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1 La bifurcación de la periferia a partir de la internacionalización del capital: el rol de América Latina en la economía mundial Paula Belloni y Andrés Wainer * Resumen Con la hegemonía del neoliberalismo a fines del siglo pasado se difundió la idea de que el libre comercio y la libre movilidad del capital contribuían a eliminar las diferencias estructurales entre naciones. En este marco, el desarrollo de los países “emergentes” sería posible en tanto abran y desregulen sus economías permitiendo una eficiente asignación de recursos a través del mercado. Uno de los tantos problemas de esta visión es la concepción de la periferia como un todo homogéneo con idéntico potencial (“países emergentes”) independientemente de las condiciones estructurales y de las relaciones sociales históricas de cada lugar. Al respecto, una hipótesis del artículo es que se ha producido una bifurcación de la periferia, con disímiles resultados según regiones y países. En especial, el trabajo recupera aportes del estructuralismo latinoamericano y de las teorías de la dependencia para analizar la situación de América Latina a la luz de las transformaciones que supuso el proceso de internacionalización del capital y la emergencia de nuevas economías industrializadas en Asia. En este sentido, se hace especial hincapié en los cambios que ha sufrido la región latinoamericana en las últimas décadas pero también en las posibles líneas de continuidad con la situación de dependencia que la caracterizó a lo largo del siglo XX. * Investigadores del Área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –FLACSO sede Académica Argentina– y del CONICET. E-mails: [email protected] [email protected]

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La bifurcación de la periferia a partir de la inter nacionalización del capital: el rol de América Latina en la economía mundial

Paula Belloni y Andrés Wainer∗

Resumen

Con la hegemonía del neoliberalismo a fines del siglo pasado se difundió la idea de que el libre comercio y la libre movilidad del capital contribuían a eliminar las diferencias estructurales entre naciones. En este marco, el desarrollo de los países “emergentes” sería posible en tanto abran y desregulen sus economías permitiendo una eficiente asignación de recursos a través del mercado. Uno de los tantos problemas de esta visión es la concepción de la periferia como un todo homogéneo con idéntico potencial (“países emergentes”) independientemente de las condiciones estructurales y de las relaciones sociales históricas de cada lugar.

Al respecto, una hipótesis del artículo es que se ha producido una bifurcación de la periferia, con disímiles resultados según regiones y países. En especial, el trabajo recupera aportes del estructuralismo latinoamericano y de las teorías de la dependencia para analizar la situación de América Latina a la luz de las transformaciones que supuso el proceso de internacionalización del capital y la emergencia de nuevas economías industrializadas en Asia. En este sentido, se hace especial hincapié en los cambios que ha sufrido la región latinoamericana en las últimas décadas pero también en las posibles líneas de continuidad con la situación de dependencia que la caracterizó a lo largo del siglo XX.

∗ Investigadores del Área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –FLACSO sede Académica Argentina– y del CONICET. E-mails: [email protected] [email protected]

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I. Introducción

Con la hegemonía del neoliberalismo a fines del siglo pasado se difundió la idea de que el libre comercio y la libre movilidad del capital contribuían a eliminar las diferencias estructurales entre naciones. Bajo esta perspectiva, el desarrollo de los países “emergentes” sería posible en tanto abran y desregulen sus economías permitiendo una eficiente asignación de recursos a través del mercado. Sin embargo, en los últimos años, tras la crisis del paradigma neoliberal en buena parte de América Latina, ha habido cierta recuperación y reivindicación de los conceptos de Centro y Periferia para dar cuenta de una jerarquía existente entre naciones en la economía mundial.

Como es sabido, esta idea acerca de las diferencias estructurales entre las economías fue desarrollada en la región latinoamericana por autores de la denominada corriente estructuralista, la mayor parte de ellos vinculados a la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL) creada a fines de la década de 1940. La idea central de los estructuralistas latinoamericanos se basaba en que el mundo se encontraba dividido en un Centro y una Periferia. Ésta última, al no contar con un sistema industrial integrado se encontraba rezagada desde el punto de vista tecnológico; al tiempo que por su condición de exportadora neta de materias primas e importadora neta de bienes industriales se veía perjudicada por el secular deterioro de los términos de intercambio1. Por el contrario, los países (desarrollados) que contaban con una estructura industrial homogénea y diversificada conformaban el centro del sistema capitalista.

A partir de los desarrollos elaborados por el estructuralismo latinoamericano, pero a su vez discutiendo con él y contribuyendo con una nueva forma de concebir el carácter dependiente de los países de América Latina, en la década de 1960 surgieron las “teorías de la dependencia”. Si bien el “dependentismo” englobó a un conjunto relativamente amplio de autores y muchos de ellos partieron de concepciones teóricas y hasta metodológicas distintas (Boron, 2008; Dos Santos, 1998), uno de los principales aportes de esta corriente fue sostener que el atraso relativo de los países latinoamericanos no se debía a la falta de desarrollo capitalista sino que se trataba justamente de una forma particular de desarrollo. La mayor parte de los autores marxistas que se han englobado dentro de esta corriente le ha dado particular importancia a las transferencias de valor que se producen desde los países dependientes hacia los países imperialistas, aunque con disímil énfasis en los distintos mecanismos que las generan (comerciales, financieros, productivos)2.

A fines del siglo veinte buena parte de las ideas surgidas de los autores estructuralistas y dependentistas fueron opacadas por teorías que sostienen que la globalización tiende a diluir las diferencias nacionales. El ideario neoliberal resumido en el “Consenso de Washington” afirmaba que el libre comercio, la acelerada movilidad del capital y la fuerte expansión de las empresas transnacionales (ET) generaban nuevas oportunidades para los países atrasados, y volvían de esta manera superflua la distinción entre Centro y Periferia. Bajo esta perspectiva, la eliminación de las barreras comerciales, productivas y financieras, al hacer circular tecnología y

1Las ideas sobre el deterioro de los términos de intercambio –dado por la inserción externa a través de la exportación de materias primas con precios cada vez menores y la importación de manufacturas de mayor valor relativo– y la distribución desigual del progreso técnico entre países que da lugar a un centro y una periferia fueron concebidas originalmente por Raúl Presbich (1949), secretario ejecutivo de la CEPAL entre 1950 y 1963. 2 A pesar de poseer diferentes perspectivas y metodologías, dentro de la teoría marxista de la dependencia pueden englobarse los ya clásicos trabajos de, entre otros, André Gunder Frank (1970), Theotonio Dos Santos (1968), Vania Bambirra (1978) y Ruy Mauro Marini (2007).

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técnicas de los países “avanzados”, permitiría una asignación más eficiente e “impersonal” de los recursos. De este modo, los países “atrasados” podrían converger rápidamente hacia los niveles de productividad e ingresos de aquellos.

Cabe señalar que la idea de “convergencia” entre países avanzados y atrasados no ha sido privativa de los autores de la corriente hegemónica, es decir la neoliberal. Paradójicamente, varios críticos del capitalismo también han sostenido que las diferencias nacionales pierden relevancia en esta nueva etapa en la cual tiende a conformarse una clase capitalista transnacional cuyo interés sobrepasa el de sus respectivos Estados nacionales (Robinson y Harris, 2000). Según esta corriente de autores post-dependentistas o “globalistas extremos”, la mundialización del capital impide cualquier desarrollo autárquico y tiende a desintegrar la diferencias entre el Norte y el Sur o entre el “primer mundo” y el “tercer mundo”3.

Si bien parten de marcos conceptuales e ideológicos antagónicos, las conclusiones a la que arriban estos autores son muy similares a las postuladas por los neoliberales4. La discrepancia más sustantiva con éstos es que, si bien las diferencias nacionales tienden a disminuir, para estos autores marxistas la polarización social se desplaza al interior de cada país, siendo que los ricos de los distintos países se parecen cada vez más entre sí, al igual que los pobres de los países ricos se asemejan a los de los países pobres. Frente a esta situación, la única contradicción importante que quedaría en pie sería la más general entre capitalistas y trabajadores, perdiendo relevancia las cuestiones de orden nacional.

Además de partir del supuesto de que la movilidad del capital es casi absoluta, uno de los grandes problemas tanto de esta visión como de la neoliberal es su concepción de la periferia como un todo homogéneo con casi idéntico potencial (“países emergentes”). En este artículo se intentará demostrar que esto no es así, sosteniendo que, en lugar de una “convergencia” entre Centro y Periferia, lo que parece estar dándose es una bifurcación de la Periferia, con disímiles resultados según regiones y países. Para ello se comparará la trayectoria que exhibieron los países más grandes de la región latinoamericana (los sudamericanos y México) con el despeño de los países asiáticos de industrialización reciente, más específicamente los llamados “Tigres” (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán) y China.

