Post on 11-Nov-2015
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Marx en su (Tercer) Mundo
Hacia un socialismo no colonizado
Nstor Kohan
Primera edicin (argentina): Buenos Aires, Biblos, 1998.
Segunda edicin, corregida y aumentada (cubana): La Habana, Centro de Investigacin Cultural Juan Marinello, 2003.
Tercera edicin (colombiana):
Bogot, Editorial Pensamiento Crtico, 2007.
Cuarta edicin (venezolana): Caracas, El perro y la rana, 2010.
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Dedico este libro y esta edicin a mi padre, Abraham Isaas Kohan, porque me ense y me inculc desde muy chico, en la vida cotidiana, a tener conducta (segn sus palabras), a ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace, a no transar, a no negociar con los principios, a priorizar siempre los valores de la
tica comunista (la solidaridad, la generosidad, la amistad, la lealtad, el compaerismo, el estmulo moral, el hacer lo que se debe sin medir ni calcular) por sobre la mugre del dinero, el inters mezquino y material, lo que conviene, el respeto a lo establecido, el clculo egosta, el acomodo personal. Esa tica no
es acaso el corazn del marxismo y el antdoto frente a tanta mediocridad?
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Solo en un orden de cosas en el que ya no existan clases y contradiccin de clases, las evoluciones sociales dejarn de ser revoluciones polticas. Hasta que ese momento llegue, en vsperas de toda reorganizacin general de la sociedad, la ltima palabra de la ciencia social ser siempre: luchar o morir, la lucha sangrienta o la nada. As est planteado inexorablemente el dilema.
Carlos Marx
Miseria de la filosofa
Otra vez repito que no soy un crtico imparcial y objetivo.
Mis juicios se nutren de mis sentimientos, de mis pasiones...
Estoy lo ms lejos posible de la tcnica profesoral
y del espritu universitario.
Jos Carlos Maritegui
Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana
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NDICE DEL VOLUMEN
- Comandante Ivn Mrquez: Prlogo a la cuarta edicin, venezolana (2009) - Introduccin del autor a la cuarta edicin, venezolana (2009) - Introduccin del autor a la segunda edicin, cubana (2003) - Introduccin del autor a la primera edicin, argentina (1998) - Sobre la historicidad del marxismo - La larga y penosa marcha del materialismo dialctico. Una genealoga histrica "olvidada" - La consolidacin del DIAMAT y la batalla de los manuales - El viraje autocrtico de Lenin - Materialismo dialctico o filosofa de la praxis? - El humanismo marxista como historicismo - El horizonte epistemolgico - El mtodo dialctico, un arma de lucha - La lgica y la historia La lgica formal ante el tribunal del DIAMAT
De Aristteles a Leibniz De Kant a Hegel La lgica en la construccin cientfica de El capital
- Valor, magia y fetiche en el reino posmoderno - Trabajo y praxis: Hegel, Goethe y Marx
Seor y siervo en la Fenomenologa La categora de trabajo en el interior de la teora del valor en Hegel Totalidad, praxis y trabajo en Fausto La herencia de Goethe y Hegel en la praxis y el trabajo desalienado de Marx El trabajo como praxis desalienada en Marx
- Economa y poder El economicismo El problema del poder La violencia como fuerza econmica
- Liberalismo o socialismo? Una disyuncin irreductible: libertad negativa o libertad positiva Libertad y ontologa social La concepcin de la libertad en Marx
- Marxismo y modernidad? - Marx en su (Tercer) Mundo
El paradigma de El manifiesto Un nuevo paradigma Escritos puramente circunstanciales? Colonialismo, nacin, periferia y desarrollo histrico Nuevamente, lgica e historia Un marxismo progresista? Colonialismo y etnologa El viraje y la filosofa de la praxis La tensin desgarradora en Engels Y sin embargo Engels La nueva racionalidad histrica
- Apndices I. La filosofa de la praxis II. La ruptura con el eurocentrismo
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III. Carta de Carlos Marx a Vera Zasulich IV. El humanismo cotidiano V. La mirada desde el "Nuevo Mundo": Jos Mart ante la muerte de Carlos Marx VI. Carlos Marx, el "temible jefe de la Internacional" en el recuerdo de sus hijos
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Prlogo a la cuarta edicin (venezolana)
Por Comandante Ivn Mrquez
(Integrante del Secretariado de las FARC-EP)
Estudiar Marx en su (tercer) mundo de Nstor Kohan es liberar el alma del ergstulo
del fatalismo ortodoxo, de los manuales y recetas para construir mundos al final de los
siglos, sociedades en lontananza a las que se puede llegar slo despus de transitar
una larga ruta con estaciones obligadas; es liberarnos del pesado lastre de la
metafsica materialista del DIAMAT y del HISMAT para darle curso a los ingenios y
destellos de la impaciencia por un mundo mejor.
La obra es una incitacin a abrir las alas del pensamiento en medio de una tormenta
para que sea arrastrado por el mpetu revolucionario, una provocacin a la subversin
no solamente del orden establecido, sino del pensamiento encadenado a esquemas,
forzndolo a la lucha, a la praxis, por los cambios que anhelamos, con inventivas y
proyecciones certeras.
El marxismo no es la estatua inexpresiva del barbudo de Trveris pincelada de grises
degradados por la ptina del tiempo. La filosofa de la praxis es un pensamiento vivo en
permanente regeneracin. Es un edificio en construccin que an no termina, que
incorpora insumos y experiencias extradas de las luchas de los pueblos, de la filosofa,
de la ciencia, de la poltica siempre en ascenso hacia las cumbres de la dignidad
humana. Es el vuelo del pensamiento hacia un horizonte de mltiples caminos, de
posibilidades, hacia el destino de humanidad que nos desvela. Una teora que gua el
choque contra la opresin y que de ste deriva al mismo tiempo su vitalidad.
Un pensamiento desconectado de la praxis, de la poltica, que no moviliza pueblos, es
un pensamiento muerto, sin signos vitales. No sirve. Y lo que no sirve para liberar no es
revolucionario. Los destellos de oropel de ciertas teoras como el postmodernismo, el
postestructuralismo y el pragmatismo, son como telaraas extendidas para atrapar y
enredar incautos. Slo aquellas que sirven a la libertad son invencibles. Y as es la de
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Marx, una teora, un pensamiento para liberar pueblos, para edificar sociedades nuevas
y humanas con la constelacin de opciones que ofrece el universo de la dialctica.
El marxismo es una filosofa de la praxis y una teora de la historia. Un arma para la
lucha como la espada y el fusil, como las alianzas polticas y la movilizacin de
pueblos. Esa teora debe marchar en la vanguardia de las luchas.
A Marx hay que tomarlo en su integridad. No lo dividamos en joven y viejo. El Marx
autocrtico a partir de los aos 60 es el mismo de sus periodos iniciales, con la pasin
de Goethe y de Shakespeare, con la nueva visin surgida de la lucha, el de la categora
del mercado que proyecta al capitalismo como un sistema mundial que destruye esa
odiosa frontera entre metrpoli y periferia. Que al no justificar la opresin imperial o
colonial en aras del progreso de las fuerzas productivas, reivindica a la humanidad. se
es el Marx que queremos. El de la filosofa viva, no coagulada, el que le responde a
Vera Zasulich que no hay fatalidad histrica; el Marx que nos presenta Kohan con una
pluralidad de lneas alternativas de desarrollo en sus manos hacindonos ver las
posibilidades de construccin en el tercer mundo de un socialismo no colonizado.
Reconocer que en el corpus terico marxista hubo discontinuidades y rupturas para
adecuarlo a las nuevas circunstancias, no es revisionismo como todava vociferan
algunos torquemadas disfrazados de marxistas, que quedaron acostumbrados a
sealar con el dedo de la inquisicin, quin deba ser arrojado a la hoguera del
pensamiento momificado. A pesar de su enorme creacin, la modestia de Marx lleg a
decir, yo solo s que no soy marxista; ms exactamente: tout ce que je sais, c'est
que je ne suis pas marxiste, como le respondi a los marxistas franceses; que es
como afirmar, no me encasillen, no me reduzcan. Marx se negaba as a que lo
transfiguraran en suministrador de recetas infalibles y verdades eternas.
La filosofa del marxismo ya no puede ser concebida solamente como un materialismo
dialctico, pues su problema fundamental no es ni nunca ha sido ontolgico -apunta
Kohan. En realidad es una filosofa de la praxis que aborda los problemas
fundamentales de la filosofa y la poltica sobre todo de la poltica que es lo que ms
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nos interesa- en relacin con la actividad prctica humana que pasa a tener la primaca
desde un punto de vista antropolgico.
Es sencillamente extraordinaria su disertacin sobre el legado de Lenin, que rene en
un manojo filosofa y poltica, que habla de ejercer la hegemona, que dinamiza la
lucha de clases al colocar en sus manos el arma de las alianzas Que le da
subjetividad al campesinado, que no teme incorporar soldados a la lucha popular. Que
le otorga trascendental importancia al papel de la subjetividad, a la accin y a la
conciencia. Lenin, a quien podemos llamar el hombre de la praxis, tuvo la genialidad,
sin desestimar la teora, de priorizar el levantamiento insurreccional al congreso de
partido. Era la hora de la insurreccin, no de discutir si el capitalismo haba alcanzado o
no el grado de desarrollo que permitiera dar el paso a unas nuevas relaciones sociales.
Lo imperativo y crucial era lanzar sobre el Palacio de Invierno a las masas de obreros y
campesinos, determinar el flanco de la accin de los soldados que combatan al lado
del pueblo y establecer el momento en que el Crucero Aurora deba disparar el
caonazo que indicara el comienzo de la insurreccin para que todo el poder pasara a
los soviets.
Hay interdependencia entre objetividad y subjetividad.
Kohan nos invita a repensar la filosofa del marxismo desde abajo y con los de abajo.
No solo desde la academia y la intelectualidad, sino desde la prctica poltica, desde la
lucha en todas sus modalidades. A comprender desde el marxismo y desde este
hemisferio, la realidad de Nuestra Amrica. A construir desde el pensamiento
latinoamericano y caribeo, con Maritegui, Ingenieros, el Che, Ponce, Mart, y Bolvar
agregamos nosotros-, y tambin Manuel -que pregonaba que la lucha armada
generaba conciencia-, con lo mejor del pensamiento autctono, una visin para la
lucha, para destronar la oligarqua con una concepcin, un movimiento con un norte, y
con ansia irrefrenable de poder.
El intento de Kohan de sistematizar el pensamiento latinoamericano es un laudable
esfuerzo y aporte tangible a la causa de nuestra redencin.
