Tras las huellas de Nin

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Jaime Fernández – Blanco “Tras las huellas de Nin” 1 TRAS LAS HUELLAS DE NIN El 16 de Junio de 1937 era detenido en Barcelona Andreu Nin, líder del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM. Seis días después, desaparecía sin dejar rastro de su celda en la prisión de Alcalá de Henares, en Madrid, donde había sido recluido. Más de setenta años después la gran pregunta sigue en el aire: ¿Dónde está Andreu Nin? “El mismo día que se aprobó el nombre de Nin hubo jaleo (…) El concejal del PP decía que era un defensor de la dictadura soviética que no había nacido ni muerto en Barcelona. Los del PSOE decían que era simplemnte un defensor de la revolución…un lío, pero al final se aprobó y aquí estamos”. La que habla es Mercè Pérez, directora de la nueva biblioteca Gòtic-Andreu Nin, inaugurada el pasado 2 de Mayo y situada en el mismo edificio que un día albergó la sede del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en la Plaça del Teatre. “Yo creo que el nombre le va bien a la biblioteca. No sólo por el edificio, sino por lo que él aportó a la literatura española y catalana”.

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¿Dónde está Andreu Nin? ¿Qué ha sucedido con el cuerpo del líder del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM? Trabajo final de Jaime Fernández-Blanco, realizado para el Master en Periodismo BCNY, Mayo de 2010

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TRAS LAS HUELLAS DE NIN

El 16 de Junio de 1937 era detenido en Barcelona Andreu Nin, líder del

Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM. Seis días después,

desaparecía sin dejar rastro de su celda en la prisión de Alcalá de

Henares, en Madrid, donde había sido recluido.

Más de setenta años después la gran pregunta sigue en el aire:

¿Dónde está Andreu Nin?

“El mismo día que se aprobó el nombre de Nin hubo jaleo (…) El concejal

del PP decía que era un defensor de la dictadura soviética que no había

nacido ni muerto en Barcelona. Los del PSOE decían que era simplemnte

un defensor de la revolución…un lío, pero al final se aprobó y aquí

estamos”.

La que habla es Mercè Pérez, directora de la nueva biblioteca Gòtic-Andreu

Nin, inaugurada el pasado 2 de Mayo y situada en el mismo edificio que un día

albergó la sede del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en la Plaça

del Teatre.

“Yo creo que el nombre le va bien a la biblioteca. No sólo por el edificio,

sino por lo que él aportó a la literatura española y catalana”.

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La historia es una simple anécdota, pero refleja perfectamente el clima de

tensión y debate que suele ir asociado al nombre de Andreu Nin, líder del

POUM y protagonista de uno de los capítulos más oscuros del bando

republicano en la Guerra Civil española.

Nin, fue uno de los líderes revolucionarios más importantes de la España del

siglo XX y su historia es probablemente uno de los más desgarradores

ejemplos de la crudeza de la guerra y la brutalidad del totalitarismo.

A lo largo de los años se ha sacado a la luz buena parte del misterio que ha ido

aparejado a su muerte. El tiempo transcurrido ha permitido recabar una enorme

cantidad de información que, poco a poco, ha aportado algo de claridad a los

sucesos ocurridos en aquel lejano mes de junio de 1937.

Sin embargo aún quedan preguntas por responder:

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¿Qué ocurrió exactamente? ¿Cómo se llevo a cabo la operación? ¿Dónde

murió Andreu Nin?

La forja.

El Vendrell es un municipio de Tarragona, situado aproximadamente a

cuarenta kilómetros de la capital de la provincia. La localidad, con una

población cercana a los 36 mil habitantes, es bastante conocida. La primera

razón es que ostenta el rango de capital de la comarca del Baix Penedés; la

segunda, su gran tradición castellera a través de la colla Nens del Vendrell; y

finalmente, por ser el lugar de nacimiento del famoso compositor catalán y

violoncelista Pau Casals.

Sin embargo este último no es el único vecino ilustre del municipio. El 4 de

Febrero de 1892 nacía el primogénito de Manuel Nin, un zapatero remendón de

la localidad, y su esposa Antonìa Pérez. El humilde matrimonio le puso al chico

el nombre de Andreu.

17 años más tarde, Andreu Nin i Pérez llegaba a la gran ciudad de Barcelona,

donde esperaba completar sus estudios de magisterio. Sin embargo, el azar

terminaría encaminando sus pasos por otros derroteros, hasta convertirle, años

después, en una de las figuras más importantes del movimiento obrero catalán.

Quizá por su origen humilde o por su propio carácter idealista, la convulsa

actividad de la ciudad ejerció un atractivo inmediato en el joven Nin, que no

tardó en dirigir sus pasos hacia la política. Al principio, desde una posición más

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moderada, como miembro de la Unión Federal Nacionalista Republicana

(UFNR) y su diario, Poble Catala, donde ya dejaría muestras de su postura,

cercana a la izquierda nacionalista:

“Nosotros somos nacionalistas porque la ‘nación’ es para nosotros la

unidad orgánica ‘autonomista’ de la federación. Una nación no está

determinada por los caracteres etnográficos, por la situación geográfica o

por los antecedentes históricos, sino que está determinada por la voluntad

de quienes la componen, el sentimiento de la propia personalidad, tan

arraigado, como decimos, al alma de Cataluña.”

Precisamente en la prensa política encontró Nin su sitio, colaborando en los

años sucesivos con diferentes medios relacionados, a su vez, con los

diferentes grupos políticos a los que se acercó: Poble catalá, la Barricada,

Justicia Social, etc.

El pensamiento de Nin poco a poco giró hacia posiciones más radicales. Pasó

por la Agrupación Socialista de Barcelona, hasta hacerse miembro en 1918 del

sindicato de profesiones liberales, estaba adherido a la CNT, y del que terminó

siendo secretario del comité nacional. Fue este un momento importante en la

vida de Nin, ya que en aquellos días el anarcosindicalismo era el movimiento

obrero más potente y él pudo tomar contacto con dirigentes de la talla de

Salvador Seguí, Ángel Pestaña o su futuro colega en el POUM, Joaquín

Maurín.

Las actividades revolucionarias de Nin acabaron pasándole factura, siendo

arrestado en varias ocasiones e incluso llegando a conocer la cárcel durante

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breves períodos de tiempo a lo largo de su vida. En 1921 su situación se

amenazada, ya que el 8 de Marzo de ese año era asesinado el político liberal–

conservador Eduardo Dato y Nin fue relacionado con el magnicidio por las

autoridades españolas.

