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PASTORAL

Una AcciónEducativa

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SistematizaciónSandra Lau Dioses

Jesús Herrero Gómez S.J.,Coordinador General del Programa 9 de Acción Pastoral

Angela ZabalaGregorio TeheránFernando MendozaComisión P9Proyecto de Fortalecimiento de la Acción Pastoral en Fe y Alegría

Edita y distribuyeFederación Internacional de Fe y AlegríaMovimiento de Educación Popular Integral

Dirección: Cahuide 884Jesús María Lima- Perú Teléfono: (1) 471-3428Fax: (1) 470-3088E-mail: [email protected] Página Web: http://www.feyalegria.org/perú

Corrección de estilo: Marcela Aliaga ChahudDiagramación: Romy KanashiroImpresión: Impresiones VelázPrimera edición, noviembre de 2008Tiraje: 1000 ejemplaresFinanciado por: Porticus/ Entreculturas

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Contenidos

PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

MARCO REFERENCIAL PARA LA ACCIÓN PASTORAL

1. Marco Contextual2. Marco Teológico3. Una Obra Educativa que se ha ido haciendo4. Espiritualidad de Fe y Alegría5. Principios Pastorales de Fe y Alegría6. Criterios de Acción7. Ideario y Pastoral8. Fondo de Reflexión

ANEXOS

Aportes para la reflexión sobre la espiritualidad de •Fe y Alegría Claves de lectura de la fe• Fe y Alegría y su proyecto de evangelización• Hacia una espiritualidad cristiana y de fe• Para un marco teológico de Fe y Alegría•

BIBLIOGRAFÍA

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Presentación

No es común para mi redactar la presentación de un libro. Es la primera vez que lo hago y mi pensamiento inicial fue que la mejor introducción a estas páginas que hoy tienes en tus manos, sería el Testamento del P. Vélaz. No encuentro mejor expresión de nuestra iden-tidad como miembros de Fe y Alegría que lo expresado en ese documento. La pregunta fundamental para la Pastoral es, precisamente, la pregunta por nuestra identidad. Recorrer las páginas de este libro que recoge la reflexión que hemos realizado durante los últimos años y narra las experiencias más significativas, es dar vida a ese testamento que Vélaz nos dejó como herencia.

Fe y Alegría nace de una experiencia pastoral; experiencia de encarnación y experiencia pas-cual. El Padre José María Vélaz veía, con los estudiantes universitarios, la ciudad de Caracas rodeada de cerros pobres donde colgaban pobres casas y habitaban vidas marcadas por las carencias y sintió el impulso de hacer redención” de la pobreza con la mejor herramienta posible: la educación. Fe y Alegría es también experiencia Pascual. La fuerza del Resucitado está presente en toda nuestra andadura y se hace experiencia cotidiana.

Nacimos con vocación de margen, de frontera, de desierto… Sólo si mantenemos vivo el espíritu y la espiritualidad heredada de Vélaz, seremos fieles a nuestros orígenes. Tenemos que convertir a nuestras Instituciones Educativas y a toda nuestra acción educativa en “instituciones-parábolas” que busquen, ante todo, el Reino de Dios y su Justicia. Dios mis-mo se hará “añadidura”.

Como se expresa en este libro, nuestra propuesta pastoral lee toda nuestra acción educa-tiva en clave de pastoral; busca hacer de nuestros alumnos y alumnas, nuestros profeso-res y profesoras; hombres y mujeres para los demás. Como en el camino hacia Jericó, lo importante es ayudarles a descubrirse en sí mismos y en los demás, una naturaleza que viene siempre marcada con el sello de Dios. Así, nuestra sal no se hará insípida, ni la luz oscuridad.

Sin duda, muchas veces sentiremos la fatiga del camino. Sin embargo, frente a tantos cortocircuitos, queremos seguir siendo constructores de esperanza, cavando la tierra en busca de tesoros escondidos, sabiendo que siempre habrán ríos que vadear y montañas que escalar. Sabemos también, que siempre encontraremos brasas bajo hogueras aparen-temente apagadas.

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A Vélaz no pudieron robarle sus sueños, sus utopías… porque eran los sueños de Dios. Nosotros queremos también ser sueños de Dios, contribuyendo a “Construir mesas de fra-ternidad, con pan y vino para todos” (Neruda). Escribamos juntos nuevos cantos.

Jesús Herrero s.j.Coordinador Programa 9

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Introducción

” ¡Acariciar los espacios rígidos, alentar los días lentos, mirar con ternura los pasos inse-guros, liberar el instante preso, y dejar que el Reino alcance su estatura, de la mano del

Señor que cuida el misterio!”(González B.).

Este documento busca recoger lo que la Pastoral de la Federación Fe y Alegría ha hecho en su largo andar. Como dice el poema, acariciar los espacios, alentar los días, mirar con ternura, liberar con otros desde nuestra acción pastoral, confiados en que Dios camina siempre a nuestro lado.

El documento que tienes en las manos está dividido en ocho partes diferenciadas y a la vez relacionadas entre sí. La primera nos ubica en el marco contextual latinoamericano en el que se desarrolla nuestra acción pastoral; uno no puede definirse a sí mismo, si no tiene presente su entorno y sus circunstancias. Acontinuación se presentan un conjunto de reflexiones asociadas a cinco temas que se desarrollan con mayor profundidad. El primer tema aborda el Marco Teológico en el que decimos, en pocos párrafos, lo que podríamos llamar el Credo de Fe y Alegría, basándonos en lo que ya está dicho por los expertos, como Víctor Codina S.J. En el segundo tema narramos cada etapa de la experiencia, como si cada paso hubiera sido la meta final; esto con el fin de mirar con realismo, proyectar y asumir retos para continuar la marcha, desde una mirada unificada de lo que somos y buscamos.

Los tres temas que a continuación se desarrollan, apuntan al corazón de nuestra acción pastoral, lo que la dinamiza, la recrea y sostiene. Se refieren a la fuente de nuestra Es-piritualidad como Fe y Alegría, a los Principios Pastorales y a los Criterios de Acción que buscamos marquen nuestro modo de proceder en conjunto, sin que ello pretenda encajo-nar al Espíritu, más bien busca enriquecer nuestra mirada, y dar cauces de unidad, no de uniformidad, a nuestro trabajo de educación evangelizadora.

El último tema , presenta una mirada diagonal al Ideario de Fe y Alegría, donde se descubre la visión pastoral que lo atraviesa; y se termina con un fondo de reflexiones que se presen-tan como anexos. Estos son un conjunto de documentos que han servido para la elabo-ración del Marco Referencial para la Acción Pastoral y sirven para seguir reflexionando en conjunto nuestra identidad-misión y responder con coherencia al mundo de hoy.

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Finalmente decir “No podemos atizar el ritmo del tiempo para que madure la historia a golpes de deseo, y cosechar el Reino antes de llegar la hora” (González B.). Nos toca a cada uno, cada día, en cada minuto, en cada segundo del presente, prolongar con nuestra vida este proyecto, recrearlo y contagiarlo, para que sigan brotando signos de resurrección que hagan patente la presencia del Reino de Dios entre nosotros.

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MARCO REFERENCIAL PARA LA ACCIÓN PASTORAL

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Cada una de nuestras instituciones educativas, sean estas del ámbito formal o no, trabajan en un contexto con características que les son particulares, ricas en diversidad geográfica, social y cultural; pero a la vez comparten un contexto global común: Latinoamérica. Este contexto las condiciona presentándose en forma de desafíos a los que hay que responder con acciones desde una visión pastoral federativa. Podemos decir que estos retos se mani-fiestan en:

a. El contexto latinoamericano está marcado por una gran desigualad social, las medidas económicas han privilegiado a las élites capitalistas a costa de las mayorías cada vez más empobrecidas. Estas desigualdades se profundizan cada vez más con el uso de las nuevas tecnologías, que exigen permanentemente mayor especialización para acceder al mundo del trabajo. Esta situación de desigualdad genera violencia, anomia, desin-tegración y corrupción. Demanda por lo tanto, una atención especial en la educación ética y política.

b. El marco económico neoliberal, plantea un modelo de persona humana como instru-mento de producción y de consumo, reduciéndola al nivel de mercancía. En este orden de cosas, predominan los compartimientos individuales y egoístas, siendo los más nece-sitados, los que tendrán menos acceso a los bienes y servicios que proclama el modelo.

c. Un proceso de globalización que trae cambios económicos, tecnológicos y culturales. La economía basada en la productividad eficaz y eficiente, valoriza solo la rentabilidad monetaria, pasando por encima de los derechos de las personas. La globalización de la tecnología va creando un patrón de vida asociado a los países desarrollados: un estándar de satisfacción de consumo, una sociedad de la información (TIC) que ponen en juego nuevos lenguajes y valores y propician la construcción virtual de identidades personales y sociales. El debilitamiento de las identidades socio-culturales, debido a un proceso de homogenización cultural, ha despertado fundamentalismos religiosos, políticos e incluso raciales.

d. La desigualdad social en los diversos países de la región, está permeada por exigencias de igualdad e individuación social cotidiana. Pero estas exigencias no se expresan direc-tamente en demandas sociales organizadas hacia el sistema político injusto; se dirigen más bien, al mundo de lo privado, al consumismo, la violencia y emigración.

1. MARCO CONTEXTUAL

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e. La creciente dificultad de gobernabilidad y gestión educativa pública, que por un lado espera de la educación el impulso para el desarrollo de los países de la región, pero que al mismo tiempo la critica y desacredita por su desfase e ineficiencia. Estos vicios del sistema educativo se constatan con más fuerza en los sectores más pobres. En esa misma dirección, las líneas educativas se inscriben en una visión economicista, tecnicista y pragmática y se descuida la integralidad de la persona.

f. La religión o mejor dicho religiosidad en América Latina, constituye la principal fuente de apoyo moral y esperanza, en particular de los grupos más pobres. Sin embargo, al mismo tiempo hay que reconocer la existencia de prácticas y concepciones que revelan diferentes enfoques de evangelización, algunos incluso con distorsiones que resultan en frecuentes incoherencias entre fe y vida. Se advierte falta de testimonio y conviccio-nes profundas en muchos cristianos y una cierta resignación al sufrimiento y al dolor. Asimismo, se puede observar en las últimas décadas la presencia creciente de iglesias evangélicas, que han demostrado una enorme capacidad de proselitismo.

g. Dentro de ese contexto que nos reta y exige, necesitamos respuestas esperanzadoras de parte de profesionales en educación y del propio movimiento, que ha asumido su trabajo con calidad, vocación y convicción. Pero también se constata en nuestro movi-miento, la necesidad de un cambio de mentalidad, de actitudes y comportamientos que permitan integrarnos en el escenario global latinoamericano de manera organizada. Necesitamos de acciones conjuntas y de comunicación en red para compartir recursos, comunicar experiencias y mirarnos como lo que somos: un todo que busca responder evangélicamente, desde una pastoral que ha optado por educar a los pobres como fin primero y último de su misión, para que sea el constructor de su presente y, junto con otros, pueda hacer posible una sociedad más justa y humana.

Estos retos, percibidos cada vez con mayor claridad, perfilan a Fe y Alegría como un movi-miento de educación popular y promoción social y la desafían a un crecimiento continuo en calidad y en extensión. Es clara la consciencia de que el punto de partida será siempre la realidad, así como ella es, y de que nuestra intervención en ella ha de ser siempre gratuita, humilde y esperanzada si quiere ser evangélica. Pero al mismo tiempo, con la convicción de ser instrumentos elegidos para hacer creíble el mensaje de salvación para todos, es decir, Jesús Resucitado

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Antes de pasar a describir la forma en la que enfrentamos los retos del mundo de hoy, intentamos refrescar para todos, la manera como se armonizan en “Nuestro Credo”, dos vertientes nucleares del misterio cristiano: la Encarnación y la presencia vivificante del Es-píritu Santo.

El misterio cristiano tiene como fundamento la iniciativa divina de comunicarse gratuita y generosamente a los hombres. Toda la economía de la Salvación, está hecha de relatos que ilustran esa autocomunicación de Dios Trinidad, que se convierte en historia de distintas maneras y en diferentes momentos salvíficos, a partir de esa primera revelación de Dios que fue la Creación y en espera de la manifestación definitiva “Cuando Dios será todo en todos”. (1 Cor 15: 28)

“Podemos decir que hay dos misiones trinitarias, la del Hijo y la del Espíritu, diferentes y complementarias:

El Hijo visible y encarnado en Jesús; el Espíritu invisible e interior a nosotros.•El Hijo con nombre, Jesús; el Espíritu anónimo y sin nombre.•El Hijo se encarna en un hombre; el Espíritu actúa a través de personas y grupos.•El Hijo se manifiesta en un momento histórico: el Espíritu actúa desde el comienzo de •la creación hasta el fin, fecunda las culturas y las religiones, mueve la historia, libera la creación hasta llegar a la escatología. El Hijo es revelado por la Palabra; el Espíritu hace que la Palabra sea conocida y asimi-•lada vitalmente.El Hijo vivió haciendo el bien, murió y resucitó; el Espíritu lo hace nacer de María, guía •su vida, lo resucita, hace nacer la Iglesia y es el que la vivifica a través de carismas, sa-cramentos, profetas, santos, etc”.1

Nosotros hemos recibido la plenitud de la revelación de Dios en Jesucristo a través de la cadena de testigos, que se remonta a quienes convivieron con El. Somos contemporáneos de la acción del Espíritu en la Iglesia. En cada época de la historia de la Iglesia, han ha-bido distintos acentos en la transmisión del mensaje, dependiendo de las circunstancias históricas, las distintas sensibilidades, y también de las personas que son mediadores en la transmisión de la fe.

Desde la perspectiva Teológica Cristiana, uno de los grandes dinamismos que atraviesa nuestro siglo XX es la progresiva captación de la importancia de la dimensión encarnatoria

1 “Para un marco teológico de Fe y Alegría”; Víctor Codina S.J. La Paz, ver Anexo 5

2. MARCO TEOLÓGICO

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de la fe2. Es decir, la Teología ha vuelto a mirar y a alimentar la fe cristiana, partiendo de ese misterio que marcó “la plenitud de los tiempos” (Gal 4:4) cuando “Dios se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1:14). Pero además ha comprendido mejor el alcance de este acontecimiento como pedagogía de Dios: la historia, la realidad humana, toda ella, en todas sus manifestaciones, se hacen sacramento del encuentro con Dios. Ya no hay fronteras entre lo profano y lo sagrado: Dios, en Jesús, ha consagrado todo lo humano y por su Espíritu, sigue divinizando todo lo que el hombre humaniza.

“Esta constatación progresiva de que a la fe y a Dios se le descubre en medio del mundo, tiene su culmen en el Vaticano II. El Concilio ha llamado la atención sobre esta misteriosa presencia del Espíritu en la historia, que se manifiesta sobre todo a través de los signos de los tiempos (GS 4; 11; 44). Entre estos signos de los tiempos, que hay que discernir, po-demos distinguir el clamor de los pobres, de los indígenas, de las culturas, de los jóvenes, de las mujeres, de los movimientos pacifistas, ecologistas, de los que sueñan otro mundo posible…” 3

Siguiendo con la perspectiva encarnatoria de la revelación de Dios, cada contexto geográfi-co e histórico, debe auscultar los signos a través de los cuales Dios habla y discernir en ellos las llamadas del Espíritu para ese determinado momento histórico.

“Para América Latina, las Conferencias de Medellín y Puebla significaron la concreción pas-toral del Vaticano II a nuestro medio. Lo que en el fondo animó las reuniones episcopales en el esfuerzo de aplicar el Concilio a nuestra realidad golpeada por la miseria y la injusticia, fue la pregunta acerca de cómo ser cristiano en un mundo de empobrecidos; cómo hacer que la fe cristiana sea fermento de promoción y liberación humana en nuestro Continente. De esta misma cuestión fundamental nace y se nutre, como de su fuente, la Teología de la Liberación”4

El movimiento de liberación en todas sus dimensiones, que reconoce la presencia interpe-lante del Dios Encarnado, en la irrupción del grito de los pobres en nuestra historia, es sin duda una manifestación del Espíritu.

“El Episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusti-cias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria. Un sordo

2 Ya desde los años veinte la Teología europea y diversos grupos (como el Movimiento Protestante, el denominado “Socialismo Religioso”, los “Cristianos por el Socialismo”, etc.), van tomando una incipiente conciencia de que la fe se vive en la realidad temporal. Una fe que no toma en cuenta los desafíos sociales y políticos, es una fe que está fuera del mundo. Los “movi-mientos especializados de pastoral”, como la JOC, la HOAC, la JEC, ACCION CATOLICA, vuelven a insistir en que lo propio del cristiano es vivir la encarnación.

3 “Hacia una espiritualidad cristiana de Fe y Alegría: tanteos, sugerencias y algunos desafíos” Oscar Martín S.J. Paraguay, 2002

4 “Para un marco teológico…”

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clamor brota de millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte”. 5

“La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy con-cretos, en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela”. 6

Este es el contexto histórico, el clima Teológico en el que nace Fe y Alegría, en Venezue-la, en 1955. Es verdad que no son todavía los años del Concilio, pero sí es el tiempo del Espíritu “que permanece con nosotros y está con nosotros… guiándonos hacia la verdad plena” (Jn.14, 17; 16,13). No es el Concilio, no es Medellín, pero sí han empezado a so-plar los vientos que los hicieron posibles. El Espíritu que ha acompañado a la Iglesia santa y pecadora, en su peregrinar por la historia, estaba preparando un nuevo Pentecostés para renovarla desde dentro. Fe y Alegría es uno de los muchos movimientos que en los años anteriores al Concilio, redescubren en la Encarnación, la esencia del ser cristiano.7

No hay que forzar los hechos para intuir que fue la contemplación de la Encarnación como la propone Ignacio de Loyola en los Ejercicios8, la que inspiró al P. José María Vélaz, para desencadenar el movimiento de educación de los más pobres que es Fe y Alegría. No una, sino muchas veces, debió Vélaz, como Jesuita, volver a la contemplación de la Trinidad que, en este tiempo, “mira a la redondez de la tierra” y ve “rostros de niños golpeados por la pobreza desde antes de nacer, por obstaculizar sus posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables; los niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y desorganización moral familiar. Rostros de jóve-nes, sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad, frustrados por falta de oportunidades de capacitación y ocupación”9. Y sentiría impetuosa la llamada a hacer redención, continuando el designio salvador de las Tres Personas en la sua eternidad.

Cuando ya puede ofrecer unas primeras respuestas, en la plenitud de su vida, el Padre Vélaz escribe en su Testamento Espiritual: “Estoy levantando escuelas y talleres para una nueva juventud… para los que no tienen voz que los defienda; para los que nunca han visto una casa donde habita el amor… anhelo integrar en un solo valor, la selva, los talleres y los libros; los maestros y los consejeros; la fe, el paisaje y la oración; los grandes proyectos del futuro; el arte, la esperanza y el amor”. 10

En la partida de nacimiento de Fe y Alegría, está como telón de fondo el misterio de la En-carnación. Eso es claro para todos nosotros. Tanto por sus realizaciones salvadoras, como

5 II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Medellín, 1968. La Pobreza de la Iglesia, Nos. 1 y 26 III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. 1979, Puebla, No. 317 Para ejemplos de otros movimientos de pastoral, ver nota 28 Ejercicios Espirituales N° 1029 Puebla, N° 32.3310 Testamento Espiritual. José María Vélaz , 1980

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por la manera de hacerlo: escuelas “para los que no conozco, pero amo… estoy alistando maestros que os miren como a hijos, pues seréis sus herederos”.11 Es decir, hogares que testimonien el amor de Dios Padre y su preferencia por los más pobres.

Porque la Encarnación de Dios no es un asomo de su amor por el hombre sino un desborde de su amor generoso que quiere llegar a toda la raza humana, sin fronteras, sin medidas. Cuando Fe y Alegría apuesta por los más pobres, es un signo de que Dios sigue poniendo su tienda entre nosotros, en las afueras de la ciudad. Solo así puede ser buena noticia para todos, como lo fuera en Belén, cuando convocó tanto a los pastores como a los sabios de Oriente. Nivelar por lo bajo es la única manera de que nadie quede excluido. Fe y Alegría, quiere ser Buena Noticia para todos los que van quedando por fuera del sistema, para de-volverles la dignidad de personas e hijos de Dios, por medio de una educación con calidad y equidad. Espera además que ellos, como hombres y mujeres nuevos, una vez liberados, sean agentes de cambio, en su entorno local y en el más amplio donde les toque actuar.

Nacida en el seno de la Encarnación, Fe y Alegría crece y se sostiene, por la fuerza del Es-píritu que anima y vivifica a la Iglesia. Esto es también una evidencia que alimenta nuestra fe. La historia de cada escuela, de cada programa de acción social, es un testimonio de que Dios sigue acompañando a su pueblo y quiere para todos vida abundante. (Jn 10: 10) En Fe y Alegría vemos confirmarse la parábola del grano de mostaza, que siendo la más pequeña de las semillas, nace y crece hasta ser árbol frondoso y los pájaros vienen a albergarse en él (Mt 13: 31, 32). Ciertamente, el crecimiento sostenido en extensión 12 y el afán siempre presente por la cualificación del servicio, sin tener otro capital que la mística, la solidaridad, la pasión por ofrecer una educación evangelizadora, no se explican si no es porque se está cumpliendo la promesa de Jesús Resucitado: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos… Yo estoy con ustedes, todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28:19, 20).

En su lenguaje místico y poético lo intuía así el P. Vélaz cuando escribía en su Testamento Espiritual: “Hasta dónde podrán volar el ingenio, la ilusión y los anhelos? Quisiera encontrar un heredero de las grandes esperanzas, que tenga la barrera de la muerte más lejos que yo… para que del poder dormido de esta tierra, brote un renuevo salvador… Quizá esta chispa llegue a incendio. Es una semilla no más que busca la tierra, la tierra de la multipli-cación, en el morir primero”. 13

El Testamento del fundador no reparte bienes de capital. Su legado es la mística de una chispa que se hizo incendio ya en su tiempo y que sigue abrasando países y continentes

11 Ibíd.12 A los 53 años de su Fundación, Fe y Alegría ha llegado a 18 países de América Latina y el Caribe, Europa y África; agrupa

38.000 profesionales que desarrollan su labor en más de 1.100 planteles escolares y centros dedicados a programas de educación alternativa y promoción social, en los que se atiende a más de 1.300.000 personas.

13 Testamento Espiritual, José María Vélaz, 1985

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con su luz y calor, porque es Dios mismo, la fuerza del Resucitado, el que se ha compro-metido a alimentarla hasta el fin de los tiempos.

Pero Fe y Alegría sí cuenta en su haber, con un enorme capital humano: los maestros, las familias, los directores, los promotores, los niños y jóvenes, y sobre todo, el patrimonio de una fe hecha mística y pasión en los religiosos, que multiplican milagrosamente y reparten el pan de la dignidad y la esperanza entre los preferidos de Dios. Esta experiencia vivida día a día, alimenta en todos la fe en la Resurrección que se evidencia con signos contundentes como es la alegría que nos habita cuando vemos que los pobres se humanizan, dicen su palabra, trabajan por sus derechos y sacan lo mejor de sí mismos para servir a los otros. Es verdaderamente la alegría que nace de la fe vivida.

Por otro lado, Fe y Alegría también sabe que se trata de una experiencia Pascual: hay mucho de muerte en esta andadura. No es fácil hacer que los gobiernos entreguen la cuota que les corresponde en la educación de sus pueblos; los maestros, sintiéndose poco reconocidos y maltratados, y víctimas de sus propias heridas familiares, no siempre están dispuestos a ir más allá en su entrega a los niños y jóvenes; se siente mucha impotencia al escuchar tantas historias de pobreza, injusticia y abandono; los mismos pobres, humanos como son, nos hacen ver que el egoísmo está enraizado en el corazón del hombre; el cansancio y la desa-zón nos acechan cuando experimentamos la complejidad de la tarea de educar hoy en día; pero en todo esto salimos victoriosos, gracias a Aquel que nos amó (Rom 8: 37). Fe que da la alegría, fe que da la ilusión, canta nuestro Himno Internacional en clave y tono pascual.

Estos dos pilares del misterio cristiano, la Encarnación de Dios en el hombre Jesús y por ende en todo hombre y mujer, y la acción vivificante del Espíritu de Jesús Resucitado en la Iglesia, constituyen lo que podría llamarse el Credo de Fe y Alegría, su columna vertebral, nuestro marco teológico.

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Asimilar el pasado, vivir el presente y engendrar el futuro, es un ejercicio de toda la vida. Así lo entiende Fe y Alegría. Hacer memoria del camino hecho, como si cada paso hubiese sido la meta final, no para estancarse, sino para proyectar y mirar con realismo al futuro, es un ejercicio que hacemos en los párrafos siguientes.

Queremos partir con una mirada unificada de lo que es y desea ser La Federación Interna-cional de Fe y Alegría, para facilitar una mayor comprensión de los objetivos que nuestra acción pastoral desea alcanzar desde una dimensión internacional. Los siguientes datos, tomados del Plan Global de Fortalecimiento y Desarrollo Institucional (II PGFDI 2005-2009, Página 9), enmarcan el Programa de Acción Pastoral.

3.1. ¿Qué es Fe y Alegría?

El contacto directo con la vida de los pobres, con sus carencias y necesidades fue lo que dió lugar a la creación de Fe y Alegría. Nace en Venezuela, en el año 1955, como una entidad no gubernamental de solidaridad social, para aunar esfuerzos de la sociedad y el Estado en la creación y mantenimiento de servicios educativos y sociales en zonas deprimidas de la ciudad y del campo.

Con los años, el Movimiento se ha extendido a Ecuador (1964), Panamá (1965), Perú (1966), Bolivia (1966), El Salvador (1968), Colombia (1971), Nicaragua (1974), Guatemala (1976), Brasil (1980), República Dominicana (1991), Paraguay (1992), Argentina (1996), Honduras (2000) Chile (2005) y Haití (2005). En 1985 se establece Fe y Alegría en España como una plataforma de apoyo a los países latinoamericanos y de difusión del trabajo del Movimiento en Europa; desde 1999 se redefine su misión para asumir nuevos retos en el campo de la cooperación al desarrollo, con el nombre de Fundación Entreculturas - Fe y Alegría. En el año 2007 llega al Chad, en el África.

Son 18 los países donde operan organizaciones nacionales de Fe y Alegría asociadas como Federación Internacional. Además, en Italia se tiene una extensión del Instituto Radiofóni-coFe y Alegría, (IRFEYAL) de Ecuador.

Fe y Alegría es un Movimiento de Educación Popular Integral y Promoción Social, cuya ac-ción, impulsada por la fe cristiana, se dirige fundamentalmente a los sectores empobrecidos

3. UNA OBRA EDUCATIVA QUE SE HA IDO HACIENDO

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y a los excluidos, a fin de potenciar su desarrollo personal y su participación social. Convoca a personas e instituciones en torno al desafío de construir un proyecto de transformación social, basado en los valores de justicia, participación y solidaridad, y en la imprescindible coherencia entre la práctica y dichos valores, que no pueden quedar al margen al asumir los retos de la realidad.

Es un movimiento porque agrupa a laicos y religiosos en actitud de crecimiento, bús-•queda y autocrítica constante, de forma que su trabajo y estructuras organizativas, res-ponden de un modo dinámico a las exigencias y retos que les plantean las necesidades humanas y las demandas sociales. Es de educación porque busca la formación de hombres y mujeres conscientes de sus •potencialidades y de la realidad que les rodea, abiertos a la trascendencia, compasivos y solidarios, conscientes y comprometidos, líderes en el servicio para y con los demás.Es popular porque no sólo opta por los más desfavorecidos, sino que asume la educa-•ción como propuesta pedagógica y política de transformación, desde y hacia las comu-nidades, para formar ciudadanos democráticos, agentes de cambio, protagonistas de su propio desarrollo y capaces de construir calidad de vida.Es integral porque entiende a la educación en su sentido más amplio, el que abarca a la •persona en todas sus dimensiones, posibilidades, capacidades y necesidades. Y es de promoción social porque, ante situaciones de injusticia y necesidad, se com-•promete en la búsqueda de soluciones y desde allí, en la construcción de una sociedad justa, fraterna, democrática y participativa, humana y humanizadora.

Esta descripción del Movimiento es el fruto de la práctica reflexionada de varias décadas en total consonancia con la intuición primera del Padre José María Vélaz. El solía expresarlo en el siguiente sentido: Fe y Alegría es una Obra, o más bien un Movimiento que crece y evoluciona bajo la inspiración cristiana del amor a los más desvalidos, no para cuidarlos y tutelarlos siempre, sino para despertar en ellos el maravilloso resorte dormido de su propia determinación, de su íntima autonomía, de su auténtica libertad.

Para Fe y Alegría la educación es la estrategia fundamental para lograr una sociedad justa y equitativa, entendiendo que el no acceso y la baja calidad de este servicio, son causas y manifestaciones fundamentales de la marginación y de la injusticia social. Consecuente con esta percepción, Fe y Alegría comenzó su labor allá donde termina el asfalto, donde no llega el agua, donde la ciudad pierde su nombre, con el establecimiento de escuelas primarias en zonas marginales.

Gradualmente, en la búsqueda de caminos eficaces para dar respuesta a las múltiples ur-gencias de alumnos y comunidades, la propuesta de Fe y Alegría se ha venido concretando en iniciativas, programas y acciones de Educación Popular Integral y Promoción Social, en los distintos países según sus realidades. Hoy Fe y Alegría promueve con apoyo de la socie-dad y de los gobiernos:

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

A. Educación Escolarizada:

Educación Regular•

Redes de planteles escolares con programas formales de educación preescolar (hogares infantiles y preprimaria), primaria o básica y secundaria o media, académica y técnica. Así como programas de educación superior y universitaria técnica (en las áreas de inge-niería, arquitectura y tecnología, ciencias sociales y ciencias de la educación).

Educación Radiofónica y a Distancia:•

- Institutos radiofónicos para la transmisión de programas de alfabetización, educa-ción primaria o básica para adultos (educación formal semipresencial), educación media y capacitación en oficios

- Programaciones radiales abiertas, dirigidas a la formación ciudadana y humano-cris-tiana, a través de los programas de opinión y de noticieros.

B. Educación Alternativa y No Formal:

- Programas de alfabetización en español y otros con enfoque intercultural bilingüe.- Programas de educación especial para niños y jóvenes con discapacidad (con moda-

lidad formal o complemento de la escolaridad regular). - Programas y actividades de complemento o alternativa a la educación formal para

niños, jóvenes y adultos. Aquí podemos nombrar gran diversidad de acciones según los países: refuerzo escolar; atención a niños y adolescentes de la calle; residencias y hogares para población en edad escolar; prevención y atención educativa de pro-blemas de drogodependencia; grupos, clubes y campamentos con fines culturales, deportivos o recreativos; escuelas de padres y actividades con representantes de los alumnos; formación de líderes y promotores comunitarios; defensores de derechos humanos; educación para la solidaridad internacional, la paz, la ciudadanía etc.

- Programas de capacitación juvenil y formación para el trabajo dirigidos a alumnos de los planteles escolares de Fe y Alegría. Centros especiales, talleres fijos en las es-cuelas, talleres móviles entre otras iniciativas dirigidas a la juventud en general.

- Atención a necesidades de acompañamiento y formación humano-cristiana a través de convivencias, encuentros, retiros, parlamentos, etc.

Formación de Educadores:•

- Programa Internacional de Formación de Educadores Populares.- Programas de mejoramiento docente y de perfeccionamiento permanente en el

servicio. - Formación inicial y profesionalización de docentes en ejercicio (normal y superior)

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Servicios de Promoción Social y Desarrollo Comunitario:•

- Programas de atención a necesidades básicas en las áreas de salud y nutrición.- Programas de organización y desarrollo comunitario.- Centros comunitarios, cooperativas (de consumo, ahorro o producción), microem-

presas y consorcios para la organización y desarrollo de comunidades marginales urbanas, campesinas e indígenas.

3.2. El camino que venimos transitando

Son muchas las experiencias positivas y largo el camino recorrido. Tener la oportunidad de mirar lo andado para comunicar avances y reflexionar sobre los retos propios y los del contexto; construir un pensamiento colectivo, crear unidad, enriquecernos, renovarnos y fortalecernos como institución, son las pistas que hacen posible este recorrido del camino juntos. No se ha tratado sólo de llegar, sino de saber que estamos en el camino correcto. Esto es lo que a continuación presentamos de manera sucinta:

A. Primera fase

A partir de 1970 se comienzan a celebrar las Asambleas Anuales de Directores Nacionales, para comunicar los avances de Fe y Alegría en los países y reflexionar sobre los retos, el marco doctrinal y los lineamientos de acción. En el período 1970 a 1984 se lograron con-clusiones y acuerdos que aportan a la construcción de un pensamiento colectivo, que se sistematizó luego en el Ideario Internacional aprobado en la Asamblea de 1985.

Esta fase representó un hito de extraordinaria importancia para la unidad del Movimiento, puesto que en el Ideario se integra y sistematiza la esencia de sus raíces fundacionales, enriquecidas con la dinámica de las realizaciones. Es la comunión en la identidad, la inter-comunicación y solidaridad en inquietudes y propuestas, lo que origina un movimiento in-ternacional cohesionado como federación de entes nacionales, con un modelo de gestión que se fundamenta en la comunicación y el trabajo cooperativo en red, con respeto a la autonomía funcional de los países, en materias de administración y programación.

La Federación se crea en 1985 como respuesta a las siguientes necesidades, que justifican su finalidad y objetivos, al tiempo que dan sentido a su Misión Institucional:

Velar por la identidad de Fe y Alegría como Movimiento de Educación Popular en servi-•cio a los sectores más necesitados del campo y de la ciudad.Favorecer la unidad del Movimiento y promover su expansión a otros países.•Promover y apoyar su múltiple acción educativa y de promoción social.•Facilitar la representación y el diálogo con organismos nacionales e internacionales.•

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

Favorecer una mayor y mejor información y comunicación de experiencias entre los •diversos países.

