Kohan, Nestor - Marx en Su (Tercer) Mundo

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    Marx en su (Tercer) Mundo Nstor Kohan 1

    Marx en su (Tercer) Mundo

    Hacia un socialismo no colonizado

    Nstor Kohan

    Primera edicin: Buenos Aires, Biblos, 1998.

    Segunda edicin (corregida y aumentada): La Habana, Centro deInvestigacin y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2003.

    A la memoria de Agustn Tosco y de sus compaeros y compaeras que en 1969 y1971 tomaron el cielo y tambin Crdoba por asalto.

    A la memoria de los jvenes militantes cubanos que, siguiendo el ejemplo del Che,cayeron en suelo argentino luchando en forma annima por la revolucin socialista

    latinoamericana.

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    NDICE DEL VOLUMEN

    - Introduccin a la segunda edicin (2003)- Introduccin a la primera edicin (1998)- Sobre la historicidad del marxismo- La larga y penosa marcha del materialismo dialctico. Una genealoga histrica "olvidada"- La consolidacin del DIAMAT y la batalla de los manuales- El viraje autocrtico de Lenin- Materialismo dialctico o filosofa de la praxis?- El humanismo marxista como historicismo- El horizonte epistemolgico

    - El mtodo dialctico, un arma de lucha- La lgica y la historiaLa lgica formal ante el tribunal del DIAMATDe Aristteles a LeibnizDe Kant a HegelLa lgica en la construccin cientfica de Elcapital

    - Valor, magia y fetiche en el reino posmoderno- Trabajo y praxis: Hegel, Goethe y Marx

    Seor y siervo en la FenomenologaLa categora de trabajo en el interior de la teora del valor en HegelTotalidad, praxis y trabajo en FaustoLa herencia de Goethe y Hegel en la praxis y el trabajo desalienado de Marx

    El trabajo como praxis desalienada en Marx- Economa y poderEl economicismoEl problema del poderLa violencia como fuerza econmica

    - Liberalismo o socialismo?Una disyuncin irreductible: libertad negativa o libertad positivaLibertad y ontologa socialLa concepcin de la libertad en Marx

    - Marxismo y modernidad?- Marx en su (Tercer) Mundo

    El paradigma de El manifiesto

    Un nuevo paradigmaEscritos puramente circunstanciales?Colonialismo, nacin, periferia y desarrollo histricoNuevamente, lgica e historiaUn marxismo progresista?Colonialismo y etnologaEl viraje y la filosofa de la praxisLa tensin desgarradora en EngelsY sin embargo EngelsLa nueva racionalidad histrica

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    - ApndicesI. La filosofa de la praxis

    II. La ruptura con el eurocentrismoIII. Carta de Carlos Marx a Vera Zasulich

    IV. El humanismo cotidiano

    V. La mirada desde el "Nuevo Mundo"VI. Carlos Marx, el "temible jefe de la Internacional" en el recuerdo de sus hijos

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    Solo en un orden de cosas en el que ya no existanclases y contradiccin de clases, las evolucionessociales dejarn de ser revoluciones polticas. Hastaque ese momento llegue, en vsperas de todareorganizacin general de la sociedad, la ltimapalabra de la ciencia social ser siempre: luchar o

    morir, la lucha sangrienta o la nada. As est planteadoinexorablemente el dilema.

    Carlos MarxMiseria de la filosofa

    Otra vez repito que no soy un crtico imparcial y objetivo.

    Mis juicios se nutren de mis sentimientos, de mis pasiones...

    Estoy lo ms lejos posible de la tcnica profesoral

    y del espritu universitario.

    Jos Carlos MariteguiSiete ensayos de interpretacin de la realidad peruana

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    Introduccin a la segunda edicin

    Si vencemos, se hablar, por boca de amigos y

    enemigos, todo el tiempo que exista el hombre sobre la

    tierra, de nuestra audacia o de nuestra inhumanaastucia. Si nos derrotan, qu importa lo que se diga de

    nosotros? No estaremos aqu, Castelli, para

    escucharlos, ni en ningn otro lado que no sea dos

    metros debajo de donde crece el pastito de Dios [...]

    ANDRS RIVERA

    La Revolucin es un sueo eterno

    Originariamente, este libro naci a fines de 1993. Ms precisamente, al regresar de un viaje a

    Santiago de Chile. All habamos discutido e intercambiado opiniones con compaeros

    revolucionarios que seguan creyendo, a pesar de todo, en la filosofa del marxismo tal como la

    formulaban los manuales soviticos ms clsicos y ortodoxos de la poca de Stalin.

    Compaeros que, en lo personal, eran y deben seguir siendo, aunque nunca ms los vi

    grandes luchadores y grandes opositores a la dictadura de Pinochet y de sus aliados

    democrticos. Uno de ellos haba estado preso en tiempos de la dictadura.

    Yo no poda creer semejante asimetra entre lo que se haca en la prctica y lo que sepensaba en filosofa. En las veinticuatro horas que dur el viaje de regreso en autobs de

    Santiago a Buenos Aires, me planteaba una y otra vez la misma pregunta: Cmo esta gente

    tuvo y tiene tanta valenta y herosmo para enfrentar a Pinochet en las crceles y mazmorras

    del rgimen y, cuando se expresan en el plano terico, repiten los mismos lugares comunes y

    las mismas frmulas disecadas de lo ms rancio de la burocracia sovitica?

    Al volver a la Argentina, se me ocurri escribirles y enviarles algunos trabajos e

    investigaciones sobre la filosofa del marxismo desarrollados desde una perspectiva crtica de

    aquella ya por entonces corroda ortodoxia. Apelando a la clebre formulacin deMaritegui, a esos materiales los titul: Ni calco ni copia. Apuntes para repensar la filosofa del

    marxismo. Esos materiales nunca fueron enviados a Chile, pero me sirvieron como primer

    borrador para aclarar algunas ideas. Luego de aclararlas, Ni calco ni copia permaneci en una

    repisa de mi dormitorio juntando (literalmente) tierra. Si ya me haba servido a m, para qu

    publicarlo?, pens. Me acord entonces de Marx y Engels cuando entregaron La ideologa

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    alemanaa la crtica roedora de los ratones. Me hice la siguiente pregunta: si ellos dos, los

    grandes clsicos, nuestros maestros, tomaron aquella actitud, por qu yo no poda hacer lo

    mismo? quin me lo impeda?

    Esa fue la primera versin del libro, nacida sin un plan preestablecido y al calor de una

    discusin poltica. Tena dos captulos finales que luego fueron suprimidos: uno sobre JosCarlos Maritegui, otro sobre el Che. Como el mismo ttulo lo indicaba, desde el comienzo

    intent leer a Marx vinculndolo a estos dos revolucionarios latinoamericanos, y viceversa.

    Luego, ambos captulos pasaron a formar parte de otro libro, complementario de este: De

    Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano.

    Ms tarde, me recib de profesor en la carrera de Filosofa en la Universidad de Buenos

    Aires (UBA). Para ser licenciado haba que presentar una tesis. Ni calco ni copia estaba

    completamente escrito de antemano. Pero pens: voy a subordinarme, voy a autocensurarme,

    voy a limpiar todo el libro de mis propias opiniones polticas, ajustndolas a la burocracia

    universitaria, en nombre de la neutralidad acadmica? Voy a renunciar a mi propio

    pensamiento, remplazndolo por las opiniones del director de tesis y del jurado? Vala la pena

    semejante autoflagelo poltico y moral a cambio de un papelito con dos sellos (el ttulo)? No

    dud siquiera un minuto. No estaba decidido a trastocar ni una coma, ni un punto, ni una sola

    proposicin a cambio del progreso, el escalafn y la carrera acadmica. Era demasiado alto

    el precio que haba que pagar para subir la cuesta del gran reino animal, como dice un

    cantautor cubano.

    Aos ms tarde, frente al ttulo de doctor, se me present el mismo dilema con otros

    escritos. Yo tena libros redactados de antemano que bien podan funcionar como tesis

    doctoral. Pero eleg exactamente la misma opcin. No me arrepiento de nada. No tengo los

    papelitos ni los sellos ni el certificado de garanta que otorga la burocracia. Es ms: renunci a

    una de las ctedras de la UBA donde trabaj (en la que haba entrado por concurso pblico),

    porque all me prohibieron terminantemente dar clases sobre Antonio Gramsci o Carlos Marx.

    La materia era nada menos que Filosofa Poltica!

    No progres en la carrera acadmica como varios de mis amigos y compaeros. Pero a

    cambio digo todo lo que pienso y no tengo que arrepentirme de una sola palabra o una sola

    oracin. En este libro que el o la lectora cubanos van a leer a continuacin no hay una sola

    lnea de compromiso o negociacin (tampoco en los otros que escrib y publiqu en Buenos

    Aires).

    En medio de todo esto, en 1997, la revista Casa de las Amricaspublic el ltimo captulo

    de Ni calco ni copia con el mismo ttulo que luego eleg para la edicin definitiva del libro:

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    Marx en su (Tercer) Mundo. Por su parte, la revista cubana Marx Ahora public el captulo

    dedicado a Lenin.

    En 1998, cinco aos ms tarde de su primera redaccin, varias veces corregido y

    relaborado, el libro sali publicado en Buenos Aires por una editorial no poltica.

    Infructuosamente, haba intentado publicarlo antes por medio de una editorial local deizquierda. Luego de seis meses de tenerlo en su cajn del escritorio, reclam a la editora una

    respuesta. Supuse que no compartira ninguna de las opiniones filosficas y polticas del texto,

    pero, aunque prevea su negativa a publicarlo, esperaba de ella una crtica explcita. Nunca la

    obtuve. Burocrticamente para no faltar a la tradicin..., me respondi con un dejo de

    cinismo en los labios: No tenemos dinero para editarlo. Todava me causa gracia aquella

    respuesta.

    Por qu hice de todos modos aquel intento, previsiblemente frustrado de antemano?

    Porque el libro lo pens siempre para que circule y sea discutido entre mis compaeros y

    compaeras de la izquierda argentina y latinoamericana. Nunca estuvo dirigido a complacer la

    mirada petulante, domesticada y (auto)castradora de los profesores universitarios. Quera

    interpelar a la militancia y pensar en voz alta a travs del papel escrito con mis

    compaeros y compaeras. Cuando lo releo, un lustro despus de aquella primera edicin y

    una dcada despus de haber sido escrito, sigue estando dirigido a la militancia.

    Con el libro en la calle: qu repercusin esperaba lograr? Algo mnimo y modesto: aunque

    sea un pequeo debate terico y filosfico entre las corrientes revolucionarias y marxistas

    argentinas. Lo logr a medias.

