Año 5º P anamá, 1 5 d e J ulio d e 1910 Nos . 69 y 70

Revista Quincenal Ilustrada

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Hora crepuscular. Nubloso el cielo.En el ocaso el sol . Sobre las rojas ,Manchas de luz la noche, entre congojas,Con llanto de astros,_ extendió su velo.

En torno de los dos con lento vuelo.Giraba el cierzo, y al mover las hojasPerecía tocar sobre las flojasCuerdas de una arpa músicas de duelo.

Solo estaba el jardín . Y pensativaA mi palabra te mostraste esquiva,En una obstinación de tus enojos . . ..

Cuando de pronto, llama vencedora,Tu comprimido amor, cual una aurora,Encendió la gran noche de tus ojos!

Darío HERRERA.

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El espíritu de independencia (i)

y la República de Estados Unidos

De ' Revista Contemporánea,". de México

Llegó hace poco á mis manos un libro nuevo cuyo tí-tulo solo implica ya toda una teoría : El Nuevo

Tipo Americano. El autor había visto en una reciente exposiciónde pintura, en Nueva York, retratos de los siglos XIII,XIX y XX, y concibió la idea de que «hombres y mujereshan cambiado notablemente entre la época del Presiden-te Washington y la del Presidente Mac Kinley : cuerpos,caras y pensamientos, todo se ha transformado. La es-cala que separa los retratos de Reynolds de los de Sar-gent pone entre ellos tanta diferencia como la que puedehaber entre el primer Faraón y el último Ptolomeo>> . Par-tiendo de allí, entraba el autor en una discusión brillantey sutil acerca de los diferentes cuadros y los personajesque representaban para tratar en seguida de definir elnuevo tipo americano que, según él, se desprende de losretratos modernos.

Había yo tenido oportunidad, poco antes, de ver otragalería de retratos que no me dió una impresión exacta-mente contraria . No eran pinturas, sino un conjunto de

cuadros vivos : un baile de fantasía, dado el día de Reyes, enel Century Club de Nueva York. Cuatrocientas ó quinientasde las personas más conocidas y de mayor viso de la me-trópoli americana, exhibían á nuestra . vista, por sólo el es-pacio de una noche, vestidos de todos los países y de todaslas épocas. Encontrábanse allí viajeros y. exploradoresque por sí mismos habían traido vistosos trajes del

(1) Traducimos por "espíritu de independencia' ;: la intraducible ex-presión de "self reliánce"—de otro modo: la seguridad en sí mismo.Ella designa el principio del individualismo' anglosajón y contiene sus ma -nifestaciones esenciales : confianza en sí mismo y voluntad manifiesta de em-plear sus propios recursos sin exigir ayuda, pero sin tolerar estorbos .—No-ta de la R. H .

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Oriente; y en una fantasía exuberante se mezclaban se-nadores romanos, toreros españoles y trovadores proven-zales . La mayor parte, sin embargo, eran vestidosin-gleses, holandeses y franceses de los siglos diecisiete ydieciocho, siendo lo más sorprendente que los hombresque los llevaban habrían podido confundirse con susabuelos y bisabuelos. Vi un puritano que se habría creí–do un escapado á las persecusiones del arzobispo Laud;un caballero que parecía haber venido á refugiarse allíde los rigores del Parlamento de Cromwell ; un hugonotesalvado de las persecuciones de Luis XIV ; un burgués (leHolanda que no habría estado fuera del sitio entre los pa-sajeros de «La Media Luna» ó de la «Buena Mujer» . Ha-bía soldados del ejército colonial y miembros

delCongreso Continental que parecían retratos hechos por Copley,Stuart, Turnbull o Peale . Las fisonomías eran idénti-cas . La misma pesadez en la caja huesosa, los mismosrasgos acentuados, la misma expresión de seguridad, va-riando, según los temperamentos, de la placidez á la ca-si brutalidad'. Se reconoce en su fisonomía que son hom-bres capaces de obrar por sí mismos, hombres que sabenlo que quieren y que sin duda sabrían obtenerlo.Tienen exactamente el aire y la expresión de sus antepasa-dos de hace cien ó doscientos años . Y sin embargo real-mente eran, en el más alto grado, americanos modernosdel siglo veinte.

Reflexionando en esta curiosa y, en último resultado,divertida experiencia, me persuadí de que el autor de"Nuevo Tipo Americano " había dejado á su criterioco-rrer libremente tras de su imaginación . Nada nosmues-tra ese cambio general y radical que nos describe. Hahabido modificaciones, progresos y degeneraciones, comoes natural, bajo la influencia de las nuevas condicionesde la vida moderna. Ha habido también cambios enmo-dasyvestidos: se usa el bigote ó la barba. Yan,,se lleva1 .1 peluca ni la chorrera de encajes ; se ha sacrificado algode la fantasía elegante á la comodidad monótona del trajemasculino. Esto es lo que ha engañado á nuestroingenioso autor . También lo ha desorientado otra cosa : yano se comprende el retrato de la misma manera y él hatomado equivocadamente un cambio en el arte de lapintura por un cambio en el carácter del modelo . Es unhecho bien conocido que el retrato descubre su origen.Tengo una colección de retratos de Carlos Dickens y esinteresante observar cómo los artistas escoceses le danun cierto aire escocés, mientras que parece un perfectoinglés en los de Londres y toma bajo el lápiz americano unaspecto de la Broadway de 1845 ; así como debemos encon-trarle algo de francés en las fotografías hechas en París.Hay una gran diferencia entre la manera de Reynolds,Hoppner, La Tour, Van Loo, y la de Sargent, Hol, Caro-

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los Duran, Bonnat, Besnard y Zorn . Esta diferenciacontribuye á ocultar los parecidos esenciales de los mo-delos. Tuve íntima amistad con el biznieto de BenjamínFranklin, cirujano en la marina americana . Con un go-rro de pieles y el calzón corto podría fácilmente pasarcomo el retrato de su bisabuelo . Mayor era aun la seme-janza moral . En cualquiera banqueta de Nueva York sepueden ve¡ hoy mismo idénticas figuras á las que Rem-brandt pintara en su Ronda (de noche . Es posible que nohaya parecido muy notable entre el retrato que Sargentha hecho de Teodoro Roosevelt en 1905 y aquel KlaasMartensen Roosevelt que llegó á la Nueva Amsterdamen 1649; pero si se pudieran contemplar, el uno al lado delotro ; asi Vander Hrlst hubiese podido pintarlos á ambos,veríais aparecer el aire de familia.

Pero si hay algo que me interese más todavía que esapersistencia de las facciones de sus antepasados en losamericanos de hoy, es la continuidad, á través de las ge-neraciones sucesivas, de ese carácter americano, de esaalma del pueblo que vino á la vida en el continente occi -dental.

Se conviene generalmente en que ese carácter escompuesto ; en que el pueblo que habita América es unmosaico hecho de diversos fragmentos venidos de paísesdiversos y reunidos como al azar en un dibujo dispara-tado . Esta suposición es mucho menos real que apa-rente.

Sin duda alguna, hubo grandes y notorias diferen-cias entre los graves y estrictos puritanos que se esta-blecieron en las costas de la bahía del Massachusetts, losCaballeros, dados al placer, que hicieron sus plantacio-nes de tabaco en Virginia, los liberales y confortablesholandeses que tomaron posesión de las riberas del Hud-son, los hábiles é industriosos franceses que vinieron dela Vieja á la Nueva Rochela, los cuáqueros pacíficos yprudentes que siguieron á Guillermo Penn, los pesadosalemanes del l?-hin que establecieron sus granjas á lo lar-go del Susquehanna, los vigorosos y combativos presbi-terianos, irlando—escoceses que fueron los pionniers dela Pensilvania occidental y de la Carolina del Norte, los to-lerantes católicos que huyendo de la persecución inglesase precipitaron al Maryland de lord Baltimore. Pero es-tas diferencias exteriores de idioma, de costumbres, detradiciones y hasta de trajes, no tuvieron, después de lo-do, sino muy poca importancia práctica al lado de las se-mejanzas exteriores y de las afinidades del espíritu queaproximaron á todos aquellos hombres de cepas diferen-tes y que hicieron de ellos un pueblo–nó heteraclita, sinoun pueblo unido con la conciencia de las mismas aspira-ciones, la fidelidad á un mismo ideal y la voluntad de com-

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batir y trabajar en común, entre americanos, para cum-plir su destino.

Supongo que, naturalmente, los matrimonios repre-sentarán importante papel en esta mezcla de razas . Pa-ra ello, las condiciones de la vida en un país nuevo, en lasfronteras de la civilización, resultan particularmente fa-vorables . El amor florece donde no se le guarda bajocerrojos. En una comunidad de desterrados, los senti-mientos que inclinan á los jóvenes hacia las doncellassaltan fácilmente las barreras del idioma y del nacimien-to. De la más natural manera los ingleses y los escoce-ses se unieron con holandeses y franceses en el santo

estado del matrimonio y las madres tuvieron una parte nomenor que la de los padres en la constitución del carác-ter de los hijos.

Pero, además de esta mezcla natural, hubo otrosprocedimientos en ejercicio para realizar la unidad entrelos colonos. Hubo la presión de una necesidad común,—la necesidad de cuidarse á sí mismos y de hacer su pro-pia vida en un mundo nuevo y muy duro . Hubo la pre-sión de un peligro común,—el peligro de salvajes y pérfi-dos que los rodeaban, amenazándolos continuamente conel pillaje y el asesinato. Hubo la presión de una. tareacomún,—la tarea de realizar una industria organizada yuna comunidad civilizada en pleno salvajismo.

Sin embargo de todo, y á pesar de su potencia, ¿lasfuerzas que tendían á estrechar, á fundir y á metamor-fosear á los colonos habrían bastado para hacer de ellos un

pueblo, en tan poco tiempo y de una manera tan completa? ¿No se necesitaron ciertas afinidades de los espíritus y la acción sobre ellos de ciertos propósitos de noideal determinado que hizo la mezcla más fácil y máscompleta á la vez? Puede bien observarse que la mayorparte de los colonos del siglo diecisiete eran gentes que,por varios modos, habían sufrido por causa de sus convic -ciones religiosas, fuesen puritanos ó católicos, episcopalia-nos ó presbiterianos, cuáqueros ó anabaptistas . El efectocasi invariable de esas persecuciones religiosas es hacer

más intenso el deseo de practicar la religión en libertad . Escierto que otros motivos, el ansia de aventuras, el deseode llegar á la prosperidad material y algunas veces aunel deseo de escapar á las consecuencias de la mala conducta ó de la mala fortuna en el país de origen, tuvieronparte en la colonización de América . Verdadero absurdo sería el pretender que todos los antepasados de que seenvanecen las Damas coloniales ó las Hijas de la Revolu-ción eran personas de condición distinguida ó de piedadferviente. Pero el elemento característico de la primera emigración americana fué religioso, y religioso nó porsimple docilidad hacia la tradición sino por consecuencia

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Y convicción . Había menos diferencia, á este respecto,entre las diversas colonias de lo que generalmente secree . Los nativos de Nueva Inglaterra que han escritola mayor parte de las historias de América se han vistoinclinados á reclamar para los suyos la parte del león conesta atribución de ]a influencia religiosa para los pirita'nos. En realidad, en tanto que el Massachusetts era unacolonia religiosa con tendencias comerciales, la NuevaAmsterdam era una colonia comercial con principios re-

El sacerdote de Virginia leía sus plegarias y

el cuáquero de Pensilvania pasaba en silencio la parteirás importante de su ritual ; pero tanto en las orillas dela James como en las riberas del Delaware era de la espiritualidad de donde tomaba la vida su suprema

significación y su valor más alto.

