza política o común del delito, otorgando a ese estado la fa-
cultad para apreciar la situación de urgencia que es condición para la concesión
de asilo. Esta Convención que está ratificada por casi todos los Estados Latinoa-
mericanos, dispone en su artículo 1° que el asilo diplomático podrá ser otorgado
en legaciones, naves de guerra y campamentos o aeronaves militares.
Un poeta de la negritud
1954 es también el año en que llega a la Argentina acreditado como embajador
de Haití, Jean Brierre. Nacido en 1909, este hombre a horcajadas entre la juven-
tud y la madurez, es ya un veterano de múltiples combates donde la literatura
ha sido el arma para denunciar el constante atropello del imperialismo yanqui a
su pequeño país.
Seis años de edad tan solo cuenta Brierre cuando los Estados Unidos inician una
ocupación que durará casi dos décadas. Largo tiempo en que ese niño se hará
adulto, sufriendo las consecuencias como negro de la importación por parte del
ocupante, de los modos racistas del Profundo Sur.
Una consecuencia de la larga intervención estadounidense es el abrir entre los
jóvenes intelectuales haitianos (grupo naturalmente minoritario en relación al
total de la población pero muy dinámico e influyente) un debate sobre la identi-
dad nacional. Penetra en ellos una fuerte ola de africanismo que hace que hacia
la década de 1930 se imponga la novela y la poesía del negrismo, fenómeno que
se hace carne en toda la literatura caribeña, especialmente en Cuba con autores
de la envergadura, por ejemplo, de Nicolás Guillén.
El negrismo (o negritud) como concepto se nutre de la influencia del marxismo,
el psicoanálisis, los movimientos literarios de vanguardia y de la necesidad de
cuestionar las convenciones y prejuicios sociales. Su propósito es recuperar la
dignidad del negro como individuo sometido durante siglos a la discriminación y
el desprecio por su supuesta inferioridad; reivindicar la herencia africana en la
cultura y vida cotidiana occidental; exaltar la relación del mundo negro con la
naturaleza y afirmar su mayor sentido del ritmo.
El negrismo ha nacido en el lugar “natural” del exilio cultural de esos intelectua-
les africanos y caribeños: París. Su referente es el poeta senegalés Léopold
Senghor. Este será un guía para el joven Brierre, por esos años en que como
agregado subalterno a la modesta estructura de representación exterior haitia-
na, alterna los ambientes bohemios parisinos y neoyorquinos. La relación entre
ellos se mantendrá solidaria e inalterable a lo largo del tiempo. Así cuando en la
década de 1960, Brierre tras pasar un tiempo en las cárceles del dictador haitia-
no Francois Duvalier, el temible Papa Doc, es expulsado de su patria, encuentra
la generosa acogida de su amigo Senghor, por entonces presidente de Senegal y
ya considerado como el más importante intelectual africano que ha dado el siglo.
Jean Brierre expresa en su poesía la amargura y la esperanza. Sus versos de-
nuncian la opresión de su patria y de su raza. Y también recupera la simbiosis
entre su patria y África. Su patria que ha sido no solo la primera república lati-
noamericana sino también la primera republica negra del mundo en un mundo
donde la esclavitud era aun un hecho omnipresente. Y que vio surgir azorado y
escandalizado a esa “insolencia independentista” construida por quienes estaban
destinados “naturalmente” a llevar cadenas. Brierre vuelve entonces la mirada a
su África dolorosa y maternal, como una manera de encontrar en ella a su propio
Haití, igualmente doloroso y maternal.
Ese Haití, el país más pobre del continente, a quien el destino le lleva a repre-
sentar diplomáticamente en el país más rico de Sudamérica. País cuya capital –
poderoso faro cultural- le promete una estadía, a él y a su esposa, tranquila y
reposada. Y así vivirá en Buenos Aires el matrimonio Brierre la vida muelle pro-
pia del mundo de las representaciones extranjeras destacadas en una nación
amiga, hasta que en el gélido mes de junio de su segundo año como embajador,
las circunstancias alejarán para siempre toda esa vana fruslería protocolar.
