¿Y DESPUÉS DEL 2012? EL NUEVO HUMANO...• 9 • EL NEVO MANO REVELACIÓN 16 1072039.El hombre...

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  • ¿Y DESPUÉS DEL 2012?

    EL NUEVOHUMANO

    el camino hacia la otra evolución

    ERIC BARONE

    33 REVELACIONES

  • ¿Y DESPUÉS DEL 2012?

    EL NUEVO HUMANOEL CAMINO HACIA LA OTRA EVOLUCIÓN

    Todos los derechos reservados.Este libro no podrá reproducirse total o parcialmente por ningún método gráfico, incluyendo los sistemasde fotocopias, registro magnetofónico o de alimentación de datos, sin previa autorización por escrito de los autores.

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    Copyright © 2012: baronEEric

    I.S.B.N. 978-987-33-1898-6

    Buenos Aires República Argentina

  • Al príncipe NALBLIPANI TAPAUCO BERLASSSOsin su apoyo visible e invisibleeste libro nunca hubiera salido a la luz

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    EL NUEVO HUMANO

    INDICE

    PRÓLOGO 13A cargo del Doctor Ángel Garcia Jara

    ERIC BARONE 17

    CÓMO NACIERON LAS 33 REVELACIONES 19

    LAS 33 REVELACIONES 53que transmutarán el fin de un mundo en el comienzo de otroREVELACIÓN 1 552013. Se revelará el poder de la glándula invisible, creadora de la conciencia akáshica.

    REVELACIÓN 2 592013. Será el ocaso del hipnotismo social.

    REVELACIÓN 3 652015. Ocurrirá el despertar de una nueva conciencia sexual.

    REVELACIÓN 4 672017. Transformación de la especie humana en caja de resonancia de todos los seres vivientes del planeta.

    REVELACIÓN 5 692018. Los humanos como detectores de verdades fundamentales y de la esencia de la realidad.

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    ERIC BARONE

    REVELACIÓN 6 732018. La conciencia encontrará su alimento.

    REVELACIÓN 7 772018. El darwinismo akáshico llevará a una adaptación forzada a los cambios evolutivos.

    REVELACIÓN 8 792020. Se activarán los procesos de autosanación innatos en el hombre.

    REVELACIÓN 9 832030. La mente aprenderá a moverse en siete dimensiones.

    REVELACIÓN 10 852030. La inteligencia superior se volverá accesible a todos.

    REVELACIÓN 11 892032. Los ejes de funcionamiento de las microsociedades se vuelven visibles. Nacerán nuevos paradigmas de comunicación y de comercialización.

    REVELACIÓN 12 932033. El hombre aprenderá a sanarse transfiriendo sus enfermedades a los árboles.

    REVELACIÓN 13 972033. El sexo y el amor se unificarán en un sentimiento superior más altruista.

    REVELACIÓN 14 1012036. Aparecerá la posibilidad de establecer comunicaciones directas con inteligencias extraterrestres y de otras dimensiones.

    REVELACIÓN 15 1052037. Grupos de 7 personas aprenderán a crear conscientemente un nuevo tipo de ser invisible de gran influencia.

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    EL NUEVO HUMANO

    REVELACIÓN 16 1072039. El hombre podrá crear y programar «robots invisibles», usando sus propias energías vitales como materia prima.

    REVELACIÓN 17 1112039. Setenta y siete maestros formarán un gobierno mundial invisible.

    REVELACIÓN 18 1152042. Un extraño poder de la voz permitirá a la conciencia ver múltiples planos y realidades.

    REVELACIÓN 19 1192050. Un mecanismo anti sufrimiento cambiará el equilibrio de los poderes en el mundo.

    REVELACIÓN 20 1252052. A través de la universalización de los viajes de la conciencia en otros espacios, surgirá una revolución global de todos los conocimientos.

    REVELACIÓN 21 1292052. La mente humana logrará unificar todos los conocimientos. Llega el apogeo intelectual de la humanidad.

    REVELACIÓN 22 1332054. Gracias a una nueva unión con los árboles, el hombre se volverá capaz de crear autopistas para recibir a seres de otra dimensión.