Cuando la existencia tiene tal orientación, el efectoinmediato es hacer al hombre más sensible y más consagrado á su ideal.

El hábito de preocuparse constantemente de las sanciones religiosas crea en el hombre una disposición paraarreglar todas sus energías de ese modo exaltadas, ;obresu concepción íntima del bien que debe desear . Los hom-bres que se nutren en tal atmósfera pueden fácilmenteconvertirse en fanáticos, pero no es probable que carez -can de energía.

Por otra parte, los colonos americanos se encontra ,han reunidos por una especie de selección natural : hubo,pues, entre ellos y necesariamente, una proporción ex -cepcional de voluntades fuertes, de caracteres resueltos;é independientes, de gentes que sabían lo que querían ha -cer, y que estaban decididos á aceptar los riesgosnecesarios y las dificultades de su empresa. En cierto modo,siguió siendo así respecto de la subsecuenteinmigraciónde los Estados Unidos . La mayor parte de losinmigrantes, aunque pobres ó ignaros, no estaban seguramentedesprovistos de energía, personal ni de la clara concien-cia de lo mejor que debían hacer . De otra manera no ha-brían tenido la fuerza de romper lazos antiguos, de de-safiar el mar y de afrontar la soledad y lainseguridadde la vida en una tierra extraña . El descontento de sucondición anterior obraba en ellos, nó como un deprimen-to sino como un tónico ; la esperanza de algo que no habían visto aún y que no habían ensayado, era para ellosun estimulante y para su voluntad como un reactivo . Apesiar de todos los temores y de todas las repugnancia-;se encontraron á fin de cuentas, más atraídos que rocha'zados por las perspectivas de una vida nueva,

emprendida por su propia cuenta, según sus propios deseos, enuna tierra libre en que habían de ser tan numerosas lasocasiones como las dificultades .

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Llegamos al primero y más poderoso factor en el al-ma del pueblo americano : el espíritu, el carácter de inde-pendencia. Este es el principio activo, el que vemos desdeluego en obra, desde los primeros tiempos de su historia.El fué la voz, interior que amarraba á aquellos hombres ylos sostenía en sus primeras luchas y en sus primerosesfuerzos. Diéronle sus convicciones religiosas másprofundidad, y la experiencia práctica más fuerza . To-mó cuerpo en sus instituciones políticas, en sus declara-ciones, en sus constituciones . Les hizo rechazar todadirección y todo dominio del extranjero, combatir todadependencia exterior . Les hizo reivindicarse alderecho de tomar por sí mismos sus resoluciones y admitircomo postulado el derecho de desarrollarse por sí solos.En los ignorantes y en los agitados fué agresivo, impu-dente, infatuado y fanfarrón . En las gentes reflexivas yprudentes fué grave, firme, resuelto, inflexible . Ha per-sistido á través de todos los cambios y de todos los pro-gresos de dos siglos ; sigue siendo hoy la cualidad másfundamental y más irreductible del alma americana.

Se podría encontrar una expresión de ella, popular yun tango cuanto vulgar,--no sin puntas y ribetes de hu-morismo,— en la respuesta de un yankee á un inglés quedecía que si los Estados Unidos no se portaban bien ven-dría á castigarlos la Gran Bretaña . "Qué, dijo el yan-kee,—no le ha bastado con la primera vez? Encontrare-mos una expresión de ella, más profunda, irás sana, másreforzada en la afirmación de Lincoln sobre el campo debatalla de Gettysbury : El Gobierno del p ueblo, por el

p ueblo y para el pueblo no desaparecerá de la tierra . "

Pero de cualquier modo y en cualquier lugar que seexprese tal principio, la cosa que proclama es la misma:la convicción íntima de un pueblo que tiene el derecho yel poder, y por consiguiente el deber de arreglar su pro-pia vida, de gobernar su propia fortuna y de perseguirsi¡ propia dicha, según las luces de que dispone.

Es evidente que se puede dar á este espíritu diferen-tes nombres según las circunstancias en que se manifies-te, ó en que se le examine . Se le puede llamar espíritu(le autonomía cuando se maestra en oposición á las fuerzasde dominio exterior . El Profesor Barett Wendell decíaen esta misma cátedra, hace cuatro años, que el ideal ela-borado en la conciencia americana era el ideal de la liber-tad . Pero su equilibrado criterio lo llevaba inmediata-mente á limitar y definir ese ideal : "América desea quesu política sea libre de toda dirección, de toda traba y detoda intervención que provenga de otro poder que no seasu mismo poder " . ¿Y qué es esto sino el espíritu de in-

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dependencia? El Profosor Munsterberg en su admira-ble libro Los Americanos, le llama: la voluntad de condu-cirse solos .

Señalando su influencia en el desarrollolas instituciones americanas y en la estructura de la

vida, dice : "El que desee comprender el secreto de estedesconcertante movimiento, el mecanismo interior quehace mover todas las fuerzas activas de la política, debepartir de un solo punto . Debe medir la ardiente aspira-ción del americano á dirigirse por sí propio . Después deesto se comprenderá todo lo demás ."

Pero me parece que esta aspiración á dirigirse por sísolos no es peculiar de los americanos, La naturaleza laha puesto, más ó menos, en todos los hombres : aspiran áser dueños de sí, modelar su vida., á dirigir sus pasos.En lo que difieren los hombres es en la clarividencia y laenergía conque consideran su derecho, su poder y suobligación de obrar así . En el fondo de ese carácterindependiente, de esa pasión por la libertad, hay el espí-ritu de "self reliance" de donde aquellas disposicionestraen su fuerza y su permanencia . Este espíritu es elque ha hecho á América y es el que conserva la Repúbli-ca . Emerson lo ha traducido en una fórmala : "Marcha-reinos con nuestros propios pies, trabajaremos con nues-tras propias manos, expresaremos nuestros propios pen-samientos . "

Es cierto que este carácter se ha desarrollado prin-cipalmente babo la influencia de los puritanos y de los pe-regrinos de las colonias de Nueva Inglaterra, educados, ópor mejor decir, fortificados y endurecidos en la creen-cia fuerte bautizada por el gran francés Juan Calvino, ymodeladas sobre ese altísimo sentimiento de la responsa-bilidad personal que lleva en sí, tan frecuentemente, elintenso sentimiento del valor y de la fuerza personales.Más en último resultado y considerando más de cerca,.veremos que no hay muy grande diferencia entre los co-lonos de diversos orígenes, en lo que respecta á s q dis-posición de no atenerse sino á sí mismos y á su sentimien -to de que pueden y deben dirigir sus propios asuntos.

Los de Virginia languidecían y se irritaban bajo laregla arbitraria de la corporación de Londres que loscontenía con militar severidad . Obtuvieron tina «GranCarta de privilegios, reglamentos y leyes>> en 1613 . Esto

dió á la pequeña colonia de un millar de individuos el derecho de elegir su Asamblea legislativa y condujo así alestablecimiento del régimen representativo en el NuevoMundo. Un poco después, en 1623 temiendo ver reno-varse el despotismo anterior, la Asamblea de Virginiamandó un mensaje al Rey, en que le decía : "Antes queestar reducidos a vivir bajo tal Gobierno, rogamos, á S.M. que envíe comisarios para ahorcarnos . " En 1624 la

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compañía de Virginia fué disuelta y la colonia pasó bajo"Carta real" ; pero no dejó de conservar celosamente suautonomía en todos sus asuntos locales y se mostró másy más descontenta en su resistencia contra los abusos,imaginarios ó reales, de los Gobernadores enviados porel Rey. En 1676 los Virginianos se rebelaron de hechocontra las autoridades de la Gran Bretaña porque consi-deraron que se les reducía á un estado de dependencia yde servidumbre . Sentían que eran capaces de hacer suspropias leyes y de escoger sus propios gobernantes . Nose creían inferiores en nada á sus hermanos de Inglate-rra, y con sus tendencias aristocráticas, aparecieronhombres como Lee, Henry, Washin gton, Bland, Jeffer-son, Harrison, que tenían más poder real que algunos Go-bernadores reales.

En la Nueva Amsterdam, donde prevalecía la políticamás liberal en cuanto á recepción de emigrantes aunquefué donde durante mucho tiempo no hubo nada que separeciese áun gobierno popular, los habitantes se rebelaron en1649 contra los Agentes de la Compañía Holandesa de lasIndias Occidentales que los gobernaba desde ultramar ; losgobernaba suficientemente bien, en verdad, pero no deja-ba libre amplitud á su espíritu de independencia . Losconflictos entre el director van Swiller—lleno de schnicky vacío de ideas—con sus vecinos, entre el violentó ydescalabazado William Kift y sus ocho hombres, entreel valiente, fogoso, obstinado y dictatorial Peter Stmy ysus nueve hombres, han sido relatados con verbo humorístico por Washington Irving en sus Knickerbockers . Pe-

ro bajo la crónica de las disputas y protestas y enojos esfácil percibir las agitaciones del espíritu resuelto, que sefía á sí mismo y quiere tener el manejo de sus propiosnegocios. En 1649 la Vertoogh ó la reclamación de unoscuantos representantes de los burghers de Manhattan,Brewekelen, Amersfoort y Pavonia fué enviada á los Paí-ses Bajos . Pedía desde luego que sus Altas Potenciassuprimieran la Compañía de las Indias Occidentales to-mando el manejo directo de la Nueva Holanda ; en segun-do lugar que se concediese un régimen verdaderamenteMunicipal á la Nueva Amsterdam ; y por último que lacuestión de límites de las provincias fuese arreglada porautoridades aptas y bien dispuestas.

