Andrés Medina_La Etnografía

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 ANDRÉS MEDINA La segunda parte es el meo llo del trabajo, en ella s e describe la configuración del campo teórico y se disti ngu en las diferentes etapas  p o r la q u e h a p as ad o la di sc us n as í co m o la s t en d en ci as te ór ic as qu e se han definido. Es decir, es tanto un recu ento d e una discusión teó- rica como una perspectiva que está atenta al desarrollo histórico de la misma, con lo que intento aportar los datos que nos permitan re- conocer las condiciones de producción etnográfica y los diferentes énfasis teóricos. La tercera parte se compo ne de una serie de señalamientos y de reflexiones sobre las dos partes anteriores; no estoy seguro de que  p u e d a h ab la rs e d e c on cl us io ne s, pu es la a b u n d a n te in fo rm ac n y los vastos problem as implicados requiere n de un tratam iento global que rebasaría con mucho el espacio correspondiente a un cierre. En sentido estricto pienso que el planteam iento abre m uchas preguntas y que más que concluir se trata de hacer breves señalamientos que sugieren la riquez a y trascendencia del tem a de la cosmovisión, creo que las discusi ones más sustanci osas están porv enir, a partir de datos de campo que indudablemente nos aportarán nuevas luces y nos lle- varán a reflexiones docu me ntadas y a propuestas teóricas ciertamen - te sól idas . Este li bro es, pues, un esfuerzo d e explo ración tanto de u n tema de im portancia crucial para la etnografía como del desarrollo de una tradición académica en plena efervescencia y cambio, como es la que define a la antropología mexicana. En una Ciudad U niversitaria sitiada, el mes de octubre de 1999. P r i mera  P arte L a  etnog r afía INTRODUCCIÓN I ' 11  la base misma de la etnografía, com o pun to de arran que en el que linida su especificidad y sus diver sas imp licaci ones epistemológicas, encontramos la percepción d el Otro y la descripción de sus diferen i ia s percibidas. Esta es, evidentem ente, una característica universal .1  partir de la cual se desarrolla una metodología que conduce a las i oinplejidades técnicas, y ahora epistemológicas, de la observación  pa rti ci pa nt e y de lo q ue co ns titu ye el ej e de la in ve sti ga ció n e tn og rá fic a eontemp oránea, el trabaj o de campo. Con una perspectiva muy general podemos reco noce r tres gran- des etapas en la historia de la etnografía. En primer lugar, la que corresponde a su prehistoria, expresada en los textos escritos por viaj eros , cronistas, misioneros, funcionarios coloniales y otro tipo de observadores, en los que se registra el asombro que genera la con- frontación con pueblos y culturas diferentes a la propia, además de otras exigencias de o rden adm inistrativo, religi oso, políti co y milit ar. El marco histórico más importante en el que estas experiencias son generadas es el de la expansión colonial de los países europeos, las cuales adquiere n u n estatuto c ientífico en el sigl o XVIII con el movi- miento fil osófico y cultural de la Ilustración, c uand o se establecen las  ba ses de las qu e su rg ir án las ci en cia s so cia les y la an tr o po lo g ía . La segun da etapa está señalada con precisión por dos textos de Bronislaw Malinowski,  Arg ona uta s del Pacifico Occidental,  publicado originalmente en 1922, en el que prácticamente fun da de una ma- nera explícita la metodología del trabajo de campo, como la base empírica de la teoría antropológica, y con ello la fi gura del an tropólogo  pr of es io na l qu e d es ar ro lla u n a es tra te gi a ap oy ad a p o r l os s d iv er - sos recursos técnicos para observar, registrar y organizar sus datos. Cuando se publica, postumame nte (1967), el diario de campo que

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Andres Medina

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    La segunda parte es el m eollo del trabajo, en ella se describe la configuracin del cam po terico y se distinguen las diferentes etapas por la que ha pasado la discusin as como las tendencias tericas que se han definido. Es decir, es tan to un recuen to de una discusin terica com o u n a perspectiva que est a ten ta al desarrollo histrico de la misma, con lo que in ten to apo rta r los datos que nos perm itan reconocer las condiciones de produccin etnogrfica y los diferentes nfasis tericos.

    La tercera parte se com pone de u na serie de sealam ientos y de reflexiones sobre las dos partes anteriores; no estoy seguro de que pueda hablarse de conclusiones, pues la abundan te inform acin y los vastos problem as im plicados requ ieren de un tratam ien to global que rebasara con m ucho el espacio co rrespondien te a un cierre. En sentido estricto pienso que el p lan team ien to abre m uchas preguntas y que ms que conclu ir se tra ta de hacer breves sealam ientos que sugieren la riqueza y trascendencia del tem a de la cosmovisin, creo que las discusiones ms sustanciosas estn po rven ir, a partir de datos de cam po que indudab lem en te nos aporta rn nuevas luces y nos llevarn a reflexiones docum entadas y a propuestas tericas ciertam ente slidas. Este libro es, pues, u n esfuerzo de exploracin tanto de un tem a de im portancia crucial para la etnografa com o del desarrollo de un a trad icin acadm ica en p lena efervescencia y cambio, como es la que define a la an tropologa m exicana.

    En una C iudad U niversitaria sitiada, el mes de octubre de 1999.

    P r im e r a P a r t e

    L a e t n o g r a f a

    INTRODUCCINI' 11 la base misma de la etnografa, com o punto de a rranque en el que linida su especificidad y sus diversas im plicaciones epistem olgicas, encontram os la percepcin del O tro y la descripcin de sus diferen- i ias percibidas. Esta es, evidentem ente, una caracterstica universal . 1 partir de la cual se desarrolla u na m etodologa que conduce a las i oinplejidades tcnicas, y ahora epistem olgicas, de la observacin participante y de lo que constituye el eje de la investigacin etnogrficaeontem pornea, el trabajo de cam po.

    Con una perspectiva muy general podem os reconocer tres grandes etapas en la historia de la etnografa. En prim er lugar, la que corresponde a su prehistoria, expresada en los textos escritos po r viajeros, cronistas, m isioneros, funcionarios coloniales y o tro tipo de observadores, en los que se registra el asom bro que genera la confrontacin con pueblos y culturas diferentes a la propia, adem s de otras exigencias de orden adm inistrativo, religioso, poltico y militar. El m arco histrico ms im portan te en el que estas experiencias son generadas es el de la expansin colonial de los pases europeos, las cuales adquieren un estatuto cientfico en el siglo XVIII con el movim iento filosfico y cultural de la Ilustracin, cuando se establecen las bases de las que surgirn las ciencias sociales y la antropologa.

    La segunda etapa est sealada con precisin por dos textos de Bronislaw Malinowski, Argonautas del Pacifico Occidental, publicado orig inalm ente en 1922, en el que prcticam ente funda de una m anera explcita la m etodologa del trabajo de cam po, com o la base em prica de la teora antropolgica, y con ello la figura del antroplogo profesional que desarrolla una estrategia apoyada por los ms diversos recursos tcnicos para observar, registrar y organizar sus datos. C uando se publica, postum am ente (1967), el diario de cam po que

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    Malinowski llevaba duran te su investigacin en las islas T robriand , que contiene datos, reflexiones y expresiones crudas producidas po r el tedio y la frustracin, est inicindose una discusin en los pases que desarrollan las teoras dom inantes en la antropologa, en la que se cuestionan las bases epistem olgicas que sustentan la p re tend ida objetividad de las investigaciones etnogrficas y todo el trasfondo positivista en que se apoyan. Es en este largo m om ento cuando se consolida la an tropologa como un cam po reconocidam ente cientfico y resalta el papel fundam ental de la etnografa com o una prctica po r la que se definen los datos y los tpicos de la investigacin em prica.

    La tercera etapa, en la que se exploran muy diversos cam inos distantes del cientificism o an terio r, es la actual, cuando se despliega una refinada tecnologay se definen sugerentes tpicos que a tienden tan to a las cuestiones objetivas relacionadas con la alteridad, com o a las subjetivas que nacen de la condicin hum ana en un m om ento y mi espacio determ inados. Es im portan te ap u n ta r que este conjunto de reflexiones y crticas ha em ergido en los centros de p roduccin terica a nivel m undial, particu larm ente en los Estados Unidos y en Francia, y gran parte de sus autores se ha deslindado de lo que sucede en los pases perifricos, especificando su crtica en los au tores y en las corrien tes tericas hegem nicas. Con ello com ienzan a derrum barse las antiguas p retensiones etnocntricas de constru ir una ciencia universal que acom paan al positivismo, las que en el cam po de la an tropo log a tienen su ms espectacular expresin en el paradigm a evolucionista que funda la an tropo log a com o ciencia.

    De n inguna m anera es circunstancial que el desarrollo terico de la antropologa, tanto la clsica com o la posm oderna, se d en los pases desarrollados, pues ellos han sido la base de diversos p rocesos de dom inacin colonial y de hegem ona poltico-cultural a escala m undial. Sin em bargo, nuestra in tencin al trae r a cuento todos estos acontecim ientos es la de ubicar la especificidad de la an tropo lo ga m exicana en este contexto histrico y en el desarrollo cientfico que configura el cam po de la an tropo log a profesional actual.

    Por contraste, la an tropo log a que se configura en Mxico, com o en otros pases de A mrica Latina (una com paracin som era de las caractersticas de la an tropo log a en Mxico, Cuba y Per es realizada en M edina 1993) tiene com o eje de su problem tica terica la cuestin de la identidad nacional. Este es un viejo tpico que se

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    plantea en el desarrollo mismo de la form acin de lo que Darcy Ribeiro (1977) ha llam ado la p ro toe tn ia nacional de los pases ame- i icanos. Es decir, en la constitucin inicial del sistema colonial impuesto por los eu ropeos se define un con jun to de relaciones socio-econmicas en tre las tres m atrices tnico-raciales que intervienen en su com posicin (la am erindia, la europea y la africana) que se integran en sistemas estam entales en los que la m inora europea ocupa la posicin dom inante. El peso de las otras matrices tnico- i aciales habr de variar de acuerdo con el grado de com plejidad de las poblaciones am erindias y la m agnitud de los enclaves esclavistas. Ribeiro (1977) ha definido una tipologa de las form aciones nacionales a partir de las matrices m encionadas, de la que tom arem os su caracterizacin de los Pueblos Testim onio. stos se configuran sobre la base de antiguas poblaciones con una densa tradicin cultural, una elevada com plejidad social y poltica y un proyecto civilizatorio p ropio, las cuales al ser som etidas p o r el rgim en colonial, que aporta su cuota dem ogrfica en una situacin de dom inio, aunque m inoritaria num ricam en te , genera naciones escindidas po r sus dos grandes tradiciones culturales, la am erind ia y la colonial europea.

    Al adqu irir los pases que em ergen de las sociedades coloniales escindidas, en las que la poblacin india constituye una gran mayora, el estatuto de naciones-Estado independien tes, se establece una con trad iccin , pues en tan to la m ino ra criolla de origen europeo

    a la que se incorpora un sector m inoritario com puesto por la poblacin orig inada por la mezcla racial y residente principalm ente en las c iudades- posee un proyecto de nacin a im agen y semejanza de los estados europeos hegem nicos, po r o tro lado los pueblos indios son m arginados polticam ente y son forzados a resistir los ms diversos y brutales planes de exterm inio . Es decir, hay una negacin absoluta de los pueblos indios com o sujetos polticos y m iem bros de la nacin que se busca construir.