El objetivo central del trabajo es recuperar aportes del estructuralismo latinoamericano y de las teorías de la dependencia que aún se consideran válidos para analizar la situación de América Latina a la luz de las transformaciones que supuso el proceso de internacionalización del capital y la emergencia de nuevas economías industrializadas en Asia. Se hace especial hincapié en los cambios que ha sufrido la región latinoamericana en las últimas décadas pero también en las posibles líneas de continuidad con la situación de dependencia que la caracterizó a lo largo del siglo XX.

En primer lugar, el trabajo presenta algunos conceptos teóricos a partir de los cuales se estudia la trayectoria de la periferia latinoamericana en el nuevo contexto mundial. A continuación, se considera el impacto que las transformaciones en el comercio mundial de las últimas décadas han tenido en sobre la estructura exportadora y la inserción de la Periferia en la economía mundial y se aborda empíricamente la idea de bifurcación de la misma a partir de considerar diversas experiencias de crecimiento e

3 “Esta convergencia mundial, mediante la reestructuración global del capitalismo, significa que la ruptura geográfica del mundo entre norte-sur, centro-periferia, o primer y tercer mundos, aunque todavía significativa, tienen una importancia decreciente” (Burbach y Robinson, 1999). 4 Algunos exponentes de esta visión desde el marxismo, aunque con distintos matices, son los trabajos de Burbach y Robinson (1999), Harris (2003), Weeks (1981), Robinson (2008), Callinicos (2001), Robinson y Harris (2000) y, en ciertos aspectos, J. Holloway (1993). Aunque conlleva una revisión más general de la teoría marxista, también puede considerarse dentro de esta perspectiva al trabajo de Hardt y Negri (2002).

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industrialización dentro de la región. Finalmente, se presentan algunas reflexiones finales vinculadas a la reconfiguración de la relación Centro-Periferia a nivel mundial.

II. Algunos elementos conceptuales sobre la relación Ce ntro-Periferia

Las diferencias en la evolución económica de los distintos países y regiones ha sido una constante en la historia del modo capitalista de producción. Si bien la superposición de distintos modos de producción y diferentes estadios evolutivos fue tempranamente advertida en las obras de Marx y Engels, fue Trotsky el primero que elaboró una explicación más precisa de las desigualdades nacionales. Según el revolucionario ruso, el desarrollo desigual y combinado se debía a que las naciones atrasadas no seguían linealmente las distintas etapas de desarrollo por las que habían atravesado las avanzadas sino que el avance se daba “a los saltos”. De esta manera, al interior de los países atrasados se superponían distintas etapas de desarrollo evolutivo, combinándose formas de producción arcaicas y modernas (Trotsky, 1997).

Desde una perspectiva específicamente latinoamericana, en sus primeros trabajos en las décadas de 1950 y 1960 los investigadores de la CEPAL señalaban que el origen de las diferencias en las tasas de crecimiento entre países y regiones se encontraba en un lento e incompleto desarrollo de un sistema industrial que oriente el desarrollo de las fuerzas productivas en la Periferia. Estos autores, observaban que el progreso técnico se generaba en los Centros, donde la innovación y difusión de tecnología avanzaba a la par de la aparición de nuevos sectores económicos y de la construcción de nuevas capacidades. Surgía así una estructura productiva diversificada, cada vez más intensiva en conocimientos, en la que los nuevos empleos y los aumentos de productividad permitían compensar los incrementos salariales y ampliar el mercado interno. Pero la estructura del Centro no solo era diversificada, sino también homogénea (con pequeñas brechas de productividad entre y dentro de los sectores productivos) y capaz de absorber la mayor parte del empleo en sectores de alta productividad (Pinto, 1976).

A la inversa, en la Periferia el progreso técnico llegaba de forma limitada a pocas actividades y creaba espacios para escasos sectores, lo que daba lugar a una estructura poco diversificada y heterogénea (con grandes brechas de productividad entre y dentro de los sectores). Esta estructura no era capaz de ofrecer empleo a una amplia proporción de trabajadores, que encontraban refugio en actividades de baja productividad, como el subempleo o las actividades de subsistencia (CEPAL, 2012).

Los teóricos de la dependencia añadieron al análisis que esta desigual difusión del progreso técnico no se debía a fenómenos independientes entre sí, sino que surgía a partir de de articulación socioeconómica entre el Centro y la Periferia. Para ellos, si bien las condiciones y transformaciones en la economía mundial repercutían en las economías locales y en su forma de vinculación con el resto de las economías y regiones, esa relación entre lo interno y lo externo no se daba de manera mecánica ni causal y no era igual para todas la economías del mundo: dependía de las características estructurales y de las relaciones económicas y sociales entre grupos y clases internos y externos en un momento dado (Cardoso y Faletto, 2007).

En particular, entre los autores de la teoría marxista de la dependencia, Marini postuló que el hecho de que América Latina se integre desde un comienzo en la dinámica del capitalismo naciente con un papel central en la acumulación de capital a escala global –asegurar el abaratamiento de la fuerza de trabajo del Centro a través de la exportación de alimentos a bajos precios–, implicó el desarrollo de un patrón de acumulación capitalista sui generis, históricamente dependiente del ciclo de acumulación de los países centrales y basado en la superexplotación de la fuerza de

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trabajo local5. Así, era la particular articulación entre las estructuras Centro y Periferia la que determinaba el carácter dependiente de esta última.

Para este autor, el posterior proceso de industrialización latinoamericano se dio bajo una división internacional del trabajo en la cual se transfirió a los países latinoamericanos las etapas inferiores de la producción industrial, mientras que los países centrales se reservaron las etapas más avanzadas y el monopolio de la tecnología. En este contexto, y debido a los problemas de realización del producto en función de sus reducidos mercados internos, la acumulación de capital en los países de América Latina dependía en mayor medida del aumento de la masa de valor que de la cuota de plusvalía, lo cual llevaba a que la difusión del progreso técnico en estas economías estuviese asociado, paradójicamente, a una mayor explotación de la mano de obra (Marini, 2007).

De esta manera, el mayor desarrollo tecnológico en la Periferia se concentró de manera significativa en las ramas productoras de bienes que, al estar directamente orientadas a la exportación o ser manufacturas vinculadas a los sectores de mayores ingresos, no dependían del consumo de la mayor parte de los trabajadores para su realización. Pero se trataba de un círculo vicioso, ya que la reducida capacidad de consumo de los trabajadores comprimía, a su vez, la posibilidad de estimular la inversión tecnológica en el sector productor de bienes de consumo masivo para el mercado interno.

Por lo que, considerando estos elementos de las corrientes estructuralista y dependentista podríamos afirmar que los intereses contrapuestos y los diversos roles de las clases sociales en las economías periféricas dependientes ha vuelto inviable el desarrollo una estructura industrial relativamente integrada en la que el capital productivo local detente el control del desarrollo de las fuerzas productivas en función de las condiciones internas y externas existentes. En este contexto, la ausencia de un sistema industrial integrado determina que sean las exigencias de reproducción ampliada de las relaciones de producción en los países centrales las que determinan las características que adopta el ciclo del capital en las economías latinoamericanas6, incluyendo cuales son las actividades susceptibles de desarrollar (y cuáles no), las esferas de realización de los productos, los patrones de consumo resultantes y la utilización del excedente. En general, en el proceso productivo periférico dependiente se destacan aquellas actividades no subsumidas “realmente” en el sistema industrial por su dependencia de las condiciones naturales de producción o por las dificultades de someterlas a los métodos de producción que predominan en cada fase de la gran industria.

De este modo, las burguesías de los países subdesarrollados son periféricas en la determinación de la evolución del modo de producción capitalista a nivel mundial y, también en gran medida, en la propia formación económico-social. Es importante

5 La idea de superexplotación del trabajo para Marini (2007) se refiere a la remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. De acuerdo con el autor, el hecho de que en las economías latinoamericanas los bienes que se producían se vendiesen mayoritariamente al exterior, hacía que no fuera necesario contar con trabajadores con buenos salarios que pudieran comprar la producción, por lo que la reducción de costos en estos países se daba a través de la superexplotación del trabajo pagando a los trabajadores menos de lo que, acorde a determinado tiempo histórico, estos necesitan para reponer su capacidad de trabajo en condiciones normales. Es esto lo que conduciría, para el autor, a un modo de producción basado en la mayor explotación del trabajador y no en el desarrollo de su capacidad productiva. 6 Por ciclo del capital se hace referencia al movimiento por el cual el capital se valoriza pasando de la forma dinero (D) a la forma de mercancías (M) (medios de producción y fuerza de trabajo, Mp y Ft) en lo que es la primera fase de la circulación, para dar lugar a la fase de producción donde surgen nuevas mercancías (M’) que luego se transforman nuevamente en dinero (D’) en la fase de circulación final (Marx [1885] 2006).

