TA1, Realismo, Hans Morgenthau. Política Entre Las Naciones (Cap 1-3)

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  • POLITICA ; ENTRE LAS NACIONES La lucha por el Doder y la paz

    1

    Hans J. Morgenthau

  • POLI'fiCA EN'fRE LAS N_ACION.ES

  • --N -

    POLI'TICA EN_'fRE LAS N_ACIONES

    La lucha por el poder y la paz

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    Hans J. Morgenthau Sexta edicin revisada por

    Kenneth W. 'fhompson

    . ,

    1

    GEL -

    , ..

    Grupo Editor Latinoamericano Coleccin ESTUDIOS INTERNACIONALES

  • l! edicin - 3.000 ejemplares Coleccin ESTUDIOS INTERNACIONALES

    212-085

    ISBN 950-9432-84-9

    Ttulo del original en ingls: ..

    POLITICS AMONG NATIONS The Struggle for Power and Peace

    Copyright 1948, 1954, 1960, 1967, 1973, 1978, 1985 by Alfred A. Knopf, Inc. Esta traduccin se publica por acuerdo con Alfred A . . Knopf, Inc.

    Traduccin de H eber W. Olivera

    3a. Edicin.

    1986 by Grupo Editor Latinoamericano S.R.L., Laprida 1183, 1~. (1425) Buenos Aires, Argentina. Tel. 961-9135.

    Queda hecho el depsito que dispone la ley 11.723. Impreso y hecho en la Argentina. Printed and made in Argentina. Colaboraron en la preparacin de este libro: Diseo de tapa: Pablo Barragn. Composicin, armado y acetatos: Tipografa Pompeya S.R.L. Impresin interior: EDIGRAF. Impresin de tapa: Imprenta de los Buenos Ayres S.A. Pelculas de tapa: Foto-cromos Rodel. Encuadernacin: Proa S.R.L. Se utiliz para el interior papel OESPE de 70 gs. y para la tapa cartulina grano fino de 240 gs., provistos por Copagra S.A.

  • ...____ --

    Prlogo

    Es muy probable que Poltica entre las Naciones sea la obra que ms ha influido en la teora y la prctica de las relaciones internacionales a partir de la segunda posguerra, particularmente en los Estados Unidos. pas donde se public por primera vez en el ao 1948 y para el que fue destinada. Resulta prcticamente imposible encontrar un libro de teora de las re!aciones internacionales o de poltica exterior norteame-ricana donde no aparezca citada.

    Hijo nico de una familia juda, Hans Morgenthau, su autor, naci en 1904 en Coburgo, una pequea ciudad del norte de Bavaria. Cierta-mente, la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, la humillante paz de Versalles, la fragilidad polftica de la Repblica de Weimar y el surgimiento del nazismo, con su carga de racismo y antisemitismo, ejercieron un impacto profundo en el desarrollo de su pensamiento poltico. En efecto, la tremenda crisis y los avatares polticos por los que atraves Alemania en las dcadas del diez y del veinte contribu-yeron de manera decisiva a alimentar el pesimismo de su concepcin antropolgica, y le ayudaron a descubrir tempranamente el espacio irreductible de la pasin en las relaciones humanas, a desconfiar del racionalismo y del utopismo y a comprender -como l mismo lo expre-sara- las "complejidades trgicas" de la vida.

    En J 923 ingres a la Universidad de Frankfurt, aunque al poco tiempo, desencantado por "la pedantera de las ftiles diferencias epis-temolgicas", se traslad a la Universidad de Munich, donde . estudi Derecho y Filosofa Poltica. Ya graduado, sus inquietudes acadmicas, y en buena medida el ascenso vertiginoso del nazismo en su pas. lo llevaron a Suiza, donde realiz trabajos de posgrado en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra y ense Derecho Pblico en la Universidad de esa misma ciudad. Luego de una estada como docente en Madrid durante los aos 1935-1936, emigr definitivamente a los Estados Unidos en 1937, pas en el que an no tena, al decir de Thompson, ni amigos ni mecenas, y en el que desarrollara toda su intensa e influyente carrera acadmica. Sucesivamente, se desempe como profesor e investigador en Brooklyn College (1~37-1939), la Uni-versidad de Kansas City (1939-1943), la Universidad de Chicago (1943-1971), el City College de Nueva York (1968-1975) y, hasta su muerte en 1980, en la New School for Social Research de Nueva York. 1

    Una buena semblanza de la vida de Morgenthau puede verse en Tho~pson, Kenneth W., Ma.3ters of International Though.t, Baton Rouge and London, ~ State Uruversity Press, 1982, pp. 80-91.

  • 2 Prlogo

    A lo largo de todos estos aos, Morgenthau public numerosos trabajos, dio infinidad de conferencias, particip en cientos de semi-narios, form varias generaciones de agradecidos estudiantes y ejerci una importante influencia sobre los dirigentes polticos de su pas de adopcin, convertido, luego de la Segunda Guerra Mundial , en la po-tencia mundialmente ms poderosa de todos los tiempos y, en conse-cuencia, en una nacin "peligrosa y vulnerable, temida y temerosa". 2

    Fundamentalmente por Poltica entre las Naciones, Hans Morger.t-thau ha sido considerado con toda justicia el padre del realismo pol-tico en los Estados Unidos. Segn la respetable opinin de Reinhold N iebuhr --otra de las figuras clave del realismo norteamericano--el autor de este libro y de otras obra~ importantes sobre relaciones inter-nacionales fue "el ms brillante y ms autorizado" de los estudiosos de la polftica internacional inscriptos en esta escuela del pensamiento poltico moderno. 3

    Tal como lo seala el propio Morgenthau en el segundo capitulo del libro, Polftica entre la.s Naciones tiene dos propsitos: uno terico y otro emprico-normativo. El primero, procura identificar y compren-der las fuerzas "atemporales" que determinan las relaciones polftieas entre los Estados-nac:iones; el segundo, proporcionar un mapa de ruta para el diseo y puesta en prctica de la poltica exterior, en especial la de Estados Unidos en el escenario internacional de la segunda pos-guerra, caracterizado --en palabras de Morgenthau- por una "triple revolucin": el reemplazo del sistema multipolar europeo por un sis-tema bipolar, cuyos centros est'n fuera de Europa; la bifurcacin de la "unidad moral" del mundo en dos sistemas de pensamiento y accin incompatibles y antagnicos que se disputan la lealtad de los hombres; y, finalmente, el desarrollo de la tecnologia 1\Uclear que, por primera vez en la historia de la humanidad, puede llevar a la destruccin universal.

    En relacin con su contenido terico, Politica entre las Naciones es, entre todas sus obras, la que analiza en forma ms sistemtica dos cuestiones centrales para la escuela realista: el fenmeno del poder en la poltica internacional -concepto que considera clave para entender y explicar las relaciones inte111acionales-- y la obstinada e irremediable continuidad de la lucha por el poder en todo tiempo y espacio, que adquiere por ello --en la perspectiva del autor- la categora de supra-histrica. De tal manera, rechaza de 'plano las visiones utpicas que suponen que "el orden social no llega a estar a la altura de los patro-nes racionales" por falta de conocimiento, por atavismos que inhiben e] progreso de la civiJizacin internacional, por la obsolescencia de las instituciones sociales o por la perversin de ciertos individuos. Total-mente descredo de estos argumentos, Morgenthau, en cambio, sostiene que la imperfeccin del mundo encuentra sus causas en tres esencias --en

    2 Acijetlvoe emplead08 por Morpnthau en la p6c1na 38 de este llbro para call ficar a loa Estados Unldoe de la inmediata secunda posguerra.

    J Citado po'f Smith, Michael Joseph, en Realtst Thought from Weber to Kissingn, Baton Rouge and London, Louistana, State Univertty Press, l!MI6, p . 134.

  • Prlogo 3 el St:ntido de la filosofa clsica- inmodificables.: el e~osmo y el deseo de poder de los hombres; la definicin de los intereses nacionales de los Estados ~n trminos de poder; y la naturaleza anrquica del sistema internacional, que lleva a que la nica garanta efectiva de una "paz inestable" -para usar u~ conocida expresin de Aron- sea el meca-nismo del equilibrio de poder y no el derecho internacional, dado que slo el poder puede frenar al poder. En consecuencia, el analista poltico y el hombre de accin deben comprender "las fuerzas inherentes a la naturaleza humana" y "no luchar contra ellas", como proponen ingenua-mente los miembros de las escuelas idealistas, cuyos prejuicios les impiden apreciar -como dira Herz- los problemas que surgen del "dilema seguridad y poder". Para Morgenthau es imposible escapar "del mal del poder, independientemente de lo que uno haga". 4

    Este anlisis descarnado de la lucha por el poder, de su recurrencia y limitaciones, fue acompaiiado tte una dura crtica a la creencia "cien-tificista" en el "poder de la cienCia para resolver todos los problemas y, particularmente, todos los problemas polticos que el hombre en-frenta en la edad moderna". s Al respecto, sus cuestionamientos ms agudos fueron expresados con anterioridad a la publicacin de Poltica entre las Naciones, en otra obra fundamental del ao 1946, titulada El hombre cientfico versus la polftica del poder, en donde destaca la incapacidad del "cientificismo" para comprender la naturaleza del hom-bre, la naturaleza del mundo, y la naturaleza de la razn misma. En sus propias palabras, el error fundamental del racionalismo es su per-cepcin de que el mundo entero est " .. . dominado por la razn, una fuerza independiente y autosuficiente que, tarde o temprano, no puede fracasar en la eliminacin de los vestigios an remanentes de la sin-razn". Desde esta perspectiva, el mal sera entonces -agrega Mor-genthau- " ... una mra cualidad negativa, la ausencia de algo cuya presencia sera buena ... Este monismo filosfico y tico, que . es tan caracterstico del modo racionalista de pensar, es una desviacin de la tradicin del pensamiento occidental. En esta tradicin Dios .es desa-fiado por el Diablo, quien es concebido como un elemento necesario y permanente en el orden del mundo". 6

    Este pensamiento de pura cepa realista fue la base filosfica utili-zada por Morgenthau para desa~llar la parte e~pfrico-nonnativa de su obra, que tiene, como qued dicho, un destinatario privilegiado: los polticos norteamericanos responsables de la formulacin y .realiza-cin de la poltica exterior. Situado en la vereda de enfrente de las "ilusiones utopistas", critic, de manera ;Severa, a quienes, 'desde la academia y la poltica prctica, todava se aferraban al viejo ideario aislacionista y al pacifismo y al racionalismo sobre los que se haba fundado histricamente la ideologa poltica norteamericana, sin com-prender el tamao de las responsabilidades internacionales que Estados

    4 Morpothau, HaDa, SclenUfic Jlan VI. Potoer Polftkl, Cbicaao, Unlft!'SitJ of Chtcqo Pru&, 1~, p . :101. S Ibfd., p . .t. Ibfd., p . a .

