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    Slo las cosas

    Notas sobre subjetividad meditica

    y crnicas de naturaleza urbana

    AGUSTNJ.VALLE

    I R J N

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    Tercera edicin de 100 ejemplares, abril de 2010

    Ensayos en libro es una coleccin editorial del espacio Ensayos enVivo. Contacto [email protected]

    PALABRASPREVIAS

    Los textos reunidos en el presente volumen fueron escritos en

    un perodo de tres aos y a modo intervencionista. No cumplenun programa de investigacin, ni sus temas se deducen de haber-le preasignado jerarquas a las cuestiones del mundo; respondena urgencias que la vida social fue presentndome. Me, pero sihablo de m es porque soy el hombre que tengo ms a mano paradar cuenta de afectaciones generales del ambiente.

    Por ese derrotero del en cierto sentido avatar de las urgen-cias, este compendio bien podra ser tomado como diario deconsideraciones, podra de no ser porque lo acentuado no es nicronolgico ni personal: creo que justamente merece acentuacinaquello que aspira a ofrecer utilidad pblica en situaciones ajenasa su origen.

    Necio sera negarle al ensayo ensayar su figura. Porque el en-sayo no es un formato de escritura, unos protocolos de exposi-

    cin idetica, es una motivacin. Est en el orden del impulso:el pensamiento empuja al abordaje. Se intent pues registrar lasideas con la forma que propusieron en su emotividad originaria.Sin olvidar nunca el motivo caliente por el cua l se est pensandolo que se est pensando, es decir, sin perder pertinencia afectiva.La pasin es el nico vnculo que tenemos con la verdad. Quieropensar que la conducta que realiza este volumen (trmino quereferido a un texto en la era informtica redobla su sentido) se

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    inspira en la que tiene un nio que juega con un globo: lo golpeaelevndolo en un sentido, mira hacia dnde lo llevan las brisas yva a esperarlo a ese destino, para volver a pegarle segn su deseoy volver a espectar el devenir inesperado y volver a seguirlo enun enlace romntico entre determinacin y azar, entre voluntady mundo, entre capricho y responsabilidad, entre lo sabido y lootro.

    NOTASDESUBJETIVIDADMEDITICA

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    Decapitaciones, demasiado sentido

    La pantalla muestra al secuestrado de rodillas, maniatado;

    detrs, los captores encapuchados y armados anuncian a lascmaras su inminente decapitacin. Estas imgenes provenientesde Asia Menor inundaron la medisfera argentina; incluso llega disposicin global un video del degollamiento de un hombre.Cmo se piensa esta produccin audiovisual, este acto al filo dela cultura, a l mismo tiempo deshumanizado (por la radical ajeni-dad entre los miembros de la especie) y ultra simblico?

    En la pelcula de gngsters Hoolodoom, la novia del personajeencarnado por Laurence Fishburne se entera de que l ha matado,y se lo recrimina muy decepcionada. Pero queda muda al or la si-guiente respuesta: Tengo mis motivos y creo en ellos. Preferiras untipo que no tenga algo por lo que llegara a matar y ser matado?. Ytiempo antes la misma idea haba sido trabajada en estas pampaspor Jos Luis Romero. Estudiando la crisis de la sociedad bur-guesa de principios del siglo pasado, dice que el estado de crisis

    de una sociedad se reconoce all cuando los hombres no tienenpor qu morir. Segn esta lnea, estar dispuesto a la muerte es elsigno de significa que hay vida social con sentido.

    Pero hoy da la crisis ya no es el episodio espordico de unaestructura permanente de sentido, sino condicin constante delmedio social. Y raramente una tarea genera en un sujeto tal en-trega; no cualquier vida le da tan eficazmente sentido a la muerte.No es que vale la pena morir, sino que vale la pena la muerte,

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    propia o ajena. Y an cuando esta disposicin se da, esa especie decertificacin de fidelidad que es la muerte es un posible que slose concreta en circunstancias muy especiales.

    Qu pasa si el esquema se invierte? Slo la cantidad distingueremedio de veneno, ensea Escohotado. Qu pasa si el nfasispor darle sentido a la vida produce un exceso de disposicin a lamuerte? La muerte no sera ya un comodn que el sentido socialpuede llegar a exigir en circunstancias extremas, sino la va pre-sunta para fortalecer el sentido social.

    Cada asesinato debe tener algo nico: con tal premisa contFrancis Ford Coppola que hizo El Padrino. ena claro, comoestos verdugos televisivos, que el asesinato es una va de comuni-cacin. Pero quin est en condiciones de ser interlocutor de unacomunicacin como esta? Acaso sea imposible. Los secuestradosse pueden ver, las familias desesperadas tambin, pero una de-capitacin es algo que no se puede mirar, no se puede escuchar.Acaso ese sea el mvil de las decapitaciones televisadas: instauraruna comunicacin, hacerle ver al interlocutor lo imposible de suimaginario, y as darle muerte, al menos, como interlocutor.

    Evangelina, espectculo del receptculo*.El cuerpo meditico

    Visible ante todo, Evangelina Carrozo apareci por las pape-

    leras y volvi a emerger por el Riachuelo, limpita, s, pero pareceque no intacta. A los fines de fortalecer los mtodos, transformsu cuerpo mediante una operacin quirrgica. odo sea por lacausa de la naturaleza.

    Evangelina es una militante que le pone el cuerpo a la causa,pero no est del todo sola: hoy el medio ambiente se hizo pblico.Detenta gran adhesin; la ecologa es un receptculo de idealescorrectos y pulcros. De ese receptculo, Carrozo vinculada conEvita y los evangelios hace el espectculo.

    Es poltica la accin de Evangelina? Reconozcamos que haelegido bien los lugares para su muestreo carnal. Pero cmo pen-sar ella que su show afecta a los gobernantes y empresarios frentea los que protesta? Porque por ejemplo, sera del todo imposibleuna deriva contraria a la buscada, esto es, que los gobernantespermitan an ms castigo al medio ambiente como estratagema

    para verla nuevamente tete a tete?

    * Recuerdo que: para protestar por la instalacin de plantas de celulosa fn-

    landesas en la costa uruguaya, frente a Gualeguaych, Evangelina Carrozo

    mont con Greenpeace un operativo sorpresa en la cumbre del G-8: mien-

    tras los presidentes posaban para las cmaras, irrumpi entre unos y otras

    apenas ataviada, con ropita de reina carnavalera, mostrando un cartel anti

    contaminacin. Meses despus hizo algo parecido apuntando a la limpieza

    del Riachuelo.

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    Es que en los hechos, los fines son siempre inciertos. No losobjetivos; los efectos. Y la causa (ecolgica en este caso) es elmotor que impulsa. Es mentiroso ubicar la causa del acto polticosu fundamento en el porvenir. Lo nico cierto son los medios,por lo que pensar polticamente empieza por pensar qu es lo quede hecho se hace. Aqu el mtodo, la poltica, es la irrupcin deuna hembra humana no del todo desnuda portando un cartelcon slogan en reuniones televisadas de la dirigencia mundial. Elcuerpo femenino instituido como carnada comunicativa.

    En esos cuerpos usados como seuelo de atraccin confluye ellmite entre deseo y consumo. El lmite: reunin, confusin. Seexplota en ellas, quirrgicamente, el grado en que el impulso dedesear est moldeado en la lgica del consumo.

    Esta dinmica construye una nocin de feminidad especficabasada en la difusin de cuerpos que no son meros cuerpos, sinoel resultado de un trabajo, de una muy sofisticada serie de traba-jos sobre el cuerpo femenino. La gigantesca maquinaria de traba-jo puesto en remodelar el cuerpo es una de las empresas colectivasfundamentales de nuestra era. El afn es tan extendido que nihace falta repasar lista de ejemplos. La constatacin ms fuerteacaso sea que para el cuerpo de mujer modelizado en la medis-fera, la perfeccin se parece mucho ms a un travesti disciplinadoen el arte de producirse que al promedio de mujeres sin visitas alquirfano ni trabajo diario en el gimnasio.

    Dicen que entre su primera y su segunda aparicin, Evangeli-na se hizo toda. Si primero fue Dios el hacedor, luego El Gene-ral, de quin es esta Eva? El paradigma tecnocientfico hace delcuerpo un punto de partida defectuoso respecto de sus mejorasposibles. Los frutos ms deseables del cuerpo, se presume, sonlos que muestran el trabajo realizado sobre ese inicio. Importalo que se hace tcnicamente sobre el cuerpo: lo que se muestra esun resultado, el cuerpo es soporte del artificio. He aqu la curiosa

    inversin de Evangelina: dice que persigue lo que es su causa, y elmedio esgrimido es un resultado.

    Si se elaborara un registro de todas las personas que se hacenciruga esttica, y se indexara de qu trabaja cada uno, qu por-centaje estara en el rubro del espectculo?, es decir todo territorioque sale en pantalla (y las tapas de los medios grficos son pan-tallas quietas). Por eso al ex Presidente Carlos Menem lo habanpicado las avispas; y dicen que Cristina Fernndez tambin semand a hacer. Lo cual muestra, dicho sea de paso, un giropoltico en el kirchnerismo, un rebalanceo de las fuentes dondesustenta su valor. Porque Nstor, cuando era presidente, dado quetambin se formaba respondiendo a la pantalla, bien podra haberentregado su materia a la imagen y sus bistures. Acaso hubieraestado ms excusado que el promedio. Pero l opt por su estilopersonal, no se opera: en su fealdad declara principios.

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    Krupoviesa no lo toc. Verificacin meditica

    anto en Boca Juniors como en Newells Old Boys la resis-

    tencia superaba a la creacin; aburran. La transmisin televisiva,entonces, fue protagonizada por los profesionales de la palabraa cargo. Sealaron que jugaba como marcador izquierdo xenei-se Claudio Morel Rodrguez, entonces usual suplente, porque eltitular, Juan Krupoviesa, haba sido expulsado en el partido an-terior, contra River. Krupoviesa haba quedado en una jugadacomo ltimo hombre y sin ms remedio que darle a Rolfi Monte-negro una virulenta patada voladora, que lo impact de lleno enla rodilla con los tapones de punta, segn mostraron las sucesivasrepeticiones en cmara lenta.

    El ribunal de Disciplina est debatiendo la suspensin, sehabla de dos fechas, coment un comentador.

