AMÉRICA LATINA: REFORMA DEL ESTADO Y … · procesos de transición a la democracia en América...

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1 AMÉRICA LATINA: REFORMA DEL ESTADO Y PROCESOS ELECTORALES PAULA DELGADO HINOJOSA IGNACIO MEDINA NÚÑEZ RAMÓN GÓMEZ ZAMUDIO

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AMÉRICA LATINA:

REFORMA DEL ESTADO Y

PROCESOS ELECTORALES

PAULA DELGADO HINOJOSA

IGNACIO MEDINA NÚÑEZ

RAMÓN GÓMEZ ZAMUDIO

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INDICE:

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

ESTADO Y SOCIEDAD: NUEVAS FORMAS DE RELACIÓN

CAPÍTULO II

REFORMA DEL ESTADO: AJUSTES ESTRUCTURALES

CAPÍTULO III

NEOLIBERALISMO Y PRIVATIZACIONES: MÉXICO Y CHILE

CAPÍTULO IV

PROCESOS ELECTORALES Y POLÍTICAS ECONÓMICAS

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

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PRÓLOGO

Este trabajo es fruto de la conjunción de muchos esfuerzos y voluntades. Nace

originalmente como producto de la discusión referente a las nociones de igualdad,

política económica, reforma del estado, democracia,.... Nos insertamos en los

procesos de transición a la democracia en América Latina, buscando que tenga

como fruto no solamente unos procesos electorales más legítimos sino que tengan

repercusión en el mejoramiento del nivel de vida de la población, sobre todo

cuando de manera paralela al surgimiento de gobiernos civiles en la región, ésta

misma ha estado experimentando severos programas de ajuste.

No nos resulta suficiente el concepto del voto para calificar una representación

política como democrática; hemos ensayado una ampliación de ésta, incluyendo

dimensiones cualitativas tales como la calidad de vida, la presencia o ausencia de

corrupción en la administración pública, el derecho y el acceso efectivo a la salud

y a la educación, la noción de responsabilidad ética de los funcionarios elegidos

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frente al electorado, la participación de las organizaciones de la sociedad civil, etc.

En función de estas dimensiones, procuramos aterrizar su discusión en el telón de

fondo de nuestro continente. Nuestro análisis no solamente quiere reproducir la

realidad latinoamericana y en ese sentido señalar lo que está pasando sino

también lo que puede y debe pasar, dependiendo de la praxis de los actores

sociales. Por ello nuestra idea de democracia es partir de los procesos electorales

pero imaginando todas las posibilidades de participación ciudadana, acorde a lo

que propone García Canclini: “el arte verdaderamente revolucionario es el que, por

estar al servicio de las luchas populares, trasciende el realismo, el que, más que

reproducir la realidad, le interesa imaginar los actos que la superen” (García

Canclini, citado por Benedetti, en UNAM, 1986: 1563).

Para que nuestras ideas no corrieran el riesgo de quedar en el terreno de la

especulación política, expresada en prescripciones en el vacío, hemos querido

contextualizar nuestro enfoque en una revisión crítica de las transformaciones que

ha sufrido el Estado bajo el modelo económico neoliberal. Hemos puesto bajo un

lente particular el caso de México y el de Chile, procurando ilustrar con ellos dos

modos distintos en que las transformaciones políticas y económicas han afectado

los principales indicadores de las vidas de sus respectivos pueblos. Finalizamos

nuestras discusiones, haciendo un repaso general de las tendencias que hoy

proyectan al subcontinente hacia modelos de desarrollo y de crecimiento

enmarcados en un rechazo a las políticas económicas neoliberales y hacia el

ensayo y la búsqueda de nuevos esquemas políticos, económicos y sociales.

Las ideas expuestas aquí son el fruto de extensas discusiones entre los coautores

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que logramos sacar una redacción común a partir de nuestros distintos saberes.

Como investigadores de orientaciones y formación distintas, el acuerdo respecto a

la definición de la unidad de análisis, el orden de los capítulos, la expresión escrita

de todas las ideas, el trabajo interdisciplinario no fue siempre fácil. De igual modo,

las decisiones respecto al nivel de análisis, al enfoque micro o macro con que

ensayaríamos nuestras ideas, han quedado reflejadas en el contenido de los

capítulos, en donde predomina una combinación de visiones económica,

sociológica y política.

El manuscrito que presentamos refleja también numerosas actividades que hemos

realizado en los últimos años, a través de diversas entrevistas con líderes

académicos y políticos de la región, diversas discusiones en los seminarios

internos de nuestro Cuerpo Académico y al interior del Departamento de Estudios

Ibéricos y Latinoamericanos (DEILA) de la Universidad de Guadalajara, así como

también las participaciones que como ponentes hemos tenido en congresos

nacionales e internacionales, etc. El Cuerpo Académico al que pertenecemos se

ha denominado “Sociología Política y Desarrollo en América Latina”.

Queremos expresar finalmente un reconocimiento al Programa de Mejoramiento

del Profesorado (PROMEP) de la Secretaría de Educación Pública, que ha hecho

posible esta publicación.

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INTRODUCCIÓN

A partir de la década de 1960, resurgió en América Latina una ideología liberal que

preconizó un modelo de Estado caracterizado por la reducción al mínimo de su

tamaño, pretendiendo garantizar la seguridad y la propiedad para los ciudadanos,

dejando el movimiento de la sociedad al libre juego de las fuerzas del mercado.

Debido al retorno de los principios económicos propuestos por Adam Smith,

aunque en nuevas condiciones históricas, esta ideología se ha conocido con el

nombre de “Neoliberalismo”.

Los mismos países que habían abrazado al keynesianismo, el modelo del estado

protector con su política económica de buen gobierno e incluso a través de la

propiedad estatal de numerosas empresas, como medida fundamental para

enfrentar la falta de empleos y la falta de alicientes para la inversión, empezaron a

dar un giro hacia la reforma del estado en una perspectiva neoliberal. Las mismas

soluciones de fortalecimiento del Estado que Keynes había propuesto para

afrontar los problemas económicos producidos por la Gran Depresión de 1929,

empezaron a ser señaladas a partir de la década de 1960 como la raíz de la

inestabilidad económica.

A nivel internacional, el Fondo Monetario Internacional (FMI), bajo la hegemonía

de la escuela de Milton Friedman, impulsó una serie de políticas económicas

acorde con estos lineamientos neoliberales, mientras que a niveles nacionales, la

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Inglaterra de Margaret Thatcher y los Estados Unidos de Ronald Reagan se

encargaron de aplicar y de difundir los principios del libre mercado y de la

reducción del Estado. Debido a todo esto, se inició una etapa de reformas

estructurales en la mayoría de las naciones.

Fue básicamente en la década de los ochenta cuando el nuevo modelo económico

logró su hegemonía en los grandes centros de decisión mundiales. Figuras como

Milton Friedman, Fridrich von Hayek, y, en particular, la corriente de la Escuela de

Chicago, se convirtieron en el gran foco impulsor del nuevo paradigma.

Desde fines de la década de los setenta, una vez que el “estado benefactor”

mostraba síntomas de agotamiento -por los déficit fiscales, la disminución de la

tasa de ganancia y el escaso crecimiento económico- el modelo de acumulación

hegemónico fue transformado poco a poco por el nuevo paradigma de cuño

neoliberal, fundado teóricamente en la ortodoxia monetarista. El papel del nuevo

Estado liberal quedaría reducido a ser un garante del orden establecido, creando

las condiciones para la preservación del sistema capitalista.

A pesar de los terribles efectos en cuanto a la pobreza y a la desigualdad en

grandes sectores de la población, especialmente en aquellos países que antes

eran considerados como parte del Tercer Mundo, una de las aportaciones

atractivas a la teoría del Estado del nuevo liberalismo, se expresó en la promoción

del desarrollo de la democracia, resultado de la importancia que esta ideología

otorga a la libertad individual y al ejercicio de los derechos ciudadanos. Por ello,

dentro de las reformas y programas de ajuste generalizados, también se proclamó

la necesidad de superar las tiranías y las dictaduras, promoviendo la democracia

electoral. El capitalismo se presentaba como el modelo hegemónico sustentado en

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los principios de la democracia moderna y del poder del pueblo a través de las

elecciones.

La teoría del “Fin de la Historia” (Fukuyama, 1991) era acompañada por la

concepción de la democracia, como el modelo de gobierno fuera del cual ya no

podía haber algo mejor. Evidentemente, aunque el principio teórico de que todo

gobierno debe ser emanando del pueblo, siempre ha quedado la discusión sobre

el tipo de democracia a la que nos referimos, sobre todo cuando ésta misma se

quiere imponer en sus formas occidentales de votación a todo tipo de

comunidades del planeta.

En el ámbito latinoamericano, a fines del siglo XX encontramos dos tendencias

que se conjuntaron: por un lado, la región empezó a vivir una de las más

profundas transformaciones en su estructura económica acorde a las expectativas

del nuevo orden económico internacional, abriendo sus mercados y reduciendo la

forma del Estado a través de numerosas privatizaciones; por otro lado, después de

la terrible etapa de las dictaduras militares que duraron hasta parte de los años de

1980, las naciones poco a poco fueron realizando una serie de procesos

electorales que han legitimado a sus poderes ejecutivos en manos de los

gobiernos civiles, resultado del rejuego de los partidos políticos y de sus

candidatos.

De esta manera, el Estado en América Latina se ha ido reformando, de manera

lenta o drástica, dentro de un proceso acelerado de globalización que la economía

mundial ha establecido a partir de la interrelación de las economías regionales,

promoviendo entre ellas una interdependencia que vincula un mercado con otro,

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ahorcando las expectativas de las economías proteccionistas y de los mercados

cerrados. Sin embargo, también se han ido cerrando los caminos a los poderes

dictatoriales tradicionales, especialmente a los militares que antes gozaban de

impunidad en el poder, para dar paso a los gobiernos civiles, fruto de las

elecciones nacionales.

Ciertamente, hay que reconocer que la región latinoamericana mostraba síntomas

de agotamiento en su modelo de desarrollo sustentado casi exclusivamente en el

eje rector del Estado, encargado de la planificación, del desarrollo y de las

políticas públicas, sujetando los intereses de todos los actores sociales a las

necesidades y objetivos fijados por el propio gobierno. Por ello, hoy se puede

sostener la necesidad de una reforma del Estado acorde a los nuevos tiempos de

la globalización mundial; el modelo keynesiano evidenciaba sus límites en muchos

casos, debido sobre todo a una estructura deficitaria del Estado, copado por

múltiples demandas. Sin embargo, dichas reformas se han concretado en los

principios de un libre comercio salvaje, fomentando una apertura indiscriminada de

las fronteras en perjuicio de numerosas economías nacionales; por ello, las crisis

no se han detenido y se han convertido en recurrentes como lo muestran, por

ejemplo, los casos extremos de México en diciembre de 1994 y de Argentina en

diciembre del 2001.

El nuevo patrón de acumulación y de desarrollo económico basado en las

exportaciones, dejó de lado, en la práctica, la preocupación por el empleo, por los

salarios y por el mercado interno. Se pensaba que el mercado generaría la

riqueza, mientras que todos los problemas para la población, tarde o temprano,

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serían resueltos por la su “mano invisible”. A esta situación económica, habría

que añadir la práctica de la política tradicional de los partidos que, alejados de los

intereses de los ciudadanos, simplemente vieron en el escenario de la democracia

electoral nuevas, oportunidades para hacer prevalecer sus intereses de grupo. Los

mismos partidos políticos se aliaron a sectores empresariales y financieros –

nacionales y trasnacionales- de tal manera que los gobiernos civiles, habiendo

superado las dictaduras, por lo general, nunca se convirtieron en expresiones de

los intereses mayoritarios de la población.

En los comienzos del siglo XXI, sin embargo, América Latina empezó a presenciar

el surgimiento, por los mismos canales electorales, de opciones diferentes. Se

puede pensar todavía que los partidos políticos están bastante alejados de los

intereses de los ciudadanos; pero la pobreza y la exclusión han tenido en pocos

años tan fuerte impacto en las condiciones de vida de las mayorías, que han

aparecido nuevos líderes que han empezado a atraer la atención, a través de los

mismos canales de la participación electoral, con muchas propuestas para

enfrentar las desastrosas consecuencias de las reformas económicas.

En la historia latinoamericana, conocemos bastante bien la trágica historia del

gobierno de Salvador Allende, en Chile en 1970-73, quien siendo

democráticamente electo por los canales tradicionales de los partidos políticos,

llegó al poder ejecutivo. Fue no solamente criticado, sino sobre todo atacado

económica, política y militarmente por las oligarquías locales, contando con el

respaldo total del gobierno de los Estados Unidos. Actualmente, el recuerdo de la

fecha del 11 de septiembre no solamente se reduce a los ataques terroristas a las

torres de Nueva York en el 2001, sino también al golpe sangriento del general

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Augusto Pinochet y del gobierno norteamericano sobre Chile, contra un gobierno

democráticamente establecido con todas las reglas electorales formales.

Sin embargo, el camino de la democracia electoral para las organizaciones

ciudadanas que quieran incidir en los destinos gubernamentales no se ha cerrado.

Por ello, aunque el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua

perdió el poder ejecutivo en 1990 por la vía electoral, se mantuvo en la oposición

en los años posteriores y ha podido volver al gobierno bajo las mismas reglas

electorales en el proceso de noviembre del 2006. De la misma manera, en El

Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN),

convertido en un partido político después de los acuerdos de paz, existe como la

segunda fuerza en importancia del país. Podemos también decir que en el caso

reciente de México, en el 2006, una fuerza progresista de izquierda representada

por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), aunque oficialmente perdió el

poder ejecutivo, logró un aumento extraordinario de su fuerza política a través de

los millones de votos que logró su candidato Andrés Manuel López Obrador en

julio del 2006, de tal manera que no se podrá gobernar el país sin considerar su

injerencia. Algo parecido se puede decir de la fuerza del partido de Ollanta Humala

en Perú en el 2006, quien, después de haber ganado la primera vuelta en las

elecciones presidenciales, perdió en la segunda vuelta frente al hoy presidente

Alan García.

Si bien se puede seguir insistiendo en la fuerza de aquellas manifestaciones que

se oponen abiertamente al proyecto neoliberal sin estar en el poder del gobierno,

mucho más hay que insistir en la fuerza que han tomado aquellas expresiones

progresistas que llegaron al poder del gobierno por la vía electoral, como es el

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caso del FSLN en Nicaragua en Centroamérica en el 2006 y como también lo

muestra sobre todo el mapa político actual de América del Sur. Aunque muchos

analistas pueden ver una fuerza de color rojo o rosa (izquierda radical, moderada,

tendencias de centro o centro-izquierda, etc.) en varios de estos gobiernos, en el

sentido de que no forman entre ellos una fuerza unitaria regional, es importante

tener en cuenta su llegada al poder en relación con sus contrincantes tradicionales

que basaron toda su política gubernamental en el principio del libre mercado y en

una alianza subordinada a los Estados Unidos.

Hugo Chávez, en Venezuela, representa ciertamente una embestida ideológica

contra la dominación norteamericana, contra el proyecto neoliberal y en especial

contra el proyecto continental de la Alianza del Libre Comercio de las Américas

(ALCA) promovido por los Estados Unidos. Se encuentra también Lula da Silva en

Brasil, a partir de su victoria electoral en octubre del 2002 y quien busca su

reelección en las elecciones de finales del 2006. En Chile, desde hace varios años

ya se había dado una transición gubernamental del Partido Demócrata hacia el

Partido Socialista de Ricardo Lagos, cuya ideología fue ratificada en la segunda

vuelta electoral de principios de 2006 con la actual presidenta Michelle Bachelet.

En Argentina, después de la terrible etapa de Carlos Menem y su

ultraneoliberalismo, el siguiente presidente Fernando de la Rua orilló al país a una

de las más severas crisis de su historia, de la cual el país ha empezado a resurgir

bajo la conducción progresista del presidente Néstor Kirchner. En Panamá,

actualmente ocupa la presidencia Martín Torrijos, hijo del general que encabezó el

movimiento de reivindicación nacional sobre el canal. En Uruguay, por primera vez

en su historia, la tendencia de izquierda representada por el presidente Tabaré

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Vázquez llegó al poder ejecutivo en el 2005. Bolivia con Evo Morales, finalmente,

es otro ejemplo de la inserción de fuerzas progresistas, y en este caso con la

bandera de los indígenas y de un programa antineoliberal, llegó al poder ejecutivo

debido a su triunfo abrumador en las elecciones de diciembre del 2005.

Pablo González Casanova afirma que el neoliberalismo es una ideología y un

proyecto que en pocos años ha demostrando claramente su fracaso. La

producción y el crecimiento económico, el control de la inflación, y sobre todo el

bienestar de la mayoría de la población nunca estarán garantizados bajo este

modelo de capitalismo salvaje. Como bien lo señalaba Polanyi en el siglo XX, el

libre comercio implantado de una manera salvaje solamente conduce a la

anarquía. La liberación del comercio y la reforma del estado tendrán que ser

acoplados a las necesidades y proyectos de cada país y por ello, más que nunca,

se necesita un proyecto de estado nacional para enfrentar los procesos de

globalización. Esto no quiere decir que debamos volver al proteccionismo o al

populismo de diversos gobiernos latinoamericanos, pero se necesitará siempre la

presencia de un estado fuerte para plantear un proyecto propio y capaz de

negociar con todas las fuerzas, de tal manera que los intereses económicos de las

élites no sean los que definan el rumbo de cada país.

Este trabajo plantea la necesidad de una nueva reforma del estado en América

Latina, pero no al estilo de la salvaje apertura comercial que ha perdurado en

décadas pasadas y que, en la práctica, no ha sabido ni querido resolver los

problemas de producción, de productividad y, sobre todo, no se ha propuesto

enfrentar la necesidad de una mejor distribución de la riqueza social. Lo que se

plantea es la urgente necesidad de una reforma radical de las políticas

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neoliberales, ya no enmarcadas en una libertad total del mercado, sino en una

nueva relación entre estado y mercado conformando nuevos pactos sociales

Planteamos, además, que en el contexto de crisis del modelo neoliberal, a través

de los mismos mecanismos de la democracia electoral -algo que surge de la

misma ideología del liberalismo- se están dando nuevas expresiones de la

población que llegan incluso al poder ejecutivo de diversos países, en cuyo

proceso están surgiendo nuevas propuestas para mejorar la producción y la

distribución de la riqueza social.

Se presenta en primer lugar un capítulo sobre el estado y la sociedad, donde se

discuten las transformaciones históricas del estado (del absolutismo al estado

liberal, al benefactor y al neoliberal) para llegar al momento presente en donde,

según la experiencia de Stiglitz, el neoliberalismo no es un modelo fijo que se ha

aplicado en todos lados: hay casos donde se ha mostrado el rotundo fracaso de la

salvaje apertura comercial y hay casos en donde las reformas han tenido un

relativo éxito (Stiglitz, 2002).

Presentamos en el capítulo dos la discusión específica sobre la reforma del estado

al estilo neoliberal de los ajustes estructurales, que se ha venido practicando

desde las tres últimas décadas del siglo XX, especialmente en América Latina.

Agregamos de manera particular, en el capítulo tercero, el análisis sobre los casos

de México y de Chile, haciendo un especial énfasis en los procesos de

privatización, que han resultado tan diferentes en sus consecuencias para la

estabilidad económica nacional.

Este libro termina con el tema de los procesos electorales en América Latina.

Ofrece una síntesis de los procesos finales de las elecciones presidenciales

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durante el primer semestre del 2006. Discutimos de manera especial cómo

pueden plantearse nuevas alternativas al modelo neoliberal tradicional en el marco

de la participación electoral de los ciudadanos a través de la presencia de líderes

renovadores dentro de las organizaciones políticas triunfantes, o que por lo menos

representan dentro de su país una gran oposición a los gobiernos en turno.

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CAPÍTULO I

ESTADO Y SOCIEDAD: NUEVAS FORMAS DE RELACIÓN

Economía y política dentro de la sociedad nunca han estado separadas, aunque

las especialidades disciplinarias las hayan llevado a ser dos cosas distintas. Las

dos disciplinas están íntimamente relacionadas en nuestro marco de análisis sobre

los problemas de la sociedad contemporánea: por un lado, queremos discutir las

reformas económicas con los ajustes estructurales de las últimas décadas dentro

de lo que se ha llamado el modelo neoliberal (especialmente los casos de México

y Chile); y, por otro lado, queremos enfatizar que las decisiones económicas

pueden ser ratificadas o cambiadas por la población, dependiendo de la

participación de los ciudadanos en los procesos electorales en donde las fuerzas

políticas críticas al neoliberalismo pueden convertirse en hegemónicas a nivel de

los gobiernos. Nuestro ámbito de estudio prioritario será la región latinoamericana,

en donde están apareciendo nuevos escenarios políticos que ponen en cuestión la

política neoliberal de libre mercado (o por lo menos la aplicación salvaje de la

doctrina neoliberal) como la única opción en la búsqueda del desarrollo.

El libre mercado y la reducción del Estado empezaron a aparecer en la década de

1960 como el único camino para transitar hacia el desarrollo, enfrentando la

opción presentada por Keynes sobre el estado benefactor (Medina, 1998: 32).

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Resurgió entonces la teoría económica liberal de Adam Smith sobre el libre

comercio y su mano invisible para ajustar los desequilibrios de los mercados.

Según Claus Offe, son tres los principios básicos del modelo del Estado

benefactor: 1) el estado tiene que intervenir en la economía y regular el comercio

para evitar las crisis; 2) el estado no solo debe ser regulador de la economía, sino

incluso ser propietario en aquellas empresas que son estratégicas para las

naciones; 3) el estado no debe representar a una clase en particular, sino a toda la

población y, para ello, con el objeto de producir una estabilidad política como

condición del desarrollo a largo plazo, debe tener la iniciativa en la generación de

programas sociales para toda la población (Offe, 1991).

Pero el modelo del Estado benefactor, aunque había ofrecido una salida exitosa a

la terrible crisis mundial de 1929, empezó a ser cuestionado en la época posterior

a la Segunda Guerra Mundial: uno de los pioneros fue Fredrick Hayek con su texto

sobre “La Constitución de la Libertad” (Hayek, 1960), y posteriormente surgieron

los economistas de la escuela de Chicago, encabezados por Milton Friedman. Su

visión estaba inspirada por una vuelta al liberalismo del siglo XVIII y XIX,

atendiendo a los principios de la defensa de la libertad individual frente al poder

del Estado y su poder de intervenir en la vida de la sociedad.

Pero su crítica empezó a verse fundamentada en hechos empíricos posteriores de

las nuevas crisis económicas subsecuentes. La propiedad del Estado en

numerosas empresas que no tenían competitividad, las fue haciendo ineficientes

en el marco de la creciente competencia del mercado internacional; por otro lado,

estaban la excesiva regulación del mercado, la falta de inversión extranjera, el

aumento de déficit fiscal y el endeudamiento externo, entre otros factores,

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parecían anunciar el fin del estado rector.

El modelo Keynesiano empezó a ser cuestionado para volver a resucitar el

liberalismo, en el nuevo contexto de la globalización naciente: la intervención del

estado, se afirmaba, es un obstáculo a la producción y a la productividad; el

individuo y la iniciativa privada son los motores de la economía mundial. Volvió a

cobrar vigencia el principio liberal del comercio frente a las trabas del

proteccionismo y de los aranceles nacionales (Kamerman, 1993). La adaptación

de los principios liberales a la nueva etapa de la globalización en la segunda mitad

del siglo XIX es lo que ha provocado el prefijo de “neo” dentro del modelo que hoy

conocemos como neoliberalismo.

Parece ser que ahora lo determinante es recuperar los niveles de crecimiento

económico. El estado no aparece como el responsable de solventar los

problemas sociales sino la “mano invisible” del mercado, en donde lo más

importante es la estabilidad y el crecimiento macroeconómico.

Desde el punto de vista productivo, ya no se busca el pleno empleo, sino la

flexibilidad en la producción, en los precios y en los salarios; el mercado es quien

determina los precios, las rentas, la asignación de recursos y se piensa que es la

mejor garantía para el funcionamiento del sistema económico. La exaltación del

mercado como mecanismo regulador perfecto e insustituible de la economía es,

entonces, la clave del modelo neoliberal (Gaviria Ríos, 2005).

El objetivo fundamental de la política económica es propiciar un funcionamiento

flexible del mercado, eliminando todos los obstáculos que se levantan a la libre

competencia. La intervención del estado en la economía, especialmente como

propietario de empresas, es uno de los principales obstáculos para el desarrollo;

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de aquí que dentro de los programas de ajuste estructural, la privatización de las

empresas estatales siempre aparezcan como parte de las estrategias.

Frente al modelo Keynesiano que ponía la demanda como el determinante del

nivel de la producción y de la ocupación, y al Estado como agente rector de la

economía, el modelo neoliberal ha propuesto que es la falta de flexibilidad del

sistema la causa determinante de la crisis mundial. Más que la demanda, el

neoliberalismo apuesta por las políticas de oferta, el predominio de la libre

producción en un mercado desregulado, la flexibilización de la producción y del

mercado, la reducción de los salarios para salir de la crisis y la disminución del

Estado de bienestar.

Después de la difusión mundial de estas ideologías, se llevaron a cabo las

primeras experiencias neoliberales: el gobierno conservador de Margaret Thatcher

en Inglaterra (1979-1990) y el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos

(1980-1988) (Villarreal R., 1984). En América Latina, con el condicionamiento de

préstamos a los gobiernos latinoamericanos por parte del Fondo Monetario

Internacional, se empezaron a experimentar los programas severos de ajuste, de

manera drástica como en el gobierno de Augusto Pinochet, después del golpe de

Estado al gobierno constitucional de Salvador Allende en Chile, a partir de 1973, o

como en Argentina, en México, etc. con gobiernos como el de Carlos Menem,

Miguel de la Madrid.

Ante la crisis económica, se repetían las críticas al Estado benefactor como

ineficiente y como desmotivador para las inversiones de capital; se le acusaba de

generar una competencia desleal, una baja productividad, una burocratización

excesiva y gastos sociales considerados como improductivos. Los postulados

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fundamentales se repetían constantemente: es necesario volver al crecimiento

económico como estrategia fundamental; el libre juego del mercado es la fuente

de toda riqueza social; hay que achicar al estado, etc. (Crozier, 1992).

En la práctica, el nuevo modelo ha estado produciendo un cambio radical en las

reglas económicas en beneficio de la movilidad de los agentes de las grandes

corporaciones multinacionales; Se implementó un amplio programa de alcance

mundial de privatización de empresas públicas y se recortaron programas y

prestaciones sociales, sacrificándolos en aras de la recuperación y del crecimiento

económico.

Muchas de las críticas del neoliberalismo al Estado benefactor no han sido

infundadas sino que estaban basadas ciertamente en un mal funcionamiento de

los modelos proteccionistas nacionales: éstos se encerraron en mercados internos

controlados y subsidiados, que sufrieron crisis profundas con la avalancha de la

globalización. Muchas de las empresas en propiedad del Estado, por su

ineficiencia, no generaban ganancias y le pasaban todo el costo de sus pérdidas al

Estado. Por otro lado, la excesiva regulación estatal llegó a desanimar la inversión

privada y la extranjera, sobre todo cuando muchas naciones estaban necesitadas

de recursos frescos. Y en muchos casos, los excesivos egresos del Estado no

fueron compensados con la generación de riqueza nacional y llevaron a la

bancarrota de las finanzas públicas.

Los capitales trasnacionales han sido los principales ganadores en todo este

proceso: alentados por los organismos financieros internacionales, han

aprovechado los momentos de crisis para quebrar las fronteras de los mercados,

introducir con mayor facilidad sus productos y sacar ganancias con mayor

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desenvoltura1. La introducción de severos programas de ajuste, sobre todo en los

países del antes llamado Tercer Mundo, han logrando una reforma del Estado,

muchas veces dolorosa para numerosos sectores de las industrias nacionales y

sobre todo para los asalariados y para la población en general.

En la práctica, se han realizado múltiples programas de ajuste: un acelerado

proceso de privatizaciones, la reducción del déficit fiscal mediante el recorte de los

gastos sociales, el control de la inflación mediante la imposición de topes a los

aumentos salariales, la flexibilización forzada de los procesos productivos y del

mercado laboral, la desregulación acelerada para facilitar la inversión privada y la

extranjera, la reducción drástica de los aranceles para facilitar el libre comercio

mundial, la supresión de conquistas sindicales en el aspecto social bajo el

argumento del sacrificio por la “nación”, etc. En otras palabras, se ha dado una

globalización con experiencias salvajes de reconversión económica y de reforma

del Estado, en donde la pobreza se mantiene en todo el mundo en niveles

alarmantes; el Banco Mundial, por ejemplo, en el 2001 menciona la cifra de dos

mil setecientos millones de personas que viven con menos de dos dólares al día,

entre los cuales, la extrema pobreza (viviendo con menos de un dólar al día)

alcanza a mil cien millones de personas en el planeta (World Bank, 2006)

Todavía hay voces que se expresan a favor del modelo neoliberal de una manera

radical. El ex-presidente de México, Ernesto Zedillo, en declaraciones a finales del

2002, revisando la estrategia mexicana, llegó a afirmar que el problema que siguió

1 Al observar el crecimiento económico mundial de las dos últimas décadas, se puede comprobar que el monto de la riqueza ha crecido, aunque no necesariamente su distribución. La lista de los supermillonarios en la revista Forbes del 2006 muestra claramente el crecimiento de la riqueza de grandes capitales. www.forbes.com/billionaires

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sufriendo México en lo económico no fue producto de las medidas del modelo

neoliberal aplicado desde la década de los ochenta, sino que precisamente la

persistencia de los graves problemas económicos se debía a una falta de

aplicación de dichas medidas con mayor profundidad y extensión.

