1.1 Concepción de la metáfora como recurso...
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CAPÍTULO 1. EL CONCEPTO METÁFORA EN LA ESCRITURA Y LA OBRA
LITERARIA DE JOSÉ REVUELTAS
1.1 Concepción de la metáfora como recurso literario
En este capítulo se estudiará el uso de la metáfora y sus diversas significaciones
literarias. Nos enfocaremos a interrogantes como: ¿qué es la metáfora? y ¿qué uso
presenta como recurso literario? Todo con la finalidad de indagar en posturas críticas
que se dedican a abordar obras desde distintos puntos de vista. El objetivo será conocer
su significado y uso, para aplicarlo en un análisis documental de la obra. Se verá su
comportamiento en la obra literaria, cuál ha sido su conceptualización y apoyo en la
literatura como recurso o tropo literario. Podemos decir que es importante hablar de la
metáfora como recurso, ya que conforma históricamente un apoyo en cuestión de
significación y una perspectiva viable para el lector al momento de abordar una obra. Y
es que el estudio de este recurso alimenta y enriquece cualquier lectura de un texto
literario al brindar un sinnúmero de posibles significaciones, las cuales enriquecen
también el nivel crítico y reflexivo de la obra. Se trata de presentar, por una parte, el
concepto de la metáfora como una intuición en la que el lector desarrolla una serie de
especulaciones acerca del texto. Semejantes especulaciones le son más factibles para el
logro de un entendimiento personal de la estructura de la obra. Por otra parte, la
metáfora se consolida como un trasfondo literario en el cual el lector se adentra paso a
paso en el descubrimiento de un sentido “metatextual”, llevándolo a una realidad dentro
de la misma realidad ficticia.
Entre sus múltiples objetivos, la metáfora centra su efecto en brindar una
ficcionalidad que trasciende la primera impresión o realidad del texto; es decir, concilia
la posibilidad de que el lector agregue sus propias especulaciones a través de intuiciones
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que lo lleven a reconstruir su propia secuencia sobre lo que está tratando la obra.
Lo anterior es posible gracias a la valoración personal que el lector le brinda a
los sucesos y/o acciones de la obra. El nivel cultural e intelectual que posea el lector
definirá la posibilidad de extender o reducir el sentido que este recurso posibilita en el
texto. Un texto literario presenta toda una serie de posibilidades de interpretación. La
interpretación como proceso analítico se basa en la comprensión que el lector asume de
un texto. La metáfora entra dentro de este proceso de interpretación, creando en la
conciencia del lector un manejo simbólico tanto de los personajes, los diálogos y las
acciones, las cuales abren las posibilidades de entender el texto desde posturas variadas.
Solamente la apreciación literaria hará que el lector elija un sentido adecuado para su
propia interpretación. Lo anterior sugiere que la metáfora no sólo se conceptualiza como
un recurso literario sino que conforma y complementa su propio sentido al trabajar en
conjunto con otros elementos lingüísticos.
No está de más aclarar que el uso de la metáfora se ha estudiado desde distintas
áreas como lo son la filosofía, la psicología, la lingüística, etc. Especificaré que la
aplicación analítica que aquí se le dará, será en función de un estudio literario y
meramente interpretativo de las posibles posturas que el lector le atribuya a la obra.
El uso de la metáfora ha ido acrecentando su impacto cada vez en las obras, su
realidad al aplicarse en el lenguaje ha complementado de manera colosal la función de
un buen sinnúmero de textos de distintas áreas o disciplinas didácticas. Dicho término
es atractivo a la vista del lector porque cede la función de “cómplice textual” al incitarlo
a dar su propia interpretación para categorizar la función textual de la obra. Categorizar
asumiéndolo también en un sentido metafórico, ya que el lector infiere posibilidades
apegándose a una cierta lógica de la realidad ficticia que presenta el texto.
No podemos profundizar más en esta temática sin cuestionarnos lo siguiente:
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¿Qué es la metáfora y cuáles son sus aplicaciones? Aristóteles es uno de los primeros en
ofrecer una definición didáctica a este concepto y lo desarrolló al afirmar que “la
metáfora consiste en trasladar a una cosa un nombre que designa otra” (Poética, 5).
Definición que no ahonda mucho en la temática según mi punto de vista pero que
concierne como principio histórico. La concepción aristotélica anterior sugiere también
que, para que esa sustitución sea posible, es necesario que entre los dos elementos se
encuentre algún tipo de similitud. Este proceso de sustitución instaura, según Mariana
Di Stefano, “la idea de que una palabra puede tener dos tipos de significados diferentes:
el llamado: significado literal, es decir, el habitual de un término, y el significado
figurativo, el que surge del uso metafórico” (86). Ambos significados han replanteado
en el transcurso de la historia una serie de debates por las distintas significaciones que
cada crítico le atribuye a los textos influidos por su postura ideológica. Un posible
problema reflexivo es el hecho de concebir el libre albedrío del lector para apropiarse
del texto en el sentido de conciliar ambas significaciones (literal y figurativa) según su
criterio al sumergirse en la obra.