    Dos fechas, nada ms!? Pero qu barbaridad che, hace mu-cho tiempo no vea una infraccin de tanta violencia, reaccionel relator Walter Nelson.

    Lo que pasa es que, dicen, el juez Pezzota no hizo bien el in-forme. Pusojuego bruscoen vez dejuego brusco violentooplanchaviolenta. Y la decisin se toma sobre su informe.

    Pero cmo puede ser remat Walter, la imagen habla pors sola!.

    El que hablaba era l, por supuesto, o una matriz de observa-cin a travs suyo. En su cuerpo se haca carne una lgica donde lainformacin de la imagen prepondera sobre la del presente org-

    nico: Cmo puede ser que se siga la indicacin del refer cuandoest disponible una imagen televisiva transparente e inapelable?

    Cules son nuestros criterios compartidos de verdad, o mejor,de verificacin? Para estos agentes televisivos, la imagen juzga aljuez. Aunque ven el partido en la cancha, para ellos el ftbol es loque pasa en la tele. La tele es el ojo que ve mejor que ninguno laverdad de cualquier situacin; es corte suprema ontolgica, dueade la ltima versin sobre todos los tipos de cosa.

    Esta entronizacin de la tele como confirmadora existencialha cundido hasta en el propio campo de juego, cuando los ju-gadores, al terminar el partido, contestan a los periodistas quepara hablar sobre las jugadas hay que esperar a verlo por tele. Elftbol verificndose a s mismo por tev.

    Y el ftbol por tev es eso: ftbol por tev. El ejemplo msclaro acaso sea el de los jugadores europeos (jugadores delas li-gas europeas, independientemente de su procedencia nacional).Siempre parecen monstruos, semidioses invencibles; imagen queCarlos Bianchi refut en Japn repetidamente.

    De cada partido europeo emitido se arma una seleccin deimgenes que circula multiplicadamente, cientos de veces, di-fundiendo de cada jugador un perfil que recoge slo los puntosmximos de su rendimiento. A Riquelme, en cambio, antes de laIntercontinental ya le conocamos los bajones, sabamos que nosiempre tena un pisa y amasa absolutamente inaccesible, y sin

    embargo desminti irrefutablemente, sobre el pasto japons, lasgrandes imgenes del portugus Figo, el franco Zidane, el bra-sileo Roberto Carlos, deidades de blanco uniforme madrileo,construcciones televisivas, ideales, voluntariosas quiz, seguro in-fieles a la variabilidad del rendimiento corporal. Imgenes que searrogan una representacin que luego sucumbe en lo real del en-cuentro de los cuerpos vivos. Vivos como el orgnico cuerpo deljuez Pezzota, que vio con los pies en la tierra. No se verific en la

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    imagen; no deposit en la mquina el poder de interpretacin delo real, y por eso fue criticado. A los que nos gusta el ftbol msque la tele se nos impone la responsabilidad histrico social dedefenderlo: a Montengro, Krupoviesa apenas lo toc.

    Existe realmente Lionel Messi?Estatuto global de lo nacional

    Dnde est Lionel Messi? Cul es la naturaleza de este escu-rridizo pequeo monstruo del ftbol, que tan rpidamente llega ser nada menos que la esperanza argentina siglo XXI? Alto lugarque Messi alcanz sin que lo viramos en carne y hueso*; Messi, eldolo nuevo, que no se presenta como tragedia ni como farsa sinocomo el futuro que, como siempre, lleg ganndonos la espalda.

    En tanto la idolatra es una investidura social y no una condi-cin individual, el dolo cifra su entorno. El heredero es hijo de supresente. Este pibe que, dicen, de chico fue de Newells, revelanovedades acontecidas en esa esencia que llevamos en la sangre.Es decir que como nuevo ocupante del lugar clsico de dolo fut-bolstico nacional viene a evidenciar alteraciones sustanciales enese lugar (tambin en el juego entre los lugares y hasta en lanocin misma de lugar, dira Ignacio Lewkowicz).

    Porque, cul es la ubicacin de Lionel Messi en nuestras vi-

    das? Un sbado me sorprendi en el super-mercado. Era da dequince por ciento de descuento, por lo que a la normal saturacinde mercancas se agregaba una superpoblacin de humanos. Sloun material psquico moldeado por el consumismo no proliferaen desmayos frente a tal hiperestimulacin, es imposible mante-ner el mnimo foco. Mucho mrito debe hacer una imagen para

    * Recuerdo que: Messi se consagr como dolo y protagonista de la Selec-

    cin ese relato sin haber jugado nunca un partido ofcial en Argentina.

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    atraparnos; fue el caso de Lio Messi, a quien vi sonriendo, espe-rando para entrar en la casa de una seora, pegado en una botellade pepsi.

    Su poder magntico logra capitalizar para la venta de productosel efecto de aceleramiento cardaco que surten, en los argentinosfutbolizados, su relacin con la pelota, esa capacidad letal de dibu-jarle a cualquier defensa preparada o espontnea la fisura por dondese quebrar, esa inmunidad frente al peso de las grandes situacionesque slo se explica vindolo como un elegido preocupado nada msque por su misin que es con la pelota y es ganar y es argentino.

    Sus cualidades dan para hablar infinitamente (el nico juga-dor del mundo que comienza a correr ya en su mxima veloci-dad, seala Ezequiel Gatto). Cualidades, todas, que conocemospor la V, internet, los diarios. Porque slo jug en una canchaargentina gracias a que, idolatrado ya, se lo trajo al seleccionado,pero haba sido erigido como dolo, devino seleccionable, sin queaqu lo viramos, jams, en vivo en el estadio. Las presencias deMessi en campos de juego argentinos operaron ante todo comodesmentida. O como confirmacin: el chico exista de verdad.Porque una persona a la que slo vemos en pantallas, podemosestar seguros de que no es un invento, un monstruito mediticoperfecto? No podra ser una ficcin technicolor con acceso direc-to a la emocin de las mayoras?

    En los estudios histricos, los asientos contables son de gran

    utilidad, porque dan cuenta del funcionamiento econmico talcomo lo registraban sus protagonistas. Sobre su contundencia,puede conjeturarse el funcionamiento material de la sociedad.Pero tambin hay otro real de toda situacin, lo imaginable, quetambin sirve para dar cuenta del entorno. Una mentira, porejemplo, no da cuenta del real al que refiere, pero s del lmite delo creble, el horizonte de lo posible. La paranoia de un tipo con-tiene lo posible de sus condiciones. Y nuestro contexto permite

    pensar a Messi como una ficcin.Un ejemplo es la pelcula Mentiras que matan, donde el per-

    sonaje de Dustin Hoffman era el arquitecto de una ficticia (me-ditica) guerra estadounidense contra Albania, que convenca alpblico de ser absolutamente verdadera. O el Mundo de ru-man, de Jim Carrey, a quien directamente le inventaron todo unmundo. Esos films fueron exitosos por su verosimilitud, por elhecho de que tales operaciones son racionalmente pensables (entodo caso, para desmentir su verosimilitud debera aparecer lafigura de la objecin, es decir, refutaciones puntuales). Ambosejemplos slo muestran lo extendida que est la duda razonablerespecto de las escenas mediticas, una paranoia epocal prudente.No podran inventarnos un futbolista, un ultraeficaz dolo infor-mtico? Existe realmente Lionel Messi?

    Es cierto que desde el punto de vista de la esttica futbolsti-ca (la epifana de las formas dira Hans Gumbrecht), nada deesto importa. Ah est la belleza, se produce en el contacto de lasimgenes de Messi con cualquier sensibilidad futbolera nacionalque es, por cierto, una de las sensibilidades ms difundidas enste, el sptimo pas de mayor territorio del mundo si contamosla Antrtida. Que el deleite sea por televisin puede disminuirlo,relativizarlo, pero no suprimirlo. El problema no est en que sedisfrute vindolo por tele, sino en la postulacin como dolo na-

    cional. Este es el hijo de Dios? Maradona mismo lo dijo: Messies mi sucesor. No hay postulacin ms privilegiada, y por cmose expandi, pareciera una actitud patria postular para Argentinaun nuevo dolo, un embrin de rey de reyes, distinto entre losdistintos, que liderar el juego nacional catalizando sus poderes ysecando mgicamente sus faltas. Un tipo que haga de un NegroEnrique el dador del pase del mejor gol de la historia.

    Pero qu es el juego nacional? Y sobre todo, qu es ser dolo

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    nacional? Basta con jugar en el seleccionado? Esa es ms que nadauna relacin de pertenencia: te toca Argentina. Da lo mismo queno se haya formado profesionalmente en Argentina, que no hayarecibido de chico las patadas desesperadas por llegar a primera,que no haya jugado en sus canchas, con los cantos de su pblico,curtindose en sus cdigos de reclamos y de relaciones con juga-dores y refer, con su mundillo de entresemana, etctera?

    Los 90 nos haban acostumbrado a que los jugadores pudie-ran ser de la Seleccin una vez que llegaban a ser jugadores delftbol europeo. Pero al ponerse la albiceleste los conocamos yacomo jugadores vernculos. Argentina poda ser una vidriera paralas potencias, pero los militanteseran de marca nacional, eran ju-gadores argentinos porque su identidad social de jugador se habaconstruido ac, y su propia concepcin de s mismos como juga-dores se forj en relacin con su lugar en nuestro ftbol; en rigorera por eso que eran nuestros, ms que por el tema natalicio.

    Lionel Messi, en cambio, ya tena un lugar en el ftbol de ma-sas mundial cuando lleg al argentino; apareci como noticia deCatalua que gracias a Dios naci en Rosario. Sin embargo todopasa en todas partes y los partidos del Barcelona fueron en miliving. Es que Lionel Messi llega a nosotros en las autopistas de laglobalizacin; es parte de nuestra vida en tanto y en cuanto pornosotros pasan los circuitos de elaboracin, circulacin y consumode fragmentos que palabras ms palabras menos se llaman glo-

    balizacin; nosotros, porque nuestros cuerpos emisores-receptoresson parte de esos circuitos, nos llamamos globalizacin.Cules son los colores de la remera de la globalizacin? En el

    ftbol ya qued viejo el internacionalismo, equipado en Restodel mundo con jugadores de varios pases. Ahora los propios pa-ses se arman convocando jugadores de formacin global; la nacio-nalidad no existe como punto de partida, sino como trmino se-gundo que se organiza con elementos constituidos globalmente.