Sin embargo, el análisis de los casos particulares de aplicación del modelo

neoliberal es el verdadero laboratorio en donde habría que profundizar para ver

qué es lo que funciona o no de dicho modelo. Si, por un lado, no podemos volver a

un Estado interventor en la vida social que signifique un peso oneroso para la

propia economía y una regulación excesiva sobre la vida de la sociedad, tenemos

que admitir que el Estado debe ser reformado; que el camino escogido por el

neoliberalismo no ha sido el acertado en todos los casos y, por tanto, sus recetas

no pueden presentarse nunca como pensamiento único.

No funciona ya un modelo proteccionista bajo la antigua forma de un Estado

interventor en toda la vida social, pero tampoco el modelo neoliberal con sus

terribles programas de ajuste ha resuelto el problema del desarrollo: se ha

profundizado la pobreza (Vuskovic, 1996) y en numerosos casos, con el

achicamiento del estado, tampoco se ha reactivado la economía. Tal vez, como

dice Claus Offe, “el Estado de Bienestar es ciertamente un arreglo altamente

problemático, costoso y paralizante, pero su ausencia sería todavía más

paralizante”. (Offe, 1991:290)

Tenemos antecedentes en el mismo siglo XX cuando Román Polanyi en su obra

maestra sobre la Gran Transformación hizo una fuerte crítica a la sociedad

industrial del siglo XIX basada en el mercado: “permitir a los mecanismos del

mercado ser el único director del destino de los seres humanos y de su medio

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ambiente natural.... resultaría en la demolición de la sociedad” (Polanyi, 1992:73).

Recientemente, el análisis de Joseph Stiglitz (2002), premio Nobel de economía

en 2001, centró su atención sobre todo en el funcionamiento del Fondo Monetario

Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), instituciones nacidas de la

conferencia de Breton Woods (New Hampshire), en 1944. Estos dos organismos,

durante la época de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y después de haber

abogado durante un tiempo por las recetas del Estado benefactor, se convirtieron

en misioneras de la nueva ideología neoliberal; y aprovecharon el endeudamiento

de numerosos países para presionar sobre la aplicación de nuevos programas

estatales basados en el libre mercado, utilizando las famosas “cartas de intención"

firmadas por muchos gobiernos.

De hecho, el “Consenso de Washington”2 recoge las propuestas de las

instituciones financieras internacionales y los países industrializados del llamado

Primer Mundo con el objeto de desplegar el pensamiento único de la agenda

neoliberal. Las propuestas fundamentales se referían a severos programas de

ajuste en los siguientes rubros: reforma tributaria, tasas de interés, tipo de cambio,

política comercial, inversión extranjera directa, procesos de privatizaciones y

desregulación de la economía. El problema fundamental es que en la mayoría de

los casos, el nuevo modelo no ha resuelto los problemas del crecimiento y, en

cambio, ha profundizado el proceso de ampliación de pobreza y de pobreza

extrema en grandes sectores de las poblaciones. La receta de la liberación de los 2 Este concepto del “Consenso de Washington” fue utilizado por el economista inglés John Williamson en la década de 1980, refiriéndose a las ideas subyacentes en los programas de ajuste estructural impulsados por el BM, por el BID y por el FMI. Williamson convocóa a economista de muchos países el 6-7 de noviembre de 1989 para analizar y evaluar las experiencias inspiradas bajo el modelo económico neoliberal

24

mercados nacionales no ha resuelto la crisis sino que, en numerosos casos, la ha

empeorado.

Desde 1992, Pablo González Casanova hacía la siguiente evaluación: “El

problema es que la alternativa dominante, la alternativa neoliberal, -en todas sus

versiones- ha generado en menos de 10 años una realidad que lejos de resolver

los problemas del proyecto humanista, conforme corre el reloj muestra que estos

problemas se acentúan, que se extienden, que se agudizan. El más serio, el más

grave de ellos, con implicaciones muy grandes para el futuro de la humanidad y

para la sobrevivencia del hombre es el de la miseria, es el de la pobreza y la

extrema pobreza, que está creciendo de manera tremenda, afectando todos los

proyectos humanistas y liberales que vienen desde la Revolución Francesa y

desde la Revolución de Independencia de los Estados Unidos, y mostrando de

nuevo que tras ellos se encierra y se mueve la realidad invencible de la

explotación más irracional y cruel de hombres, pueblos y riquezas naturales,

incluso del agua que bebemos y del aire que respiramos, de mares, bosques,

mantos acuíferos, y reservas de energéticos. En estos 10 años de neoliberalismo,

y deuda externa creciente y políticas de ajuste, la pobreza y la pobreza extrema

han aumentado muchísimo incluso en los países altamente desarrollados, sobre

todo cuando éstos aplican la política neoliberal de una manera ortodoxa, esto es,

respetando las leyes del mercado como si las leyes del mercado fueran a resolver

los problemas del hombre y los problemas sociales de manera natural, sin mayor

intervención, sin una política social, sin un programa social”. (González Casanova,

1992)

De acuerdo con Luis Calva, las experiencias empíricas en todo el mundo indican

25

que el mercado tiende a profundizar las desigualdades de la distribución del

ingreso, tanto entre naciones desarrolladas y en desarrollo, como en regiones y

grupos sociales (Calva, 2001). Pero una de las aportaciones importantes de

Stiglitz es la de distinguir diversos métodos de aplicación del neoliberalismo: en

este sentido se encuentra, por un lado, la “terapia de choque” que se aplicó en

Rusia y en algunos países de la antigua URSS, que han fracasado de una forma

evidente. Es la aplicación del neoliberalismo salvaje que también ha mostrado sus

efectos en países latinoamericanos, como Argentina. Pero, por otro lado, se

encuentra también el caso de China, que se ha ido desplazando hacia una

economía de mercado (socialismo de mercado, dicen ellos) pero de una manera

gradual y con un proyecto estatal de largo plazo, que por lo pronto está dando sus

resultados evidentes –en el crecimiento sostenido de su economía y en la

reducción de la pobreza de la población- en las dos últimas décadas del siglo XX

(World Bank, 2006).

Habría que pensar también en el milagro de los países asiáticos de reciente

industrialización, aunque en ellos es necesario considerar que no fue producto

simplemente de las fuerzas del mercado, sino de estrategias económicas

desplegadas con una fuerte intervención del Estado. Su éxito se basó en la

combinación de políticas sustitutivas de importación, con una promoción agresiva

de exportaciones apoyadas en una fuerte intervención del estado que dio impulso

al desarrollo tecnológico endógeno.

En la opinión de Stiglitz, la polémica fundamental debe centrarse en la presunción

de que las fuerzas del mercado por sí solas pueden conseguir el crecimiento

económico y la distribución de la riqueza social. De manera clara, el FMI ha

26

sostenido esta presunción, sin hacer caso de la predicción de Polanyi, en el

sentido de que las fuerzas del mercado, dejadas a su libre devenir, pueden

ocasionar la demolición de la sociedad. Se hace necesaria la creación de

mecanismos de control sobre las mismas fuerzas del mercado.

González Casanova nos recuerda también que “el paradigma del futuro, no tiene

por qué descansar en una intervención del estado muy grande, como se pensó en

el estado asistencialista, en el estado populista y en el estado del socialismo real,

pero tampoco tiene, como se piensa en el neoliberalismo, que descansar en los

grupos de poder económico cuyo motor principal es la ganancia, es el incremento

de las utilidades, sino que tiene que descansar en un poder de las mayorías, un

poder que sea pluralista, que sea respetuoso de las ideas de los demás”

(González Casanova, 1992).

Las llamadas fuerzas “libres” del mercado son, en realidad, los grupos económicos

de oligarquías nacionales y extranjeras que controlan la información y dominan los

propios mercados; equilibran fuerzas con el poder de otros grupos sociales

organizados, que también anhelan y pueden participar en las decisiones

económicas.

La conclusión de Stiglitz es sugerente al señalar: “Creo que los gobiernos

necesitan –y pueden– adoptar políticas que ayuden a los países a crecer, pero

también para asegurarse de que ese crecimiento sea compartido de manera más

equitativa. Para hablar de un punto específico: creemos en la privatización, (la

venta –dicen– de los monopolios gubernamentales a las compañías privadas) pero

solamente si ayuda a las empresas a ser más eficientes y a bajar los precios para

los consumidores. Esto solamente puede pasar si los mercados son competitivos,

27

que es una de las razones por las que apoyo una política de fuerte competencia”

(Stiglitz, 2002).

No se pueden vislumbrar buenas perspectivas históricas de desarrollo en las

condiciones internacionales de la globalización sin la adopción de nuevas

funciones por parte del Estado hacia la sociedad; pero la opción no se encuentra

en el retorno al estado omnipotente y controlador sino a una cooperación entre

agentes públicos y privados en el marco de una competencia abierta, a través de

nuevos pactos sociales entre fuerzas distintas y aun contrapuestas.

Se ha dado un paso adecuado hacia la reforma del estado porque la forma de

estado propietario y controlador de todos los procesos económicos es

insostenible; sin embargo, las consecuencias terribles de los ajustes estructurales

bajo el esquema del simple juego de las fuerzas libres del mercado tampoco es la

alternativa. Habrá que buscar una nueva relación de mejor equilibrio entre el

estado y la sociedad, entre el estado y el mercado, en donde el primero no puede

dejar su función como agente de desarrollo y en donde, por un lado, la sociedad

civil organizada juega un papel más activo y determinante (y no el de los

gobernados que solamente eligen a sus autoridades) y, por otro, el mercado sigue

presente para propiciar atractivos e incentivos para la inversión, pero con diversos

mecanismos reguladores que no le permitan desbocarse hacia la concentración

oligárquica de las ganancias con gran deterioro de la naturaleza.

El estado benefactor tenía que ser reformado, pero numerosos gobiernos

nacionales optaron por la aplicación de recetas universales sin considerar las

condiciones concretas del país para la definición de su propio proyecto nacional, y

por ello la estrategia fue simplemente la apertura veloz de sus fronteras a los

28

productos del comercio exterior, los cuales destrozaron múltiples empresas

internas del país. La apertura debía ser gradual, programada y acompañada de un

proceso de fortalecimiento de las industrias nacionales y del mercado interno; éste

último no puede provenir más que de salarios también competitivos en el marco

internacional. Estos procesos nacionales y su engarzamiento con el irreversible

proceso de globalización es lo que está redefiniendo las nuevas relaciones entre el

estado y la sociedad: ni sólo el estado ni solo el mercado pueden ser los

determinantes en el rumbo económico de los países; tanto los gobiernos electos

con reglas democráticas como las organizaciones de la sociedad civil deben

intervenir para lograr que el mercado funcione en beneficio de la población.

Haremos en seguida una revisión sobre el desarrollo histórico de los programas de

ajuste estructurales, especialmente los que fueron aplicados en la región

latinoamericana.

29

CAPÍTULO II

REFORMA DEL ESTADO: AJUSTES ESTRUCTURALES

La reforma del estado en América Latina, que muchos gobiernos latinoamericanos

han implementado de manera caótica, experimenta todavía un proceso de

transformación en curso. En tal sentido, organizaciones multilaterales como el

BID, el Banco Mundial y el FMI hicieron de la prédica promercado y anti-estado, la

piedra angular de su política para el desarrollo de Latinoamérica. Al cabo de dos

décadas y media de este experimento, los resultados son muy desiguales y, en

general, poco prometedores.

La situación actual ha comprobado que las reformas no han constituido un factor

de crecimiento económico en todos los casos, ni han fortalecido la capacidad del

sector público como el principal articulador de los esfuerzos en la promoción de la

igualdad de oportunidades y como proveedor de la satisfacción de las demandas

sociales fundamentales. En opinión de Álvaro Ramírez, Director de Investigación

del Programa de Habilidades Directivas (PHD) y Secretario Ejecutivo del

Programa de Modernización de la Gestión Pública en Chile, más que una

modernización global, recomienda “un conjunto coherente de líneas de acción en

áreas estratégicas que permitan mejorar la situación actual sacando el mejor

partido de la realidad existente” (Ramírez, 2002: 6); no obstante, deja claro que no

existe la pretensión de volver al modelo de un estado interventor proteccionista.

30

En la actualidad, la libre competencia de empresas inscritas en economías

nacionales es aprovechada por empresas multinacionales que poco a poco

ignoran el marco del Estado-nación. Sin embargo, la cultura política de los pueblos

latinoamericanos sigue percibiendo al Estado como el actor que debe solucionar

una gran cantidad de problemas: por un lado el control del déficit, el ejercicio

programado del gasto público, la regulación de la política monetaria, la injerencia

para una mejor distribución de la riqueza social, etc. Todo esto obliga al Estado a

inventar nuevas formas de intervención e instrumentos de regulación, sin negar la

apertura, la competencia y los procesos de globalización.

Si analizamos las dos últimas décadas del siglo XX en América Latina, el proceso

ha seguido, en general, las recomendaciones contenidas en el llamado “Consenso

de Washington”. Como consecuencia, se sigue aplicando el neoliberalismo en

muchos casos de manera salvaje produciendo una creciente liberalización de los

mercados y una reducción del papel del sector público en la economía, dejando al

mercado la solución de los problemas sociales.

En los países de América Latina, se han implementado programas bastante

radicales de apertura comercial y se han liberalizado los movimientos de capital y

de los mercados financieros domésticos. Si bien las recomendaciones del

Consenso de Washington eran claras, con relación a qué tipo de reformas

implementar, había varios aspectos de crucial importancia para el proceso de

reforma que fueron tratados en forma ambigua o bien directamente ignorados.

En general, se optó por ignorar las complejidades del proceso y sólo fue

contundente sobre dos cuestiones: el paso inicial debía ser la estabilización y el

último la liberalización de los movimientos de capital, el cual en ningún caso debía

31

preceder o ser simultáneo con la apertura del comercio exterior.

Sin embargo, lo que no recibió un tratamiento sistemático fue la cuestión de, si las

reformas estructurales eran suficientes o incluso apropiadas para atacar los des-

balances macroeconómicos básicos que la crisis dejó como secuela.

Los países de la región han hecho significativos esfuerzos para dar el primer paso

en la estabilización. La diversidad está a la vista: existe el caso de Argentina con

su terrible crisis económica y política, que explotó en diciembre del 2001;

Nicaragua y Honduras no crecen y siguen aumentando la pobreza de su

población, mientras que los gigantes México y Brasil, a pesar de una relativa

estabilidad macroeconómica, no tienen asegurado su crecimiento mientras se

siguen profundizando los niveles de pobreza3.

De esta forma, América Latina se encuentra en pleno proceso de transición hacia

economías mucho más liberalizadas y se está enfrentando de forma plena con la

incapacidad para resolver las secuelas de la crisis y la aparición de nuevos

desequilibrios durante el proceso de reforma.

Uno de los desequilibrios fundamentales que han aparecido en el proceso de

reforma se relaciona con el sector externo. El período de transición ha resultado

ser intensivo en el uso de crédito externo y no está claro que las reformas, en el

futuro, generarán los recursos en divisas necesarios para su pago. En la

actualidad, no hay una flexibilización sustentable de la restricción de ahorro

nacional y como resultado está aumentando el endeudamiento externo. Por ende,

es posible que la restricción externa sea todavía muy fuerte, aún cuando hoy no 3 Es por ello que el mantenimiento y la mejora de la calidad de los equilibrios macroeconómicos de corto plazo siguen aún ocupando un lugar de preeminencia en la agenda económica de la región.

32

esté operando con intensidad debido a la particular situación del mercado de

capitales internacional.

Una serie de factores que han actuado en el proceso de transición parece

relacionarse con esto. El primero es que, si bien hubo una recuperación en las

tasas de ahorro nacional en el contexto de mayor estabilidad en los años noventa,

la misma no ha sido lo suficientemente rápida como para garantizar al mismo

tiempo el equilibrio de la cuenta corriente y un coeficiente de inversión que

garantice una tasa de crecimiento sostenida. Según se deduce, América Latina

está generando déficit de cuenta corriente significativos, aún cuando la tasa de

crecimiento sigue siendo modesta. El segundo es que la política económica ha

tendido a seguir un orden dictado más por la coyuntura tanto económica como

política de cada país, que por un diagnóstico que haya tomado en cuenta las

experiencias del pasado. Particularmente, es importante que la apertura del

comercio externo se haya producido en un contexto de creciente liberalización de

la cuenta de capitales y del mercado financiero doméstico. El tercero es que los

programas de privatización también están planteando problemas. Argentina, por

la velocidad y profundidad del proceso, puede ser considerado un caso arquetípico

en este sentido. En este país, el capital extranjero ha participado fuertemente en

la compra de empresas del Estado. Buena parte de la entrada de capital en los

últimos años se explica por esta razón; pero en el momento presente, Argentina

no puede ser ejemplo para nadie, sobre todo después de la terrible crisis de

diciembre del 2001, (Damill y Fanelli;1994:1-53)

El informe sobre Desarrollo Humano en 1999, del PNUD, pone atención en

algunos de estos desequilibrios y problemas. “Cuando el mercado va demasiado

33

lejos en el control de los efectos sociales y políticos, las oportunidades y las

recompensas de la mundialización se difunden de manera desigual, concentrando

el poder y la riqueza en un grupo selecto de personas, países y empresas,

dejando al margen a los demás. Cuando el mercado se descontrola, las

inestabilidades saltan a la vista en las economías de auge y depresión como la

crisis financiera del Asia Oriental y sus repercusiones a escala mundial. Cuando el

afán de lucro de los participantes en el mercado se descontrola, desafía la ética de

los pueblos y sacrifica el respeto por la justicia y los derechos humanos”. (PNUD,

1999:43)

Hoy, se abre una nueva oleada de preguntas sobre cómo debe ser la naturaleza

del Estado en América Latina, con el objeto de lograr un equilibrio armónico entre

los principales actores. El Banco Mundial (1997) ha señalado en su informe

especial sobre el Estado, “sin un buen gobierno no hay desarrollo económico ni

social”. La idea de volver al Estado de bienestar, aparentemente deslegitimada

durante el providencialismo de mercado, está siendo reexaminada desde otras

perspectivas).

De manera general, la multiplicación de foros de concertación entre países

latinoamericanos, no es más que el signo de una búsqueda de mejores horizontes

sobre la evolución de las sociedades nacionales que se realizan en el contexto de

los múltiples procesos de globalización. Como lo plantea agudamente Alain

Touraine: “En vez de compensar los efectos de la lógica económica, la política

social debe concebirse como condición indispensable del desarrollo económico”

(Touraine, 1997:4). Es necesario promover este gran debate el cual proporcionará

una firme base de apoyo en la ciudadanía, a la reforma del Estado social que se

34

necesita.

En febrero de 2002 se reunieron más de 40,000 representantes de organizaciones

no gubernamentales y de la sociedad civil en el Foro Social Mundial, que se

celebró en Porto Alegre, Brasil.

Aunque quienes se dieron cita representan un conjunto sumamente diverso de

intereses, comparten un elevado nivel de desconfianza hacia el neoliberalismo

económico y la globalización del comercio y de los mercados financieros. Uno de

los principales temas abordados en la conferencia fue “la producción de riqueza y

la reproducción social”4.

América Latina ha retrocedido, pues, en todos los terrenos. Perdió relevancia

industrial, decayó su participación en el comercio internacional y fue desplazada

por el Sudeste Asiático cómo principal destino periférico de las inversiones

extranjeras, (Calva, 2001:35). La brecha que separa la región de los países

desarrollados se amplió visiblemente. Para los neoliberales radicales, este

resultado es consecuencia del incumplimiento del programa de reformas

estructurales, pero cuando se critica la insuficiencia de la apertura comercial o las

limitaciones de la flexibilización laboral, olvidan que se han instrumentado estas

4 Los delegados llegaron a un acuerdo sobre este tema, expresado en estos cinco puntos: 1. El libre comercio

no garantiza riqueza y desarrollo. Se deberían eliminar las normas de la Organización Mundial del Comercio relativas a la propiedad intelectual, y se debería limitar el papel de este organismo. También se consideró que sería deseable establecer aranceles aduaneros y subsidios destinados a la creación y protección de industrias manufactureras en países en desarrollo, así como la creación de un sistema de precios justos para los productos agrícolas y los recursos naturales. 2. Las empresas transnacionales gozan de demasiado poder, y no sólo deberían rendir cuentas a sus accionistas, sino también a la sociedad como un todo. 3. La liberalización financiera ha hecho aumentar la desigualdad en todo el mundo, y ha sido la causa principal de las crisis financieras y su contagio. Los flujos de capitales de corto plazo se deben limitar y complementar con limitaciones internacionales a los flujos de capitales mediante la aplicación de un impuesto Tobin a nivel mundial. 4. Las instituciones financieras internacionales se deben reformar, hacer más transparentes y someter a un mayor grado de responsabilidad, y se debe aumentar el papel de los países en desarrollo en el proceso de toma de decisiones de dichas instituciones. 5. Se debe reducir la deuda externa de los países en desarrollo y se deben aplicar nuevos mecanismos de préstamo.

35

medidas en la última década sin lograr ninguno de los resultados esperados.

Los anti-liberales argumentan, en cambio, que la crisis regional es consecuencia

de la aplicación de un modelo dualista, regresivo y excluyente. Pero este

cuestionamiento a la política económica en curso, no caracteriza los procesos

sociales más profundos al interior de la lógica capitalista.

Algunos teóricos neoliberales explican el “éxito asiático” frente al “fracaso

latinoamericano” por la preeminencia del mercado frente al estatismo, pero

descontextualizan el problema, al indagar unicamente los resultados de la política

económica (Stiglitz, 2003: 9). Este cambio obedeció a que el avance registrado en

la internacionalización de la economía, convirtió la ventaja latinoamericana en un

obstáculo para las nuevas inversiones externas centradas en la exportación y en

el aprovechamiento de la fuerza de trabajo barata. El sudeste asiático, en cambio,

mantuvo firmemente la rectoría del estado y no dejó que el mercado interno se

perjudicara, y estableció relaciones y negociaciones de fuerza con el capital

trasnacional.

Las transformaciones registradas en América Latina no obedecen sólo a los

cambios de la economía mundial, derivan también de la adopción de políticas

neoliberales muy cuestionables. Los principales grupos capitalistas, han forjado

una nueva alianza subordinada a las denominadas “corporaciones

transnacionales.

La glorificación del mercado y la gestión privada como dice Stiglitz, utilizan la

ideología neoliberal para cubrir intereses privados que están representados en los

organismos internacionales (Stiglitz, 2003:10). La ideología neoliberal resulta

incapaz de aclarar las causas del atraso regional. Como le atribuye al sistema

36

capitalista un comportamiento invariablemente virtuoso, no puede ofrecer ninguna

pista de por qué sus desequilibrios son tan agudos en Latinoamérica. Afirma que

la región es económicamente débil porque “desconfió del mercado” y no logra

explicar por qué el giro privatizador reciente no ha elevado la competitividad

internacional de la zona.

En resumen, sigue siendo necesaria la reforma del Estado en América latina, pero

lo que está a discusión es la mejor estrategia a seguir. La perspectiva dominante

se ha impuesto reducir radicalmente al estado y su intervención en la economía

para que la iniciativa privada tenga más libertad de inversión y sacar mayores

ganancias en un marco regulado. Tenemos que admitir que los extremos de un

estado interventor oneroso para la sociedad y el dogma del libre comercio no

ofrecer las respuestas requeridas al desarrollo de América Latina. Es urgente

promover una reforma del Estado bajo la perspectiva del consenso de los

principales actores sociales. Resulta interesante rescatar la opinión de Claus Offe

(1991: 290), quien afirma que la reforma del Estado contemporáneo no hay que

dejarla solamente a la abstracción del mercado o a las empresas privadas o las

élites políticas; las principales fuerzas de la sociedad deben organizarse para

incidir en la reforma del Estado mediante la negociación de nuevos pactos

políticos. En forma semejante se encuentra la opinión de P. Schmitter(1992)

cuando insiste en la implementación de un modelo neo-corporativista5, en donde

de manera institucionalizada se den las negociaciones del aparato estatal con

sindicatos, partidos políticos representativos, fuerzas sociales para llegar a

5 Entendido como corporativismo social lo referente a la participación de las fuerzas sociales organizadas.

37

compromisos explícitos sobre la nueva forma de Estado requerida para la región

latinoamericana.

Desde la década de los ochenta se ha producido un profundo cambio de

orientación en las políticas estructurales de la región. El modelo de desarrollo

basado en la protección de los mercados nacionales y la intervención estatal fue

reemplazado por un conjunto de políticas orientadas en forma dominante hacia el

propósito de mejorar la eficiencia, facilitando el funcionamiento de los mercados y

reduciendo los efectos de la intervención estatal en las actividades económicas.

Diversos estudios, han intentado analizar los efectos de las reformas estructurales

sobre el crecimiento, la inversión y otras variables económicas. La principal

dificultad que han encontrado ha sido la carencia de mediciones directas sobre la

magnitud de las reformas y de sus impactos, tanto en lo económico como lo en lo

social y en lo político. La falta de información precisa sobre la magnitud de las

reformas, ha impedido valorar las distintas áreas de la reforma y su importancia

relativa, así como distinguir entre los efectos de las reformas estructurales

propiamente dichas y aquellos derivados de la estabilización macroeconómica.

Los estudios empíricos a menudo no logran ofrecer recomendaciones precisas

sobre asuntos como la secuencia y la velocidad de las reformas en un ciclo

económico y su entorno macroeconómico.

La crisis económica puso el acento en el desequilibrio macroeconómico y las

distorsiones de precios, que se manifestaron a partir del incremento repentino e

inesperado de las tasas de interés internacionales, particularmente de Estados

Unidos, lo que llevaron a la deuda latinoamericana a una situación insostenible.

En el caso mexicano, el desplome de la economía, según Carlos Tello, se había

38

iniciado en Junio de 1981 con la caída del precio del petróleo y agravado por la

creciente fuga de capitales, cuyo costo, tan sólo en el segundo semestre de ese

año, había llegado a una cifra superior a los 10 mil millones de dólares (Medina

Ignacio y Delgado Paula, en Rocha, 2003: 60).

“A fines de 1987, con el desplome de la bolsa Mexicana de valores, una nueva

crisis financiera interrumpió el proceso de recuperación de la economía. El

ambiente de incertidumbre provocado por el desplome y una inercia inflacionaria

de 6% mensual, dieron lugar a una corta pero intensa fuga de capitales que

culminó rápidamente con la devaluación de noviembre, hecho que colocó al país

en el camino de la hiperinflación” (Aspe, 1993: 27).

El 15 de diciembre de 1987, el Presidente de la República y los representantes de

los sectores obrero, campesino y empresarial suscribieron el Pacto de Solidaridad

Económica y el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico6.

El Estado cambió su rol central en la acumulación de capital y perdió importancia

como productor. Eran las compañías productivas excluidas que perdían influencia

frente al capital financiero; y eran en las grandes corporaciones exportadoras en

las que descansaba el “éxito económico” del nuevo modelo. El gobierno mexicano

se planteaba modernizar la estructura económica y evitar la descomposición del

conjunto de acuerdos y pactos sociales que sustentaban al sistema político7. Sin

6 El pacto se diseño, en general, de acuerdo con los siguientes objetivos: 1) sostener el compromiso de

corregir de manera permanente las finanzas públicas, 2) aplicar una política monetaria restrictiva, 3) Corregir la inercia salarial, 4) definir acuerdos sobre precios en sectores líderes, 5) la apertura comercial, 6) optar por el control de la inflación y la renegociación de precios líderes en lugar de la congelación total de precios, y 7) adoptar medidas basadas en controles de precios negociados.

7 Las medidas específicas para reestructurar al sector público mexicano, consistieron esencialmente en: 1) desincorporación de empresas paraestatales, y 2) reducción de programas estratégicos relacionados con el desarrollo industrial, bienestar social, infraestructura y en materia rural, que habían quedado inconclusos en la administración anterior.

39

embargo, ya no se busca el pleno empleo, ni articular la producción, ni el

fortalecimiento del mercado interno, sino sólo el crecimiento económico a través

de la exportación.

