Suplemento Universitario Julio 2015

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Guatemala, 28 de julio de 2015, Suplemento Especial de Diario La Hora ¿Qué cambios son necesarios en el Estado guatemalteco?

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Suplemento Universitario Julio 2015

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Guatemala, 28 de julio de 2015, Suplemento Especial de Diario La Hora

¿Qué cambios son necesariosen el Estado guatemalteco?

Carlos Oswaldo Andrade P. Universidad de San Carlos Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales [email protected]

Ana Cristina Barbier F. Universidad del Istmo [email protected]

Abner Cottóm PeñaUniversidad de San CarlosFilosofí[email protected]

Iván Ernesto Cú EstradaUniversidad de San Carlos Relaciones [email protected]

Ignacio Fernando Grazioso A. Universidad Rafael Landívar [email protected]

Astrid Idalia Lima CastilloUniversidad Rafael Landívar [email protected]

Sergio Alfredo Martínez C. Universidad Rafael Landívar Economía [email protected]

María José MejíaUniversidad Rafael Landívar Administración de [email protected]

Regina SolísUniversidad del Valle Antropología e [email protected]

Ya lo reconoció hasta el Presidente y es algo que La Hora ha venido diciendo desde hace muchos meses, en el sentido de que el problema del país está en un sistema político que no funciona porque fue carcomido por la corrupción y la impunidad. El ge-neral Pérez Molina expresó que cambiar de personas no resuelve ese problema, tesis que hemos también sostenido, y que lo que hace falta es introducirle cambios de fondo a ese régimen perver-so que se ha construido desde 1986 cuando se inició el proceso democrático actual y se promovió la reelección de diputados, lue-go en la reforma constitucional la de alcaldes y la forma en que políticos y empresarios se reparten el recurso público a costillas de un pueblo pobre.

Creemos que se está llegando a unanimidad en cuanto al diagnóstico del problema y sus serias dificultades estructura-les. No tenemos un mecanismo de control y fiscalización digno de tal nombre y los Contralores de Cuentas tendrían que tener un mínimo de vergüenza para reconocer que han sido absolu-tamente inútiles y que devengan un sueldo por ser tapaderas de la corrupción.

Tenemos un sistema de partidos políticos podrido e ineficiente, diseñado exactamente para que haga lo que está haciendo, es decir, una maquinaria para producir alcaldes, diputados y gober-nantes como los que hemos tenido y que no puede aportar nada diferente. Tenemos un poder judicial que es una vergüenza, por-que nuestros jueces y magistrados responden a los bufetes de la impunidad y están puestos para que los pícaros no paguen nunca las consecuencias de sus actos.

Pero sobre todo tenemos un Congreso en donde si no es porque las telefónicas les pagan, no se aprueban leyes porque el país les importa un pepino y lo demuestran de manera permanente.

Cuando el Presidente habla de reformas, tendrían que ser apro-badas por ese Congreso y, honestamente hablando, hay que ser iluso o mejor dicho pendejo para suponer que de allí pueda sa-lir algo positivo para el país porque implicaría que esos mismos diputados se autoinmolen. Mientras ellos estén no hay salida y ellos no van a apartarse con una pizca de decencia. El Congreso es el valladar más grande y es, como cruel paradoja, el único camino para resolver el problema del sistema, tan bien definido por el mismo Pérez Molina, por la vía institucional.

Estamos convencidos de que ni siquiera trasladando las mani-festaciones al Congreso lograremos que aprueben leyes como la de una nueva Contraloría o la reforma a la Ley Electoral, no di-gamos un nuevo sistema de elección de magistrados y un nuevo sistema de compras.

En otras palabras, el diagnóstico está hecho. Ahora nos toca encontrar el tratamiento.

Sistema que no da para más

Página 2/Diario La Hora/Guatemala, 28 de julio de 2015

Editorial

PARTICIPANTES DEL 20º SUPLEMENTO UNIVERSITARIO DEL DIARIO LA HORA

INVITACIÓNSi el amable lector es estudiante universitario, de ambos sexos, cursando los últimos años de su carrera profesional en cualquier universidad del país (preferiblemente de derecho, humanidades, ingeniería, economía, pedagogía, mercadeo o de ciencias de la comunicación) es cordialmente invitado a participar como columnista de este suplemento que mensualmente se publica inserto en una de las ediciones del Diario La Hora. Los interesados pueden enviar su solicitud acompañada de currículum vitae y fotografía reciente al correo electrónico [email protected]

La Hora / Suplemento Universitario / Guatemala, 28 de julio de 2015, Página 3

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Es evidente que con los últimos señala-mientos de la Comisión Internacional con-tra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y las manifestaciones contra el gobierno actual de los miles de ciudadanos, se ha desper-tado un deseo por un país que cuente ver-daderamente con gente proba y justa que pretenda alcanzar el desarrollo y progreso. El deseo de llegar a vivir en una Guatemala desarrollada, que respete la democracia y un Estado de Derecho Constitucional, no se cumple de un día para otro. Para ello es bá-sico tomar medidas drásticas y eficaces en el sistema jurídico guatemalteco.