  • ~ Prlogo

    Unidos, por su situacin de primera potencia en el orden mundial de posguerra, estara obligado a asumir en forma inexorable. En defini-tiva, . el objetivo principal del autor alemn es mostrar a un pas, an dommado por la idea del "excepcionalismo" norteamericano --basada en el carcter nico de la experiencia histrica de Estados Unidos y en el no involucramiento del pas en los conflictos mundiales del siglo XIX- que resultara a la vez vano y peligroso todo intento de retornar

    a~ pasado automarginndose del juego de la poltica internacional. Antes b1en, ahora la historia, ineludiblemente, requera que Estados Unidos n? slo comprendiera la esencia de ese juego sino que, adems, parti-cipara en el mismo, estableciera sus reglas y controlara y ordenara su complejo desarrollo.

    Naturalmente, las ideas de Morgenthau, enraizadas en la tradicin de Tucdides, Maquiavelo y Hobbes, chocaron frontalmente con los criterios ordenadores del "American dream". Esto es, con la fe inconmo-vible en el poder de 1~ ciencia para realizar un orden poltico raciona) ,y moral, derivado de principios abstractos y universalmente aceptados y con la visin liberal de un mundo integrado por Estados-naciones en armona natural de intereses, vinculados tCOmercialmente y gobernados por una "ruling class': elegida democrticamente por una ciudadana educada y esclarecida. 1

    En un principio la mayora de los acadmicos norteamericanos -socializada en los supuestos del utopismo y del racionalismo- reac-cion despectiva y agriamente contra Jos argumentos de Morgenthau, a quien criticaron "su manera alemana de ver las cosas". Tambin se disociaron de ella los polticos, que no encontraron en los textos de Morgenthau frases provechosas para inspirar sus discursos. El inters nacional definido en trminos de poder resultaba poco atractivo a una clase poltica y a una opinin pblica acostumbradas a ver la poltica en trminos de causas ms elevadas. Sin embargo, a partir de fines de la dcada del cuarenta, de la mano de la agudizacin de la Guerra Fra y de la ruptura, por el peso de los hechos, del "liberal approach", la obra de Morgenthau logr rpidamente abrirse paso en el mundo acadmico y poltico norteamericano y sent las bases -junto a los escritos de Niebuhr y Kennan- para el desarrollo de la escuela realista en los Estados Unidos, hoy largamente dominante, aunque en buena parte remozada.

    Ms an, muchos de sus apasionados lectores --como sucede inevitablemente-- fueron ms all de las enseanzas del maestro, sin escuchar sus advertencias sobre la necesidad de utilizar moderada y prudentemente los recursos de poder. En el marco de la Guerra Fra, supusieron errneamente que el enorme podero norteamericano de posguerra justificaba una definicin ex_tensiva y prcticamente ilimitada del inters nacional y, por consiguiente, de los compromisos de Estados Unidos en el mundo. Este realismo de cruzada -deplorado ad nau$eam

    7 Ver Ho!fman, Stanley, Realtam and lt$ 'Dtscontenu, The Atlanttc, noViembre de 1985, p. 132.

  • Prlogo 5

    por Morgenthau- tarde o temprano, como efectivamente ocurri, estaba condenado a sufrir un Vietnam. A diferencia de los cruzados de la Guerra Fra, Morgenthau tuvo siempre presente la cuestin de las limi-taciones en el uso del poder y, al igual que Lippmann, comprendi per-fectamente los peligros de definir los intereses nacionales sin guardar relacin con los recursos reales y potenciales disponibles. Por ello, se opuso de entrada a la guerra de Vietnam y a la utilizacin obsesiva del anticomunismo . como criterio ordenador de la poltica exterior, o denunci, por ejemplo, el sin sentido de la "superioridad nuclear" o las estrategias que han sugerido la posibilidad de pelear "guerras nu cleares limitadas", ignor~ndo la diferencia existente entre las armas nucleares y las convencionales.

    Vale apuntar que en Amrica Latina -particularmente en las es-cuelas militares- la obra de Morgenthau sirvi para alimentar algunas lamentables concepciones geopolticas que sirvieron a sus cultores para azuzar absurdamente los conflictos fronterizos y las rivalidades entre los pases del rea. Tambin en este caso, sus discpulos latinoamerica-nos fueron ms papistas que el Papa, o slo leyeron aquello que ms les convena para engrosar sus prejuicios o poner en prctica sus pol-ticas, las ms de las veces en funcin de intereses meramente perso-nales o facciosos. Sin embargo, al contrario de lo que suele creer la mayora de sus apresurados -o interesados- lectores en Amrica Latina, Morgenthau nunca fue -como seala con acierto Hoffmann-un "apstol" del conflicto. Al respecto, es preciso recordar que ms de la mitad de este libro est dedicada a exponer extensamente una serie de valiosas reflexione sobre los lmites en el ejercicio del poder y el problema de la paz. As, en su mundo de "lucha por el poder" pero tambin "por la paz", como reza el subttulo del libro, Morgenthau asigna un rol de primer orden a la diplomacia a la que considera como el "mejor medio", aunque "insuficiente", para mantener la "situa-cin precaria de la paz" que nos ofrece ua sociedad de naciQnes sobe-ranas". Con un dejo extraamente idealista, el libro concluye que la paz internacional podr ser tan segura como la domstica slo cuando las naciones hayan subordinado a una autoridad superior los medios de destruccin masiva que la tecnologa moderna ha puesto en sus manos, es decir, cuando hayan cedido su soberana.

    Es claro que la teora de Morgenthau, escrita en el momento de incubacin de la Guerra Fra, no alcanza para dar cuenta de la com-plejidad de los fenmenos -y procesos que signan al orden mundial de fines de los aos ochenta, cuyos perfiles y reas de problemas centrales difieren de manera importante de aqullos que signaron al mundo de la posguerra. Por consiguiente, desde diversos ngulos y perspec-tivas, induyendo un extenso espectro que abarca desde el neomarxismo y la teora del imperialismo hasta las escuelas neo-realistas a la Waltz, centenares de autores -particularmente a partir de fines de la dcada del sesenta- se han ocupado de marcar las falencias y falacias del

    a Ver ibict., y Thompson, ob. ctt., p. 86.

  • r 6 Prlogo paradigma de Morgenthau, como, por ejemplo, el monismo del poder, la concepcin de un inters nacional supuestamente autoevidente, guia y criterio infalible de una poltica racional, la inadecuada separacin entre poltica exterior y poltica interna, la visin del Estado-nacin

    co~o un actor racional y unificado, su incapacidad para comprender y explicar la cuestin del cambio en la polftica y economa mundiales, la obsolescencia de ~a divisin entre ~alta" y "baja" poltica y, estre chamente relacionado con este ltimo punto, la ignorancia o relativi zacin excesiva de la dimensin econmica de las relaciones inter-nacionales.

    Por cierto, la mayora de estas criticas tiene argumentos muy fuertes en su favor. Sin embargo, pese a ellos y a los feroces embates recibidos por la escuela realista a raz de las transformaciones prod u-cidas en el sistema internacional .en los ltimos ~reinta aos -interde-pendencia creciente, proliferacin de actores estatales y no estatales, advenimiento de problemas globales, entre otros-, el "ncleo cen-tral" -como dira Lakatos- de esta teora an sigue dando una dura pelea en el campo terico. Adems, los supuestos bsicos del realismo, al!nque modificados y ampliados en relacin a su versin morgenthau-niana, continan dominando las visiones del mundo y guiando los pasos de los dirigentes polticos de los pases ~pitalistas y socialistas-que ocupan los primeros escalones de la estratificacin internacional. De tal manera, el realismo sigue prevaleciendo tanto en el campo terico como en la poltica prctica. Aunque ms no sea por este solo hecho. la lectura - .o relectura- de este libro a la luz de las recientes transfor-maciones del sistema internacional bien vale la pena. Si a ello se agregan los incuestionables m~ritos de la obra, tanto en sus formula-ciones tericas cuanto en sus contenidos de poltica prctica, esta edicin revisada y actualizada de Politica entre las Naciones es un punto de partida incomparable para quienes quieran adentrarse en la compren-sin de la incesante y elusiva lucha de los Estados-naciones "por el poder y la paz".

    Roberto Russell

    Buenos Aires, agosto de 1989.

  • Prefacio Luego de la segunda guerra mundial, como graduado de la Universidad de Chicago, tuve el privilegio de trabajar junto al profesor Morgenthau en carcter de investigador asistente. Ms tarde, nos aplicamos a la pre-paracin de un libro de texto titulado Principies and Problems of lnter-national Politics. Fue l quien tuvo la principal responsabilidad en mi regreso a la Universidad, a comienzos del '50, como miembro del depar-tamento de Ciencias Polticas. Cuando se acord que yo deba e4itar u~ festschrift en su honor, trabajamos juntos en la identificacin de sus primeros estudiantes, colegas y amigos especialmente familiarizados con sus escritos. En los ltimos aos, cuando nuestras actividades profesio-nales nos trajeron a Nueva York, mantuvimos frecuentes contactos y largas discusiones. Como miembro de varios consejos asesores, contri-buy significativamente . a los programas de la Fundacin Rockefeller, para los que tambin yo trabaj. Pocas semanas antes de morir, presen-t una ponencia sobre la presidencia y la poltica exterior ante el Miller Center de la Universidad de Virginia. Tanto en el aspecto personal como en el profesional, nuestra amistad y colaboracin intelectual continu hasta sus ltimos das.

    Aquella estrecha relacin determin que la preparacin de la sexta edicin de su clsico Poltica entre las naciones resultara al mismo tiem-po sencilla y ms difcil. Por una parte, me haba mantenido razonable-mente familiarizado con la evolucin de su pensamiento desde la publi-cacin de Scientific Man vs. Power Politics hasta la revisin, poco antes de su muerte, de ciertos ensayos inditos. Cuando Bertrand W. Lummus, Senior Editor del College Department de la Random House, me invit a preparar una nueva edicin de Poltica ... , me sent seguro de poseer el conocimiento necesario para la tarea. Por otra parte, al realiza, la revi-sin y correccin de los ltimos escritos del profesor Morgenthau, des-cub.r nuevos e importantes desarrollos en las etapas finales de su traba-jo que hasta entonces me eran desconocidos. De no mediar su honestidad, habra resultado sorprendente que adoptara como principio rector no la defensa de una posicin intelectual, sino "la bsqueda de la verdad". Fiel a mi descubrimiento de continuos desarrollos en s~ pensamien-to, en esta edicin he procurado, en los casos posibles, dejar que Morgen-thau hable por s mismo. Gracias a la colaboracin de sus hijos Susanna y Matthews, mi asistente y yo hemos tenido acceso a sus papeles, que se hallan en la Alderman Library de la Universidad de Virginia. Pe ter Gell-man ha sido un incansable colaborador en la bsqueda de nuevos escri-tos, ditos e inditos, donde se abordaban los ms urgentes problemas

  • 8 Prefacio que enfrentaba la humanidad en las dc0,as del '70 y del '80. En su prefa-cio a la quinta, r revisada, edicin, Morgenthau escribi que aquella edi-cin continuaba "en un estilo orgnico y casi inevitable el trabajo de las ediciones anteriores". Siempre atento al hecho de que su gran logro fue el hallazgo de una integridad a travs de las sucesivas ediciones, procur preservarle acudiendo a rumbos que habran sido intransitables sin el uso de sus propios escritos. Tambin consult borradores, cartas a los editores y su correspondencia profesional.