Para algunos lectores es difícil abordar la lectura apegándonos a la lógica
sugerida por el texto mismo; ahora bien, tenemos que conciliar un nivel crítico mayor al
visualizar y analizar cuál es el verdadero sentido metafórico del texto y cuál es el literal,
para no caer en errores de interpretación. Por otro lado, dichas conceptualizaciones en el
texto sugieren un nivel superior de análisis que permite reflexionar y ahondar más en la
temática y crearnos una complejidad reflexiva acerca de la obra en cuestión. El texto El
uso de la metáfora presenta la teoría de la tensión propuesta en La metáfora viva donde
se manejan los dos sentidos de la metáfora como una fuerza de tensión y presenta una
conexión a través del sus significados en sus semejanzas: a) una tensión entre los dos
términos involucrados: no habría una mera sustitución de un término por otro sino una
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tensión entre ambos; de modo que el término sustituido no desaparece de la
significación sino que emerge una tensión entre éste y el metafórico. A su vez habría
una tensión entre el significado figurado del término metafórico y su significado literal;
y b) una tensión entre la identidad y la diferencia, que se desprende de la tensión
anterior. En esta teoría, la semejanza entre los términos de la metáfora no se piensa
como dada ni como requisito para que la metáfora ocurra, sino que sería la metáfora
misma la que conduciría a percibir lo semejante dentro de lo desemejante (Ricoeur 124).
1.2 Análisis significativo de la metáfora
Es importante el análisis de la relación tan significativa que presenta Paul
Ricouer en su estudio crítico porque muestra como semióticamente se involucra un
sentido del otro. Ricouer también reconoce cómo la experiencia del lector y su cultura
vivencial aportan una importancia fundamental en la construcción de la narración. Esta
postura se inclina a un tanto como problema filosófico al reconocer la postura del “yo”
dentro de la obra.
Un “yo” que a través de lo que la creencia edifica una comprensión textual de lo
que se está abordando en la obra. Ricouer trata desde varias perspectivas el uso de la
metáfora (semiótica, semántica, lingüística) con la finalidad de poner en evidencia su
valor como: tropo o figura de desviación. Considero que el enfoque con el que más
trabaja dicho autor es el de la semántica, donde describe que la metáfora se sitúa en el
marco de la frase y se toma o como un caso de denominación desviante, sino de un caso
de predicación no pertinente. Así, de la teoría de la sustitución de la semiótica se pasa a
la teoría de la tensión de la semántica. Distinción entre una semántica, en que la frase es
portadora de la mínima significación completa, y una semiótica para que la palabra sea
un signo dentro del código lexical. Es a través de la frase como la metáfora impulsa un
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significado propio para dar paso a una significación mayor. Por ello, se entiende que
dicho recurso es un complemento que aborda una simbología léxica en la lectura y que
cede al lector su criterio interpretativo de la lectura.
Es pertinente señalar que “en Aristóteles la metáfora se inspira en la tópica, en el
acervo de la sabiduría popular, es decir, del conjunto de principios y valores, creencias
sociales, que se encuentran en la base de la argumentación y que, en general, no se
enuncian explícitamente” (Ricoeur 47). De ese modo conciliamos la idea de que la
metáfora funge como recurso cultural y que precede al entendimiento social según
ideologías o creencias. Su aplicación crece o se minimiza según el nivel interpretativo
del lector y los argumentos que este asocie en la narración.
Como antecedente hay que darle una supremacía a la primigenia aportación que
Aristóteles le ha dado a este concepto y cómo sus aportaciones siguen siendo punto de
partida para muchos estudios críticos en la actualidad. El acto de metaforizar es el nexo
que sujeta el acto cognitivo dentro del proceso del análisis de una obra, por lo que el
concepto de la metáfora abarca y complementa variados estudios mostrando variadas
posturas. De cierta forma Aristóteles concibe el sentido de la metáfora como la
capacidad para ver las cosas en acción. La activación de pensamientos en el lector
mueve esa palanca comprensiva del texto, lo cual mueve el engrane de las posibles
interpretaciones guiadas por el análisis complejo de la narración. De este modo, la
metáfora aparece como el recurso o tropo que intenta, desde una idea unívoca de la
realidad, abrirse a las distintas formas de relacionar el pensamiento con la realidad de
acuerdo a las distintas habilidades que el lector le inserte.
En Una retrospectiva histórica de la metáfora, se menciona que “en la retórica
clásica, la función y el origen de la metáfora es la de proporcionar un placer estético al
entendimiento. En estas retóricas, la metáfora ocupa un lugar preeminente pues logra
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transformar el lenguaje ordinario confiriéndole una cualidad poética, es decir, logra la
elevación artística del lenguaje. Sin embargo, frecuentemente se ha interpretado que
esta función no tiene propiamente un carácter cognitivo” (Vega Rodriguez.1).
Lo anterior supone una importancia estética en su funcionalidad textual,
confiriéndole a la obra una supremacía de apreciación que será descubierta por el lector,
según su exigencia intelectual. Su funcionalidad en la época antigua, al parecer, no es
muy diferente a la que hoy presenta. Figura un sentido estético del lenguaje y una
apreciación artística en cuanto a sus posibles significados. Los aspectos racionales están
ligados a la valorización y al papel que la obra le ceda a este recurso; el cómo abordar
depende de la perspectiva del lector. “Aristóteles no desaprueba el uso de metáforas,
sino más bien el uso de metáforas no acertadas. Lo anterior supone que su uso debe de
ser cauteloso y con conciencia, aplicando un contexto oportuno y allí es cuando la
metáfora logra su objetivo de conferir una expresión artística y simbólica” (Vega
Rodríguez, 3).