El desarrollo, progreso y la erradicación de la corrupción es algo que tomará algu-nos años, ya que como bien es cierto existe una plaga de corrupción, compadrazgos, ambiciones, que afectan a todos los sec-tores del país. Por ello es momento que se preste atención a todas las ilegalidades que se cometan en este año electoral ya que dependiendo de quienes las cometan, dependerán las riendas del país, si los ciu-dadanos se dejan envolver con sus prome-tedoras propuestas y planes de gobierno.

Dentro de los cambios necesarios y urgentes en el sistema jurídico guatemal-teco se encuentran la reforma de las leyes orgánicas tales como la Ley Electoral y de Partidos Políticos. La campaña anticipada y el presupuesto de campaña electoral son dos temas cruciales que se deben de refor-mar. En este sentido la ley es muy débil ya que da lugar a lo que está sucediendo hoy

por hoy, como lo es el financiamiento de partidos por el narcotráfico y la corrupción. Así como también debiera de regularse el presupuesto empleado por los partidos políticos en la pre campaña, es decir el tiempo previo al año electoral. Dicho pre-supuesto queda a la libertad de cantidades exuberantes de dinero que la ley no limita ni regula absolutamente nada.

Por otra parte, la Ley de Comisiones de Postulación, en dicha ley es sinceramente ridículo pensar en todo un proceso de elec-ción y calificación sobre los aspirantes a car-gos fundamentales del gobierno, cuando al final siempre se termina con el factor sub-jetivo. Dicho factor da lugar nuevamente a la corrupción, ya que aun cuando exista un aspirante con 100 puntos de calificación, se eligen a personas por favoritismos o com-padrazgos. La ley debería tener un proceso de elección en el cual el factor subjetivo no sea el determinante para la elección a un cargo público.

Aparte de las leyes ya mencionadas, existen muchas otras más como la Ley del Organismo Legislativo, Ejecutivo y Judicial, la Ley de Contrataciones del Estado, entre otras. En Guatemala no tenemos una dicta-dura, se supone que vivimos en una demo-cracia en la cual, los ciudadanos delegan la soberanía a personas elegidas a través del voto. Sin embargo, tenemos alcaldes, di-putados, concejales, jueces, y muchos más que están cómodamente posicionados en sus cargos durante años.

Aparte de las reformas a leyes orgánicas y re-glamentarias es necesario también la creación de un proyecto de educación nacio-nal. Sin educación el progreso y el desarrollo es imposible. Es evidente que no conviene a los intereses de los políticos ni de los dirigentes del país acabar con la ignorancia de los ciu-dadanos. Una población informada y con educación, es una población más podero-sa, lo cual sería más difícil controlar y por ello no se le da la suficiente importancia al tema. Asimismo, también se encuentra el tema de salud, es evidente que con las últimas noticias del Instituto Guatemal-teco de Seguridad Social la confianza y credibilidad en todas las instituciones del sistema de salud del país se destruyó. Por lo anterior es urgente recobrar dicha confianza y ofrecer verdaderamente servicios de salud pública que llenen las expectativas de las necesidades de la po-blación. Finalmente, todos estos cambios como bien se mencionó anteriormente no pueden realizarse de inmediato pero lo esperado por la población guatemal-teca, pretende que sea un paso pronto y certero hacia una Guatemala más justa y desarrollada.

Desde mediados de los años cincuenta, el trauma político que vivió Guatemala afec-tó la participación ciudadana en procesos importantes para el país. El Estado a tra-vés de la utilización de brazos de repre-sión dirigidos por gente sin escrúpulos y sus gobernantes, generó el ataque y el deterioro del tejido social de la población y degeneró las funciones de los gobiernos, en su mayoría militares, olvidando las necesidades de un pueblo golpeado moralmente y acorralado por los al-tos índices de subdesarrollo. Sesenta años después de un largo proceso tratando de vivir en una democracia, el secreto a voces se hace público y las manchas de corrupción salpican a un go-bierno nuevamente dirigido por un militar retirado, pero esta vez el pueblo ha reaccionado, esta vez el pueblo ha alzado su voz, esta vez la presión legítima y necesaria para cambiar la dirección del país se ha visibilizado.