Operación Masacre
Comenzado a última hora del sábado 9 de junio de 1956, el movimiento militar
que contra el gobierno de facto presidido por el general Pedro Aramburu enca-
bezó un antiguo amigo y compañero de promoción de este, el general Juan José
Valle, fue neutralizado y reducido en poco tiempo. A media mañana del día 10 se
rendía el último foco rebelde en Santa Rosa. Por entonces, fracasados los inten-
tos de copamiento de unidades militares y/o emisoras de radio en Buenos Aires,
La Plata, Campo de Mayo y Rosario, la insurrección está definitivamente vencida,
demostrando en su rápido fracaso, tanto su falta de preparación y cohesión, co-
mo el grado de infiltración previa por parte de los servicios de inteligencia del
gobierno faccioso.
Este episodio podría haber pasado a la historia como uno más de los tantos pro-
nunciamientos y “fragotes” del ciclo que se inicia en 1930. Sin embargo, la for-
ma brutal en que fue aplastado le dio una entidad distinta. Por primera vez en la
Argentina moderna, un gobierno ejecutó a algunos de los participantes (reales o
supuestos) de un conato de rebelión. Durante los tres días que siguen al co-
mienzo de la “revolución de Valle”, son fusilados dieciocho militares y nueve civi-
les. Tal vez este derramamiento de sangre injustificable encuentre explicación en
el temor del gobierno de facto a que el levantamiento degenerase en guerra ci-
vil.
En esencia a la conspiración que encabezó el general Valle secundado por el ge-
neral Raúl Tanco, se le puede categorizar como un movimiento que obedeció a
una lógica interna militar. En primer lugar fue retroalimentado por el desconten-
to de muchos oficiales y suboficiales que habían sido retirados en la purga que
siguió a la destitución de Perón primero, y de Lonardi después. Tan solo luego
acudió en su constitución (aunque determinante en su ejecución y en la mística
que generó con posterioridad a su derrota), el clima de resistencia generalizada
en los sectores proletarios de la población a algunas medidas regresivas en ma-
teria económica y social adoptadas por el faccioso gobierno provisional con claro
sentido de revancha clasista para con los simpatizantes del régimen populista
depuesto. Fue en este contexto de intranquilidad donde los responsables cas-
trenses de la insurrección lograron (en contraprestación a las muchas desercio-
nes de último momento de oficiales previamente comprometidos), el apoyo de
civiles peronistas.
A pesar de esa simpatía activa de los partidarios del justicialismo que transfor-
maba al golpe en un movimiento cívico militar de indudable raigambre popular,
los jefes militares del mismo esperaron en vano la aprobación de Perón. El ex
presidente por entonces exilado en Panamá, fue sumamente duro con los alza-
dos. Resentido aún por la actuación de la Junta de Generales (de la que fueron
integrantes Valle y Tanco), que había operado como transición en su salida del
poder en setiembre de 1955, le escribió el 10 de junio a su delegado personal
John William Cooke: “-si yo no me hubiera dado cuenta de la traición y hubiera
permanecido en Buenos Aires, ellos mismos me habrían asesinado, aunque solo
fuera para hacer mérito con los vencedores”. Aunque con posterioridad el imagi-
nario peronista ubicó a Valle y a los otros oficiales alzados en junio de 1956 co-
mo figuras destacadas del martirologio del movimiento popular, lo cierto es que
en el momento de los hechos, estos clamaron en vano el nombre de un líder que
sin reciprocidad se comportó en la contingencia con la misma hostil indiferencia
con la que un siglo antes actuó Urquiza en relación a los alzamientos que en el
poniente argentino efectuaban esperanzados en el caudillo entrerriano, Peñaloza
o Varela.
Ese componente plebeyo altamente presente no solo en los protagonistas civiles
sino en el importante número de suboficiales sublevados, tal vez también sea
una clave para comprender la crudeza y el grado tal de represión aplicado por
parte del gobierno de facto, al punto que la ley marcial solo fue suspendida el 12
de junio luego de ser detenido y fusilado al general Valle, jefe del levantamiento.