Clave de esta nueva estructura es la Asamblea General de la Federación, como instancia de decisión y orientación de acciones para el logro de los objetivos del Movimiento, la cual se reúne anualmente con la participación de todos los Directores Nacionales. Además, se ha dado continuidad a los Congresos Internacionales anuales como instancias más amplias de encuentro para la reflexión sobre temas de interés, el análisis de programas o acciones comunes a todos los países, y el intercambio de información y experiencias sobre la marcha del Movimiento.

B. Segunda fase:

Entre 1986 y 1991, la actividad de las Asambleas y Congresos de la Federación estuvo definida por la voluntad de poner en práctica las propuestas contenidas en el Ideario. Fue una fase de profundización y asimilación de las orientaciones fundamentales, buscando precisar las acciones que Fe y Alegría debía emprender.

C. Tercera fase:

La tercera fase se define por la conciencia colectiva de que la realidad social, política, económica y cultural, ha sido sacudida en sus raíces, con la vigencia del libre mercado y la globalización; y de que se están creando nuevas y profundas inequidades con el conse-cuente aumento de la pobreza. Es así que, en 1992 se comenzó en Fe y Alegría un proceso de reflexión sistemática sobre el contexto latinoamericano y la elaboración de un marco doctrinal con las correspondientes líneas de acción, para la construcción de una Propuesta de Educación Popular y Promoción Social, en incesante proceso de enriquecimiento y re-novación. En los documentos elaborados en los Congresos Internacionales, se encuentran los elementos que dan a Fe y Alegría, su sentido de Visión y Misión como Movimiento de Educación Popular y Promoción Social, juntamente con las respuestas perfiladas ante las nuevas realidades que nos rodean.

D. Cuarta fase:

Producto del proceso de reflexión y construcción colectiva, es la conciencia de la necesi-dad de dinamización del desarrollo y fortalecimiento del Movimiento, de cara a los retos identificados más claramente en el Congreso Internacional de 1997: Respuestas Educativas Innovadoras ante la Realidad del Año 2000 (Colombia, 1997) y el Seminario-Taller sobre Fortalecimiento Institucional de Fe y Alegría (Perú, 1998). Los resultados de la reflexión colectiva, permitieron arribar a una formulación resituada de la Misión del Movimiento y a la identificación de retos prioritarios para el conjunto de la Federación.

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Estos esfuerzos dieron como resultado el primer Plan Global de Fortalecimiento y Desarrollo Institucional (I PGDFI), que nos introducen en la presente fase de trabajo mancomunado y de acción en red. La puesta en marcha de dicho plan durante el período 2001-2005, permitió una mayor articulación del Movimiento a nivel internacional, en la búsqueda de respuestas a las necesidades comunes de los países, respetando siempre la especificidad de cada realidad nacional.

Durante el año 2003, en el Consejo de Directores Nacionales y luego en la Asamblea Ge-neral, se hizo una evaluación de los resultados conseguidos y se reflexionó sobre los nuevos énfasis que la realidad social planteaba al Movimiento. Fruto de ello se decidió actualizar los retos y acciones a emprender con un nuevo Plan Global de Fortalecimiento y Desarrollo Institucional para el período 2005-2009. (II PGFDI)

Resulta oportuno insertar aquí, la mirada a las luces y sombras de la Pastoral en la Fede-ración, que el II PGFDI recogió en su momento, y que, nos parece, siguen siendo una buena descripción de la situación pastoral del Movimiento y punto de partida para pensar cualquier Proyecto de Pastoral de Fe y Alegría:

Luces

Encontramos en nuestro Movimiento, dentro de una gran diversidad, muchos logros y tam-bién muchos sueños y proyectos. La pastoral, como perspectiva específica y como acciones específicas, está bien posicionada y está en crecimiento: en general, existen responsables o coordinadores de pastoral, desde el nivel nacional hasta los centros particulares, cuentan con el apoyo de los directores respectivos y, con frecuencia, los coordinadores de Pastoral forman parte de los equipos directivos; se observa mucha mística y dedicación y hay mu-chos laicos y laicas comprometidos que han hecho de la filosofía de Fe y Alegría un ele-mento integral de su proyecto de vida; Los religiosos y las religiosas desarrollan una amplia acción pastoral y la mayoría considera que existe una integración y enriquecimiento mutuo entre el carisma de sus congregaciones religiosas y el Ideario de Fe y Alegría. La responsa-bilidad y el acompañamiento de la Compañía de Jesús a la Federación, a las directivas na-cionales y a los diferentes centros es muy significativa; en muchos países son satisfactorios los vínculos y la colaboración con la Iglesia local; en algunos países se cuenta con personal capacitado para facilitar retiros y ejercicios espirituales a los docentes y alumnos; hay una gran diversidad de producciones escritas para la pastoral y diversas iniciativas de formación para los docentes y alumnos; en general, hay una buena imagen de Fe y Alegría para entrar en relación con otras instituciones…

Sombras

También encontramos algunas deficiencias y sombras en nuestra pastoral dentro de nues-tra diversidad: ausencia de planes de pastoral o acciones pastorales atomizadas; divorcio

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

entre la pastoral y la pedagogía; poca formación pastoral entre los docentes; diversidad de concepciones teológicas entre los agentes pastorales; reducción de la pastoral a celebra-ciones litúrgicas puntuales y a la educación religiosa; carencia de itinerarios integrales de formación o de programas de educación religiosa escolar procesuales; carencia de recursos económicos para el financiamiento de las actividades pastorales; ausencia de sistematiza-ción y socialización de experiencias significativas en la pastoral; resistencia de algunas reli-giosas o religiosos a asumir la propuesta de Fe y Alegría; desconocimiento de la pastoral en los procesos formativos por parte de los equipos directivos y del personal docente; divorcio entre fe y cultura; poca claridad sobre lo que significa una pedagogía pastoral; ausencia de una formulación explícita de los rasgos de la espiritualidad de Fe y Alegría; resistencia al tra-bajo en red y dificultad para el intercambio y la comunicación entre los agentes pastorales; ausencia de propuestas pastorales que integren a los exalumnos; disparidad de criterios, de recursos y de acción entre los centros; falta de acompañamiento a los animadores pas-torales; deficiencias en la formación de los encargados de cada institución; poca capacidad para diseñar, formular y trabajar proyectos.” (II PGFDI, Página 20)

Al interior de esas luces y sombras, Fe y Alegría prosigue su proceso de desarrollo cualita-tivo y cuantitativo; su expansión geográfica y la consolidación de sus estructuras organiza-cionales, con preocupaciones comunes en los países, pero también con énfasis y opciones diversas, que responden a sus contextos particulares. Por otra parte, se han abierto espa-cios para el trabajo conjunto de países cercanos por su ubicación geográfica y acciones de apoyo entre las distintas sedes nacionales.

En el contexto de globalización, ser una red internacional, es una fortaleza invaluable. Este camino recorrido por varias décadas, le da a la Federación una experiencia que le ayuda a enfrentar con esperanza los difíciles desafíos de la educación. Contar con gente que piensa a niveles amplios; que ha enfrentado problemas complejos en distintas geografías, que está dispuesta a compartir logros y recursos sin cobrar derechos de autor, porque todo queda en casa y porque se sabe que el interés de todos, es que el Reino de Dios avance, es un haber que da mucha confianza para el camino. Y la red crece y se extiende hasta el África y en un futuro próximo al Asia.

Como un segundo nivel del sistema de planificación del Movimiento, están los Planes Es-tratégicos Nacionales. En ambos niveles, los planes se enmarcan en los lineamientos de la organización definidos en su Ideario Internacional, y tienen como referente la visión de persona, sociedad e Iglesia, así como las posturas ante los nuevos desafíos plasmados en la Propuesta Educativa y de Promoción Social.

Lo anterior es un recuento sucinto del camino hecho como Movimiento de Educación Po-pular Integral y Promoción Social, y los programas y acciones con los que responde a las múltiples necesidades y urgencias del contexto latinoamericano, donde mayoritariamente

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se ubica; es un recorrido histórico por las fases que imaginariamente se han establecido, para facilitar una mirada a cuánto se ha avanzado y cuánto queda aún por hacer.

3.3. Misión Visión y objetivos estratégicos de la Federación Fe y Alegría

Misión

Fe y Alegría es un Movimiento Internacional de Educación Popular Integral y Promoción Social, dirigido a la población excluida, para construir un proyecto de transformación so-cial, basado en los valores cristianos de justicia, participación y solidaridad (IIPGDFI 2005-2009).

Visión

La visión de Fe y Alegría es un mundo donde todas las personas tengan la posibilidad de desarrollar todas sus capacidades y vivir con dignidad, construyendo una sociedad justa, participativa y solidaria; un mundo donde todas las estructuras, en especial la Iglesia, estén comprometidas con el ser humano y la transformación de las situaciones que generan la inequidad, la pobreza y la exclusión (IIPGDFI 2005-2009).

Objetivos Estratégicos al 2009:

Impulsar una educación popular integral de calidad.Fortalecer la institucionalidad federativa del Movimiento e impulsar el desarrollo de un modelo de gestión acorde con su visión y misión.Consolidar el Movimiento Internacional de Fe y Alegría como sujeto de acción pública, en los distintos países donde está presente.

A partir de estos objetivos estratégicos se desprenden 11 objetivos operativos, cada uno con su respectivo proyecto, dentro de los cuales se ubica el Proyecto de Acción Pastoral que tiene por objetivo promover la acción pastoral en los distintos programas educativos y de promoción social de Fe y Alegría, en todos los países, incorporándola como un eje importante de su quehacer (IIPGDFI 2005-2009).

3.4. Objetivo general y objetivo específico de la acción pastoral de Fe y Alegría

Para responder a la misión, visión, y objetivos planteados desde la Federación de Fe y Ale-gría, la acción pastoral define su objetivo general de la siguiente manera: contribuir, desde la acción pastoral, con la construcción de una sociedad justa y fraterna, comprometida con la transformación de las situaciones que generan pobreza y exclusión.

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Su objetivo específico es: fortalecer la acción pastoral federativa en el plano internacional y en cada uno de los países, articulándola al accionar institucional en su conjunto.

Los capítulos que siguen, dan cuenta de las estrategias para lograr los objetivos arriba mencionados. Se define primero la Espiritualidad de Fe y Alegría, para luego establecer los principios y criterios que deseamos marquen nuestro modo de proceder y actuar como Federación, en clave Pastoral.

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4.1. Experiencia fundante

Hablamos de espiritualidad cuando la acción del Espíritu de Dios se transparenta en la vida, es decir es la vida en, con, y según el Espíritu. Para hablar de espiritualidad de Fe y Alegría, debemos ir a la fuente: a esa primera irrupción del Espíritu que se convirtió en experiencia fundante y que le dio nombre al movimiento de educación que es hoy Fe y Alegría: la ale-gría que nace de la fe vivida.

¿El hecho fundador? Todo empieza en Venezuela en los años 50 cuando un Jesuita, José María Vélaz, nacido en 1910 en Chile, de padres españoles, ingresa a la Compañía de Jesús en España, y es enviado a Venezuela como responsable de la atención pastoral de los estu-diantes en la recién fundada Universidad Católica Andrés Bello, de Caracas. Vélaz entendió que para la formación humana y cristiana de esos futuros profesionales, era necesario tem-plar su sensibilidad con las necesidades de una incipiente barriada de Caracas, para ofrecer alguna respuesta a sus muchas carencias.

Con esta motivación, lo primero que hicieron fue preparar a un grupo de niños para su Primera Comunión. Terminado este compromiso, sintieron que ya habían puesto ahí su corazón, que no podían abandonarlos y se preguntaron: ¿será que es sólo esto, lo que podemos dar? Entonces coincidieron en que lo que había que hacer era atacar la raíz de toda su pobreza, que era la ignorancia y se abocaron en la tarea de buscar cómo ofrecer educación a los niños. Es entonces cuando aquel soñador y motivador que fue el P. José María, se encontró con el corazón generoso de Abraham Reyes, padre de familia que le ofreció el segundo piso de la casa que había construido ladrillo a ladrillo durante ocho años, para que allí empiece, como parábola de grano de mostaza, la primera escuela de Fe y Alegría. Los universitarios fueron quienes prepararon a las primeras maestras (jóvenes del barrio que habían completado algunos años de secundaria). Cuentan las crónicas que aquellos jóvenes, iban con mucha fe y regresaban con mucha alegría !Una auténtica expe-riencia pascual!

Estos comienzos, de indiscutible sabor evangélico, son la fuente de donde brota la Espi-ritualidad de Fe y Alegría. La cercanía al pobre y a su mundo, puso a los fundadores en contacto con el misterio de la Encarnación, en los rostros de esos niños y de sus familias, en ese hombre que dejaba su casa para que fuese no solo de sus hijos sino de todos los niños del barrio, se encontraron con el Dios de Jesús, que los llenaba de su amor y su gracia, para hacerles signos de salvación en medio de su pueblo.

4. ESPIRITUALIDAD DE FE Y ALEGRÍA

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

4.2. Rasgos de su Espiritualidad

Esta experiencia de los tiempos fundacionales, es recreada por el Espíritu, allí donde llega Fe y Alegría, desde hace más de 50 años. Al desentrañarla encontramos lo que podríamos llamar los rasgos de una Espiritualidad de Fe y Alegría: los enunciamos, citando frases tex-tuales del Padre José María, tomadas sobre todo de su Testamento Espiritual (31.03.80).

La atención a discernir los signos de los tiempos en los que Dios se revela: cada familia •que toca a las puertas de Fe y Alegría, cada maestro que ingresa a formar parte de la Federación, cada nueva escuela o programa, cada nuevo país, son una invitación a discernir la presencia y la voz de Dios apasionado por la humanidad, a la que hay que seguir salvando. El pobre como lugar del encuentro con Dios, que llama a construir un mundo más hu-•mano y más fraterno: la historia de aquellos universitarios se repite, los niños y jóvenes de Fe y Alegría, con su sola mirada de necesidad y esperanza, se hacen Sacramento de la presencia de Dios y evangelizan a toda la familia de Fe y Alegría; la van haciendo más humana y la impulsan a multiplicarse para que no haya más, una pobre educación para los pobres. La fe en que Dios obra a través de lo pequeño: los gestos sencillos y cotidianos de aper-•tura y entrega de tantos educadores y educadoras, religiosos y laicos, van haciendo el milagro de una educación con calidad y equidad.La alegría que nace de la fe: es una constante no planeada, los educadores y educado-•ras de Fe y Alegría se van sintiendo más identificados con su vocación de educadores y la viven con alegría, generosidad y esperanza: “Para vosotros, los que vendréis, para los que no conozco pero amo… Estoy alistando maestros que os miren como a hijos, pues seréis sus herederos” (Testimonio del Padre Vélaz).Una insobornable confianza en que el Espíritu de Dios aletea para invitarnos a seguir •devolviendo dignidad humana a través de la educación, donde reinan la oscuridad y el caos de la ignorancia y la injusticia. La escuelita que empezó en aquella barriada en 1955, se ha convertido, a impulsos del Espíritu, en un Movimiento Internacional de Educación. Con mirada visionaria lo intuyó José María Vélaz (estoy pensando en voso-tros, en los que vendrán... trazando caminos para unos pasos que no serán los míos... Quizás esta chispa, llegue a incendio... es una semilla no más, que busca la tierra, la tierra de la multiplicación, en el morir primero!).

No es difícil descubrir los trazos de la Espiritualidad Ignaciana: la centralidad del Misterio de la Encarnación y del Jesús del Evangelio; el discernimiento como modo de proceder para un mayor servicio; el imperativo de buscar siempre el más de la misión; el amor puesto en obras y no en palabras; la fe para arriesgarse y la alegría como frutos del Espíritu, es decir, en todo amar y servir, siempre más y mejor.

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En estos 50 años, la espiritualidad de los orígenes se ha enriquecido con otros matices que le aporta el contexto en el que nació y se ha desarrollado. La Teología de la Liberación encontró un campo abonado en la corriente espiritual de Fe y Alegría y ha contribuido a cualificar su manera de concebir la educación, con rasgos de especificidad cristiana que hoy hacen parte de su identidad:

Compromiso personal e institucional por la fe y la justicia.•Pedagogía evangelizadora y liberadora.•Valoración de la cultura popular.•La dimensión participativa y comunitaria.•El uso de los medios y recursos con austeridad y eficacia.•

Esta espiritualidad, al ser tan sencillamente humana y evangélica, se ha mostrado capaz de integrar los carismas de muchas congregaciones religiosas, que se han sumado al Mo-vimiento, para impulsarlo y hacer posible su vitalidad en muchas geografías y culturas (quisiera encontrar un heredero de las grandes esperanzas, que tenga la barrera de la muerte más lejos que yo). Estos herederos y herederas, bebiendo en la Espiritualidad de Fe y Alegría, han hecho y seguirán haciendo posible, un continuo Pentecostés en la Iglesia.

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

5.1. Una pastoral que profundiza en la experiencia cristiana de Dios

La experiencia cristiana de Dios expresada en la Encarnación es la Teología que fundamenta el ser y hacer de Fe y Alegría. Es la iniciativa generosa de Dios, que en búsqueda de reden-ción para la humanidad golpeada por la pobreza y la ignorancia, se encarna en la obra de José María Vélaz, Abraham Reyes14 y aquel grupo de universitarios y también de las primeras religiosas y educadores convocados. No es solo un Dios presente en la historia, sino que la orienta en el sentido del establecimiento de la justicia y el derecho de los más necesitados. Un Dios que toma partido por el pobre y que lo libera de la esclavitud y de la opresión. “Tal vez, el momento de los Ejercicios de San Ignacio en el que se puede insertar mejor todo el proyecto de Fe y Alegría es en el “hagamos redención del género humano” (EE 107), de la contemplación de la Encarnación.”15 Decía el P. Vélaz que “Fe y Alegría nació mirando hacia grandes multitudes, con la misma sensación de pequeñez de mi parte, como si tuviera que escalar descalzo el Himalaya”.

“Se ha dicho que no hay alegría profunda si no estamos cerca del misterio… la fe nos acer-ca al misterio de Dios, que ha querido necesitar de nosotros para la salvación de nuestros hermanos. Ante este inexplicable misterio de predilección, que nos dice claramente dónde está la verdadera vida, no es extraño que se enciendan todos los poderes de la alegría que transforma el mundo”. 16

Este Dios que se encarna en la persona de Jesús de Nazaret, no solo hace historia sino que pone su tienda en medio de ella; este hecho histórico, lejos de cerrar la historia, la abre a caminos insospechados. Así también lo experimentó Vélaz: “más que una empresa, es una aventura en la que a pesar de los cálculos y premeditación de una empresa bien concebida y meditada, quedan hermosos capítulos de aventura en lo desconocido, donde es necesario que nos exijamos aptitud y valor, para afrontar lo desconocido y amedrentador... La parte oscura e incierta de la aventura se la encomendamos a la bondad misericordiosa del Señor, cuyos hijos dispersos intentamos reunir y cristianizar” (26-03-84).17

Por tanto, una de las exigencias del principio pastoral de Fe y Alegría, es iniciar a todos los actores, en la experiencia del Dios Encarnado que se revela en Jesús y nos abre al Padre,

14 Al comentar la entrega que hizo de su casa, Abraham Reyes confiesa: “Yo, desde entonces, me siento feliz. Yo creo que, cuando el hombre se da, es mucho más que dar millones, cosas materiales. Este corazón ya nunca podrá estar amargado”

15 Joseba Lascano. s.f. La espiritualidad de Fe y Alegría16 Vélaz, JM. Fe y Alegría, vocación de servicio a muchos, s.f., presumiblemente 197417 P. Vélaz JM. Cartas del Masparro. 1987.

5. PRINCIPIOS PASTORALES DE FE Y ALEGRÍA

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que orienta la historia en el sentido de la justicia y el derecho, tomando partido por los más pobres. El camino para hacer de este principio una experiencia de vida, se concretiza en un proceso de conversión al Dios de Jesús, en aceptar su proyecto y asumir su estilo evangéli-co, insertos en una comunidad y animados por la fuerza del Espíritu.

5.2. Una pastoral que opta por el pobre

Fe y Alegría se identifica con la manera en la que Jesús al mira al pobre, es decir una mirada que devuelve identidad y dignidad al pobre. Cuando Jesús mira al pobre descubre que sus carencias le dan una manera propia de experimentar la vida, ante sí mismo, ante los demás y ante Dios. Esto es una experiencia universal, las personas tienen una manera diferente de mirar la vida, cuando carecen de bienes o cuando tienen bienes.

Esta mirada a través de la cual Fe y Alegría mira al pobre, le permite descubrir los valores propios del pobre, que provienen de sus carencias y que caracterizan y abarcan la totalidad de su existencia, el sentido de gratuidad y de fiesta, la aceptación radical de la realidad, el sentido del otro y de ese Otro que es Dios, la persistencia que en algunos casos es obs-tinación y un sentido peculiar del espacio y del tiempo. Pero por otro lado, estas carencias están cargadas de destrucción, lo que puede hacer de él un insignificante, un no-persona, ante sí mismo y ante los demás, lo que abarca también la totalidad de su existencia. Ahora bien, tanto los valores como las destrucciones están condicionadas, pero no determinadas por las carencias.

Se necesita entonces, una pedagogía propia que tenga en cuenta la característica bipolar de las carencias, para acompañar al pobre de manera que él mismo se apoye en sus valores para reconstruir su dignidad. Vale la pena volver aquí a las palabras del Padre Vélaz: Fe y Alegría es una Obra, o más bien un Movimiento que crece y evoluciona bajo la inspiración cristiana del amor a los más desvalidos, no para cuidarlos y tutelarlos siempre, sino para despertar en ellos el maravilloso resorte dormido de su propia determinación, de su íntima autonomía, de su auténtica libertad.

Es necesario tomar conciencia de que existe en nosotros el peligro de sustituir a los pobres, convirtiéndonos en centro en vez de acompañantes. Necesitamos reconocer con humildad, que tenemos mucho por aprender y que el camino por andar respecto a la opción por los pobres, pasa por mirar a Jesús y ejercitarse en recrear su manera de relacionarse con ellos. De ahí surgen unas exigencias:

Necesitamos fundamentar nuestra pertenencia a Fe y Alegría en una experiencia espi-•ritual profunda.Necesitamos mirar a los pobres con la mirada de Dios, para aprender a entender su •mundo, su manera de vivir la cotidianidad, la profundidad de sus carencias, su capaci-

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

dad de celebrar y de ser solidarios, su paciente esperanza; pero también, la destrucción de valores que la pobreza trae consigo. Necesitamos ojos nuevos, mirada misericor-diosa, empática, cargada de cariño. Ello supone un vuelco cuya magnitud quizá no imaginamos, pero que se sintetiza en aquello de “Los pobres serán sus maestros…”. Es un camino que nos puede llevar a la conversión al Dios de los pobres.18

Desde la opción por los pobres, necesitamos proponer y vivir el servicio, el diálogo y la •acogida, sin ningún afán de poder (político, económico, social, religioso, etc.); asumir nuestra responsabilidad de laicos y laicas, o de consagrados y consagradas, como una vocación absoluta de servicio humilde, a los más pequeños y pequeñas de este mundo.Necesitamos una mayor austeridad en el uso de los recursos de la institución.•

5.3. Una acción educativa en clave de pastoral

Una acción educativa en clave de pastoral, es aquella cuya visión, intencionalidad y talante, está impregnada y modelada por los valores y actitudes humano-cristianos, en todas sus actividades y manifestaciones. Esta perspectiva que brota de la experiencia de encuentro personal con Jesús es la que quiere generar Fe y Alegría en todos sus centros. La acción educativa en clave de pastoral busca dotar al movimiento de un alma pastoral, para que toda su vida y quehacer queden impregnados de sensibilidad pastoral, de manera que la obra o la institución educativa, se convierta en un espacio donde se construye, se celebra, se interpela, se profundiza y se intenta vivir desde los valores del Reino de Dios.

Desde esta visión, Fe y Alegría acompaña, apoya, anima, ofrece pistas y criterios de acción a todas las áreas y dimensiones: la acción pedagógica, la gestión, la relación programa – comunidad, para que se viva en clave de pastoral toda la acción educativa. En este sentido, la institución educativa o programa social, han de tener un área específica de Pastoral, es decir, un conjunto de acciones de intencionalidad directamente pastoral, para atender a la educación de la fe y de la solidaridad. En consecuencia, la visión pastoral de nuestra acción educativa necesita que todos los actores tengan esa visión. Es un nivel básico de identidad con Fe y Alegría, con sus valores y opciones fundamentales, que se concreta en el conocimiento, respeto y práctica de su opción de servicio a los más pobres y que hay que despertar y cultivar con estrategias contextualizadas y concretas.

5.4. Una pastoral desde una pedagogía humanizante y humanizadora

Para Fe y Alegría la educación es un medio a la vez humilde y a la vez privilegiado pues per-mite alcanzar un mayor grado de humanidad y humanización, al posibilitar el desarrollo de

18 Aportes para la reflexión sobre la espiritualidad de Fe y Alegría. Documento del II Taller sobre la Identidad de Fe y Alegría Consejo de Directores Nacionales. Abril de 2003 (Quito, Ecuador)

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las diversas dimensiones y potencialidades de las personas, que de lo contrario, quedarían dormidas:

Es un medio humilde, por cuanto la educación puede y debe contribuir a la búsqueda de soluciones a los problemas de nuestra sociedad, pero no está en sus manos la solución total. La educación es necesaria, pero no suficiente.

Es privilegiado, porque nos permite participar de la acción creadora del Espíritu de Dios, ayudando a “…desarrollar la semilla de uno mismo, a nacer al hombre o la mujer que to-dos llevamos dentro. Educar es ayudar a conocerse, comprenderse y valorarse, para poder desarrollar a plenitud todos los talentos y realizar la misión que cada uno tiene en la vida... Buscamos la formación de sujetos autónomos, capaces de responsabilizarse de sí mismos y de convivir solidariamente con los demás” (Congreso Internacional de F y A. Paraguay).19

5.5. Una pastoral que vive bajo la fuerza del Espíritu

El proceso educativo tiene sus horas claves, exigentes y significativas, donde se ponen a prueba nuestra fidelidad, nuestra capacidad de respuesta y sacrificio, de creatividad y per-severancia, de confianza y entrega. Fe y Alegría busca responder con fidelidad a cada hora del proceso educativo. La apuesta por el Reino, a través de la acción educativa, nos va intro-duciendo por caminos no previstos en nuestros propios planes. Cuando respondemos con fidelidad a cada hora, cuando estamos a la altura de los signos de los tiempos, descubrimos que estamos siendo misteriosamente guiados por la fuerza del Espíritu. Esta certeza se con-vierte en una invitación a vivir nuestra acción educativa en actitud de disponibilidad: ¿qué se nos pide hoy y aquí? Disponibilidad que se manifiesta en responder a las exigencias que surgen de la tarea educativa, en las distintas situaciones que la vida va presentando. Esto supone ir más allá de una prestación impersonal del servicio, de la inercia mecánica, de la rutina insensible, del comportarse como funcionario y, por supuesto, exige superar la visión del mercantilista, del asalariado y hacerse trabajador en la viña del Señor (Mt.20, 1-16).

19 Aportes para la reflexión sobre la espiritualidad de Fe y Alegría. Documento del II Taller sobre la Identidad de Fe y Alegría Consejo de Directores Nacionales. Abril de 2003 (Quito, Ecuador)

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

Para ser coherentes con los principios que sostienen nuestra acción pastoral, hay una serie de criterios que deben marcar el modo de proceder en nuestra acción pastoral:

Encarnar los principios evangélicos para que la acción pastoral de Fe y Alegría esté ba-•sada en el testimonio de una fe que se vive con madurez, consistencia y coherencia.Mirar el contexto de forma crítica buscando discernir los signos de los tiempos y en ellos, •al Dios que se revela y pide una respuesta coherente con los desafíos encontrados. Elaborar proyectos de acción pastoral desde una visión federativa y en red, que respon-•dan a problemáticas y exigencias latinoamericanas comunes. Fortalecer la acción evangelizadora con experiencias significativas de vivencia de la fe •(retiros, encuentros, voluntariados, etc.) y acompañarlas en la vida cotidiana para faci-litar su asimilación a nivel personal. Fomentar el protagonismo del pobre para devolverle identidad y dignidad de manera •que se vaya haciendo persona en su situación concreta.Posibilitar el desarrollo de todas las dimensiones y potencialidades de las personas, in-•tegrando el arte, el humanismo y la espiritualidad, como expresiones de una pedagogía evangelizadora y liberadora.Compartir e intercambiar experiencias significativas válidas, que respondan creativa-•mente a las exigencias que nos plantea la tarea educativa. Acompañar procesos que fomenten el diálogo intercultural e interreligioso, superando •fronteras y dejando que entre el Espíritu para que siga recreando la vida.

Encarnar los principios evangélicos, mirar y discernir, elaborar, fomentar, fortalecer inter-cambiar y acompañar, hablan de una pastoral dinámica y en movimiento constante. Estos criterios concretizan de modo particular nuestra acción pastoral. Buscamos y deseamos que genere en nuestras instituciones un estilo de ser y hacer donde todos hagamos posible una acción educativa en clave pastoral.

6. CRITERIOS DE ACCIÓN

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El Ideario Internacional de Fe y Alegría, (Mérida, 1984, aprobado en San Salvador, 1985) es la esencia englobante de todo el Movimiento. Una lectura atenta de sus páginas, nos ayuda a descubrir que está transversalizado por la visión pastoral en cada uno de sus seis capítulos y en todo el conjunto:

Identidad de Fe y Alegría: “Movimiento... nacido e impulsado por la vivencia de la Fe Cristiana...se compromete... en la construcción de una sociedad justa y fraterna” (1.1); “Opción por los pobres...” (1.2).Objetivos: “Formación de hombres y mujeres nuevos... abiertos a la trascendencia...” (2.1); “Compromiso de una fe cristiana en obras de amor y justicia” (2.2).

Medios: “Una pedagogía evangelizadora y liberadora” (3.2).

Acción educativa: “Carácter evangelizador y pastoral de toda la acción educativa de Fe y Alegría” (4.1).

Dinámica: “En fidelidad a los principios inspiradores de este Movimiento” (5.1); “mani-festación de la fe en compromisos reales por la justicia” (5.3); “dimensión profética del Movimiento” (5.4).

Organización: “Carácter eclesial del movimiento como pueblo de Dios, en el que resalta la presencia y acción de laicos comprometidos y de institutos de vida consagrada con sus carismas propios, en corresponsabilidad con la Compañía de Jesús, fundadora y animadora del Movimiento, y en comunicación con las Iglesias locales” (6.2) “Esfuerzo para que en la organización y funcionamiento de centros, regiones y países, se reflejen los valores que, de acuerdo con los objetivos de Fe y Alegría, deben constituir al Hombre Nuevo y la Nueva Sociedad” (6.3).

El Ideario añade a esos seis capítulos un glosario en el que explican otras ocho expresiones20: todas ellas desde una perspectiva pastoral. Es evidente en el Ideario, que la Pastoral no es un apéndice, sino la perspectiva englobante de la identidad y misión de Fe y Alegría.

20 Estas son: Movimiento, Educación Popular, Educación Integral, Pedagogía Liberadora, Pedagogía Evangelizadora, Niveles de Compromiso, Hombre Nuevo, Sociedad Nueva y Justicia Educativa.

7. IDEARIO Y PASTORAL

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

Finalmente, se recogen en este libro un conjunto de documentos elaborados por distintas personas que han servido para ahondar en nuestra espiritualidad, reflexionar sobre nuestra identidad, profundizar las concepciones doctrinales que han permitido interpelar nuestro actuar, para dar respuestas nuevas a nuestra práctica pastoral y a las exigencias que el mundo nos plantea en cada momento histórico.

8. FONDO DE REFLEXIONES

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ANEXOS

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II Taller sobre la Identidad de Fe y AlegríaConsejo de Directores Nacionales 2003 (Quito, Ecuador)

INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ENTENDEMOS POR ESPIRITUALIDAD EN FE Y ALEGRÍA?

Jesús vivió la verdadera espiritualidad, porque sintió y actuó según el Espíritu en medio de su pueblo, en plena solidaridad con él. En diferentes momentos de su vida lo vemos orando, comunicándose con el Padre para poder encontrarse con él, sentir su cercanía, descubrir la propuesta de vida que le brindaba y realizarla con alegría y fortaleza, aunque tuviese que enfrentar grandes amenazas.

También nosotros cuando hablamos de espiritualidad, buscamos entender y asumir el mis-mo camino de Jesús, es decir, “vivir según el Espíritu, entrar en comunicación con Él que está en la hondura de nuestra persona y que quiere mantener un encuentro sin fin con cada uno, para que podamos ser plenamente nosotros mismos y así aportemos nuestra ori-ginalidad en la construcción de la justicia y de la verdad que el mundo necesita, superando todos los obstáculos que la amenazan” (González B. Donde acaba el asfalto)

Se trata de una espiritualidad ligada a la lucha por la vida, que permite alegrarse y hacer fiesta, gozar, solidarizarse y cantar en medio de la precariedad; que genera su propia espe-ranza por llegar al día siguiente, por desafiar los obstáculos y vencer la apatía y la impoten-cia; que obliga a la creatividad a surgir y resurgir como un ave fénix cotidiano. Y por allí nos asalta el germen de la resurrección, en una clave escondida. Cada día necesitamos volver a nuestras motivaciones esenciales, recuperar y apostar por una mística del seguimiento de Jesús, del servicio al pobre y al más necesitado, de la lucha por un mundo justo y fraterno; una mística de la oración, de la familia y de la vida, de la honestidad y de la verdad, de la fidelidad y del amor, de la entrega incondicional al niño y al joven. De esa manera, podre-mos ponernos en sintonía con la forma de actuar de Jesús, para continuar, desde la acción educativa, sus gestos salvadores: recorría los pueblos y ciudades, enseñaba, anunciaba el Reino, echaba los demonios y sanaba.