Según Margarita Vega Rodríguez: “la comparación es considerada como un tipo
de metáfora, más que la metáfora un tipo de comparación ya que las comparaciones son
metáforas carentes de una palabra. Así, se daría una subordinación de la similitud a la
metáfora y no a la inversa, como se ha interpretado en toda la tradición posterior”.
(Vega Rodríguez. 3).
E. Bustos propone a través de la Poética que “el símil consiste en la afirmación
explícita de una similitud de dos objetos o hechos, pero sin cualidad novedosa alguna,
es decir, sin cualidad poética. Sin embargo la metáfora consiste en la expresión de una
similitud impensada, sorprendente, novedosa: una buena metáfora encierra una
percepción intuitiva de la semejanza en las cosas que no son similares” (Poética 1.459).
Ese es el tipo de efecto y las diferencias que se perciben en ambos recursos sin
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olvidar el valor estético de los dos. Simplemente presentamos el poder y el impacto que
posee uno sobre el otro y el trasfondo estético que cada autor maneja.
1.3 Significaciones implícitas de la metáfora en la narrativa
La metáfora como tropo o recurso literario ha dado pie a un sinnúmero de
significaciones, las cuales han contribuido estilísticamente al enriquecimiento literario.
Sus usos o significaciones son variados y dependen de procesos importantes como lo es
el contexto literario, enfoque crítico del autor, etc. El sentido de incrustar algo real con
lo imaginario se concibe como algo incompleto, pero que puede complementar su
significado en la mente del lector.
La metáfora, según el texto Metáfora o traslación, se divide en dos: por un lado
tenemos la metáfora impura que consiste en la presentación de los dos términos: real y
evocado y la metáfora pura o imagen que es cuando no aparece el término real, sólo el
metafórico. La metáfora pura se usa cuando no existe término propio para la situación,
el término propio no tiene la connotación deseada, se quiere evitar la repetición del
término propio o se desea ser palpable lo que se designa o dirigir la atención hacia el
significante; en suma, cuando se busca novedad, o por usar una expresión: en la que se
pretende conceder a lo cotidiano la dignidad de lo desconocido (Romera 1).
El texto anterior de Romera sugiere que la abundancia de metáforas oscurece un
texto, su desarrollo en forma de alegoría, por el contrario, ilumina una composición
creando silogismos de analogía que la transforman en un instrumento cognoscitivo.
Junto a este tipo de metáfora compleja o alegórica está la metáfora motivada, que se
denomina también alegoría: una balanza es alegoría de justicia: en vez de existir
relación arbitraria entre significante sensible y significado abstracto hay una relación
motivada.
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La metáfora personal, muy identificada con el espíritu y las vivencias de un
poeta, se denomina símbolo. Se compone igualmente de dos elementos, el sensorial y el
intelectual, pero el símbolo se caracteriza por su permanencia fija en el seno de una
cultura.
Los personajes adquieren una doble significación a través de lo real y lo
evocativo. Esto ayuda al autor a crear un trasfondo narrativo que rebasa el sentido
superficial de la obra. Dependiendo del sentido metafórico que se le atribuya será la
complejidad obtenida del texto. El significado que este tropo aporte generará que las
acciones sobrepasen un nivel crítico literario en cada fragmento de la narración. Es
común que muchos autores tengan una recurrencia hacia este tipo de recursos. Hay una
relación muy estrecha entre el hombre y la realidad; ésta se modifica radicalmente a la
hora en que la conciencia hace su aparición. Ésta transforma el nexo existente, ya que a
partir de esta situación el hombre (lector) no se conformará simplemente con estar
inmerso en lo real, sino que intentará, por medio de un razonamiento aplicado,
apropiarse de la realidad recurriendo a nociones y definiciones que satisfagan su
intelecto.
La realidad resulta para el lector un poco fuera del alcance, puesto que los
conceptos que se utiliza para abordarla, no logran evidenciar su significado real, es
decir, su pureza única. Esto se debe a que el concepto no logra en muchas ocasiones
descifrar el enigma de lo abstracto. Al hablar de lo abstracto me refiero a las múltiples
significaciones que presenta la metáfora en la narrativa.
La metáfora como recurso supone también un apoyo como elemento visual
dentro de la narrativa. El texto de Miguel G. Ochoa Santos Metáfora y relato visual
postula que “hablar de las relaciones entre metáfora y relato visual supone la asunción
de que tal figura puede extender su influencia más allá del territorio estrictamente
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lingüístico” (pág.1). Lo anterior supone que el sentido metafórico no sólo crece en la
lectura sino también en las imágenes utilizadas. Lo lingüístico se sitúa como la raíz de
este recurso, donde nacen las semillas que generan una especie de ficción sobre ficción,
lo que contribuye a multiplicar el nivel de significaciones dentro del texto. Se dice que
“una imagen dice más que mil palabras” y no es que nos situemos en una postura de
negación en cuanto a la lingüística que infiere la metáfora en la narrativa, pero es
importante acentuar la labor de la metáfora al evocar imágenes que apoyen la
construcción de la narración y de las temáticas de los textos. La multiplicidad de
significaciones amplía el valor literario de la obra y le confieren calidad emotiva y
crítica al texto.
La narrativa se ha complementado en el transcurso de los años a través de
recursos como la metáfora, justificando su aplicación en distintas fases de la retórica en
general. El análisis de la metáfora no sólo ha ocupado un lugar esencial como debate,
sino que al realizarse desde diversas ópticas y disciplinas ha producido también una
variada y rica literatura.