    Al mismo tiempo, la quinta edicin tuvo que ser puesta al da y re-visada para que reflejara los cambios que haban ocurrido desde la muerte del profesor Morgenthau. Geiiman y yo hemos tratado de reem-plazar la informacin factual y los datos en los casos necesarios, aunque reconociendo que an mientras realizbamos nuestro trabajo las mareas de la historia se encargaban de volver obsoleta alguna informacin nues-tra sobre tpicos tales como poblacin, produccin industrial, decisiones de la Corte Internacional de Justicia y acciones de las Naciones Unidas. En cuanto a temas como derechos humanos, dtente y el problema nuclear realic sustanciales revisiones, introduciendo, donde era posible, fragmentes d~ los propios escritos de Morgenthau. Dado que su pensa-miento era tan creativo y sutil, ningn albacea literario puede manifestar con seguridad que Morgenthau habra formulado y presentado sus pun-tos de vista dentro del contexto en que aparecen aqu. Slo puedo afir-mar que he tratado de ser fiel a su filosofa y a sus opiniones sobre pro-blemas y polticas tal como las he entendido.

    KENNETH W. THOMPSON Charlottesville, Virginia

  • PRIMERA PAR 'TE 'Teora y Prctica de la Poltica Internacional

  • .

  • '

    1 Una 'f eora Realista de la Poltica Internacional

    La finalidad de este libro consiste en presentar una teora de la poltica internacional. El modo en que debe validarse una tal teora debe ser emprico y pragmtico antes que apriorstico y abstracto. En otras pala-bras, la teora no debe ser juzgada mediante algunas nociones abstractas y preconcebidas, y conceptos desligados de la realidad, sino por su pro-psito: aportar orden y significado a una masa de fenmenos que, sin ella, permanecern desasidos e ininteligibles. Se debe hallar un doble sis.tema de comprobacin, lgico y emprico a la vez. Los hechos tal como se presentan, asimilan la interpretacin que de ellos ha hecho la teora? Y con respecto a las conclusiones, podemos sostener que son consecuencia directa y necesaria de sus premisas? En suma, podemos sostener que la teora es compatible con los hechos y consigo misma?

    La problemtica que esta teora afronta concierne a la naturaleza de toda poltica. La historia del pensamiento }oltico moderno es la his-toria de la confrontacin entre dos escuelas que en lo sustancial difieren en sus t;oncepciones sobre la naturaleza del hombre, de la sociedad y de la poltica. Uno piensa que puede realizarse aqu y ahora un orden pol-tico, moral y racional, derivado de principios abstractos y universalmente aceptados. Supone la bondad esencial y la infinita maleabilidad de la naturaleza humana, y sostier.e que la razn por la que el orden social no llega a estar a la altura de los patrones racionales reside en la falta de conocimientos o de comprensin, en la obsolescencia de las instituciones sociales o en la perversin de ciertos individuos y grupos aislados. Confa en la educacin, en la refonna y en el ocasional uso de la fuerza para remediar estos defectos.

    La otra escuela afirma que el mundo, imperfecto desde un punto de vista racional, es el resultado de fuerzas inherentes a la naturaleza hu-mana. Para mejorar al mundo, se debe trabajar con estas fuerzas y no contra ellas. Al ser el nuestro un n:tundo de intereses opuestos y conflic-tivos, los principios morales nunca pueden realizarse plenamente. Pero

    /

  • 12 Teora y prctica de la poltica internacional

    al menos podemos acercarnos a ellos mediante el siempre temporario equilibrio de intereses y la siempre precaria conciliacin de los conflic-tos. Esta escuela, por lo tanto, extrae de un sistema de represiones y equilibrios un principio universal aplicable a todas las sociedades plura-listas. Recurre a precedentes histricos antes que a principios abstractos y aspira a que ocurra el menor mal posible antes que el bien absoluto.

    Debido a su preocupacin terica por la naturaleza humana tal como es y por los procesos histricos tal como han ocunido, la teora que presentamos ha sido llamada realista. Cul es la doctrina del realismo poltico? Resulta imposible exponer aqu la filosofa del realismo polti-co, por lo que nos limitaremos a destacar seis principios fundamentales que frecuentemente han sido mal interpretados.

    SEIS PRINCIPIOS DE REALISMO POLITICO

    l. El realismo poltico supone que la poltica, al igual que toda la socie-dad, obedece a leyes objetivas que arraigan en la naturaleza humana. A los efectos de cualquier mejoramiento de la sociedad es necesario enten-der previamente las leyes que gobiernan la vida de esa sociedad. El fun-cionamiento de esas leyes es completamente ajeno al curso de nuestras preferencias; desafiarlas significa el riesgo de exponerse al fracaso.

    El realismo cree tanto en la objetividad de las leyes de la poltica como en la factibilidad de elaborar una teora racional que explique, aunque sea imperfecta y parcialmente, estas leyes objetivas. Tambin cree, como no poda ser de otro modo, en la posibilidad de discernir en-tre verdad y opinin en el campo de la poltica, entre lo que es verdad objetiva y racionalmente, entre lo sustentado por la evidencia e ilu-minado por la razn y lo que slo es un juicio subjetivo, desprendido de los hechos tal cual son e influido por el prejuicio y el optimismo.

    La naturaleza del hombre, en la que arraigan las leyes de la pol-tica, no ha variado desde el momento en que las filosofas clsicas de China, India y Grecia descubrieron estas leyes. Por lo tanto, la novedad no es necesariamente una virtud en el campo de la teora poltica, del mismo modo que la antigedad tampoco es un defecto. La circunstan-cia de que una teora poltica -si es que existe tal teora- sea algo com-pletamente nuevo implica, por lo tanto, una prevencin en su contra antes que un prejuicio favorable respecto a su solidez. Por el contrario, el hecho de que una teora poltica haya sido desarrollada hace cientos o miles de aos -como la teora del equilibrio del poder-, no suscita ne-cesariamente la presuncin de que sea anticuada y no responda a la realidad actual. Las teoras polticas deben someterse a la doble prueba de la razn y la experiencia. Descartar una teora simplemente porque floreci hace varios siglos significa incurrir en un prejuicio moderno que da por sentada la superioridad del presente sobre el pasado. Asimismo, exhumar una teora por razones de moda o extravagancia implica reco-nocer que en poltica podemos tener opiniones pero no verdades.

    Para el realismo, la teora consiste en la verificacin de los hechos y

  • 1

    Una teora realista de la poltica internacional 13 darles sentido a travs de la razn. Supone que el carcter de una polti-ca exterior slo puede surgir del anlisis de los hechos polticos que se producen y de las consecuencias previsibles de estos actos. Podemos, entonces, observar los actos contemporneos de los estadistas y de las consecuencias previsibles de estos hechos llegaremos a averiguar Jos objetivos que han tenido en mente.

    Sin embargo, no basta con el simple anlisis de los hechos. Para dar sentido a los elementos iniciales y fcticos de la poltica exterior debe-mos acercarnos a la realidad poltica con una especie de esquema racio-nal, una suerte de mapa que nos sugiera los posibles sentidos de la pol-tica exterior. En otras palabras, debemos ponernos en el lugar del esta-dista que tiene que colocar cierto problema de poltica exterior bajo ciertas circunstancias; conviene entonces preguntamos cules son las alternativas racionales (presumiendo siempre que acta de modo racio. nal) que debe elegir y que encuadran el problema, y cules de estas alternativas racionales deber elegir el estadista que acta bajo aquellas circunstancias. La comprobacin de esta hiptesis racional, COI'\tra los hechos reales y sus consecuencias, da sentido terico a los hechos de la poltica internacional. 2. El elemento principal que permite al realismo poltico encontrar su rumbo en el panorama de la poltica internacional es el concepto de inters definido en trminos de poder. Este concepto proporciona el enlace entre la razn --en tranct. de comprender la poltica internacio-

    nal- y los hechos que reclaman comprensin. Fija a la poltica como una esfera autnoma de accin y comprensin distinta de otras esferas tales como la econmica -entendida en trminos de inters definido como beneficio-, la tica, la esttica o la religiosa. Sin tal concepto, cual-quier teora poltica, internacional o interna, sera totalme:nte imposible ya que no podramos distinguir entre hechos polticos y los que no lo son, ni estaramos en condiciones de introducir la menor medida de orden sistemtico dentro de la esfera poltica. Debemos suponer que los estadistas piensan y actan movidos por un inters que se traduce en poder, ya que todas las evidencias de la historia confirman esa suposicin. Ella nos permite historiar y predecir los pasos que cualquier hombre de estado -pasado, presente o futuro- haya dado o est dispuesto a dar en la escena poltica. Miramos sobre su hombro cuando redacta sus documentos, omos las conversaciones que mantiene con otros hombres de estado, leemos y anticipamos sus pen-samientos ms recnditos. Al pensar en trminos de inters definido como poder, pensamos del mismo modo que l y como despreocupados observadores entendemos sus pensamientos y acciones tal vez mejor que l mismo, que es parte fundamental de la escena poltica. El concepto de inters definido como poder impone al observador una disciplina intelectual, confiere un orden racional en materia de poltica y posibilita la comprensin terica de la poltica. Desde el punto de vista de los actores, proporciona una disciplina racional a la accin Y crea esa magnfica continuidad en poltica exterior que hace nteJigibJe las que llevan adelante Estados Unidos, Inglaterra o Rusia; asimismo, les da un aspecto racional, continuo, autoconsistente, independientemente

  • 14 Teora y prdctica de la poltica internacional

    de las motivaciones, preferencias o cualidades morales e intelectuales de los sucesivos estadistas que lleguen a la cima del poder en cada uno de esos pases. Por lo tanto, una teora realista de la poltica internacio-nal nos permitir eludir dos falacias populares: la preocupacin por las motivaciones y la preocupacin por 'as preferencias ideolgicas.

    Buscar la clave de una poltica exterior exclusivamente en las mo-tivaciones de los hombres de estado es ftil y engaoso. Es ftil por-que la motivacin es uno de los aspectos psicolgicos ms inasibles, siempre expuesto a la deformacin subjetiva que introduce tanto el inters del actor como del observador. Realmente sabemos cules son nuestros motivos? Y qu sabemos de los motivos de los dems?

