Microrrelatos 24 10 15

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24 DE OCTUBRE

24 DE OCTUBRE

DA DE LA BIBLIOTECA ESCOLAR

MICRORRELATOS

Aquel seor que puso una tienda de ocasosM . Mihura

Aquel seor, que pareca tan tonto, se haba fijado en que el sol siempre se pone por el mismo sitio del campo, y entonces se le ocurri comprar aquel pedazo para poner all una tienda y explotar las puestas de sol, que son tan bonitas y que tanto les gusta ver a las vacas y a esos matrimonios solteros que estn siempre subidos en una de las vacas.Y fue y le compr el campo a la duea, y ya dueo del campo, le puso un escenario y un teln con anuncios, que se suba y se bajaba tirando de una cuerda. Y el sol, al ponerse, quedaba encerrado en la ratonera de la embocadura, que lo enmarcaba como una acuarela.Puso despus en aquel escenario natural los borreguitos blancos y el ro, y un barco de vela, y un peridico, y una lata de sardinas vaca, y todo lo que debe haber en una puesta de sol para que resulte bonita.

Aquel seor que puso una tienda de ocasosM . Mihura

Aquel seor, que pareca tan tonto, se haba fijado en que el sol siempre se pone por el mismo sitio del campo, y entonces se le ocurri comprar aquel pedazo para poner all una tienda y explotar las puestas de sol, que son tan bonitas y que tanto les gusta ver a las vacas y a esos matrimonios solteros que estn siempre subidos en una de las vacas.Y fue y le compr el campo a la duea, y ya dueo del campo, le puso un escenario y un teln con anuncios, que se suba y se bajaba tirando de una cuerda. Y el sol, al ponerse, quedaba encerrado en la ratonera de la embocadura, que lo enmarcaba como una acuarela.Puso despus en aquel escenario natural los borreguitos blancos y el ro, y un barco de vela, y un peridico, y una lata de sardinas vaca, y todo lo que debe haber en una puesta de sol para que resulte bonita.

Pero entonces el dueo del sol, con el que no se haba contado para nada, se cans de que explotasen a su sol de esa manera, y un da no le dio cuerda y lo dej parado para siempre en el centro del cielo

El negro. Rosa Montero Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequvocamente germana adquiere su bandeja con el men en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos.

Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y est comiendo de su bandeja.

De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no est acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quiz no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo sta barata para el elevado estndar de vida de nuestros ricos pases.De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonrerle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa.

A continuacin la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartindola con exquisita generosidad y cortesa con el chico negro. Y as, l se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de mltiples sonrisas educadas, tmidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un caf. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrs de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Por casualidad ella entra en la cafetera Riofro y ve a su amante en una mesa del fondo, charlando con unos amigos. Lo conoce desde hace dos meses y est muy ilusionada, pues intuye que por fin ha encontrado al hombre de su vida, alguien que la entiende y la respeta, que colma sus anhelos ms ntimos, dentro y fuera del lecho. Pide un cortado en la barra. Saca del bolso el telfono mvil y, con la piel sublevada, vindolo sin que l la vea, lo llama para darle una sorpresa y, por qu no, proponer una cita rpida en el cercano hotel NH. En la cafetera empieza a sonar una insulsa meloda electrnica. l mira la pantalla del telfono, pero en vez de contestar se la muestra a sus amigos y, con un gesto burln, corta la llamada. Ella, desconcertada, llama de nuevo. Vuelve a llenar el aire el soniquete machacn y sin matices. l corta otra vez la llamada. A continuacin teclea un mensaje y, antes de enviarlo, lo hace circular por la mesa para que todos lo lean. Ella lo recibe unos segundos ms tarde: Estoy reunido, amor. Luego te llamo. En la mesa no paran de rerse. Llega el cortado. Presa de un temblor repentino, ella deja unas monedas sobre la barra y se va sin probarlo.

Revelacin

Inercia Oscar Javier Salomn

Por costumbre puse dos platos en la mesa pero esa noche ramos tres, haba un invitado.
Nos sentamos. La comida ya estaba servida. Tres personas sentadas y solamente dos platos en la mesa.

Para ir a buscar otro plato deba levantarme, caminar cinco pasos, abrir la puerta del mueble, retirar uno, volver a caminar los cinco pasos y colocarlo en la mesa. Para traer el revlver mi esposa simplemente deba estirarse y sacarlo del cajn que estaba abierto. De mutuo acuerdo nos decidimos por la segunda posibilidad, era ms fcil.
Se apoy el arma en la mesa, se la hizo girar. El can seal a mi esposa. Corrimos el plato para que no se salpicara de sangre. Se dispar.
Entonces fuimos dos personas sentadas con dos platos en la mesa, ahora el nmero estaba bien. La cabeza del cadver de mi esposa cay sobre mi pie izquierdo. Senta su peso oprimindome los dedos. Me estaba manchando el zapato izquierdo. Comenzamos a comer. Pasamos una velada alegre. Conversamos sobre asuntos intrascendentes.

