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INTRODUCCIÓN El tomate (Lycopersicon esculentum Mill), es sin duda la hortaliza más importante en el mundo logrando en menos de un siglo la preferencia de los consumidores de diversos países (BRAVO y ALDUNATE, 1993). Su producción representa una actividad importante para los agricultores de muchos países como Estados Unidos, Italia, España, Grecia, México, Brasil, Turquía, y varios países asiáticos (BRAVO y ALDUNATE, 1993). En Chile, se estima que su superficie cubre unas 17.500 ha, de las cuales 10.269 ha, corresponden a tomate industrial, 6.277 ha de tomate al aire libre y 1.073 ha bajo invernadero, este último con un 74 % en la V región (INE, 1998). Específicamente el cultivo del tomate en la V región se concentra en las zonas de Limache, Quillota y La Cruz (BRAVO y ALDUNATE, 1993). En las condiciones locales la producción bajo invernadero resulta rentable en la medida que se pueda cosechar en una época de baja disponibilidad en el mercado. Por esto se produce en mayor proporción tomate primor, que pretende cosechar frutos a fines de invierno y primavera para alcanzar mayores precios (ARANCIBIA, 1991). Dado que el establecimiento del cultivo bajo invernadero requiere de una fuerte inversión, se origina una alta dependencia económica por parte de los agricultores, lo que los obliga a maximizar los beneficios, traduciéndose en un monocultivo durante sucesivas temporadas.

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INTRODUCCIÓN El tomate (Lycopersicon esculentum Mill), es sin duda la hortaliza más importante en el mundo logrando en menos de un siglo la preferencia de los consumidores de diversos países (BRAVO y ALDUNATE, 1993). Su producción representa una actividad importante para los agricultores de muchos países como Estados Unidos, Italia, España, Grecia, México, Brasil, Turquía, y varios países asiáticos (BRAVO y ALDUNATE, 1993). En Chile, se estima que su superficie cubre unas 17.500 ha, de las cuales 10.269 ha, corresponden a tomate industrial, 6.277 ha de tomate al aire libre y 1.073 ha bajo invernadero, este último con un 74 % en la V región (INE, 1998). Específicamente el cultivo del tomate en la V región se concentra en las zonas de Limache, Quillota y La Cruz (BRAVO y ALDUNATE, 1993). En las condiciones locales la producción bajo invernadero resulta rentable en la medida que se pueda cosechar en una época de baja disponibilidad en el mercado. Por esto se produce en mayor proporción tomate primor, que pretende cosechar frutos a fines de invierno y primavera para alcanzar mayores precios (ARANCIBIA, 1991). Dado que el establecimiento del cultivo bajo invernadero requiere de una fuerte inversión, se origina una alta dependencia económica por parte de los agricultores, lo que los obliga a maximizar los beneficios, traduciéndose en un monocultivo durante sucesivas temporadas.

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Esta situación ha provocado que aquellas enfermedades que permanecen en el suelo, o en restos de cosecha incorporados, tengan un mayor desarrollo, como es el caso de: pudrición gris, cancro bacteriano, raíz corchosa y algunas pudriciones del fruto (APABLAZA, 1999). En este contexto la enfermedad denominada raíz corchosa, o “ corky root ”, ocasionada por el agente causal Pyrenochaeta lycopersici Schneider & Gerlach ha sido uno de los problemas más graves que han debido enfrentar los agricultores en los últimos 15 años (PARDO, 1999). Esta patología ha sido observada en las raíces de la mayoría de los tomates bajo plástico de Quillota, cuya incidencia se ve favorecida por la ausencia de rotaciones y por las especiales características que presenta su sistema de producción forzada, en el que la modificación del ambiente interno genera condiciones predisponentes para el ataque, evidenciándose problemas crecientes en cultivo de tomate a lo largo de los años (ARAYA, 1994). APABLAZA (1999), también señala que en Chile sólo se ha encontrado en tomates de invernadero de la V región, cercanos a la localidad de Quillota y La Calera, tratándose de una enfermedad que si no se controla, puede ocasionar pérdidas de un 75 % o superiores. En la actualidad su principal estrategia de control se basa en la esterilización del suelo, empleando fumigantes de amplio espectro como bromuro de metilo más cloropicrina, el que es aplicado durante la etapa de preparación del suelo (APABLAZA, 1999; LATORRE, 1995; BRUNA, 1993; DUIMOVIC, 1991; BLANCARD, 1990). Sin embargo, su control no ha sido del todo satisfactorio en el tiempo. En una prospección efectuada por ARAYA en 1994, en predios de Quillota y Limache, se estableció que Pyrenochaeta lycopersici se encuentra presente en todos los suelos destinados al cultivo del tomate forzado hayan sido o no fumigados. Actualmente bromuro de metilo ha sido incluido como una de las sustancias detractoras que destruyen la capa de ozono de la estratósfera, por la cuarta reunión del Protocolo de Montreal, celebrada en 1992, en Copenhague. A partir de ese momento, la Organización de

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las Naciones Unidas (ONU), ha comenzado a recomendar su sustitución en forma progresiva (TELLO, 1997). Frente a esto, y debido a la gran importancia que tiene la provincia de Quillota como productora de tomates bajo cultivos forzados y a la alta incidencia de esta enfermedad, se hace necesario investigar nuevas alternativas que no afecten el medio ambiente ni a la salud humana, que sean viables económicamente, que ayuden a reducir el uso de productos químicos y que a la vez sean efectivas. Una de las alternativas la constituye el control biológico, que se define como la acción de los bioantagonistas en el mantenimiento de la densidad poblacional de otros patógenos a un promedio más bajo del que existiría en su ausencia mediado por la acción del hombre (De BACH, 1968). En este sentido, el descubrimiento de nuevos agentes de control biológico así como el uso de diferentes tecnologías para la producción de biomasa de estos antagonistas han abierto nuevos caminos para su aplicación práctica en la agricultura (PAPAVIZAS et al., 1984) PARDO (1999), en ensayos previos efectuados en la Facultad de Agronomía de esta Universidad, mediante el trabajo de control in vivo de Pyrenochaeta lycopersici con varias cepas del hongo bioantagonista Trichoderma harzianum, encuentra resultados promisorios para las cepas TH - 11 y TH - 12, bajo condiciones controladas de temperatura. Además, se han encontrado resultados promisorios para el bioantagonista bacteriano Bacillus lentimorbus cepa 629, en el control de Rhizoctonia solani en tomate (REYES, 2000). Por lo anterior, surge la necesidad de realizar nuevos estudios que nos permitan evaluar el comportamiento de Trichoderma harzianum a nivel de campo, sólo o en combinación con

Bacillus lentimorbus, para el control de raíz corchosa bajo condiciones normales de cultivo de

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tomate, en invernadero frío, especialmente en relación a su metodología de formulación y aplicación. Por lo tanto el objetivo de esta investigación es: Evaluar la efectividad de los agentes bioantagonistas Trichoderma harzianum y Bacillus lentimorbus en el control de raíz corchosa del tomate, en suelo naturalmente infectado y bajo condiciones de invernadero frío.

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2. REVISIÓN BIBLIOGRAFICA 2.1. Antecedentes generales de la enfermedad: Pyrenochaeta lycopersici R. Schneider & Gerlach es el agente causal de la enfermedad raíz corchosa del tomate, que reduce los rendimientos de cultivo bajo invernadero. El hongo, según SHISHKOFF y CAMPBELL (1990), corresponde a un parásito primario ecológicamente obligado y a un pobre competidor saprofítico. En tomate, dentro de las principales enfermedades radicales que lo afectan, es considerado como el patógeno más importante. Fue ignorado durante mucho tiempo, al principio se le conoció solamente en su estado de micelio gris estéril (gray sterile fungus GSF), hasta que se logró su esporulación y en 1966, fue identificado como Pyrenochaeta lycopersici (MESSIAEN et al., 1995). Suele acompañarse, sobre todo cuando la temperaturas suben tras su ataque inicial, de todo un complejo de invasores secundarios poco específicos como Rhizoctonia solani; Fusarium spp o más relacionados con las solanáceas como Colletotrichum coccodes (MESSIAEN et al., 1995). En Chile, ARAYA (1994) señala que Colletotrichum coccodes estuvo siempre presente en los aislamientos de raíces con síntomas de raíz corchosa, concluyendo que este hongo es parte del complejo raíz corchosa en esta región del país. Además del tomate (Lycopersicon esculentum Mill) muchas otros géneros y especies de Solanáceas son susceptibles a esta enfermedad, basado en la ocurrencia de infecciones

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naturales o pruebas de inoculación de laboratorio o invernadero (GROVE y CAMPBELL, 1987). Pyrenochaeta lycopersici puede ser aislado desde raíces de tomate, berenjena (Solanum melongena L. cvs. Pomano Pride y PSX 6674), pimentón (Capsicum annuum L.) cvs. Yolo Wonder y Mild California). Además puede afectar al melón (Cucumis melo L.), sandía (C.

sativus L.) y zapallo (Cucurbita pepo L.) (GROVE y CAMPBELL, 1987). También se ha encontrado en el cártamo (Carthamus tinctorius L.), betarraga (Beta vulgaris L.) y espinaca (Spinacea oleracea L.) (SHISHKOFF y CAMPBELL, 1990; GROVE y CAMPBELL, 1987; TERMOHLEN, 1962). Otras plantas incluidas son: Fragaria grandiflora Ehrh., Solanum tuberosum L., Pinus pinea L., Capsella bursa – pastoris (L.) Medic., Amaranthus retroflexus L. y Chenopodium album L., podrían ser hospederos siempre que P.

lycopersici, fuese confirmado como “ micelio gris estéril “ (WHILHEM, NELSON y FORD, 1969). Pyrenochaeta lycopersici, se encuentra en suelos de todo el mundo, a menudo como un patógeno de cultivos de invernadero. Este ha sido reportado desde el oeste de Europa (SCHNEIDER, 1984; TERMOHLEN, 1962), Inglaterra (EBBEN, 1974; PREECE, 1964), Estados Unidos (CAMPBELL et al. 1982; VOLIN y McMILLAN, 1977; MANNING y VARDARO, 1974), El Libano (DAVET et al., 1973), y en Chile (OLAVARRIA, 1991).

2.2. Taxonomía e identificación: Pertenece a la subdivisión Deuteromycotina, forma - clase Coelomycetes, Orden Sphaeropsidales (SHISHKOFF, 1992).

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Corresponde a un microorganismo de lento crecimiento y de difícil aislación, ya que se logra con métodos específicos. Los intentos de aislación del hongo con técnicas y medios convencionales, frecuentemente fracasan debido a la presencia de hongos saprófitos (GROVE y CAMPBELL, 1987). Su característica principal es la formación de picnidios simples, setosos, pardos, que contienen picnidiósforos elipsoidales, unicelulares (SMITH et al., 1992). Según SHISHKOFF (1992), su esporulación puede ocurrir después de dos a 4 cuatro semanas, luego de ser cultivado bajo medios selectivos como corky root medium (CRM), o agar papa dextrosa acidificado (APDA), y bajo condiciones controladas de temperatura y fotoperíodo. Además, indica que sus picnidios son oscuros, setosos y usualmente inmersos en un micelio con un solo ostíolo y con una estructura de goteo la cual presenta una masa de

esporas visibles. Sus esporas son elipsoidales, hialinas y de 5,7 x 1,5 µm de longitud.

Posee conidiósforos simples, mayoritariamente ramificados, septados, que aparecen desde células conidiogénicas hialinas, cubriendo el interior de la cavidad picnidial (CMI, 1971). GROVE y CAMPBELL (1987) señalan que las dimensiones de los microesclerosios aislados

en sus pruebas son: 59 x 42 µm y 65,1 x 32,7 µm en promedio para microesclerosios

producidos en vivo En condiciones in vitro presenta un micelio gris de lento crecimiento, requiere aproximadamente 18 días para cubrir una placa petri de 9 cm de diámetro; su zona de avance es de color blanquecino en la parte superior y gris obscuro en la parte inferior; presenta

microesclerosios de 100 a 150 µm, con picnidios globosos y subglobosos de 200 a 400 µm

rodeados de seta en su abertura ostiolar y con conidias unicelulares cuyas dimensiones

promedian los 6,4 µm de largo y 2,0 µm de ancho (OLAVARRIA, 1991).

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2.3. Sintomatología: Pyrenochaeta lycopersici provoca sobre las raíces numerosas lesiones pardas, algunas de las cuales evolucionan en desarrollos de corchosidad, que han motivado que los efectos que provoca se conozcan como “ enfermedad de las raíces acorchadas “ o “ corky root “ (MESSIAEN et al., 1995). Los síntomas debidos a la infección se detectan al principio como falta de vigor, clorosis foliar, enanismo y pérdida de producción, que se asocia con podredumbre cortical de las raíces medias y pequeñas; las raíces principales se suberizan, se hinchan y se agrietan, con una superficie rugosa, y eventualmente llega a pudrirse el cuello (EBBEN, 1974). SHISHKOFF y CAMPBELL (1990) indican que los primeros síntomas de corky root, en plantas en suelo infectado, corresponden a pequeñas y obscuras lesiones ovales en las raíces de plantas en estado de dos hojas verdaderas. Para la cuarta y octava hojas verdaderas, las lesiones tienden a hacerse color café, con pequeñas bandas partidas, rodeando algunas de las raíces y por el estado de floración las hondas tienen el característico café oscuro, agrietado con apariencia de raíz corchosa. Se han distinguido 3 tipos de lesión: lesiones pardas, que se pueden ver en las raíces absorbentes jóvenes un mes tras la plantación, acompañadas de lesiones más oscuras en las raíces más viejas y mayores con suberización y agrietamiento; trozos de raíces suberificadas que pueden ocupar varios centímetros; y lesiones corticales pardas en la base del tallo (EBBEN, 1974). Es también observable clorosis internerval, clorosis de bordes y puede ocurrir una defoliación prematura. Se produce además un menor número de raíces (JONES et al., 1991).