El ajuste macroeconómico había sido acompañado por un amplio conjunto de

reformas estructurales que incluyeron la estabilización y el ajuste estructural como

dos elementos separados, pero complementarios. La estabilización planteaba la

disciplina presupuestal y el control de la inflación. El ajuste estructural era la meta

de crecimiento a largo plazo para impulsar a la economía (Aspe, 1993: 28-30).

El debate acerca del “Ajuste estructural” ha llevado desde hace varias décadas

hacia un asunto de la mayor importancia: el Estado y el Mercado. De acuerdo

con el punto de vista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe

(CEPAL), caracterizado por José Antonio Ocampo, se sostiene que el mercado y

el Estado deben establecer una nueva relación, que se debe buscar no sólo a

través de políticas gubernamentales, sino también mediante una participación más

activa de la sociedad civil.

Las políticas macroeconómicas no sólo se deben dedicar a la búsqueda de la

estabilidad, del crecimiento y de la reducción de la pobreza, si no a hacer mayor

hincapié en nuevas actividades de producción que generen ciclos económicos

menos pronunciados y con menores niveles de endeudamiento.

Las reformas de liberación de los mercados no son suficientes para aumentar el

crecimiento a un nivel similar al de los países en desarrollo. En 1997, el Banco

Interamericano de Desarrollo calculó que América Latina podría aumentar su tasa

de crecimiento si culminaba su proceso de reforma estructural, en un aproximado

3% al sumar tasas promedio de 1.6 y 1.7 con el 1,5% de crecimiento promedio per

40

cápita durante los últimos diez años; sin embargo, según datos de la misma

institución, a esa tasa la región necesitaría alrededor de 50 años para alcanzar el

nivel de ingreso promedio per cápita que tienen actualmente los países de la

OCDE. (Lora, 2001: 6-8).

No todas las reformas a favor de los mercados son exitosas. Las reformas,

especialmente las financieras y las privatizaciones, tienen mayores grados de

radicalidad al contar con el respaldo de instituciones públicas sólidas, que facilitan

los intercambios de mercado y la solución de sus problemas.

Para los casos en donde las reformas no lograron el éxito esperado, las

instituciones financieras internacionales señalaron la responsabilidad de los

propios países, sin tomar en cuenta los efectos ocasionados en el sistema

financiero internacional ni la interrupción repentina de flujos de capital producto del

movimiento de reforma mundial, que incluye la liberalización del mercado de

capitales.

La privatización tiene un sentido más estructural, que trasciende el saneamiento

de las cuentas fiscales. Vender activos públicos representa un modo, directo y

simple, de reducir la importancia del estado, de reorientar la economía hacia el

mercado dando a la iniciativa privada un mayor peso en las decisiones

económicas, y en atraer mayor inversión extranjera.

En el campo de las privatizaciones, el proceso ha sido muy irregular entre los

países. De las 396 ventas y transferencias al sector privado realizadas durante el

periodo de 1986 a 1999, representan más de la mitad del valor de las operaciones

de privatización en los países en desarrollo. Brasil y Argentina han realizado los

mayores montos de privatización: Con un valor de 61 mil millones y 25 mil millones

41

de dólares respectivamente (Lora, 1997:15).

Uno de los efectos más favorables y tangibles de las privatizaciones, han sido el

aumento de la inversión extranjera en la región, la cual representó un 36% en los

noventas, cuyo monto total fue muy superior al registrado en la década anterior,

tanto en valores absolutos, (136 mil millones de dólares, frente a solo 2,5 mil

millones en los ochenta) como proporción del PIB de la región (pasando de

representar 0,3% del PIB de 1989 a 6,9% en 1999 (Lora,1997).

En el área tributaria, donde los avances han sido muy disparejos, el avance de las

reformas ha sido notable en relación con las cuatro áreas anteriores de reforma.

En materia laboral, los cambios han sido pocos y de menor alcance, pues han

estado concentradas en moderar los costos de despido y en facilitar la

contratación temporal de trabajadores. En la mayoría de los países de la región,

las normas que tradicionalmente han regido la actividad laboral se expidieron con

el ánimo de asegurar la estabilidad laboral y de proteger al trabajador frente a los

riesgos propios del desempleo, de enfermedad y de la vejez, entre otros.

Los gobiernos de América Latina deben ampliar sus programas de reformas a

favor de los mercados con reformas sociales destinadas a reducir la vulnerabilidad

económica, la pobreza, la exclusión y la desigualdad.

Generalmente, las crisis y el riesgo de insolvencia ante la deuda externa

constituyen el antecedente inmediato a la aplicación de políticas de ajuste

estructural. La propuesta anterior se impuso a los países de América Latina a

través del llamado “Consenso de Washington”, un término acuñado por John

Williams el “Consenso” surgió de la conferencia “Latin American Adjustment:

¿how much has happened?” organizada por el Instituto de Estudios Económicos

42

Internacionales en noviembre de 1989 ( Davidson, 2003: 173).

La conferencia identificó diez aspectos que sirvieron de base para definir las

reformas de política económica, como son: disciplina fiscal, recortes al gasto

público, reforma tributaria (incluidos los impuestos indirectos y la ampliación de la

base tributaria), liberalización financiera, un tipo de cambio competitivo,

liberalización del comercio, inversión extranjera directa, privatización de empresas

estatales, desregulación y la protección a los derechos de la propiedad. Todas

estas políticas pueden resumirse en la firme creencia de que el libre mercado es la

clave del desarrollo económico (Davidson, 2003).

En América Latina, el enfoque desde Washington señala como causa de la crisis

económica aspectos como el excesivo crecimiento del Estado, el gasto público, el

déficit público y la incapacidad para detener las demandas salariales, entre otros.

El objetivo de las políticas de ajuste fue el logro de metas relacionadas con el

equilibrio macroeconómico, como el fiscal, el superávit comercial, la apertura

comercial, y el cumplimiento de los compromisos financieros externos; y en

ninguno de los casos se contempló la eliminación de la pobreza, o la participación

de los actores sociales en el diseño del nuevo modelo económico en la región.

Actualmente, no existe un acuerdo común acerca del camino que se debería

seguir para la solución de los problemas que aquejan a la región; sin embargo, en

lo que sí hay coincidencia es en el malestar que representan estas políticas

neoliberales y una fuerte convergencia frente a su rechazo.

Una corriente de opinión, hace hincapié en políticas públicas destinadas a reducir

la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Un segundo enfoque subraya el

papel que la sociedad civil y el sector privado deberían desempeñar

43

conjuntamente en el fortalecimiento de las instituciones y la implementación de las

políticas públicas para alcanzar metas más amplias de desarrollo. Y una tercera

posición cuestiona de manera más directa el papel de los mercados y hace un

llamado a un nuevo orden que limite la influencia del comercio y las finanzas

internacionales, y que reforme a las instituciones financieras internacionales.

Hoy, los conceptos de equidad y de eficiencia están en el centro del debate de las

políticas públicas. En este nuevo ambiente, la propuesta de autores como Birdsall

y de la Torre, busca crear instituciones monetarias y fiscales para implementar

políticas de estabilización que ayuden a suavizar los altibajos del ciclo económico;

construir redes de seguridad social que se activen de manera automática;

descentralizar la educación y mejorar el acceso de los pobres a la educación;

cobrar más impuestos a los ricos e invertir más en los pobres; establecer

mecanismos que ayuden a la creación de pequeñas empresas; proteger los

derechos de los trabajadores; enfrentar la discriminación de raza y de género;

implementar una nueva generación de reformas agrarias; mejorar la provisión de

servicios públicos (Lora, 1997).

Para Pierre Salama, las políticas de ajuste suscitaron efectos perversos que

hicieron surgir procesos hiper-inflacionarios en numerosos países de América

Latina (Salama, 1995: 5-17). Desde entonces, se han puesto en práctica las

reformas llamadas de segunda y tercera generación para intentar poner fin a estos

procesos. Estas políticas de ajuste dieron lugar a cinco mecanismos que han

estado desde entonces en el centro de los procesos hiperinflacionarios:

El primero pretendía enfrentar el enorme déficit presupuestal, evitando gastos y

generando más ingresos. El segundo, pretendía detener la fuerte caída de

44

inversiones productivas, como se ve en los casos específicos de Argentina, Brasil

y México. El tercero, pretendía enfrentar los conflictos distributivos entre grupos

sociales, la fuerte competencia entre sectores económicos y empresas para

mantener o acrecentar su parte en una renta nacional cuyo crecimiento se tornaba

negativo. El cuarto mecanismo, estaba ligado al juego de las anticipaciones

inflacionarias y a la pérdida de credibilidad en la política económica. Y finalmente,

como quinto mecanismo, se pretendía hacer un severo control de la inflación, ya

que ésta juega un papel decisivo en la evolución de los precios y en la variación

en las tasas de cambio.

Para alcanzar los equilibrios macroeconómicos, América Latina había olvidado la

necesidad de conservar el equilibrio fiscal y el control de la inflación, componentes

centrales de la propuesta neoliberal. Sin embargo, es cuestionable la insistencia

en el uso de estrategias meramente recesivas: la reducción del gasto público y

privado.

Estos ajustes macroeconómicos, sin embargo, han contribuido con la reducción de

la deuda externa como proporción de las exportaciones de la región. Entre 1994 y

el 2003 esa relación disminuyó en 100 puntos porcentuales, ubicándose en este

último año en 172% (Gaviria, 2005,9).

En cuanto al desempeño económico de los países de América Latina, es claro el

poco crecimiento económico, como consecuencia de la alta volatilidad que ha

caracterizado a los mercados financieros internacionales. Esta situación se puede

observar en el siguiente cuadro:

América Latina y el Caribe

45

Indicadores de desempeño económico (%)

Año

Crecimiento

precios al

consumidor

Desempleo

urbano

Deuda

externa como

proporción de

exportaciones

Crecimiento

del PIB per

cápita

Crecimiento

del PIB

1994 324.3 7.7 273 3.4 5.2

1995 25.4 8.5 239 -0.6 1.1

1996 18.2 9.2 225 2.1 3.8

1997 10.5 8.8 230 3.4 5.1

1998 9.8 9.9 229 0.6 2.2

1999 9.4 10.5 211 -1.1 0.5

2000 8.7 10.0 174 2.1 3.7

2001 6.0 9.8 181 -1.1 0.4

2002 12.1 10.6 184 -1.9 -0.4

2003 9.0 10.7 172 0.0 1.5

Fuente: CEPAL:2003

La estrategia exportadora que se promovió con las reformas no logró los efectos

esperados sobre el crecimiento. Mientras entre 1970 y 1980 las exportaciones

latinoamericanas crecieron a una tasa promedio anual del 2.0% sus economías

crecieron en 5.6%; a su vez, en el período 1980 – 1995 el ritmo de expansión de

las exportaciones fue del 6.2%, pero el crecimiento de las economías fue tan solo

del 1.8%; en la siguiente tabla se concentran estas cifras.

46

Tabla de Exportaciones Latinoamericanas

70-80 80-95

Exportaciones 2 6

Economía 5.6 1.8

Fuente: CEPAL, 2003

Después de la crisis asiática de 1997, la bancarrota rusa en 1998 y la mexicana en

1994, quedó claro que las economías de la región no estuvieron a salvo de los

efectos de choques financieros internacionales (Rhenals, 2003:79). En trabajos

posteriores, se reconoce que es debido a las diferencias entre los países, y a la

magnitud y la velocidad con que se llevaron a cabo las reformas.

Actualmente, se demanda la exigencia de que los países desarrollados deben

desempeñar un papel clave en el diseño de una nueva arquitectura financiera que

permita reducir la volatilidad financiera internacional y su contagio.

La paradoja de las reformas económicas en América Latina es que se plantearon

en medio de una profunda crisis económica y en un contexto de apertura política.

Las excepciones son Chile, donde el retorno a la democracia en 1989 se produjo

con una realidad económica ya reformada por un régimen autoritario8. En el caso

mexicano, las sucesivas transiciones de López Portillo a De la Madrid y de éste a

Salinas, parecen apuntar que la clave está en la capacidad de cohesión priista

para mantenerse frente a los nuevos retos que demandan la globalización.

8 En Chile la reforma fiscal fue realizada entre 1974-5 y tuvo cinco componentes: introducción del IVA,

eliminación del impuesto directo a la riqueza y a las ganancias del capital, una reducción de los impuestos directos a las empresas, la indexación tributaria y la simplificación del sistema impositivo.

47

En el caso latinoamericano, las reformas tuvieron diferentes expresiones, algunas

de ellas fueron de manera “acelerada” como Perú y Argentina, “gradual” en Chile,

en Bolivia, en Uruguay y en Colombia. Otras estuvieron marcadas en función de

los tiempos políticos, tal como fue en el área centroamericana.

Las decisiones iniciales de reforma se concentraron sobre todo en transformar la

normatividad que determinaba el comportamiento macroeconómico. Las reformas

estructurales debían ser encomendadas a equipos de tecnócratas, sin ningún

compromiso social o político, y blindadas de presiones sociales para que pudieran

llevarse a cabo sin ninguna clase de negociación o concesión política.

Las primeras políticas neoliberales en la región, entraron en crisis hacia principios

de 1982. Esta primera crisis coincidió con la transición hacia la democracia y el

establecimiento de gobiernos electos a lo largo de esa década.

Durante la crisis, excepto en Bolivia, los planes fueron ortodoxos9, con

devaluaciones y reemplazo de las tasas fijas de cambio por otras flotantes. El

resultado fue la recesión, la caída en la inversión del mercado interno, de los

salarios y el efecto sobre la inflación fue limitado. Las importaciones se redujeron

pero solo en cuatro países aumentaron las exportaciones. Esto llevó a un segundo

ajuste al final de la década. En México, Chile, Venezuela, Ecuador y en Bolivia se

volvió a aplicar planes ortodoxos. En Argentina, Brasil y Perú, frente al fracaso

9 La explicación ortodoxa plantea que la crisis fiscal del Estado proviene de un alto gasto corriente,

transferencias y subsidios con escasos ingresos fiscales, un incremento en créditos, aumentando artificialmente la demanda interna. Esto provoca inflación, sobrevaluación y pérdida de competitividad que se refleja en un déficit de la cuenta corriente al bajar las exportaciones. La solución es rebajar las importaciones a través de la devaluación y contracción de la demanda agregada y los salarios reales.

48

inicial de los planes ortodoxos, empezaron a aparecer planes heterodoxos10

(Austral en Argentina, Inca en Perú, y Cruzado en Brasil). Estos ajustes también

fracasaron (Damill y Fanelli, 1994:45).

La ortodoxia en los programas de ajuste ha dependido de los diferentes enfoques

teóricos adoptados y algunos otros estudios han resaltado muy variadas políticas

de ajuste: por vía de los precios (ajuste de precio), por políticas económicas de

inspiración Keynesiana (ajuste ingreso), por políticas de ajuste monetario, etc

(Tiróni y Lagos, 1990: 24).

Con ello, se puede ver que la plataforma del modelo económico neoliberal, ha

dependido mucho de la estrategia en que los diferentes gobiernos lo han aplicado.

Un amplio despliegue extremo del modelo bajo el esquema de rápida

liberalización de los mercados y apertura en las fronteras, como pudo haber sido

el caso de Argentina con Carlos Menem y el de México con Carlos Salinas de

Gortari, no condujo más que al fracaso como lo muestran las terribles crisis de

diciembre del 2001, en Argentina, y la de México en diciembre de 1994 (Damill y

Fanelli, 1994: 1-53). Por otro lado, los casos de Uruguay, de Costa Rica y Chile

muestran actualmente los mejores índices de desarrollo humano de la región y en

donde el Estado sigue jugando un rol significativo en la planeación económica.

10 Estos planes se basaron en una concepción estructuralista, la cual supone que los agentes se anticipan en la inflación y suben los precios de acuerdo a expectativas esperadas; por lo tanto, la solución fue un shock por congelamiento de precios y de salarios

49

CAPÍTULO III

NEOLIBERALISMO Y PRIVATIZACIONES: CHILE Y MÉXICO

De regreso de un viaje a Bolivia y Argentina mis cuñados María y Javier traen el periódico “Clarín” del 30 de agosto. En él, viene la noticia de que va a ser presentada al parlamento peruano una nueva Ley de Turismo que contempla la posibilidad de entregar la explotación de zonas arqueológicas importantes como Machu Picchu y la ciudadela preincaica de Chan Chan a empresas privadas mediante concurso internacional. Clarín llama a esto “la loca carrera privatista de Fujimori”. El autor de la propuesta de ley es un tal Ricardo Marcenaro, presidente de la Comisión de Turismo, Telecomunicaciones e infraestructura del Congreso peruano, que alega lo siguiente: “En vista de que el Estado no ha administrado bien nuestras zonas arqueológicas ¿qué pasaría si las otorgáramos a empresas especializadas en esta materia que vienen operando en otros países con gran efectividad?” A mí me parece bien. Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, que se privatice Nuno Gonçalves, que se privatice el Descendimiento de la cruz de Antonio de Crestalcore, que se privatice el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, que se privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas, la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo... Y, metidos en esto, que se privatice también la puta que los parió a todos.

José Saramago. Premio Nóbel de Literatura 1998. Cuadernos de Lanzarote, septiembre de 1995. (Memoria, 189, Noviembre 2004)

50

De acuerdo con el planteamiento de Joseph Stiglitz, se puede apreciar que en el

mundo entero los procesos de globalización no han afectado de manera igual a

todos los países. Cada gobierno ha adoptado determinadas decisiones sobre sus

proyectos nacionales, que han producido diferentes resultados (Stiglitz, 2003:8).

De manera semejante, podemos afirmar que en América Latina, los proyectos de

ajustes estructurales han tenido muy diferentes efectos en los variados países y

que, en los comienzos del siglo XXI, podemos encontrar, por ejemplo, en el 2005,

Índices de Desarrollo Humano (IDH) relativamente aceptables como Costa Rica

(41), Uruguay (37) y Chile (39), y, por el contrario, indicadores del IDH terribles

como Honduras (106), Nicaragua (106), Bolivia (104), Haití (134), etc. (Banco

Mundial, 2005).

En este capítulo vamos a mostrar los casos particulares de México y Chile como

dos maneras diferentes de llevar a cabo los programas de ajuste, especialmente

las privatizaciones, en el intento de probar la gran importancia que tiene la manera

de aplicarlos: en el caso de México, de una manera acelerada y no muy

transparente; en el caso de Chile, con una intervención del estado más

programada y eficiente. El IDH en ambos países en el 2005, según el Banco

Mundial (Chile en el nivel 39 y México en el nivel 51), expresa actualmente una

situación muy diferente de sus economías.

Chile y México: dos procesos diferentes

A partir de 1970, se implementó un programa radical de transformaciones

económicas. La principal herramienta de desarrollo económico fue la expansión

51

del control estatal en las cuestiones económicas.

En el sector público, el proceso de reforma siguió una norma más simple. Excepto

en el área de defensa, hubo una continua reducción del tamaño del Estado. En

general, la reforma adoptó dos modalidades: la primera consistió en la

desregulación y en la liberalización de las actividades económicas; la segunda, en

la reducción de los recursos económicos (gasto público) que se canalizaban a

través del sector público y de su transferencia al sector privado.

La primera modalidad del proceso de desregulación que se aplicó en Chile tiene

tres aspectos. El primero tiene que ver con la liberalización de los mercados de los

productos. El segundo se relaciona con el sistema financiero. La tercera medida

fue la reducción de la protección aduanera y la eliminación de toda restricción no

arancelaria al comercio.

Estos cambios también se produjeron al mismo tiempo que se aplicó uno de los

planes de estabilización más estrictos de la historia económica de Chile. La mayor

parte de la privatización se llevó a cabo durante la profunda recesión de 1974 a

1976 y ello influyó sobre los resultados de dicho proceso. Frente a la crisis

financiera, el gobierno militar se vio obligado a intervenir en el sistema bancario y

a adoptar medidas keynesianas de reactivación; sin embargo, en 1984, se volvió a

la ortodoxia y al parecer el ajuste fue más exitoso. Los inversionistas mostraron

más confianza en el régimen militar y no hubo fuga de capitales.

Sin embargo, para México, la crisis de 1982 fue la peor desde la Gran Depresión

de 1929. El gobierno recortó sustancialmente su gasto y aumentó los precios y las

tarifas del sector público. Con este propósito se trató de corregir las finanzas

públicas y de sentar las bases para una recuperación más sana a mediano plazo

52

(Aspe, 1993:22).

A partir de 1982, durante la gestión del presidente Miguel de la Madrid, en México

se dio inicio a un período de profundas transformaciones que sentaron las bases

para su profundización en el siguiente sexenio, en un marco general de reformas

al Estado. Estos cambios estructurales fueron concebidos como una

“modernización del aparato productivo”; sin embargo, de acuerdo con los enfoques

teóricos de la privatización, sólo significaron una reducción de su tamaño por

medio de la desincorporación de empresas no estratégicas o prioritarias y de la

consolidación de éstas últimas.

El programa de desincorporación en México, parece enmarcarse en un reajuste

administrativo mediante el control y la concentración de la actividad estatal en

unas cuantas ramas. Las políticas de estabilización y de ajuste estuvieron

encaminadas a la reducción del déficit público a través del aumento de las

recaudaciones y de la reducción del gasto público. El esfuerzo de ajuste

macroeconómico estuvo acompañado por un amplio conjunto de reformas

estructurales que incluyeron una reforma fiscal, la privatización de empresas, la

renegociación de la deuda externa, la reforma al sistema financiero y la apertura

comercial. Todo ello como parte de un sólo programa integral.

En materia de finanzas públicas, se realizó un profundo ajuste administrativo con

dos propósitos globales: en lo macro, orientados a controlar el déficit fiscal y a

precisar el sistema de contabilidad económica del sector público consolidado. En

lo micro, se permitiría un seguimiento oportuno de las cuentas financieras de las

empresas del sector público (Córdoba, 1993:423). Las reformas financieras

comprendieron dos ámbitos distintos: 1) la liberación de los mercados financieros

53

y 2) un conjunto de reformas institucionales. La liberación comercial sirvió para

moderar la inercia inflacionaria residual en la economía, una vez que la reducción

del déficit fiscal había eliminado las causas fundamentales de la inflación. De igual

modo, en la medida en que avanzó la desregulación económica se eliminaron

prácticas oligopólicas que limitaban el comercio de bienes de importación a bajo

costo. La inversión extranjera comenzó a aumentar su afluencia después de la

renegociación de la deuda externa, en julio de 1989, cuando se consolidaron las

perspectivas de alcanzar la estabilidad económica. La inversión extranjera directa

observó un nuevo dinamismo como resultado de la firma del Tratado de Libre

Comercio con los Estados Unidos y Canadá. Paralelamente, se expidió un nuevo

reglamento en la materia, que otorgaba mayor seguridad jurídica al inversionista,

al tiempo que se abrían nuevos campos de la economía y se simplificaban

trámites y procedimientos (Córdoba, 1993:437). Tomando en cuenta cuatro

elementos, Pedro Aspe (1993) subrayó los efectos asociados a la reforma del

Estado en México a largo plazo:

El primero es la cuenta corriente, el segundo, el equilibrio fiscal, el tercero, la

inversión privada, el cuarto es la acumulación de las reservas internacionales.

Además, señaló que después de la liberación financiera, la inversión estaría

positivamente más correlacionada con la inversión productiva que con el capital

especulativo y que dentro del nuevo marco institucional tendría un impacto

negativo menor sobre el endeudamiento externo.

El fomento a las exportaciones tuvo ritmo y características distintas, de acuerdo a

los contextos macroeconómicos existentes, por el tipo de exportaciones y por la

inserción al mercado internacional que diferencian a Chile y México del resto de

54

las naciones. Sin embargo, la apertura de la economía a las importaciones, cuya

fase principal en Chile fue entre 1974-1980, se realizó de una forma gradual y con

ritmos y propósitos pautados por el gobierno dictatorial y la nueva clase de

empresarios.

Otro aspecto destacado por la CEPAL durante este período, fue la mayor

desigualdad en la dinámica de crecimiento económico per cápita de los países en

la región Si bien el comportamiento de la desviación estándar del logaritmo del PIB

per cápita ha sido ascendente desde los años cincuenta, lo cual denotó una

tendencia divergente en el desempeño económico de los países, este indicador

aumentó con mucha más fuerza en el corto período 1990 - 1998. Como podemos

apreciar en el siguiente cuadro:

América Latina y el Caribe Índices de desigualdad en el desempeño

Año Desviación estándar del

logaritmo del PIB per cápita

Desviación estándar del crecimiento del PIB per

cápita. 1950 0.51 - 1973 0.56 1950 - 1973: 1.50 1990 0.60 1973 - 1990: 1.43 1998 0.70 1990 - 1998: 2.15

Fuente: (CEPAL, 2002a)

Stiglitz cuestionó la opinión de que, aunque débil, el crecimiento de los noventa

fue mejor que el de los ochenta. Argumentó que fue la deuda pendiente lo que

aplastó a las economías de la región, y que la “década perdida” tuvo más que ver

55

con la solución del problema de la deuda que con la estrategia de reforma. El

estancamiento de la región había comenzado con el peso desmedido de la deuda,

e incluso en términos de un periodo de recuperación después del estancamiento

previo a retomar el crecimiento. Si bien el crecimiento industrial firme ocurrió en la

primera mitad de la década, si el crecimiento de los ochenta y los noventa se mira

en su conjunto, el crecimiento ocurrido bajo las reformas “fue más deprimido, y

apenas positivo” (Stiglitz, 2003:15).

En todo este proceso de cambio en las economías chilena y mexicana, el impacto

de un modelo de desarrollo vendría a transformar y a acentuar aún más los

cambios económicos y políticos de, incluso, toda la región y, posteriormente, de

todo el orbe: el neoliberalismo. Este hizo sentir sus efectos en todas partes,

especialmente en América Latina. Este continente es la tercera región de

experimentación de políticas neoliberales. Los empleos a la baja, la contención de

los salarios, la reducción de la inflación y la aplicación de impuestos sobre las

ganancias fueron consideradas como instrumentos para alcanzar el objetivo

histórico del nuevo modelo. Hay que destacar que, punta de pivote de las nuevas

reformas, la privatización de las empresas estatales y paraestatales, se constituyó

en prioridad para los gobiernos que experimentaban nuevas modalidades de

funcionamiento de los mercados.

En el siguiente cuadro se muestran las etapas de privatización por sectores

económicos de las reformas estructurales en América Latina. Nótese que los

casos de México y de Chile, los procesos de privatización comprendieron,

prácticamente, todas las ramas económicas.

56

Reformas Estructurales en América Latina

Primera Generación Segunda Generación Tercera Generación

País Industria Telecomuni-

Caciones Puertos Electricidad Agua Carreteras Pensiones Salud Educación

Chile X X X X X X X X X

Colombia X Y Y X Y X X Y Y

Argentina X X X X X X X Y Y

México X X X X X X X Y Y

Uruguay X X X X X X Y Y Y

T.Tobago X X Y X X Y X Y Y

Venezuela X X X Y Y Y Y Y Y

Jamaica X X X Y Y Y Y Y Y

Brasil X Y X Y Y Y Y Y Y

Panamá X Y Y Y Y Y Y X Y

Perú X X X Y X X X Y Y

Ecuador X Y Y Y Y Y Y Y Y

Nicaragua X Y Y Y Y Y Y Y Y

Honduras X Y X Y Y Y Y Y X

Guatemala X Y Y Y Y Y Y Y X

C. Rica X Y Y Y Y Y Y Y X

Paraguay X Y Y Y Y Y Y Y X

Privatización Aplicada X Privatización Anunciada Y

Fuente: Gerver Torres. “II Conferencia de América Latina y el Caribe sobre Privatización” Mimeo. 1997.

La lógica de la Privatización

Se ha propuesto la privatización como una operación de época. “En los términos

de Madsen Pirie la privatización equivale a una “Nueva Revolución”, que se ha

57

extendido y profundizado por todo el planeta porque ha sido capaz de replantear

los términos tradicionales entre lo público y lo privado, que recoge los intereses de

la burocracia más que los de la sociedad” (Cordera, 1993:246). Una revisión

sobre los temas propuestos respecto de la privatización, muestra por lo menos

tres grandes líneas que permiten entender este proceso:

El primer enfoque considera la privatización como un fin en sí mismo y enfatiza los

aspectos económicos, centrando su evaluación de las experiencias en términos de

los éxitos y de los fracasos alcanzados; destacando que el proceso ha permitido

reestructuraciones en la economía y que proporciona beneficios globales para el

país.

Desde esta perspectiva, la sociedad civil está representada principalmente por el

empresariado organizado que en algunos casos se encuentra por encima del

Estado, siendo este sector el instrumento mediante el cual se podría aumentar la

eficacia de los aparatos del estado. El objetivo principal de esta perspectiva es

generar la nueva división del trabajo entre los sectores público y privado, que a su

vez aumente la eficiencia de ambos, reservando su acción para el sector privado

en el ámbito económico; y para el Estado, los aspectos sociales.