Aunque no estaba relacionado con el caso, decidió aprovechar la invitación de

la CNT para asistir al I Congreso de la Internacional Sindical Roja y viajó a

Moscú, donde conocería de primera mano el proceso revolucionario soviético,

por el que manifestaba cierta simpatía.

El paraíso del proletariado.

Con el triunfo de la revolución rusa, la CNT y la UGT se adhirieron a la III

Internacional que dicha revolución propugnaba. Nin tuvo un papel destacado en

la defensa de dicha decisión:

“Yo soy un fanático de la acción, de la revolución; creo en los actos más

que en las ideologías lejanas y en las cuestiones abstractas. (...) Soy un

admirador de la revolución rusa porque ella es una realidad. (...) Soy

partidario de la Tercera Internacional porque ella es una realidad, porque

por encima de las ideologías representa un principio de acción, un

principio de coexistencia de todas las fuerzas netamente revolucionarias

que aspiran a implantar el comunismo de una manera inmediata”

En el año 1921 llegó a Moscú como agregado en la delegación de la CNT y no

tardó en abrazar los principios del marxismo, al constatar la necesidad de un

partido político que pusiera en marcha y dirigiera la revolución. Su contagio fue

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casi lógico en aquellos días, en que la ciudad bullía de ardor revolucionario tras

la victoria en la guerra civil. Andreu observó las nuevas medidas sociales y

laborales, conversó con algunos de los líderes más destacados del Partido

Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y se empapó de los cambios

culturales que la revolución había traído al pueblo ruso. La URSS, acabaría por

marcar finalmente su futuro.

Cuando la CNT rompió con la III Internacional en 1922, él fijó su residencia en

Moscú y en pocos años se hizo un nombre allí. Era miembro del Partido

Comunista, delegado del soviet de Moscú y secretario general adjunto de la de

la Internacional Sindical Roja (Profintern),la federación sindical internacional

cuyos propósito era coordinar y organizar la labor sindical del movimiento

comunista. En palabras de su amigo y compañero en el POUM, Wilebaldo

Solano:

“Todos los que le conocieron en aquellos tiempos comprobaron que Nin

se había adaptado perfectamente a la vida de Rusia. Casado con una

joven militante rusa, Olga Tareeva, Nin había tenido dos hijas, Ira y Nora,

hablaba y escribía la lengua del país, admiraba los grandes clásicos y los

estudiaba a fondo, en sus períodos de descanso, con la intención de

traducirlos al catalán y al castellano. Pero por encima de todo, estaba

literalmente enamorado del pueblo ruso, y elogiaba sin cesar su

espontaneidad, su humanidad, su sencillez y su entusiasmo

revolucionario.”

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Andreu Nin y Wilebaldo Solano.

Sin embargo las cosas no tardarían en cambiar.

En 1924 moría Lenin, dejando un inmenso hueco en la jefatura del estado

soviético. Poco después comenzaron las luchas entre las dos alas mayoritarias

del PCUS. Por un lado la vertiente más izquierdista, encabezada por Trotski,

cuyos seguidores –entre los que se encontraba Nin- eran partidarios de

continuar la revolución a nivel internacional. Por el otro, el ala más

conservadora, que formaban Stalin, Kamenev y Zinoviev, partidaria de asentar

la dictadura del proletariado en su país antes de exportarla a nivel

internacional. La victoria quedo finalmente del lado de Stalin.

Nadie podía presagiar la era de terror que se avecinaba.

Las tesis de la democracia obrera de Lenin dieron paso a una auténtica

dictadura en manos de Stalin que se hizo con el control absoluto del país,

acabando con todos aquellos que mantuvieron una postura contraria. Trotski

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fue expulsado del partido por contrarrevolucionario, exiliado en Kazajstán y

finalmente expulsado de la URSS. No fue suficiente. Murió asesinado en

México en 1940 por orden de su antiguo camarada. Similar o peor suerte

sufrieron millones de personas hasta la muerte de Stalin en 1953.

León Trotski.

Nin comprendió rápidamente la situación que se estaba gestando en la Unión

Soviética y decidió salir del país antes de que fuera demasiado tarde. Tuvo

más libertad que otras figuras políticas, quizá por el hecho de ser extranjero.

Sin embargo fue apartado de las actividades oficiales, por lo que se dedicó en

sus últimos años a poner en marcha las traducciones de las ediciones literarias

del Komintern. Tarea a la que se dedicaría con verdadero ahínco, tal y como él

mismo explicó a su amigo Joaquín Maurín, en 1928:

“Trabajo como un condenado. Además del trabajo para vosotros, estoy

traduciendo al catalán obras literarias. Dentro de unas semanas tendré

terminada mi traducción de ‘Crimen y Castigo’ de Dostoievski. Puig i

Ferreter, que ha recibido ya la mayor parte de la traducción, está

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entusiasmado con ella. Estoy además escribiendo para la editorial de

Andrade, Vayo y Ariquistain, etc., sin contar con que leo y estudio mucho.

Nada, no menos de 12 horas diarias de trabajo.”

Tras nueve años en la URSS, Nin consiguió salir del país en 1930. Poco

después su familia le siguió los pasos. Andreu Nin regresaba a España con el

objetivo de liderar la revolución obrera en su propio país.

El POUM.

Tras su regreso, Nin tardó poco tiempo en volver a entrar en política. El

clima de tensión del gobierno de Alfonso XIII aumentó su fe en el movimiento

obrero y poco después, en 1935, su grupo, Alianza Obrera, y el Bloque Obrero

Campesino (BOC) de Joaquín Maurín se unieron con la intención de formar un

partido fundamentalmente revolucionario: El partido Obrero de Unificación

Marxista.

Con el estallido de la Guerra Civil el 18 de Julio de 1936, Nin tomó el relevo de

Maurín al frente del partido, asumiendo el cargo de secretario ejecutivo, ya que

éste cayó preso del bando nacional en Zaragoza.