    En mi pas, algunos pocos compaeros de partidos polticos marxistas o de corrientes

    estudiantiles de izquierda publicaron reseas crticas o me hicieron llegar sus opiniones. Dos

    antiguos militantes del Partido Comunista argentino (PCA) escribieron un libro entero dedicado

    a criticar Marx en su (Tercer) Mundo, desde una ptica que segua defendiendo con

    entusiasmo religioso los amados manuales soviticos, de donde extrajeron puntualmente todas

    las citas de su libro.1 A pesar del dogmatismo de la crtica, les agradezco la energa y el

    esfuerzo que invirtieron sus autores. En la ciudad de Rosario, algunos viejos militantes armaron

    un grupo para estudiar y discutir Marx en su (Tercer) Mundo(una de estas compaeras haba

    estudiado filosofa en la URSS durante varios aos). En la provincia de Buenos Aires, los

    miembros del equipo de formacin poltica del Movimiento Teresa Rodrguez (MTR) uno de

    los grupos piqueteros ms radicales y combativos adoptaron algunos captulos de Marx en

    su (Tercer) Mundopara iniciar a sus nuevos militantes en el estudio del marxismo.

    1 Cfr. Luis Viaggio y Julio Viaggio, Volver a las fuentes. Por la reafirmacin del materialismo dialctico ehistrico (Una crtica al libro de Nstor Kohan).

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    Del exterior, no fueron muchos los que me acercaron sus opiniones, de aliento o de crtica.

    Creo no olvidarme de ninguno si menciono a: Fernando Martnez Heredia, Armando Hart

    Dvalos, Roberto Fernndez Retamar y Pablo Pacheco Lpez a quien mucho le agradezco

    su solidaridad de siempre y, en particular, por esta iniciativa de edicin cubana (Cuba),

    Michael Lwy quien lo cit en un artculo suyo sobre el Manifiesto comunista (Francia),Carlos Nelson Coutinho (Brasil), Adolfo Snchez Vzquez y John Holloway (Mxico), lvaro

    Mrquez (Venezuela), Wolfgang Fritz Haug quien lo utilizara, segn me comunic, en

    algunas entradas de su Diccionario histrico-crtico del marxismo (Alemania) y Samir Amin

    (Egipto).

    La propuesta especfica del libro no se agot all. Se prolong en otros dos textos que

    giraban sobre la misma problemtica. Primero fue De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el

    marxismo argentino y latinoamericano; luego, El capital. Historia y mtodo (Una introduccin).

    Este ltimo desarrolla un poco ms en detalle las hiptesis iniciales de Marx en su (Tercer)

    Mundoy las prolonga principalmente sobre el mtodo de El capital. El pretexto para escribirlo

    fue un seminario anual de lectura de la principal obra de Carlos Marx desarrollado desde el ao

    2000 hasta hoy en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. En este ltimo mbito el

    libro circul profusamente entre militantes y estudiantes, lo cual me gener no pocas

    satisfacciones. Mientras discutamos acaloradamente con estos compaeros sobre el

    materialismo dialctico (DIAMAT), la teora marxista del fetichismo o acerca de muchos otros

    temas relacionados, participamos de los cortes de avenidas, de las movilizaciones populares o

    de la huelga de hambre en defensa de los presos polticos argentinos. El estudio de Marx nos

    acompa en cada una de esas actividades. Agotada su primera edicin, recientemente volvi

    a editarse, en agosto del ao 2003. A esta segunda edicin, le agregu algunos materiales

    nuevos, entre los que se destaca una entrevista al compaero Orlando Borrego donde recuerda

    los crculos de lectura dirigidos por el Che Guevara para estudiar a Marx y El capital.

    Sospecho quizs me equivoco que un joven lector o una lectora cubanos difcilmente

    lleguen a hacerse una idea cabal de todas las frustraciones, las amarguras y la impotencia que

    alguien dedicado a investigar el marxismo debe masticar cotidianamente en el capitalismo.

    Cuando un libro est escrito con pasin, no solo expresa un conjunto de hojas de papel en

    blanco cubiertas de tinta. Adems, pretende condensar la voluntad de vivir de otra manera. El

    capitalismo jams lo puede permitir. A travs de mil mecanismos hegemnicos,burocrticos y

    represivos cuya descripcin extendera innecesariamente esta introduccin el sistema

    intenta da a da quebrar esa voluntad. Ante cada una de las frustraciones, de los sinsabores y

    de las amarguras, el autor se va convenciendo cada vez ms de que solamente un libro o

    varios libros no alcanzan para cambiar la realidad. Dolorosamente se va abandonando toda

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    idea omnipotente de origen iluminista. Los libros y los debates tericos constituyen un arma

    fundamental para lograr los cambios. Pero no son el nico tipo de armas que hay que tener. La

    lucha por la hegemona debe tener siempre por horizonte la lucha por el poder.

    Cuando comenc a redactar esta introduccin a la edicin cubana, en junio de 2002, los

    aparatos de represin del Estado burgus argentino que nunca se han desmontado desde lasangrienta dictadura de 1976 acababan de asesinar a dos jvenes compaeros en una

    manifestacin: Daro Santilln y Maximiliano Kosteki. Los dos, trabajadores. Los dos, de barrios

    humildes. Los dos, militantes. Uno tena tan solo veintin aos; el otro, veinticinco. A uno de

    ellos lo fusilaron por la espalda. Est probado, est fotografiado, ya nadie lo discute. Poco

    tiempo antes, un grupo parapolicial haba secuestrado a un estudiante secundario y le grab en

    el pecho con una navaja o un cuchillo el smbolo del grupo terrorista de los aos 70 AAA

    (Alianza Anticomunista Argentina). La hija de Hebe de Bonafini (presidenta de Madres de Plaza

    de Mayo), Alejandra, fue torturada en el ao 2001 por un grupo paramilitar que intent violarla

    en su propio domicilio. La represin democrtica va in crescendoy, hasta ahora, goza de una

    inocultable impunidad, a pesar de todos los discursos oficiales que prometen, prometen y

    prometen justicia.

    Cmo seguir escribiendo despus de todo esto? Se puede seguir recitando de memoria

    formulitas marxistas en la Academia como si esto no sucediera? Se puede seguir repitiendo

    dogmticamente, para dar un ejemplo tpico de la poca de los manuales stalinistas, que el

    ejercicio de la violencia y el empleo de la fuerza material solo pertenecen a las primeras etapas

    antediluvianas del capital, pero en la sociedad capitalista madura estas dejan de ser

    centrales?

    Hace tiempo, Hebe de Bonafini formul una frase que me dej pensando. Al marxismo no

    solo hay que estudiarlo, hay que vivirlo, dijo serenamente con la sencillez de quien no fue a la

    Universidad ni tiene ttulos acadmicos pero, a pesar de no haber ledo El capitalni a Hegel ni

    a Kant, sabe profundamente de qu se trata.

    Quien no se resigne a recitar simplemente frases, en este caso marxistas, pretender

    adems vivir el socialismo, la revolucin y el marxismo. Se puede hacer entonces abstraccin

    del asesinato y la tortura de estos compaeros y de los miles y miles de compaeros y

    compaeras en Argentina y en toda Amrica Latina (excepcin de Cuba) durante estos aos?

    El marxismo, como filosofa de la praxis, como teora crtica, como concepcin materialista de

    la historia, como escala de valores y como mtodo de estudio, tiene que ponerse a la altura de

    la poca que nos toca vivir. No se puede mirar para el costado. La propia teora tiene que poder

    pensar la sociedad porque cada vez estoy ms convencido de que nuestro principal objeto

    de estudio, siempre que hablemos de marxismo, es la sociedad, no la naturaleza y dar

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    cuenta de estos asesinatos, de estas torturas, de estas desapariciones, de estas masacres, de

    estos genocidios burocrticamente planificados. Los dogmas del pasado ya no nos sirven para

    esto. Ya no alcanzan. Son completamente inoperantes. No hay que tener miedo de

    abandonarlos. Tenemos que pensar la historia y el presente de nuestra Amrica, de Amrica

    Latina, dando cuenta de ese carcter criminal y genocida de la civilizacin capitalista. Porqueninguno de estos hechos de barbarie son accidentes fortuitos ni excepciones de la regla. Lo

    fundante y lo normal no es la paz. Estos hechos de barbarie no son interrupciones entre dos

    momentos de civilizacin. La civilizacin capitalista moderna representa hoy la barbarie.

    Elaborado entonces a principios de los 90 y editado en la segunda mitad de esa dcada,

    Marx en su (Tercer) Mundoes de algn modo hijo de su poca. No poda ser de otra manera.

    La dcada de los 90 fue cruel. Fueron aos de ofensiva capitalista en el terreno econmico,

    poltico militar y tambin ideolgico. Fueron aos de desarme terico en el campo popular y

    revolucionario. Para nosotros, fueron aos de reflujo y de repliegue.

    Por lo tanto, este libro constituye un intento de resistencia, de marchar a contracorriente. As

    se plantea explcitamente desde el primer rengln de su edicin argentina. La mayora de las

    producciones crticas latinoamericanas de ese perodo estn marcadas por ese intento de

    resistir la ofensiva enemiga.

    Pero actualmente, a inicios del nuevo milenio, la situacin ha comenzado a cambiar. Las

    nuevas protestas marcan un nuevo ritmo en el ciclo de las luchas de clases: desde las

    rebeliones de Chiapas, Seattle y Davos hasta Gnova, Praga, Porto Alegre, Berln y Barcelona.

    Acompaando estas rebeliones y protestas globalizadas, de la mano de la Revolucin Cubana

    y Fidel Castro, en Venezuela se vive una nueva experiencia poltica encabezada por Hugo

    Chvez de signo innegablemente progresista, mientras en Brasil los sectores populares

    intentan resistir un proceso de creciente cooptacin del gobierno de Lula por parte del gran

    capital.

    En mi pas, en diciembre de 2001, una parte importante del pueblo sali salimos a la

    calle para desafiar al gobierno y enfrentar el estado de sitio. Aunque nos cost la muerte (mejor

    dicho, el asesinato) de aproximadamente treinta compaeros, esa rebelin popular logr

    derribar al gobierno e hizo retroceder a las salvajes fuerzas de represin estatales. A los pocos

    das una nueva movilizacin popular logr derribar otro gobierno.