1.4 La metáfora como un espacio real de la palabra
La metáfora es un elemento que se apoya en la experiencia cotidiana del lector y
de su imaginación simbólica. Según Ochoa Santos: “esto representa un giro de
consecuencias significativas porque libera a la figura del espacio de la palabra y la
conduce hacia un campo de acción más extenso y relevante. Tal revolución permite
revisar el tema de la irrupción de la metáfora en distintos ámbitos, entre ellos el que a
nosotros nos interesa: el del relato visual” (pág.1). Este autor propone en su texto una
visión “cinematográfica”, por así decirlo, al abordar la postura visual de la metáfora en
sus imágenes y significados. Además menciona que “el relato visual se construye a
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través de procedimientos simbólicos que tienen en las imágenes su unidad central y en
las relaciones entre ellas, organizadas como un todo orgánico, su eje de significado
global” (1). De esta forma, la configuración de expresiones metafóricas se concibe
como la creación de constelaciones que hacen interactuar a los elementos visuales de
una forma determinada, con el fin de producir un sentido específico. Aquí no debemos
confundir la narrativa de imágenes con el simple registro del mundo real. Por el
contrario, en ella la construcción previa de la trama otorga sentido al conjunto de
unidades visuales y determina también las características de los escenarios que
funcionan como decorados simbólicos. Es decir, cada objeto, persona o acción quedan
inscritos en una lógica que los hace significar. Incluso el relato en su conjunto puede
ofrecer un excedente de sentido que va más allá del supuesto mundo objetivo que
registra la imagen. Es cierto que lo que leemos en ella son aspectos parciales de objetos
y personas reales, mas no implica que el espectador se enfrente con un duplicado de
estos entes. Por el contrario, la separación entre mundo e imagen persiste en virtud de
que esta última es sólo una especie de huella plena de informaciones cuyo origen puede
ser la existencia real u objetiva.
Tener presente la existencia de lo real y lo evocado, partiendo de la postura de lo
visual en la narración literaria, es motivo recurrente para que la calidad y el goce
estético de la obra crezcan. Es un soporte que se ajusta a la valoración particular del
lector y de su contextualización en la estructura narrativa. Es el apoyo literario el cual
fundamenta una postura crítica para despertar en el lector un estado vivencial más allá
de la primera intención del texto. Es pertinente recordar, que el sujeto que elabora un
discurso tiene la posibilidad de dotar de sentido a las cosas mundanas. Todo lo dicho se
sujeta al discurso ficticio de la obra. No debemos olvidar el proceso tan importante que
es la interpretación como decodificador para que salga a la luz la significación de la
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metáfora como elemento visual.
Agreguemos un poco del sentido etimológico de la palabra metáfora citando el
texto de Cia Lamana Domingo: “la metáfora proviene de metra (más allá) y fero
(llevar), es decir meta-foreo: transportar; metáfora significa por lo tanto,
etimológicamente, transporte. Desde sus inicios el concepto de metáfora se presenta
como el de un instrumento adecuado para traspasar los límites impuestos por la forma
literal del lenguaje. La metáfora ha sido considerada tradicionalmente como una
comparación abreviada” (2).
Dicho lo anterior nos enfrentamos a un recurso propiamente explicado y
sentenciado como un estímulo creativo en el que el autor reflejará de cierta forma, su
capacidad creativa en los actos de la narración. El transporte de significados
extrapolados a circunstancias contextuales implanta la formalidad con que se presenta el
contenido.
Esa formalidad rebasa los límites al desarrollar significados que van más allá de
la palabra misma; imágenes que constituyen un foco para la atención y la apropiación
que el receptor (lector) cederá al texto mismo. Se define la metáfora como una
“comparación abreviada” en el sentido propio de comparar algo tangible con lo que va
más allá del sentido literal. Una breve comparación porque no requiere la extensión
significativa para la persona que la utiliza abogando las circunstancias o el contexto en
que lo hace. Es el mensaje que se introduce en un sentido literal y que el receptor tiene
que ampliar para obtener una significación mayor.
La metáfora designa un objeto mediante otro que tiene con el primero una
relación de semejanza. Así la mente manifiesta su poder por sí mismo la capacidad
fundamental que tiene la mente para expresar relaciones que trasciende lo habitual.
Superamos así la simple adecuación lenguaje-cosa y construimos mundos abstractos.
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Esto explica un tanto la relación entre lo literal y el sentido figurativo que presenta la
metáfora. Se involucra la mente como instrumento que procesa la información y amplía
el significado que no es visible en el lenguaje sino en la intención narrativa; adecuada al
contexto de la palabra y de las circunstancias comunicativas.
Cia Lamana Domingo expone la clasificación de la metáfora en dos tipos:
metáfora muerta y metáfora viva:
“el sentido metafórico se convierte en literal cuando se desvanece
la conciencia de simulación. Se dice entonces que la metáfora es
una metáfora muerta. La metáfora viva es aquella en cuya
enunciación se sigue la conciencia de la aplicación inadecuada de
sus términos. Convertida en creencia, la metáfora muerta hará
perder a la razón su movimiento genuinamente creativo y se
producirá un anquilosamiento. El que cae víctima de la metáfora
–afirma Turbayne- acepta una manera de clasificar, agrupar o
colocar los hechos como la única que existe para clasificarlos,
agruparlos o ubicarlos”. (1).
