Sindrome postencefalico
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Universidad Central del Ecuador FCM – Escuela de Medicina
Marcillo Chávez Christian J.
HCAM- 1
6to semestre
Síndrome Post encefálico
Antecedentes históricos
La alteración de la personalidad y del comportamiento puede ser debida a una enfermedad,
una lesión o una disfunción cerebral puede ser de carácter residual concomitante con una
enfermedad daño o disfunción cerebral. En algunos casos las características concretas de
las manifestaciones de estos trastornos de la personalidad y del comportamiento residuales
o concomitantes pueden sugerir el tipo o localización de la afección cerebral.
El síndrome post encefálico son los cambios de comportamiento residuales que se
presentan tras la recuperación de una encefalitis vírica o bacteriana. Los síntomas no son
específicos y varían de unos a otros individuos, de acuerdo con el agente infeccioso y,
sobre todo, con la edad del enfermo en el momento de la infección. La diferencia principal
entre este trastorno y el resto de los trastornos orgánicos de personalidad es que es a
menudo reversible.
Etiología
Lipowski considera que la compleja manifestación del cuadro clínico se debe a la estrecha
interacción de múltiples factores inherentes a:
1. La causa orgánica o agente
2. El paciente o huésped y
3. El ambiente externo
1. LA CAUSA ORGÁNICA
Es el agente que causa disfunción metabólica del cerebro, daño en su estructura o ambos, y
es condición necesaria para la aparición del síndrome. En su modo de acción debemos
tomar en cuenta:
1.1 Grado de fuerza. Se refiere a la mayor cantidad o intensidad en la acción del agente: así,
el mayor grado de hipoglicemia, hipoxia, toxina circulante, etc., o la mayor severidad de un
traumatismo encéfalo craneano, aumentarán la probabilidad de disfunción cerebral.
1.2 Simultaneidad de varios factores patógenos. Tal como sucede en quemaduras severas,
cirugía, infecciones, etc. Así, por ejemplo, en el delirium postquirúrgico, se aúnan los
factores de estrés por la intervención, dolor postoperatorio, insomnio, medicación antálgica,
desequilibrio electrolítico, infección, fiebre y pérdida sanguínea. Factores de toxemia,
hipoxia, alteraciones del Ph sanguíneo potencian su efectividad y pueden causar un
síndrome de delirio. En un anciano, un infarto cardíaco causa hipotensión arterial que lleva
a un estado de delirium en un 13% de casos.
1.3 Extensión o amplitud del compromiso cerebral. El daño o disfunción cerebral puede
ser:
a). De tipo global o generalizado, tal como en la insuficiencia metabólica cerebral por
déficit en el aporte de oxígeno, glucosa, vitaminas y otros substratos esenciales; o en las
encefalopatías metabólicas de origen hepático, renal, pulmonar, etc.; o en los trastornos
estructurales generalizados, sean degenerativos o vasculares y que causan los síndromes de
delirium, estado confusional y/o demencia.
b). De tipo localizado o selectivo; así, la acción sobre la región reticular del tallo cerebral
causa entorpecimiento de la conciencia; algunas drogas y virus tienen afinidad específica
por el sistema límbico; el LSD 25 produce una hipersincronía en el hipocampo; la falta de
tiamina daña las estructuras diencefálicas provocando un síndrome amnésico.
1.4 Modo de acción. Si la alteración es repentina e intensa (crisis hipertensiva,
hipoglicémica, hipocalcémica) o rápidamente progresiva (invasión de una neoplasia
maligna), se puede producir grados variables de entorpecimiento de conciencia, delirium o
crisis convulsiva. Si el cambio es lento y prolongado (crecimiento de un tumor cerebral,
hematoma subdural crónico, intoxicación crónica con barbitúricos o monóxido de carbono,
hipotiroidismo crónico, anemia perniciosa, deficiencia nutricional prolongada, procesos
degenerativos del sistema nervioso central) o si los trastornos patológicos se repiten a
menudo (traumatismos cefálicos en boxeadores, reiterados infartos cerebrales, crisis
hipoglicémicas), se presentará una psicopatología de inicio gradual y de curso subagudo o
crónico, de tipo demencia, a veces irreversible. Si el trastorno patológico es único
(intoxicación por CO2, paro cardíaco, un TEC), resultará un grado de déficit psicológico
estacionario, sea global o selectivo, que salvo casos muy severos, puede ser compensado
permitiendo una buena adaptación y competencia. La patología de un curso irregular como
en los cuadros cerebro vasculares, resulta incierta e impredecible y en los estados iniciales
puede dar lugar a depresiones severas y/o ansiedad, a veces con tendencias suicidas.
Pueden, además, presentarse síntomas psicóticos.