    Aunque tuviramos acceso a los reales motivos que animan a los hombres de estado, ese conocimiento contribuira muy poco a la com-prensin de la poltica exterior y bien podra confundirnos. No obstante, es verdad que el conocimiento de la motivacin de los hombres de esta-do puede entregarnos una entre las muchas claves posibles que orientan su poltica exterior. Pero en modo alguno ser la clave que nos permita predecir el rumbo de esa poltica exterior. La historia no muestra una correlacin exacta y necesaria entre la calidad de los motivos y la calidad de la poltica exterior. Esto es cierto tanto en trminos morales como polticos.

    No se puede concluir de las buenas intenciones de un estadista que su poltica exterior ser moralmente loable o polticamente exitosa. Al enjuiciar sus motivaciones, podremos decir que no llevar adelante, de modo intencional, polticas moralmente censurables, pero no estaremos en condiciones de decir nada sobre las posibilidades de xito que tiene. Si queremos conocer las cualidades morales y polticas de sus actos, stos son los que deben ocupar nuestra atencin y no los motivos que los han impulsado. Cuntas veces los estadistas han sentido el impulso de mejorar el mundo y, sin embargo, han terminado empeorndolo? Cuntas veces se han fijado determinado objetivo y en cambio han terminado consiguiendo otro que nadie deseaba?

    La poltica de apaciguamiento de Neville Chamberlain estuvo -hasta donde se puede juzgar- inspirada por buenos motivos. Seguramente fue, como la de ningn otro primer ministro britnico, la que menos en cuenta tuvo consideraciones acerca del poder personal y su objetivo slo se concentr en la preservacin de la paz y el logro de la felicidad para todos los implicados. Sin embargo, la poltica de Chamberlain ayud a que sobreviniera la segunda guerra mundial y acarre inena-rrable miseria a millones de seres humanos. Por otra parte, los motivos que animaban a Winston Churchill tenan un alcance mucho menos uni-versal y estaban mucho ms estrechamente dirigidos hacia el poder personal y nacional; sin embargo, la poltica extetior que surgi de eso~ motivos inferiores fue ciertamente de calidad moral y poltica su-perior a la que llev a cabo su predecesor. Juzgado en funcin de sus motivos, Robespierre fue< uno de los hombres ms virtuosos que hayan existido alguna vez. Fue el radicalismo utpico, nacido de una posicin virtuosa, quien lo llev a matar a aquellos menos virtuosos que l ,

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    Una teora realista de la poltica internacional 15

    quien ms tarde lo coloc en el patbulo y finalmente quien destruy la revolucin de la que haba sido lder.

    Los buenos motivos proporcionan seguridad contra las polticas deliberadamente malas, pero no garantizan la bondad moral o el xito poltico de las polticas que inspiran. Si se desea entender una poltica exterior, resulta importante conocer no tanto los motivos primarios del estadista sino su habilidad intelectual para comprender lo esencial de la poltica extranjera as como su habilidad poltica para trasladar esa comprensin a un acto poltico exitoso. De donde se desprende que

    la tica juzga, en forma abstracta, la calidad moral de los motivos, en tanto la teora poltica debe juzgar las cualidades polticas del intelecto, 1~ voluntad y la accin.

    Una teora realista de la poltica internacional tambin eludir otra falacia popular, la de igualar las polticas exteriores de un estadista con sus simpatas filosficas o polticas y deducir las primeras de las ltimas. Los estadistas, especialmente bajo las condiciones contempor-neas, bien pueden recurrir a la costumbre de presentar sus polticas exteriores en trminos de sus simpatas filosficas y polticas a los efectos de conseguir apoyo popular para ellas. Pero distinguen, con Lin-coln, entre su deber oficial, que consiste en pensar y actuar en funcin del inters nacional, y su deseo personal, que tiende a la corporizacin en todo el mundo de los propios valores morales y principios polti-cos. El realismo poltico no requiere ni condona la indiferencia hacia los ideales polticos o los principios morales, pero s reclama una ntida diferenciacin entre lo deseable y lo posible, entre lo que es deseable en todas partes y en cualquier tiempo y lo que es posible bajo circunstancias concretas de tiempo y lugar.

    Es evidente que no todas las polticas exteriores han seguido un curso tan racional, objetivo y no emocional. Los elementos contingentes de personalidad, prejuicios y preferencias -y todas las debilidades del intelecto y la voluntad de que es capaz el ser humano- suelen apartar a las polticas exteriores de su curso racional. Cuando la poltica ex-terior es implementada bajo condiciones de control democrtico, es espe-cialmente necesario manejar las emociones populares a los efectos de lograr apoyo para la propia poltica. No obstante, una teora de poltica exterior que aspire al racionalismo necesita, por ahora, deshacerse como sea de esos elementos irracionales, al tiempo que construye un marco de poltica exterior que integre la esencia racional que se halla en la experiencia, sin las desviaciones contingentes pr.ovenientes del racionalismo que tambin se encuentran en la experiencia.

    Estas desviaciones de la racionalidad, que no son resultado de capri-chos personales o de la psicopatologa personal de quien ejecuta la poltica, slo pueden parecer contingentes desde el ventajoso punto de vista de la racionalidad, aunque sean elementos de un coherente sistema de irracionalidad. Vale la pena explorar la posibilidad de construir una c..:ontrateora de la poltica itTacional.

    Cuando se observa e l desarrollo del pensamiento norteamericar;lO sobre poltica exterior, resulta sorprendente la persistencia de actitudes errneas que han sobrevivido - bajo diferentes modalidades- a los

    - ~ 1

  • 16 Teora y prctica de la polticu itlterrw.c:iunu~

    embates de los argumentos intelectuales y de la experiencia poltica. Una vez que esta perplejidad -en el verdadero sentido aristotlico-se somete a los resultados de la bsqueda de comprensin racional, llegamos a una conclusin al mismo tiempo confortadora y perturba-dora: nos encontramos en presencia de fallas intelectuales compartidas por todos nosotros en modos y grado diferentes. En conjunto propor-cionan el perfil de cierto tipo de patologa de la poltica internacional. Cuando la mente humana se acerca a la realidad con el propsito de emprender una accin -y la accin poltica es una de las instancias ms conspicuas-, a menudo suele despistarse en alguno de estos cuatro fenmenos mentales: remanentes de un adecuado modo de pensar y actuar previo que ahora se ha vuelto obsoleto ante una nueva realidad social; interpretaciones demonolgicas de la realidad que reemplazan una realidad ficticia -poblada por personas malvadas ms que por situaciones en verdad inmanejables- por la que se vive; negativa a aceptar la existencia de un amenazante estado de cosas, que es negado mediante una verbalizacin ilusoria; confianza en la infinita maleabi-lidad de una realidad ciertamente turbulenta.

    Los hombres responden a las situaciones sociales con modelos repe-titivos. La misma situacin, reconocida en su identidad gracias a situa-ciones previas, slo requiere entonces la identificacin de un caso parti-cular para aplicarle el modelo preformado apropiado a l. As, la mente humana sigue el principio de economa de esfuerzos, obviando un exa-men de novo de cada situacin individual y el modelo de pensamiento y accin adecuado a ella. Sin embargo, cuando las circunstancias experi mentan cambios dinmicos, los modelos tradicionales dejan de ser apro-piados; deben ser reemplazados por otros que reflejen tales cambios. De otro modo, se producira una brecha entre los modelos tradicionales y las nuevas realidades, y pensamiento y accin se dcscncontrarn.

    En el plano internacional no es exagerado decir que la propia es-tructura de las relaciones internacionales -como se refleja en fas insti-tuciones polticas, en los procedimientos diplomticos y en los acuerdos legales- ha tendido a estar en desacuerdo con la realidad de la poltica internacional. Mientras la primera asume la "igualdad soberana" de to-das las naciones, la ltima se caracteriza por una marcada desigualdad en-tre las naciones, dos de las cuales son llamadas superpotencias porque tie-nen en sus manos un poder sin precedentes de destruccin total, en

    , tanto muchas de ellas reciben el nombre de "miniestados" puesto que su poder es minsculo aun comparado con el de las naciones estado tra-dicionales. Es este contraste e incompatibilidad entre la realidad de la poltica internacional y los conceptos, instituciones y procedimientos creados para hacerla inteligible y controlarla, quien ha causado, al menos P.Or debajo del nivel de grandes potencias, la inmanejabilidad de las relaciones internacionales hasta lmites de anarqua. El terrorismo in-ternacional y las diferentes reacciones de los gobiernos ante l, el invo-lucramiento de gobiernos extranjeros en la guerra civil libanesa, las operaciones militares de Estados Unidos en el sudeste asitico o la intervencin militar de la Unin Sovitica en Europa oriental no pueden .-

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    Una teora realista de la poltica internacional 17

    explicarse o justificarse con referencia a conceptos, instituciones o pro-cedimien tos tradicionales.

    Todas estas situaciones tienen una caracterstica comn. El hecho moderno de la interdependencia requiere un orden poltico que lo tenga en cuenta; no obstante, la superestructura legal e institucional, que se remonta al siglo XIX, supone la existencia de una multiplicidad de es-tados naciones autosuficientes, impenetrables, soberanos. Estos rema-nentes de un orden legal e institucional obsoleto no slo se interponen en el camino hacia una transformacin racional de las relaciones interna-cionales a la luz de la desigualdad del poder y la interdependencia de los intereses, sino que tambin vuelven precaria, si no imposible, la po-sibilidad de polticas ms racionales dentro del defectuoso entramado de un sistema tal.

    Es una caracterstica del pensamiento primitivo la personalizacin de los problemas sociales. La tendencia es particularmente fuerte cuando el problema parece no susceptible de una comprensin racional y de un manejo satisfactorio. Cuando una persona o un grupo de per:;onas es identificado como causante de la dificultad, esto parece volver el problema tanto intelectualmente accesible cuanto susceptible de solu-cin. As, creer en Satn como la fuente del mal nos hace "entender" la naturaleza del mal al concentrar la bsqueda de su origen y su con-trol sobre una persona particular cuya existencia fsica presumimos. La complejidad de los conflictos polticos excluye soluciones tan simples. Las catstrofes naturales no se evitarn quemando brujas; la amenaza de una poderosa Alemania estableciendo su hegemona sobre Europa no se evita desembarazndose de una sucesin de lderes germanos. Pero al asociar el problema con ciertas personas sobre quienes tenemos --o esperamos tener- control, reducimos el problema, intelectual y prag-mticamente, a proporciones manejables. Una vez que hemos identifi-cado a ciertos individuos o grupos de individuos como la fuente del mal nos parece haber entendido el nexo causal que lleva desde los individuos al problema social; ese aparente entendimiento sugiere la aparente solu-cin: eliminemos a los individuos "responsables" de l y habremos re-suelto el problema.