Lo anterior es lo que hemos venido desarrollando y enfatiza más el uso y la
aplicación de la metáfora en las distintas obras narrativas. Todo es atribuido a la
significación que se presente: el literal y aquel que va más allá del lenguaje de la
narración. La metáfora persiste siempre y cuando mantenga una significación propia
con el significado complementado a la intencionalidad de la expresión propia (metáfora
viva). Por otro lado, la metáfora surge también a partir de la creatividad con la que se
pretende ampliar la significación (metáfora muerta) y, por lo tanto, tiene que argumentar
su estancia en la mente del lector.
Con respecto a todo este trabajo de la metáfora, saltan algunas preguntas al aire
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como lo presenta Cia Lamana Domingo:
“¿Quiere decir que todo conocimiento de la realidad debe ser
metafórico? Que todo conocimiento sea interpretativo no implica
que toda interpretación sea metafórica. Toda interpretación, como
toda hipótesis, tiene en su base una analogía, aunque sólo fuese
por el mero hecho de lo que conocemos debe expresarse en
función de algo ya conocido, ya sea por contradicción o
semejanza, por extensión, pertenencia, etc. Ver algo como otra
cosa parece inevitable, de manera que las estructuras cognitivas
llegan a ser sofisticados sistemas referenciales cuyo referente no
es ninguna realidad originaria, sino el mismo sistema lingüístico
con sus propias y primitivas referencias” (1).
Y como no situarnos en una postura escéptica, ya que para complementar la
funcionalidad total de este recurso, hace falta fusionar conceptos como lo es la
interpretación como catalizador del significado. Un significado congruente con una
realidad preestablecida por el texto, ajustado a la intención del hablante. La metáfora
permite una nueva visión, una nueva organización del universo, un nuevo orden, pero lo
realmente nuevo son las asociaciones que permiten ese nuevo orden. Inventar una
metáfora es crear asociaciones nuevas. Dar lugar a una metáfora (abrir un lugar) es crear
sentido. Todo lo anterior es fijar nuevamente una definición más pertinente y afiliarla a
una terminología que vaya de la mano con este tipo de análisis.
Podemos decir que una de las finalidades de este recurso es crear realidades en
las que el lector aprenda a decodificar e interpretar, simulaciones que vayan más allá de
la ficción inicial de cada texto. Se trata de profundizar y elevar el nivel de la narración
hasta una postura de racionamiento filosófico, que el lector intuya que hay una realidad
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más allá de su realidad. Esa realidad tendrá su independencia a partir de los elementos
metafóricos y de su aplicación narrativa-textual, donde edificarán imágenes y elementos
de interpretación para el lector, etc. En una postura particular, considero que se inserta
este recurso con el objetivo de profundizar sobre la realidad del texto, evocando
significados que complementan la interpretación del receptor e intensificar el valor
textual. El tema de la metáfora con su necesidad de prospectar “ilusión” o “simulación”
tiene que ver con la teoría del conocimiento en Nietzsche y con el verdadero contenido
de la categoría narración. Es por ello que se da por entendido, la participación tan
valiosa que presenta el receptor (lector) en este recurso y su constante búsqueda de
construir realidades más allá de las propias.
Hay que reflexionar también sobre el valor de lo real-verdadero que se construye
en la metáfora y como se subordina dicho valor en el contexto de la obra y en el
contexto al que se sujeta el receptor (lector). Se amplían de un modo exagerado las
variantes cuando el lector no accede a limitar la significación, por lo tanto, se le
presentan una serie de interpretaciones y valoraciones que intensifican más la
complejidad de la obra. El valor real-verdadero lo precisa el lector al reunir sus
experiencias y conocimientos para determinar la significación que para él le sea más
apropiada a la narración. Por otro lado, hay que tomar en cuenta las consideraciones que
la misma obra esté replanteando en la narración. Se debe identificar la subordinación
con que se precisa el uso de la metáfora dentro de la obra y qué significaciones esconde
dentro de cada elemento lingüístico, etc. Lo anterior refuta el hecho de concebir que en
el lenguaje se manifiesta un poder de significación que es siempre relativo y es basado
de igual forma en la arbitrariedad que le confiere el signo. De cierta forma, el lenguaje
basado en la metáfora le confiere a la narración un ordenamiento de las acciones que se
elaboran dentro de la mente del lector. Este le adjudica al lector una serie de
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posibilidades narrativas que van profundizando ideas e imágenes que determinan una
perspectiva o enfoque literario más particular de la obra.
Existe una relación acerca de la sobreexplotación de la metáfora que, como ya lo
dijimos antes, no es buena elección hacer tanto uso de dicho recurso, ya que existe una
relación por metonimia en el sentido de relacionar referentes con otros referentes para
generar una construcción, la cual pueda generar una estructura lógica para el lector. En
la narrativa mexicana, se presentan una serie de detonantes, que le confieren a la
metáfora un poder de esconder la verdad un fondo cultural y costumbrista sobre la vida
misma y los sentimientos que generan los personajes. Generar un sentimiento a través
de los personajes y hacer cómplice al lector de una significación oculta es una técnica
que hace que las obras sean atractivas ante el lector. En la narrativa mexicana se
implementan mucho los sentidos y se describe cada paso de la narración formalizando
un lenguaje de coloquialismos, de frases metafóricas con una significación nostálgica,
llena de anhelos y vacíos.