    Rial: el yo televisivo

    Rial dice: voy a entrar a la casa. Rial, dicho sea para cumplir

    con la digresin de rigor que corresponde a toda segunda frase,encarna una oscura destreza televisiva, la convivencia de estupi-dez extrema con aguda inteligencia. Rial dice: Gran Hermano,puedo entrar a la casa? Voy a entrar a la casa. Pero a diferenciade lo que el televidente de a pie pensara inevitablemente, Rial noentra a la casa por una puerta, no: entra a travs de un televisor.Los chicos, los recluidos de exposicin total, se disponen alre-dedor del aparato, donde aparece la imagen de Rial con sonido ytodo. ambin l existe en tanto est en la pantalla.

    Esa irrupcin de Rial, o mejor, ese modo de la presencia, igua-la a los encerrados en la casa con nosotros, la gente: ambos somosvisitados televisivamente. En ese sentido cuando dice voy a en-trar no pifia, porque ese es su modo de ser, el televisivo. No esque va a entrar una imagen de l, porque eso es l; la distincinsupondra un refugio subjetivo genuino encarnado en el cuerpo.

    Pero Rial ha fabricado a Rial.Rial incluso ve ese desdoble: cuando habla con los chicospuede ver el televisor que ellos ven donde est su imagen, Rial. Entoda la escena, la palabra Rial designa a eso: la imagen de Rial.Por qu no otorgarle su legtima propiedad de la primera perso-na? Lo que tiene poder verbal de yo de Rial es eso que entra ala casa y a las casas en un televisor. Inmolndose en su imagen,Jorge Rial cumple con los requisitos del lugar que ocupa.

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    [Nota adicional: Los chicos del programa protagonizan uninteresante proceso de reconstitucin subjetiva. odo lo que deellos se haba constituido en relaciones interpersonales (sus histo-rias amorosas, laborales, barriales, etctera), sirve ahora para par-ticipar del rgimen de la imagen. Sus biografas enteras, su sen-sibilidad, sus miedos y recuerdos, sus amores, ahora son usadoscomo relatos de s mismos para acceder a la fama. El material deprocedencia vincular se refuncionaliza como imagen, es decir queel material subjetivo tramado vincularmente se subordina al rgi-men que los har existir en una relacin de mismidad, de elemen-to inerte dispuesto a la mirada, o sea de existencia en desrelacin.Esos bombones que creen que arman un gran cacao han ganadoreputacin pero son muecos vud de esta sociedad-espectculo,anhelan el momento de adhesin (literalmente adhesin: pasan ala bidimensionalidad) a esa faz de ellos que logre circular comoimagen, sostenida en las miradas que congrega.

    La noche del Diez,ocaso histrico de la interioridad

    Qu haras si te ganaras quinientos palos? odos escucha-mos alguna vez esa pregunta. Se supone que cada respuesta re-fleja un modo de ser, porque los recursos ilimitados permiten eldespliegue libre de una naturaleza. Aqu quisieron preparar todobien; esta vez podan hacer todo como queran. Pues esta produc-cin televisiva dispuso de recursos casi ilimitados gracias a la figu-ra que todos queremos ver y a quien cualquiera querra visitar ensu programa (slo se neg el Indio Solari). Financiamiento, po-der de convocatoria y de misticidad gigantes. Nunca la televisinargentina haba hecho algo tan a su antojo, tan sin obstculos,construyendo sin restricciones su producto ideal. Quiso hacer unproducto de entretenimiento y demostr su modelo de diversin;quiso condensar la cultura argentina y demostr su modelo de ar-gentinidad, de xito, de valor personal y de relacin entre gneros.Y, sobre todo, su modelo de Dios.

    La medisfera aprovech la idolatra para convertir en imagenconsumible todo suceso maradoniano (por supuesto tambin sereconoce la inversa: su idolatra efectuada gracias a la red medi-tica). El programa es de invitados de lujo pero esos invitados sir-ven para reflejar el brillo del Diego, para explotar su presencia lamayor cantidad de minutos haciendo la mayor cantidad de cosasy hablando de la mayor cantidad de temas posibles. La palabraque ms dice es gracias, a todo el mundo, desde el principio

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    hasta el fin: gracias, por ustedes me recuper, por ustedes estoyac. Maradona estuvo casi en la muerte, quebr su condena justoa tiempo y en el show recuerda aquel fnebre destino, con tonoalegre porque lo hace rodeado de quienes le permitieron salvarse,a quienes agradece desde la tele: l es se que est en la tele. Nohay cosas de su vida que no se vean all; al menos as se presenta:jura por sus hijas, habla tambin de sus deseos amorosos, hablade todo lo que entra en su vida. Cmo no perdonarle todo, cmono festejarle todo, cmo no aceparle todo, cmo no quererlo si lse entrega a todos? Con los ojos cerrados y los bolsillos abiertos,Maradona se presta por completo al pblico, se entrega por com-pleto a su personaje social.

    Incluso la tarea de dirigir el programa no puede ser consi-derada como un acto pblico que tiene una trastienda ntimadetrs, una puesta en escena calculada desde una esfera personalvelada, porque luego est la danza de Diego por otros nodosmediticos donde revela cmo lleg a hacerlo, qu piensa so-bre su tarea: expone el lugar que su trabajo pblico tiene en suvida privada, y as, desmiente esa privacidad. La Noche del Diezconsiste en la exposicin total de un sujeto; o mejor dicho enla consagracin de un sujeto tramado exhaustivamente desdela exposicin; consiste en la construccin meditica de un in-dividuo transparente, sin intimidad, todo l coincidente con suimagen pblica.

    Ahora bien, slo un resabio moderno (sabido es que modernoquiere decir antiguo) puede detectar aqu obscenidad. La socie-dad del espectculo no est inmiscuyndose, sino produciendo,valorizando y dando uso a toda la existencia de un tipo, sin tras-tienda porque la trastienda tambin es espectculo. La vida nti-ma del Diego no es ntima, su personaje no es un doble actuado,l devino en su personaje; no hay expropiacin meditica de unsector ntimo de la vida, no es una exposicin desubicada del

    terreno personal, porque eso supondra un material subjetivo yaconformado que recibe las sopapas mediticas, cuando los me-dios instituyen su naturaleza estelar.

    Fue la brasilea Xuxa, reina de los bajitos, quien rompi la sor-prendente naturalidad del show. Cmo anda tu corazn?, pre-gunt Diego metaforizando muscularmente al amor. No hablosobre mi vida personal, porque luego dicen cosas. La diva parecaconciente de que no estaba en una mesa charlando con un msque amigable petiso de cara conocida, sino en el centro potencialde la faena de ecos mediticos, y de que todo lo que ella dijerasera usado por esa increble capacidad meditica de multiplicaropinadores. Cuando me preguntan, creen que es normal meterseen esas cosas, acert ella. El Diez no lo poda creer. Para l nohay distincin entre personal y pblico. Por eso hay que entenderque no haya admitido dejar de lado el tema y concluyera que loque no se ve no existe: Bueno, entonces para los argentinos estssoltera.

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    Sos un yow!

    No sabemos de qu estamos participando. Somos la carnede mutaciones que, al galope de las tecnologas de supresin deltiempo entre los espacios, renuevan los modos de ser humanosa veces ms rpido que la capacidad que hay de interpretarlas eincluso registrarlas.

    Los blogs, flogs, en el uso que los masifica sin cesar continanla cuantiosa tradicin del gnero de diario personal. Pero comouna versin muy distinta de lo mismo: all donde sola haber ce-rraduras para proteger la intimidad bajo llave del mundo, de losotros, actualmente hay una exposicin instantnea en la que seextingue el sentido del relato de s para s.

    Hace tiempo se acord en que el yo (construccin histri-ca como toda forma psquica) es efecto de un relato. Ahora,quin relata? Simplificando brutal pero utilitariamente, en laAntigedad la polis donaba existencia (de all que los nombres

    arraigaran en ellas, como ales de Mileto), Dios fue fuente yfundamento largo tiempo y hasta hace no mucho los EstadosNacin instituan a los cuerpos como ciudadanos. Pero uno delos sinnimos de la posmodernidad (que tiene varios nombrespor ser a la vez difusa e indiscutible) es crisis de los grandesrelatos: los individuos quedaron angustiosamente liberados deaquella coordinacin central de los lugares sociales, que deter-minaba funcin y sentido a la existencia de cada quin. En rigor

    slo aquella coordinacin daba carcter de miembros a los pun-tos humanos; no es casualmente contempornea la figura de losexcluidos.

    La exclusin en esta sociedad-espectculo no es slo econ-mica sino tambin del mundo de la imagen: el condenado a versin recibir miradas. Si cada vez proliferan ms los auto-relatosen pantalla, las superficies virtuales donde mostrarse y contarse,donde realizar la puesta en escena de yo, es porque la tarea deser alguien pasa por exponerse (y correlativamente, el valor delas cosas depende de cunta visibilidad otorgan). Hasta hace unpar de generaciones, en cambio, la interioridad era el ncleoesencial e inexpugnable de la personalidad, como dice PaulaSibilia. Hoy la intimidad se refuncionaliza como materia primadel espectculo.

    Gran parte del desarrollo de contenidos por parte de losusuarios (definicin de la Web 2.0) consiste en esta publicitacinde lo privado (publicitacin de lo privado que es paralela, comoseala Sibilia lcidamente, a la creciente privatizacin del espaciopblico). Como ese espacio est, por otra parte, saturado de im-genes y mensajes que nos interpelan como receptores, valorizarlas herramientas que permiten constituirse como emisores parececoherente con la racionalidad ambiente. Habitamos la era del yoen oferta y el consumo de los otros; el espesor de la existencia semide en visitas diarias.

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    El cybercaf de la esquina, un cachico de cultura

    Las vitrinas de los cybers suelen ofrecer dos servicios: inter-net y juegos en red. Cada uno hace un lugar distinto; vayamosprimero por la boca de internet. Serios ajedrecistas, pornograf-licos compulsivos, trabajadores celularizados, son ejemplos de laheterogeneidad de escenas que se realizan con misma organiza-cin material. Los cybers renen en un mismo procedimiento aacciones de planos completamente distintos, ni opuestos de tanlejanos. odos somos iguales en la operatoria fsica de la situa-cin sin que haya parmetro comn para significar el espacio. Eltriunfo del cerebro en la disposicin del cuerpo?