    REVELACIÓN 23 1372057. Ciertas personas adquirirán el poder de «ver los planes de Dios» y guiarán a la humanidad en consecuencia.

    REVELACIÓN 24 1412057. La percepción emocional aumentará con tal intensidad que todas las relaciones humanas serán cambiadas para mejor.

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    ERIC BARONE

    REVELACIÓN 25 1452057. Todos los poderes parapsíquicos se desarrollarán en forma conjunta provocando grandes mejoras en la vida pero también vehiculizando el riesgo máximo de destrucción de la humanidad.

    REVELACIÓN 26 1492059. El hombre podrá fusionarse con la conciencia cósmica lo que le aportará más de 300 beneficios.

    REVELACIÓN 27 1552067. El poder de la voz abrirá puertas hacia otras dimensiones, lo que provocará estados de locura o grandes logros en los que viajen hasta allí.

    REVELACIÓN 28 1592067. El poder de la voz abrirá puertas hacia otras dimensiones, lo que provocará estados de locura o grandes logros en los que viajen hasta allí.

    REVELACIÓN 29 1632067. Una nueva fuente de alimentos extradimensionales provocará mutaciones en la morfología de la especie humana.

    REVELACIÓN 30 1692067. El hombre renovará su salud gracias a su sistema digestivo, que despertará funciones genéticas análogas a las producidas por la alquimia.

    REVELACIÓN 31 1732087. Volveremos a colaborar con los seres del mundo invisible ya que nuevos canales de percepción nos permitirán detectarlos.

    REVELACIÓN 32 1772087. Conectándose a 69 canales cósmicos el hombre activará todos los mecanismos internos de autosanación.

    REVELACIÓN 33 1812089. La mente podrá usarse en forma cuántica, lo que implicará un salto definitivo para la inteligencia del hombre y la comprensión del universo.

    PRÓXIMO LIBRO 185“Guía Práctica para el Nuevo Humano”

    ANEXO: GLOSARIO 187

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    EL NUEVO HUMANO

    PRÓLOGO

    En la perfección sin artificios de la creación, en la infinita inmensidad del universo, en la plenitud de los poderes de la tierra y en el amor sin condiciones ni prebendas; superando los límites de la lógica, prescindiendo del espacio y del tiempo, en el umbral de lo mágico, Eric Barone propone, en este nuevo libro, y por medio de los Registros Akáshicos, buscar los senderos donde hallar la energía vital que susten-te al hombre (su bioenergía) para ayudarlo a encontrar la plenitud y razón de su existencia. Con este propósito, incursiona con paciencia de alfarero y matices de pintor renacentista en diferentes campos del saber, sin perder el sentido didáctico de un docente, la rigurosidad de un historiador y la sagacidad de un paleontólogo.

    Barone transporta con gran maestría al lector, por pasajes y contenidos mitológicos, filosóficos, teosóficos, teológicos, y también por variantes de estas ciencias como lo son la teodicea y la metafísica.

    Es innegable que introduce a quien lo lee en un mundo no convencional, sumamente extraño y apasionante. Semejante al escritor de una novela de ciencia ficción, no deja espacio para lo imposible, postulando que todo es factible en función del al-truismo, el desinterés, el desapego por lo superfluo, el amor sincero y puro. Nada será imposible para quien alcance la elevación en el plano espiritual.

    Imprescindibles son los pasajes en los que Barone hace referencia a distintas eta-pas futuras de la evolución del hombre. Las descripciones sobre los cambios que se darán en la psique y en el soma del hombre son difíciles de imaginar desde el convencionalismo ortodoxo actual, y logran despertar una curiosidad por demás intensa y un ferviente deseo de permanencia para llegar a ser testigo y, por qué no, protagonista de esos cambios.

    Dr. Angel García Jara Experto en psico-neuro-inmuno-endocrinología

  • RESERVA MÉDICO-LEGALLe recordamos que la Terapia Akáshica es a la vez una filosofía y un movimiento de avanzada, que explora más allá de los límites actuales de la ciencia. Participar de sus entrenamientos, productos, servicios o con-ceptos, significa entrar en una cadena de experimentaciones a la vez mentales, energéticas y espirituales.Para continuar con su estudio, debe asumir el compromiso de no usar los métodos indicados por el autor, los consejos, archivos o productos en forma que puedan alterar o interrumpir el desempeño de un tratamiento médico o psicológico prescripto por profesionales de estos rubros que lo están atendiendo. Cualquier duda consulte con ellos la oportunidad de practicar lo que aconsejamos.