El segundo enfoque, destaca los aspectos sociales y políticos del proceso de

privatización, vinculando ésta con los aspectos políticos y sociales de una

sociedad determinada. Argumenta que las posibilidades de surgimiento y las

modalidades de expresión de la privatización, deben estar relacionadas con la

tradición sociopolítica y cultural de cada país.

Las argumentaciones que se desarrollan en este enfoque, están orientadas

principalmente a demostrar que si bien los procesos de privatización que se

58

realizaron en los países europeos tuvieron cierto éxito no necesariamente pueden

ser aplicados en América Latina, ya que hay diferencias sustanciales en términos

sociales, históricos y políticos entre y al interior de cada país. En este sentido, las

medidas de privatización que se pretenden implementar deben tomar en

consideración las características socioculturales de cada sociedad y asumir que

ésta es sólo un medio para alcanzar un fin mucho más amplio que es el desarrollo

y bienestar de la población.

Con el proceso de privatización, se trata de establecer límites a la intervención

estatal principalmente en las áreas productivas, al mismo tiempo que dicta las

pautas para una redefinición entre lo público y lo privado.

El tercer enfoque, analiza la privatización desde el punto de vista teórico

conceptual, discutiendo el contenido del concepto y analizando los problemas de

carácter metodológico que podría acarrear su instrumentación. Se trata de un

esfuerzo por separar conceptual y metodológicamente las tendencias hacia el

aumento de la participación del sector privado en las esferas públicas. En general,

estos procesos son el resultado de una decisión política de alto nivel que involucra

negociaciones y transacciones entre los diferentes intereses que se articulan en

torno a determinados procesos productivos. Estos procesos privatizadores, sobre

todo en los países latinoamericanos, son resultado también de las negociaciones

sobre el pago de la deuda externa con las agencias internacionales, las cuales las

incluyen como uno de los requisitos principales.

El tema de la privatización forma parte de la agenda económica en el marco de las

reformas de ajuste estructural adoptadas frente a la crisis de la deuda. Desde una

perspectiva analítica, el sector público se ha convertido en un conglomerado

59

complejo y diversificado que implica dimensiones como la técnica económica, la

política y la ideológica, entre otros.

Desde muy diversas perspectivas teóricas y políticas, se ha tratado de explicar los

impactos de la privatización; pero forma parte de una amplia gama de

experiencias que ha encontrado distintas expresiones nacionales como de corte

internacional.

De acuerdo a informes del Banco Mundial, en 1987 se dibujaba un espectro muy

amplio de experiencias, donde la tendencia histórica consistía en que los

programas de privatización se habían propuesto como meta alcanzar un tamaño

promedio en magnitud similar a los mundialmente establecidos. Sin embargo, el

resultado no ha sido positivo, salvo el caso de Chile, que es el único que ha

llegado a alcanzar el promedio de los países de la OCDE, sin los EEUU.

Proceso de privatización en México

Para el caso mexicano, la intervención del Estado en la economía fue concebida

como un instrumento de desarrollo. El Estado mexicano intervino directamente en

la creación de empresas precisamente en los rubros donde no existían, y también

se hizo empresario mediante la absorción de aquellas empresas particulares en

quiebra o a punto de quebrar, con el objeto de salvar tanto las fuentes de trabajo

como la planta productiva. Este modelo tuvo éxito en la medida en que logró sus

objetivos, en el marco de una política de industrialización subsidiada y protegida,

con el propósito de alcanzar el desarrollo del país. El problema estribó en el

crecimiento desmesurado del sector público, que para 1982 alcanzó el número de

1,155 empresas. El desafío no sólo significaba una mayor redistribución de las

60

empresas estatales, sino también la restructuración general del sector público que

planteaba su participación únicamente en las áreas estratégicas o prioritarias para

el mismo (Comercio Exterior, 1992: 221).

En el proceso de privatización mexicano al igual que en el de Chile, se pueden

distinguir dos etapas: La primera correspondiente al periodo que comprende de

diciembre de 1982 a noviembre de 1988, durante la cual las dimensiones del

sector público registraron avances importantes en su reducción. Una segunda

etapa, que comprende de 1988 a junio de 1994, dio lugar a que el proceso de

desincorporación de empresas fue más significativa por su complejidad, tanto por

el número de empresas vendidas como por el monto de recursos involucrados en

las diferentes operaciones.

Durante la gestión del presidente Miguel de la Madrid, a partir de 1982, da inicio

en México un período de profundas transformaciones que sentaron las bases para

su profundización en los siguientes sexenios, las cuales se enmarcan en lo que se

ha denominado la reforma del Estado. Al dar inicio la reforma del Estado en 1983,

el gobierno se planteaba los siguientes retos: modernizar la estructura económica

y evitar la descomposición del conjunto de acuerdos y pactos sociales que

sustentaban el sistema político.

Las medidas específicas para reestructurar el sector público mexicano,

consistieron esencialmente en los siguientes pasos:

1) la desincorporación de entidades paraestatales,

2) la eliminación o reducción de ciertos programas estratégicos

relacionados con el desarrollo industrial, con el bienestar social, con la

infraestructura; y en materia rural, que habían quedado inconclusos en la

61

administración anterior.

La privatización de empresas estatales buscaba dos objetivos fundamentales: 1)

incrementar la eficiencia económica, centrando los objetivos de administración y 2)

fortalecer las finanzas públicas por medio de los recursos que se obtuvieran de su

venta o de la eliminación de subsidios que se les otorgaban con anterioridad.

Las privatizaciones se realizaron de manera gradual. De 1983 a 1986, se cerraron

muchas entidades públicas que no eran viables, mientras que de 1986 a 1988 se

privatizaron empresas pequeñas y medianas; y a partir, de 1988 se procedió a

privatizar las más grandes, como Mexicana de Aviación, algunas importantes

empresas mineras y siderúrgicas, la compañía de teléfonos y la banca comercial.

En febrero de 1990, se había declarado la privatización o, en su caso, la

liquidación de 891 entidades, y el proceso había concluido en su totalidad en 691

casos (Córdoba, 1993:434).

En la siguiente gráfica se puede ver el número de empresas privatizadas por año.

Evaluación anual del sector paraestatal,

62

Diciembre 1982-Mayo 1993

1155

1074

941

737

617

412379

280241 217 213

1049

0

2 0 0

4 0 0

6 0 0

8 0 0

1 0 0 0

1 2 0 0

1 4 0 0

1 9 8 2 1 9 8 3 1 9 8 4 1 9 8 5 1 9 8 6 1 9 8 7 1 9 8 8 1 9 8 9 1 9 9 0 1 9 9 1 1 9 9 2 1 9 9 3

Fuente: Informes de Gobierno, 1989, UDES.

Desde el punto de vista administrativo, la privatización de empresas pequeñas

hizo posible acumular experiencia en estos procesos que probó ser útil para

reducir costos y para evitar errores cuando se trató de privatizaciones de mayor

envergadura.

El proceso de privatización de las empresas del sector público se fincó en tres

elementos. El primero fue el marco jurídico11. El segundo, bajo un principio no

discriminatorio, y el tercero, un conjunto de procedimientos que se siguen para

aplicar la ley a los casos concretos.

A fines de la administración de Miguel de la Madrid, las transferencias al sector

11 Los fundamentos jurídicos del proceso de desincorporación se establecen claramente en tres artículos de la

Constitución: el artículo 25 consigna los límites a la participación del sector privado y del programa de privatización, el sector público tendrá a su cargo las áreas estratégicas que se señalan en el artículo 28; el artículo 134 establece las condiciones mínimas que deben satisfacer los procesos de desincorporación, la Ley Orgánica de la administración Pública Federal define la manera en que las empresas paraestatales, pueden ser declaradas en quiebra y liquidadas, mientras que la Ley Federal de Entidades Paraestatales les prevé los procedimientos legales para fusiones y transferencias. (Aspe, 1993:168)

63

paraestatal controlado presupuestalmente, excluyendo a PEMEX, se abatieron

significativamente, al pasar de 23.8% del déficit total del sector público en 1982 a

12.7%. (Cordera y Ayala, 1993: 266). El cambio estructural en el sector

paraestatal fue concebido como una reducción de su tamaño, por medio de la

desincorporación de entidades no estratégicas 12 ni prioritarias 13 como se señaló

en el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994 y la consolidación de éstas últimas.

La estructura de la industria paraestatal cambió significativamente en el periodo

1970-1984. La industria manufacturera propiedad del Estado, aumentó su

participación en el total del valor de la producción estatal al año de 1975, hasta

llegar significar dos tercios de este valor.

En 1982 el Estado participaba en la industria con más de 400 empresas, que en

1985 habían disminuido a menos de 300. En 1988 se había alcanzado la meta de

fin de gobierno de 173. (Cordera y Ayala, 1993: 267). Las características básicas

de participación eran las siguientes:

1. Un amplio predominio de insumos de uso generalizado.

2. Más de 80% centrado en sólo 7 actividades (petróleo, química básica,

fertilizantes, siderurgia, azúcar, envasado de pescado y mariscos y

vehículos automotores), y

3. Por tipo de bien, los de consumo duradero fueron los únicos que

aumentaron su participación en la producción estatal.

12 Las áreas estratégicas se refieren a los sectores en los que el Estado tiene participación exclusiva. Estas

áreas están relacionadas con los recursos no renovables, servicios públicos o infraestructura de otras actividades económicas que afectan de manera directa la soberanía de la nación.

13 Las áreas prioritarias son aquellas que otorgan un amplio beneficio social, como son salud, vivienda, educación, así como las actividades de regulación y abasto de productos básicos. Estas áreas no están delimitadas constitucionalmente dependen de la necesidad del país, constituyéndose como un concepto dinámico sujeto a modificaciones.

64

A la luz de los resultados más globales, la restructuración del sector paraestatal

tuvo mayores logros en materia financiera. Si atendemos a los indicadores

principales de la participación estatal en el PIB, en la formación bruta de capital fijo

y en el empleo, los resultados son los siguientes:

Entre 1975 y 1986, su participación en el PIB tuvo dos fases, la primera, de 1975 a

1983 en la que su contribución aumentó de 14.6 a 25.4% (todo el sector público),

siendo la rama más dinámica el petróleo; si excluimos a éste, la expansión fue

más bien moderada, pues su participación, pues sólo aumentó en

aproximadamente 1%. En la segunda fase, se muestra una retracción a partir de

1984, disminuyendo la aportación total del sector público a 20.6% en 1986,

(Cordera y Ayala, 1993: 271)

De un total de 905 empresas que se desincorporaron entre 1982 y 1988, 204

fueron vendidas y el resto fueron liquidadas, fusionadas o transferidas. Estas

ascendieron a un valor acumulado de menos de 500 millones de dólares y

brindaron una experiencia para la venta de otras empresas mucho mayor como las

consideradas no estratégicas que fueron más de 310. (Aspe, 1993:182)

Un segundo componente del programa de reforma fue la reducción de las

transferencias del Gobierno Federal a las empresas de propiedad estatal. Los

subsidios totales a las paraestatales descendieron de 12% del PIB en 1982, a

cerca del 2% como resultado de la desicorporación de empresas ineficientes y no

estratégicas ni prioritarias. En consecuencia, la racionalización del sector estatal

no se limitó a la venta o a la liquidación de empresas. También se trató de

recuperar ingresos reales para el gobierno, desalentando el desperdicio de los

bienes escasos. Los precios de la energía eléctrica se reestructuraron para ofrecer

65

a las empresas la posibilidad de seleccionar un procedimiento de fijación de

precios con base en la carga máxima. Se creó una comisión del agua con el fin de

racionalizar las tarifas para los derechos del agua y se regionalizaron los precios

de los derivados del petróleo.

Un tercer elemento vinculado a las operaciones de venta, es que en México se

decidió incorporar los ingresos, producto de las desincorporación en un fondo

especial fuera del presupuesto del gobierno que se constituyera como una reserva

para enfrentar acontecimientos adversos inesperados. A este fondo se le llamó

“Fondo de Contingencia Económica” (Aspe, 1993:187).

La evolución favorable de las finanzas públicas y el comportamiento de los precios

del crudo, de acuerdo con los niveles esperados, dieron lugar a que se

amortizaran 20 millones de pesos de deuda pública interna. De esta manera, el

saldo de la deuda interna en relación con la producción nacional llegó a ser del

13%. (Deuda que el gobierno federal mantenía con el Banco de México). De

acuerdo con ello, en marzo de 1993, la deuda pública total (interna y externa)

registró un nivel del 24% en proporción al PIB. Esta cifra contrasta con el 62% que

se observó en 1988. (SHCP,1993).

La desincorporación14 de entidades públicas, la reforma fiscal, financiera, la

renegociación de la deuda, la apertura comercial y la desregulación económica,

entre otras, forman parte del conjunto de reformas al Estado.

Entre los objetivos más importantes de la desincorporación, durante el periodo 14 Se mencionará constantemente el concepto de des-incorporación. Esto se debe a que en

México, es necesario hacer referencia a un proceso de desincorporación y no al de venta exclusivamente, éste último forma parte del primero y también se habla de identidades paraestatales y no solo de empresas.

66

salinista son los siguientes:

• Fortalecer las finanzas públicas.

• Canalizar adecuadamente los recursos del sector público.

• Eliminar gastos y subsidios no justificables social ni económicamente.

• Promover la productividad de la economía, transfiriendo parte de esta tarea

al sector privado.

• Mejorar la eficiencia del sector público, disminuyendo el tamaño de su

estructura.

Para alcanzar estos objetivos, la administración salinista, orientó sus esfuerzos

hacia la modernización de la vida nacional en todos sus ámbitos. En materia de

privatización, en particular, se instrumentó el programa llamado “Modernización

económica”15.

Para mayo de 1993, el Estado redujo sus dimensiones en 977 entidades, con lo

cual conservaba 264 paraestatales y 51 se encontraban en proceso de

desincorporación. A lo largo de 10 años se retiró completamente de 30 ramas, de

las que se encuentran clasificadas en la división de minería e industria

manufacturera. Entre ellas destacan las siguientes: extracción y beneficio mineral

de hierro, explotación de canteras y extracción de arena, grava y arcilla, molienda

de trigo y café, azúcar, refrescos y aguas gaseosas, tabaco, hilados y tejidos de

fibras, resinas sintéticas, y fibras artificiales, cementos, automóviles, carrocerías,

motores, partes y accesorios para automóviles. (Comercio Exterior, 2002: 221)

Lo que respecta a los avances en materia de desincorporación vía enajenación, en

el periodo de 1985-1988 se vendieron 155 empresas. Bajo el periodo salinista se 15 El entrecomillado es propio.

67

realizaron 228 operaciones de venta de los cuales 18 fueron bancos. Esto último

se observa en el siguiente cuadro:

Ventas al Sector Social o Privado

Operaciones de Venta Concluidas Empresa de participación Estatal Mayoritaria 136

Empresas de P. E. Minoritaria 18

Venta de activos y unidades Industriales 56

Bancos 18

Total 228

Fuente:(Ibid:221)

De la mayoría de las operaciones de venta, el 93% quedó en manos de

mexicanos. Sin embargo, su participación es más significativa, particularmente en

las empresas de grandes dimensiones, como TELMEX y Siderúrgica del Balsas.

El Estado mexicano estaba asumiendo un nuevo modelo económico en donde

los procesos de privatización formaban parte esencial de las reformas.

Proceso de privatización en chile

La privatización en Chile se realizó como parte de un profundo proceso de

reformas institucionales realizadas por el régimen militar. “Este sostenía que la

descentralización económica eficaz era condición necesaria para conseguir una

democratización eficiente”, (Hachette y Lüders, 1994:51), favoreciendo al sector

privado como agente fundamental de desarrollo.

68

Durante el régimen militar, en la década de los setenta y principios de los ochenta,

se fueron creando las bases para el proceso de privatización de manera gradual:

a) Todas las empresas estaban sometidas a una fuerte competencia que no

permitía la utilidad monopólica.

b) Las empresas públicas fueron obligadas a autofinanciarse, y se les permitió

cobrar precios de mercado por sus productos; y

c) El gobierno redujo drásticamente su injerencia en la administración de las

empresas estatales.

El supuesto económico de la política de privatización fue que estas medidas

permitirían que la economía chilena llegara a tener niveles competitivos como para

asegurar una asignación de recursos razonable, una vez que finalizara el proceso

de privatizaciones (Hachette y Lüders, 1994:57).

Entre las razones más importantes que impulsaron al gobierno chileno a

instrumentar un programa de privatización se encuentran las siguientes:

El aparato Estatal se había ampliado aceleradamente entre 1970 y 1973, tanto por

medio de la expropiación de empresas como por la intervención estatal en las

mismas, lo que ocasionó una profundización del déficit fiscal que llegó a

representar una cuarta parte del producto interno bruto en 1973.

a) Se buscaba mejorar la eficiencia de la economía a largo plazo.

b) Se pretendía eliminar las restricciones que impedían el desenvolvimiento de

las empresas paraestatales. En muchas de ellas se requerían grandes

montos de inversión para su crecimiento pero, dada la situación financiera

del Estado, no se podían proporcionar recursos para su expansión;

asimismo, se buscaba eliminar regulaciones innecesarias que impedían

69

diversificar su producción a otras áreas.

c) Se procuraba fomentar la capacidad empresarial local considerando que

había alcanzado la madurez necesaria. Los proyectos de inversión

importantes sólo podían ser desarrollados por el Estado y ante la

incapacidad mostrada por la iniciativa privada, llevaron a cabo cuantiosas

inversiones, mayores innovaciones tecnológicas mucho más rápidos y

eficientes en el caso de las entidades estatales.

La política de privatización junto con otras medidas complementarias, tales como

austeridad fiscal, la apertura comercial, la diversificación de productos exportables

y el control de los sindicatos provocó un cambio radical en la economía chilena. El

objetivo final de esta política se orientó a buscar la eficiencia, no sólo del Estado y

de la economía en su conjunto, sino de la propia empresa en particular

La privatización en Chile se llevó a cabo en dos períodos, que se ubican de 1973-

1982 y de 1985-1990. Estas fases fueron interrumpidas por la crisis económica de

1982, provocada en gran medida por el crecimiento de la deuda externa e interna,

la cual afectó a muchas de las empresas privatizadas en la primera etapa.

En la primera ronda se traspasaron las empresas públicas no tradicionales; sin

embargo éstas volvieron al control público en medio de la severa crisis financiera

de 1982-1983 para nuevamente ser privatizadas durante 1985. En la segunda

ronda, correspondió a la enajenación de las empresas públicas tradicionales,

incluyendo el establecimiento de nuevas reglas para la empresa pública que no

sólo estimularon la eficiencia, sino que también sirvieron para su enajenación.

Primera fase: (1973-1982)

70

Al finalizar la década de 1960 las empresas estatales chilenas, eran únicamente

46; sin embargo, al concluir el gobierno de Salvador Allende habían llegado a 527,

de las cuales más de la mitad fueron adquiridas por expropiación. La participación

estatal se concentraba en actividades tales como banca, manufacturas, servicios

públicos, transporte, agricultura, comunicaciones y minería, como se puede

apreciar en el siguiente cuadro:

Empresas Estatales y/o Empresas

Administradas por el estado 1970-1989

1970 1973 1983 1989 1. Empresas Relacionadas con CORFO

a) Subsidiarias b) Intervenidas c) Bancos

46 (46)

- (0)

571 (228)

(325) (c) (18)

24 (23) (d)

(0) (b) (1) (1)

24 24 (e)

0 0

2. Otras Empresas Estatales 20 22 21 18

3. Otras Inst. Financieras 2 2 2 2

4. CODELCO 0 (a) 1 1 1

TOTAL 68 596 48 (f) 45 Fuente: (Hachette y Lüders,1994:16)

a) pesar de que CODELCO no existía, el Estado era dueño del 50 por ciento de las “grandes compañías de cobre”. Este porcentaje se adquirió cuando el Estado invirtió en compañías extranjeras durante 1970 como consecuencia del proceso de “chilenización”. b) Después de septiembre de 1973, 350 empresas intervenidas fueron de-vueltas a sus dueños, la mayoría durante 1974. c) Excluye las empresas intervenidas en que CORFO tenía un interés minoritario, que están incluidas en el grupo de subsidiarias. d) Durante 1979, se crearon dos empresas en las que el Estado tenía par-ticipación: Litio y Télex. e) Entre 1983 y 1989 se formaron las siguientes 14 empresas estatales nuevas como consecuencia de la disolución de compañías existentes: f) Empresa Eléctrica Aysén Empresa Eléctrica Colbún Machicura

71

Empresa Eléctrica del Norte Grande Empresa Marítima del Sur Empresa de Servicios Sanitarios de Tarapacá Empresa de Servicios Sanitarios de Atacama Empresa de Servicios Sanitarios de Coquimbo Empresa de Servicios Sanitarios del Libertador Empresa de Servicios Sanitarios del Maule Empresa de Servicios Sanitarios del Bío-Bío Empresa de Servicios Sanitarios de la Araucanía Empresa de Servicios Sanitarios de los Lagos Empresa de Servicios Sanitarios de Aysén Empresa de Servicios Sanitarios de Magallanes g) No incluye a más de 50 compañías del “área rara” administradas indi-rectamente por el Estado, que pasaron a manos del Estado durante 1983 como consecuencia de la intervención estatal de algunas instituciones financieras, y que fueron privatizadas antes de 1989.Ver Capítulo IV. h) Ver Apéndice I con respecto a la lista de empresas incluidas en las diferentes categorías de este cuadro.

El abandono de plantas por parte de sus dueños, quiebras, ocupaciones por parte

de los trabajadores, etc., hicieron que esa cantidad se triplicara. En junio de 1972,

el número de empresas incorporadas al área estatal llegaba a 264, y sólo 36 de

ellas estaban planeadas para su venta (Marshall, 1989: 155).

En 1973, el Estado tenía un control absoluto del sistema financiero. El primer paso

hacía la privatización fue la transferencia de 19 bancos al sector privado, que se

llevó a cabo durante 1975. En 1977, había todavía 4 bancos en manos del

gobierno, y en 1980, sólo uno. Respecto del sector industrial, en 1973, el Estado

tenía participación en 229 empresas y había asumido la administración de otras

259. En 1970, se implementó un programa radical de transformaciones

económicas. La herramienta principal del cambio económico fue la expansión del

control estatal en las cuestiones económicas. Para 1972, la economía mostraba

claros síntomas de recesión y de una elevada inflación. Aun cuando los

72

defensores del laissez-faire no pudieron demostrar una relación de causa y efecto

entre esta situación y la expansión del Estado, la simultaneidad de estos dos

fenómenos sirvió para divulgar la convicción de que la intervención del Estado en

la economía conlleva dificultades económicas.

Como resultado de la aplicación de políticas que llevaron al endeudamiento del

país y al empobrecimiento del cuarenta por ciento de la población, se produjo un

estancamiento económico: desde 1974 el producto por persona sólo creció a un

promedio de 0.6 por ciento anual, la participación de los trabajadores bajó un 37

por ciento, el desempleo fluctuó entre 15 y 30 por ciento de la fuerza laboral y se

transformó en una situación permanente, (Martner, 1988:21).

Así, desde 1973 y hasta 1975, las actividades del nuevo gobierno se orientaron a

restituir 360 empresas a sus antiguos propietarios. Posteriormente, desde 1975 a

1980, se vendieron mediante licitación pública 90 compañías y 16 bancos. Con el

estallido de la crisis de la deuda en 1982, el programa de privatización presentó

las siguientes debilidades: Un carácter aislado de esta política con respecto a

otras medidas; el sobreendeudamiento de los grupos adquirientes y el

otorgamiento de subsidios injustificados.

Durante la Primera Ronda, persiguió principalmente la maximización de ingresos

(mediano plazo), sujetos al mejoramiento de la eficiencia y, con este fin: (a) ofreció

a los inversionistas paquetes de acciones controladores, esperando obtener así

mejores precios por acción que mediante una mayor distribución de la propiedad;

(b) proporciono créditos, ya que estaba consciente que después de la crisis

económica y social de la primera mitad de los años 1970, el Sector Privado

73

chileno estaba descapitalizado y no tenía capital de operaciones; (c) por las

mismas razones, no exigió a los compradores demostrar ser dueños de cierto

nivel de patrimonio neto; y (d) no estaba preocupado de los efectos de las

privatizaciones sobre la concentración de la propiedad.

En el siguiente cuadro se muestran las variables macroeconómicas en promedios

anuales durante el gobierno militar de Pinochet:

Variables macroeconómicas durante

El Gobierno Militar: 1974-89ª (promedios anuales)

1974-81 1982-89 1974-89

Crecimiento del PIB (%) 3.0 2.9 2.9 Crecimiento de las exportaciones (%) 13.6 7.8 10.6 Tasa de inflación (dic-dic) 138.9 20.8 79.9 Tasa de desempleo total b 16.9 19.2 18.1 Tasa de desempleo oficial 13.0 13.6 13.3 Salario real (1970=100) 75.7 88.0 81.9 Inversión bruta fija (% del PIB) En pesos de 1986 En pesos de 1977

17.8 15.7

18. 2 15.4

18.0 15.6

Superávit del gobierno general (% del PIB) 1.6 -1.1 0.3

a Tasas acumulativas anuales de crecimiento del PIB y exportaciones anuales promedio en inflación y desempleo. b Incluye a los programas especiales de empleo. Fuente:(Ffrench-Davis, 2004:33)

Durante la crisis económica y financiera de principios de los años 80, los

74

conglomerados altamente endeudados fracasaron y las empresas que controlaban

cayeron nuevamente en manos del Estado, generando el “Área Rara”16. Mas aún,

la concentración del poder económico, fruto del proceso de privatización, origino

fuertes criticas políticas que obligaron al Gobierno ha replantear los mecanismos

para privatizaciones futuras.

Segunda fase: (1985-1990)

La lista de objetivos presentados, durante 1985 incluían: (a) la normalización de

las instituciones financieras y productivas del “Área Rara”; (b) la generación de

recursos para el pago de la deuda pública y para la inversión necesaria en los

Servicios Públicos e infraestructuras económicas generales; (c) el mejoramiento

de las empresas estatales; (d) el incremento de la disponibilidad de instrumentos

de inversión, especialmente para los Fondos de Pensiones, y para fortalecer el

mercado de capitales en general; y (e) la distribución de la propiedad ofreciendo

condiciones favorables de compra.

La venta de pequeños paquetes de acciones, a través de la Bolsa de Valores, en

realidad fortaleció el mercado de capitales de forma significativa, como sucedió

efectivamente durante la Segunda Ronda de privatizaciones, permitiendo una

mayor diversificación de las carteras de inversionistas.

Durante la Segunda Ronda, con el argumento de “una mejor distribución de la

propiedad”, el Gobierno vendió acciones de las empresas públicas a precios 16 El área rara se refiere a las empresas que fueron rescatadas por el gobierno chileno para

capitalizarlas y nuevamente ponerlas a la venta en condiciones favorables para el sector privado, lo cual fue una de las características de la segunda fase de privatización en Chile.

75

subsidiados a trabajadores, también con el objetivo de conseguir su respaldo

político en el proceso de privatización y así, manejar la idea de que con la

privatización se financiaba parte del gasto social, la distribución de la propiedad, el

desarrollo del mercado de capitales como de nuevas inversiones de

infraestructura.

Las principales formas de privatización17 utilizadas durante esta última etapa fueron

el “capitalismo laboral”, el “capitalismo institucional”, el “capitalismo tradicional” y, en

unos pocos casos, el “capitalismo popular”, (Hachette y Lüders, 1994: 93)

Cuando, a principios de los años 80 el Gobierno modificó el Sistema de Seguridad

Social, desde un sistema de “reparto” administrado públicamente a un sistema de

“capitalización” individual, intentó financiar el pago a beneficiarios del sistema

antiguo con los ingresos de impuestos generales. Sin embargo, el cambio de

sistema coincidió con la crisis económica y financiera y, por lo tanto, el Gobierno

inicialmente financió gran parte de esos beneficios vendiendo instrumentos de

deuda a los Fondos de Pensiones administrados por el Sector Privado, (Hachette

y Lüders, 1994: 64) Esto implicaba, de hecho, que desde el punto de vista

financiero, el sistema no había cambiado, ya que los que estaban pagando la

previsión social estaban proporcionando los recursos para los que recibían los

17 El “capitalismo laboral” es el término utilizado para las acciones de las empresas

estatales vendidas directamente a los trabajadores de las empresas a ser enajenadas, para de esta manera conseguir su respaldo al proceso. El “capitalismo institucional” consistió en la venta de acciones de empresas estatales a inversionistas institucionales en general, y en particular, a los Fondos de Pensiones administrados privadamente. El “capitalismo tradicional” se refiere principalmente a otras formas de privatización onerosa, que durante esta última fase se concentró fuertemente en licitaciones, desde paquetes pequeños a medianos de acciones de empresas estatales en la Bolsa de Valores.