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Ni calco ni copia, de acuerdo. Debemos ir por el camino de nuestros propios
pensamientos y proyectos, manufacturados, amalgamados con nuestras realidades y
costumbres, y nuestra historia de lucha. Porque tenemos historia. Aqu tambin hay un
edificio en construccin. La hora de Amrica est llegando. Inventamos o erramos,
como dice el maestro Simn Rodrguez, quien nos instruye a travs de sus enseanzas
al Libertador. Usted form mi corazn le escribi Bolvar- para la libertad, para la
justicia, para lo grande, para lo hermoso
Definitivamente Marx en Nuestra Amrica no puede ser sin Bolvar, aunque aquel
hubiese tenido una lectura precaria y equivocada de su gesta y del significado de su
apasionada lucha, que hoy prosigue. Marx y Bolvar juntos constituyen en Amrica
Latina una potencia demoledora contra la opresin.
Arrojando los dogmas al incendio del olvido debemos reconocer que Bolvar es un
poliedro de espejos que destella luces en todas las direcciones de la rosa de los
vientos: Guerrero y Libertador. Creador de Estados sobre la base de la soberana del
pueblo. Impulsor de la formacin en este hemisferio de una Gran Nacin de Repblicas
que blindara nuestro destino. Precursor del antiimperialismo. Apstol de la unidad.
Quijote de la igualdad. Defensor de los indgenas, destructor de las cadenas de la
esclavitud. Slo la democracia deca- es susceptible de la ms absoluta libertad. Yo
antepongo siempre la comunidad a los individuos. Las minas de cualquier clase
corresponden a la repblica. El primer deber del gobierno es dar educacin al
pueblo Ah estn las semillas del socialismo regadas en el surco abierto del corazn
de Amrica.
Por su proyecto poltico y social, de redencin y libertad de los pobres del mundo, por
su empeo de formar a toda costa una gran patria latinoamericana, Bolvar fue
asesinado, mandado a matar, por el gobierno de Washington en una conspiracin que
involucr a las oligarquas de Bogot, Lima y Caracas. Antes de l haban sido
descuartizados por la corona opresora, Amaru y Katari, tambin Galn el comunero, y
haba ofrendado su vida, peleando, el gran Lautaro. Millares murieron por nuestra
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independencia. Su sacrificio es la base de la nueva sociedad que construiremos; el
fuego que impulsa la vindicta de los pueblos.
Una creacin heroica debe ser el socialismo latinoamericanoUn socialismo asentado
en nuestros valores. Nuestra Amrica-Abya Ayala es un pueblo con historia. La noche
latinoamericana tiene aurora y debemos salir a su encuentro. Los estrategas de nuestro
destino, nuestros pensadores, fueron al mismo tiempo libertadores. Combatientes de la
praxis. Eran palabra y espada, y lanza, al mismo tiempo. Bolvar cre a Colombia, que
es unidad de pueblos y primer paso de la unidad continental, antes de que existiera
liberada. La estructur, le dio leyes y luego sali a formarla con su espada en los
campos de batalla en Boyac y en Carabobo. Era la impetuosidad. Nunca concibi la
independencia y la libertad, aisladas de la revolucin social, y de la unidad. Un bloque
de pueblos libres constituido en equilibrio del universo, fue su sueo y ser nuestro
destino.
De este empeo, contrariando la santa alianza de los tronos opresores, deca Goethe
de Bolvar que, la reunin anfictinica de Panam con el propsito de formar una santa
alianza de libertad, halagaba su espritu de ciudadano del mundo y de patriota.
No hay vida fuera de la lucha. Es un derecho inalienable luchar por un mundo mejor.
Frente al imperio slo tenemos un deber: combatirlo. No tenamos ms armas para
hacer frente al enemigo que nuestros brazos, nuestros pechos, nuestros caballos y
nuestras lanzas, apuntaba Bolvar. Pero hoy tenemos el arma de la unidad, y la fuerza
del ejemplo, el espritu y la decisin de nuestros libertadores.
Como dice Kohan, ahora tenemos otro enemigo ms mortal que el coloniaje fsico: el
coloniaje espiritual, que engaa y desmoviliza. Contra l tenemos que concentrar toda
nuestra energa colectiva. Reventando esas cadenas, ser ms fcil construir el nuevo
mundo.
Marx en su (tercer) mundo. Hacia un socialismo no colonizado, debe ser abordado
releyendo nuestra historia. Con la certeza de que nunca fuimos definitivamente
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derrotados, me atrevo a sugerir un estudio detenido del captulo dcimo, reforzando su
final con las siguientes palabras de Bolvar: Si disponemos de una mayora,
emplemosla. Si no, no transijamos, pero defendamos el terreno con las armas en la
mano y dejemos que nos derroten; la derrota permite la recuperacin, en tanto que
capitulando se pierde el derecho de la propia defensa. Victoria absoluta o nada,
Esa es mi bandera.
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Introduccin a la cuarta edicin (venezolana)
Nstor Kohan
Las condiciones en que se escribi esta obra son muy diferentes a las actuales. Como
se explica en la presentacin a la edicin cubana, el libro nace de un debate en el seno de la
militancia revolucionaria del cono sur a inicios de los aos 90. Aos de ofensiva neoliberal,
posmoderna, capitalista. Una poca cruel, agresiva y despiadada donde tan solo pronunciar las
palabras socialismo, imperialismo o revolucin eran, para el sentido comn predominante
en aquel momento, sinnimo automtico de locura y disparate. La expresin pensamiento
nico no era un eufemismo. Hasta los ms iconoclastas se arrodillaban ante el mercado,
mientras los grandes acadmicos esos que van siempre nadando alegremente con la onda
del momento hacan muecas irnicas, simiescas y burlescas, cada vez que escuchaban la
palabra endemoniada del marxismo.
Han pasado ms de quince aos desde la primera redaccin del texto y ms de diez de
su primera publicacin argentina. Luego de aquella inicial, sobrevino una segunda edicin en
Cuba y una tercera en Colombia, mientras el libro circulaba profusamente por internet.
Gran alegra nos produce que ahora se publique en tierras venezolanas junto con
otros libros nuestros como Che Guevara: un marxismo para el siglo XXI, Ni calco ni copia:
ensayos sobre el marxismo latinoamericano y varias colecciones en historietas de los clsicos
del marxismo, en medio de las urgencias, las polmicas, las disputas y el torbellino imparable
de la revolucin bolivariana.
Bien lejos de la petulante euforia burguesa y la soberbia neoliberal de aquella nefasta
dcada de los aos 90, hoy el capitalismo est en crisis aguda. Hasta los ms furiosos y
fanticos neoliberales proponen intervenir en la economa y nacionalizar empresas. Por
supuesto que lo hacen para intentar salvar y remendar el capitalismo (algo infructuoso, por
cierto), pero ello no puede ocultar que el recetario neoliberal ha resultado un autntico desastre
para los pueblos del tercer mundo y para toda la humanidad.
Rechazando la profundizacin de la barbarie capitalista, Otro mundo es posible fue la
consigna de orden con la que se abri el nuevo siglo. Al poco tiempo, adelantndose a muchos
tericos (en realidad ventrlocuos sin personalidad propia con apariencia de eruditos) y
grandes popes del mundillo acadmico, el presidente Chvez sugiri que ese otro mundo
posible no puede ni debe ser otro que el socialismo. Y all noms se abri de nuevo la
polmica. De qu socialismo hablamos? En qu consiste concretamente, ms all de las
consignas y los gritos entusiastas, la alternativa actual al capitalismo? Para intentar intervenir
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en ese debate abierto este libro se esfuerza por indagar en los clsicos del marxismo, ledos
ahora desde un gran angular latinoamericano y tercermundista.
No somos inocentes, ingenuos ni equidistantes. Pretendemos aportar a una salida
antimperialista, anticapitalista y socialista. Crtica del mercado neoliberal pero tambin crtica
del mercado popular. Cuestionadora del capitalismo salvaje pero tambin del capitalismo con
rostro humano y de las medias tintas rodeadas de cooperativas y keynesianismo reciclado.
Opositora de las tramposas soluciones del imperialismo transmutado en tierna oveja pero
tambin cuestionadora de los falsos profetas del socialismo mercantil y su clculo econmico
disfrazado de autogestionario. Sin planificacin democrtica y centralizada de los recursos no
habr socialismo.
No lo ocultamos. Apostamos con la cabeza y el corazn, con toda nuestra energa
militante y nuestros sueos al triunfo y a la radicalizacin de la revolucin bolivariana. Dentro
de nuestras pequeas posibilidades nos proponemos aportar a la batalla por la hegemona
socialista en Venezuela, hacia el conjunto de los sectores populares pero, en particular, al
interior de las filas bolivarianas de la revolucin. Hegemona que debe ser ejercida no slo a
favor del compaero Hugo Chvez y del proceso bolivariano sino tambin y al mismo tiempo
en contra de la derecha esculida y las corrientes polticas e ideolgicas que pretenden
frenar, neutralizar o desviar el rumbo del proceso de cambios radicales (socialdemocracia,
socialcristianismo, vertientes burguesas o institucionalistas del proceso bolivariano, encarnadas
en lo que popularmente se conoce como boli-burguesa, es decir, la quinta columna dentro del
proceso bolivariano). La batalla es mltiple. La derecha est fuera (esa es la ms visible, la
ms descarnada, la ms bruta, la menos inteligente) pero tambin est dentro mismo del
proceso (esa es la ms lcida, la ms peligrosa, la que tiene mayor capacidad de ir
adaptndose y mimetizarse como el camalen).
No podemos ni debemos olvidar las tragedias y los fracasos de Salvador Allende en el
Chile de 1973 y del sandinismo en la Nicaragua de 1990. Cunta energa y dinero invirti la
socialdemocracia internacional para frenar, neutralizar y desviar ambos procesos desde
adentro... siempre apelando a los seuelos de la radicalizacin de la democracia, el respeto
a las instituciones, la obediencia a la constitucin y el pluralismo! La misma operacin que
haban hecho en Portugal en 1975 ante la radicalizacin de la revolucin de los claveles. No es
casual que los jefes de la socialdemocracia portuguesa fueran condecorados pblicamente por
la CIA (a travs del funcionario Frank Carlucci) por haber logrado desviar el proceso impidiendo
que Portugal se convirtiera en una nueva Cuba a las puertas de Europa Occidental.