Sin embargo los sectores más duros del régimen entendían que igual suerte
debía correr el otro general complotado, Raúl Tanco. El problema era capturar-
lo…
Un chalet en Vicente López
Eso es físicamente la embajada de Haití en ese tiempo de convulsiones. Una
confortable edificación con un amplio parque, situada en el bucólico paisaje de
los privilegiados suburbios septentrionales allendes a la capital argentina. Dato
no menor por los hechos que van a sobrevenir es que cuenta con una construc-
ción anexa utilizada como garaje, con varias habitaciones en la planta alta. La
tranquilidad del barrio es solo alterada por el estruendoso paso de los coches de
una línea de colectivos que sirve para espabilar periódicamente al agente policial
de facción ubicado permanentemente frente a la embajada…y también para que
uno de esos coches en los hechos que van a sobrevenir juegue con su oportuna
aparición en escena, un papel providencial.
A media tarde del lunes 11 de junio golpean a la puerta del chalet dos hombres.
Son un teniente coronel, Salinas, y un gremialista, García, ambos participantes
de la frustrada rebelión que llegan a la legación haitiana buscando asilo. Este les
es concedido sin objeción alguna por el embajador Brierre. Los familiares de los
refugiados enteran a otros de la generosa disposición encontrada y en las horas
siguientes acuden a pedir asilo dos coroneles: González y Digier, un capitán,
Bruno, y un suboficial, López. Se les aloja en las habitaciones del anexo situadas
arriba del garaje.
Al día siguiente Brierre se traslada a la Cancillería a informar formalmente el
otorgamiento de asilo a los refugiados en la embajada. En la madrugada del jue-
ves 14 aparece por la sede diplomática otro perseguido en busca de amparo. Se
trata del general Raúl Tanco, quien llega muy cansado y ganado por una sombría
depresión luego de sortear casi de milagro el ser capturado por la parafernalia
de fuerzas que el gobierno dispuso para encontrarlo.
Tanco será el último que traspase la reja a la libertad de la embajada, pues in-
mediatamente esta será rodeada por fuerzas policiales que impiden el paso por
la cercanía a los viandantes. Sin embargo la custodia en si de la sede diplomáti-
ca desaparece pese a los reclamos infructuosos de Brierre a la Cancillería. El
embajador está alarmado por los continuos llamados telefónicos anónimos que
preguntan a lo largo de ese día por “el hijo de puta de Tanco”.
Anochece la jornada del 14 de junio cuando Brierre abandona la embajada con la
finalidad de agregar en Cancillería el nombre de Tanco a la lista de asilados. Es-
tos, alojados en el anexo, se sienten a resguardo de cualquier peligro ya que esa
casa de Vicente López de acuerdo al derecho internacional es territorio extranje-
ro, con mayor precisión: territorio soberano de la República de Haití donde no
puede alcanzarlos la represión que impera en la República Argentina.
Se equivocan. A poco de abandonar Brierre la residencia, dos vehículos se esta-
cionan frente a esta, descendiendo de los mismos una veintena de hombres
fuertemente armados. Quien comanda el grupo es el general Domingo Quaranta,
jefe del temible Servicio de Informaciones del Estado (SIDE), que tras ordenar el
retiro del retén policial, penetra violentamente en la sede diplomática, sacando
por la fuerza del anexo de la misma a los siete asilados.
Estos son obligados a ubicarse a lo largo de la verja exterior. El grupo asaltante
se posiciona frente a ellos preparando sus armas. La intención es fusilarlos allí
mismo. Pero en ese instante aparece corriendo desde el interior de la casa, The-
rese Brierre, esposa del embajador. Ante la inminencia de lo que se va a perpe-
trar, la señora Brierre comienza a dar gritos desesperados. El general Quaranta
la aparta bruscamente mientras le vomita el insulto natural a su lógica racista y
sexista: “callate negra hija de puta”. Ante el escándalo un grupo de vecinos se
acerca y forma corrillos en el lugar. El jefe de la SIDE toma entonces una deci-
sión. Parte de su grupo se queda conteniendo al vecindario mientras que el resto
parte con los prisioneros hasta la esquina, para allí, sin testigos inoportunos
consumar la matanza. En ese menester están cuando aparece providencial, un
colectivo que se detiene para bajar pasajeros. Ante esta nueva intromisión a sus
planes, Quaranta decide cargar a los secuestrados en el mismo colectivo y lle-
varlos a otro lugar donde poder impune y “legalmente” perpetrar el asesinato de
los mismos.