Aunque existen fuerzas en el país que quieren que Guate-mala siga igual, los ciudadanos que estamos a favor de que el sistema cambie y responda verdaderamente a las necesidades de todos por igual hemos expresado en las manifestaciones pa-cíficas el repudio total a la clase política que dirige irresponsa-blemente al país. ¿Por qué a ellos? la representación del pueblo descansa sobre los mismos y fueron elegidos para tomar las mejores decisiones para el país.

La corrupción es un cáncer que corrompe, es un círculo vi-cioso, desde mi percepción solamente los mismos ciudadanos la podemos detener a través de una organización, a través del ejercicio del diálogo y la transmisión de información consciente hacia los demás. La indignación que sienten los guatemaltecos también ayuda a que haya un movimiento y una interacción entre los diferentes segmentos, hoy se han unido estudiantes, campesinos, intelectuales, representantes de organizaciones civiles y este es un aliciente para que el proceso de mejorar la función del Estado avance y pueda cumplirse para el bien de todos

Los analistas consideran que es necesario reformar leyes como la Ley Electoral, Ley de Servicio Civil, Ley de Contrata-ciones, para mí esto es fundamental, pero considero necesario que el guatemalteco debe de concientizarse y saber cuál es su papel dentro del Estado, su participación e involucramiento en las decisiones políticas es fundamental.

La corrupción se ha convertido en un mal cultural y la im-punidad se ha apoderado del sistema de justicia, esto es muy grave por el retroceso que ha creado para el país, el Estado no es un botín de riquezas, el Estado no es para enriquecer a unos cuantos, el Estado es para organizar a su sociedad a través del funcionamiento de instituciones sanas para lograr el bienestar de todos.

Hoy la juventud tiene voz, se ha unido para decir ¡No a la co-rrupción, No a la impunidad, Sí a la Reforma del Estado!, es un llamado a esa clase gobernante y a todos esos poderes fácticos que la acompañan.

Hoy Guatemala despertó y va a luchar para que el país rom-pa esas cadenas que la han tenido atada de manos, para que permita su desarrollo pleno, incluyente y la equidad para todas y todos.

Enumerar los cambios necesarios para el mejor funcionamiento del Estado gua-temalteco es una pregunta harto difícil. La lista es bastante larga pero no infinita y en el momento sociopolítico actual estos aparecen cada vez más claros. Urgen serias reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, Ley de Servicio Civil y Ley de Contrataciones del Estado solo para comenzar. Reformar la LEPP es de suma importancia para que la enferma democracia del país pueda ser superada por un verdadero sistema electoral que no se fun-damente en altas inversiones económicas de campaña, que son cobradas luego al Estado a través de estrategias bien pensadas de co-rrupción, y que al final, se pagan con el dinero y hasta vidas de sus ciudadanos. También de-bemos reformar la LSC y entender que todos estos cambios y reformas son necesariamen-te cambios del personal y de los funcionarios públicos (de “políticos”) en la mayoría de instituciones estatales (donde lamentable-mente la Usac aun siendo autónoma, no se queda fuera). Necesitamos que se vayan todas esas personas que se mantienen para-sitando el sistema y que reproducen de ma-nera profunda la corrupción, el clientelismo y la impunidad. Esto al final conecta con las re-formas a la LCE, buscando el frenar los sucios negocios que los codiciosos funcionarios y sus familias se maquilan de los recursos públicos.

Asimismo, mi propuesta personal de reforma es el legislar que los funcionarios públicos y sus hijos, solamente puedan utilizar el siste-ma de salud estatal y también únicamente deban estudiar en instituciones públicas. Es altamente desconcertante el diagnóstico que aportó la CICIG, cuando afirma que la corrup-ción es lo que conecta y enlaza mayoritaria-mente la totalidad del Estado guatemalteco. Esto resulta ser eminentemente un problema de conducta moral, arraigado en los más profundo de nuestra historia y turbulento desarrollo cultural. Podría recomendarle a los servidores, funcionarios públicos y a usted, que no tire basura en la calle (y menos por la ventana si va en autobús), que no mienta, que no tolere la corrupción, que lea mucho y que todo esto se lo inculque adecuadamente a sus hijos. Pero sanear la nación es algo mu-cho más profundo, significa necesariamente un cambio de conciencias, la amplitud hacia la forma de entendernos, de cómo nos perci-bimos, de lo que somos, de lo que queremos, comprender de dónde venimos y como con-secuencia hacia dónde vamos si seguimos re-produciendo nuestra triste cultura heredada. Paulatina y esperanzadora, crece una nueva ciudadanía política consciente de su devenir histórico, su cruel pasado de dominación y exclusión, consciente de que puede partir hacia una verdadera identidad alejada del