1.5 Sobre la obra narrativa de José Revueltas
Iniciaremos este apartado hablando un poco acerca de la biografía de este autor y
cómo su obra ha sido motivo de reflexión crítica, analítica y ensayística, la cual ha
acrecentado su valor literario. Como inicio diremos que José Revueltas nació el 20 de
noviembre de 1914 en la población de Canatlán, en Durango, y que fue parte de una
familia llena de artistas como su hermano Silvestre Revueltas (compositor), Fermín
Revueltas (pintor) y Rosaura Revueltas (actriz). Cabe decir que José estuvo en prisión
por su activismo político. Participó en el Movimiento Ferrocarrilero en 1958 y en 1968
fue acusado de “autor intelectual” del movimiento estudiantil de México que culminó
con la matanza de Tlatelolco. Una vez concluidas sus sentencias y con problemas de
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salud se dedicó a dictar conferencias, impartir clases de cine en Estados Unidos, ofrecer
entrevistas y, lo más importante, a seguir escribiendo. La recopilación de cuentos
Material de los sueños ofrece un caleidoscopio de los más variados temas que abordan
profundamente la condición humana desde la particular perspectiva de este autor, quien
obtuvo el Premio Nacional de Literatura en los años sesenta.
José Revueltas fue un revolucionario y un hombre integral con muchas facetas,
comprometido con las necesidades del proletariado, del pueblo, se dedicó en todos los
frentes en los que participó en tarea de politizar a la sociedad. Se valió de la literatura, el
guión cinematográfico, la academia, la participación partidaria y la calle para promover
su pensamiento. Murió el 14 de abril de 1976, evidenciado en el texto de José Revueltas
y la utopía contrariada.
Como hemos analizado en la breve biografía antes descrita, vemos a un José
Revueltas apegado a los libros, se comenta en el texto José Revueltas o la utopía
contrariada de América Luna Martínez que:
en alguna de las muchas entrevistas que concedió a lo largo de su vida
comenta que sus dudas en cuanto a Dios y a la religión lo llevaron a
estudiar filosofía e historia de la filosofía, de esta manera llegó a conocer
a los marxistas italianos como Labriola, pero el hallazgo bibliográfico
más revelador para el muy joven Revueltas fueron Los manuscritos
económico-filosóficos donde Marx propone su teoría de la enajenación.
Su sensibilidad ante la pobreza aunada a sus lecturas, y el contacto con el
Trostky compañero de trabajo y activista político hicieron que José
Revueltas pensara en la importancia de lanzarse a transformar el mundo,
y decidió unirse a las filas del Partido Comunista Mexicano. (1).
Todo lo anterior es sin duda una historia concebida en el camino de las letras,
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donde José Revueltas asimiló una ideología revolucionaria preocupada por el pueblo y
la sociedad mexicana. Donde a través de su inserción al mundo de la política, concibió
todo un modelo de pensamiento de apoyo campesino-obrero y una incesante búsqueda
por el reconocimiento al esfuerzo del pueblo.
Hasta aquí queda claro que José Revueltas se fue ocupando desde sus inicios en
la lucha constante del desprotegido; de la clase trabajadora por la cual él enfoca su vida
y su pensamiento en una lucha intelectual, donde las letras describen ese inframundo de
pobreza y marginación que acontecía al pueblo mexicano y del cual no se actuaba en
ninguno de los casos por cambiar, sino que se les sometía a través de la privación de la
libertad y del sometimiento físico que sufrieron muchos activistas como en la los
sucesos de Tlatelolco en 1968.
Analicemos cómo se forjando su pensamiento crítico y su postura literaria. Luna
Martínez dice que:
en el reclusorio juvenil José cumple quince años, ahí también comienza
su peregrinar por las cárceles mexicanas hasta los últimos años de su
vida. Esa temprana experiencia carcelaria será recreada años más tarde
amparado en el cuento El quebranto y marcará para siempre su escritura
desgarradora y catártica cuando años más tarde amparado en el realismo
dialéctico emprenda la redacción de sus cuentos y novelas. O con
agudeza recorre la historia nacional para desmitificarla junto con sus
fallidos redentores, en sus numerosos escritos periodísticos y documentos
de discusión política. (1).
De lo anterior se desglosa, esa pasión de Revueltas por mostrar cada aspecto y
detalle de sus personajes y del momento en que la narración hace valer su trasfondo
crítico. Basado en su teoría, Revueltas sujeta sus obras a la apertura de un buen número
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de críticas hacia el sistema y hacia la marginación que impera sobre la clase trabajadora.
También sobre su postura intelectual al no dejar de lado su visión propia para después
plasmarla en sus obras y en sus escritos. Sus experiencias en prisión desarrollaron un
sentido agudo para plasmar realidades históricas y para mostrar una realidad
“desgarradora” ante un público que se abre a una la realidad que le acontece. Todo lo
antes mencionado nos informa acerca de un Revueltas crítico y humano, que se
identifica como un marginado más por el sistema y que pone en evidencia “temas
revueltianos” como: la muerte, la desesperanza, el caos, etc.
En el apoyo a lo literario, América Luna Martínez supone que:
Sin embargo, a decir de la crítica especializada, la aportación de nuestro
autor para la literatura mexicana es fundamental, ya que rompe con la
estructura narrativa la novela tradicional, a saber: planteamiento, nudo,
desenlace. Revueltas opta por jugar con estructuras circulares, incluye el
monólogo interior (a veces de manera abusiva), o bien utiliza recursos
cinematográficos como el flash back, sin dejar de mencionar la
complejidad psicológica de muchos de sus personajes que en varias
docenas de páginas nos comparten sus dudas, sus pasiones, sus miserias
en clara reminiscencia con Dostoievski.