Ese lugar es un cuartel ubicado en la Capital Federal. Allí los prisioneros son
identificados y despojados de sus efectos personales. La muerte les ronda tan de
cerca que en uno de los sobres donde se depositan esos efectos puede leerse:
“pertenencias de quien en vida fuera el general Tanco”. Ante tan tétrica eviden-
cia, este y sus compañeros de infortunio se van resignando a sumarse a la lista
de fusilados.
Pero quien no se resigna es la señora Brierre que por vía telefónica denuncia in-
mediatamente el hecho a las agencias internacionales de noticias y se comunica
con el ministerio de asuntos exteriores haitiano solicitando su intervención. Poco
después llega a la embajada Jean Brierre, que tras ser puesto al corriente del
atropello, retoma sobre sus pasos y se dirige nuevamente a la Cancillería, donde
es recibido por un subsecretario, burócrata menor a quien le exige la búsqueda y
devolución de los secuestrados. Oficialmente el gobierno de Aramburu afirma no
tener nada que ver con el episodio, prometiendo “investigarlo”. Pero Brierre no
se conforma con esa promesa. Protesta con vehemencia, interesando al mismo
tiempo en el asunto a la embajada de Estados Unidos. Solo entonces el gobierno
faccioso de Aramburu asume el escándalo internacional al que su torpeza y su
sed de venganza para con los vencidos, está dando lugar.
Cerca de esa gélida medianoche, los prisioneros que desde su traslado hace
horas al cuartel, esperan en la intemperie del patio de armas el momento de su
fusilamiento (ahora si a punto de concretarse tras ser dos veces postergado en
esa jornada), son llevados a una oficina, donde el alma les vuelve al cuerpo al
ver aparecer al embajador Jean Brierre acompañado de dos burócratas argenti-
nos: el subsecretario de Relaciones Exteriores y el jefe de Ceremonial del Esta-
do, que con hipócrita solemnidad le “devuelven” a aquel sus asilados. Uno de
estos le comenta a Brierre que les han hecho firmar bajo coacción declaraciones,
lo cual está vedado por el derecho internacional. Brierre manifiesta que hay que
romper las mismas. Los burócratas se oponen hasta que la firmeza y decisión
que denota la voz del haitiano impone su destrucción.
Minutos después en dos automóviles iluminados en la tenebrosa noche de una
Argentina dividida por la refulgente luz grana y azul de la bandera haitiana,
hacinados a tal punto que alguno de ellos viaja literalmente en las rodillas del
embajador[1], siete argentinos salen de la muerte y vuelven a entrar en la vida.
El legado de los Brierre
Jean Brierre no tuvo la suerte de esos siete argentinos. Regresó a su país en
donde como tantos otros intelectuales y políticos haitianos sufrió a partir de
1957 la persecución y el encarcelamiento por parte del nuevo hombre fuerte de
su atribulada tierra, Francois Duvalier. A principios de los sesenta fue expulsado
al exilio. Este como ya expresáramos, adoptó la forma -gracias a una generosa
invitación de su amigo Léopold Senghor- de un fecundo cuarto de siglo de resi-
dencia senegalesa. Allí Brierre continúa con su labor literaria, dando a luz en es-
te período algunas de sus mejores obras. Senegal impuso en mérito a su labor
cultural en 1998 el premio “Jean Brierre de Poesie”, destinado a fomentar las
inquietudes de jóvenes valores en África y América.
En 1986 con el peso de los años a cuestas y la nostalgia por su patria, Jean Brie-
rre retorna a Haití donde fallece en plena transición de la dictadura a la demo-
cracia, a fines de 1992. La muerte le impidió ver a su país encauzado en un
rumbo por el que había luchado toda su vida.