    La supersticin an domina nuestras relaciones dentro de la socie-dad. El modelo de pensamiento y accin demonolgico ahora se ha trasla-dado a otros campos de la accin humana, cercanos al tipo de indagacin racional y accin que ha desalojado a la supersticin de nuestras rela-ciones con la naturaleza. Como dijo William Graham Summer, "la can-tidad de supersticin no ha cambiado mucho, pero ahora acompaa a la :oltica y no a la religin"} Los numerosos fracasos de Estados Unidos t:!n reconocer y responder a la policntrica naturaleza del comunismo es un primer ejemplo de este defecto. El corolario de su indiscriminada opo-sicin al comunismo es.el .;ldiscriminado apo~a gobiernos_y movim'ien-tos que profesan y practican el anticomunismo. Las polticas norteame-ricanas en Asia y Latinoamrica han derivado de esta posicin simplista.

    ' "Mores f the Present and Future", en War and Other Essays, New Hav~, Yale University Press, 1911, pg. 159.

  • 18 Teora y prctica de la poltit..a internacional

    La guerra de Vietnam y nuestra incapacidad para llegar a acuerdos con China continental encontraron aqu su razn de ser. Lo mismo vale para la teora y prctica de la contrainsurgcncia, incluyendo los asesinatos en gran escala bajo el programa Fnix en Vietnam y los intentos de asesi-nato -o asesinatos- de estadistas. Signos de enfoque similar han sido evidentes ms recientemente en Centroamrica.

    EJ enfoque demonolgico de la poltica inte rnacional fortalece otra tendencia patolgica, la de negarse a reconocer y vrselas efectivamen-te con una realidad amenazante. El enfoque demonolgieo ha desplazado nuestra atencin e inquietud hacia los adherentes al comunismo -indi-vidualmente en lo interno y en lo internacional, movimientos polticos, gobiernos extranjeros- alejndolas de la real amenaza: el poder de los estados, sean comunistas o no. El macartismo no slo signific el ms marcado ejemplo norteamericano del enfoque demonolgico, sino que tambin fue uno de los ms extremos exponentes de . este tipo de juicio errneo: confundi la ampliamente ilusoria amenaza de subversin do-mstica con la real amenaza del poder sovitico.

    Finalmente, forma parte de este enfoque de la poltica creer que no hay problemas -por ms irremediables que puedan parecer- real-mente insolubles si existen esfuerzos bien intencionados, bien financiados y comp

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    Una teora realis ta de la poltica i11ternacional 19

    poltica exterior racional que la experiencia nunca llega a asumir por completo.

    Al mismo tiempo, el realismo poltico considera que una poltica exterior racional es una buena poltica exterior; slo una poltica exte-rior racional minimiza los riesgos y maximiza los beneficios y, adems, cumple simultneamente con el precepto moral de la prudencia y el requerimiento poltico del xito. El realismo poltico pretende que el registro fotogrfico del mundo poltico se parezca todo cuanto sea posible al r etrato pintado. Consciente de la inevitable brecha entre una buena poltica exterior --es decir, una racional- y una poltica exterior como las que existen actualmente, el realismo poltico sostiene que la teora no slo debe apoyarse sobre los elementos racionales de la realidad poltica, sino adems que la poltica exterior debe ser racional en vista de sus propios propsitos morales y prcticos.

    Por lo tanto, no resulta un argumento consistente contra la teora aqu presentada el hecho de que la actual poltica exterior no se desa-rrolle -o no pueda desar""ollarse- de acuerdo con sus preceptos. Ese argumento malinterpreta la intencin de este libro, que consiste en pre-sentar no una indiscriminada descripcin de la realidad poltica, sino una teora racional de la poltica internacional. Lejos de quedar invali-dada por la circunstancia de que un perfecto equilibrio de poder rara vez se produce en la realidad, supone que la realidad, al ser defectuosa en este sentido, debe entenderse y evaluarse como una aproximacin a un sistema ideal de equilibrio del poder.

    3. El rea1ismo supone que su concepto clave de inters definido como poder es una categora objetiva de validez universal, pero no otorga al concepto un significado inmutable. La idea de inters es, en efecto, la esencia de la poltica y resulta ajena a las circunstancias de tiempo y lugar. Recogiendo la experiencia de la antigua Grecia, Tucdides afirm que "la identidad de intereses es el ms slido lazo que une a los estados y a los individuos". En el siglo XIX, lord Salisbury retom la idea al sealar que "el nico lazo que perdura" entre las naciones es "la ausencia de intereses contrapuestos". George Washington lo elev a ppncipio general de su gobierno:

    Tan solo un pequeo conocimiento de la naturaleza humana bastar para convencernos de que el principio rector para gran parte de la humanidad es el inters y que, en mayor o menor medida, casi todos los hombres se encuentran bajo su influencia. Por razones de virtud pblica, durante cierto tiempo, o en determinadas circunstancias, los hombres pueden afectar una conducta totalmente desinteresada. Pero no son razones suficientes como para producir una permanente actitud en acuerdo con normas ms refinadas y obligaciones socia-les. Pocos son los hombres capaces de hacer un constante sacrificio de todos sus intereses privados en beneficio del bien comn. Re-sulta vano clamar contra la corruptibilidad de la naturaleza humana en este aspecto; la realidad es as, ha sido demostrada por Ja expe-riencia de cada poca y cada nacin. Deberamos cambiar en gran medida la naturaleza del hombre antes de poder pensar en un cam-bio de camino. Ninguna institucin que construya sobre otras bases

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  • 20 Teora y prdctica de la poltica internacional

    que no sean las de la verdad presuntiva de esta mxima puede llegar a tener xito.J

    En nuestro siglo, estas ideas encontraron eco y elaboracin en Max Weber, quien escribi:

    Los intereses -materiales e ideales- y no las ideas son quienes dominan d i ~.ctamente las acciones de los hombres. No obstante, las "imgenes del mundo" creadas por estas ideas a menudo han servido como indicadores para determinar los caminos por los cuales el dinamismo de los intereses impulsa el movimiento de las acciones.

    Sin embargo, el tipo de inters determinante de las acciones pol-ticas en un perodo particular de la historia depende del contexto poltico y cultural dentro del que se formula la poltica exterior. Los objetivos que persiguen las naciones en sus polticas exteriores pueden incluir toda la gama de objetivos que cualquier nacin haya perseguido o pueda perseguir en el futuro.

    Las mismas observaciones se aplican al concepto de poder. Su con-tenido y el modo en que se usa estn determinados por el entorno pol-tico y cultural. El poder puede comprender cualquier cosa que establezca y mantenga el control del hombre sobre el hombre. En consecuencia, el poder abarca todas las relaciones sociales que sirven a ese fin, desde la violencia fsica hasta el ms sutil lazo mediante el cual una mente controla a otra. El poder cubre el dominio del hombre por el hombre, ya se trate de la circunstancia en que se halla disciplinado por fines mo-rales y controlado por salvaguardas constitucionales, como sucede en las democracias occidentales, o de esa brbara e indmita fuerza que encuentra sus leyes en su propia fortaleza y su nica justificacin en su engrandecimiento.

    El realismo poltico no presupone que las actuales condiciones bajo las que se desarrollan las polticas exteriores, con su extremada inesta-bilidad y la siempre presente amenaza de una escalada de la violencia, no puedan cambiarse. El equilibrio de poder, por ejemplo, es induda-blemente un elemento constante en tdas las sociedades pluralistas, como bien lo supieron los autores de The Federalist. No obstante, es capaz de operar, como lo hace en Estados Unidos, bajo condiciones de relativa estabilidad y conflictos pacficos. Si los factores que han permitido el surgimiento de estas condiciones pueden ser duplicados en la escena in ternacional, anlogas condiciones de estabilidad y paz tambin prevalecern en ella, como ha ocurrido durante largos tramos en la historia de ciertas naciones.

    Lo que es verdad en el carcter de las relaciones internacionales tambin lo es en el Estado-nacin como punto de referencia final de la poltica exterior contempornea. Mientras el realista piensa que el in-

    3 The Writings ot George Washington, editado por John C. Fitzpatrick, United States Printing Office, Washington, 1931-44, vol. X , pg. 363.

    Marianne Weber, Max Weber, J . C. B. Mohr, Tubingen, 1926, pgs. 347-48. Vase tambin Max Weber, Gesammelte zur Religionassoztologie, J. c. B. Mohr, Tubingen, 1920, pg. 252.

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    ters es el parmetro permanente mediante el que debe juzgarse y diri-girse la accin poltica, la conexin contempornea entre el" inters y el Estado-nacin es producto de la historia y, en consecuencia, est conde-nada a desaparecer con el trancurso de la historia. Nada en la posicin realista est en contra del supuesto de que la presente divisin del mundo poltico en Estados~naciones vaya a ser reemplazada por uni-dades mayores ~e distinto carcter, ms de acuerdo con Jas potenciali-dades tcnicas y las exigencias morales del mundo contemporneo.

    El realista se aleja de otras escuelas de pensamiento ante la vital cuestin de cmo debe transformarse el mundo contemporneo. Se en-cuentra persuadido de que esa transformacin slo podr concretarse mediante el cuidadoso manipuleo de las fuerzas perennes que modelaron el pasado y que. configurarn el futuro. El realista no logra convencerse de que esa transformacin puede lograrse a travs de una simple con-frontacin de la realidad poltica, regida por sus propias leyes.

    4. El realismo poltico conoce el significado moral de la accin pol-tica. Tambin tiene conciencia de la inevitable tensin entre los precep-tos morales y los requerimientos de una exitosa accin poltica. Tampoco pretende eludir rpidamente ese conflicto, ya que de ese modo slo conseguira distorsionar tanto el problema poltico como el moral ha- ciendo aparecer los hechos polticos como mucho ms satisfactorios mo-ralmente de lo que en realidad son y las leyes morales como menos exigentes de lo que efectivamente son.

    El realismo sostiene que los principios morales universales no pueden aplicarse a los actos de los Estados en una formulacin abstracta y universal, sino que deben ser filtrados a travs de las circunstancias concretas de . tiempo y lugar. El individuo puede sostener, como indivi-duo: Fiat iusticia, pereat mundus (hgase justicia aunque el mundo pe-rezca). El Estado, en cambio, no tiene derecho a decir lo mismo en nombre de los que tiene a su cargo. Tanto el individuo como el Estado deben juzgar la accin poltica a la luz de principios morales universales tales como el de la libertad. Mientras el individuo tiene el derecho moral de sacrificarse a s mismo en defensa de este principio moral, el Estado no tiene el derecho de permitir que su desaprobacin mo-ral a una determinada violacin de la libertad interfiera en el re-sultado exitoso de una accin poltica inspirada en el principio moral de la supervivencia nacional. No puede existir moralidad poltica sin prudencia, esto es, sin consideracin de las consecuencias polticas de una accin aparentemente moral. El realismo, pues, considera a la pru-dencia - la consecuencia de ms peso entre las acciones polticas alter-nativas- como la suprema virtud en poltica. En abstracto, la tica juzga los actos en funcin de su acomodamiento a los principios morales; la tica poltica los juzga segn sus consecuencias polticas. Las filosofas clsica y medieval conocan esto ~1 igual que Lincoln, quien seal:

    Hago las cosas como mejor s hacerlas, como mejor puedo y as continuar hacindolas hasta el fin. Si el fin me justifica, todo lo que se ha dicho en contra de m no tendr ninguna importancia.