2. FACTOR HUÉSPED
Se refiere a las variadas características de cada paciente, tales como:
2.1 Edad. El factor etiológico tiene efectos psicopatológicos diversos según la edad del
paciente. En un niño, adolescente, o adulto joven frente a un TEC, tumor cerebral,
infección o intoxicación, son frecuentes las manifestaciones de tipo delirium o estados
confusionales, con somnolencia e irritabilidad. Los daños irreversibles, moderados o leves
tienden a causar trastornos de conducta y déficit cognoscitivos circunscritos más que una
demencia o síndrome amnésico. Entre los 40 y 60 años se incrementa la tendencia a la
patología crónica cerebral acompañada o no de trastorno cognoscitivo. Es una regla dictada
por la experiencia clínica considerar que toda persona con más de 40 años, que presenta un
cambio de personalidad, tiene algún tipo de enfermedad cerebral, primaria o secundaria, de
inicio reciente, a menos que se demuestre lo contrario. Después de los 60 años, en que es
común un grado variable de degeneración cortical compensado, es frecuente que en
relación con factores orgánicos o psicológicos aparezcan alteraciones cognitivas que no se
producirían con un cerebro normal. Infecciones respiratorias, urinarias, anestesia general,
deshidratación, drogas, estrés psicológico, en un anciano, suelen causar un delirium que, si
no recibe tratamiento adecuado, puede convertirse en déficit permanente.
2.2 Grado de vulnerabilidad personal. Los mismos factores orgánicos o de estrés
psicosocial, en personas de la misma edad, determinan diferentes tipos y severidad de
respuestas patológicas según la susceptibilidad de la persona afecta, lo que podría deberse a
una predisposición genética y/o a factores adquiridos neurofisiológicos o psicológicos; son
ejemplos, la conducta agresiva en casos de embriaguez patológica en personas con daño del
lóbulo temporal por TEC; los estados de delirium y síntomas alérgicos con dosis
terapéuticas de digoxina, antidepresivos tricíclicos, ansiolíticos, penicilina; el delirium y
alucinosis desencadenados por la abstinencia de alcohol, barbitúricos o sedantes en
personas dependientes.
2.3 Factores de Personalidad. Es evidente que muchas personas tienen una predisposición
psicológica permanente para responder con sintomatología cognoscitiva o psicótica a una
amplia variedad de factores que deterioran el normal funcionamiento cerebral. Hay factores
estructurados de la personalidad que parece tienen importancia predisponente como
aquellos relativos al campo perceptivo cognitivo y a síntomas de ansiedad por empleo
inadecuado de los mecanismos de defensa del ego.
2.4 Patología orgánica preexistente. El antecedente de daño cerebral de cualquier origen
predispone al delirium; igualmente, la presencia de enfermedades sistémicas crónicas
renales, cardiovasculares, autoinmunes, hepáticas o pulmonares, favorecen estados de
delirium, confusionales o demenciales. La deprivación del sueño y/o su fragmentación
puede iniciar un delirium, especialmente en ancianos.
3. FACTOR AMBIENTE
El exceso o defecto de la estimulación sensorial, el aislamiento social (pérdida de contactos
interpersonales), poca familiaridad con el medio circundante (hospitalización, cambio de
casa, por ejemplo) puede causar algún grado de deterioro cognoscitivo o anormalidad de
conducta en una persona con deficiente proceso de información por daño cerebral. La
población anciana es la más vulnerable a estas influencias ambientales que pueden facilitar
el comienzo de un delirium o agravarlo.
Psicopatología
Malestar general, apatía o irritabilidad, cierto déficit de las funciones cognoscitivas
(dificultades de aprendizaje), alteración de los hábitos del sueño y de la ingesta, cambios de
la conducta sexual y disminución de la capacidad de juicio. Pueden presentarse muy
diversas disfunciones neurológicas residuales tales como parálisis, sordera, afasia, apraxia
constructiva o acalculia.
Alteraciones en los sistemas
Parálisis,
sordera,
afasia,
apraxia
constructiva o acalculia.
Síndromología
Sensopercepciones: No presenta cambios considerables
Atención: Hipoprosexia, Distraibilidad
Lenguaje: No presenta cambios considerables
Inteligencia: No presenta cambios considerables
Conciencia: No presenta cambios considerables
Orientación: No presenta cambios considerables
Memoria: No presenta cambios considerables
Pensamiento: Retardado
Afectividad: Irritabilidad, y apatia
Voluntad: Hiperbulia
Alimentación: Polifagias
Sueño: Insomnio
Sexo: No presenta cambios considerables
Motilidad: Hipo activa
Laboratorio y Gabinete
Hematológico, bioquímica sanguínea, dosaje de hormonas, líquido cefalorraquídeo, etc.
como ayuda al diagnóstico de procesos médicos subyacentes.