76

beneficiaros. A medida que la economía se recuperó, y la estructura financiera de

las empresas privadas se normalizó, el gobierno comenzó a financiar sus

compromisos con el sistema de previsión social. Como se había intentado

originalmente, esto se logró, en parte a través de ingresos de impuestos generales

y a través de la venta de las acciones de las empresas estatales a los Fondos de

Pensión a través del sistema conocido como “Capitalismo Institucional”.

El proceso de privatización y la desregulación de la actividad económica

constituyeron las piezas clave de un nuevo estadio en el desarrollo económico

chileno. Se pensó que sin interferencia estatal y en una economía abierta, se

conseguiría rápidamente el crecimiento sostenido de la economía. Después de

cinco años de recuperación y de crecimiento (1976-1981), con inflación

decreciente y una mejor situación en la balanza de pagos, el gobierno enfrentó,

dificultades económicas cada vez mayores.

El Banco Mundial, en su informe de 1983 sobre el desarrollo mundial, señaló que

“el problema de la empresa estatal como ineficiencia económica, resultaba de una

carga financiera que repercutía sobre todo en la economía”. (World Bank, 1983).

La necesidad creciente fue la privatización como solución al problema de la

“ineficiencia”. El razonamiento era que, al someter las empresas estatales a la

disciplina del mercado, se lograría hacerlas eficientes. La experiencia adquirida en

la primera fase sirvió de base para integrar un conjunto de medidas, de una forma

gradual, que aseguraran el éxito en el segundo período de venta. Las empresas

públicas se enfrentaron en mejores condiciones a la contracción económica que

las privadas en 1982.

77

Una de las características fundamentales de las empresas que se pusieron a la

venta desde 1985 fue que en promedio eran entidades rentables y eficientes,

capaces de competir con compañías extranjeras, en un contexto de apertura

comercial.

En los siguientes cuadros se muestran los ingresos que se obtuvieron por las

privatizaciones. La primer grafica representa el ingreso en millones de dólares. La

gráfica que le sigue, representa el porcentaje de ingreso fiscal y por último se

representa el porcentaje de PGB. En todos los casos, se abarca el periodo de

1974-89.

Ingreso por Privatizaciones (1974-89)

15.7

224.1

106.8 114.8

164.6

69.7

112

200 0 10.3

231.7

312.6

560

234.4

124.2

0

100

200

300

400

500

600

1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989

Año

Ing

reso

en

m.d

.

Fuente: (Elaboración propia con datos tomados en Hachette, 1994:106)

78

% de Ingreso Fiscal por Privatizacciones (1974-89)

0.9

10.4

4.6 4.4

3.3 3.2

11.4

0.30 0 0.02

4.9

5.8

10.1

0

0

2

4

6

8

10

12

1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989

Año

% d

e I

ng

res

o F

isc

al

Fuente: (Ibid:106)

% de PGB durante 1974-89

0.1

2

0.91

0.8

1.1

0.4

0.6

0.10 0

0.1

1.4

1.7

2.9

0

0

0.5

1

1.5

2

2.5

3

3.5

1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989

Año

Porcentaje

Fuente: (Ibid:106)

79

De esta manera, el propósito fundamental en la segunda fase consistía en

modificar de raíz a la economía chilena, para insertarla en una economía

competitiva, tanto a nivel nacional como internacional.

Consideraciones sobre los procesos de privatización en Chile y en México

El caso chileno ha mostrado que el “éxito” de un programa de privatización

requiere necesariamente de su coordinación con otras medidas de política

económica; sus desarticulaciones impidieron obtener resultados favorables.

También se caracterizó por la innovación en cuanto a fuentes de financiamiento

para la adquisición de empresas, particularmente mediante la administración de

fondos de pensión. En el segundo período de privatización, se superaron muchas

de las deficiencias que hicieron fracasar a la primera fase; sin embargo,

continuaron presentándose problemas en su desarrollo ya que fue un programa

que avanzó rápidamente y careció de una estrategia global por parte del gobierno.

Inicialmente, el gobierno chileno se planteó el objetivo de vender hasta un 30% de

la participación accionaría del sector público en 23 empresas; no obstante, terminó

privatizando no sólo la totalidad de empresas, sino también servicios que

tradicionalmente eran exclusivos del Estado. Adicionalmente, se otorgaron

subsidios injustificados a los compradores y en muchos casos, no se recuperó en

su totalidad el valor de las compañías y servicios puestos a la venta.

El proteccionismo y el intervencionismo se consideraron característicos de varias

décadas de desarrollo económico chileno, de modo que el programa

80

neoconservador tomó la forma de una importante restructuración del sistema

económico, que debía afectar tanto al sector público como al privado. El retiro

progresivo del sector público de las cuestiones económicas llevó a la expansión

del sector privado. El mecanismo principal que alimentó esta expansión fue el

mercado financiero liberalizado. La liberalización de la economía, la disminución

de la protección contra la competencia extranjera, llevaron a una reestructuración

interna del sector privado. En este proceso algunos sectores se ampliaron

mientras que otros se contrajeron.

La disminución de cantidad de recursos controlados por el sector público fue más

allá del gasto público. También afectó la ocupación en el sector, las empresas del

Estado, los servicios de instituciones públicas, los terrenos que eran propiedad del

Estado, etc. El principal aspecto de este proceso fue la privatización en casi todas

las esferas de la vida económica y social, fenómeno que modificó una larga

tradición de la economía chilena: el crecimiento lineal en el ámbito del sector

público en las áreas de regulación, desarrollo económico y producción de bienes y

servicios. Estos cambios también se produjeron durante la profunda recesión

económica y ello influyó sobre los resultados de dicho proceso.

En la agricultura, la privatización afectó la tierra expropiada durante los años de la

reforma agraria. Este fenómeno, estuvo estrechamente ligado a la reducción de

créditos y de la asistencia técnica que ofrecían las instituciones públicas.

Uno de los aspectos de la privatización se concentró en programas sociales como

salud, seguridad social, y vivienda. Con respecto a la salud, desde 1974 hubo

intentos de transferir los servicios médicos de la esfera pública a la privada. Los

dos aspectos principales en la privatización de los servicios médicos fueron la

81

transferencia de las funciones administrativas de algunas unidades públicas, y la

creación de instituciones privadas para competir con el sector público. El otro

aspecto de la privatización de los servicios médicos fue la creación de

instituciones privadas que pudieron recibir la contribución obligatoria que los

asalariados aportan para el sistema de salud.

Con respecto a la seguridad social, las jubilaciones y pensiones se transfirieron de

un sistema de aportes mensuales administrados por empresas públicas, a cajas

privadas mediante Administradoras de Fondos de Pensiones AFP.

Uno de los efectos más importantes de la reforma del sistema de seguridad social

no fue la transferencia de la administración del sistema de pensiones, sino el

poder de decidir dónde invertir una considerable cantidad de fondos. De este

modo, la reforma redistribuyó el control del capital nacional hacia el sector privado.

Los indicadores del siguiente cuadro son datos mostrados por (Ffrench-Davis,

2004:22) que nos indican la variabilidad en la política económica durante las

siguientes etapas:

Variables macroeconómicas claves: 1959-2002 a

Durante el gobierno de:

Variable

Alessandri 1959-

64

Frei 1965-70

Allende 1971-73

Pinochet

1974-89

Aylwin

1990-93

Frei R.T. 1994-99

Lagos

2000-03

Crecimiento del PIB (%)b 3.7 4.0 1.2 2.9 7.7 5.4 3.3 Crecimiento de exportaciones (%) c 6.2 2.3 -4.1 10.6 9.6 9.7 5.4

Tasa de inflación d 26.6 26.3 293.8 79.9 17.7 6.1 2.8

Tasa de desempleo 5.2 5.9 4.7 18.1e 7.3 7.4e 10.1e

Salario real (1970=100) 62.2 84.2 89.7 81.9 99.8 123.4 137.4

82

Inversión bruta fija (%del PIB) En pesos de 1996 En pesos de 1986 En pesos de 1977

-- --

20.7

-- --

19.3

-- --

15.9

--

18.0 15.6

--

24.6 19.9

25.4 30.0 24.1 1.1

23.2 26.7 22.5 -0.5

Superávit gobierno gral. (%del PIB) -4.7 -2.5 -11.5 0.3 1.6 0.8 0.8

Superávit estructural f (%del PIB) 0.4 0.8 0.8

Fuentes: Banco Central de Chile y DIPRES; Jadresic (1986; 1990); Marcel y Meller (1986); Larraín (1991). a Tasas acumulativas anuales de crecimiento del PIB y exportaciones; tasas anuales promedio en inflación y desempleo. b Hasta 1985, en pesos de 1977; para 1986-1995, en pesos de 1986; para 1996-2003 en pesos de 1996. c Exportaciones de bienes y servicios en pesos de 1977 para 1959-85, en pesos de 1986 para 1985-95 y en pesos de 1996 para 1996-2003. d Diciembre a diciembre. e Incluye a los programas especiales de empleo (véase las notas del gráfico VII.2); las cifras sin ellos son: 13.3% en 1974-89, 7.3% en 1994-99 y 9.0% en 2000-03. f Se refiere al gobierno central.

Como se puede apreciar, si bien hablamos del neoliberalismo como un modelo

único que ha afectado claramente los procesos de desarrollo en todo el mundo,

podemos estimar claramente que las decisiones de los gobiernos nacionales

sobre la estrategia de su incorporación a los procesos de globalización han tenido

repercusiones importantes que están lejos de producir los mismos resultados.

En los casos analizados, con los indicadores actuales, Chile muestra, en

comparación con México, una economía más sólida y con mejores indicadores en

cuanto a la calidad de vida de la población. Simplemente basta recordar la

tremenda crisis económica que explotó en México en diciembre de 1994, la cual

fue causada fundamentalmente por un profundo déficit comercial originado por

una acelerada apertura a los mercados internacionales sin tener en cuenta el nivel

de competitividad de las industrias internas; tal crisis se dio cuando ya se llevaban

83

12 años de aplicación del modelo neoliberal.

Si iniciamos la comparación con el ingreso promedio por habitante, podemos ver

que, aunque en Chile, el Banco Mundial indica 4,590 dólares anuales, y México

tiene una cantidad algo mayor en este indicador (5,070 dólares anuales), al aplicar

el concepto de desarrollo humano (que tiene en cuenta características del nivel de

vida especialmente en salud y educación), este segundo país está por debajo del

primero: Chile en el lugar número 39 y México en el lugar número 51 (World Bank,

2006). En la esperanza de vida general de la población, Chile (76 años) también

supera a México (72 años), lo mismo que en nivel de educación porque el

analfabetismo en Chile es del 4% mientras que en México es del 9%. Chile, por

otro lado, tiene un índice de mortalidad infantil que solamente es de 10 por cada

mil nacidos vivos, mientras que México tiene 29 fallecidos por cada 1000.

Más allá de los índices puramente económicos, actualmente para hablar de

desarrollo se han integrado otros elementos en el ámbito político y aun cultural,

que también están pudiendo ser medidos para establecer comparaciones válidas.

La libertad de prensa tiene en Chile un indicador muy positivo al establecer la

proporción 85/100, mientras que dicha libertad en México solamente llega a la

proporción de 54/100. Podemos añadir lo que hoy mundialmente se conoce como

índice de gobernabilidad, el cual en Chile llega a 85 (Governance percentile)

mientras que en México es solamente de 49. Finalmente, el nivel de confiabilidad

de la población sobre sus instituciones, en Chile fluctúa entre 77-92 mientras que

en México el mismo nivel fluctúa entre 41-56 (World Bank, 2006).

De alguna manera, estamos remarcando la tesis fundamental planteada en

nuestra investigación: en un marco general de globalización del modelo neoliberal,

84

hay distintas maneras de inserción, que proceden de las decisiones de los

gobiernos nacionales. En este caso, el acelerado proceso de privatización y

apertura en México han tenido importantes efectos negativos en la economía

nacional y en el nivel de vida de la población comparado con otro proceso

latinoamericano como lo es Chile, en donde los procesos de reforma se han

estado realizando de forma más planificada y con control del estado a partir de un

proyecto nacional.

85

CAPÍTULO IV

PROCESOS ELECTORALES Y POLÍTICAS ECONÓMICAS Los problemas económicos tienen que empezar a resolverse desde una

perspectiva política. El análisis que hemos realizado en capítulos anteriores sobre

la reforma económica en América Latina, desemboca en una crítica sustentada

hacia la manera salvaje y acelerada de su implementación por parte de diversos

gobiernos.

La ideología del pensamiento único a través del Consenso de Washington ha

planteado que no hay otro camino. Sin embargo, las mismas experiencias de las

reformas implementadas nos muestran diferentes escenarios, dependiendo de

cómo cada gobierno ha ido aplicando su modelo económico y su política social.

Por ello, sostenemos que en el escenario latinoamericano están apareciendo

gobiernos que a través de los procesos electorales están planteando y aplicando

numerosas variantes en las reformas; y dichas opciones gubernamentales han

aparecido precisamente con la legitimidad que les otorga la población con su voto.

De esta manera, la forma de enfrentar los graves problemas económicos en cada

país se está decidiendo también con la injerencia de la misma democracia

electoral.

La aspiración por sistemas democráticos se ha extendido en la mayor parte de

nuestros países. En América Latina, especialmente durante las décadas de 1970 y

1980, se estaba transitando por la etapa crítica de las dictaduras militares, y en

86

algunos países se había llegado a la situación terrible de confrontación bélica

entre gobiernos y movimientos insurgentes (Perú, El Salvador, Nicaragua,

Colombia,…). Pero el contexto cambió de manera clara en la última década del

siglo XX, para mostrarnos un continente en donde casi todos los gobiernos fueron

presididos por civiles surgidos de procesos electorales. El mismo gobierno

estadounidense, que en largos períodos había llegado a apoyar abiertamente

dictaduras militares como las de Somoza y Pinochet, se congratuló de la llegada

de la democracia a la región, señalando únicamente la excepción de Cuba,

acusando al gobierno de la isla de rechazar la democracia e impidiendo que se le

incluyera en los proyectos de las sucesivas cumbres de las Américas18.

La discusión sobre la democracia como modelo y como forma de gobierno ha

continuado en el debate de las ciencias sociales, aunque a final del siglo XX y

hasta el momento presente en la región latinoamericana se puede percibir un

cierto desencantamiento de la población, cuando el concepto se ha circunscrito

solamente a la realización de procesos electorales sin llegar a mejorar las

condiciones de vida: nos podemos preguntar sobre la eficacia del modelo cuando

ha empeorado el nivel de vida de gran parte de la población. “La democracia como

solución a los problemas es un tema que está en el centro del debate sobre el rol

que debe jugar y el significado que tiene. En el 1995, el 40% decía que la

democracia no podía solucionar los problemas mientras el 50% decía que sí podía

solucionarlos. La situación se ha mantenido casi intacta en una década porque en

el 2005 un 37% dice que la democracia no soluciona los problemas mientras un 18 Esta prohibición se ha estado aplicando de hecho en la realización de las sucesivas Cumbres de las Américas: Miami 1994, Santiago de Chile 1998, Quebec 2001 y Argentina 2005. El gobierno de Cuba nunca ha sido invitado a participar en ellas.

87

53% dice que sí los puede solucionar” (Latinobarómetro 2005: 45). Nuestra

propuesta es sumarnos a ese 53% de latinoamericanos que manifiesta la

posibilidad de incidir democráticamente en la solución de los problemas

económicos de la región.

La muestra realizada por “Latinobarómetro”, en Chile, en el 2005, en 18 países

latinoamericanos, concluyó que el apoyo a la democracia en la región era todavía

fuerte con un 62% de opiniones que se oponían siempre a los gobiernos militares;

sin embargo, un 30% de las opiniones se manifestaban dispuestos a apoyar a los

militares “si las cosas se ponen muy difíciles”. Ciertamente, hay en promedio un

70% de los habitantes que prefieren la democracia aunque tenga problemas. Se

puede mencionar también que “los países que se perciben como más

democráticos son Venezuela, Uruguay, Costa Rica y Chile. Los países que se

autoperciben menos democráticos son Paraguay, Ecuador, Nicaragua, Perú y

Guatemala” (Latinobarómetro 2005: 49).

La realidad es que, al entrar el siglo XXI, América Latina está experimentando un

agravamiento de los índices de pobreza y de extrema pobreza (Kliksberg, 2003) y,

en algunos casos específicos, ocurre un crecimiento del abstencionismo en los

procesos electorales. Esta situación nos lleva a replantear un concepto de

democracia cuando éste solamente está ligado a los procesos formales de

votación. Se necesita incluir siempre en su definición teórica la participación

continua de los ciudadanos y, sobre todo, una repercusión que este modelo pueda

tener en el nivel de vida de la población.

La democracia en su largo recorrido histórico

88

En el origen etimológico, el concepto se remite siempre a la sociedad griega de los

siglos VI y V a.C., especialmente a Atenas, el caso del que se conservan más

datos históricos (Hansen, 1991). Castoriadis ha dicho con razón que Grecia es “el

locus social histórico donde se creó la democracia y la filosofía”, aunque, como se

comprueba en todos los casos de las ciudades-estado griegas, el modelo

democrático no siempre fue el preferido por todas ellas. La práctica de los griegos,

sin embargo, nos aporta numerosas formas de participación más allá de la

elección formal de los gobernantes.

En la historia de Occidente, los romanos, sobre todo en la etapa de la República,

rescataron el modelo del gobierno del pueblo después que abolieron la figura de

los reyes. Todos los ciudadanos incluyendo la plebis podían participar en la

designación de los gobernantes y en la elaboración de las leyes a través de los

comicios. Del siglo IV al siglo I a.C. , Roma vivió una etapa gloriosa en la

formulación del modelo republicano pero que fue siendo desterrado, a pesar de los

gritos de Cicerón, a través de la dictadura de Julio César y, de manera oficial, por

Octaviano Augusto para transitar a la etapa del Imperio. El texto de Cicerón De re

publica, que nos ha llegado inconcluso, se ha convertido en un modelo ideal

donde el pueblo puede aspirar a ejercer el poder a través de sus gobernantes.

Pero la historia olvidó por muchos siglos el modelo democrático, particularmente

durante todo el período del feudalismo en Europa, caracterizado por una visión

vertical y autocrática. Solamente la transición a la época moderna en el siglo XVI

nos empezará a ofrecer una nueva filosofía social.

Apareció la visión de Maquiavelo sobre la política y el Estado en donde una cosa

son los príncipes o gobernantes y otra cosa son el pueblo y los gobernados. La

89

concepción de la política estaba lejos de la idea griega sobre el interés colectivo

de la comunidad para convertirse en una lucha por el poder, en donde todo se

decidía por la astucia o la fuerza del príncipe. Sin embargo, el mismo Maquiavelo

no dejó de reflexionar sobre las décadas de Tito Livio y la vida republicana de

Roma.

Pero fue Jean Bodin quien, también en el siglo XVI, habiendo estudiado la época

de la república romana, puso la atención por primera vez en algunos ejemplos

históricos de cantones suizos en donde su gobierno se regía a través de

asambleas, lo cual le recordaba el modelo de la democracia griega. Sin embargo,

aunque eran los tiempos del surgimiento del humanismo, del protestantismo y de

las ciencias naturales, también fue el tiempo de la contrarreforma religiosa y, con

ello, la etapa de la inquisición.

En el siglo XVII, en Europa, encontramos finalmente un reencuentro explícito con

la democracia griega en la época moderna. Hay quienes, por ejemplo, han

llamado a Francisco Suárez (1548-1617) el padre de la democracia moderna,

debido a lo inspirador de su filosofía política, particularmente en su texto De

legibus, donde menciona que la autoridad para la ley civil viene de Dios pero a

través de la gente, y con ello enfrentaba la teoría del poder divino que muchos le

atribuían a los reyes. Uno de sus textos Defensio fidei catholicae fue quemado por

orden del rey de Inglaterra.

Sin embargo, quien retomó de manera explícita el tema de la democracia

aplicándolo a las sociedades modernas –dominadas en ese tiempo por el estado

absolutista- fue Baruch Spinoza (1632-1677), con una explicación racional y en el

contexto de la experiencia histórica inglesa en donde la guerra civil entre el

90

parlamento y el rey Carlos I entre 1640 y 1648 llevó a la derrota de éste último, a

su juicio y a su decapitación.

Spinoza dice en su Tratado Teológico Político: "Todo el mundo desea vivir en la

medida de los posible en seguridad, más allá del alcance del miedo, y eso sería

enteramente imposible mientras cada uno hiciese todo cuanto le agradase... los

hombres tienen que llegar necesariamente a un acuerdo para vivir juntos tan bien

y tan seguramente como les sea posible"; el pacto social descansa en el interés

ilustrado. Los individuos entregan sus derechos naturales al poder soberano, el

cual impone mandatos; es en el poder donde se apoya la autoridad política. Si el

poder desaparece, se esfuma la pretensión de autoridad. Pero si bien, para vivir

en sociedad, el ser humano tiene que ajustarse a determinadas leyes, una vida

conforme a la razón jamás podrá justificar un gobierno tiránico: "nadie puede

conservar mucho tiempo un mando tiránico" (Spinoza, 1999). Spinoza discute las

tres formas generales de dominación de un Estado que Aristóteles ya había

mencionado antiguamente: la monarquía, la aristocracia y la democracia, y afirma

que el Estado más racional es el más libre. El fin del ser humano es "vivir con

pleno consentimiento bajo la entera guía de la razón", y esa clase de vida se

asegura del mejor modo en una democracia, la cual "puede definirse como una

sociedad que ejerce todo su poder como un todo". La democracia es "de todas las

formas de gobierno la más natural y la más consonante con la libertad individual.

En ella nadie transfiere su derecho natural de modo tan absoluto que deje de tener

voz en los asuntos; solamente los cede a la mayoría de una sociedad de la que él

es una unidad". En una democracia, las órdenes irracionales son menos de temer

que en cualquier otra forma de constitución, porque "es casi imposible que la

91

mayoría de un pueblo, especialmente si es una gran mayoría, convenga en un

designio irracional"19.

Sin embargo, el cuidado del bienestar público puede poner ciertos límites a la

libertad individual, aunque, en términos de libertad de expresión, la discusión

racional y la crítica hacen más bien que mal. "La libertad es absolutamente

necesaria para el progreso en las ciencias y las artes liberales". Esa libertad se

asegura mejor en una democracia, que es "la más natural de las formas de

gobierno", en la cual "cada uno se somete al control de la autoridad sobre sus

acciones, pero no sobre su juicio o su razón" (Spinoza, 1999).

Con estas consideraciones, la filosofía se convierte en una propuesta libertaria,

especialmente en una sociedad dominada por el Estado absolutista que partía del

principio de que el soberano monarca toma su poder terrenal del poder divino de

Dios. Al cuestionar que el monarca y el gobernante estén puestos por Dios, de

manera racional hay que preguntarse quién los ha puesto en la cima de la

sociedad. Si el gobernante está puesto para gobernar a los ciudadanos, éstos de

manera natural tienen voz y decisión para influir en quién puede serlo.

La principal característica del pensamiento democrático se va a encontrar en el

valor de la libertad individual, que otorga a los ciudadanos de una nación el

derecho a decidir y dirigir sus propios asuntos, la igualdad de todos los

individuos ante la ley, la posibilidad de elegir a los gobernantes. Como

19 La práctica histórica en las sociedades ha mostrado que esta formulación teórica no necesariamente corresponde a las realidades empíricas; tenemos el ejemplo del triunfo democrático de Hitler en Alemania en el siglo XX, cuyo gobierno ha sido tan nefasto para la historia mundial. Por otro lado, el uso progresivo de la mercadotecnia política también nos muestra cómo determinadas estrategias publicitarias pueden hacer lograr la victoria a cualquier ideología sea de derecha o izquierda.

92

movimiento ideológico, el liberalismo democrático se expresó más claramente en

los planteamientos de la Ilustración –especialmente en la francesa de los

enciclopedistas- y además en el documento histórico de la declaración de la

independencia estadounidense y en la declaración de los derechos del hombre y

del ciudadano posterior a la revolución francesa. Por todo ello, la filosofía del

liberalismo salió triunfante en el siglo XIX, logrando pasar del estado absolutista

a los actuales modelos europeos de la democracia representativa. Con ello, se

dio una superación trascendente en relación a la práctica de la democracia

griega: todos los hombres son iguales por naturaleza y son considerados como

ciudadanos iguales ante la ley, incluyendo entonces tanto a quienes antes eran

considerados como esclavos como a las mujeres.

La democracia griega había sido muy selectiva: primero solamente los

ciudadanos varones que poseían un alto grado de riqueza productiva, pero

después se quedó en la concepción de ciudadano limitado a los varones adultos,

excluyendo totalmente a los esclavos y a las mujeres. La democracia

representativa moderna ha avanzado legalmente en términos de igualdad,

aunque en este nivel, desde el punto de vista cultural y laboral, todavía falta

mucho por lograr.

Lo que importa es establecer una conclusión comparativa muy importante. La

democracia moderna ha avanzado notablemente en la igualdad de los

ciudadanos y en la necesidad de los procesos electorales para elegir a los

gobernantes. Actualmente, cuando se habla de que un país ha logrado una

transición a la democracia, se señala casi exclusivamente la realización de

93

elecciones. Pero el pensador hindú Amartya Sen (Sen, 2004) nos recuerda que

la democracia contemporánea no puede reducirse solamente a procesos

electorales. Tanto él como Castoriadis, insisten en otros dos elementos

fundamentales que practicaban los griegos: la participación constante, la

tolerancia y la necesidad de continuos debates para lograr consensos. Estas dos

últimas características coinciden con una concepción que hemos perdido: que la

vida ciudadana y la vida política se identificaban. La sociedad civil para los

griegos era lo mismo que sociedad política debido precisamente a que la

participación en las decisiones de la comunidad surgían del concepto mismo de

ciudadano. Ser humano era ser sociable, era ser político. Pero en el mundo

contemporáneo la sociedad política se ha alejado notablemente de la sociedad

civil, a tal punto que el nivel de la práctica de la política moderna repulsa a los

ciudadanos. Política parecer sinónimo de corrupción y lucha de grupos por

porciones de poder, en donde lo que menos importa ya son los intereses de la

comunidad. Los mismos partidos políticos, que se dicen representar a la

población, viven una situación de alejamiento de los intereses de la ciudadanía.

Aquí tendríamos que recoger la herencia de los griegos: los ciudadanos tienen

que hacernos cargo de la política.

Volviendo a la idea inicial de este capítulo, se puede constatar que una gran

cantidad de latinoamericanos se está sintiendo decepcionada de la democracia y

muchos de ellos hasta desearían gobiernos totalitarios con tal que les

proporcionaran mayor bienestar social. Hay que tener en cuenta que hace 30

años, los países latinoamericanos estaban cubiertos casi en su totalidad por

94

gobiernos militares dictatoriales. Esa época fue sufriendo una lenta

transformación de transición a la democracia en donde podemos observar que,

al llegar el siglo XXI, el continente tiene gobiernos casi en su totalidad

procedentes de procesos electorales. Ello, sin embargo, no ha producido

estabilidad ni a nuestras instituciones ni a nuestras economías. Esta realidad es

la que actualmente preocupa hondamente con grandes interrogantes: ¿pueden

los modelos democráticos ser sinónimos de un sistema deseable que repercuta

en beneficios tangibles para la población? Pasar del Estado absolutista o del

presidencialismo a gobiernos electos democráticamente ¿puede estar

significando una gran decepción de la democracia cuando vemos que gobiernos

como el de Argentina en 1999, el de México en 2000, el de Perú en el 2001, el

de Ecuador y Brasil en el 2002,… fueron electos con la participación de cerca del

70% de la población y, sin embargo, cayeron en un gran descrédito y

desconfianza con el paso de los años?

El gran reto del momento presente es la profundización de la democracia al

estilo de los griegos antiguos: dejando de lado sus grandes limitaciones al haber

dejado fuera a esclavos y mujeres, su gran legado es la identificación del

ciudadano con la política. Participaron ciertamente en procesos electorales, pero

el gran significado de la democracia estaba en la responsabilidad colectiva de

cada ciudadano para influir en las decisiones de sus comunidades.

A partir de la experiencia de los griegos, el modelo democrático debe tener

algunos adjetivos fundamentales: significa tener elecciones legítimas de los

gobernantes por una comunidad de ciudadanos; significa también que hay que

95

buscar formas de participación de los mismos ciudadanos en las decisiones

importantes del Estado que afectan el destino de la población; significa, en tercer

lugar, también una atención prioritaria del Estado para que los ciudadanos se

puedan ir educando adquiriendo una mejor cultura política de participación en los

asuntos públicos; significa, sobre todo, una democracia social en donde se

aminoren significativamente las desigualdades de la población en cuanto

distribución de la riqueza social, combatiendo eficazmente la pobreza.