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resaltar que, como afirma Arceo (2011), la situación de dependencia no se modifica si el aparato industrial es relativamente complejo pero se encuentra bajo el dominio del capital extranjero. Se trata, de todas maneras, de un sistema industrial desarticulado, en el cual se trasladan solo fragmentos de los procesos productivos sin generar prácticamente nuevas capacidades en materia de diseño e innovación. Además, en los casos en que existe inversión por parte del capital extranjero en investigación y desarrollo (I+D), esta se realiza bajo su control y con escasas ligazones con la economía local. Es por ello que las economías periféricas compiten en el mercado mundial sin recurrir a la innovación tecnológica y presentan múltiples particularidades en su estructura económico-social (heterogeneidad estructural, mayor concentración del ingreso, patrones de consumo suntuarios, restricción externa, etc.).

Desde nuestro punto de vista, la relación de dependencia que se establece entre las necesidades de reproducción ampliada del capital en los países centrales y las economías periféricas no se debe a una “maniobra conspirativa” de los primeros en detrimento de los segundos. Si bien ciertamente las burguesías de los países centrales no tienen intención alguna de generar nuevos competidores en naciones subdesarrolladas, tampoco pueden impedirlo completamente por medios que no sean extra-económicos (invasiones militares, dominio colonial, etc.).

Ciertamente las instituciones supranacionales que dominan el escenario de posguerra están lejos de ser entidades “neutrales” (FMI, Banco Mundial, OMC, Consejo de Seguridad de la ONU, etc.), ya que el peso de los países desarrollados en la toma de decisiones suele ser mucho mayor y, consecuentemente, las políticas dictadas por las mismas tienden a reproducir las asimetrías Norte-Sur, pero las imposiciones por parte de dichas instituciones sólo refuerzan y reproducen la situación de dependencia sin ser la causa principal de ella. A diferencia de la época colonialista, la relación asimétrica entre naciones y regiones no se debe ya, en lo esencial, a las “imposiciones” por parte de las “burguesías imperialistas” sino que deriva de la propia acción de la ley del valor a nivel mundial y de cómo se procesa esta al interior de cada espacio nacional, lo cual remite a la forma en que se ha saldado y se sigue dando la lucha de clases dentro de cada sociedad.

Las naciones que lograron desarrollarse una vez consolidado el predominio del modo de producción capitalista a nivel mundial hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, lo hicieron justamente por “ir contra” los dictados de la ley del valor. No es necesario ir a casos extremos y entrar en polémicas sobre el nivel de desarrollo logrado por aquellos países que, partiendo de situaciones de gran atraso, impugnaron la lógica de acumulación capitalista in toto como la ex Unión Soviética. Basta con señalar que países capitalistas como Estados Unidos, Canadá, Australia o Japón lograron afianzar sus economías y constituir sistemas industriales a partir de diversas medidas de corte proteccionista e “intervencionista” que permitieron desarrollar sectores tecnológicamente complejos, políticas que hoy, paradójicamente, son objetadas por las clases dominantes de esos mismos países (Amsden, 2001; Arceo, 2003; Chang, 2002 y 2008).

Las trasformaciones que experimentó la economía mundial en las últimas cuatro décadas han provocado nuevos cambios en la relación entre Centro y Periferia. Pero también ha sido disímil la forma en que las distintas sociedades han procesado estos cambios al interior de cada espacio nacional. Mientras que las teorías neoliberales, y también ciertos críticos como los “post-dependentistas”, hablan de una homogeneización del espacio económico mundial, lo que más bien parece estar ocurriendo es una profundización del desarrollo desigual al interior de la Periferia misma.

III. Profundización del desarrollo desigual: la bifurcac ión de la periferia

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III.1 Transformaciones en el comercio mundial y repercusi ones de la nueva división internacional del trabajo en la Periferia

Las transformaciones mundiales que se dieron en el marco de la globalización neoliberal vinculadas a la mayor circulación de los capitales productivos y financieros tuvieron grandes repercusiones en el comercio mundial y en la división mundial del trabajo.

Un primer punto a tener en cuenta es el notable crecimiento y dinamismo de la Periferia en el comercio mundial en las últimas décadas: durante 1995-2012 las exportaciones de la periferia crecieron a una tasa promedio anual del 12,1%, mientras que las del Centro lo hicieron en la mitad (un 6,4% promedio anual). Esto ha hecho que, en los diecisiete años considerados, la Periferia incremente su peso relativo en las exportaciones mundiales en veinte puntos porcentuales (del 25,9% al 45,8%). Sin embargo, el crecimiento en la participación del comercio mundial de la Periferia dista de ser homogéneo, por el contrario la brecha entre la participación en las exportaciones mundiales de la región asiática y de América Latina se ha acentuado notablemente a lo largo del tiempo.

Según datos de COMTRADE, a principio de los años 1990 los Tigres asiáticos y China tenían una participación en las exportaciones mundiales superior a la de América del Sur y México en sólo 1,6 puntos porcentuales (con un peso del 5,4% de las exportaciones mundiales para los primeros y del 3,8% para los últimos). Pero la región asiática ha mostrado un gran dinamismo en el comercio mundial de las últimas décadas haciendo que esta diferencia se profundice hasta alcanzar en 2012 los 10,5 puntos porcentuales, aun cuando América del Sur y México han visto crecer sus exportaciones notablemente en todo el período y especialmente en los últimos años, cuando se vieron especialmente beneficiadas por el incremento en los precios de las materias primas.

Estos cambios en la participación son producto en gran medida del fuerte avance de China en el comercio mundial. Con un crecimiento de las exportaciones del 19,2% promedio anual desde 1990, a partir de 2009 este país se ubicó como el primer exportador del mundo. Para 2012 su participación en las exportaciones mundiales alcanzó el 11,4%, seguido por EEUU, Alemania, Japón, Francia y los Países Bajos. Otros países de la región asiática que también han alcanzado un fuerte peso en el comercio mundial en los últimos años son Corea, Hong Kong y Singapur. En 2012 los mismos ocuparon el sexto, décimo y décimo cuarto lugar en el ranking de mayores exportadores mundiales.

Sin embargo, para poder dar cuenta de la articulación de las regiones y el rol que cumplen en la nueva división internacional del trabajo es necesario indagar sobre los patrones de especialización específicos de cada lugar. En este sentido, si se analiza la estructura de exportaciones de acuerdo con las ramas productivas según la clasificación del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales (CEPII) que agrupa el comercio mundial en 15 grandes ramas, se observan fuertes diferencias entre regiones: mientras que desde mediados de la década de 1990 los Tigres asiáticos y China se han venido especializando en las ramas de electrónica y material eléctrico (juntas estas ramas llegan a representar el 43,8% de las exportaciones totales de esa región) y conservan una importante participación las exportaciones de las ramas textil, productos químicos y mecánica (del 12,4%, 11,0% y 11,3% respectivamente), América del Sur y México han acentuado su inserción externa vinculada a los recursos naturales (Cuadro N° 1).

Las ramas con mayor peso en la estructura de exportaciones de los países de América Latina considerados son: energía (con 18,6% de las exportaciones totales), agroindustria (10,5%) y agropecuarios y forestales básicos (10,1%). Al tiempo que las

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ramas mineral de hierro y minerales no ferrosos han incrementado paulatinamente su peso al pasar del 1,8% de las exportaciones totales entre 1995 y 1999 al 5,4% en el caso de los minerales del hierro y al 4,6% en los minerales no ferrosos entre 2010 y 2012. A su vez, las ramas de mecánica, vehículos y productos químicos, si bien juntas han perdido importancia en la estructura de exportaciones en las dos últimas décadas en 1,4 puntos porcentuales, aun mantienen un peso considerable del 22,3%. Sin embargo, cabe señalar que la industria automotriz en la región se encuentra concentrada en Brasil, la Argentina (gracias a los acuerdos alcanzados en el marco del MERCOSUR) y México, pero tiene mayormente un carácter de ensamblaje con escaso desarrollo local, por lo que suele registrar pronunciados déficits comerciales y genera escasos encadenamientos productivos a nivel local y pocos puestos de trabajo en el agregado total (Bendesky, de la Garza, Melgoza, y Salas, 2003; Katz y Stumpo, 2001; Varela, 2003; Vispo, 1999).

Por su parte, la ramas mecánica, electrónica y productos químicos, que también se concentran en Brasil, México y, en menor medida, en Argentina, se caracterizan por el desarrollo de productos “maduros” dentro de las ramas de producción, de escaso desarrollo tecnológico y vinculados a actividades de ensamblaje: motores de vehículos y sus partes y piezas (estos representan el 1,3% de las exportaciones de la región), y receptores de televisión y transmisores (con el 2,1% y 1,1% de las exportaciones totales, respectivamente). Dentro de la rama de productos químicos, los productos con mayor peso son medicamentos y alcoholes (con el 0,3% de las exportaciones cada uno).

