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+ Revista Quincenal Ilustrada - D arbol gemelo + + + PARA SIMÓN RIVAS En el comienzo gris de la colina, como marcando fin á la llanura, se alza piadosamente la figura venerable y querida de una encina. al rudo golpe del dolor inclina su limpio varillaje en la espesura,-- mas guarda un nombre en la corteza dura que le escribió mi mano peregrina . .. N? pobre árbol sinuoso del camino . . . Quien nos hubiera dicho que el destino nos cobijara con sus mismas sañas; Yo también el cansancio voy sintiendo y también como tu me voy muriendo con un nombre grabado en las entrañas. Colón, agosto de 1908 . I. M . G uardia .

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año2°Panamá, Setiembre 15 de 1908.No35

+ Revista Quincenal Ilustrada -

D

arbol gemelo + ++

PARA SIMÓN RIVAS

En el comienzo gris de la colina,

como marcando fin á la llanura,

se alza piadosamente la figura

venerable y querida de una encina.

al rudo golpe del dolor inclina

su limpio varillaje en la espesura,--

mas guarda un nombre en la cortezadura

que le escribió mi mano peregrina . ..

N? pobre árbol sinuoso del camino . . .

Quien nos hubiera dicho que el destino

nos cobijara con sus mismas sañas;

Yo también el cansancio voy sintiendo

y también como tu me voy muriendo

con un nombre grabado en las entrañas.

Colón, agosto de 1908.

I. M . G uardia .

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Un a vieja reliquia Se"María"

No creo emitir concepto aventurado cuando afirmeque ninguno de los incontables lectores de

MARÍA ha dado al olvido el nombre del pajecito Juan! Angel, pues aunque éste apenas alcanza á ser

figura de segundo término en el grandioso cua-dro de la obra de Isaacs, á vuelta de narrar losdramáticos incidentes de la cacería de tigres en la montaña,Efraín nos dice que aquel muchacho "era un negrito como de do-ce años, simpático y, puede decirse, bello, al que tenía cariñoespecial y mimaban todos en la casa, como que Feliciana, sumadre, criada que desempeñó siempre en lá familia funcionesde aya y disfrutó de las consideraciones de tál, había procuradohacer de su hijo un buen paje para él . "

Y no creo que admirador alguno de MARÍA haya podido ol-vidar á Juan Angel porque, al mostrarse á menudo en las pági-nas del popular libro la gentil fisonomía del negrito, realzadapor los atractivos de la inocencia y de la simpatía, deja en el áni-mo subyugado del lector la impresión grata de una naturalezaprimitiva, esencialmente humilde, cariñosa y leal ; y además,para que ese olvido ocurriera sería preciso que el lector en quiental fenómeno se efectuara, tuviese el alma tan rehacía á la in-fluencia bienhechora del sentimiento, que dado le fuera perderde la memoria la circunstancia de ser Juan Angel el hijo de Fe -liciana, aquella Nay, desgraciada princesa africana á quien la.desventura privó de uu' esposo amante y arrancó á las playas desu patria . ; pero que proscrita y esclava, tuvo el consuelo de viviren el hogar de una familia noble y piadosa, para morir, jovenaún, bajo el amparo de la Cruz, á la sombra de las ceibas y delos tamarindos del Cauca, que acaso la recordarían los baobabsde la tierra nativa

¡Pues bien! Juan Angel, aquel trajecito negro de sangrereal, que acariciaban los señores de la hacienda, María y Em-ma mimaban y Efraín "quería con afecto especial" ; aquelnegrito simpático que cogía en el monte azucenas y manojos de

flores silvestres para que la dulce judía adornara con ellos los

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floreros del oratorio ,y el jarrón do porcelana del cuarto del ena-morado doncel ; que sabía preparar el café con singular habili-dad, servía los cigarros en bandeja de plata á los visitantes de lacasa y cuidaba del retinto favorito de su amo..ese Juan An-gel, siquiera sea hoy un anciano entristecido por las amargurasde In vida y arrugado por el peso de los años, ese Juan Angel¡vive

!

Y en verdad que no será indiferente el conocimiento de es-te hecho para los innumerables admiradores de la sublimecreación de Isaacs, porque, aparte del sello de poderoso interésque reviste cuanto de lejos ó de cerca se relaciona con ella, lacircunstancia de no ser para olvidadas las escenas culminantesdel libro en que el negrito interviene de uno ú otro modo, haráque todo lo que á su persona se refiera sea conocido con agraciopor los lectores de la más bella obra de arte literario que ha vis-to la luz en la América española.

Yá muchas veces, en el curso de la vida de Isaacs, cuandoen grato esparcimiento de amistad íntima, departíamos aquelnoble amigo y yo acerca de su obra do imperecedera fama,--te-ma de conversación que él rehuía con empeño, y al cual le lle-vaba yo de continuo casi por fuerza---Jorge me decía-- " ¡ JuanAngel vive! "

Últimamente, con motivo de involuntaria equivocación enque incurrí al mencionar en un artículo de periódico, relativoáIsaacs y sus obras, los principales personajes de MARÍA, medijo en una de sus interesantes cartas:—¡ " Juan Angel vive"!—era el negrito cariñoso y fiel ; no Lucas, el villano y timanejo &.

Después de muerto Isaacs uno do sus dignos hijos, don Da-niel, me hizo la misma afirmación y agregó que Juan Angel re-sidía de mucho tiempo atrás en las inmediaciones de la ciudadde Caloto.

. .i Cuántas veces anhelé conocer á Juan Angel! i Porcuántas cavilaciones pasó mi espíritu al meditar en la impor-tancia de una conversación con el pajecillo, testigo do tantas es-cenas interesantes que se nos relatan en el bello libro, así cuando intervenía con su humilde personalidad en actos de la vidaíntima de los sonoros de la Hacienda, como cuando servía deinocente cómplice á María en los cuidado y atenciones con . quela tierna doncella procuraba hacer llevaderas al joven las tran-sitorias ausencias de la casa paterna; ya cuando bañaba con suslágrimas los pies de Efraín en los momentos de partir éste

para Londres; ya, por fin cuando acompañado de Braulio, espera-ba á su amito en el cementerio do la aldea donde dormía el sue-ño eterno de la muerte la incomparable niña quo habíaarrullado en la cuna las rústicas canciones de su pobre ma-dre !

Pero la distancia, las duras exigencias de la vida., carencia.del tiempo indispensable, impidieron dar forma efectiva á mideseo . . . .Aquello sería pues un ensueño más, un propósitoquimérico que, como tantos otros, habría de ser relegado á laregión de los anhelos nunca satisfechos! Y corrieron losdías, los meses y los años con la impasibilidad y precisión inex-orable . de la marcha del tiempo . .

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De improviso recibo comunicación de dos inteligentes ami-gos míos, residentes en la Provincia de Santander . los señoresdon Ricardo Gutiérrez y don Emilio Delgado, de que Juan An-gel, el Juan Angel de MARÍA, auténtico, evidente, mora en tie-rras de la Hacienda de Pílamo á orillas del histórico Palo ; y agrogan que, si yo lo deseo, Juan Angel será enviado á esta ciudadpara que se ponga al habla conmigo.

Si soy tan afortunado que tenga la honra de ser conocidodel lector y sabe él, por ende, hasta donde llegan mi cariño y miveneración por el recuerdo de Jorge Isaacs, y mi admiraciónpersistente por su obra inmortal, ya podrá imaginar cuál seríami contento, cuál mi entusiasmo cuando, al recibir tan interesanto noticia, fuí provocado con proposición tan lisonjera.