En la Argentina había sido casi olvidado hasta que en 1964 el historiador revisio-
nista Salvador Ferla rescató el protagonismo que tuviera con su esposa en los
hechos de junio de 1956, dedicándoles varios parágrafos de su libro Mártires y
Verdugos. Sin embargo Ferla, más allá de lo encomiable de su intención, mues-
tra la actuación del matrimonio Brierre bajo una óptica paternalista y un apenas
disimulado racismo. Así en su relato Brierre es “un negro que tiene alma, noble-
za, bondad…Acaso para castigar la soberbia racial de algunos blancos Dios pro-
duce casos como este”, y en el epílogo del episodio es “el negro (que) los saca
(a los prisioneros) del infierno blanco”. De las condiciones y antecedentes inte-
lectuales de Brierre, no dice una palabra. La señora del embajador es “una mu-
jer de color” y finalmente una “!negra linda y virtuosa!”, definición que en algún
modo recuerda, aunque en sentido contrario, el insulto brutal pero menos hipó-
crita que un asesino como Domingo Quaranta le espetó a Therese Brierre. Este
al gritarle: “-callate, negra hija de puta”, mostró sin cortapisas un discurso racis-
ta (y machista) común a la sociedad argentina de esa época. En esa misma sin-
tonía opera una fabulación construida al calor del “luche y vuelve” por Rodolfo
Walsh a principios de la década del 70, cuando pone en boca de Brierre, sin citar
fuente ni circunstancia la siguiente definición: “nosotros como descendientes de
esclavos no podemos ser otra cosa que peronistas“. Frase muy encomiable des-
de el punto de vista de la épica política, pero evidentemente apócrifa.
Tarde llegó el homenaje del pueblo argentino a Jean Brierre. Recién en el año
2004, en el bicentenario de la independencia de la primera republica latinoame-
ricana, de la primera república negra del mundo, el Congreso Nacional, la Canci-
llería y el Concejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires[2] recordaron con
sendas placas su nombre. Resonó entonces en esos recintos, como una voz es-
pectral surgida de lo más recóndito de la razón y la justicia el argumento esgri-
mido en 1956 por el embajador ante el gobierno dictatorial argentino: “No por-
que Haití sea una nación pequeña va a permitir semejante atropello. Por el con-
trario, los pequeños países deben ser respetados escrupulosamente porque son
pequeños, para que el derecho sea un imperativo moral y no de fuerza.”
Jean y Therese Brierre[3] demostraron a todos los argentinos con la ejemplar
conducta mantenida en una época lamentable de nuestra historia, que los dere-
chos humanos no se actúan, se ejercen.
BIBLIOGRAFIA
FERLA, Salvador. Mártires y verdugos, Ediciones Revelación, Bs. As., 1964.
PAGE, Joseph A. Perón, Ed. Javier Vergara, Bs. As., 1984.
PERON-COOKE. Correspondencia, Bs. As., 1973.
POTASH, Robert A. El ejército y la política en la Argentina (II), Ed. Hyspamerica, Bs. As., 1986.
ROUQUIE, Alain. Poder militar y sociedad política en la Argentina (II), Ed. Hyspamerica, Bs. As.,
1986.
WALSH, Rodolfo. Operación Masacre, Ediciones de la Flor, Bs. As., 1972.
[1] Testimonio del suboficial Andrés López.
[2] La infatuación de los porteños ha elevado ilegalmente a su Concejo Municipal al rango de Le-
gislatura y convertido a sus concejales en diputados, lo cual no les asegura por cierto mayor capa-
cidad, idoneidad y honradez.
[3] Lamentablemente los autores de este trabajo no hemos podidos obtener mayores datos bio-
gráficos sobre Therese Brierre.
(*) Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario
Quinta a fondo:
La Corriente Causa Popular dijo presente en el acto que contó con la presencia de la Sra. Presidenta de la Nación en Lobería Con fervor militante la nutrida delegación de compañeros de la Corriente
Causa Popular de Lobería y Necochea participó el pasado 12 de Febrero
del acto que contó con la presencia de la Presidenta de la Nación, Dra.