Comprometerse y luchar por estos objetivos no es una tarea menor para las

sociedades contemporáneas del siglo XXI. Si en la historia moderna, la

democracia liberal ha llegado a derrotar al estado absolutista y el autoritarismo,

ahora el eje central de la lucha es la consolidación de una democracia formal

representativa para de ahí profundizarla hacia una democracia participativa

emancipatoria en el plano social.

Construyendo utopías: cambio de gobiernos a través de la democracia electoral Norberto Bobbio (1996) señala que históricamente la ideología liberal del siglo

XVIII en su lucha contra el absolutismo podía tener dos vertientes: una de tipo

aristocrático en donde la lucha contra el poder del monarca pasó a ser

monopolizado por la aristocracia y la nobleza, que exigían el voto solamente para

los sectores privilegiados de la sociedad. La otra de tipo más popular, en donde se

quería extender la igualdad para todos los seres humanos (incluyendo las

mujeres) otorgándoles a todos los adultos el derecho al voto sobre sus

gobernantes. Posteriormente, en el siglo XIX, el mismo Engels llegó a señalar que,

96

de extenderse el derecho universal al voto, los trabajadores oprimidos no

necesitarían de la violencia contra el estado sino solamente del ejercicio efectivo

del sufragio para poder cambiar la forma de su gobierno ( Engels, 1971).

En la práctica histórica latinoamericana del siglo XIX y XX, aunque se ha

practicado la democracia formal, constatamos que las elites económicas y

políticas no han permitido el acceso al poder por la vía electoral a los proyectos

que les simbolizaban un atentado contra sus intereses. En ese mismo contexto,

tenemos las experiencias impactantes de los “fraudes patrióticos” en América del

Sur para impedir a determinados grupos acceder al poder o las de numerosos

golpes de estado por parte de grupos de militares cuando en determinado

momento algunas ideologías progresistas habían llegado al poder del gobierno por

la vía democrática. En esta línea, se encuentran los casos del gobierno de Jacobo

Arbenz en Guatemala o el de Salvador Allende en Chile. Por ello, en la izquierda

latinoamericana, hasta los años de 1970, la mayoría de las posiciones postulaba la

insurgencia político-militar contra los gobiernos nacionales como la única vía de

acceso a la toma del poder del estado (Medina, en Moloeznik y Castillo, 1992).

Sin embargo, en el imaginario social latinoamericano, junto a la derrota de

diversos movimientos insurgentes o a la imposibilidad de derrotar a los gobiernos

nacionales, en la transición al siglo XXI podemos encontrar el afianzamiento

progresivo de una serie de consensos sobre la forma de imprimirle fuerza al

cambio social. Uno de esos consensos se muestra, a pesar de que todavía se

siguen viviendo numerosos casos nacionales donde el abstencionismo es

gigantesco, en el mejoramiento de los procesos de la democracia representativa,

tratando de lograr procesos electorales legítimos y competitivos.

97

Ni determinados sectores de la izquierda ni determinados grupos militares y

económicos podían expresar, hace varias décadas, su disposición a elegir los

dirigentes políticos nacionales a través de una contienda electoral limpia. En la

ideología de la izquierda, se hablaba entonces de la democracia burguesa a la que

había que combatir con las armas o, en su caso, los militares llegaron a mencionar

el extremo del "fraude patriótico" cuando se quería imponer a dirigentes políticos

no electos por la población por la necesidad de preservar la llamada "seguridad

nacional" (Moloeznik y Castillo, 1992).

Con las limitaciones que tienen los numerosos procesos electorales actuales en

América Latina, hoy se ha asumido que la democracia representativa es un valor

que debe ser sostenido como regla mínima de convivencia social. Se exige y se

logra que las elecciones sean organizadas de una manera autónoma,

independiente de los gobiernos y con reglas claras para que los ciudadanos voten

y sepan realmente hacia quiénes fueron sus votos en los recuentos finales.

A pesar de la tentación permanente de optar por la violencia armada ante la

inoperancia de los Estados de derecho y con las innumerables promesas no

cumplidas sobre la distribución de la riqueza social, se ha ganado un amplio

terreno en el principio del diálogo y la negociación como método para dirimir los

conflictos sociales; es decir, la vía política. Uno de los casos más espectaculares

en este punto dentro de América Latina se encuentra en los acuerdos de Paz en

El Salvador en 1992: fue la imposibilidad de ganar la guerra mediante el

aniquilamiento físico del enemigo, lo que dio la oportunidad de sentarse a negociar

con seriedad; Estados Unidos y el ejército salvadoreño se habían comprometido

con millones de dólares invertidos en la fuerza armada para aniquilar al Frente

98

Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). La insurgencia había

apostado a una toma del poder mediante un levantamiento popular que no ocurrió

ni en la ofensiva de 1981 ni en la ofensiva de 1989. Ciertamente hasta el momento

presente, los acuerdos de paz no han solucionado los grandes problemas sociales

en El Salvador pero, por lo menos, permitieron terminar con la sangrienta guerra,

disminuir notablemente la desmilitarización del país y promover la lucha en el

ámbito político, donde el FMLN, convertido en partido político, se ha convertido en

la principal fuerza de oposición.

La tentación de la violencia es muy frecuente no sólo en los grandes conflictos

nacionales sino también en los continuos problemas sociales de la población. La

misma doctrina social de la Iglesia católica ha mantenido siempre la justeza de

una violencia que, como último recurso, pudiera ejercerse contra una dictadura

establecida. Pero hay que entenderla así, como último recurso, después de haber

intentado avanzar por todos los otros medios imaginables. La misma lucha

indígena que comenzó en el Estado de Chiapas, en México, el Ejército Zapatista

de Liberación Nacional (EZLN), aunque plenamente justificadas sus causas por la

secular opresión y explotación del indio, no ha podido más que abrirse a la

demanda nacional e internacional del diálogo y la negociación y la búsqueda de

acuerdos políticos con otras fuerzas sociales.

Sin embargo, en América Latina las diferentes democracias no constituyen un

proceso suficientemente consolidado. Según el Índice de Desarrollo Democrático

2006 realizado por la fundación Konrad Adenauer, solamente “Chile, Uruguay y

Costa Rica sobresalen, como lo han hecho ya en años anteriores, y se perfilan

como los poseedores de la estructura democrática más sólida y del mejor camino

99

hacia el desarrollo democrático” (IDD-LAT, 2006), mientras que existen países

con desarrollo democrático medio que incluyen a México, Argentina, Panamá y El

Salvador; en su nivel más bajo de desarrollo democrático en la región se

encuentran Paraguay, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela,

Nicaragua, Honduras, Guatemala y la República Dominicana.

Las conclusiones de este estudio implicaron una gran complejidad de indicadores

para medir el nivel de democracia latinoamericana; ciertamente se tuvieron en

consideración los criterios fundamentales como la realización de elecciones libres,

el sufragio universal y la participación de la población, como punto de partida, pero

el IDD-LAT incluyó numerosos elementos que reflejan la vida nacional en cada

país: los derechos políticos y las libertades civiles, la representación femenina en

los gobiernos, la percepción de la corrupción, el control sobre los gobernantes y

los funcionarios públicos, la elección de jueces de la Suprema Corte, la existencia

de una prensa libre y el acceso a la información pública, el grado de respeto al

estado de derecho, la incapacidad institucional para procesar las tensiones

sociales, etc.

En general, podemos afirmar que el camino de transición a la democracia en

América Latina todavía será lento y arduo y, sin embargo, dentro de las mínimas

condiciones de emisión del sufragio, controladas sobre todo por los gobiernos y

los medios de comunicación, han estado surgiendo opciones diferentes (no

totalmente convergentes ni homogéneas entre ellas) que, por lo menos de manera

declarativa, postulan alternativas novedosas y con mayor grado de autonomía

comparada con la tradicional subordinación de décadas anteriores a las políticas

del gigante del continente, los Estados Unidos.

100

El más notable de todos estos líderes ha sido Hugo Chávez en Venezuela quien,

de manera agresiva, se ha presentado incluso con un lenguaje antineoliberal y

antinorteamericano, focalizando su ofensiva en contra del proyecto

norteamericano de la Alianza del Libre Comercio de las Américas (ALCA). De

diferente manera han ido apareciendo otros gobernantes a partir de procesos

electorales bastante legitimados: Néstor Kirchner en Argentina, después de la

terrible crisis económica de diciembre del 2001; Martín Torrijos en Panamá; Inacio

Lula da Silva en Brasil; Tabaré Vázquez en Uruguay; Evo Morales en Bolivia; se

ha ratificado la continuación del Partido Socialista en Chile con Michelle Bachelet.

En la segunda mitad del 2006, se reealizó una segunda vuelta electoral en Brasil

donde Lula obtuvo su reelección, lo mismo que Hugo Chávez en Venezuela. La

situación misma de Nicaragua en sus elecciones presidenciales de noviembre

mostró la presencia político-electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional

(FSLN) a pesar de sus contradicciones internas para volver a colocar a Daniel

Ortega a la cabeza del poder gubernamental para el 2007. Finalmente, en

Ecuador, durante la segunda vuelta electoral de noviembre, se impuso la

propuesta de Rafael Correa sobre el multimillonario y neoliberal Alvaro Noboa.

Por otro lado, aunque no triunfaron en sus respectivos procesos electorales, se

encuentran los casos de México, Costa Rica y Perú, en donde Andrés Manuel

López Obrador, Otton Solis y Ollanta Humala, estuvieron a poca distancia del

triunfo electoral, representando opciones diferentes a los gobiernos tradicionales y

siguen siendo una fuerza muy importante de oposición, como lo ha sido también el

caso del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El

Salvador desde hace varios años.

101

La competitividad política dentro de los procesos electorales ha crecido de manera

significativa en gran parte de los países latinoamericanos. Han surgido nuevas

opciones diferentes a las tradicionales corrientes políticas. Es muy difícil llamar

“izquierda” a todo este conglomerado de fuerzas, aunque hay quien las llama

“moderadas”, de “centro-izquierda”, “progresistas”, “antineoliberales”, etc. en el

intento de imaginarse una cierta convergencia. Lo nuevo, ciertamente, es que se

encuentran en posiciones gubernamentales a través de procesos electorales

nuevos sectores y elites que antes no habían podido llegar al poder ejecutivo. No

hay una unidad ni una convergencia entre todas ellas como para hablar de la

realización del sueño bolivariano de la gran patria americana, pero sí representan

una novedosa coyuntura política nacional e internacional que empieza a ofrecer

otras alternativas de gobierno20.

Podemos afirmar, sobre todo, que, aunque hay muchas cosas importantes que

perfeccionar en el simple procedimiento de los procesos electorales nacionales

con el objeto de dar mayor certeza a los comicios, las opciones sobre los caminos

que debe seguir Latinoamérica se cocinan bastante en la democracia electoral. Es

decir, es posible hablar sobre la posibilidad real de cambios en los modelos

nacionales, a partir de los escenarios de la arena político-electoral. Por la vía

política, entonces, puede ser posible hacer realidad el postulado del artículo 39 de

la constitución mexicana: “el pueblo puede en todo momento cambiar o modificar

la forma de su gobierno”. 20 Las pruebas de esta novedad se manifiestan en las múltiples preocupaciones manifestadas por los funcionarios norteamericanos en torno especialmente a los gobiernos de Hugo Chávez (desde el 2002) y Evo Morales (en el 2006); el gobierno de los Estados Unidos manifiesta su temor sobre medidas económicas y propuestas de política social contrarias al modelo del ALCA, a las que califican de populismo.

102

Resultados electorales recientes en comicios presidenciales

En México hemos observado que, aunque con muchas dificultades y con poco

margen de votación, continuará el PAN en la presidencia; por otro lado, Hugo

Chávez en Venezuela y Lula da Silva en Brasil estuvieron sujetos a la ratificación

en sus respectivos procesos electorales durante la segunda mitad del 2006;

también se realizaron comicios presidenciales en Nicaragua y Ecuador en el mes

de noviembre con la victoria de Daniel Ortega y Rafael Correa. No abordamos en

este trabajo el resultado electoral final en estos cinco países, cuyo proceso se

llevó a cabo en la segunda parte del año 2006. Lo que en este momento traemos

para el análisis es el resultado de los procesos ya acontecidos durante el primer

semestre del 2006, incluyendo a Bolivia (que tuvo sus elecciones en diciembre del

2005), cuyo presidente Evo Morales asumió el poder ejecutivo de su país a

principios del 2006; incluyendo a Manuel Zelaya (ganador en elecciones de

noviembre del 2005) y que tomó posesión como presidente de Honduras también

a principios del 2006, y también a Chile (con una primera vuelta electoral en

diciembre del 2005), cuya presidenta Michelle Bachelet consolidó su triunfo en la

segunda vuelta electoral en enero del 2006.

De esta manera, vamos a sintetizar los resultados de los comicios en los

siguientes países: Honduras, Bolivia, Chile, Costa Rica, Colombia y Perú, tratando

de descifrar con ellos las tendencias electorales del primer semestre del 2006,

enfatizando sobre todo la siguiente pregunta: ¿de qué manera los ciudadanos con

su voto pueden influir en la definición de un nuevo modelo económico o por lo

menos de reformas más profundas en la economía que puedan ser más

103

beneficiosas para la población?

NUEVOS PRESIDENTES LATINOAMERICANOS EN 2006 HONDURAS: Manuel Zelaya Elecciones noviembre 2005 BOLIVIA: Evo Morales Elecciones diciembre 2005 CHILE: Michelle Bachelet Elecciones diciembre 2005 (1ª vuelta);

febrero 2006 (2ª vuelta) COSTA RICA: Oscar Arias Elecciones febrero 2006 PERÚ: Alain García Elecciones Abril 2006 (1ª vuelta) /

Junio 2006 (2ª vuelta) COLOMBIA Elecciones mayo 2006 MÉXICO: Felipe Calderón Elecciones julio 2006 BRASIL: Lula da Silva Elecciones octubre 2006 (1ª y 2ª

vuelta) ECUADOR: Rafael Correa Elecciones octubre 2006 NICARAGUA: Daniel Ortega Elecciones noviembre 2006 VENEZUELA: Hugo Chávez Elecciones diciembre 2006 Fuente: Cuadro personal con base en las programaciones de cada país HONDURAS La república de Honduras, situada en el área centroamericana, tiene cerca de 7

millones de habitantes y sigue siendo uno de los países más pobres de toda

América. La pobreza de sus habitantes contrasta con la enorme riqueza

geográfica especialmente en lo relativo a fuentes pluviales. Toda la situación

hondureña se vio terriblemente agravada por el azote del huracán Mitch en 1998.

HONDURAS: 2005

POBLACIÓN 6.97 millones de personas INGRESO PER CAPITA 860 dólares anuales ESPERANZA DE VIDA 70 años NIVEL EN EL IDH 107 POBLACIÓN ADULTA ALFABETIZADA

75%

MORTALIDAD INFANTIL 34/1000 MORTALIDAD MATERNAL 110/100,000 nacimientos FUERZA DE TRABAJO FEMENINA 32% LIBERTAD DE PRENSA 55/100

104

PERCENTIL DE GOBERNABILIDAD 33 RANGO DE CONFIANZA EN EL PAIS

21-42

CAPITAL DEL PAÍS TEGUCIGALPA Fuente: datos del Banco Mundial en http://info.worldbank.org/governance/kkz2005/

En lo relativo a su situación política, el poder de este país centroamericano

siempre ha estado controlado por los militares y determinados grupos de la élite

económica que se han expresado en una traspaso continuo de la presidencia casi

únicamente entre dos fuerzas políticas: el Partido Liberal de Honduras (PLH) y el

Partido Nacional de Honduras (PNH) (Medina 1998: 51), mostrando en casi todo

momento una alineación expresa a los gobiernos norteamericanos, especialmente

durante la etapa de confrontación armada en El Salvador y Nicaragua, durante la

década de 1980, cuando se permitió que Estados Unidos instalara numerosas

bases militares en territorio hondureño. Otro capítulo de esta posición subordinada

de Honduras se expresó con la autorización del congreso a la firma del acuerdo de

libre comercio con los Estados Unidos (el CAFTA: Central America Free Trade

Agreement), a pesar de la oposición de numerosos sectores de la población

(LADB, 2006) .

El escenario electoral hondureño, aunque la presidencia tuvo cambio de partido

político, no varió en las últimas elecciones presidenciales del 27 de noviembre del

2005: hubo alternancia en el poder pero entre los mismos partidos tradicionales.

Ganó José Manuel Zelaya Rosales con el 49.9% de la votación y tomó posesión

como presidente del país el viernes 27 de enero del 2006. Su contrincante

electoral fue Porfirio Lobo, del PNH, quien llegó al 46.2% de la votación.

Manuel Zelaya, aunque inició la carrera de ingeniero civil, es un político tradicional

105

del partido liberal de Honduras. Fue dos veces diputado por su partido en 1985 y

1993. Aunque el partido liberal ha sido oposición, la nueva presidencia de Zelaya

no significa ningún cambio estructural para el país. Ciertamente la disputa de las

élites del partido nacional y liberal por el control del gobierno desataron pasiones y

enconados ataques entre sus candidatos. Incluso el país se acercó a cierta crisis

política por lo cerrado de la votación, porque el Tribunal Supremo Electoral tardó

bastantes días sin declarar oficialmente al ganador, y porque el presidente en

funciones, Ricardo Maduro, del Partido Nacional, se negaba a reconocer a Zelaya

como ganador.

Los dos principales candidatos no diferían en relación a las propuestas esenciales

del modelo del país, pero la rivalidad tradicional entre ambos y el deseo enconado

por estar en el gobierno los llevaron a enfrentamientos apasionados, a tal punto

que varios periodistas señalaron la campaña electoral de noviembre del 2005

como la más sucia de toda la historia hondureña. Uno de los puntos más

debatidos entre ellos fue, por ejemplo, la propuesta de la pena de muerte (Lobo

estaba a favor, Zelaya en contra), en un contexto en donde la delincuencia y la

inseguridad de los habitantes había ido aumentando, teniendo sobre todo el

escenario de la violencia por parte de las pandillas juveniles.

Ambos partidos siempre han estado ligados a los empresarios e inversionistas y

por ello las elecciones no incidían para nada en la posibilidad de cambios o

reformas al modelo económico, ni al apoyo al gobierno de los Estados Unidos y su

proyecto del Central American Free Trade Agreement (CAFTA); sin embargo, las

pugnas sí se expresaron de una manera contundente para ver quién quedaba a

cargo del gobierno, quiénes quedaban como los 128 legisladores del congreso y

106

quiénes como los 298 presidentes municipales. Hasta el 5 de diciembre del 2005,

Lobo empezó a aceptar el triunfo de su oponente.

ELECCION PRESIDENCIAL EN HONDURAS21: Noviembre 2005

PARTIDO CANDIDATO % Partido Liberal de Honduras (PLH)

José Manuel Zelaya Rosales

49.9%

Partido Nacional de Honduras (PNH)

Porfirio Lobo 46.2%

Unificación Democrática Juan angel Almendarez Bonilla

1.5%

Partido Demócrata Cristiano de Honduras

Juan Ramón Martínez 1.4%

Innovación y Unidad Social Demócrata

Carlos Alejandro Soza Coello

1.0%

Fuente: Cuadro personal con datos del organismo electoral oficial de Honduras.

BOLIVIA

Este país andino ha estrenado en el 2006 por primera vez un presidente de

ascendencia indígena Quechua-Aymara, nacido en 1959 y muy vinculado en su

trayectoria de vida a los movimientos populares y al pensamiento general de la

izquierda. Pero las tareas que enfrenta son gigantescas, no solamente en el

ámbito económico por ser Bolivia uno de los países más pobres de América

Latina, sino también en el ámbito político y cultural, sobre todo cuando las

tradicionales oligarquías, especialmente las aglutinadas alrededor del polo de

Santa Cruz, vean afectados sus intereses por las decisiones del nuevo gobierno.

21 Este cuadro de resultados electorales de Honduras, lo mismo que de los otros países del primer semestre del 2006 fueron elaborados con la ayuda de Alejandra Mendoza, estudiante de Relaciones Internacionales del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) de Guadalajara.

107

La tentación, incluso, de un golpe de estado no estará descartada en el escenario

boliviano de los próximos años, en esa misma triangulación de poderes que

derrocó a Salvador Allende en 1973: grupos económicos empresariales, grupos

militares, apoyo norteamericano. Mientras tanto, estos son los datos generales

que nos ofrece el Banco Mundial sobre la situación de Bolivia en el 2005.

BOLIVIA: 2005

POBLACIÓN 8.98 millones de personas INGRESO PER CAPITA 990 dólares anuales ESPERANZA DE VIDA 62 años NIVEL EN EL IDH 104 POBLACIÓN ADULTA ALFABETIZADA

86%

MORTALIDAD INFANTIL 59/1000 MORTALIDAD MATERNAL 390/100,000 nacimientos FUERZA DE TRABAJO FEMENINA 38% LIBERTAD DE PRENSA 78/100 PERCENTIL DE GOBERNABILIDAD 28 RANGO DE CONFIANZA EN EL PAIS

18-38

CAPITAL DEL PAÍS LA PAZ Fuente: datos del Banco Mundial 2005 http://info.worldbank.org/governance/kkz2005/

Juan Evo Morales Aima fue postulado por el Movimiento al Socialismo (MAS) y

ganó claramente con el 53.7% de la votación en las elecciones nacionales del 18

de diciembre de 2005, y tomó protesta oficial como presidente el domingo 22 de

enero del 2006. Ocupó diversos puestos públicos: diputado uninominal en 1997,

fue presidente del comité coordinador de las seis federaciones del trópico

cochabambino en 1996; fue secretario ejecutivo de la confederación del trópico en

1988 y secretario general sindical en 1985. Pero su vida nunca fue la de un

burócrata, puesto que en muchas ocasiones fue perseguido y criminalizado,

especialmente por la defensa que hacía del cultivo de la hoja de coca,

108

argumentando la tradición de su consumo indígena sin que ello significara su

anuencia para el uso de la coca en otro tipo de drogas.

Resultados de las elecciones presidenciales en Bolivia: 18 diciembre 2005

PARTIDO CANDIDATO %

Movimiento al Socialismo

Juan Evo Morales Aima 53.7%

Poder Democrático y Social (PODEMOS)

Jorge Quiroga 28.6%

Frente de Unidad Nacional (UN)

Samuel Jorge Doria Medina Auza

7.8%

Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)

Michiaki Nagatani Morishita

6.5%

Movimietno Indígena Pachakuti (MIP)

Felipe Quispe Huanca 2.2%

Nueva Fuerza Republicana (NFR)

Guido Angulo Cabrera 0.7%

Frente Patriótico Agropecuario de Bolivia

(FREPAB)

Eliceo Rodríguez Pari 0.3%

Unión social de Trabajadores de Bolivia

(USTB)

Néstor García Rojas 0.3%

Fuente: cuadro personal con base en datos oficiales del organismo electoral de Bolivia Entre ocho candidatos, Evo Morales conquistó casi el 54% de los votos de la

población para luego tomar posesión como presidente el 22 de enero del 2006.

Derrotó al su más cercano contrincante, el anterior presidente Jorge Quiroga,

quien había estado en el poder ejecutivo en el período 2001-2002; y con más

facilidad derrotó también al empresario Samuel Doria Medina y a Michiaki

Nagatani, del MNR, partido del también anterior presidente Gonzalo Sánchez de

Lozada (2002-2003). La participación de los votantes bolivianos en esta elección

109

fue del 84.72%.

Es interesante observar la particularidad de las leyes electorales bolivianas,

puesto que cuando ningún candidato obtiene el 50% de los votos, la decisión

sobre quién será el presidente recae en el congreso. Sin embargo, el cuerpo

legislativo, después de 1985, cuando Bolivia volvió de nuevo a los procesos

electorales, en dos ocasiones decidió la presidencia a favor del candidato que no

había ganado las elecciones. Ello probablemente le hubiera ocurrido a Evo

Morales de no haber alcanzado el 50% de la votación, debido a sus continuos

mensajes anunciando cambios y reformas al país con una ideología de izquierda,

muy contrario a la injerencia estadounidense y en especial a la propuesta de

tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Bolivia, y anunciando alianzas

con Fidel Castro en Cuba y con Hugo Chávez en Venezuela. Además, Morales

había llevado como candidato a la vicepresidencia a Alvaro García Linera, un

sociólogo ex líder del movimiento guerrillero Tupac Katari. El MAS, por otro lado,

también se apuntó victorias en el nuevo congreso y en el senado para el siguiente

período.

Sin embargo, Evo Morales, aunque impulse sus manifiestos contra el

neoliberalismo y contra la injerencia norteamericana, no representa la izquierda

extrema boliviana, porque había otros como el también líder indígena aymara

Felipe Quispe, del MIP, que reivindican propuestas más radicales, aunque éste

solamente logró el 2.2% de los votos.

De cualquier manera, se puede afirmar que en Bolivia el descontento con un

modelo económico y con las élites locales tradicionales ha provocado un cambio

por medios pacíficos a través del voto, encaminándose a otro tipo de reformas. Si

110

la reforma del Estado en décadas anteriores –y particularmente con los últimos

presidentes de la República del mismo tipo tradicional: Jorge Quiroga, Gonzalo

Sánchez de Lozada y Carlos Mesa- no ha resuelto los problemas fundamentales

de la población, en especial de la población indígena, ahora a través de el mismo

modelo liberal que sacraliza los procesos electorales se ha encontrado el medio

para impulsar otro tipo de reformas. Este será el difícil reto que tiene desde 2006

el nuevo presidente indígena Evo Morales.

CHILE En la república de Chile se dio la continuidad gubernamental del gobierno de

Ricardo Lagos con el Partido Socialista Chileno hacia Verónica Michelle Bachelet

Jeria, del mismo partido pero en coalición con otras fuerzas políticas bajo la

denominación de Concertación para la Democracia. Las elecciones se realizaron

el 11 de diciembre del 2005, pero al no haber un ganador que rebasara el 50% de

la votación, se programó la segunda vuelta para el domingo 15 de enero del 2006.

En la primera vuelta electoral Bachelet consiguió el 45.96% de los votos mientras

que en la segunda se convirtió en presidenta electa con el 53.5% de la votación.

La historia de Chile a finales del siglo XX tiene el sello de la sangrienta dictadura

del general Augusto Pinochet, quien liquidó, mediante un golpe de estado apoyado

por los Estados Unidos, en 1973, el gobierno democráticamente electo de

Salvador Allende. La república chilena se convirtió, de hecho, en uno de los

primeros experimentos latinoamericanos para que el Fondo Monetario

Internacional (FMI) con sus recetas friedmanianas impulsara con eficacia sus

proyectos de reformas estructurales. Sin embargo, a pesar de lo largo de la

111

dictadura, el país transitó hacia un sistema democrático, a partir del referendum

que perdió Augusto Pinochet en 1989. Posteriormente, dentro de los mismos

procesos electorales, el país transitó de los gobiernos de la Democracia Cristiana

hacia los gobiernos actuales del Partido Socialista Chileno (Ricardo Lagos y la

reciente elección de Michelle Bachelet); en este sentido, se puede hablar en Chile

de prácticamente dos transiciones: de la dictadura militar hacia las propuestas de

la Democracia Cristiana; de los gobiernos demócrata cristianos a las propuestas

del Partido Socialista. Este proceso, en su conjunto nos ofrece actualmente una

economía estable y con uno de los mejores índices de Desarrollo Humano dentro

de la región latinoamericana.

CHILE: 2005

POBLACIÓN 15.77 Millones de personas INGRESO PER CAPITA 4,590 dólares anuales ESPERANZA DE VIDA 76 años NIVEL EN EL IDH 39 POBLACIÓN ADULTA ALFABETIZADA

96%

MORTALIDAD INFANTIL 10/1000 MORTALIDAD MATERNAL 20/100,000 nacimientos FUERZA DE TRABAJO FEMENINA 34% LIBERTAD DE PRENSA 73/100 PERCENTIL DE GOBERNABILIDAD 85 RANGO DE CONFIANZA EN EL PAIS

77-92

CAPITAL DEL PAÍS SANTIAGO

Fuente: datos del Banco Mundial 2005 http://info.worldbank.org/governance/kkz2005/

Bachelet, la primera mujer que tendrá el poder ejecutivo en Chile, nació en 1951.

112

Es hija de Alberto Bachelet Martínez22, general de la Fuerza Aerea chilena, quien

fue arrestado durante el golpe de estado de Pinochet sobre el gobierno de Allende

en 1973. Tanto Michelle como su madre fueron arrestadas y torturadas en 1976

pero pudieron escapar luego a Australia y luego hacia Alemania Occidental. Es

una mujer que había estudiado medicina con especialidad en pediatría pero luego

se dedicó a asuntos políticos y estratégicos y consiguió llegar a dirigir el ministerio

de salud y finalmente, en el 2002, el Ministerio de Defensa. Fue perseguida y

encarcelada durante el régimen del general Augusto Pinochet debido a su posición

contra la dictadura y por ello representa una corriente democrática muy reconocida

en su país, a pesar del apoyo de buena parte de la población hacia los candidatos

que representan la tendencia del régimen pinochetista. Si bien, como candidata

del Partido Socialista tuvo el buen precedente del gobierno de Ricardo Lagos,

quien se mantuvo en sus años de gobierno con una aceptación por parte de la

población en el nivel promedio de 71%, debido en gran parte al crecimiento

económico chileno y al énfasis que puso en el intento de denunciar y castigar las

violaciones a los derechos humanos del gobierno de Pinochet, ella, por sí misma,

tuvo dificultad para mostrarse como mujer capaz de erigirse en cabeza del

gobierno.