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Para dar ese combate ideolgico, imprescindible e impostergable, para tener claridad en
el rumbo poltico y firme orientacin estratgica en medio de la confusin y las aguas revueltas
que todo proceso social de cambios radicales desata al debilitarse la obediencia y la
normalidad que caracterizan la antigua hegemona del capitalismo y sus instituciones, el
marxismo resulta una brjula insustituible e incomparable. El marxismo entendido no como una
mercanca inofensiva de consumo puramente universitario y circulacin meramente acadmica
que no molesta a nadie y que puede convivir con cualquier orden social (como sucede en la
academia norteamericana o en la britnica) sino como una concepcin militante de la vida y del
mundo, es decir, como mtodo dialctico, teora crtica y filosofa de la praxis que se expresa
organizadamente en una estrategia poltica de hegemona. En este ltimo caso, cuando logra
salir de ese crculo vicioso puramente discursivo y especulativo que lo castra y lo mutila, el
marxismo se convierte en un arma explosiva y demoledora. Un virus seductor que una vez
que nos conquista el alma y la carne, los afectos y la inteligencia, ya no nos abandona ms y
siempre nos exige dar un paso ms. Por eso los poderosos le tienen tanto pnico y se
esfuerzan en reducirlo a una teora entre tantas otras teoras que se oferta en el mercado de
las ideas.
La filosofa debe convertirse en poltica para verificarse, nos enseaba Gramsci en sus
Cuadernos de la crcel. Pero para ser til y cortar con todo el filo militante de su arsenal
terico, sociolgico y filosfico, el marxismo debe ajustar cuentas con su propio pasado. Sin
hacer un balance crtico de su propia historia, no podr ganar las nuevas batallas que se
avecinan.
Barriendo a un costado los equvocos del eurocentrismo y la vulgata stalinista (otrora
considerada por muchas burocracias como marxismo oficial), necesitamos construir una
mirada latinoamericana de Marx, sin anteojeras. Nuestro Marx, bien lejos de la actual moda que
en algunos medios le rinde hipcrita homenaje por sus supuestas profecas sobre la crisis
capitalista, es un Marx que camina por las selvas, las ciudades, los pueblos y las montaas del
tercer mundo al lado, codo a codo, junto a trabajadoras y trabajadores, obreras y campesinos,
estudiantes y guerrilleros indomesticables. Todos ellos tenaces combatientes por el socialismo.
Al abordar a Marx desde este ngulo latinoamericano y tercermundista, no nos guiamos
por los promocionados estudios poscoloniales, presentes en la agenda acadmica de Estados
Unidos y Europa durante el ltimo perodo, sino por una reflexin surgida de las aporas,
incgnitas y dificultades del marxismo militante de nuestra Amrica. No nos preocupa el ltimo
grito de la Matrix acadmica. No nos mueve un pelo el espritu profesoral. El libro no se hizo
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para escalar en alguna institucin, ganar una beca u obtener el subsidio de alguna ONG.
Nuestros objetivos, centralmente polticos, fueron y siguen siendo bien distintos.
Si Marx logr acertar en el diagnstico de la crisis no fue por leer a Nostradamus,
consultar algn orculo secreto o visitar las pirmides. Marx no acierta a ver el futuro en una
bola mgica de cristal. Lo que le permite visualizar las tendencias inmanentes del capitalismo
hacia la crisis es el mtodo dialctico. Desde la dialctica Marx ubica el foco de su mirada en el
nudo de las contradicciones antagnicas que anidan en el corazn del modo de produccin
capitalista. Contradicciones que slo podrn superarse si existe un sujeto poltico que combata
la mercantilizacin de la vida y acabe con el capital mediante la organizacin y la estrategia de
su praxis revolucionaria. Sin ese sujeto las contradicciones pueden prolongar y agudizar la
barbarie hasta el infinito, hasta explotar, pero nunca habr superacin del capitalismo. A aos
luz de distancia del antiguo determinismo economicista que depositaba todas sus esperanzas
en el derrumbe automtico del capitalismo sin intervencin subjetiva, este libro intenta y se
esfuerza por rastrear en el seno del marxismo la dimensin del sujeto. Como nos ense Lenin,
la mera crisis econmica, de carcter objetivo, no genera revoluciones si no hay intervencin
subjetiva, la gran tarea pendiente de los revolucionarios y revolucionarias de Amrica latina.
Resolver el enigma del sujeto implica, s o s, hundir el escalpelo en el esquematismo
seudo marxista y superar de una buena vez aquellas dicotomas que durante demasiado
tiempo han separado al objeto del sujeto, a la economa de la poltica y el poder, a la lgica del
mercado de la lucha de clases y la lgica poltico-militar, a la dinmica de la acumulacin,
reproduccin y crisis capitalista de las resistencias, rebeliones, insurrecciones, guerrillas e
insurgencias populares.
En ese sentido, una de las principales conclusiones de esta investigacin sostiene que
el neoliberalismo y el reinado absoluto de las leyes del mercado nunca hubieran podido
imponerse de manera natural sin los golpes de estado, la tortura, los secuestros, las
desapariciones, los campos de concentracin y toda la poltica de guerra contrainsurgente que
el imperialismo implement a escala internacional a inicios de los aos 70. De igual modo, toda
la crisis del capitalismo actual se volvera incomprensible si se hace abstraccin o directamente
se ningunea la resistencia de los pueblos latinoamericanos, palestino, iraqu, entre muchos
otros. Es la resistencia de los pueblos la que obliga al imperialismo a invertir cifras incalculables
en el despliegue de bases militares por todo el planeta (especialmente en Amrica Latina).
Podran existir las instituciones financieras internacionales sin ese sistema de bases militares?
Sera viable el libre comercio internacional, el reinado del dlar y el euro, sin ese imponente
y prepotente sistema militar mundial? Precisamente para intentar remover los pesados
obstculos que durante tanto tiempo han impedido al marxismo abordar esos problemas sin
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escindirlos ni separarlos este libro intenta indagar en la obra de Marx y en el modo en que el
fundador de nuestra tradicin reflexion sobre estas mltiples incgnitas.
Ya no alcanza con denunciar el neoliberalismo. Tampoco con declarar, de manera
autocomplaciente y pomposa, que otro mundo es posible al estilo de los foros sociales o las
editoriales domingueras de las grandes firmas lcidas y bienpensantes. Hay que dar un pasito
ms. Romper con el lmite estrecho del progresismo y definirse. Cuando uno se define por algo,
niega al mismo tiempo otras variantes. Toda definicin implica determinacin y al mismo tiempo
negacin (algo que desde Spinoza a Hegel es bien conocido). Definirse implica polemizar.
Dicho en otras palabras. Hace falta tomar partido. Romper con la comodidad de lo vago e
indeterminado. No podemos ser amigos de todo el mundo. El falso y engaoso prestigio de
la intelectualidad progresista que habla y escribe sobre lo humano y lo divino, y queda bien con
todo el mundo, pero elude con elegancia y rechaza sistemticamente pronunciarse sobre la
insurgencia y la lucha armada en Amrica Latina hoy apesta. Sencillamente apesta. Qu
tremenda y gigantesca hipocresa denunciar el neoliberalismo y la violencia en abstracto pero
mirar para el costado cuando la CIA y la inteligencia colombiana, a travs de los monopolios de
la (in)comunicacin, luego de violar sistemticamente los derechos humanos en Colombia a un
nivel que hara sonrojar a los carniceros Pinochet y Videla, acusan a la insurgencia de las
FARC-EP de ser narcos y terroristas! Esa indiferencia meditada y planificada de cierta
intelectualidad autopostulada como progresista es incompatible con la tica que nos ensea
el marxismo, con su teora crtica y con su filosofa de la praxis.
No podemos mirar para el costado y mucho menos hacerlo en nombre de Marx. Por qu
es polticamente correcto hablar del zapatismo mexicano pero resulta pecaminoso referirse a la
mucho ms poderosa y radical insurgencia colombiana?
Hay que apoyar a la insurgencia, en Colombia y en toda Amrica Latina! La intelectualidad
crtica tiene una inmensa tarea por delante en ese sentido. Recordemos que los hermanos
vietnamitas, encabezados por Ho Chi Minh, no slo combatan a los salvajes marines en las
selvas de Vietnam. Tambin desarrollaban toda una solidaridad internacional que gan la
adhesin de grandes intelectuales de renombre en el Occidente capitalista. Se acuerdan de
Bertrand Russell (un pensador insospechado de marxismo) participando con sus cabellos ya
blancos y sus huesos flacos y muy viejos en movilizaciones contra las bombas atmicas y la
agresin norteamericana a Vietnam donde incluso lo metieron preso? Recuerdan al viejo
Jean-Paul Sartre con su pipa y sus lentes que intentaban ocultar sus ojos desviados
denunciando la guerra colonial y la tortura sistemtica contra los guerrilleros en Argelia?
Quin dijo que hoy esa tarea ha caducado? A nuestro entender, ese mismo deber hoy se
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repite con Palestina e Irak y, en nuestra Amrica, con la heroica y digna resistencia armada del
pueblo de Colombia, heredero de nuestros queridos Manuel Marulanda Velez y Camilo Torres.
De esa resistencia armada habla y escribe con gran respeto y admiracin Eric Hobsbawm en
aquel famoso y polmico libro Rebeldes primitivos, pues l la conoci en vivo y en directo en
alguno de sus viajes por Amrica Latina en los cuales analizaba la lucha campesina. En el
mismo sentido, gran dignidad ha tenido Noam Chomsky cuando en su libro Estados canallas
afirma que las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejrcito del Pueblo)
no son terroristas ni narcotraficantes. Lo mismo ha subrayado James Petras en reiteradas
oportunidades desde las entraas del monstruo. Cuando tanto mediocre y oportunista de cuarta
categora se suma hoy al coro del macartismo contra la insurgencia, los grandes pensadores e
intelectuales han sabido siempre tomar partido sin confundirse.
Digmoslo entonces claramente y sin ambigedades, no importa si publicarlo conviene o
no conviene, si es polticamente correcto o no lo es. Hace falta rodear a la insurgencia
colombiana de toda una red de apoyo internacional como en su poca tuvieron los guerrilleros
de Vietnam. Es un deber no slo poltico sino tambin moral para quien no tenga la conciencia
comprada o la pluma (hoy el teclado de la computadora) subastada al mejor postor.
Basta de chantaje macartista! Basta de deslegitimar a los revolucionarios! Los grandes
medios de comunicacin dicen en sus noticieros que las FARC-EP son narcos-terroristas? Y
qu esperaban? Qu el gobierno fascista de Uribe y su patrn yanqui las aplauda y las alabe
encomiando sus altos ideales y su proyecto poltico comunista? El dictador Somoza no
llamaba simples bandoleros a los guerrilleros sandinistas del FSLN? El general Videla no les
deca banda de delincuentes terroristas y subversivos a los revolucionarios argentinos que se
opusieron a su sangriento y genocida golpe de estado en 1976? El Comando Sur del Ejrcito
norteamericano y los funcionarios de Ronald Reagan no se referan a los sacerdotes cristianos
de la teologa de la liberacin como subversivos? El dictador Batista cmo llamaba a Fidel
Castro y al Che Guevara? Los aplauda y los elogiaba diciendo que eran jvenes idealistas y
nobles? Uribe y el Pentgono ahora se volvieron crebles? Qu pasa? Nos olvidamos de
los antecedentes de la historia de Nuestra Amrica?
