Sarlo, Borges y Lo Menor

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BEATRIZ SARLO ESCRITOS SOBRE LITER RA _\ \TL\A siglo veintiuno editores

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literatura menor

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BEATRIZSARLOESCRITOS SOBRELITER ~rl RA _\ R(~E \TL\A

siglo veintiuno editores

Borges: crítica y teoría cultural(1999)

Borges plantea problemas que, a primera vista, no esperaríamos encoJlttar

justamcmc en él, un escritor hiperculto en clIya obra muchas veces sólo se lee elparadigma de la literamra alfa con sus procedimientos metacriticos de amorre­

flexión. Así, Borges estaría lodo entero en las grandes cuestiones abiertas por re­latos paradigmáticos como "Pierre Menard, autor del Quijole~,donde se pueden

encontrar muchos de los lemas que peniguc la crítica contemporánea: la leoria

del intenexto, las nociones de enunciado y enunciación, la teoría de la lectura

como escritura y de la escritura como lectura, la crítica a la idea de originalidad

y de influencia.Aestos lemas ~mayores~de la teoría crítica, Borges los abordó, sin embargo,

desde una perspectiva que podría llamarse "menor". A lo largo de toda su vida,

Borges se preocupó por escribir ensayos r críticas sobre textos "menores". En \'er­dad, la inclinación por 10 "menor" es, en Borges, algo característico: como críti­

co hace ingresar a la literatura "menor" en el canon de la literatura argentina y

anticipa, también por este camino, OIrOS temas de la reflexión contemporánea.Al mismo tiempo, la teoría de 10 "menor" le permite una lectura original de 10

popular literario y cultural.

Citas Ydetalles

Pero no se trata sólo de textos "menores" sino de procesos de fragmenta­ción y perspectivización que remiten a un uso "menor" de las literaturas "mafO'

res". Está, en primer lugar, el gusto borgeano por los detalles que se articula con

llna percepción extremadamente aguda del fragmento. En sus ensayos sobre es­critores argentinos y eXlranjeros, Borges busca la cita, y sobre la cita anna su ar­gumento. Tiene una idea de la literatura como conjulllO de ciL"lS: la "antología

a la que tiende LOda literalllra".24Si se examinan los prólogos escritos por Borges (el libro que los reúne ofre-

2-1 Jorge Luis Borgcs, PrologfJs con un prrJlogo lh !núWgtJS. Buenos Aires. Torres Agtiero ¡;di­tor. 1975. p. 42.

OplCOS DEL SIGLO XX 167

ce una especie de fichero plivilegiado para seguir sus lecturas durante varias dé·cadas, publicado en 1975), aparece muy claramente la idea de que en el frag­

luenlO más pequei'1o se prueban la lectura y las man'.:as que la lec.ttua deja: la efi­cacia del texto leído. A propósito de La C1llzada lU los fiÓ/OS de Marcel Schwob,

60rges escribe: "¿No observó acaso Gibbon que lo patético suele surgir de las cir- '1cunstancias menudas?".:?;; Así lo fragmentario, lo "menor" y lo breve ofrecen una

alternativa a las estéticas de totalizaÓÓn. Borges opone la sobriedad de Schwobpara reconstruir las cruzadas a \a ~ansíosa al'queología" de F\auberl en Sa/llmm-

110. Contra una literatura de la pretensión y de la extensión, opta por una litera­

tura del understatemeui y de la intensidad fragmentaria.

La política de la cita le pernüte a Borges ejercer esa arbitrariedad de gusto

que es una constilnte de sus lcc.llJras críticas.26 Generalmente esquiva la presen­

tación de una obra en sus ténninos más generales. Es posible que copie un poe­

ma entero (un soneto, por ejemplo) o varias decenas de versos gauchescos, pe­ro se inclina más generalmente <1 captar de modo sucinto y de manera muchas

\'Cces arbitraria un argumento y luego a subrayar el impacto d~ fragmentos ge­

neralmente mínimos: dos versos de Shakespeare, un dístico de Quevedo, algu­

na estrofa de Ahnafuene, tres versos de Lugones, o, sin privarse de la paráfrasis,el recuerdo de una sola imagen fragmentaria que resume, en un sentido meto­

nímico, toda una obra:

. una facultad que 8rCI Harle comparte con Chesterton y con S¡evenson: lai.nvcndón (y la el\élb>1cól. f~adól\) de memorable\', ra~os ...-i.sualcs. Aci\SO el mis

extraño y feliz cs éste que leí a los doce arIOs y que me acompanará. bien lo sé,hasta el fin dd camino: el blanco y negro naipe clavado por la fimlc navaja enel trOIlCO del árbol monulliental, sobre el cadávcr de John Oakhurst, tahúr.27

Borges intercala esos fragmentos acompaií.ados por comenwrios igualmen­te breves, confiando en la leclUra como máquina que activará la cita en el con­

~exto de su propio ensayo. Muchas veces, la cita, precedida de esos comentarios

1ITt1rnpe sin mayor anuncio ni previsibilidad. Así, en el prólogo a Macbeth, des­pués de un párrafo donde se presenta la idea del arte como ficción en Shakes­

pearc, y antes de otro sobre la ambición y la lucha por el poder, Borges introdu­

ce una observación sobre el inglés germanizado y el inglés latinizado queShakespeare pOlle lado a lado en su obra y, naturalmente, cit."l. dos versos que,

25 ¡bid.. p. 141.S!f¡ Sergio Pastormerlo. ~Una critica del gusto~,Universidad de"L<l Plata. Facultad de Hu­

Illat¡ idades, mimeo. 1995.

