APUNTESDELASIERRAN.º 248 - OCTUBRE 2015 Revista gratuita www.apuntesdelasierra.com

Apuntes de la Sierra • 5

LA CASA MUSEODE RICARDO LEÓN

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Adentrarnos en la Casa Museo de Ricardo Leónes redescubrir una de las figuras literarias másimportantes de la literatura española del si-glo XX. La villa Santa Teresa, que es el nombrecon el que León bautizó el imponente caserón

que vamos a conocer, encarna en piedra el viejo caráctercastellano que impregnó buena parte de la obra literariode Ricardo León. De hecho el propio autor, pertenecientea la corriente denominada modernista, se refería a su casacomo “mi pequeño Escorial”, siendo levantado en el límtemismo entre los municipios de Torrelodones y Galapagar(perteneciendo a este último) a partir de una villa previa-mente existente cuya reforma él mismo planificó, con granacierto y gusto por lo que hoy podemos ver. De hecho, estasoberbia casa solariega, que sigue los cánones herrerianos,se levantó gracias a los éxitos editoriales que cosechó a lolargo de su vida Ricardo León;“cuatro paredes, cada una le-vantada por uno de mis libros”,como el propio escritor decía.

Una placa, situada a la en-trada de la villa, da fe del perso-naje histórico que allí habitódurante muchos años: “En estacasa vivió entre 1922 y 1943 Ri-cardo León, novelista, poeta yacadémico”. Aunque la inscrip-ción se queda ciertamente cortacuando conocemos en profun-didad la vida de León, su ampliabibliograf ía o los intelectualescoetáneos a él con los que man-tenía correspondencia o visita-ban habitualmente la villa SantaTeresa, una figura por la que,por cierto, sentía especial atrac-ción Ricardo León. Sea comofuere, se siente algo muy espe-cial cuando se cruza el arco quecobija la pesada puerta de hie-rro de la entrada del palacete y

ponemos los pies en la rotonda que da acceso a la casa y alos jardines que la circundan. La impresión, ciertamente,es la de visitar un recinto cuyo propietario podríamos pen-sar en un primer momento perteneció a la aristocracia deotra época o a la alta burguesía, pero no. Fue la casa de unhombre que sintió desde muy joven pasión por las letrashispánicas.

LOS PRIMEROS PASOS POR LA CASA MUSEO

Nuestro guía, Ricardo León (cuidado, no nos confunda-mos, se trata de un nieto del literato) nos recibe con losbrazos abiertos y nos muestra en primer lugar el jardínque rodea la casa. 10.000 m2 en donde abundan las conífe-ras; árboles de los que quedó prendado Ricardo Leóncuando cubrió para el periódico La Vanguardia la Primera

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Guerra Mundialen su frente euro-peo; aquel capí-tulo de su vidaquedó reflejado enlas páginas de suensayo Europa

trágica, obra publicada en el año 1917. Por entre aquellosárboles que hoy se yerguen altivos acostumbraba a pasearRicardo León a horas bien tempranas, sirviéndole paraplanificar sus obras y perfilar los personajes que a la postretanto renombre le dieron. Un jardín que también fue tes-tigo de excepción de conversaciones importantes con es-critores del tiempo de Ricardo León, con los que manteníauna relación de amistad-admiración recíproca, como fue-ron Jacinto Benavente, José Martínez Ruíz ‘Azorín’ o Ca-milo José Cela.

EN EL INTERIOR DE LA VILLA

Continuamos nuestra visita a la quinta de Santa Teresa,pasando al interior de esta enorme casa levantada a basede granito berroqueño extraído de una cantera abierta enel mismo jardín por el que hace un momento paseábamosy tallado con maestría por los renombrados canteros gala-pagueños. Nuestros primeros pasos dentro de la casa deRicardo León los damos por una suerte de recibidor-za-guán que sigue los patrones de las casas señoriales caste-llanas, adornado por muebles originales que pertenecieronal propio Ricardo León, algunos de ellos procedentes delMonasterio de las Descalzas de Cuenca. El zaguán da ac-ceso a la capilla de Santa Teresa, un espacio recoleto en elque se respira espiritualidad, tal vez por los relicarios yotros objetos que allí se muestran debidamente guardadosen vitrinas; como por ejemplo uno que guarda unas astillasdel Lignum crucis, la cruz donde fue crucificado Jesús deNazaret.

Aunque si un día nos diera por reunir todos los supues-tos trozos de la cruz de Jesús que se encuentran disemina-dos por la geograf ía española, es más que probable quenos encontráramos con que podríamos formar dos o trescruces. Así eran las cosas de las reliquias sagradas en otrostiempos. Aún así, este hecho no le resta ni un ápice de im-portancia al relicario y ni mucho menos a la estancia, quenos trae a la memoria las líneas maestras que guiaron la

disposición arquitectónica de muchas dependencias delcercano Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, espe-cialmente sus bóvedas.

UN ‘TALLER’ CON VISTASAL VALLE DEL GUADARRAMA

Y seguimos nuestro viaje en el tiempo, ahora subiendounas señoriales escaleras nos encontramos justo a laspuertas del despacho-biblioteca en el que Ricardo Leónpasaba las horas y los días enfrascado en su laborioso y ca-llado trabajo de escritor. Se trata de una amplia presididapor un busto broncíneo de Cervantes y repleto de libros,muchos de ellos auténticas joyas bobliográficas como unaantigua colección de las obras de Julio Verne, los Episodios

Esta soberbia casa solariega, se levantógracias a los éxitos editoriales que

cosechó a lo largo de su vida RicardoLeón; “cuatro paredes, cada unalevantada por uno de mis libros”

El zaguán da acceso a la capilla de Santa Teresa, un espaciorecoleto en el que se respira espiritualidad

Una placa, situada a la entrada de lavilla, da fe del personaje histórico que allí

habitó durante muchos años: “En estacasa vivió entre 1922 y 1943 RicardoLeón, novelista, poeta y académico”.