    Sin em bargo, pese a los in ten tos genocidas de las clases dom inantes en las nuevas naciones independien tes, no logran elim inar a los pueblos indios y el propio proceso histrico conduce a la constitucin de naciones pluritnicas que tienen com o signo de sus contradicciones la preocupacin constante po r definir su identidad nacional.

    Es en este contexto , caracterstico del siglo XIX en el con tinen te am ericano, en el que llega, de diversas m aneras, la investigacin e t

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    nogrfica, p roceden te de los crculos cientficos e in telectuales eu ro peos. Por una parte , encontram os a los viajeros ilustrados p roced en tes de los pases en expansin, por la otra, a los prim eros cientficos con una o rien tacin antropolgica, ubicados todos ellos en el discurso e tnocen trista del paradigm a evolucionista; pero tam bin reconocem os a los prim eros pensadores de las propias naciones am ericanas, quienes inform ados de los nuevos p lan team ientos se aplican con entusiasm o a im itarlos y a desarro llar una reflexin en el m arco, p re cisam ente, de la diversidad tn ico nacional, aunque para ellos los indios, po r los que sienten un profundo desprecio, son sus prim itivos, categora que curiosam ente tam bin los abarca en la perspectiva, no m enos racista, de los estudiosos europeos.

    T an to en tre los cronistas y los burcratas coloniales com o en tre los intelectuales nacionales de ascendencia criolla que destacan a lo largo del siglo XIX se identifica a los precursores de las com unidades antropolgicas la tinoam ericanas con tem porneas; aunque, com o bien lo ha apuntado Thomas Kuhn (1982) y otros historiadores de la ciencia, ello es una expresin sintom tica de un a com unidad cien tfica que asum e el paradigm a que la funda, proceso po r el que establece sus mitos de origen, la historia que la legitima.

    En M xico, la com unidad cientfica antropolgica, form ada cabalm ente en los aos cuaren ta de este siglo XX, encuen tra en la ideologa nacionalista su mayor fundam ento y la fuen te ms rica de sus grandes temas de reflexin terica, pero sobre todo una base epistem olgica que la distingue de la ciencia de los pases hegem nicos. No slo porque el proceso histrico del que form a parte m uestra o tra cara del colonialism o, sino porque tam bin responde a necesidades que tienen com o u na de sus causas principales la existencia de una acen tuada diversidad tnica.

    En cierto sentido su perspectiva es la de un pas form ado bajo el dom in io colonial, y de ello dan cuen ta las caractersticas generales de la econom a y la poltica nacionales; sin em bargo, el hecho central es la p ro funda contrad iccin arraigada en la enorm e diversidad cultural y lingstica, no asum ida ab iertam ente com o tal, sino haciendo de los pueblos indios un obstculo para la consolidacin de la un idad nacional, el llam ado problem a indgena, con lo cual se oculta la m agnitud y la trascendencia histrica de la confrontacin de dos proyectos de nacin.

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    En esta P rim era Parte p ropongo una discusin de la etnografa en el m arco de las relaciones sociales y culturales con las que se constituye la nacin m exicana contem pornea; con ello in ten to trascender la descripcin estrictam ente tcnica y reficada que sola hacerse desde el pun to de vista terico dom inado por el positivismo. Los objetivos de la exposicin son tan to el reconocim iento del proceso po r el que se configura el cam po de la etnografa en Mxico como el de su construccin terica, lo que ciertam ente ser en form a un tanto esquem tica, pues slo trato de bosquejar las lneas generales.

    LA ETNOGRAFA EN MXICOLas investigaciones etnogrficas realizadas de acuerdo con la concepcin del trabajo de cam po y de una observacin participante con tro lada constituye un acontecim iento relativam ente reciente en Mxico; de hecho la m aduracin de la etnografa com o una prctica con un riguroso diseo m etodolgico y un objetivo terico explcito se vincula con el proceso mismo del establecim iento y configuracin de la an tropo log a com o una actividad profesional e institucionalizada. Aqu, evidentem ente, nos referimos a una cuestin im portante desde el pun to de vista de la historia de la ciencia, aquella que rem ite a los orgenes y al desarrollo de lo que Thom as Kuhn (1982) llama una actividad cientfica normal. Este au to r otorga un papel central a la form acin de una com unidad de cientficos que com parte un paradigm a com n, lo que im plica la creacin de una infraestructura institucional y la definicin de un m ito que legitim a sus orgenes y sus orientaciones tericas, me parece que la an tropologa en Mxico se funda en los aos trein ta, bajo el rgim en cardenista, y adquiere suform a cabal en los aos cuarenta.

    Las dos instituciones que estn en el ncleo de la com unidad antropolgica son el Institu to N acional de A ntropologa e H istoria (INAH), creado en 1939 con Alfonso Caso como su fu n d ad o r y p rim er d irector, y el D epartam ento de A ntropologa, en la Escuela de C iencias Biolgicas del Institu to Politcnico Nacional (IPN), creados en 1937, com o parte del proyecto educativo del cardenism o. Estas dos instituciones se articulan cuando el D epartam ento de A ntropologa se incorpora al INAH, en 1942, y tom a el nom bre de Escuela Nacional de A ntropologa (ENAH). Hay, adem s un hecho sim blico sealado poi s u traslado . i l espacio del Museo Nacional, situado en el antiguo

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    Palacio de la M oneda, pues si b ien las instalaciones del IPN se sitan en los edificios del casco de la ex-hacienda de Santo Toms, y en ellos tiene su espacio el D epartam ento de A ntropologa, exista ya una tradicin de estudios antropolgicos en el Museo Nacional que tiene sus races en el pensam iento poltico de los criollos novohispanos del siglo XVIII.

    Sin em bargo, la configuracin de la com unidad antropolgica est acom paada de otros acontecim ientos que m arcan su solidez institucional; stos son la organizacin, en 1937, de la Sociedad Mexicana de A ntropologa, com o una en tidad estrictam ente acadm ica, con su publicacin particular, la Revista Mexicana de Estudios Antropolgicos y, de particu lar im portancia, un conjunto de instituciones relacionadas con la poltica indigenista del gobierno m exicano, en las que se em plea a los profesionales egresados de la ENAH, tales com o el D epartam ento de Asuntos Indgenas y otras instituciones gubernam entales relacionadas con la educacin ind gena y con la problem tica agraria.

    O tras instituciones relacionadas con el quehacer de los an tro plogos son: el Institu to de Investigaciones Sociales, fundado en 1930, en la U niversidad N acional de Mxico, bajo la direccin de don Lucio M endieta y N ez a partir de 1939, cuando funda la Revista Mexicana de Sociologa, y el Institu to Indigenista In teram ericano (III) organizado po r acuerdo de los pases participantes en el Prim er Congreso Indigenista In teram ericano , celebrado en abril de 1940 en Ptzcuaro, M ichoacn, cuya sede es la C iudad de Mxico, y tiene tam bin sus publicaciones, el Boletn Indigenista y la revista, Amrica Indgena, espacio im portan te a lo largo de los aos cuarenta para diversas discusiones relacionadas con la poltica indigenista y con problem as relacionados con la cu ltura y las condiciones sociales de los pueblos indios.

    La form acin de la com unidad antropolgica en el contexto del nacionalism o revolucionario, vigente en el sexenio del presidente Lzaro Crdenas, y su estrecha relacin tan to con la poltica ind igenista com o con las tareas de la p ro teccin y conservacin del pa trim onio histrico nacional, crea una com pleja in terrelacin con la ideologa nacionalista de la Revolucin M exicana. Tal vez uno de los ms fuertes im pulsos para establecer tales nexos es la concepcin de Miguel O thn de M endizbal, uno de los ms im portantes antrop-

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    lugos del periodo cardenista, de fo rm ar profesionales, procedentes de los sectores ob rero y cam pesino, que atend ieran los grandes problemas nacionales, contribuyendo a la construccin de la soberana nacional, en un esp ritu plasm ado en el proyecto educativo que se lepresen ta en el Politcnico (IPN). Con este propsito se funda el perfil del an trop logo profesional com o un traba jador de cam po (|ue, al realizar investigaciones antropolgicas en el m edio indgena, licne la capacidad de reconocer los problem as bsicos de las com unidades y de d isear los program as po r m edio de los cuales el gobierno m exicano canaliza su apoyo (vase un reflexin sobre el papel de M endizbal en este sentido, en M edina 1996).

    La definicin de la poltica indigenista com o espacio privilegiado para la actividad profesional del an trop logo tiene muy diversas im plicaciones; una de ellas, relacionada con la condiciones del sexenio cardenista, es la im portancia que tiene el discurso y la poltica indigenista en este periodo , sobre todo en violento contraste con el pragm atism o etnocida de la D inasta N ortea. Se da entonces una intensa discusin sobre el estatuto poltico de los pueblos indios, en un am biente in ternacional dom inado p o r los m ovim ientos socialistas y particu larm en te po r la poltica de las nacionalidades desarrollada en la U nin Sovitica.

    La cuestin que se p lan tea es o to rgar la categora de minoras nacionales a los pueblos indios, con base en lo cual se defin ira su au tonom a poltica. La solucin que se im pone es la de mexicanizar a la poblacin india, es decir desconocer sus derechos polticos a partir de sus diferencias culturales (una am plia discusin al respecto est en M edina 1988). De ah arranca la poltica indigenista que, con la fundacin del Instituto Nacional Indigenista (INI), se propone la integracin de la poblacin india a la nacionalidad mexicana.

    El espritu con el que se crea el D epartam ento de A ntropologa sufre un p ro fundo cam bio con su traslado al INAH y su conversin en Escuela N acional de A ntropologa; ahora se da una orientacin ms acadm ica y tcnica a los profesionales que egresan, en el sentido de las tareas relacionadas con el patrim onio histrico. Se establece entonces un plan de estudios de orien tacin boasiana y culturalista, pues se define la an tropologa a partir del concepto de cultura y, de m anera sem ejante a com o se form aba a antroplogos en las universidades de Colum bia, Chicago y California, en los Estados Unidos,

  • ANhHI'.S MI'.DINA

    i un I ....... iiii/ .k mu en cuatro especialidades, A ntropologa Fsica,-.>1 1 1 . . 11 ij-j.i, Etnologa y Lingstica, a las que se llega luego de for-

    in ii ' i iinjuntam ente, duran te dos aos, en un tronco com n.' > 111 ( m 1 >argo, el Museo Nacional era la sede de una an tigua tradicin

    ili estudios histricos y antropolgicos que habra de incidir en la na- i lente com unidad antropolgica; dicha tradicin arraiga en el nacionalismo de los criollos novohispanos que encuentran en el estudio del I asado de los pueblos indios un instrum ento poltico muy eficaz, tanto para distinguirse de los espaoles, parte del aparato colonial, como para sentar las bases de sus pretensiones de independencia.

    La caracterstica fundam ental que define a la com unidad an tro polgica m exicana es la asuncin de un paradigm a propio , el que tiene como p u n to de partida la propuesta de Paul K irchhoff sobre la definicin de M esoamrica. El breve ensayo en el que establece los rasgos de M esoamrica, publicado en 1943, com o u n a superrea cultural, m arcadam ente difusionista en su presentacin, tiene sin embargo un potencial terico que im pacta p rofundam ente a los estudios mexicanistas y se convierte en un poderoso cam po de investigacin que requiere el tratam iento conjunto de las cuatro especialidades de la antropologa. Si bien los prim eros efectos de este paradigm a se hacen sentir en la arqueologa, en el cam po de la etnografa tam bin se reconoce un viraje, el cual tiene com o an teceden te la orientacin estructural funcionalista que adoptan los estudiantes de etnologa.

