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Sesión del día 22 de uoviembre de 1965 UNA .FIGURA EMINENTE DE LA OBSTETRICIA CATALANA EL DOCTOR FRANCISCO DE P. CAMPA Y PORTA M. S. SALARICH Tomu:NTS Acaece este año el centenario del nombramiento de Profesor Clínico de la Facultad de Medicina, de Ba1·celona, del eminente toco-ginecólogo, honrn de In Obstetricia de nuestra tierra, el Dr. F RA--.Cisco DE PAut.o. CA.\tP;, Y PonTA. La rememoración de este acontecimiento, ha sido el motivo de im- p ul sar nuestro deseo al homenaje que, a través de nuestra humilde apor- tación, queremos rendir a la figura del ilustre profesor, realzando todo el mérito de su obra ante la memoria ele las ajetreadas generaciones actuales. En la vida de los hombres, nos encontramos frecuentemente ante el hecho, a veces paradójico, de que una simple acción, un hecho inespe- radamente logrado, un fracaso insólitamente cosechado, constituye el im- pacto que nos ha de lanzar sin remisión hacia el logro de las 1·ealidades c¡ue nos tiene, solapadamente, reservado el destino. El triunfo logrado por el joven CAMPÁ, contando la temprana edad de 27 años, hace exactamente un siglo, fue debido a una de esas, per- mítaseme llamar contradicciones. En su ciudad natal, ejerciendo la carrera de Medicina al lado de su padre, módico también, en posesión de las posibilidades, por su óptima preparación para conseguirlo, había S1do rehusado en un sencillo concurso para proveer una plaza de médioo de una Hermandad de Socorros Mutuos. Este fracaso aguijoneó su es- impulsó la fuerza convincente de su padre, a quien el fracaso del lu¡o superdotado infligiera más daño que al propio interesado, lanzándole a presentarse a las oposiciones que en Barcelona se anunciaban para la provisión de un plaza de Profesor clínico de la Facultad de Medicina· Me limitaré a copiar ele los periódicos locales de la época algunas frases que comentaban encomiásticamente la noticia. "En dichos ejercicios logró colocarse a la cabeza de la terna ele propuestas que el tribunal calificador debe enviar a la superioridad para confirmar el título." Estas oposiciones cel ebraron a primeros de abril, y en el mismo periódico se daba cuenta la del novel profesor, el día 12 de julio, en a su des- mo, no sm lamentar el hueco que dejada en la ciudad que fue su cuna, a gustar los efectos laboriosos de su profesión y sus bri- antes participaciones en las sesiones académicas de los ch·culos cultumles en aquellos momentos en plena florescencia.

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Sesión del día 22 de uoviembre de 1965

UNA .FIGURA EMINENTE DE LA OBSTETRICIA CATALANA EL DOCTOR FRANCISCO DE P. CAMPA Y PORTA

M. S. SALARICH Tomu:NTS

Acaece este año el centenario del nombramiento de Profesor Clínico de la Facultad de Medicina, de Ba1·celona, del eminente toco-ginecólogo, honrn de In Obstetricia de nuestra tierra, el Dr. F RA--.Cisco DE PAut.o. CA.\tP;, Y PonTA.

La rememoración de este acontecimiento, ha sido el motivo de im­pulsar nuestro deseo al homenaje que, a través de nuestra humilde apor­tación, queremos rendir a la figura del ilustre profesor, realzando todo el mérito de su obra ante la memoria ele las ajetreadas generaciones actuales.

En la vida de los hombres, nos encontramos frecuentemente ante el hecho, a veces paradójico, de que una simple acción, un hecho inespe­radamente logrado, un fracaso insólitamente cosechado, constituye el im­pacto que nos ha de lanzar sin remisión hacia el logro de las 1·ealidades c¡ue nos tiene, solapadamente, reservado el destino.

El triunfo logrado por el joven CAMPÁ, contando la temprana edad de 27 años, hace exactamente un siglo, fue debido a una de esas, per­mítaseme llamar contradicciones. En su ciudad natal, ejerciendo la carrera de Medicina al lado de su padre, módico también, en posesión de las ~ejores posibilidades, por su óptima preparación para conseguirlo, había S1do rehusado en un sencillo concurso para proveer una plaza de médioo de una Hermandad de Socorros Mutuos. Este fracaso aguijoneó su es­p~·itu, impulsó la fuerza convincente de su padre, a quien el fracaso del lu¡o superdotado infligiera más daño que al propio interesado, lanzándole a presentarse a las oposiciones que en Barcelona se anunciaban para la provisión de un plaza de Profesor clínico de la Facultad de Medicina· Me limitaré a copiar ele los periódicos locales de la época algunas frases que comentaban encomiásticamente la noticia. "En dichos ejercicios logró colocarse a la cabeza de la terna ele propuestas que el tribunal calificador debe enviar a la superioridad para confirmar el título." Estas oposiciones 5~ celebraron a primeros de abril, y en el mismo periódico se daba cuenta ~.e la sali~a del novel profesor, el día 12 de julio, en direcci~n a su des­mo, no sm lamentar el hueco que dejada en la ciudad que fue su cuna, ~costumbrados a gustar los efectos laboriosos de su profesión y sus bri-antes participaciones en las sesiones académicas de los ch·culos cultumles

en aquellos momentos en plena florescencia.