Nuestros primeros pasos dentro de lacasa de Ricardo León los damos por una

suerte de recibidor-zaguán que sigue los patrones de las casas señoriales

castellanas

En el mismo límite entre Galapagar y Torrelodones se levanta un bello caserón donderesidió una de las figuras literarias más relevantes del modernismo español

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nacionales o el famoso Bufón de 30 tomos. Nuestro cice-rone en la visita a la casa museo nos muestra algunos in-cunables que allí se guardan; sobre los que posó la miradaRicardo León en vida y cuyo arcaico castellano le sirvió alliterato como ejemplo que después imitó en muchas de susobras.

En la biblioteca-despacho de Ricardo León, una estanciaque invita al estudio y la escritura, denota muy a las clarasel amor del autor por las letras y la cultura, claro que nopodía ser de otra manera puesto que Ricardo Léon todavía

ostenta el honor de ser el académico de la lengua más jovende la historia; ingresando en esta institución en el año 1912,cuando tan solo contaba con 35 años de edad. Una parte deesa historia vital cargada de éxitos se reproduce en la salacontigua a la biblioteca, en la denominada sala de las vitri-nas. Allí se exponen las primeras ediciones de sus obras ylas cartas que intercambió con escritores e intelectuales dela época. Firmas como las de Emilia Pardo Bazán, JoséEchegaray, Antonio Maura, Menéndez Pidal o los herma-nos Quintero rubrican algunas de las misivas que podemosleer en esta parte de la casa museo y que nos dan una pe-queña pero muy representativa idea de las personas con lasque se codeaba Ricardo León. Y no sólo las cartas dancuenta de la admiración que suscitó en su tiempo el lite-rato; libros dedicados por Unamuno, Valle-Inclán o PérezGaldos entre otros ‘gigantes’ de las letras aumentan la di-mensión de las relaciones interpersonales de León.

UNA CASA ABIERTA A TODOS

A pesar de la gran importancia que sin duda ostenta Ri-cardo León en la literatura moderna española, de sus éxitoseditoriales y de su peso como figura de primera línea en unaépoca dif ícil de nuestropaís, hoy en día es unomás de esa lista intermi-nable de españoles olvida-dos a la espera de que serecupere su nombre y se lecoloque en el lugar que semerece. Nosotros abando-namos el que fue su hogary lugar de febril trabajodurante muchos años conla sensación de haber co-nocido una parte de la in-timidad de un auténticogenio. Esas puertas quenosotros hemos franquea-do podrán volverse a abrira todos aquellos interesa-dos en visitar una impre-

Ricardo León todavía ostenta el honor de ser elacadémico de la lengua más joven de la historia;

ingresando en esta institución en el año 1912,cuando tan solo contaba con 35 años de edad

Despacho-biblioteca en el que RicardoLeón pasaba las horas y los díasenfrascado en su laborioso y calladotrabajo de escritor Escritorio de Ricardo León

Mi salud, aunque con lentitud, va mejorando, y es ya—gracias a Dios— no tan demasiado mala comopara no permitirme escribir ; he empezado unanueva novela —"La última carta de Sir Jacob, jovensentimental"— porque, aunque todavía no sé qué eslo que acabará ocurriendo con Pascual Duarte,siento crecer en mí, con mayor fuerza si cupiere, lanecesidad de enfrentarme con el montón de blancascuartillas, ese montón de cuartillas que habrá deconducirnos al más glorioso de los éxitos... o a lamás negra de las desazones y al más profundo de losfracasos.Le saluda con el cariño de siempre,Camilo José Cela �

Texto: Jonathan Gil MuñozDirector de elguadarramista.com

Documentación gráfica:Marisa Ortega

Creative Commons

En la denominadasala de las vitrinas seexponen las primerasediciones de susobras y las cartas queintercambió conescritores eintelectuales de laépoca. Firmas comolas de Emilia PardoBazán, JoséEchegaray, AntonioMaura, MenéndezPidal o los hermanosQuintero

Retrato que preside la antesalaal despacho, donde se puede

ver una fotografía de su esposaMaría del Carmen Garrido

sionante quinta y los tesoros que guarda, para ello sólo se de-be contactar con el Ayuntamiento de Galapagar, desde don-de se gestionará la visita.

Carta de Camilo José Cela a Ricardo León

Madrid, 4 de febrero de 1942Mi querido amigo don Ricardo:Acabo de recibir su carta, entrañable y alentadoracomo suya, que ha traído un gran consuelo a mi co-razón: a este mi corazón que se resiste a dejarse in-vadir por la amenazadora me-lancolía que le ronda desde haceya más de un mes…Sus palabras, caritativamente op-timistas, han obrado como unbálsamo beneficioso sobre mi es-tado de ánimo, pero sus esperan-zas de "verme pronto" por ahí hansacudido mi sensibilidad casihasta el llanto. Ni me quejo nicaigo en el pesimismo, pero... ¡sehace tan dura la inacción cuandohay tantas cosas que hacer! El li-bro está escrito, y yo, que me forcépor escribirlo, estoy enfermo (loque es peor: clavado al colchóncomo una lapa) y veo pasar losacontecimientos, los tiempos y lasocasiones, con menos paciencia,ciertamente, de la que necesita-ría. Quizá me llame usted impa-ciente y quizás acierte...

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