    El servicio y la mquina se configuran segn el requerimientode cada consumidor. Por eso puede hacerse un lugar en todos.Y pareciera albergar una vecindad meramente material entre loscuerpos; pareciera no haber vnculos ni asuncin de compaeris-mo ocasional. Un espacio de comunicacin ocupado por personas

    entre quienes reina la inconexin. Es que el vnculo transcurre enla pantalla y es con un ser fsicamente lejano. O sea que uno seacerca a un lugar donde hay gente para encontrarse con otros queno estn all. Los de al lado, pura materia.

    Podra plantearse que esto slo sera un problema para un idea-lismo reticente a las situaciones efectivas del mundo. Pero sucedeque esa vecindad no asumida s que aparece, y lo hace en un gestosintomtico: todos espiamos al de al lado. (Ntese la similitud

    anatmica de los separadores de las computadoras con los de losmingitorios en los baos.) Es ms, lo preocupante sera no espiar,signo de no percibir al otro ms que como carne y huesos.

    Distinto sucede con los juegos en red. Convocan preadolescen-tes que son los nicos que van al cyber en manada. El gritero quesuelen producir indica que para ellos el escenario es la pantallapero slo porque all se presentan las acciones de otros humanosque estn en la sala: el cyber entero deviene cancha de juego.

    Hay distintos tipos de juego; uno de los gneros ms popula-res es el que ubica al jugador en la visin misma del personaje,el usuario es el personaje. Antes los videojuegos ofrecan una vi-sin del conjunto de la escena; el usuario del Pacman tena antetodo una visin panptica. Esta internalidad actual contrastacon el lugar donde se juega, que es pblico y a la vista. De he-cho, en juegos con escenarios labernticos, donde los personajesse buscan entre s, aparece el recurso de espiar al de al lado a verdnde est l.

    Si creemos que jugar es ser otro por un rato, que se juegue enprimera persona explica bastante este furor que aterra a tantasmadres. Se puede juzgar el modo en que alguien se constituyeen relacin con algo; pero sin olvidar que es mejor constituirseque ser nada. Imagnese: un pobre chico vctima de un juego. Eljuego atrapa porque invita a investigar habilidades. Calcul, tenpaciencia, registr datos, apunt bien, anticip, arm estrategia y

    tctica, etctera. Si no, perdiste. Claro que perder no siempre estan grave. En estos juegos los partidos duran poco, y apenastermina uno se comienza otro. Es una temporalidad donde primala lgica del instante de sucesin sin resto por sobre la lgicade los momentos de secuencia acumulativa, como dice PabloHupert. No hay principio, nudo y desenlace, ni preparacin, acu-mulacin y catarsis final. Se empieza ya en la parte lgida, sinesperas, se empieza ya en el medio del problema (acaso como

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    Lionel Messi empieza corriendo?).La principal preocupacin maternal recae sobre el acto de ma-

    tar, que en algunos juegos parece natural. Ganar es matar al otro.Eliminado uno, el restante es victorioso, esquema bsico de auto-preservacin competitiva donde permanecer en pie es xito. Nopor eso los lazos comunitarios estn necesariamente excluidos, yaque puede jugarse en bandos. Siempre, eso s, hay enemigos. Perocuando se juega en red, y el enemigo en la escena es otro chico delcyber, de algn modo el enemigo es un par. Un compaero en eljuego. Hay dos posiciones: terrorista y antiterrorista. Pero no haydiscurso operando, no hay significaciones diferenciadas, slo dosposiciones equivalentes con nombres distintos. En rigor es unamisma posicin duplicada, posiciones para el esquema del juegoque no representan posiciones de otro plano. El chico en primerapersona es como un comando en plena misin, misin no insti-tuida por algn orden ideolgico del mundo; los nombres a secasnada producen. Es un liso enfrentamiento de hecho, entre dosequivalentes, sin discurso externo que establezca el sentido de surelacin. Ests en un quilombo, hay compaeros, hay enemigosque te hacen dao, hay que sobrevivir. Fin.

    Imagen, festivales y poltica

    Rastrear a la juventud no es tarea fcil; eso de joven argentino,o generacin actual, siempre es un recorte, y en rigor no hay talcosa. Los l lamados festivales de rock y msica electrnica a losque se acostumbr Buenos Aires brindan imgenes que arman unperfil de joven actual; brindan la representacin de una identidadinexistente. Componen, digamos, la imagen de una de las mu-chas generaciones que hay en la generacin joven actual. Aqu, lapregunta es si la juventud marca QuilmesCreamfieldsPepsiFest,tiene alguna dimensin poltica reconocible.

    En qu consiste un acto poltico de un joven argentino ac-tual? No hay referencia clara sobre esto; no hay imagen de actopoltico joven con potencia de paradigma. Es una pregunta realen el sentido de que no hay certeza sobre por dnde pasa la res-puesta; la respuesta sera un proceso de invencin (y tal vez ahgermine un carcter poltico).

    Algunos maestros, a lgunos nombres de peso en el mundo delas ideas, ensearon con actos y textos que una intervencin po-ltica es tal si subvierte las normas de la situacin. Pero creo quese malinterpretaron aquellas prestigiosas fotocopias, al decir chi-canero de Lewkowicz. En rigor, no se trata de incumplir las nor-mas, sino de ir ms all de ellas. Porque la normalizacin es unmovimiento que imagina la situacin en la que va a intervenir, yentonces la aborda cargndola de una imagen de s misma como

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    situacin. As es como el conjunto de leyes define rasgos de lasituacin y no slo prescribe y proscribe. El dominio no consistemeramente en poder prohibir y obligar sino en marcar el terrenodonde las cosas pasan. De all que hacer poltica pas a consistiren moverse y generar algo no contenido en cosas hechas previa-mente por otros, es decir, hacer terreno. Estos festivales tienen suimagen antes de suceder; poltica sera apropiarse de la situacin,del puro presente, dejando superflua esa imagen.

    Veamos un poco las escenas. El Personal Fest (asist a uno) eraimagen de celular y el lugar, noms, era de uso del celular. Justoesos usos que hasta hace poco no eran parte de sus funciones yahora parecen necesarios: el pseudo walkie talkie y el mensaje detexto (expresin con que los celulares se apropian de un forma-to, el texto, milenario). Bulla el lugar de contactos inalmbricos;esa intercomunicacin constante conformaba topolgicamente lasituacin. El lugar de los jvenes pasa a ser un lugar con muchoslugares. Lo cual va ms all de las situaciones masivas donde se usalargavistas para conectar posiciones distintas, porque ah todavalos puntos presentes estn eminentemente fijos. En estos festivales,se fragmenta tanto el lugar que hay que ubicar por celular a losotros puntos dispersos. Como si no se compartiera, estrictamente,el lugar, en tanto los traslados son en principio completamente in-dependientes; todo el tiempo todos estn de paso con cruces que

    duran un flash. La fluidez no toma alguna consistencia que corraal acto grupal del confortable descanso en su imagen-festivalprevia,prefabricada, que sale, as, intacta de la situacin.

    Creamfields, por su parte, tiene hasta imagen sonora: punchipunchi. al es el nombre del paradigma bajo el que se escucha esamsica. Sin dudas, all hay movimiento, hay mucho movimiento;pastillita y a saltar.

    Las drogas modelo de una situacin condensan de algn modo

    su disposicin subjetiva, sobre todo cuando su uso no es un plussino una parte del kit situacional. Y en la situacin msica elec-trnica tomar xtasis no es una picarda fuera de regla, ni la intro-duccin de una heterogeneidad desde la que refundar el sentidode las cosas, sino el movimiento prescripto. Lejos de la psicodelia,su deformacin de lo instituido, su expansin de las fronteras es-tticas, lejos tambin del ralentamiento de la marihuana, aqu ladimensin expandida es la velocidad de los movimientos. No slobailar, bailar a mil. Que los cuerpos se muevan no quiere decirque no haya letargo subjetivo. Porque no cualquier movilizacines autnoma y el agite puede ser redundante respecto de lo quehay. En los ocios negocio, es cierto que a uno le pasa algo, peroaunque pase en el cuerpo, est producido en otro lado; podemossentirlo pero la fuente activa, el lugar de creacin, es otro. Esta-mos entretenidos, tenidos entre las cosas, suspendidos.

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    El enano y la modelizacin del rock

    El enano parado junto a Robbie Williams tiene la misma mus-culosa negra, el mismo jean, la misma cara y mira igual que Ro-bbie. Le llegar hasta poco ms que las rodillas; fuera de eso essu doble exacto. Es un cartel cal lejero: quin sabe el enano puedaser un nuevo truco de computadoras. Pero tambin podra serun tipo que se dio cuenta de que si se disfrazaba de Robbie, real-mente se le pareca. Me lo imagino estrenando su hallazgo entreamigos: yo soy Robbie, loco; mir, sacando la estatura somosiguales. Un tipo que puede, as, pensarse sacando un rasgo quede por s es decir por una asentadsima costumbre social sepresenta como primordial y organizador de la subjetividad, untipo con esa fuerza afirmativa, esa prepotencia vital, es un hroede la auto invencin. Si viramos mucho al enano, olvidaramos aRobbie. No porque sea mejor sino porque, de tan iguales que son,no habra nada que extraar. Por el mismo motivo, olvidaremos

    al enano en lo que suena un ringtone.Ahora, si bien el enano es admirable por lo que su ocurren-cia demuestra como plasticidad subjetiva, el cartel viene con unagran frase que ubica al enano entra las personas que reciben platapor encarnar una figura ridiculizada por su ser fsico. No apa-riencia fsica. El cuerpo no es una apariencia, y aquella moralinaque critica como superficial las valoraciones basadas en el cuer-po, esconde un desprecio por la carne y su complejidad, por su

    poder fundante y su poder plasmante. Pero deca que el petisoest en una propaganda en la que hace de petiso. Porque debajosuyo y de Robbie una leyenda reza: No aceptes imitaciones. Esafrase declara el sentido de la escena. La enanez del enano pasa adenunciar que todos sus otros atributos son nada ms que unaimitacin; que el enano es un defecto respecto de lo que su ima-gen sera en su modelo ideal, y el modelo es Williams.