    Luego vino el reflujo popular y la estabilizacin relativa, pero estabilizacin a fin de

    cuentas de la institucionalidad del sistema capitalista cuya representacin poltica haba sido

    fuertemente cuestionada en la calle. Con el decaimiento (momentneo) de la protesta y una

    inteligente iniciativa poltica de los cuadros ms lcidos de las clases dominantes locales, se

    logr la parcial recomposicin de la hegemona burguesa. El nuevo gobierno del presidente

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    Nstor Kirchner combin una oportuna crtica al neoliberalismo, con una apelacin a reconstruir

    la vieja ilusin de un capitalismo nacional. Mediante la utilizacin de lo que Antonio Gramsci

    teoriz como revolucin pasiva (que consiste en ponerse en el bolsillo las demandas

    populares, encabezndolas e integrndolas desde arriba) y gatopardismo (que cambie algo

    para que nada cambie), el nuevo gobierno logr bajar los decibeles de la conflictividad poltica.De este modo, el sistema logra ganar aliento y tiempo hasta que el movimiento popular retome

    la iniciativa. Cunto durar este impassede la protesta? Hoy, a comienzos de septiembre de

    2003, nadie lo sabe.

    Por qu hacemos referencia a estos hechos de la lucha poltica cotidiana cuando se

    supone que la introduccin a la edicin cubana debe ser filosfica (como todo el libro)? Pues

    porque jams conceb la filosofa divorciada de la vida, como alguna vez nos quisieron hacer

    creer los tristes profesores de la Academia argentina. La reflexin terica ni empieza ni termina

    cuando abrimos y cerramos los libros. Para todo marxista latinoamericano que realmente viva y

    sienta y no solo piense la filosofa de la praxis, debe ser igual. El mundo de la vida, que no es

    otro que el mundo de la praxis histrica y de las luchas polticas, es lo primordial. Los libros y la

    teora deben intentar expresarlo y no al revs.

    Por eso pensamos y sentimos que estamos viviendo el inicio de un nuevo perodo histrico.

    Estamos pisando sobre un suelo movedizo. En Amrica Latina ha comenzado a palpitar algo

    nuevo. Quizs todo depende de nuestras fuerzas de aqu en adelante la Revolucin

    Cubana ya no est tan sola, como estuvo a lo largo de estos ltimos aos.

    En la poltica se respira el fin del capitalismo neoliberal. A pesar de la desesperada reaccin

    militar del imperialismo y su nuevo macartismo, la ofensiva del capital iniciada a nivel mundial

    con Thatcher y Reagan comienza a perder fuerza. En el terreno filosfico, el posmodernismo, el

    postestructuralismo (de factura francesa) y el pragmatismo (de origen norteamericano) han

    comenzado a perder terreno y credibilidad. El marxismo, en tanto teora de la hegemona,

    filosofa de la praxis y teora crtica del capitalismo, puede retomar la contraofensiva... a

    condicin de que abandone definitivamente el pesado lastre dogmtico que, como una soga al

    cuello, le sigue impidiendo dar la batalla en las nuevas condiciones mundializadas. El horizonte

    comienza a abrirse frente a nuestros ojos. Depende de nosotros profundizar esa apertura e ir

    hasta la raz.

    Pero en el orden de la lucha contra la dominacin ni todo es tan fcil ni la solucin es

    mecnica. No hay final feliz asegurado de antemano. Las opciones ideolgicas no siempre son

    transparentes. Si las formulitas mecnicas y los esquemas apolillados de los vetustos

    manuales de las Academias de Ciencias de los pases del socialismo real ya no atraen a

    ningn o ninguna joven que hoy quiera cambiar el mundo, qu los remplazar?

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    Como en los ltimos aos la situacin mundial y continental ha cambiado y se abren

    perspectivas alentadoras para el pensamiento crtico luego de casi veinte aos de

    hegemona ideolgica neoliberal nuevos profetas intentan monopolizar la palabra y dictar

    ctedra a los jvenes revolucionarios. Mencionemos tan solo a dos de estos nuevos profetas

    omnisapientes que pretenden ocupar el espacio abandonado por los viejos dogmasstalinizados.

    En primer lugar, el ms famoso de todos. El ms clebre, el ms aplaudido, el ms

    celebrado (incluso por todas las derechas). El que actualmente ocupa la primera pgina de

    todos los suplementos culturales del mundo civilizado: el filsofo italiano Toni Negri y su libro

    Imperio.2

    Despus de aos de pensamiento mediocre, de reflexiones en migajas, de culto religioso al

    fragmento y a lo micro, la filosofa se despereza y empieza a despertar del letargo. Negri ha

    vuelto a instalar un gran relato. Era hora! Ese esfuerzo por construir una visin

    omnicomprensiva es lo mejor que aporta Imperio. Lstima que ese intento venga acompaado

    de un eurocentrismo brutal, que reproduce alegremente los mismos tpicos que Marx en su

    (Tercer) Mundopretende cuestionar. En la prosa de Negri, tan festejada, no falta nada. Todo

    est a la vista. No solo cuestiona el camino de la Revolucin Cubana, de Vietnam, de Nelson

    Mandela, de Malcom X (y de todos los revolucionarios que han emprendido la lucha armada

    contra el capitalismo) sino que tambin decreta, mientras celebra la globalizacin, el supuesto

    fin del imperialismo (?). Sin olvidarnos tampoco de su arremetida contra la teora de la

    dependencia o de sus crticas demoledoras? contra Edward Said, Immanuel Wallerstein y

    Samir Amin.

    Coronando este edificio terico, que los principales medios de prensa de la derecha mundial

    han elevado a nueva profeca del siglo XXI, chocamos con el busto de Marx. Porque, a

    diferencia de sus primeros y brillantes trabajos, en los tiempos en que l era un abnegado

    militante de la organizacin radical italiana Poder Obrero, en Imperio Negri se queda con el

    busto, no con el pensamiento vivo de Marx. Para legitimar su visin apologtica de la

    globalizacin y de la expansin mundial del capital, Negri cita, como no poda ser de otra

    manera, los artculos de Marx sobre la dominacin britnica en la India de 1853 pero... se le

    escapa completamente equivocacin inocente? la revisin que el propio autor de El

    capital realiza sobre esta problemtica en sus ltimos aos. La constatacin de esta revisin

    constituye una de las tesis centrales de Marx en su (Tercer) Mundo.

    2 Cfr. Antonio Negri y Michael Hardt,Imperio. Antes de esta edicin traducida al espaol por Alcira Bixio,ya circulaba en internet una traduccin pirata (ilegal) de Eduardo Sadier. Nosotros intentamos sentarposicin en nuestro libro Toni Negri y los desafos deImperio, publicado en Espaa (2002).

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    En segundo lugar, un intelectual mucho ms cercano a los pueblos latinoamericanos. Sin el

    brillo ni la erudicin terica ni la prosa cautivante ni el pasado militante de Negri, el escritor

    alemn Heinz Dieterich ha logrado en estas latitudes una audiencia nada despreciable.

    Para hacerle justicia, no podemos dejar de reconocer que entre Negri y Dieterich hay, sin

    embargo, un abismo poltico. Adems de escribir junto a Noam Chomsky (lo que le ha otorgadocierta fama y le ha garantizado cierto pblico), Dieterich s es un defensor de la Revolucin

    Cubana. En ningn momento cae en la ingenuidad de decretar administrativamente el fin del

    imperialismo o en alguna de las otras puerilidades de Negri. No obstante, en sus libros

    profusamente difundidos durante los ltimos aos en Argentina y Amrica Latina, vuelven a

    aparecen viejos dogmas, revestidos ahora con un ropaje y un maquillaje renovados. Pero no

    dejan de ser dogmas bien antiguos.

    Como tambin sucedi con Rgis Debray en los 60 y su poco feliz intento de canonizar y

    codificar a la Revolucin Cubana reducindola a una caricatura unilateral y a una receta

    foquista, pretendiendo convertirse de este modo en EL TERICO (con maysculas) del

    guevarismo y el fidelismo; durante los ltimos aos Dieterich se ha esforzado por ocupar un

    lugar anlogo en relacin con el proceso venezolano encabezado por Hugo Chvez.

    Extrapolando de manera mecnica la experiencia venezolana en sus incontables libros, folletos

    y conferencias, Dieterich pregona para Amrica Latina la unidad del pueblo con sectores de las

    fuerzas armadas. Afortunadamente, importantes sectores de la izquierda y del campo popular

    en la Argentina han hecho odos sordos a esos reclamos de unidad. No aprendimos nada de

    la dcada del 70? Las fuerzas armadas venezolanas son las mismas que las argentinas?

    Tienen el mismo componente social? Nos vamos a olvidar de que los coroneles argentinos

    que hoy emplean la retrica nacionalista son los mismos que fueron instructores

    contrainsurgentes en las escuelas yanquis de Panam y de la contra en Nicaragua?

    Pero lo que aqu nos interesa ms, pues esta introduccin es sobre un libro de filosofa, es el

    tipo de razonamiento terico empleado por Dieterich para legitimar sus devaneos intelectuales.

    Despus de reconocer que las doctrinas del socialismo realmente existente ya no sirven

    como bandera de lucha y organizacin mundial lo cual es justo y cierto Dieterich se lanza,

    como las viejas Academias de Ciencias de la URSS stalinizada, a legitimar su propuesta

    poltica a partir de la naturaleza. Forzando los hechos hasta un lmite increble, llega a situar

    en la decodificacin biolgica del genoma la base fundamental para la construccin de una

    nueva sociedad. La llave para salir del capitalismo no est entonces en la lucha de clases, sino

    en... el genoma!

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    Pero aqu no se detiene la nueva profeca que viene a remplazar supuestamente los

    dogmas del viejo DIAMAT sovitico. No. Ms adelante, Dieterich avanza y se anima un poco

    ms, sealando que Para transformar la sociedad hay tres caminos posibles: a) manipular

    genticamente al ser humano, b) tratar de crear al hombre nuevo y c) cambiar las

    instituciones que guan su actuacin [...] La opcin b) ha sido aplicada por todas las religionesdel mundo, seculares y metafsicas, con resultados desastrosos.3 Por si no alcanzara,

    Dieterich califica de utpico al proyecto que apuesta a la construccin y creacin del hombre

    nuevo.

    Este tipo de argumento es muy antiguo. Por una parte, opone arbitrariamente el cambio de

    las instituciones a la transformacin de la subjetividad humana, como si el uno se pudiera hacer

    sin el otro. Por otra parte, vuelve a recurrir al viejo mito stalinista (ampliamente utilizado contra

    el Che Guevara y contra la Revolucin Cubana durante los 60) segn el cual la propuesta de

    sustentar un cambio socialista de largo aliento en la creacin de un nuevo tipo de subjetividad

    histrica el hombre nuevo en el lenguaje del Che violenta las posibilidades objetivas...