Este documento hizo reflexionar también sobresu libertad —porque el ejemplo es contagioso —á sus vecinosde la Nueva Inglaterra, `donde no se conocían ni patro-nes, ni señores, ni principios; sino solamente al pueblo " .La Compañía de las Indias Occidentales fué bastante po-derosa para resistir por algún tiempo á esas peticiones;pero en 1653 la Nueva Amsterdam se constituyó en ciu-dad . Diez años más tarde pasaba á estar bojo la soberanía inglesa y la historia de Nueva . York comenzaba. Uno

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de sus primeros acontecimientos fué la protesta de algu-nos burgos de Long Island centra una contribución quese les impuso para la reparación de los fuertes de NuevaYork. Apelaron al principio de que "ningún impuestose establece sin el voto de los representantes " que de-cían haber sido reconocido á la vez por Inglaterra v porla República de Holanda . Durante más de veinte años,sin embargo, esa apelación y otras semejantes fuerondesdeñadas, hasta que, al fin, el espíritu de independen-cia se hizo irresistible . Se dirigió un manifiesto al Du-que de York declarando que la falta de una Asamblea re-presentativa era "un intolerable abuso " . El Duque, se-gún se dijo, estaba cansado de esa provincia maleanteque no le proporcionaba sino quejas y molestias . "Tan-go ganas de venderla, decía, á quien me pague un buenprecio por ella" . "Cómo,--exclamaba su amigo Guiller-mo Pum—vender á Nueva York! No penséis en tal cosa.Dadle solamente autonomía, no tendréis ya motivo dequeja . " El Duque atendió al cuáquero, y en 1683fué elegida la primera Asamblea de Nueva York.

Las cartas que se concedieron por los Estuardos álas colonias americanas eran de un carácter extraordina-riamente liberal en su mayor parte . Sin duda que los re-yes veían con satisfacción que sus súbditos intratables vturbulentos abandonasen la Inglaterra y tal considera-ción no debió ser ajena á su liberalismo . Mas no poreso dejó de ser el objeto inmediato dar ánimo al espíritude independencia . En algunas de las colonias, como enel Connecticut y Rhode Island el pueblo elegía á sus Go-bernadores, así como hacía sus leyes . Cuando el Gober -nador de Nueva York, Fletcher, encuentra la poblacióndel Connecticut decidida á no doblegarse á sus mandatos,en 1693. escribe con cólera á la Metrópoli : "Las leyesde Inglaterra no tienen efecto alguno en esa colonia ; seconsidera Estado Libre . " Aun en las colonias en quelos gobernantes y los jueces eran nombrados por la Coro -na, el pueblo descubría prontamente y resentía todo ata-que á sus libertades, toda contradicción á su' voluntad,de modo que unas y otras se expresaban por la voz desus asambleas populares, y se reservaban el derecho devotar y de pagar ó rehusar el pago de los sueldos de, esosmagistrados.

La política de la Gran Bretaña para sus colonias,bien que un poco vaga, se pronució más bien por dejar-las del todo independientes . Puede ser que diversosmotivos en diferentes épocas contribuyeran á esa políti -ca . Algo de indiferencia y un tanto cuanto de

poco a precio existiera,sin duda. El liberalismo inglés y la simpatía republicana tuvieran su parte y alguna también labuena voluntad esclarecida de hacerlos prosperar por suspropios medios y á su manera para crear mejor mercado

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á las manufacturas inglesas. Así es como lord Morleynos dice que "Walpole estaba contento de ver que ningu-na perturbación le venía de América. La abandonó alDuque de Newcastle y éste á su vez la dejó entregada ásí misma, de forma que él tenía su oficina llena dedespachos de los gobernadores ámericanos, comunicacionesque dejó muchos años sin abrir siquiera . "

Pero cualesquiera que hubiesen podido ser las cau-sas de esa política, su efecto fué fortificar y extender elespíritu de independencia entre el pueblo de América.Un grupo de comunidades crece á lo largo de la costa oc-cidental del Atlántico, enseñadas á defenderse por símismas, á desarrollar sus propios recursos, á arreglarsus propios negocios . Con razón se dice que eran colo-nias sólo en el sentido griego, es decir, comunidades quese alejan de la madre patria como hijas que se separandel hogar familiar-para establecerse por su propia cuen-ta y vivir, á su turno, su propia vida . No eran coloniasen la significación romana : arrabales del imperio, ocupa-das por una guarnición y directamente gobernadas poruna autoridad central y única . No, cada una de ellas te-nía conciencia para comprender sus propias necesida-des, sus ocasiones favorables, sus probabilidades de éxi-to, sus deberes, sus peligros y sus esperanzas mejor quénadie . El sentimiento,—decía Franklin cuando se pre-sentó ante el Comité Parlamentario en Londres---es elmejor juez . Esas colonias acuñaban moneda, hacían le-yes y constituciones, reclutaban tropas, construían cami-nos, fundaban escuelas, imponían contribuciones, desa -rrollaban el comercio, y aun sobre este último punto nodejaban de contravenir ó de eludir las leyes marítimas deInglaterra. Reconocían,---y aun durante mucho tiempola proclamaron,--su lealtad hacia la corona; pero la con-cebían sobre un pié de igualdad y la comprendían comoun sentimiento voluntario, producto, en su mayor parte,de un reconocimiento hacia un poder real que protegíasus derechos de autonomía interior.

Esa tendencia á contar sólo consigo mismo, se exten-dió de las colonias á las ciudades y á los condados . Losestablecimientos más modestos, cada próspera aldea, ca-da ciudad pequeña, tuvieron, con sus distintos intereseslocales, el deseo de administrarlos y el sentimiento deque eran capaces de ello . Y en esas comunidades, cadahombre estaba preparado para conocer su propia impor-tancia, su propio valor, su aptitud personal, y su derechoá intervenir en la discusión y el arreglo de las cuestioneslocales . Las condiciones mismas de la vida habían con-tribuído á desarrollar en los colonos ciertas cualidadesque persistían y que daban á su carácter esa virtud deindependencia personal y de confianza en sí . Los hom-bres que habían abatido los bosque, rechazado á los ni-

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dios, construído sus casas en desiertos, estaban inclina-dos á juzgarse capaces de todo . Estimaban su libertadcomo su más precioso capital . "Tengo,—decía Franklin,—algunas propiedades en América, gastaría con

satisfacción 19 chelines de cada libra esterlina para defender elderecho de dar 6 de rehusar - voluntariamente el otro che-lín ; y después de todo, si no me es posible sostener esederecho, puedo retirarme alegremente con ¡ni reducidafamilia á los bosques de América, donde hay la certidum-bre de la libertad y de la subsistencia para todo hombreque pueda poner en uso un anzuelo ó disparar una cara-bina . ,,

La prosperidad maravillosa y el crecimiento admira-ble de las colonias sostuvieron este espíritu de indepen-dencia . Su riqueza aumentó más rápidamente, en pro-porción que la de Inglaterra . El conjunto primitivo decosa de 100,000 inmigrantes se había convertido, para elaño de 1776 en una población de 2 millones, en tan go quedurante el mismo período, Inglaterra sólo había -subidode 5 á 8 millones.

Los conflictos con la potencia francesa en el Canadácontribuyeron también grandemente á consolidar las co-lonias y á descubrirles su fuerza . El primer Congreso áque todas ellas fueron invitadas, se verificó en NuevaYork, en 1690, para cooperar á las providencias de guerra contra el Canadá . Tres prolongadas y sangrientas.guerras franco–indias en las que los Colonos observaronque llevaban ellas el peso del fardo y del combate, produ-jeron el efecto de relacionarlas, de darles conciencia desu interés común y de sus recursos.

Pero la victoria que terminó para ellas esas guerras,tuvo también otro resultado . Abrió la vía á un cambio depolítica de la Gran :Bretaña para con sus colonias ameri-canas, cambio que pretendía su reorganización, su subor-dinación á la autoridad del Parlamento inglés y su trans-formación,—según lo decía el ex -Gobernador Pownall, --en una «gran potencia marítima formada por nuestras

posesiones atlánticas y americanas, reunidas en un sólo impe-rio y con un centro en que esté el asiento del Gobierno .>

ora, sin duda, el imperialismo, y por esto fué que losAmericanos, dándose cuenta de ello, levantaron su espí-ritu de independencia contra la nueva política, resistien-do enérgicamente á todos los manejos, aun insignifican-tes, que les parecían destinados á llevarlos hacia la su-jeción ó la servidumbre . Resultaron allí diez años dedebates acrimoniosos v violentos y después diez años deguerra. Y La propósito de qué? —¿La ley del timbro, laley sobre el papel y sobre el vidrio, el impuesto sobre elté, el acuerdo relativo al puerto de Boston? No ; se tratabaen el fondo de la facultad y del derecho y de la intención

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de las colonias, de continuar dirigiéndose por sí mismas.Es, tal vez, imposible comprender la revolución america-na si no se comprende esto . Y si no se comprenden lascausas y la naturaleza de esa Revolución no se podrácomprender á los Estados Unidos de hoy .

HENRIVAN DYK.

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y4 1uTu rostro me acompaña, tu sombra va conmigo,

conmigo va la música divina de tu acento,y si respiro me hallo tu perfume en el viento,y escucho tus pisadas detrás, por donde sigo.

A donde quiera vaya buscando paz y abrigome alcanza el ardoroso contacto de tu aliento,porque te llevo toda dentro del pensamiento

como si amarte fuera pecado á tal castigo.A veces he querido tirar todo muy lejos,

como se tiran flores ó versos ya muy viejosy entonces ha brotado sangre del alma mía.

Y es que con tu lozano frescor de primavera,tu gracia fue corno una triunfadora banderaclavada en lo más alto de mi melancolía.

1910 .RICARDO MIRO .

El D ominó Negro.Aquella misteriosa carta débale en qué pensar . Era, al

parecer, de una mujer, que le invitaba á que asistiera al granbaile de máscaras que se celebraba aquella noche.

Vivía retirado, cultivando muy pocas amistades ,y dedicadopor completo al cuidado de su hijita . Sus contados amigoseran incapaces de jugarle una broma de Carnaval ; en cuanto áamigas no tenía ninguna . ¿Quién sería entonces la dama condominó negro ,y lazos rojos que, según la misiva, había de en-contrar en el baile?

Una vocecita que le era muy querida interrumpió la medi-tación.

—Un beso, papaíto.

Se volvió . Era su adorable Rosita . Cogió la rubia cabe-cita con ambas manos, la contempló un momento con ternura ,ydepositó en la tersa frente, de rizos cubierta, dos besos muylargos.

—¿Vas á acostarte ya? le preguntó cariñosamente.

—Sí, papá, hasta mañana.

La siguió con la vista y durante un rato escuchó su charlaen el cuarto cercano, mientras la criada la desnudaba. Enaquel pequeño y gracioso sér resumía todos sus amores ,y es-peranzas. Tenía seis años y hacía cinco que sobre su frentepura no se posaban los labios de la madre Dolorosos re-cuerdos acudieron á su mente, renovando mal cicatrizadas heri-das del alma. Con movimiento brusco pasóse la mano por lafrente ,y se levantó . No quería recordar.

Pensó en la cita que una desconocida le daba . ¿Una aven-tura? ¡Quién sabe! Acudiendo á ella, distraería cuandomenos el conturbado espíritu.

Vistióse con presteza, besó á su dormida hijita y salió .