Desde las elecciones generales de Febrero de 1936 el POUM estaba presente

en el gobierno de la Generalitat como adscrito al Frente Popular, que agrupaba

a la mayoría de partidos de izquierda y a buena parte de los nacionalistas. Si

bien el POUM dejó bien claro que su apoyo era transitorio y que ellos

apostaban por continuar la revolución. El 6 de Septiembre, con motivo de la

llegada al gobierno del socialista Largo Caballero, el “Lenin español”, Nin dijo:

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“El gobierno actual representa, indudablemente, un paso adelante

respecto al anterior; pero es un gobierno del Frente Popular, es un

gobierno que responde a la situación anterior al 19 de Julio, es decir,

cuando no se había producido la insurrección obrera y, en este sentido , si

bien con relación al gobierno anterior significa un paso adelante, en

relación a la situación presente representa un paso atrás. La consigna de

la clase trabajadora en los días que vienen es: ¡Fuera del gobierno

ministros burgueses y viva el gobierno de la clase trabajadora!”

Nin desempeñó durante ese periodo el cargo de consejero de justicia, en el que

realizó una importante gestión. Puso frenó a todos las ejecuciones para

proceder a su revisión y creó mediante decreto los tribunales populares para

reprimir el fascismo.

Nin, como consejero de justicia de la Generalitat

Mientras tanto, las noticias de las purgas iban llegando desde la URSS. El

POUM, con Nin a la cabeza, no dejó de criticar las monstruosas tácticas

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represivas de Stalin, quien había acabado con buena parte de la élite del PCUS

-incluyendo a todos aquellos que le ayudaron a auparse al poder-, así como

con la vida de miles de ciudadanos. Ante la embestida estalinista, Nin pidió en

Diciembre al gobierno de la Generalitat que se concediera asilo político a

Trotski, lo que fue visto como una provocación por los comunistas del Partido

Socialista Unificado de Cataluña (PSUC).

Gracias al apoyo que la URSS había dado a la república, los comunistas en

España habían experimentado un avance considerable. Esto no gustó al resto

de formaciones revolucionarias, que veían como los comunistas, de la mano de

Stalin, se posicionaban para convertirse en el único referente del movimiento

obrero del país. Uno de los primeros afectados por esta situación fue el POUM,

cuando las continuas presiones del PSUC precipitaron la salida del gobierno de

la Genealitat de Andreu Nin.

Día tras día las tensiones entre las diferentes fuerzas políticas –CNT, FAI,

UGT, POUM, PSUC, ERC, etc.- no dejaban de aumentar. Los movimientos

como el POUM o los anarquistas creían que con la guerra había llegado

también el momento de implantar la revolución obrera, tomando el poder de las

instituciones y posicionándose para que la dictadura del proletariado fuera un

hecho. Por su, parte los partidos menos radicales y los comunistas preferían

limitar las acciones a ganar la guerra, frenando el ímpetu de los

revolucionarios. Aun así, pocos imaginaban el caos que se avecinaba.

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Los hechos de Mayo.

A las 15:45 del 3 de Mayo de 1937 un grupo de camiones de la guardia de

asalto recorrió a toda velocidad el Passeig de Gràcia de Barcelona, en

dirección a la Plaza Catalunya. Los 200 efectivos del convoy, a las órdenes del

comunista Eusebio Rodríguez Salas, se dirigieron a la entrada principal del

edificio de la Telefónica, al otro lado de la plaza, en poder de los anarquistas

de la CNT-FAI desde el comienzo de la guerra en Julio de 1936.

La fuerza pública irrumpió en el edificio empuñando sus armas y al grito de

“¡Arriba las manos!”, consiguiendo reducir a los pocos cenetistas que estaban

en la entreplanta, la mayoría de ellos, almorzando.

La suerte fue distinta en los pisos superiores. Los anarquistas tomaron

rápidamente posiciones y consiguieron repeler el asalto, obligando a los

guardias a replegarse.

Las noticias del ataque corrieron como la pólvora entre las diferentes

organizaciones y partidos políticos, y el POUM, no tardó en posicionarse a

favor de la CNT-FAI. Del otro lado quedaron las fuerzas de la Generalitat, el

PSUC y Esquerra Republicana. El golpe había fallado estrepitosamente y las

consecuencias fueron bien visibles de la noche a la mañana.

A las pocas horas las barricadas empezaron a levantarse por el centro de la

ciudad. Los grupos de milicianos solicitaban documentación a los transeúntes,

los intercambios de disparos eran más que frecuentes y los muertos se

contaban por decenas en cada bando. Grupos de anarquistas trataron de tomar

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el control de la Generalitat, donde ante la difícil situación se creó un nuevo

gobierno provisional. Mientras, el gobierno central clamaba por controlar las

calles y los líderes de las diferentes facciones intentaban que se volviera a la

normalidad.

Barricadas en las calles de Barcelona. Mayo del 37. A la izquierda, el Paral-lel. A la derecha, la Plaça del Teatre, en las

Ramblas.

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Los días 4 y 5 fueron los más duros, con enfrentamientos a lo largo de Ciutat

Vella y en el Eixample, especialmente en las cercanías del Passeig de Gràcia.

El alto el fuego no llegó hasta el día 7, cuando tropas enviadas por el gobierno

central cercaron los puntos clave de la ciudad y obligaron a las diferentes

partes a alcanzar un acuerdo.

El famoso escritor George Orwell había llegado a España en Diciembre de

1936, como muchos otros, con la idea de combatir el fascismo. A su llegada, el

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clima revolucionario que se respiraba en Barcelona hizo que terminara

afiliándose en las milicias del POUM y con ellos luchó en el frente de Aragón,

hasta que fue herido y enviado a retaguardia. Sin embargo, a su vuelta a la

ciudad, pocos días antes de los enfrentamientos de Mayo, el ambiente había

cambiado radicalmente. Tal y como explicaba en su novela, Homenaje a

Cataluña:

“La atmósfera revolucionaria había desaparecido (…) El cambio en el

aspecto de las gentes era increíble. El uniforme de la milicia y los monos

azules habían desaparecido casi por completo; la mayoría parecía usar

esos elegantes trajes veraniegos en los que se especializan los sastres

españoles. En todas partes se veían hombres prósperos y obesos,

mujeres bien ataviadas y coches de lujo (…) Los oficiales del nuevo

Ejército Popular, un tipo que casi no existía cuando dejé Barcelona, ahora

abundaban en cantidades sorprendentes.”