    De ser as y no un truco de computadoras, el enano habraaprovechado un proceso de trabajo vital e ntimo sobre s consigomismo y con los otros, para refuncionalizarlo como trabajo enel otro sentido (ese que es brindar la propia energa, y hasta ladefinicin de uno mismo, al designio ajeno, ese que como dice elrefrn si fuera bueno...), participando de un criterio circense delo que vale para el mercado, en una cnica reversin de las viejaspolticas de la diferencia.

    Basta transitar la calle para ser tomado como insumo por lamaquinaria publicista. La ciudad somete a sus integrantes a lasmiradas congeladas de personas agigantadas, reproducidas pormillares. Los modelos, como Robbie, miran para ser mirados.Miran con una mirada a los ojos: gesto de intimidad si los hay.En el momento en que se sacan esa foto (que ya no es capturasino produccin fotogrfica), estn fingiendo la mirada ntimapara que, grabada, sea ofrecida a cielo abierto a cualquiera. Va

    pantomima entregan el acto ntimo no slo a un pblico masivosino a uno ausente y virtualmente total.Hace tiempo ya que muchos rockeros son modelos; esto es,

    guas de consumo. Los modelos, o acaso los famosos en gene-ral, son atenuadores del caos del libremercado (Esteban Sch-midt dixit), pero del libremercado en un sentido que incluyeel mercado de los modos de ser. Hacen sufrir los modelos: unosiempre es menos, menos lindo, menos sano, menos adinerado,

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    menos feliz, menos perfecto. Incluso cuando las propagandasfabrican personajes imperfectos y los presentan como queribles,fortifican el modelo de plenitud que est en su matriz. Porqueles hacen defectos perfectos. No son versiones alternativas de lavirtud, sino repeticiones del modelo con atenuaciones realistasclaramente circunscriptas al defecto. Dicho de otro modo, no sedefinen por parmetros propios sino segn su distancia con elmodelo ideal: le sobran dos milmetros entre las paletas, o treskilos de caderas, diferencias puntuales que remiten al centro entorno al cual giran.

    Esta publicidad del enano promocionaba la emisin televisivade la entrega de premios de un canal estadounidense de msicajoven. Est visto que un premio habla casi menos del ganadorque del criterio del que entrega; entonces en este cartel lo que sepromociona, una vez ms, es el modelo de rock segn el cual decada rockero hay uno solo. odo lo que se parezca a Robbie Wi-lliams es ante todo una imitacin que apila defectos.

    Es cierto que un rockero no es un humano cualquiera: esthabilitado a movimientos muy extravagantes. Pero slo porquecondensa la variacin del rgimen de los posibles inducida porla situacin rockera. La estrella est encomendada a realizar unmodo de ser del cual todos somos socios. Entonces s, es distinta,pero hecha de la misma sustancia que el resto de la red donde suprctica se lleva a cabo. Esa comunin que posibilita el milagro

    del rock, esa consustancialidad entre lo que pueden y hacen p-blico y estrella, es lo negado por esta imagen: la estrella es otrotipo de persona, que, se ve, denuncia como imperfecto todo afn.Si queremos guardar en el rock un nicho de vitalidad potencia-dora, cuidmonos, nosotros, de su cooptacin mercantil, y noseamos nosotros mismos: imitmonos enquilombadamente paratrascendernos.

    Rock a la cucha! Para antropologa VIP

    Y se vino noms Lenny Kravitz. Es difcil no conocerlo (notenerlo neuronalmente inscripto): es el negro newyorkino quehace aos conquist el podio de los sex simbols del rock por lolargo y ancho de sus rastas, y que desde que se las cort supo noperderlo, porque apel a salir en los clips mostrando su muscula-tura high tech. Pero en el estadio de Boca ni eso mostr, ocultan-do su valor fsico en una inamovible camisa negra; tan suyo serya ese trono.

    Como era de esperar (y de exigir; conciencia consumidora),toc impecablemente, con diez instrumentistas de alto nivel, ysacudi su trasero y con l a decenas de miles de personas quehaban pagado entre 50 y 500 pesos para verlo en la Boca. Diocosas para pensar el que fue el ms importante show de rockinternacional en la Argentina post Croman. ampoco es queeste post est claramente definido; pero s est claro que el rock

    no puede ya ser lo que fue. Aunque es preciso admitir que ubicaren un mismo conjunto a un recital de Lenny Kravitz y uno deCallejeros (o de cualquier otra banda de rock chabn o inclusonacional) es un acto de libertinaje; casi tanto como lo sera decirque la Biblia y el manual de instrucciones de un celular son doslibros.

    Cuando se publicaron los precios de las entradas, la cantidad

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    de curvas del nmero 500 caus no indignacin, sino sorpre-sa generalizada (ahora ya es costumbre, porque ese fue uno delos primeros shows de una tendencia que se instal frreamen-te). Cmo puede una entrada valer tantas curvas? Quin estdispuesto a pagar esa cantidad por un recital? Quin tiene esacantidad de plata? Los Very Important Persons.

    Aqu no eran cuatro por cuatro polarizadas, ni grandes colum-nas que elevan y alejan a la exclusiva torre del suelo sucio del ba-rrio inseguro, ni countrys vigiliados por ex policas, sino una grancarpa, la que mantena a quienes la hubieran pagado separados dequienes no. En el medio de la Repblica de La Boca, una carpaVIP. El acceso es un ndice de poder hiperactivo en el neocapita-lismo. El lugar ofreca comidas y bebidas gratis, se repartiranalgunos DVDs y hasta haba consolas de video juegos, como paraentretenerse en micro antes del entretenimiento macro.

    Luego, en el plato fuerte, el recital de rock, el sector VIPestaba en la parte adyacente al escenario. Ocupaba las primeraslneas de las sillas que ocupaban todo el campo, cuyo pano-rama era el de filas y columnas, fijas, de gente sentada. Lassillas estaban amarradas entre s, para cuidar la comodidad delpblico. Y los esfuerzos organizativos en ese sentido no acaba-ban all : si algn emocionado fan cayera presa de la intensidadde la msica y su cuerpo se levantara obstruyendo la vista delos sentados atrs suyo, rpidamente un equipo de fornidos y

    trajeados caballeros se encargaba de llamarlo a sentarse. La li-bertad de uno termina donde empieza el servicio de 500 pesoscomprado por el otro.

    Muchos de esos caballeros, protectores de la multitud, se apos-taban entre el escenario y la primera fila, de cara a la gente, lalinda gente, que as era mirada sin cesar cuando supuestamentea lo que haba ido era a mirar. Porque si alguien fue dispuesto aalgo ms que mirar, no pudo saberse. Para el cuerpo, saltar, bai-

    lar, todo eso que se llama dejarse llevar, estaba atado al lmite desu ubicacin prescripta. En este recital de rock, la consigna eraclara: cada cual a su lugar.

    Al analista musical le tocara trazar la genealoga del sonido

    de Kravitz. Como siempre, podra llegar a los inicios del rock:Chuck Berry, Stones, Woodstock, etctera. Si consideramos al-gunas influencias extrarockeras (que el rock suele tener) como elsoul, quiz incluso pueda trazarse un camino armonioso en esaevolucin; quiz la msica de Kravitz sea un resultado directo dealgunos devenires del rock. Pero un recital no es slo la msica;el rock y en esto estamos o al menos estuvimos alguna vez todosde acuerdo no es slo msica (Yes tocando a Brahms es rock).Entonces nos falta un pedazo de la genealoga de lo que vimosen Boca. De dnde viene la conformacin de un recital con unaespacio VIP? El rock se banca tal conformacin? La situacin esun negocio, el rock el nombre de un producto con unas reglaspara tocar acordes y tonalidades, cuando su gracia era (es) quecomo msica comportaba una inmediata movilizacin extramu-sical. Como negocio, por otra parte, tiene la fuerza prepotente delo que se impone sin agente claro: hasta el propio Lenny cantaque rock is dead, y en el recital se esforzaba por conectarse conla gente de la popular, salteando a las sillas VIP. Acaso a l, queadems de ganar millones le toca componer y tocar, le genere de-

    sazn que la avanzada de su pblico sean los VIP y no los que seconectan ante todo con su arte. Porque las vedettes, los msicosfamosos, los periodistas de cara grande, las modelos, los polticoscon maquillador propio y los rugbiers que publicitan ropa y bene-ficencia para nios desafortunados, esos estn all haciendo otracosa. Desde la popu quiz sea un recital de rock; desde el VIP, larealidad es otra (en ese sentido es acertada la gran diferencia deprecios: no son precios de lo mismo).

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    Lenny es lindo. Lenny es glamour. Lenny es fama. Al cuerpodel dolo hay que cuidarlo y admirarlo. Es el centro de las mi-radas; de unas miradas que de antemano le atribuyen primacaen materia del prestigio de belleza. Gente variada y desconocidaentre s tiene a Kravitz como una referencia; l realiza una tareade conexin indirecta entre gentes lejanas. Cuanto ms uno seacerca a ese centro, ms ser visto, o al menos ms podr sentirque est siendo visto. En la zona VIP, la imagen no es slo unadimensin: toda la escena se achata en ese plano, no hay sinoimagen, y el plano adems tiene una imagen paradigmtica, do-minante. ener es tener imagen y se tiene cuando se conecta conese rey manantial. Sea parecindome, en la ropa o gestos; sea reci-biendo una miradita del astro; sea preguntndole cualquier cosaen rueda de prensa; sea al menos vindolo con vinoculares en elestadio, lo decisivo es contactarlo. Porque hemos decidido que ahest la papa y si no me engancho nada tengo. Entonces el preciode este tipo de alzamiento es una pauperizacin generalizada detodo lo dems.

    Estar a ll, pues, es acercarse a l centro gravitatorio del prestigiode la imagen bella y glamorosa, top, VIP entre los VIPs; verloes no quedarse afuera y acercsele es empaparse un poco de suatraccin rebosante. Le toqu la mano, le toqu la mano!. Estafrase causaba envidia luego del show y acaso sea una fidelidad

    profunda hacia el astro, confeso cristiano, ya que bien podra serparte de una historia sacra: mi cuerpo se contagia de la sustanciasalvadora cuando toco al que ms la porta. Aqu, fama y bellezaen manos del petiso de Brooklyn.