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Al entrar en la platea del teatro, convertida en gran sala (lebaile, un profundo sentimiento acometió á Lorenzo . Hacíaaños que ni siquiera era espectador de aquellas locuras carna-valescas, que ya no lograban divertirle ni interesarle á pesarde su alegre bullicio . Indiferente, casi hastiado, veía pasarpor su lado las parejas de bailadores y los grupos de máscarasdecidoras y revoltosas . Sus ojos buscaban la máscara del do-minó negro con lazos rojos . Antes que sus ojos la divisaran,sintióse por ella cogido de un brazo, al tiempo que una voz, li-geramente forzada, le decía al oído:

—Has sido puntual á la cita.

—¿Eres tía la de la carta?

—La misma.

—¿Puedo saber quién eres?

—Ahora nó.

—¿Lo sabré luego?

—Quién sabe

Lorenzo sintió su brazo apretado por el de la máscara . Laaventura empezaba á interesarle . Por la viveza del cuerpo, porsus andares ,y por su voz, pensó que debía ser la mujer joven yquizás hermosa.

La orquesta preludió un vals.

—¿Bailas? —preguntó á la máscara.

Por toda respuesta, ésta lo llevó hacia el lugar del baile

Durante toda la noche la máscara misteriosa fué lacompañera inseparable de Lorenzo, que en vano la interrogaba pa-ra saber quién era . Pero lo que más le intrigaba, era que,aquella mujer tenía con él ciertos abandonos y efusiones, cuyofin ó intención no acertaba á adivinar.

Poco antes de terminarse el baile, salieron . Una victoriaesperaba á la mujer, dando ésta al cochero las señas de la, casade Lorenzo.

—¿1e llevas á mi casa?—preguntó con extrañeza.

—No sé.

Calló un momento, como vacilando, y luego dijo:

—Me hablaste en el baile de una hijita tuya, en la que ci-frabas todos tus amores.

—,Es cierto,--Pues bien : quisiera—¿Qué? Habla.—Quisiera que me permitieras besar á tu hija.

Había ahora en su voz un acento extraño que recordó á.Lorenzo la voz de aquella Juana pértidá y cruel que, si aún vivía,para él ,y su hija había muerto ya . ¿Sería ella?

NUEVOS RITOS-545

—¿Y á qué viene tanto interés por una niña á la que no co-noces?—le preguntó.

— ¿No es tu hija? pues esto me basta para quererla.

—Entonces, me amas . . ..

Con toda mi alma.

—Pero tu comprenderás que no puedo corresponder elamor de una máscara . Dime quién eres, muéstrame tu ros -tro.

— Hagamos un pacto.

—¿Cuál?

—Permíteme ver á tu hija y luego verás tú mi rostro.

—Aceptado.

El coche se paró . Había llegado.

De puntillas se acercaron al lecho de la niña . Dormía pro-fundamente, con inocente abandono. Su carita blanca teníaexpresión pláclda.

—¡Qué hermosa es!--dijo la mujer inclinándose para con.templarla mejor.

Así estuvo durante largo rato. Lorenzo adivinaba la hondaemoción de la mujer . No le cabía ya duda: era ella

—Bésala, Juana, le dijo bajito.

Sin experimentar sorpresa al verse reconocida, quitóse lacareta y besó á la nlña en la frente.

Lorenzo contempló á la madre pecadora y llorosa y á la hi-ja inocente y pura . ¡Qué hermosas y qué parecidas eran lasdos!

Tras largo rato de muda contemplación, Juana se enderezóvivamente, llevándose el pañuelo á los ojos.

—Basta. Sufro mucho viéndola—luego dlrigléndose hacíaLorenzo, lo tendió la mano.

El retrocedió con disgusto. Durante un instante se mira-ron los dos ; después ella, con movimiento rápldo, 1e enlazó conlos brazos y le besó largamente con pasión dolorosa.

—Adiós, le dijo, y salió de la estancia.

Lorenzo iba á segulrla, pero le detuvo la voz de la niña,que gritaba asustada:

—Papá, papá . .

Corrió á su lado .

NUEVOS RITOS 540,

--¿Qué tienes, hija mía?

—¿Quién es esa mujer?

Es . . . una máscara el dominé negro.

— Me da mucho miedo, papá. Díle que no vuelva.

Lorenzo perclbió un sollozo ahogado tras de la puerta yunos pasos vacilantes que se alejaban .

ADRIÁN DEL VALLE .

NUEVOS RITOS 547

ENPara R . de Zayas Enríquez.

De tu cabello con las trenzas blondasquiero cubrir mis sienes, tengo frío;es que hay invierno en el cerebro míode ocultas penas y nostalgias hondas.

Sé buena, ven y estréchame, no escondasla hermosa faz con trémulo desvío;serás sepulturera de mi hastíoen este camposanto hecho de frondas.

Une al salmo doliente de mi lloroel ritmo alegre de tu ensueño de oro,canta el himno de Amor, muéstrate humana,

Y que el incendio de tus labios seaconsoladora y peregrina teaque da á la noche la gentil mañana.

1910 .

J. GUILLERMO BATALLA.

NUEVOS RITOS-548

Los gauchos judíos(De un libro próximo á aparecer)

La Visita

La estancia de don Estanislao Benítez quedaba cercade Rajil . Más allá del potrero, hacia la estación Las Mos-cas ; su campo se extendía surcado de arroyos y mancha-do de cardales. En el punto más alto, la ruda arboleda som-breaba un espacio en cuyo centro elevábase el caserónsolariego del viejo criollo, de los más viejos del pago,amigo de Urquiza y compadre de fío Crispín.

Era don Estanislao una de las figuras más típicas dela colonia. Leyendas heroicas celebraban su arrojo, ysi su lanza era de las más bravas en los entreveros san-grientos de antaño, en su ancianidad gloriosa continuabasiendo el más temerario en los rodeos y en las domas.Como don Remigio Calamaco, el boyero ilustre de Rajil,don Estanislao era noble, valiente y analfabeto . Dosgrandes recuerdos enorgullecían su fuerte vejez de enci-na. En las tertulias de fogón, bajo el alero donde depar-tía en família con los hijitos, refería siempre su vida desoldado de Urquiza, diciendo inevitablemente:

—Cuando don Bartolo fué á verlo á Urquiza y nosreunimos en la cuchilla grande, le dijo al otro : <éste esde los que le habló el brigadé y don Bartolo me dió lamano.

Lentamente erguía la mano como para mostrar en surugosidad la huella todavía caliente de aquel apretón ysus ojos se nublaban bajo las cejas revueltas y largas.En seguida comenzaba á conversar de Juan Moreira, cu-yas aventuras solía leerle la hija, educada en un colegiode Villaguay, para añadir :

NUEVOS RITOS 54 9

—Mi compadre el doctor Miguez, —que en paz des-canse—abogado en el Uruguay ¿sabe? me leyó un día enun diario de Buenos Aires, como murió Juan Moreira . . ..

Estos dos hechos le daban una superioridad increí-ble ante los demás gauchos . Bueno como el pan, se lerespetaba y quería . Don Estanislao, amigo de los colo-nos judíos, iba casi diariamente á Rajil donde presencia-ba la matanza de reses. Echábase junto al corral sobreel poncho, fumando su negro habitual, conversaba. Siresultaba difícil apartar ó enlazar el novillo, el viejo mon-taba su zaino y al minuto, el animal estaba extendido enel suelo, dispuesto para la faena.

Un día, invitó al matarife á su casa y Rabí Abrahamprometió visitarlo con la familia . Enganchó una yuntade bueyes mansos en el carro y con la mujer y las hijaspartieron á la estancia de La Lomada, siguiéndole Jaco-bo en su petizo . La noche había caído serena y tibia . Lacampiña parecía respirar bajo el firmamento claro, sun-tuosamente estrellado. Quejábase en notas diáfanas elarroyo del potrero ; validos lentos y graves repercutíanen el augusto silencio; los perros decían sus lamentos á laluna enorme y blanca cuya luz espejábase en el cristallechoso de las aguas. En el camino, el carro del matari-fe avanzaba pausadamente . Los bueyes negros, estira-han el testuz andando con ritmo tranquilo sobre la huellasombreada por la silueta prolongada de Jacobo. A un la-do corría el flaco Dum moviendo regocijadamente la colay á veces partía como un

chasquido en persecución de la perdiz espantada por el trote del m u chacho ó el sonoro latigazodel guiador . Atrás, el tajamar proyectaba su sombra co-losal pareciendo en la noche un camello gigantesco cuyasgibas simulaban una hondonada . No se cambiaban pala-bra los viajeros. Una emoción secreta dominaba sus es-píritus. ¿Era la noche suave, el cielo azul, la alegría devivir en plena naturaleza, abierto el corazón á la senci-llez, como una puerta? De lejos vino el eco de la campa-na, la campana diminuta y humilde de la capilla . Enton-ces el matarife recordó que era día de fiesta cristiana.Otra vez resonó en la vaguedad de la distancia el son ape-nas perceptible y el alma del teólogo hebreo, llena deTalmud de Jerusalem, se conmovió al sentir aquella mú-sica indefinida. Inúndale honda beatitud y sus nerviosse aflojaban, su cuerpo todo desfalleció en una sensaciónde infinito bienestar . Apretó contra su pecho á la mu-jer, rejuvenecida en la existencia sagrada del campo, ypuso sobre sus mejillas un beso largo y puro murmuran'do con voz quebrantada de sentimiento:

--Loado sea Dios

Y no pudo completar la idea que golpeaba su cabeza .

NUEVOS RITOS 5,;((

Pasaron ante el portón, recibidos por una tropa deperros. Jacobo gritó al estilo comarcano sin atribuísimportancia á tales palabras en boca de judío:

—¡Ave María!

El guri de la estancia se aproximó disolviendo los pe -rros á cascotazos y á puntapiés.

Reconoció á su amigo Jacobo y exclamó dirigiéndoseal viejo:

—Patrón, tiene visitas : ¡es don Abraham con sugente¡

Apeáronse los viajeros . Don Estanislao le saludó conexclamaciones, y las criollas, en tono jubiloso, rodearoná la familia del matarife. En seguida se ordenó á la chi-na la preparación del mate, bajo el alero, donde descan-saba todo el que se sintiera fatigado por el camino sinpreguntársele quién era ni de dónde venía, hombres ymujeres se instalaron entre charlas y risas . Rabí Abra-ham, mesurado y solemne, se inclinaba á cada rato asin-tiendo sin comprender en su mayoría las frases de amis-tad y de agasajo . Quien hablaba era Jacobo. Contó, ju-gueteando con el pesado rebenque, una peripecia del via-je—la rotura de una rienda —y alabó el sabor del mateque sirviera Deolinda, la hija mayor de Benítez.

—Ni en el cielo se chupa tino ansi

La señora de Benítez, con acento estirado y coqueto,repuso:

—Es favor, muchacho, es favor.

