Kohan Nestor - Marx en su Tercer Mundo.pdf

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1 Marx en su (Tercer) Mundo Hacia un socialismo no colonizado Néstor Kohan Primera edición (argentina): Buenos Aires, Biblos, 1998. Segunda edición, corregida y aumentada (cubana): La Habana, Centro de Investigación Cultural Juan Marinello, 2003. Tercera edición (colombiana): Bogotá, Editorial Pensamiento Crítico, 2007. Cuarta edición (venezolana): Caracas, El perro y la rana, 2010.

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    Marx en su (Tercer) Mundo

    Hacia un socialismo no colonizado

    Nstor Kohan

    Primera edicin (argentina): Buenos Aires, Biblos, 1998.

    Segunda edicin, corregida y aumentada (cubana): La Habana, Centro de Investigacin Cultural Juan Marinello, 2003.

    Tercera edicin (colombiana):

    Bogot, Editorial Pensamiento Crtico, 2007.

    Cuarta edicin (venezolana): Caracas, El perro y la rana, 2010.

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    Dedico este libro y esta edicin a mi padre, Abraham Isaas Kohan, porque me ense y me inculc desde muy chico, en la vida cotidiana, a tener conducta (segn sus palabras), a ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace, a no transar, a no negociar con los principios, a priorizar siempre los valores de la

    tica comunista (la solidaridad, la generosidad, la amistad, la lealtad, el compaerismo, el estmulo moral, el hacer lo que se debe sin medir ni calcular) por sobre la mugre del dinero, el inters mezquino y material, lo que conviene, el respeto a lo establecido, el clculo egosta, el acomodo personal. Esa tica no

    es acaso el corazn del marxismo y el antdoto frente a tanta mediocridad?

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    Solo en un orden de cosas en el que ya no existan clases y contradiccin de clases, las evoluciones sociales dejarn de ser revoluciones polticas. Hasta que ese momento llegue, en vsperas de toda reorganizacin general de la sociedad, la ltima palabra de la ciencia social ser siempre: luchar o morir, la lucha sangrienta o la nada. As est planteado inexorablemente el dilema.

    Carlos Marx

    Miseria de la filosofa

    Otra vez repito que no soy un crtico imparcial y objetivo.

    Mis juicios se nutren de mis sentimientos, de mis pasiones...

    Estoy lo ms lejos posible de la tcnica profesoral

    y del espritu universitario.

    Jos Carlos Maritegui

    Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana

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    NDICE DEL VOLUMEN

    - Comandante Ivn Mrquez: Prlogo a la cuarta edicin, venezolana (2009) - Introduccin del autor a la cuarta edicin, venezolana (2009) - Introduccin del autor a la segunda edicin, cubana (2003) - Introduccin del autor a la primera edicin, argentina (1998) - Sobre la historicidad del marxismo - La larga y penosa marcha del materialismo dialctico. Una genealoga histrica "olvidada" - La consolidacin del DIAMAT y la batalla de los manuales - El viraje autocrtico de Lenin - Materialismo dialctico o filosofa de la praxis? - El humanismo marxista como historicismo - El horizonte epistemolgico - El mtodo dialctico, un arma de lucha - La lgica y la historia La lgica formal ante el tribunal del DIAMAT

    De Aristteles a Leibniz De Kant a Hegel La lgica en la construccin cientfica de El capital

    - Valor, magia y fetiche en el reino posmoderno - Trabajo y praxis: Hegel, Goethe y Marx

    Seor y siervo en la Fenomenologa La categora de trabajo en el interior de la teora del valor en Hegel Totalidad, praxis y trabajo en Fausto La herencia de Goethe y Hegel en la praxis y el trabajo desalienado de Marx El trabajo como praxis desalienada en Marx

    - Economa y poder El economicismo El problema del poder La violencia como fuerza econmica

    - Liberalismo o socialismo? Una disyuncin irreductible: libertad negativa o libertad positiva Libertad y ontologa social La concepcin de la libertad en Marx

    - Marxismo y modernidad? - Marx en su (Tercer) Mundo

    El paradigma de El manifiesto Un nuevo paradigma Escritos puramente circunstanciales? Colonialismo, nacin, periferia y desarrollo histrico Nuevamente, lgica e historia Un marxismo progresista? Colonialismo y etnologa El viraje y la filosofa de la praxis La tensin desgarradora en Engels Y sin embargo Engels La nueva racionalidad histrica

    - Apndices I. La filosofa de la praxis II. La ruptura con el eurocentrismo

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    III. Carta de Carlos Marx a Vera Zasulich IV. El humanismo cotidiano V. La mirada desde el "Nuevo Mundo": Jos Mart ante la muerte de Carlos Marx VI. Carlos Marx, el "temible jefe de la Internacional" en el recuerdo de sus hijos

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    Prlogo a la cuarta edicin (venezolana)

    Por Comandante Ivn Mrquez

    (Integrante del Secretariado de las FARC-EP)

    Estudiar Marx en su (tercer) mundo de Nstor Kohan es liberar el alma del ergstulo

    del fatalismo ortodoxo, de los manuales y recetas para construir mundos al final de los

    siglos, sociedades en lontananza a las que se puede llegar slo despus de transitar

    una larga ruta con estaciones obligadas; es liberarnos del pesado lastre de la

    metafsica materialista del DIAMAT y del HISMAT para darle curso a los ingenios y

    destellos de la impaciencia por un mundo mejor.

    La obra es una incitacin a abrir las alas del pensamiento en medio de una tormenta

    para que sea arrastrado por el mpetu revolucionario, una provocacin a la subversin

    no solamente del orden establecido, sino del pensamiento encadenado a esquemas,

    forzndolo a la lucha, a la praxis, por los cambios que anhelamos, con inventivas y

    proyecciones certeras.

    El marxismo no es la estatua inexpresiva del barbudo de Trveris pincelada de grises

    degradados por la ptina del tiempo. La filosofa de la praxis es un pensamiento vivo en

    permanente regeneracin. Es un edificio en construccin que an no termina, que

    incorpora insumos y experiencias extradas de las luchas de los pueblos, de la filosofa,

    de la ciencia, de la poltica siempre en ascenso hacia las cumbres de la dignidad

    humana. Es el vuelo del pensamiento hacia un horizonte de mltiples caminos, de

    posibilidades, hacia el destino de humanidad que nos desvela. Una teora que gua el

    choque contra la opresin y que de ste deriva al mismo tiempo su vitalidad.

    Un pensamiento desconectado de la praxis, de la poltica, que no moviliza pueblos, es

    un pensamiento muerto, sin signos vitales. No sirve. Y lo que no sirve para liberar no es

    revolucionario. Los destellos de oropel de ciertas teoras como el postmodernismo, el

    postestructuralismo y el pragmatismo, son como telaraas extendidas para atrapar y

    enredar incautos. Slo aquellas que sirven a la libertad son invencibles. Y as es la de

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    Marx, una teora, un pensamiento para liberar pueblos, para edificar sociedades nuevas

    y humanas con la constelacin de opciones que ofrece el universo de la dialctica.

    El marxismo es una filosofa de la praxis y una teora de la historia. Un arma para la

    lucha como la espada y el fusil, como las alianzas polticas y la movilizacin de

    pueblos. Esa teora debe marchar en la vanguardia de las luchas.

    A Marx hay que tomarlo en su integridad. No lo dividamos en joven y viejo. El Marx

    autocrtico a partir de los aos 60 es el mismo de sus periodos iniciales, con la pasin

    de Goethe y de Shakespeare, con la nueva visin surgida de la lucha, el de la categora

    del mercado que proyecta al capitalismo como un sistema mundial que destruye esa

    odiosa frontera entre metrpoli y periferia. Que al no justificar la opresin imperial o

    colonial en aras del progreso de las fuerzas productivas, reivindica a la humanidad. se

    es el Marx que queremos. El de la filosofa viva, no coagulada, el que le responde a

    Vera Zasulich que no hay fatalidad histrica; el Marx que nos presenta Kohan con una

    pluralidad de lneas alternativas de desarrollo en sus manos hacindonos ver las

    posibilidades de construccin en el tercer mundo de un socialismo no colonizado.

    Reconocer que en el corpus terico marxista hubo discontinuidades y rupturas para

    adecuarlo a las nuevas circunstancias, no es revisionismo como todava vociferan

    algunos torquemadas disfrazados de marxistas, que quedaron acostumbrados a

    sealar con el dedo de la inquisicin, quin deba ser arrojado a la hoguera del

    pensamiento momificado. A pesar de su enorme creacin, la modestia de Marx lleg a

    decir, yo solo s que no soy marxista; ms exactamente: tout ce que je sais, c'est

    que je ne suis pas marxiste, como le respondi a los marxistas franceses; que es

    como afirmar, no me encasillen, no me reduzcan. Marx se negaba as a que lo

    transfiguraran en suministrador de recetas infalibles y verdades eternas.

    La filosofa del marxismo ya no puede ser concebida solamente como un materialismo

    dialctico, pues su problema fundamental no es ni nunca ha sido ontolgico -apunta

    Kohan. En realidad es una filosofa de la praxis que aborda los problemas

    fundamentales de la filosofa y la poltica sobre todo de la poltica que es lo que ms

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    nos interesa- en relacin con la actividad prctica humana que pasa a tener la primaca

    desde un punto de vista antropolgico.

    Es sencillamente extraordinaria su disertacin sobre el legado de Lenin, que rene en

    un manojo filosofa y poltica, que habla de ejercer la hegemona, que dinamiza la

    lucha de clases al colocar en sus manos el arma de las alianzas Que le da

    subjetividad al campesinado, que no teme incorporar soldados a la lucha popular. Que

    le otorga trascendental importancia al papel de la subjetividad, a la accin y a la

    conciencia. Lenin, a quien podemos llamar el hombre de la praxis, tuvo la genialidad,

    sin desestimar la teora, de priorizar el levantamiento insurreccional al congreso de

    partido. Era la hora de la insurreccin, no de discutir si el capitalismo haba alcanzado o

    no el grado de desarrollo que permitiera dar el paso a unas nuevas relaciones sociales.

    Lo imperativo y crucial era lanzar sobre el Palacio de Invierno a las masas de obreros y

    campesinos, determinar el flanco de la accin de los soldados que combatan al lado

    del pueblo y establecer el momento en que el Crucero Aurora deba disparar el

    caonazo que indicara el comienzo de la insurreccin para que todo el poder pasara a

    los soviets.

    Hay interdependencia entre objetividad y subjetividad.

    Kohan nos invita a repensar la filosofa del marxismo desde abajo y con los de abajo.

    No solo desde la academia y la intelectualidad, sino desde la prctica poltica, desde la

    lucha en todas sus modalidades. A comprender desde el marxismo y desde este

    hemisferio, la realidad de Nuestra Amrica. A construir desde el pensamiento

    latinoamericano y caribeo, con Maritegui, Ingenieros, el Che, Ponce, Mart, y Bolvar

    agregamos nosotros-, y tambin Manuel -que pregonaba que la lucha armada

    generaba conciencia-, con lo mejor del pensamiento autctono, una visin para la

    lucha, para destronar la oligarqua con una concepcin, un movimiento con un norte, y

    con ansia irrefrenable de poder.