Desde esta espiritualidad, la persona de Jesús y el proyecto del reinado de Dios se con-vierten en el horizonte que integra nuestro quehacer personal y colectivo, lo que somos y lo que hacemos. En este sentido, nuestra práctica educativa tiene razón de ser en cuanto contribuye a hacer realidad el Reino de Dios en la tierra. Este horizonte suscita en nosotros una energía integradora de todas nuestras dimensiones y nos empuja a salir de nosotros mismos, a vivir confiados en el amor y misericordia del Padre que nos ama profundamente,

APORTES PARA LA REFLEXIÓN SOBRE LA ESPIRITUALIDAD DE FE Y ALEGRÍA

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

y en el manantial de vida que se nos ha dado, para que demos frutos en provecho de todos los que nos rodean, especialmente de los más necesitados. Viviendo a la manera de Jesús, colaborando en su proyecto, actuando como él actuó, dejándonos llevar, guiar y conformar por su Espíritu, nuestra vida adquiere pleno sentido.

Estar en comunión con el Espíritu es tener sus mismos impulsos, sus mismos anhelos. Eso implica que generar el orden y la belleza del universo, preocuparse por la justicia y el dere-cho de las personas necesitadas, señalar dónde se encuentra Jesús entre nosotros en la ac-tualidad,, defenderlo allí donde sufre más y desclavarlo donde hoy está siendo crucificado, y hacerlo desde la vivencia comunitaria pero con apertura a los demás, son las obras típicas del Espíritu y de quien lo quiera seguir, por distantes que parezcan.

1. FE Y ALEGRÍA, COMO MOVIMIENTO DE EDUCACIÓN POPULAR, NACE Y ES IM-PULSADO POR LA VIVENCIA DE LA FE CRISTIANA

Las motivaciones más profundas de los fundadores de Fe y Alegría y de los que consolida-ron y extendieron el Movimiento, han estado enraizadas en una vivencia personal cristiana; más aún, podemos reconocer en ellos la acción del Espíritu en la Iglesia, que luego se hará patente en el Concilio Vaticano II, Medellín y Puebla. Esas motivaciones y esa acción del Espíritu, siguen dando vida a Fe y Alegría que en su misión específica, está llamada a hacer de la educación, la organización y la comunicación, medios de evangelización y de lucha por lograr unas condiciones dignas de vida para todos, de humanizarnos y hermanarnos. Es una motivación para vivir apasionados por el reinado de Dios desde nuestro quehacer diario, empeñarnos por brindar la mejor educación a nuestros alumnos acercándonos a la excelencia social (convivir: sentido ciudadano), excelencia académica (saber-hacer: he-rramientas del conocimiento), excelencia personal (ser: valores humanos cristianos). Por eso tenemos que recordar que no queremos una pobre educación para los pobres, sino la mejor educación.

1.1. Dando razón de nuestra fe

En tiempos en los que abundan las propuestas religiosas, se desvanecen los contenidos y las palabras se prestan para cualquier significado, incluso para no decir nada. Por ello, consideramos necesario dar razón de nuestra fe, comunicar y compartir lo que nosotros creemos, deseamos e intentamos vivir:

a. Una fe que hemos recibido de nuestros fundadores

Los hombres y mujeres que fundaron nuestro Movimiento experimentaron un encuentro personal con Jesús de Nazaret, que tocó a su puerta (Ap 3: 20) y provocó una respuesta.

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Para el P. Vélaz y los estudiantes de la universidad, fue una experiencia de fe la que los acercó a los pobres, a encontrarse con su realidad y a preguntarse qué podían hacer por ellos. Desde esa fe, descubrieron a Dios en el rostro de los pobres. Fue un salir de sí, mo-verse de su lugar, ponerse en movimiento, dejar el reducido mundo de lo propio y seguro y, de esa manera, acudir al encuentro del hermano, reconocerlo y ponerse a su servicio. Pero también fue una respuesta generosa personalizada en Abrahán Reyes, quien confió, apostó por esa iniciativa y puso algo más que un grano de arena: esto soy, esto tengo, esto sé. Aquí estoy.

Es una fe que lleva al encuentro interpersonal en torno a una causa noble: los que vienen de fuera del barrio con el que ahí vive, poniendo ambos lo mejor de sí para conseguir el bienestar de quienes no se pueden valer por sí mismos, los niños. De ahí podemos decir que es:

Una fe que nos lleva a los pobres, en quienes se encuentra Dios;•Una fe que lleva a la acción: ¿qué puedo hacer por Él?;•Una fe que lleva al encuentro de los distintos, suscitando respuestas generosas, efecti-•vas y organizadas a favor de terceros;Una fe que irradia y toca a los otros.•

b. Una fe que pone su mirada en Jesús, su vida, su mensaje y su proyecto de reinado de Dios.

Nos invita a asumir la vida de Jesús como modelo de vida para cada uno de nosotros, a verlo como el maestro que nos enseña un camino de vida, y a recorrerlo en toda su pleni-tud, asumiendo los riesgos que ello implique. Una fe que integra, une y vincula la justicia, la vida y la cultura.Una fe absolutamente relacionada con la vida de los pobres pues nos capacita y dispone para descubrir en sus rostros el rostro de Dios, unas veces contento y otras veces clamando y consolando; nos empuja a salir a su encuentro y decidirnos a poner lo mejor de nosotros a su favor, sobre todo nuestro servicio y acción educativa; a confiar en ellos y apostar por su fortalecimiento y comprometernos de una manera total en hacer más humana sus vidas.

Se trata de una fe que choca y se indigna ante las injusticias. De ahí, la insistencia en deve-lar esas injusticias, tanto fuera como dentro del mismo Movimiento y en nosotros mismos como personas. Esa misma fe nos impulsa a ir haciendo de nuestro día a día un adelanto de lo que buscamos, por ello nos preguntemos constantemente: ¿cómo son nuestras prácticas educativas?, ¿cómo está la calidad de nuestro quehacer?, ¿buscamos lo mejor o nos contentamos con lo primero que nos sale? Es, pues, una fe que nos hace seguidores y colaboradores del sueño de Jesús: el Reino como una trasformación de las personas y de las estructuras sociales.

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

c. Una fe que mira al Padre

Tenemos fe en un Dios mayor, que no se deja manipular, que quiere ser el centro de nuestra vida. Es un Dios Padre y Madre que ha creado el mundo para todos, sin discriminación, que quiere nuestro bien, nuestra felicidad y salvación. Un Dios que nos comprende, perdona y espera porque él es bondadoso y muy misericordioso. Él cuida de todos nosotros, es fuerza y esperanza de los débiles, y es quien a todos nos hermana. Es un Dios cercano, presente en muchos acontecimientos de la historia y en la vida de cada persona. Es un Dios que nos llama a la vida plena, a la fraternidad y nos invita a encontrar nuestro lugar. Él ya ha sem-brado en nosotros la semilla de la plenitud, nos corresponde abonarla, crearle condiciones, despertarla y encaminarnos a su realización.

Se trata de Dios que se hace presente en Jesús. Es el Dios que viene a nosotros, a nuestra tierra, a nuestra casa, a nuestros centros, a nuestra historia. Es el amor de Dios hacia cada uno y cada una; es un amor fuerte, seguro, entrañable como el de un padre o de una ma-dre, como el del mejor y más fiel amigo.

Es un Dios que confía en nosotros para la gran tarea de la liberación, a lo largo de toda la historia llama a personas concretas, les confía su voluntad y las acompaña. María es uno de los más grandes ejemplos: la llamó, confió en ella, nos la entregó como madre y modelo de fidelidad a la Palabra y al plan de Dios y, a través ella, nos dio a su Hijo Jesús.

Por eso, nuestra fe es confianza en este Dios que nos ama gratuitamente, nos levanta del suelo y nos invita a caminar. Es una fe que nos integra y nos reconcilia, nos hace salir al encuentro y a la acción, sabiéndonos acompañados aun en las horas difíciles de nuestra historia.

d. Una fe que nos viene como gracia del Espíritu

Una fe que se vive en el día a día de nuestro quehacer; en el modo como concebimos nues-tro trabajo e identidad. Desde la fe, somos invitados a:

Vivir nuestra acción como una ocasión privilegiada para hacer visible el Reinado de •Dios en el mundo; por eso, queremos que la educación sea una tarea de liberación, de formación de personas libres, desde la comunidad, con la comunidad y para la comu-nidad; una mediación adecuada y eficaz;Vivir como auténticos servidores de la paz y la reconciliación;•Vivir el día a día con intensidad, con mística, sentir nuestro trabajo como una voca-•ción;Descubrir en la labor que realizamos el sentido de nuestra vida.•

Una fe que nos pone en movimiento, nos lanza a vivir la historia haciéndonos cargo de la realidad y discerniendo cuál es la opción que conduce a su transformación. Es una fe que

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nos impulsa a creer en el otro, en el pobre, en la gente y una fe que nos invita a mirar, com-prender, respetar y valorar lo distinto, sin la pretensión de creernos dueños de la verdad.

1.2. Lo que significa vivencia cristiana

Aunque ya lo hemos mencionado, consideramos necesario enfatizar la implicación per-sonal de la vivencia cristiana. Son necesarios los enunciados de la fe a nivel institucional, pero de nada sirven si no se produce una vivencia personal (individual-comunitaria). Son los afectos, los sentimientos, los pensamientos y la voluntad de la persona concreta lo que entra en juego, lo que es tocado por esta experiencia. Nuestra espiritualidad es conocer, amar y seguir a Jesús, abiertos y disponibles al impulso del Espíritu; supone una experiencia que nos marque.

Desde una perspectiva personal, en nuestro caminar hemos constatado que:

El primer campo de evangelización soy yo mismo, pues, para poder humanizar y evan-•gelizar en la escuela, tengo que dejarme humanizar y evangelizar.Sólo dejándome evangelizar, podré ser testimonio de Cristo que se irradia • a través de la vivencia y actos humanos muy concretos. Esta dialéctica debe impregnar todo nuestro accionar educativo.Como • evangelizadores desde la educación, debemos ser evangelizados permanente-mente por toda esa realidad que vivimos, y mucho más por la realidad de los empo-brecidos. Sólo a partir de ello, podemos desafiar al futuro, encendiendo otras muchas hogueras desde ese Espíritu que contagia y transforma vidas y realidades.

1.3. ¿Por qué la educación?

Para nosotros la educación es un medio humilde y privilegiado para alcanzar un mayor gra-do de humanidad y humanización y de posibilitar el desarrollo de las diversas dimensiones y potencialidades de las personas, que de lo contrario quedarían dormidas. Del Padre Vélaz retomamos las siguientes intuiciones:

a. A través de la educación, contribuimos a superar las condiciones infrahumanas y al-canzar otras más dignas para todos, especialmente para los más abandonados. “...tenemos que llegar con nuestra enseñanza a aquellas actividades, que le permitirán al pueblo una vida digna, una alimentación competente, una habitación de seres hu-manos y un nivel cultural y espiritual cónsono con los planos de la modernidad y de la cristiandad” (Cartas del Masparro 18-03-84). “Con ello se batirán, poco a poco, en retirada, el atraso, la pobreza, gran parte de las enfermedades endémicas, la incomuni-

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cación, la ignorancia supina y otros males que son los verdaderos y despóticos tiranos que pisotean y atormentan al pueblo de Dios.” (Cartas del Masparro 14-04-84).

b. A través de la educación, la persona transforma su entorno natural, social y cultural, posibilitando unas mejores condiciones de vida. Pasar de la debilidad física y del pen-samiento oscurecido y rutinario al desarrollo de la inteligencia aguda que le permita afrontar con éxito la transformación de infinidad de necesidades con las que se topa en el día a día (14-04-84).

c. A través de la educación, se logra el desarrollo de las dimensiones personales y sociales de los sujetos, tales como “la audacia, la constancia emprendedora, el espíritu fraterno, la capacidad de sufrimiento por las causas nobles... si logramos además que tengan perseverancia y unión, podremos decir que estamos formando un tipo humano capaz de entrega y generoso don de sí” (Cartas del Masparro 17-04-85).

d. A través de la educación, se contribuye al fortalecimiento social y organizativo de nues-tro pueblo: “Qué milagro de hermanos que todo el pueblo quisiera cooperar y ayudarse a sí mismos... (pero no es fácil). Donde se logra, es después de muchos años de edu-cación y paciencia. Este espíritu comunitario organizado es un inmenso recurso para todos los que anhelan progresar y salir del atraso. El trabajo comunitario es la salvación cristiana de este pueblo” (Cartas del Masparro 14-04-84).

e. A través de educación, se cultiva la dimensión espiritual de la persona, para de esa manera abrirse al encuentro con el amor paternal de Dios y desarrollar y vivir los do-nes recibidos del Dios bueno. “Espero que sepamos crear un foco educativo de luces terrenas y sobrenaturales y que antes de mucho tiempo nuestros alumnos alabarán al Señor con tambores, elevarán sus cánticos al Señor con guitarras, todos batirán palmas y aclamarán a Dios con gritos de júbilo... ¿Cómo podrá un joven andar por aquí hones-tamente cumpliendo tus palabras...? Solamente si el Señor nos renueva a nosotros con su Santo Espíritu y consigue que trabajemos, para que el mundo se impregne de ese mismo Espíritu” (Cartas del Masparro 14-04-85).

f. La educación es un instrumento real de lucha contra la injusticia social, a través del for-talecimiento y afirmación de los propios sujetos, más allá de las proclamas y discursos: “Fe y Alegría lucha por esa justicia tan atropellada y pisoteada. Pero no nos podemos contentar con denunciarla: tenemos que ofrecer toda nuestra capacidad y eficacia en estar directamente y personalmente con estos pobres despreciados, instruyéndolos y preparándolos, para que sean capaces, por su honradez, por su técnica y por su organi-zación, de crear ellos mismos lo que nadie será capaz de darles de otra manera.” (Cartas del Masparro 8-02-85) “Porque Fe y Alegría cree firmemente en nuestro Padre y en que todos los hombres son hermanos, queremos realizar la obra de justicia más urgente: Educar a los más pobres...” (Cartas del Masparro 14-04-84).

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g. En fin, la educación es un acto de evangelización donde se relaciona la fe con la vida, en sus diversas facetas. “Su mayor deber será ser sembradoras de fe y alegría. Sembra-rán fe en Dios, fe en su bondad, fe en su providencia, en su amor, pero también fe en una juventud trabajadora, creativa, valiente y cristiana. Sembrarán también alegría, la alegría de los estómagos y de los corazones contentos en muchachos y muchachas que casi nunca comen completo, la alegría de la amistad y de los juegos entre niños y niñas (...), la alegría de sentirse seguros y progresando cada día, aumentando la confianza en su propio valer y en su capacitación y progreso, la alegría de ver con el tiempo, que ellos valen tanto o más que los que ellos hasta ahora envidian como privilegiados. Fe y alegría son palabras y conceptos que se alimentan y se vigorizan mutuamente porque de la ver-dadera fe nace la felicidad de sentirse hijos de Dios y de la alegría brota el acercamiento fraterno y es el prólogo para conocer mejor a Dios.” (Cartas del Masparro. 26-03-84).

Hoy seguimos apostando por la educación como respuesta válida a la invitación de Jesús de colaborar con su misión, siempre que:

Tenga presente la formación de personas que vivan la justicia a través de sus actitudes, •cualidades y opciones de vida;Haga de la justicia un valor ético de transformación y superación de la persona y de su •relación con los demás;Ponga alma y dé su sentido humano a la técnica, insistiendo en los aspectos humanís-•ticos, en la formación del espíritu crítico de los alumnos, ofreciendo nuevas alternativas educativas y de promoción real a los grupos excluidos del sistema y prestando especial atención a la capacitación del docente;Enseñe a nuestros alumnos a leer y hacerse cargo de la realidad, identificar y poner al •descubierto dónde y cómo han cristalizado las injusticias que amenazan la vida y la con-vivencia humana, cuáles son sus características y las sutiles y engañosas justificaciones;Sea testimonio institucional a través del desarrollo de líneas de acción, programas, obras •prácticas y coherentes con la auténtica fe y justicia;Estimule la fuerza y el ejemplo del testimonio del educador, pues es el modo en que los •educadores observan el mundo y la vida, lo que entusiasmará o no a los alumnos;Sea una educación • en y para la comunidad, que incorpore creativa y eficazmente los avances tecnológicos desde una identidad bien cimentada y desde el respeto a las cul-turas de los pueblos;Sea una educación preocupada por su calidad y su facilidad de acceso; dirigida especial-•mente a los protagonistas del cambio social;Insista en la formación de competencias claves para la gestación y promoción de una •propuesta de desarrollo integral y sustentable para todos, democrática y con equidad: fortalecimiento y ejercicio de la ciudadanía, fortalecimiento cultural, desarrollo del pen-samiento creativo, desarrollo de una actitud proactiva, desarrollo de habilidades para el aprovechamiento de la información y el conocimiento y el desarrollo de una visión

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

sociopersonal donde se recupere la conciencia de ser una persona integrada a un todo dinámico y vivo;Entre en relación, cooperación y apoyo crítico con organizaciones comunales, movi-•mientos populares y otras instituciones que luchan por la promoción social y el desa-rrollo de los pueblos;Convierta sus centros educativos en espacios de apoyo a la promoción de desarrollo, •no sólo como prestatarios del servicio educativo a personas, sino como parte activa y soporte comunitario;Mantenga una búsqueda constante de alternativas que respondan y se adecuen a la •nueva realidad latinoamericana.

2. ELEMENTOS DE ESPIRITUALIDAD QUE SUSTENTAN ESTA CONVICCIÓN EN FE Y ALEGRÍA

2.1. La Persona de Jesús

El anuncio de la persona de Jesús de Nazaret, como verdadero Hombre y verdadero Dios, con una opción clara por el Reino y su justicia es el anuncio que deseamos asumir plena-mente como institución, en todo el proceso constructivo de nuestra labor educativa y co-municacional. Creemos en Jesús resucitado, vivo y presente en la comunidad y, sobre todo, en el que sufre. Nos referimos particularmente a Jesús Maestro, como modelo a seguir.

Jesús enseñó con una gran autoridad fundada en su coherencia de vida; vivía lo que pro-clamaba y proclamaba lo que vivía. Se opuso a todo legalismo e interpretación de la ley civil y religiosa que pretendía subordinar el bien y la vida de las personas. Colocó la ley al servicio de la persona, que es lo más sagrado que existe sobre la tierra. Concibió su vida y su quehacer como un hacer el bien, luchar contra toda forma de opresión, exclusión y discriminación.

Fue un educador profeta que asumió y profundizó los rasgos esenciales de los profetas bíblicos. Más que un hombre de Dios, fue la Palabra de Dios hecha carne entre nosotros (Jn 1:14). Guiado por el Espíritu, pudo reconocer con gran alegría que son los sencillos y pobres quienes muestran la Buena Noticia; se convirtió en su defensor; se acercó con misericordia, les levantó su dignidad, les comunicó que eran los hijos preferidos del Padre y los llamó a conversión. Por esa razón, fustigó el orden social injusto y la conducta ordi-naria de la gente (Mc 1,4). Se enfrentó a todo aquello que tendía a convertirse en ídolo y al comportamiento: que ello genera: riqueza y vivir para acumular; poder y la manía de querer imponerse a los demás; prestigio y la obsesión por figurar. Vivió lo que proclamó y lo sabiendo los riesgos y peligros que corría, y que libremente asumió.

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La imagen del buen pastor expresa rasgos insustituibles y de gran inspiración para nosotros (Jn 10:1-16). Conoce a cada uno de los suyos, para quienes tiene una palabra propia y pertinente para su situación. La palabra y el diálogo son vínculo de conocimiento, de cerca-nía, de acompañamiento y orientación del camino. Su presencia se convierte en fortaleza, confianza y seguridad para quienes atiende. Los siente como suyos; por eso, se entrega, los busca, los atiende, enfrenta los peligros y amenazas y llega a dar su propia vida.

¿La razón fundamental? Primero, que los ama. Segundo, ésa es su vocación, su identidad más profunda. Pablo lo dirá de esta manera; “Ay de mí si no evangelizara, ay de mí si no lle-vara la Buena Noticia a quienes más la necesitan”. Ay de mí si no educara, podríamos decir hoy. Él no es un asalariado que vive del pastoreo o de la educación. A través del pastoreo y de su forma de educar hace realidad su misión más profunda: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Mientras que quien se concibe como asalariado, por muy bien que realice su tarea, “no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. (Jn 10: 12, 13) Identidad que le lleva a ir más allá de su grupito, de los suyos, de los que están en el movimiento, y le pone al servicio de una causa mayor: “También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor”.(Jn 10:16).

2.2. Rasgos de su pedagogía

a. Claridad en la intencionalidad (para qué) y en el contenido (qué)

Su finalidad fue hacer presente y realizar el Reinado de Dios entre los hombres. Jesús sabía hacia dónde orientar todo su quehacer educativo.

b. Una pedagogía centrada en la persona humana y orientada a su desarrollo pleno

Su praxis fue más allá del noble y abstracto discurso sobre la primacía de la persona hu-mana. Jesús superó los prejuicios, etiquetas, exclusiones, limitaciones y verdades cuasi na-turales vigentes en su entorno social. Por eso se acercó, se hizo presente y cercano a todos aquellos grupos socialmente excluidos, despreciados, naturalmente rechazados, histórica-mente mal vistos, razonablemente etiquetados. Jesús valorizó la persona en su condición y situación concreta: a los niños, en una sociedad en la que no contaban; a los leprosos, curándolos e integrándolos a la vida social; a las mujeres, reivindicando su igualdad frente a la prepotencia masculina; a los publicanos y pecadores, brindándoles una oportunidad de cambio y vida nueva, compartiendo con ellos la mesa.

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

Él fue capaz de ir más allá de las apariencias: en el despreciable cobrador de impuestos irremediablemente amarrado a lo suyo, Jesús vio a un seguidor, creyó en él e hizo de Mateo un ser dinámico que dejó atrás su pasado, asumió el protagonismo de su propia vida y se puso en marcha (Mt 9: 9).

c. La educación como práctica de la libertad

La buena noticia del Reino de Dios es un llamado a la conversión y a creer (Mc 1:15), que depende de la libre decisión y acogida de cada persona. Su llamada a seguirlo es una provocación y un desafío a la libertad: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 16:24). Él reta a tomar decisiones, pero respeta la libertad para aceptar o no su propuesta. Invita pero no obliga, propone pero no impone. Es una educación en y para la libertad, que busca formar personas libres.

d. Es una educación para toda la vida y de crecimiento continuo

Propone a sus discípulos un dinamismo de constante crecimiento y de radical exigencia: romper con la anterior forma de vivir, de pensar y de actuar; convertirse, nacer de nuevo; “Ve, vende lo que tienes, da, ven y sígueme”; “Ámense los unos a los otros”; “Qué gracia tienen si son buenos entre ustedes mismos, pues hasta los malos hacen lo mismo”. Es pues, una educación que propone altas metas e invita a un crecimiento continuo. Jesús está convencido de que la persona humana es templo del Espíritu, por lo que está llamado a una vida plena y a dar frutos en abundancia. Por esa razón enfrenta fuertemente la am-bigüedad, la mediocridad y la tibieza; maldice la higuera que no da frutos, interpela a los indecisos y combate a quienes se niegan a desarrollar los talentos que Dios les ha dado.

e. Pedagogía del amor

El amor es el principio pedagógico fundamental desde donde Jesús mide todo su queha-cer educativo. Amor que se traduce en amistad, cercanía, afecto, confianza, confidencia, donación de sí.

Respecto a los niños, Jesús se muestra afectuoso y tierno. Para los abatidos, enfermos y ne-cesitados, ese amor se traduce en compasión entrañable y misericordia. ¿De dónde alimen-ta esa fuerza del amor que da tono a toda su práctica educativa? En la relación profunda que tiene con su Padre: “Como el Padre me amó a mí, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor” (Jn 15: 9,10)

f. Una pedagogía de la pregunta

A través de la pregunta, Jesús busca confrontar la propia vida, las actitudes y comporta-mientos de las personas, con las exigencias del Evangelio y suscitar en ellas una decisión

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de cambio. La pregunta le sirve para despertar la conciencia crítica, interpelar, confrontar puntos de vista, presentar opciones y compromisos de cambio.

Jesús enseña preguntando. Buscó clarificar la Buena Noticia del Reino de Dios, evidenciar la ruptura y el cambio que él entrañaba y particularmente provocar una respuesta y com-promiso con el proyecto de Dios.

Sus preguntas son provocadoras y estimulantes de la fe; a quienes se acercan, los reta:¿qué buscan? (Jn 1:38). Son preguntas que suscitan y verifican la fe: “¿Tú crees en el hijo del hombre?” “¿Quién dicen que soy yo?”. Son preguntas inquietantes y desafiantes: “¿Us-tedes también se quieren marchar?” (Jn 6: 7). Algunas de sus preguntas están orientadas al discernimiento y la búsqueda: “¿Quién de éstos se hizo prójimo?” (Lc 10:36). También estimulan una reflexión profunda sobre el sentido de la vida: “¿De qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero si él mismo se pierde o se arruina?” (Lc 9:25).

Por otro lado, sus preguntas cuestionan y ponen al descubierto lo absurdo de falsos plan-teamientos y exigencias y la hipocresía dominante (Lc 14:5; 13:2); cuestionan las actitudes y la fe de los discípulos con la finalidad de modificar actitudes y romper prejuicios: “¿Cómo es que miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?” (Lc 6,41-42; 6,46. Mc 4,40).

g. Pedagogía de la praxis

Se trata de educar por y para la práctica. Para Jesús, lo importante era que el discípulo empezara a vivir de una manera diferente. Propuso e inauguró un camino, una verdad y un nuevo estilo de vida: se les ha dicho...; pero lo yo les digo, les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan lo mismo.

No se está refiriendo a cualquier práctica; será la práctica de la misericordia y del amor (Mt 25: 31,46) el criterio definitivo del proyecto de Dios. No bastan las palabras (Mt 7:16,27) ni las buenas intenciones (Mt 21:28,31); ni aun la simple búsqueda sincera (Mc 10:17 ss). La verdad se demuestra a través de las obras: por sus frutos los conocerán.

Así pues, Jesús evangelizaba educando a través de la acción para suscitar una práctica transformadora con miras a la construcción del Reino. Reino que se inicia mediante las obras, la práctica y los signos históricos concretos de vida y de misericordia que liberan, que curan, que dignifican a las personas, que reconcilian y que acogen. Esa es su tarjeta de presentación ante los discípulos de Juan: vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí! (Lc 7:22,23).

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2.3. Reino de Dios

Jesús de Nazaret no se predica a Sí mismo ni habla sólo de Dios. Su misión gira en torno al reino de Dios. Dios viene a reinar sobre la humanidad. Dios no reina desde fuera y desde arriba; reinar para él no es someter. Establece una alianza incondicional, impulsada por el amor. Dios dice que sí a la humanidad y espera una respuesta que brote de una transfor-mación personal, que sea fruto de haberle aceptado en nuestras vidas.

Dios carga con todos y lo hace de buena gana y no se cansa (Isaías 46:1,4). Dios es el que nos origina y posibilita; el que da, el que construye la casa y guarda la ciudad. Ésta es la soberanía de Dios, que viste de esplendor a los lirios del campo y alimenta a los pajaritos y que considera más valiosos a los seres humanos y los cuida pormenorizadamente. Pero lo que anuncia Jesús es el acontecimiento de que este Dios, que se difunde porque es bueno, no sólo da, sino que ha resuelto darse, hacerse para siempre Dios con nosotros (Mt 1:22,23).

Las señales del reinado de Dios son diversas: un mundo reconciliado, una familia de pue-blos, una vida feliz, el gozo de la abundancia y el reconocimiento mutuo entre las personas; el desarrollo de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser, el descanso en la plenitud tal como lo expresa la paz bíblica. Fe y Alegría tiene puesto todo su ser en ese horizonte de esperanza –una sociedad diferente– por lo cual proclama, desde su labor educadora, que la persona humana no ha sido hecha para vivir en un mundo de odio, división ni violencia.

Pero a lo interno de nuestro movimiento, también estamos llamados a evidenciar seña-les del Reino de Dios. Desde la especificidad de nuestra acción educativa, se nos invita a elaborar y presentar una síntesis entre lo pedagógico, con sus características propias, y lo evangélico, con su novedad y propuestas liberadoras. Tendremos que preguntarnos por cuestiones tan concretas como las decisiones que se toman, los criterios de selección, el trato que se les da a las personas, los énfasis que se destacan, las motivaciones que guían nuestras conductas. Con honestidad, hemos de preguntarnos por la resonancia y vigencia que tienen en nuestras vidas e instituciones educativas expresiones como ámense los unos a los otros; dichosos los pobres; dar la vida por sus ovejas; dichosos los que tienen hambre y sed de justicia: dichosos los que trabajan por la paz; el que recibe a un niño en mi nombre me recibe a mí; tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber; he venido a liberar a los oprimidos...

Asumimos la siguiente interrogante: ¿son nuestras instituciones educativas parábolas, sig-nos de la Buena Noticia del reino de Dios para los hombres?

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2.4. Opción por los Pobres

“Son los pequeños y los pobres quienes mejor ponen de manifiesto el rostro de Dios...”.

Siguiendo a muchos cristianos latinoamericanos, entendemos la opción por los pobres como una decisión voluntaria, personal e institucional, que nos conduce a encarnarnos en el mundo de los pobres para asumir con realismo histórico su causa de liberación integral, sus luchas, sus preocupaciones y sus alegrías. Nos anotamos en poner a su servicio todo nuestro ser, nuestro hacer, nuestros recursos, nuestra creatividad y dedicación. La razón de ser de Fe y Alegría es estar al servicio de los más pobres y necesitados. Esta opción está enraizada en la complacencia de Dios en los pequeños, es decir, su decidida opción por sus vidas y su alegría de verlos crecer. De ahí, que servir y conocer a Dios es atender con el mayor cariño a sus hijos, especialmente a los más débiles.

Nos sentimos Iglesia plenamente y queremos ser fieles al llamado que nos hacen tan-to el Concilio Vaticano II, como las Conferencias Episcopales Latinoamericanas (Medellín, Puebla y Santo Domingo). El Vaticano II nos dice: “...Cristo fue enviado por el Padre para evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos (Lc 4:18), para buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19:10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades, y pretende servir en ellos a Cristo...” (Constitución Dogmática Lumen Gentium, Nº 8).

La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín) afirma: “El Episco-pado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una do-lorosa pobreza cercana, en muchísimos casos, a la inhumana miseria (XIV, 1)... El particular mandato del Señor de evangelizar a los pobres debe llevarnos a una distribución de los esfuerzos y del personal apostólico que dé preferencia efectiva a los sectores más pobres y necesitados y a los segregados por cualquier causa, alentando y acelerando las iniciativas y estudios que con ese fin ya se hacen. Los obispos queremos acercarnos cada vez más con sencillez y sincera fraternidad a los pobres, haciendo posible y acogedor su acceso a nosotros (XIV, 9)”.

Puebla la reafirma y resalta el motivo de fondo que sostiene esta opción, porque más allá de su situación “Los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús” (1142).

Santo Domingo nos invita a “Asumir con decisión renovada la opción evangélica y pre-ferencial por los pobres, siguiendo el ejemplo y las palabras del Señor Jesús, con plena confianza en Dios, austeridad de vida y participación de bienes” (180).

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En nuestra propia experiencia hemos constatado que, desde esa opción, vivimos más ple-namente nuestra fe y nuestro compromiso cristiano y hemos establecido con ellos una alianza. Ellos nos reciben, nos abren las puertas de sus casas, confían en nosotros y nos enseñan una manera sencilla, alegre y profunda de vivir. Si nos ponemos en sus zapatos, los comprenderemos mejor. En ellos hemos encontrado al hermano, y son para muchas personas, lugar de encuentro y de experiencia espiritual con Jesús.

Pero también sabemos del peligro de sustituirlos. Medellín nos da la clave para entender nuestro papel como acompañantes del pueblo: Alentar y favorecer todos los esfuerzos del pueblo por crear y desarrollar sus propias organizaciones de base, por la reivindicación y consolidación de sus derechos y por la búsqueda de una verdadera justicia.

No se trata de sustituirlos ni de crecer nosotros mismos a expensas de ellos. En este sen-tido, el primer paso es la solidaridad y el apoyo crítico a todo movimiento que busque la solidaridad integral con los pobres, es decir, que incluya los aspectos sociales, económicos, políticos y culturales. Caminando humildemente con los pobres y después de haber acep-tado recibir de ellos, aprenderemos en qué podemos ayudar les. Sin esta paciente cons-trucción, la acción por los pobres y los oprimidos estaría en contradicción con nuestras intenciones y les impediría hacerse escuchar en sus aspiraciones y darse ellos a sí mismos los instrumentos para tomar efectivamente a su cargo su destino personal. Mediante un servicio humilde, tendremos la oportu nidad de llevarles a descubrir, en el corazón de sus dificultades y de sus luchas, a Jesucristo viviente y operante por la potencia de su Espíritu. Podremos así hablarles de Dios nuestro Padre, que reconcilia la humanidad estableciéndola en la comunión de una fraternidad verdadera.

Reconocemos con humildad que tenemos mucho camino que andar respecto a la opción por los pobres:

Necesitamos fundamentar esta opción de vida en una experiencia realmente espiritual.•Necesitamos profundizar su significado, sus implicaciones, la forma de vivirla, cómo •presentarla. Necesitamos aprender a entender el mundo de los pobres, su manera de llevar la cotidianidad, la profundidad de su desprendimiento, la posibilidad permanente de conversión, la alegría de vivir, la solidaridad, la esperanza; pero también, la tristeza, la injusticia, el maltrato, la indiferencia y cómo hacerle frente junto con nuestro pueblo a todos esos dilemas.Necesitamos una mayor austeridad en el uso de los recursos de la institución.•Necesitamos • ojos nuevos, mirada misericordiosa, simpática, cargada de cariño. Ello su-pone un vuelco cuya magnitud quizá no imaginamos, pero que se sintetiza en aquello de los pobres serán sus maestros. Es un camino que nos puede llevar a la conversión al Dios de los pobres.Desde la opción por los pobres, necesitamos proponer y vivir el servicio, el diálogo y la •acogida, sin ningún afán de poder. Necesitamos asumir nuestra responsabilidad (sea-

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mos laico/a, presbítero, religioso/a, ) como una humilde vocación absoluta de servicio a los más pequeños y pequeñas de este mundo; priorizar la paz, la cultura del diálogo, la comprensión, el respeto y la tolerancia a la diversidad de opiniones en y con otras confesiones, religiones y colectivos de la sociedad; creer en el otro, en el pobre, en la gente donde no sólo trabajamos para ellos, sino que con ellos construimos propuestas alternativas a la actual situación.