    La diferencia se reconoce fcilmente cuando com paramos los trabajos etnogrficos de los aos veinte y treinta, realizados con una fuerte influencia tanto del evolucionismo de races decimonnicas como del difusionismo de la escuela de Frans Boas en Estados Unidos. En los aos cuarenta aparece en el campo de la arqueologa un nuevo evolucionismo de inspiracin marxista, bajo la influencia de Karl Witt- fogel y de Ju lin Steward; a la etnografa mexicana llegan las influencias del funcionalismo britnico y de un culturalism o acentuadam ente empirista. En los aos sesenta se publican trabajos de sntesis que tienen en el paradigm a mesoamericanista un referente fundam ental. Pero, si querem os en tender la significacin de esta prim era poca de la antropologa mexicana, en la que se consolida como una de las com unidades cientficas ms grandes del continente am ericano, resulta necesario que nos deslindemos de las propuestas que ubican el origen de la antropologa profesional en pocas anteriores.

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    M,( .1 'NOS ANTECEDENTES111 1 < > de los ms extendidos mitos de origen de la antropologa mexi- i ma, y particularm ente de la prctica etnogrfica, es el que reconoce i I punto de partida en los trabajos de los frailes franciscanos del siglo R\ I, cuyo mayor representante es fray Bernardino de Sahagn. El histo- i i.iilor Alfonso Toro (1924) ya haba sealado el carcter fundacional l< los estudios lingsticos y etnogrficos de Sahagn; posteriorm ente l inio Wigberto Jim nez M oreno (1938) como ngel Palerm mantie- m n esta propuesta que contina vigente hasta nuestros das.

    Con la intencin de reconocer la m etodologa seguida por Sa- li i^n en sus investigaciones etnogrficas, Alfredo Lpez Austin (1976) n .11 iza un cuidadoso anlisis de las investigaciones etnogrficas y lingsticas del franciscano, en las que reconoce tres propsitos: el i onocim iento de la religin de los antiguos mexicanos, la obtencin ili abundantes textos en lengua nhuatl para fines lingsticos y el icgistro de los logros culturales de los pueblos nahuas. Reconoce I pez Austin la in tencin poltico-religiosa de los franciscanos: la i icacin de una nueva sociedad cristiana dirigida por los religiosos v euya lengua sera precisam ente el nhuatl. A unque la finalidad de- i larada no era sta, sino la que se refera a los propsitos de predicacin y cristianizacin de los indios.

    Para la recoleccin de sus datos Sahagn prepara una m inuta con la cual inicia su trabajo en tre los acolhuas de Tepepulco, para luego, con su ayuda, disear un cuestionario que precisa los grandeslemas de sus libros.

    Tenemos un investigador que rene a un conocimiento profundo de la lengua el carcter idneo para entraren contacto con los informan- tes[...] un pueblo de importancia cultural, regido por un yerno del famoso Ixtlixchitl el segundo, seor de Texcoco, diez o doce ancianos cultos, dispuestos a servir de informantes, y cuatro jvenes que haban bebido de ambas culturas, dispuestos a servir de intermediarios en la informacin. Falta enunciar un elemento ms, los cdices pictogrficos que sirvieron de base a la informacin (Lpez Austin 1976: 17).

    Hay que tener en consideracin, desde luego, la situacin colonial en la que se desarrolla el trabajo de investigacin, el cual tiene

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    com o una de sus ms poderosas expresiones la extirpacin de las prcticas y las creencias religiosas de los pueblos conquistados as com o la im posicin de una religin que legitim a la conquista y la dom inacin espaola.

    El trabajo de Sahagn es uno de los ms im portantes acervos de datos para el estudio de los antiguos m exicanos, sin em bargo no es el nico ni el p rim ero en desplegar una investigacin que ahora reconocem os com o etnogrfica; com o lo ap un ta Georges Baudot:

    Si fray Bernardino lleva a la madurez un modo de investigar y luego de organizar los resultados de una indagacin delicada, si por encima de todo su obra es la nica en abarcar decisivamente y de una manera sinptica la civilizacin de los M exicah, los esfuerzos ms tempranos por lograr un acercamiento sistemtico a las culturas aborgenes de Mxico, eran, de hecho, anteriores. Algunos de sus correligionarios tambin dedicados a la evangelizacin del Anhuac haban as inaugurado, casi quince aos antes de las primersimas cosechas sahagunianas, los senderos que haban de desembocar en la fundacin, alcanzada por Sahagn, de la antropologa americana.Son, pues, obligadas referencias obras y nombres como los de un fray Andrs de Olmos, de un fray Toribio de Benavente Motolina, de un fray Martn de la Corua o de un fray Francisco de Las Navas que haban laborado en este terreno unos cuarenta aos antes, a veces al mismo tiempo en que principiaban los esfuerzos de Sahagn, y que de algn modo haban trazado la ruta a seguir. E incluso, sobre todo enlo que toca a fray Andrs de Olmos, que prcticamente haban inventado los mtodos y las tcnicas del proceso investigador (B audot 1997: 275).

    Este mismo au to r m enciona an tecedentes en las labores e tno grficas de los franciscanos antes de la colonizacin de Amrica, tales com o los textos de fray Francisco Eiximenis, que vivi en el siglo XVI y de fray ju an de G uadalupe ya en el siglo siguiente, quien tiene una cercana relacin con fray M artn de Valencia, que encabeza a los Doce que llegan a Mxico en 1524. A ade Baudot que precisam ente fray M artn de Valencia es quien encarga la tarea de investigacin al pad re Olmos, con el resultado de p roducir el conjunto de obras etnogrficas ms im portan tes de su tiem po, un Arte para aprender la

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    Irn^ua mexicana, realizada en 1547, y particu larm ente su Tratado de a iiligiiedades mexicanas, de la que po r cierto haba una sntesis o Suma; il< iloi lunadam ente estas obras estn perdidas y slo conocem os de mi existencia y de los temas tratados por los trabajos de otros religio-tits de su o rden .

    Iara B audot los Vocabularios y Artes p reparados por los francis- i mos son tam bin trabajos etnogrficos pues en su elaboracin se 11< penda de la investigacin em prica y del reconocim iento de un i aloras que expresaran las particularidades de la cultura de los pueblos m esom ericanos. Incluso reconoce en el Colegio de Santa l mi/ de T latelolco la m ejor escuela de etnografa y lingstica m e

    t anas que pud ie ra soarse (B audot 1997: 289).En el proceso de form acin de la sociedad novohispana el

    pioyecto m ilenarista de los franciscanos es desechado, y de ello da i lienta la accidentada historia de los m anuscritos de Sahagn, para llar paso a u n a estructura socioeconm ica y poltica de un m arcado undievalism o, en el que el clero tena un papel dom inante. Definidas l is dos Repblicas, la de los Espaoles y la de los Indios, el control del.i fuerza de trabajo y de los recursos de los indios estaba m ediado po r i I clero, p rincipalm ente las rdenes religiosas, lo que le da una po- icin estratgica, la cual tena com o razn de ser el b loquear los

    intentos de los criollos por independizarse.Si bien es cierto que la R epblica de los Espaoles se com pona

    de una m inora blanca con la posicin dom inante, en ella se daba una escisin que m arcara p ro fundam ente la configuracin nacional, pues desde los prim eros tiem pos del rgim en colonial se establece una distincin ta jante en tre los espaoles nacidos en E uropa y sus descendientes nacidos en Amrica, los que se llam aban espaoles am ericanos, ms conocidos com o criollos. Los puestos ms im por- lantes en la estructura de gobierno y los mayores privilegios en las concesiones del com ercio de u ltram ar eran para los espaoles pen in sulares; en la organizacin adm inistrativa del clero el conflicto se resuelve po r un sistema de alternancia en tre criollos y peninsulares. Sin em bargo el conflicto llega a ser tan fuerte que en el seno de la sociedad criolla com ienza a form arse un patriotism o que busca dilerenles cam inos para establecer el contraste con los espaoles; uno de sus ms eficientes recursos es apelar al pasado de los pueblos indios.

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    A lo largo de los tres siglos de dom inacin colonial surge un conjunto de argum entos polticos que ad q u ieren u na coherencia discursiva en los albores de la independencia y ejercen u na poderosa influencia en el nacionalism o de los liberales decim onnicos. Una de las ms im portantes fuentes de tales argum entos es precisam ente el clero; ya en la obra del franciscano juan de Torquem ada, Monarqua Indiana, escrita en el siglo XVII se in te rp re ta el pasado azteca com o sem ejante a la an tigedad rom ana, incluso describe a los aztecas con una sabidura similar a la de la civilizacin egipcia. Pero uno de los argum entos ms fuertes es la atribucin a los frailes que llegan en 1524 del papel de fundadores autnticos de la Nueva Espaa, y no a los conquistadores de 1519 (Brading 1995: 22).

    La leyenda de la presencia de Santo Tom s en A mrica bajo la figura de Q uetzalcatl, que es muy im portan te en el discurso inde- penden tista de fray Servando Teresa de M ier y en sus concepciones acerca de la nacin m exicana, es m encionada p o r el sabio criollo Carlos de Sigenza y Gngora, con tem porneo de sor Ju an a Ins de la Cruz. Con este argum ento se neutraliza la p re tensin misma de los frailes de ser los autores de la conquista espiritual.

    El m ovim iento del discurso del patriotism o criollo alcanza su p len itud en el siglo XVIII, cuando fren te a las opiniones despectivas de los cientficos europeos de la Ilustracin sobre la naturaleza y los pueblos am ericanos, los intelectuales criollos, m iem bros del clero, responden con vehem encia reafirm ando los dones de su patria. Para ese entonces

    [...] el criollo mexicano ya posea suficiente seguridad en sus logros intelectuales como para desechar los continuos insultos de los metropolitanos. Una parte esencial de su confianza resida en la creencia de que los estudiosos mexicanos conservaban la clave de las antigedades indgenas. Ms an, Boturini abri el camino a una aceptacin total del pasado indio como parte de la antigedad mexicana ( ibidem: 29).

    El trabajo ms im portan te en el que se responde polm icam ente a las im putaciones de los cientficos europeos es el del jesu ita criollo Francisco Xavier Clavijero, que al ser expulsado, ju n to con sus herm anos de o rden , en 1767, se instala en Bolonia, Italia, desde donde

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    M d.icta su Historia Antigua de Mxico. A qu encontram os diversos i li mcntos del patriotism o criollo, en tre los cuales destaca el rescate

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    las del criollo. Es un haz de posibilidades ajenas proyectadas fuera de su propio sujeto. El indio real proporciona la materia opaca y en bruto; el criollo se encarga de revestir e informar esa materia con la proyeccin de sus propias posibilidades. A s le presta vida y sentido al pasado muerto; lo revive al hacerle don de su propia trascendencia (Villoro 1987: 133).

    El paso siguiente lo dan fray Servando Teresa de Mier y Carlos Mara de Bustam ante, y es el supuesto de que la nacin m exicana ya exista antes de la llegada de los espaoles; lo que convierte a los insurgentes en herederos de Cuauhtm oc que libran una lucha de liberacin nacional contra la opresin im puesta por la invasin espaola.