    Con otro ropaje, con otras citas, apelando a otras autoridades y, sobre todo, en otras

    coordenadas histricas, en los textos de Dieterich nos volvemos a chocar con el viejo arsenal

    naturalista y metafsico que en nombre de LA CIENCIA (en maysculas, sin diferenciar a las

    ciencias naturales de las ciencias sociales) legitima sus posiciones polticas reacias a todo

    proyecto radical. No casualmente, en los libros de este autor alemn, ese tipo de

    argumentaciones, que cuestionan por utpica, religiosa y desastrosa la praxis guevarista

    de la creacin del hombre y la mujer nuevos, vienen acompaadas de la propuesta poltica que

    aconseja a las nuevas generaciones de revolucionarios latinoamericanos no hablar de

    socialismo... sino tan solo de democracia participativa.

    Sin renunciar a la crtica, Gramsci nos ense a tratar de encontrar siempre los granos de

    verdad que encierran aun las propuestas ms disparatadas. Por eso, se me ocurre que Negri y

    Dieterich, a pesar del eurocentrismo de uno y de la metafsica cientificista del otro, han

    encontrado gran audiencia porque hoy existe un pblico nuevo en Amrica Latina y el resto del

    mundo. Nuevas generaciones comienzan a plantearse los viejos problemas, y los nuevos.

    Detrs de la hojarasca de Negri, lo que rescato es su intento de volver a una visin

    totalizadora y holista, a un gran relato, segn la jerga posmoderna. Detrs de las profundas

    equivocaciones de Dieterich, me imagino que se encuentra algo cierto: hace falta un nuevo

    proyecto histrico para nuestros pueblos. El marxismo latinoamericano y la Revolucin Cubana

    mucho pueden aportar en ambos sentidos.

    3 Cfr. Heinz Dieterich, Bases del nuevo socialismo, p. 74.

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    La Revolucin Cubana? S, la Revolucin Cubana. Sin hacer caso omiso de sus

    problemas, sin obviar sus limitaciones, me parece que no se puede desconocer que hoy es

    imposible estudiar los avatares de Marx y su filosofa de la praxis en Amrica Latina sin dar

    cuenta al mismo tiempo de la Revolucin Cubana.

    Sobre Guevara escrib en De Ingenieros al Che. All desarrollo mi visin de su pensamiento.Adems, desde fines de 1996 y durante todo 1997 fui cofundador de la Ctedra Ernesto Che

    Guevara de la Universidad de Buenos Aires. Ms tarde, en 2002, ahora en la Universidad

    Popular Madres de Plaza de Mayo, cofundamos la Ctedra Libre Ernesto Che Guevara que, en

    2003, se transform en Ctedra de Formacin Poltica Ernesto Che Guevara. El Che ya no

    estaba entonces de moda como en 1997. No nos import. Seguimos siendo guevaristas.

    Con la moda, sin la moda, contra la moda.

    La experiencia pedaggica y las reflexiones tericas que tuve oportunidad de desarrollar en

    esta Ctedra Che Guevara las volqu en dos libros distintos. El primero, centrado en un nuevo

    intento de pedagoga del marxismo, se titula Introduccin al pensamiento marxista. Tratando de

    evitar los vicios clsicos de los antiguos manuales de marxismo (el eurocentrismo, el

    dogmatismo, la deshistorizacin, la pedagoga de la repeticin y la cita mecnica, etc.), all

    desarrollamos un intento de aproximacin al pensamiento marxista desde Amrica Latina y a

    partir de una ptica guevarista. El segundo, que retoma varias de las clases dictadas en la

    Ctedra del Che de la Universidad Popular, junto con entrevistas y reseas bibliogrficas, se

    titula Che Guevara: otro mundo es posible. De algn modo, este ltimo prolonga De Ingenieros

    al Che.4

    Sobre Fidel, en particular, no escrib nunca un ensayo. S, obviamente, sobre la Revolucin

    Cubana, de la que l es protagonista esencial, y sobre su influencia en la cultura argentina. Sin

    embargo, tuve una alegra enorme (y un orgullo, no me da ningn tipo de vergenza decirlo y

    escribirlo, a pesar de que muchos intelectuales progresistas argentinos fueron fanticos

    partidarios de Cuba en los 60 pero hoy prefieren hacerse los distrados) cuando lo conoc

    personalmente en enero de 2001. Como jurado de Casa de las Amricas, tuve la oportunidad

    y la suerte, por qu no? de encontrarme con Fidel.

    Esa larga noche que, junto a los dems miembros del Jurado, pude conversar con l, le

    pregunt acerca de muchos temas del marxismo, particularmente sobre el latinoamericano:

    acerca de Julio Antonio Mella, la Reforma Universitaria de 1918, Jos Ingenieros, Antonio

    Guiteras, el viejo Partido Socialista Popular, el Moncada, el Movimiento 26 de Julio, el Che y

    tambin sobre Stalin. Si bien la charla termin muy tarde, me qued con ganas de seguir

    conversando y aprendiendo.

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    Aunque esa noche no pude dormir por la emocin, tiempo despus me pregunt qu

    hubieran pensado de Fidel y de mi interrogatorio, un poco inquisitorial pero repleto de

    admiracin, todos estos tericos argentinos de la mansedumbre y la resignacin, que han

    copado muchas ctedras de la Universidad en Buenos Aires y no pocos medios de

    comunicacin de masas. Todos estos nadadores que van con la marea del momento: fueroncastristas en los 60, peronistas montoneros en los 70, postmarxistas en los 80,

    socialdemcratas en los 90 y vaya uno a saber qu cosa en los aos 2000.

    No s que hubiesen pensado. Y aunque muchos de ellos fueron mis profesores y en su

    poca los escuch con demasiada paciencia, ya no me importa tampoco qu piensan. Lo que

    s s, de lo que s estoy completamente seguro, es de que los compaeros y compaeras de mi

    generacin ya no podemos prestarles atencin ni seguir presos de sus miserias personales y

    mezquindades polticas.

    Estamos en un nuevo siglo y se abren ante nosotros nuevos desafos. El mundo est

    cambiando. Hacia dnde ir?

    Supongo yo, me imagino, que un joven cubano o una joven cubana que comience a leer

    este libro, tendr muchas interrogantes abiertas como tambin yo las tengo. A nosotros nos

    toca una responsabilidad enorme. En Cuba, defender, consolidar y profundizar an ms el

    cambio permanente de las personas, las relaciones sociales y las instituciones. La revolucin

    socialista no se puede detener. Pero Cuba no podr defender y profundizar su revolucin si

    sigue sola y aislada. Ya Marx se haba percatado en el siglo XIX que los cambios deben tener

    escala universal en nuestra poca. La revolucin por la que luchamos debe ser mundial. Es

    una cuestin de vida o muerte. Para que Cuba no retroceda, Argentina, Brasil, Mxico,

    Colombia, Venezuela y toda Amrica Latina tambin deben hacer sus propias revoluciones y

    marchar al socialismo. El asesinato, la tortura, la crcel, el sufrimiento y la desaparicin de

    tantos miles de compaeros y compaeras no pueden haber sido en vano. Las tareas que ellos

    y ellas se plantearon siguen pendientes.

    No podemos esperar mansamente, con modorra y brazos cruzados, que la modernidad

    europea nos libere, que la civilizacin nos emancipe, que el desarrollo de las fuerzas

    productivas y la inversin de capitales nos rescate. Las nuevas generaciones latinoamericanas

    tenemos una gran responsabilidad sobre nuestros hombros y un desafo gigantesco por

    delante.

    En funcin de esa responsabilidad y de ese desafo, no estara de ms recordar aquellas

    palabras encendidas que, en 1819, cuando el pequeo Carlitos Marx tena apenas un ao de

    4 Cfr. Introduccin al pensamiento marxistay Che Guevara: otro mundo es posible.

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    vida y todava estaba en los brazos de Enriqueta Pressburg, su madre pronunciara Jos de

    San Martn:

    Compaeros del exercito de los Andes:

    La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos: sino tenemos dinero, carne y unpedazo de tabaco no nos tiene de faltar: cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos

    con la bayetilla que nos trabajen nuestras mugeres, y sino andaremos en pelota como

    nuestros paisanos los indios:seamos libres, y lo dems no importa nada...

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    Introduccin a la primera edicin

    Los dominadores de cada momento son los

    herederos de todos los que alguna vez han vencido

    en la historia. La empata con el vencedor beneficia

    siempre al dominador del momento.

    WALTER BENJAMIN

    Apuntes sobre el concepto de historia

    Qu significa, entre tantos otros quehaceres,

    "hacer" filosofa para quienes tenemos el privilegio

    de mantener la vida cuando tantos otros la

    perdieron? Qu significa, en estas condiciones,pensar?

    LEN ROZITCHNER

    Filosofa y terror

    Este es un libro a contracorriente. No nos interesa subirnos al carro sangriento de los

    vencedores y de sus industrias culturales. Se nos plantea tratar de pensar la historia, la poltica

    y la filosofa desde abajo, a contrapelo de las modas permitidas e incluso promovidas por los

    mediocres con poder. Se trata de conjurar la gratuidad inducida de la escritura y la caprichosa

    vacuidad de la palabra. Hoy, bajo la mirada vigilante del amo, se puede decir "todo", discurrir

    acerca de "todo", experimentar y jugar con "todo"... siempre y cuando no se aborde lo intocable

    ni se mencionen los nombres prohibidos o los temas malditos. El permetro de lo pensable y

    discutible es muy amplio... llega hasta donde se extiende la colorida tolerancia amistosa

    siempre sustentada en una latente y gris amenaza de muerte. Ese es actualmente el campo

    inconfesado que rige y delimita la posibilidad del pensar. Se trata, por fin, de vencer el temor,

    de sobrepasarlo y quebrarlo. Ese es el gran desafo.

    Es que no solo han dirigido su artillera contra el movimiento popular y revolucionario, contra

    sus valores y su memoria. Adems, nos han expropiado la teora revolucionaria, nos han

    desarmado.

    Como resultado de un conjunto muy vasto de estrategias polticas de los sectores de poder

    hicimos nuestras las categoras, el discurso, el pensamiento y los trminos del enemigo. Los

    internalizamos. La dominacin no solo est afuera, tambin est dentro de nosotros mismos.

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    Nuestro desarme histrico no fue casual ni accidental. Fue un resultado directo de la derrota

    provisoria, siempre provisoria: donde hay poder hay resistencia a la que nos sometieron

    los poderosos en su guerra contra " la subversin", es decir, contra el pueblo. Una guerra cruel,

    despiadada, sin lmites en el tiempo ni el espacio. Una guerra salvaje, implementada no solo

    por las fuerzas armadas sino tambin por la fuerza social que las apoy, financi y, en ltimainstancia, dirigi.