racismo. Tam-bién consciente de los espacios y recursos que nos pertenecen como guatemaltecos, para acabar con el saqueo, la contaminación y ex-plotación extranjera. Consciente de la cons-trucción de una sana organización social que pueda cambiar las relaciones económicas desiguales, donde la mayoría se quedan sin acceso a vivienda, salud, educación y trans-porte dignos, debido a que el actual Estado fallido no cumple humanamente con ello. Además consciente de la diversidad sexual que poseemos. Es necesario que de la ac-tual juventud surja un movimiento político fuerte y no tutelado, que de manera directa haga valer las nuevas formas de conciencia generacional, con reformas a las distintas leyes bajo las nuevas formas de concien-cia social. Los cambios a las distintas leyes que regulan el Estado de nada servirían si no existiese entre sus servidores públicos gente con compromiso y conciencia clara de su papel de organizar y utilizar los recursos en función de un servicio de calidad, aun por mínimo que este sea. Por último de-bemos tener muy presente que el papel de las universidades es elevar estos niveles de conciencia.

Universidad del Istmo

AnA CriStinA BArBier F.

CArLoS oSwALdo AndrAde P.

Universidad de San Carlos de Guatemala

La lucha continúa, ¡Ánimo guatemaltecas y guatemaltecos!

Los cambios que no pueden esperar

Un cambio de conciencias

Página 4/Diario La Hora/Guatemala, 28 de julio de 2015

ABner Cottóm PeñA

Universidad de San Carlos

La Hora / Suplemento Universitario / Guatemala, 28 de julio de 2015, Página 5

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Desde la entrada de la democracia (1985) no han existido cambios sustantivos en el ámbito político, económico o social en Guatemala. La corrupción se ha incre-mentado, nuestra economía sigue siendo de base agraria con una tendencia de la tierra excluyente y la pobreza no ha dis-minuido significativamente. El Estado se ha debilitado aún más desde la firma de la Paz con continuos gobiernos que han desfalcado al Estado por todos los medios posibles.

El politólogo argentino Guillermo O´Donell mencionaba que las democracias no solo viven muertes rápidas, sino también podían sufrir muertes lentas, como una casa carcomida por las termitas. Y esto es exactamente lo que sucede frente a nosotros todos los días. Nuestra joven democracia está muy desgastada, cerca del punto de colapso. Cada vez que el Ministerio Público y la CICIG destapan un caso por corrupción se observa la fragilidad del Estado y lo podrido que esta nuestro sistema. Por lo tanto está claro que los cambios al Sistema Político nacional más que necesarios

Es evidente que la situación tan grave que atravesamos es, en parte, por las diferentes leyes que además de anacrónicas no están a la altura de una democracia del siglo XXI. Mencionemos unos ejemplos: Ley de contrataciones; la adquisición de medicamentos es uno de los tantos casos de corrupción constante dentro del Es-tado, el caso PISA fue la gota que derramó el vaso y que tuvo que cobrar más de una docena de vidas y muchos afectados, para refor-mar esta ley. Por otra parte reformar el sector justica, por ejemplo lasComisiones de Postulación de los magistrados, a todas luces las elecciones de los magistrados son un caldo de cultivo para repro-ducir la corrupción. La Ley de Servicio Civil es otra de las reformas necesarias, eliminar por completo las plazas fantasma y controlas las contrataciones que realizan las instituciones. Por último la Ley Electoral y de Partidos Políticos; esta ley hay que reformarla casi de urgencia nacional, la forma en como los políticos llegan al poder por medio de los partidos políticos ha desvirtuado por completo el espíritu de la democracia moderna; esta ley solo fomenta la co-rrupción y el TSE no puede frenar las injustas acciones de los par-tidos. El financiamiento de los mismos no puede continuar de esta manera, es indudable que el narcotráfico y otros poderes paralelos están incrustados en los partidos.

Es importante recalcar que los cambios antes mencionados solo son una parte de la solución. Son necesarias muchas refor-mas más para mejorar al Estado pero no hay espacio para men-cionarlas una columna de opinión. No obstante creo firmemente que el cambio más importante está en la participación ciudada-na, no estaríamos hablando de hacer cambios al sistema político sino hubieran existido miles de guatemaltecos que salieron a las calles a protestar por una Guatemala diferente. El involucra-miento e interés de la población en cuestiones políticas sería el cambio más importa que deberíamos de realizar. Un pueblo que posee una real inclinación por los acontecimientos políticos, eco-nómicos y sociales de su país puede hacer grandes cambios, ya que posee la autoridad para reclamar por aquello que no se rea-liza adecuadamente. No debemos ser personas apolíticas, espe-rando que los políticos hagan su trabajo sin ninguna fiscalización social. Recordemos que ellos trabajan para nosotros por lo tanto nosotros somos sus jefes.