    Para unir los criollos con las castas y los indios contra Espaa, Mier y Bustamante proclamaron lo que era esencialmente una ficcin, el mito de una nacin mexicana, heredera directa de los aztecas. Sin embargo, en la prctica, los insurgentes luchaban bajo el estandarte de Nuestra Seora de Guadalupe. Ambos smbolos surgieron a travs del desarrollo del patriotismo criollo. Ahora utilizados para justificar la independencia, confluyeron para formar una ideologa nacionalista que evocaba una mezcla idiosincrsica de la devocin mariana, de antiespaolismo y neoaztequismo. Con un arma tan poderosa no haba necesidad de preocuparse por los principios liberales. El clero mexicano era de los principales responsables de la formulacin de estos temas; eran ellos mismos quienes los haban convertido en manifiestos revolucionarios (B rading 1995: 82).

    La fuerza de estas concepciones ha penetrado pro fundam ente en la cu ltu ra m exicana contem pornea, com o lo m uestra e locuentem ente y con m agnificencia el Museo Nacional de A ntropologa inaugurado en 1964, cuyo cen tro de las exhibiciones lo ocupa la Sala Mexica, con u na escenografa de tonos grandilocuentes; en tanto que las salas de etnografa estn en la parte superior del m useo, en un lugar secundario , con u n a concepcin que hace de cada cu ltu ra india con tem pornea u na to talidad sin referencia al carcter de su articulacin con la sociedad nacional.

    Este mism o proceso de con tinu idad se m anifiesta en el reconocim iento de las fechas en las que se encuen tran diversos m onolitos

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    n/lecas e n e l c e n tr o d e la c iu d a d , a f in a le s d e l s ig lo XVIII, m ism as q u eii >n e stu d ia d a s e in te r p r e ta d a s p o r lo s sa b io s c r io llo s , c o m o e l in ic io 11 la a r q u e o lo g a m ex ica n a ; a c o n te c im ie n to c e le b r a d o o f ic ia lm e n te ii a os r e c ie n te s p ara c o n m e m o r a r lo s d o s s ig lo s d e e x is te n c ia .

    En efecto, el 13 de agosto de 1790 se descubren en la Plaza Mayor de la ciudad de Mxico varias esculturas mexicas, la de Coa- llic ue y la conocida com o Piedra del sol (que p o r cierto ahora ocu-I i.i n el cen tro de la Sala Mexica del M useo N acional de A ntropologa); l.is cuales son conservadas en u no de los patios de la Universidad y es indiadas p o r el sabio criollo A ntonio de Len y Gama, quien icdacta su Descripcin histrica y cronolgica de las dos piedras (1972).( orno lo apun ta Ignacio Bernal a propsito de la escultura de( oatlicue:

    El 6 de septiembre el virrey, a instancia del corregidor Bernardo Bonavia, firma un acuerdo para que la estatua sea llevada a la Universidad, asegurando as su conservacin. Con gran trabajo la mueven hasta ponerla frente a la segunda puerta del palacio virreinal, y despus en la Universidad, como el lugar ms apropiado para custodiar este curioso ejemplo de la antigedad americana. Resulta el primer acto oficial que, sin saberlo, inicia un museo de antigedades. A ll la dibujo Gama (1979: 77).

    Los cien aos que van del Grito de Dolores, en 1810, al inicio de la Revolucin M exicana, en 1910, constituyen el siglo ms negro para los pueblos indios en la h istoria nacional, pues sus relaciones i on el Estado nacional estn m arcadas por la consigna de su exterm inio por todos los m edios posibles. En tanto que en continuidad con el patriotism o criollo se exaltaba el pasado indio, rescatndose y publicndose docum entos ahora clsicos de la historia antigua, in cluso levantndose m onum entos com o el dedicado a C uauhtm oc en el porfirism o, po r o tro lado se reconoce en la m ayora de la po blacin nacional, in tegrada po r los pueblos indios, un obstculo para la conversin del pas en una nacin m oderna. A parece entonces elproblem a indgena.

    Como lo sealan con abundancia de datos Moiss GonzlezNavarro (1973), Jean Meyer (1973) y Leticia Reina (1980), el siglo XIX est lleno d e movilizaciones y levantam ientos de los pueblos

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    indios que luchan contra las m edidas liberales que am enazaban su misma in tegridad; es cuando el ejrcito nacional se m antiene ocupado constan tem ente en la represin de los pueblos indios. Se definen entonces las fronteras de la federacin en las batallas del ejrcito contra los indios, fenm eno que atraviesa todo el continente am ericano en el siglo XIX, com o lo apun ta dram ticam ente David Vias (1982) en un texto im presionan te po r el paralelism o de las po lticas genocidas llevadas a cabo por los nuevos estados form ados por los criollos, en nom bre del progreso y la civilizacin; es la poca en que A rgentina y Uruguay consiguen blanquearse. No as otros pases, y m ucho m enos los Pueblos Testim onio, que constituidos po r una mayora de pueblos indios y poseedores de una densa tradicin histrica, ofrecen una feroz resistencia, m anten iendo un estado de tensin que subsiste hasta nuestros das, com o lo m uestran las noticias actuales sobre G uatem ala, Per, Ecuador, Bolivia y Mxico.

    Si querem os hacer referencia a la etnografa en estos cien aos tenem os que acud ir al trabajo de los extranjeros, ya sea viajeros ilustres que describen sus experiencias en diversas regiones del pas y reflexionan en to rn o a cuestiones p lan teadas p o r la an tropo log a eu ropea de la poca, o bien a cientficos de d iferentes pases que desarrollan en M xico sus investigaciones de cam po, lo que sucede ms bien hacia el final de este periodo, com o lo atestiguan las expediciones organizadas po r el sueco Cari Luhm oltz, el francs Len Diguet, el estadunidense Frederick Starr y los alem anes E duard Seler y Kon- rad Preuss.

    Como no es mi in tencin repasar la historia de la antropologa, po r dem s in teresan te y necesaria com o trasfondo de lo que constituye la etnografa com o prctica cientfica, mi in ters es ms bien aporta r algunos datos que me parecen significativos para la adecuada com prensin de las investigaciones etnogrficas contem porneas, en trm inos de sus tendencias y su proyeccin al futuro.

    El espacio ms im portan te para el desarrollo de los estudios antropolgicos, antes de su consolidacin com o una ciencia form al e institucionalizada, es el Museo Nacional, cuyos orgenes se sitan en el pun to de arranque mismo de la construccin del Estado nacional. En efecto, com o lo consigna Catalina Rodrguez (1987), Lucas Alamn, uno de los ms notables polticos e intelectuales criollos, prom ovi, prim ero , la reactivacin de la Ju n ta de A ntigedades,

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    M ida ya en los finales del gobierno virreinal y la fundacin de un l 11 n serva torio de A ntigedades en la U niversidad, donde estaban los monolitos encontrados en 1790; despus, el establecim iento, enI h del Museo de A ntigedades e H istoria N atural en un saln del 'IiIm io de la Universidad. En la prctica, el m useo funcion como mi.i bodega de colecciones de objetos a los cuales el pblico tenaIH>co acceso (Rodrguez 1987: 281).

    ( orno contraste con las preocupaciones po r la conservacin de lus Ic s tim o n io s del pasado de los pueblos indios encontram os el i H ismo y la abierta declaracin de exterm inio tanto de los liberales m ino d e los conservadores, unidos en su identidad tnico-racial i u ro p ea . Para Jos M ara Luis M ora, uno de los ms im portantes h lii rales de la prim era m itad del siglo XIX, el ciudadano m exicano i i de raza blanca, pues el indio era in ferio r y no tena esperanzas de m ejorar su situacin de envilecim iento, de tal suerte que la solucin 1 1 1 < propona era la creacin de un program a de colonizacin eu-I I ipra, con lo cual desapareceran los indios y hasta las castas (Hale 1072: 229).

    Mora slo poda descubrir en las aldeas mexicanas los restos de una raza deprimida, ignorante y aun extraa. El concepto criollo de nacionalidad predomin entre los reformadores de la dcada de 1830 y repudiaron a inconformes como Vicente Guerrero y Juan Rodrguez Puebla. No slo se hizo caso omiso del indio, sino que las esperanzas para el futuro se cifraron en una nueva clase de propietarios burgueses, fortificada por europeos inmigrantes. Inclusive un radical como Zavala dud en 1833 de la factibilidad de una democracia que incluyese a los indios. Las Guerras de Castas trajeron consigo confusin, pues tendieron a minar an ms la fe liberal de las actitudes legalistas y doctrinarias respecto a los indios. Esta confusin liberal fue eficazmente aprovechada por los conservadores polticos que compartan el concepto criollo de nacionalidad, pero que abogaban por una poltica paternalista con los indios, compatible con ese concepto ( ibidem: 253).

    El violento golpe contra las com unidades indias que constituye la I ,ey I .ci clo de 1856, con la que se sita en la ilegalidad la propiedad c

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    sent las bases de un lento y creciente proceso de despojo y de represin sistemtica. La respuesta de los pueblos fue la movilizacin en todos los planos, sin em bargo, la tendencia se acentu a lo largo del siglo y condujo a una lenta agona a las com unidades indias, la cual se detuvo con el movimiento arm ado que instaur los regm enes de la Revolucin Mexicana.

    En estas condiciones sociales y polticas la preocupacin por los indios se refugi en el estudio del pasado y en el Museo Nacional. Dos son los m om entos que se expresan en la vida del Museo Nacional, luego de tener una existencia virtual en el saln de la Universidad que se le destin; el prim ero corresponde a los cambios realizados en el Segundo Im perio, cuando se le traslada al Palacio de M oneda y se reorganiza para convertirlo en un centro de difusin cultural, con una evidente influencia de la cultura francesa y europea. El segundo m om ento es el auge de las actividades de difusin y de investigacin del Museo Nacional bajo la dictadura porfirista. Veamos algunos datos someros.

    El rg im en de M axim iliano de H absburgo despleg una actividad de sim pata hacia los pueblos indios, expresada en d iferen tes decre tos que restitu an algunos de los derechos perd idos bajo los reg m enes liberales. En d iferen tes regiones del pas se establecieron alianzas en tre los pueblos indios y las fuerzas del e jrcito fran cs, com o con los yaquis y mayos, algunas regiones de O axaca, o la que respaldaba las luchas de los pueblos nayaritas encabezadas po r M anuel Lozada (M eyer 1973 y Snchez Valds y R eissner 1987). No olvidemos que cuando M axim iliano es fusilado en el C erro de las Cam panas, en 1867, le acom paan un dirigente otom , Tom s Meja, y Miguel M iram n, m iem bro de la lite criolla y conservadora; am bos generales del e jrcito im perial.

    De acuerdo con un decre to de 1865 el Museo N acional se reo rganiza y se convierte en el M useo Pblico de H istoria N atural, Arqueologa e H istoria y es inaugurado p o r el propio em perador el 6 de ju lio de 1866 (Snchez y Reissner op. cit.). A com paa a este acon tecim iento un program a de actividades cientficas y culturales desarrollado por dos instituciones creadas para tal efecto: la Comisin Cientfica, L iteraria y Artstica de Mxico, com puesta po r diez secciones, a la que se in tegran m iem bros del ejrcito francs y algunos in telectuales mexicanos, y la Comisin Cientfica de Mxico con sedeen Pars.