2.5. Una espiritualidad que se nutre de la praxis educativa

Fe y Alegría es una respuesta concreta al llamado a colaborar con el proyecto de Dios: luchar por una vida digna para los excluidos a través de la educación, la comunicación y la promoción social. Si esto es así, nuestra acción educativa puede ser alimento de vida espiri-tual, de luz, de crecimiento, de consuelo profundo, de vida en el Espíritu. Puede ser espacio para acoger al Espíritu que habita en la acción transformadora. El Espíritu en la acción y por la acción nos trabaja, nos convierte, nos configura y nos hace vivir en él; la acción puede ser causa de fortaleza interior.

¿Qué significa hacer de nuestra acción un manantial de espiritualidad?, ¿cómo ha de ser vivida esa acción para que se convierta en fuente de espiritualidad?

Necesitamos encontrar una pedagogía espiritual que nos permita descifrar cómo alargar la mano y beber el agua del Espíritu que brota de la acción, de modo que la praxis llegue a ser el alimento que nos refresque y anime espiritualmente. Si bien es cierto que el Espíritu actúa en la historia y en nuestras vidas y acciones, percibirlo y profundizarlo no es automá-tico ni espontáneo. Dios es siempre mayor y sus caminos no son nuestros caminos, aparte de la cantidad de intereses ocultos y tergiversaciones que están en nuestras prácticas. Por lo que se nos exige un verdadero ejercicio que requiere educación y aprendizaje, en las siguientes pistas:

a. Acoger lo que Dios nos comunica desde la propia acción educativa. Es necesario estar atento, vigilante, en actitud de aprendizaje. Vivir la acción en clima de fe, descubriendo lo que allí aconteció y de qué manera esa acción también nos transforma a nosotros.

b. Encontrarnos con el Espíritu que habita en los otros. La acción educativa, de promoción y comunicación establece una relación; es un encuentro interpersonal y ha de vivirse como tal. Necesitamos aprender a recibir en y por la acción con la que servimos a otros, a través de la escucha paciente para descubrir el paso de Dios por el corazón de las per-sonas, del discernimiento para reconocer el acontecer del Reino de Dios en la vida y en la historia de los otros, y a través de la solidaridad con todo bien, que siempre procede del Espíritu (GS 42. 44. 45)

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c. Vivir la acción educativa como nuestra respuesta generosa a la misión que nos envía Je-sús. Para ello, necesitamos despertar y desarrollar la conciencia de enviados. Al entrar en cada acción, diremos con el corazón las palabras de Jesús: “He aquí que vengo a hacer tu voluntad” (Heb 10:5). Es en esta acción educativa diaria donde realizamos nuestra entrega a los hermanos más necesitados desde una motivación de fe. Debemos cultivar la actitud del seguimiento de Jesús, recorriendo con nuestra actuación su mismo cami-no; buscando en Jesús el rumbo, el estilo, los pasos, las actitudes; esperando de él el aliento y la recompensa, y volcando entre sus manos, al final de cada jornada, el fruto recogido (Jn 13:3).

d. Situarnos como presencia del Espíritu para los hermanos. Actuamos en nombre del eñor; queremos que nuestra acción sea una mediación para la presencia del Señor en la historia:

“En tu aparente parálisis,nos envías a recorrer caminos.Somos tus pies y te acercamosa las vidas más marginadas,pisadas suaves para no despertara los niños que duermen su inocencia,pisadas fuertes para bajar a la minao llevar con prisa una carta perfumada.”(Benjamín González B.)

Entramos en esa dinámica cuando nos prohibimos ser el centro, tanto personal como institucionalmente; cuando mantenemos vivo el referente del Señor, cuando vivimos la acción sin alardes, en actitud de servicio; cuando nuestro poder es el poder defender la vida, de levantar al caído, de consolar; cuando nuestro poder se mide en cuánto sea capaz de hacer crecer y fortalecer al otro, a los más necesitados.

e. Dejarnos configurar por la fuerza y talante espiritual de la acción. La acción verdadera-mente humana no sólo expresa al hombre sino que lo realiza, lo historiza, lo desarrolla en una determinada dirección, lo marca, configura y recrea. La propuesta es: Sé tú aquello que tú haces haciendo lo que te han encargado. Se trata de vivir desde dentro lo que hacemos. De esa manera seremos transformados por el mismo Espíritu presente que actúa en la historia. Lo que supone ir más allá de una prestación impersonal del ser-vicio, de la inercia mecánica, de la rutina insensible, del comportarse como funcionario y, por supuesto, superar la visión tanto del mero asalariado como la del mercantilista.

f. Responder con fidelidad a cada hora de la acción. El camino tiene sus horas claves,

exigentes y significativas, donde se pone a prueba nuestra fidelidad, nuestra capacidad de respuesta y sacrificio, de creatividad y perseverancia, de confianza y entrega. Son

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momentos en los que somos sacudidos en todo nuestros ser. La apuesta por el Reino, a través de la acción educativa, nos va introduciendo por caminos no previstos en nuestro propio desarrollo. Cuando respondemos en fidelidad a cada hora, cuando estamos a la altura de los signos de los tiempos, entonces renacemos como hombres o mujeres fieles al Espíritu.

g. Se trata de vivir nuestra acción educativa con la actitud de disponibilidad: ¿qué se nos pide hoy y aquí? Disponibilidad que se manifiesta en respuestas a las exigencias que surgen de la tarea educativa, acoger y servir a las personas en la infinidad de rostros y situaciones de la vida con los que nos encontramos en la acción y el tiempo.

h. La acción educativa como una fuente de oración: contemplar la acción en la oración silenciosa o en la oración compartida. Conversar con el Señor sobre lo que tenemos entre manos. Hablarle de la situación, alegrías, dificultades y esperanzas de las personas que hemos encontrado en la acción educativa. Expresarle en palabras esa disponibilidad mostrada en la acción. Cantar y alabarle por las maravillas de su obra que descubrimos en la acción educativa

3. HABERES, RETOS Y TAREAS DEL CAMINO

A lo largo de nuestro caminar nos encontramos con experiencias, intuiciones, iniciativas, llamados de atención, convicciones, actitudes y regalos que poco a poco nos van configu-rando. Quizás no tengan una estructuración completa ni resalten a primera vista, pero van poblando nuestro quehacer diario.

Con humildad, agradecimiento y alegría reconocemos la vivencia de una serie de actitudes y valores que Dios nos regala a través de la interrelación cotidiana con los otros, de la ora-ción y encuentro personal con Él y desde el mismo quehacer diario. Éstas son:

El énfasis en lo comunitario y la solidaridad que nos lleva a privilegiar el trabajo en •equipo. Reconocemos que la existencia de espacios de encuentro propiciados por la organización y la aceptación, por parte de la comunidad local, han sido de gran ayuda para esta vivencia. De esta manera, hemos ido construyendo y compartiendo un sue-ño común: transformar la realidad y ser transformados nosotros también. Esa utopía mantiene viva nuestra esperanza, aun en medio de las dificultades y ambigüedades de nuestra praxis y conducta.Aprender a hacer del quehacer diario una oportunidad de gozo, alegría y crecimiento •personal, que no es otra cosa que comenzar a vivir la praxis como una misión desde la que nos realizamos personalmente.El cultivo de una sensibilidad que se manifiesta en el modo de acercarnos y conocer la •realidad, de dejarnos interpelar por ella y mirarnos desde la relación con los otros. Res-

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ponder a la complejidad de la realidad con respuestas integrales que vinculen a otros, sean personas, programas e instituciones.La importancia de reconocer lo distinto y la pluralidad.•Una manera de vivir que contagia, convoca y nos abre a la trascendencia y al sentido.•La preocupación por un • clima organizacional que estimule la sinergia, dé sentido de pertenencia y haga aflorar lo mejor de cada uno.La vivencia de la justicia más allá de lo legal, buscando siempre la dignificación del •otro.

3.1. Respecto al compromiso por la justicia

Reconocemos que necesitamos una profunda conversión. Muchas de nuestras prácticas, procedimientos y tomas de decisiones son contrarias a la justicia del reino. En nuestra pro-pia vida, entran diversos intereses que se esconden bajo el manto del bien común. Por eso, afirmamos con humildad que el compromiso por la justicia deberá convertirse en la pre-misa mayor de nuestra acción, ad intra y ad extra. Para ello, es necesario, junto al proceso de conversión personal e institucional, caminar, comprender, aprender y vivir la integración entre la fe y la justicia.

Necesitamos sostenernos y crecer en la justicia del Reino de Dios, lo cual puede manifes-tarse:

En opciones cada vez más definidas a favor de las personas vulnerables de nuestro •mundo;En la defensa, promoción, dignificación y humanización de la vida de toda persona •como exigencia y criterio desde donde miremos y evaluemos nuestro quehacer;En un mayor compromiso en el trabajo educativo, personal y comunitario, donde refle-•jamos esos valores que dignifican nuestra condición humana;En un acercamiento real y cada vez mayor a los más pobres (analfabetos, desemplea-•dos, enfermos de sida, niños de la calle), sin miedo ni reparo alguno;En concebirnos como personas para los demás, buscando el crecimiento de los herma-•nos;Constituyéndonos en una comunidad que construye la paz y el respeto, dialoga las •diferencias, excluye todo tipo de violencia, denuncia el mal y lo combate;En una valoración por igual a los géneros, propiciando la participación de la mujer y •sus derechos.

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3.2. Respecto al compromiso evangelizador

Nuestro compromiso evangelizador ha de expresarse en acciones y en respuestas humildes y decididas a la propuesta del mensaje de Jesús, haciéndolo Señor de nuestras vidas. El cómo hagamos las cosas, la manera cómo nos relacionemos y la vida que llevemos, serán señales de evangelización o su negación. De ahí, la necesidad de hacer de nuestra acción una fuente de espiritualidad. Queremos aprender a buscar, encontrar y vivir la presencia del Dios en la vida y en la labor educativa de cada día. Vivir la fe en la vida diaria.

Necesitamos ser evangelizados y transformados por la Buena Noticia de Jesús. Sólo así podremos ver a Fe y Alegría como un instrumento al servicio de la misión, lo cual tiene las siguientes repercusiones y exigencias:

Retomar y explicitar nuestra pertenencia a la Iglesia. Formamos parte del grupo de •cristianos a los que Jesús llamó y envió a evangelizar. No somos islas ni francotiradores. Somos Iglesia y estamos llamados a construirla, a hacerla más fraterna y solidaria, hori-zontal y participativa, inclusiva, convocadora, ecuménica, plural y centrada en su razón de ser: comunicar la Buena Noticia a los pecadores y pobres.Comprometernos a difundir la buena noticia de Jesús desde la labor educativa, comu-•nicacional y organizativa que venimos haciendo en nuestros países, y eso se entiende como el intento permanente de ser Evangelios vivientes en medio de nuestra sociedad actual.Comprender y ver este movimiento de educación popular como un espacio privilegiado •para hacer visible el Reino de Dios en medio de este mundo, lo cual pasa por ir cons-truyendo en el día a día esa utopía e ir conformándonos nosotros mismos desde esos valores del reino. No sólo estamos llamados a practicar y luchar por la justicia, sino a ser justos; no sólo a proclamar la solidaridad, sino a ser solidarios; no sólo a tener compa-sión, sino a ser compasivos.Profundizar en la religiosidad popular, rescatando, viviendo y cultivando la gran riqueza •espiritual que posee.

3.3. Tareas y retos

a. Necesitamos contar con una propuesta de iniciación y profundización en la vida espiri-tual, que incluya:

Aprender a orar desde nuestra realidad con el Dios de la vida;•Aprender a leer, reflexionar y orar personal y comunitariamente la Palabra de Dios;•La vivencia comunitaria de la fe, que supone la creación y atención de comunidades •educativas cristianas vivas. Desde ahí podemos vivir, compartir y cultivar una serie de valores y actitudes que la fe va generando entre nosotros;

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Aprender a discernir cristianamente las decisiones y alternativas, de modo que nues-•tro servicio sea el más adecuado y nuestra vida fiel al mensaje de Jesús;Vivir un proceso de conversión personal y comunitario;•Contar con el acompañamiento espiritual que podamos necesitar•La vivencia de nuestro ideario como concreción de la llamada que Dios hace a cada •uno de nosotros;Profundizar elementos de la espiritualidad ignaciana, por ejemplo, la práctica de los •ejercicios en sus diversas variantes.

b. Animar y fortalecer las micro y macro comunidades, desde una experiencia de vida en común, desde un sentir, soñar, crecer y reflexionar juntos, con el propósito de testi-moniar la misma vivencia de las primeras comunidades cristianas, como evidencia de fraternidad distinta para el mundo, donde se ejerza el diálogo y el discernimiento, el respeto y la atención al otro.

c. Fomentar la esperanza desde el trabajo cotidiano. Hoy, uno de los problemas más gra-ves que enfrentan los pueblos pobres es la desesperanza. Muchos de nosotros sentimos cansancio en nuestras prácticas. Se nos apaga el amor y la mística. De ahí, la pertinencia de cultivar la esperanza en los distintos ambiente en los que nos movemos.

d. Atención a las diversas culturas, entendiendo por tales a los estilos de vida común que caracterizan a los diversos pueblos, lo que les da su identidad como grupo humano y que hace de nuestros países, una pluralidad de culturas.

e. Retomar y reconstruir el estilo de persona que queremos desde esa atención, respeto y fomento de las diversas culturas. Un mayor diálogo constructivo entre nuestro ideario y la cultura de los pueblos que atendemos.

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Victor Codina SJ.

1. INTRODUCCIÓN A LAS CLAVES

Nuestra visión de la realidad está condicionada por los contextos personales, sociales e históricos. Son las claves de lectura o paradigmas. El tema se ha estudiado en la historia de las ciencias (Popper, Kuhn), pero se puede aplicar a todo conocimiento. Hay una época de posesión tranquila de la realidad, luego comienzan a surgir interrogantes que obligan a un cambio de clave o paradigma, que tarda en ser aceptada hasta que la comunidad, finalmente, la asume. El ejemplo clásico es el paso de Ptolomeo a Copérnico: hay un giro copernicano, un cambio de paradigma. Esto es especialmente útil en un momento en que no sólo se vive una época de cambios sino cambio de época. Se puede aplicar a la Teología esta teoría sobre los paradigmas o claves de lectura de la fe.

Claves de lectura: Como ejemplo tenemos el caso catequético: el Catecismo de Pío X a comienzos del siglo XX, el Catecismo holandés de la década de los 60 y el catecismo de Ca-saldáliga de los 80, son ejemplos de tres claves de lectura que podemos llamar tradicional, moderna y emergente.

Clave tradicional: Ha estado vigente en la sociedad durante la edad media y en la Iglesia hasta el Vaticano II. Se caracteriza por una visión esencialista y objetiva de la realidad, más ligada a la naturaleza y al orden cósmico que a la historia, a lo dogmático y estático más que a lo evolutivo, a los orígenes más que al fin, con una concepción jerárquica, vertical y jurídica de la realidad. Hay una sumisión a la naturaleza ante la cual uno se siente impo-tente; también hay sumisión a la autoridad y a la tradición. Tanto el orden cósmico como el social se consideran sagrados y queridos por Dios. Es la que refleja el Catecismo de Pío X. Clave moderna: En la sociedad occidental se abre paso en la edad moderna (con el de-sarrollo de las ciencias). En la Iglesia se hace presente recién en el Vaticano II, se caracteriza por una visión histórica y evolutiva que desacraliza la naturaleza y la historia. Se acentúa lo subjetivo, la libertad, el desarrollo y el progreso, la adultez de la persona ante la naturale-za, la sociedad y la Iglesia. Es lo que se llama la Primera Ilustración (Kant). Esta mentalidad se refleja en el Catecismo Holandés.

Clave emergente: Es la que está surgiendo actualmente. No es fácil describirla, por ello la abordaremos desde dos momentos.

CLAVES DE LECTURA DE LA FE

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

1.2. Momentos de la clave emergente

a. El liberador de los años 70-80

Está ligado a la clave moderna, pero no a la Primera Ilustración, sino a la Segunda Ilustra-ción (Marx), que ha surgido sobre todo en los países del tercer mundo y concretamente en América Latina, que se preocupa de lo estructural, pero sobre todo de las consecuencias que la modernidad tiene para los pobres. En la Iglesia ha aparecido en torno a Medellín y Puebla y teológicamente está ligada a la Teología de la Liberación, que ve la realidad de pobreza como un pecado contra el cual hay que luchar. El Catecismo de Casaldáliga es un ejemplo de este momento.

b. El que ha surgido en los 90-2000

Está marcado por la caída del socialismo (postmarxismo) y la postmodernidad que critica los Grandes Relatos de la modernidad, tanto los de la Primera como los de la Segunda Ilustración, que prefiere hablar de lo micro y de la cotidianidad, que amplía el análisis de la realidad abarcando no sólo lo socio-económico sino lo cultural (indígenas y afroame-ricanos), lo religioso (religiones autótoctonas como también las grandes religiones de la humanidad), lo antropológico (importancia de lo simbólico, de la afectividad, sexualidad, cuerpo, salud), el género (varón, mujer) y la Ecología (la tierra y el cosmos); en fin, abarca lo diferente.

Es una visión holística, ligada a la vida en todas sus dimensiones. En América Latina, San-to Domingo comienza a abrirse a esta visión, pero queda todavía mucho por avanzar. La Teología de la Liberación se está abriendo a esta nueva dimensión, sin olvidar la opción por los pobres que hoy son más numerosos y más excluidos por el Neoliberalismo pues son las víctimas del sistema. Se afirma que “…otro mundo es posible” (Porto Alegre) y podemos añadir también que otra Iglesia es posible.

Hay una discusión teórica entre los que hablan de un paradigma postliberador (insinuando que la Teología de la Liberación ya ha muerto) y de los que creen que esta nueva visión no es más que una apertura dentro del mismo paradigma liberador. Así lo consideramos nosotros, englobando los dos momentos bajo el nombre de emergente.

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2. APLICACIÓN DE LAS TRES CLAVES A LOS CONCEPTOS BÁSICOS DEL CRISTIANISMO

2.1. El misterio de Dios

Clave tradicional: ser perfectísimo, eterno, espiritual, trascendente, omnipotente, pro-vidente, creador, impasible y lejano. Es una visión más helenística que bíblica. La misma Trinidad reducida a un juego de conceptos metafísicos. La revelación es comunicación de verdades de las que la Iglesia es depositaria y guardiana.

Clave moderna: Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, rico en misericordia, en-carnado por Jesús. La Trinidad es una comunión de amor que se revela al mundo para hacernos participar de su vida divina. Dios actúa en la historia del pasado y del presente (signos de los tiempos).

Clave emergente: en continuidad con la moderna, acentúa algunos aspectos. Dios es el Dios de la vida (Génesis), el liberador que escucha el clamor del pueblo oprimido (Éxodo), que se interesa por el derecho y la justicia, revelación que se confirma y profundiza en Je-sús. La Trinidad es un misterio de solidaridad y participación, que se vuelca hacia el mundo en su proyecto del Reino de Dios: una humanidad fraterna, filial, libre, justa, igualitaria, en armonía con la naturaleza y el cosmos. El Espíritu actúa en la historia a través de clamor del pueblo oprimido y de toda la creación sometida a esclavitud (Rm 8). La Escritura se debe leer desde los pobres y es invitación al cambio de vida y de sociedad.

2.2. Jesucristo

Clave tradicional: es el Verbo encarnado, al que conocemos aplicando nuestra visión de Dios a él: todopoderoso, santo, omnisciente. Las tentaciones y su pasión, son ante todo, un ejemplo para nosotros. Los misterios de la vida de Jesús cuentan poco. Todo se centra en clarificar la unión hipostática. Jesús muere para reparar al Padre la ofensa infinita causada por el pecado de Adán y Eva.

La clave moderna: elabora una Cristología bíblica, en la que Jesús de Nazaret nos revela el rostro del Padre y nos anuncia el Espíritu; la encarnación es el sí de Dios al mundo y a la historia humana, la resurrección es el término de la vida de Jesús y de toda vida humana.

La clave emergente: se sitúa en el enfoque bíblico moderno, pero acentúa algunos as-pectos como el Jesús histórico y pobre que evangeliza a los pobres, predica un Reino de justicia e igualdad, se enfrenta al sistema y por esto muere crucificado. La resurrección es el sí del Padre a las opciones de Jesús y una garantía de que al final triunfará la justicia frente a

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

los Pilatos y Caifás de este mundo. Pero se insiste en que toda esta vida de Jesús está guiada por el Espíritu que es quien le unge para evangelizar a los pobres, a los que constituye en jueces de la historia. Esta Cristología implica seguimiento de Jesús para proseguir su misión del Reino, pero todo ello bajo la fuerza del Espíritu.

2.3. Antropología

Clave tradicional: era el tratado de la gracia, que partía de la creación natural y de la elevación al orden sobrenatural, que fue perdida por el pecado heredado a toda la huma-nidad (pecado original). De este pecado nos lava el bautismo. La vida humana es una dura batalla, animada por el recuerdo de los novísimos. Hay una visión pesimista y dualista del ser humano, que sólo se orienta a la salvación del alma y a la eternidad.

Clave moderna: tiene una visión más positiva e integral del ser humano, con una pers-pectiva evolucionista e histórica, resaltando la dimensión personal, el compromiso en la historia, caminando hacia la transfiguración de la creación por Cristo, en un nuevo cielo y una nueva tierra.

Clave emergente: sitúa a la humanidad en un mundo injusto y de muerte, opuesto al plan de Dios, donde el pecado original se cristaliza en estructuras de pecado, que matan a los hijos de Dios como mataron antes al Hijo de Dios. La resurrección de Jesús y el don del Espíritu nos dan fuerza para luchar contra el pecado del mundo y nos da la esperanza de que es posible comenzar a construir una tierra nueva sin injusticia, donde la misma crea-ción sea liberada de la esclavitud a la que el pecado humano la tiene sometida. El grito de la tierra se une al grito de los pobres. Esta clave se opone también a una visión machista y patriarcalista de la humanidad y redescubre la dignidad y rol de la mujer en la sociedad y en la Iglesia.

2.4. Iglesia

Clave tradicional: la Iglesia se centra en su poder y autoridad; es vertical, identificada con la jerarquía, que se ocupa de las cosas de Dios, mientras que los laicos quedan relegados a lo temporal. Es un Iglesia clerical, juridicista y triunfalista, que se define como sociedad perfecta y el Reino de Dios en la tierra.

Clave moderna: recupera la noción de Iglesia Comunión, se define como Sacramento de salvación, Pueblo de Dios, que camina la escatología en diálogo con el mundo.

Clave emergente: desarrolla la clave moderna del Vaticano II en algunos puntos. La Igle-sia es sacramento histórico de liberación, concretamente, a partir de la Iglesia de los po-

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bres. Es el Pueblo de Dios que nació del éxodo y del exilio. Es dialogante, sobre todo con el mundo de los pobres y se orienta al Reino de Dios Es una Iglesia de mártires. Pero todo ello, desde la fuerza del Espíritu que suscita nuevos carismas y crea una nueva eclesiogénesis desde la base. Es una Iglesia de laicos, sobre todo de mujeres y jóvenes, abierta a lo otro, a las culturas, al diálogo con las otras Iglesias y con las demás religiones.

2.5. Sacramentos

Clave tradicional: los considera como instrumentos de gracia, canales a través de los cua-les nos llega la gracia que Cristo mereció con su pasión. El sacerdote, mediador entre Dios y la humanidad, es el hombre de los sacramentos. El bautismo de los niños es el prototipo de sacramento ya que en él aparee la dimensión objetiva y gratuita de la salvación.

Clave moderna: recupera la dimensión simbólica de los sacramentos, la personal y la eclesial. Son celebraciones litúrgicas de la Iglesia en las que se expresa el misterio pascual. El sacerdote aparece como el representante cualificado de la Iglesia, el hombre de la comu-nidad. El ideal es que sean los adultos los que reciban los sacramentos.

Clave emergente: redescubre otros elementos como su dimensión de símbolos proféticos del Reino, que exigen justicia y solidaridad con los pobres. El sacerdote es el hombre del Reino. El problema no es tanto la edad de los sacramentos como el compromiso por la justicia. Se recupera también el sentido de fiesta y gratuidad y se intenta unir el sacramento del altar con el del hermano. Valora positivamente la religiosidad de los pobres, sus expre-siones culturales, religiosas y los sacramentales y encuentra en toda esta devoción y fe la presencia del Espíritu.

2.6. Espiritualidad

Clave tradicional: parte del dualismo cuerpo-espíritu y parece reducir la espiritualidad a la esfera de lo sagrado y a la vida interior, con lo cual queda reservada a las élites económi-cas y religiosas, a los que han optado por los consejos y han huido del mundo.

Clave moderna: recupera las nociones de bautismo y Pueblo de Dios, se basa en la cari-dad y en la liturgia, admite la vocación universal a la santidad, la pluralidad de carismas, el compromiso con el mundo, la espiritualidad laical con sus diversos movimientos y asocia-ciones. La espiritualidad es la vida según el Espíritu.

Clave emergente: quiere vivir según el Espíritu de Jesús y por esto se inserta en el mundo de los pobres, escucha su clamor, se solidariza con ellos, encuentra al Señor en el pobre a quien evangeliza. Se abre también a las culturas y otras religiones, a la mujer y a la Ecolo-

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gía, redescubre el valor de la oración, la gratuidad, la belleza, la fiesta y el cuerpo, ya que el ser humano no vive sólo de pan. No sólo es profética (Amós) sino sapiencial (Oseas).

2.7. Pastoral

Clave tradicional: entiende la pastoral como algo liderado sólo por la jerarquía, que se centra en la enseñanza doctrinal y en los sacramentos.

Clave moderna: incluye a los laicos en su misión pastoral, se centra en la Biblia, fomenta movimientos apostólicos y el compromiso profesional y familiar.

Clave emergente: centra la acción pastoral en los pobres y excluidos, en la lucha por la justicia, fomenta las comunidades eclesiales de base, promueve que el pueblo recupere la Biblia, es una pastoral profética muchas veces conflictiva frente a la injusticia. Descubre también la importancia de cuidar las dimensiones humanas (salud), morales (sexualidad, alcohol, drogadicción, problemas de familia), espirituales (oración y experiencia espiritual), comunitarias (liturgia festiva) del pueblo sencillo, que muchas veces acude a las sectas en busca de lo que no encuentra en la Iglesia.

2.8. María

Para la clave tradicional María es la Reina llena de privilegios, visión que nos separa de los protestantes. Para la clave moderna es el símbolo de la Iglesia por su fe y entrega a la Palabra.

Para la clave emergente, es María de Nazaret, la mujer del pueblo que enaltece a Dios y proclama que la salvación se relaciona con la justicia de los pobres, la mujer profética y creyente, llena del Espíritu.

2.9. La eucaristía

En la clave tradicional se centra en la presencia y el sacrificio, la adoración al sagrario y la devoción personal. La clave moderna redescubre la dimensión pascual y comunitaria de la eucaristía como centro de la Iglesia.

La clave emergente relaciona la eucaristía con el compartir la comida de Jesús con los excluidos; con su entrega a los demás enla última cena; con la solidaridad y el hambre del mundo; con la utopía del Reino de Dios. Si no hay justicia no hay eucaristía y no es la cena del Señor.

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2.10. Moral

La moral tradicional se basa en normas y leyes, se basa en los mandamientos. La moral moderna nos habla de la opción fundamental de la propia conciencia ante los valores del Evangelio y las circunstancias personales.

La moral emergente incluye la opción por los pobres como opción fundamental, que es el seguimiento de Jesús e incluye una atención especial a las mujeres, los indígenas, los afroamericanos y la Ecología.

2.11. Vida religiosa

La clave tradicional la concibe como una huida del mundo para consagrarse a la per-fección en el marco de unas reglas e instituciones desde donde hace apostolado. La clave moderna redescubre las dimensiones carismáticas de la vida religiosa, como la comuni-dad, el testimonio, el trabajo profesional y secular.

La clave emergente destaca la importancia de la dimensión profética de la vida religiosa, en concreto, de la opción por los pobres que se traduce en solidaridad e inserción en me-dio de sus luchas por la justicia. Es la opción por la apertura a las culturas y religiones, a la mujer, a la Ecología. Es la búsqueda continua y en proceso de refundación, para volver al Evangelio y carismas fundacionales. Busca unir lo profético y lo místico.

2.12. Pedagogía

La clave tradicional es vertical, bancaria, pasiva, reproductora del sistema, intelectualista, memorística, individualista y unificadora. Por su parte, la clave moderna es personaliza-dora, activa, dialogante y prepara a la persona para triunfar en la sociedad.

La clave emergente en la Pedagogía es liberadora, popular, crítica, concientizadora; par-te de la experiencia y de la cultura popular, hace que el pueblo sea protagonista de su futuro, orienta al cambio y a la visión de que otro mundo posible.

3. REFLEXIONES FINALES

Cada clave corresponde a un momento histórico y eclesial determinado: al mundo premo-derno y de Cristiandad; al mundo moderno y del Vaticano II; al mundo de los pobres, de Medellín y a la situación de un mundo postmoderno y postmarxista.

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En esa cronología de momentos, hay sincronismo en las diversas claves y a veces coexisten las tres en una misma comunidad humana y eclesial. La clave tradicional no es la de los orígenes de la Iglesia sino la época de cristiandad que comienza en el siglo IV y se mantiene en el segundo milenio.

Cada clave tiene sus valores y contravalores. La clave tradicional tiene un sentido grande de la trascendencia de Dios, pero adolece dualismo y visión excesivamente pasiva frente a la sociedad y el mundo. La clave moderna descubre el valor de la libertad personal y de la comunidad, del progreso y la transformación del mundo, pero es excesivamente optimista sobre el costo de este progreso en el tercer mundo y en la Ecología. La clave emergente tiene una sensibilidad profética hacia los excluidos. Sus posibles riesgos (reduccionismo a lo sociopolítico, milenarismo) están siendo corregidos y compensados con su apertura a los diferentes, a las culturas, las religiones, a la Ecología, a la mujer, y la recuperación de la Pneumatología.

Indudablemente, para América Latina, la clave que corresponde mejor a los desafíos actua-les es la emergente, que es la que corresponde a Medellín, Puebla y Santo Domingo.

El paso de la clave tradicional a la moderna es un cambio principalmente intelectual. El paso de la moderna a la solidaria exige una conversión y una sensibilidad especial ante los excluidos y ante los nuevos sujetos que emergen: culturas, religiones, mujer, Ecología.

Monseñor Romero nos da un ejemplo del paso de la clave tradicional a la moderna, y fi-nalmente de la moderna a la emergente de su tiempo. Hoy habría que completarla con la nueva sensibilidad emergente de los años 90-2000.

Estamos ante un cambio de época. Como decía Juan XXIII “Ha llegado el momento de discernir los signos de los tiempos, de aferrarse a la oportunidad de mirar hacia delante”.

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Documentos, Federación Internacional Fe y Alegría

1. FE Y ALEGRÍA: UNA OBRA EDUCATIVA EVANGELIZADORA

Fe y Alegría se define a sí misma como un Movimiento de Educación Popular Integral y de Promoción Social, nacido de la experiencia y compromiso de fe del Padre José María Vélaz, un hombre que, interpelado por la realidad de injusticia y exclusión, decidió sumar esfuerzos por transformar y humanizar dicha realidad, y para ello, convocó y animó a otros a comprometerse en un proyecto de educación y de evangelización.

Fe y Alegría, desde sus inicios, agrupó a personas de fe, religiosos(as) y laicos(as), quienes concibieron su acción educativa como un compromiso cristiano de transformación de las estructuras de exclusión socioeducativas para construir un mundo más justo y más humano. Este hecho llevó al Padre Vélaz a afirmar que “El motor que ha impulsado a tantas personas a comprometerse con amor y sacrificio en Fe y Alegría ha sido el espíritu cristiano”.21

El Congreso de Río de Janeiro (1991) nos recuerda que educación, evangelización y com-promiso son tres dimensiones que se unifican en el acto educativo, siempre que se asuma a la mujer y al hombre como seres que se realizan en relación unos con otros. Cada vez más, enfatiza el documento, “La acción evangelizadora se realiza por medio de modalidades claramente educativas, por itinerarios de maduración en la fe que penetran las dimen siones fundamentales de la persona, dándole unidad y sentido. En esta dirección, el proceso evan-gelizador desemboca en compromiso, sin él no existe educación propiamente dicha”.22

Fe y Alegría es una obra educativa y una obra evangelizadora que tiene la convicción de que una educación integral debe tener un carácter evangelizador, de buena nueva, un ca-rácter de salvación, por ello Vélaz afirma que hay que “Educar por encima de todo, porque educar es salvar”23. Por tanto, toda la acción educativa de Fe y Alegría debe ser una acción pastoral en la que se implican todos los sujetos que hacen vida en el Movimiento (vincu-lados a la gerencia, administración, gestión pedagógica, recursos humanos, comunidad, entre otros).

Esta experiencia fundacional es la que nos compromete en la misión de “Promover la for-mación de hombres y mujeres nuevos, conscientes de sus potencialidades y de la realidad que los rodea, abiertos a la trascendencia, agentes de cambio y protagonistas de su propio

21 P. José M. Vélaz, Valores de Fe y Alegría, 1978.22 Congreso Internacional de Fe y Alegría. Educación, Evangelización y Compromiso. Documento Final. Rió de Janeiro, 1991. 23 P. José M. Vélaz. Fe y Alegría a los once años de labor, 1966.

FE Y ALEGRÍA Y SU PROYECTO DE EVANGELIzACIÓN

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

desarrollo”.24 Fe y Alegría piensa que sigue teniendo sentido esbozar y aspirar a un modelo de persona, sociedad e Iglesia, inspirados en los valores del Reino, modelo que todos en el Movimiento estamos llamados a construir.