Intentar señalar aquello que se debe reformar del Estado es una osa-día. Quizás sería más fácil si la pregun-ta fuera indicar las pocas instituciones y mecanismos públicos que sí sirven. En todo caso, no tengo la respuesta e intentar obtenerla requeriría mucho más líneas de las que esta columna me permite.

Esta crisis en la que estamos in-mersos ha arrojado muchas sorpresas y diversas opiniones y movimientos. Sin embargo, si podemos destacar una sola cuestión en la que hay consenso, es la necesidad de reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Pareciera que no hay una sola voz que se oponga a esta realidad. Lo piden lo estudiantes, los empresarios, la clase media, (deduci-blemente) la CICIG a raíz de su informe del financiamiento de los partidos polí-ticos, y por ende lo exige la embajada estadounidense, y para colmo de males lo exigen los mismos políticos.

No se necesita ser una Comisión In-ternacional contra la Impunidad aus-piciada por ONU para entender que en Guatemala hay un círculo vicioso que implica básicamente los siguientes

tres ciclos: financiamiento condicio-nado a partidos políticos, gobierno y corrupción. El político necesita de recursos para llegar al poder, sectores prestan esos recursos a cambio de fa-vores y al llegar al gobierno ese favor se cobra y se llama corrupción. Según el informe de CICIG, en los últimos años esos sectores de interés son ilí-citos en sí mismos, ya que se refieren al narcotráfico y lavado de dinero, por lo que el dinero es sucio desde antes de llegar al político. Ante esto, es ló-gico que los guatemaltecos insistamos en que exista una autoridad electoral independiente y fortalecida, ampa-rada con reglas estrictas y claras que puedan dar cara vuelta a esta debacle. Tener ceñidos a los partidos políticos a una regulación agresiva es la primera solución que muchos identificamos para empezar a revertir esta espiral de corrupción y podredumbre que acecha nuestra patria. Aunque se crea que es de manera remota, esta corrupción tiene incidencia en la totalidad de la inoperancia de nuestro Estado. Com-batir este mal sería también combatir la desnutrición, inseguridad, violencia,

pobreza, falta de educación, falta de sa-lud y el resto de nuestros achaques. La corrupción es incipiente de los partidos hacia el Estado y por ello los partidos fracasan desastrosamente en su función de ser el vehículo demo-crático de una sociedad.

El Tribunal Supremo Electoral ha sa-lido al rescate y ha hecho uso de su ini-ciativa de ley para proponer reformas a la LEPP. Estas reformas, creo, van a fra-casar, primero, porque a pesar de que en general son positivas, no son sufi-cientes para reformar integralmente el sistema político. No son lo agresivas que deberían ser; y segundo, porque en el juego democrático el único que se pone sus propias reglas es el diputado (quienes son realmente autónomos, ya que crean sus propias normas). En un escenario así, con un Congreso así, pecaríamos de ilusos si esperamos un cambio estructural a nuestro sistema político.

En la actualidad, nuestro día a día se encuentra plagado de noticias grises, de titulares de periódico escalofriantes y de un claro desmoronamiento del Estado. Diariamente se sabe de noticias insólitas que nos demuestran claramente que, en efecto, este país necesita un cambio.

Un cambio suena muy prometedor, la pregunta elemental es ¿qué debemos cambiar? Muchas personas se quejan del Estado diciendo que está lleno de perso-nas deshonestas y corruptas sin darnos cuenta que el Estado somos todos. Como estudiante de Derecho nunca olvidaré una de mis primeras clases en la Univer-sidad donde un catedrático nos explicaba con mucho acierto que al Estado puede definírsele como una persona jurídica, constituida por un territorio determi-nado donde habita una población que es regida por un ordenamiento jurídico, donde existe un poder soberano y cuyo fin supremo es el bien común. Una clase magistral donde comprendí que el Esta-do no se compone únicamente por esos cuantos personajes que dirigen a nuestra Nación por medio del denominado go-bierno, sino que el Estado somos cada uno de los habitantes del país. Por lo an-terior, el cambio del país, depende de los

guatemaltecos.Mejorar la salud, la vivienda, la ad-

ministración de justicia y todos los males que aquejan a nuestra Nación, se en-cuentra en nuestras manos. Lo anterior debido a que siempre echamos la culpa al gobierno de la situación del país, y no me malinterprete estimado lector, yo tam-bién creo que gran parte de la debacle de nuestro país es debido a los gobiernos nefastos que nos han caracterizado, sin embargo, ¿quiénes llegan a esos gobier-nos?, pues los que llegan son guatemal-tecos como usted o como yo. Es decir, el gobierno está siempre en manos de gua-temaltecos, y es por ello que debemos procurar que las personas que lleguen a ejercer ese poder soberano sean personas honestas y honorables.