2'1Jorge Luis Borges, Prólogos <:<m ...1 frr6logv de prologo>. 01'. cit.• p. 83.

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por otra parte, no se vinculan con el argumento que ha estado presentando.¿8

La óta es tan cenera en aquello que busca mostrar; que e11cC{or acept..'l su iITl.ljF

ción sin escandalizarse por la dudosa oponunidad.

Pero, en verdad, frente a ese tex(Q deberíamos intclTogarnos precisamente

sobre el ~argumentocrítico", ya que en S\l conjunto el prólogo está compuesto

sobre una annazón de aforismos expandidos con pequeñas historias sobre Mac-

() beth, sobre Shakespeare, sobre la recepción de Shakespeare en el romanticismo.

sobre las bntias, sobre la intensidad pasional de la lengua en Shakespeare, etcé­

tera, etcétera. El texto va y viene, toma distintas direcciones, presenta datos ex­

traídos de viejas cránicas, discute de paso la recepción de la obra en los siglos

que I~ siguieron, define a Shakespeare como el menos inglés de los ingleses. opi­

na sobre algwlas críticas canónicas como la de Coleridgc; finalmente;"en las dos

últimas lineas, rinde IIn tribmo a ~Jas ejempJares páginas que nos ha legado

Groussac sobre el tema de Shakespeare". El desorden de este recorrido aforísti­

co. como allaliza Srlvia Molloy, es llna estrategia bien evidente: frente a la cotali­

zación que. desde hace siglos. la crítica realiza sobre Shakespeare. Borges elige

algunos hilos .'lUellOS, como si el texto necesitara ser liberado de su sometimien­

to a una masa de lecturas previas.:!') Justamente lo qlle se busca es liberarlo de

ese peso arqueológico.

Biografías literarias

, En muchos casos, Borges construye bre\'ísimas biograHas literarias. Por su

brevedad. por la arbitrariedad de los hechos seleccionados que buscan el asom­

bro y la rarez.1 más que la pnleba de alguna necesidad biográfica, estas biogra­

fías recuerdan el modelo de los relatos de Histmla1wivenal de la infamia. Muchas

de estas biografi'as participan de un género que ya ha caído en desuso y para elcual Borges tiene un lalento excepcional: el relrato"!'Todos recuerdan c1111agní-.-fico de Macedonio Femández.30 Tan intenso como éste, el de Santiago Dabove

muestra de qué modo formas de la paradoja perfectamente borgeanas aparecen

como rasgos psicológico-Iiterarios atribuidos al modelo. En verdad, esle reunto

es una especie de Aleph borgeano: la enumeración de los íconos suburbanos.objetos y espacios. la resignación fluida que es uno de los tonos del crioHismo,

2il ¡bid., p. 145.2') Sylvia Molloy, Signs o/ Borges. Durham y LOlldres. Dukc: University Press. 1994. pp.

105-11\.:l(IJorge Luis Borgcs, Pm/ogw &tm un prólogo tk¡mi/ogro. op. ril., p. 52.

CLÁSICOS DEL SIGLO XX 169

la ironía que funciona como su contraparte discursiva, la paradoja que se ejerce

humorísticamente sobre la titerafUra de la que Borges más se distancia, el realis­

11l0, la fundación literaria del suburbio, empresa en la que está comprometido

desde los ailos veinte:

Sobrellevaba sin fatiga los lentos días de seIllana en el pueblo: el ciganillo ar­

mado con torpeza, el mate, la guitarra, eran fomlas de su ocio. Su casa era una

de esas casa.~ antiguas que se ahondan en patios y en cuyo fondo hay una clari­

dad, que es la huerta. Una gran parra tamizaba las diversas luces del día y por

esos patios y por esas afras habitaciones iría Santiago, adivinando y precisandosus suelio.~. Una vez nos dijo. sonriendo, que disponía de todos los matelia!cs

para la redacción de ulla gran novela, porque siempre había \~\ido en Morón;

Mark Twain pensaba lo mismo del Mississippi, cuyas anchas y OSCllras aguas ha·

bía surcado tantos alias como piloto, r quizás todas las \....riedades humanas es-­

tén representadas en cualquier 'u~,'ar del planeta y quizá en cada hombre. Encuanto a la idea o prejuicio naturalista, de que los esnilOres deben viajar en bus-­

ca de lemas, Dabovc lo jlll.gaba menos afín a la lit.craLUra q\le al pcriodisl\10.31

En la suma puntHlista de estos rasgos "menores~, Borges estima que puede

dibujarse una personalidad de escritor. El mismo Borges. como lo ha mostrado

extensamente Daniel BahleTston, reconoce que Ste\'enson fuc quien le mostró

la potencia ficcional del detalle.32 Con detalles, precisamente, Borges conSU'uyelas biografías literarias de /\Scasubi y de Carriego. Esta última, extendida sobre

varios capítulos de un libro singularmente extraño en su aparente azar, es, como

lo señala Sylvia Molloy, un pretexto de biografía que le permite a Borges traba­jar, contaminando los hechos siempre cOl-ueturales de una vida, con la materia

de lo que será su propia literafura.Mucho después de publicar Evaristo Carriego (1930), en 1963 Borges prolo­

ga una selección de poemas de Drriego precedidos de un prólogo. Allí, de l1ue­\·0, subraya lo que había seúalado en la biografía antes citada de Dabo\'e: una vi­

da literaria se caracteliza por la intensa ausenóa de movimiento. Cuando Borgesescribe "las circunS¡'''lIlcias de su vida pueden cifrarse en pocas palabras". esta fra­

se antecede a una enumeración de actos perfccl.ameme típicos (que correspon­den a tres escenarios i!,'llalmcnle típicos: periodismo, cenáculos literarios, bohe­lTlia).33 Esa tipicidad parecería inadecuada para presentar lo peculiar de una

vida, porque nada distingue a Carriego de sus COlltemporáneos. Sin embargo, la

$\ ¡bid.. p. SO.

