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Tierra, encomienda e identidad:Omaguaca (1540-1638)

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Tierra, encomienda e identidad:Omaguaca (1540-1638)

SOCIEDADARGENTINADE ANTROPOLOGIA

Carlos E. Zanolli

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Colección Tesis Doctoralesdirigida por Lidia R. Nacuzzi

Fotografía de tapa: “Mirador de Humahuaca” de Oscar R. Vázquez.

Composición de originalesBeatriz [email protected]

© 2005 by Carlos E. Zanolli

Sociedad Argentina de AntropologíaMoreno 350. (1091) Buenos Aires

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita delos titulares del "copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcialo total de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y eltratamiento informático.

Los mapas de la presente publicación se ajustan a la cartografía oficial, establecida por elPoder Ejecutivo Nacional a través del I.G.M. -Ley 22.963- y fueron aprobados por Expte.GG05 0659/5, de marzo de 2005.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

La Tesis Doctoral “Procesos de formación de identidades/identificaciones colectivas.Humahuaca, Jujuy, siglos XVI y XVII” estuvo dirigida por la doctora Ana MaríaLorandi y fueron sus jurados los doctores Claudia Briones, José Antonio Pérez Gollány Gustavo Paz. Fue defendida el 29 de agosto de 2003 en la Facultad de Filosofía yLetras de la Universidad de Buenos Aires.

Zanolli, Carlos E. Tierra, encomienda e identidad omaguaca 1540 1638 - 1a ed. - Buenos Aires :Sociedad Argentina de Antropología, 2005. 250 p. ; 21x15 cm. (Tesis doctorales dirigida por Lidia R. Nacuzzi)

ISBN 987-20674-6-5

1. Antropología I. Título CDD 301.

Fecha de catalogación: 22/03/2005

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A todos aquellos quesientan curiosidad por

leer estas páginas.

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ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS 9

PRÓLOGO 11

INTRODUCCIÓN 13

CAPÍTULOS

1. Geografía, historiografía y marco para el análisis 21

El paisaje y Omaguaca 21

La Puna 21La quebrada de Humahuaca 23Los valles orientales 24

La historiografía y Omaguaca 26

Los omaguacas entre la Quebrada, la Puna y los Valles 27Las voces de la arqueología 30El momento de la escritura 35

El camino de una investigación 42

Frontera. Espacio geográfico y espacio social 43Etnicidad, documentos, frontera 49

2. El sur de Charcas a la sombra de dos imperios 57

Los Incas: las conquistas 57

Hacia el sur del Cuzco 57Hacia el sur de Charcas 62

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Los españoles: Las primeras encomiendas 71

Depósito a Martín Monje 72Encomienda a Juan de Villanueva 81

3. Familia y encomienda 101

El proceso poblador 108

La vieja nueva encomienda 113Los hijos, los colonizadores 122

4. Los “tiempos idos” 139

El tiempo de la guerra (1560-1593) 140

El contexto bélico 145Toledo y los indios 160La encomienda de humahuaca antes de 1593 163

El tiempo de la paz 170

Cacicazgo y tributación en Humahuaca. Los elementosde unificación cultural 176Las cofradías de San Antonio de Humahuaca 185

CONSIDERACIONES FINALES 193

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 207

APÉNDICES 225

ÍNDICE DE FIGURAS Y CUADROS

Mapa 1. Geografía física del norte de Argentina y sur de Bolivia 25

Mapa 2. La expansión del Imperio incaico entre 1438 y 1525 70

Mapa 3. Pueblos de indios de las encomiendas de Martín Monje y Juan de Villanueva 97

Mapa 4. Territorios de control étnico hacia fines del siglo XVI 141

Cuadro 1. Provincia de los Chichas. Organización en mitades según la cédula de encomienda de Hernando Pizarro 64

Cuadro 2. Sucesión de la encomienda de Humahuaca 121

Cuadro 3. Propiedades de Juan Ochoa de Zárate adquiridas entre 1593 y 1612 130

Cuadro 4. Genealogía de Petronila de Castro 135

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AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIAS

Este libro está dedicado a ...Patricia Aschieri. Mi mujer, la que se atrevió a soñar a mi lado una

historia compartida. Porque sin su ayuda, su paciencia, sus consejos y suamor incondicional no hubiera podido realizar esta tesis.

Paloma. Mi hija, porque las últimas mañanas de la tesis que devinoen este libro, abría la puerta del estudio muy temprano, me daba un besoy un abrazo, me preguntaba si estaba trabajando y volvía a cerrar la puerta.Más de una vez perdí el hilo de lo que estaba escribiendo, evidentementesoy una persona afortunada.

Ana M. Lorandi. Mi directora de tesis.Gastón Doucet. Mi director de CONICET. Por guiarme en mis pri-

meros pasos. Un gran conocedor de la historia colonial y la persona másgenerosa que conocí en el mundo académico.

Roxana Boixadós. Porque es mi amiga. Porque leyó el borrador dellibro y realizó oportunos comentarios y por sobre todas las cosas porqueme alentó permanentemente.

Gabriela Sica. Es una de las personas que más sabe sobre Jujuy colo-nial. Nos conocimos por lo académico pero luego comprendimos que lavida pasaba por otro lado.

Claudia Alonso (y Riqui). Mi paleógrafa personal pero también al-guien que supo escucharme a lo largo de todo este proceso.

Lorena Rodríguez. Más que por los mapas, por los cuadros, por laedición..., por haberme soportado estoicamente.

Para aquellas personas que desde la amistad o la profesión me ayu-daron y acompañaron con sus consejos: José Luis Martínez Cereceda,Lidia Nacuzzi, Marta Ottonello, Enrique Tandeter, Carmen Gómez, Mer-cedes del Río, Alicia Martín y Pancho. A los compañeros que están o hanpasado por el Equipo de Investigación de la Sección Etnohistoria. A loscompañeros de La Rábida.

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Oscar Vázquez. Autor de la foto que ilustra la tapa, compañero derutas, compadre y amigo.

Rosa Contreras, Mario Ocedo, Normando Zamboni y otroshumahuaqueños que esperaron pacientemente para leer esta páginas.

Mis padres que siempre estuvieron y están ahí.El acceso a la bibliografía y documentación empleada se han reali-

zado en gran medida gracias a los aportes financieros de los subsidiosPID-CONICET y UBACyT.

La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Airesme brindó un lugar de trabajo, de encuentro y de discusión académica.La Sociedad Argentina de Antropología la posibilidad de publicar el li-bro.

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Hace unos años atrás, me sorprendí ante un artículo de Carlos Zanollique se llamaba: “En busca de los Omaguacas”. Por ese tiempo, yo tam-bién buscaba a los Omaguacas pero por caminos diferentes y es por elloque nos conocimos. Desde entonces fuimos compañeros de ruta en lainvestigación, pero sobre todo amigos. Durante ese tiempo aprendí quela amistad, el compartir datos, discutir ideas y muchas cosas más nosenriqueció por las miradas divergentes que ambos teníamos. Por eso, meproduce un gran placer ver que aquella búsqueda haya quedado concre-tada en una tesis doctoral y finalmente en este libro.

Centrando su análisis en la encomienda de Humahuaca, este libroemprende la gran tarea de investigar la construcción de identidades étnicasen el momento de la conquista española y los primeros tiempos de la vidacolonial. Es un esfuerzo por develar de qué manera los grupos étnicos dela Puna Árida y sus bordes desarrollaron diferentes mecanismos para lo-grar su reproducción social y lograron cumplir con las demandas impues-tas por la dominación española y -un tiempo antes- la incaica.

El autor sitúa la investigación entre los siglos XVI y XVII y asume ladifícil tarea de investigar sobre estos dos siglos cuya documentación es-casa y dispersa en diferentes repositorios -la mayoría de ellos fuera delpaís- los convierten en los menos conocidos dentro de la historiográficaargentina. Pero además, como el mismo autor resalta, el tema había sidoconsiderado tradicionalmente dentro de limites jurisdiccionales que nocorrespondían a la época estudiada. Por ello, plantea la necesidad demanejar una nueva dimensión espacial, que contemple tanto la investi-gación de los acontecimientos como la producción documental (especial-mente las primeras cédulas de encomiendas). Así, considera el uso deuna perspectiva norte-sur que tiene que ver con el avance y consolida-ción de la conquista española y con la consecuente conformación de lasfuentes más tempranas.

PRÓLOGO

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Tal perspectiva se relaciona, de manera casi natural, con el análisisde importantes transformaciones introducidas por el estado incaico enlos territorios al sur de Charcas que explicaban, a su vez, cómo estoscambios repercuten después en las formas de negociación o resistenciasy en las alteraciones introducidas en el mapa étnico, a partir de la cre-ciente presencia de mitimaes que reflejan las primeras encomiendas.

Asumiendo este tema, junto con las características de la conquistaespañola, Carlos Zanolli reconstruye la historia de la encomienda deOmaguaca, enlazándola además con los conflictos de la conquista de lazona de Charcas y de la futura Gobernación de Tucumán. Este esfuerzoes invalorable ya que logra completar una historia que durante muchosaños había permanecido inconclusa y fragmentaria.

Otra de las cuestiones centrales de su trabajo es desentrañar la ma-nera en que los diferentes actores sociales se posesionaron frente a la nuevacoyuntura colonial que se desarrolló tras la fundación de la ciudad deJujuy y del pueblo de San Antonio de Humahuaca. El autor analiza dequé manera fue surgiendo en este espacio social una nueva identidadcolectiva y cuáles fueron los factores que la cohesionaron y fortalecieron.Además, va a resaltar la importancia de algunas instituciones como lascofradías y el papel que asumieron los jefes étnicos y el tributo como loselementos determinantes en la recreación de las nuevas identidades co-lectivas.

En su artículo anterior, “En busca de los Omaguacas”, Carlos Zanollicitaba una frase de Julio Cortázar: “la vida es eso, buscar lo que no existe”¿Carlos encontró a los Omaguacas? Yo creo que sí, y justamente este libroes una invitación a los lectores a descubrirlo, pero creo que él debe seguircoincidiendo con Cortázar en que lo más atractivo y estimulante fue subúsqueda, aun asumiendo el riesgo de que quizás nunca los encontraría.

Gabriela Sica

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En el año 1981 un compañero de mi antiguo trabajo en la Bibliotecadel Jockey Club me comentó que estaba aprendiendo a tocar charango yque su profesor era de Tilcara ¿Sabés dónde queda Tilcara?, me preguntó.Inmediatamente me señaló un pequeño punto del mapa de la Argentina,muy cerca de la frontera con Bolivia. Poco tiempo después, para SemanaSanta, participamos de la peregrinación a Punta Corral, una procesiónque parte desde la iglesia de Tilcara y tras caminar toda la noche entreríspidos senderos y angostas quebradas llega a un abra donde permane-ce la Virgen de Copacabana en su pequeño santuario. El regreso lo reali-zamos bajo el rayo del sol y con la virgen tapada por un pesado mantoazul que la defiende del polvo. Ya en el pueblo permanecí largo rato sen-tado en el viejo puente que permite cruzar el río Huasamayo y que abreel paso para acceder al Pucará de Tilcara, observé la inmensidad y sentíuna soledad que solo se cortaba por una delgada línea de humo que par-tía de una casa imperceptible. Me pregunté como viviría aquella gente enun lugar tan alejado, sobre sus costumbres y su pasado.

Muchos años después, las preguntas y las sensaciones que viví esaprimera vez en Tilcara guiaron la elección del tema y el desarrollo de mitesis doctoral la que, con algunos cambios que posibilitan su llegada a unpúblico más amplio, devino en el presente libro. El objetivo es analizarlos hechos y procesos que determinaron el cambio de identidades étnicasa una identidad colectiva durante la colonia en América. Para su desa-rrollo tomaremos un estudio de caso: la encomienda de humahuaca1 en-tre los siglos XVI y XVII. Nos focalizamos en los cambios, adaptaciones y

INTRODUCCIÓN

1 En adelante designaremos con la palabra omaguacas u humahuacas a los indíge-nas que ocuparon el sector central de la quebrada homónima. UtilizaremosOmaguaca para hacer referencia a un área geográfica precolonial y la palabraHumahuaca para aludir al pueblo colonial de San Antonio de Humahuaca.

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reacciones que experimentaron los grupos étnicos que ocuparon el sectorde los Andes Meridionales correspondientes a la Puna Árida y sus bor-des y analizaremos la capacidad que desarrollaron para organizar su ex-periencia bajo sistemas de dominación. De esta manera, veremos las for-mas y los mecanismos por los cuales aquellos grupos lograron su propiareproducción social, al tiempo que cumplieron con las demandas impues-tas primero por los imperio Inca y luego por el español.

Analizando el derrotero de la encomienda de humahuaca, observa-mos que la cristalización de las identidades colectivas, muchas veces re-creadas por los investigadores como identidades étnicas, fue un procesode construcción lento signado por cambios, adaptaciones y reacciones.El mismo ha quedado registrado en la documentación a partir de hechosque fueron significativos para los actores involucrados (principalmenteespañoles) y en los que intervinieron fuerzas generadas tanto por el ac-cionar de aquellos como por las respuestas dadas por los indígenas.

Desde la perspectiva hispana centramos nuestro análisis en la enco-mienda ya que fue la principal institución a partir de la cual se consolidóel dominio de los españoles sobre los indígenas en esta región. Desde laperspectiva indígena, nos basamos en la conformación de los pueblos dereducción pues enmarcaron a la sociedad nativa en un conjunto ordena-do y cada vez más cerrado sobre sí mismo, situando a la identidad colec-tiva en una escala “más local” a partir de referentes bien concretos comoel encomendero y el cacique, y con el tributo como elemento unificador anivel comunal2.

Las acciones de los sucesivos encomenderos de humahuaca produ-jeron transformaciones en la sociedad indígena que “moldearon” su iden-tidad una y otra vez. Las respuestas nativas fueron muy variadas de acuer-do a la coyuntura histórica. Así, entre 1564 y 1574, y a medida que elespañol avanzó sobre el territorio (entrada de Martín de Almendras alTucumán, campaña del virrey Francisco de Toledo a los chiriguanos yfundación de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija), el indíge-na alternó la beligerancia con tímidas formas de negociación. Aproxima-damente hacia 1595, cuando se produjo la fundación del pueblo de re-ducción de San Antonio de Humahuaca y conforme progresó la coloni-zación, los caciques de humahuaca fueron alcanzando una mayorhispanización que repercutió en la conformación de la identidad comu-nal. A ello debemos agregar el tributo como elemento cohesionador del

2 En el libro las frases pueblos de indios o pueblos de reducción se utilizarán demanera indistinta.

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grupo y las numerosas cofradías de indios que coexistieron en el pueblo.Paradójicamente, muchos de los elementos que contribuyeron a la explo-tación de la sociedad indígena fueron también determinantes para la re-creación de esas nuevas identidades colectivas.

Situamos la investigación entre los siglos XVI y XVII, aproximada-mente entre 1540 y 1638. En ese período Francisco Pizarro otorgó la enco-mienda a Juan de Villanueva, la misma pasó luego a Juan de Cianca,casado con la viuda de Villanueva y, a partir de 1575, el virrey Franciscode Toledo la reasignó al general Pedro de Zárate. En 1638 muere JuanOchoa de Zárate, encomendero en segunda vida e hijo de Pedro. La en-comienda permaneció en la familia Zárate hasta 1698 año en que IsabelVieyra de la Mota, administradora y esposa del bisnieto de Pedro de Záratela perdió a manos de Antonio de la Tijera. Ahora bien, trabajar el sigloXVI o, mejor dicho, llevar adelante una investigación sobre hechos ocu-rridos en aquel siglo merece algunas consideraciones.

El siglo XVI fue un siglo particular y en muchos casos fundante. Elensayo y el error fueron, más que nunca, prácticas cotidianas que contri-buyeron a forjar futuras identidades individuales y a establecer relacio-nes sociales duraderas cuando no definitivas. Dio nacimiento a historiasque se cristalizaron recién en el siglo XVIII. Su complejidad radica, enparte, en la ausencia de categorías rígidas y de límites fijos. Esa situaciónimplica trabajar con especial cuidado, prestando una particular atencióna la noción de individuo, de grupo y a la particular interacción entre unoy otro.

Altman (1992) brinda un excelente panorama de los antecedentessociales de la América hispana. Situada en Cáceres, ciudad que “expor-tó” gran cantidad de célebres personajes hacia América (los Pizarro, Ni-colás de Ovando, etc.), explica cómo era la sociedad hispana en la prime-ra mitad del siglo XVI, su movilidad y los recursos puestos al servicio dela emigración. Si a partir de una mirada ingenua pudo pensarse que lasociedad cacereña era una sociedad inmóvil, este estudio profundo de-muestra todo lo contrario. La familiaridad con espacios lejanos, sobretodo Sevilla, eran prácticas comunes. Los movimientos para acceder alservicio militar, al clero, a la educación, a las simples cuestiones comer-ciales respondían, antes que nada, a la necesidad de lograr mejoras po-tenciales en lo social o lo económico. La inmovilidad, en cambio, no eramás que una forma de conservadurismo propio de algunos miembros dela familia puesto al servicio de conservar el linaje, consolidar la riqueza yla posición del grupo. Al interior de una misma familia, movilidad y con-servadurismo fueron las herramientas básicas para la conformación y

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dispersión de grandes y flexibles redes sociales que, esparcidas por losalrededores de Cáceres o más allá del Océano Atlántico, sirvieron paraconcretar y consolidar verdaderos emprendimientos familiares.

La descripción parece coherente desde el estudio, el ensayo o la in-vestigación, pero desde la perspectiva individual la decisión de partirhacia América y más particularmente a los Andes durante el siglo XVIno parece haber sido tarea sencilla. Más allá de los móviles señalados porStern (1992) y de la “justificación” que en ellos se podría encontrar3, mu-chas veces los viajantes sabían que a su arribo no los esperaría nadie, niun familiar directo ni algún conocido; muchas veces hasta su llegada adestino permanecerían en manos de un emisario que los buscaba paratrasladarlos a algún punto lejano. Llegaban a un mundo literalmentedesconocido que solo tenía riquezas y bienestar en su imaginación dadoque la realidad, en la mayoría de los casos, se encargaría de desmentirlo.Aquellas personas, aquellos pioneros llevaban su ser individual, en cier-ta medida traían pero también dejaban atrás su relación social. En Amé-rica construirían, casi completamente, su herencia o historia.

Esa gente, la mayoría desconocidos, algunos rescatados por peque-ñas biografías o ilustres tesis, debían decidir a cada instante realizar o noun acto que todavía no había sido experimentado. Ellos mismos estabanconstruyendo su experiencia y la memoria histórica de las generacionesvenideras. Durkheim [1898] 1998 sostiene que la autonomía del sujeto enlas elecciones que se le presentan difiere según el medio social y culturalal que pertenecen. En este caso particular, atento a que las representacio-nes propias de cada cultura se daban muchas veces de cabeza con la rea-lidad, el medio social estaba en permanente construcción. Esta situaciónno era propia ni exclusiva de los españoles, también debió ser difícil la delos mestizos recientes, aquellos que tuvieron el privilegio de inauguraruna categoría social que hasta ese momento no poseía reglas. Los mesti-zos nacidos en familias ricas, fuesen mujeres o varones, debían pelearpalmo a palmo su inserción en la red familiar primero y en la social des-pués. Los mestizos nacidos en familias pobres navegaron en un mundoindefinido, modelando y remodelando su identidad conforme las circuns-tancias, generando uniones, rechazos y consensos. Unos y otros interfirie-ron en una sociedad donde las aguas estaban, al menos en los papeles,perfectamente divididas. Cuando todavía no se acallaban las discusiones

3 Los españoles comenzaron su venida a América a partir de ciertos ideales quepodían parecer utópicos en España pero no en América: ellos fueron la obtenciónde riquezas, la conversión cristiana y el ascenso social.

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acerca de la humanidad de los indios, los mestizos, sin proponérselo, pre-sionaban a las autoridades para que les otorgaran un lugar en la sociedad.

Por último, los indios. Aquellos que, partiendo nuevamente de lafecha de 1540, en el lapso de ocho años festejaron la liberación delsojuzgamiento incaico, observaron los reacomodamientos hechos por losincas sobre sus estructuras políticas y económicas y sintieron cómo mu-chos de esos reacomodamientos se plasmaron durante la colonia comohechos “de tiempo inmemorial”. Por fin, en su interacción, pero no des-de un lugar de privilegio, expusieron y mostraron lo que hoy llamaría-mos sus formas socioculturales. De acuerdo a cada caso resistieron, ne-gociaron o murieron. Tal actitud de resistencia y/o negociación, sea cualfuere el resultado, implicó atravesar la urdimbre del poder.

Estamos en un momento que oportunamente definimos como idealpara el antropólogo: el momento de contacto. Además, por su particula-ridad histórica este momento se erigió en instancias de relacionesprimigenias y experiencias vírgenes, según las regiones, constituyó uninstante, apenas unas décadas dentro del siglo. Eso ocurrió en el sigloXVI. El siglo en que la iglesia debió buscar en lo más profundo de sudoctrina para determinar con qué y cómo se debía tratar a seres que paraellos eran nuevos y en que los conquistadores debieron posicionarse, porfuerza o por negociación, respecto de la Corona mientras aquella definíapautas de acción.

En aquellos momentos, los límites al interior de los grupos estabanen permanente redefinición pero, paralelamente, esas reacomodacioneslos hacían cada vez más permeables. El individuo cobraba así una di-mensión inusitada, no por su individualidad sino por la dinámica que apartir de su reacomodación le imprimía al grupo de pertenencia. En pa-labras de Lins Riveiro (1986: 65):

la relación individuo/sociedad está mediatizada no solamente por tra-yectorias específicas de desarrollo de personalidades que califican indivi-duos como agentes competentes sino también por coyunturas históricasconcretas (donde las trayectorias individuales se realizan) que crean loslímites y posibilidades de resolución de impases cotidianos o estructura-les, tanto respecto de la manutención de un determinado orden cuanto asu cambio gradual o radical.

El siglo XVI en América es un tiempo y un espacio privilegiado paraobservar que los individuos no son productos mecánicos y pasivos dedeterminaciones sociales o económicas. Desde la posición en que se en-

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contraba, el individuo establecía relaciones sociales cruzando lineal otransversalmente los grupos de pertenencia o los grupos de aproxima-ción. Son justamente esas relaciones las que nos permitirán comprenderla dinámica de una sociedad en gestación y dar cuenta de los procesos deformación de identidades colectivas, “apuntando a los lazosinterindividuales que han desarrollado y, a partir de ellos, reconstruir lasredes sociales que vinculaban a los actores entre sí para determinar lasconfiguraciones en las cuales estaban insertos” Poloni-Simard (2000: 96).En el siglo XVI el individuo, cualquiera fuera su extracción, era determi-nante y determinado en y por los grupos sociales en una dimensión mu-cho mayor que en otros momentos históricos posteriores. En el siglo XVIla palabra experiencia, tan cargada de pasado, muchas veces quedarádesbordada por el propio presente. La misma cobró su verdadera di-mensión en los siglos siguientes cuando las bases de la colonia estuvie-ron echadas.

Los repositorios documentales que proveyeron la documentaciónque sustenta esta investigación fueron varios. En el Archivo Nacional deBolivia -Sucre- se consultaron principalmente las Escrituras Públicas, losLibros de Acuerdos de la Audiencia de Charcas y los Expedientes Colo-niales. En el Archivo General de Indias consultamos las Secciones Char-cas, Justicia, Patronato y Lima, entre otras. También obtuvimos significa-tiva información del Archivo General de la Nación y del Archivo de Tri-bunales de Jujuy. Ocasionalmente obtuvimos documentación del Archi-vo Municipal de Cochabamba, del Archivo Histórico de Potosí y del Ar-chivo Histórico de Jujuy. Las fuentes primarias inéditas se combinaroncon colecciones documentales de inestimable valor como, entre otras, lascompilaciones de Roberto Levillier, la Colección Gaspar García Viñas deCopias de Documentos del Archivo de Indias, la Colección de Documen-tos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización riopla-tense y las Relaciones Geográficas de Indias. Es notoria la ausencia decrónicas que brinden información para el Tucumán colonial a excepciónde los datos que aporta Lizárraga ([1605] 1987). Para la conquista inca alsur de Charcas se trabajó con Betanzos ([1551] 1987), Cieza de León ([1553]1945) y ([1554] 1943), Murúa ([1616] 1987) y Sarmiento de Gamboa ([1572]1988), aunque los datos sobre el Tucumán que proveen estas fuentes pro-vienen de terceros.

El presente libro se estructura en base a cuatro capítulos que, ade-más de estar ordenados cronológicamente, se adecuan a la hipótesis asostener. De tal forma, el lector observará que ciertos hechos o aconteci-mientos parecen repetirse a lo largo de los capítulos segundo, tercero y

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cuarto pero esa repetición no es tal. Lo que hacemos es observar, como sifuera a través de un prisma, la dinámica histórica desde la perspectivade cada uno de los actores sociales, incluyendo también a los investiga-dores que nos precedieron. Así por ejemplo, en el capítulo segundodeconstruimos hechos o hipótesis para luego rearmarlos a partir de lasdos vías que consideramos claves para la construcción de las identida-des colectivas: los procesos propios de la sociedad española (actores, ins-tituciones, etc.) y aquellos de los indígenas (capítulos tres y cuatro res-pectivamente).

El capítulo uno, “Geografía, historiografía y marco para el análisis”,esta compuesto por tres núcleos principales. Primero un panorama geo-gráfico insoslayable para comprender la dinámica poblacional de la re-gión. Luego, una referencia al estado de los conocimientos sobre el tema;por último los componentes teóricos que enmarcan nuestra investiga-ción. El capítulo dos, “El sur de Charcas a la sombra de dos imperios”, daalgunas pautas de la conquista Inca del territorio que nos ocupa anali-zando su derrotero de norte a sur hasta llegar a la Quebrada de Huma-huaca. A continuación observamos los primeros momentos de la con-quista hispana a partir del otorgamiento de cédulas de encomienda. Aque-llas cédulas fueron, en gran medida, reflejo del momento de máxima con-solidación del dominio incaico en la región. Por lo tanto, hacemos unanálisis detallado de las mismas a fin de discutir y precisar las entidadesétnicas primigenias o al menos previas a la conquista incaica.

Los capítulos tres y cuatro, “Familia y encomienda” y “Los tiemposidos”, presentan a los actores sociales protagonistas de esta historia: losespañoles y los indios. El tres, situado desde una perspectiva hispana,analiza el derrotero seguido por la encomienda de humahuaca desde quefuera otorgada en 1540 hasta la toma de posesión efectiva de la misma en1594. La encomienda concedida originalmente a Juan de Villanueva, pasóa manos de Juan de Cianca (1566) y por último el virrey Francisco deToledo (1575) se la dio a Pedro de Zárate (a partir de este momento seconsideró nuevamente la primera vida). Hablar de la vida de estos tresencomenderos no es solo referirse a la encomienda de humahuaca, im-plica también hablar del devenir mismo de la conquista española. Llega-dos tempranamente a América, representaron el ideal de fidelidad, ho-nor, riqueza y valor, y los tres lo pusieron de manifiesto a partir de susacciones. En este sentido, el capítulo dará cuenta del proceso pobladorhacia el sur de Charcas a partir de la lenta pero inexorable fundación depueblos de reducción y de las continuas luchas entre facciones.

En el capítulo cuatro analizamos la misma situación que en el capí-

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tulo anterior pero vista desde los indígenas, o sea desde el otro lado de lahistoria. Centramos nuestro análisis en la sociedad nativa y en los cam-bios que se produjeron en ella en los sucesivos momentos de contactocon los españoles. El mismo está compuesto por dos títulos principales:“El tiempo de la guerra” y “El tiempo de la paz”. El primero transcurreentre 1540 y 1595. Mucho antes de la efectivización de la encomienda enmanos de Juan Ochoa de Zárate, su padre Pedro de Zárate y los anterio-res encomenderos de humahuaca intentaron que “sus” indios les sirvie-ran, algunos lo lograron y otros no. Para desarrollar esto nos focalizamosen los sucesivos avances de conquista que se realizaron desde Charcashacia el sur, es decir, hacia el Tucumán y nos centraremos en algunoshitos significativos como la campaña de Martín de Almendras al Tucumán(1564), la fundación de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija(1575) y la fundación de San Antonio de Humahuaca en 1595.

Las conclusiones finales ofrecen una síntesis de la investigación rea-lizada relacionando los datos probados a lo largo de la misma, muestranlos procesos que llevaron a la consolidación de una identidad colectivapara el caso y momento particular estudiado y procuran establecer pro-yecciones para estudios futuros. Por último, el libro se completa con cua-tro apéndices documentales que, por la información que proveen, consi-deramos de suma importancia para la historia de la encomienda dehumahuaca. Para realizar la transcripción paleográfica seguimos en lí-neas generales el modo literal modernizado (Tanodi 2000: 262 y ss.), quefacilita la lectura y comprensión del texto pero no altera el contenido deldocumento. En todos los casos actualizamos la ortografía y desplegamoslas abreviaturas.

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El paisaje y Omaguaca

En la presente trabajo integraremos los paisajes del mismo modoque los integró el hombre andino en su permanente trashumancia, con elfin de conjugar necesidades biológicas y sociales inherentes a su propiareproducción social. Es decir, no tomaremos a la quebrada de Humahuaca,como se ha hecho en muchos estudios históricos, como un sector inde-pendiente dentro del área mayor del Noroeste Argentino. Si como esta-blece Troll (1958: 10) la diversidad geográfica es notablemente manifiestadesde el macizo puneño hacia y hasta la quebrada de Humahuaca, esnecesario remarcar que tanto el ambiente quebradeño como su desarro-llo social no se pueden entender sin la interacción de los pisos ecológicoscircundantes. La misma lógica ha de aplicarse para la Puna y los valles,por lo que haremos una somera descripción de cada uno de ellos, con-templando sus fronteras y rutas de integración.

La Puna

En el extremo norte de nuestro país se ubica una amplia mesetaconocida genéricamente con el nombre de Puna y que forma parte deuna altiplanicie que se continúa en los países vecinos de Chile y Bolivia,extendiéndose hasta la ollada del lago Titicaca. La Puna argentina pre-senta características comunes en las tres provincias por las que extiendesu recorrido (Jujuy, Salta y Catamarca). Su superficie es accidentada, perotiene pocos desniveles profundos. Sus partes más bajas se encuentran auna altura promedio de 3.800 metros sobre el nivel del mar mientras quelas cumbres sobrepasan los 6.000 metros sobre el nivel del mar. A pesarde esa gran altura la nieve no abunda presentando un paisaje que, en

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Geografía, historiografía ymarco para el análisis

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líneas generales, es pobre y de escasa vegetación (Kuhn 1930). Los cordo-nes montañosos que la envuelven hacen que este paisaje haya constitui-do una región aislada y de difícil acceso. Desde el sudeste únicamentetres amplios valles, cabeceras de sistemas fluviales, son las vías de accesoy caminos de comunicación naturales con la Puna: la quebrada deHumahuaca, la del Toro y el valle Calchaquí. Hacia el norte la integra-ción con la meseta altiplánica chileno boliviana es continua tanto desdeel punto de vista geográfico como cultural.

Para nuestro trabajo tomaremos el territorio correspondiente a laPuna jujeña con una pequeña extensión hacia el altiplano boliviano,aproximadamente entre los 21º 45’ y 23º de latitud sur y los 65º 30’ y 66º25’ de longitud oeste. Albeck (1992: 98) divide este territorio en cincozonas: septentrional, centro occidental, centro oriental, meridional y oc-cidental. Por su parte Krapovickas (1983) lo sectoriza señalando tres cuen-cas hidrográficas al interior del mismo: la de Miraflores-Guayatayoc-Sa-linas Grandes al este y al sur del sector oriental, la de Pozuelos en elcentro, oeste y norte y la de desagüe hacia el océano, formada por los ríostributarios del Pilcomayo. Esta última se divide a su vez en dossubcuencas: la de Yavi-La Quiaca hacia el noreste y la del río San JuanMayo hacia el noroeste.

Casi todo el territorio presenta un clima árido a semiárido con preci-pitaciones reducidas las cuales, al igual que la humedad, decrecen de nortea sur y de este a oeste. La amplitud térmica llega a límites extremos. Esteclima tan particular solo permite dos cultivos principales: tubérculos (pa-pas, ulluco) y quinoa. Entre su fauna, la llama desempeñó un papel centralen el transporte a larga distancia. Estos elementos principales se comple-mentan con la caza de guanacos, alpacas y aves corredoras.

Para comprender el paisaje puneño en su totalidad no podemos dejarde hacer referencia a sus fronteras naturales, utilizando variables cultu-rales. Con la expansión tihuanacota primero pero, sobre todo, con la con-solidación del dominio incaico la Puna se constituyó en un espacio orde-nador de paisajes. Desde aquellas áridas alturas los límites parecían bienestablecidos. Hacia el oriente la selva era la frontera del imperio; a lolargo de dicha frontera, los Incas establecieron fortificaciones de avanza-da para contener a las sociedades selváticas. De norte a sur, por el contra-rio, las montañas se dilataban contribuyendo a expandir el dominioincaico. Para los españoles fue importante apoyarse en aquellas fronte-ras ya fijadas, reconociendo que representaban los confines del imperioadonde los incas habían llegado pero donde su dominio nunca dejó deser precario.

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La quebrada de Humahuaca

Entre la Puna y los valles orientales se extiende, como una cuña queirrumpe en el paisaje puneño, la quebrada de Humahuaca. Con una ex-tensión aproximada de 150 km y orientación norte-sur constituye uno delos accidentes geográficos más importantes del complejo montañoso delnoroeste argentino. Limita al oeste con los contrafuertes de la Puna, des-tacándose las elevaciones del Chañi y Sierra Aguilar; al este con las deTiracsi, Huajra, Tilcara y Zenta. Los límites norte y sur aún hoy son mo-tivo de discusión, pero en general coincidimos con Kuhn (1930) en exten-derlos desde Iturbe al norte hasta el valle de Jujuy al sur.

La quebrada de Humahuaca tiene un ancho promedio de dos a treskilómetros y en su fondo, de norte a sur, corre el río Grande o Humahuacacuyas aguas, luego de unirse con el río Lavayen, confluirán en el Berme-jo. El fondo del río es estrecho, lo que se manifiesta aún más en ciertospuntos de la Quebrada denominados comúnmente “angostos” (tales comoPerchel, Chorrillos, etc.). Sus laderas son notoriamente empinadas conpendientes de hasta 30º, las orientales son más abruptas que las occiden-tales. Este hecho se refleja en la conformación de las quebradas tributarias,las primeras son largas y de suave pendiente (Huichairas, Yacoraite, etc.),las segundas cortas y de fuerte inclinación (La Huerta, Calete, etc.).

Siguiendo a Albeck (1992: 100) distinguimos cuatro vías de accesoprincipales entre la Puna y la Quebrada y seis secundarias. El eje de taldistinción es el mayor costo global (formas de acceso directo, altura, etc.).Entre las vías directas menciona: 1) el curso superior del río Grande, 2) elrío Yacoraite, 3) la quebrada de Purmamarca y 4) la quebrada de TumbayaGrande. Las rutas alternativas son de norte a sur: Zapagua, Coraya, Cuchi-yaco, Quetacara Grande, Juella y Huichairas. Finalmente, señalaremos tam-bién la división que hace Kuhn (1930) sobre el trazado de la quebrada: a)sección inferior, desde el valle de Jujuy (1.258 m) hasta el pie del Volcán(1.700 msnm); b) sección media, desde el Volcán (2.000 m) hasta Uquía(2.800 msnm); c) sección superior, desde Uquía hasta Iturbe (3.300 msnm).

El clima es del tipo continental semidesértico, con una intensa se-quedad. Las precipitaciones son escasas y dependen de factores estacio-nales ya que el 80 % de las mismas se producen entre diciembre y marzo.El nivel de las precipitaciones desciende a medida que avanzamos haciael norte, la media anual en Volcán es de 313 mm; en Tilcara de 302 mm yen Humahuaca de 141 mm. Las temperaturas medias anuales oscilan en-tre una máxima media anual de 2,3º C, aunque llegan a temperaturasabsolutas anuales de más de 45º C y menos de -3º C. A modo de ejemplo

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diremos que la media en Volcán es de 13,6º C, la de Tilcara de 15º C y lade Humahuaca de 12,8º C.

En la quebrada de Humahuaca el clima es más benigno si lo compa-ramos con el de la Puna. Se da un aumento en la presión atmosférica y,por lo tanto, la amplitud térmica y los días con heladas decrecen. El ám-bito que ocupa corresponde al ecosistema denominado q’eshwa (2.000 a3200 msnm) donde se ubican la mayoría de los sitios prehispánicos. Losmismos también se encuentran en la suni (3.200 a 3.800 msnm) donde seencuentran campos de cultivo y obras de riego (Coctaca, El Alfarcito). Lahumedad ambiente produce un interesante fenómeno que consiste en laformación, durante el atardecer, de una espesa niebla en las quebradastributarias. La misma es más abundante en verano y además al bajar latemperatura el agua se condensa y precipita, filtrándose luego hasta alcan-zar la capa freática. En esta parte (borde de Puna) de las quebradas se de-positan los sedimentos más finos y la capa freática se encuentra cerca de lasuperficie. Los manantiales así formados se congelan durante la noche acu-mulando el agua que, al irse descongelando durante el día, provoca unescurrimiento paulatino. Este fenómeno podría estar estrechamente liga-do a la instalación de campos de cultivo en esta parte de la Quebrada.

Los valles orientales

La geografía valluna se manifiesta en un continum hacia el orientede la quebrada de Humahuaca, mientras que hacia el norte, hacia la fron-tera con Bolivia, lo hace con el ambiente puneño. Dicho continum encon-trará su punto máximo en las tierras bajas chaqueñas. No pretendemoshacer un análisis detallado de esta zona como hicimos anteriormente. Alos efectos del presente estudio solo nos interesa señalar algunas caracte-rísticas ambientales propias del lugar. A diferencia de la quebrada deHumahuaca y de la Puna las precipitaciones aquí son abundantes, lo queaumenta la posibilidad de una amplia gama de cultivos, pudiéndose prac-ticar el atemporal o de secano (Albeck 1992: 98). Dentro de este paisajeaccidentado los pastizales y la vegetación se hacen más nutridos hacia eloriente siguiendo el ambiente marcado por el aumento de las lluvias. Losríos y riachos de esta zona tendrán como único colector al Bermejo. Cuantomás se avanza al oriente se hace más evidente la sensación de frontera, esdecir aquel territorio difícil de superar y que requiere más que una meraadaptación climática. Para el habitante andino era una verdadera fronte-ra cultural donde se encontraba un “otro” conocido más a fuerza deenfrentamientos que de entendimiento. Los valles orientales marcaron

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un límite como no lo hizo la Quebrada. Ese límite no fue una barrera,nuevamente fue de contacto e interacción.

Hemos presentado en esta breve reseña una geografía por demásamplia pero ante todo variada en climas y en recursos. Toda ella no hacemás que mostrarnos un conjunto ordenado y lleno de posibilidades desubsistencia, de intercambio y de expansión; con fronteras geográficas ytambién culturales. El habitante prehispánico se sirvió de esta geografíamuchas veces por necesidad y muchas otras por la fuerza, la misma fueescenario de luchas e intercambios. El hombre una vez más pone el con-dimento necesario para que esta variación climática y de recursos cobresentido a la luz de los estudios históricos, antropológicos y de geografíasocial. En el presente trabajo daremos cuenta de ese hombre que pormomentos permanece estático y por momentos se mueve, muchas vecespor voluntad propia y muchas otras por la asechanza del enemigo. A lolargo y a lo ancho de esta variada geografía, con mayor o menor presen-cia en cada uno de los paisajes que la integran, se ubicaron los indios dehumahuaca. Estos, al aparecer reiteradamente en la documentación his-pana, han ocupado una importante cantidad de trabajos enfocados des-de la historia, la arqueología o la etnohistoria, y sobre los cuales daremoscuenta en el apartado siguiente.

Mapa 1. Geografía física del norte de Argentina y sur de Bolivia

N

0 100 km

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La historiografía y Omaguaca

Numerosos historiadores o antropólogos, encasillados en una co-rriente historicista, han generado una importante cantidad de bibliogra-fía sobre los indígenas que poblaron nuestro territorio. Dentro de estacorriente encontramos dos tendencias bien marcadas. Aquella que se hapreocupado por brindarnos un panorama detallado de los grupos quehabitaron el país (Serrano 1947, Canals Frau 1963), centrándose en la zonavalliserrana y que le atribuye a los “diaguitas” el haber constituido lacivilización más importante del territorio argentino. Esta corriente ten-dió a contraponer las categorías “salvaje” y “civilizado” en todo el marcode su análisis. Dentro de esta tendencia podemos encontrar autores quecentraron sus trabajos en la provincia de Jujuy y particularmente en laquebrada de Humahuaca (Levillier 1930, Tomasini [1933] 1990, Carrizo1934, Vergara 1934). Pese a la especificidad, su preocupación no fue ana-lizar la problemática indígena, más bien la tocaron tangencialmente paraarribar a su tema específico: la sociedad española que se iba desarrollan-do vertiginosamente. Aquellos autores no trataron en ningún momentolas articulaciones interétnicas ni las particularidades de la sociedad indí-gena. Para ellos esta era un conjunto ordenado y estable que se iba aco-plando lentamente a la coyuntura generada por el español; el choqueentre ambas, el conflicto y la crisis que emergieron fueron categorías de-jadas de lado.

A pesar de la orientación valliserrana que guió a las grandes obras,la quebrada de Humahuaca presentaba una atracción que pocas regio-nes en el país tenían, nos referimos a las ruinas del Pucará de Tilcara.Debido a ellas, muchos investigadores y arqueólogos (Debenedetti 1910y 1930, Vignati 1931, Gatto 1943) se acercaron al lugar a fin de realizarestudios pormenorizados de sus instalaciones y de otros sitios cercanos.Para hacer esto necesitaron abordar la realidad indígena mediante análi-sis lingüísticos de la toponimia, este esfuerzo metodológico llevó a laacumulación de novedosas hipótesis sobre las relaciones entre los gru-pos indígenas del lugar. De esta manera, con un importante acopio dedatos y un mejor conocimiento de la arqueología regional, se abrieronnuevas problemáticas acerca de la realidad nativa. A partir de entoncesse impulsaron investigaciones que dieron mejor cuenta de las delimita-ción de los grupos que ocuparon la región.

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Los omaguacas entre la Quebrada, la Puna y los Valles

Los trabajos acerca de los grupos que habitaron el noroeste de laprovincia de Jujuy, comprendiendo la quebrada de Humahuaca, la Punay sus zonas limítrofes, es decir la porción del altiplano que se extiendehacia el sur de Bolivia y Chile, y en alguna medida los valles que se en-cuentran al oriente del actual departamento de Humahuaca, comenza-ron hace mucho tiempo atrás. Estos trabajos van desde simples descrip-ciones paisajísticas hasta verdaderas etnografías que se propusieron darcuenta, entre otras cosas, de los habitantes de la zona, de su territoriali-dad y de su pertenencia o no a un grupo mayor.

En un principio las investigaciones fueron abordadas conjuntamen-te desde la arqueología y la historia para llegar luego a una especializa-ción en cada uno de estos campos. Hoy, a más de cien años del trabajopionero de Juan Bautista Ambrosetti (1902) nos vemos en la necesidadde realizar una sistematización mínima de lo dicho acerca de los indiosde humahuaca. Una primera mirada a los datos arqueológicos le harádecir a Ambrosetti (1902: 11) que los jujeños, como él llamó a los indíge-nas del norte de la Argentina, “aunque la historia colonial nos los pre-sente con otros nombres: Omaguas, Omaguacas, Omahuacas óHumahuacas; Tilcaras Prunmamarcas, Cochinocas, Casabindos, etc.”,formaban parte de un grupo mayor: la civilización Kakana o Diaguito-Calchaquí. Ambrosetti llegó a esta conclusión considerando dos vías pro-batorias. En primer lugar la analogía y semejanza de los objetos arqueo-lógicos encontrados en los diferentes sitios trabajados. En segundo lugar,porque según los cronistas unos y otros hicieron causa común contra elespañol durante los levantamientos calchaquíes. Según el autor aquellosindios humahuacas, vanguardia de la nación Calchaquí, habrían desapa-recido con la captura de su cacique principal Viltipoco a manos de Fran-cisco de Argañaráz, fundador de San Salvador de Jujuy (1593)4.

4 En la época de los grandes alzamientos, parte de los insurrectos estuvieron co-mandados por el cacique Viltipoco. En ellos participaron “diaguitas, chichas,omaguacas, churumatas, lules apanatas y muchas otras naciones y era tanta la famadel dicho Viltipoco que hasta los indios de Chile le respetaban y le enviaban presentesy se confederaban con él solo por ser como era tan enemigo de los españoles y tanbelicoso y de mucho ánimo y respecto de esto tenía bajo su dominio y mando a todoslos indios de las dichas cordilleras que es vos y fama que tenía debajo su gobierno amás de veinte mil indios”. Información de méritos y servicios hecha a su majestadpor Francisco de Argañaráz, en la conquista de las provincias del Tucumán y funda-ción de pueblos, en especial el de Jujuy. En Levillier 1918-20, II: 460.

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Los datos aportados por Ambrosetti (1902) no fueron tenidos encuenta por autores posteriores. La principal causa de ello fue que otrotrabajo temprano (Boman 1908) se encargó de refutar las afirmacionesanteriormente detalladas. No es nuestro propósito confrontarlos o deba-tirlos en particular, solo nos interesa señalar que Ambrosetti será prácti-camente el único autor que incluye a los indios humahuacas dentro deuna “nación”, “grupo” o “etnía” mayor, en este caso la de los calchaquíes.Con la aclaración que hace Ambrosetti acerca de los nombres con queson presentados estos indios humahuacas por “la historia colonial”, lahistoria de la región que nos ocupa y, por lo tanto, la de los indígenas quela habitaron comenzaba a dividirse de manera casi imperceptible en unantes y un después de la colonización hispana. La fecha límite estarádada por los años 1593 y 1594, espacio en que se producen dos hechos derelevancia extrema: la fundación de San Salvador de Jujuy y la capturadel cacique Viltipoco.

El trabajo realizado por Boman (1908), seis años después del deAmbrosetti, dejará una fuerte impronta en los posteriores estudios acer-ca de los indios de humahuaca. En primer lugar hizo abortar una discu-sión aún no iniciada que planteara el trabajo de Ambrosetti pues mostrócon pruebas concluyentes que el material arqueológico de la quebradade Humahuaca difiere tanto del de la región diaguita como del de laPuna de Jujuy. Incluso sostuvo que en el caso que el material procedentede la quebrada de Humahuaca no tuviera una entidad propia deberíaligárselo más a la región de Chichas, al sur de Bolivia, que a lasvalliserranas del Tucumán. Con Boman los omaguacas comenzarán atomar una identidad propia al ser reconocidos como uno de los principa-les grupos que ocuparon la quebrada de Humahuaca en particular y elnorte argentino en general. Los ubicó en un “centro” preciso (las cerca-nías del actual pueblo de Humahuaca) con una dispersión hacia los ac-tuales departamentos de Iruya y Santa Victoria en la provincia de Salta yla localidad de Yavi en la de Jujuy. Tuvieron dos caciques principales:Viltipoco y Teluy. Desde 1536, año en que salieron al cruce de Diego deAlmagro en su paso hacia Chile, hasta 1595 fecha en que Francisco deArgañaráz pacificó la región, no dejaron de ser el “azote” de los españo-les.

Con las afirmaciones de Boman sobre los omaguacas su suerte esta-ba echada para la historiografía posterior: los omaguacas fueron los beli-cosos habitantes de la quebrada de Humahuaca. Esta fórmula se utilizóy amplió sin solución de continuidad y, al menos desde una perspectivaetnohistórica, sin una debida comprobación documental. Boman estable-

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ció la existencia de una macroetnía que permaneció inmutable práctica-mente desde el Tardío hasta el contacto hispano-indígena. Esa belicosaetnía humahuaca fue responsable de que los españoles no hicieran pie enla región hasta la fundación de San Salvador de Jujuy (1593). También deimpedir las fundaciones antecedentes a aquella, Nieva (1561) y Alava(1575), de la muerte de Martín de Almendras en su entrada pacificadoraal Tucumán (1563) y de que los españoles tuvieran que ir durante granparte de la segunda mitad del siglo XVI, con “junta de gente” desdePurmamarca hasta las cercanías de Talina, primer pueblo de la jurisdic-ción de chichas. El accionar bélico de los humahuacas se extendió enton-ces casi desde el valle Grande de Jujuy hasta el límite norte de la gober-nación. Demasiada carga histórica, demasiado protagonismo para ungrupo sobre el cual no se ha escrito tanto pese a la importancia que se leasignó. Creemos que una de las causas de aquella situación es que lapropuesta de Boman, tomada casi de manera acrítica por los autores pos-teriores impidió ver la interacción, la dinámica social y la movilidad quese dio en la región como consecuencia de la conquista incaica primero yde la implementación de las instituciones españolas después.

Aunque haya pasado desapercibido para la literatura posterior,Boman realizó una división cronológica similar a la que tiempo atrás hi-ciera Ambrosetti. Así los omaguacas históricos, como grupo étnico inser-to en el proceso colonial, comenzaron a ser tenidos en cuenta en 1536cuando salieron al cruce de los hombres de Almagro, pero su historiacontinuaba recién en 1594, momento de la captura de Viltipoco y Teluy.Durante aquellos años los humahuacas fueron considerados de manerageneral como indios de guerra, responsables de hacer imposible el libretránsito entre Charcas y el Tucumán y de haber desbaratado las dos fun-daciones previas a la de San Salvador de Jujuy. Con el tiempo, la historiade los humahuacas durante el período colonial fue descripta a partir delos años 1593/5 y fue íntimamente relacionada con los indios reducidosen el pueblo de San Antonio de Humahuaca. Quedaban sesenta añosprácticamente vacíos de identificaciones étnicas precisas.

Como señaláramos, las investigaciones -más por la formación delos investigadores que por sus aspectos metodológicos- fueron en un prin-cipio abordadas conjuntamente desde la arqueología y la historia, paraluego llegar a una especialización en cada uno de estos campos. Estaespecialización tomó forma particularmente a partir de la década de 1950,época en la que A. R. González imprimió cambios en la arqueología, otor-gándole una mayor especificidad y rigor científico. A partir de este pun-to y siguiendo los lineamientos propuestos por Boman trataremos de ma-

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nera diferenciada aquellos trabajos realizados desde una perspectiva ar-queológica y aquellos que parten de una perspectiva histórica. Cabe se-ñalar que esta división es ante todo metodológica ya que en la mayoríade los casos ambos lineamientos, y sobre todo el arqueológico, ha tenidomuy en cuenta la interdisciplinariedad. Por todo lo expuesto, y a pesarde ser un neto trabajo de antropología histórica, trataremos en primerlugar la producción arqueológica dada la temporalidad que comprendenuestro trabajo para pasar luego a la etnohistórica. La revisión arqueoló-gica es necesaria sobre todo en lo referente al impacto de dominacióninca en la región que, como en otras zonas del imperio, dejó alterada laconstitución y distribución de los grupos étnicos o jefaturas locales. Des-de la etnohistoria necesariamente volveremos a tratar los trabajos de al-gunos autores que, aun siendo arqueólogos, revisaron y reinterpretaronla documentación escrita.

Las voces de la arqueología

Al hacer una revisión de los trabajos arqueológicos sobre la quebra-da de Humahuaca, la Puna jujeña y los Valles orientales, debemos tenerpresente el desarrollo mismo de la arqueología argentina. Para ello hare-mos una breve referencia a la situación de la disciplina en la década de1950 época que, como bien señala Krapovickas (1981/2: 70), estuvo ca-racterizada por una “lucha cronológica”. Dos puntos estaban en el cen-tro de la cuestión. Primero, se creía casi sin excepción que todos los restosencontrados en las excavaciones eran contemporáneos y que pertenecíana los aborígenes del siglo XVI que habían estado en contacto con los es-pañoles. El segundo punto en cuestión fue la expansión incaica en el te-rritorio argentino: durante mucho tiempo los arqueólogos rechazaron laposibilidad de una dominación política efectiva en la región por parte delos cuzqueños. Frente a las evidencias que muchas veces les presentabael registro arqueológico, se intentó subsanar el problema con conceptosimprecisos tales como intercambio, aculturación, contacto, etc. La fuerzade las evidencias, las revisiones en los trabajos y el nuevo impulso que latesis doctoral de John Murra (1978) imprimió sobre los estudios del im-perio incaico hicieron que se abriera una nueva perspectiva en los traba-jos sobre las culturas del Noroeste argentino. Hecha esta breve aclara-ción veremos cómo se intentó explicar la situación poblacional en la que-brada de Humahuaca.

El trabajo de Pérez Gollán (1973) es una buena síntesis sobre la nece-

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sidad de hacer cronologías. El autor realiza una periodización de las lla-madas “culturas agroalfareras de la Quebrada de Humahuaca” en tresmomentos bien diferenciados: uno Temprano caracterizado por el mo-mento en que la economía agropastoril se encuentra estabilizada; otroMedio que, en líneas generales, esta enmarcado por las influencias reci-bidas desde el área Tiawanaku; y otro Tardío, o de Desarrollos Regiona-les, el cual incluye la época de dominación incaica y finaliza con la llega-da de los españoles.

Indudablemente debemos centrarnos sobre el período Tardío pueses sobre el que mayor cantidad de preguntas nos surgen. En primer lu-gar, aunque somos conscientes de que ha comenzado a debatirse dentrode la misma arqueología, es cuestionable el valor que se le otorga a lacerámica como elemento que define la identidad sobre todo en socieda-des con alta movilidad. En segundo lugar, es necesario preguntarse quétipo de desarrollo habrán tenido las sociedades locales al momento delcontacto con el imperio incaico5. Actualmente la gran mayoría de los tra-bajos arqueológicos sobre la Quebrada que abordan el período Tardíohan hecho hincapie, debido a las evidencias encontradas, en los cambiosproducidos por el imperio incaico.

Es prácticamente imposible hacer una referencia a los estudios ar-queológicos de la Puna y la Quebrada sin mencionar a Pedro Krapovickas.Tomando una pequeña muestra de sus trabajos (1958/59, 1981/82 y 1983)podemos observar cómo intentó superar el estancamiento en que vivía laarqueología en los aspectos ya señalados y trató de determinar y delimi-tar los complejos culturales puneños. Luego, cuando aceptó que dentrodel marco de la disciplina no podría completar sus inquietudes profun-das, apeló a la documentación colonial. Entre los años 1958/9 Krapovickaspublicó un trabajo de neto corte arqueológico, “Arqueología de la PunaArgentina”, donde se pregunta sobre la uniformidad de los restos ar-queológicos. Con los pocos trabajos específicos publicados para esa fe-cha (la campaña se desarrolló entre los años 1954 y 1955 con la supervi-sión del Dr. Eduardo Casanova), Krapovickas se propuso determinar silos complejos culturales puneños “pertenecen realmente a un único com-plejo cultural como se han mantenido hasta el presente o no, y si esacultura o culturas fueron independientes de las que poseyeron los pue-

5 Cuando se realizaron las primeras cronologías, el momento de contacto del impe-rio incaico con las sociedades locales se estableció alrededor de 1480. Pero actual-mente los últimos registros radiocarbónicos ponen en duda esa fecha, retrotrayéndolaaproximadamente 50 años.

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blos vecinos” (1958: 53). Luego de un exhaustivo recorrido por casi todoslos vestigios materiales de la Puna, Krapovickas (1958/9: 53) descartatodo tipo de uniformidad cultural planteando un “complejo panoramaarqueológico”. Compara el tipo, cantidad y calidad de los vestigios en-contrados en la quebrada de Humahuaca, La Paya y el norte de Chile y,aunque carece de datos arqueológicos certeros de la arqueología del ladoboliviano, arriesga que “debe existir una continuidad arqueológica y queel complejo de la Puna debe hallarse más allá de la frontera que separanuestro país de la vecina República”. Ya para esa fecha, Krapovickas co-nocía por demás la Puna argentina pero lo verdaderamente destacable esel conocimiento que procuró de las zonas aledañas a fin de poder inser-tar a la Puna dentro de un todo regional.

Hacia 1973 Krapovickas, en colaboración con Marta Ottonello, vuelvea centrar sus estudios en la Puna pero esta vez se dedica a un sectordeterminado de la misma, el sector oriental. En este trabajo el planteotrasciende la mera descripción de los restos materiales, la propuesta delos autores trata de alcanzar un mayor nivel explicativo en el conoci-miento de los desarrollos socioculturales de la Puna. Para lograr el obje-tivo propuesto trataron de establecer una estrecha relación entre la socie-dad, la cultura y el ambiente. El resultado, entre otros, fue un registrobastante pormenorizado de las culturas del período Tardío del sectororiental de la Puna y, además, un primer intento de determinar la in-fluencia inca sobre las mismas. La consecuencia inmediata de ese trabajofue la publicación de un artículo en 1979 titulado “Los indios de la Punade Jujuy en el siglo XVI”, que se completa con otro de 1983 denominado“Las poblaciones indígenas históricas del sector oriental de la Puna (unintento de correlación entre la información arqueológica y la etnogra-fía)”. En este último el autor, combinando el modelo arqueológico y cier-ta información documental, ubica en cada sector de la Puna argentina adeterminados grupos étnicos.

El último trabajo que nos interesa destacar es una reinterpretaciónde un trabajo anterior, justificada por “la nueva orientación lograda en laregión andina central por los estudios sobre la organización política yeconómica del imperio inca especialmente a partir de los trabajos deMurra” (Krapovickas 1981/82: 67) ¿Qué era lo que Krapovickas estabareinterpretando? La presencia incaica en la región. Durante mucho tiem-po los principales exponentes de la arqueología en Argentina habían des-estimado la posibilidad de una dominación política efectiva. En este tra-bajo Krapovickas presenta las conclusiones de una excavación en el Pucaráde Tilcara, donde analiza un taller de lapidario y un edificio incaico en

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Yacoraite. La conclusión más destacable del trabajo es que la presenciaincaica no había sido el resultado de un proceso de difusión sino el deuna política de colonización efectiva.

Entre los investigadores que se han preocupado por destacar la pre-sencia incaica en el Noroeste argentino no podemos dejar de mencionar aRodolfo Raffino. Para el caso particular de la zona que nos ocupa debe-mos mencionar su trabajo Inka. Arqueología, Historia y Urbanismo del Alti-plano Meridional (1993)6 que, a pesar de lo amplio del título se centra par-ticularmente en el estudio de la localidad arqueológica de La Huerta quecomprende la quebrada homónima y desemboca en la de Humahuaca.El libro presenta además, un panorama de la presencia incaica en la re-gión vallista al oriente de la quebrada de Humahuaca, particularmenteen Santa Victoria, Iruya y Valle Grande para finalizar con una someradescripción de los probables grupos étnicos que ocuparon la Quebradaal momento del contacto con los españoles.

Uno de los coautores del libro, Jorge Palma, continuó los estudiosiniciados por Raffino en el mismo sitio de La Huerta. Para analizar losaportes de Palma nos centraremos en su trabajo “Curacas y Señores. Unavisión de la sociedad política prehispánica en la Quebrada deHumahuaca” (1998) pues en el mismo realiza una síntesis de sus investi-gaciones. El objetivo del trabajo es evaluar los componentes político-cul-turales de las comunidades prehispánicas en la quebrada de Humahuaca.Al igual que la mayoría de los autores, Palma (1998: 12) indica que apartir del 900 dC “las comunidades de la Quebrada de Humahuaca ini-cian una expansión dentro del ámbito quebradeño”, lo que implica quepromediando el siglo XI los humahuacas habrían ocupado, casi comple-tamente, la Quebrada troncal y las laterales. Observa cómo durante losprimeros momentos de los Desarrollos Regionales coexistieron instala-ciones de tipo disperso, propias de momentos más tempranos, con con-glomerados más grandes y homogéneos. Aquellos poblados habrían te-nido un momento de ocupación relativamente corto (1.280 a 1.350 dC)probablemente a partir de la presión demográfica y de la necesidad deampliar los espacios de cultivo. Por fin, Palma (1988: 21) considera que lapresencia inca en la región comenzó a partir del año 1410. Trabajandoprincipalmente con vestigios materiales, sobre todo de la infraestructura

6 La obra es dirigida por Raffino pero en ella participan una considerable cantidadde investigadores, algunos de los cuales han continuado sus trabajos en el área dela Quebrada.

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incaica, el autor señala que la ocupación incaica “introdujo un cambio enlas relaciones de poder, lo que alteró por completo las funciones de lossitios hegemónicos”.

Pese a tratarse de un autor contemporáneo, no es difícil predecirque los trabajos de Axel Nielsen marcaran un antes y un después en laarqueología de la quebrada de Humahuaca. Además de sus conocimien-tos, son dos las claves para que esto sea así, la primera es que Nielsensiempre intenta realizar una descripción holística de la problemática queinvestiga, proceder que lo aleja del análisis puntual de un solo sitio. Lasegunda, íntimamente relacionada con la anterior, es que el autor ha re-corrido la zona, lo que le confiere una dimensión espacial que pocos au-tores poseen. En su permanente andar y al tratar de integrar sitio consitio Nielsen se permite dudar, lo que lo conduce a reinterpretar, arman-do capa sobre capa la “historia” de la región.

Nielsen realiza una nueva periodización para la quebrada deHumahuaca7. Distingue dos momentos en los Desarrollos Regionales elprimero entre el 900 y aproximadamente el 1.250 AP y el segundo desdeesa fecha hasta la irrupción incaica a mediados del siglo XV. En el perío-do de Desarrollos Regionales I se registran sitios tanto en la Quebradatroncal como en los alrededores, al final de ese período se observa unlento abandono de los sitios periféricos que concluye durante los Desa-rrollos Regionales II en la aparición de grandes sitios en la Quebradatroncal exclusivamente, algunos más expuestos y otros netamente defen-sivos. Este cambio habría obedecido, según el autor, a ciertas perturba-ciones en los factores climáticos que provocaron, a su vez, una importan-te presión de los grupos vecinos sobre los recursos del río Grande, gene-rando una suerte de conflicto intraétnico que habría durado hasta la lle-gada de los Incas.

El detalle más interesante de la propuesta de Nielsen es que destacala existencia de espacios intraétnicos con sitios abandonados que se cons-tituyen en verdaderas “tierras de nadie”, se trata de espacios de conflictoy de relaciones permanentes. Esos espacios fueron ocupados estratégica-mente por los incas para alterar las relaciones sociales durante su proce-so de conquista y colonización. Nielsen sostiene que los datos que poda-mos obtener del momento posterior a la conquista hispana nos permiti-rán observar a las sociedades locales estructuradas a partir de los cam-

7 Estas son conclusiones parciales presentadas en el Seminario “Sociedad y Am-biente en Puna y Quebrada”, Tilcara 2001.

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bios provocados por los incas, cambios tan profundos que difícilmenteden cuenta de momentos anteriores.

Los incas se enfrentaron con estas sociedades en su paso hacia elsur. Nielsen (2004) considera la intervención inca en la Quebrada desdedos perspectivas: una se relaciona con el control del territorio y la pobla-ción local y la otra con la organización del tributo y la economía imperial.En el primer caso, íntimamente relacionado con los aspectos políticos,los registros arqueológicos permiten inferir que ciertas comunidades osectores dentro de ellas fueron privilegiadas con el estatus de agentes delgobierno imperial. Esta situación involucró también cambios espacialesya que los centros de poder incaicos en la Quebrada no coincidieron ne-cesariamente con los centros anteriormente establecidos. Con buen crite-rio, el autor verifica la existencia y ubicación de sitios imperiales puros afin de determinar la existencia de fortalezas dentro del territorio cuyafinalidad primordial habría sido la de vigilar a sus habitantes y tambiéncontrolar otros distritos del imperio.

El momento de la escritura

Observando los trabajos realizados desde una perspectiva históri-ca, o si se prefiere etnohistórica la situación no varió considerablementerespecto a lo enunciado en la introducción de este capítulo. Con algunosrasgos diferenciadores los autores siguieron manejándose con los ejestrazados por Boman, es decir: 1) los omaguacas constituían un grupoétnico en sí mismo, el más importantes de la región; 2) su centro, núcleoo poblado principal estaba ubicado en la quebrada de Humahuaca sea enlas inmediaciones o en el mismo lugar donde hoy se encuentra el actualpueblo de San Antonio de Humahuaca; su dispersión, según los distin-tos autores, fue variable; 3) los omaguacas tuvieron un papel preponde-rante en la resistencia bélica contra el español.

Casanova (1939) asegura que el vocablo Omaguaca designa a unade las tribus principales que habitaron los alrededores del actual pueblode Humahuaca, y además afirma que la Quebrada fue ocupada por nu-merosos grupos, aunque según él fueron los arqueólogas quienes exten-dieron el nombre omaguacas para todos los habitantes de la región. Loslímites territoriales de los omaguacas, entendidos en este sentido ampliofueron hacia el sur la actual ciudad de Jujuy y hacia el norte más allá delpueblo actual de Humahuaca, prácticamente hasta la frontera argentino

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- boliviana, desde La Quiaca hasta la sierra de Santa Victoria. CuandoGonzález (1982) intentó establecer los límites de la provincia inca deHumahuaca basándose en el itinerario de Matienzo8 ([1566] 1941), dejóentrever que los límites de la entidad étnica habrían excedido los de lalocalización geográfica, extendiendo aquella hasta la localidad de Sococha,ubicada actualmente en el departamento de Potosí, República de Bolivia.El padre Vergara (1934), sin ser tan preciso, asegura que los omaguacasocuparon la Puna, la Quebrada y sus flancos, mientras que Krapovickas(1978) cree que no hay evidencias suficientes que permitan afirmar laexistencia de parcialidades omaguacas en la Puna. Por su parte Salas (1945)y Serrano (1947) ubican a los omaguacas dentro de la Quebrada y susvalles tributarios, mientras que Canals Frau (1959) extiende sus límites alborde oriental de la Puna. Sánchez y Sica (1991) los ubican dentro de laQuebrada homónima entre el angosto de Perchel e Iturbe. Como podráobservarse, la gran mayoría de los autores citados extienden la presenciaomaguaca al sector septentrional y centro occidental de la Puna. El pri-mero de ellos corresponde a la cuenca formada por los afluentes delPilcomayo y, dentro de esta, a la subcuenca Yavi - La Quiaca. El segundocorresponde a la cuenca endorreica de la laguna de Pozuelos, laguna deaguas permanentes.

Hasta el momento y salvo al comienzo mismo de las investigacio-nes, no ha habido grandes discusiones acerca de los habitantes de la Punajujeña9. En este caso debemos remitirnos nuevamente a Boman quien, adiferencia de Ambrosetti, que solo se limitó a mencionar a los puneñoscochinocas y casabindos como comprensivos de la nación Calchaquí, seocupó más en extenso de los habitantes de la Puna de Jujuy, siendo nue-vamente uno de los pioneros en esta temática. Respecto de aquella zonay el norte de Chile, Boman estableció que allí se asentó una única etnía,los atacamas. En este caso, atribuyendo errores de escritura a fuentes yautores, estableció una sinonimia entre los términos atacamas y apatamasconcluyendo que los habitantes de la Puna fueron únicamente losatacameños. Las ideas de Boman influyeron significativamente en el pos-terior desarrollo de la arqueología argentina.

En un tono de polémica y utilizando las mismas fuentes, Vignati(1931) llega a conclusiones diametralmente opuestas. Enfatizó que prác-

8 El “Itinerario de Matienzo” es una extensa carta de Juan de Matienzo, oidor de laAudiencia de Charcas, dirigida al rey, donde se indica el camino a seguir para lo-grar una salida al Océano Atlántico.9 Algo no muy específico sobre el tema se discute en Palomeque 2003.