    Esto vala quinientos pesos. Dato no menor: esas localida-des se agotaron instantneamente. Es falso que en Argentina nohay plata. Est, ciertamente, mal distribuida, pero dicho esto no

    como crtica moral, ni tampoco slo como crtica utilitarista (ladistribucin mejorara el consumo y as las cosas todas); sospe-cho un problema de otro orden. La fsica cuntica termin dedemostrar que cambios de grado cuantitativos pueden implicarcambios cualitativos. No es que aqu no haya plata. Es que laplata as concentrada se transforma en algo que se utiliza de estemodo; la concentracin altera las propiedades y los sentidos. Esoes capital?

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    CRNICASDENATURALEZAURBANA

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    La verdad, como el sudor

    Hay momentos en que es necesario salir. Hacer fluir la sangre aotra velocidad y que por los poros emane agua usada, mientras losojos se reacostumbran en un panorama completamente diverso alde la casa-oficina. Dicen tambin que hay que pensar en nada oal menos pensar en otra cosa, y, optimistamente hablando, cadauno sabe otra cosa que qu. Confieso empero que en el circuitode distensin que suelo usar, la bicisenda que rodea al Rosedal,no hay vez que no me pelee mentalmente con alguno que no sabehacer uso compartido de instalaciones tan sencillas.

    Esta vez vena bien. El recambio sustancial cumpla. En unmomento tuve que pasar a un hombre que iba en bici delante moa menor velocidad. Vi desde atrs sus pantorrillas, de msculofirme con piel cansada, y su nuca de pelo gris. Vesta una cam-pera rompevientos negra cuando yo iba en cueros. Lo sobrepasotranquilo, sin manos en el manubrio, preguntndome sin querer

    si eso lo hara sentirse viejo.Despus de varias vueltas, bajo la velocidad; dicen tambinque no hay que parar de golpe, en general. A mi ritmo de paseo,el tipo cano de rompevientos negro me pasa por la derecha len-tamente. Mientras pasa lo miro a la cara, reflejo normal, pero nofue normal lo que encontr.

    Fue slo el instante en que pasaba, porque no se detuvo. Pero

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    presin y temperatura anmica, no cuestionamos que estn en losrboles o las plazas. A ll hasta las esperamos: son su lugar natural,al menos en la naturaleza programada de la ciudad.

    Mi ventana no es un rbol, seoras palomas, estn ustedesconfundidas, desubicadas, es parte de un edificio y los edificiosson de las personas para las personas. Son una irreverencia de lanaturaleza, palomas; un fragmento que se desinventari.

    Podra describirlas detalladamente. Pero quisiera extirpar lasneuronas de mi cerebro en que se han grabado esos ojos, ojosque, descubr con repetido pavor, laten. Laten esos ojos con unmovimiento gelatinoso hacia adentro y afuera. Quisiera borrarmetambin su repertorio sonoro. Algunos lo conocen pero pocos lotienen identificado, porque su lugar en la ciudad no es cercano anuestro aparato auditivo. Por eso en una novela uno puede leerel guau guau perruno o el po po de los pjaros como elemen-tos naturales del paisaje urbano, pero no hay en nuestro lenguajeun ruido institucionalizado de las palomas. Recuerdo El perfectoasesino (Te profesional), cuando la pber que est aprendiendola profesin de asesino solicita a su maestro que le ensee a usar elcuchillo. No. Empezs a la mayor distancia de la vctima, con laescopeta con mira, y recin al final aprends a manejar las armaspropias del cuerpo a cuerpo. Las palomas son un arma blanca,Picasso, slo se las conoce de cerca.

    ener el nido al lado es mucho peor que lo que sera convivir

    con ellas durante todo el tiempo que estn fuera de l. No todapresencia animal nos perturba: las que nos dan o miedo o asco oambas. El miedo se entiende, un posible depredador o lastimador.Asco nos dan las ratas, las cucarachas: los que habitan nuestrosresiduos, porque con ellos nos conectan. Estas palomas muchopeor: me hacen vivir junto a sus residuos.

    Salgo bastante. Y como en la calle Repblica de la India no

    hay casas, slo edificios, y su omnipresente seguridad privada nodeja de ser una fuerza de choque propia del inters de alguienparticular contra un conjunto que incluye potencialmente a to-dos los otros, cuando voy por ah camino por enfrente, la largavereda del costado del zoolgico. Minada, repleta, como pocas,de excrementos caninos. En la tierra la materia fecal sera abonosaludable para el suelo. Pero la naturaleza de las cosas vara segnla relacin de la que participe, y sobre el asfalto y las baldosas lasdeposiciones sobran, son desubicacin, mugre como paloma enventana.

    Se dice usualmente que son excrementos de perro, pero encuanto a propiedad son excrementos de persona. Claro: la gentepasea a sus mascotas por la vereda del zoolgico para acercarlas asu naturaleza animal. Y como encima todo el tiempo el aire estlleno del tufo del zoolgico, que es inconfundible y denso, se veque al olerlo a los perros les da por defecar. Como si el olor ani-mal los indujera a cumplir sus procesos orgnicos.

    Pero ese olor a zoolgico, tan caracterstico, no es de ningnanimal: ninguna especie, en momento alguno, larga ese aroma.All se mezclan todos los bichos, sus transpiraciones y excremen-tos y alimentos; pero tambin los productos que les ponen loscuidadores para baarlos o curarlos. Ese olor a zoolgico no esanimal, es el producto de un accionar humano.

    En el zoo, lugar donde la ciudad incluye al reino animal, se

    huele a la naturaleza en Buenos Aires como la carne de una ope-racin cultural. Pero como los perros estn tan humanizados queviven departamentos, ese brebaje olfativo artificial los toca en susensibilidad orgnica. Sus dueos aprovechan eso para descar-garse de la nica parte natural de sus mascotas que no puedenhumanizar en casa, justamente porque no son casas sino depar-tamentos, de higinicas torres. orres como las que la ciudad vioreproducirse aqu y all en los albores del siglo, en una notable

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    mutacin del perfil urbano. orres apodadas countrys verticales,porque en efecto su espritu es abandonar el suelo. Las columnassobre las que se apoyan son el contacto mnimo necesario conel piso del barrio, como las patas de una mesa donde alguien sesube por un ratn u otra cosa atemorizante. Por eso el mo no esbarrio: todos huyen ascendiendo, slo se comparte suelo comofatalidad.

    Los vigilantes s estn en el suelo, de a uno en cada terre-no: densidad poblacional establecida. Pero para arriba no pue-de saberse cuntos humanos hay, porque no se desprende de lascaractersticas del terreno. En esta moda de que valgan ms losterrenos que las casas, que ms que moda es una variacin en loscriterios valorativos, se lleva a cabo el paso al pensamiento vir-tual en materia poblacional. Cuando se mira un terreno ya no sepiensa lo que ese suelo puede albergar al ocuparlo en trminos decantidad de personas, sino directamente el suelo de cuntos sue-los podra ser. O mejor dicho, el suelo ya no cuenta de por s sinoen tanto que potencialmente puede soportar una colonizacin delaire. Han copado el aire.

    Buenos Aires est emplazada en una de las llanuras ms gran-des del mundo. Y en el campo, en la pampa, el cielo est paratodos lados. Sin embargo, en mi no-barrio para ver el cielo tengoque torcer el cuello hacia arriba. Ninguna perspectiva contiene aun tiempo suelo y cielo. Las torres, para algunos el acceso a una

    vista panormica de la ciudad, expulsan al firmamento de la vidaterrenal.

    Zooledad

    Olvid describir una parte de las palomas: su cuello. De cercase nota que sus cogotes repiquetean, se les hinchan y contraencomo si tuvieran dentro un corazn fuera de lugar. Y cuando ca-minan, a cada paso cabecean violentamente hacia delante, pico-teando el aire, posedas; y sin embargo en las plazas hay quieneslas alimentan: se sientan en bancos abandonados y se ponen aalimentar palomas.

    Suelen planificarlo desde su casa y llevan pan para atraerlas.Arrojan trozos a lrededor y esperan. No es una espera cualquie-ra: es extremadamente espera. Porque tiene una obligacin, unrequerimiento ineludible para ser exitosa: estas personas debenquedarse duras, quietas como estatuas. Una espera que someteal cuerpo: para que las palomas se acerquen a comer, tienen quesuprimir todos sus movimientos y slo mantener activos los rga-nos de ver. El resto del cuerpo debe estar inactivo, pasivo como

    muerto.ienen que casi desaparecer para que se acerquen las palomas,quienes claro, cmo no van a ir si les regalan la comida. Vansolamente cuando la escena puede transformarse en su escena,cuando mandan ellas y el humano est suprimido, inmerso ensu ilusin de compaa. Lejos de ser una compaa, las palomasson lo que redunda en la calle, son tan compaa como la lluvia,son lo dado, lo que no nos necesita. Bordean lo carroero, estn

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    muy lejos de la dignidad de las serpientes que deben matar ellasmismas a su presa para que devenga alimento; las palomas son laplaga y la plaga no tiene valores, la plaga es la estpida violenciade la reproduccin infinita punto en el cual las palomas se ase-mejan bastante a la lgica del capital: la estpida violencia de lareproduccin infinita.

    Mata moscas y mosquitos

    Una invasin de mosquitos es terrible, abrumadora. Para losermitaos, por ejemplo, es fuente de paranoia: Mi casa se llende mosquitos, escuch varias veces esta semana. No: los mosqui-tos se desparraman por la ciudad como el agua en el piso.

    Uno los mata, es verdad, y matarlos es lindo. Pero son tan chi-quitos que ni el ms mnimo chillido se oye, mueren en silencioen el plano sonoro no mueren. Entonces si bien es darle muertea un ser, el sufrimiento que percibimos causar no se equiparaal que recibimos. Nuestra molestia constante ve fracasar su ven-ganza en la inmortalidad del enemigo como especie, ejrcito dereserva eterno.

    Los mosquitos, por otra parte, son fundamentales en la his-toria humana. Porque son la demostracin ms irrebatible de lainexistencia de Dios. En un mismo cosmos, si uno lo piensa, oUno u otros, por lgica. En su infinita reincidencia, en su insig-

    nificante dao, en su ineludible molestia, los mosquitos nieganla existencia celestial mucho ms que las espectaculares guerraso el hambre, calamidades de escala divina. Arruinan la vida, losmosquitos, sin siquiera tragedia.