Pero la permanencia de José Revueltas en el cine fue breve, ya que la
organización de la industria cinematográfica, los temas y estereotipos de
las películas alejaron a José Revueltas de la actividad fílmica, quien optó
por dedicarse exclusivamente a las actividades políticas y a la literatura.
Afortunadamente muchas de sus experiencias y propuestas en cuanto al
cine quedaron plasmadas en su libro El conocimiento cinematográfico y
sus problemas”. (12)
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Es importante medir la grandeza de las aportaciones que generó nuestro autor y
cómo sus experiencias de vida le dieron un matiz más crítico y sarcástico en algunas de
sus obras. Me atrevo a decir que como crítico José Revueltas se enriqueció de otras
obras de su tiempo y que él mismo ajustó a sus principios y postura crítica literaria, al
ver su entorno y la situación social que se vivía en esa época.
Hay que entender lo importante que fue su postura del Realismo crítico
dialéctico y su aplicación que en obra tras obra fue formalizando, tanto en los
personajes como en la estructura narrativa. Todo lo anterior dirigido al propósito de
crear una nueva literatura nacionalista en la que se presentan reflexiones sobre México,
con un trasfondo más allá del que ya se conocía. Entre sus preocupaciones por crear una
literatura que fuera más allá de la convencional, Revueltas “constituye una
preocupación central la indagación sobre la relación entre el mundo de la naturaleza
inanimada y el de la naturaleza animada, desde sus formas interiores hasta los niveles
más complejos, esto es, la sociedad humana. Esta óptica permite comprender las
transiciones que elabora Revueltas para caracterizar a los mexicanos, cuya fisonomía es
descrita evocando rasgos del paisaje mexicano” (Fuentes Morúa 175).
Al parecer, Revueltas trata de crear un ambiente de fusión entre los personajes y
el entorno que se describe en la narración, perfilando toda una imagen con trasfondo
cultural lleno del folklore mexicano y de acciones tradicionalistas. Todo lo que se
percibe en la obra es la riqueza de México aunado a un panorama descriptivo que atrapa
al lector y lo hace vivir dentro de ese mundo configurado; a la forma y perspectiva que
sólo Revueltas ha logrado forjar en la narrativa mexicana.
De este modo, una porción del mundo queda claramente delimitada por
una geografía física: animales, plantas y montañas que cobran una
especificidad cuando son designados por hombres cuyos rasgos guardan
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parentesco con esas mismas determinaciones físicas; las miradas de
obsidiana, los rostros pétreos y también los ojos de “la borrada”, es decir,
indios y mestizos. Esta articulación de la geografía física y humana
constituye el fundamento de la nacionalidad mexicana. (Fuentes Morúa
175.)
Esta concepción nacionalista de Revueltas deja ver el realismo tan marcado que
acentúa en sus obras y sus deliberados intentos por fusionar las influencias que le
permitieron crear su estilo literario con respecto a sus inclinaciones filosófico-político
de sus temáticas. Fuentes Morúa señala que una de las influencias más notables en José
Revueltas es sin duda, José Carlos Mariátegui, quien menciona con respecto a Revueltas
conocimientos que le han permitido:
advertir el adelanto y la rápida circulación del pensamiento entre los
marxistas latinoamericanos. En consecuencia, tanto la información
directa como la escrita influyeron en la asimilación del marxismo del
peruano. Por ello, en 1939 Revueltas escribió páginas elogiosas sobre la
figura y el pensamiento de ese autor (Fuentes Morúa 179.)
Es evidente como Revueltas maneja de manera contundente la creatividad por
señalar momentos históricos dentro y fuera de la narración y situar los hechos para
mostrar la perspectiva activa que muestra la realidad nacional. Tras las constantes
experiencias carcelarias, Revueltas asumió toda una postura activista, llena de ansiedad
por mostrar y evidenciar el sistema tal y como funge ante las constantes injusticias del
proletariado y de la crítica universitaria, que más adelante se dejaría ver con el
movimiento del 68.
Revueltas aplica una profunda preocupación por mostrar el mundo indígena y su
sistema de vida, así como consolidar arquetipos y construcciones que le sean propios a
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la representación cultural nacionalista. Este es un punto importante que trasciende en la
mayoría de sus obras; el mostrar ese mundo con el que nos identificamos los mexicanos
del cual nos sentimos parte, le da una valoración especial a tal intencionalidad narrativa.
Todo lo anterior está relacionado con la profunda preocupación de Revueltas por
indagar en la identidad indígena y por mostrar antecedentes históricos que contemplen
nuestra nacionalidad y nuestros orígenes prehispánicos. Revueltas presenta la cultura
indígena como la cultura precursora del movimiento de la revolución, con una
acentuación estoica al consolidarse como una cultura sumamente marginada y abolida.
Parece ver en Revueltas toda una idolatría por mostrar ese mundo realista del indígena,
reconstruyendo su identidad a través de descripciones físicas y emocionales, las cuales
logran fusionar dichas descripciones a las descripciones del entorno geográfico de la
obra. Revueltas lograr captar con perspicacia todos los efectos que traen consigo la
historia del pueblo mexicano y más allá de eso, la del pueblo indígena en aras de
expandir su cultura a través de las armas y la rebeldía que no lograba instaurar ese orden
deseado.
