Microrrelatos cervantinos

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Microrrelato s cervantinos Alumnos y alumnas de 3º ESO IES Miguel Catalán - Zaragoza IV Centenario d e Cervantes en el IES Miguel Catalán

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Microrrelatos cervantinosAlumnos y alumnas de 3º ESO IES Miguel Catalán - Zaragoza

IV Centenario de

Cervantes en el

IES Miguel

Catalán

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El reto estaba ahí: mis chicos y mis chicas teníais que escribir un microcuento con un tema cervantino. Podíais elegir cualquier aspecto de la vida de Miguel de Cervantes, de su época o de sus obras que podíais consultar en nuestro blog colaborativo “Con los ojos de Cervantes”.

Aquí podéis leer vuestras respuestas al reto. Ha habido de todo: quienes han dejado volar su imaginación y han hecho hablar a Rocinante, los que han imaginado la historia desde el punto de vista de Sancho o Dulcinea; algunos habéis fantaseado dando respuesta al famoso “¿Qué hubiera pasado si…?”, otros habéis arriesgado con propuestas distintas… Como siempre, no me habéis decepcionado. Mis “quijotillos” han sabido enfrentarse a sus molinos. Aquí tenéis vuestros microcuentos para que disfrutéis. Buen trabajo.

Carmen

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El manco de Lepanto

En aquella batalla perdí la mano y pasaron muchos años hasta que aprendí a emplear correctamente la izquierda, pero durante esos años de confusión, al intentar agarrar cosas, vestirme, peinarme e incluso al intentar escribir, me vinieron a la mente ideas increíbles para un libro, tan buenas que no pude resistirme y, como medianamente pude, comencé a redactar el famosisímo libro "El Inqenioso hidalgo don Pijote de la Mancha”.

Sé que ahora nadie conoce este libro por ese nombre, pero cuando comencé a escribirlo el tan conocido Alonso Quijano no se llamaba así, su verdadero nombre era Alfonso Pinzote pero, claro, yo no escribía muy bien con la mano izquierda y hubo un problema con el pobre chico que imprimía los libros. Confundió unas letras con otras y después de tener toda la novela ya impresa, ¿qué podía hacer yo? Así que dije, bueno, no pasa nada, tampoco creo que vaya a leer mucha gente el libro…

Victoria 3º A

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El nuevo hidalgo

Para Sancho Panza todos los días resultaban iguales, monótonos: se levantaba pronto para trabajar y se acostaba igualmente pronto.

Vivía de lo que cultivaba, con su mujer y en una pequeña casa. Su vida no era precisamente aventurera.

Un día, Alonso Quijano, su vecino, le propuso irse con él a descubrir mundo, fuera del pueblo, a vivir aventuras... incluso le prometió riquezas.

Rechazó la oferta, pues bien sabía que ese hombre estaba loco. Aun así, Alonso insistió y le dijo que lo pensara durante una semana. Sancho volvió a rechazarlo.

Había pasado un mes desde que Alonso Quijano había salido de casa en busca de aventuras, ahora era un caballero famoso llamado don Quijote de la Mancha.

Viendo sus días pasar, Sancho se arrepintió de haber rechazado la propuesta de don Quijote y decidió ir en su busca. Juró a Sancha , su mujer que volvería con un sinfín de riquezas, pero no lo encontró.

Paula A. 3º A

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Osadas intenciones

Fui llevado ante el rey de Argel porque alguien me había denunciado. Pregunté quién había sido el canalla, y no me respondieron. Tras mucho insistir, logré que me dijeran que había sido Juan Blanco de Paz. Cuando me interrogaron, asumí mi responsabilidad, les dije que había intentado fugarme.

En un intento de evitar la muerte que me esperaba, les dije que no les convenía matarme, que yo iba a ser uno de los escritores más grandes de todos los tiempos. Se rieron. Al final, no me mataron. Yo creo que fue más por la gracia que les hizo mi osadía que porque me tomasen en serio. Me sentó tan mal que no creyesen en la grandeza de mi talento, que me prometí a mí mismo que lo intentaría, aunque yo no estuviese para verlo.

Lorena, 3º A

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Escribir o no escribir… esa es la cuestión

Cuando despertó, la mano seguía sin aparecer. ¿Ahora qué hago?, se preguntó; de esta guisa no podía trabajar en nada. De repente se le ocurrió que tendría que idear algo que le reportase fama y beneficio rápido para vivir sin trabajar; pero ¿qué? ¿Escribir un libro, quizás? Siempre le había gustado la literatura. No, pensó, para ello tendría que aprender a escribir con la otra mano, además, el libro no tendría éxito porque ¿quién iba a leer un libro firmado por Miguel de Cervantes Saavedra?