Electroencefalografía.- convencional o computarizada, de gran ayuda para distinguir entre
delirium (fondo de actividad de ondas lentas, difusas) y otras psicosis funcionales y
trastornos episódicos. En la demencia, el EEG presenta alteraciones precoces pero
inespecíficas, y ayuda a descartar una pseudodemencia depresiva; un cuadro de demencia
bien establecido con un EEG normal o con muy ligera alteración, nos orienta a una
enfermedad de Alzheimer.
Exámenes radiológicos.- La radiografía simple de cráneo da signos valiosos sólo en muy
contados casos. La tomografía axial cerebral computarizada (TAC), simple y contrastada,
es un valioso examen que ayuda a encontrar lesiones cerebrales con desplazamiento de
estructuras. Está indicada cuando el estudio de un paciente sugiere: 1) anormalidad focal en
el examen neurológico, 2) EEG con anormalidad focal o generalizada, 3) demencia, 4)
estado confusional persistente inexplicable, 5) convulsiones, 6) historia de ataques de rabia
o conducta agresiva, 7) pruebas psicológicas que denotan organicidad, 8) historia poco
común de cefalea.
Imagen por resonancia magnética.- Ahora más usada que la TAC, con más o menos
iguales indicaciones, es el método ideal para evaluación del S.N., tiene la ventaja de no
someter al paciente a radiación y da una imagen de mejor definición y contraste en tejidos
blandos, siendo muy útil en el diagnóstico de hemorragias e infartos cerebrales, aún
pequeños y multifocales, quistes, etc.
Pruebas psicopatológicas o neuropsicológicas
Se empleará aquellas que permiten detectar organicidad. No hacen el diagnóstico pero
pueden confirmarlo; son útiles el de Bender (capacidad de percibir y copiar exactamente
ciertos dibujos); el de Benton, similar pero con intervención de la memoria visual; en la
prueba de inteligencia de Weschler, la escala de memoria tendrá puntajes más bajos que la
del cociente intelectual.
Diagnóstico
Los trastornos mentales orgánicos deben ser diagnósticados en clínica, con un amplio
conocimiento de su complejidad real y en forma sistemática, es decir, siguiendo árboles de
decisiones diagnósticas. Es necesario, a veces, el trabajo conjunto del psiquiatra, médico
general, neurólogo, neuropsicólogo y, quizá, del neurocirujano. El diagnóstico tiene dos
etapas:
Diagnóstico Sindrómico
Por los datos de la anamnesis y del examen mental se identificarán los síndromes
psicopatológicos de causa orgánica descritos, siguiendo los criterios diagnósticos
establecidos para cada caso, considerando no sólo el agrupamiento de síntomas y signos
específicos, sino su forma de inicio, curso y evolución en el tiempo y su respuesta
terapéutica. Se deberá establecer el diagnóstico diferencial, con entidades clínicas que
tengan sintomatología similar.
Diagnóstico Etiológico
El tipo de síndrome orienta a grandes rasgos sobre el factor causal; así, por ejemplo, en el
delirium se pensará en una alteración generalizada, bioquímica o metabólica; en la
demencia, alteraciones en la estructura cerebral; y, en los síndromes amnésicos, de
alucinosis o de alteración de la personalidad, en una patología más o menos localizada. No
hay una relación específica entre un determinado factor etiológico y el tipo de síndrome
resultante. Este puede ser la vía final común de diversas etiologías, por ejemplo, un
delirium puede ser causado por una infección, intoxicación, alteración metabólica, TEC,
tumoración cerebral, etc.; y a la vez, un mismo factor etiológico (por ejemplo un tumor)
puede causar diversos síndromes, como delirium, demencia, síndrome amnésico, alucinosis,
trastornos de personalidad, etc.
Debe considerarse:
Datos de amannesis. Es importante averiguar historia de alcoholismo, consumo de drogas,
barbitúricos, trastornos de conciencia previos, (shock, paro cardíaco, convulsiones, TEC,
etc.), enfermedades metabólicas (diabetes, hipotiroidismo, etc.), infecciones, parasitosis,
intoxicación, etc.
Estudio clínico. Comprende: examen médico general, examen neurológico, que debe
incluir la búsqueda de reflejos de prensión, succión, palmomentoniano y otros que son muy
sugerentes de alteración cerebral difusa bilateral; examen mental; cuando sea necesario,
examen neuropsicológico, especialmente de las funciones corticales superiores (afasias,
agnosia, apraxia, y otras).