La ciudad de Barcelona se convirtió en esos días en una zona de guerra dentro

de la propia Guerra Civil, con escenas más propias del frente que de la

retaguardia, tal y como explica en otro pasaje de su obra, el escritor inglés:

“Recuerdo a un hombre, que agitando un pañuelo blanco en cada mano,

atravesó corriendo la Plaza de Cataluña, totalmente vacía. Y también el

grupo de personas, todas vestidas de negro, que durante una hora

trataron una y otra vez de cruzar la misma plaza, sin poder lograrlo.

Cada vez que emergían de la calle central, las ametralladoras del PSUC

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apostadas en el hotel Colón abrían fuego y las obligaban a retroceder,

aunque era evidente que iban desarmadas.”

Los hechos precipitaron la pérdida por parte de la Generalitat, de las

competencias de Defensa y Seguridad Interior y acabaron con la presidencia

de Largo Caballero al frente del gobierno de la república. Éste, representante

del ala más radical del PSOE, había actuado hasta entonces como garante de

las organizaciones obreras, pero tras su caída en desgracia la CNT-FAI perdió

a su principal valedor. Días después tomaba la presidencia el también

socialista Juan Negrín, pero ya sería tarde para los anarquistas, que

desaparecerían del gobierno.

Sin embargo el golpe más duro sería para el POUM, que no contaba con el

apoyo masivo que sí tenían la CNT y la FAI. Los Fets de Maig de 1937 fueron

la gota que colmó el vaso de la paciencia comunista. El PSUC, el PCE y los

soviéticos, culparon al POUM de ser el partido instigador de lo ocurrido y se

puso en marcha una campaña de desprestigio en los medios comunistas

(Ahora, Treball, Mundo Obrero, etc.) en los que se acusaba al partido de Nin de

contrarrevolucionario y agente encubierto del fascismo. Con ello, los

comunistas realizaron una inmejorable jugada, consiguiendo quitar de en

medio a sus enemigos políticos y reforzar su posición, aún en minoría, en el

gobierno de España.

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Cartel comunista de la época.

Sin embargo, los dirigentes del POUM negaban aquellas acusaciones alegando

que el levantamiento había sido llevado a cabo por los trabajadores de manera

independiente. Ahora bien, aunque el POUM no había puesto en marcha los

sucesos ni los deseaba, no iba a desentenderse de ellos. El día 7 La Batalla,

órgano de expresión del POUM, publicaba una nota en la que demandaba a los

obreros el cese de las hostilidades, si bien advertía que había que mantenerse

vigilantes:

“¡Camaradas!

Con la lucha de estos días, el proletariado de Barcelona ha evidenciado

su voluntad inquebrantable de no tolerar la menor provocación

contrarrevolucionaria. Desbaratado el intento por la magnífica reacción de

la clase obrera, se impone la retirada. Pero ésta sólo puede efectuarse

mediante las siguientes condiciones:

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RETIRADA DE LA FUERZA PÚBLICA DE LA CALLE.

LA CLASE TRABAJADORA DEBE CONSERVAR LAS ARMAS.

El cumplimiento de estas condiciones, perfectamente aceptables, puede

poner término a la lucha, evitar un derramamiento de sangre y dar a los

camarada que combaten en el frente la confianza y la moral que tan

necesarias les son en la lucha contra nuestro mortal enemigo: el fascismo

EL COMITÉ EJECUTIVO.”

La disolución del POUM.

A partir de entonces los acontecimientos se precipitaron sin freno. El

dirigente de la CNT, Ramón Liarte, recordaba:

“Le dijimos [A Nin]: Estás jugando con fuego. Estamos en condiciones de

demostrarte, por informes que tenemos, que van por ti ¡Y no haces caso!

Un día de estos te van a detener y te van a destruir para siempre.

Consideramos que debes protegerte.”

Nin, que tenía gran confianza en sí mismo, le replicó, riendo:

“Ya veremos, ya veremos…”.

Sin embargo todo lo que avisaba Liarte era verdad. El 15 de Junio de 1937 el

gobierno de la Generalitat decretaba la disolución del POUM y de sus órganos

de expresión. Al día siguiente, 16 de junio, era arrestado Andreu Nin así como

otros dirigentes del partido: Julián Gorkin, Manuel Maurín, etc. Todos ellos

fueron llevados a la jefatura de policía de Barcelona en la Vía Layetana, desde

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donde se les trasladó a Madrid vía Valencia. A Nin se le mantuvo aislado en

todo momento..

Nin (2º por la izquierda), Solano (3º, detrás) y Julián Gorkín (6º) junto a otros miembros del POUM en 1936

Tanto Nin como sus compañeros fueron recluidos, por separado, en la checa

de la Ronda de Atocha, en Madrid. Pero a él, se le dio un tratamiento especial.

Fue enviado a una prisión en Alcalá de Henares, con el fin de “velar” por su

seguridad. En el transcurso de ese viaje no se le fichó en ninguna de las

distintas paradas, lo que dificultó más tarde localizar su paradero. No iba hacer

falta. Nunca más volverían a tenerse noticias de Andreu Nin.

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Edificio de la jefatura de policía de Barcelona (a la izquierda, con bandera), en la Vía Layetana. A la derecha, la checa

del a Ronda de Atocha, en Madrid.

La disolución del POUM y el arresto de sus dirigentes cayeron como una

bomba en la política española e internacional. Desde la conspiración al arresto

todo había sido gestionado a través de hombres de Stalin en el país, con la

participación y colaboración de los dirigentes de los partidos comunistas de

España y altos cargos de la seguridad afines a éstos. Cuanto más tarde

supiera el gobierno lo que estaba ocurriendo, mejor.

La conspiración y la reacción del gobierno.

Los artífices de la operación contra el POUM tienen a día de hoy nombres

y apellidos:

A la cabeza estaban el general Alexander Orlov –alias schwed-, responsable

de la policía secreta soviética (NKVD) en España, y su subordinado Ernö Gerö

–alias Pedro o Pierre-, responsable del mismo en Catalunya. Tras ellos un

largo etcétera de ministros comunistas (José Hernández, Vicente Uribe),

comisarios políticos (Vidali, Togliatti, Codovila), supervisores soviéticos (Iosif

Grigulevitx, alias José Escoy o Juzik) y responsables de seguridad de España

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(Antonio Ortega, director general de seguridad, y Ricardo Burillo, jefe del

servicio de seguridad en Barcelona).

Alexander Orlov.

Muchos de ellos participaron, no sólo en el arresto de Nin y de sus

compañeros, sino que pusieron en marcha la campaña contra el POUM que

estaba a punto de desatarse.