Lorena, 3º A

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La obra de Miguel de Cervantes si le hubiesen cortado la mano

Don Quéjate de la Mano.Lorena, 3º A

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Don Quijote y los molinos

Aún tiemblo cuando lo recuerdo.Cabalgaba yo con mi amo por Castilla cuando vimos treinta o

cuarenta molinos de viento. Mi amo me ordenó que galopásemos hacia ellos diciéndome que eran gigantes a los que tenía que vencer, y aunque yo sabía que eran molinos, tuve que hacerle caso.

Cuando ya estábamos cerca de uno de ellos, advertí con temor que sus aspas empezaban a moverse, seguramente por el viento que se estaba levantando en ese momento. Mis temores se hicieron realidad cuando chocamos de lleno con el molino, más bien con su aspa. Nos lanzó a ambos por los aires con tanta fuerza que al caer al suelo nos rompimos unos cuantos huesos.

Fue entonces cuando llegó Sancho corriendo a socorrer a nuestro amo.

Daniel, 3º A

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Crítica final

Madrid, enero de 1614

Debe, vuestra merced, dejar la escritura de novelas, ya que no hace más que cansarnos con su prosa sutil y aburrida. Molinos, ventas, amadas, escuderos… déjese ya de tonterías y permítame dar un final a su Don Quijote como es debido.

Dedíquese, vuestra merced a la espada, aunque, al parecer, al igual que la escritura, no la domina por completo. No se equivoque, no es envidia ni mala intención, solo quiero evitarle el fracaso que llegará con el tiempo.

Alonso Fernández de Avellaneda

Marina, 3º A

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El corcel insatisfecho

Señor Cervantes, tengo un asunto pendiente con usted. Me ha tratado mal, muy mal, y en su novela no se me valora. En ella, no soy más que el transporte de don Quijote, el que carga con él en sus idas y venidas.

Todos los palos y piedras que lanzan a mi amo también los recibo yo y, sin embargo, usted solo describe su dolor.

Yo soy el que acaba jadeante si hay que huir, el que lleva el peso de las provisiones, el que tiene que obedecer las órdenes de un viejo al que todos tienen por loco y el que se muere de hambre en todos los viajes de mi amo.

Es por eso que le pido respetuosamente que reescriba la novela de inmediato o al menos le cambie el título por El valeroso y brillante corcel Rocinante de la Mancha.

Berta, 3º A

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Un inmigrante renacentista

Querido profesor Guillermo Beltrán: En mis investigaciones por Europa encontré en Alemania un documento de

Miguel de Cervantes, fechado en 1600, que después de haberlo traducido, dice así:

"En un lugar de Alemania, concretamente en Baviera, vivía un caballero de la corte llamado don Jürgen. Con él vivían su esposa Anke y su hijo Niklas. Era un hombre al que no interesaba mucho la lectura, más bien era amante de su trabajo y, como caballero, su trabajo era luchar contra los enemigos de su patria con su fiel compañera, su yegua de brillante pelaje. Por el camino se encontró con un joven fuerte y rubio, llamado Sascho. Como Sascho buscaba a quien servir, le pidió si podía continuar su viaje con él y don Jürgen aceptó con mucho gusto. Él era un hombre muy lógico y racional; donde los demás veían molinos, él veía hermosos molinos que proporcionaban exquisitos copos de oro comestibles.

Un día, en un pueblo de Baviera, conoció a una hermosa princesa llamada Dulcinea, que era de origen español…”

El resto de los documentos han desaparecido, pero continuaré mi búsqueda. ¿No le parece sospechoso?

Un saludo,Isabel López de Saavedra

Isabel, 3º A

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La cocina de Cervantes

A Cervantes le aceptaron la propuesta de irse a las Américas, así que decidió partir hacia aquellas tierras lejanas y desconocidas.

Buscando quehaceres, decidió ser cocinero: su especialidad eran los duelos y quebrantos.

Ser cocinero le inspiró para escribir un libro: ”Las recetas de don Quijote”, donde el famoso cocinero don Quijote cabalga por toda Castilla buscando platos típicos de cada región para incorporarlos a la cocina americana.

Paula F., 3º A

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La vida de Sancho

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, había un mediocre, pero feliz campesino que vivía en una pequeña granja con su mujer, sus hijos y su burro.