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ticamente en ninguna fuente la presencia de atacamas en la Puna aparecede manera clara, estableció las diferencias documentales entre atacamasy apatamas y, lo que a mi entender es más importante, introdujo un nue-vo componente étnico en el Noroeste argentino: los chichas. Apoyándo-se preferentemente en los escritos de Sotelo Narváez y Matienzo, Vignatifijó como límite sur de los chichas el pueblo de Moreta ubicado en terri-torio argentino; en trabajos posteriores lo extendió hasta el actual pueblode Casabindo. El mismo autor, en un trabajo ulterior (1939), al estudiarunas chulpas en las inmediaciones del río Doncellas retoma su hipótesisestableciendo una significativa similitud entre estas y otras análogas atri-buidas a los chichas ubicadas hacia el norte, en territorio boliviano. Ac-tualmente, la presencia chicha en esta zona del territorio argentino no sediscute, pero es lamentable que los trabajos de Vignati no hayan desper-tado en los investigadores el interés que merecen.

Dentro de los trabajos más actuales acerca de los primitivos habi-tantes de la Puna, los realizados por Pedro Krapovickas (1973, 1978, 1983)merecen un párrafo aparte debido a que son modelos para futuras inves-tigaciones. Aunque Krapovickas es prácticamente el único autor, entrelos citados, que niega la presencia de omaguacas en la Puna, las conclu-siones y los comentarios de sus trabajos exceden ampliamente la discu-sión establecida entre Boman y Vignati. Krapovickas (1983: 7) comienzasu análisis partiendo del supuesto que existe una correlación entre losmodelos etnohistórico y arqueológico y que, por lo tanto, las culturastardías ubicadas en un lugar determinado se correlacionan con aquellosgrupos reconocidos por el análisis etnohistórico. Combinando ambos ti-pos de datos, postula que en el sector oriental de la Puna existieron dosculturas tardías: la de Casabindo y la de Yavi. La primera estaría relacio-nada con los casabindos y los cochinocas y la segunda con los chichas.Por último, y teniendo en cuenta las limitaciones propias de la documen-tación para la zona, menciona un tercer grupo: los apatamas. A los efec-tos de nuestro trabajo desarrollaremos lo atinente a las dos primeras, lade Casabindo y la de Yavi.

La cultura Yavi, Yavi Chico o fase Yavi Chico, es aquella queKrapovickas ubica en el sector septentrional de la Puna jujeña, dentro dela subcuenca hidrográfica Yavi - La Quiaca e íntimamente ligadas a losactuales pueblos homónimos. Esta “cultura” fue definida, casi exclusiva-mente, por las particularidades de su pasta cerámica la cual se extendióen territorio argentino tanto hacia la quebrada de Humahuaca, dondefue considerada intrusiva, como hacía el sector oriental de la cuenca dePozuelos. Hacia el norte su dispersión ocupó el sur de Bolivia incluyen-

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do el valle del río Sococha y las inmediaciones de la actual localidad deTarija. Basándose en la documentación histórica Krapovickas identificó ala “cultura” Yavi con los primitivos chichas del sur de Bolivia. Cabe des-tacar que, tomando en cuenta la dispersión que la mayoría de los autoresle asigna a los indios de humahuaca, resultaría que estos se superpon-drían con los chichas en gran parte del territorio donde él ubicó a la cul-tura Yavi.

Llama la atención que Krapovickas no haya reparado en ese detalle,nuevamente creemos que la historiografía dio muestras de seguir ancla-da al viejo paradigma instalado por Boman (1908), el cual asociaba terri-torialidad con grupo étnico (quebrada de Humahuaca = humahuacas) yque en algún punto Krapovickas reprodujo (al asociar Puna septentrio-nal = Yavi -chichas). La ambigüedad de la documentación y los datos delregistro arqueológico mostraban lo endeble de aquella asociación. Frentea ello la historiografía recurrió al termino “dispersión” para dar cuentade las evidencias que hablaban de pueblos fuera de su lugar de origen o“lugar nuclear”. La marcada territorialidad y la necesidad de explicargrandes estructuras étnicas impidió ver la interacción, sobre todo la quefue impuesta por la situación de dominación incaica con susreacomodamientos político-administrativos y con la introducción demitimaes. Esa interacción, en definitiva esas alteraciones en las estructu-ras étnicas, se verán reflejadas en algunas cédulas de encomienda perosobre todo en la documentación temprana que da cuenta de los primerosmomentos de contacto entre el indígena y el español.

Por fin, para Krapovickas (1983:12) la “cultura Yavi” no se superpo-ne con la de Casabindo ubicada en la cuenca de Miraflores, Guayatayoc-Salinas Grandes. En relación con los casabindos sugiere que fueron redu-cidos en el pueblo que actualmente lleva su nombre y que originaria-mente habrían ocupado un territorio más amplio. Del tal manera y “porla frecuencia con que aparecen registrados en los papeles” los casabindoshabrían sido de las parcialidades más importantes del sector oriental dela Puna. Junto a los casabindos ubicó a los cochinocas y, atento a queambos pueblos “están separados por una distancia de aproximadamente32 km en línea recta”, ambos grupos fueron considerados como dos par-cialidades estrechamente vinculadas y, posiblemente, integradas a ungrupo mayor aún desconocido. En este punto Krapovickas plantea el in-conveniente que presenta un documento: se trata de la cédula de enco-mienda que Francisco Pizarro otorgara a Juan de Villanueva en 1540, enla cual el cacique del pueblo de Cochinoca aparece como dependiente deQuipildora, señor de Omaguaca. Lejos de eludir el tema Krapovickas

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propone, como posible solución del problema, que los cochinocas fueronuna colonia omaguaca en la Puna. Al respecto, recordemos las conclusio-nes de Nielsen en el sentido de que ciertas comunidades, o sectores deellas, fueron privilegiadas en su carácter de agentes del gobierno imperial.

En los trabajos de Krapovickas se reconocen por lo menos dos enti-dades culturales que no se confunden entre sí: los chichas como repre-sentantes de lo que él denomina genéricamente Yavi y los casabindos ycochinocas de la entidad Casabindo. A estos grupos, aparte de losapatamas que señalamos oportunamente, debemos agregar losomaguacas. Estos últimos aparecen mencionados solo de manera indi-recta a fin de poder zanjar un problema presentado por un documentoaislado, aunque de cierta importancia: la ya citada cédula de encomien-da otorgada por Francisco Pizarro a Juan de Villanueva. De todas for-mas, en la conclusión de su trabajo pareciera que esta posible relación -vía colonias- entre grupos de Quebrada y Puna excedería a lo que atañeexclusivamente a Cochinoca, haciéndolo comprensivo a toda la entidadcultural Casabindo ya que “existen entre ambas un número importantede elementos comunes y compartidos que señalan intercambios frecuen-tes y muy íntimos” (1983: 21).

De los trabajos de Krapovickas se desprende -como afirman casitodos los autores- que los omaguacas habrían tenido su centro o núcleoen la Quebrada propiamente dicha y desde allí, antes que dispersarsehabrían instalado colonias para un mejor aprovechamiento de los recur-sos, en este caso en la Puna. Estas posibles colonias de omaguacas tam-bién fueron consideradas por otros estudiosos pero, en este caso, hacia elsector oriental del actual pueblo de Humahuaca. En la última décadacobraron cierta importancia los estudios tanto arqueológicos comoetnohistóricos de la zona de los valles ubicados al oriente de la quebradade Humahuaca. No pretendemos en este apartado revisar a la totalidadde la producción, sino solo los que consideraron posibles vinculacionesentre los grupos que ocuparon dicha franja con aquellos de la quebradade Humahuaca.

En uno de los primeros trabajos sobre el tema, Lorandi (1984) discu-tió la posible existencia de un control vertical de múltiples pisos ecológi-cos, o bien la aplicación de este modelo dentro del macro sistema estatalincaico. Para ello trabajó con un pleito en el que Juan Ochoa de Zárate,encomendero de los indios de humahuaca al momento de la fundaciónde San Salvador de Jujuy (1593), reclama como suyos a los indios delvalle de Ocloya, ubicados hacia el oriente del actual pueblo de Huma-huaca. Las conclusiones del trabajo dejan abiertos varios interrogantes:

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si bien estaría casi confirmada una fuerte influencia de los omaguacassobre los ocloyas en el siglo XVI, una de las probabilidades que planteaes que hayan existido mitimaes omaguacas en Ocloya desde tiempos pre-incaicos, o bien que el valle podría haber estado habitado por indios queno eran omaguacas, llamados ocloyas y que ambos compartían territo-rios multiétnicos. Más aún, se podría dar el caso de que los omaguacashubieran adquirido estas tierras por servicios al inca y que luego de lacaída del Tawantinsuyu se las hubieran apropiado (Lorandi 1984). Enuno y otro caso y a los efectos de nuestro trabajo, cabe considerar, segúnse desprende de la documentación consultada y destacada por la autora,la importancia atribuida a los indios omaguacas. Tanto el trabajo de Kra-povickas (1983) como el de Lorandi (1984) deben enmarcarse dentro delmomento particular que atravesaban los estudios andinos signados porla propuesta de John Murra (1978) del control vertical de un máximo depisos ecológicos. Por lo tanto, centrados en esa temática los autores noalcanzaron a observar los efectos de la reorganización política que el es-tado incaico imprimió sobre las sociedades locales y que pudo cambiarlos ejes del poder e incorporar grupos diferentes dentro de una nuevaunidad fiscal-tributaria.

Los trabajos etnohistóricos más actuales corresponden a SandraSánchez y Gabriela Sica. En sus dos trabajos iniciales las autoras plan-tean algunas ideas generales que sirvieron de guía para sus trabajos pos-teriores: que la quebrada de Humahuaca estuvo dividida en diversas je-faturas étnicas cada una con sus respectivas autoridades y que de ellaslas más importantes fueron la de los tilcaras y los humahuacas cada unacon territorios y autoridades bien definidas. Tomando a la Quebrada comoun todo, las autoras percibieron que aquellos grupos realizaron una ocu-pación discontinua del territorio (Murra 1975) a muy corta distancia. Porúltimo destacan la figura de Viltipoco, para ellas curaca de los tilcara,como líder regional frente al avance español (Sánchez y Sica 1991). Estasideas se completan con otras que afirman “que los omaguacas-uquías ylos tilcaras, las entidades políticas mas importantes de la Quebrada esta-blecieron patrones de verticalidad hacia la zona de los Valles Orientales yasí los omaguacas accedieron, mediante el envío de gente a la zona de cejade selva para su aprovechamiento económico” (Sánchez y Sica 1994a: 97).

En algunos de sus trabajos individuales, Gabriela Sica retoma la pro-blemática indígena. Destacamos algunos de ellos. En primer lugar la Te-sis de Maestría de Sica (1997) que comprende el período 1593-1640, aproxi-madamente las dos primeras generaciones de encomenderos, da cuentadel proceso de inserción de los indígenas en la sociedad colonial jujeña.

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Con muy buen criterio, ese proceso se trabaja desde diferentes planoscomenzando con los efectos que produjeron los primeros repartos de tie-rras y siguiendo con la inclusión de la población indígena bajo el sistemade encomienda y sus consecuentes procesos de cambio. Es destacableque la autora haya comenzado a trabajar desde 1593, es decir la fecha dela fundación de San Salvador de Jujuy, abandonado la intención de expli-car un pasado que en la producción bibliográfica anterior saltaba desdeel momento incaico hasta 1593, omitiendo de esa manera cincuenta añosde historia colonial. Si bien la tesis es de carácter general, hasta el mo-mento es el único trabajo que da un panorama de toda la jurisdicción,hecho que la convierte en un material de consulta permanente para to-dos aquellos que se inicien en los estudios coloniales de la provincia. Porúltimo destacamos un trabajo de reciente aparición (Sica 2002) que es enrealidad el resumen de una parte de la Tesis de Licenciatura (1993), lacual merece ser publicada completa. En la mencionada tesis y consecuen-temente en el trabajo de reciente publicación, Sica da cuenta del funcio-namiento de la encomienda de paipaya. La tesis nos muestra toda la vidade la encomienda haciendo un detallado análisis de cada uno de susencomenderos, los avatares de las sucesiones, cómo estas modificaronlas relaciones de los indígenas y cómo dentro del contexto presentadoellos intentaron sacar alguna ventaja de la situación de dominio colonial.Además, la Tesis de Licenciatura de Sica marca el comienzo de su pro-ducción individual conjuntamente con el de su madurez académico-investigativa lo que la ha convertido en uno de los referentes permanen-tes para el estudio de la historia colonial jujeña.

Si los omaguacas fueron tan importantes como a priori denotan losautores y la documentación, pareciera que la correlación información/importancia no se aplica de manera directa. Esto mismo surge de la TesisDoctoral de Mario Alberto Salas acerca del Antigal de Ciénaga Grande(1945). La obra de Salas continúa siendo, a pesar de los años, el mejorcompendio de información analizada en detalle con que se cuenta paratrabajar a los indígenas del sector septentrional de Jujuy. En ella, no obs-tante el vasto relevamiento documental que realizó el autor, llama la aten-ción lo poco que se escribe acerca de los omaguacas. De ellos comentaSalas (1945: 47) que fue la “tribu” más indómita y belicosa de la Quebra-da y remite a Lozano para decir que “los omaguacas” fueron los últimosindios en ser dominados por los españoles. A pesar de los pocos datosafirma que “de las poblaciones indígenas de la Quebrada ésta ha sido,sin duda, la más notoria y característica ya que de ella toma su nombretoda esta provincia geográfica y étnica”. Si para Salas, cuya opinión con-

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cuerda con la mayoría de los autores, los omaguacas fueron la tribu másimportante y belicosa, ¿por qué no pudo destinarles más de tres renglo-nes en su comentario?

¿Es posible corroborar la información producida hasta aquí y que sesustenta fundamentalmente en las afirmaciones de Boman con los datosobtenidos a partir de documentación generada con anterioridad a la fun-dación de Jujuy? ¿Es posible equiparar la situación de estos indígenasantes y después de 1593? Proponemos que la identidad/identificaciónomaguaca atribuida por los autores y señalada -muchas veces de maneraequívoca por la documentación- a un grupo de personas, formó y formaparte de un proceso que llevó su tiempo y que involucró actores disímiles(indios, incas y españoles), instituciones (mitimaes, encomienda, matri-monio) o simplemente acontecimientos históricos (reacomodamientospolíticos, guerras de conquista y colonización). Una revisión documen-tal y sustancialmente un nuevo enfoque metodológico nos permitirá, enlos capítulos siguientes, un mayor acercamiento a la problemática de losindios de humahuaca.

El camino de una investigación

En el presente apartado explicitaremos los componentes teóricos apartir de los cuales llevamos adelante nuestra investigación. La mismatiene como objetivo analizar los hechos y procesos que determinaron elpaso de identidades étnicas a una identidad colectiva durante la coloniaen América, centrándonos en el sector de los Andes Meridionales corres-pondientes a la quebrada de Humahuaca, Puna de Jujuy y sur de Boliviaentre los siglos XVI y XVII10. Durante esos siglos este fue un espacio fron-terizo y en permanente definición. Para caracterizarlo analizaremos lasignificación de la idea de frontera y observaremos cómo la misma seconstituyó, con la llegada de los españoles, en un nuevo espacio social.El mismo se caracterizó por presentar un dinamismo constante en lasrelaciones interétnicas entre algunos actores principales: los chiriguano,los chichas y los indios de guerra11. Por lo tanto, también se hace necesa-rio definir términos como etnicidad e identidad.

10 Aunque las regiones señaladas pueden aparecer como desligadas una de otra pordivisiones politico-administrativas ulteriores, la macroregión que comprende elextremo sur de Bolivia y el norte de Argentina marca un continum cultural hasta eldía de hoy.11 El mismo Toledo describe a estos indios diciendo “desde los límites de los chichas

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Ambos términos, frontera y etnicidad/identidad deberán sercontextualizados en función de la mediatización que propone la docu-mentación con la que trabajamos. En otra palabras, debemos preguntar-nos cuál es la posibilidad real de conocer, a través de la documentacióncon la que contamos, la adscripción étnica de un individuo o un grupo, ode inferir cual era la situación de ese grupo antes de la conquista españo-la, entre otras muchas cuestiones. Por último, las acciones que analiza-mos, las luchas y los conflictos, son todas formas de poder, de otorgarpoder y de apropiarse del poder. Analizaremos los conceptos a la luz delos procesos de etnogénesis.

Frontera. Espacio geográfico y espacio social

En el período que va del siglo XVI al XVII la situación sociopolíticadel espacio geográfico comprendido entre Charcas y Tucumán cambiónotablemente, de manera tal que podemos decir que fue una frontera enpermanente redefinición. Durante gran parte del siglo XVI y hasta lasprimeras incursiones de los españoles, los chiriguano fueron amos y se-ñores de la frontera. Aunque no tuvieron una presencia permanente yefectiva asolaron a las poblaciones circunvecinas casi a voluntad, provo-cando el terror entre los indígenas y grandes pérdidas económicas a losespañoles. Aquellos indígenas, muchos puestos allí a instancias del Inca,quedaron librados a su suerte con la caída del Imperio. Los que en otromomento fueron vencidos o al menos contenidos, ahora cobraron ven-ganza y aprovecharon la coyuntura favorable. Los españoles sufrieron yse sirvieron de aquella coyuntura. La sufrieron porque los chiriguano fue-ron una pesadilla desde el mismo momento en que llegaron a las zonasperiféricas y la aprovecharon porque el permanente desbande indígenaimplicó la posibilidad de obtener “piezas” 12 y engrosar las encomiendas.

adelante al camino del Tucumán a una mano y a la otra los indios que hay de guerraque son de omaguaca, purmamarca, apatamas, jujuy, casabindo, salta, calchaquí,hiquina, hasta llegar adonde se pasa la cordillera que allí divide los términos delpueblo que ha de poblar con el de Esteco, un pueblo que se llama HualapoGualamba” (4/3/1575). ANB, Minas 1646, Vol. 62, Nº 3, f. 1v. Sin título. Pero tam-bién como recuerda Saignes (1990: 70) bajo el calificativo de “indio de guerra” “sedisfrazaban a menudo miembros de etnías llaneras comprados a los chiriguano ocautivos como “piezas” en “entradas” españoles ilegales contra grupos pacíficosincluso aliados de los propios vecinos fronterizos”.12 Por “piezas” debe entenderse indios.

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Durante el siglo XVII la presencia española fue un hecho. Loschiriguano estuvieron más contenidos a partir de la consolidación depoblaciones españolas estables y el baluarte que significó San Bernardode la Frontera de Tarija (1574). La Plata ya se había constituido en unaciudad importante, Tucumán era Gobernación desde 1563 y San Salva-dor de Jujuy (1593) era una ciudad precaria, pero con cimientos definiti-vos. Comenzaba el lento paso de la conquista a la colonización. Centra-mos nuestro trabajo sobre un área geográfica comprendida aproximada-mente entre los 21º 45’ y 23º de latitud sur y los 65º 30’ y 66º 25’ de longi-tud oeste. Actualmente, esta zona corresponde al área de influencia dellímite territorial entre Argentina y Bolivia13. Durante la colonia tempranaeste mismo sector se fue configurando como el límite norte entre Charcasy la Gobernación del Tucumán. Veremos entonces cómo entendemos no-sotros y cómo entendían los españoles esta región fronteriza14.

Jean Paul Deler (1996: 25) define a la frontera como “un espacio pe-riférico dentro del área de influencia de un centro principal de poder”; ennuestro caso esos centros de poder podrían ser Cuzco para el momentoincaico y Santiago del Estero y la Villa de Plata para mediados del sigloXVI. Ahora bien, la idea de un espacio periférico es impensable sin laexistencia de uno o varios centros que concentren poder político, admi-nistrativo y económico al servicio de un segmento restringido de la po-blación. Nos estamos refiriendo indudablemente a una estructura impe-

13 Este sector de los Andes Meridionales ha desempeñado un doble rol a lo largo dela historia. Por una parte es el área donde la actividad campesina de subsistenciatiene todavía hoy mayor relevancia, aunque cabe aclarar que no se trata de un cam-pesinado aislado y autónomo dado que presenta fuertes y diversos lazos con laeconomía global a través de la venta de mano de obra, comercialización de produc-tos agrícolas, ventas de artesanías, etc. Por otra parte, todo este sector ha estadounido desde tiempo inmemorial por una fuerte variedad de flujos de mercaderías ypersonas.14 El primer estudio moderno sobre la frontera fuer realizado por Frederick J. Turner(1920) en Estados Unidos. Turner ve la frontera como una línea avanzada de lacivilización que tiene por objeto enfrentarse y vencer a aquellas sociedades que seoponen al progreso civilizador. No como una simple línea divisoria sino como unreflejo a través del cual toma forma la sociedad que habita el territorio sobre el quese va conformando la conciencia nacional. Desde esta concepción etnocéntrica deTurner hasta nuestros días, muchos son los investigadores que han abordado eltema de la frontera desde muy diversos ángulos. Sin embargo, cabe mencionar quealgunos de ellos se han referido a la frontera como límite del estado nación, concep-to muy diferente del que nos corresponde abordar a nosotros para las fronteras delsiglo XVI.

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rial; es decir, a estados expansionistas que establecen un control efectivosobre otras entidades políticas. Conforme se fueron desarrollando en aque-llas entidades se destacaron dos rasgos esenciales: uno político y otroeconómico. El primero se caracterizó por la extensión de la soberanía delnúcleo imperial sobre los sistemas políticos sometidos, el segundo estu-vo determinado por la reorganización del trabajo y el intercambio, tantodentro de las poblaciones sometidas como también dentro del propionúcleo (D’Altroy 1987: 4).

Estamos situados entonces en un espacio periférico que se constitu-yó como tal a partir de prácticas concretas de dominación. Prácticas que,entre otras cosas, modificaron las estructuras de poder al interior de lascomunidades pero que no suprimieron la dinámica misma de la vidafamiliar que estaba sustentada en dos instituciones básicas: el parentes-co, regulador de la fuerza de trabajo, y la propiedad comunal de la tie-rra15. Tanto una como otra posibilitaron la pervivencia de la reciprocidadcomo dimensión económica que regulaba el flujo de mano de obra, deservicios y de bienes al interior de la comunidad

Una vez caracterizado este espacio periférico debemos preguntar-nos cómo vivieron los pobladores originarios la situación de frontera yqué significado tuvo para los españoles según la documentación de lossiglos XVI y XVII. Para los chichas, que ocuparon el extremo sur de Char-cas, el territorio era vivido como una frontera ecológica y a la vez cultu-ral. Ecológica pues es allí donde la altiplanicie andina va dejando paso alas yungas y cultural pues limitaba con los temidos chiriguano de lastierras bajas. Indudablemente esta doble situación fue percibida rápida-mente por los españoles. Belicosidad o no de por medio los españolespudieron mantener relaciones “confiables” con los pobladores serranos;el juego siempre pasó por momentos de tolerancia, sometimiento o gue-rra. Muy distinta fue la relación con los chiriguano, aquellos eran vistoscomo verdaderos “otros” y su diferenciación pasaba por hechos tan visi-bles como que “comían carne humana”. Su territorio, la “ tierra fragosa”,fue considerado como algo ajeno e inexpugnable luego del fracaso de lacampaña de Toledo (1573).

15 El hecho de haber podido mantener la propiedad comunal de la tierra fue másque beneficioso para las comunidades indígenas. La verdadera dimensión de ellose pudo observar luego del advenimiento de los estados nación donde el imperiode la propiedad privada, la categoría de ciudadano y los impuestos individuales,como sustitutos del tributo comunal, alteraron definitivamente la vida del indígenaque luchó (y lucha) para mantener la vigencia del llamado “pacto colonial”; sobreel tema ver: O’Phelan Godoy 1995 y Platt 1991, entre otros.

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Hacia el sur, para los españoles se abría una nueva instancia fronte-riza. En este caso la frontera comenzaba cuando terminaban los “conoci-dos” chichas. Gran parte de la documentación para el siglo XVI que serefiere a esa zona, y sobre todo aquella que relata campañas militares,diferencia permanentemente a los chichas de los llamados indios de gue-rra más difíciles de dominar para el español. No es casual, como bienseñala Lisón Tolosana (1997: 141-179):

la historia medieval española gira en torno a un eje omnipresente: la rea-lidad de la frontera pura y dura, esto es, la de la guerra plurisecular [...] LaEspaña medieval, se ha repetido en una sociedad-frontera y por lo tantouna sociedad preparada y dispuesta para la guerra [...] La frontera medie-val hispana adquiere el carácter y la fuerza de un paradigma debido a sutriple naturaleza: política, religiosa y cultural: no solo produce e intensifi-ca al Otro, al de fuera que está tan próximo como temible en todo momen-to sino que además acelera el inquietante proceso de depreciación porqueel bárbaro enemigo político pasa a ser potenciado e infamado como ene-migo de la fe:

Para la documentación española producida entre los siglos XII yXVII la palabra frontera designaba una situación de enfrentamiento aúnde manera potencial, se refería a una eterna y tensa vigilia armada16. Losindios fronteros o fronterizos, tantas veces mencionados en los documen-tos, eran simplemente aquellos que estaban enfrente... y prestos a atacar.Muy distinta era en ese contexto la idea de límite asociada en general acuestiones administrativas. Por lo tanto la palabra frontera esta haciendoreferencia a una instancia limítrofe que al mismo tiempo sugiere, precau-ción frente a lo desconocido e interacción. Era un área franqueable ypermeable, un “ámbito de transición” que se veía permanentementemodificado como consecuencia de las capacidades de control (en térmi-nos políticos y económicos) que poseían los actores en juego. Para losespañoles del siglo XVI, la frontera era la línea que separaba un lugarseguro de otro que debía ser conquistado por la fuerza y cuyos habitan-tes probablemente estaban dispuestos a defenderlo. Inserta en instancias

16 A finales del siglo XII el Cid campeador penetró en territorios de diferentes reyesmoros, pasó por Zaragoza, Lérida y Valencia, pero en ningún momento se hacereferencia a que el caballero atravesaba fronteras. La frontera en el siglo XII españolno era únicamente una tierra de moros que limitaba con la de cristianos, tambiéndebía ser una región en pie de guerra (Orduna 1981).

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imperiales, nuestra área será entonces un espacio periférico respecto delos centros de poder. Para las unidades domésticas ello implicó una ma-yor carga en la cotidianeidad y, a nivel horizontal, las mismas mantuvie-ron el sistema de autosubsistencia que las caracterizó por siglos.

Lentamente se irá delineando lo que consideramos metodológica-mente un nuevo espacio social ocupado por actores que van a modificarlas relaciones preexistentes. Este espacio social será “un espacio pluridi-mensional, un conjunto abierto de campos relativamente autónomos, esdecir más o menos fuerte y relativamente subordinado” (Bourdieu 1990:135 y ss.). Este espacio primigenio será sentido así cuando el tiempo de laguerra sea vivido como permanente. A partir de ese momento, y de ma-nera progresiva se irán definiendo los roles de cada uno de los actores encada uno de los campos. Cuando la guerra prácticamente llegó a su fin, oal menos estuvieron delineadas las bases para una colonización definiti-va, comenzó una práctica de dominación sostenida constituyéndose loque Bourdieu (1990) llama una “estilización de la vida” la cual tratará deser acrecentada por los españoles. Los indígenas, lejos de rechazarla, vana tratar de asimilarla.

El tiempo de la guerra, de la guerra armada, comenzó en el momen-to mismo de la caída del Tawantinsuyu y con el surgimiento de los con-flictos al interior de la hueste conquistadora para dirimir las posesionesde tierras e indios. Ya hacia 1535 un integrante de la expedición de Diegode Almagro recordaba que “estando en Tupiza mandó el adelantado DonDiego de Almagro fuese gente de a caballo a hacer la guerra y castigo aciertos indios chiriguanaes que estaban hechos fuertes en el pueblo deJujuy”17. No obstante, el tiempo de la guerra intraétnica y la ocupacióndel territorio indígena tuvo lugar de manera continua a partir de unasdécadas más tarde. Comenzaba la lucha por la apropiación del poder,entendido como una medición de fuerzas que en un primer momento seva a plasmar en la guerra y luego en la manipulación del poder político(Foucault 1980). Es variada la documentación que indica los estragos quelos chiriguano provocaron en las comunidades chichas. Eran comuneslas entradas con las consecuentes matanzas, secuestros y migraciones,

17 Información de méritos y servicios de Diego de Encinas solicitada por su nietoDiego de Encinas y Saavedra para obtener una canongía que esta “baca” en la ciu-dad de La Plata por la muerte del Canónigo Tomás López o bien el curato de laiglesia mayor de los españoles también de La Plata, o el de la iglesia mayor de losespañoles de la Villa Imperial de Potosí o lo mismo de Cochabamba. AGI, Patronato101, R 16, im. 9.

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también forzaban “tributos” en vestidos y alimentos. La opción de loschichas no parecía difícil aunque en realidad tampoco parecía una op-ción. Contribuyeron con gente, alimentos y animales en todas las gue-rras de conquista de la región, su territorio fue donde se desarrollaronlas batallas o el paso obligado de los soldados y así, indirectamente, loschichas también aportaron su propia tierra.

Con el tiempo los grupos chicha intentaron obtener algún tipo decompensación económica por todos los servicios prestados, pero las ur-gencias de los primeros asentamientos españoles harían esa situacióninviable. Los chichas contribuyeron con su gente tanto en las campañashacia el este como también en las realizadas contra los indios de guerradel sur. Se aliaron con los españoles cediendo gran parte de su disminui-do poder a sus futuros amos. El poder, como también el consentimiento,son a la vez actos de cesión y de apropiación y en gran parte eso es lo quesucedió con algunos grupos étnicos locales:

dijo que le parecía que cada uno de los que tienen situaciones de su majes-tad sobre indios i/o en la caja contribuía según que les fuere señaladopuesta a derecho para el dicho efecto y que los indios vecinos quillacas dePuna, charcas y otros indios contribuían en lo de los doscientos indios quearriba esta dicho que den los chichas, y que a los indios chichas se lesprometa de les pagar conforme a lo que sirvieren quitándoles de la tasaun año conforme a lo parecer al servicio de su majestad en esta jornada18.

Hacia 1572 con la fundación de la Villa de San Bernardo de la Fron-tera de Tarija la situación de la frontera estaba en gran parte controlada.El cerco se cerraría por completo hacia 1593 con la fundación de San Sal-vador de Jujuy. Concretado el dominio militar se pasó al llamado domi-nio político entendido “como episodios fragmentados de la guerra mis-ma” (Foucault 1980: 136). Ese dominio político comenzó tempranamentecon la instalación y permanencia de las tres doctrinas chichas: Calcha,Talina y Cotagaita. También con la instalación de pequeñas chacras yhaciendas signadas por la precariedad y la inestabilidad, y con un poderpolítico con centros en Charcas y Santiago del Estero, todavía muy leja-nos uno de otro.

18 ANB, LAACh, Vol. 1 La Plata, 14/8/1564. Agradecemos a la Dra. A. M. Presta elhabernos facilitado la gran mayoría de los documentos del ANB provenientes delas Secciones LAACh y EP.

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A partir de 1593 el proceso de colonización, que para el espacio quenos ocupa venía de norte a sur y de sur a norte, se había concretado.Tarija era una ciudad estable en cuyos alrededores proliferaban las ha-ciendas, con los chiriguano contenidos y los chichas diezmados se pres-taba atención a las nuevas exigencias económicas. Hacia el sur, los indiosde guerra recientemente vencidos eran lentamente reasentados a conve-niencia de sus encomenderos. Si bien toda la zona septentrional de lagobernación tenía importantes diferencias con el resto del Tucumán, lasprácticas abusivas respecto a los indígenas -en cuanto a servicio perso-nal, traslados, etc.- no fueron una excepción. Durante esos primeros añosel factor étnico fue fundamental para marcar el ritmo de los dominado-res y los dominados.

Etnicidad, documentos, frontera

La superposición existente entre los “numerosos” grupos étnicosmencionados por las fuentes y que son tomados a su vez por los autoresse hizo por demás notable, problemática y confusa, al extremo de afir-mar que “hay territorios que nos son prácticamente desconocidos comoLípez y el sur de Chichas y temas inexplorados como el de la etnicidad”(Martínez 1992: 35)19. El comentario de Martínez posee gran parte de ver-dad, aunque debemos señalar que el tema de la etnicidad no puede con-siderarse inexplorado; por el contrario, existe una inquietud constantede parte de los estudiosos para identificar y ubicar a los grupos étnicosactuales y pasados.

Dentro de estos trabajos, el de Thierry Saignes (1986) “En busca delpoblamiento étnico de los Andes bolivianos. Siglos XVI y XVII”, consti-tuye un punto de partida ineludible para cualquier investigador que abor-de el tema. Saignes propone que las dificultades en estos estudios estánreferidas, casi exclusivamente, a los tipos de fuentes utilizados hasta esemomento (Garcilaso, Guamán Poma o “funcionarios mal informados”).Su trabajo estuvo basado en solo dos tipos de fuentes (cédulas de enco-mienda y los libros de la nueva tasa y reducciones ordenadas por el vi-rrey Toledo). A partir de ellos esbozó una primera lista de las unidades

19 Como bien demuestra y propone Martínez, J. L. (1992) el problema principal estu-vo dado -según su criterio- por el abordaje teórico que se hizo en muchos trabajos“clásicos” de etnohistoria andina a los temas de etnicidad e identidad.

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étnicas y los pueblos que se asentaron a lo largo de los Andes Meridiona-les. Por otra parte, y ante lo que él consideró un estancamiento en lasinvestigaciones, Martínez, J. L. (1992 y 1998) ofreció una propuesta dife-rente. Luego de dar una serie de ejemplos de interacción entre variosgrupos étnicos tanto social como territorial, señaló la necesidad de re-pensar las categorías de análisis con que se venía trabajando, en este casolas mismas que para Charcas y los Andes Centrales.

Ambos trabajos sirven para mostrarnos los dos extremos del cami-no: desde los primeros intentos de realizar un mapa étnico de la región,hasta la reafirmación de un cierto estancamiento en las investigaciones,fundada en la necesidad de formular una nueva propuesta categorial.Estos estudios no fueron los únicos, también se han realizado algunastesis sobre los quillaca, chuis, churumatas, lipez, etc. pero solo algunas seadentraron críticamente en la problemática étnica20.

Rápidamente debimos enfrentarnos a conceptos como grupo étni-co, relaciones interétnicas, etc. que todavía hoy concitan grandes instan-cias de reflexión pero que debían ser aplicados a la sociedad precolonialy colonial americanas. En este ámbito encontramos, a nuestro criterio,tres formas de interacción social. La primera, aquella que se dio entre losgrupos étnicos entre sí antes y aún después de ser conquistados por losincas, y posteriormente por los españoles. La segunda tuvo lugar al inte-rior del imperio incaico y se dio entre el grupo étnico dominante y losgrupos sojuzgados. Por último, la que se instala definitivamente a partirde 1532 con la caída del Tawantinsuyu en manos de los peninsulares. Asu vez, esta estricta separación que presentamos solo puede justificarseplenamente desde una perspectiva metodológica. Desde los comienzosde la humanidad la movilidad de la especie humana fue una constante ylos tres siglos que nos ocupan de ninguna manera fueron una excepción.

Aquellos antropólogos o historiadores que estudiamos los prime-ros momentos de la conquista hispana en América desde una antropolo-gía histórica, indefectiblemente nos vimos involucrados en aquella dis-cusión. Siendo por una parte verdaderos etnógrafos de archivos y a suvez observadores objetivamente imparciales de la sociedad hispano-co-lonial desde su génesis hasta su finalización, debimos adaptar y readap-tar parte de la historia del pensamiento de las Ciencias Sociales a una

20 Entre ellos podemos citar los de: Martínez, G. 1981, Rasnake 1982, del Río y Presta1984 y 1995, Abercrombie 1986, Shramm 1990, Barragán Romano 1994, del Río 1995,solo por nombrar algunos.

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sociedad que, vista desde nuestra perspectiva de estudio, se encuentraen permanente movimiento.

Los grandes desarrollos teóricos que a mediados de la década de1960 tuvieron lugar sobre el tema de la etnicidad no surgieron por azar,estuvieron íntimamente ligados a sucesos políticos y sociales que devi-nieron como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. El fin de laGuerra produjo un reordenamiento en las fronteras nacionales euro-peas al tiempo que se produjeron lentos, pero constantes, procesos dedescolonización sobre todo en África y Asia. Las consecuencias de es-tos procesos se acentuaron durante la década de 1990 a raíz de la des-aparición de la Unión Soviética y el desequilibrio de fuerzas a escalainternacional que actualmente existe. Aquellos cambios teóricos estu-vieron signados por los trabajos de algunos autores a partir de los cua-les los debates se profundizaron y aparecieron renovaciones metodoló-gicas21.

De tal manera, la identidad ha sido en los últimos años un campofértil de estudio. Los fuertes procesos migratorios contemporáneos y losasentamientos urbanos en grandes concentraciones de grupos cultural-mente diferenciados, entre otras cuestiones, han hecho que el tema de laidentidad se haya mantenido vigente. Sin embargo su caracterización ysu delimitación como campo de estudio ha presentado y presenta algu-nos problemas. El primero de ellos es la historicidad en el sentido decómo explicar los cambios que sufre un grupo social determinado aten-diendo a su vez a los cambios y permanencia de su identidad, aspectoque de muchas maneras tiene que ver con las identidades y las estructu-ras económicas y sociales vistas desde una perspectiva histórica. Al tra-bajar este punto se ha llegado muchas veces a posiciones extremas desdelas esencialistas que consideran a la identidad como algo que permaneceinmutable a pesar de los cambios sociales, políticos y económicos hastalas posiciones que llamaríamos economisistas y que prácticamente su-bordinan los cambios en las identidades a los cambios en las estructurassocioeconómicas.

Parecería entonces que continúa pendiente el desentrañar las rela-ciones entre cultura e identidad. Si bien algunos elementos culturaleshan de convertirse y actuarán como marcas de identificación de un gru-

21 En un excelente trabajo de síntesis y reflexión Briones (1998) destaca cuatro traba-jos claves para el desarrollo de los estudios étnicos: Glazer y Moyinihan (1963),González Casanova (1963), Barth (1969) y Geertz (1973).

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po, dichos elementos no son incorporados de una manera rígida o estáti-ca sino que son adecuados, transformados, cambiados -incluso por otros-para que el grupo pueda adaptarse a las variables condiciones sociales,políticas y económicas que vive. Esta perspectiva permite ubicar la iden-tidad en una dimensión política en la medida en que los grupos estable-cen vínculos de identidad social entre sí como parte de una estrategia decontrol sobre sus recursos y sus condiciones de reproducción social. Paracomprender las transformaciones de la cultura y la identidad de un gru-po debemos introducirnos necesariamente en el análisis de su historiapara, de esa manera, explicar las condiciones y los resultados de los pro-cesos culturales en los que el grupo ha tenido que ir adecuando sus mar-cas de identificación, adaptando o integrando nuevos elementos cultura-les, ampliando o disminuyendo los límites de demarcación del grupo ytransformando su conciencia social que lo diferencia de los otros y lepermite proyectarse hacia el futuro como condición necesaria para sureproducción (Bonfill Batalla 1972, Barth 1976).

Dentro del panorama señalado consideramos que el trabajo pionerode Barth (1976) abrió el caminó para un replanteo acerca de las cuestio-nes de identidad. El mismo centra el problema en el criterio de adscrip-ción del grupo es decir la forma de autoidentificarse, cómo son identifi-cados por los otros y cómo se constituyen de esta manera en categoríasdistinguibles de otras del mismo orden. Barth se refiere a grupo étnicocuando sus miembros: a) se autoperpetúan biológicamente, b) compar-ten valores culturales fundamentales, c) integran un campo de comuni-cación e interacción, d) cumplen con las condiciones de autoidentifica-ción e identificación por los otros constituyendo una categoría distingui-ble de otras del mismo orden. Entonces, en el marco de las relacionesintergrupos la identidad va a adquirir, cada vez más, un significado decontraste. Cardoso de Oliveira (1971) analiza la identidad desde una pers-pectiva étnica, atendiendo sobre todo a su contraparte o lo que el llama laidentidad contrastante Este autor sostiene que cuando no se observanrasgos culturales diferenciales manifiestos entre grupos es importantemanejar la noción de identificación étnica. Entiende por tal el uso quehacen las personas de calificativos raciales, nacionales o religiosos paraidentificarse a sí mismos y relacionarse con los otros. La identidad con-tiene una dimensión personal y otra social donde la primera es reflejo dela segunda y esta incluye la noción de grupo.

La etnicidad es entendida entonces como una de las dimensionesde la identidad, como bien expresa Ana María Alonso (1994: 391) “juntocon la clase, el género, la edad y la orientación sexual la etnicidad es una

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de las dimensiones de la identidad, llave para la construcción y negocia-ción de status y aspiración de poder”22. Así, la etnicidad “identifica” al

proceso de usar supuestos atributos culturales y físicos que se consideranfuertemente adheridos a las personas implicadas y, por tanto, no fácil-mente renunciables, adaptables o transferibles (raza o color, ancestros bio-lógicos o culturales, religión, lenguaje, hábitos de trabajo, vestimenta, etc.).Atributos que sirven para trazar las fronteras sociales que ubican a laspersonas en agrupaciones diferenciadas dentro del mundo más ampliode la interacción social” (Stern 1990: 38-41).

La etnicidad es una estrategia que se adopta cuando varios grupossociales están en interacción. Sirve como medio informal para la forma-ción de grupos sobre todo en situaciones de poder donde los dominantessuprimen los métodos más formales y racionalizados de movilización(Cohen 1969, 1974, 1976 y 1981).

Al analizar la identidad étnica, tanto antropólogos como historia-dores deben observar los efectos entre pasado y presente interpretandolas condiciones de producción y la acción de la re-presentación históricacomo un objetivo en sí mismo (Tzara, Tristan 1951: 78 citado por Alonso1998: 34). Este hecho nos pone de lleno en el concepto de la invención dela tradición acuñado por Hobsbawm y Ranger (1983). No es extraño, en-tonces, observar cómo algunos autores hacen referencia a que “la filia-ción étnica es […] más a menudo que lo contrario, una atribución deidentidad, una creación que puede tener poca realidad en la existenciasocial o cultural previa, de hecho, puede involucrar a lo que ha sido lla-mado como la invención de la tradición” (Comaroff 1985: 6, enAbercrombie 1991). Aunque últimamente esa postura ha sido relativizadaal considerar que en términos de “construcción del pasado desde el pre-sente” pareciera que lo que falta enfatizar es precisamente “que los suje-tos interpretan su propia historia (y la historia de los otros) pero no lohacen como a ellos les place, pues la interpretación se realiza bajo cir-cunstancias que ellos no han elegido. Hay márgenes para la invención ymárgenes para la interpretación” (Briones 1994: 111). De tal forma laetnicidad es construida; como establece Boas, la etnicidad no es la mismaen todos los lugares y en todo tiempo, es diferente y diferenciada según

22 Utilizamos los trabajos de Ana María Alonso aunque somos consientes de que laautora realiza la mayoría de sus reflexiones sobre las nociones de identidad/etnicidad para un momento posterior a la formación de los estados nacionales.

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los contextos y las situaciones. La identidad étnica es fluida pero esa flui-dez encontrará sus limites en su propia inscripción dentro de la sociedad(Alonso 1994: 392).

Los componentes de historicidad y de dinámica temporal, que enlos últimos tiempos se le imprimieron a los conceptos de identidad yetnicidad, han hecho que los grupos étnicos comiencen a ser vistos comoconjuntos sociales (Briones 1998: 74). Dentro de esta línea Wachtel (1997),para el caso específico del colonialismo hispanoamericano, ha logradosintetizar la propuesta metodológica de trabajos como los de Abercrombie(1986 y 1998) sobre K’ulta, Rasnake (1988) sobre Yura y del propio Wachtel(2001) sobre Chipaya. En ellos observa el paso de una identidad étnica alo que él denomina una identidad colectiva, una creación social relativa-mente reciente, fruto de las relaciones coloniales.

Wachtel ubica la recreación de la identidad colectiva en un planomás local que puede situarse en un cantón o en un pueblo de reducción,de esta forma la identidad colectiva se va a definir en relación, y poroposición, a un otro cada vez más y más alejado. La configuración de laidentidad colectiva resultará de la combinación dentro de la sociedad deelementos de permanencia y de cambio. En el primer caso lo que perma-nece es la estructura dual de las comunidades andinas cuyos principiosordenan la distribución del espacio, la representación del tiempo y, enalguna medida, la concepción del mundo material y simbólico. Por suparte, los cambios estarán dados por las sucesivas adaptaciones y trans-formaciones a las que fueron sometidas las comunidades durante el trans-curso del período colonial y la época republicana, caracterizados por lairrupción de los pueblos de reducción, la transformación del sistema decargos, las iglesias pentecostales, entre otros.

Para la conceptualización de identidad colectiva, Wachtel (2001) poneen juego el tema de las estrategias de interacción social como una formade re-unirse y re-agruparse estratégicamente, en muchos casos como únicasalida para lograr la subsistencia. Las consideraciones que hemos desa-rrollado acerca de la identidad y la etnicidad deberán relacionarse con ladialéctica dominación/resistencia que modela el proceso en el cual elgrupo étnico se forma (o re-forma). El proceso de dominación no se daráen forma pura, estará permeado por “ambigüedades, incertidumbres ypeculiaridades mezclas de fantasía y realidad” (Sider 1987: 17).

Estas afirmaciones deberán considerarse a su vez con algunas sal-vedades. ¿Cuáles son las posibilidades que tenemos de conocer, a travésde las fuentes documentales, la adscripción -como un primer pasometodológico- para acceder al proceso de construcción de las identida-

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des étnicas? ¿Cuál es la viabilidad, también a partir de la documentación,de inferir cómo era la situación de los grupos étnicos anterior por lo me-nos a la conquista española? Para poder aproximarnos a alguna respues-ta deberemos tener en cuenta cuatro instancias: 1) la región en que traba-jamos, 2) los documentos como fuentes de conocimiento mediatas, 3) lasituación de conflicto que siempre está expresada en dicha documenta-ción, 4) los recursos metodológicos que los investigadores aplicamos altrabajar las mismas. Considerándolas, daremos una interpretación de losdiversos y sucesivos procesos de construcción de identidad de los “in-dios de humahuaca” a partir de las identificaciones realizadas por lospropios sujetos o por terceros, las cuales serán utilizadas como un nivelde análisis.

Situados geográficamente, habiendo observado el desarrollohistoriográfico que se realizó sobre el tema y tomados los recaudos teóri-co metodológicos, veamos ahora las sucesivas conquistas (inca y españo-la) sobre estos territorios y los efectos que ellas produjeron en sus habi-tantes.

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Los Incas: las conquistas

Hacia el sur del Cuzco

Ya no quedan dudas acerca de la presencia inca en el Noroeste ar-gentino y tampoco del dominio político que aquellos establecieron sobrelas comunidades locales. Lo que resulta difícil es establecer la manera enque esa conquista fue instrumentada, sus secuencias y las formas queadoptó23. La conquista inca del extremo sur del Collasuyu, salvo pocasexcepciones, no ha sido recogida en detalle por los cronistas y las refe-rencias documentales son prácticamente inexistentes. A continuación ha-remos una semblanza de aquella conquista analizando su derrotero denorte a sur hasta llegar a la quebrada de Humahuaca. Una vez desarro-llado ese ítem explicaremos el tipo de control que los incas establecieronsobre las comunidades locales. Para su desarrollo nos apoyaremos en lainformación brindada por los cronistas, las cédulas de encomienda y, fun-damentalmente, en datos provenientes de la arqueología.

Dos son los cronistas que, en mayor medida, se refieren a la con-quista inca del Collasuyu: Juan de Betanzos [1551] 1987 y Pedro Sarmientode Gamboa [1572] 1988. La primera campaña imperial hacia el Collasuyuestuvo a cargo de Pachacuti Inca Yupanqui quien, según sostiene Sar-miento, por una cuestión de celo de poder arremetió contra un sinchi24

llamado Chuchi Capac o Colla Capac que “tenía tanta autoridad y rique-

2

El sur de Charcas a lasombra de dos imperios

23 Adherimos en gran medida a la idea de Pärssinen (2003: 115) quien sostiene que laconquista militar incaica se llevó a cabo rápidamente y se apoyó en unos pocosasentamientos o núcleos a partir de los cuales intentaron expandir sus dominios demanera pacífica.24 En palabras del virrey Francisco de Toledo, “los jefes se llamaban cinchecona

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za con aquellas naciones del Colla-suyu que le respetaban todos los collas,por lo cual se hacía llamar Inca Capac” (Sarmiento de Gamboa [1572]1988: cap. XXXVII). Sarmiento, sin muchas precisiones, señala a la genteque estaba sujeta al sinchi y la extensión de sus dominios “tenía ChuchiCapac opresas y sujetas más de ciento y sesenta leguas de norte a sur,porque era sinchi, o como el se nombraba Capac o Colla-Capac, desdeveinte leguas del Cuzco hasta los Chichas y todos los términos deArequipa y la costa de la mar hacia Atacama y las montañas sobre losMusos” (Sarmiento de Gamboa [1572] 1988: cap. XXXVII). Como resulta-do de esta primera acción de los incas el sinchi Colla Capac y todos susgenerales fueron vencidos y llevados como prisioneros al Cuzco25.

La relación de Pachacuti Inca Yupanqui con los collas no terminó enesa batalla. Relata Sarmiento cómo una noche los hijos del Colla Capacmuerto lograron huir del Cuzco donde estaban prisioneros para, rápida-mente, preparar un nuevo alzamiento de todo el Collasuyu contra el po-der imperial. Nuevamente el avance hacia el sur estuvo encabezado porel propio Pachacuti quien nombró a dos de sus hijos, Tupac Ayar Mancoy Apu Paucar Usnu, como capitanes de guerra. Así, los collas fueronvencidos por segunda vez.

Desde los Charcas26 hasta Chichas, Pachacuti Inca Yupanqui dejó alejército imperial en manos de sus hijos quienes

iban conquistando todo el Colla-suyu. Más como llegasen cerca de losCharcas, los naturales de la provincia de Paria, Tapacari, Cotabambas,Poconas y Charcas se retiraron a los Chichas y Chuyes (Chichas) para queallí todos juntos peleasen con los incas, los cuales llegaron adonde lasdichas naciones estaban juntas aguardándolos (Sarmiento de Gamboa[1572] 1988: cap. XLI).

El resultado de la contienda es conocido, los incas resultaron vence-

(hombres valientes, singular cinche), y se decía que habían alcanzado sus posicio-nes elevadas mediante el liderazgo voluntario de sus comunidades en las empresasmilitares” En Levillier 1940, II: 14-37 y 65 a 98.25 La autoridad que poseía el Colla Capac fue tomada prácticamente de maneraliteral de la crónica. No obstante, no debemos descartar la posibilidad de que seme-jante poder haya sido magnificado por los cronistas -particularmente en el caso deSarmiento de Gamboa- para remarcar las crueldades cometidas por los incas.26 En el presente trabajo se escribirá Charcas cuando se haga referencia al lugargeográfico y charkas cuando aludamos al grupo étnico.

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dores y prontamente el ejército regresó al Cuzco. Otra fue la visión deJuan de Betanzos para explicar la campaña contra los collas. Sin conside-rar las necesidades propias de un estado en expansión, interpreta quePachacuti Inca Yupanki pudo pasarse veinte años sin convocar al ejércitohasta que se anotició que

veintidós leguas del Cuzco había una provincia y pueblo llamado HatunColla y que en ella había un señor llamado Ruqui-capana al cual pueblode Hatun Colla y señor ya nombrado eran sujetos y a él obedientes otrosmuy muchos señores que en torno de su pueblo eran a veinte leguas y aveinticinco y que así mismo se nombraba Capac capaapoyndichori quedice rey y solo señor hijo del sol y que era muy poderoso y que tenía granpoder de gente y que tal gente era muy guerrera y belicosa (Betanzos[1551] 1987: cap. XX).

Enterado el Inca de la situación mandó a dos de sus hijos AmaroTopa Inca y Paucar Usno:

a que fuesen y conquistasen por la provincia del Collasuyu los cuales fue-ron conquistando y ganando hasta llegar a la provincia de los chichasdonde como allí llegasen los señores de los chichas tenían hecho ciertofuerte en el cual fuerte todos ellos estaban metidos esperando a estos hijosdel Ynga el cual fuerte tenían cercado de una cava muy honda la cualcava tenían llena de muy mucha leña y como llegasen Amaro Topa Inca ypaucar Usno con su gente sobre ellos pusieron su cerco como los chichasse vieron cercados pusieron fuego a la cava e leña que en ella estaba y lepareció a Paucar Usno que aquella fuerza de aquella cava que estaba ar-diendo que la podría saltar e ir a pelear con los señores chichas el cualcomo estuviese con esta determinación púsose en ello y al saltar el fosocayó el Paucar Usno en el fuego y como éste fuese así quemado quedó conla gente de guerra Amaro Topa Ynga el cual dicen que se estuvo allí te-niendo cercados los chichas tanto tiempo que por falta de mantenimientolos chichas se le dieron y así hubo victoria de ellos (Betanzos [1551] 1987:cap. XXIII).

Más allá de la diferencia que pudiese haber existido en el nombredel Colla Capac, ambos cronistas plantean cierta coincidencia en las cam-pañas que Pachacuti Inca Yupanki llevó adelante para someter alCollasuyu. Habría habido una primera, no inmediatamente después delascenso al trono por parte del Inca, donde se logró vencer por primera

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vez a los collas. Luego una segunda, también llevada adelante por el Incaen persona, donde se pone fin a lo que fue el primer levantamiento delCollasuyu contra el poder imperial.

Una vez vencidos los collas en la segunda campaña la continuidadde la misma, desde los Charcas hasta Chichas, quedó en manos de loshijos de Pachacuti Inca. Ellos eran Tupac Ayar Manco y Apu Paucar Usnupara Sarmiento de Gamboa y el mismo Paucar Usnu y Amaro Topa Incapara Betanzos. Ambos jugaron un papel preponderante no tanto en elsometimiento de los collas, que reclamaban directa venganza de la pri-mera batalla, sino y sobre todo en su avance hacia el sur, particularmentehasta Chichas. No sabemos si los chichas estuvieron involucrados en losdos primeros encuentros del Inca con las naciones del Collasuyu. Por elmomento preferimos atenernos a la letra de las crónicas y sostener que elprimer gran encuentro con los chichas, como miembros de la Confedera-ción Charka27, estuvo a cargo de los hijos del Inca, durante la segundacampaña al Collasuyu.

Topa Inca Yupanki, sucesor de Pachacuti, nuevamente debió movi-lizar sus fuerzas hacia el sur por los continuos levantamientos de loscollas y logró vencerlos por tercera vez28. Acaecida la victoria, el Incadecidió continuar hacia el sur y “se alejó tanto del Cuzco que, hallándoseen los Charcas, determinó de pasar adelante, conquistando todo aquellosque alcanzase noticia. Y así prosiguió su conquista al regreso de Chile”(Sarmiento de Gamboa [1572] 1988: cap. L, el destacado es nuestro). De-bemos detenernos por un instante en la expresión de Sarmiento cuando

27 El nombre de Confederación Charka “surgió a partir del contacto hispano - indí-gena cuando Hernando y Gonzalo Pizarro junto al Inka Paullu entraron al Qullasuyuy Coysara, señor Charka, fue el primer malku en rendirse y acatar la nueva volun-tad después de la derrota de Cochabamba” (del Río, 1995: 7). La Confederaciónestaba conformada por dos jefaturas, Charka que se extiende al norte de Potosí y elvalle de Cochabamba y Qharaqhara hacia el sur, hasta los chichas. Entre ambasjefaturas se da una complementariedad simbólica urcu/uma. Las siete nacionesmás importantes que integraron la confederación fueron: pacaxa, sura, charka, chui,karanka, killaka, qharaqhara y chicha. Para ampliar ver: Platt 1978, Rasnake 1989,del Río 1995, entre otros.28 La sucesión de conquistas puede estar íntimamente relacionada con la opinión dePärssinen (2003). Su conjetura es que la muerte de un Inca le daba a las provinciasuna oportunidad legítima de levantarse contra el imperio. De esto se infiere que loslazos entre aquellas y el Cuzco funcionaban más a un nivel personal que estatal.Sobre el alzamiento de los collas y la decisión de Topa Inca Yupanki de partir enpersona hacia el Cuzco se puede ver: Murúa [1616] 1987: cap. XXIV.

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dice “pasar adelante conquistando” ¿Adelante de qué? ¿Adelante dedónde? ¿Se estará refiriendo el cronista a los límites del dominio Colla?¿A los lindes del Collasuyu? Cieza de León refiriéndose al mismo mo-mento dice que Topa Inca Yupanki “volvió a su gente y camino toda laprovincia del Collao hasta salir de ella; envió sus mensajeros a todas lasnaciones de los Charcas, Carangas y más gentes que hay en aquellas tie-rras”29 (Cieza de León, [1554] 1943: cap. LX, el destacado es nuestro).

Indudablemente la idea que se tenía en aquel momento no era la deun Collasuyu tan extenso. Sus límites podían haber estado dados por laextensión del dominio que tenía el Colla Capac, hasta los charkas. A par-tir de ahí el espacio hacia el sur, hacia Chichas, Tucumán y Chile era unespacio “a conquistar” como el mismo Sarmiento dice. La de Topa Incafue la segunda campaña que el imperio incaico llevó adelante contra lasnaciones de la Confederación Charka; en la primera habían sido someti-dos pero todavía no conquistados. Como consecuencia de esta campañaalgunos de los señoríos Charcas “le acudían a servir y otras a le dar gue-rra”30. El Inca salió victorioso de los Charcas y siguió avanzando, “atra-vesó muchas tierras e provincias y grandes despoblados de nieve hastaque llegó a lo que llamamos Chile” (Betanzos [1551] 1987: cap. LX, Murúa[1616] 1987: XXV).

Los caminos que recorrieron los ejércitos imperiales han sido biendetallados por Betanzos. Llegado a Atacama, Topa Inca

procuró saber lo que por toda aquella tierra había de tener por el caminodo fuese y cómo tuviese razón de todo ello dividió su ejército en cuatropartes como así fuese hecho mandó que los tres escuadrones de estos par-tiesen luego de allí y que el uno fuese por el camino de los llanos y porcosta a costa de la mar hasta llegar que llegase a la provincia de Arequipa

29 Tal vez pueda encontrarse un paralelo de lo que relata Cieza en la Probanza de los“Incas nietos de conquistadores” cuando dicen: “y entró (Topa Inca Yupanki) en laprovincia de los chichas y moyomoyos y amparais copoyapn churumatas y caracos”(Rowe 2003: 96).30 Un ejemplo de ellos es el caso del malku Colque de los Quillacas y Asanaquesquien acompañó al Inca hacia “las provincias de los Chichas y los Diaguitas” dondecombatió con extraordinaria valentía o bien negoció con extrema inteligencia. Elagradecimiento del Inca no se hizo esperar, le concedió la merced de llamarse IncaColque además de un servicio permanente de cincuenta cargueros para que lo lle-vasen en andas. Colque, malku principal de los Quillacas y Azanaques se habíaconvertido prácticamente en un inca de privilegio (Espinoza Soriano 1981). Malkusignifica cacique en aymara cacique o señor de vasallos (Bertonio [1612] 1956).

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y el otro que fuese por los carangas y aullagas y que el otro tomase poraquella mano derecha y fuese a salir a Caxa Vindo [Casabindo] y de allí seviniesen a las provincias de los chichas a dar do estaba el cuerpo de suhermano Paucar Usno (Betanzos [1551] 1987: cap. XXXVI).

Podemos inferir entonces que aquella fue la primera vez que el esta-do incaico tomó contacto directo con los indígenas del Noroeste argenti-no, y al decir contacto directo lo que queremos expresar es que a partir deese momento la presencia del estado produjo ciertas alteraciones estruc-turales en las comunidades, alteraciones que son las que observaron ynos trasmitieron los primeros conquistadores españoles que dieron cuentade aquellos indios.

Hacia el sur de Charcas

Una vez sometidos los integrantes de la Confederación Charka, yparticularmente los chichas, al Inka se le abrieron las puertas para con-trolar a las poblaciones de más al sur, especialmente aquellas de la Punay la Quebrada. Parte de ese control se logró a partir de la utilización delos chichas como mitimaes31, o bien haciendo uso de la ascendencia queaquellos pudieron haber tenido sobre sus vecinos del sur. La conquistahispana sorprende a los chichas con su territorio poblado de mitimaes,

31 La institución de los mitimaes, propia y particular del mundo andino, posibilitó alos pobladores de los Andes expandirse más allá de su núcleo poblacional originalaprovechando de esta forma la particular geografía andina (Murra 1975). Esa mis-ma institución fue reapropiada por los incas quienes la utilizaron de acuerdo con laverticalidad estructural que desde una estrategia política implementó el imperio(Murra 1987). Desde esta perspectiva, los mitimaes ya no solo cumplieron sus tra-dicionales funciones económicas, ahora también esas funciones se ampliaron a otrosroles trascendentales en lo político y militar. Los mitimaes, junto con la instituciónde la mit’a, fueron la mejor carta del imperio para lograr la tan ansiada reproduc-ción económica que aseguraba la subsistencia material y simbólica. Ellos aportarona la estructura militar, columna vertebral de cualquier imperio, un férreo controlpolítico complementario del anterior. Promediando la etapa expansiva incaica, lostraslados de poblaciones por uno u otro motivo fueron una moneda más que co-rriente al interior del Tawantinsuyu, lo que muestra la particular flexibilidad en laspolíticas de conquista y dominación que permanentemente evidenciaron los incas.Sobre la institución de los mitimaes como parte de algunos de los principios gene-rales de la administración imperial, ver: Pärssinen 2003.

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debiendo contener además a los chiriguano, y sin el poderoso ejércitoimperial detrás. La situación de los chichas se pierde en el tiempo hastabien entrada la época de la colonia. No sabemos qué grado de participa-ción tuvieron en la defensa que las naciones Charkas hicieron de su terri-torio frente a Hernando y Gonzalo Pizarro. Luego todas las referencias alas entradas de los españoles hacia el sur de Charcas o el Tucumán indi-can que se hicieron por la provincia de los Chichas como si el caminoestuviera allanado y los indios en paz32.

El mapa étnico que muestra la cédula de encomienda que FranciscoPizarro le otorgara a su hermano Hernando el 27 de abril de 1539, evi-dentemente con datos extraídos de los kipucamayoc, nos brinda un pano-rama de la situación aproximada de los chichas en los momentos finalesdel imperio incaico. En ella se especifica:

y mas la provincia de los Chichas en Urinsaya y el cacique Vinchuca y elcacique Chapora y el cacique Condori y el cacique Talava y el caciqueHallapa y en Anansuyo el cacique Chuchullacomasa y el cacique Sindaray el cacique Yelma y el cacique Tucaxa y el principal Caritima de Callua yel principal Arucopaxa mitima de Socolla y el principal Comanache mitimade Canche y el principal Condoricana mitima de Pisquillata y el principalMaco mitima de Caranga y el principal Chico mitima de Quilena y elprincipal Caguia Capariguana mitima de Condesuyo y el principal Chuaramitima de Collado y el principal Ancachicha mitima del Cuzco y el prin-cipal Tirracurraba mitima de tambo y el principal Tascaga mitima de(Yura?) con todos sus indios principales a ellos sujetos […] fecho en laciudad del Cuzco a veinte y siete días del mes de abril de mil quinientos etreinta e nueve años33.

Aunque aún estamos lejos de poder especificar los espacios Urinsayay Anansaya en la “provincia” de los Chichas, lo cierto es que en uno yotro aparecen notables diferencias en cuanto a la introducción de mitimaesse refiere. Mientras que para Urinsaya se mencionan cuatro caciques alos que le podemos atribuir filiación chicha, en Anansaya34 se detecta la

32 Sobre la expansión incaica en general y hacia el Collasuyu en particular se puedenconsultar D’Altroy (2003: 87-114), Pärsinnen (2003: 83-125), entre otros.33 Título de encomienda de Francisco Pizarro a su hermano Hernando Pizarro. AGI,Justicia 406, Año 1539, f. 51v a 55.34 La división por mitades Anan y Urin es una vieja costumbre panandina en la cualse representaba al mundo real y simbólico. Cada una de ellas tenía una autoridad,

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Cuadro 1. Provincia de los Chichas. Organización en mitadessegún la cédula de encomienda de Hernando Pizarro

Cacique VinchucaCacique Chapora

URINSAYA Cacique CondoriCacique TalavaCacique Hallapa

Cacique ChuchullacomasaCacique SindaraCacique YelmaCacique Tucaxa

Principal Caritima (Cari mitima?) de CalluaPrincipal Arucopaxa, mitima de Socolla

ANANSAYA Principal Comanache, mitima de CanchePrincipal Condoricana, mitima de PisquillataPrincipal Maco, mitima de CarangaPrincipal Chico, mitma de QuilenaPrincipal Caguia Capatiguana, mitima deCondesuyoPrincipal Chuara, mitima de ColladoPrincipal Ancachicha, mitima de CuzcoPrincipal Tirracurraba, mitima de TamboPrincipal Tascaga, mitima de Yura

presencia de mitimaes provenientes de diferentes lugares del Imperiocomo Canche, Condesuyo, Cuzco, etc.

A su vez, se observa una importante distribución de mitimaes chichasen territorios periféricos a los de su localización original y también des-empeñando la función de mitimaes dentro de sus fronteras. Por ejemplo,ya en momentos de la colonia, un cacique y gobernador de la provincia

la parte alta o Anan representaba el mundo masculino, los cerros y su divinidad erael sol. Como contraposición Urin se identificaba con el mundo femenino, el agua yla luna. Los españoles designaron a los caciques de Urin con el nombre de segundaspersonas.

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de los Chichas prestó una importante colaboración al encomendero deAtacama. El jueves 6 de febrero de 1557 Joan Velázquez Altamirano,encomendero de Atacama

por mandado de su majestad (avanzó) a la provincia de Atacama a traer alos indios de ella a conocimiento de nuestra Santa Fe católica estando enel valle de Casabindo indios encomendados por su majestad a Don Mar-tín Monje vecino de la ciudad de La Plata siendo Dios servido y medianteDon Andrés de Chuchilamassa gobernador y cacique de la provincia delos indios chichas vinieron los indios al dicho valle de paz 35.

Más allá de las ventajas que les pudo brindar esta acción frente a losespañoles cabe preguntarse ¿Qué ascendencia tuvieron los chichas sobrelos grupos que ocuparon el valle de Casabindo para llevar adelante estáacción? Lo que parece claro es que están íntimamente relacionadas conlas transformaciones producidas por las políticas incaicas de coloniza-ción. Al respecto recogemos una opinión de Pärssinen (2003: 232) quienseñala que: “en el Tawantinsuyu existieron unidades políticas (y milita-res) más grandes que provincias, aunque de menor tamaño que los su-yos” y que él denomina como hatun apocazgos. Tanto el Collao como Char-cas parecen haber pertenecido a esa división político-militar. En el casode Charcas, y a los efectos de una organización exclusivamente militar,los charka, los caracara, los chui y los chichas habrían pertenecido a unaunidad común. Ante esta perspectiva debemos preguntarnos ¿Cuálesfueron los límites hacia el sur de la unidad antes mencionada? ¿En quémedida el acto antes señalado no recreaba antiguas uniones del tiempode los incas?