  • 22 Teora y prctica de la poltica internacional

    Si el fin demuestra que estaba equivocado, ni diez ngeles jurando que haba actuado correctamente me salvaran.

    5. El realismo poltico se niega a identificar las aspiraciones mo-rales de una nacin en particular con los preceptos morales que gobier-nan el universo. Del mismo modo que establece la diferencia entre verdad y opinin, tambin discierne entre verdad e idolatra. Todas las naciones se sienten tentadas -y pocas han sido capaces de resistir la tentacin durante mucho tiempo- de encubrir sus propios actos y aspiraciones con los propsitos morales universales. Una cosa es saber que las nacio-nes estn sujetas a la ley moral y otra muy distinta pretender saber qu es el bien y el mal en las relaciones entre las naciones. Hay una enorme diferencia entre la creencia de que todas las naciones se someten al inescrutable juicio de Dios y la conviccin blasfema de que Dios siem-pre est del lado de uno y de que los deseos propios coinciden exacta-mente con los deseos de Dios.

    La liviana ecuacin entre un nacionalismo particular y los consejos de la provincia es moralmente indefendible; en ella radica ese pe-cado de soberbia contra el que tanto los trgicos griegos como los profetas bblicos han prevenido a gobernantes y a gobernados. La ecuacin es tambin polticamente perniciosa porque puede engendrar la distorsin del juicio que, en medio del frenes enceguecido de una cruzada, destruye naciones y civilizaciones en nombre de principios mo-rales, ideales o del propio Dios.

    Por otra parte, es precisamente el concepto de inters, definido en trminos de poder, el que nos pone a salvo tanto de esos excesos mora-les como de esa locura poltica. En efecto, si consideramos a todas las naciones, incluida la nuestra, como entidades polticas en pos de sus respectivos intereses definidos en trminos de poder, entonces estare-mos en condiciones de hacer justicia con todas. Y nos encontraremos en condiciones de hacer justicia en un doble sentido: estaremos en aptitud de juzgar a otras naciones del mismo modo como juzgamos a la nuestra y, al hacerlo de este modo, seremos capaces de llevar adelante polticas que respeten los intereses de otras naciones al tiempo que protegen y promueven los nuestros. En poltica, la moderacin no puede ser ms que el reflejo de la moderacin en el juicio moral.

    6. La diferencia, entonces, entre realismo poltico y otras escuelas de' pensamiento es muy profunda. A pesar de lo mucho que se ha mal-entendido y malinterpretado la teora poltica del realismo poltico, resulta imposible hablar de contradiccin entre sus actitudes intelec-tuales y morales en materia poltica.

    En el aspecto intelectual, el realista poltico mantiene la autonoma de su esfera poltica, del mismo modo como el economista, el abogado o el moralista mantienen la suya. Piensa en trminos de inters, defi-nido como poder, del mismo modo como el economista piensa en trmi-nos de inters entendido como beneficio; el abogado, en la conformidad de los actos con las reglas legales; y el moralista, en la conformidad de los actos con los principios morales. El economista se pregunta: Cmo afecta esta poltica la riqueza de la sociedad o, al menos, a algunos de

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    sus sectores? El abogado se pregunta: Esta poltica est de acuerdo con las normas legales? El moralista se pregunta: Esta poltica est de acuerdo con los principios morales? Y el realista poltico se pregunta: Cmo efecta esta poltica el poder de la nacin?

    El realista poltico no ignora la existencia y relevancia de otros parmetros de pensamiento distintos a los polticos. Pero como realista poltico no puede subordinar esos parmetros a los polticos. Y se aleja de otras escuelas cuando stas imponen parmetros de pensamiento propios de otras esferas a la actividad poltica. Es aqu donde el realis-mo toma distancia de la "aproximacin legalista-moralista" a la poltica internacional. Que este apartamiento no es, como lo hemos explicado, una mera creacin imaginaria sino una proyeccin del corazn mismo de la controversia puede comprobarse mediante muchos ejemplos his-tricos. Tres nos sern suficientes.5

    En 1939 la Unin Sovitica atac a Finlandia. Este acto puso a Francia e Inglaterra ante dos problemas, uno legal y el otro poltico. La accin sovitica violaba el Pacto de la Liga de las Naciones? y, en ese caso, qu contramedidas deban adoptar Francia e Inglaterra? El problema legal poda esclarecerse fcilmente puesto que obviamente la Unin Sovitica haba hecho algo que el Pacto prohiba. El problema poltico dependa en primer lugar del modo en que la accin de Rus1a afectaba los intereses de Francia e Inglaterra, y, luego, de la distribucin qe poder existente por ese entonces entre Francia e Inglaterra, por una parte, y la Unin Sovitica y otras naciones potencialmente hosti les por otra. En tercer trmino dependa tambin de la influencia que las eventuales contramedidas podan llegar a tener sobre los intereses de Francia e Inglaterra, como, asimismo, sobre la futura distribucin del poder. Como principales miembros de la Liga de las Nac~ones, Francia e Inglaterra se ocuparon de que la Unin Sovitica fuera expul-sada de la Liga y no pudieron unirse a Finlandia en la lucha contra la Unin Sovitica a causa de la negativa sueca a permitir que tropas ex-tranjeras pasaran por su territorio para llegar a Finlandia. Si no hu-biera sido por esta negativa sueca, muy rpidamente Francia e Inglaterra se habran encontrado en guerra contra Alemania y la Unin Sovitica al mismo tiempo.

    La poltica de Francia e Inglaterra fue un ejemplo clsico de lega-lismo al permitir que una solucin legal, legtima dentro de su propia esfera, determinara sus actos polticos. En lugar de oponer ambas cues-tiones, la legal y la de poder, atendieron slo a la cuestin legal y la respuesta que obtuvieron no estuvo en funcin del problema que condicionaba su propia existencia como pases.

    El segundo ejemplo ilustra la "aproximacin moralista" a la pol-tica internacional. Tiene que ver con el estatuto internacional del gobier-no comunista de China. El ascenso de este gobierno coloc al mundo occi-

    s Otros ejemplos pueden consultarse en Hans J. Morgenthau, "Another 'Great Debate': The National Interest of the United States" en The American Political Science Review, vol. XLVI, diciembre de 1952, pg. 979 y siguientes. Vanse adems H~ J. Morgenthau, Politics in the 20th CentuTJI, vol. 1 y The Decline ot Demo-cratzc Politics, University of Chicago Press, Chicago, 1962, pg. 79 y siguientes.

  • 24 Teora y prctica de la poltica internacional

    dental ante dos problemas, uno moral y otro poltico. La naturaleza y las polticas de ese gobierno estaban de acuerdo con los principios morales del mundo occidental? Debera el mundo occidental mantener relaciones con tal gobierno? La respuesta a la primera pregunta slo poda ser negativa. No obstante, esa primera negativa no necesariamente deba extenderse a la segunda pregunta. El parmetro de pensamiento aplicado a la primera -el moral- consista sencillamente en comparar la naturaleza y las polticas del gobierno comunista de China con los principios de moralidad occidentales. Por otra parte, la segunda cues-tin -la poltica- debi someterse a la complicada prueba de los in-tereses en juego y al poder de cada parte, y la influencia de uno u otro curso de accin sobre esos intereses y ese poder. Puede haber ocurrido que el resultado de esa prueba llevara a aconsejar que lo ms sabio era no mantener relaciones con el gobierno de China. Llegar a tal conclusin sin haber mediado la aplicacin de esa prueba y dando una respuesta mox:al a un problema tpicamente poltico no habra sido -como en realidad lo fue- un ejemplo clsico del "acercamiento moralista" a la poltica internacional.

    El tercer caso ilustra con claridad el contraste existente entre el realismo y la aproximacin legalista-moralista a la poltica externa. Inglaterra, en tanto garante de la neutralidad de Blgica, declar -la guerra a Alemania en agosto de 1914 porque esta ltima nacin haba violado la neutralidad de Blgica. La accin britnica puede ser justifi-cada tanto en trminos realistas como legalistas-moralistas. Se podra argumentar en forma realista que por siglos haba sido axiomtico para la poltica exterior britnica evitar que los Pases Bajos quedaran bajo control de potencias hostiles. Por lo tanto no fue la violacin de la neu-tralidad belga en s misma, sino las intenciones hostiles del violaqor, lo que determin la actitud britnica. Si la violadora hubiese sido otra nacin distinta a Alemania, es muy posible que Inglaterra se hubiese abstenido de intervenir. Fue sta la posicin asumida por sir Edward Grey, ministro de Relaciones Exteriores britnico durante el perodo. En 1908 el subsecretario de Relaciones Exteriores Hardinge le formul el siguiente comentario: "Si en el transcurso de una guerra contra Alema-nia, Francia violara la neutralidad belga es muy dudoso que Inglaterra o Rusia movieran un dedo en favor de la neutralidad de Blgica; pero, en cambio, si fuese Alemania quien violara la neutralidad belga es muy probable que los cursos de accin fuesen totalmente opuestos". A lo que sir Edward Grey replic: "Exactamente". Tambin se pueden considerar los aspectos morales y legales que aparejaba la violacin de la neutrali-dad belga, ya que las carencias morales y legales del acto, independien-temente de los intereses en juego y de la identidad del violador, justifi-caban la intervencin britnica y tambin la norteamericana. Esta fue la posicin que adopt Theodore Roosevelt en su carta del 22 de enero de 1915 a sir Edward Grey:

    Para m el nudo de la situacin ha sido Blgica. Si Inglaterra o Fran-cia hubiesen actuado contra Blgica como lo ha hecho Alemania, me habra opuesto del mismo modo como ahora me opongo a Alemania.

  • Una teora realista de la poltica internacional 25

    He apoyado enfticamente su modo de actuar porque lo considero un modelo de lo que deben hacer quienes creen que los tratados deben observarse con buena fe y como parte de la moral internacio-nal. Asumo esta posicin como un norteamericano que no se siente ms ingls que alemn, que pretende servir lealmente los intereses de su pas, pero que tambin intenta hacer todo lo que le es posible en favor de la justicia y la decencia y que, por lo tanto, se siente obligado a juzgar a todas las naciones por su conducta en ocasiones determinadas.