    El intento de Kohan de sistematizar el pensamiento latinoamericano es un laudable

    esfuerzo y aporte tangible a la causa de nuestra redencin.

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    Ni calco ni copia, de acuerdo. Debemos ir por el camino de nuestros propios

    pensamientos y proyectos, manufacturados, amalgamados con nuestras realidades y

    costumbres, y nuestra historia de lucha. Porque tenemos historia. Aqu tambin hay un

    edificio en construccin. La hora de Amrica est llegando. Inventamos o erramos,

    como dice el maestro Simn Rodrguez, quien nos instruye a travs de sus enseanzas

    al Libertador. Usted form mi corazn le escribi Bolvar- para la libertad, para la

    justicia, para lo grande, para lo hermoso

    Definitivamente Marx en Nuestra Amrica no puede ser sin Bolvar, aunque aquel

    hubiese tenido una lectura precaria y equivocada de su gesta y del significado de su

    apasionada lucha, que hoy prosigue. Marx y Bolvar juntos constituyen en Amrica

    Latina una potencia demoledora contra la opresin.

    Arrojando los dogmas al incendio del olvido debemos reconocer que Bolvar es un

    poliedro de espejos que destella luces en todas las direcciones de la rosa de los

    vientos: Guerrero y Libertador. Creador de Estados sobre la base de la soberana del

    pueblo. Impulsor de la formacin en este hemisferio de una Gran Nacin de Repblicas

    que blindara nuestro destino. Precursor del antiimperialismo. Apstol de la unidad.

    Quijote de la igualdad. Defensor de los indgenas, destructor de las cadenas de la

    esclavitud. Slo la democracia deca- es susceptible de la ms absoluta libertad. Yo

    antepongo siempre la comunidad a los individuos. Las minas de cualquier clase

    corresponden a la repblica. El primer deber del gobierno es dar educacin al

    pueblo Ah estn las semillas del socialismo regadas en el surco abierto del corazn

    de Amrica.

    Por su proyecto poltico y social, de redencin y libertad de los pobres del mundo, por

    su empeo de formar a toda costa una gran patria latinoamericana, Bolvar fue

    asesinado, mandado a matar, por el gobierno de Washington en una conspiracin que

    involucr a las oligarquas de Bogot, Lima y Caracas. Antes de l haban sido

    descuartizados por la corona opresora, Amaru y Katari, tambin Galn el comunero, y

    haba ofrendado su vida, peleando, el gran Lautaro. Millares murieron por nuestra

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    independencia. Su sacrificio es la base de la nueva sociedad que construiremos; el

    fuego que impulsa la vindicta de los pueblos.

    Una creacin heroica debe ser el socialismo latinoamericanoUn socialismo asentado

    en nuestros valores. Nuestra Amrica-Abya Ayala es un pueblo con historia. La noche

    latinoamericana tiene aurora y debemos salir a su encuentro. Los estrategas de nuestro

    destino, nuestros pensadores, fueron al mismo tiempo libertadores. Combatientes de la

    praxis. Eran palabra y espada, y lanza, al mismo tiempo. Bolvar cre a Colombia, que

    es unidad de pueblos y primer paso de la unidad continental, antes de que existiera

    liberada. La estructur, le dio leyes y luego sali a formarla con su espada en los

    campos de batalla en Boyac y en Carabobo. Era la impetuosidad. Nunca concibi la

    independencia y la libertad, aisladas de la revolucin social, y de la unidad. Un bloque

    de pueblos libres constituido en equilibrio del universo, fue su sueo y ser nuestro

    destino.

    De este empeo, contrariando la santa alianza de los tronos opresores, deca Goethe

    de Bolvar que, la reunin anfictinica de Panam con el propsito de formar una santa

    alianza de libertad, halagaba su espritu de ciudadano del mundo y de patriota.

    No hay vida fuera de la lucha. Es un derecho inalienable luchar por un mundo mejor.

    Frente al imperio slo tenemos un deber: combatirlo. No tenamos ms armas para

    hacer frente al enemigo que nuestros brazos, nuestros pechos, nuestros caballos y

    nuestras lanzas, apuntaba Bolvar. Pero hoy tenemos el arma de la unidad, y la fuerza

    del ejemplo, el espritu y la decisin de nuestros libertadores.

    Como dice Kohan, ahora tenemos otro enemigo ms mortal que el coloniaje fsico: el

    coloniaje espiritual, que engaa y desmoviliza. Contra l tenemos que concentrar toda

    nuestra energa colectiva. Reventando esas cadenas, ser ms fcil construir el nuevo

    mundo.

    Marx en su (tercer) mundo. Hacia un socialismo no colonizado, debe ser abordado

    releyendo nuestra historia. Con la certeza de que nunca fuimos definitivamente

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    derrotados, me atrevo a sugerir un estudio detenido del captulo dcimo, reforzando su

    final con las siguientes palabras de Bolvar: Si disponemos de una mayora,

    emplemosla. Si no, no transijamos, pero defendamos el terreno con las armas en la

    mano y dejemos que nos derroten; la derrota permite la recuperacin, en tanto que

    capitulando se pierde el derecho de la propia defensa. Victoria absoluta o nada,

    Esa es mi bandera.

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    Introduccin a la cuarta edicin (venezolana)

    Nstor Kohan

    Las condiciones en que se escribi esta obra son muy diferentes a las actuales. Como

    se explica en la presentacin a la edicin cubana, el libro nace de un debate en el seno de la

    militancia revolucionaria del cono sur a inicios de los aos 90. Aos de ofensiva neoliberal,

    posmoderna, capitalista. Una poca cruel, agresiva y despiadada donde tan solo pronunciar las

    palabras socialismo, imperialismo o revolucin eran, para el sentido comn predominante

    en aquel momento, sinnimo automtico de locura y disparate. La expresin pensamiento

    nico no era un eufemismo. Hasta los ms iconoclastas se arrodillaban ante el mercado,

    mientras los grandes acadmicos esos que van siempre nadando alegremente con la onda

    del momento hacan muecas irnicas, simiescas y burlescas, cada vez que escuchaban la

    palabra endemoniada del marxismo.

    Han pasado ms de quince aos desde la primera redaccin del texto y ms de diez de

    su primera publicacin argentina. Luego de aquella inicial, sobrevino una segunda edicin en

    Cuba y una tercera en Colombia, mientras el libro circulaba profusamente por internet.

    Gran alegra nos produce que ahora se publique en tierras venezolanas junto con

    otros libros nuestros como Che Guevara: un marxismo para el siglo XXI, Ni calco ni copia:

    ensayos sobre el marxismo latinoamericano y varias colecciones en historietas de los clsicos

    del marxismo, en medio de las urgencias, las polmicas, las disputas y el torbellino imparable

    de la revolucin bolivariana.

    Bien lejos de la petulante euforia burguesa y la soberbia neoliberal de aquella nefasta

    dcada de los aos 90, hoy el capitalismo est en crisis aguda. Hasta los ms furiosos y

    fanticos neoliberales proponen intervenir en la economa y nacionalizar empresas. Por

    supuesto que lo hacen para intentar salvar y remendar el capitalismo (algo infructuoso, por

    cierto), pero ello no puede ocultar que el recetario neoliberal ha resultado un autntico desastre

    para los pueblos del tercer mundo y para toda la humanidad.

    Rechazando la profundizacin de la barbarie capitalista, Otro mundo es posible fue la

    consigna de orden con la que se abri el nuevo siglo. Al poco tiempo, adelantndose a muchos

    tericos (en realidad ventrlocuos sin personalidad propia con apariencia de eruditos) y

    grandes popes del mundillo acadmico, el presidente Chvez sugiri que ese otro mundo

    posible no puede ni debe ser otro que el socialismo. Y all noms se abri de nuevo la

    polmica. De qu socialismo hablamos? En qu consiste concretamente, ms all de las

    consignas y los gritos entusiastas, la alternativa actual al capitalismo? Para intentar intervenir

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    en ese debate abierto este libro se esfuerza por indagar en los clsicos del marxismo, ledos

    ahora desde un gran angular latinoamericano y tercermundista.

    No somos inocentes, ingenuos ni equidistantes. Pretendemos aportar a una salida

    antimperialista, anticapitalista y socialista. Crtica del mercado neoliberal pero tambin crtica

    del mercado popular. Cuestionadora del capitalismo salvaje pero tambin del capitalismo con

    rostro humano y de las medias tintas rodeadas de cooperativas y keynesianismo reciclado.

    Opositora de las tramposas soluciones del imperialismo transmutado en tierna oveja pero

    tambin cuestionadora de los falsos profetas del socialismo mercantil y su clculo econmico

    disfrazado de autogestionario. Sin planificacin democrtica y centralizada de los recursos no

    habr socialismo.

    No lo ocultamos. Apostamos con la cabeza y el corazn, con toda nuestra energa

    militante y nuestros sueos al triunfo y a la radicalizacin de la revolucin bolivariana. Dentro

    de nuestras pequeas posibilidades nos proponemos aportar a la batalla por la hegemona

    socialista en Venezuela, hacia el conjunto de los sectores populares pero, en particular, al

    interior de las filas bolivarianas de la revolucin. Hegemona que debe ser ejercida no slo a

    favor del compaero Hugo Chvez y del proceso bolivariano sino tambin y al mismo tiempo

    en contra de la derecha esculida y las corrientes polticas e ideolgicas que pretenden

    frenar, neutralizar o desviar el rumbo del proceso de cambios radicales (socialdemocracia,

    socialcristianismo, vertientes burguesas o institucionalistas del proceso bolivariano, encarnadas

    en lo que popularmente se conoce como boli-burguesa, es decir, la quinta columna dentro del

    proceso bolivariano). La batalla es mltiple. La derecha est fuera (esa es la ms visible, la

    ms descarnada, la ms bruta, la menos inteligente) pero tambin est dentro mismo del

    proceso (esa es la ms lcida, la ms peligrosa, la que tiene mayor capacidad de ir

    adaptndose y mimetizarse como el camalen).

    No podemos ni debemos olvidar las tragedias y los fracasos de Salvador Allende en el

    Chile de 1973 y del sandinismo en la Nicaragua de 1990. Cunta energa y dinero invirti la

    socialdemocracia internacional para frenar, neutralizar y desviar ambos procesos desde

    adentro... siempre apelando a los seuelos de la radicalizacin de la democracia, el respeto

    a las instituciones, la obediencia a la constitucin y el pluralismo! La misma operacin que

    haban hecho en Portugal en 1975 ante la radicalizacin de la revolucin de los claveles. No es

    casual que los jefes de la socialdemocracia portuguesa fueran condecorados pblicamente por

    la CIA (a travs del funcionario Frank Carlucci) por haber logrado desviar el proceso impidiendo

    que Portugal se convirtiera en una nueva Cuba a las puertas de Europa Occidental.