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228 ANALES. SECCIÓN CJliUCÍA

Este lamento, que la ciudad en masa levantaba ante la marcha del hijo predilecto, nos obliga a retroceder en nuestro relato, a fin de situarle en el ambiente de su ciudad, de su familia y de su tiempo.

Fut.NClSC<) CA~ IPÁ Y PoxnA nació en la ciudad de Vich el día 3 de abril de 1838. Pertenecía a una familia de aquellos linajes de antccedent~s médicos que hacían ele la profesión la línea trascendental de una contl· nuidad fam iliar tangible e inalterable. En sus dos abuelos encontramos el injcio de un séquito de vocaciones dedicadas a la Medicina. El puest~ de su abuelo paterno don EsTEBAr-: fue ocupado por su padre el Dr. \.J.h~ ~JEN'I"I': CAMJ>Á Y CAlllJONA, <11Je dejó prestigiosas huellas de su paso P01

ac1uella ciudad. Citaremos sólo como ejemplo el nombramiento de Sub·

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l>.\I..UUCfl. Vl\. FJIA,t.Jl>CO DE P. CA~lP}._ 229

delegado de Medicina del Partido de Vich, que le fue otorgado (1836) al año del término de sus estudios. La reputación que alcanzó en la dirección y organización de la asistencia pública y hospitalaria en el curso de la epidemia colérica que azotó la ciudad en 1854. Tan laudatoria fue su actuac;ión que el Consejo Municipal hizo labrar su nombre en una placa de mármol que se colocó en la sala de sesiones y le hizo entrega de 1.ma pluma de oro con su diploma honorífico. El Gobiemo nacional le concedió la Cruz de Mé1ito de epidemias. Fue autor de los artículos correspondien­tes al Partido de Vich en el "Diccionario Geógrafico", de Madoz. Así como de una serie de trabajos y monografías dadas a conocer en la tribuna del entonces famoso Círculo Literario, del que fue fundador y Presidente en el bienio 1862-1863. Corresponsal de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona, de la Real ele Ciencias y Artes. y de la de Bnenas Letras de esta capital.

En este ambiente de calor profesiot1al médico, en aquellos tiempos en que el ejercicio de la Mediciua se hermanaba espiritualmente a aquel lmdicional sentido de la conciencia sacerdotal médica, se iba forjando la J~leutaliclad austera, caballerosa, científica y profesional de nuestro biogra­fi~~o. Contribuyeron sin duda a prestigiar el cenáculo familiar la colabo­Cion de sus hennanos, abogado uno, sacerdote el otro, literatos y poetas ambos, que altemaron con nuestro FRA:-ICISCO DE PAULA este cultivo, per­Simal y público, del manejo y ejercicio de las Bellas Artes.

Allí cursó los estudios de primera y segunda enseñanza, obteniendo desde buen principio óptimas calificaciones v el premio extraordinario en los exámenes del grado de bachiller. '

En la ciudad de Vich los estudios de bachillerato alternaban con los de In carrera snceruulal e11 el S0minarío de la Ciudad. Aquel cstnblc­cimicnto de vetusta fundación, en cuyas aulas y biblioteca se habían for­mad? intelige11das tan preclaras <.:omo lns de Jaime Balmes, San Antonio Mana. Claret, Jacinto Verdagner y tantos otros que por menos conocidos no de¡aron inferior memoria de su existencia privilegiada· El Seminario cele?raba una fiesta anual que consistía en una verdadera lid de contro­versias filosóficas y teológicas. Los alumnos de los primeros cursos partici­paban en esta sesión anual, de acuerdo con la disciplina que estudiaban. En 1851, el estudiante de 13 ai'ios F'liM~ctsco CMil?.~, alumno benemérito (así rezn la portada del impreso) de retórica y poética, compuso un poema c¡ue mereció los honores ele su publicación en un folleto de doce páginas. , En orden a sus estudios superiores cabe hacer constar que obtuvo el ~lulo ele Bachiller en Filosofía por unanimidad en el Instituto Provincial e Barcelona en 1851, con todas hts call fica<.:ioues de Sobresaliente, tanto

~~ los cursos y asignntmas, como en los grados académicos de Bachiller y Icencindo. Dio principio a su cntTCr:l de l\tledicina en la Facultad Üc

G,n~clona l'll 18.55. recibiendo el grado ele Li<.:en<.:iado en b propia Unh er-

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230 ANAl.ES. SECCIÓN GmUGÍA

sidad el15 de octubre de 1861, y el de Doctor en la Universidad Central el 22 de junio de 1862. Obtuvo los premios ordinarios por oposición de los años primero, segundo y tercero del periodo de Licenciatura, y el pre· mio extraordinario del grado de Licenciado en nuestra Universidad. La imposición de dicho grado, simbolizado en sus insignias, se celebraba, en aquel tiempo, con la máxima solemnidad en el anfiteatro de la Facultad propia, pronunciando un discurso uno de los elegidos entre los más aptos y aplicados, y otro un parlamento de gracias. Huelga decir que para el primero de dichos cometidos fue designado nuesb·o CA.\IPÁ. Datos y noticias que nos ilustran sobre costumbres donúnantes en ]as modas universitarias de hace un siglo.

Desde el 1 de juli.o de 1859 hasta el término de su canera en 30 de junio de 1861 desempeñó el cargo de alumno interno pensionado.