  • NOtA DEL EDItOR: Los conceptos o palabras que se encuentran marcados a lo largo del texto con el signo (*) están desarrollados en el glosario anexado al final del libro.El signo (*) aparece solamente en la primera mención de la palabra y las definiciones son acepciones de la Terapia Akáshica.

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    EL NUEVO HUMANO

    ERIC BARONE

    Creador de la Terapia Akáshica y reconocido como el “investigador de la conciencia” de este nuevo siglo, Eric Barone, nació en Argelia en 1955. Hijo de padres franceses, regresa a París donde a los 16 años inventa un sistema pedagógico basado en la cibernética pavloviana y escribe su primer libro. A los 22 años aplica su sistema a la pedagogía en general e investiga sobre hipnotismo; escribe su segundo libro.

    Cinco años más tarde convoca a toda la prensa francesa en la Torre Eiffel para presentar a la primera camada de personas que, gracias a su método y enseñanza, aprendieron a conducir en tiempo récord utilizando la hipnosis. Sigue una explosión mediática a escala nacional. En su proceso de investigación sobre la conciencia, vive una experiencia personal-trascendental habitualmente llamada «Despertar Espiri-tual» gracias al cual adquiere la facultad de viajar de manera fluida en los Registros Akáshicos. Descifra allí nuevas tecnologías de la conciencia.

    Instala en Buenos Aires su base de trabajo para toda Sudamérica y organiza un equipo multidis-ciplinario. Desde profesionales de la psicología y psiquiatría hasta madres de familia comienzan a acudir a Barone para complementar con sus nuevos sistemas el tratamiento de sus pacientes o el cuidado de sus seres cercanos.

    A los 50 años, luego de publicar más de 40 li-bros, decide sintetizar sus investigaciones en un sistema al que llama “Terapia Akáshica” que es presentado oficialmente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

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    EL NUEVO HUMANO

    CÓMO NACIERON LAS 33 REVELACIONES

    Nací en un país en guerra contra sí mismo, en el cual era corriente ver a madres llorando a gritos con sus hijos degollados en los brazos, desesperadas bajo su chador negro. Ver cuerpos despedazados por explosiones también era corriente. La lucha entre el movimiento de fellaghas pidiendo la independencia argelina y el OAS de colonos nacidos en el país que quería evitarlo, fue una lucha fratricida que me mar-có para siempre. El culpable no era el hombre sino una mentira que los poderosos querían que creamos... algunos la llaman «política».

    Mi destino fue marcado por un sueño que hizo matar mucha gente y salvar a otra. No tengo remordimiento de eso, tenía tal vez dos años de edad y, como decía Krishna a Arjuna, «no puedes matar lo que no puede morir». Una mañana me desperté y conté a mi madre que la veía poner una linda vela blanca frente a un pequeño muro de piedra y que había mucha luz. Apenas mi madre lo contó a mi mumarraba árabe, ella se puso a llorar y se fue gritando que el pequeño había soñado la tumba de Sidi Abdelkader Jilalil, un gran santo sufí, y que esta familia estaba protegida. En dos días comprendimos lo que significaba. El vendedor de legumbres de nuestro edificio -un cierto Marzuk, me dijeron- esperó a que no haya nadie en su negocio y habló muy bajo a mi madre: «por favor señora Gilda no vaya a la visita a la tumba de la cristiana». Este era un monumento funerario antiguo, lejos de Skikda (que entonces se llamaba Philippeville), entre Argel y Cherchell. Albergaba los restos de la hija de Cleopatra Séptima y Marco Antonio.