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    Para dar ese combate ideolgico, imprescindible e impostergable, para tener claridad en

    el rumbo poltico y firme orientacin estratgica en medio de la confusin y las aguas revueltas

    que todo proceso social de cambios radicales desata al debilitarse la obediencia y la

    normalidad que caracterizan la antigua hegemona del capitalismo y sus instituciones, el

    marxismo resulta una brjula insustituible e incomparable. El marxismo entendido no como una

    mercanca inofensiva de consumo puramente universitario y circulacin meramente acadmica

    que no molesta a nadie y que puede convivir con cualquier orden social (como sucede en la

    academia norteamericana o en la britnica) sino como una concepcin militante de la vida y del

    mundo, es decir, como mtodo dialctico, teora crtica y filosofa de la praxis que se expresa

    organizadamente en una estrategia poltica de hegemona. En este ltimo caso, cuando logra

    salir de ese crculo vicioso puramente discursivo y especulativo que lo castra y lo mutila, el

    marxismo se convierte en un arma explosiva y demoledora. Un virus seductor que una vez

    que nos conquista el alma y la carne, los afectos y la inteligencia, ya no nos abandona ms y

    siempre nos exige dar un paso ms. Por eso los poderosos le tienen tanto pnico y se

    esfuerzan en reducirlo a una teora entre tantas otras teoras que se oferta en el mercado de

    las ideas.

    La filosofa debe convertirse en poltica para verificarse, nos enseaba Gramsci en sus

    Cuadernos de la crcel. Pero para ser til y cortar con todo el filo militante de su arsenal

    terico, sociolgico y filosfico, el marxismo debe ajustar cuentas con su propio pasado. Sin

    hacer un balance crtico de su propia historia, no podr ganar las nuevas batallas que se

    avecinan.

    Barriendo a un costado los equvocos del eurocentrismo y la vulgata stalinista (otrora

    considerada por muchas burocracias como marxismo oficial), necesitamos construir una

    mirada latinoamericana de Marx, sin anteojeras. Nuestro Marx, bien lejos de la actual moda que

    en algunos medios le rinde hipcrita homenaje por sus supuestas profecas sobre la crisis

    capitalista, es un Marx que camina por las selvas, las ciudades, los pueblos y las montaas del

    tercer mundo al lado, codo a codo, junto a trabajadoras y trabajadores, obreras y campesinos,

    estudiantes y guerrilleros indomesticables. Todos ellos tenaces combatientes por el socialismo.

    Al abordar a Marx desde este ngulo latinoamericano y tercermundista, no nos guiamos

    por los promocionados estudios poscoloniales, presentes en la agenda acadmica de Estados

    Unidos y Europa durante el ltimo perodo, sino por una reflexin surgida de las aporas,

    incgnitas y dificultades del marxismo militante de nuestra Amrica. No nos preocupa el ltimo

    grito de la Matrix acadmica. No nos mueve un pelo el espritu profesoral. El libro no se hizo

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    para escalar en alguna institucin, ganar una beca u obtener el subsidio de alguna ONG.

    Nuestros objetivos, centralmente polticos, fueron y siguen siendo bien distintos.

    Si Marx logr acertar en el diagnstico de la crisis no fue por leer a Nostradamus,

    consultar algn orculo secreto o visitar las pirmides. Marx no acierta a ver el futuro en una

    bola mgica de cristal. Lo que le permite visualizar las tendencias inmanentes del capitalismo

    hacia la crisis es el mtodo dialctico. Desde la dialctica Marx ubica el foco de su mirada en el

    nudo de las contradicciones antagnicas que anidan en el corazn del modo de produccin

    capitalista. Contradicciones que slo podrn superarse si existe un sujeto poltico que combata

    la mercantilizacin de la vida y acabe con el capital mediante la organizacin y la estrategia de

    su praxis revolucionaria. Sin ese sujeto las contradicciones pueden prolongar y agudizar la

    barbarie hasta el infinito, hasta explotar, pero nunca habr superacin del capitalismo. A aos

    luz de distancia del antiguo determinismo economicista que depositaba todas sus esperanzas

    en el derrumbe automtico del capitalismo sin intervencin subjetiva, este libro intenta y se

    esfuerza por rastrear en el seno del marxismo la dimensin del sujeto. Como nos ense Lenin,

    la mera crisis econmica, de carcter objetivo, no genera revoluciones si no hay intervencin

    subjetiva, la gran tarea pendiente de los revolucionarios y revolucionarias de Amrica latina.

    Resolver el enigma del sujeto implica, s o s, hundir el escalpelo en el esquematismo

    seudo marxista y superar de una buena vez aquellas dicotomas que durante demasiado

    tiempo han separado al objeto del sujeto, a la economa de la poltica y el poder, a la lgica del

    mercado de la lucha de clases y la lgica poltico-militar, a la dinmica de la acumulacin,

    reproduccin y crisis capitalista de las resistencias, rebeliones, insurrecciones, guerrillas e

    insurgencias populares.

    En ese sentido, una de las principales conclusiones de esta investigacin sostiene que

    el neoliberalismo y el reinado absoluto de las leyes del mercado nunca hubieran podido

    imponerse de manera natural sin los golpes de estado, la tortura, los secuestros, las

    desapariciones, los campos de concentracin y toda la poltica de guerra contrainsurgente que

    el imperialismo implement a escala internacional a inicios de los aos 70. De igual modo, toda

    la crisis del capitalismo actual se volvera incomprensible si se hace abstraccin o directamente

    se ningunea la resistencia de los pueblos latinoamericanos, palestino, iraqu, entre muchos

    otros. Es la resistencia de los pueblos la que obliga al imperialismo a invertir cifras incalculables

    en el despliegue de bases militares por todo el planeta (especialmente en Amrica Latina).

    Podran existir las instituciones financieras internacionales sin ese sistema de bases militares?

    Sera viable el libre comercio internacional, el reinado del dlar y el euro, sin ese imponente

    y prepotente sistema militar mundial? Precisamente para intentar remover los pesados

    obstculos que durante tanto tiempo han impedido al marxismo abordar esos problemas sin

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    escindirlos ni separarlos este libro intenta indagar en la obra de Marx y en el modo en que el

    fundador de nuestra tradicin reflexion sobre estas mltiples incgnitas.

    Ya no alcanza con denunciar el neoliberalismo. Tampoco con declarar, de manera

    autocomplaciente y pomposa, que otro mundo es posible al estilo de los foros sociales o las

    editoriales domingueras de las grandes firmas lcidas y bienpensantes. Hay que dar un pasito

    ms. Romper con el lmite estrecho del progresismo y definirse. Cuando uno se define por algo,

    niega al mismo tiempo otras variantes. Toda definicin implica determinacin y al mismo tiempo

    negacin (algo que desde Spinoza a Hegel es bien conocido). Definirse implica polemizar.

    Dicho en otras palabras. Hace falta tomar partido. Romper con la comodidad de lo vago e

    indeterminado. No podemos ser amigos de todo el mundo. El falso y engaoso prestigio de

    la intelectualidad progresista que habla y escribe sobre lo humano y lo divino, y queda bien con

    todo el mundo, pero elude con elegancia y rechaza sistemticamente pronunciarse sobre la

    insurgencia y la lucha armada en Amrica Latina hoy apesta. Sencillamente apesta. Qu

    tremenda y gigantesca hipocresa denunciar el neoliberalismo y la violencia en abstracto pero

    mirar para el costado cuando la CIA y la inteligencia colombiana, a travs de los monopolios de

    la (in)comunicacin, luego de violar sistemticamente los derechos humanos en Colombia a un

    nivel que hara sonrojar a los carniceros Pinochet y Videla, acusan a la insurgencia de las

    FARC-EP de ser narcos y terroristas! Esa indiferencia meditada y planificada de cierta

    intelectualidad autopostulada como progresista es incompatible con la tica que nos ensea

    el marxismo, con su teora crtica y con su filosofa de la praxis.

    No podemos mirar para el costado y mucho menos hacerlo en nombre de Marx. Por qu

    es polticamente correcto hablar del zapatismo mexicano pero resulta pecaminoso referirse a la

    mucho ms poderosa y radical insurgencia colombiana?

    Hay que apoyar a la insurgencia, en Colombia y en toda Amrica Latina! La intelectualidad

    crtica tiene una inmensa tarea por delante en ese sentido. Recordemos que los hermanos

    vietnamitas, encabezados por Ho Chi Minh, no slo combatan a los salvajes marines en las

    selvas de Vietnam. Tambin desarrollaban toda una solidaridad internacional que gan la

    adhesin de grandes intelectuales de renombre en el Occidente capitalista. Se acuerdan de

    Bertrand Russell (un pensador insospechado de marxismo) participando con sus cabellos ya

    blancos y sus huesos flacos y muy viejos en movilizaciones contra las bombas atmicas y la

    agresin norteamericana a Vietnam donde incluso lo metieron preso? Recuerdan al viejo

    Jean-Paul Sartre con su pipa y sus lentes que intentaban ocultar sus ojos desviados

    denunciando la guerra colonial y la tortura sistemtica contra los guerrilleros en Argelia?

    Quin dijo que hoy esa tarea ha caducado? A nuestro entender, ese mismo deber hoy se

  • 17

    repite con Palestina e Irak y, en nuestra Amrica, con la heroica y digna resistencia armada del

    pueblo de Colombia, heredero de nuestros queridos Manuel Marulanda Velez y Camilo Torres.

    De esa resistencia armada habla y escribe con gran respeto y admiracin Eric Hobsbawm en

    aquel famoso y polmico libro Rebeldes primitivos, pues l la conoci en vivo y en directo en

    alguno de sus viajes por Amrica Latina en los cuales analizaba la lucha campesina. En el

    mismo sentido, gran dignidad ha tenido Noam Chomsky cuando en su libro Estados canallas

    afirma que las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejrcito del Pueblo)

    no son terroristas ni narcotraficantes. Lo mismo ha subrayado James Petras en reiteradas

    oportunidades desde las entraas del monstruo. Cuando tanto mediocre y oportunista de cuarta

    categora se suma hoy al coro del macartismo contra la insurgencia, los grandes pensadores e

    intelectuales han sabido siempre tomar partido sin confundirse.

    Digmoslo entonces claramente y sin ambigedades, no importa si publicarlo conviene o

    no conviene, si es polticamente correcto o no lo es. Hace falta rodear a la insurgencia

    colombiana de toda una red de apoyo internacional como en su poca tuvieron los guerrilleros

    de Vietnam. Es un deber no slo poltico sino tambin moral para quien no tenga la conciencia

    comprada o la pluma (hoy el teclado de la computadora) subastada al mejor postor.