La transición chilena hacia la democracia se ha ido consolidando a pesar de los 17

años de dictadura (1973-1990). De nuevo los cauces han ido desembocando

hacia un modelo democrático a partir del respeto fundamental que se dio al

22 El Gral. Bachelet murió el de 1974 en una prisión de Santiago de Chile, en el contexto de la purga que hizo Pinochet a todos aquellos oficiales del ejército que se opusieron al golpe de 1973. Según el 1991 Rettig Report on human rights, el Gral. Bachelet murió a consecuencia de la tortura y maltrato que sufrió en prisión (LADB, 2005).

113

resultado del referendum en 1990, aunque gran parte del sistema político quedó

amarrado a numerosas imposiciones que quiso dejar el general Pinochet. A pesar

de la existencia de una gran cantidad de población que sigue simpatizando con la

dictadura militar, la transición se dio de forma pacífica y el resultado mayoritario de

las elecciones ha llegado a apoyar las reformas propuestas por el Partido

Socialista en la presidencia, mostrando cómo esta nueva izquierda moderada

puede insertarse en los procesos de globalización con un proyecto económico

nacional que le ha ganado autonomía sin necesidad de una confrontación abierta

con los Estados Unidos.

Resultados de la elección presidencial en Chile:

11 diciembre 2005/ 15 enero 2006

Partido Candidato % Partido Socialista (PS) - Concertación por la Democracia

Michelle Bachelet Jeria 45.96%

Renovación Nacional (RS)

Sebastián Piñera Echenique

25.41%

Unión Democrática Independiente

Joaquín Lavín Infante 23.23%

Tomas Hirsch Goldschmidt

5.4%

15 enero 2006 2ª. Vuelta Electoral Michelle Bachelet Jeria 53.5% Sebastián Piñera

Echenique 46.5%

Fuente: cuadro personal con base en resultados oficiales del órgano electoral de Chile. De acuerdo a las leyes electorales chilenas, los resultados del 11 de diciembre

significaron la planeación de una segunda vuelta electoral ya solamente entre dos

candidatos: la socialista Bachelet y el empresario conservador Sebastian Piñera.

114

Éste último representa una de las más grandes fortunas de Chile, hechas durante

el tiempo del gobierno de Pinochet (aunque luego se opuso abiertamente a la

dictadura) y fue un tiempo consultor del Banco Mundial y del BID. Fuera de

contienda quedó también una ideología radical de izquierda representada por

Hirsch, que incluía al Partido Comunista y al Partido Humanista, quienes

solamente consiguieron el 5.4% de los votos.

Para la segunda vuelta del 15 de enero del 2006, la perspectiva no era tan clara

para Bachelet porque Piñera y Lavin (este último era el candidato derrotado de la

UDI) unieron fuerzas en contra del Partido Socialista mientras que Hirsch, del

Partido Comunista y el único que mantenía un discurso anti-neoliberal, manifestó

que votaría en blanco, negándole su apoyo personal a Bachelet. Sin embargo,

finalmente en la fecha de la segunda vuelta, Bachelet obtuvo un triunfo claro

(53.5%) sobre Piñera (46.5%), mostrando el triunfo de una tendencia moderada a

favor de un modelo neoliberal que ha sabido tener un proyecto nacional con una

postura clara para combatir también las desigualdades sociales.

COSTA RICA

Este país, desde mediados del siglo XX, con la sorprendente decisión de renunciar

a la formación de un ejército propio, se enfiló hacia un modelo democrático que ha

tenido sus frutos en cuanto a la estabilidad política y en cuanto a un positivo nivel

económico de sus ciudadanos y mejor distribución de la riqueza social que

contrasta con el resto de los países centroamericanos. Este contraste,

especialmente con su vecino Nicaragua, que se encuentra con los índices más

115

bajos de pobreza en América Latina, ha estado produciendo en las últimas

décadas, por ejemplo, una constante migración de nicaraguenses que de manera

legal o ilegal se establecen en tierra costarricense.

COSTA RICA: 2005

POBLACIÓN 4.01 millones de personas INGRESO PER CAPITA 3,810 dólares anuales ESPERANZA DE VIDA 77 años NIVEL EN EL IDH 41 POBLACIÓN ADULTA ALFABETIZADA

96%

MORTALIDAD INFANTIL 12/1000 MORTALIDAD MATERNAL 29/100,000 nacimientos FUERZA DE TRABAJO FEMNINA 31% LIBERTAD DE PRENSA 84/100 PERCENTIL DE GOBERNABILIDAD 69 RANGO DE CONFIANZA EN EL PAIS

61-78

CAPITAL DEL PAÍS SAN JOSÉ Fuente: datos del Banco Mundial 2005 http://info.worldbank.org/governance/kkz2005/ Los cuatro millones de costarricenses se encuentran en el índice de desarrollo

humano de las Naciones Unidas con el rango número 41, muy por arriba de

México y Brasil. Este índice mide tanto el ingreso como el nivel de salud y

educación, y por ello representa una mejor calidad de vida en relación a sus

vecinos, sobre todo, si en el rango económico, por ejemplo, comparamos el

ingreso promedio per capita del país (3,810 dólares anuales) con el de los

nicaragüenses que, según la misma fuente del Banco Mundial, es de 400 dólares

y cuyo país se encuentra en el rango 106 del mismo índice de desarrollo humano.

El nuevo presidente Oscar Arias Sánchez, del Partido de Liberación Nacional

(PLN), ya había sido presidente de su país (1986-90) y había obtenido el premio

116

nobel de la paz, por su labor en favor de la pacificación al interior de

Centroamérica, en 1987, debido a su propuesta para la paz en los “Acuerdos de

Esquipulas II”, también conocidos como el Plan Arias. Sin embargo, a pesar de

sus antecedentes, en las elecciones del 5 de febrero del 2006 no logró una victoria

holgada, aunque logró ser declarado presidente electo y tomó posesión de su

cargo el 8 de mayo del 2006.

Resultados de la elección presidencial en Costa Rica: 5 febrero 2006

Partido

Candidato

Resultado

LIBERACION NACIONAL

Oscar Arias Sánchez

40.92%

ACCION CIUDADANA

Otton Solis Fallas

39.80%

MOVIMIENTO LIBERTARIO

Otto Guevara Guth

8.48%

UNIDAD SOCIAL CRISTIANA

Ricardo Jaime Toledo Carranza

3.55%

UNION PARA EL CAMBIO

Antonio Álvarez Desanti

2.44%

UNION NACIONAL

José Manuel Echandi Meza

1.64%

PATRIA PRIMERO

Juan José Vargas Fallas

1.08%

RENOVACION COSTARRICENSE

Bolívar Serrano Hidalgo

0.96%

INTEGRACION NACIONAL

Walter Muñoz Céspedes

0.32%

ALIANZA DEMOCRATICA NACIONALISTA

José Miguel Villalobos Umaña

0.23%

FUERZA DEMOCRATICA

Manuel Vladimir de la Cruz de Lemos

0.19%

RESCATE NACIONAL

Álvaro Eduardo Montero Mejia

0.15%

COALICION IZQUIERDA UNIDA

Humberto Elías Vargas Carbonel

0.14%

117

UNION PATRIOTICA

José Humberto Arce Salas

0.11%

Fuente: cuadro personal con base en resultados oficiales del Tribunal Supremo de Elecciones, de Costa Rica. Aunque la reputación de Costa Rica permanece como uno de los más

democráticos del continente, esta elección se complicó tardando varias semanas

para decidir al ganador. Las empresas encuestadoras se equivocaron en sus

apreciaciones (predecían que Arias ganaría con mucha claridad con por lo menos

10 puntos de ventaja) y, además, el tamaño de los escándalos entre los partidos

políticos alejó a la población el día de la votación para provocar un abstencionismo

del 35%. El principal contrincante electoral del PLN, Otton Solis del Partido Acción

Ciudadana (PAC), de centro izquierda, se acercó de manera inesperada y casi

empata la elección. Como ejemplo del posible empate, dos días después de la

elección y con el 88.44% de los votos nacionales contados electrónicamente, Arias

tenía 591,769 votos (el 40.51%) mientras que Solis alcanzaba 588,519 votos (el

40.28%), lo cual daba una diferencia de solamente 3,250 votos, cuando faltaban

cerca del 17% de los votos por contabilizar (LADB, NotiCen Enero 2006). Con ello,

el Tribunal Supremo Electoral decidió irse al lento conteo de voto por voto –que

tardaría dos semanas-, con el objeto de que hubiera total claridad en la elección.

Transparencia Internacional, los representantes de partidos políticos y numerosas

organizaciones ciudadanas se reunieron alrededor de los centros de conteo.

Las predicciones favorables al triunfo de Arias antes de la fecha electoral se

basaban tanto en su fama precedente como nobel de la paz como en la debacle

prevista del Partido de la Unidad Social Cristiana (PUSC), quien junto con el PLN

eran solamente los dos partidos políticos tradicionales que siempre se jugaban la

118

presidencia. Y de hecho, como se preveía, Ricardo Jaime Toledo, el candidato del

PUSC, solamente logró el 3.55% de los votos.

¿Qué razones pudieron poner en cuestión la elección casi segura de Arias? De

hecho, desde antes, un sector de la población había cuestionado como

inconstitucional la postulación de Arias para un segundo período. La postulación

no era para un período consecutivo, ya que su primer período presidencial había

sido de 1986 a 1990, pero la aprobación para ello no la dio el poder legislativo sino

que se decidió en una Sala Constitucional de la Corte. Por otro lado, el PLN

llegaba al proceso electoral del 2006 después de haber perdido la presidencia en

dos veces consecutivas y en medio de fuertes divisiones internas. Sin embargo, el

punto más importante de la controversia electoral se dio en torno a la aprobación o

rechazo al Central America Free Trade Agreement (CAFTA) con los Estados

Unidos.

Otton Solis apareció en la escena electoral con su partido Acción Ciudadana y

planteaba que solamente apoyaría el CAFTA si éste era renegociado; Arias en

cambio abiertamente manifestó su apoyo al tratado. Costa Rica se había

convertido en el único país centroamericano que no había ratificado el CAFTA y

éste se encontraba en la discusión pública dentro de la ciudadanía, con grandes

temores sobre la producción agraria y la industria nacional al entrar en

competencia directa con la producción norteamericana. Se puede apreciar que las

elecciones fueron convertidas casi en un referendum sobre el tema del libre

comercio con los Estados Unidos; gran parte de la población se manifestaba en

contra el modelo neoliberal y aprovechó la candidatura de Solis para enfrentar la

ideología del libre comercio de Arias. De hecho, Arias llegó a obtener la victoria

119

con una ventaja mínima de votos, pero la ratificación del Tratado no está

asegurada, al no haber podido lograr una mayoría en el congreso; con ello, el

CAFTA está duda para entrar en operación el primero de enero del 2007. Alberto

Canas, uno de los fundadores del PLN que habían abandonado el partido para

irse con Solis al PAC manifestó esta central preocupación: “Este es un país de

pequeños propietarios, pequeños granjeros y pequeños empresarios. El hecho de

que el gobierno abandone a los pequeños empresarios y opte por las grandes

industrias y los grandes bancos hace que mucha gente haya protestado de esa

manera en la elección del domingo” (LADB, NotiCen, 2006). Algunos llegaron a

señalar que el principal conflicto en las elecciones de Costa Rica se centraba en la

discusión sobre un modelo económico basado en el Consenso de Washington que

podía promover el crecimiento de las exportaciones pero también la pauperización

de los sectores de clase media.

PERÚ

El actual presidente en el 2006, Alan García, postulado por el “Aprismo”, la Alianza

Popular Revolucionaria Americana (APRA), ya había desempeñado ese cargo de

1985 a 1990 y había dejado al país hecho un desastre23. De hecho, durante la

primera vuelta electoral ocurrida el 9 de abril del 2006, con dificultad logró apenas

colocarse en el segundo lugar con el 20.4% de la votación24, por debajo de

23 Después de su mandato presidencial 1985-1990, Alan García fue perseguido y tuvo que salir exilado y estuvo fuera de su país de 1992 a 2001. 24 Este segundo puesto en el resultado electoral fue disputado con Lourdes Flores, la candidata apoyada por el gobierno de Alejandro Toledo, quien llegó al 19.97% y estuvo a punto de quitarle el lugar a Alain García para poder competir en la segunda vuelta con Humala.

120

manera clara del candidato triunfador Ollanta Humala, postulado por la Unión por

el Perú, quien había logrado el 25.68% de la votación.

Con apenas $2,080 dólares de ingreso promedio para los más de 27 millones de

habitantes, esta nación descendiente directa de los incas se sitúa actualmente en

el nivel número 74 de desarrollo humano, con gran desigualdad en la distribución

de la riqueza y, por otro lado, según el peruano Julio Cotler, siendo una república

independiente desde el siglo XIX, no ha podido todavía constituir una plena

identidad nacional debido sobre todo a las líneas geográficas que separan a los

tres grandes tipos de población: la que vive en la costa, la que vive en los Andes y

la que vive en la selva.

PERÚ: 2005

POBLACIÓN 27.15 Millones de personas INGRESO PER CAPITA 2,080 dólares anuales ESPERANZA DE VIDA 69 años NIVEL EN EL IDH 74 POBLACIÓN ADULTA ALFABETIZADA

90%

MORTALIDAD INFANTIL 39/1000 MORTALIDAD MATERNAL 270/100,000 nacimientos FUERZA DE TRABAJO FEMENINA 31% LIBERTAD DE PRENSA 46/100 PERCENTIL DE GOBERNABILIDAD 38 RANGO DE CONFIANZA EN EL PAIS

28-46

CAPITAL DEL PAÍS LIMA Fuente: datos del Banco Mundial 2005 http://info.worldbank.org/governance/kkz2005/ Alan Gabriel Ludwig García Pérez, como nuevo presidente a partir de su toma de

posesión el 28 de julio de 2004, ha sustituido en el puesto a Alejandro Toledo

(2001-2006). Este último, aunque de ascendencia indígena en un país con

121

población mayoritariamente indígena, poco pudo hacer después de los dos

períodos consecutivos de Alberto Fujimori25 en la presidencia, y fue decreciendo

paulatinamente en su popularidad hasta tener solamente un 9% de popularidad en

el Perú a finales de 2004 (Annuaire, 2006: 422).

Fujimori había llegado a desmantelar la insurgencia armada de Sendero Luminoso

durante sus dos períodos presidenciales, pero dentro de la nueva relativa

estabilidad, Alejandro Toledo solamente siguió implementando reformas

estructurales como ajustes que, aunque estabilizaron la economía y la hicieron

crecer (PIB del 5.1% en el 2004, comparado con 4% en el 2003 y 3.7% en el

2002), también provocaron una profundización de la desigualdad social en medio

de grandes escándalos institucionales y políticos. Particularmente esta última

situación es la que constituyó el caldo de cultivo para la nueva propuesta de

Ollanta Humala, quien con su movimiento etnocacerista26, empezaron a exigir la

salida del presidente Toledo y una depuración de toda la vida política. Por otro

lado, los debates electorales también estuvieron profundamente influidos por el

Tratado de Libre Comercio que los Estados Unidos empezaron a negociar con

Perú desde 2004. No solamente era el tema de la agricultura peruana, que se

vería tremendamente afectada por la apertura de fronteras con los Estados Unidos

sino también por la polémica sobre los insumos de plantas naturales que la

industria farmacéutica trasnacional utiliza continuamente para sus medicamentos

sin atender demandas por los derechos de propiedad nacional. 25 De hecho, Fujimori ya había logrado en el 2000 ser declarado como presidente para un tercer período presidencial, pero las revueltas ciudadanas y políticas lo obligaron a huir del país y refugiarse en el Japón, admitiendo su ciudadanía japonesa. 26 Este nombre se tomó en honor de Andrés Cáceres, héroe de la guerra del Pacífico contra Chile en 1879-1883.

122

De hecho, el presidente Toledo, ante los resultados ciertos de la primera ronda

electoral, se apresuró a firmar el TLC con los Estados Unidos, con el objeto de

amarrar la economía para cualquier sucesor, instando al Congreso a ratificarlo lo

más pronto posible. Por sus declaraciones, los candidatos que iban a disputarse la

segunda ronda tenían posiciones diferentes: Alan García proponía que el tratado

fuera renegociado mientras que Humala quería convocar a un referendum

nacional para poder decidir su aprobación.

Resultado de las elecciones en Perú: 9 abril 2006

Partido Candidato % UNIDOS POR EL PERÚ Ollanta Moisés Humala Tasso 25.685%

PARTIDO APRISTA PERUANO

Alan Gabriel García Pérez 20.406

UNIDAD NACIONAL Lourdes Celmira Rosario Flores Nano

19.979

ALIANZA POR EL FUTURO

Martha Gladys Chávez Cossío 6.23%

FRENTE DE CENTRO Valentín Paniagua Corazao 4.826% RESTAURACIÓN

NACIONAL Humberto lay Sun 3.674%

CONCERTACIÓN DESCENTRALISTA

Susana maría del Carmen Villarán de la Puente

0.520%

PARTIDO JUSTICIA NACIONAL

Jaime Eduardo Salinas López Torres

0.449%

PARTIDO SOCIALISTA Javier Díez Cansenco Cisneros 0.41% ALIANZA PARA EL

PROGRESO Natale Juan Camilo Amprimo Pla 0.337%

CON FUERZA PERÚ Pedro Guillermo Ivo Koechlin von Stein

0.261%

MOVIMIENTO NUEVA IZQUIERDA

Alberto Moreno Rojas del Río 0.232%

ALIANZA FUERZA DEMOCRÁTICA

Alberto Alfonso Borea Odría 0.168%

AVANZA PAÍS – PARTIDO DE

INTEGRACIÓN SOCIAL

Ulises Humala Tasso 0.168%

PARTIDO Ciro Alfredo Gálvez herrera 0.156%

123

RENACIMIENTO ANDINO

PROGRESEMOS PERÚ Javier Felipe Espinoza Ayaipoma 0.095% PARTIDO

RECONSTRUCCIÓN DEMOCRÁTICA

José Guillermo Juan Cardó Guarderas

0.081%

RESURGIMIENTO PERUANO

Antero Asto Flores 0.074%

Y SE LLAMA PERÚ Ricardo William Wong Kuoman 0.072% MOVIMIENTO

DESCENTRALIZADO PERÚ AHORA

Luis Bernardo Guerrero Figueroa 0.057%

2ª. Vuelta: 4 junio 2006 Alan García 52.620% Ollanta Humala 47.370%

Fuente: Cuadro personal con base en resultados oficiales de la ONPE (http://www.onpe.gob.pe/), el órgano electoral de Perú. Si imagináramos una ley electoral peruana en donde el resultado final se decidiera

en la primera vuelta, Ollanta Humala habría sido el presidente nacional porque fue

el claro ganador con el 25% de los votos totales, cuatro puntos arriba de sus

perseguidores. Pero al no conseguir ningún candidato el 50% de los votos, la

contienda final tendría que ser entre los dos candidatos punteros. Humala era

claramente uno de ellos, pero existió un cierto grado de crisis político-institucional

por lo cerrado de la votación entre el segundo y tercer lugar: teniendo, por

ejemplo, el 91.6% del conteo total de los votos, la diferencia entre García y

Lourdes Flores era solamente de .4%. Humala, con el énfasis en una ideología

nacionalista y etnocentrista, tuvo alrededor de 3.5 millones de votos más que sus

dos más cercanos contrincantes, mostrando el gran resentimiento de la población,

contra la política económica neoliberal del presidente Toledo y contra el mismo

Estados Unidos.

La segunda vuelta electoral fue decidida por la unión establecida entre el APRA

124

(García) y la Unidad Nacional (Flores), que prefirieron hacer un bloque sólido, a

pesar de sus diferencias, con el objeto de evitar que Humala llegara a la

presidencia. Las ideologías de centro (García) y de derecha (Flores) hicieron una

lógica alianza y lograron su objetivo en la segunda ronda electoral: 52% de los

votos fueron para Alan García mientras que Humala conquistó el 47%.

COLOMBIA La República de Colombia, cuyo nombre reivindica al hombre que dirigió el

descubrimiento de América, Cristóbal Colón, es actualmente el único país

latinoamericano en donde se articula una situación particular de tres poderes: el

poder gubernamental oficial apoyado por los Estados Unidos (con inumerables

grupos paramilitares), el poder de los grupos guerrilleros con los cuales no se ha

llegado a procesos de paz definitivos, y el poder del narcotráfico en múltiples

expresiones regionales, nacionales e internacionales. Con ello, esta población de

más de 45 millones de personas y un ingreso promedio oficial anual por habitante

de 2,020 dólares, han ratificado recientemente (con un 62% de la votación) en las

elecciones del 28 de mayo del 2006 al anterior presidente Alvaro Uribe (2002-

2006) –y que también había sido alcalde de Medellín y dos veces senador de la

república- para un segundo período de mandato en el poder ejecutivo del 2006 al

2010.

COLOMBIA: 2005

POBLACIÓN 44.4 Millones INGRESO PER CAPITA 2,020 dólares anuales ESPERANZA DE VIDA 70 años NIVEL EN EL IDH 62 POBLACIÓN ADULTA ALFABETIZADA

92%

125

MORTALIDAD INFANTIL 23/1000 MORTALIDAD MATERNAL 80/100,000 nacimientos FUERZA DE TRABAJO FEMENINA 39% LIBERTAD DE PRENSA 40/100 PERCENTIL DE GOBERNABILIDAD 39 RANGO DE CONFIANZA EN EL PAIS

31-45

CAPITAL DEL PAÍS BOGOTA Fuente: datos del Banco Mundial 2005 http://info.worldbank.org/governance/kkz2005/ Aunque el narcotráfico afecta de manera generalizada a todos los países del

planeta, hay algunos, como en el caso de Colombia, en que su influencia es

renocida en el marco nacional e internacional debido sobre todo a la gran

producción ilegal existente y su distribución. “El crecimiento de esta industria ilícita

en el país ha sido muy acelerado, y durante los últimos 30 años de la historia

reciente de Colombia, su influencia en el plano económico, social y político ha sido

fundamental. El narcotráfico ha ayudando al agravamiento del conflicto armado

interno, a la generación de mayores índices de violencia y criminalidad común; y

de esta forma ha ayudado a reducir el crecimiento económico del país y a

aumentar los índices de pobreza y marginación que viven miles de colombianos.

De igual forma, el narcotráfico ha marcado la agenda internacional del país,

dejando poco espacio para la negociación de otros temas de interés nacional”

(Lugo, 2005).

Por otro lado, la agenda del país también está polarizada desde mediados del

siglo XX por los grupos guerrilleros que han buscado persistentemente atacar el

gobierno, dándole un marco más violento al tradicional enfrentamiento al interior

del país entre conservadores y liberales, sobre todo a partir del asesinato del

candidato presidencial liberal Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Dos de

126

las expresiones guerrilleras más importantes en el país fueron las Fuerzas

Revolucionarias Armadas de Colombia (FARC), nacido en 1964 y la más

importante a principios del siglo XX, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN),

surgido en 1965. Aunque se han desarrollado numerosos acuerdos de paz con

diversos grupos de guerrilla, el conflicto armado todavía continúa, en una situación

en que regiones enteras se autoproclaman autónomas. Estados Unidos y los

diferentes gobiernos colombianos acusan constantemente a la guerrilla de estar

involucrada en el narcotráfico, aunque las organizaciones insurgentes siempre lo

han negado.

En estos dos contextos determinantes, se ha dado un involucramiento intenso del

gobierno norteamericano con los sucesivos gobiernos colombianos, hasta el punto

de llegar a generar lo que hoy se conoce como el Plan Colombia. Este se presentó

en septiembre de 1999, durante el gobierno del presidente Andrés Pastrana

Arango: se anunciaba una colosal inversión estadounidense que tenía como

objetivo declarado el fortalecimiento de la economía colombiana a través de

proyectos económicos, promoción de la democracia, conservación del orden

pública y combate frontal al narcotráfico y grupos guerrilleros. De manera formal,

se pretendía alcanzar la paz y detener el conflicto armado, reencausar la

economía y acabar con la producción y distribución de estupefacientes; para ello,

el gobierno norteamericano inició en el 2000 con una aportación oficial de 1,319

millones de dólares27, proponiendo que el gobierno colombiano aportara otra

27 En el año 2002, el congreso estadounidense aprobó oficialmente una nueva cantidad para el plan Colombia: $349,404 millones de dólares, y declaró a las FARC y al ELN como organizaciones narcoterroristas, culpables de toda la violencia en Colombia. En ese mismo año, USA aprobó otros 31 millones de dólares dedicados especialmente a la lucha antiterrorista, y para el 2003, el apoyo al plan

127

cantidad y que, además, se hiciera un fondo con aportación de múltiples gobiernos

en el mundo que quisieran abonar a esta causa. Esta última estrategia no fue

exitosa, debido sobre todo a que, a nivel internacional, se percibía claramente que

toda esa ayuda económica estaba enfocada exclusivamente a apoyar el

involucramiento mayor de los Estados Unidos en el país y en la zona.

Con todas estas circunstancias determinantes del contexto histórico, el proceso

electoral en Colombia sigue expresando la continuidad de las élites políticas

gobernantes; sin embargo, existe un cambio notable en los resultados del 2006: el

tradicional binomio entre el Partido Liberal y el Partido Conservador, quienes

solamente se turnaban el poder político entre ellos mismos, en los sucesivos

períodos presidenciales, parece estar llegando a su fin. En esta ocasión, no fue el

Partido Conservador quien le disputaba la presidencia al Partido Liberal sino las

propuestas progresistas de Carlos Gaviria, con su Polo Democrático Alternativo,

que obtuvo el 22% de los votos.

Sin embargo, en Colombia, tanto en las elecciones parlamentarias de marzo como

en las presidenciales del 28 de mayo del 2006, el triunfador sigue siendo el

abstencionismo. Solamente 7.3 millones de votantes parecen haber apoyado al

presidente Uribe en su reelección frente a 4.2 millones que votaron contra él. Pero

14.6 millones de votantes o no fueron a votar o depositaron boletas en blanco, por

lo que el nuevo período de Uribe solamente está apoyado por el 27.5% de los

votantes. De hecho, según Inter Press Service, el abstencionismo creció: de haber

sido en 2002 de 48.4%, se elevó al 54.9% en el 2006.

Colombia abarcó otros 526 millones de dólares. Para el 2003, la suma global de USA al plan Colombia era ya de $2,225.686 millones de dólares (Lugo, 2005).

128

Resultado de las elecciones presidenciales en Colombia: 28 mayo 2006

Partido Candidato % PRIMERO COLOMBIA Alvaro Uribe Vélez 62.20% POLO DEMOCRÁTICO

ALTERNATIVO Carlos Gaviria Díaz 22.04%

PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO

Horacio Serpa Uribe 11.84%

MOVIMIENTO ALIANZA SOICAL INDÍGENA

Antanas Mockus Sivickas

1.24%

MOVIMIENTO RECONSTRUCCIÓN

DEMOCRÁTICA NACIONAL

Enrique Parejo González 0.38%

MOVIMIENTO NACIONAL DE

RECONCILIACIÓN

Alvaro Leyva Durán 0.19%

MOVIMIENTO COMUNAL Y

COMUNITARIO DE COLOMBIA

Carlos Arturo Rincón Barreto

0.17%

ABSTENCIONISMO 54.89%

Fuente: Cuadro personal con base en resultados oficiales del órgano electoral de Colombia. El triunfo de Alvaro Urbie fue claro para un segundo mandato con el 62% de la

votación general, que de hecho ya comenzó el 7 de agosto del 2006. En este

sentido, no cabe duda que consolidó su poder internamente a través de una

imagen de mano dura, firme negociador y aliado incondicional de los Estados

Unidos; como complemento prometía reducir con eficacia la pobreza del país. Una

victoria importante ya la había ganado en el 2005 cuando logró que el congreso

cambiara la Constitución colombiana para permitir la reelección del presidente.

En el panorama tradicional de Colombia hay que resaltar la tendencia del Polo

Democrático Alternativo con el 22% de la votación, el cual no tenía esperanza de

129

desafiar el triunfo de Uribe pero representó el mayor número de votos para un

candidato de izquierda en la historia del país. El otro partido tradicional, el Partido

Liberal cayó al 11% de la votación, mientras que las otras agrupaciones, incluida

la de Antanas Mockus, no llegaron al 1.5% de los votos de la población.