Al término de sus estudios médicos regresa a su ciudad natal al lado de su padre. En 1864 fue comisionado para examinar y dictaminar el curso de una epidemia variolosa, desencadenada en algunos pueblos veci· nos a su ciudad, disponiendo las vacunaciones y revacunaciones necesarias a fin de ac01tar el curso, logrando con ace1tada actuación resultados rele­vantes que le fueron públicamente reconocidos.

Allá hubiera seguido probablemente la senda b·adicional de sus autece· sores y seguido el curso normal de una profesión más o menos relevante. Y al decir normal queremos significar el camino sosegado y tal vez ruti· nario del ejercicio profesional dedicado exclusivamente al cuidado de sus enfermos, pero alejado de la controversia académica y de la emulación científica de los grandes cenh·os facultativos. Pero un escollo en su rulll;

providencialmente afortunado, como comentábamos al principio, le aparto de la misma y le lanzó cual meteoro supersónico (usando palabras hoy en boga) a los más altos y encumbrados destinos profesionales, académicos y pedagógicos, que sólo una Íl lteligencia bien dotada puede soñar eo conquistar.

CAMPÁ Y PoRTA vivió su juventud, en el tiempo y el ambiente, cum~do y donde circulaban los aires redentores de una decadencia cultural, lite· raria y lingüística. Acertó a incuba1· sus inquietudes espirituales con el ímpetu renacentista que se extendía por doquier, en la constih.tció,n de academias culturales de tanta suficiencia como el Ateneo Barcelones, la aparición de peliódicos y publicaciones impulsivas del nuevo mo~mient~ que no se detendría ya en los años sucesivos. No sólo en In capital de Antiguo Pxincipado, sino en algunas ciudades de Cataluiia la fiebre ~el avance, casi podríamos decir totalitario, unía la conciencia de ]os propiO~ ciudadanos rivalizando e11 la creación de entidades culturales como e Círculo de Lectura, de Re\tS; el Cfrculo Literario, de Vich (1860), )' tantas otras.

En este ambiente y en este Círculo Literario del que ya hemos hablado.

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SALARICH. Dn. vRANCISCO DE P. CAMPÁ 231

el joven C.utPÁ empezó pronto a desarrollar sus inquietudes, convirtién­

dose en uno de los prohombres del mismo, ocupando su h·ibuna repetidas

veces y formando en la Junta Directiva, cuyo cargo de Secretado se vio obligado a renunciar al b·asladarse a Barcelona para tomar posesión del

mencionado cargo de Profesor de ]a Facultad. El sentimiento patriótico que fermentaba en su espú-itu joven le hizo

subir al estrado de aquella docta corporación, en el curso de unas sesiones

organizadas por una Academia de Lengua Catalana, glosando "Una página de nuestras glodas", comentarios acerca de Jos hechos de la Guerra de la

Independencia que culminaron en la célebre batalla del Bruch. En el

mismo año 1861, y e!f los siguientes, vuelve a dirigir la palabra a los asis­tentes a las asiduas reuniones de la entidad con temas ya más de acuerdo

con sus conocimientos profesionales· "Importancia de la educación fisica del hombre", "Deontología Médica" y "Muerte de Balmes".

La variada y amplia intuición intelectual de FRANCISCO CAMPÁ le con­

vierte en una personalidad, aspecto típico de la época, que en nuestros tiempos hemos venido calificando de polifacética. Es el ejemplo del pro­

fesional médico que abarca en sus conocimientos aspectos amplios, incluso alejados del terreno de su vocación profesional. Aquel aforismo de nuestro

maestro "El médico que sólo sabe Medicina, ni .Medicina sabe" nos viene

a la memoria al pensar en la vasta erudición médica ~, paramédica de CAMJ.>Á, que le aleja extraordinariamente de este grupo aludido de médicos

c¡ue sólo saben moverse en el cultivo a veces intensivo y docto de nuestra profesión.

Si repasamos los títulos de las obras de C&-.IPÁ nos daremos per­fecta cuenta de este a.~oma. Citaremos en principio "La Semana Santa

en Toledo", "Jueves y Viernes Santo en Toledo", "El Criterio cristiano

)'el criterio filosófico" y "Errores de la frenología y de la filosofía refutados por. Balmes". Otros temas de índole paramédica y extramédica son es­

tudiados por él más adelante. No queríamos apartarnos demasiado de una relación cronológica, y estos títulos citados fueron desarrollados y expuestos en el tiempo de permanencia en Vich.

La llegada del novel profesor a Barcelona (1865) coincide con el desa­rrollo ele la gran epidemia colérica, ampliamente ex.iendida, sobxe todo

en las ciudades del litoral mediterráneo. Constantinopla, Alejandría, An­l~~a, Marsella, etc. Barcelona sufrió intensamente los estragos de la infec­

l:on. Un solo dato nos dará idea de la importancia de la misma. Si la ;tfra habitual de fallecimientos era entonces de 117 a la semana, en la del

, al 14 ele septiembre, momento álgido de ]a gravedad epidémica, el numero de muertos se elevó a 596. ·

Los periódicos destacaban la actuación del ilustre médico vicense que

~ había encargado, voluntariamente, del servicio médico de uno de os distritos en que se había dividido la ciudad para su mejor asistencia,

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encargándose posteriormente ele otros mús, por cese ele los profesionales designados. Se comentaba, encomiásticamente, un estudio suyo aparecido en el "Compilador Médico" sobre la importancia de la epidemia desd~ los puntos de origen, insistiendo sobre la responsabilidad de los gober­nantes que debían conocer el carácter contagioso de la enfermedad, a fin de que fuesen modificados algunos apartados deficientes de Ja legislación sanitaria, estableciendo medidas prudentes para evitar su importación. Abogaba por un pacto internacional que prevendría aquellas actuales ca· Jam.idades en beneficio de la salud y de los intereses mercmtiles de lns naciones.