Todas las mañanas se levantaba muy temprano para ir a trabajar en su huerto, después alimentaba a su burro y llegaba a casa donde comía y cuidaba de sus hijos hasta la hora de la cena, después se acostaba.

Tenía alguna que otra pelea con su mujer por los problemas económicos de la familia, lo que había empezado a preocuparle.

Una noche, después de cenar, llamaron a la puerta. Al abrir vio a su extraño vecino mirándole muy decidido y con una gran sonrisa en la cara. Su vecino le hizo una pregunta muy clara y precisa. Sancho no sabía que, al contestar afirmativamente a esa pregunta, iba a cambiar la historia de la literatura.

Alejandro, 3º A

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Preso en Argel

Era un lugar oscuro y triste, donde el ruido de las goteras dominaba el silencio. Compartía el espacio con tres ratas que disfrutaban más que yo de la poca comida que me traían. Ya había intentado escapar tres veces de este sitio terrible.

Habían pedido quinientos escudos por mi libertad, pero ese dinero nunca llegaba. Este cuarto intento tenía que ser el definitivo. Iban pasando los años y mis fuerzas, agotadas de la batalla de Lepanto, en las que casi perdí una mano, parecían haber desaparecido por completo.

Justo antes de mi último intento de fuga, llegó a mis oídos la noticia de que un mercader había entregado dinero por mi libertad y el 19 de septiembre de 1580, me puse rumbo a España.

Carmen, 3º A

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Las Cervantas

Ya se ha ido el primer cliente de la noche y hasta que venga el siguiente voy a leer un rato el nuevo libro de mi hermano. Novelas ejemplares se llama, no está mal, aunque no me extraña que no tenga fama…

No te creas que mi hermano lo hace porque le guste escribir novelas, no. A él lo que le gustaría es ser poeta, pero es un “matao”. Escribe novelas para que todo el mundo sepa que sabe escribir de todo… oye, el chico lo intenta.

Bueno, ya llega mi siguiente cliente y tengo que dejar el libro, menos mal, porque es un tostón. ¡Qué frío hace en este cuarto! Igual lo utilizo como leña y así mato dos pájaros de un tiro.

Alicia Zulema, 3º A

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El sueño de Cervantes

Yallí estaba Cervantes, esperando como si fuera a pasar algo, cuando lo único que quería era algo de inspiración. De repente, aparecieron en su mente don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea, Rocinante… las ideas se amontonaban en su cabeza. Iba a escribir una novela de aventuras irónica y demostrar que la mente te puede jugar malas pasadas.

Pasaba el tiempo y seguía sin aclarar sus ideas. Decidió dejarlo para otro día: bebió, comió algo y se fue a su alcoba a descansar. En el momento en que cerró los ojos las ideas se ordenaron de una manera mágica: “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”.

Anaí, 3º A

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Celos perrunos

Salía del hospital Berganza cuando se encontró con su buen amigo Cipión que le preguntó:

—Buenas, Berganza, ¿te ocurre algo?— Solo un dolor de cabeza— respondió este.— Da gracias que no es nada grave, dime pues ¿a qué se debe ese

dolor?— Las gracias ya las doy y el motivo del dolor no es otro que entre tanto

engaño y discusión solo recibo golpes y no comida — le explicó Berganza.—Desgraciado Berganza, me está dando la sensación de que añoras la

vida sin ellos.— Eso ni te lo cuestiones —dijo malhumorado— pero hace mucho

tiempo.Berganza recuerda en este momento una de sus noches en el hospital.— Cipión, antes de que te marches, te tengo que contar lo que vi una

noche en el hospital.— Cuéntame, querido amigo— dice intrigado. — Durante la noche oí a unos gatos filósofos… no espero que me creas.— Y esperas bien…— Pues te contaré lo que recuerdo de la conversación gatuna para que

veas que no te miento.Y así empieza la historia que cuenta Berganza sobre el coloquio de los

gatos.

Hugo, 3º A

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La historia detrás de la locura

Había una vez, en un pueblo de La Mancha, un hidalgo llamado Alonso Quijano. Iba Alonso, al que apodaban El Bueno, caminando cerca del río cuando en la orilla divisó a una mujer preciosa. Ese día estaba de buen humor, así que decidió acercarse para hablar con ella. Después de hablar un rato, Casandra (como había dicho que se llamaba) le preguntó si quería escuchar la visión que había tenido hacía unos días. Alonso no quiso parecer grosero y le dijo que sí.