Desde el momento en que me sentí halagado por la idea deque iba á tener en mi presencia á Juan Angel, de que iba á co-nocerlo 6 interrogarlo acerca de cuantos puntos relacionadoscon el libro de Isaacs encontrase pendiente mi sed de investiga-ción retrospectiva, eche mano de MARÍA y repasé por la centé-sima vez sus preciosas páginas para darme cuenta precisa de laefectividad de mi personaje.

. .Cumpliendo Juan Angel mis ordenes, dice Efraín en uno Je

los primeros capítulos de sus dolorosos recuerdos, llamó á lapuerta de mi cuarto al amanecer.

--" Cómo está la mañana? le pregunté.

-- "Mala mi amo; quiere llover.

—"Bueno. Véte á la montaña y dí á José que no me espe-re hoy.

"Cuando abrí la ventana me arrepentí de haber enviado alnegrito que silbando y tatareando bambucos, iba á internarseen la primera mancha del monte

Tal es la manera como por primera vez nos hace entrar elautor en el conocimiento del pajecillo — príncipe. Después sonfrecuentes sus apariciones, siempre interesantes ; y en ellas sele ve "bisoño", cariñoso ó sensible, como por ejemplo, cuandoconductor de la guambía en que simulaba José el envío de unas"muestras de mineral ", al abrirla en el comedor de la casa dela hacienda, en presencia de la familia y de sus visitantes y en-contrarse con su verdadero contenido --la ensangretada cabe-za de la fiera.--" de espaldas contra la pared, los ojos tamaños,dió un grito de terror y señalando con los brazos extendidoshacia el saco, exclamó—i El tigre ! —ó cuando abrumado por eldolor que la muerte de su pobre madre produjo en su infantilespíritu, sollozando decía :--- " Me dejó solo! i Me dejó solo! i Ya.no la veré más 1"

Serían las ocho de la mañana, tres días después dehabérseme comunicado de Caloto la salida de Juan Angel, cuando sen-tí que alguna persona se acercó á la puerta de mi habitación ydió golpecitos respetuosos .

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i Adelante ! dije.

Un momento después se encontraba en mi presencia unnegro de edad provecta, fisonomía benévola y estatura más queregular, vestido con ruana negra, de paño, aforrada en tartánde cuadros, que dejaba entrever bajo sus pliegues un saco-blu-sa de amatope azul ; pantalones de tela de algodón, casi-blanca ysombrero grande de paja, con ancha cinta en la cónica copa.Como todos los labriegos valle--cuacanos estaba descalzo, perosus pies se mostraban limpios.

Buenos días, patrón, dijo al entrar Soy Juan Angel Mo-.lina, un criado de usted . Aquí me manda mi patrón don Ricar-do para servir al blanco en lo que se ofrezca.

i Ah !mi amigo, tengo mucho gusto en conocer á usted,Siéntese. i, Con que usted es Juan Angel? - .

-Un servidor del caballero . Aquí estoy ásu mandar.

Y descubriéndose con ademán respetuoso, ocupó un asien-to á distancia considerable del sitio en donde yo estaba.

Juan Angel hablaba con el acento peculiar de los negros dela Provincia de Santander, que se asemeja en modo notable al

de los habitantes del Chocó ; circunstancia que me explicó pos-teriormente el conocimiento de dos hechos : el haber pasado elbuen hombre los primeros anos de su vida , en las márgenes delAtrato, y en seguida, su nroiongada permanencia entre• los ne-gros de Quilichao y El Palo,

-Bueno, Juan Angel, le dije, mis amigos de Caloto lo en-vían á usted para que discurra conmigo acerca de ciertos he-chos que se relacionan con su vida de niño, cuando usted vivióen la hacienda del caballero inglés, don Jorge Isaacs . Ud. hizoparte de la servidumbre del señor '1sanes, ¿no es así?

--S, patrón, fui paje del señor don Jorge, que Dios tenga enla Gloria, y también serví á la señora y los niños.

Y sí cree que podrá satisfacer mis preguntas sin incu-rrir en errores ó quivocaciones ?

-Responderé á usted lo que recuerde, señor . Yo era en-tonces un muchacho de pocos años, y ya soy el viejo que el patrón está viendo . . .i Quién sabe cuántas cesas se me habránolvidado!

R Dónde nació usted Juan Angel?

-Para decirle la verdad, señor, no sé á derecha donde na-cí . . . .Yagrtndoeito fui traída con mi madre á las haciendas delpatron don Jorge . Mi madre quedó abajo, en S'antarrita, paracuidar de la lechería, recibir y atender al patrón y á los niños,cuando bajaban de la hacienda de la sierra . También perma-necía por temporadas en La Manuelita. Yo fui llevado corno pa-je al Paraíso, para servir al amo, atender la mesa, cuidar los ca-ballos de la. pesebrera ,y . . ..

-Ante todo, dije, levántandome y dirigiéndome hacia el lu-gar en que se encuentra un hermoso y muy parecido retratodel autor de MARÍA, de tamaño natural -obsequio del atildado y

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espiritual artista antioqDono, don Samuel Velásquez-- -que enlujoso y elegante marco honra y decora mi humilde habitación:ante todo, Juan Angel, 1, conoció usted á la persona que repre-senta este cuadro?

El negro puso el sombrero en el suelo, dejó el asiento queocupaba, se acercó á su vez y recojiendo la mirada que deten-dihd-d.excesode luz con la mano extendida horizontalmente, ála altura de la frente . . ..

iAh sí señor! el patrón dormid», pues

VálgameDios! i Sí, ahí está, es él mismo! No lo veía desde antesitos de la guerra de Los Charcos ; pero ahí está, es él, sí .

.i Viejo ya temblé! Ah! buen patroncito

Cuántosentí su muerte! i Tan bueno que ora ! .

Y se quedó fijo en el retrato visiblemente conmovido.

—Ústed quizáno ignora Juan Angel, le dije despues quenos hubimos sentado de nuevo, que su patrón Jorgito escribióhace algunos años un libro en el cual lo menciona á usted y re-itere algunos incidentes de la vida de su madre y de la de us-ted ?

--Sí, señor algo de eso me han dicho varias personas.

--r. Y usted tiene conocimiento de los pormenores de esa re -lución, siquiera sea en lo que á su madre y a, usted concierne ?

--No, señor. Como no sé leer ni ninguno de mis hijos tam-poco, no ha habido modo de informarnos de lo que de mi madrey de mí diga allí el patroncito,

--Muy bien 1 Ya se- lo diré luego . r. Cómo se llamaba lamadre de usted, Juan Angel ?

--Mi madre, dijo el negro levantándose á modias del asien-to, como en demostración de respeto al mencionar el nombre dela que le dió el ser, mi madre se llamaba Isidora, ( z')

—¿Nació Isidora en el Cauca?

---No, señor . Mi madre les contaba á las otras esclavas yá las sirvientas libros de la hacienda que ella había sidotraida muy jovencita de por allá de los lados del mar, del país deGuinea, y agregaba que su padre era un gran Jefe . Cuandolas niñas del patron Jorge bajaban á las haciendas del Valle ymi madre veía las peineticas de oro que ellas se ponían á uno yotro lado de la cabeza para adornarse el cabello, me decía contristeza :---"Ve, Juan Angel, de eso mismo era la corona que meponían á mí en mí país, cuando mi padre daba alguna fiesta . . ."