    Basta de chantaje macartista! Basta de deslegitimar a los revolucionarios! Los grandes

    medios de comunicacin dicen en sus noticieros que las FARC-EP son narcos-terroristas? Y

    qu esperaban? Qu el gobierno fascista de Uribe y su patrn yanqui las aplauda y las alabe

    encomiando sus altos ideales y su proyecto poltico comunista? El dictador Somoza no

    llamaba simples bandoleros a los guerrilleros sandinistas del FSLN? El general Videla no les

    deca banda de delincuentes terroristas y subversivos a los revolucionarios argentinos que se

    opusieron a su sangriento y genocida golpe de estado en 1976? El Comando Sur del Ejrcito

    norteamericano y los funcionarios de Ronald Reagan no se referan a los sacerdotes cristianos

    de la teologa de la liberacin como subversivos? El dictador Batista cmo llamaba a Fidel

    Castro y al Che Guevara? Los aplauda y los elogiaba diciendo que eran jvenes idealistas y

    nobles? Uribe y el Pentgono ahora se volvieron crebles? Qu pasa? Nos olvidamos de

    los antecedentes de la historia de Nuestra Amrica?

    Aceptar ese chantaje es suicidar el pensamiento crtico o hundirnos en un tanque de

    materia fecal con la boca abierta. La cultura que acepta el lmite de la jaula de hierro y canta

    dulcemente incluso entonando melodas progresistas dentro de la jaula, respetando

    sumisamente los barrotes y la disciplina, no es cultura. Es sencillamente una caricatura de

    cultura y un simulacro de actividad intelectual. Qu importa si nos tienen interceptados los

    telfonos, nos leen los correos electrnicos, nos ponen en listas de sospechosos o nos vigilan

  • 18

    como en 1984? No podemos ni debemos permitir que el miedo disminuya nuestra capacidad

    de pensar, declar alguna vez Horkheimer... y tena razn, aun cuando no lleg a conocer los

    aparatos de inteligencia de Amrica Latina entrenados y dirigidos por la CIA.

    Por eso, se equivocan gravemente aquellos que decretan, postulan y vaticinan el fin de

    los conflictos y la enfermedad terminal de la insurgencia. La batalla de las ideas,

    imprescindible, impostergable, fundamental, no consiste solamente en la bsqueda del

    consenso. Imaginar eso es un error poltico tremendo, ya regado en sangre por nuestro

    entraable hermano Salvador Allende.

    Hace largo tiempo que Antonio Gramsci nos explic de modo inequvoco que la teora

    de la hegemona articula y debe combinar la batalla cultural con el ejercicio de la fuerza

    material, el consenso con los aliados y la violencia con los enemigos, segn su clsica

    formulacin. Reducir la hegemona categora terica marxista para lo que hoy conocemos

    popularmente como batalla de las ideas solamente a puro consenso equivale a convertir a

    Gramsci y a toda la teora revolucionaria en la que l se inspira, en un simple declogo de

    ilusiones socialdemcratas y reformistas. Tarea que en la Academia han intentado hacer hace

    ya muchos aos desde Norberto Bobbio hasta Ernesto Laclau, olvidando y desconociendo

    que el propio Gramsci, en el cuaderno dcimo de sus escritos carcelarios, dedic extensas

    pginas a la crtica de Benedetto Croce precisamente por reducir la historia de Europa y del

    capitalismo a puro consenso, cuando en realidad, la historia profana se construye, adems del

    plano especficamente cultural, con el hierro y con el fuego. Ese es el Gramsci real, no el que

    deform malintencionadamente la socialdemocracia, las ONGs y la Academia subvencionada

    por el capital. Tena razn nuestro hermano Roque Dalton cuando escribi que la mejor cuna

    del partido es el fuego.

    Las nuevas generaciones de jvenes revolucionarios de Amrica Latina, que nacieron

    mientras se estaba derrumbando el muro de Berln, tienen delante suyo un horizonte bien

    distinto al de los aos 90. Hoy no slo se discute la pertinencia y actualidad de la insurgencia

    sino que adems vuelve a aparecer en la agenda poltica y en el horizonte del proyecto

    estratgico el socialismo. Ya no es una discusin entre cuatro gatos locos, bienintencionados

    pero aislados, sino en gran parte de los movimientos sociales de Amrica latina. Un papel

    fundamental en la recuperacin de ese debate lo ha jugado el presidente Hugo Chvez quien

    rompiendo toda norma de protocolo y desobedeciendo los buenos modales que

    supuestamente debe tener un jefe de estado segn los cnones de la CNN, la OEA, la ONU

    y la OTAN se anima a decir lo que nadie dice: sin socialismo no hay salida para la crisis del

    capitalismo.

  • 19

    Hoy la gran tarea de la juventud es incorporarse con cuerpo y alma a la lucha. Dejar de

    lado los falsos profetas de la resignacin y la impotencia, el consumismo y la mediocre y

    petulante banalidad del american way of life. Hacer odos sordos a los tramposos predicadores

    de la socialdemocracia, el reformismo, el pragmtismo y el realismo, que viven traficando con

    las esperanzas populares, haciendo politiquera barata y roosa, comprando antiguos rebeldes

    y cooptando a los disidentes ms radicales (como sucede hoy en Argentina). Hay que echarlos

    del templo! Y echarlos con todos los medios posibles. Amrica latina vive un nuevo tiempo. Es

    mentira que no hay condiciones caballito de batalla de los aos 80 y 90, esgrimido hasta el

    hasto por los timoratos y miedosos. Hoy s hay condiciones sociales, econmicas y polticas

    para acelerar la marcha. El imperialismo est en crisis aguda, el neoliberalismo ya no goza de

    consenso, en poltica las ideas progresistas cada vez ganan ms terreno, incluso en las

    elecciones (un terreno habitualmente dominado por nuestros enemigos y reacio a los cambios

    sociales). En ese contexto continental tan distinto de los aos 90 donde se renuevan

    condiciones para la lucha y la confrontacin, la juventud revolucionaria de Amrica latina tiene

    un papel fundamental que asumir en el trayecto, empujando a los indecisos, dando aliento a los

    temerosos, convenciendo a los incrdulos y escpticos, arrastrando a los remisos y vacilantes,

    denunciando a los que se dejan comprar y cooptar. El gran ideal de la revolucin socialista

    mundial, el comunismo, la causa ms noble que haya conocido la humanidad, tiene que ser un

    motor fundamental. Las fuerzas productivas hacen andar la rueda de la historia? Pues no hay

    fuerza productiva ms imponente que las fuerzas morales, aquello que el Che Guevara

    sintetiz de modo magistral como los ideales ms nobles de todos los comunistas del mundo.

    Hoy Venezuela se encuentra en el ojo del huracn y puede ayudar muchsimo a que otros

    pases tambin se liberen de la cadena imperialista y encaren la transicin al socialismo a

    escala continental, nica manera de alcanzar nuestra definitiva independencia por la que

    luchara el libertador Simn Bolvar (y nuestro San Martn) como tantas veces ha explicado el

    presidente Chvez.

    Se torna imprescindible recuperar el tiempo perdido, superando esa tremenda confusin

    ideolgica y ese bochornoso desarme poltico que predomin en los aos 90. El pensamiento

    formidable de nuestro abuelo Karl Marx nos puede ayudar y mucho. Este libro, nacido en

    aquellos aos tristes y mediocres, tiene por objetivo participar en esa batalla que, repetimos e

    insistimos, no puede ser solamente cultural. Ojal sirva como granito de arena para conquistar

    corazones y voluntades para nuestra causa, la revolucin socialista, en Venezuela bolivariana y

    tambin en el resto de Amrica Latina.

  • 20

    La guerra de liberacin continental por nuestra segunda y definitiva independencia no

    slo no ha terminado, recin comienza. Nuestros muertos no han muerto. No se trata de qu

    lado se vive mejor sino de qu lado est el deber. Que cada uno cumpla con su conciencia.

    Buenos Aires, abril de 2009

  • 21

    Introduccin a la segunda edicin (cubana)

    Nstor Kohan

    Si vencemos, se hablar, por boca de amigos y

    enemigos, todo el tiempo que exista el hombre sobre la

    tierra, de nuestra audacia o de nuestra inhumana

    astucia. Si nos derrotan, qu importa lo que se diga de

    nosotros? No estaremos aqu, Castelli, para

    escucharlos, ni en ningn otro lado que no sea dos

    metros debajo de donde crece el pastito de Dios [...]

    ANDRS RIVERA

    La Revolucin es un sueo eterno

    Originariamente, este libro naci a fines de 1993. Ms precisamente, al regresar de un viaje a

    Santiago de Chile. All habamos discutido e intercambiado opiniones con compaeros

    revolucionarios que seguan creyendo, a pesar de todo, en la filosofa del marxismo tal como la

    formulaban los manuales soviticos ms clsicos y ortodoxos de la poca de Stalin.

    Compaeros que, en lo personal, eran y deben seguir siendo, aunque nunca ms los vi

    grandes luchadores y grandes opositores a la dictadura de Pinochet y de sus aliados

    democrticos. Uno de ellos haba estado preso en tiempos de la dictadura.

    Yo no poda creer semejante asimetra entre lo que se haca en la prctica y lo que se

    pensaba en filosofa. En las veinticuatro horas que dur el viaje de regreso en autobs de

    Santiago a Buenos Aires, me planteaba una y otra vez la misma pregunta: Cmo esta gente

    tuvo y tiene tanta valenta y herosmo para enfrentar a Pinochet en las crceles y mazmorras

    del rgimen y, cuando se expresan en el plano terico, repiten los mismos lugares comunes y

    las mismas frmulas disecadas de lo ms rancio de la burocracia sovitica?

    Al volver a la Argentina, se me ocurri escribirles y enviarles algunos trabajos e

    investigaciones sobre la filosofa del marxismo desarrollados desde una perspectiva crtica de

    aquella ya por entonces corroda ortodoxia. Apelando a la clebre formulacin de

    Maritegui, a esos materiales los titul: Ni calco ni copia. Apuntes para repensar la filosofa del

    marxismo. Esos materiales nunca fueron enviados a Chile, pero me sirvieron como primer

    borrador para aclarar algunas ideas. Luego de aclararlas, Ni calco ni copia permaneci en una

    repisa de mi dormitorio juntando (literalmente) tierra. Si ya me haba servido a m, para qu

  • 22

    publicarlo?, pens. Me acord entonces de Marx y Engels cuando entregaron La ideologa

    alemana a la crtica roedora de los ratones. Me hice la siguiente pregunta: si ellos dos, los

    grandes clsicos, nuestros maestros, tomaron aquella actitud, por qu yo no poda hacer lo

    mismo? quin me lo impeda?

    Esa fue la primera versin del libro, nacida sin un plan preestablecido y al calor de una

    discusin poltica. Tena dos captulos finales que luego fueron suprimidos: uno sobre Jos

    Carlos Maritegui, otro sobre el Che. Como el mismo ttulo lo indicaba, desde el comienzo

    intent leer a Marx vinculndolo a estos dos revolucionarios latinoamericanos, y viceversa.

    Luego, ambos captulos pasaron a formar parte de otro libro, complementario de este: De

    Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano.