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BESOAÍN (1999), indica que la pérdida de raíces en las primeras semanas contribuye más en la baja de producción que la corchosidad misma, ya que el hongo requiere un diámetro mínimo de raíz para producir la lesión corchosa. 2.4. Diseminación y sobrevivencia: El hongo permanece en el suelo en restos de raíces como propágulo dormante (microesclerosios). Los microesclerosios de P. lycopersici se forman dentro de las células corticales infectadas, sobreviven en restos de raíces enterradas en el suelo hasta por 43 semanas y probablemente sea la forma primaria por la cual el hongo sobrevive en el suelo (APABLAZA, 1999; SHISHKOFF y CAMPBELL, 1990; GROVE y CAMPBELL, 1987). Sin embargo WHITE y SCOTT (1973) indican que los microesclerosios pueden sobrevivir en el suelo durante al menos dos años. GROVE y CAMPBELL (1987) indican que el número de microesclerosios de muestras de raíces enterradas por 27 semanas, se incrementó probablemente por el desarrollo saprofítico del hongo. Además, señalan que la sobrevivencia de P lycopersici por más de 43 semanas asegura inóculo suficiente para los sucesivos cultivos de tomate. El decaimiento de lo tejidos de raíces infectadas y / o la sobrevivencia de propágulos puede también ser movido vía prácticas culturales, facilitando la dispersión y / o distribución del patógeno (GROVE y CAMPBELL, 1987). Los mismos autores, además indican que, hospederos de particular interés para California, como melón, pimentón, (cultivos de verano), espinaca, (cultivo de invierno) y betarraga dulce

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(cultivo bianual), los cuales corresponden a cultivos de rotación con tomates podrían incrementar o al menos perpetuar la enfermedad raíz corchosa. APABLAZA (1999) coincide señalando que la diseminación posterior del patógeno ocurre a cortas distancias con la maquinaria agrícola y herramientas de trabajo que llevan suelo contaminado. 2.5. Factores que predisponen la enfermedad: Se puede afirmar que es una enfermedad de clima fresco. El óptimo de desarrollo de la enfermedad ocurre entre 15 y 18 º C (APABLAZA, 1999). Sin embargo, BLANCARD (1990) señala como temperaturas óptimas de desarrollo en el suelo 15 - 20 º C, en lo que respecta a las razas norte – europeas. También señala que existen varios tipos de razas cuyos óptimos térmicos varían en función de su origen. Las razas originarias de países de la cuenca del Mediterráneo (Túnez, Líbano) son todavía patógenas para temperaturas del orden de 26 – 30 º C. Similares antecedentes entrega CLERJEAU (1976), quién indica la ocurrencia y desarrollo de la enfermedad con temperaturas frías alrededor de 15 – 20 º C. Aunque el mismo autor plantea la hipótesis de la adaptabilidad de inóculos obtenidos a bajas temperaturas capaces de ejercer una acción patogénica a altas temperaturas, lo cual explicaría la gran amplitud geográfica que alcanza la enfermedad. WORKNEH, et al. (1993) señalan que el contenido de nitrógeno en los tejidos del tomate, y las concentraciones en el suelo, se correlacionan positivamente con la severidad de la enfermedad, al comparar un sistema de producción orgánico con uno convencional, el cual al

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tener mayores niveles de fertilización, posee índices mayores de severidad de ataque de P

lycopersici. WORKNEH y VAN BRUGGEN (1994) señalan que el efecto de la fertilización con NH4NO3, con altos niveles de densidad de inóculo, fue significativamente mayor aumentando la severidad de la enfermedad versus suelos no fertilizados. Además, señalan que altos niveles de nitrógeno en las plantas pueden volverlas más susceptibles a la infección por Pyrenochaeta.

Esto se confirma con las mediciones realizadas en suelos esterilizados con radiación gamma, en que, ante el efecto de la fertilización con nitrato de amonio, dependiendo del origen del suelo, los niveles de severidad de la enfermedad son mayores en suelos fertilizados que en los no fertilizados, para todos los niveles de inóculo. Además, en suelos pasteurizados la severidad de raíz corchosa también se correlacionó positivamente con los niveles de NH4NO3 agregados, al igual que con el incremento de nitrógeno en los tejidos (WORKNEH y VAN BRUGGEN, 1994). 2.6. Importancia económica de la enfermedad: La distribución de P. lycopersici, parece estar limitada a áreas de producción de tomate en invernadero y raras veces se ven afectados los cultivos al aire libre. Se ha asociado pérdidas de producción del 8 – 20 % con infecciones del 10 – 15 % a las ocho semanas de plantación (SMITH et al., 1992). CAMPBELL, SCHWEERS y HALL (1982), señalan que se pueden estimar pérdidas de rendimiento de un 50 %, en plantas con un índice de severidad de la enfermedad de 5, (según escala modificada de Índice de daño de Campbell) indicando además que en parcelas no

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tratadas con cloropicrina, se produjo un 73 % menos de frutos grandes y un 40 % menos de frutos pequeños. En Italia, el ataque de raíz corchosa puede significar para el tomate una fuerte disminución en la producción, evaluada en alrededor de un 40 a 50 %, acompañada de una sensible pérdida de calibre de la fruta (FIUME y PARISI, 1995). LAST y EBBEN (1966) concluyen que si después de veintiuna semanas post – trasplante se produce una pérdida importante de raíces (alrededor del 50 %), no hay grandes efectos sobre los rendimientos. Sin embargo, si esta misma pérdida se verifica dentro de las primeras once semanas de plantación, los rendimientos bajan drásticamente. MESSIAEN et al.(1995) señalan que en una encuesta realizada en el Mediodía francés, se estiman pérdidas en un porcentaje comprendido entre el 20 y 30 %, detectadas en tomates cultivados en explotaciones que manifiestan una “ fatiga de los suelos “, motivada por un cultivo continuo e ininterrumpido, señalando como el principal agente de esta fatiga al hongo P. lycopersici. POLLEY (1985) señala que niveles bajos de la enfermedad predisponen a las plantas a un desproporcionado efecto sobre la producción final, ya que una simple lesión sobre la raíz podría eventualmente extenderse a toda la masa radical, logrando un efecto proporcional al daño sobre la producción total registrada al final de la temporada. Además determinó, mediante una regresión lineal entre el número de frutos y la severidad de la enfermedad (mostrada tras 19 semanas desde la plantación), que el número de frutos se redujo en un 0,2 % por cada 1 % de incremento en la severidad de la enfermedad. Además, indica que los porcentajes de pérdida de rendimiento permanecen relativamente constantes. En pruebas realizadas en tres tipos de suelo (turba, arcilla y arena) con diferentes niveles de inóculo de la enfermedad, al evaluar las pérdidas de rendimiento los mayores porcentajes de la enfermedad se obtuvieron en suelo arenoso, seguido de la turba y el suelo arcilloso.

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ARAYA (1994) logró aislar 16 cepas del hongo Pyrenochaeta lycopersici en la V región, donde se presenta como endémica, en especial asociada a los invernaderos. Además, señala en una prospección de la enfermedad efectuada en distintos predios de Quillota y Limache, que esta se encuentra presente en todos los suelos destinados al cultivo del tomate hayan sido o no fumigados. Esta patología ha sido observada en las raíces de la mayoría de los tomates bajo plástico de Quillota, cuya incidencia se ve favorecida por la ausencia de rotaciones y por las especiales características que presenta su sistema de producción forzado, en el que la modificación del ambiente interno genera condiciones predisponentes para el ataque, evidenciándose problemas crecientes en cultivo de tomates a lo largo de los años (ARAYA, 1994). 2.7. Estrategias de control: Durante el cultivo no existe medio eficaz para eliminar el parásito presente en las raíces de la planta sin alterarlas definitivamente (BLANCARD, 1990). ARANCIBIA (1991) y GONZALEZ (1991) demostraron en Chile, que no existe ningún tratamiento post – implantación efectivo que además sea económicamente factible de ser aplicado para disminuir los síntomas de la enfermedad. Hasta el momento no se ha encontrado una forma satisfactoria de control curativo para esta enfermedad, sin embargo existe una preocupación por parte de los investigadores para superar esta situación (ARAYA, 1994).

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2.7.1. Métodos culturales y genéticos de control BLANCARD (1990) sugiere que las aporcas pueden favorecer la emisión de raíces adventicias que pueden suplir las raíces viejas necrosadas, y en cultivos sin suelo (sobre turba u otro substrato), durante ataques severos, la turba puede ser aporcada localmente en el cultivo con el fin de permitir un enraizamiento complementario. El mismo autor sugiere vigilar atentamente el riego, señalando que a menudo ciertos productores tienen tendencia a aumentar los riegos ante la presencia de plantas marchitas, lo que conduce a la asfixia radicular. Además, señala que es necesario arrancar cuidadosamente las plantas para así eliminar al máximo las raíces alteradas. Por último, indica que varios experimentos han demostrado que aumentando el volumen de los cepellones de tierra, se retrasa la alteración de raíces. MESSIAEN et al., (1995) también sugieren que en lugar de desinfectar todo el volumen de suelo se pueden retrasar los daños, manteniendo la producción precoz y repicando en un suelo con mayores temperaturas plantas de tomates que hayan crecido en una primera fase sobre grandes volúmenes de tierra sana o desinfectada (cepellones, macetas o contenedores de 14 cm). Estudios realizados sobre incidencia y severidad de raíz corchosa en granjas orgánicas y convencionales, detectaron que en estas últimas los niveles de severidad fueron mayores, atribuyendo como una de las posibles causas la adición de materia orgánica compostada, indicando que su adición podría estimular la actividad microbiana produciendo una competición entre los microorganismos del suelo, resultando una supresión de la enfermedad radical (WORKNEH et al., 1993).

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WORKNEH y VAN BRUGGEN (1994) reafirman lo anterior señalando que P. lycopersici posee una baja habilidad de competición saprofítica. Esta baja habilidad para competir por las raíces del tomate sumado a la mayor actividad microbial existente en los suelos de granjas orgánicas, sugiere que la competición puede ser un mecanismo de supresión de la enfermedad. Sin embargo, MENDOZA (1999) señala que aunque en Quillota existen suelos de alto tenor de materia orgánica, si se presentan bajas temperaturas, la enfermedad igual se expresará. MESSIAEN et al. (1995) señalan que es conveniente restringir los ataques de P. lycopersici, por medio de un sistema de rotaciones que disminuya el cultivo del tomate. Sin embargo, las rotaciones culturales han sido escasamente favorecidas bajo plástico, ya que muchos agricultores manejan plantaciones anuales en el mismo sitio, obligándolo ante la ausencia de aceptables variedades comerciales resistentes a esterilizar parcialmente los suelos (LAST et al., 1969) Además, BLANCARD (1990) señala que la rotación cultural es difícilmente aconsejable debido a que el hongo se conserva en los suelos durante mucho tiempo pese al cultivo de especies no sensibles. Asimismo, APABLAZA (1999) señala que la rotación de cultivos es insuficiente por sí misma, pero puede ayudar al control integrado. Otra alternativa es injertar las plantas sobre portainjertos resistentes (KNVF, HIRES), o utilizar hibridos resistentes, si no se desea desinfectar el suelo (BLANCARD, 1990). MESSIAEN et al. (1995), también sugieren la utilización de injertos, incluso antes que la causa de la enfermedad fuese conocida, señalando además que en Holanda se controla la raíz

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corchosa utilizando patrones híbridos F1 (L. esculentum x L. hirsutum), aunque indica que la resistencia de L. hirsutum, poligénica y de tendencia dominante no ha podido ser transmitida a tomates cultivados. Sin embargo, señala el descubrimiento de un gen recesivo PLY, a partir de L. glandulosum, el cual podría ser utilizado para algún híbrido cultivado en invernadero. LATERROT y CUARTERO (1997) señalan que aunque esta resistencia es conocida desde hace mucho tiempo, es poco utilizada, debido a que la resistencia del gen PLY es sólo parcial, lo que hace difícil la selección durante el proceso de introducción. Además el gen, al ser recesivo, implica que para obtener un híbrido con esa resistencia parcial, el gen debe ser introducido en los dos padres que van a dar origen al híbrido. 2.7.2. Control químico Numerosos autores señalan que la solución más eficaz hasta el momento, es la desinfección de los suelos a través del uso de fumigantes para el control de esta enfermedad. MONTEALEGRE, FUENTES y HENRRIQUEZ (1995) utilizaron bromuro de metilo (Metabromo 980, ANASAC) en dosis de 68 g / m2 en una proporción de 98:2 de bromuro de metilo y cloropicrina, en el control de la raíz corchosa; LAST et al.(1966) en Inglaterra, demostraron que el metan sodio (200 l al 33 % de i.a./ha) atrasaba la infección y producía un incremento en los rendimientos del tomate. A su vez, CAMPBELL, SCHWEERS y HALL (1982), señalan que la aplicación de bromuro de metilo más cloropicrina en dosis de 262 + 117 kg/ha, respectivamente, efectivamente reducen la severidad de la enfermedad, incrementando el tamaño de las plantas e incrementando el tamaño de frutos grandes.