— d No oyó usted hablar á su madre de otras particularida-des de su vida de niña, ó de batallas que se hubieran libradoallá en ese país de Guinea, de donde fué traída, ni le dijo nuncanada de la suerte que hubiera ocurrido su á padre ?

(a) Motivas de naturaleza íntima, que debemos acatar, 6 conside-raciones de carácter puramente artístico; obligaron, acaso, á JorgeIsaacs á cambiar el nombre de Isidora par el de F'eliciana, . al introduciren su narración á la simpática personalidad de la esposa de tintar .

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—¿No me acuerdo, patrón, para qué voy á mentirle! i Es-taba yo tan pequeñito cuando ella me contaba lo que dije á us -ted antes! Sí tengo muy presente que mi madre ora unanegra muy pulida y danesa : y de lo que tampoco podré olvidar-me jamás es de lo mucho que el patrón Jorge y la señora la que-rían y consideraban Las nemas esclavas la respetaban co -mo á persona de calidad.

d Y usted . que hacia en El Paraíso?

—Señor yo era el paje del patrón don Jorge, pero tambiéntes servía á la señora, á los niños y á las niñas . . . . Todo el día nooía usted sino Juan Angel! por aquí . Juan Angel! por allá . . ..Hacia los mandados, preparaba el café de los blancos, recibía enel corredor principal los sombreros de los caballeros que ibande visita y los hacía pasar á la sala donde ya estaban los amos . ..porque la casa era muy visitada, señor ! Allí iban los señoresMartínez de la hacienda de El Aliaal, los señores Aparicios, losseñor es Molinas, el patrón doctor Mallarino, los señores Ho1guines, de Cali, y las señoras y los niños de todos esos blancos

. Tambien cuidaba yo los caballos de la pesebrera, que erande lo quo se llama i buenos caballos ! nueve ó diez, casi siempre,pues cada uno de los señores y de los niños y las niñas teníanel suyo aparte.

---í Recuerda con especialidad un retinto muy hermoso ?

— i Ay ! blanco, cómo no lo he de recordar cuando era uncaballo tan bravo ! . . El retinto obscuro, pues, grande comouna torre y i más canónigo! Cabalmeque una vez medió un mordisco tremendo! Vea, patrón, aquí está la señal, qUeno me dejará mentir, agregó recogiendo la mang, de la camisay mostrándome el brazo desnudo, en el cual se veía en efectouna antigua y honda cicatriz.

En seguida, arrastrado por la influencia mágica de los re-cuerdos, que obra poderosamente hasta en las inteligenciasmás rudas, Juan Angel me refirió que el señor Isaacs, padre,era un hombre muy humanitario, benévolo y afectuoso con sufamilia, "un palomo clueco con la señora" —decía el buen ne-gro—obsequioso y amable cen sus criados y esclavos, á quie-nes todos los años, por la época de Navidad, regalaba de diver-sos modos, para granjear-e su voluntad,--- "ya con mudas nuevasde ropa, ya con panes de azúcar, ya con plata . . . . el cuento denunca acabar, blanco . "

Torné luégo el libro de MAREA y leí á Juan Angel el pasajeen que E caín narra el episodio de las rústicas nupcias de Bru-no y Remigia, esclavos de la hacienda de La Manuelita (*)

Dió el buen Juan Angel muestras de la más viva satisfac -ción al oir aquella lectura ,y dijo con acento de sinceridad:

[*] Esa denominación fué dada por el señor isaacs á una de susmejo r es y más valiosas posesiones del Valle, para honrarla con el nom-bre de su digna esposa, la señora doña Manuelita Ferrer, distinguidadama chocoana .

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--Así misma pasaron esas cosas, patrón, así mismo! y agre-gó entusiasmado :----iBarajo con el blanquito don Jorge para te-ner cabeza! jCreo en Dios Padre!

----¿Recuerda usted ccm exactitud, , Juan Angel, . que perso-nas constituían la familia del señor don Jorge Isaacs. cuando'usted vivió en El Paraíso?

----Sí, señor, cómo no! Eran el patrón Jorge, mi señoraManuelita y los niños . . .,(Nombrólos sin omitir, ninguno, lo mi,amo que á las señoritas).

---No hace usted memoria de alguna niña, parienta de supatrón, que viviese en la hacienda con la familia? . - ..

Quedóse el negro pensativo unos honres instantes, y luégo,corno quien de pronto recuerda algo que hace tiempo tiene ol-vi d ad o.

----Si, señor, vivía en la hacienda con la familia una niña quetrajo mi patrón Jorge muy pequeñita, de por alta de las orillasdel mai• . Decía que era hija de un primo ó hermano del pa-trón . . ..

---¿Cómo se llamaba esa niña?

----Eioísa.

--¿Y era tratada en un pie igual á las niñas de la casa?

---Lo mismo, señor, lo mismo!

--¿Era bonita esa niña?

--Preciosa, patrón, y tan buenal

---¿Qué recuerdos particulares tiene usted de Eloísa? . . .

----Voy á decirle, patrón : de cuando ella esta ha chiquita, así,(é, hizo el ademán de indicar el tamaño de la niña extendiendo lamano derecha, abierta, verticalmente, á la altura de una varadel suelo), no recuerda sino que la querían y contemplaban mu-cho en la casa : yá se ve, era Inferí' mita la vida-mía y tan sabi-da! . . . . Después, cuando yá la niña estuvo espigadlta, comoen los quince, recuerdo que me encargabr que le llevara azuce-nas y macetas de flores del monte para hacer ramos y adornarcon ellos el Oratorio y el cuarto del patroncito . . . . Créame,blanco, pero era muy relamida y donosa la niña Eloísa!

----Y esa niña. . . ¿qué suerte corrió?

----Le diré, mi blanco, y dispense : como yo inc deserté de lahacienda mucho antes de que cni patrón don Jorge y la señorase murieran y nunca he vuelto á ella, no sé á derechas si fué quela niña Eloísa falleció, como me parece haberlo oído decir, ó siexíste todavía.

--¿Es cierto, como lo afirman las gentes de aquel tiempo ylo deja comprender su patrón Jorgito en el libro que ve ustedaquí, que el señor Isaacs Padre vivía en su hacienda. de .1iParaíso con gran lujo y toda suerte de comodidades?

--Si, señor, muy cierto .

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Y en seguida Juan Angel me hizo á su manera una relaciónprolija, cómo estaban dispuestas y amuebladas las habitacionesde la hacienda de la sierra„ y se complació particularmente enhablarme del buen tono que regía en las costumbres de, la aris-tocrática familia y de la obsequiosidad y cortesía con que eranatendidas las numerosas personas de la mejor sociedad del Va-lle del Cauca, q ue frecuentaban aquel hogar, entonces ta; n di-choso. Extasióse el buen negro al describirme los blandos so-fás y divanes—"en que se hundía uno hasta el pescuezo" –decía;los cómodos sillones y las relucientes mesas y escaparates quedecoraban las salas y aposentos ; se levantaba del asiento cuan-do rememoraba el alfombrado que cubría los suelos, la, harta()surf', de la araña de cristal del salón de recibo, las guardabri-sas y candelabros " limpios como el oro ;" y agotaba las camparacionas al hablarme de la vajilla de parcelana y del servlr.i ., deplata maciza, que colmaban los aparadores del comedor y la des-pensa.