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    As, en la Seccin de E tnologa, Lingstica, A rqueologa, Gra- ImiIo y Msica estn: com o presiden te , el h istoriador Jos Fernando I' .imrez y com o vicepresidente Francisco Pim entel, conde de Heras, notable in telectual conservador, au to r del Cuadro Comparativo de las h liguas indgenas de Mxico, publicado en 1862, y quien por encargo Imperial realiza una investigacin sobre los pueblos indios de su tiempo, Memoria sobre las causas que han originado la situacin actual de ln tuza indgena de Mxico y medios para remediarla, publicada en 1864.

    Por su parte M anuel O rozco y Berra, uno de los ms im portantes lisioriadores mexicanos decim onnicos, bajo los auspicios imperiales publica en 1864 su Geografa de las lenguas y carta etnogrfica de Mxico;i i i i . i investigacin com puesta de tres partes: la prim era, en la que rea- li/.i una clasificacin gentica de las lenguas; la segunda, en la que se estudian las m igraciones para dilucidar el origen de los diferentes pueblos; y la ltima, en la que se expresa grficamente la distribucin de las lenguas indias. Esta es la prim era vez, hasta donde s, en la que se se- n.ila con colores y lneas de dem arcacin precisas la distribucin de las lenguas, habiendo adem s la suposicin de un vnculo en tre lengua y einia (Snchez y Reissner 1987). Adems, se hace referencia a la etno-

    tafia, considerada com o la ciencia que tiene por objeto la clasifica- i ion de los pueblos; es decir, hay aqu una investigacin que conjuga los datos de la lingstica, de la historia y de la dem ografa para ofrecernos una visin de conjunto de los pueblos indios. Esta es, evidentem ente, una propuesta que explcitam ente se asume com o etnogrfica.

    Sin em bargo, la investigacin de O rozco y Berra tiene dos ca- i encas, si la m iram os desde el p resen te y en relacin con lo que nos interesa, la etnografa: po r u na parte , es un trabajo de biblioteca, sin experiencia alguna en los propios pueblos indios; po r la otra, no parece haber una actitud de sim pata, o de com prom iso social, hacia los pueblos indios. Como lo seala Luis V illoro a propsito de la Historia iinligua y de la conquista de Mxico (1880):

    El ser de lo indgena es ahora un ser muerto. Se ha petrificado, mineralizado en las manos del historiador. Como cosa entre las cosas, slo puede tener ahora un valor: el de la utilidad. El ser mineralizado del indio se alinear junto a otros enseres, su superficie slida y rugosa prestar firme asidero a la mano que lo prenda. Lo indgena se ha convertido, por su muerte, en manejable instrumento (Villoro 1987: 171).

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    E ntre los in tegrantes de la Comisin Cientfica de Mxico en Pars estaba el abate Brasseur de B ourbourg, estudioso mexicanista que era, tam bin, m iem bro de la SocitdAnthropologiedeParis, la cual se hace p resen te en nuestra reflexin sobre la etnografa , pues en ella se elabora un guin para la recoleccin de datos etnogrficos y antropolgicos especialm ente diseado para Mxico.

    En efecto, en 1862 el m dico E duard M ichaux, m iem bro del cuerpo exped icionario francs, so licita unas Instrucciones para viajar a Mxico. El docum ento es p rep a rad o p o r u na com isin de tres m iem bros designada p o r la Socit d Anthropologie y som etido a la consideracin de Brasseur de B ourbourg , qu ien le hace aadidos y m odificaciones. La gua es pub licada y d istribu ida en tre m iem bros de la exped ic in a M xico (Comas 1962).

    Las Instrucciones... form an parte de las guas y otros docum entos preparados por las prim eras sociedades cientficas de antropologa en Europa, para ayudar a la recoleccin de datos entogrficos y antropolgicos de los viajeros que visitaban diferentes partes del m undo, pues el antroplogo era todava un investigador de gabinete que recoga inform aciones de todo tipo de publicaciones para hacer sus anlisis y constru ir sus propuestas tericas. Es uno de los ms im portantes y antiguos instrum entos para la recoleccin de datos, antes de que emergiera el antroplogo como investigador de cam po que funda Malinowski. Las ms conocidas guas, todava en uso, si bien ahora restringidas a los estudiantes de etnografa, son la Gua de Murdock y las Notes & Queries on Anthropology. Esta ltim a tiene como uno de sus orgenes el Cuestionario etnogrfico p reparado por la Asociacin Britnica para el Progreso de la Ciencia en 1851; al cual sigue un M anual para la investigacin etnolgica, que finalm ente es sustituido por la citada gua, cuya prim era edicin es de 1874; posteriorm ente se han hecho otras ediciones, enlas que han intervenido los antroplogos ms destacados de cada poca ( ibidem).

    El M useo N acional vive, en 1877, u na nueva reorganizacin que seala el inicio de un crecim iento y de una relativa estabilidad que se m an tiene a lo largo de la d ic tadura porfirista, adqu iriendo al final de este lapso una actividad docente, pues es tam bin un cen tro for- m ador de investigadores, si bien en u n a escala discreta. El m useo se organiza en dos departam entos, el de A rqueologa e H istoria y el de H istoria N atural; asimismo, se inicia la publicacin de la revista Ana-

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    h \ ilrl Museo, que ser uno de los ms im portan tes espacios para la dlliisin de las investigaciones antropolgicas, la cual cum ple a lo lar-110 de sus cien aos de existencia, pues en 1977 aparece por ltim a vez.

    I ai el apoyo al Museo Nacional desm pea un papel decisivojusto Mi na, quien en 1901 era Subsecretario de Instruccin Pblica y Bellas Al l< s, y ya para 1905 es el Secretario de dicha dependencia. En 1900 lli^i esa al m useo el doctor Nicols Len, fundador del Museo Michoa- ano. en 1886, y de los Anales del Museo Michoacano, que aparecen de | HNH a 1892. Hacia 1903 el Dr. Len aparece com o profesor de etno- l'i alia, aunque es un polgrafo con muy diversas actividades y campos1 11 investigacin, asi lo indican su Carta Lingstica de Mxico, publicada i n l 901, y su investigacin Familias Lingsticas de Mxico, de 1903. Sini nihargo, sus contribuciones ms im portantes son en el cam po de la ,ui(topologa fsica, lo cual es en tendible po r su form acin en Medicina En cuanto a la etnografa, realiza las prim eras investigaciones sobre< I terreno y publica algunos de sus resultados, com o los correspond! n tes a los tarascos y a los popolocas del sur de Puebla.

    En 1903, ya se impartan clases de antropologa y etnologa, y posteriormente, se impartieron cursos de arqueologa, historia e idioma mexicano. La institucin becaba estudiantes a quienes exiga presentar anualmente trabajos escritos, sobre puntos concretos de cada una de las materias impartidas, y realizaba expediciones cientficas a distintos lugares de la Repblica Mexicana (Surez 1987: 26).

    En el ao de 1909 se establece la separacin de los dos departamentos en que se haba reorganizado el M useo Nacional, para dar i igen al M useo N acional de H istoria N atural y al M useo Nacional de Arqueologa, H istoria y Etnologa; trasladndose el prim ero al edifi- ( i que sera conocido com o el Museo del C hopo, en tan to que el segundo perm anecera en el edificio de la M oneda. Para entonces se organiza en cuatro departam entos: A rqueologa, H istoria, E tnografa y Arte Industrial retrospectivo ( ibidem: 27).

    T anto el M useo N acional com o la Inspeccin de M onum entos A rqueolgicos, creada en 1885 y bajo la d ireccin de Leopoldo Batres, se in tegraron a la Seccin de Ciencias Sociales, Polticas y |ucclicas de la Escuela Nacional de Altos Estudios, po r instruccionesle Justo Sierra.

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    Tam bin con el respaldo de Justo Sierra y com o parte de sus propsitos de actualizar y m ejorar la enseanza universitaria, en enero de 1911 se inaugura la Escuela In ternacional de A rqueologa y Etnografa Americanas, con el patrocin io de varias universidades de Estados U nidos y del gobierno de Prusia. El proyecto fue elaborado p o r Ezequiel Chvez y Frans Boas. El prim er d irec to r fue E duard Se- ler, durante un ao; al siguiente fue el propio Boas, quien un ao antes,en 1910, haba firm ado un con tra to con la Secretara de Instruccin Pblica para trabajar:

    [...] como profesor de antropologa y etnologa en la Escuela Nacional de Altos Estudios. El doctor se comprometi a impartir tres cursos que daran comienzo en el mes de diciembre de ese mismo ao: etnografa general, estadstica antropomtrica y mtodos de estudio de las lenguas americanas[...] El curso de antropologa general se dara en castellano y tratara sobre los principales problemas de la antropologa, el desarrollo de las culturas y de las razas y las lneas fundam entales de los mtodos de investigacin usados en la antropologa (Surez 1987: 58).

    La presencia de Frans Boas en Mxico fue un acontecim iento muy im portan te po r el papel que desem pea com o fundado r de la an tropologa estadunidense y com o su principal terico hasta su m uerte, en 1940; es el au to r de la concepcin culturalista que respalda el plan de estudios de la ENAH a partir de 1942. Es tam bin un activo investigador de cam po que otorga una im portancia capital a los datos em pricos y que exige u n rigor extrem o en las generalizaciones. Su im pacto en el m edio m exicano es fundam entalm ente en los cam pos de la arqueologa y de la lingstica; pareciera ser que las condiciones en las que trabaja, ya en pleno m ovim iento arm ado, aunque po r esos das las batallas principales se libraban lejos de la capital, le conducen a p lan tear tres objetivos centrados en las dos citadas ciencias antropolgicas: el estudio del nhuatl y de sus relaciones con las lenguas del norte , la relacin de las lenguas indias en tre s y la sucesin de civilizaciones en la Cuenca de Mxico (Ri- verm ar 1987: 106).

    Luego de Boas, ocupa la direccin George Engerrand, quien segn parece in troduce el m todo estratigrfico en las investigaciones

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    ii queolgicas, mismo que Gamio aplic para establecer la secuencia i ull viral de la Cuenca. F inalm ente, el cuarto d irec to r es Alfred To- // r, que tam bin trabaja p rincipalm ente en el cam po de la arqueologa. La Escuela sufre un receso con el inicio de la guerra, en 1914, en I1 11 ropa y queda bajo la direccin de M anuel Gamio, que haba sido illumno de la misma y haba ob ten ido su m aestra en la Universidad de Columbia, bajo la direccin de Boas. La Escuela In ternacional de A npieologa y E tnografa A m ericanas cerr sus puertas en 1920.

    Estos an teceden tes m uestran la influencia de las investigaciones .m ilapolgicas de o tros pases, de E uropa, y de los Estados Unidos en

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    una transform acin en el cam po de las instituciones relacionadas con la actividad antropolgica. Por una parte el Museo Nacional vive la crisis poltica con una situacin un tanto precaria, los cursos que im parta se trasladan a la Universidad Nacional, como lo haba orde- nado justo Sierra en los finales del antiguo rgim en; aunque slo sera tem poralm ente, pues para m ediados de los aos veinte regresaran al Museo. Pero por la otra, aparecen nuevas instituciones que despliegan diversas actividades relacionadas con el quehacer antropolgico y generan las condiciones para la configuracin de la com unidad cientfica que surge en los comienzos de los aos cuarenta.

    La figura central de este periodo es la de M anuel Gamio, form ado profesionalm ente en el Museo Nacional y luego en la Universidad de Columbia, quien se hace cargo de la Escuela In ternacional de A rqueologa y Etnologa Americanas, prcticam ente en receso; por o tro lado, inicia un ambicioso proyecto que repercute profundam ente en la antropologa de su poca y contribuye a sen tar las bases de lo que es la investigacin antropolgica de nuestros das.