Cristina Fernández de Kirchner, autoridades nacionales, provinciales y
municipales.
En las fotos, la Presidenta de la Nación, el Cro. Hugo Rodríguez, Inten-
dente de Lobería y una vista parcial de los vecinos presentes en el acto en
toma realizada desde al palco.
Asamblea Popular en Miramar Invitados por el cro. Walter Gramajo, participaron los cros. Juan Alman y Luis Gargiulo de
una asamblea y choripaneada barrial, organizado por agrupaciones político-sociales
de Miramar (J.P.Descamisados, Agrupación Martín Fierro, un sector del P.J. local, y la Co-
operativa de Trabajo que preside Walter).
La reunión se llevó a cabo en el amplio y sombreado patio de la casa cedida por un compañe-
ro del barrio. El cro. Gargiulo fue invitado a hacer uso de la palabra junto a Walter Grama-
jo, un representante de una Agrupación de DDHH de Mar del Plata y la cra. Alicia Schmutz
en representación de la Agrupación Martin Fierro.
Comunicado de Prensa:
La presencia pirata en Malvinas debe
llegar a su fin
La Corriente Causa Popular apoya incondicionalmente la posición del Go-bierno nacional con relación a la defensa irrestricta del petróleo argentino
en territorio de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, plasmada en el reciente Decreto 256/2010 .
El tema del petróleo en Malvinas y mares circundantes está directamente ligado con la cuestión de la soberanía. El decreto presidencial, que impide
el transporte de materiales destinados a la explotación petrolera en las islas, no hace otra cosa que trabajar política y diplomáticamente para re-
vertir los daños generados por las fórmulas del “paraguas de soberanía”
y la “estrategia de seducción” aplicadas en la triste década del menemis-mo. No es ni más ni menos que comenzar a poner fin a esta historia de
piratas. Veintiocho años después de la gesta militar en Malvinas, el plan británico
para consolidar la usurpación de las islas está a un paso de concretarse, lo que provocaría, entre otras cosas, un duro revés tanto para la Argenti-
na como para Unasur, quien ya ha manifestado su solidaridad con la Ar-gentina en la Cumbre de Rio en Cancún.
Impedir que consorcios locales abastezcan a los piratas en la plataforma argentina y sancionar económicamente a la banca y empresas, especial-
mente inglesas que colaboren con los ilegítimos ocupantes de nuestras islas y mares, es otro de los caminos que el gobierno no debe desdeñar.
La patriótica decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es una batalla más en la lucha por el uso soberano de nuestros recursos na-
turales y por la recuperación de nuestro territorio usurpado.
La causa de Malvinas está más viva que nunca en el alma de los argenti-nos.
Y Latinoamérica nos acompaña.
CORRIENTE CAUSA POPULAR – Mesa Nacional
Luis Gargiulo (Necochea), Ricardo Bernal (GBA), Roberto Ferrero (Córdo-
ba), Julio Fernández Baraibar (Cap Fed), Eduardo Fossati (Cap Fed), Fe-derico Bernal (GBA), Juan Osorio (GBA), Cacho Lezcano (GBA), Marta
Gorsky (Gral Roca), Rafael Bernal Castro (GBA),Luis Jaimovich (Tu-cumán), Ricardo Franchini (Córdoba), Liliana Chourrout (GBA), Eduardo
Rotundo (Cap Fed), Oscar Alvarado (Azul), Ricardo Vallejos (Cap Fed), Elio Salcedo (San Juan), Alfredo Cafferata (Mendoza), Rolando Mermet
(Cap Fed) y Horacio Cesarini (GBA).
Reunión de la Corriente Causa Popular con el Secretario General de la Presidencia Dr. Oscar Parrilli El martes 2 de febrero, una delegación de la Corriente Causa Popular, in-
tegrada por los compañeros Ricardo Bernal, Horacio Cesarini, Federico Bernal y Julio Fernández Baraibar, se entrevistó con el Secretario General
de la Presidencia, doctor Oscar Parrilli.