!:! Daniel Baldenoton, El prec1lniOO· vttlndo: u.. L. Slroen..on i'1l In obra tk Borges. Buenos Aires,SlIdan¡eri<:ana, 1985.

!3Jorge Luis Borges. ¡bid., p. 10.

brevedad de la enumeración, cuyos ténninos son previsibles, es eni&'1llática yobli­

ga a detenerse. Lo que parece discurrir en una superficie de acciones banales, al

organizarse en una serie de hechos elegidos, revela no una profundidad que es­

taría en otra parte sino un sentido que está allí, doblado, en la superficie misma:

BEATRIZ SARLO

Así, hemos de insistir en que el sentido es un doblez (... ) Sólo que el doblez nosignifica en absoluto una scmejanz.1 evanescente y desencarnada, una imagen

vaciada de carne, como una sonrisa sin galO. Se define por la produ{:cióll de su­

perficies, su multiplicación ysu consolidación. El doblez es la continuidad delderecho y del revés, el arte de instaurdr esta continuidad, de tal modo que el

sentido en la superficie se disu'ibuya en los dos lados a la vez.M

:l4 GilIes Del"uzc, Lógiw d~1 stmlido, Barcelona, Paidós. 1989, p. 138.~"Jo~gc Luis Borges, ¡bid., p. 22.

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Borges enfoca lo general como particular, convierte lo común en significa­tivo, a través de un armado que siempre le permite presentar una hipolética (y

muchas veces arbitraria) cualidad distintiva del autor o del texto. Las vicisitudes

personales ausentes de la biografla literaria se compensan por el pasaje de lo ge­neral, que en cualquier otro contexto podría parecer perfectamente anodino, a

lo individual. Borges nos induce a sospechar: por sospecha, lo banal del "dere­cho" pasa, en continuidad, a un "revés" donde no se convierte en otra cosa, sino

que se distribuye en nuevos sentidos a ambos lados de una línea de repetición.

En otros casos, son circunstancias cuya suma es absolutamente panicular las

que confi6ruran la hiografía litemria. Pero esta particularidad, incluso su rareza oexcepcionalidad, están expuestas atenuadamente como si esa excepcionalidad

debiera ser limitada y disminuida para e\~tar la "rareza" o el palitos. Sobre \"lilkieCollins: "Fue abogado, opiómano, actor y amigo íntimo de Dickens, con el cual

colaboró alguna vez". Sin duda, el conjuIllo de estos actos y atribulas son aplica­

bles sólo a Collins porque nadie sino él los reunió lOdos de ese modo preciso. poreso, Borges opta por una estratc6"¡a de unr/erstatenumt. sólo los menciona, sin agre­

garles ningún modificador, ningún adjetivo, ninguna proposición que los extien­da, Esos actos, en su seca enumeración, dibujan lIna U<lma mínima que tiene "el

intrinseco rigor", la necesidad, que Borges le exige a la novela de peripecias.:% Adiferencia de la novela psicológica (cuyo ¡-elato tiende a la pérdida de forma), es­cribe Borges en su célebre prólogo a La invenci6n de Marel, ninguna peripecia enla novela de a"enturas puede ser inmotivada. La misma ley rige para las biogra­

fías literarias: la ausenóa de psicología valoriza la acción o las cualidades del tetn­peramento, que no son rasgos psicológicos sino m.áscaras decari«:tercn un sentido

l clásico. Por eso, unos cuantos hechos aparentemente azarosos parecen irrefuta-

CL,\SICOS D.EL SIGLO XX I7l

bIes en las biografías literarias de Borges, de las que escribió cientos (además delas que se citan en sus PrówgtJs), durante la segunda mitad de la década del 30,cuando colaboraba todas las semanas en la revista El Hogar. !

La brevedad de estos textos es una crítica, en estado práctico, al biografis- 1Olo, extenso, macizo y confiado en la const-rucción referencial, de la época enque Borges los escribía. Pero, al mismo tiempo, presentan una idea que es tam­

bién de época: la ~vida~ del escritor es ineludible en e! momento de la presenta­ción de los textos. No obstante, esa vida (cuando la escribe Borges) no explica

los textos, ni éstos la iluminan part.icularmcnte. La vida es puesta como una su­perficie fragmentada en hechos no especialmente significativos o dramáticos, to­

ques breves como puntos en los que se puede reconocer un diseño que, por olraparte, no est.'i gobernado por una causalidad fuerte. Como las citas breves, tan-

to los actos de la vida como los de la literatura deben ser repuestos por la lectu-ra en la línea de un ~doblez"que e! texto no proporciona de manera completa:

son puntos desde donde leel; nudos "menores" del doblez.Estos datos menores no suman para result..r en una eSlructura mayor. Por el

contrario, seiíalan la significación de lo "menor" ydel fragmento. Como partes

de una estrategia de lo ~menor", desvían la mirada de aquello que la instiruciónliteraria propone como especialmente significativo, u org-anizan lo significativo

en una síntesis que, por su brevedad, puede ser leída como ironía sobre la pre­tensión de unidad dc una vida. Se separan de una política de la litcratura donde

todo tiene que responder a todo, donde cada lino de los rasgos produciría en otraparte su efecto o su consecucncia. Esta articulación de lo "mcnor~ se niega a aBi­hui.r causalidades fuertes. Sólo establece c.ontinuidades metontmicas, que distri·

buyen el sentido "de! derecho y del revés", sin que uno sea la verdad del otro.Pero hay un acto menos 32aroso y más irrefutable: el cscrilor escribiendo.