    Ms tarde, me recib de profesor en la carrera de Filosofa en la Universidad de Buenos

    Aires (UBA). Para ser licenciado haba que presentar una tesis. Ni calco ni copia estaba

    completamente escrito de antemano. Pero pens: voy a subordinarme, voy a autocensurarme,

    voy a limpiar todo el libro de mis propias opiniones polticas, ajustndolas a la burocracia

    universitaria, en nombre de la neutralidad acadmica? Voy a renunciar a mi propio

    pensamiento, remplazndolo por las opiniones del director de tesis y del jurado? Vala la pena

    semejante autoflagelo poltico y moral a cambio de un papelito con dos sellos (el ttulo)? No

    dud siquiera un minuto. No estaba decidido a trastocar ni una coma, ni un punto, ni una sola

    proposicin a cambio del progreso, el escalafn y la carrera acadmica. Era demasiado alto

    el precio que haba que pagar para subir la cuesta del gran reino animal, como dice un

    cantautor cubano.

    Aos ms tarde, frente al ttulo de doctor, se me present el mismo dilema con otros

    escritos. Yo tena libros redactados de antemano que bien podan funcionar como tesis

    doctoral. Pero eleg exactamente la misma opcin. No me arrepiento de nada. No tengo los

    papelitos ni los sellos ni el certificado de garanta que otorga la burocracia. Es ms: renunci a

    una de las ctedras de la UBA donde trabaj (en la que haba entrado por concurso pblico),

    porque all me prohibieron terminantemente dar clases sobre Antonio Gramsci o Carlos Marx.

    La materia era nada menos que Filosofa Poltica!

    No progres en la carrera acadmica como varios de mis amigos y compaeros. Pero a

    cambio digo todo lo que pienso y no tengo que arrepentirme de una sola palabra o una sola

    oracin. En este libro que el o la lectora cubanos van a leer a continuacin no hay una sola

    lnea de compromiso o negociacin (tampoco en los otros que escrib y publiqu en Buenos

    Aires).

    En medio de todo esto, en 1997, la revista Casa de las Amricas public el ltimo captulo

    de Ni calco ni copia con el mismo ttulo que luego eleg para la edicin definitiva del libro:

  • 23

    Marx en su (Tercer) Mundo. Por su parte, la revista cubana Marx Ahora public el captulo

    dedicado a Lenin.

    En 1998, cinco aos ms tarde de su primera redaccin, varias veces corregido y

    relaborado, el libro sali publicado en Buenos Aires por una editorial no poltica.

    Infructuosamente, haba intentado publicarlo antes por medio de una editorial local de

    izquierda. Luego de seis meses de tenerlo en su cajn del escritorio, reclam a la editora una

    respuesta. Supuse que no compartira ninguna de las opiniones filosficas y polticas del texto,

    pero, aunque prevea su negativa a publicarlo, esperaba de ella una crtica explcita. Nunca la

    obtuve. Burocrticamente para no faltar a la tradicin..., me respondi con un dejo de

    cinismo en los labios: No tenemos dinero para editarlo. Todava me causa gracia aquella

    respuesta.

    Por qu hice de todos modos aquel intento, previsiblemente frustrado de antemano?

    Porque el libro lo pens siempre para que circule y sea discutido entre mis compaeros y

    compaeras de la izquierda argentina y latinoamericana. Nunca estuvo dirigido a complacer la

    mirada petulante, domesticada y (auto)castradora de los profesores universitarios. Quera

    interpelar a la militancia y pensar en voz alta a travs del papel escrito con mis

    compaeros y compaeras. Cuando lo releo, un lustro despus de aquella primera edicin y

    una dcada despus de haber sido escrito, sigue estando dirigido a la militancia.

    Con el libro en la calle: qu repercusin esperaba lograr? Algo mnimo y modesto: aunque

    sea un pequeo debate terico y filosfico entre las corrientes revolucionarias y marxistas

    argentinas. Lo logr a medias.

    En mi pas, algunos pocos compaeros de partidos polticos marxistas o de corrientes

    estudiantiles de izquierda publicaron reseas crticas o me hicieron llegar sus opiniones. Dos

    antiguos militantes del Partido Comunista argentino (PCA) escribieron un libro entero dedicado

    a criticar Marx en su (Tercer) Mundo, desde una ptica que segua defendiendo con

    entusiasmo religioso los amados manuales soviticos, de donde extrajeron puntualmente todas

    las citas de su libro.1 A pesar del dogmatismo de la crtica, les agradezco la energa y el

    esfuerzo que invirtieron sus autores. En la ciudad de Rosario, algunos viejos militantes armaron

    un grupo para estudiar y discutir Marx en su (Tercer) Mundo (una de estas compaeras haba

    estudiado filosofa en la URSS durante varios aos). En la provincia de Buenos Aires, los

    miembros del equipo de formacin poltica del Movimiento Teresa Rodrguez (MTR) uno de

    los grupos piqueteros ms radicales y combativos adoptaron algunos captulos de Marx en

    su (Tercer) Mundo para iniciar a sus nuevos militantes en el estudio del marxismo.

    1 Cfr. Luis Viaggio y Julio Viaggio, Volver a las fuentes. Por la reafirmacin del materialismo dialctico e histrico (Una crtica al libro de Nstor Kohan).

  • 24

    Del exterior, no fueron muchos los que me acercaron sus opiniones, de aliento o de crtica.

    Creo no olvidarme de ninguno si menciono a: Fernando Martnez Heredia, Armando Hart

    Dvalos, Roberto Fernndez Retamar y Pablo Pacheco Lpez a quien mucho le agradezco

    su solidaridad de siempre y, en particular, por esta iniciativa de edicin cubana (Cuba),

    Michael Lwy quien lo cit en un artculo suyo sobre el Manifiesto comunista (Francia),

    Carlos Nelson Coutinho (Brasil), Adolfo Snchez Vzquez y John Holloway (Mxico), lvaro

    Mrquez (Venezuela), Wolfgang Fritz Haug quien lo utilizara, segn me comunic, en

    algunas entradas de su Diccionario histrico-crtico del marxismo (Alemania) y Samir Amin

    (Egipto).

    La propuesta especfica del libro no se agot all. Se prolong en otros dos textos que

    giraban sobre la misma problemtica. Primero fue De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el

    marxismo argentino y latinoamericano; luego, El capital. Historia y mtodo (Una introduccin).

    Este ltimo desarrolla un poco ms en detalle las hiptesis iniciales de Marx en su (Tercer)

    Mundo y las prolonga principalmente sobre el mtodo de El capital. El pretexto para escribirlo

    fue un seminario anual de lectura de la principal obra de Carlos Marx desarrollado desde el ao

    2000 hasta hoy en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. En este ltimo mbito el

    libro circul profusamente entre militantes y estudiantes, lo cual me gener no pocas

    satisfacciones. Mientras discutamos acaloradamente con estos compaeros sobre el

    materialismo dialctico (DIAMAT), la teora marxista del fetichismo o acerca de muchos otros

    temas relacionados, participamos de los cortes de avenidas, de las movilizaciones populares o

    de la huelga de hambre en defensa de los presos polticos argentinos. El estudio de Marx nos

    acompa en cada una de esas actividades. Agotada su primera edicin, recientemente volvi

    a editarse, en agosto del ao 2003. A esta segunda edicin, le agregu algunos materiales

    nuevos, entre los que se destaca una entrevista al compaero Orlando Borrego donde recuerda

    los crculos de lectura dirigidos por el Che Guevara para estudiar a Marx y El capital.

    Sospecho quizs me equivoco que un joven lector o una lectora cubanos difcilmente

    lleguen a hacerse una idea cabal de todas las frustraciones, las amarguras y la impotencia que

    alguien dedicado a investigar el marxismo debe masticar cotidianamente en el capitalismo.

    Cuando un libro est escrito con pasin, no solo expresa un conjunto de hojas de papel en

    blanco cubiertas de tinta. Adems, pretende condensar la voluntad de vivir de otra manera. El

    capitalismo jams lo puede permitir. A travs de mil mecanismos hegemnicos, burocrticos y

    represivos cuya descripcin extendera innecesariamente esta introduccin el sistema

    intenta da a da quebrar esa voluntad. Ante cada una de las frustraciones, de los sinsabores y

    de las amarguras, el autor se va convenciendo cada vez ms de que solamente un libro o

    varios libros no alcanzan para cambiar la realidad. Dolorosamente se va abandonando toda

  • 25

    idea omnipotente de origen iluminista. Los libros y los debates tericos constituyen un arma

    fundamental para lograr los cambios. Pero no son el nico tipo de armas que hay que tener. La

    lucha por la hegemona debe tener siempre por horizonte la lucha por el poder.

    Cuando comenc a redactar esta introduccin a la edicin cubana, en junio de 2002, los

    aparatos de represin del Estado burgus argentino que nunca se han desmontado desde la

    sangrienta dictadura de 1976 acababan de asesinar a dos jvenes compaeros en una

    manifestacin: Daro Santilln y Maximiliano Kosteki. Los dos, trabajadores. Los dos, de barrios

    humildes. Los dos, militantes. Uno tena tan solo veintin aos; el otro, veinticinco. A uno de

    ellos lo fusilaron por la espalda. Est probado, est fotografiado, ya nadie lo discute. Poco

    tiempo antes, un grupo parapolicial haba secuestrado a un estudiante secundario y le grab en

    el pecho con una navaja o un cuchillo el smbolo del grupo terrorista de los aos 70 AAA

    (Alianza Anticomunista Argentina). La hija de Hebe de Bonafini (presidenta de Madres de Plaza

    de Mayo), Alejandra, fue torturada en el ao 2001 por un grupo paramilitar que intent violarla

    en su propio domicilio. La represin democrtica va in crescendo y, hasta ahora, goza de una

    inocultable impunidad, a pesar de todos los discursos oficiales que prometen, prometen y

    prometen justicia.

    Cmo seguir escribiendo despus de todo esto? Se puede seguir recitando de memoria

    formulitas marxistas en la Academia como si esto no sucediera? Se puede seguir repitiendo

    dogmticamente, para dar un ejemplo tpico de la poca de los manuales stalinistas, que el

    ejercicio de la violencia y el empleo de la fuerza material solo pertenecen a las primeras etapas

    antediluvianas del capital, pero en la sociedad capitalista madura estas dejan de ser

    centrales?

    Hace tiempo, Hebe de Bonafini formul una frase que me dej pensando. Al marxismo no

    solo hay que estudiarlo, hay que vivirlo, dijo serenamente con la sencillez de quien no fue a la

    Universidad ni tiene ttulos acadmicos pero, a pesar de no haber ledo El capital ni a Hegel ni

    a Kant, sabe profundamente de qu se trata.

    Quien no se resigne a recitar simplemente frases, en este caso marxistas, pretender

    adems vivir el socialismo, la revolucin y el marxismo. Se puede hacer entonces abstraccin

    del asesinato y la tortura de estos compaeros y de los miles y miles de compaeros y

    compaeras en Argentina y en toda Amrica Latina (excepcin de Cuba) durante estos aos?