Don Estanislao hablaba con la abundancia de costum-bre, gesticulando y atropellando las palabras . La lunabañaba en su luz dulce aquella huesosa figura, cuya perade plata y rudo perfil aparecía venerable en la tranquili-dad de la noche . Gaucho parecía también la silueta deljudío de grandes barbas, extensa melena, nariz jibosa yalta frente, vestido de bombachas como los nativos delsuelo y como ellos, con ancho tirador en la cintura . Ibay venía Deolinda con el mate . Sobre la espalda descen-dían gruesas y magníficas, las trenzas obscuras, y alandar, la zaraza crujía . Sus grandes ojos, cuyo fulgoralababan los cantores del pago en coplas gemebundas co-mo ayes, adormecían en éxtasis . El timbre nítido de suvoz, diríase, cortaba el aire al hablar

Rabí Abraham pensó un elogio de elegancia arcaicay erudita para la hija de su amigo ; con esfuerzo visiblepudo construír la frase:

—Don Estanislao, su nobleza se refleja en la hernio-

NUEVOS RITOS551

cura de sus hijas, porque, los espíritus dignos, dice unmaestro (de venerada memoria) engendran belleza.

Don Estanislao, contestó sin penetrar bien elconcepto:

—Ansina es no más.

Las mujeres anudaron una conversación sobre cosasdomésticas. Doña Gertrudis enumeró las cualidades desu vaca—la Gordinflona—diciendo:

—Es mansita como una criatura, la ordeño dos vecesal día ; á la mañanita y á la tardecita da un balde de leche;no esconde nunca

La esposa del matarife se asombró lamentándose nopoder expresarse en términos iguales de la suya que eraescondona y mañera.

Jacobo comprendiendo las angustias de su ama paraexplicarse, intervino á tiempo:

—Si no la maneamos y le atamos la cabeza al poste,no se le saca una gota y patea el tarro.

Comentóse la fecundidad de las gallinas y misiá Ger-trudis se quejó del gato que tiene la costumbre de perse-guir los pollitos.

—¡E1 gato!—exclamó Deolinda .—Ayer no más, memató un cardenal.

Poco á poco la conversación iba languideciendo, ener-vada por la dulzura de la noche . Los árboles, cubiertosde flores, saturaban de aroma el ambiente, las margari-tas en denso plantío, blanqueaban los huecos de la arbo-leda, llena de luna.

Rabí Abraham, dijo:

—En toda la tierra no he visto cielo como aquí . Yexplicó que había estado en Palestina, en Egipto y enRusia pero en región alguna es de azul tan intenso comoen Entre Ríos . Completando su pensamiento, añadió:

—El cielo entrerriano es protector y suave . Hallán-dose solo por ejemplo, en medio del campo, el espírituno sufre sugestiones de miedo debido á la claridad de suluz benigna.

El viejo gaucho comprendió la idea cíe Rabí Abra-ham . Su alma trovadoresca vibró como un cántico en lanoche gloriosa, bajo el cielo incomparable, cuya bóvedasublime les envolvía en blanduras de ensueño . Los rosa-les pálidos se desleían en aroma, las almas se, extenua-ban en el goce rústico de la naturaleza. El boyero trinóen la jaula herrumbrada y del corazón del anciano leyen-

NUEVOSRITOS - 552

deario salió un profundo suspiro, un suspiro que expresa-ba su amor al terruño por el cual arriesgara tantas vecesla vida en lides heroicas, paladin de lanza y trabuco, te-mido en selva y ciudad.

Descolgó la guitarra y sus flacas manos rasguearonlas cuerdas y con voz trémula, voz que sonó en cambateshoméricos y en preludios galantes, moduló la vieja copladel pago:

Entre Ríos, tierra mía

¿Dónde hay cielo como el tuyo?

Tus lomadas y tus ríos

En la quietud enervante, un gallo agitó ruidosamentesus alas y cantó.

ALBERTOGERCHUNOFF.

m

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Por qué voy al templo.

¿Quieres que te diga por qué voy al templo,ya que te imaginas que es por dar ejemplo?

Era la mañana de un jueves de Junio:en mi sér soplaban vientos de infortuniocon violencia tanta, que las blancas rosasde mis ilusiones, ayer tan hermosas,caían en lluvia de triste conciertocomo si le echaran asperges á un muerto;el sol, con su nimbo de luz triunfadoraun beso de llamas le daba á la aurora,mientras las campanas, con vibrante risa,en las blancas torres llamaban á misa,y en las copas verdes de los tamarindosuna alada tropa de plumajes lindos,como en una suave y armónica dianasaludaba alegre la alegre mañana.

¡Qué tristre contraste mi tristeza hacíacon el panorama que en torno veía;en mi alma, una adusta legión de dolores;.allá fuera, trinos, y luz, y colores Y un instante hubo que pensé tan hondoque al mar de la idea no le encontré fondo:chanto más bajaba más sentía el fríode ese desconsuelo que deja el vacío Sólo vi á un espectro que me contemplaba:era mi pasado que resucitaba.Y comprendí entonces por qué la concienciallora si en el alma muere una creencia¡y comprendí entonces por qué la esperanzatanto más se aleja cuanto más se alcanza;y comprendí entonces, de este raro modo,las hondas tristezas del que niega todo;y comprendí entonces por qué se deliraaun sabiendo el alma que ama una mentira!

Me encontraba en estas tristes reflexiones,viendo la derrota de mis ilusiones,cuando tú pasaste, gentil y altanera,derramando efluvios de amor en la acera.Tus negras pupilas y tus labios rojosiban despertando codicia en los ojos,

NUEVOS RITOS 554

y tus regias curvas, de atrevidos vuelos,explosión de asombros y locos anhelosYo te seguí entonces mudo, reverente,como al astro un día los magos de Oriente.Penetraste al templo por la inmensa navey te arrodillaste con un aire grave;luego con la diestra una cruz hicistey á esa cruz un beso' silencioso diste.

En aquel instante de apacible calma,que en místico ensueño sumergía el alma,un infantil coro, de albas vestiduras,con plegaria ardiente rasgó las alturas:"¡Salve, Omnipotente, Redentor del mundo!Tú estás en lo inmenso como en lo profundo;Tú eres esperanza, Tú eres alegría,paz, amor dulzura, luz y poesía ."Y aquellos querubes, que, en férvido coro,llenaban el templo con cánticos de oroeran como espejo de alto simbolismoen que se miraba mi materialismo:hosco, irreverente, desnudo y prosaico,como el prosaísmo de un signo algebraico.

Y volví mis ojos hacia tí, Imperia,casi avergonzado de ver mi miseria,y á un mismo tiempo triste y doloridoporque todo, todo lo había perdido! . . ..Y al volver los ojos y verte contrita,tal como Mefisto tentó á Margarita,sintió mi alma no beso de luz y esperanzay una voz que dijo ; "Quien espera alcanza."

Después cauteloso, vacilante, lentome invadió un asomo de enternecimiento,que ahuyentó las sombras de mis extravíosy avivó la llama de mis desvaríos,que me habló de cosas, tan dulces y raras,que nunca en mis sueños las pude ver claras;de la actitud casta de la mujer que oray por los pecados de todos implora;de la boca fresca que sutil se muevecomo el aleteo de un pájaro breve;de las manos blancas que se elevan juntasasí como se unen las manos difuntas;de los ojos tiernos que, en suave deli uio,parecen el ritmo de un dulce hemistiquio;de esos tonos vagos, opalinos, suaves,hijos de la eterna sombra de las naves,que le dan al rostro relieves de rasoy á la carne rubia palidez de ocas, .;del místico ambiente que el alma respira;del órgano flébil que en lo alto suspira;de la hostia que se alza mientras las cabezasse bajan al peso de sus impurezas,y las manos tocan á arrepentimientotal como movidas por un pensamiento.

¡Oh cuántos tesoros hay en un detalle! Te había visto ufana, triunfal en la calle,sonriendo con risa de célico arpegio,y haciendo saludos con talante regio,te había visto dando gloria á un espectáculocomo la custodia le da al tabernáculo,desnudos los hombros y el pecho desnudo-pecho que quisiera que fuera mi escudo-:en el baile llena de actitudes reales,deshojando risas como madrigales,y en el mar, en donde le daban las ondasvoluptuosos besos ó tus carnes blondas;mas nunca mis ojos te vieron contritatal como Mefisto tentó á Margarita .

NUEVOS RITOS 555

-Por eso al mirarte de hinojos orandolentamente en mi alma fué resucitando,no la fe cristiana, que matara un día,á golpe de análisis mi filosofía,sino la fe heroica de las ilusiones,que es la eucaristía de los corazones;y al conjuro breve de un esfuerzo ocultoen mi alma surgiste como un nuevo culto

Luego con mi gloria levanté un santuario,en donde mi numen-férvido templarioante tí, de hinojos, juré romper lanzascontra los verdugos de las esperanzas;y por una extraña fantasía locame imaginé un cáliz tu sangrienta boca,y tus blancas manos, dos hostias benditas,que juntara un lazo de ansias infinitas.

Oré entonces lleno de un amor pagano:"Dios te salve, Imperia, tentador arcano;tan llena de gracia que entre las mujerestú la más excelsa y . original eres.Que tu vientre sea bendito y fecundoy . dél salga un día quien redima un mundo. "

E . LÓPEZ ALLUTO,

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El Abogado de los Abogados.

Cuentan que el Señor no miraba con poca ni muchasimpatía á los leguleyos, prevención que justificaba elque siempre que uno de éstos tocaba á las puertas del cie-lo, no exhibía pasaporte al portero para darle entrada.

¡Vaya un madrugador!-- murmuró el apóstol un tantomalhumorado.

¿Qué se le ofrece?

—Entrar, claro está—contestó el de afuera.

¿Y quién es usted, hermanito, para gastar esosbríos?

—Ibo, ciudadano romano, para lo que usted gustemandar.

Está bien . Páseme sus papeles. El viejo llevabaéstos en un canuto de hoja de lata que entregó al santo delas llaves, el cual cerró el ventanillo ,y desapareció.

San Pedro se encaminó á la oficina donde funciona-ban los santos á quienes estaba encomendado el examende pasaportes y hallaron tan correcto el del nuevo aspi-rante, que autorizaron al portero para abrirle de par enpar la puerta.

Pase y sea bienvenido—dijo.

Y el viejecito, sin más esperar, penetró en la porte-ría seguido del gato, que no era maullador, sino de buengenio.

Fría, muy fría estaba la mañana, y el nuevo huéspedque entró en la portería para darse una mano de cepillo ysacudir el polvo del camino, se sentó junto á la chimenea

NUEVOS RITOS - 557

con el animalito á sus piés, para refocilarse con el calor-cillo .

San Pedro, que siempre fue persona atenta, menoscuando la cólera se le sube al campanario, que entonceshasta corta orejas, le brindó un matecito de hierbas delParaguay, que en las alturas no se consiguió un puñaditode té ni para remedio.

Mientras así se calentaba interior y exteriormentecon su merced.

¿Y qué tal va en esta portería?

Así, así,---contestó modestamente San Pedro—comotodo puesto público, tiene sus gangas y sus mermas.