Una vez ocurrida la conquista inca del territorio de Humahuaca,coincidimos con Nielsen (1989, 2001) en que los cambios y alteracionesproducidos en la sociedad local debieron ser profundos y que ellos estu-vieron íntimamente relacionados con la creación o manipulación de je-rarquías locales incorporadas a la administración imperial. Estos cam-bios y alteraciones deben ser tenidos en cuenta al momento de analizarlas sociedades prehispánicas y considerar si el cambio de jerarquías pro-dujo también modificaciones en las formas de subsistencia de la gente

35 Expediente sobre lo actuado a petición de Juan Velázquez Altamirano por haber-se apaciguado los indios del valle de Atacama en el Perú. AGI, Patronato 188, Nº 1.Año 1557, f. 1. El documento está publicado en Estudios Atacameños 10, 1992. Trans-cripción de José Luis Martínez.

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del común o bien si sus pautas de comportamientos se mantuvieron esta-bles, conforme se sucedieron las conquistas.

Para analizar la reorganización que se estableció luego del dominioinca nos apoyaremos en los datos que brinda la arqueología. Nielsen (1997)considera dos aspectos de la cuestión, uno político y otro económico. Enel político, llama la atención sobre la distribución diferenciada de mate-riales incaicos en asentamientos locales36. La misma estaría sugiriendoque sectores dentro de la población local habrían recibido ciertos privile-gios dentro del gobierno imperial. Nielsen no reconoce sitios imperialespuros en el valle del río Grande, lo que permitiría inferir que el controlde la población se realizó de manera indirecta. Lo que sí habría estadoocupado de manera directa, aunque no intensiva, fueron los espacios cir-cundantes. La ocupación estuvo a cargo de grupos ajenos a Humahuacapero, por alguna circunstancia que desconocemos, los sitios fueron aban-donados durante su construcción.

En el aspecto económico Nielsen observa, a través del registro arqueo-lógico, dos tipos de mecanismos de extracción distribuidos diferencialmenteen diversos sectores de la Quebrada. Uno ligado a la producción de bienessuntuarios (taller del lapidario en Tilcara y Los Amarillos); el otro relacio-nado con la producción de productos básicos (granos, ganados, tejidos,etc.), representados por los espacios de Coctaca y Rodero37. La manipula-ción de las elites locales y el traslado de gente, ya sea local dentro de suterritorio o bien desde afuera, contribuyó a que el estado incaico pudieramantener un cierto statu quo en la quebrada de Humahuaca.

La presencia de mitimaes esta íntimamente relacionada con los gru-pos chichas quienes, como señalamos en el caso de Casabindo, contaroncon estos migrantes en varios sectores de la Quebrada. En cuanto a insta-laciones “militares” inca en la quebrada de Humahuaca y en lo que alcontrol del territorio y de la población local se refiere, Nielsen (2001) ad-vierte que hasta el momento no se conocen en el valle del río Grande

36 Se refiere particularmente al Pucará de Tilcara y Los Amarillos. Sus particularida-des están dadas por el tamaño de los sitios, los diseños arquitectónicos no propiosdel lugar y la abundante presencia de cerámica inca.37 Las localidades de Rodero y Coctaca, de aproximadamente 6.000 ha constituyenuna de las áreas de cultivo más amplias del Noroeste argentino. Se ubican en el de-partamento de Humahuaca, provincia de Jujuy, recostándose sobre las sierras orien-tales que conforman la quebrada de Humahuaca. Estos andenes de cultivo de exis-tencia pre incaica fueron ampliados y reutilizados luego de la conquista imperial.Para ampliar el tema ver: Albeck y Scattolin 1991, Nielsen 1997, entre otros.

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asentamientos incaicos puros. Por el contrario el control de la poblaciónlocal se habría dado mediante el establecimiento de fortalezas y guarni-ciones ubicadas estratégicamente en vías naturales de acceso, en el espa-cio que circunda al valle Grande. Dentro de las primeras Nielsen señalaal Pukará de Tres Cruces y El Durazno, sitios que albergaron a grupos nooriginarios de la quebrada de Humahuaca que tal vez fueran chichas.Por su parte Raffino (1993) destaca la presencia de contingentes demitimaes chichas en la frontera oriental de Humahuaca. El autor recono-ce las fortalezas incaicas “defensivas, de observación y control” de Puer-ta de Zenta, Chasquillas, Pueblito Calilegua y Cerro Amarillo, las cualesestaban unidas a Omaguaca por importantes tramos de camino incaico(Raffino 1993: 174 y 226). Nielsen (2001: 28), siguiendo la categorizaciónde González (1980: 72), denomina a los sitios de Puerta de Zenta y PukaráMorado como fortalezas al interior del territorio que tendrían como obje-tivo primordial vigilar el territorio y sus habitantes.

En lo que a funciones económicas se refiere y a pesar de la presenciade sitios inca en la quebrada de Humahuaca íntimamente ligados a as-pectos productivos, ni la arqueología ni la antropología histórica puedendemostrar fehacientemente la presencia de mitimaes (chichas o de otrosgrupos) que hayan cumplido algún tipo de actividad en los mismos. Dadala amplitud de los sitios es verdaderamente difícil creer que su produc-ción haya quedado estrictamente en manos de trabajadores locales, porlo que no descartamos la participación de mitayos con una concurrenciaperiódica y a los efectos de trabajos específicos. No es poca la informa-ción que brinda la arqueología en este sentido al detectar la presencia decerámica chicha en sitios de la Quebrada, cerámica que se hace presenteo que aumemta en cantidad con motivo del dominio incaico.

Palma (1998: 39 y ss.) destaca tres sectores bien diferenciados en elsitio de La Huerta de Huacalera38, en la quebrada de Humahuaca, dondepodemos encontrar cerámica chicha. Un sector A en el que hay edificiosíntimamente relacionados con la presencia incaica; otro B, relacionadocon un momento preincaico; y un tercero C, contemporáneo con la pre-sencia incaica. En este último sector, el autor destaca una notable canti-dad de cerámica que denomina “grupo cerámico altiplánico” (entende-mos que es chicha) con una frecuencia mucho mayor que en otros luga-

38 Palma (1996: 49) señala que el sitio de “La Huerta habría actuado como un nudode comunicación y transporte, dado que los grandes corrales de Puerta de La Huer-ta y del cercano Campo Morado apuntan en esa dirección”.

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res al interior de La Huerta. Según Palma esta cerámica, junto a una im-portante red vial intrasitio, estaría marcando la presencia de grupos tras-ladados por el inca. En este sitio, la cantidad de cerámica chicha seincrementó notablemente luego de la conquista incaica, aumento que fuecasi paralelo a la cerámica Inka Provincial (Palma 1996). Es incierta lafunción que desempeñaron los chichas que ocuparon el sector C de LaHuerta de Huacalera, ocurre lo mismo con el estatus que tuvieron, pudohaberse tratado de mitimaes, o bien de mitayos, utilizados para funcio-nes periódicas y específicas.

Podemos concluir entonces que el avance hacia el sur del Cuzco,hacia el Collasuyu, comenzó con Pachacuti Inca Yupanki. A lo largo desu historia el imperio tuvo que realizar tres campañas contra los collas,dos a cargo de Pachacuti y una a cargo de su hijo Topa Inca. En amboscasos, una vez vencidos los señores collas se decidió seguir hacia el sur,primero desde Charcas hasta Chichas y luego desde allí hasta Chile yTucumán. El sometimiento definitivo de las poblaciones de la Puna y laquebrada de Humahuaca tuvo lugar en esta última etapa. Las principa-les armas con las que contó el Inca para lograr su dominio sobre estazona fueron la manipulaciones de las elites locales y la introducción demitimaes chichas, entre otras.

Dada la particular zona de frontera y la presencia chiriguana haciael este, los incas poblaron el territorio Chicha de mitimaes provenientesde distintas partes del imperio. Asimismo los chichas, a pesar de la férrearesistencia que opusieron a los incas, no sufrieron traslados masivos ha-cia afuera de su territorio hecho que hubiera agrandado, aún más, el va-cío poblacional luego de las devastadoras guerras de conquista. En unapequeña proporción los chichas fueron llevados hacia el valle deCochabamba y también hacia la quebrada de Humahuaca y el valle deJujuy. Este ítem será desarrollado in extenso en el capítulo 4.

La conquista inca también produjo grandes alteraciones en las so-ciedades de la quebrada de Humahuaca, aunque esas alteraciones debenenmarcarse en procesos anteriores. Como señala Nielsen (2003) “a finesdel Período Formativo la población de la Quebrada parece haber estadoorganizada en comunidades reducidas, distribuidas en la quebradatroncal como en las tributarias”. Ese panorama comenzó a modificarselentamente durante el Período de Desarrollos Regionales a partir de unaconcentración demográfica local y regional. Recién durante los siglos XIIIy XIV habría tenido lugar la expansión de los amplios sectores agrícolasde la quebrada de Humahuaca, la que continuó hasta fines de la épocaprehispánica. Por fin, la conquista inca contribuyó a la “redistribución de

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poblaciones, introducción de grupos foráneos creación de nuevos cen-tros económicos, desplazamiento de ejes de poder político”, etc. (Nielsen2003), cambios que hacen prácticamente imposible intentar rastrear for-mas sociales preincaicas.

La política imperial incaica también contribuyó a la alteración delas identidades étnicas a partir de acciones tendientes a la unificacióncultural del imperio como, por ejemplo, el uso del quechua como lenguageneral y la aplicación de categorías homogeneizadoras como la de losmitimaes (Rowe 1982)39. Ese proceso de alteración de identidades afectótanto a los grupos locales en cuyo territorio se introdujeron mitimaes deotras regiones, como también a los mismos grupos trasladados quienesluego de la caída del imperio incaico se encontraron lejos de su lugar deorigen afectados muchas veces por las particiones arbitrarias producidaspor las asignaciones correspondientes a la encomienda. Las cédulas deencomienda otorgadas por Francisco Pizarro ofrecen un corte sincrónicode esta realidad reflejando el momento de máxima hegemonía incaica.Diacrónicamente esa realidad ya estaba parcialmente modificada hacia1540, es decir al momento del otorgamiento de las encomiendas e indu-dablemente más aún cuando se realizaron las efectivas tomas de pose-sión que tuvieron lugar varios años después. Las alteraciones produci-das por el inca mediatizan el conocimiento que nos llega, a partir de ladocumentación española, de las realidades nativas locales. Dichas altera-ciones lejos de tomarse como un escollo insalvable deberán ser tenidasen cuenta al analizar las reconfiguraciones de las identidades étnicasdurante el período colonial.

Los españoles: las primeras encomiendas

La merced de indios fue el bien más preciado al que podía acceder

39 La política de unificación y perpetuación de diferencias fue perfectamente pla-neada por el imperio incaico. Para el primer caso apelaron a la educación de lasautoridades locales en centros del Cuzco, utilizaron al quechua como lengua gene-ral y categorías homogeneizadoras como la de los yanaconas, camayoc, acllas, etc.Para perpetuar las diferencias locales mantuvieron, en la medida de lo posible, lasjerarquías locales introduciéndolas dentro del sistema decimal, y las diferencias enlas vestimentas, etc. Las políticas implementadas por el imperio español propias decualquier situación imperial, junto con el nuevo rol económico que comenzaron adesempeñar los individuos y las comunidades dentro del sistema colonial, contri-buyeron a una paulatina unificación de las culturas indígenas.

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Mapa 2. La expansión del Imperio incaico entre 1438 y 1525Tomado de Pärssinen 1992: 73

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un conquistador40. Esto fue así tanto para los primeros peninsulares quearribaron al continente, cuando la dependencia respecto del indígena eracasi absoluta, como para sus descendientes que conocieron una realidaddonde las opciones se multiplicaban, donde según la posición social sepodía acceder a diferentes tipos de empresas y donde, entre otras cosas,la minería posibilitó la formación de diferentes polos de desarrollo eco-nómico. Sea cual fuere el momento, los conquistadores o sus descendien-tes invirtieron gran parte de su tiempo y dinero en confeccionar elabora-das probanzas de méritos y servicios a fin de que “su majestad” les otor-gara una encomienda. Una vez obtenida la merced, muchos conquista-dores entablaron largos pleitos por la “propiedad” de algún cacique y sugente. Incluso, según las variantes demográficas de la región que se tra-te, los pleitos podían iniciarse hasta por la posesión de un indio.

Dada la urgencia de la situación inicial, y luego de informarse sobrela población que estaba sujeta al imperio incaico, Francisco Pizarro otor-gó un primer gran grupo de encomiendas en 1534 el cual casi no entró envigencia. Posteriormente realizó un segundo reparto el 1 de agosto de1535 y la disposición tuvo una duración efectiva de cinco años. Los prin-cipales beneficiarios de estas encomiendas fueron los vecinos del Cuzcoy entre los grupos encomendados hubo algunos tan alejados del centroimperial como, por ejemplo, Paria y Carangas, en la actual República deBolivia. Pasados cinco años del citado repartimiento, Pizarro dispusoanularlo y realizar otro. La decisión estuvo íntimamente relacionada conuna idea que rondaba por la cabeza del Marqués desde mediados de1538: fundar las ciudades de Arequipa y La Plata como una forma deextender la conquista hacia el sur y así “descargar” la tierra de los con-quistadores que iban llegando desde la península. El nuevo reparto serealizó el 22 de enero de 1540 (Julien 1998: 489 y ss.).

Las encomiendas que involucraron a los indios de la región en estu-dio pertenecen justamente a las otorgadas en 1540. Con el propósito yaseñalado de que algunos españoles se dirigieran hacia el sur del virreinato,

40 El repartimiento o encomienda fue un acto privativo de la corona a favor y enbeneficio de los conquistadores. Este proceder tiene sus orígenes en la asignaciónde los poblados moros a los miembros de órdenes militares en la España del medio-evo. Los conquistadores no fueron meros agentes pasivos del “depósito”. Aquellosdebieron ciertas obligaciones como por ejemplo armarse a favor de la corona cuan-do así se lo requiriese; cuidar de los indios e instruirlos en la fe católica, etc. De talforma, el depósito o en última instancia esta “guarda” que se realizaba de los in-dios, no era más que un acto de confianza de la corona hacia un grupo de particula-res (Elliot 1990).

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muchas de las encomiendas otorgadas a vecinos del Cuzco en 1535 cam-biaron de dueño, hecho que provocó un sinnúmero de pleitos por partede los damnificados. Por nuestra parte no tenemos registro de que la en-comienda que involucró a los indios de humahuaca haya estado com-prendida en el primer grupo, es decir el de las otorgadas en 1535. El pri-mer registro de encomiendas donde figuran los indios de humahuacacomprende a las otorgadas a Martín Monje y a Juan de Villanueva, am-bas en 1540. Trabajaremos en principio dos de aquellas cédulas de enco-mienda; no obstante, a lo largo del libro se hará permanente referencia aotras que involucran a indígenas de la región en estudio.

Depósito a Martín Monje41

La “provincia de Omaguaca” es mencionada por primera vez en eldepósito de indios que Francisco Pizarro hiciera a Martín Monje42 el 17de septiembre de 154043. A fin de establecer un criterio organizativo parasu mejor comprensión hemos dividido la cédula en dos partes. En unaprimera parte vemos que a Monje se le depositó “en la provincia de losCharcas, en la provincia de Omaguaca el valle que los españoles llamandel maní con los indios e principales que tuviere”44. La referencia a Char-

41 El depósito fue una forma de entregar mano de obra indígena de manera provisoriaa la primera generación de conquistadores. Esos repartimientos podían ser modifi-cados o confirmados luego del “repartimiento general de indios”.42 El capitán Martín Monje llegó a América con Cristóbal Colón en su último viaje.Desde la Española participó en la conquista de Honduras, Yucatán, Nalo,Comayagua, Guatemala, etc. Luego paso al Perú junto con el adelantado Don Pe-dro de Alvarado participando en la conquista de Quito. Aquietado parcialmente elPerú se dirigió con Diego de Almagro hacia Chile participando en el descubrimien-to de Charcas y en la conquista de Chile siendo el primer español que cruzó el ríoMaule. Por último, antes de recibir su merced de encomienda, regreso al Cuzco enocasión del sitio de aquella ciudad. Durante las guerras civiles Monje se enrolósucesivamente en uno y otro bando pero sus decisiones nunca fueron oportunas.Pleito entre Martín Monje y Su Majestad sobre ciertos repartimientos de indios quele encomendó Don Francisco Pizarro (AGI, Justicia 655, Nº 201, Año 1564). En: Do-cumentos del Archivo General de Indias. Museo Etnográfico de la Ciudad de Bue-nos Aires. Carpeta A.43 Ibid.44 Ibid, 13 a 14v. Inmediatamente surge la necesidad de preguntarse algunas carac-

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cas está íntimamente ligada con los aspectos sobre los que ya nos hemosextendido en este mismo capítulo relativos al dominio que los incas esta-blecieron sobre territorio charqueño. La historia con el español fue par-cialmente distinta. En 1538 Hernando y Gonzalo Pizarro se encaminaronhacia el sur del Cuzco cruzando el río Desaguadero, siguiendo el caminodel Inca, y luego de unas guazabaras con indígenas, los españoles pasa-ron por el tambo de Paria y se dirigieron hacia el valle de Cochabamba.Allí no solo se encontraron con colkas repletas de maíz, también se encon-traron con una alianza constituida por los charka, quillacas, carangas,caracaras, soras, chichas y yamparaes, las siete naciones que constituíanla “Confederación Charka” al mando de Kuysara, cacique principal delos charka. Como en la mayoría de las situaciones cruciales los españolestuvieron su “séptimo de caballería”, representado en este caso por el apoyodel Inca Paullu45. Kuysara aceptó la sugerencia de Paullu, replegó sustropas y le dio obediencia al rey. Cuando el documento se refiere a la“provincia de los Charcas” lo hace a un territorio todavía indefinido paralos españoles, aunque perfectamente delimitado para Manco Inca, don-de habitaban parcialidades correspondientes al grupo charka, entre otras.

Retomando la cita, “en la provincia de los charkas, en la provinciade Omaguaca”, observamos que se menciona una provincia a continua-ción de la otra. Gentile (1989: 91) entiende que “la frase en la dicha pro-vincia de los charcas en la provincia de Omaguaca” podría estar hacien-

terísticas de aquellas “provincias”. Pärssinen (2003: 258 y ss.) es uno de los autoresque ofrecen mayores apreciaciones sobre el tema. Respecto de la cantidad de unida-des domesticas que conformaban una provincia incaica hace suya la opinión deRowe quién afirma que su población variaba entre entre 10.000 y 30.000 unidadesdomésticas según las particularidades del caso. Además, afirma que las “porvinciasincas” no respetaban exclusivamente los territorios naturales -si bien los mismosdebieron haber influido en las conformación de las provincias- sino que estabancompuestas por grupos nativos multiétnicos. Por último sostiene que “resulta másprobable que los Incas hayan dividido los viejos reinos y los imperios conquistadosen muchas provincias individuales, y cuando las jefaturas locales eran muy peque-ñas procedían a combinarlas y convertirlas en unidades mayores (Pärssinen 2003:259).45 Paullu, junto con Manco Capac, fue uno de los hijos de Huayna Capac que tuvoun rol protagónico dentro de la elite incaica durante los primeros decenios de laconquista. Su figura, en contraposición a la de Manco, fue varias veces caracteriza-da por la sumisión que presentó frente a las autoridades españolas. Hoy, nuevosestudios dan versiones matizadas sobre las relaciones de las elite incaica y españolaen aquellos momentos (Lamana 1996).

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do referencia a una provincia española que incluye a otra indígena. Lapropuesta de Gentile no resiste ningún análisis, hablar de división políti-ca española remite a una organización administrativa de cierta magnitudque los españoles prácticamente no tenían en el Perú central y muchomenos en la región de Charcas hacia 1540. Las provincias de los Charcasy de Omaguaca hacen referencia a delimitaciones indígenas que los es-pañoles conocían más de manera indirecta que por su contacto con lageografía y los indios del lugar. Evidentemente la palabra Omaguaca estásiendo utilizada con un criterio geográfico dando a pensar que, o bienOmaguaca estaba incluida dentro de Charcas, o bien se trataba de unacontinuidad territorial. Por nuestra parte, creemos que la letra de estedepósito de encomienda, como tantos otros, indica en un primer párrafoel lugar o lugares geográficos donde estaban ubicados o tenían su resi-dencia principal los indios encomendados46.

Pizarro depositó “en la provincia de los Charcas en la provincia deOmaguaca el valle que le llaman los españoles del maní”47. No quedandudas que dicho valle estaba en la provincia de Omaguaca, así se des-prende del depósito y se confirma en el mismo documento cuando ex-presa “el valle del maní que es en la provincia de Omaguaca”. La ubica-ción exacta la obtenemos de una carta de transacción y compromiso en-tre Miguel Quintana y Antonio Nuñez, fechada en junio de 159548. En lamencionada carta ambos actores ponen fin a una gran cantidad de plei-tos que habían entablado mutuamente sobre indios que “residían o resi-den hoy en día en la dicha Quebrada de Tumbaya que es la quebrada delMani”. La quebrada de Tumbaya Grande es transversal a la deHumahuaca. La misma se prolonga y divide en otras dos llamadas Cár-cel y Despensas por las que se llega a la Puna49. Tumbaya actualmente es

46 En uno de los primeros trabajos en que abordamos el tema (Zanolli 1993) propu-simos que la mención a las dos provincias se debía a que en 1540 los límites hacia elsur de Charcas eran todavía indefinidos. Hoy, con nuevos datos, revisamos esapostura.47 Pleito entre Martín Monje y Su Majestad sobre ciertos repartimientos de indiosque le encomendó Don Francisco Pizarro (AGI, Justicia 655, Nº 201, Año 1564). En:Documentos del Archivo General de Indias. Museo Etnográfico de la Ciudad deBuenos Aires. Carpeta A, f. 113v.48 Carta de transacción y compromiso entre Miguel Quintana y Antonio Nuñez.ATJ, Caja 1, Legajo 5, Año 1595.49 Gabriela Sica, comunicación personal.

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uno de los pueblos de la quebrada de Humahuaca ubicado 80 km al surdel actual pueblo homónimo de San Antonio de Humahuaca. Esta locali-zación no vuelve a encontrarse en el resto de la documentación relativa ala encomienda, a pesar de ello no puede ser tomada meramente como undato aislado.

Con respecto a la palabra valle, Lorandi y Bunster (1990) en un tra-bajo sobre las categorías semánticas en las fuentes coloniales, desarrolla-ron los posibles significados de dicho término de acuerdo con su contex-to. En este caso hemos interpretado el término valle de acuerdo con uncriterio étnico y, también, como lugar específico donde se ejerce una te-rritorialidad. Si consideráramos la palabra valle con un criterio estricta-mente geográfico, esto constituiría una excepción dentro de la prácticacomún de otorgar personas y no territorios dado que las encomiendas noestán determinadas por una base territorial.

Es interesante traer a colación un caso puntual para la costa nortedel Perú trabajado por Susan Ramirez-Horton (1981: 283). La autora, ha-ciendo referencia a las encomiendas otorgadas por Francisco Pizarro, des-taca la división arbitraria que se hizo sobre las unidades administrativasnativas al ser encomendadas. La consecuencia directa de este proceso decolonización fue “la gradual redefinición de encomienda o repartimien-to (una creación artificial ‘a la española’) como sinónimo de valle [...].Como se sugiere anteriormente a ‘valle’ lo entendemos no en un sentidogeográfico moderno sino en un sentido demográfico del siglo XVI”.

Estas categorías “a la española” incorporadas al discurso de los pri-meros conquistadores se reflejaron en las denominaciones otorgadas alas regiones marginales que iban conquistando. Ello se observa en losrepartos de encomienda que realizó Francisco Pizarro a partir de l535.Así, al leer “en la Provincia de Omaguaca el valle que le llaman los espa-ñoles del maní con los indios e principales que tuviere” entendemos quese está entregando un grupo de personas residentes en aquel valle, el queestaría ubicado dentro de lo que consideramos el sector medio de la que-brada de Humahuaca, en la “provincia de Omaguaca” la que quedaría“a cien leguas de esta provincia de los Charcas”50.

Las encomiendas otorgadas por Francisco Pizarro no siempre se ca-

50 Pleito entre Martín Monje y Su Majestad sobre ciertos repartimientos de indiosque le encomendó Don Francisco Pizarro (AGI, Justicia 655, Nº 201, Año 1564). EnDocumentos del Archivo General de Indias. Museo Etnográfico de la Ciudad deBuenos Aires. Carpeta A, f. 13.

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racterizaron por respetar las estructuras étnicas originales o por estar re-feridas a un territorio en concreto. Este hecho no fue casual, al marqués leinteresaba descargar la tierras hacia el sur y que los conquistadores semovieran de un lado a otro buscando a sus indios a la vez que conquis-tando y poblando. En el caso del depósito a Martín Monje no todos losindios se encontraban en la provincia de Omaguaca. Además, como loseñalamos oportunamente recibió indios en la provincia de los Charcas,donde se avecindaba. El depósito continúa:

otro pueblo que se llama Tontola con el señor principal que se llama Vilcae más otro pueblo que se llama Chilche con sus indios e principales queen el hubiere otro pueblo que se llama Tocola con el señor principal que sellama Vilca con los indios que tuviere otro pueblo que se llama Chalca contodos sus indios e principales51.

A todos estos pueblos se refiere el pleito entre Martín Monje y SuMajestad cuando dice “sobre demanda de los indios Charcas de Tontolay sus sujetos” o bien “que de ellos saquen las encomiendas que el dichomarques hizo al dicho Gonzalo Pizarro de los indios Charcas de Tontolay su cacique Vilca y el pueblo Chilche y Tocoloc” [Tocola]. Sabemos porlos documentos que los pueblos de Tontola y Tocola tenían un principalllamado Vilca, mientras que para los pueblos de Chilche y Chalca[Calcha]52 no se les menciona ninguno en particular. Con respecto al caci-que Vilca el mismo documento nos explica de quién se trata:

Martín Monje vecino de esta ciudad en el pleito con vtro. fiscal sobre losindios de Tontola y los demás pueblos y indios sus sujetos cuyo cacique esDon Alonso Chuquivilca digo que para presentar en este pleito mi partetiene necesidad de una fe de los oficiales de vuestra real hacienda de loque rentan y están tasados los indios del dicho pueblo de Tontola parcia-lidad del dicho Vilca con sus pueblos53.

51 Ibid.52 Chalca aparece mencionado como Calcha en la encomienda otorgada por Fran-cisco Pizarro a su hermano Gonzalo. AHP, Caja Real 1, Año 1558, f. 1 a 3v. Agrade-cemos a la Dra. del Río por habernos facilitado el documento53 Pleito entre Martín Monje y Su Majestad sobre ciertos repartimientos de indiosque le encomendó Don Francisco Pizarro (AGI, Justicia 655, Nº 201, Año 1564). En:Documentos del Archivo General de Indias. Museo Etnográfico de la Ciudad deBuenos Aires. Carpeta A, f. 89v.

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Detengámonos un instante en este punto a fin de comprenderacabadamente la cita. Como señalamos anteriormente, al momento de laconquista española el altiplano Andino Meridional se encontraba pobla-do por un conjunto de señoríos aymaras que conformaban la Confedera-ción Charka. La misma estaba integrada por dos jefaturas: la Charka pro-piamente dicha que se extendía al norte de Potosí y en el valle deCochabamba y la Qharaqhara localizada más al sur, hacia Chichas. Esteúltimo señorío, que es el que a nosotros nos interesa, se hallaba divididoen dos mitades, Macha y Chaqui. Como puede observarse en la cita, Vilcaes utilizado como apócope de Chuquivilca. Don Alonso Chuquivilca fueun malku que perteneció a la Confederación Charka, dentro de ella a sumitad Chaqui, y del grupo étnico de los visisas perteneciente a dichamitad54. Conforme al análisis precedente le habían sido encomendados aMartín Monje pueblos que habitaban en la quebrada de Humahuaca ytambién parte de los visisas que estaban localizados más al norte, en laprovincia de los Charcas propiamente dicha. Vemos entonces que la enu-meración de los pueblos mencionados en el documento carecería de todotipo de homogeneidad tanto geográfica como étnica.

La cédula ubica a “ciertos indios que se llaman mochos” [moyos] a“las espaldas” de Cochabamba. Al decir “las espaldas” de Cochabambasin duda se esta refiriendo a las inmediaciones de la actual Sucre. Losmoyos moyos son indios que aparecen mencionados en más de una cé-dula de encomienda temprana, es decir, en aquellas otorgadas por Fran-cisco Pizarro, el gobernador Vaca de Castro o Pedro de la Gasca, presi-dente de la Audiencia de Lima55. Más adelante se nombra al pueblo deCasibindo [sic], asignándole el segundo y último principal que mencio-

54 Sobre el tema se puede consultar del Río (1995).55 Los moyos-moyos aparecen como indios semi-sedentarios que se ubican en casitoda la frontera de las tierras bajas al este y sudeste de Charcas. Incluso algunadocumentación hace referencia a los moyos de Jujuy. Cristóbal Barba Cabeza deVaca y otros hechos en la conquista y pacificación de Chile con Diego de Almagro.AGI, Patronato 143, Nº 1, R.4, Año 1606. Muchas veces, los moyos-moyos son con-fundidos con los juríes de lo que se desprende que presentarían características simi-lares. Suponemos que los encomenderos no esperaban una gran rentabilidad deestos indios sino, aunque no se admita taxativamente en todos los casos, utilizarlospara servicio personal en las casas: “y así mismo vos encomiendo todo el reparti-miento de indios con sus caciques e principales e indios e mitimaes e chacras a ellossujetos y pertenecientes en cualquier manera que fue encomendado en la provinciade Atacama a Francisco de Tapia vecino de la Villa de Plata con los cien moyosmoyos que le dieron en encomienda para el servicio de casa sujetos al cacique

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na el documento llamado Abracayte56, y otro pueblo llamado Cince. Conrespecto al primero de ellos pensamos que es posible identificarlo (aun-que no en sentido geográfico estricto) con el actual pueblo de Casabindoubicado al norte de la provincia de Jujuy, en plena Puna argentina. Alpueblo que se menciona a continuación, Cince, se lo ha ubicado en laPuna argentina (Gentile 1989: 91) cerca de Casabindo, por donde actual-mente corre el río Cincel.

Por la manera que aparecen enumerados los principales en el docu-mento nos permitimos suponer que, o no existía un cacique con mandosuficiente para englobar todos los pueblos mencionados en el depósito o,lo que es más probable, que se tratara de grupos diferentes que por lo tantotenían autoridades distintas. Por fin, el depósito dado a Monje mencionalos pueblos “Ymara y Chilma y los mitimaes choro matas y chuis que es-tán hacia Omaguaca”, lo que no hace más que confirmar la dispersión geo-gráfica de los pueblos mencionados en la encomienda57. La encomienda deMonje muestra tanto una importante discontinuidad territorial como he-terogeneidad étnica. En ella, reiteramos, se ve la estrategia implementadapor Francisco Pizarro para abrir un abanico de conquistas y, a la vez,descomprimir la situación social en los núcleos recientemente poblados.

Martín Monje y sus indios

¿Fue la encomienda otorgada a Monje un digno reconocimiento aun viejo batallador en la conquista de América, cofundador de Santiago

Suerepara que lo tengas y poseáis según y en la manera que el dicho Francisco deTapia los tuvo y poseyó”. Pleito entre Francisco de Yssasga y Diego de Alles sobrelos dichos y los demás indios carangas que tomo y tiene por el marques FranciscoPizarro. AGI, Charcas 41, Año 1575. Se pueden ver cédulas de encomienda queincluyen indios moyos-moyos en: Pleito entre Cristóbal Barca Cabeza de Vaca yJuan Ortiz de Zárate por los indios moyos moyos. Pleito entre Cristóbal Barca Ca-beza de Vaca y Juan Ortiz de Zárate por los indios moyos moyos. AGI, Justicia 1125,Nº 5, R. 1, Año 1551.56 Sobre las distintas grafías del nombre del cacique ver: Palomeque 2003: 9. Pornuestra parte, tomamos el nombre tal como aparece en AGI, Patronato 188, Nº 1,Año 1557, f. 1. Se puede consultar el mismo texto para ver la sucesión del cacicazgo.57 No tenemos datos para aportar sobre los pueblos Ymara y Chilma. Respecto delos churumatas y chuis, estos últimos aparecen mencionados por varios autores ydocumentos como soldados del inca en la frontera chiriguana. Sobre los churumatasver: Espinoza Soriano 1986, Doucet 1993, Presta y del Río 1995, Zanolli 2003.

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de Chile y conquistador hasta el río Maule? Lo que puede aparecer comotal en los papeles no necesariamente lo fue en la realidad. Son pocos yfragmentados los datos que tenemos acerca del provecho que Monje pudosacarle a sus indios. Los grandes núcleos indígenas de la encomienda deMonje fueron tres. El primero corresponde a los pueblo de Tontola, Chilchey Chalca cuyo cacique fue Don Alonso Chuquivilca. El segundo el de losindios de la provincia de Omaguaca, los indios de Casabindo y los delvalle del Maní en las inmediaciones del actual pueblo de Tumbaya. Eltercero abarcó a los moyos-moyos. De estos solo los dos primeros esta-ban en condiciones de hacer ingresar algo de dinero en las arcas de Mon-je, los moyos-moyos centraron su aporte principalmente en servicio per-sonal.

En los primeros meses de 1541 Monje tomó posesión de los indioscomandados por Don Alonso Chuiquivilca, esto no fue un mero hechoformal. Como bien señala la documentación, Monje:

tomó y tuvo civil y natural posesión quieta y pacíficamente sin contradic-ción de persona alguna y la continuó señal que en los dichos pueblos eindios tenía dominio como encomendero de ellos y así los dichos indiosreconocieron a mi parte [Martín Monje] por su encomendero58.

Pero esta situación de tranquilidad no duraría mucho para el capi-tán, a mediados de 1544 la rebelión de los encomenderos encabezada porGonzalo Pizarro se hizo sentir en cada rincón del virreinato y la reciente-mente fundada Charcas no fue ajena a la misma59. La toma de posiciónde los encomenderos frente al conflicto pudo aparecer, en un principio,como algo simple y sencillo. La opción era permanecer fieles al rey, sien-do sus vasallos, o bien luchar por convertirse en lo más parecido a losviejos señores medievales. Pero la elección no fue tan sencilla y el com-

58 Pleito entre Martín Monje y Su Majestad sobre ciertos repartimientos de indiosque le encomendó Don Francisco Pizarro (AGI, Justicia 655, Nº 201, Año 1564). En:Documentos del Archivo General de Indias. Museo Etnográfico de la Ciudad deBuenos Aires. Carpeta A, f. 1 y 1v.59 La rebelión de los encomenderos contra la Corona tuvo su origen en la sanción delas Leyes Nuevas en 1542. Ante el temor de una “feudalización” de las colonias, laCorona trató de frenar el ascendente poder de los encomenderos limitando la pose-sión de las encomiendas a una vida. Una lectura ágil sobre el tema se puede encon-trar en Lorandi (2002).

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promiso con una causa estuvo, más de una vez, teñido con las apetenciasy necesidades personales. Tal fue el caso de Monje, a lo largo del conflictoeste personaje fue y vino de un bando al otro de acuerdo con la coyuntu-ra del momento. Dada su posición ambigua durante el conflicto, finaliza-do el mismo si bien Monje no corrió la suerte de aquellos que decidida-mente tomaron partido por la causa de los rebeldes, tampoco quedó enuna posición privilegiada. Así las mismas rebeliones, y no su participa-ción en ellas, habrían sido la causa de sus problemas

con las alteraciones causadas en este reino por Gonzalo Pizarro, el reinofue destruido y desbaratado y las haciendas de los particulares en confu-sión sin haber cosa conocida y propia de alguno porque el dicho GonzaloPizarro lo tenía todo usurpado y mi parte (Martín Monje) no pudo serseñor de sus indios y servirse de ellos estando en él encomendados por elrespeto alegado y teniendo de ellos tan buen título y después de la guerraacabada estando en aquella sazón mi parte enfermo los oficiales de vues-tra real hacienda de Potosí se entremetieron en recoger los tributos, rédi-tos y otros servicios que los dichos indios solían dar haciendo intrusión ydespojando a mi parte de su encomienda de los dichos pueblos e indios60.

Poco pudo aprovechar Monje de aquellos indígenas que constitu-yeron la parte más importante de su encomienda, dicha importancia noestuvo dada por la cantidad de los indios sino por su calidad. Los deCharcas eran los que estaban en mejor posición para satisfacer las necesi-dades de cualquier encomendero.

Los otros indios en cuestión fueron los de Casabindo, para este casoson muy pocos los registros que pudimos encontrar. En 1554 Monje plei-teó con Juan de Villanueva “sobre ciertos indios de casabindo ycochinoca”61 obteniendo ambos pueblos. Hacia 1558 Monje debió viajaral Cuzco y, a raíz de ese viaje, dejó un poder para que se cobraran lostributos de los indios de Casabindo62. Este poder llama la atención yaque, al momento de comentar su situación personal, Monje dice una y

60 Pleito entre Martín Monje y Su Majestad sobre ciertos repartimientos de indiosque le encomendó Don Francisco Pizarro (AGI, Justicia 655, Nº 201, Año 1564). En:Documentos del Archivo General de Indias. Museo Etnográfico de la Ciudad deBuenos Aires. Carpeta A, f. 1v.61 Ibid, f. 48.62 Gastón Doucet, comunicación personal.

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otra vez que los indios de Casabindo nunca le tributaron por “estar lejosy de guerra”63. La encomienda otorgada a Monje en primera vida conti-nuó en manos de su hijo, Lorenzo de Aldana, con quien finalizó la pose-sión. Como señaláramos más arriba, en los documentos posteriores pro-ducidos en torno al depósito de Martín Monje los indios del valle delManí no vuelven a ser mencionados. Existen dos alternativas: o bien Monjedecidió dejar de pleitear por ellos porque eran indios de guerra y su ubi-cación era demasiado meridional como para obtener algún tipo de servi-cio o renta, o bien la mención al valle del Maní fue un error de ubicacióngeográfica, propio de la época.

Efectivamente la situación económica de Monje fue complicada, so-bre todo a partir de su intervención ambigua en las guerras civiles. Habíaperdido su encomienda de Charcas y a pesar del poder para cobrar tri-butos, los indios de Casabindo en verdad “estaban lejos y de guerra”. Nohay indicios para pensar que algún cacique de ese pueblo se acercaría aLa Plata a “enterar” el tributo y el viaje del encomendero hacia la Punameridional para cobrarlo era una empresa arriesgada y difícil. Cualquierpersona en lugar de Monje evidentemente evaluaría las consecuenciasque podía acarrear el viajar a un lugar inhóspito y cobrar una suma in-cierta. Hacia 1561, y luego de mucho batallar para obtener algún benefi-cio por sus servicios a la corona, Monje recibe en encomienda a los indiosmoyos de Aiquile de quienes también es nombrado curador64.

Encomienda a Juan de Villanueva

Juan de Villanueva fue otro de los tantos conquistadores llegadostempranamente a América y beneficiado con las mercedes otorgadas porFrancisco Pizarro. La cédula de su encomienda fechada en 1540 es cono-cida por un traslado a partir de su confirmación que le hace el virrey donHurtado de Mendoza en Los Reyes, el 7 de diciembre de 1557. Al igualque en las mercedes otorgadas a otros conquistadores, los indios enco-mendados a Juan de Villanueva estaban “lejos y de guerra” y el accesopara obtener algún tipo de tributo o servicio personal era muy difícil.Ella dice:

63 Son varias las opiniones encontradas respecto de la relación de Martín Monje ysus indios de Casabindo y Cochinoca. Algunas de ellas se pueden ver en Palomeque(2003: 13).64 ANB, EP, Vol. 4, Año 1561, f. 1202 a 1204.

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el marqués don Francisco Pizarro habido y respeto que vos Juan deVillanueva vecino de esta villa de Plata sois persona de honra y habéisservido a su majestad en esta tierra en la conquista y así mismo en ellevantamiento de los naturales desde que se revelaron de la obedienciade su majestad hasta que fueron reducidos a ello con vuestro caballo yarmas a vuestra costa y estáis adeudado y necesitado en nombre de sumajestad y hasta tanto que el repartimiento general se hace que nos estacometido a mí y al muy reverendo y el muy magnífico señor el obispoVicente de Valverde os depositó en la provincia de Tarija el caciqueQuipildor señor de Omaguaca con todos sus pueblos e indios en estamanera un pueblo que se dice Socabacocha con el cacique Cachitoya yotro pueblo que se llama Orondi con el principal Espilca y otro puebloque se llama Cachichura con el señor Concolla y otro y otro pueblo que sellama Cochuy con el principal Tolaba y otro que se llama Tocolaca estan-cia de Xirote y otro que se llama Achiona con el principal Parchava y otroque se llama Serchica y otro que se llama Yosulla y otro pueblo que sellama Quita con el principal Parabón y otro que se llama Cochinoca con elprincipal Tavarco y otro que se llama Ychinaco con el principal Garacualcacon 500 indios y si más hubiera sujetos al dicho cacique65.

La cédula muestra una estructura piramidal y jerarquizada, reflejode los cambios políticos realizados por el Inca en el momento de máximodomino regional. Los incas, en su expansión, se encontraron con territo-rios cultural y geográficamente heterogéneos, de manera que muchasveces el objetivo de la dominación se vio condicionado por la diversidadde las formas políticas de los grupos a conquistar. El éxito final de losincas se basó en el sostenimiento de las formas socioculturales existentesy además en la aplicación de políticas estandarizadas de dominación(D’Altroy 1992 y 2003). Así los pueblos conquistados fueron organizadosen provincias, que contenían a los grupos étnicos ya existentes, acomo-dados en unidades que respondían a la conveniencia administrativa delimperio. Muchas veces a aquellos grupos étnicos se sumaron otros demitimaes movilizados por cuestiones políticas, económicas o militaressegún haya sido el caso. Los reacomodamientos producidos por el Incaprovocaron profundas alteraciones en las estructuras étnicas primigenias.

La reorganización de la provincia o señorío de Omaguaca parece

65 El Licenciado Gutierre Velázquez de Ovando sobre que se le haga plaza de oidor enla Audiencia de Charcas. AGI, Lima 231, Nº 11, Año 1635, f. 126 y ss. y apéndice A.

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haber respondido a aquellas directivas. La presencia de un señor regio-nal, Quipildora, erigido como tal por el imperio con poder y autoridadsobre otros señores, caciques y principales y obediente al Inca, evidenciaparte de aquel reacomodamiento. No obstante, llama la atención que enla cédula no se haga referencia a la presencia de mitimaes, sobre todotratándose de una zona de frontera. En estos casos, para entender loscambios producidos por el Inca debemos analizar la fragmentación étnicaproducida por los españoles al otorgar las cédulas de encomienda, aque-lla necesidad de dividir para repartir, alteró las estructuras políticas dise-ñadas por el Inca. Por lo tanto, para comprender qué significado tenía laestructura jerárquica de la “provincia de Omaguaca”, deberemos recu-rrir a otras cédulas de encomienda que hagan referencia a dicha región.

La estructura que muestra la cédula de Villanueva puede ser com-parada con aquella otorgada a Hernando Pizarro, ya analizada en el pre-sente capítulo, y que comprende a los chichas. La misma no solo es unbuen ejemplo de la continuidad geográfica entre ambas zonas, tambiénocurre que las llamadas cédulas pizarristas, las otorgadas por FranciscoPizarro a sus hermanos Hernando y Gonzalo, se caracterizan por la am-plitud y el detalle de la información si las comparamos con las otorgadasa cualquier otro conquistador. En la cédula de Hernando Pizarro, antesque una estructura jerarquizada, observamos el detalle de la división dualdel espacio geográfico y simbólico. Urinsaya presenta cinco caciques sinsubordinaciones aparentes, es decir con un rango de igualdad jerárqui-ca; mucho más que en Anansaya adonde hay una gran cantidad demitimaes provenientes de diferentes lugares del Imperio. Como señalá-ramos, la lógica de la instalación de numerosos contingentes de mitimaesestá relacionada con su condición de región fronteriza y con la presenciade los chiriguano hacia el este. El establecimiento de indios selváticos alo largo de toda la frontera oriental del imperio fue una constante pre-ocupación para los incas.

Si la provincia de Omaguaca también fue frontera de indios delChaco, ¿por qué no observamos en la cédula de Villanueva la presenciade mitimaes? Como dijimos, para comprender la situación de la provin-cia de Omaguaca, junto con la cédula de encomienda de Villanueva de-bemos analizar otras cédulas o fuentes que remiten a aquella provincia.Es el caso de la cédula otorgada a Martín Monje cuando dice “y losmitimaes choro matas [churumatas] y chuis que están hacia Omaguaca”.A estos mitimaes debemos agregar, entre otros, a los ocloyas, toda “gentedel Perú” como indican los documentos. Efectivamente, tanto loschurumatas como los ocloyas se ubicaron al este de las serranías de

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Humahuaca. La bibliografía sobre estos indios, además de la existentesobre otros grupos de mitimaes como los apatamas, los tomatas, etc. esabundante y contradictoria, esto se relaciona con la ambigüedad intrín-seca que presenta el tema de los mitimaes. Por eso, en su mayoría, lostrabajos se centran en cuestiones como la procedencia, la localización y,en menor medida, la estructuración étnica66.

La situación de los mitimaes cambió conforme ocurrió la caída delimperio inca, sin la estructura que los contenía quedaron desubicadosfrente a la realidad local. Muchos regresaron a sus tierras y se unieron asus grupos de origen; otros, beneficiados por haber sido trasladados amejores tierras o por encontrarse en condiciones más privilegiadas, in-tentaron crear un statu quo alegando que aquella situación era “de tiem-po inmemorial”67. Frente al español se encontraron en circunstanciasdisímiles: mientras algunos quedaron en una ubicación de extrema pre-cariedad y fueron negociados por los encomenderos, otros quedaronen una inmejorable posición que les permitió acceder a mayores benefi-cios.

Los cambios provocados por el Inca crearon confusiones en los es-pañoles y también fueron utilizados para generar situaciones confusas.Para el primer caso ya hemos comentado la ambigüedad que puede pre-sentar el caso de los ocloya (Lorandi 1988). Vinculado al tema, tenemoslas declaraciones de los testigos que debían dar cuenta de la muerte delcapitán Martín de Almendras en la entrada que realizó al Tucumán (1563).La imprecisión fue una constante en las respuestas de los propios com-pañeros de jornada, mientras algunos afirmaron enfáticamente que lohabían matado los ocloyas, otros atribuyeron el hecho a los omaguacas.Veamos algunos ejemplos, según el testigo presencial Andrés Mino “enuna guazabara que se tuvo con los indios de ocloya en la provincia deOmaguaca los dichos indios mataron al dicho capitán Martín de Almen-

66 Solo como una guía tentativa podemos mencionar: Salas 1945, Lorandi 1980, Doucet1993, Ferreiro 1994, Presta 1995, Lorandi y Rodríguez 2003, Sica 2004, entre muchosotros.67 Entre los casos de aquellos que se quedaron en las tierras asignadas por el Incapodemos mencionar a los indios de la provincia de Canas asentados en el valleCalchaquí, donde permanecieron durante toda la colonia. Otro caso singular esaquel de Cupi o Millera, pueblos tejedores y olleros, trasladados a las proximidadesde Huancané. A la caída del imperio mientras los tejedores decidieron regresar asus tierras, los olleros prefirieron quedarse en el lugar. Para ampliar sobre el tema ylos casos ver: Lorandi y Rodríguez 2003.

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dras por estar como estaban en una quebrada muy fragosa”68. En cam-bio, el testigo Bartolomé García afirmó que “el dicho capitán Martín deAlmendras se había ido con cierta gente a hacer el castigo de los indiosapatamas...este testigo fue la dicha jornada y vio que los indios omaguacasmataron al dicho capitán Martín de Almendras”69. Otros, mientras tanto,se limitaron a hacer referencias geográficas en las que se pueden percibirciertas divisiones administrativas incaicas. En otra parte del interrogato-rio el mismo testigo Bartolomé García expresa:

lo que sabe es que en valle de Omaguaca en la provincia de Ocloya fue eldicho capitán Martín de Almendras con algunos soldados del dicho cam-po a castigar cierta junta de indios que había en el dicho Ocloya y estetestigo entre ellos y vio que el dicho Martín de Almendras fue adelante...yunos indios de los cuales estaban alterados y entonces le mataron los di-chos indios y este testigo le vio muerto el dicho día que se adelantó70.

Finalmente frente al desconocimiento o la incertidumbre, otros tes-tigos presenciales se limitan a realizar aproximaciones geográficas:

dijo que sabe que el dicho capitán Martín de Almendras fue muerto porciertos indios detrás de Omaguaca cerca de Ocloya porque este testigofue con él la dicha jornada y le vio traer muerto y me hizo enterrar e ibanentonces a castigar a los indios de Omaguaca que decían que estaban enun fuerte71.

Como observamos en las citas, apatamas, omaguacas, ocloyas, de-trás de Omaguaca o en la Provincia de Ocloya, pueden ser distintas etníaso antiguas delimitaciones incaicas traducidas o interpretadas por los es-pañoles dentro de los límites impuestos por el precario conocimiento delidioma, de la geografía y de las estructuras indígenas propias de esosaños tempranos de la conquista, que perduraron nominalmente luego dela caída del imperio.

En el segundo caso, es decir cuando hablamos de generar situacio-

68 Probanza de méritos y servicios del capitán Martín de Almendras. AGI, Patrona-to124, Ramo 5, Año 1580, f. 88 y 88v.69 Ibid, f. 77 y 77v.70 Ibid, f. 60.71 Ibid, f. 62.

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nes confusas, se puede ver el accionar de ciertos encomenderos que conel fin de apropiarse de más indios amoldaron la realidad a su convenien-cia. Es el caso de Juan Ochoa de Zárate quien, con el propósito de adue-ñarse de los ya mencionados ocloya, alegó que los mismos estaban suje-tos a los caciques de humahuaca, pertenecientes a su encomienda72.

Las alteraciones incaicas no solo confundieron a los colonizadores,sino a muchos investigadores quienes, imbuidos por un espírituesencialista, buscaron grandes identidades monoétnicas, pasando por altolas ambigüedades puestas de manifiesto en la documentación. Un buenejemplo de ello es haber considerado que la estructura étnica reflejada enla cédula de encomienda de Villanueva estaba compuesta por un sologrupo étnico -los humahuacas- cuando la misma presentaba, por lo me-nos, una estructura biétnica ya que también contenía indios chichas. Elpaso de los incas por la provincia de Omaguaca produjo una realidadmultiétnica que permaneció hasta la llegada de los españoles73. Aquellacontribuyó a desdibujar las identidades étnicas primigenias y colaborócon la conformación de identidades colectivas coloniales.

Para entender los alcances del área geográfica que ocuparon lospueblos comprendidos en la cédula otorgada a Villanueva, haremos unanálisis detallado de la misma. Ella comienza “Os deposito en la provin-cia de Tarija el cacique Quipildora señor de Omaguaca con todos suspueblos e indios en esta manera”74. La cita nos da una localización dife-rente a la que vimos en el depósito a Martín Monje, ya que en este caso

72 En un trabajo pionero, Lorandi (1984) realiza precisas consideraciones sobre si losocloya estuvieron sujetos a los caciques de Omaguaca. Más allá que esto haya sidoasí o no, actualmente y con más documentación disponible, puede observarse queapropiarse de los ocloyas constituyó una verdadera obsesión para Juan Ochoa alextremo de obtener, mediante ardides políticos e influencias, una cédula de enco-mienda que los contenía.73 Los incas no fueron pioneros en esto, como bien señala Murra (2002: 68): “Para losque han estudiado los reinos preinka conocidos a través de la arqueología talescomo Wari en la sierra central, o Chimú en la costa o Tiwanaku en le Altiplano, sedarán cuenta que ya mucho antes de los inka se había vivido en los Andes unaexperiencia señorial, de poder. Los llamados “horizontes” de los arqueólogos yaeran sociedades multiétnicas; los inkas se nutrieron de logros tecnológicos y degobierno andinos anteriores. Tal experiencia señorial andina preinka ayuda a com-prender la rápida expansión del dominio cuzqueño”.74 Diligencias seguidas por don Diego Ortiz de Zárate para establecer su derecho ylugar a la sucesión de la encomienda de Humahuaca y Sococha en Jujuy. ANB, ECNº 18, Año 1684.

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los indios se depositan en la provincia de Tarija. Si seguimos con el razo-namiento aplicado en el análisis del depósito de Monje, la expresión “pro-vincia de Tarija” estaría haciendo alusión a una provincia indígena. Aho-ra bien, ¿qué conocimiento tenían los españoles del lugar en cuestión en1540? Veamos algo al respecto. La referencia mas temprana a las llama-das “Aguas de Tarixa” es del 1539, año en que se le encomendó a Pedrode Candia salir rápidamente de Larecaja con todos sus soldados y diri-girse a las “Aguas de Tarixa”, pensando que desde allí se podría entrarcon mayor éxito que las veces anteriores a la región de los moyos ychunchos. En el trayecto debían encontrarse con Pedro de Anzures, en-viado por Francisco Pizarro a la región de los Charcas. Una vez juntos,Candia y Anzures atravesaron la cordillera de los Charcas penetrandopor las “Aguas de Tarixa”, para ir a la conquista de los chiriguano y versi por allí podían abrir el camino hacia el Río de la Plata75. Entonces, re-cién en 1539 los españoles comenzaron a tener un conocimiento directode la región mientras los incas, contrariamente, habían establecido unafuerte presencia en la zona.

Entre las Relaciones de los Repartimientos existentes al terminar elalzamiento de Gonzalo Pizarro encontramos, con fecha de 1549, la queda cuenta de la encomienda dada por Francisco Pizarro a Villanueva,ella dice: “Item tiene Juan de Villanueva en la provincia de los Chichas enel pueblo de Comaguata el cacique principal Quipildora” (Loredo [1574]1940: 58)76. Nueve años después de otorgada la cédula Quipildora con-tinuaba siendo el señor máximo de Omaguaca; no obstante, en una citase lo menciona como señor de lo que podría ser una región y en otra,como cacique principal de un pueblo. El hecho, lejos de entenderse comocontradictorio, reafirma los manejos políticos realizados por el inca enla región. Al analizar el depósito a Martín Monje determinamos que lafrase “provincia de Omaguaca” hacía referencia a una provincia indí-gena, la ubicación geográfica en una y otra cédula es diferente (Tarija yChichas) pero ambas referencias remiten a lo que es actualmente el surde la República de Bolivia. Existe otra documentación temprana queasocia a los indios encomendados a Villanueva con la zona de Tarija.Veamos por ejemplo las declaraciones de algunos testigos en el pleito

75 Sobre la historia de Tarija ver: Avila 1975.76 La cita que presentamos termina ahí. En la Relación que se hace de losrepartimientos que existían al finalizar el levantamiento de Gonzalo Pizarro, solo sedetalla el nombre del encomendero y el del cacique o pueblo principal.

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entre Cristóbal Barba Cabeza de Vaca y Juan Ortiz de Zárate77. Entre lasrespuestas de los testigos presentados por Juan Ortiz de Zárate el 17 deFebrero de 1551, encontramos algunas más que interesantes, tal el casodel cacique Don Luis “que es de Juan Sedano y natural del Valle deTarija” quien:

Fue preguntado por la dicha lengua si conoce a Tusyve dijo que si cono-ce de mucho tiempo a esta parte e que si conocieron en el valle de Tarijaandando en la guerra de los Chiriguanaes y que conoce y sabe su pue-blo del dicho Tusyve que se dice pomaguaca que es en el dicho valle deTarija.

A otro testigo, Collasaua, “mitima del valle de Tarija nacido en eldicho valle y [que] ahora es de Juan Sedano”, se le pregunta si conoce aTusyve y Pocotas “dijo que a Tusyve conoce de mucho tiempo a esta par-te y que a Pocotas no sabe quien es fue preguntado que de donde es eldicho Tusyve e como se llama su pueblo dijo que es de omaguaca del vallede Tarija” (el destacado es nuestro).

De los testigos presentados, tanto los dos que mostramos como ejem-plo como otros dos más78 -los cuatro indígenas- coinciden en que el pue-blo donde conocieron a Tusyve, o bien el pueblo de este cacique, eraPomaguaca u Omaguaca en el valle de Tarija; pueblo que dos años antesya fuera mencionado en la Relación de los Repartimientos de GonzaloPizarro. Es así que, a la fecha de 1551, pero según aluden los testigos “demucho tiempo a esta parte” ya no quedan dudas de la existencia de un

77 Pleito entre Cristóbal Barca Cabeza de Vaca y Juan Ortiz de Zárate por los indiosmoyos moyos. AGI, Justicia 1125, Nº 5, R. 1, Año 1551. El pleito esta motivado porla presencia del cacique Tusive y sus sujetos (entre ellos el principal Pocota) entrelos indios moyos-moyos pertenecientes al repartimiento de Cristóbal Barba. SegúnBarba, estos indios eran de su propiedad porque consideraba que eran de naciónmoyos-moyos, que siempre vivieron allí y que sus antecesores se sirvieron de ellos.Al parecer de don Juan Ortiz de Zárate, los indios eran de nación Juri del valle deTarija, instalándose entre los moyos-moyos donde se encontraban en ese momento78 Los otros dos testigos son: Pancar a quien le fue preguntado si conocía a Tusive ya Pocota a lo que contestó que conocía a ambos, el primero cacique y el segundosujeto a Tusyve. Al preguntarle de dónde los conocía dijo que en Pomaguaca. Elcuarto testigo es de nombre Sytocha, natural del valle de Traija quien referido aTusyve y Pocota dijo que eran de nación Juries y que los conoció en el valle deTarixa en el pueblo de Syla y Pomaguaca “que es del dicho valle de Tarixa”.

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pueblo llamado Omaguaca-Pomaguaca en el valle de Tarija79. Con rela-ción a la cantidad de indios que estaban bajo el mando de Quipildora, lacédula de encomienda solo dice “con quinientos indios y si más hubieresujetos al dicho cacique” mientras que la documentación de 1549 agregauna mayor precisión sobre el tema “tiene ochocientos indios de visitacióny por estar tan lejos no le sirven [a su encomendero] darán aprovecha-miento a nuestro parecer si sirviesen cuatro mil pesos granjeando el maízy el ganado” (Loredo [1574] 1940: 58). Como observamos, y a diferenciade lo visto para el depósito de Martín Monje, en la cédula que analiza-mos se menciona a Quipildora como “señor de Omaguaca”, a Caquitoyaycon el cargo de cacique del pueblo de Sococha y siete principales quecorresponden al resto de los pueblos mencionados. Se establece entoncesuna clara diferencia con la cédula de Martín Monje, mientras que en di-cho documento se observa una marcada dispersión territorial con dife-rentes caciques de rangos similares; la cédula otorgada a Villanueva mues-tra una estructura piramidal de poder. En este caso la denominación deseñor remite a una organización jerárquica dentro de la cual quedanenglobados el resto de los llamados cacique y principales, lo que queda-ría confirmado al final del documento cuando dice “con quinientos in-dios y si más hubiere sujetos la dicho cacique”. Atento a que el cacique, osegunda persona en importancia dentro de los pueblos de la encomien-da, está ligado al pueblo de Sococha, nos interesa desarrollar algunasprecisiones acerca de dicha localidad.

La localidad denominada Sococha figura en gran parte de la docu-mentación, aunque en fuentes que son centrales para este análisis el nom-bre aparece escrito de diferentes maneras. Hemos ubicado hasta el mo-mento dos traslados correspondientes a la confirmación de la encomien-da que el virrey Hurtado de Mendoza le hizo a Juan de Villanueva en155780. En la copia paleográfica del Archivo Nacional de Bolivia (ANB),

79 En los casos en que esta escrito Pomaguaca o Comaguata entendemos que la dife-rencia con Omaguaca no es significativa como para interpretar que se trata de luga-res diferentes. Deben tenerse en cuenta dos cuestiones, primero la fecha tempranade producción de los documentos y que estamos hablando de un nombre indígena,en segundo lugar que las letras C y P se prestan a confusiones: la primera, C, en laletra procesal tiende a confundirse con la O y con la T. En el caso de la letra P des-aparece el ojo convirtiéndose en un fino trazo.80 Una de las versiones figura en: Diligencias seguidas por don Diego Ortiz de Záratepara establecer su derecho y lugar a la sucesión de la encomienda de Humahuaca ySococha en Jujuy. ANB, EC Nº 18, Año 1684, f. 24 y 24 v. Se trata de las “Diligencias

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el primer pueblo de la encomienda figura con el nombre de Sococha,mientras que en el manuscrito del Archivo General de Indias (AGI), elmismo pueblo se designa como Socabacocha.

En un trabajo acerca del significado del término Yoscaba81, Balbuena(1991: 89) propone que Socabacocha “es una conjunción de vocesquechuas, cuyo primer registro se remonta al año 1539 y su derivadoactual -Yoscaba- resulta de la fusión de los dos primeros vocablos quecomponen el término original”. Para arribar a esta conclusión el autorrealiza un análisis etimológico lingüístico que le permite identificar lalengua en la que estaba expresado el vocablo original, determinar lasvoces que integran el término y conocer el significado del mismo. De estamanera Socabacocha estaría compuesto por tres palabras quechua: chokka(pato), hawa (término polisémico) y choca (laguna). de manera quechoccahawa puede interpretarse con varios sentidos aunque “todos apun-tan a una significación y es: parte, sitio, o lugar de patos o tierra, país opueblo de los patos” (Balbuena 1991: 101). El significado de Socabacochasería entonces: tierra, país, pueblo de las orillas de la laguna de los patos.Al respecto cabe recordar que ya Carrizo (1935: XVIII) al comentar lacédula de encomienda confirmada a Villanueva, escribía “un pueblo quese dice Socabacocha [¿Yoscaba?] frente a la laguna -cocha- de Pozuelos[...] con el cacique”. Agreguemos por último que en algunos mapas de laRepública Argentina se ubica al oeste de la laguna de Pozuelos el abra deSococha Corral82. La grafía Socabacocha no se repitió más en ninguno de

seguidas por Don Diego Ortiz de Zárate para establecer su derecho y lugar a lasucesión de la encomienda de Omaguaca y Sococha”. En ella se mencionan el pue-blo de Sococha con el cacique Caquitoya, los pueblos de Oaquite y Corondi con elprincipal Piluca, el pueblo de Caquichura con Doncolca, Cochoit con Tolava, laEstancia de Pirotto, el pueblo de Achiona con el principal Pachamba, Sechisa yQueyonda sin un principal especificado, Quiticonde con Jambon, Cochinoca conTaburca e Ychiza con Soragua. La otra corresponde a: El Licenciado GutierreVelazquez de Ovando sobre que se le haga plaza de oidor en la Audiencia de Char-cas. AGI, Lima 231, Nº 11, Año 1635, f. 126. Se trata de la “Información de méritos yservicios de Gutierre Velázquez de Obando”. En ella se menciona: “El pueblo deSocabacocha con el principal Cachitoya, Orondi con Espiloca, Cachitoya con Concolla[Doncolca] (manchado), Cochuy con Tolaba, el pueblo de Tocolaca sin principal,Estancia de Xorite, el pueblo de Achiona con Parchava, Serchica y Yosulla sin prin-cipal, Quita con Parabon, Cochinoca con Tavarco e Ychina con Garacualca”.81 Sitio arqueológico en las inmediaciones de la laguna de Pozuelos en la Puna jujeña.82 Instituto Geográfico Militar. Hoja La Quiaca. Al hacer esta referencia somos cons-cientes de lo problemático de traspolar topónimos actuales al pasado. En este senti-

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los documentos que pudimos consultar hasta el momento aunque, si se-guimos a Balbuena y nos acogemos a la duda de Carrizo, el topónimopudo haberse conservado en el pueblo llamado Yoscaba83.

Por el contrario, la localidad de Sococha se ubica actualmente en elsur de Bolivia, en el departamento de Sud Chichas, a escasos 15 km deYavi y 70 km de Yoscaba, aproximadamente. Además de mencionarse enla confirmación de la cédula, en la Carta de Matienzo se hace referencia aesta localidad.

tomando desde la jornada de Ascande que dije arriba y de allí yendo aSuipacha que son diez leguas pueblos de indios Chichas y de allí a Socochaque son siete leguas tierra de Omaguaca y de allí por el despoblado deOmaguaca que son veinte leguas y de allí a Meimera pueblo de indios deOmaguaca con seis leguas (Matienzo [1566] 1941: 111).

Por el tratamiento que le da Matienzo en su itinerario a la localidadde Sococha, sacándola del camino principal y ubicándola en lo que élllama “otro camino”, su situación correspondería a la localidad bolivia-na. Posteriormente la menciona el cronista Antonio de Herrera Tordesillasquien le otorga una ubicación que no deja de llamarnos la atención:

Esta gobernación de Tucumán, Iuries, y Diaguitas, comienza pasado eldistrito de los Pueblos de los Chichas, que sirven en la Villa Imperial dePotosí en otros pueblos, que dicen Moreta, Cochinoca, Sococha yCasabindo; y pasados estos pueblos se atraviesa un despoblado de quin-ce, o veinte leguas, que es tierra muy fría, que propiamente se llama laCordillera, y luego se baja a tierra templada y caliente (Herrera Tordesillas[1610-1615] 1934-1954: V. 4, Década VIII, Libro V: 106).

En este caso para establecer los límites de la gobernación HerreraTordesillas traza una línea dada por los pueblos de Moreta, Sococha,

do hacemos nuestras las palabras de Sica (2003: 67) “El hecho de que vivamos, co-nozcamos, transitemos o aprovechemos el mismo espacio geográfico que la gentedel pasado, puede hacernos olvidar la significación que éste tenía en cada época, yllevarnos a creer que nuestra percepción de él hoy es “natural” y extensible a lolargo del tiempo histórico”.83 Según José Luis Balbuena (comunicación personal) la grafía aparece en un mapade principios del siglo XVII publicado por Thierry Signes en 1975. Lamentablemen-te no tenemos datos sobre esa publicación.

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Cochinca84 y Casabindo, para luego atravesar en diagonal las quince oveinte leguas de la parte mas fría de la Puna, pasar por la quebrada deHumahuaca (tierra templada) y de ahí seguir a las tierras bajas (tierrascalientes). No tenemos la certeza de que Herrera Tordesillas haya consul-tado la carta de Matienzo pero es notable cómo toma los mismos datosincluso haciendo referencia a las quince o veinte leguas que, en el caso deMatienzo, tendría la extensión del “despoblado de Omaguaca”. La dife-rencia entre uno y otro es que en el trabajo de Herrera no cabe duda quela localidad de Sococha está ubicada en las inmediaciones de la lagunade Pozuelos, cercana de Casabindo, Cochinoca y Moreta, descontandoque su ubicación es al sur de la Sococha boliviana. Esto queda confirma-do por el hecho de que para 1582, el límite norte de la gobernación estabaclaramente fijado en el asiento de Calahoyo. Las nuevas referencias aSococha, muchas veces con el nombre de San Rafael de Sococha, son pos-teriores a 1580 y todas hacen mención a la localidad ubicada en Bolivia.Ya no quedan dudas de que el actual pueblo de Sococha responde a unareducción española.

En un trabajo anterior (Zanolli 1995a) interpretamos que el actualpueblo de Sococha era una reducción de indios hecha por españoles, detal forma que es difícil determinar cuándo se los trasladó allí. Presumi-mos que esa labor fue llevada a cabo por el capitán Pedro de Zárate enuna fecha temprana, muy anterior a la fundación de la Villa de Tarija(1574), momento en que se llevaron a cabo las reducciones de los indíge-nas. Recordemos, en este sentido, que el capitán Pedro de Zárate fue unactivo colaborador de la Corona, desempeñándose en tareas militares afin de detener los avances indígenas y conquistar territorios (Zanolli 1995b:234). Hoy preferimos ser más cautelosos pues obtuvimos datos de la exis-tencia de Sococha que son muy anteriores a lo actuado por Zárate. Ade-más los múltiples vaivenes de aquella población fronteriza seguramentedieron lugar a una cantidad de situaciones que posibilitaron la sinonimia.Sea cual fuere el motivo de esta doble ubicación, hoy podemos afirmarque el segundo pueblo de la encomienda que Francisco Pizarro le otorgó

84 Según Palomeque (2003: 25) Albeck relaciona la ubicación del antiguo pueblo deCochinoca con las ruinas del Pucará de Rinconada ubicado al norte del valle cercadel cerro Pan de Azúcar. Palomeque, citando textualmente a Albeck dice: “EnCochinoca actual no hay poblados clasificables desde la arqueología comoCasabindo-Cochinoca, sí hay sitios incaicos. Respecto a la andenería, algo hay, peromuy escasa, por ejemplo en el abra de Moreta, en nada comparable a los que seencuentran en los alrededores de Casabindo y el Pucará de Rinconada”.