    Si esa es indudablemente la primera causa del actual desarme, no podemos soslayar otros

    determinantes. Al haber despreciado el trabajo terico esa sospechosa obsesin de "los

    intelectuales"... y subestimado la batalla cultural de resistencia, importantes sectores del

    movimiento revolucionario fueron involuntariamente complacientes con esa operacin

    ideolgica de contrainsurgencia. La derrota no comienza con el triunfo de las fuerzas armadas

    y la burguesa financiera en lo local ni con la cada del Muro de Berln en lo internacional. Viene

    de mucho antes, desde el momento en que la cristalizacin dogmtica impidi desarrollar

    eficazmente la contrahegemona.

    Ser radical es aferrar las cosas desde la raz, sentenciaba el joven Marx. Pues seamos

    radicales y lleguemos hasta las races. La nueva guerra es una guerra cultural. Debemos

    retomar la ofensiva. De una vez por todas, debemos retomar la ofensiva.

    Desde ese objetivo bien preciso este libro pretende seguir un hilo problemtico conductor, el

    de invitar a los lectores a emprender desde las nuevas condiciones polticas abiertas en

    nuestra Amrica y en el Tercer Mundo una relectura y un replanteamiento global del

    pensamiento inaugurado por Carlos Marx. Se trata de apropiarnos del marxismo desde una

    visin no colonizada de antemano. Se trata, entonces, de superar viejos esquemas, aejos

    dogmas, creencias coaguladas cuyos obstculos an siguen pesando como pesadillas en el

    cerebro de nosotros, los vivos.

    Hemos mencionado el "Tercer Mundo". Incluso el ttulo del libro hace referencia a l.

    Podramos adoptar provisoriamente esta categora para designar a Amrica Latina, Asia y

    frica tal como lo haca el comandante Che Guevara en su clebre "Mensaje a los pueblos del

    mundo a travs de la Tricontinental". Aunque no pretendemos, sin embargo, atribuirle al

    concepto solamente aquella denotacin, fijndola ahistricamente de antemano.

    Las violentas y repentinas reconfiguraciones experimentadas en los ltimos aos (derrumbe

    de la URSS y de su culto a la burocracia, globalizacin capitalista y expansin imperialista sin

    precedentes, recolonizacin del Este europeo, aparicin de bolsones "tercermundistas" en las

    mismas megametrpolis capitalistas occidentales, etc.) obligan a repensar tambin tal

    concepto. La hegemona del capital imperialista se profundiza, la subsuncin real del planeta

    en sus fauces se mundializa. Por eso es que el Tercer Mundo no ha desaparecido: se ha

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    multiplicado. De la mano del imperialismo, cada vez ms agresivo y militarizado, el mundo

    entero marcha hacia su tercermundizacin.

    El trmino Tercer Mundo naci justo a mitad del siglo XX, en un planeta polarizado por dos

    superpotencias. Su impulsor fue francs. El demgrafo, antroplogo e historiador de la

    economa Alfred Sauvy quien utiliz por primera vez esa expresin el 14 de agosto de 1952, enel semanario francs L'Observateur. Su artculo terminaba as: "pues, finalmente, este Tercer

    Mundo ignorado, explotado, despreciado como el Tercer Estado, quiere, l tambin, ser algo".

    De esta manera, parafraseaba una famosa frase del sacerdote Sieys, quien defina as al

    Tercer Estado de la Revolucin Francesa: Qu es el Tercer Estado? Todo. Qu ha

    significado, hasta hora, en el orden poltico? Nada. Qu pide? Convertirse en algo.

    Alfred Sauvy quien no era marxista se bas en esta analoga histrica con la revolucin

    de 1789 para describir y, al mismo tiempo, polemizar. Describi a la mayora de la poblacin

    del planeta que no era ni el Primer Mundo (la aristocracia en la analoga de 1789) ni el

    Segundo Mundo (la Iglesia y los clrigos, siempre dentro de la analoga), sino el Tercer Mundo,

    o sea los terceros Estados. De este modo, la expresin le serva para marcar distancia con

    Estados Unidos y la Unin Sovitica, catalogadas analgicamente como una aristocracia y

    una iglesia.

    En el momento en que Sauvy acua la palabra, haba un Primer Mundo, capitalista

    desarrollado, imperialista y metropolitano, y un Segundo, que pretenda ser socialista o tena

    ambiciones de constituirse en algo as como la capital del socialismo. El resto era el Tercer

    Mundo, colonial, semicolonial, subdesarrollado, dependiente y perifrico, que reuna la mayora

    numrica del planeta. Dentro de este Tercer Mundo se ubicaban sociedades como Cuba o

    Vietnam, que haban roto, a travs de revoluciones socialistas, con los lazos coloniales y

    dependientes.

    Medio siglo despus, aquella palabra no est de moda. Para designar la misma realidad

    social, suele emplearse ms a menudo el trmino geogrfico Sur. Aunque resulta sumamente

    equvoco y ambiguo. Argentina est en el Sur. Australia tambin. Sin embargo, esta ltima,

    socialmente hablando, pertenece al Norte. Actualmente, hay pases del Este europeo que,

    geogrficamente, estn en el Norte, aunque socialmente pertenecen a los pases del Sur.

    No obstante la desaparicin de una de las dos superpotencias (la que corresponda al

    Segundo Mundo), si partimos del significado conceptual que tuvo este trmino durante la mayor

    parte del siglo XX hambre, racismo, subalimentacin, subdesarrollo coexistente en forma

    combinada con el hiperdesarrollo, dominaciones coloniales y guerras imperiales, desfase

    tecnolgico, abrupto contraste entre lo moderno y lo premoderno, entre la periferia y las

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    metrpolis, represiones salvajes, superexplotacin, etc. a comienzos del siglo XXI el Tercer

    Mundo incluye en su seno cada vez mayores cantidades de poblacin.

    Se han modificado las condiciones y articulaciones entre los Estados-naciones, la soberana

    de las clases dominantes internas y la dominacin mundial del capital, pero se reproducen en

    escala ampliada las notas caractersticas que lo "distinguieron" hasta el momento. Esareproduccin ampliada en escala universal no se produce por falta de capitalismo. Es la lgica

    consecuencia del capital. El capitalismo no falta, sobra. De ah que aun dando cuenta de

    estas notables modificaciones optemos por seguir manteniendo y empleando este trmino.

    La hiptesis principal del eje problemtico que proponemos se apoya en el cuestionamiento de

    aquella hermenutica del marxismo otrora oficial (compartida tanto por los "profetas" de la II

    Internacional como por "la iglesia" sovitica y sus diversos desprendimientos "cismticos") que

    concibi este corpus terico como una filosofa metafsica de la materia, entendida como

    doctrina universal y necesaria, a partir de la cual se dedujeron un esquema general y una

    filosofa de la historia tambin universal. Ambos legitimadores del desprecio terico hacia los

    problemas especficos del Tercer Mundo y dentro de l particularmente por los de Amrica

    Latina. Ambos poseedores de un carcter marcadamente prescriptivo y normativo basado en el

    modelo clsico de Europa occidental y pretendidamentevlido para todo tiempo y lugar. Un

    modelo que con toda justicia puede denominarse metafsico.

    A partir de la crtica de ese modelo terico el libro intenta avanzar hacia la reconstruccin del

    marxismo entendido como una filosofa de la praxis activista, humanista y libertaria, cuyo

    fundamento revolucionario est constituido por una perspectiva historicista radical. Filosofa de

    la praxis que, si bien reconoce la necesidad de los enfrentamientos capilares (los nicos que

    aceptan el posmodernismo y el posestructuralismo), no renuncia ni abandona los proyectos

    globales, es decir, la categora de totalidad.

    Este intento de dar un paso atrs para reconstruir desde una nueva ptica la filosofa del

    marxismo se sustenta en la discusin crtica de sus presupuestos epistemolgicos y lgicos,

    sociolgicos e histricos, as como tambin antropolgicos y econmicos a partir de los cuales

    se propone rediscutir sus problemas y categoras clsicas: trabajo. fetichismo (y su estrecha

    conexin con la teora del valor), historia, progreso, libertad, tanto como aquellos otros referidos

    a la cuestin del poder y a la relacin que une y separa el marxismo con la modernidad

    centroeuropea.

    Quien escribe es consciente del crucial momento por el que atraviesa la izquierda

    revolucionaria en Amrica Latina y el resto del mundo. En nuestro pas sufrimos una profunda

    derrota en los aos 70, ideolgicamente profundizada a fines de los 80 por la estrepitosa cada

    del Muro de Berln. Smbolo emblemtico, si los hay, del bochornoso derrumbe del sistema

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    euroriental que arrastr inercialmente en medio de la ms cruel y sanguinaria guerra

    ideolgica de la que se tenga memoria a las ms diversas corrientes anticapitalistas,

    incluyendo en el alud tambin a aquellas que lo cuestionaban desde haca largo tiempo.

    A pesar de reconocer los obstculos histricos y polticos de nuestra poca mucho ms

    fuertes que los epistemolgicos en los que se inscribe el intento de este trabajo, creemos noequivocarnos al pensar que hoy en da la relectura filosfica de los clsicos de cuya

    actualidad el grosero e ideolgico intento del funcionario Francis Fukuyama con W. F. Hegel en

    los 90 fue un claro exponente se ha vuelto verdaderamente inaplazable. De ah la necesidad

    de intentar una revisin global del pensamiento de Marx. Recuperar a Marx es la prioridad, si

    realmente queremos superar el desarme. Si verdaderamente queremos ir hasta la raz.

    Urgente e inaplazable revisin, decamos, no solo ya en los mbitos acadmicos sino

    tambin y quiz principalmente, desde nuestro punto de vista en el campo cultural de

    aquellos que intentan subvertir el orden "realmente existente" a travs de sus prcticas polticas

    y sociales.

    Al utilizar el trmino revisin estamos desde el comienzo alertados de la carga peyorativa y

    descalificatoria que este implic en el interior del paradigma marxista, desde las clebres

    polmicas que Vladimir I. Lenin llev adelante contra aquellas corrientes polticas reformistas

    que intentaron en el pasado revisar las teoras de Marx para adaptarlas y hacerlas dciles al

    capitalismo.5 Aun tomando en cuenta esta voluminosa y pegajosa carga semntica y a pesar

    de ella consideramos que la situacin histrica ya no es la misma. Hoy hay que revisar, y a

    fondo. Pero no para adaptarnos al rgimen del capital y de sus portavoces sino para volvernos

    ms radicalesque nunca. Si fuimos derrotados no fue por pedir demasiado sino justamente por

    pedir muy poco. No hemos sido lo suficientemente revolucionarios. Lo mejor an no ha sido

    dicho ni hecho.

    Necesitamos cuestionar hasta las ltimas consecuencias el rgimen capitalista, su modo de

    vida, su cultura, su reproduccin ideolgica, sus fantasas y proyectos que hasta el momento

    gozan de un grado importante de consenso dentro del campo popular y para ello nos vemos

    impelidos a afilar an ms nuestras propias herramientas tericas.