    Esta defensa realista de la autonoma de la esfera poltica frente a .la subversin que significan otras modalidades de pensamiento no im-plica desprecio ni disgusto por la existencia e importancia de esas otras modalidades de pen~amiento. Significa, ms bien, la aspiracin a que cada una tenga su propia esfera y funcin. El realismo poltico se apoya en una concepcin pluralista de la naturaleza humana. El hombre real es una combinacin del "hombre econ!!lico", del "hombre poltico", del "hombre mora!", del "hombre religioso", etc. Un hombre que slo tu-viera una proye.o:cin "poltica" sera como una bestia, ya que carecera de todas las con tendones morales. Alguien que slo fuese un "hombre moral" sera un lc,co, puesto que desconocera la prudencia. Quien slo fuese "hombre religioso" sera un santo, ya que no conocera en absoluto los deseos mundanos.

    Al dar por sentados todos estos aspectos de la naturaleza humana, el realismo poltico tambin acepta que para comprender a cada uno de ellos es preciso ubicarla dentro de sus propios trminos. O sea que si se desea entender al "hombre religioso", primero debe abstraerse ese aspecto de todos los dems que componen la naturaleza humana y tra-tarlo como si fuera el nico. Adems deben aplicarse a la esfera religiosa las pautas de pensamiento concordantes con ella, aunque sin olvidar que existen otras pautas que tambin operan sobre las inclinaciones religiosas del hombre. Lo que es verdad en esta faceta de la naturaleza humana, tambin lo es en las dems. Ningn economista moderno, por ejemplo, considerara a su ciencia y a las interrelaciones de sta con otras cien-cias de otro modo. La economa se ha convertido en una teora autnoma de todas las actividades econmicas del hombre precisamente a travs de un proceso de diferenciacin de otras modalidades del pensar y me-diante el desarrollo de normas aplicables a su propio objeto. El p~opsito del realismo poltico consiste en propender a un desarrollo anlogo en el campo de la poltica.

    Pertenece a la naturaleza de las cosas el hecho de que una teora poltica basada en principios como los explicados no consiga un apoyo unnime; lo mismo podra decirse de cualquier poltica exterior susten-tada en las mismas bases. Tanto la teora como la poltica van contra dos corrientes de nuestra cultura que no pueden ponerse de acuerdo con las premisas y resultados de una objetiva teora racional de la poltica. Una de esas corrientes subestima el papel del poder en la sociedad con argu-mentos que provienen de la experiencia y la filosofa del siglo XIX; dt!

  • 26 Teora y prctica de la poltica i11temacional

    ella nos ocuparemos detenidamente ms adelante.6 La otra corriente, opuesta a la teora realista y prctica de la poltica, proviene de las pro-pias relaciones que existen, y que deben existir, entre la mente humana y la esfera poltica. Por motivos que discutiremos ms adelante, en sus

    operaciones cotidianas la mente humana no puede estar frente a frente con la verdad de la poltica. Debe enmascarar, distorsionar, empequee-cer o embellecer la verdad cuando se encuentra implicada en procesos polticos, especialmente si son de poltica internacional. Slo mediante esa ficcin el hombre puede vivir en paz consigo mismo y con los de-ms en tanto animal poltico.

    Es, por lo tanto, inevitable que una teora que intenta entender la poltica internacional tal como es en la actualidad, y tal como debiera ser en su naturaleza intrnseca antes que como la gente deseara que fuera, deba remontar una resistencia psicolgica que no existe para la mayor parte de las otras ramas del conocimiento. Por eso mismo un libro destinado a la comprensin terica de la poltica internacional exige una explicacin y una justificacin especial.

    6 Vanse pginas 37 y siguientes.

  • 2 La Ciencia de la Poltica Internacional

    COMPRENSION DE LA POLITICA INTERNACIONAL

    Diferentes aproximaciones

    Este libro tiene dos propsitos. El primero consiste en detectar y enten-der las fuerzas que movilizan las relaciones polticas entre las naciones y comprender los modos por los cuales estas fuerzas actan entre s, sobre las relaciones polticas internacionales y sobre las instituciones. En la mayor parte de las dems ciencias sociales esta finalidad se dara por sentada, ya que el fin natural de toda investigacin cientfica im-plica el descubrimiento de las fuerzas que subyacen en los fenmenos y la modalidad en que operan. Al acercarnos al estudio de la poltica inter-nacional no se puede dar por descontado este propsito; antes bien, re-quiere un nfasis especial. Al respecto, el doctor Grayson Kirk ha se-alado:

    Hasta hace muy poco, el estudio de las relaciones internacionales en Norteamrica ha ~stado monopolizado por investigadores que han adoptado alguna de las siguientes tres aproximaciones. Primero, han sido historiadores, quienes han considerado las relaciones inter-nacionales como mera historia reciente ante la cual el estudiante se siente en desventaja debido a la ausencia de un adecuado y asequible conjunto de datos. Un segundo grupo, el de los juristas internacio-nales, se ha ocupado razonable y primariamente de los aspectos lega-les que surgen de las relaciones interestatales; sin embargo, pocas veces han realizado esfuerzos serios a los efectos de indagar en las razones fundamentales que hacen de este nexo legal algo incompleto e inadecuado. Finalmente, se encuentran quienes poco se han preo-cupado por las relaciones internacionales tal como se dan en la rea-lidad, ya que postulan la construccin ideal de un sistema que las organice. Slo tarda y recientemente hemos visto estudiantes apli-

  • 28 Teora y prctica de la poltica itztenzacional

    cados al examen de las fuerzas fundamentales y constantes del mun-do poltico y de las instituciones que las representan, si bien no con la intencin . de elogiarlas o condenarlas sino sencillamente como parte de un esfuerzo para lograr un mejor entendimiento de estos impulsos bsicos que determinan las polticas internacionales de los estados. De este modo encontramos, al fin, al cientfico de la po-ltica movindose en el campo internacional.

    El profesor Charles E. Martn ha retomado las observaciones del doctor Kirk agregando que

    ... el problema que deben enfrentar los estudiantes y los profesores de relaciones internacionales consiste, especficamente, en el dua-lismo que deriva de movernos en dos reas diferentes y opuestas: el rea de las instituciones de la paz, a la que se relaciona el arreglo de las disputas, y el rea del poder poltico y de la guerra. As es y no podemos escapar a ese dualismo ... Creo que uno de los ma-yores errores en nuestra actitud al ensear durante los ltimos veinte aos ha sido probablemente el de dejar de lado la institucin de la guerra y menospreciar los libros que estudiaban la influencia del poder poltico. Pienso que los cientficos de la poltica han come-tido un gran error al actuar de este modo. Nos corresponde a noso-tros estudiar la poltica del poder, sus implicaciones y las situacio-nes que se desarrollan en torno a ella; tambin es tema que debe ocupar nuestra atencin el de la institucin de la guerra.2

    Definida en estos trminos, la poltica internacional como disciplina acadmica es distinta de la historia reciente, de los hechos contempo-rneos, del derecho internacional y de l~ reforma poltica.

    La poltica internacional" comprende ms que la historia reciente y los acontecimientos contemporneos. El observador se ve asediado por la escena contempornea con su nfasis y perspectivas siempre cambian-tes. No encuentra un piso firme sobre el cual apoyarse ni parmetros de evaluacin objetivos a menos que se interne en los principios fundamen-tales, que slo surgen de la correlacin entre los acontecimientos recien-tes y el pasado ms distante con las permanentes cualidades de la natu-raleza humana subyacentes en ambos trminos.

    La poltica internacional no puede reducirse a, las normas legales y a las instituciones. Opera dentro de la trama de tales normas y a travs del instrumental de tales instituciones. Pero nunca llega a ser idnti-ca a ellas del mismo modo como la poltica norteamericana, a nivel na-cional, tampoco es idntica a la Constitucin de Estados Unidos, a la~ leyes federales o a las oficinas del gobierno federal.

    En lo que tiene que ver con esfuerzos orientados a introducir refor-mas en poltica internacional sin haber hecho previamente el esfuerzo para tratar de entender lo que es la poltica internacional, compartimos el punto de vista de William Graham Summer:

    American Journal O/ International Law, vol. 39, 1945, pgs. 369/70. 2 Proceedings of the Eight Conference ot Teachers ot International Law and R~lated Subjects, Carnegie Endowment for International Peace Washington, 1946, pag. 66.

  • La ciencia de la poltica internacional 29

    El peor vicio de las discusiones polticas es ese dogmatismo que se basa en grandes principios o en hiptesis en vez de apoyarse en un preciso examen de las cosas tal corno son y de la naturaleza humana tal corno es .... Nos construimos un ideal que eleva y mejora el actual estado de cosas y casi inconscientemente empezamos a asu-mir que este ideal es algo ya existente; de ah a establecer bases de especulacin sin races en la realidaq no existe prcticamente ningu-na distancia .... Todo el mtodo de especulacin abstracta sobre tpicos polticos se encuentra viciado. Se ha hecho popular porque no es demasiado difcil. Es ms fcil imaginar un mundo nuevo que aprender a conocer el que tenemos. Es ms fcil embarcarse en es-peculaciones basadas en unas pocas hiptesis que estudiar la historia de los estados y las instituciones. Es ms fcil tornar al vuelo un dogma popular que analizarlo para ver si es verdadero o falso. Todo esto lleva a la confusin, a admitir frases hechas y banalidades, a mucha discusin pero a pocas conclusiones en el campo de la pros-peridad de las naciones.3

    Lmites al entendimiento

    La ms formidable dificultad que se opone a la indagacin terica en la naturaleza y en las modalidades de la poltica internacional consiste en la ambigedad del material con que debe trabajar el observador. Los hechos que se procura entender son, por una parte, sucesos nicos. Ocu-rrieron de ese modo una vez, nunca antes ni despus. Por otra parte, ~on anlogos en tanto implican manifestaciones de determinadas fuerzas sociales. Y las fuerzas sociales son producto de la naturaleza humana en accin. Sin embargo, bajo condiciones similares deberan manifestarse de modo semejante. Pero, dnde se encuentra la lnea que divide lo similar de lo nico?

    Esta ambigedad de los hechos a comprender mediante una teora de la poltica internacional implica -conviene decirlo al pasat:"- una instancia especial dentro de las limitaciones generales del conocimiento humano. "Como ningn acontecimiento y ninguna forma -observaba Montaigne- es completamente igual a otra, tampoco ninguna es com-pletamente diferente de otra: una ingeniosa mezcla realizada por la natu-raleza. Si no hubiera ninguna similitud en nuestros rostros no podramos distinguir al hombre de la bestia; si no existieran diferencias no podra-mos distinguir a un hombre de otro. Todas las cosas tienen en comn alguna similitud; todo ejemplo es vacilante y las comparaciones que se derivan de la experiencia son siempre imperfectas. Sin embargo, siem-pre es posible encontrar modo de establecer comparaciones. Y las leyes se vuelven tiles y adaptables a cualquier asunto si se las somete a inter-pretaciones forzadas y parciales". Una teora de la poltica internacional debe estar constantemente en guardia contra esa "interpretacin forzada y parcial" de los hechos polticos.