Manolo Lucy Chau

Pronto llegar Manolo e iremos a comer. Ser divertido. Seguramente querr cambiarse de ropa y lavarse la cara antes de salir. Tal vez deba esperarlo vestida para que no se arrepienta. Me he maquillado para que no se sienta mal por verme el moretn en el ojo, puede pensar que lo hago a propsito para culparlo. Me ha pedido disculpas como la otra vez, pero ahora lo sent sincero.
Ha llegado Manolo. Est iracundo, quin sabe por qu. Se me ha quedado viendo con rabia, dice que qu hago vestida como una puta, que si no veo lo ridcula que estoy, que parezco un arlequn. Yo le recuerdo que bamos a salir. Ah viene su mano.
Se ha marchado Manolo. Se lo llev la ambulancia esta maana. Vomit toda la cama y el piso del cuarto. Me pidi ayuda, pero yo primero tena que limpiar para que luego no se fuera disgustar con el desastre. Cuando se calm le di ms sopa, pero no pudo. Ya era suficiente raticida.

Soledad Pedro de Miguel

Le fui a quitar el hilo rojo que tena sobre el hombro, como una culebrita. Sonri y puso la mano para recogerlo de la ma. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dnde es usted. Y comenzamos una conversacin entretenida, llena de vericuetos y ancdotas exticas, porque los dos habamos viajado y sufrido mucho. Me desped al rato, prometiendo saludarle la prxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un caf mientras continubamos charlando.No s qu me movi a volver la cabeza, tan slo unos pasos ms all. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra vctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

Ana Sofa De Gregorio Moro

Nos revolva el pelo con cara de contento cada vez que revisaba nuestros deberes. Todos los domingos se repeta el mismo ritual, Manuel y yo hacamos los ejercicios con pap y luego un dibujo para mam. Aquella tarde decidimos que el tema sera "profesiones para pap". Mi hermano decidi que fuera pirata, as que lo dibuj con un garfio, melena y esa mirada que tena algunas veces Yo decid que fuera astronauta y lo pint en un cohete viajando hacia el espacio. Mam mir los dibujos y nos bes. Pap desapareci aquella noche, mam dice que se march al cielo. A m me hubiera gustado verlo despegar...

Estefana Morn

Se lanzar desde el trapecio, correr a travs de la raz cuadrada sintiendo cmo el aliento de la malvada hipotenusa se le acerca hasta casi atraparlo para siempre; en un intento vano por despistarla llega al abismo de la derivada, se siente acorralado pero no!, encuentra una salida en la divisin y vuelve a escapar deslizndose por sta: el nmero pi se salva y llega hasta el infinito, peroAndrs, me escuchas?S, maestra.Muy bien, continuemos. Si un tren sale de Madrid a las ocho de la maana y otro de Barcelona a las diez

La malvada hipotenusa captur a pi.

La muerte en Samarra
Gabriel Garca Mrquez
(de Las mil y una noches)

El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
-Seor -dice- he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una seal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el seor se encuentra la Muerte en el mercado.
-Esta maana le hiciste a mi criado una seal de amenaza -dice.
-No era de amenaza -responde la Muerte- sino de sorpresa. Porque lo vea ah, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo que recogerlo all.

Memorias de una bola

Era la primera vez que estaba colgada; las luces a mi lado parpadeando, rojas, azules, amarillas, la sensacin de ingravidez y luego la alegra en la cara de los nios, esas caras de narices grandotas cuando se acercaban a mirarmeLo mejor de todo fue la maana en que, con ojos de sueo, abrieron los regalos primorosamente envueltos, todo lazos, colores, risas, sorpresas.Pero todo toca a su fin; con mucho cuidado me bajaron del rbol junto con mis hermanas y ahora espero la prxima Navidad desde la oscuridad de una caja de cartn.

La llamada

No nos habamos vuelto a hablar desde que me cas con Cristina. Nunca me lo perdon. Sin embargo, me avisaron cuando muri: soy su pariente ms prximo. Por esta razn, tuve que tomar decisiones respecto a sus bienes. Uno de ellos era su telfono mvil. Al encenderlo por pura curiosidad, el aparato me pidi su pin. Como no podra servirme de l, decid dejrselo en el atad, en su mano derecha. Llmame si necesitas algo, le susurr con una sonrisa malvada.Una semana despus de los funerales, son el telfono. La pantalla de mi mvil deca: Llamando Fernando.

El prncipe era flaco, desgarbado, con una palidez cadavrica, acentuada por sus negras ojeras. Era, adems, bastante torpe. Sin embargo, estaba all, frente a la Bella Durmiente, sin atreverse a besarla. Cuando finalmente lo hizo y ella entreabri sus ojos, l estaba distrado siguiendo una mariposa con la vista. Esto le permiti a la Bella Durmiente echarle una ojeada y fingir que continuaba dormida. Haba decidido aguardar una segunda oportunidad.

Una segunda oportunidad

Se levant del suelo del patio y estir las patas, despacio. Seis, todava me quedan seis, se dijo. Maull y volvi a trepar por la caera.

Paula Coll.

El globo Miguel Saiz lvarez

Mientras suba y suba, el globo lloraba al ver que se le escapaba el nio

Apenas l le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clmiso y caan en hidromurias, en savajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que el ralamaba las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y se envulsionaba de cara al nvalo, sintiendo cmo poco a poco, las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas flulas de cariaconcia. Y, sin embargo, era apenas el principio, porque en un momento dado, ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo que l aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramova. De pronto era el clinn, la esterfurosa convulcante de las mtricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del meropasmo en una sobrehumlica agopausa. Evoh, Evoh! Volpsados en la cresta del murelio, se sentan balparanar, perlinos y mrulos. Temblaba el troc, sevencan las marioplumas, y todo ello se resolviraba en un profundo pnice, en nilamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el lmite de las gunfias.

Julio Cortzar (Rayuela)

TE ANIMAS A ESCRIBIR TU MICRORRERATO