—El patrón Jorge, dijo Juan Angel para terminar, era mu-cha gente allá en su tierra, señor ; eso lo comprendía yo aunqueera un pobre muchaho ignorante y torpe, y así lo oía . decir á to-do el mundo. De allí rasultó que cuando se vino de Jamaica ávivir bar Seáis se trajo sus costumbres y comodidades . . . . ¿Yqué podré decirle del aseo del patrón? . . . . Ah! señor! eso síq no sería cosa de no acabar! Los caballos había que mantener-los como una plata, y ¡cuidado como dejábamos que se lessentara una mosca! Los perros ini se diga! parecían copos dealgodón El viejo Pedro era, el encargado de cuidarlos . Enel trapiche de Lu. Mivauelita había un ex1.reno tan grande quecasi nunca al pasar el tet apludo de los fondos de las formas, ca-yera una sola. gota de miel al piso ; y si tal cosa ocurría, por ca-sualidad, yá estaba ahí listo un sirviente para limpiar y frotartodo. Jesús, señor! La azúcar parecía una nieve de puro blan-ca; tanto, que los trapicheros de las vecindades, llenos de envi-dia al ver aquella azúcar tan bonita, andaban diciendo los muymalvados que el patrón le ponía no sé cuántos venenos parablanquearla

¡Nada, señor, purito aseo ,y nada más! Eraque él la hacía trabajar según la moda do su tierra . . Ahora,los caballos molenderos? . Blanco, óigame : había nueveyuntas y no se diferenciaban de los de las pesebreras sino porlas ceñiduras de los cinchones en la barriga : siempre tan gor-dos! Y icuidado como el arreador les tocara un pelo con el pe-rrera! . . . Mucho tiempo fué mayordomo de bu Muw,uelita donJosé Antonio González, do Palmira, que ya es alma de la otravida; y cuando el señor González se separó, lo reemplazo. Higi-nio, un mozo valluno, á quien el patrón Jorge quería mucho.

Tomé de nuevo á ManÍA y leí en voz alta las páginas del li-bro en que con sentidísimo lenguaje relata Efraín los últimosmomentos deFelieiana . Al llegar al punto en donde se diceque "el cura había administrado los sacramentos á la enferma., "Juan Angel se puso de pies, visiblemente conmovido, y yá novolvió á sentarse sino cuando hube terminado la lectura . En-tonces tne. dijo con sentida naturalidad:

—¡Corno no había de llorar y desesperarme, señor . cuandoyá no volvería á ver á mi madre en este mundo! . . . . Y luegoagregó: no me canso, blanco, de admirar la cabeza del niño Jor-gito! ¿Con que de eso también se acordaba y todo lo escribió? . . .

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--Ya Ud. lo ha oído, Juan Angel.

—iBendito sea mi Dios!

--Quisiera Juan Angel, que me dijera Ud . si en el tiempoen que Ud . residió en El Paraíso, había por los lados de la mon-taña alguna posesión de antioqueños

—Recuerdo, patrón, que en la montaña había un rancho deprovincianos, que se ocupaban en aserrar madera.

—¿Y no recuerda los nombres de esas gentes y si estabanconstituidos en familia?

—Nó, señor, no recuerdo como se llamaban ; pero sí puedoasegurarle al blanco, que uno de esos hombres era casado y te-nía hijos.

—¿Y esos antioqueños no se ocupaban también en cultivarla tierra, no tenían sementeras?

—Sí, patrón, tenían! Ud. sabe que donde está la genteprovinciana primero falta el rancho que el maíz y los fr isoles.

Habiendo leído á Juan Angel el episodio íntegro de la cace-ría del tigre y las escenas subsiguientes, en las cuales se atri-buye al negrito un papel interesante, é interrogado acerca de loque en su memoria existiera de esos recuerdos, dijo:

—Lo que es que el niño Jorgito haya hecho todo lo que e'blanco me ha leído,ni lo dude, señor! EL patroncito era muy atre-vido y siempre andaba metido con la escopeta y los perros poresas cañadas,tras de los osos y los venados . Me parece recordarque no sólo una vez mataron tigres dañinos en la montaña : co-mo había mucho ganado, esos animales se cebaban ; y había quesalir de ellos de cualquier cuenta . De más no me acuerdo, patrón . . . . Ah! al que sí tengo muy presente es al timanejo Lu-cas : como si lo estuviera viendo al caratoso ése . . . . Era un grancollón!

--Nos refiere su patrón Jorgito en este libro, que él teníaun amigo y compadre llamado Custodio, honrado y simpáticolabriego, quien, supongo, residía por los lados de Nima, poseíauna estancia de cacaotal y era padre de una gentil y salerosamulata, llamada Salomé . . . ¿Recuerda Ud . á ese individuo y á

su familia?

—.Pues con esos mismos nombres, precisamente, no señor:pero como el niño Jorgito vivía lleno de amistades entre la gen-tes pobres de Amaime, Nima, Zabaletas, Pajonales y Santahele-da, de quienes era muy querido porque las servía mucho y teníaun modito tan cariñoso que se llevaba las voluntades de todos,es bien seguro que uno de esos amigos fuera el señor Custodio,de quien me habla el blanco.

--Y bien Juan Angel ¿por qué huyó Ud . de El Paraíso, unavez que Ud . conviene que era muy bien tratado por sus amos, ymimado por las señoritas y los jóvenes ? ¿Qué obligó áUd . á adoptar esa resolución extrema?

—Patrón, voy á contarle á Úd . el pormenor de la cosa, consu licencia. Yo vivía muy contento con mi amo Jorge, con la

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señora y los niños, muy cierto ; el patrón Jorge me tenía muyconsentido, muy chorholeado, y esta fue, cabalmente, la causa deque yo me desertara de la hacienda . Ún día habiendo llegadola hora de almozar, la señora me ordenó que tocara la campana,como era costumbre . y que avisara al amo que el almuerzo esta-ba servido . El patrón se encontraba en su cuarto escribiendocon el niño Jorgito, porque era día de correo, y dispuso quealmozaran la señorav los niños : él iría enseguida que se des-ocupara. Así sucedió; pero, fuera que la tardanza en almorzarlo pusiera de mal humor, ó por cualquiera otro motivo, es locierto que cuando entró al comedor se enojó conmigo porque nohabía andado ligero en cambiar el mantel, é hizo, señor, lo quejamás había hecho conmigo : me dió una bofetada Ah!sentimiento el mío, señor! . . . Me retiré sollozando, des-pués que inc dijo que era un par ra.-nada, y me dirigí á la pesebrera para cumplir la orden que me dió de que fuera á picar cañapara los caballos, una vez que no servía para otra cosa. Únosmomentos después se apareció por allá el patrón, y como me en-contrara llorando, su enojo aumentó, y con palabras fuertes mé.ordenó que ensillara el caballo de paseo . El patrón tenía dosgalápagos á cual mejor, uno para cuando iba á Cali y el otro paraandar en la hacienda . Como era tan extremoso en el aseo de supersona y de sus cosas, se hacía preciso andarle muy listo enmantenerle sus monturas sin un granito de polvo ; y ese freno yesas tarabas (estribos de aro), habían de brillar en todo momen-to como una plata. Por esto yo, como de costumbre, me puseá sacudir y limpiar con esmero el galápago y los aparejos . - Secomplació el patrón al ver mis cuidados, no obstante, hallarmetan afligido, por lo que, acercándose y poniéndome la mano enla cabeza con cariño, me dijo:

--Negrito, no guardes rencor á tu amo Jorge!