    Los mosquitos tienen, adems, una relacin compleja con lasmoscas.

    No tanto porque en su vida cotidiana tengan vnculos direc-

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    tos; ms bien me refiero a la relacin que tienen lo que en el mun-do humano se llama mosca y lo que se llama mosquito. Comoenemigo suele agruprselos: mata moscas y mosquitos. Los dejabien muertos! Sucumben frente a la misma sustancia, s, pero encambio en el mano a cuerpo las moscas son cien veces ms dies-tras.

    Sin embargo ambos insectos tienen una diferencia mayor, unpunto donde sus existencias se bifurcan en caminos negativos,simtricamente opuestos. Vemoslo desde un efecto. Un platode sopa donde se posa una mosca, aunque sea un instante, seradesechado por una gran cantidad de gente. En cambio muchamenos gente desechara una sopa tocada por un mosquito. Esque las moscas dan asco por frecuentar nuestros excrementos, encambio los mosquitos molestan por acudir a nuestra sangre, pa-rientes vulgares del gran Conde (ese que, por su parte, demostrque la vida eterna slo es posible si uno est eximido de reflejarseen los espejos). Una sopa manchadita en sangre, vaya y pase, peroen heces, mejor ayuno.

    Excrementos y sangre: en realidad ni moscas ni mosquitos quie-ren la sopa; ambos explotan nuestro aparato digestivo. Su procesode nutrimento es un sistema transcorporal que nos abarca. Unosvan por lo que nuestro cuerpo discrimina negativamente, por loque nos sacamos de encima. Los otros por lo que nuestro cuerposelecciona, por la sntesis ms fecunda de los alimentos; nuestra

    riqueza bsica y lograda, tesoro vital que de tanto en tanto sedesparrama en nuestras palmas cuando aplastamos un mosquitorecin comido, con nuestra sangre an no transformada en lasuya, sino hinchndole el estmago como bombita de agua, y anas mueren sin ruido.

    Todo est en la maceta

    iene que estar escrito que las macetas cargan la violencia dela conquista humana de la vida natural toda; son esa violencia.Que lo que las macetas introducen en las casas nos conecta mu-cho menos con el mundo natural que con la historia del arti-ficio cultural y la capacidad tcnica entendida como control delentorno. ener una planta es tener, primero que nada, una ma-ceta: plstico o cermica, su materialidad es de sometimiento, suimaginario de comunin.

    Sealamiento que se relaciona seguro aunque no s bien cmocon esta otra cosa:

    En las computadoras, bandera de la fascinacin tecnolgi-ca, los monitores cada vez tienen mejor definicin. La ostentancuando dejamos la pantalla quieta equis minutos, con imgenesmviles que se activan automticamente. Son secuencias que vie-nen pregrabadas y generalmente consisten en reproducciones de

    flores, cascadas, ocanos, animales exticos, y cada vez ms danla sensacin de superar sus modelos. Despus incluso el bichoreal resulta imperfecto. El valor intrnseco de la tecnologa (con-cluyendo desde esta premisa nica) se prueba en su capacidad deemular la naturaleza.

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    Petrleo en todos lados

    Algo en Croman pas inadvertido, uno de los carriles his-tricos de los que esta tragedia fue estacin, una de las fuerzas delmundo que confluy en tanta muerte joven junta.

    Qu era all la media sombra? No en cuanto a su funcin,ni a la responsabilidad sobre su presencia. Ms bien, pensada lasituacin en su plano material; pensado Croman como unareunin especfica de sustancias. Las procedencias de dichas sus-tancias cartografan los puntos del planeta que, va sus derivados,tienen presencia en la situacin. Cmo llega una media sombra aser parte de un lugar recuperado para el rock?

    Son notables los procesos de combustin. Nos parecen co-munes por puro hbito, pero qu sujeto de a pie puede explicarcmo un slido se hace fuego (digresin: el fuego es materia oenerga? Ocupa lugar, pero si es materia, en qu estado?) y delfuego se hace humo? Adems lo que llamamos fuego es toda una

    familia de tipos de fuego, que vara segn material incinerado ycondiciones climticas. El humo de Croman fue relatado comoespecialmente negro, denso, sdico. Petrleo quemndose.

    Cuntas historias de la historia humana tendrn al petrleocomo imagen clave en su derrotero? Croman es una de ellas.El rock argentino tiene al petrleo procesado quemndose comouna de sus postales ineludibles; y Croman es un incidente de lasociedad petrolera. Que la situacin rockera se materialice segn

    la disposicin de la industria petrolera, de la economa petrolera,muestra por otra parte cunto los nichos tribales, los submundosy etctera, estn a veces amarrados a su poca por manijas queno ven.

    El peligro de la pirotecnia ya se saba. ambin el de la corrup-cin, el de la desidia y el de la estupidez. Ahora vimos el peligrode la media sombra: lo lleva en su sustancia y la conecta con, porponer un par de ejemplos, la horca de Saddam Hussein y el preciode las biromes.

    PD: lo que tangencialmente me lleva a pensar: est escrita lahistoria del agua? Del sedentarismo hidroflico a la guerra Israel-Lbano, pasando por las etiquetas que Aguas Argentinas pega enlos baos de los bares para instar a consumir menos agua, y es ob-vio que alguna historia hay si una empresa de ese tamao, basadaen la maximizacin de la ganancia, invierte para que sus clientesconsuman menos.

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    Cromaonizacin de Buenos Aires

    No hay que olvidar lo que le pas a esta ciudad . Recuerdo porejemplo un mail: Muchachos, suspendo la reunin de maana.Voy a irme de la ciudad a algn lugar con aire puro. Pero loscaminos estaban cortados por el humo. La cromaonizacin de laciudad, en cctel letal, expulsa a la vez que encierra. A todos porigual; en ese sentido esta nube txica es lo ms democrtico quesucedi aqu en mucho tiempo. Ms an que el granizo trans-gnico y la nevada patritica, en tanto el humo es una mismagran masa que cubre nuestras pieles por igual, casi unindolas.

    odas las pieles unidas por el espanto, las pieles y los bron-quios, porque el humo de omnipresencia divina se mete no sloen nuestras casas y departamentos, sino tambin en cada cuerpo,contaminando cada inspiracin, cada aspiracin.

    Ya de movida esta ciudad naturaliz tanto su escisin respecto

    del terreno natural en el que est emplazada (cada cunto vamosal ro, por ejemplo, o mejor an, cada cuanto recordamos que esuna ciudad costera?), que de pronto recibir efectos de su existenciagenera una extraeza nueva, y encima a esta guisa apocalptica,inasible, total, lo primero que produce la nube es encontrarnoscon nuestra pequeez e impotencia.

    Hagan algo, por favor, alguien haga algo; al menos escriban.Cuando carecemos de recursos para intervenir en la fuente de lo

    que nos afecta, nace el poder (un poder) de la escritura, prcticaque nos transforma a nosotros y as al entorno. Porque como decaFederico Levn, la frase siempre se escribe para otro significa quese escribe para devenir otro escribiendo, e, invirtiendo a Ortega yGasset, si cambio yo cambia mi circunstancia. Por favor no olvi-den y escriban. Quiero leer relatos, novelas, ideas, apropiacionesimaginativas de esta porquera excepcional. Como por ejemploalgunas hiptesis que o: lo hizo Clarn para aumentar ventas; lohicieron los yankis ensayando y/o por gusto; lo hizo Greenpeacepor obvios beneficios; lo hizo Diosito por obvios motivos.

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    Los vidrios estn sucios

    Los vidrios estn sucios; la mugre se nota ms cuando hacevisible algo transparente que cuando oscurece el color de algocoloro (protagonista en vez de condimento).

    La mugre en el vidrio delata la forma de la multitud de gotasque hubo all; en su momento, el polvo se peg al agua y la sobre-vivi. Arqueologa de la lluvia veo, en vez de afuera.

    Con papel de diario (con diario) hago el movimiento de lim-pieza, Seor Miyagui. Sabido es que la suciedad nunca desapare-ce, sino que se traslada; limpiar es ensuciar otra cosa y la higienela correcta ubicacin de la mugre.

    Las huellas redonditas desaparecen, suplantndolas ahora ra-yones que lo que atestiguan es mi movimiento danielsanstico.No s si est limpio, pero est limpiado; el polvo es el mismo,pero su organizacin la dio el humano.

    El mejor amigo del hombre

    En la selva, la noche es una masa negra de aire tangible, pro-tagonizada por una sinfona de sonidos totales. La naturalezamanda en este campamento precario, un claro de diez por treintaentre la alta y tupida vegetacin; cualquier cosa puede pasar.

    Miedo: una de las cosas que ms atraviesa en comn a los hu-manos. O a todo el reino animal? Ahora me acompaa un perroque parece ignorar el acecho que sufrimos: corre de ac para allexcitado, gozando el suelo, feliz en el circo de las sombras rumo-rosas. La cautela de mis pasos contrasta con el estampido hmedode sus pisotones al ir y venir, la lengua bailoteando fuera de laboca abierta como nio desencajado de diversin.

    El perro me tranquiliza. Genera una rbita de seguridad a mi al-rededor. El terreno delimitado por sus pasos es un crculo protegido,vigilado, predecible, no tanto porque dominara a un eventual agre-sor, sino porque percibira cualquier amenaza de bicho cercano y mealertara. Entre ellos se reconocen antes, estn ms acostumbrados,

    son consustanciales: naturaleza animal. El perro ah est entre lossuyos. Los responsables de esos ruidos temerarios son sus semejan-tes. Y sin embargo es el mejor amigo del hombre. Una pieza de lanaturaleza me indica que el entorno natural no es riesgoso. Peroentonces eso habla no de algo noble en el perro, habla de una espan-tosa traicin: es un informante de lujo para el hombre, es el capatazanimal, el que se vende, el cooptado que se entrega al conquistador;el perro es la porcin de naturaleza ms colonizada por lo humano.

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    Todos los das se aprende algo

    En la montaa, el ladrido perruno es ruido urbano. Estoy en

    la cima de una montaa relativamente pequea, que forma juntoa otras una cadena; estoy en el filo. Se ve desde aqu un gran pa-norama de picos: los Andes, carajo. Pero la perspectiva no coin-cide plenamente con lo que se supone de una perspectiva desdela cima, porque me contiene un frondoso bosque que impide elahnco visual panormico.