    Por eso hoy se debe revisar desde una perspectiva crtica, sin el ms mnimo temor, el

    pensamiento inaugurado por el autor de El capital as como aquellas interpretaciones

    tradicionales y oficiales que de l se hicieron. Ese ejercicio paciente, tozudo, persistente y a

    largo plazo no nos debe hacer olvidar que, como tambin dijera el joven Marx, la crtica si no

    quiere ser impotente debe apuntar no hacia s misma sino hacia tareas para cuya solucin no

    5 Cfr. Vladimir I. Lenin, Marxismo y revisionismo, Obras completas, t. XV, pp. 23-33.

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    existe ms que un medio, la prctica a la altura de los principios, es decir, la revolucin.

    Sabremos estar a la altura de semejantes principios?

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    Sobre la historicidad del marxismo

    Las revoluciones proletarias se critican constantementea s mismas, se interrumpen continuamente en supropia marcha, vuelven sobre lo que pareca terminadopara comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlanconcienzuda y cruelmente de las indecisiones, de loslados flojos y de la mezquindad de sus primerosintentos.

    CARLOS MARXEl 18 brumario de Luis Bonaparte

    El marxismo nace en la Europa de mediados del siglo XIX articulado a partir de una doble

    determinacin: por una parte, como una filosofa de la praxis y una teora de la historia y de la

    sociedad capitalista y, por la otra, como expresin del movimiento poltico y social de las clases

    trabajadoras de las metrpolis capitalistas occidentales.

    El nexo que relaciona al marxismo con los procesos histricos de constitucin, desarrollo,contraccin y expansin del movimiento poltico del cual intent e intenta ser expresin sufrir a

    lo largo del ltimo siglo y medio una constante tensin dialctica. Pues si la teora se desarroll

    como expresin del movimiento real que tena lugar ante los ojos de su fundador, tal

    movimiento experimentar a su vez una permanente expansin hacia su universalizacin que

    repercutir con no pocos problemas sobre la propia teora. A cada onda expansiva del

    primero suceder una revaluacin terica correspondiente, incluso en reiteradas oportunidades

    vivenciada como crisis, en un vaivn ondulatorio hasta el momento inacabado. La hoy llamada

    "crisis del marxismo" no es la primera ni la ltima. Toda la historia del marxismo no es ms quela historia de sus respectivas "crisis".

    La conflictiva y problemtica relacin entre el movimiento poltico, la sociedad capitalista y la

    teora filosfica e histrica comenzar en vida del propio Marx, quien rexaminar sus propios

    parmetros categoriales y conceptuales a medida que la sociedad burguesa se vaya

    expandiendo por el mundo y el movimiento social vaya acumulando experiencias en la lucha de

    clases, y continuar con las diversas generaciones de marxistas posteriores tanto en Europa

    como en los otros continentes. La crisis y la negatividad interna que esta presupone es

    inmanente a la propia teora, si es que la teora tiene la suficiente vitalidad como para noconvertirse en un dogma rgido que expulse de su seno toda negatividad.

    En Amrica Latina comienza a conocerse la obra de Marx a partir de 1870 cuando un

    peridico de los trabajadores mexicanos publica por primera vez el Manifiesto comunista,

    mientras que solo en 1898 el pblico de habla hispana tuvo acceso a El capital(libro I) a travs

    de la primera traduccin realizada en Espaa por Juan B. Justo. Pero ya antes de esta fecha

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    los emigrantes europeos lean en Amrica las obras marxistas ms conocidas (bsicamente el

    Manifiesto, el libro I de El capital y el Anti-Dhring) en alemn, italiano o francs. Y este

    particular fenmeno de recepcin no fue un accidente casual, pues la primera generacin de

    marxistas en Amrica Latina fue europea.6

    El manejo de la teora que realizaban estos crculos de obreros inmigrantes se circunscribala mayor parte de las veces a la divulgacin basada en una adscripcin doctrinaria externa

    cuya principal funcin consista en dividir aguas con los anarquistas, en servir de fundamento a

    una ideologa del progresivo desarrollo, modernizacin y democratizacin de la sociedad y en

    proporcionar argumentos para la crtica de las fuerzas burguesas y oligrquicas de la

    denominada poltica criolla. Pero nunca alcanzaron el nivel de comprensin que posibilitara su

    utilizacin como instrumento de anlisis de la nueva realidad latinoamericana.

    En esos crculos primigenios la lectura predominante de la filosofa del marxismo a fines de

    siglo y comienzos de este era obviamente la que corresponda a la II Internacional, de fuertes y

    robustas tendencias cientificistas y evolucionistas, tanto en los que se adheran al

    revisionismo (por ejemplo Juan B. Justo) como en los que lo hacan con la ortodoxia (para el

    caso, Enrique del Valle Iberlucea). Justo cuestionaba la dialctica marxiana de estirpe

    hegeliana a la cual opona el denominado realismo ingenuo, criticaba la teora del valor e

    interpretaba la teora de la historia como una teora de la evolucin de las sociedades, mientras

    que Iberlucea por influencias de Antonio Labriola pona mayores distancias frente al

    economicismo pero se adscriba rotundamente al determinismo kautskiano.

    La gran ruptura terica en esta tradicin se produce con la revolucin rusa de 1917 y el

    surgimiento de una intelectualidad local de vocacin leninista que posibilit la lectura de otro

    Marx a travs de la ptica de la lIl Internacional. La influencia de la revolucin rusa acicatea

    desde afuera la radicalizacin interna del movimiento antimperialista. La Reforma Universitaria

    nacida en la Crdoba de Deodoro Roca vena haciendo suya desde 1918 y difundiendo por

    todo el continente la prdica antiyanqui del modernismo literario, aquella "hermandad de Ariel"

    que haba nacido con Jos Mart, Rubn Daro, Jos Enrique Rod, Jos Vasconcelos y Jos

    Ingenieros. Este ltimo ser en nuestro pas el principal intelectual receptor y difusor del

    "experimento maximalista" bolchevique con sus conferencias y artculos en defensa de la

    revolucin rusa, reunidos en Los tiempos nuevos.

    6 El primer peridico marxista de Argentina fue El Obrero, publicado en Buenos Aires desde 1890 ydirigido por el ingeniero alemn Germn Ave Lallemant, miembro de la asociacin alemana Vorwrts(fundada en Buenos Aires en 1882) y estrecho colaborador, junto a Pablo Zierold quien escriba desdeMxico en la misma poca, de la revista alemana Die Neve Zeitdirigida a fines de siglo por CarlosKautsky. (Cfr.Vctor O. Garca Costa, comp., El Obrero. Seleccin de textos).

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    De esa vertiente latinoamericanista y antimperialista, impregnada de arielismo y solidaria

    con la revolucin de 1917, nacer en Buenos Aires la Unin Latinoamericana en marzo de

    1925, fundada por Ingenieros redactor de su acta de fundacin, Alfredo L. Palacios, Carlos

    Snchez Viamonte, Florentino V. Sanguinetti y Anbal N. Ponce, entre otros. En Per, ser la

    Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) de Vctor Ral Haya de la Torre quienintentar hegemonizar esa tradicin, por lo menos, hasta la ruptura con Jos Carlos Maritegui.

    Es a partir de estos aos cuando en el marxismo europeo se produce, por la violenta

    expansin del movimiento poltico anticapitalista, una apertura mental hacia las realidades de lo

    que se denomin en aquel momento el mundo colonial y dependiente. Por primera vez se

    intenta comenzar a estudiar seriamente las formaciones sociales latinoamericanas con el

    mtodo de Marx. Pero, lamentablemente, en un perodo muy breve a partir de la muerte de

    Lenin quien haba caracterizado a la Argentina como "pas semicolonial" en El imperialismo,

    fase superior del capitalismocomienza a cristalizarse en ese mundo cultural una particular

    interpretacin filosfica del marxismo que se tornar definitivamente hegemnica en el VI

    Congreso de la Internacional Comunista de 1928, cuando Nicolai I. Bujarin establece

    pblicamente que la filosofa oficial de la Internacional es el materialismo dialctico.

    Abandonando aquel primer latinoamericanismo antimperialista y retomando al mismo tiempo

    la tradicin "ortodoxa" de la II Internacional, a partir de este momento se interpretar la teora

    de Marx como una doctrina materialista metafsica, de la cual se deduce en el mbito social

    una filosofa de la historia universal que se debe aplicar ahistrica y mecnicamente a todos

    los pases, incluso a los de la periferia.7

    Esta interpretacin fue cuestionada en Amrica Latina ya a fines de la dcada del 20 por el

    principal intelectual marxista de aquella poca, Jos Carlos Maritegui, quien no trat de

    7 Esta aplicacin se intent hacer en nuestro continente a partir de 1929 cuando, en la I ConferenciaComunista Latinoamericana reunida en Buenos Aires, Victorio Codovilla expusiera su concepcin queluego sera hegemnica de los pases latinoamericanos como pases semidependientes. No escasual que en esa conferencia se haya fustigado duramente el original e indito en comparacin con elpensamiento europeo movimiento de la Reforma Universitaria y el universo intelectual que loacompa en la pluma de su principal idelogo Deodoro Roca. Identificacin del mundo burgus con laexplotacin econmica pero tambin con la rutina, la domesticacin, la burocracia y la mediocridad (con

    un lenguaje actual diramos que Deodoro Roca y la Reforma cuestionaban la explotacin econmicapero tambin las formas de dominacin poltica de la subjetividad). Inclua, adems, dentro de esemismo ideario la exaltacin de la insurgencia juvenil, la defensa a ultranza del latinoamericanismoantimperialista, la contraposicin entre la cultura latinoamericana y la civilizacin yanqui, etc. (Cfr.nuestro Deodoro Roca, el hereje. El mximo idelogo de la Reforma Universitaria de 1918 hoy olvidadopor la cultura oficial.)A esa misma conferencia de 1929 envi Maritegui, desde el partido peruano, dos documentosdivergentes que se amparaban en una interpretacin de la filosofa del marxismo, tambin diferente.Fueron duramente criticados por Codovilla, y el primero de ellos ("Punto de vista antimperialista") no fueaprobado. (Cfr. J. C. Maritegui, "Punto de vista antimperialista" y "El problema de las razas en Amrica",en Obras, t. II, pp. 165-194.)

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    aplicar en forma ahistrica y mecnica un modelo clsico de Europa occidental, sino por el

    contrario, de traducir creadoramente desde una perspectiva latinoamericana la teora de Marx.