Momento secreto, cuando e! texto que va a ser todavía no es sino frágil condi­

dón de enunciación. Sobre las novelas ejcmplares de Cervantes, Borges afmna:

l(as) compuso para distraer l:on ficciones las primeras mt!ancolías de su w;jcz:nosotros I(as) buscamos para vislumbrar en sus fábulas los rasgos del viejo Cer­''antes. No !lOS conlllueven Mahamul (J la Gitanilla; nos conmueve CcrvaIltes,imaginándolos.36

Borges enfatiza acá no un texto sino la práctica enigmática que tiene comoeSCena el imaginario de escritor. Coherentemente, subrayará siempre el momen­to en que se despiert.'l el imaginario del lector en la lectura o cn la escucha; esUn mOmento de revelación directa., donde el efccto de la escrilura se indepen-

~ /bid., p. 46.

172 BEATRIZ SARLO

diza milagrosamente de la "calidad" literaria. Borges rememora un domingo en

que, teniendo él más o menos doce años, Evaristo Carriego recitó en el patio desu casa ~una tirada acaso intenninable}' ciertamente incomprensible de versos"

de AJmafuerte (un poeta popular entonces de quien el mismo Borges opina que

"los defectos son evidentes y lindan en cualquier momento con la parodia"). Sin

embargo, esos versos recitados por Carriego (el poeta ~menor"que Borges estu­

diará años después) actúan no sobre el intelecto sino sobre la relación poitiea, esa

posibilidad de captar el lenguaje en su desborde no comunicativo:

De lo que estoy seguro es de la brusca revelación que esos versos me depara­

ron. Hasta esa noche el lenguaje no había sido otra cosa para mí que un me­

dio de comunicación, un mecanismo cotidiano de signos; (os versos de Alma_

fuerte que Evaristo Carriego nos recitó me revelaron (Iue podía ser también

una música. una pasión y un sueiíoY

Lo menor

Emblemáticamente, el libro donde Borges recopila estos prólogos se inicia

con el texto sobre Almafuerte (un poeta "menor"), a quien Borges conoce por

primera vez a través de Evaristo Carriego (otro poeta ~menor"). En 1962, Borges

escribe una paradójica defensa de Almafuerte, sostenida en los lemas humanos

y la tensión ética de su poesía (rasgos que más bien no son los que habitualmen­

te interesan a Borges crítico). El doblez de estas páginas tiene que ver con la no­

che reveladora, de 1910 o 1912, en que Borges conoció los versos que, en 1962,

ya casi todo el mundo había olvidado. En ellas se unen dos ~menores" para ini­

ciar en la literatura a Borges.

\Se trata de lIna escena rundacional, donde están dispuestos rodas los ele­

mentos de la iniciación, pero,justamenle, esos elementos son movidos por acto­

res ~menores": Carriego recita a Almafuerte. La persistencia fundacional de la

escena se muestra en la siguiente afinnación de Borges: con los ailos, dice, unos

poetas hieran borrando de la memoria a los que gustaron antes, VVhiunan bonll

a Victor Hugo, Yeats a Liliencron; sin embargo, Almafuerte persiste. La vulgari­

dad de la forma, que Borges no perdona jamás en los escritores considerados~mayores" y de allí el encono con que critica a Lugones en Ellamaiio de mi espr­rama (1926), es aceptada en los ~menores". La literatura ~menor" puede no sercQtwencionalOlente virtuosa pero hay en ella momentos de felicidad, "una ínv-

37 'bid., p. 11.

c;LÁSJCOS DEL SIGLO XX

rna virtud que se abre camino a través de una forma a veces vulgar~.38 Virtud: en

el sentido latino de fuena, vigor.Una política de lo ~menor" se articula persistentemente en estos textos de

Borges sobre escritores. No se trata solamente de que sean escritores ~menores",

aunque muchos pueden efectivamente ser incluidos en esta categoría definida

desde la perspectiva de los grandes géneros. Se trata, sobre todo, del tono "me­

nor~ con que escritores "mayores" y "menores" aparecen en los prólogos y las bi­

bliográficas de Borges. En el prólogo al libro de los Prólogos, Borges caracteriza

el tipo de texto que ha escrito y está presentando. Dice: ~EI prólogo, cuando son

propidos los astros, no es una forma subalterna del brindis; es una especie late­

ral de la crític........

Borges busca esta Úlleralidaden toda su obra, explorando entradas y rccorri­

dos no centrales tanto en el corpus de la literatura argentina como en las litera­

turas extral~eras. Porque quien verdaderamente es un "menor", en el sentido

en que Deleuze toma el término, es Borges: él llega para disputar dentro de una

lengua "mayor", el español, con la escritura constIllida en una orilla de esa ex­

tensión lingüística. y, con Deleuze, pllede verse a la litcraLUra de Borges como

"la condición revolucionaria de toda Ilteratura dentro del coraz.ón de lo que ~

llama literatura grande (o establecida)".39 Borges politiza el debate estédco el]

el Río de la Plata, no en SUl'> contenidos ideológicos explícitos, :>ino en la defini­

ción de nuevas posiciones de escritura.