Esas palabras acabaron de llenarme de sentimiento, y rom-pí á llorar con m ás fuerza. El patrón montó y se alejó de la casa.Entonces, como ya habla formado mi plan para huirme, aprove-ché su ausencia y, con la locura del muchacho que no piensamomento en los disparates que se le vienen á la cabeza, abando-né la hacienda y me separé para siempre de esa familia que tan-to me quería. ¡Cuánto me pesó! . . . . Dos días después lleguéá Caloto y allí me presenté al señor Jefe Político del Cantón, quelo era el patrón D . ;Juan Bautista Feijoo, persona de mucho res-peto, que cuenta hoy ochenta y cuatro años do edad . El patrónFeijoo me dijo que, siendo yo colombiano (1) y no faltándome sinounos pocos días para cumplir diez y ocho anos y ser libre por laley, pasados ellos me daría mi carta de libertad . Así lo hizo elbuen blanco, que ahí está vivo, para que diga si yo miento.

Corridos algunas años volví á La Manuelita y me presentéal patrón Jorge, que nó me reconoció en el primer momento . . ..Entonces, Higinio, el mayordomo, que estaba presente, le dijo:

—Patrón, es Juan Angel!

[1]- Hijo de esclava, manumiso, comprendido en las disposicionesde la Ley de 1821 .

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—Hombre: Juan! . . .

Alabado sea . Dios! . . . .

Vo ,va . ..Ingrato . . . Ven acá!

Y el blanco me abrazó, señor . y de esos ojos salían una, la-grimones . . . .

-

---i Mala maula! me dijo con cariño ¿con que tanto querías átu amo Jorge, á la señora y ti los niños, que tuviste corazón pa-ra dejarnos? . . ..

--Patrón, perdóneme su merced ! Locuras de mu-chacho!

--Y tu patrón Jorgito, que te sintió tanto! . . . . Y las niñas,que lloraron por tí . . . . Negrito malagradecido! Pero,ahora sí vendrás resuelto á quedarte conmigo, para acompañanme . . . . Xá estoy viejo! . . . . Nos iremos para El Paraíso ..

--No puedo, patrón, lo siento mucho ; pero diré á su mer-ced : me casé en enluto, tenga un hijo y no puedo abandonar lalabrancita Yá ve!

. ... Pu es hombre, Juan, yo también lo siento valga laverdad! No he vuelto á tener un paje como tú Pero enfin

Y quitándose un pañuelo de seda azul que tenía puesto alcuello corno corbata, me lo dió ; enseguida sacó ocho ó diez pata -cones en plata, y me los metió por fuerza en la mano.

- -Para tu mujercita el pañuelo, me dijo ; para tí esos medios,y no olvides á tu amo Jorge . Sé siempre honrado como cuandoviviste en casa,y enséñales á tus hijos que deben seguir tu ejem-plo . . : . . . Diginio! agregó levantando la voz, déi Ud . á JuanAngel un pan de azúcar, de los mejores! . . ..

Montó en su viejo caballo rosillo siempre tan ovuehón.! (l)nos hizo con la mano un ademán de despedida, y se alejó al paso,en dirección á la hacienda de la cordillera . No volví á verlonunca, blanco! Pocos años después rnurió

Guardó Juan Angel silencio algunos instantes, como sumi-do en melancólica meditación . Transcurrido ese corto espaciode tiempo, durante el cual respeté la visible emoción que con-movía- al buen negro, le dije:

—¿No acompañó Ud á su patrón ,Jorgito cuando fué á Bogo-tá, á estudiar, ó en algún otro viaje?

—No soñar. En el Puerto estuve con el patrón 1 isímac.o,cuando iba para. Lima, á emplear (2) . Al regreso, como el po-brecito blanco trajo de por allá la fiebre amarilla, ese mal lomató en Buenaventura . Ay, señor, ese fué el niño para senti -do! Los patrones casi se vuelven locos . . . . En otra oca,sión volví á las juntas de Pugna, en compañía del viejo ñor Pe-dro, para llevar las mulas que sirvieron al niño Jorgito que ve-nía de afuera (3).

(1) Gordo en exceso.(2[ Comprar mercaderías.131 De] lado del mar .

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NUEVOS RITos . 931

--dllecouoce Ud . á las personas que ve Úd, aquí? dije alhonrado africano . mostrándole un antiguo daguerreotipo querepresentaba al Sr . Isaacs, padre, la señora. su esposa, dos so -?Multas, hijas suyas, y unos niños.

Fijó Juan Angel con intensidad la mirada en el grupo, y alcabo de un momento.

Cómo rio he de reconocerlos, s eñor! exclamó. El patrónJorge, calvo, como él era

. mi sena, Manuelitu, tan gordocomo siempre! las niñas mayores., los niños! . . . Alaba-do sea el Milagroso de, Buga!

Vea, blanco. los mismos!

--l;Y qué juzga Úd . que sea esto? agregué, poniendo antesus ojos una fotografía que representaba la casa de la haciendade P11 Paraíso, vista desde los llanos

--La casa de mis amos, señor! dijo sin vacilar : la. misma,ahí está, con sus naranjos y sus sauces Pero, qué tris-te, patrón, qué triste! Si parece un campo-santo!

--1,Volvería Ud . con gusto á la hacienda de 11,7 ¡'uraíso, des-pués de tantos anos como han transcurrido desde que Úd . sefué de ella?

—Sí, patrón ; pero, para decirle la verdad, creo que me da-ría mucha tristeza.

. . . Piense U., blanco! todos se han muerto, y apenas quedo yo, tan viejo ya

En carta. á la cual sirvió de conductor el mismo Juan Angel, medice mi respetable amigo el caballean antioqueño D . 1LicardoGutiérrez, lo que copio:

" Desde su llegado á la Provincia de Santander,Juan Angel residió en la hacienda de Pílamo, al lado del CoronelD. Manuel Tejada, quien, pagado del buen manejo del negro, loelevó id rango de mayordomo. Cuando la hacienda expresadapasó á ser propiedad del Dr. Emigd.io Palau, Juan Angel con-tinuó desempeñando el mismo destino, recomendándose siem-pre por su honradez y buena crianza, Una vez que, con el transcurso del tiempo, aquella hacienda pasó á ser mía ., por compraque de ella hice al Sr . Dr. Palau,el ensanche que recibieron losnegocios impuso la necesidad de nombrar un primer mayordo-mo que supiera . leer y escribir y tuviera conocimientos deconta-bihdad; pero no por oso dejó Juren Angel de continuar empleadoen ella ,y ser muy considerado por mis gentes y por mí.

" Juan Angel ha sido casado tres veces : la primera, pocotiempo después de haber huido de El Paraíso, con Ana JoaquinaMinota, que le dejó viudo á los cuatro meses de vida conyugal;la segunda, con María Josefa, Velasen, en quien tuvo un hijo ydos hijas (casados á su vez y con numerosa prole yá) ; la tercera,con Felina N., que vive, y es madre de dos jóvenes, Manuel yJosé. El buen anciano tiene hoy una estancia en terrenos do mihacienda, la cual cultiva con sus hijos, tan laboriosos y honradoscomo él ."