Tratamiento
El interés creciente por el tratamiento de los T.M.O. está estrechamente vinculado al
progreso en el conocimiento de los factores etiológicos. Un enfoque total del problema de
los TMO supone tomar en consideración lo siguiente:
Prevención Primaria. Tendiente a impedir la acción de los agentes causales sobre el
S.N.C., tanto por educación de la comunidad cuanto por el empleo de acciones específicas
que eviten la intoxicación, infección, traumatismo, desnutrición, etc. Son un ejemplo, la
prevención de la demencia por múltiples infartos, que en un 75% de casos se puede evitar
con el control y tratamiento de la hipertensión arterial y, también, el control de otros
factores de riesgo que pueden evitar su progreso, tales como la hiperlipidemia, diabetes,
enfermedades cardíacas y alcoholismo. La prevención del delirium tremens en alcohólicos
crónicos, mediante el uso de benzodiazepinas o neurolépticos en los periodos de
disminución o supresión del alcohol, ya que sólo en estas circunstancias se presenta el
delirium.
Prevención Secundaria. Referida al diagnóstico precoz de los diferentes trastornos
orgánicos enunciados y a su tratamiento adecuado e inmediato, según sea el caso. Se puede
diferenciar dos tipos de tratamiento:
- Etiológico o específico, referido al tratamiento, en cuanto sea posible, de los procesos
patológicos primarios causales mediante el empleo de técnicas médicas o quirúrgicas
apropiadas. En la demencia, que siempre es un proceso patológico y no un "achaque de la
vejez", hay un 10 a 15% de casos tratables, potencialmente reversibles, (meningeomas,
tumores, hematoma subdural, carencia de B12, intoxicación farmacológica, disfunción
tiroidea, hidrocefalia, meningoencefalitis subagudas, etc.). Los casos de seudodemencia
depresiva se benefician con un adecuado tratamiento antidepresivo. En el delirium es
básico encontrar y tratar la causa médica subyacente (enfermedades, intoxicaciones,
infecciones, etc.)
- Inespecífico, de otros factores, sintomáticos, de comportamiento y ambientales. En la
demencia, por ejemplo, tratándose de un trastorno mayormente crónico, al lado del
tratamiento médico general y de otros síntomas psiquiátricos accesorios que puedan
presentarse, es necesario conformar un equipo profesional-familiar para enseñar la
comprensión de la enfermedad y definir los cuidados del paciente, considerando además los
problemas psicosociales. En el delirium, por ejemplo, es necesario cuidar un buen balance
de líquidos y electrolitos, la nutrición, etc.; tratar con psicofármacos los estados de
agitación, delusiones, alucinaciones, etc. (con frecuencia benzodiazepinas, haloperidol, con
pocos efectos cardiovasculares); crear un ambiente sencillo, sin exceso ni privación de
estímulos sensoriales (luz, ruido, etc.), con personas cercanas al paciente para que lo
orienten constantemente y lo cuiden de accidentes y otras complicaciones.
Prevención Terciaria. Se refiere a un programa de rehabilitación psiquiátrica. Se evaluará
la personalidad premórbida y el grado en que los trastornos neuropatológicos y
psicopatológicos han determinado pérdida de capacidades, fijándose una estrategia que
utilice los recursos personales y sociales aún disponibles, con la finalidad de evitar la
invalidez, hospitalizaciones innecesarias y lograr, hasta donde sea posible, una readaptación
a la vida familiar, ocupacional y social.
Manejo toxicológico
La dependencia a estos fármacos, a grandes rasgos, comprende a dos grupos. Por un lado
están los pacientes que potencialmente pueden desarrollar esta dependencia, como pueden
ser las personas con trastornos de personalidad o aquellos con antecedentes de abuso de
sedantes o de alcohol. Por otro lado están las personas que usan, o mejor dicho, abusan con
fines recreativos de las benzodiacepinas. Su efecto en la activación de las vías de
gratificación dopaminérgicas del sistema nervioso central provoca un efecto adictivo,
desarrollando una elevada tolerancia y creando una dependencia física y psicológica.
A ello hay que sumarle un alto riesgo de crear un importante síndrome de abstinencia,
particularmente, con el temazepam. Este fármaco se utiliza en ocasiones por vía
intravenosa, con el riesgo de provocar complicaciones graves como abscesos,
tromboflebitis, hepatitis B y C, SIDA o gangrena.
Antídoto para las benzodiacepinas
El antídoto indicado para una sobredosis de benzodiacepinas es el flumazenil, cuyo uso está
recomendado en aquellos casos en los que se presenta el coma y depresión respiratoria
secundaria asociada al uso de este fármaco, situación que es muy poco frecuente. De todos
modos cabe señalar que el flumazenil también comporta ciertos riesgos, razón por la que
debe restringirse su uso tan sólo en aquellos casos donde sea imprescindible.
Los riesgos, sobre todo, son más elevados en aquellos pacientes que presentan hipotensión,
arritmias o alteraciones hemodinámicas. En los pacientes con historial de episodios
epilépticos puede constituir un desencadenante para las convulsiones. En cualquier caso, la
utilización del flumazenil resulta innecesaria en la mayor parte de los casos.