Para ello, releyó una literatura ~mellor", la gauchesca, qlie habia sido mito­

lógicamente convenida en literatllra ~maror" en una operación, ocurrida en las

dos primeras décadas de este siglo, que la volvía literalmente muda. Borges dispu~

la sobre la gauchesca con los ~mayorcs" de la literatura de entonces, Leopoldo

Lugones y Ricardo Rojas. Entra así, lateralmente, al gran debate sobre la nacio­nalidad que recorría al campo cultural de la época.~o Y también abre una disput..1.

poética colocando a Evansto Carriego}" a Macedonio (un ~menor"y un fragmen­

tario) c.omo sus orígenes, desc.artando a Lugones (un ~mayor"y un totalizante) y

desplazándolo del centro del sistema literario. Para eUo, finalmente, se ocupa de

los discursos '"menores": la oralidad, las extravagancias encontrada:> en memOlia­

listas, viajeros y enciclopedias, la novel:,J policial de intriga y el cine (cuya "mino­

ridad" era parte del sentido común en el primer tercio del siglo).

En esta política de la escritura y de la lecLura. crítica, Borges se comporta co­lll.o un vanguardista (reannando el sistema literario»)' sus textos anticipan ellu-

"'S ldem.

~ Gilles Dclcuze, Kajka: Pour une liltirafure mine/Ir/!. París. Minuit, 1975, p. 113.40 Beatriz Sarlo, Borges. un aenlor m las orillas, Buenos Aires, Scix Barral, 1995.

174 BEATRIZ SA.IU,o

gar que lo "menor" va a tener en la leoría de las décadas siguientes. No hay en

Borges una teoría de lo "menor" COIllO encontramos en Deleuzc. Más bien hayla construcción de un Jugar lateral desde donde sea posible la escritura en unpaís ~menor" y marginal como es la Argentina. En este movimiento, Borgcs en­cara un conflicto doble: cómo se escribe literatura, cómo se habla de literatura,

\ por una parte; qué son estas pr<í:eticas en ulla nación secundaria, colocada en lasorillas de occidente. Borges diseña un lugar ~menor" en una lengua y una tradi.

ción literaria "mayores": de ahí su carácter profundamente trasgresor, que no de­viene de sus ideas políticas, sociales o morales, sino de sus posiciones lilerarias.

La. persistente \'aliación sobre las cOIwcnciones de los géneros '"mayores" y"mcnores" es una propiedad del lugar "menor" que define un modo de leer}' dere-escribir. Eljuicio de Borges sobre Eduardo Gutiérrcz}' sobre José Hernández

se apoya en una valoración posiúva del principio de contradicción de la norma}' de las tradiciones que la sosticnen, 1..."1 obsesión con la refutación marca un ras­

go celllral del pensamiento de Borges respecto de las convenciones, sea en lapoesia tradicional o en la nO"cla policial moderna:

¿Qué aporte peculiar el de GutiérrCl en el milO del gaucho? Acaso pucdo <'on­testar: refutarlo. u

Hernámlez /lizo acaso lo úllico que un hombre puede hacer COll 11IIa tradición:

la modilicó..12

Entiendo (lue el género polidal, como todos los géncros, vive de la contillua ydelicada infracci6n de sus leyes. IS

Sólo a partir de esta infracción que está presente en la perspectiva borgea·na sobre lo "menor" puede abordarse el problema de lo marginal)' lo popular

en literatura, que es lo que se intentará enseguida.

Lo popular

Al decir "literatura poplllar" sei'ialamos un objeto que es, en sí mismo, alta­mcnte contencioso. A lo largo del siglo xx, ha recibido una atención persistenle

qUf", a menudo, se proyecta en dcbales elel campo ideológico. Consl.l"ucción inte-

~l Jorge Luis Borges. En.w)D:»· rt'snim ni El Hogar (1936-1939). edkión a G1rgo de Enri­qllO: Sacelio-Garí y Emir Rodríguez Moncb>aL Barcelona. Tus<¡ucts Editores, 1986. p. 118.

4tJorge Luis Borges, Pr6l0g0s CVlI '''' prologo de pr-6IogtA op, dI .. p. 97.n Jorge Luis Borges, 7"nclmcarllivos, 0/). di.. p. 227.

(;LÁSICOS DEL SIGLO XX 175

¡ecu1al caracterizada por la heterogeneidad, lo que habitualmente se denomina

"popular~ es, como afirnla Clande Grignon, un conjunto de textos}' prácticas de

di\'ersa origen}' esw.rtno:

Podemos también partir de la oposición entre los elementos de la cultura po­pular que se pueden considerar ·nati\'os~ en la medida en que se apoyan sobre

"tradicioncs de clasc" y reemian al funcionamiento inteTllo de grupos relativa­mente cerrados, como la familia}' el pueblo, por !lna parte, r por la otra, losconsumos ygustoS importados puestos recielHementc al alcance de las clases po­

pulares gracias al desarrollo de la producción}' de la disllibución de masas. Del

lado de las tradióones populares, encontramos la herencia de la cultura cam­pesina y de las ctllturas regionales (... ) A esta herencia se vinculan, de 11l0domás general. no sólo los f<15gos de cultura "rolklÓriros· -acentos, superviven­

cias dc modismos y costumbres \ocales- sino también hábitos actuales que semanifiestan tanto en posiciones deliberadas (... ) romo en n¡tinas inconscien­tes que regulan la vida corjdiana (... ). Odiado de los gustos importados encon­u-aremos en primer lugar todo lo que tiene que ver con la difusión del automó­vil, de la te!e\isión (y, para los jóvenes, la radio y el disco) (... ) Guardémonosde reinu·oducir. a través del sesgo introducido por la oposición entre rasgos na·tivos y rasgos exógellos, la oposicián ingenua entre "autémico" y "artificial~ queobsesiona tanto a las restauraciones animada.~ por el "espíritu de anticuario~

como a las reconstituciones simplificadoras de tendencias que ponen directa­mente en retación la supuesta liquidación det gustO popular}' el desarrollo dela "diSlliburión de masas'". H

La extensa cita presenta bien la duplicidad del espacio, ya que la denomi­

nación "popular~cubre, por tina parte, prácticas simbólicas independientes o re­

lativamente independientes de la culmra de las elites, prácticas que tienen mu­

cho de tradicional y de campesino aun en el contexto de urbanizaciones

incipientes; y, por la otra, prácticas que provienen de otros espacios sociocultu­

rales, de las industrias del entretenimiento, del periodismo, de la novt'la popu­

lar escrita por intelectuales letrados.