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Tal es el hombre humilde y probo á quien inmortalizó elautor de MAafA, al trazar en las páginas imperecederas de sulibro la silueta simpática del nifio afectuoso y leal, que fué tes-tigo délas dichas y de los dolores de la adolescencia de Efraím.

[AUCIANO RIVIduA Y GA1uu1)0 .

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NUEVOS RITOS .--8 :U

De crítica.La Conjura

Ocurre en literatura como en patología que una palabra fe-lizrnente hallada para dominar un hecho suele causar más dañoque el morbo mismo que designa . No sería aventurado, tam-poco, el suponer que «la moda » (fenómeno interesantísimo ymás denostado que analizado) influyera decisivamente en esasugestión colectiva, dando efectos externos en lo que en puri-dad es un mal que radica en la imaginación . Pero es lo ciertoque médicos y literatos, pensadores y artistas, no pueden me-dir con entera exactitud las consecuencias de sus hallazgos filo-lógicos. De ahí el que, sin pecar de arbitrario, pueda pensar-se que Diaz Rodríguez y Miguel Eduardo Pardo no soñaron alcomponer sus gallardos libros «Idolos Rotos » y «Todo un pue-blo», que habían de dar origen á una frase que al suceder deltiempo se habría de transformar en una epidemia social de lasmás graves.

Sabido es que las dos novelas mencionadasdescriben losíntimos dolores del artista ante la hostilidad ambiente, que enellas se narra la decepción y la amargura de los que teniendoen sus almas una chispa de ideal sólo encuentran en torno sór-dido egoísmo y brutal indeferencia . Algun malicioso impartióá ese estado de cosas el nombre do "conjura" y la palabra Mor-timada como todas las peligrosas, se extendió á la América en-tera bajo la-advocación do irremediable y autóctona fatalidad.

A decir verdad, esa "conjura" es una de las característicasde nuestra civilización ; lejos de ser patrimonio de América esoriginaria de Europa, pues que en todas partes el artista en-cuentra obstáculos, su vida es difícil, sus empeños no siemprealcanzan feliz término; pero nada más lejos de una conspira-ción contra el arte ; se trata, muy sencillamente, de la fuerza deinercia que se opone á toda innovación . Graban Bell, Fulton,en nuestros días, conocieron, harto á su costa, esa singular ba-rrera. Lógico es pues, que en arte se presente el mismo caso:recordemos á Zola y, si en nuestra simpatía tienen acceso los fi-

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NUEVOS RITOS. 834

lósofos, no omitamos ti Schopenhauer . L;ti civiliz=ación en tren?de conquista, ¿no encendió, acaso, bajo las plantas do un aztecaadmirable las brasas inquisitoriales?

Pero nuestra altivez, ese sentimiento obcecador que nos in-duce ti creernos el centro del Universo (al decir de AnatoleFranc), nos lo hace admitir como un hecho realizado exclusi-vamente en nuestro perjuicio personal . De ah( que la mayoría,en América, en vez de luchar contra "la conjura " so limite <icrispar los puños y á mostrarle tan horrible gesto . 'La Motteexpuso en soneto célebre una situación parecida (al menos porsu comicidad) y hasta el pasaje de Cervantes describiendo la es-tupenda arremetida contra los molinos de viento tiene ciertacongruencia con el caso presente . ¿Acaso nuestros artistas noven los gigantes?

Nada más fácil . en realidad, que destruir la conjura.

Yero á nosotros, perezososlatinos-la frase lírica y los bra-zos cruzados--nos complace más tener el derecho do lamentar-nos que gozar de la victoria. Además, somos leñadores tfmidos ,y nos arredra, el diámetro del tronco por que olvidamos quemuestra hacha tiene filo.

Es precisoconfesar, aunque nuestra vanidad se irrite, tinoel gran público recibe siempre sin prevención . pero tambiénsin entusiasmo á los recien llegados. Esa indiferencia es laque los débiles diputan por "conjura" ' , sin embargo, bastaun poco de perseverar-tela para triunfar plenamente . Ningunaépoca tan propicia para el trabajo como nuestro tiempo; puededecirse que hoy toda verdad puesta en marcha llega á su fin;basta sólo querer, porque según l+ouillée nuestras ideas, ynuestros deseos que son cristalizaciones de ideas, son fuerzas.Ahora bien, que la dificultad y la espera suelen desanimar ánuestros artistas y cuando vacilan es, precisamente, cuando seorganiza la verdadera "conjura " ¿.La de los indiferentes? ¿Lade los hostiles?

Nó, la de nuestra propia, debilidad.

Sucede en. América que apenas existen literatos profesiohates . El arte no da para vivir, se ha dicho, y nadie quiere vi-vir para el arte.

A poco que se emprendiera una consciente y ordenada pro-paganda se lograría mejo r ar las condiciones ambientes ; por quela acción solidaria, el esfuerzo acorde, la obra colectiva son ele-meitos de triunfo, y es el caso que solo se advierten la disgre-gación y el egotismo los cuales, evidentemente, conducen á la de-rrota. Impera el. aislamiento, nó el de los iluminados, sino elde los vencidos, y como la crítica no es jamás sincera, prefirierado el elogio banal--venal á ocasiones--el aplauso injustoy la lison-ja redundante sin emplear sino muy de tarde en tarde el

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NTIEVOS I{[7'OS .-835

examen severo y la censura leal, ocurre que el verdadero méritose abstiene y la mediocridad impera . Sin cultivo no hay per-fección en la labor humana y la crítica—tal como hoy se com-comprende en otros -climas—es factor social importantísimo-siempre que emplee honestos procedimientos y persiga levan-tado fin.

Nuestra crítica americana, hecha de abdicaciones y de servilismo, resulta el aliado más poderoso de la "conjura" porqueni nuestros problemas, ni nuestro arte en abstracto ó nuestrasobras en particular, se analizan debidamente. El crítico no hade ser precisamente un mentor, por que todo dogmatismo esfunesto, pero si puede y debe cooperar á la obra de difusión ymuy en especial estudiar los distintos elementos que integranel grupo social y étnico en que radican, solo medio para alcan-zar la extinción de cuanto sea pernicioso y el fomento de todolo saludable y benéfico.

Ningun ejemplo más evidente de lo ficticio de la " conju-ra" que el caso de Díaz Rodríguez vivo y de, Miguel EduardoPardo muerto; uno y otro han conquistado una positiva cele-bridad en toda la América ; como el valer de esos artistas vene-zolanos es positivo, su labor, luz radiosa, espantó la "conjura" ,fantasma sombrío.

Eso es todo, la obra personal, el estudio, la perseverancia;produzca buenos libros el artista y toda conspiración vendrápor tierra.

Y, confesemos por ello, que la "conjura" solo mata á losque debe matar .

ARTURO R . DE CARRICARTE.

La Ha bana, Agosto de 1908.

(Para Nuf':vos Rrros)

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NUEVOS RITOS . -8511

1E1pequeñomártir

Me encontraba en Nagy Szeven cuando tuve la curiosi -dad de asistirá una reunión de rumanos . Úno de los asistentesatrajo en seguida mi atención. Era muy moreno y tenía el ros-tro rayado por una larga cicatriz.

— LOs habéis fijado en ese hombro? me preguntó mivecino.

—Sí: tiene una fisonomía interesante.