Se entregó la Carta Abierta a la Sra. Presidenta de la Nación la cual con-taba con la adhesión de una gran cantidad de agrupaciones políticas y so-
ciales y más de 200 compatriotas a título personal.
Durante una hora, los dirigentes de nuestro movimiento tuvieron oportu-
nidad de informar al alto funcionario sobre nuestras diversas actividades en apoyo y defensa del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, así
como intercambiar ideas y opiniones sobre la situación política general del país.
El doctor Parrilli, en diversas oportunidades, manifestó conocer algunas
de nuestras actividades y presentaciones públicas o periodísticas, como algunos de los artículos publicados por Federico Bernal en la prensa diaria
o la solicitada de FARO de la Comunicación aparecida en BAE.
También hicimos conocer al Secretario algunos de nuestros proyectos políticos y periodísticos, para lo que se solicitó el oportuno apoyo de dicha
secretaría a efectos de su mayor difusión.
Al término de la reunión, la delegación de la Corriente Causa Popular soli-
citó una vía rápida de contacto con la Secretaría General para mantener y facilitar la comunicación.
También se recibieron algunas sugerencias del doctor Parrilli, a las que
nos comprometimos contestar a la brevedad, después de su discusión en el seno de la Mesa Nacional.
A la reunión asistió también, como amigo de la Corriente, el compañero
Hugo Barcia, presidente de FARO de la Comunicación.
Néstor Fredes A Néstor Fredes lo recordaremos por su entrega militante a la causa de la Iz-
quierda Nacional. Fue presidente del FIP de La Plata, así como candidato a In-
tendente y formó parte de la Mesa Ejecutiva de la provincia de Buenos Aires y
del Comité Nacional.
Luego de una de las tantas crisis
que golpeó a nuestro país, al Ne-
gro Fredes lo cesantearon de la
fábrica y para ganarse el mango
después de algunos ayunos, se
transformó en vendedor de libros
a domicilio. Caminador incansa-
ble, llevaba en su portafolio, jun-
to a las novelas de García
Márquez y Juan Rulfo, los tomos
de Revolución y Contra de Jorge
Abelardo Ramos y La Cuestión
Nacional de Spili. Conocía cada
rincón de la ciudad y tenía un
amigo en cada uno o un simpati-
zante de la causa que no aban-
donó hasta su muerte. Andando por la 148 al fondo, junto a Mabel Regué -su
inseparable compañera y esposa-, fundó el FIP en el barrio más humilde de La
Plata: Los Hornos, donde rápidamente fue conquistando el corazón de la barria-
da.
Su casa fue refugio de los recién llegados a La Plata, hijos de compañeros de
todo el país que emprendían el ciclo universitario. Bajo el techo cálido de Mabel
y el "Negro" empezaron a conocer la filosofía mayor -sin graduación ni claus-
tro- , el consejo sin soberbia, el sabor al guiso, el calor de la sopa o el mate
compartido y sobre todo de la defensa del pueblo y de la patria como un proyec-
to de vida, de dignidad y de lucha.
Por los ’90 pasó a formar parte del personal de planta de la Secretaría de la Ges-
tión Pública (SGP) de la Jefatura de Gabinete de Ministros. Su profunda vocación
por lo nacional y la problemática social lo transformó rápidamente en delegado
de seccional y poco tiempo después en miembro de la Comisión Directiva de
UPCN.
Sin duda, otras de sus pasiones era Gimnasia y Esgrima de La Plata. Su corazón
gigante, que venía acusando algunos flaqueos durante los últimos tiempos -viejo
soportador de más de un sinsabor que siempre da la vida- no pudo resistir el
cañonazo de alegría cuando vio frente a la tele como "El Lobo" se llevó puesto al
"pincharrata" aquel día. Salió pletórico a la calle y lo encontraron a las dos cua-
dras de su casa sin vida. Dicen que el “Negro” sonreía.
Néstor Fredes compartiendo en “El General” la cena
durante el 1er Encuentro Nacional de la Corriente
Causa Popular junto a cros del movimiento