Cuando Borges regresa a Buenos Aires, a comienzos de la década de 1920,

el mundo popular atravesaba una lransformación accleradisima, definida por elCUrso de la urbanización y los procesos de alfabetización. La cultura popular yaera el compuesto heterogéneo al que se refiere Grignon. El debate sobre la iden­

tidad, en este proceso al cual se incorporab-an centenares de miles de inmigl·an­

tes, tenía ya varios capítulos. UIlO fundamental. sin duda, había sido la discusión

~1 Claude Grignon y]ean--<:Jaude Passeron. f.o culto y fu popular. Misrmbili...,w y populi.smon¡ slJCioJQgía J ffl liln'oll'ro. Buenos Aires, Nueva Visión, 199t. pp. 34--35.

176 BEATRIZ SARl.o

sobre la poesía gauchesca, en la cual Borges va a tener una ilHcn'cnción decisi_

va corrigiendo las razones de la canonización del Martín Fierro como gran poe­

ma nacional. Borges escribió a lo largo de toda su vida sobre este poema: prólo­

gos, paráfrasis que secreta o abiertamente aparecen en sus ficciones, textosbrevísimos y un libro también breve. Son intervenciones fuenemente ideológi_

cas que, de manera lateral (cualidad borgeana por excelencia) participan en eldebate de los letrados sobre una poesía esnita también por letrados pero traba_

jada con materiales lingüísticos}' con un imaginario popular campesino. Pero

tan fuenes ideológicamente como las notas sobre Martín Fierro son su recopila_

ción de las ~inscripciones de carro" y sus ensayos sobre Ascasubi, Hidalgo, del

Campo y la poesía gauchesca.

Borges, escritor hiperliteralio, se comunica de manera sorprendente con el

debate sobre la naturaleza r el origen de una literaulca que hundía sus raíces el1

el mundo popular campesino o suburbano. Esta intervención de Borges no pUl'"

de ser pensada al margen del largo debate que, en el siglo xx, realizan los intt'­

lectuales sobre la posición de la culrura letrdda frente a las culturas orales V el

procesQ de contaminación de las producciones destinadas a públicos populares

por la intervención de las elites intelectuales primero r de la industria ("ulmra)

después.

Borges está siempre muy lejos del '"espíritu de anticuario" al que se ref\{~re

más arriba Grignon: sus escrítos sobre lo "popular" 110 tienen nada de recons'

trucción arqueológica de un mundo, por otra parle, difícilmente afen<lble salvo

desde una perspectira dúcwnental histórica que Borg-es no adopta jamás. Por

el cOlurarío, Borges lee los lextos ~populares" o de circulación popular en th­

minos del debate presente que atraviesa el campo de los letrados. Son interven­

ciones ideológico-cstéticas que fonnan parte de una problemática cuyo desplie­

gue no es solamente argentino. En términos generales, este debate responde a

varias cuestiones: en primer Jugat; a la perspectiva de los letrados freme al mUll­

do popular, tema que la democracia de masas pone al rojo vi\"o, en la medida en

que la separación nítida entre elites y masas plebeyas comienza a ser impugnada

desde el lado político por la uni,'ersalización del voto, }' desde el lado cultural

por la industria de los medios masivos primero escritos y luego (en la Argentina

a partir de 1930) de comunicación a distancia. Estas transformaciones (WlítíD1S

y tecnológicas ponen en cuesúón el lugar de los intelc(;luales y potencian la pre­

gunta por eso otro, amenazador, peligroso o portador de esencias posiúvamen­

te juzgadas, que es el pueblo.Borges entra lateralmente en est(" debate. que en la Argentina se había acen­

ruado por la presencia de una masa extI<uljera de ofigeJl inmigratoJio que mo­dilicaba en profundidad el perfil demográfico y cultllraL Este debate también sedesarrolla por el crecimiento sostenido de las industrias del entretenimiento que

ClÁSICOS DEL SIC].O X:\ 177

incorporan a centenares de miles al disfrute simbólico de productos masivos nodiseñados por los mismos sectores populares que los consumen sino por un nue­vo tipo de intdechlales, periodistas, escritores de la industria ediLOrial, directo­

res y productores de cine, etc. En las tres primeras décadas de este siglo, la in­dustria cultural se convierte en una usina poderosísima del imaginario colectivo.