José Revueltas nos presenta una postura humanizada acerca de los sentimientos
y sensaciones que presenta la cultura indígena a través de sus personajes. Y es que en
cada expresión, los personajes de Revueltas manejan el silencio sórdido con el que
aceptan su marginación, su destino caótico y su enfrentamiento de no anteponerse a la
predisposición de la obra. Es una aceptación premeditada la que hace que los personajes
evidencien su reclamo de desigualdad y marginación ante el sistema; esto se hace
visible en la narración y el lector se hace cómplice al enmudecer junto con ellos al
transcurso de la lectura. Todo lo anterior se desglosa a través de un trasfondo
revolucionario, en el cual el hombre es sangre, guerra, temor, desesperanza, pobreza,
etc. Significaciones que saldrán a la vista del lector a través del uso de la metáfora y su
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complementación en la postura crítica de Revueltas.
La metáfora en las obras de Revueltas contempla toda una complejidad literaria,
la cual le confiere un sentido prodigioso al resaltar no sólo la temática sino el contexto
socio-histórico con que extiende su postura crítica. La inserción de este recurso
aproxima a un nivel memorable cada descripción, cada capítulo que nos muestra en su
obra, se intensifica, se apropia de la atención del lector incitándolo a complementar un
sentido particular de sus propias vivencias y experiencias literarias.
Solo a través de la metáfora Revueltas logra consolidar ese sentido emblemático
que se respira en sus obras. Es tanta la sustancia que aporta dicho recurso, que hace que
todo se fusione en la atmósfera literaria de la obra y consolide como propios tanto a sus
personajes como a las acciones efectuadas por ellos. Es claro como Revueltas juega con
el sentido figurado de sus personajes y de las acciones. Se visualiza en sus obras una
realidad que el lector percibe como objetiva, aunque puede visualizarse de manera
subjetiva (según la perspectiva del lector) donde también se prolonga un movimiento
interno el cual manifiesta su complejidad, cediendo un pacto de interpretación entre el
lector y la obra por medio de la metáfora. El sentido figurativo crea una especie de
metaficción, la cual es absorbida por la mente del lector hasta crear su propio ritmo
interpretativo de la narración.
Los personajes de sus obras parecen seres nacidos del vacío y la desesperanza de
lo incierto, como si fueran seres conscientes de cargar en sus espaldas el peso de los
años de opresión y de la marginación predestinada, con la que han aprendido a vivir y
de donde no encuentran escape alguno. Revueltas es consciente que en sus obras las
acciones, los personajes y el mismo ambiente permanecen unificados, todos en conjunto
para concretizar ese trasfondo sombrío y desértico. Tanto es el impacto que se crea en
lector, que llega a compartir el dolor y la angustia de los personajes; sangra en su afán
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de reconstruir una realidad que no está sujeta a ningún cambio, porque precisa del
sufrimiento para seguir cautivo dentro de ese realismo.
Se nos presenta en las significaciones metafóricas de Revueltas un caos que crea
una constante de vida para los personajes. Se superpone como una exigencia del destino
para la búsqueda de un cambio que no llega. A su vez, los personajes se limitan a tener
conciencia de esa ilusión pero no la asumen como verdadera o probable a concretizarse.
Todos los personajes comparten los sentimientos de la maldad, la perversión, el odio y
sólo es una la verdad que los condiciona a ser unánimes los unos a los otros: el no poder
vencer a su destino. La carencia total de la esperanza por parte de los personajes marca
la certeza de algo construido sobre la monotonía del ambiente. Los personajes se
asumen como seres privados de su libertad; metafóricamente hablando son prisioneros a
cadena perpetua sin deseos de ver más allá de una actitud doblegada. Hay una necesidad
que impera de seguir preso, de presentar en la obra la enajenación que hará justicia en
los argumentos todo este planteamiento crítico.
Parece como si Revueltas planteara en sus obras el concepto de “necesidad”
como símbolo de libertad, donde impera una degradación aceptada que solidariza y
unifica pensamientos y emociones entre los personajes. Todo lo anterior nos lleva a
pensar que presenta una preocupación por ajustar en sus obras una realidad crítica desde
una postura histórica. De allí tal vez se derive el porqué de que sus personajes tengan un
enfrentamiento consigo mismos y que su propia condición les asigne una postura
filosófica ante la predestinación a la que se sujetan en la obra.
El ambiente que Revueltas les asigna a sus obras también tiene un fuerte impacto
en las acciones que concurren en ellas. Así lo señala en su prólogo Felipe Mejía: “En la
narrativa de Revueltas, las instituciones de poder que influyen en la actuación de los
personajes revisten formas aprehensibles (La Iglesia, el Estado, el Partido, el
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militarismo), porque una crítica valedera de la sociedad burguesa sólo puede existir a
partir del esclarecimiento de los factores que operan en ella” (Mejía 1). Dicho lo
anterior vemos que Revueltas consolida su obra en base a lineamientos artísticos como
lo es ambientar no sólo el lenguaje coloquial de los personajes, sino acentuar que son
parte de ese ambiente y parte de los rasgos físicos y geográficos que nos narra en sus
paisajes.
Ahora nos enfocaremos por atender el objetivo principal en este trabajo, que es
analizar el recurso de la metáfora desde distintas vertientes y si es posible indagar en
posibles definiciones a un nivel interpretativo en su obra: El luto humano y sus
aportaciones dentro de la narrativa mexicana.