De todo podemos colegir con qu6 autoridad cientHica hablaba el novel profesor, justamente al empezar el camino de su brillante historial. Su comp01tamiento fue reconocido públicamente, siendo felicitado por el Gobernador Civil de la Provincia y propuesto para la Cruz de Mérito de epidemias el 19 de abril de 1866.

En el curso 1868-1869 achtó de jtlrado de exámenes de las asiguaturns de Patología quirúrgica y Materia médica, y seguidamente fue nombrado por el Clm.1stro de Profesores, Auxiliar de Clínica Obstétrica y de Clínica .\1éclica, cargos que desempeñó hasta el año 1871.

En el siguiente año 1872, en virtud de oposición verificada en la Uni· versidad de Valencia, a la cual pertenecía la vacante, obtuvo la cátedro de Obstetricia y Patología especial de la mujer y de Jos niños· Tomó posesión el 23 ele mayo y la desempeñó por espacio de seis años. Fue as· cendiendo e11 el escalafón de Catedráticos de las Universidades del )1eino, en víttud ele varias reales órdenes, hasta lograr la categoría honorl· fica en 1890.

Por Real Orden del16 de septiembre de 1882 fue nombrado Decauo de ht Facultad de lvfedicioa de Valencia, completando su destino en el profesorado con el nombramiento, por permuta con el Prof. MAJlt\:iO

SAKCHO, catcdrátíco ele Obstetricia y Cinecopatía de nucsb·a Facultad de Barcelona.

Sé de antemano que ha ele resultar monótona la exposición ele .J?s cargos que desempeñó, tanto en Valencia como en Barcelona, .y la relacwn de las obras dentíficas que dio a la estampa en estos periodos. Pero me es imposible prescindir de dicha exposición, am1que procuraré resumirla v compendiarla en lo posible.

Actuó repetidas veces ele Vocal Secretario y Presidente en diversos tribunales de oposiciones a las plazas de Ayudantes y Profesores Cllmcos de la Facultad de Valencia, en 1874, 1876, 1878, 1880, 1885 y 1886 ..

Presideute ele un tribunal de oposiciones a las plazas de Médicos de Beneficencia Provincial de Valencia en 1886 y de Alicante del misit;o año. Juez y Vocal de d.iversos tribunales para oposición a cátedras: ce

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S.\LAJUCB. rm. Fllt\NCISCO ll., .P. CAMPÁ 233

OW,tetricia en Valladolid en 1873, 1876 y 1877, de Obstetricia de Granada en 1878 ,. de Maddd en 1888 .

Vicep;·esidente primero del Congreso Médico de Barcelona en 1888 y hubiera ostentado la presidencia de honor del Congreso Internacional de Ginecología y Obstétrica de Bruselas de 1892, si no le hubiera sor­prendido la muerte una vez nombrado ya para tal honorable puesto.

Otros cargos no tan directamente facultativos fueron los de miembro de la Junta de Obras de la Universidad (1886) de Valencia y asimismo Vocal de la Junta encargada de inspección de las mismas dos años más tarde.

Compensación de sus múltiples actividades fueron Ja posesión de títulos honoríficos como el ele individuo de número de la Academia de Medicina de Barcelona, de la cual fue nombrado Secretario de Corres­pondencias extranjeras. Académico ele nt'unero de la Real Academia de Valladolid y correspondiente de las de Galicia, Astmias, Sevilla, Granada, Cácliz, Murcia, Zru·agoza y Palma de Mallorca. Igualmente de la Socie­dad Histológica de .Madrid. Socio Fundador ele la Sociedad Española de fligieue, )' de número de la Economía de Amigo~ del País de Valencia \' de Barcelona.

Fundador del Ateneo Científico Literario y Artístico de Valencia, de CU\'a Corporación fue Presidente de la Sec¿ión de Ciencias 1'\atw·ales. \'icepresidente en el curso 1875-1876 ,. Presidente en los de 1881 a 1882 " de 1884 a 1886. ·

Comendador ordinado y posteriormente de número de la Real Orden de Isabel la Católica, nombrado en 1883 y 1886, yespectivamente.