Los intelectuales de las elites letradas no pennanecen indiferentes ni al margende estas transformaciones. Por un lado, se incorporan como productores a los

medios de comunicación masivos (éste es también el caso de Borges que colabo­ra en el diario de mayor tirada de la Argentina, Critica, donde publica los relatos

de HisWria universal de la infamia y decenas de pequeñas nolaS). Por el otro. co­mienzan a reconsiderar la posición de la Iiteramra ~alta" en el marco de un mun­

do simbólico cada vez más estratificado.Si es cieno que Borges parece siempre exu-aii.amenfe aislado de las grandes

olas teóricas de este siglo (psicoanálisis. marxismo, existencialismo. fenomeno­logía),4.~no es menos verdadero que es sensible a problemas que emergen de la

coyuntura ideológica)' que afectan al imaginario colectivo. Las democracias demasas, el carácter plebeyo de las sociedades que se modifican en la primera pos­

guerra, el conflicto entre elites u-adicionales e intelectuales de nuevo tipo es elmarco de sus intervenciones aparentemente sólo literarias. Lo que Borges opi­

na de la gauchesca, del Martín Fierro, del tango, de los refranes populares. de laoralidad criolla}' sus inflexiones. de la novela popular rioplatense en el siglo XIX.tiene gran originalidad argumentativa pero, también, puede ser reconducido al

teatro más amplio del debate en curso. Sus intervenciones sobre la gauchesca enla década del 20 hacen un neto corte polémico respecto del discurso intelectual

nacionalista y escncialista. Esla posición Borges va a subrayarla en las décadasque siguen, desconfiando irónicamclIle de un discurso ~mayor" sobre la funda­

ción gauchesca de la cultura argentina. Sus operaciones van siempre en el sen­tido de una fundación altemativa y ~menor".

El tema es persistente y Borges, incluso en textos de sus últimos aúos. sigue

las peripecias de la fundación litel"3lia y cultural del mito gaucho. Casi podría de­cir"SC, a la manera de I-Iobsbawm, subraya el carácter de operación en el imagina­rio que define a las tradiciones; "lnvenled tradilion is taken to mean a set ofprac­tices, normally governed by ovenl}' or tacitly acccpled rules and of a ritual 01

symbolic nalure. which seck to incu1cale certain values and nomlS ofbehavioUlby repetition, which automalically implies continuity with the past~.46Hobsbawm

<l!> Sergio Pastonnerlo. "6orge. como crítico lilerario~. Universidad de La Plata. Facultar!de Humanidades. mimeo. 1995.

'16 Erie Hob.bawm y Terence Ranger. Tk IrlVCltion o/Tmdition. Cambridge. CambridgeUniversity Press. 1983. [~Una tradición inventada es Un conjunto de pr.kticas, gobemadas PO)

178 I\EATRI Z SARLo

señala que las tradiciones IIlvcmadas (es decir, todas las rradiciones. que en eso se

diferencian de las costumbres) cumplen tres tipos de función: cohesionan elsentido de comunidad; establecen o legitiman instituciones y relaciones de jera.r.guia o de autoridad; socializan en el marco de una cultura, inculcando creenóas,

sistemas de valores y convenciones prácticas. Borges no tiene ninguna duda so­bre este carácter artificioso de la operación cultural por la que un mitO. un rela_

to, 1I11 tipo se insCI;bc en el imaginario social. En este sentido. su perspectiva esperfectamente antiesencialista y difiere de la naturalización del mito gaucho, tal

cOmO de algún modo había sido propuesta en el debate culmral de las primerasdos décadas del siglo. Borges afirma siempre el caráCler deliberado y conscicntede la operación cultural, colocándose, dc cste modo, en \lna perspeCliva convcn­

cionalista: no hay verdad hacia donde retroceder, sino COllstmcciones imagina­rias que desde el presente pretenden sustClUar una lectura del pasado.

En el prólogo a una selección de textos llamada El matrero, Borgcs presentauna serie organizada de argumelllos sobre la invcnción cultural del gaucho ma­

lo. Es illleresante seguir con algún detalle la argumelllaciónY En primer lugar.Borgcs procede a identificar (como lo había hecho Martinez Esuada en un seo­

lido opuesto) dos líneas posibles de la construcción cultural argentina: nuestrahistoria hubiera sido diferellle, afirma. si el grJ.n texto nacional hubiera sido el

Facundo de Sarmiento en lugar del Martín Fierro de José Hernández. Al habercanQnizado el texto de Hernándel. como mito de la nacionalidad. la figura del

gaucho malo, del matrero, y de su prolongación urbana, el cuchillero. pasa a serparadigma de identidad. Borges pone en duda la adccuación de esta figUla a la

realidad histórica del siglo XIX, constmyendo una paradoja que demuestra pre­cisamcnte el artificio cultural:

Hay distnlídos que repiten que el i\1t1rtín Fierro es la cifra de nuestra eomplejl­

sima hislOlia. Aceptemos, dumnte unos renglones, que todos los gauchos ru~·

ron soldados; aceptemos también. con pareja extravagancia o docilidad, qllf'

todos ellos, como el protagonista de la epopeya, fueron desertores, prófugos,

matreros y finalmelHe se pasaron a los sal\11jes. En tal caso, no hubiera habidu

conquista del desiel10; las lanzas de Pincén o de Coliqm:o habrían asolado nues­

tras ciudades y, entre otras co.o;as, a José T-lernández le hubieran faltado tipó~<l­

foso También careceríamos de escultores para monumentos al g-aucho.'l.,

lo general por n:glas aceptadas abierta o lacllamenie; es 1111 litllal de nalUl'a1e1a s;mbólic" qUf'

inlen[;.\ ;n(ule"r cienos valores y normas de componamiclllO" través de su repelición. que 't1I­

lomáric"menie indic" continuidad con el pasado"]. (trad. B. S.)17Jorge Luis Borges. Prologos con '1<'1 pmloXO,u prólogos, ofr- cil., p_ 112.4~ ¡bid., p. 113.