Entendemos como persona nueva, a la que está íntegramente desarrollada y realizada en todas sus potencialidades individuales, sociales y espirituales. Una persona con sentido de dignidad y valoración de sí misma, consciente de sus derechos y respetuosa de la dignidad y los derechos de los demás, apasionada por la justicia, sensible, solidaria y actuante ante la injusticia y el dolor humano; fraterna y creadora, amante de la naturaleza, abierta y respetuosa de las culturas y de lo diferente; capaz de crear comunidad, de establecer con los demás relaciones de mutuo enriquecimiento, de inventar y compartir con otros la bús-queda de soluciones solidarias.25

Aspiramos a un modelo de sociedad justa en la que se respete a la persona, su dignidad, sus ideas y valores culturales, humanos y espirituales; donde se viva en igualdad de dere-chos y deberes, suprimiendo la discriminación por razones de raza, sexo, religión, ideología política u otras; donde se tenga acceso real a la satisfacción de las necesidades humanas básicas, superando la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos y promo-viendo a los sectores más deprimidos; donde el desarrollo se entienda como un proceso humano, integral y sustentable para todos.26

Aspiramos a una sociedad participativa y solidaria, donde todos accedan a los bienes cul-turales, económicos, sociales y religiosos y en la que todos aporten según sus fuerzas y reciban según sus necesidades; donde se busque comunitaria y solidariamente la solución de los problemas; donde se compartan –en forma libre y responsable- las decisiones y la marcha de la misma sociedad, los medios de producción y el fruto del trabajo.27

Igualmente, aspiramos a un modelo de Iglesia que se entienda a sí misma como pueblo de Dios, como comunidad de creyentes, seguidores de Jesús; que tenga la misión de anunciar y construir su Reino aquí en la tierra. Una Iglesia comprometida con el ser humano, incul-turada, inserta en el mundo de los empobrecidos y discriminados, por los que opta. Una Iglesia testimoniante y coherente, que anuncia la Buena Noticia y denuncia todo lo que atenta contra la utopía del reino. Una Iglesia Católica, Ecuménica, abierta y en diálogo con todos, sin discriminaciones; abierta a otras iglesias y vivencias de fe.28

El carácter evangelizador de la acción educativa se historiza a través de una pedagogía evangelizadora que comunica la Buena Noticia del Reino de Dios, que trae la liberación sobre todo a los más necesitados, y gracias a la cual cada hombre hace su propia historia,

24 Ideario Internacional de Fe y Alegría 25 Plan Global de Fe y Alegría Venezuela 2005 - 200926 Plan Global de Fe y Alegría Venezuela 2005 - 200927 Plan Global de Fe y Alegría Venezuela 2005 - 200928 Plan Global de Fe y Alegría Venezuela 2005 - 2009

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se hace consciente de su filiación divina y de su hermandad con los demás hombres y lucha por el cambio de la sociedad. Una pedagogía que hace patente el Evangelio en todo su quehacer y en todas las instancias de la labor educativa y enriquece la vivencia de cada ser humano con la experiencia personal de Dios. 29

La educación evangelizadora en Fe y Alegría se hace instrumento de humanización y, por ello, un instrumento de liberación: una pedagogía de la fe, una pedagogía de la alegría, en definitiva, una pedagogía liberadora, que convierte al educando en sujeto de su propio desarrollo. Una pedagogía creadora que anticipa el nuevo tipo de sociedad que aspiramos; que profundiza en la conciencia de la dignidad humana, favorece la libre autodetermina-ción de la persona y promueve su sentido comunitario.

Una acción educativa evangelizadora requiere y promueve personas comprometidas, desde su ser cristiano, en actitud de servicio, las cuales proponen como dinámica de vida “Mani-festaciones de la Fe en compromisos reales por la justicia”.30

2. LA PASTORAL EN FE Y ALEGRÍA

La razón de ser evangelizadora de Fe y Alegría requiere una pastoral acorde con la in-tencionalidad del Movimiento, que anime, oriente, dinamice y ejecute una acción capaz de constituir el sujeto y la sociedad que aspiramos. La pastoral en Fe y Alegría ha de ser entendida en una doble acepción: como perspectiva global de todo el quehacer educativo comunicacional (visión pastoral de la acción educativa) y como componente o área especí-fica (conjunto de acciones de intencionalidad pastoral).

2.1 La pastoral como perspectiva global de la acción educativa y comunicacio-nal en Fe y Alegría

Como perspectiva y/o dimensión, la pastoral es la visión, intencionalidad y talante que im-pregna y modela la acción educativa y comunicacional desde valores y actitudes humanos y cristianos que sostiene Fe y Alegría. Esta perspectiva brota de la fe, de la experiencia de encuentro personal con Jesús y del compromiso por construir el Reino de Dios entre noso-tros. Desde esta experiencia personal y comunitaria, se construye un modo de ser, de hacer, de convivir y de acercarnos a la realidad. Hoy identificamos esta perspectiva pastoral en lo que consideramos un programa en clave de pastoral: (una escuela, una universidad, una emisora, un proyecto, todos en clave de pastoral).

29 29 Ideario Internacional de Fe y Alegría30 30 Ideario Internacional de Fe y Alegría

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

La perspectiva o dimensión pastoral busca dotar al Movimiento de un alma pastoral, para que toda su vida y quehacer queden impregnados de sensibilidad pastoral, de manera que la obra en cuanto tal -su proyecto educativo y comunicacional, su organización, su meto-dología, sus estructuras- se convierta en experiencia desde la cual se construye, se celebra, se interpela, se profundiza y se intenta vivir los valores del Reino de Dios.

Por ello, la dimensión o perspectiva pastoral de nuestra acción educativa necesita que to-dos los sujetos de dicha acción tengan visión pastoral. Es un nivel básico de identidad con Fe y Alegría, con sus valores y opciones fundamentales, que se concreta en “El conocimien-to, respeto y práctica de los lineamientos en su opción de servicio a los pobres”.31

Desde esta concepción, la pastoral acompaña, apoya, anima, ofrece pistas y criterios de acción a las otras áreas y dimensiones del quehacer educativo de Fe y Alegría: pedagógico, comunicacional, comunitario y de gestión.

2.1.1 Una acción pedagógica en clave de pastoral

Una acción pedagógica en clave de pastoral define la intencionalidad evangelizadora, el para qué de la acción pedagógica, de sus contenidos, metodología y estrategias. Modela una forma de relaciones de la comunidad educativa y del proceso de enseñanza y aprendi-zaje; conforma una manera de acompañar pedagógica y pastoralmente a la persona.

Por otra parte, ofrece una visión global del hecho educativo y de la formación integral del ser humano: educa la inteligencia, el corazón y la voluntad, la mente y las manos, para que las personas aprendan a vivir y convivir en este mundo y sean capaces de transformarlo desde el conocimiento de la realidad y la valoración de su propia cultura y de las otras culturas.

De igual manera, orienta los procesos de aprendizaje desde una pedagogía del amor y la alegría, que forma la responsabilidad del sentimiento, para ser capaces de amarse y de amar, superando de este modo, el egoísmo, el narcisismo y el egocentrismo de una vida cómoda y mediocre.

También fomenta experiencias de aprendizaje desde la apertura a la vivencia de la fe que se expresa en el servicio solidario de los más débiles y pequeños, y en el empeño tenaz por colaborar en la construcción del Reino de Dios en la tierra; fomenta la solidaridad que nace de un contacto vital con los más necesitados, con los golpeados por la vida, por la miseria, por las carencias, por el desamor.

31 Ideario Internacional de Fe y Alegría

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Promueve la formación de una inteligencia capaz de comprenderse, de comprender a los demás y comprender el mundo para contribuir a su permanente mejora y humanización; una inteligencia con capacidad crítica, analítica, creativa, de resolución de problemas y pro-posición de nuevas posibilidades en la realidad. Garantiza en el acto pedagógico el diálogo, la participación, la cooperación, la negociación en el conflicto, de modo que enseñen a vivir y a trabajar juntos a los que son diferentes.

Finamente, fomenta la formación del gusto y de la sensibilidad, de modo que la persona sea capaz de percibir y producir lo bello, lo original, lo valioso, que nace del libre juego de la imaginación, la fantasía y la intuición. Sugiere caminos para explorar y desarrollar las posibilidades creativas de cada persona. Para ello, propone una pedagogía de la expresión y la creatividad, capaz de hacer surgir y cultivar los talentos de cada persona.

2.1.2 Una gestión en clave de pastoral

Por gestión entendemos un conjunto de acciones que se llevan a cabo para alcanzar un ob-jetivo previsto, que abarca desde el momento del diagnóstico, la planificación, la ejecución de lo planificado hasta el momento de evaluación y revisión del proceso vivido.

Una gestión en clave de pastoral:

a. Garantiza que los criterios de acción de la gestión en los programas sean compatibles con los valores y actitudes humano-cristianos que se promueven dentro del Movimien-to: respeto, tolerancia, escucha, servicio, disponibilidad, servicio, compromiso activo, capacidad de trabajo en equipo, participación en la toma de decisiones, resolución de conflictos a través del diálogo.

b. Promueve una cultura democrática, de responsabilidad y rendición de cuentas al inte-rior de todo el Movimiento de Fe y Alegría.

c. Garantiza un liderazgo institucional en la gestión de acuerdo a la filosofía de Fe y Ale-gría: equipos directivos que se responsabilicen por la animación, revisión, evaluación y reelaboración permanente del proyecto educativo del programa.

d. Acompaña formativamente a los diferentes miembros del programa y crea un ambiente motivador, de entusiasmo y comunicación.

e. Garantiza la participación de todos los miembros en la construcción de los proyectos educativos y, por otra parte, en los procesos de evaluación del proyecto.

2.1.3 Relación entre el programa y la comunidad, en clave de pastoral

Una relación programa – comunidad en clave pastoral significa que el programa está li-gado a la comunidad y a sus problemas. Se trata de programas que se conciben como

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

espacios abiertos, donde la comunidad se cuestiona a sí misma, va madurando, se va poli-tizando y así va historizando sus proyectos comunitarios. Son programas que sufren con la comunidad sus dolores, donde resuenan sus sueños y esperanzas y celebran sus pequeños triunfos e ilusiones en la tarea de transformar la realidad.

Los programas de Fe y Alegría han de hacer un esfuerzo conciente y sistemático orientado a fortalecer las comunidades populares en cuanto a su capacidad de decisión, su partici-pación ciudadana, su formación crítica, a su conocimiento y ejercicio de los deberes y de-rechos, a su vivencia de valores, a su capacidad para discernir entre lo que las humaniza y deshumaniza, a su capacidad propositiva, a su capacidad para organizarse, a su capacidad para construir un mundo sin excluidos, sin oprimidos, sin empobrecidos, un mundo de hijos, de hermanos, de re-creadores de la creación.

2.1.4 La pastoral y la dimensión política de la educación popular en Fe y Alegría

Fe y Alegría entiende a la educación popular como una propuesta política que promueve que “Los excluidos se conviertan en sujetos de poder y actores de su vida y de un proyecto humanizador de sociedad y de nación”.32

Hoy estamos entendiendo lo político como el ejercicio de un poder que está presente en todo el tejido social (familia, escuela, relaciones raciales, de género). Frente al uso común del poder para dominar, someter y discriminar, la educación popular, y también la acción pastoral, buscan un ejercicio del poder como medio para hacer crecer al otro, para con-vertirlo en sujeto social. El poder se expresa en las capacidades materiales, institucionales y simbólicas que van adquiriendo las personas o las instituciones para convertirse en actores sociales, capaces de negociar y hacer valer sus derechos y lograr una mejor calidad de vida. Es un poder al servicio de los que no tienen, de los que sufren cualquier tipo de margina-ción. Para Fe y Alegría este es el sentido del empoderamiento: formar sujetos sociales con vocación de servicio a las mayorías del pueblo.

2.2. La pastoral como componente o área en Fe y Alegría

Como componente, la pastoral es la acción evangelizadora, educativa y organizada que, desde el seguimiento a Jesús de Nazareth, acompaña a todos los miembros que conforman el Movimiento, encarnando una opción por los pobres y excluidos para construir el Reino de Dios, a través de la transformación personal, comunitaria y social.

32 Pérez E. A. La Educación Popular y su Pedagogía. Fe y Alegría, Caracas 2003.

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La comunidad cristiana es el sujeto de esta acción pastoral. Es ella el motor que impulsa y anima esa acción, por eso, el componente o área entiende la acción pastoral como una acción colectiva, que asume a los miembros de la comunidad como sujetos apostólicos.

La comunidad de fe comunica el mensaje de salvación para que los receptores descubran o recreen su identidad cristiana. Igualmente, ella ha de definirse por un modo de realizar la acción: un talante, un sentido, un clima, unos valores; y ha de tener una respuesta per-tinente y evangélica a cada circunstancia personal, social e histórica.

La Pastoral de Fe y Alegría tiene una propuesta evangelizadora, educativa y comunicacional con identidad católica definida, inculturada y en diálogo ecuménico, que anima, promueve y acompaña la formación de personas cristianas, críticas y comprometidas con la transfor-mación de su entorno y la construcción del Reino de Dios. Es una pastoral que promueve y fortalece la conformación de comunidades cristianas, como espacios para la vivencia de la fe dentro de los distintos programas. Promueve la conformación de organizaciones que favorezcan la constitución de sujetos autónomos. Es una pastoral vinculada a la acción pastoral de Iglesia Católica Venezolana y que coopera e intercambia con otras instituciones y agrupaciones.

Nuestra referencia es Jesús de Nazaret. La acción pastoral desea responder a la época actual desde el mismo Espíritu con el que Jesús respondió a la situación, problemas y con-diciones culturales de su época. Esta acción tiene cuatro grandes líneas:

a. El anuncio profético, donde entra la proclamación del mensaje cristiano, la denuncia y anuncio de una buena noticia y la formación del seguidor de Jesús.

b. El servicio o compromiso de los cristianos en la liberación de los pobres y oprimidos, con miras a edificar la nueva humanidad de los hijos de Dios.

c. La creación y vivencia de comunión en torno a la palabra, la relación fraternal, el com-partir los bienes y la vida y el fomento de las organizaciones de base del pueblo.

d. La celebración simbólica de toda esa vida cristiana, donde entra el cultivo de la oración, lo festivo y lo litúrgico en la construcción de sentido.

La acción pastoral en Fe y Alegría ha de partir de una mirada a la realidad, una contempla-ción activa y compasiva del mundo, la cual hace que la persona se deje afectar por ella y sea llevada a un compromiso en su transformación. Por eso, la acción ha de responder a un diagnóstico que otorgue comprensión de la situación pastoral en la que se encuentra el programa o centro y de las personas que queremos acompañar. Se trata de interpretar los signos de los tiempos, de discernir qué nos pide Dios y a qué nos invita en un momento determinado.

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

En la acción pastoral debe combinarse la planificación y la gracia. Se ha de tener claridad de lo que se quiere lograr, cómo y desde dónde se ha de actuar. La pastoral no se improvi-sa. Pero la pastoral también es presencia, es relación, es estar, es acercarse, es acompañar, descubrir a Dios en la vida cotidiana. Igualmente, se requiere de un proceso continuo de evaluación de la práctica pastoral que permita reconocer el paso de Dios por la vida de las personas y de los programas que acompañamos, verificar la efectividad de las acciones e introducir los cambios y reorientaciones necesarias.

2.2.1 La pastoral educativa

Evangelizar educando y educar evangelizando, sintetiza el quehacer y la especificidad de la pastoral educativa. Se trata de:

Partir de lo educativo con una mirada verdaderamente evangelizadora, hecha desde el •plantel educativo, las ciencias, los métodos, el saber, el uso de la razón, la producción y la transmisión de la cultura. Evangelizar nuestra cultura y la(s) cultura(s) de los sujetos que acompañamos, generan-•do un proceso que lleve a la síntesis o integración entre fe y cultura en la vida.Ayudar a que cada uno asuma vitalmente la correlación entre fe y cultura en la vida, •de tal forma que siempre, con todos, en todas las situaciones, lugares y contextos culturales, viva coherentemente una vida de fe, es decir, ayude a vivir la vida personal, comunitaria y social, desde la sabiduría del Evangelio.

2.2.2 Mediaciones de la acción pastoral en la institución educativa

Por mediaciones entendemos a los canales por los cuales comunicamos, vivenciamos o historizamos en la dinámica cotidiana de nuestra acción educativa comunicacional, la pro-puesta pastoral del programa.

a. Proyecto Educativo define idealmente la intencionalidad educativa, el horizonte, los retos y las acciones. Más expresamente, en él se define el ser, el hacer y el convivir de la comunidad. Una institución educativa en clave de pastoral se dinamiza desde un pro-yecto educativo evangelizador.

b. Consolidar la comunidad educativa a través de la participación de los diversos actores del hecho educativo y desde una gestión participativa, organizada y de calidad. Para el impulso de la pastoral, se necesita además una comunidad educativa cristiana que asuma su labor como misión evangelizadora, compromiso que brota desde la fe.

c. La educación evangelizadora encuentra un espacio privilegiado para sembrar la semilla del Reino en la estructura misma del programa: en la propuesta curricular, en los planes

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de formación, en las áreas de conocimiento que se desarrollan pues son espacios donde se vinculan fe y vida, fe y cultura, fe y razón; donde se abre un diálogo fecundo con el mundo que soñamos transformar.

d. Los programas explícitos de formación cristiana a través de los cuales se pretende co-municar contenidos doctrinales de fe, en los que transmitimos creativamente la tradi-ción recibida de los apóstoles.

e. También son mediaciones pastorales las intervenciones complementarias, tiempos y es-pacios definidos desde los cuales se evangelizan (grupos, comunidades de fe, celebra-ciones, campamentos, misiones, sacramentos).

f. Finalmente, es una mediación pastoral la relación educativa que establecemos entre los diversos integrantes y el ambiente educativo del centro.

2.2.3. La pastoral comunicacional

Evangelizar es comunicar la Buena Noticia; una experiencia vital, transformadora, genera-dora de vida. Por eso la acción comunicativa que se realiza a través de los medios con que contamos, debe tener también un carácter evangelizador.

El componente comunicacional (ya sea a través de una emisora u otro medio de acción comunicativa) evangeliza cuando es coherente. La coherencia supone vivir en la práctica lo que se anuncia con la palabra. Significa vivir en sus relaciones internas y externas aquellos valores del Reino que anuncia, promueve y descubre. Por lo tanto, la emisora evangeliza-dora promueve en toda su programación estos valores cristianos y no sólo y exclusivamente en los pro gramas explícitamente religiosos, sino en todos sus mensajes, por lo que:

a. Será evangelizadora siempre que mantenga una actitud cons tante por apoyar a los valores del Reino, por acompañar al pueblo en sus diferentes formas de expresión y organización, y por hacer aportes significativos para la transformación de la sociedad.

b. Será evangelizadora en la medida en que sea portadora del mensaje de liberación de Jesús, y en la medida en que esté abierta a recibir, o sea, a dejarse evangelizar también por el pue blo.

c. Será evangelizadora cuando el pueblo sienta que la emisora se identifica con sus causas o proyectos.

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

2.3 Criterios programáticos para la acción pastoral en fe y alegría

Toda acción pastoral tiene que aportar una pedagogía de la iniciación y profundización en la experiencia religiosa de Dios (Mistagogía). Una pedagogía que nos lleve a beber de nuestros propios pozos (Gustavo Gutiérrez), a descubrir a Dios en lo más íntimo de nues-tra vida (San Agustín) y a Jesús como el Señor. Encuentro con Jesús y experiencia de Dios, son dos claves de la acción pastoral. Aprender a vivir y asumir la propia vida en constante presencia de Dios.

Toda acción pastoral va dirigida a un sujeto pastoral definido. Los sujetos son las personas o grupos de personas que queremos acompañar en su proceso de humanización y creci-miento en la fe que compromete en la misión. Una pastoral pertinente es aquella que está consciente del sujeto que acompaña, de sus necesidades, de sus potencialidades y posibi-lidades y de su realidad socioeducativa y cultural y desde esa realidad, propone itinerarios de acompañamiento y formación.

Toda acción pastoral debe posibilitar experiencias, iniciativas y condiciones para vivir el compromiso de transformación de la realidad: colaborar en la construcción del reinado de Dios en la historia. Tiene que dar respuesta a cómo iniciar a los muchachos, jóvenes y adultos en la experiencia de la conversión del pecado, de la misericordia de Dios y de la lucha por la vida de todos. Una tarea pastoral urgente es formar comunidades en las que la fe y los sacramentos se puedan asumir de modo vivencial y comprometido y en las que, particularmente los jóvenes, se sientan partícipes. Toda pastoral tiene que brindar a los di-versos sujetos, unos itinerarios de iniciación, crecimiento y profundización en la experiencia cristiana de fe.

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Oscar Martín SJ.

INTRODUCCIÓN

A partir del Vaticano II los cristianos contemplamos el mundo, en sus relaciones con el Evangelio, con una nueva mirada. Este proceso no ha sido ni es todavía fácil. En su esfuerzo de apertura, la Iglesia tuvo que reconocer que estaba inadaptada en muchas esferas de lo social. Por décadas el mundo había estado cambiando en su forma de pensar y en su forma de hablar; también había cambiado la educación, la autoridad, la conciencia social. Los cristianos de a pie, mejor que la misma jerarquía, se daban cuenta de los cambios y vivían en su propia carne las consecuencias de este desfase.

Al interior de la Iglesia también se dio una fuerte evolución. Con el Concilio, los conceptos de cristiano, de laico, su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo se vieron enriqueci-dos sustancialmente. Todos somos responsables de la edificación de la Iglesia y del anuncio del Evangelio al mundo. La Teología del laicado descubre lo que la constituye radicalmente: el ser pueblo de Dios. Se habla del ser del laico cristiano, de su llamada a la santidad y a su participación en la transformación evangélica de la sociedad.

Ignacio tuvo experiencia de los Ejercicios y escribió buena parte de estos siendo cristiano de a pie, siendo laico; y como tal compartió su experiencia con personas de toda condición por varios años hasta el final de su vida. La enseñanza espiritual de Ignacio no estuvo nunca reservada a algunos escogidos. Es un don hecho a toda la Iglesia, un don del Espíritu del Señor para todos los cristianos.

En continuidad con esta experiencia espiritual ignaciana, y como una primera afirmación todavía de carácter general, podríamos decir que es cristiano el que descubre en Jesús el modelo primero de cristiano. El es quien ha vivido en plenitud y originariamente la fe. ¿Cuál es entonces, concretamente, la oferta de la espiritualidad vivida por Ignacio, válida para todos los cristianos, llamados por Jesucristo a vivir plenamente insertos en el mundo de hoy, con sus contrastes, conflictos y desafíos?, ¿qué tiene de radicalmente cristiana que la convierta en un cauce privilegiado para introducir a hombres y mujeres en la experiencia del seguimiento radical a Jesús?, ¿qué nos aporta concretamente a nosotros, laicos, lai-cas, religiosos, miembros de institutos seculares, etc. que pertenecemos a Fe y Alegría? A responder a esos interrogantes me dedico a continuación. Lo hago presentando algunas notas características que considero fundamentales y constitutivas de la vivencia cristiana, por tanto, de la espiritualidad cristiana del Movimiento.

HACIA UNA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA DE FE Y ALEGRIATANTEOS, SUGERENCIAS Y ALGUNOS DESAFÍOS

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Una acción educativa para el cambio en clave de pastoral

1. EXPERIENCIA PERSONAL DE DIOS

En un conocido texto escrito en los años 60, K. Rahner, mirando la Iglesia del futuro, se-ñalaba que el cristiano del siglo XXI habría de ser un místico o no sería cristiano. Con esta afirmación el autor quería enfatizar que, más que nunca en los próximos años, para los cristianos será necesario tener una experiencia personal de Dios. A esta experiencia Rahner le llama mística33, entendida ésta como la capacidad y la sensibilidad para encontrar a Dios, para captar su lenguaje, para sentir su presencia y su quehacer amoroso en la vida cotidia-na. Se trata de una experiencia llamada a desbordar lo conceptual o teórico sobre Dios y que dota a la fe de fuerza vital capaz de confiarse a la locura de la apuesta por los pobres y débiles, por los despreciados del mundo.

Dicho de otra manera, se trataría de la necesidad de que los cristianos del futuro unan fuertemente su experiencia de Dios, su modo de expresarlo y la fe a las experiencias más cotidianas de la vida; poder palpar, vivir, descubrir a Dios latiendo, con presencia cierta y amor entrañable, en las mil y una cosas y personas que conforman nuestra vida cotidiana: el aula, la institución educativa, la casa, el barrio y sus problemas; la participación activa en las luchas, las angustias y las esperanzas de la gente con las que nos toca vivir. Se trata, por tanto, de una mística que nos devuelve al mundo desde el corazón de Dios, para vivir y actuar en él según el latido misericordioso del Padre. El desafío es definitivo: o descubri-mos y vinculamos a Dios en nuestra vida cotidiana, o nos quedaremos sin fe y sin Dios. El reto, dicho con palabras de Ignacio, es aspirar a “Buscar y hallar a Dios en todas las cosas criadas”. (Ejercicios 23)

No se nos está invitando como Movimiento a alejarnos a algún desierto para allí tranquila-mente, sin líos, sin problemas y sin disgustos recién descubrir a Dios. Se nos llama, por el contrario, a profundizar lo cotidiano, a buscar a Dios en el bullicio de una vida que quizá no es la que nosotros elegiríamos, sino la que es. Hacer de nuestra vida familiar, de nuestro servicio educativo y sociopolítico, el lugar de encuentro y relación íntima con Él. Avanzar en que nuestra vida cotidiana sea cada vez más transparente a la presencia de Dios en ella34

Es el punto de partida. Se trata del encuentro personal con el Dios vivo y verdadero y de su Gracia, Jesucristo. Encuentro que nos hace recuperar lo más genuinamente humano: nues-tra libertad, y la integra dentro de la suya. Es la vivencia de Dios que se aproxima a sus hijos en virtud de su propia iniciativa amorosa; Dios que es misterio incomprensible, a la vez que Padre cercano; Dios con el que se puede hablar; un Dios que nos salva por sí mismo cuando no tratamos de someterlo, sino que nos entregamos a él incondicionalmente.

La invitación a entrar en esta experiencia se dirige a todo seguidor/a de Jesús y no sólo a un pequeño grupo de selectos/as. El llamado es para todos los miembros de Fe y Alegría, para

33 El término ‘mística’ tiene ciertas resonancias un tanto ambiguas. La experiencia de Dios que Rahner plantea como ineludible para el cristiano del futuro, a la que llama “mística”, no se relaciona con largas horas de oración o contemplación, tampoco con experiencias extraordinarias alejados de la sensibilidad cotidiana, ni en visiones o revelaciones especiales.

34 Puede verse RAHNER, K., Escritos de Teología Vol. VII, Ed. Cristiandad, Vol VII pgs. 25 y ss.

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que su trabajo, vida familiar, participación social y política sean auténticas experiencias espirituales, auténticas experiencias de Dios.

Sólo una profunda experiencia del Dios de Jesucristo nos permite resistir a las amenazas, no sólo externas, como distintos tipos de violencias, materialismo, consumismo o la progresiva increencia, sino también las que brotan de dentro de nosotros mismos. Como miembros de Fe y Alegría, algunos signos que nos permiten verificar una auténtica experiencia de Dios son la capacidad para la misericordia, la gratuidad como estilo de vida y un corazón que se entrega con creyente esperanza al amor y al servicio sin pretensiones.

2. CONVERSIÓN A LA FE VIVA

El XXI Congreso celebrado en 1990 en Nicaragua, observa cómo es constatable, desde la práctica de muchos grupos cristianos latinoamericanos, “La necesidad de una profunda conversión (personal y comunitaria) que nos haga ahondar en las exigencias de nuestra vo-cación cristiana específica. Vemos la urgencia de ser educadores cristianos seriamente em-peñados y comprometidos en un proceso de conversión e interesados en la formación de una conciencia cristiana y en la construcción de una sociedad con principios cristianos”35. Esto es así, señala el mismo documento, “Porque la educación de Fe y Alegría se entiende desde la óptica de la evangelización. Su misión específica es la formación integral del cris-tiano en una experiencia vivida de Cristo y la Iglesia”36.

Así pues, si queremos que el Evangelio sea algo vivo dentro del Movimiento, que nos implique efectiva y afectivamente, tenemos que estar dispuestos a cambiar radicalmente, a convertirnos. Aunque no es exactamente lo mismo, la conversión cristiana está ligada al arrepentimiento: “Arrepentirse de las obras muertas, de las obras infructuosas de las tinieblas que son los pecados (Cf Hb 6:1; Ef 5;13). Ambas experiencias se realizan en un solo movimiento: rechazo del camino viejo y opción por el nuevo camino en un acto libre, animado por el Espíritu de Dios.

Pero no debemos confundir arrepentimiento con sentimiento de culpabilidad. Este segun-do nace del amor propio herido, que sufre porque se ha afeado la imagen de sí por el pecado propio. La conversión es un rechazo del pecado que lleva consigo un profundo cambio de valores (metanoia). Es acción de la gracia de Dios.

Existen dos peligros o maneras incompletas de entender este cambio que implica la conver-sión: el primero es verlo como retoque de los malos hábitos o actitudes que tenemos; el se-

35 Para ahondar esta temática puede consultarse, Educación, evangelización y compromiso, XXI Congreso Internacional, Mana-gua (Nicaragua) y Río de Janeiro (Brasil) 1990-1991, en Identidad de Fe y Alegría. Documentos, Federación Internacional de Fe y Alegría, Caracas, 2000. Me parece muy sugerente su profundización para el tema que nos ocupa, especialmente las pgs. 29-35. El XXIII Congreso (Panamá ’92) sigue en esta misma dirección.

36 Ídem pg. 35.

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gundo, creer que es suficiente con plantearnos qué hacer para ser mejores, más solidarios o más generosos. Ambos tipos de cambio nos remiten a lo comúnmente llamado conversión moral. En ésta tendemos a solucionar las cosas haciendo una lista de nuestros pecados con los consiguientes propósitos y quehaceres. Tendemos a ver nuestra propia responsa-bilidad, pero en la medida de nuestros propios deseos. El peligro que conlleva este tipo de conversión es que fácilmente somos nosotros los que la controlamos. Y se controla porque finalmente, no nos arriesgamos a creer incondicionalmente en el amor fiel de Dios.

La sabiduría de la conversión evangélica es más simple y radical: se trata de convertirse a la Buena Nueva del amor compasivo de Dios, cuya expresión máxima es la entrega hasta el extremo de su Hijo; convertirnos a la verdad última de nuestra humanidad: que todos estamos bajo el poder del egocentrismo y la mentira, el pecado y la muerte; que en relación a lo fundamental que es el amor gratuito y la humildad, no podemos absolutamente nada sin la gracia de Dios. Es en esta experiencia de conversión en la que nos fundamentamos en la gracia Dios para cambiar el corazón, el centro de la persona, no las tendencias. Aunque es obvio, es preciso señalar que el quedar iluminados con un nuevo sentido no significa, ni mucho menos, la solución de todos nuestros problemas.

En esa experiencia el punto de apoyo de nuestra vida cambia: pasa de las obras a la fe. De ahí que convertirse no consiste en otra cosa que en creer en ese amor infinito. No se trata de rechazar las obras dado que la fe y las obras son coesenciales como dinamismo de la vida cristiana: la fe es viva si actúa por el amor (Gál 5:6; Sant 2: 14-26). Pero ambas se tornan incompatibles en cuanto está en juego el punto de apoyo de la vida, la raíz de la conversión: o me fundamento en la gracia (con mayúsculas) o en mis posibilidades; o vivo bajo la iniciativa del Espíritu o lo hago bajo la iniciativa de la carne. No hay más que estas dos opciones. Es decir, que el secreto de la verdadera conversión está en la obediencia a la voluntad del Padre. Frente a las seducciones de todo tipo: materiales, pastorales o espiri-tuales, la actitud auténticamente cristiana es la que opta por sus designios y mantiene una actitud de sospecha frente a los propios deseos y proyectos, incluso los mejor justificados evangélicamente. La experiencia gozosa de la gracia, la acogida de la soberanía del amor de Dios que nos justifica en Jesucristo, es la que nos ancla en lo esencial: la certeza de que sólo Dios salva.

Como Movimiento, tenemos que ser conscientes de un sutil peligro al que estamos ame-nazados: así como es fundamental para Fe y Alegría soñar y luchar por un mundo mejor en todas las dimensiones de la vida: moral, política, económica, etc., también es verdad que este deseo puede alimentarse de la ilusión de que podemos alcanzarlo con nuestro propio esfuerzo. Este dinamismo, en más de una ocasión, nos ha conducido a un cierto prometeísmo y a la apropiación de la existencia.

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3. EL SEGUIMIENTO RADICAL A JESÚS

Es la experiencia central de la vida cristiana. De hecho, la espiritualidad cristiana no es otra cosa que seguir a Jesús, abiertos al impulso del Espíritu. De él brota la misión: ser testigos de la fe en la Iglesia y en un mundo marcado por la marginación de los pobres, la exclusión, el individualismo y la injusticia.

En Fe y Alegría estamos llamados a asumir la educación como una propuesta evangeliza-dora y liberadora para que nuestros destinatarios puedan crecer como verdaderos hijos de Dios, desarrollar todas sus potencialidades y realizar a plenitud su misión en la vida: cola-borar eficazmente en la construcción del Reino de Dios en este mundo.

En su caminar con nosotros, Jesús nos hizo al menos dos revelaciones fundamentales: la primera fue mostrarnos el verdadero rostro de Dios; rompió con las falsas imágenes de un Dios inaccesible, iracundo, mezquino o violento. Nos mostró a un Dios que ante todo es Padre, Dios amor, solidario, que se conmueve ante la necesidad de los indefensos, de los desvalidos, de los pobres. Lo segundo es que en el Hijo se nos muestra el camino de la filiación y de la vida plena; no vino a enseñarnos un conjunto de doctrinas, mandamientos o leyes, sino a enseñarnos lo que es ser verdaderamente hombre, verdaderamente mujer. Jesús es la respuesta a todas las preguntas esenciales que nos enfrentan al misterio de la existencia. Jesús, Camino, Verdad y Vida es nuestra mediación absoluta.