—Es cierto : examinadlo cuidadosamente y ved la cicatrizque le cruza la cara.

—AProviene de algún sablazo1'

—Nó; es una maldición.

Miré á mi interlocutor, quien me dijo:

— Salgamos á dar un paseo por el jardín, y en tanto os con-taré la historia.

Encendimos nuestros cigarros y mi compañero me hizo lasiguiente narración:

"En 1849 los imperiales, de acuerdo con los rumanos, sitia-ban una ciudad húngara, defendida por sus habitantes y porun puñado de ` homeeds.

La resistencia de la ciudad irritó al Comandante austriaco,y éste decidió fusilar á todo hombre que se aprehendiese conlas armas en la mano.

Sucunbió, al fin, la ciudad, y el Comandante cumplió supalabra.

La lucha había sido ardiente, desesperada, y entre gritosde cólera y vociferaciones, los soldados se apoderaron de la últi-ma casa é hicieron salir á los que la defendían.

Entre ellos se hallaba un hombre, joven todavía, á quie se-guía su hijo, un muchacho de trece anos .

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N JI VOS ItCCOS.-8 :37

Pocos minutos después las dos víctimas, arrimadas á unmuro, iban á ser fusiladas . Un Oficial se acercó y se puso á ob-servar al niño, bello y enérgico, en cuyos ojos brillaba unallama.

— Alto! gritó á los soldados que se preparaban á hacerruego, ¿Este muchacho se ha batido con los otros?

—Sí, contestaron los soldados.

nEs una lástima, murmuró el Oficial, dirigiendo una miradade compasión al niño, que no soltaba la mano de su padre.

--Señor — dijo el padre --- veo que tenéis buen corazón : antes de ejecutarme, otorgadme un favor. Permitidme que envíeel dinero que tengo en esta cartera á mi esposa, que está enlugar seguro.

En a q uel momento se prosen tóel Coronel acompañado dealgunos Oficiales y (le un Jefe rumano, el tribuno. El padre repitió su demanda.

—¿Con quién queréis enviar el dinero? preguntó el Coronel.

-Con mi hijo.

Los Oficiales murmuraron . El padre queria salvar á su hijo.Miraron al niño ; su traje estaba en desorden, y los trazos de lapólvora eran visibles en él.

¿.Creéis que quiero salvar á mi hijo? dijo el padre ; traquili-zaos, pues volverá.

--Volveré, señor Oficial, declaró el niño en tono resuelto,no penséis que pretendo huír.

Está bien, contestó el Coronel : toma el dinero y vé ligero.

El niño cogió el dinero que le dió su padre y se fué co-rriendo.

Los Oficiales, emocionados, le vieron alejarse; muy prontodesapareció. Sólo el tribuno lo había observado, con cólera,como mira el buitre la presa que se lo escapa.

Los Oficiales entraron en una posada contigua y dejaron altribuno con sus hombres. Estos se prepararon á ejecutar la orden recibida : veinte tiros partieron simultáneamente y conclu-yeron con la vida del desgraciado padre.

--iQúé lástma que hayan dejado escapar al muchacho dijoun pastor (le ]a montaña.

—,Qué te importa? le contestó uno de sus compañeros ; esees asunto de los Oficiales ; ellos saben lo que hacen.

-Mira, tribuno, exclamó uno de los hombres ; Dios mío,iel muchacho vuelve!

Los ojos del tribuno relampaguearon.

En efecto, el niño acudía, jadeando, al lugar del suplicio.El sudor le corría por la frente y los cabellos se le pegaban áella .

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NUEVOS RITOS . 838

Abrióse paso por entre los rumanos sorprendidos y se acer-có al muro, donde le esperaba un espectáculo horrible.

—iOh! padre mío, padre querido, ¿porqué no haberme es-perado? exclamó sollozando.

Y se arrojó sobre el cuerpo ensangrentado.

El rostro del tribuno se contrajo, como si se trabara unalucha entre su cólera y el sentimiento que le inspiraba tántaenergía, tánta fuerza moral en el niño.

Después, haciendo un esfuerzo, exclamó con voz terrible:

Fusilad lo!

Resonaron otra vez veinte tiros ; el cuerpo, acribillado deheridas, se desplomó, mientras que el valor, la fuerza, el honor,todo lo que formaba esa alma pura, voló hacia las alturas inma-culadas del cielo, hacia el Todopoderoso.

Poco después salían de la posada los Oficiales ; el Coronel 'como si de pronto recordase algo, se dirigió al tribuno.

—¿Ha, vuelto el niño? le preguntó:

Sí, ha vuelto.

-AY qué han hecho de él?

- --Lo que se había decidido: lo liemos fusilado

El Coronel retrocedió un paso, como si hubiera pisado unavíbora.

—iCanal.la! rugió al mismo tiempo que con su varilla cas-tigaba al rumano en pleno rosto, donde se dibujó lentamenteun surco sangriento . . . . "

--Entonces ¿ese individuo que acabo de ver es el tribuno?pregunté á mi compañero.

--Nó; es es demasiado joven para serlo.

—No comprendo . . ..

—Es el hijo del tribuno.

--Pero . . .tiene la marca del latigazo en el rostro!

--Ha nacido así.

Un escalofrío me sacudió.

--Es la mano del Dios vengador ; lleva la huella de la sangredel pequeño mártir! . . . Pesa sobre él una maldición y —concluyóel narrador—no puede casarse, porque las mujeres tementener un niño que lleve ese signo maldito .

V.R000w

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NUKVOS RITOS . SSJ

EN' PI O-AJuan había sido en los primeros años de su juventud un bu-

hernio, un soñador empedernido ; ahora traía au aspecto som-brío, y en su frente marchita se dibujaban los rastros de unensueño difunto.

Placer inefable para mí era el de escucharle de sobremesala relación de su vida trashumante.

Aquella noche nos habíamos quedado solo y dialogábamosdeliciosamente. Tengo, me dijo de pronto, un detalle que guardocon religioso cuidado en mi memoria . Es un detalle insignifi-cante, pero que no podré olvidar nunca. Muchas veces ha venido á mí eso recuerdo como el rimo lejano de una música queri-da, y ha repicado en mi mente con la melancólica fascinación delo que fue, de lo que no volverá ya.

Fue en una maLana del otoño . El cielo— una inmensa rosablanca—se mustiaba p rca á poco y adquiría á trechos una li-videz cadavérica.

Siempre me ha gustado llegar á las estaciones en el mo-mento de la partida de un tren . No sé qué melancólico encantotiene para mí la hora silenciosa del adiós . Entre la enorme raultitud que se agita rumorosa he ido muchas veces paso rí pasocon aire indiferente viéndolo todo, observándolo todo.

Una madre que estrecha por última voz, antes de la parti -da, al hijo de sus entrañas ; un egamorado que dice su adiós mu -do y elocuente á la luz arrulladora de la mirada que so llevará 'quién sabe por cuanto tiempo, clavada en el alma, inmóvil, tor -turante ; el último grito de la locomotora ; la voz rítmica y suges -tiva de la can pana que anuncia la hora suprema ; las trémulas on -d ul aciones' de los pañuelos ; el tren que se aleja hacen vi .brar mi ospíritu hondamente y gozo, gozo sintiendo, en toda suintensidad, el dolor de la madre que despide á su hijo, del ena-morado que se baña por última vez en el escándalo de luz quese escapa clo los ojos de su amada,

Esa mañana roe paseaba, como de costumbre, por los ande-nes de la estación viéndolo todo, observándolo todo, pero poco ápoco íné apoderándose de mí el maldito opio de los sueños . No

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N U t7VOS KI'COS . 810

sé qué fantástica, leyenda enhilaba mi mente, cuando fui sor-prendido por un ligero taconeo que á mí espalda golpeaba deli-ciosamente el embaldosado . Era una mujer bella, trajeada deblanco. Pasó por mi lado indiferente y fué á buscar el tren . Asu paso dejó saturada la atmósfera con el aroma de un perfumeexquisito y extraño.