aJ.SICOS m;L SIGLO X)' 179

La historia trabaja con la invención, continúa Borges, r las figuras que pro­

pone como reconstrucciones del pasado son. en un aspeelo. necesarias: la man­

sa coüdianeidad no proporciona sustento adecuado al imaginario, por eso ~la

historia de los tiempos que fueron está hecha de arquetipos". Borges seilala el

cOlltradictorio mecanismo por el cual una identidad nacional (que se supone

inspiradora de valores positivos) está fundada sobre tipos sociales vinculados a

la insubordinación r la delincuencia, que los letrados purifican en sus nuevas lec­

turas del pasado. Pone de manifiesto la operación ideológica por la cual la gau­

chesca ingresó al canon. en el siglo xx, después de que los gauchos desaparecie­

ran como población campesina, en el último tercio del XIX. Esto fue celebrado

explícitameme por l.lIgones en El pa)'alfrJr (1916). Borges despliega otro aspec­

to de la cuestión al debatir si la fib'l.lra del gaucho malo es generalizable como

representación del habitante de la campaña en el siglo XIX. Discute emonces con

dos argumentos: por un lado, que el gaucho malo es un paradigma no referen­

cial sino mítico: en segundo lugar, que la canonización de los textos que lo ~glo­

rifican" es una operación posterior a su desaparición incluso como marginal

sociaL Lo que queda claro, en lodos los casos, es el seiíalamicnto de las distintas

estrategias de constnlcción cultural.

Examinaré, para terminar estas hipótesis sobre Borges y la voz ~menor" de

la literatura argentina, un artículo de 1937 publicado en la revisla semanal E/Ho­gar. MEduardo Gutiérrez, escritor realista ~. Borges comienza por la exposición de

una paradoja: ~Descanada la guerra con Espaiia, cabe afirmar que las dos tareas

capitales de Buenos Aires fueron la guerra sin cuartel con el gaucho y la apoteo­sis literaria del gauchO".4"

La paradoja es la que también sellala Michel de Cerleau, cuando vincula el

estudio de las literaturas populares con el comienzo de la censura sobrc esas mis­

mas producciones. Aunque el caso rioplatense parece más sangriento, el movi­

miento de incorporación como objeto a la cultura, acompaiíado de ot.ro de re­

presión marerial y simbólica, es equiparable: "The studies devoted to this form

oflilerature wcre madc possible by the act ofremoving ir from lhe people's reach

and reserving it for t.he use ofscholars and aIOatcllTS ( ... ) What had !leen subju­gated could now be madt' an 'o~jeCl' ofscience" ,-¡l'

49Jorge Luis Borges. T~xIO$ Ull'llVOS, 01'. ClI.. p. I 1b1>1} Michel de Certeau. "The Beauty of the Oead: Nisard" (en colaboración (01) LJomim

queJulia yJacques Rcve]), en tÜlenJ~. DlJw;jrs~011 1M O/hel; Minneapolis. Umver!lÍty 01" Mll'lJesota Press. 1986. p. 199. ruLos estudios de estas fomul.s de literalura fueron posih1es medial"te el aCIO de alejarla del puet>lo y re.servada al uso de investigadores y amateur.¡ [._.] Lo qu...había sido dominado podía co'wcrtirse en ·objeto· de ciencia~ (trad. 8. S.) J

1M BEAl'RIZSAR.t.o

Si Borges carece por completo de la perspectiva fuertemente impugnadora

que camncriza a Michel de Certeau, no es menos cierto que, como de Certeau

registra que la condición de lectura "culta" y de constitución de un anclaje ¡m;

ginario pasa por la desaparición o la represión real dc los sujetos implicados.

~También queda claro que, ya en 1937, Borges piensa que las operaciones reali.

L...das con la literatura de gauchos tienen que ver con fundaciones míticas de la

identidad. Gutiérrez, folletinista del gaucho malo cu)'o éxito fue reSonanle en el

último tercio del siglo XIX, y Hernández, autor del poema nacional canonizado

en el Centenario, comparten un mismo suelo cultural, a partir del que realizan

elecciones en ese fondo común popular. Pero lo que distingue a Gutiérrez de

Hernández es que Gutiérrez es un \"erdadero ~menor",mientras que Hemández

deviene canónico. Gutiérrez sigue siendo un escritor popular marginal VillCU­

lado a los comienzos de la industria editorial-periodística de masas; quedó ence­

rrado en el horizonte de su público popular, y por eso su proceso de canoniza­

ción es imposible. Sólo Borges, sensible como nadie a la voz ~menor" de un

n:rdadero marginal, captura en una de sus novelas el destello de la verdad:

Eduardo Guriérrcz, aUlor dc follelincs lacrimosos y ensangrentados, dedicóbuena parle de sus aúos a novelar el gaucho següll las exigencias románticasde los compadritos pOrlcños. UIl dla, fatigado de esas ficciones, compuso un li­bro real, el Hormigu Negra. Es desde luego, una obra ingrata. Su prosa es de unaincompar,lble lrivialidad. 1... salva un solo hecho. un hecho que la inmortali­dad suele preferir: se parece a la vida.51

Es un modo de leer. También lee cortando el Martín Fierro, llenando los si­

lencios del poema de Hernálldez con sus propias ficciones. Uso y recicl.ye de lo

popular en una estética hiperculta, Borges diseña una trayectoria que permite

pensarlo en el marco de los debates ideológicos y teóricos de los últimos cincuen­

ta años. Lejos de pennaneccr al margen de ellos, los encara con ese aire iróni­

co, desconcertame, ladino que marca su literatura.

51 Jorge Luis Sorges, '!ex/os cautivos, op. dt.. p. 116.