    Mi madre tuvo la buena intuición de contarle esto a un tío mío legionario, que murió meses después como héroe (héroe no sé bien de qué, nunca comprendí cómo uno podía volverse héroe a través de una matanza). Mi tío habló con sus superiores y, en pocas palabras, nos salvaron la vida. Alcanzamos el monumento después de un viaje en barco, acompañados por un grupo de legionarios muy inquietos. Llegados a la entrada, ellos obligaron a los civiles a quedarse afuera y entraron en el monu-mento, lugar perfecto para una emboscada. Oímos ráfagas y recuerdo a mi madre abrazándome fuertemente contra ella, tal como lo hacía a la noche cuando oíamos

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    ERIC BARONE

    las explosiones de la guerra civil. Muchos fellaghas fueron matados por legionarios (entre ellos, mi tío) pero no siento otra cosa que mucha pena de que hermanos se hayan matado porque un niño había soñado a un santo.

    No termina acá el efecto del sueño. Nuestra familia completa fue protegida hasta tomar el avión de la última partida de Argelia, país que el General De Gaulle de-volvió a sus poseedores históricos en 1961. Tenía 6 años. Poco antes, el mismo verdulero que nos salvó la vida, dijo a mi madre que el mufti (autoridad religiosa) quería verme. Me acompañaron a visitarlo. El hombre escribió una surate coránica sobre un papel, lo quemó, y lo mezcló con agua, agitando la botella un largo rato, murmurando palabras que no comprendíamos (nadie hablaba árabe en mi familia de origen francesa). Luego, ceremoniosamente, hizo diversas unciones sobre mi cabeza mientras yo lo miraba a los ojos, curioso. El religioso, en un lenguaje en el que mezclaba el árabe y el francés, dijo a mi madre: «mucho más tarde, cuando se haga grande tu hijo, él será un gran médico, pero no el que va al hospital a ver a los enfermos». Obviamente, me costó medio siglo comprender esa revelación.

    En esos pocos años en que viví en ese país (no puedo decir mi país, porque también aprendí que nadie es dueño de nada, y menos todavía de un territorio), un lugar donde la diversión máxima era ir al puerto para comer zalabias, merguez o macrudes, vi también cosas muy raras que se fijaron en mi mente para siempre.

    Vi gente muy enferma llamar a algún curandero, vi cómo traían serpientes para -según decían- «transferir la enfermedad sobre estos habitantes del desierto» y, en pocos días, vi a la vecina que estaba por morirse, levantarse, ir de compras, regresar a su vida normal. No vi eso una sino muchas veces. Vi hombres y mujeres dedicarse a sanar, sin preocuparse por si los enfermos eran franceses invasores o árabes inva-didos; vi cómo la fe inquebrantable que los animaba los hacía usar el Corán, cómo tiraban plomo fundido en agua y vi al enfermo mejorar luego de tomarla. Era como el contrapeso a tantas muertes injustas que veía en la calle.

    El mufti tenía razón, pero sólo 50 años después pude nombrar mi verdadera profe-sión: sin saberlo me había vuelto un antropólogo de la medicina.

    ¡Qué suerte tuve de nunca ser un buen alumno y de nunca calificar para entrar en la facultad de medicina! hubieran trastornado mi cerebro logrando hacerme creer que los hombres de bata blanca sabían, y que los chamanes de la selva eran todos ignorantes.

    Me fasciné pronto con las lecturas que hacía (por suerte o por desgracia había aprendido a leer a los 3 años). Mezclaba alegremente tratados de cirugía, libros de

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    EL NUEVO HUMANO

    ocultismo, algo de sociología política, mucha ciencia y física, libros de ciencia ficción, todo, menos manuales escolares (tan aburridos).

    No pude evitar fascinarme aún más al leer sobre el mundo egipcio. Experimenté con pirámides y verifiqué que sí, que era cierto, que cuando ponía carne en alguna de las que fabricaba, esta se «momificaba». La primera la armé destruyendo un mueble que, creía, mi abuela no utilizaba más (me dolió mucho cuando descubrí que ella no pensaba lo mismo... pero tenía mi pirámide).

    A la misma abuela le hice beber, sin que lo sepa, mucha agua que había cargado en esta pirámide, y ella mejoró rápidamente de sus sufrimientos estomacales.

    ¿Qué pensar de una civilización que practicaba cirugía craneal (se han descubierto en tumbas cráneos prolijamente operados y aparatos de trepanación), que podía conservar miles de años semillas de trigo en estado de vida suspendida, que hipno-tizaba a enfermos y llamaba a dioses para curarlos; una civilización que utilizaba la alquimia tanto para rejuvenecer como para compensar las alteraciones genéticas y, por sobre todo, para dar a los faraones atributos de dioses?