Cuadro N° 1. Distribución de las exportaciones al i nterior de la Periferia según ramas de producción, 1995-2012 (en porcentaje) 1995-1999 2000-2004 2005-2009 2010-2012

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Energía 3,2 13,3 1,3 13,4 0,9 17,4 0,6 18,6 Agropecuarios y forestales básicos 1,7 11,3 1,2 9,2 0,8 9,3 0,8 10,1

Agroindustria 2,6 11,4 1,9 10,1 1,5 10,8 1,6 10,5

Textil 22,9 6,1 18,6 5,5 14,1 3,1 12,4 1,9

Madera y papel 9,7 4,8 10 4,9 8,6 3,8 7,2 3,3

Vidrio y minerales de uso químico 0,5 0,9 0,6 0,8 0,6 0,6 0,6 0,5

Productos Químicos 8,1 6,7 8,5 6,4 9,6 6,7 11 6,6

Mineral de hierro 0,0 1,8 0,0 1,6 0,0 3,4 0,0 5,4

Siderurgia 1,4 2,8 1,1 2,2 2,5 2,8 2,5 2,1

Minerales no ferrosos 0,1 1,8 0,1 1,8 0,2 4,2 0,2 4,6

Metalurgia no ferrosa 0,9 4,0 0,9 3,4 1,2 5,0 1,2 4,7

Mecánica 6,4 6,7 7,3 7,2 9,8 6,6 11,3 6,1

Vehículos 2,3 10,3 3,1 11,2 3,4 9,0 3,7 9,6

Material eléctrico 9,1 7,8 10,5 8,5 10,5 6,8 11,2 5,9

Electrónica 28,5 7,8 32,4 10,4 33,4 7,5 32,6 6,4

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Otros 2,4 2,7 2,4 3,4 2,9 3,0 3,2 3,5

Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente : elaboración propia en base a información de COMTRADE, United Nations Commodity Trade Statistics Database.

A su vez, el peso de esta especialización se profundiza si se considera el aporte regional a las exportaciones mundiales por ramas. Con una tendencia creciente a lo largo del tiempo, en 2012 los Tigres y China aportaban el 44,9% de las exportaciones mundiales de la rama electrónica, el 40,1% de la textil, el 26,7% de las exportaciones totales de madera y papel, el 25,9% de las de la rama material eléctrico, 16,6% de siderurgia, 15,6% de mecánica, 14,7% de vidrio y minerales de uso químico y 12,8% de productos químicos. Mientras que para el mismo año América del Sur y México contribuían con el 24,1% de las exportaciones mundiales de minerales no ferrosos, el 23,9% de las de mineral de hierro, el 17,4% de las exportaciones agropecuarias, el 12,1% de las de la rama metalurgia no ferrosa y el 11,6% de la agroindustria, entre las ramas a las que más aportaron dentro de las exportaciones mundiales en ambas regiones.

Como queda de manifiesto al ver la composición de la canasta exportadora de cada región, el peso de las actividades industriales en el comercio exterior es muy disímil, y dentro de estas varía también la importancia de aquellas ramas que presentan mayor y menor valor agregado. A partir de los datos presentados se pueden observan diferencias no solo cuantitativas sino cualitativas en el comercio exterior de las dos regiones consideradas que remiten a un mayor peso relativo de las actividades industriales en los Tigres y China. No casualmente, uno de los elementos centrales que contribuye a explicar las diferencias entre las regiones es el desempeño que ha tenido el sector industrial en cada una de ellas.

III.2 Producción industrial, exportaciones de manufactura s y niveles de integración

La industria ha cumplido un papel clave en el ciclo de acumulación de las economías centrales, tanto en la “vieja” Europa con su revolución industrial como en la posterior industrialización de las ex colonias en América del Norte y Oceanía. Por su parte, tras la crisis mundial de la década del treinta la región latinoamericana vivió su propia fase de industrialización. Sin embargo, sólo se generó una industria productora de bienes de consumo final e intermedio orientada casi exclusivamente hacia el mercado interno y muy dependiente de insumos importados y de la aplicación de barreras aduaneras. La misma nunca llegó a reducir lo suficiente las brechas de productividad externa (con los países centrales) ni interna (entre y dentro de los distintos sectores de la estructura productiva). Es decir, no sólo no se avanzó lo suficiente en la producción de bienes de capital sino que la condición de posibilidad de la mayor parte de las actividades manufactureras fue la existencia de un alto grado de protección comercial (Diamand, 1973; Dorfman, 1983; Fajnzylber, 1983; Furtado, 1965; Katz y Stumpo, 2001; Marini, 2007; Prebisch, 1963).

Sin entrar en detalles, se puede afirmar que, por el contrario, la industrialización de la región asiática es mucho más reciente y transitó un sendero diferente. La misma partió de una estructura productiva y social muy distinta y estuvo orientada desde sus inicios hacia la exportación, y si bien en algunos casos como el coreano comenzó con manufacturas de baja complejidad tecnológica (como textiles), rápidamente mutó hacia productos de mayor complejidad aunque con diversos grados de integración de la producción (Aglietta y Bai, 2012; Amsden y Chu, 2003; Amsden, 1992 y 2001; Chang, 2006; Ernst, 2003 y 2006). De allí, que en un principio las exportaciones de manufacturas exhibieran un comportamiento mucho más dinámico que la producción

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industrial en sí, aunque esto fue cambiando con el avance del proceso de industrialización.

Tras la ampliación del mercado mundial que supusieron los procesos de reforma estructural en América Latina, la reunificación de Alemania, la incorporación de las repúblicas del ex bloque soviético y la consolidación definitiva de la “globalización”, se observó un crecimiento muy superior del comercio frente a la producción a nivel mundial, especialmente en el intercambio de manufacturas (Arceo, 2011). En efecto, mientras que entre 1995 y 2012 la producción mundial medida en valores constantes de 2005 creció a una tasa anual acumulativa del 2,8%, la producción de manufacturas lo hizo a una tasa del 4,5%, al tiempo que las exportaciones manufactureras exhibieron un incremento anual acumulativo entre 1995 y 2012 del 6,9%.

Sin embargo, este incremento no fue homogéneo sino que se distribuyó desigualmente entre las distintas regiones. Por un lado, durante el mismo período el producto bruto interno de la periferia creció aproximadamente 3,5 veces más que el del Centro7 (un 132,7% contra un 38,4%), pero ese crecimiento estuvo concentrado en China (con un crecimiento del 382,0%), los Tigres asiáticos (102,8%) y, en menor medida, en América del Sur y México (72,5%). Esto se vio reflejado en la evolución del PBI per cápita que, según datos de la UNCTAD a valores constantes de 2005, ha crecido notablemente en el caso de los países asiáticos (a una tasa promedio anual del 4,5% para 1995-2012), mientras que lo ha hecho en menor medida en América del Sur y México y los países centrales (del 2,1% y del 1,5% promedio anual, respectivamente)8. A pesar que hacia 1970 los Tigres y China y América del Sur y México tenían, en promedio, un PBI per cápita similar que giraba en torno a los 3.000 dólares (a valores constantes de 2005), en 2012 dicho valor alcanzó los 5.377 dólares para los países latinoamericanos mientras que en los asiáticos fue de 22.469 dólares, es decir, cuatro veces superior.

En el mismo sentido, los países centrales son los que exhibieron un menor dinamismo en la exportación de manufacturas, con un crecimiento acumulado del 4,7% anual, mientras que en la periferia tanto América del Sur y México como los Tigres y China registraron crecimientos anuales superiores al promedio mundial (8,6% y 10,6% respectivamente) (Cuadro Nº 2).

Cuadro Nº 2. Tasa anual acumulativa de crecimiento de las exportaciones, importaciones y producción de manufacturas por Cent ro y regiones de la Periferia seleccionadas, 1995-2012 (en porcentaje)

Exportaciones Importaciones Producción

Centro 4,7 5,3 1,6

A. Sur + México 8,6 9,2 5,3

Tigres + China 10,6 8,4 11,7

Mundo 6,9 6,9 4,5 Fuente: Elaboración propia en base a UNCTAD.

Este crecimiento superior del producto y de las exportaciones de manufacturas en la Periferia que en el Centro derivó en una mayor participación de la misma a nivel

7 Se han considerado como países centrales a Estados Unidos, Canadá, Japón, Europa de los 15 (Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Portugal, Reino Unido, Grecia), Australia, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda y Suecia. 8 Resulta importante señalar que a pesar de este mayor crecimiento del PBI per cápita de la Periferia, la distancia con el Centro sigue siendo muy significativa. Por su parte, en 2012 los Tigres asiáticos y China tenían un ingreso per cápita que alcanzaba, en promedio, el 55,4% del Centro, mientras que en América del Sur y México el mismo representaba tan sólo el 13,3% de éste.