De lo anterior podemos deducir que ser o vivir en cristiandad no es otra cosa que ser hom-bre o mujer según Jesús37. Su vida nos muestra el camino escogido por Dios para llevar a cabo su reinado. Su estilo mesiánico corresponde al de su manifestación personal: el Señor pobre y humillado, el siervo que se hace solidario con lo más humano del hombre (Is 49: 3-6), especialmente con los que sufren. Es de ese modo y no de otro, como el Padre mani-fiesta su soberanía. El Evangelio no nos explica teóricamente el porqué de esta opción del Padre. Sí nos invita a seguir a Jesús, a acompañarlo por su camino.

Muchos relacionan la radicalidad cristiana con renunciar a la familia o con ciertos modelos de vida: los santos, los hombres que han hecho cosas extraordinarias o actos heroicos. Sin embargo, el seguimiento de Jesús no es otra cosa que estar dispuestos a implicarnos en su aventura tal como lo presenta el Evangelio. Para ello, la actitud fundamental es la dispo-nibilidad a lo que Dios quiera. Si como cristianos no hemos puesto por encima de todo la entrega a la voluntad de Dios, es que no hemos entendido en qué consiste el sentido de nuestra vida. En esta actitud fundamental es donde se nos da la experiencia radical del Rei-no. Este fue el modo de proceder de Jesús ante el Padre y, en consecuencia, lo es también

37 Cf. PEREZ ESCLARIN, Antonio: Educación para globalizar la esperanza y la solidaridad, Distribuidora, Librería y Editorial Estu-dios C.A., Caracas 2001, pg. 216.

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para nosotros. Abrirnos a lo que Dios quiera es aceptarlo como Señor, ser hijos que tienen su fuente de ser y de hacer en él, como Jesús38.

Pero la realidad es que estamos amenazados por la mediocridad. Por un lado queremos vivir la vida cristiana pero, por otro no terminamos de entregarnos ni de soltarnos por dentro. Como señalaba al comienzo, creo que uno de nuestros problemas principales es que no sabemos cómo integrar nuestra realidad presentey cotidiana con la radicalidad evangélica. Ciertamente no se trata de preguntarse quién es más santo: si el radical que lo deja todo y se va de misionero a un lejano país o un sencillo maestro de grado en cualquie-ra de nuestros centros, que procura día a día hacer bien su trabajo, y que comparte todo lo que es y tiene. El desafío va por otro lado: estamos llamados a ser radicales allí donde estamos: radicales en el amor, en el olvido de nosotros, en el compartir nuestro tiempo y nuestros bienes, a fiarnos incondicionalmente de Dios, a abandonándonos en sus manos. La radicalidad tiene que ver con dos cosas: con la libertad interior y con la transformación del corazón; está en que la persona de Jesús sea nuestro todo. Y eso, en el día a día.

Por esta razón las riquezas se oponen frontalmente al seguimiento: porque dan seguridad y no dejan espacio a la gratuidad y solidaridad. El discípulo es un agradecido radical, por esto comparte y se desprende. La llamada no le parece una exigencia de renuncia, sino un regalo. Esto supone apertura y disponibilidad para el encuentro personal con Jesús, todo un desafío para los miembros del Movimiento. Ese encuentro no difiere sustancialmente del que tuvieron los primeros discípulos con el Señor: se encontraron con él de manera imprevista, se sintieron atraídos a acompañarlo, escucharon su mensaje, vieron cómo ac-tuaba, quedaron desconcertados, se fiaron de él y se implicaron en su proyecto del Reino. En su compañía, y con muchos tropiezos e incoherencias, aprendieron de sus actitudes a ser fieles a su estilo de vida.

4. VIDA DE COMUNIDAD CRISTIANA (VIVIR DE LO DEFINITIVO, PERO CON LOS PIES PUESTOS EN LA TIERRA)

En tiempos de Jesús, los judíos entendían el Reino de Dios como un cambio en la historia de Israel. Este cambio, que debía efectuarse por medio del gobierno del Mesías (del envia-do de Dios), traería consigo la expulsión de los invasores romanos y la época de prosperi-dad y de triunfo para Israel.

Jesús plantea las cosas de manera muy diferente. Distingue dos épocas en el reinado de Dios: una época histórica, que se realiza en el presente y una final, en la que el triunfo de Dios será completo. El viene para empezar la primera época, pero no de la manera como

38 Puede verse GARRIDO, Javier: Seguir a Jesús en la vida ordinaria con las lecturas del domingo, Ed. Verbo Divino, Navarra 1994, pg. 41.

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esperaba el pueblo: Jesús lo que hará es poner en marcha un movimiento que será princi-pio del reinado de Dios en el mundo.

Esta iniciativa, aunque es divina, va a exigir la activa colaboración de los hombres. Se trata del comienzo de una sociedad humana diferente, donde las personas puedan llegar a ser libres y felices. Para Jesús, las claves para lograrlo son el compartir lo que se tiene en lugar de acaparar; la igualdad entre todos en vez del encumbramiento; la solidaridad en vez del dominio; la hermandad, el amor y la vida en contraposición a las relaciones de rivalidad, odio y violencia. Pero para el establecimiento de estas nuevas relaciones sociales, no sólo se precisa optar por la pobreza evangélica como modo de vida: hace falta, además, renunciar a todo tipo de ambición que acapara el corazón humano y lo lleva a la injusticia. Al proclamar su Buena Nueva del Reino, lo primero que hace Jesús es reunir en torno a sí a un grupo de hombres, casi todos pobres, pescadores del lago de Galilea, en donde ese ideal se viva. No se trata entonces de la proposición de una ideología –que tampoco tiene por qué ser necesariamente negativa- sino de una praxis vital. La adhesión a Jesús, y la incorporación a esta comunidad que se va generando, es libre y brota de la propia convicción.

Como Fe y Alegría y como Comunidad – Iglesia, es fundamental tomar conciencia de que somos y estamos llamados a ser esa comunidad que Jesús quiso. El Señor espera de noso-tros que, desde nuestra misión de educación popular integral a los más pobres, contribu-yamos eficazmente a la constitución de una sociedad nueva, justa, igualitaria y fraterna. El cristiano en comunidad es Jesús encarnado, que continúa pasando y haciendo el bien a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Tenemos un llamado a contemplar y vivir con coherencia la novedad que Dios ha sembra-do, a acogerla y comprometernos con ella para compartirla con todos los hombres. Esto, que es don y tarea, es propio de un Movimiento como Fe y Alegría llamado a desarrollar su misión sin adelantarse al Espíritu, dejándose conducir por él. Movimiento que se sabe nece-saria y gozosamente amigo de la cruz del Señor y de la vida abundante que brota de ella. Sabemos que la salvación de Dios versa sobre todas las cosas, que acontece en todos los espacios y dimensiones de la vida, y tiene que ser así ya que Dios espera nuestra respuesta desde las situaciones concretas que nos toca vivir. Por tanto, nuestra existencia pasa inde-fectiblemente por la actividad política entendida en sentido amplio como la búsqueda del bien común que se concreta en estructuras sociales y económicas solidarias, es la que po-sibilita la constitución de una sociedad que permita a los hombres ser más auténticamente humanos, siendo efectivamente hermanos, en condiciones de libertad e igualdad. Para vivir este tipo de sociedad o, por lo menos encaminarnos decididamente hacia ella a través de procesos sociales, políticos y económicos que implican liberaciones sucesivas y conquistas continuas, para vivir establemente la libertad, no basta con aceptar la comunión

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con Dios en la historia. Es preciso experimentar y recrear esta libertad en forma concreta y vital. Esto quiere decir que el compromiso social cristiano no está limitado a la lucha por revertir las situaciones de pobreza y de injusticia para construir un mundo mejor. Aunque esto es de gran importancia y en todo momento necesario, si como Fe y Alegría nos que-damos únicamente ahí, lo que conseguiremos es salir de una dependencia para caer en otra. Para los cristianos es también tarea eminentemente política la creación de un espacio público donde la libertad pueda ser vivida. Este es un aporte genuino de cristianos vivos, que se reconocen Pueblo de Dios en marcha. Es precisamente la fe viva de los cristianos evangelizados en comunidades de seguidores de Jesús la que produce este espacio de vida y de libertad en el Espíritu. Ésta es también tarea de todos los que pertenecemos a Fe y Alegría. Vivir este ámbito de Vida alternativa es un aporte que debemos hacer desde dentro mismo de nuestras instituciones educativas, desde los procesos sociales que impulsamos y codo a codo con todos los hombres y mu-jeres que sueñan y procuran un mundo diferente; un mundo nuevo construido, no desde arriba o desde afuera, sino como lo hace el mismo Señor: colocándose, como quien sirve, en su misma base.

Tenemos que volver a descubrir qué somos, al tiempo que estamos llamados a ser, la co-munidad que Jesús quería; a gustar del don de la fe, no como una herencia, sino como una decisión personal que conlleva una vocación y compromiso muy precisos. El compromiso es la conformación de comunidades fraternas, viviendo en condiciones de igualdad, siendo fermento de toda la sociedad y mostrando con su testimonio que el Reino de Dios está entre nosotros. Esto, llevado hasta sus últimas consecuencias, implicaría un giro total de nuestro quehacer evangelizador en Fe y Alegría. Significaría fundamentalmente dos cosas: por un lado el desafío de contribuir a impulsar una nueva configuración y un nuevo talante eclesial: replantearnos de raíz nuestra misión evangelizadora como institución educativa y la identidad que brota de la misma. Por otro lado el reto de ser signos vivos de una nueva sociedad que contempla, vive y comunica, al tiempo que espera la novedad que el Señor ya ha sembrado por todas partes: la regencia del Padre sobre todos sus hijos.

5. EL DISCERNIMIENTO

Dado que la fe no nos garantiza un saber objetivo acerca de cómo Dios guía la historia, el discernimiento es un proceso para descubrir el significado de las diversas propuestas que se nos presentan en el interior de la conciencia o en el contexto sociocultural en que vivimos. Dicho de otra manera, el discernimiento no es otra cosa que la capacidad para descifrar y distinguir bien las cosas y escoger o elegir una de ellas.

Ante un mundo con multitud de opciones y situaciones y la propia persona en cambio, ¿qué criterios utilizar para identificar el verdadero camino y tomar las decisiones acertadas

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a la luz de la fe? Se hace necesaria la distinción entre los movimientos suscitados por el Es-píritu de Dios y los que se oponen a la propagación de su Reino, movidos por la ambición, los intereses humanos, la búsqueda del aplauso o la autosuficiencia.

El discernimiento es una condición básica en nuestra búsqueda de acciones coherentes y constructivas al servicio del Reino de Dios; una actitud clave para el actuar responsable de los cristianos en el contexto social en que se encuentren. Mucho más en los tiempos de crisis, desorientación y de nuevos desafíos que vivimos en los países de América Latina. Esto exige que nos dispongamos, exige ciertas condiciones previas que nos preparan para hacer bien las cosas. La adquisición de esta disposición para el discernimiento, requiere lo que podríamos llamar una triple cercanía: cercanía a nosotros mismos, a la fuente: Jesucristo y la palabra y cercanía a la realidad de los pobres a quienes nos debemos como institución39. Cercanía a uno mismo significa que tengo que conocer mis motivaciones profundas, mis rechazos, mis intereses ocultos, mis miedos. De ahí que, para disponernos a elegir, a esco-ger bien en nuestra tarea como educadores, es de gran importancia poner medios que nos ayuden a tener señorío sobre nosotros mismos.

Lo segundo es la cercanía a Jesucristo y la palabra. No podemos elegir al modo de Jesús si no lo conocemos, si nuestros intereses y nuestra perspectiva no es la del Señor. Solamente con Él podremos ser capaces de hacer contra a las inercias, intereses, ideologías, etc., que nos quieren imponer los tiempos y los ambientes en los que vivimos. Como miembros de Fe y Alegría es fundamental la búsqueda de medios que nos ayuden a adentrarnos en esta experiencia de contacto con el Señor. La cercanía a la realidad de los pobres significa que, si no tenemos contacto vital con la realidad de aquellos a los que estamos sirviendo, nos montaremos en ideologías o ilusiones, pero no estaremos en el seguimiento de Cristo ni podremos elegir al modo cristiano. Dicho con palabras de los teólogos cristianos antiguos: sólo puedo salvar lo que asumo como propio. Así pues, tenemos que pisar el barro, buscar el contacto personal, conocer de primera mano los problemas, dedicar tiempo gratuito a compartir con los que más directamente sufren las injusticias. De este modo, los sentidos se irán disponiendo, preparando, haciéndose capaces para elegir desde Jesucristo a favor de los hermanos y hermanas necesitados.

Captar desde el espíritu los signos de los tiempos no es lo mismo que el análisis sociológico o axiológico de la realidad actual. Desde el punto de vista cristiano no basta describir los fenómenos dominantes en nuestro mundo o detectar los factores que determinan el pro-ceso político o sociocultural. Tampoco las descalificaciones tajantes o el optimismo acrítico que se deja engañar por las apariencias. Esto no se corresponde con la actitud del hombre de fe colocado ante la realidad. Lo señalado es interesante porque, entre otras cosas, nos libera de la tentación de querer organizar el mundo como Reino de Dios, a nuestra medida

39 Esta triple distinción está tomada de Lucas LOPEZ sj, “Educar en la fe y en la justicia. Algunas pistas para trabajar nuestra misión”. Se trata de unos apuntes personales.

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o desde nuestra propia capacidad, mezclando a Dios y al César; o empeñarnos en un deter-minado proyecto religioso, social o político como el designio salvador de Dios.

Para Fe y Alegría el bien y el mal que existen en el mundo no son objeto de un juicio me-ramente racional, en función de un sistema impersonal de valores. Para el Movimiento, el discernimiento debe ser un instrumento que nos ayude a captar, en los claros y oscuros de nuestra labor en la historia real, las insinuaciones y la acción del Espíritu que conduce a la creación a la plenitud. Conscientes de las resistencias, de las malas voluntades y de las fuerzas de destrucción y de muerte que condicionan negativamente nuestra sociedad, como cristianos tenemos la experiencia vivencial de que Cristo resucitado es el Señor de la historia. Por tanto, cada situación se presenta como una oportunidad de gracia y una llamada al compromiso y a la acción.

Como miembros de un Movimiento lleno de vida, nos sentimos movidos a tomar partido en esta lucha crucial de nuestro tiempo contra la injusticia; a mantenernos con esperanza en el dinamismo liberador del amor de Dios que actúa en el corazón de la humanidad.

Por otro lado, nuestra praxis puede estar amenazada, al menos por dos peligros: el primero es vivir la Palabra de Dios sin referencia a la realidad, disponer del Señor al propio gusto como objeto imaginario, como mero contenido ideológico o identificación narcisista. El segundo es el activismo autojustificante que se encarama en el hacer muchas cosas como un arma para sentirse con derechos ante Dios. En realidad, no basta actuar para andar en verdad, dado que la posibilidad de buscarse a sí mismo no es pequeña.

Dos criterios de discernimiento cristiano fundamentales que nos ayudan a no caer en am-bos peligros son: a) hacer la voluntad de Dios y b) el primado de la praxis sobre las buenas intenciones. El primero señala que la experiencia interior, proyecto de vida o compromiso de acción no apuntan en dirección al Reino si no nacen de la obediencia de amor a Dios Padre. Dicho de otra manera: el primado de la voluntad de Dios significa que el Reino lo hace el Señor; ciertamente lo hace con nosotros pero precisamente por eso, si hacemos nuestra voluntad, si no le dejamos la iniciativa a El, lo estamos bloqueando. El segundo significa que si el discípulo o la comunidad se entregan a la voluntad de Dios, la verdad de esta entrega se realiza en la praxis. Es una praxis que implica al hombre entero: corazón y acción, confianza y responsabilidad.

Los signos de liberación más cercanos al Reino tienen como criterio a Jesús, su compro-miso preferencial por los pobres y su estilo mesiánico no violento. Aunque más adelante me detendré específicamente en la dimensión política de los cristianos, creo importante adelantar que nuestra praxis de discernimiento debe enfatizar mucho la educación en el discernimiento cristiano de lo político. Hay dos aspectos que considero necesarios tener en cuenta en esta dimensión: el primero consiste en reconocer que no existe ninguna opción política que pueda presentarse como genuinamente cristiana si es que excluya a otras; en

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este campo, es preciso optar después de haber discernido. La segunda es que el compro-miso político creyente exige un discernimiento de lo posible y una actitud de sumo cuidado ante los máximos. Los cristianos no podemos olvidar nuestra historia. Tenemos que recono-cer que en muchas ocasiones, cuando hemos pretendido un máximo, al final hemos caído en la trampa del poder y de la intolerancia40.

Por otro lado, el respeto a lo diferente, el trabajar con otros que piensan distinto, pero que buscan también una sociedad más justa y solidaria, no es sinónimo de perder o querer disimular nuestra identidad. Uno de los riesgos que a veces se nos quiere filtrar en ciertos círculos de cristianos comprometidos con el cambio social (y en ocasiones incluso dentro de Fe y Alegría) es la tendencia a disolver nuestra identidad; creer que da lo mismo ser cristiano, evangélico o agnóstico. Esta actitud olvida que, para tener enfrente de sí mismo a otro distinto de sí con quien dialogar o colaborar en algo común, hay que tener un sí mismo41. En el caso de Fe y Alegría, su sí mismo es nuestra especificidad de Movimiento de Educación Popular de inspiración cristiana. Esta es nuestra principal riqueza, lo más propio que podemos ofrecer en cualquier construcción compartida con otros.

6. INCULTURACIÓN DEL EVANGELIO

El interés y, por consiguiente, el servicio que los cristianos están llamados a realizar en la cultura, está adecuadamente expresado por Juan Pablo II cuando afirma que “El diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo, es el terreno vital en que se juega el destino de la Iglesia y del mundo durante este final de nuestro siglo”42.

La problemática de la interacción fe – culturas, emerge en el horizonte de una Iglesia que, en estos nuevos tiempos, busca nombrar una vez más su identidad, su ser y su misión. Por otra parte, si esta relación se ha convertido en centro de preocupación y reflexión teológi-co-pastoral, esto se debe, en gran parte, a los cambios experimentados por la Iglesia, tanto en la manera de comprenderse a sí misma como, también, en su manera de comprender las culturas.

Si por cultura entendemos al mundo vital de un grupo o de un pueblo, su lenguaje, su organización, su sentido de la vida, del amor, de la muerte, del trabajo, de la justicia; sus símbolos y su memoria, su relación con la naturaleza y con lo trascendente, podremos entender que la evangelización debe insertarse en este complejo vital y viviente típico de cada pueblo.

40 GARRIDO, Javier: Op. cit. pg. 15941 RICOEUR, Paul: Ética y cultura, Ed. Docencia, BB.AA 1996, pg. 43.42 Juan Pablo II, Alocución a la Asamblea extraordinaria de cardenales, 5-ll-79), citado por Andrés Tornos, Servicios y ministerios

laicales. El servicio de la fe en la Cultura de Hoy, Ed. Paulinas, Madrid l987, pg. 4.

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La primera vez que aparece el concepto de evangelización de la cultura en un documento eclesiástico es en la Evangelii Nuntiandi. La Exhortación afirma que “...lo que importa es evangelizar -no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces- la cultura y las culturas del hombre...”. De este modo, sin restar importancia a la necesidad de la conversión personal, el documen-to se aventura en abrir nuevos cauces a la acción evangelizadora de la Iglesia43. En el n° 63 señala que “La evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su lengua, sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, si no llega a su vida concreta”. En el n° 20 afirma que “El Evangelio y, por consiguiente la evangelización, no se identifican ciertamente con la cultura y son independientes con respecto a todas las culturas. Sin em-bargo, el reino que anuncia el Evangelio es vivido por hombres profundamente vinculados a una cultura, y la construcción del Reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas”.

La Evangelii Nuntiandi tuvo en su momento acogidas muy dispares y todavía en la actua-lidad no deja de levantar perplejidades44. Pero es el gran documento de la Iglesia actual sobre la necesidad del encuentro entre fe y culturas.

Años más tarde, en 1979, el actual Pontífice hace suya la palabra inculturación. Lo hizo en la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae. En este documento se recoge el material del Sínodo episcopal de 1977 sobre la catequesis, hace una presentación con un fuerte énfasis evangelizador y de preocupación por las culturas.

En los círculos católicos actuales se tiende a diferenciar inculturación de aculturación. Por aculturación se entiende los fenómenos resultantes del contacto permanente entre dos grupos sociales y las consecuencias que se siguen para los modelos culturales de cada uno de ellos. Inculturación apunta al proceso activo de evangelizar desde el interior mismo de aquella cultura, que recibe la revelación por medio de la evangelización, y que la compren-de y la traduce según su propio modo de ser, de actuar y de comunicarse45. A partir de la Evangelii Nuntiandi Pablo VI y posteriormente Juan Pablo II, insisten en seña-lar que la nueva evangelización consiste, ante todo, en la inculturación del Evangelio, su inserción en la cultura y las culturas de los destinatarios de la Buena Noticia del Reino.

43 La consideración de la cultura como una realidad que evangelizar es algo novedoso. Según la concepción tradicional, la evan-gelización se dirige únicamente a las personas, siendo invitada cada una de ellas a responder al anuncio de la buena nueva de Jesucristo. Puede verse Andrés Tornos, Servicios y ministerios laicales... Hervé Carrier habla también del desafío que significa la conversión de las culturas como tales: la cristianización del ethos de los pueblos, cfr. Hervé Carrier, “La inculturación de la DSI”, en Persona y Sociedad 1 (1993) pgs. l37-l5l.

44 Numerosos teólogos han hecho observaciones de este tipo a partir de la propuesta de ‘cultura cristiana’ señalada por la Cuarta Conferencia Episcopal de Santo Domingo. El temor que se percibe es el uso de evangelización de la cultura con reminiscencia del modelo medieval de civilización cristiana. Cfr. para el tema, Juan Noemi, “Inculturación del Evangelio. Re-cepción teológico-crítica de una propuesta de Santo Domingo”, en Teología y Vida 4 (l993) pgs. 3l5-325; Fernando Castillo, “Evangelio, cultura e identidad”, en Persona y Sociedad l (l996) pgs. 135-137.

45 Existe una gran cantidad de definiciones de inculturación. He tenido presente concretamente la propuesta por Marcello de C. Acevedo, “Comunidades eclesiales de base en el Brasil: ¿Posible mediación para la inculturación de la fe?, en P. Hünermann, J. C. Scannone (Eds), América Latina y la DSI, Vol. II, pgs. 238-24l8.

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Dios mismo ha seguido el camino de la mediación cultural en su revelación histórica. La Carta a los Hebreos así nos lo presenta: “De distintos tiempos y de diferentes maneras ha hablado Dios por medio de los profetas; y por último ha hablado en su Hijo... (Heb 1:1). En Jesús hecho hombre, Dios ha entrado en nuestro mundo: el creador se hizo creación porque Dios participa de nuestra humanidad para hacernos partícipes de su divinidad. En la encarnación, Dios asume lo verdaderamente humano.

Cualquier proceso de inculturación del Evangelio suele estar amenazado por algunos pe-ligros. El primero es el de la identificación, entre un cierto mundo cultural, y la experiencia eclesial. El helenismo de los primeros siglos, la forma latina y romana de la Edad Media, el cristianismo de la Restauración son algunos ejemplos. De alguna manera, podría decirse que casi por veinte siglos el Evangelio ha sido interpretado desde la cultura occidental. Todo el dogma católico ha sido elaborado a partir de cuestiones planteadas por europeos, con categorías, lenguaje y pensamiento propios de estos. Da que pensar, por ejemplo, que hasta hace apenas unas décadas la lengua latina era vista como un elemento teológico imprescindible para la unidad católica46.

El segundo peligro y el más actual en algunos ámbitos, es entender la inculturación como adaptación (la aculturación que señalaba). La tendencia en este caso sería quedarnos en cosas más bien externas: la adopción de la manera de vivir, de vestirse, comer, la música, etc. En este modelo, la inculturación del mensaje evangélico se queda a medias, no termina de adaptarse porque éste considerado inmutable y universal para todos.

Un tercer peligro es la concepción que parte por suponer que toda cultura precisa ser so-metida a verificación, a tensión, iluminación y purificación por parte de los grandes valores del Evangelio. No es que esto sea un error, pero el peligro subyacente en esta pretensión es que no se trata sólo del contacto de la fuerza viva del Evangelio de Jesucristo con una determinada cultura, sino de un sistema cultural (al que se le considera evangélico) que pretenda juzgar y colonizar a otro sistema cultural al que se supone imperfecto.

Una última manera de evangelización no correcta pero todavía muy presente en América Latina, es la basada en el clericalismo, en las devociones, en el autoritarismo y en la jerar-quización social.

Una nueva evangelización liberadora, abierta a un proceso de amplia inculturación, debe promover con fuerza la vivencia comunitaria, la centralidad de la Palabra de Dios y del mis-terio celebrado; la corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios, la solidaridad y la opción liberadora por los pobres.

46 Puede verse KOLVENVACH, P.H.: Espiritualidad ignaciana para cristianos laicos, Separata de la Alocución tenida en Sevilla y Las Palmas en, febrero de 1994.

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7. EL PROYECTO DEL REINO

Es necesario señalar en este momento, la profunda ambigüedad social de la religión, de la cual también la fe bíblica participa. La fe bíblica, al tener como esencial a un Dios que se manifiesta en la historia, tiende a identificar la voluntad divina con proyectos humanos.

La metáfora del Reino de Dios ha sido la expresión más importante para señalar, desde el Antiguo Testamento, el interés y el compromiso de Dios con la historia de los hombres. No es necesario hacer un recorrido bíblico de los usos de este término y de cómo se ha entendido en las distintas etapas de la historia del pueblo de Israel hasta la actualidad. Pero sí conviene señalar que la expresión Reino de Dios ha sido tanto un principio dinámico y crítico, inspirador de sueños y luchas de liberación, como un gran legitimador de proyectos sociales de la más variada índole (teocráticos, dictatoriales, fascistas, socialistas, etc.). Se ha dado de esta manera porque las instituciones y las doctrinas que brotan de ciertas expe-riencias de Dios, suelen caer en la tentación de buscar con más fuerza la autolegitimación que la apertura a la trascendencia.

Al profundizar anteriormente en dimensión vida de comunidad cristiana, ya señalaba la estrecha relación de ésta con el advenimiento del Reino. Al proclamar la Buena Nueva del Reino, lo primero que hace Jesús es reunir en torno a sí a una comunidad. En la actualidad, los cristianos somos y estamos llamados a ser esa comunidad que Jesús quiso.

Como Fe y Alegría, comprometernos con el Reino significa, en primer lugar, convertirnos como Movimiento al Reino. Por otro lado, el Reino no se posee como una ideología o como una causa. A medida que nos adentramos en el espíritu del Reino vamos cambiando acti-tudes y opciones de vida personales y sociales. Implicarnos en la construcción del Reino es sinónimo de contemplar en el otro a mi hermano y actuar en consecuencia.

El Reino pertenece por excelencia a los pequeños y a los excluidos. Esto significa que sólo puede ser realizado desde la sabiduría de los pobres de espíritu. Dicho de otra manera, la misión cristiana en el mundo es eficaz, pero al modo de Dios. No hay nada que tenga mayor garantía de eficacia que lo que viene de Dios. Pero al mismo tiempo, no hay nada más frágil que un Dios amor decidido a no imponer su Reino. De ahí que para los cristianos la verdadera fortaleza no está en su coraje ni en su heroísmo en llevar la misión adelante, sino en hacer de la propia debilidad y miedo, un acto de confianza en Dios, entregándose a la misión encomendada, puestos los ojos en el Señor. Esta actitud de fondo lo es también para Fe y Alegría.

Ser introducidos en el Reino implica un proceso de transformación: pasar de una moral legalista a un corazón nuevo; de actitudes que buscan seguridad a actitudes que arriesgan; de una relación con Dios al que se le tiene miedo a otra en que se refuerza la libertad y el abandono confiado; de la pretensión de controlarlo con las buenas obras al gozo de

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sentirse servidores fieles; de una sabiduría basada en la justicia que pone orden en los conflictos, a una sabiduría del amor que se desborda; de una ideología de la acción a una disponibilidad filial a lo que Dios quiera; de una religión centrada en los sentimientos de trascendencia o en el culto a una fe que implica la existencia entera; de la ley a la gracia.En este sentido, captar el Reino es cuestión de espíritu, lo cual no significa que sea un asunto interior o meramente religioso. Al contrario: cuando se vive el espíritu del Reino, se percibe a Dios tanto en la lucha por la justicia económica y el cambio social como en el empeño personal por liberarse de las ataduras interiores. Lo fundamental no es qué se hace, sino los fundamentos de lo que hacemos y cuál es la dinámica guía nuestra vida personal y comunitaria.

El espíritu del Reino es la conciencia clara de que sólo Dios es el Señor de la historia, y de que si hemos sido llamados a su seguimiento fiel, es por pura gracia; de que la transforma-ción del mundo pasa, en primer lugar, por la propia conversión, y de que la mejor estrate-gia es el amor manso y humilde, firme y veraz. Sin este espíritu del Reino, sin este corazón convertido al estilo de Jesús, no hay espiritualidad cristiana.

Así, un cristiano con espíritu tiene la capacidad de captar que el Reino es, en primer lugar, iniciativa de Dios y que por tanto, él es un enviado, no el Salvador. Por otro lado, descubre que el don máximo del Reino es Dios mismo en persona, que quiere comunicarse de corazón a corazón con sus hijos. El modo de evitar todo dualismo fe–vida es poner amor en todo.

Sólo el amor nos hace salir de nosotros mismos47. El Reino es simultáneamente interior y exterior. La pedagogía de Jesús es suscitar esperanza en la iniciativa salvadora de Dios, realizar signos de esa salvación (curaciones, multiplicación de los panes, defensa de los pecadores), pidiendo la fe en aquel que realiza el signo; darse cuenta de que el cambio es a largo plazo, implicándonos todos (ricos y pobres) en él; procurar el cambio a niveles distintos: en la ayuda material al prójimo, en la formación de la conciencia crítica, en la exclusión de todo tipo de violencia.

Desde esta espiritualidad cristiana, la raíz liberadora del cambio se halla en la confianza en Dios, viviendo sin ansiedad el esfuerzo cotidiano como educadores, sin necesidad de ver los frutos del cambio, dando sentido al fracaso y al sufrimiento. Es percibir que Dios se está dando a sí mismo y que, al entrar en su iniciativa, Dios en persona es el don de los dones. El Reino es la comunión definitiva de Dios con el hombre y de los hombres entre sí. Todo depende del amor: la fuerza para la lucha y la fuerza para no ser violento; la fuerza para asumir el sufrimiento, así como el gozo de estar en comunión con él. Esta es la revolución de Dios a la que somos convocados.

Quiero subrayar que como institución tenemos que ahondar más en el significado del mo-vimiento dialéctico de la lucha por la justicia animada por el amor. Es decir, tener conciencia

47 Puede verse GARRIDO, Javier, Op. cit. pg. 193.

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vivencial de que así como el amor es más grande que la justicia, por otra parte, en cosas del bien común, la realización del amor consiste en la justicia social48.

Si el Reino se realiza dando a conocer el amor de Dios, la misión no se resume en otra cosa que en amar. Y, en este punto, ya no hay distinción entre lo extraordinario y lo ordinario. El amor es el que lo hace todo extraordinario. Así, en una mirada de cariño, en un gesto de respeto o valoración a uno de nuestros niños, en un pequeño plus de esfuerzo por mejorar nuestra labor en el aula, en el barrio o en la organización, está concentrado todo el poder transformador del Reino que irrumpe. El Reino implica un nuevo orden social de justicia y libertad aquí y ahora. Esto nos conduce directamente a la relación de los cristianos con la política. Para muchos cristianos la política está asociada a lo demoníaco, a la lucha por el poder y la corrupción. En realidad, nadie puede ser neutral. Aunque no esté afiliado a nin-gún partido ni sindicato, la política comienza con el ejercicio del derecho al voto, continúa con las opiniones que nos hacemos al recibir información sobre el mundo en que vivimos y se transparenta en nuestro modo habitual de actuar socialmente. Se hace política desde un compromiso público en una institución como Fe y Alegría cuya finalidad es actuar sobre la sociedad desde la perspectiva educativa. Nuestra presencia en la política será el siguiente y último punto del presente trabajo.

8. LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA DE FE Y ALEGRÍA Y EL COMPROMISO POLÍTICO

Desde la perspectiva Teológica Cristiana, uno de los grandes dinamismos que atraviesa el siglo XXI es la progresiva captación de la importancia de la dimensión encarnatoria de la fe49. La constatación progresiva de que a la fe y a Dios se les descubre en medio del mundo tiene su culmen en el Vaticano II. Al inicio de estas páginas ya señalábamos la trascenden-cia de este concilio en este sentido. La Iglesia hace un verdadero esfuerzo por descentrarse de sí misma para retomar el interés y el diálogo con la sociedad. Al descubrirse como sa-cramento para el mundo, se dice a sí misma que su naturaleza y su misión es el servicio a todos los hombres. Reconoce con dolor que la separación entre la fe y la vida ha sido uno de los más graves errores cometidos por los cristianos en nuestra época.

La Iglesia no duda en señalar que “El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta... a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación” (Const. Gaudium et Spes n. 43). Se subraya que los miembros de la Igle-sia están llamados a evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política.

48 Ídem, pg. 279.49 Ya desde los años veinte la Teología europea y diversos grupos (como el Movimiento Protestante, el denominado “Socialismo

Religioso”, los “Cristianos por el Socialismo”, etc.), van tomando una incipiente conciencia de que la fe se vive en la realidad temporal. Una fe que no toma en cuenta los desafíos sociales y políticos, es una fe que está fuera del mundo. Los “movi-mientos especializados de pastoral”, como la JOC, la HOAC, la JEC, ACCION CATOLICA, vuelven a insistir en que lo propio del cristiano es vivir la encarnación.

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El Concilio fue claro en señalar que la fe no se identifica con una política concreta, que no es posible legitimar una postura partidista con el Evangelio; que no se puede apoyar a una agrupación política que justifique cualquier tipo de violencia para lograr sus objetivos. Del Evangelio surge una inspiración no traducible a un proyecto político. Para Fe y Alegría esto significa que no hay fórmulas fijas que definan de una vez para siempre el modo correcto que tenemos como Movimiento para relacionarnos con los acontecimientos socio-políticos sin manipular el misterio de forma partidista. De lo señalado se desprende la necesidad de un discernimiento constante de nuestra parte en este campo.