    Inocentemente, creí haber encontrado mi vocación: si era cierto lo que leía de la medicina egipcia, quería ser médico egipcio (sin razonar, claro, que no existía ningún centro en el mundo que pudiera enseñar algo que nunca nadie llegó a comprender y que todos -salvo los enfermos sanados- se ocuparon de vapulear).

    Me fascinó la figura de IMHOTEP. Nacido aproximadamente en 2690 antes de cristo, su nombre se traduce «el que viene en paz». No me llamó la atención que lo traten como Dios; ya me di cuenta que fabricando egrégores* con su mente, su kundalini* y (lo que ahora llamo) el 4to ojo*, el hombre puede fabricar muchos dioses en el mundo energético (y no se priva de hacerlo, incluso hoy en día). Me llamó mucho más la atención que fue a la vez astrónomo, el primer arquitecto co-nocido en la historia, y también médico. Dudando de esto último, leí la traducción del papiro Edwin Smith que narra 48 curaciones y observaciones diversas. Aunque este papiro fue escrito alrededor de 1700 a.C., relata cosas extraordinarias: un enfoque mágico-religioso que no descarta la cirugía, y gran cantidad de medica-mentos (Imhotep ya usaba opiáceos como anestésicos). En este papiro pueden leerse descripciónes de suturas craneales, de la meninge, la superficie externa del cerebro, del líquido cefalorraquídeo...

    La historia de mi nuevo héroe no termina aquí: aparte de ser sumo sacerdote de Heliopolis y vizir del faraón Necherjet Dyeser, lo que me pareció más importante de

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    todo es que diseñó la pirámide escalonada de Saqqara. Siendo arquitecto y astrónomo, dominaba cálculo y geometría (me impresionaba porque estas dos materias eran mi terror escolar, hasta que me salvaron las calculadoras portátiles).

    Ahora debo contarles lo que nunca conté.

    Cuando tenía 7 años, recién llegado de Argelia como refugiado político, encontré en una vieja enciclopedia un grabado que me llamó poderosamente la atención. Me dormí mirándolo y soñé que debía activar algo de fuego en mi columna vertebral. Apenas desperté, impresionado por los colores del sueño, empecé a buscar en la extensa (y disparatada) biblioteca que había acumulado mi madre, si había algún dibujo similar a lo que había soñado o una descripción que se le asemejase. Así di con el concepto de la Kundalini. Conmoción: mi sueño designaba algo que existía; no era sólo un sueño, era un mensaje.

    Al día siguiente quería dormirme rápido y, para cansarme, enfrenté mi segundo terror escolar: hice deporte. Volví a dormirme voluntariamente frente al mismo grabado. Vi mundos, espacios desconocidos, viajé aún más lejos que lo que se pueda imaginar. Acababa de descubrir mi primera puerta hacia los Registros Akáshicos*.

    En libros desacreditados (pero que, según mi parecer, hicieron correctamente su trabajo espiritual) como El Tercer Ojo de Lobsang Rampa, leí una definición sobre estos registros. Definición que nunca me dejó conforme, ya que no aceptaba que fueran sólo «registros del pasado». Años después pude demostrar que constituyen «la memoria central del universo», que en ellos se encuentra en forma energética (como los actuales programas de computación) el modelo de todos los patrones sobre los cuales se construye el universo, las moléculas, nuestro código genético, las estructuras de las sociedades, de la familia. Todo está adentro de la memoria de los registros akáshicos y por eso mismo podríamos llamarla «memoria del futuro». Me faltaba, en ese momento, descubrir cómo descifrar ese futuro y sobrevivir en el intento (reconozco que esta frase la agrego ahora, en aquella época hubiera acompañado a Dante en el infierno si fuera necesario, para que se me revelasen los secretos del hombre. Precisamente, décadas después lo hice).

    Descubrí que las puertas hacia los registros akáshicos eran numerosas y que el problema no era ir hasta allá y regresar mentalmente sano, sino poder leer y de-codificar lo que se encuentra para transmitirlo (si no posee una sólida cultura o especialidad, no intente ir: lo enviarán como a un jardín de juegos infantiles y no traerá nada importante).