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mundial, lo cual parecería corroborar las tesis neoliberales y globalistas sobre la “convergencia” a nivel mundial. Sin embargo, las diferencias de magnitud y ritmo que exhibieron las variables económicas en las distintas regiones periféricas son sustanciales: el grueso del incremento de la participación de la Periferia en la producción y el comercio mundial de manufacturas –y la consecuente caída del Centro– se debe fundamentalmente al comportamiento de China, Corea, Taiwán y Singapur.

En efecto, mientras que los países centrales redujeron en un tercio su participación en el comercio de manufacturas en los diecisiete años que van desde 1995 a 2012 (pasaron de explicar más del 70% de las exportaciones de manufacturas a nivel mundial a poco más del 50%), en el mismo período los Tigres y China prácticamente duplicaron su participación, pasando del 16% a casi el 30%. Por su parte, los países sudamericanos y México incrementaron en casi un tercio su participación, es decir, muy por debajo de la región asiática, con lo cual la región siguió teniendo una participación muy minoritaria, situación que se agrava notablemente de considerar únicamente a la región sudamericana (sin México) (Cuadro Nº 3).

Cuadro Nº 3. Participación de las exportaciones de manufacturas y del valor agregado manufacturero sobre el total mundial por C entro y regiones de la Periferia seleccionadas, 1995-2012 (en porcentajes)

A. Sur + México Tigres + China Centro A. Sur sin México

Expo VA Expo VA Expo VA Expo VA

1995 2,8% 5,4% 16,2% 8,6% 71,4% 78,9% 1,1% 4,3%

1996 3,0% 5,8% 15,9% 9,6% 70,9% 77,5% 1,1% 4,4%

1997 3,4% 6,5% 16,3% 10,2% 70,0% 76,6% 1,2% 4,7%

1998 3,6% 6,6% 15,3% 9,9% 70,8% 78,6% 1,2% 4,6%

1999 3,7% 5,8% 15,8% 10,5% 69,8% 79,2% 1,0% 3,6%

2000 4,1% 6,4% 17,7% 11,9% 66,9% 77,6% 1,1% 3,9%

2001 4,2% 6,5% 17,0% 12,7% 67,2% 77,4% 1,2% 3,8%

2002 3,9% 5,6% 18,0% 13,6% 66,0% 77,4% 1,1% 3,0%

2003 3,5% 5,3% 19,2% 14,0% 64,8% 77,1% 1,1% 3,1%

2004 3,5% 5,0% 20,3% 13,4% 63,3% 68,9% 1,2% 3,1%

2005 3,6% 5,4% 21,6% 14,4% 61,5% 66,4% 1,3% 3,5%

2006 3,6% 5,8% 22,7% 15,7% 60,1% 63,4% 1,3% 3,7%

2007 3,4% 5,9% 23,4% 17,1% 59,0% 60,8% 1,3% 4,0%

2008 3,4% 6,3% 23,8% 19,0% 57,6% 57,3% 1,4% 4,4%

2009 3,3% 6,3% 25,4% 21,8% 55,6% 55,2% 1,2% 4,7%

2010 3,5% 6,8% 27,6% 23,3% 53,4% 52,8% 1,2% 5,1%

2011 3,4% 6,6% 27,7% 25,0% 52,7% 50,9% 1,3% 4,9%

2012 3,7% 6,3% 29,1% 26,7% 50,9% 49,4% 1,3% 4,5% Crecimiento 1995-2012

(p.p.) 0,9 0,8 12,9 18,1 -20,5 -29,5 0,2 0,2

Fuente: Elaboración propia en base a UNCTAD.

A su vez, debe tenerse en cuenta que el mayor peso de la Periferia en las exportaciones de manufacturas a nivel mundial no implica necesariamente una industrialización más profunda y compleja. En muchos casos este incremento se debió fundamentalmente al traslado desde los países centrales a la Periferia de las etapas finales y/o más mano de obra intensivas del proceso productivo. En efecto, este

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parece haber sido el caso de la industrialización inicial de buena parte de la región asiática y sobre todo de China, aunque también sucedió algo similar en México con la industria de maquila (Bendesky, de la Garza, Melgoza y Salas, 2003 y Buitelaar, Padilla y Urrutia, 1999). A partir de los procesos de internacionalización de las finanzas y la producción de mediados de los años 1970, las empresas trasnacionales aprovecharon la mayor movilidad del capital y la menor movilidad de la mano de obra para explotar las enormes diferencias salariales entre las regiones transfiriendo las tareas de montaje y aquellas con menor tecnología incorporada y con mayor intensidad en la utilización de mano de obra menos calificada a la Periferia.

Sin embargo, este hecho no debe ocultar la existencia de disímiles senderos dentro de la Periferia misma, ya que en las últimas dos décadas existió un significativo upgrade de las exportaciones industriales en una parte de ella con eje en una mayor integración de la producción a nivel local. Como se puede observar en el Cuadro Nº 3, mientras el Centro también perdió participación en el valor agregado manufacturero generado a nivel mundial, la Periferia lo incrementó, aunque nuevamente con comportamientos muy heterogéneos en las distintas regiones. Si bien entre 1995 y 2012 América del Sur y México exhiben una mayor participación en el valor agregado manufacturero mundial que en las exportaciones industriales, el mismo prácticamente no sufre modificaciones (apenas se incrementó 0,8 puntos porcentuales). Por el contrario, aunque los Tigres y China aún registran una participación menor en el valor agregado que en las exportaciones, su participación en el primero se incrementó más aceleradamente, pasando del 8,6% en 1995 al 26,7% en 2012, es decir, un incremento del 310%.

Estos resultados no son más que la consecuencia lógica de las diferentes tasas de crecimiento que exhibió el sector manufacturero en las distintas regiones, dado que entre 1995 y 2012 la producción industrial en los Tigres y China creció a una tasa anual acumulativa de más del doble que en América del Sur y México y siete veces superior a la del Centro. A su vez, la misma fue superior al incremento de las exportaciones de manufacturas en la región asiática, mientras que en la región sudamericana y México sucedió lo contrario, es decir, las ventas al exterior crecieron más que la producción (Cuadro Nº 2).

Este superior incremento del valor agregado manufacturero a nivel mundial respecto a las exportaciones de manufacturas (y en su participación a nivel mundial) por parte de la región asiática puede deberse fundamentalmente a tres factores: a una caída de las exportaciones, a un incremento del consumo interno de productos industriales superior al ritmo de producción, o bien, a un mayor nivel de integración local de la producción industrial. Debe descartase la primera opción ya que en los años considerados el único año que la exportación de manufacturas registró una contracción fue 2009 (como consecuencia del impacto de la crisis internacional).

Por lo tanto, el incremento más rápido en la participación en el valor agregado manufacturero mundial se debe fundamentalmente al aumento del consumo interno y/o a exportaciones industriales con una mayor cantidad de componentes fabricados localmente. Respecto al primer factor, como se señaló, la crisis internacional desatada tras la caída de Lehman Brothers en el año 2008 impactó en las exportaciones en general y de manufacturas en particular. En ese contexto, una parte de la contracción de las exportaciones de manufacturas en 2009 pudo ser parcialmente contrarrestada con un mayor consumo interno, pero esto por sí solo no alcanza para explicar la tendencia más general.

Ciertamente en los países de la región, y especialmente en China, en los últimos años se han venido aplicando políticas de estímulo al consumo interno como manera de reducir la extrema dependencia de las exportaciones y, también, como método de

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“descompresión social” mejorando la capacidad adquisitiva de los salarios chinos9. Esto puede explicar en parte un aumento de la producción industrial superior al incremento de las exportaciones, pero en general se trata de tendencias más recientes que aún no logran plasmarse cabalmente en las estadísticas, por lo que no quedan dudas que también tuvo lugar un incremento en el nivel de integración de la producción local, incorporándose nuevas etapas del proceso productivo que permitieron elevar el valor agregado.

Una aproximación a esto último puede hacerse a partir de considerar lo ocurrido con las importaciones industriales. En efecto, las importaciones de manufacturas crecieron menos que la producción y que las exportaciones en los Tigres y China, en tanto en el Centro y en América del Sur y México lo hicieron en una proporción mayor. Por lo que, mientras que en el caso de los Tigres y China el incremento de las exportaciones de manufacturas fue acompañado por un incremento superior en el valor agregado sectorial mundial y un menor crecimiento relativo de las importaciones, en América del Sur y México el incremento en las exportaciones es mayor al incremento registrado en la producción manufacturera, a la vez que es acompañado de un incremento aún superior de las importaciones (Cuadro Nº 2).