Aceptar ese chantaje es suicidar el pensamiento crtico o hundirnos en un tanque de
materia fecal con la boca abierta. La cultura que acepta el lmite de la jaula de hierro y canta
dulcemente incluso entonando melodas progresistas dentro de la jaula, respetando
sumisamente los barrotes y la disciplina, no es cultura. Es sencillamente una caricatura de
cultura y un simulacro de actividad intelectual. Qu importa si nos tienen interceptados los
telfonos, nos leen los correos electrnicos, nos ponen en listas de sospechosos o nos vigilan
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como en 1984? No podemos ni debemos permitir que el miedo disminuya nuestra capacidad
de pensar, declar alguna vez Horkheimer... y tena razn, aun cuando no lleg a conocer los
aparatos de inteligencia de Amrica Latina entrenados y dirigidos por la CIA.
Por eso, se equivocan gravemente aquellos que decretan, postulan y vaticinan el fin de
los conflictos y la enfermedad terminal de la insurgencia. La batalla de las ideas,
imprescindible, impostergable, fundamental, no consiste solamente en la bsqueda del
consenso. Imaginar eso es un error poltico tremendo, ya regado en sangre por nuestro
entraable hermano Salvador Allende.
Hace largo tiempo que Antonio Gramsci nos explic de modo inequvoco que la teora
de la hegemona articula y debe combinar la batalla cultural con el ejercicio de la fuerza
material, el consenso con los aliados y la violencia con los enemigos, segn su clsica
formulacin. Reducir la hegemona categora terica marxista para lo que hoy conocemos
popularmente como batalla de las ideas solamente a puro consenso equivale a convertir a
Gramsci y a toda la teora revolucionaria en la que l se inspira, en un simple declogo de
ilusiones socialdemcratas y reformistas. Tarea que en la Academia han intentado hacer hace
ya muchos aos desde Norberto Bobbio hasta Ernesto Laclau, olvidando y desconociendo
que el propio Gramsci, en el cuaderno dcimo de sus escritos carcelarios, dedic extensas
pginas a la crtica de Benedetto Croce precisamente por reducir la historia de Europa y del
capitalismo a puro consenso, cuando en realidad, la historia profana se construye, adems del
plano especficamente cultural, con el hierro y con el fuego. Ese es el Gramsci real, no el que
deform malintencionadamente la socialdemocracia, las ONGs y la Academia subvencionada
por el capital. Tena razn nuestro hermano Roque Dalton cuando escribi que la mejor cuna
del partido es el fuego.
Las nuevas generaciones de jvenes revolucionarios de Amrica Latina, que nacieron
mientras se estaba derrumbando el muro de Berln, tienen delante suyo un horizonte bien
distinto al de los aos 90. Hoy no slo se discute la pertinencia y actualidad de la insurgencia
sino que adems vuelve a aparecer en la agenda poltica y en el horizonte del proyecto
estratgico el socialismo. Ya no es una discusin entre cuatro gatos locos, bienintencionados
pero aislados, sino en gran parte de los movimientos sociales de Amrica latina. Un papel
fundamental en la recuperacin de ese debate lo ha jugado el presidente Hugo Chvez quien
rompiendo toda norma de protocolo y desobedeciendo los buenos modales que
supuestamente debe tener un jefe de estado segn los cnones de la CNN, la OEA, la ONU
y la OTAN se anima a decir lo que nadie dice: sin socialismo no hay salida para la crisis del
capitalismo.
19
Hoy la gran tarea de la juventud es incorporarse con cuerpo y alma a la lucha. Dejar de
lado los falsos profetas de la resignacin y la impotencia, el consumismo y la mediocre y
petulante banalidad del american way of life. Hacer odos sordos a los tramposos predicadores
de la socialdemocracia, el reformismo, el pragmtismo y el realismo, que viven traficando con
las esperanzas populares, haciendo politiquera barata y roosa, comprando antiguos rebeldes
y cooptando a los disidentes ms radicales (como sucede hoy en Argentina). Hay que echarlos
del templo! Y echarlos con todos los medios posibles. Amrica latina vive un nuevo tiempo. Es
mentira que no hay condiciones caballito de batalla de los aos 80 y 90, esgrimido hasta el
hasto por los timoratos y miedosos. Hoy s hay condiciones sociales, econmicas y polticas
para acelerar la marcha. El imperialismo est en crisis aguda, el neoliberalismo ya no goza de
consenso, en poltica las ideas progresistas cada vez ganan ms terreno, incluso en las
elecciones (un terreno habitualmente dominado por nuestros enemigos y reacio a los cambios
sociales). En ese contexto continental tan distinto de los aos 90 donde se renuevan
condiciones para la lucha y la confrontacin, la juventud revolucionaria de Amrica latina tiene
un papel fundamental que asumir en el trayecto, empujando a los indecisos, dando aliento a los
temerosos, convenciendo a los incrdulos y escpticos, arrastrando a los remisos y vacilantes,
denunciando a los que se dejan comprar y cooptar. El gran ideal de la revolucin socialista
mundial, el comunismo, la causa ms noble que haya conocido la humanidad, tiene que ser un
motor fundamental. Las fuerzas productivas hacen andar la rueda de la historia? Pues no hay
fuerza productiva ms imponente que las fuerzas morales, aquello que el Che Guevara
sintetiz de modo magistral como los ideales ms nobles de todos los comunistas del mundo.
Hoy Venezuela se encuentra en el ojo del huracn y puede ayudar muchsimo a que otros
pases tambin se liberen de la cadena imperialista y encaren la transicin al socialismo a
escala continental, nica manera de alcanzar nuestra definitiva independencia por la que
luchara el libertador Simn Bolvar (y nuestro San Martn) como tantas veces ha explicado el
presidente Chvez.
Se torna imprescindible recuperar el tiempo perdido, superando esa tremenda confusin
ideolgica y ese bochornoso desarme poltico que predomin en los aos 90. El pensamiento
formidable de nuestro abuelo Karl Marx nos puede ayudar y mucho. Este libro, nacido en
aquellos aos tristes y mediocres, tiene por objetivo participar en esa batalla que, repetimos e
insistimos, no puede ser solamente cultural. Ojal sirva como granito de arena para conquistar
corazones y voluntades para nuestra causa, la revolucin socialista, en Venezuela bolivariana y
tambin en el resto de Amrica Latina.
20
La guerra de liberacin continental por nuestra segunda y definitiva independencia no
slo no ha terminado, recin comienza. Nuestros muertos no han muerto. No se trata de qu
lado se vive mejor sino de qu lado est el deber. Que cada uno cumpla con su conciencia.
Buenos Aires, abril de 2009
21
Introduccin a la segunda edicin (cubana)
Nstor Kohan
Si vencemos, se hablar, por boca de amigos y
enemigos, todo el tiempo que exista el hombre sobre la
tierra, de nuestra audacia o de nuestra inhumana
astucia. Si nos derrotan, qu importa lo que se diga de
nosotros? No estaremos aqu, Castelli, para
escucharlos, ni en ningn otro lado que no sea dos
metros debajo de donde crece el pastito de Dios [...]
ANDRS RIVERA
La Revolucin es un sueo eterno
Originariamente, este libro naci a fines de 1993. Ms precisamente, al regresar de un viaje a
Santiago de Chile. All habamos discutido e intercambiado opiniones con compaeros
revolucionarios que seguan creyendo, a pesar de todo, en la filosofa del marxismo tal como la
formulaban los manuales soviticos ms clsicos y ortodoxos de la poca de Stalin.
Compaeros que, en lo personal, eran y deben seguir siendo, aunque nunca ms los vi
grandes luchadores y grandes opositores a la dictadura de Pinochet y de sus aliados
democrticos. Uno de ellos haba estado preso en tiempos de la dictadura.
Yo no poda creer semejante asimetra entre lo que se haca en la prctica y lo que se
pensaba en filosofa. En las veinticuatro horas que dur el viaje de regreso en autobs de
Santiago a Buenos Aires, me planteaba una y otra vez la misma pregunta: Cmo esta gente
tuvo y tiene tanta valenta y herosmo para enfrentar a Pinochet en las crceles y mazmorras
del rgimen y, cuando se expresan en el plano terico, repiten los mismos lugares comunes y
las mismas frmulas disecadas de lo ms rancio de la burocracia sovitica?
Al volver a la Argentina, se me ocurri escribirles y enviarles algunos trabajos e
investigaciones sobre la filosofa del marxismo desarrollados desde una perspectiva crtica de
aquella ya por entonces corroda ortodoxia. Apelando a la clebre formulacin de
Maritegui, a esos materiales los titul: Ni calco ni copia. Apuntes para repensar la filosofa del
marxismo. Esos materiales nunca fueron enviados a Chile, pero me sirvieron como primer
borrador para aclarar algunas ideas. Luego de aclararlas, Ni calco ni copia permaneci en una
repisa de mi dormitorio juntando (literalmente) tierra. Si ya me haba servido a m, para qu
22
publicarlo?, pens. Me acord entonces de Marx y Engels cuando entregaron La ideologa
alemana a la crtica roedora de los ratones. Me hice la siguiente pregunta: si ellos dos, los
grandes clsicos, nuestros maestros, tomaron aquella actitud, por qu yo no poda hacer lo
mismo? quin me lo impeda?
Esa fue la primera versin del libro, nacida sin un plan preestablecido y al calor de una
discusin poltica. Tena dos captulos finales que luego fueron suprimidos: uno sobre Jos
Carlos Maritegui, otro sobre el Che. Como el mismo ttulo lo indicaba, desde el comienzo
intent leer a Marx vinculndolo a estos dos revolucionarios latinoamericanos, y viceversa.
Luego, ambos captulos pasaron a formar parte de otro libro, complementario de este: De
Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano.