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a Juan de Villanueva se ubica en un espacio comprendido entre los 22º20’ y 23º de latitud sur.

De los once pueblos que menciona la encomienda -y dejando delado los de Omaguaca y Sococha- dos de ellos Cochinoca y Quita [Queta]se pueden ubicar de manera aproximada ya que se ha conservado eltopónimo. Respecto de Ychiza lo encontramos mencionado en una peti-ción que Pablo Bernárdez de Ovando hiciera al gobernador de Tucumán,Alonso de Mercado y Villacorta, en la cual pide tierras para estancias deganados mayores y menores “que es de donde se desvían las pampas deMoreta y nacen ciénagas que corren hacia Casabindo, que la dicha abrase llama Mora Mora Xoguagra desde donde ha de correr la derecera alpueblo viejo de Ichira”85.

Hemos ubicado entonces cuatro de los once pueblos y una estanciaque constituyeron la encomienda de Juan de Villanueva: Sococha,Cochinoca, Quita e Ychiza, todos en las inmediaciones de la laguna dePozuelos en la Puna argentina. También determinamos la existencia deun pueblo llamado Omaguaca, Pomaguaca o Comaguata, lugar de resi-dencia de Quipildora, señor de Omaguaca ubicado en el valle de Tarija alsur de la actual República de Bolivia.

Una vez ubicados algunos de los pueblos de la encomienda, surgeinmediatamente la pregunta acerca de cuál era la filiación étnica de susocupantes. Debido a que en la cédula de encomienda otorgada aVillanueva se expresa: “Os deposito a Quipildora señor de Omaguaca” ya la existencia de un pueblo llamado San Antonio de Humahuaca en laquebrada de Humahuaca, los distintos autores (Boman 1908, Salas 1945,Sánchez y Sica 1991, etc.) dieron como un hecho que Villanueva fueencomendero de “los omaguacas”, expresión que casi no hemos encon-trado en documentos posteriores a dichas cédulas. De todos los pueblosde la encomienda, solo los indios de Sococha se asignaron identidad étnica,la identidad étnica chicha. Evidentemente, aquellos autores no repara-ron debidamente en las ambigüedades puestas de manifiesto en la cédu-la de encomienda en lo que a estructura étnica se refiere, y que en granmedida muestra la incidencia incaica en la región. De esta forma termi-naron asignando una identidad étnica a grupos probablementemultiétnicos.

¿Quiénes ocuparon entonces las tierras ubicadas al norte de la pro-vincia de Jujuy? Nos apoyaremos nuevamente en la carta de Juan de

85 AHS, Expedientes judiciales, 1655. Sin título.

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Matienzo; en el cuerpo principal del documento el oidor señala que:

5. -de allí a Calahoyo tambo real del ynga despoblado cinco leguas y ayalrededor junto a este tambo pueblo de indios Chichas bien cerca quepueden servir en el tambo como servían en tiempo del ynga.7. -de allí a Moreta pueblo de indios Chichas y tambo del ynga hay sieteleguas.6a. -de allí a Casabindo el chico tambo del ynga y junto a el ay indiosencomendados a Martín Monje vecino de esta ciudad son seis leguas ymedia (Matienzo [1566] 1941: 108).

En las dos primeras jornadas que menciona, Matienzo observa lapresencia de indios chichas, tal cual lo sostendrá Vignati (1939), ya sea enlos tambos reales (Calahoyo, Moreta) o bien en pueblos dispersos alrede-dor de los mismos pero que servían en los tambos reales. Sorprendente-mente en la última jornada el oidor solo identifica a los indígenas dicien-do que están encomendados a Martín Monje. La segunda referencia querealizó Matienzo, ya utilizada unos párrafos más arriba, esta fuera delitinerario principal y figura por ende como un desvío. En ella se precisa:

tomando desde la jornada de Ascande que dije arriba y de allí yendo aSuipacha que son diez leguas pueblos de indios Chichas y de allí a Socochaque son siete leguas tierra de Omaguaca y de allí por el despoblado deOmaguaca que son veinte leguas y de allí a Meimera pueblo de indios deOmaguaca con seis leguas (Matienzo [1566] 1941: 111).

Matienzo reconoce la existencia de pueblos de indios chichas hastaSuipacha y los puede identificar. A continuación se refiere a “tierra” y un“despoblado” ya analizados al discutir la ubicación de Sococha, a loscuales denomina genéricamente “de Omaguaca”. Casualmente a Sococha-que sabemos que es un pueblo de indios chichas-, no le otorga filiaciónétnica, solo dice que son “siete leguas tierra de Omaguaca”. En resumen,en el itinerario de Matienzo se reconocen tres instancias posibles. La pri-mera alude a la presencia de indios chichas en dos tambos reales, Calahoyoy Moreta y en un pueblo, Suipacha, y en otros pueblos que no identificay que estaban “alrededor junto a este tambo” [Calahoyo]. La segunda serefiere a dos pueblos: Sococha ubicado en tierra de Omaguaca, atrave-sando el despoblado de Omaguaca y Maimará, pueblo de indios deOmaguaca. Sococha entonces se encontraba en tierra de Omaguaca y,como sabemos, estaba poblado por indios chichas. Por último quedan

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indios a los cuales el oidor no puede identificar, aquellos indios deCasabindo y Cochinoca y quienes llama “indios encomendados a MartínMonje”86.

El hecho de que hasta el momento en la gran mayoría de la docu-mentación consultada siempre leamos sobre Omaguaca y no acerca delgentilicio humahuacas, hizo que nos permitamos jugar con la polisemiadel término. Por lo tanto, además de considerar la existencia de un grupoétnico denominado humahuaca proponemos que Omaguaca, tal comose utiliza en la cédula de encomienda, designaba algo diferente a un gru-po étnico, a nuestro criterio, una región dentro del piso ecológico Puna(Zanolli 1995b: 320-322). Dentro de este territorio se ubicaron cuatro delos pueblos de la encomienda otorgada a Juan de Villanueva, los cualescircundan de oeste a este la parte meridional de uno de los dos espejos deagua permanente de la Puna argentina, la laguna de Pozuelos. No sabe-mos qué papel desempeñó la laguna antes o durante la penetraciónincaica; de todas formas, la dispersión de los pueblos alrededor de ellapudo tener algún sentido simbólico ya que la palabra Omaguaca estacompuesta de dos vocablos aymaras, uma: (agua) y huaka: (adorar,adoratorio), es decir adorar al agua o adoratorio del agua87.

Los comentarios precedentes nos llevan a plantearnos algunas pre-guntas y a reflexionar ¿Cuáles son las implicancias de otorgarle a la pala-bra Omaguaca, según es utilizada en la cédula de encomienda, un signi-ficado geográfico y no étnico? ¿Todos los ocupantes de los pueblos de laencomienda de Juan de Villanueva tuvieron filiación chicha? ¿Era unaencomienda multiétnica como la otorgada a Martín Monje? Respecto a laprimera pregunta, retomamos uno de los cuidados metodológicos seña-lado en el capítulo anterior: el de evitar identificar documentalmente gru-pos nativos allí donde las fuentes no permiten identificarlos con totalcerteza, ya que hacerlo implica congelar las realidades locales y descono-cer la capacidad de los grupos étnicos para organizarse de forma políticay/o simbólica sin conformar núcleos diferenciados, sino entrelazados enuna misma estructura étnica.

Atribuir otro significado a la palabra Omaguaca quitándole su con-tenido étnico no implica suponer una Quebrada deshabitada ni que estas

86 Palomeque (2003: 15) entiende que: “al referirse a “poblado” o “despoblado” eloidor Matienzo realiza una “lectura” de las relaciones políticas indicando los pue-blos que estarían o no sublevados.87 Gunnar Mendoza, comunicación personal.

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poblaciones se hayan identificado a sí mismas como humahuacas. Másbien implica partir de un marco de interpretación distinto al sostenidohasta el momento, el cual afirma que los humahuacas fueron los belico-sos habitantes de la quebrada de Humahuaca, que fueron encomenda-dos a Juan de Villanueva. La quebrada de Humahuaca estaba densamen-te poblada al momento del contacto hispano indígena, sitios como elPucará de Tilcara, Los Amarillos y La Huerta de Huacalera son solo unamuestra de esa situación. El material arqueológico extraído de aquellossitios junto al de otros más pequeños como por ejemplo, Peñas Blancasno muestran sustanciales diferencias que nos permiten afirmar que susocupantes se diferenciaban étnicamente. Tampoco lo hace Matienzo ensu itinerario, el oidor solo rompe la uniformidad cuando señala que en-tre los pueblos de la Quebrada se encontraba el de Maimara, pueblo deindios de Omaguaca.

Al analizar las identidades de manera estática algunos autores hanotorgado identidades étnicas prácticamente conforme a la existencia delos pueblos coloniales de reducción (Santa Rosa de Purmamarca, San Fran-cisco de Tilcara, San Antonio de Humahuaca, San Francisco de Paula deUquía, etc.). Esta situación tiende a acentuarse debido a que los estudioshistóricos o arqueológicos están cada vez más localizados en sitios o pue-blos actuales y, por ende, se tiende a buscar las particularidades propiasde cada uno y sus diferencias con los demás, quitándoles toda perspecti-va regional y temporal. Esta forma de identificación implica darle unainterpretación a las fuentes que no es la que le damos en esta investiga-ción. Creemos que a esta altura hemos expuesto claramente los límitespropios del marco interpretativo que hemos pretendido superar. Nues-tro propuesta sitúa a las identificaciones construidas de manera sincró-nica en procesos de transformación social, es decir las dimensiona histó-ricamente abriendo nuevas preguntas y caminos de investigación.

Volvamos a la segunda pregunta, teniendo en cuenta: 1) la presen-cia de indios chichas en las inmediaciones de la laguna de Pozuelos, 2)que los chichas no figuran como mitimaes en la cédula de encomiendade humahuaca y 3) que los indios del pueblo de Sococha se identificancomo chichas ¿Es pertinente afirmar que todos los ocupantes de los pue-blos de la encomienda de Juan de Villanueva tuvieron filiación chicha?Desde una lectura que tiene como referente a la antropología histórica larespuesta afirmativa solo puede ser interpretada a partir del silencio quepropone la documentación anterior a 1593. Desde la arqueología,Krapovickas (1983: 16) ubicó a la cultura Yavi, Yavi Chico o fase YaviChico en el sector septentrional de la Puna jujeña, dentro de la subcuenca

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hidrográfica Yavi-La Quiaca e íntimamente ligada a los actuales puebloshomónimos. Esta “cultura” fue definida casi exclusivamente por las par-ticularidades de su pasta cerámica, la cual se extendió en territorio ar-gentino tanto hacia la quebrada de Humahuaca, donde fue consideradaintrusiva, como hacia el sector oriental de la cuenca de Pozuelos.

Más allá de los aportes de la arqueología o los silencios de la docu-mentación difícilmente podremos observar los procesos de formación denuevas identidades durante el incario88. Al momento es imposible deter-minar el límite étnico de los chichas, como afirmar que la encomiendaotorgada a Juan de Villanueva estaba constituida por uno, dos o variosgrupos étnicos, o identificarlos de manera precisa. La documentacióndisponible hace las veces de un velo que, mientras nos oculta las identi-dades étnicas, nos muestra los procesos de formación de identidades co-lectivas.

88 Los fenómenos observados por el etnohistoriador y el arqueólogo tienen conse-cuencias problemáticas ya que los cambios económicos, políticos sociales o religio-sos no necesariamente afectan, de manera directa y proporcional, a las formas de lacultura material (Pärssinen 1997).

Mapa 3. Pueblos de indios de las encomiendasde Martín Monje y Juan de Villanueva

N

0 50 km

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Juan de Villanueva, encomendero de humahuaca y poseedor de lacédula de encomienda que acabamos de analizar de manera detallada,murió casi veinte años después de que Francisco Pizarro le otorgara lacédula de encomienda, en una fecha incierta entre fines de 1557 (recorde-mos que vivía cuando Hurtado de Mendoza le confirmó la encomienda)y marzo de 1560. Si la finalidad del marqués fue descargar la tierra haciael sur, la misma se había logrado; hacia 1560 la Villa de Plata era la granavanzada española en territorio charka89. Parcialmente diferente fue lasituación en cuanto al avance sobre el indígena; parte de los encomenderosresidentes en la Villa gozaban de los tributos provenientes de los indios desus encomiendas, otros todavía debían conquistarlos. Veamos un ejemplo.

En 1558 Juan Pérez de Zurita llegó al Tucumán con el título de Go-bernador, había sido designado por el sucesor de Valdivia. A fin de ase-gurar las comunicaciones entre Santiago del Estero y Copiapó fundó dosciudades, Londres y Cañete. Poco tiempo después se dirigió hacia el nor-te del territorio tucumano para fundar dos nuevas ciudades: Córdoba deCalchaquí y Nieva, esta última fue el primer antecedente de lo que seríaSan Salvador de Jujuy en 1593. El 20 de agosto de 1561, y al momentomismo de la fundación, Gregorio de Castañeda, proveniente de Chileapresó a Zurita pero no detuvo la obra por él iniciada. Lozano es el únicohistoriador que da cuenta de la fundación de la ciudad:

La ciudad era importante en aquel sitio para los fines declarados, y parasu población dejó cuarenta soldados de los cuales fueron elegidos poralcaldes Juan Rodríguez y Luis de Barrionuevo; por regidores Juan deArtaza, Cristóbal López, Alvaro Correa y Juan Fernández de San Pedro,por procurador y mayordomo Alonso López de Bartolomé Correa, DiegoRubira, Gaspar Rodríguez, Juan Navarro, Luis Gómez, Marcos de Victo-ria y Pedro Albanis fuera de Cristóbal Barba, Juan de Carranza, Martín Monje

89 Finalizado definitivamente el sitio al Cuzco (1537), Pizarro ordenó a su hermanoHernando que saliera a pacificar aquellas poblaciones que se encontraban al sur delrío Desaguadero hasta los Charcas. Fruto de aquella expedición y luego de numero-sos avatares con los indígenas -entre los años 1538 (Barnadas 1973), o bien 1540(Mendoza 1990)- el capitán PerAnzures fundó la villa de Plata en la Provincia de losCharcas. Esta fundación constituyó un hito importantísimo si consideramos que,de este modo, el general Francisco Pizarro había extendido en casi 150 leguas eldominio español al sur del Cuzco. Ausentes los hermanos de Pizarro -Hernando yGonzalo- de la hueste conquistadora, Anzures nombró corregidor al capitán Diegode Rojas y a Francisco de Aguirre como su teniente.

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y Pedro de Zárate, que siendo vecinos de Chuquisaca los había tiempo antes lla-mado el general Juan Pérez de Zurita para que viniesen a poblar la ciudad deNieva a causa de tener cédula de repartimiento encomienda de indios en Casabindo,Valle de Salta, Jujuy y Omaguaca (Lozano 1874, T. 4: 179, el destacado esnuestro).

El contundente accionar de los indios de Calchaquí hizo que la ciu-dad tuviese la efímera duración de un día90. Todavía quedaban años dedisputas militares y políticas entre la Gobernación de Chile y la Audien-cia de Charcas para definir la suerte del territorio tucumano. También,todavía debían pasar muchos años para que los encomenderos mencio-nados por Lozano pudieran hacerse de sus encomiendas. La tarea no fuesencilla, algunos jamás lo lograron.

A lo largo de estas páginas hemos reseñado la conquista inca y es-pañola del sur de Charcas y, particularmente, de la quebrada de Huma-huaca. Para el caso incaico utilizamos principalmente la información brin-dada por las crónicas que dan cuenta de las sucesiva oleadas de inter-vención militar que debió realizar el imperio para poder asentarse en elaquellos territorios. Una vez allí desplegaron una serie de fortificacionesa lo largo de toda la frontera oriental para contener a los chiriguano. Enel caso español, preferimos referirnos a las formas de conquista a travésde la institución de la encomienda, realizando un pormenorizado análi-sis de las dos principales que involucraron a los indígenas que nos ocu-pan, la de Martín Monje y la de Juan de Villanueva, ambas otorgadas porFrancisco Pizarro en 1540.

Observamos cómo las conquistas, a partir de sus prácticas de colo-nización, contribuyeron a alterar las identidades étnicas de los habitan-tes de Omaguaca. En el caso de la incaica estas alteraciones afectarontanto a los grupos locales como a aquellos trasladados (mitimaes); sobreella se asentaron las transformaciones producidas por las prácticas e insti-tuciones hispanas. Como señalamos oportunamente, para realizar lo enun-

90 De los encomenderos mencionados por Lozano no tenemos conocimiento de Juande Carranza; acerca de Monje nos hemos explayado in extenso en el presente capítu-lo. A Cristóbal Barba Cabeza de Vaca le llegaron, por diferentes vías, dos encomien-das. La primera estaba “en la provincia de los Charcas con los moyos-moyos” queperteneció a Manjarraez y que luego pasó a Hernando del Castillo. La segundaperteneciente a Luis Perdomo y que comprendía los indios “yngas, chichas,churumatas y apanatas” del valle de Jujuy (ANB, EP, Vol. 41, Año 1590). Sobre elcapitán Pedro de Zárate nos referiremos más extensamente.

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ciado partimos de algunas premisas distintas de las seguidas, hasta elmomento, por otros investigadores, entre la que destacamos el haber ape-lado a la polisemia del término “omaguaca”. Así, además de considerarla existencia de un grupo étnico denominado humahuaca, que no apare-ce de manera muy frecuente en la documentación consultada, propusi-mos que la palabra Omaguaca designó un territorio cuya mayor exten-sión se encontraba en el piso ecológico Puna. En dicho territorio, emi-nentemente multiétnico, se ubicaron cuatro de los pueblos de la enco-mienda otorgada a Juan de Villanueva. La herramienta metodológica men-cionada evitó que identificáramos grupos étnicos allí donde las fuentesno lo hacen con total certidumbre permitiéndonos observar y proponerprocesos de conformación de identidades, cuestión que desarrollaremosen los capítulos subsiguientes.

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En los capítulos siguientes daremos cuenta de los hechos públicos yprivados relacionados con los encomenderos de humahuaca y sus indios,que acontecieron desde el mismo momento en que Francisco Pizarro otor-gara la encomienda a Juan de Villanueva hasta, por lo menos, un siglodespués de fundado el pueblo de reducción de San Antonio de Humahuaca.Estos hechos contribuyeron, en mayor o menor medida, a la formación delas identidades colectivas de los indios de Omaguaca. No discutiremos lasidentidades étnicas de los indios de la encomienda de humahuaca, cues-tión que desarrollamos ampliamente en el capítulo anterior. El relato queharemos no debe ser entendido como una mera historia fáctica; por el con-trario, los hechos presentados desde una perspectiva hispana y otra indí-gena permitirán historizar el espacio social en estudio. De esta forma ob-servaremos los procesos de formación de una experiencia individual y so-cial por parte de los españoles, como también las continuidades y rupturasacontecidas en las sociedades indígenas. Las mismas tuvieron lugar a par-tir de las distintas formas de resistencia generadas por las presiones pro-pias de los procesos de conquista y colonización.

Juan de Villanueva, encomendero de los indios de humahuaca cu-yos pueblos se esparcían entre el sur de Bolivia, las inmediaciones de lalaguna de Pozuelos y la quebrada de Humahuaca, murió sin dejar des-cendencia. Por tal motivo, la encomienda otorgada por Francisco Pizarroen 1540 pasó en segunda vida a su esposa Petronila de Castro. En 1560,Petronila contrajo matrimonio con Juan de Cianca, minero allegado a sufamilia, con quien permaneció casada por un período de cinco años. Vea-mos un poco la historia de aquellos casamientos.

El licenciado Antonio de Castro se casó con doña Ana de laQuintanilla en la villa de Medina del Campo en los reinos de España; elmatrimonio tuvo una hija, Isabel de la Quintanilla. Al poco tiempo de

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Familia y encomienda

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dar a luz, Ana falleció y Antonio de Castro “recibió orden sacra sacerdo-tal y siendo clérigo pasó a estos reinos del Perú habrá 27 años [1537] yestando en ellos habrá 20 años que hubo a la dicha doña Petronila deCastro [1544]”91. La idea de un casamiento ventajoso para sus hijas, perosobre todo para su hija legítima, prontamente se instaló en Antonio. Ha-cia mediados de 1548 Isabel fue prometida en matrimonio a Juan de Ciancahijo del licenciado Andrés de Cianca, uno de los más caracterizadosoidores de la Audiencia de Lima. El matrimonio llevaba además una pro-mesa de dote de 24.000 pesos.

En la ciudad de La Plata a 5 días del mes de julio de 1564 años ante mi elescribano y testigo por la presente el licenciado Antonio de Castro clérigopresbítero y dijo que por cuanto él fue casado legítimamente con doñaAna de Quintanilla su mujer antes que hubiese órdenes sacerdotales ydurante el dicho matrimonio [ilegible] por su hija legítima a doña Isabelde Quintanilla la cual había 16 años poco más o menos que concertó decasarla con Juan de Cianca hijo del licenciado Cianca oidor que fue de estereino y para el dicho efecto en 24.000 pesos de buen oro y dicho otorgoescritura pública ante Santiago de Orue escribano público y del consejode la ciudad de [ilegible] a que se refería y refirió y en ella prometió dedárselos y pagar habiendo efecto el dicho matrimonio en lo mejor paradode sus bienes y por no haber efecto el dicho casamiento cesó la dicha dote92.

Por motivos que aún permanecen oscuros Isabel no se casó con Juan,por el contrario el padre la envió a los “reinos de Castilla” donde contra-jo matrimonio con el capitán Gerónimo Osorio, con la promesa de respe-tar los términos de la dote pactada para el casamiento con Cianca. Debi-do a la situación económica de Antonio de Castro la promesa de dotenunca se concretó.

y porque le [mandó] a la dicha su hija a los reinos de Castilla que se casasecon persona que fuese hijodalgo y tal que a ella le estuviese bien y que ledaría dote suficiente para ayuda a sustentar las cargas del matrimonio yla dicha doña Isabel de Quintanilla su hija en cumplimiento de ello secasó y está casada y velada legítimamente con el capitán Gerónimo deOsorio natural de la villa de Madrid persona hijodalgo y de calidad en

91 ANB, EP, Vol. 6, Año 1564. Antonio de Castro sería luego el primer cura y vicariode Cochabamba (Presta 1997: 40).92 Ibid.

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quien concurren todos sus méritos y él y la dicha su hija y su mujer deldicho Gerónimo de Osorio devinieron y al presente están en este reinopobres por no haber recibido dote alguna con la dicha su hija por tantoque ratificaba y ratifico la dicha escritura de la dicha dote a favor de ladicha su hija y cumpliendo la dicha escritura de dote de los dichos 24.000pesos que tenía otorgada y testificada y siendo necesario la otorgaba yotorgó de nuevo queriendo como quiere que la dicha doña Isabel deQuintanilla su hija y el dicho capitán Gerónimo de Osorio hayan por bie-nes dotales y suyos propios los dichos 24.000 pesos y para ayuda a susten-tar las cargas del matrimonio en lo mejor parado de todos sus bienes mue-bles y raíces y acciones que le pertenezcan y en cualquier manera93.

Durante el viaje de su hermana a España y en una fecha todavíaimprecisa, Antonio de Castro “caso” a Petronila con un viejo conquista-dor, el capitán Juan de Villanueva quien era poseedor de una encomien-da sobre cuyos indios aún no había tomado posesión efectiva. Para estecasamiento, Antonio de Castro se “obligó a dar y pagar a doña Petronilade Castro en dote y casamiento 9.000 pesos”94, una cifra muy inferior a laprometida a su hija legítima y que motivó sus quejas

y porque en días pasados el dicho licenciado Castro otorgó cierta carta dedote a favor de Juan de Villanueva vecino que fue de esta dicha ciudaddifunto en que se obligó de dar y pagar con doña Petronila de Castro suhija habida en esta tierra en dote y casamiento 9.000 pesos como consta dela escritura que otorgó ante escribano y se los dio y pagó como consta porla dicha carta de dote que otorgó el dicho Juan de Villanueva ante Anto-nio de la Cuadra escribano y ahora es informado que de derecho divino nihumano él no pudo a favor y perjuicio de la dicha su hija legítima dar ladicha dote95.

Las quejas de Isabel tenían sustento, como señala su marido “la di-cha donación96 la hizo [Antonio de Castro] en persona indigna e incapaz

93 Ibid.94 ANB, EP, Vol. 6, Año 1564 y Arch. Municipal de Cochabamba Nº 95, Año 1581.95 ANB, EP, Vol. 6, Año 1564.96 Cuando Osorio emplea la palabra donación y no dote se está refiriendo a una“donación intervivos”, que es lo que técnicamente podía hacer Antonio de Castrocon Petronila (Roxana Boixadós, comunicación personal).

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y en fraude de la dicha doña Isabel de Quintanilla y en perjuicio de susalimentos y dote”97. Petronila era una hija ilegítima y sacrílega (recor-demos que cuando nació, su padre estaba ordenado sacerdote) y el otor-gamiento de la dote había perjudicado notoriamente a su hermana alextremo de no haber podido recibir la suya. La trama de aquella dote seenmarca en las continuas transgresiones a la ley que sucedían en Amé-rica. Al no concretarse el matrimonio entre Isabel y Juan de Cianca yante su partida a España, Antonio de Castro optó por amparar a su otrahija quien llevaba su apellido y jurídicamente estaba en una posiciónmuy desventajosa. Para ello, la dotó mediante escribano y la entregó enmatrimonio a un respetable hombre de La Plata. Suponemos que el arre-glo matrimonial implicó la entrega de una buena parte del dinero enefectivo de Antonio de Castro. Presumimos también que Petronila fuedada en matrimonio a una edad más temprana que la permitida legal-mente98.

A más de diez años de haber efectivizado la dote, se le notificó aAntonio de Castro que “de derecho divino ni humano él no pudo a favory perjuicio de la dicha su hija legítima dar la dicha dote” por lo que deci-dió dar a Isabel y su esposo para que:

97 ANB, EP, Vol. 8, Año 1566, f. 580.98 Como bien señala Presta (1997: 24-47) aquella no fue una situación excepcional enCharcas por lo menos entre 1534 y 1548. Los documentos que poseemos no precisanla fecha de nacimiento de Petronila y tampoco cuándo fue dada en matrimonio aJuan de Villanueva pero intentaremos una reconstrucción. Un documento de 1572nos dice que para esa fecha Petronila todavía no tenía veinticinco años. Eso implicaque para 1562 no tenía quince pero si por lo menos trece (como veremos fue madrepor primera vez en 1561). La poca diferencia de edades (una mujer puede tenerhijos aproximadamente partir de los doce años) nos permite suponer que Petronilase casó con Juan de Cianca en 1560, dentro de los límites legales permitidos (doceaños). De ser así Petronila de Castro debió haber nacido en 1548. Paralelamente,otro documento de 1564 dice que “habrá veinte años que hubo a la dicha Petronilade Castro” por lo que habría nacido en 1544. Entonces, podemos ubicar la fecha denacimiento de Petronila de Castro entre 1544 y 1548. Muy probablemente Antoniode Castro la dio en matrimonio a Juan de Villanueva antes del límite legal permiti-do, habiéndose formalizado el acto una vez que Petronila hubiese cumplido doceaños. Otra posibilidad es que Petronila haya sido dada en matrimonio a Villanuevacon los doce años cumplidos, que ese mismo año haya enviudado y vuelto a casarsecon Juan de Cianca (ANB, EP, Vol. 6,. Año 1564; Vol. 8, Año 1566, f. 580 y Vol. 24,Año 1572, f. 1).

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solidum bastante y su favor libre y general administración para que pue-dan cobrar los dichos 9.000 pesos de la dicha doña Petronila de Castro ode Juan de Cianca o de los bienes de Juan de Villanueva o de otras cuales-quier personas y bienes de que se deban pagar y le estén obligados a elloy de quien y con todo puedan y deban en cualesquier manera y del recibode ellos puedan dar cualesquier cartas de pago finiquito y basto que con-vengan y sean necesarias las cuales valgan y sean tan firmes y valederascomo si yo las otorgare y así cobrados los hayan y tomen por cuenta yparte de pago esta dicha dote y la demás cantidad a cumplimiento de losdichos 24.000 pesos los hayan y cobren ansí como las varas de mina quetiene en Porco como en el cerro de Potosí en la veta rica y en cualesquierderecho y acciones que tenga a las varas de mina que vendió a Juan deCianca por una escritura que...dicho Cianca...y pueda cobrar de estos ycualesquier bienes muebles y raíces derechos y acciones que le pueda com-peter99.

En 1566 Petronila firmó una carta de concierto con Gerónimo deOsorio, su cuñado, para poner fin a los reclamos por la dote100. A esaaltura a nadie escapaba la irregularidad del procedimiento por el cualPetronila había recibido la dote y tampoco que aquel acto afectaba demanera directa al patrimonio de Isabel, la hija legítima. FallecidoVillanueva, la joven Petronila de Castro quedó en una posición relativa-mente privilegiada para la época. Poseía una encomienda y varios bienes

99 ANB, EP, Vol. 6, Año 1564 y Vol. 8, Año 1566, f. 580.100 En el concierto Petronila alegó no haber recibido tal cantidad de dinero (9.000pesos) sino solo 3.000 sobre los que detalla cómo se fueron gastando en vida deVillanueva. Por fin el acuerdo se hace sobre la siguiente base: “650 pesos de plataensayada y marcada a plazo de la dicha demanda y primero de que os hacemosobligación por sí y ansí mismo un pedazo de solar en las dichas cosas contenidas enla dicha demanda que es el pedazo de solar que ahora tenemos señalado y comen-zado a tasar que es desde junto al zaguán y puerta de la calle de la calle y hastalindar con casa de Juan Ortíz de Zárate por el derecho que se va trazando y ansímismo una cuadra en esta ciudad linde con cuadra de Hernán Cabrera que fue deldicho Lic. Castro todo lo cual da la dicha doña Petronila y yo el dicho Francisco dela Serna por mi os doy una yunta de bueyes y quitamos y desapoderamos del dichopedazo de solar y bueyes y cuadra y de la tenencia y posesión que a todo ello lehabíamos y teníamos y apoderamos en todo ello a vos los dichos Gerónimo Osorioy doña Isabel de Quintanilla para que sea vuestro y de vuestros herederos y suceso-res” (ANB, EP, Vol. 8, Año 1566, f. 580). Agradecemos a Roberto Di Stéfano, GastónDoucet y, muy especialmente, a Roxana Boixadós el asesoramientos sobre el tema.

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inmuebles principales y accesorios en la ciudad de La Plata101; con el tiem-po Petronila incrementó su dinero en efectivo cuando pudo cobrarle aalgunos acreedores de Villanueva102.

A poco de enviudar, Petronila se casó con Juan de Cianca el antiguoprometido de su hermana, quien evidentemente se mantuvo muy cerca-no a la familia Castro, y ambos estuvieron casados hasta principios de1566. Cianca no era el típico conquistador, por el contrario se destacócomo un hábil comerciante ligado tanto a la minería potosina como almercado que creció alrededor de ella. Para un hombre de reconocida pro-sapia, buenos contactos y rentables empresas mineras, la posesión de unaencomienda era algo imprescindible para concretar el ascenso social.Obtuvo la misma casándose con la hija de su antiguo socio, Antonio deCastro.

Como dijéramos, Juan de Cianca tuvo con la familia Castro nego-cios en común. Oportunamente, Antonio de Castro le vendió 33 varas ymedia de minas en el Cerro de Potosí, en la veta Rica, a cambio de queCianca le diese de por vida la mitad de lo obtenido en las minas. Durantela vida de Cianca, el matrimonio conservó la estancia en Guanipaya, an-tigua posesión de Petronila; a partir de contratos de arriendo para se-menteras de cultivo, dicha estancia comenzó a dar buenas ganancias103.También se incrementaron las varas de metal en las minas y se establecie-ron contratos de censos104, algunos de los cuales fueron usufructuados

101 “el dicho Juan de Villanueva dejó [...] unas casas en esta ciudad linde por la unaparte casas de Juan Ortiz de Zárate y por otra la calle pública y en una chacra enGuanipaya jurisdicción de esta ciudad linde de la una parte el camino real y por laotra el atrio de Guanipaya y en otras dos cuadras en esta ciudad de otras casas”.ANB, EP, Vol. 8, Año 1566, f. 580.102 Posteriormente, la hermana acusaría a Petronila de haber multiplicado los 9.000pesos recibidos en dote; en descargo Petronila alegó que con el tiempo transcurridoy las deudas que tuvo que afrontar durante el matrimonio, ese cifra se redujo a lamitad. ANB, EP, Vol. 8, Año 1566, f. 580.103 En octubre de 1560 Juan de Cianca le arrendó a Diego Nuñez la chacra en el vallede Guanipaya con todo el servicio que tiene y con dos yuntas de bueyes con susaperos. El arriendo se concretó por un tiempo de cultivo “por tiempo de una se-mentera primera que viene y con el barbecho que tengo hecho”. El arriendo se hizopor 800 pesos, de ellos 300 pesos quedaron pagos por un servicio que Nuñez le hizoa Cianca en su hacienda. El resto se pagó al contado. ANB, EP, Vol. 11-1, Año 1560.104 El censo es un contrato por el cual se sujeta un inmueble (o excepcionalmenteotros bienes) a una pensión anual.

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ventajosamente105. Como si este hubiera sido el interés de Antonio deCastro al casar a su hija con Juan de Cianca, el capital comercial que conla boda se había incorporado a la familia, comenzaba a dar sus frutos. Serencomendero le trajo a Cianca nuevas y desconocidas obligaciones, aho-ra tenía la oportunidad de aprovechar a sus indios para lo que él dispu-siera aunque concretarlo implicaba ir a buscarlos a un territorio todavíasalvaje. Cianca pasó largos períodos en la chacra de su mujer en Sococha,un lugar al sur de Charcas que hacia 1563 -en palabras del propio Cianca-parecía alejado de Dios: “por cuanto al presente yo estoy y resido en estepueblo de Sococha apartado de poblado donde la muerte como natural atodo hombre me puede tomar”106. Como veremos detalladamente másadelante, en Sococha Cianca tomó contacto con sus encomendados y pudodisponer de ellos. El trato que Cianca tuvo con los indios fue el mismoque el de cualquier empresario minero, los veía como mano de obra mó-vil útil para todo tipo de actividad relacionada con el mercado minero yexclusivamente para la minería.

Cianca sentía esa chacra en Sococha como un punto en el medio dela nada, y es lógico que así lo fuera. Sin embargo, para los indios la situa-ción era parcialmente diferente; para ellos San Rafael de Sococha era unespacio, un punto de relaciones desconocido hasta el momento. Se trata-ba de un punto que anudaba principalmente las relaciones sociales y lasmercantiles, estos puntos se fueron multiplicando lentamente a los ojos

105 En septiembre de 1561 se realizó un contrato de censo entre Petronila, Cianca y elcura presbítero del Cuzco, Garci López de Santa Cruz. Los primeros debían entre-garle 131 pesos y dos tomines de plata de censo “en cada año y para siempre jamás”a cambio de 1313 pesos y cuatro tomines en cuatro barras de plata ensayada y mar-cada. La operación estaba garantizada con la chacra de Guanipaya y diecinuevevaras de mina que Cianca poseía en compañía de Hernán Cabrera de Córdoba.Hasta el 10 de julio de 1565 Petronila y Cianca no le habían pagado nada al presbí-tero del Cuzco. El pleito se resolvió al traspasarle el censo a Francisco de la Serna,amigo, apoderado y permanente colaborador de Petronila de Castro. ANB, EP, Vol.4, Año 1561 y Vol. 7, Año 1565.106 A raíz de la imposibilidad legal de poseer una chacra en asientos indígenas,creemos que “este pueblo de Sococha” es el antecedente del pueblo de reducción deSan Rafael de Sococha situado al sur de Bolivia a escasos kilómetros de Yavi. Laimagen que se trasmite de las palabras de Cianca es la de una chacra en el medio dela nada, “apartado de poblado”. Allí Cianca estuvo rodeado de indios que trabaja-ban para él, indios de su encomienda pero también de indios que en cualquier mo-mento lo podían matar. ANB, EP, Vol. 8, Año 1566.

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del indígena. Por la vasta geografía sur andina estos pueblos aparecieronuno tras otro: Suipacha, Santiago de Cotagaita, San Juan de Talina y Nues-tra Señora de la Asunción de Calcha, entre otros. Todavía faltaba unaefectiva conquista de la región y la misma comenzaría a tomar forma casidefinitiva con la fundación de San Bernardo de la Frontera de Tarija en1574 y se cerraría con la de San Salvador de Jujuy en 1593. Los primerospasos de un hecho irreversible habían comenzado.

Juan de Cianca en su nueva posición de encomendero también tuvoque cumplir con el deber de armarse en defensa de la Corona pues laconquista hacia el sur de Charcas recién estaba comenzando. En una deesas entradas, en enero de 1566, Cianca fue muerto por los indios. Nue-vamente viuda y aproximadamente con veinte años, la hija de Antoniode Castro había logrado una posición que no obtendría su hija legítima yque provocó numerosos enfrentamientos entre las hermanas.

El proceso poblador

Poco tiempo después de la fundación de la villa de Plata (1538/40)la obra pobladora estaba en marcha y los hombres se dispusieron a salirhacia los distintos puntos para asegurar nuevas tierras107. A pesar de esteímpetu inicial y aunque la acción poblacional no se detuvo debió sufrirun retraso importante como consecuencia del levantamiento de unencomendero (Pérez de Tudela Bueso 1963) que desvió las energías delos hombres para otro tipo de actos bélicos. Con la finalización de lasguerras civiles, a partir de la década de 1560 poco más o menos, comenzóel tiempo en que Charcas y Chile iniciaron una abierta disputa por laocupación del territorio tucumano. En este sentido, la política charqueñaiba a verse limitada al no contar con el beneplácito limeño; corrobora estehecho el nuevo nombramiento de Francisco de Aguirre como goberna-dor de Tucumán por parte del virrey conde de Nieva en 1563 (Barnadas1973)108.

107 El avance charqueño estuvo dirigido a tres puntos posibles: hacia el norte, haciael este sudeste y hacia el sur. Dejaremos de lado el avance hacia el norte y solotomaremos el que va en dirección este sudeste como apoyo al punto que haceespecíficamente a nuestro trabajo, es decir hacia el sur.108 Levillier (1918-1929, I: 26-31) discrepa con este criterio y no ve ningún movimien-to político en la designación de Aguirre como gobernador del Tucumán; según su

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Promediando el siglo XVI el temor se había apropiado de los habi-tantes de Charcas y de su Real Audiencia; en octubre de 1564 le informa-ron al rey que Juan Calchaquí se había confederado con los indioscomarcanos

repartimientos de esta ciudad que son los omagualas [sic] casavidos [sic] yapatamas y otros [...] y una parcialidad de los chichas anda también altera-da con ellos y no contento con esto el don Juan Calchaquí y sus allegadoshan enviado mensajero al cacique de los charcas y a todos los demás de estaprovincia persuadiéndolos a que se alcen y maten los cristianos109.

Nunca sabremos si las expectativas manifestadas por la Real Au-diencia fueron más un temor que una realidad, lo cierto es que a raíz deestos hechos se decidió la partida de Martín de Almendras “que es unhombre muy antiguo en esta tierra [La Plata] y encomendero en ella”110

hacia el Tucumán. La jornada debía hacerse con cincuenta españoles ydoscientos indios chichas “pues a ellos les compete la defensión de suspropias tierras”111, a quienes acompañarían algunos indígenas de los char-cas y de los quillacas de Puna. Una vez logrado su cometido y comproba-da la muerte de Francisco de Aguirre, a Almendras se le otorgaría lagobernación del Tucumán.

opinión “fue un aparente llamado al que con justo título se lo estimaba el guerreromás avezado del territorio”. Aún frente a tan respetable opinión, creemos que másque a la persona de Aguirre hay que atender a la actitud de las autoridades limeñas.Por lo tanto, compartimos lo expresado por Barnadas (1973), sobre todo para unmomento donde comienza a vislumbrarse la génesis de una lucha de poderes entrela Audiencia de Charcas y frente a la de Lima y el virrey.109 Carta de la Audiencia de Charcas a S.M. dándole cuenta del alzamiento de losindios chiriguanaes y muerte que dieron al Capitán Andrés Manso que por ordendel Virrey del Perú fue a conquistarlos. La Plata 2 de noviembre de 1566. ColecciónGaspar García Viñas, Tomo XCVI, Doc. 1499, Año 1564.110 Carta a Su Majestad de la Audiencia de Charcas con larga relación del alzamien-to de los indios diaguitas y lo obrado para su reducción. Da noticias de las provi-dencias de buen gobierno que ha tomado por necesarias y pide se dicten otras, LaPlata 30 de octubre de 1564 (Levillier 1918-1929, 1: 138).111 Información hecha de oficio en la Real Audiencia de los Charcas de los serviciosdel general Luis de Fuentes y Vargas poblador, corregidor y justicia mayor que fuede la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija. AGI, Patronato 142, Nº 1, R. 3,Año 1608.

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Almendras partió con 130 hombres hacia el sur, pasó primero por laprovincia de los Chichas con la idea de entrar luego a la Gobernación delTucumán y llegar a Santiago del Estero, la población más importante. Apoco de andar y en circunstancias todavía dudosas, el capitán fue muer-to por los indios. La expedición continuó al mando de su maestre de campoGerónimo González de Alanis quien llegó con las tropas hasta Santiago;ya en la ciudad, Alanis no solo pudo confirmar que Aguirre estaba vivo,debiéndole entregar el mando de su ejército, sino que también se encon-tró con otro ejército al mando de Francisco de Godoy, que había sidoenviado desde Lima para el socorro de Aguirre. Además Godoy traía losdespachos de García de Castro, nuevo presidente de la Audiencia de Lima,confirmando a Aguirre en el cargo de gobernador del Tucumán. Comen-zaba el año 1565.

El saldo de aquella expedición para su jefe, el general Martín deAlmendras, “persona experimentada en semejante guerra de indios” yque además gozaba de una encumbrada posición social, una importanteencomienda y una familia bien constituida, fue más que lamentable112.Antes de llegar al Tucumán o bien en aquella región fronteriza entre elTucumán y Charcas, donde los límites permanecían imprecisos y quepara esa época era todavía una verdadera “tierra de nadie”, un grupo deindios acabó con su vida. Poca pero muy explícita documentación nosrecuerda esa jornada, la fecha tentativa es el mes de septiembre de 1565:

Viendo nueva que los indios apatamas, omaguaca, casavindos, diaguitasy juríes y calchaquíes se habían rebelado y muerto muchos españoles queestaban poblados y que se decía haber muerto al gobernador Francisco deAguirre y estaban en Santiago del Estero, el dicho general Martín de Al-mendras fue proveído por orden de la Real Audiencia por Capitán Gene-ral para el castigo, pacificación y población de las dichas provincias paralo cual aderezó a 120 hombres y 300 caballos, munición y pertrechos, de-jando endeudados a su mujer e hijos en más de 40.000 pesos. Y andandoconquistando las dichas provincias y pacificando los indios apatamas, lle-gando a la provincia de Jujuy los indios omaguacas llevándolos ya de pazy de vencida adelantándose un poco el dicho capitán Martín de Almen-dras del campo y escuadrón de su gente, le mataron los indios de guerra ytoda la gente que tenía fue a su socorro113.

112 Sobre la familia Almendras puede consultarse Presta 2000: 61-94.113 Probanza de méritos y servicios del capitán Martín de Almendras. AGI, Patrona-to 124, Ramo 5, Año 1590, f. 4v.

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El fracaso de la expedición fue notorio desde varios puntos de vista.La intención de frenar a los indios comarcanos que ponían en peligro laprecaria sumisión de algunos grupos de indios chichas trajo como conse-cuencia la muerte de Martín de Almendras, de sus principales colabora-dores y el desbande de la hueste. Los “indios de guerra” continuaron deguerra y la situación de opresión que vivían los chichas hizo que el “con-tagio” de una rebelión permaneciera latente.

También encontraron un rápido final las pretensiones charqueñassobre Tucumán. La Gobernación de Tucumán había sido creada por RealCédula de Felipe II el 29 de agosto de 1563 pero, por los hechos relatados,recién a partir de 1565 comenzó a tomar vida propia. Más allá del fracasomilitar de la expedición, la acusación contra “los indios apatamasomaguaca y casabindo diaguitas e juries y calchaquis [quienes] se habíanrevelado y muerto muchos españoles que estaban poblados y que le ha-bían muerto al gobernador Francisco de Aguirre que estaba en Santiagodel Estero”114 había resultado una falacia. Luego de los hechos aconteci-dos, el gobernador y la gobernación del Tucumán se pudieron posicionarde una manera diferente frente a las pretensiones hegemónicas de Char-cas y Chile.

La empresa de conquista también terminó con la vida de Juan deCianca quien participó en la misma y murió en las cercanías del actualrío Lavayen, en la provincia de Jujuy - que durante la colonia se llamó ríoCianca o Ciancas. Gerónimo González de Alanis, a cargo de la expedi-ción luego de la muerte de Almendras, relata detalladamente el trágicoacontecimiento:

Yo di cuenta de todo lo sucedido a estos señores y dentro de cuatro díasme partí para hacer mi jornada al valle de Jujuy, porque era extrema elhambre y necesidad que teníamos, y con la misma necesidad caminamosalgunos días hasta llegar a una cordillera de monte, adonde por no hallarpaso, pensamos perecer de hambre; y habiendo enviado a Juan de Ciancaque llevaba por Maestre de Campo, a buscar el camino, y al cabo de seisdías volvió, perdida la esperanza de hallar paso; y así por esto como porla gran hambre que teníamos, que no comíamos sino nuestros mismoscaballos, me aconsejó y dijo que no había otro remedio que volver al Perú,y a trueque de no hacer esto determiné de morir o pasar; y otro día antesque amaneciese fui en persona a buscar el paso, y no me había apartadomedia legua del real, dejando en él a Juan de Cianca cuando los indios

114 Ibid.

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naturales de la tierra dieron en el campo salió a ellos Juan de Cianca conveinte soldados a pie y como los indios de maña se retiraron al monte,entro tras de ellos sucedió que le mataron115.

Al momento de la muerte de Juan de Cianca los bienes y la posicióneconómica y social de Petronila de Castro se habían incrementado noto-riamente respecto a cinco años antes. Como Cianca pasaba largos perío-dos fuera de la villa de Plata, particularmente en la chacra de Sococha,Petronila debió valerse y lidiar por sí misma con los múltiples quehace-res de la vida cotidiana. Lo más importante fue que ella estaba preparadapara hacerlo y así lo reconocía su propio marido116. También, fruto de loscinco años de matrimonio con Cianca, Petronila de Castro tuvo tres hijas;María, nacida en 1561; Antonia en 1563 y Juana en 1564; las tres llevaronel apellido de la madre de Cianca, Arnalte. Poco sabemos sobre la vidade estas niñas y la atención que Petronila les dedicó. Con el tiempo, lastres quedaron bajo la tutela de su padrastro117 y dos de ellas realizaroncasamientos ventajosos. La menor, Juana, se casó tempranamente con elcapitán Juan Ortiz de Zárate, encomendero de los indios carangas118, mien-tras que Antonia lo haría con Pedro de Rivera, encomendero de losapatamas119.

La tragedia rondaba la vida de doña Petronila quien en poco tiem-po enviudó dos veces. En casi veinte años esta hija natural conoció los

115 Carta de Gerónimo González de Alanis al licenciado Castro dando cuenta de laentrada que había hecho con Martín de Almendras y del estado en que halló elcampo de Francisco de Aguirre en Santiago del Estero, 21 de mayo de 1566. Levillier1930, II: 280.116 Sirva como ejemplo un amplio poder que Cianca le otorga a Petronila en abril de1560 fecha en que todavía no había cumplido veinticinco años. Ella a su vez, exten-derá el poder al capitán Cristóbal de Cianca, a Francisco de la Torre y a Francisco dela Serna. Este último será un fiel acompañante de los negocios de Petronila a lolargo de toda su vida. ANB, E.P, Vol. 3 A, Año 1560.117 García Fernández (1995: 296 y ss.) señala que por lo general se trataba de que losbienes del menor no pasaran a manos de su padrastro “y por eso solían ser nominadosfamiliares del cónyuge finado (de parentesco directo)”. Consideramos que la ex-cepción del caso se sustenta en que la única familiar directa con que contaba Petronilaera su hermana y que la relación entre ellas no era la mejor, justamente por cuestio-nes patrimoniales.118 Sobre la vida de Juan Ortiz de Zárate ver Presta 2000: 140-195.119 ANB, EP, Vol. 8, Año 1566 y Vol. 30, Año 1597.

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avatares de la vida del conquistador y encomendero y la del comerciantey empresario de minas. Fue una excelente esposa y compañera en quiensus maridos pudieron depositar toda su confianza al momento de tenerque partir hacia una jornada de conquista o en viaje de negocios. Esascircunstancias la obligaron a desempeñarse en el mundo de los negociosy las transacciones, papel que en la sociedad colonial estuvo reservado,casi con exclusividad, para los hombres. Pero su vida amorosa no termi-naría ahí, la historia todavía le había reservado un papel preponderanteal casarse con el capitán Pedro de Zárate con quien dio origen a uno delos linajes más característicos de la sociedad charqueña del siglo XVI yde la jujeña hasta los albores del siglo XVIII.

La vieja nueva encomienda

El 2 de diciembre de 1560 Petronila de Castro le pidió licencia a sumarido Juan de Cianca para hacer y otorgar escrituras. La aprobación deCianca posibilitó que Petronila le diera amplio poder a Francisco deSalazar, al momento ausente en la villa de Potosí, para que “con permisoy en mi nombre podáis pedir y demandar recibir, ver y cobrar así enjuicio como de él todas y cualesquier personas”. El poder finalizaba, comosiempre, con el registro de la fecha y la firma de los testigos. Pero a conti-nuación se agregaron unas pocas palabras más “y otro sí pleito y ejecu-ción con Pedro de Zárate y alegar lo que convenga y jurar la tal oposiciónen forma fecho”120 (apéndice B).

Evidentemente Petronila de Castro y el capitán Pedro de Zárate seconocían desde bastante tiempo antes de la concreción de la boda. En elmismo año de 1560, pero en este caso en el mes de abril, Zárate comenzóa ser una preocupación para el matrimonio Castro-Cianca. El capitán habíaentablado pleito contra ellos “sobre razón de que nos pide la mitad de losindios del repartimiento de Omaguaca” (apéndice B). En páginas ante-riores hicimos mención que, al tiempo de la fundación de la ciudad deNieva (1561), Juan Pérez de Zurita solicitó la presencia de cuatro pobla-dores de la villa de Plata, entre ellos el capitán Pedro de Zárate, “puestenía una cédula de repartimiento de encomienda de indios en Casabindo,Valle de Salta, Jujuy y Omaguaca” (Lozano 1874, 4: 179). No tenemosinformación certera de que el capitán Pedro de Zárate haya tenido unacédula de repartimiento de indios como indica Lozano con tanta seguri-

120 ANB, EP, 11, Año 1560.

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dad. No obstante, además de las acciones legales mencionadas en el pá-rrafo anterior, existen otros indicios que debemos tener en cuenta. Enjunio de 1561, dos meses antes de la fundación de la ciudad de Nieva,Pedro de Zárate dejó un poder a Hernando de Palacios Alvarado, canó-nigo de la iglesia de la ciudad de La Plata, y a Diego de Mendieta:

especialmente para que por mi y en mi nombre podáis tener a vuestro car-go y administración los indios que yo tengo en encomiendas en esta ciudady sus términos y tener y defender la posesión que yo de ellos tengo y ampa-rarlos y defender y cobrar los tributos de ellos y otras cosas que me son yfueren obligadas a dar y pagar otro sí para que por mi y en mi nombrepodáis pedir y demandar recibir y cobrar así en juicio como fuera de éltodas y cualesquier personas de cualesquier estado y condición que sean121.

Difícilmente en 1561 Pedro de Zárate haya dispuesto de indios enlos lindes de la jurisdicción charqueña con una posesión efectiva ytributación regular como para dejar un poder en esos términos. En todocaso su presencia en la fundación de Nieva, con el riesgo que ello impli-caba en aquella fecha, hace pensar que la encomienda existía pero quesus indios todavía debían conquistarse. La confirmación de que Zárateposeyó indios al sur de Charcas puede encontrar un último punto deapoyo en el casamiento del capitán con Petronila de Castro, la joven he-redera de la encomienda.

En el año 1554 Pedro de Zárate, natural de una provincia vasconga-da llamada Araguís-Alava, se puso rumbo a América. Pedro no fue elprimero del linaje de los Zárate en arribar al continente, “ya otros tíos yprimos se encontraban en el Perú implantando la civilización occidentalespañola” (Vergara 1965: 13)122. Los Zárate “están emparentados con donJuan de Vera caballero que fue de la orden de Santiago, adelantado delRío de la Plata, con la casa de los Zárate y la de Ondegardos y con losLoaysa y con la gente más lúcida de esta ciudad”123. En 1555, a poco de

121 ANB, EP, Vol. 4, Año 1561, f. 1190.122 El Padre Vergara (1965: 13) reconociendo la inexistencia de documentación que lopueda corroborar pero “teniendo en cuenta su vida posterior” arriesga que Pedrocontaba con unos 25 años al llegar a América es decir que sitúa su nacimiento en 1528.123 Información de oficio y parte de Pedro Ortiz de Zárate cura y vicario y comisariode la Santa Cruzada de la ciudad de Jujuy (el venerable), (AGI, Charcas 6, Año 1644)y Probanza de Méritos y Servicios de Pedro Ortiz de Zárate. ANB, EC, Nº 9, Año 1664.

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llegar combatió como capitán de caballería contra el insurrecto HernandezGirón junto a Juan de Sandoval, Antonio de Rivera, D. de Mora, Antoniode Cáceres, Pedro de Añasco y M. de la Serna (Lozano 1874, 4: 79, Barnadas1973: 21). Poco tiempo después, y como señaláramos en párrafos anterio-res, Zárate participó de la fundación de la ciudad de Nieva quedando acargo de la hueste una vez retirados Zurita y Castañeda124. Hacia fines de1566, de regreso a La Plata se casó con Petronila quien, en 1567, dio a luzel primer hijo del matrimonio, Juana de Zárate.

La vida de Pedro de Zárate osciló entre la del conquistador y la delcolonizador. Como conquistador, gran parte de su vida estuvo signadapor encomiendas que prácticamente no pudo poseer y por su participa-ción en la fundación de ciudades que no permanecieron en pie. Mientrastanto, su perfil se delineó como el de un muy respetable vecino de la villade Plata y hombre de negocios con una posición económica consolidada.Esa posición económica no tuvo un único sustento, la minería pudo ha-ber sido el principal de ellos pero en todos los casos que conocemos Pe-dro explotó las minas en forma de compañía, conformándolas con reco-nocidos empresarios mineros125. También participó activamente en la com-pra y venta de los esclavos que laboraron en sus chacras y casas de laciudad, e intervino en distintas compañías como por ejemplo en una fá-brica de tejas donde oficiaba de socio capitalista126.

No obstante el perfil que mejor caracterizó a Pedro de Zárate fue eldel conquistador. Su participación en las luchas contra Hernández Giróncomo capitán de caballería le dieron fama de buen capitán pero sobretodo de soldado fiel a la Corona. Ese hecho hizo que, a poco tiempo de sullegada a América, el virrey Francisco de Toledo lo convirtiera en su hom-bre de confianza. Del virrey obtuvo una encomienda, con él peleó en laentrada a los chiriguano y para él fundó la ciudad de San Francisco deAlava, en el valle de Jujuy. Mientras tanto, Pedro tuvo a su lado una mujer

124 Distintos autores (Lozano 1874, Levillier 1918-1929, Carrizo 1989: LXXII y LXXIII),discuten acerca del tiempo que la ciudad de Nieva permaneció en pie. Las opinio-nes van desde un día hasta dos años. El tema no es relevante para el presente traba-jo. En un punto solo da cuenta del tiempo que Pedro de Zárate estuvo al frente de laciudad, tal vez con el cargo de Teniente de Gobernador y Justicia Mayor, un exce-lente antecedente en su foja de servicio.125 Por ejemplo, la veta de Don Francisco Lobato que poseía en compañía de losreconocidos mineros Pedro y Francisco Sande. ANB, EP, Vol. 6, Año 1572.126 ANB, EP, Vol. 8, Año 1566; EP, Vol. 10, Año 1568; EP, Vol. 23 – 2, Año 1570; etc.

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brillante que lo acompañó en todo desde Charcas, que con habilidadincrementó el patrimonio familiar y que se ocupó de guiar a sus hijospara que ellos pudieran continuar la tradición de grandeza familiar.

La preocupación principal del virrey Francisco de Toledo pasó porgarantizar la mejor y mayor producción de plata y oro, en este sentidoPotosí y los chiriguano se constituyeron en temas centrales. Los chiriguanose habían acercado más de una vez hasta Potosí y una confederación delos indios de Calchaquí, con otros del norte de la gobernación delTucumán, era una posibilidad latente. La estrategia en este caso era dete-ner la colonización al sur de Santiago del Estero para fortificar la fronteray proteger el camino entre Tucumán y Charcas (Assadourian 1986). Lanecesidad de fundar ciudades en el valle Calchaquí, el de Salta o el deJujuy fue un requerimiento permanente del virrey. En 1572 Toledo estu-dió detalladamente los informes que las Audiencias de Lima y Charcasle elevaron respecto de los perjuicios causados por los chiriguano desdemucho tiempo atrás y que obligaba permanentemente a los encomenderosmás ricos y a los empresarios mineros a organizarse para correrlos de lasinmediaciones de Charcas y Potosí. La situación había llegado a un ex-tremo tal que el virrey decidió realizar una guerra “sin cuartel” contraaquellos infieles. Las justificaciones para atacar a los chiriguano encon-traron sustento religioso, moral y económico. Toledo reclutó gente delCuzco, La Paz, Cochabamba, Potosí y La Plata. La campaña, que comen-zó en junio de 1573, fue conducida por el propio virrey. Los hombres quecomandaba Toledo entraron por Tomina en dirección de Pilaya; los delgeneral Mosquera lo hicieron por el valle de Tarija. La movilización ocu-pó a cuatrocientos hombres, entre los que se encontraba el capitán Pedrode Zárate, y a más de tres mil indios amigos; se invirtieron más de dos-cientos mil ducados. Tres meses después, en septiembre de 1573, las tro-pas del virrey se retiraban totalmente derrotadas. La salida del virreyenfermo y demacrado ocurrió por el valle de Tarija, valle fértil pero ade-más “la mejor entrada a los chiriguano”. Toledo, que solo había perdidouna batalla, comprendió que a ese enemigo no se lo podía enfrentar cuer-po a cuerpo; en cambio, la fundación de ciudades haría de contención yalejaría a los selváticos de los centros políticos y económicos del virreinato.Toledo aplicaría contra los chiriguano la misma lógica que utilizaron losincas unos años antes contra aquel enemigo en el mismo campo de bata-lla127.

127 Resulta muy gráfica esta descripción que da cuenta de los viejos enfrentamientosentre los incas y los chiriguano “habrá como cien años que de aquella parte donde

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Entre los años 1574 y 1575 se concretaron dos fundaciones que tu-vieron una importancia vital dentro de la concepción geopolítica del vi-rrey Toledo: San Bernardo de la Frontera de Tarija y San Francisco deAlava. Ambas fueron llevadas adelante por dos “hombres del virrey”, elgeneral Luis de Fuentes y Vargas y el capitán Pedro de Zárate respectiva-mente. Puede parecer que la necesidad de fundar las dos ciudades sehaya apoyado en los mismos objetivos: poblar y colonizar. De hecho, siambas fundaciones hubieran sido exitosas, esas hubiesen sido las con-secuencias. No obstante, el origen de una y otra tuvo sutiles diferencias.

La misión principal de Pedro de Zárate fue fundar una ciudad, unaplaza fuerte que pudiera -como señalamos en el párrafo anterior- asegu-rar el libre tránsito en el camino desde Tucumán hacia el polo económicode Potosí. De hecho la fundación que le solicitó Toledo a Zárate ayudaríaa afianzar un tráfico de bienes y personas que, según la visión del virrey,se incrementaría en los próximos años pero que de ningún modo estabainterrumpido. Con “junta de gente”, con dificultades, a veces a riesgo deperder la vida, el camino se transitaba. Parcialmente diferente fue la si-tuación de Tarija. En ese caso, la ciudad no se podía fundar si no se poníafin primero a las permanentes saqueos que los chiriguano realizaban so-bre los pueblos de reducción de indios chicha, que amenazaban inclusola tranquilidad de la villa de Plata y las labores mineras de Potosí. Fun-dar Alava ayudaría enormemente a aquietar a los indígenas circunveci-nos, para fundar Tarija terminar con el problema chiriguano era una con-dición sine qua non128.

esta la ciudad de la Asunción salieron compañías y cuadrillas de ellos [chiriguano]los cuales pasaron grandes bosques y poblaciones y llegaron a las Sierra del Perúadonde hicieron grandes guerras y destruyeron muchas fuerzas y pueblos que erandel Inga Guaynacaba padre de Atabalipa y puesto que envió sus capitanes y gentede guerra contra ellos ningún mal les hicieron, antes se retiraron afrentosamentevolviéndose para el Inca dejando desamparadas todas las guarniciones que teníasobre las sierras. De estas compañías y cuadrillas, de esta gente se volvieron algu-nas a sus tierras y otros, hasta mil de ellos se quedaron e hicieron su asiento yhabitación en aquellas cordilleras de sierras haciendo, según su costumbre, susguerras y robos los cuales hacen mucho daño a la provincia de los Charcas”. Des-cripción anónima con varia noticias del Río de la Plata y la de haber sido descubier-to por Juan Días de Solís, lo de la muerte de este por los guaraníes, así como lasexpediciones posteriores de Diego García, Sebastián Gaboto y llegada de Pedro deMendoza. Colección Gaspar García Viñas, Tomo V. Documento Nº 467, Año 1515-1535.128 En palabras del propio Fuentes, “Funde la villa de Tarija contra los indios

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Hacia 1570 la situación de los pueblos de la zona de Tarija como SanRafael de Sococha era radicalmente diferente respecto de siete u ochoaños atrás, epoca en que Juan de Cianca reclutaba a sus indios para ir aPotosí; la sensación de soledad y lejanía ganaba a los españoles y llenabade asombro a los indígenas. Con la presencia hispana más consolidada, lasensación de los indígenas había pasado del asombro a la resistencia y lade los españoles de la soledad al temor. Temor a los chiriguano pero tam-bién al levantamiento generalizado de todos los indios ya reducidos129.

En 1571, Toledo le encargó la tarea de fundar una ciudad en Tucumána Gerónimo Luis de Cabrera quien nunca cumplió el pedido. Posterior-mente, en 1573, fue Abreu el destinatario de la solicitud del virrey pero,para marzo de 1574, este recién había llegado a Santiago del Estero conpocas intenciones de concretar dicha solicitud del virrey130. Ante esta cir-cunstancia, en 1575 Toledo le encargó la misión al capitán Pedro de Záratequien seis meses después, el 13 de octubre de ese mismo año, fundó SanFrancisco de Alava. La ciudad solo se mantuvo hasta 1576 ya que poruna traicionera jugada del entonces gobernador Abreu, Zárate se vio obli-gado a sacar veinticinco de los cincuenta hombres que tenía para defen-derla. Luego de ese hecho, la ciudad no tardó en caer en manos de losindígenas.

En marzo de 1574 el capitán Luis de Fuentes y Vargas reclutó espa-ñoles de La Plata y Potosí, como Toledo dos años atrás, y partió haciaChichas. Al poco tiempo se asentó en las inmediaciones del valle de Tarija,

chiriguanaes para reparo de las muertes y robos que hacían en los vasallos de V.M.así indios como españoles especialmente en la provincia de los Chichas puestos enVtra. real corona que los tenían tan acosados y consumidos que les daban tributocada año porque los dejasen vivir en sus tierras y como esta población fue a micosta hice cesaron estos daños y los indios chichas y caminantes y otras gentes quevienen y tienen diversas granjerías en este distrito gozan de toda seguridad”. Cartade Luis de Fuentes y Vargas a S.M. dando cuenta de la fundación de Tarija, 1 defebrero de 1585. AGI, Charcas 42, Año 1585.129 En el año 1587 Cosme Riera estaba en Calcha y declaraba que: “a veinte y cuatroaños que anda en esta provincia en todos los cuales ha visto que estaba parte de estaprovincia como es Suipacha y Talina y otros pueblos alzados y cruzaron en el pue-blo de Suipacha diez o doce españoles frailes y clérigos más de tres días y en estetiempo tiraron muchas flechas a la cruz y que este testigo los vio hincados en lacruz”. Probanza de Méritos y Servicios de don Luis de Fuentes y Vargas. AGI, Pa-tronato 142, Nº 1, R. 3, Año 1604, f. 45.130 Poco tiempo después Abreu intentará dos fundaciones, San Clemente I en elValle Calchaquí y San Clemente II (1577) en el Valle de Salta, pero ambas fueronrápidamente despobladas por los ataques indígenas.

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en la zona habitada por los tomatas, estableció allí un fuerte y una queotra choza; pero a los tres meses decidió abandonarlo para establecerseen el lugar definitivo el 4 de junio de 1574. El antiguo asentamiento serárecordado en los documentos como “Tarixa la Viexa”131. Con el tiempo,Luis de Fuentes cumplió con la promesa que le había realizado al virreyToledo. La ciudad estaba fundada, los chiriguano detenidos lejos de lafrontera y el trabajo de los indios reducidos al momento de la fundaciónse había maximizado. Para lograrlo, y a consecuencia del fallido intentode Zárate en Alava, el capitán no solo debió concentrar su accionar bélicoen las inmediaciones de Tarija, también debió extenderlo a los otros in-dios de guerra, aquellos de más al sur132.

A los seis meses de fundada San Francisco de Alava y cuando la ciu-dad aún permanecía en pie, el virrey Francisco de Toledo decidió benefi-ciar al capitán Pedro de Zárate con una merced de encomienda. Le otorgóla misma encomienda que treinta y cinco años antes Francisco Pizarro leconcediera a Juan de Villanueva y que en ese momento poseía su esposa,Petronila de Castro en segunda y última vida. De esta forma Toledo legarantizaba a Pedro de Zárate, en primera vida, que la encomienda semantendría en la familia por lo menos hasta el fallecimiento de su segun-do hijo (primer varón), Juan Ochoa de Zárate. En definitiva los Zárate po-seyeron la encomienda por cuatro vidas hasta que la viuda del bisnieto dePedro de Zárate la perdiera en 1698 en manos de Antonio de la Tijera133.