Si no está usted contento y ambiciona destino supe-rior, dígamelo con franqueza, que yo sabré corresponderá la amabilidad con que me ha recibido, trabajando y em-peñándome para que lo asciendan.

¡No, no!—se apresuró á interrumpir el apóstol . Muycontento, y muy considerado y adulado que vivo en miportería. No la cambiaría ni por un califato.

¡Bueno, bueno! Haga usted cuenta que nada he di-cho. ¿Pero está usted seguro de que no habrá quienpretenda "huaripampearle " la portería? ¿Tiene ustedtítulo en forma en papel timbrado, con las tomas de ra-zón que la ley previene y ha pagado en Tesorería los de-rechos de título?

Aquí San Pedro se rascó la calva . Jamás se le habíaocurrido que en la propiedad del puesto estaba como pe-gado con saliva por carencia de documento comprobato-rio y así lo confesó.

Pues, mi amigo, si no anda usted vivo, lo `huaripampean"en la hora que menos se lo piense. Felicítese demi venida. Déme papel sellado, del sello de pobre de so-lemnidad, pluma y tintero, y en tres suspiros le emborro-no un recursito reclamando la expedición del título ; y porun "otro sí" pediremos también que se le declare la anti-güedad del empleo, para que ejercite su acción cuandofastidiado de la portería, que todo cabe en lo posible, levenga en antojo jubilarse.

Y San Pedro, cinco minutos después, puso el recursoen manos del Omnipotente.

¿Qué es esto, Pedro? ¿Papel sellado tenemos? iquétítulo ni qué gurrumina! Con ¡ni palabra te basta y tesobra.

Y el señor hizo añicos el papel, y dijo sonriendo : tene-

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mos ya abogados en casa . ¡Pues . . . . bonita va á ponersela gloria!

Y desde ese día los abogados de la tierra tuvieron enel cielo á uno de la profesión ; esto es, un valedor y patrón,San Ibo, el santo que la Iglesia nos pinta con un gato álos pies, como diciéndonos que el que en pleitos se mete,lo menos malo que puede sucederle es salir arañado.

Ello es que hasta el romano, al saber que al fin habíaconseguido un abogado entrar en la corte celestial, no de-jó de escandalizarse, pues en las fiestas de la canoniza-ción de San Ibo cantaron los granujas:

¿Advocatus et sanctus?

¡Res mirando populo!

RICARDO PALMA .

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Improvisación.Lentamente

Va avanzando, solitario y majestuosoEl "Huallaga", va rompiendo, temblorosos los espejosDel oceano, y en fantásticos reflejos,

Nacarinas las espumas.Confundiéndose en Oriente con las brumas,Edifican en los cielos los palacios encantados,Como nidos misteriosos dé rendidos ruiseñoresDe mi musa enamorados,Los palacios encantadosDonde habita, esplendorosa, la deidad de mis amores.

Suave brisa,Que en mi frente marchitada, cariñosa jugueteas,Tu que vienes de esas costas ; tu que inspiras mis

(ideas;Tu, el auriga misterioso que fustiga los corceles,

Do el Sol viaja,En su carro refulgente de brillantes oropeles,

Tu eres, brisa, la primera,La primera que me da la bienvenida

Cuando llego á la riberaDe la tierra prometida.

Suave brisa,Suave brisa que besastes en la frente á mis abuelos,Que me ven, desde su trono majestuoso de los cielosAspirárte embelesado--tu me inspiras.Tu disipas en mi pecho los enconos, los rencores.Suave brisa, cariñosa, que besaste a mis mayores .

NUEVOS RITOS 560

LentamenteYa avanzando el "Huallaga" silenciosoLentamente voy llegando, Panamá de mis abuelos.A tus costas . ¡Ah! ya estoy bajo tus cielos

Ya he logrado los anhelosEn que cifro la esperanza, venturosa de mi vida.

¡Tu! la tierra prometida,Panamá, la cuna ilustre de mis inclitos abuelos.

Abordo del vapor "Huallaga "

Junio 21 de 1910.

JUAN ARANA TORROL .

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La Muerte de Cicerón.Cicerón moría, concluida su obra y después de haber

adquirido el derecho de ser considerado, coi César, la fi-gura más grande de aquella grande época de la historiade Roma. A los historiadores de hoy les es, probable-mente, muy fácil dedicarse á señalarnos las debilidades, lasvacilaciones y las contradicciones de Cicerón ; pero olvi-dan que no han podido decir otro tanto de sus contempo-ráneos y de César mismo, y que si el asunto es más fácilcon Cicerón, es porque él mismo lo ha referido.

Hay sin embargo, otra cosa que ver en Cicerón y es elpapel histórico que representó . En aquella sociedad ro-mana, en la que hacia tantos siglos nadie había podido lle-gar á ser un hombre de Estado, á menos que pertenecie-se á la alta nobleza, que fuese un rico señor ó un ilus-tre general, Cicerón el primero, bien que no fuese ni no-ble ni rico, ni hombre de espada, entró en la clase diri-gente, y ocupó los primeros puestos y gobernó la Repú-blica con los nobles, los millonarios y los generales, sóloporque hablaba y escribía de una manera admirable, por-que sabía exponer al gran público, en un estilo claro, lasideas complejas y profundas de la filosofía griega.

En la historia de Roma, y por consiguiente, en lahistoria de la civilización europea de la qué Roma es ori-gen, fue el primer hombre de Estado perteneciente á laclase de los intelectuales ; por tanto, el jefe (le una dinas-tía tan corrompida, viciosa y perjudicial cuanto se quiera,pero que el historiador, aun detestándola, debe reconocerque ha durado mucho tiempo más que la de los Césares,porque de Cicerón hasta hoy, ,jamás ha cesadode dominarla Europa durante veinte siglos.

Cicerón fue el primero de esos hombres de pluma

NUEVOS RITOS-562

que, en toda la historia de nuestra civilización, han sido,ora los sostenedores del Estado, ora los obreros de la ci-vilización ; retóricos, jurisconsultos, polígrafos en el Im-perio pagano ; apologistas después y padres de la Iglesia;monjes, legistas, teólogos, doctores y lectores en la EdadMedia; humanistas en la época del Renacimiento ; enciclo-pedistas en Francia en el siglo XVIII, y en nuestros días,abogados, periodistas y profesores.

Cicerón ha podido cometer graves errores políticos;pero su importancia histórica no es menor que la de Cé-sar, y muy poco inferior á la de San Pablo ó SanAgustín . Es necesario decir que Cicerón tuvo todas lasgrandes cualidades de la dinastía que fundó y apenas susmás ligeros defectos . Era uno de esos hombres como ra-ras veces se encuentran, aun en el mundo de los pensado-res y de los escritores, que no tienen ni la ambición delmando, ni la sed de las riquezas ; sino el único deseo, mu-cho más noble aunque encierre cierta vanidad, de ser ad-mirados.

De todos los hombres que gobernaron entonces elmundo romano Cicerón fue el único que no perdió entera-mente, en la horrorosa política de su época, aquella con-ciencia del bien y del mal, que si no pone al hombre á sal-vo de las pequeñas debilidades, le impide sin embargo,cometer los grandes crímenes ; y fue el único que trató degobernar al mando, no con la loca testarudez de Catón óel cínico oportunismo de los demás, sino según su métodomeditado, esforzándose por permanecer fiel, en medio delos desórdenes de su tiempo, á las tradiciones republica-nas, por conciliar las austeras virtudes latinas con las ar-tes y la sabiduría de los griegos, por infiltrar, en toda lasociedad romana, no espíritu de equidad y de dulzuraque hizo por donde quiera más humana la aplicación, ámenudo ciega y brutal, del derecho de los fuerces.

Los historiadores se mofan á la ligera del buen Cice-rón por sus utopías ; pero sus contemporáneos debieronapreciarlo de otra manera, porque quince años más tardetrataron de realizar una gran parte de ellas.

GUILLERMO FERRERO.

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MICROBIANAS.

En vano intentas levantar la frente,Hombre de alma servil ; deja se hundaNunca la irguió valienteEl buey acostumbrado á la coyunda.

Todo se compra, pues se vende todo;Cuestión de tiempo, de moneda y modo.

Moralistas, la senda habéis errado,y pues la privación causa apetito,Si al hombre queréis ver regenerado,Decid que la virtud es el delitoPor más atroz y vil más castigado.

Canalla vil que á solas refunfuñasY los dientes enseñas y las uñas,Vituperando á ta señor ausente,Que sin piedad te inmola;La garra esconde y disimula el diente,Que se acerca el tirano y grita : "Hola"Alzad, perritos, y á mover la cola.

No es en todas las nacionesEl sufragio popularArte de multiplicarEstúpidos por bribones;

Que en algunas ]lega á serEl elemento sagradoConque lleva el pueblo honradoAl hombre digno al poder.

—Me admira, dije á un inglés,Ver tratar aquí, en Albión,La bestia con compasión,Y al prójimo á puntapiés .

NUEVOS RITOS 564

Y contestó :—No se asombre:Aquí la vida es negocio,En que la bestia es un socioY competidor el hombre.

Un político es hombre de alto vuelo,Alma (le bronce y corazón de hielo,Que al humilde convierte en un esclavo;

En su cómplice al bravo,Y tiene por Mentor á Maquiavelo.

Siempre en las revolucionesEl pueblo es el accionista,y el caudillo es el gerenteQue las ganancias le birla.

¡Ay de aquel perseguido por la suerte!Que es el hombre caído en la desgracia,Para sus enemigos, un juguete,Para sus amigos, dura carga.

¿Resultaste orador? . . . . Díme el secreto--Es muy fácil : entraren el debatePerdiéndole el temor al disparateY al público el respeto .

RAFAEL DE ZAYAS ENRÍQUEZ.

NU EVOS RITOS 565

Problema Sociologico.El verdadero secreto de los fracasos matrimoniales.

El otro día, un joven en Cleveland fue á la " Casa deCorte" en solicitud de una licencia matrimonial, y poruna equivocación, penetró en una sala en que se ventila-ba un divorcio . Interesado en el caso, se quedó á escu-char la averiguación hasta el fin, y después de oír la sór-dida historia de una vida matrimonial que se desarrollabaante sus ojos ; una historia de disputas, de riñas, de car-

gos, de crueldad, de negligencia, decidió que no era tanvaliente para afrontar una empresa tan peligrosa como elmatrimonio, y huyó de la escena, lleno de terror.

El incidente es notable, por el hecho de que el jovenen cuestion experimentó en cabeza ajena, raro fenómenopor cierto. Sin embargo, lo corriente es que, á pesar delos malos ejemplos de infelicidad matrimonial que se venpor todas partes, siempre estemos dispuestos á correrel riesgo de emprender el fatal viaje hacia el altar . Oírlos repiques nupciales vibrar en nuestros oídos, es eltriunfo final de nuestra esperanza sobre la triste expe-riencia de nuestros prójimos . Otros habrán encontradoel matrimonio malo, pero cada mozo, cada muchacha,creen que han hallado el camino que conduce al Edén, y queel anillo matrimonial va á ser el mágico talismán que lesabrirá las puertas del Paraíso, perdido por la desobedien-cia de nuestros primeros padres.