Ms tarde, me recib de profesor en la carrera de Filosofa en la Universidad de Buenos
Aires (UBA). Para ser licenciado haba que presentar una tesis. Ni calco ni copia estaba
completamente escrito de antemano. Pero pens: voy a subordinarme, voy a autocensurarme,
voy a limpiar todo el libro de mis propias opiniones polticas, ajustndolas a la burocracia
universitaria, en nombre de la neutralidad acadmica? Voy a renunciar a mi propio
pensamiento, remplazndolo por las opiniones del director de tesis y del jurado? Vala la pena
semejante autoflagelo poltico y moral a cambio de un papelito con dos sellos (el ttulo)? No
dud siquiera un minuto. No estaba decidido a trastocar ni una coma, ni un punto, ni una sola
proposicin a cambio del progreso, el escalafn y la carrera acadmica. Era demasiado alto
el precio que haba que pagar para subir la cuesta del gran reino animal, como dice un
cantautor cubano.
Aos ms tarde, frente al ttulo de doctor, se me present el mismo dilema con otros
escritos. Yo tena libros redactados de antemano que bien podan funcionar como tesis
doctoral. Pero eleg exactamente la misma opcin. No me arrepiento de nada. No tengo los
papelitos ni los sellos ni el certificado de garanta que otorga la burocracia. Es ms: renunci a
una de las ctedras de la UBA donde trabaj (en la que haba entrado por concurso pblico),
porque all me prohibieron terminantemente dar clases sobre Antonio Gramsci o Carlos Marx.
La materia era nada menos que Filosofa Poltica!
No progres en la carrera acadmica como varios de mis amigos y compaeros. Pero a
cambio digo todo lo que pienso y no tengo que arrepentirme de una sola palabra o una sola
oracin. En este libro que el o la lectora cubanos van a leer a continuacin no hay una sola
lnea de compromiso o negociacin (tampoco en los otros que escrib y publiqu en Buenos
Aires).
En medio de todo esto, en 1997, la revista Casa de las Amricas public el ltimo captulo
de Ni calco ni copia con el mismo ttulo que luego eleg para la edicin definitiva del libro:
23
Marx en su (Tercer) Mundo. Por su parte, la revista cubana Marx Ahora public el captulo
dedicado a Lenin.
En 1998, cinco aos ms tarde de su primera redaccin, varias veces corregido y
relaborado, el libro sali publicado en Buenos Aires por una editorial no poltica.
Infructuosamente, haba intentado publicarlo antes por medio de una editorial local de
izquierda. Luego de seis meses de tenerlo en su cajn del escritorio, reclam a la editora una
respuesta. Supuse que no compartira ninguna de las opiniones filosficas y polticas del texto,
pero, aunque prevea su negativa a publicarlo, esperaba de ella una crtica explcita. Nunca la
obtuve. Burocrticamente para no faltar a la tradicin..., me respondi con un dejo de
cinismo en los labios: No tenemos dinero para editarlo. Todava me causa gracia aquella
respuesta.
Por qu hice de todos modos aquel intento, previsiblemente frustrado de antemano?
Porque el libro lo pens siempre para que circule y sea discutido entre mis compaeros y
compaeras de la izquierda argentina y latinoamericana. Nunca estuvo dirigido a complacer la
mirada petulante, domesticada y (auto)castradora de los profesores universitarios. Quera
interpelar a la militancia y pensar en voz alta a travs del papel escrito con mis
compaeros y compaeras. Cuando lo releo, un lustro despus de aquella primera edicin y
una dcada despus de haber sido escrito, sigue estando dirigido a la militancia.
Con el libro en la calle: qu repercusin esperaba lograr? Algo mnimo y modesto: aunque
sea un pequeo debate terico y filosfico entre las corrientes revolucionarias y marxistas
argentinas. Lo logr a medias.
En mi pas, algunos pocos compaeros de partidos polticos marxistas o de corrientes
estudiantiles de izquierda publicaron reseas crticas o me hicieron llegar sus opiniones. Dos
antiguos militantes del Partido Comunista argentino (PCA) escribieron un libro entero dedicado
a criticar Marx en su (Tercer) Mundo, desde una ptica que segua defendiendo con
entusiasmo religioso los amados manuales soviticos, de donde extrajeron puntualmente todas
las citas de su libro.1 A pesar del dogmatismo de la crtica, les agradezco la energa y el
esfuerzo que invirtieron sus autores. En la ciudad de Rosario, algunos viejos militantes armaron
un grupo para estudiar y discutir Marx en su (Tercer) Mundo (una de estas compaeras haba
estudiado filosofa en la URSS durante varios aos). En la provincia de Buenos Aires, los
miembros del equipo de formacin poltica del Movimiento Teresa Rodrguez (MTR) uno de
los grupos piqueteros ms radicales y combativos adoptaron algunos captulos de Marx en
su (Tercer) Mundo para iniciar a sus nuevos militantes en el estudio del marxismo.
1 Cfr. Luis Viaggio y Julio Viaggio, Volver a las fuentes. Por la reafirmacin del materialismo dialctico e histrico (Una crtica al libro de Nstor Kohan).
24
Del exterior, no fueron muchos los que me acercaron sus opiniones, de aliento o de crtica.
Creo no olvidarme de ninguno si menciono a: Fernando Martnez Heredia, Armando Hart
Dvalos, Roberto Fernndez Retamar y Pablo Pacheco Lpez a quien mucho le agradezco
su solidaridad de siempre y, en particular, por esta iniciativa de edicin cubana (Cuba),
Michael Lwy quien lo cit en un artculo suyo sobre el Manifiesto comunista (Francia),
Carlos Nelson Coutinho (Brasil), Adolfo Snchez Vzquez y John Holloway (Mxico), lvaro
Mrquez (Venezuela), Wolfgang Fritz Haug quien lo utilizara, segn me comunic, en
algunas entradas de su Diccionario histrico-crtico del marxismo (Alemania) y Samir Amin
(Egipto).
La propuesta especfica del libro no se agot all. Se prolong en otros dos textos que
giraban sobre la misma problemtica. Primero fue De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el
marxismo argentino y latinoamericano; luego, El capital. Historia y mtodo (Una introduccin).
Este ltimo desarrolla un poco ms en detalle las hiptesis iniciales de Marx en su (Tercer)
Mundo y las prolonga principalmente sobre el mtodo de El capital. El pretexto para escribirlo
fue un seminario anual de lectura de la principal obra de Carlos Marx desarrollado desde el ao
2000 hasta hoy en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. En este ltimo mbito el
libro circul profusamente entre militantes y estudiantes, lo cual me gener no pocas
satisfacciones. Mientras discutamos acaloradamente con estos compaeros sobre el
materialismo dialctico (DIAMAT), la teora marxista del fetichismo o acerca de muchos otros
temas relacionados, participamos de los cortes de avenidas, de las movilizaciones populares o
de la huelga de hambre en defensa de los presos polticos argentinos. El estudio de Marx nos
acompa en cada una de esas actividades. Agotada su primera edicin, recientemente volvi
a editarse, en agosto del ao 2003. A esta segunda edicin, le agregu algunos materiales
nuevos, entre los que se destaca una entrevista al compaero Orlando Borrego donde recuerda
los crculos de lectura dirigidos por el Che Guevara para estudiar a Marx y El capital.
Sospecho quizs me equivoco que un joven lector o una lectora cubanos difcilmente
lleguen a hacerse una idea cabal de todas las frustraciones, las amarguras y la impotencia que
alguien dedicado a investigar el marxismo debe masticar cotidianamente en el capitalismo.
Cuando un libro est escrito con pasin, no solo expresa un conjunto de hojas de papel en
blanco cubiertas de tinta. Adems, pretende condensar la voluntad de vivir de otra manera. El
capitalismo jams lo puede permitir. A travs de mil mecanismos hegemnicos, burocrticos y
represivos cuya descripcin extendera innecesariamente esta introduccin el sistema
intenta da a da quebrar esa voluntad. Ante cada una de las frustraciones, de los sinsabores y
de las amarguras, el autor se va convenciendo cada vez ms de que solamente un libro o
varios libros no alcanzan para cambiar la realidad. Dolorosamente se va abandonando toda
25
idea omnipotente de origen iluminista. Los libros y los debates tericos constituyen un arma
fundamental para lograr los cambios. Pero no son el nico tipo de armas que hay que tener. La
lucha por la hegemona debe tener siempre por horizonte la lucha por el poder.
Cuando comenc a redactar esta introduccin a la edicin cubana, en junio de 2002, los
aparatos de represin del Estado burgus argentino que nunca se han desmontado desde la
sangrienta dictadura de 1976 acababan de asesinar a dos jvenes compaeros en una
manifestacin: Daro Santilln y Maximiliano Kosteki. Los dos, trabajadores. Los dos, de barrios
humildes. Los dos, militantes. Uno tena tan solo veintin aos; el otro, veinticinco. A uno de
ellos lo fusilaron por la espalda. Est probado, est fotografiado, ya nadie lo discute. Poco
tiempo antes, un grupo parapolicial haba secuestrado a un estudiante secundario y le grab en
el pecho con una navaja o un cuchillo el smbolo del grupo terrorista de los aos 70 AAA
(Alianza Anticomunista Argentina). La hija de Hebe de Bonafini (presidenta de Madres de Plaza
de Mayo), Alejandra, fue torturada en el ao 2001 por un grupo paramilitar que intent violarla
en su propio domicilio. La represin democrtica va in crescendo y, hasta ahora, goza de una
inocultable impunidad, a pesar de todos los discursos oficiales que prometen, prometen y
prometen justicia.
Cmo seguir escribiendo despus de todo esto? Se puede seguir recitando de memoria
formulitas marxistas en la Academia como si esto no sucediera? Se puede seguir repitiendo
dogmticamente, para dar un ejemplo tpico de la poca de los manuales stalinistas, que el
ejercicio de la violencia y el empleo de la fuerza material solo pertenecen a las primeras etapas
antediluvianas del capital, pero en la sociedad capitalista madura estas dejan de ser
centrales?
Hace tiempo, Hebe de Bonafini formul una frase que me dej pensando. Al marxismo no
solo hay que estudiarlo, hay que vivirlo, dijo serenamente con la sencillez de quien no fue a la
Universidad ni tiene ttulos acadmicos pero, a pesar de no haber ledo El capital ni a Hegel ni
a Kant, sabe profundamente de qu se trata.
Quien no se resigne a recitar simplemente frases, en este caso marxistas, pretender
adems vivir el socialismo, la revolucin y el marxismo. Se puede hacer entonces abstraccin
del asesinato y la tortura de estos compaeros y de los miles y miles de compaeros y
compaeras en Argentina y en toda Amrica Latina (excepcin de Cuba) durante estos aos?