    3 "Democracy and Responsible Govemment" en The Challenge of Facts and Other Essays, Yale University Press, New Haven, 1914, pgs. 245/ 46. 4 The Essays of Michel de Montaigne, editado y traducido por Jacob Zeitlin, Al~red A. Knopf, Nueva York, 1936, vol. III, pg. 270. La bastardilla es del propio Montaigne.

  • 30 Teora y prctica de la poltica internacio11al

    Al comparar esos hechos aprendemos lo que son los principios de la poltica internacional. Una determinada situacin poltica produce la formulacin y la ejecucin de una determinada poltica exterior. Al enfrentarnos con una situacin poltica dif\!rente nos preguntamos: En qu difiere esta situacin de la anterior y en qu se le parece? Las simi-litudes y diferencias permiten el mantenimiento de la esencia de aquella poltica en tanto deben cambiarse algunos aspectos de ella? O las dife-rencias vician de tal modo las analogas que determinan la inaplicabili-dad de la poltica anterior? Si se desea entender la poltica internacional, captar el significado de los acontecimientos contemporneos y prever cul ser su influencia en el futuro, se debe ser capaz de cumplir la doble tarea intelectual implcita en estas cuestiones. Se debe estar en condiciones de distinguir entre las sim ili tudes y las diferencias de dos situaciones polticas. Adems, debe poderse valorar la importancia de estas similitudes y diferencias para polticas exteriores alternativas. Tres series de hechos, escogidos al azar, pueden ilustrar este problema y sus dificultades.

    El 17 de setiembre de 1796 George Washington pronunci un discur-so de despedida en el que delineaba los principios de la poltica exterior norteamericana en trminos de abstencin con respecto a los asuntos eu-ropeos. El 2 de diciembre de 1823 el presidente Monroe envi un mensaje al Congreso en el que formulaba los principios de la poltica exterior norteamericana en trminos similares. En 1917, Estados Uni-dos se uni a Francia y a Gran Bretaa contra Alemania, que amena-zaba la independencia de ambos. En 1941 Estados Unidos sigui un curso de accin similar. El 12 de marzo de 1947, en un mensaje elevado al Con-greso, el presidente Truman reformul los principios de la poltica exte-rior norteamericana en trminos de una contencin mundial del comu-nismo.

    En 1512, Enrique VIII de Inglaterra estableci una alianza con los Habsburgo contra Francia. En 1515 celebr una alianza con Francia con-tra los Habsburgo. En 1522 y 1542 se uni a los Habsburgo contra Fran-cia. En 1756 la propia Gran Bretaa se ali con Prusia contra los Habs-burgo y Francia. En 1793 Gran Bretaa, Prusia y los Habsburgo se alia-ron contra Napolen. En 1914 Gran Bretaa se uni a Francia y Rusia contra Austria y Alemania y, en 1939, con Francia y Polonia contra Ale-mama.

    Napolen, Guillermo II y Hitler trataron de conquistar el continl!nte europeo y fracasaron .

    Existen, dentro de cada una de estas tres series de hechos, similitu-des que nos permitan formular un principio de poltica internacional para cada serie? O cada hecho es tan diferente de los dems en cada una de las series como para requerir una poltica diferente? La dificultad para tomar esta decisin es la medida de la dificultad para formular jui-cios correctos en poltica externa, en proyectar sabiamente el futuro y en hacer lo correcto, del modo correcto y en el tiempo correcto.

    (.Debemos considerar que las polticas externas delineadas en las des-pedidas de Washington y Monroe son compatibles con la doctrina de Truman? O para poner el problema en otros trminos, la doctrina de Tru-

  • La ciencia de la poltica internacional 31

    man es una simple modificacin del principio general subrayado por las concepciones de Washington y Monroe o const ituye un apartamiento radi-cal de las tradicionales polticas exteriores norteamericanas? Si as fuera, se justifica a la luz de las nuevas condiciones? En trminos generales, las diferencias en la posicin internacional de Estados Unidos en 1796, 1823, 1917 y 1947 justifican las diferentes polticas externas formuladas y ejecutadas en vista de esas diferentes situaciones polticas? Cules son las similitudes y diferencias de la situacin con la que Europa enfren-t a Estados Unidos en 1917, 1941 y 1947 y en qu medida requieren similares o diferentes polticas externas por parte de Estados Unidos?

    Qu significado tienen estos cambios en la poltica exte rior brit-nica? Han crecido en medio de los manejos y la perfidia de prncipes y estadistas? O deben atribuirse a la inspiracin producida por la acu-mulada sabidura de un pueblo consciente de que las fuerzas perma-nentes se sobreponen a las circunstancias individuales y determinan las relaciones cori el continente europeo?

    Los desastres que sobrevinieron a estos tres intentos de conquista continental, constituyen otros tantos accidentes debidos a causas dispa-res? O la similitud en los resultados sugiere similitudes en la situacin poltica global, similitudes que implican una leccin a ser tenida en cuenta por quienes deseen intentarlo de nuevo? Y ms particularmente, es la poltica de la Unin Sovitica posterior a la segunda guerra mun-dial similar a las de Napolen, Guillermo II y Hitler? Y suponiendo que lo sea, la poltica que despliega Estados Unidos habr de ser semejan-te a la que ejecut en 1917 y 1941?

    A veces, como en el caso de los cambios en la poltica exterior bri-tnica, la respuesta parece clara: los cambios proceden de la sabidu-ra antes que del capricho. Sin embargo, la mayor parte de las veces, en especial cuando manejamos el presente y el futuro, la respuesta debe ser tentativa y sujeta a especificaciones. Los hechos de los que debe derivar la respuesta son esencialmente ambiguos y estn sometidos a continuos cambios. Para quienes tratan de encarar esta realidad de otro modo la historia no aporta otra cosa que no sean falsas analogas. Cuan-do tales hombres han tenido bajo su responsabilidad la poltica externa de sus pases, siempre han terminado en medio de desastres. Guiller-mo II y Hitler no aprendieron nada del destino de Napolen puesto que pensaron que nada poda ensearles. Quienes erigieron el consejo de Washington en dogma que haba que sostener a ciegas se equivocaron no menos que aquellos que pretendieron ignorarlo.

    El acuerdo de Munich de 1938 es otro caso de esta ndole. Retros-pectivamente, por supuesto, sabemos por la experiencia prctica que fue un fracaso y de esa experiencia hemos desarrollado las categoras tericas que demuestran que estaba condenado a ser un fracaso. No obs-tante, recuerdo muy bien el consenso que obtuvo en su tiempo el acuerdo de Munich debido a sus conclusiones por parte de tericos y practican~es de la poltica internacional y tambin por el hombre comn. Fue visto entonces como un gran acto de habilidad de estadista, como una conce-sin hecha a un supuesto triunfador en aras de la paz. As lo consider entonces E. H. Carry as lo entiende. ahora A. J. P. Taylor. La falla en el

  • 32 Teora y prctica de la pol: ice . nternacional

    razonamiento, de la que poca gente fue -y tal vez tampoco poda ser-Jo- consciente en su momento, consista en volver a despreciar las con-tingencias inherentes en la prediccin poltica. Lo que retrospectivamen-te se revela como la sencilla verdad, era entonces completamente desco-nocido para cualquier prospectiva y no poda ser determinado por ningn otro medio que no fuera una vaga corazonada.

    Tomemos finalmente el problema contemporneo de la guerra nu-clear. De tanto en tanto, los ejecutores de poltica norteamericanos espe-culan abiertamente sobre la posibilidad de "vencer" en una guerra nu-clear. En esto reflejan los comentarios realizados por los lderes milita-res rusos, aunque no por lderes polticos tales como Brezhnev, quien ms de una vez ha advertido que una guerra termonuclear sera suici-da para ambas superpotencias. Particularmente durante la dcada de los ochenta, cuando volvan a ganar intensidad las tensiones de la guerra fra, en ambos pases se oyeron voces apoyando la creencia de que la victoria en una guerra nuclear no era algo impensable y reclamaban un vasto aumento en los gastos de defensa que contemplara el subsi-guiente aumento de las fuerzas estratgicas. Es posible desarrollar una teora de la guerra nuclear que slo la considere como otra clase de vio-lencia, mucho mayor en magnitud pero no diferente a los dems tipos de violencia con los que nos ha familiarizado la historia. De esta supo-sicin se deriva que la guerra nuclear va a ser mucho ms terrible que cualquier guerra convencional, pero no ha de ser necesariamente intole-rable ya que tomaremos las medidas necesarias que permitan, al menos a l:llgunos de nosotros, sobrevivir. En otras palabras, una vez que se co-mienza a seguir esta hiptesis terica acerca de la naturaleza y las con-secuencias de la guerra nuclear, lgicamente se llega a la conclusin de que la poltica exterior de Estados Unidos no necesita limitarse para tratar de evitar la guerra nuclear sino que Estados Unidos tambin debe prepararse para sobrevivir a un acontecimiento semejante. Entonces se vuelve perfectamente legtimo suscitar el siguiente problema: puesto que cien millones de norteamericanos morirn en una guerra nuclear y nueve dcimas partes de la capacidad econmica de Estados Unidos que-dar destruida, cmo se las ingeniarn los norteamericanos sobrevi-vientes para reconstruir los Estados Unidos con la dcima parte rema-nente de la capacidad econmica?

    El elemento contingente en esta teora de la guerra nuclear es su pronunciada incertidumbre, tpica en todos los niveles del anlisis te-rico y prediccin en el campo de la poltica, tanto domstica como inter-nacional. Aun si se aceptaran todas las estimaciones de muertes y des-truccin material, todos los ndices de recuperacin, aun en ese caso es-ta teora continuara manteniendo un alto grad.:> de incertidumbre en lo que tiene que ver con las reacciones frente al tipo de devastacin huma-na y material que produce la guerra nuclear. Obviamente, si una socie-dad humana altamente compleja puede homologarse en su modo de operar a una primitiva sociedad de hormigas, su habilidad para la re-cuperacin puede darse por descontada. Si la mitad de las hormigas de un hormiguero son destruidas junto a nueve dcimas partes del hormi-guero, es seguro que las hormigas sobrevivientes volvern a reconstruir

  • La ciencia de la poltica intemacional 33

    el hormiguero y a reproducirse hasta que la prxima catstrofe las obligue a recomenzar.

    Pero la sociedad humana no tiene este tipo de habilidad recuperati-va mecnica. Las sociedades tienen un punto lmite al igual que los indi-viduos, ms all del cual la resistencia humana no consigue activar la capacidad de recuperacin, especialmente si se trata de una devastacin masiva sin precedentes. Una vez que se llega a ese punto, la propia civi-lizacin entra en colapso. La ubicacin exacta de ese pun