Días después del arresto, los diarios comunistas del país anunciaban una vasta

conspiración contra el estado de la república de la mano del POUM. Advertían

que información encontrada vinculaba a Nin y a su partido con el bando de

Franco. Entre dichos documentos, un plano de Madrid en cuyo reverso, escrito

con tinta simpática, había un mensaje de un agente de Franco a un tal N (Nin).

La noticia finalizaba con la afirmación de que, ante la evidencia de las pruebas,

se había procedido a la disolución del POUM y al arresto de trescientos de sus

afiliados.

La noticia, hábilmente orquestada por Orlov, se transmitió rápidamente,

contagiando a otros diarios e incluso a la prensa extranjera. Pero lo cierto es

que tanto el texto, como los documentos encontrados habían sido redactados

en el cuartel general de la NKVD en la embajada Soviética de nuestro país.

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Al conocer las noticias, el presidente del gobierno Juan Negrín no salía de su

asombro. Los soviéticos habían ordenado el arresto y posterior traslado de un

ex miembro del gobierno de la Generalitat sin dar cuenta a las autoridades

republicanas ni poner en marcha ninguno de los mandamientos judiciales

necesarios. Exactamente como lo hubieran hecho en la propia Unión Soviética.

En el consejo de ministros de aquel día la situación fue muy tensa. El ministro

de gobernación (interior), Julián Zugazagoitia, fue el primero en tomar la

palabra, indignado por la actuación de los soviéticos y dejando claro que el

agradecimiento a la URSS por su apoyo en la Guerra Civil no debía obligar a

España a despojarse de su dignidad permitiendo cualquier actuación. La

respuesta de los ministros comunistas Hernández y Uribe no tardó. Ambos

ensalzaron la “desinteresada” y “solidaria” ayuda de Stalin y recordaron a los

presentes que gracias a la URSS la II República contaba con armas para hacer

frente al fascismo.

Poco a poco la tensión del debate fue en aumento, por lo que Negrín propuso

al consejo aplazar el tema hasta que se reunieran más datos en torno al

POUM.

El escándalo era ya inevitable.

A la mañana siguiente Barcelona amanecía con pintadas en sus calles. En tinta

negra podía leerse:

“Gobierno Negrín ¿Dónde está Nin?”

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Los comunistas se encargaron de dar la réplica. Debajo, en tinta roja,

escribieron:

“En Salamanca o en Berlín” (en alusión a Franco y Hitler).

Secuestro y muerte. Las últimas horas de Nin.

Andreu Nin llegó a Madrid el día 17 de Junio de 1937. Se le llevó en primer

lugar a la checa de la Ronda de Atocha, donde también se había trasladado al

resto de sus compañeros. Sin embargo, el lugar, uno de los centros con peor

fama del país, parecía, según las autoridades, un lugar poco seguro para un

preso como Nin, por lo que se decidió trasladarle a la vecina localidad de Alcalá

de Henares.

Allí Nin fue recluido en un antiguo hotel que había estado bajo el control de la

brigada de Tanques. En esta cárcel fue donde Nin realizó sus cuatro

declaraciones, negando todas y cada una de las calumnias vertidas por los

comunistas.

A finales del mes, Antonio Ortega, director general de seguridad y uno de los

hombres que ordenó el arresto de Nin, entregaba al ministro de Gobernación

Zugazagoitia el siguiente documento fechado el día 23:

“Lamento tener que comunicarle que a las 21:30 horas del día de ayer y

encontrándose de servicio los funcionarios de esta brigada, Juan Bautista

Carmona y Santiago González Fernández, encargados de la vigilancia del

detenido Andrés Nin Pérez, quién, según sus órdenes, se trasladó al hotel

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de Alcalá de Henares, fueron sorprendidos por un grupo de agentes

armados(…) Todos ellos irrumpieron en el hotel y amenazaron con sus

armas a ambos agentes, procediendo a continuación a maniatarlos con

una cuerda. Inmediatamente se dirigieron a la habitación donde se

encontraba el detenido y procedieron a su secuestro, llevándoselo en un

coche que previamente habían introducido en el patio interior del Hotel(…)

Constatar que, en el forcejeo de nuestros agentes con la fuerza armada,

cayó al suelo y ha sido recogida una cartera que remito a V.I con la

documentación en alemán y escritas en el mismo idioma unas insignias

fascistas y billetes en curso legal, así como fotografías que, por la

indumentaria, reflejaban uniformes extranjeros(…)”

Una vez leído el documento, Ortega, aclaró que el comando era, en realidad,

un grupo de la Gestapo infiltrado en las brigadas internacionales con el

objetivo, ya cumplido, de liberar a su compañero Andreu Nin.

Nadie creyó la historia. Manuel Azaña (presidente de la República) exclamó al

conocer los hechos: “¿Pero esto no es demasiado novelesco?”

La realidad era mucho menos fantástica, pero sí igual de retorcida. El

comando encargado del secuestro de Nin no era de la Gestapo, sino que había

sido organizado por los hombres de Stalin en España, principalmente el

general Alexander Orlov y sus subalternos Ernö Gerö y José Escoy.

Nin fue recluido en un chalet en la misma localidad de Alcalá, utilizado de

manera intermitente por el jefe de la aviación republicana, Ignacio Hidalgo de

Cisneros y por su mujer, Constancia de la Mora Maura, era la censora de

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Jaime Fernández – Blanco “Tras las huellas de Nin”

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periodistas extranjeros. Ambos comunistas. Allí Nin estuvo a merced de sus

captores.

Desde su detención Andreu Nin jamás cambió su discurso. En los

interrogatorios que se sucedieron, el líder obrero no reconoció su pertenencia a

los servicios secretos del bando nacional, así como la calificación de trotskista,

puesto que su relación con el líder soviético se había roto años atrás.

Pero la paciencia de Orlov se acabó. En el piso de Alcalá, Nin fue torturado

mediante las más brutales técnicas del NKVD, como relata en su obra Yo fui

ministro de Stalin, el ex ministro comunista Jesús Hernández:

“Orlov y su banda secuestraron a Nin con el fin de arrancarle una

‘confesión’ reconociendo que llevaba el oficio de espía al servicio de

Franco. Sus verdugos, peritos en el arte de ‘ablandar’ a los presos

políticos y de arrancarles declaraciones ‘espontáneas’, creyeron encontrar

en la naturaleza enfermiza de Nin un auxiliar en su infame menester (…).