El marxismo, como filosofa de la praxis, como teora crtica, como concepcin materialista de
la historia, como escala de valores y como mtodo de estudio, tiene que ponerse a la altura de
la poca que nos toca vivir. No se puede mirar para el costado. La propia teora tiene que poder
pensar la sociedad porque cada vez estoy ms convencido de que nuestro principal objeto
de estudio, siempre que hablemos de marxismo, es la sociedad, no la naturaleza y dar
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cuenta de estos asesinatos, de estas torturas, de estas desapariciones, de estas masacres, de
estos genocidios burocrticamente planificados. Los dogmas del pasado ya no nos sirven para
esto. Ya no alcanzan. Son completamente inoperantes. No hay que tener miedo de
abandonarlos. Tenemos que pensar la historia y el presente de nuestra Amrica, de Amrica
Latina, dando cuenta de ese carcter criminal y genocida de la civilizacin capitalista. Porque
ninguno de estos hechos de barbarie son accidentes fortuitos ni excepciones de la regla. Lo
fundante y lo normal no es la paz. Estos hechos de barbarie no son interrupciones entre dos
momentos de civilizacin. La civilizacin capitalista moderna representa hoy la barbarie.
Elaborado entonces a principios de los 90 y editado en la segunda mitad de esa dcada,
Marx en su (Tercer) Mundo es de algn modo hijo de su poca. No poda ser de otra manera.
La dcada de los 90 fue cruel. Fueron aos de ofensiva capitalista en el terreno econmico,
poltico militar y tambin ideolgico. Fueron aos de desarme terico en el campo popular y
revolucionario. Para nosotros, fueron aos de reflujo y de repliegue.
Por lo tanto, este libro constituye un intento de resistencia, de marchar a contracorriente. As
se plantea explcitamente desde el primer rengln de su edicin argentina. La mayora de las
producciones crticas latinoamericanas de ese perodo estn marcadas por ese intento de
resistir la ofensiva enemiga.
Pero actualmente, a inicios del nuevo milenio, la situacin ha comenzado a cambiar. Las
nuevas protestas marcan un nuevo ritmo en el ciclo de las luchas de clases: desde las
rebeliones de Chiapas, Seattle y Davos hasta Gnova, Praga, Porto Alegre, Berln y Barcelona.
Acompaando estas rebeliones y protestas globalizadas, de la mano de la Revolucin Cubana
y Fidel Castro, en Venezuela se vive una nueva experiencia poltica encabezada por Hugo
Chvez de signo innegablemente progresista, mientras en Brasil los sectores populares
intentan resistir un proceso de creciente cooptacin del gobierno de Lula por parte del gran
capital.
En mi pas, en diciembre de 2001, una parte importante del pueblo sali salimos a la
calle para desafiar al gobierno y enfrentar el estado de sitio. Aunque nos cost la muerte (mejor
dicho, el asesinato) de aproximadamente treinta compaeros, esa rebelin popular logr
derribar al gobierno e hizo retroceder a las salvajes fuerzas de represin estatales. A los pocos
das una nueva movilizacin popular logr derribar otro gobierno.
Luego vino el reflujo popular y la estabilizacin relativa, pero estabilizacin a fin de
cuentas de la institucionalidad del sistema capitalista cuya representacin poltica haba sido
fuertemente cuestionada en la calle. Con el decaimiento (momentneo) de la protesta y una
inteligente iniciativa poltica de los cuadros ms lcidos de las clases dominantes locales, se
logr la parcial recomposicin de la hegemona burguesa. El nuevo gobierno del presidente
27
Nstor Kirchner combin una oportuna crtica al neoliberalismo, con una apelacin a reconstruir
la vieja ilusin de un capitalismo nacional. Mediante la utilizacin de lo que Antonio Gramsci
teoriz como revolucin pasiva (que consiste en ponerse en el bolsillo las demandas
populares, encabezndolas e integrndolas desde arriba) y gatopardismo (que cambie algo
para que nada cambie), el nuevo gobierno logr bajar los decibeles de la conflictividad poltica.
De este modo, el sistema logra ganar aliento y tiempo hasta que el movimiento popular retome
la iniciativa. Cunto durar este impasse de la protesta? Hoy, a comienzos de septiembre de
2003, nadie lo sabe.
Por qu hacemos referencia a estos hechos de la lucha poltica cotidiana cuando se
supone que la introduccin a la edicin cubana debe ser filosfica (como todo el libro)? Pues
porque jams conceb la filosofa divorciada de la vida, como alguna vez nos quisieron hacer
creer los tristes profesores de la Academia argentina. La reflexin terica ni empieza ni termina
cuando abrimos y cerramos los libros. Para todo marxista latinoamericano que realmente viva y
sienta y no solo piense la filosofa de la praxis, debe ser igual. El mundo de la vida, que no es
otro que el mundo de la praxis histrica y de las luchas polticas, es lo primordial. Los libros y la
teora deben intentar expresarlo y no al revs.
Por eso pensamos y sentimos que estamos viviendo el inicio de un nuevo perodo histrico.
Estamos pisando sobre un suelo movedizo. En Amrica Latina ha comenzado a palpitar algo
nuevo. Quizs todo depende de nuestras fuerzas de aqu en adelante la Revolucin
Cubana ya no est tan sola, como estuvo a lo largo de estos ltimos aos.
En la poltica se respira el fin del capitalismo neoliberal. A pesar de la desesperada reaccin
militar del imperialismo y su nuevo macartismo, la ofensiva del capital iniciada a nivel mundial
con Thatcher y Reagan comienza a perder fuerza. En el terreno filosfico, el posmodernismo, el
postestructuralismo (de factura francesa) y el pragmatismo (de origen norteamericano) han
comenzado a perder terreno y credibilidad. El marxismo, en tanto teora de la hegemona,
filosofa de la praxis y teora crtica del capitalismo, puede retomar la contraofensiva... a
condicin de que abandone definitivamente el pesado lastre dogmtico que, como una soga al
cuello, le sigue impidiendo dar la batalla en las nuevas condiciones mundializadas. El horizonte
comienza a abrirse frente a nuestros ojos. Depende de nosotros profundizar esa apertura e ir
hasta la raz.
Pero en el orden de la lucha contra la dominacin ni todo es tan fcil ni la solucin es
mecnica. No hay final feliz asegurado de antemano. Las opciones ideolgicas no siempre son
transparentes. Si las formulitas mecnicas y los esquemas apolillados de los vetustos
manuales de las Academias de Ciencias de los pases del socialismo real ya no atraen a
ningn o ninguna joven que hoy quiera cambiar el mundo, qu los remplazar?
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Como en los ltimos aos la situacin mundial y continental ha cambiado y se abren
perspectivas alentadoras para el pensamiento crtico luego de casi veinte aos de
hegemona ideolgica neoliberal nuevos profetas intentan monopolizar la palabra y dictar
ctedra a los jvenes revolucionarios. Mencionemos tan solo a dos de estos nuevos profetas
omnisapientes que pretenden ocupar el espacio abandonado por los viejos dogmas
stalinizados.
En primer lugar, el ms famoso de todos. El ms clebre, el ms aplaudido, el ms
celebrado (incluso por todas las derechas). El que actualmente ocupa la primera pgina de
todos los suplementos culturales del mundo civilizado: el filsofo italiano Toni Negri y su libro
Imperio.2
Despus de aos de pensamiento mediocre, de reflexiones en migajas, de culto religioso al
fragmento y a lo micro, la filosofa se despereza y empieza a despertar del letargo. Negri ha
vuelto a instalar un gran relato. Era hora! Ese esfuerzo por construir una visin
omnicomprensiva es lo mejor que aporta Imperio. Lstima que ese intento venga acompaado
de un eurocentrismo brutal, que reproduce alegremente los mismos tpicos que Marx en su
(Tercer) Mundo pretende cuestionar. En la prosa de Negri, tan festejada, no falta nada. Todo
est a la vista. No solo cuestiona el camino de la Revolucin Cubana, de Vietnam, de Nelson
Mandela, de Malcom X (y de todos los revolucionarios que han emprendido la lucha armada
contra el capitalismo) sino que tambin decreta, mientras celebra la globalizacin, el supuesto
fin del imperialismo (?). Sin olvidarnos tampoco de su arremetida contra la teora de la
dependencia o de sus crticas demoledoras? contra Edward Said, Immanuel Wallerstein y
Samir Amin.
Coronando este edificio terico, que los principales medios de prensa de la derecha mundial
han elevado a nueva profeca del siglo XXI, chocamos con el busto de Marx. Porque, a
diferencia de sus primeros y brillantes trabajos, en los tiempos en que l era un abnegado
militante de la organizacin radical italiana Poder Obrero, en Imperio Negri se queda con el
busto, no con el pensamiento vivo de Marx. Para legitimar su visin apologtica de la
globalizacin y de la expansin mundial del capital, Negri cita, como no poda ser de otra
manera, los artculos de Marx sobre la dominacin britnica en la India de 1853 pero... se le
escapa completamente equivocacin inocente? la revisin que el propio autor de El
capital realiza sobre esta problemtica en sus ltimos aos. La constatacin de esta revisin
constituye una de las tesis centrales de Marx en su (Tercer) Mundo.
2 Cfr. Antonio Negri y Michael Hardt, Imperio. Antes de esta edicin traducida al espaol por Alcira Bixio, ya circulaba en internet una traduccin pirata (ilegal) de Eduardo Sadier. Nosotros intentamos sentar posicin en nuestro libro Toni Negri y los desafos de Imperio, publicado en Espaa (2002).
29
En segundo lugar, un intelectual mucho ms cercano a los pueblos latinoamericanos. Sin el
brillo ni la erudicin terica ni la prosa cautivante ni el pasado militante de Negri, el escritor
alemn Heinz Dieterich ha logrado en estas latitudes una audiencia nada despreciable.
Para hacerle justicia, no podemos dejar de reconocer que entre Negri y Dieterich hay, sin
embargo, un abismo poltico. Adems de escribir junto a Noam Chomsky (lo que le ha otorgado
cierta fama y le ha garantizado cierto pblico), Dieterich s es un defensor de la Revolucin
Cubana. En ningn momento cae en la ingenuidad de decretar administrativamente el fin del
imperialismo o en alguna de las otras puerilidades de Negri. No obstante, en sus libros
profusamente difundidos durante los ltimos aos en Argentina y Amrica Latina, vuelven a
aparecen viejos dogmas, revestidos ahora con un ropaje y un maquillaje renovados. Pero no
dejan de ser dogmas bien antiguos.
Como tambin sucedi con Rgis Debray en los 60 y su poco feliz intento de canonizar y
codificar a la Revolucin Cubana reducindola a una caricatura unilateral y a una receta
foquista, pretendiendo convertirse de este modo en EL TERICO (con maysculas) del
guevarismo y el fidelismo; durante los ltimos aos Dieterich se ha esforzado por ocupar un
lugar anlogo en relacin con el proceso venezolano encabezado por Hugo Chvez.