Pedro de Zárate regresó a La Plata a mediados de 1576 cansado ydecepcionado. La última visión que tuvo de su soñada ciudad fueron losrestos de un caserío semiderruido e incendiado. Los tiempos de conquis-tas y fundaciones se habían terminado para él, ya no participó en la fun-dación de Salta en 1582. Nieva y Alava habían sido más que suficiente.Antes de partir hacia Tucumán, Pedro dejó arreglado el último pleito queexistió entre Petronila y su hermana Isabel de la Quintanilla. Para ello,astutamente formó una compañía con Isabel respecto de unas minas que

131 Para ampliar sobre la fundación de la Villa de Tarija ver, Avila 1975: 105-136.132 Así lo recuerda Diego Zamudio en la Probanza de Méritos y Servicios de Luis deFuentes y Vargas: “Y habrá dos meses poco mas o menos que este testigo fue con eldicho general Luis de Fuentes a castigar los indios de omaguaca y casabindo queestán rebelados porque mataron pocos días al padre Fray Simón de Teves fraile dela orden de María de las Mercedes y al padre Bohorquez clérigos que iban a laprovincia del Tucumán”. AGI, Patronato 142, Nº 1, R. 3, Año 1604, f. 46v.133 Confirmación de la encomienda de Omaguaca. AGI, Charcas 111, Nº 16, Año1698.

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aquella tenía en los cerros de Potosí y Porco; la compañía también se hizosobre minas que eran posesión de Petronila de Castro pero dejando bienen claro que esas vetas de mina son “bienes reconocidos de ella”134.

Poco se sabe de Pedro de Zárate luego de su regreso a La Plata, todoindica que el viejo conquistador ya había decidido descansar hasta elfinal de sus días, permaneciendo en compañía de su mujer y de su se-gundo hijo, Juan Ochoa de Zárate. En ese momento su primogénita vivíaen la recién fundada San Bernardo de la Frontera de Tarija junto con suesposo Gutierre Velázquez de Ovando, uno de los fundadores y prime-ros pobladores de la Villa. No se conoce la fecha exacta del fallecimientode Pedro de Zárate. Solo sabemos que el 29 de noviembre de 1582 sepresentó ante el virrey, don Martín Enríquez, peticionando se le diesetraslado de la cédula de encomienda que tiempo atrás le otorgara el vi-rrey Toledo y que el 9 de abril de 1583 le solicitaban al yerno de Pedro deZárate, Gutierre Velázquez de Ovando, tutor y curador de Juan Ochoade Zárate por fallecimiento del padre, se le diese posesión de su reparti-miento en Humahuaca (Levillier 1933). El general Pedro de Zárate falle-ció entre diciembre de 1582 y marzo de 1583.

A la muerte de Pedro de Zárate, su esposa Petronila de Castro con-taba con cuarenta años, aproximadamente. Poseía una fortuna conside-rable y era una de las mujeres más prestigiosas de la villa de Plata. Con-taba además con una vida rica en experiencias, obtenidas paradójicamentepor haber estado casada casi por treinta años con tres hombres diferen-tes, y a la vez por haber pasado mucho tiempo sola. A los cuarenta añosPetronila de Castro tenía todavía dos grandes desafíos: mantener, y deser posible incrementar los bienes familiares, y criar y orientar a su únicohijo varón, Juan Ochoa de Zárate, todavía menor de edad.

Entre 1540 y 1583 los indios de humahuaca fueron encomendados ados personas: primero a Juan de Villanueva y luego a Pedro de Zárate. Ala muerte de Villanueva la encomienda pasó a manos de su viuda,Petronila de Castro, quien en 1560 se casó con Juan de Cianca. Fallecidosu segundo marido la encomienda volvió a manos de Petronila. La dosveces viuda volvió a casarse en 1566 con el capitán Pedro de Zárate peroa diferencia de Cianca, Pedro fue encomendero consorte solo por un tiem-po corto. En 1575, por cédula de encomienda del virrey Francisco de Tole-do, Zárate fue el nuevo poseedor de la antigua encomienda de humahuaca,nuevamente en primera vida. Petronila de Castro se convertía, de esa ma-

134 ANB, EP, Vol. 6, Año 1572 y EP, Vol. 24, Año 1572.

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nera, en el nexo familiar de una encomienda que perduró prácticamentepor un siglo y medio, desde 1540 cuando Pizarro se la otorgó a su primermarido hasta 1698 año en que como señalamos oportunamente, IsabelVieyra de la Mota, esposa del bisnieto de Petronila, la perdió135.

Sin proponérselo el papel que desempeño Petronila de Castro fuealgo más que el de una simple transmisora de la encomienda dehumahuaca. A partir de ella podemos decir que la encomienda pasó deun encomendero a otro sin cambiar de familia; esto contribuyó a que losindígenas, fuera de la coyuntura particular del momento histórico, novivieran los cambios como algo traumático. El tipo de trabajo y la formade tributo continuaron desarrollándose prácticamente de la misma ma-nera y no hubo, como ocurrió en muchas otras oportunidades, trasladoscompulsivos adecuados a la conveniencia del nuevo encomendero y queafectaron aún más la reproducción social del indígena.

Cuadro 2. Sucesión de la encomienda de Humahuaca

1540 Francisco Pizarro otorga la encomienda a Juan de Villanueva.

7/12/1557 Hurtado de Mendoza confirma la encomienda a Juan de Villanueva.

1560 Muere Juan de Villanueva. La encomienda pasa en segunda vida asu esposa Petronila de Castro.

1560 Petronila de Castro se casa con Juan de Cianca quien pasa a serencomendero consorte.

1566 Muere Juan de Cianca. La encomienda vuelve a Petronila de Castro.

1566 Petronila de Castro se casa con Pedro de Zárate quien pasa a serencomendero consorte.

4/4/1575 Francisco de Toledo le otorga a Pedro de Zárate en primera vida lamisma encomienda que Francisco Pizarro le había otorgado a Juande Villanueva y que hasta ese momento Zárate gozaba comoencomendero consorte.

1582/1583 Muere Pedro de Zárate. La encomienda pasa nuevamente a Petronilade Castro como tutora y curadora de su hijo Juan Ochoa de Zárate,menor de edad.

1698 Isabel Vieyra de la Mota, administradora de la encomienda y esposadel bisnieto de Pedro de Zárate pierde la encomienda de humahuaca.

135 Muerto el Benemérito Pedro Ortíz de Zárate, la encomienda de humahuaca pasa

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Los hijos, los colonizadores

Juana de Zárate, la hija mayor del matrimonio entre Pedro yPetronila, se casó con Gutierre Velázquez de Ovando. Hijo de BernaldoBernaldez de Quiróz e Isabel Velázquez de Ovando, llegó a La Plataaproximadamente hacia 1563. Para esa fecha, Gutierre ya había demos-trado ser un buen soldado y un fiel vasallo, pues antes de llegar al Perúhabía luchado en Tierra Firme (Panamá) contra Rodrigo MéndezSantiesteban. En Perú, estuvo encargado de perseguir a Gómez de Tordoyaquien pretendió descubrir y poblar los lavaderos de oro del río Madre deDios sin autorización real. En Potosí poseyó parte de un ingenio mineroy una chacra pero, hacia 1573, vendió todo para participar en la funda-ción de la villa de Tarija. Una vez fundada la ciudad obtuvo algunossolares y chacras, entre ellas la estancia de San Mateo, la principal entresus bienes136. El propio Toledo lo nombró alcalde ordinario de la villa yen esa ocasión hizo construir un presidio en la plaza principal137. En 1594,a fin de asegurar sus méritos participó junto a Francisco de Argañaráz-fundador de San Salvador de Jujuy- y su cuñado Juan Ochoa de Zárate,en la captura del cacique Viltipoco en Purmamarca. A pesar de su actua-ción en la causa real y en las guerras de conquista, Gutierre Velázquez deOvando nunca obtuvo de las autoridades el reconocimiento que él hu-biera esperado, que anhelaba y que además solicitó: una encomienda ouna plaza de oidor en la Audiencia de Charcas. Sus intereses, entonces,pasaron a estar ligados estrechamente a la familia de su esposa, y a lamuerte de Pedro de Zárate quedó como tutor y curador de Juan Ochoa,

a manos de su primogénito Juan de Zárate y Murguía quien al poco tiempo deposeer la encomienda viaja definitivamente a España. De tal forma su hermano,Diego Ortíz de Zárate, queda como su representante. Muerto Diego, la representa-ción le cabe a su viuda, Isabel Vieyra de la Mota (Gabriela Sica, comunicación per-sonal).136 De esta estancia se afirmaría que “por sí sola sustentó todas sus obligaciones delSr. Maestre de Campo Gutierre Velázquez de Ovando [...] que tantos hijos y señorashijas tuvo en su matrimonio y dio estado y a los dos hijos mayores estudios en Limay se graduaron y tuvieron puestos”. Hijuela de Clemencia Bernárdez de Ovando.AHJ, Archivo del Marquesado del Valle de Tojo, Carpeta 260, Año 1676 (citado porMadrazo 1982: 30).137 Según Madrazo (1982: 29), el objetivo de la construcción del presidio fue tenerquietos y apaciguados a los indios chichas que eran colaboracionistas y que estabanatemorizados por la derrota que los chiriguano le habían infringido a Toledo en suentrada, y las posibles represalias frente al suceso.

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poder que compartió con Gerónimo Osorio. Gutierre Velázquez y Juanade Zárate tuvieron varios hijos, el licenciado Gutierre Velázquez deOvando; Mariana de Orozco; el licenciado Pedro de Ovando y Zárate,presbítero, abogado y escribano; el capitán Juan Ochoa de Zárate yOvando y el maestre de campo Pablo Bernárdez de Ovando. Estos tresúltimos fueron vecinos de la ciudad de Jujuy. Todos los hijos varones deGutierre tuvieron una destacada vida civil, religiosa o militar, pero es elmaestre de campo Pablo Bernárdez de Ovando es quien más nos interesay sobre quien volveremos más adelante.

El 19 de abril de 1593 Francisco de Argañaráz por especial comisióndel gobernador de Tucumán, Don Juan Ramírez de Velazco, fundó la ciu-dad de San Salvador de Jujuy. Quiso el destino que en la última y defini-tiva fundación no hubiera representantes encomenderos de Charcas, comoocurrió en las anteriores. Cristóbal Barba Cabeza de Vaca había muerto amanos de los indios durante la fundación de San Francisco de Alava(1575), Martín Monje y el capitán Pedro de Zárate habían fallecido hacíatiempo, lejos de los escenarios de aventuras pasadas. No todos los des-cendientes de estos conquistadores tenían el espíritu aventurero de suspadres y muchos de ellos prefirieron las limitadas comodidades de Char-cas antes que las ilusiones del Tucumán. La excepción fue Juan Ochoa deZárate, hijo de conquistador pero sobre todo de una madre que habíaconvertido su vida en una lucha cotidiana.

El accionar de Luis de Fuentes y Vargas y la fundación de la villa deTarija (1574) reordenaron el espacio hacia el sur de la jurisdicción deChichas. A principios de la década de 1593 las entradas de los chiriguanopueden caracterizarse como esporádicas, aunque los españoles las perci-biesen como un peligro inminente. Los chichas constituían la principalmano de obra entre los indios de la zona, pero con el tiempo se habíanhecho insuficientes. La calma había traído nuevas ansias de colonizar yla presión sobre los “indios de guerra” se hacia cada vez mayor.

En abril de 1593 Juan Ochoa no se encontraba entre los fundadoresde la ciudad de San Salvador de Jujuy y, por lo tanto, tampoco habíarecibido chacras o solares. Cuatro días después de la fundación de laciudad pero muy lejos de ella, a casi 40 leguas, Juan Ochoa de Zárate,según nuestros registros hacía por primera vez efectiva la toma de pose-sión de la encomienda de humahuaca desde 1540.

En el valle de Cochinoca a veinte y tres días del mes de abril de mil yquinientos y noventa y tres años ante el señor Fernando de Zárate caballe-ro del hábito de Santiago gobernador y capitán General de las dos

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gobernaciones del Tucumán y Paraguay y Río de la Plata por su majestadpareció Juan Ochoa de Zárate y presento los recaudos de susso conteni-dos y por ellos pidió el dicho señor gobernador le de y meta en la pose-sión de los indios caciques e principales de Cochinoca en la forma en quese declara en los dichos títulos como señor encomendero de ellos en quesucedió por muerte del capitán Pedro de Zárate su padre difunto la cualse le de en el cacique Chiluay señor de Cochinoca que estaba presente endicho valle [...]. En el valle de Cochinoca en veinte y tres días del mes deoctubre de mil y quinientos y noventa y tres años Díaz Ortiz en virtud dela comisión y mandamiento de susso contenido estando presente en eldicho Valle el dicho indio llamado Chiluay y que por lo que dijeron otrosindios y españoles que estaban presentes pareció llamarse así y ser caci-que de los indios del dicho valle lo tomo por la mano y le entrego al dichoJuan Ochoa de Zárate tomando e comprendiendo la dicha posesión asípor la ropa al dicho indio Chiluay y lo hizo así y lo mando fuese a traeruna lanza que estaba hincada en el suelo el cual la trajo y dio al dicho JuanOchoa de Zárate el cual otra cosa al de servicio que hizo el dicho indio y ledejo en la dicha posesión la cual tomo quieta y pacíficamente sin contra-dicción de persona alguna138.

Juan Ochoa fue entonces el primero de los Zárate en tomar posesiónde la encomienda. En tiempos de su padre, parte de los indios de la enco-mienda ya estaban reducidos y tributaban regularmente (los del pueblode Sococha) mientras aquellos ubicados en las inmediaciones de la lagunade Pozuelos en la Puna jujeña, todavía estaban relativamente lejos y cierta-mente de guerra al momento de la muerte de Pedro de Zárate (1582/3).Diez años después la situación había cambiado sustancialmente, el cercosobre los indios se había comenzado a estrechar con la fundación de SanSalvador de Jujuy (1593) cerrándose de manera definitiva un año des-pués con la captura del cacique Viltipoco.

Como se recordará, oportunamente hemos narrado que Juan deVillanueva perdió en un pleito el pueblo de Cochinoca (no el valle) enmanos de Martín Monje. No obstante, 1550 era todavía una fecha muytemprana para hacer valer algún pleito en un lugar donde los indios per-manecían indómitos. A Monje lo sucedió en segunda vida su hijo, Loren-zo de Aldana a quien los indios de Casabindo recordarán como el primer

138 El Licenciado Gutierre Velázquez de Ovando sobre que se le haga plaza de oidoren la Audiencia de Charcas. AGI, Lima 231, Nº 11, Año 1636, f. 144 a 145.

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encomendero en cobrarles tributo139. A la muerte de Aldana y antes de lafundación de Jujuy, la antigua encomienda de Martín Monje pasó a Cris-tóbal de Sanabría. En 1593, cuando Juan Ochoa de Zárate tomó posesiónde la encomienda de humahuaca se reavivó la vieja contienda por el pue-blo de Cochinoca. No sabemos en qué fecha se resolvió el conflicto perolos hechos indican que, al igual que Villanueva, Juan Ochoa de Zárateperdió el pleito y los pueblos de Casabindo y Cochinoca quedaron parasiempre en manos de un mismo encomendero140.

De ninguna manera debe llamarnos la atención que la toma de po-sesión se haya realizado en el valle de Cochinoca y “estando presente enel dicho valle el dicho indio llamado Chiluay y que por lo que dijeronotros indios y españoles que estaban presentes pareció llamarse así y sercacique de los indios del dicho valle”141. El valle de Cochinoca, al este delas serranías del mismo nombre, es el lugar donde ubicamos cuatro delos once pueblos de la encomienda en los alrededores de la laguna dePozuelos, como si ese espejo de agua permanente de la Puna argentinafuese un uma huaka, un lugar donde adorar al agua. La toma de posesiónen el valle de Cochinoca fue el paso previo a la fundación del pueblo dereducción de San Antonio de Humahuaca142.

Aproximadamente partir de 1586, y en el marco de un proceso quedesarrollaremos in extenso en el capítulo siguiente, luego de fracasadaslas negociaciones de Viltipoco en la Audiencia de Charcas y el constanteavance de la colonización hispana, los indios de guerra se fueron reple-gando lentamente desde el noroeste hacia el sudeste, es decir hacia loscontrafuertes de Humahuaca.

139 Incluso algunos indios del pueblo de Casabindo lo recuerdan como su primerencomendero (Palomeque 2003: 22).140 Zanolli 1993; Gabriela Sica, comunicación personal.141 El Licenciado Gutierre Velázquez de Ovando sobre que se le haga plaza de oidoren la Audiencia de Charcas. AGI, Lima 231, Nº 11, Año 1636, f. 144 a 145.142 En nuestra Tesis Doctorado propusimos que el pueblo de reducción de San Anto-nio de Humahuaca se habría fundado aproximadamente en 1595. Sin una compro-bación fehaciente observamos que entre 1593 y 1595 Juan Ochoa de Zárate realizóun decidido avance para obtener nuevas tierras en la Puna pero, sobre todo, en laquebrada de Humahuaca, en la jurisdicción de San Salvador de Jujuy, donde cen-traría su actividad política. Sica, al desarrollar su Tesis de Doctorado (MS) observóque San Antonio de Humahuaca recién comienza a ser mencionado en la documen-tación a partir de 1600. Existe la posibilidad que el pueblo de reducción haya sidofundado durante esa época.

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hasta habrá ocho o nueve años poco más o menos que entró el gobernadorRamírez de Velazco (1586) y este testigo (Joan Fernández de Castro) con él yhasta este dicho tiempo todavía los dichos indios andaban como de antesaunque algunos de ellos respecto de la dicha prevención y de que cada díaiban entrando gentes de esta provincia se habían retirado al valle deOmaguaca donde la mayor parte de ellos estaban fortificados teniendo porcapitán general a Don Francisco Viltipoco indio natural de Atacama143.

Por ese motivo Juan Ochoa de Zárate pudo hacer la toma de la po-sesión de la encomienda en el valle de Cochinoca en 1593, también porese motivo Viltipoco fue arrinconado y capturado en Purmamarca unaño después. La paz definitiva llegó con dos hechos prácticamente con-temporáneos, la ya mencionada captura de Viltipoco y la fundación deSan Antonio de Humahuaca. Si se observa el estilo del casco antiguo delpueblo actual se comprenderá también que su ubicación no fue azarosasino especialmente elegida; los españoles buscaron reducir a sus indiosen lugares abiertos paisajísticamente, es decir no encajonados o cerradospor serranías para que el control de los encomendados pudiera ser másefectivo. Una cédula de 1555 luego aparecida en la Recopilación de Leyesde Indias disponía que “los indios sean reducidos a pueblos y no vivandivididos y separados por montañas y colinas, desprovistos de todo be-neficio espiritual y temporal”144.

Como veremos en el capítulo siguiente debieron pasar por lo menostreinta años desde la fundación del pueblo de Humahuaca hasta que losindios tuvieran algún sentimiento de pertenencia a ese pueblo de reduc-ción. El tiempo estuvo íntimamente relacionado con la dinámica de apro-piación de la fuerza de trabajo que proponía la encomienda. Durante esetiempo, Juan Ochoa de Zárate buscó materializar en acto la toma de pose-sión. A partir de su concreción le brindaron su tributo los indios que po-blaban el valle de Cochinoca que reconocían a Chiluay por su señor, loshumahuacas, que estaban esparcidos por los bordes superiores de la Que-brada y otros indios de Omaguaca que, como aquellos de Maimará pobla-ron la quebrada de Humahuaca. El número de indios de la encomiendadebe haberse incrementado por la participación de Juan Ochoa de Zárateen la captura del cacique Viltipoco (1594). Es necesario decir que en aque-

143 Probanza de méritos y servicios de Francisco Altamirano y su padre JuanVelázquez Altamirano. AGI, Charcas 80, Año 1596, f. 7.144 Citado por Morse 1990 en: Historia de América Latina.

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llos primeros e inestables años, la cantidad de indios tributarios era incier-ta; no en vano uno de los primeros actos de Juan Ochoa de Zárate una vezasentado en la jurisdicción de San Salvador de Jujuy fue, como veremosmás adelante, negociar el otorgamiento de una nueva encomienda.

Fernando de Zárate, el nuevo gobernador del Tucumán que reem-plazaría a Juan Ramírez de Velazco, iba camino a Santiago del Estero ahacerce cargo cuando certificó la toma de posesión de la encomienda enel valle de Cochinoca145. Luego, Juan Ochoa acompañó al nuevo gober-nador del Tucumán, presentándose por primera vez en la ciudad de Jujuyen agosto de 1593 y, como encomendero de la jurisdicción, reclamó antelas autoridades el otorgamiento de tierras en la ciudad. Así, don Francis-co de Argañaráz le otorgó “dos chacras en la acequia principal que tengacada una quinientos pies de cabezada, y de largo como las demás”146. Lasdos chacras fueron las primeros bienes inmuebles que la familia Záratetuvo en la jurisdicción del Tucumán, además contaba con las numerosascasas y chacras en la jurisdicción de la villa de Plata y la antigua chacrade Sococha en manos de Petronila desde el fallecimiento de Juan deVillanueva. La efectivización de la encomienda requería de nuevas tie-rras, relativamente cercana a sus indios y al lugar donde históricamentepertenecían los intereses de la familia Zárate.

Si en agosto de 1593 Juan Ochoa de Zárate estaba en la ciudad deJujuy, cuatro meses después se encontraba nuevamente en el límite de laGobernación. Allí, el gobernador de Tucumán Fernando de Zárate le otor-gó una significativa merced de tierras. Primeramente una estancia y tam-bo en la Puna de Jujuy y Ciénaga Grande y Tambillo, que luego se cono-cerán comúnmente como “de Juan Ochoa” y, además, otra estancia en laCiénaga de Sansana. En principio, las estancias antes mencionadas caíandentro de la jurisdicción del Tucumán y por eso era su gobernador quienlas otorgaba. No obstante, todavía para fines de 1593, los límites jurisdic-cionales eran muy imprecisos147; aprovechando tal situación, en el mis-mo terreno Juan Ochoa alegaba que:

145 No pudimos determinar el grado de parentesco, si es que existió, entre Fernandode Zárate y Juan Ochoa de Zárate. Lo cierto es que durante la gobernación delprimero Juan Ochoa se vio favorecido con importantes mercedes de tierra.146 Actas Capitulares de Jujuy. Libro I, Fundación de la ciudad (1593-1595). En Jujuyen sus documentos 1992: 3-108.147 Al señalarse los términos de la jurisdicción de la ciudad de San Salvador de Jujuy,a la vez límite norte de la Gobernación del Tucumán, en el Acta de Fundación de laciudad dice, “por la parte hacia Humahuaca hasta la estancia que llaman de Don

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En términos de esta gobernación en la parte que llaman Yavi el valle deSococha donde tengo hecha casa y asentados indios yanaconas y hagosementeras la cual aquel tengo poblado y estoy en posesión mas tiempode cuatro años, y de tener la dicha estancia poblada y continuada se siguemucho aprovechamiento a los valles y pueblos comarcanos especial porser tierra que es necesaria poblarse y estar sin perjuicio y en parte cómodasin él para sacar a ella cantidad de ganado vacuno que tengo que sacar delvalle de Jujuy148.

En otras palabras solicitaba que se le hiciera merced de “una estan-cia que esta a dos leguas de cada jurisdicción [...] y asimismo me hagamerced de treinta fanegadas de tierra en el dicho valle de Sococha en lalinde de la dicha estancia”149. Su pedido, a riesgo de problemas jurisdic-cionales, fue hecho efectivo por el gobernador Fernando de Zárate. Lastierras que para esa fecha obtuvo Juan Ochoa de Zárate no se limitaron ala Puna. En 1593, y también de manos del gobernador del Tucumán, ob-tuvo una estancia en Guacalera (Huacalera), en el sector medio de la que-brada de Humahuaca. La estancia, que con el tiempo se constituyó en “elsustento de su persona casa y familia” se extendió desde “la angosturade Ochichilaira hasta las de Tome y los altos hacia Ocloya y hacia lassalinas que cierran cincuenta fanegadas de sembradura de maíz sin losdichos altos que son para estancia de ganados mayores y menores”150.

Diego Espeloca cacique de Talina cuarenta leguas de tierra las cuales dichas distan-cias son y han de ser límites y jurisdicción de la dicha ciudad hasta que el rey nues-tro señor otra cosa provea y mande”. Actas capitulares de Jujuy. Libro I, Fundaciónde la ciudad (1593-1595). Jujuy en sus documentos, 1992: 7.148 Juan José Campero contra Juan Antonio de Burgos sobre derechos a las tierras yestancias (deslinde y amojonamiento) de Sansana, Escaya y la Ciénaga del Tambillo.ANB, EC, Nº 1, Año 1716, f. 148 y ss.149 Ibid, f. 149.150 La descripción de la ubicación de las tierras puede muy fácilmente rastrearse entiempos actuales. El pueblo de Huacalera se ubica hoy en el sector medio de laquebrada de Humahuaca, a unos 35 km de San Antonio de Humahuaca. Respectode la ubicación del pueblo, el cauce del río Grande esta “cerrado” por lo que actual-mente se conoce como “angostos”, el de Perchel al sur y el de Yacoraite al norte. Porla banda izquierda del río se va hacia Valle Grande y Ocloyas mientras que hacia elotro lado hay tres caminos que conducen, de sur a norte a las Salinas Grandes y lalaguna de Guayatayoc. Juan José Campero contra Juan Antonio de Burgos sobrederechos a las tierras y estancias (deslinde y amojonamiento) de Sansana, Escaya yla Ciénaga del Tambillo. ANB, EC, Nº 1, Año 1716, f. 150v.

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Terminaba 1593 y Juan Ochoa de Zárate era el vecino de Jujuy quereunía mayor cantidad de tierras y la mejor encomienda de la jurisdic-ción151. Su posición era privilegiada aún respecto del mismísimo funda-dor de Jujuy, don Francisco de Argañaráz. Esta situación de privilegio yuna cierta dosis de ambición ingenua lo llevaron a entablar un pleito conArgañaráz sobre los derechos de fundación de la ciudad que reclamabapara sí como hijo de fundador. El pleito, iniciado en 1595, obligó a JuanOchoa a viajar permanentemente lo que lo distrajo de sus negocios. Elmismo se prolongó hasta 1599 y finalmente salió derrotado.

Zárate supo utilizar rápidamente su posición social y sus influen-cias para obtener dos de las cosas más importantes para un conquista-dor: tierras e indios. A principios de 1595 ya contaba con los indios delprimer pueblo de reducción de la encomienda, San Rafael de Sococha;ahora también lo hacía con otro grupo de indios asentado en San Anto-nio de Humahuaca. A ello, fue sumando las estancias que le había otor-gado el gobernador de Tucumán, Fernando de Zárate, en la quebrada deHumahuaca y en la Puna. Pero su interés no terminó ahí. Tiempo mástarde, el 30 de noviembre de 1595, el fundador de la ciudad de Jujuy, DonFrancisco de Argañaráz, le hizo una nueva merced de tierras en la que-brada de Humahuaca, prácticamente a continuación de la estancia deHuacalera. La nueva estancia:

“llamada omaguaca que está en la puna de omaguaca que es en el caminoreal de Tucumán que por otro nombre llaman la dicha estancia yocaraiteque tiene una legua de largo y otra de ancho linde por parte de abajo contierras de los indios de omaguaca y por la de arriba con estancia de Cris-tóbal de Yañez y por un lado con tierras de los indios del pueblo decochinoca”152.

151 En 1612 Sancho de Murueta, en pleito con Juan Ochoa, pide que se haga inventa-rio de sus bienes. Entre ellos figuran “4.000 cabezas de ganado vacuno y un golpegrande de yeguas y otras cabalgaduras y los tres esclavos que dice trajo de dote quedespués hubo y adquirió Juan Ochoa y plata labrada, joyas preseas de oro de mu-cha estima y arreos y aderezos de su casa y vestidos de sus personas y los aprove-chamientos que han tenido en 10 años así de cosechas de trigo y maíz y papas ychuño y otras cosas en 3 haciendas que tiene que es la una en el molino una legua deesta ciudad y la otra en el valle de Omaguaca y la otra en el valle de Sococha y máslos trajines que han tenido para Potosí Chuquisaca Cochinoca Esmoraca JauqueguaChorolque Tarija y a otras partes y el interés que ha llevado de los indios que haalquilado para todas estas partes”. ATJ, Caja 2, Leg.40, Año 1612, f.128.152 ANB, EP, Vol. 48, Año 1629, f. 48 y ss. En el documento figura el traslado, lamerced fue otorgada el 30 de noviembre de 1595.

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Los límites de la estancia no aparecen tan claros como en el casoanterior, se refiere al oeste cuando habla de las tierras de los indios deCochinoca153. Por la estructura de la cita faltaría el límite este pero prácti-camente sería igual que en el caso de Guacalera (Huacalera), hacia Ocloya.Al referirse a la parte de abajo y de arriba está haciendo referencia a lalatitud. De tal manera “abajo” hace referencia al norte, hacia el ya funda-do pueblo de San Antonio de Humahuaca; por el contrario “arriba” serefiere al sur, por debajo del actual angosto de Yacoraite, donde tenía sustierras Cristóbal de Yañez.

Finalmente, y para completar sus más importantes posesiones rura-les, en 1612 le compró a Andrés Flores de Burgos la estancia llamada deMojo (Moxo) y valle de Lonte, en la jurisdicción de Chichas, por valor de5.650 pesos corrientes de a ocho reales. Al poco tiempo, debió vender lamitad de su estancia a su yerno, Pedro Ochoa de Valda, transacción rea-lizada en 5.000 pesos corrientes. La estancia de Pedro Ochoa de Zárateserá conocida luego con el nombre de Esquiloma154.

Cuadro 3. Propiedades de Juan Ochoa de Zárate adquiridas entre 1593 y 1612

Año Nombre de la propiedad / ubicación

1593 Dos chacras en la acequia principal de la ciudad de San Salvador de Jujuy.

1593 Estancia y tambo en la Puna de Jujuy, llamadas Ciénaga Grande y elTambillo.

1593 Estancia a dos leguas de cada jurisdicción.

1593 30 fanegadas de tierra en el Valle de Sococha.

1595 Estancia llamada Omaguaca o Yacoraite.

1612 Estancia llamada Moxo en el valle de Lonte.

153 Actualmente, siguiendo el curso del río Yacoraite se llega a la cabecera norte de lalaguna de Guayatayoc e, inmediatamente, de allí hacia el norte, al actual pueblo deCochinoca.154 Una vez realizada la venta a su yerno, Pedro Ochoa y Valda, la estancia de Moxoy valle de Lonte quedó con los siguientes linderos: “por la parte del camino delTucumán, la aguada de los Quartos, y por la parte de Sococha el ojo de Agua de SanMateo (posesión de Gutierre Velázquez de Ovando) y por la parte de abajo la que-brada que cerca el río de San Juan, y por la parte de Suipacha la estancia y tierras deMoraya, y por la parte de Talina, con las tierras de los indios talina y por otra partecon la estancia y tierras de Esquiloma”. ANB, EP, Vol. 51, Año 1745.

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Comenzaba el año 1595 y Juan Ochoa de Zárate ya había tomadoposesión de sus indios y afianzado su poder territorial en la quebrada deHumahuaca. En ese contexto fundó el pueblo de reducción de San Anto-nio de Humahuaca combinando en su nombre el del santo elegido comopatrono del pueblo, el del antiguo territorio indígena y, posiblemente, elde la etnía que llevaba ese nombre. La fundación de San Antonio deHumahuaca respondió a la necesidad de Juan Ochoa de Zárate de aglu-tinar a sus indios que estaban esparcidos por la Puna jujeña y en parte dela quebrada de Humahuaca.

Como adelantáramos, habiendo ya consolidado definitivamente supoder territorial en la quebrada de Humahuaca a principios de 1596, JuanOchoa decidió que necesitaba más indios y para procurarlos trabó pleitocon Pedro Cabello encomendero de los indios ocloyas por cédula delGobernador de Tucumán del 20 de abril de 1586. Juan Ochoa alegó que losindios ocloyas le pertenecían por “sujetos y subordinados a los caciquesde Humahuaca”155. El pleito se transformó prontamente en una escriturade transacción. Antes de discutir, Pedro Cabello, un hombre ya mayor ysin descendencia, decidió llegar a un acuerdo con el activo e influyenteJuan Ochoa. A raíz del pacto, Cabello recibió al cacique Lamaxa con cua-renta indios y, en caso que el cacique no dispusiera de los cuarenta indios,los tomaría del valle de Ocloya. Por su parte, Juan Ochoa reduciría a losindios ocloyas y haría uso y servicio de todos los que hubiera en el valle,una vez que Cabello hubiera tomado la parte que le correspondía.

A pesar de la cédula de encomienda que le otorgara el gobernadorde Tucumán Francisco de Leyva el 27 de diciembre de 1601 (apéndice A),la posesión de aquellos indios le valió a Juan Ochoa de Zárate no pocosproblemas. Pedro Cabello murió en Santiago del Estero el 23 de septiem-bre de 1606, sin descendencia. A partir de allí comenzó un largo pleitoentre Eugenio de Rivera, vecino de Salta, y Juan Ochoa por la posesiónde los indios. Rivera alegó que aquellos indios le pertenecían por habervacado la encomienda de Cabello y que Juan Ochoa se estaba sirviendode todos los indios del valle. El pleito se prolongó por varios años hastaque en 1627 la Real Audiencia despojó a Juan Ochoa de su encomiendade ocloyas156. A pesar del fallo, Zárate pudo disponer de los ocloyas la

155 Registro de escritura y poder. Escritura de transacción entre Pedro Cabello y JuanOchoa de Zárate. ATJ, Caja 1, Legajo 10, Año 1598/99. Para consideraciones sobre losindios de Ocloya como sujetos a los caciques de Omaguaca ver: Lorandi 1984.156 Pleito entre Eugenio de Rivera Cortés y Juan Ochoa de Zárate por la posesión delos indios ocloyas. ANB, EC, Nº 23, Año 1628.

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mayor parte de su vida. Como se indica en un pleito “el dicho Juan Ochoade Zárate con sus tranzas y manías los saco del valle de Titicondo al vallede Omaguaca y se ha servido muchos años antes que se le hiciese la en-comienda”157. Quizás, las verdaderas consecuencias del fallo de la Au-diencia la hayan sentido sus descendientes, no obstante, muchos de aque-llos indios ya estaban completamente asimilados al pueblo deHumahuaca.

Durante los últimos años del siglo XVI, Juan Ochoa de Zárate supoque aquel era su momento; a la avanzada sobre Pedro Cabello por losindios del valle de Ocloya, Zárate agregó otra contra Francisco y DiegoTorres por una parte y contra Juan de Obregón por la otra reclamandocuatro indios huidos desde el Tucumán158 que estaban en diferentes ha-ciendas de Tarija ¿Por que razón Zárate, poseedor de una considerableencomienda reclamaba cuatro indios? El adjetivo considerable es unaapreciación del investigador pero seguramente no era la realidad quepercibía Juan Ochoa. Poco había pasado desde la toma de posesión de laencomienda en 1593 y desde la fundación de San Antonio de Humahuacacomo para que el encomendero tuviera una idea cabal de la cantidad deindios dispuestos a tributarle. Frente a esa situación y a la coyunturapolítica del momento, lo mejor era asegurarse la mayor cantidad de tie-rras y de indios. A ello debemos sumarle la personalidad de un hombreambicioso, que se sabía diferente a sus pares jujeños y que aunque partici-paba de en una sociedad donde lo inestable era lo cotidiano, pretendióaprovechar al máximo cada una de las posibilidades que se le presentaron.

Si uno lee rápidamente los documentos relativos a Juan Ochoa deZárate, no se desprende de ellos la figura de un encomendero terrible nila de un hábil hacedor de fortunas, sobre todo si se lo compara con otrosque desarrollaron toda su vida en la villa de Plata. Igualmente, todos loselementos deben relativizarse, La Plata no era Jujuy donde por muchotiempo prevaleció una elite empobrecida y de escaso vuelo. Dentro deella, solo Juan Ochoa tenía una amplia red de contactos en Charcas, loque muchas veces le posibilitó un accionar audaz.

157 Demanda contra Juan Ochoa de Zárate por cantidad de pesos que adeuda a San-cho de Murueta. ATJ, Caja Nº 2, Legajo 40, Año 1612.158 Testimonio de los autos que hizo el capitán Joan Porcel de Padilla sobre los indiosque tiene el General Juan Ochoa de Zárate en la ciudad de Tarija. Documento de laPrefectura de Tarija. Sin ubicación. Agradecemos al Prof. Gastón Doucet habernosfacilitado el documento.

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Juan Ochoa fue un hábil colonizador, logró concentrar el esfuerzode los indios que habían servido de manera dispersa a sus antecesores.La encomienda entonces pasó a tener dos pueblos o lo que podríamosllamar dos cabeceras de encomienda bien visibles: San Rafael de Socochaen Chichas y San Antonio de Humahuaca en Tucumán. El primero sehabía establecido desde hacía ya tiempo y Juan Ochoa dejó su sello enobras permanentes. El pueblo de San Antonio de Humahuaca se ubicóen pleno corazón de la quebrada homónima a 126 km de San Salvador deJujuy. A poco de su fundación se constituyó en el segundo pueblo enimportancia de la jurisdicción, luego de la ciudad de San Salvador. Fueuno de los más importantes entre aquella ciudad y La Plata y se convirtióen el paso y descanso obligado de jueces, visitadores y mercaderes, entreotros. Podemos decir que Juan Ochoa de Zárate estuvo en el lugar ade-cuado en el momento justo. Su padre fue una de las personas más presti-giosas de Tucumán y Charcas, conquistador, encomendero y fundadorde ciudades. Su madre, una de las principales señoras de Charcas conta-ba con una amplia red de relaciones entre los vecinos más prestigiosos ytambién en la Audiencia. Viuda, ella lo guió hasta la mayoría de edad.Juan Ochoa supo aprovechar su apellido, su poder y su prestigio. A par-tir de ellos obtuvo concesiones de gobernadores como las mercedes detierra que le concedió Fernando de Zárate y como la encomienda que leotorgó don Francisco Martínez de Leyva. Sus actividades de encomenderono lo hicieron descuidar otros negocios, estando siempre presente en laactividad minera y también en la producción agrícolo-ganadera159. Comoseñala Sica (1997: 139) y como aparece registrado en numerosa documen-tación de la época, Juan Ochoa aprovechó al extremo los “derivados desus haciendas (animales de carga, cecina, tocino, charqui, grasa, trigo,maíz, papas, chuño, harinas, bizcochos, vino) que se comercializaban enlos centros mineros”.

Para las faenas antes mencionadas Juan Ochoa contó con sus indioscon quienes se relacionó desde su posición de encomendero, es decir desdeuna posición de poder160, aprovechando al máximo el caudal de trabajoque aquellos representaban. Utilizó a las instituciones religiosas para

159 ANB, EP, Vol. 49, Año 1602 y EP, Vol. 97, Año 1597.160 El 9 de noviembre de 1598 Juan Ochoa estaba preso en la “cárcel de la corte”. Selo había condenado “por haber ahorcado dos indios caciques y haberse muerto otropor su causa”. A Zárate lo liberaron previo pago de 10.000 pesos, dinero que seríautilizado para la construcción de la cárcel. ANB, EP, Vol. 98, Año 1598.

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mantener a sus encomendados tranquilos y serviciales; las donaciones alculto fueron una constante en su vida161. La buena relación de Juan Ochoacon sus indios se tradujo en una de sus cláusulas testamentarias de últi-ma voluntad “manda poner una comunidad de ovejas en el pueblo deOmaguaca y otra en el de Sococha de 500 cabezas cada una”162.

Juan Ochoa de Zárate falleció en la ciudad de San Salvador de Jujuyel 6 de abril de 1638. Se había casado en dos oportunidades, con doñaPetronila de Garnica en primeras nupcias y con María de Zurita yVillavicencio en segundas. Todos sus hijos fueron fruto del primer matri-monio: Petronila de Castro y Ana María de Zárate, ambas fallecidas an-tes de 1633; Juana de Zárate y Garnica; Bartolina de Zárate y Garnica yPedro Ortiz de Zárate sucesor del feudo y menor de edad al momentodel fallecimiento de Juan Ochoa.

El testamento de Juan Ochoa indicaba un panorama desolador encuanto a sus finanzas:

“Item por cuanto el dicho difunto quedó debiendo mucha cantidad deplata así a sus hijos legítimos como a otros particulares y la hacienda quese ha hallado conforme a los inventarios no es tanta como se entendía ylos más de los bienes que declara el dicho maestre de campo son merce-des y datas de tierra yermas y despobladas que al presente no son deprovecho ni tienen valor alguno y podría ser no alcanzar los bienes a lapaga y satisfacción de las deudas”163.

No obstante, nos permitimos dudar de tales aseveraciones. Es pro-bable que, como toda persona de ese momento, Zárate haya quedadocon una gran cantidad de deudas, relacionadas con el propio funciona-miento económico del sistema. Al momento de su muerte y con propie-dades en Tarija, la Puna, la quebrada de Humahuaca, el valle de Jujuy yTalavera de Esteco, Juan Ochoa era todavía una de las personas más ricasde la jurisdicción, distinción que con el tiempo pasará a manos de susobrino Pablo Bernardez de Ovando. Entre la familia Ovando y Zárate yJuan Ochoa de Zárate se establecieron estrechos lazos. Desde temprano,

161 Agradecemos a la Dra. Alicia Fernández Distel la referencia que nos enviara so-bre la campana de la iglesia de San Rafael de Sococha en la que esta grabada “valnos* nos * decadelaria de mojo. Año 1616. Hisose esta campana * por mandado de * ochoa deZárate”.162 ATJ, Caja 8, Legajo 162, Año 1638.163 Ibid.

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Gutierre Velázquez de Ovando, marido de la hermana de Juan Ochoa seapoyó en la fortuna y alcurnia de su familia política para consolidar lasuya. Así como Gutierre Velázquez fue tutor de Juan Ochoa cuando esteera menor, la misma situación se repitió con sus hijos. Por ejemplo JuanOchoa fue muchas veces representado por su sobrino abogado PedroVelázquez y Ovando y Pedro Ortiz de Zárate, menor cuando falleció JuanOchoa de Zárate su padre, fue tutelado por Pablo Bernardez de Ovando.Pablo Bernardez ya tenía un más que respetable reconocimiento social yeconómico, circusntancia que supo aprovechar al igual que su padre.

Pablo Bernardez de Ovando, uno de los hijos de Gutierre Velazquezde Ovando y de Juana de Zárate, nació y se crió en Tarija y se casó conuna tarijeña, de manera que todos sus lazos afectivos siempre estuvieronligados a esa tierra. Allí vivió aproximadamente hasta 1654, fecha en quele fue otorgada la encomienda de Casabindo y Cochinoca, hecho que loobligó a trasladarse a la jurisdicción jujeña, instalándose en su estanciade San Francisco de Aycate en Yavi. Es justamente Pablo Bernardez quienhizo construir la famosa capilla que hoy en día existe. No es nuestra in-tención desarrollar in extenso la vida de Pablo Bernardez, basta mencio-nar que a mediados de siglo ya era un poderoso comerciante propietariode una gran cantidad de tierra heredada de su padre e incrementada porpropio esfuerzo. Su capacidad productiva aumentó notablemente al ob-tener en encomienda a los indios de Casabindo y Cochinoca y, al pocotiempo de otorgada la merced, se propuso recuperar a sus indios disper-sos en trajines hacia Potosí. Tuvo una hija que se casó con Juan José Cam-pero de Herrera. Al momento de su muerte, la extensión de todas laspropiedades coincidía casi exactamente con lo que luego sería elmarquesado de Yavi-Tojo. Con esos antecedentes, poco le costaría a Cam-pero constituirse en uno de los españoles más poderosos del sur de Boli-via y norte de Argentina164.

Conforme transcurría el siglo XVII y luego de esta primera genera-ción de colonizadores, los intereses y las propiedades de los Zárate secentraron casi exclusivamente en la quebrada de Humahuaca y San Sal-vador de Jujuy mientras que las tierras de los Ovando, con grandes ex-tensiones en la Puna argentina y el sur de Bolivia, constituirían elmarquesado de Tojo. Como señaláramos, muchos hechos ocurrieron paraque los Zárate trasladaran sus intereses desde La Plata hacia Jujuy, el

164 Para ampliar sobre la vida de Don Pablo Bernárdez de Ovando ver: Madrazo1982.

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definitivo fue el fallecimiento de Petronila de Castro. El último registroque tenemos de Petronila es del 25 de enero de 1606, en esa fecha cancelóuna deuda de 530 pesos con Luis Flores de Burgos165, en la ciudad de LaPlata. Hasta ese momento había realizado innumerables transaccionessola, con su hijo, o con sus yernos166. Hacia principios del siglo XVII ellasabía que su hijo cuidaría, e incluso incrementaría, el patrimonio que ellamisma había ido sumando gracias a sus tres matrimonios, también sabíaque su hija, Juana de Zárate, estaba “bien casada” con uno de los funda-dores y primeros pobladores de la villa de San Bernardo de la Fronterade Tarija, no obstante difícilmente pudiera imaginar que uno de sus nie-tos dejaría sentadas las bases del marquesado de Yavi-Tojo.

Petronila de Castro tuvo además otros dos hijos con el capitán Pe-dro de Zárate: Pedro de Zárate (h) y Petronila de Zárate, aunque las refe-rencias a ellos son casi inexistentes167. A la fecha de su muerte, pocossabían o recordaban que doña Petronila de Castro “mujer que fue delGeneral Pedro de Zárate”, muy probablemente había sido mestiza. Ensus cincuenta años de vida su historia también fue parte de la historia deuna encomienda, esto fue posible gracias a que Petronila supo generarrelaciones de pertenencia que atravesaron los intersticios del poder en lasociedad colonial temprana. Petronila de Castro al tiempo que vivió supresente construyó una experiencia de vida, una memoria familiar quese proyectó hasta casi un siglo después de su muerte.

Pero la encomienda de humahuaca también se nutrió de otros com-ponentes que hicieron a la misma dinámica del proceso poblador; se nu-trió de guerras de conquistas, de avanzadas con fines políticos y tambiénde fundaciones de pueblos. El éxito o el fracaso de esas instancias estuvoíntimamante relacionado con la coyuntura histórica vigente al momentode su realización. Ese tiempo histórico respondió, en ocaciones, a proble-mas internos de los propios españoles aunque, como veremos, la mayo-ría de las veces dependió de la amplia gama de formas de resistencia quedesplegaron los indígenas.

165 ANB, EP, Vol. 39, Año 1606.166 ANB, EP, Vol. 52, Año 1600; Vol. 71, Año 1602, Vol. 49, Año 1602; etc.167 ANB, EP, Vol. 35, Año 1611.

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En el presente capítulo centraremos nuestro análisis en la sociedadindígena y en los cambios que se produjeron en ella durante los sucesi-vos momentos de contacto con los españoles. El mismo está compuestopor dos títulos principales: “El tiempo de la guerra” y “El tiempo de lapaz”. El primero refleja los intentos de apropiación de la fuerza de traba-jo de los indios de Omaguaca por los encomenderos anteriores a JuanOchoa de Zárate. Para describir el período previo a 1595 observaremoslos sucesivos avances de conquista que se realizaron desde Charcas ha-cia el sur. Para ello nos centraremos en algunos hitos significativos: lacampaña de Martín de Almendras hacia el Tucumán (1564) y la funda-ción de la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija (1574), entreotros. El segundo título comienza con el momento de la fundación deSan Salvador de Jujuy, la captura del cacique Viltipoco y la fundación deSan Antonio de Humahuaca por Juan Ochoa de Zárate en 1593/5, esdecir se refiere al comienzo de un lento pero inexorable proceso de colo-nización. En este apartado se observarán las transformaciones produci-das en la sociedad indígena desde aquella fecha hasta aproximadamente1638, año de la muerte de Pedro Ortiz de Zárate, hijo de Juan Ochoa. Porlo tanto, este capítulo considera el período completo de los dos primerosencomenderos de los indios de Omaguaca en el Tucumán.

Los actores sociales que protagonizan el capítulo muestran una di-versidad que muchas veces solo puede observarse veladamente a travésde la documentación colonial. Si bien el presente apartado no tiene porfinalidad la búsqueda de identidades étnicas, nos detendremos en unanálisis pormenorizado de las mismas cuando la comprensión de esasidentidades sea un asunto clave para entender la diversidad de respues-tas frente a la presión colonial. A simple vista, el cuadro indígena en elextremo sur de la jurisdicción charqueña puede parecer extremadamen-te claro. Encontramos una gran porción de tierra ocupada por los chichas

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Los “tiempos idos”

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quienes, a comienzos de 1560, fueron asentados en tres pueblos principa-les de reducción: San Juan de la Frontera de Talina, Nuestra Señora de laAsunción de Calcha y Santiago de Cotagaita. Más al sur, casi en la fronte-ra con el Tucumán, aparece San Rafael de Sococha como un pequeño vi-llorrio multiétnico, prácticamente sin población estable donde los indiosacudían temporariamente a trabajar para los españoles. Más allá de lalínea imaginaria que podemos trazar entre Talina y Sococha se encontra-ban los indios de guerra, responsables de la fracasada de la entrada y dela muerte de Martín de Almendras y del fugaz poblamiento de la ciudadde Nieva (1561). Además de los indios de guerra ubicados hacia el sur,todo a lo largo de esta frontera, hacia el este, la presencia chiriguana fueuna preocupación constante para las pretensiones imperiales168. El cua-dro esquemático que presentamos encierra también complejas relacionesde interacción en sus formas más extremas: de alianza y guerra.

El tiempo de la guerra (1560-1593)

Mucho antes que Juan Ochoa de Zárate hiciera efectiva su enco-mienda, su padre, Pedro de Zárate y los anteriores maridos de Petronilade Castro intentaron que “sus” indios les sirvieran. Algunos lo lograrony otros no, pero la forma de apropiación de energía indígena fue muydiferente a como ocurrió luego de la captura de Viltipoco en 1595, cuan-do los indios fueron asentados en los pueblos de reducción donde susencomenderos podían ejercer un control permanente. Es justamente estasituación la que reflejaremos en el siguiente apartado. Para desarrollarla,observaremos los sucesivos avances de conquista que se realizaron des-de Charcas hacia el sur es decir, hacia el Tucumán. Como anticipáramos,para ello nos centraremos en algunos hechos tales como la campaña deMartín de Almendras (1564), la fundación de la Villa de San Bernardo dela Frontera de Tarija (1574) y otros acontecimientos que nos ofrecen infor-mación sobre aquel momento histórico.

A lo largo de este período el marco de resistencia estuvo signadopor un estrecho margen de negociación que se complementó con la beli-

168 En este contexto es necesario señalar que los chiriguano no eran un todo unifica-do. Por el contrario, como recuerda Saignes (1990: 11) era una sociedad “fundadaen la discordia civil” donde “primaban las rivalidades internas a las cuales estabasubordinada la lucha anti-colonial”. La cohesión del grupo chiriguano se funda-mentó en la misma oposición dentro de sus comunidades locales.

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gerancia permanente de los indígenas de acuerdo a las oportunidades yconveniencias. Ese estado de beligerancia será uno de los ejes articuladoresa partir del cual se analizarán las relaciones entre indios y españoles. Elanálisis se complementará con la consideración de otros dos ejes: la figu-ra del cacique como permanente articulador entre ambos conjuntos so-ciales, y el uso del tributo como elemento negociador (en la manera queaquel se hubiese manifestado).

Tanto la cédula de encomienda otorgada a Juan de Villanueva en1540 como la documentación producida entre 1593 y 1595 nos remiten ados señores principales, Quipildora y Viltipoco quienes tuvieron bajo sumando un importante número de indios. En 1540 la cédula de encomien-da otorgada a Villanueva se refiere a Quipildora en estos términos: “Osdeposito en la provincia de Tarija el cacique Quipildora señor deOmaguaca con todos sus pueblos e indios en esta manera”169. Casi 60años después, rememorando la captura de Viltipoco se dirá:

Mapa 4. Territorios de control étnico hacia fines del siglo XVI

169 Diligencias seguidas por don Diego Ortiz de Zárate para establecer su derecho ylugar a la sucesión de la encomienda de Humahuaca y Sococha en Jujuy. ANB, EC,Nº 18, Año 1684, f. 22.

N

0 50 km

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El dicho capitán Don Francisco de Argañaráz prendió al mayor tiranocapitán que había en dicha cordillera que era el más temido y respetadode los indios de toda la provincia y el más belicoso y astuto en la guerra yen los asaltos y robos y muertes que sucedieron llamado Viltipoco y esteera el general de los dichos indios de toda la dicha provincia así de el vallede Calchaquí como de Omaguaca e churumatas y apanatas y omanatas ychuriguanaes y finalmente de todos los indios de aquella provincia era elsuperior170.

¿De que tipo de señores hablan las fuentes? ¿Fue Quipildora un an-tiguo señor étnico que con la dominación incaica se convirtió en un señorregional? ¿Fue Viltipoco una autoridad regional solo a los efectos de laguerra contra los españoles? Para establecer un paralelismo entreQuipildora y Viltipoco es imprescindible mencionar diferencias de con-texto entre uno y otro. Considerando, como señaláramos oportunamen-te, que la cédula que menciona a Quipildora fue elaborada a partir de lainformación obtenida de los quipu camayoc, todo indica que aquel caci-que reflejaba el nuevo diseño de la estructura imperial. Por su parte, losrelatos acerca de Viltipoco previos a 1593 muestran las andanzas de uncacique que admitía la negociación con los nuevos conquistadores, aun-que se resistía a perder su autonomía. Uno, Quipildora, fue el caciquesobre quien el primer encomendero de los indios de Omaguaca, Juan deVillanueva, debió tomar posesión efectiva para poder luego obtener tri-buto de su gente. El otro, Viltipoco, aparece como el último gran líder dela resistencia indígena al norte del valle Calchaquí, entre la quebrada deHumahuaca y los espacios económicos y administrativos de mayor im-portancia al sur del Cuzco: Charcas y Potosí. Ateniéndonos al significa-do de las palabras utilizadas para dirigirse a estos líderes étnicos en ladocumentación hispana, observamos que de 1540 a 1593, de Quipilodraa Viltipoco, se va de “señor” a “capitán o general”171.

170 Información de los méritos y servicios hechos a Su Majestad por Francisco deArgañaráz, en la conquista de las provincias del Tucumán y fundación de pueblos,en especial de Jujuy. Declaración de Juan de Chávez. Levillier 1918-20, II: 541.171 “El capitán general de los indios de guerra enemigos que era Don Diego Viltipocoque era el superior de toda aquella tierra y provincia que lo mandaba y señoreabatodo como a indio belicoso y grande enemigo de los cristianos carnicero y cruel yque por su orden e industria habían acaecido las muertes que sucedieron en el di-cho valle y provincia de Jujuy y Salta y La Rioja y como el dicho Viltipoco habíamuerto tanta gente española y despobladose tres veces estaba tan encarnizado le-

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La historia de los indios de Omaguaca en el período que comienzacon Quipildora y termina con Viltipoco estuvo signada por permanentesformas de resistencia que se combinaron con otras tantas de negociación.No podemos vislumbrar el grado de beligerancia que ha tenido el andarde Viltipoco, su accionar en este sentido se mantiene más en un nivelmítico que real172. En cuanto al aspecto negociador las referencias tam-bién son escasas, hacia 1586 Viltipoco envió a sus representantes paranegociar con la Audiencia de Charcas. La solicitud fue clara173:

Viltipoco envió algunos indios principales a la Audiencia de La Plata, pi-diendo quería servir y pagar moderado tributo, poblar los tambos quehay de sus tierras a Talina, dar en ellos al precio que en Talina gallinas,carneros de Castilla y de la tierra, para cargas, maíz, y lo demás, como enlos tambos de Potosí, y admitirían sacerdotes, con tal condición que nohabían de tener otro encomendero que a Su Majestad174.

Otra versión de la acción de Viltipoco indica que:

vantado y soberbio que no hubo nueva de que había junta y llamamiento general atodos los capitanes y caciques de la dicha cordillera que son mas de diez mil indiosde guerra todos y muy belicosos como son diaguitas chichas omaguacas churumataslules y apanatas y otras muchas naciones que hay en la dicha provincia y cordillerasde una parte a otra del valle y era tanta la fama del dicho capitán Viltipoco quehasta los indios de Chile le respetaban y le enviaban presentes y se confederabancon él solo por ser cómo era tan enemigo de los españoles...”. Información de losméritos y servicios hechos a Su Majestad por Francisco de Argañaráz, en la con-quista de las provincias del Tucumán y fundación de pueblos, en especial de Jujuy.Declaración de Pedro Díaz de Herrera. Levillier 1918-29, II: 546 y 547.172 Posiblemente la documentación que atestigua sus acciones bélicas se hayan per-dido, como muchas otras del Archivo Histórico de Santiago del Estero.173 La fecha de 1586 se desprende de la lectura de Lizárraga ([1605] 1987: 409) y de laProbanza de méritos y servicios de Francisco Altamirano y su padre Juan VelázquezAltamirano (AGI, Charcas 80, Año 1596). La misma puede tener cierto margen deerror aunque entendemos que el hecho no fue posterior a que Juan Ramírez deVelazco se constituyera en Gobernador del Tucumán. Ramirez de Velazco fue nom-brado gobernador por Real Cédula de Felipe II del 20 de marzo de 1584 pero reciénllegó a Santiago del Estero, procedente de España, en los primeros días de diciem-bre de 1586 (Zenarruza 1984: 76 y ss.).174 Al momento es imposible precisar cuales eran las tierras que estaban bajo eldominio de Viltipoco, aunque suponemos que las mismas se orientaban hacia el surde Talina hasta las inmediaciones de la laguna de Guayatayoc y hacia el este, loscontrafuertes de Humahuaca (Lizárraga [1605] 1987: 409).

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aquellos caciques que había sacado el dicho Francisco Altamirano (entrelos que se encontraba Viltipoco) le decían y prometían de asegurar el ca-mino que va a la provincia del Tucumán y que harían un tambo en unaparte cómoda donde darían comida y aviamiento a los que fuesen a ladicha provincia del Tucumán175.

Respecto de las citas cabe preguntarse si los testigos de la Probanzaa la que nos referimos en nota 175 y el Padre Lizárraga relataron la mis-ma acción. En el primer caso la solicitud no habría sido totalmente vo-luntaria del cacique sino como consecuencia de la acción de FranciscoAltamirano quien la realizó por orden de su padre, Juan VelázquezAltamirano, en aquel entonces corregidor de Atacama. Por su parte,Lizárraga la refiere como una acción espontanea de Viltipoco. Si bienambas no son excluyentes creemos que el cacique ya tenía una predispo-sición para negociar con la Real Audiencia y que el “acompañamiento”de Altamirano posiblemente fuera pautado. El análisis se basa en las con-secuencias de la acción. Según los testigos de la Probanza, una vez queViltipoco regresó a sus tierras, “desde entonces se allanaron y han que-dado de paz”. En tanto Lizárraga ([1605] 1987: 409) es explícito en estesentido, él dice que:

llegado a Salta hallé allí al gobernador Ramírez de Velazco, y sabiendoque Viltipoco se había reducido al servicio de Su Majestad envió un capi-tán con diez soldados bien apercibidos a tomar la posesión de aquellaprovincia por su gobernación, los cuales llegando y por Viltipoco sabidasu venida, les dijo que se volviesen a Tucumán, donde habían salido, por-que no había de ser sujeto a aquella gobernación, sino a la Audiencia deCharcas, donde no, los haría matar a todos.

Existen registros que indican que por lo menos hasta 1588 los indí-genas, liderados por Viltipoco seguían siendo un problema para el go-bernador del Tucumán176. Si bien ya para 1588 el proceso de pacificaciónparecía irreductible y, como señaláramos en el capítulo anterior muchosde los indios de guerra se habían retirado hacia los contrafuertes deOmaguaca, creemos que todavía faltaban unos años para alcanzar unapaz definitiva.

175 Probanza de Méritos y Servicios de Francisco Altamirano y su padre JuanVelázquez Altamirano. AGI, Charcas 80, Año 1596, f. 14v.176 Zenarruza 1984: 168 y 169; AGI, Patronato 29, Ramo 39, Año 1587, f. 2.

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¿Por qué Viltipoco actuó de esa manera frente a la Audiencia deCharcas? ¿Estamos frente a una muestra de poder o de debilidad del ca-cique? Para analizar el derrotero entre guerra y negociación debemos te-ner en cuenta los sucesos acontecidos en los últimos treinta años. Aque-llos que fueron hitos significativos para los españoles (entradas de con-quista, fundaciones de ciudades y pueblos de reducción) nos proveeránel grueso de la información para el análisis subsiguiente.

El contexto bélico

En 1575 la historia de la encomienda de Omaguaca realizó un giroque resultó trascendental para su propia subsistencia. En la esfera priva-da es necesario considerar el casamiento de Petronila de Castro -quiénposeía la encomienda- con el capitán Pedro de Zárate, dirimiendo de esamanera una vieja disputa entre encomenderos. A su vez, por unaintencionalidad política, el virrey Francisco de Toledo le reasignó a Záratela misma encomienda que 35 años atrás Pizarro le otorgara a Villanueva.La encomienda que debía quedar vacante con la muerte de Petronila, ocon la de su marido, pasaba nuevamente a primera vida por una deci-sión política del virrey Toledo. El casamiento entre Petronila y Pedro es-tuvo signado por necesidades mutuas. Sin dejar de lado cuestiones emi-nentemente sentimentales Petronila, con una vasta experiencia de vida,era aún una mujer joven. Contaba con el reconocimiento social y unabuena posición económica, pero necesitaba apoyarse en un hombre parael manejo de sus negocios y la administración de la encomienda. Respec-to a Pedro, todo indica que aquel antiguo conquistador necesitaba con-solidar su posición y jerarquía con una encomienda que él mismo nopodía conseguir y que otrora pleiteara con su esposa actual. El casamien-to con Petronila puso fin a la disputa, a la vez que le permitió a Pedroimaginar el fin de sus días gozando de las comodidades de la ciudad ylejos de los campos de batalla. La acción de Toledo respondió a la necesi-dad de implementar su plan político pero sobre todo el económico. En elsur del virreinato dicho plan tuvo dos aristas principales: incrementar laproducción de metales preciosos, particularmente la plata potosina, y abrirun paso hacia el Océano Atlántico (Assadourian 1986). Con la llegada deToledo al virreinato del Perú, a comienzos de la década de 1570, los inte-reses de las autoridades españolas estaban bien definidos, ellos se con-traponían cada vez más a los intereses indígenas.

Para Toledo los chiriguanos fueron una verdadera obsesión, suspermanentes entradas hacia la “zona andina” afectaron los intereses de

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la corona en dos sentidos. Primero, intranquilizaron a los españoles quetrabajosamente invirtieron en los asientos mineros, alterando de ese modoel libre tráfico de mercancías. Segundo, fueron una amenaza contra laestabilidad de los chichas pacificados y alimentaron la posibilidad deuna revuelta generalizada que impediría consecuentemente el libre flujode tributos de aquellos hacia los españoles. Terminar con los chiriguanosy avanzar hacia el sur, sur-este, eran las dos caras de una misma moneda;así, a mediados de 1571 el operativo se puso en marcha. Pero la acciónefectiva de Toledo contra los chiriguanos debe enmarcarse en los sucesosocurridos una década atrás.

Luego de lo que podría parecer una tensa calma, entre 1562 y 1563se produjo un gran levantamiento de indios chiriguanos que afectó losterritorios comprendidos desde Santa Cruz de la Sierra hasta el norte delTucumán. El hecho de que algunos caciques chiriguanos hubiesen acep-tado ser “cristianizados” fue interpretado por los españoles como el princi-pio de una convivencia pacífica; mientras tanto, los indios lentamente com-prendieron que aquella formalidad no era más que el primer paso hacia sudominación. Tras la cristianización llegarían los españoles con sus pueblosy sus estructuras administrativas para exigirles tributo177. Así comenzarona sucederse los levantamientos chiriguano, casi sin solución de continui-dad quemaron los pueblos de La Barranca y Condorillo, este último conmás de cuatro años de existencia, matando a todos los españoles que vi-vían en ellos y haciendo prisioneros a sus indios de servicio. Hacia el surentraron en el valle de Tarija donde tenía poblada su estancia el adelanta-do Juan Ortiz de Zárate. Los chiriguano fueron directamente sobre la es-tancia llevándose a casi todos sus indios de servicio, matando a la mayoríadel ganado y ocasionando una pérdida de dinero por valor de cincuentamil pesos. Las entradas se fueron repitiendo periódicamente año tras año.Con el tiempo los chiriguano se hicieron fuertes en el valle de Tarija y des-de allí realizaron sus andanzas contra los pueblos de españoles, particular-mente los de Tomina y Sococha, pueblos de indios chichas178.

177 Saignes (1990: 24 y ss.) le otorga un rol central a la guerra dentro de la sociedadchiriguana. La misma hacía a la propia reproducción social de los grupos, incorpo-rando a los vencidos por la vía del sacrificio o el matrimonio, a la vez que permitíacanalizar la violencia exacerbada fuera del grupo local.178 Información que se hizo por mandado del excelentísimo Visorrey del Perú DonFrancisco de Toledo en la cordillera de los chiriguanaes por su persona que su exce-lencia designare y lo que pidan los indios que se hallan con ellos para salir de paz..

AGI, Patronato 235, Ramo 1, Año 1573.

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Con estos antecedentes Toledo sabía muy bien que avanzar sobrelos chiriguano no sería tarea fácil. Los motivos trascendentales que afian-zaron sus temores fueron dos: la reconocida “ferocidad” de los chiriguanoy la dificultad de movilizar a los encomenderos quienes sabían que dete-ner, y tan solo detener el avance chiriguano, les traería únicamente bene-ficios indirectos. Como máximo, de la expedición podrían obtener algu-na “pieza” suelta para su servicio personal pero, en la mayoría de loscasos, el enfrentamiento con los chiriguano significaba matar o morir.Políticamente Toledo actuó con mucha astucia. En primer lugar, presio-nó a la Audiencia de Charcas para que se realizara una información -cuyo objeto era comprometer tanto al cuerpo como a cada uno de susmiembros- y que giró a partir de tres ejes bien claros: 1) la legitimidadque tenía la guerra contra los chiriguano atento a las atrocidades quevenían cometiendo y a su renunciamiento a la Fe Católica luego de habersido bautizados; 2) que llevar adelante esta guerra era obligación del Reycomo juez supremo de los reinos del Perú; 3) que los vecinosencomenderos y señores de chacras estaban obligados, por su calidad detales, a alistarse en el ejercito Real. No obstante, también existía una obli-gación moral para todos aquellos que debían defender la tierra donderesidían179. En segundo lugar, fiel a su estilo, el propio virrey se puso alfrente del ejercito de conquista.

179 “En cuanto a lo primero si esta guerra o castigo a los chiriguanaes es lícita atentoa los males y daños que han hecho en los vasallos de su majestad y abominacionesque han cometido que todas son notorias y de ellas están hechas muchas informa-ciones y han apostatado habiendo sido bautizado los más de los principales de losdichos chiriguanaes han escarnecido en muchas maneras de nuestra Santa Fe Cató-lica digo que me parece que el dicho castigo es lícito y muy necesario porque ellossean castigados de sus crímenes y delitos y los naturales de este reino lo entiendany no lo tomen ante vuestra Majestad para desvergonzarse viendo que los dichoschiriguanes siendo tan pocos se quedan sin castigo de crímenes y delitos tan atrocesy abominables como han cometido. A lo segundo si el Rey es obligado a hacer estecastigo digo que a mi parecer es que sí porque tiene obligación a mantener en justi-cia sus vasallos y no consentir se les haga agravio y es obligado a satisfacerles detodos los males y daños que se hicieron y a castigar todos los delitos y crímenes queen sus reinos y señoríos se cometieron y a lo mismo está Vtra. Excelencia obligadoporque es Juez Supremo en todos los reinos de el Perú y no lo habiendo las leyesobligan a Vtra. Excelencia a los daños e intereses que se no los castigar se decrecie-sen. En cuanto a lo tercero si los vecinos encomendero señores de chacras y losdemás moradores serán obligados a ayudar y contribuir para el dicho castigo digoque es mi parecer que para defender la tierra y provincia adonde residen todosobligados a defenderla y a dar el fervor y ayuda que pudieran para este efecto

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La campaña, como ya lo desarrolláramos en el capítulo 3, dejó comosaldo una gran pérdida de vidas humanas e incluso casi costó la del pro-pio virrey. En su aspecto positivo debemos destacar la fundación de SanBernardo de la Frontera de Tarija (1574), ciudad que sirvió de base parauna paulatina presencia de chacras de españoles en la región fronterizade lo que actualmente es Argentina y Bolivia, con el consecuente retroce-so de los chiriguano. Antes de continuar con la campaña del virrey espreciso realizar algunas aclaraciones respecto a los chichas.