Al intentar valorizai la obra de un individuo, es totahnente impres­cindible considerarla en relación a la época en que fue desarrollada. En C,lte binomio trabajo-época encontraremos el. verdadero sentido, la veri­table proporción de su importancia· La dirección actual de la critica moderna tiende, iconoclásticamente, a dar un único valor a todo nquello ~¡ue representa innovación; es decir, a lo que marca liD punto o una tdea revolucionaria sobre la normal corriente de las observaciones y de las a_ctividades normales. La cantidad ele producción, la calidad de la misma, 51 no logra sobrepasar los limites de la normalidad, deja de tener valor alg~mo. Esta labor, por meritada 'luc sen, pasará al olvido con inexorable mplclez, No queremos dech· con ello que no haya un punto de verdad en esta apreciación actual. Es evidente cllle cualquier innovación repre­senta un salto formidable en el camino suave y apacible de la evolución etl todos sus aspectos. Y esta innovación marcará un impacto sobresaliente rn su momento v en su clisciplinn. Pero no debemos olvidar la labor de ac¡uéllos <1ue, pot: callada e illaltcrablc, represente un eslabón en In cadena del progreso constante de lns ideas; anillo y eslabón que ele no existir

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234 ANALES. SECCJÓN CIRUGÍA

podría haber truncado el rulo de la continuidad y llevado al cese o a la ruptura, causa de todas las retroversiones y decadencias.

En todos los aspectos del saber, de la ciencia y del arte, debemos valorizru· todos los esfuerzos, dar a la labor que represente la continuidad, el merecimiento que requiere. Apreciar el grano de arena que han ido aportando, a veces calladamente, todos aquéllos que han contribuido al levantamiento de la pirámide. De todos deberíamos respetar su voluntad, para con todos sentir la caridad del reconocimiento, para que asl un día con el mismo cedazo con que habremos juzgado serán también juzgados nuestros actos, nuestra contribución y nuestro esfuerzo. Este nuestro com· batir que, aunado al de nuestros contemporáneos y colaboradores, repre­sentará el nexo de unión de una generación anterior con una generación futma y marque tal vez una época en la constante evolución de los tiempos.

Y hoy, en la carrera vertiginosa de las innovaciones, cuando el tiempo quema las etapas de la vida y lo de ayer es hoy ya viejo, como mañana será consumido lo de hoy, y lo que antes se medía por eras o por siglos hoy se cuenta por meses o por días, es fácil caer en esta visión iconoclasta de todo lo pasado, porque realmente aparece vetusto y carcomido a los deseos y logros del presente.

¿Cuánto más podríamos fallar en una aflnnación si analizamos obras y hechos de antigüedad centenaria? En Medicina, cuando los adelantos modernos han hecho caducas las teorías que nosotros mismos habíamos considerado como nuevas y los estudios estadísticos de hoy no pueden ya compararse con los de tan sólo un lustro anterior, ¿cómo daremos valor a la obra de tm siglo atrás si no sabemos colocarla en el preciso estante de su tiempo y de su dia?

Perdonadme estos comentarios gratuitos a los que me ha llevado la consideración de la obra de nuestro biografiado, vislumbrada desde la ata· laya de las casi postrime!Ías del siglo xx. Pero que, como todas las obras de una posterioridad más o menos remota, deben ser analizadas, situándonos, completamente aislados de todo aquello que vino después y, un poro destructores, como colofón renovador de lo anteriormente vivido Y es· tu diado.

La obra cumbre de CAMPÁ, obstétricamente hablando, la constituye su "Tratado completo de Obsteh·icia" publicado en Valencia en 1878, a~op­tado como libro de texto en la mayor parte de las Facultade~. del ReJUJ' En 1885 se publicó una segunda edición, completada con un Tratado e Embriología", abarca11do un total de 1.776 páginas. ¡.

Este tratado, según se desprende de las palabras del prólogo, ~~n '1

a llenar una necesidad urgente y perentoria en esta rama de la Mec~JCJt Consultando la bibliografía de los b·atados de Obstetricia pubhra :

durante el siglo pasado, puede deciJse que todos los :1parccidos 135

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SALA:EUCH. DR. FRANCISCO DE P. CAMPÁ 235

entonces tenían su cuna en país extranjero. En España sólo se habían publicado monografías sobre distintas cuestiones de la especialidad y algún manual de reducidas proporciones. La obra que comentamos signi­fica la recopilación de todo lo conocido en la Obstetricia n1oderna de

ar1uclla época, constituyendo documentado ejemplo de un verd~dero y completo b·atado de la especiaüdad; libro de texto para el alumno y de consulta para el iniciado y el práctico. No disponemos de un tiempo sullciente para llll estudio detallado del mismo, pero sí diremos que urge

constatar la prioridad de algunos conceptos y la adhesión a determinadas opiniones que conbibuyeron a crear un cuerpo de doctrina peculiar y personal, al propio tiempo que la originalidad de algunas subdivisiones, clasificación de algunos grupos y nomenclatura adoptada para designarlos·

Con esta obra cumbre el autor entra de lleno en la historia de la Obste­tricia española, por cuanto ello representaba la concreción definitiva de su valor científico y el exponente más claro y elevado de su valor personal.

En relación directa con su labor docente debemos constatar la pu­blicación de un "Programa de un Curso de Obstetricia y Patología de la mujer y de Jos niños" y "Memoria sobre las fuentes de conocimientos

Y Métodos en Enseñanza de esta asignatura". Trabajos literarios que ocupan un tomo de 200 páginas pa1·a la oposición a la Cátedra de la que fue tihuar (1871).

Una segunda edición ele una parte de esta obra, extensamente modi­ficada y ampliada, vio la luz en 1877.

"Cuadros sinópticos descriptivos de Obstetricia": Obra traducida al francés por el Dr. VERniER y reeditada y ampliada al año siguiente:

::calendario de la preñez e higiene de la mujer encinta" (1874). Descripción de un monstruo exencefálico-celosomiano".