Esto, empero, raras veces sucede, y una de las cosasmás conmovedoras de este mundo es la desilusión que elmatrimonio acarrea sobre la mayoría de los desposados ;

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sin incluír los grandes daños que destrozan los corazones,arruinan las vidas y conducen á las cortes de divorcio.Esto se refiere simplemente á la común tragedia de la vi-da cotidiana, en donde un hombre y una mujer permi-ten que el vínculo matrimonial, que comenzó siendo unsuave lazo de seda, se convierta en una cadena de hierroque los engrilleta como á dos prisioneros, como á dos pe-nitenciaríos, como á dos forzados á galeras, como á dos€ galeotos ; cadena cuyo sonido puede oírse cada vez que seaproxima uno á los hogares . No obstante, ese hombre yesa mujer se casaron por amor . ¿Cómo, habiendo comen-zado con un tesoro de afección inmenso, se presentan enquiebra tan pronto?

Por lo que hace á la felicidad real que uno 11 otra reci-ban al casarse, la mayoría de los matrimonios, son fraca -sos completos. Esta es una afirmación audaz, pero desa-fío á cualquiera para que pruebe que no es la verdad-¿Cuánto- maridos y esposas conocen ustedes que encuen -tran su principal placer en la sociedad de uno y otro?¿Cuántas parejas pueden ustedes encontrar entre las qu ehayan un genuino compañerismo? La generalidad de lo shombres, cuando dejan sola á su esposa, ¿no se siente"gozosos, como librados de la ergástula? El chiste del an -tiguo payaso á quien se le preguntaba : "oye, en el último viaje que hiciste, ¿te acompañó tu esposa? " "Oh-no " , respondió el tunante : "mi viaje fue simplemente derecreo" . Este chiste, digo, tiene un fondo de verdad es-tupendo.

La conversación de muchos casados, aún en público,¿no está entreverada con pequeñas puyas mutuas que sedirigen, cuya causticidad revela la suma de mostaza quese arrojan de corazón á corazón en las conversaciones pri-vadas dentro del hogar? ¿No han notado en el teatro loindiferente que son el esposo y la mujer y la manera in-sufrible conque cada uno se bosteza en la cara, ó las re-criminaciones que se hacen en cualquiera parte por elmás leve incidente, cuando la cuerda está muy tirante, yasea por una mala comida, ó por cualquiera cosa que andafuera de orden? Cuántas veces no habrán oído ustedesen boca del marido ó de la señora la terrible expresión de:"¡Yo no sé qué diablos me hico tan idiota para casarmecontigo?"

Sin embargo, estas gentes estuvieron una vez enamo-rados, se casaron para pasar juntos el resto de su vida.Son fieles y leales entre sí . Se desviven por pasarla con-fortablemente, pero de algún modo han matado el gozo yla gloria y el " romance " de la vida ; y el más grande pro-blema de la civilización, es descubrir cómo es que dos sé-res que se buscan para ser felices, se convierten en dosmiserables .

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Probablemente la culpa es más de las mujeres quede los hombres . En este país, por lo menos, es la mujerla que lleva la voz cantante en la vida de la familia, y estáen ella decidirse por oír, ó cantos de madrigales en suventaneó maullidos de gatos que combaten en la azoteade la cocina . Por supuesto que los prolongados años dematrimonio están llenos de pruebas, de tribulaciones, deenfermedades, de angustias y de luchas; pero no hay unamujer que á pesar de todas estas vicisitudes del camino,queriendo, no haga brillar en el matrimonio el encanto yla ilusión a le una vida venturosa . En su mano está arran-car el velo poético, presentando el matrimonio al hombrecomo una dura é inicua realidad de cuentas y malas co-cineras, que le matan sus más floridas ilusiones.

Los hombres son, de lejos, más sentimentales quelas mujeres, y cuando un hombre se casa, generalmenteestá tres veces más enamorado de su novia que ella de él.El hecho es fácil de explicarse . El la ha escogido, entretodas las mujeres del mundo, como la única predilecta,como la más simpática para su carácter y temperamento.

Ella quizá se casa por tener un hombre, por no que-rer quedarse para vestir santos, ó porque no sabe qué ha-cer con ella misma ; pero cuando un hombre deliverada-mente se decide á sostener á una mujer durante toda lavida, está dando una garantía práctica incontrovertible dela pureza de sus afecciones.

Siendo éste el caso, es una vergüenza y una desgra-cia para una mujer perder el amor de su esposo, porqueesto es invariablemente culpa suya . Por desgracia, elbello sexo tiene la costumbre de colgar las armas y dejarque se enmohezcan, después que ha pescado al marido.Después del casamiento, no vuelve el hombre á gozar delprivilegio de la amabilidad, del vivo ingenio, delencanto, deldelicioso tacto que engañaron á su fantasía en losprístivos días de su amor . Si se corrigiera este hábito, si la mu-jer se tomara el trabajo de hacerse tan agradable des-pués del matrimonio como lo ha sido antes; si siempre sepresentara á su dueño y señor con una atractiva aparien-cia ; si se propusiera "adivinarle el pensamiento", conser-varía á su esposo enamorado hasta el fin, porque el hom-bre esencialmente es un animal doméstico muy dócil á lamano que le da de comer bien, y que le sabe acariciar.

Hay otras tres razones en virtud de las cuales lasmujeres fracasan como esposas . La primera de éstas es que lamayar parte de éllas no saben nada de quehaceres domés-ticos, y mientras el marido, cansado, nervioso y disgusta-do á diario por las comidas mal condimentadas, se deses-pera, ella está aprendiendo á cocinar y á manejar los cria-dos, llorosa é incompetente; pero ambos, á la vez, están

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poniendo los fundamentos para una vida de futuras que-rellas interminables.

Si no hubiera malos almuerzos en la mesa, es seguroque habría pocos matrimonios infelices . Muchos hom-bres nunca se darían cuenta de que equivocaron su afini-dad, si siempre les sirvieran en la mesa magnífico café ypan . Infinidad de verdaderos amores han perecido á lavista de un beefsteak correoso, ó ahogados en un plato desopa demasiado aguada.

La segunda desilusión la recibe el hombre cuandollega la visita del primer bebé . Todo el orgullo que estole produce no es suficiente para que deje de sentir ciertomalestar producido por el lloro, á veces continuo, del pe-queñuelo, su aspecto, su olor . Por esta época. vuelve ásus antiguas correrías solteriles, aprovechándose de quela mujer en estas condiciones, absorbida por los cuidadosdel niño, no tiene para él las atenciones y las solicitudesde antaño.

De cuando en cuando, se sabe de alguna mujer queconsidera al marido de tanta importancia como sus hijos,pero para la mayoría de las casadas el marido sólo sirvepara ganar el dinero para aquéllos.

ni 1 tercer pecado de las mujeres es el que nuncaaprenden nada por la experiencia . Son como los tontosque están siempre matando gente con una carabina des-cargada. Aunque sepan bien que hay ciertas cosas quedisgustan á su esposo, jamás lo evitan en la conversación.Sabiendo el escozor que le producen ciertos hechos, nose abstienen de impedirlos. Por una ó por dos vecespuede tolerarse, pero siempre, es una estupidez . Cual-quiera mujer puede manejar á cualquier hombre, si ella"quiere" tomarse un poquito de molestia.

Sin embargo, la mujer sola no puede hacer un matri-monio feliz . Es necesario una pareja para besarse asícomo para pelear y los hombres tienen su parte de culpa-bilidad en el asunto.

Los hombres no hacen dichosas á las compañeras,por la falta de ternura de ellos . Cuando se casan, pare-ce que el amor los ha abandonado. Durante años hanpasado horas tras horas, antes de casarse, diciéndoles ásus Dulcineas que las adoran sobre todas las cosas.Después del matrimonio, las bajan del cielo á la tierra; novuelve á mencionarse esa "infinita adoración ". Piensa elhombre que el hecho de casarse es una prueba bastantede afección . Sin embargo una mujer preferiría una onzade cumplimiento á un barril de hechos. Puede dejarsemaltratar, pegar y á pesar de todo, considerarse como lamás feliz de las mujeres en tanto que se oiga llamar por

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su marido la más bella de su sexo y el único objeto de suadoración.

Los hombre fracasan como esposos, porque tratan ásus mujeres como pensionistas, y no como compañeras.Jamás se ha sentido feliz mujer alguna cuando un hom-bre le hace sentir su dependencia financiera . Loshombres fracasan como maridos, porque tienen un inte -rés mayor por sus negocios que por sus hogares . Seconvierten en simples máquinas de hacer dinero, sin im-pulso humano de afección ; y muchas grandes empresasestán construidas sobre las ruinas de un corazón de mu-jer . Fracasan, porque desean ser casados y solteros ála vez. Nadie tiene derecho á casarse si no ha resueltoabandonar sus hábitos de solterismo . Antes de casarse,debe decidirse ó por tener entre las suyas las manos desu esposa ó una mano de Póker ; si prefiere tomar el té enla mesa de, su casa ó destapar y beber una botella de cham-paña con las coristas . Debe escoger una cosa ú otra.

Finalmente, hombres y mujeres fracasan en el matri-monio porque dejan al azar la felicidad matrimonial,cuando es una cuestión de voluntad . No hay dos perso-nas, cualquiera que sea su carácter, que no encuentren,queriendo, motivos de disgusto ó de armonía entre ellos.Donde hay una voluntad hay un camino . Querer es po-der. La dicha conyugal no le cae á uno como una lotería,es obra de la voluntad .

DOROTEADIX.

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A la campaña del Claustro.Son para fi las hojas de mis lau reles.

Cautiva del alero envejecido:Como esquila de dóciles rebaños,

Hace siglos que se oye tu tañidoEn el Claustro glorioso, que ha vencidoA la mano implacable de los años.

Yo, que miro lo triste en mi senderoComo la inmensidad la enhiesta palma,Con en viejo dolor por compañero:Un bronce clamoroso y plañideroQue tañe, como tú, dentro de mi alma;

Que planto de la tarde á los fulgoresJunto á la fuente y al verjel mí tienda,Para llevarme un eco de rumoresY una maceta de olorosas flores,Y luégo deshojarlas en mi senda,

Vengo á cantarte á tí, bronce sonoro,Que con voz amorosa y argentina,Me recuerdas la música del coro,Que sube, mientras vibra el timbre de oro,Cuando la frente ante el altar se inclina.

Campana secular, vieja campana:La triste llama de mis sueños arde,Cuando tu voz risueña se desgranaCon la primera luz de la mañanaY el último reflejo de la tarde.

Hay algo en tu clamor, desconocido,Algo en tu ruego evocador se esconde,Porque al claro vibrar de tu sonido,'Podo queda en tu Claustro enmudecido . . ..Es el silencio el que á tu voz responde

Llamar al hombre sólo es tu destino.Cual llama al templo tu armoniosa hermana,Que recuerda al humano peregrinoQue en el triste final de su camino,por él ha de llorar una campana . . ..