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POLLEY (1985) también señala la utilización de bromuro de metilo y metan sodio, como compuestos químicos de amplio espectro de actividad contra las pestes del suelo, hongos y malezas, señalando que pueden afectar la nutrición al estar involucrados en ciertos resultados de incremento o pérdidas de rendimiento, atribuido a ciertos efectos fitotóxicos. En Chile, en los primeros años de la aparición de P. lycopersici, fue ampliamente usado el producto difolatan, el que sin embargo fue perdiendo efectividad a través de los años (ARAYA, 1994). Según ARANCIBIA (1991), bajo condiciones decrecientes de temperatura en tomates cultivados en macetas con suelo naturalmente inoculado con P. lycopersici, los fungicidas carbendazima e iprodione no fueron efectivos para el control del patógeno. Del mismo modo, CASTRO (1991) señala que las aplicaciones de Previcur (promocarb), Bravo (clorotalonino) y Rovral (iprodione), aplicados a través de riego, no representaron ningún efecto sobre la intensidad de la enfermedad. La fumigación del suelo es una alternativa de manejo que permite la recuperación del suelo como substrato, pero su eficiencia no ha sido del todo deseable por los productores. Lo anterior llevó a la realización de ensayos de fumigación de bromuro de metilo más cloropicrina, mezcla que ha sido catalogada como la más eficaz en el control de hongos en el suelo, destacando entre ellos P. lycopersici, enfermedad que ha sido catalogada como la de mayor participación en las pérdidas de rendimiento de tomates bajo plástico. Los resultados obtenidos demostraron que el uso de fumigantes inyectados al suelo, permitieron mejorar los rendimientos con respecto al testigo sin fumigación, y de entre ellas la proporción de bromuro de metilo mas 25 % de cloropicrina en una dosis de 450 kg de mezcla por ha, resultó ser la mejor (DUIMOVIC, 1991).

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Esto ha ocasionado que durante la última década la lucha contra P lycopersici ha estado basada en el uso masivo de bromuro de metilo combinado con cloropicrina como control de la enfermedad (PARDO, 1999). Esta alternativa representa, sin embargo, un costo demasiado alto para su utilización continua, además de estar restringida a áreas limitadas, por lo que medidas alternativas son deseables, particularmente para extensas áreas de terrenos, tanto para la producción de campo como para cultivos forzados (ARAYA, 1994). Además, el mismo autor señala en una prospección del patógeno, que este se encuentra presente en todos los suelos destinados al cultivo de tomate forzado hayan sido o no fumigados con bromuro de metilo mas cloropicrina. Estos antecedentes concuerdan con los recolectados por TELLO y LACASA (1990) los cuales ponen en duda la efectividad de este gas, demostrando la capacidad de recolonización del suelo de cepas de Fusarium oxysporum y Verticillium dahliae seis meses después de aplicado el gas, debido a la capacidad de estos hongos para colonizar el suelo a partir de estratas profundas (60 a 80 cm de profundidad), las cuales no fueron afectadas por el biocida. 2.7.3. Métodos físicos para el control de la enfermedad Ante la problemática ecológica y económica que implica el uso de agroquímicos, la solarización se presenta como una alternativa de control de plagas, enfermedades y malezas del suelo que puede ser factible de aplicar si se dan las condiciones climáticas y de manejo necesarias (MONTEALEGRE, FUENTES y HENRÍQUEZ, 1995).

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Según BLANCARD (1990), puede aconsejarse la desinfección solar del suelo (solarización), obteniendo resultados espectaculares en ciertos países mediterráneos. Esta técnica consiste en recubrir el suelo a desinfectar (bien preparado y humedecido), con una película de polietileno de 25 a 40 micras de espesor y mantenerlo en el lugar por lo menos durante un mes en un periodo muy soleado del año. En Chile, ALVAREZ (1997) en un ensayo de 60 días de solarización en un invernadero de polietileno cerrado en la comuna de Quillota, concluye que logró un control satisfactorio de P. lycopersici, a pesar que la solarización presentó niveles de control menores que la fumigación con bromuro de metilo, pero señala que estas diferencias no fueron significativas por lo que el nivel de control de ambas técnicas resultó eficaz. 2.7.4. Antecedentes en Chile del control de Pyrenochaeta lycopersici mediante el uso del

bioantagonista Trichoderma harzianum. En Chile ARANCIBIA (1991), realizó ensayos sobre la utilización de Trichoderma harzianum a través de la aplicación como suspensión conidial. En sus ensayos señala que el microorganismo fue inefectivo en el control de P. lycopersici, concluyendo que es posible que la inefectividad pueda deberse al método de formulación y aplicación empleado, afectando la acción de biocontrolador del bioantagonista. Además concluye que bajo condiciones crecientes de temperatura con suelo esterilizado e inoculado con P. lycopersici, la pérdida de patogenicidad le impidió determinar el efecto del bioantagonista T. harzianum sobre el patógeno. Más tarde, OPAZO (1997) evaluó la efectividad de nuevas cepas de T. harzianum sobre P. lycopersici bajo condiciones in vitro. Los resultados obtenidos fueron promisorios para las cepas TH – 11, TH – 12, TH – 15, y TH – 21.

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PARDO (1999), en sus ensayos realizados con las cepas TH – 11, TH – 12 y TH – 16, aplicados tanto en mezclas de turba más salvado de trigo a nivel de almácigo y mediante pellets de alginato de Na, confirma estos resultados concluyendo que las cepas TH – 11 y TH - 12 aplicadas sobre turba más salvado de trigo, lograron reducir los índices de daño radical, medido a través de la escala modificada de Campbell. En cuanto a la aplicación de T.

harzianum en forma de pellets, señala que todas las cepas presentaron reducciones de la enfermedad, aunque el tratamiento con la cepa TH – 11 redujo significativamente el índice de daño (medido a través de la escala modificada de Campbell). 2.8. Antecedentes del genero Trichoderma: 2.8.1. Clasificación Trichoderma pertenece a la clase Deuteromycotina, Subclase Hyphomycetidae, Orden Moniliales, Familia, Moniliaceas (ALEXOUPOULUS, 1979). Este género se caracteriza por el lento crecimiento de sus colonias. Estas son hialinas, con presencia de conidioforos ramificados que terminan en un penacho divergente con forma de botella, denominado fialide. Los conidióforos pueden terminar en un apéndice estéril con una única fialide o como en algunas especies en varias ramificaciones laterales. Las conidias son hialinas, aunque usualmente son verdes y con paredes rugosas a lisas (DOMSCH, GAMS y ANDERSON, 1980). Sus colonias alcanzan sobre 9 cm de diámetro al cabo de 5 días a 20 º C. Sus conidias son

subglobosas a ovales – cortas, las cuales miden 2,8 – 3,2 x 2,5 – 2,8 µm . Aunque ha sido

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raramente reportada es una de las más comunes especies del género. En todo el mundo se le ha encontrado en los más variados substratos (DOMSCH, GAMS y ANDERSON, 1980). 2.8.2. Factores que inciden en el crecimiento de Trichoderma harzianum Sus conidias germinan entre – 100 a – 70 bares de saturación de vapor, óptimamente con condiciones de 30 % de humedad relativa. Su germinación requiere además de fuentes externas de recursos nutritivos y CO2 bajo pobres condiciones de nutrientes. Su porcentaje de germinación es mucho más alto bajo condiciones ácidas. Posee un amplio rango de temperaturas óptimas de crecimiento (15 – 35 º C), presentando un óptimo para aislación a los 30 º C, y como máximo entre los 30 y 36 º C. El pH óptimo se sitúa entre 3,7 y 4,7; mientras que su tolerancia a condiciones de salinidad se encuentra alrededor de los – 40 bares (5 % NaCl) (DOMSCH, GAMS y ANDERSON, 1980). Estudios de EVELEIGH, (1985), indican que en condiciones estándar de crecimiento y temperaturas entre 20 y 25 º C, las colonias de Trichoderma se desarrollan rápidamente, formando al inicio una masa blanca de micelio vegetativo en la superficie de las placas, haciéndose compacta al esporular. (citado por FERNANDEZ, 1998) Las colonias pueden ser blancas o amarillas en un comienzo, pero cuando maduran, la masa conidial se pigmenta de verde oscuro (LARENAS y MONTEALEGRE, 1995). En ensayos de laboratorio, HADAR, HARMAN y TAYLOR (1984), obtuvieron que la temperatura óptima de crecimiento para Trichoderma, bajo condiciones in vitro resultó ser de entre 25 - 30 ºC, mientras que el pH óptimo para su desarrollo fue de 4,5, siendo más lento a los pH extremos de 2 y 8.

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En Chile, RAGGI (2001) señala que el mayor crecimiento de Trichoderma se produce entre los 25 y 30 º C, cayendo bruscamente sobre lo 30 º C, para las cepas TH - V, TH - 11, TH - 291, TH - 33 y TH - 34, señalando además que el crecimiento se torna lento bajo los 10 º C, no observándose durante los dos primeros días, pero sí en las semanas siguientes. Bajo condiciones in vitro el pH del medio modifica tanto la velocidad de germinación como el porcentaje de germinación de las conidias. En ese sentido, se ha determinado que valores de pH entre 4,5 a 5,5 inciden en niveles de germinación superiores al 70 %. No obstante, con pH 5,5 se obtiene un mayor peso seco, por lo que se considera como el pH adecuado para el crecimiento de Trichoderma harzianum (SEPÚLVEDA, 1991). Según SEPÚLVEDA (1991), al evaluar la adición de diferentes suplementos, como el caso de salvado de trigo, obtuvo diferencias significativas en el peso y los niveles de carbono inicial y final. Esto seria atribuible a los altos contenidos de celulosa del salvado y a la inherente capacidad degradativa de Trichoderma harzianum, en este substrato. El mismo autor indica que el salvado de trigo ocasiona un mayor porcentaje de carbono mineralizado y desprendimiento de CO2, lo que se traduce en una mayor biomasa viva y una alta capacidad fermentativa de este substrato por parte de Trichoderma. Esto concuerda con lo señalado por KNUDSEN y BIN (1990), en que la adición de salvado de trigo como base alimenticia logró un mayor incremento de la biomasa hifal, obteniendo un efecto positivo en la proliferación del biocontrolador. Por su parte, LEWIS y PAPAVISAS (1985b) señalan que la adición de salvado de trigo logra una mayor colonización en el suelo por parte de Trichoderma, lo que es demostrado por la gran cantidad de unidades formadoras de colonias logradas.

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2.8.3. Hábitat de Trichoderma Puede ser encontrado en los más variados substratos de todo el mundo, se le ha aislado con alta frecuencia en los suelos de Holanda, Islas Británicas, Canadá y la India, se le ha encontrado tanto en suelos arcillosos como arenosos. También en suelos forestales en los Estados Unidos (Colorado, Ohio, North Carolina, Virginia, Washington), y es más frecuentemente encontrado en regiones relativamente cálidas, pero también en alturas a 3450 m de elevación (DOMSCH, GAMS y ANDERSON, 1980). JOHNSON, BERNARD y PEIYUAN (1987) señalan que aislados de Trichoderma que se desarrollan a bajas temperaturas pueden ser capaces de suprimir a las enfermedades que son severas a bajas temperaturas. DANIELSON y DAVEY (1973) concluyen que Trichoderma viride se encuentra restringido a zonas geográficas donde las temperaturas de suelo son frías, en tanto que Trichoderma

harzianum se encuentra establecido en suelos que presentan climas cálidos. JOHNSON , BERNARD y PEIYUAN (1987) señalan que las especies aisladas tolerantes al frío difieren en Alaska y Tennesse, indicando que dos especies de T. pseudokoningii y T

harzianum fueron aisladas desde los suelos de Tennesse a 10 y 12 º C, respectivamente, y solamente una especie de T viride fue aislada desde los suelos de Alaska. Además, señalan que estos aislados de Trichoderma viride representan el primer hallazgo de Trichoderma al norte de la latitud 70 º N EASTBURN, y BUTTLER (1988) citados por MONTEALEGRE y LARENAS (1995), encontraron que la presencia de Trichoderma no estaba asociada a la población total de hongos en el suelo, sino a la presencia o ausencia de ciertos géneros. En su estudio señalan que Trichoderma harzianum, está significativamente asociado a la presencia de los géneros.