"Lecciones de Ginecopatía", profesadas en la Facultad de Medicina de Valencia (1881).

"Estudios prácticos acerca de los desórdenes de la menstruación en relación a la Patología y a la Terapéutica" (sin terminar).

Al margen de esta labor pedagógica clínica debemos hacer mención de ~~uellos tJ·abajos o estudios elaborados ocasionalmente. Citaremos:

Del herpetismo considerado como elemento patogenésico". Tesis de concurso a miembro numerario a la Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona.

'~De~. ecle.cticismo experimental como base constitutiva ele las ciencias médtcas . D1scurso académico leído en la solemne apertnra. del Cur~o l87~-1874 de la Universidad Litenu·ia de Valencia.

Consideraciones filosóficas y fisiológicas sobre el matrimonio". Dis­curso leído en el XX.XIV aniversario del Instituto Médico Valenciano (1874). • .

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"Las dos edades críticas de la vida de la mujer". Discurso en la sesión inaugural de la Academia de J\lcdicina de Valencia (1876).

"De la antisepsia preventi,·a en los partos norma les". Comunicación al Congreso Médico de Barcelona de 1888.

"Memoria práctica sobre la vacunación y revacunación. Discurso en la Academia de Medicina de Barcelona.

"Historia de la infección". Discurso de aperhu·a del Curso 1891-1892 en la Heal Academia de .\ledicina ) Cimgía de Barcelona.

El tema de estas últimas lecciones nos puede dar una idea del interés que prestó CaMPÁ a los entonces muy recientes avances en Bacteriología y su aplicación a las infecciones en general y puerperales en particular. En el último título citado podemos ver como CMIPÁ fue un adelantado en la nueva concepción, un defensor ecuánime de las nuevas teorías. Si tene· mos en cuenta la fecha de confección de su estudio de la infección com­parado con la del "Tratado de Obstetricia", podemos damos cuenta per· fecta ele la evolución ele sus propias ideas. En su "Manual de Obstetricia" hay Llll verdadero abismo enll·e su teoría de la asepsia y de la antisepsia,\' la manera de llevarla a cabo en su aplicación práctica. En la "Historia de la Obstetricia y de la Ginecología española", del Prof. UsANDJZAC \, en la cual vemos citado el autor y su Manual como una obra de gran valor en el terreno de su actualidad, constata estos dos puntos de vista, que no se compeneh·an entre la práctica obstólrica en su relación con las necesidades asépticas y el juicio que le merece la teoría infectiva. En el discurso de la Real Academia de Bm·celona, publicado bastantes años más tarde, en l~s últimos de su vida, las ideas aparecen más claras y conhmdentes, )' mas en consonancia con el progreso que se iba perfilando en la incipiente patogenia y terapéutica de la infección.

Lu figura de CAMPÁ preside muchas discusiones y academias en clive~·­sos centros científicos. Su valor es reconocido ) su palabra la scntencra definitiva de toda discusión o diálogo. Para no alargar demasiado est~ n~ta bibliográfica, señalaremos su intervención en el Congreso de C1enctas

- Médicas celebrado en Barcelona en 1888 por iniciativa del Consejo Ge­neral de la Exposición Universal, en el cual desarrolló la ya citada ponen· cia: "Sobre la antisepsia puerperal en los partos no~ales". E~1. dich~ trabajo pueden estudiarse unos cuadros de porcentaje de morbilidad_ Y mortalidad puerperal. En ellos puede observarse el beneficio obtemd? con la aplicación de los métodos de antisepsia de los que el Dr. c.~~IPA fue un defensor acérrimo y nos atreveríamos a decir un ade)antndo pre· cm·sor.

En el mismo Congreso le vemos intervenil' en oLTa ponencia sobre Ul~ "Proyecto de reglamento para la asistencia al parto". Sólo me dctend; en el t1ltimo apartado ele su intervención después de expresar las con l ·

dones en que debe ser asistido un parto por el médico y por la comadrona.

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Y refercute a {•slas afirma: '".Puede aleanzarst' 1111a rcglamenlac.:ión lo mi1s absoluta posible, dando el asunto a la prensa para que, haciéndose eco de lo que estamos discutiendo y en que estamos conformes, aconseje al Gobierno que es necesario ampHe los estudios de las comadronus y que se reduzca a la última expresión su iniciativa, pero no quitarlas en absoluto, ya que por motivos ele pudor conviene exista este Tamo de la Medicina".

Sólo nos falta referir la fundación que llevó a cabo ele la "Crónica ~!édica". Revista quincenal de Medicina y Cirugía prácticas fundada en \'alencia en 1877. Director y redactor desde su fundación, habiendo publi­cado en ella articulas de Obstetricia y Ginecología, de Patología de la infancia, oh·os sobre el cólera, revistas generales y especiales; una serie de estudios sobre la Exposición de Paris de 1878 en sus relaciones con las ciencia.~ médicas y nattuales, artículos sobre enseñanza y organización ele la~ Facultades de Medicina, etc. .