Hoy como ayer, las mismas vibracionesAcallando el alegre vocerío;Siempre tañendo con iguales sones,Y viendo desfilar generacionesCorno las ondas al pasar de un río .

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Igual con el reloj, que bajo el alaDel muro añoso marca la hora ida,Con el índice negro que señalaLas doce cifras de• la curva escala,Cual si midiese, en derredor, la vida!

Cuando me llamas con ta voz sonora,Triste me sobrecoge el pensamientoDe que otro te ha de oír, como yo ahora.Exhalando mañana, hora tras hora,Los mismos sones que se lleva el viento.

Tú evocas mis recuerdos de alegría,Dulce en mi alma tu clamor golpea,Como si oyera al espirar del día,Absorto ante la blanca lejaníaLos bronces venturosos de mi aldea.

El templo vencedor de las edades,En que tu gloria secular ostentas,Ha visto como el cielo tempestades,Héroes, cual las homéricas ciudades,Y cual las rocas de la mar, tormentas.

En él ha de escucharse tu tañido.Que hondos secretos de grandeza encierra,

Hasta que el pueblo en tu país nacido,Por designio de Dios haya cumplidoSu gloriosa misión sobre la tierra!

JOSÉ M. SAAVEDRA GALINDO.

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Costumbres CriollasNuestros Velorios,

Don Constantino Aceval era un buen curandero, que noperdía ningún rosario y oía misa hasta los sábados y que, porun incidente inesperado y fatal, falleció hace hoy dieciséis me-ses. Era generalmente querido en el pueblo de su residencia,por lo cual, en momentos en que exhalaba el último suspiro,había al rededor del lecho un verdadero torbellino . Varios desus amigos llegaban asustados hasta el cuarto, otros salían deél á paso acelerado, y la familia -- la pobre familia del difunto—lloraba con desesperación, como si deseara que sus gritos fue-sen oídos de uno á otro extremo del poblado.

Hacia el lado derecho de la cama se encontraba doña Fran-cisca, viuda inconsolable, la cual, frotándose las manos fuerte-mente, se inclinaba hasta el cadáver, le besaba en los labiosy con aullidos le decía:

iAdi-i-o-o-os compañeri-i-ito mi-i-io!

—Adl-i-i-o-os pre-enda de mi alma.

--Compañerito de mi vi-i-¡-da.

—Tan bu-e-e-no que era él con su famili-i-ia.

—Tan obediente, que hacia lo que yo que-e-e-rí-i-a.

--Ay Di-i-ios mi-i-i-o. Me mue-e-e-ero me mue-e-e-ro 8í sí si!

En el lado opuesto, cuatro chicuelos lloraban á toda voz,más de ver los gestos que hacían los deudos, que quizá de lamisma desgracia que ellos no alcanzaban á comprender aún .

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Ataques sobre ataques estremecían á Casimira, sobrina dedon Constantino, quien, de cuando en cuando, á más de sus re

petidos y apagados ayes, exhalaba unos gritos que parecían sil•batos de sirena.

El cuadro no podía ser más desconsolador para todos losque allí estábamos, que ya sonábamos las narices y teníamoslos ojos cómo frotados con ajíes picantes.

A Dios gracias la resignación fue imponiéndose en los afli-gidos deudos, merced á las cristianas exhortaciones del ancianosacerdote, que los leía las siguientes palabras:

"Dios no abandona al hombre de bien. Lo queEldestruyerenadie podrá reedificarlo . El es el Dios verdadero, á Puyo enojo na-die puede resistir y ante cuyo acatamiento se postran los ángeles quemueven los cielos o el orbe ." (Libro de .Job ., Capts . VIII—IX-XII .)

* *

Como, á las nueve de, la noche, la sala de recibo y el cuartoen donde yacía el muerto, estaban casi llenos de los amigos ,yamigas que, vestidos de riguroso luto, acudían á manifestar sucondolencia.

La llegada de una de ellas era motivo para que la viuda re-pitiera su cáfila de palabras estudiadas--quizá no sentidas —nosin que ella, seguida de la turba de deudos, se echaran sobrela pobre amiga, entre atronadores llantos y manoseos y abrazos,que oprimían ,y ajaban el vestido de la indefensa víctima.

A las once de la noche en aquel recinto reinaba, unsepulcral silencio . Señoritas y caballeritos parecían que estuviesensentados para tomar de ellos una vista fotográfica ; pero, á medida que avanzaba la noche, disminuía el número de los visitan .tes, es decir, sólo quedaban un grupo de señoritas y otro dejovencitos de dieciocho á veinticinco años . De este modo lascosas, como á las dos de la madrugada, los citados caballeritosacercaban sus taburetes y en voz muy baja se decían:

Esta mala noche no debemos pasarla así.

--Antonio, observa como te mira Isabel.

Yo tengo ganas— decía Jorge-de conversar con la mu-chacha .

A eso mismo he venido—respondió Carlos Alberto

Si estaba pegado de las ánimas para que muriera este vie-jo—dijo Roberto- porque en un velorio es donde uno goza.Figúrense que . en su casa no puedo hablar con ella ,y aquí, delas tres á las cinco de la mañana, cuántas cosas no le diré.

—Desde antes que muriera don Constantino, dijo Manuel,no pensaba más que en cafetearlo ; Porque un café, en un velorio,á media noche, con la muchacha en frente, sí que sabe á café.

—Ustedes no son más que teóricos—dijo Teodoro—pierdenel tiempo formando planes ,y no acometen á la fortaleza ; que

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quizá no aguarda más que avancemos para rendirse . Me gus-tan los hombres de empresa. Yo me cruzaré al campamentoenemigo.

—Pero si da pena, dijo alguien.

—¿Penal y por qué? Ellas han venido á lo mismoque nosotros; se ríen de vernos tan 'tímidos y ya están impacientes porque cada cual está lejos de la suya.

La irresolución y la prudencia son cosas muy distintas.Manos á la obra ; iré al lado opuesto, hablaré con la mía y á la,menor pregunta que dirija á ustedes, se cruzarán uno á uno.

Y, diciendo ,y haciendo, Teodoro se sentó junto á Jacinta,una hermosa muchacha de ojos de azabache y de color de cane-la. Hízole unas cuantas preguntas que no venían al caso ,ycuando creyó que era oportuno, llamó Jorge, quien, al oír sunombre, precipitadamente se dirigió en puntillas hacia el grupofemenino.

--.Decía aquí á las niñas que desde allá las veíamos comodormidas y que yo me había venido para donde ellas porque da-ba mucha pena que los acompañantes nos durmiéramos comoo hacen los deudos del muerto.

_Ah! sí, de eso hablábamos, repuso Jorge, tomandoasiento al lado de Margarita.

Y así, poco á poco, se acercaron todos y colocáronse en lu-gar conveniente.

A las tres de la madrugada, ya la sesión era borrascosa.Cada oveja con su pareja y ésta dando la espalda á la vecina.

Aquí, se oían medias palabras; allí, cuchicheos precipita,dos; allá, lánguidos suspiros y poco más á menos estasrecriminaciones:

— Los hombres no creemos en las mujeres porque casisiempre nos engañan . Cuando quieren es cuando se conven-cen de que no habrá otro candidato. Todo en ellas es fingido,desde la forma de la cabeza, que desfiguran con sus peinadosmás 6 menos horribles, hasta el color de la cutis . La historiase viene repitiendo desde Eva, que engañó á nuestro padreAdan, hasta nuestros días, Y siempre que se oye decir quo unpresunto matrimonio se ha disuelto, casi sin averiguar se pue-de sostener que la culpa corresponde al sexo que se juzga débil.

x .w

La sala, mortuoria estaba desierta. Solo se Veía á don Cons-tantino, el pobre muerto, tendido en el lecho, con más arreosque un Ministro de lo Exterior.

Doña Francisca y los demas deudos dormían profundamen-te desde las doce, excepto Casimira— la inconsolable Casimirade por la tarde—que allá en la tertulia se acordaba de todo, menos del muerto, haciendo cargos injustos á los hombres.

—Ustedes, decía, nos califican de volubles ,y muchas veces

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de ingratas ; pero realmente pasa lo contrario . Los hombresfingen querernos y hasta exageran su pasión cuando no les ama-mos ,y hacen mil demostraciones que van extinguiéndose á me -dida que conocen nuestro afecto. Y cuando se ven correspondi-dos, entonces, sí, entonces, no son más que exigencias y prohi-biciones que muchas veces no podemos cumplir pero que toman congo pretexto para justificar sus continuos desagradossin considerar siquiera que si accediéramos á todas sus preten -siones, ellos mismos nos juzgarían,—allá en su

conciencia indignas de marchar á su lado por el espinoso camino de la exis-tencia. De ahí el que con los labios nos llamen ingratas ,y deahí también el que tengamos que observar un tacto de pilotopara distinguir la sinceridad de la hipocresía, que en ocasionessuelen vestirse de manera idéntica.

w as

Así continuó la sesión hasta las cinco y media de la maña-na, en que el día vino á interrumpir aquellos instantes de dueloó de ventura . Lo cierto es que á la hora del entierro, cuando elsacerdote pronunciaba las palabras:

. . quia apud te propitiatio eit ; et propter legem tuam sustinui te,Domine. Sustinuit anima mea in ve rvo ejus: speravit anima mea inDomino . Et ipse redimet Israel ex omnibus iniquitatibus

.se repetía el mismo cuadro de la tarde anterior . DoñaFrancisca rebujada en un paño negro cual si tuviese frío, con suconversación lloraba, y, Casimira, la misma Casimira, desgreña-da, con cara de dispepsia y un pañuelo en la frente, fingiendojaqueca, daba lamentos de desesperación, porque no la dejaban

acompañar á su querido tío hasta la última morada.

Ese fué el relato que nos dió un amigo haciéndonos la si-guiente observación:

En la vida se finge hasta el dolor.

Muchas veces el corazón está de plácemes, aunque el semblante aparente estar sumido en confusión caótica.

En nuestros pueblos necesitamos lugares de reunión . Afalta de ellos, ocurrimos como á tales á los velorios y á la iglesia .

RECTOR CONTÉ B .

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Idea Venero.Dijo el Creador : "El rayo luminoso

Concentre en la pupilaDe una beldad, las siderales huellas" .

Y fué el esplendoroso"Fíat—lux" que místico titilaEntre sus ojos, con fulgor de estrellas

Dijo entonces Natura, enamorada : ."Rosas y azahares

Confúndanse á los besos' de la brisa "Y se hizo la poética alborada

Que inspira los cantaresEn la dulce expresión de su sonrisa.

Mi viejo corazón que aún sueña y late,Y que ilusiones y bellezas crea,Quiso terrestre el celestial contraste:V al darle formas, le encarnó en IDEA.

Isaias Jurado Q.