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Aspergillus y Penicillium. Así como A. flavipes y P. miczynskii tienen una acción negativa sobre la presencia de T. harzianum; A. usus, A. tamarii, P. citrinum, P. chorasysogenum y P.

griseoroseum favorecen la presencia de T. harzianum en el suelo. 2.8.4. Mecanismos antagónicos de Trichoderma Entre los mecanismos propuestos que explicarían la acción antagónica de las especies de Trichoderma se mencionan como las más probables: antibiosis, lisis, micoparasitismo y la promoción del desarrollo de las plantas (PAPAVIZAS, 1985). En estudios sobre propiedades antagónicas de T. harzianum se ha observado que sus hifas rodean o invaden las hifas de algunos hongos. Algunos aislados son antagonistas de Candida

albicans, Rhizoctonia solani, entre otros. Además, T. harzianum es el responsable de la inhibición del crecimiento de Aspergillus niger, por su producción de etanol y CO2 (DOMSCH, GAMS y ANDERSON, 1980). LEWIS y PAPAVIZAS (1985b) señalan que las aplicaciones de clamidosporas parecen ser más efectivas en el control de los patógenos que las conidias. Además, señalan que la supresión de los patógenos puede deberse a la producción de enzimas o antibióticos o al micoparasitismo. LORITO et al. (1994) señalan que además Trichoderma ejerce su micoparasitismo eficientemente produciendo enzimas como polisacárido liasas, proteasas y liasas, las cuales pueden ser usadas en la degradación de las células de la pared de los hongos patógenos, indicando además que los glucanos y quitinas son los mayores constituyentes de la pared de los hongos y ahí se encuentra el principal rol de las glucosidadas y enzimas quitinolíticas durante el micoparasitismo.

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HARAM et al. (1996) indican que Trichoderma ataca a los patógenos por excreción de enzimas líticas incluidas la B – 1,3 – gluconasa, proteasas y quitinasas, las cuales degradan las células de la pared del hospedero patógeno, reduciendo la incidencia de la enfermedad. Además, indican la existencia de seis distintas enzimas quitinolíticas en Trichoderma harzianum, de las cuales dos fueron identificadas como, B – 1,4 – N acetilglucosaminidasa que hidroliza la quitina N – acetilglucosamina y las cuatro restantes fueron identificadas como endoquitinasas. Los mismos autores señalan que Trichoderma ataca más específicamente las hifas hospederas envolviendo con su apresorio las estructuras y penetrando las células de la pared por la excreción de las enzimas líticas. 2.8.5. Métodos de aplicación Varias técnicas han sido probadas para la aplicación de los agentes biocontroladores, como líquidos, materia orgánica hasta trozos de semillas tratadas con los antagonistas (HADAR, CHET y HENIS, 1979). Dentro de los primeros investigadores en utilizar Trichoderma harzianum como biocontrolador, se encuentran WELLS, BELL y JAWORSKI, (1972) los cuales aplicaron el antagonista al suelo en una mezcla que contenía semillas molidas de Lolium multiflorum, arcilla y agua, teniendo como grave problema la alta cantidad de inóculo del antagonista necesaria para efectuar el control (4,2 ton / ha). CHAO et al. (1986), en estudios sobre la capacidad en la rizósfera encontraron que ninguna de las especies de Trichoderma, incluida Trichoderma harzianum, creció más allá de 2 – 3 cm desde el punto de aplicación, considerando a Trichoderma como rizósfera no competente.

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Las dificultades técnicas de la aplicación al suelo de este bioantagonista han motivado llevar a cabo métodos de aplicación cercanos al medio ambiente de la planta. Uno de estos métodos consiste en aplicar el bioantagonista a la cubierta de la semilla, con lo cual se han obtenido excelentes resultados en el control de R. solani y Pythium spp. en el cultivo de rábanos y frejoles, utilizando cepas de T. hamatum provenientes de suelo de Colombia (PAPAVIZAS, 1985). LEWIS y PAPAVIZAS (1985a), al evaluar la efectividad de diferentes cepas de Trichoderma

harzianum, T. hamatum, y Gliocladium virens, comprobaron que la supresividad sobre cepas de Rhizoctonia solani fue mayor en aplicaciones en base a preparaciones miceliales acompañadas de turba, que preparaciones de soluciones conidiales. Esto puede ser atribuido a la interacción hifal con el alimento base (salvado de trigo con turba), lo cual permite que no estén sometidas a fungistasis produciendo de esta manera un aumento en el antagonismo de estas especies, lo cual no ocurriría en el suelo. SIVAN, UCKO y CHET (1987), corroboran lo anterior al evaluar la efectividad de aplicaciones de suspensiones conidiales de Trichoderma más salvado de trigo como suplemento alimenticio sobre el control de Fusarium spp, señalando que la adición de salvado de trigo contribuyó en gran medida al establecimiento satisfactorio del antagonista en el suelo. Además, los mismos autores señalan que aplicaciones de Trichoderma como tratamiento a la semilla también reducen la incidencia de la enfermedad en las raíces del tomate. LEWIS y PAPAVIZAS (1985b), además señalan que por medio de preparaciones efectuadas en un fermentador de biomasa, los aislados de Trichoderma abundantes en clamidosporas fueron más efectivos que las conidias en reducir el inóculo de R. solani. Esto concuerda con lo señalado por BEAGLE – RISTAINO y PAPAVIZAS (1985), quienes indican que las clamidosporas pueden ser más importantes que las conidias en la sobrevivencia a largo plazo de los controladores en el suelo. Señalando además, que de tres

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especies de Trichoderma evaluadas, las conidias germinaron pobremente y fueron sensitivas a la fungistasis del suelo, no obstante las clamidosporas germinaron rápidamente y en gran número. La formulación de pellets en base a Trichoderma ha sido utilizada por numerosos autores (VILLARROEL, 2002; RAGGI, 2001; PARDO, 1999; MONTEALEGRE y LARENAS, 1995; KNUDSEN, y BIN, 1990; LEWIS y PAPAVIZAS, 1985b; FRAVEL, et al., 1985). La utilización de micoherbicidas dentro de alginato de Na, sugiere que este método puede tener potencial en el uso de hongos biocontroladores . La reacción entre la solución acuosa de alginato de Na y ciertos cationes metálicos como el Ca para formar geles, ha sido usada en la formulación de micoherbicidas y herbicidas químicos. En el proceso arcillas como el Pyrax y otros materiales han sido usados como materiales abultantes (HADAR, CHET y HENIS 1979). La utilización de pellets de alginato de Na, facilita y mejora la primera fase de colonización de la rizósfera. Estos pellets presentan una relativa uniformidad de tamaño y permiten una adecuada conservación de la viabilidad de los bioantagonistas (CHET, 1987). FRAVEL et al. (1985) señalan que se mantuvo la viabilidad de diferentes microorganismos evaluando su sobrevivencia durante la formación de los pellets, entre los cuales se encuentran Gliocadium virens, Pseudomonas cepacia, Talaromyces flavus, Trichoderma

viride, obteniéndose para la mayoría un 100 % de sobrevivencia. LEWIS y PAPAVIZAS (1985a), en experiencias sobre la formulación de pellets de alginato de Na concluyen que la adición de salvado de trigo contribuye a una mayor cantidad de ufc / g de suelo que la utilización de caolinita en su formulación, además señalan que los pellets que contenían clamidosporas produjeron también una mayor cantidad de ufc / g de suelo más que los pellets que contenían conidias en su formulación, indicando que los pellets formulados

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sobre la base de salvado de trigo y clamidosporas obtuvieron alrededor de 105 – 106 ufc en comparación con los pellets en base a conidias o clamidosporas con caolinita los cuales obtuvieron alrededor de 103 ufc / g de suelo. 2.9. Antecedentes generales sobre Bacillus spp:. Bacillus spp. es una bacteria Gram +, se encuentra normalmente en el suelo y en restos de material vegetal y no es patogénica. Se conocen casos de bacterias epífitas que se agregan a las plantas y que inhiben las infecciones fungosas de éstas. Por ejemplo, la aspersión con Bacillus subtilis redujo la infección de la cicatriz de las hojas del manzano ocasionada por Nectra galligena (AGRIOS, 1996). Es una bacteria formadora de esporas, cuando es aplicada al suelo sus colonias se desarrollan en el sistema radical de la planta suprimiendo varias enfermedades fungosas causadas por hongos como Rhizoctonia, Fusarium, Aspegillus y otros (AGRIOS, 1996). Se ha demostrado que Bacillus subtilis, sólo o integrado con fungicidas, reduce efectivamente las infecciones naturales de Pseudocercospora purpurea y limita la extensión de Akaropeltopsis sp. en palto. Sin embargo, el control aceptable de la enfermedad a través de tratamientos biológicos o integrados, no siempre es evidente durante la primera estación de cultivo, por lo tanto requiere de la paciencia de los agricultores. Además, el costo comparativo de futuras aplicaciones asperjables comerciales de Bacillus subtilis es similar en la aplicación de benomilo, pero es superior al costo de aplicaciones de fungicidas cúpricos. El uso de Bacillus subtilis en condiciones de postcosecha ha sido controversial, principalmente por su conocida habilidad para producir antibióticos bajo condiciones de laboratorio. Sin embargo, ha

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sido comercializado como agente biocontrolador para aplicaciones de campo, para el control de enfermedades radicales en algodón y leguminosas, patógenos a nivel de almaciguera y varios hongos patógenos (KORSTEN et al., 1997). CHRIST (1991) señala que la habilidad de Bacillus subtilis para soportar las condiciones ambientales desfavorables constituye una ventaja sobre las bacterias colonizadoras de raíces que no forman endosporas, lo que deriva en niveles poblacionales insuficientes para promover el crecimiento de las plantas, particularmente bajo condiciones ambientales secas. El mecanismo por el cual B. subtilis estimula el crecimiento de las raíces es desconocido. Además, el contenido de nitrógeno se incrementó en plantas de maní tratadas con el mismo agente biocontrolador, lo que se asocia a un incremento en la formación de nódulos. Posee la capacidad de producir ciertas enzimas líticas que pueden actuar como fungicidas. La bacteria una vez suprimidos los patógenos, continua viviendo en el sistema radical, proveyendo protección para el resto de la estación de crecimiento formando esporas. Respecto a Bacillus subtilis, B. pumilus y B. licheniformis, su mecanismo de acción estaría dado por medio de la liberación de compuestos volátiles o difusibles en el medio con acción fungicida y/o fungistática cuando se las cultiva en agar nutritivo, las cuales ejercen inhibición "in vitro" sobre Sclerotium rolfsii y Fusarium solani (ALIPPI y MÓNACO, 1994). Respecto a las condiciones en que Bacillus ejerce su acción antagónica, REYES (2000), señala que, para los antagonistas bacterianos Bacillus lentimorbus cepa 629, 640 y B subtilis cepa 639 al interactuar a diferentes concentraciones de NaCl con las cepas de R solani (GA - 2-1 y GA - 4) mostraron los mayores porcentajes de inhibición de crecimiento de las cepas de R. solani entre 0 - 50 mM de NaCl. Además, los mayores porcentajes de inhibición de crecimiento se obtuvieron a temperaturas de 28 y 37 º C y a pH entre 5,0 y 6,0, lo que coincide con las temperaturas y pH de mayor crecimiento de B. lentimorbus y B. subtilis.

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3. MATERIALES Y MÉTODOS 3.1. Ubicación de los ensayos: Los ensayos se realizaron en un invernadero ubicado en la localidad de La Palma, Quillota, V Región (coordenadas 32º Lat Sur y 71º Long Oeste), perteneciente a Agrícola Maggiolo. Este predio se eligió por contar con antecedentes de encontrarse naturalmente infectado con Pyrenochaeta lycopersici al detectarse la enfermedad en las temporadas previas, solicitándose que no fumigasen el suelo con bromuro de metilo y cloropicrina. El resto de las actividades se efectuaron en el Laboratorio de Fitopatología de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica de Valparaíso. 3.2. Descripción del invernadero a utilizar en el ensayo: La estructura a utilizar en este ensayo correspondió a un invernadero de 210 m2 aproximadamente ( 7 m x 30 m), que presentó las siguientes características:

• Estructura de madera.

• Cubierta de polietileno anti – uv de 200 micras de espesor con duración de dos temporadas.

• Lucarnas de 30 cm.

• Cuatro mesas de cultivo.

• Sistema de riego por cintas (con caudal máximo de 4 l/hr), dos cintas por mesa.

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3.3. Época de realización de los ensayos: Los ensayos se realizaron desde el 7 de junio al 7 de diciembre del 2001. El periodo comprendido entre 17 de mayo y el 5 de junio del 2001, correspondió a la preparación de los tratamientos. La etapa de almácigos se realizó en Agroplantines, empresa perteneciente a Comercial Agronueve S.A., donde se realizó la inoculación del bioantagonista Bacillus

lentimorbus. El manejo del cultivo se realizó en forma normal, de acuerdo a los criterios de la empresa en cuanto a la fertilización y aplicaciones foliares, restringiéndose sólo el uso de fungicidas vía riego. Los frutos fueron cosechados empleándose el mismo criterio de recolección comercial de la empresa Agronueve S.A. 3.4. Distribución de los ensayos: Los ensayos se realizaron sobre cuatro mesas de cultivo. A cada tratamiento se le asignó una parcela de 3 m, los cuales se distribuyeron aleatoriamente sobre cada una de las mesas, existiendo entre tratamiento sectores de plantas correspondiente a bordes. Para el tratamiento 2, consistente en la aplicación de bromuro de metilo se consideró una parcela más amplia (9 m), lo que da un total de 7 parcelas de 3 m (T1; T3; T4; T5; T6; T7 y T8) más la parcela correspondiente al tratamiento 2, aunque solo se evaluaron los 3 m centrales. El marco de plantación fue de 20 cm sobre hilera, con plantas entutoradas en forma alternada sobre la hilera.