    El marxismo, como filosofa de la praxis, como teora crtica, como concepcin materialista de

    la historia, como escala de valores y como mtodo de estudio, tiene que ponerse a la altura de

    la poca que nos toca vivir. No se puede mirar para el costado. La propia teora tiene que poder

    pensar la sociedad porque cada vez estoy ms convencido de que nuestro principal objeto

    de estudio, siempre que hablemos de marxismo, es la sociedad, no la naturaleza y dar

  • 26

    cuenta de estos asesinatos, de estas torturas, de estas desapariciones, de estas masacres, de

    estos genocidios burocrticamente planificados. Los dogmas del pasado ya no nos sirven para

    esto. Ya no alcanzan. Son completamente inoperantes. No hay que tener miedo de

    abandonarlos. Tenemos que pensar la historia y el presente de nuestra Amrica, de Amrica

    Latina, dando cuenta de ese carcter criminal y genocida de la civilizacin capitalista. Porque

    ninguno de estos hechos de barbarie son accidentes fortuitos ni excepciones de la regla. Lo

    fundante y lo normal no es la paz. Estos hechos de barbarie no son interrupciones entre dos

    momentos de civilizacin. La civilizacin capitalista moderna representa hoy la barbarie.

    Elaborado entonces a principios de los 90 y editado en la segunda mitad de esa dcada,

    Marx en su (Tercer) Mundo es de algn modo hijo de su poca. No poda ser de otra manera.

    La dcada de los 90 fue cruel. Fueron aos de ofensiva capitalista en el terreno econmico,

    poltico militar y tambin ideolgico. Fueron aos de desarme terico en el campo popular y

    revolucionario. Para nosotros, fueron aos de reflujo y de repliegue.

    Por lo tanto, este libro constituye un intento de resistencia, de marchar a contracorriente. As

    se plantea explcitamente desde el primer rengln de su edicin argentina. La mayora de las

    producciones crticas latinoamericanas de ese perodo estn marcadas por ese intento de

    resistir la ofensiva enemiga.

    Pero actualmente, a inicios del nuevo milenio, la situacin ha comenzado a cambiar. Las

    nuevas protestas marcan un nuevo ritmo en el ciclo de las luchas de clases: desde las

    rebeliones de Chiapas, Seattle y Davos hasta Gnova, Praga, Porto Alegre, Berln y Barcelona.

    Acompaando estas rebeliones y protestas globalizadas, de la mano de la Revolucin Cubana

    y Fidel Castro, en Venezuela se vive una nueva experiencia poltica encabezada por Hugo

    Chvez de signo innegablemente progresista, mientras en Brasil los sectores populares

    intentan resistir un proceso de creciente cooptacin del gobierno de Lula por parte del gran

    capital.

    En mi pas, en diciembre de 2001, una parte importante del pueblo sali salimos a la

    calle para desafiar al gobierno y enfrentar el estado de sitio. Aunque nos cost la muerte (mejor

    dicho, el asesinato) de aproximadamente treinta compaeros, esa rebelin popular logr

    derribar al gobierno e hizo retroceder a las salvajes fuerzas de represin estatales. A los pocos

    das una nueva movilizacin popular logr derribar otro gobierno.

    Luego vino el reflujo popular y la estabilizacin relativa, pero estabilizacin a fin de

    cuentas de la institucionalidad del sistema capitalista cuya representacin poltica haba sido

    fuertemente cuestionada en la calle. Con el decaimiento (momentneo) de la protesta y una

    inteligente iniciativa poltica de los cuadros ms lcidos de las clases dominantes locales, se

    logr la parcial recomposicin de la hegemona burguesa. El nuevo gobierno del presidente

  • 27

    Nstor Kirchner combin una oportuna crtica al neoliberalismo, con una apelacin a reconstruir

    la vieja ilusin de un capitalismo nacional. Mediante la utilizacin de lo que Antonio Gramsci

    teoriz como revolucin pasiva (que consiste en ponerse en el bolsillo las demandas

    populares, encabezndolas e integrndolas desde arriba) y gatopardismo (que cambie algo

    para que nada cambie), el nuevo gobierno logr bajar los decibeles de la conflictividad poltica.

    De este modo, el sistema logra ganar aliento y tiempo hasta que el movimiento popular retome

    la iniciativa. Cunto durar este impasse de la protesta? Hoy, a comienzos de septiembre de

    2003, nadie lo sabe.

    Por qu hacemos referencia a estos hechos de la lucha poltica cotidiana cuando se

    supone que la introduccin a la edicin cubana debe ser filosfica (como todo el libro)? Pues

    porque jams conceb la filosofa divorciada de la vida, como alguna vez nos quisieron hacer

    creer los tristes profesores de la Academia argentina. La reflexin terica ni empieza ni termina

    cuando abrimos y cerramos los libros. Para todo marxista latinoamericano que realmente viva y

    sienta y no solo piense la filosofa de la praxis, debe ser igual. El mundo de la vida, que no es

    otro que el mundo de la praxis histrica y de las luchas polticas, es lo primordial. Los libros y la

    teora deben intentar expresarlo y no al revs.

    Por eso pensamos y sentimos que estamos viviendo el inicio de un nuevo perodo histrico.

    Estamos pisando sobre un suelo movedizo. En Amrica Latina ha comenzado a palpitar algo

    nuevo. Quizs todo depende de nuestras fuerzas de aqu en adelante la Revolucin

    Cubana ya no est tan sola, como estuvo a lo largo de estos ltimos aos.

    En la poltica se respira el fin del capitalismo neoliberal. A pesar de la desesperada reaccin

    militar del imperialismo y su nuevo macartismo, la ofensiva del capital iniciada a nivel mundial

    con Thatcher y Reagan comienza a perder fuerza. En el terreno filosfico, el posmodernismo, el

    postestructuralismo (de factura francesa) y el pragmatismo (de origen norteamericano) han

    comenzado a perder terreno y credibilidad. El marxismo, en tanto teora de la hegemona,

    filosofa de la praxis y teora crtica del capitalismo, puede retomar la contraofensiva... a

    condicin de que abandone definitivamente el pesado lastre dogmtico que, como una soga al

    cuello, le sigue impidiendo dar la batalla en las nuevas condiciones mundializadas. El horizonte

    comienza a abrirse frente a nuestros ojos. Depende de nosotros profundizar esa apertura e ir

    hasta la raz.

    Pero en el orden de la lucha contra la dominacin ni todo es tan fcil ni la solucin es

    mecnica. No hay final feliz asegurado de antemano. Las opciones ideolgicas no siempre son

    transparentes. Si las formulitas mecnicas y los esquemas apolillados de los vetustos

    manuales de las Academias de Ciencias de los pases del socialismo real ya no atraen a

    ningn o ninguna joven que hoy quiera cambiar el mundo, qu los remplazar?

  • 28

    Como en los ltimos aos la situacin mundial y continental ha cambiado y se abren

    perspectivas alentadoras para el pensamiento crtico luego de casi veinte aos de

    hegemona ideolgica neoliberal nuevos profetas intentan monopolizar la palabra y dictar

    ctedra a los jvenes revolucionarios. Mencionemos tan solo a dos de estos nuevos profetas

    omnisapientes que pretenden ocupar el espacio abandonado por los viejos dogmas

    stalinizados.

    En primer lugar, el ms famoso de todos. El ms clebre, el ms aplaudido, el ms

    celebrado (incluso por todas las derechas). El que actualmente ocupa la primera pgina de

    todos los suplementos culturales del mundo civilizado: el filsofo italiano Toni Negri y su libro

    Imperio.2

    Despus de aos de pensamiento mediocre, de reflexiones en migajas, de culto religioso al

    fragmento y a lo micro, la filosofa se despereza y empieza a despertar del letargo. Negri ha

    vuelto a instalar un gran relato. Era hora! Ese esfuerzo por construir una visin

    omnicomprensiva es lo mejor que aporta Imperio. Lstima que ese intento venga acompaado

    de un eurocentrismo brutal, que reproduce alegremente los mismos tpicos que Marx en su

    (Tercer) Mundo pretende cuestionar. En la prosa de Negri, tan festejada, no falta nada. Todo

    est a la vista. No solo cuestiona el camino de la Revolucin Cubana, de Vietnam, de Nelson

    Mandela, de Malcom X (y de todos los revolucionarios que han emprendido la lucha armada

    contra el capitalismo) sino que tambin decreta, mientras celebra la globalizacin, el supuesto

    fin del imperialismo (?). Sin olvidarnos tampoco de su arremetida contra la teora de la

    dependencia o de sus crticas demoledoras? contra Edward Said, Immanuel Wallerstein y

    Samir Amin.

    Coronando este edificio terico, que los principales medios de prensa de la derecha mundial

    han elevado a nueva profeca del siglo XXI, chocamos con el busto de Marx. Porque, a

    diferencia de sus primeros y brillantes trabajos, en los tiempos en que l era un abnegado

    militante de la organizacin radical italiana Poder Obrero, en Imperio Negri se queda con el

    busto, no con el pensamiento vivo de Marx. Para legitimar su visin apologtica de la

    globalizacin y de la expansin mundial del capital, Negri cita, como no poda ser de otra

    manera, los artculos de Marx sobre la dominacin britnica en la India de 1853 pero... se le

    escapa completamente equivocacin inocente? la revisin que el propio autor de El

    capital realiza sobre esta problemtica en sus ltimos aos. La constatacin de esta revisin

    constituye una de las tesis centrales de Marx en su (Tercer) Mundo.

    2 Cfr. Antonio Negri y Michael Hardt, Imperio. Antes de esta edicin traducida al espaol por Alcira Bixio, ya circulaba en internet una traduccin pirata (ilegal) de Eduardo Sadier. Nosotros intentamos sentar posicin en nuestro libro Toni Negri y los desafos de Imperio, publicado en Espaa (2002).

  • 29

    En segundo lugar, un intelectual mucho ms cercano a los pueblos latinoamericanos. Sin el

    brillo ni la erudicin terica ni la prosa cautivante ni el pasado militante de Negri, el escritor

    alemn Heinz Dieterich ha logrado en estas latitudes una audiencia nada despreciable.

    Para hacerle justicia, no podemos dejar de reconocer que entre Negri y Dieterich hay, sin

    embargo, un abismo poltico. Adems de escribir junto a Noam Chomsky (lo que le ha otorgado

    cierta fama y le ha garantizado cierto pblico), Dieterich s es un defensor de la Revolucin

    Cubana. En ningn momento cae en la ingenuidad de decretar administrativamente el fin del

    imperialismo o en alguna de las otras puerilidades de Negri. No obstante, en sus libros

    profusamente difundidos durante los ltimos aos en Argentina y Amrica Latina, vuelven a

    aparecen viejos dogmas, revestidos ahora con un ropaje y un maquillaje renovados. Pero no

    dejan de ser dogmas bien antiguos.

    Como tambin sucedi con Rgis Debray en los 60 y su poco feliz intento de canonizar y

    codificar a la Revolucin Cubana reducindola a una caricatura unilateral y a una receta

    foquista, pretendiendo convertirse de este modo en EL TERICO (con maysculas) del

    guevarismo y el fidelismo; durante los ltimos aos Dieterich se ha esforzado por ocupar un

    lugar anlogo en relacin con el proceso venezolano encabezado por Hugo Chvez.