    El proyecto de Gamio en sus lneas generales est contenido en su libro Forjando patria, publicado en 1916, en el que hace una crtica de las investigaciones antropolgicas anteriores sobre la poblacin india, sealando la absoluta ignorancia sobre las condiciones sociales y culturales en las que vive. A rgum enta la necesidad urgente de estudiarla para resolver la fragm entacin social, poltica y cultural que im pide al pas desarrollar cabalm ente sus potencialidades, sobre todo por una exigencia que es declarada en diferentes m om entos de la historia contem pornea: la de la unidad nacional. Para estudiar las condiciones de vida y para p roponer soluciones adecuadas, Gamio apunta la necesidad de los estudios antropolgicos. Esta propuesta, que es llevada como ponencia al Segundo Congreso Cientfico Panamericano, realizado en la ciudad de W ashington en 1914, cristaliza en Mxico con la creacin de la Direccin de Antropologa, en la Secretara de Agricultura y Fomento, bajo la direccin del propio Gamio.

    La caracterstica fundam ental en la o rien tacin de la an tropo lo ga m exicana, im plicada en el p lan team ien to general de M. Gamio, es la exigencia de que las investigaciones se dirijan a conocer las condiciones de vida de la poblacin y a p ro p o n er soluciones posibles, lo cual slo se puede lograr si se constituye en un instrum ento de gobierno. Es decir, se p lan tea com o una actividad fundam ental a un go-

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    lili m u ( |iie e st e n p r o c e s o d e c o n s tr u c c i n , c u a n d o to d a v a se vive H i n n II i d o a rm a d o y ya so n e v id e n te s las c o n d ic io n e s cr tica s d e l pas i ii in d os lo s s e n t id o s . D e e s ta p o s ic i n se d er iva o tra , q u e p e r m e a las (lIVi M iracion es a n tr o p o l g ic a s , la d e l c o m p r o m iso so c ia l y m o ra l c o n Ihh p o b la c io n e s e stu d ia d a s . E sta o r ie n ta c i n se e x p r e sa m s agu d a- ihi lili < n e l s e x e n io d e l P r e s id e n te C rd en a s y c o n d u c e al p er fil pro- |i Monal d e l a n tr o p lo g o im p lic a d o e n e l p ro g ra m a d e l D e p a r ta m en to di A n tro p o lo g a e n e l IPN. E ste c o m p r o m iso c o n t in a s ie n d o u n a pMitr im p o rta n te d e la a n tr o p o lo g a m e x ic a n a c o n te m p o r n e a .

    ( iamio ap un ta la urgencia de conocer los datos ms elem entales ti l.i poblacin nacional po r m edio de las ciencias sociales, pues no mi' > involucra a la an tropologa, lo hace tam bin con la sociologa y li isla dstica, as com o con las ciencias naturales:

    No solamente necesitamos saber cuntos hombres, mujeres y nios hay en la Repblica, ni qu idiomas hablan, ni cmo se denominan \ us agrupaciones tnicas. Hay que conocer muchos otros datos: geografa, geologa, meteorologa, fauna y flora: todo esto, no en detalle, sino slo en lo relativo a las condiciones de habitabilidad regional. Asimismo, idioma, religin, industria, arte, comercio, folklore, indumentaria, alimentacin, energa muscular, tipo fsico antropolgicamente determinado, etc., etc. Cuando poseamos esos datos, ya conoceremos nuestras necesidades, aspiraciones, deficiencias y cualidades y podr procurarse el mejoramiento de las diversas agrupaciones tnicas que forman la poblacin, obrando con conocimiento decausa (Gamio 1982: 30).

    Y luego hace una crtica a la Constitucin de 1857, que define i (uno de carcter ex tran jero en origen, form a y fondo pues slo es ipropiada para u na m inora, en tanto que para el resto de la pobla- i in, la m ayoritaria, es extica e inapropiada {loe. cit.). D icha Constitucin era la vigente en los das en que escriba su libro, pero la i i itica es vlida para la de 1917 que nos rige actualm ente, en tanto no liay un reconocim iento de los derechos histricos de los pueblos indios; aqu tenem os que destacarla agudeza de la visin de Gamio, pues una reform a constitucional que a tienda las diferencias tnicas y los dere- ( los polticos de los pueblos indios, y no digamos la necesidad de una nueva Constitucin, contina siendo un planteam iento radical.

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    El program a de la D ireccin de A ntropologa se p ro p o n e estud iar todo el pas, para lo cual divide el territo rio en diez regiones, do las cuales elige una de ellas para realizar la investigacin antropolgica in tegral ms im portan te de su tiem po, La poblacin del Valle de Teoli- huacn, publicada en 1922; este es un trabajo notable en m uchos sentidos, pues participa un g rupo am plio de especialistas en diferentes ciencias, y abarca la poblacin regional en una perspectiva diacrnica y sincrnica. La investigacin de cam po para reu n ir los datos etnogrficos la hace Carlos N oriega H ope, quien elabora un cuestionario que es aplicado ind irectam ente , es decir en treverado con plticas inform ales, y hace diversas anotaciones sobre las fiestas y la religin de los pueblos de la regin estudiada.

    Hay dos cuestiones que m e parece im portan te destacar p o r su trascendencia para las investigaciones contem porneas. Por una parte , Gamio no usa el criterio lingstico para defin ir la especificidad tn ica de las poblaciones estudiadas, se rem ite ms bien a las caractersticas de la cu ltu ra m aterial. Esto lo lleva a estudiar a toda la poblacin regional, una parte de la cual habla todava el nhuatl, que es estudiado, po r cierto, p o r Pablo Gonzlez Casanova padre, pero evidentem ente los datos sobre las celebraciones religiosas, y los de laan tropo log a fsica, m uestran la participacin de rasgos com unes en toda la regin.

    La segunda cuestin se refiere a las im plicaciones sociales de la investigacin, pues no slo se p re ten d e llevar a cabo un trabajo de carcter cientfico y un diagnstico para los program as gubernam entales, sino que al mism o tiem po se desarrolla un program a de accin social en la regin.

    El plan de M anuel Gamio era realizar investigaciones sem ejantes si no en todo el pas, s en la m ayor parte de las regiones, pues com o lo ap un ta en el p rogram a de la D ireccin de A ntropologa, era una necesidad peren toria , fundam ental para realizar los ideales de redencin de la Revolucin M exicana. D esafortunadam ente el en o rm e esfuerzo qued con ten ido en los dos gruesos volm enes que com pon en la obra; las vicisitudes burocrticas retrasan la publicacin yllevan al p rop io au tor, en 1924, a renunciar a sus planes e incluso salir del pas.

    Sin em bargo, el plan general de investigaciones de la D ireccin de A ntropologa es retom ado po r varios de los estudiosos que parti-

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    i i|> ni en el gran proyecto de T eotihuacn; hasta donde sabemos la liillucncia del mism o se declar explcitam ente en los trabajos de Miguel O thn de M endizbal, de Carlos Basauri y de Lucio M endieta t Niiiez. Ms adelan te nos referirem os a algunos de sus trabajos, po r ilima me d e ten d r brevem ente en la investigacn etnogrfica que

    1 1 .i Ii/a Moiss Senz, en 1932-1933, en Carapan, una com unidad pu- |i [iccha de M ichoacn, pues en ella se advierte la con tinu idad de la mi Irnlacin m etodolgica y terica establecida po r Gamio.

    M iembro de la D inasta N ortea, el grupo poltico que gobierna i I pas hasta el fin del maximato, en 1936, Moiss Senz es un des- i ii .ido educador form ado en la novedosa tradicin pedaggica de |o |m Dewey, cuyas ideas aplica a la educacin m exicana gubernam en-I .i 1 desde su puesto de Subsecretario, y p o r un periodo breve com o Se- i rlario , de Educacin Pblica, con lo que inyecta u na gran vitalidad >il ambicioso p rogram a iniciado po r Jos Vasconcelos. Su accin se i m ira en el fortalecim iento de las escuelas rurales de tal m anera que m conviertan en el cen tro cultural de la com unidad, es decir con una ,u cin educativa que alcance a nios y adultos; las Casas del Pueblo m definen com o una consigna dirig ida a transform ar por la educa- i ion a la poblacin cam pesina. En los activos recorridos que com o luncionario hace por todo el pas, visitando escuelas rurales, p ron to advierte la ineficacia del p rogram a educativo en las regiones indias. As, una vez que ha dejado los puestos directivos en la Secretara de Educacin Pblica, se p ropone realizar una investigacin etnogrfi-i .i en una com unidad india para en con trar las causas del fracaso delprogram a educativo gubernam ental.

    Luego de una afanosa bsqueda p o r d iferentes regiones, MoissSenz elige la Caada de los O nce Pueblos, en M ichoacn, para desarrollar su trabajo. En dicha reg in decide instalarse en una de las ms conservadores com unidades purpechas, C arapan, donde establece la Estacin experim ental de incorporacin del indio. La definicin del nom bre result una tarea com plicada, y luego se arrepen ti del adoptado , sin em bargo si el nom bre fue azaroso, no lo fueron lasintenciones:

    Se pretenda, en efecto, crear un instituto de estudio y de investigaciones de orden etnolgico y, ms ampliamente, sociolgico, y a la vezponer en juego un programa de accin tendiente a culturizar al indio

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    V (i mejorar sus condiciones de vida y a lograr la integracin de las J comunidades al conglomerado social mexicano. Y tal programa deba mantener dos miras a la vista; una, la de hacer el bien por s mismo, para beneficio de las gentes y otra, la de realizarlo por va de experimento, queriendo indagar si los procedimientos puestos enjuego son los ms adecuados para alcanzar los fines generales que el Gobierno de Mxico persigue frente a su problema indgena (Senz 1936: 15-16).

    El trabajo de investigacin y de accin social fue desarrollado po r u n equ ipo de doce personas bajo la d ireccin general de Senz; en tre ellos estaban dos antroplogos, Miguel O thn de M endizbal y Carlos Basauri. El p rim ero se encarg de las cuestiones econmicas, en tanto que Basauri se dedic a la etnografa. El proyecto era auspiciado bsicam ente po r la SEP, aunque hubo tam bin colaboracin de la Secretara de Salubridad y un apoyo decisivo del entonces gob e rn ad o r de M ichoacn, el Gral. Lzaro Crdenas; p lan teado para m antenerse p o r dos aos, se suspendi a los siete meses po r conflictos de o rden poltico en tre Senz y el Secretario de Educacin de entonces, Narciso Bassols.

    A fortunadam ente el propio Moiss Senz escribi un libro, Carapan. Bosquejo de una experiencia, con u na relacin del proceso de organizacin del proyecto y un seguim iento de los acontecim ientos sucedidos du ran te las investigaciones, as com o con una detenida reflexin sobre los problem as educativos en el m edio indgena. En mi opinin sta es u na de las ms im portantes investigaciones etnogrficas realizadas en su tiempo, en ella hay com o pun to de partida una rica experiencia de cam po y un proyecto especfico con un objetivo cientfico, antropolgico; hay tambin un texto que describe el proceso de la investigacin e incluye largas transcripciones del diario de cam po que Senz llevaba meticulosam ente. Pero sobre todo, es un esplndido relato escrito con pasin y con agilidad, es asimismo, posiblem ente el p rim er trabajo de etnografa de la educacin, pues su objetivo es encontrar las lim itaciones de los program as gubernam entales vigentes, para ello hace entrevistas a maestros, autoridades y padres de familia, aplica pruebas a los alum nos de las escuelas de todas las com unidades de la regin; y al mismo tiem po com ienza a definir una alternativa adecuada a las condiciones de las com unidades indgenas.