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3.5. Antecedentes de la variedad: En los ensayos se utilizó el híbrido indeterminado Fortaleza, variedad multilocular la cual es una variedad de vigor medio con hojas pequeñas que permite una alta densidad de plantación, variedad ampliamente utilizada en la provincia de Quillota para el tomate de cultivo primor. 3.6. Obtención y recuperación de las cepas de Trichoderma harzianum: Las cepas de Trichoderma harzianum se obtuvieron de las colecciones de hongos del Laboratorio de Fitopatología de la Facultad de Agronomía, a partir de la rizósfera de plantas de tomate. Las cepas TH - 11 y TH - 291 fueron recuperadas a partir de conservados liofilizados. La cepa TH - 11 corresponde, de acuerdo a los resultados obtenidos por PARDO (1999), a una de las de mayor interés estudiadas in vivo bajo condiciones controladas de temperatura. Por su parte, la cepa TH - 291 corresponde a una de las de más destacadas en cuanto a inhibición micelial sobre Pyrenochaeta lycopersici, en ensayos realizados in vitro, de acuerdo a los resultados obtenidos por RAGGI (2001). 3.6.1. Recuperación de cepas de Trichoderma Para su reactivación las cepas se sembraron sobre un medio CRM (Corky Root Medium) (GROVE y CAMPBELL, 1987). Tras cinco días de incubación se repicaron nuevamente sobre otras placas CRM para aumentar la cantidad de inóculo. Posteriormente para su obtención definitiva, cada una de las cepas se repicó en cinco placas CRM. Luego las placas fueron incubadas en cámara de crecimiento a 25 º C durante siete días aproximadamente.

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3.7. Elaboración de pellets de alginato de Na: Para obtener la cantidad de masa correspondiente a Trichoderma necesaria para la producción de pellets, se requiere de una gran cantidad de micelio húmedo, el cual debe ser incubado al menos por siete días en cámara de crecimiento. Previo a la realización de los pellets, el crecimiento del micelio de cada una de las cepas de Trichoderma fue desarrollado en un medio de cultivo CRM (como anteriormente se señaló) durante al menos cinco días a 25 º C en cámara de crecimiento. Una vez crecidos fueron introducidos 10 trozos de 8 mm de diámetro del micelio en un medio liquido (Anexo 1), el cual fue previamente esterilizado por 20'. a 121 º C en autoclave y depositado sobre recipientes de plástico transparente (200 ml de capacidad), bajo cámara de flujo laminar. Esto se incubó al menos por siete días a 30 º C en cámara de crecimiento. Para la elaboración de 100 g de pellets se recurrió a la técnica empleada por LARENAS y MONTEALEGRE (1995), utilizada originalmente por LEWIS y PAPAVIZAS (1985 b), la que fue modificada de acuerdo a la siguiente formula: Agua destilada 170 ml; alginato de sodio 1g; harina de trigo 95 g ; micelio húmedo de T.

harzianum 20 g; cloruro de Ca 3 % p / v; salvado de trigo fino 3 gramos. Una vez crecido el micelio, se recolectó y se procedió a la elaboración de los pellets. Excepto por el cloruro de Ca, estos ingredientes se mezclaron en una juguera, para luego dejar caer las gotas de la mezcla sobre el cloruro de Ca, las que reaccionan de forma que el Ca desplaza al Na provocando la formación de una capa sólida alrededor de cada gota, originando los pellets (FRAVEL et al., 1985). Anterior a la mezcla se procedió a moler aún más el salvado por medio de un molinillo de café y posterior traspaso por una malla de 0,5 mm de diámetro, para lograr una completa homogeneidad de la mezcla. Posteriormente los

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pellets fueron recolectados y secados en un horno a 30 º C por 15 hrs aproximadamente. Una vez obtenidos y secados estos fueron almacenados en contenedores, a 5 º C en refrigerador. 3.7.1. Aplicación de Trichoderma harzianum en forma de pellets de alginato de Na a la mesa

de cultivo. Para su aplicación e incorporación sobre los sectores de las mesas de cultivo, correspondientes a cada tratamiento, se realizaron franjas de 0,25 x 0,25 x 3 m lineales, correspondientes a la zona de la hilera de plantación, en las cuales se depositó una dosis de 1,5 g de pellets por litro de volumen de suelo, los que fueron manualmente homogeneizados mediante el uso de una pala, correspondiendo por lo tanto a cada parcela un volumen de 187, 5 litros de volumen de suelo (0,1875 m3 de volumen de suelo), sobre el cual se aplicó una dosis de 281,25 g de pellets, los cuales fueron posteriormente incorporados en el volumen de suelo considerado. 3.8. Obtención de la bacteria Bacillus lentimorbus cepa 629: La cepa de bacteria Bacillus lentimorbus utilizada se obtuvo en los Laboratorios de Facultad Ciencias Agrarias de la Universidad de Chile, aisladas a partir de la rizósfera de plantas de tomate afectadas por Rhizoctonia solani, por REYES (2000).

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3.8.1. Elaboración del inóculo de la bacteria Bacillus lentimorbus. Para la inoculación por riego de las plántulas de tomate, se realizó una suspención bacteriana del bioantagonista a una concentración de 5 x 109 ufc / ml más una solución de metil celulosa al 2 %, estabilizada a pH 7 mediante un buffer 0,1 M, cuyo objetivo fue facilitar la adherencia del bioantagonista a las raíces de las plántulas tratadas (RAUPACH y KLOEPPER, 1998). 3.8.2. Aplicación de la bacteria Bacillus lentimorbus a las bandejas de almácigo. Sobre los almácigos correspondientes a las plantas destinadas a los tratamientos con Bacillus, se procedió a inocular mediante el uso de una jeringa graduada sin la aguja hipodérmica, la concentración de bacterias de 5 x 109 ufc / ml (2 ml / celda). Esto se realizó en el lugar donde la empresa realizó sus almácigos (Agroplantines). 3.9. Aplicación del medio acidificante: Para efectuar los tratamientos de acidificación del suelo se aplicó azufre en polvo (S2) sobre cada sector de tratamiento de la mesa de cultivo. Para ello se hizo una franja de unos 25 cm de ancho x 25 cm de profundidad (62.500 ml / m, de volumen de suelo), en la que se aplicó una dosis de 2,2 g / litro de suelo, sobre la hilera de plantación (en total 137,5 g / m de parcela de tratamiento que consideró la aplicación de azufre), homogeneizándose el azufre y los pellets correspondientes a cada uno de los tratamientos.

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3.10. Tratamientos realizados: En el Cuadro 1 se presenta una descripción de los tratamientos efectuados en él ensayo de controladores biológicos. CUADRO 1. Tratamientos efectuados en el control biológico de tomate cultivado bajo

invernadero frío en suelo naturalmente infectado con Pyrenochaeta lycopersici

Tratamientos Descripción

1 Testigo sin la aplicación de Trichoderma ni Bacillus.

2 Tratamiento tradicional bromuro de metilo más cloropicrina en una dosis de

70 g/m2 3 Aplicación de Trichoderma harzianum cepa TH – 11 en pellets de alginato de

Na, más Bacillus lentimorbus cepa 629 más acidificación del suelo con S2. 4 Aplicación de Trichoderma harzianum cepa TH – 11 en pellets de alginato de

Na, más Bacillus lentimorbus cepa 629 sin acidificación del suelo 5 Aplicación de Trichoderma harzianum cepa TH – 291 en pellets de alginato

de Na más Bacillus lentimorbus cepa 629 más acidificación del suelo con S2. 6 Aplicación de Trichoderma harzianum cepa TH – 291 en pellets de alginato

de Na más Bacillus lentimorbus cepa 629 sin acidificación del suelo 7 Aplicación de Trichoderma harzianum cepa TH – 11 en pellets de alginato de

Na. 8 Aplicación de Trichoderma harzianum cepa TH – 291 en pellets de alginato

de Na

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3.11. Diseño estadístico: Los experimentos fueron conducidos mediante un diseño de bloques completos al azar. La unidad experimental correspondió a un conjunto de 11 plantas, las que fueron observadas y evaluadas. Se realizaron ocho tratamientos los cuales se distribuyeron aleatoriamente sobre cada una de las cuatro mesas correspondientes a la nave de invernadero del ensayo. Los tratamientos se llevaron a cabo en parcelas de 3 m de largo (exceptuando el tratamiento 2 , con 9 m por repetición, de los cuales se evaluaron solo los 3 m centrales). El número de repeticiones fue de 4 (un tratamiento por mesa de cultivo). Se procedió a bloquear cada mesa de cultivo debido a la variable suelo y la variable luminosidad dentro del invernadero. Para la evaluación del experimento y de acuerdo a las mediciones realizadas, los datos se sometieron a un análisis de varianza y por medio de el test de Fisher, se determinó si existe al menos un tratamiento que difiere del resto. Para poder determinar las diferencias existentes entre los tratamientos se realizó el test de Tukey al 5 % de significancia. 3.12. Variables evaluadas: 3.12.1. Variables de rendimiento Se evaluaron como parámetros de rendimiento el peso en kilos de los frutos producidos por 11 plantas por repetición. Se descartó aquellos frutos que presentaron problemas sanitarios y con incidencia de daños fisiológicos. Además, se realizó una selección por calibre de los frutos según la escala de uso vigente en Comercial Agronueve S.A. (Anexo 2). En forma anexa, durante el transcurso del cultivo se evaluó el diámetro del tallo bajo el 1º, 3er y 4º

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racimo de producción. Además al finalizar el cultivo se evaluó la altura de las plantas, su peso fresco y el peso fresco de las raíces extraídas. 3.12.2. Variables fitosanitarias Para evaluar la severidad de raíz corchosa, el daño radical fue estudiado a través de la escala modificada de Campbell (GONZÁLEZ, 1991). Esto consistió en analizar el sistema radical lo más completo posible, y a través de la apreciación visual se estableció una nota dentro de la escala de 0 a 5. Cada nota indica un nivel de daño porcentual con relación al volumen radical presente en la planta analizada. El rango de valores porcentuales asignado a cada nota es el siguiente: 0: sin lesiones 1: 1 – 5 % de lesiones 2: 6 – 15 % de lesiones 3: 16 – 30 % de lesiones 4: 31 – 60 % de lesiones 5: 61 – 100 % de lesiones Para esto se arrancaron las plantas y sus raíces desde las mesas de cultivo de manera de evitar en la medida de lo posible su destrucción. Posteriormente las raíces fueron lavadas y evaluadas realizando el reconocimiento visual de los eventuales daños ocasionados por raíz corchosa. Este parámetro sólo fue evaluado mediante promedios de índice de daños, pero no se realizó análisis estadístico.

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3.12.3. Variables ambientales Paralelo a los ensayos se llevó a cabo un registro de las temperaturas del suelo mediante el uso de un termómetro de suelo digital ANRITSU, modelo AP 710, ubicado al centro de la tercera mesa, a 20 cm de profundidad, obteniéndose mediciones cada una hora, lo que permitió determinar con precisión las temperaturas promedio diarias, además de conocer los registros nocturnos de cada día (Anexos 3.1 al 3.5) 3.12.4. Análisis de suelo y fitopatológico Se realizaron análisis de suelo iniciales obteniendo muestras de cada mesa de cultivo en los metros 5, 15 y 25 (según la metodología propuesta por DUIMOVIC, 1999*), las que fueron analizadas en el Laboratorio de Suelos de la Facultad de Agronomía, con el objetivo de conocer las características físicas del suelo correspondiente a los ensayos (Anexos 4.1 y 4.2). Paralelamente, a partir de las mismas muestras obtenidas se realizaron análisis fitopatológicos con la finalidad de establecer la presencia del bioantagonista en el suelo y de los probables patógenos y saprófitos que en él se encuentran (Anexos 5.1 y 5.2). Posteriormente, al finalizar el cultivo se obtuvo una muestra de cada tratamiento (obteniéndose una submuestra de cada repetición por tratamiento), con el objetivo de obtener un índice de sobrevivencia de Trichoderma y la presencia de otros patógenos en cada uno de los tratamientos. * DUIMOVIC, A. Ing. Agr. 1999. Universidad Católica de Valparaíso, Facultad de Agronomía. Comunicación

personal.