Le contó que se avecinaban tiempos oscuros: los molinos tomarían la forma de gigantes, las ventas, de castillos, los molineros se convertirían en fantasmas, los caballos de madera serían capaces de volar y los brujos hechizarían a la gente. Alonso se quedó asombrado ante tanta imaginación, pero Casandra aún no había terminado. También le dijo que ella, para recompensar a quien venciera a todos estos brujos, gigantes y fantasmas, se casaría con él, aunque hasta que lo lograra, tendría que permanecer bajo el aspecto de una fea campesina.

Alonso al llegar a su casa comenzó a desempolvar todos los libros de caballerías: debía aparentar estar loco para que se cumpliera la profecía.

Cristina, 3º A

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Microrrelato cervantino

Vivía en un lugar de La Mancha un rudo labrador con aires de grandeza llamado Sancho, más conocido por todos los del lugar como Sancho Panza por su gran barriga. No tenía estudios, pero su sabiduría era por todos conocida.

Un día, mientras labraba sus tierras, se le acercó un hombre que resultó ser don Quijote, al que conocía porque era vecino suyo.

Hablaron y don Quijote, presa de su locura, lo convenció para que fuera su escudero. Iba a convertirlo en emperador de una ínsula. ¡Cuánto se arrepentiría de esto Sancho! Para seguir a don Quijote dejó a su mujer y sus tierras, cogió una alforja y se embarcó hacia un mundo para él desconocido: la aventura.

Sergio, 3º A

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Rocinante, un caballo parlante

Seguro que recordáis aquel episodio en el que a mi amo don Quijote se le metió en la cabeza que unos enormes molinos eran gigantes y se empeñó en luchar contra ellos. Cuando lo oí casi me da algo. Empecé a relinchar pero, claro, nadie me entendía y mi amo comenzó a golpearme con sus botas para hacerme correr cada vez más. Estuve tentado de frenar en seco y tirarlo al suelo, pero lo pensé mejor, porque el pobre estaba tan mayor que si lo tiraba al suelo seguro que no volvía a levantarse.

Menos mal que todo acabó bien y, salvo algunas moraduras, pudimos seguir nuestro viaje.

Marta, 3º A

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Tojunto

Dejó el plato en el fregadero, untó pan, comió, retiró la olla del fuego, echó agua y la calentó, echó aceite y vino, echó la carne y las patatas y el pimiento, cortó las verduras, las sacó de la despensa, pensó qué hacer, le entró el hambre, llegó del paseo.

Nacho, 3º A

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Historia de un caballo

En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, nació en una gran granja un pequeño potrillo. Este fue creciendo hasta que alcanzó los diez años, y sus dueños (a los que los maravedíes no les sobraban precisamente, y mucho menos los ducados) decidieron venderlo.

Llegó por la oferta un hidalgo llamado Alonso Quijano, apodado “El bueno” (lo que tranquilizó bastante al caballo). Lo compró y lo llevó a su establo, donde el caballo se estableció muy gustosamente. Vivía mejor que su rey Felipe, comiendo alfalfa y manzanas cuando quería y con un mozo de cuadras a su disposición las veinticuatro horas del día.

Quién iba a decir entonces que su amo enloquecería veinte años después y le haría recorrer los caminos de La Mancha al grito de “¡Arre, Rocinante!”.

Miguel, 3º A

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Última confesión

Mi nombre es Miguel de Cervantes y ahora que me encuentro en mi lecho de muerte, quiero confesar el mayor secreto de mi vida.

En el año 1577, estando preso en Argel, hice amistad con un hombre que llevaba preso más de veinte años. Tras unos meses de convivencia, me reveló que su manera de sobrevivir en la cárcel era escribir. Poco antes de morir, me enseñó un grueso cartapacio donde se encontraban las historias que había escrito en sus años de cautiverio.

Tras leer aquellas historias, me di cuenta que eran excepcionales. Cuando fui liberado y regresé a España, quise publicar las historias con el nombre de mi amigo. Llegada la hora, pudo más mi ambición y las publiqué con mi nombre. Por eso, ahora, en mi lecho de muerte quiero confesar que el autor de las Novelas Ejemplares fue Alonso de León.

En Madrid, abril de 1616.

Laura, 3º A

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Tránsito

En aquel instante todo se detuvo y noté cómo todas mis memorias se desvanecían, todos aquellos lugares y momentos que viví y que nunca arrinconaría, como la batalla de Lepanto, donde quedé manco… No recordaba apenas mis obras, excepto las Novelas Ejemplares, La Galatea y el Viaje del Parnaso. No comprendía qué sucedía, ya no distinguía entre mi sombra y mi mano. De repente, una fuerte claridad volvió y vi desde arriba cómo mi cuerpo yacía en el lecho y entre las sábanas donde me encontraba enredado y de las que no me podía liberar. Junto a mí permanecía la luz que siempre me había guiado, pero que ahora se estaba apagando y escapaba de mí.