    Su arriesgado y feliz intento de traduccin result fundacional. Contribuy a crear de esta

    manera el difcil marxismo latinoamericano. En realidad, el marxista peruano estuvo bastante

    solo en esta tarea, pues si bien el revolucionario cubano Julio Antonio Mella intent realizar unaempresa similar con no poca vocacin de marxismo, nunca pudo desde que volc en favor

    de este ltimo su juvenilismo arielista y radicaliz su antimperialismo visceral desligarse

    definitivamente del determinismo de la versin oficial sancionada por Bujarin. Por otro lado, el

    argentino Anbal Norberto Ponce, a pesar de haber rastreado y subrayado en Marx la veta

    humanista sin ninguna duda, su aporte ms brillante y perdurable, de haber coparticipado

    en la fundacin de la Unin Latinoamericana y de contar con una erudicin marxista

    infinitamente superior a la del cubano y a la del peruano,8 tuvo dificultades muy serias para

    cortar definitivamente amarras con la tradicin cultural y poltica sarmientina. Aun cuando

    invocara su fervorosa adhesin a la teora de Marx y Lenin apoyando a la revolucin rusa y en

    su exilio mexicano publicara cinco artculos sobre la cuestin indgena y el problema nacional

    en los que, de hecho, revisa amargamente su anterior liberalismo sarmientino.

    Habindose constituido y consolidado la versin materialista dialctica como la

    interpretacin ortodoxa de la filosofa de Marx y de la teora de la historia fatalista que de ella

    se deduca, en los pases de la periferia paradjicamente El capitalse convirti en el libro de

    legitimacin de las clases dominantes, pues se lo ley como la confirmacin terica de la

    necesidad y progresividad del capitalismo tal como se configur especficamente en Europa

    occidental. A esta etapa histrica podra considerrsela, sin temor a exagerar o a equivocarnos,

    como la de un marxismo subdesarrollado.9

    En Amrica Latina solo la hereja de Maritegui se anim en su momento a azuzar la pereza

    mental de quienes se adscriban respetuosamente a esta lectura y a intentar una apropiacin

    8 Ponce no solo manejaba todas las obras de Marx publicadas hasta ese momento, incluyendo escritosanteriores a 1844. Tena adems un conocimiento exhaustivo de primera mano de la produccinespecializada en ese rubro, desde los trabajos de Franz Mehring, Lenin y David Riazanov (seudnimo deGoldendach) hasta los de Gyrgy Lukcs y Rodolfo Mondolfo (a quienes haba publicado en su revista

    Dialctica), sin olvidar autores no marxistas como Benedetto Croce, Werner Sombart, Wilhelm Dilthey,Ernest Renan, Max Scheler o Friedrich Nietzsche. Incluso, en febrero de 1935, haba podido consultarpersonalmente los escritos y papeles personales de Marx en el Instituto Marx-Engels-Lenin de Mosc.9 "La versin deformada y teologizante del marxismo, que contena gran parte de la literatura a nuestroalcance, result ineficaz para contribuir a formar revolucionarios capaces de analizar y resolver nuestrassituaciones concretas; al contrario, amenaz agudizar la pereza y manquedad mental tpica delindividuo colonizado, en una etapa en que el atraso econmico y las dificultades de todo orden exigen eldesarrollo rpido del espritu creador. En realidad esto ha sido, parcialmente, una forma de pervivenciadelmarxismo subdesarrollado, que une la pretensin de ortodoxia a un abstractismo totalmente ajeno aMarx y a Lenin." (Fernando Martnez Heredia, "El ejercicio de pensar", en Departamento de Filosofa,Universidad de La Habana, Lecturas de filosofa, t. II, p. 784.)

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    crtica y no colonizada del marxismo desde las condiciones histricamente especficas del

    subdesarrollo. No casualmente pudo, a partir de la elaboracin de uno de los planteos

    explicativos ms originales que se produjeron sobre nuestros pases, proponer una estrategia

    poltica revolucionaria cuyo eje consista en sostener la necesidad de una sola revolucin, de

    carcter socialista y antimperialista al mismo tiempo a diferencia de las rgidas etapas quepropona Codovilla, cuyo sujeto central fuera el proletariado urbano industrial, el

    campesinado y las masas populares indgenas. Ligaba de esta manera el problema nacional, el

    indgena y el de la revolucin socialista latinoamericana, hasta ese momento mecnicamente

    separados. Tampoco resulta contingente que la obra del amauta peruano recin pudiera

    superar su anonimato y reclusin y se difundiera prolficamente en nuestro continente a partir

    de la Revolucin Cubana.10

    Habiendo transcurrido una tormentosa historia de ms de medio siglo desde aquella

    proclamacin oficial de Bujarin y cuando el mundo cultural y poltico que se ampar en esa

    lectura de la filosofa del marxismo ha entrado en una crisis terminal y se ha despedazado, se

    presentan hoy en da, a inicios del siglo XXI, condiciones nicas e impostergables para

    abandonar todas las tutelas, para alcanzar "la mayora de edad" mental, para descolonizarnos

    de una vez por todas. Que las heroicas y abnegadas luchas protagonizadas por los

    revolucionarios latinoamericanos tengan un correlato en el plano terico. Eso implica, por fin,

    terminar de ajustar las cuentas pendientes con la metafsica materialista del DIAMAT y

    repensar el significado y el sentido de los problemas ms profundos de la totalidad de la

    filosofa marxista y de su teora de la historia. Los que pelearon y murieron por un mundo mejor

    se lo merecen. Todos nosotros, que continuaremos esa lucha, tambin.

    10 Cfr. Jos Aric, "Marxismo latinoamericano", en N. Bobbio, N. Mateucci y C. Pasquino, Diccionario depoltica, t. II,p. 987; y Michael Lwy, El marxismo en Amrica Latina. De 1909 a nuestros das, p. 107.

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    La larga y penosa marcha del materialismo dialctico

    El dogmatismo implicaba mucho ms que libros detexto o monografas, era la atribucin de correccin omaldad a todo pensamiento, previa a su ejercicio, quefijaba posiciones alrededor de lo que existe y de lo

    que se debe estudiar y discutir, y ordenaba lasopiniones generales que deban sostenerse en lapoltica, la economa, la educacin, hasta en laapreciacin de las artes. Al regresar a la filosofaespeculativa de la naturaleza en nombre delmarxismo y postular la iluminacin supuestamentecientfica de todo como obligacin ideolgica,elaboraron un instrumento coherente de dominacinque cerraba el paso al desarrollo del socialismo yaplastaba a las personas. Para ser ms preciso, eraajeno a lo esencial de la teora marxiana y opuesto alos ideales intelectuales y revolucionarios de Marx yEngels. Y es trgico cmo se le aadi la calificacinde "leninista" a ese complejo ideolgico que cerrabael cauce abierto por Lenin al marxismo y a larevolucin socialista mundial.

    FERNANDOMARTNEZHEREDIA"Cuba y el pensamiento crtico"

    Dialektica, 1993

    La interpretacin hegemnica de la filosofa del marxismo durante la mayor parte del siglo XX

    ha sido indiscutiblemente el llamado materialismo dialctico (DIAMAT). Todas las dems

    corrientes marxistas se han remitido siempre a l para criticarlo o apoyarlo pero es indudable

    que lo han tenido como un marco de referencia insoslayable; incluso a partir de este, y no de la

    teora marxiana, se han clasificado las ortodoxias filosficas o los diversos tipos de

    revisionismo, el nervioso trazado de las lneas y sus infaltables desviaciones. Muchas

    veces, hasta los ms "herejes", hasta los ms disidentes, no escaparon a esta constelacin

    ideolgica. Ese fue su trgico lmite.

    El DIAMAT tal como llamaban los soviticos al materialismo dialctico es una doctrina y

    un sistema que tiene una historia y un proceso de constitucin. Sus defensores siempre se

    negaron y opusieron a analizar y discutir esta historia y este proceso porque su operacin

    terica implcita consista en deshistorizar al marxismo, con lo cual todas las etapas del

    pensamiento filosfico que arrancan con Marx y que son sucedidas por los marxistas

    posteriores se diluyen amalgamndose inmediatamente en una misma y compacta aleacin

    constituida por un conjunto doctrinario limitado y finito de proposiciones. Un crculo de fuego,

    cerrado y hermtico. Como uno de los momentos histricos centrales inherentes y constitutivos

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    de este cuerpo terico aparentemente circular y sistemtico fue el aporte de Lenin, los

    defensores del DIAMAT sostenan que era no solo inseparable sino incluso indistinguible de

    Marx y por lo tanto eligieron, tras su muerte ocurrida en 1924, designar el nuevo sistema

    marxismo[-] leninismo Cmo analizar y cuestionar esto sin "traicionar" el legado leninista y

    convertirse automticamente en un "renegado"? La operacin fue realmente inteligente ysagaz. El dogma haba creado sus propios dispositivos de control.

    Ahora bien, es correcto aceptar acrticamente esta autolegitimacin de los defensores del

    DIAMAT? Se pueden tomar todos los aportes de las distintas generaciones de marxistas

    como si constituyeran un bloque homogneo y deshistorizarlos?... Si as lo hiciramos poco

    favor le haramos al pensamiento crtico, mdula esencial del mtodo marxista, en su

    explicacin de la propia teora.

    Analicemos entonces la historia real y profana del proceso de constitucin del DIAMAT

    intentando desglosar y resaltar cada una de las numerosas aristas que luego se fueron limando

    hasta lograr la circularidad sistemtica. Hagamos observables aquellos matices que se fueron

    amalgamando hasta reposar en el gris tenue y montono de la cerrazn doctrinaria.

    Una genealoga histrica "olvidada"

    El trmino materialismo dialctico fue utilizado por primera vez para bautizar al marxismo en

    un ensayo de Plejanov11 sobre Hegel escrito en 1891. El mismo Plejanov, dos dcadas ms

    tarde, en 1908, considerar que Engels haba presentado en su Anti-Dhring "la forma

    definitiva de la filosofa del marxismo".

    Aun sin utilizar directamente este trmino, Federico Engels sostiene en 1877 diez aos

    despus de la publicacin del libro I de El capital, que el nuevo materialismo de Marx es un

    "materialismo sencillamente dialctico, y no necesita filosofa alguna que est por encima de

    las dems ciencias".12

    Ms all de la historia del trmino, es indudable que el primer cimiento de este sistema fue

    aportado y proporcionado por el autor del Anti-Dhring, principalmente en la obra de sus ltimos

    aos. Aunque, a decir verdad, y aun sin dejar de remarcar en ningn momento las

    diferencias radicales que separan su perspectiva filosfica de la de Marx, debemos subrayar

    con Sacristn que las perjudiciales consecuencias que esta tradicin terica ha tenido para el

    marxismo "son menos imputables al propio Engels que a las vicisitudes del movimiento obrero

    y de la construccin del socialismo en la URSS".13

    11 Cfr. Samuel H. Baron, Plejanov: el padre del marxismo ruso, p. 379 y Roy Edgley, "Materialismodialctico", en Tom Bottomorey otros, Diccionario del pensamiento marxista, pp. 527 y ss.12 Federico Engels, Anti-Dhring. La subversin de la ciencia por el seor Eugen Dhring, p. 11.13 Manuel Sacristn, "La tarea de Engels en el Anti-Dhring", Sobre Marx y marxismo, t. I, p. 51.