El suplicio de Nin empezó por el procedimiento ‘seco’. Un interrogatorio

implacable durante diez, veinte, treinta horas, durante las cuales se

revelaban los verdugos, haciendo siempre las mismas preguntas (…).

Pero Andrés Nin resistía de una manera increíble. No capitulaba. Sus

verdugos se impacientaban. Decidieron abandonar el método ‘seco’ y

adoptar la prueba de la ‘firmeza’: la piel arrancada, los miembros

destrozados, el sufrimiento físico llevado al límite de la resistencia

humana. Nin soportó la tortura y el dolor, los tormentos más refinados. Al

cabo de unos días su rostro no era sino una masa informe. Orlov,

frenético, enloquecido por el miedo al escándalo, que podría significar su

propia liquidación, babeaba de rabia ante aquel hombre enfermizo que

agonizaba sin ‘confesar’, sin comprometerse ni querer comprometer a sus

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compañeros de partido, que con una sola palabra suya hubieran sido

llevados al paredón de ejecución”

Mediante estas técnicas se torturó a Nin con el fin de que reconociera sus

acusaciones, lo que hubiera supuesto el fin absoluto del POUM y sus

integrantes, al dejar a los comunistas la llave para poner en marcha la purga

contra ellos.

Las pruebas.

La emisión del documental Operación Nikolai, el 5 de Noviembre de 1992,

fue un bombazo. Pese a emitirse sólo en Cataluña, la fuerza de sus

informaciones alcanzaron una dimensión internacional. El reportaje aportó

nuevos datos que explicaban con precisión la operación que Alexander Orlov

puso en marcha, cuyo objetivo consistía en el arresto, secuestro y posterior

asesinato de Andreu Nin.

Hasta ese año, muchos expertos habían estudiado el caso de Nin, pero pese a

albergar pocas dudas de lo que había sucedido, no habían podido demostrar

los hechos. Operación Nikolai tuvo una gran ventaja sobre todos ellos: en 1991

caía la URSS y poco después se abrían los archivos secretos de la KGB y la

Internacional Comunista. Allí aparecieron muchas claves del caso Nin.

El documental, dirigido por Dolors Genovès, sacó a luz archivos y documentos

que ponían de manifiesto y probaban que agentes soviéticos, con la

colaboración del PCE y el PSUC habían orquestado la conspiración contra el

POUM, inventando pruebas y aprovechado la dependencia del gobierno Negrín

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respecto a la URSS para poder actuar al margen de la ley. Pero la

investigación reportó más sorpresas: el expediente personal de Orlov.

En él, el espía soviético confirmaba punto por punto los diferentes pasos de la

Operación Nikolai: el secuestro de Nin, la invención de la teoría que

relacionaba dicho secuestro con la Gestapo y el traslado a la checa de Alcalá

del prisionero.

Sin embargo, aún quedó sitio para el misterio. Entre los documentos aparecía

una nota escrita a mano en la que podía leerse:

“N. En la carretera de Alcalá de Henares a Perales de Tajuña. A mitad de

camino, a 100 metros, en el campo. [presentes] Bom, Schwed, Juzik, dos

españoles, y el chófer de Pierre, Victor”

Interpretando el texto se llega a la conclusión de que N (Nin), fue enterrado en

el punto de la carretera que se describe en el documento. Salvo Bom (un

agente soviético no identificado) y los dos españoles (miembros de la brigada

especial) a todos se les puso rostro: Schwed era el nombre en clave de Orlov;

Juzik, el de José Escoy, y Pierre / Pedro el de Ernö Gerö. Por último, Victor, era

el chófer de éste último.

El mensaje parecía claro y las piezas empezaban a encajar. Orlov y sus

hombres habían secuestrado y asesinado a Nin y, tras esto, habían enterrado

su cuerpo en el campo, en algún punto a las afueras de Alcalá de Henares.

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Ahora bien ¿Es posible que las cosas ocurrieran de otro modo? ¿Se refería la

nota a otro tipo de información?

La teoría aquí descrita es considerada por los expertos como mayoritaria,

ya que goza del mayor consenso y grado de veracidad entre los investigadores

de la muerte del líder del POUM, como afirma el historiador de la Fundación

Andreu Nin, Andrew Durgan:

“No hay ninguna otra teoría aceptable. La investigación de TV3 confirmó

la tesis de Alcalá, mientras que las otras no tienen ninguna prueba como

tal. En mi opinión todo apunta claramente a la teoría mayoritaria.”

Sin embargo ésta no ha sido, ni mucho menos, la única. Tras la emisión de

Operación Nikolai el entonces presidente de la comunidad de Madrid, Joaquín

Leguina, puso en marcha una iniciativa con el fin de encontrar los restos de

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Nin. Sin embargo ningún medio de la época sacó a la luz las pesquisas que

esa investigación reportó. Tuvieron que pasar 16 años, hasta 2008, cuando

Leguina y el entonces director general de Transportes, Lorenzo Hernández,

firmaron un artículo en la revista Claves de la razón práctica con los hechos

ocurridos en 1993:

“Durante todo un año se barajaron infinidad de documentos y mapas, se

acudió a fuentes de información alternativa, se volvió a Moscú y sobre los

pasos de Orlov, pero no se movió ni una sola palada de tierra (…) la

orografía del terreno y el entramado de carreteras de la zona hacían

imposible ese lugar descrito ‘a cien metros de la carretera’ y a medio

camino de Alcalá a Perales”

Tal y como Leguina explicaba, en ese momento apareció en escena el

periodista Juan Cobo Orts, quien aseguraba que Andreu Nin había sido

asesinado en un forcejeo con sus captores y enterrado en el kilometro 202 de

la carretera que una Madrid con Albacete. Según esta teoría, la idea de los

captores, tras el secuestro, era llevar a Nin a un barco en Alicante y desde ahí,

enviarle a Rusia, donde sería juzgado.

El problema de esta teoría fue la falta de pruebas concluyentes y el hecho de

que Cobo se negara, en el 93, a darle publicidad mientras su madre viviera.

Esto hizo que no se pusiera en marcha ninguna investigación.

En 2008, Leguina y Hernández, en su artículo, confesaban que la fuente de

Cobo no era otra que su propio padre, quién decía haber sido testigo del

asesinato. También instaban a Cobo a que dijera por fin toda la verdad.