Para América Latina, las Conferencias de Medellín y Puebla significaron la concreción pasto-ral del Vaticano II a nuestro medio. Lo que en el fondo animó las reuniones episcopales en el esfuerzo de aplicar el Concilio a nuestra realidad golpeada por la miseria y la injusticia, fue la pregunta acerca de cómo ser cristiano en un mundo de empobrecidos; cómo hacer que la fe cristiana sea fermento de promoción y liberación humana en nuestro continente. De esta misma cuestión fundamental nace y se nutre, como de su fuente, la Teología de la Liberación.

Tanto las dos Conferencias como el desarrollo de la Teología de la Liberación han ahondado muchísimo el papel de la Iglesia en general, y de los cristianos en particular, en su compro-miso socio-político para la encarnación de su fe. La bibliografía que desarrolla y explicita esta temática es, en general, extraordinariamente abundante y suficientemente conocida.

En este esfuerzo se ha tratado de distinguir las dos funciones que tienen la Iglesia y los cris-tianos a la hora de plantear la dimensión pública de nuestra fe: por una parte, la tarea de proclamar la salvación de Dios en Jesucristo como Buena Noticia para la humanidad; y, por la otra, el que esto no se quede en teoría, sino que llegue a ser aceptación efectiva del Reina-do de Dios en la vida personal y colectiva, sin inhibirnos de los grandes problemas humanos. En el fondo, la cuestión clave que se nos plantea es cómo enfrentarlos, cómo hablar y, sobre todo, cómo actuar en ellos, especialmente como Pueblo de Dios en marcha.

Es probable que el énfasis -por supuesto muy importante- en la función explícitamente sociopolítica por mejorar nuestro mundo, en ocasiones nos haya hecho perder de vista otra realidad fundamental a la que estamos convocados los cristianos: la de ser semilla de socie-dad alternativa. En este hábitat humano privilegiado en el que florece el amor fraterno y la solidaridad a la manera de Jesús, es donde la cuestión de la transformación de la sociedad nos devuelve siempre ante las exigencias personales para que llegue a producirse el cambio estructural.

Soy consciente de lo delicado de la consideración individual de los problemas sociales, pero creo que en Fe y Alegría, en más de una ocasión, hemos sido deslumbrados por el sueño del cambio de estructuras; y que, buscándolo, hemos caído en una inexistente escisión entre realidad íntima y mundo social, entre cambio personal y cambio estructural. La es-

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peranza se colocaba en que del cambio de estructuras brotaría un hombre nuevo. Pero la realidad es que no hay hombre nuevo sin conversión de la mente y del corazón.

En la perspectiva cristiana, la más profunda autonomía y capacidad para vivir en libertad se encuentra en la experiencia personal y comunitaria de quienes descubren en Jesucristo la fuerza de Dios para cambiar el mundo. Ahí se halla una fuente inagotable de salida de sí, de servicio en gratuidad, de entrega hasta las últimas consecuencias, de moralidad so-lidaria y universal.

Lo expresado anteriormente, no tiene la pretensión de afirmar que debemos abandonar la tarea del cambio estructural de un modelo socio-económico injusto, para regresar en ex-clusiva al cambio del corazón. Sabemos que el desafío de cambiar radicalmente al mundo lleva a los cristianos a una praxis política muy precisa. Existe, por lo demás, una relación dialéctica entre la conversión del corazón y la transformación de las estructuras, relación que no podemos obviar ni olvidar. Sin embargo, y como nos señala Adela Cortina50, es tiempo de recordar que las energías morales no tienen su fuente originaria en la política ni en la economía, sino en aquellos hombres que se toman el sufrimiento y la esperanza dolorosa e ilusionadamente en serio, de suerte que, cuando deciden, no lo hacen movidos por in-tereses egoístas, sino universales; y que estos hombres no surgirán porque se agudicen las contradicciones o lo planifiquen los políticos, sino porque la existencia de grupos y comuni-dades de hombres y mujeres libres que hacen de la solidaridad el sentido de sus vidas.

Para Fe y Alegría lo señalado significa fundamentalmente dos cosas: la primera que, como parte de la Iglesia que somos, estamos llamados a ir más allá de ser meros reformadores de la sociedad. Debemos apuntar a mostrar en la praxis cotidiana gérmenes de vida y organi-zación social nueva, diferente a la de nuestro medio. El segundo es que, aunque viviendo a fondo el presente, somos también peregrinos en la historia, en los lugares y circunstancias donde nos toca transitar. Como cristianos de un Movimiento eclesial somos y debemos ser, comunidad abierta al mundo, radicalmente comprometida con él y, al mismo tiempo, con toda nuestra confianza puesta en la Promesa. Llegar a esta vivencia es el fruto de la regen-cia explícita del Padre en nuestra vida.

La sociedad concreta que Fe y Alegría está convocada a construir, no es la que se mueve por intereses particularistas, sino la que desde la familia, las escuelas, la vecindad, la amis-tad, los movimientos sociales, las comunidades cristianas, grupos religiosos, asociaciones movidas por intereses universalistas, es capaz de generar energías solidarias que quiebren los recelos de un mundo egoísta y a la defensiva.

50 CORTINA, Adela: “La ética de una nueva sociedad civil: de los derechos a las responsabilidades”, en Sal Terrae 958 (junio 1993), pgs 434-435.

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Victor Codina SJ.

1. ACERCAMIENTO A LA REALIDAD

América Latina es un continente que reúne dos características que la diferencian de otros continentes: es un continente pobre y cristiano. La inmensa mayoría de latinoamericanos vive en situaciones de pobreza, marginación y miseria que se manifiestan en mortalidad infantil, desnutrición, falta de vivienda digna, problemas de salud, falta de educación, salarios bajos, desempleo y subempleo, inestabilidad laboral, migraciones masivas, margi-nación de campesinos, indígenas y afroamericanos, esclavitud de la mujer (Puebla 29-41). Situaciones que se han agravado en los últimos años (Santo Domingo 179).

Por otra parte, el pueblo de América Latina es cristiano y en su mayoría católico. Pero la mayoría de los bautizados no ha tomado conciencia de su ser cristiano y de su pertenencia a la Iglesia. De ahí nacen una serie de consecuencias que afectan a toda la sociedad. El mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, de la cultura, de los medios de comunicación social, etc. no son guiados por valores cristianos. Hay una incoherencia entre la fe y la vida (Santo Domingo 96).

Una minoría rica y poderosa, que se llama cristiana y defensora de los valores de la tradi-ción occidental, utiliza la fe para mantener sus privilegios. También en los sectores popula-res hay incoherencia entre la fe y la vida. (Santo Domingo 161).

Es lógico pues que se proponga la necesidad de una nueva evangelización en todo el continente, que ilumine a la luz de la fe, nuestras concepciones sobre en qué consiste ser cristiano y saque las consecuencias de cara a América Latina. Esta Nueva evangelización ha de ser muy diferente de la primera evangelización, que estuvo ligada a la conquista y a la mentalidad occidental de la Cristiandad Tridentina propia de la época, que produjo cierta-mente luces, pero también sombras en la Iglesia latinoamericana.

2. ILUMINACIÓN DESDE LA PALABRA

¿Qué es ser cristiano?

Comencemos diciendo que ser cristiano no es simplemente ser bautizado, saber el cate-cismo y el credo, seguir una costumbre y tradición secular, creer en la otra vida, creer en Dios o en la Virgen, ni en hacer el bien. Todo esto seguramente es necesario, pero no es

PARA UN MARCO TEOLÓGICO DE FE Y ALEGRÍA

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suficiente para ser cristiano según el Evangelio. Ser cristiano no se identifica con ninguna de estas posturas, es algo más profundo y radical.

Si vamos a los Evangelios constatamos que Jesús elige a una serie de hombres y mujeres como discípulos y discípulas. Y si nos preguntamos ahora cuál es la tarea fundamental de los discípulos, hemos decir que es seguir a Jesús. Es Jesús quien llama a su seguimiento: sígueme, (por ejemplo a Leví en Mt 19: 9). El tema del seguimiento es particularmente significativo en el Testamento de Juan, por ejemplo en la parábola del buen pastor (Jn 10:1-17). Podemos decir entonces, que el seguimiento de Jesús, es la síntesis de la vida cristiana, la fórmula breve del cristianismo. Siempre que la Iglesia ha pasado por momentos de crisis y de relajación, los cristianos más lúcidos han vuelto a proponer el seguimiento de Jesús como núcleo fundamental de la vida cristiana. Recordemos la propuesta de la imitación de Cristo del Kempis en tiempo de la Devotio moderna medieval, o la importancia que Ignacio de Loyola da en sus Ejercicios Espirituales al tema del seguimiento de Jesús.

Con el tiempo, esta percepción de la centralidad del seguimiento en la vida cristiana se fue olvidando y dejando como una cuestión para unos pocos elegidos (ministerio ordenado y vida religiosa). Afortunadamente, el Vaticano II ha vuelto a poner el seguimiento como base de la vida cristiana (LG II y IV) y en la exhortación postsinodal de Juan Pablo II, Chris-tifideles Laici, se vuelve a hablar del seguimiento de los laicos, comentando la parábola de los invitados a trabajar en la vida (Mt 20: 1-16).

Actualmente, tanto la Teología europea (D.Bonhoeffer, J. Moltmann, JB.Metz, JMª. Casti-llo), como de América Latina (J.Sobrino, I. Ellacuría, S.Galilea, L. Boff) vuelven a centrarse en el tema del seguimiento de Jesús. Citemos, a modo de ejemplo, un texto clásico de Segundo Galilea:

“Ser cristiano es seguir a Jesús por amor. Es Jesús quien nos pregunta si le amamos, no-sotros le respondemos que sí. El quien nos invita a seguirlo (Simón Pedro ¿me amas?...Sí, Señor…Entonces sígueme, Jn 21). Eso es todo. Así de simple. Ignorantes, llenos de defec-tos, Jesús nos conducirá a la santidad, a condición que comencemos a amarlo y tengamos el valor de ir a su seguimiento”.

El cristianismo no consiste sólo en el conocimiento de Jesús y de sus enseñanzas transmiti-das por la Iglesia. Consiste en su seguimiento, que es la raíz de todas las exigencias cristia-nas y el único criterio para valorar la espiritualidad. Sólo así se verifica nuestra fidelidad. No existe una espiritualidad de la cruz, sino del seguimiento, seguimiento que en ciertos mo-mentos nos exigirá la cruz. No existe una espiritualidad de la oración, sino del seguimiento; el seguimiento nos llevará a incorporarnos a la oración de Aquel a quien seguimos. No existe una espiritualidad de la pobreza, sino del seguimiento; este nos despojará, si somos fieles, en seguir a un Dios empobrecido. No existe una espiritualidad del compromiso, pues todo compromiso o entrega al otro es fruto de la fidelidad al camino que siguió Jesús. Ser

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cristiano significa seguir a Jesús. Esta es la nota esencial de cristianismo. No hay cristología sin la praxis del seguimiento de Jesús.

Las distintas vocaciones y carismas en la Iglesia constituyen diversas formas de seguir a Jesús: ministerio, vida religiosa, laicado. En este sentido, los doce apóstoles son un modelo para toda la vida cristiana, ya que son el prototipo del seguimiento a Jesús hasta su marti-rio. Los apóstoles personifican y simbolizan el seguimiento de Jesús para toda la Iglesia.

¿Qué implica seguir a Jesús?

No se puede ser cristiano al margen de la figura histórica de Jesús de Nazareth, de su vida en Palestina, de su crucifixión, de su resurrección de entre los muertos. El Padre lo cons-tituyó como Señor y Cristo (Hch 2:36). Lo cristiano no es simplemente una doctrina, una moral, una práctica ritual o una tradición religiosa. Lo cristiano tiene que ver con Jesús. Los cristianos que siguen a Jesús, son sus discípulos. Fue en Antioquia donde por vez primera los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos (Hch 11:26). La vida cristiana es un cami-no (Hch 9:2), el camino del seguimiento de Jesús. Jesús no funda una academia doctrinal ni una secta religiosa, sino que inicia un estilo nuevo de vida. Seguir a Jesús es “Proseguir su obra, perseguir su causa, conseguir su plenitud” (L. Boff).

2.1 Seguir a Jesús supone reconocerle como Señor

Como hemos dicho, América Latina es un pueblo profundamente religioso: religiones in-dígenas, religiosidad popular, fe del pueblo sencillo. Sin embargo, ese contexto no está al margen del ambiente moderno y postmoderno secular, típico del primer mundo: no sólo muchos van a las sectas, sino que muchos abandonan las prácticas religiosas rituales cris-tianas, aumenta la indiferencia religiosa, la increencia. Esto va en aumento a medida que penetra la modernidad (técnica, progreso, internet, medios de comunicación social)

El impacto de estos elementos de modernidad se constata sobre todo en jóvenes, universi-tarios, profesionales, políticos y en general, en el mundo urbano. En el caso del escenario rural, la migración del campo a la ciudad acabará afectando también a los del campo. Hay que enfrentarse a una crisis religiosa, crisis de Dios (Metz), muerte de Dios (Nietzsche), eclipse de Dios (Buber), crisis epocal (Kung), período axial que termina con seis mil años de creencia religiosa (Pánikar, Jaspers), ausencia y silencio de Dios, cultura de la inmanencia (Martín Velasco), aparición de religiones modernas sin Dios (Metz).

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¿Cómo ser cristiano en este mundo que se avecina?

“El cristiano del siglo XXI o será místico o no será cristiano” (Rahner)

”No basta mantener la doctrina, la moral ni la pertenencia jurídica a la Iglesia. Hay que tener una experiencia de Dios, abrirse al misterio absoluto de Dios desde la propia finitud, limitación humana, pecaminosidad, angustia vital, muerte. El ser humano está abierto al misterio absoluto, sin orillas; santo que se oculta en la trascendencia. El ser humano no es el fundamento último de su existencia. Hay que elegir entre al absurdo o el misterio y es preferible elegir el misterio” (Guitton a Mitterand moribundo). Es necesario iniciar esta experiencia religiosa, vivirla desde la cotidianidad de cada día, asumir la propia vida huma-na desde la propia humanidad, desde el otro (Levinas). Es necesaria una mistagogía, una iniciación y acompañamiento a esta experiencia.

Esta mistagogía es la tarea pastoral prioritaria (Rahner), antes que hablar de doctrina o de moral, hay que descubrir pozos internos y no simples canales desde fuera, beber de su propio pozo (S. Bernardo, Gutiérrez), no podemos vivir desde la epidermis (Legaut). Hay que descubrir a Dios en lo más íntimo de mi interior (Agustín), sin otra luz que guía que la del corazón (Juan de la Cruz), como el pueblo de Dios en la noche del exilio (Lecler): ”De noche iremos, de noche/sin luna iremos, sin luna/que para encontrar la fuente/ sólo la sednos alumbra”(Luis Rosales).

Desde la experiencia del misterio absoluto hay que abrirse a la Palabra (oyente de la Pala-bra). Por la fe descubrimos que este misterio se ha revelado en la historia y concretamente en Jesús. Es un escándalo para la razón, pero una luz para la fe: el misterio de la encarna-ción. Y Jesús nos descubre que este misterio absoluto es su Padre, nuestro Padre.

Hay que rehacer el camino de los discípulos, pasar de Jesús de Nazaret al Hijo de Dios. La mistagogía avanza del misterio absoluto de Dios al misterio de Dios revelado en Jesús de Nazaret, hay que descubrirlo como Señor. Es lo que aparece en la primera vocación de los discípulos que se relata en Juan 1: 35-49: van pasando de unas misteriosas palabras del Bautista sobre el Cordero de Dios a reconocerle como el Mesías, el Cristo, el que profetiza-ron Moisés y los profetas, el Hijo de Dios, el Rey de Israel. Es la experiencia de Simón luego de la pesca milagrosa (Lc 5:8). Juan nos va mostrando que Jesús es la “Palabra encarnada” (Jn 1; 14), “El camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), “La puerta” (Jn 10,7), “La luz” (Jn 8,12), “El buen pastor” (Jn 10: 11.14), “El pan de vida” (Jn 6), “El que existía antes que Abrahám” (Jn 8: 58), “La resurrección y la vida” (Jn 11:25), “El Hijo del Padre” (Jn 5:,19-23-,26-27,36-37,43). Lo mismo aparece en los sinópticos: “Confesión de Pedro” (Mt 16: 16), “Juez de vivos y muertos” (Mt 25: 31-45). Y en el Apocalipsis: “El Principio y fin, el que es, era y ha de venir” (Apoc 1:8).

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El cristiano no sigue a cualquiera, sino al Señor, de quien viene la iniciativa para que le sigamos (Jn 15:16). El llamado viene a través de la escritura, de la Iglesia, de los aconte-cimientos de la vida. Podemos repetir las palabras de Pedro: “Señor ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6:68). Esta fe incipiente se abre luego al misterio pascual y al don del Espíritu (Jn 20:21). Así nace la Iglesia.

La Iglesia se centra en esta fe en Cristo como el Señor. Para Pablo todo es basura frente al conocimiento de Cristo (Flp 3: 7-21). Esta mistagogía es en el fondo, el itinerario de los ejercicios de Ignacio, comenzando por el Principio y Fundamento (“El hombre es crea-do…”) y que acabará en la contemplación para alcanzar amor (“En todo amar y servir”). Es una mística que se abre a la profecía. Es la experiencia ignaciana de la Divina Majestad, del Eterno Señor de todas las cosas, del Creador y Señor, que para Ignacio es Jesús.

Consecuencias pastorales para Fe y Alegría: hay que iniciar a la mistagogía, a la experiencia de Dios que se revela en Jesús y nos abre al Padre. No basta la enseñanza religiosa y moral. Hay que reconocer la importancia de los ejercicios y su pedagogía espiritual ¿cómo iniciar a los jóvenes en esta experiencia?. El resto de los ejercicios irá concretando y desmenuzando esta mistagogía y mística.

2.2 Seguir a Jesús significa convertirse al Señor

La experiencia de Pedro, luego de la pesca milagrosa y de sentirse pecador (Lc 5: 8) es la primera experiencia que es necesario tener en cuenta en el seguimiento de Jesús luego de haberle reconocido como Señor.

Es necesaria una conversión. Esta conversión bíblicamente es pasar de los ídolos al Dios vivo (1 Tes 1:9), pues nadie puede servir a dos señores (Mt 6:24), es reconocer que no hay otro Dios que el Padre de Jesús y que hay un solo Señor, Jesucristo (1 Cor 8, 4-6). Estos ídolos no son sólo ídolos religiosos (dioses paganos, como el becerro de oro de Éxodo 32) sino también, lo es la sacralización de realidades terrenas: poder, riqueza, sexo. Los profetas en Israel no sólo critican la idolatría del que se fabrica estatuas de madera o metal de dioses inexistentes (Sal 15), sino también de los que adoran el poder de las alianzas con imperios extranjeros, el militarismo, las riquezas, en lugar de fiarse de Yahvé. También el Evangelio habla del ídolo de la riqueza (Mt 16:13). Esta idolatría se encarna en estructuras de pecado, que influyen negativamente en la sociedad y que constituyen el pecado social o estructu-ral, el sistema, el mundo opuesto al Dios de Juan. Estas estructuras de pecado influyen negativamente en las personas, que acaban aceptándolas y reforzándolas. Este pecado del mundo es una formulación moderna del pecado original.

Estas estructuras idolátricas de pecado causan muerte, son ídolos de muerte, asesinos que matan, producen víctimas: pobres, excluidos, marginados, sacrificados al dios asesino (Dt

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12:31; 2 Re 16:3; Is 44: 9-20). Por esto los profetas critican a estos ídolos de muerte que llevan a sacrificios humanos (Os 13:2; Mq 6:7; Jr 7:31; Ez 20: 31). La expresión máxima de este pecado del mundo es la crucifixión de Jesús: allí se expresa con toda verdad que el pecado mata, asesina.

En el tercer mundo y en concreto en América Latina, esto se traduce en reconocer las estructuras de pecado, estructuras injustas, de las que hablan Medellín y Puebla. El neolibe-ralismo, el dios mercado, el dios dinero, el consumismo, el militarismo, la violencia estruc-tural, el racismo, la apropiación de los recursos naturales en unas pocas manos extranjeras o nacionales, la democracia formal, generan víctimas, excluyen, marginan. Podemos decir con Monseñor Romero que “Pecado es lo que mató al Hijo de Dios y lo que mata a los hijos de Dios”. De aquí se deduce que la conversión es el paso de los ídolos de muerte al Dios de la vida, como se formulaba en el catecumenado antiguo, con la renuncia a Sata-nás señor de la muerte (apotaxis) y la adhesión a Cristo, Señor de la vida (sintaxis). Esta conversión no sólo debe ser individual sino social, una renuncia a los ídolos propios y a los de la sociedad.

Pero esta conversión implica reconocer que el Dios de la vida no quiere la muerte del pe-cador, sino que viva. Es la experiencia de que el misterio absoluto es un misterio de amor y perdón, un Padre misericordioso que en la cruz nos perdona y salva. Es la experiencia de la gracia. La cruz es la expresión máxima del pecado del mundo y la fuente de la gracia y de la salvación. El reconocerse pecador es ya una gracia de Dios, pues tendemos a enmascarar nuestra situación de pecado (2 Sam 12). Esta revelación del pecado va unida a la revela-ción del perdón por parte de Dios: Dios es rico en misericordia (Ef 2:4). La experiencia de perdón nos lleva espontáneamente a luchar contra los ídolos de muerte, a defender la vida amenazada de los demás, a pasar de la muerte a la vida. Esto es lo que hizo Jesús en su vida y en su muerte. Jesús, como el Padre, se compadece y sufre ante todo dolor humano e intenta aliviarlo: “Mientras la obsesión de Jesús y de buena parte de la tradición bíblica está centrada en el sufrimiento humano para aliviarlo o superarlo, de modo que la noción de pecado es inseparable del daño propio o ajeno, la obsesión de la Iglesia oficial parece girar en torno a una noción de pecado separada del sufrimiento humano y convertida por esto en arbitraria”.

No digo que ambas nociones no puedan (y deban) acercarse y empalmarse, digo que, en la actuación eclesiástica oficial, están casi del todo separadas. No insito más en este punto porque JB Metz y JM° Castillo ya lo han hecho bastante “(JI González Faus, Crisis de credibilidad en el cristianismo. Concilium n 311, junio 2005, 43-52, cita pág 46-47). Se deduce que pecado es todo lo que daña y causa muerte en uno mismo o en los demás y que conversión es buscar la vida verdadera para uno y para los demás. La salvación (sotería) bíblica es la vida plena.

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Esta es la experiencia de los ejercicios en la primera semana. Ignacio comienza con la ne-gatividad del pecado (el anti-reino) presente en la historia de la humanidad y en la historia personal que lleva a la muerte. Pero todo este conocimiento del pecado no es para quedar-se encerrado en el pecado y la muerte, sino para experimentar la gracia y la misericordia de Dios. Por esto acaba con un coloquio de misericordia ante Cristo crucificado y con las preguntas ¿qué he hecho? ¿qué hago? y ¿qué he de hacer por Cristo? Ellacuría las refor-mula diciendo ¿qué he hecho?,¿ qué hago? y ¿qué he de hacer por los crucificados de este mundo?. Estamos en la actitud apta para abrirnos a la llamada del Reino, es decir, en la actitud de luchar para que donde haya muerte y sufrimiento triunfe la vida plena.

¿Cómo iniciar a los jóvenes de Fé y Alegría en esta experiencia del pecado per-sonal y del mundo y de la misericordia del Padre que nos lleva a luchar por la vida del mundo?

2.3 Seguir a Jesús significa aceptar su proyecto

Jesús, luego que Juan Bautista fuera tomado preso, marchó a Galilea y allí comenzó a predicar diciendo: ”El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva” ( Mc 1: 14-15). Hoy día estamos de acuerdo en que el centro de la predicación de Jesús no es la Iglesia, ni Dios, sino el Reino de Dios (122 veces en los Evangelios). Este es el proyecto de Jesús.

Esta noción del Reino de Dios (basileia), tiene su origen en el Antiguo Testamento. No significa un territorio ni un reino local, sino la soberanía de un rey. Reino de Dios equivale al Reinado de Dios (malkut Yahvé), la soberanía que Dios ejerce y que se experimenta efec-tivamente en la historia. Es una metáfora tomada del terreno sociopolítico para expresar el dominio absoluto de Dios. Es lo que los salmos expresan al decir que Dios reina (Sal 2; 20; 23; 71; 95; 96; 97; 98; 100). Significa que Dios reina sobre sus enemigos (el caos, el mal, el pecado y la muerte), y así realiza su plan: comunicar a la humanidad y a la creación entera su vida, su amor, la comunión; lo que en el Nuevo Testamento se llamará koinonía. Esto se va manifestando a lo largo de la historia de Israel:

- En Génesis 1-2 se expresa simbólicamente el proyecto de Dios en el relato del paraíso- En Éxodo aparece como gesta liberadora del pueblo de la esclavitud de Egipto- La vuelta del exilo es vivida como un nuevo éxodo

Pero a lo largo de la historia de Israel este proyecto del Reinado de Dios se concibe de formas diversas:

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- En la monarquía teocrática (David, Salomón) se ve al Reinado de Dios estrechamente ligado al rey; en el exilio esta imagen se rompe a pedazos, pero se concibe al futuro Mesías como un rey davídico

- Los profetas hablan de un reinado no ligado al rey ni al templo, sino como algo es-catológico, lanzas convertidas en arados (Is 2,4), niños jugando con la serpiente (Is 11), desposorios de Dios con Israel (Is 61,10), tierra nueva y cielos nuevos (Is 65,17). El contenido de este reinado es un mundo donde reinen el derecho y la justicia (mispat sedaqah) sobre todo para los pobres. Sus acciones simbólicas muestran que el Reino, aunque sea escatológico, se va haciendo presente en la historia.

- En el postexilio hay un grupo de piadosos (hassidim) que se retiran al desierto para esperar el Reino de Dios

- Los macabeos y otros grupos violentos buscan una irrupción del Reino por las armas, esperando la liberación de Israel de los paganos.

En tiempo de Jesús también había diversas corrientes en torno al Reino:

- Los herederos de los Macabeos esperaban un Mesías davídico que liberaría al pueblo del yugo enemigo.

- Otros esperaban un Reino interior y por esto huyen del mundo (esenios) o se esfuerzan en cumplir la ley (fariseos): son los herederos de los hassidim

- Otros identifican el Reino con la teocracia religiosa y sacerdotal de Israel (saduceos y sacerdotes) y no desean que las cosas cambien

- Jesús se inscribe en la línea profética: el Reino es un símbolo de la utopía comunitaria y salvífica de Dios, que ahora comienza a hacerse realidad en Él.

Es necesario concretar más las características de este Reino que predica Jesús:

- Es el Reino de Dios, del Abba, su Padre: ni Dios sin Reino (tentación de los movimientos conservadores), ni Reino sin Dios (tentación de los movimientos revolucionarios). Esto significa que el Reino es don de Dios, gracia que hay que pedir: Venga a nosotros tu Reino…

- El Reino es un misterio: por esto no se puede definir sino sólo describir con parábolas (un tesoro, una perla, una semilla, un padre que perdona a su hijo, la levadura, un rey que da un banquete, el pastor que encuentra la oveja perdida...), con milagros (sanar enfermos, multiplicar el pan, calmar la tempestad) y con gestos proféticos (comer con pecadores, lavar los pies a los discípulos, celebrar la última cena)

- El Reino es integral, abarca todas las dimensiones:

a. Personal, liberación del pecado, perdón, gracia

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b. Histórico, liberación de la injusticia o pecado estructural, por esto se manifiesta como justicia y derecho (mispat sedaqah) para con los pobres y los que tienen la vida amena-zada

c. Escatológico, definitivo, liberación de la muerte, resurrección de la carne, cielos nuevos y tierra nueva, sin mar.

- Este Reino se enfrenta al anti-reino, es conflictivo: es vencer enemigos (caos, pecado, injusticia, muerte), es exorcismo: por esto pasa por la cruz

- Este Reino es inseparable de Jesús: no es una propuesta ideológica o meramente socio-lógica, sino el seguimiento a una persona. Jesús es el mensajero y parte del mensaje. Esto aparece claramente en Juan donde hay una concentración cristológica del Reino en Jesús, que es el camino, la verdad y la vida. El Evangelio no propone un “Reinocen-trismo”…

- El Reino pide colaboradores, por esto Jesús invita a los discípulos a seguirlo. El Reino no es puro conocimiento o gnosis, sino que implica una praxis de seguimiento.

Ahora bien, a lo largo de la historia de la Iglesia este proyecto de Jesús, su Reino, se ha ido oscureciendo, limitándose a algunos aspectos parciales, o incluso deformándose.

Mutaciones del proyecto de Jesús (J. Sobrino)

a. Personalización del Reino en Jesús (autobasileia, Orígenes): lo cual, aunque tiene el valor de relacionar el Reino con Jesús, tiene el peligro de reducir el horizonte social y colectivo que tenía en su predicación a una dimensión puramente personal e intimista.

b. Eclesialización del Reino: el Reino de Dios se identifica con la Iglesia, sobre todo con su jerarquía, en vez de considerar a la Iglesia como signo y sacramento del Reino, al servicio del Reino, en continua conversión al Reino.

c. Escatologización: desplazando al Reino al más allá, a lo interior, a algo ahistórico, como si el Reino no tuviese que acontecer en la historia.

Afortunadamente, la Teología moderna y latinoamericana, el Vaticano II y Medellín, han recuperado la categoría del Reino como clave para comprender la vida de Jesús y la Iglesia. Esta dimensión del Reino es la que Ignacio coloca como prólogo a las contemplaciones de la vida de Jesús en los ejercicios. Frente a la Devotio moderna que contemplaba piadosa-mente la vida de Jesús, Ignacio propone la vida de Jesús como invitación al seguimiento, como llamada a la colaboración (no ser sordos), con Él (conmigo) y como Él (como yo).Por esto, aunque el sentido de este seguimiento se explicitará a lo largo de las restantes

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semanas en la oblación final de esta contemplación (eterno Señor de todas las cosas…) se habla ya de pobreza y humillaciones.

2.4 Seguir a Jesús significa continuar su estilo evangélico

El Reino es inseparable de la persona de Jesús, ya que con él el Reino comienza a hacerse presente en la historia (Lc 11:20). Jesús posee un modo propio de anunciar y realizar el Rei-no. Hay que evitar toda forma de triunfalismo. Jesús es Jesús de Nazaret, este es su nombre hasta en la cruz, pero Nazaret es más que un nombre geográfico, es una opción teológica. Seguir a Jesús significa vivir un estilo de vida “nazareno”, como el de Jesús.

Nacido pobre (Lc 2: 6-7), hijo de una familia campesina y trabajadora sencilla (Lc 1: 16; 4,22; Mc 6: 3), hijo del carpintero y carpintero él mismo, se siente enviado a anunciar el Evangelio a los pobres (Lc 4: 18), a perdonar pecadores, a sanar enfermos, a acoger a los marginados (Lc 7: 21-23). A lo largo de su vida va discerniendo su misión y el camino que el Padre desea.

Jesús rechaza las tentaciones de riqueza, poder y prestigio religioso (Lc 4: 1-13); se alegra de que el Padre revele sus misterios a los pequeños y no a los sabios y prudentes (Mt 11:25-26); se compadece de los pueblos que andan como ovejas sin pastor (Mc 6:34) y lanza su grito de protesta profética contra los ricos (Lc 6: 21-23) y contra la hipocresía de los fariseos (Mt 23). Más aún, constituye a los pobres en jueces escatológicos de la humanidad en el jui-cio final (Mt 25: 31-45). Se solidariza con todos en todo, menos en el pecado (Hb 4: 15).

Precisamente porque el Reino es vida, comunión, superación de toda exclusión, sus signos son la manifestación del derecho y justicia (mispat sedaqah) para con los pobres y exclui-dos. Por esto les llama bienaventurados (Lc 6), porque son los primeros en ser destinatarios de este Reino que quiere cambiar la situación de injusticia y muerte. La actitud de Yahvé de liberar al pueblo oprimido en el Éxodo se prolonga en la acción liberadora de Jesús, en su opción por los pobres y excluidos: publicanos, prostitutas, enfermos, posesos, mujeres, niños y pobres. De este modo se manifiesta que el Reino se acerca.

Esta opción de Jesús por el Reino de vida y de justicia, le produjo conflictos, lo enfrentó con los dioses de la muerte, con los poderes de la Teocracia judía y del Imperio Romano. Jesús muere ajusticiado, en cruz, como un blasfemo, un malhechor y un subversivo. Pero el Padre, al resucitarlo, confirma que el estilo y el camino de Jesús es el verdadero camino que lleva a la vida. Jesús tenía razón, no Pilatos ni Caifás. Por esto, seguir a Jesús supone cargar la cruz y perder la vida, para ganar la vida eterna (Mc 8: 34-35).

Jesús asume la realidad en la encarnación, esta realidad convertida en muerte por el peca-do es transformada por su cruz y resurrección, en promesa de vida. El corazón del Reino es

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el misterio pascual.Esto es lo que Ignacio propone en la segunda, tercera y cuarta semana de ejercicios.

El Reino se ilumina con la contemplación de las dos banderas simbolizadas en Jerusalén y Babilonia. La bandera de Jesús pasa por la pobreza, la humildad y la cruz, pero lleva a la vida verdadera. La bandera del maligno, pasa por la riqueza, el poder y el orgullo y lleva a la muerte. Ignacio nos pide que pidamos conocer los engaños del enemigo y la vida ver-dadera que ofrece Jesús. En los coloquios nos propone pedir ser recibidos bajo la bandera de Jesús, ser puestos con el Hijo, como pedía insistentemente el mismo Ignacio a María. En las tres maneras de humildad nos hablan de desear más la pobreza, la humillación y ser tenidos por locos, más que riqueza y prestigio por parecernos más a Cristo, por amistad con Jesús (Diego Ortiz).