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4. PRESENTACIÓN Y DISCUSIÓN DE RESULTADOS 4.1. Evaluación, bajo condiciones de invernadero frío del efecto antagónico de Trichoderma harzianum sobre raíz corchosa: 4.1.1. Variable daño radical A través del índice de daño radical obtenido mediante la escala modificada de Campbell (GONZALEZ, 1991), se evaluó el daño radical en los distintos tratamientos. El análisis muestra (Cuadro 2, Anexo 6) que la enfermedad estuvo presente en todos los tratamientos, incluso en el que fue aplicado bromuro de metilo (T2). Esto concuerda con lo señalado por ARAYA (1994), quien al realizar una prospección de la enfermedad determinó que esta se encuentra presente en todos los suelos destinados al cultivo del tomate, hayan sido fumigados o no. Lo mismo concluyen PARDO (1999) y RAGGI (2001), quienes encontraron presencia de raíz corchosa en todos sus tratamientos. Todos los ensayos que contemplaron la aplicación de Trichoderma, presentaron un daño radical severo, con lesiones corchosas pardo oscura, no observándose diferencias significativas respecto al testigo (T1). El tratamiento que contempló la aplicación de bromuro de metilo (T2), presentó los menores índices de daño radical, observándose en él sólo pequeñas manchas corchosas. El escaso efecto de los tratamientos con biocontroladores en relación a la reducción en el nivel de daño radical, puede ser en parte explicado por varios factores, tanto químicos como físicos, a los cuales estuvieron sometidas las cepas utilizadas del bioantagonista en el presente ensayo.

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CUADRO 2. Índice de daño de raíz corchosa medido en raíces de tomate mediante la escala modificada de Campbell en ensayo con dos cepas de T. harzianum aplicados en pellets de alginato de Na, más Bacillus lentimorbus, en comparación con tratamiento de bromuro de metilo y el respectivo testigo.

Tratamientos Indice de daño promedio T1: Testigo 4,93 T2: bromuro de metilo más cloropicrina 1,59 T3: TH – 11 + Bacillus + acidificación 4,97 T4: TH – 11 + Bacillus 4,93 T5: TH – 291 + Bacillus + acidificación 4,95 T6: TH – 291 + Bacillus 4,81 T7: TH – 11 4,95 T8: TH – 291 4,93

Evaluación efectuada a los 183 días, una vez finalizado el cultivo y arrancadas las plantas En primer lugar debe señalarse que el efecto del bioantagonista pudo haberse diluido como consecuencia de su modo de incorporación a las mesas de cultivo, dada la baja capacidad de crecimiento radial que posee Trichoderma, desde su punto de aplicación, tal como lo señalan CHAO et al. (1986). En el presente ensayo, esta labor se realizó en forma manual sobre una franja central de aproximadamente 25 cm por 25 cm de profundidad, correspondiente a la hilera de plantación, aplicando una dosis de 1,5 g de pellets por litro de volumen de suelo, e incorporándolos posteriormente sobre este volumen, que fue considerado como el volumen primario de establecimiento de las raíces del cultivo. En ensayos anteriores, RAGGI (2001) obtuvo resultados similares atribuyendo el escaso efecto a la homogeneización del substrato con los pellets, como causante de la dilusión de la

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efectividad del bioantagonista. En contraposición, PARDO (1999) encontró resultados positivos con la cepa TH – 11, pero aplicando los pellets concentrados en un solo lugar. Según lo anterior, sería posible inferir que tal vez la dosis utilizada (1,5 g de pellets por litro de volumen de suelo) del bioantagonista fue insuficiente para ejercer un adecuado control. Sin embargo, PAPAVIZAS (1985) señala que más que la densidad inicial del inóculo, es la capacidad de colonizar y adaptación de las cepas a las condiciones del suelo lo que determina el éxito del control. Al respecto, MAROIS y LOCKE (1985) señalan que la distribución del agente controlador en el medio es critica y para que esta sea efectiva, la interacción con el patógeno requiere de una cercana relación espacial, considerando además que la incorporación de éstos es de suma importancia para su posterior efectividad, con el objetivo de generar un mayor efecto de cobertura sobre la raíz y de esta manera generar mayores puntos de contacto del inóculo del bioantagonista con las raíces de las plantas y el patógeno. CHAO et al. (1986) señalan además en sus estudios realizados acerca de la colonización de la rizósfera por agentes de control biológico aplicados en semillas, que los propágulos de Trichoderma incorporados al suelo fueron encontrados en mayor proporción en sectores de suelo no rizosférico. En forma similar, respecto a Bacillus, TURNER y BACKMAN (1991) señalan que en sus ensayos las poblaciones de Bacillus subtilis detectadas en las raíces de maní disminuyen al distanciarse de la fuente de inóculo. Esto podría explicar los resultados de la mediciones obtenidas en los análisis de suelo fitopatológicos en los cuales se recuperaron gran cantidad de ufc de Trichoderma (Anexos 5.1 y 5.2) provenientes probablemente de suelo no rizosférico. En este sentido, es importante señalar que debido a que las plantas debieron ser arrancadas para su evaluación, el

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movimiento de suelo que ello implicó, determinó que las muestras tomadas de suelo para análisis correspondieran a suelo no rizosférico. Por otra parte, CHAO et al. (1986) señalan que el riego podría ejercer un efecto en movilizar los propágulos de Trichoderma en el perfil del suelo al detectar en sus ensayos una mayor distancia de los propágulos desde la rizósfera, en los tratamientos que consideraron un mayor aporte hídrico. Al respecto, también señalan que la falla de los microorganismos movidos verticalmente en la rizósfera es causada por su inhabilidad para competir por ella con la microflora del suelo. Además indican que una buena práctica de control podría ser la introducción de una selección de microorganismos que cuente con una buena habilidad colonizadora de las raíces En forma similar TURNER y BACKMAN (1991) señalan que en el caso de Bacillus subtilis, las raíces secundarias son pobremente colonizadas, al igual que las áreas de las puntas de las raíces, lo que indica que ésta no permanece por sí misma en los puntos de inoculación y crecimiento de las raíces sino que es transportada hacia abajo en el perfil del suelo, por el movimiento del agua en el suelo, donde sólo coloniza las raíces disponibles. Al respecto, TAYLOR y PARKINSON (1961), citados por CHAO et al. (1986), han mostrado que la colonización de la superficie de las raíces, principalmente ocurre desde el suelo adyacente a las raíces. Además, sugieren que bajo condiciones favorables de nutrientes disponibles (como es el caso del presente ensayo), a los hongos antagónicos les es más fácil colonizar el suelo que la superficie de las raíces. LO, NELSON y HARMAN (1996) señalan también que pocas cepas de Trichoderma rizósfera competentes son conocidas, lo que es un factor esencial para la subsistencia del biocontrolador a niveles efectivos para ejercer control.

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Lo anterior lleva considerar estudios en mayor profundidad, tanto de la incorporación y distribución de los agentes controladores en ensayos realizados en terreno, como también el conocimiento de su habilidad para colonizar la rizósfera. En cuanto a la acidificación, ésta no demostró tener un efecto significativo en el control de Trichoderma sobre Pyrenochaeta, al no existir diferencias significativas entre los tratamientos que consideraron la aplicación de S2 en polvo con el resto de los tratamientos y el tratamiento control. Esto no reflejó lo señalado por DANIELSON y DAVEY (1973), quienes indican que el rango óptimo de crecimiento para Trichoderma disminuye hacia pH más alcalinos (Anexos 7.1 y 7.2). Estos mismos autores también señalan que la germinación de las conidias requiere de una fuente externa de nutrientes y la respuesta de las conidias al medio es mediada por el pH. Esto concuerda con los señalado por SEPULVEDA (1991), en que el pH juega además un factor en la velocidad de crecimiento de las conidias siendo el pH 5,5 el óptimo a nivel in vitro. Lo anterior es reafirmado por los ensayos realizados por RAGGI (2001), en que el mayor crecimiento de colonias in vitro se produjo a pH más ácidos (5,5 – 6,0), reduciéndose a un tercio su crecimiento en el valor 8,5. Además el mismo autor señala que a diferencia de Trichoderma, Pyrenochaeta no se ve mayormente afectado en sus rangos de crecimiento. Sin embargo, BALL (1979) señala que la mayor cantidad de microesclerosios y de lesiones ocasionadas por Pyrenochaeta se producen a pH neutro o ligeramente alcalino, que es en definitiva el pH observado en los análisis de suelo iniciales realizados en el presente ensayo (Anexo 4.1). Es importante considerar además, que tal vez la acidificación del suelo ocurrió en forma gradual a lo largo de la temporada de cultivo, con lo cual es posible inferir que dadas las condiciones de pH iniciales del cultivo, este factor pudo haber jugado en forma negativa en el inicio y la velocidad de germinación de las cepas de Trichoderma inoculadas en los pellets

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una vez que éstas comenzaron a colonizar el suelo versus el inóculo ya presente de Pyrenochaeta. La temperatura del suelo es otro factor importante a considerar en el éxito del asentamiento de los agentes biocontroladores en el suelo durante la primera etapa del cultivo, en donde su acción antagónica se hace más prioritaria. Dado que las temperaturas del suelo promedio diarias bordearon durante el primer mes de cultivo los 15 º C (Anexos 3.1 y 3.2), es probable que el desarrollo de Trichoderma en el suelo fuese reducido, diminuyendo por ende sus posibilidades de biocontrol. Al respecto numerosos autores señalan que el crecimiento óptimo de Trichoderma se encuentra entre los 20 y 30 º C. (RAGGI, 2001; HADAR, HARMAN y TAYLOR, 1984; DOMSCH, GAMS, y ANDEERSON, 1980 y DANIELSON y DAVEY 1973). Además, DANIELSON y DAVEY (1973) señalan que en comparación con otras especies de Trichoderma, T. harzianum se encuentra establecida en suelos que presentan climas cálidos. Esto concuerda con los estudios realizados por RAGGI (2001), al señalar que para ambas cepas de Trichoderma TH – 11 y TH – 291, los óptimos de crecimiento se sitúan entre 20 y 30 º C, además señala que bajo 15 º C el crecimiento de Trichoderma se torna más lento que el de Pyrenochaeta, por lo tanto es en este periodo de frío en donde se produce el mayor ataque de la enfermedad. JOHNSON, BERNARD y PEIYUAN (1987) señalan que los aislados de Trichoderma capaces de crecer a bajas temperaturas pueden ser más efectivos en la supresión de enfermedades que son severas a bajas temperaturas. Los autores realizaron el aislamiento de dos especies de T. pseudokoningii y una de T. harzianum desde los suelos de Tennessee a 10 y 12 º C, respectivamente y sólo una especie de T. viride aislada desde los suelos de Alaska, además

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señalan también que Trichoderma harzianum se encuentra comúnmente en suelos de clima más cálido. KNUDSEN y BIN (1990) señalan además que la temperatura tiene un efecto significativo en la tasa de crecimiento radial de Trichoderma desde los pellets de alginato. Además señalan que la adición de salvado de trigo a la formulación de pellets no posee un efecto significativo en la tasa de crecimiento radial de Trichoderma, aunque sí en el incremento de la densidad radial dentro de los límites de crecimiento. De lo anterior se puede inferir entonces que dadas las temperaturas existentes durante el ensayo, es probable que el crecimiento de Pyrenochaeta haya sido más rápido que el Trichoderma, disminuyéndose entonces las posibilidades por parte de éste de ejercer un control efectivo. Respecto al efecto antagónico que pudo haber ejercido Bacillus lentimorbus en conjunto con Trichoderma, estudios anteriores sobre la combinación de agentes biocontroladores que ha incluido mezclas de hongos y bacterias, muestran que la combinación de antagonistas resultan en el aumento del biocontrol. Sin embargo, existen también reportes en los cuales las combinaciones no han mejorado la supresión de la enfermedad cuando se ha comparado la acción de los antagonistas por separado (RAUPACH y KLOEPER, 1998). Los mismos autores señalan en sus ensayos realizados in vitro sobre compatibilidad de Bacillus y Trichoderma, que Bacillus lentimorbus y B. subtilis presentaron una fuerte incompatibilidad con diferentes cepas de Trichoderma harzianum, indicando además que esta incompatibilidad hace pensar en la necesidad de aplicar estos antagonistas por separado.

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4.1.2. Altura de plantas Una vez finalizado el cultivo y terminada la cosecha se procedió a medir la altura de las plantas correspondientes a cada tratamiento. Los resultados se encuentran expresados en el Cuadro 3, (Anexo 7). Estos indican que no hubo un efecto significativo de los tratamientos sobre la altura de las plantas. CUADRO 3. Altura de plantas de tomate bajo los tratamientos con dos cepas de T

harzianum combinados con Bacillus lentimorbus en comparación a tratamiento con bromuro de metilo y el respectivo testigo.