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Cobo publicó poco después un artículo titulado “Danzas macabras en torno a

Andreu Nin” en el que tachaba de mentirosos a Leguina y a Hernández y

defendía su historia, en la que la nota del expediente de Orlov se consideraba

falsa y no tenía más objetivo que alejar a los investigadores del caso del

verdadero lugar donde yacía Nin.

“La nota del archivo de la KGB, aparecida en TV3 y escrita en una cárcel de

Moscú por Víctor, el chofer de uno de los jefes de la NKVD en España, era

falsa. Pretendía ocultar para siempre el lugar verdadero del asesinato de Nin,

que levantó un gran revuelo, siendo incluso uno de los detonantes de la caída

del Gobierno Largo Caballero. Me preguntó [el historiador Germán Sánchez] si

tenía algún inconveniente en comunicar mis argumentos directamente a

Leguina. Le respondí que ninguno. La única condición que puse, dada la

extrema delicadeza del asunto y no queriendo descubrir mi fuente, era que mi

nombre no figurara en esa historia de ninguna manera. En ningún momento ni

pensé en plantear nada respecto a dinero, pues me bastaba con la

satisfacción moral de que gracias a mis datos se contribuiría a aclarar un

importante enigma y que esto además conllevaba un notable ahorro de dinero

público”.

No es la única teoría que difiere de la mayoritaria. El 11 de Febrero de

2008, unas excavadoras que trabajaban en la base militar que la brigada

paracaidista (BRIPAC) tiene en Alcalá de Henares, encontraron los restos de lo

que parecía ser una fosa común de la Guerra Civil. En ella aparecieron los

huesos de unas ocho o nueve personas y según las especificaciones de los

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primeros informes, se concluyó que eran víctimas de los fusilamientos del

bando republicano en la localidad.

Esta tesis reabrió el caso de Andreu Nin en todos los medios, ya que algunos

restos mostraban signos de tortura -como tibias rotas- o de ejecución directa –

balas en los cráneos-. También queda muy cerca de la casa usada por Hidalgo

de Cisneros, donde supuestamente fue asesinado Nin. Los defensores de este

planteamiento rechazaban la nota manuscrita, siendo partidarios de que Nin

había sido enterrado con otras víctimas al norte, en la carretera que une Alcalá

de Henares con Meco. No al sur, como sostiene la teoría mayoritaria.

También han aparecido teorías nuevas, pero en su mayoría simplemente

alteran ligeramente los hechos. El historiador Ángel Viñas concluía en su

estudio que Nin había sido asesinado el día 22, la misma noche del secuestro,

por lo que no podía hablarse de un segundo piso en Alcalá. Por su parte el

periodista Vicente Sánchez Montó y el historiador local José García Saldaña

aseguraban que el segundo piso al que se trasladó a Nin no era la casa de

Hidalgo de Cisneros y su mujer, sino la del diputado conservador Rafael

Esparza, asesinado en 1936. Esta última vivienda situada al sur de la ciudad y

cercana a la carretera de Alcalá de Henares a Perales de Tajuña.

Pelai Pagés, uno de los historiadores que más a tratado el tema de la

muerte de Nin y la represión contra el POUM, concluye:

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“Las circunstancias, aunque son importantes, siguen siendo

circunstancias y en ningún caso pueden esconder ni cuestionar lo

esencial en el asesinato de Andreu Nin. Puesto que, como escribió Albert

Camus, el asesinato de Nin significó un viraje en la tragedia del siglo XX,

que fue el siglo de la revolución traicionada”.

Es posible que jamás conozcamos exactamente que ocurrió con Andreu Nin y

como se desarrollaron las últimas horas de su muerte. Pero quizá, como afirma

Pagés, ni siquiera importe, puesto que los hechos más importantes del caso sí

parecen probados.

Los servicios de espionaje soviéticos llevaron a cabo la conspiración y el

arresto de los dirigentes del POUM y se encargaron de acabar con la vida de

su líder, contando siempre con la ayuda de un buen número de comunistas

españoles. Los datos aportados demuestran que Nin, por su oposición y sus

continuos ataques, se había convertido en una auténtica obsesión para Stalin

así como para muchos de sus agentes en España. Lo pagó caro.

Por otra parte, es claro el papel que tuvo el gobierno del socialista Negrín en la

trama. Tras la desaparición de éste, el gobierno puso en macha una

investigación para localizarlo y desentrañar los extraños sucesos que se habían

desarrollado aquellos días, pero en todo momento Negrín trató de que la

investigación no afectara a la relación del bando republicano con la URSS. Los

documentos aportados por Jose María Zavala en “En busca de Andreu Nin”

demuestran que Negrín tuvo conocimiento de la situación que corría Nin:

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“Negrín supo dónde estaba Nin y no hizo nada por salvarle. ¿La prueba?

Un borrador de la nota de prensa, de su puño y letra, donde éste tachó la

palabra secuestrado sustituyéndola por Andreu Nin, así como Alcalá de

Henares. La señal es inequívoca.”

Negrín era un hombre pragmático perteneciente al ala moderada del PSOE. No

compartía las tácticas de los comunistas, ni veía con buenos ojos que estos

actuaran al margen de la legalidad de la república. Sin embargo, era

perfectamente consciente de que sin el apoyo de la URSS la guerra estaba

perdida y que las consecuencias de eso serían catastróficas para los

republicanos. Por si fuera poco, en esas fechas Negrín había puesto en marcha

el traslado de las reservas de oro del Banco de España a Moscú. Una

operación secreta que pretendía poner a buen recaudo el dinero del país para

que éste no callera en manos del bando nacional.

Con este panorama no es difícil adivinar la decisión que tomó Negrín: Trató de

ayudar al POUM en la medida que pudo, pero sin oponerse a los soviéticos,

puesto que una crisis con Stalin era muy peligrosa para el país. En palabras de

Greogorio Peces Barba del Brío, juez instructor del caso:

“Las circunstancias mandaron sobre los hombre y las circunstancias políticas

mandaron sobre nuestras buenas intenciones (…) Aunque parezca raro a

ninguno de los miembros del juzgado se nos pasó por la cabeza ir a Alcalá de

Henares. Pensamos que era más urgente establecer culpabilidades porque del

destino de Andrés Nin nos quedaban a todos muy pocas dudas...”