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    Ya adivina lo que hice... me fui a los Registros Akáshicos no a visitar a Imhotep (porque sabía que si llegaba a ese punto sería un acto de «espiritismo») sino a presenciar terapias que él practicó en pirámides, mirándolo superponiendo mi conciencia a los ojos y la mente de sus pacientes, como si fuera una máscara invisible. Cuento lo que vi. Me costó años elaborarlo y hoy en día comprendo por qué Imhotep fue mi primer héroe.

    Usando una pirámide de tamaño gigante captaba potentes energías de forma*, lla-madas hoy en día «energías radiónicas». Estas energías del cosmos y de la tierra se condensaban en las pirámides.

    Imhotep no era sólo astrónomo sino también astrólogo; podía calcular el impacto que tenían los planetas sobre el organismo del enfermo. Las pirámides funciona-ban como condensadores de energías cosmotelúricas; nos parece hacer lo mismo con la radioterapia moderna, pero no se trataba entonces de actuar al mismo nivel que nosotros. La radioterapia que salvó a tantos enfermos de cáncer, actúa en el nivel celular (es decir, en el mundo de tres dimensiones) mientras que las energías planetarias actúan en las 22 otras dimensiones que colaboran con la vida. La pri-mera actúa en el cuerpo físico, la segunda en los cuerpos energéticos. Allí radicaba el secreto de Imhotep: en recuperar todo el arsenal biológico posible -fitoterapia, cirugía, auscultación- y combinarlo con energías cósmicas.

    Toda esta digresión estuvo orientada a explicar con qué procedimiento pude interpretar lo extraordinario de Imhotep: de repente, incorporándome en el cuerpo de uno de los enfermos sanado por él, me sentí preso de un terror in-descriptible. En medio del humo de inciensos diversos, un Dios con cabeza de perro se acercaba a mí. Analizándolo con más calma, comprendí que el enfermo se encontraba sumergido en un estado hipnótico y que el Dios no era más que un asistente disfrazado. Obviamente, la imposición de manos en forma sanadora que hizo sobre mi cuerpo (sustituyendo al enfermo) me encontró en tal estado de sugestión que no le costó ordenar a mi sistema neurovegetativo que se sanase. La orden apuntaba a movilizar mis recursos energéticos latentes, que Imhotep y sus discípulos parecían conocer muy bien.

    Comprendí que no me estaban sanando con sus manos transmitiendo energías propias, sino que trabajaban mi 4to ojo* para hacer entrar en él un filamento de egrégor* asociado a este Dios representado por el asistente. Sentía cómo este filamento recorría y tomaba posesión de mi sistema nervioso con el propósito de monitorearlo hacia la autosanación.

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    ERIC BARONE

    Prefiero no hablar de las pociones que me hicieron ingerir, ni de las cirugías que hicieron en mi cuerpo.

    Escuché a Imhotep decirme que iba a darme una poción alquímica, que probable-mente me iba a sentir morir y que poco después regresaría a la normalidad. Así pasó, el enfermo estuvo en estado de vida suspendida encerrado en un sarcófago, viajando en mundos mágicos pero no menos reales (dimensiones a las que pudo entrar gracias a los diseños mágicos pintados sobre el sarcófago).

    Me escapé de la transferencia que hacía, preso de una gran taquicardia. Comprendí por qué muchos enfermos morían: morían de miedo.

    El gran secreto de Imhotep finalmente se me apareció en los Registros Akás-hicos: el maestro tenía 17 conexiones con seres invisibles que le obedecían y le dictaban informaciones de todo tipo, incluso médicas. Su destino fue sellado entre sus 5 y 8 años de edad. Maestros de esta época observaron sus inmensas capacidades y le otorgaron estos contactos que se transformaron en sus guías invisibles. Imhotep no era un extraterrestre, no brillaba por ser una reencarnación viviente, sino que le fue otorgada una inteligencia múltiple basada en estas conexiones con seres invisibles. Más adelante descubrí que más de la mitad de las inteligencias múltiples, de cuyos «propietarios» Leo-nardo da Vinci fue el más bello exponente, se volvieron «múltiples» gracias a un procedimiento semejante.