Los chichas y los chichas

El factor común de las campañas llevadas adelante por Almendrasprimero y el virrey Toledo después fue que ambas pasaron permanente-mente por territorio chicha y se apoyaron en aquellos indios para conse-guir “indios amigos”. Realizaremos algunas consideraciones acerca delos chichas a fin de comprender las diferentes respuestas que implemen-taron frente a las sucesivas campañas de conquista.

La caída de los incas trajo como consecuencia directa el debilita-miento de toda la franja este de la geografía imperial con la consecuenteexposición de los grupos allí ubicados, entre los que se encontraban loschichas. Estos estuvieron expuestos en el extremo sur de Charcas a unadoble frontera. Hacia el este se trataba de una frontera ecológica -ya queera allí donde la altiplanicie andina va dejando paso a las yungas- y a lavez cultural -pues limitaba con los tan temidos chiriguano de las tierrasbajas-. Hacia el sur la frontera aparece señalada de manera precisa en losdocumentos, sobre todo en aquellos que relatan campañas militares. Enellos se diferencia permanentemente a los chichas de los llamados indiosde guerra, más difíciles de dominar para el español. El área de fronteracoincidía con lo que luego sería, aproximadamente, el límite norte de lagobernación del Tucumán. Cómo señalamos en el capítulo 2 parte de eselugar estaba ocupado por los indios de la encomienda otorgada a Juan de

próximo para ir fuera de la provincia los que tienen feudo a merced del Rey estánobligados a servirla en la guerra cuanto bastare el dicho feudo a merced y no más ylos demás fuera del caso que tengo dicho no pueden ser compelidos a contribuir niir a la guerra en el caso de que acá se trata”. Información que se hizo por mandadodel excelentísimo Visorrey del Perú Don Francisco de Toledo en la cordillera de loschiriguanaes por su persona que su excelencia designare y lo que piden los indiosque se hallan con ellos para salir de paz. AGI, Patronato 235, Año 1573, f. 1 y 1v.

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Villanueva y además al menos algunos de sus ocupantes fueron recono-cidos por el oidor Matienzo como indios chichas.

En 1539 Francisco Pizarro le otorgó a su hermano Hernando unaextensa cédula de encomienda que comprendía pueblos y caciques des-de el Cuzco hasta el sur de Charcas. En la parte que nos ocupa dice:

y mas la provincia de los Chichas en Urinsaya y el cacique Vinchuca y elcacique Chapora y el cacique Condori y el cacique Talava y el caciqueHallapa y en Anansuyo el cacique Chuchullacomasa y el cacique Sindaray el cacique Yelma y el cacique Tucaxa y el principal Caritima de Callua yel principal Arucopaxa mitima de Socolla y el principal Comanache mitimade Canche y el principal Condoricana mitima de Pisquillata y el principalMaco mitima de Caranga y el principal Chico mitima de Quilena y elprincipal Caguia Capariguana mitima de Condesuyo y el principal Chuaramitima de Collado y el principal Ancachicha mitima del Cuzco y el prin-cipal Tirracurraba mitima de tambo y el principal Tascaga mitima de [Yura]con todos sus indios principales a ellos sujetos180.

Desde su regreso a España en 1540 Hernando Pizarro había queda-do prisionero en Mota de La Medina como consecuencia del asesinato deDiego de Almagro, por lo que no pudo ejercer la “vecindad”, requisitoindispensable para mantener la posesión de la encomienda y que impli-caba vivir en términos de su jurisdicción además de cumplir con deter-minados deberes para la Corona. Pese a su situación, la encomienda nopasó inmediatamente a manos de la Corona, Hernando Pizarro desde suprisión consiguió dejar como apoderado a su mayordomo Martín Alonsode los Ríos. Hernando y su esposa y sobrina, Francisca Pizarro, lograrondisponer, por intermedio de mayordomos, apoderados y empleados departe de los tributos de la encomienda, el resto fue depositado en lasCajas Reales de Potosí. Los chichas fueron los actores principales, aun-que muchas veces involuntarios, de los acontecimientos sobre los quedaremos cuenta a continuación.

El década de 1560 comenzó para los españoles con un extraño mo-vimiento indígena hacia el sur del Perú denominado Taki Onqoy o enfer-

180 Tramite para el otorgamiento de la tercera vida a Diego Ortiz de Zárate a pedidode su hermano Juan que vive en Guipuscoa. AGI, Justicia 406, Año 1539, f. 51v. a 54.La cédula está transcripta en Zanolli 1998-99: 17 a 19 y en Varón Gabai 1996: 73. Lamisma cita aparece en el capítulo 2 pero, como se trata de contextos diferentes,creemos necesario reiterarla. Apéndice A.

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medad del baile. Casi sin previo aviso, las huacas andinas habían decidi-do sacar a los indios de su letargo y resignación. Había llegado el tiempoen el que un conjunto de huacas panandinas y el Dios cristiano se enfren-tarían para dirimir la victoria181. También para la misma fecha, pero en elplano estrictamente militar, comenzaba a tomar forma el estado neoincade Vilcabamba que lentamente se fue convirtiendo en una verdaderapesadilla para las autoridades españolas. De la mano de Manco Inca estegrupo de incas rebeldes organizaron saqueos en las rutas que iban haciaLima y el Cuzco, los mismos fueron lo suficientemente constantes comopara generar una fuerte situación de inseguridad en los comerciantes ytranseúntes peninsulares. El movimiento recién finalizó el 24 de septiem-bre de 1572 cuando el virrey Francisco de Toledo capturó a Tupac Amaruy dispuso su ejecución. A pesar de la lejanía donde se sucedían los acon-tecimientos, las noticias acerca de la inestabilidad y la posibilidad denuevos levantamientos generalizados intranquilizaron a los españolesdel virreinato. Por otra parte, lejos del movimiento de las huacas andinas,en el centro-oeste de Tucumán un grupo de indígenas liderados por JuanCalchaquí y atrincherados en el valle homónimo impedían tenazmentela colonización de unas de las zonas más fértiles de la región. Entre 1549y 1565 arrasaron una a una las ciudades fundadas por los españoles, comoforma de expresar su resistencia. El sur de Charcas articulaba estratégi-camente al Tucumán con el sur del actual Perú. Un levantamiento en eselugar hubiera podido generar una situación sin retorno182.

Hacia 1562 los chichas encomendados a Hernando Pizarro que esta-

181 Sobre el tema ver: Stern 1986: 93-133.182 “Por cartas escritas por esta Audiencia una de 30 de septiembre y otra de 23 dediciembre del año de ‘64 [1564] se ha dado cuenta a vuestra Majestad del estado deesta tierra y de la que cae debajo del distrito de esta Audiencia especialmente delalzamiento de los indios chiriguanaes e cómo mataron al Capitán Andrés Manso ea la gente que tenía consigo que no se escapo sino uno que trajo la nueva de lasospecha que se tenía que lo mismo se había de haber hecho con el capitán Nufriode Chavez e con su gente que tenía poblado en La Barranca y Santa Cruz y cómo enla Provincia de Tucumán un don Juan Calchaquí indio principal de los diaguitashabía muerto muchos españoles y a sus mujeres e hijos que residían en un puebloque en su tierra estaba poblado y cómo se había escapado huyendo algunos de ellosy el poco remedio que en Lima se le había dado escribiose también que tenía con loschiriguanaes e con los omaguacas, apatamas, casavindos e con una parcialidad delos chichas indios que servían todos a esta ciudad y como había venido a hacer saltocerca de Potosí y Porco y llevado y saqueado algunos pueblos”. Carta de la Audien-cia de Charcas a S.M. dándole cuenta del alzamiento de los indios chiriguanaes y

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ban asentados en sus tres principales pueblos de reducción vivían en for-ma pacífica y “enteraban” su tributo como podían. Incluso eran recono-cidos como excelentes mineros y se les consideraba vitales para el apro-vechamiento de las minas de Potosí y Porco183. Pero esa forma de vida seinterrumpió de manera traumática, el levantamiento de los chiriguano yla situación de inestabilidad en el valle Calchaquí obligó a los españolesa actuar rápidamente; casi sin proponérselo, los chichas se encontraronen medio de una batalla de intereses contrapuestos. En este contexto bé-lico la Audiencia de Charcas decidió enviar a Martín de Almendras alTucumán. Comenzaba para los chichas una larga guerra en la que, para-dójicamente, sus aliados fueron también todos sus enemigos.

Oportunamente hemos mencionado el fin político que tuvo la cam-paña de Martín de Almendras cuya intencionalidad era que Charcas avan-zara sobre el Tucumán. También otros motivos justificaban su partida:evitar un masivo levantamiento chiriguano que alterase definitivamentela precaria estabilidad lograda, e intentar pacificar a los “indios de gue-rra’’ comarcanos, para que comenzasen a tributar regularmente ya quesu accionar también amenazaba a los chichas. Como bien señala GerónimoGonzález de Alanis:

se determinó de que fuésemos a hacer guerra y conquistar a los indios deomaguaca indios alterados repartidos a esta ciudad de La Plata y habíansido causa por su rebelión de inducir a que se levantasen los indios chichasrepartimiento de Hernando Pizarro y el más cercano a los asientos de Porcoy Potosí lo cual fue causa que el año de sesenta y cuatro estuviesen enarmas los dichos asientos184.

Así como los españoles, representados en la Corona y en losencomenderos, aportaron lo suyo para la expedición de Almendras; losindios debieron cumplir con su parte. Los miembros de la Audiencia fue-ron categóricos al señalar que los chichas deberían aportar 200 indios

muerte que dieron al Capitán Andrés Manso que por orden del Virrey del Perú fuea conquistarlos. La Plata 2 de noviembre de 1566. Colección Gaspar García ViñasTomo XCVI, Doc. 1495, Año 1566, AGI 74.4.I.O.183 ANB, LAACh, Volumen 1, Año 1564, f. 79, 79v. y 80. Colección Gaspar GarcíaViñas, Tomo CXII, Doc. 1720, Año 1571.184 Carta y declaración de Gerónimo González de Alánis. AGI, Charcas 40, Nº 49,Año 1566, f. 1.

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“pues a ellos les compete la defensión de sus propias tierras, y porque ladefensa de sus propias tierras y jurisdicción a de ser a costa de los bienesde ella”185. Es decir que la batalla no solo se libraría en territorio chicha,sino que aquellos indios también deberían aportar hombres y bastimentosespecialmente en animales de carga y comida. Como para los chichas eraimposible cumplir esas exigencias además de pagar el tributo, la RealAudiencia decidió “que a los chicha se les prometa de les pagar confor-me a lo que sirvieren quitándoles de la tasa un año o conforme a lo pare-cer al servicio a su majestad en esta jornada”186. La labor de los indiosamigos era vital para este tipo de campañas, por eso también se requirió“que los indios vecinos quillacas de Puna, charcas y otros indioscomarcanos contribuyan en lo de los doscientos indios”187. A pesar delsignificado que la expedición tuvo para los intereses de los chichas nin-gún cacique de aquel grupo figuró entre los principales que guiaron a losejércitos indígenas. Los españoles confiaron el mando de los mismos aJuan Colque, cacique y señor principal de las parcialidades de quillacas yasanaques, sivarojos y uruquillas. Juan Colque, también mencionado enla documentación como Juan Colque Guarache, fue el quinto descendientede una generación de caciques que tuvieron la particularidad de haberestado siempre cerca del poder, tanto en momentos de supremacía incaicacomo luego con los españoles188.

Ahora bien, llegado este punto es necesario reflexionar sobre algu-nas preguntas: ¿Estuvieron todos los indios chichas exentos de pagar sustributos durante un año? ¿Estaban todos los chichas encomendados aHernando Pizarro? ¿Estaban todos los chichas pacificados? La primerapregunta surge a partir de la distribución de las cargas que los españolesinvolucrados debieron realizar para colaborar con la entrada de Almen-dras. Los oidores de la Real Audiencia fueron claros en ese aspecto:

185 Ibid.186 Ibid.187 Ibid.188 Sobre Juan Colque se dice que “ha servido generalmente a los virreyes goberna-dores y audiencias y justicias y ha sido dos veces alcalde en esta ciudad y en la villade Potosí y se ha hecho confianza de su persona como de leal vasallo servidor de sumajestad y ha dado buena cuenta de todo lo que le ha sido encargado acudiendosiempre a la labor de las minas de Potosí y Porco y en todo lo demás y en todo lodemás (sic) que ha sido y la real hacienda ocupando en ello sus indios”. Probanzade Méritos y Servicios del capitán Don Juan Colque. Pregunta Nº 21. AGI, Charcas53, Año 1622, f 2v.

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y que se haga la contribución de esta manera que Martín Alonso de losRíos, que tiene en depósito los dichos indios chichas, de las rentas y tribu-tos de ellos que hubiere cobrado o cobrare e se debieren se den dos milpesos para ayuda a los caballos, armas y munición de esta gente, y de lostributos vacos que están en cabeza de su majestad, se den quinientos pe-sos y los demás vecinos encomenderos den sendos soldados, cada uno elsuyo excepto los que tienen comarcanos que son de a cada uno dos solda-dos189.

Como puede observarse la mayor carga recayó sobre Martín Alonsode los Ríos, mayordomo y apoderado de Hernando Pizarro, encomenderode aquellos indios. Por lo tanto, cuando la Audiencia refiere que en com-pensación de los servicios prestados se les exima de la paga de un año detasa a los indios chichas, la referencia es exclusiva para aquellos indioschichas encomendados a Hernando Pizarro.

Para responder a la segunda pregunta, es decir si estaban todos loschicha encomendados en Hernando Pizarro, volvamos por un instante ala cédula de encomienda que Francisco Pizarro le otorgara en 1539. Fran-cisco no solo encomendó a los chichas en su hermano, también lo hizocon todos aquellos pobladores que estaban, como bien indica la cédula,“en los chichas”. Esto incluía a las poblaciones originarias y a una impor-tante cantidad de mitimaes. De tal forma vemos que Urinsaya se presen-taba como un espacio aparentemente poco desestructurado en lo que a laintromisión de foráneos se refiere; mientras que en Anansaya la situa-ción es parcialmente diferente, luego de mencionados los cuatro caci-ques principales el documento destaca la presencia de una importantecantidad de mitimaes provenientes de diferentes partes del imperio190.Es imposible, por el momento, determinar los espacios correspondientesa Urin o Anan aunque sospechamos que los mitimaes debieron situarsehacia el sur y eleste, concr etamente las zonas de fronteras es decir, haciael Chaco y hacia el Tucumán191. Es claro que la gran cantidad de mitimaesubicados en chichas estuvieron íntimamente relacionados con la particu-

189 ANB, LAACh, Volumen 1, Año 1564, f. 79, 79v. y 80. Los primeros registros detributación de los chichas a Hernando Pizarro datan de 1551. Apéndice C.190 Remitimos al cuadro 1, capitulo 2.191 La distinción entre Anan y Urin corresponde a una división espacial y simbólicade las sociedades andinas. Para ampliar el tema ver: Rostworowski de Diez Canseco1983, entre otros.

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lar zona de frontera. La movilización de foráneos contempló, como pri-mera instancia, el aspecto bélico y en menor medida el productivo. Anteuna presencia tan masiva de mitimaes debemos preguntarnos que pasócon los antiguos ocupantes del lugar.

A pesar de la férrea defensa que los chichas hicieron de su territorio,descartamos que el Inca haya realizado un traslado masivo de sus derro-tados hacia el exterior de la provincia, pues esto hubiera tenido comoconsecuencia inmediata agrandar, aún más, el vacío poblacional, pro-ducto de los sucesivos levantamientos y las consecuentes guerras192. Esavez la política incaica estuvo condicionada, principalmente, por la beli-gerancia de los chiriguanos y, en menor medida, por la de los “indios deguerra” ubicados hacia el sur de Chichas. La estrategia fue negociar (desdeuna posición de poder) con los chichas para que, defendiendo las fronte-ras del imperio, también hicieran lo propio con su territorio. Los chichasfueron utilizados como mitimaes para la guerra dentro de su territorio y,en menor medida, en otros lugares ajenos al mismo, particularmente enla quebrada de Humahuaca donde se ubicaron mirando al temido este y,a la vez, controlando a los aparentemente disciplinados pobladores de laQuebrada. Ese disciplinamiento puede hablar de relaciones de someti-miento voluntariamemente aceptadas para con el Inca y/o de obedien-cia para con los chichas. Como mitimaes del Inca, aquellos también des-empeñaron funciones económicas.

En cuanto al aspecto productivo, baste mencionar la presencia degrupos chichas en el valle de Cochabamba. Este valle fue uno de los másimportantes archipielagos estatales con producción de maíz destinado anecesidades especialmente militares; fue conquistado por Tupac Yupanquiquien solo se asignó algunas chacras dentro del mismo. Su sucesor, WaynaCapac, fue el encargado de hacer de él uno de los enclaves productivosmás grandes del imperio para lo cual lo repobló con 14.000 mitimaesaparte de conservar algunos grupos originarios para trabajos específicos(Wachtel 1981)193.

La cédula de encomienda de Hernando, como señaláramos, comien-za “e mas la provincia de los Chichas”. Siguiendo la cédula al pie de laletra podemos suponer que Francisco dio en encomienda a todos los po-

192 Remitimos al capítulo 2 donde dimos cuenta de la conquista incaica hacia el surdel Cuzco.193 Para ampliar sobre las funciones de los chichas como mitimaes incaicos ver: Zanolli2003.

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bladores, originarios y mitimaes, de la provincia de los Chichas; es decir,que otorgó a todos los indígenas que ocupaban un determinado territo-rio. Si esto es correcto cabría suponer que no todos los chichas estuvieronencomendados en Hernando Pizarro, o sea podría haber grupos deno-minados chichas que deberían figurar en otras cédulas que se refieran aencomenderos que recibieron indios en las mismas márgenes del territo-rio chicha, o bien en regiones un poco más alejadas pero siempre fronte-ras del imperio. A este hecho debemos agregar que, en más de una opor-tunidad, nos llamó la atención que las referencias a los chichas son a “loschichas de la Real Corona”194 o bien a los chichas de “aquella parciali-dad”. En ambos casos, debido a la movilidad fronteriza producida por elInca podríamos pensar en la existencia de otros chichas, tal vez no deno-minados como tales, quizá no encomendados “en la Real Corona” sinoen otros encomenderos.

Podemos observar dos casos de chichas encomendados a otros en-comenderos, aunque creemos que no deben ser los únicos. El primero esla cédula que Pizarro otorgara originalmente a Juan de Villanueva(1540)que llegó casi sin alteraciones al capitán Pedro de Zárate, casado con laviuda de aquel. En este caso, y como adelantamos oportunamente, loschichas no son mencionados como tales en la cédula, pero sí en docu-mentos posteriores presentados por Petronila de Castro en nombre de suhijo, Juan Ochoa de Zárate, todavía menor. El documento hace referenciaa los chicha del valle de Moxo o bien a los delpueblo de Sococha 195. Enépoca colonial ambas localidades cayeron dentro de los límites de la ju-risdicción de Chichas lo que nos permite suponer que la referencia nosesta marcando posibles límites étnico-territoriales de tiempos anteriores.

El segundo caso es algo diferente. Se trata de dos encomiendas quereclama Cristóbal Barba de Albornoz y que llegaron a su abuelo Cristó-bal Barba Cabeza de Vaca por diferentes vías. La primera comprendía “laprovincia de los Charcas con los moyos-moyos” que pertenecieron aManjarraez y que luego pasaron a Hernando del Castillo. La segundaperteneciente a Luis Perdomo, comprendía los indios del valle de Jujuy196,

194 Los que estaban encomendados a Hernando, en ese momento prisionero en Es-paña.195 AHJ, Documentos donados por el Padre Miguel Ángel Vergara, sin título nifoliatura. La Plata, 14 de agosto de 1586. Agradecemos al Prof. Gastón Doucet elhabernos facilitado la documentación.196 Información de méritos y servicios de Cristóbal Barba de Albornoz. AGI, Char-cas 83, Nº 64, Año 1604. Imagen 16.

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entre los que se detallan “yngas, chichas, churumatas y apanatas”197. Eneste caso la cédula referida nos ubica en el valle de Jujuy198; nuevamenteaquí los cuatro grupos mencionados parecen ser mitimaes estatales aun-que con una función que no podemos determinar aún.

Por último cabría preguntarse si todos los chichas estaban pacifica-dos al tiempo de la expedición. La duda se plantea a partir de las afirma-ciones de los testigos presentados por Juan Colque quienes, en su granmayoría, afirmaron que el capitán general fue y pacificó a los indioschichas. Tomemos por caso solo a Antonio de Robles quien dice:

A la dieciocho pregunta dijo que este testigo vio que el dicho don JuanColque fue en servicio de su majestad y acompañamiento del capitánMartín de Almendras a la jornada de los chichas y que el dicho don Juancomo cacique y señor principal iba por capitán general de todos los indiosamigos que fueron aquella jornada y vio este testigo que el dicho donJuan como tal capitán general sirvió en la dicha jornada con sus armasmuy bien como buen capitán y por su industria y buena diligencia vioeste testigo que el dicho capitán Martín de Almendras hubo a las manosal cacique y capitán principal de los dichos indios chichas y fue causa contomar el dicho capitán para que cesasen como cesaren los delitos y muer-tes que los dichos indios chichas cometían y los pacificaron y quedaron depaz como lo han estado desde entonces hará que han tributado y servi-do a su majestad como indios que están en su real corona en lo cual eldicho don Juan Colque hizo servicio notable a su majestad demás de

197 ANB, EP, Vol. 41, Año 1590. En la Información de méritos y servicios de CristóbalBarba de Albornoz el testigo Rodrigo Reguero de Albornoz “dijo que el dicho capi-tán Cristóbal Barba Cabeza de Vaca tuvo en encomienda unos indios moyos que norentaban al día de hoy 200 pesos” y que “se le encomendaron otros indios en laprovincia de Salta (otros testigos dicen Jujuy) que fue la principal encomienda quese le dio en remuneración de sus servicio los cuales no se le dieron nunca ni tuvoaprovechamiento de ellos porque siempre estuvieron alterados e de guerra eyéndolos a conquistar e pacificar el dicho capitán Cristóbal Barba Cabeza de Vacaen compañía del capitán Pedro de Zárate por mandado de Don Francisco de Toledovirrey que fue de estos reinos y los dichos indios le mataron a el y a un hijo suyollamado Diego Barba Cabeza de Vaca y el gobernador de la provincia de Tucumánencomendó los dichos indios en diferentes personas”. AGI, Charcas 83, Nº 6, 1604,imágenes 41 y 42.198 El valle de Jujuy al que hace referencia el documento no es el que actualmenteconocemos, la referencia alude a una zona cercana al valle de Tarija, en el sur deBolivia.

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que vio este testigo que el dicho don Juan gasto en lo susodicho muchacantidad de hacienda porque llevo mas de 300 carneros cargados de co-mida para sustentar como sustentaba a los indios amigos que fueron ala dicha jornada de que el era capitán general y esto responde a la pre-gunta199.

Ahora bien, si retomamos algunas de las preguntas realizadas alcomienzo del apartado observamos que el panorama esquemático conque presentamos a los principales grupos indígenas de la región: chichas,chiriguanos e indios de guerra, comienza a alterarse lentamente. Comovemos, la mayoría de las fuentes que hacen referencia a los chichas serefieren a aquellos encomendados a Hernando Pizarro, ya pacificados ypor ende conocidos por los españoles y muchas veces califican simple-mente como indios de guerra a otros indios chichas que no estaban enesa condición, desconociendo también su carácter de tales a otros ya en-comendados y que tributaban a su encomendero. Aquellos otros indioschichas no estuvieron exentos de la tributación durante un año porqueno aportaron a los ejércitos españoles de las entradas. Los mismos apare-cen solo veladamente en la documentación hasta que son pacificados,luego muchas veces serán nombrados o se nombrarán conforme a lasnuevas pautas de identidad/identificación.

Después de la muerte de Almendras los indios amigos, principal-mente los chichas, abandonaron el campamento y regresaron a sus tie-rras llevándose sus bastimentos y dejando en una situación de notableprecariedad a los españoles sobrevivientes. Luego de 1564 la situaciónno era tan idílica como señalaron los testigos presentados por Don JuanColque en su Probanza de Méritos cuando aseguraron que “mediantelos ardides y medios que tuvo [Juan Colque] los dichos indios se reduje-ron al servicio de Su Majestad y desde entonces pagan tasa sin que des-pués acá se hayan alterado200. Luego de la campaña de Almendras los“indios de guerra” continuaron de la misma manera mientras que loschichas, aquellos situados en sus pueblos de reducción, subsistieron enuna situación de notable precariedad y tributaron como pudieron, “pa-gando tasa a su majestad y a sus oficiales reales en su nombre tributan a

199 Probanza de méritos y servicios del capitán Don Juan Colque. Pregunta Nº 18.AGI, Charcas 53, Año 1622, f. 8.200 Ibid. Pregunta Nº 3, f. 3.

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los indios chiriguanaes porque no son poderosos para defenderse deellos”201. En 1565 un informe de la Audiencia de Charcas al Rey, dá cuen-ta de la situación:

de cuatro años a esta parte poco mas o menos se han despachado de estaciudad cuatro capitanes para la seguridad de la dicha ciudad y provinciaque fueron Andrés Manso para lo de Condorillo y Martín de Almendraspara lo de Tucumán y otras provincias alteradas comarcanas a esta ciu-dad con el cual este testigo fue por su maestre de campo y Pedro de Cas-tro para lo de los chiriguanaes y Diego Alemán para lo de los mojos todoscon gente de guerra y mucha gente española y a todos cuatro capitaneslos mataron los indios con muchos españoles las cuales jornadas se hanhecho a costa de los dichos capitanes y de los vecinos y moradores de estadicha ciudad en que se gastaron mas de 100.000 castellanos y este testigogasto de su hacienda mas de 15.000 castellanos202.

En junio de 1572 el licenciado Recalde, oidor de la Real Audienciade La Plata, se dirigió hacia Chichas para proveer a Don Gerónimo Luisde Cabrera quien iba camino a Tucumán. El panorama que dio del lugary sus indios es por demás ilustrativo. El oidor “caminó por el reparti-miento de los Chichas 40 leguas y vio y entendió que en el dicho reparti-miento había muy pocos indios que hace 8 años que los soldados quesalen y entran en Tucumán los roban y asuelan y por esta causa se hanausentado muchos indios naturales del dicho repartimiento”203. Práctica-mente cualquier referencia a los chiriguanos en documentos posterioresa 1572 está íntimamente relacionada con la intención de Toledo de asegu-rar la producción minera, es decir indican la necesidad de terminar defi-nitivamente con el enemigo. Resguardar la minería y lograr una salida alOcéano Atlántico fueron los dos motivos principales que impulsaron las

201 La situación que se describe de los pueblos Chichas ocho años después de laentrada de Almendras es por demás desoladora. De sus pueblos se dice “que notienen iglesia que tenga puerta ni campana ni dosel en ninguna iglesia y que en laparcialidad de Cotagaita que es la segunda parcialidad de todo el repartimiento notienen iglesia ninguna no tienen pueblo que tenga 50 casas todos los mas pueblosson de 10 a 12 casas y algunos de 5 0 6 casas tienen pocas tierras de provecho ypocos pastos porque los montes son de ningún provecho” (ANB, LAACh, Vol III, f.426 y ss).202 AGI, Charcas 31, Año 1567, f. 4. Sin título.203 Ibid.

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fundaciones de San Francisco de la Nueva Alava (1575) y San Bernardode la Frontera de Tarija (1574).

No tenemos la certeza de que los chichas como unidad étnica hayansido un todo unificado políticamente antes de la conquista incaica. Dehaber sido así, el efecto mismo de la conquista y la particular zona defrontera como escenario de la misma debieron incentivar corrimientosen los propios límites étnicos. Las cédulas de encomienda, que alteran ensí misma la dinámica étnica muestran parte de aquella transformación.No todos los grupos chichas estuvieron encomendados a un mismo es-pañol y no todos respondieron de la misma manera a las presiones colo-niales porque las mismas fueron dispares en uno y otro caso. Los chichas,luego de las sucesivas conquistas y traslados no eran un grupo homogé-neo, o al menos tan homogéneo, como los presentan los documentos.Había chichas encomendados, pacificados, reducidos que, por fuerza ovoluntad, colaboraban con los españoles en las entradas de conquista.Estos eran aquellos grupos encomendados a Hernando Pizarro y que laCorona cuidaba celosamente por el valor del tributo y por los serviciosque prestaban en las minas aledañas. Pero no todos los chichas estabanencomendados en Hernando; como ya señalamos, había indios chichasque estaban encomendados en otros españoles, tal el caso de Juan deVillanueva quien poseía la encomienda conocida comúnmente como “dehumahuaca”.

¿Por qué la situación que describimos acerca de los chichas no apa-rece tan clara en la documentación? Una respuesta rápida haría menciónal desconocimiento que tenían los españoles de la dinámica étnica local.Si bien esta explicación posee parte de verdad, entiendo que debemos irmás allá. La situación de los chichas no aparece clara en la documenta-ción porque la propia dinámica social no lo era, porque las relacionescoloniales se hacían sentir fuertemente sobre los indígenas y sobre susidentidades las cuales se redefinían permanentemente. Pero esasredefiniciones no eran caprichosas, no se articulaban sobre objetos pasi-vos a ser resignificados. Como señalamos oportunamente la etnicidad,como una forma de identidad, es una estrategia que se adopta para laformación de grupos cuando dos o más colectivos sociales están eninteracción y sus fuerzas no son equilibradas. Además es típico de estaszonas de frontera, sobre todo una vez desarticuladas las jefaturas im-plantadas por los incas, que el panorama político se caracterice por pre-sentar cacicazgos pequeños o medianos. Esto permitió gran autonomía acada cacique, prolongó la conquista española y obligó a reducir grupopor grupo.

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Toledo y los indios

Con la entrada que encabezó el virrey Francisco de Toledo a loschiriguano nueve años después de la de Martín de Almendras, se pusie-ron en marcha dos nuevos intentos fundacionales. Con ellos se trató defrenar de manera definitiva a los chiriguano y de pacificar a muchos in-dios encomendados que por su estado de beligerancia, sea este perma-nente o inconstante, no tributaban regularmente a sus encomenderos.Para la acción Toledo confió nuevamente en un antiguo aliado de lashuestes españolas, Don Juan Colque, quien:

fue nombrado por capitán general por el muy excelente señor Don Fran-cisco de Toledo virrey de estos reinos en la jornada que hizo de loschiriguanaes de los indios amigos que fueron allá para la cual se llevo 250fanegas de comida y 500 carneros de la tierra y otros proveimientos dececinas y muchas armas y mucha gente de su repartimiento para el servi-cio del campo y que las dichas cosas valdrían cantidad de mas de 15.000pesos204.

Para la entrada, Toledo reunió 3000 indios amigos para cargas ybastimentos de los cuales algunos eran súbditos de Juan Colque y otroseran chichas e indios comarcanos. La ascendencia del cacique sobre losindios del común también jugó su parte en la elección205. Las autoridadesespañolas temieron que ocurriera lo mismo que en la expedición de Al-mendras cuando, a la muerte del capitán, los indios amigos se retirarondel campo con cargas y bastimentos dejando desamparados a los espa-ñoles. Los temores no fueron en vano, las consecuencias se vieron luegodel fracaso de Toledo cuando

los indios chichas que en ella hacían mita [en Tarija] alcanzaron a saberque el virrey salía de la cordillera por Tomina con lo cual tuvieron tantotemor de los chiriguanaes que se quisieron huir y entendido esto por el

204 Probanza de méritos y servicios del capitán Don Juan Colque. Pregunta Nº 4,interrogatorio añadido. AGI, Charcas 53, Año 1622, f. 3v.205 “Fue de mucha importancia la ida de Don Juan Colque en el campo de su exce-lencia contra los chiriguanaes porque tuvo muchas mañas para entretener los in-dios y entiende este testigo [Pedro de Zárate] que si no fuera por su industria sehuyeran muchos indios” Ibid., f. 21v.

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dicho Gutierre Velázquez que en aquella sazón era alcalde ordinario mandohacer e hizo presidio en la plaza de esta villa muy fuerte y dentro de ellaalojó a los indios206.

Dos fueron las principales excusas que arguyó Toledo para involu-crar nuevamente a indígenas de un repartimiento “arruinado y despo-blado”207 en una causa de esta naturaleza. La primera estuvo relacionadacon el trato que los chiriguano le daban a los chichas reducidos. La se-gunda remite nuevamente a la posibilidad latente de un levantamientogeneralizado de aquellos indios. Aquí veladamente vuelve a aparecer ladistinción entre los chichas reducidos y aquellos que aún no lo estaban, aellos se refiere el propio Luis de Fuentes cuando dice que “los mismosindios chichas mataban a muchos españoles y eran gente de guerra quelo más del tiempo se andaban haciendo del arco y la flecha cometiendodelitos y corriéndolo todo”208. Evidentemente los que hacían esos desma-nes fueron los que se encontraban más al sur, más allá de San Juan de laFrontera de Talina, “por la parte de los humahuacas y casabindos y ma-taban algunos pasajeros por robarlos y causaban otros daños dando aentender que los que lo hacían eran los chiriguanaes”209.

Ya hemos adelantado en el capítulo 3 las consecuencias que tuvo lacampaña del virrey Toledo desde una perspectiva hispana, veámosloahora desde la indígena. Como señaláramos la intención de una doblefundación fracasó con la pronta destrucción de San Francisco de la Nue-va Alava en el valle de Jujuy. A pesar de los intentos del propio Luis deFuentes de ir en ayuda de Zárate, la suerte ya estaba echada. Esa vez, antesque el potencial indígena fueron las propias rencillas internas de los espa-ñoles las que postergaron la pacificación de los indios de guerra por casiveinte años. Con el tiempo, la Audiencia de Charcas comprendió que aque-lla era una causa perdida, la gran generación de conquistadores ya estaba

206 Probanza de Méritos y servicios del Maestre de Campo Gutierre Velázquez deOvando, uno de los primeros pobladores de la villa de Tarija. AHJ, Archivo delMarquesado del Valle de Tojo, Carpeta 216, Año 1616, f. 13.207 Información hecha de oficio en la Real Audiencia de Charcas de los servicios delgeneral Luis de Fuentes y Vargas poblador, corregidor y justicia mayor que fue dela villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija. AGI, Patronato 142, Nº 3, R. 1, Año1604, f. 26.208 Ibid., f. 4v. y 5.209 Ibid., f. 71. Testimonio de Gonzalo Flores de Chávez.

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vieja y cansada. No debe extrañarnos entonces que hacia 1587 el nuevogobernador del Tucumán, Juan Ramírez de Velazco, manifestara su inten-ción de “salir con 30 vecinos y 600 indios amigos a procurar traer a servi-dumbre a los indios de omaguaca, casavindo y calchaquí”210. Hasta 1595los “indios de guerra” permanecieron como tales. Tampoco debe extrañar-nos que la pacificación haya llegado de la mano de la fundación de SanSalvador de Jujuy (1593) propiciada por el propio Juan Ramírez de Velazco.

Luis de Fuentes realizó desde Charcas intentos de pacificación delos “indios de guerra” entrando un par de veces hasta Casabindo pero élmismo sabía que aquellas entradas eran más circunstanciales que defini-tivas. Realizó una de ellas en compañía de Don Diego Espeloca, caciqueprincipal del pueblo de Talina, pueblo de indios chichas, quien “se ofre-ció a ir a su costa y minción con veinte indios de su repartimiento con eldicho capitán Luis de Fuentes211. La situación de aquellos indios chichas,indios amigos quienes permanecieron largo tiempo en un estado de beli-gerancia impuesta, no varió luego de la entrada de Toledo a los chiriguanos.Ahora, una mayor presencia hispana y el auge potosino atentaban directa-mente contra sus tierras. Once años después de la fundación de San Ber-nardo de la Frontera de Tarija, Petronila de Castro, encomendera de losindios chichas de los pueblos de Moxo y Sococha, denunciaba:

como algunos vecinos de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarijae otras personas que residen en la dicha comarca y en los pueblos de losdichos indios de muchos días a esta parte les han hechos y hacen muchosdaños e agravios, tomándoles sus tierras e metiéndoles en ellas y en laschácaras e sementeras que en ellas hacen, de que se sustentan y pagan sustasas, muchas sumas e cantidad de ganados vacunos e otros muchos ma-yores y menores, con los cuales les han hecho y hacen cada día muchosdaños, comiéndoles sus sementeras e haciéndoles otros muchos agraviosen notorio perjuicio de los dichos indios212.

210 Extracto de una carta de Ramírez de Velazco refiriéndose a otra donde describiópueblos de la Provincia del Tucumán. AGI, Patronato 29, Ramo 39, Año 1587, f. 2.211 Información hecha de oficio en la Real Audiencia de los Charcas de los serviciosdel general Luis de Fuentes y Vargas poblador, corregidor y justicia mayor que fuede la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija. Testimonio de Diego Zamudio.AGI, Patronato 142, Nº 3, R. 1, Año 1604, f. 47.212 AHJ, Documentos donados por el Padre Miguel Ángel Vergara, sin título nifoliatura. La Plata, 14 de agosto de 1586.

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La presencia de ganado en invernada o en corrales para matanzas sehabía incrementado notablemente. Las tierras fértiles de los valles que cir-cundan la Puna se convirtieron en un preciado tesoro, fueron elemento deconflicto entre los propios españoles y motivo de abuso de los españoleshacia los indios. Esta situación se prolongó hasta entrado el siglo XVIII213.

Desde el compromiso de Don Diego Espeloca, cacique de los chichas,de aportar indios para realizar una campaña contra los indios de guerrajunto con Luis de Fuentes en el año 1575, hasta las palabras de Petronilade Castro, encomendera de los indios chichas de los pueblos de Socochay Moxo defendiendo sus tierras en 1586 no pasó mucho tiempo, apenasnueve años. Ambos, el compromiso de Espeloca y las palabras dePetronila, marcaron dos tiempos bien diferenciados. El primero el tiem-po de la guerra, donde las autoridades españolas en sus distintos gradospactaban con señores supralocales para obtener beneficios mutuos. Lassegundas muestran una región pacificada donde las relaciones que salen ala luz son aquellas que se dan entre los encomenderos y los agentes máslocales. Esta situación se analizará en detalle a continuación, al observarlas formas de tributación de los indios de humahuaca antes de 1593.

La encomienda de humahuaca antes de 1593

Si bien a lo largo de casi dos siglos los encomenderos de humahuacalograron tener numerosas posesiones inmuebles indudablemente, porhistoria y por antigüedad, una de las mas preciadas fue la chacra queposeyeron en Sococha. El lugar, en su poder aproximadamente desde1555, se constituyó en un verdadero nexo entre encomenderos y enco-mendados ¿Por qué en Sococha? Se nos hace imposible rastrear las con-diciones en las que Juan de Villanueva adquirió esas tierras en medio dela nada pero, evidentemente, la intención fue tener tierras que estuvieranlo más cercanas posibles a sus indios. Suponemos que Juan de Villanueva,el primer encomendero, se aprestó a buscar rápidamente aquellos indiosque le debían tributar. No buscaba piezas sueltas o meros indios de ser-vicio, sino a los indios de su encomienda y Sococha era el lugar de resi-dencia de Caquitoyay, cacique principal de los once pueblos menciona-

213 Juan José Campero contra Juan Antonio de Burgos sobre derechos a las tierras yestancias (deslinde y amojonamiento) de Sansana, Escaya y la Ciénaga del Tambillo.ANB, EC, Nº 1, Año 1716, f. 121 en adelante.

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dos en la cédula. No podemos afirmar que Juan de Villanueva haya reci-bido algún beneficio de parte de sus indios. Lo que sí podemos afirmares que el tributo de los indios de Sococha a su encomendero se puederastrear a partir de 1563. Los beneficios recibidos pueden ser catalogadoscomo relativos para esa época.

A pocos años de finalizados los estertores de las guerras civiles queconmovieron al Perú, la colonización retomó su lento camino. San Rafaelde Sococha era uno de los pocos pueblos de reducción al sur de Charcas,y el más alejado de la ciudad de La Plata que caía dentro de su jurisdic-ción. Antes que un pueblo era apenas un punto de encuentro periódicodonde el encomendero obtenía de sus encomendados brazos fuertes quefueran a Potosí. La opción de Potosí no es casual, este centro minero con-jugaba tres factores que deben ser tenidos en cuenta: en primer lugarestaban los intereses del encomendero, Juan de Cianca, poseedor de nu-merosas vetas de minas en el Cerro Rico, como señaláramos en el capítu-lo 3; en segundo lugar estaba la reconocida capacidad de los indios chi-cha para laborar en las minas y, en último, hay que tener en cuenta lasituación regional hacia mediados de la década de 1560 en la cual la po-sibilidad de tributo en especie por parte de los chicha, aun los más cerca-nos a Potosí, se hacía difícil por la constante presión chiriguana.

Cianca, segundo marido de Petronila de Castro y por ende segundoencomendero de humahuaca, estuvo en contacto con los indios de suencomienda. Se trataba de una encomienda sobre la cual, hasta el mo-mento, no se habría hecho más que una toma de posesión simbólica. Seacual fuere el “poder” que Cianca tuvo sobre sus indios, el empresario dehecho dispuso de ellos. Así se comprueba en un folio suelto que acompa-ña un documento donde en una columna a la izquierda del papel dice:“memoria de los indios de Sococha que van a residir en Potosí. Salió a 23de enero de 1564 años”, allí se mencionan diez indios, algunos únicamentecon el nombre indígena, quienes fueron sacados de su lugar de residen-cia para ser trasladados al polo minero. La otra columna del mismo pa-pel reza: “memoria de los indios que van a residir a Sococha que yo co-nozco”214, la lista está compuesta por 37 nombres y, en algunos casos, seaclara su procedencia (apéndice D). Las listas no están ubicadas de ma-nera contigua por casualidad. Es previsible que grupos de indios reduci-dos en el pueblo de San Rafael de Sococha, aunque no necesariamente deun mismo grupo étnico, hayan sido utilizados para realizar algún tipo detrabajo rotativo en Potosí.

214 ANB, EP, Vol. 8, Años 1563-1566.

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Hacia 1550, y aproximadamente hasta la reorganización toledana,hubo en Potosí dos tipos principales de indios: los yanaconas y los indiosde encomienda. La diferencia entre los dos categorías pasaba por unalínea muy delgada gracias a la práctica de La Gasca de otorgar yanaconasen encomienda (Backwell 1984). Los indios de encomienda que iban yvenían a Potosí llamaban mita a este sistema de trabajo, recordando eltrabajo por turnos que habían realizado en tiempos pasados. En Sococha,y en toda la región fronteriza que nos ocupa, la línea que separaba a losindios que pertenecían o no a una determinada encomienda también eramuy delgada. En aquellos tiempos de conquista la apropiación de piezasestaba a la orden del día215.

Los indios anotados por Cianca eran enviados a Potosí en el marcode la encomienda y no como indios yanaconas. Los contingentes de in-dios remitidos por entonces a Potosí eran de cuarenta indios promedio.No es casual entonces que los indios que figuran en el papel sumen cua-renta y seis. Ambas listas están encabezadas por un principal en el pri-mer caso y por tres en el segundo. En los últimos tres casos no figura lapalabra principal pero al que actúa como tal lo precede el “don”. En loscuatro casos los principales llevaban su nombre indígena, junto al nom-bre español. Hay distinciones claras entre los indios “de Sococha” y losindios “que hay en Sococha”.

215 Durante el gobierno del virrey Toledo y frente a las necesidades de los nuevospobladores, esa práctica se reglamentó a partir de pedidos personales al virrey.Entre otros está el caso de Gutierre Velázquez de Ovando quien por ser “uno de losprimeros pobladores que entraron a poblar la dicha villa [San Bernardo de la Fron-tera de Tarija] y fundarla y uno de los primeros que metieron ganados de ovejas ycabras y había trabajado y gastado mucho en la dicha población y que para podersesustentar en la dicha villa y frontera tenía necesidad de algún servicio para pasto-reo del dicho ganado y labranza y crianza me pidió y suplicó que de los indiosfugitivos y cimarrones que hay en la provincia de los charcas y chichas sin doctrinay sin estar visitados e hiciese merced de los indios de los dichos cimarrones y fugi-tivos por mi visto lo susodicho y ordené dar y di la presente por la cual doy licenciaal dicho Gutierre Velázquez para que sin perjuicio de tercero alguno y sin junta degente pueda recoger y recoja de los indios fugitivos y cimarrones en la provincia delos charcas y chichas hasta en cantidad de los dichos 20 indios de los que se puedaservir y servía de yanaconas dándoles doctrina competente y lo que es costumbredar en la villa de San Bernardo a los yanaconas y haciéndoles todo buen tratamien-to y mando a cualesquier justicias de su majestad y a las de la dicha provincia yvilla de San Bernardo guarden y cumplan esta mi provisión y lo en ella contenido”.Reclamación de un yanacona hecha por Gutierre Velázquez de Ovando fundada enuna provisión del virrey Francisco de Toledo. ANB, EC, Nº 4, Año 1605, f. 9v.

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Los indios “de Sococha” que van a Potosí lo hacen con su principal,y en un alto porcentaje (50%) están evangelizados. En ningún caso a con-tinuación del nombre se aclara su procedencia lo que es lógico ya que lamisma está aclarada en el título, son todos de Sococha. Con respecto a losindios “que hay en Sococha”, no el total de ellos sino los “que yo (Juan deCianca) conozco”, la situación es diferente. Todos parecen responder auna autoridad jerárquica, Don Martín Chocoar. De los 37, dejando delado a los caciques, solo uno aparece con nombre español, el resto llevaúnicamente el nombre indígena. No se hace referencia étnica alguna, loque es lógico si se piensa que el documento no está confeccionado poruna autoridad oficial. En algunos casos se indica, de manera muy gene-ral, la procedencia: de Yavi, de Xirote, etc.

¿Por qué Cianca anotó estos indios? ¿Lo reconocían como encomen-dero? ¿Había algún trato entre él y los indios? Lo exhaustivo de la listapermite afirmar que Cianca conocía bien a aquellos indios y el tener ano-tados quiénes irían a Potosí responde a que los indios estaban trabajan-do, haciendo turnos de trabajo, para su encomendero. Los indios no de-berían tener otro motivo de “residir a Sococha” que utilizarlo como pasoa Potosí, de lo contrario solo tomarían a Sococha como un punto dentrode un tímido circuito mercantil que lentamente estaba surgiendo.

Pasados veintidós años de la muerte de Cianca, de la campaña deMartín de Almendras, de la entrada del virrey Toledo a los chiriguano y dela paulatina pacificación de la región fruto de una mayor presencia hispa-na luego de la fundación de San Bernardo de la Frontera de Tarija, la rela-ción generada por la encomienda se mantuvo firme y los indios del pueblode San Rafael de Sococha continuaban tributando a su encomendero.

muy poderoso Sr. Don Diego Chirica, cacique de los indios chichas enco-mendados a Juan Ochoa de Zárate, vecino de esta ciudad digo que yotengo y poseo el valle llamado Moxo junto al valle de Sococha, de donde[tachado: “yo y mis”] yo y los indios de mi parcialidad somos naturales, yhemos sembrado y sembramos [en] las tierras de los dichos valles maíz yotras semillas de que nos sustentamos y pagamos la tasa a nuestroencomendero216.

¿Por qué los indios de Sococha tributaron primero a la pareja Juande Cianca y Petronila de Castro, luego a Pedro de Zárate y sus descen-

216 AHJ, Documentos donados por el Padre Miguel Angel Vergara, sin título nifoliatura. La Plata, 14 de agosto de 1586.

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dientes, y los tuvieron por encomenderos? Los indios de Sococha tribu-taron a su encomendero porque así lo establecía la cédula de encomien-da otorgada por Francisco Pizarro en 1540, hecho que se admitió y re-frendó casi medio siglo después cuando Petronila de Castro, ya viuda detres maridos, decía en un pedido a la Audiencia:

muy poderoso Sr.: Doña Petronila de Castro, viuda, mujer que fui delcapitán Pedro de Zárate, difunto, como madre y tutora de Joan Ochoa deZárate, mi hijo legitimo y del dicho mi marido, sucesor que es por fin ymuerte de su padre del repartimiento de indios de chichas del pueblo deSococha y Moxo217.

A su vez el tributo unificó por generaciones a un grupo de personasque, por convicción u obligación, se sintieron pertenecientes a una enco-mienda. Conforme los momentos ese poder aglutinador se complemen-tó con la figura del cacique colonial.

Por su parte, los caciques de los pueblos de Sococha y Moxo aprove-charon esta relación para sobrellevar tanto los años de abusos por partede los españoles como la presión de otros caciques con más poder. Laestrecha vinculación entre los españoles y los indios amigos proporcionóbeneficios a la elite cacical representada por los Espeloca, caciques prin-cipales de los pueblos de reducción de Calcha, Talina y Cotagaita. Recor-demos por un instante el límite norte de la jurisdicción de la ciudad deSan Salvador y el límite de la jurisdicción del Tucumán “por la partehacia Humahuaca hasta la estancia que llaman de don Diego Espelocacacique de Talina218”. En el documento de 1593 hay un reconocimientoexplícito de las tierras del cacique mas allá del que fuera el límite sur delas mismas219. El cacique don Diego de Espeloca poseyó esas tierras atítulo personal, como él mismo dijo: “por haberlas heredado de sus pa-dres sin expresar en estas los linderos mojones ni tampoco las leguas yfanegadas que contenían”220. Recién en 1595 el cacique pidió ante el juezvisitador que se hiciera título y composición de las tierras. El juez, don

217 Ibid.218 Actas capitulares de Jujuy. Jujuy en sus documentos 1992: 7219 En ANB, EC, Nº 52, Año 1697, f. 4 y ss. Documento sin título. Se discuten loslímites territoriales de las tierras de Espeloca, según la conveniencia de cada una delas partes a las tierras se las hace traspasar el límite del arroyo de La Quiaca, o no.220 Ibid, f. 3

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Pedro Soris de Ulloa, lo autorizó pero “mando calificar el dominio perso-nal de la parte con los indios y caciques de la dicha provincia para reco-nocer si el dicho cacique perjudicaba a las comunidades o si se habíaintroducido con mano superior en tierras de los pueblos”221. Práctica-mente al mismo tiempo Don Diego Espeloca solicitaba se aclarara el do-minio personal de sus tierras y, una vez que obtuvo el visto bueno delvisitador, pidió autorización para instalar un tambo en dichas tierras ¿Enque se basaba el recelo del juez visitador? ¿Por qué existía la necesidadde controlar que los intereses del cacique no fuesen contrarios al de losindios que ocupaban esas tierras? Los reclamos contra los Espeloca ha-bían comenzado desde tiempo atrás. Pasadas las entradas de conquistaun grupo de caciques mayores, o principales, se vió favorecido en detri-mento de otro que tenía un rango más local. Las relaciones de aquellostrascendieron los contactos con sus encomenderos, más aun cuando par-te de sus indios fueron depositados en “cabeza de la Corona”. En cam-bio, los caciques de menor jerarquía se apoyaron en sus encomenderospara pelear por sus derechos violados, muchas veces, por otros caciques.Tal es el tono de la queja que presenta:

Don Diego Chirica, cacique de los indios Chichas encomendados a JuanOchoa de Zárate, vecino de esta ciudad. digo que yo tengo y poseo elvalle llamado Moxo junto al valle de Sococha, de donde [tachado: “yo ymis”] yo y los indios de mi parcialidad somos naturales y hemos sembra-do y sembramos [en] las tierras de los dichos valles maíz y otras semillasde que nos sustentarnos y pagamos la tasa a nuestro encomendero, y esvenido a mi noticia q. el tesorero Diego de Robles Cornejo y Don DiegoEspeloca cacique de Talina, han puesto en dichas tierras y elevado a ellasmucha suma de ganado vacuno, lo cual es [en] gran daño y perjuicio nues-tro, porque nos comen las sementeras y hacen otros daños y es ocasiónpara que nos amparen en las dichas tierras y manden echar de ellas losdichos ganados, mandando con graves penas al dicho tesorero y Don DiegoEspeloca con graves penas [sic] saquen los dichos ganados de ellas y nolos tornen a echar por [ilegible] notable daño y perjuicio nuestro222.

Don Diego Espeloca estuvo en posesión de esas tierras hasta 1599,

221 Ibid.222 AHJ, Documentos donados por el Padre Miguel Angel Vergara, sin título nifoliatura. La Plata, 14 de agosto de 1586.

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año en que las vendió al capitán Gabriel Guerrero223. El estado de belige-rancia permanente que se mantuvo en el sur de Charcas, por lo menosentre 1562 y 1575, hizo que se estrecharan las alianzas personales entrecaciques y españoles, lo que signó al mismo tiempo las relaciones de losencomenderos con sus encomendados. Ambas partes unieron sus accio-nes cuando fue necesario defender intereses propios pero que afectarona las dos partes en cuestión224 y también ambos sectores se enfrentaroncuando los intereses mutuos fueron irreconciliables.

A partir de 1563 los indios de la “encomienda de humahuaca” yatributaban a su encomendero. Para ese momento lo hacían trabajandolas numerosas vetas de minerales que Juan de Cianca y Petronila de Cas-tro poseían en el Cerro Rico de Potosí. Veinte años después, según decla-raciones del propio cacique de Sococha, debían resguardar la posesiónde sus tierras para poder sembrarlas y con lo producido o la venta deello, pagar el tributo a su encomendero -Juan Ochoa de Zárate- hijo deltercer marido de Petronila y pronto a cumplir la mayoría de edad. A suvez, la permanente situación de beligerancia hizo que existiera una estre-cha vinculación entre los señores máximos y las autoridades españolas.Con el tiempo esa relación se desplazaría hacía los señores locales por ellado indígena y hacia los encomenderos por el de los españoles. Paraanalizar ese “corrimiento” en los ejes de las relaciones de poder solo ne-cesitábamos un requisito: un cambio sustancial dentro de la coyunturageneral y dicho cambio en el espacio social que comprendía a San Rafaelde Sococha ocurrió entre 1575 y 1583, cuando se pasó del estado de beli-gerancia permanente a la paz estable.

Esa paz, no obstante, todavía debía extenderse hacia el sur de lagobernación de Tucumán, particularmente a la Puna jujeña y la quebra-da de Humahuaca. Debía extenderse para consolidar definitivamente eldominio español pero también para que encomenderos como Juan Ochoade Zárate pudieran finalmente “apropiarse” de todos sus indios. Aque-

223 ANB, EC, Nº 52, Año 1697, f. 3v.224 En este sentido recordemos la presentación en la que el cacique del pueblo deSococha y su encomendera Petronila de Castro, solicitaron al corregidor de natura-les, o bien al lugarteniente del partido de chichas, una inmediata intervención antela intromisión de ganados tanto de españoles como de otros caciques en las tierrasde sus indios. Asimismo, y ante la permanente avanzada española sobre tierrasindígenas, solicitó que se los ampare y defienda en la posesión de sus tierras. AHJ,Documentos donados por el Padre Miguel Angel Vergara, sin título ni foliatura. LaPlata, 14 de agosto de 1586.

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lla paz llegaría desde el Tucumán y no desde Charcas. Prácticamente desde1575 Charcas había abandonado sus pretensiones sobre la gobernacióndel Tucumán. Desde 1560 los españoles charqueños estuvieron en un es-tado de guerra permanente con picos notorios en 1563 y 1572. Ademáslos viejos conquistadores, como Cristóbal Barba Cabeza de Vaca, MartínMonje o Pedro de Zárate, ya habían envejecido o muerto en el campo debatalla, por lo que para ellos el tiempo de la guerra había terminado de-finitivamente.

El tiempo de paz

A partir de este momento el eje de la colonización y también el de laencomienda de humahuaca se desplazó hacia la Puna jujeña y la quebra-da de Humahuaca. Aproximadamente hacia 1586 fracasaron las negocia-ciones de Viltipoco en la Audiencia de Charcas. Recordemos que paraesa fecha el cacique había enviado algunos indios principales a la Au-diencia quienes propusieron a las autoridades pagar un tributo modera-do, movilizar a sus indios para poblar los antiguos tambos incaicos hastaTalina y comenzar a comerciar en ellos. ¿Cuál fue la estrategia de Viltipocoal presentarse ante la Real Audiencia? ¿Era una muestra de soberbia o dedebilidad? La experiencia debió decirle al cacique que, para esa fecha, elproceso poblador era irreductible. Talina seguía siendo el último pueblode la jurisdicción de Chichas antes de entrar al Tucumán pero lentamen-te se borraba de su nombre, San Juan de la Frontera de Talina, la idea defrontera. Si bien desde allí y hasta llegar por lo menos a Purmamarca elpaso de hombres hacia Tucumán se hacía con “junta de gente”, hacía yatiempo que habían cesado los permanentes ataques indígenas contra lasciudades españolas. Por el sur, la fundación de la ciudad de Salta (1582)que extendía su jurisdicción hasta prácticamente la actual línea de fron-tera entre Argentina y Bolivia, marcaba una nueva plaza fuerte de avan-zada hacia el norte. Además, la inteligente actitud del Gobernador Ramírezde Velazco de otorgar encomiendas con indios cercanos a la ciudad ypacificados y también con otros alejados y de guerra, obligó a movilizar alos encomenderos en busca de sus preciadas presas. Ante esa perspectivaViltipoco prefirió negociar, pero su oferta fue rechazada. Podemos supo-ner los motivos del mencionado rechazo: un español de la época jamásdejaría en manos de un cacique rebelde la comercialización de un tamboen los caminos del sur charqueño. Hacia fines del siglo XVI todavía que-daban muchos españoles que necesitaban insertarse en el circuito mer-

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cantil. Lo más tentador para los españoles debió ser el llamado a unanueva y definitiva paz pero, lamentablemente para Viltipoco, la propuestallegó demasiado tarde.

Ante la pacificación como un hecho inexorable, Juan Ochoa de Záratelogró tomar efectiva posesión de la encomienda de humahuaca en el va-lle de Cochinoca en 1593. La paz definitiva llegó con dos hechos que seocurrieron casi al mismo tiempo: la captura de Viltipoco junto a otroscaciques en Purmamarca y la fundación de San Antonio de Humahuaca.A fines de 1594 Viltipoco fue capturado, junto con otros caciques, mien-tras cocechaba maíz en las cercanías del actual pueblo de Purmamarca.Este hecho habría impedido que una gran revuelta indígena pusiera enpeligro la subsistencia misma de la ciudad de Jujuy. El apresamiento delcacique fue una jugada maestra de Francisco de Argañaráz, fundador dela ciudad, quien lo supo capturar con pocos hombres y sin que los indí-genas pudieran ofrecer resistencia. De este modo comenzaba la leyendade un cacique que en la época de los alzamientos fue protagonista exclu-yente pero que, a pesar de tener la capacidad de movilizar una vastacantidad de indígenas, fue derrotado sin pelear.

El apresamiento de Viltipoco representó un duro golpe psicológicopara los indígenas, a tal punto que ninguno de ellos tomó el lugar delcacique para continuar con el alzamiento. Desde ese momento se repeti-rá en uno y otro documento que “la tierra estaba de paz”225. Sobre eso yano quedan dudas, a partir de 1596 cuando se efectivizaron una a unatodas las encomiendas de la zona y las prestaciones indígenas se realiza-ron casi sin problemas ni interrupciones. Con la captura de Viltipoco seterminaban 50 años de resistencia al español y aparecía en su verdaderadimensión el nombre de un cacique prácticamente anónimo, con un po-der que hasta el mismo Juan Calchaquí debió envidiar, que cayó sin com-batir y que, hasta el momento, aparece más como un mito que como unarealidad. La pregunta ¿quién fue Viltipoco? sigue sonando al día de hoy.

Hace ya algún tiempo Gentile (1989: 98) advertía sobre un docu-mento fechado en 1676, en el que se decía que Don Diego Viltipoco eranatural de Atacama. Si bien la autora no discute el significado de la pala-bra natural, esta relación entre Atacama y Viltipoco planteó algunosinterrogantes, los cuales prácticamente no fueron tenidos en cuenta fren-te a las abundantes referencias que ligaban a Viltipoco con los indios del

225 Sobre todo se puede ver la “Información de los Méritos y Servicios hechos a SuMajestad por Francisco de Argañarás (Levillier 1918-29: 414-512).

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pueblo de San Francisco de Tilcara226. Más recientemente se ha publicadootro documento, la Probanza de Méritos y Servicios de FranciscoAltamirano y su padre Juan Velázquez Altamirano227 en el cual y segúndeclaraciones de 1596, Viltipoco es nuevamente señalado como naturalatacameño; en ella podemos leer:

y hasta este dicho tiempo todavía los dichos indios andaban como de an-tes aunque algunos de ellos respeto de la dicha prevención y de que cadadía iban entrando gentes de esta provincia se habían retirado al valle deOmaguaca donde la mayor parte de ellos estaban fortalecidos teniendopor capitán a don Francisco Viltipoco indio natural de Atacama228.

226 Lamentablemente Gentile solo menciona la referencia general del documento(AGI, Charcas 103) pero no indica de cual de los expedientes se trata como parapoder determinar el contexto de producción. Las referencias que unen a Viltipococon Tilcara pasan por dos cuestiones puntuales: la primera es que Viltipoco fuecapturado en Purmamarca, a escasos kilómetros de Tilcara y demasiado lejos de su“natural”. La segunda, es que la gran mayoría de los caciques coloniales del pueblode San Francisco de Tilcara se apellidaron Vilti. Sobre las posibles relaciones deViltipoco con los quebradeños se puede ver Sánchez y Sica 1994b: 173. En el trabajo,las autoras abren la discusión sobre “las vinculaciones macrorregionales y las re-presentaciones del poder político en los Andes Centro-Sur”. Para su propósito, hancentrado la discusión en el origen y filiación de Viltipoco.227 Martínez et al. 1992. AGI, Charcas 80, Año 1596.228 Nótese que en la referencia de Gentile el nombre de Viltipoco es Diego mientrasque en la cita posterior aparece como Francisco; en este mismo documento el caci-que también aparecerá como Diego o bien solamente con su nombre indígena:Viltipoco. Los distintos nombres con que se designa a Viltipoco en la documenta-ción ha dado lugar a dos interpretaciones: una que sugiere que Viltipoco es unnombre genérico para designar a jefes étnicos o guerreros (Sánchez y Sica 1994b.).Por nuestra parte creemos que el Viltipoco al que se refieren las fuentes aproxima-damente entre 1573 hasta su captura, es una misma persona. Entendemos que lasdiferencias de nombres que aparecen en la Probanza de méritos y servicios de Fran-cisco Altamirano, responde a lo siguiente: solo un testigo lo llama Francisco y ca-sualmente una sola vez de todas las que los nombra en su relato, atribuimos estehecho a que el escribano reiteró el nombre Francisco, correspondiente a Altamirano,trasladándoselo a Viltipoco. Otro testigo, Francisco de Chaves Barrasa, lo llama DonDiego, casualmente ese testigo es el único que estuvo en el apresamiento del caciqueen 1595, es de suponer entonces que lo está llamando con el nombre y el titulo que ledieron luego de apresarlo y cristianizarlo (el hecho ya fue comentado en el trabajo deSánchez y Sica). Este último caso pareciera ser el mismo que cita Gentile.

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Completaremos el panorama acerca de la filiación de Viltipoco ape-lando a nuevas referencias que figuran en la Probanza de méritos y servi-cios de Luis de Fuentes.

este testigo sabe que por haber fundado y poblado el dicho general Luisde Fuentes la dicha villa de San Bernardo de Tarija rescato un tributo ypecho que los indios chichas fronteros de los chiriguanaes les pagaban aque eran forzados y apremiados y esto lo sabe este testigo porque antesde poblado el dicho pueblos salieron cuarenta indios chiriguanaes tresleguas poco mas o menos adelante del pueblo de Talina a cobrar de cier-tos indios ganaderos el tributo que se les solia pagar en lana y ganados ala cual sazon se hallo un indio belicoso de la real corona llamado Viltipucoy les convido porque acaso se hallo con mucha chicha y entre el y el indioganadero y sus dos mujeres los emborracharon y borrachos les tomaronlas puertas y los mataron que si no fue uno no se escapo otro y por estoque vio este testigo sabe que los dichos indios chichas pagaban tributo alos dichos indios chiriguanaes infieles y porque este testigo saco para ladicha poblacion de Tarija muchos indios que fueron cantidad de mas desetenta de quebradas y guaicos y los redujo y llevo a la dicha poblacion deTarija229.

Ubicados temporalmente antes de la fundación de Tarija, es decirantes de 1574, y geográficamente tres leguas adelante de Talina, si consi-deramos “adelante” hacia el Tucumán (pues “atrás” es hacia Charcasdonde el dominio español era concreto) vemos que en esta fecha tempra-na Viltipoco aparece sobre la actual frontera argentino-boliviana, muylejos de la quebrada de Humahuaca, más precisamente de Tilcara, y tam-bién de Atacama. Este hecho se vuelve a confirmar en el mismo docu-mento cuando se relatan las entradas que Luis de Fuentes y LorenzoSuarez de Figueroa hicieron a la cordillera de los chiriguano:

sido ordenado el dicho general Luis de Fuentes que entro en persona (a lacordillera de los chiriguano) y el dicho general con la gente que llevabadio en el pueblo de Viltipuco de la dicha cordillera y mató muchos indios

229 Información hecha de oficio en la Real Audiencia de los Charcas de los serviciosdel general Luis de Fuentes y Vargas poblador, corregidor y justicia mayor que fuede la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija. Testimonio de Juan RodríguezDurán. AGI, Patronato 142, Legajo Nº 1, R3, f. 61v. y 62.

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de los que se habían hallado en el destrozo del dicho pueblo de la Lagunay en las muertes de los españoles susoreferidos230.

Si el hecho de otorgarle a Viltipoco una filiación atacameña introdu-cía algunos interrogantes en cuanto a un tema tan complejo como el de laetnicidades, también lo hace la presencia del cacique en las cercanías deTalina o “tras” la cordillera chiriguana combatiendo al español junto conotras “etnías”, que podían ser los chichas. Entendemos que estos “pro-blemas” étnicos nos están mostrando el accionar de un verdadero jeferegional supraétnnico que, según nuestros registros, entre 1570 y 1596 semovió por un amplio radio que abarcó desde la parte meridional de lafrontera chiriguana hasta Atacama.

Junto a Viltipoco, señor y capitán general de los indios de guerra,fueron apresados otros caciques:

el dicho capitán don Francisco con mucha costa suya y trabajo de los veci-nos de esta ciudad prendió al cacique Viltipoco con todos sus hijos y fami-lia y prendió asimismo a Don Diego Tolay y a Don Francisco Yachagua ya don Juan [ilegible] y a don Pedro Quipildora y a todos los demás princi-pales de este valle de Omaguaca231.