Como veis, señores, la actividad del Dr. CAMP;\ no pudo ser más amplia. Tocó n11merosos temas de la especialidad, apa1-te ele sus Tratados V Manuales de texto. Se interesó vivamente en los problemas científicos de su época, en su organización y desenvolvimiento. Sus amplios cono­cimientos Jc llevaron al estudio de cuestiones paramédicas, como una serie de conferencias pronunciadas en el Ateneo Valenciano sobre el "Origen de los pueblos de Occidente", en el Circulo de la Emulación, sobre la ~Historia del Comunismo", ejemplos de la profunda y variada capacidad mtelectual de nuesh·o biografiado.

~n Medicina, quizá más que en ob·as disciplinas, es difícil sepurar, en la m~s~a persona, lo que podríamos llamar Ja profesión científica de su condJCJOn humana. La condición de médico, su formación vocacional, s~ espíritu humanitario, calan tan profu ndamente en el p10ccso ele su v~dn humana que la obra y el hombre, e11 cuanto han llegado a Si l múxirna VJncul~ci6n, no pueden considerarse desligados. El médico ha de ser y será Siempre cientíBco en todas las manifestaciones de su vida. Hecípro­cam~nte, su labor, en todos los aspectos, vendrá siempre inspimda en sus L1mbdades científicas. Hablamos siempre bajo el signo del profesional que ha sabido vivir su destino en un sentido profundo, con toda la ampli­~~ de su significado, de sus rectas intenciones, de su estricta moralidad.

VJt_amos el caso del médico que ha hecho de su profesión un simple motJvo de lucro, ltn medio materialista de ganarse la vida, creando lma ~~llera de ser que desgraciadamente ha sido puesto en evidencia, sobre ;,1 ~1:n.nues~·os tiempos, a través de pe~·sonajes _de novela mal inlenciona~a. , échco Integro ha enconh·ado tamb1én sus mtérpretes en b n.ovelístte<l i ~n el film. Es un tipo hum:mo necesar.io en la mezcolanza de las mulli­yuces Y de bastante il1terés para ser transmitido al libro )' a la pantalla . . este personaje nos ha pm:ecido, al leer v contemplar sus argumenta­

CIOnes, más vinculado a las necesidades y ·elucubraciones vitales qne el

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238 AXALES. SECCTÓX CIRUGÍA

resto de sus cercanos comparsas. Como el sacerdote, recto y austero, está por su profesión inclinado a la integridad y autenticidad de sus actos. Tal vez por esto se ha invocado tantas veces el sacerdocio de la Medicina. Este sacerdocio no es parn mí (aparte el espíritu de l1umanldad y amor al prójimo, que por su carrera tendrá más ocasión de poner de manifiesto), más que este contacto ideal que las dos profesiones manifiestan por su sentido de altruismo, de caballerosidad, de bondad y rectitud que son necesarias para su verdadero ejercicio y que no pueden sentirse, tal como decíamos al principio, divorciadas de la manera de ser totalitaria del individuo que se precie de ser, pretendiendo utili2ar un modismo cervanti­no, un caballero andante de su profesión.

C&"lPÁ Y PoRTA fue un ejemplo vivo de este personaje. Nos lo dicen algo sus actos y sus obras· Actos y obras que hemos tenido que resumir tanto para no alargarnos demasiado sobre el tiempo permitido. Pero nos lo dirán con más propiedad las palabras de los compañeros y amigos que fueron testigos videntes de su actuación.

BERTRÁN Y RUBIO nos dejó unas anotaciones que pretenden iniciar una biografía en la cual nos describe, con frases emocionadas ante la reciente desaparición del compañero y amigo, su verdadera personalidad espiritual desde sus inicios en el estudio de la carrera, con sus alternativas de convivencia en Madrid, Valencia y Barcelona, hasta los sentiroi~t~s póstumos que dejara la estela ejemplar del imígne profesor de ObstetnCJa y Ginecología.

Glosaremos algunos conceptos de estos párrafos, altamente ilustrativos: en orden a su labor pedagógica, poseía CAMPÁ las dos grandes cualida~es que se necesitan para ser buen maestro: saber aprender y saber ensenar. J:'ara lo primero convírti6se en estudiante de por vida, poniendo toda su voluntad en la tarea de escoger y ordenar los conocimientos, depurándolos y destilando la sustancia asimilable, para sistematizarlos en cu~r~os de doctrina sólida a la par que sencilla y clara. Ofrecíala, así, a sus disc1pulo:, bien lejos, ellos, de saber apreciar lo que de penoso )' árido les habla ahorrado su maestro y de agradecerle el beneficio de una enseñanza pro· digada en forma tan agradable y práctica.

De sobrio estilo, elegante y sencillo, de lenguaje limpio y ameno,. con erudición exenta de peda'nteria, exponía sus ideas, con orden Y lucidez, sin sombra de artificio. Sus discípulos le querían respetuosa y sincer~men~ Era para ellos amigo verdadero, consultor desinteresado, y les considera con afecto paternal. 1

De trato amable, poseedor de amplios conocimientos adquiridos en . ~ práctica de la vida, y dilatados por la observación en sus viajes P.0r dt tintos países europeos, conquistaba fácilmente la simpatía de s~ mt~ ~ cutor. De la misma forma actuaba en su labor profesional, sacnficán °é~ todo en beneficio de sus enfermos. De espíritu cristiano, sin darse

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SALARICH. DR. i>RANCISCO OE P. CAMPÁ 239

mismo perfecta cuenta, hasta la abnegación. Admirable en los duros trances en que puede encontrarse muchas veces el médico, especialmente el to­cólogo, sabía obrar con valentía y rapidez, sin arrebatos ni precipitaciones contraproducentes.