Al respecto, debe tenerse en cuenta que el consumo de bienes finales de origen industrial era relativamente reducido en los países asiáticos considerados antes de la aceleración de su proceso de industrialización en función de un bajo nivel de ingresos y una distribución del ingreso relativamente equitativa. De allí puede inferirse un comportamiento no solo cuantitativamente sino también cualitativamente distinto entre ambas regiones, ya que el menor peso relativo de las importaciones no se debe principalmente a una sustitución de bienes de consumo final sino fundamentalmente intermedios y de capital. Esta disímil evolución del nivel de integración de la producción industrial en el marco de estructuras sociales muy divergentes explican por qué en tanto la región asiática exhibe grandes superávits en su comercio exterior, el significativo crecimiento de las exportaciones (sobre todo de origen industrial) en la región latinoamericana no logra eliminar –sino más bien lo contrario– los problemas en el balance de pagos.

La bifurcación en el nivel de integración de la producción manufacturera entre la región asiática y la latinoamericana también se puede observar al analizar la evolución del peso de las importaciones de manufacturas sobre el valor agregado sectorial: allí se observa que dicha relación tiende a caer para el caso de los Tigres y China, especialmente desde 2005 en adelante. A pesar de que la caída es mayor en 2009 como consecuencia del impacto de la crisis sobre el comercio exterior, la tendencia se mantiene más o menos constante hasta el último año considerado (2012). Por el contrario, en América del Sur y México, tras el impacto de la crisis en 2009, las importaciones vuelven a incrementarse sostenidamente en relación al valor agregado manufacturero (Gráfico Nº 1).

9 Un ejemplo del impulso a este tipo de políticas de fortalecimiento del mercado interno son las resoluciones que se tomaron en el XVIII Congreso del Partido Comunista de China en el año 2012.

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Gráfico Nº 1. Relación entre las importaciones de m anufacturas y el valor agregado manufacturero por Centro y regiones de la Periferia seleccionadas, 1995-2012 (en porcentajes)

Fuente: Elaboración propia en base a UNCTAD.

Estas diferencias observadas en las trayectorias dentro la periferia a nivel de desarrollo industrial responden lógicamente a distintos niveles de inversión en las regiones y a la direccionalidad de la misma. De acuerdo con datos del Banco Mundial, si bien para el periodo 1995-2012 la inversión había ido reduciendo su peso en el producto en el caso de los Tigres y se había incrementado notablemente en el caso de China, la misma alcanzaba el 31% del PBI regional promedio anual, mientras que en América del Sur y México representaba el 20,3% promedio anual. Sin embargo, en los últimos años se acentúan ciertas contradicciones en las economías asiáticas que ponen límites al crecimiento tal como se venía desplegando: los costos sociales vinculados a los bajos salarios y a las malas condiciones de trabajo, y los efectos ambientales del proceso de acumulación han comenzado a notarse con mayor fuerza cuestionando algunos aspectos del modelo de desarrollo de “crecimiento elevado” (Salama, 2014).

Por su parte, las bajas tasas de inversión en América Latina, incluso si se la compara con otras regiones dentro de la Periferia, se relaciona con su proceso de acumulación, en tanto luego de la globalización neoliberal este se caracteriza por un fuerte peso de los recursos naturales vinculados a la exportación, con gran presencia de capitales extranjeros10. Esto hace que, a pesar de las elevadas ganancias que se obtienen con el incremento de los precios de las materias primas en la última década, el excedente se remita afuera vía rentas de inversión (remisión de utilidades o pago de intereses) y otra parte se utilice en gran medida en inversiones no productivas como la construcción residencial para los sectores de mayores ingresos. Así el ciclo de acumulación se da en base a una mayor explotación de la fuerza de trabajo, al

10 Si bien en la región asiática también hay una gran presencia de capitales extranjeros esta se diferencia de América Latina por tener un mayor componente regional (especialmente de la diáspora china) y por estar sometida a un estricto control estatal en lo que hace a su destino y a la transferencia de tecnología al capital local (Aglietta y Bai, 2012; Arceo, 2011; Chang, 2006; Kinoshita, Kishida y Amemiya, 2004; Kohli, 1999 y 2004).

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proceso de tercerización y subcontratación (donde se incluye por ejemplo la maquila) y la renta y explotación creciente de los recursos naturales (Caputo Leiva, 2008).

III.3 La desigual distribución del progreso técnico

Como se vio, si bien con distintas explicaciones sobre la incidencia de los elementos externos e internos, tanto para el estructuralismo latinoamericano como para la buena parte de los autores marxistas y dependentistas la desigual distribución del progreso técnico tiene importantes repercusiones en el desarrollo desigual. Mientas que en el Centro la innovación y difusión de tecnología permitía la generación de nuevos sectores económicos y nuevas capacidades que daban lugar a estructuras productivas diversificadas y homogéneas, en la Periferia el progreso técnico era un proceso mayormente exógeno que impactaba de forma desigual y combinada y terminaba consolidando una estructura poco diversificada y heterogénea.

El progreso técnico se hace presente a través del esfuerzo agregado de investigación y desarrollo en una economía y en el consecuente peso que en ella tienen los sectores intensivos en conocimiento, ya que algunos presentan mayores tasas de innovación y estimulan más que otros la difusión de tecnología (CEPAL, 2012; Cimoli y Porcile, 2009; Cimoli y Dosi, 1995; Katz, 2006). En este sentido, se han tomado algunos indicadores relevantes para medir el esfuerzo y resultado tecnológico de las distintitas regiones consideradas (Gráfico Nº 2 y Cuadro Nº 4).

Gráfico Nº 2. Participación en el total de patentes registradas en Estados Unidos por países extranjeros según regiones de la Perifer ia seleccionadas, 1977-2013 (en porcentajes)

Fuente: Elaboración propia en base a información de la U.S. Patent and Trademark Office.

Como puede observarse en el gráfico precedente, la participación de América del Sur y México en el total de patentes registradas en los Estados Unidos por países extranjeros se mantuvo en valores bajos y prácticamente invariables (en torno al 0,4%) a lo largo de casi cuatro décadas. Por el contrario, la participación de Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán y China aumentó exponencialmente, pasando del 0,4% en 1977 al 23,2% en 2013. Si bien la cantidad total de patentes registradas por países de la región sudamericana y México se multiplicó por siete (pasó de menos de 100 en

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1977 a casi 700 en 2013), los Tigres y China incrementaron su participación unas 380 veces (pasando de menos de 100 en 1977 a más de 36.000 en 2013). De esta manera, de registrar un número similar de patentes a fines de la década de 1970, la diferencia entre la cantidad de patentes registradas en los Estados Unidos entre los países de una y otra región se agigantó en más de 50 veces.

Este indicador (cantidad de patentes) permite una aproximación parcial al esfuerzo innovativo realizado por las respectivas economías, el cual se supone es en buena medida el resultado de la inversión (pública y privada) realizada en investigación y desarrollo (I+D). Al respecto, en el Cuadro Nº 4 se presentan otros indicadores que reflejan la inversión en I+D de cada región, aunque la mayor parte de los datos disponibles solo abarcan un período de siete años (2004-2010).

Cuadro Nº 4. Gasto en I+D, cantidad de investigador es y número de patentes por Centro y regiones de la Periferia seleccionadas, 20 04-2012 (en porcentajes y cantidades)

Gasto en I+D Investigadores Patentes

(en porcentaje del PBI) (por millón de hab.) (aplicadas por residentes)

Año Centro A. Sur + México

Tigres +

China Centro A. Sur +

México

Tigres +

China Centro A. Sur +

México Tigres + China

2004 2,01 0,35 1,36 76.405 2.023 11.576 667.967 5.960 171.804

2005 1,99 0,41 1,44 83.626 2.167 13.212 684.305 6.238 216.401

2006 2,08 0,42 1,49 87.057 2.212 13.801 677.670 6.082 248.592

2007 2,03 0,43 1,56 86.295 2.675 14.718 692.499 6.395 282.618

2008 2,29 0,41 1,70 86.611 3.195 14.903 679.535 6.502 322.662

2009 2,28 0,49 1,70 86.290 3.411 15.309 635.945 5.652 357.312

2010 2,28 0,55 1,68 74.951 3.478 16.076 646.289 5.724 425.903

2011 s/d s/d s/d s/d s/d s/d 647.698 6.374 555.104

2012 s/d s/d s/d s/d s/d s/d 667.947 7.458 684.706 Fuente: Elaboración propia en base a información del Banco Mundial.

La primera conclusión que se desprende de la información aportada por el cuadro de referencia es que si bien el gasto en I+D como proporción del producto bruto interno en las regiones periféricas consideradas sigue siendo inferior al del Centro, el mismo ha crecido más aceleradamente en los años considerados. No obstante, la brecha que separa la región sudamericana y México de los países centrales sigue siendo muy amplia (más de cuatro veces en 2010), mientras que la misma se ha reducido sensiblemente cuando se trata de los Tigres y China. El panorama para los países latinoamericanos no mejora de considerar los valores absolutos de gasto en I+D, por el contrario, al tratarse en general de economías más chicas que las del Centro y la región asiática, los mismos son notablemente inferiores.