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Tras las huellas de Nin.

Hacía meses que no conducía. Pese a ello, mi pequeño Opel Corsa corría

como alma que lleva el diablo por la M-40, la autopista de circunvalación que

rodea la ciudad de Madrid.

Yo me crié en Majadahonda, a unos 67 kilómetros de Alcalá de Henares, así

que aproveché un fin de semana de visita en casa y decidí ir para allá. Quería

recorrer esos caminos y localizar los lugares en donde se habían desarrollado

las últimas horas de Andreu Nin. Quería reproducir lo más cercanamente

posible los hechos mismos que llevaba semanas investigando.

Aparqué mi coche en un parking de la Avenida Complutense, una de las más

importantes del municipio, y empecé a moverme a pie por la zona. El día era

magnífico, con un cielo completamente limpio de nubes y miles de personas

disfrutando del sol en las calles y el aperitivo en las terrazas. Lo agradable del

paisaje me resultaba chocante, teniendo en cuenta la oscura historia que me

había llevado allí.

La localidad que conoció Andreu Nin no tenía probablemente nada que ver con

la que yo recorría. En 1937 Alcalá de Henares era un pueblo agrícola, militar y

de conventos que había tenido épocas de mayor gloria, pero que en esos años

era conocida principalmente por ser el lugar de nacimiento del presidente de la

república, don Manuel Azaña, además de ser una ciudad fortaleza en la que

operaban un buen número de agentes soviéticos.

Ha cambiado bastante.

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En pleno 2010, Alcalá es ya la tercera ciudad más grande de la Comunidad de

Madrid, con más de 200.000 habitantes y nueve monumentos nacionales. Sin

olvidar que con los años ha recuperado su belleza y esplendor, como

demuestra el hecho de que su casco histórico y su universidad fueron

nombrados en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Arriba, Alcalá de Henares en 1940 (Dirección General del Instituto Geográfico y Catastral)

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La ciudad, hoy. El tamaño de la antigua ciudad aparece sombreado.

Recorrí un trecho tratando de localizar la Avenida Guadalajara, donde según

mis informaciones, se encontraba el chalet donde había sido torturado Nin tras

el secuestro. No me resultó especialmente difícil, pese a que ninguno de los

transeúntes a los que consulté y expliqué mi historia sabían nada del tema.

Llegué a la avenida y localicé el número 7. Saqué excitado mi ejemplar de “En

busca de Andreu Nin” en el que había una foto en blanco y negro de la que era,

con muchas posibilidades, la antigua casa del jefe de la aviación republicana

Ignacio Hidalgo de Cisneros. No había duda.

El edificio tenía algunos cambios. La verja exterior había desaparecido y ahora

el escaparate de una tienda de moda ocupaba la parte inferior. También la

fachada lucía restaurada, con una limpia capa de pintura blanca y amarilla.

Pero la confusión era imposible. Hasta los árboles y la señal de prohibido

estacionar se mantenían en el mismo lugar.

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Si los cálculos eran correctos me encontraba frente al edificio dónde se torturó

y asesinó a Andreu Nin.

El chalet de Hidalgo de Cisneros, en 1937 y hoy.

Había alcanzado el primer punto de mi recorrido. Saqué unas fotos y busqué el

siguiente lugar que despertaba mi curiosidad: Los alrededores de la base de la

brigada paracaidista Primo de Rivera, el lugar dónde habían aparecido los

restos de la fosa común en 2008.

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La base de la BRIPAC está relativamente cerca de la avenida Guadalajara, a

aproximadamente 10 minutos en coche al norte de la ciudad. Se encuentra al

inicio de la carretera que une Alcalá de Henares con el municipio de Meco.

Precisamente en esta carretera apareció la fosa. ¿Sería posible localizar la

zona?

Recorrí la carretera en coche varias veces sin encontrar nada extraño. Aparqué

el coche en un descampado al pie de la base y avancé por los campos

cercanos. La zona conservaba su aspecto ligeramente agreste, pero también

había signos de que había sido ajardinada: bancos, rutas, una caseta, etc. A

mi regreso pregunté a los vecinos con los que me cruzaba si conocían la

historia. Lo mismo hice en un par de puestos de control de la base militar. En

todos los casos, sin suerte. Era realmente curioso. Desde hacía meses los

medios de comunicación hablaban casi a diario de fosas comunes de la Guerra

Civil -con todo el jaleo del juicio a Baltasar Garzón-, y sin embargo nadie había

oído hablar de los hechos ocurridos en el propio municipio.

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Arriba, plano de la entrada de la Base Primo de Rivera, en la carretera que une los municipios de Acalá y Meco. Abajo,

imágenes de los alrededores de la base

Desanimado intenté la tercera opción: recorrer el camino hasta el punto donde

la teoría mayoritaria cree que está el cadáver de Nin, en la antigua carretera de

Perales de Tajuña, pero sabía de antemano que era casi imposible. El

crecimiento de la ciudad había alterado los caminos y las nuevas autovías, M-

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220 y M-221, se desviaban del recorrido original. El rastro de Andreu Nin se

perdía en las afueras de Alcalá de Henares.

Era frustrante llegar a este punto y no poder ir más allá. Pensé en todos los

historiadores y periodistas que habían tratado el tema y que se habían quedado

en ese mismo punto. En los miembros de la Fundación Andreu Nin, que llevan

décadas presionando para que la historia no se olvide y que ven como las

teorías, aunque cada vez reducen más el cerco, no acaban de poner el punto y

final.

Pero tengo esperanza. Quiero creer que los pocos flecos que todavía quedan

por conocer acabaran saliendo a la luz. Algún día España superará el drama

que supuso la Guerra Civil y ambos bandos conseguirán, por fin, hacer las

paces y enterrar a sus muertos. Y quién sabe. Tal vez ese día alguien dé una

palada de tierra cerca de Perales de Tajuña, o de Albacete, o de Meco. Y

sepamos, por fin, la respuesta a la pregunta que lleva más de setenta años sin

respuesta: ¿Dónde está Andreu Nin?

A día de Hoy una cosa es segura:

Ni en Salamanca, ni en Berlín.

Algo es algo.

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Placa Conmemorativa en el portal del antiguo Hotel Falcón , antigua sede del POUM , dónde hoy se ubica la biblioteca

Gòtic-Andreu Nin y la escuela superior de diseño ELISAVA (U. Pompeu i Fabra)