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    lam bin puede considerarse el texto com o u na reflexin profunda sobre el p o d er en un sistem a regional, pues para realizar su lliw libacin hubo de establecer las coordenadas de las relaciones l>> 'ln ii as que incidiran en su trabajo, lo que le lleva a un recorrido desdi I i p rop ia SEP hasta las facciones polticas que existan en las comu- 1 1 1 1 1,1 1 1 c s, pasando p o r el sistem a poltico estatal y, particularm ente, tullir el cacicazgo que ejerce el control en la regin. Los datos de las in-ii i ir,.u iones educativas son presentados en el texto, as como las

    11 m 1 1 1. i s observaciones y los com entarios personales de Senz.Lam entablem ente n inguno de los otros participantes dio a

    i mu >t er sus resultados; y si bien el texto de Senz se publica en 1936, i i" sucede en Per , donde era em bajador, en una edicin pagada pul i I propio au to r que es poco conocida en Mxico. Sin em bargo su> p< i iencia tuvo im pacto en la poltica indigenista del Presidente i ti i llenas, pues las reflexiones (y las com paraciones de la problem - lli i indgena de Mxico con lo que sucede en G uatem ala, Ecuador y IVi ii, pases a los que Senz llega en sus labores diplom ticas) le lle- \ ni .i p roponer un proyecto de accin indigenista que es la base del I >i partam ento de Asuntos Indgenas, organizado en 1936, el cual espublicado ju n to con el texto etnogrfico.

    O tro e tngrafo que realiza diversas investigaciones por m edio ilrl trabajo de cam po en la lnea de Gam ioy Senz es Miguel O thn de Mi ndizbal, form ado en el Museo Nacional. A unque su obra ms im portante es de carcter histrico y lingstico, desarroll tam bin I n v e s t i g a c i o n e s etnogrficas en el Valle del M ezquital c o n el f i n de pi i parar m onografas que fueran de u tilidad para los program as de gobierno. De su trabajo en lingistica son am pliam ente conocidos, y usados, los m apas de distribucin de las lenguas indgenas en Mxi- o, tanto del siglo XVI com o de los aos veinte, que hace ju n to con \\ n;berto Jim nez M oreno en 1928; posterio rm ente , en 1934, publi- i unas Cartas lingsticas con inform acin y d istribucin de los ha- lilantes de lenguas indias a partir de los datos censales de 1930(M endizbal 1928, 1934).

    En cuanto a la etnografa que realiza, sus objetivos son estrictamente prcticos, com o lo declara a propsito de las dos monografas lircbas en sendas com unidades del Valle del M ezquital, Santa MaraI Vpeji y Capula, cuando con la colaboracin de tres estudiantes realiza un intenso trabajo d ui ante cinco das en cada pueblo; as, nos dice que:

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    El estudio del municipio de Santa Mara Tepeji se llev a cabo durante los cinco das que dur la visita de las principales localidades de la jurisdiccin; pero los interrogatorios directos hechos a los representantes ms autorizados y bien informados de todos los poblados del municipio, que se acercaron a la comisin para tratar de sus respectivos problemas, nos permiti acopiar una abundante documentacin que, completada con los datos estadsticos disponibles, permiti la formacin de un concepto bastante aproximado a la realidad sobre los problemas de carcter general o local, sobre los recursos naturales y sobre las posibilidades de la poblacin regionalpara resolverlos, mediante una ayuda modesta, pero efectiva, departe de los gobiernos federal y del estado de Hidalgo (M endizbal 1946, VI: 200).

    R ecordem os que M endizbal fue uno de los ms activos participantes en los program as indigenistas du ran te el sexenio cardenista, adem s contribuy decisivam ente a defin ir el perfil profesional del an trop logo que deba form arse en el IPNy a fundar el D epartam ento de A ntropologa, que po r cierto tiene uno de sus an teceden tes en la m odesta Escuela de Bacteriologa de la Universidad Gabino Barreda, de la que M endizbal fue el p rim er recto r (M edina 1996).

    O tro etngrafo form ado en el Museo Nacional y bajo la in fluencia de Gamio es Alfonso Fabila M ontes de Oca, quien trabaja en la Escuela Regional Cam pesina de El Mexe, en el Valle del M ezquital. Estas escuelas ten an un Institu to de Investigaciones Sociales como parte de su organizacin, propuestos po r Gamio para recoger y e laborar la inform acin sobre las condiciones sociales y la cultura regionales a fin de desarro llar los program as educativos adecuados; ste de El Mexe, dirig ido p o r el p rop io Gamio, qued a cargo de Fabila, quien publica una am plia m onografa etnogrfica (Vzquez 1988; Fabila 1938). O tra investigacin etnogrfica muy conocida, pues se publica en 1940 com o parte de los eventos preparados duran te la realizacin del I Congreso Indigenista In teram ericano , realizado en Ptzcuaro en abril de 1940, es la que Fabila hace en tre los yaquis de Sonora. Esta m onografa es im portan te po rque p lan tea la au todeterm inacin poltica de los pueblos indios, en este caso de los yaquis, en el espritu de una discusin sobre la cuestin nacional y la posicin con respecto a la U nin Sovitica (M edina 1998); pero tambin es significativo el que se haya hecho con el apoyo de las propias

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    rtiiloridades yaquis, quienes inclusive conocieron el m anuscrito y, ti ule la ausencia de in ters oficial para publicarlo , ofrecieron su mo-

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    punto de partida para investigaciones de mayor calado y rigor. El texto est dirigido a los maestros del D epartam ento de Educacin Indgena, aunque se espera sirva tambin a otros especialistas, particularm ente del campo de las ciencias sociales (Basauri 1940, I: 11).

    En la Introduccin de la obra se hace una sntesis de los datos arqueolgicos y de antropologa fsica referentes a la poblacin previa a la colonizacin hispana, para luego dar un resumen general de cada uno de los tpicos que com ponen las monografas. La perspectiva que dom ina estos tpicos es m arcadam ente etnocentrista y con un tono que ve a la cultura de los pueblos indios como atrasada y simple; pun to de vista que dom ina en los trabajos etnogrficos de la poca, en particular los que hacan los etnlogos mexicanos, todo lo cual tiene como base el paradigma evolucionista. As, la diversidad tnica es explicada como una manifestacin de las diferentes etapas del proceso evolutivo:

    La cultura indgena tiene dos aspectos fundamentales en la actualidad: ciertos grupos se han conservado estticos o presentan una evolucin incipiente y casi nula; otros, por el contrario> corresponden a culturas retrgradas por involucin, que alcanzaron un desarrollo floreciente antes de la conquista y, posteriormente, causas biolgicas, sociales, econmicas y polticas determinaron su decadencia ( ibidem: 105).

    Como es ya una tradicin de la etnografa mexicana desde el siglo XIX, el criterio que se sigue para establecer la especificidad tnica de los pueblos indios es el lingstico, por lo que cada vez que hay una nueva clasificacin lingstica hay que ajustar los datos de la filiacin etnogrfica, o bien decidir po r un autor particular en los casos en los que hay diferencias de opinin. Por otra parte, la unidad social significativa para la descripcin es la tribu, lo que luego se transforma en el grupo tnico, sin renunciar a la base lingstica de su definicin.

    Es im portan te aclarar que tanto Leopoldo Batres como Manuel Gamio se oponan al criterio lingstico para de term inr la identidad tnica, apelando Gamio a las caractersticas culturales y a una perspectiva regional, como bien lo ilustra su ejemplar investigacin de Teotihuacn.

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    Otro aspecto que me parece significativo de las monografas etnogrficas que com ponen la obra referida de Carlos Basauri es su estructura descriptiva, es decir la m anera en que divide la unidad social y cultural, pues ello revela implcitamente tanto una especificidad temtica como una je ra rqu a relativa de las secciones o tpicos, por lo cual transcribir los ttulos de los once incisos o captulos de que se com pone cada monografa:

    I Ambiente biolgicoII Antecedentes histricosIII Distribucin geogrficaIV CensoV Caracteres antropolgicosVI Caractersticas culturales materialesVII Caractersticas culturales espiritualesVIII EconomaIX Estructura socialX Otras informacionesX I Bibliografa

    El contenido de cada monografa es resultado de la recopilacin de varias fuentes, como lo aclara el p ropio autor:

    Se mand un cuestionario muy amplio y detallado a cada uno de los maestros rurales, maestros misioneros y directores de centros de edu-ca- cin indgena, para que les sirviera de gua al hacer las investigaciones y pudieran recabar todas las informaciones necesarias. Teniendo a la vista la contestacin de estos cuestionarios en el Departamento de Educacin Indgena, extractamos todos aquellos datos que creimos conveniente y buscamos los que faltaban en las obras ya publicadas sobre el particular, de manera que todas las monografas contienen informaciones recientes y de investigacin directa y a la vez constituyen la recopilacin documentara, sobre todo en la parte histrica, de lo escrito por diversos a utores mexicanos y extranjeros. Adems, incluimos en esta obra todos los est udios hechos directamente por el autor sobre determinadas tribus: tarahumaras, tojolabales, tzeltales, mayas, otomes, tla-huicas, seris, la rseos, negros, triques, que realiz en diferentes pocas y que constituyen investigaciones ms amplias y detalladas (Basauri 1940,1: 9).

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    Esta obra cierra la e tapa an teceden te a la configuracin de la com unidad antropolgica m exicana; dom inada po r el paradigm a evolucionista, sin em bargo, m antiene la orientacin social que le imprim e Gamio, es decir de g enera r una ciencia que contribuya a la solucin de los problem as nacionales, que para cuando aparece tiene com o p rim er referen te la educacin indgena, sin que se descarte su u tilidad para otros program as gubernam entales relacionados con la poltica indigenista. Lo que viene despus tiene com o pu n to de partida la o rien tacin del plan de estudios de la EN AH y el paradigm a es- tructural-funcionalista, bajo el cual se hacen las investigaciones etnogrficas en diferentes partes del pas y en las que in terv ienen los estudiantes de an tropologa de las prim eras generaciones.

    En el diseo del plan de estudios tiene un papel im portan te la influencia de las universidades estadunidenses, particu larm en te las de Californa, Chicago, de Colum bia y de Tulane, articuladas a un program a de expansin de la hegem ona de los Estados U nidos en el con tinen te am ericano y en la coyuntura que ofreca la Segunda Guerra M undial, iniciada en 1939; de la cual em ergieron com o la prim era potencia m undial, aunque con una rivalidad con la U nin Sovitica que marc con los signos ominosos de la guerra fra toda la poca que cierra con la desintegracin de la potencia socialista.