Otro indicador interesante sobre la inversión realizada en investigación y desarrollo lo constituye la cantidad de investigadores por millón de habitantes. Al respecto, se constata que, aunque decrecientes, las diferencias absolutas entre el Centro y las dos regiones periféricas consideradas siguen siendo muy grandes. Si se analiza en términos proporcionales, se observa que, aunque también decreciente, la distancia existente entre los países sudamericanos y México respecto a Corea del Sur, Taiwán, Singapur y China en cantidad de investigadores por millón de habitantes es similar a la que existe entre estos últimos y el Centro (de entre seis y cuatro veces). Cabe señalar que, al ser esta una medida que depende de la cantidad de población, tiende a subestimar el potencial real de las regiones más pobladas. En efecto, basta señalar que en la región asiática se encuentra el país más poblado del mundo (China) el cual supera por sí mismo en casi tres veces a la población del conjunto de los países de

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América del Sur más México. Esto supone una diferencia absoluta notable en cantidad de investigadores que, no casualmente, se ve reflejada en indicadores como la cantidad de patentes.

Justamente, la información presentada en la última columna del cuadro permite dar cuenta del incremento absoluto de la cantidad de patentes registradas a nivel mundial por residentes de los países asiáticos considerados, mostrando un crecimiento exponencial entre 2004 y 2012 (se multiplicó por cuatro), hasta superar por primera vez la cantidad total de patentes registradas por residentes de los países centrales. En cambio, la cantidad de patentes registradas por residentes en Sudamérica y México se ha mantenido relativamente estable en dicho periodo.

De esta manera, se puede afirmar que si bien los países centrales siguen manteniendo el predominio en materia de investigación y desarrollo, los Tigres y China han crecido aceleradamente y han logrado un notable progreso en indicadores de esfuerzo tecnológico. Por el contrario, a pesar de una ligera mejoría en la última década, los esfuerzos y los resultados en I+D de los países latinoamericanos siguen siendo muy menores en términos relativos y absolutos, en tanto la brecha tecnológica se ha acentuado mucho en relación a la región asiática. De todos modos, cabe señalar que a pesar de la diversificación y del notable incremento que exhibieron los sectores intensivos en conocimiento, esto no implica que la región asiática haya logrado constituir aún una estructura productiva homogénea similar a la del Centro. Las brechas de productividad entre los sectores tradicionales y los modernos en dichas economías parecen seguir siendo muy relevantes, especialmente en China, la economía más grande de la región y la segunda en el mundo (Aglietta y Bai, 2012; Chang, 2006; Naughton, 2007; Salama, 2014).

Otra forma de medir indirectamente el upgrade tecnológico es a través de analizar las exportaciones no sólo desde las grandes ramas sino a partir del contenido tecnológico de los productos. El análisis del comercio exterior según su contenido tecnológico permite dar una idea más precisa del grado de (sub)desarrollo del entramado industrial. Sin embargo, cabe señalar que la metodología centrada en el contenido tecnológico de los productos es muy útil para dar cuenta del grado de diversificación de la estructura productiva y la competitividad de los distintos segmentos, pero presenta la desventaja de que refleja la tecnología incorporada a los productos y no la utilizada en el proceso de producción en el país exportador (Arceo, 2011, Belloni y Wainer, 2012). Esto puede dar lugar a cierta sobreestimación de la participación de las exportaciones de alta tecnología de los países del este asiático y de México que se vinculan a actividades de ensamblaje. No obstante, las diferentes trayectorias de especialización entre ambas regiones son notables.

De considerarse la misma de acuerdo con la metodología de Lall (2000) para el año 2012, puede observarse como el peso de las exportaciones de alta tecnología en las exportaciones totales es muy alta en los Tigres y China (de un 37,2%), mientras que, por el contrario, en América del Sur y México es muy reducida (un 9,0%). En esta última región la gran mayoría son exportaciones de productos básicos con escaso valor agregado (los productos primarios y las manufacturas básicas derivadas de los recursos naturales representan el 58,6% de las exportaciones de la región).

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Cuadro N° 5. Distribución de las exportaciones del Centro y regiones de la periferia según categorías tecnológicas (clasificac ión de Lall), 2012 (en porcentaje)

Categorías tecnológicas (Lall) Tig

res

+ C

hina

Sud

amer

ica

+ M

éxic

o

Manufacturas de alta tecnología (eléctrica y electrónica). 33,9 7,4

Manufacturas de alta tecnología (otros) 3,3 1,6 Manufacturas de tecnología intermedia (automotor) 3,6 9,9 Manufacturas de tecnología intermedia (procesos) 5,8 4,8 Manufacturas de tecnología intermedia (ingeniería) 15,5 8,5 Manufacturas de baja tecnología (textiles vestimenta y calzado) 11,5 1,7

Manufacturas de baja tecnología (otros) 13,2 3,6

Productos primarios 1,9 38,1 Manufacturas básicas (productos agropecuarios y forestales). 3,0 7,4 Manufacturas básicas (otras fuentes primarias) 6,0 13,1

Otros 2,4 3,6

Total 100,0 100,0 Fuente : elaboración propia en base a información de COMTRADE, United Nations Commodity Trade Statistics Database.

De este modo, el crecimiento de las exportaciones de manufacturas en la Periferia asiática se asocia al desarrollo de nuevas actividades con mayor contenido tecnológico que permite que se sustituyan importaciones y una mayor articulación de la estructura productiva. En cambio, este fuerte crecimiento y la creciente demanda de energía, materias primas y alimentos (y el boom de sus precios) de las economías asiáticas ha acentuado en los países de América Latina la “vieja” inserción externa sin cambio estructural.

Así, si bien con el agotamiento del modelo neoliberal hacia finales de los años 1990 han surgido nuevos proyectos de desarrollo en la región latinoamericana, estos se han construido sobre las bases creadas por el neoliberalismo. Entre ellas se destacan: la gran concentración del capital, la hegemonía del capital transnacional en la mayoría de los países de la región y una creciente dependencia de la producción de commodities para la exportación (Belloni y Wainer 2014). Se trata de un esquema basado fundamentalmente en la apropiación de la naturaleza, escasamente diversificado y cada vez más dependiente de una inserción internacional como proveedores de materias primas que acentúa los problemas estructurales de economías desequilibradas y heterogéneas y las asimetrías Centro-Periferia y Periferia-Periferia.

En relación a las relaciones dentro de la Periferia, cabe considerar el papel de Brasil y China en la región latinoamericana. Con las transformaciones mundiales sobrevenidas en las últimas décadas, en especial la internacionalización de los procesos productivos y el incremento de la competencia a nivel mundial, tanto China como Brasil han venido ocupando un lugar destacado en el proceso de desnacionalización y reprimarización de los países de la región, tanto directamente a través de Inversiones Extranjeras

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Directas (IED) radicadas en sectores estratégicos11 (Belloni y Wainer, 2014; Luce, 2008) y a través el intercambio tecnológicamente desigual (Carcanholo y Saludjian, 2013; Slipak, 2014), como así también indirectamente a través de su participación en proyectos de infraestructura que permiten una mayor circulación de bienes y servicios. A su vez, China ha ocupado un lugar central dentro de la región asiática, en especial como plataforma de ensamblado y exportación del este asiático (Arceo, 2011).

Por otra parte, el hecho de que bajo la nueva división internacional del trabajo los países de América Latina tengan serias dificultades para competir internacionalmente más allá de los recursos naturales, manufacturas vinculadas a los mismos y actividades de ensamblaje, acentúa la heterogeneidad de las estructuras productivas y, con ello, la dependencia de productos de mayor contenido tecnológico provistos del exterior. Lo que, sumado a los crecientes flujos de remisión de utilidades por las empresas transnacionales que operan en las diversas economías nacionales12, tiende a recrear problemas estructurales como la restricción externa al crecimiento o el lugar y límites que tienen los salarios en el ciclo de acumulación.

En síntesis, mientras que la región asiática ha logrado incrementar significativamente su participación en las exportaciones de manufacturas y en el valor agregado manufacturero a nivel mundial, la región latinoamericana se ha mantenido prácticamente estancada en términos relativos. Esto se debe no sólo a distintos niveles de crecimiento sino también a cambios cualitativos más profundos que tienen que ver con una creciente integración de la producción industrial en los Tigres y China, en tanto en Sudamérica y México se observa una creciente dependencia externa. Los procesos de industrialización encarados por ambas regiones no solo han diferido espacial y temporalmente sino también estructuralmente, dando lugar a senderos evolutivos bien disímiles. En este sentido, el desarrollo tecnológicamente desigual se ha acrecentado dentro de la Periferia contribuyendo notablemente y siendo a su vez una expresión de la bifurcación de la misma.