    Comprendo hoy en día que esta medicina era seguramente la más abarcadora del mundo, porque contenía lo más moderno (cirugía y farmacopea), lo más antiguo (alquimia y energías cósmicas), lo más mágico (los viajes en otras dimensiones, egrégores y fuerzas ocultas), y lo más mental (gracias al hipnotismo).

    No quiero recurrir a la hipótesis fácil de herencia de civilizaciones anteriores o extraterrestres. Primero porque los extraterrestres están en todos lados (nosotros todos lo somos), y segundo porque, respecto a las herencias de grandes civilizacio-nes, sus conocimientos de todos modos no pueden venir de otro lugar que de los Registros Akáshicos.

    Si Imhotep llegó a ser mi primer héroe, el segundo no fue una persona sino una civilización completa y confieso sin vergüenza alguna que mi admiración se la debo a Lobsang Rampa (que probablemente nunca existió más allá de la mente de quien escribió «El Tercer Ojo»). Pero, ¿por qué no investigar este tema francamente y ver todas las implicancias?

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    EL NUEVO HUMANO

    No importa si el libro es históricamente verdadero, ¿quién dice que tenemos que leerlo como si fuera un reporte del National Geographic? Ocurre que muchos autores, sin saberlo, van en los Registros Akáshicos, y liberan conocimientos que les parecen tan aberrantes que prefieren escribir novelas para que el público no los tache de locos. Empiezan a sembrar confusión cuando inventan más mentiras para justificar lo que la prensa denuncia. No importa que el autor nunca haya viajado al Tíbet, su mente viajó en los Registros Akáshicos y esto lo transforma en un testimonio aun más valioso. Afirmo esto consciente de que las transmisiones de poderes que puede estar encargado de hacer un autor, son independientes del sentido intelectual de su texto y hasta de los errores históricos que puede cometer redactándolo. Los poderes son dados por criaturas invisibles que se despiertan al leer estos libros y terminan leyendo al lector, evaluándolo y abriendo en él las compuertas de conocimientos antiguos, activando las conexiones cósmicas que el lector necesita para cumplir con su misión, etc. Esta es la definición de los «libros vivientes». Y muchos párrafos de este libro entran en esta categoría, por eso los he llamado «revelaciones».

    A Lobsang Rampa (que no existe ni existió) le debo algo esencial que sí existe: comprender cómo funcionaba mi percepción desde el tercer ojo. Reconocí en las descripciones que el autor hizo de las energías lo que yo percibía desde niño. Nunca se me había ocurrido preguntar a otros si ellos las percibían. Veía la bronca como dos haces rojos nacer del diafragma, veía energía negra en partes del cuerpo, veía colores azulados o brillantes, grises o violetas. A destiempo agradezco a este mufti que con sus acciones mágicas abrió estos canales. Supongo que le debo a él esta transmisión de poderes. También intuía por ese entonces sin poder formularlo que a nadie se le otorga dones raros y capacidades extrañas sin que haya un sentido, aunque este sea desconocido. Hoy lo llamo «misión espiritual» y admito que las consultas que me llenan de alegría, después de 30 años de atender en consultorio, son aquellas en las que mi paciente pregunta por única vez en su vida cuál es su misión espiritual. Veo los ojos de estas personas alumbrarse: por fin comprenden el sentido de su vida, la razón de sus sufrimientos y tienen la guía de su desarrollo. Tuve la oportunidad de seguir a niños durante 25 años para verlos desarrollarse conforme a la misión espiritual que leí en los Registros Akáshicos para ellos. Ben-ditos sean los padres de haberlo preguntado y benditos sean también por haberlos guiado. «Fabricaron» así adultos felices, equilibrados y conscientes. Sé que ellos apreciarán el presente libro en toda su medida.

    Calibré la medicina tibetana sobre lo que ya sabía de la medicina egipcia, e incluí en el estudio toda la medicina llamada ayurveda, por provenir de fuentes comunes a las anteriores. Primero busqué mi héroe, ya que sospechaba bastante de la honestidad de Lobsang Rampa. Había admitido que su libro era una novela influenciada por