Extrapolando de manera mecnica la experiencia venezolana en sus incontables libros, folletos
y conferencias, Dieterich pregona para Amrica Latina la unidad del pueblo con sectores de las
fuerzas armadas. Afortunadamente, importantes sectores de la izquierda y del campo popular
en la Argentina han hecho odos sordos a esos reclamos de unidad. No aprendimos nada de
la dcada del 70? Las fuerzas armadas venezolanas son las mismas que las argentinas?
Tienen el mismo componente social? Nos vamos a olvidar de que los coroneles argentinos
que hoy emplean la retrica nacionalista son los mismos que fueron instructores
contrainsurgentes en las escuelas yanquis de Panam y de la contra en Nicaragua?
Pero lo que aqu nos interesa ms, pues esta introduccin es sobre un libro de filosofa, es el
tipo de razonamiento terico empleado por Dieterich para legitimar sus devaneos intelectuales.
Despus de reconocer que las doctrinas del socialismo realmente existente ya no sirven
como bandera de lucha y organizacin mundial lo cual es justo y cierto Dieterich se lanza,
como las viejas Academias de Ciencias de la URSS stalinizada, a legitimar su propuesta
poltica a partir de la naturaleza. Forzando los hechos hasta un lmite increble, llega a situar
en la decodificacin biolgica del genoma la base fundamental para la construccin de una
nueva sociedad. La llave para salir del capitalismo no est entonces en la lucha de clases, sino
en... el genoma!
30
Pero aqu no se detiene la nueva profeca que viene a remplazar supuestamente los
dogmas del viejo DIAMAT sovitico. No. Ms adelante, Dieterich avanza y se anima un poco
ms, sealando que Para transformar la sociedad hay tres caminos posibles: a) manipular
genticamente al ser humano, b) tratar de crear al hombre nuevo y c) cambiar las
instituciones que guan su actuacin [...] La opcin b) ha sido aplicada por todas las religiones
del mundo, seculares y metafsicas, con resultados desastrosos.3 Por si no alcanzara,
Dieterich califica de utpico al proyecto que apuesta a la construccin y creacin del hombre
nuevo.
Este tipo de argumento es muy antiguo. Por una parte, opone arbitrariamente el cambio de
las instituciones a la transformacin de la subjetividad humana, como si el uno se pudiera hacer
sin el otro. Por otra parte, vuelve a recurrir al viejo mito stalinista (ampliamente utilizado contra
el Che Guevara y contra la Revolucin Cubana durante los 60) segn el cual la propuesta de
sustentar un cambio socialista de largo aliento en la creacin de un nuevo tipo de subjetividad
histrica el hombre nuevo en el lenguaje del Che violenta las posibilidades objetivas...
Con otro ropaje, con otras citas, apelando a otras autoridades y, sobre todo, en otras
coordenadas histricas, en los textos de Dieterich nos volvemos a chocar con el viejo arsenal
naturalista y metafsico que en nombre de LA CIENCIA (en maysculas, sin diferenciar a las
ciencias naturales de las ciencias sociales) legitima sus posiciones polticas reacias a todo
proyecto radical. No casualmente, en los libros de este autor alemn, ese tipo de
argumentaciones, que cuestionan por utpica, religiosa y desastrosa la praxis guevarista
de la creacin del hombre y la mujer nuevos, vienen acompaadas de la propuesta poltica que
aconseja a las nuevas generaciones de revolucionarios latinoamericanos no hablar de
socialismo... sino tan solo de democracia participativa.
Sin renunciar a la crtica, Gramsci nos ense a tratar de encontrar siempre los granos de
verdad que encierran aun las propuestas ms disparatadas. Por eso, se me ocurre que Negri y
Dieterich, a pesar del eurocentrismo de uno y de la metafsica cientificista del otro, han
encontrado gran audiencia porque hoy existe un pblico nuevo en Amrica Latina y el resto del
mundo. Nuevas generaciones comienzan a plantearse los viejos problemas, y los nuevos.
Detrs de la hojarasca de Negri, lo que rescato es su intento de volver a una visin
totalizadora y holista, a un gran relato, segn la jerga posmoderna. Detrs de las profundas
equivocaciones de Dieterich, me imagino que se encuentra algo cierto: hace falta un nuevo
proyecto histrico para nuestros pueblos. El marxismo latinoamericano y la Revolucin Cubana
mucho pueden aportar en ambos sentidos.
3 Cfr. Heinz Dieterich, Bases del nuevo socialismo, p. 74.
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La Revolucin Cubana? S, la Revolucin Cubana. Sin hacer caso omiso de sus
problemas, sin obviar sus limitaciones, me parece que no se puede desconocer que hoy es
imposible estudiar los avatares de Marx y su filosofa de la praxis en Amrica Latina sin dar
cuenta al mismo tiempo de la Revolucin Cubana.
Sobre Guevara escrib en De Ingenieros al Che. All desarrollo mi visin de su pensamiento.
Adems, desde fines de 1996 y durante todo 1997 fui cofundador de la Ctedra Ernesto Che
Guevara de la Universidad de Buenos Aires. Ms tarde, en 2002, ahora en la Universidad
Popular Madres de Plaza de Mayo, cofundamos la Ctedra Libre Ernesto Che Guevara que, en
2003, se transform en Ctedra de Formacin Poltica Ernesto Che Guevara. El Che ya no
estaba entonces de moda como en 1997. No nos import. Seguimos siendo guevaristas.
Con la moda, sin la moda, contra la moda.
La experiencia pedaggica y las reflexiones tericas que tuve oportunidad de desarrollar en
esta Ctedra Che Guevara las volqu en dos libros distintos. El primero, centrado en un nuevo
intento de pedagoga del marxismo, se titula Introduccin al pensamiento marxista. Tratando de
evitar los vicios clsicos de los antiguos manuales de marxismo (el eurocentrismo, el
dogmatismo, la deshistorizacin, la pedagoga de la repeticin y la cita mecnica, etc.), all
desarrollamos un intento de aproximacin al pensamiento marxista desde Amrica Latina y a
partir de una ptica guevarista. El segundo, que retoma varias de las clases dictadas en la
Ctedra del Che de la Universidad Popular, junto con entrevistas y reseas bibliogrficas, se
titula Che Guevara: otro mundo es posible. De algn modo, este ltimo prolonga De Ingenieros
al Che.4
Sobre Fidel, en particular, no escrib nunca un ensayo. S, obviamente, sobre la Revolucin
Cubana, de la que l es protagonista esencial, y sobre su influencia en la cultura argentina. Sin
embargo, tuve una alegra enorme (y un orgullo, no me da ningn tipo de vergenza decirlo y
escribirlo, a pesar de que muchos intelectuales progresistas argentinos fueron fanticos
partidarios de Cuba en los 60 pero hoy prefieren hacerse los distrados) cuando lo conoc
personalmente en enero de 2001. Como jurado de Casa de las Amricas, tuve la oportunidad
y la suerte, por qu no? de encontrarme con Fidel.
Esa larga noche que, junto a los dems miembros del Jurado, pude conversar con l, le
pregunt acerca de muchos temas del marxismo, particularmente sobre el latinoamericano:
acerca de Julio Antonio Mella, la Reforma Universitaria de 1918, Jos Ingenieros, Antonio
Guiteras, el viejo Partido Socialista Popular, el Moncada, el Movimiento 26 de Julio, el Che y
tambin sobre Stalin. Si bien la charla termin muy tarde, me qued con ganas de seguir
conversando y aprendiendo.
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Aunque esa noche no pude dormir por la emocin, tiempo despus me pregunt qu
hubieran pensado de Fidel y de mi interrogatorio, un poco inquisitorial pero repleto de
admiracin, todos estos tericos argentinos de la mansedumbre y la resignacin, que han
copado muchas ctedras de la Universidad en Buenos Aires y no pocos medios de
comunicacin de masas. Todos estos nadadores que van con la marea del momento: fueron
castristas en los 60, peronistas montoneros en los 70, postmarxistas en los 80,
socialdemcratas en los 90 y vaya uno a saber qu cosa en los aos 2000.
No s que hubiesen pensado. Y aunque muchos de ellos fueron mis profesores y en su
poca los escuch con demasiada paciencia, ya no me importa tampoco qu piensan. Lo que
s s, de lo que s estoy completamente seguro, es de que los compaeros y compaeras de mi
generacin ya no podemos prestarles atencin ni seguir presos de sus miserias personales y
mezquindades polticas.
Estamos en un nuevo siglo y se abren ante nosotros nuevos desafos. El mundo est
cambiando. Hacia dnde ir?
Supongo yo, me imagino, que un joven cubano o una joven cubana que comience a leer
este libro, tendr muchas interrogantes abiertas como tambin yo las tengo. A nosotros nos
toca una responsabilidad enorme. En Cuba, defender, consolidar y profundizar an ms el
cambio permanente de las personas, las relaciones sociales y las instituciones. La revolucin
socialista no se puede detener. Pero Cuba no podr defender y profundizar su revolucin si
sigue sola y aislada. Ya Marx se haba percatado en el siglo XIX que los cambios deben tener
escala universal en nuestra poca. La revolucin por la que luchamos debe ser mundial. Es
una cuestin de vida o muerte. Para que Cuba no retroceda, Argentina, Brasil, Mxico,
Colombia, Venezuela y toda Amrica Latina tambin deben hacer sus propias revoluciones y
marchar al socialismo. El asesinato, la tortura, la crcel, el sufrimiento y la desaparicin de
tantos miles de compaeros y compaeras no pueden haber sido en vano. Las tareas que ellos
y ellas se plantearon siguen pendientes.
No podemos esperar mansamente, con modorra y brazos cruzados, que la modernidad
europea nos libere, que la civilizacin nos emancipe, que el desarrollo de las fuerzas
productivas y la inversin de capitales nos rescate. Las nuevas generaciones latinoamericanas
tenemos una gran responsabilidad sobre nuestros hombros y un desafo gigantesco por
delante.
En funcin de esa responsabilidad y de ese desafo, no estara de ms recordar aquellas
palabras encendidas que, en 1819, cuando el pequeo Carlitos Marx tena apenas un ao de
4 Cfr. Introduccin al pensamiento marxista y Che Guevara: otro mundo es posible.
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vida y todava estaba en los brazos de Enriqueta Pressburg, su madre pronunciara Jos de
San Martn:
Compaeros del exercito de los Andes:
La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos: sino tenemos dinero, carne y un
pedazo de tabaco no nos tiene de faltar: cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con
la bayetilla que nos trabajen nuestras mugeres, y sino andaremos en pelota como nuestros
paisanos los indios: seamos libres, y lo dems no importa nada...