IV. ¿Hacia una re-configuración mundial?

Las diversas trayectorias de crecimiento y de composición del mismo de acuerdo con los grados de desarrollo tecnológico y de articulación en la estructura productiva dentro de la Periferia que se han considerado en los apartados precedentes se vieron reflejadas en el rol que las distintas regiones juegan en la nueva división internacional del trabajo y las viejas y nuevas relaciones de dominación y de dependencia que de ello se derivan.

Las evidencias analizadas parecen demostrar que no se está asistiendo a una homogeneización absoluta del espacio económico mundial como afirman tanto los neoliberales como los post-dependentistas. Si bien en algunos aspectos la Periferia parece haber acortado distancias con el Centro, esto se ha debido mayormente al desempeño de una región en particular, lo cual no invalida en lo más mínimo dichas categorías.

11 Entre las firmas brasileras que operan en la región suramericana se destacan: Petrobras (con actividades en Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela), Vale (en Argentina, Chile, Paraguay y Perú), Odebrecht (en Venezuela, Argentina, Colombia, Ecuador y Perú), JBS FRIBOI (en Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay) y ULTRAPAR (en Venezuela, Argentina y Colombia). Por su parte, dentro de las crecientes inversiones chinas en la región se destacan aquellas orientadas a la minería en el Perú y a la extracción de petróleo en el Brasil (CEPAL, 2014). 12 Según datos de la CEPAL, la remisión de utilidades por parte de las filiales de empresas transnacionales radicadas en América Latina hacia sus casas matrices ha aumentado considerablemente en la última década, llegando en 2008 a un máximo de US$ 93.000 millones. Dentro de la región, Chile es la economía que más ha remitido entre 2008 y 2010, con el 20% del total de América Latina y el Caribe (CEPAL, 2012).

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Más que una “convergencia”, lo que está ocurriendo es una acentuación de las diferencias intra-periferia, lo cual ha dado lugar a al menos tres situaciones relativas bien distintas. En primer lugar, se encuentran aquellos países que no hemos analizado en el artículo y que podrían denominarse como Periferia de la Periferia, en los cuales se revela una ausencia casi absoluta de estructura industrial y una extrema dependencia de algún recurso natural en particular o bien de la ayuda internacional, lo cual incluye las remesas de emigrantes. Este podría ser el caso de la mayor parte del África Subsahariana, buena parte de Centroamérica y algunos países de Medio Oriente. Su principal modo de inserción en la economía mundial es a través de la exportación de productos primarios y/o de mano de obra (emigrantes).

En segundo lugar, se encuentra una Periferia semi-industrializada, donde el aparato productivo no se encuentra lo suficientemente diversificado pero, en especial, donde la heterogeneidad estructural es grande. Se trata de países que por su trayectoria histórica cuentan con algún grado de industrialización más o menos relevante, pero en los cuales la actividad manufacturera genera poco valor agregado por depender en buena medida de la importación de los componentes tecnológicamente más avanzados o bien por tratarse de manufacturas de baja complejidad tecnológica. En estos casos, el incremento o el mantenimiento de la estructura industrial no supone una reducción en el nivel de dependencia externa sino más bien lo contrario (Katz y Stumpo, 2001). Su principal modo de inserción en el mercado mundial se sigue dando a través de la exportación de productos primarios, manufacturas básicas derivadas de recursos naturales o bien productos industriales con escaso valor agregado a nivel local. Estos serían los casos de América del Sur y México anteriormente analizados, aunque también podría incluirse otros países semi-periféricos como Turquía, Irán, Sudáfrica o algunas ex repúblicas soviéticas.

Finalmente, se encuentra la Periferia de industrialización reciente, la cual posee un sistema industrial cada vez más complejo, aunque con grandes costos sociales y contradicciones que hacen que aún no cuente en suficiente proporción con diseños propios e innovadores de los componentes centrales de las manufacturas tecnológicamente más complejas. Hasta el momento los países centrales siguen concentrando la mayor parte de las tareas conocimiento-intensivas, además del management y marketing, aunque esta región periférica avanza aceleradamente en su proceso de upgrade tecno-productivo. Este sería el caso de los Tigres asiáticos y China.

Este breve y simple esquema no debe hacer perder de vista que existen numerosas diferencias también al interior de las distintas regiones consideradas ya que, por ejemplo, no es la misma situación la de Brasil que la de Paraguay. Sin embargo, cada región periférica orbita en torno a su/s propio/s “centro/s“, siendo que la articulación entre los distintos países que la integran le da un determinado carácter al conjunto.

La bifurcación observada en la trayectoria de la región asiática y la latinoamericana es producto en gran medida del diferente despeño que tuvieron las economías en materia de industrialización y progreso técnico en distintos contextos socioeconómicos. En ello ha sido clave el rol que ha jugado el capital transnacional en el marco del proceso de internacionalización de la producción y de las finanzas sobre la base de la estructura social (la composición del bloque de clases dominante y la organización y fortaleza de los sectores dominados) y la resultante autonomía relativa de los Estados en cada caso.

En ese sentido, cabe señalar que, a pesar de las diferencias entre los países del Sudeste de Asia y China, estos se caracterizan por cierta homogeneidad del bloque de clases dominantes, la existencia de un aparato estatal grande y fuerte, una burguesía industrial débil en sus inicios y una clase trabajadora con poca fuerza y bajos niveles de organización. Se trata de estructuras sociales que se manifiestan en Estados con

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una importante autonomía relativa como para llevar adelante procesos de industrialización con altos niveles de intervención (tanto en la participación directa como en la promoción de ciertas actividades, y también en la protección y el control), estrictas metas de producción e integración, y participación condicionada de los capitales extranjeros. A su vez, la importancia de la economía japonesa y el traslado de actividades de menor valor agregado de esa economía hacia economías de la región de menores ingresos con el objetivo de reducir los costos de producción a principios de los años 1970 ha sido un factor importante para el crecimiento de ciertas economías como Corea y Taiwan (Kinoshita, Kishida y Amemiya, 2004; Kohli, 1999).

En América Latina en cambio, en el marco de la ruptura de las bases objetivas en las que se sustentaba el proyecto de industrialización desarrollista y ante el fuerte peso de los sectores exportadores, el proceso de internacionalización financiera y productiva condujo a un nuevo modo de acumulación basado en el crecimiento liderado por las exportaciones primarias con gran incremento de la presencia del capital extranjero. Siguiendo a raja tabla los lineamientos del proceso de globalización neoliberal expresados en el Consenso de Washington, se pasó de un modelo de sustitución de importaciones a otro basado en el “libre mercado”, en el que la intervención del Estado pasó a limitarse al establecimiento de las condiciones macroeconómicas “sanas”, un marco legal propicio para la inversión privada y, en especial, a generar condiciones atractivas para atraer al capital global.

Aun cuando en la última década se han dado cambios en la modalidad de desarrollo de la región, América Latina no ha podido romper con la dependencia que genera la exportación de recursos naturales y derivados. Más bien, estas tendencias parecen haberse acentuado en un contexto mundial de altos precios de los commodities, una creciente demanda asiática y un incremento de los flujos de inversión extranjera directa orientados a actividades primarias extractivas.

Las condiciones de posibilidad de las diferentes políticas de desarrollo adoptadas por los distintos países de las regiones consideradas no fueron las mismas, ya que partieron de estructuras sociales, productivas y hasta políticas distintas. Es por ello que no es automáticamente trasladable la experiencia de industrialización del Este de Asia a la región latinoamericana. Si bien sigue teniendo validez la concepción cepalina de que el desarrollo de la periferia necesita de una profundización de la industrialización bajo la conducción del Estado, dicha condición no implica necesariedad. Sin tener en cuenta la estructura social y las relaciones de fuerza entre clases y fracciones de clase –tanto a nivel nacional como internacional–, dicho postulado se mantiene en el plano abstracto y se revela carente de contenido. Esto es, justamente, lo que señalaban los “dependentistas”, ya para ellos el atraso no se resolvía sólo con políticas “adecuadas”, ya que el “desarrollo” no es contradictorio con la dependencia, más bien la refuerza. Es por ello que, al menos para la situación de América Latina, la superación del atraso no podía darse sin alterar aspectos clave de las relaciones de producción predominantes.

Lejos de asistir, entonces, a una homogeneización del espacio económico mundial, lo que se ha venido produciendo en las últimas décadas es una profundización del desarrollo desigual y combinado, sólo que ahora el mismo se da con más fuerza al interior de la periferia misma. En este contexto, la posibilidad de romper con la situación de dependencia en América Latina dependerá, en última instancia, de la forma en que se vaya saldando la lucha de clases en los próximos años.

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