Tratamientos Altura de plantas (cm) medias T1: Testigo 188,47 NS

T2: bromuro de metilo más cloropicrina 198,27 NS

T3: TH – 11 + Bacillus + acidificación 187,45 NS

T4: TH – 11 + Bacillus 198,17 NS

T5: TH – 291 + Bacillus + acidificación 187,31 NS

T6: TH – 291 + Bacillus 182,35 NS

T7: TH – 11 176,64 NS

T8: TH – 291 185,41 NS

NS: no significativo (P > 0,05) Evaluación efectuada a los 183 días, una vez finalizado el cultivo y arrancadas las plantas

Una vez más las causas pueden estar basadas en las condiciones ambientales a las cuales estuvo expuesto el ensayo como son las bajas temperaturas reinantes al inicio del cultivo y la luminosidad. Es necesario destacar que se aprecia una gran variabilidad dentro de los resultados, lo que puede explicar en parte la ausencia de diferencias estadísticas significativas, siendo además

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menores las alturas de las plantas ubicadas tanto al inicio y al final de cada mesa o bloque de cultivo, independientemente del tratamiento aplicado. Esto puede indicar una cierta tendencia, tanto de las gradientes de temperaturas como de luminosidad, y la necesidad de establecer un área de mediciones dentro del invernadero que minimice las variaciones de las mediciones dentro de cada bloque, al detectarse una influencia negativa respecto de la temperatura y luminosidad en los frentes anterior y posterior del invernadero. CHAMARRO, (1995) señala que a menudo la iluminación es una factor limitante en invierno en los cultivos en invernadero, señalando a la iluminación diaria, como el factor que más afecta el desarrollo vegetativo, indicando que cuando disminuye la iluminación, se reduce la altura de las plantas. Respecto a la temperatura, el mismo autor señala que también tiene un efecto sobre el desarrollo vegetativo de la planta, en que la velocidad de elongación del tallo, aumenta con la temperatura, y la temperatura óptima depende de la iluminación y se encuentra alrededor de los 25 º C. Otro aspecto importante es el efecto hormonal, en esto las giberelinas, las cuales se producen en las raíces, desempeñan un papel importante en la elongación del tallo (TALÓN, 2000) Esta situación de bajas temperaturas y luminosidad, según PICKEN (1984) promueve una aumento de los niveles endógenos de giberelinas, así como a una menor actividad citoquinínica dentro de la planta, condición que contribuye a enmascarar las diferencias derivadas del efecto de los tratamientos con Trichoderma y el testigo (T1). Es importante destacar que a pesar de no existir diferencias significativas, sí se observó un leve aumento de alrededor del 6 % en promedio de la altura de las plantas correspondientes al tratamiento con bromuro de metilo (T2), lo que puede ser explicado en relación a los bajos

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índices de daño radical observados y en relación a que este órgano es uno de los principales productores de hormonas, condición que estimularía un mejor balance entre citoquininas, auxinas, y giberelinas originando un crecimiento más vigoroso. Además, no se puede dejar de mencionar el hecho que un menor índice de daño radical, asegura una mejor absorción de nutrientes, aumentando la tasa de crecimiento de la planta y por ende, una mayor altura de estas. 4.1.3. Peso fresco de las plantas y raíces Una vez arrancadas las plantas se procedió a medir el peso fresco de la parte aérea, las cuales fueron extraídas a nivel del cuello de la planta. Los resultados (Anexos 8 y 9) indican que no hubo diferencias significativas entre los tratamientos con Trichoderma y el testigo (T1) El tratamiento con bromuro de metilo obtuvo el mayor peso fresco. Aunque no se aprecian claras diferencias significativas entre este y los tratamientos: T1, T4, T5 y T8, todos los demás tratamientos tuvieron promedios significativamente menores (Cuadro 4). Los resultados una vez más pueden ser explicados en términos de las condiciones ambientales, temperatura y luminosidad en relación al efecto sobre el desarrollo vegetativo de las plantas, como se indicó en el análisis de la variable altura de plantas en su efecto sobre los niveles endógenos de giberelinas y la menor actividad de las citoquininas, contribuyendo así a enmascarar las diferencias existentes entre testigo y los demás tratamientos con Trichoderma y bromuro, con los cuales no difirió. CUADRO 4. Peso fresco de las plantas de tomate y raíces, bajo tratamientos con dos

cepas de T. harzianum combinadas con Bacillus lentimorbus, en comparación a tratamiento con bromuro de metilo y el respectivo testigo.

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Tratamientos Parte aérea (g) Raíces (g) T1: Testigo 1371,2 ab 55,68 NS

T2: bromuro de metilo más cloropicrina 1593,40 a 50,58 NS T3: TH – 11 + Bacillus + acidificación 1350,56 b 54,54 NS T4: TH – 11 + Bacillus 1419,88 ab 56,25 NS T5: TH – 291 + Bacillus + acidificación 1377,38 ab 54,77 NS T6: TH – 291 + Bacillus 1334,77 b 50,52 NS T7: TH – 11 1283,38 b 50,56 NS T8: TH – 291 1382,10 ab 58,31 NS

Promedios con letras iguales no presentan diferencias significativas (Test de Tukey, α = 0,05). NS: no significativo (P > 0,05). Evaluación efectuada a los 183 días, una vez finalizado el cultivo y arrancadas las plantas

Además, los mayores pesos obtenidos con el tratamiento con bromuro de metilo, también pueden ser expresados en términos de los menores índices de daño radical, favoreciendo una vez más un mejor balance hormonal dentro de la planta, como también una mejor absorción de nutrientes dando por resultado plantas más vigorosas y una mayor tasa de crecimiento. Al respecto WINDHAM, ELAD y BAKER, (1986) señalan que algunos incrementos en el crecimiento de las plantas resultan del control biológico al reducir la actividad de algunos patógenos menores. Además del control de patógenos, otro mecanismo que puede explicar este fenómeno es el efecto regulador del crecimiento por parte de biocontroladores como Trichoderma harzianum y Gliocladium virens, como por ejemplo, la producción de fitohormonas, producción de vitaminas, conversión de formas no utilizables a otras utilizables por la planta y al aumento en la absorción y traslocación de minerales (BAKER, 1989; KLEIFELD y CHET, 1992, citados por CRUZ y CISTERNA, 1998).

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WINDHAM, ELAD y BAKER, (1986) también señalan que en sus ensayos las plantas suplidas con nutrientes habiendo aplicado inóculos de Trichoderma harzianum TH - 12, mostraron significativos incrementos del peso seco de la parte aérea y raíces comparados con los controles. Sin embargo, sólo el peso de la parte aérea fue incrementado por los tratamientos con TH - 12 y TH - 95, cuando las plantas no fueron fertilizadas. En el caso del peso fresco de las raíces, ninguno de los tratamientos difirió significativamente del testigo (Cuadro 4) Es importante señalar que dadas las condiciones del ensayo, realizado en terreno, fue imposible extraer la totalidad de las raíces, sobre todo en el caso de los tratamientos testigo (T1), y los que consideraron la aplicación de Trichoderma (T3 a T8) a través de los pellets de alginato de Na, debido al alto índice de daño radical observado en estos tratamientos, (Cuadro 2) y la pérdida de raíces que el daño ocasionado por Pyrenochaeta originó en ellas, por lo que aumenta el error experimental, dificultándose la detección de diferencias entre los tratamientos. Sin embargo, sí fue posible extraer una mayor cantidad de raíces de las plantas que consideraron la aplicación de bromuro de metilo, dado que estas efectivamente presentaron un leve índice de daño (Cuadro 2), presentando además una mayor proporción de raíces absorbentes.

4.1.4. Variable diámetro del tallo

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Para el análisis del diámetro del tallo se realizaron mediciones por medio de un pie de metro, del diámetro del tallo bajo el 1º, 3er y 4º racimo, a modo de evaluar el vigor de las plantas durante las primeras etapas del cultivo. Los datos se encuentran en el Anexo 10. Los resultados indican que para el diámetro del tallo bajo el 1º y 4º racimos, no hubo diferencias significativas, no así para el diámetro del tallo bajo el 3er racimo, en que el tratamiento con bromuro (T2) se diferenció del tratamiento 7, no así del resto. A pesar de ello, se puede señalar que el mayor diámetro lo obtuvo el tratamiento con bromuro de metilo (T2), seguido del tratamiento que consideró la aplicación de Trichoderma cepa TH – 11 más Bacillus

lentimorbus, más acidificación, (T3) y el menor lo encontramos para el tratamiento 7 que consideró solo la aplicación de la cepa TH – 11 de Trichoderma (Cuadro 5). CUADRO 5. Diámetro del tallo bajo el primer, tercero y cuarto racimo floral de las plantas

de tomate, bajo los tratamientos con dos cepas de T. harzianum combinadas con Bacillus lentimorbus, en comparación a tratamiento con bromuro de metilo y el respectivo testigo.

Tratamientos Diámetro 1º racimo (cm)

Diámetro 3º racimo (cm)

Diámetro 4 º racimo (cm)

T1: Testigo 1,08 NS 1.46 ab 1,0 NS T2: bromuro de metilo más cloropicrina 1.22 NS 1,66 a 1,25 NS T3: TH – 11 + Bacillus + acidificación 1,13 NS 1,56 ab 1,10 NS T4: TH – 11 + Bacillus 1,12 NS 1,50 ab 1,21 NS T5: TH – 291 + Bacillus + acidificación 1,19 NS 1,52 ab 1,11 NS T6: TH – 291 + Bacillus 1,08 NS 1,47 ab 0,96 NS T7: TH – 11 1,17 NS 1,37 b 0,98 NS T8: TH – 291 1,16 NS 1,53 ab 1,18 NS

Promedios con letras iguales no presentan diferencias significativas (Test de Tukey, α = 0,05). NS: no significativo (P > 0,05).

Es necesario señalar que las mediciones bajo el segundo racimo floral no pudieron ser efectuadas en el momento oportuno.

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Los resultados indican una vez más que los datos pueden haber sido enmascarados por el efecto de las temperaturas y luminosidad, aunque sí se podría inferir un cierto efecto sobre el vigor de las plantas a partir de los resultados de las mediciones del diámetro del tallo bajo el tercer racimo floral. Al respecto, a pesar de no existir diferencias entre los tratamientos con Trichoderma y el testigo (T1), la mayoría de los tratamientos con Trichoderma presentaron medias superiores al testigo, siendo sólo en el tratamiento 7 inferior, de lo cual se podría desprender, que en un principio (considerando que las mediciones fueron realizadas, pocos días después de la antesis), Trichoderma pudo haber ejercido un cierto control, que luego fue diluido como se ha señalado anteriormente, por efecto de las condiciones reinantes durante el ensayo. 4.1.5. Variable rendimiento del cultivo Para la evaluación del rendimiento del cultivo, fue necesario recolectar los frutos obtenidos desde las plantas correspondientes a cada tratamiento durante el transcurso de la temporada de cultivo, iniciándose en el momento en que comenzó la madurez de estos. Esta labor se realizó desde la primera semana de octubre hasta finalizado el cultivo en la primera semana de diciembre. La cosecha se realizó según el criterio de madurez, utilizado por el predio Agrícola Maggiolo, (lugar en que se realizaron los ensayos), separándolos a su vez por calibre, y midiendo el peso en conjunto de los frutos recolectados desde cada tratamiento por separado y desde cada bloque o mesa de cultivo. Los datos se presentan en los Anexos 11.1 y 11.2. Se realizó un análisis del rendimiento total de los frutos recolectados durante la temporada de cultivo, así como también de los frutos correspondientes sólo al calibre de primera, y en conjunto, de los frutos correspondientes a los calibres de primera y segunda (Anexo 2).

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Los análisis del rendimiento del total de los frutos recolectados, tanto como para los frutos cosechados de calibre primera, primera y segunda en conjunto, indican que ninguno de los tratamientos aplicados tuvo un efecto significativo sobre el rendimiento, (Cuadro 6). CUADRO 6. Rendimiento del total, calibre 1º y calibre 1º y 2º, de los frutos recolectados

durante la temporada de cultivo desde las plantas de tomate, bajo los tratamientos con dos cepas de T. harzianum más Bacillus lentimorbus, aplicados en pellets de alginato de Na y Bromuro de metilo, al momento de finalizar la cosecha.

Tratamientos Rendimiento total (kg / pl)

Rendimiento calibre 1º (kg /

pl)

Rendimiento calibres 1º y 2º (kg /

pl) T1: Testigo 4,25 NS 3,13 NS 4,19 NS T2: bromuro de metilo más cloropicrina 5,14 NS 4,01 NS 5,09 NS T3: TH – 11 + Bacillus + acidificación 4,70 NS 3,60 NS 4,64 NS T4: TH – 11 + Bacillus 4,87 NS 3,67 NS 4,83 NS T5: TH – 291 + Bacillus + acidificación 4,38 NS 3,25 NS 4,34 NS T6: TH – 291 + Bacillus 4,27 NS 3,17 NS 4,19 NS T7: TH – 11 4,05 NS 3,12 NS 3,99 NS T8: TH – 291 4,29 NS 3,17 NS 4,24 NS

NS: no significativo (P > 0,05). Evaluación efectuada a los 183 días, una vez finalizado el cultivo y arrancadas las plantas

Nuevamente estos resultados pueden ser interpretados, como causa de las condiciones ambientales a las cuales estuvieron sometidas las plantas durante este ensayo, como ya se ha analizado para las variables de peso fresco, altura de plantas e índice de daño radical. En este sentido las bajas temperaturas sumado a la baja luminosidad, estarían provocando una mayor variabilidad entre el vigor de las plantas, lo que sumado al daño radical, y al

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desbalance hormonal que ello implica, se estarían reduciendo de forma importante la existencia de diferencias entre los tratamientos de Trichoderma y el testigo T1 WINDHAM, ELAD y BAKER, (1986) señalan que han obtenido incrementos en el desarrollo como resultado de la reducción de la actividad de un mayor número de patógenos en la rizósfera, indicando que han obtenido incrementos significativos en la tasa de crecimiento y emergencia total de plántulas de tabaco y tomate en suelos tratados con Trichoderma. Sin embargo, no descartan la posibilidad de que a diferencia de otros controladores, Trichoderma podría incrementar los crecimientos por producción de algún factor de crecimiento, pero debido a que no existen pruebas suficientes atribuyen los incrementos al control de los patógenos del suelo. En este sentido, es posible inferir que al no existir diferencias significativas entre los tratamientos con Trichoderma y el control, es probable que dado los índices de daño radical, Trichoderma no haya ejercido un efecto controlador eficiente, pero debido a que tampoco existen diferencias en cuanto a rendimiento, entre el tratamiento tradicional con bromuro y el testigo no se puede descartar la posibilidad, de que este controlador haya ejercido algún efecto en relación a la producción de algún factor de crecimiento, lo que contribuiría a enmascarar las diferencias. En este sentido, POLLEY (1985) concuerda al señalar que existe clara evidencia de asociación entre el peso seco de las raíces y el rendimiento, en que menores pesos secos asociados al daño radical, están a su vez relacionados con menores rendimientos. También señala que respecto al número de frutos el rendimiento se reduce en un 0,2 % por cada 1 % de incremento en la severidad de la enfermedad. Sin embargo TERMOHLEN, (1962) señala que las plantas pueden compensar el efecto de la enfermedad a través de un incremento en la tasa de desarrollo de las raíces.