    Compensa el bosque con su pltora multisensorial. Unos paja-ritos, por ejemplo, muy veloces y giles, que seran a los colibreslo que los Elfos a los Hobbits, chiflan tecnolgicamente. De pron-to se oye a lo lejos un ruido como de catarata. rona, pero no esagua: es la montonera del viento. Se acerca crece el tronido, ylos rboles se agitan en un efecto domin que se avecina colosal-mente.

    Sobre mi cabeza, arriba de los rboles, giran aguiluchos. Lajuegan de guapos con alas de planear. Chillan fuerte, mas con

    pereza.Y en esta montaa de mierda me pregunto cmo la seleccinnatural segunda en rango detrs de la Nacional decanta en tanprofusa variedad de pinches.

    Y ah de nuevo la cascada. A veces se oye a lo lejos y se acercapero pasa por el costado; el viento, como el agua, esquivando lasalturas. Pero otras me revira los techos y los rboles del bosquelloran sus babas a grito pelado.

    Muy lejano, en un rincn del atrs, se deja sentir cada tanto elobstinado motor de algn auto. O ladridos de perros; ruidos dela ciudad.

    Me vine a la montaa porque Mahoma est de fiesta.Me voy con el hueso en la mano.Me voy con un recuerdo de la faena que no realic.

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    Los puntos

    El agua del mar me llega al ombligo y veo mis pies en detalle.

    ambin el fondo, manto arenoso ondulado, como un techo dezinc cuyas lomas y canaletas zigzaguean, relajadas por el trpico.Distintas piedritas y pedazos de caracol se mueven en el lecho,delatando las corrientes.

    Entre la superficie y el suelo marino hay una profusin depuntos brillantes. Ser sal esta mirada de puntos que parecenbrillantina o purpurina plateada; sern pedacitos de caracol tri-turado en vas de hacerse arena? Es como una gigantesca red tri-dimensional de puntos muy cercanos entre s, sumergida en lagran masa lquida que aplasta la costa. La red danza siguiendo lasoleadas: el destino de cada punto es solidario con el del agua quela contiene.

    Son slidos los puntos, eso seguro. En rigor, forman parte de

    la densidad del mar tomado como cuerpo. Las fuerzas que presio-nan el mar (el peso del aire, la dureza del suelo, los movimientosde sus habitantes permanentes y los visitantes, etctera), encuen-tran una resistencia que incluye esa red de puntos misteriosos. Poreso, siguiendo en rigor, suplantar el mar por el agua incurreen empobrecimiento, reduccin, prdida, discriminacin, cegue-ra, desidia, irresponsabilidad.

    El brillo de estos puntos (se dira que iluminan) es el mismobrillo, apenas ms lejano de la fuente de origen, que el molestoreflejo del sol en la superficie. Y tan chiquitos son estos puntosque la potencia de su propio brillo los oculta.

    Y tan chiquitos son, que no entorpecen para nada la visibili-

    dad de mis pies, el fondo. Se puede nadar tranquilamente, con losojos cerrados, habiendo ya visto libre de interrupciones el espaciodonde trasladaremos nuestro cuerpo de modo tan inhabitual. Latransparencia del mar su preponderancia acuosa, al fin no esslo un valor esttico, sino ante todo prctico.

    Me adentro bastante ms all de donde dejo de hacer pie, elfondo estar a cuatro o cinco metros, absolutamente visible. Mesumerjo y bajo el agua hay otras reglas. Los parmetros de la per-cepcin se trastocan; tambin las leyes del movimiento: se puedenadar con los brazos junto al cuerpo, como suprimindolos, y laspiernas juntas, haciendo ondas con el cuerpo que terminen enimpulsos de pez.

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    Bases del ciclismo como pensamiento urbano

    Las ponderaciones ecolgicas y cardacas del ciclismo son bien

    conocidas; tambin su carcter prcticamente inofensivo hacia losotros. Son ponderaciones de sentido comn. Pero el ciclismo noslo cumple con una serie de mritos preexistentes, y si en vez depensarlo desde un lugar neutro e inercial como el sentido comn,apostamos por un pensamiento que sea hallazgo del cuerpo alcalor de la traccin a sangre, adquiere el ciclismo un sentido es-pecfico.

    Una de las virtudes de esa prctica se hace patente en una su-perficie cada vez ms visible en la ciudad: la cara de orto tpica delos ciclistas. Ceo fruncido, ojos esforzadamente entrecerrados;cara no tan de orto como de dificultad, de clima adverso. Es queel aire viene cargado de para empezar a hablar el humo de loscolectivos, la mugre que levantan del suelo, los mltiples despren-dimientos de los rboles, violentados hacia uno por el viento osu mera cada, provocando en suma la patente cara. La bici abre

    acceso a todo un campo sensorial. Y las cosas que se sienten porusarla fenomenologa ciclstica son mucho ms variadas que lasque el ciclista se pierde por no andar en auto. Y sobre todo msricas, porque vienen indeterminadas, no anticipadas por un bo-tn luminoso que las define y regula el modo de su presentacina piacere.

    Al automovilista los estmulos externos le llegan mediados porsuperficies que los traducen al lenguaje siempre igual del micro-

    clima del auto. La cara de orto de andar en bici es, en cambio,la cara del roce con lo real; si la dicha no se nota es porque nosiempre es una cosa alegre.

    Habitamos, con frecuencia, imgenes naturalizadas. Por ejem-plo, cuntos milenios fue plana la tierra? Se la habitaba comoplana; lo que se llamaba tierra era plana. Hoy, en Buenos Aires,hay un corrimiento similar. Del suelo que pisamos tenemos laimagen congelada de una costumbre, pero al revs: la ciudad esmucho menos chata de lo que los porteos asumimos. Esa ima-gen que aplana la experiencia es por un lado lastre del orgulloagro exportador de la pampa hmeda; todos los dibujos escola-res enfatizan la lisura. Pero esa imagen plana tiene tambin otraprocedencia, o mejor, otra constitucin: es una chatura hecha depetrleo. Porque nuestra conexin con ese suelo est mediada porla nafta, que nos vuelve imperceptibles muchsimas inclinaciones,lomadas y pendientes que cartografan nuestra Santa Mara.

    En bicicleta, se arma otro mapa de la ciudad. La imagen delterreno urbano recupera progresivamente su tridimensionalidad.Recupera caractersticas geogrficas perdidas en la insensibiliza-cin que el sentido del tacto sufre en el coche, donde se ve mono-polizado por la presin homognea del acelerador bajo la puntade los pies. Ese elemento, el acelerador, redirecciona la afectacinque las cuestas producen en el cuerpo hacia la nafta. En bicicleta,

    en cambio, el cuerpo pasa a ser la medida de las cosas.

    El acelerador marca an otro aporte diferencial que el ciclismorealiza a la salud, en este caso a la salud anmica. Est bastanteclaro que el estado emocional incide en el modo de transitar lacalle; el cuerpo est en juego, no slo su integridad sino su modode ser. En el auto, la mayor o menor tensin del conductor tie-ne un correlato fsico imperioso: pisar el acelerador, que siempre

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    El casco tiene una esttica muy clara: la esttica del cuidado.Voy a referirme a la esttica del cuidado en accin, desde unode sus efectos: he notado, consultado y reconfirmado que yen-do en bici con casco por Buenos Aires se puede pasar fumandomarihuana delante de los policas y no se dan cuenta. No lo ven,aunque uno pase muy lentamente; el casco lo hace invisible. Elcasco demuestra una zona segura: en la perspectiva de esos tiposel casco corona un segmento sustrado del campo potencialmentedelictivo. As, nos volvemos invisibles a los ojos guardianes. Allest trabajando la esttica del cuidado: se asume que el que secuida a s mismo cuida a los otros.

    De la tragedia Croman se ha sealado lo impresionante deque fuera efecto de una cadena de responsabilidades de la quecualquier eslabn, por s solo, tena suficiente poder como paraprevenir el accidente. Pero lo ms grave es que esos mismos esla-bones se veran perjudicados si suceda; no hubo malicia. Si losinspectores, Ibarra, Chabn, los que tiraron las bengalas, Calle-jeros, se hubieran ocupado de cuidarse seriamente a s mismos,habran tambin cuidado al resto. En Croman se ve la preca-riedad actual de la construccin colectiva del presunto instinto desupervivencia y cuidado de s, la debilidad relativa que el quilom-bo social produce en el amarre con la vida.

    Quien atropella a un ciclista tambin tiene altas chances deperjudicarse. An as la ciudad es hostil para los ciclistas. No slo

    por los autos: desde la vigencia del empedrado se nota que BuenosAires no est pensada para el ciclismo. Sin embargo, hay genteque quiere presentarse en bici en el trnsito urbano, con sudory riesgo de sangre. Los ciclistas valen menos que la ilusin develocidad. Y hay que atreverse a vivir en un entorno que te valoramenos de lo que vos te valors. Es una decisin de vivir como sequiere que sea el mundo aunque el mundo no proponga ese modode vivir, es hacerle el aguante a la ciudad.

    NDICE

    Palabras previas ......................................................................3

    N

    Decapitaciones, demasiado sentido .........................................7Evangelina, el espectculo del receptculo ...............................9Krupoviesa no lo toc. Verificacin meditica ....................... 12Existe realmente Lionel Messi?Estatuto global de lo nacional ...............................................15Rial dice Rial. El yo televisivo ...............................................19La noche del Diez, ocaso histrico de la interioridad ............ 21Sos un yow! ........................................................................ 24El cybercaf de la esquina, un cachico de cultura .................. 26Festivales, imagen y poltica ..................................................29El enano modelo .................................................................. 32Rock a la cucha; para una antropologa VIP .........................35

    C

    La verdad, como el sudor ......................................................43La expulsin del firmamento ................................................45Zooledad ..............................................................................49Funcin histrica de los mosquitos ....................................... 51

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    En la maceta est todo .......................................................... 53Petrleo en todos lados ......................................................... 54

    Cromaonizacin de Buenos Aires ....................................... 56Los vidrios estn sucios. ........................................................ 58El mejor amigo del hombre .................................................. 59odos los das se aprende algo (ladrido en la montaa) ......... 60Los puntos ........................................................................... 62Bases del ciclismo como pensamiento urbano ....................... 62