He aquí, como observábamos, todos los actos de su vida se hallaban constantemente vinculados a su formación científica; sus actividades pro­fesionales involucradas al más perfecto sentido de moralidad.

En el curso ele su vida, el Dr. CA.\tPÁ fue presa de una de aquellas circunstancias que, por paradójicas, parecen más bien un sueño que una realidad tangible. :ru, el médico especialista en enfermedades propias de la mujer, profesor y práctico en la especialidad de Obstetricia, que en Barcelona, Valencia y más tarde, nuevamente, en nuestra capital, poseía una envidiable, escogida, clientela y en ella y en su lugar hospitalario tantos bene.6cios aportaba a sus pobres pacientes y tantas lágrimas había enjugado en aquel instante supremo en que va a ctm1plirse el milagro de amor en el augusto trance de la maternidad, convirtiendo en alegría su­prema el angustioso momento de la espera lenta y dolorosa, tenía que ver atenazado su corazón por el enorme dolor de presenciar y sentir la muerte de su esposa, arrancada de sus propias manos por un proceso patológico e~ el preciso instante de dar a luz su tercer hijo, que perdió también la Vld~ en el momento de conquistarla. En efecto, doña Ana Sanmartí y ReVJs, que había desposado en 1863, falleció de eclampsia el día 5 de abril de 1869.

El resto de su vida, lo consagró al amor de sus hijos, al amor al estudio Y. al amor, que no había nunca aminorado, a su ciudad. En cuanto a sus hijos, _hijo e hija, pudo molir viendo como la continuidad de la profesióu herethtarla no se truncaba en la persona de su heredero, que logró los titulas ele Doctor en Ciencias y en Medicina.

El amor al estudio no decreció en sus últimos tiempos, aunque una en~e1:medad incurable le alejó de Jos ejercicios cotidianos· Enfermedad traicionera de localización cerebral, de len to curso, de evolución progresiva, en el curso de la cual llO dejó jamás decaer su entereza espiritual, su serenidad ante la muerte.

El cariño a su tietTa no dejó jamás de demostrarlo en toda ocasión en que sus obligaciones le permitían acercarse a ella, y colaboraba de ce~cn Y de lejos en aquellas manifestaciones en las cuales había roto las pnmeras lanzas de su inteligencia en su juventud. Prueba irrefutable de sus afectos patrióticos lo constituye su última voluntad ele ser enterrado ~~ ~1 panteón familiar que él mismo hizo construir en el cementerio de t 10 para guardar los restos mortales de sus antepasados. Este deseo pós­s~m? fue debidamente cumplimentado el 11 de febrero de 1892, al día 1gtUente de Q · · d · "ó a 1 • su muerte. wso acercarse, una vez termma a su lntSI n,

a lterra que le vio nacer y le infiltró los pdmeros deseos vocacionales

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240 ANALI::S. SECCIÓN ClllUCÍA

de su profesión. Pero al mismo tiempo le inspiró todo aquello, de hondo sentido espiritual y humano, que le acompañaría toda su vida. Ya vimos como antes de adentrarse por los laberintos de la ciencia médica se vistió con los ropajes de su afición literaria, los que logró adornar con el candor y el fulgor de sus posibilidades poéticas. Cualidades que impregnaron todas sus manifestaciones, vitales, científicas y pedagógicas. Ejemplo claro y preciso del pensamiento de Jacques Maritain cuando dice: "La intuición poética es necesaria en la ciencia, en la filosofía, en la religión, en los cami­nos de la santidad e incluso en los grandes negocios".

Y ahora, amigos, para terminar, perrnitidme cerrar el círculo, para satisfacción de mis íntimos sentimientos. Mis dos anteriores generaciones médicas vivieron en continuo contacto con las generaciones médicas de los CAMPÁ. En los anales ciudadanos yjcenses el nombre de mi abuelo y el de CLEMENTE C1\MPÁ corrían parejas en todos los acontecimientos y habían merecido elogios y lauxeles semejantes. Mi padre había sido íntimo de nuestro biografiado de hoy. En las mismas academias vicenses habían colaborado. Su amistad no se rompió con la separación que las divergencias profesiónales obligaron entre períodos de persistencia y desplazamiento. Estos días be podido ver, al hojear el "Manual de Obstetricia" de CAMI'Á,

una expresiva dedicatoria autógrafa dirigida a mi padre haciendo gala de su antigua y profunda camaradería. Un hecho casual me invita a unir, además, simbólicamente sus recuerdos. En el cementerio de Vich, apacible y silencioso, una plazuela cenb·tll parece presidir aquel conjunto urbanís­tico funerario. En sus cuatro esquinas se levantaron cuatro mausoleos; en el primero de la izquierda, al llegar, reposan mis antepasados. En la otra esquina de la misma mano el nombre de CMJPÁ bautiza la sepultura. Los dos fuerou conslruidos con el mi5n.lo objelo de guardar un recuerdo de veneración a las cenizas de nuestros venerados abuelos· La vecindad del mutuo reposo evoca aquella amistad indestructible y el afecto de ~u vida terrestre parece continuar viviendo en la cercanía de su estancm subterránea.