Una vez capturado Viltipoco fue bautizado con el nombre Diego.En enero de 1596 se encontraba prisionero en San Salvador de Jujuy yesperaba su traslado para ser juzgado en Santiago del Estero. En la mis-ma situación de Viltipoco también estaban Tolay, principal de Omaguaca,y Laysa, de los churumatas. Sobre el destino de Francisco Yachagua, donJuan [ilegible] y don Pedro Quipildora, los otros caciques capturados enla jornada de Purmamarca, no sabemos nada. Desmembrados loscacicazgos étnicos, los nuevos curacas elegidos por los indígenas debíanaceptar las reglas coloniales, es decir debían legitimarse y ser legitima-dos. Entre las autoridades locales registradas al momento que Viltipocose hallaba prisionero en Jujuy (1596) encontramos a don Francisco Lim-pita “cacique principal que dicen ser ahora del dicho valle deOmaguaca”232. Con el tiempo y conforme se crearon los pueblos de re-

230 Ibid, f. 63.231 Respuesta del Gobernador Mercado de Peñaloza a un pedido hecho por Pedrode Rivera Cortés, procurador general de Jujuy. ATJ, Caja 1, Leg. 23, Años 1595/1606, f. 2v.232 ATJ, Caja 1, Leg. 4, f. 3v. Sin título, declaración de Diego de Ayllon.

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ducción, los caciques vieron atomizadas sus unidades de pertenenciaconvirtiéndose en autoridades cada vez más y más locales.

Contemporáneamente con la captura de Viltipoco, Juan Ochoa deZárate fundó el pueblo de San Antonio de Humahuaca. Como señalára-mos en el capítulo anterior su ubicación fue elegida y planificada, el pue-blo se ubicó en un lugar paisajísticamente abierto y no muy encajonadodonde pudiera realizarse un efectivo control de los indios encomenda-dos. También cabe suponer que Juan Ochoa de Zárate estableció el pue-blo de reducción donde se encontraba la mayoría de los indios de suencomienda: la quebrada de Humahuaca. Una vez pacificados, tributa-ron aquellos sobre los que realizó la toma de posesión, eran los que po-blaron el valle de Cochinoca y que reconocían la autoridad del caciqueChiluay, parte de los cuales el oidor Matienzo reconoció como chichas.También lo hicieron los indios que poblaron parte de la quebrada deHumahuaca y sus bordes superiores, conocidos genéricamente comohumahuacas. En San Rafael de Sococha quedaba reducido un grupo deindios chicha, los primeros de la encomienda sobre los cuales losencomenderos de humahuaca obtuvieron tributo.

A partir de ese momento un nuevo grupo de indios iba a reconocera Juan Ochoa de Zárate como encomendero identificándose con aquel.También, haya sido poblado de manera inmediata o no, reconocerán alpueblo de San Antonio de Humahuaca como un nuevo referente físico ycomo centro aglutinador. Este grupo de indios encomendado por Fran-cisco Pizarro, incorporados en una estructura política incaica, fue cono-cido de manera genérica como humahuacas. Seguramente tuvo a aquelgrupo étnico como referente principal pero, como veremos, también es-tuvo integrado por indios chicha. A su vez, el grupo encomendado queaparece como biétnico se asentaba, como señalamos en el capítulo 2, enun territorio eminentemente multiétnico debido a los movimientos y tras-lados impuestos por el Inca, donde la interacción social era permanen-te233. Pronto aquellas identidades de principios del siglo XVI se unifica-rán a partir del proceso colonial y particularmente con la acción de laencomienda.

Luego de la captura de Viltipoco y de la fundación de San Antoniode Humahuaca, y hasta 1620 aproximadamente, Francisco Limpita os-

233 Si observamos los caciques prisioneros en Jujuy luego de la captura de Viltipoco,podemos inferir que originarios (humahuacas) y mitimaes (churumatas), entre otros,se habían confederado para pelear contra el español.

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tentó los cargos de curaca principal (1596) y curaca (1614). A partir de unminucioso trabajo de Sica y Sánchez (1992: 59) podemos observar, conalgunos blancos, que entre 1620 y 1778 los máximos cargos étnicos enHumahuaca estuvieron en manos de tres familias: Choque, Socomba yTucunas. La documentación disponible no nos permite observar el gradode parentesco entre estos tres apellidos. Sea cual fuere el mismo, el hechode que durante 158 años el cargo de mayor prestigio y poder de la comu-nidad se haya permanecido en manos de tres familias remite a una másque importante concentración del poder a escala comunal y a una escasamovilidad, la cual era propiciada por los propios españoles y aprovecha-da muchas veces por la elite colonial indígena. También da cuenta de laconformación de una red de parentesco real o ficticia alrededor del caci-que que ayudaba a mantener un statu quo aun en lo simbólico, como ve-remos.

Cacicazgo y tributación en Humahuaca. Los elementos de unificación cultural

Si Viltipoco fue sinónimo de resistencia y lucha frente a la domina-ción colonial, Don Andrés Choque (1624-1633) y Don Andrés Choque(1662-1675)234 -curacas principales de Humahuaca- representaron a los ca-ciques que supieron ubicarse entre las dos legitimidades, aprovecharonla coyuntura colonial para obtener ventajas políticas y económicas y, den-tro de aquella coyuntura y como autoridades étnicas, le aportaron iden-tidad al grupo cohesionándolo frente a las permanentes exigencias colo-niales. Durante los treinta años que transcurrieron entre la captura deViltipoco (1594) y el ascenso al cargo de Andrés Choque I (1624) se pro-dujeron repetidas rupturas en los cacicazgos tradicionales y se afirmaronlos nuevos liderazgos. Del dominio del territorio y de la población quetuvo Viltipoco se pasó a una relación más directa con una comunidadindígena a la que se le sumaban componentes identitarios propios de lacolonia (Wachtel 1997). Esta ruptura producida en los liderazgos tradi-cionales trajo como consecuencia inmediata el comienzo de una lentapero paulatina fragmentación de las solidaridades internas y una

234 Nos referimos a dos personas distintas quienes tuvieron a su cargo el curacazgode Humahuaca con treinta años de diferencia. De ahora en más nos referiremos aDon Andrés Choque I cuando se trate del que gobernó entre 1624-1633, y a DonAndrés Choque II cuando se trate del que lo hizo durante el período 1662-1675.

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redefinición de las identidades dentro de marcos más estrechos y emi-nentemente nuevos, como la idea de pueblo y la de tributo.

Al inicio mismo de su mandato, Don Andrés Choque I desempeñóel prestigioso cargo de Alcalde Mayor de la mita de Jujuy, debía concre-tar la mita de plaza de los pueblos de la Puna y la Quebrada para laciudad de San Salvador235 (Sica y Sánchez 1992). A comienzos del sigloXVII, la ciudad de Jujuy era solo un punto vulnerable en un espacio toda-vía fronterizo, el temor por las malas experiencias de las fundacionespasadas, todavía vivo en la memoria de la hueste, se mezclaba con laurgencia del honor y el dinero. Debió pasar mucho tiempo para que SanSalvador se pareciera en algo a una ciudad y para ello los españoles de-bieron descansar en la laboriosidad de unos pocos indios recién conquis-tados. Cuando todavía los actores sociales se estaban acomodando a lanueva realidad, Don Andrés Choque I fue legitimado por el poder espa-ñol, al ser elegido como garante del trabajo indígena de una parte de lajurisdicción.

Don Andrés Choque I murió en 1633, su curacazgo había comenza-do a tan solo veintiocho años de la fundación del pueblo pero, a diferen-cia de los anteriores, su mandato no fue de transición. Andrés Choque Irepresentaba a alguien que, legitimado por su comunidad, actuó de in-termediario entre los los españoles y los indios y también intentó procu-rarse un beneficio individual. Su testamento es un indicador elocuenterespecto a los bienes que poseía al momento de su fallecimiento. El docu-mento no indica la procedencia de aquellos bienes ni el momento en quefueron adquiridos. Lo cierto es que las posesiones, deudas y acreenciasque figuran en el mismo son todas a título personal del cacique y no atítulo comunal. El testamento revela una prosperidad que bien pudo ha-ber sido envidiada por muchos españoles de la jurisdicción.

La prosperidad a la que aludimos estuvo basada en dos bienes sig-nificativos para la época: tierra y animales. En este sentido Choque de-claró tener cuatro chacras río arriba del pueblo, evidentemente destina-das para agricultura, dos estancias para ganados y una para ovejas. Elganado declarado no era poco pero tampoco significativo, veinte yeguas,tres yuntas de bueyes de arado, veinte vacas y dos mulas mansas. Lo quellama la atención son las 400 ovejas que indican hacia donde estaba diri-

235 “Este cargo fue creado hacia fines del siglo XVI (...) En Jujuy funcionó hasta 1650aproximadamente, y el mismo fue ocupado por los curacas de Humahuaca, Tilcaray Casabindo y eventualmente por el de Purmamarca”, (Sica y Sánchez 1992: 54).

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gida la actividad económica del cacique. En el testamento aparecen biendiferenciadas sus deudas y acreencias a título personal, de aquellas quecontrajo como curaca principal. Entre sus acreedores figura un español,Juan de Tejerina, a quien le pidió 50 pesos para pagar la tasa de diezindios quienes están perfectamente identificados como deudores del ca-cique.

Ytem declaro que cincuenta pesos que pedí prestados a Juan de Tejerinapara pagar la tasa, los deben los indios siguientes de este pueblo, JuanMaycuri, Martín Tocote, Alonso Tucunas, Agustín Quipildor, Juan Couma,Pedro Tolay, Pedro Suayrma, Juan Tucunas, Quipildor, Chacas, Quipiltormando se cobre la tasa de los dichos diez indios y se le de la plata al dichoJuan de Tejerina porque me la prestó para el entero de la tasa y se haganlas diligencias para que se cobre la dicha cantidad de los cincuenta pesos,y si no se cobrare mando se paguen de mis bienes por descargo de miconsciencia236.

La tasa de la encomienda estaba fijada en cinco pesos, además es laúnica referencia que hemos encontrado donde los indios del pueblo deHumahuaca ofrecen cancelar sus obligaciones en dinero. Como era deesperar, el servicio personal fue una constante en la relación encomendero-encomendado, se traducía en trabajos de mita al encomendero, casos dearriería, ventas de insumos en minas aledañas, etc. A partir de la ambi-güedad que permitía la medición de la relación hombre/horas de traba-jo, el servicio personal le posibilitó al español apropiarse de la fuerza detrabajo indígena casi al extremo. La documentación con la que contamosno nos permite observar en qué medida el cacique y la comunidad lucha-ron contra el servicio personal y a favor del pago del tributo en dinero;consideramos que la referencia a esto último, aunque escasa, es significa-tiva. Mientras el servicio personal creó relaciones individuales, el tributoalimentó en la comunidad la conciencia de una obligación colectiva, locual contribuía a mantener estrechas relaciones de solidaridad interna.La lucha por la tributación en dinero en aquellos lugares donde era facti-ble fue una lucha de la comunidad, pero sobre todo del cacique. Los curacasprincipales como parte de la elite indígena generaron relaciones horizon-tales con la elite hispana, el mismo sistema los ponía en esa situación y ala vez los obligaba a distinguirse del común de los indios, a tener una

236 ATJ, Legajo 112, Año 1633. Documento transcripto en Sica y Sánchez (1992: 61-62).

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posición privilegiada y a generar riquezas propias. Por ejemplo entre losdeudores españoles de Don Andrés Choque I se encontraba su propioencomendero, el otrora poderoso Juan Ochoa de Zárate.

Don Andrés Choque II se desempeñó como curaca principal deHumahuaca treinta años después que su homónimo, hacia nediados delsiglo XVII gobernó cuando San Antonio de Humahuaca ya era un puebloconsolidado y, por su posición estratégica respecto de otros pueblos de laPuna, era lugar de paso y parada obligada de funcionarios y personajesimportantes. A falta de otra documentación, analizaremos la figura deDon Andrés Choque II a través de su participación en los cargos superio-res de la Cofradía de Nuestra Señora de Copacabana. Choque II fue ma-yordomo de la cofradía en los años 1662 y 1673. En este último año lohizo junto con su encomendero Don Pedro Ortiz de Zárate, teniente degobernador y justicia mayor de la ciudad de Jujuy, “porque su mercedpidió voluntariamente el serlo y así mismo por lo que toca a los naturalesel gobernador Andrés Choque pidió que siendo mayordomo suencomendero había de serlo también para ayudarlo en lo que fuere posi-ble”237. Durante 1669 se desempeñó como ayudante del mayordomoJoseph Cortés. Fuera de esta participación de derecho Andrés Choque,como gobernador del pueblo de San Antonio de Humahuaca, siempreestuvo durante la elección de las autoridades de la cofradía. Además esusual observarlo como acreedor o deudor de la institución al realizaselos cargos y descargos de la msima

En 1662 la cofradía de Nuestra Señora de la Copacabana se propusocomprar un órgano para la iglesia de Humahuaca. Comprar un órgano yasentarlo en las frágiles paredes de la iglesia de Humahuaca no fue tareafácil. Para pagarlo se le entregó a Choque II, mayordomo de la cofradía,500 pesos en efectivo y 100 cargas de yerba propiedad de la misma, lasque debían ser trasladadas a Potosí en mulas que partirían desde Salta.Una vez en Potosí, vendida la yerba y procurado el órgano había querealizar el camino inverso hacia Humahuaca238. Para la empresa Andrés

237 Libros de Cofradías de San Antonio de Humahuaca, f. 25.238 A mediados del siglo XVII la yerba mate alcanzó su máxima expansión comer-cial, circulaba desde Asunción hacia Buenos Aires y Santa Fe como centros neurál-gicos de distribución. La producción de yerba mate superó, entre 1667 y 1674 las22.000 arrobas de promedio sin incluir los envíos de las reducciones jesuíticas. Comobien recuerda Garavaglia (1983: 40) “no solo el encumbrado señor de indios salteño(al igual que sus indios y peones) sino el minero potosino, el rico comerciante deLima o el ganadero quiteño son adeptos al mate”.

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Choque II contrató a Bernabé Socomba, a Joseph Cortés y a FranciscoMaysari quienes pusieron diez mulas cada uno; más dos correspondien-tes a Juan Chapor y finalmente otras diez del propio Andrés Choque II.Junto a estas 42 mulas partieron otras, hasta sumar 90 que llevaron las100 cargas de yerba a Potosí239. El precio del flete se estipuló en cuatropesos por cada animal, totalizando 360 pesos que fueron pagados conparte de los 500 pesos en efectivo que la cofradía entregó a Choque encalidad de mayordomo.

La fletería implicó además otros gastos, del sobrante de los 360 pe-sos se pagaron veinte pesos a los arrieros más la comida que consistióprincipalmente en charqui y chuño. Para equipar semejante empresa serealizó una gran matanza de animales para la que se contrató una canti-dad determinada de indígenas del pueblo, a los que se les pagó entrecuatro y seis reales por cabeza. De las 55 cabezas de ganado se obtuvie-ron 37 quintales de charqui, parte de los cuales sirvieron para el avío de losarrieros. Tanto en el ejemplo de la fletería del órgano como en el de la ma-tanza de ganado, los actores sociales que recibieron dinero proveniente delas arcas de la cofradía y como fruto de su trabajo fueron todos indígenas.

El ejemplo que traemos a consideración permite observar algunascuestiones. A partir de las necesidades propias de la cofradía, se generótrabajo para la población local (fletería, arriería, personas encargadas dela matanza y descarne de ganado, etc.) que no fue gratuito sino remune-rado y que involucraba mayoritariamente a la población indígena. Estedinero puesto en manos de los indígenas podía tener dos destinos, unofamiliar y otro comunal. Llamamos familiar a aquel que estuvo destina-do a satisfacer algunas necesidades propias del individuo o su grupo deconvivencia y que le produjo un beneficio directo e inmediato como, porejemplo, la compra de una mula para transporte o la de un aparejo paraarar la tierra, etc. Esta situación tuvo a su vez consecuencias a escala co-munal, el destino del dinero, en este caso estaba perfectamente estipula-do por el accionar de su curaca principal D. Andrés Choque II. Cuandoeste actuó como mayordomo de la cofradía no lo hizo exclusivamente ennombre propio sino que involucró, para bien o para mal, a toda su comu-nidad. Como bien se hace referencia en el ejemplo de la compra del órga-

239 Llama la atención la gran cantidad de mulas que poseyeron algunos de los indí-genas de Humahuaca (al menos los mencionados en el documento). El tema estáíntimamente relacionado con la importancia de la arriería como elemento esencialdentro de la economía local y regional. Agradecemos a Gabriela Sica los comenta-rios sobre el tema.

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no “se le hacen buenos al dicho D. Andrés Choque el flete de 40 mulas querestan para el cumplimiento de las dichas 100 cargas a razón de 10 pesos y4 reales que es el corriente que montan 420 pesos de los cuales se le han deescalfar 15 pesos por cada arriero se los hace buenos en sus tributos”240 (eldestacado es nuestro). El tributo en dinero exigía al cacique la coordina-ción del trabajo y la producción comunitaria de los recursos tributables;también de su accionar dependió que la comunidad pudiera persistir den-tro de parámetros de mayor organización y solidaridad interna241.

Los nombres de los indios que Andrés Choque II “contrató” para lafletería no son casuales. Estos se alternaron en el cargo de mayordomosen las cofradías de indios de Humahuaca y también todos aparecen, enmayor o menor medida, ligados a las actividades económicas de las mis-mas. Si bien no tuvieron el rango social del curaca -Andrés Choque II es elúnico a quien se lo llamaba Don- todos constituyeron una cierta elitedentro del pueblo indígena. La vinculación del curaca de Humahuacacon las personas antes mencionadas es permanente a lo largo de todo sugobierno y no solo desde el ejercicio de la mayordomía. En este últimocaso lo que se hace evidente es la manera en que se los benefició desde laposición que ocupaban. Así, Andrés Choque II designó a unos y a otrospara realizar una de las actividades más redituables del momento, lafletería Es, por ejemplo, el caso de Pedro Torocontí quien en 1663 tuvo asu cargo ir a comprar a Potosí “ministerios para la cofradía de la virgende Nuestra Señora de Copacabana”242. O el caso de Joseph Cortés quien,también a instancia de Andrés Choque II, fue nombrado tenedor de bie-nes de las cofradías de Nuestra Señora de Copacabana y de San Anto-nio243 en 1667. La sólida posición económica que había alcanzado JosephCortés se puso de manifiesto algunos años antes cuando, en ocación de

240 Libros de las Cofradías de San Antonio de Humahuaca, f. 30.241 Queda pendiente un análisis de los efectos que produjeron las cofradías de in-dios en las comunidades pero a nivel horizontal, es decir, entre las unidades do-mésticas. Para el caso de las cofradías de indios de Oaxaca (Nueva España),Carmagnani (1981: 269) observa una estrecha relación entre el momento de la apa-rición de las cofradías y la reconstrucción de la sociedad india, señalando un“reforzamiento al interior de un grupo no muy extenso de unidades domesticas”.242 Libros de Cofradías de San Antonio de Humahuaca, s/f.243 “Después de las elecciones propusieron el gobernador Don Andrés Choque y losmayordomos y alcaldes del pueblo que se hallaron presentes que para mayor seguri-dad y aumento de las Cofradías de Nuestra Señora de Copacabana y del glorioso San

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ser nombrado mayordomo (1637) donó a la Cofradía de Nuestra Señora“veinte vacas hembras”.

Esta situación de cierta diferenciación social puede observarse tam-bién en el desarrollo de las fiestas del pueblo sobre todo en la correspon-diente a Nuestra Señora de Copacabana, el 2 de febrero. Ese día un espí-ritu festivo y de recogimiento a la vez invadía el pueblo que en romeríade propios y extraños, españoles e indios veneraban a la virgen entre elcalor y el polvo. Al finalizar la misa de mediodía entre donaciones, y a laespera de la elección de mayordomos y priostes, los Torocontí, los Cortés,los Choque o los Socomba, es decir los indios más prósperos del pueblo,hacían circular comida y bebida para todos los promesantes. Las familiassalían de sus casas para compartir, con el resto de la comunidad, su devo-ción por la virgen pero también para participar en un ritual de encuentro.

A casi cuarenta años de fundado el pueblo de San Antonio deHumahuaca, todo indica que estamos frente a los primeros rasgos regis-trados de estratificación social. Probablemente el comportamiento en lasfiestas haya marcado momentos de afianzamiento en la recreación denuevas identidades. Este afianzamiento se dio desde lo local (la casa/familia/unidad doméstica) hacía lo general (el pueblo) como unidadmayor de producción donde los indios del pueblo de Humahuaca, eneste caso, regaban las tierras comunales o pastorearban a los rebaños dela comunidad. En las fiestas se recreaban la igualdad de derechos y lasobligaciones. También hubo una distinción entre aquellos que poseyeronmás y menos. Fuera del caso específico del curaca244, algunos contaroncon una significativa cantidad de bienes respecto al resto de la comuni-dad, estos bienes lejos de acumularse tenían una permanente movilidadeconómica y simbólica. La mayoría de aquellas personas murieron conimportantes deudas que se hicieron incobrables con el tiempo. Estamostodavía en una sociedad donde el prestigio jugaba un papel preponde-rante, se obtenía con bienes que, lejos de acumularse, debían circular.

Con dos ejemplos bien definidos hemos desarrollado el accionar de

Antonio importaba y convenía que se nombrase tenedor de bienes de dichas Cofra-días en persona lega y abonada”. Libros de Cofradías de San Antonio de Humahuaca.244 Si bien no existen registros para el caso estudiado, los gastos o responsabilidadesde los caciques respecto al sistema colonial podían tornarse significativos. Recaíasobre ellos la responsabilidad del pago del tributo de los miembros de la comuni-dad que, por un motivo u otro, no lo hacían (ausentes, pobres, etc.). También debíanhacerse cargo de los gastos por los juicios que entablaba la comunidad, las denun-cias u otros hechos de índole administrativo.

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los caciques de Humahuaca entre 1600 y 1700 aproximadamente. A par-tir de la constitución de Humahuaca como pueblo de indios, y casi con-juntamente con la efectivización de la encomienda, se perfiló la presenciade un cacique local económicamente poderoso, con cierta autoridad paramovilizar mano de obra indígena y con poder para cohesionar política-mente a la comunidad, en este caso, una “nueva” comunidad indígenade origen colonial. Los curacas de Humahuaca se aseguraron una relativaprosperidad económica a partir de dos factores fundamentales, la tierray el ganado. Pero estos no fueron elementos estáticos y los caciques su-pieron aumentar sus frutos dentro de lo que Stern (1987: 296) dio en lla-mar el “modelo andino colonial”, es decir una “pauta de comportamien-to que implicaba un intento de contrarrestar las presiones, o más exacta-mente, de proteger el propio bienestar desarrollando relaciones socioeco-nómicas diversas y a veces deliberadamente ambiguas”. Si esta lógicaandino-colonial reflejó las verdaderas ambigüedades de la vida colonial,el cacique no fue, dentro de los actores sociales que componían la socie-dad colonial, el único pero sí el mejor posicionado para implementarla.

Tampoco debemos caer en el facilismo del cacicazgo. Las responsa-bilidades de los caciques respecto de su comunidad fueron muchas y lalínea del reconocimiento y la legitimidad podía tornarse demasiado del-gada. La nueva situación colonial le impuso al cacique, redefinir/se yresignificar/se tanto su figura como sus acciones. Estas redefiniciones yresignificaciones no empezaron y terminaron en lo económico, este as-pecto no fue más que un engranaje en la resignificación misma del poder.Esta resignificación del poder estuvo estrechamente vinculada con el es-tablecimiento de los pueblos de reducción y con la dinámica interna delos mismos. Como bien señala Wachtel (2001: 463) “la autoridad de loscaciques tiende entonces a definirse dentro de los límites del pueblo dereducción, al tiempo que se ve allí consolidada”. El cacique, entre otrascosas, debió canalizar el excedente de la fuerza de trabajo de los indiosbajo su dominio hacia el español, particularmente hacia el encomendero.

La institución de la encomienda agrupó a los indígenas tras un par-ticular perfectamente identificado (el encomendero) al que le debían unadeterminada entrega sea en dinero, bienes, o servicios (denominada ge-néricamente tributo) según las particularidades propias de la región enla que se situaron los indios encomendados. El hecho de tributar a unmismo encomendero comenzó a operar como un fuerte elemento unifi-cador al interior de los grupos de indígenas los cuales, hasta ese momen-to, pudieron haber compartido, o no, una cantidad considerable de ele-mentos culturales comunes.

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Para los grupos sobre los que se efectivizó la encomienda, la propie-dad comunal de la tierra, la pertenencia a un pueblo de reducción -a unaencomienda- y como consecuencia de ello la obligación de aportar untributo a una persona física determinada, hicieron las veces de elementosunificadores de estas “nuevas unidades colectivas”. “Enterar” el tributoa uno u otro encomendero significó para los indios del pueblo deHumahuaca un determinado reconocimiento simbólico al exterior de lacomunidad, frente a los españoles y frente a los propios indios.

Cuando mencionamos las forma de entrega dijimos que esta podíaser en dinero, bienes o servicios según la región o el momento que setrató ¿Qué tributaban los indios de la encomienda de humahuaca, los delpueblo de San Antonio de Humahuaca? Sus prácticas tributarias combi-naron servicio personal (mita al encomendero, arriería, venta de insu-mos en minas, etc.) con pago de tributo en especies o dinero. Según lasfuentes los casos de pago en dinero estuvieron mucho menos extendidosque el servicio personal; los intereses de los españoles estuvieron estre-chamente ligados a esta situación245. ¿Cómo se conjugó entonces el efectoaglutinador del tributo con aquel diametralmente opuesto que provocóla práctica del servicio personal? Aquí no solo analizamos la práctica quesurge a partir de las fuentes, también realizamos algunas especulacionesacerca de sus posibilidades efectivas. Para las poblaciones de la quebra-da de Humahuaca la posibilidad de “enterar” el tributo en dinero fue unhecho cierto debido, entre otras cosas, a su cercanía geográfica con loscircuitos mercantiles y al desarrollo de actividades rentables como laarriería y la fletería. En este sentido y luchando contra una práctica favo-recida por los españoles -lentamente instalada en la conciencia indígena-estos reclamaron a las autoridades hispanas cambiar la forma detributación, reclamo que veladamente se mantuvo a lo largo del tiempo.Un claro ejemplo de lo expuesto es la solicitud que en 1694 los indios delpueblo de Casabindo realizaron al visitador Don Antonio Martínez Lujánde Vargas cuando “pidieron al señor visitador general les releve de esteservicio personal y que solo cumplan con pagarle sus tributos en pla-ta”246. No es casual que desde antigua data las autoridades de la metró-poli legislaran para terminar con los abusos provocados por el servicio

245 Sobre tributación en la Quebrada de Humahuaca y Puna de Jujuy ver: Zanolli yLorandi 1995.246 Visita del oidor de la Audiencia de la Plata Don Antonio Martínez Luján de Vargasa la jurisdicción de San Salvador de Jujuy. ANB, E C, Nº 22, Año 1694, f. 32.

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personal, práctica instaurada aun en regiones donde la posibilidad deenterar el tributo en dinero era una probabilidad más que real. Así comolos indios intentaron tributar en dinero, los encomenderos pugnaron pormantener el servicio personal. La lucha de los indígenas que estando encondiciones de pagar el tributo en dinero se vieron obligados a hacerloen servicio personal fue una constante dentro de la memoria simbólicacomunal. El ideal de mantener pautas de comportamiento ancestralestomó la forma de una resistencia diaria contribuyendo, de esa manera, alfortalecimiento de la identidad colectiva.

Las cofradías de San Antonio de Humahuaca

Como señalamos oportunamente, las actividades comerciales de loscaciques de Humahuaca estuvieron íntimamente ligadas a las cofradíasde indios. Los curacas participaron de la fundación y desarrollo de la ins-titución, el sistema de cargos fue un verdadero reflejo de la vida social ypolítica del pueblo de manera que su participación en los puestos electi-vos les permitió mantener relaciones de dominación sobre la masa deindios dependientes, devenidos en cofrades, y acrecentar su poder eco-nómico (Celestino 1992).

Aunque puede parecer un hecho más que obvio que los caciquespropiciaran la creación de las cofradías para obtener beneficios sociales yeconómicos, no podemos perder de vista que en la sociedad colonial loslímites del libre albedrío eran por demás estrechos. Dentro de una liber-tad aparente todo estaba perfectamente reglado y estipulado; espirituali-dad y materialidad se conjugaban en un solo acto. Dentro de esta estruc-tura quedaba poco espacio para la libre elección del indígena. Las posibi-lidades de no pertenecer a una cofradía de indios ya fundada no erandemasiadas, ni para los curacas ni para los indígenas del común (Zanolliy Alonso 2004).

En América colonial la cofradía fue una institución pensada eimplementada para ejercer el control social sobre la poblaciones someti-das (indios, negros, etc.) y además, a través de la espiritualidad, se obte-nía un beneficio material247. Esa funcionalidad que, al menos en San An-

247 Sobre distintas posturas teóricas respecto de las cofradías coloniales ver: Celestinoy Mayer 1981, Chance y Taylor 1987, Ferreira Esparza 2001, Zanolli y Alonso 2004,entre otros.

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tonio de Humahuaca, se mantuvo hasta mediados del siglo XVII pudolograrse debido a que la cofradía colonial fue una institución que permeótodas las capas sociales de la comunidad (o pueblo en este caso). No obs-tante, y a pesar de la direccion que le imprimeron los españoles a lascofradías, los indígenas las resignificaron. Desde esta perspectiva, la co-fradía, que nació como una institución opresiva y de exacción, fuereutilizada por la comunidad. Esa resignificación o reutilización hizo quepara la mentalidad aborígen la cofradía apareciera como una institucióna partir de la cual era posible mantener ciertas formas religiosasprecoloniales. También sirvió para resignificar solidaridades internas enel momento de mayor descomposición de la sociedad indígena248.

San Antonio de Humahuaca es un pueblo con una larga tradiciónen cofradías. En 1637 se fundó la de Copacabana que permaneció hasta1681. Ese mismo año y prácticamente como una continuidad de la ante-rior, se estableció la de Nuestra Señora de la Candelaria cuyo último re-gistro es de 1709. Cuatro años después, en 1713, se creó la de Santa Bár-bara que coexistió casi de manera paralela con la de San Antonio de Padua(1714-1777)249. Pareciera que las huellas que imprimieron las cofradías enel pueblo colonial se mantuvieran vigentes aún hoy en la resignificaciónpopular. Diariamente, cuando los turistas descienden de sus autos o delos micros en la estación terminal es común que un niño se acerque y lesofrezca...

- Señor, le cuento la historia del pueblo.- Bueno-[...] y esa que Ud. ve ahí es la torre de Santa Bárbara, era de la antiguaiglesia de Humahuaca que se derrumbó hace mucho250.

248 La idea de la funcionalidad de las cofradías de indios como institucionesreutilizadas por los indígenas muchas veces hizo que los autores perdieran de vistael carácter colonial de la mismas y la direccionalidad que aquellas tenían. Comoejemplo extremo podemos citar a Ferreira Esparza (2001) quien plantea que las co-fradías llegaron a ser mecanismos para recuperar cargos prehispánicos y dar cuen-ta de una identidad social no necesariamente basada en el sistema de parentesco.249 Agradecemos al Prof. Gastón Doucet el habernos facilitado los Libros de las Co-fradías de San Antonio de Humahuaca.250 Registro tomado por el autor el 13 de julio de 2000. Entrevistado: José, de doceaños.

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La imagen de Santa Bárbara adorna todavía hoy las paredes de laiglesia de Humahuaca251. Con un suave fondo azul, la figura domina lacasi totalidad del cuadro, su mano derecha señala la torre que apenas seve en un lienzo mal cortado, la izquierda sostiene una larga pluma depavo real. Envuelta en un mantón de profundo carmesí, el semblante dela virgen denota tranquilidad y paz, sin rastros de los tormentos pasa-dos252. Santa Barbara fue la patrona de una cofradía que funcionó en elpueblo entre 1713 y 1785.

Como señala Gruzinski (1995: 11) “la imagen ejerció ... un papel no-table en el descubrimiento, la conquista y la colonización del NuevoMundo”. La imagen de la virgen precedió la creación de la cofradía; di-cha imagen era una visión imprescindible para que los indígenas pudie-ran materializar su devoción y para que tuvieran una representación delo invisible. La imagen tuvo una función eminentemente didáctica encuanto a las cuestiones de la fe pero también advertía sobre sus poderesmilagrosos. La iglesia católica quizo que la reproducción de esa imagenquedara en manos de los indios; de esa forma, la milagrosa historia serepetiría en el lienzo y en la memoria de una comunidad. La imagen, apartir de una historia fantástica, se constituirá así en memoria colectiva,en historia que serviría, a su vez, para recordar la fuerza de una nuevareligión, distinta y todopoderosa que regiría los destinos de cada uno delos individuos.

A partir de una imagen y una historia de vida se les inculcó a losindígenas fervor, devoción y piedad, elementos que se constituyeron en

251 Junto con Santa Agueda, Santa Apolonia, Santa Cecilia, Santa Dorotea y SantaUrsula, forma parte de las llamadas Santas Vírgenes de la iglesia de Humahuaca.252 La historia de Santa Bárbara indica que Dióscoro, un rico pagano que emprendíaun largo viaje, celoso de la extraordinaria belleza de su hija la encerró en una torrepara preservarla de miradas y tentaciones. Bárbara, resignada solo le reclamó a supadre que la torre tuviese tres ventanas en honor de la Santísima Trinidad. Vueltodel largo viaje, el padre comprobó que el encierro de su hija solo había servido paraque esta aumentara su devoción a Dios y a la fe cristiana. Enfurecido, primero lahizo comparecer ante el juez pero después, con desusado sadismo, el mismo padrela sometió a permanentes torturas físicas y morales. Enceguecido por la furia, elpadre la decapitó. En ese mismo instante un fuego que bajó del cielo lo consumióinmediatamente. Su iconografía esta ilustrada con elementos legendarios: la torrede las tres ventanas, una pluma de pavo real (en la que se convertían los flagelosluego de los azotes), o teniendo al tiránico padre bajo sus pies. Sobre la cofradía deindios de Santa Barbara, ver: Zanolli y Alonso 2004.

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el motor que permitió la constitución y el desarrollo de la cofradía. Lossímbolos formaron, en un primer momento, parte importante en el pro-ceso de dominación hasta que se volvieron algo cotidiano en la vida delos indígenas. Las cofradías, al servicio de los dominadores, vehiculizaronaquel proceso en dos sentidos: los beneficios espirituales que los santosrecibían de sus súbditos (cofrades) redundarían en beneficios materiales.La imagen y la historia fueron la piedra basal del éxito de asimilaciónque tuvieron las cofradías. En un corto tiempo pasaron a ser un elementode dominación esencial utilizadas para la conversión de los indios al cris-tianismo. Aunque en la actualidad el pueblo de Humahuaca está consa-grado a la Virgen de la Candelaria, a dos siglos del fin de la cofradía, lamemoria de Santa Bárbara permanece incólume. No solo la torre se aso-cia a ella -la torre de la antigua iglesia o la de su prisión- sino que tam-bién llevan su nombre el cerrito sobre el cual descansa el monumento a laIndependencia y, también, la calle que lleva hacia la torre.

El fundador del pueblo de San Antonio de Humahuaca siguió casial pie de la letra las recomendaciones dadas por las Leyes de Indias parala establecimiento de un pueblo de reducción; que fuera un lugar abiertoy no rodeado de serranías para evitar los ataques indígenas por sorpresa.El trazado fue realizado en forma de damero con la plaza en el medio yalrededor de ella se ubicaron los edificios más significativos. Por su anti-güedad y ubicación estratégica, durante gran parte del siglo XVII el pue-blo llegó a tener casi la misma importancia que San Salvador de Jujuy.Pasado un tiempo desde la fundación, el cacique fijó su residencia en elpueblo hecho que se fue repitiendo en los jefes de familia más prominen-tes, los cuales dispusieron de una pluralidad de lugares de residencia. Alser lugar de paso obligado de viajeros y funcionarios españoles que sedirigían hacia el sur, también se fue poblando de comerciantes y artesa-nos españoles y, como consecuencia, San Antonio de Humahuaca rápi-damente abandonó su fisonomía de pueblo de reducción.

La pertenencia al pueblo que fundara Juan Ochoa de Zárate,encomendero de los indios de Omaguaca, la legitimación del caciquecolonial por parte de las autoridades españolas y los propios indígenas,el tributo y las fiestas e instituciones coloniales -como las cofradías deindios con todas sus prácticas simbólicas- les dieron identidad colectivaa los indios agrupados bajo la encomienda. Esta identidad colectiva enalgún punto de la memoria individual y común se entrelazaba con unaantigua identidad étnica.

A partir de 1593, con las fundaciones de San Salvador de Jujuy y SanAntonio de Humahuaca, la captura de Viltipoco y la consecuente libera-

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ción del espacio territorial que actualmente comprende la quebrada deHumahuaca, la Puna jujeña y el extremo sur de Bolivia el panorama paralos españoles cambió sustancialmente. Quedaba a su disposición nuevafuerza de trabajo y una importante cantidad de tierra productiva. Con latoma de posesión de la encomienda, la cada vez más significativa presen-cia política en la jurisdicción de Jujuy, la paulatina concentración de indiostributarios en San Antonio de Humahuaca y el afianzamiento de la juris-dicción del Tucumán frente a las pretensiones charqueñas, el eje de la enco-mienda se trasladó, junto con los intereses del encomendero, desde SanRafael de Sococha a San Antonio de Humahuaca. De esta forma cada pue-blo tuvo pautas identitarias propias y otras que les fueron comunes. A par-tir de mediados del siglo XVII, cuando se realizó la toma de posesión de latercera y cuarta vida de la encomienda, los caciques principales de ambospueblos se hicieron presentes en San Salvador de Jujuy253.

Más allá de su antiguo origen étnico los indios que, por lo menos apartir de 1563, se acercaron o fueron compulsivamente trasladados alpueblo de reducción de San Rafael de Sococha y aquellos que a partir de1595 lo hicieron al de San Antonio de Humahuaca comenzaron a tejeruna identidad colectiva signada por la resistencia y la guerra, la perte-nencia a una u otra jurisdicción y la fuerza cohesionadora de un caciqueque debía velar por los intereses de la comunidad y aumentar susacreencias personales. Por último, el hecho de tributar a una misma per-sona y ser reconocidos como tributarios implicó un doble juego de elec-ciones mutuas que también los indios aprovecharon según sus conve-niencias. El tributo, según los momentos, las oportunidades y las posibi-lidades osciló entre el laboreo en las minas, otras formas de serviciospersonales, especie o efectivo.

La encomienda de humahuaca tuvo, entre 1540 y 1698, dos pueblosprincipales de reducción: San Rafael de Sococha y San Antonio deHumahuaca254. El primero surge en una fecha imprecisa a mediados de1550 como una chacra de españoles, que primero le perteneció a Juan deVillanueva y luego a su viuda Petronila de Castro. Esa chacra lentamentese transformó en un pueblo de reducción donde a partir de 1563, segúnnuestros registros, acudieron los indios chichas a prestar servicios a su

253 Tramite para el otorgamiento de la tercera vida a Diego Ortiz de Zárate a pedidode su hermano Juan que vive en Guipuscoa. AGI, Charcas 8, Año, 1684.254 Tomamos 1698 porque es el año en el cual la encomienda deja de estar en manosde la familia Zárate.

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encomendero, que en aquel momento era Juan de Cianca. Los indios delpueblo de Sococha continuaron tributando a su encomendero hasta porlo menos 1698, año en que la familia Zárate perdió la encomienda. Socochanació y se desarrolló en una coyuntura que abarcó desde tiempos de paza tiempos de guerra, pasando nuevamente a tiempos de paz. El devenirde estos acontecimientos evidenció distintas formas de tributación perosobre todo un desarrollo -o un registro documental- diferencial de la ins-titución cacical. Prácticamente entre 1563 y 1575, años entre los que seextendió el estado de beligerancia no hay documentación que dé cuentade la relación entre los encomenderos y los encomendados, como si lamisma hubiera caído en un pautado letargo. Durante esos años los pro-tagonistas principales fueron los grandes señores étnicos como don JuanColque Guarache o don Diego Espeloca y los capitanes o generales deguerra españoles como Martín de Almendras, Pedro de Zárate, Luis deFuentes y Vargas e incluso el propio virrey Toledo. Mientras tanto lassegundas personas, los caciques locales, intentaban mantener unidos asus indios frente al paso de la soldadesca, la apropiación de piezas y lasentradas de los chiriguano. En otras palabras, en esa época la principalpreocupación fue la reproducción social de la comunidad. Por su partelos encomenderos también tuvieron algunas preocupaciones clave: noperder a sus indios pero, sobre todo, no perder su vida en algún campode batalla. A comienzos de la década de 1580 tanto los encomenderoscomo los caciques locales vuelven a aparecer como los actores principa-les de la historia, que buscan la estabilidad, unos para conseguir tributoy otros para mantener a la comunidad que los legitimaba. También paraesa década es casi inexistente la documentación que nos recuerde queSococha fue un pueblo de indios chichas, como si aquella identidad étnicase hubiera perdido o transformando conforme sucedían los acontecimien-tos. Ahora los indios se identificaban con su encomienda, o con suencomendero, ellos eran “fulano de tal” del pueblo de Sococha de la en-comienda de Juan Ochoa de Zárate.

Distinto fue el caso de San Antonio de Humahuaca que nació y sedesarrolló en tiempos de paz y desde su fundación pasó a ser “primerpueblo y cabeza de la encomienda” desplazando de ese lugar al históricoSan Rafael de Sococha. El giro que le hizo dar su encomendero pudoresponder a la mayor concentración de indios en las cercanías deHumahuaca pero, sobre todo, se debió a que a partir de ese momento losintereses económicos y políticos de Juan Ochoa de Zárate se vincularonmás a Tucumán que a Charcas. Con el tiempo, y por su ubicación estraté-gica como paso y descanso obligado entre los pueblos del sur de Charcas

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y San Salvador de Jujuy, San Antonio de Humahuaca pasó a ser uno delos pueblos más caracterizados de la región. Las permanentes festivida-des y las oportunidades comerciales hicieron de Humahuaca un lugar depaso o de estancia permanente de indios y españoles.

Prácticamente desde el mismo momento de su fundación se puedeobservar en Humahuaca lo que en Sococha fue una práctica duraderadesde la paz: el desarrollo de relaciones sociales cada vez más locales,con el pueblo de reducción como eje de las mismas y con un encomenderosin más preocupaciones que colonizar. En él podemos rastrear desde susinicios el ejercicio del cacicazgo como institución moldeada por los inte-reses de los colonizadores en la cual, en un delicado equilibrio de fuer-zas, muchas veces lo individual tendió a prevalecer sobre lo comunal.Aquella vida comunal estuvo a su vez permeada por la institución de lascofradías de indios, las que en poco tiempo hicieron las veces de elemen-to de dominación e instancia de reproducción social.

Pero los indios de Humahuaca también tuvieron su tiempo de gue-rra, lamentablemente el mismo ha quedado registrado solo de manerafragmentaria pues el propio relator, el español, no pudo hacer pie en laregión pues se trataba de indios de guerra255. A partir de 1595 es práctica-mente imposible encontrar un documento donde un indio del pueblo deSan Antonio de Humahuaca haga alguna adscripción étnica. Como losde Sococha, ellos se identificaron según el pueblo de reducción y elencomendero, “yo soy fulano de tal del pueblo de Humahuaca, enco-mienda de Juan Ochoa de Zárate”. También, al igual que en Sococha,pareciera que el tiempo de la guerra fue propicio para la adopción deidentidades ya sea como una estrategia individual o colectiva. Las mis-mas se consolidaron durante el tiempo de paz, cuando toda la fuerzacohesionadora de la encomienda pudo desarrollarse a pleno.

255 En un trabajo más que interesante sobre los señores étnicos de Casabindo yCochinoca, Palomeque (2003) refiere a un período de paz para el Tucumán quefinalizó aproximadamente en 1561 con la destrucción de la ciudad de Nieva porparte de los indígenas. Aunque la autora no lo denomina así, el período de belige-rancia que comenzó en 1561 habría finalizado en 1586, año en el cual FranciscoAltamirano hizo salir de paz al cacique Viltipoco. Por nuestra parte ya analizamosdetalladamente la acción de Viltipoco y consideramos que, aunque de manera ate-nuada, la situación de conflicto se prolongó hasta la captura del cacique (1595). Apesar de esta pequeña diferencia es notable observar la coincidencia entre las fe-chas y los períodos en ambos trabajos.

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Al establecer los objetivos de nuestro trabajo, es decir al analizar loshechos y procesos que determinaron el paso de identidades étnicas a unaidentidad colectiva durante la colonia en América hispana, y tomandopara ello un estudio de caso -la encomienda de humahuaca entre los si-glos XVI y XVIII- realizamos una exhaustiva revisión de la bibliografía yde la documentación disponible. Inmediatamente observamos que laimportancia que los autores le atribuían a los humahuacas se contrapo-nía con la poca información que teníamos de ellos. Partimos de la baseque ese problema esta íntimamente relacionado con una cuestiónmetodológica que pasa por aceptar de manera acrítica una serie de afir-maciones que fueron construidas y realimentadas a lo largo del tiempo.Ellas son: 1) que los omaguacas constituyeron un grupo étnico en sí mis-mo y fueron los más importantes de la región, 2) que su centro, núcleo opoblado principal estaba ubicado en la quebrada de Humahuaca y, parti-cularmente, en las inmediaciones o en el mismo lugar donde hoy se en-cuentra el actual pueblo de San Antonio de Humahuaca, 3) que tuvieronun papel preponderante en la resistencia bélica contra el español. De estaforma se estableció la existencia de una macroetnía que permaneció in-mutable prácticamente desde el Período Tardío hasta el contacto his-pano-indígena. A pesar de asimilar a los humahuacas con los indígenasencomendados a Juan de Villanueva en 1540, la mayoría de los autoresque se ocuparon del tema solo dieron cuenta de su historia en tiemposcoloniales, concretamente a partir de la fundación se San Salvador deJujuy (1593).

Para llevar adelante nuestra investigación, sin desconocer los traba-jos que nos precedieron, propusimos una nueva metodología de trabajoque se basó en una serie de pasos los cuales se complementaron unos aotros. En primer lugar tuvimos en cuenta que la información documentalacera de los humahuacas comenzó en 1540, momento en que Pizarro le

CONSIDERACIONES FINALES

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otorgó la cédula a Juan de Villanueva. El hecho de que la cédula hayasido otorgada desde el “norte” y no desde Santiago de Estero constituyóde por sí una verdadera excepción para el Tucumán. Para esa fecha elterritorio “jujeño” permanecía prácticamente inexplorado por los espa-ñoles por lo que la información con que contaba Pizarro para confeccio-nar la cédula provino casi con seguridad de los datos brindados por losquipu camayoc. Esto a su vez implicaba que por lo menos una parte de losindígenas que constituían la encomienda de humahuaca hubieran esta-do social y políticamente más ligados a aquellos del sur de Charcas que alos del Tucumán. Este primer paso nos dio una nueva dimensión espa-cial.

En segundo lugar, el hecho de cambiar el eje geográfico es decirobservar los acontecimientos con una perspectiva norte-sur y no sur-nortecomo se venía abordando la problemática indígena en la quebrada deHumahuaca (Salas 1945, Sánchez y Sica 1991, entre otros), trajo conse-cuencias claves para continuar la investigación. Por un lado tuvimos queampliar la base temporal, el tema ya no sería trabajado exclusivamentedesde 1593, fecha de la fundación de San Salvador de Jujuy sino desde1540, momento del otorgamiento de la cédula de encomienda. Por otro,estabamos frente a la posibilidad de ampliar la base documental con laque se había trabajado hasta el momento, que se limitaba a los archivosjujueños, incorporando a nuestra investigación el material provenientede otros archivos como por ejemplo el Archivo General de Indias en suSección Lima -ya que fue en la Audiencia de Lima donde los habitantesde la villa de Plata tramitaron sus cuestiones antes de la creación de laAudiencia de Charcas (1559)- y fundamentalmente el Archivo Nacionalde Bolivia en Sucre, ciudad donde los encomenderos de humahuaca pa-saron largas estancias.

La nueva metodología implementada para el desarrollo de la inves-tigación no solo le otorgó otra profundidad temporal y espacial al estu-dio de la encomienda de humahuaca, también cuestionó la falta de unanálisis diacrónico que diese cuenta de la complejidad de las relacionesinterétnicas, de la estabilidad de los grupos nativos y las formacioneseconómico-sociales que las incluyeron. Aquellos ítems estuvieron ínti-mamente relacionados con la multietnicidad provocada por el Inca paraconsolidar su dominio y también con las particiones que produjeron losespañoles sobre las antiguas estructuras administrativas incaicas. El aná-lisis diacrónico nos permitió, a su vez, ser más cautos al momento deidentificar documentalmente grupos nativos allí donde las fuentes nopermiten hacerlo con total certeza. Por último, se analizó la conforma-

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ción de una identidad colectiva. Para el desarrollo de la investigaciónevitamos, al menos en un primer momento, tomar a la quebrada deHumahuaca como eje central del análisis, de todas formas continuába-mos en una región periférica y fronteriza. A medida que los estudios sevan alejando de los Andes centrales, las características comunes van de-jando paso a particularidades propias. Con menor caudal de documenta-ción y crónicas prácticamente inexistentes el reflejo de las cuestiones adesentrañar se hizo difuso y lejano. De tal forma fue necesario agudizaral extremo la percepción para armar un lento pero continuo rompecabe-zas. Incluso, en muchos casos realizamos un análisis detallado de las ca-tegorías con que nos encontrábamos (Lorandi y Bunster 1990). Lorandi(1997: 22) refiriéndose al Tucumán, establece que: “en la mayor parte delos casos la fragmentación de los datos obligó a realizar un cuidadoso‘tejido’ que permitiera salvar las ambigüedades, y los silencios, productode la falta de interés de los colonizadores locales para conocer a fondo laorganización política regional”.

En 1540, a seis años de la fundación del Cuzco, Francisco Pizarrootorgó una cédula de encomienda, otra de las tantas que había redactadoen los últimos años. Podemos imaginar la escena: unos hombres con lar-gos cordones anudados con lanas de colores recitaban ante el marquésnombres desconocidos, muchos de los cuales se irían alterando por lagrafía de los escribanos. Nacía una encomienda que con el correr de losaños, de muchos años, se conocería como la encomienda de humahuaca.No parece tener sentido discutir si tal denominación la acuñaron los mis-mos encomenderos, los indios, las autoridades coloniales o, con el tiem-po, los investigadores. Estimamos que esa respuesta ya se perdió en eltiempo. Lo cierto es que una vez que la cédula llegó a manos de su desti-natario, Juan de Villanueva, la historia de una encomienda, la historia deotra merced real de indios comenzó a andar, la encomienda misma consu encomendero, sus indios, sus curacas y su tributo, en el mismo mo-mento que fue otorgada adquirió una dinámica propia.

En esta historia todos los actores sociales tuvieron oportunidad deeligir un poco y siempre lo hicieron desde su posición particular en latrama del poder. Lo hicieron sin prever todas las consecuencias de susactos pero siempre con la esperanza de obtener algún beneficio mediatoo inmediato. Para algunos parece no haber habido demasiadas opcionesy no nos referimos solamente a los indios. Pensemos solo por un instantesi Martín de Almendras se hubiese podido negar a realizar la entrada alTucumán que le costó la vida; pensemos también si el general Pedro deZárate hubiera podido negarse a ir a fundar una ciudad como le solicitó

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Toledo. En este caso a Zárate no le costó la vida, le costó la enorme decep-ción de ver a su ciudad destruida, pero también le valió una encomienda.Todos y cada uno de los hechos aislados que venimos relatando contri-buyeron a generar procesos de identidades colectivas que llevaron, entreotros, a que hoy hablemos de la encomienda de humahuaca.

Aquellos hechos tuvieron un lado español y otro indígena y a am-bos debemos reconocerle un antecedente, el incaico. Los incas alteraronla geografía social andina en general y particularmente también lo hicie-ron con la región que estudiamos. Conquistaron el sur de Charcas luegode sucesivos levantamientos y otras tantas campañas. Los chichas, unavez derrotados, comenzaron a servir al imperio en forma de mitimaes.En este caso las elecciones y negociaciones de los incas, a pesar de todosu poderío, estuvieron condicionadas por la geografía. Al este de Chichas,los chiriguano poblaron un territorio que los incas jamás pudieron con-quistar, apenas pudieron detener a sus habitantes. Detener a los chiriguanoles valió un esfuerzo extremo ya que debieron planificar una guerra a laque no estaban acostumbrados. Ese esfuerzo se tradujo en el estableci-miento de una línea fortificada poblada de originarios y mitimaes prepa-rados para la guerra, con la caída del imperio esa zona de frontera quedócompletamente desguarnecida. La cédula de encomienda otorgada en1539 a Hernando Pizarro256 permite observar que entre la conquista incaicay la caída del Tawantinsuyu, el sur de Chichas se transformó rápidamen-te en un espacio multiétnico donde los chichas cohabitaron con una grancantidad de mitimaes puestos allí por el Inca para cumplir funcionesmilitares. Este panorama pudo modificarse parcialmente cuando la noti-cia de la muerte de Atahualpa recorrió el Tawantinsuyu, pero creemosque, en gran medida, es el reflejo de la situación que encontró el españoldesde su llegada al sur de Charcas.

La conquista inca también produjo cambios en las sociedades de laquebrada de Humahuaca, los cuales estuvieron íntimamente relaciona-dos con los mecanismos de conquista y colonización desarrollados por elimperio. Como consecuencia de ellos, en el ámbito quebradeño puedeobservarse la introducción de mitimaes, la creación de nuevos centroseconómicos o ampliación de los ya existentes y, consecuentemente, eldesplazamiento en los ejes del poder político (Nielsen 2003). Con esasalteraciones es prácticamente imposible intentar rastrear la estructura

256 Título de encomienda de Francisco Pizarro a su hermano Hernando Pizarro. AGI,Justicia 406, Año 1539, f. 51v. a 55.

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social preincaica, a lo sumo podemos dar un panorama regional muygeneral257. La conquista incaica movió los límites sociales de los gruposquebradeños y circunvecinos atrayendo y, a la vez, exacerbando al “otro”.La cédula de encomienda otorgada a Juan de Villanueva en 1540 reflejala memoria de una época pasada, el momento de máximo dominio incaicoen la región, con Quipildora “señor de Omaguaca” como autoridad re-gional. Quipildora tuvo bajo su dominio pueblos e indios parte de loscuales, como indicamos en el capítulo 2, estuvieron diseminados de ma-nera salpicada en la quebrada de Humahuaca, la Puna argentina y enuna pequeña parte del sur boliviano, casi en la frontera con nuestro país.Desde el momento mismo de la muerte de Atahualpa el imperio incaicolentamente comenzó a desarticularse. Paralelamente, los procesos de for-mación de nuevas identidades iniciados durante la conquista incaica co-menzaron a tomar nuevas formas con la llegada del español.

Los españoles que llegaron a conquistar lo hicieron con un interésparticular, obtener indios y tierras. Durante muchos casos ese afán deconquista fue estimulado por las cédulas de encomienda dadas por Fran-cisco Pizarro. Así, Charcas se fue poblando de una primera oleada deconquistadores, seguida de otra de empresarios mineros atraídos por elmercado potosino; rápidamente la villa de Plata se convirtió en una delas ciudades más importantes del sur del virreinato. A mediados del si-glo XVI llegó a ella Juan de Villanueva encomendero de humahuaca.Mientras tanto en 1540, en algún lugar del virreinato del Perú daba susprimeros pasos Petronila de Castro una hija habida, como tantas otras,fuera del matrimonio y que con el tiempo se convirtió en la esposa detres encomenderos de humahuaca. Con su último esposo, Pedro de Záratedieron origen a una de las familias más características del Jujuy colonial.La encomienda se mantuvo en manos de la misma familia desde 1575hasta 1698; Petronila estuvo ligada a la encomienda desde 1555, año enque estimamos se casó con Juan de Villanueva.

En 1560 -al enviudar de su primer marido- Petronila de Castro se

257 Para Nielsen (2004) aquella situación en la quebrada de Humahuaca produjocuatro consecuencias. En primer lugar, un incremento de las explotaciones econó-micas producto de la concentración de la población sobre el valle del río Grande. Ensegundo lugar, que “los conflictos debieron reducir la permeabilidad de las fronte-ras sociales que caracterizaban al Período Formativo, dando origen a nuevas for-mas de interacción regional”. En tercer lugar, que la guerra habría dado lugar aprocesos de integración política y, por último, que habría favorecido la concentra-ción del poder y el desarrollo de las desigualdades sociales.

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casó con Juan de Cianca, empresario minero potosino e hijo del licencia-do Andrés de Cianca oidor de la Audiencia de Lima. Cuando Juan co-menzó a ejercer sus funciones de encomendero estalló un tiempo de beli-gerancia en el sur de Charcas que duró, por lo menos, quince años. Estaépoca tuvo dos etapas bien definidas, la primera se inició hacia 1562, añoen que los chiriguanos comenzaron lentamente a asolar el sur andinodirigiéndose directamente contra las haciendas de los españoles, produ-ciendo zozobra en ciudades como la villa de Plata y Potosí e interfiriendoen la libre circulación del tributo de los indios chichas hacia su encomen-dero y, consecuentemente, a la Corona. La respuesta española no se hizoesperar, la Audiencia de Charcas designó a Martín de Almendras paraproteger a los chichas de los chiriguano y avanzar sobre los indios deguerra. Presentada de esa manera, la tarea de Almendras era a todas lu-ces imposible, ninguna estrategia militar podía cubrir en ese escenario ycondiciones tantos frentes de ataque y defensa. En realidad las verdade-ras causas de la expedición de Almendras hay que buscarlas en lo políti-co, la Audiencia de Charcas aún no había abandonado sus intereses so-bre la recién creada Gobernación del Tucumán (1563). Almendras partiódesde Charcas con la intención de tomar el cargo de gobernador del Tu-cumán el cual, según él creía, había quedado vacante por la muerte deAguirre.

La expedición de Almendras no dejó ningún saldo positivo. En loestrictamente militar Almendras, junto con otros españoles, fueron muer-tos por los indios; la muerte del capitán produjo un desbande general delos chichas, indios amigos que integraron la expedición. En pocas pala-bras los chiriguano más que amedrentados salieron fortalecidos, los in-dios de guerra siguieron de guerra y los chichas vieron su territorio con-vertido ora en un campo de batalla, ora en un lugar de paso de una sol-dadesca saqueadora. Además, como indios amigos debieron colaborarcon bastimentos a cambio de la excención del tributo durante un año,pero la prebenda jamás se hizo efectiva. Analizado desde lo político, ladesbastada hueste que llegó a Santiago del Estero se encontró con Aguirrevivo y al mando de un ejército, más otro al mando de Francisco de Godoyque fue enviado desde Lima para apoyar al gobernador. Apenas se ini-ciaba el año 1566 y Charcas ya comenzaba a despedirse de sus pretensio-nes sobre el Tucumán. Junto a hechos tan significativos aconteció otroque, de ninguna manera, puede pasar desapercibido para nosotros; en lafallida campaña de Martín de Almendras también murió Juan de Cianca,encomendero consorte de la encomendera de humahuaca, segundo ma-rido de Petronila de Castro.

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La segunda etapa puede presentarse en muchos aspectos como unacontinuidad de la primera. Corría el año de 1572 y en el escenario indíge-na poco y nada había cambiado. Solo que a raíz de la colaboración conlos españoles algunos señores supralocales comenzaron a sentir los be-neficios de la dominación. El cambio más importante se dio en el ladoespañol, el mismo estuvo guiado por una cuestión coyuntural y estraté-gica. A diferencia de lo acontecido cuando se planificó la expedición deAlmendras en la cual solo se evaluaron los intereses políticos, en la estra-tegia desplegada por el virrey Toledo convergieron los dos factores másimportantes: el político y el económico. El primero estaba expresado enla necesidad de abrir una salida hacia el Océano Atlántico, el segundoestaba dirigido a maximizar la producción minera. Uno y otro solo po-dían llevarse a cabo con una estrategia militar coherente que permitierala fundación de, por lo menos, dos ciudades -una en Charcas y otra enTucumán- que se constituyeran en cuñas para entorpecer los avances in-dígenas. En la propuesta estratégica del virrey Toledo los aspectos políti-co, militar y económico formaban un todo, una unidad de acción. El plande Toledo se implementó con éxito en Charcas pero no así en el Tucumán.A pesar de la fallida entrada a los chiriguanos se logró fundar la ciudadde San Bernardo de la Frontera de Tarija (1574) que obró de cuña como sepretendía. En su carácter de tal, lentamente atemperó las entradaschiriguanas al tiempo que permitió una paulatina aparición de chacras yhaciendas en el lugar. A su vez, el poblamiento y el comercio se vieronestimulados por el creciente mercado potosino.

Luis de Fuentes, fundador de Tarija (1574), realizó algunos esfuer-zos para ayudar a Pedro de Zárate a mantener en pie la otra ciudad-cuña, San Francisco de Alava (1575), pero los intentos fueron vanos, lalejanía y la precariedad de la situación militar hicieron imposible diversi-ficar tanto las fuerzas. Diez años después de la entrada de Almendras,Charcas se despedía definitivamente del Tucumán. Pero el contexto béli-co debe extenderse hasta 1593/95, más aun debemos decir que hasta esafecha hubo una pacificación parcial, una relativa calma que se transfor-maba lentamente en paz hacia el sur de Charcas. Faltaba ahora terminarcon los indios de guerra liderados por Viltipoco y esa etapa seimplementaría desde la propia Gobernación del Tucumán. A partir de1595, los indios de la Puna y la Quebrada estaban todos encomendados ylentamente comenzaban a tributar de manera sistemática a susencomenderos. Lentamente también aparecían, uno a uno, los pueblosde reducción, de ahí que los españoles repiten en los documentos que“toda la tierra estaba de paz”. Nuevamente entre estos grandes aconteci-

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mientos hay uno que nos interesa señalar, que sirvió de estimulo para lafundación. Toledo le concedió a Zárate la misma encomienda que 35 añosatrás Pizarro le había dado a Juan de Villanueva, como aditamento Záratedesposó a Petronila de Castro; por lo tanto la encomienda quedaba enmanos de un conquistador y una antigua dama que conocida a sus in-dios.

Lentamente se irá delineando lo que consideramos metodológica-mente como un nuevo espacio social ocupado también por nuevos acto-res que van a modificar las relaciones preexistentes. Este espacio socialserá “un espacio pluridimensional, un conjunto abierto de campos relati-vamente autónomo, es decir más o menos fuerte y relativamente subor-dinado” (Bourdieu 1990: 135 y ss.) Este espacio primigenio será sentidoasí desde que el tiempo de la guerra fue vivido como permanente. Apartir de ese momento, y de manera progresiva, se irán definiendo losroles de cada uno de los actores en cada uno de los campos. Cuando laguerra prácticamente llegó a su fin, o al menos estuvieron delineadas lasbases para una colonización definitiva, comenzó una práctica de domi-nación sostenida constituyendo lo que Bourdieu llama una “estilizaciónde la vida” la cual va a tratar de ser acrecentada por los españoles y,además, lejos de rechazarla, intentará ser asimilada por los indígenas.

El avance de la conquista determinó también los tiempos de la en-comienda de humahuaca. Fuera de los casos puntuales de servicio per-sonal en las casas de sus encomenderos en La Plata258, en 1563 se registra-ron los primeros casos de tributación más o menos sistemática de losindios de la encomienda. En aquel entonces el encomendero era Juan deCianca y el lugar, el pueblo de indios de San Rafael de Sococha. Los in-dios de Sococha tributaron a sus encomenderos de manera ininterrumpi-da hasta 1698 y aquel fue el principal pueblo de la encomienda hasta lafundación de San Antonio de Humahuaca. Entre 1563 y 1698 el tributoosciló entre el aporte de brazos para laborar las numerosas vetas delencomendero y “maíz y otras semillas de que nos sustentamos y paga-mos la tasa a nuestro encomendero”259.

En aquellos primeros años el pueblo de reducción de San Rafael deSococha fue un lugar de encuentro entre los indios y su encomendero,establecido al solo efecto de controlar a los contingentes que partían ha-

258 ANB, LAACh, Vol. 4, Año 1572.259 AHJ, Documentos donados por el Padre Miguel Ángel Vergara. Sin título. LaPlata, 14 de agosto de 1586.

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cia Potosí. Pocos años después de pacificada la región y de la fundaciónde San Bernando de la Frontera de Tarija (1574), el encomendero y susindios se unieron para favorecerse mutuamente al presentar, de maneraconjunta, un pedido ante las autoridades para que otros españoles y losseñores principales no introdujeran ganado en sus tierras. El contextobélico favoreció a los señores máximos por sobre los caciques locales, conel advenimiento de la paz aquellos iban lentamente adquiriendo el po-der que les otorgaba un uso inteligente de la situación de dominacióncolonial. En 1684 los caciques del pueblo de Sococha mejoraron notoria-mente su situación260, entre otras cosas los había beneficiado que una solapersona hubiera guiado por generaciones el traspaso de la encomienda,la que se realizó de manera ordenada y sin movimientos compulsivos delos indios. De los indios de la encomienda de humahuaca solo se otorga-ron los del pueblo de Sococha y se les atribuyó identidad étnica, en estecaso chicha; con el tiempo, esa adscripción identitaria se fue perdiendo alextremo que no aparece más en documentación alguna que hayamospodido consultar. Aquellos indios pasaron a identificarse como los delpueblo de Sococha, encomienda de Juan Ochoa de Zárate.

A pesar de esa identificación, o de los numerosos indicios en esesentido, los investigadores no repararon en que al menos parte de losindios de la encomienda eran de filiación étnica chicha. Por el contrario,todos los indios de la encomienda de humahuaca fueron identificadosindistintamente como humahuacas, término al que se le atribuyó -y atri-buye- exclusivamente un contenido étnico. Los investigadores, inmersosen la necesidad de encontrar macroetnías monoétnicas no consideraronlos cambios producidos por el Inca para un mejor control político y ad-ministrativo de la región conquistada, entre otras cosas. Como señala-mos, la identificación étnica chicha que realizaron los indios del pueblode Sococha no perduró en el tiempo, indudablemente el proceso colonialy, particularmente, algunos elementos de identificación como la perte-nencia a un pueblo de reducción, la figura de un cacique colonial legiti-mado por los españoles y el tributo, contribuyeron a la pérdida de laidentidad primigenia a la vez que, como veremos, fueron formadores deidentidades colectivas.

Pacificadas la Puna y la quebrada de Humahuaca y con una partede los indios de su encomienda asentados en el de reducción de San Ra-

260 Presentación del ayudante Sebastián Martínez de Zamora pidiendo merced detierras. ATJ, Legajo 602, Año 1684. Agradezco a Gabriela Sica quien amablementeme facilitó el documento.

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fael de Sococha, el ambicioso Juan Ochoa de Zárate fue a buscar másindios de su encomienda261. Enfatizamos estas ultimas palabras, la granmayoría de los indios que el encomendero reunió en el pueblo de SanAntonio de Humahuaca fueron indios comprendidos en la cédula. Ni élni sus descendientes se enfrentaron a pleito alguno por la encomienda dehumahuaca. Tampoco los indios reunidos en el pueblo desconocieron asu encomendero. ¿Por qué decimos la gran mayoría? Existes indicios,aunque aislados, de que por una cosa u otra algunos indios se acoplaronal pueblo de Humahuaca y que con el tiempo se identificaron como per-tenecientes al mismo262. La identificación no solo se las otorgó la perte-nencia al pueblo de encomienda, también participó en esa construcciónla tributación dirigida hacia un determinado encomendero y la presenciade un cacique que con el tiempo desempeño su cargo más allá de loslímites étnicos. Huma huaca: adorar al agua, adorar a cota o cocha, la la-guna que alteraba cotidianamente la aridez puneña. A fines del siglo XVIesa palabra que se repite en las fuentes con distintas grafías se entremez-cló con la de un santo católico, San Antonio y juntas dieron el nombre alpueblo de reducción: San Antonio de Humahuaca. Con el tiempo, parte delos indios de la encomienda se identificaron casi exclusivamente con esepueblo y con su encomendero, pero en la recreación de sus identidades elhuma huaca seguía siendo el referente de un pasado que no podían olvidar.