    Posteriorm ente apareci una Etnografa de Mxico, coord inada p o r Lucio M endietay N ez, el antiguo colaborador de Gamio, en el Institu to de Investigaciones Sociales, de la UNAM, in tegrada po r 46 sntesis etnogrficas, con u na com posicin sem ejante a la del libro de Basauri. Como se indica en la Introduccin, la p reparac in de la obra se hizo en tre 1939 y 1949, y hace referencia a la delicada cuestin de las relaciones en tre la iden tidad tnica y la lingstica:

    [...] aun cuando se trata de un libro puramente etnogrfico, se sigui la clasificacin lingstica definitiva de los seores Miguel O. de Mendizbal y Wigberto Jimnez Moreno, para la colocacin de cada grupo en una secuencia que no obedeciera simplemente al orden alfabtico o al rumbo geogrfico carentes de significacin. Es cierto que no parece existir relacin precisa entre las caractersticas antropolgicas y etnogrficas de las varias razas indgenas de Mxico y las clasificaciones lingsticas de sus respectivos idiomas; pero aparte de que esta cuestin requiere investigaciones y estudios ms profundos,

    tA ETNOGRAFA 55

    que no se han hecho; hay, sin duda, exacta correspondencia entre el nombre de las lenguas y el de los grupos tnicos, circunstancia que justifica, a falta de otro criterio mejor, el sistema de presentacin adoptado (M endieta y N ez 1957: XIII).

    Sin em bargo, el carcter anacrnico de su o rien tacin terica y le los datos, particu larm ente los referen tes a la an tropo log a fsica, rs indicado por Juan Comas en una resea bastante crtica (Comas 1959), clebre po r la polm ica que desata, y que p rcticam ente relega este trabajo de la discusin contem pornea, insertndose en la etapa previa en la que est la obra de Carlos Basauri y que corresponde a la del proyecto germ inal de M anuel Gamio.

    I ,A ETNOGRAFA CULTURAl.ISTAI I desarrollo institucional de la an tropologa m exicana en los aos cuarenta expresa un m ovim iento de despliegue de una com unidad< icntfica bien asentada y con u na proyeccin al fu turo . U na de las personalidades ms im portan tes en este m ovim iento es Alfonso ( laso, quien conjuga una condicin poltica con presencia en las ins- lilliciones gubernam entales y un prestigio acadm ico com o arquelogo; ello le lleva a desm pear el papel de fu n d ad o r en diversas instituciones y proyectos. Para referirnos a lo ms conocido, sealemos su participacin pro tagnica en la creacin de la Sociedad Mexicana de A ntropologa, en el Institu to Nacional de A ntropologa e Historia y en la Escuela N acional de A ntropologa e H istoria; fue tam bin recto r de la U niversidad N acional y quien form aliz la condicin de au tonom a con la redaccin de la Ley O rgnica correspondiente. En 1948 renunci com o Secretario de Bienes Nacionales al gobierno de M iguel A lem n para fundar, con un conjunto de destacados antroplogos, el Institu to N acional Indigenista.

    La influencia acadm ica y la calidad de d irigente de don Alfonso Caso m arcaron no tab lem ente la dinm ica de la Sociedad M exicana de A ntropologa, la cual organiz, precisam ente a partir de 1940, las reuniones de Mesa R edonda en las cuales se d iscutieron los tem as ins im portantes para la com unidad antropolgica m exicana y se defin ieron posiciones altam ente influyentes en las discusiones acadm icas de la poca. Su publicacin peridica, la Revista Mexicana de Estudios Antropolgicos (KMA), tuvo una im portancia cen tral en la di

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    fusin de las invesdgaciones antropolgicas y en las diversas polm icas suscitadas en sus reun iones

    En el m bito de la poltica indigenista se abrieron tam bin nuevos espacios con evidentes repercusiones en los m bitos acadmicos y de la investigacin antropolgica; tal es la creacin del Institu to Indigenista In teram ericano en 1940, a resultas del Congreso de Ptz- cuaro, cuya sede fue la C iudad de Mxico. Su p rim er d irector, Moiss Senz, no lleg a asum ir el cargo deb ido a su p rem aturo fallecim iento, ocupando el puesto el doctor M anuel Gamio, prestigioso acadmico y fu n d ad o r de la an tropo log a m exicana. Este institu to tuvo dos publicaciones, el Boletn Indigenista y la revista Amrica Indgena, en cuyas pginas se d ieron algunas de las ms notables discusiones tanto sobre la poltica indigenista y las caractersticas socioculturales de los pueblos indios, com o sobre el papel de la an tropologa en la definicin de los problem as y en la bsqueda de soluciones.

    En el m bito de la form acin profesional de los antroplogos fue evidente un p ro fundo cam bio en trm inos tan to cualitativos como cuantitativos; en l se m arcaron las caractersticas que asum i la nueva com unidad antropolgica. En efecto, existe una diferencia abismal en tre la prctica docente que se haca en el Museo Nacional y la que se constituy en la ENAH. En el M useo era un pequeo grupo el que asista a los cursos im partidos, y slo algunos cuantos llegaban a ten er u na actividad profesional, y la m ayor parte de las veces en la condicin de m aestros-investigadores. No haba un plan para form ar investigadores profesionales, tam poco exista un reconocim iento legal de los profesionistas egresados; de hecho, desde la fundacin de la U niversidad Nacional se haba p lan teado una situacin am bigua con la actividad docente del Museo, lo cual se trat de resolver de varias m aneras, sea p o r el establecim iento de convenios, sea po r in tentos para trasladar la enseanza a la propia universidad.

    Con la adscripcin de la ENAH al Institu to N acional de A ntropologa e H istoria, y p o r este m edio a la SEP, y una vez definido un plan de estudios con una o rien tacin terica explcita, la culturalista, la m atriz en la que se form aran los nuevos antroplogos, com o investigadores y con un conocim iento tcnico especfico, qued consolidada. Com ienzan entonces a establecerse convenios que definen sus relaciones acadm icas, tan to con la UNAM com o con El Colegio de Mxico; asim ismo se establecen convenios con diversas instituciones

    l a e t n o g r a f a 57

    lllln nacionales, pero particu larm ente con algunas universidades i udnnidenses que tend rn un a influencia decisiva en el perfil pro-li Nional de los antroplogos egresados.

    La Segunda G uerra M undial (1939-1945) tuvo un im pacto pro- lillido en la prctica profesional de la an tropo log a en los Estados I nidos, pues com o lo seala un lcido investigador, Eric Wolf 11' >04), se dio u na transform acin drstica en la que, de ser una pro- ir ion recluida en los museos y en algunas universidades, con un cier- Iii aire de rom anticism o, se pas a un crecim iento exponencial que iili an/. a num erosas universidades y, sobre todo a una diversifica- i ion terica y a u na orientacin definitivam ente prctica, como se advierte en el surgim iento de u na an tropo log a aplicada. La amplia- i iii de los espacios acadm icos y profesionales de la antropologa st.idunidense tiene una relacin d irecta con la em ergencia de losI liados U nidos com o potencia m undial, luego de la guerra, y con el despliegue de program as de carcter econm ico y poltico dirigidos al fortalecim iento de su hegem ona en los pases del continenteam ericano.

    Como lo ind icara R obert M anners, se tra taba de un program a de expansin colonial y en l ten an un lugar im portan te los an tro plogos, en una escala nunca antes realizada. El p rogram a conocido como Punto IV para los pases del con tinen te am ericano era semejan- Ic al Plan M arshall del presidente H arry T rum an, destinado a dirigir l a s inversiones estadunidenses en los devastados pases europeos.

    La ENAH establece varios convenios con diversas instituciones, por los que llegan p ro feso res visitantes y se realizan investigaciones con la activa participacin de los estudiantes de sus prim eras generaciones y de sus profesores. As, en 1942 se firm a un convenio con el D epartam ento de Antropologa de la Universidad de Chicago, con la Institucin Carnegie y con el G obierno del Estado de Chiapas para realizar investigaciones antropolgicas en Chiapas; llegan entonces a la ENAH varios profesores visitantes que im parten diversas ctedras y que realizan prcticas de cam po. La presencia de Sol Tax, en ese entonces un joven y activo investigador form ado bajo la direccin de Radcliffe-Brown y parte del equipo de investigadores que trabajaba en los program as dirigidos p o r R obert Redfield, as com o de Alfonso Villa Rojas, por ese tiem po investigador de la Institucin Carnegie y tam bin estrecho co laborador de Redfield, influyen poderosam ente

  • ANDRS MEDINA

    en la formacin de Calixta Guiteras, A nne Chapm an, Rosa Lom bardo,Fernando Cm ara y R icardo Pozas, en tre otros alum nos (Tllez O rtega 1988).

    Para realizar investigaciones etnogrficas en la Regin Tarasca, en M ichoacn, la ENAH establece un convenio con el Institu to de Antropologa Social de la Institucin Sm ithsoniana, en el que participan G eorge Foster, Anglica Castro de la Fuente, Chita de la Calle, Gabriel O spina y el estudian te pu rpecha Pablo Velzquez. Con la misma institucin se firm a tam bin, en 1947, un convenio para realizar investigaciones etnogrficas en la regin totonaca, bajo la direccin de Isabel Kelly, en las que participan com o alum nos Cristina lvarez, Gabriel O spina y Angel Palerm.

    Desde el Instituto Indigenista Interam ericano, bajo la direccin de M anuel Gamio, se hacen investigaciones conjuntas con organismos internacionales en los que participan alumos del la ENAH; as, en 1945 se realiza un proyecto en el Soconusco, en la costa de Chiapas, ju n to con la Organizacin Panam ericana de la Salud, para investigar la situacin de la regin en que existe la enferm edad conocida com o onchocer- cosis, en la que participa un grupo de estudiantes en tre los que est Felipe M ontemayor, Ricardo Pozas, Anne Chapm an y otros. En 1951 se realiza o tra investigacin en el Valle del Mezquital, en el Estado de Hidalgo, en colaboracin con la UNESCO, tam bin bajo la direccin de Gamio, y con la colaboracin de Alfonso Villa Rojas, en el que participa otro grupo de estudiantes. Y cuando Oscar Lewis llega para hacer su investigacin en Tepoztln, en 1944y en 1947, bajo los auspicios del Instituto Indigenista de Estados Unidos y del Instituto Indigenista Intera- mericano, incorpora a cuatro estudiantes, en tre quienes estn Isabel Horcasitas y Anselmo M arino Flores (Lewis 1963: IX)

    M uestra de la consolidacin de la com unidad escolar de la ENAH es la aparicin de dos publicaciones que expresan sus inquietudes acadmicas y en las que vierten los resultados de sus actividades cientficas; en 1945 com ienza la serie Acta Anthropologica, en la que se publican tanto traducciones de textos im portantes com o tesis profesionales; el p rim er nm ero est dedicado a la tesis de Miguel Acosta Saignes, Los pochteca,y en el nm ero 3, del tercer volum en, Ricardo Pozas Arciniega publica, en 1947, su clebre Juan Prez Jolote. Asimismo, se inicia, en 1952, la publicacin de la revista Tlatoani, adm inistrada po r los propios estudiantes, a travs de su Sociedad de A lum nos (Gali 1988).

    LA ETNOGRAFA 59

    Con estos sealam ientos in ten to m ostrar tanto la constitucin de nna com unidad cientfica como el carcter de su form acin terica< ulturalista y de su especializacin tcnica rigurosa bajo la influencia directa de cientficos extranjeros de prestigio. Si bien la mayor parte de ellos procede de las universidades estadunidenses, los hay tam bin europeos que llegan com o consecuencia de los conflictos polticos y militares, quienes se establecen en Mxico ejerciendo una influencia constructiva, tales seran los casos, en tre otros, de Paul Kirchhoff, etnlogo alemn, d e ju a n Comas, antroplogo fsico, de Pedro Bosch-Gim- pera, d e jo s M iranda, historiador, espaoles los tres.

    El m om ento fundacional en el que la com unidad antropolgica mexic