La tercera y cuarta semana muestran que la invitación del Reino a seguir a Jesús pasa por la pena y la cruz para participar luego de su gloria y de su gozo. El Reino es gozo, alegría, triunfo de la vida sobre la muerte y el pecado. El seguimiento de Jesús es ya anticipación de la escatología.

2.5 Seguir a Jesús es formar parte de su comunidad

Pero este seguimiento del estilo de Jesús no es una tarea individual y solitaria. Seguir a Jesús es formar parte de su comunidad. Aunque Jesús llamó individualmente a cada discípulo, formó con ellos una comunidad: los doce, el grupo de discípulos, la comunidad de segui-dores de Jesús. Esto no es casual, sino que forma parte del proyecto salvífico de Dios, que es constituir un Reino de comunión, de hijos e hijas del Padre y de fraternidad (LG 9).

Hoy en día, para muchos, la Iglesia es un problema: escándalos recientes, críticas a la ins-titución jerárquica, indiferencia, falta de práctica religiosa, dificultad de situar a la Iglesia dentro del diálogo interreligioso (si todas las religiones salvan ¿para qué sirve la Iglesia?), gente que dice “Jesús sí, Iglesia no…”

Se puede mirar a la Iglesia desde el exterior, como un fenómeno social, cultural, histórico y religioso; pero hemos de mirarla desde dentro, desde la fe: la Iglesia es un misterio que hunde sus raíces en la Trinidad: en el proyecto del Padre, en las misiones del Hijo y del Espí-ritu. Hemos de recorrer todo el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento para conocer cómo se desarrolla este proyecto de Dios: Dios elige al pueblo de Israel, para que sea como una señal de salvación para todos los pueblos (Gn 12). En este pueblo se introduce Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que reúne al pueblo de Dios disperso, forma una comunidad de discípulos, que después de su muerte y resurrección, serán el núcleo de la Iglesia. La Iglesia nace después de Pascua y Pentecostés (Hch 2).

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El Nuevo Testamento nos ofrece una pluralidad de eclesiologías que se complementan y nos presenta una Iglesia comunitaria, fraterna, carismática, apostólica, centrada en Cristo muerto y resucitado, bajo la fuerza del Espíritu, atenta a los pobres. Tres formulaciones más comunes de la Iglesia:

- Pueblo de Dios: formado por Yahvé en el Antiguo Testamento, del cual la Iglesia es continuación, Nuevo Pueblo de Dios, nacido en la Pascua de Jesús.

- Cuerpo de Cristo (1 Cor 12): con muchos miembros, cuya cabeza es Cristo y de la cual participamos por el bautismo y la eucaristía.

- Templo del Espíritu (1 Cor 3, 16): ya que el Espíritu la dinamiza y la enriquece con di-versos dones y carismas.

Esta Iglesia, a pesar de las dificultades (persecuciones, problema de apertura a los gentiles, tensiones entre Pedro y Pablo…) crece y se multiplica. Esta Iglesia vive en la historia, se en-carna en el espacio y el tiempo, de lo cual se desprende que la historia de la Iglesia forma parte de la eclesiología (como el Jesús histórico forma parte del Cristo de la fe). Para una mayor claridad distinguiremos en la historia del desarrollo de la Iglesia tres milenios que son más teológicos que cronológicos.

Desarrollo de la Iglesia en La Historia

Primer milenio (I- IV pero se extiende hasta el año mil):

Es una Iglesia de comunión (koinonía) en una triple dimensión: con el Padre, con los her-manos/as en Cristo, centrada en la eucaristía y con los pobres. Es una Iglesia especialmente ligada al Espíritu (credo). Es una Iglesia que se siente santa y pecadora (casta prostituta). Es una Iglesia que establece estructuras de comunión:

Importancia de las Iglesias locales, descentralizadas•Primado romano como primado de comunión: primacía de la sede romana, que pasa •al obispo de Roma, por ser la sede martirial de Pedro y Pablo; el Papa es vicario de Pe-dro, el pecador perdonado y llamado a ser pastor, quien en el Nuevo Testamento tiene una especial primacía; el obispo de Roma tiene la función de mantener la comunión eclesial. Es el siervo de los siervos de Dios.Participación de la comunidad en la elección de los obispos•La eucaristía como centro de la comunión eclesial: la Iglesia hace la eucaristía, la euca-•ristía hace la Iglesia (de Lubac)

Segundo milenio (que ya se inicia en el siglo IV, con Constantino, pero que se estructura definitivamente a partir del año mil, con Gregorio VII):

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Se pasa de la comunión al poder, de Iglesia comunidad a Iglesia autoridad, centrada en la jerarquía, piramidal, centralizada, que aparece como el Reino de Dios en la tierra, gran preponderancia de los papas incluso en la esfera temporal (estados pontificios), que pasan de ser vicarios de Pedro a Vicarios de Cristo y de Dios; debilitamiento de las estructuras de comunión del primer milenio, es la llamada Iglesia de Cristiandad. Es el tiempo de las cru-zadas, inquisición, guerras de religión. Se afirma que fuera de la Iglesia no hay salvación. Desde esta eclesiología se evangelizó a América Latina.

Sin embargo, hay una reacción profética que se opone a este modelo eclesial: Monacato (IV), Oriente (XI), movimientos laicales (XII), reforma (XVI), minoría del Vaticano I. El resul-tado trágico de la eclesiología del segundo milenio es la división de la Iglesia de Jesús.

Tercer milenio: comienza con el Vaticano II (1962-65):

La cumbre de la Iglesia de Cristiandad fue Pío XII. Parecía que nadie le podía superar. Le sucede Juan XXIII, que cambia de modelo eclesial.

La biografía de Roncalli explica su actuación futura: campesino pobre, historiador, cono-cedor del Oriente (Bulgaria, Grecia, Turquía), de la modernidad (París), experiencia pastoral (Venecia). Convoca el Vaticano II. En su discurso inaugural nos habla de la confianza en Dios frente a los profetas de calamidades, es la adaptación del mensaje a los nuevos tiem-pos, no trata de condenas, sino misericordia. A su muerte le sigue Pablo VI, más intelectual, más dubitativo, menos carismático, quien concluye el Vaticano II.

Se pasa de la Iglesia clerical a la Iglesia pueblo de Dios; de la Iglesia juridicista a la Iglesia sacramento de salvación; de la Iglesia triunfalista a la Iglesia peregrina hacia el Reino y dia-logante con el mundo. Se vuelve a la eclesiología del primer milenio. El Papa se sitúa den-tro de la colegialidad episcopal. Lamentablemente el Vaticano II no estableció estructuras de comunión: elección de los obispos, reforma de la curia, elección del Papa, cardenales, nuncios, etc. Tampoco llegó a dibujar la Iglesia de los pobres. Esto último se realizó desde América Latina: Medellín (68), Puebla (79), que recibió al Vaticano II impactada por la po-breza y elaboró una reflexión teológica sobre la liberación

Se insiste en que el pueblo de Dios nació en el Éxodo; la Iglesia es dialogante, sobre todo con los pobres; la Iglesia de los pobres es sacramento histórico de liberación, la Iglesia es sacramento del Reino y debe continuamente convertirse al Reino.

El postconcilio:

Se vivió un tiempo de primavera, verdadero Pentecostés: ecumenismo, renovación de la li-turgia, renovación teológica, florecimiento del laicado, renovación de la vida religiosa. Pero

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en toda primavera, hay deshielos y avalanchas: hubo exageraciones, abusos y sobre todo, abandono del sacerdocio y de la vida religiosa de muchos.

Ocurrió una reacción contra el Vaticano II, cuyo caso extremo es Monseñor Lefevbre. Se atribuía al Concilio todos los males de la Iglesia. Comienzó el invierno eclesial ya en tiem-pos de Pablo VI (el demonio ha entrado en la Iglesia) y aumentó en el pontificado de Juan Pablo II. Nuevamente vuelven a aparecer estructuras del primer milenio. Es lo que se llama invierno eclesial, noche oscura eclesial, involución, vuelta a la gran disciplina

Juan Pablo II:

Es una personalidad un tanto compleja y contradictoria. Luces: fuerte personalidad carismática, fe profunda (no teman, abran las puertas a Cristo, remar mar adentro…), experiencia religiosa y mística, ansias de evangelizar a todo el mun-do (viajes), defensa de los derechos humanos, doctrina social contra el comunismo y contra el capitalismo liberal y en favor de la solidaridad (Laboren Exercens, Sollicitudo Rei Socialis, Quadragésimo Anno), contribución a la caída del comunismo en Europa, lucha por la paz (no a la guerra de Irak), preocupación ecuménica con la Iglesia del Oriente (los dos pulmo-nes) y de la Reforma, acercamiento a las religiones no cristianas (Asís), petición de perdón al mundo por los pecados de la Iglesia del segundo milenio, petición de perdón a Israel (en el muro de las lamentaciones), acercamiento a los jóvenes, deseos de llevar adelante el Vaticano II (NMI), abundante magisterio doctrinal (encíclicas, exhortaciones postsinodales, cartas), vigor intelectual, gran manejo de los medios de comunicación, liderazgo mundial, aceptación del sufrimiento (atentado, vejez, su última aparición sin poder hablar). Su en-tierro fue una manifestación popular del impacto mundial de su figura.

Sombras: una forma polaca de pensar la Iglesia y el mundo, desde la experiencia polaca del nacionalcatolicismo, de Polonia católica con una Iglesia unida que luchó contra sus veci-nos, contra el nazismo y contra el comunismo, la convicción de que Polonia había aplicado correctamente el Vaticano II, con una cierta visión mesiánica de Polonia en la Iglesia y el mundo. Consecuencias: centralización eclesial, debilitamiento de las iglesias locales y de la colegialidad episcopal, mantenimiento del esquema de Cristiandad con textos del Vaticano II (Derecho canónico, Catecismo), sofocamiento de la Teología de la Liberación (entendida desde Polonia) , silencio a teólogos, conflictos con la vida religiosa ( CLAR, SJ, carmelitas), poca comprensión del mundo moderno secularizado, autónomo y no confesional, mante-nimiento de la moral tradicional (en sexualidad y bioética), negativa al ministerio de la mu-jer, nombramientos de obispos y cardenales de línea segura, actuaciones no ecuménicas (arzobispo católico de Moscú, beatificación de Stepinac, Dominus Jesús), mantenimiento del poder de la curia y fuerte apoyo al dicasterio de la doctrina de la fe, viajes totalmente de Cristiandad con una concentración de la Iglesia en la figura monárquica del Papa, poca

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atención de su función pastoral como obispo de Roma, beatificaciones exaltando muchas veces la línea conservadora (Escrivá, Pío IX), no aceptación del ministerio a los viri probati, sin llevar más adelante la línea del Vaticano II (revisar la forma de elegir obispos, el estatuto de nuncios y cardenales, la forma de elegir al Papa, la misma existencia del Estado Vatica-no, hacer que los sínodos sean consultivos, revisar el celibato sacerdotal, reformar la curia).Añadamos las consecuencias negativas de no dimitir a tiempo.

Algo habrá experimentado el mismo Juan Pablo II cuando en 1995, en Ut unum sint (95-96) pide a los responsables de todas las Iglesias y a sus teólogos que repiensen el ejercicio de la función del primado petrino en la Iglesia. Ya Pablo VI había reconocido que el Papado era el mayor obstáculo para la unión de las Iglesias.

Benedicto XVI:

Los cardenales, en lugar de buscar un cambio de imagen eclesial en la línea del Vaticano II, seguramente impresionados por la reacción mundial ante la muerte de Juan Pablo II, eligen al que había sido su mano derecha en lo doctrinal: Ratzinger, frente a lo cual hubo sorpresa y desconcierto en muchos sectores de la Iglesia. Ratzinger elige un nombre que rompe con la tradición de Pío, Juan y Pablo: Benedicto, de Benito patrón de Europa, en la línea de Benedicto XV defensor de la paz, de la inculturación misionera, de la libertad en la Iglesia.Ratzinger es un gran teólogo de oficio, inteligente y profundo, abierto, docente en Re-gensburg, Münster, Tübingen, perito del Vaticano II, con obras sobre la fe, la Iglesia y los sacramentos. Decía que no había que exigir al Oriente más forma de primado que la del primer milenio. Obispo de Munich, es llamado por Juan Pablo II para la Doctrina de la fe, donde se gana la fama de conservador, ¿hasta dónde actuaba él libremente o presionado por Juan Pablo II, por ejemplo, en lo de la Teología de la Liberación?

Obispo de Roma: seguramente quiere cambiar su imagen y da signos de diálogo y apertura a las iglesias, a las religiones y a los jóvenes; sencillez, acogida, homilías pastorales más que intelectuales, afirma que quiere seguir el Vaticano II. Sin duda, su nueva función pastoral le cambiará su modo de pensar y de actuar. Por más que diga que sigue a su predecesor, su carisma, su personalidad y su estilo van a ser diferentes (en viajes, uso de medios, gestos).Como es inteligente, se dará cuenta que es necesario un cambio de rumbo, si la Iglesia quiere responder al mundo de hoy y a la descristianización de los países del primer mundo (desafección eclesial, falta de vocaciones, descrédito de la Iglesia, gente que deja la Igle-sia). Hay que darle un voto de confianza y pedir que el Espíritu le ilumine. No hay que ser profetas de calamidades.

Como conclusión práctica y positiva, hay que profundizar en el Vaticano II (Laboren Exer-cens, Sollicitudo Rei Socialis, Quadragésimo Anno), desde las opciones de la Iglesia de América Latina. El Vaticano II es un concilio para el tercer milenio, que todavía está en proceso de recepción.

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Querer vivir el seguimiento de Jesús al margen de la Iglesia es un engaño y una ilusión. En los ejercicios, Ignacio habla poco de la Iglesia, pero en la cuarta semana pone las reglas para sentir con la Iglesia, que aunque corresponden a otro momento histórico, mantiene principios válidos para hoy: creer que el Espíritu es el que rige la Iglesia y une a la Iglesia esposa con su esposo Cristo.

¿Cómo transmitir a los jóvenes de Fe y Alegría este sentido de Iglesia esencial al cristianismo?

2.7. Seguir a Jesús es vivir bajo la fuerza del Espíritu

Todo cuanto hemos dicho se entendería mal si se entendiese como un esfuerzo voluntarista que nos lleve a reconocer a Jesús como Señor. Convertirnos es aceptar su proyecto del Rei-no y su estilo de vida, formar parte de su comunidad. Esto es don y gracia del Espíritu, por ello, hemos de reflexionar finalmente sobre la misión y el significado del Espíritu en nuestra misión y hemos de comenzar diciendo que el Espíritu es el gran desconocido en el mundo y en la Iglesia. Ni siquiera en Teología hay un tratado de Pneumatología. El Espíritu es mis-terioso e invisible, muy diferente de Jesús que tiene figura, palabra, rostro e historia.

La Escritura nos habla del Espíritu a través de símbolos, la mayoría fluidos: viento, soplo, hálito, fuego, agua, aceite, nube, paloma, sello, perfume. En el Antiguo Testamento se dan pistas acerca del Espíritu:

- Es creador, está en el origen de la vida desde el comienzo de la creación: Gen 1,2: 2,7; Sal 6: 108: 30; Ez 37,10

- Es profético, suscita y mueve a los profetas, los cuales anuncian los tiempos mesiánicos, al Mesías, que estará lleno del Espíritu y vendrá para practicar el derecho y la justicia con los pobres: Is 11; Is 42; Is 61; Ex 36,23-27

- Es sapiencial e interior, llega al corazón y es el maestro interior: Sap 7, 22-8,1; Ex 36,24-29.

En el Nuevo Testamento, por su parte, hay diversas perspectivas. En Lucas el Espíritu prepa-ra la venida del Mesías, guía su vida y prosigue su obra en la Iglesia. Podríamos decir que el Espíritu precede a toda Cristofanía:

- Guía a Juan Bautista desde el seno de su madre (Lc 1: 15.41).- Desciende sobre María para que sea la madre de Jesús (Lc 1:26-38).- Jesús nace por obra del Espíritu y es ungido por el Espíritu en el bautismo (Lc 3: 21-22),

comienza la predicación en Nazaret haciendo suyo el oráculo de Ios 61 donde se habla del Mesías ungido por el Espíritu para dar buenas noticias a los pobres (Lc 4: 16-21), se

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estremece de gozo en el Espíritu porque a los pobres y sencillos les ha sido revelado el misterio de salvación (Lc 10:21-22).

- Espíritu hace nacer la Iglesia en Pentecostés (Hch 2) y guía a la Iglesia primitiva en su misión (Hch 4,31; 5,32; 8, 29.39; 10, .19; 13,2-4; 9,31).

En Juan el Espíritu es el que debe hacer nacer de nuevo (Jn 3: 3-8); es el don del Resucitado, que brotará del seno del Mesías (Jn 7: 36-39), que se les promete a los discípulos como abogado, defensor, consolador, que les llevará a toda verdad y les recordará lo que Jesús les ha dicho (Jn 14-17). Entregado en la cruz (Jn 19: 28-30), será derramado sobre los discípulos el día de Pascua (Jn 20).

Pablo habla del Espíritu como una realidad englobante, vida y libertad frente a la carne y a la muerte (Rm 8); fuente de carismas y ministerios en la Iglesia (1 Cor 12); nos hace parti-cipar de la vida del Resucitado. Hay una estrecha relación entre Cristo y el Espíritu.

En la vida de la Iglesia también podemos distinguir los diversos milenios:

- En el primer milenio se es consciente de que el Espíritu es el principio vital que mantiene unificada a la Iglesia (en medio de la diversidad), santa (en medio del pecado), católica (misionera y abierta a todas las culturas) y apostólica (en fidelidad a los apóstoles). Se afirma su divinidad en I Constantinopla, porque de lo contrario, no podríamos partici-par de la vida divina. Ireneo habla de las dos manos del Padre y de la mano del Espíritu que está muy presente en la Iglesia.

- En el segundo milenio hay un olvido del Espíritu, que parece identificarse exclusivamen-te con la jerarquía, con la consiguiente minusvaloración de los carismas, profecía, laicos, culturas, Iglesias locales, etc. La consecuencia es la división de las Iglesias del Oriente y de la Reforma.

- En el tercer milenio, tras unos movimientos surgidos por el Espíritu (bíblico, litúrgico, patrístico, ecuménico, pastoral) Juan XXIII abre las ventanas de la Iglesia al soplo del Es-píritu en el Vaticano II, que es un verdadero Pentecostés. En LG, 4 se hace una síntesis de la acción del Espíritu en la Iglesia, que nos recuerda la perspectiva del Primer milenio:

“Consumada, pues, la obra que el Padre confió al Hijo en la tierras (cf Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que indeficientemente santificara a la Igle-sia, y de esta forma los que creen pudieran acercarse al Padre por Cristo en un mismo Espí-ritu (cf Ef 2,18). Él es el Espíritu de la vida o la fuente de agua que salta hasta la vida eterna (cf Jn 4, 17; 7, 38-39), por quien vivifica el Padre a todos los muertos por el pecado, hasta que resucita en Cristo sus cuerpos mortales (cf Rm 8,10-11). El Espíritu habita en la iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo (1 Cor 3, 16; 6, 19), ora en ellos, y da testimonio de su adopción como hijos (cf Gal 4,6; Rm 8,15-16.26). Guía a la Iglesia a la

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plenitud de la verdad (cf Jn 16,13), la unifica en la comunión y en el ministerios, la instruye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos, y la embellece con sus frutos (cf Ef 4, 11-12; 1 Cor 12,4; Gal 5, 22). Hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús “¡Ven!”(cf Apoc 22, 17)”. (LG 4).

Pero el Espíritu no se limita a la Iglesia, sino que es derramado sobre toda la humanidad y la creación, todo lo vivifica y renueva desde dentro (Sal 104, 30).

Vaticano II ha llamado la atención sobre esta misteriosa presencia del Espíritu en la historia, que se manifiesta sobre todo, a través de los signos de los tiempos (GS 4; 11; 44). Entre estos signos que hay que discernir, podemos distinguir el clamor de los pobres, de los indígenas, de las culturas, de los jóvenes, de las mujeres, de los movimientos pacifistas, ecologistas y de los que sueñan otro mundo posible. En las religiones no cristianas, se des-cubre hoy la presencia misteriosa pero eficaz del Espíritu, lo cual invita al diálogo religioso. En América Latina, sin duda el movimiento de la liberación, en todas sus dimensiones, es fruto del Espíritu.

Dos misiones trinitarias:

En resumen podemos decir que hay dos misiones trinitarias, la del Hijo y la del Espíritu, diferentes y complementarias:

- El Hijo visible y encarnado en Jesús, el Espíritu invisible e interior a nosotros.

- El Hijo con nombre, Jesús; el Espíritu anónimo y sin nombre.

- El Hijo se encarna en un hombre; el Espíritu actúa a través de personas y grupos.

- El Hijo se manifiesta en un momento histórico; el Espíritu actúa desde el comienzo de la creación hasta el fin, fecunda las culturas y las religiones, mueve la historia, libera la creación hasta llegar a la escatología.

- El Hijo es revelado por la Palabra; el Espíritu hace que la Palabra sea conocida y asimila-da vitalmente.

- El Hijo pasó haciendo el bien, murió y resucitó; el Espíritu lo hace nacer de María, guía su vida, lo resucita, hace nacer la Iglesia y es el que vivifica a través de carismas, sacra-mentos, profetas, santos etc.

Oriente, siempre sensible al Espíritu, ha expresado muy bien su acción en un texto ya clá-sico: Sin Él (Espíritu Santo), Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es

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letra muerta, la Iglesia es una pura organización, la autoridad es tiranía, la misión es propa-ganda, la liturgia es simple recuerdo y la acción humana es una moral de esclavos.”Pero en el Espíritu, y en su sinergia indisociable, el cosmos es liberado y gime en el alum-bramiento del Reino, el hombre lucha contra la carne, Cristo resucitado está aquí, el Evan-gelio es una fuerza vivificadora, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, la acción humana es divinizada” (I. Hazim en Upsala 1968).

Digamos, para acabar, que en los ejercicios Ignacio habla muy poco del Espíritu, sin duda para no despertar sospecha de alumbrado. Pero los ejercicios se llaman espirituales porque sin duda el Espíritu es el agente y motor de todo el proceso: experiencia espiritual, con-versión, conocimiento y seguimiento del Cristo pobre y humilde; discernimiento, elección, en todo poder amar y servir. Ignacio no propone la meditación de Pentecostés, porque Pentecostés para él no es un evento del pasado sino una realidad actual en la Iglesia y el mundo de hoy.

¿Cómo iniciar a los jóvenes de Fé y Alegría a esta visión y experiencia del Espíritu?

3. ALGUNAS OPCIONES DEL SEGUIMIENTO DE JESÚS HOY EN AMÉRICA LATINA

En los ejercicios todo se orienta a la elección, fruto del discernimiento, juntamente con la contemplación de la vida de Jesús. Luego de haber visto en qué consiste seguir a Jesús, hemos de preguntarnos cómo se puede concretar en la situación actual de América Latina, pero antes, podemos plantear una cuestión previa: las opciones liberadoras de la Iglesia de América Latina de los años 60-70 ¿tienen todavía vigencia hoy?

Ciertamente el panorama social y eclesial ha cambiado en estos años. El socialismo ha sido derrotado en el Este, el neoliberalismo se alza como único camino de salvación, se habla del fin de la historia, han caído las utopías y los grandes relatos han entrado en crisis en la postmodernidad. En casi toda América Latina han desaparecido las dictaduras que suscita-ron posturas proféticas y martirio, la Iglesia ha entrado en un invierno lleno de espesa nie-bla, ya casi no se habla de liberación, parecemos estar más cerca del exilio que del éxodo. Sin embargo, la situación económica de los pobres ha empeorado, ya no son explotados sino excluidos, desechados, víctimas del sistema neoliberal. Por esto la necesidad de libera-ción socio-económica se hace todavía más urgente y necesaria. De otra parte, el surgimien-to de movimientos sociales, de indígenas, de mujeres, algunos cambios políticos y el Foro Social Mundial con su grito de otro mundo es posible, están indicando que algo se mueve en América Latina, a lo cual la Iglesia no puede ser ajena.

La experiencia de estos años también nos ha enseñado que hay que abrirse no sólo a lo socioeconómico, sino también a lo cultural, religioso, género, Ecología, dimensiones afecti-vas y sexuales, como también a los nuevos actores: mujeres, jóvenes, indígenas y afroame-

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ricanos, que no son sólo problema, sino indicios de solución. Además hay que profundizar más algunas cuestiones teológicas como el misterio pascual de la muerte y la resurrección, el Espíritu, la eclesiología y la escatología.

También hemos aprendido a ser más humildes y realistas en las propuestas de praxis: hay que partir de la cotidianidad y de lo micro para llegar a lo macro, de la pequeña porción de levadura para fermentar toda la masa. Intentemos formular algunas opciones concretas sobre estos supuestos del seguimiento de Jesús hoy en América Latina:

Antes de bajar a posturas concretas, digamos que seguir a Jesús en América Latina supone un cambio radical de actitud. Hay que superar el divorcio entre la fe y la vida. Esto implica un cambio de mentalidad y de práctica cristiana. Es pasar de una religión meramente so-ciológica y tradicional a una fe personal y comprometida; pasar de una religión reducida a doctrinas y conceptos, a una fe viva y existencial; pasar de una religión espiritualista y dua-lista, a una fe que integre la historia; pasar de una religión intimista y meramente privada, a una fe pública, que se hace presente y se compromete con la historia, la ciudadanía y la política; pasar de una religión individualista, a una fe comunitaria y eclesial; de una religión neutral a una fe comprometida y solidaria con los sectores empobrecidos de la sociedad; pasar de una religión encerrada en sí misma a una fe que anuncie el Reino y el Evangelio de Jesús con la palabra y el testimonio de la vida. Este cambio de actitud es fruto de una nueva evangelización, como propuso Juan Pablo II y ha sido recogido en el documento de Santo Domingo.

3.1 Opción evangélica y preferencial por los pobres

Éstos son los empobrecidos, los excluidos, las víctimas de sistemas económicos y sociales injustos y de las estructuras de pecado. Son los sin trabajo, los que emigran al exterior, los que no pueden llevar el pan a sus mesas, los niños de la calle, los desnutridos, las mujeres, los enfermos, los ancianos. El deseo de Juan XXIII de que la Iglesia fuera la Iglesia de to-dos, pero en especial de los pobres, asumido por Juan Pablo II (LE 8; TMA, 51) y por las asambleas de Medellín, Puebla y Santo Domingo, debe ser la forma concreta de seguir hoy a Jesús en América Latina. Esto implica no sólo la denuncia de la inequidad del sistema neoliberal, sino el compromiso por construir otro modelo de sociedad, que se aproxime más al proyecto del Reino de Dios de Jesús. Esta opción conduce a una verdadera experien-cia espiritual al descubrir en los rostros sufrientes de los pobres, el rostro del Señor (Santo Domingo 178).

No se trata de paternalismo, sino de solidaridad, para que los pobres sean actores de una transformación social que se acerque al Reino de Dios. A este objetivo se debe orientar la educación liberadora de Fe y Alegría que comienza donde se acaba el asfalto.

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3.2 Asumir la pluralidad de culturas, tanto originarias como modernas

La Iglesia que, de ordinario, ha sido más sensible al pobre que al diferente, debe abrirse hoy a la sociedad latinoamericana pluricultural y pluriétnica. El Espíritu de Pentecostés que unió en una misma fe a los que provenían de culturas diferentes, hoy debe también guiar el proceso de nueva evangelización de América Latina, tal como Santo Domingo lo propu-so, tanto respecto a las culturas originarias (Santo Domingo 243-251) como a la cultura moderna y postmoderna (Santo Domingo 252-262). Así la fe no será un barniz superficial sino que penetrará el corazón y raíces de la vida. En esto es que deb e diferenciarse la nueva evangelización de la primera evangelización. Para Fe y Alegría ello implica una sensibilidad por lo cultural y una inculturación de la educación en las respectivas culturas, con apertura a la modernidad y postmodernidad.

3.3 Compromiso especial con las mujeres y los jóvenes

En América Latina, la pobreza tiene rostro femenino; pero además, las mujeres sufren ex-plotación sexual y diversas formas de exclusión social e incluso eclesial. Hay que reconocer y defender su dignidad y sus derechos en la sociedad y en la Iglesia e incorporarlas a los pro-cesos de toma de decisión en los ámbitos de la familia, trabajo cultura, sociedad, política e Iglesia, en reciprocidad y diálogo con el varón (Santo Domingo 104-110). Hay que dejar espacios de libertad para que la mujer pueda expresar su genio femenino en la sociedad y la Iglesia (pastoral, espiritualidad, Teología). Esto implica asumir la cuestión de género que afecta tanto a varones como a mujeres.

Los jóvenes, tan excluidos y marginados, deben ser acogidos en su riqueza y potencial renovador en la sociedad y en la Iglesia (Santo Domingo 111-120). Estos son los agentes privilegiados de cambio social a los que se dedica Fe y Alegría.

3.4 Búsqueda de nuevos modelos de sociedad

Ante la crisis del sistema neoliberal y de las democracias restringidas que experimentan y sufren nuestros pueblos, los cristianos, junto con otros sectores de la sociedad, deben ir bus-cando alternativas sociales, económicas y políticas al actual sistema. El grito de otro mundo es posible, lanzado en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, el surgimiento de nuevos movimientos sociales, políticos y culturales, exigiendo un cambio de rumbo en la política, la democracia y la economía, no pueden dejar indiferentes a los miembros de la Iglesia, que deben discernir, en estas voces, el deseo de algo nuevo, un signo de los tiempos, y deben buscar, juntamente con otros actores, nuevas formas de convivencia y otros modelos de economía. Se requieren propuestas nuevas y compromisos en el campo de la ciudadanía. A este nuevo modelo de sociedad hay que orientar la educación de Fe y Alegría.

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3.5 Fortalecer la vivencia eclesial

El crecimiento de numerosos nuevos movimientos religiosos en América Latina (las lla-madas sectas), en gran parte debido a la búsqueda de muchos de una experiencia co-munitaria viva, orante, festiva, sanante y participativa, es un llamado de atención para la Iglesia católica. La postmodernidad también postula una mayor atención a las dimensiones personales, afectivas y comunitarias. Hoy el seguimiento de Jesús en América Latina, pasa por el fortalecimiento del sentido comunitario y eclesial, formando parte de comunidades eclesiales concretas al estilo de las comunidades eclesiales de base u otras semejantes, donde la fe se pueda vivir en un contexto humano y comunitario y la Palabra y la Eucaristía iluminen la vida y estimulen a un compromiso profético con la realidad.

La tarea pastoral más urgente es la de formar comunidades donde la fe y los sacramentos se puedan vivir de modo vivencial y comprometido y en las que se puedan incorporar los jóvenes. Sin comunidad real, el pueblo vive indefenso frente a los embates de las más di-versas ideologías, culturales, políticas y religiosas. A 40 años de la clausura del Vaticano II, la Iglesia de América Latina todavía no vive plenamente la eclesiología de comunión.

De parte de los evangelizadores se requiere también una postura nueva, una nueva ecle-sialidad, que implica una colaboración más estrecha con laicos y religiosos/as en el trabajo apostólico, tal como ya se está dando en Fe y Alegría. No sólo hay que ser hombres para los demás sino con los demás. Es lo que se llama nuevo sujeto apostólico.

3.6 Defender la tierra, los recursos naturales y la Ecología

Ante la terrible explotación mercantilista y la privatización de los recursos naturales por parte de minorías nacionales y extranjeras que buscan solamente su propio provecho, la Iglesia debe tomar una postura crítica, defendiendo un desarrollo sostenible para todos y respetando los recursos naturales y la Ecología de la tierra, nuestra madre común, creada por Dios. Los campesinos, las poblaciones indígenas y los sectores más pobres, son las pri-meras víctimas de este saqueo devastador de la tierra. Al clamor de los pobres se suma hoy el clamor de la tierra, que gime por haber sido sometida a esclavitud (Rm 8,22). La defensa de la tierra forma hoy parte de la opción por los pobres.

3.7 Suscitar esperanza en el Dios de la vida

Frente a tantos problemas, violencias, injusticias y males que sufren hoy los pueblos de América Latina, no podemos dejarnos llevar por el pesimismo. Hay que reconocer los sig-nos de vida y esperanza que se dan en el pueblo (nuevos grupos sociales e indígenas, mo-vimientos de mujeres, de derechos humanos, nuevas propuestas, fe del pueblo sencillo, ac-

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ciones solidarias,etc.). En todos ellos vemos signos del Espíritu que quiere renovar la tierra. Nuestra fe en el Dios de la vida, que resucitó a Jesús y con su Espíritu todo lo llena y guía a la humanidad hacia la plenitud escatológica del Reino, se convierte en fuente de esperanza pascual que hemos de suscitar en el pueblo. Otro mundo, otra Iglesia es posible. El mismo Jesús que nos invitó a seguirlo como sus discípulos y nos envío a ser discípulos de todas las gentes, es el que nos acompaña en nuestra misión. Como los discípulos de Emaús, a pesar de todas las desilusiones, sabemos que alguien camina con nosotros y cuando el día se oscurece, parte con nosotros el pan (Lc 24, 13-27).

4. CONCLUSIÓN

La realidad de América Latina, continente pobre y cristiano, exige una nueva evangeliza-ción. Ésta nos lleva a profundizar en qué consiste ser cristiano hoy y nos remite a la voca-ción del Señor que nos llama a su seguimiento, para que estemos con Él en su comunidad y prosigamos su misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios. Podemos afirmar que seguir a Jesús constituye la esencia de la vida cristiana, que luego se historiza en los diversos contextos culturales y se puede concretar en la misión de Fe y Alegría en América Latina.

En momentos de crisis y cambio de época, hemos de volver a las raíces de la vida cristiana, a ser discípulos, siguiendo a Jesús hoy. Como los primeros discípulos, que al oír que Juan Bautista decía que Jesús era el Cordero de Dios, siguieron a Jesús (Jn 1,37)

Estos elementos pueden ayudar a formular un marco teológico para orientar el trabajo educativo y pastoral de Fe y Alegria en América Latina.

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