Logremos que los guatemaltecos que lleguen a esos puestos sean personas de bien, con principios y moral. Incubemos en nuestra sociedad a personas presti-giosas, ya que de nuestro mismo núcleo, saldrán los gobernantes de los próximos tiempos. Inculquemos desde nuestro ho-gar, valores y principios a las personas de nuestro alrededor que buena falta hace en estos tiempos.

Considero que el cambio más rotundo

que debe hacer-se en nuestro Estado es la mental idad de sus habi-tantes, una m e n t a l i d a d donde se busca el poder para gobernar al país y servirse de él, más no para servirle.

Como juventud, tracémonos la meta de que, el día que nos toque ostentar el poder que el pueblo democráticamente nos delega, lo hagamos de una forma ín-tegra, incorruptible y capaz. Tracémonos la meta de velar por un verdadero bien común. Revivamos este concepto que ya ha pasado desapercibido por varios gobiernos donde ha prevalecido un bien particular más nunca un bien general.

Comprendamos que los únicos que pueden cambiar el rumbo del país somos nosotros, el cambio tiene que venir obli-gatoriamente con etiqueta de “hecho en Guatemala.”. Luchemos por un verdadero Estado y dejemos de ser un espejismo donde se supone que cumplimos los pre-ceptos para serlo. Velemos por una ver-dadera Nación encaminada a un objetivo único: El bien común.

AStrid idALiA LimA CAStiLLo

Universidad Rafael Landívar

Nosotros somos sus jefes

El sistema político y una LEPP débil, la semilla del mal

Un cambio con etiqueta “Hecho en Guatemala”

iGnACio FernAndo GrAzioSo

Universidad Rafael Landívar iván erneSto Cú eStrAdAUniversidad de San Carlos

Página 6/Diario La Hora/Guatemala, 28 de julio de 2015

SerGio ALFredo mArtínez C.

Universidad Rafael Landívar reGinA SoLíS

Universidad del Valle

Un segmento de la población guatemalteca lleva tre-ce semanas consecutivas saliendo a las calles a recla-mar a todo pulmón lo que les pertenece: el Estado.

Cuando hablamos de Estado, parece un ente etéreo que lleva siglos construyéndose a nuestras espaldas. Guatemala tiene un Estado de herencia colonial que determina su existencia a través de ins-tituciones racistas y patriarcales que responden a inte-reses de pequeñas cúpulas de poder. Las estrategias de conquista y colonización experimentadas desde el siglo XVI hasta inicios del siglo XIX han sido innovadas y ahora se utilizan marcos legales para legitimarlas y perpetuar estructuras sociales injustas.

Ese es el Estado al que la población guatemalteca le exige transformaciones. Para que éstas comiencen a gestarse es indispensable superar las polarizaciones ideológicas que han dividido los movimientos sociales desde mediados del siglo XX para poder establecer demandas comunes con puntos irrenunciables. Estos objetivos compartidos son más cuantiosos de lo que se podría pensar. En primer lugar, es necesaria la modificación de la Ley de Comisiones de Postulación para comenzar el saneamiento (sí, limpieza) del Organismo Judicial. No es posible que dentro de las cortes del país se practique el nepotismo, como se evidenció con los casos de La Línea e IGSS-PISA y el papel que jugó la familia Stalling en estos procesos judiciales. No sirve tener excelentes leyes si no hay quien las haga cumplir y sancione a aquellos que las violenten. Se necesita la validación legal de la carrera judicial para que las personas que lleguen a puestos públicos dentro de las cortes, juzgados y salas de apelaciones sean probas y esto sea demostra-ble en su trayectoria.

Nuestro Estado fracturado requiere de mejores canales de comunicación y participación política. Un diálogo verdadero, no las mesas que se instauran desde un falso Sistema Nacional de Diálogo. Éste ha tenido varias sesiones con comunitarios de regiones en conflicto con industrias extractivas y no ha hecho más que demostrar su ineficacia y entrampar los procesos. Para que exista una apertura real, las instituciones estatales deben convertir en hecho el reconoci-miento de la pluralidad identitaria en el país. Somos diversos, y hasta que esto no se visibilice no serán negociaciones, sino contratos sociales, implicando des-igualdad de poder entre las partes involucradas.