Ese aroma me era conocido. Lo había aspirado en dónde -'Nosé. Pero lo había aspirado en otra parte ; muy lejos de allí ; haciaquizás mucho tiempo, años tal vez . En el ambiente tibio de unaalcoba, mientras mi cabeza reposaba . sobre la intachable curvatu-ra de un hombre femenil ,y una mano delicada y fina acariciabamis cabellos ; á la luz atenuada y meditativa de -una basílicacristiana ; á bordo en una . mañana de prinavera, ó en mi ciudadnativa enclavada alié en una hoya de los Andes como una garzasoñolienta á orillas de lago inmenso de verdura ó de luz.

Todo pasaba ya para mi inadvertido . Sólo me quedaba elalma de ese perfume que flotaba silenciosamente en la atmós-fera de esa mañana de otoño . mientras los pasajeros se apreta-ban para la marcha. y que, apoderándose de mi espíritu, la en-volvía y lo acariciaba con una rara voluptuosidad.

A su conjuro misterioso se agolpaban en mi mente ideasextrañas ; iban y venían coronados de rosas y de espinas re-cuerdos ue épocas pasadas que se llamaban con el nombre deuna mujer, de una ciudad, de una villa, ó simplemente con elde una fecha, una calle ó una posada.

Ese perfume me había hecho reconstruir toda . una vida in-consciente al principio, feliz y soñadora en la adolescencia, do -lorosalugeo ; y ea ninguna, de las complicadas ramificacionesde las rutas transitadas aparecía el rastro de su aroma extra-ño, y sin embargo me era conocido.

El pito del tren que empezaba á moverse me volvió á la vi-da. Lo miré alejarse y entre los pañuelos que se agitaban di-ciendo adioses creí contemplar uno en el que palpitaba, por úl-tima vez quizás, el alma de ese perfume extraño y doloroso.

He cruzado el mar : he recorrido ciudades ; he visto mujereshermosas; he llegado á las estaciones :í, la hora de la partidadel tren y presenciando dolorosos adioses ; he escuchado el últi-mo grito de la locomotora y la voz rítmica y sugestiva de lacampana que anuncia la hora suprema ; he aspirado perfumesexquisitos y raro ; pero aquél que me torturó en una mañanade otoño envolviendo mi espíritu y acariciandolo con voluptuo-sidad extraña, se fue para siempre entre los pliegues de unpañuelo que se agitó un instante con interrogativas ondulacio-ner desde la ventanilla de un tren ..

Guardó silencio. Lo miré . Su rostro se había tornado toda-vía más sombrío. Por no sé qué misteriosa evocación pasó antemis ojos con su faz enigmática la vida ; volví á los días lumino-sos de la infancia y aspiré de nuevo todos los aromas de mi vallelejano; quise sondear la inviolable oscuridad del porvenir, y pen-sé en tí, amada mía, en tus promesas y en tu amor,

ALBERTO CARVAJAL.Bogotá : 1905

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NUEVOS RLTOS .--841

Todavía le adoro, todavíadestella entre las sombras de mi mentelu imagen adorada, re/udgentecomo una estrella en la extensión vacía.

Ale parece sentir aquella fríamano que me oprimían?. de repente,

aquel último beso que en la frente

me pusiste llorando, amada mía.

Era fuerza partir . . . . Alzamos tiendas_y nos perdimos por distintas sendasempujados con zaña por la .Suerte . . ..

2' hoy lan sólo me alegra en mi honda cuilasaber que acudirás á aquella -ellaque le dí en los jardines de la Muerte.

RICARDO MIRO.

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NL' ICVOS ]LE'L'OS .--842

£istorias be Climas

¿Dónde? ¿Cuándo? ;Qué importal . . . . Para contar dolores yalegrías, ambriagueces de dichas y tormentos de infiernos ¿in-terosan acaso tiea pos ni lugares? Espacio ., intinitos, ¿os mideni os define la clara estrella que recorre fugaz vuestros senderos de éter, dejando tras de sí luciente estela? ¿Sobre qué altu-ra se cernió la nube, agitada por vientos de tormenta? Cuál esel nombre del picacho agitad() que la atrajo imperioso, y sobrecuyas descarnadas aristas se deshizo en raudales de aguas cla-ras . . . .? Qué vastos continentes deja á sus piés la negra golon-drina al cruzar agitada triares de aire, en busca de calor para sunido . . .Y ;Nombres y fechas! inútiles aliños do un poema . . . .!Alma agitada por tormentos de pasiones, ¿qué importa queaquel cuerpo que te sirvió de marco, haya vestido la eleganteclámide ó la túnica airosa ; que aquellos ojos, por los que aso-maste circundada de cortejo de lágrimas, tintas y tintasveces, se hayan abierto al resplandor dorado del sol de G recia O .á la luz sato rada de grandezas de Campania augusta . . ? ¿Quéimporta que hayan recibido fulgores de incendios en las férti-les vegas andaluzas, 6 suavidades y languideces de estrella quese apaga en los hielos del Norte . . . . ? Lo que interesa al almadel poeta, el soplo misterioso que ha de agitar las cuerdas de sulira, conmoviendo á sus sones las fibras todas que sienten es-parcidas por el mundo, es el eco profundo y sostenido de la pa-sión humana, que saliendo caldeado del pecho mismo que agitópotente, hace saltar de gozo, 6 palpitar de angustia, todos los.corazones capaces de abrigar aquel latido con cariño de herma-nos

Vagaba solitario por el mundo ;tan grande! . . . . Tenía unaguitarra, mi única y amorosa compañera. Do su astil, carcomi-do por el paso cruel de muchos días, pendían en vistosa escara-pela cintas azules ; agitábanse á impulsos de las brisas y decíanllorando : " Venid á mí, suspiros y caricias ; venid á mí las di-chas venid á mí, las penas" . . .y vinieron . . . .Y á mi paso }sirvalles y montañas, por aldeas y villas, por palacios y míserascaballas, llegaron agitándose en el aire corno enjambre de aladasmariposas, notas lanzadas por humanos pechos en momentossupremos ; canciones tan alegres como voces de niños que des-piertan ; baladas tan sentidas y tan tristes como vidas muy jó-venes que acaban . . . .Posáronse en caricia melancólica, sobrelas cuerdas rígidas . . . y allí han dormido silenciosas, olvidadasacaso, horas muy largas . . . .1 Ioy una mano amante descolgó laguitarra é hizo vibrar las cuerdas dulcemento y á su impul-so han saltado á los aires las notas que dormían . ;Escuchal . . ..Cuentan historias de almas que vivieron, no se sabe ni dónde nien qué tiempo, pero cantan amores y tristezas . . . .

Esqueletos de dramas . . . Ecos de canciones que se recuer-dan . . . . Escucha! Escucha

G . MARTINEZ. SIEHttA .