    Extrapolando de manera mecnica la experiencia venezolana en sus incontables libros, folletos

    y conferencias, Dieterich pregona para Amrica Latina la unidad del pueblo con sectores de las

    fuerzas armadas. Afortunadamente, importantes sectores de la izquierda y del campo popular

    en la Argentina han hecho odos sordos a esos reclamos de unidad. No aprendimos nada de

    la dcada del 70? Las fuerzas armadas venezolanas son las mismas que las argentinas?

    Tienen el mismo componente social? Nos vamos a olvidar de que los coroneles argentinos

    que hoy emplean la retrica nacionalista son los mismos que fueron instructores

    contrainsurgentes en las escuelas yanquis de Panam y de la contra en Nicaragua?

    Pero lo que aqu nos interesa ms, pues esta introduccin es sobre un libro de filosofa, es el

    tipo de razonamiento terico empleado por Dieterich para legitimar sus devaneos intelectuales.

    Despus de reconocer que las doctrinas del socialismo realmente existente ya no sirven

    como bandera de lucha y organizacin mundial lo cual es justo y cierto Dieterich se lanza,

    como las viejas Academias de Ciencias de la URSS stalinizada, a legitimar su propuesta

    poltica a partir de la naturaleza. Forzando los hechos hasta un lmite increble, llega a situar

    en la decodificacin biolgica del genoma la base fundamental para la construccin de una

    nueva sociedad. La llave para salir del capitalismo no est entonces en la lucha de clases, sino

    en... el genoma!

  • 30

    Pero aqu no se detiene la nueva profeca que viene a remplazar supuestamente los

    dogmas del viejo DIAMAT sovitico. No. Ms adelante, Dieterich avanza y se anima un poco

    ms, sealando que Para transformar la sociedad hay tres caminos posibles: a) manipular

    genticamente al ser humano, b) tratar de crear al hombre nuevo y c) cambiar las

    instituciones que guan su actuacin [...] La opcin b) ha sido aplicada por todas las religiones

    del mundo, seculares y metafsicas, con resultados desastrosos.3 Por si no alcanzara,

    Dieterich califica de utpico al proyecto que apuesta a la construccin y creacin del hombre

    nuevo.

    Este tipo de argumento es muy antiguo. Por una parte, opone arbitrariamente el cambio de

    las instituciones a la transformacin de la subjetividad humana, como si el uno se pudiera hacer

    sin el otro. Por otra parte, vuelve a recurrir al viejo mito stalinista (ampliamente utilizado contra

    el Che Guevara y contra la Revolucin Cubana durante los 60) segn el cual la propuesta de

    sustentar un cambio socialista de largo aliento en la creacin de un nuevo tipo de subjetividad

    histrica el hombre nuevo en el lenguaje del Che violenta las posibilidades objetivas...

    Con otro ropaje, con otras citas, apelando a otras autoridades y, sobre todo, en otras

    coordenadas histricas, en los textos de Dieterich nos volvemos a chocar con el viejo arsenal

    naturalista y metafsico que en nombre de LA CIENCIA (en maysculas, sin diferenciar a las

    ciencias naturales de las ciencias sociales) legitima sus posiciones polticas reacias a todo

    proyecto radical. No casualmente, en los libros de este autor alemn, ese tipo de

    argumentaciones, que cuestionan por utpica, religiosa y desastrosa la praxis guevarista

    de la creacin del hombre y la mujer nuevos, vienen acompaadas de la propuesta poltica que

    aconseja a las nuevas generaciones de revolucionarios latinoamericanos no hablar de

    socialismo... sino tan solo de democracia participativa.

    Sin renunciar a la crtica, Gramsci nos ense a tratar de encontrar siempre los granos de

    verdad que encierran aun las propuestas ms disparatadas. Por eso, se me ocurre que Negri y

    Dieterich, a pesar del eurocentrismo de uno y de la metafsica cientificista del otro, han

    encontrado gran audiencia porque hoy existe un pblico nuevo en Amrica Latina y el resto del

    mundo. Nuevas generaciones comienzan a plantearse los viejos problemas, y los nuevos.

    Detrs de la hojarasca de Negri, lo que rescato es su intento de volver a una visin

    totalizadora y holista, a un gran relato, segn la jerga posmoderna. Detrs de las profundas

    equivocaciones de Dieterich, me imagino que se encuentra algo cierto: hace falta un nuevo

    proyecto histrico para nuestros pueblos. El marxismo latinoamericano y la Revolucin Cubana

    mucho pueden aportar en ambos sentidos.

    3 Cfr. Heinz Dieterich, Bases del nuevo socialismo, p. 74.

  • 31

    La Revolucin Cubana? S, la Revolucin Cubana. Sin hacer caso omiso de sus

    problemas, sin obviar sus limitaciones, me parece que no se puede desconocer que hoy es

    imposible estudiar los avatares de Marx y su filosofa de la praxis en Amrica Latina sin dar

    cuenta al mismo tiempo de la Revolucin Cubana.

    Sobre Guevara escrib en De Ingenieros al Che. All desarrollo mi visin de su pensamiento.

    Adems, desde fines de 1996 y durante todo 1997 fui cofundador de la Ctedra Ernesto Che

    Guevara de la Universidad de Buenos Aires. Ms tarde, en 2002, ahora en la Universidad

    Popular Madres de Plaza de Mayo, cofundamos la Ctedra Libre Ernesto Che Guevara que, en

    2003, se transform en Ctedra de Formacin Poltica Ernesto Che Guevara. El Che ya no

    estaba entonces de moda como en 1997. No nos import. Seguimos siendo guevaristas.

    Con la moda, sin la moda, contra la moda.

    La experiencia pedaggica y las reflexiones tericas que tuve oportunidad de desarrollar en

    esta Ctedra Che Guevara las volqu en dos libros distintos. El primero, centrado en un nuevo

    intento de pedagoga del marxismo, se titula Introduccin al pensamiento marxista. Tratando de

    evitar los vicios clsicos de los antiguos manuales de marxismo (el eurocentrismo, el

    dogmatismo, la deshistorizacin, la pedagoga de la repeticin y la cita mecnica, etc.), all

    desarrollamos un intento de aproximacin al pensamiento marxista desde Amrica Latina y a

    partir de una ptica guevarista. El segundo, que retoma varias de las clases dictadas en la

    Ctedra del Che de la Universidad Popular, junto con entrevistas y reseas bibliogrficas, se

    titula Che Guevara: otro mundo es posible. De algn modo, este ltimo prolonga De Ingenieros

    al Che.4

    Sobre Fidel, en particular, no escrib nunca un ensayo. S, obviamente, sobre la Revolucin

    Cubana, de la que l es protagonista esencial, y sobre su influencia en la cultura argentina. Sin

    embargo, tuve una alegra enorme (y un orgullo, no me da ningn tipo de vergenza decirlo y

    escribirlo, a pesar de que muchos intelectuales progresistas argentinos fueron fanticos

    partidarios de Cuba en los 60 pero hoy prefieren hacerse los distrados) cuando lo conoc

    personalmente en enero de 2001. Como jurado de Casa de las Amricas, tuve la oportunidad

    y la suerte, por qu no? de encontrarme con Fidel.

    Esa larga noche que, junto a los dems miembros del Jurado, pude conversar con l, le

    pregunt acerca de muchos temas del marxismo, particularmente sobre el latinoamericano:

    acerca de Julio Antonio Mella, la Reforma Universitaria de 1918, Jos Ingenieros, Antonio

    Guiteras, el viejo Partido Socialista Popular, el Moncada, el Movimiento 26 de Julio, el Che y

    tambin sobre Stalin. Si bien la charla termin muy tarde, me qued con ganas de seguir

    conversando y aprendiendo.

  • 32

    Aunque esa noche no pude dormir por la emocin, tiempo despus me pregunt qu

    hubieran pensado de Fidel y de mi interrogatorio, un poco inquisitorial pero repleto de

    admiracin, todos estos tericos argentinos de la mansedumbre y la resignacin, que han

    copado muchas ctedras de la Universidad en Buenos Aires y no pocos medios de

    comunicacin de masas. Todos estos nadadores que van con la marea del momento: fueron

    castristas en los 60, peronistas montoneros en los 70, postmarxistas en los 80,

    socialdemcratas en los 90 y vaya uno a saber qu cosa en los aos 2000.

    No s que hubiesen pensado. Y aunque muchos de ellos fueron mis profesores y en su

    poca los escuch con demasiada paciencia, ya no me importa tampoco qu piensan. Lo que

    s s, de lo que s estoy completamente seguro, es de que los compaeros y compaeras de mi

    generacin ya no podemos prestarles atencin ni seguir presos de sus miserias personales y

    mezquindades polticas.

    Estamos en un nuevo siglo y se abren ante nosotros nuevos desafos. El mundo est

    cambiando. Hacia dnde ir?

    Supongo yo, me imagino, que un joven cubano o una joven cubana que comience a leer

    este libro, tendr muchas interrogantes abiertas como tambin yo las tengo. A nosotros nos

    toca una responsabilidad enorme. En Cuba, defender, consolidar y profundizar an ms el

    cambio permanente de las personas, las relaciones sociales y las instituciones. La revolucin

    socialista no se puede detener. Pero Cuba no podr defender y profundizar su revolucin si

    sigue sola y aislada. Ya Marx se haba percatado en el siglo XIX que los cambios deben tener

    escala universal en nuestra poca. La revolucin por la que luchamos debe ser mundial. Es

    una cuestin de vida o muerte. Para que Cuba no retroceda, Argentina, Brasil, Mxico,

    Colombia, Venezuela y toda Amrica Latina tambin deben hacer sus propias revoluciones y

    marchar al socialismo. El asesinato, la tortura, la crcel, el sufrimiento y la desaparicin de

    tantos miles de compaeros y compaeras no pueden haber sido en vano. Las tareas que ellos

    y ellas se plantearon siguen pendientes.

    No podemos esperar mansamente, con modorra y brazos cruzados, que la modernidad

    europea nos libere, que la civilizacin nos emancipe, que el desarrollo de las fuerzas

    productivas y la inversin de capitales nos rescate. Las nuevas generaciones latinoamericanas

    tenemos una gran responsabilidad sobre nuestros hombros y un desafo gigantesco por

    delante.

    En funcin de esa responsabilidad y de ese desafo, no estara de ms recordar aquellas

    palabras encendidas que, en 1819, cuando el pequeo Carlitos Marx tena apenas un ao de

    4 Cfr. Introduccin al pensamiento marxista y Che Guevara: otro mundo es posible.

  • 33

    vida y todava estaba en los brazos de Enriqueta Pressburg, su madre pronunciara Jos de

    San Martn:

    Compaeros del exercito de los Andes:

    La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos: sino tenemos dinero, carne y un

    pedazo de tabaco no nos tiene de faltar: cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con

    la bayetilla que nos trabajen nuestras mugeres, y sino andaremos en pelota como nuestros

    paisanos los indios: seamos libres, y lo dems no importa nada...