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Introduccin a la primera edicin (argentina)
Nstor Kohan
Los dominadores de cada momento son los
herederos de todos los que alguna vez han vencido
en la historia. La empata con el vencedor beneficia
siempre al dominador del momento.
WALTER BENJAMIN
Apuntes sobre el concepto de historia
Qu significa, entre tantos otros quehaceres,
"hacer" filosofa para quienes tenemos el privilegio
de mantener la vida cuando tantos otros la
perdieron? Qu significa, en estas condiciones,
pensar?
LEN ROZITCHNER
Filosofa y terror
Este es un libro a contracorriente. No nos interesa subirnos al carro sangriento de los
vencedores y de sus industrias culturales. Se nos plantea tratar de pensar la historia, la poltica
y la filosofa desde abajo, a contrapelo de las modas permitidas e incluso promovidas por los
mediocres con poder. Se trata de conjurar la gratuidad inducida de la escritura y la caprichosa
vacuidad de la palabra. Hoy, bajo la mirada vigilante del amo, se puede decir "todo", discurrir
acerca de "todo", experimentar y jugar con "todo"... siempre y cuando no se aborde lo intocable
ni se mencionen los nombres prohibidos o los temas malditos. El permetro de lo pensable y
discutible es muy amplio... llega hasta donde se extiende la colorida tolerancia amistosa
siempre sustentada en una latente y gris amenaza de muerte. Ese es actualmente el campo
inconfesado que rige y delimita la posibilidad del pensar. Se trata, por fin, de vencer el temor,
de sobrepasarlo y quebrarlo. Ese es el gran desafo.
Es que no solo han dirigido su artillera contra el movimiento popular y revolucionario, contra
sus valores y su memoria. Adems, nos han expropiado la teora revolucionaria, nos han
desarmado.
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Como resultado de un conjunto muy vasto de estrategias polticas de los sectores de poder
hicimos nuestras las categoras, el discurso, el pensamiento y los trminos del enemigo. Los
internalizamos. La dominacin no solo est afuera, tambin est dentro de nosotros mismos.
Nuestro desarme histrico no fue casual ni accidental. Fue un resultado directo de la derrota
provisoria, siempre provisoria: donde hay poder hay resistencia a la que nos sometieron
los poderosos en su guerra contra " la subversin", es decir, contra el pueblo. Una guerra cruel,
despiadada, sin lmites en el tiempo ni el espacio. Una guerra salvaje, implementada no solo
por las fuerzas armadas sino tambin por la fuerza social que las apoy, financi y, en ltima
instancia, dirigi.
Si esa es indudablemente la primera causa del actual desarme, no podemos soslayar otros
determinantes. Al haber despreciado el trabajo terico esa sospechosa obsesin de "los
intelectuales"... y subestimado la batalla cultural de resistencia, importantes sectores del
movimiento revolucionario fueron involuntariamente complacientes con esa operacin
ideolgica de contrainsurgencia. La derrota no comienza con el triunfo de las fuerzas armadas
y la burguesa financiera en lo local ni con la cada del Muro de Berln en lo internacional. Viene
de mucho antes, desde el momento en que la cristalizacin dogmtica impidi desarrollar
eficazmente la contrahegemona.
Ser radical es aferrar las cosas desde la raz, sentenciaba el joven Marx. Pues seamos
radicales y lleguemos hasta las races. La nueva guerra es una guerra cultural. Debemos
retomar la ofensiva. De una vez por todas, debemos retomar la ofensiva.
Desde ese objetivo bien preciso este libro pretende seguir un hilo problemtico conductor, el
de invitar a los lectores a emprender desde las nuevas condiciones polticas abiertas en
nuestra Amrica y en el Tercer Mundo una relectura y un replanteamiento global del
pensamiento inaugurado por Carlos Marx. Se trata de apropiarnos del marxismo desde una
visin no colonizada de antemano. Se trata, entonces, de superar viejos esquemas, aejos
dogmas, creencias coaguladas cuyos obstculos an siguen pesando como pesadillas en el
cerebro de nosotros, los vivos.
Hemos mencionado el "Tercer Mundo". Incluso el ttulo del libro hace referencia a l.
Podramos adoptar provisoriamente esta categora para designar a Amrica Latina, Asia y
frica tal como lo haca el comandante Che Guevara en su clebre "Mensaje a los pueblos del
mundo a travs de la Tricontinental". Aunque no pretendemos, sin embargo, atribuirle al
concepto solamente aquella denotacin, fijndola ahistricamente de antemano.
Las violentas y repentinas reconfiguraciones experimentadas en los ltimos aos (derrumbe
de la URSS y de su culto a la burocracia, globalizacin capitalista y expansin imperialista sin
precedentes, recolonizacin del Este europeo, aparicin de bolsones "tercermundistas" en las
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mismas megametrpolis capitalistas occidentales, etc.) obligan a repensar tambin tal
concepto. La hegemona del capital imperialista se profundiza, la subsuncin real del planeta
en sus fauces se mundializa. Por eso es que el Tercer Mundo no ha desaparecido: se ha
multiplicado. De la mano del imperialismo, cada vez ms agresivo y militarizado, el mundo
entero marcha hacia su tercermundizacin.
El trmino Tercer Mundo naci justo a mitad del siglo XX, en un planeta polarizado por dos
superpotencias. Su impulsor fue francs. El demgrafo, antroplogo e historiador de la
economa Alfred Sauvy quien utiliz por primera vez esa expresin el 14 de agosto de 1952, en
el semanario francs L'Observateur. Su artculo terminaba as: "pues, finalmente, este Tercer
Mundo ignorado, explotado, despreciado como el Tercer Estado, quiere, l tambin, ser algo".
De esta manera, parafraseaba una famosa frase del sacerdote Sieys, quien defina as al
Tercer Estado de la Revolucin Francesa: Qu es el Tercer Estado? Todo. Qu ha
significado, hasta hora, en el orden poltico? Nada. Qu pide? Convertirse en algo.
Alfred Sauvy quien no era marxista se bas en esta analoga histrica con la revolucin
de 1789 para describir y, al mismo tiempo, polemizar. Describi a la mayora de la poblacin
del planeta que no era ni el Primer Mundo (la aristocracia en la analoga de 1789) ni el
Segundo Mundo (la Iglesia y los clrigos, siempre dentro de la analoga), sino el Tercer Mundo,
o sea los terceros Estados. De este modo, la expresin le serva para marcar distancia con
Estados Unidos y la Unin Sovitica, catalogadas analgicamente como una aristocracia y
una iglesia.
En el momento en que Sauvy acua la palabra, haba un Primer Mundo, capitalista
desarrollado, imperialista y metropolitano, y un Segundo, que pretenda ser socialista o tena
ambiciones de constituirse en algo as como la capital del socialismo. El resto era el Tercer
Mundo, colonial, semicolonial, subdesarrollado, dependiente y perifrico, que reuna la mayora
numrica del planeta. Dentro de este Tercer Mundo se ubicaban sociedades como Cuba o
Vietnam, que haban roto, a travs de revoluciones socialistas, con los lazos coloniales y
dependientes.
Medio siglo despus, aquella palabra no est de moda. Para designar la misma realidad
social, suele emplearse ms a menudo el trmino geogrfico Sur. Aunque resulta sumamente
equvoco y ambiguo. Argentina est en el Sur. Australia tambin. Sin embargo, esta ltima,
socialmente hablando, pertenece al Norte. Actualmente, hay pases del Este europeo que,
geogrficamente, estn en el Norte, aunque socialmente pertenecen a los pases del Sur.
No obstante la desaparicin de una de las dos superpotencias (la que corresponda al
Segundo Mundo), si partimos del significado conceptual que tuvo este trmino durante la mayor
parte del siglo XX hambre, racismo, subalimentacin, subdesarrollo coexistente en forma
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combinada con el hiperdesarrollo, dominaciones coloniales y guerras imperiales, desfase
tecnolgico, abrupto contraste entre lo moderno y lo premoderno, entre la periferia y las
metrpolis, represiones salvajes, superexplotacin, etc. a comienzos del siglo XXI el Tercer
Mundo incluye en su seno cada vez mayores cantidades de poblacin.
Se han modificado las condiciones y articulaciones entre los Estados-naciones, la soberana
de las clases dominantes internas y la dominacin mundial del capital, pero se reproducen en
escala ampliada las notas caractersticas que lo "distinguieron" hasta el momento. Esa
reproduccin ampliada en escala universal no se produce por falta de capitalismo. Es la lgica
consecuencia del capital. El capitalismo no falta, sobra. De ah que aun dando cuenta de
estas notables modificaciones optemos por seguir manteniendo y empleando este trmino.
La hiptesis principal del eje problemtico que proponemos se apoya en el cuestionamiento de
aquella hermenutica del marxismo otrora oficial (compartida tanto por los "profetas" de la II
Internacional como por "la iglesia" sovitica y sus diversos desprendimientos "cismticos") que
concibi este corpus terico como una filosofa metafsica de la materia, entendida como
doctrina universal y necesaria, a partir de la cual se dedujeron un esquema general y una
filosofa de la historia tambin universal. Ambos legitimadores del desprecio terico hacia los
problemas especficos del Tercer Mundo y dentro de l particularmente por los de Amrica
Latina. Ambos poseedores de un carcter marcadamente prescriptivo y normativo basado en el
modelo clsico de Europa occidental y pretendidamente vlido para todo tiempo y lugar. Un
modelo que con toda justicia puede denominarse metafsico.
A partir de la crtica de ese modelo terico el libro intenta avanzar hacia la reconstruccin del
marxismo entendido como una filosofa de la praxis activista, humanista y libertaria, cuyo
fundamento revolucionario est constituido por una perspectiva historicista radical. Filosofa de
la praxis que, si bien reconoce la necesidad de los enfrentamientos capilares (los nicos que
aceptan el posmodernismo y el posestructuralismo), no renuncia ni abandona los proyectos
globales, es decir, la categora de totalidad.
Este intento de dar un paso atrs para reconstruir desde una nueva ptica la filosofa del
marxismo se sustenta en la discusin crtica de sus presupuestos epistemolgicos y lgicos,
sociolgicos e histricos, as como tambin antropolgicos y econmicos a partir de los cuales
se propone rediscutir sus problemas y categoras clsicas: trabajo. fetichismo (y su estrecha
conexin con la teora del valor), historia, progreso, libertad, tanto como aquellos otros referidos
a la cuestin del poder y a la relacin que une y separa el marxismo con la modernidad
centroeuropea.
Quien escribe es consciente del crucial momento por el que atraviesa la izquierda