Entre fuertes gritos y sollozos movió la cabeza suplicando que volviese, pero ya no veía nada.

Elisa, 3º A

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El dilema

Yhete aquí que, de nuevo, Cervantes se encontraba ante un dilema, su personaje don Quijote se encontraba en una batalla y no sabía qué opción tomar. Por eso, Cervantes debía decirle qué hacer, sabiendo que si la opción estaba equivocada, don Quijote podría quedarse manco. Tendrían entonces algo en común, un hecho que el escritor no quería recordar por el doloroso espanto que la memoria de la batalla de Lepanto y todo cuanto allí aconteció le provocaba.

Así, el escritor tomó una decisión, huir y volver a la batalla más tarde, dejando el dilema congelado y a don Quijote solo, esperando que a él le llegase la inspiración divina.

Gonzalo, 3º A

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Necesito su mano

Me estaba empezando a volver loca, como Quijano. Solo imaginar aquellos gigantes al ritmo que mi tinta manchaba el papel haciéndome cosquillas. Cada vez tenía más ganas de volver a sus manos. ¿Cómo sería el próximo encuentro entre su mano y yo? ¿Volvería a mojarme en aquel líquido oscuro esta noche o tendría que esperar hasta mañana?

Sofía, 3º A

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El secreto de Cervantes

Dijeron que Cervantes perdió la movilidad en la mano izquierda, pero no fue así. En realidad, perdió la vista en combate. Fue secuestrado y tras su rescate volvió a España en busca de reconocimiento; no lo obtuvo. Ejerció varios trabajos, pero ninguno se acomodaba a su discapacidad. Conoció a Julio, el cardenal que se apiadó de él y le dio un trabajo bien pagado. Intimaron de tal manera que Cervantes le contó toda su historia y le habló de su gran amor: Dulcinea.

Tras la muerte de Cervantes, su hija Isabel de Saavedra, acudió a Julio para recuperar las pertenencias de su padre y hablando con él descubrió su auténtica vida. Isabel decidió escribir la biografía de su padre. Quién sabe, quizá fue ella quien escribió El Quijote.

Sara, 3º A

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La fuerza de Leocadia

Érase una vez una mujer que se enamoró de un caballero. Solo con verlo le gustó, su nombre era Rodolfo. Ella se llamaba Leocadia, no era muy guapa, pero sí muy fuerte. Rodolfo iba con su familia una noche al atardecer y Leocadia lo secuestró porque quería tener un hijo con él. Lo llevó a su casa y lo violó.

Cuando Rodolfo se despertó se fue de la casa, pero se llevó al perro de Leocadia porque fue el único que lo defendió cuando Leocadia lo sometió.

Unos meses después el perro se escapó y se detuvo frente a una casa, la de Leocadia. Rodolfo fue hasta allí en busca del perro y le contó a los dueños de la casa que había estado cuidando del animal y que se lo había llevado cuando su hija lo había violado y que, además, el hijo de Leocadia también era suyo.

Los padres llamaron a su hija diciéndole que le habían encontrado un pretendiente. Cuando la hija apareció, Rodolfo perdió el conocimiento y la misma suerte siguió Leocadia.

Cuando despertaron, ella le contó que lo único que quería era tener un hijo y, al saberlo, Rodolfo la perdonó y se casaron.

David, 3º A

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El ingenioso detective don Quijote de La Mancha

En un lugar cerca de Puerto Lápice vivía un señor de cierta edad, pero que tenía la vida solucionada y para matar los ratos libres se dedicaba a leer novelas policíaca

En un momento de su vida decidió ir a vivir aventuras y resolver crímenes. Sus vecinos pensaban que estaba loco y no es nada raro. Pero él aun así salió del pueblo, una de sus primeras es una en la que ve cómo un mancebo rapta a una doncella, aunque en realidad la doncella era un campesina que se había torcido el tobillo. Cuando el sargento de La Mancha atacó al joven, este se lo tomó muy mal.

Al volver al pueblo todo magullado se dijo que necesitaba alguien que le ayudase y encontró un campesino al que le pidió que fuese su teniente y el cual, entre que era un poco tonto y las súplicas de los vecinos, decidió acompañarlo para cuidarlo.

Con esto, el mejor detective del siglo XVII empieza sus aventuras.

Ander, 3º A