  • 34

    Introduccin a la primera edicin (argentina)

    Nstor Kohan

    Los dominadores de cada momento son los

    herederos de todos los que alguna vez han vencido

    en la historia. La empata con el vencedor beneficia

    siempre al dominador del momento.

    WALTER BENJAMIN

    Apuntes sobre el concepto de historia

    Qu significa, entre tantos otros quehaceres,

    "hacer" filosofa para quienes tenemos el privilegio

    de mantener la vida cuando tantos otros la

    perdieron? Qu significa, en estas condiciones,

    pensar?

    LEN ROZITCHNER

    Filosofa y terror

    Este es un libro a contracorriente. No nos interesa subirnos al carro sangriento de los

    vencedores y de sus industrias culturales. Se nos plantea tratar de pensar la historia, la poltica

    y la filosofa desde abajo, a contrapelo de las modas permitidas e incluso promovidas por los

    mediocres con poder. Se trata de conjurar la gratuidad inducida de la escritura y la caprichosa

    vacuidad de la palabra. Hoy, bajo la mirada vigilante del amo, se puede decir "todo", discurrir

    acerca de "todo", experimentar y jugar con "todo"... siempre y cuando no se aborde lo intocable

    ni se mencionen los nombres prohibidos o los temas malditos. El permetro de lo pensable y

    discutible es muy amplio... llega hasta donde se extiende la colorida tolerancia amistosa

    siempre sustentada en una latente y gris amenaza de muerte. Ese es actualmente el campo

    inconfesado que rige y delimita la posibilidad del pensar. Se trata, por fin, de vencer el temor,

    de sobrepasarlo y quebrarlo. Ese es el gran desafo.

    Es que no solo han dirigido su artillera contra el movimiento popular y revolucionario, contra

    sus valores y su memoria. Adems, nos han expropiado la teora revolucionaria, nos han

    desarmado.

  • 35

    Como resultado de un conjunto muy vasto de estrategias polticas de los sectores de poder

    hicimos nuestras las categoras, el discurso, el pensamiento y los trminos del enemigo. Los

    internalizamos. La dominacin no solo est afuera, tambin est dentro de nosotros mismos.

    Nuestro desarme histrico no fue casual ni accidental. Fue un resultado directo de la derrota

    provisoria, siempre provisoria: donde hay poder hay resistencia a la que nos sometieron

    los poderosos en su guerra contra " la subversin", es decir, contra el pueblo. Una guerra cruel,

    despiadada, sin lmites en el tiempo ni el espacio. Una guerra salvaje, implementada no solo

    por las fuerzas armadas sino tambin por la fuerza social que las apoy, financi y, en ltima

    instancia, dirigi.

    Si esa es indudablemente la primera causa del actual desarme, no podemos soslayar otros

    determinantes. Al haber despreciado el trabajo terico esa sospechosa obsesin de "los

    intelectuales"... y subestimado la batalla cultural de resistencia, importantes sectores del

    movimiento revolucionario fueron involuntariamente complacientes con esa operacin

    ideolgica de contrainsurgencia. La derrota no comienza con el triunfo de las fuerzas armadas

    y la burguesa financiera en lo local ni con la cada del Muro de Berln en lo internacional. Viene

    de mucho antes, desde el momento en que la cristalizacin dogmtica impidi desarrollar

    eficazmente la contrahegemona.

    Ser radical es aferrar las cosas desde la raz, sentenciaba el joven Marx. Pues seamos

    radicales y lleguemos hasta las races. La nueva guerra es una guerra cultural. Debemos

    retomar la ofensiva. De una vez por todas, debemos retomar la ofensiva.

    Desde ese objetivo bien preciso este libro pretende seguir un hilo problemtico conductor, el

    de invitar a los lectores a emprender desde las nuevas condiciones polticas abiertas en

    nuestra Amrica y en el Tercer Mundo una relectura y un replanteamiento global del

    pensamiento inaugurado por Carlos Marx. Se trata de apropiarnos del marxismo desde una

    visin no colonizada de antemano. Se trata, entonces, de superar viejos esquemas, aejos

    dogmas, creencias coaguladas cuyos obstculos an siguen pesando como pesadillas en el

    cerebro de nosotros, los vivos.

    Hemos mencionado el "Tercer Mundo". Incluso el ttulo del libro hace referencia a l.

    Podramos adoptar provisoriamente esta categora para designar a Amrica Latina, Asia y

    frica tal como lo haca el comandante Che Guevara en su clebre "Mensaje a los pueblos del

    mundo a travs de la Tricontinental". Aunque no pretendemos, sin embargo, atribuirle al

    concepto solamente aquella denotacin, fijndola ahistricamente de antemano.

    Las violentas y repentinas reconfiguraciones experimentadas en los ltimos aos (derrumbe

    de la URSS y de su culto a la burocracia, globalizacin capitalista y expansin imperialista sin

    precedentes, recolonizacin del Este europeo, aparicin de bolsones "tercermundistas" en las

  • 36

    mismas megametrpolis capitalistas occidentales, etc.) obligan a repensar tambin tal

    concepto. La hegemona del capital imperialista se profundiza, la subsuncin real del planeta

    en sus fauces se mundializa. Por eso es que el Tercer Mundo no ha desaparecido: se ha

    multiplicado. De la mano del imperialismo, cada vez ms agresivo y militarizado, el mundo

    entero marcha hacia su tercermundizacin.

    El trmino Tercer Mundo naci justo a mitad del siglo XX, en un planeta polarizado por dos

    superpotencias. Su impulsor fue francs. El demgrafo, antroplogo e historiador de la

    economa Alfred Sauvy quien utiliz por primera vez esa expresin el 14 de agosto de 1952, en

    el semanario francs L'Observateur. Su artculo terminaba as: "pues, finalmente, este Tercer

    Mundo ignorado, explotado, despreciado como el Tercer Estado, quiere, l tambin, ser algo".

    De esta manera, parafraseaba una famosa frase del sacerdote Sieys, quien defina as al

    Tercer Estado de la Revolucin Francesa: Qu es el Tercer Estado? Todo. Qu ha

    significado, hasta hora, en el orden poltico? Nada. Qu pide? Convertirse en algo.

    Alfred Sauvy quien no era marxista se bas en esta analoga histrica con la revolucin

    de 1789 para describir y, al mismo tiempo, polemizar. Describi a la mayora de la poblacin

    del planeta que no era ni el Primer Mundo (la aristocracia en la analoga de 1789) ni el

    Segundo Mundo (la Iglesia y los clrigos, siempre dentro de la analoga), sino el Tercer Mundo,

    o sea los terceros Estados. De este modo, la expresin le serva para marcar distancia con

    Estados Unidos y la Unin Sovitica, catalogadas analgicamente como una aristocracia y

    una iglesia.

    En el momento en que Sauvy acua la palabra, haba un Primer Mundo, capitalista

    desarrollado, imperialista y metropolitano, y un Segundo, que pretenda ser socialista o tena

    ambiciones de constituirse en algo as como la capital del socialismo. El resto era el Tercer

    Mundo, colonial, semicolonial, subdesarrollado, dependiente y perifrico, que reuna la mayora

    numrica del planeta. Dentro de este Tercer Mundo se ubicaban sociedades como Cuba o

    Vietnam, que haban roto, a travs de revoluciones socialistas, con los lazos coloniales y

    dependientes.

    Medio siglo despus, aquella palabra no est de moda. Para designar la misma realidad

    social, suele emplearse ms a menudo el trmino geogrfico Sur. Aunque resulta sumamente

    equvoco y ambiguo. Argentina est en el Sur. Australia tambin. Sin embargo, esta ltima,

    socialmente hablando, pertenece al Norte. Actualmente, hay pases del Este europeo que,

    geogrficamente, estn en el Norte, aunque socialmente pertenecen a los pases del Sur.

    No obstante la desaparicin de una de las dos superpotencias (la que corresponda al

    Segundo Mundo), si partimos del significado conceptual que tuvo este trmino durante la mayor

    parte del siglo XX hambre, racismo, subalimentacin, subdesarrollo coexistente en forma

  • 37

    combinada con el hiperdesarrollo, dominaciones coloniales y guerras imperiales, desfase

    tecnolgico, abrupto contraste entre lo moderno y lo premoderno, entre la periferia y las

    metrpolis, represiones salvajes, superexplotacin, etc. a comienzos del siglo XXI el Tercer

    Mundo incluye en su seno cada vez mayores cantidades de poblacin.

    Se han modificado las condiciones y articulaciones entre los Estados-naciones, la soberana

    de las clases dominantes internas y la dominacin mundial del capital, pero se reproducen en

    escala ampliada las notas caractersticas que lo "distinguieron" hasta el momento. Esa

    reproduccin ampliada en escala universal no se produce por falta de capitalismo. Es la lgica

    consecuencia del capital. El capitalismo no falta, sobra. De ah que aun dando cuenta de

    estas notables modificaciones optemos por seguir manteniendo y empleando este trmino.

    La hiptesis principal del eje problemtico que proponemos se apoya en el cuestionamiento de

    aquella hermenutica del marxismo otrora oficial (compartida tanto por los "profetas" de la II

    Internacional como por "la iglesia" sovitica y sus diversos desprendimientos "cismticos") que

    concibi este corpus terico como una filosofa metafsica de la materia, entendida como

    doctrina universal y necesaria, a partir de la cual se dedujeron un esquema general y una

    filosofa de la historia tambin universal. Ambos legitimadores del desprecio terico hacia los

    problemas especficos del Tercer Mundo y dentro de l particularmente por los de Amrica

    Latina. Ambos poseedores de un carcter marcadamente prescriptivo y normativo basado en el

    modelo clsico de Europa occidental y pretendidamente vlido para todo tiempo y lugar. Un

    modelo que con toda justicia puede denominarse metafsico.

    A partir de la crtica de ese modelo terico el libro intenta avanzar hacia la reconstruccin del

    marxismo entendido como una filosofa de la praxis activista, humanista y libertaria, cuyo

    fundamento revolucionario est constituido por una perspectiva historicista radical. Filosofa de

    la praxis que, si bien reconoce la necesidad de los enfrentamientos capilares (los nicos que

    aceptan el posmodernismo y el posestructuralismo), no renuncia ni abandona los proyectos

    globales, es decir, la categora de totalidad.

    Este intento de dar un paso atrs para reconstruir desde una nueva ptica la filosofa del

    marxismo se sustenta en la discusin crtica de sus presupuestos epistemolgicos y lgicos,

    sociolgicos e histricos, as como tambin antropolgicos y econmicos a partir de los cuales

    se propone rediscutir sus problemas y categoras clsicas: trabajo. fetichismo (y su estrecha

    conexin con la teora del valor), historia, progreso, libertad, tanto como aquellos otros referidos

    a la cuestin del poder y a la relacin que une y separa el marxismo con la modernidad

    centroeuropea.

    Quien escribe es consciente del crucial momento por el que atraviesa la izquierda