Casi sin quererlo a partir del otorgamiento de una cédula de enco-mienda los indios de humahuaca comenzaron un lento proceso deetnogénesis, sustentado en su memoria histórica pero también en nue-vos elementos coloniales de identificación. Este proceso, analizado a par-tir de una encomienda no fue similar para todos los casos. Venimos enun-ciando las particularidades propias de la encomienda de humahuacadesde el inicio de estas conclusiones. Entre ellas, el que Juan de Villanuevase hubiera casado con una niña casi o que con el tiempo aquella hubiesesobrevivido a tres maridos pueden tacharse de insignificantes o fortui-tas, lo cierto es que aquellos hechos le dieron una continuidad a la enco-mienda y le marcaron un perfil. El mismo lo terminaron de dar otrascircunstancias como, por ejemplo, el que en un determinado momentoJuan Ochoa de Zárate decidiera fundar un segundo pueblo de reducción,

261 Es necesario recordar la permanente amenaza de las autoridades españolas a losencomenderos charqueños para que fueran a tomar posesión de sus indios enTucumán, bajo el apercibimiento de perder de la encomienda.262 Es el caso de un indio de Esteco que se casó un con india de Humahuaca a quién,pese de los reclamos de su encomendera, le fijaron su residencia en aquel pueblo.ANB, EC, Nº 7, Año 1644. Sin título.

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el cual inmediatamente fue designado cabeza de encomienda. Por su lu-gar estratégico ese pueblo, San Antonio de Humahuaca, prontamenteadquirió una importancia que en los primeros años de la vida colonialjujeña no tuvo San Salvador. Esa importancia, reflejada en el permanentepaso y estadía de las autoridades españolas y en haberse constituido enlugar de romería, entre otras, le fue dando una fisonomía más de pueblode españoles que de caserío indígena. Hoy, si se observan los demás pue-blos de la Quebrada se verá, y también se escuchará, que Humahuaca esel más “colonial” de todos.

Si bien los indios chichas del pueblo de San Rafael de Sococha con-tinuaron tributando a los Zárate hasta 1698 y mantuvieron una fluidarelación con sus encomenderos, el giro que tomaron los acontecimientoscon la fundación de San Antonio de Humahuaca marcó también un giroen la investigación. Aproximadamente a partir de 1610 la mayor parte dela documentación está relacionada con los intereses de Juan Ochoa deZárate en la jurisdicción de Jujuy y, por ende, con los indios del pueblode Humahuaca. A partir de ese momento, el pueblo de Sococha pasó acumplir un papel verdaderamente secundario dentro de la estructurasocio-productiva de la encomienda y los indios de aquel pueblo apare-cen registrados muy escasamente y solo están representados por sus ca-ciques en las tomas de posesión o en alguna fiesta religiosa que se realizaen San Antonio de Humahuaca.

Los indios de la encomienda de humahuaca pacificados a partir de1593/95 acompañaron el ritmo que impuso el encomendero. Luego de laderrota de Viltipoco, comenzaron lentamente a acomodarse y a aprove-char la nueva coyuntura colonial. Varios factores contribuyeron para queesto fuera así, en primer lugar que los Zárate fueron buenos encomenderosy que supieron reconocer la realidad de sus encomendados, utilizandolas opciones que ofrecía el grupo indígena con el objetivo de lograr ma-yor eficiencia y beneficio en la recaudación del tributo. Esa buena rela-ción contribuyó al desarrollo de una elite cacical que se fue haciendo mássólida conforme transcurrió el siglo XVII. Las cofradías de indios fueroncausa y consecuencia de ese proceso. La existencia de las cofradías deHumahuaca produjo efectos en el plano simbólico al constituirse lenta-mente en espacios de defensa de los intereses étnicos y también en ele-mentos articuladores de la vida social y política de los pueblos indíge-nas. Desde lo económico, favorecieron la inserción de los indígenas enlos mercados regionales coloniales a la vez que dinamizaron la economíainterna (Zanolli 2001). Los caciques de humahuaca fueron en muchoscasos mayordomos de las cofradías; desde ese cargo, y aprovechando las

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coyunturas mercantiles favorecieron a un grupo de familias de maneraque se fuera produciendo una cierta diferenciación social, la cual se refle-jó simbólicamente en las fiestas patronales.

Al analizar el desarrollo histórico de la encomienda de humahuacaaproximadamente entre 1540 y 1583, hemos podido observar que algu-nos grupos han perdurado en la documentación mientras que otros talvez hayan sido elevados a la categoría de tales por los españoles o aunpor los investigadores (Nacuzzi 1998, Zanolli 2000 y 2002). Otros, por fin,han dejado de figurar en aquella. Metodológicamente esto propone unabanico de posibilidades ya sea que se trate de:a) Grupos con una identidad “primigenia” que se pueden rastrear en las

fuentes en los momentos preconquista, las cuales, al menos desde losemántico se han mantenido, recreado y reflejado en la documenta-ción posterior.

b) La imposición de categorías administrativas tales como reducciones,doctrinas y, en casos específicos como en el Tucumán, encomiendas quepermitieron identificar al grupo según aquellas instancias administrati-vas. Que esa identificación haya sido posible puede ser consecuencia detres situaciones las cuales no son excluyentes entre sí: la percepción delos españoles, las metodologías de trabajo de los investigadores y la elec-ción consciente o inconsciente que realizó el indígena263.

c) Los grupos pueden haberse dejado de mencionar en las fuentes por ladesaparición física de los componentes del grupo o bien, íntimamenterelacionado con b), por una ausencia de identidad -identificación- oreconocimiento en las mismas fuentes, al haber sido incorporados aotras categorías.

En los casos intermedios, es decir en aquellos que no reflejan ni con-tinuidad ni desaparición, lo que observamos es, en gran parte, verdade-ros reacomodamientos identitarios. Para los grupos indígenas delTucumán Colonial “la filiación étnica es …, más a menudo que lo contrario,una atribución de identidad, una creación que puede tener poca realidad en laexistencia social o cultural previa.” (Comaroff 1985: 6, citado por Abercrombie1991, el destacado es nuestro)264.

263 Esta última instancia fue señalada por Abercrombie (1991: 203) cuando dice: “Losgrupos andinos modernos, tal como los conocemos en el presente tomaron en susmanos estrategias administrativas impuestas tales como la reducción y las institu-ciones de doctrina, para reconstruir un sistema de dominación que servía tanto asus propios fines como al de sus dominadores”. El tema también puede verse enRasnake 1989 y Wachtel 2001.264 En este caso es interesante destacar aquellas apelaciones de los indígenas “desde

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Dada la sucesión de hechos que venimos señalando podemos afir-mar que las elecciones que realizaron los indios no fueron fortuitas.Retomando una frase del comienzo mismo de estas conclusiones, en estahistoria todos los actores sociales eligieron un poco y siempre lo hicierondesde una posición de poder. En este caso los indígenas aprovecharon suposición en el orden social para manipular un espacio de poder. Poder eidentidad se articulan en los procesos de sujeción y de liberación del in-dígena aunque este último no llegue a concretarse en su totalidad. Aun-que esa articulación entre filiación étnica / atribución de identidad hayasido estimulada por la sociedad colonial y/o elegida por los propios in-dígenas también debe ser entendida como una respuesta estratégica frenteal paisaje colonial. El cambio de las condiciones materiales de existencia(Briones 1998) sobre todo para los grupos subordinados, introduce condi-ciones de vida diferenciales -por lo general desventajosas- obligando aaquellos en parte diezmados, en parte dispersos, a re-unirse y re-agrupar-se estratégicamente en muchos casos como única salida para lograr su sub-sistencia. En otras palabras, lo que se procura es salvaguardar parte de lasviejas y alteradas identidades creando y recreando formas de pertenenciaen dos direcciones: hacia el interior del grupo nuevas formas de conviven-cia tanto desde lo material como desde lo simbólico; hacia afuera nuevasformas de comportamiento especialmente en su interacción con el otro.

A partir de un enfoque antropológico aplicado a una sucesión dehechos históricos contextualizamos categorías de la época y considera-mos, desde el punto de vista de los actores, sus propios intereses y con-flictos. Al contextualizar las acciones desarrolladas por los sujetos socia-les pudimos darle temporalidad a la encomienda de humahuaca y desdeuna perspectiva hispana pudimos conjugar los intereses individuales,grupales y de la metrópoli que permitieron la continuidad de la misma.Dentro de ese marco, y al analizar las respuestas indígenas, observamoscómo algunas identidades permanecieron en la documentación mientrasotras desaparecieron. También, notamos que ciertas identidades, que pre-ferimos denominar colectivas, se recrearon en la conjunción de las anti-guas identidades étnicas alteradas en parte por la conquista incaica ytambién por la fuerza cohesionadora de la encomienda de indios.

tiempo inmemorial”, las cuales muchas veces han sido entendidas como prácticassostenidas desde un momento anterior al advenimiento del imperio incaico o aúndesde esa época pero que, observando bien la trama documental, se intuye que losactores se refieren a tiempos más próximos, tiempos coloniales que por alguna cir-cunstancia produjeron alteraciones en las relaciones sociales y políticas y que sonconvenientemente utilizadas en provecho de una causa concreta.

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FUENTES INÉDITAS

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Archivo General de Indias (AGI)Charcas40. Número 49. Año 156631. Año 156741. Año 1575.42. Año 1585.83. Número 64. Año 1604.53. Año 1622.6. Año 1644.8. Año 1684.111. Número 16. Año 1698.

Justicia406. Año 15391125. Nº 5. R. 1. Año 1551655. Nº 201. Año 1564

Lima231. Nº 11. Año 1636.

Patronato188, Número 4. Año 1557101. Año 1558.

BIBLIOGRAFÍA

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Archivo Histórico de Jujuy (AHJ)Documentos donados por el Padre Miguel Ángel Vergara.Sin título ni foliatura. La Plata, 14 de agosto de 1586.

Archivo del Marquesado del Valle de Tojo.Carpeta 216. Año 1616.Carpeta 260. Año 1676.

Archivo Histórico de Salta (AHS)Expedientes judiciales, Año 1655.

Archivo Histórico de Potosí, Bolivia (AHP)Cajas RealesCaja Real 1. Año 1558.

Archivo Municipal de Cochabamba, Bolivia (AMC)Número 95. Año 1581.

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Volumen 3 A. Año 1560.Volumen 11. Año 1560.Volumen 4. Año 1561.Volumen 8. Año 1653.Volumen 6. Año 1564.Volumen 7. Año 1565.Volumen 8. Año 1566.Volumen 10. Año 1568.Volumen 23 - 2. Año 1570.Volumen 6. Año 1572.Volumen 24. Año 1572.Volumen 41. Año 1590.Volumen 30. Año 1597.Volumen 97. Año 1597.Volumen 98. Año 1598.Volumen 49. Año 1602Volumen 48. Año 1629.

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Apéndice A

1-Archivo General de Indias.Lima 231, Nº 11. Año 1636. f. 122 a 133.Confirmación de la encomienda otorgada a Juan de Villanueva.

... En la ciudad de los Reyes a 29 días del mes de noviembre de 1581 años ante suexcelentísimo señor don Martín Enriquez virrey gobernador y capitán general deestos reinos y provincias del Perú y tierra firme por su majestad se presentó lapetición por el dicho Pedro de Zárate y vista por su excelencia mandó que se le deel traslado que pide en su petición en cumplimiento de lo cual yo Cristóbal deMiranda secretario de la gobernación de estos reinos hice sacar de un Libro de Re-gistros de Provisiones//122y conquistas de fronteras y para guerra de los chiriguanaes y en el discurso de ellasdado por el excelentísimo señor don Francisco Toledo virrey del Perú ante el secre-tario Navermuel un traslado de un título que por el señor virrey don Francisco deToledo parece que se dio a Pedro de Zárate de los oficios de lugarteniente de capi-tán general por las cosas de la guerra de San Francisco por su vida y la de un hijosuyo y así mismo está en el dicho libro y registros una encomienda y confirmaciónque el dicho señor virrey dio al dicho Pedro de Zárate de los indios en ella conteni-dos por dos vidas que es como se sigue don Francisco de Toledo por cuanto enten-diendo lo que importaba para el trato y comercio de estas provincias con las delTucumán y que en las dichas provincias del Tucumán//122vse pudiese administrar justicia y por ver las cosas que conviniesen al buen gobiernovista la dificultad que en esto ha habido porque a causa de haber en el caminoindios de guerra que confinan entran y salen por el suelo por donde se va a lasdichas provincias y allende ellas a estas no se puede entrar ni salir sino con junta degente y queriendo proveer al remedio de esto cuando envié por gobernador de ladicha provincia de Tucumán a don Jerónimo de Cabrera por una mi provisión lemandé expresamente que luego poblase un pueblo de españoles en el valle de Saltael cual por haber ido a otro descubrimiento y población de que tuvo noticia en losconfines de las dichas provincias de Tucumán no hizo ésta y en este medio tiempoestando yo en la//123ciudad de La Plata en la prosecución de la visita general que por mi persona hagoen estos reinos llegó allí Gonzalo de Abreu con poderes de su majestad para gober-nar las dichas provincias de Tucumán y viendo lo que importaba que se hiciese ladicha población para los efectos susodichos y para la pacificación de los indioscomarcanos que por allí andaban de guerra le mandé por una provisión saliese con

APÉNDICES

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la gente que pudiese de las dichas provincias a hacer la dicha población y que deacá se le enviaría más gente para que tuviese efecto y después de esto por otra miprovisión proveí y mandé la orden que había de tener en sacar la gente y bastimentosy otros pertrechos de guerra para//123vla dicha población y le di la orden como se había de sustentar y conservar y porqueninguna de estas cosas ha tenido efecto y su majestad me ha dado nuevamentecomisión para proveer gobernador y lo que toca al gobierno de las dichas provin-cias de Tucumán y lo demás que convenga teniendo consideración a lo que muchoimportaba al servicio de Dios y de su majestad y al buen trato y comercio de estasprovincias con aquellas para la seguridad de todo y a la pacificación y conversiónde los naturales que en aquella comarca están de guerra y han impedido e impidenel dicho pasaje y comercio he acordado de mandar que de acá se vaya a hacer ladicha población y nombrase como su majestad me lo comete y manda una personade confianza//124para que con la gente que de acá se llevare y para con la que ha de salir para esteefecto de las dichas provincias de Tucumán haga la dicha población y confiando devos Pedro de Zárate vecino de la ciudad de La Plata que sois persona de autoridadde confianza y que habéis servido a su majestad y que concurren en vos las partes ycalidades que para ello se requiere os he nombrado y proveído por nuevo pobladorde una ciudad que se ha de llamar la ciudad de San Francisco en el dicho valle deSalta o Jujuy o Calchaquí donde más os pareciere que conviniere para los efectosque se pretenden y por justicia mayor de la dicha ciudad y jurisdicción y por milugarteniente de capitán general en las cosas de la guerra que en vuestro distrito seofrecieren y//124vpor lo que en esto habéis de servir a su majestad en labores y cosas que se hanconcedido y mandado que se os de confirmación por dos vidas de los indios deOmaguaca que tuvo en encomienda Juan de Villanueva y por su fin y muerte suce-dió en ellos doña Petronila de Castro mujer legítima del dicho Pedro de Záratecomo parece por las dichas encomiendas que tuvo el dicho Juan de Villanueva delos dichos indios su tenor de las cuales son estas que se siguen don Hurtado deMendoza marqués de Cañete guarda mayor de la ciudad de Cuenca virrey y capi-tán general de estos reinos y provincias del Perú por su majestad por cuanto porparte de Juan de Villanueva vecino de la ciudad de La Plata me ha sido fecha rela-ción diciendo que el marqués don Francisco Pizarro gobernador que fue en estosdichos reinos le encomendó//125en la jurisdicción de la dicha ciudad en la provincia de Tarija un repartimiento deindios que ha tenido y poseído y tiene y parece y como dijo que parecía por lacédula de encomienda que de ello le fue dada el tenor de la cual es el que se sigue elmarqués don Francisco Pizarro habido y respeto que vos Juan de Villanueva vecinode esta villa de Plata sois persona de honra y habéis servido a su majestad en estatierra en la conquista y así mismo en el levantamiento de los naturales desde que serevelaron de la obediencia de su majestad hasta que fueron reducidos a ello convuestro caballo y armas a vuestra costa y estáis adeudado y necesitado en nombrede su majestad y hasta tanto que el repartimiento general se hace que nos//125vesta cometido a mí y al muy reverendo y el muy magnífico señor el obispo Vicentede Valverde os depositó en la provincia de Tarija el cacique Quipildor señor de

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Omaguaca con todos sus pueblos e indios en esta manera un pueblo que se diceSocabacocha con el cacique Cachitoya y otro pueblo que se llama Orondi con elprincipal Espilca y otro pueblo que se llama Cachichura con el señor Concolla yotro y otro pueblo que se llama Cochuy con el principal Tolaba y otro que se llamaTocolaca estancia de Xirote y otro que se llama Achiona con el principal Parchava yotro que se llama Serchica y otro que se llama Yosulla y otro pueblo que se llamaQuita con el principal Parabon y otro que se llama Cochinoca con el principal Tavarcoy otro que se llama Ychina con el principal Gara//126cualca con 500 indios y si más hubiera sujetos al dicho cacique así mismo los depo-sitó para que de ellos os sirváis conforme a los mandamientos y ordenanzas realesy en ello uno de los antiguos de estos dichos reinos y que bien ha servido a sumajestad en ellos así en poblaciones de pueblos de españoles como en alteracionespasadas sin haber de servido me pidió y suplicó le hicieses merced de se los confir-mar y hacer nueva encomienda de ellos y por mi visto la dicha cédula de encomien-da y posesión que tiene del dicho repartimiento di el presente por el cual confirmaal dicho Juan de Villanueva el repartimiento de indios contenido en la cédula deencomienda suso incorporada y para mayor abundamiento//126ven nombre de su majestad y por virtud de real provisión y pode que para ello tengoque su tenor es el que se sigue don Carlos por la divina clemencia emperador senper (roto) rey de Alemania doña Juana su madre y el mismo don Carlos por la mis-ma gracia rey de Castilla de León de Aragón de las dos Sicilias de Jerusalén deNavarra de Granada de Toledo de Valencia de Galicia de Mallorca de la villa deCerdeña de Córdoba de Córcega de Murcia de Jaén de los Algarbes de Algecira deGibraltar de las Islas de Canarias de las Indias islas y tierra firme del mar océanoconde de Flandes y de Tirol por cuanto nos habemos proveído por nuestro virrey ycapitán general de las provincias del Perú y presidente de la audiencia real que enella reside a vos Don Hurtado de Mendoza//127marqués de Cañete y en las provisiones que de ellas se os ha dado no se os da podery facultad para encomendar los indios que en las dichas provincias vacaren asícomo lo han hecho nuestros gobernadores que han sido de ellas y queriendo pro-veer en ello de manera que las personas que nos han servido en el descubrimientoy población de la dicha tierra y en ella nos sirvieren en lo que se hubiese ofrecido yofreciere gratificados y reciban merced visto por los del nuestro Consejo de las In-dias fue acordado que debamos mandar esta nuestra carta para vos en la dicharazón y nos tuvimoslo por bien por la cual damos licencia poder y facultad a vos eldicho don Hurtado de Mendoza marqués de Cañete para que//127vpor el tiempo que nuestra voluntad fuere que los indios que hubiere vacos cuandovos llegases a las dichas provincias que no estén encomendados a personas particu-lares y los que vacaren durante el tiempo que vos en ellas estuvieres los podáisencomendar y encomendéis a los españoles que en ella residen y residieren según ycomo lo hicieron y pudieron hacer por virtud de los poderes que de nos para ellotenían el marqués don Francisco Pizarro nuestro gobernador que fue de las dichasprovincias y el licenciado Gasca nuestro presidente que fue de la Audiencia Real deellas y el nuestro virrey don Antonio de Mendoza para que los tengan y se sirvan yaprovechen de ellos conforme a las ordenanzas que por su buen//128tratamiento están hechas y las que se hicieren de aquí adelante de la forma y mane-

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ra y condiciones con que los han tenido tienen las otras personas que tienen indiosencomendados en ellas y en las tales encomiendas preferiréis a los primeros con-quistadores de las provincias que estuvieren sin indios y después de ellos a lospobladores casados que tuvieren calidades para los tener y antes que hagáis lasdichas encomiendas de los indios que vacaren proveáis que se tasen los tributosque han de dar conforme a las nuevas leyes y a las provisiones y cédulas por vosdespués de ello dadas acerca de la dicha tasación para aquello que fuere tasadolleven los tales encomenderos y no otra//128vcosa alguna que para ello vos damos poder cumplido con todas sus incidencias ydependencias anexidades y conexidades dada en (nuestra?) villa de Bruselas a 10días del mes de marzo de 1555 años yo el rey. Yo Francisco de Raco secretario de(roto) y católicas majestades las hice escribir por su mandado el marqués el licen-ciado Tello de Sandoval el licenciado don Juan Sarmiento el doctor Vázquez el li-cenciado Gómez registrada Ochoa de Lujando canciller Martín de Ramo in enco-miendo en el dicho Juan de Villanueva en la provincia de Tarija el cacique pueblose indios contenidos en la cédula de encomienda arriba inserta para que para que lostenga y posea y cobre los tributos de ellos conforme a la tasa que de ellos está hechay se//129hiciere con que por si ni por interpósita persona no se sirva de ellos de ningúnservicio personal en su casa ni otros servicios ni obras so las penas contenidas en laprovisión real que cerca de ello está dada y con que los traten bien y procure suconservación y multiplicación y los haga doctrinar en las cosas de nuestra Santa Fecatólica y ley natural y buena policía y si en ello algún descuido hubiere sea sobresu conciencia y no la de su majestad ni mía que en su real nombre se los encomien-do y por la presente encargo al Licenciado Altamirano oidor en esta Real Audienciaen cuyo cargo está el gobierno de la provincia de las Charcas y mando a su tenientey alcaldes ordinarios de la dicha ciudad de La Pla//129vta y cada uno y cualesquier de ellos que luego que por parte del dicho Juan deVillanueva fuere pedida posesión del dicho repartimiento en continuación de laque tiene se la den y metida le amparen en ella y no consientan que de ella seadespojado sin primero ser oído y vencido por fuero y juicio la cual dicha enco-mienda le hago sin perjuicio de tercero ni de su derecho si lo hubiere hecho en LosReyes a 7 días del mes de diciembre de 1557 años el marqués por mandado de suexcelencia Pedro de Avando. Yo Gómez de Sanabria escribano por su majestad enla visita general de esta provincia de las Charcas hice sacar este traslado de untraslado au//130torizado de Pedro Suárez de Valle secretario de la Real Audiencia de la ciudad deLa Plata según por ella pareció con lo cual lo corregí y va cierto y verdadero enPiura jurisdicción de la dicha ciudad a 5 días del mes de octubre de 1573 añostestigos presentes don Felipe Guarache y don Juan Sopasa y en fe de ello lo firmé demi nombre Gómez de Sanabria y que el dicho repartimiento que así tuviere para sílo pueda dejar a su hijo mayor después de sus días y repartirlo entre él y los demáslegítimos o entre los naturales no teniendo legítimos repartiendo los tributos conque los tributos se repartan entre ellos y el repartimiento//130vquede entero para el hijo que señalare sin dividirse y dejando mujer legítima seguarde la ley de la sucesión y para que esto se cumpla acordé de dar y di la presente

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por la cual teniendo consideración a todo lo que dicho es y poniendo en efecto eldicho Pedro de Zárate la dicha población como se le ha mandado y en nombre de sumajestad y en virtud de los poderes y comisiones que de su persona real tengoencomiendo y confirmo en vos el dicho Pedro de Zárate el dicho repartimiento eindios de Omaguaca en que sucedió la dicha Petronila de Castro vuestra mujercomo mujer que fue del dicho Juan de Villanueva para que los tengáis y poseáissegún y de la manera que los tuvo y poseyó//131el dicho Juan de Villanueva en virtud de las dichas encomiendas hagáis y llevéis ycobréis por todos los días de vuestra vida los tributos que los dichos indios debierenpagar conforme a las tasas que de ellos se hicieren con que no excedáis de ellas encosa alguna con apercibimiento de si de ellas excediereis se cobrará de vuestra per-sona y bienes la tal demasía o se cobrará de la tasa que adelante hubieres de cobrary el entretanto que se hace la dicha tasa atento a que los dichos indios o la mayorparte de ellos no están de paz habiéndolos pacificado y asentado cobrareis de elloslo que buenamente pudieren pagar con que no exceda de la dicha tasa que adelantese hiciere por//131vque lo que de ella excediere lo habéis de volver y restituir a los dichos indios ydespués de vuestros días suceda en los dichos indios vuestro hijo o hija mayorlegítimos a quien podáis dejar los dichos indios conforme a lo que su majestad tienemandado repartiendo los tributos de ellos como os pareciere dando la propiedad almayor como dicho es con la parte de los tributos que quisiéres y los demás tributosrepartiéndolos entre los otros hijos legítimos no teniendo legítima mujer en quiensuceda el dicho repartimiento lo podáis dejar al hijo mayor natural con la propie-dad repartiendo los tributos como entre los dichos hijos legítimos está dicho demanera que to//132dos se puedan sustentar y conservar en la dicha población pero el repartimiento hade quedar siempre entero y no se ha de dividir sino solamente los tributos comodicho es pero en caso que no tuvieres hijos legítimos que conforme a lo que sumajestad tiene ordenado suceder en semejantes encomiendas ha de suceder vues-tra legítima mujer conforme a las provisiones y cédulas que están dadas cerca de lasucesión de los indios por lo cual habéis de tener muy particular cuidado de procu-rar su amparo multiplicación y defensa y de quien sean bien tratados y enseñadosen las cosas de nuestra santa fe católica ley natural y buena policía y si en ello algúndescuido tuvieres//132vcargue sobre vuestra conciencia y no sobre la de su majestad ni mía que en su realnombre os los encomiendo y con que tengáis los dichos indios en la dicha enco-mienda con las mismas cargas y obligaciones que los tienen los demás encomenderosde estos reinos con lo cual mando que podáis tomar la posesión de los dichos indiosy que de ella no seáis desposeído sin primero ser oído y por fuero y derecho venci-do y que en ello ni en parte de ello no se os pueda poner ni ponga impedimentoalguno so pena de 1.000 pesos de oro para la cámara de su majestad fecha en Potosía 4 días del mes de abril de 1575 años don Francisco de Toledo//133.

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2-Archivo de Tribunales de Jujuy.Caja 2, Legajo 40, Año 1612, f. 32 a 32v.Encomienda del gobernador Don Francisco Martínez de Leyva a Juan Ochoa deZárate (es su segunda encomienda).

Don Francisco Martínez de Leyva caballero del hábito de Santiago gobernador ca-pitán general y justicia mayor en estas provincias de Tucumán por el rey nuestroseñor digo por cuanto el capitán Juan Ochoa de Zárate es hijo legítimo del generalPedro de Zárate poblador que fue de la ciudad de San Francisco de la nueva provin-cia de Alava del valle de Jujuy la cual dicha población hizo por mandado y comi-sión del virrey don Francisco de Toledo a su costa llevando a ella muchos soldadosen cuyo sustento gastó mucha suma de pesos de oro y asimismo sirvió en las pro-vincias del Perú en todas las ocasiones que por los virreyes le fue mandado y enparticular en la jornada y conquista que el digno virrey don Francisco de Toledohizo en los chiriguanaes y en esta provincia se halló en todas las ocasiones que seofrecieron y el dicho capitán Juan Ochoa de Zárate ha servido en ellas con mucholustre de su persona sustentado la dicha población de la dicha ciudad de Jujuy quereedificó el gobernador Juan Ramírez de Velazco en que ha asistido siempre concasa poblada armas y caballos y se espera que lo hará siempre que se ofreciere yprocurará por el aumento de la dicha ciudad y por cuanto se ha casado con hijalegítima del capitán Garcí Sánchez uno de los primeros descubridores conquistado-res y pobladores de estas provincias y de los que más y con más lustre han servidoen ellas y nieta del gobernador Nicolás Carrizo que lo fue de ellas y descubridor yconquistador en nombre de su majestad y por virtud de sus reales poderes que porsu notoriedad no van aquí insertos encomiendo en el dicho capitán Juan Ochoa deZárate los indios caciques y pueblos siguientes que son en el valle y provincia deOcloya el pueblo de Quispira con el cacique Caque Lamas el pueblo de Toctoca yTecalayso con el cacique Catatt Tolave el pueblo de Ocayacxu con el cacique LamasCaque y el pueblo de Estoybalo con el cacique Jarabor el pueblo de Panaya con elcacique Tinti Lamas el pueblo de Sopra con el cacique Guarconte con más los indiosapatamas que están vacos por fin y muerte de Hernando Sedano de Ribera con máslos indios omanatas y apanatas con los caciques Ariata y Roy y Eslebay y Cuyay yel pueblo de Titoconde con el cacique don Francisco Chocoar sucesor del caciqueSocomba con todos sus anejos sujetos y pertenecientes por estos nombres o porotros cualesquiera que tengan más acierto donde quiera que estuvieren residieren yfueren hallados con todas sus tierras y rancherías aguadas cazaderos y pescaderosmontes//32y algarrobales con que no quite a los caciques principales sus mujeres e hijos ypiezas de su servicio de los cuales se sirva en sus frutos y granjerías y aprovecha-mientos conforme a la tasa que se guarda en esta provincia hasta que su majestadlos mande tasar con que no les lleve mas de lo que buenamente pudieren dar y conque los trate bien y doctrine que con esto descargo la conciencia de su majestad y lamía en cuyo nombre se los encomiendo por todos los días de su vida y de su suce-sor legítimo conforme a las leyes de la sucesión los cuales están vacos por dejación

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que hizo Gregorio de Castro y Francisco de Castro su hijo y por escritura de decla-ración y transacción otorgada por Pedro Cabello difunto que todo pasó ante Fran-cisco Morillo escribano público y de cabildo de Jujuy en 12 de junio del año pasadode mil y quinientos y noventa y ocho años y en 7 y 15 de noviembre de mil y seis-cientos y un años los cuales dichos recaudos originales están en poder del dichocapitán Juan Ochoa de Zárate el cual tenga casa poblada con armas y caballos en ladicha ciudad de Jujuy para acudir a las cosas que en nombre del Rey nuestro señorle fuere mandado y con que ante todas cosas haga ante mi o mi lugarteniente eljuramento y solemnidad que en tal caso es obligado la cual dicha merced le hagosin perjuicio de tercero y mando a todas las justicias de toda esta gobernación le denla posesión de los dichos indios y en ella le amparen y defiendan y no consientanser despojado sin que primero sea oído y por fuero y derecho vencido lo cual asíguarden y cumplan so pena de 500 pesos de oro para la cámara de su majestad laque desde luego les doy por condenado este testimonio de lo cual di la presentefirmada de mi nombre y refrendada de Joan González de Tamayo escribano públicoy mayor de gobernación mi secretario que es fecho en la ciudad de Santiago delestero a 27 días del mes de diciembre de mil y seiscientos y un años don FranciscoMartínez de Leyva por mandado de su señoría Joan González de Tamayo vuestraseñoría encomienda indios en el capitán Juan Ochoa de Zárate en términos de laciudad de Jujuy//32v.

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3-Archivo General de Indias.Justicia 406, Año 1539, f. 51v. a 54.Titulo de encomienda de Francisco Pizarro a Hernando Pizarro, su hermano.

...sujetos y para que su majestad fuese servido en la tierra como lo ha sido con lostesoros que se han llevado de estos dichos reinos y en ellos hiciste a su majestadseñalados servicios poniendo vuestra persona siempre en las cosas de peligro ycomo caballero celoso del servicio de su majestad después fuiste a los reinos deEspaña a hacer a su majestad relación de las cosas acaecidas en la dicha conquista ytoma de Atavalipa y por su real mandado volviste a estos reinos y os hallaste en laciudad del Cuzco y lugar por capitán de él en el cerco y levantamiento del Inca adonde por vuestra industria y trabajo el dicho Inca descercó la dicha ciudad con lamucha guerra que a los enemigos hiciste en lo cual serviste tan bien que con ladefensa que les hiciste se sostuvieron todos estos reinos y los indios fueron venci-dos y desbaratados y la tierra puesta y reducida en el servicio de su majestad yporque es bien que su majestad como católico príncipe os remunere de tan señala-dos servicios conociendo que restituiste la tierra sosteniendo en esta ciudad comolo que tuviste con tanto riesgo//51vy ventura con riesgo de españoles y porque otros se animen de servir como voshabéis servido en nombre de su majestad vos encomiendo en la provincia de

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Chinchasuyo el cacique Curiata señor del pueblo Inayo y sierra Tomebamba contodos sus indios y principales a ellos sujetos y el pueblo de Vico de que es caciqueCurima y otro pueblo de que es cacique Atapoma con todos sus indios y principalesa ellos sujetos con los que de ellos sucedieren y del cacique de Tanbo con todos susindios y principales sujetos y el pueblo de (Chatica?) de que es cacique Tito y elValle Comaybamba y el cacique Xuaxca con todos indios y principales y mitimaesdel dicho valle a él sujetos y el valle de Pisco con los caciques Guaxani y Choyarcomacon los a él sujetos y el pueblo de Biticos con todos sus indios y el valle de Vilcabambacon todos sus indios y en la provincia de Condesuyo el pueblo Chuco y el caciqueAtao y el cacique Huyoa y el cacique Axama y en la provincia de los Canas elcacique Guanco y el cacique Tinta con todos sus indios y principales a ellos sujetosy en la provincia de Condesuyo el pueblo de Calla y el señor de Ymamanchaca yotro pueblo que se llama Pacamarca//52y el principal Mancho y otro pueblo Pocallata y otro Tanapoco y el principal Cayasicy otro Guayacare y el principal se llama Alloa y otro pueblo que se llama Chamanay otro Pascaepar y el señor Puico y otro Pacomucho y el principal Mancho y elpueblo Caryel principal Atapoma y otro que se llama Curnana que es principal deTainara y el principal de Otamara y el principal y el principal (sic) Piechomago contodos sus indios y otro pueblo que se llama Chanpallata y el principal Cuxi contodos sus indios y otro pueblo Quicha y el principal Pumaayta y el pueblo Candioy Parco y en las yungas valle de Toayma con todos sus caciques e indios y pueblosy principales y mitimaes a ellos sujetos y otros y os encomiendo el cacique Atapomaseñor del pueblo Urcomarca y otro de que es principal Chuquingo que tiene dospoblezuelos y otro que se llama Tanbo quien es principal Pumigochuma y el puebloChoro y el principal Maxanga con otro poblezuelo con todos sus indios y otropoblezuelo que se llama Yquico y el principal Abiacaxa y otro Pansipate y otroAcoyta y otro que se llama Xuidita y el cacique Ynelnache //52v y otro que se llama Chilbanbaca y el principal Pubillasylla y otro que se llamaBuchunga y el principal Guaman y otro que se llama Tasmaco y el principalCarnavena y otro Pomacollo y el principal Parmabate y otro que se llamaChuquicacando y donde tiene su casa Atapoma con todos los indios y principales aél sujetos y en la provincia de los Charcas en Consara y en Urinsaya y el caciqueChuquiguata y el cacique Yncuta y el cacique Ayracha y el cacique Acoxi y el caci-que Canche y el cacique Banba con el cacique Coconti con todos los indios y princi-pales a ellos sujetos (roto) en la provincia de los Charcas en Consara y churinsaya elcacique de Chuquiguayto y el cacique de Yncura y el cacique Ayracha y el caciqueAoxi y el cacique Canche y el cacique Bambaconi y el cacique Toco con todos losindios y principales a ellos sujetos y mas la provincia de los Chichas en Urinsaya yel cacique Vinchuca y el cacique Chapora y el cacique Condori y el cacique Talava yel cacique Hallapa y en Anansuyo el cacique Chuchullacomasa y el cacique Sindaray el cacique Yelma y el cacique Tucaxa y el principal Caritima de Callua y el princi-pal Arucopaxa mitima de Socolla y el principal Comanache mitima//53de Canche y el principal Condoricana mitima de Pisquillata y el principal Macomitima de Caranga y el principal Chico mitima de Quilena y el principal CaguiaCapariguana mitima de Condesuyo y el principal Chuara mitima de Collado y elprincipal Ancachicha mitima del Cuzco y el principal Tirracurraba mitima de tam-

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bo y el principal Tascaga mitima de (Yura?) con todos sus indios principales a ellossujetos contando que dejéis el cacique principal y sus mujeres e hijos de los otrosindios para sus servicios como su majestad manda habiendo religiosos que doctrinenlos dichos indios los traigas ante ellos para que sean instruidos en las cosas de nues-tra religión cristiana de los cuales dichos indios os habéis de servir conforme a losmandamientos Reales y contando que seas obligado a los doctrinar y enseñar en lascosas de nuestra Santa Fe católica y les hagas todo buen tratamiento como su majes-tad manda y si así no lo hicieres cargue sobre vuestra conciencia y no sobre la de sumajestad ni mía que a su real nombre vos los encomiendo y si necesario es desdeahora vos pongo y he por puesto en la posesión de los dichos indios fecho en laciudad del Cuzco a 27 días del//53vmes de abril de 1539 años el marqués Francisco Pizarro por mandado de su señoríaAntonio Picado...//54

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Apéndice B

1-Archivo Nacional de Bolivia.Escrituras Públicas, Volumen 11, Año 1560, f. CCCLXIVv. a CCCLXVI.Escribano Francisco de Logroño.

Sepan cuantos esta carta de obligación vieren como yo doña Petronila de Castromujer legítima de Juan de Cianca vecina de esta ciudad con licencia plazos y expre-so consentimiento que para hacer esta escritura yo le pido y demando y él me da yconcede como por la dicha licencia parecerá y yo Juan de Cianca marido de vos ladicha doña Petronila de Castro otorgo y conozco que doy la dicha licencia poder yfacultad a vos la dicha mi mujer para que hagáis y otorguéis esta escritura la cual osdoy cuan cumplida es necesario la cual prometo y me obligo de no la revocar nicontradecir so expresa obligación que hago de mi //CCCLXIV vpersona y bienes por ende yo la dicha Petronila por virtud de la dicha licencia a midada otorgo y conozco que doy y otorgo todo mi poder cumplido libre llenero bas-tante según que yo lo he y tengo y lo puedo y debo dar y otorgar a vos Francisco deSalazar residente en el asiento de Potosí que sois ausente como si fueses presentepara que por mi y en mi nombre como heredera que soy de Juan de Villanuevadifunto primer marido podáis pedir y demandar recibir haber y cobrar así en juiciocomo de fuera de él a todas y cualesquier personas y de sus bienes y de quien y conderecho debáis todos y cualesquier maravedíes y pesos de oro y de plata y otrascualesquier cosas que a mi me pertenezcan y de lo que recibieres y cobrares deis yotorguéis las cartas de pago y de finiquito que convengan las cuales valgan como siyo misma las diese y otorgase siendo presente el cual dicho poder os doy general-mente para en todos mis pleitos y causas y negocios movidos y por mover que yohe y tengo y espero haber y tener y mover con cualesquier personas en especial conPedro de Zárate sobre razón de 2.000 pesos que pide me pide como a heredera deldicho Juan de Villanueva y las tales personas contra mi y mis bienes así en deman-dando como en defendiendo y sobre cualquier causa y razón que sea y en razón dela dicha cobranza y pleitos podáis parecer y parezcáis ante cualesquier jueces yjusticias de sus majestades de esta provincia y de otras partes y ante ellas y cual-quier de ellas podáis pedir y demandar y responder y defender negar y conocerpedir y requerir querellar y afrontar protestar testimonios de notarios y escribanospúblicos y pedir y tomar y sacar //CCCLXVtodas otras buenas razones exenciones y defensiones por mi y en mi nombre ponery decir y alegar y para presentar títulos y probanzas y escritos y escrituras y sacar-las de poder de cualesquier escribano y otras personas en cuyo poder estuvieren ycancelarlas y dar para ningunas y recusar jueces y escribanos y jurar la tal recusa-ción en forma y apartaros de ella y ver presentar y jurar y conocer los títulos yprobanzas y escritos y escrituras que por las otras partes fueren traídos y presenta-dos y tacharlos y contradecir así en dichos como en hechos y en personas y hacercualesquier juramento así de calumnia como decisorio y pedir que las otras parteslos hagan si conviniere porque y concluir los pleitos por todas instancias haciendo

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en ellos y en cada uno de ellos todos los demás autos y diligencias judiciales yextrajudiciales que se requieran y deban hacer aunque aquí no se especifiquen demanera y por falta de poder baste y no dejéis de hacer y pedir todo aquello que a miderecho convenga y alegar lo que conviniere y concluir los pleitos y pedir y oírsentencias así interlocutorias como definitivas y consentir en las que se hicieren enmi favor y de las en contrario apelar y suplicar y seguir el apelación y suplicaciónpor allí y debieres con derecho que por todo ello os doy este dicho mi poder contodas sus incidencias y dependencias anexidades y conexidades y con libre y gene-ral administración y con facultad que lo podáis sustituir en quien quisieres y revo-carlos y proponer otros de nuevo a los cuales y a vos relevo según forma de derechoy renunciamos las leyes de los emperadores Justiniano y Veliano y de senatus con-sulto romano y por haberlos por firme obligamos nuestras personas y bienes mue-bles y raíces habidos y por haber fecha la carta en la dicha ciudad de La Plata a 2días del mes de diciembre de 1560 años testigos que fueron presentes a lo susodichoPedro de Herrera y Gaspar Rodríguez y Juan Moreno estantes en esta dicha ciudady los dichos otorgantes que yo el escribano público suso escrito doy fe que conozcolo firmó el dicho Juan de Cianca y por la dicha doña Petronila un testigo en elregistro de esta carta, Juan de Cianca, Pedro de Herrera ante mi Francisco Lorgroño,escribano público //CCCLXVI

* * * * *

2-Archivo Nacional de Bolivia.Escrituras Públicas, Volumen 3 A, Año 1560, f. DLXXXIVv a DLXXXVI.Escribano Francisco de Reinoso.

Poder

Sepan cuantos esta carta de poder vieren como yo doña Petronila de Castro mujerlegítima que soy de Juan de Cianca vecino de esta insigne y muy noble y muy lealciudad de La Plata provincia de los charcas de estos reinos del Perú con licenciaautoridad y expreso consentimiento que ante todas cosas pido y demando al dichoJuan de Cianca mi marido que está presente para otorgar todo lo contenido en estepoder y escritura y yo el dicho Juan de Cianca digo que doy y concedo a vos ladicha doña Petronila de Castro mi legítima mujer para otorgar lo que desuso enesta escritura será contenido y según como por vos me es pedida y demandada yque prometo y me obligo de no la revocar ni contradecir ahora ni en tiempo ni poralguna que sea so expresa obligación que hago de mi persona y bienes y yo la dichadoña Petronila de Castro usando de la dicha licencia y facultad otorgo y conozcopor esta presente carta que doy y otorgo todo mi poder cumplido libre y llenerobastante y suficiente tal cual de derecho en tal caso se requiere y más puede y debevaler al capitán Cristóbal de Cianca y a Francisco de la Serna y a Francisco de laTorre presentes en corte a todos tres juntamente y a cada uno y cualesquier de ellosin solidum para que por mi y en mi nombre y representando mi propia persona

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puedan pedir y demandar haber recibir y cobrar así en juicio como fuera de él detodas y cualesquier personas y de sus bienes y de quien y con derecho puedan ydeban todos y cualesquier maravedíes y pesos de oro y plata joyas esclavos gana-dos cabalgaduras mercaderías y otras cualesquier cosas de cualquier género y cali-dad que sean que me deben al presente y me debieren de aquí adelante así porcontratos obligaciones conocimientos cédulas y poderes en causa propia y cesionesy traspasos y cláusulas de testamento y empréstitos y cuentas corrientes como enotra cualquier manera causa vía y razón que sea y de lo que así recibieren y cobrarenpuedan dar y otorgar sus cartas de pago y de finiquito que contengan las cualesvalgan y sean tan firmes bastante //DLXXXIVvy valederas como si yo misma las diese y otorgase y al dar y otorgar de las presentefuese y otro sí especialmente para que puedan seguir y proseguir fenecer y acabarpor todas instancias el pleito y causa que nos habemos y tengamos y tratamos ycontra nos trata Pedro de Zárate sobre razón de que nos pide la mitad de los indiosdel repartimiento de omaguaca que tengo y poseo y me pertenecen por justos yderechos títulos y si por caso algunos autos y o diligencias hubieren hecho en razóndel dicho pleito y causa por virtud de otro nuestro poder lo habemos por bien he-cho y los ratificamos y aprobamos como si por nos mismos fuesen hechos y actua-dos y otro sí doy más cumplidamente este dicho poder a los susodichos general-mente para en todos mis pleitos y causas y negocios movidos que yo he y tengo yespero haber y tener contra cualesquier personas y las tales contra mi así en deman-dando como en defendiendo y siendo necesario otra contienda de juicio sobre lacobranza lo susodicho y cada una cosa y parte de ello fuera necesario puedan pare-cer y parezcan ante sus majestades y su virrey y presidente y oidores de sus altosconsejos audiencias y cancillerías y ante otras justicias ordinarias cualesquier y asímismo ante su santidad y sus nuncios y delegados y auditores de su sacro palacioprovisores y vicarios y jueces ordinarios y ante ellos y cualesquier de ellos y hacer yponer y presentar todos y cualesquier pedimentos y requerimientos citacionesprotestaciones embargos y ejecuciones prisiones ventas trance y remate de bienes ypedir posesiones y hacer juramentos en mi ánima y responder replicar y negar ycontradecir a lo de contrario presentado y lo resargüir de falso y presentar testigosy probanzas y escrituras y todo género de prueba y hacer recusaciones en debidaforma y se apartar de ellas y otras hacer y sacar escrituras de poder donde estén yconcluir y cerrar razones y pedir y oír sentencias y otros pronunciamientos y losque fueren en favor consentir y de las en contrario o de otro cualquier auto deagravio apelar y suplicar y seguir la apelación y suplicación allí y donde con dere-cho se deban seguir y dar quien las siga y pedir costas y jurarlas y verlas tasar yjurar y hacer todos los demás autos y diligencias judiciales y extrajudiciales queconvengan y menester sean y yo haría y hacer podría siendo presente aunque aquíno se especifiquen de manera que por falta de poder no dejen de hacer y pedir todoaquello que a mi derecho convenga y puedan sustituir este poder o la parte quequisieren en una o más personas y los revocar y otro saciar quedando en ellos esteprincipal porque cuan cumplido y bastante poder he y tengo para todo lo que dichoes y cada una cosa y parte de ello y otro tal y tan cumplido y (decisorio?) doy yotorgo a los dichos capitán Cristóbal de Cianca y Francisco de la Serna y Franciscode la Torre poder in solidum y sus sustitutos con sus incidencias con su incidencia y

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dependencia anexidad y conexidad y con libre y general administración en lo quedicho es y los //DLXXXVrelevo en forma sola cláusula del derecho y para haber por firme este poder y lo quepor virtud de él fuere hecho y actuado obligo mi persona y todos mis bienes dote yarras habidos y por haber y doy mi entero poder cumplido a todos y cualesquierjueces y justicias de sus majestades de cualquier fuero y jurisdicción que sean antequienes esta carta pareciere y de ella o parte de ella fuere pedido entero cumpli-miento justicia al fuero y jurisdicción de las cuales y de cada una de ellas me sometoy obligo con la dicha mi persona y bienes y renuncio mi propio fuero y jurisdiccióndomicilio y vecindad y la ley sid convenerid de jurisdicionen omni unjudicum para quepor todo rigor y remedio del derecho y vía breve ejecutiva me compelan y apremiena lo así cumplir y pagar mantener y guardar y haber por firme bien así como si loque dicho es y cada una cosa y parte de ello fuese sentencia definitiva de juez com-petente dada contra mi y por mi consentida y no apelada y pasada en cosa juzgadasobre lo cual renuncio a todas y cualesquier leyes fueros y derechos y ordenamientoscanónicos civiles y municipales escritos y por escribir y todo auspicio y defención ybuena razón y plazo de alonjamiento que contra esta carta carta (sic) sean o serpuedan que me non valan en juicio ni fuera de él y por ser mujer renuncio las leyesde los emperadores justiniano y el senatus consultus veliano y la nueva constitucióny leyes de toro y partidas que son y hablan en favor de las mujeres de las cuales y desu efecto fui avisada y certificada por el escribano de esta carta y no obstante lorenuncio para no me aprovechar de ellas y otro sí para más validación de lo conte-nido en esta escritura y por ser menor juro por Dios y por Santa María y por la señalde la cruz tal como esta cruz y por las palabras de los santos cuatro evangelios comobuena y fiel cristiana y temiendo a Dios y guardando mi conciencia que no tengohecha exclamación ni protestación contra esta dicha escritura ni lo que por virtudde ella fuere hecho y actuado sino que la otorgo de mi libre y espontánea voluntadsin previa fuerza ni halago que me haya //DLXXXVvsido hecha por el dicho Juan de Cianca mi marido so cargo del dicho juramentoprometo y me obligo de no ir ni venir contra ello ni parte de ello ahora ni en tiempoalguno ni por alguna manera que sea así por decir que soy menor de edad que encuanto a esto renuncio el derecho que me compete por no ser de 25 años ni porquefui lesa ni damnificada enorme o enormisimamente y así mismo renuncio el dere-cho de poder pedir beneficio de restitución in intrigum y so cargo de el así mismoprometo de no pedir absolución ni relajación de este juramento a nuestro muy San-to Padre ni a sus nuncios ni delegados ni a otros jueces ordinarios que me la puedandar y conceder y si de su propio mutuo me fuere concedido no usare de ella y tantascuantas veces intentare de lo pedir y contradecir caiga e incurra en pena de perjurae infame y de caer en caso de menos valer en testimonio de lo cual otorgué estacarta y lo en ella contenido ante el presente escribano público y testigos de suyoescritos fue hecha y otorgada en la ciudad de La Plata en 15 días del mes de abril de1560 años testigos que fueron presentes Diego Martín y el licenciado Antonio deCastro y Gaspar Hernández estantes en esta dicha ciudad y la dicha otorgante queyo el escribano conozco no lo firmó porque dijo que no sabia y rogó lo firmase porella un testigo de esta carta el cual lo firmo en el registro Juan de Cianca licenciadoAntonio de Castro ante mi Francisco de Reinoso //DLXXXVI

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Apéndice C

Archivo Histórico de Potosí.Caja Real 1, Año 1558, f. 1 a 3v.

Nos don fray Jerónimo de Loayza por la gracia de Dios y de la santa sede apostólicade Roma primer obispo y arzobispo de esta ciudad de los Reyes y del consejo de sumajestad y el licenciado Fernando de Santillan oidor en la audiencia y cancilleríareal que por mandado de su majestad reside en esta dicha ciudad y fray Domingode Santo Tomas de la orden de los predicadores por el nombramiento y comisión anos dada por el muy excelente señor el licenciado Pedro Gasca del consejo de sumajestad de la santa y general inquisición y su presidente en estos reinos y provin-cias del Perú para entender en hacer la tasa de los tributos que los repartimientos deestos dichos reinos han de dar a sus encomenderos y a vos el comendador HernandoPizarro vecino de la villa de Plata y a vos don Hernando de Viedma y Andrés deChunchulamas caciques y a los demás principales e indios con todos los mitimaesvuestros sujetos que al presente sois y después de vos sucedieren en el repartimien-to de Chalca indios chichas que esta encomendado en vos el susodicho y a cada unoy cualesquiera de vos sabed que en cumplimiento de lo que su majestad tiene pro-veído y mandado acerca de la tasa que era de hacer de los tributos que los naturalesde estos dichos reinos han de dar a sus encomenderos así para que los susodichossepan lo que les han de pedir y llevar como para que los dichos naturales sean bientratados y se conserven y aumenten se nombraron visitadores que visitasen el di-cho vuestro repartimiento los cuales como sabéis hicieron la visita y la presentaronante nos y visto y comunicado con los visitadores y otras personas que pareció quepodían tener noticia de la disposición y posibilidad del dicho repartimiento e in-dios de el por virtud del dicho nombramiento tasamos y declaramos deber dar eldicho repartimiento en tanto que su majestad o la persona que en su real nombre lohubiere de hacer otra cosa acerca de la dicha tasa dispone y manda los tributos quede suyo irán declarados por la forma y orden que se sigue.Primeramente daréis vos los dichos caciques e indios del dicho repartimiento aldicho vuestro encomendero en cada un año 4.800 pesos de valor cada uno de a 450maravedies en oro o en plata como vos los dichos cacique e indios los quisieres ymejor pudieres puestos en la villa de Plata en casa del encomendero cada 4 meses1.600 pesos.Item daréis cada un año 300 fanegas de maíz puestas en vuestras tierras.Item daréis cada 6 meses 20 gallinas la mitad hembras y por este primero año que secuenten desde el día que esta tasa fue notificada a vos el dicho cacique que adelanteno daréis mas de la mitad de estas dichas 20 gallinas y asimismo daréis cada 6meses 100 patos y patas y 30 pares de perdices todas puestas en casa delencomendero//1Item daréis cada 6 meses media arroba de miel y otra media arroba de cera puestaen casa del encomendero.Item daréis cada 6 meses 6 cargas de sal puestas en casa del encomendero y otras 2cargas en vuestras tierras.Item daréis cada 6 meses de jaquimas con sus cabestros y cinchas con sus látigos de

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cordel y sueltas y costales con sus sogas de cada cosa de estas 8 todo de lana ocabuya puesto en casa del encomendero.Item sembrareis beneficiareis y cogeréis en vuestras tierras 10 fanegas de maíz ytrigo y para el trigo vos el encomendero les habéis de dar la semilla para ello y loque procediere de esta dicha sementera habéis de dar el maíz desgranado y el trigoencerrado en espiga y vos el encomendero lo habéis de trillar a vuestra costa yayudaros a ello algunos de los dichos indios y si el encomendero quisiere sembraren vuestras tierras con bueyes como sea sin perjuicio de ellas le daréis al tiempo delsembrar para que ayuden al labrador y para regar 15 indios y al tiempo del desher-bar y coger cada vez 40 indios y si vos los dichos caciques e indios diereis los dichosindios para que ayuden al labrador como dicho es en tal caso no habéis de sembrarlas dichas 10 fanegas de maíz y trigo que os mandamos sembrar en vuestras tierrasy todo lo que procediere de esta dicha sementera sembrándolas vos los dichos in-dios o ayudándolas a sembrar ponéis en los tambos de vuestras tierras.Item si el encomendero quisiere llevar comida en su ganado al asiento de Potosí oPorco o villa de Plata le daréis vos los dichos caciques e indios 3 veces en el añocada vez 25 indios para que ayuden a cargar y descargar y guardar el dicho ganadoy vos el dicho encomendero ni otra persona no los ocupareis en otra cosa mas de enhacer lo dicha y a la ida y a la vuelta les habéis de dar la comisión que fuere menes-ter para el camino.Item daréis para servicio ordinario de la casa del encomendero en la dicha villa dePlata 15 indios que//1vtuviere para que le sirvan de servicio ordinario 8 indios e indias de los dichos 15que os mandamos dar en la villa.Item daréis para guarda de los ganados de (lenco?) madero o beneficio de huertas silos tuviere 10 indios los 2 en la villa y los 8 en vuestras tierras.Y porque con menos cargo y escrúpulo de conciencia vos el dicho encomenderopodáis llevar los dichos tributos os encargamos y mandamos que hagáis doctrinara los dichos naturales en las cosas de nuestra santa fe católica y a tener y guardar leynatural y buena policía y no habiendo clérigo o religioso que lo haga ponéis unespañol de buena vida y ejemplo que los doctrine en lo susodicho.Y porque al clérigo o religioso que doctrinare a los dichos naturales es justo que sele provea de cómoda sustentación en tanto que no hay diezmos de que se puedasustentar vos el dicho cacique e indios del dicho repartimiento daréis para ayuda asu sustentación cada mes 3 fanegas de maíz y una oveja cada semana 8 aves galli-nas y patos y perdices y los días de pescado cada día 10 huevos y cada día uncantarillo de chicha y cada 4 meses una carga de sal y leña para quemar y yerbapara su cabalgadura y el salario de dinero y otra cosa mas si fuere menester para lasustentación del dicho clérigo o religioso lo pagareis vos el dicho encomendero o laparte que os cupiere.Por tanto por el presente mandamos a vos el dicho comendador Hernando Pizarroencomendero del dicho repartimiento y a vos don Hernando Viedma y Andrés deChunchulamas caciques y a los demás principales e indios con todos los mitimaesvuestros sujetos y a cada uno y cualquier de vos que al presente sois y después devos sucediere en la dicha encomienda y repartimiento que guardéis y tengáis la tasade suso contenida y que deis en cada un año que se cuente desde el día que os fuere

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notificada a vos el dicho cacique en adelante por sus mitas los tributos y cosas enella contenidos so pena que si pasado el dicho termino en que así lo habéis de dardentro de 20 días mas primeros si no los dieres y pagares y hubieres dado y entrega-do al dicho vuestro encomendero conforme a la dicha tasa que le deis y paguéis lostributos y cosas que así le debieres y restares por dar y entregar de cada mita con eldoblo y costas que sobre ello se les siguieren y recrecieren en la cual dicha pena voscondenamos y habemos por condenado en ellas desde ahora para entonces y deentonces para ahora y mandamos a la justicia mayor y ordinaria de esta dicha villade Plata hagan y manden hacer entrega en vuestras personas y bienes por el dichoprincipal so pena del doblo y costas conforme a (roto) y asimismo que vos el dichoencomendero ni los que después de vos sucedieren en la dicha su//2puesta persona publica ni secretamente directa ni indirecta otra cosa alguna deldicho repartimiento salvo lo contenido en la dicha tasa so las penas en la provisiónreal de su majestad contenidas que es que por la primera vez que pareciere quehayáis recibido mas como dicho es demás devolver a los dichos indios lo que así leshubieres llevado paguéis de pena el cuatro tanto del valor de ello para la cámara desu majestad y por la segunda vez restituiréis asimismo a los dichos indios lo que asíles hubieres llevado y seáis privado de la dicha encomienda de ellos y perdáis otrocualquier derecho que tengáis o podrais tener a los dichos tributos y mas la mitadde todos vuestros bienes para la cámara de su majestad en las cuales dichas penasincurrís vos el dicho encomendero y cualquier persona que después de vos sucediereen la dicha encomienda si excedieres de lo en la dicha tasa contenido y vos conde-namos y habemos por condenados en ellas desde ahora para entonces y de enton-ces para ahora aplicados según derecho es y porque de ello vos el dicho encomenderono pretendáis ignorancia y sepáis lo que habéis de recibir y los dichos cacique eindios lo que han de dar mandamos que cada uno de vos tenga en su poder esteproveimiento de un tenor reservando como reservamos en nos y en la persona queen nombre de su majestad lo hubiere de hacer facultad de añadir o quitar en ladicha tasa todas las veces que pareciere deberse quitar o añadir en ella conforme alo que el tiempo y posibilidad de los dichos caciques e indios pidiere y requirierefecho en los Reyes a 1º de octubre de 1550 años el licenciado Fernando de Santillanfray Domingo de Santo Tomas por mandado de su (reina?) señora y mercedes Pe-dro de Avendaño.En el asiento y minas de Potosí jurisdicción de la villa de Plata a 2 días del mes deabril año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de 1551 años yo Pedro deAcevedo escribano de su majestad publico de la dicha villa por mandado del muymagnifico señor Lorenzo Estopinan de Figueroa juez de comisión de su majestadlei y notifique esta tasa como en ella se sigue a Baltasar Velázquez en su personacomo a persona que tiene poder a cargo de los indios y haciendas del comendadorHernando Pizarro para que so las penas en ella contenidas y so la pena de los 4.000pesos contenida en la provision de su majestad guarde y cumpla lo en ella conteni-do el cual dijo que lo oia siendo testigos Rodrigo de Valpuesta y Juan de Auleztia yMelchor de Castillo estantes en el dicho asiento y el dicho señor juez lo firmo de sunombre y por su mando se entrego esta tasa al dicho Baltasar Velázquez LorenzoEstopinan y yo el dicho Pedro de Acevedo escribano susodicho en uno con los di-chos testigos juntamente con el dicho señor juez fue presente e hizo aquí mismo

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signo en testimonio de verdad//2vPedro de Acevedo escribano.El licenciado Altamirano oidor de su majestad justicia mayor en esta provincia delos charcas por su majestad y a los alcaldes ordinarios de esta ciudad de La Plata ya mis lugartenientes y alguacil mayor de ella y a otras cualesquier justicias y algua-ciles de esta provincia y a vos el comendador Hernando Pizarro vecino de estaciudad de La Plata y a vuestros mayordomos y personas que tiene vuestro poder ya cargo la cobranza de los tributos que los indios del repartimiento de los chichasque en vos están encomendados son obligados a pagar y a otras cualesquier perso-nas de cualquier estado y condición que sean a quien lo de suyo contenido toca yatañe y atañer puede en cualquier manera y a cada uno y cualquiera de vos sabedque ante mi pareció don Cristóbal cacique del dicho repartimiento de los chichaspor si y en nombre de los demás caciques principales e indios del dicho reparti-miento y presento ante mi una provisión de su (roto) y tasa de los tributos que hande pagar que es del tenor siguiente.Don Hurtado de Mendoza marques de Cañete guarda mayor de la ciudad de Cuen-ca virrey y capitán general en estos reinos y provincias del Peru por su majestad y avos el comendador Hernando Pizarro vecino de la ciudad de La Plata o a la personaque tuviere a cargo la cobranza de los tributos del repartimiento de suyo y a vosdon Andrés de Chunchulamas y don Diego Cuzco Guacala caciques y a los demásprincipales e indios y mitimaes vuestros sujetos que al presente sois y después devos sucedieren en el repartimiento de los chichas que en vos esta encomendado y acada uno y cualquier de vos sabed que por parte del dicho don Andrés cacique mefue hecha relación diciendo que el dicho repartimiento estaba agraviado en la tasaque esta hecha de los tributos que ha de pagar a su encomendero por ser excesivosy tener poca posibilidad en mas de la mitad de los dichos tributos y me pidió ysuplico lo mandase remediar para que ellos lo pudiesen pagar sin tanto trabajo ymolestia como ahora tienen y por mi visto y la tasa que esta fecha de los dichostributos y haz de pagar en cada año y lo que su majestad tiene mandado acerca dela tasa que se ha de hacer de los tributos que los naturales de estos dichos reinoshan de pagar a sus encomenderos así para que ellos sepan lo que les han de pedir yllevar y el dicho repartimiento pagar como para que sean bien tratados y se conser-ven y aumenten hacer parecido que en el entretanto que otra cosa se provee y man-da andáis al dicho vuestro encomendero en cada un año con los tributos siguientes.Primeramente daréis en cada un año al dicho vuestro encomendero 3.500 pesos devalor cada uno de a 450 maravedies puestos en la ciudad de La Plata cada 6 mesesla mitad.Item daréis cada un año 200 fanegas de maíz puestas en los tambos de Calcha ySuipacha cada 6 meses la mitad.Y porque con menos cargo y escrúpulo de conciencia vos el dicho encomenderopodáis llevar los dichos tributos vos encargo y mando que hagáis doctrinar a losdichos naturales en las cosas de nuestra santa fe católica y tener//3y guardar ley natural y buena policía y no habiendo clérigo o religioso que lo hagaponéis un español de buena vida y ejemplo que los doctrine en lo susodicho.Y porque al clérigo o religioso que doctrinare a los dichos naturales es justo que sele provea de cómoda sustentación en tanto que no hay diezmos de que se pueda

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sustentar vos los dichos caciques principales e indios daréis para ayuda a susustentación cada mes 3 fanegas de maíz y una oveja mediana o en su lugar 8 pesosen plata corriente y cada semana 8 gallinas y patos y cada día de pescado 10 huevosy cada día un cantarillo de chicha de hasta dos a (cumbres?) y cada 4 meses unaarroba de sal y leña para quemar en su casa y yerba para una cabalgadura y elsalario de dineros y otra cosa mas si fuere menester para la sustentación del dichoclérigo o religioso lo pagareis vos el dicho encomendero o la parte que os cupiere.Por tanto por la presente mando a vos los dichos don Andrés Chuchulamas y a dony a don Diego Guacala caciques y a los demás principales e indios e mitimaes vues-tros sujetos que desde primero día del mes de setiembre primero que verna de estepresente año de 1558 en adelante andáis al dicho vuestro encomendero en cada unaño y a los tiempos en ella declarados con los tributos y cosas en esta tasa conteniday que vos el dicho encomendero o persona que cobrares los dichos tributos no lespidáis ni llevéis por vos ni por interpósitas personas publica ni secretamente direc-ta ni indirecta otra cosa mas de lo arriba declarado ni otro servicio personal ni obrasso pena que por la primera vez que pareciere haberlo recibido en cualquier manerade las dichas demás de volver a los dichos caciques e indios lo que así les hubieresllevado demasiado paguéis de pena el otro tanto del valor de ello para la cámaradel fisco de su majestad y por la segunda vez restituyáis asimismo lo que les hubieresllevado demasiado o perdáis la encomienda de ellos y otros cualesquier derechosque tengáis y podáis tener a los dichos tributos perdáis la mitad de todos vuestrosbienes para la cámara de su majestad en las cuales dichas penas incurráis si excedieresde lo en la dicha tasa contenido y vos condeno en ellas desde ahora para siempreentonces y de entonces para ahora ha publicado según dicho es y porque de ello nopodáis pretender ignorancia y sepáis lo que habéis de recibir y vos los dichos caci-ques lo que habéis de dar mando que a cada uno de vos tenga en su poder untraslado de esta tasa de un tenor reservando como reservo en mi facultad de quitaro añadir conforme a lo que el tiempo y posibilidad de los dichos indios pidiere yrequiriere fecho en los Reyes a 7 días del mes de julio de 1558 años el marques pormandado de su excelencia Juan Muñoz//3v

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Apéndice D

Archivo Nacional de Bolivia.Escrituras Públicas, Volumen 8, Año 1566-1566, f. DCC.Escribano: Lázaro del Aguila.Anotación de Juan de Cianca hecha en San Rafael de Sococha realizada en hojaaparte del documento principal.

Memoria de los indios que van de Sococha a residir en Potosí.Salió a 23 de enero de 1564 años.

Don Gonzalo Citarcaya PrincipalAndrés ChulquinaTolabaTrepoNoriçaDiego ChiricaJuan EsperocaJuan ChabanaPedro ColoChulquina

Memoria de los indios que hay en Sococha que yo conozco.

Don Martín ChocoarDon Lorenzo QuivasaDon Juan GualacaPochavaCaravajalQuirica cuñado de Don FernandoTambalaTopisaSubicaSubicaNoriça el diaguita de Xirote no se aceptó de este (roto)Chocuar padre de MartinilloLaiçamaSiravaSuipocaGuancaTolaba carniceroTotiça es un chagasta de XiroteTolabaSongollaTolaba de Yavi

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EsmocopaPongo porqueroTotaSuica padre de ChabanaGuaco camayo de Don FernandoAlonso caronaNebichaEl moyo de AbtiCharlo de YaviPalalaSabacaChavana viejo de YaviCali de YaviCarlo quesero de Don FernandoGuanca vilica de AbtiGuanca vilica de Sococha //DCCr