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Al respecto, GOODENOUGHT y MAW, (1973) señalan que las plantas infectadas con Pyrenochaeta desarrollan nuevas raíces a partir de la región del hipocotilo del tallo, indicando que esta es una característica natural de las plantas silvestres de tomate rastreras, las cuales desarrollan primordios radicales en cualquier lugar a lo largo del tallo. También señalan que una vez que las raíces nuevas no infectadas fueron capaces de crecer y reemplazar los tejidos dañados, la acumulación de materia seca y la concentración de nutrientes analizadas en los tejidos (K y Ca), se aproximó a los valores de plantas control sanas. Lo anterior concuerda con lo sucedido en este ensayo al no detectarse diferencias significativas entre el peso fresco de las raíces a pesar de presentar un alto índice de daños sumado a la pérdida de una mayor proporción de estas, provocado por su extracción y el daño que origina la enfermedad, lo que nuevamente podría estar reduciendo en forma importante las reales diferencias. En este sentido es probable también señalar que el daño principal de la enfermedad haya sido secundario, al no haberse expresado fuertemente al inicio del cultivo, ya que inicialmente el daño principal es la desaparición de las raíces absorbentes, las cuales no se pudren sino simplemente desaparecen. Esto explicaría la falta de diferencias en el rendimiento. Es importante señalar además que en lugar de desarrollo de los ensayos es posible que haya existido una alta cantidad de inóculo de Pyrenochaeta, debido a los antecedentes con que se cuenta de no haber sido aplicado bromuro de metilo por más de una temporada. Al respecto varios autores, entre ellos CAMPBELL, SCHWEERS y HALL (1982), y SMITH et

al. (1992), señalan importantes pérdidas de rendimiento ocurridas al detectarse un índice de severidad de 5 con 50 % de disminución del rendimiento y pérdidas de alrededor de un 8 – 20 % con infecciones del 10 – 15 %, ocho semanas luego de plantación respectivamente. En este sentido, al no detectarse diferencias significativas, no obstante el alto índice de daño medido en los tratamientos con Trichoderma, es posible inferir que este biocontrolador sí haya ejercido algún efecto (como se señala para el análisis de la variable diámetro del tallo), el cual

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no fue cuantificable a causa de las bajas temperaturas reinantes en un principio, o a la falta de localización y distribución de los pellets en la rizósfera de las plantas, favoreciendo un desarrollo e infección más oportuno por parte de Pyrenochaeta.

Lo anterior concuerda con lo señalado por CAMPBELL, SCHWEERS y HALL (1982), que en parcelas no tratadas con cloropicrina, habiendo chequeado un índice de severidad de daño de 4,8, los cultivos de tomate rindieron un 73 % menos de frutos grandes y un 40 % menos de frutos pequeños. Por otra parte, WORKNEH y BRUGGEN (1994) han encontrado que existe un alta asociación entre el contenido de N en los tejidos del tomate y el nitrato del suelo, y la severidad de la raíz corchosa, señalando además que la alta concentración de N en granjas convencionales en comparación con las conducidas orgánicamente, puede producir plantas más susceptibles al ataque de Pyrenochaeta. También indican que el efecto de la fertilización con nitrato de amonio fue significativamente mayor aumentando la severidad de la enfermedad versus suelos no fertilizados y con altos niveles de densidad de inóculo de la enfermedad. Al respecto es posible inferir que las prácticas normales de fertilización efectuadas en el predio hayan contribuido en forma importante a aumentar la severidad de esta, en el presente ensayo. Los datos de la fertilización nitrogenada del sector sur aplicada en el predio correspondiente a aproximadamente 1 ha de invernaderos, se entregan en el Anexo 12. Sin embargo no se descarta que la fertilización nitrogenada haya provocado un efecto vigorizante en las plantas. Al respecto, GOODENOUGH y MAW (1973) señalan que a pesar de existir una disminución en la concentración de potasio y fósforo en los tejidos radicales de las plantas afectadas por Pyrenochaeta, la concentración de nitrógeno se incrementó en ellas. Pero dado que estos autores han descubierto que un aumento en el aporte nutricional de fósforo y potasio puede

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llevar a superar el efecto de la enfermedad en el rendimiento de los frutos, es posible inferir una vez más que esta situación haya contribuido a enmascarar la falta de diferencias en las variables rendimiento y peso fresco de plantas. BECKER et al., (1990) señalan que erróneamente la eficacia de los biocontroladores usualmente es medida en términos de la respuesta de la planta en el momento de la cosecha, más que su efecto sobre los patógenos o algún patógeno específico. Además, señalan que la eficacia, tanto de controles químicos como biológicos son afectados mayormente por las propiedades físicas y biológicas del suelo indicando que en sus experimentos la variabilidad en los resultados puede ser atribuida por las diferencias en la composición de la microflora en el suelo y los subsecuentes patrones de colonización de las raíces. Por lo tanto, no se descarta también que los resultados hayan sido además alterados por el ataque, no sólo de Pyrenochaeta sino también del conjunto de hongos patógenos del suelo (Anexos 5.1 y 5.2) que suelen acompañar los ataques de raíz corchosa, tal como lo señala MESSIAEN et al. (1995), al señalar que sobre todo cuando las temperaturas del suelo se elevan tras el ataque inicial, se suelen acompañar de todo un complejo de invasores secundarios poco específicos. Se debe señalar por último que a pesar de no existir diferencias entre los tratamientos, las mejores respuestas en términos de rendimiento, peso fresco de plantas, altura de plantas e índice de daño radical fueron obtenidas por parte del tratamiento tradicional con bromuro de metilo T2; sin embargo, le sigue a continuación el tratamiento T4, que consideró la aplicación de la cepa TH – 11 de Trichoderma, más Bacillus lentimorbus, cepa 629, en términos de las variable de rendimiento alcanzado, peso fresco de plantas y altura de plantas. Respecto a esto, la alta variabilidad registrada en los datos como se señaló también en el análisis de la variable altura de plantas, nuevamente puede haber contribuido a reducir las diferencias, al detectarse menores resultados en las plantas cercanas a los bordes del invernadero, independientemente del tratamiento aplicado.

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4.1.6. Sobrevivencia de Trichoderma en el suelo Los resultados del análisis fitopatológico, realizados en el Laboratorio de Fitopatología de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica de Valparaíso muestran que efectivamente Trichoderma logró sobrevivir hasta el final de la temporada de cultivo (Anexos 5.1 y 5.2). En todos los tratamientos en que Trichoderma fue incorporado a través de los pellets de alginato de Na se recuperaron numerosas colonias del bioantagonista, excepto en los tratamientos testigo T1 y el que consideró la aplicación de bromuro de metilo, en los cuales solo logró recuperarse 1000 colonias por gramo de suelo, en el tratamiento testigo, teniéndose antecedentes de la existencia de este hongo en los análisis iniciales. Sin embargo, debido al nulo efecto que este antagonista logró en el control de la enfermedad lo que contrasta con los antecedentes previos, en los cuales sí ha ejercido un eficiente control (RAGGI, 2001; PARDO, 1999 ), es posible atribuir su deficiencia a las variables tanto químicas físicas y biológicas, no descartándose también su modo de incorporación en el sentido que contribuirían a inhibir su desarrollo en forma eficiente y en el momento oportuno (al inicio del cultivo), donde su acción se hace prioritaria, como lo señalan LAST y EBBEN (1966) al concluir en sus investigaciones que a igual cantidad de inóculo de la enfermedad, los daños son más perjudiciales para las plantas de estados más tempranos de desarrollo.

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5. CONCLUSIONES De acuerdo a los resultados obtenidos y bajo las condiciones en que se realizó el presente ensayo, se puede concluir que: Ninguno de las aplicaciones de Trichoderma a través de pellets de alginato de sodio fue capaz de ejercer un efecto significativo en el control de la enfermedad raíz corchosa provocada por el agente causal Pyrenochaeta lycopersici Schneider & Gerlach en las variables altura de plantas, peso fresco de la parte aérea, peso fresco de raíces, diámetro del tallo, rendimiento total y por calibre. Sólo el tratamiento que consideró la aplicación de bromuro de metilo más cloropicrina (T2), ejerció un control sobre la enfermedad, medido a través del índice de daño de la escala modificada de Campbell. Trichoderma logra sobrevivir durante la temporada de cultivo, al encontrarse numerosas colonias en los tratamientos que consideraron su incorporación a través de los pellets de alginato de sodio. Por último, los resultados de esta investigación reflejan la necesidad de buscar nuevas técnicas de inoculación de los bioantagonistas en terreno, además de la necesidad de técnicas de monitoreo de los bioantagonistas durante la estación de cultivo sobre el control de los patógenos y su habilidad para colonizar la rizósfera, en cuanto a métodos de labores más sensitivas y menos intensivas.

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6. RESUMEN

El tomate, es sin duda, la hortaliza más importante a nivel mundial. En Chile se cultiva intensivamente tanto en invernadero como al aire libre representando una importante actividad para los agricultores en términos de rendimientos obtenidos y superficie utilizada. Dado que el establecimiento del cultivo bajo invernadero requiere de una fuerte inversión, se origina una alta dependencia económica por parte de los agricultores, lo que los obliga a maximizar los beneficios, traduciéndose en un monocultivo durante sucesivas temporadas. Esta situación ha provocado que aquellas enfermedades que permanecen en el suelo, tengan un mayor desarrollo. En este contexto, bajo condiciones de invernadero frío, la raíz corchosa del tomate ocasionada por Pyrenochaeta lycopersici Schneider & Gerlach, ha sido uno de los problemas más graves que han debido enfrentar los agricultores de la V región durante los últimos 15 años. Actualmente, no existe control curativo para la enfermedad, siendo su principal control la esterilización del suelo mediante el uso de bromuro de metilo más cloropicrina. Este método sin embargo no ha resultado ser del todo satisfactorio en el tiempo resurgiendo con fuerza en los suelos fumigados. Dado el alto costo que representa la sucesiva utilización de bromuro de metilo y que se ha determinado su salida del mercado para el año 2005 en los países desarrollados y el 2015 para los en vías de desarrollo, es necesario buscar nuevas alternativas de control. Dentro de éstas el control biológico aparece como una alternativa interesante de evaluar. Numerosos estudios han comprobado la acción antagónica del hongo Trichoderma harzianum sobre diversos hongos patógenos del suelo, encontrándose para algunas cepas resultados promisorios sobre el control de la raíz corchosa bajo condiciones controladas de temperatura. En el presente ensayo se analizó el efecto antagónico de Trichoderma harzianum (cepas TH – 11, y TH – 291), en forma de pellets de alginato de Na más la adición de salvado de trigo como suplemento alimenticio, en conjunto con la bacteria Bacillus lentimorbus cepa 629, sobre el control de esta enfermedad en suelos naturalmente infectados. Para ello se evaluó la aplicación en terreno de cada cepa de Trichoderma por separado y en conjunto con la bacteria, sumado a la acidificación del suelo mediante la aplicación de azufre en polvo versus el tratamiento testigo y la aplicación de bromuro de metilo más cloropicrina. Sobre el control de la enfermedad, Trichoderma no demostró tener efecto significativo tanto con y sin la aplicación conjunta de la bacteria. Respecto a otras variables evaluadas como rendimiento, altura de plantas, peso fresco de raíces no hubo diferencia significativa entre los tratamientos, salvo en la variable peso fresco de las plantas en el cual el tratamiento con bromuro se diferenció del resto. Las principales causas de estos resultados parecen obedecer en primer lugar a la aparentemente alta incidencia de la enfermedad existente en el lugar de realización de los ensayos, pudiendo ser insuficiente la dosis aplicada del antagonista, al constatarse un alto nivel de daño en las raíces analizadas de los tratamientos correspondientes a la aplicación de Trichoderma y el testigo en comparación con el tratamiento de bromuro. En segundo lugar es posible que el modo de incorporación del antagonista a las mesas de cultivo no haya sido del todo satisfactoria pudiéndose haber diluido su efecto dado la baja capacidad de crecimiento radial de Trichoderma desde su punto de aplicación.

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