En medio de esa búsqueda de transformaciones, y para que estas sean plau-sibles, se necesita hacer una lectura estratégica estatal de la memoria histórica como plataforma de reconciliación. Es un camino que contribuiría a la construc-ción de una colectividad tolerante, reconociendo la inexistencia de verdades absolutas y por tanto dejando atrás las necesidades ideológicaSin embargo, en las calles, ese lugar público de reunificación social durante los últimos meses, poco se habla de memoria histórica o de depuración del Organismo Judicial. De lo que sí se habla es de la necesidad inmediata de reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos, y esto es fundamental. ¿De qué sirven las leyes modificadas si tenemos a las mismas personas en el Gobierno? La voluntad política no es parte del equipaje acumulado con el que se incrustaron los grupos militares, empresariales y criminales en el poder. Por eso es importante la modificación de la LEPP, para que personas ajenas a esos grupos puedan acceder legítimamente, si la población así lo decide en votaciones, a cargos públicos y con el respaldo legal necesario.

Sí, un segmento de la población lleva 13 semanas exigiendo esas reformas, pero hasta que no se logre articular con aquellos movimientos de resistencia perpetua desde hace 500 años, estas reformas estatales y el intento por refundar nuestra estructura política y social será más pausado y menos representativo.

Ante la situación, no se debe perder de vista que estos esfuerzos no se cose-charán rápidamente. No se debe ceder ante la desesperación característica de la indignación históricamente acumulada. En cambio, la búsqueda del equilibrio de poderes dentro de la sociedad guatemalteca llevará tiempo, todo el tiempo que sea necesario para alcanzar la consolidación de identidades y demandas colectivas que puedan hacer frente a la actual amenaza que representa la iden-tidad del Estado de Guatemala.

Rescatemos la institucionalidad de la armonía humana y sociopolítica con un corazón salvaje

¿Qué tipo de país queremos disfrutar hoy y heredar a las próximas generaciones? Es pues, una pregunta de reflexión para arrancar la travesía de búsqueda e imple-mentación de cambios que nuestra Guate-mala nos demanda.

Estamos comenzando la segunda mi-tad del 2015, un año que ha sido lleno de grandes desafíos y oportunidades. Como integrantes de la sociedad de nuestro her-moso país, Guatemala, sabemos bien que este año no ha sido como cualquier otro. Hemos estado interactuando en un entorno sociopolítico aparentemente crítico e inesta-ble, el cual genera en nosotros cierto grado de incertidumbre sobre la continuidad de la rutina que llevábamos ejecutando a la fecha y preveíamos mantener hacia un horizonte futuro. ¿Acaso no se trata de un llamado generalizado a salir de nuestra zona de co-modidad en todo sentido? Los cambios que percibimos en el entorno sociopolítico signi-fican la valiosa oportunidad de aceptar, con gran ímpetu, el reto de una revolución inte-gral a nivel personal, familiar y social, cuya armonía alcanzada pueda externalizarse hacia el orden de la sociedad y la efectividad del funcionamiento de las instituciones.

En los meses recientes, la corrupción en nuestro país ha sido evidenciada a niveles

alarmantes en diferentes instituciones que conforman el aparato del Estado. Los ca-sos destapados han sido tan significativos que continúan despertando una reacción constantemente activa en contra de nues-tra adaptabilidad al orden constitucional vigente. De esa cuenta, hemos sido testigos y/o protagonistas de los secuenciales mo-vimientos ciudadanos en busca de exigir y lograr la justicia, equidad e integridad que como sociedad merecemos. No obstante, ¡Hay que seguir en la lucha!

Un punto de partida crucial, en medio de la necesidad de una revolución integral para nuestro país, es reformar la Constitución de la República y demás instrumentos compe-tentes dentro del marco legal y jurídico. En este proceso, resulta clave que las reformas estén encauzadas a erradicar la corrupción, como un objetivo prioritario. Su justificación responde a que la corrupción ha demostrado ser demasiado letal en reproducir flagelos sociales que atentan contra el bien común, tales como la impunidad, conflictividad so-cial, pobreza, entre otros.

En el marco de los esfuerzos institucio-nales en contra de la corrupción, es de vital importancia que, con un corazón salvaje respaldado por los gritos de más de un millón de voces, una reforma a la Constitu-ción de la República contemple directrices de planteamiento, como las siguientes propuestas: 1) Fortalecer el cumplimiento

y dar segui-miento a la n o r m a t i v a legal y jurí-dica que sea demandada pro-gresivamente por parte de la sociedad. 2) Aumentar las medidas punitivas en mate-ria financiera y penal sobre las anomalías en la gestión pública. 3) Elevar los niveles de méritos académicos, profesionales e in-tegrales (valores) tanto para los aspirantes a cargos de elección popular como para los empleados y funcionarios públicos. 4) Otor-gar una mayor prioridad de asignación del presupuesto a proyectos de inversión social. 5) Establecer un consejo nacional de audi-toría social que fortalezca la participación ciudadana en la fiscalización de la rendición de cuentas, 6) Crear un ente rector de edu-cación ciudadana e integral que coordine los esfuerzos desde la familia, la iglesia y las instituciones educativas en la formación de valores y conciencia social, 7) Empoderar el requerimiento de una consulta comuni-taria que acredite y autorice los proyectos empresariales con garantías de responsa-bilidad social y ambiental, 8) Incrementar la eficiencia y eficacia del diálogo nacional bajo una definición precisa de los límites en el ejercicio de los derechos de reunión y manifestación.