El gobierno de Uribe parece tener una perspectiva favorable a nivel interno debido

sobre todo al apoyo mayoritario que tiene en el congreso, pero los problemas del

país siguen siendo gigantes: economía, pobreza, guerrilla, paramilitares,

narcotráfico,… Con ello, es muy poco probable que la estrategia sola de tener

abundantes recursos económicos para seguir agrandando y mejorando el ejército

con el apoyo norteamericano baste para tener mejores cuentas para la población

en sus siguientes cuatro años de gobierno.

Consideraciones generales

Para el segundo semestre del 2006, se realizaron otras elecciones nacionales que

no vamos a analizar con detalle en este escrito, pero sobre las cuales ofrecemos

una visión sintética.

Está el importante caso de México, el 2 de julio, cuyo desenlace ha traido el triunfo

legal pero no claro de Felipe Calderón sobre Andrés Manuel López Obrador,

otorgando al PAN un segundo período consecutivo de gobierno después de la

alternancia política en la presidencia del 2000 sobre el régimen de 71 años de

gobiernos del PRI. El ligero margen de triunfo de un partido sobre otro (35.89%

frente al 35.31%) muestran a un país dividido en dos opciones: la continuidad del

modelo económico neoliberal proclamado abiertamente por el PAN, y la propuesta

130

de profundas reformas a la economía para poder lograr que el bienestar llegue de

manera efectiva a la mayoría de la población (PRD); aunque el PRD haya perdido

la presidencia de la República, no cabe duda que es la mayor votación que ha

logrado la ideología de izquierda en las contiendas electorales.

En Brasil, por otro lado, se llevaron a cabo las elecciones presidenciales el 8 de

octubre del 2006, en donde el presidente Lula da Silva, con su Partido de los

Trabajadores (PT) buscaba su reelección. No le fue posible lograrlo en la primera

ronda electoral porque solamente conquistó el 48.65% de la votación sobre el

41.58% de Geraldo Alckmin, su más cercano opositor del Partido Social

Demócrata Brasileño (PSDB). En la segunda ronda electoral del 29 de octubre del

2006, la victoria fue muy clara: 60% de Lula sobre 39% de Alckmin. Ahí se

planteaba un escenario parecido al de los últimos períodos en donde el PT se

había enfrentado al PSDB: tres veces había perdido Lula la presidencia hasta que

la ganó en el 2002. En el 2006, fue el enfrentamiento de las mismas tendencias28,

pero en esta ocasión, el opositor PSDB estuvo aprovechando políticamente

numerosas promesas no cumplidas del PT en el gobierno y diversos casos

abiertos de corrupción en el seno del gobierno. Pero, de forma semejante a lo que

ocurre en otros países, el escenario se debate alrededor de las reformas

económicas que necesita el país, en un marco internacional, además, donde Brasil

con Lula le ha dado un gran impulso al MERCOSUR y al proyecto de integración

latinoamericana.

28 Leonardo Boff, en un artículo publicado en Koinonía (20-11-2006), pedía distinguir los dos principales proyectos políticos (PT y PSDB) desde el punto de vista ético, calificando la tendencia de Lula con la definición antigua de los griegos: “Hacer política es cuidar del pueblo y atender sus necesidades”. Por su parte, Theotonio dos Santos analizaba los dos proyectos como pertenecientes a dos clases sociales opuestas (El Universal. Viernes 27 octubre 2006)

131

En Ecuador ha ocurrido también un debate no solamente entre élites políticas que

quieren el poder sino sobre todo entre planteamientos diversos sobre el modelo

económico del país. En las elecciones del 15 de octubre del 2006, los resultados

mostraron los dos proyectos en contienda abierta: por un lado el hombre más rico

de Ecuador, el multimillonario Alvaro Noboa, y por otro, la tendencia nacionalista,

progresista y crítica del modelo neoliberal, con el economista Rafael Correa. El

primero se manifestaba acorde a las políticas económicas tradicionales de la

ideología de derecha, apoyando abiertamente las propuestas de un tratado de

libre comercio con los Estados Unidos, apoyando la bae militar de los Estados

Unidos en Ecuador, manifestando su disposición a involucrarse en el Plan

Colombia y prometiendo romper relaciones con Cuba y Venezuela; el segundo,

que llegó a ser ministro de finanzas con el presidente Alfredo Palacio durante sólo

tres meses, estuvo manifestando su apoyo a proyectos de economía alternativos

al neoliberalismo, distanciándose de las políticas del Banco Mundial, del FMI,

criticando la base militar de los norteamericanos en el país, prometiendo no

involucrarse en el Plan Colombia y pretendiendo ampliar los recursos

gubernamentales para el gasto social del Estado. Noboa, habiendo logrado en la

primera vuelta el 26.6% de los votos, y Correa el 22.5% de la votación, se

midieron en la definitiva segunda ronda electoral del 26 de noviembre 2006; en

esta última predominó Rafael Correa con más del 60% de la votación, quien será

el nuevo presidente de Ecuador a partir del 2007.

Es importante observar la victoria en Nicaragua de Daniel Ortega, del Frente

Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), aunque su figura ya no es lo que fue en

132

la década de 1980; las posiciones de derecha ciertamente han sido derrotadas29 el

5 de noviembre de 2006, pero tendremos que analizar posteriormente si Ortega,

que ha despertado nuevas esperanzas de cambio en el modelo económico30,

puede ser capaz de implementar medidas alternativas al neoliberalismo. Daniel

Ortega llega de nuevo a la dirección del gobierno después de perder tres veces

consecutivas las elecciones a la presidencia (1990, 1996, 2002).

Finalmente, el caso más importante en la política internacional es la disputa en

Venezuela, tanto por su peso en la economía latinoamericana como por la

posición específica y protagónica en el marco nacional e internacional que ha

asumido en los últimos años el presidente Hugo Chávez. Hugo Chávez buscó la

reelección el 3 de diciembre del 2006. Lo que se juega, como lo hemos repetido

sobre otros países, no es una simple repartición del poder entre las élites sino el

rumbo de las economías nacionales, diversas posiciones sobre la integración

latinoamericana y también la relación de sumisión o autonomía frente a la

tradicional hegemonía de los Estados Unidos.

Con todo ello, retomamos una de las ideas fundamentales del presente escrito:

economía y política no son mundos separados; a través de la política se puede

reformar la economía. Los severos programas de ajuste emprendidos durante

varias décadas en América Latina bajo la óptica del modelo neoliberal están

29 La coyuntura que favoreció al FSLN fue el hecho de que las posiciones de la derecha no quisieron tener un solo candidato; de esta manera, el partido Alianza Liberal Nicaragüense, ligado al presidente Enrique Bolaños, postuló a Eduardo Montealegre, terrateniente, empresario y conservador; el Partido Liberal Constitucionalista, ligado al expresidente Arnoldo Alemán, acusado y procesado por corrupto, postuló a José Rizo. Al conseguir Ortega el 40% de la votación, no tuvo que definir su candidatura en una segunda vuelta electoral, donde seguramente sus dos opositores habrían combatido juntos. 30 El portavoz del FMLN de El Salvador en la delegación para las elecciones en Nicaragua declaró: “El modelo neoliberal que comenzó en 1990 ha sufrido un revés en nicaragua y ello marca un inicio de la delcinación de este sistema… Los resultados en nicaragua muestran que la ola de cambios que comenzó en América del Sur ya llegaron también a Centroamérica” (LADB, NotiCen 9 nov 2006).

133

actualmente muy cuestionadas; no son un camino claro ni positivo, dadas la

todavía inestabilidad en las economías y sobre todo dadas las terribles

consecuencias en el nivel de vida de las poblaciones. Pero el debate sobre las

nuevas reformas económicas y los modelos a seguir ahora ya no se encuentran

solamente en manos de las élites sino que están a discusión y resolución también

en manos de las tendencias electorales a favor de los nuevos líderes emergentes.

134

CONCLUSIONES

“Quiero pensar en la construcción de la utopía, no en el asalto al cielo ni en la reforma del infierno. ¿Cómo cambiar las posibilidades creadoras de la opción? ¿Cómo se construyen hoy las opciones posibles?” González Casanova Pablo, 2000: 660

Haber pasado de los regímenes militares de la década del 70 y del 80 -con sus

graves características de guerra contrainsurgente, represión, asesinados y

desparecidos políticos- a los gobiernos civiles ha sido una enorme conquista. Lo

ha sido también el hecho significativo de haber puesto fin a sangrientos

enfrentamientos armados en casos como El Salvador, Guatemala, Nicaragua, etc.,

en donde fuerzas gubernamentales e insurrecciones armadas, a través de

intensas negociaciones (Medina, 1998), reconocieron que no podía haber

vencedores y vencidos de manera absoluta en el marco de posiciones extremas

del aniquilamiento mutuo. El militarismo ya no puede sostenerse aún dentro de la

ideología neoliberal y por eso se ha estado consolidando el consenso sobre la

elección de los gobernantes por vía de los procesos electorales.

Pero por otro lado, ya no se puede sostener una concepción centrada en la

omnipotencia del Estado, concibiéndolo como el factor fundamental del desarrollo,

que fue una característica predominante a medidos del siglo XX; la realidad ha

demostrado que el mercado por sí solo y carente de regulaciones, puede generar

135

desequilibrios de gran envergadura. Lo señalaba Polanyi (1992) en su crítica a la

sociedad industrial del siglo XIX, y Keynes proporcionó significativos elementos de

solución a las crisis generadas por el mercado después de la crisis de la gran

depresión de 1929, con la propuesta del estado benefactor (Offe, 1991).

Con Hayek, Friedman y otros volvió en la segunda mitad del siglo XX la

predominancia de la idea del mercado como elemento dinamizador de la

economía en lo que hemos conocido como el modelo neoliberal; sin embargo, el

dejar toda la economía a las fuerzas del libre mercado, ni siquiera los países que

han adoptado esta ideología practican este modelo; en la práctica, nadie se cree el

cuento de que el estado debe retirarse de la regulación económica en un país

determinado. Si bien se han realizado en muchos lugares una serie numerosa de

privatizaciones, retirándose el estado de la propiedad estatal de las empresas, ello

no quiere decir que haya dejado el estado su papel de regulador y planificador en

las estrategias nacionales sobre la producción y la productividad.

Joseph Stiglitz (2002) ha mostrado que la práctica de las reformas estructurales

propiciadas por el modeolo neoliberal, sobre todo a través de la exigencia de

ciertos organismos internacionales como el BM y el FMI, no ha tenido un resultado

homogéneo. Si bien hay países como Chile donde, por sus características

particulares de implementación, las estrategias han provocado una básica

estabilidad económica y con indicadores positivos en la disminución de la pobreza,

también hay experiencias desastrosas como el caso de Rusia, procedente de la

antigua URSS. El mismo modelo ha provocado, siguiendo los lineamientos

impuestos por los organismos internacionales, crisis tan profundas como la de

México en 1994 y Argentina en el 2001. Y en ninguno de los casos a nivel mundial

136

se ha resuelto la brecha cada vez más profunda entre la concentración de la

riqueza en pocas manos y la extensión de la pobreza en grandes sectores de la

población. Es por ello que ahora se hace necesario postular una reforma de la

reforma del estado.

Sin embargo, por un lado, no podemos volver a un Estado interventor en la vida

social que signifique un peso oneroso para la propia economía y una regulación

excesiva sobre la vida de la sociedad; hay que admitir que el Estado debe ser

reformado, pero que la estrategia elegida por el neoliberalismo de dejar todo a las

fuerzas libres del mercado no ha sido la más acertada en todos los casos y, por

tanto, sus recetas no pueden presentarse nunca como un pensamiento único.

Hemos visto experiencias salvajes de reconversión económica y reformas

estructurales en donde la economía no adquiere un rumbo permanente de

estabilidad (como la Argentina bajo la presidencia de Carlos Menem) y las

condiciones de pobreza y desigualdad entre la población siguen creciendo en todo

el mundo sin que se tenga la certeza de que es el camino correcto.

Hemos presentado en este estudio, de manera particular, los casos de México y

Chile con el objeto de analizar específicamente sus procesos de privatización y ver

con ello, desde el punto de vista comparativo, sus similitudes y diferencias: cómo

en el primer caso se experimentó una brutal sacudida de la economía bajo las

reglas del mismo modelo neoliberal sin que por ello se haya establecido un rumbo

claro que garantice un avance sostenido (Bazdresh et al, 1993); cómo en el

segundo caso, no se han presentado grandes desequilibrios económicos a través

de una fuerte regulación del estado sobre el mercado. En ambos casos, sin

embargo, a pesar de una relativa estabilidad macroeconómica (con excepción de

137

México en el período 1994-95), el problema permanente es la competitividad en el

marco de la globalización y la capacidad de generar empleos y nuevas fuentes de

crecimiento junto –de manera simultánea- con una mejor distribución de la riqueza

social.

El consenso formado alrededor de la necesidad de reformar el Estado cobró

expresión universal en América Latina. La experiencia internacional permite

identificar diferentes enfoques teóricos, estrategias, instrumentos y medidas

reformadoras, demostrando que no hay una reforma que sirva como modelo, sino

principios y orientaciones que se adecuan a la capacidad política e institucional

existente en cada realidad.

En América latina, la reforma económica ha sido considerada por la mayoría de

los gobiernos como la estrategia instrumental para “modernizar y reformar” al

Estado. Bajo el supuesto de combatir la corrupción y la ineficiencia, entonces era

que había que vender las empresas públicas al sector privado, ya que éste

es eficiente y honesto.

Sin embargo, en Chile, una de las características fundamentales de las empresas

que se pusieron a la venta desde 1985 fue que en promedio eran entidades

rentables y eficientes, capaces de competir con compañías extranjeras, en un

contexto de apertura comercial.

Inicialmente, el gobierno chileno se planteó como objetivo vender sólo un 30%

del sector público; no obstante, terminó privatizando no sólo la totalidad de

empresas, sino también servicios que tradicionalmente eran exclusivos del Estado,

por lo cual la experiencia chilena fue considerada como un éxito en su proceso y

un modelo a seguir por los países latinoamericanos, especialmente por México.

138

Las dos fases de privatización en Chile estuvieron claramente ligadas a dos fases

diferentes de la evolución económica chilena; la primera al establecimiento de la

nueva institucionalidad con fuerte orientación hacia sector privado y la segunda al

de su consolidación. Lo cual se puede decir que existe una semejanza con el

proceso mexicano durante los periodos gubernamentales De la Madrid-Salinas

(1982-1994).

Para el caso mexicano de privatización, de manera semejante a lo ocurrido en

Chile, se pueden distinguir dos etapas: la primera correspondiente al período que

comprende de diciembre de 1982 a noviembre de 1988, durante la cual las

dimensiones del sector público registraron se redujeron notablemente. Una

segunda etapa que comprende de 1988 a junio de 1994, en la que el proceso de

desincorporación de empresas, fue más significativa por su complejidad, tanto por

el número de empresas vendidas como por el monto de recursos involucrados en

las diferentes operaciones. Sin embargo, los impactos del ajuste fueron poco

significativos en la evolución de la economía.

Por lo tanto, se puede concluir que ambos procesos de privatización fueron

relativamente exitosos al cumplir con la meta histórica de transformar la magnitud

de su tamaño para llegar a los promedios mundialmente establecidos, justo el

promedio de los países de la OCDE sin los Estados Unidos. Sin embargo, la

orientación y el desempeño económico los llevó por caminos diferentes, puesto

que los resultados no son optimistas en el caso mexicano mientras que la solidez

económica de Chile y sus programas sociales lograron importantes avances en la

reducción de la pobreza.

Se requieren de reformas estructurales significativas en la esfera productiva y

139

financiera para poder reencausar la dinámica económica así como también

repensar el papel del Estado y con una articulación con el sector privado que

permita recrear nuevas directrices al comportamiento de la economía para

impulsar el crecimiento con una mejor distribución del ingreso.

La idea de González Casanova acerca de que “el paradigma del futuro no tiene

por qué descansar en una intervención del estado muy grande, como se pensó en

el estado asistencialista, en el estado populista y en el estado del socialismo real,

pero tampoco tiene, como se piensa en el neoliberalismo, que descansar en los

grupos de poder económico cuyo motor principal es la ganancia, es el incremento

de las utilidades, sino que tiene que descansar en un poder de las mayorías, un

poder que sea pluralista, que sea respetuoso de las ideas de los demás”

(González Casanova, 1989) y de alguna manera la multiplicación de foros de

concertación entre países latinoamericanos no es más que el signo de una

búsqueda de mejores horizontes sobre la evolución de las sociedades nacionales

que se realizan en el contexto de los múltiples procesos de globalización.

El concepto del desarrollo ha estado evolucionando hacia un mejor sentido, con

indicadores que no solamente tienen en cuenta el crecimiento económico sino la

calidad de vida de los habitantes. Los indicadores deben ser más integrales:

crecimiento, distribución del ingreso, niveles de educación, instituciones de salud,

democracia y calidad democrática, interculturalidad, etc. Sin embargo, todavía no

existe una perspectiva clara sobre la manera de alcanzar esas metas, y el

principal punto de desacuerdo tiene que ver con el papel de las instituciones de

mercado.

Puntos de vista más conservadores, impulsados por los organismos financieros

140

internacionales (FMI, BID) a través de sus voceros, proponen el establecimiento

de tribunales y fondos emergentes para favorecer al capital y los mercados

emergentes. Otras voces, recomiendan un aumento de la ayuda externa y la

inversión en proyectos con alta rentabilidad social. En todo caso, las distancias

que separan a estos puntos de vista (derecha e izquierda; conservadores y

progresistas) a todas luces se están acortando, y todos tienden a converger en la

necesidad de fortalecer las instituciones públicas con un objetivo explícitamente

social, a fin de que el desarrollo llegue a todos y tenga mayor participación

ciudadana.

La reforma debe respetar la diversidad de las condiciones nacionales. Los estilos

para realizar las reformas deben ser consensuados entre los actores políticos y

sociales fundamentales; la democracia no debe centrarse sólo en los procesos

electorales sino también en la participación constante de los ciudadanos

organizados para influir en las decisiones de la vida nacional.

Como señala Couffignal (2002), se trata de construir, en lo interno, una nueva

legitimidad del Estado a través de nuevos métodos de intervención. Y en lo

externo, de profundizar en la dinámica de integración y cooperación para hacer

frente a las potencias privadas transnacionales en todos los campos.

Nuestra temática en general en todo este escrito ha girado en torno a una

pregunta central: ¿Por qué América Latina no ha alcanzado los niveles adecuados

del desarrollo? ¿Le echamos la culpa a un modelo centrado en el estado que

obstaculiza el crecimiento? ¿Le echamos la culpa al libre mercado del modelo

neoliberal? Antes de sintetizar nuestra conclusión final, podemos recordar el tipo

de desarrollo del que estamos hablando, postulado claramente por las Naciones

141

Unidas bajo el concepto de desarrollo humano (PNUD, 1999; PNUD 2002b).

A menudo los esfuerzos de desarrollo se han concentrado en el fomento de la

expansión económica. Sin embargo, todos los organismos internacionales

coinciden actualmente en que el incremento del producto nacional per capita no

deviene automáticamente en un mayor bienestar de las personas y, por ello,

pueden algunos países como México y Brasil ser considerados grandes potencias

económicas pero tener una gran desigualdad social en donde difícilmente se

puede hablar en realidad de desarrollo para la población.

Para la gente, los beneficios del crecimiento son determinados tanto por su calidad

como por su cantidad, por aspectos distributivos y productivos. Algunas de las

aspiraciones humanas más frecuentes son gozar de una vida larga y saludable,

acceder a los conocimientos idóneos para desempeñarse exitosamente y asegurar

a su familia condiciones de vida dignas y alentadoras. De la misma forma, el ser

humano busca ser libre de elegir entre varias opciones; participar activamente en

la vida comunitaria; trasmitir a sus hijos un capital de recursos al menos

equivalente al que uno disfruta; desarrollar su personalidad, iniciativa y

responsabilidad para ser un actor que determine el curso de su existencia en un

entorno de libertad y justicia. Todo esto ha llevado a la conceptualización del

nuevo concepto de desarrollo humano, a través del cual la ONU (a través del

PNUD), desde 1990, ha llegado a establecer índices comparativos entre la

mayoría de los países.

Desde esta perspectiva, el desarrollo humano coloca a las personas, con sus

necesidades y expectativas legítimas, en el centro de los esfuerzos de cualquier

economía. Formula un objetivo universal: promover las capacidades de todos los

142

seres humanos para que tengan la oportunidad de gozar del tipo de vida que más

valoran. Esta concepción del desarrollo abarca de forma multidisciplinaria todas

las dimensiones que contribuyen a definir la calidad de la vida humana. Esta visión

no se limita a los aspectos económicos, sino que se extiende a las esferas social,

cultural, política y ambiental. No niega que el crecimiento económico es necesario

para erradicar la pobreza, fomentar la integración y promover la participación

ciudadana, pero lo subordina a la meta superior del bienestar armónico general.

Al definir a las personas como objetivo básico de los procesos de desarrollo y

centrar su atención en las necesidades, esperanzas, capacidades y opciones de la

gente, el desarrollo humano abarca un extenso abanico de las aspiraciones

humanas. Estas no se reducen a la sola disponibilidad de recursos económicos,

sino que incluyen una gran diversidad de beneficios, tanto materiales como

intangibles, que contribuyen al bienestar y a la felicidad.

Las opciones valoradas por la gente difieren según el contexto y varían a lo largo

del tiempo, llegando incluso a ser ilimitadas. Pero, acorde con las Naciones

Unidas, puede haber una aproximación para medir el nivel de desarrollo humano

de una población sobre la base de tres capacidades esenciales, corrientemente

apreciadas y sin las cuales nadie puede contar con muchas opciones ni satisfacer

sus demás aspiraciones. Esas tres capacidades esenciales son las siguientes:

Vivir una vida larga y saludable (longevidad)

Adquirir los conocimientos idóneos para desempeñarse exitosamente (logro

educativo)

Disponer de los recursos necesarios para llevar una existencia decente (nivel de

vida)

143

Pero la agenda del desarrollo humano es mucho más amplia y variada de lo que

reflejan esos instrumentos sencillos que constituyen los índices de medición.

Por ejemplo, un aspecto al que no siempre se le ha dado importancia en el

tratamiento del desarrollo es la construcción de la democracia y el estado de

derecho. La consolidación de un orden político democrático, con una participación

activa de los ciudadanos y ciudadanas, es también parte integral del desarrollo

humano. En tal sentido, la construcción de una democracia participativa y un

estado de derecho en la región latinoamericana presenta avances en algunos

campos, pero también muestra una institucionalidad todavía frágil.

Por lo general, todavía se habla de la democracia solamente referida a los

procesos electorales; éstos –que tendrán que irse consolidando más con

instituciones electorales cada vez más imparciales y legítimas-, sin embargo,

siendo tan importantes en la comparación con las dictaduras y los golpes de

estado latinoamericanos, son apenas la primera fase para una verdadera

transición democrática, debido a que existen otros niveles de participación que los

ciudadanos tienen que conquistar para influir con más efectividad en los

programas de gobierno: referendum, iniciativas populares, revocación de mandato,

consejos consultivos, presupuestos participativos,…

Este tema del desarrollo en el campo de la modernización política tiene dos

aspectos esenciales: primero, el sufragio y los sistemas electorales, que deben

garantizar cada vez mejor el emisión de los votos y su conteo para que la

población pueda contar con autoridades plenamente legitimadas en los deseos

mayoritarios de la población; segundo, la participación ciudadana más allá de los

momentos electorales para influir constantemente en las elaboración y ejecución

144

de las políticas públicas, lo que implica una constante organización de los

ciudadanos en múltiples intereses sin depender necesariamente de la tutela del

Estado.

Así, de una manera más integral, se puede decir que el desarrollo humano puede

estructurarse en torno a 6 ejes principales:

Equidad: traducir el crecimiento económico en bienestar general

Potenciación: creación y extensión de los saberes y conocimientos en la población

Competitividad: capacidad para sostener y aumentar la participación en los

mercados, elevando paralelamente el nivel de vida de la población.

Sostenibilidad: el disfrute de la tierra y la riqueza social producida debe extenderse

a las generaciones futuras.

Seguridad humana: reducir la vulnerabilidad de los ciudadanos, fortalecimiento de

la solidaridad y los sentimientos de pertenencia comunitaria.

Democracia: creciente participación política de los ciudadanos en el marco de sus

instituciones políticas.

Sin embargo, ¿por dónde estructurar las prioridades de cualquier programa, sin

que deje de ser integral?

Podemos retomar la propuesta de Alain Touraine, para quien “el desarrollo, y más

precisamente el desarrollo automantenido, es decir, endógeno, responde a tres

condiciones principales; la abundancia y la buena elección de las inversiones, la

difusión en toda la sociedad de los productos del crecimiento, la regulación política

y administrativa de los cambios económicos y sociales en el nivel del conjunto

nacional o regional considerado” (Touraine, 1994: 334). Al tener en consideración

estas propuestas, se nos presenta un nivel de reformas económicas subordinadas

145

a la creación de actores sociales que sean capaces de crear pactos nacionales

para enfrentar de mejor manera los procesos de globalización.

A diferencia de algunas corrientes teóricas que han propuesto primero el

crecimiento económico y luego como consecuencia el establecimiento de la

democracia, Touraine considera indispensable un planteamiento que ponga en

primer lugar al ciudadano y su participación en las instituciones públicas. “La

democracia es un sistema de gestión política del cambio social y, por su parte, el

desarrollo es un conjunto de relaciones sociales al mismo tiempo que una política

económica… El desarrollo no es la causa, es la consecuencia de la democracia”

(Touraine, 1994: 335).

Con esto, queremos justificar esa vinculación que hemos querido mostrar en este

trabajo entre reformas económicas y participación política de la población en

procesos electorales. Sin que las elecciones sean la única forma de participación

democrática puesto que han existido otras (desde la época de los griegos, la

democracia implica numerosas formas de participación de los ciudadanos), estos

procesos están cobrando mayor importancia en América Latina, porque están

surgiendo de hecho variadas opciones a través de líderes emergentes en los

primeros años del presente siglo XXI.

Nuestra principal conclusión se refiere a la propuesta de que la constitución de

actores políticos organizados será siempre la clave determinante para el futuro de

nuestras naciones. Dice el profesor Touraine: “la democracia, definida ante todo

como la autonomía de la sociedad política, es el principal medio de crear un

desarrollo endógeno” (Touraine, 1994: 339), aunque reconoce que en esta región

latinoamericana uno de los principales déficits está en la existencia de actores

146

políticos organizados.

Sin embargo, aunque existe todo el campo de la acción ciudadana fuera de los

partidos políticos, América Latina está experimentando nuevas propuestas de

desarrollo y reformas económicas a través de nuevos liderazgos que han llegado

al poder ejecutivo de sus países. Por ello es por lo que le hemos dado una gran

importancia al análisis de las tendencias electorales: no se trata solamente de la

repartición del poder político en períodos determinados; se trata también de definir

nuevas orientaciones de la economía, que afectan incluso el tradicional

sometimiento de los gobiernos latinoamericanos a la hegemonía norteamericana.

Ganen o pierdan ciertas tendencias en cada uno de los países, lo cierto es que

existen diversas orientaciones –más o menos importantes- para la economía, que

se definen en los momentos electorales. Y el hecho de ganar una no significa

necesariamente la desaparición de la otra, porque las tendencias derrotadas

siguen teniendo un gran peso político dentro de cada país. Así podrán ser

gobernantes electos Evo Morales (Bolivia), Michel Bachelet (Chile), Hugo Chávez

(Venezuela), Lula da Silva (Brasil), Daniel Ortega (Nicaragua), pero siguen

teniendo una gran oposición interna a su programa de gobierno; podrá haber

ganado Felipe Calderón (México), Oscar Arias (Costa Rica), Alan García (Perú),

Alvaro Uribe (Colombia), pero nadie debe olvidar el poder de sus opositores

internos para cuestionar la política económica del nuevo gobierno. De cualquier

manera, las posiciones que ganan el poder ejecutivo tienen mejores condiciones

para implementar sus reformas, las cuales deberán ser juzgadas con severidad

por la población electoral en un siguiente período. Lo que puede empezar a surgir

como fenómeno novedoso en Latinoamérica es que, una vez que se crean las

147

condiciones para una mayor credibilidad de los procesos electorales, la ciudadanía

puede erigirse de alguna manera para ratificar o cambiar la línea de sus

gobernantes.

Por ello, hemos propuesto desde un principio el tema de la reforma económica en

América Latina con sus terribles efectos en la situación económica de la mayoría

de la población, pero, frente a la cual, un principio de solución está en la mayor

participación de los ciudadanos, en donde, uno de los campos importantes de

acción –aunque no el único- se encuentra en el uso del voto como propuesta de

cambio económico y social.

148

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