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    Para este ltimo, el problema central de toda la filosofa, especialmente de la moderna,

    reside en la cuestin que aborda la relacin existente entre el pensar y el ser,14 el espritu y la

    naturaleza. Si pensar se identifica con espritu, entonces ser es idntico a naturaleza.15 Si este

    es el principal problema a dilucidar y resolver entonces su propia elaboracin filosfica intentar

    ocuparse de l teniendo por objeto a todo ser, cuyas formas fundamentales son el espacio yel tiempo. Pero ocuparse de todo ser presupone asignar a la ontologa la disciplina que

    estudia todo lo que existe, los entes el lugar principal en la filosofa (si descartamos la

    distincin heideggeriana entre ontologa y metafsica), razn por la cual el problema de la

    prioridad ontolgica de la existencia (espritu o naturaleza) se convierte en el eje vertebrador de

    su pensamiento.

    Esta ontologa universal cuyo objeto terico de estudio es todo ser tiene por finalidad la

    exacta exposicin del cosmosen su movimiento dialctico, concebido no como un conjunto de

    objetos terminados sino como un conjunto de procesos. Consecuente con esta centralidad de la

    ontologa, Engels divide absolutamente toda la historia de la disciplina filosfica en funcin de

    la respuesta que proporcionen las diversas escuelas a la siguiente pregunta: qu es lo

    primario: el espritu o la naturaleza?

    Aquellas corrientes que se inclinaron por la opcin del espiritualismo fueron catalogadas

    como idealistas y las otras, "que reputaban a la naturaleza como lo primario, figuraban en las

    diversas escuelas de materialismo".16

    Para Engels, entonces, el materialismo es aquella corriente que postula que "lo nico real es

    la naturaleza", y es definido como "una concepcin general del mundo basada en una

    interpretacin determinada del espritu y la materia". Al igual que el idealismo, en su ptica "el

    materialismo recorre una serie de fases en desarrollo. Cada descubrimiento trascendental,

    operado en el campo de las ciencias naturales le obliga a cambiar de forma".17La primera de

    estas escuelas materialistas fue, en su opinin, la griega, surgida en las costas del mar Egeo

    seis siglos antes de Cristo, tras cuyo derrumbe y oclusin bajo el manto espiritual de la mstica

    religiosa medieval recin surgir la segunda gran corriente entre los siglos XVI y XVIII (en la

    14 Cfr. F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de La filosofa clsica alemana, pp. 26-27.

    15 Cfr. F. Engels, Anti-Dhring, p. 2, y Ludwig Feuerbach, p. 27.16 F. Engels, Ludwig Feuerbach, pp. 28 y 62. A un lector contemporneo le llama poderosamente laatencin que este mismo criterio ontolgico, sugerido por Engels para dividir aguas en la historia de lafilosofa, sea paradjicamente utilizado sin referencias explcitas al compaero de Marx por el sabioy astrnomo estadounidense Carl Sagan (Universidad de Cornell y NASA), recientemente fallecido. Ensus textos y documentales de divulgacin cientfica, Sagan analiza los orgenes griegos de la filosofaoccidental siguiendo punto por punto las indicaciones de Federico Engels, aunque en ningn momento lomencione. (Cfr. C. Sagan, Cosmos. Una evolucin csmica de quince mil millones de aos que hatransformado la materia en vida y conciencia, especialmente el captulo "El espinazo de la noche", pp.167-193.)17 F. Engels, Ludwig Feuerbach, p. 35.

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    que se destaca la francesa con la Ilustracin, tan admirada por l) que, si bien es reconocida

    por sus aportes cientficos, al mismo tiempo es sometida por Engels a diversas crticas debido

    a su mecanicismo. Acusacin que en su discurso tiene por fin deslindar tericamente el

    terreno para abrir finalmente paso a la tercera y ltima etapa: la correspondiente al nuevo

    materialismo, el de l. Este ltimo rene los nuevos progresos de las ciencias naturales, lossintetiza y los generaliza.

    De ah que en nuestra opinin una de las principales caractersticas de la filosofa

    engelsiana sea la postulacin de una necesaria dependencia y subordinacin de la filosofa con

    relacin a las ciencias naturales y la reduccin de las tareas filosficas al estrecho horizonte de

    generalizacin de los resultados de aquellas. En forma anloga al clsico bho de Minerva de

    la Filosofa del derecho,de Hegel, el nuevo materialismo defendido por Engels solo levanta su

    vuelo al atardecer, una vez que las ciencias de la naturaleza ya han proporcionado sus

    resultados y conclusiones positivas.

    Habiendo entonces recorrido las primeras formulaciones sistemticas del materialismo

    ontolgico, profundicemos en aquello que supuestamente lo diferencia del mecanicismo: la

    dialctica.

    En concordancia con la lnea global de esta ontologa naturalista, Engels sostiene que "la

    naturaleza es la piedra de toque de la dialctica". Toda una definicin. El viejo Engels no se

    andaba con vueltas.

    Si el principal objeto de estudio y reflexin est constituido por la naturaleza (recordemos

    que anteriormente identificaba a esta ltima con el ser), la dialctica es concebida en

    consecuencia, como la ciencia ms general del movimiento del ser.18 Con este intento, Engels

    pretenda superar la idea de una naturaleza parmendea, fija e inmutable, apuntando a su

    historizacin. Aunque en lugar de historizar la naturaleza, en realidad termin naturalizando la

    historia, segn acertadamente seala Jean-Paul Sartre.

    Pero Federico Engels se resista a admitir que el movimiento universal fuera una

    caracterstica correspondiente nicamente a la naturaleza, por ello insiste en que tambin rige

    para la historia humana y para el pensamiento.19 Retomando en este punto la herencia

    hegeliana de la cual Marx intent parcialmente diferenciarse en su juventud, la dialctica es

    concebida por l como una estructura de lo real compartida tanto por el objeto (naturaleza-

    sociedad) como por el sujeto (pensamiento).

    Si intentramos ubicar este planteo en los moldes tradicionales en que se divide la disciplina

    filosfica llegaramos a la conclusin de que Engels hace valer la dialctica tanto para la

    18 Cfr. F. Engels, Anti-Dhring, pp. 9 y 131; y Ludwig Feuerbach, p. 61.19 Cfr. Anti-Dhring, p. 131, y Ludwig Feuerbach, pp. 61 y 67.

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    ontologa como para la gnoseologa. Dicho de otro modo, la dialctica es pensada por l como

    una estructura general del movimiento que rige tanto para el mundo (movimiento del ser) como

    para el mtodo (movimiento del pensamiento del ser). Al igual que Hegel, Engels supera el

    dualismo "sujeto-objeto", aunque lo hace subordinando el primero al segundo.

    El materialismo dialctico es entonces concebido principalmente como una construccinontolgica de la cual se derivan, en un segundo momento, consecuencias gnoseolgicas. De

    estas ltimas, la particular teora del conocimiento que Engels bosqueja, aunque no desarrolla,

    es aquella que concibe el conocimiento conceptual como imagen del mundo real,20 el mismo

    que acaba de ser descrito en la ontologa. Su camino epistemolgico va del ser al conocer.

    Este conocimiento al que se le atribuye la propiedad de ser una imagen exacta de la

    realidad, producida por el cerebro humano el producto ms alto de la materia en

    evolucin, constituye la base fundamental sobre la que se asienta posteriormente la

    denominada teora del reflejo; que Engels extrae de la "doctrina de la esencia" de la Lgica,

    de Hegel (mediacin entre el ser y el concepto por medio de la reflexin). Aunque Engels, en su

    "traduccin" de Hegel, solo se queda en el nivel de la reflexin extrnseca o reflexin externa

    (aquella que nicamente subraya el movimiento del presuponer en el pasaje del ser a la

    esencia). Engels no llega a captar aqu ni la reflexin ponente ni la reflexin determinante pues

    solo toma en cuenta el momento objetivo, el de las presuposiciones del ser el de las

    "condiciones objetivas", en el lenguaje marxista. Se le escapa la unidad sujeto-objeto, poner-

    presuponer. Ese es su lmite, que no logra superar en su audaz "traduccin" cosmolgica,

    gnoseolgica y materialista de Hegel.

    Con esta construccin sistemtica, Engels pretende completar en el nivel cosmolgico la

    filosofa que supuestamente estara ausente, o por lo menos opacada, en El capital. Esa

    filosofa ausente debe ser legitimada dando cuenta de la relacin que la une y la separa con

    Hegel y Feuerbach. Para ello Engels recurre a una metfora que ya haba utilizado Marx en El

    capital: la inversin, el dar vuelta la dialctica.21 En definitiva, el materialismo dialctico

    surge, por un lado, como la inversin de la dialctica hegeliana, para pasar de una ontologa

    idealista a otra materialista y, por el otro, se origina en el rescate del materialismo de

    Feuerbach, expurgando de l los residuos metafsicos (Engels utiliza aqu este trmino como

    opuesto a la concepcin dialctica).

    La ecuacin de toda esta operacin engelsiana podra resumirse en la frmula: idealismo de

    Hegel ms materialismo de Feuerbach igual a materialismo dialctico.

    20 Cfr. Anti-Dhring, pp. 7, 8, 9 y 85; Ludwig Feuerbach, pp. 14, 29, 61, 62 y 71.21 Cfr. Karl Marx, "Eplogo a la segunda edicin de El capital [24 de enero de 1873], Introduccingeneral a la crtica de la economa poltica, p. 82, y El capital, t. I, v. 1, p. 20.

  • 8/7/2019 Kohan, Nestor - Marx en Su (Tercer) Mundo [PDF]

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    Marx en su (Tercer) Mundo Nstor Kohan 34

    Esta concepcin general del movimiento del ser y de las leyes que lo rigen, vlida para

    todas las regiones nticas aunque estas sean entendidas como procesos y no solo como

    objetos, debe consecuentemente deducirse y aplicarse al ltimo refugio que le quedaba,

    segn Engels, al idealismo en el siglo XIX: la sociedad humana y su historia. Como

    supuestamente Charles Darwin haba ya ajustado cuentas con l en biologa, solo restabaaplicarlo a la historia. Para realizar semejante tarea elabora la teora de la aplicacin

    aunque no llegue a rotularla de este modo que apuntaba a demostrar como un silogismo que