Guatemala, el País de la Eterna Prima-vera, la tierra que nos vio nacer. Hoy en día ya no es la misma que hace 30 años, ni la de hace 10 años, y mucho menos la Guatemala de principios del 2015. Este año, este país ha dado un giro de 180°. ¿En qué se ha convertido? La tierra donde la violencia sigue estando a la orden del día, la corrupción es el tema de conversa-ción, en donde el dinero es quien manda y todos ansían hacerse más de poder. Triste situación a la cual hemos llegado. ¿Cam-bios? ¿Soluciones? ¿Cuándo? ¿Dónde?

La Constitución Política de la República de Guatemala, en sus artículos 140 y 141, dictamina que “Guatemala es un Estado libre, independiente y soberano, organi-zado para garantizar a sus habitantes el goce de sus derechos y de sus libertades. Su sistema de Gobierno es republicano, democrático y representativo… La sobe-ranía radica en el pueblo quien la delega, para su ejercicio, en los Organismos Le-gislativo, Ejecutivo y Judicial”. Los guate-maltecos somos los que tenemos el poder en nuestras manos, quienes elegimos a los que nos representan en el Gobierno. Es una realidad que, tanto la Constitu-ción como las demás leyes que rigen y están vigentes hoy en día, necesitan una actualización. Esto se da en el caso, por

ejemplo, del Código de Trabajo, donde se contempla los salarios que se deven-gaban hace 30 años, y para lo cual no se ha tomado en cuenta los cambios en la economía, el salario mínimo, la inflación y las demandas cada vez más exigentes del área laboral. Esta es tan solo una muestra de los cambios necesarios que deben lle-varse a cabo.

Por otro lado, reafirmo mi posición en favor de las personas, quienes tenemos la potestad de realizar el cambio que tanto deseamos. Sentarnos a esperar que un “súper héroe” haga desaparecer la corrup-ción en un abrir y cerrar de ojos no es algo realista. No va a suceder. Por el contrario, podemos tomar la batuta con pequeñas acciones diarias que pueden provocar grandes cambios. Poniendo nuestro gra-nito de arena vamos a lograr un mejor país. Tan simple como tirar la basura en los recipientes correspondientes, para evi-tar desastrosas inundaciones en la ciudad en época lluviosa; o respetando al peatón cuando vamos en automóvil, porque al ser el transeúnte somos los primeros en renegar acerca de la prepotencia de los conductores. Tan sencillo como ponernos en los zapatos de la otra persona, caminar con ellos y, así conocer su sentir acerca de nuestro actuar.

En todo Es-tado, el bien común es el fin primordial a alcanzar, ¿por qué iba a ser distinto en Guatemala? Es una realidad que los funcionarios públicos gozan de inmu-nidad, sin embargo esto no supone una garantía para ellos de abusar del poder que esos puestos otorgan, sino como un respaldo para toda la ciudadanía de ase-gurar la estabilidad dentro del Estado, los gobernantes y los ciudadanos. No obstan-te, en Guatemala, esto se ha malinterpre-tado y por eso es que vemos los grandes líos de lavado de dinero y desfalcos mi-llonarios. ¿Por qué habría de imperar el egoísmo cuando hay niños que mueren de hambre en el interior del país?

Creo en Guatemala. Creo en los guate-maltecos honestos que soñamos con el renacer de nuestra nación. No es momen-to de dejarnos llevar por las masas porque “sólo los peces muertos van a favor de la corriente”. Estamos aquí para demostrar que se puede cambiar; practicando la ética en nuestro trabajo, estudios y rela-ciones personales. Por ahí se empieza, y paso a paso lo vamos a lograr. ¡Qué viva Guatemala!

De la coyuntura a la estructura

¿Cambios? ¿Soluciones? ¿Cuándo? ¿Dónde?

Hacia una victoria épica para Guatemala

Diario La Hora/Guatemala, 28 de julio de 2015/Página 7

mAríA JoSé meJíA

Universidad Rafael Landívar

Página 8 / La Hora / Suplemento Universitario / Guatemala, 28 de julio de 2015